RAMÓN
BADARACCO
EL MARTIRIO DEL COMANDANTE BERNARDO
BERMÚDEZ FIGUERA
CUMANA 2012
Autor Tulio Ramón Badaracco Rivero
Que firma Ramón Badaracco
Copyright Ramón Badaracco- 2013
MARTIRIO
DE BERNARDO BERMÚDEZ
Primera edición 1997
1500 ejemplares
Hecho el depósito de ley
Derechos reservados.
Diseño de la cubierta R. B.
Ilustración de la cubierta R. B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná
tlf. 0416-811-4374
INTRODUCCIÓN
Hemos tomado de la Memoria Histórica
de las Provincia de Cumaná, algunos detalles referidos a la vida del inmortal
libertador de Maturín. el comandante Bernardo Bermúdez Figuera, al cual, por
mérito propio, ganado por su heroísmo, por su sacrificio, por haber derramado
su sangre de patriota, n las luchas para la libertad de la Patria, y le he
titulado “Libertador de Maturín”.
Hijo de Francisco Antonio Bermúdez de Castro y Casanova, y Josefa
Antonia Figuera de Cáceres y Sotillo, cumaneses descendientes de una vieja
familia de nuestra antigua provincia; sus abuelos paternos fueron Bernardo
Bermúdez de Castro y María Manuela Casanova; y, sus abuelos maternos Pedro
Figueroa de Cáceres y Alfaro y Agustina Sotillo y Verde.
Nació este héroe, en San José de Areocuar, en 1778; fue bautizado con el
nombre de Bernardo José Celestino, y fueron sus padrinos: Don Bernardo Bermúdez de Castro y Doña Rosalía Figuera.
Entró a servir en 1810, como
alférez de marina, y deseoso de entrar en acción, se incorporó en 1812, en la
expedición organizada en Cumaná, para liberar a la Guayana rebelde, que permanecía
en manos de los españoles. La expedición fue ordenada por el General en Jefe
Don Vicente de Sucre y García, que la puso bajo la conducción del Capitán de
Navío Manuel de Villapol. La expedición fracasó por completo, sin embargo de
algunos éxitos iniciales, que vale la pena referir, vino espantoso fracaso, el desastre
de “Sorondo”, y la perdida de la primera República, Bernardo no se amilana, y conjuntamente con su hermano Losé
Francisco, y otros patriotas cumaneses, se traslada a la isla de Trinidad, y se
incorpora al grupo de los 45, del
General Santiago Mariño, en Puerto
España, con el cual, bajo su mando, hizo la campaña inicial libertadora de la
provincia de Cumaná en 1813.
Hagamos u brevísimo
repaso de la Campaña de Guayana, ordenada por el General en Jefe, Don Vicente
de Sucre y García Urbaneja.
No podemos olvidar que hablamos de Bernardo
Bermúdez, y nos interesa su participación en la preparación y
ejecución, de una de las expediciones más importantes y trágicas de la guerra
de independencia en su etapa inicial, de la que tenemos
pocas noticias: sin embargo, de esta expedición se podrían escribir muchos
libros: “La Odisea”.
En la creación de la provincia de Guayana, estos hechos, adquieren
un tono sublime entre victorias y terribles derrotas, y las angustias y los trastornos de toda índole,
por ser la primera gran expedición guerrera de aquella magnitud; y en la cual
perecieron tantos jóvenes de las familias principales de la provincia de Cumaná,
que nunca antes habían sufrido dramas como este; y allí estaba Bernardo y José
Francisco Bermúdez, y Agustín Armario, Santiago Mariño, etc. Que participaron,
por supuesto, en primera línea en la terrible experiencia de la Batalla Naval de Sorondo, que se perdió en
parte, bajo el mando del Capitán de Navío Don Manuel de Villapol.
¡Sorondo!... Su solo nombre significaba
“desastre”. No han logrado los que han tocado este tema, contar lo que significó
para Cumaná la derrota de Sorondo.
El
General en Jefe Don Vicente Sucre y García, jefe del gobierno revolucionario de
la Provincia de Nueva Andalucía o Cumaná, envió una flota con una fuerza de 1.100 hombres al mando del Capitán Manuel de Villapol,
a someter la provincia de Guayana, levantada contra la República. La flota
remontó el Orinoco
con 32 embarcaciones, ante la cual, los guayaneses leales
a la Corona se retiraron al puerto de Angostura. tras haber perdido una goleta.
Veamos como lo cuenta el Dr. Bartolomé Tavera Acosta, en su obra
Historia de Carúpano: “Al efecto organízanse tres cuerpos expedicionarios que
marcharon en combinación, a las órdenes, respectivamente de los coroneles
Francisco González Moreno, José Antonio Freites de Guevara, a quien acompañaba
su hijo Pedro María, y Manuel Villapol. El primero a operar sobre Moitaco por
el Pao y Santa Cruz, el segundo por Soledad sobre Angostura, y el último sobre
Barrancas para atacar las fortalezas de Guayana la Vieja, que son los tres
únicos puntos que tenían guarnecidos y fortificados los guayaneses. Todos tres
llegan a sus destinos a mediados de 1811.
La división de Villapol se compone de seiscientos cumaneses, carupaneros
y margariteños. Entre los cumaneses marchan el Comandante de ingenieros José
Francisco Azcue, el Comandante de artillería Ignacio Certad, los oficiales
Carlos Winet, Miguel Correa, Rafael de Mayz Luis de Vallenilla, que es el
primer ayudante de Villapol, Pedro, Vicente y Francisco Sánchez, Quintín
Vallenilla, Manuel Coronado, Pedro Guevara, José de Cásares, Domingo Jiménez,
no cita a Bernardo Bermúdez, pero él estaba allí y jugando un gran papel como
guerrero, lo que fue un gran guerrero destinado a ser guía de la libertad,
junto a los otros jóvenes distinguidos entre los de Carúpano: José Nicolás
Salazar Navarro, de 63 años, Braulio Guerra, Jacinto y Joaquin Goitia, Benito
López, Juan Bautista Peña, Juan del Campo, Nicolás González, Celestino Acosta,
Juan Antonio Núñez y algunos más.
Estos patriotas son los más nombrados sin embargo sabemos que la
actuación de Bernardo no pasó desapercibida para hombres como Mariño y otros
capitanes con los cuales aparece después en Trinidad.
Freites llega a las riberas del Orinoco (Soledad) antes que los otros.
Allí le ataca el coronel Lorenzo Fernández de La Hoz. Comandante Militar de
Angostura, que lo rechaza el 5 de setiembre. Freites retrocede y se incorpora
en el Pao a González Moreno. Villapol, al tener conocimiento del fracaso de la
expedición del centro, se retira de Barrancas a Tabasca. El Poder Ejecutivo que
funciona en Caracas, para dar unidad a la dirección de la Campaña, nombra, el 7
de octubre, a González Moreno, General en Jefe Supremo expedicionario.
González
Moreno, en el Pao se refuerza con nuevos contingentes de tropas cumanesas,
entre esos refuerzos esta nuestro biografiado Bermúdez, que lo trae el coronel
Francisco Solá quien había marchado desde el Manzanares a principios de
setiembre, y juntos emprenden la invasión del territorio guayanés. Freites de
Guevara, enfermó y regresa a Barcelona.
