viernes, 7 de octubre de 2016

ALEJANDRO DE HUMBOLDT. CRONICAS DE CUMANÁ.

Ramón Badaracco.


ALEJANDRO DE HUMBOLDT.
CRÓNICAS DE CUMANÁ





Cumaná en 1622.



Autor: Ramón Badaracco
LIBRO: ALEJANDRO DE HUMBOLDT. CRÓNICAS DE CUMANÁ.   
Copyright Ramón Badaracco- 2013
Primera edición 1997
1500 ejemplares
Hecho el depósito de ley
Derechos reservados.
Diseño de la cubierta  R. B.
Ilustración de la cubierta  R. B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná
tlf. 0416-811-4374 





ALEJANDRO DE HUMBOLDT.
Perfil biográfico.

Federico Guillermo Enrique Alejandro de Humboldt, nació en el castillo de Tegel, de los Barones de Humboldt, en Berlín (Alemania) el 14 de septiembre de 1769, fueron sus padres el  Barón Alejandro Guillermo de Humboldt y Doña María Isabel de Colomb, probablemente de la misma familia del genial marino Cristóbal Colón, descubridor del Nuevo Mundo; con lo cual se unieron por la vía sanguínea, el descubridor científico con el descubridor geográfico, según advierte el propio Libertador.

Alejandro, al igual que su único hermano Guillermo de Humboldt, recibió una educación esmerada a cargo de  profesores privados. Muy dedicado al estudio, recibe clases de  Latín, griego, francés, inglés, física, álgebra, geometría, agrimensura, filosofía, cosmografía, retórica y otras materias complementarias; y para complacer los deseos de su madre, estudió también Administración.
Poco más tarde tiene como guía al naturalista Blumenbach y estudia Botánica con Willdenow. En esa misma época conoce a Jorge Foster, quien le transmite las ideas liberales de su tiempo.
En 1793, terminados todos sus estudios, es designado Superintendente de Minas, después de haber asistido durante dos años a la Academia de Minería de Freiberg.
En 1795, una vez terminado este trabajo, se dedica con entusiasmo a la colección plantas en los Alpes; y  publica su primer trabajo valioso y científico sobre flora subterránea.
Un año más tarde, 1796, muere su madre, y al recibir una cuantiosa herencia, se retira de la Administración prusiana para dedicarse a sus propios proyectos.
Entonces, el año de 1797, estudia Astronomía con von Zach y Kohler, pero deseando ampliar y perfeccionar sus conocimientos, se traslada a París, donde adquiere la sabiduría que buscaba.  Sabio y rico, deseoso de emplear su herencia en viajes de investigación y publicaciones, se relaciona con los intelectuales más importantes de su tiempo. En París, conoce a los notables científicos Cuvier, Laplace, Berthollet y Delambre; también hace amistad con un joven y talentoso botánico y cirujano francés: Amadeo Bonpland, con quien se asocia en sus planes de viaje.
Humboldt y Bonpland, después de muchos paseos, viajes y  ver frustrados varios proyectos, deciden viajar a España, quiso el destino que conocieran al barón Forell, embajador de Sajonia, el cual los convenció de visitar las colonias españolas en América, y les aconsejó visitar a los reyes de España en Aranjuez. 
Así fue que en marzo de 1799, con este objetivo,  de pedir permiso al Rey Carlos IV, para viajar a las colonias españolas en América, para lo que aprovecharon la ocasión del traslado de  La Corte a la ciudad de Aranjuez, donde fue más propicia la oportunidad para suplicar a sus majestades, la complacencia de sus intenciones, y se les concede el plácet, a Humboldt y Bompland, con beneplácito de sus majestades, manifestado con cartas y un amplio pasaporte; y, por fin el 5 de junio de 1799, zarpan del puerto de la Coruña (España) en la corbeta “Pizarro” hacia el deseado destino en el Nuevo Continente..
La travesía por el Atlántico se prolongó durante 40 días, incluyendo una escala en las Islas Canarias, que aprovecharon los viajeros para realizar una excursión al Pico del Teide y efectuar otros estudios locales.
La primera etapa del viaje tenía como destino la Isla de Cuba, pero una epidemia a bordo obliga al Capitán de la nave a dirigirse a Cumaná, puerto más cercano en la Tierra Firme, adonde llegan el 16 de julio de 1799.
Él mismo nos lo cuenta graciosamente:

Habíamos llegado al fondeadero, frente a la embocadura del río Manzanares, 16 de julio de 1799, al despuntar el día; mas no pudimos desembarcar sino muy tarde de la mañana, porque estábamos obligados a aguardar la vista de los oficiales del puerto. Se fijaban nuestras miradas en los grupos de cocoteros que ribeteaban la costa, cuyos troncos de más de sesenta pies de altura dominaban el paisaje. La planicie estaba cubierta de conjuntos de Casias, Cápparis, y de esas Mimosas arborescentes que, semejantes al pino de Italia, extienden sus brazos en forma de quitasol. Las hojas pinadas de las palmeras se destacan sobre el azul del cielo cuya pureza ningún vestigio de vapores enturbiaba”.

El Barón de Humboldt acompañado de Amadeo Bompland, surgen pues en Cumaná ese 16 de julio. Fue muy duro el caminos que anduvieron los viajeros para llegar a Cumaná, atravesando la sabana del Salado, sin embargo él lo cuenta científica y poéticamente.

De este viaje deja escrito este extraordinario testimonio, un libro,  una experiencia científica y poética,  su obra “Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente”, y en sus muchas cartas, en las cuales vierte el caudal de su imaginación y su sabiduría. 

Se residenció y no se quería marchar hasta que se “terminaran las maravillas” que observó y describió como solo él podía hacer.  Vivió en la provincia de Cumaná cuatro meses.

Fascinados por las bellezas de las costas de Venezuela, deciden adentrarse en el país y casi cuatro meses después de permanecer en la provincia de Cumaná o Nueva Andalucía, de cuya capital no se quería desprender, el 4 de septiembre de 1799, se internan en el Valle de Cumanacoa, y llegan a la antigua misión de San Fernando, donde pernoctan, y, al otro día atraviesan las faldas del Turimiquire, hasta llegar al exuberante y formidable Valle de Caripe.
Tuvieron que luchar contra una naturaleza hostil e hicieron el viaje por el Macizo Oriental en mulas o a pie, en condiciones muy  precarias, si se toma en cuenta que tenían que colectar y estudiar plantas, animales, rocas y otras muestras, además de transportar pesados y delicados instrumentos de medición.
En Caripe, se hospedan en el convento de los frailes aragoneses, que los recibieron amablemente y pusieron a su disposición cuanto necesitaban, tanto que convivieron con ellos  durante una semana, y el 28 de septiembre de 1799, exploran la famosa Cueva del Guácharo, penetrando en sus galerías,  una 2.800 varas  de profundidad, convirtiéndose así Humboldt en el precursor de la Espeleología científica de América Latina. También aporta para la Ornitología, una valiosa contribución, al descubrir para el mundo un nuevo género y especie de ave: “Steatornis caripensis”, conocida por el vulgo como “Guácharo”. Humboldt pintó y dejó al mundo científico  excelentes dibujos de este animal, -utilizando dos guácharos que al parecer había matado el mismo Amadeo Bonpland.
Humboldt le dedica todo un libro a este viaje, para el cual escribo este prólogo, por la Nueva Andalucía, donde  desarrolla sus conocimientos sobre los terremotos y sus experiencias personales en la ciudad de Cumaná; libro que incluye en su obra “Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente“ del cual tengo un ejemplar en 5 tomos traducido por Eduardo Rohl.

En este perfil del genio no puedo olvidar su amistad con Simón Bolívar el Libertador de América, desarrollada cuando ambos frecuentaban la casa de Fanny Duvillars.

De esa amistad, comentada por el propio Libertador resaltando los pensamientos de Humboldt, acerca de la independencia de América, cuando no podía sospechar siquiera, que aquel joven soñador de 21, podría ser el líder de esa gloriosa epopeya.

Veamos cómo nos cuenta Eduardo Rohl, en el prefacio de su trabajo introductorio de la obra de Humboldt: “Cordial fue la amistad que unió a Humboldt y Bolívar; éste era un asiduo concurrente de aquellas selectas reuniones. El caraqueño deseaba vivamente conocer la opinión de Humboldt relativas a sus titánicas ideas sobre la emancipación de las Colonias de la América española. Humboldt, con avanzadas ideas liberales, simpatizaba con la idea de dar libertad a estos países, pero el sabio viajero no consideraba a Bolívar, que para la época solo contaba veintiún años, capaz de realizar sus ardorosos proyectos; no obstante, Humboldt se expresó así: “Creo que la fruta está ya madura, más no veo el hombre que sea capaz de resolver tal problema”.
Tan enorme le parecía tal empresa, que dudaba, dada la potencia y los medios que disponía España, que surgiera el superhombre capaz de ejecutar tan magna obra”. El Libertador Simón Bolívar, le demostró su error.

Humboldt murió en Berlín el 6 de mayo de 1859 la ciudad que lo vio nacer y dicen, que en su lecho de muerte,  recordaba a Cumaná, la ciudad de sus sueños.


FICHA TÉCNICA. ALEJANDRO DE HUMBOLDT

Berlín 1769-1859. Naturalista y explorador alemán. Recibió excelente educación en el castillo de Tegel y se formó intelectualmente en Berlín, Frankfurt del Oder y en la universidad de Gotinga. Apasionado por la botánica, la geología y la mineralogía, tras estudiar en la escuela de Minas de Freiberg y trabajar en un departamento minero del gobierno prusiano, en 1799 recibió permiso para embarcarse rumbo a las colonias españolas de América del Sur y Centroamérica. 
Acompañado por el botánico francés Aimé Bonpland, con quien ya había realizado un viaje a España, recorrió casi diez mil kilómetros en tres grandes etapas continentales. Las dos primeras en Sudamérica, desde Cumaná hasta las fuentes del Orinoco y desde Bogotá a Quito por la región Andina, y la tercera por las colonias españoles en México.
Como resultado de su esfuerzo, logró acopiar cantidades ingentes de datos sobre el clima, la flora y la fauna de la zona, así como determinar longitudes y latitudes, medidas del campo magnético terrestre y unas completas estadísticas de las condiciones sociales y económicas que se daban en las colonias mexicanas de España. Entre 1804 y 1827 se estableció en París, donde se dedicó a la recopilación, ordenación y publicación del material recogido en su expedición, contenido todo él en treinta volúmenes que llevan por título “Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente”.
De entre los hallazgos científicos derivados de sus expediciones cabe citar el estudio de la corriente oceánica de la costa oeste de Sudamérica que durante mucho tiempo llevó su nombre, un novedoso sistema de representación climatológica en forma de isobaras e isotermas, los estudios comparativos entre condiciones climáticas y ecológicas y, sobre todo, sus conclusiones sobre el vulcanismo y su relación con la evolución de la corteza terrestre. En 1827 regresó a Berlín, donde desempeñó un destacado papel en la recuperación de la comunidad académica y científica alemana, maltratada tras décadas de conflicto bélico. Fue nombrado chambelán del rey y se convirtió en uno de sus principales consejeros, por lo que realizó numerosas misiones diplomáticas. En 1829, por encargo del zar, efectuó un viaje por la Rusia asiática, en el curso del cual visitó Dzhungaria y el Altai.
Durante los últimos veinticinco años de su vida, se concentró principalmente en la redacción de Cosmos, monumental visión global de la estructura del universo, de la que en vida vio publicados cuatro volúmenes. Humboldt está considerado como uno de los últimos grandes ilustrados, con una vasta cultura enciclopédica, cuya obra abarcaba campos tan dispares como los de las ciencias naturales, la geografía, la geología y la física.


