domingo, 2 de octubre de 2016

EL VIAJE DE ALONSO SÁNCHEZ DE HUELVA





RAMÓN BADARACCO



EL VIAJE DE
ALONSO SÁNCHEZ
 DE HUELVA
Y
EL DESCUBRIMIENTO DEL NUEVO MUNDO



Cumaná 2016











Autor Tulio Ramón Badaracco Rivero
Que firma Ramón Badaracco
Título de la obra:

EL VIAJE DE ALONSO SÁNCHEZ DE HUELVA

Y EL DESCUBRIMIENTO DEL NUEVO MUNDO


Diseño de la cubierta R. B.
Ilustración de la cubierta  R. B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná

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Introito


El puerto de Cumaná toca la leyenda, es la historia del nauta que cuenta Bartolomé de Las Casas, en La Historia de Las Indias, que repite Juan Manzano Manzano, en su obra “Colón descubrió América del Sur en 1494, y es en verdad el puerto de que hablan Ángelo Trevisan, López de Gómara, y Garcilaso de la Vega, que cuenta con lujo de detalles esa expedición, nunca bien investigada, de Alonso Sánchez de Huelva, que era un marino ahora  bien conocido, dueño de un navío con el cual navegaba entre las Islas Canarias, la isla “Madera” y “España, cargado de mercancías. Una gran tormenta lo arrastró hasta las costas del Nuevo Mundo probablemente el año de 1484. De los 17 hombres que lo acompañaban no regresaron más de 5. Se refugiaron en la casa de Cristóbal Colón, sabio marino, en la misma isla de Madera, al cual le contaron los pormenores de la travesía; después de ellos,  todos los cronistas de indias  y expedicionarios que siguen la ruta de Colón arriban a Cumaná, por eso Manzano Manzano, concluye que fue al puerto de Cumaná y no a Santo Domingo, donde llegaron esas expediciones, y ya no sabemos si es leyenda o historia. Cumaná, también es el lugar sagrado de los primeros mártires cristianos, y tal vez de la primera misa.

         La mejor prueba de que esta expedición llegó Cumaná es el nombre con el que fue bautizado el cacique Cawaná- “Don Alonso” No me cabe la menor duda de que el Cacique Cawaná escogió el nombre de ese marino que se ganó su amistad  en el tiempo que compartió en su tribu- mientras  reparaba su barco que seguramente llegó muy maltrecho al puerto de la isla en la desembocadura del río Chiribichií (la última luenga como dice Bartolomé de Las Casas) Isla que luego se llamó “Isla de Las Perlas” mucho antes que  Cubagua  barco con el cual regresó a España y tambien por los hijos que seguramente dejaron entre la familia del Cacique En el pueblo de Cumaná se quedaron 12 marineros que no regresaron a España De esos marineros nacieron las indias blancas o más blancas que las otras como dice Trevisán y Las Casas y repite López de Gómara y Juan Manzano y el Inca Garcilaso de La Vega y decenas de nuevos historiadores  

EL DESCUBRIMIENTO DE CAWANÁ.

En los viajes cortos desde Santo Domingo del Almirante  Cristóbal Colón  nos cuenta el erudito historiador español Juan Manzano Manzano, el descubrimiento de Cumaná. Debemos aclarar que al parecer la expedición fue enviada por el Almirante Cristóbal Colón, con su hermano Bartolomé sin embargo ante la duda hemos preferido conservar en este relato a Cristóbal Colón como capitán de esa expedición ya que él fue el que pagó los platos rotos En ese viaje lo acompaño el diplomático italiano Ángelo Trevisan  

“Vamos ya a ocuparnos, con especial atención, de la Relación de Ángelo Trevisán, teniendo siempre a la vista la versión de López de Gómara, ya conocida por nosotros.

