martes, 11 de octubre de 2016

CRÓNICAS DE CUMANA. TOMO III





         
RAMÓN BADARACCO
                


CRÓNICAS DE CUMANÁ
TERCER TOMO





CUMANÁ – 1995


               





Autor: Tulio Ramón Badaracco Rivero
Que firma, Ramón Badaracco.
Cédula de Identidad No. 514083 -.
Prólogo: MARIO TORREALBA LOSSI
Copyright R. B.  2013

CRÓNICAS DE CUMANÁ
Tomo III

Primera edición 1995

Publicado en el Periódico PROVINCIA
De la ciudad de CUMANA - 1997
Puede ser reproducido total o parcialmente.
Diseño de la cubierta R. B.
Ilustración de la cubierta R. B.

Cronista40@hotmail .com
Telf. 0293-4324683 – cel. 0416-8114374


A mis padres
Marco Tulio Badaracco Bermúdez
Y
Maria Providencia Rivero Morales





                                                          










Pág.  73

No. 44

LOS SECRETOS DE LA PLAZA BERMÚDEZ



            Esta gratísima plaza en cuyo centro se yergue la estatua del General en Jefe José Francisco Bermúdez, el Libertador del Libertador o José Francisco Pueblo, como dio en llamársele, fue el teatro de operaciones del gran Guaikerí, el general Valentín García, Valentín Valiente, como lo apellidó el Libertador, y semillero de milicianos patriotas que lo acompañaron en tantas jornadas heroicas, y constituye con la placita Ribero, el punto referencial de las tradiciones cumanesas.
            El primero de enero de 1771, siendo gobernador de la Provincia de la Nueva Andalucía Don Pedro José de Urrutia, se inicia la construcción de la plaza y la iglesia de Nuestra Señora de Altagracia. Hay dos piedras heráldicas que lo recuerdan. El Primer párroco de la iglesia fue José Antonio de Figueroa, que estuvo al frente de su cargo muchísimos años. Al principio la plaza fue sólo un trozo de sabana por donde se desparramaba el río y servía para que los burros ramonearan mientras los indios llevaban sus productos al mercado (se conserva un poste de amarre). Para esa época ya existía el puente de madera sobre el río (1769) y la calle de la Marina (1769). Este conjunto de obras produjo un cambio en la ciudad. Los Guaiqueríes, comerciantes por excelencia, se mudaron en sus cercanías, trajeron frutas, pescado salado, cecinas y carne de cacería, casabe, arepas y artesanía: magníficos chinchorros, cestería, muñequería, telas y bordados, utensilios de arcilla y madera, aripo, sebucanes. Los Guaiqueríes fueron los primeros pobladores de la plaza, pero sus familias ya desaparecieron. Luego, muchas otras familias cumanesas se trasladaron a la populosa barriada, hasta los Sucre y Aristeguieta fabricaron casas y se mudaron para la “Otrabanda”, como la llamaban. La iglesia de Nuestra Señora de Altagracia que se terminó de construir en 1772, pasó a ser la más importante de la ciudad. Hay una piedra heráldica, como dije, que da testimonio de la fecha de su construcción y estuvo sirviendo a la ciudad durante 78 años, ya que fue totalmente destruida en el terremoto de 1853. El pintor Bellerman -1841- la eternizó e u lienzo maravilloso que pintó desde el castillo viejo en el cerro Pan de Azúcar. En este hermoso templo se juramentaban los gobernadores y luego hacía el recorrido a pie hasta el cabildo, que quedaba en un hermoso edificio de dos pisos que estaba ubicado donde hoy está la escuela Santa Teresa. El pueblo se engalanaba, en esos días de fasto, y escuchaba a los oradores con respeto y admiración.
  
            Con la ayuda de Miguel Silva, la poetisa Silene Sanabria, musa de la plaza roja o Moscú, como se le llamó e una época, y de Juana de La Cruz Serpa Delgado de Soto, el ángel de la guarda de la plaza, que tiene 90 años de historia en su hermosa cabeza blanca, hice un recuento de las familias que ocuparon luego este importante espacio, a saber: la familia Tovar Silva: Luisa Silva, hija de aquel gran maestro que fue don Modesto Silva, adquirió fama en las misas de Altagracia, por su bien timbrada voz; casó con José Gregorio Tovar, y procreó un hijo que también sigue la misma trayectoria. La familia Fernández Vallejo, de donde vienen: Chulita, Maria de los Ángeles, Jesús Andrés y el pedagogo y honorable maestro Manuel Vicente Fernández.  La familia de Felipe Machado, el diligente cobrador de la luz eléctrica de la época de Iturbe y Briceño. La familia del maestro Ángel Jiménez, el honorable presidente del Concejo Municipal, que formó familia con Conchita Guevara. La familia de Juan José Surga, el famoso J. J., que casó con Isabel Guzmán, y procrearon a Francisco, médico amigo de todos, a Isabelita, conocida radiólogo, y a Luis José, que se graduó en la Universidad de la Vida, y era el “utiliti” del barrio. La familia Sulbarán, de donde viene la Dra. Maria Teresa Silbarán, conocida y respetada abogada, Perro Cobarde, que murió trágicamente dejando un profundo dolor entre sus amigos. La familia Astudillo, de donde viene Quintín Astudillo, dueño de un trespuños que hacía el viaje entre Santa Fe, Mochima y Cumaná, y venía cargado, sobre todo de alegría por el placer de repartir:  pescado salado, casabe y frutas; de sus hijos vive, gracias a Dios, el bondadoso Dr. Quintín Astudillo; Jesús Benigno murió trágicamente y también el célebre Bachiller Astudillo, que llenó de anécdotas a toda la ciudad, historias y fantasías juntas. La familia Guevara Rojas, de donde viene el Dr. Guevara Rojas, abogado de grata recordación; la familia Bastardo, de donde viene el Dr. Oswaldo Bastardo, Presidente del Concejo Municipal de Cumaná y del Banco Obrero en Caracas. La familia Fernández, de donde viene el Dr. Adolfo Fernández, buen litigante y gobernador del Estado, y el Ing, Agrónomo Aulio Fernández. La familia de Andrés Gómez, que fue registrador, amigo fraterno de mi tío el Dr. Domingo Badaracco Bermúdez, de donde viene el maestro de matemáticas de tantas generaciones, el Prof. Pedro Gómez, de quien resulta prolijo hablar por las tantas generaciones que estudiaron bajo su rectoría, la ciencia más difícil; también viene Eutimio Gómez, yerbatero y topógrafo, y las abnegadas trabajadoras del Registro Subalterno: Maria y Rosita, mis amigas de toda la vida. La familia de Chichí Tovar, que tuvo allí su famosa bodega con su venta de rones preparados, de donde viene el Dr. Luis Tovar. La casa de Francisco Ramos y Jacinta López, y sus hijos: Pedrito, Inés, y el maestro Chiché Ramos, mi profesor de Educación Artística, ahora famoso pintor que vive en Maracaibo, ciudad que lo honró poniendo su nombre a un Liceo.  La familia de Santana Hidalgo y su esposa Rosario y su hijita Juanita. La familia de Antonio Fuentes, el honrado tabaquero y su numerosa prole, de donde viene el elocuente Dr. Antonio Fuentes Salazar, médico y político, Secretario General de Acción Democrática en Cumaná. La familia de María Fallad, de donde viene Ramón Antonio Fallad (Pirilo), mi vecino, una de las voces mejor lograda de esta ciudad, que hizo las delicias en las veladas del Liceo Antonio José de Sucre en los años 40. La familia Salas, tabaqueras, artesanas de la más y antigua tradición cumanesa. La familia de Jorge Parra, que fue prefecto de Santa Fe, de donde vine: mi amigo Jorgito Parra, que hizo historia como chofer y sindicalista; Fabricio Parra, con quien me unió fraternal amistad; Vicencio, competente mecánico, y Arquímedes, Vladimiro, Ardovisa, y otros. La casa de Dolores y Pedrito Mago, que daba fondo con la calle Gutiérrez, con las puertas siempre abiertas, era la vía de escape de la pandilla de la Juan Freites cuando llegaba la policía; entraban corriendo por esa casa y se perdían por la calle Gutiérrez. La familia Ramírez, de donde vienen los Drs. Jorge y Jaime Ramírez. La familia de Pedro Hernández, abogado honesto en inteligente, que es decir mucho en el gremio, mi compañero de promoción. La familia de José Rojas (el famoso Pepeloro), y el Cojo Santos Maria Santos, su casa era la única que tenía aljibe y allí iba a buscar agua limpia todo el vecindario. Ellos eran propietarios de terrenos en Barbacoa, de donde traían leña, carbón y casabe, que vendían a precio de “gallina flaca”, como decían en aquellos tiempos. La familia Villafaña, de donde viene el Contralmirante Jesús (Chuchú) Villafaña, de grato recuerdo, parrandero y amigo de todos. La familia de Juan Francisco Serrano  y Antonia Mora, esta era la casa de las “ricas uvas” y las deliciosas empanadas, de donde viene ese buen litigante, mi amigo el Dr. Carlos Serrano Mora, y sus hermanos Joaquín y Bertha; y no podemos olvidar la escuelita de las hermanas Ana Rosa y Carmela Alcalá, de la familia del Mariscal Sucre, adorables maestras de primeras letras, que recibían la chiquillería de la plaza y de sus alrededores;  también son de la plaza las familias de Marcos y Totín Guevara, y se han considerado como gente de la plaza Bermúdez, al Dr. Julio Mario Fernández, maestro inolvidable del derecho, y sus hijas las abogadas Rosalía y Carolina, abuelo de la cantautora Carolina Fernández, que nos llena de alegría, todos los días; y los economistas Armando Córdova, Presidente del Colegio Nacional de Economistas, Francisco  Miere, segundo a bordo, hombre revolucionario, periodista de altos vuelos; y  la Dra. Democracia López, la hija del gran líder Don Luis López, el hombre fuerte de Altagracia. Todos ellos en sus mocedades formaban parte de las pandillas, y luego de las brigadas y sindicatos que le dieron renombre a la plaza Bermúdez (plaza Roja o Moscú, para ellos).

            En lo tradicional, la plaza tenía sus guardianes: Augusto y Julián Vallejo, vigilantes anecdóticos, no permitían a nadie que atravesara la plaza sin paltó o cargado de paquetes; se esmeraban en la jardinería.  En la plaza había árboles frutales, y aún quedan, estaba la célebre mata de coco, que protegían con alambre de púas para que los muchachos no se subieran, pero siempre había alguno con habilidad, como Jesús Miguel Millán. El policía era el terrible Choncho Ramos (los muchachos, apenas lo veían, murmuraban: con, con, con…), aparentaba agresividad, apretaba el rolo de manzanillo hecho por Pedro Cabrera, y caminaba lentamente por las veredas de la plaza. Cuando Choncho llegaba, los muchachos se escondían y lo atormentaban haciéndole burlas.

La plaza es también era la del bar del Terrible, que se instaló en la antigua bodega de Jorge Cumare, que después vino a ser de Ramoncito Hernández y ahora de Pulán; y de la panadería inolvidable de Pedro Rafael Bastardo, la tabaquería de Chichí de la Rosa, padre del Dr. Miguel de la Rosa, abogado que fue secretario General de Gobierno; y Jesús y  Romelia, casada con Aparicio; y también del sastre Andrés Salazar, y  la bodega de Millán, donde todos los madrugadores se despertaban con su cafecito bien caliente. También fue la plaza de la retreta de los jueves, de las muchachas más lindas, y de la emoción política, escenario antier de las contiendas entre adecos, comunista, uerredistas, y los agresivos mítines de Federico Rondón y Jóvito Villalba.
 
            La última pandilla que recuerdo la formaron Eduardito de La Rosa, Carlos Serrano, Rafael José Betancourt, Pedro Rafael Hernández, Miguel Correa, Diego Velásquez, Pedrito Ramos, Miguel Silva, y otros.

            Entre las tragedias que más se recuerdan en la plaza, está la que vivió ese gran trabajador que fue Valentín Hernández, él cargaba madera de Chiguana en una piragua. Valentín tomaba el encargo de la carpintería de una casa y la traía “completica”, ese era su oficio y lo ejercía bien. Cuando su hija se envenenó por amores contrariados la noticia casi lo mata. Los jóvenes se disputaban a su bella hija de 17 años y nadie sabe porque tomó la decisión de quitarse la vida, llenando de dolor a todos los que la conocieron y amaron, y Cumaná entera lloró esa muerte innecesaria y la grabó para siempre en el recuerdo.