HUMBOLDT EN CUMANÁ.
Autor Alejandro de Humboldt
Traducción de Eduardo Rohl con algunas glosas y adornos  de Ramón Badaracco.   
ENTRADA A LA CIUDAD DE CUMANÁ POR EL RÍO MANZANARES (Nombre primitivo Chiribichií)

Habíamos llegado al fondeadero, frente a la embocadura del río Manzanares, 16 de julio de 1799, al despuntar el día; mas no pudimos desembarcar sino muy tarde de la mañana, porque estábamos obligados a aguardar la vista de los oficiales del puerto. Se fijaban nuestras miradas en los grupos de cocoteros que ribeteaban la costa, cuyos troncos de más de sesenta pies de altura dominaban el paisaje. La planicie estaba cubierta de conjuntos de Casias, Cápparis, y de esas Mimosas arborescentes que, semejantes al pino de Italia, extienden sus brazos en forma de quitasol. Las hojas pinadas de las palmeras se destacan sobre el azul del cielo cuya pureza ningún vestigio de vapores enturbiaba. Subía el sol rápidamente hacia el zenit. Difundíase una luz deslumbradora por el aire, por colinas blanquecinas tapizadas de Nopales cilíndricos, y por un mar siempre sosegado, cuyas riberas están pobladas de Alcatraces (1), de Garzas y Flamencos. Lo brillante del día, el vigor de los colores vegetales, la forma de las plantas, el variado plumaje de las aves, todo anunciaba el carácter prominente de la naturaleza en las regiones ecuatoriales.
La ciudad de Cumaná, capital de la Nueva Andalucía, dista una milla del embarcadero o de la batería de la Boca, cerca de la cual bajamos a tierra, después de haber pasado el alfaque del Manzanares. Hubimos de recorrer una vasta llanura, el Salado, que separa el arrabal de los Guaiqueríes de las costas del mar. Aumentábase el calor excesivo de la atmósfera con la reverberación del suelo desnudo en parte de vegetación. El termómetro centígrado, hundido en la arena blanca, subía a 37º, 7. En las pequeñas charcas de agua salada se sostenía en 30º,5, bien que el calor del océano en su superficie es generalmente de 25º,2 a 26º,3 en el puerto de Cumaná (2). La primera planta que recogimos en el continente de la América, fue la Avicenia fomentosa (Mangle prieto) que en este lugar apenas alcanza dos pies de altura. Este arbusto, el Sesúvium, la Gonfrena amarilla y los Nopales cubren los terrenos impregnados de muriato de sosa; a este pequeño número pertenecen vegetales que viven en sociedad, como el brezo de Europa, y que en la zona tórrida solo se encuentran en las riberas del mar y en las altiplanicies elevadas de los Andes (3). La Avicenia de Cumaná se distingue por otra particularidad no menos notable: es el ejemplo de una planta común a las playas de América meridional y a las costas del Malabar.
El piloto indio nos hizo atravesar su sementera, que más parecía una roza que un terreno cultivado. Mostrónos, como una prueba de la fertilidad de ese clima, una Ceiba (Bombax heptaphyllum) cuyo tronco, a los cuatro años, había llegado a unos dos y medio pies de diámetro. Hemos observado en las orillas del Orinoco y del rio Magdalena, que los Bombax. Las Carolinea, los Ochróma y otros árboles de la familia de las Malváceas, tienen un crecimiento en extremo rápido. Pienso con todo, que hubo alguna exageración en lo referido por el indio sobre la edad de la Ceiba; porque bajo la zona templada en terrenos húmedos y cálidos de la América septentrional, entre el Missisipí  y los montes Aleghany, los árboles en diez años no pasan de un pie de diámetro (4), y la vegetación no es allí en general sino en un quinto más acelerada que en Europa, aun tomando como ejemplo el Plátano de Occidente, el Tulipero y el Cupresus disticha, que adquieren de nueve a quince pies de diámetro. Fue también en las playas de Cumaná, en la cementera del piloto Guaiquerí, donde por primera vez vimos un Guamo cargado de flores (5), y notable por la suma largura y brillo argentado de sus numerosos estambres. Atravesamos el arrabal de los indios, cuyas calles están muy bien alineadas y formadas con casitas nuevas todas y de un aspecto risueño. Este barrio de la ciudad acababa de ser reconstruido, a causa del terremoto que había arruinado a Cumaná dieciocho meses antes de nuestra llegada. Apenas habíamos pasado por un puente de madera el rio Manzanares, que alimenta algunas babas o cocodrilos de una especie pequeña, cuando vimos por todas partes los vestigios de aquella horrible catástrofe. Nuevos edificios se elevaban sobre los escombros de los antiguos.

HUMBOLDT Y DON VICENTE DE EMPARAN Y ORBE.
Fuimos conducidos por el capitán del Pizarro a casa del gobernador de la provincia, Don Vicente de Emparan, para presentarle los pasaportes que nos había dado la primera Secretaria de Estado. Recibiónos con la franqueza                              y noble sencillez que en todo tiempo han caracterizado a la nación vascongada. Antes de haber sido gobernador de Portobello y de Cumaná, habíase distinguido como capitán de navío en la marina real. Recuerda su nombre uno de los acontecimientos más extraordinarios y pesarosos que presenta la historia de las guerras marítimas.   Cuando el último rompimiento entre España e Inglaterra dos hermanos del Sr. Emparan se atacaron durante la noche, a la vista del puerto de Cádiz, tomando el uno el buque del otro como embarcación enemiga. Tan terrible fue el combate, que los dos navíos se fueron a pique casi a un mismo tiempo. Fue salvada una parte muy reducida de las tripulaciones, y los dos hermanos tuvieron la desdicha de reconocerse poco antes de su muerte.
El gobernador de Cumaná nos manifestó su mucha satisfacción con motivo de la resolución que habíamos tomado de permanecer algún tiempo en la Nueva Andalucía, cuyo nombre, en aquella época, era casi desconocido en Europa, y que encierra un gran número de objetos dignos de merecer la atención de los naturalistas en sus montañas y a la orilla de sus numerosos ríos. El Señor de Emparan nos mostró algodones teñidos con plantas indígenas, y hermosos muebles en que se había empleado exclusivamente maderas del país. Se interesó vivamente en todo lo que se relacionaba con la física, y preguntó, con gran admiración nuestra, si pensábamos que bajo el hermoso cielo de los trópicos contenía la atmósfera menos nitrógeno (azótico) que en España, o si la rapidez con que se oxida el hierro en estos climas era únicamente efecto de la mayor humedad indicada por el higrómetro de cabello.
El nombre de la Patria pronunciado en una lejana costa, no hubiera sido más agradable al oído de un viajero que lo fueron para nosotros las palabras nitrógeno, óxido de hierro, e higrómetro. Sabíamos que a pesar de las órdenes de la Corte y las recomendaciones de un ministro poderoso nuestra permanencia en las colonias españolas nos expondría a innumerables desagrados, si no lográbamos inspirar un interés particular a los que gobiernan esas vastas comarcas. Demasiado amaba las ciencias el Sr. Emparan para que encontrase extraño que de tan lejos viniésemos a recoger plantas y a determinar la posición de algunos lugares por medios astronómicos. No atribuyó otros motivos a nuestro viaje que los que estaban enunciados en nuestros pasaportes, y a las públicas señales de consideración que nos dio durante una larga estada en su gobernación contribuyeron mucho a procurarnos una acogida favorable en todos los territorios de la América meridional.        

LA HOSPITALIDAD ANECDÓTICA DE LOS CUMANECES.
Hicimos bajar nuestros instrumentos por la tarde, y tuvimos la satisfacción de hallar que ninguno había sido estropeado. Alquilamos una casa espaciosa cuya orientación era favorable para las observaciones astronómicas. Gozábase en ella de un fresco agradable cuando soplaba la brisa; estaban desprovistas de vidrios las ventanas, y aun de esos cuadros de papel que las más de las veces remplazan los vidrios en Cumaná. Todos los pasajeros del “Pizarro” abandonaron el barco; pero la convalecencia de los que habían sido atacados de la fiebre maligna era muy lenta. De ellos vimos que al cabo de un mes, a despecho de los cuidados que les habían dispensado sus compatriotas, mantenían una debilidad y flacura temerosas. Tal es la hospitalidad en las colonias españolas, que un europeo recién llegado, sin recomendación y sin recursos pecuniarios, está casi seguro de hallar socorro si desembarca en un puerto cualquiera por motivo de enfermedad. Los Catalanes, los Gallegos, los Vizcaínos, tienen las relaciones más frecuentes con la América. Forman allí como tres corporaciones distintas que ejercen una influencia notable en las costumbres, la industria y el comercio colonial. El habitante más pobre de Sitges o de Vigo está seguro de ser recibido en la casa de un Pulpero (Comerciante por menor)   catalán o gallego ya llegue a Chile o México, ya a las Filipinas. He visto los casos más conmovedores de estas atenciones prestadas a desconocidos durante años enteros y siempre sin quejarse de ello. Se ha dicho que la hospitalidad era fácil de ejercer en un clima feliz donde es abundante la alimentación, donde los vegetales indígenas suministran remedios saludables, y donde el enfermo, acostado en su hamaca, encuentra en un cobertizo el abrigo que ha menester. ¿No se tendrá, sin embargo, en nada el estorbo motivado en una familia con la llegada de un extranjero cuyo carácter se ignora? ¿Será permitido olvidar esos testimonios de dulce compasión, esos cuidados afectuosos de las mujeres, y esa paciencia que no se cansa en una larga y penosa convalecencia? Se ha notado que, con excepción de algunas ciudades muy populosas, no ha disminuido todavía la hospitalidad de una manera sensible desde el primer establecimiento de los colonos españoles en el nuevo mundo. Aflige pensar que ese cambio llegará cuando la población y la industria colonial hagan más rápidos progresos, y cuando ese estado de la sociedad, que se ha convenido en designar como civilización avanzada, haya desterrado poco a poco "La vieja “franqueza castellana”.
Entre los enfermos que desembarcaron en Cumaná había un negro que  pocos días después de nuestra llegada cayó en la demencia. Murió en este estado deplorable, aunque su amo, anciano casi septuagenario, que había dejado la Europa buscando modos de establecerse en San Blas, a la entrada del golfo de California, le hubiese prodigado todos los auxilios imaginables. Cito este hecho para probar que a veces ocurre que individuos nacidos bajo la zona tórrida experimentan los perniciosos efectos del calor de los trópicos después de haber habitado en los climas templados. El negro era un joven de diez y ocho años, robustísimo y nacido en la costa de Guinea. Una permanencia de algunos años en la altiplanicie de las Castillas había comunicado a su organización ese grado de excitabilidad que hace a los miasmas de la zona tórrida tan peligrosos para los habitantes de los países septentrionales.

