RAMÓN BADARACCO
CRÓNICAS DE CUMANÁ
TERCER TOMO
CUMANÁ – 1995
Autor: Tulio
Ramón Badaracco Rivero
Que firma, Ramón
Badaracco.
Cédula de
Identidad No. 514083 -.
Prólogo:
MARIO TORREALBA LOSSI
Copyright R.
B. 2013
CRÓNICAS DE
CUMANÁ
Tomo III
Primera edición
1995
Publicado en
el Periódico PROVINCIA
De la ciudad
de CUMANA - 1997
Puede ser
reproducido total o parcialmente.
Diseño de la
cubierta R. B.
Ilustración
de la cubierta R. B.
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.com
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0293-4324683 – cel. 0416-8114374
A mis padres
Marco Tulio Badaracco
Bermúdez
Y
Maria Providencia Rivero
Morales
Pág.
73
No. 44
LOS SECRETOS DE LA PLAZA BERMÚDEZ
Esta gratísima plaza
en cuyo centro se yergue la estatua del General en Jefe José Francisco
Bermúdez, el Libertador del Libertador o José Francisco Pueblo, como dio en
llamársele, fue el teatro de operaciones del gran Guaikerí, el general Valentín
García, Valentín Valiente, como lo apellidó el Libertador, y semillero de
milicianos patriotas que lo acompañaron en tantas jornadas heroicas, y
constituye con la placita Ribero, el punto referencial de las tradiciones
cumanesas.
El primero de enero
de 1771, siendo gobernador de la
Provincia de la Nueva Andalucía Don Pedro José de Urrutia, se
inicia la construcción de la plaza y la iglesia de Nuestra Señora de
Altagracia. Hay dos piedras heráldicas que lo recuerdan. El Primer párroco de
la iglesia fue José Antonio de Figueroa, que estuvo al frente de su cargo
muchísimos años. Al principio la plaza fue sólo un trozo de sabana por donde se
desparramaba el río y servía para que los burros ramonearan mientras los indios
llevaban sus productos al mercado (se conserva un poste de amarre). Para esa
época ya existía el puente de madera sobre el río (1769) y la calle de la Marina (1769). Este conjunto
de obras produjo un cambio en la ciudad. Los Guaiqueríes, comerciantes por
excelencia, se mudaron en sus cercanías, trajeron frutas, pescado salado,
cecinas y carne de cacería, casabe, arepas y artesanía: magníficos chinchorros,
cestería, muñequería, telas y bordados, utensilios de arcilla y madera, aripo,
sebucanes. Los Guaiqueríes fueron los primeros pobladores de la plaza, pero sus
familias ya desaparecieron. Luego, muchas otras familias cumanesas se
trasladaron a la populosa barriada, hasta los Sucre y Aristeguieta fabricaron
casas y se mudaron para la “Otrabanda”, como la llamaban. La iglesia de Nuestra
Señora de Altagracia que se terminó de construir en 1772, pasó a ser la más
importante de la ciudad. Hay una piedra heráldica, como dije, que da testimonio
de la fecha de su construcción y estuvo sirviendo a la ciudad durante 78 años,
ya que fue totalmente destruida en el terremoto de 1853. El pintor Bellerman
-1841- la eternizó e u lienzo maravilloso que pintó desde el castillo viejo en
el cerro Pan de Azúcar. En este hermoso templo se juramentaban los gobernadores
y luego hacía el recorrido a pie hasta el cabildo, que quedaba en un hermoso
edificio de dos pisos que estaba ubicado donde hoy está la escuela Santa
Teresa. El pueblo se engalanaba, en esos días de fasto, y escuchaba a los
oradores con respeto y admiración.
Con la ayuda de
Miguel Silva, la poetisa Silene Sanabria, musa de la plaza roja o Moscú, como
se le llamó e una época, y de Juana de La Cruz Serpa Delgado de Soto, el ángel de la guarda
de la plaza, que tiene 90 años de historia en su hermosa cabeza blanca, hice un
recuento de las familias que ocuparon luego este importante espacio, a saber:
la familia Tovar Silva: Luisa Silva, hija de aquel gran maestro que fue don
Modesto Silva, adquirió fama en las misas de Altagracia, por su bien timbrada
voz; casó con José Gregorio Tovar, y procreó un hijo que también sigue la misma
trayectoria. La familia Fernández Vallejo, de donde vienen: Chulita, Maria de
los Ángeles, Jesús Andrés y el pedagogo y honorable maestro Manuel Vicente
Fernández. La familia de Felipe Machado,
el diligente cobrador de la luz eléctrica de la época de Iturbe y Briceño. La
familia del maestro Ángel Jiménez, el honorable presidente del Concejo
Municipal, que formó familia con Conchita Guevara. La familia de Juan José
Surga, el famoso J. J., que casó con Isabel Guzmán, y procrearon a Francisco,
médico amigo de todos, a Isabelita, conocida radiólogo, y a Luis José, que se
graduó en la Universidad
de la Vida , y
era el “utiliti” del barrio. La familia Sulbarán, de donde viene la Dra. Maria Teresa
Silbarán, conocida y respetada abogada, Perro Cobarde, que murió trágicamente
dejando un profundo dolor entre sus amigos. La familia Astudillo, de donde viene
Quintín Astudillo, dueño de un trespuños que hacía el viaje entre Santa Fe,
Mochima y Cumaná, y venía cargado, sobre todo de alegría por el placer de
repartir: pescado salado, casabe y frutas;
de sus hijos vive, gracias a Dios, el bondadoso Dr. Quintín Astudillo; Jesús
Benigno murió trágicamente y también el célebre Bachiller Astudillo, que llenó
de anécdotas a toda la ciudad, historias y fantasías juntas. La familia Guevara
Rojas, de donde viene el Dr. Guevara Rojas, abogado de grata recordación; la
familia Bastardo, de donde viene el Dr. Oswaldo Bastardo, Presidente del
Concejo Municipal de Cumaná y del Banco Obrero en Caracas. La familia
Fernández, de donde viene el Dr. Adolfo Fernández, buen litigante y gobernador
del Estado, y el Ing, Agrónomo Aulio Fernández. La familia de Andrés Gómez, que
fue registrador, amigo fraterno de mi tío el Dr. Domingo Badaracco Bermúdez, de
donde viene el maestro de matemáticas de tantas generaciones, el Prof. Pedro
Gómez, de quien resulta prolijo hablar por las tantas generaciones que
estudiaron bajo su rectoría, la ciencia más difícil; también viene Eutimio
Gómez, yerbatero y topógrafo, y las abnegadas trabajadoras del Registro
Subalterno: Maria y Rosita, mis amigas de toda la vida. La familia de Chichí Tovar,
que tuvo allí su famosa bodega con su venta de rones preparados, de donde viene
el Dr. Luis Tovar. La casa de Francisco Ramos y Jacinta López, y sus hijos:
Pedrito, Inés, y el maestro Chiché Ramos, mi profesor de Educación Artística,
ahora famoso pintor que vive en Maracaibo, ciudad que lo honró poniendo su
nombre a un Liceo. La familia de Santana
Hidalgo y su esposa Rosario y su hijita Juanita. La familia de Antonio Fuentes,
el honrado tabaquero y su numerosa prole, de donde viene el elocuente Dr.
Antonio Fuentes Salazar, médico y político, Secretario General de Acción
Democrática en Cumaná. La familia de María Fallad, de donde viene Ramón Antonio
Fallad (Pirilo), mi vecino, una de las voces mejor lograda de esta ciudad, que
hizo las delicias en las veladas del Liceo Antonio José de Sucre en los años
40. La familia Salas, tabaqueras, artesanas de la más y antigua tradición
cumanesa. La familia de Jorge Parra, que fue prefecto de Santa Fe, de donde
vine: mi amigo Jorgito Parra, que hizo historia como chofer y sindicalista;
Fabricio Parra, con quien me unió fraternal amistad; Vicencio, competente
mecánico, y Arquímedes, Vladimiro, Ardovisa, y otros. La casa de Dolores y
Pedrito Mago, que daba fondo con la calle Gutiérrez, con las puertas siempre
abiertas, era la vía de escape de la pandilla de la Juan Freites cuando
llegaba la policía; entraban corriendo por esa casa y se perdían por la calle
Gutiérrez. La familia Ramírez, de donde vienen los Drs. Jorge y Jaime Ramírez.
La familia de Pedro Hernández, abogado honesto en inteligente, que es decir mucho
en el gremio, mi compañero de promoción. La familia de José Rojas (el famoso
Pepeloro), y el Cojo Santos Maria Santos, su casa era la única que tenía aljibe
y allí iba a buscar agua limpia todo el vecindario. Ellos eran propietarios de
terrenos en Barbacoa, de donde traían leña, carbón y casabe, que vendían a
precio de “gallina flaca”, como decían en aquellos tiempos. La familia
Villafaña, de donde viene el Contralmirante Jesús (Chuchú) Villafaña, de grato
recuerdo, parrandero y amigo de todos. La familia de Juan Francisco
Serrano y Antonia Mora, esta era la casa
de las “ricas uvas” y las deliciosas empanadas, de donde viene ese buen
litigante, mi amigo el Dr. Carlos Serrano Mora, y sus hermanos Joaquín y
Bertha; y no podemos olvidar la escuelita de las hermanas Ana Rosa y Carmela
Alcalá, de la familia del Mariscal Sucre, adorables maestras de primeras
letras, que recibían la chiquillería de la plaza y de sus alrededores; también son de la plaza las familias de Marcos
y Totín Guevara, y se han considerado como gente de la plaza Bermúdez, al Dr.
Julio Mario Fernández, maestro inolvidable del derecho, y sus hijas las
abogadas Rosalía y Carolina, abuelo de la cantautora Carolina Fernández, que
nos llena de alegría, todos los días; y los economistas Armando Córdova,
Presidente del Colegio Nacional de Economistas, Francisco Miere, segundo a bordo, hombre
revolucionario, periodista de altos vuelos; y
la Dra.
Democracia López, la hija del gran líder Don Luis López, el
hombre fuerte de Altagracia. Todos ellos en sus mocedades formaban parte de las
pandillas, y luego de las brigadas y sindicatos que le dieron renombre a la
plaza Bermúdez (plaza Roja o Moscú, para ellos).
En lo tradicional,
la plaza tenía sus guardianes: Augusto y Julián Vallejo, vigilantes anecdóticos,
no permitían a nadie que atravesara la plaza sin paltó o cargado de paquetes;
se esmeraban en la jardinería. En la
plaza había árboles frutales, y aún quedan, estaba la célebre mata de coco, que
protegían con alambre de púas para que los muchachos no se subieran, pero
siempre había alguno con habilidad, como Jesús Miguel Millán. El policía era el
terrible Choncho Ramos (los muchachos, apenas lo veían, murmuraban: con, con, con…),
aparentaba agresividad, apretaba el rolo de manzanillo hecho por Pedro Cabrera,
y caminaba lentamente por las veredas de la plaza. Cuando Choncho llegaba, los
muchachos se escondían y lo atormentaban haciéndole burlas.
La plaza es también era la del bar del Terrible, que se instaló en la
antigua bodega de Jorge Cumare, que después vino a ser de Ramoncito Hernández y
ahora de Pulán; y de la panadería inolvidable de Pedro Rafael Bastardo, la
tabaquería de Chichí de la Rosa ,
padre del Dr. Miguel de la Rosa ,
abogado que fue secretario General de Gobierno; y Jesús y Romelia, casada con Aparicio; y también del
sastre Andrés Salazar, y la bodega de
Millán, donde todos los madrugadores se despertaban con su cafecito bien
caliente. También fue la plaza de la retreta de los jueves, de las muchachas
más lindas, y de la emoción política, escenario antier de las contiendas entre
adecos, comunista, uerredistas, y los agresivos mítines de Federico Rondón y
Jóvito Villalba.
La última pandilla
que recuerdo la formaron Eduardito de La Rosa , Carlos Serrano, Rafael José Betancourt,
Pedro Rafael Hernández, Miguel Correa, Diego Velásquez, Pedrito Ramos, Miguel
Silva, y otros.
Entre las tragedias
que más se recuerdan en la plaza, está la que vivió ese gran trabajador que fue
Valentín Hernández, él cargaba madera de Chiguana en una piragua. Valentín
tomaba el encargo de la carpintería de una casa y la traía “completica”, ese
era su oficio y lo ejercía bien. Cuando su hija se envenenó por amores
contrariados la noticia casi lo mata. Los jóvenes se disputaban a su bella hija
de 17 años y nadie sabe porque tomó la decisión de quitarse la vida, llenando
de dolor a todos los que la conocieron y amaron, y Cumaná entera lloró esa
muerte innecesaria y la grabó para siempre en el recuerdo.