            Nota: en honor a la fuente principal de esta crónica. Cruz Mariano Soto Pereda (difunto), casó con Juana de La Cruz Serpa Delgado, y procrearon a Iraida y Manuel Soto Serpa. Esta familia netamente cumanesa, llena de tradiciones, merecedora de todos los honores, se mudó para la plaza Bermúdez antes de 1929, luego compraron la casa de su vecina Evangelista González, y ahora ocupan una hermosa y confortable vivienda, donde reparten a manos llena su bondadosa hospitalidad. Iraida Soto Serpa, brillante economista, prestó servicios nunca bien ponderados en Corporiente, cuando esta institución se perfilaba como institución rectora de la economía de nuestra región, lamentablemente hoy frustrada.


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No. 45

PERIODISMO   CUMANES



            No podríamos hacer una crónica sobre el periodismo sin tocar lo nacional. Por lo tanto, nuestra introducción será un resumen sobre las investigaciones hechas por Don Pedro Grases, Santiago Key Ayala, Enrique Bernardo Núñez, Marco Falcón Briceño, Héctor García Chuecos y otros, y en Cumaná, por Silverio González Varela, Alberto Sanabria, Ignacio Rodríguez Mejías y el suscrito.
Es un hecho histórico comprobado, que la imprenta fue introducida en Venezuela, sin incluir Trinidad el año 1808, y la primera publicación producida, en lo que el periodismo se refiere, fue la Gaceta de Caracas, y debemos agregar, que dé las investigaciones de Héctor García Chuecos, sabemos que Don Andrés Bello, la mente más brillante de América fue su primer redactor.
Esta Imprenta vino desde la Isla de Trinidad, adquirida por Don Mateo Gallagher, asociado con Don Diego Lamb, y fue trasladada al Puerto de La Guaira, en el navío norteamericano “Fénix”.
La Gaceta de Caracas, se ha convertido en la Biblia de los historiadores de la revolución venezolana. En ella se pueden definir los siguientes períodos: Desde su aparición, o sea, desde 1810, es el órgano de la Capitanía General de Venezuela; desde el 19 de abril de 1810 hasta el 5 de Julio del mismo año, representa a la Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII; a partir del 5 de Julio, a la revolución nacionalista hasta 1812; entre el 12 y el 13, ferviente; entre el 13 y 14, pasa al comando del Libertador Simón Bolívar; del 14 hasta el 21; vuelve a ser realista, y del 21 hasta su desaparición, fue órgano fundamental de la Gran Colombia.
En este taller también se imprimió “El Patriota Venezolano”, “El Semanario de Caracas”, y “El Publicista”.
Después de esta introducción sobre el inicio del periodismo en Venezuela, es bueno decir, que la segunda imprenta, de que se tiene noticia, vino a Cumaná, adquirida por Manuel José de Rivas, el año de 1810, y en ella se imprimió nuestro primer periódico, que también se llamó “El Patriota Venezolano”, de este periódico se conserva un ejemplar, que conocemos gracias a la investigación del Dr. Pedro Grases. Archivado en el “Public Office” de Londres.

De esta imprenta conocemos su Historia, publicada, por Miguel Ángel Mudarra, Ignacio Rodríguez Mejías y Don Alberto Sanabria, y es importante, por cuanto de ella aún puede existir algún equipo en servicio. Sus propietarios fueron sucesivamente: Don Manuel Escalante, Don Pedro Cova, Don Andrés López, Don Miguel Sibila, Don Pedro Calante, Don Pedro Ezequiel Rojas, Don Juan Milá, Domingo Antonio Martínez, Félix Serra Ruiz, Ángel Félix Serra, y Marco Tulio Badaracco. La Imprenta de Don Juan José Acuña, fue adquirida primero por la Sociedad de la Santa Cruz de la Unión. La época de los grandes talleres en los cuales se imprimen los diarios modernos, comienzan con Ramón Yánez, y lo siguen Marcos López Inserny y Luis Marcano Barrios.
No es mi propósito agotar el tema del periodismo en Cumaná, sino que, siguiendo en mi trabajo de investigar los personajes sobresalientes de nuestra colectividad, resaltar algunos hechos y detalles que creo, darán al lector prevenido, un poco de lo mucho que hicieron nuestros antepasados en esta industria.
            Poca gente sabe que, para el año de 1827, el General en Jefe, Santiago Mariño, estableció un periódico en Cumaná, que circuló con el nombre de “El Cacolín Solitario”. El investigador venezolano Manuel Segundo Sánchez, nos dice que una colección de este periódico ocasional, fue vendida en pública subasta en Alemania, en el año de 1909.
            Don Estanislao Rendón, el Ilustre Ciudadano llamado también Diputado del Pueblo por su brillante oratoria, tuvo en Cumaná sus periódicos, desde los cuales avanza a la Constituyente y luego lanzaría su candidatura a la Presidencia de la República.
            Ya he escrito algunas cosas sobre Estanislao Rendón, este gran cariaqueño funda en Cumaná, en primer lugar, un periódico que circula con el nombre de “El Torrente” 1844. Es de suponer las polémicas ardorosas mantenidas con aquel maestro, intelectual y político llamado Coronel Silverio González, que para esa misma época sostenía la candidatura liberal de Antonio Leocadio Guzmán, desde “El Observador”, y también desde “El Tribuno”. Esa época democrática, en la cual la lucha por el poder se hace a través de la prensa, y Cumaná tenía la palabra, obliga a Blas Bruzual, a traerse desde Barcelona, para esta ciudad, su periódico “El Republicano”, que mantenía la candidatura de José Gregorio Monagas; luego Blas Bruzual lo llevaría a Caracas para darle a Monagas el respaldo editorial que necesitaba.
            Don Estanislao Rendón logra, además, que otros periodistas se unan y funden dos periódicos para apoyarlo: “El Correo de Oriente” y “El Coche”, ambos en 1850.
            El General Silverio González, en 1855, publica “El Cumanés” periódico desde el que se proyectaría al lado del insigne guerrero General José Eusebio Acosta, llamado por Ramón J. Velásquez, el estratega militar más importante de Venezuela. Más tarde Silverio González publica, ya unido con Estanislao Rendón y el insigne maestro, José Antonio Ramos, “La Federación” 1858, que fue el periódico más importante, desde el punto de vista político que tuvo Cumaná. Desde allí salió Don Estanislao Rendón para la Constituyente de 1858, y Silverio González para el Gobierno de Gran Estado Bermúdez.
            Para esa época de oro de Cumaná, la música también tuvo órganos de difusión, no podemos olvidar las realizaciones de Don Salvador Llamosas, que mantuvo durante 16 años su publicación “Álbum Lírico” que aparece en 1874. Don Salvador pasará a Puerto Cabello, y luego a Caracas y figurará al lado de Teresa Carreño, entre los grandes maestros de la música venezolana.

            Don Alejandro Villanueva, poeta, investigador y compositor, publicó un hebdomadario de mucha significación “El Genio” 1881. Sus páginas se dedicaron al estudio de nuestras tradiciones y a la buena poesía. Don Alejandro es el autor de la inolvidable canción “Fulgida Luna” que se han disputado autores colombianos y españoles.
            El Movimiento Literario Cumanés, crece bajo el mando dictatorial de los grandes maestros del Colegio Federal, que se inicia con el Dr. Andrés Level de Goda, lo siguen José Antonio Ramos, el Dr. Mauricio Berrizbeitia, El Dr. J. M. Pelgrón, el General Silverio González, el Dr. Silverio González Varela, Dionisio López Orihuela y el sabio maestro Luis Beltrán Sanabria, vivo aún en el corazón de nuestra generación. Bajo el embrujo de Rubén Darío y el Modernismo, fundan su órgano divulgativo “El Látigo” en 1898, y “Alba” en 1900, allí escriben los hermanos Juan, Andrés y Pedro Arcia, Manuel de Jesús Álvarez, Juan Miguel Alarcón, Fortunato Serra Rodríguez, Antonio José Silva Alcalá, y Marco Tulio Badaracco Bermúdez. Más tarde mi padre se separa y funda su propia editorial con Ramón David León, e inicia su carrera empresarial y didáctica, que termina en 1937. Funda con Rafael Bruzual López, el periódico “El Porvenir”, en 1902; luego con su primo hermano el Dr.  Domingo Badaracco Bermúdez, y la mayor parte de los intelectuales cumaneses, aparece como redactor de la gran revista “Broches de Flores” órgano del Club Surge el Ambula. Esta revista es una réplica al “Cojo Ilustrado” y en él se recoge toda la producción de esa maravillosa generación de la cual dan testimonio permanente Andrés Eloy Blanco y José Antonio Ramos Sucre. En1907, Marco Tulio, se une con el poeta Juan Miguel Alarcón y funda “Pléyades”, con el mismo estilo y formato de “Broches de Flores”, e impacta por igual en la juventud intelectual de Cumaná. El 30 de enero de 1909, unido con Ramón David León, publica “El Heraldo Oriental” que dura poco tiempo. Y en ese mismo año se une al extraordinario pianista Joaquín Silva Díaz, y sale a la calle “La Voz de Sucre”, luego los dos se unirían con el poeta Andrés Eloy de La Rosa y publican “Trique Traque”. En 1911, Marco Tulio con Antonio José Moreno Cova, de grata recordación, publica “Ritmo e Ideas”. La sociedad entre mi padre y Ramón David León da buenos frutos, ya que Ramón David iría para Caracas, y allí con el Dr. Luis Teófilo Núñez y el Poeta Andrés Mata, funda primero “El Universal” y luego “La Esfera”, cuya importancia en la vida política y social de Venezuela es innegable.
            Para 1921 Marco Tulio, imprime “El Disco” con el Sr. José Vicente Rodríguez Valdivieso. El primer número de este importante bisemanario, salió el 30 de enero de dicho año. Conservó una colección bastante completa de este gran periódico. En sus páginas podemos leer la producción poética de Humberto Guevara, que firmaba sus sátiras con el seudónimo “Satán” y “El Barón de Escarpia”, Marco Tulio también escribía pitorreos con el seudónimo “Jim”, e incorpora poetas jóvenes como Juan Freytes, José Bernardo Núñez, Trina Márquez, José Agustín Fernández, J. M. Rondón Sotillo, y otros. En este semanario sigue el drama terrible de Salmerón Acosta, y disfruta el triunfo de Andrés Eloy en España.
            En 1924, aparece “El Sucre” en sociedad con Rodríguez Valdivieso. Este bisemanario, que se convirtió en un buen negocio, primero en esta ciudad, es para mí la consagración periodística de Marco Tulio Badaracco. Conservo una colección que va de 1924 a 1937. Trece años de duro batallar en una Cumaná que padece bajo la dictadura Gomecista, una catarsis política y un silencio intelectual. Poco a poco se va manifestando en el periodismo la ausencia total de la democracia. Los poetas van desapareciendo de la escena. Es terrorífico constatar en estas páginas que atraparon el tiempo, el discurrir de una sociedad castrada por aquella dictadura. Sin embargo, en “El Sucre” entre 1924 y 29, años del terremoto, se publican los poemas y artículos históricos de los grandes valores hispanoamericanos y sobre todo cumaneses, tales son: la producción intelectual de Silverio González Varela, Enrique  Bernardo Núñez, Ramón David León, Rafael  Ángel Salazar, Domingo Badaracco Bermúdez, Juan Bautista Pérez Soto, J. M. Rondón Sotillo, Jesús Marcano Villanueva, Alejandro Villanueva, Antonio Zozoya, R. Benavides Ponce, Amado Peñalver, Carlos Modesto Espín, Samuel Darío Maldonado, K. Toño, Luis Álvarez Marcano, Acisclo Gómez, Pedro Miguel Queremel y Ángel Miguel Queremel, Mario Gómez, Luisa del Valle Silva, Pedro Elías Rojas, Juan Santaella, Pedro Aristeguieta Sucre y tantos más que se escapan a mi memoria.
            Otros grandes de la literatura cumanesa como José María Milá, fundaron sus periódicos; en 1909, aparece “Mamerto y Curuña”, desde el cual el gran aedo impulsa una campaña contra los movimientos poéticos que surgen bajo la influencia de Bretón, Rimbaud y Baudelaire. En Cumaná se traducen e imitan para consternación del Maestro Silverito, en ejercicio de la dictadura literaria, José María ridiculiza a las nuevas generaciones que se ven precisados a usar seudónimos como el del trágico Félix Octavio Lapausa. El poeta publica sus versos en el bisemanario “La Constitución” de Federico Madriz Otero, aguerrido conservador y gran maestro del periodismo; de sus talleres saltan a la palestra nuestros mejores periodistas incluyendo a mil padres, Ramón David León y los Oteros, que luego irán a Caracas a crear el gran movimiento periodístico de la capital: El Universal, El Nacional y La Esfera.
            En 1910 se unen Norberto Salaya y Juan Freites, y hacen un intento de buen periodismo con “Claros de Alba”; luego J. A. Cova y Alberto Sanabria, dos grandes historiadores, fundan “El Cóndor”; el poeta Julio Zerpa con Francisco Gómez Villanueva, publican “Temis” un periódico de corta pero no menos importante figuración. José Agustín Fernández con Domingo Antón, batallador desafortunado, héroe en mil contiendas anónimas, y publican “La Brújula”; otro poeta, José Salazar Domínguez, se les une y fundan “El Cóndor” y para 1935, ellos mismos fundan “El Orientador”.