González
Moreno y Solá, atraviesan el Orinoco, invaden en enero de 1812 y llegan hasta
las inmediaciones de Angostura. Mientras tanto, Villapol, apoyado por la
escuadrilla patriota al mando de sus comandantes, Felipe Esteves y Juan
bautista Videau, y por un cuerpo auxiliar venido con el coronel Juan Bautista
Arismendi, el capitán Vicente González y el oficial Santiago Mariño, establece
de nuevo su Cuartel General en Barrancas. Margarita concurría por segunda vez
con sus buques y sus hijos al sometimiento de la provincia guayanesa en
acatamiento de las insinuaciones del Ejecutivo de Caracas.
Los
de Angostura se hallan preparados para rechazarlos. El Coronel Matías Farrera
se sitúa en Borbón, en espera del ataque del general González Moreno. El
Sargento Mayor José de Chastre, baja el Orinoco con una flotilla en auxilio de
la guarnición de los Castillos de Guayana la Vieja. El Gobernador Doctor Farrera
queda en la plaza con una corta guarnición, pero resuelto a no dejarse quitar
la ciudad. Desbaratado como resulto el cuerpo que operó por Soledad, los
realistas concentran su atención sobre los que pretenden llegar por el Este, y
por el Occidente de la capital Guayanesa.
La
escuadrilla patriota sale de Barrancas, aumentada con varios esquifes
organizados por Villapol, y se viene sobre los Castillos; pero antes de llegar
a ellos ya Chastre había salido a esperarla, situándose en Sorondo. Allí se
encuentran El 26 de marzo, La de los patriotas ataca briosamente. La de los
realistas se defiende con valor y con pericia y tras rudos choques, sangrientos
abordajes y gallardos episodios múltiples, al empezar a declinar el sol, queda
vencida, dispersos unos y apresada la florilla republicana, y, centenares de
prisioneros en poder del jefe realista el Sargento Mayor Don José de Chastre.
-Ángel
Grisanti dice, al referirse a Don Vicente de Sucre y García Urbaneja, al cual
me he dado a la tarea de reconocer y honrar como Padre de la Emancipación de la
Provincia de Cumaná o Nueva Andalucía: “A mediados de julio de 1812, quizá el
15, fue nombrado por el Ayuntamiento, General en Jefe del Ejército de Cumaná,
destinado a someter al Partido Capitular de Barcelona”- Pág. 35 de su obra “Sucre”.
En marzo de 1812 Bermúdez migra
a Trinidad. y se une a los 45 de Mariño y en 1813, entra en
acción en la expedición de la goleta Carlota, Bartolomé Tavera Acosta
(Ob.cit) nos lo cuenta:
“En la tarde del día siguiente, Mariño y sus
compañeros salen en la goleta “Carlota”, comandada por Juan Bautista Videau,
sobre Cauranta, en las inmediaciones de Güiria; pero el capitán Juan Gavasso, a
cuyo conocimiento habían llegado los propósitos de los asilados, los aguarda
allí con la mitad de sus cincuenta hombres de guarnición. Mariño ataca
pretendiendo tomar tierra. Gavasso lo rechaza. Los expedicionarios se quedan
capeando frente a la costa. Gavasso regresa a su cuartel. Al amanecer del 13 se
procede en firme al ataque de Güiria. Mariño desembarca y ataca por tierra.
Piar y Bermúdez por mar. Ante el ataque combinado Gavasso se sostiene poco
tiempo hasta que sale derrotado camino de Irapa. Los patriotas ocupan la plaza.
Mariño establece allí su cuartel general y Bermúdez sigue sobre Gavasso, a
quien ataca en Irapa el 15 y se apodera a sangre y fuego del pueblo. Derrotado
Gavasso, llega a Yaguaraparo y allí se prepara a resistir el empuje de los
expedicionarios”.
Los patriotas
continúan con Mariño a la cabeza y en una campaña admirable toman la provincia
de Cumaná derrotan a las
fuerzas del Imperio en cinco batallas fulminantes y al propio general Domingo
Monteverde
en la martirizada Maturín.
Bernardo fue protagonista
con Mariño, en la gloriosa gesta que se inicia en Chacachacare en 1813.
45 patriotas bajo el mando
de Santiago Mariño, entre los cuales se destacaron mucho: Francisco Azcue, los
hermanos Bernardo y José Francisco Bermúdez, José María y Antonio José de Sucre
Alcalá, Manuel Carlos Piar, Manuel Valdés y Concepción Mariño.
En la isleta de Chacachacare, al Nor-Oeste de
Trinidad, los expedicionarios se reúnen y antes de invadir la Tierra firme, el
11 de enero de 1813, suscriben la memorable Acta, cuyo texto se explica por si
mismo, en términos heroicos inconfundibles, veamos:
“Violada por el jefe español D. Domingo
Monteverde la capitulación que celebró con el ilustre general Miranda, el 25 de
julio de 1812; y considerando que las garantías que se ofrecen en aquel solemne
tratado se ha convertido en cadalsos, cárceles, persecuciones y secuestros. Que
el mismo general Miranda ha sido víctima de la perfidia de su adversario; y en fin, que la sociedad venezolana se halla
herida de muerte, cuarenta cinco emigrados nos hemos reunido en esta hacienda, bajo los auspicios, de su
dueña, la magnánima señora Concepción
Mariño, y congregados en consejo de
familia, impulsados por un sentimiento
de profundo patriotismo, resolvemos expedicionar sobre Venezuela, con el
objeto de salvar esa patria querida de
la dependencia española y restituirle la
dignidad de nación que el tirano
Monteverde y su terremoto le
arrebataron
Mutuamente nos empeñamos nuestra palabra de
caballeros de vencer o morir en tan gloriosa empresa; y de este compromiso
ponemos a Dios y a nuestras espadas por testigos. Nombramos Jefe Supremo con
plenitud de facultades, al coronel Santiago Mariño” Chacachacare, 11 de enero
de 1813. Firman. Santiago Mariño,
Francisco Azcúe, José Francisco Bermúdez, Manuel Piar, Manuel Valdés.
Chacachacari: El sabio carupanero Bartolomé
Tavera Acosta, conocedor como ninguno, de los idiomas que hablaban los Caribes,
la pronuncia y escribe “Chacachacari”, pero nosotros para no entrara en
confusiones la llamaremos como comúnmente es llamada y pronunciada
“Chacachacare”.
Este sabio historiador al tratar el tema de
la campaña de Mariño, nos dice:
“Es de lamentarse que hasta hoy no se conozcan todos los nombres de esos
cuarenta y cinco patriotas
expedicionarios, pues si bien es cierto
que algunos autores han publicado
sendas listas de ellos, es necesario observar que con excepción de Mariño, Manuel Piar, los Bermúdez, José Francisco Azcúe, Manuel Valdés, Agustín
Armario, Juan Bautista Videau, Pbro.
Domingo Bruzual de Beaumont, José Rafael de Guevara, Rafael de Mayz, José María Otero, Mateo Guerra Olivier, Juan Bautista Cova, José Leonardo Brito
Sánchez, Juan Bautista Darías, Bernardo Martínez, Fernando Gómez de Saa y uno que otro
más, del resto no hay constancia
histórica para poder afirmar que fueron
de los de Chacachacare. En cambio, es de presumirse que si se encontraron allí
José María Sucre y Antonio José de Sucre, quienes habían salido de Cumaná para
Trinidad trece días antes y aparecen luego en los sucesos de Maturín.