Nota: en honor a la
fuente principal de esta crónica. Cruz Mariano Soto Pereda (difunto), casó con
Juana de La Cruz Serpa
Delgado, y procrearon a Iraida y Manuel Soto Serpa. Esta familia netamente
cumanesa, llena de tradiciones, merecedora de todos los honores, se mudó para
la plaza Bermúdez antes de 1929, luego compraron la casa de su vecina
Evangelista González, y ahora ocupan una hermosa y confortable vivienda, donde
reparten a manos llena su bondadosa hospitalidad. Iraida Soto Serpa, brillante
economista, prestó servicios nunca bien ponderados en Corporiente, cuando esta
institución se perfilaba como institución rectora de la economía de nuestra
región, lamentablemente hoy frustrada.
145
No. 45
PERIODISMO
CUMANES
No podríamos hacer
una crónica sobre el periodismo sin tocar lo nacional. Por lo tanto, nuestra
introducción será un resumen sobre las investigaciones hechas por Don Pedro
Grases, Santiago Key Ayala, Enrique Bernardo Núñez, Marco Falcón Briceño,
Héctor García Chuecos y otros, y en Cumaná, por Silverio González Varela,
Alberto Sanabria, Ignacio Rodríguez Mejías y el suscrito.
Es un hecho histórico comprobado, que la imprenta fue introducida en
Venezuela, sin incluir Trinidad el año 1808, y la primera publicación
producida, en lo que el periodismo se refiere, fue la Gaceta de Caracas, y debemos
agregar, que dé las investigaciones de Héctor García Chuecos, sabemos que Don
Andrés Bello, la mente más brillante de América fue su primer redactor.
Esta Imprenta vino desde la
Isla de Trinidad, adquirida por Don Mateo Gallagher, asociado
con Don Diego Lamb, y fue trasladada al Puerto de La Guaira , en el navío norteamericano “Fénix”.
En este taller también se imprimió “El Patriota Venezolano”, “El
Semanario de Caracas”, y “El Publicista”.
Después de esta introducción sobre el inicio del periodismo en
Venezuela, es bueno decir, que la segunda imprenta, de que se tiene noticia,
vino a Cumaná, adquirida por Manuel José de Rivas, el año de 1810, y en ella se
imprimió nuestro primer periódico, que también se llamó “El Patriota
Venezolano”, de este periódico se conserva un ejemplar, que conocemos gracias a
la investigación del Dr. Pedro Grases. Archivado en el “Public Office” de
Londres.
De esta imprenta conocemos su Historia, publicada, por Miguel Ángel
Mudarra, Ignacio Rodríguez Mejías y Don Alberto Sanabria, y es importante, por
cuanto de ella aún puede existir algún equipo en servicio. Sus propietarios
fueron sucesivamente: Don Manuel Escalante, Don Pedro Cova, Don Andrés López,
Don Miguel Sibila, Don Pedro Calante, Don Pedro Ezequiel Rojas, Don Juan Milá,
Domingo Antonio Martínez, Félix Serra Ruiz, Ángel Félix Serra, y Marco Tulio
Badaracco. La Imprenta
de Don Juan José Acuña, fue adquirida primero por la Sociedad de la Santa Cruz de la Unión. La época de los
grandes talleres en los cuales se imprimen los diarios modernos, comienzan con
Ramón Yánez, y lo siguen Marcos López Inserny y Luis Marcano Barrios.
No es mi propósito agotar el tema del periodismo en Cumaná, sino que,
siguiendo en mi trabajo de investigar los personajes sobresalientes de nuestra
colectividad, resaltar algunos hechos y detalles que creo, darán al lector
prevenido, un poco de lo mucho que hicieron nuestros antepasados en esta
industria.
Poca gente sabe que,
para el año de 1827, el General en Jefe, Santiago Mariño, estableció un
periódico en Cumaná, que circuló con el nombre de “El Cacolín Solitario”. El
investigador venezolano Manuel Segundo Sánchez, nos dice que una colección de
este periódico ocasional, fue vendida en pública subasta en Alemania, en el año
de 1909.
Don Estanislao
Rendón, el Ilustre Ciudadano llamado también Diputado del Pueblo por su
brillante oratoria, tuvo en Cumaná sus periódicos, desde los cuales avanza a la Constituyente y
luego lanzaría su candidatura a la Presidencia de la República.
Ya he escrito
algunas cosas sobre Estanislao Rendón, este gran cariaqueño funda en Cumaná, en
primer lugar, un periódico que circula con el nombre de “El Torrente” 1844. Es
de suponer las polémicas ardorosas mantenidas con aquel maestro, intelectual y
político llamado Coronel Silverio González, que para esa misma época sostenía
la candidatura liberal de Antonio Leocadio Guzmán, desde “El Observador”, y
también desde “El Tribuno”. Esa época democrática, en la cual la lucha por el
poder se hace a través de la prensa, y Cumaná tenía la palabra, obliga a Blas
Bruzual, a traerse desde Barcelona, para esta ciudad, su periódico “El
Republicano”, que mantenía la candidatura de José Gregorio Monagas; luego Blas
Bruzual lo llevaría a Caracas para darle a Monagas el respaldo editorial que
necesitaba.
Don Estanislao
Rendón logra, además, que otros periodistas se unan y funden dos periódicos
para apoyarlo: “El Correo de Oriente” y “El Coche”, ambos en 1850.
El General Silverio
González, en 1855, publica “El Cumanés” periódico desde el que se proyectaría
al lado del insigne guerrero General José Eusebio Acosta, llamado por Ramón J.
Velásquez, el estratega militar más importante de Venezuela. Más tarde Silverio
González publica, ya unido con Estanislao Rendón y el insigne maestro, José
Antonio Ramos, “La
Federación ” 1858, que fue el periódico más importante, desde
el punto de vista político que tuvo Cumaná. Desde allí salió Don Estanislao
Rendón para la
Constituyente de 1858, y Silverio González para el Gobierno
de Gran Estado Bermúdez.
Para esa época de
oro de Cumaná, la música también tuvo órganos de difusión, no podemos olvidar
las realizaciones de Don Salvador Llamosas, que mantuvo durante 16 años su
publicación “Álbum Lírico” que aparece en 1874. Don Salvador pasará a Puerto
Cabello, y luego a Caracas y figurará al lado de Teresa Carreño, entre los
grandes maestros de la música venezolana.
Don Alejandro
Villanueva, poeta, investigador y compositor, publicó un hebdomadario de mucha
significación “El Genio” 1881. Sus páginas se dedicaron al estudio de nuestras
tradiciones y a la buena poesía. Don Alejandro es el autor de la inolvidable
canción “Fulgida Luna” que se han disputado autores colombianos y españoles.
El Movimiento
Literario Cumanés, crece bajo el mando dictatorial de los grandes maestros del
Colegio Federal, que se inicia con el Dr. Andrés Level de Goda, lo siguen José
Antonio Ramos, el Dr. Mauricio Berrizbeitia, El Dr. J. M. Pelgrón, el General
Silverio González, el Dr. Silverio González Varela, Dionisio López Orihuela y
el sabio maestro Luis Beltrán Sanabria, vivo aún en el corazón de nuestra
generación. Bajo el embrujo de Rubén Darío y el Modernismo, fundan su órgano
divulgativo “El Látigo” en 1898, y “Alba” en 1900, allí escriben los hermanos
Juan, Andrés y Pedro Arcia, Manuel de Jesús Álvarez, Juan Miguel Alarcón,
Fortunato Serra Rodríguez, Antonio José Silva Alcalá, y Marco Tulio Badaracco Bermúdez.
Más tarde mi padre se separa y funda su propia editorial con Ramón David León,
e inicia su carrera empresarial y didáctica, que termina en 1937. Funda con
Rafael Bruzual López, el periódico “El Porvenir”, en 1902; luego con su primo
hermano el Dr. Domingo Badaracco
Bermúdez, y la mayor parte de los intelectuales cumaneses, aparece como
redactor de la gran revista “Broches de Flores” órgano del Club Surge el
Ambula. Esta revista es una réplica al “Cojo Ilustrado” y en él se recoge toda
la producción de esa maravillosa generación de la cual dan testimonio
permanente Andrés Eloy Blanco y José Antonio Ramos Sucre. En1907, Marco Tulio,
se une con el poeta Juan Miguel Alarcón y funda “Pléyades”, con el mismo estilo
y formato de “Broches de Flores”, e impacta por igual en la juventud
intelectual de Cumaná. El 30 de enero de 1909, unido con Ramón David León,
publica “El Heraldo Oriental” que dura poco tiempo. Y en ese mismo año se une
al extraordinario pianista Joaquín Silva Díaz, y sale a la calle “La Voz de Sucre”, luego los dos
se unirían con el poeta Andrés Eloy de La Rosa y publican “Trique Traque”. En 1911, Marco
Tulio con Antonio José Moreno Cova, de grata recordación, publica “Ritmo e
Ideas”. La sociedad entre mi padre y Ramón David León da buenos frutos, ya que
Ramón David iría para Caracas, y allí con el Dr. Luis Teófilo Núñez y el Poeta
Andrés Mata, funda primero “El Universal” y luego “La Esfera”, cuya importancia
en la vida política y social de Venezuela es innegable.
Para 1921 Marco
Tulio, imprime “El Disco” con el Sr. José Vicente Rodríguez Valdivieso. El
primer número de este importante bisemanario, salió el 30 de enero de dicho
año. Conservó una colección bastante completa de este gran periódico. En sus
páginas podemos leer la producción poética de Humberto Guevara, que firmaba sus
sátiras con el seudónimo “Satán” y “El Barón de Escarpia”, Marco Tulio también
escribía pitorreos con el seudónimo “Jim”, e incorpora poetas jóvenes como Juan
Freytes, José Bernardo Núñez, Trina Márquez, José Agustín Fernández, J. M.
Rondón Sotillo, y otros. En este semanario sigue el drama terrible de Salmerón
Acosta, y disfruta el triunfo de Andrés Eloy en España.
En 1924, aparece “El
Sucre” en sociedad con Rodríguez Valdivieso. Este bisemanario, que se convirtió
en un buen negocio, primero en esta ciudad, es para mí la consagración
periodística de Marco Tulio Badaracco. Conservo una colección que va de 1924 a 1937. Trece años de
duro batallar en una Cumaná que padece bajo la dictadura Gomecista, una
catarsis política y un silencio intelectual. Poco a poco se va manifestando en
el periodismo la ausencia total de la democracia. Los poetas van desapareciendo
de la escena. Es terrorífico constatar en estas páginas que atraparon el
tiempo, el discurrir de una sociedad castrada por aquella dictadura. Sin
embargo, en “El Sucre” entre 1924 y 29, años del terremoto, se publican los
poemas y artículos históricos de los grandes valores hispanoamericanos y sobre
todo cumaneses, tales son: la producción intelectual de Silverio González
Varela, Enrique Bernardo Núñez, Ramón
David León, Rafael Ángel Salazar,
Domingo Badaracco Bermúdez, Juan Bautista Pérez Soto, J. M. Rondón Sotillo,
Jesús Marcano Villanueva, Alejandro Villanueva, Antonio Zozoya, R. Benavides
Ponce, Amado Peñalver, Carlos Modesto Espín, Samuel Darío Maldonado, K. Toño,
Luis Álvarez Marcano, Acisclo Gómez, Pedro Miguel Queremel y Ángel Miguel
Queremel, Mario Gómez, Luisa del Valle Silva, Pedro Elías Rojas, Juan
Santaella, Pedro Aristeguieta Sucre y tantos más que se escapan a mi memoria.
Otros grandes de la
literatura cumanesa como José María Milá, fundaron sus periódicos; en 1909,
aparece “Mamerto y Curuña”, desde el cual el gran aedo impulsa una campaña
contra los movimientos poéticos que surgen bajo la influencia de Bretón,
Rimbaud y Baudelaire. En Cumaná se traducen e imitan para consternación del
Maestro Silverito, en ejercicio de la dictadura literaria, José María
ridiculiza a las nuevas generaciones que se ven precisados a usar seudónimos
como el del trágico Félix Octavio Lapausa. El poeta publica sus versos en el
bisemanario “La
Constitución ” de Federico Madriz Otero, aguerrido conservador
y gran maestro del periodismo; de sus talleres saltan a la palestra nuestros
mejores periodistas incluyendo a mil padres, Ramón David León y los Oteros, que
luego irán a Caracas a crear el gran movimiento periodístico de la capital: El
Universal, El Nacional y La
Esfera.