DESCRIPCIÓN GEOGRAFICA DE CUMANÁ.
El suelo que ocupa la ciudad de Cumaná es parte de un terreno muy notable desde el punto de vista geológico. Como desde mi vuelta a Europa otros viajeros me han precedido en la descripción de algunas partes de las costas que han visitado después de mí, debo limitarme aquí a hacer un desarrollo de las observaciones hacia las cuales no estaban enderezados sus estudios.
La cadena de los  Alpes calcáreos del Bergantín y el Tataracuar se prolongan al Este y al Oeste desde la cima del Imposible hasta el puerto de Mochima y el Campanario. En tiempos muy remotos parece haber separado el mar esta cortina de montañas de la costa rocosa de Araya  y Manicuare. El vasto golfo de Cariaco es debido a una irrupción pelágica, y es indudable que en esa época cubrieron las aguas todo el terreno impregnado de muriato de sosa que por la orilla meridional atraviesa el río Manzanares. Basta echar una ojeada en el plano topográfico de la ciudad de Cumaná para demostrar tal hecho, tan indubitable como la antigua morada del mar en la cuenca de Paris, Oxford y Roma. Una retirada lenta de las aguas dejó en seco aquella playa amplia en la que se eleva un grupo de montículos compuestos de yeso y brechas calcáreas de la más reciente formación.
La ciudad de Cumaná está apoyada en este grupo, que antaño fue una isla del golfo de Cariaco. La parte de la llanura al Norte de la ciudad se llama Playa Chica; se continúa al Este hasta Punta Delgada, donde un valle estrecho, cubierto de Gomphrena flava, marca todavía el punto del antiguo escape de las aguas. Este valle cuya entrada no está defendida por ninguna obra exterior, es el punto en que más está expuesta la plaza a un ataque militar. El enemigo puede pasar con entera seguridad entre Punta Arenas del Barrigón, al Sur del Castillo de Araya y la Boca del Manzanares, donde el mar, cerca de la entrada del Golfo de Cariaco, tiene de fondo 40 brazas, y 50, y aún más al Sur hasta 87. Puede desembarcar cerca de Punta Delgada y tomar el fuerte de San Antonio y la ciudad de Cumaná por retaguardia, sin temer el fuego de las baterías del Oeste construidas al Oeste de los Cerritos en Playa Chica, en la boca del río y en el Cerro Colorado.    
La colina de brechas calcáreas que acabamos de considerar como isla del antiguo golfo, está cubierta de una espesa selva de Cardones y Tunas. Los hay de treinta y cuarenta pies de alto, cuyo tronco, cubierto de Líquenes y dividido en varios brazos en forma de candelabro, presenta un aspecto extraordinario. Cerca de Manicuare, en Punta de Araya, hemos medido una Tuna cuyo tronco tenía más de cuatro pies y nueve pulgadas de circunferencia (6). EL europeo que no conozca sino las Tunas de nuestros invernaderos, se sorprenden al ver que la madera de este vegetal se hace con la edad sumamente dura, que resiste por siglos al aire y la humedad, y que los indios de Cumaná la emplean de preferencia para remos y umbrales de las puertas. Cumaná, Coro, la isla de Margarita y Curazao so0n los lugares de la América meridional que más abundan en vegetales de la familia de las Nopaleas. Solamente allí podrían los botanistas, tras una larga permanencia, componer una monografía de los Cactos, los cuales varían singularmente, no en sus flores y frutos, sino en la forma de su tallo articulado, en el número de las aristas, y en la disposición de las espinas. Veremos a continuación como estos vegetales, que caracterizan un clima cálido y eminentemente seco semejante al de Egipto y California, desaparecen poco a poco a medida que nos alejamos de la Tierra Firme para penetrar en el interior de las tierras continentales.
Los grupos de Cirios y Nopales son para las tierras áridas de América equinoccial lo que los pantanos, cubiertos de juncáceas e Hidrocarideas para nuestros países del Norte. Se considera como impenetrable un lugar en donde las Tunas espinosas  de la especie grande se apiñan a montones. Estos lugares llamados Tunales, no solo atajan al indígena que anda desnudo cintura arriba, sino que son temibles igualmente para las castas provistas de vestidos. En nuestros paseos solitarios intentamos penetrar algunas veces en el tunal que corona la cumbre de la colina del castillo, una parte de la cual está atravesada por un sendero. Allí es donde podría estudiarse, en miles de individuos, la organización de este vegetal singular. En ocasiones nos sorprendió lanche súbitamente, pues el crepúsculo es casi nulo en este clima. Nos hallamos entonces en una situación tanto más apurada cuanto que la Cascabel, o serpiente de cascabel (7), la Coral, y otras víboras, provistas de ganchos ponzoñosos, frecuentan, al tiempo de la postura, estos lugares ardientes y áridos para depositar en ellos sus huevos bajo la arena.       
 El castillo de San Antonio está construido en la extremidad occidental de la colina. No está en el punto más elevado, en cuanto se halla dominado al Este por una cumbre no fortificada. El Tunal es mirado aquí y en todas las colonias españolas, como un medio bastante importante de defensa militar. Cuando se construyen obras de tierra, los ingenieros tratan de multiplicar los cardones espinosos y de favorecer su crecimiento, tanto como cuidan de conservar los cocodrilos en los fosos de las plazas de guerra. Bajo un clima en que la naturaleza orgánica es tan activa y poderosa, el hombre llama en su defensa a los reptiles carniceros y a las plantas armadas de formidables espinas.
El Castillo de San Antonio, en el cual se enarbola el pabellón castellano los días de fiesta, no se eleva más de treinta toesas sobre el nivel de las aguas en el gofo de Cariaco (8). Colocado sobre una colina desnuda y calcárea, domina la ciudad y se exhibe de un modo muy pintoresco a las naves que entran al puerto, destacándose a las claras sobre la cortina sombría de las montañas que hasta la región de las nubes llevan sus cumbres, cuyo matiz vaporoso y azulado se hermana con el azul del cielo. Descendiendo de la fortaleza de San Antonio hacia el Suroeste se encuentran sobre la cuesta del mismo peñón, las ruinas del viejo castillo de Santa María. Es un sitio delicioso para los que quieren disfrutar, hacia la puesta de sol, del frescor de la brisa del mar y del aspecto del golfo. Las altas cimas del promontorio de Macanao, en la isla de Margarita, se presenta por encima de la costa rocallosa del istmo de Araya; hacia el Oeste, las isletas de Caracas, Picuíta y Borracha recuerdan las catástrofes que han destrozado las costas de Tierra Firme. Estos islotes parecen obras de fortificación, y por efecto del espejismo, mientras el sol calienta desigualmente las capas inferiores del aire, el océano y el suelo, sus puntas parecen solventadas, como el extremo de los grandes promontorios de la costa. Agrada seguir, durante el día, estos fenómenos inconstantes (9); se ve, al caer la noche estas masas pétreas suspendidas en el aire hirmarse sobre sus bases; y al astro cuya presencia vivifica la naturaleza orgánica, parece, por la inflexión variable de sus rayos, imprimir movimiento a la inmóvil roca, y hacer ondulantes las llanuras cubiertas de áridas arenas.     
 
LA CIUDAD DE CUMANÁ PROPIAMENTE.

La ciudad de Cumaná propiamente dicha ocupa el terreno comprendido entre el Castillo de San Antonio y los pequeños ríos del Manzanares y Santa Catalina. El delta formado por la bifurcación del primero de estos ríos es un terreno fértil cubierto de Mammea, Achar, bananeros y otras plantas cultivadas en los sembrados o charas de los indios. No posee la ciudad ningún edificio notable, y la frecuencia de los temblores de tierra no permite esperar que pueda poseerlos algún día. Es verdad que las sacudidas fuertes en un mismo año se repiten con menos frecuencia en Cumaná que en Quito, donde se halla sin embargo iglesias suntuosas y muy altas. Pero los temblores de tierra de Quito no son violentos  si no en la apariencia, y por la naturaleza particular del movimiento y del suelo, ningún edificio se desploma. En Cumaná, como en Lima y en varias ciudades sitas lejos de la boca de los volcanes activos, sucede que la serie de las sacudidas débiles es interrumpida, tras una larga sucesión de años, por grandes catástrofes que se parecen a los efectos de la explosión de una mina. Tendremos oportunidad  varias veces de recurrir a estos fenómenos para la explicación de los cuales se han imaginado tantas vanas teorías, y que se han creído clasificarlos atribuyéndolos a movimientos perpendiculares y horizontales, a la trepidación y la oscilación (10).
Los arrabales de Cumaná son casi tan populosos como la vieja ciudad. Hay tres, el de los Cerritos, sobre el camino de Playa-chica, donde se hallan algunos hermosos tamarindos; el de San Francisco, hacia el Sureste; y el gran arrabal de los Guaiqueríes o Guaigueríes. El nombre de esta tribu de indios era absolutamente desconocido antes de la conquista. Los indígenas que lo llevan pertenecían antes a la nación Guaraúnos, que ya no se encuentran sino en los terrenos pantanosos encerrados entre los brazos del Orinoco. Ancianos de ellos me han asegurado que la lengua de sus abuelos era un dialecto del guarauno; pero desde hacía un siglo no existía en Cumaná ni en la isla de Margarita ningún indígena de esta tribu que supiese hablar otro idioma que el castellano.
La denominación de Guaiquerí, lo mismo que la de Perú y Peruano, debe su origen a una simple confusión. Los compañeros de Cristóbal Colón, al costear la isla de Margarita, en cuya costa septentrional reside todavía la porción más noble de la nación Guaiquerí (11) , encontraron algunos indígenas que arponeaban peces lanzando un asta sujeta a un cordel y terminada en una punta sumamente aguda. Les preguntaron, en lengua de Haití, como se llamaban; y los indios creyendo que la pregunta de los extranjeros tenía que ver con los arpones hechos de la madera dura y pesada de la palmera Macana, respondieron Guaike, Guaike que quiere decir “palo aguzado”. Hoy existe una diferencia sorprendente entre los Guaiqueríes, tribu de pescadores hábiles y civilizados, y esos Guaraúnos salvajes del Orinoco que suspenden sus habitaciones de los troncos de la palmera Moriche.

LA POBLACIÓN DE CUMANÁ.
Se ha exagerado singularmente en estos últimos tiempos la población de Cumaná. En 1800, varios colonos poco habituados a las investigaciones de la economía política, hacían subir esa población a 20.000 almas, al paso que oficiales del rey, empleados en la administración del país, pensaban que la ciudad, con sus arrabales, no contenía 12.000 habitantes. El señor Depons, en su estimable obra sobre la provincia de Caracas, daba en 1802 a Cumaná cerca de 28.000 habitantes; y otros han llevado este número, para 1810, a 30.000. Considerando la lentitud con que crece la población en Tierra Firme, no digo en los campos, sino en las ciudades, se debe poner en duda que esté Cumaná ya un tercio más poblada que Veracruz, puerto principal del vasto reino de la Nueva España. Y aun es fácil probar que en 1802, apenas excedía la población de 18.000 a 19.000 almas. Se me han comunicado diferentes memorias que el gobierno ha hecho preparar sobre la estadística del país en la época en que se discutía la cuestión de saber si la renta del estanco del tabaco podía ser reemplazada con una contribución personal, y me lisonjeo de que mi evaluación reposa en muy sólidos fundamentos.
Un censo hecho en 1792 no ha dado más que 10.740 habitantes para la ciudad de Cumaná, sus arrabales, y las casas esparcidas una legua a la redonda. Don Manuel Navarrete, oficial de la tesorería, asegura que el error de este censo no podría ser de un tercio o un cuarto de la suma total. Comparando los registros anuales de bautismos, no se nota sino un débil aumento desde 1790 hasta 1800. Verdad es que las mujeres son sumamente fecundas, sobre todo en la casta de los indígenas; pero, aunque las viruelas son todavía desconocidas en este país, la mortalidad de los niños en la primera edad es temerosa, en razón del extremado abandono en que viven y de la mala costumbre que tienen de alimentarse con frutas verdes indigestas. El número de nacimientos se eleva generalmente de 520 a 600, lo que indica a lo más una población de 16.800 almas (12). Se puede reposar en la seguridad de que todos los niños indios son bautizados e inscritos en los registros parroquiales; y suponiendo que la población hubiese sido en 1800 de 26.000 almas, no hubiera habido más que un solo nacimiento sobre 43 individuos; mientras que la razón de los nacimientos a la población total es en Francia como 28 a 100, y en las regiones equinocciales de México como 17 a 100.
Es presumible que poco a poco el arrabal indiano se extenderá hasta el embarcadero, teniendo a lo más 340 toesas la llanura que no está todavía cubierta de casas o cabañas (13).

SOBRE EL CLIMA, EL RELIEVE Y OTROS DETALLES DE CUMANÁ.