En
Chacachacare los expedicionarios toman las armas que habia obtenido y ocultado
doña Concepción Mariño, para la empresa libertadora que iniciaron el 12 de
enero de 1813:
Veamos los sucesos:
Ese
día, Mariño y sus 44 compañeros salen de Chacachacare en una goleta de Carlos
Manuel Piar, la “Carlota” comandada por Juan Bautista Videau, rumbo a la
hacienda “Cauranta”, donde Concepción tenía hombres dispuestos y también había
escondido armas y pertrechos antes de exiliarse.
El
realista Brigadier Juan Gavanzo, en conocimiento del proyecto invasor, en una
goleta con 50 hombres, vigila los movimientos de Mariño, pero, o no los detecta
o teme enfrentarlos; más bien los evade y se refugia en el puerto de Güiria,
donde tiene una guarnición bien dotada, de doscientos hombres; y donde pretende
capturarlos.
Mariño, aconsejado por el comodoro Videau,
decide merodear a distancia de la costa y calibrar la situación. Sabe que
Gavanzo tiene 50 hombres a bordo, bien armados, pero Mariño no sabe cuántos
hombres más, componen la guarnición de Güiria. Por eso decide barloventear o
maniobrar por la costa hacia el Oeste, para distraer la atención del enemigo.
Maniobra que da frutos, pues Gavasso los consideró evadidos, así mantiene su
estrategia por 24 horas, volviendo luego su rumbo hacia el Este, y logra
despistarlo; es entonces, amaneciendo el día 13, que desembarca en su hacienda
“Cauranta”, al Oeste del poblado, donde tiene cerca de 100 hombres entrenados,
engañando de esta manera, al enemigo que lo esperaba en el puerto cerca de
Güiria.
Mariño reúne su Estado Mayor y decide atacar
aplicando una estrategia muy simple, operación tenaza.
Antonio José de Sucre, joven pero inteligente en
el combate, como lo demuestra en toda la campaña bajo el mando de Mariño, como nos
lo dice, Laureano Villanueva, uno de sus mejores biógrafos: “Unas veces como
primer ayudante del General Mariño y otras como comandante del batallón de
zapadores, formado por el mismo’’.
Mariño con Sucre, al frente un batallón de
zapadores, formado por él, irá con parte de sus hombres por tierra, para atacar
la guarnición por el Oeste, mientras Piar y Bermúdez atacarán por el mar, y
desembarcarán en el lado contrario, por el Este. Así lo ejecutan y a las once
de la mañana, Mariño ataca la guarnición con más de cien hombres y pocas
municiones; los españoles valientemente soportan y rechazan la carga; los
patriotas les hacen creer que se retiran desordenadamente hacia el caserío,
donde más bien se fortalecen. Esta maniobra se ejecutó dentro del plan de
Mariño, que necesitaba sacar a los reales de sus posiciones en el puerto y
atraerlos al poblado. Los realistas, sin
perder tiempo ni ánimo, salen de sus trincheras y atacan, esperando triunfar
rápidamente. No se percataron de la estrategia, y que Piar y Bermúdez,
entrarían en la batalla tomándolos entre dos fuegos y causándoles estragos. Los
patriotas se resentían escasos de municiones; pero los reales también estaban
escasos, pero observando al avance de Mariño, creyeron que estaban mejor
surtidos., y se ven obligados a retirarse apresuradamente del terreno,
dejándolo todo en manos de los patriotas, con muertos y heridos en las calles;
la mayor parte se retiran, bien protegidos, con rumbo al puerto, pero hábilmente
perseguidos por Valdés, Piar y Bermúdez. Por otra parte, muchos patriotas del
pueblo, se incorporaron a las filas patriotas, y a la persecución de los
realistas, la victoria fue completa y dio muchos frutos.
Gavanzo, que tenía prevista la retirada, va
hacia el puerto con los que quedaron con vida, y pudieron embarcarse,
abandonando a los heridos; va con rumbo a Yaguaraparo, en esos tiempos, pueblo habitado
por españoles.
Mariño, aprovecha para aumentar su tropa y
pertrecharla convenientemente, sirviéndose del arsenal abandonado por Gavanzo,
y así da inició, a la Campaña de Oriente con buen pie, aunque tenía que
continuar sin descanso, para evitar la reacción realista.
Los hermanos Bernardo y José Francisco Bermúdez,
se destacan tanto en estas acciones de guerra, que pasan a ser los jefes
expedicionarios del Ejército Libertador de Oriente, bajo el mando d Mariño, que
los selecciona y manda al mando de tropas: José Francisco, de un batallón,
perseguirá a Gavanzo; y Bernardo, bien apertrechado, irá a libertar a Maturín.
En esta campaña, se produce el segundo
encuentro entre las fuerzas antagonistas, el 15 de enero de 1813, en las
afueras del pueblo de Irapa; y los patriotas vuelven a derrotar a los reales,
con una carga suicida; los reales defienden palmo a palmo sus posiciones
causando mucho daño en las fuerzas patriotas. La diferencia fue Bermúdez, que
valía por diez hombres, los enemigos temblaban ante él, y todos pelearon
bravamente incluyendo a los españoles, bajo el mando de Gavanzo; pero, su
contendor es nada menos que el invencible ¨Áyax¨ venezolano. Gavanzo no aguanta
la embestida de Bermúdez, enredado en las tácticas de Sucre; derrotado el
español, tiene la retirada asegurada y huye en sus naves hacia Yaguaraparo.
Bermúdez se instala en Irapa, donde se le
incorporan muchos patriotas dispuestos a morir por la Patria. El joven Sucre se
dedica por entero a prepararlos para combatir, esos hombres eran buenos jinete
y mejores cazadores, así es que la tarea fue bastante provechosa.
Las noticias de estas victorias vuelan. En
Cumaná, causan revuelo; el desembarco y la toma de las ciudades de Guiria,
Soro, Irapa, Tunapuy, y otras, cuyos pueblos se deciden por la causa, y se
incorporan al ejército; y a pesar de que las noticias no llegan muy claras, sobre
las acciones de Guiria e Irapa; el agresivo coronel Cervériz, que ya habia
alcanzado fama de invencible y feroz, se ocupa en persona del suceso, y decide
enfrentarlo, según dijo: ¨antes de que
se convierta en una amenaza para la paz y la justicia española”; y de inmediato,
organiza una partida para poner fin a la amenaza, y silenciar los rumores: ¨Que
hacen más daño político que militar¨, y a los cuales no les daba ninguna
importancia; pensó seguramente que unos cuantos fusileros bastarían para
dominar la disidencia; sin embargo, mejor informado, discretamente preparó un
batallón de 400 jinetes, con los mejores oficiales de que disponía y tropas
veteranas.
Cuando estuvo presto para aplastar a los
insurgentes, a los dos días, o sea el 17 de enero, sin darse tregua ni darles descanso
a sus hombres, vuela sobre Irapa; y, aparece frente al bravo pueblo, al mando
de un batallón de caballería de 400 hombres, armados “hasta los dientes”, y sin
detenerse ataca de frente a los patriotas. Bermúdez, lo esperaba, tomando
posiciones estratégicas. Sucre ayudó con sus zapadores, preparó las defensas, y
alineó un pueblo de cazadores, que no necesitaban mucho para saber lo que
tenían que hacer.
Ya lo sabían, los españoles se consideraban
invencibles y atacaría de frente, sin parar mientes los destrozarían; entonces
los patriotas reciben el ataque, muy bien aleccionados por Bermúdez y Sucre,
ante el ataque frontal de Cervériz, que cae en una verdadera emboscada, dentro
d un teatro preparado al efecto, con trincheras y obstáculos insalvables; y con
una férrea defensa, era la batalla de todo un pueblo.