            El Dr. Antonio Rafael Machado, hizo historia con el Satiricón, desde cuya tribuna mantuvo encendidas polémicas que parcializaron la opinión pública. Lo mismo podríamos decir de Paco Damas Blanco, que publica “Agramante” sólo para responder a “La Constitución”, de los aguerridos redactores de Don Federico Madriz Otero.
            En nuestro periodismo cabría destacar personalidades como la de Don Pedro José Rojas, luego Ministro Plenipotenciario e impulsor del último gobierno del General José Antonio Páez, Ramón J. Velásquez considera a Pedro José Rojas como el Político más brillante del siglo XIX.
            Inició su carrera periodística en Cumaná en 1843, con “El Manzanares”. También es interesante mencionar “La revista Oriental” ya que fue en sus páginas donde se publicaron tres notas de Don José Vallenilla Centeno, en las cuales según aseveró el Dr. Silverio González Varela, se utilizó por vez primera EL LEMA o exergo “Dios y Federación” atribuido al Mariscal Falcón.
            No podemos dejar de mencionar La Gaceta Oficial de Cumaná, de 1854, porque en ella publica el sabio Dr. Luis Daniel Beauperthuy, sus trabajos sobre la fiebre amarilla. Este insigne investigador, gloria de la humanidad, trabajaba en aquella Cumaná increíble, en los mismos experimentos de Pasteur sobre microbiología, llegando a sus mismas conclusiones. Ahora nos preguntamos, ¿cómo sería el ambiente de Cumaná para esa época inmortal? Podríamos continuar escribiendo notas sobre esta hermosa historia, que consideramos viva, latente; día por día, la más apasionante de nuestra amada Ciudad.
            No podemos terminar este trabajo sin hacer una breve reseña del periodismo que se levanta de las rutinas del 29. Pedro Alvarado funda “Provincia” nuestro primer gran diario, el 24 de diciembre de 1968; tomó, digo yo, la sabia decisión de nombrar director a Ramón Yánez, que se ha dedicado en cuerpo y alma a mantenerlo y sostener una línea de conducta intachable. Luego seguirán los pasos de Provincia, el diario “Pregón” que nace bajo la tutela del Dr. José de La Cruz Fuentes y Juan Gutiérrez, yo diría el “gran” Juan Gutiérrez, periodista integral, autodidacta, perseverante y fraternal, que unidos con ese gran empresario y periodista que es Marcos López Inserny, van a innovar en el ámbito regional. Luego aparecen “Siglo XXI” y “La Región” ambos impulsados por Marcos López Inserny, asociado con el Lic. Luis Marcano Barrios. Estos dos grandes diarios le dan a Cumaná, la nota que faltaba en información, editorial, empresa, todo lo que debe ser buen periodismo.
            Ya he dicho que no es mi intención agotar el tema, por lo tanto, ruego que me perdonen, los periódicos y revistas del pasado que no he mencionado, que mi empresa ha sido fundamentada en los personajes que conozco, y no podría agotar un terreno tan infinito, sobre todo en este corto espacio, sin embargo, hay otras notas que debo historiar.

            Nuestro periodismo fue de avanzada en las luchas revolucionarias por la democracia. Apenas se inicia el período democrático, salta a la palestra Don Eulogio González Maneiro, con su “Juan Bimba” y “Marcha”, ambos en 1938. Abierta esta nueva realidad los obreros también se hace oír y aparecen líderes como Ángel Celestino Córdova, el incansable luchador sindical, que se proyecta con su periódico revolucionario “El Tiempo” en 1940; Luis Beltrán Mago, publica “Patria”, luego aparece “Siembra” órgano del Partido Comunista y la “Línea” de Acción Democrática, en 1947.
            Con Félix Calderón Chapín, quien merece un capítulo aparte, se inicia en Cumaná el periodismo de humor, con “La Marcha de la Farándula” en 1947. Del Profesor Carmelo Ríos, mi dilecto amigo, que ha dictado una cátedra de buen periodismo, con su “Semanario”, premio nacional de periodismo, y “Clarín”, de lectura obligada, ya que conjuga editoriales de los grandes políticos venezolanos, y las mejores plumas del Estado Sucre, puedo decir con absoluta franqueza, que ha creado los mejores instrumentos de opinión de la provincia venezolana de esta época.
            “El Renacimiento” y don Juan José Acuña, merecen también un capítulo especial, pero el Dr. Arquímedes Román, mi dilecto amigo, tiene adelantado este trabajo y por eso sólo me atrevo a decir que “El Renacimiento” llenó un gran vacío. Su primer número apareció el 6 de junio de 1925. Juan José Acuña nació en Cumaná el 9 de septiembre de 1888 y falleció, en su amada ciudad, el 5 de agosto de 1968. Su tesón, su incansable amor al trabajo, a su familia, sus virtudes ciudadanas, lo señalan como uno de los hijos más ilustres de este suelo hecho de sudor y sangre.
            Son pocas las colecciones de periódicos que se conservan en Cumaná, y los que las tienen las esconden como un tesoro que debe verse y menos tocarse. De “Ecos de Sucre” el periodismo de Pedro Lizardo, se conserva una colección casi completa, atesorada por el General Eliseo Sarmiento, porque este órgano atrapa todo el tiempo de su gestión al frente del gobierno del Estado Sucre, y por supuesto gran parte de la época de oro de Cumana. Su hijo el eminente jurista Dr. Sarmiento Núñez, la donó a la Casa Sucre en Caracas, donde se conserva para enaltecer la obra de nuestros padres. El Licenciado Luis Valero guarda una colección de periódicos del General Silverio González, del Siglo XIX, y creo que una colección del Primer “Renacimiento” de 1900, en este periódico se reunieron el Dr. Domingo Badaracco Bermúdez, el Dr. Luis Napoleón Blanco, el Dr. Eliseo Silva Díaz, Jesús Sanabria Bruzual, Pedro Antonio Berrizbeitia y José Manuel Rojas. El Dr. José Mercedes Gómez, conserva una colección incompleta de “El Satiricón” del Dr. Antonio Rafael Machado, por donación del Sr. Aquiles Machado.
            Y en el Archivo del Estado Sucre, se conserva una colección bastante completa de “El Renacimiento” de Juan José Acuña, y multitud de otros ejemplares de periódicos y revistas que han circulado en todos los tiempos en nuestra amada ciudad. Se podría continuar indefinidamente aportando ideas sobre nuestra vida periodística, pero toca a los investigadores recopilar datos y buscar las colecciones para preservarlas en una Hemeroteca apropiada

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No. 46

La elección de la más bella.  SEÑORITA VENEZUELA 1929.’

El periódico ‘’SUCRE´´ DE MARCO TULIO BADARACCO BERMUDEZ, en esta fecha, abre sus páginas al concurso para elegir a la mujer más bella del Estado Sucre, que va a participar en el concurso de belleza de Venezuela con sede en Caracas. Y Marco Tulio fue su principal animador.
Comentaron de Marco Tulio: No tan solo de pan vive el hombre. Las votaciones para el concurso de bellezas de esta capital vienen señalando como presuntas triunfadoras a las distinguidas señoritas Dora López Centeno, Nieves Silva Zabala, Josefina Soto, Carmen Lucía Forjonel, Carmen maría Cordero, Lía Villanueva y Graciela Gutiérrez, sin poder precisar aún cuál de ellas obtendrá el mayor número de vitos populares o si la votación se encausará hacia otras candidatas.
El jurado en Cumaná quedó constituido por los ciudadanos: Dr. Francisco Meaño, don Juan Sanabria, el poeta Humberto Guevara, el profesor Dionisio López Orihuela, el Dr. Paco Damas Blanco, el Dr. José Salazar Domínguez y don Felipe Villalba.  Fu3ron convocados todos los estados de la República para que elijan su reina de belleza que llevará el nombre del estado que representen. Las reinas concurrirán a Caracas para la elección de la Señorita Venezuela. Dice la convocatoria de Marco Tulio que los representantes de la revista ELITE, Juan de Gurruceaga y Edgar J. Anzola, nos han brindado su colaboración para la mejor realización del evento en Cumaná.
            El 10 de Julio Marco Tulio publicó las cartas para Arturo Erminy Arismendi, A Lujan Larrazábal, y P. A. Luciani, en Carúpano, Dándole aviso y las bases del concurso igual para Rio Caribe, a los señores José María Guerra, M. A. Oliveros, Dr. Alberto Díaz; para Cariaco, señores A. M. Salaverría, El Pilar, Cumanacoa, San Antonio del Golfo, y demás ciudades del Estado Sucre.
El 27 de Julio publica la lista de las reinas de los municipios electos por voto popular: por Cumaná, Josefina Soto León; por Carúpano, Alicia Blasini Zabala; por Rio Caribe, María I. Franceschi Calvani; por Irapa, Rosita Rauseo Díquez; por El Pilar, Guadalupe Salazar Salazar; por Cumanacoa, Trinidad Barrios Sánchez; por Cariaco, Delia Emmanueli Salaverría; y por San Antonio del Golfo, Manuelita Graciani Fariñas; 
El 27 de Julio se publicó el veredicto, veamos:
Cumaná 24 de Julio de 1929
Señor Director de Sucre
Presente.
Llevo a su conocimiento que reunidos hoy a las 11 de la mañana en la sala de redacción del Periódico Renacimiento, las personas que componen el jurado escrutador designado por usted para la elección de la señorita Cumaná, y verificado dicho escrutinio se obtuvo el resultado siguiente: Josefina Soto, 1990 votos; Lila Villanueva, 1270 votos; Carmen Lucía Forjonel, 449 votos. Otras que obtuvieron votos fueron Emira y Nieves Silva Zabala; Carmen María Cordero, Dora López Centeno, Graciela Gutiérrez, Carolina Fariñas y Rosita Tobías.
En consecuencia, se proclamó electa Señorita Cumaná a Josefina Soto León por mayoría de votos lo cual me es grato participarle. Firma Francisco Meaño. Presidente del Jurado.

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No. 47

EL TAMBOR Y EL JOROPO EN CUMANÁ.


Los orígenes del joropo venezolano. Con la palabra joropo lo cumaneses denominaban toda fiesta popular. Después de la independencia en 1821, muchos   esclavos, que sirvieron a la emancipación obtuvieron la libertad; en esos tiempos la mayor parte de ellos trabajaba en los cocales en ambas riveras del rio Manzanares, que de hecho era la hacienda de cocos más grande de Venezuela, como pueden apreciarlo en la fotografía de 1905 que acompaño. 

Pues sucedió que a las 6 de la tarde cuando terminaba su faena, se reunían en la actúa plaza Miranda de Cumaná, que era un playón abandonado por el río, y allí se inició el joropo cumanés. El más antiguo de Venezuela con ese nombre; y los instrumentos que le son propios: el cuatro, las maracas, el juiqui juique, o sea el violín criollo, la cuereta o sea el acordeón criollo, la marimba y la marimbola, la cajeta, los timbales, y sobre todo el tambor, todo ello en el recuerdo de don Alejandro Villanueva.


Don Alejandro Villanueva, personalidad del siglo pasado, poeta y músico, de muy destacada participación cultural: escritor costumbrista, respetado juez de instancia que nos dejó su obra sobre las pruebas en el derecho penal, y varias páginas inolvidables, entre ellas la letra de la canción “Fúlgida Luna”, cuya música es del maestro Salvador Llamosas (nadie se lo reconoce y los que menos saben dicen que es un anónimo).

 Mi padre, que era el periodista más destacado de la ciudad, me contó que él recibió esa música de las manos de Don Alejandro; además publicó muchas poesías, y artículos de prensa de don Alejandro, entre ellas la crónica que lleva este título, y que ahora les ofrezco para darle marco de referencia a las fiestas patronales “Noches de Antaño “que hacen furor. Por cierto, que este año van a ser de antología, según el decir del Prof. Luis Tovar, su coordinador, ya que nuestro Alcalde, Ramiro Gómez Suárez, le ha puesto mucho empeño.
 