El calor es un poco menos abrumador del lado de la playa que en la ciudad vieja, donde la reverberación de un suelo calcáreo y la proximidad del cerro San Antonio elevan singularmente la temperatura del aire. En el arrabal de los Guaiqueríes tienen libre acceso los vientos del mar; el suelo es allí arcilloso y menos expuesto por esta razón, según se cree, a las violentas sacudidas de los temblores de tierra por las casas apoyadas en peñascos y colinas en la margen derecha del Manzanares.
La playa cercana a la boca del riachuelo Santa Catalina está orlada de Mangles  (14); pero estos manglares no tienen amplitud bastante para disminuir la salubridad del aire en Cumaná. El resto de la llanura está en parte desnudo de vegetación, y en parte cubierto de apiñamientos de Sesuvium portalacastrum, Gomphrena flava, G. myrtifolia, Talinum cuspidatum, T. cumanense, y Portulaca lanunginosa. Entre estas plantas herbáceas se elevan acá y allá la Avicennia fomentosa, la Scoparia dulcis, una mimosa frutescente de hojas muy irritables (15), y sobre todo Casias, cuyo número es tan grande en la América meridional, que en nuestros viajes hemos recogido más de treinta especies nuevas.    
Saliendo del arrabal indiano y subiendo por el río hacia el Sur, se halla desde luego un bosquecillo de Tunas y luego un lugar encantador sombreado por Tamarindos, Brasiletes, Ceibas, y otros vegetales notables por su follaje y sus flores. El suelo brinda aquí buenos apacentadores, donde hay lecherías construidas con cañas  separadas unas de otras por grupos de árboles esparcidos. Permanece fresca la leche cuando se la conserva, no en el fruto del Totumo (crescentía Cujete) que es un tejido de fibras leñosas muy densas, sino en vasos de arcilla porosa de Manicuares. Un prejuicio generalizado en los países del Norte me había hecho creer que las vacas no daban leche muy gorda en la zona tórrida; más la permanencia en Cumaná, y sobre todo el viaje por las vastas llanuras de Calabozo cubiertas de gramíneas y sensitivas herbáceas, me han enseñado que los rumiantes de Europa se habitúan  perfectamente a los climas más ardientes, con tal que encuentren agua y buena alimentación. La leche es excelente en la provincia de Nueva Andalucía, Barcelona y Venezuela, y la manteca es a menudo mejor en las llanuras de la zona equinoccial que en las alturas de los Andes, donde no gozan las plantas alpinas en ninguna estación de una temperatura bastante elevada y son menos aromáticas que en los Pirineos, las montañas de Extremadura y las de Grecia.
Prefiriendo los habitantes de Cumaná la frescura de los vientos de mar al aspecto de la vegetación, casi no conocen otro paseo que el de la Playa grande. Los castellanos, a quienes por lo general se acusa de no gustar de los árboles ni el canto de los pájaros, han transportado sus hábitos y prejuicio a las colonias. En Tierra Firme, en México y en el Perú, es raro ver que un indígena plante un árbol con el sencillo objeto de procurarse sombra; y exceptuando los alrededores de las grandes capitales, las avenidas son casi desconocidas en estos países. La árida llanura de Cumaná presenta, después de fuertes aguaceros, un fenómeno extraordinario. Humedecida la tierra, exhala, al recalentarse con los rayos del sol, ese olor de almizcle que en la zona tórrida es común a animales de clases muy diferentes, al Jaguar, a las pequeñas especies de gatos-tigres, al Chigüire (Cavia Capyhara, Lin.), al buitre Gallinazo (16), al cocodrilo, a las víboras y serpientes de cascabel. Las emanaciones gaseosas, que son los vehículos de este aroma, no parecen desprenderse sino a medida que el mantillo, que encierra despojos de una cantidad innumerable de reptiles, gusanos e insectos, comienzan a impregnarse de agua. He visto niños indios, de las tribus de los Chaimas, sacar de la tierra para comérselos ciempiés o Escolopendras de 18 pulgadas de largo y 7 líneas de ancho. Estas Escolopendras son muy ordinarias detrás del castillo de San Antonio, en la cumbre de la colina. Donde quiera que se remueva el suelo sorprende la masa de sustancias orgánicas que a su turno se desarrollan, se trasforman o se descomponen. La naturaleza en estos climas parece más activa, más fecunda, y diríamos, más pródiga de la vida.
En la playa y cerca de las vaquerías de que acabamos de hablar, se goza, a la salida del sol sobre todo, de una hermosísima vista sobre un grupo elevado de montes calcáreos (17). Como este grupo solo subtiende un ángulo de tres grados, desde la casa que habitamos, me ha servido por largo tiempo para comparar las variaciones de la refracción terrestre en fenómenos meteorológicos.  Formase en el centro de esta cordillera las tormentas, y vence de lejos grandes nubes resolverse en abundantes lluvias, mientras que en Cumaná, en siete u ocho meses, no cae una gota de agua, El Bergantín que es la cima más elevada de esta cadena, se presenta de un modo muy pintoresco detrás del Brito y el Tataracuar. Debe su nombre a la forma de un valle muy profundo que se encuentra en su cuesta septentrional que se parece al interior de un barco. La cumbre de esta montaña está casi desnuda de vegetación y es achatada como la del Mauna Loa, en las islas Sándwich: es una pared cortada a pico o, para servirme de un término más expresivo de los navegantes españoles, una mesa. Esta fisonomía particular y la disposición simétrica de algunos conos que rodean al Bergantín, me habían hecho creer al principio que este grupo, que es del todo calcáreo, incluía rocas de formación basáltica o trapeana.              

DESCRIPCIÓN DEL SITIO DE CUMANÁ.
En 1797 envió el Gobernador de Cumaná (Vicente Emparan y Orbe) hombres intrépidos que explorasen ese país enteramente desierto, y con el propósito de abrir un camino directo a Nueva Barcelona por la cumbre de la “mesa”. Suponíase con razón que tal camino sería más corto y menos peligroso para la salud de los viajeros que el que siguen los correros de Caracas, a lo largo de las costas; pero todas las tentativas para franquear la cadena de montañas del Bergantín fueron inútiles. En esta parte de la América, como en la Nueva Holanda, al Oeste de la ciudad de Sídney, no es tanto la altura de la cordillera lo que opone obstáculos difíciles de vencer, sino la forma de las rocas (18).
El valle longitudinal formado por las altas montañas del interior y el declive meridional del Cerro de San Antonio está atravesado por el río Manzanares. De todos los alrededores de Cumaná es la única parte extremadamente selvosa; se la nombra el llano de las Charas (19), a causa de las numerosas plantaciones que han comenzado los habitantes desde hace algunos años a lo largo del río. Un estrecho sendero lleva de la colina de San Francisco, al través de la selva, al hospicio de los capuchinos, casa de campo muy agradable que han labrado los religiosos aragoneses para acoger ancianos misioneros inválidos que ya no pueden cumplir con su ministerio.  A medida que se avanza hacia el Este se vuelven más vigorosos los árboles de la selva, encontrándose algunos monos (el Machi común, o mono llorón), que son por lo demás muy raros cerca de Cumaná. Al pie de los Cápparis, de las Bauhinias y del Zygophyllum de flores de un amarillo dorado, extiéndese una alfombra de Bromelia (Chihuichiue,  de la familia de las Ananas), vecina de la Bromelia Karatas, que por su olor y la frescura de su follaje atrae la serpiente de cascabel.
El río Manzanares es de aguas muy claras, y felizmente no se parece en nada al Manzanares de Madrid, al cual da una apariencia aún más angosta un suntuoso puente. Tiene su cabecera, como todos los ríos de la Nueva Andalucía, en una parte de los llanos conocida con el nombre de altiplanicie de Tonoro, Amana y Guanipa (20) la cual recibe, cerca de la aldea indiana de San Fernando, las aguas del río Juanillo. Se ha propuesto varias veces al gobierno, aunque siempre sin éxito, hacer construir una presa en el primer Ipure para establecer irrigaciones artificiales en el llano de las Charas, porque a pesar de su aparente esterilidad es allí la tierra sumamente productiva como dondequiera que se auna la humedad al calor del clima.  Los labradores de Cumaná son generalmente poco acomodados, debían restituir poco a poco los adelantos hechos para la construcción de la esclusa. En espera de la ejecución  de este proyecto se han establecido norias, bombas movidas por mulas, y otras máquinas hidráulicas de construcción bastante imperfecta.
Las orillas del Manzanares son muy placenteras, y están sombreadas por mimosas, Eritrinas, Ceibas, y otros árboles de porte gigantesco. Un río cuya temperatura desciende, en la época de las crecidas, a 22º, cuando el aire está a 30 y 33 grados  es un beneficio inapreciable en un país en que los calores son excesivos durante el año entero, y en donde se desea bañarse varias veces al día. Los niños pasan por decirlo así, una parte de su vida en el agua; todos los habitantes, aun las mujeres de las familias más ricas, saben nadar; y en un país en que el hombre está todavía tan próximo al estado natural, una de las primeras preguntas que se dirigen en la mañana al encontrarse es la de saber si el agua del rio esta más fresca que la víspera. Es muy variada la manera de gozar del baño. Todas las tardes frecuentábamos una sociedad de personas estimabilísimas en el arrabal de los Guaiqueríes. Haciendo una bella claridad de la luna, colocábamos sillas en el agua, vestidos ligeramente mujeres y hombres, como en algunos baños del Norte de Europa; y reunidos en el río la familia y los extranjeros, gastábamos algunas horas conversando, según la costumbre del país, sobre la extrema sequía de la estación, sobre la abundancia de lluvias en los cantones vecinos, y ante todo sobre el lujo de que acusaban las damas de Cumaná a las de Caracas y la Habana. No era inquietado el círculo por las Babas o cocodrilos pequeños, que hoy son sumamente raras y que se acercan al hombre sin atacarlo. Estos animales tienen de tres a cuatro pies de largo, y nunca los hemos hallado en el Manzanares, sino más bien delfines  (Toninas) que a veces remontaban el río durante la noche y asustaban a los bañistas haciendo saltar el agua por sus narices.    
El puerto de Cumaná es una rada que podría recibir las escuadras de la Europa entera. Todo el golfo de Cariaco, que tiene 35 millas de largo por 6 u 8 de ancho, ofrece un excelente fondeadero. No es más quieto ni pacífico el grande océano en las costas del Perú que lo es el mar de las Antillas desde Puerto Cabello, y sobre todo desde el Cabo Codera hasta la punta de Paria. Los huracanes de las islas Antillanas jamás se hacen sentir en estos parajes en donde se navega en chalupas sin cubierta. El único peligro del puerto de Cumaná consiste en un bajío, el del Morro Colorado (21), que de Este a Oeste tiene 900 toesas de anchura, y es de tal modo acantilado, que harta allí casi sin pensarlo.
Alguna extensión he dado a la descripción del sitio de Cumaná, porque me pareció importante traer a conocimiento un lugar que desde hace siglos ha sido el foco de los más temibles terremotos. Antes de hablar de estos fenómenos extraordinarios será útil resumir las líneas esparcidas del cuadro físico cuyo diseño acabo de trazar.
La ciudad, situada al pie de una colina sin verdor está dominada por un castillo. Ningún campanario, ninguna cúpula, que pueda atraer de lejos la mirada del viajero, sino más bien algunos troncos de tamarindos, cocoteros y datileras que se elevan por sobre las casas, cuyos techos son de azotea. Las llanuras circundantes, principalmente las del lado del mar, tienen un aspecto triste, polvoriento y árido, al paso que una vegetación fresca y vigorosa manifiesta desde lejos las sinuosidades del río que separa la ciudad de los arrabales, la población de razas europea y mixta de los indígenas de coloración cobriza. La colina del fuerte de San Antonio, aislada, desnuda y blanca, despide al mismo tiempo gran masa de luz y de calor radiante; está compuesta de brechas cuyas capas encierran petrificaciones pelágicas. En lontananza, hacia el Sur, se prolonga una vasta y sombría cortina de montañas. Son los Altos Alpes calcáreos de la Nueva Andalucía, rematados de arenisca y otras formaciones más recientes. Selvas majestuosas cubren esta cordillera interior y se enlazan mediante un valle arbolado a los terrenos descubiertos, arcillosos y salinos de las inmediaciones de Cumaná. Algunas aves de porte considerable contribuyen a dar una fisonomía particular a estas comarcas. En las playas marítimas y en el golfo se hallan bandadas de garzas pescadoras y de alcatraces de una forma tosca, que singlan como el cisne alzando las alas. Cerca de las habitaciones humanas millares de buitres “Gallinazos” verdaderos chacales entre los volátiles, se ocupan sin cesar en desenterrar cadáveres de animales (22). Un golfo que contiene manantiales calientes y submarinos separa las rocas secundarias de las rocas primitivas y esquistosas de la península de Araya. Entrambas costas están bañadas por un mar apacible, de un color azulado, y siempre agitado blandamente por un viento uniforme. Un cielo puro, enjuto, que solo exhibe algunas ligeras nubes al ocaso del sol, reposa sobre el océano, sobre la península destituida de árboles, y sobre las planicies de Cumaná, mientras que se ven las tormentas formándose, acumulándose, y resolviéndose en lluvias fecundas entre las cimas de las montañas del interior. Así como al pie de los Andes, el cielo y la tierra en estas costas presentan grades oposiciones de serenidad y neblinas, de sequedad y chubascos, de esterilidad absoluta y verdor sin descanso renaciente. En el nuevo continente las regiones bajas y marítimas difieren tanto de las montuosas del interior, como las llanuras del Bajo Egipto de las altiplanicies elevadas de Abisinia.