Cervériz, intenta denodadamente, una y otra
vez, romper la resistencia patriota; pero, una y otra vez es rechazado con
pérdidas incontables. Tercamente insiste, y muchas veces sin el menor cuidado, va
contra los árboles, contra la oscuridad, como don Quijote contra los Molinos de
Viento, sin tener en cuenta la vida de sus hombres, que caen heridos y otras
veces arrastrados por sus caballos. La fusilería y la artillería patriota, bien
ubicadas, los diezman. Las fuerzas de Cervériz, ya de noche, desmoralizadas se
dispersaron en el bosque, que ahora los amparaba, acosadas por Bermúdez, al
Áyax, con fuerza hercúlea, agitando su espada ¨Cantadora¨, acompañada de
estentórea voz, que paralizaba a los enemigos; incansable, agigantado en
aquella memorable e intensa batalla. que da continuidad al triunfo de Guiria.
Cervériz logró escapar con vida, dejó el
teatro de la guerra lleno de cadáveres, que Bermúdez ordenó enterrar en la
misma noche; los heridos de ambos bandos fueron atendidos debidamente. Libre
Irapa, durante varios días de celebración, los lugareños se presentaban voluntariamente
para engrosar las filas patriotas. Más tarde Santiago Marino sería recibido por
Bermúdez en Irapa, celebrado por su pueblo en triunfo, y establecería allí su
cuartel General de guerra.
BERNRDO BERMUDEZ Y LA CAMPAÑA PARA LIBERTAR A
MATURÍN.
Bernardo, por su edad, estaba más
cerca de Mariño; y por ello gozaba del respeto del jefe expedicionario; y ha
debido ser un factor muy importante durante la preparación de la campaña, porque
de otra manera, no se entendería, que la misión más importante que iba a
realizar el jefe de aquella jornada memorable, como era la toma de Maturín, se
le hubiese confiado a este experimentado patriota.
El Comandante Bernardo Bermúdez, secundado
por Antonio José de Sucre, como Jefe de su Estado Mayor, y jefe de su escuadrón
de zapadores, formado y adiestrado por él; el dos de febrero de 1813, derrota
al comandante Vicente González, y toma la ciudad de Maturín, para las banderas
de Santiago Mariño.
Con esta victoria el ejército invasor de Mariño se asegura la mejor
despensa de la Provincia de Nueva Andalucía o Cumaná; y surge la personalidad
guerrera del futuro Mariscal, libertador de naciones, brazo ejecutor del ideal
bolivariano, como héroe de Maturín.
El heroico pueblo de Maturín, que estuvo siempre del lado de los
patriotas, y que nunca se rindió al vasallaje del claudicante Vicente González,
prestó apoyo solidario al ejército de Mariño, sin el cual, nunca hubiese sido
completo el triunfo, y cuando el comándate Bermúdez entró victorioso al pueblo,
lo aclamaron como su Libertador. Entonces todo el pueblo de Maturín se lanzó a
las calles para aclamarlo, y así deben conservarlo para el recuerdo de la
historia de ese bravo pueblo. Los indios caribes de Guanaguanay y Taguaza, y
las amazonas de Juana la Avanzadora, derramaron su sangre en esta acción
portentosa.
Bernardo fue asesinado traicionera y cruelmente,
cuando estado herido en su lecho, atendido de las heridas recibidas en Maturín,
según versión de don Andrés Level de Goda.
Hay otras versiones que dicen que fue ajusticiado bajo
un famoso totumo, por orden del coronel Cervériz.
Hay mucho que
contar de este héroe apenas nombrado. Veamos
cómo lo cuento yo, en mi novela ¨Águila Blanca¨:
Mariño después de la victoria de Bermúdez en
Irapa, decide encargar a Bernardo Bermúdez de la liberación de Maturín. Llama a
Sucre y le dice:
Ahora destacaré al comandante Bernardo
Bermúdez, al frente de un batallón de caballería de 200 hombres, para rendir la
ciudad de Maturín. Tenemos que aprovechar el tiempo, los españoles son lentos
para reaccionar. Esta empresa es de gran
importancia. Será nuestra despensa.
Espero que los acompañes.
Si usted lo ordena, dijo Sucre, no le quepa la menor duda.
Mariño excitado, continuó:
Ustedes harán un gran trabajo. Será una campaña inolvidable. Lamento no
poder acompañarlos….
Con el alba, en esa fría mañana de enero, partieron rumbo a la boca del
misterioso ¨Guarapiche; desde el puerto de Guiria, aquel golfo, como siempre,
turbulento y oscuro. ¨Ya en la goleta, Sucre le dice a Bernardo.
Tengo una sorpresa para ti… Era un secreto hasta este momento.
Bernardo haciéndose el sorprendido, exclamó
! ¡Ah sí…! y… ¿Cuál es la
sorpresa? ¿Cuál secreto…?
Sucre sonrió y sacó del bolsillo interior de la chaqueta, un rollito de
papel, en el cual había pintado, con detalles y datos, el plano del lugar donde
se encontraban enterradas las armas de Villapol; y lo extendió ante los ojos
del imperturbable comandante, que lo miraba inquieto, creyendo que era una
broma.
Sucre, señalando con el dedo… Mira este plano… Aquí están las armas con las que vamos a
derrotar a los españoles… Son las armas del General Villapol…
Bernardo, cogiendo el papel… viéndolo con ansiedad y mucha atención,
preguntó: ¿Cómo es que tienes esto? ¿Cuéntame…como obtuviste ese plano…?
Piensas que… ¿Vamos a buscarlas...?
Te lo contaré después… Sucre guardando el plano, y moviendo la cabeza afirmativamente
dijo- Claro que iremos… vamos a buscarlas…por supuesto… Eso lo haremos antes de
entrar a Maturín… y tendremos un arsenal a nuestra disposición...
¡Esto es obra de Dios…! Exclamó
Bermúdez. ¡No puede ser de otra manera! ¿ya sabes donde esta ese sitio que
marcas con una “X”?
Águila Blanca viendo el efecto que producía en Bernardo, aquella
confidencia milagrosa, le informa en detalle. Pero…
La verdad… No tengo idea… tengo a
la persona que si lo sabe. Tendremos que entrar por Caño Colorado, es un río y
un pueblito de pocas casas, cerca de la misión de San Antonio de Maturín.
Tendremos que subir por el río Colorado hasta ese punto. Lo demás lo sabremos
siguiendo las indicaciones del plano.
La expedición salió del puerto de Guiria, como fue ordenado, rumbo al
Sur, por el Golfo de Paria hacia la boca del grande y generoso río San Juan.
Luego subieron siguiendo la marea por el gran río, hasta la desembocadura del
río Guarapiche, y navegaron hasta un sitio que llaman Los Araguaneyes, donde esperaban
las avanzadas que envió Mariño: caballos, bastimentos y otros elementos de
guerra, además de un grupo de voluntarios; y una sorpresa mayúscula, el
comandante Manuel Carlos Piar, al frente de esas reservas. Águila Blanca se
adelantó a saludarlo, porque Bermúdez no acababa de bajar de la Goleta.
! ¡Comandante Piar…! ¡Qué sorpresa tan agradable…!
¿Cómo está usted comandante Sucre? - ¿Qué le parece? Le dije a Mariño, que me gustaría colaborar
con el comandante Bernardo Bermúdez, si es que no le hacía mucha falta en
Guiria. Mariño me replicó que los arrieros que iban a llevar los caballos
necesitaban un hombre de respeto que los
condujera.