Cumaná es el pueblo que ha conservado con mayor rigor la tradición musical española, mezclada con el ritmo aborigen y negroide; esa música que alcanza su esplendor en el “Joropo Estribillo” nos viene de los cantos penta tónicos, las cantingas medioevales, la música de tambores africanos y mucho de nuestros aborígenes. Por nuestra puerta de mar entra el polo sevillano y la jota aragonesa; la folia, que quiere decir locura, que viene de las Islas Canarias, el galerón de los marineros, y también el influjo de danzas y canciones malagueñas.

Pero los cumaneses son muy originales en su música, y para interpretarla  inventan instrumentos como  el cuatro, imitación de la guitarra, que al principio fue un instrumento experimental y discreto, y va tomando forma en las manos prodigiosas de nuestro pueblo; el juiquijuiqui, viene a ser una caricatura del violín, pero sin él nuestro joropo no vale nada;  la cuereta idem del acordeón, el furruco y la cajeta que sustituyen al tambor africano, la marimba y la marimbola que sustituyen con éxito al bajo; y el milagro de las maracas indígenas, con la fuerza de su coreografía, que hace énfasis en danzas de origen primigenio.  Todas los instrumentos son  de fabricación artesanal y casera; y así va naciendo y cogiendo cuerpo el joropo estribillo, resumen de nuestra tradición,  máxima expresión de la música y del baile venezolanos, que encuentran  en un cumanés, Don Pedro Elías Gutiérrez, (pudiera ser que este hijo del cumanés,  General Jacinto Gutiérrez, de  cepa cumanesa,  no haya nacido materialmente aquí, porque el General fue perseguido político y tuvo que ausentarse, pero su tradición musical es y será siempre  cumanesa).  Alma Llanera llegó a ser con el tiempo el himno popular de Venezuela; joropo parte de una opereta, primera elevación clásica de nuestra música, máxima expresión del joropo estribillo.

Pues bien, Don Alejandro Villanueva, en una crónica reproducida por Jesús Torres Rivero, en el suplemento Angoleta que publicó en Cumaná el diario “La Región”, desde el 19 de enero de 1981 hasta el 1 de marzo de 1982, nos habla de esa bella tradición.

Dice Don Alejandro que:

Casi todas las noches en la plaza Miranda “A las ocho de la noche ya el cumbé había principiado… En un círculo de espectadores entusiasmados se reunía José Pablo el Maneto, Juana Rita, José Isabel, Brígida, Marcelo, José Sánchez y otros…

José Sánchez sale a bailar con Brígida, y cogidos de las manos, ya separados emprendían un baile de figuras y gestos picarescos los cuales revelaban el alma cándida e inocente de la gente del pueblo.

En medio de lo más interesante del cumbé, oíase claro y sonoro el sonido del tambor, ejecutado con gracia y habilidad por el coronel José Félix Martínez, al compás del rítmico movimiento de los bailadores, y el canto natural del joropo que era repetido a cada instante

Tumbé, María, tumbé. A la Baeza.

Uno del público grita: ¡Un pespuntiaíto Brígida…! Y ésta, vuela en alas del sonido vertiginoso del tambor, haciendo movimientos picarescos; recogida en lo posible, en la cintura, la enagua encarnada que vestía, dejando ver sus robustas y lustrosas pantorrillas de ébano…

 Luego otra grita: ¡José Isabel… un repique ¡, y este abre los brazos, abandona la pareja, mueve la cintura en caprichosos giros, y luego vuelve y se une a su pareja, para bailar con locura en medio de la algazara y el desenfreno del joropo…” Fin de la cita.

Como se puede apreciar del relato, el joropo nace del baile con tambor de los negros, y es una negra la que lo baila. Es muy probable que ese fuera el origen de nuestro baile nacional.

 El baile de tambor, al parecer precedió al joropo. Antiguamente - dice Don Alejandro-  se tocaba el tambor en la plaza Miranda frente al negocio de Arón Blanco; que era “un pequeño barril descabezado, con un cuero crudo fuertemente atado a uno de sus extremos”. Como cosa muy particular, Don Alejandro, también dice, que se acostumbraba encender una fogata, muy cerca del tambor para templarlo, y evitar que le frío de la noche arruinara su acústica.  Se repartían entre los asistentes, refrescos de papelón fermentado y el Charichare.

Dice también que para los años de 1870 al 75, el joropo era una fiesta de casi todos los días, se invitaba al público mediante disparos de armas de fuego, no especificadas.   Había desaparecido el tambor y los amantes del joropo construían un cerco de palmas verdes, colocaban asientos para los asistentes, y a las 8 PM.  una bandola, un discante (era el Tres, una guitarra, de 18 cuerdas, muy conocido en la Cumaná de antier) y un par de maracas, iniciaban el jolgorio popular. Las piezas favoritas eran “La Sabana” y “La Cinta Azul”, que vino a ser el himno de los Monagas, y del héroe carupanero, el invicto General en Jefe José Eusebio Acosta, que hasta le puso ese nombre a su caballo favorito. 


Esta es la Sábana Blanca
con que se arropó Sotillo;
aunque los azules triunfen,
yo siempre soy amarillo.

Bajo una verde enramada,
vestidas de hermoso tul,
cantan, bailan las muchachas
del pueblo, la Cinta Azul.








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No. 48

EL   TEATRO   Y   ANDRÉS ELOY

A nadie se le ha ocurrido hacer un parangón entre estos dos genios y creo que los entendidos del género están contestes en el hecho cierto que George Bernard Show, fue un genio del teatro y seguramente me criticarán porque digo y sostengo que Andrés Eloy, también lo fue.
El Premio Nóbel de Literatura de 1925, nació en 1856 en Irlanda, pero como él mismo dice, se estableció en Inglaterra y es considerado autor inglés, él decía: “Puesto que Inglaterra ha conquistado Irlanda a mí no me quedaba otro camino que venir a conquistar a Inglaterra, lo cual como todo mundo sabe lo he conseguido”. Murió en 1950, o sea, que vivió 49 años de vida revolucionaria y creadora. Sus dramas más celebrados fueron César y Cleopatra, Pigmalión, Santa Juana, La Profesión de la Señorita Warren, y la Primera Comedia de Fauny, creó que ningún amante del teatro ha dejado de saborear obras tan perfectas.

La gente de teatro ha olvidado a este hombre sarcástico y genial. En cierta forma, el teatro como hoy lo concebimos, se debe a su talento innovador. Por ser el primer iper-realista en su medio. Logró sacudir y el yugo que apresaba a los escritores en sus convencionalismos y lanzó el teatro en busca del bien y del perfeccionamiento de la sociedad.

Bernard Show, completó una época de grandes luminarias que no se entendían, el lenguaje se hizo cada vez más complejo y abstracto, la cultura mal entendida quedó rezagada y monopolizada por intelectuales que manejaban en lugar de palabras y metáforas, símbolos y complejas tramas, por eso dijo alguna vez: “A pesar de que ha ye conseguido desnudar la vida de todas sus vergüenzas aún encuentro grandes dificultades para escribir de una manera tan sencilla que sea fácilmente comprensible para todos los estúpidos”.

También expresaba con frecuencia, que lo primero que debería lograr un escritor era terminar con el mecanicismo de la escuela francesa, sollozante y de falso sentimentalismo; y se ufanaba, porque logró en las tablas, levantar a la mujer al mismo nivel del hombre, que hasta su época nadie había experimentado.

Sin embargo, el dramaturgo, que se rió de todo mundo, se preocupaba porque mientras más sencillo escribía menos lo entendían: “Desde entonces quedé convencido que mientras más simple y más comprensible sea una cosa menos la comprenderá el público”.

Y repetía incansablemente: “El premio de la perfección debe ser el silencio”

Nuestro Andrés Eloy Blanco, nace en Cumaná el 6 de agosto de 1896, y decidió conquistar a España, y lo hizo, y podría decir lo mismo que el irlandés. A muy temprana edad se traslada a Caracas, meca intelectual de nuestro país; allí concretará su obra literaria y ganará los premios que su ingenio merecía, y formó su espíritu y templó su cuerpo para la lucha y el sacrificio; de su obra, tal vez la más completa que cabe de un intelectual, es su teatro, y podemos decir que lo coloca entre los mejores de nuestro país, y en uno de los más importantes de Hispanoamérica. Entre sus obras dramáticas podemos mencionar: Abigail, El Cristo de Las Violetas, El Pie de la Virgen, los Muertos las Prefieren Negras. Todo está igual, Camina la copla, y su último drama El Árbol de la Noche Alegra; entre otras obras perdidas y humorísticas podemos recordar: La Jacoba, Fajardo, La Mujer de la Trenza Morada, de la cual se conserva el Poema La Hilandera, Santa Inés de los Enredos, y Patria que mi Niña Duerme (hay otros más).

Ahora bien, porque para hablar de Andrés Eloy evocamos la figura arquetípica de Bernard Show, si lo único que los relaciona es su pasión por el teatro, porque su estilo es distinto, su carácter y su formación son distintos y aparentemente nada tiene que ver el uno con el otro, pues, simplemente lo hacemos para darle al teatro un punto de referencia excelente, ya que estamos ahora mismo celebrando el más importante evento internacional de teatro en Venezuela, y Andrés Eloy es uno de los autores más densos de este estilo literario.

            El Teatro de Andrés Eloy, es su escape espiritual y en él obtiene la fuerza que no podía lograr con su poesía, aún cuando se nos podía decir que su teatro está impregnado de su poesía; allí trató de desnudar su alma que cada día se comprometía más con su pueblo. Andrés Eloy va dejando su obra en el discurrir de su tiempo de diáspora, por eso muchas de sus obras se perdieron, y tal vez fueron las mejores o más sabrosas, porque en el decir de las gentes de su tiempo, que tuvieron la dicha de verlas y aplaudirla, tenían mucho más de la chispa y el humorismo de nuestro genial creador; pero es en su última obra “El Árbol de la Noche Alegre”, donde Andrés Eloy demostró todo lo que podía dar en este género; es en Méjico, meca del cine hispano de su época, bajo la influencia de los intelectuales, artistas y creadores mejicanos, donde toma rumbo definido su vocación teatrera, allí quiere innovar, darle motivo al teatro que ya venía en decadencia porque el cine lo atropellaba, lo apelaba y eclipsaba. Pero los grandes artistas siempre buscan las tablas, estar de frente con el público, verlo sentirlo en sus costillas y en la garganta, sentir el frío y el calor, y el silencio, silencio de estupor de aprobación, de admiración o desprecio, pero sentirlo. Andrés Eloy, que sólo creía en la poesía, en la cadencia casi religiosa de la palabra, la rima llevada a la esencia del drama, la sensualidad entendida como Salomón en los Cantares, ahora crea una obra utilizando un sano humorismo, e imitando personajes del cine mejicano, donde el artista, separa el arete de la ida, renuncia a la escena, donde la voz es la gran protagonista, busca en el sonido y en los recursos de la técnica el argumento de su creación y yo diría de su genio. “El Árbol de la Noche Alegre”, proyecta otra imagen de mayor trascendencia del genio de Andrés Eloy; lo coloca en un plano superior y todo lo que logra, lo consigue buscando simplificar el diálogo, buscando llevar al público con signos sencillos (imitando los diálogos y discursos de Cantinflas) a las más increíbles deducciones, y confieso que sus parábolas en esta sencillez tienen la trascendencia que da respuesta única a su búsqueda, cual es, una filosofía adecuada a sus creencias, donde puede colocar su alma sensible y noble por encima de todos los subterfugios y engaños. Para Andrés Eloy, lo único importante era lo noble, lo significativo, lo trascendente, la virtud, la sabiduría y el amor. Buscaba la verdad como los primeros cristianos, buscaba la verdad como Diógenes, con un faro o mejor con un reflector y un escenario, sin importarle los recursos gramaticales y sintácticos, y esto hace de Andrés Eloy un genio sin precedentes en el universo cultural americano, es decir un verdadero creador a la par del inglés.