EL VULCANISMO. LOS TEMBLORES DE TIERRA.
Las relaciones que acabamos de indicar entre el litoral de la Nueva Andalucía y el del Perú se alargan hasta en la frecuencia de los temblores de tierra y en los límites que la naturaleza parece haber prescrito a estos fenómenos. Hemos presenciado nosotros mismos muy violentas sacudidas en Cumaná; y en los días en que se reconstruían los edificios  recientemente hundidos hemos llegado también a recoger en los propios lugares las circunstancias exactamente detalladas que acompañaron a la gran catástrofe  del 14 de diciembre de 1797. Tendrán tanto mayor interés estas nociones, cuanto que los temblores de tierra han sido hasta ahora considerados más bien con relación a los funestos efectos que ejercen sobre la población y el bienestar de la sociedad que desde el punto de vista físico y geológico.         
 Es opinión muy generalizada en las costas de Cumaná y la isla de Margarita que el Golfo de Cariaco debe su existencia a un desgarramiento de las tierras acompañado de irrupción del océano. La memoria de esta gran revolución se ha conservado entre los indios hasta fines del siglo XV, y se refiere que en la época del tercer viaje de Cristóbal Colón hablaban de ello los indígenas como de un acontecimiento asaz  reciente. En 1530 nuevas sacudidas atemorizaron a los habitantes de las costas de Paria y Cumaná. El mar inundó las tierras, y el pequeño fuerte que Jácome Castellón había construido en la Nueva Toledo    
Se hundió por completo (23). Hízose al mismo tiempo una enorme abertura en las montañas de Cariaco, a orillas del golfo de este nombre, de la que brotó del esquisto micáceo una gran masa de agua salada mezclada con asfalto (24). Hasta fines del siglo XVI fueron muy frecuentes los temblores de tierra; y según las tradiciones conservadas en Cumaná el mar inundó con frecuencia las playas y se elevó a 15 o 20 toesas de altura. Salváronse los habitantes en el cerro de San Antonio y en la colina donde hoy se halla el pequeño convento de San Francisco. Créese aún que estas frecuentes inundaciones determinaron a los habitantes para construir barrios de la ciudad arrimado a los cerros, Pan de Azúcar y San Antonio, que ocupa una parte de la cuesta.