Yo creo -le dije- que el mejor
para eso era yo- y ya ve el resultado,
aquí no falta ni un botón.
Sucre, sonriente, respondió: Bueno… Comandante… Tenemos 230 hombres,
veremos cómo se reparten los batallones.
Yo no vine para crear problemas sino para aportar mis conocimientos y mi
experiencia. Ya verás lo útil que soy.
Sé mucho de usted comandante. Todo lo que ha hecho a favor de la Patria.
Me siento orgulloso de pelear a su lado. Téngalo usted en cuenta… Pero allí
viene el comandante Bermúdez, lo dejo para que lo salude.
Bernardo al ver a Piar apresuró el paso para saludarlo, no tenía un buen
recuerdo del general Piar, algo de familia, pero estaban en guerra y esos
sentimientos se guardan bajo llave. Tendió su mano franca, de gentil hombre, y
le dijo:
Comandante Piar, me complace verlo… ¿Se quedará con nosotros?
Vine a eso, a ver en qué puedo colaborar.
En todo comandante… en todo.
Bernardo rascándose la cabeza, agregó:
Ahora viene lo bueno… Vamos a reunirnos con
los oficiales y entonces planificaremos las acciones inmediatas. En estos
llanos tenemos unos cuantos hombres de experiencia que vienen a unirse con
nosotros.
¿Y se puede saber quiénes son…?
Varios centenares, pero allí en ese grupo están: los hermanos Monagas:
José Gregorio, José Tadeo, Domingo Montes, José Ribero, Villarroel, Peñalosa, Parejo,
Zaraza, Andrés Rojas, Pérez de Aguilera, los Barreto, los Torres, Infante,
Mago, Medina, Grisel, Carmona, Mina, Carrasquel, Sifontes, Goitia, Mota, Villanueva
Betancourt, Lucas Carvajal, Juan Sotillo, Gavino Palacios, Peralta, y pare
usted de contar. Ya los verás pelear,
son invencibles… Furias implacables.
No tenía la menor idea de la existencia de toda esa gente que mencionas
por sus nombres…
A la mayor parte los conozco desde niño.
Con razón te nombraron comandante sin haber peleado nunca.
Bueno eso nos es verdad, yo estuve con Villapol hasta Sorondo…
No sabía nada de eso.
Ya los conocerás… Apenas llegué me dieron la noticia y la alegría de que
estarán conmigo en esta lucha. Esos hombres nunca se rindieron… Y no andan solos… todos tienen su compañía.
Es decir, tienen sus compañías…
Pienso que usted comandante, tendrá a su cargo un batallón de 200
hombres... hombres de verdad… Patriotas… Prepárese, para que se los lleve.
Puede establecerse en Aragua de Maturín, donde lo recibirán muy bien… Estoy
seguro.
Bernardo Bermúdez, tenía
un modo de hablar muy peculiar, entre irónico y alegre. Es difícil definirlo,
evidentemente a Piar no le gustó mucho, y salió dispuesto a cumplir la orden de
partir de inmediato.
Aquel sitio a orillas del Guarapiche, “Los
Araguaneyes”, donde se abría la sabana de largos horizontes, impredecible, rumbo
incierto, antes poblada por millones de aborígenes del reino de los “Tiaos”, y
de la hermosa cacica Yasoaraita, reina de todos los caciques Arecunas, que
huyeron por el Orinoco después de la muerte del cacique Maturín, hacía muchos
años, en los primeros tiempos de la conquista; y se perdieron en las selvas de
la ignota Guayana, hacia las infinitas regiones misteriosas de los Tepuyes, en
las cabeceras del Cuyuni.
Bermúdez, hombre inteligente y valiente,
fuerte como un roble, pero nunca había dirigido una batalla, ni sabía nada de
lo que era un combate contra un enemigo entrenado en el arte de la guerra, como
los españoles, por eso le dijo a Sucre:
Ya era tiempo, se acercaba el día de preparar
la jornada, finales de enero en los Araguaneyes, todo estaba preparando para la
campaña sobre Maturín. Cada hombre escogió su caballo, lo enamoró, lo montó, le
habló según las instrucciones de Piar, el más veterano. Él les decía: “Hombre y
caballo una sola persona”. “Amístense¨.
Al amanecer partieron con rumbo a Caño
Colorado, muchas leguas hacia el Oeste, cerca de las misiones de San Antonio de
Capayacuar, donde arribaron dos días después, al atardecer. El pueblo estaba de
fiesta porque había llegado un alto prelado. Terminada la procesión las
iglesias estaban llenas de feligreses; los indígenas vestidos con galas
salieron a las calles y fueron amigables.
San Antonio era un pueblo organizado, rodeado
de cafetales y sembradíos de café y de todas clases de frutos y hortalizas; con
dos alcaldes, uno español y otro criollo; y una numerosa milicia indígena. Los
recibieron con alegría, y al entrar al pueblo nuestro ejército, vinieron las
autoridades civiles, religiosas y militares, protocolarmente, y los agasajaron.
Bermúdez se ganó la simpatía y la confianza de las autoridades y de la
población, porque expulsó de la ciudad
al prefecto y su secretario, un portugués llamado Manuel Dos Santos, y el sargento mayor, Joselillo Tarragona; que habían cometido cuantos
delitos se pueden cometer en tan breve tiempo, ya que sustituyeron a las
autoridades legítimas, después de la Capitulación de Miranda; incluyendo la violación de una adolecente
indígena, hecho que merecía la pena de muerte; pero como hubo disparidad de
testimonios, se optó por otro castigo; entonces Bermúdez, interviniendo como
como jefe en campaña, ordenó darle,
públicamente, cincuenta latigazos, y mantenerlo en prisión.
En confianza, les comunicaron que el General
Valentín González, ahora flamante jefe realista, fue ratificado en su cargo por
haber ¨saltado la talanquera¨, quedando como Jefe Militar de Maturín, nombrado
por la Junta de Gobierno de Cumaná; y ratificado por el pacificador don Domingo
de Monteverde, premiando al disidente por haber jurado fidelidad al Rey.
De allí venía su ascenso, como Comandante General
y Militar de esta parte de la provincia. Ahora estaba en San Antonio, en la
fastuosa iglesia construida por el misionero Juan de Argües en 1794, muy viejo
pero vivo aun, que le participó el avance de Bermúdez, hacia Maturín.
Don Juan era el párroco, por cierto, muy
aficionado a los patriotas, del mismo grupo de Botino y Andrés Callejón. Éste
después de la marcha del Valentín, le confió a Bermúdez algunas novedades entre
las cuales: que el coronel, cuando supo el avance del comandante Bernardo
Bermúdez, se retiró con sus fuerzas hacia Maturín, con un buen batallón de más
de 400 hombres, para esperarlos y derrotarlos en las afueras de la ciudad,
porque no quería que el pueblo sufriera las consecuencias de la batalla.
Nobleza obliga, dijo Bermúdez.
Además, que estaba esperando un ejército de
mil hombres, que viene de Barcelona, a cuyo frente está, nada menos, que el
coronel Lorenzo Fernández de La Hoz, jefe militar de la provincia de
Cumanagotos. Dijo algo así como… “Ya
veréis…”
Bermúdez escuchó complacido al noble
sacerdote, y aprovecho para pedirle asilo para él y sus hombres.
El buen misionero le respondió, Usted dirá comandante,
sepa que soy amigo de sus padres, yo estuve en Cariaco en su casa, donde pasé
varios días. Estoy a sus órdenes, y todo lo que tengo a su disposición.