En 1910 se unen
Norberto Salaya y Juan Freites, y hacen un intento de buen periodismo con
“Claros de Alba”; luego J. A. Cova y Alberto Sanabria, dos grandes
historiadores, fundan “El Cóndor”; el poeta Julio Zerpa con Francisco Gómez
Villanueva, publican “Temis” un periódico de corta pero no menos importante
figuración. José Agustín Fernández con Domingo Antón, batallador desafortunado,
héroe en mil contiendas anónimas, y publican “La Brújula ”; otro poeta, José
Salazar Domínguez, se les une y fundan “El Cóndor” y para 1935, ellos mismos
fundan “El Orientador”.
El Dr. Antonio
Rafael Machado, hizo historia con el Satiricón, desde cuya tribuna mantuvo
encendidas polémicas que parcializaron la opinión pública. Lo mismo podríamos
decir de Paco Damas Blanco, que publica “Agramante” sólo para responder a “La Constitución ”, de los
aguerridos redactores de Don Federico Madriz Otero.
En nuestro
periodismo cabría destacar personalidades como la de Don Pedro José Rojas,
luego Ministro Plenipotenciario e impulsor del último gobierno del General José
Antonio Páez, Ramón J. Velásquez considera a Pedro José Rojas como el Político
más brillante del siglo XIX.
Inició su carrera
periodística en Cumaná en 1843, con “El Manzanares”. También es interesante
mencionar “La revista Oriental” ya que fue en sus páginas donde se publicaron
tres notas de Don José Vallenilla Centeno, en las cuales según aseveró el Dr.
Silverio González Varela, se utilizó por vez primera EL LEMA o exergo “Dios y
Federación” atribuido al Mariscal Falcón.
No podemos dejar de
mencionar La Gaceta
Oficial de Cumaná, de 1854, porque en ella publica el sabio
Dr. Luis Daniel Beauperthuy, sus trabajos sobre la fiebre amarilla. Este
insigne investigador, gloria de la humanidad, trabajaba en aquella Cumaná
increíble, en los mismos experimentos de Pasteur sobre microbiología, llegando
a sus mismas conclusiones. Ahora nos preguntamos, ¿cómo sería el ambiente de
Cumaná para esa época inmortal? Podríamos continuar escribiendo notas sobre
esta hermosa historia, que consideramos viva, latente; día por día, la más
apasionante de nuestra amada Ciudad.
No podemos terminar
este trabajo sin hacer una breve reseña del periodismo que se levanta de las
rutinas del 29. Pedro Alvarado funda “Provincia” nuestro primer gran diario, el
24 de diciembre de 1968; tomó, digo yo, la sabia decisión de nombrar director a
Ramón Yánez, que se ha dedicado en cuerpo y alma a mantenerlo y sostener una
línea de conducta intachable. Luego seguirán los pasos de Provincia, el diario
“Pregón” que nace bajo la tutela del Dr. José de La Cruz Fuentes y Juan
Gutiérrez, yo diría el “gran” Juan Gutiérrez, periodista integral, autodidacta,
perseverante y fraternal, que unidos con ese gran empresario y periodista que
es Marcos López Inserny, van a innovar en el ámbito regional. Luego aparecen
“Siglo XXI” y “La Región ”
ambos impulsados por Marcos López Inserny, asociado con el Lic. Luis Marcano
Barrios. Estos dos grandes diarios le dan a Cumaná, la nota que faltaba en
información, editorial, empresa, todo lo que debe ser buen periodismo.
Ya he dicho que no
es mi intención agotar el tema, por lo tanto, ruego que me perdonen, los
periódicos y revistas del pasado que no he mencionado, que mi empresa ha sido
fundamentada en los personajes que conozco, y no podría agotar un terreno tan
infinito, sobre todo en este corto espacio, sin embargo, hay otras notas que
debo historiar.
Nuestro periodismo
fue de avanzada en las luchas revolucionarias por la democracia. Apenas se
inicia el período democrático, salta a la palestra Don Eulogio González
Maneiro, con su “Juan Bimba” y “Marcha”, ambos en 1938. Abierta esta nueva
realidad los obreros también se hace oír y aparecen líderes como Ángel
Celestino Córdova, el incansable luchador sindical, que se proyecta con su
periódico revolucionario “El Tiempo” en 1940; Luis Beltrán Mago, publica
“Patria”, luego aparece “Siembra” órgano del Partido Comunista y la “Línea” de
Acción Democrática, en 1947.
Con Félix Calderón
Chapín, quien merece un capítulo aparte, se inicia en Cumaná el periodismo de
humor, con “La Marcha
de la Farándula ”
en 1947. Del Profesor Carmelo Ríos, mi dilecto amigo, que ha dictado una
cátedra de buen periodismo, con su “Semanario”, premio nacional de periodismo,
y “Clarín”, de lectura obligada, ya que conjuga editoriales de los grandes
políticos venezolanos, y las mejores plumas del Estado Sucre, puedo decir con
absoluta franqueza, que ha creado los mejores instrumentos de opinión de la
provincia venezolana de esta época.
“El Renacimiento” y
don Juan José Acuña, merecen también un capítulo especial, pero el Dr.
Arquímedes Román, mi dilecto amigo, tiene adelantado este trabajo y por eso
sólo me atrevo a decir que “El Renacimiento” llenó un gran vacío. Su primer
número apareció el 6 de junio de 1925. Juan José Acuña nació en Cumaná el 9 de
septiembre de 1888 y falleció, en su amada ciudad, el 5 de agosto de 1968. Su
tesón, su incansable amor al trabajo, a su familia, sus virtudes ciudadanas, lo
señalan como uno de los hijos más ilustres de este suelo hecho de sudor y
sangre.
Son pocas las
colecciones de periódicos que se conservan en Cumaná, y los que las tienen las
esconden como un tesoro que debe verse y menos tocarse. De “Ecos de Sucre” el
periodismo de Pedro Lizardo, se conserva una colección casi completa, atesorada
por el General Eliseo Sarmiento, porque este órgano atrapa todo el tiempo de su
gestión al frente del gobierno del Estado Sucre, y por supuesto gran parte de
la época de oro de Cumana. Su hijo el eminente jurista Dr. Sarmiento Núñez, la
donó a la Casa Sucre
en Caracas, donde se conserva para enaltecer la obra de nuestros padres. El
Licenciado Luis Valero guarda una colección de periódicos del General Silverio
González, del Siglo XIX, y creo que una colección del Primer “Renacimiento” de
1900, en este periódico se reunieron el Dr. Domingo Badaracco Bermúdez, el Dr.
Luis Napoleón Blanco, el Dr. Eliseo Silva Díaz, Jesús Sanabria Bruzual, Pedro
Antonio Berrizbeitia y José Manuel Rojas. El Dr. José Mercedes Gómez, conserva
una colección incompleta de “El Satiricón” del Dr. Antonio Rafael Machado, por
donación del Sr. Aquiles Machado.
Y en el Archivo del
Estado Sucre, se conserva una colección bastante completa de “El Renacimiento”
de Juan José Acuña, y multitud de otros ejemplares de periódicos y revistas que
han circulado en todos los tiempos en nuestra amada ciudad. Se podría continuar
indefinidamente aportando ideas sobre nuestra vida periodística, pero toca a
los investigadores recopilar datos y buscar las colecciones para preservarlas
en una Hemeroteca apropiada
191
No. 46
La elección de la más bella. SEÑORITA VENEZUELA 1929.’
El periódico ‘’SUCRE´´
DE MARCO TULIO BADARACCO BERMUDEZ, en esta fecha, abre sus páginas al concurso
para elegir a la mujer más bella del Estado Sucre, que va a participar en el
concurso de belleza de Venezuela con sede en Caracas. Y Marco Tulio fue su
principal animador.
Comentaron de Marco
Tulio: No tan solo de pan vive el hombre. Las votaciones para el concurso de bellezas
de esta capital vienen señalando como presuntas triunfadoras a las distinguidas
señoritas Dora López Centeno, Nieves Silva Zabala, Josefina Soto, Carmen Lucía
Forjonel, Carmen maría Cordero, Lía Villanueva y Graciela Gutiérrez, sin poder
precisar aún cuál de ellas obtendrá el mayor número de vitos populares o si la
votación se encausará hacia otras candidatas.
El jurado en Cumaná quedó constituido por los ciudadanos: Dr. Francisco
Meaño, don Juan Sanabria, el poeta Humberto Guevara, el profesor Dionisio López
Orihuela, el Dr. Paco Damas Blanco, el Dr. José Salazar Domínguez y don Felipe
Villalba. Fu3ron convocados todos los
estados de la República para que elijan su reina de belleza que llevará el
nombre del estado que representen. Las reinas concurrirán a Caracas para la
elección de la Señorita Venezuela. Dice la convocatoria de Marco Tulio que los
representantes de la revista ELITE, Juan de Gurruceaga y Edgar J. Anzola, nos
han brindado su colaboración para la mejor realización del evento en Cumaná.
El
10 de Julio Marco Tulio publicó las cartas para Arturo Erminy Arismendi, A
Lujan Larrazábal, y P. A. Luciani, en Carúpano, Dándole aviso y las bases del
concurso igual para Rio Caribe, a los señores José María Guerra, M. A.
Oliveros, Dr. Alberto Díaz; para Cariaco, señores A. M. Salaverría, El Pilar, Cumanacoa,
San Antonio del Golfo, y demás ciudades del Estado Sucre.
El 27 de Julio publica
la lista de las reinas de los municipios electos por voto popular: por Cumaná,
Josefina Soto León; por Carúpano, Alicia Blasini Zabala; por Rio Caribe, María
I. Franceschi Calvani; por Irapa, Rosita Rauseo Díquez; por El Pilar, Guadalupe
Salazar Salazar; por Cumanacoa, Trinidad Barrios Sánchez; por Cariaco, Delia
Emmanueli Salaverría; y por San Antonio del Golfo, Manuelita Graciani
Fariñas;
El 27 de Julio se
publicó el veredicto, veamos:
Cumaná 24 de Julio de
1929
Señor Director de
Sucre
Presente.
Llevo a su conocimiento que reunidos hoy a las 11 de la mañana en la sala
de redacción del Periódico Renacimiento, las personas que componen el jurado
escrutador designado por usted para la elección de la señorita Cumaná, y
verificado dicho escrutinio se obtuvo el resultado siguiente: Josefina Soto,
1990 votos; Lila Villanueva, 1270 votos; Carmen Lucía Forjonel, 449 votos.
Otras que obtuvieron votos fueron Emira y Nieves Silva Zabala; Carmen María
Cordero, Dora López Centeno, Graciela Gutiérrez, Carolina Fariñas y Rosita
Tobías.
En consecuencia, se proclamó electa Señorita Cumaná a Josefina Soto León
por mayoría de votos lo cual me es grato participarle. Firma Francisco Meaño.
Presidente del Jurado.
193
No. 47
EL TAMBOR Y EL JOROPO EN CUMANÁ.
Los orígenes del joropo venezolano. Con la palabra joropo lo
cumaneses denominaban toda fiesta popular. Después de la independencia en 1821,
muchos esclavos, que sirvieron a la
emancipación obtuvieron la libertad; en esos tiempos la mayor parte de ellos
trabajaba en los cocales en ambas riveras del rio Manzanares, que de hecho era
la hacienda de cocos más grande de Venezuela, como pueden apreciarlo en la
fotografía de 1905 que acompaño.
Pues sucedió que a las 6 de la tarde cuando terminaba su faena, se reunían
en la actúa plaza Miranda de Cumaná, que era un playón abandonado por el río, y
allí se inició el joropo cumanés. El más antiguo de Venezuela con ese nombre; y
los instrumentos que le son propios: el cuatro, las maracas, el juiqui juique,
o sea el violín criollo, la cuereta o sea el acordeón criollo, la marimba y la
marimbola, la cajeta, los timbales, y sobre todo el tambor, todo ello en el
recuerdo de don Alejandro Villanueva.
Don Alejandro Villanueva, personalidad del siglo pasado, poeta y
músico, de muy destacada participación cultural: escritor costumbrista, respetado
juez de instancia que nos dejó su obra sobre las pruebas en el derecho penal, y
varias páginas inolvidables, entre ellas la letra de la canción “Fúlgida Luna”,
cuya música es del maestro Salvador Llamosas (nadie se lo reconoce y los que
menos saben dicen que es un anónimo).