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Non. 49

EL   VIEJO   GUARDIÁN   DEL MOLINO


            Nuestra ciudad aún vive con las cosas y los recuerdos del pasado. Aún viven hombres de la generación que nos antecede y ellos son los testigos solemnes de la Historia pequeña que forma el alma de nuestro pueblo. Recuerdo al viejo molinero, era un hombre callado, siempre lleno de grasa, con la barba a medio rasurar, de ojos profundos y voz ronca: Se llamaba Ezequiel Freites, el mejor mecánico de su tiempo. El molino estaba al fondo de la casa del Dr. Minguet Letteron, al lado de un frondoso datilero que siempre estaba cargado de apretados racimos amarillos. El molino chupaba con sus grandes pitillos el agua dulce y cristalina del río. También recuerdo los grandes filtros cilíndricos que construía Luis Daniel Beauperthuy el viejo, en un solar, que creo es el que hoy ocupa el Banco de Fomento y de la Construcción de Oriente. El antiguo oficio, hoy olvidado, de constructor de filtros, es una creación poética del aquel ingenioso cumanés. Para construirlos trían piedras de Manicuare, piedras de destilador, así las llamaban. Se unían dos factores telúricos: El río y la piedra. Creo que no existen en parte alguna del planeta, un río como el Manzanares de mi época con sus aguas cristalinas y dulces, buenas para el baño y para la sed. En aquél río pasamos nuestra infancia; en él jugamos y en él hicimos nuestros amigos de toda la vida; aprendimos a defendernos, nos hicimos hombres en las competencias contra la corriente, contra los ”burros de agua”, los remolinos; atravesándolo en las mayores crecidas, alcanzando cocos y guamas, jugando queséele, tira la piedra y no la des, guataco por las orejas, policía librado, panchojolo; jugando cocos, luchando, nadamos, ejercitando resuellos, y tantos juegos hoy olvidados; de él vino nuestra fuerza y nuestro sentido telúrico.

            Cumaná toda se bañaba en el río: El Puerto de las mujeres y el de los hombres, y un rito, los muchachos y las mujeres eran dueños del río; los hombres se bañaban en la tarde, después de la caída del sol; había puertos con nombres propios como “ño Montes”, “El Puerto de la Madera”; también hablábamos del “Puerto de Juan Lara” o el de los “Telegrafistas”; el de la “Ceiba” y la ”Dormidera”; pero estos nombres no estaban consagrados, los usábamos cuando íbamos nadando y decíamos: “Llegamos hasta el puerto de “Juan Lara”, o también: “Vamos al otro lado”, formaban parte de nuestro mundo infantil.

            Nosotros, una pandilla de muchachos de San Francisco, nos metíamos en el taller del Molinero a robar dátiles, sobre todo por la tarde, cuando generalmente no estaba el viejo gruñón de Ezequiel Freites. Le teníamos miedo. Cuando oíamos su voz salíamos precipitadamente y nos tirábamos al río. Un día nos sorprendió robando. Escuchamos su voz: “¡Quién anda por ahí!”. Los muchachos volaron, pero yo me quedé petrificado, paralizado, no pude moverme; y lo veía acercarse. No pude pensar en nada y temblaba. Tendría unos siete años, pero era pequeñito y flaquito. Ezequiel se me acercó sin decir palabra, me tomó en sus brazos, me besó tiernamente, y luego se acercó al datilero; con una lata, tumbó de los apretados racimos los dátiles maduros que se desgranaron sobre la tierra húmeda. Luego los recogió y me los dio, me quedó mirando y me dijo: “No tengas miedo, son tuyos”. Los muchachos habían vuelto a buscarme y se quedaron perplejos al verme salir con las manos llenas. Luego me volví para mirar al viejo gruñón y por vez primera lo vi sonreír. 

            Ramón David León recuerda a Ezequiel Freytes, como un compañero de correrías campestres, camarada insustituible de expediciones cinegéticas. Estaba dotado de una sabiduría práctica en las artes mecánicas. Mi padre me contaba que el montaje de los telares de Cumaná sufrió un retraso debido a que los ingenieros alemanes no pudieron venir a Cumaná, por causa de la guerra mundial, entonces tuvieron que llamar a Ezequiel, a regañadientes. Nadie creía que pudiese hacer el montaje de aquellos complicados mecanismos, sin embargo, con los planos en la mano, fue desentrañando el complejo asunto hasta que lo puso a funcionar. Para nosotros era el relojero de Santa Inés, de allí salieron sus mejores anécdotas, en otra oportunidad se las contaré. Ezequiel era capaz de arreglar cualquier mecanismo por complicado que fuese, él decía, que era cuestión de inspiración.









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No.50


ARROZ CON COCO Y PIÑONATOS.
FRANCISCA CARMONA -P A N T I C A-.


            Nuestro mundo era muy pequeño, encerrado entre las escalinatas de Santa Inés, los muros del viejo convento de San Francisco, el río, Cerro de la Línea, Miramar y el Castillo de San Antonio. Dentro de este espacio se movían los personajes que nos conformaron. En la plaza Ribero teníamos nuestra Acrópolis y en Quetepe, el Olimpo. Verdaderamente éramos dichosos al habitar aquél universo. Sus personajes, sus costumbres y su geografía completaban todo anhelo, toda esperanza. El San Francisco de Silverio González, González Varela, Luis Beltrán Sanabria, Dr. Antonio Minguet Letteron, los viejos Badaracco, los Bruzual, De La Rosa, Inserny, Sanabria, Torres, Villalba, Acosta, Lares, Aristeguieta, Madriz y tantos otros que se escapan a la memoria. Cada uno de estos personajes merecen atención especial, y se la vamos a dar, pero hay algunos de entre ellos que forman la parte dulce de nuestros recuerdos de infancia; hombres como Venancio Centeno, Ezequiel Freites, Pablo Aristimuño, Inés Meaño (Ñeñé), Mundo Cordero y Pantica, a la cual dedicamos este recuerdo, que hace la historia pequeña, pero honda, que conmueve nuestro corazón, entibia nuestra añoranza y puebla nuestra memoria. Pantica, aquella matrona buena que nos besaba y pronunciaba nuestros nombres como quien reza, y luego pagaba con golosinas nuestros antojos. Cuando regresábamos de la escuela, subíamos por el callejón de Quetepe, nuestro antiguo Camposanto Colonial donde reposan el sueño eterno, los padres del Mariscal; bajábamos por el tanque de agua, tomábamos un caminito lleno de tunas, guazabanos, cardones, yaques, cuicas, abrojos, hasta el rancho de Pantica. Nos sentamos en un banco de madera rústica, era un tablón sobre dos piedras, y esperábamos el arroz con coco, piñonatos, majarete, coquitos, todos esos dulces exquisitos que hacen de Cumaná la reina de los postres. Pantica, alta, gorda, morena clara, con su cara de luna llena y su sonrisa inimitable; conocía nuestros nombres, nos iba despachando en el orden en que estábamos sentados en el banco, y luego que comíamos aquel arroz con coco, nos lamíamos la miel del toporo y salíamos corriendo para el río. El rancho desapareció, con el tiempo. Aquel Quetepe quedó olvidado en el tiempo. Una torpe construcción llenó el espacio de los yaque, y los bocinazos acallaron el canto de los cucaracheros; los guaripetes asustados huyeron, nosotros nos hemos puestos viejos y solo nos queda el recuerdo.


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No. 51

CHUCHÚ RIVAS
E L    A G U A D O R



            Esta historia, rigurosamente cierta, formaba parte del archivo, de la memoria de mamá. Ella contaba que a finales del siglo pasado nació en Cumaná, Jesús de La Cruz Rivas – Chuchú.

            Su historia es simple, creció en el río como una mata de coco, y del río Manzanares hizo su pasión y forma de vida. Desde muchachito se inició en el arte de vendedor de agua, y a la edad de dieciocho años, con la fuerza de cuatro hombres, era capaz de cargar dos grandes botijones sobre sus hombros, que protegía con una especie de chaleco de cuero que dejaba al descubierto su poderosa musculatura, casi toda la espalda y los pectorales, y lo ajustaba a la cintura con dos hebillas de reluciente cobre.

            Así ataviado, repartía el agua en las calles Cedeño, Cantaura y sus alrededores. Desde muy tempranas horas iba al caño Santa Catalina, en las cercanías de lo que hoy es el Museo Ayacucho, o sea, la vertiente que nacía en la Popa del Zamora, un bergantín que se hundió frente al viejo mercado de Cumaná, pasaba por detrás de la calle Cochabamba, llamada Puerto Arturo, y corría por Río Viejo, Isla del Burro, la Quinta de Felipa Allén (que durante mucho tiempo fue el único testimonio del paso del río por esa parte de la ciudad) hasta los manglares del Barbudo. Por cierto, frente a esta quinta de Felipa Allén, estaba la casa del temible Pedro León, que había sido jefe de la Sagrada, la tétrica policía de Gómez.

            Tiempo atrás este caño venido a menos, fue el cauce principal del río y por él entraban los navíos hasta el puerto fluvial de Cumaná, que estaba en la anchurosa rada que, hacia el río frente a la Cabecera del Puente, y que hoy forma parte del Parque Ayacucho.

            Cruz Rivas, llenaba sus botijones bajo una inmensa Ceiba, cuyas raíces le servían de escalones para bajar al río. Luego iba de casa en casa, “desde que salía el sol hasta el ocaso”, repartiendo agua y alegría. Al pie de la ceiba, según aseguraba, el agua era más limpia y sabrosa que en ninguna otra parte, Chuchú Rivas, conocía todos los secretos del río, allí se aprovisionaba del líquido inmaculado que le dio fama y los vecinos así lo apreciaban. Vendía cada botijo por dos centavos, que religiosamente cobraba los sábados, ya que por la noche se vestía de Frac para ir al teatro, que era su otra pasión.

            Después, en cada casa comentaba la comedia, la ópera o la zarzuela, y cantaba con muy buena voz, las arias más famosas. En esa época el teatro era el antiguo mercado que quedaba en la Plaza Miranda, lamentablemente demolido durante el gobierno del Dr. Bustillos, para dar paso a la “Fuente Luminosa”, cuyo proyecto se atribuye a Narváez. Cumaná fue una ciudad que siempre tuvo su teatro, el más antiguo de los conocidos, el Teatro Santa Inés, fue destruido por el terremoto de 1853, y el González, en el terremoto de 1929. Digo de los conocidos, porque en una nota de un viejo periódico se habla del Teatro Altagracia, y también se usó a principios de siglo, como teatro, el Convento de San Francisco. Por ahora, a estos efectos, me interesa el viejo mercado, ya escribí sobre esto; los mismos trabajadores y comerciantes con la ayuda indispensable de Cruz Rivas, lo limpiaban, acicalaban y acomodaban; allí se presentaron famosas compañías que venían desde España en gira por toda América, como la de Pellicer y EMA Soler. En Cumaná había una verdadera afición, podría decir devoción por el teatro, en los periódicos, como la Constitución de Federico Madriz Otero, se comentaban con acierto las obras y las actuaciones de los actores. Hay testimonios increíbles dados por los propios protagonistas, que hablan muy bien de la pasión de los cumaneses por el teatro, esta pasión fue suplida por el cinematógrafo.
            También contaba mamá, que, a Cruz Rivas, la sociedad y los intelectuales, le daban un trato respetuoso, como convenía a un conocedor, escuchaban sus opiniones y respetaban su prodigiosa memoria. Como ella le tenía mucho afecto, pudo escucharle muchas veces en amena charla, y a pesar de que era analfabeta, leía música, tocaba el cuatro y tenía bien timbrada la voz, e improvisaba, ella recordaba y cantaba una canción del repertorio de Cruz Rivas, que dice:

            “Tus ojos son mi encanto y mi alegría – y antes de amarte Cruz Antonio era feliz – y al parecer de tus muestras cariñosas – que parecen más hermosas que el lucero matinal – Cruz Antonio era feliz- sin comprender lo que era amor – te di, te di mi corazón y desde entonces ay de mi”.

            A Chuchú Rivas, lo empleó el Concejo Municipal durante mucho tiempo para la limpieza del río, pero él murió cuando aparecieron las nuevas formas: los molinos, los filtros del Dr. Beuperthuy, y por fin, el acueducto, y también el cinematógrafo. Los cumaneses de antaño le recuerdan con su copla, que no faltaba, y su alegría a flor de labios. Hoy falta un Chuchú Rivas que limpie el río, no veríamos como se acumula la basura bajo los puentes ¡era tan fácil mantenerlo limpio!, hasta sus orillas llenas de cocales, hicacos y guamos. Yo creo que mamá, cuando paseaba cerca del río, veía a Chuchú Rivas limpiándolo, y dos hermosas lágrimas rodaban por sus curtidas mejillas.