Bernardo porfiaba, necesitaba un sitio amplio
para contento de sus tropas. Después de mucho conversar, el buen cura le cedió
a Bermúdez una finca medio abandonada, de los misioneros capuchinos aragoneses,
de su mismo orden, en la cual funcionaba una especie de hospicio, por cierto,
atendido por curanderos conocedores de las hierbas, a quienes llamaban
yerbateros, pero muchos misioneros los llamaban ancianos sabios, y en ese lugar
podía albergarlos a todos, si no cómodamente, por lo menos pasable. Desde allí
podían escuchar los cantos de los trovadores del pueblo:
Antonio Maria Espíndola, que era una especie
de cronista del pueblo, contaba alegremente en la plaza:
El pueblo se encargó
de llevarles petates,
chinchorros,
catres y mantas para que
durmieran.
También prepararon dos
terneras
y las asaron a la manera
que
hacen los llaneros de mi
tierra
y con los restos y el cerro
de vituallas,
hicieron un hervido de
carne y huesos
en una inmensa paila
papelonera.
Ese caldo estaba pa´chupase
los dedos.
Esa gente comió y repitió
no juegue...
Muchos fueron los guerreros que salieron y se
confundieron con el pueblo que festejaba y las muchachas casaderas los sacaban
a bailar. Pronto se formó un coro y se armó la parranda. Aparte, un grupo
conversaba animadamente con el Comandante Bernardo Bermúdez y éste le dijo a
Águila Blanca.
Nos quedaremos en el pueblo por el día de hoy y parte de mañana. Quiero
que mis hombres descansen, mañana los fatigaré hasta el agotamiento, buscaremos
las armas. Necesito 20 hombres para cargar armas, pólvora, pertrechos y
municiones, partiremos por la madrugada.
Águila Blanca, alegre a toda prueba, dijo: Esas palabras son dulces a
mis oídos, muéstrame el camino como si fuésemos al cielo.
Bernardo no pudo contener la risa.
Águila Blanca se cuadró, se despidió y salió en busca del sargento
Policarpo. Lo abordó como de costumbre, y le trasmitió la orden del comandante:
le ordenó que buscara 20 voluntarios para cargar armas, pertrechos y
municiones; que fuera al pueblo de San Antonio, a ver si conseguía cuatro
carretas de mula o más, si fuera posible, y por si acaso es mucho el arsenal
que vamos a buscar, y por favor, le das el parte al Comandante Bermúdez, que
está impaciente.
Después de una hora, o tal vez un
poco más, regresó Policarpo acompañado con un indígena, con una sonrisa de
oreja a oreja, se presentó con el respeto debido al comandante Bermúdez, que
encontraba en compañía de Águila Blanca, y cuadrándose dijo:
Permiso para hablar…
Habla Policarpo déjate de pendejadas…
Perdone que los interrumpa comandantes, pero aquí les traigo una
sorpresa mayúscula… al propio cacique Guanaguanay… Un patriota, el mismo que
condujo al coronel Villapol con las armas, a esconderlas en su casa de la
montaña, y va con nosotros a buscarlas. Bastó que mencionara sus nombres…
Bermúdez y Sucre se quedaron atónitos. Todo estaba saliendo como si la Providencian
Divina viera delante de ellos.
Bermúdez levantando la voz y poniendo la mano sobre el hombro de Águila
Blanca, declamó algo de Virgilio: Llegará el día andando tantos lustros en que
la casa de Asáraca subyugará a Tifias y Micenas y dominara a la vencida Argos…
y una sonrisa ritual iluminó su rostro, entonces dijo: Tráeme a ese hombre
inmediatamente, que le voy a dar un abrazo.
Entró el cacique Guanaguanay acompañado por
el cacique Taguaya. Un hombre de mediana
estatura, pero fuerte como un toro de lidia. De paso lento pero firme, llegó
hasta donde estaba Bermúdez, y se lo quedó mirando desde los pies hasta la
cabeza, en toda la enorme estatura del Comandante.
Venga acá hombre que le voy a dar un abrazo.
El cacique se acercó con cierto temor, y Bermúdez lo abrazo efusivamente
y dijo: Alabado sea Dios grande y
misericordioso, benditos sean los ángeles protectores de la Patria. Los que han violado a nuestro pueblo y
mancillado la libertad que habíamos obtenido como premio a nuestro patriotismo,
ahora sabrán pagar su miseria y obstinación. Usted es un patriota y sabe
respetar un pacto con honor. Como debe ser entre caballeros.
Guanaguanay, perturbado por el abrazo de aquel gigante, habló entre
desconfiado y alerta. Yo sí, ser patriota servidor del General Manuel de
Villapol. El decirme que guardar ese tesoro de libertad… para cuando ser
necesario. Hoy lo entrego a usted. Mañana ir a buscar con usted. Yo tener gente
para hacer trabajo y para guerreros. No tiene que molestar nadie más. Nadie debe
saber este armamento. Yo pelear a su lado con mi gente. Decir cuándo y qué
hora. Yo estaré en primera fila con mis guerreros. Tenemos castigar gente mala
y ladrona. Yo ir primera fila con usted. Yo morir por mi pueblo.
Lo estimo en alto grado -acotó Bermúdez, y agregó- juntos iremos a la
batalla. Mañana a primera hora saldremos a buscar las armas y de inmediato
atacaremos a Maturín, donde nos espera el peligroso general Valentín González;
es de mala educación hacer esperar a la gente.
Yo entender y cumpliré mi parte. Lo esperaré en la puerta de su
habitación. Veré pasar los astros por las sendas del cielo y oraré en el altar
de los Sarrase, ángeles del bosque protegerme.
No se vayan… Guanaguanay ni sus amigos, quédense para que coman y brinden
conmigo y con mis oficiales…El brindis será para ustedes. Y conocerán a todos
los oficiales que nos acompañan.
Tal como lo dijo Guanaguanay y sus compañeros, durmieron con un ojo
cerrado y otro abierto, fuera de la tienda de Bernardo.
Águila Blanca entre tanto, como siempre hacía, salió a recorrer por sí
mismo aquellos sitios para saber los inconvenientes que pudieran encontrar en
su marcha, y así llevar a sus compañeros noticias de sus secretos.
Con las primeras luces del amanecer del 2 de febrero de 1813, bajo una
lluvia pertinaz, salieron Bermúdez, Águila Blanca, Policarpo, con Guanaguanay y
sus caribes, para Caño Colorado. Tomaron un sendero que solo transitaban los
indígenas. Era una ruta fácil, se puede decir, amplia pero totalmente camuflada
por el bosque, cuyas ramas caían como cortinas, ocultando el amplio camino. Unas
partidas de indígenas iban delante levantando palmas y ramas al paso de las
carretas y los caballos que pasaban; y luego todo el monte volvían a caer y
tapaba el camino; pero era la propia naturaleza que se mimetizaba. Además, los
indígenas de Guanaguanay y tal vez de sus antepasados, hicieron creer a los pobladores
españoles, que ese monte estaba lleno de serpientes venenosas, de las que
llaman Cuaimas, y otras que llaman Lora, que pican en la garganta, y aderezaban
esta creencia con anécdotas de los ataques que decían conocer. Con esas
consejas nadie se atrevía a pasar por esa ruta.