El veneciano nos dice que los expedicionarios, saliendo de la española, navegaron primero con rumbo Oeste (“hacia la tierra cercana llamada Cuba”); con orden precisa de dirigirse después hacia el sur y sudeste, hasta alcanzar un lugar, donde, según los informes que poseía el Almirante, existía un rico vivero de ostras perlíferas. Tras doce días de navegación, las cinco carabelas arribaron a un puerto muy bueno. A su llegada, se aproximaron a los navíos españoles dos canoas indígenas, con seis pescadores, los cuales mostraban claramente en sus semblantes la alegría y contento por la visita de los recién llegados, dando la impresión de que estos hubiesen estado otras veces allí (“COMO SE FOSSENO STATI ALTRE VOLTE LI”).

Los indios recibieron a los españoles con la natural satisfacción de los que vuelven a encontrarse con unos viejos amigos, de los que guardaban un gratísimo recuerdo, y por ello, desde el primer momento, los obsequiaron con pescado fresco del que acababan de coger. En toda aquella costa habia muchos hombres, mujeres y niños que hacían señales expresivas de su deseo de llegar a las naves.

La anterior frase de Trevisán (“como se fosseno stati altre volte li”) parece aludir a una anterior visita de hombres blancos a aquel lugar. Cuando en líneas anteriores Trevisán nos dijo que los expedicionarios habían recibido orden del Almirante de navegar, con rumbos sur y sudeste, hacia cierto lugar, donde según los informes que él tenía, existía un rico vivero de ostras perlíferas, podríamos pensar que los informes colombinos procedían de los indígenas de la Española (algunos de los cuales llevaban como guías e intérpretes en los navíos). Sin embargo, ahora comprobamos que sus noticias muy bien podían proceder de gentes europeas que en años anteriores habían arribado a aquellas lejanas playas.

¿Qué paraje era este dónde recalaron las carabelas españolas? Escuchemos a Gómara que indudablemente conoció la crónica de Trevisan:

“El señor de Cumaná, que ansí llamaban aquella tierra y río, envió a rogar al capitán de la flota que desembarcase y sería bien recibido”

Si aquella tierra –como dice Gómara- era la de Cumaná, el puerto muy bueno –de la Relación de Trevisan- donde fondearon los navíos, tenía que ser necesariamente el gran golfo de Cariaco, de catorce leguas de fondo, a cuya entrada se encontraba el río Cumaná, que daba nombra a toda la provincia.

Cumaná era una rica región perlífera. Nos dice Trevisan que en aquel lugar los nativos recogían perlas en gran cantidad. Con cestos especiales, provistos de peso y pendientes de cuerdas, descendían al fondo del mar y pescaban allí las ostras que les servían de alimento, y de ellas arrancaban las perlas; pero como carecían de instrumentos adecuados para perforarlas, perdían y estropeaban muchas. Eran verdaderas perlas orientales, muy bellas. Los nativos las cambiaban fácilmente a los recién llegados por cascabeles y otras baratijas.

Aceptando la amable invitación del cacique de aquella región –hecha por un hijo de éste que había ido a las carabelas- el capitán español envió a tierra algunos marineros para que visitaran la hermosa aldea del reyezuelo, compuesta de unas doscientas casas y distante tres leguas de la costa. La casa del cacique era “redonda” dividida en dos piezas. En una de ellas, el dueño obsequió espléndidamente a sus huéspedes con majares de la tierra y con agradables vinos elaborados con jugos de frutas.

Concluido el convite, los españoles fueron trasladados a otra sala, donde, sentadas en el suelo, se hallaban unas hermosas muchachas, vestidas decentemente con telas de algodón de varios colores, que les cubrían el cuerpo por debajo de la cintura. Todas ellas portaban en el cuello, brazos y orejas ricas sartas de perlas y otros adornos.

¿Qué otras particularidades ofrecían, además, las muchachas indígenas del cacique de Cawaná? Una muy reveladora para nosotros. Según Gómara, estas jóvenes cumanesas eran “amorosas, y, para ir desnudas, blancas, y para ser indias, discretas”

¡Asombrosa combinación!, exclama Morison.