Mi padre, que era el periodista
más destacado de la ciudad, me contó que él recibió esa música de las manos de
Don Alejandro; además publicó muchas poesías, y artículos de prensa de don
Alejandro, entre ellas la crónica que lleva este título, y que ahora les
ofrezco para darle marco de referencia a las fiestas patronales “Noches de Antaño
“que hacen furor. Por cierto, que este año van a ser de antología, según el
decir del Prof. Luis Tovar, su coordinador, ya que nuestro Alcalde, Ramiro
Gómez Suárez, le ha puesto mucho empeño.
Cumaná es el pueblo que ha conservado con mayor rigor la tradición
musical española, mezclada con el ritmo aborigen y negroide; esa música que alcanza
su esplendor en el “Joropo Estribillo” nos viene de los cantos penta tónicos,
las cantingas medioevales, la música de tambores africanos y mucho de nuestros
aborígenes. Por nuestra puerta de mar entra el polo sevillano y la jota aragonesa;
la folia, que quiere decir locura, que viene de las Islas Canarias, el galerón
de los marineros, y también el influjo de danzas y canciones malagueñas.
Pero los cumaneses son muy originales en su música, y para
interpretarla inventan instrumentos
como el cuatro, imitación de la
guitarra, que al principio fue un instrumento experimental y discreto, y va
tomando forma en las manos prodigiosas de nuestro pueblo; el juiquijuiqui,
viene a ser una caricatura del violín, pero sin él nuestro joropo no vale nada; la cuereta idem del acordeón, el furruco y la
cajeta que sustituyen al tambor africano, la marimba y la marimbola que
sustituyen con éxito al bajo; y el milagro de las maracas indígenas, con la
fuerza de su coreografía, que hace énfasis en danzas de origen primigenio. Todas los instrumentos son de fabricación artesanal y casera; y así va
naciendo y cogiendo cuerpo el joropo estribillo, resumen de nuestra tradición, máxima expresión de la música y del baile
venezolanos, que encuentran en un
cumanés, Don Pedro Elías Gutiérrez, (pudiera ser que este hijo del
cumanés, General Jacinto Gutiérrez,
de cepa cumanesa, no haya nacido materialmente aquí, porque el
General fue perseguido político y tuvo que ausentarse, pero su tradición
musical es y será siempre cumanesa). Alma Llanera llegó a ser con el tiempo el
himno popular de Venezuela; joropo parte de una opereta, primera elevación
clásica de nuestra música, máxima expresión del joropo estribillo.
Pues bien, Don Alejandro Villanueva, en una crónica reproducida por
Jesús Torres Rivero, en el suplemento Angoleta que publicó en Cumaná el diario “La
Región”, desde el 19 de enero de 1981 hasta el 1 de marzo de 1982, nos habla de
esa bella tradición.
Dice Don Alejandro que:
Casi todas las noches en la plaza Miranda “A las ocho de la noche ya
el cumbé había principiado… En un círculo de espectadores entusiasmados se
reunía José Pablo el Maneto, Juana Rita, José Isabel, Brígida, Marcelo, José
Sánchez y otros…
José Sánchez sale a bailar con Brígida, y cogidos de las manos, ya separados
emprendían un baile de figuras y gestos picarescos los cuales revelaban el alma
cándida e inocente de la gente del pueblo.
En medio de lo más interesante del cumbé, oíase claro y sonoro el
sonido del tambor, ejecutado con gracia y habilidad por el coronel José Félix
Martínez, al compás del rítmico movimiento de los bailadores, y el canto natural
del joropo que era repetido a cada instante
Tumbé, María, tumbé. A la
Baeza.
Uno del público grita: ¡Un pespuntiaíto Brígida…! Y ésta, vuela en
alas del sonido vertiginoso del tambor, haciendo movimientos picarescos;
recogida en lo posible, en la cintura, la enagua encarnada que vestía, dejando
ver sus robustas y lustrosas pantorrillas de ébano…
Luego otra grita: ¡José
Isabel… un repique ¡, y este abre los brazos, abandona la pareja, mueve la cintura
en caprichosos giros, y luego vuelve y se une a su pareja, para bailar con
locura en medio de la algazara y el desenfreno del joropo…” Fin de la cita.
Como se puede apreciar del relato, el joropo nace del baile con
tambor de los negros, y es una negra la que lo baila. Es muy probable que ese
fuera el origen de nuestro baile nacional.
El baile de tambor, al parecer
precedió al joropo. Antiguamente - dice Don Alejandro- se tocaba el tambor en la plaza Miranda
frente al negocio de Arón Blanco; que era “un pequeño barril descabezado, con
un cuero crudo fuertemente atado a uno de sus extremos”. Como cosa muy
particular, Don Alejandro, también dice, que se acostumbraba encender una fogata,
muy cerca del tambor para templarlo, y evitar que le frío de la noche arruinara
su acústica. Se repartían entre los
asistentes, refrescos de papelón fermentado y el Charichare.
Dice también que para los años de 1870 al 75, el joropo era una
fiesta de casi todos los días, se invitaba al público mediante disparos de
armas de fuego, no especificadas. Había
desaparecido el tambor y los amantes del joropo construían un cerco de palmas verdes,
colocaban asientos para los asistentes, y a las 8 PM. una bandola, un discante (era el Tres, una
guitarra, de 18 cuerdas, muy conocido en la Cumaná de antier) y un par de
maracas, iniciaban el jolgorio popular. Las piezas favoritas eran “La Sabana ” y “La Cinta Azul ”, que vino a
ser el himno de los Monagas, y del héroe carupanero, el invicto General en Jefe
José Eusebio Acosta, que hasta le puso ese nombre a su caballo favorito.
Esta es la Sábana Blanca
con que se arropó Sotillo;
aunque los azules triunfen,
yo siempre soy amarillo.
Bajo una verde enramada,
vestidas de hermoso tul,
cantan, bailan las muchachas
del pueblo, la Cinta Azul.
155
No. 48
EL TEATRO Y ANDRÉS
ELOY
A nadie se le ha ocurrido hacer un parangón entre estos dos genios y
creo que los entendidos del género están contestes en el hecho cierto que
George Bernard Show, fue un genio del teatro y seguramente me criticarán porque
digo y sostengo que Andrés Eloy, también lo fue.
El Premio Nóbel de Literatura de 1925, nació en 1856 en Irlanda, pero
como él mismo dice, se estableció en Inglaterra y es considerado autor inglés,
él decía: “Puesto que Inglaterra ha conquistado Irlanda a mí no me quedaba otro
camino que venir a conquistar a Inglaterra, lo cual como todo mundo sabe lo he
conseguido”. Murió en 1950, o sea, que vivió 49 años de vida revolucionaria y
creadora. Sus dramas más celebrados fueron César y Cleopatra, Pigmalión, Santa
Juana, La Profesión
de la Señorita Warren ,
y la Primera Comedia
de Fauny, creó que ningún amante del teatro ha dejado de saborear obras tan
perfectas.
La gente de teatro ha olvidado a este hombre sarcástico y genial. En
cierta forma, el teatro como hoy lo concebimos, se debe a su talento innovador.
Por ser el primer iper-realista en su medio. Logró sacudir y el yugo que
apresaba a los escritores en sus convencionalismos y lanzó el teatro en busca
del bien y del perfeccionamiento de la sociedad.
Bernard Show, completó una época de grandes luminarias que no se
entendían, el lenguaje se hizo cada vez más complejo y abstracto, la cultura
mal entendida quedó rezagada y monopolizada por intelectuales que manejaban en
lugar de palabras y metáforas, símbolos y complejas tramas, por eso dijo alguna
vez: “A pesar de que ha ye conseguido desnudar la vida de todas sus vergüenzas
aún encuentro grandes dificultades para escribir de una manera tan sencilla que
sea fácilmente comprensible para todos los estúpidos”.
También expresaba con frecuencia, que lo primero que debería lograr
un escritor era terminar con el mecanicismo de la escuela francesa, sollozante
y de falso sentimentalismo; y se ufanaba, porque logró en las tablas, levantar
a la mujer al mismo nivel del hombre, que hasta su época nadie había
experimentado.
Sin embargo, el dramaturgo, que se rió de todo mundo, se preocupaba
porque mientras más sencillo escribía menos lo entendían: “Desde entonces quedé
convencido que mientras más simple y más comprensible sea una cosa menos la
comprenderá el público”.
Y repetía incansablemente: “El premio de la perfección debe ser el
silencio”
Nuestro Andrés Eloy Blanco, nace en Cumaná el 6 de agosto de 1896, y
decidió conquistar a España, y lo hizo, y podría decir lo mismo que el irlandés.
A muy temprana edad se traslada a Caracas, meca intelectual de nuestro país; allí
concretará su obra literaria y ganará los premios que su ingenio merecía, y
formó su espíritu y templó su cuerpo para la lucha y el sacrificio; de su obra,
tal vez la más completa que cabe de un intelectual, es su teatro, y podemos
decir que lo coloca entre los mejores de nuestro país, y en uno de los más
importantes de Hispanoamérica. Entre sus obras dramáticas podemos mencionar:
Abigail, El Cristo de Las Violetas, El Pie de la Virgen , los Muertos las
Prefieren Negras. Todo está igual, Camina la copla, y su último drama El Árbol
de la Noche Alegra ;
entre otras obras perdidas y humorísticas podemos recordar: La Jacoba , Fajardo, La Mujer de la Trenza Morada , de la
cual se conserva el Poema La
Hilandera , Santa Inés de los Enredos, y Patria que mi Niña
Duerme (hay otros más).
Ahora bien, porque para hablar de Andrés Eloy evocamos la figura
arquetípica de Bernard Show, si lo único que los relaciona es su pasión por el
teatro, porque su estilo es distinto, su carácter y su formación son distintos
y aparentemente nada tiene que ver el uno con el otro, pues, simplemente lo
hacemos para darle al teatro un punto de referencia excelente, ya que estamos
ahora mismo celebrando el más importante evento internacional de teatro en
Venezuela, y Andrés Eloy es uno de los autores más densos de este estilo
literario.
El Teatro de Andrés
Eloy, es su escape espiritual y en él obtiene la fuerza que no podía lograr con
su poesía, aún cuando se nos podía decir que su teatro está impregnado de su
poesía; allí trató de desnudar su alma que cada día se comprometía más con su
pueblo. Andrés Eloy va dejando su obra en el discurrir de su tiempo de
diáspora, por eso muchas de sus obras se perdieron, y tal vez fueron las
mejores o más sabrosas, porque en el decir de las gentes de su tiempo, que
tuvieron la dicha de verlas y aplaudirla, tenían mucho más de la chispa y el
humorismo de nuestro genial creador; pero es en su última obra “El Árbol de la Noche Alegre ”, donde
Andrés Eloy demostró todo lo que podía dar en este género; es en Méjico, meca
del cine hispano de su época, bajo la influencia de los intelectuales, artistas
y creadores mejicanos, donde toma rumbo definido su vocación teatrera, allí
quiere innovar, darle motivo al teatro que ya venía en decadencia porque el
cine lo atropellaba, lo apelaba y eclipsaba. Pero los grandes artistas siempre
buscan las tablas, estar de frente con el público, verlo sentirlo en sus
costillas y en la garganta, sentir el frío y el calor, y el silencio, silencio
de estupor de aprobación, de admiración o desprecio, pero sentirlo. Andrés
Eloy, que sólo creía en la poesía, en la cadencia casi religiosa de la palabra,
la rima llevada a la esencia del drama, la sensualidad entendida como Salomón
en los Cantares, ahora crea una obra utilizando un sano humorismo, e imitando
personajes del cine mejicano, donde el artista, separa el arete de la ida,
renuncia a la escena, donde la voz es la gran protagonista, busca en el sonido
y en los recursos de la técnica el argumento de su creación y yo diría de su
genio. “El Árbol de la
Noche Alegre ”, proyecta otra imagen de mayor trascendencia
del genio de Andrés Eloy; lo coloca en un plano superior y todo lo que logra,
lo consigue buscando simplificar el diálogo, buscando llevar al público con
signos sencillos (imitando los diálogos y discursos de Cantinflas) a las más
increíbles deducciones, y confieso que sus parábolas en esta sencillez tienen
la trascendencia que da respuesta única a su búsqueda, cual es, una filosofía
adecuada a sus creencias, donde puede colocar su alma sensible y noble por
encima de todos los subterfugios y engaños. Para Andrés Eloy, lo único
importante era lo noble, lo significativo, lo trascendente, la virtud, la
sabiduría y el amor. Buscaba la verdad como los primeros cristianos, buscaba la
verdad como Diógenes, con un faro o mejor con un reflector y un escenario, sin
importarle los recursos gramaticales y sintácticos, y esto hace de Andrés Eloy
un genio sin precedentes en el universo cultural americano, es decir un
verdadero creador a la par del inglés.