Al medio día llegaron a la casa de Guanaguanay, y bajo un techo de
palmas y de un falso, en el piso del rancho, sacaron el arsenal. El general don
Manuel Villapol se esmeró al guardar aquel tesoro de la emancipación. Había dos
mil fusiles ingleses y municiones en cantidad inaudita. Tomaron todo lo que necesitaban; y Guanaguanay
fue autorizado para armar su tropa, pero el cacique sólo tomó lo necesario para
los que sabían disparar, porque dijo que los que no sabían manejar un fusil lo
perdían porque lo dejaban en cualquier parte. Sus hombres preferían el machete
y las lanzas. Lo demás se quedó allí guardado para cuando fuera necesario.
Tres horas después estaban frente a Maturín. El coronel Vicente González
estaba apostado con sus 400 hombres en posición de batalla en varias filas
horizontales, todos los hombres con sus fusiles prestos a disparar a la
descubierta. Sucre como acostumbraba, colocó el cañón que llevaba y le dijo a
Bermúdez
Comandante, déjeme asustarlos y desorganizarlos. Les voy a hacer tres
disparos y usted arremete con la caballería. Ordene al comandante Andrés Rojas,
que está al frente de la caballería, que le dé un pase por la derecha que se ve
menos protegida. Y entre los disparos y la carga de caballería ordene otra
carga con los caribes de Guanaguanay por la izquierda. Usted y yo les
entraremos por el frente y los derrotaremos irremediablemente.
Si. Me parece que eso bastará. Se acercó al batallón y dijo en alta voz:
¡Comandante Andrés Rojas! Espere tres disparos que hará Sucre, y, usted con sus
jinetes cargue por la derecha, pase rasante y regrese por la misma derecha para
desbandarlos.
Águila Blanca, luego llamó al comandante Andrés Rojas y le dio las
siguientes instrucciones. Escoja 20
jinetes de los mejores, Ud. los conoce bien; espere que yo haga los tres
disparos con el cañón de doce, entonces a toda marcha atacará las fuerzas desprevenidas
de González, por la banda derecha, como dice el Comandante, porque parece la
más débil. Él no esperará un ataque de esta naturaleza y mucho menos espera el
daño que le vamos a causar. Después del ataque, hace Ud. como que huyes, gritas
¡Vámonos! y llevas a tus jinetes al llano abierto. González seguramente
ordenará que te persigan, y un pelotón te perseguirá. Tú sigues huyendo, vas a
la cabeza; pero entonces te detienes y ordenas a tus jinetes que paren y se
devuelvan contra tus perseguidores. Terminas
la faena y vuelves para dar otra batida igual si no se han rendido; porque
Bermúdez entrará de inmediato en combate.
Águila Blanca, siempre con Inés a su lado,
desplegaba una vigorosa actividad, siempre pendiente de los soldados bisoños,
de los heridos y de los que no entraban en combate. Ella en todo caso estaba
frente a las mujeres que seguían a los soldados, que organizaban hospitales,
atendían a los heridos, se ocupaban de la logística, cargaban los fusiles de
pistón y en muchas oportunidades participaban en combate. Junto a ella se
distinguían mujeres como Rosalía Ramírez,
Águila. Blanca hizo los tres disparos de
cañón convenidos con gran suceso, y la infantería de González sufrió muchas
bajas entre heridos y muertos, lo cual creó un gran desordenó y quebró la moral
del batallón que no esperaba tal ataque. Sobre la marcha Rojas con los hermanos
Monagas, Domingo Montes, Zaraza, y 20 jinetes más, con habilidad impresionante,
atacó bajando desde el Guarapiche, por la derecha del enemigo, ubicado
estratégicamente en el alto de Maturín, camino de Aragua, donde recibió el
impacto y luego bajo fuego nutrido, y el ataque del intrépido Andrés Rojas,
crecido entre el grupo de corceles que
con desprecio de la vida, castigó
severamente a las fuerzas de González, que resistieron valerosamente el ataque; y observaban a Rojas
que siguió como quién huye hacia al llano abierto; González sin perder tiempo, ordenó su persecución. Rojas se alejó con la
velocidad del viento: pero de repente contraatacó tomando desprevenidos a sus
perseguidores causándoles pavor y muerte. Los que pudieron se dieron a la fuga
o se dispersaron en el llano.
Bermúdez
ordenó a Guanaguanay y a sus oficiales: Pérez de Aguilera, Lucas Carvajal, Juan
Sotillo, Gavino Palacios y Peralta, rematar la batalla. 300 hombres, los
mejores de las llanuras de Maturín, atacaron por el centro y en menos de 30
minutos González y sus hombres se dispersaron. González nunca pudo
reorganizarse para el tipo de batalla tradicional que indicaba su manual.
A ese i
dio valiente le correspondió la persecución y el castigo en el Alto de
Los Godos, de las fuerzas del disidente coronel Vicente González, que se
retiraban ordenadamente por ese paraje, y el mismo le puso ese nombre, después
de someterlos y ejecutar a los que cayeron prisioneros.
Después de un receso en el que
atendieron a algunos nativos rendidos, Bermúdez ordenó a Guanaguanay perseguir
a los españoles que se reagruparon y escapaban por la vía de Aragua de Maturín.
Poco después Guanaguanay regresó, no pudo alanzar a los reales, porque
en alguna parte desaparecieron. Se presentó ante el comandante para rendir
cuentas; estaba contrariado. Estrechando la mano que le tendió Bermúdez, le
dijo:
Yo querer pelear siempre con ustedes. Indio no tener miedo. Morir por
libertad. Yo pelear contra tiranos que robarme todo.
El heroico pueblo de Maturín, que estuvo siempre del lado de los
patriotas, y que nunca se rindió al vasallaje del claudicante don Vicente
González, prestó apoyo solidario al ejército de Mariño, sin el cual nunca
hubiese sido completo el triunfo, y cuando el comándate Bermúdez entró
victorioso, lo aclamaron como su Libertador. Todo el pueblo de Maturín se lanzó
a las calles para aclamar a sus libertadores.
Los caciques Guanaguanay, Taguaya y Taguaza, con más de 1000 caribes,
lucharon a su lado y le pidieron reunir un consejo de guerra. Bermúdez aceptó,
y se reunieron para escuchar a los caciques.
Guanaguanay, habló y dijo: No hemos vencido aun, tenemos que liberar los
pueblos de Aragua, Punceres y los Magueyes. Aragua es un punto estratégico, nos
permitirá dominar el Guarapiche y destruir cualquier avanzada que venga de
Punceres. Ese sitio nos importa mucho porque allí está el único hospital de
toda esta zona. Aragua es lo que se dice la retaguardia del ejército.
Bermúdez agradeció a los caciques su participación y sus sabios
consejos; y dijo: Tomaré de inmediato las previsiones que amerita su
planteamiento. Avanzaremos hoy mismo sobre Aragua.
Bermúdez se encargó del gobierno militar de Maturín juramentado por el
Cabildo en pleno; con la complacencia del pueblo. Y ese mismo día 2 de febrero
de 1813, dictó sus primeras previsiones que fueron: dar a las víctimas en la
batalla cristiana sepultura. A tal efecto, se ofició una misa de campaña en el
cementerio de Maturín, oficiada por el sacerdote patriota Manuel Gregorio Pérez
de Aguilera.
Águila Blanca se encargó de instalar en
algunas carpas, un hospital militar, bajo la responsabilidad de Guanaguanay,
porque no había médicos ni enfermeras; a esos efectos trajo a un sabio anciano
piacha Kaima Caribe, que aplicó con éxito a los heridos la medicina indígena,
sobre todo demostró las propiedades cicatrizantes de la sábila que aliviaba de
inmediato.