EL TERREMOTO DE 1766.
Como no existe crónica ninguna acerca de Cumaná, y como sus archivos, a causa de las continuas devastaciones de los termites o comejenes, no contienen documento alguno que remonte a más de 150 años, no se conocen datos precisos sobre los antiguos temblores de tierra. Sábese tan solo que en tiempos más inmediatos a nosotros, el del año 1766 fue a una vez el más funesto para los colonos y el más notable para la historia física del país. Desde hacía 15 meses habíase mantenido una sequía semejante a la que se experimentan de vez en cuando en las islas de cabo Verde, cuando el 21 de octubre de 1766 fue enteramente destruida la ciudad de Cumaná. Renuévase todos los años la memoria de ese día con una fiesta religiosa acompañada de una procesión solemne. En el lapso de pocos minutos hundiéronse todas las casas y repitiéronse las sacudidas durante catorce meses de hora en hora. En varias ´partes de la provincia se abrió la tierra vomitando agua sulfurosa. Estas erupciones fueron frecuentes sobre todo en una llanura que corre hacia Casanay, dos leguas al Este de la ciudad de Cariaco, conocida con el nombre de “tierra hueca”, porque parece enteramente minada por fuentes termales. Durante los años 1766 y 1767 los habitantes de Cumaná acamparon en las calles, y empezaron a reconstruir sus casas cuando no se sucedieron sino de mes en mes los temblores de tierra. Sucedió entonces en estas costas lo que se experimentó en el reino de Quito inmediatamente después de la gran catástrofe del 4 de febrero de 1797. Mientras que oscilaba de continuo el suelo, parecía la atmósfera resolverse en agua. Fuertes aguaceros hicieron henchirse los ríos; fue el año sumamente fértil; y los indios, cuyas frágiles cabañas resisten fácilmente las más fuertes sacudidas, celebraban, según las ideas de una vetusta superstición, con fiestas y con danzas, la destrucción del mundo y la época próxima de su regeneración.      
Reza la tradición que en el temblor de tierra de 1766, así como en otro muy notable de 1794, las sacudidas eran simples oscilaciones horizontales; y que no fue sino el día malhadado del 14 de diciembre de 1797 cuando por primera vez en Cumaná se hizo sentir  el movimiento por soliviadura, de abajo arriba. Entonces fueron destruidos por completo más de los cuatro quintos de la ciudad, y el choque, acompañado de un ruido subterráneo fortísimo, pareció como en Riobamba, la explosión de una mina colocada a gran profundidad. Dichosamente la sacudida más violenta  fue precedida de un ligero movimiento de ondulación, de suerte que la mayor parte de los habitantes pudo escarparse en las calles, no pereciendo sino un corto número de los que estaban congregados en las iglesias. Es una opinión generalmente aceptada en Cumaná que los temblores de tierra más destructores se anuncian por oscilaciones muy débiles y por un zumbido que no se oculta a la sagacidad de las personas habituadas a este género de fenómenos. ¡En ese momento fatal resuenan por todas partes los gritos de “! ¡Misericordia! ¡Tiembla! ¡Tiembla!, y es raro que falsas alarmas sean dadas por un indígena. Los más tímidos observan con atención los movimientos de los perros, cabras y cerdos. Estos últimos animales, dotados de un olfato sumamente fino, y acostumbrados a hozar la tierra, advierten la proximidad del peligro con su inquietud y sus gruñidos. No vamos a decidir si, colocados más cerca de la superficie del suelo, oyen más pronto el ruido subterráneo, o si sus órganos reciben la impresión de alguna emanación gaseosa que sale de la tierra.  No podría negarse la posibilidad de esta última causa. Durante mmi permanencia en el Perú se observó, en el interior del país, un hecho que se relaciona con este género de fenómenos y que se había presentado ya varias veces. Después de violentos temblores de tierra, las yerbas que cubren las sabanas del Tucumán adquirieron propiedades nocivas; hubo epizootia en el ganado caballar; y gran número de ellos, parecían aturdidos o asfixiados por las mofetas que exhalaba el suelo.
En Cumaná, media hora antes de la catástrofe del 14 de diciembre de 1797, sintióse un fuerte olor a azufre cerca de la colina del convento de San Francisco; y fue en ese mismo lugar donde el ruido subterráneo, que pareció propagarse del Sureste al Noroeste, fue más fuerte. Viéronse aparecer al propio tiempo llamas a orillas del río Manzanares, cerca del hospicio de los Capuchinos y en el golfo de Cariaco, cerca de Marigüitar. Veremos a continuación que este último fenómeno, tan extraño en un país no volcánico, se presenta a menudo en las montañas de caliza alpina, cerca de Cumanacoa, en el valle de Bordones, en la Isla de Margarita, y en medio de las sabanas o llanos de la Nueva Andalucía (25). En estas sabanas se elevan a una altura considerable haces de llamas; se observan por horas enteras en los lugares más áridos y aseguran que al examinar el suelo que produce la materia inflamable no se percibe ninguna grieta. Este fuego que recuerda los manantiales de hidrógeno  o  “Salse de Módena” (26), y los fuegos fatuos de nuestros pantanos, n se comunica a la yerba, sin duda porque la columna de gas que se desarrolla está mezclada con nitrógeno y ácido carbónico, y no arde hasta su base. El pueblo por lo demás, menos supersticioso aquí que en España, designa estas llamas rojizas con el extraño nombre de “alma del tirano Aguirre” imaginando que el espectro de Lope de Aguirre, perseguido por los remordimientos, anda errante en estos mismo países que habia mancillado con sus crímenes.
El gran temblor de tierra de 1797 produjo algunos cambios en la configuración del placel de Morro Colorado, hacia la boca del río Bordones. Levantamientos análogos se han observado cuando la ruina total de Cumaná, en  1766. En esa época, sobre la costa meridional del golfo de Cariaco, la Punta Delgada se aumentó sensiblemente; y en el río Guarapiche, cerca de la villa de Maturín, se formó un escollo, sin duda por la acción de los fluidos elásticos que han dislocado y solevantado el fondo del río.
No seguiremos describiendo al detal los cambios locales producidos por los diversos  temblores de tierra de Cumaná. Para seguir un plan conforme al fin que nos hemos propuesto en esta obra, trataremos de generalizar las ideas y de reunir en un mismo cuadro todo lo que concierne a estos fenómenos tan temidos y al mismo tiempo tan difíciles de explicar. Si los físicos que visitan los Alpes de Suiza o las costas de la Laponia deben subvenir a nuestros conocimientos sobre los glaciares y las auroras boreales, podrá exigirse de un viajero que ha recorrido la América española que fije principalmente su atención en los volcanes y terremotos. Cada parte del globo tiene objetos de estudio particulares; y cuando no se puede esperar que se adivinen las causas de los fenómenos de la naturaleza, debe por lo menos procurarse descubrir sus leyes y distinguir, mediante la comparación de numerosos hechos, lo que es constante y uniforme de lo que es variable y accidental.
Los grandes temblores de tierra que interrumpen la larga serie de pequeños sacudimientos no parecen tener nada de periódicos en Cumaná. Se han sucedido a 80, a 100 y aun en ocasiones a menos de 30 años de distancia, mientras que en las costas del Perú, por ejemplo en Lima, no es posible desconocer cierta regularidad en las épocas de total ruina para la ciudad. La persuasión de los habitantes en la existencia de ese tipo allí, influye aún de una manera feliz en la tranquilidad pública y en la conservación de la industria. Generalmente se tiene por cierto que es menester un espacio de tiempo azas prolongado para que las mismas causas puedan obrar con la mima energía; pero este razonamiento no es justo sino mientras tanto que se consideren los sacudimientos como un fenómeno local, y que se suponga un foco particular para cada punto del globo expuesto a grandes trastornos. Dondequiera que se levanten nuevos edificios sobre las ruinas de los antiguos, escucharemos decir a quienes se niegan a reconstruir, que la destrucción de Lisboa el 1º de noviembre de 1755 fue pronto seguida de otra no menos funesta el 31 de marzo de 1761.
En opinión antiquísima y muy común en Cumaná, Acapulco y Lima (28), que existe una relación sensible entre los temblores de tierra y el estado de la atmósfera que precede a estos fenómenos. En las costas de la Nueva Andalucía se inquietan cuando durante un tiempo cálido con exceso y después de larga sequía deja de soplar la brisa de repente, y cuando el cielo, estando sereno y despejado en el zenit, presenta cerca del horizonte, a 6 u 8 grados de altura, un vapor rojizo. Bien inciertos son, sin embargo, estos pronósticos; y cuando se tiene en mientes el conjunto de variaciones meteorológicas en épocas en que el globo ha estado más agitado, se comprende que las sacudidas violentas se efectúan igualmente en tiempos húmedos y secos, con viento muy vivo y durante una calma absoluta y sofocante. De acuerdo con el gran número de temblores de tierra que he presenciado al Norte y al Sur del ecuador, en el continente y en la cuenca de los mares, en las costas y a 2500 toesas de altura, me ha parecido que las oscilaciones son por lo general azas independientes del estado anterior de la atmósfera. Participan de esta opinión muchas personas instruidas que habitan en las colonias españolas cuya experiencia versa, si no en mayor extensión del globo, por lo menos en mayor número de años que la mía. Al contrario, en regiones de Europa en que los temblores de tierra son raros en comparación con la América, los físicos se inclinan a admitir una conexión íntima entre las ondulaciones del suelo y algún meteoro que accidentalmente se presenta en la misma época. Así en Italia se sospecha una relación entre el Siroco y los temblores de tierra, y en Londres se miró la frecuencia de las estrellas fugaces y esas auroras australes observadas después varias veces por el Sr. Dalton, como precursores de los sacudimientos que se hicieron sentir desde 1748 hasta 1756 (29).
Los días en que la tierra es perturbada por las violentas sacudidas no se altera en los trópicos la regularidad de las variaciones horarias del barómetro. He verificado esta observación en Cumaná, el Lima y en Riobamba; y es tanto más digna de llamar la atención de los físicos cuanto que en Santo Domingo, en la ciudad de Cabo Francés, se pretende haber visto bajar un barómetro de agua dos pulgadas y media inmediatamente antes del temblor de tierra de 1770 (30). Refiérese así mismo que cuando la destrucción de Orán se salvó un boticario con su familia, porque observando por casualidad pocos minutos antes de la catástrofe la altura del mercurio en su barómetro reparó que la columna mermaba de un modo extraordinario. Ignoro si se puede dar fe a esta aserción; pero como es más o menos imposible examinar las variaciones de peso de la atmósfera durante las sacudidas mismas, es preciso contentarse con observar el barómetro antes o después de verificarse esos fenómenos. En la zona templada las auroras boreales no siempre modifican la declinación del imán y la intensidad de las fuerzas magnéticas (31). Quizá también los temblores de tierra no obran     constantemente de la misma manera sobre el aire que nos rodea.
Parece difícil poner en duda que lejos de la boca de los volcanes activos todavía, la tierra, entreabierta y conmovida por sacudimientos, exhala de tiempo en tiempo emanaciones gaseosas en la atmósfera. En Cumaná, como arriba hemos indicado, del suelo más árido se elevan llamas y vapores mezclados con ácido sulfuroso. En otras partes de la misma provincia vomita la tierra agua y petróleo. En Riobamba sale una masa cenagosa e inflamable llamada “Moya”, de grietas que vuelven a taparse, y se acumula en colinas elevadas. A siete leguas de Lisboa, cerca de “Colares”, se vio, durante el tremendo terremoto del 1º de noviembre de 1755, que salían llamas y una columna de humo espeso de la falda de las peñas de Alvidras, y, según algunos testigos, de dentro del mar (32). Este humo persistió por varios días, y abundaba más cuanto más fuerte era el ruido subterráneo que acompañaba los sacudimientos.
Los fluidos elásticos derramados en la atmósfera pueden obrar localmente sobre el barómetro, no ya por su masa, que es pequeñísima en comparación con la masa de la atmósfera, sino porque en el momento de las grandes explosiones se forma verosímilmente una corriente ascendente que disminuye la presión del aire. Me inclino a creer que en la mayor parte de los temblores de tierra nada se escapa del suelo conmovido, y que allí donde se efectúan emanaciones de gases y vapores, estas preceden a las sacudidas con menor frecuencia de lo que las acompañan y las siguen. Esta última circunstancia de la explicación de un hecho al parecer indubitable, quiere decir, de esa influencia misteriosa que en la América equinoccial tienen los temblores de tierra sobre el clima y el orden de las estaciones de lluvias y sequía. Si generalmente no obra la tierra sobre el aire sino en el momento de las sacudidas, se comprende por qué es tan raro que un cambio meteorológico sensible sea el presagio de estas grandes revoluciones de la naturaleza.
La hipótesis según la cual, en los temblores de tierra de Cumaná, tienden a escaparse de la superficie del suelo fluidos elásticos, parece confirmada por la observación del ruido temeroso que se observa durante los sacudimientos a la orilla de los pozos en el “llano de las Charas”. A veces son arrojadas el agua y la arena a más de 20 pies de altura. No han escapado fenómenos análogos a la sagacidad de los antiguos que en la Grecia y el Asia menor habitaban parajes llenos de cavernas, de grietas y de ríos subterráneos. En su andar uniforme la naturaleza hace nacer por todas partes las mismas ideas sobre las causas de los temblores de tierra y sobre los medios con que el hombre, olvidando la medida de sus fuerzas, pretende disminuir el efecto de las explosiones subterráneas. Lo que dijo un gran naturalista romano de la utilidad de los pozos y de las cavernas, lo repiten en el Nuevo Mundo los indios más ignorantes de Quito cuando muestran a los viajeros los guaicos o grietas del Pichincha (33).
El ruido subterráneo tan frecuente durante los temblores de tierra, no está la más de las veces en relación con la fuerza de las sacudidas. En Cumaná constantemente las precede, mientras que en Quito, y luego, a poco en Caracas y en las Antillas, se escuchó un ruido semejante a la descarga de una batería mucho tiempo después de haber cesado los sacudimientos. Un tercer género de fenómenos, el más notable de todos, es el retumbo de estos truenos subterráneos que duran varios meses sin ser acompañados del menor movimiento oscilatorio del suelo (34).
En todos los países expuestos a los temblores de tierra se mira como causa y foco de las sacudidas el punto en que, debido verosímilmente a una disposición particular de las capas pétreas, son los efectos más sensibles. Créese así en Cumaná que la colina del Castillo de San Antonio, y principalmente la eminencia sobre la cual está construido el convento de San Francisco, encierran una cantidad enorme de azufre y otras materias inflamables. Olvídase que la rapidez con que se propagan las ondulaciones a grandes distancias, aún a través de la cuenca del océano, prueba que el centro de acción está muy apartado de la superficie del globo. Sin duda, por esta misma causa los temblores de tierra no se ciñen a ciertas rocas, como lo pretenden algunos físicos, sino que todas son adecuadas para propagar el movimiento. Para no salir del círculo de mi propia experiencia, citaré aquí los granitos de Lima y Acapulco, el gneis de Caracas, el esquisto micáceo de la península de Araya, el esquisto primitivo de Tepecuacuileo en México, las calizas secundarias del Apeninos, de España, y de la Nueva Andalucía, y en fin los pórfidos trapeanos de las provincias de Quito y Popayán (35). En estos diversos lugares se conmueve frecuentemente el suelo con las más violenta sacudidas; pero algunas veces, en una misma roca, las capas superiores oponen obstáculos invencibles a la propagación del movimiento. De esta suerte, en las minas de Sajonia, se ha visto a los obreros salir asustados por oscilaciones que no se habían sentido en la superficie del suelo de Marienberg, en el Erzgeburge.
Si en las regiones más alejadas unas de otras participan al igual de los movimientos convulsivos del globo las rocas primitivas, secundarias o volcánicas, tampoco se puede dudar de que, en lo tocante a un terreno poco extenso, ciertas clases de rocas se oponen a la propagación de los sacudimientos. En Cumaná, por ejemplo, antes de la gran catástrofe de 1797, los temblores de tierra no se sentían sino a lo largo de la costa meridional y calcárea del golfo de Cariaco hasta la ciudad de este nombre, mientras que en la península de Araya y en la aldea de Manicuare no participaba el suelo de las mismas agitaciones. Los habitantes de esa costa septentrional, que está compuesta de esquisto micáceo, construían sus cabañas sobre un terreno inmóvil; un golfo de cuatro a cinco mil toesas de ancho los separaba de una llanura cubierta de ruinas y trastornada por los temblores de tierra. Esta seguridad, fundada en la experiencia de varios siglos, ha desaparecido desde el 14 de diciembre de 1797 nuevas comunicaciones parecen haberse abierto en el interior del globo. Hoy se experimentan las agitaciones del suelo de Cumaná no solo en la península de Araya, sino que el promontorio de esquisto micáceo se ha convertido a su turno en un centro particular de movimientos. Ya la tierra se estremece en ocasiones fuertemente en la aldea de Manicuare, cuando se disfruta de la más perfecta tranquilidad en la costa de Cumaná. Sin embargo de esto, el golfo de Cariaco tiene solamente sesenta u ochenta brazas de profundidad.
Se ha creído observar que, ya sea en los continentes, ya en las islas, están más expuestas a los sacudimientos las costas occidentales y meridionales (36). Se enlaza esta observación a las ideas que se han formado los geólogos largo tiempo acerca de la posición de las altas cordilleras de montañas y de la       dirección de sus faldas más escarpadas; más la existencia de la Cordillera de Caracas y la frecuencia de las oscilaciones sobre las costas orientales y septentrionales de Tierra Firme, en el golfo de Paria, en Carúpano, en Cariaco y en Cumaná, prueban lo incierto de aquella opinión.
En Nueva Andalucía, lo mismo en Chile y en el Perú, las sacudidas siguen el litoral y poco se extienden al interior de las tierras. Esta circunstancia, como pronto lo veremos, indica una íntima relación entre las causas que producen los temblores de tierra y las erupciones volcánicas. Si fuese el suelo más agitado sobre las costas, porque son las partes más bajas de la tierra ¿Por qué no serían igualmente fuertes y frecuentes las oscilaciones en esas vastas sabanas o praderas que apenas se elevan 8 o 10 toesas sobre el nivel del océano, en los llanos de Cumaná, de Nueva Barcelona, de Calabozo, del Apure y del Meta?
Los temblores de tierra de Cumaná se conexionan con los de las Antillas Menores, y aún se ha sospechado que tienen ciertas relaciones con los fenómenos volcánicos de la cordillera de los Andes (37). El 4 de febrero de 1797 experimentó el suelo de la provincia de Quito un trastorno tal, que a pesar de la suma escasez de la población de aquellos países, cerca de 40.000 indígenas perecieron sepultados bajo los escombros de sus casas, tragados por las grietas o ahogados en lagos que se formaron instantáneamente. En esa misma época los habitantes de las Antillas orientales fueron alarmados por sacudimientos que no cesaron sino a los 8 meses, cuando el volcán de la Guadalupe vomitó piedra pómez, cenizas y bocanadas de vapores sulfurosos. Esta erupción del 27 de septiembre, durante la cual se escucharon prolongadísimos mugidos subterráneos, fue seguida el 14 de diciembre por el gran temblor de tierra de Cumaná (38). Otro volcán de las Antillas, el de san Vicente, ha ofrecido hace poco un nuevo ejemplo de estas relaciones extraordinarias (39). No había él arrojado llamas desde 1718, cuando las lanzó de nuevo en 1812. La ruina total de la ciudad de Caracas, el 28 de marzo de 1812, precedió en 34 días a aquella explosión, y se sintieron violentas oscilaciones del suelo al mismo tiempo en las islas y en las costas de Tierra Firme.
Ha largo tiempo se ha notado que los efectos de los grandes temblores de tierra se propagan mucho más lejos que los fenómenos que presentan los volcanes en actividad. Estudiando las revoluciones físicas de Italia, examinando con cuidado la serie de erupciones del Vesubio y el Etna, hay dificultad para reconocer, a pesar de la proximidad de estos montes, las huellas de una acción simultánea. Al contrario, es indudable que cuando las dos últimas ruinas de Lisboa, fue violentamente agitado el mar hasta el nuevo mundo, por ejemplo, la isla de Barbada, alejada en más de 1200 leguas de las costas de Portugal (40).
Varios hechos tienden a probar que las causas que producen los temblores de tierra tienen un estrecho enlace con las que obran en las erupciones volcánicas (41). Hemos sabido en Pasto que la columna de humo negro y espeso que en 1797 salía del volcán próximo a esa ciudad hacía varios meses, desapareció a la hora misma en que, 60 leguas al Sur, fueron derribadas las ciudades de Riobamba, Ambato y Tacunga por una enorme sacudida. Cuando en el interior de un cráter inflamado se sienta uno cerca de esos montículos formados por deyecciones de escorias y cenizas, se siente el movimiento del suelo varios segundos antes de efectuarse cada erupción parcial. Hemos observado este fenómeno en el Vesubio, en 1805, al tiempo que la montaña lanzaba escorias incandescentes; y de ello hemos sido testigos en 1802 en el borde del inmenso cráter del Pichincha, del cual sin embargo no salían entonces sino nubes de vapores de ácido sulfuroso.
Todo parece indicar en los temblores de tierra la acción de los fluidos elásticos que buscan una salida para esparcirse en la atmósfera. En las costas del mar del Sur esta acción se comunica a menudo casi instantáneamente desde Chile hasta el golfo de Guayaquil, en un trecho de 600 leguas; y, cosa más notable aún, las sacudidas parecen ser tanto más fuertes cuanto que el País está más alejado de los volcanes activos. Los montes graníticos de la Calabria, cubiertos de brechas muy recientes, la cadena calcárea de os Apeninos, el condado de Pignerol, las costas de Portugal y de Gracia, las del Perú y Tierra Firme, ofrecen pruebas sorprendentes de esta aserción (42). Diríase que el globo es agitado con tanta mayor fuerza cuantos menos respiraderos ofrece la superficie del suelo que se comuniquen con las cavernas de lo profundo. En Nápoles y en Mesina, al pie del Cotopaxi y del Tungurahua, no temen temblores sino por todo el tiempo que los vapores y las llamas no salen ya de la boca de los volcanes. En el reino de Quito, la gran catástrofe de Riobamba, de que arriba hemos hablado, ha despertado aún la idea  en muchas personas instruidas, de que aquel desgraciado país sería con menos frecuencia trastornado si el fuego subterráneo lograse romper la cúpula porfídica del Chimborazo y si esta montaña colosal se convirtiese en un volcán activo. Hechos análogos han conducido en todos los tiempos a las mismas hipótesis. Los griegos, que atribuían como nosotros, a la tensión de los fluidos elásticos las oscilaciones del suelo, citaban en favor de su opinión la cesación total de sacudimientos en la isla de Eubea ´por la abertura de una grieta en la llanura Lelantina (43).       
Hemos tratado de reunir al fin de este capítulo los fenómenos generales de los temblores de tierra en diferentes climas. Hemos demostrado que los meteoros subterráneos están sometidos a leyes tan uniformes como la mezcla de fluidos gaseosos que constituyen nuestra atmósfera. Nos hemos abstenido de toda discusión sobre la naturaleza de los agentes químicos  causantes de los grandes trastornos que de tiempo en tiempo experimenta la superficie de la tierra. Basta recordar aquí que esas causas residen a inmensas profundidades, y que es menester buscarlas en las rocas que llamamos primitivas, y aun quizás debajo de la corteza  terrosa  y oxidada del globo, en los abismos que encierran las sustancias metaloides de la sílice, la cal, la sosa y la potasa.  
   Recientemente se ha intentado considerarlos fenómenos de los volcanes y los de los temblores de tierra como efecto de la electricidad voltaica, desarrollada por una disposición particular de estratos heterogéneos. No podría negarse que a menudo, cuando se suceden fuertes sacudidas en el espacio de algunas horas, la tensión eléctrica del aire aumenta sensiblemente en el instante en que está más agitado el suelo (44); mas para explicar este fenómeno no es necesario recurrir auna hipótesis que está en directa contradicción con todo lo que hasta aquí se ha observado sobre la estructura de nuestro planeta y sobre la disposición de sus capas pétreas.  