201
Non. 49
EL VIEJO GUARDIÁN
DEL MOLINO
Nuestra ciudad aún
vive con las cosas y los recuerdos del pasado. Aún viven hombres de la
generación que nos antecede y ellos son los testigos solemnes de la Historia pequeña que
forma el alma de nuestro pueblo. Recuerdo al viejo molinero, era un hombre
callado, siempre lleno de grasa, con la barba a medio rasurar, de ojos
profundos y voz ronca: Se llamaba Ezequiel Freites, el mejor mecánico de su
tiempo. El molino estaba al fondo de la casa del Dr. Minguet Letteron, al lado
de un frondoso datilero que siempre estaba cargado de apretados racimos
amarillos. El molino chupaba con sus grandes pitillos el agua dulce y
cristalina del río. También recuerdo los grandes filtros cilíndricos que
construía Luis Daniel Beauperthuy el viejo, en un solar, que creo es el que hoy
ocupa el Banco de Fomento y de la Construcción de Oriente. El antiguo oficio, hoy
olvidado, de constructor de filtros, es una creación poética del aquel
ingenioso cumanés. Para construirlos trían piedras de Manicuare, piedras de
destilador, así las llamaban. Se unían dos factores telúricos: El río y la
piedra. Creo que no existen en parte alguna del planeta, un río como el
Manzanares de mi época con sus aguas cristalinas y dulces, buenas para el baño
y para la sed. En aquél río pasamos nuestra infancia; en él jugamos y en él
hicimos nuestros amigos de toda la vida; aprendimos a defendernos, nos hicimos
hombres en las competencias contra la corriente, contra los ”burros de agua”,
los remolinos; atravesándolo en las mayores crecidas, alcanzando cocos y
guamas, jugando queséele, tira la piedra y no la des, guataco por las orejas,
policía librado, panchojolo; jugando cocos, luchando, nadamos, ejercitando
resuellos, y tantos juegos hoy olvidados; de él vino nuestra fuerza y nuestro
sentido telúrico.
Cumaná toda se
bañaba en el río: El Puerto de las mujeres y el de los hombres, y un rito, los
muchachos y las mujeres eran dueños del río; los hombres se bañaban en la
tarde, después de la caída del sol; había puertos con nombres propios como “ño
Montes”, “El Puerto de la
Madera ”; también hablábamos del “Puerto de Juan Lara” o el de
los “Telegrafistas”; el de la “Ceiba” y la ”Dormidera”; pero estos nombres no
estaban consagrados, los usábamos cuando íbamos nadando y decíamos: “Llegamos
hasta el puerto de “Juan Lara”, o también: “Vamos al otro lado”, formaban parte
de nuestro mundo infantil.
Nosotros, una
pandilla de muchachos de San Francisco, nos metíamos en el taller del Molinero
a robar dátiles, sobre todo por la tarde, cuando generalmente no estaba el
viejo gruñón de Ezequiel Freites. Le teníamos miedo. Cuando oíamos su voz
salíamos precipitadamente y nos tirábamos al río. Un día nos sorprendió
robando. Escuchamos su voz: “¡Quién anda por ahí!”. Los muchachos volaron, pero
yo me quedé petrificado, paralizado, no pude moverme; y lo veía acercarse. No
pude pensar en nada y temblaba. Tendría unos siete años, pero era pequeñito y
flaquito. Ezequiel se me acercó sin decir palabra, me tomó en sus brazos, me besó
tiernamente, y luego se acercó al datilero; con una lata, tumbó de los
apretados racimos los dátiles maduros que se desgranaron sobre la tierra
húmeda. Luego los recogió y me los dio, me quedó mirando y me dijo: “No tengas
miedo, son tuyos”. Los muchachos habían vuelto a buscarme y se quedaron
perplejos al verme salir con las manos llenas. Luego me volví para mirar al
viejo gruñón y por vez primera lo vi sonreír.
Ramón David León
recuerda a Ezequiel Freytes, como un compañero de correrías campestres,
camarada insustituible de expediciones cinegéticas. Estaba dotado de una
sabiduría práctica en las artes mecánicas. Mi padre me contaba que el montaje
de los telares de Cumaná sufrió un retraso debido a que los ingenieros alemanes
no pudieron venir a Cumaná, por causa de la guerra mundial, entonces tuvieron
que llamar a Ezequiel, a regañadientes. Nadie creía que pudiese hacer el
montaje de aquellos complicados mecanismos, sin embargo, con los planos en la
mano, fue desentrañando el complejo asunto hasta que lo puso a funcionar. Para
nosotros era el relojero de Santa Inés, de allí salieron sus mejores anécdotas,
en otra oportunidad se las contaré. Ezequiel era capaz de arreglar cualquier
mecanismo por complicado que fuese, él decía, que era cuestión de inspiración.
159
No.50
ARROZ CON COCO Y PIÑONATOS.
FRANCISCA CARMONA -P A N T I C A-.
Nuestro mundo era
muy pequeño, encerrado entre las escalinatas de Santa Inés, los muros del viejo
convento de San Francisco, el río, Cerro de la Línea , Miramar y el Castillo de San Antonio.
Dentro de este espacio se movían los personajes que nos conformaron. En la
plaza Ribero teníamos nuestra Acrópolis y en Quetepe, el Olimpo. Verdaderamente
éramos dichosos al habitar aquél universo. Sus personajes, sus costumbres y su
geografía completaban todo anhelo, toda esperanza. El San Francisco de Silverio
González, González Varela, Luis Beltrán Sanabria, Dr. Antonio Minguet Letteron,
los viejos Badaracco, los Bruzual, De La Rosa , Inserny, Sanabria, Torres, Villalba, Acosta,
Lares, Aristeguieta, Madriz y tantos otros que se escapan a la memoria. Cada
uno de estos personajes merecen atención especial, y se la vamos a dar, pero
hay algunos de entre ellos que forman la parte dulce de nuestros recuerdos de
infancia; hombres como Venancio Centeno, Ezequiel Freites, Pablo Aristimuño,
Inés Meaño (Ñeñé), Mundo Cordero y Pantica, a la cual dedicamos este recuerdo,
que hace la historia pequeña, pero honda, que conmueve nuestro corazón, entibia
nuestra añoranza y puebla nuestra memoria. Pantica, aquella matrona buena que
nos besaba y pronunciaba nuestros nombres como quien reza, y luego pagaba con
golosinas nuestros antojos. Cuando regresábamos de la escuela, subíamos por el
callejón de Quetepe, nuestro antiguo Camposanto Colonial donde reposan el sueño
eterno, los padres del Mariscal; bajábamos por el tanque de agua, tomábamos un
caminito lleno de tunas, guazabanos, cardones, yaques, cuicas, abrojos, hasta
el rancho de Pantica. Nos sentamos en un banco de madera rústica, era un tablón
sobre dos piedras, y esperábamos el arroz con coco, piñonatos, majarete,
coquitos, todos esos dulces exquisitos que hacen de Cumaná la reina de los
postres. Pantica, alta, gorda, morena clara, con su cara de luna llena y su
sonrisa inimitable; conocía nuestros nombres, nos iba despachando en el orden
en que estábamos sentados en el banco, y luego que comíamos aquel arroz con
coco, nos lamíamos la miel del toporo y salíamos corriendo para el río. El
rancho desapareció, con el tiempo. Aquel Quetepe quedó olvidado en el tiempo.
Una torpe construcción llenó el espacio de los yaque, y los bocinazos acallaron
el canto de los cucaracheros; los guaripetes asustados huyeron, nosotros nos
hemos puestos viejos y solo nos queda el recuerdo.
204
No. 51
CHUCHÚ RIVAS
E L A G U A D O R
Esta historia,
rigurosamente cierta, formaba parte del archivo, de la memoria de mamá. Ella
contaba que a finales del siglo pasado nació en Cumaná, Jesús de La Cruz Rivas
– Chuchú.
Su historia es
simple, creció en el río como una mata de coco, y del río Manzanares hizo su
pasión y forma de vida. Desde muchachito se inició en el arte de vendedor de
agua, y a la edad de dieciocho años, con la fuerza de cuatro hombres, era capaz
de cargar dos grandes botijones sobre sus hombros, que protegía con una especie
de chaleco de cuero que dejaba al descubierto su poderosa musculatura, casi
toda la espalda y los pectorales, y lo ajustaba a la cintura con dos hebillas
de reluciente cobre.
Así ataviado,
repartía el agua en las calles Cedeño, Cantaura y sus alrededores. Desde muy
tempranas horas iba al caño Santa Catalina, en las cercanías de lo que hoy es
el Museo Ayacucho, o sea, la vertiente que nacía en la Popa del Zamora, un bergantín
que se hundió frente al viejo mercado de Cumaná, pasaba por detrás de la calle
Cochabamba, llamada Puerto Arturo, y corría por Río Viejo, Isla del Burro, la Quinta de Felipa Allén (que
durante mucho tiempo fue el único testimonio del paso del río por esa parte de
la ciudad) hasta los manglares del Barbudo. Por cierto, frente a esta quinta de
Felipa Allén, estaba la casa del temible Pedro León, que había sido jefe de la Sagrada , la tétrica
policía de Gómez.
Tiempo atrás este
caño venido a menos, fue el cauce principal del río y por él entraban los
navíos hasta el puerto fluvial de Cumaná, que estaba en la anchurosa rada que,
hacia el río frente a la
Cabecera del Puente, y que hoy forma parte del Parque
Ayacucho.
Cruz Rivas, llenaba
sus botijones bajo una inmensa Ceiba, cuyas raíces le servían de escalones para
bajar al río. Luego iba de casa en casa, “desde que salía el sol hasta el
ocaso”, repartiendo agua y alegría. Al pie de la ceiba, según aseguraba, el
agua era más limpia y sabrosa que en ninguna otra parte, Chuchú Rivas, conocía
todos los secretos del río, allí se aprovisionaba del líquido inmaculado que le
dio fama y los vecinos así lo apreciaban. Vendía cada botijo por dos centavos,
que religiosamente cobraba los sábados, ya que por la noche se vestía de Frac
para ir al teatro, que era su otra pasión.
Después, en cada
casa comentaba la comedia, la ópera o la zarzuela, y cantaba con muy buena voz,
las arias más famosas. En esa época el teatro era el antiguo mercado que
quedaba en la Plaza
Miranda , lamentablemente demolido durante el gobierno del Dr.
Bustillos, para dar paso a la “Fuente Luminosa”, cuyo proyecto se atribuye a
Narváez. Cumaná fue una ciudad que siempre tuvo su teatro, el más antiguo de
los conocidos, el Teatro Santa Inés, fue destruido por el terremoto de 1853, y
el González, en el terremoto de 1929. Digo de los conocidos, porque en una nota
de un viejo periódico se habla del Teatro Altagracia, y también se usó a
principios de siglo, como teatro, el Convento de San Francisco. Por ahora, a
estos efectos, me interesa el viejo mercado, ya escribí sobre esto; los mismos
trabajadores y comerciantes con la ayuda indispensable de Cruz Rivas, lo
limpiaban, acicalaban y acomodaban; allí se presentaron famosas compañías que
venían desde España en gira por toda América, como la de Pellicer y EMA Soler. En
Cumaná había una verdadera afición, podría decir devoción por el teatro, en los
periódicos, como la
Constitución de Federico Madriz Otero, se comentaban con
acierto las obras y las actuaciones de los actores. Hay testimonios increíbles
dados por los propios protagonistas, que hablan muy bien de la pasión de los
cumaneses por el teatro, esta pasión fue suplida por el cinematógrafo.
También contaba
mamá, que, a Cruz Rivas, la sociedad y los intelectuales, le daban un trato
respetuoso, como convenía a un conocedor, escuchaban sus opiniones y respetaban
su prodigiosa memoria. Como ella le tenía mucho afecto, pudo escucharle muchas
veces en amena charla, y a pesar de que era analfabeta, leía música, tocaba el
cuatro y tenía bien timbrada la voz, e improvisaba, ella recordaba y cantaba
una canción del repertorio de Cruz Rivas, que dice:
“Tus ojos son mi
encanto y mi alegría – y antes de amarte Cruz Antonio era feliz – y al parecer
de tus muestras cariñosas – que parecen más hermosas que el lucero matinal – Cruz
Antonio era feliz- sin comprender lo que era amor – te di, te di mi corazón y
desde entonces ay de mi”.