Poca sorpresa nos causa a nosotros la anterior noticia del cronista, si la relacionamos con la que nos proporciona el mismo historiador sobre las costumbres de los cumaneses y con la muy probable anterior visita a la región de otros hombres blancos”. Fin de la cita.
      
Después de leer la obra de ese gran historiador español, don Juan Manzano Manzano, “Colón descubrió América del Sur en 1994, y Colón y su secreto” donde prueba con documentos y conclusiones irrebatibles, que el sitio al cual llegó el nauta, fue el pueblo de Cumaná, como lo relata Ángelo Trevisan; yo he dedicado muchos día en investigar al nauta desconocido que llegó al pueblo Kaima en la desembocadura del río Chiribichií, la última luenga, como dice Las Casas, y después encontré en el libro “Historia de las indias” de Fray Bartolomé de Las Casas, su versión de los hechos, en el capítulo XIV, que se refiere al caso del nauta, imaginamos que Las Casas adaptó el relato a su conveniencia, copiamos textualmente:

“El cual contiene una opinión que a los principios en esta isla Española teníamos, que Cristóbal Colón fue avisado de un piloto que con gran tormenta vino a parar forzado a esta isla, para prueba de lo cual se ponen dos argumentos que hacen la dicha opinión aparente, aunque se concluye como cosa dudosa. Pónense también ejemplos antiguos de haberse descubierto tierras, acaso, por la fuerza de las tormentas. 

Resta concluir esta materia de los motivos que Cristóbal Colón tuvo para ofrecerse a descubrir estas indias, con referir una vulgar opinión que hobo en los tiempos pasados, que tenía ó sonaba ser la causa más eficaz de su final determinación, la que se dirá en el presente capítulo, la cual yo no afirmo, porque en la verdad fueron tantas y tales razones y ejemplos que para ello Dios le ofreció, como ha parecido, que pocas de ellas, cuanto más todas juntas, le pudieron bastar y sobrar para con eficacia á ello inducirlo; con todo eso quiero escribir aquí lo que comúnmente en aquellos tiempos se decía y creía y lo que yo entonces alcancé, como estuviese presente en estas tierras, de aquellos principios harto propincuo. Era muy común á todos los que entonces en esta Española isla vivíamos, no solamente los que el primer viaje con el Almirante mismo y á Cristóbal Colón á poblar en ella vinieron, entre los cuales hobo algunos de los que se la ayudaron á descubrir, pero también a los que desde á pocos días á ella venimos, platicarse y decirse que la causa por la cual el dicho Almirante se movió a querer venir a descubrir estas Indias se le originó por esta vía. Díjose, que una carabela ó navío que había salido de un puerto de España (no me acuerdo haber oído señalar el que fuese, aunque creo que del reino de Portugal se decía)  y que iba cargada de mercaderías para Flandes ó Inglaterra, ó para los tractos que por aquellos tiempos se tenían, la cual, corriendo terrible tormenta y arrebatada de la violencia e ímpetu della, vino diz que, a parar a estas islas y que aquesta fué la primara que las descubrió. 