Bermúdez se encargó personalmente del entrenamiento
de los reclutas, para los cuales ordenó que se les enseñara el uso del fusil de
guerra. Este ejército reunió una extraordinaria oficialidad, de la cual ya
hemos mencionado algunos nombres de las principales figuras.
Bermúdez también le envió a Mariño un
cargamento de armas y municiones del arsenal de Manuel de Villapol; y le
informó con detalle sobre el triunfo de las armas libertadoras, que abre las
puertas de la mejor despensa de oriente, y la mejor ganadería de la provincia.
Es inimaginable, 8000 soldados españoles no
sabían que estaba sucediendo, Guiria se había convertido en un hervidero de
patriotas, venían de las Antillas, Margarita, Carúpano, Cumaná, de la misma
Guiria, Irapa y sus alrededores, a prestar servicio bajo las banderas de
Mariño.
Bermúdez resultó herido de un lanzazo en el
hombro izquierdo en la primera batalla de Maturín, y por su carácter descuidó
la herida con desprecio de su vida; y a los pocos días le dio fiebre y se le
notaba muy mal. Entonces llamó a Piar, y le dijo:
No puedo seguir al frente de este
destacamento, y Usted es el Jefe de mayor experiencia. Por lo tanto, lo dejo en
el mando y marcharé a Irapa, a recuperar mis fuerzas.
Piar le respondió. Usted es un comandante
victorioso. Me siento bien bajo sus banderas; pero sé cumplir las órdenes de
mis superiores. Por mi patria y por mi pueblo, juro que cumpliré con
honor.
A finales
de febrero Bermúdez atravesaba el Golfo de Paria con rumbo a Irapa
Los
escarceos de los dos bandos, patriotas y realistas son de diario acontecer en
el golfo, pero en esa ocasión Bernardo Bermúdez que venía preparado para vencer
atacó y destrozó una de las flecheras de Gavanzo.
Informado
Cervériz, ordena; la persecución de Bermúdez, logran rodearlo, lo rinden y
apresan.
El médico
Dr. Alonso Ruiz Moreno, que tenía su casa y hacienda en Yaguaraparo, atiende
los presos de Cervériz; es gran amigo de los Bermúdez y de doña Soledad
Arismendi. Cervériz quiere fusilar a
Bernardo Bermúdez, al pie de un centenario Totumo, en la Plaza Principal. El
Dr. Alfonso Ruiz Moreno se opone. Cervériz respetaba a Ruiz Moreno, pues fue
médico del ejército español y Prior Director del Hospital de Cumaná fundado por
Vicente Emparan, cuando fue gobernador de Cumaná. Cervériz accedió y lo dejó
preso bajo su cuidado.
Cervériz,
aprovechó un descuido del Dr. Ruiz Moreno, entro en la enfermería donde dormía
Bermúdez y lo asesinó cobardemente.
Al saber
lo ocurrido el Dr. Ruiz Moreno acudió al sitio y recrimina a Cervériz su
cobardía y crueldad, y tomando el cuerpo inerte de Bernardo que era su amigo, y
se lo llevó a su casa en la hacienda denominada el “Otro Lado” (del río Cumaná,
de Yaguaraparo) donde fue velado; y envió una comisión a Irapa en busca de doña
Soledad Arismendi.
Cervériz,
después del crimen salió con una partida hacia Carúpano. El sepelio de Bernardo
Bermúdez se efectuó el día siguiente, pero no se tiene certeza sobre el lugar
del entierro, en cuál de los lados del río y poblaciones fue sepultado, si en
el mausoleo de Doña Soledad Arismendi en Irapa, o en la población de
Yaguaraparo, en el cementerio que fue demolido en 1910.
No hubo tal impase entre Piar y Bernardo
Bermúdez, como dicen muchos historiadores y cronistas; es difícil creer que
Piar pudiese desplazar a Bermúdez por la fuerza, ni por las razones que fuesen,
y mucho menos porque sus tropas prefiriesen el mando de Piar. Fue un hecho que
la intriga convirtió en suceso; según cuentan algunos porque Piar tenía un
grado militar superior, y otros, por desacuerdos en el comando de las tropas, o
por la estrategia a seguir, cuando aún no se había presentado ninguna
contingencia; otros dicen que entre Piar y Bermúdez, se produjo un altercado
por cuestiones raciales, por favor. Que Bernardo Bermúdez se separó del mando y
partió hacia Irapa para incorporarse al ejército de Mariño, esto es imposible
porque estaba herido y su salud se resentía con la fiebre. Es impensable que
Piar pudiese faltarle el respeto a Bernardo Bermúdez. La única verdad es que
Bermúdez fue herido de un lanzazo en el encuentro con González, batiéndose como
un león en defensa de su Patria, como tenía que ser.
Al tener conocimiento en Irapa, el comandante José Francisco Bermúdez, que su
hermano Bernardo Bermúdez, estaba herido
y hospitalizado en Yaguaraparo, ataca
esta posición; por lo cual Gavasso abandona la plaza con su escuadrilla y deja
en el mando al Coronel Cervériz, el cual, en un acto de cobardía
inexplicable, ordena la ejecución sumaria del comandante Bernardo Bermúdez, en el famoso Totumo; hecho desgraciado que va a traer funestas consecuencias para los colonos
españoles de la zona, a los cuales José Francisco Bermúdez les declara una
guerra implacable.
La venganza de José
Francisco por la muerte de su hermano Bernardo en 1813, no ha sido bien contada,
pero se sabe que fue terrible, porque José Francisco se convirtió en una fiera
insaciable de sangre. El respondió con guerra a muerte a los españoles, antes
de que el Libertador la decretara.
En una carta a sus
sobrinos, escribe don Andrés Level de Goda, algunos extremos interesantes que
ustedes, mis lectores, podrán meditar y sacar conclusiones.
Dice don Andrés, que él
le contó el crimen cometido por el capitán Cervériz, al Rey Fernando VII, en
los siguientes términos, copio:
“Sabido que fue por Cervériz
en Yaguaraparo, nuestra retirada, evacuó el punto haciendo ejecutar a vuestro
tío Bernardo, pero de un modo tan bárbaro que me abstengo de referíroslo,
porque se me estremece la memoria y no puedo hacerlo. Con mucha dificultad y
obligado lo referí a Fernando VII, en 1814, y se estremeció. Bernardo fue
apresado con dos negros, una hembra propia suya, que vendió Cervériz en la isla
de Barbados, y un varón de vuestro tío José Francisco Pueblo, General, que se
adjudicó el mismo Cerveriz, para criado de mano y llevó a Madrid.
El negro allí se presentó
al Rey, contándole con su mala explicación y peor idioma, no ser esclavo de
Cerveriz sino mío, porque a su amo lo habían matado, y su otro amo estaba muy
lejos. Con este motivo fui llamado a la presencia del Rey, quien me exigió
completa explicación y se la di de todo el acontecimiento y de la verdadera
propiedad del negro. El Rey le mandó dar la libertad.
El
terrible Ayax jura la guerra a muerte en venganza de su hermano y comienza a
cumplirla implacablemente. En su entrada a Cumaná con Mariño ese año de 1813,
su espada vengadora también se tiñó de sangre con los prisioneros.
En Maturín a Bernardo Bermúdez, deberían levantar un monumento a su
patriotismo. Debería reconocérsele como el primer libertador de Maturín.
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