A Chuchú Rivas, lo
empleó el Concejo Municipal durante mucho tiempo para la limpieza del río, pero
él murió cuando aparecieron las nuevas formas: los molinos, los filtros del Dr.
Beuperthuy, y por fin, el acueducto, y también el cinematógrafo. Los cumaneses
de antaño le recuerdan con su copla, que no faltaba, y su alegría a flor de
labios. Hoy falta un Chuchú Rivas que limpie el río, no veríamos como se
acumula la basura bajo los puentes ¡era tan fácil mantenerlo limpio!, hasta sus
orillas llenas de cocales, hicacos y guamos. Yo creo que mamá, cuando paseaba
cerca del río, veía a Chuchú Rivas limpiándolo, y dos hermosas lágrimas rodaban
por sus curtidas mejillas.
162
No. 52
TOROS EN
CUMANÁ
Yo tuve la fortuna de ser amigo de Don Alejandro Arratia Oses,
taurómaco relevante, la mejor voz que conocí y de quien aprendí lo que sé de
ese arte viril, en el cual el hombre reta la muerte en todos los tercios de la
fiesta. Cuando viví en España, desde 1956 hasta 1958, forzado por la dictadura
del General Pérez Jiménez, fui a varias corridas en compañía del Dr. Juan Crisóstomo Bermúdez Salazar, mi fraterno amigo
de toda la vida, y tuve la oportunidad de ver al César de Venezuela, lidiar con
Don Antonio Bienvenida 6 toros miuras, y al Curro lo vi en su última corrida
como novillero y en la alternativa; Juan Crisóstomo fue en sus tiempos mozos,
el famoso torero El Estudiante, de gratísimo recuerdo para los amantes de la
fiesta. Pues bien, desde hace bastante tiempo estoy tentado a escribir una
crónica sobre la fiesta de los toros de Cumaná, ya que en esta tierra brilló
mucho la torería, porque la sangre española está casada con este arte sin
parangón.
El 4 de mayo de
1926, fue un día de toros en la Cumaná de 1926, se presentó el matador “Granero
de Caracas”, Cruz Duque, y el gran banderillero Baquero. La afición taurina en
nuestro patio tiene historia brava y hermosa, la fiesta de los toros se cultivó
desde tiempos coloniales, y de allí quedó un conocimiento del arte, que podemos
apreciar en la crónica de P. Pito, publicada en el “Sucre” del 5 de mayo de
1926.
Es bueno recordar
que en Cumaná se presentaban los mejores toreros de la época, aquí estuvo el
inmenso Rubito y el maestro Lorenzo Mendoza, además es bueno que sepan que en
la provincia de Cumaná se criaba toros de lidia. El coso era el Coliseo, que
quedaba al lado de la plaza Ayacucho.
Andrés Eloy como
Lorca, le dejó a la fiesta sus coplas inmortales, cuando ya no había coso y se
mataban toros en el cedral de Manuel Fuentes:
Vaya una plaza torera,
con viento que la toree,
la pampa entre Veladero
y el cedral de Manuel Fuentes!
Ni Madrid ni Barcelona
tienen un coso como este,
con patio de matadores
y ruedos de arena verde,
barreras de azul marino
tendidos de azul celeste,
juntos los pies en los medios
que se mece y no se mece,
la palma rehiletera
rebosando rehiletes.
Burladeros de apamates,
divisas de araguaneyes
y en el bucare encendido
el palco del Presidente.
Corre, corre, viento de oro,
corre, que te coge el toro
y en el bucare encendido
el palco del Presidente.
Corre, corre, viento de oro,
Corre, que te coge el toro.
De este año, 1926,
escogimos lo que sigue. El periódico “Sucre” anunciaba la fiesta con tronío…
“Este que ves aquí, lector, es sencilla y tranquilamente, el ciudadano Cruz
Duque, torerito de postín, que gasta el prestigioso remoquete de “Granero de Caracas”
… (Adorna el pregón una foto en traje de luces, del noble matador). Y en la
crónica taurina, hacha con arraigado conocimiento, resalta la terminología de
la tauromaquia, que utiliza P. Pito, con maestría y precisión. Casi toda la
corrida, las distintas suertes, la temeridad y el arrojo con la cual el matador
abre la plaza y en la cual tiende la capa multicolor sobre la arena, en una
especie de danza maravillosa que cubre al toro y al torero en un torbellino de
colores y gracia ilimitada; y la inicia sostenida la capa con las dos manos,
reta al toro que tiene toda su fuerza y bravura, y en el quite despliega la
capa, y se llena de toro… y la suerte de las banderillas, colocadas en todo lo
alto por Baquero, salpica de sangre y coraje el traje de luces, el hombre que
reta la muerte y hace el delirio de las barras, porque como dice González
Climent, en el prefacio de la obra poética de Federico García Lorca, “en toda
la liturgia de los toros auténtico drama religioso donde de la misma manera que
en la misa, se adora y sacrifica un Dios”… Aquí está la crónica.
“Por fin la afición
cumanesa pudo lograr una corrida de toros en la que sobraron todos los
ingredientes para que resultara un festejo de lujo, o sea, toros grandes,
bravos y poderosos, y toreros artistas y valientes.
El debut de “Granero
de Caracas” resultó lo que no esperaba el público: un éxito formidable, a todos
los toros que pisaron el ruedo. Cruz Duque, con el capote y con la muleta, les
hizo cosas maravillosas. En el primero, ya el público se dio cuenta de que
había todo un torero en la plaza cuando vieron dibujar aquella serie de
verónicas, templando y mandando como un verdadero maestro, y puso fin a esta
faena con dos medias verónicas de marca “AS” y una larga afarolada, canela
fina; el ruedo se llenó de sombreros y la charanga dejó oír sus sones en honor
del valiente torero caraqueño.
El último toro fue
lidiado por gaoneras y verónicas magistralmente; al cambiar el tercio, coge
“Granero” un par de los de seis pulgadas y citando al toro, cerca y valiente,
coloca un par en todo lo alto, que le valió una gran ovación. La muerte de este
toro la brinda a nuestro culto Primer Magistrado e inauguró la faena con un
paso por alto con las dos rodillas en tierra, luego un natural y uno de pecho
que le conquistaron una gran ovación: sigue con molinetes, pases de pitón, y se
adorna agarrándole las orejas a su enemigo. Ovación de las grandes, sombreros;
iguala y entrando como mandan los cánones, agarra una estocada buena, luego
otra y finiquita con una soberbia estocada en todo lo alto.
Párrafo aparte
merece el consciente banderillero “Barquero”, quién toda la tarde estuvo
oportuno e incansable; en el primero puso tres pares de banderillas por la que,
merecidamente, le tributaron tres ovaciones, y en el segundo y el tercero, dos
de la misma marca, que resultaron sencillamente monumentales.
Resumen, se
presentaron en Cumaná dos toreros modestos, sin pretensiones de fenómenos y en
menos de una hora, a fuerza de voluntad se hicieron los amos de la afición.
“Granero de Caracas” quedó consagrado como un verdadero artista que domina
todas las suertes del toreo, y la
Empresa probó y seguirá probando que en Cumaná hay ganado de
lidia.
El domingo matará
Cruz Duque dos toros… P. Pito.
FIESTA GRANDE DE TOROS EN CUMANÁ.
El gran torero,
ELEAZAR SANANES, llamado Rubito, fue el primer gran torero venezolano que
triunfó en España y México. Cumaná,
plaza torera de tronío, por donde pasaban los mejores toreros del mundo,
también recibió en grande al gran Rubito. Veamos el comentario de la época.
TOROS EN
CUMANA. Plaza de gran tronío
fue ésta en la época dorada de ELEAZAR SANANES –Rubito. Para verlo torear se construyó el Nuevo Circo
de Cumaná. En lo que es hoy la Urb. Santa Catalina. Él fue el gran torero
venezolano de los años 20 del siglo pasado. Rubito, después de triunfar en Venezuela,
paseó triunfal sus arreos por México, Colombia y España. Por Cumaná pasaron los
grandes toreros de esa época como el gran Julio Mendoza.
El
bisemanario “Sucre” saludó a Rubito, a su paso por esta ciudad, el 11 de julio
de 1925, en estos términos: “SANANES” De paso para Ciudad Bolívar, a donde va a
cumplir un contrato por tres corridas, fue nuestro huésped por breves horas, el
valiente as de la torería de postín, Eleazar Sananes, torero de alternativa de
la plaza de Madrid. Saludamos al simpático diestro venezolano, quien ha
ofrecido torear dentro de poco en esta urbe.
“Eleazar
Sananes, matador de toros, saluda atentamente al Señor Director del ilustrado
Bisemanario “Sucre”, y le agradecería saludar en su nombre a la afición de este
simpático pueblo y manifestarle su agradecimiento por la simpática
manifestación con que lo ha recibido a su paso para Ciudad Bolívar. Anticipa a
Ud. las gracias y mande como quiera a su
SS. S.
Como
en efecto Rubito se presento en Cumana el 29 de agosto del mismo año, y el
cronista Q. Chares, con aquella gracia andaluza que lo caracterizaba, publica
la crónica taurina del encierro que le
tocó al valiente Matador, dice entre otras cosas: “19 toros, pero no “sutes” ni
“mautes”, son toros de verdad, con unos cuernos horrendos; gordos como el
premio de Navidad de la lotería de Madrid; grandes como rascacielos de
Neoyorquinos; descansados, reposados, como capitalistas que almacenan café
varios años para venderlo a mejor precio; bravos como un chino sin arroz por
una semana o como un ciego prendiendo un cohete.
Este hermoso encierro sería digno lote
para el califa Rodolfo Gaona, y representa para la empresa la no despreciable
suma de CUATRO MIL BOLÍVARES...”
¡Qué
tiempos aquellos!
Y al ruedo Q. Chares, lo vio así: “sale
el primero. Negro como cualquier boxeador criollo: nerviosos de cascos;
apretado de carnes y dos desarrolladas agujas en la cabeza, por supuesto. Los
peones le dan sus carreritas de entrenamiento. Eleazar abre el percal y oye los
primeros aplausos con una media verónica, dos pases valentísimos y remata con
un vistoso recorte. Tocan a rehiletear. Manforte, después de una artística
preparación, prende dos zarcillos monumentales. Aplausos. Rubio chico pleno de
fervoroso estímulo, clava un par soberbio. El clarín ululaba el último tercio y
el catire desplegando la flámula roja, se va hacia el toro y le propina, con
bastante salsa torera, dos pases por lo alto y otros por lo bajo. El bicho se
torna goloso y achuchó de cerca al matador. Manforte, oportuno, hace un quite
magistral. Cuadra al astado, y el josefino alarga el brazo y deja una estocada
hasta la cruz, que tumba.”
Esta trascripción de una página del
pasado es más que una crónica de lo que era una tarde de toros en el “Cedral de
Manuel Fuentes” como lo llamó Andrés Eloy,
166
No. 53.
A TRES PREGUNTAS
Este año de 1996 me
propongo escribir corticas mis entregas dominicales, y en esta oportunidad voy
a responder tres preguntas que me hizo el periodista Mauricio Ruiz, en una de
las fiestas a que asistí en la despedida del año viejo.
Primera pegunta. ¡Quiénes fueron los cumaneses que compartieron la
terrible prisión gomera con Andrés Eloy Blanco?
He buscado entre mis papeles la respuesta a esta categórica pregunta,
y encontré una lista de presos que fueron remitidos en 1930 desde Cumaná a las
mazmorras del tenebroso Castillo Libertador, y aunque no responde la pregunta,
porque imagino, se refiere a los compañeros de celda, o a los que estaban en
ese momento en la misma situación, de todas maneras la lista de los presos que
entrego a mis lectores y a la persona que me hizo la pregunta, al cual pido
disculpas por no haber tenido la delicadeza de tomar su nombre, que después
supe y con el cual he compartido tantos momentos interesantes, pero aran creo
corresponder mucho a su interés; son entre otros, en orden alfabético por sus
apellidos: Nemesio Azúcar, Paulino Azúcar, Francisco Angarita, Mereció Antón,
Fabián Antón, Juan Bello, Juan Betancourt, Froilán Bermúdez, Nicolás Cabrera,
General Rafael María Carabaño, Cleto Gutiérrez, Pedro Jaime, Juan de Dios Gómez
Rubio, Antonio Gómez Rubio, Andrés García, Gral. Ricardo Freites, Napoleón
Hernández, Nicolás Hernández La
Torres , Heraclio López, Don Víctor López, Luis López Méndez,
Julio Mac Gil Sarria, Jacinto Márquez, Ramón Morales, Rafael Núñez Alcalá,
Manuel Ordaz, Ramón Ortiz, Eleazar Ortiz, Cap. Luis Rafael Pimentel, Manuel
María Parejo, Gregorio Patiño, Dr. Carlos Julio Rojas, Pedro Rodríguez, Manuel
Vicente Vera, el francés Julián Gratine, y el inglés John Ovil. Como puede
apreciarse no todos son cumaneses, participaron en la expedición del General
Román Delgado Chalbaud del 11 de agosto de 1929.