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No. 52

 TOROS   EN   CUMANÁ




            Yo tuve la fortuna de ser amigo de Don Alejandro Arratia Oses, taurómaco relevante, la mejor voz que conocí y de quien aprendí lo que sé de ese arte viril, en el cual el hombre reta la muerte en todos los tercios de la fiesta. Cuando viví en España, desde 1956 hasta 1958, forzado por la dictadura del General Pérez Jiménez, fui a varias corridas en compañía del Dr. Juan  Crisóstomo Bermúdez Salazar, mi fraterno amigo de toda la vida, y tuve la oportunidad de ver al César de Venezuela, lidiar con Don Antonio Bienvenida 6 toros miuras, y al Curro lo vi en su última corrida como novillero y en la alternativa; Juan Crisóstomo fue en sus tiempos mozos, el famoso torero El Estudiante, de gratísimo recuerdo para los amantes de la fiesta. Pues bien, desde hace bastante tiempo estoy tentado a escribir una crónica sobre la fiesta de los toros de Cumaná, ya que en esta tierra brilló mucho la torería, porque la sangre española está casada con este arte sin parangón.

            El 4 de mayo de 1926, fue un día de toros en la Cumaná de 1926, se presentó el matador “Granero de Caracas”, Cruz Duque, y el gran banderillero Baquero. La afición taurina en nuestro patio tiene historia brava y hermosa, la fiesta de los toros se cultivó desde tiempos coloniales, y de allí quedó un conocimiento del arte, que podemos apreciar en la crónica de P. Pito, publicada en el “Sucre” del 5 de mayo de 1926.

            Es bueno recordar que en Cumaná se presentaban los mejores toreros de la época, aquí estuvo el inmenso Rubito y el maestro Lorenzo Mendoza, además es bueno que sepan que en la provincia de Cumaná se criaba toros de lidia. El coso era el Coliseo, que quedaba al lado de la plaza Ayacucho.

            Andrés Eloy como Lorca, le dejó a la fiesta sus coplas inmortales, cuando ya no había coso y se mataban toros en el cedral de Manuel Fuentes:


Vaya una plaza torera,
con viento que la toree,
la pampa entre Veladero
y el cedral de Manuel Fuentes!
Ni Madrid ni Barcelona
tienen un coso como este,
con patio de matadores
y ruedos de arena verde,
barreras de azul marino
tendidos de azul celeste,
juntos los pies en los medios
que se mece y no se mece,
la palma rehiletera
rebosando rehiletes.

Burladeros de apamates,
divisas de araguaneyes
y en el bucare encendido
el palco del Presidente.
Corre, corre, viento de oro,
corre, que te coge el toro
y en el bucare encendido
el palco del Presidente.
Corre, corre, viento de oro,
Corre, que te coge el toro.


            De este año, 1926, escogimos lo que sigue. El periódico “Sucre” anunciaba la fiesta con tronío… “Este que ves aquí, lector, es sencilla y tranquilamente, el ciudadano Cruz Duque, torerito de postín, que gasta el prestigioso remoquete de “Granero de Caracas” … (Adorna el pregón una foto en traje de luces, del noble matador). Y en la crónica taurina, hacha con arraigado conocimiento, resalta la terminología de la tauromaquia, que utiliza P. Pito, con maestría y precisión. Casi toda la corrida, las distintas suertes, la temeridad y el arrojo con la cual el matador abre la plaza y en la cual tiende la capa multicolor sobre la arena, en una especie de danza maravillosa que cubre al toro y al torero en un torbellino de colores y gracia ilimitada; y la inicia sostenida la capa con las dos manos, reta al toro que tiene toda su fuerza y bravura, y en el quite despliega la capa, y se llena de toro… y la suerte de las banderillas, colocadas en todo lo alto por Baquero, salpica de sangre y coraje el traje de luces, el hombre que reta la muerte y hace el delirio de las barras, porque como dice González Climent, en el prefacio de la obra poética de Federico García Lorca, “en toda la liturgia de los toros auténtico drama religioso donde de la misma manera que en la misa, se adora y sacrifica un Dios”… Aquí está la crónica. 

            “Por fin la afición cumanesa pudo lograr una corrida de toros en la que sobraron todos los ingredientes para que resultara un festejo de lujo, o sea, toros grandes, bravos y poderosos, y toreros artistas y valientes.

            El debut de “Granero de Caracas” resultó lo que no esperaba el público: un éxito formidable, a todos los toros que pisaron el ruedo. Cruz Duque, con el capote y con la muleta, les hizo cosas maravillosas. En el primero, ya el público se dio cuenta de que había todo un torero en la plaza cuando vieron dibujar aquella serie de verónicas, templando y mandando como un verdadero maestro, y puso fin a esta faena con dos medias verónicas de marca “AS” y una larga afarolada, canela fina; el ruedo se llenó de sombreros y la charanga dejó oír sus sones en honor del valiente torero caraqueño.

            El último toro fue lidiado por gaoneras y verónicas magistralmente; al cambiar el tercio, coge “Granero” un par de los de seis pulgadas y citando al toro, cerca y valiente, coloca un par en todo lo alto, que le valió una gran ovación. La muerte de este toro la brinda a nuestro culto Primer Magistrado e inauguró la faena con un paso por alto con las dos rodillas en tierra, luego un natural y uno de pecho que le conquistaron una gran ovación: sigue con molinetes, pases de pitón, y se adorna agarrándole las orejas a su enemigo. Ovación de las grandes, sombreros; iguala y entrando como mandan los cánones, agarra una estocada buena, luego otra y finiquita con una soberbia estocada en todo lo alto.

            Párrafo aparte merece el consciente banderillero “Barquero”, quién toda la tarde estuvo oportuno e incansable; en el primero puso tres pares de banderillas por la que, merecidamente, le tributaron tres ovaciones, y en el segundo y el tercero, dos de la misma marca, que resultaron sencillamente monumentales.

            Resumen, se presentaron en Cumaná dos toreros modestos, sin pretensiones de fenómenos y en menos de una hora, a fuerza de voluntad se hicieron los amos de la afición. “Granero de Caracas” quedó consagrado como un verdadero artista que domina todas las suertes del toreo, y la Empresa probó y seguirá probando que en Cumaná hay ganado de lidia.



            El domingo matará Cruz Duque dos toros… P. Pito.

FIESTA GRANDE DE TOROS EN CUMANÁ.



            El gran torero, ELEAZAR SANANES, llamado Rubito, fue el primer gran torero venezolano que triunfó en España y México.          Cumaná, plaza torera de tronío, por donde pasaban los mejores toreros del mundo, también recibió en grande al gran Rubito. Veamos el comentario de la época.

TOROS EN CUMANA.  Plaza de gran tronío fue ésta en la época dorada de ELEAZAR SANANES –Rubito.  Para verlo torear se construyó el Nuevo Circo de Cumaná. En lo que es hoy la Urb. Santa Catalina. Él fue el gran torero venezolano de los años 20 del siglo pasado. Rubito, después de triunfar en Venezuela, paseó triunfal sus arreos por México, Colombia y España. Por Cumaná pasaron los grandes toreros de esa época como el gran Julio Mendoza.

El bisemanario “Sucre” saludó a Rubito, a su paso por esta ciudad, el 11 de julio de 1925, en estos términos: “SANANES” De paso para Ciudad Bolívar, a donde va a cumplir un contrato por tres corridas, fue nuestro huésped por breves horas, el valiente as de la torería de postín, Eleazar Sananes, torero de alternativa de la plaza de Madrid. Saludamos al simpático diestro venezolano, quien ha ofrecido torear dentro de poco en esta urbe.
“Eleazar Sananes, matador de toros, saluda atentamente al Señor Director del ilustrado Bisemanario “Sucre”, y le agradecería saludar en su nombre a la afición de este simpático pueblo y manifestarle su agradecimiento por la simpática manifestación con que lo ha recibido a su paso para Ciudad Bolívar. Anticipa a Ud. las gracias y mande como quiera a su   SS. S.
       
Como en efecto Rubito se presento en Cumana el 29 de agosto del mismo año, y el cronista Q. Chares, con aquella gracia andaluza que lo caracterizaba, publica la crónica taurina  del encierro que le tocó al valiente Matador, dice entre otras cosas: “19 toros, pero no “sutes” ni “mautes”, son toros de verdad, con unos cuernos horrendos; gordos como el premio de Navidad de la lotería de Madrid; grandes como rascacielos de Neoyorquinos; descansados, reposados, como capitalistas que almacenan café varios años para venderlo a mejor precio; bravos como un chino sin arroz por una semana o como un ciego prendiendo un cohete.
        Este hermoso encierro sería digno lote para el califa Rodolfo Gaona, y representa para la empresa la no despreciable suma de CUATRO MIL BOLÍVARES...”
¡Qué tiempos aquellos!
 
        Y al ruedo Q. Chares, lo vio así: “sale el primero. Negro como cualquier boxeador criollo: nerviosos de cascos; apretado de carnes y dos desarrolladas agujas en la cabeza, por supuesto. Los peones le dan sus carreritas de entrenamiento. Eleazar abre el percal y oye los primeros aplausos con una media verónica, dos pases valentísimos y remata con un vistoso recorte. Tocan a rehiletear. Manforte, después de una artística preparación, prende dos zarcillos monumentales. Aplausos. Rubio chico pleno de fervoroso estímulo, clava un par soberbio. El clarín ululaba el último tercio y el catire desplegando la flámula roja, se va hacia el toro y le propina, con bastante salsa torera, dos pases por lo alto y otros por lo bajo. El bicho se torna goloso y achuchó de cerca al matador. Manforte, oportuno, hace un quite magistral. Cuadra al astado, y el josefino alarga el brazo y deja una estocada hasta la cruz, que tumba.”
        Esta trascripción de una página del pasado es más que una crónica de lo que era una tarde de toros en el “Cedral de Manuel Fuentes” como lo llamó Andrés Eloy,




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No. 53.


 A TRES   PREGUNTAS

            Este año de 1996 me propongo escribir corticas mis entregas dominicales, y en esta oportunidad voy a responder tres preguntas que me hizo el periodista Mauricio Ruiz, en una de las fiestas a que asistí en la despedida del año viejo.

Primera pegunta. ¡Quiénes fueron los cumaneses que compartieron la terrible prisión gomera con Andrés Eloy Blanco?

He buscado entre mis papeles la respuesta a esta categórica pregunta, y encontré una lista de presos que fueron remitidos en 1930 desde Cumaná a las mazmorras del tenebroso Castillo Libertador, y aunque no responde la pregunta, porque imagino, se refiere a los compañeros de celda, o a los que estaban en ese momento en la misma situación, de todas maneras la lista de los presos que entrego a mis lectores y a la persona que me hizo la pregunta, al cual pido disculpas por no haber tenido la delicadeza de tomar su nombre, que después supe y con el cual he compartido tantos momentos interesantes, pero aran creo corresponder mucho a su interés; son entre otros, en orden alfabético por sus apellidos: Nemesio Azúcar, Paulino Azúcar, Francisco Angarita, Mereció Antón, Fabián Antón, Juan Bello, Juan Betancourt, Froilán Bermúdez, Nicolás Cabrera, General Rafael María Carabaño, Cleto Gutiérrez, Pedro Jaime, Juan de Dios Gómez Rubio, Antonio Gómez Rubio, Andrés García, Gral. Ricardo Freites, Napoleón Hernández, Nicolás Hernández La Torres, Heraclio López, Don Víctor López, Luis López Méndez, Julio Mac Gil Sarria, Jacinto Márquez, Ramón Morales, Rafael Núñez Alcalá, Manuel Ordaz, Ramón Ortiz, Eleazar Ortiz, Cap. Luis Rafael Pimentel, Manuel María Parejo, Gregorio Patiño, Dr. Carlos Julio Rojas, Pedro Rodríguez, Manuel Vicente Vera, el francés Julián Gratine, y el inglés John Ovil. Como puede apreciarse no todos son cumaneses, participaron en la expedición del General Román Delgado Chalbaud del 11 de agosto de 1929.