Que esto acaeciese ansí, algunos argumentos para mostrarlos hay: el uno es, que a los que de aquellos tiempos somos venidos, á los principios, era común, como dije, tráctarlo y practicarlo como por cosa cierta, lo cual creo que se derivaría de alguno o de algunos que lo supiesen, o por ventura quien de boca del mismo Almirante ó en todo ó en parte ó por alguno palabra oyese; el segundo es, que entre otras cosas antiguas, de que tuvimos relación los que fuimos al primer descubrimiento de la tierra y población de la isla de Cuba  (como cuanto della, si Dios quisiere, hablaremos, se dirá) fue una de esta, que los indios vecinos de aquella tuvieron ó tenían de haber llegado á esta isla Española otros hombres blancos y barbados como nosotros, antes que nosotros no muchos años. Esto pudieron saber los indios vecinos de Cuba, por que como no diste más de diez ocho leguas la una de la otra de punta a punta cada día se comunicaban en sus barquillos o canoas, mayormente que Cuba sabemos, sin duda, que se pobló y poblaba de esta Española. Que el dicho navío pudiese con tormenta deshecha (como la llaman los marineros y las suele hacer por estos mares) llegar a esta isla sin tardar mucho tiempo, y sin faltarles las viandas y sin otra dificultad, fuera del peligro que llevaban de poderse finalmente perder, nadie se maraville, porque un navío con grande tormenta corre 100 leguas, por pocas y bajas velas que lleve entre día y noche, y á árbol seco, como dicen los marineros, que es sin velas, con solo el viento que cogen las jarcias y másteles y cuerpo de la nao, acaece andar en veinticuatro horas 30 y 40 y 50 leguas, mayormente habiendo grandes corrientes, como las hay por estas partes; y el mismo Almirante dice,          que en el viaje que descubrió a la tierra firme hacia Paria, anduvo con poco viento  desde hora de misa hasta completas 65 leguas, por las grandes corrientes que lo llevaban: así que no fue maravilla que, en diez o quince días y quizá en más, aquellos corriesen 1000  leguas, mayormente si el ímpetu del viento Boreal o Norte les tomó cerca ó en paraje de Bretaña ó de Inglaterra ó de Flandes.

Tampoco es de maravillar que ansí arrebatasen los vientos impetuosos aquel navío y lo llevasen por fuerza tantas leguas… y los otros navíos que salieron de Cádiz y arrebatados de la tormenta anduvieron tanto forzados por el mar Océano hasta que vieron las hierbas de que abajo se hará, placiendo a Dios, larga mención; desta misma manera se descubrió la isla de Puerto Sancto, como abajo diremos. Así que habiendo descubierto aquellos por estas tierras, si ansí fue tornándose para España vinieron a parar destrozados; sacados los que , por los grandes trabajos y hambre y enfermedades, murieron en el camino, los que restaron, que fueron pocos y enfermos, diz que vinieron a la isla de madera, donde también fenecieron todos.

El piloto del dicho navío, ó por amistad que antes tuviese con Cristóbal Colón, ó porqué como andaba solícito y curioso sobre este negocio, quiso inquirir del la causa y el lugar de donde venía, porque algo se le debía traslucir por secreto que quisiesen los que venían tenerlo, mayormente viniendo todos tan maltratados, ó porque por piedad de verlo tan necesitado el Colón recoger y abrigarlo quisiese, hobo, finalmente de venir a ser  y curado y abrigado en su casa, donde al cabo diz que murió; el cual, en reconocimiento de la amistad vieja ó aquellas buenas y caritativas obras, viendo que se quería morir descubrió a Cristóbal Colón todo que les había acontecido y diole los rumbos y caminos que habían llevado y traído, por la carta de marear y por las alturas, y el paraje donde esta isla, dejaba o había hallado, lo cual todo traía por escripto.
Esto es lo que se dijo y tuvo por opinión, y lo que entre nosotros, los de aquel tiempo y en aquellos días comúnmente, como ya dije, se platicaba y tenía por cierto, y lo que, diz que, eficazmente movió como a cosa no dudosa á Cristóbal Colón.

Pero en la verdad, como tantos y tales argumentos y testimonios y razones naturales hobiese, como arriba hemos referido, que le pudieron con eficacia mover, y muchos menos de los dichos fuesen bastantes, bien podemos pasar por esto y creerlo ó dejarlo de creer, puesto que pudo ser que Nuestro Señor lo uno y lo otro les trajese a las manos, como para efectuar obra tan soberana que por medio del, con la rectísima y eficacísima voluntad de su beneplácito, determinaba ser. Esto, al menos, me parece que sin alguna duda podemos creer: que, ó por esta ocasión, ó por las otras, ó por parte dellas, ó por todas juntas, cuando él se determinó, tan cierto iba de descubrir lo que descubrió, y hallar lo que halló, como si dentro de una cámara, con su propia llave, lo tuviera.




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