Segunda pregunta.
¡Por qué dieron el apodo de Valentín Valiente al General Valentín García? Esta
pregunta la respondí más o menos bien, pero busqué en mi archivo y he aquí la
respuesta más aceptable:
El General Valentín García, nació en Cumaná en 1787, se casó en La Victoria con Doña Nieves
María Gil, y murió lleno de méritos en esta misma, su tierra, el 7 de octubre
de 1856.
Tercera pregunta. ¿Por qué
llegó tarde Pedro Elías Aristeguieta en la operación tenaza convenida con
Delgado Chalbaud? Esta pregunta también la respondí, sin embargo, debo precisar
algunos conceptos. No voy a entrar en detalles que todo mundo conoce, o por lo
menos los amantes de la historia. Comenzaré este asunto refrescando la memoria
de mis lectores con el nombre del barco usado por el General Román Delgado
Chalbaud. Este barco, comprado en Alemania por el Sr. Félix Kramarski, amigo,
simpatizante y financista del General, era un viejo navío llamado “Falke”, de
doscientos cuarenta pies de largo, que luego fue bautizado con el nombre de
“General Anzoátegui”, a los efectos de la expedición, y es este el nombre que
debería usarse en la historia y no el de Falke. Los exiliados: Dr. Santos
Dominici, Dr. José Rafael Pocaterra, Dr. Jugo Delgado, Dr. Alberto Smith,
General Leopoldo Baptista, y general Román Delgado Chalvaud, fundaron en París,
el 6 de julio de 1929, la Junta
de Liberación de Venezuela a la cual se unió Pedro Elías Aristiguieta. El
Anzoátegui salió desde el puerto polaco de Danzing, perfectamente dotado en
armamentos, municiones y una tripulación corsaria de 35 hombres. Más de un año
de cuidadosos preparativos, tardó la organización de la expedición y una vez
comprometidos los mejores hombres de la oposición a Gómez, partió en el mayor
secreto, rumbo a la Isla
de Trinidad. Pedro Elías Aristiguieta, como se había dispuesto, se trasladó a
Trinidad por su cuenta, allí contrató un barco para trasladarse a Güiria. El 10
de agosto de 1929, el Anzoátegui arribó a Peñas Negras, en la Península de Araya, y
allí subieron a bordo Pedro Elías y Francisco de Paula, su hermano; recibieron
armas y municiones, y se nombró a los comandantes Francisco Angarita Arvelo y
Luis Rafael Pimentel, para dirigir la marcha a través de la Península de Araya, y
atacar por Caiguire a la hora convenida. Esto es muy importante tenerlo en
cuenta El Anzoátegui siguió para Cumaná y ancló a media milla de su puerto a
las 3:00 a.m. se esperaban con ansiedad los refuerzos que llegarían desde Santo
Domingo bajo el mando de Simón Betancourt. El ataque se produciría a las 5:00
a.m. en una operación tenaza preparada debidamente y convenida con Pedro Elías.
Todo salió mal, el barco de Betancourt hizo agua y tuvo que regresar a Santo
Domingo. La gente de Pedro Elías, no pudo avanzar con la celeridad que las
circunstancias requerían, se imponía esperar o modificar el plan
expedicionario, sin embargo, la terquedad y el optimismo del General Delgado
Chalbaud, lo impulsaban al desembarco, fueran cuales fueran las circunstancias
y sus resultados. Nada pudo cambiar su destino. El General dio la orden de
atacar, bajaron un barco bien pertrechado con 96 hombres, la vanguardia al
mando del experimentado General Doroteo Flores; al centro, el General Linares
Alcántara, y la reserva, al mando del propio General Delgado Chalbaud. En la Aduana de Cumaná había
gente despierta y en vigilia. Sonó el primer disparo, y enseguida la alarma del
cuartel. El primer muerto, antes de tocar la arena del Salado, con un tiro en
la frente, fue Frontado. Los expedicionarios se repartieron y avanzaron hasta
el edificio de la Aduana ,
los defensores huyeron. Desde el castillo y otros frentes, abrieron fuego
contra los expedicionarios, pero el General, impertérrito, ordenó avanzar por la Avenida Bermúdez
y las amplias sabanas que se abrían a sus lados. Emilio Fernández, Presidente
del Estado, en conocimiento de la situación, se organizó rápidamente, se
atrincheró en la cabecera del puente Guzmán Blanco, y esperó que se acercaran
los expedicionarios. Una vez frente a frente los dos bandos, se inició una
fuerte descarga de parte y parte. Ambas fuerzas intentaron pasar el Puente,
pero una y otra vez fueron rechazados, y después de dos horas de ardoroso
combate, muertos sus jefes, los expedicionarios se dispersaron. En la Avenida Bermúdez
quedaron los cadáveres del General Delgado Chalbaud, Armando Zuloaga Blanco, 16
expedicionarios, y muchos heridos; del lado del gobierno quedaron en la plaza
del mercado, hoy Miranda, el General Emilio Fernández, otros muertos y varios
heridos. Pedro Elías, Pimentel y Yegres, entraron en la pelea el mismo domingo
11 al mediodía, según lo atestigua Edmundo Urdaneta Albert, testigo presencial.
Pedro Elías, se repliega y continuó luchando dos días, y el martes 13, con los
refuerzos del General Pánfilo Castro y Agustín Rodríguez derrota, en la Plaza Ayacucho al
General Tobardía, y toma la ciudad.
215
No. 54.
El martirio de LEONOR GUERRA
El martirio de
LEONOR GUERRA
Leonor Guerra
Leonor Guerra
Leonor Guerra
Mi grito golpea las murallas
Del castillo de Santa María de la Cabeza
y el eco se escucha y vuela
y cobra vida y se eterniza
en el llanto del poeta
en la queja del patriota
en las armas de los guerreros
Vengan cumaneses a beber la sangre
De Leonor Guerra
El que bebe su sangre no morirá nunca
Cuando lloro a Leonor Guerra
Me convierto en bandera
Y me dan ganas de morir como ella
El heroico pueblo de Cumaná, desde su fundación hasta nuestros días, ha
sufrido terribles catástrofes naturales y martirios incontables. Ha sufrido
terribles martirios, tal vez los de esta generación no tienen una percepción de
estos sufrimientos Durante los siglos de la colonia fuimos pasto para los
esclavistas, que atacaban nuestros pueblos, secuestraban y nos sometían a
esclavitud; cuando cesaban los terremotos venían los piratas y depredadores de
las Antillas, pero este pueblo valiente supo siempre estar alerta y dispuesto a
morir en aras de la justicia y el patriotismo.
Después vinieron las luchas por la independencia, y durante 11 años,
sufrimos el asedio de las tropas libertadoras y la revancha de las realistas,
que se turnaban y ensañaban sobre nuestro pueblo que hacía pródigos de valor en
indescriptibles actos de entrega y heroísmo, de tal suerte que Cumaná fue
llamada “Cartago de América”, derramó ríos de sangre cuando los cuchillos de Boves
descuartizaron niños, mujeres y ancianos, refugiados en las iglesias. Más tarde
vinieron las luchas entre liberales y conservadores, y después entre federales
y oligarcas, que tambien montaron sitio a la ciudad “Marinera y Mariscala”.
Esta larga historia de 500 años de lucha incesante, ha producido una raza de
hombres y mujeres de temple que es orgullo de Venezuela y de América.
De esta raza mestiza y fuerte es Leonor Guerra, la heroína cumanesa,
ideal de la mujer venezolana, cuya valentía la llevó al martirio y a la muerte.
Cuando el General Don Pablo
Morillo, llega a Cumaná en 1815, al frente de 10.000 hombres, la más poderosa
expedición que España envió a las cotas americanas, con el fin de “aliviar” los
tormentos que causaron Antoñanzas, Cervériz, La Hoz , Zuazola, Boves, y estaba de Gobernador y
Capitán General, el inefable Don Gaspar Miguel de Salaverría, que resultó un
tirano de la peor calaña. Los cumaneses, ante las promesas del Conde de
Cartagena, aunque estaban curados de “buenas intenciones” de paz, bondades y
clemencia, esperaron de Morillo, un mejor trato, en efecto destituyó a
Salaverría y nombró en su lugar a Don Juan de Cini; también destituyó al
Comandante General de la
Guarnición de Cumaná y nombró en su lugar a Don Juan Bautista
Prado, que luego fue Presidente de la Audiencia de Caracas. En ese mismo año de 1815,
al Rey no le gustaron los cambios que hizo Morillo, y designo a Don Tomás de
Cires, famoso por haber destruido las iglesias de Cumaná y Cumanacoa; y este a
su vez nombró al bárbaro de Juan de Aldama, en sustitución de Prado.
A Morillo no le fue nada bien en sus campañas contra los patriotas;
por todas partes y sobre todo en la provincia de Nueva Andalucía, se armaron
guerrillas: en Paria, el coronel José Ribero, derrotó varias veces a las
guarniciones de Güiria, Irapa y Yaguaraparo, hasta el punto, que el mismo Cini,
tuvo que salir en persecución del valiente Ribero. En los valles de Cumanacoa,
se destacaba el coronel José Inocencio Villarroel, que, con bastante éxito y
singular bravura, derrotó a los españoles en varias acciones. En las llanuras
de Maturín y Guayana, estaban los coroneles Jesús Barreto, Andrés Rojas, los
Monagas, Zaraza y Sedeño. Esos héroes dividieron el ejército de Morillo y lo
mantenían en permanente zozobra. Los jefes españoles estaban desesperados a
pesar de tener las riendas del poder en las dos provincias: Nueva Andalucía y
Venezuela.
En Cumaná, a pesar de la “paz romana” el pueblo liberal se burlaba de
los españoles y una de las damas más distinguidas y apreciadas de la ciudad,
Doña Leonor Guerra, usaba la banda azul, y cantaba una cuarteta que hería el
sentimiento y el orgullo de los españoles.
Las cintas azules
Son el estribillo
Que viva la Patria
Que muera Morillo
Al parecer fue denunciada por algún confidente, ante las autoridades
policiales, tal vez ante el propio Don
Tomás de Cires, hombre prepotente, vengativo, arribista, altanero y criminal; y
este le ordenó al Coronel Juan Aldama,
de similar catadura, que apresara
a la dama y le impusiera ejemplar castigo: el cobarde Aldama, no lo pensó dos
veces, con un piquete de soldados, a la hora en que Sevilla va a la misa, esperó que la dama saliera, como lo hacía
todos los días, por ser muy devota de la Virgen de la Soledad ,
venerada en esos tiempos por nuestro pueblo, en el Convento de San
Francisco. Violentamente salió Aldama con su piquete, al paso de la dama, y la
aprendieron; la sujetaron entre varios, ella trató de defenderse, pero la
fuerza de varios sicarios la contuvo: la maniataron y amordazaron para que no
pudiera pedir auxilio, que sin duda le hubiesen prestado los vecinos; y la
arrastraron hasta su casa que estaba muy cerca en el propio barrio. Allí
convocaron a sus vecinas, y las obligaron a presenciar la vejación que le
inferían. La desnudaron hasta la cintura, la sacaron a latigazos, la subieron a
un borrico, preparado al efecto, ya sin fuerzas para defenderse; le pusieron
una coroza, que es un capirote burlesco de papel engrudado, como de un metro de
alto, de figura cónica, que se le ponía en la cabeza a los delincuentes, con
figuras alusivas al delito, y que ya tenían preparada para adornar el martirio.
El paso del borrico era lento y los latigazos rápidos. Sus amigas y
familiares lloraban a su paso. Dos hombres se turnaban para castigarla, casi no
había espacio entre uno y otro latigazo. El borrico se detenía asustado y uno
de los esbirros lo halaba para obligarlo. Otro daba voces, otros empujaban.