            Segunda pregunta. ¡Por qué dieron el apodo de Valentín Valiente al General Valentín García? Esta pregunta la respondí más o menos bien, pero busqué en mi archivo y he aquí la respuesta más aceptable:
La Batalla de Boyacá se dio en términos desfavorables al Libertador. En 1819, Bolívar con su Estado Mayor formado por Soublette, Lara, Bartolomé Salón, y otros, parte desde Angostura decidido a tramontar los Andes con su ejército; cruza los llanos atraviesa las heladas cumbres, y se une en el pueblo de Pore a Santander y su Estado Mayor, formado por Ambrosio Plaza, Rondón, Mujica, Infante, Cancino, y otros indómitos guerreros; triunfa contra Barreiro en Paya, Gámeza y Pantano de Vargas. Sin embargo, se reagrupan las formidables huestes españolas. Barreiro espera unirse con el Virrey Sámano, para caer sobre el ejército Libertador. Ambos ejércitos llegan al Puente Boyacá. Hay una serranía inconquistable. Santander redobla la marcha sobre el puente. Los Bravos de Páez, sin su gran jefe, suben por las peligrosas laderas y barrancos y se acercan al enemigo. El jefe realista no pierde tiempo, se abalanza sobre el puente. Bolívar impertérrito ordena a sus batallones, Rifles y Albión, pelear al lado de Santander. El puente se convierte en un río de sangre, nadie da cuartel. La lucha se generaliza en un espacio imposible. La victoria depende de la toma de las serranías, y allá va Bolívar inflamado de coraje en medio de la batalla a luchar también hasta la muerte; entonces el capitán Valentín García, observa el peligro que acecha al Libertador, y sin perder un segundo vuela con sus hombres por la escarpada pendiente, haciendo estragos entre los enemigos, a coronar la cumbre que necesitaba Bolívar para batir al enemigo. El Libertador también se abrió paso entre las filas realista, y al llegar a la cumbre la encuentra despejada, busca con la mirada al héroe que había logrado tal hazaña, y lo ve cubierto con los despojos que arrebató al enemigo, herido pero feliz de haber cumplido como soldado, Bolívar lo estrecha entre sus brazos, y exclama – “Bravo- Capitán, desde hoy te llamaras, Valentín Valiente”. Así se completó la victoria en la heroica Batalla que liberó a Colombia. Desde entonces el General Valentín García cambió su nombre por Valentín Valiente.
El General Valentín García, nació en Cumaná en 1787, se casó en La Victoria con Doña Nieves María Gil, y murió lleno de méritos en esta misma, su tierra, el 7 de octubre de 1856.

Tercera pregunta.  ¿Por qué llegó tarde Pedro Elías Aristeguieta en la operación tenaza convenida con Delgado Chalbaud? Esta pregunta también la respondí, sin embargo, debo precisar algunos conceptos. No voy a entrar en detalles que todo mundo conoce, o por lo menos los amantes de la historia. Comenzaré este asunto refrescando la memoria de mis lectores con el nombre del barco usado por el General Román Delgado Chalbaud. Este barco, comprado en Alemania por el Sr. Félix Kramarski, amigo, simpatizante y financista del General, era un viejo navío llamado “Falke”, de doscientos cuarenta pies de largo, que luego fue bautizado con el nombre de “General Anzoátegui”, a los efectos de la expedición, y es este el nombre que debería usarse en la historia y no el de Falke. Los exiliados: Dr. Santos Dominici, Dr. José Rafael Pocaterra, Dr. Jugo Delgado, Dr. Alberto Smith, General Leopoldo Baptista, y general Román Delgado Chalvaud, fundaron en París, el 6 de julio de 1929, la Junta de Liberación de Venezuela a la cual se unió Pedro Elías Aristiguieta. El Anzoátegui salió desde el puerto polaco de Danzing, perfectamente dotado en armamentos, municiones y una tripulación corsaria de 35 hombres. Más de un año de cuidadosos preparativos, tardó la organización de la expedición y una vez comprometidos los mejores hombres de la oposición a Gómez, partió en el mayor secreto, rumbo a la Isla de Trinidad. Pedro Elías Aristiguieta, como se había dispuesto, se trasladó a Trinidad por su cuenta, allí contrató un barco para trasladarse a Güiria. El 10 de agosto de 1929, el Anzoátegui arribó a Peñas Negras, en la Península de Araya, y allí subieron a bordo Pedro Elías y Francisco de Paula, su hermano; recibieron armas y municiones, y se nombró a los comandantes Francisco Angarita Arvelo y Luis Rafael Pimentel, para dirigir la marcha a través de la Península de Araya, y atacar por Caiguire a la hora convenida. Esto es muy importante tenerlo en cuenta El Anzoátegui siguió para Cumaná y ancló a media milla de su puerto a las 3:00 a.m. se esperaban con ansiedad los refuerzos que llegarían desde Santo Domingo bajo el mando de Simón Betancourt. El ataque se produciría a las 5:00 a.m. en una operación tenaza preparada debidamente y convenida con Pedro Elías. Todo salió mal, el barco de Betancourt hizo agua y tuvo que regresar a Santo Domingo. La gente de Pedro Elías, no pudo avanzar con la celeridad que las circunstancias requerían, se imponía esperar o modificar el plan expedicionario, sin embargo, la terquedad y el optimismo del General Delgado Chalbaud, lo impulsaban al desembarco, fueran cuales fueran las circunstancias y sus resultados. Nada pudo cambiar su destino. El General dio la orden de atacar, bajaron un barco bien pertrechado con 96 hombres, la vanguardia al mando del experimentado General Doroteo Flores; al centro, el General Linares Alcántara, y la reserva, al mando del propio General Delgado Chalbaud. En la Aduana de Cumaná había gente despierta y en vigilia. Sonó el primer disparo, y enseguida la alarma del cuartel. El primer muerto, antes de tocar la arena del Salado, con un tiro en la frente, fue Frontado. Los expedicionarios se repartieron y avanzaron hasta el edificio de la Aduana, los defensores huyeron. Desde el castillo y otros frentes, abrieron fuego contra los expedicionarios, pero el General, impertérrito, ordenó avanzar por la Avenida Bermúdez y las amplias sabanas que se abrían a sus lados. Emilio Fernández, Presidente del Estado, en conocimiento de la situación, se organizó rápidamente, se atrincheró en la cabecera del puente Guzmán Blanco, y esperó que se acercaran los expedicionarios. Una vez frente a frente los dos bandos, se inició una fuerte descarga de parte y parte. Ambas fuerzas intentaron pasar el Puente, pero una y otra vez fueron rechazados, y después de dos horas de ardoroso combate, muertos sus jefes, los expedicionarios se dispersaron. En la Avenida Bermúdez quedaron los cadáveres del General Delgado Chalbaud, Armando Zuloaga Blanco, 16 expedicionarios, y muchos heridos; del lado del gobierno quedaron en la plaza del mercado, hoy Miranda, el General Emilio Fernández, otros muertos y varios heridos. Pedro Elías, Pimentel y Yegres, entraron en la pelea el mismo domingo 11 al mediodía, según lo atestigua Edmundo Urdaneta Albert, testigo presencial. Pedro Elías, se repliega y continuó luchando dos días, y el martes 13, con los refuerzos del General Pánfilo Castro y Agustín Rodríguez derrota, en la Plaza Ayacucho al General Tobardía, y toma la ciudad.


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No. 54.

El martirio de LEONOR GUERRA

El martirio de LEONOR GUERRA

Leonor Guerra
Leonor Guerra
Leonor Guerra
Mi grito golpea las murallas
Del castillo de Santa María de la Cabeza
y el eco se escucha y vuela
y cobra vida y se eterniza
en el llanto del poeta
en la queja del patriota
en las armas de los guerreros 

Vengan cumaneses a beber la sangre
De Leonor Guerra
El que bebe su sangre no morirá nunca

Cuando lloro a Leonor Guerra
Me convierto en bandera
Y me dan ganas de morir como ella  


                              El heroico pueblo de Cumaná, desde su fundación hasta nuestros días, ha sufrido terribles catástrofes naturales y martirios incontables. Ha sufrido terribles martirios, tal vez los de esta generación no tienen una percepción de estos sufrimientos Durante los siglos de la colonia fuimos pasto para los esclavistas, que atacaban nuestros pueblos, secuestraban y nos sometían a esclavitud; cuando cesaban los terremotos venían los piratas y depredadores de las Antillas, pero este pueblo valiente supo siempre estar alerta y dispuesto a morir en aras de la justicia y el patriotismo.

Después vinieron las luchas por la independencia, y durante 11 años, sufrimos el asedio de las tropas libertadoras y la revancha de las realistas, que se turnaban y ensañaban sobre nuestro pueblo que hacía pródigos de valor en indescriptibles actos de entrega y heroísmo, de tal suerte que Cumaná fue llamada “Cartago de América”, derramó ríos de sangre cuando los cuchillos de Boves descuartizaron niños, mujeres y ancianos, refugiados en las iglesias. Más tarde vinieron las luchas entre liberales y conservadores, y después entre federales y oligarcas, que tambien montaron sitio a la ciudad “Marinera y Mariscala”. Esta larga historia de 500 años de lucha incesante, ha producido una raza de hombres y mujeres de temple que es orgullo de Venezuela y de América.

De esta raza mestiza y fuerte es Leonor Guerra, la heroína cumanesa, ideal de la mujer venezolana, cuya valentía la llevó al martirio y a la muerte.

  Cuando el General Don Pablo Morillo, llega a Cumaná en 1815, al frente de 10.000 hombres, la más poderosa expedición que España envió a las cotas americanas, con el fin de “aliviar” los tormentos que causaron Antoñanzas, Cervériz, La Hoz, Zuazola, Boves, y estaba de Gobernador y Capitán General, el inefable Don Gaspar Miguel de Salaverría, que resultó un tirano de la peor calaña. Los cumaneses, ante las promesas del Conde de Cartagena, aunque estaban curados de “buenas intenciones” de paz, bondades y clemencia, esperaron de Morillo, un mejor trato, en efecto destituyó a Salaverría y nombró en su lugar a Don Juan de Cini; también destituyó al Comandante General de la Guarnición de Cumaná y nombró en su lugar a Don Juan Bautista Prado, que luego fue Presidente de la Audiencia de Caracas. En ese mismo año de 1815, al Rey no le gustaron los cambios que hizo Morillo, y designo a Don Tomás de Cires, famoso por haber destruido las iglesias de Cumaná y Cumanacoa; y este a su vez nombró al bárbaro de Juan de Aldama, en sustitución de Prado.

A Morillo no le fue nada bien en sus campañas contra los patriotas; por todas partes y sobre todo en la provincia de Nueva Andalucía, se armaron guerrillas: en Paria, el coronel José Ribero, derrotó varias veces a las guarniciones de Güiria, Irapa y Yaguaraparo, hasta el punto, que el mismo Cini, tuvo que salir en persecución del valiente Ribero. En los valles de Cumanacoa, se destacaba el coronel José Inocencio Villarroel, que, con bastante éxito y singular bravura, derrotó a los españoles en varias acciones. En las llanuras de Maturín y Guayana, estaban los coroneles Jesús Barreto, Andrés Rojas, los Monagas, Zaraza y Sedeño. Esos héroes dividieron el ejército de Morillo y lo mantenían en permanente zozobra. Los jefes españoles estaban desesperados a pesar de tener las riendas del poder en las dos provincias: Nueva Andalucía y Venezuela.

En Cumaná, a pesar de la “paz romana” el pueblo liberal se burlaba de los españoles y una de las damas más distinguidas y apreciadas de la ciudad, Doña Leonor Guerra, usaba la banda azul, y cantaba una cuarteta que hería el sentimiento y el orgullo de los españoles.

Las cintas azules
Son el estribillo
Que viva la Patria
Que muera Morillo


Al parecer fue denunciada por algún confidente, ante las autoridades policiales, tal vez ante el propio  Don Tomás de Cires, hombre prepotente, vengativo, arribista, altanero y criminal; y este le ordenó al Coronel Juan Aldama,  de similar  catadura, que apresara a la dama y le impusiera ejemplar castigo: el cobarde Aldama, no lo pensó dos veces, con un piquete de soldados, a la hora en que Sevilla va a la misa,  esperó que la dama saliera, como lo hacía todos los días, por ser muy devota de la Virgen de la Soledad,  venerada en esos tiempos por nuestro pueblo, en el Convento de San Francisco. Violentamente salió Aldama con su piquete, al paso de la dama, y la aprendieron; la sujetaron entre varios, ella trató de defenderse, pero la fuerza de varios sicarios la contuvo: la maniataron y amordazaron para que no pudiera pedir auxilio, que sin duda le hubiesen prestado los vecinos; y la arrastraron hasta su casa que estaba muy cerca en el propio barrio. Allí convocaron a sus vecinas, y las obligaron a presenciar la vejación que le inferían. La desnudaron hasta la cintura, la sacaron a latigazos, la subieron a un borrico, preparado al efecto, ya sin fuerzas para defenderse; le pusieron una coroza, que es un capirote burlesco de papel engrudado, como de un metro de alto, de figura cónica, que se le ponía en la cabeza a los delincuentes, con figuras alusivas al delito, y que ya tenían preparada para adornar el martirio.