NOTAS.
1.- Pelicano moreno de la talla del cisne; Buffon, Pl, enlum., No 957, pelicanus fuscus, lin. (Oviedo, lib. XIV, c, 6).
2.- Reuniendo un gran número de experimentos hechos de 1799 a 1800, en diferentes estaciones, hallo que en el puerto de Cumaná, al Norte del Cerro Colorado, el mar es, durante la bajamar 0º,8 más cálido que durante la pleamar, cualquiera que sea la hora de la marea, Consignaré aquí la observación del 20 de octubre que casi puede servir de tipo, y que ha sido practicada en un punto de las costas en que el mar, a 150 toesas de distancia, tiene ya de 30 a 40 brazas de hondo. A las 10 de la mañana: bajamar 26º,1; aire cerca de la costa, 27º,4; aire, cerca de la ciudad, 30º; agua del Manzanares, 25º 2, a las 4 de la tarde; mar montante, 25º ,2. A las 4 de la tarde: mar montante 25º ,3; aire cerca de la costa, 26º ,2; aire en Cumaná, 28º ,1; agua del Manzanares, 25º ,7.
3.- Sobre la suma rareza de las plantas sociales entre los trópicos, véase el Essal sur Géog, des plantes, p. 19, y una Memoria del Sr. Brown, sobre las proteáceas (Trans of the Lin, Soc. vol. X, P. 1, p. 23) en a que este gran botanista ha ampliado y confirmado con numerosos hechos mis ideas sobre las asociaciones de los vegetales de una misma especie.
4.- A cinco pies del suelo. Estas medidas son de un excelente observador, el Sr. Michaux.
5.- Inga spuria, que conviene no confundir con la Inga común o Inga vera, Willd. (Mimosa Inga, Lin.), Los estambres blancos, en número de 60 a 70, están adheridos a una corola verdosa, tienen un brillo sedoso y rematan en una antera amartilla. La flor de la Guama tiene 18 líneas de largo. La común altura de este hermoso árbol, que prefiere los lugares húmedos, es de 8 a 10 metros.  
6.- Tuna macha. Se distinguen en la madera del cactus las prolongaciones medulares como lo ha observado el Sr. Desfontalnes (Jour. De Phys., t. XLVIII, P.153).
7.- Crotalus Cumanensis y C. Leofflngli, dos especies nuevas. Véase mi Recueil d´Observ. Zoologiques, t. II, p. 8.
8.- Esta elevación ser ha concluido de la distancia zenital del mástil en que se pone el fuego que sirve de señal. En la plaza mayor de Cumaná he hallado este ángulo, no corregido, por la refracción de 83´02´10”, según el pleno topográfico de Cumaná levantado por el Sr. Fidalgo en 1793, la distancia horizontal de la Gran Plaza al Castillo de San Antonio, es de 220 toesas.
9.-  La verdadera causa del espejismo o de la refracción extraordinaria que sufren los rayos, cuando se hallan superpuestas unas sobre otras capas de aire de diferentes densidades, ha sido entrevista por Hooke. Véase sus Posth, Works, p. 472.
10.- Esta clasificación data del tiempo de Posidonio. Es la succusio y la inclinatio de Séneca (Nat. Queste.,  lib. VI, c. 21). Pero los antiguos habia ya notado juiciosamente que la naturaleza de las sacudidas es demasiado variable para que se pueda ceñir en estas leyes imaginarias (Platón, en Plut, de placit, pitos., lib. III, c. 15, ed. Reiske, p. 551).
 11.-  Los Guaiqueríes de la Banda del Norte se consideran como de raza más noble, porque creen que están menos mezclados con los indios chaimas y otras castas cobrizas. Se distinguen de los Guaiqueríes del continente en la manera de pronunciar el español, que lo hablan casi sin apartar los dientes. Señalan con orgullo a los europeos la Punta de la Galera, llamada así a causa del bajel de Colón que había fondeado en esos parajes, y al puerto de Manzanillo, donde por primera vez juraron a los blancos en 1498 la amistad que jamás han violado y que les ha hecho conceder, en estilo palaciego, el titulo de fieles.
12.- He aquí el resultado que he sacado de los registros que me han facilitado los curas de Cumaná: nacimientos del año 1798 en el distrito de Curas rectores, 237; en el distrito de Curas castrenses, 57; en el arrabal de los Guaiqueríes o Parroquia de Altagracia, 209; en el arrabal de  los Cerritos o  parroquia del Socorro, 19. Total, 522. Se ve por estos registros parroquiales la gran fecundidad de los matrimonios indios; porque aunque el arrabal de los Guaiqueríes incluya muchos menos individuos  de otras castas, sorprende la cantidad de niños nacidos en la orilla izquierda del Manzanares. Su número se eleva a dos quintos del total de los nacimientos.  
13.- He deducido esta distancia de los ángulos de altura y los azimuts de varios edificios cuya altura habia medido con cuidado. Del lado del río había, en 1800, desde la primera cabaña del arrabal de los Guaiqueríes a la Casa Blanca, de don Pascual de Goda, 538 toesas; y de esa primera cabaña, al puente sobre el Manzanares, 210 toesas. Algún día tendrán estos datos cierto interés, cuando se quiera conocer el progreso de la industria y la prosperidad de Cumaná desde el principio del siglo XIX.  
14.- Rhizophora Mangle. El Sr. Bompland volvió a encontrar en Playa Chica la Allionia Incarnata, en el mismo lugar donde el infortunado Löfling, había descubierto este nuevo género de las Nictagináceas. 
15.- Los españoles designan con el nombre de Dormideras (vegetales durmientes), el pequeño número de Mimosas de hojas irritables al tacto. Hemos aumentado este número en tres especies antes desconocidas de los botanistas, a saber: la Mimosa humilis de Cumaná, la M. pellita de las sabanas de Calabozo y la M. dormiens de las márgenes del Apure.
16.- Vultur Aura, Lin.; Zamuro o Gallinazo, el buitre del Brasil, de Buffón. No podría resolverme a adoptar nombres que designan, como propios de un solo país, animales que pertenecen a todo un continente.
17.- Si el cerro del Bergantín está alejado efectivamente de Cumaná en 24 millas o 22.800 toesas, como lo indica el mapa del Sr. Fidalgo publicado por el Depósito Hidrográfico de Madrid en 1805, ángulos de altura que tomé en Playa Grande dan a ese cerro 1255 toesas de altura. Pero este mismo mapa, menos exacto para las posiciones alejadas de las costas que para las costas mismas, asigna a la ciudad de Cumanacoa una latitud de 10º ,5 mientras que esta es, según mis observaciones directas, de 10º 16´11”  (Obs, astron., t, I, p.96) Si esa posición demasiado meridional influye en la del Bergantín, es preciso concluir que esta cima es mucho menos elevada. Ella se presenta en Playa grande bajo un ángulo de altura corregido por la refracción de la curva de la tierra, 3º 6´12”. Otros ángulos apoyados en una base de 196 toesas medidas en un terreno en que las aguas se han posado largo tiempo, me hicieron creer que la altura y la distancia del Bergantín no son mucho más de 800 toesas, y de 14 a 16 millas: pero no se puede tener confianza en una base tan corta, y en una operación cuyo objeto no era la medición del Bergantín. 
18.- Las Montañas Azules de la Nueva Holanda, las Camarthen y Lansdown, no son ya visibles, en tiempo sereno, más allá de 50 millas de distancia (Perón, Voyage aux Terres australes, p. 389). Suponiendo de medio grado el ángulo de altura, la altura absoluta de esas montañas sería cosa de 620 toesas.
19.- Chacra, por corrupción chara, choza o  cabaña cercada por una labranza. La voz Ipure tiene la misma significación. Nota de Ramón Badaracco. No es así. Chara es nombre indígena de una especie pequeña de castaña que se daba mucho en esa zona de Cumaná. El nombre de “Ipure” también indígena, se le da a las charas rio Manzanares o Cumaná, aguas arriba, que tienen parte en los cerros.  
20.- Estas tres elevaciones llevan el nombre de Mesas. Una llanura inmensa se alza insensiblemente rodeada de laderas, sin mostrarse apariencia alguna de cerros o collados.
21.- Bajo del Morro Colorado. Hay de una y media a tres brazas en este bajío, mientras que más allá de los varales hay 18, 30 y aún 38. Los restos de una antigua batería situada al Nornoreste del Castillo de San Antonio, muy cerca de este último, sirven de marca para evitar el placel del Morro Colorado. Hay que virar de bordo antes de que esta batería tape un monte muy elevado de la península de Araya, el cual ha sido determinado por el Sr. Fidalgo, desde el castillo de San Antonio, N, 66º 30´E.,  a 6 leguas de distancia. Si se descuida esta maniobra, se arriesga encallar, tanto más cuanto que las alturas de Bordones roban el viento al barco que se dirige a puerto.
22.- Buffon, Hist, nat, oiseaux, t, l, p, 114.
23.- Fue el primer nombre dado a la ciudad de Cumaná (Girolano Benzoni, Hist. Del Mondo Nuovo, pp. 3, 31 y 33) (Nota. Ocampo se estableció lejos de la Nueva Córdoba y construyó un campamento al cual dio el nombre de Nueva Toledo, duró muy poco tiempo; este campamento jamás sustituyó a la Nueva Córdoba. El primer nombre de Cumaná fue “Puerto de Perlas”, desde 1504. Ramón Badaracco. Cronista oficial de Cumaná).  Jácome Castellón había llegado de Santo Domingo en 1521, después de la aparición que el famoso Bartolomé de Las Casas había hecho en estas comarcas. Leyendo con atención las relaciones de Benzoni y de Caulín, se ve que el fuerte de Castellón estaba construido cerca de la boca del Manzanares (alla ripa del flume de Cumaná), y no, como lo han afirmado algunos viajeros modernos, en el monte donde hoy se halla el castillo de San Antonio (Caulin, Hist. Corográfica, p. 126)   
24.- Herrera. Descripción de las Indias, p. 14.
25.- En la mesa de Caris, al Norte de Aguasai  y en la Mesa de Guanipa, lejos de los Morichales, que son los sitios húmedos donde vegeta la palmera Mauritia.
26.- Breislak, Geología, t, II, p. 284.
27.- Cuando en Cumaná y en la isla de Margarita pronuncia el pueblo la palabra “tirano” es siempre para designar al infame López de Aguirre, quien después de haber tomado parte en 1560 en el motín de Fernando de Guzmán contra Pedro de Ursúa, gobernador de los Omeguas y el Dorado, se dio a sí mismo el título de El Traidor. Bajó con su banda por el río de las Amazonas y llegó, por una comunicación de los ríos de la Guayana, de la cual hablaremos adelante, a la isla de Margarita. El puerto de Paraguache lleva todavía en esta isla el nombre de Puerto del Tirano.
28.- Aristóteles, Meteor., lib. II (ed. Duval. T. I. p. 708). Séneca. Nat. Quaest., lib.VI, c. 12.
29.- Phil. Trans., t. XLVI, pp. 642, 663 y 743. El aspecto de estos meteoros inspiró casi al mismo tiempo a dos sabios distinguidos teorías diametralmente opuestas. Hales, fijándose en sus experimentos sobre la descomposición del gas nitroso cuando entra en contacto con el aire atmosférico, imaginó una teoría química según la cual los temblores de tierra eran efecto “de una pronta condensación de exhalaciones sulfurosas y nitrosas” (ib., p. 678), Stuckeley, familiarizado con las ideas de Franklin, sobre la distribución de la electricidad en las capas de la atmósfera, consideró el movimiento oscilatorio de la superficie del globo como efecto de un choque eléctrico que se propaga del aire a la tierra (Ib., p. 642). Según la una y la otra de estas teorías, se admitía la existencia de una gran nube negra que separaba capas de aire desigualmente cargadas de electricidad o de vapores nitrosos y esta nube había sido vista en Londres en el momento de las primeras sacudidas. Cito estas fantasías para recordar a cuantos errores se está expuesto en física y en geología si en lugar de apoderarse  del conjunto de los fenómenos se hace hincapié en circunstancias accidentales.
30.- Currejolles, en el Journ, de Phys., t. LIV. P. 106. Este descenso no corresponde a 2 líneas de mercurio. El barómetro permaneció asaz inmóvil en Pignerol, en abril de 1808 (Ib., t. LXVII, p.292). 
31.- Tuve oportunidad de observar, junto con el Sr. Oltmanns, en Berlín, la noche del 20 de diciembre de 1806, un cambio de intensidad magnética. El punto de convergencia de los rayos de la aurora boreal fue determinado astronómicamente por azimuts (Gilbert, Annalen, 1811, p. 274).    
32.- Phil. Trans., t. XLIX, p. 414,
33.- In puteis est remedium, quale et crebri specus praebent: conceptum enim spiritum exhalant: quod in certis notatur oppidis, quae minus quantintur, crebris ed eluviem cuniculis cavata. Plinio, lib. II, c. 82 (ed.Par. 1723, t. I. p.112). Todavía hoy día, en la capital de santo Domingo, se cree que los pozos disminuyen la violencia de las sacudidas. Observaré con este motivo que la teoría de los temblores de tierra emitida por Séneca (Nat. Quaeste., lib. VI. C. 4-31) contiene el germen de todo cuanto se ha dicho en nuestros tiempos sobre la acción de los vapores elásticos encerrados en lo interior del globo (Compárece Michell, en las Phil. Trans., t. II. P. 566-634; y Tomás Young, en Rees. New Cyclopaedia, vol. XII, p. 2. Art. Earthquake).
34.- Los bramidos y truenos subterráneos de Guanajuato serán descritos a continuación de esta obra (Nouv-Espa.). El fenómeno de un ruido sin sacudidas habia sido ya observado por los antiguos (Aristóteles, Meteor., lib. II. Ed. Duval, p. 802. Plinio, lib. II. c. 80).
35.- Hubiera podido añadir a esta lista de rocas secundarias los yesos de novísima formación, por ejemplo, el de Montmartre, colocado encima de una  caliza marina que es posterior a la creta. Véase, sobre el temblor de tierra sentido en París y en sus cercanías, en 1681, las Mem. De l´Academie, t. I. p. 341.
36.- Courrejolles, en el Journ. De Phys., t. LIV. P. 104.
37.-  Véase mi Cuadro geológico de la América meridional, Journ. De Phys., t. LIII, p. 58.
38.- Raport fait aux generaux Victor Hugues et Lebas, par Amie, Peyre, Hapel, Fontelliau et Codé, charges d´examiner la situation du volcán de la Basse Terre, et les effets qui ont eu lieu dans la nuit du 7 au 8 vendimiaire an 6, p. 46. Esta relación de una ascensión hecha a la cima del volcán contiene muchas observaciones curiosas. Fue impresa  en la Guadalupe en 1798.
39.- Letter of M. Hamilton to Sir Joseph Banks, 1813. La erupción comenzó el 30 de abril de 1812; fue precedida de temblores de tierra que se repitieron durante once meses (Phil. Trans ., 1785. P. 16).
40.- El 1º de noviembre de 1755 y el 31 de marzo de 1761. Durante el primero de estos terremotos inundó el océano, en Europa, las costas de Suecia, de Inglaterra y de España; en América, las islas Antigua, Barbada y Martinica. En Barbada, donde no tiene generalmente las mareas más de 24 a 28 pulgadas de alto, las aguas se elevaron a veinte pies en la bahía de Carlisle. Se pusieron al mismo tiempo “negras como la tinta” sin duda porque se habían mezclado con petróleo o asfalto que abunda en el fondo del mar, tanto en las costas del golfo de Cariaco como cerca de la isla de Trinidad. En las Antillas y en varios lagos de Suiza, este movimiento extraordinario de las aguas fue observado seis horas después de la primera sacudida que se sintió en Lisboa (Phil. Trans., vol. XLIX, pp. 403, 410, 544, 668: Ib., vol. LII. P. 424) En Cádiz se vio venir de alta mar, a 8 millas de distancia una montaña de agua de setenta pies de alto, que se arrojó impetuosamente sobre las costas y7 arruinó gran número de edificios, parecida a la onda de 84 pies de alto que el 9 de junio de 1586 cuando el gran terremoto de Lima habia cubierto el puerto de Callao (Acosta, Hist Natural de las indias ed. De 1591, p.123). En el lago Ontario, de la América septentrional, se habían observado fuertes agitaciones del agua desde el mes de octubre de 1775. Prueban estos fenómenos comunicaciones subterráneas a enormes distancias. Comparando las épocas de las grandes ruinas de Lima y Guatemala, que generalmente se suceden a grandes intervalos, se ha creído reconocer a veces el efecto de una acción que se propaga lentamente a lo largo de las cordilleras, ora de Norte a Sur, ora de Sur a Norte (Cosme Bueno, Descripción del Perú, ed. De Lima, p. 67) He aquí cuatro de esas épocas notables…
México (Lat. 13º  32´ N. )                       Perú (Lat. 12º  2´ S. )
30   noviembre              1577                   17            junio          1578
 4     marzo                      1679                   17            junio          1678
12     febrero                   1689                   10           octubre     1688
27      septiembre           1717                    8           febrero      1716
Confieso que cuando las sacudidas no son simultaneas, o que no se suceden en intervalos de poco tiempo, da mucho que pensar sobre la pretendida comunicación del movimiento.
41.- La conexión de estas causas, ya reconocida por los antiguos maestros, chocó de nuevo a los espíritus, en la época del descubrimiento de la América (Acosta, p. 121) No solamente ofreció este descubrimiento nuevas producciones a la curiosidad de los hombres, sino que también dio auge a sus ideas sobre la geografía física, sobre las variedades de la especie humana y sobre las migraciones de los pueblos. Es imposible leer las primeras relaciones de los viajeros españoles, sobre todo del jesuita Acosta, sin quedar a cada momento sorprendido por esa feliz influencia que han ejercido sobre los progresos de las luces en Europa el aspecto de un gran continente, el estudio de una naturaleza maravillosa y el contacto con hombres de razas diversas. El germen de un gran número de verdades físicas se halla en las obras del siglo XVI y ese germen habría fructificado si no lo hubiesen ahogado el fanatismo y la superstición.