Todo era un verdadero infierno para Doña Leonor; ella delicada y suplicante, bañada
en sangre, cual un lirio blanco caído en el barro, se dejó llevar en silencio,
mientras los verdugos, tapadas las caras con antifaces grotescos, esgrimían el
látigo y arrancaban jirones de carne de la virgen martirizada; y cada vez que
la golpeaban un murmullo de angustia brotaba de la procesión que se formaba
tras el macabro cortejo. Lastimeros ayes de dolor se escuchaban de los
corazones de sus familiares y amigos, pero de ella ni un solo quejido sacaron
los verdugos. Ya desfallecía sin quebrar su espíritu, cuando llegó la orden del
coronel Juan Aldama de duplicar el castigo en seis de las esquinas más
concurridas de la ciudad. La sangre de la mártir bañaba las piedras de la
calle, sus vestidos empapados, y hechos jirones, caían a pedazo y el pueblo los
recogía y guardaba piadosamente. Leonor alucinaba, en una esquina pidió agua a
una mujer que trató de aliviarla y se atrevió a limpiarle el rostro; en
respuesta los verdugos arreciaron el castigo y la sangre brotó como un
manantial, la ropa que le cubría las piernas cedieron y Leonor quedo desnuda
ante la mirada hiriente, como espadas, de sus verdugos. Algunas personas
bondadosas trataron de cubrirla, pero los esbirros más bien arrancaron con sus
manos lo que quedaba de sus vestiduras. Su cuerpo flagelado se dobló sobre el
borrico, el látigo inclemente continuaba su obra, cada vez con mayor ensañamiento
en cada una de las partes vulnerables del cuerpo de la digna mujer, hasta
hacerla insensible. Ahora inmune al dolor,
se levantaba como una deidad, el cuerpo erguido, movió la cabeza con fuerza, la
cabellera empapada en sangre se desbordó cubriendo su espalda y sus pechos; sus
ojos retadores buscaron la mirada de los esbirros, que retrocedieron espantados;
un sentimiento de desprecio la poseía, levantó la cabeza y apretado los labios
contuvo el dolor, y con un esfuerzo inaudito, grito: ¡Viva La Patria ! ¡Viva la Patria !... y cayó del
borrico sin fuerzas… El pueblo enardecido gritó con ella ¡Viva la Patria!
Perdieron el temor y se acercaron amenazantes a los esbirros, que huyeron
despavoridos.
Varias personas recogieron el cuerpo mancillado de Leonor Guerra, y
lo llevaron a su casa, pero casi enseguida llegó un piquete de soldados a cuyo
frente estaba el coronel Juan Romualdo Aldama, el cual ordenó a los soldados
que presentaran el cuerpo de Leonor Guerra en el balcón de la casa para que el pueblo
lo viera, y supieran como iban a proceder con las otras mujeres que se
atrevieran a ofender a los españoles. El pueblo retrocedió horrorizado, no se
atrevieron a mirar a aquella mujer que veneraban y que ya era su bandera.
Leonor Guerra, herida en lo
más profundo de su ser, de sus creencias, de su patriotismo y su honor, ordenó
cerrar las puertas de su casa y no salió más; no comió ni bebió nada, no aceptó
ningún medicamento y se abandonó en los brazos de la Virgen de la Soledad , hasta morir. No
quiso escuchar a nadie, no admitió sino la compañía de sus familiares más
allegados. Por más que insistieron sus vecinos, no claudicó en su decisión,
dejó llegar el día y la hora para que su muerte se convirtiera en bandera de la
revolución; no podía permitir que su martirio fuese solo un pasaje de la
historia de la tiranía, solo una fiesta de los esclavizadores de su pueblo, no
podía permitir que pasara como un pequeño castigo al pueblo insubordinado. No,
su muerte debía ser como una resurrección, como la muerte de Jesús, que su
espíritu heroico se elevara en majestad y gloria, para esa generación y para
todas las generaciones. Como un castigo para los sacrílegos, los cobardes, los
torturadores, los impíos; pero también, como una bandera para los pueblos
libres, para los héroes, para los que siempre están alertas, vigilantes, ante
los tiranos.
En la puerta de la casa de Leonor Guerra se reunieron los vecinos a
rezar por ella, a cantar Salmos a la
Virgen de la
Soledad ; allí levantaron un altar y la honraron todos los
días durante muchos años; allí se turnaron sus familiares y amigos en silencio,
guardando respeto y el recato que exigía la dignísima mujer, que así ofrendaba
la vida por la libertad de su pueblo.
Leonor Guerra murió a los pocos días del dramático martirio; sus
restos mortales fueron llevados por todo el pueblo de Cumaná hasta el
camposanto de Quetepe, donde reposan para siempre; pero su espíritu vive y se manifiesta en todas las mujeres
indomables del pueblo de Cumaná.
219
No. 55
ATENEO DE CUMANA
Esta institución privada se establece en forma definitiva el 2 de mayo
de 1983, fue iniciativa de la
Dra. Cohinta Berrio, y un grupo numeroso de trabajadores
incansables de la cultura cumanesa. El ateneo nace de la preocupación de
estudiar el movimiento cultural cumanés, agruparlo, desarrollarlo y mejorarlo
en lo posible. Lo que se ha logrado en ese camino no es suficiente, pero se ha
caminado bastante. Hoy en día podemos decir cuáles han sido los éxitos, y
podemos darnos el lujo de indicar varios de ellos: un ejemplo de ello es La Estudiantina de 30
músicos, con más de 400 conciertos en todo el Estado Sucre; el Centro de
Documentación que viene trabajando con grupos de estudiantes todos los días
hábiles; el taller de Serigrafía, el grupo “Vamos a Contar Cuentos”; la Orquesta Típica
del Estado Sucre; el Orfeón del Ateneo, etc. pero el Ateneo es algo más que
eso, se trata del mejoramiento de las instituciones, lograr la excelencia,
producir los valores necesarios, y en esa vía estamos. Muchos proyectos se han realizado,
pero no es este el momento de enumerarlos, sin embargo, si debo precisar que el
Museo de Arte Contemporáneo es un proyecto genuino del Ateneo de Cumaná, y es
la sede de la
Bienal Internacional de artes Visuales, que pretendemos
recuperar. La directiva actual del ateneo de Cumaná, está formada por su
presidenta Dra. Cohinta Berrio, su vicepresidente el Ing. Oscar Sánchez;
Secretaria doña Eugenia de Millán; y los ciudadanos Dr. Rubén Millán y Dr.
Amador Millán.
Cumaná debe sentirse orgullosa de su
ATENEO y de su directiva, por muchas razones, sobre todo por su permanencia en
el tiempo, por su participación en la vida cultural y social de la ciudad, por
su calidad, y por su actualización.
Desde mediados del siglo XVII, con
Bartolomé Bello, se inicia un movimiento cultural de gran creatividad en la
ciudad y en muchos p
pueblos de la
provincia de Cumaná, que nació y se
desarrolló en los muchos conventos e iglesias del inmenso territorio oriental,
y que bien podría llamarse Ateneísta, por la intención de aprender y
aprovechar las artes en sus diferentes manifestaciones, y porque, en
efecto, se cultivaron todas las artes,
en particular la música y la poesía; y
hay testimonios elocuentes de ello; entonces se organizaron coros en los templos, se interpretaba música de los más renombrados artistas del
mundo, acompañados por excelentes
intérpretes del clavicordio, el violín,
y los más sofisticados instrumentos de cuerdas y de viento; y los inmensos órganos de
las Iglesias. Se inició la composición y la escritura de la música y, hasta
una misa para órgano escribió e interpretó el excelente músico que fue don
Bartolomé Bello.
En la colonia se construyó un inmenso Coliseo en lo que es hoy la plaza
Miranda, para dar cabida a la afición de este pueblo; en cuyas amplias
instalaciones se representaban zarzuelas, revistas musicales, y otros géneros clásicos;
y también promovieron y montaron con todos los hierros corridas de toros de
casta criados en los predios de Maturín. De esa época es el insigne maestro
cumanés, de don Andrés Bello, Príncipe de los poetas hispanoamericanos, fray
Cristóbal de Quesada.
De las primeros logros de la colonia es el periodismo cumanés, entonces
aparecieron los grades periodistas, tales como el mismo General en Jefe
Santiago Mariño; y vinieron las imprentas, la primera la trajo don Manuel José
de Rivas y se la vendió a Don Manuel Escalante, éste, después de muchos años se
la vendió a don Pedro Cova, que se trasladó a Upata, y allí es considerado un
héroe civil; y vinieron decenas de
periódicos, como “El Patriota Venezolano, La Gaceta de Cumaná, El
Cacolín Solitario”, que fueron los primeros que tuvimos, e iniciaron un trabajo
cultural sostenido y de vital importancia en aquel renacer cultural de nuestra
comunidad, que fue a dar frutos poderosos en el siglo XX en Caracas, con aquellos periodistas formidables
como Ramón David León, fundador de “La Esfera ” y Luis Teófilo Núñez, que con el poeta
Andrés Mata funda el Universal, y aquí en Cumaná, como Silverio González,
Estanislao Rendón, José María Milá de La Roca , Juan Miguel Alarcón, el Dr. Antonio Machado,
Juan José Acuña, los Hnos. Arcia, Marco Tulio y Domingo Badaracco; luego
vinieron los intelectuales, los pensadores, los nombres de Marco Antonio
Saluzzo, Estanislao Rendón, los hermanos Arcia, que llenan toda una época de la
cultura y del periodismo nacional.
Aparecieron los maestros, se amplió el marco cultural, allí brillan
algunas luminarias, de cuya historia
tenemos mucho que decir: Blas de Rivera, siglo XVII, inicia los estudios superiores de teología y
filosofía, Gómez Cardiel eleva la música a nivel universitario; y después de la
independencia, debemos nombrar a don
Andrés Level de Goda, que trae nuevas ideas, como primer rector del
Colegio Nacional de Cumaná, y Silverio
González, el consolidado del Colegio Nacional, y responsable de la generación
de oro de Cumaná; a Bartolomé Milá de la Roca , que trasladó la Escuela Normal No.
2, para Cumaná; Mauricio Berrizbeitia, renombrado orador y Rector del Colegio
Nacional; Calixto González y Luis Daniel Beauperthuy, organizador y fundador de
la Escuela de
Medicina de Cumaná, que ocupa un espacio
muy grande en nuestra historia y en la historia de la humanidad.
Los poetas, en esta rama del saber los cumaneses no podemos ser
humildes, podríamos decir que en aras de la libertad y de la poesía somos
campeones mundiales. Nuestros juglares ocuparon mucho espacio, y desde nuestros
inicios como pueblo gregario se inició la escritura, la declamación y las
competencias en juegos florales. Los
cumaneses como los juglares medioevales recitaban sus poemas en las plazas,
teatrillos, veladas, fiestas, bailes, joropos, bodegas, y también en los grandes
escenarios mundiales, e iban a las competencias internacionales y las ganaban:
Andrés Eloy Blanco, Marco Antonio Saluzzo, Joaquín Silva Díaz, Miguel Sánchez
Pesquera, Rondón Sotillo, Humberto Guevara, Tin Fernández, fueron nuestros
héroes civiles.
Esa época culminó con la construcción del “Teatro González”, donde se montaron
“Los Juegos Florales” desde 1.921, con poetas venidos de todas partes y cuya
fama voló sobre las fronteras patrias.
En ese mismo año se formó el “Club Surge Et Ambula”, cuyo animador
principal fue Marco Tulio Badaracco Bermúdez, y ese club, publicó “Broches de
Flores” donde se congregaron los mejores escritores orientales para competir
con “El Cojo Ilustrado”, la revista de cultura más famosa de aquellos tiempos,
donde brillaban Juan Miguel Alarcón, Domingo Badaracco Bermúdez, Silverio
González Varela, Cumaná siempre se batía orgullosa ante Caracas, y muchas veces
le ganaba. Íbamos a Caracas a llevar muestras de nuestra cultura, así
concurrimos con nuestro espíritu y caliche cumanés a la formación de esa gran
capital de Venezuela que es Caracas.
Los cumaneses se interesaron por la música: Depons contó 21 pianos en el
centro de la ciudad, y el Consejero Lisboa se maravilló del conocimiento musical
de los cumaneses de esa época; fue una era de consolidación cultural y cosecha.
De ella vienen a nosotros muchos músicos
importantes, sobre todo pianistas famosos, como Gómez Cardiel y Benigno
Rodríguez Bruzual, herederos de una tradición, como la de los Gutiérrez, que
produce la maravilla de “Alma Llanera”, que es un compendió de la música
cumanesa; los Silva Díaz, que llevaron nuestra música al ámbito internacional;
los Villanueva, que nos legaron buena
parte de la historia de nuestra música,
y Salvador Llamosas, que mantuvo su revista “Álbum Lír
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