El paso del borrico era lento y los latigazos rápidos. Sus amigas y familiares lloraban a su paso. Dos hombres se turnaban para castigarla, casi no había espacio entre uno y otro latigazo. El borrico se detenía asustado y uno de los esbirros lo halaba para obligarlo. Otro daba voces, otros empujaban. Todo era un verdadero infierno para Doña Leonor; ella delicada y suplicante, bañada en sangre, cual un lirio blanco caído en el barro, se dejó llevar en silencio, mientras los verdugos, tapadas las caras con antifaces grotescos, esgrimían el látigo y arrancaban jirones de carne de la virgen martirizada; y cada vez que la golpeaban un murmullo de angustia brotaba de la procesión que se formaba tras el macabro cortejo. Lastimeros ayes de dolor se escuchaban de los corazones de sus familiares y amigos, pero de ella ni un solo quejido sacaron los verdugos. Ya desfallecía sin quebrar su espíritu, cuando llegó la orden del coronel Juan Aldama de duplicar el castigo en seis de las esquinas más concurridas de la ciudad. La sangre de la mártir bañaba las piedras de la calle, sus vestidos empapados, y hechos jirones, caían a pedazo y el pueblo los recogía y guardaba piadosamente. Leonor alucinaba, en una esquina pidió agua a una mujer que trató de aliviarla y se atrevió a limpiarle el rostro; en respuesta los verdugos arreciaron el castigo y la sangre brotó como un manantial, la ropa que le cubría las piernas cedieron y Leonor quedo desnuda ante la mirada hiriente, como espadas, de sus verdugos. Algunas personas bondadosas trataron de cubrirla, pero los esbirros más bien arrancaron con sus manos lo que quedaba de sus vestiduras. Su cuerpo flagelado se dobló sobre el borrico, el látigo inclemente continuaba su obra, cada vez con mayor ensañamiento en cada una de las partes vulnerables del cuerpo de la digna mujer, hasta hacerla insensible.  Ahora inmune al dolor, se levantaba como una deidad, el cuerpo erguido, movió la cabeza con fuerza, la cabellera empapada en sangre se desbordó cubriendo su espalda y sus pechos; sus ojos retadores buscaron la mirada de los esbirros, que retrocedieron espantados; un sentimiento de desprecio la poseía, levantó la cabeza y apretado los labios contuvo el dolor, y con un esfuerzo inaudito, grito: ¡Viva La Patria! ¡Viva la Patria!... y cayó del borrico sin fuerzas… El pueblo enardecido gritó con ella ¡Viva la Patria! Perdieron el temor y se acercaron amenazantes a los esbirros, que huyeron despavoridos.
Varias personas recogieron el cuerpo mancillado de Leonor Guerra, y lo llevaron a su casa, pero casi enseguida llegó un piquete de soldados a cuyo frente estaba el coronel Juan Romualdo Aldama, el cual ordenó a los soldados que presentaran el cuerpo de Leonor Guerra en el balcón de la casa para que el pueblo lo viera, y supieran como iban a proceder con las otras mujeres que se atrevieran a ofender a los españoles. El pueblo retrocedió horrorizado, no se atrevieron a mirar a aquella mujer que veneraban y que ya era su bandera. 
   Leonor Guerra, herida en lo más profundo de su ser, de sus creencias, de su patriotismo y su honor, ordenó cerrar las puertas de su casa y no salió más; no comió ni bebió nada, no aceptó ningún medicamento y se abandonó en los brazos de la Virgen de la Soledad, hasta morir. No quiso escuchar a nadie, no admitió sino la compañía de sus familiares más allegados. Por más que insistieron sus vecinos, no claudicó en su decisión, dejó llegar el día y la hora para que su muerte se convirtiera en bandera de la revolución; no podía permitir que su martirio fuese solo un pasaje de la historia de la tiranía, solo una fiesta de los esclavizadores de su pueblo, no podía permitir que pasara como un pequeño castigo al pueblo insubordinado. No, su muerte debía ser como una resurrección, como la muerte de Jesús, que su espíritu heroico se elevara en majestad y gloria, para esa generación y para todas las generaciones. Como un castigo para los sacrílegos, los cobardes, los torturadores, los impíos; pero también, como una bandera para los pueblos libres, para los héroes, para los que siempre están alertas, vigilantes, ante los tiranos. 
En la puerta de la casa de Leonor Guerra se reunieron los vecinos a rezar por ella, a cantar Salmos a la Virgen de la Soledad; allí levantaron un altar y la honraron todos los días durante muchos años; allí se turnaron sus familiares y amigos en silencio, guardando respeto y el recato que exigía la dignísima mujer, que así ofrendaba la vida por la libertad de su pueblo.
Leonor Guerra murió a los pocos días del dramático martirio; sus restos mortales fueron llevados por todo el pueblo de Cumaná hasta el camposanto de Quetepe, donde reposan para siempre; pero su espíritu   vive y se manifiesta en todas las mujeres indomables del pueblo de Cumaná. 





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No. 55

ATENEO DE CUMANA




Esta institución privada se establece en forma definitiva el 2 de mayo de 1983, fue iniciativa de la Dra. Cohinta Berrio, y un grupo numeroso de trabajadores incansables de la cultura cumanesa. El ateneo nace de la preocupación de estudiar el movimiento cultural cumanés, agruparlo, desarrollarlo y mejorarlo en lo posible. Lo que se ha logrado en ese camino no es suficiente, pero se ha caminado bastante. Hoy en día podemos decir cuáles han sido los éxitos, y podemos darnos el lujo de indicar varios de ellos:  un ejemplo de ello es La Estudiantina de 30 músicos, con más de 400 conciertos en todo el Estado Sucre; el Centro de Documentación que viene trabajando con grupos de estudiantes todos los días hábiles; el taller de Serigrafía, el grupo “Vamos a Contar Cuentos”; la Orquesta Típica del Estado Sucre; el Orfeón del Ateneo, etc. pero el Ateneo es algo más que eso, se trata del mejoramiento de las instituciones, lograr la excelencia, producir los valores necesarios, y en esa vía estamos. Muchos proyectos se han realizado, pero no es este el momento de enumerarlos, sin embargo, si debo precisar que el Museo de Arte Contemporáneo es un proyecto genuino del Ateneo de Cumaná, y es la sede de la Bienal Internacional de artes Visuales, que pretendemos recuperar. La directiva actual del ateneo de Cumaná, está formada por su presidenta Dra. Cohinta Berrio, su vicepresidente el Ing. Oscar Sánchez; Secretaria doña Eugenia de Millán; y los ciudadanos Dr. Rubén Millán y Dr. Amador Millán.        


            Cumaná debe sentirse orgullosa de su ATENEO y de su directiva, por muchas razones, sobre todo por su permanencia en el tiempo, por su participación en la vida cultural y social de la ciudad, por su calidad, y por su actualización.

        Desde mediados del siglo XVII, con Bartolomé Bello, se inicia un movimiento cultural de gran creatividad en la ciudad y en muchos p


pueblos de la provincia de Cumaná,  que nació y se desarrolló en los muchos conventos e iglesias del inmenso territorio oriental, y  que bien  podría llamarse  Ateneísta, por la intención de aprender y aprovechar las artes en sus diferentes manifestaciones, y porque, en efecto,  se cultivaron todas las artes, en particular la música y la poesía;  y hay testimonios elocuentes de ello; entonces se organizaron  coros en los templos, se interpretaba  música de los más renombrados artistas del mundo,  acompañados por excelentes intérpretes  del clavicordio, el violín, y los más sofisticados instrumentos de cuerdas y de viento;  y los inmensos  órganos de  las Iglesias. Se inició la composición y la escritura de la música y, hasta una misa para órgano escribió e interpretó el excelente músico que fue don Bartolomé Bello. 

En la colonia se construyó un inmenso Coliseo en lo que es hoy la plaza Miranda, para dar cabida a la afición de este pueblo; en cuyas amplias instalaciones se representaban zarzuelas, revistas musicales, y otros géneros clásicos; y también promovieron y montaron con todos los hierros corridas de toros de casta criados en los predios de Maturín. De esa época es el insigne maestro cumanés, de don Andrés Bello, Príncipe de los poetas hispanoamericanos, fray Cristóbal de Quesada. 

De las primeros logros de la colonia es el periodismo cumanés, entonces aparecieron los grades periodistas, tales como el mismo General en Jefe Santiago Mariño; y vinieron las imprentas, la primera la trajo don Manuel José de Rivas y se la vendió a Don Manuel Escalante, éste, después de muchos años se la vendió a don Pedro Cova, que se trasladó a Upata, y allí es considerado un héroe civil; y vinieron decenas de  periódicos, como “El Patriota Venezolano, La Gaceta de Cumaná, El Cacolín Solitario”, que fueron los primeros que tuvimos, e iniciaron un trabajo cultural sostenido y de vital importancia en aquel renacer cultural de nuestra comunidad, que fue a dar frutos poderosos en el siglo XX en  Caracas, con aquellos periodistas formidables como Ramón David León, fundador de “La Esfera” y Luis Teófilo Núñez, que con el poeta Andrés Mata funda el Universal, y aquí en Cumaná, como Silverio González, Estanislao Rendón,  José María Milá de La Roca,  Juan Miguel Alarcón, el Dr. Antonio Machado, Juan José Acuña, los Hnos. Arcia, Marco Tulio y Domingo Badaracco; luego vinieron los intelectuales, los pensadores, los nombres de Marco Antonio Saluzzo, Estanislao Rendón, los hermanos Arcia, que llenan toda una época de la cultura y del periodismo nacional.

Aparecieron los maestros, se amplió el marco cultural, allí brillan algunas luminarias,  de cuya historia tenemos mucho que decir: Blas de Rivera, siglo XVII,  inicia los estudios superiores de teología y filosofía, Gómez Cardiel eleva la música a nivel universitario; y después de la independencia, debemos nombrar a don  Andrés Level de Goda, que trae nuevas ideas, como primer rector del Colegio Nacional de Cumaná, y  Silverio González, el consolidado del Colegio Nacional, y responsable de la generación de oro de Cumaná; a Bartolomé Milá de la Roca, que trasladó la Escuela Normal No. 2, para Cumaná; Mauricio Berrizbeitia, renombrado orador y Rector del Colegio Nacional; Calixto González y Luis Daniel Beauperthuy, organizador y fundador de la Escuela de Medicina de Cumaná,  que ocupa un espacio muy grande en nuestra historia y en la historia de la humanidad. 

Los poetas, en esta rama del saber los cumaneses no podemos ser humildes, podríamos decir que en aras de la libertad y de la poesía somos campeones mundiales. Nuestros juglares ocuparon mucho espacio, y desde nuestros inicios como pueblo gregario se inició la escritura, la declamación y las competencias en juegos florales.  Los cumaneses como los juglares medioevales recitaban sus poemas en las plazas, teatrillos, veladas, fiestas, bailes, joropos, bodegas, y también en los grandes escenarios mundiales, e iban a las competencias internacionales y las ganaban: Andrés Eloy Blanco, Marco Antonio Saluzzo, Joaquín Silva Díaz, Miguel Sánchez Pesquera, Rondón Sotillo, Humberto Guevara, Tin Fernández, fueron nuestros héroes civiles.

Esa época culminó con la construcción del “Teatro González”, donde se montaron “Los Juegos Florales” desde 1.921, con poetas venidos de todas partes y cuya fama voló sobre las fronteras patrias.  En ese mismo año se formó el “Club Surge Et Ambula”, cuyo animador principal fue Marco Tulio Badaracco Bermúdez, y ese club, publicó “Broches de Flores” donde se congregaron los mejores escritores orientales para competir con “El Cojo Ilustrado”, la revista de cultura más famosa de aquellos tiempos, donde brillaban Juan Miguel Alarcón, Domingo Badaracco Bermúdez, Silverio González Varela, Cumaná siempre se batía orgullosa ante Caracas, y muchas veces le ganaba. Íbamos a Caracas a llevar muestras de nuestra cultura, así concurrimos con nuestro espíritu y caliche cumanés a la formación de esa gran capital de Venezuela que es Caracas.     

Los cumaneses se interesaron por la música: Depons contó 21 pianos en el centro de la ciudad, y el Consejero Lisboa se maravilló del conocimiento musical de los cumaneses de esa época; fue una era de consolidación cultural y cosecha. De ella  vienen a nosotros muchos músicos importantes, sobre todo pianistas famosos, como Gómez Cardiel y Benigno Rodríguez Bruzual, herederos de una tradición, como la de los Gutiérrez, que produce la maravilla de “Alma Llanera”, que es un compendió de la música cumanesa; los Silva Díaz, que llevaron nuestra música al ámbito internacional; los Villanueva,  que nos legaron buena parte de la historia  de nuestra música, y Salvador Llamosas, que mantuvo su revista “Álbum Lír



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