CARTAS DESDE CUMANÁ.

Cumaná, 16 (17) de julio de 1799
Con la misma ventura que llegamos a la vista de los ingleses en Tenerife hemos terminado nuestro viaje marítimo. En el camino he trabajado mucho y recogido observaciones, sobre todo astronómicos. Nos quedaremos algunos meses en Caracas; (18) de entrada estamos aquí en el más divino y rico país. Plantas maravillosas; gimnotos, tigres, armadillos, monos, loros y cantidad de indígenas semisalvajes, raza humana muy bella e interesante. Caracas, a causa de la proximidad de montañas nevadas, es el lugar más fresco y más sano de América, un clima como el de México, y a pesar de haber sido recorrido por Jacquin, es una de las partes del mundo más desconocidas todavía, apenas se penetra un poco en el interior de las montañas.  Aparte el encantamiento de semejante naturaleza (Desde ayer no hemos encontrado un solo ejemplar vegetal o animal de Europa), nos decide completamente a quedarnos en Caracas – a dos días de viaje de Cumaná por agua- la noticia de que, en estos mismos días deben atravesar estas regiones navíos de guerra ingleses. De ahí hasta La Habana tenemos solo un  viaje apenas de 8 a 10 días; y como todos los convoyes europeos abordan aquí, los contactos son fáciles aparte de las ocasiones privadas. De setiembre a octubre el calor es precisamente de los más perniciosos en Cuba. Pasamos aquí ese tiempo en la frescura y una atmosfera más sana; hasta se puede dormir al aire libre.  
Un antiguo comisario de la marina que vivió mucho tiempo en parís, en santo Domingo y en Filipinas, vive igualmente aquí con una negra y dos negros. Hemos alquilado por 20 piastras al mes una casa agradable toda nueva con dos criadas negras una de las cuales se ocupa de cocinar. Aquí no falta comida; desgraciadamente no se encuentra todavía nada que se parezca al pan, la harina  y los bizcochos. La ciudad está aún medio hundida en los escombros, porque el terremoto de Quito, el famoso de 1797, ha destruido también a Cumaná, (19) La ciudad está situada en un golfo, tan bello como el de Tolón, detrás de un anfiteatro de 5 a 8.000 pies de altura, rodeado de montañas adornadas de bosques. Todas las casas están construidas en Sina blanco y en madera de atlas, a lo largo del riachuelo (río de Cumaná) que es como el Sale en Jena, se encuentran siete conventos, con plantaciones que recuerdan verdaderos jardines ingleses. 
Fuera de la Ciudad habitan los indios cobrizos, cuyos hombres andan casi desnudos; las chozas son de bambú adornadas  de palmas de coco. Entré en una de esas chozas,
La madre estaba sentada con sus hijos, sobre ramas de coral a guisa de asientos, que arroja al mar; cada uno tenía ante sí un coco, a modo de plato, en el cual comían pescado. Las plantaciones son abiertas, y se entra y sale libremente; en la mayoría de las casas no se cierra la puerta ni siquiera de noche: así es de dócil la población. Aquí hay asimismo más indígenas auténticos que negros.
¡Que árboles! Cocoteros de 50 a 60 pies de altura, la Poinciana pulcherrima con ramilletes de un pie de altura de flores de un rojo vivo magnífico; plátanos y una masa de árboles con hojas monstruosas y flores perfumadas de tamaño de una mano, de las que no sabemos nada. Solo recalco que este país es tan desconocido que un nuevo género que Mutis (Ver Cavanilles, Icones, tom. IV) ha publicado hace solo  dos años, es un árbol de gran sombra de 60 pies de altura. ¡Estuvimos tan felices de encontrar ayer esta magnífica plata (Tenia estambres de un dedo de largo) ¡Que numerosas son también las plantas más pequeñas aún no examinadas! Y qué colores poseen los pájaros, los peces, hasta  los cangrejos (azul cielo y amarillo)! Hasta ahora nos hemos paseado como locos; en los tres primeros días no pudimos decidir nada, porque se rechaza un tema para interesarse por otro. Bompland asegura que se volverá loco si no terminan pronto de aparecer las maravillas.
Pero lo que es más bello aún que estas maravillas  vistas particularmente, es la impresión que produce el conjunto de esta naturaleza vegetal poderosa, exuberante, y sin embargo tan dulce, tan fácil, tan serena. Siento que sería muy feliz aquí y que esas impresiones me alegrarán frecuentemente todavía en lo porvenir.
No se aún cuanto tiempo me quede; tres meses, pienso, aquí y en Caracas; pero también puede ser por más tiempo. Hay que aprovechar lo que se tiene entre las manos. Si el invierno termina aquí el mes próximo y si el tiempo se vuelve muy caluroso, induciendo al ocio, posiblemente haga un viaje a la desembocadura del Orinoco, llamada Boca del Drago, hacia la cual parte de aquí una ruta segura y bien trazada. Hemos cruzad ante esa desembocadura: ¡Es un terrible encuentro de aguas!
La noche del 4 de julio he visto por primera vez y enteramente clara La Cruz del Sud.

AL BARON FORELL. Cumaná 16 de julio.
Señor barón, Espero que las breves líneas que os he escrito en Tenerife con fecha 25 de junio os hayan llegado. Donde os digo que he estado en el cráter del famoso  del volcán  del Teide; que he gozado del imponente espectáculo al subir has 1904 toesas en medio de los mares; envié a C. Clavijo, una pequeña colección  de minerales para usted, que prueban que el cerro es una montaña de basalto, Porphyrschiefer y Obsidian porphyr que (como la formación basáltica de Portugal) reposa sobre la piedra calcárea; piedra pómez cuyo origen se atribuía antiguamente al feldespato, no es más que la obsidiana descompuesta por el fuego… El aire atmosférico de la cima del pico. que he analizado, no contenía (tendréis la gentileza de participárselo a nuestro amigo Proust) más que 0,18 de oxígeno. Mientras que el aire de  la llanura tenía 0,27, (20)  (na embarcación que parte para la España y que se pone a la vela hoy mismo, me obliga a escribiros estas líneas con la misma premura que en Tenerife. Pero es u7n deber tan caro y sagrado para mí, - el testimonio la seguridad de mi adhesión y un reconocimiento sin límites- que debo al menos daros una señal de vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario