RAMÓN
BADARACCO
BARRIO DE SAN FRANCISCO CUMANÁ.
CUMANÁ,
2009
Autor: Tulio Ramón Badaracco Rivero.
Que firma Ramón Badaracco.
Copyright R. B. 2013
Primera edición 1995
Segunda edición 2013
Hecho el depósito de ley
Titulo original: BARRIO DE SAN FRANCISCO CUMANÁ
Puede ser reproducido total o parcialmente.
Diseño de la cubierta R. B.
Ilustración de la cubierta R. B.
Telf. 0293-4324683 – cel. 0416-8114374
BARRIO
DE SAN
FRANCISCO DE CUMANÁ.
Este barrio está lleno de
historias de personajes y anécdotas, muchas de ellas las escuché en las
tertulias que se formaban después de las siete de la noche frente a mi casa de
San Francisco, cuando se reunían con papá, entre otras personas, Don Alberto
Sanabria, Andrés Bruzual, Arturo Torres, Laureano Frontado, Luis Beltrán
Sanabria, el Dr. Minguet, Manuel Isidro Badaracco y Don Ramón Madriz Sucre.
Antes de estas tertulias que
conocí, mi padre da razón de otras en las cuales intervenían; “José Antonio
Ramos Sucre, imberbe pero ya sabio, erudito a la manera de Menéndez Pelayo,
Juan Miguel Alarcón, inspirado y romántico, el de las Rimas de Oro, José
Fernando Núñez, verdadero bohemio que deliraba en versos, los hermanos Julián y
Andrés de La Rosa ,
atildados, generosos, cultivadores de la métrica, Antonio Rafael Machado,
satírico tremendo de la pluma y tinta, Rafael Antonio Varela, de raras elucubraciones, Pedro Milá
González, un atormentado retraído” y su “Alter Ego” Ramón David León, y otros…”
Nació y creció entre el
Convento de San Francisco, el Castillo de Santa María de la Cabeza, el rio
Manzanares y el castillo de San Antonio de la Eminencia. La fecha aproximada de
la reconstrucción del Convento y por lo tanto de cuando se inició el Barrio, es
de la Cédula Real
de 25 de marzo de 1651.
Cuando yo era pequeño, las
ruinas del Convento y el Cerro de la
Línea , nos amurallaban. Por detrás del Convento se extendían
las Charas de Cumaná, especie de paraíso donde los muchachos desarrollaban
todas sus aptitudes. Fincas llenas de frutos y árboles silvestres.
Mi padre cita de los árboles:
las guamas, cocales y mángales infinitos; especies forestales, muchas de las
cuales extinguidas, como la
Chara , que les da el nombre,
el Espinoso Pacurero, que se usaba para hacer bastones por lo fácil que
era modelarlo al fuego; el Pachaco, Alatrique, Pariola, Pavorreal, Paují, Bobo,
el duro Roble de esa especie cumanesa que aún podemos admirar, el Gallito o
bucare que adornaba las riberas del Manzanares, Acacia, Candil, Copey,
Aceitepalo, Manzanillo, Chaguararey, Caimito, Vera o Palosano, Cedro, Cautaro,
Pardillo, Morao, Araguaney, Guayacán, Apamato, etc.
Entre los arbustos, cita el
Caituco, Merey, Castaño, Guariare, y entre los frutales se encontraban
guayabas, poncigué, melones de olor, patillas, hijos de cardón rojos y blancos,
macos, cotoperíes, pirichaguas, pitahallas, mayas, curucujuros, chiguichigues,
pichigueyes, charas, purgos, guapos, hícaros... y los pájaros: chirulíes,
coloraditos, piquitos de plata, pericos, loros, paraulatas, azulejos,
barriguitas, colibríes, pespés, gonzalitos, turpiales, moriches, arrendajos,
golondrinas pequeñitas, cardenales, guacharacas, pizcuas, lechuzas,
aguaitacaminos, angoletas, garrapateros, potoquitas, chocolateros, guaramas,
guaramitas, palomas de monte, tordos, torditos y el cristofué… Luego el camino
para Cumanacoa, las montañas azules e infinitas de la sierra de Bergantín, y el
caudaloso Manzanares.
San Francisco era la Plaza
Ribero y la de Quetepe, la calle Sucre desde el Convento hasta el Castillo
Santa María de la Cabeza.
La Calle de las
Flores, Úrica hasta sus límites con Bajo Seco, la Lunetas y la calle del
Cementerio hoy Badaracco Bermúdez.
No nos proponemos contar la
historia del Convento y sus clérigos; ni la del Castillo y la iglesia de Santa
Inés, el cementerio de Quetepe, o de la Plaza Rivero , y otras cosas reservadas a otros
estudios. Esta crónica, como la de la calle Bolívar, va dirigida a las familias.
Mamá llega a San Francisco
después del terremoto de 1929, y recuerda a todas esas familias y personas que
vivieron en esa época en el barrio con
sus alegrías y tristezas.
Para 1929, frente a la plaza
Rivero, por el lado de la calle Sucre, vivían los Tobardía, los Badaracco y los
Silva Zavala, que eran sus vecinos.
Otras familias de San
Francisco, que estudiaremos son: Los Rojas, Bermúdez, Berrizbeitia,
Aristeguieta, Bruzual, Valera, Silva Carranza, Falcón, Neri, Beauperthuy,
Minguet, Sanabria, de La Rosa ,
Lares, Rodríguez, Tucker, Villalba, Noya, Acuña, Suárez, Moi, Cordero, López,
Juliac, Chópite, Mayobre, Inserny, Torres, Meaño, Centeno, Fariñas, Bastardo,
Cuerda, Núñez, Peretti, Carmona, Maíz, Guerra Olivieri, Ortiz y otros que luego
veremos.
Nos ocuparemos primero de los
vecinos. La casa que ocuparon los Tobardía fue la sede del Tribunal
Eclesiástico, la famosa Inquisición. El General Tobardía vino a Cumaná
precedido de fama de hombre de acción, y era el jefe de las fuerzas del
Gobierno que el 11 de Agosto de 1929, enfrentó al General Román Delgado
Chalbaud, y sus distinguidos acompañantes: Generales Rafael María Carabaño,
Francisco Linares Alcántara y Luis López Méndez; y los Coroneles Francisco
Angarita Arvelo, Luis Pimentel, Edmundo Urdaneta, Roseliano Pérez, Max Gil y
Rafael Vegas, y el Dr. Carlos Julio Rojas, el Br. Armando Zuloaga Blanco y José
Ramón Frontado, que murió de un certero disparo en la frente, al bajar de la
lancha, llevando la bandera de la revolución, y
el estudiante Zuloaga Blanco, que cazaron en la Avenida Bermúdez.
Pedro Elías llegó con tres horas de retraso, perfectamente justificables en una
campaña de esta naturaleza, se imponía la espera por parte de Chalbaud. Conocía
la magnitud del desastre se replegó con sus fuerzas y se mantuvo a la
expectativa, reorganizándose, hasta el 13 de agosto, cuando atacó por varios
frentes, y en el Parque Ayacucho, unido a las fuerzas comandadas por Pánfilo
Castro, Juan de Dios Gómez Rubio, y Agustín Rodríguez Córdoba, derrotó al gobierno
y tomó la plaza.
Cuando se fueron los
Tobardía, la casa la ocupó Bartolomé Inserny Noya, su esposa Lastenia y sus
hijos Arcadio y Evaristo. Luego ocuparon esta casa los esposos
Altuve-Aristeguieta. Los otros vecinos fueron Pedro Rafael Silva, María Zavala
y sus hijas, entre las cuales Emira, fue inmortalizada por Sergio Martínez en
un vals; y Nieves, a quien el Dr. Badaracco dedicó unos maravillosos pitorreos.
Estas bellísimas mujeres, conjuntamente con Carlota, María Pina, Inés y Luz
Badaracco, Rosario, Trina y Mireya Madriz, Lolita Bruzual, y Zoila Rosa
Aristeguieta, llenaron de belleza a Cumaná de principios de siglo, que era la Cumaná de la música, del
teatro, la poesía y el periodismo. De ellas Nieves Silva Peroné, conservó con
mi madre, una amistad fraterna, hasta su muerte. Esta casa, el siglo pasado,
perteneció a la familia de Pedro José Rojas, tal vez el periodista más
importante de Venezuela de todos los tiempos, se inició en Cumaná como director
de “El Manzanares” en 1843, y en Caracas, continuó su labor periodística con
“El Independiente”. Ramón J. Velásquez, actual Presidente de la República , dice que el
político venezolano que no lea a Pedro José Rojas no puede saber nada de
política venezolana.
Mi padre amaba este barrio.
Todas las mañanas lo recorría; conocía por su nombre a los parroquianos,
entraba a todas las casas llevando alegría con su presencia, compraba arepas,
empanadas, pasteles, huevos, cambures, mangos, uvas, chirimoyas, ciruelas,
gallinas, conejos, cualquier cosa, él compraba todo lo que le ofrecían.
Observar a papá cuando se
vestía para salir en la mañana era todo un poema; su traje blanco de lino
inglés, su franela de algodón, camisa blanca,
corbata negra, sombrero Borsalino, marrón o gris, sus zapatos sin trenzas,
un modelo especial que fabricaba Juan Gómez, el mejor zapatero de Cumaná. Papá
era un hombre alto, con una hermosa cabeza calva. Atildado, de paso largo y
sereno; además era un sabio, tal vez lo diga por lo mucho que lo amé, y tal vez
porque era cierto.
Se detenía un rato en la
placita Ribero, muchas veces a conversar con Don Andrés Bruzual; que abría muy
tempranito la jabonería “Las Espadas” instalada en las ruinas del viejo
convento de los franciscanos. Recorríamos la calle Las Flores dando los buenos
días a los madrugadores de siempre, luego nos deteníamos en la bodega de Ño
Mundo, para saborear el cafecito caliente y las empanadas de cazón, ocho por un
bolívar.
Subíamos por la calle” El
Chispero” y llegábamos a la chivera de Jerónimo, al pie de cerro del Antillano;
íbamos hasta el corral y nos deleitábamos con el chorro de leche contra el
cántaro de peltre. Recuerdo que Cruz Manuel Badaracco, mi tío, construyó para
papá, un palomar que alzamos en la parte más alta del cerro “Miramar” y a los
pocos días estaba repleto de palomas. También había muchas gallinas.
Comprábamos un real de maíz en la bodega de Agustín Acuña, cuatro centavos el
kilogramo. En este recorrido mañanero, nos acompañaban otros muchachos de San
Francisco, Luis Amadeo Ciliberto, Jesús y Cheché Torres, Francisco José Chópite, y a todos nos gustaba echarle maíz a
las gallinas, entre los cardones, guazábanos y tunas. Papá construyó un riego y fomentó un conuco. Primero construyó
una casita para el Manco, un hombresote que desde entonces se encargó de cuidar
y sembrar de cuanta cosa se le ocurría; y después mi padre, construyó muchas
casas más. Juan Morocho las hizo todas, cantaba y trabajaba desde las cinco de
la mañana, se sabía todos los galerones y los que no sabía los inventaba. Ese
barrio maravilloso de Miramar, se construyó en los terrenos de papá, nunca hizo
nada por impedirlo.
Recordar a la gente de San
Francisco de mi tiempo, es un ejercicio lleno de nostalgias y gratísimas
emociones, y cuando a este recuerdo contribuye nada menos que Don Víctor Díaz,
mi viejo amigo de la infancia, que es la memoria histórica de nuestro barrio,
entonces este ejercicio se convierte en poesía; vamos a intentar entrar con él
en todas las casas de San Francisco de principios del siglo XX. Comencemos por la Calle Úrica, columna
vertebral del barrio:
En la esquina de la calle
Sucre con Úrica, estaba la bodega de Don Pablo Aristimuño, que antes fue de
Tomás Díaz, y mucho antes fue la Jefatura Civil de Santa Inés, por cierto Jesús
Ramón Villafañe recuerda una vez que el maestro Silverito le dio un bastonazo
al Jefe Civil que era Antonio José Silva, porque recostado de la pared le echó
humo en la cara.
Estas bodegas eran el centro
de reunión de la muchachada sanfracisquera a la hora de la merienda y también a
la hora de los juegos de pelota, cuando Don Pablo prendía el Philco. Cómo
podemos olvidar la jalea de mango, las delicadas, los bocadillos de guayaba,
plátano y arroz, de las hermanas Bruzual; los huevos rusos, piñonatos,
coquitos, turrones de coco, piña y lechosa, la torta burrera, el sánduche de
cambur y casabe, esas eran las maravillas culinarias de la época; y las
travesuras de la muchachada, los juegos de pichas, trompo, policía librado, la
candelita; y en el río, quesele, panchojolo, toma la bala y no la des; y como
no recordar al terrible Luis José Chópite, una vez simuló un asalto a Don
Pablo, con un plátano. A eso de las 9 de la noche, cuando Don Pablo, con la
puerta entreabierta, contaba el sencillo sobre el mostrador, Luis José entró
sigilosamente y le dijo: ¡Manos arriba!, poniéndole el plátano en la frente.
Pero el bodeguero se percató del fiasco. El recuerdo de este atrevimiento, que
se han mantenido en secreto hasta ahora, nos ha proporcionado siempre sabrosos
ratos de alegría. Úrica es la calle de Ismael y Amador Sanabria; del sabio
Bachiller Luis Beltrán Sanabria, director del Liceo Antonio José de Sucre, de
su esposa, Isabel Tucker y sus hijos Gustavo, profesor de inglés, Enrique,
abogado eminente y honesto, Rosario y Luisa Elena; y las beatas Luisa Rosario y
Macheché Sanabria. Don Julio Chópite con doña Carmen y sus hijos: Julito, Luis
José y Francisco José, médico graduado en España, murió muy joven en un
terrible accidente de tránsito, y sus bellas hijas, Irma y Rosario. Las
Aguilarte, Ofelia y María Teresa, que tenían una escuelita de primeras letras,
en esa casa también vivió mi amigo el profesor Antonio Lemus Pérez, de grato
recuerdo. Su padre Don Antonio Lemus, fue un ejemplo de bondad, y las damas de
esa distinguida familia; el Dr. Pérez Velásquez, que fue presidente de la
federación de Médicos; María, la querida y eficiente enfermera y la maestra
Corina de muchas generaciones; ahora la casa es una oficina de las arquitectas
Cordero y Villegas. La familia de Rafael José Neri, donde se destacan el Dr
Rafael José, médico y político de trayectoria destacada, ex rector de la Universidad de
Venezuela, médico de Rómulo Betancourt; atendió en sus últimos momentos al
poeta de América, nuestro Andrés Eloy Blanco, después del trágico accidente en
México; y dejó escrito para la posteridad un documento dramático sobre este
penoso suceso; y Nerio Neri, Ministro de Luis Herrera, presidente de la CANTV , construyó en Cumaná
el edificio de la calle Montes, y la urbanización Santa Catalina, asociado con
Domingo Mariani y Simón Berrizbeitia. Los Estaba, Gerardo, Gregorio y Luis,
todos profesionales importantes; los Ciliberto que vinieron de Caripe a educar
a sus hijos y se quedaron; Don Ángel y Doña Elvira, padres de Víctor y Luis
Amadeo, Chavira la esposa de Francisco de Paula Gómez; y Manena, esposa de José
Tobía, hogares honorables de Cumaná; el famoso Venancio Centeno, dentista y
gallero, era el alma de las fiestas de San Francisco; organizaba las célebres
carreras de saco, el palo encebado, y las piñatas. Frente a la plaza Ribero, en
la esquina con Úrica, vivió el Dr. Ramón Mayobre, y su familia, allí tenía su
farmacia, en esa casa nació José Antonio Mayobre, un gran Cumanés, ahijado de
mi tío Domingo de quién conservó siempre un retrato en su cartera, y que merece
una página completa de nuestra historia; fue un economista brillante, Ministro
de Hacienda en el gobierno de Rómulo Betancourt; en esta misma esquina Julio
Chópite instaló su famosa bodega que duró todo el tiempo de mi infancia.
Saliendo de la calle Úrica, frente a la plaza también estuvo ubicado el
Registro Principal, la oficina donde trabajó muchos años el Dr. Domingo
Badaracco, para preservar la memoria de nuestro pueblo, y cuyo busto sustituyó
la hermosa “pilita”, llena siempre de lirios y pájaros. Luego había un solar
donde florecía un hermoso parral, allí cuidaban los caballos del General
Perfecto Crespo. este general casó con mi prima la bella Leticia Bermúdez, y
procrearon dos hijas; en ese corralón construyeron casa los Juliac y hoy es la
casa de habitación de Irma Guevara: de la familia Juliac eran: Carmen Antonia,
José Gregorio, Patricia y Bernardo, que murió siendo un niño, lo que nos causó
profundo dolor. Luego estaba la casa de Pedro Regalado Rivero, abuelo de mi
gran amigo Jesús Torres Rivero, luego estaba la casa de María Milá González,
que fue el hogar de Don Silverio González, él y su hijo, el maestro Silverio
González Varela, dos grandes maestros, buenos para el bronce, son responsables,
de la generación de oro de Cumaná; luego la casa de Inés Mercedes Meaño (Ñeñe)
y la escuelita donde estudié primeras letras –Kindergarten- como se decía
entonces, y en la esquina con la calle Las Flores, está la casona de Bartolomé
León, de la encantadora María Teresa y su hermano Luis José.
Continuando con la calle
Úrica, que está íntegramente en el barrio de San Francisco, y según un mapa de
Cumaná de Agustín Crame- 1777, es de las más antiguas de Cumaná; en la esquina
con calle La Luneta
estaba la panadería de Dominguito Guevara, y en la otra, el almacén de Goyo
Estaba, estos dos personajes tienen un anecdotario particular. Luego seguían
Domingo Ortiz, Margarita Boada y sus hijos: Dominguito, los morochos, uno de
ellos es médico, Juan Pablo (profesor) y Chela; luego venía la casa de Antonio Morales;
Manuela Codillo y sus célebres arepas; Cruz Barreto, el sepulturero (conocido
como rubito o siete cojones). Luego las casas de la tabaquera Elvira Marcano,
Cruz María Meza, Patricio Mendoza, María Concepción Rodríguez y sus hijas
Ramona y Amparo; José Eugenio Mendoza (Tito Eugenio) hombre de mal carácter,
Carmelita Rodríguez, y su hija Cruz casada con el carpintero Luis Rodríguez;
Don Pedro Núñez, cuya amistad con mi padre se eterniza en lazos de cordialidad
entre nuestras familias; bajando la calle Úrica, vivía nuestro primo Simón
Badaracco, su mujer Concha Marchan y sus hijos: Rafael, Rafaela, Berta,
Rosalía, Simón, Ana; luego Manuel Antonio (el piroco), Jerónimo Surga, famoso
bateador del equipo Gran Mariscal;
Patricio Mendoza, que tenía una bodeguita conocida por su ron de berros y ponsigué; Matías
Flores, cuyo oficio, insuperable, era de
capador de Cochinos. Dominga Fuentes e hijas, tabaqueras de primera; luego
Fulgencia y Luciano Vallejo con su tropa de hijos, casi todos buenos albañiles
y tabaqueros; también tuvo casa en San Francisco el célebre Gonzalo Guevara y
Atanasia Barreto, cuyos hijos se han hecho famosos: Gonzalo, Quintín,
Estanislao Guevara y Melecio, y sus nietos que los han superado en popularidad;
Juan Bautista Codillo (conocido como Juan Merí) casado con Constanza Gamboa,
padre de Manuela, Eduvigis (Nelita) cuya hija se casó con Luis Mota, padres de
mi amigo el abogado Mota Codallo, distinguido en el gremio. Luego Chucha
Malaret, hija de Micaela Malaret (también tuvo otra hija casada con don Félix Bastardo), otro que no podemos
olvidar es Pedro Millán, buen albañil.
En la esquina de Santa María con Úrica, donde
es fama que nació el gran guerrero de la Independencia, General Domingo Montes
Malaret; y en la esquina del frente, Agustín Acuña, que fundó la bodega, que le
dio renombre a la esquina –Esquina de Agustín Acuña- la más
famosa del barrio, por la venta de ron y cohetes, y por qué la atendía
su hijo, apodado “Camarón” por el color rojo de su piel; en la otra esquina, en una casa construida
por mi abuelo Ramón Badaracco Rojas, estaba
la tabaquería de Antonio Miguel Aristeguieta, mi padrino. Antonio Miguel
tuvo varios hijos con Doña Carmen Marchan; Jesús, Luis y Lourdes. Jesús era el gerente
de la tabaquería. Cuando yo iba a pedirle la bendición a mi padrino me regalaba
un fuerte. Luego, bajado hacia la plaza Ribero, estaba la casa de María Toker y
Amadorcito Sanabria, hombre anecdótico, dueño de una productiva chara; se
sentaba en la puerta de la calle con una mara de mangos manzanos, los últimos
de la cosecha de cada año, por supuesto habia que encargarlos, eran los
mejores, por lo menos son los mejores
que yo he probado. Esta familia Toker
emparentó con Williams Phelps, dueños de Caracas Radio y TV. Este
norteamericano famoso contrajo el paludismo y pasó una temporada en mi casa
bajo el auxilio de Domingo Badaracco; jamás lo olvidó. En mi casa conoció a su
esposa y el negocio de la radio. Luego
la casa de Pané y la familia Inserny. En esta casa nació el senador Marcos López
Inserny, Dueño de TELESOL y el diario Siglo XXI, periodista desde los 16 años,
trabajó muy duro para triunfar, le dio a Cumaná el privilegio de la primera
planta de televisión, que ha mantenido en permanente desarrollo. Es una larga
historia. Y por último la casa de Don
Arturo Torres, casado con mi prima María Rivero, de cuyo matrimonio procrearon
al Dr. Arturo Torres Rivero, abogado, conferencista y escritor con más de 30
títulos publicados; y el abogado y escritor. Jesús Torres Rivero, autor de varios
títulos, con los cuales ha acrisolado su fama;
prestando un inestimable servicio cultural a nuestra ciudad.
Hay tanto que decir de este
barrio primigenio, pero no quiero agostar este tema, que voy a utilizar en mis
otros libros.
CONVENTO DE SAN FRANCISCO, EN
DERREDOR DEL CUAL SE DESARROLLO EL BARRIO DE SAN FRANCISCO.
Las ruinas
venerables de este complejo de construcciones históricas, desde las cuales se
inició uno de los procesos más humanos, organizado, proyectado y ejecutado en
el continente americano, y en el mundo de aquellos tiempos, como fue la
colonización pacífica y evangélica de la tierra firme, tienen una historia
fascinante, que en cierta forma es la misma historia del desarrollo de Cumaná y
su proceso cultural.
Desde el 27 de noviembre
de 1515, la orden franciscana, inició en Nueva Córdoba –Cumaná- su trabajo
misionero, es factible que haya sido desde un año antes, lo que no viene al
caso.
Bartolomé de Las
Casas encontró a los franciscanos establecidos en la desembocadura del rio
Chiribichií, la última luenga, como dice Las Casas. en 1521; y, la mayor parte
de los cronistas de indias, reconocen que para 1519, “florecían” los
monasterios de los misioneros franciscanos y dominicos en Santa Fe de
Chiribichi, y Cumaná, construidos con los famosos bloques de piedras ciclópea
de las canteras de Araya, que aún podemos observar en sus ruinas.
No se ha podido
comprobar la fecha en que los franciscanos se mudaron o abandonaron su primer
convento de la Nueva
Córdoba , o sea del Barbudo; y construyeron el otro, su
segundo convento, entre los cerros de Quetepe y La
Línea , en el barrio de San Francisco, pero es muy probable
que haya sido a mediados del siglo XVII, entre 1641 y 1650.
También es
probable que este edificio se encontrase abandonado para 1654, destruido por
los piratas como se deduce de las notas en el Consectario de la Ciudad de
Cumaná, por eso la solicitud de
reconstrucción.
De este centro
de evangelización franciscana sabemos
que fue el primero de la tierra firme, iniciado en 1515, ubicado en principio
en la Nueva Córdoba ,
-Cumaná- y estuvo en servicio hasta 1654, según nota de Ramos Martínez, y en
“El Consectario” de Pedro Elías Marcano; cuando fue destruido por corsarios
franceses; también sabemos que la reconstrucción de las edificaciones cuyas ruinas conocemos, fue
iniciada a partir de 1641.
De los datos que
nos dejó Las Casas, cuando vino a poblar en Cumaná, en 1521, se desprende que
el primer vicario del convento fue fray Juan Garceto, y que estaba aquí con un
grupo de misioneros picardos y de otras naciones, asentado en el pueblo de la Nueva Córdoba , donde
tenían muy buena casa y huerta, Seis
años después de fundado.
En 1562, cuarenta
y siete años después, cuando llega a Cumaná fray Francisco de Montesinos, encontró
el convento en plena actividad, con una comunidad de tres frailes. Nunca dejó
de prestar servicios, ni durante las peores calamidades. Por muchos años los
franciscanos atendieron los dos conventos, el de la Nueva Córdoba y el
de la plaza y barrio de San Francisco.
En el primer
plano de la Nueva
Córdoba de 1601, en un medallón que se conserva, y, enviado
por Don Pedro Suárez, a la sazón gobernador de la provincia de Nueva Andalucía,
al Rey; puede verse en todo su esplendor
el primer edificio del convento, por lo cual no hay conjetura que pueda
oponerse a esta realidad. Por otra parte
hay cédulas reales, en las cuales se hace dotación al convento y a la Iglesia hasta 1591.
Además existe
toda la documentación por la cual queda probado -Libro Becerro- Cédula Real de 25 de marzo de 1641, por la
cual se permite la reconstrucción del Convento, y los franciscos continuaban en
Cumaná. El Pbro. Don Antonio de Caulin, deja constancia de la actividad del
convento servido entonces por 12 frailes, y el culto que daban a Nuestra Señora
de la Soledad.
Para probar su
importancia tenemos el informe dejado por fray Marcelino de Raigada, quien
sostenía 94 Memorias de obras pías, cuyo capital ascendía a 29.261 pesos, 4
reales, según afirma Caulin.
El monasterio
estaba formado por dos iglesias, la de Nuestra Señora de la Soledad y la iglesia de
los Terciarios; el seminario, los
claustros, dos capillas y el cementerio.
La riqueza de este convento puede apreciarse en el inventario levantado por el
Dr. Francisco Javier Mayz, Presidente de la Junta Suprema de
Gobierno y el síndico don Antonio Aldecochea en 1823. La lista de alhajas y ornamentos de oro y plata, los altares de
puntilla de oro, las imágenes y cuadros, los decorados, llenaban muchos folios
enteros.
Fue sede de las
cátedras de Teología Moral y Filosofía Escolástica, fundada por Cédula Real de
20 de septiembre de 1782, pero venían funcionando desde años atrás, regentadas
y auspiciadas por el padre Blas de Rivera, con el apoyo del gobernador don
Pedro de Urrutia.
El 27 de octubre
de 1824, por Decreto Ejecutivo Grancolombiano, firmado por el General F. de P. Santander, fue creado el Colegio
Nacional de Cumaná, con un pensum, que comprendía primaria, secundaria y
universitaria, con cátedras de filosofía, matemáticas, derecho civil y público,
y medicina; para que funcionara en el edificio del convento de San Francisco,
sin embargo no pudo ser una realidad hasta 1934, bajo el rectorado de Don
Andrés Level de Goda.
Las clases
mayores de Medicina y Derecho, fueron
creadas en 1850, solicitadas en el
Congreso Nacional por don José Silverio González, regentadas las primeras por los doctores José Joaquín
Hernández, Sulpicio Frías, Modesto Urbaneja y Mauricio Berrizbeitia; y las de
medicina, por el Dr. Calixto González, el sabio Dr. Luis Daniel Beauperthuy y
Dr. Antonio José Sotillo.
Toda esta maravillosa realidad quedó sepultada
bajo el terremoto de 1853; pero el pueblo de Cumaná jamás perdió la esperanza y
cien años después, en 1958, el Dr. Edgar
Sanabria, Presidente de la Republica , hijo de cumaneses, decretó la creación
de la Universidad
de Oriente con sede en Cumaná. Y después de ese largo período de abandono, la Universidad de
Oriente vive el sueño de rescatar las
ruinas del Convento para darle un destino noble, a cuyos efectos protegió sus
muros, construyó una dependencia a donde mudó
la dirección de cultura. Algún día lo veremos ostentar su historia y
proseguir en la noble función de iluminar nuestro gentilicio.
El Barrio San Francisco, el
más antiguo invadido por españoles y poblado
de indígenas chaimas cuando Gonzalo de Ocampo construyó su campamento en 1521 y
más tarde cumpliendo con todas las leyes de indias se organizó y formó alrededor del Convento de San Francisco,
el cual se impetró en ese paraje con un edificio nuevo sin abandonar su
antigua sede en la Nueva Córdoba. El
sitio que hoy ocupan sus ruinas desde 1581 ha sufrido muchos terremotos, pero también reconstrucciones y nuevas obras,
con expansión sobre el territorio ocupado por populosas las tribus Chaimas, que
acogieron a los frailes franciscanos como a sus verdaderos maestros en
instructores de la nueva civilización. El
convento fue fundado por Juan Garcerto que vino en la expedición de fray
Pedro de Córdoba en 1515, y se instalaron en la desembocadura del río
Chiribichií, por el Golfo ce Cariaco, al
cual los españoles, más tarde bautizaron
con el nombre de “Manzanares” que es el nombre del río de Madrid-España, según
afirma Bartolomé Tavera Acosta. Fray Juan Garceto construyó el primer convento
de la tierra firme bajo las órdenes de fray Pedro de Córdoba, Vicario de las
Indias, fundador de las misiones
dominicas y franciscanas de Cumaná.
Este barrio está lleno de
historias de personajes y anécdotas, muchas de ellas las escuché en las
tertulias que se formaban después de las siete de la noche frente a mi casa de
San Francisco, cuando se reunían con papá, entre otras personas, Don Alberto
Sanabria, Andrés Bruzual, Arturo Torres, Laureano Frontado, Luis Beltrán
Sanabria, el Dr. Minguet, Manuel Isidro Badaracco y Don Ramón Madriz Sucre.
Antes de estas tertulias que
conocí, mi padre da razón de otras en las cuales intervenían; “José Antonio
Ramos Sucre, imberbe pero ya sabio, erudito a la manera de Menéndez Pelayo,
Juan Miguel Alarcón, inspirado y romántico, el de las Rimas de Oro, José
Fernando Núñez, verdadero bohemio que deliraba en versos, los hermanos Julián y
Andrés de La Rosa ,
atildados, generosos, cultivadores de la métrica, Antonio Rafael Machado,
satírico tremendo de la pluma y tinta, Rafael Antonio Varela, de raras elucubraciones, Pedro Milá
González, un atormentado retraído” y su “Alter Ego” Ramón David León, y otros…”
Nació y creció entre el
Convento de San Francisco, el Castillo de Santa María de la Cabeza, el rio
Manzanares y el castillo de San Antonio de la Eminencia. La fecha aproximada de
la reconstrucción del Convento y por lo tanto de cuando se inició el Barrio, es
de la Cédula Real
de 25 de marzo de 1651.
Cuando yo era pequeño, las
ruinas del Convento y el Cerro de la
Línea , nos amurallaban. Por detrás del Convento se extendían
las Charas de Cumaná, especie de paraíso donde los muchachos desarrollaban
todas sus aptitudes. Fincas llenas de frutos y árboles silvestres.
Mi padre cita de los árboles:
las guamas, cocales y mángales infinitos; especies forestales, muchas de las
cuales extinguidas, como la
Chara , que les da el nombre, el Espinoso Pacurero, que se usaba para hacer
bastones por lo fácil que era modelarlo al fuego; el Pachaco, Alatrique, Pariola,
Pavorreal, Paují, Bobo, el duro Roble de esa especie cumanesa que aún podemos
admirar, el Gallito o bucare que adornaba las riberas del Manzanares, Acacia,
Candil, Copey, Aceitepalo, Manzanillo, Chaguararey, Caimito, Vera o Palosano,
Cedro, Cautaro, Pardillo, Morao, Araguaney, Guayacán, Apamato, etc.
Entre los arbustos, cita el
Caituco, Merey, Castaño, Guariare, y entre los frutales se encontraban
guayabas, poncigué, melones de olor, patillas, hijos de cardón rojos y blancos,
macos, cotoperíes, pirichaguas, pitahallas, mayas, curucujuros, chiguichigues,
pichigueyes, charas, purgos, guapos, hícaros... y los pájaros: chirulíes,
coloraditos, piquitos de plata, pericos, loros, paraulatas, azulejos,
barriguitas, colibríes, pespés, gonzalitos, turpiales, moriches, arrendajos,
golondrinas pequeñitas, cardenales, guacharacas, pizcuas, lechuzas,
aguaitacaminos, angoletas, garrapateros, potoquitas, chocolateros, guaramas,
guaramitas, palomas de monte, tordos, torditos y el cristofué… Luego el camino
para Cumanacoa, las montañas azules e infinitas de la sierra de Bergantín, y el
caudaloso Manzanares.
San Francisco era la Plaza Rivero y la de
Quetepe, la calle Sucre desde el Convento hasta el Castillo Santa María de la Cabeza. La Calle de las Flores, Úrica hasta sus límites con
Bajo Seco, la Lunetas
y la calle del Cementerio hoy Badaracco Bermúdez.
No nos proponemos contar la
historia del Convento y sus clérigos; ni la del Castillo y la iglesia de Santa
Inés, el cementerio de Quetepe, o de la Plaza Rivero , y otras cosas reservadas a otros
estudios. Esta crónica, como la de la calle Bolívar, va dirigida a las
familias.
Mamá llega a San Francisco
después del terremoto de 1929, y recuerda a todas esas familias y personas que
vivieron en esa época en el barrio con
sus alegrías y tristezas.
Para 1929, frente a la plaza
Rivero, por el lado de la calle Sucre, vivían los Tobardía, los Badaracco y los
Silva Zavala, que eran sus vecinos.
Otras familias de San
Francisco, que estudiaremos son: Los Rojas, Bermúdez, Berrizbeitia,
Aristeguieta, Bruzual, Valera, Silva Carranza, Falcón, Neri, Beauperthuy,
Minguet, Sanabria, de La Rosa ,
Lares, Rodríguez, Tucker, Villalba, Noya, Acuña, Suárez, Moi, Cordero, López,
Juliac, Chópite, Mayobre, Inserny, Torres, Meaño, Centeno, Fariñas, Bastardo,
Cuerda, Núñez, Peretti, Carmona, Maíz, Guerra Olivieri, Ortiz y otros que luego
veremos.
Nos ocuparemos primero de los
vecinos. La casa que ocuparon los Tobardía fue la sede del Tribunal
Eclesiástico, la famosa Inquisición. El General Tobardía vino a Cumaná
precedido de fama de hombre de acción, y era el jefe de las fuerzas del
Gobierno que el 11 de Agosto de 1929, enfrentó al General Román Delgado
Chalbaud, y sus distinguidos acompañantes: Generales Rafael María Carabaño,
Francisco Linares Alcántara y Luis López Méndez; y los Coroneles Francisco
Angarita Arvelo, Luis Pimentel, Edmundo Urdaneta, Roseliano Pérez, Max Gil y
Rafael Vegas, y el Dr. Carlos Julio Rojas, el Br. Armando Zuloaga Blanco y José
Ramón Frontado, que murió de un certero disparo en la frente, al bajar de la
lancha, llevando la bandera de la revolución, y
el estudiante Zuloaga Blanco, que cazaron en la Avenida Bermúdez.
Pedro Elías llegó con tres horas de retraso, perfectamente justificables en una
campaña de esta naturaleza, se imponía la espera por parte de Chalbaud. Conocía
la magnitud del desastre se replegó con sus fuerzas y se mantuvo a la
expectativa, reorganizándose, hasta el 13 de agosto, cuando atacó por varios
frentes, y en el Parque Ayacucho, unido a las fuerzas comandadas por Pánfilo Castro,
Juan de Dios Gómez Rubio, y Agustín Rodríguez Córdoba, derrotó al gobierno y
tomó la plaza.
Cuando se fueron los
Tobardía, la casa la ocupó Bartolomé Inserny Noya, su esposa Lastenia y sus
hijos Arcadio y Evaristo. Luego ocuparon esta casa los esposos
Altuve-Aristeguieta. Los otros vecinos fueron Pedro Rafael Silva, María Zavala
y sus hijas, entre las cuales Emira, fue inmortalizada por Sergio Martínez en
un vals; y Nieves, a quien el Dr. Badaracco dedicó unos maravillosos pitorreos.
Estas bellísimas mujeres, conjuntamente con Carlota, María Pina, Inés y Luz
Badaracco, Rosario, Trina y Mireya Madriz, Lolita Bruzual, y Zoila Rosa
Aristeguieta, llenaron de belleza a Cumaná de principios de siglo, que era la Cumaná de la música, del
teatro, la poesía y el periodismo. De ellas Nieves Silva Peroné, conservó con
mi madre, una amistad fraterna, hasta su muerte. Esta casa, el siglo pasado,
perteneció a la familia de Pedro José Rojas, tal vez el periodista más
importante de Venezuela de todos los tiempos, se inició en Cumaná como director
de “El Manzanares” en 1843, y en Caracas, continuó su labor periodística con
“El Independiente”. Ramón J. Velásquez, actual Presidente de la República , dice que el
político venezolano que no lea a Pedro José Rojas no puede saber nada de
política venezolana.
Mi padre amaba este barrio.
Todas las mañanas lo recorría; conocía por su nombre a los parroquianos,
entraba a todas las casas llevando alegría con su presencia, compraba arepas,
empanadas, pasteles, huevos, cambures, mangos, uvas, chirimoyas, ciruelas,
gallinas, conejos, cualquier cosa, él compraba todo lo que le ofrecían.
Observar a papá cuando se
vestía para salir en la mañana era todo un poema; su traje blanco de lino
inglés, su franela de algodón, camisa blanca,
corbata negra, sombrero Borsalino, marrón o gris, sus zapatos sin trenzas,
un modelo especial que fabricaba Juan Gómez, el mejor zapatero de Cumaná. Papá
era un hombre alto, con una hermosa cabeza calva. Atildado, de paso largo y
sereno; además era un sabio, tal vez lo diga por lo mucho que lo amé, y tal vez
porque era cierto.
Se detenía un rato en la
placita Ribero, muchas veces a conversar con Don Andrés Bruzual; que abría muy
tempranito la jabonería “Las Espadas” instalada en las ruinas del viejo
convento de los franciscanos. Recorríamos la calle Las Flores dando los buenos
días a los madrugadores de siempre, luego nos deteníamos en la bodega de Ño
Mundo, para saborear el cafecito caliente y las empanadas de cazón, ocho por un
bolívar.
Subíamos por la calle” El
Chispero” y llegábamos a la chivera de Jerónimo, al pie de cerro del Antillano;
íbamos hasta el corral y nos deleitábamos con el chorro de leche contra el
cántaro de peltre. Recuerdo que Cruz Manuel Badaracco, mi tío, construyó para
papá, un palomar que alzamos en la parte más alta del cerro “Miramar” y a los
pocos días estaba repleto de palomas. También había muchas gallinas.
Comprábamos un real de maíz en la bodega de Agustín Acuña, cuatro centavos el
kilogramo. En este recorrido mañanero, nos acompañaban otros muchachos de San
Francisco, Luis Amadeo Ciliberto, Jesús y Cheché Torres, Francisco José Chópite, y a todos nos gustaba echarle maíz a
las gallinas, entre los cardones, guazábanos y tunas. Papá construyó un riego y fomentó un conuco. Primero construyó una
casita para el Manco, un hombresote que desde entonces se encargó de cuidar y
sembrar de cuanta cosa se le ocurría; y después mi padre, construyó muchas
casas más. Juan Morocho las hizo todas, cantaba y trabajaba desde las cinco de
la mañana, se sabía todos los galerones y los que no sabía los inventaba. Ese
barrio maravilloso de Miramar, se construyó en los terrenos de papá, nunca hizo
nada por impedirlo.
Recordar a la gente de San
Francisco de mi tiempo, es un ejercicio lleno de nostalgias y gratísimas
emociones, y cuando a este recuerdo contribuye nada menos que Don Víctor Díaz, mi
viejo amigo de la infancia, que es la memoria histórica de nuestro barrio,
entonces este ejercicio se convierte en poesía; vamos a intentar entrar con él
en todas las casas de San Francisco de principios del siglo XX. Comencemos por la Calle Úrica, columna
vertebral del barrio:
En la esquina de la calle
Sucre con Úrica, estaba la bodega de Don Pablo Aristimuño, que antes fue de
Tomás Díaz, y mucho antes fue la Jefatura Civil de Santa Inés, por cierto Jesús
Ramón Villafañe recuerda una vez que el maestro Silverito le dio un bastonazo
al Jefe Civil que era Antonio José Silva, porque recostado de la pared le echó
humo en la cara.
Estas bodegas eran el centro
de reunión de la muchachada sanfracisquera a la hora de la merienda y también a
la hora de los juegos de pelota, cuando Don Pablo prendía el Pilco. Cómo
podemos olvidar la jalea de mango, las delicadas, los bocadillos de guayaba,
plátano y arroz, de las hermanas Bruzual; los huevos rusos, piñonatos,
coquitos, turrones de coco, piña y lechosa, la torta burrera, el sánduche de
cambur y casabe, esas eran las maravillas culinarias de la época; y las
travesuras de la muchachada, los juegos de pichas, trompo, policía librado, la
candelita; y en el río, quesele, panchojolo, toma la bala y no la des; y como
no recordar al terrible Luis José Chópite, una vez simuló un asalto a Don
Pablo, con un plátano. A eso de las 9 de la noche, cuando Don Pablo, con la
puerta entreabierta, contaba el sencillo sobre el mostrador, Luis José entró
sigilosamente y le dijo: ¡Manos arriba!, poniéndole el plátano en la frente.
Pero el bodeguero se percató del fiasco. El recuerdo de este atrevimiento, que
se han mantenido en secreto hasta ahora, nos ha proporcionado siempre sabrosos
ratos de alegría. Úrica es la calle de Ismael y Amador Sanabria; del sabio
Bachiller Luis Beltrán Sanabria, director del Liceo Antonio José de Sucre, de
su esposa, Isabel Tucker y sus hijos Gustavo, profesor de inglés, Enrique,
abogado eminente y honesto, Rosario y Luisa Elena; y las beatas Luisa Rosario y
Macheché Sanabria. Don Julio Chópite con doña Carmen y sus hijos: Julito, Luis
José y Francisco José, médico graduado en España, murió muy joven en un
terrible accidente de tránsito, y sus bellas hijas, Irma y Rosario. Las
Aguilarte, Ofelia y María Teresa, que tenían una escuelita de primeras letras,
en esa casa también vivió mi amigo el profesor Antonio Lemus Pérez, de grato
recuerdo. Su padre Don Antonio Lemus, fue un ejemplo de bondad, y las damas de
esa distinguida familia; el Dr. Pérez Velásquez, que fue presidente de la
federación de Médicos; María, la querida y eficiente enfermera y la maestra
Corina de muchas generaciones; ahora la casa es una oficina de las arquitectas
Cordero y Villegas. La familia de Rafael José Neri, donde se destacan el Dr.
Rafael José, médico y político de trayectoria destacada, ex rector de la Universidad de
Venezuela, médico de Rómulo Betancourt; atendió en sus últimos momentos al
poeta de América, nuestro Andrés Eloy Blanco, después del trágico accidente en
México; y dejó escrito para la posteridad un documento dramático sobre este
penoso suceso; y Nerio Neri, Ministro de Luis Herrera, presidente de la CANTV , construyó en Cumaná
el edificio de la calle Montes, y la urbanización Santa Catalina, asociado con
Domingo Mariani y Simón Berrizbeitia. Los Estaba, Gerardo, Gregorio y Luis,
todos profesionales importantes; los Ciliberto que vinieron de Caripe a educar
a sus hijos y se quedaron; Don Ángel y Doña Elvira, padres de Víctor y Luis
Amadeo, Chavira la esposa de Francisco de Paula Gómez; y Manena, esposa de José
Tobía, hogares honorables de Cumaná; el famoso Venancio Centeno, dentista y
gallero, era el alma de las fiestas de San Francisco; organizaba las célebres
carreras de saco, el palo encebado, y las piñatas. Frente a la plaza Ribero, en
la esquina con Úrica, vivió el Dr. Ramón Mayobre, y su familia, allí tenía su
farmacia, en esa casa nació José Antonio Mayobre, un gran Cumanés, ahijado de
mi tío Domingo de quién conservó siempre un retrato en su cartera, y que merece
una página completa de nuestra historia; fue un economista brillante, Ministro
de Hacienda en el gobierno de Rómulo Betancourt; en esta misma esquina Julio
Chópite instaló su famosa bodega que duró todo el tiempo de mi infancia.
Saliendo de la calle Úrica, frente a la plaza también estuvo ubicado el
Registro Principal, la oficina donde trabajó muchos años el Dr. Domingo
Badaracco, para preservar la memoria de nuestro pueblo, y cuyo busto sustituyó
la hermosa “pilita”, llena siempre de lirios y pájaros. Luego había un solar
donde florecía un hermoso parral, allí cuidaban los caballos del General
Perfecto Crespo. este general casó con mi prima la bella Leticia Bermúdez, y
procrearon dos hijas; en ese corralón construyeron casa los Juliac y hoy es la
casa de habitación de Irma Guevara: de la familia Juliac eran: Carmen Antonia, José
Gregorio, Patricia y Bernardo, que murió siendo un niño, lo que nos causó
profundo dolor. Luego estaba la casa de Pedro Regalado Rivero, abuelo de mi
gran amigo Jesús Torres Rivero, luego estaba la casa de María Milá González,
que fue el hogar de Don Silverio González, él y su hijo, el maestro Silverio
González Varela, dos grandes maestros, buenos para el bronce, son responsables,
de la generación de oro de Cumaná; luego la casa de Inés Mercedes Meaño (Ñeñe)
y la escuelita donde estudié primeras letras –Kindergarten- como se decía
entonces, y en la esquina con la calle Las Flores, está la casona de Bartolomé
León, de la encantadora María Teresa y su hermano Luis José.
Continuando con la calle
Úrica, que está íntegramente en el barrio de San Francisco, y según un mapa de
Cumaná de Agustín Crame- 1777, es de las más antiguas de Cumaná; en la esquina
con calle La Luneta
estaba la panadería de Dominguito Guevara, y en la otra, el almacén de Goyo
Estaba, estos dos personajes tienen un anecdotario particular. Luego seguían
Domingo Ortiz, Margarita Boada y sus hijos: Dominguito, los morochos, uno de
ellos es médico, Juan Pablo (profesor) y Chela; luego venía la casa de Antonio
Morales; Manuela Codillo y sus célebres arepas; Cruz Barreto, el sepulturero
(conocido como rubito o siete cojones). Luego las casas de la tabaquera Elvira
Marcano, Cruz María Meza, Patricio Mendoza, María Concepción Rodríguez y sus
hijas Ramona y Amparo; José Eugenio Mendoza (Tito Eugenio) hombre de mal
carácter, Carmelita Rodríguez, y su hija Cruz casada con el carpintero Luis
Rodríguez; Don Pedro Núñez, cuya amistad con mi padre se eterniza en lazos de
cordialidad entre nuestras familias; bajando la calle Úrica, vivía nuestro
primo Simón Badaracco, su mujer Concha Marchan y sus hijos: Rafael, Rafaela,
Berta, Rosalía, Simón, Ana; luego Manuel Antonio (el piroco), Jerónimo Surga,
famoso bateador del equipo Gran Mariscal; Patricio Mendoza, que tenía una bodeguita
conocida por su ron de berros y ponsigué;
Matías Flores, cuyo oficio, insuperable, era de capador de Cochinos. Dominga Fuentes e
hijas, tabaqueras de primera; luego Fulgencia y Luciano Vallejo con su tropa de
hijos, casi todos buenos albañiles y tabaqueros; también tuvo casa en San
Francisco el célebre Gonzalo Guevara y Atanasia Barreto, cuyos hijos se han
hecho famosos: Gonzalo, Quintín, Estanislao Guevara y Melecio, y sus nietos que
los han superado en popularidad; Juan Bautista Codillo (conocido como Juan
Merí) casado con Constanza Gamboa, padre de Manuela, Eduvigis (Nelita) cuya
hija se casó con Luis Mota, padres de mi amigo el abogado Mota Codallo,
distinguido en el gremio. Luego Chucha Malaret, hija de Micaela Malaret (también
tuvo otra hija casada con don Félix
Bastardo), otro que no podemos olvidar es Pedro Millán, buen albañil.
En la esquina de Santa María con Úrica, donde
es fama que nació el gran guerrero de la Independencia, General Domingo Montes
Malaret; y en la esquina del frente, Agustín Acuña, que fundó la bodega, que le
dio renombre a la esquina –Esquina de Agustín Acuña- la más famosa del barrio, por la venta de ron y
cohetes, y por qué la atendía su hijo, apodado “Camarón” por el color rojo de
su piel; en la otra esquina, en una casa construida por
mi abuelo Ramón Badaracco Rojas, estaba la tabaquería de Antonio Miguel Aristeguieta,
mi padrino. Antonio Miguel tuvo varios hijos con Doña Carmen Marchan; Jesús,
Luis y Lourdes. Jesús era el gerente de la tabaquería. Cuando yo iba a pedirle
la bendición a mi padrino me regalaba un fuerte. Luego, bajado hacia la plaza
Ribero, estaba la casa de María Tuker y Amadorcito Sanabria, hombre anecdótico,
dueño de una productiva chara; se sentaba en la puerta de la calle con una mara
de mangos manzanos, los últimos de la cosecha de cada año, por supuesto habia
que encargarlos, eran los mejores, por lo menos son los mejores que yo he
probado. Esta familia Tuker emparentó
con Williams Phelps, dueños de Caracas Radio y TV. Este norteamericano famoso
contrajo el paludismo y pasó una temporada en mi casa bajo el auxilio de
Domingo Badaracco; jamás lo olvidó. En mi casa conoció a su esposa y el negocio
de la radio. Luego la casa de Pané y la
familia Inserny. En esta casa nació el senador Marcos López Inserny, Dueño de
TELESOL y el diario Siglo XXI, periodista desde los 16 años, trabajó muy duro
para triunfar, le dio a Cumaná el privilegio de la primera planta de
televisión, que ha mantenido en permanente desarrollo. Es una larga
historia. Y por último la casa de Don
Arturo Torres, casado con mi prima María Rivero, de cuyo matrimonio procrearon
al Dr. Arturo Torres Rivero, abogado, conferencista y escritor con más de 30
títulos publicados; y el abogado y escritor. Jesús Torres Rivero, autor de
varios títulos, con los cuales ha acrisolado su fama; prestando un inestimable servicio
cultural a nuestra ciudad.
Hay tanto que decir de este
barrio primigenio, pero no quiero agotar este tema, que voy a utilizar en mis
otros libros.
Tu Santa Inés Venerada,
que intercediste aquél día
cuando la sangre morena
con la blanca se batía:
hiere otra vez en tu herida
para que en amor se vuelva
toda bravura y contienda,
y el amor que tú nos des
llenen el cielo y la tierra
=\I=
El nuevo
templo de Santa Inés, es decir el edificio que alberga a la Iglesia de Santa
Inés, para este año tiene 129 años
consagrado a ella. A la Patrona de Cumaná,
sirviendo a nuestro pueblo, predicando en él la palabra de Dios Vivo,
del Crucificado muchos santos
sacerdotes y santos fieles, han dicho y
escuchado la palabra de Dios en sus bancos sagrados. Esta cátedra del Crucificado, es el manantial de
sabiduría y santidad de muchas generaciones de cumaneses.
El templo de
Santa Inés sustituyó en todo al de la
Virgen del Carmen,
destruido por el terremoto de 1853, en esa iglesia fue bautizado Antonio José
de Sucre. La construcción de la iglesia de Santa Inés, se inició en 1862, sobre
las ruinas del templo del Carmen, en época de penurias, y se le debe al tesón
del virtuoso padre José Antonio Ramos Martínez; agreguemos la acción de algunos
cruzados, como el Dr. Mauricio Berrizbeitia, Mayordomo de Fabrica, y el
Pbro. Onofre Mariano Llompland, que lo
secunda; el general Rafael Adrián, y la Sociedad del Culto,
constituida específicamente para el
desarrollo de la obra.
El templo,
bajo la advocación de Santa Inés, Patrona de Cumaná, se inauguró el 6 de octubre de 1866, siendo
Presidente del Estado, que estrenaba el nombre de Nueva Andalucía, don Antonio
Rusián, gran colaborador en el proyecto. Era
un templo de bahareque y mampostería, y sigue siéndolo en la mayor
parte, en este año: con presbiterio, sacristía, coro, dos torres, artesonado de
madera y piso de mosaico, el altar mayor de mármol blanco, donado por la señora
Carmelita Berrizbeitia. La Cofradía del Santísimo Sacramento, en 1874, por propuesta del Dr. Andrés Eloy Meaño, aportó su patrimonio, y lo pasó a la
Tesorería de la Comisión de Fabrica, con lo cual se pudo continuar y terminar
la obra, más algunas donaciones significativas, tanto del gobierno como de
particulares.
El templo
abrió su portal sin las torres, pero se continuó su construcción que concluyó
en 1878 después del triunfo de la Revolución Reivindicadora ,
siendo Presidente del gran Estado Bermúdez, el general Nicolás Coraspe, con cuyo nombre sustituyó el de Nueva
Andalucía; el general Nicolás Coraspe, también fue un colaborador decidido de
la obra, de grato recuerdo, por cierto.
La iglesia
del Carmen se levantaba airosa al lado
de las murallas de la plaza de armas del castillo de Santa María de La Cabeza , el proyecto era una
construcción de estilo gótico, que emergía como un castillo encantado en las
frescas mañanas arboladas de la plaza de Santa Inés; pero alguien corrigió a
los arquitectos de la colonia, modificaron el proyecto para el nuevo templo, y le construyeron las célebres escalinatas
que ocultan buena parte del fuerte. La obra la ordenó el propio presidente de
la república, Dr. Juan Pablo Rojas Paúl, y el ingeniero constructor fue Juan de Dios Monserrate.
El artesonado, las
columnas, todo en cedro, decorado y embellecido por el pintor cumanés José Luis
Betancourt; la dotación y todos los
trabajos del interior y exterior del templo concluyeron, en sus más exigentes
detalles para 1896, de tal forma que para la creación del Estado Sucre, en 1898, el templo lucía en todo su
esplendor; y el general Nicolás Rolando vino a Cumaná para asistir al más solemne
y fastuoso Tedeum que recuerda nuestra historia eclesiástica. Poco tiempo
después triunfa la revolución Liberal, y en la misma iglesia, el General Manuel Morales, año de 1900,
celebró pomposamente la creación del Estado Cumaná.
El piso de mosaico italiano, que luce el templo, se adquirió en 1901,
siendo cura párroco el padre Manuel Arteaga Betancourt, que andando el tiempo fuera Cardenal Primado
de la Habana-Cuba ,
y por ende Príncipe de la
Iglesia Católica. El padre Arteaga también puso la primera
piedra de la histórica Gruta de Lourdes, que da ese toque de infinita
gracia al patio interior del templo. La
Gruta de Santa Inés es una copia fiel y exacta de la francesa, el padre Arteaga
la visitó en Francia y la copió para
hacerla en Cumaná, ella es el producto de
un acto de amor y devoción.
Como la iglesia de Santa Inés está edificada en el patio
de armas del castillo de Santa Maria de la Cabeza, que aún conserva la
estructura colonial, que forma parte indivisible del formidable complejo
arquitectónico que forma con el fuerte de Santa María de la Cabeza; de esta fortaleza también fue aprovechada la parte superior, donde estuvo la casa del
Gobernador y las oficinas del Tesoro, como aparece en sus planos y dibujos; pues
don Santos Emilio Berrizbeitia Bermúdez de Castro, construyó la capilla para la
veneración de la imagen, preciosa e
histórica reliquia, de la Virgen del Carmen,
que se veneraba en el templo antiguo; y también es cierto que se levantó
nuevamente el templo para venerar a la patrona de Cumana. En el terremoto de
1929 sufrió daños de consideración, y nuevamente fue reconstruida por el
Presidente del Estado, Dr. Carlos Álamo, siendo el maestro constructor don
Martín Pascual; posteriormente
volvió a quedar en ruinas y esta
vez, 2005, fue levantada por orden del
gobernador Dr. Ramón Martínez, aunque aún le faltan detalles.
Las torres y los antiguos campanarios fueron sustituidos,
por encargo del gobierno del Dr. José Salazar Domínguez –1954-1958- al ing.
Fernando Aristeguieta, por las dos torres majestuosas de hormigón que ahora la
engalanan; y sus famosos relojes, fueron donados por don Emilio Berrizbeitia. La iglesia de
Santa Inés guarda muchos tesoros, tangibles e intangibles; guarda celosamente
los archivos de la provincia y muchas joyas donadas por ilustres hijos de
Cumaná.
-II
Todos los años se ha debatido y
explicado, que nuestra patrona es Santa Inés, la mártir romana patrona de la
pureza, sin embargo, muchas personas e incluso periodistas desapercibidos,
continúan llamándola Santa Inés del Monte o Santa Inés de Guaranache, u otras
santas, que no aparecen en el Santoral católico, muy meritorias, pero que son distintas a la nuestra.
Nuestra Patrona es una niña
romana, heredera de acaudalados padres, consagrada a Jesús desde su tierna
infancia. A los 13 años, linda como palma bendita, es pretendida por el hijo
del Pretor Sufronio, Prefecto de Roma,
pero ella lo desaíra y le dice: “Yo estoy desposada con aquél a quien sirven
los ángeles: con Jesús Cristo cuya belleza admiran el sol y la luna”.
Santa Inés es mártir de los
primeros tiempos del cristianismo; para el siglo IV, año 304 dc., ya se le
conocía y veneraba en muchas partes del orbe cristiano. Su riqueza, adornada
con su propia belleza física y espiritual, era prenda codiciada por los jóvenes
de su época.
Ella los rechazaba, y manifestaba
públicamente, que estaba casada; hablaba
de su esposo celestial, invisible a los ojos del cuerpo, por eso fue denunciada
ante el Prefecto de Roma, y padre de uno de los pretendientes. Al principio
trataron de convencerla con halagos, pero el valor y la resolución de la joven
enloqueció al tiranuelo. La apresaron y condujeron a lúgubres mazmorras; le mostraron
instrumentos de tortura y pobres seres gimientes; pero su ánimo no
decayó, sino que por el contrario, su fuerza y confianza en Jesús Cristo Dios,
se hizo más fuerte.
Luego fue llevada a rastras
delante de los ídolos para que los adorase, pero ella en respuesta hizo ante
ellos la señal de los cristianos. Entonces, fue llevada a una casa de
prostitución y la amenazaron con dejarla allí para que fuese violada, y ella
les advirtió: -Cristo Jesús es demasiado celoso de mi pureza para permitir que
mi cuerpo sea violado-, y agregó –puedes manchar tu espada con mi sangre, pero
jamás profanar mi cuerpo consagrado a Jesús Cristo.
Cuentan que un joven intentó
violarla, pero un rayo divino lo cegó, entonces sus amigos le pidieron a Inés,
que lo curara, y ella elevó himnos de inusitada cadencia a Jesús
misericordiosos y bendito, hasta que logró el milagro de sanación.
A pesar de las maravillas que
obró la Santa ,
el Prefecto de Roma la condenó a morir decapitada. Inés fue al patíbulo con
santificante alegría, convencida de la inmortalidad de su alma, de compartir el
reino de los justos, de morir como su amo y Señor, por la gloria, por su causa,
que es la causa del amor para revivir con su cuerpo inmortal.
Así fue sacrificada la dulce
ama de Jesús. Su cuerpo santo fue enterrado en Roma, cerca de la vía Nomentana,
donde Constantina hija del Emperador Constantino, le hizo construir una
Basílica de la cual se conserva el ábside, que tiene una inscripción en versos acrósticos (siglo IV) que recuerdan
su martirio.
Sobre el altar que guarda los
restos de Inés, el 21 de enero de cada año, son depositados los corderos,
símbolos de su inocencia, cuya lana es recogida para fabricar los palios de
todos los Obispos Metropolitanos del mundo. Esos Palios son bendecidos por el
Papa, que los deposita en el sepulcro de Pedro y Pablo, antes de enviarlos.
Constituyen el albo símbolo de la pureza que reinará siempre en el corazón de
los patriarcas
San Agustín, San Ambrosio,
Prudencio y San Dámaso, la elogian y dan testimonio de su heroico tránsito; ellos
elevaron en su honor y homenaje, himnos y epigramas que se conservan.
La fama de santidad de la
niña se extendió por todo el mundo cristiano con increíble velocidad y
permanencia; en todo el orbe se elevan oraciones y se invoca su intercesión
ante el Santísimo. En Cumaná la fe en ella no ha decaído en más de 500 años,
sino que por el contrario crece cada día, ella mantiene permanentemente su
magisterio desde la amada iglesia de Santa Inés sobre todos nosotros. El 21 de
enero, aniversario de su martirio, celebra el pueblo de Cumaná sus fiestas
patronales; entonces, durante toda nuestra historia, se han elevado plegarias y
se escriben poemas a la Santa.
El poeta de Cumaná laureado,
José Agustín Fernández, le dedicó versos muy hermosos:
Que las campanas a coro
desde sus torres esbeltas
echen a volar sus voces
hacia nuestro cielo en fiesta
para proclamar la gloria
de nuestra patrona excelsa.
en el trono de su gloria
en la tarde de oro y seda
ante la vista del pueblo
que con fervor la venera
entre rosas y albos lirios
la virgen se hace más bella.
¡Todo un divino poema!
Don Silverio González Varela,
el maestro de la generación de oro de Cumaná,
y el gran músico Salvador Llamosas, le compusieron el himno, que es
hermoso y perfecto.
Azucena pura, angélica
virgen mártir, Santa Inés
tu favor implora férvido
hoy el pueblo cumanés.
Del Empíreo descendiste
noble, bella y pudorosa
a ser sólo fiel esposa
del Divino Redentor.
Y el martirio preferiste
al poder y la opulencia
que brinda a tu inocencia
falaz genio tentador.
Virgen
mártir, nuestros votos
y plegarias patrocina
que la Majestad Divina
nada niega a tu clamor.
Y tus míseros devotos
siempre unidos como hermanos
vivirán como cristianos
en justicia, paz y amor.
Y la palabra anónima del pueblo, le
compuso una comparsa que se baila todos los años. Esa mágica dama del folklore,
María Rodríguez, la universaliza con el nombre de “La Culebra ”
Hoy día de Santa Inés
patrona de Cumaná
venimos con gran placer
la culebra a bailar
Este maldito animal
que a mi niñito picó
si no me lo cura usted
con limón lo curo yo.
Estribillo.
Si me pica a mí ese animal
y no llega a tiempo el doctor
Señores dueños de casa
vamos a echano un palo e’ ron
El poeta Santos Barrios, para una
comparsa de su tiempo, modificó la primera cuarteta, así:
Hoy día de Santa Inés
hoy día que se celebra
venimos con gran placer
a bailarles la culebra.
La noche buena de Santa Inés y las
comparsas han desaparecido, pero otras manifestaciones de igual o mayor
relevancia ocupan su lugar, y obran el milagro de la fe por otros caminos.
Conocemos la historia de Santa Inés, a
través de las crónicas del padre Ramos Martínez, Don Alberto Sanabria, José
Mercedes Gómez y también por documentados y valiosos artículos de prensa, y en
“La Vida de los
Santos”, que es la fuente más segura.
Su historia como patrona de Cumaná se
hunde en sus orígenes. Hay una antigua carta dirigida al Monarca Español Don
Felipe II, por el Presidente y Oidores de la Real Audiencia de
Santo Domingo, de fecha 2 de abril de 1572 en la cual le comunican los
acontecimientos ocurridos en Cumaná, capital de la Provincia de la Nueva Andalucía ,
que tienen que ver con nuestra Patrona. En efecto, el 21 de enero de 1572,
aniversario del martirio de Inés, 600 aguerridos indígenas atacan al pueblo de
Cumaná. Los alcaldes ordinarios, entre ellos Juan Rengel Durán, asumen el mando
en ausencia del gobernador, Garci Fernández de Serpa. Dividen el pueblo en
cuarteles, y delegan mando en los más experimentados soldados; congregan a las
mujeres, niños y ancianos en la iglesia matriz, porque era el lugar más seguro
y afrontan el asalto.
Tres días duró el asalto, tres días de lucha, de hechos heroicos de parte y
parte, pero los invasores son numerosos y agresivos, los defensores ven
menguadas sus fuerzas, la lucha se hace cada vez más terrible; Juan Rengel
Durán, el guía, el capitán de los colonos, muere en el campo de batalla; los
indígenas han salvado las defensas y obstáculos, llegan a las puertas de la
iglesia, donde sólo oyen los cánticos de las mujeres y los niños, y entonces,
respetuosos del heroísmo de aquellos pobladores ordenan la retirada. ¡Milagro!
Grita el pueblo congregado.
El pueblo de Cumaná, tenía su patrono
que era San Juan, pero seguramente como el ataque se produjo el 21 de enero,
que es el aniversario del martirio de la Santa , y ante la inminencia, la inmediatez de la
muerte, el pueblo congregado bajo promesas, oró con devoción, con lágrimas
fervorosas; todos unidos elevaron sus cánticos en la iglesia, suplicándole a
ella; y luego del milagro de la retirada de los invasores, decidió el pueblo de
Cumaná, nombrarla Patrona, y por eso, como un himno de amor y devoción la
eligieron conjuntamente con San Juan, Patronos de Cumaná. La tradición se
encargó de dejarle a ella sola la protección de nuestro pueblo, y Santa Inés
vino a ser nuestro ángel de la guarda, nuestra madrina, devoción e inspiración.
CELEBRACIÓN
DE LA FESTIVIDAD DE LA PATRONA EN 1924 EN UN PITORREO DEL GRAN POETA HUMBERTO
GUEVARA.
Con el mismo entusiasmo de otras veces,
los buenos habitantes cumaneses
celebraron
las fiestas patronales.
En
la Salve, retreta de costumbre
y
repiques de sobra. Muchedumbre
en
las escalinatas parroquiales;
cohetes
de Oliveira en abundancia,
y
alguna Boda, otra circunstancia:
debido
a un accidente no pequeño,
quedó
un buen rato la ciudad obscura
a
eso de las 11 -conjeturas-
Malas
lenguas: Por qué tenéis empeño
En
echarle las culpas a Briceño!
El
domingo, dos misas, la primera
lo
usual, viejecitas trasnochadas
con
sus ropitas pobres y anticuadas
y
sus tocados de cualquier manera.
La
segunda de lujo. Estaba pleno
el
templo, todo allí resultó bueno;
el
coro magistral; un famoso sermón;
gran
consumo de crema y vigorón
y
otros artículos de carnaval
A
las diez y cuarto, reunión
en
el Club, con objeto de nombrar
la
eterna e inevitable Dirección
para
que quede bueno el carnaval.
Durante
el día comparsas. Como ahora
no
se estila el Tumbé, tan recordado,
la
divertida gente bailadora
ejecutó
la Danza de las Horas
(M.
Pérez estuvo encantadora
vestida
de varón.)
A
las 5 p. m. procesión.
Todo
del mismo modo.
Morenas
hijas del agua de yodo
rubias
improvisadas con dioxógen,
faltos
de Fellows de Sanatoges,
patiquines
hablando tonterías
trajes
de extravagante confección
como
las complicadas fantasías
mongólicas
de Antón.
Traslado
a la parroquia de Altagracia
Benito
que lamenta la desgracia
De
tocar tamborón,
Deseaba
arrojarlo al Manzanares.
Por
ser Domingo y no por religión
a
las 6 no pitaron los Telares
que
solo rinden culto al algodón.
para
evitar perjuicios
fuerza
de la consonante, o bien del lápiz
se
opina que la Marcha, es creación
y
la tocaban mucho los egipcios
cuando
salía por Tebas el buey Apis.
De
regreso a las 7 un estupendo
cáliz
de fuego de Oliveira Ortiz;
en
el juego de luces y el estruendo
resultó
Dominguito muy feliz.
A
las 8 retreta en Ayacucho.
El
maestro Espinal que es hombre ducho
obsequió
a la selecta concurrencia
que
lo escuchó con gran complacencia
con
la muy aplaudida sinfonía
algo
de lo muy bueno que se ha escrito
la
zarzuela del padre de Quinito
Valverde,
titulada “La Gran Vía”.
Los
botiquines llenos
alocadas
carreras de automóviles
con
personas inmóviles
sufriendo
la modorra del veneno.
Luego
películas en La Glaciere
de
las que siempre suelen exhibir
y a
las 11 y minutos a dormir.
Eso
fue todo lo que pude ver.
EL TEMPLO Y LA IGLESIA DE SANTA INE
En este segmento
hago una diferencia, como tiene que ser, entre la Iglesia con mayúscula, que
somos nosotros los fieles, y el templo que es el edificio donde se ofician los
servicios religiosos. El templo puede cambiar, pero no los files, somos los
mismo desde la fundación de Cumaná.
El nuevo templo de Santa Inés, se construyó también sobre
el patio de armas del fuerte de Santa María de La Cabeza, sobre las ruinas de
templo del Carmen, destruido por el terremoto de 1853, y por supuesto heredera de aquel glorioso templo en el cual
fueron bautizados todos los hijos de don Vicente de Sucre y García Urbaneja y
Maria Manuela Alcalá y Sánchez de Sucre y García Urbaneja; el arquitecto lo pensó, como una construcción gótica,
suspendida sobre la muralla del viejo fuerte colonial. Fue una visión que nunca
se pudo ejecutar debido a los terremotos.
El padre José
Antonio Ramos Martínez, nos dice que: “En el lugar que ocupaba antiguamente la
Plaza de Armas del castillo de Santa María, donde, según hemos advertido, se
había reedificado la ermita de Nuestra
Señora del Carmen, se comenzaron, en
noviembre de 1862, las obras del nuevo templo
parroquial de Santa Inés, después de haber recolectado los fondos necesarios
en los años siguientes al terremoto (de 1853)
El nuevo templo
de Santa Inés, se construyó sobre el patio de armas del fuerte de Santa María
de La Cabeza, sobre las ruinas de la Iglesia del Carmen, y por supuesto es la
heredera de aquel glorioso templo en el cual fueron bautizados todos los hijos
de don Vicente de Sucre y García Urbaneja y Maria Manuela Alcalá y Sánchez de
Sucre y García Urbaneja, el arquitecto la pensó, como una construcción gótica,
suspendida sobre la muralla del viejo fuerte colonial.
El padre José
Antonio Ramos Martínez, nos dice que: “En el lugar que ocupaba antiguamente la Plaza de Armas del castillo
de Santa María, donde, según hemos advertido, se había reedificado la ermita de Nuestra Señora del Carmen, se
comenzaron, en noviembre de 1862, las
obras del nuevo templo parroquial de
Santa Inés, después de haber recolectado los fondos necesarios
en los años siguientes al terremoto (de 1853)
Ilustración 13. El templo de Santa Inés luciendo el nuevo frente, con las dos formidables
torres construidas siendo gobernador del Estado el Dr. José Salazar Domínguez,
el constructor fue el Dr. Fernando Luis Aristeguieta.
En la
construcción de Santa Inés empleose bajareque
con excelentes maderas y sólidas
bases de mampostería; y que esto haya sido un acierto, se ha comprobado en el
último terremoto (1929) que no pudo derribarla
a pesar de los daños por él ocasionados”.
“Posteriormente fueron agregándose a la iglesia Matriz nuevos
elementos decorativos que necesitaba para su embellecimiento, a saber: el
artesonado de la nave mayor en 1893 y el de las laterales en 1907; la portada
principal en 1901, el pavimento de mosaico en 1909, la hermosa gruta de Lourdes
al año siguiente, etc. etc.”
“Las
escalinatas que rodean el templo fue
mandada a construir por el Dr. Juan Pablo Rojas Paúl, Presidente de la República en 1889, importando la obra 6.000 pesos, de
los cuales mandó él 5.000. La dirección
técnica estuvo a cargo del Dr. Monserrate, el mismo que hizo el parque
Ayacucho y el monumento a Sucre”.
A este trabajo
del sabio cronista debe agregársele la sustitución del antiguo frente por las
dos formidables torres que luce ahora, construidas durante el gobierno del
general Pérez Jiménez, siendo gobernador del Estado el Dr. José Salazar
Domínguez y el constructor, el Ing. Fernando Luis Aristeguieta.
Entre los grandes
benefactores de esta iglesia después del terremoto de 1853, durante su
construcción están el Dr. Mauricio Berrizbeitia, mayordomo de fábrica, el
general Rafael Adrián y la sociedad del culto, pero el gran animador de esta
obra fue el padre José Antonio Ramos Martínez. También debe recordarse que al
Padre Arteaga, su párroco desde 1905, que después fue Cardenal Primado de la Habana , se debe la construcción del piso de mosaico y
la gruta de Lourdes, que personalmente copió para traerla a su iglesia.
La iglesia es
inseparable de su historia y del fuerte de Santa María, él le da su carácter de
joya colonial, prueba su antigüedad, la
piedra, la historia. La iglesia es otra
cosa, es nuestro pueblo, es la misma, está en sus archivos, en los nombres de
los maestros, los santos padres que han ocupado su catedra, y en el espíritu de
su pueblo, el espíritu, su amor, su devoción. En cada piedra resuena la voz de
los maestros de nuestro cristianismo, y
evocan la Cumaná
madre de todos los tiempos del oriente venezolano. Su cátedra excelsa ha sido
perfumada por santos varones entre ellos el Cardenal Arteaga, primado de Cuba,
que fue su párroco, y el excelso maestro José Antonio Ramos Martínez, su
reconstructor.
En la
construcción de Santa Inés empleóse bajareque
con excelentes maderas y sólidas
bases de mampostería; y que esto haya sido un acierto, se ha comprobado en el
último terremoto (1929) que no pudo derribarla
a pesar de los daños por él ocasionados”.
“Posteriormente fueron agregándose a la iglesia Matriz nuevos
elementos decorativos que necesitaba para su embellecimiento, a saber: el
artesonado de la nave mayor en 1893 y el de las laterales en 1907; la portada
principal en 1901, el pavimento de mosaico en 1909, la hermosa gruta de Lourdes
al año siguiente, etc. etc.”
“Las
escalinatas que rodean el templo fue
mandada a construir por el Dr. Juan Pablo Rojas Paúl, Presidente de la República en 1889, importando la obra 6.000 pesos, de
los cuales mandó él 5.000. La dirección
técnica estuvo a cargo del Dr. Monserrate, el mismo que hizo el parque
Ayacucho y el monumento a Sucre”.
A este trabajo
del sabio cronista debe agregársele la sustitución del antiguo frente por las
dos formidables torres que luce ahora, construidas durante el gobierno del
general Pérez Jiménez, siendo gobernador del Estado el Dr. José Salazar
Domínguez y el constructor, el Ing. Fernando Luis Aristeguieta.
Entre los grandes
benefactores de esta iglesia después del terremoto de 1853, durante su
construcción están el Dr. Mauricio Berrizbeitia, mayordomo de fábrica, el
general Rafael Adrián y la sociedad del culto, pero el gran animador de esta
obra fue el padre José Antonio Ramos Martínez. También debe recordarse que al
Padre Arteaga, su párroco desde 1905, que después fue Cardenal Primado de la Habana , se debe la construcción del piso de mosaico y
la gruta de Lourdes, que personalmente copió para traerla a su iglesia.
La iglesia es
inseparable de su historia y del fuerte de Santa María, él le da su carácter de
joya colonial, prueba su antigüedad, la
piedra, la historia. La iglesia es otra
cosa, es nuestro pueblo, es la misma, está en sus archivos, en los nombres de
los maestros, los santos padres que han ocupado su catedra, y en el espíritu de
su pueblo, el espíritu, su amor, su devoción. En cada piedra resuena la voz de
los maestros de nuestro cristianismo, y
evocan la Cumaná
madre de todos los tiempos del oriente venezolano. Su cátedra excelsa ha sido
perfumada por santos varones entre ellos el Cardenal Arteaga, primado de Cuba,
que fue su párroco, y el excelso maestro José Antonio Ramos Martínez, su
reconstructor.
Si fuésemos a dedicarle en este corto texto,
la historia de los maestros que han entregado su vida al magisterio sagrado en
este templo, necesitaríamos escribir cientos de páginas de alabanzas.
EL FUERTE
DE SAN ANTONIO Y SANTA CLARA
Don Alberto
Sanabria me entregó en dos manuscritos que conservo, su investigación sobre
algunos detalles de la historia del fuerte, dice:
“El Castillo de
San Antonio de la Eminencia se terminó de construir en el año de 1686 y desde
tan remota época ha estado siempre como mudo testigo de nuestras glorias
y de nuestros sacrificios.
El gobernador de la provincia de nueva And o Cumaná
Don Gaspar Mateo de Acosta, proveyó al Castillo de la artillería necesaria, y lo fortificó con una estacada en circunferencia, que hasta hoy se conserva, para su mayor estabilidad y defensa. Esto es lo que normalmente creen los cronistas, sin embargo, ustedes pueden ver el fuerte en el dibujo de la ciudad de 1676, y pueden verlo señalado en la pintura de Jácome Castellón de 1534. Ambas pinturas están en este libro. Pueden verlas a placer.
Don Gaspar Mateo de Acosta, proveyó al Castillo de la artillería necesaria, y lo fortificó con una estacada en circunferencia, que hasta hoy se conserva, para su mayor estabilidad y defensa. Esto es lo que normalmente creen los cronistas, sin embargo, ustedes pueden ver el fuerte en el dibujo de la ciudad de 1676, y pueden verlo señalado en la pintura de Jácome Castellón de 1534. Ambas pinturas están en este libro. Pueden verlas a placer.
El Virrey de Santa Fe, Don Jorge de Villalonga, en la descripción
de la Provincia de Cumaná, que hizo el 20 de noviembre de 1720, die lo
siguiente: que la población solo se reduce a dos castillos, el uno llamado
Santa María de La Cabeza, donde habita el Gobernador, que está situado en un
bajo donde no puede ofender invasión de enemigos, el otro San Antonio,
fabricado en una eminencia; tiene 8 cañones, 4 de bronce, y 4 de fierro de los
mismos calibres y un reducto inmediato a éste con cañones de fierro y de 4
libras de balas.
Refiriéndose al Castillo de San Antonio de la Eminencia,
dice el gobernador Diguja y Villagómez -1757-1765-, lo siguiente:
“La serranía que,
como dicho es resguarda la ciudad, forma sobre ella tres cerros, en el más
elevado está el castillo de San Antonio de la Eminencia
La figura de esta fortificación es así misma quebrada, compuesta
de cuatro cortinas iguales, y los ángulos que forman son más salientes que el
centro de las cortinas, su fábrica es de sillería y cal, defiéndelo una pequeña
estacada sin foso: tiene montados 21 cañones de los calibres y circunstancias
que constan por su estado en el mapa, y está provisto de los demás utensilios
expresados en su inventario, al folio 719 de la referida primera pieza de
Autos. Dicho castillo puede montar 8 cañones de a 18: 8 de a 12, y 8 de menores
calibres en lo más estrecho de sus ángulos. Tiene un pequeño, pero suficiente
aljibe, una casa de madera y barro en la que se aloja la guardia; a un lado del cuartel está el Almacén de la
pólvora y al otro la Capilla, en la que se celebra el Santo Sacrificio de la
Misa todos los días de precepto por el capellán de tropa’’
Entre
los sucesos importantes habidos en el castillo, debemos reseñar Siete años antes que Humboldt -1793- llega a Cumaná el notable científico y marino
español don Cosme Damián de Churruca y Elorza, junto con el teniente
de Fragata don Salvador de
Fidalgo y joven científico sueco, Pitor
Löfling, que son comisionados por el gobierno español para formar el atlas
marítimo de América, levantar el mapa de Venezuela y determinar el primer
meridiano de la América Española, precisamente en el Castillo de San Antonio de la Eminencia, como
en efecto se hizo, y donde debería estar un monumento conmemorativo de tal
acontecimiento científico.
El Barón
Alejandro de Humboldt en 1799, visitó el
fuerte de San Antonio, y estableció en
él, su observatorio dada su posición
y destacada altura. Maravillado por la
claridad del firmamento, dice que podía
leer en el sextante con la luz de Venus.
El 1 de noviembre de 1849 llegó al Castillo de San
Antonio, en calidad de preso político, el ilustre prócer de la Independencia
General en Jefe José Antonio Páez, quien permaneció allí hasta el 23 de mayo de
1850, día en que salió para el exilio, habiéndole rendido la sociedad y el
pueblo cumanés una grandiosa manifestación.
El Castillo de San Antonio resistió las terribles
sacudidas de nuestros terremotos, pero los que más daño les hicieron los de
1853 y 1929.
El Presidente de la República general Cipriano Castro, en
su viaje a Cumaná, en 1905, al visitar la vieja fortaleza, ordenó la completa reconstrucción
del Castillo, cuya obra fue encomendada al destacado ingeniero Cumanés
Bartolomé Milá de la Roca , resultado dicha obra de reconocida elegancia
arquitectónica, y a la vez se conservaron todos sus viejo detalles tales como
el calabozo donde estuvo preso el General Páez, el cual tenía piso de mosaico y
lucía una gran lápida de mármol, recordatoria de su prisión en tan histórico
sitio. La reconstrucción del Castillo fue inaugurada el 23 de mayo de 1906.
Para el turista extranjero o el visitante criollo era casi una obligación la
visita al Castillo.
El terremoto del 17 de enero de 1929 lo dejó convertido
en un acervo de ruinas, y algún timepo después, se le hiceron mejras y
reparaciones de pésimo gusto.
Que continúe el Castillo de san Antonio de la Eminencia,
a través de los tiempos, como el fiel centinela de la ciudad Primogénita cuya
vida ha transcur5trido entre las glorias y el sacrificio. Fin de la cita.
Yo tengo otra
historia, porque nuestros cronistas no tuvieron acceso a muchos elementos que
dan otra idea más elevada de la historia de esta ciudad y de su pueblo. por ejemplo,
se cuidan mucho de mencionar su numerosa población indígena, que era lo más
importante, porque sin pueblo indígena no se podía “poblar”, también se cuidaban
de no decir mucho de la ciudad; de su pujanza, de su cultura, de sus 13
fortalezas. Porque no se preguntaban: ¿Qué podía hacer una ranchería como presentaban
a Cumaná, con 13 fortalezas…? y las
maravillas de que habló Humboldt y otros grandes investigadores; nosotros si lo
vamos a decir.
Menos se ocupan
de los heroísmos de que están plagados sus días; las defensas exitosas contra
los holandeses y piratas, sobre los cuales casi siempre obtuvimos resonantes
victorias que deberían ser de toda la nación.
Y nos dejamos
engañar por gobernadores, obispos de Puerto Rico y cronistas interesados en
mantener alejados de Cumaná y sus riquezas, aprovechadas por disfrazados
enemigos que complotaban para aprovecharse de ellas.
Tenemos muchos
enemigos que envidian nuestros valores y desean que desaparezcan o se
desvanezcan por el olvido. Pero la historia se va nutriendo como un
rompecabezas gigantesco, así va apareciendo una verdad contrastable. Tenemos
que escudriñar sacar a la luz los templos de la Nueva Córdoba, las trece
fortalezas de Cumaná, la explotación de la sal y las perlas, los grandes
valores que nos antecedieron: los maestros del Convento de San Francisco y de
Los Dominicos; tenemos que sacar a la luz la magnificencia de la fortaleza de
Araya, que fue la más poderosa unidad militar del mundo de aquella época, la guirnalda
del Imperio Español en América. Son muchas cosas que debemos emprender juntos.
En relación con
la antigüedad del castillo de la Eminencia, se debe ver con bastante curiosidad
los dibujos de Castellón, donde se ve que la Eminencia ya estaba ocupada y
señalada con una cruz, que indica que estaba allí la fortaleza, aunque
convenimos que esta fuera de bahareque, pero es parte de la historia de la
defensa de Cumaná.
s
Sabemos que el
fuerte fue reconstruido en el cerro de San Antonio de la Eminencia , en el siglo
XVII, después de ser seriamente dañado por el terremoto de 1682; pero, qué
había antes de este terremoto, es lo que más nos interesa, porque ese fuerte,
del material que sea su construcción, forma parte de las defensas de nuestro
pueblo y de su historia.
Aun no estoy
preparado para decirlo, me contentaré con lo que dice Alberto Sanabria y
algunos agregados míos.
De acuerdo con
documentos de la época, Don Bautista de Utarte -1667-1670- denuncia por vez primera
que el castillo no es una construcción firme, por su redondez y circuito que
ocupa, es de barro y piedra… ”Fábrica de tanta flaqueza”, la llamaba; pero eso
significa que ya existía para 1667. Don Sancho Fernández de Angulo (1669-1674),
propuso su destrucción. Don Juan de Padilla y Guardiola (1686-1690) presenta un
proyecto de reconstrucción, aprobado el 31 de julio de 1682. Francisco Rivero y
Galindo, propuso modificaciones al proyecto sustituyendo la forma cuadrangular
por la forma de estrella de cuatro puntas; Gaspar Mateo de Acosta (1690-1695),
también presentó un proyecto de reconstrucción. En 1773 el Ing. Pablo Díaz
Fajardo, insiste y envía al Rey nuevos planos. Es de suponer que la
construcción del fuerte fue un proceso complicado, que supuso deliberaciones y conflictos, se trataba de la construcción
más importante y emblemática de la ciudad. José Ramírez de Arellano (1701) le
construyó una estacada alrededor del fuerte, hecha con tal solidez, “que en
caso de ataque podía resistir cualquier embate”. El Gobernador Diguja y
Villagómez, famoso por el informe de su gobernación, (1761), lo describe como
una fortificación cuadrada. A ciencia cierta nadie sabe cuándo se construyó, ni
cuando se modificó.
En 1810 los
patriotas toman el fuerte y nombran primer comandante al capitán Carlos Guinett de origen
antillano. En 1811 volvió el fuerte a
manos de los realistas por breve tiempo; en lo que se llamó la sublevación de los
catalanes. Devuelto a los patriotas lo
mantuvieron hasta 1812; después de la capitulación de Miranda, ese año, fue
entregado a los realistas que lo mantuvieron hasta 1813, cuando fue ocupado por
Santiago Mariño, hasta 1814, cuando fue
tomado por las fuerzas de Boves, y permaneció bajo mando realista hasta 1821,
cuando fue entregada la ciudad, por el realista Caturla, al general José
Francisco Bermúdez. Luego ha pasado de bando en bando, durante el largo tiempo
de combustiones internas, que sobrevino después de la independencia, desde 1821 hasta 1935, año de la muerte de
Juan Vicente Gómez.
Los terremotos de
1853 y 1929, lo dejaron en ruinas, desde entonces se han realizado importantes
trabajos de reconstrucción, José Antonio Ramos Martínez, el gran cronista de
Cumaná, dice que: “La situación de este fuerte es la mejor y más estratégica de
la ciudad, porque no solamente domina
completamente a ésta, sino
tambien sus alrededores en una gran extensión. Debido a esta circunstancia y también a la celebridad de la fortaleza.
El general Cipriano
Castro, siendo Presidente de la República , ordenó su
total reedificación, la que se llevó a
feliz término bajo la dirección del General .Bartolomé Milá de la Roca Himiob , ingeniero entonces del Estado Bermúdez. Sobre
los viejos muros coloniales levantose un segundo cuerpo de sillería, con sus
torreones, almenas y otros adornos de la arquitectura militar obra que fue
inaugurada el 23 de mayo de 1906;
También se realizaron reparaciones importantes durante el gobierno del
Dr. José Salazar Domínguez, 1956,
a cargo del ing. Jesús Salazar Boada; después con otros
gobernadores, el Dr. Arquímedes Fuentes Serrano y Ramón Martínez
Abdenour, con asesoría del arquitecto Gasparini, y la jardinería, a cargo de don Eliseo Acosta Rodríguez.
Muy larga es la
historia de este fuerte. Hoy es uno de los sitios más visitados de la ciudad de
Cumaná. Dato importante: en 1792 se determinó el primer meridiano de América
Española, en el fuerte de San Antonio.
EL FUERTE DE SANTA MARIA DE LA CABEZA.
En la descripción de Cumaná que hizo
el 20 de noviembre de 1720 el Virrey de Santa Fe, don Jorge de Villalonga, se
habla acerca del castillo de Santa María de la Cabeza, y para esa época era
residencia de los Gobernadores de la Nueva Andalucía.
En las notas del gobernador Don José
Diguja y Villagómez, escritas en 1761, encontramos la siguiente descripción del
Castillo: “En medio de la ciudad hay un terreno elevado en que se halla situado
el castillo de Santa María de La Cabeza, que domina la mayor parte de la ciudad
de forma cuadrada con sus cuatro baluartes iguales. Su material de sillería y
cal sin estacada que lo resguarde, bien que al frente queda un pequeño y
abierto foso que solo sirve para facilitar la entrada por el puente levadizo.
Tiene montados 16 cañones, cuyos calibres, pólvora con que están cargados y
Batería constan individualmente por el estado de este castillo que se haya en
el mapa, en el que no se pude colocar sus demás pertrechos y utensilios, pero
están en su inventario al folio 709 de la primera pieza de los autos de vista.
En este castillo se hayan las ajas Reales y dos pequeños almacenes de
pertrechos, y sobre ellos la casa que habita el Gobernador, esta es de madera y
barro que en el país dice “Bahareque”.
Después de largos
años de abandono, el terremoto del 15 de julio de 1853, lo arruinó bastante,
hasta que el señor Santos Berrizbeitia, en 1912, restauró en parte los viejos
muros y levantó allí una hermosa capilla, donde fue colocada la imagen de
Nuestra Señora del Carmen, una de las más antiguas de Cumaná, que estuvo en la
primitiva Ermita del Carmen, situada en la calle que popularmente lleva su
nombre. El terremoto del 17 de Enero de 1929 destruyó la capilla y daño en
parte el viejo Castillo, pero gracias al padre Antonio de Vegamián, cura de
Santa Inés, se levantó de nuevo.
La construcción
del Castillo de Santa María de La Cabeza
se hizo con piedras de sillería de las ricas canteras que posee la
península de Araya”. Fin de la cita.
Según afirma José
Antonio Ramos Martínez, en su obra citada tantas veces, que este fuerte,
Palacio de los Gobernadores, fue construido durante el gobierno de Sancho
Fernández de Angulo, 1669-1675. Porque esta información se desprende de una
carta del ingeniero militar don Francisco Dávila de Orejón de 1674, en donde informa a la Junta de Guerra de las
Indias, sobre la fortaleza; y en 1682, el gobernador Juan de Padilla y
Guardiola, informa al Rey, sobre el fuerte en forma minuciosa. Pero lo que
demuestra la paternidad de la fortaleza, es la carta de 27 de mayo 1672, en que
se deja constancia de la carta de Don
Sancho al Rey, informándole sobre la construcción de la fortaleza.
El fuerte de
Santa María, es el segundo en antigüedad de la ciudad de Cumaná; fue en su tiempo
útil, un formidable complejo militar dotado de todos sus elementos militares, con
un inmenso patio de armas, donde hoy está construido, estuvo desde un
principio, la Iglesia Parroquial, después Iglesia del Carmen, y a partir de 1853,
ocupó ese espacio en el mismo templo, la iglesia de Santa Inés, Patrona de
Cumaná (es decir que desde tiempo
inmemorial estuvo en ese espacio el templo parroquial bajo distintas
advocaciones: aunque solo lo conocemos bajo la advocación de Nuestra Señora del
Carmen y luego de Santa Inés. El templo
del Carmen, era de tres naves, de estilo gótico.
Para Cumaná fue siempre un espacio sagrado,
también un lugar privilegiado ya que para 1908 era párroco de Santa Inés el
padre Manuel Arteaga Betancourt, que luego fue Cardenal Primado de la Habana , este hecho por
demás histórico, debería plasmarse en una placa de broce; y a él se le debe la
hermosa e histórica: Gruta de Lourdes” y el piso de mosaicos importados de
Alemania, que aún se conserva.
El fuerte donde está
ubicado el templo, formaba parte del sistema defensivo de la ciudad, y sirvió
de residencia a los Gobernadores coloniales, que ocupaban el segundo piso de la
casa de habitación en la parte superior de la fortaleza, mientras que en la
planta baja funcionaba la administración y las Cajas Reales; también fue sede
del gobierno colonial, y accidentalmente y fue sala consistorial del
Ayuntamiento.
Actualmente
podemos visitarlo entrando por el jardín que da a la Gruta de Lourdes; este jardín
está ubicada del lado derecho de la iglesia de Santa Inés; donde luce su
construcción de piedras ciclópeas remozado después del terremoto del 1929, traídas
de las canteras de la península de Araya, trabajadas con el sistema español,
muy característico, que se conoce como “Cal y Canto”. Durante la colonia fue brevemente
ocupado como residencia de los gobernadores, porque los terribles terremotos,
tempranamente lo dejaron inhabitable.
Durante la guerra
de independencia, fue utilizado tanto por lo realistas como por los patriotas.
El terremoto de
1853, lo convirtió en ruinas, hasta que en 1912, como dice don Alberto
Sanabria, fueron rescatados sus
muros por don Santos Berrizbeitia, que
también construyó la capilla para la imagen de la milagrosa y protectora Virgen
del Carmen.
Hace poco tiempo,
en el año 2003, fue restaurada la capilla, lo que sirve para rendir un homenaje
silencioso a Don Santos.
SANTA
MARIA DE LA CABEZA
En otra crónica digo algunas otras cosas
más, veamos.
El fuerte de
Santa María de La Cabeza, ubicado en el cerro de Quetepe, es el segundo en antigüedad e importancia de
la ciudad de Cumaná, Primogénita de América; éste fuerte fue en su tiempo útil,
un formidable complejo militar, dotado de todos sus elementos militares, un
edificio de forma cuadrada entre murallas de piedra ciclópea, con un inmenso
patio de armas, donde hay algunas obras importantes: el Templo, La Gruta de
Lourdes, Las escalinatas. El templo estuvo allí, en ese espacio, desde un
principio, Siglo XVI, es un templo
colonial que puede verse en los mapas antiguos de la ciudad.
El fuerte formaba
parte del sistema defensivo, y sirvió también de residencia a los Gobernadores,
una casa de dos plantas, los gobernadores
ocupaban el segundo piso, mientras que en la planta baja funcionaba la administración y las Cajas
Reales; también fue sede del gobierno
colonial, y accidentalmente fue sala consistorial del Ayuntamiento.
Según ratifica y
afirma José Antonio Ramos Martínez (Ob.cit), este fuerte o Palacio de los
Gobernadores, fue definitivamente
construido durante el gobierno de Sancho Fernández de Angulo
(1669-1675), lo que se desprende, entre
otros documentos, de una importante
carta del ingeniero militar don Francisco Dávila de Orejón de 1674, en la cual informa a la Junta de Guerra de
las Indias, sobre la dicha la fortaleza;
y fue confirmada, en 1682, por el
gobernador Juan de Padilla y Guardiola, que informa al Rey, sobre el fuerte de
Santa María de La Cabeza, en forma minuciosa.
En definitiva,
pues, no nos cabe dudas sobre ello, pero a pesar de que pudiera ser y debe ser
así, que el inicio de la obra, y el proyecto es de 1622, cuando gobernaba Don
Diego de Arroyo y Daza, cuya mujer se llamaba Maria de La Cabeza, y ese fue el
nombre que prevaleció; lo mismo hizo en Araya, cuya fortaleza se llama Santiago
de Arroyo de Araya; pero aceptamos que
la conclusión de la fortaleza y puesta en servicio, se desprende
de la carta de 27 de mayo 1672, en que se deja constancia de la carta de Don Sancho
Fernández de Angulo al Rey, informándole sobre la terminación de la obra.
Es importante
para Cumaná, patrimonio de la humanidad, señalar estos datos, porque este castillo ha ocupado el centro de
nuestra ciudad por muchos siglos, ha sido testigo de nuestra historia, y en él
se han sucedido hechos relevantes que han sido reseñados por muchos
historiadores, y porque fue la sede del gobierno y Caja del Tesoro, la Casa de
los Gobernadores Coloniales, sede del Ayuntamiento, y su estructura fue violada
por guerras y terremotos. Construida y reconstruida; abandonada y vuelta a la
vida muchas veces, con hechos dramáticos y solemnes, hechos gloriosos,
traiciones y heroísmos.
Desde un
principio los terremotos hicieron estragos en él. Entre sus ruinas perdieron la
vida muchos de nuestros abuelos. Sobre todo el de junio de 1698, que arruinó tanto al templo como al
castillo, pero fueron rápidamente reconstituidos. Después de largos años de servicio vino el
terremoto del 15 de julio de 1853, que
lo arruinó por completo, y así permaneció por muchos años, hasta que Don Santos Emilio Berrizbeitia
Bermúdez de Castro, en 1912, restauró en parte los viejos muros quebrados por
la tormenta; levantó los muros y sobre sus muros construyó una hermosa capilla, donde fue
colocada la antigua imagen de Nuestra Señora del Carmen, una de las más
veneradas del pueblo de Cumaná. En ese solar estuvo la primitiva
Ermita del Carmen, donde se guardaba la imagen divina, rescatada de la Nueva
Córdoba, en 1654, después del asalto de los piratas franceses, que la
destruyeron la ciudad por completo.
Durante la guerra
de independencia, fue utilizado tanto
por los realistas como por los patriotas.
El terremoto de 1853, lo convirtió en ruinas, hasta que en 1912, como
dice don Alberto Sanabria, fueron
rescatados sus muros por don
Santos Emilio Berrizbeitia Bermúdez de Castro, que también construyó la capilla
para la imagen de la milagrosa y protectora Virgen del Carmen. Hace poco tiempo, en el año 2003, fue
restaurada la capilla, lo que sirve para rendir un homenaje silencioso a Don
Santos.
Para 1908 fue párroco de Santa Inés el padre
Arteaga, que luego fue Cardenal Primado de la Habana , a él se le debe la hermosa e histórica
Gruta de Lourdes y el piso de mosaicos importados de Alemania, que aún se
conserva.
Por último el
terrible terremoto del 17 de enero de 1929, quebró las paredes del templo, destruyó la capilla y
daño en parte las murallas del viejo Castillo, pero gracias al padre Antonio de
Vegamian, cura párroco de Santa Inés, y el maestro de obras Don Martín Pascual,
se levantó de nuevo y volvió a servir a su pueblo de cátedra permanente para
enseñar la buena nueva, la palabra de Dios.
Actualmente
podemos visitarlo entrando por el jardín donde está la Gruta de Lourdes;
ubicada al lado de la iglesia de Santa Inés; luce su construcción de piedras
ciclópeas traídas de las canteras de la península de Araya, trabajadas con el
sistema español, muy característico, que se conoce como “Cal y Canto”.
EL CEMENTERIO DE QUETEPE.
El
Cerro de Quetepe tuvo mucha importancia durante el periodo colonial, porque era
línea divisoria entre el barrio de San Francisco y la ciudad de Cumaná, y en
sus terrenos se construyó el fuerte de Santa María de La Cabeza, que es otro
tema; pero además fue el solar de los
Sucre, ya que la casa de los Sucre estaba ubicada en el cerro de Quetepe, según
el bando por el cual fue vendida en 1802. Tenía su frente hacia el cerro de San
Antonio de La Eminencia, y sus patios daban hacia la plaza de San Francisco; y
además en esa casa nació el Mariscal de América, el General en Jefe Antonio
José de Sucre Gran Mariscal de Ayacucho y Redentor de los Hijos del Sol.
Quetepe es el Belén de la América Libre.
El
Barrio de San Francisco fue el sitio elegido por Gonzalo de Ocampo para
establecer su campamento, que llamó “Villa de Toledo”, según un plano antiguo
de 1600, atribuido a Suarez de Amaya. De acuerdo con los dibujos y planos
antiguos, Castellón, después del terremoto de 1530, mudó la ciudad de Nueva
Córdoba, que estaba ubicada en “El
Barbudo”, donde desembocaba el caño Santa Catalina, o sea, lo que llamaban “Los Cerritos”
(médanos), para las faldas del cerro de
San Antonio de La Eminencia, como puede observarse en la gran empalizada que el
mismo pintó, y sobre todo si observamos
que la Iglesia Parroquial estaba construida al pie del cerro, al final de la
calle de La Ermita hoy calle Ribero.
Este
sitio considerado sagrado por los habitantes del barrio de San Francisco,
porque es fama que en este lugar están enterrados muchos miembros de la familia
Sucre, entre ellos Don Vicente Sucre García y Urbaneja, Padre de la
Emancipación de la provincia de Cumaná;
y su primera mujer María Manuela de Alcalá y Sánchez Vallenilla; así
como Don Bartolomé Bello González, padre de Don Andrés Bello, Príncipe de las
letras hispanoamericanas, nunca bien ponderado, el cual fue un gran maestro de
la música en Cumaná, de él vienen los Gómez y Gutiérrez, y toda la gran escuela
de música de Cumaná, que tuvo rango superior y universitario; y entre otros
personajes históricos está también el valiente general español don Tomás
García, padre de don José Silverio González.
En 1681, murió en Cumaná, y fue enterrado con la pompa acostumbrada, el
obispo de Puerto Rico monseñor Marcos de Sobremonte, y tantos otros eminentes
ciudadanos. Es un solar sagrado y debe venerarse como tal.
Es
muy probable que sus muros de sillería, de las canteras de Araya, fueron
construidos durante el gobierno de don Digo Arroyo y Daza, entre 1622 y 1626, aunque creemos que ese lugar
sagrado era utilizado como cementerio desde tiempos precolonianos, sería
conveniente una intervención científica de comprobación que pueda demostrar la
antigüedad de los restos depositados en ese espacio e identificar los más
relevantes; ya que en el cerro de Quetepe habitaba una tribu Kaima Caribe, y
los españoles normalmente respetaban y asumían las costumbres de nuestros
indígenas, y porque en esta banda del
río o sea la parroquia de Santa Inés no había otro cementerio en esos tiempos.
Ojalá las autoridades tomen conciencia de la importancia que tiene nuestra
historia y emprendan una acción consecuente con ese interés.
El
padre Ramos Martínez, tampoco le dio mucha importancia al cementerio, sólo dice
que el antiguo cementerio de Cumaná estuvo ubicado detrás del castillo de Santa
Maria de la Cabeza y contiguo a él. Todavía se ven los muros de mampostería. En
1828 aún se enterraban los cadáveres en ese viejo cementerio”.
La
memoria oral de Cumaná, conserva de la historia, la invasión de Walter Raleigh,
de 1591, la muerte de su sobrino el capitán Galfielde, el cual fue enterrado en
el cementerio de Cumaná, que indudablemente es el de Quetepe. Lo mismo pensamos
en relación con la muerte de los alcaldes ordinarios, Juan López de Pedroza y
Juan Rengel; y muchos habitantes blancos de Cumaná, durante la invasión de los
Caribes en 1572 y en la guerra emancipadora.
El
cementerio de Quetepe, pues, guarda los restos mortales y sagrados de nuestros
abuelos, y debe ser dignificado, por ejemplo construyendo sobre su suelo un
panteón, donde se puedan trasladar los restos de héroes civiles y militares que
yacen olvidados en el cementerio general, y se les pueda honrar con el amor de nuestro
pueblo.
Sabemos
que no será posible, porque las cosas sagradas de Cumaná no le importan a
nadie, si no nos empañamos nosotros en
reclamarlo a través de las comunidades organizadas, pues hagamos un llamado a
esas comunidades, ya que se trata de
nuestras raíces y de los espíritus de nuestros abuelos que andarán errantes
buscando en la oscuridad el camino a casa.
LA PLACITA
RIBERO, HOY PLAZA BADARACCO.
Esta plaza se construyó en el solar de la Plaza de San Francisco frente
al convento de los franciscanos de Cumaná, y en el centro se destaca el busto
en bronce del Dr. Domingo Badaracco Bermúdez y un monolito que honra la memoria
del mártir cariaqueño, coronel José
Ribero
La plaza fue construida en el
terreno abandonado de la plaza de San Francisco, que durante la Colonia fue la Plaza Mayor de
la ciudad. El gobierno del general Zoilo
Vidal, puso empeño en rescatarla y acometió un proyecto presentado por el
ingeniero Bartolomé Milá de La Roca, en 1912. La plaza tuvo días de júbilo y
jubileo, en ella se celebraban fiestas patrióticas y la banda Acosta que luego
se llamó La Banda Libertad, bajo la
batuta del gran maestro de la música cumanesa don Benigno Rodríguez Bruzual,
tenía sus días para presentar su magnífico repertorio en las famosas
retretas.
Cuando yo era un carricito
los guayacanes ya eran viejos; formábamos pandillas para jugar trompo, pichas,
guataco y policía librado. Era un solar lleno de pájaros y muchachos. Era el escenario de nuestros combates, de las
alegrías y las penas. Al policía de la mañana lo llamábamos “Bigotelibro”, y el
de la tarde era “Señor Molina”; el
primero nos perseguía hasta las faldas de “Cerro La Línea”, allí nos
atrincherábamos y lo atacábamos con nuestras infaltables chinas, usando como
proyectiles las frutitas pegostosas de las matas de Chica. El segundo policía
llegaba a la tardecita, se recostaba del poste y hacía como que vigilaba, así
lo sorprendió y amarró, mientras dormía, el terrible Luis José Chópite.
En la plaza instalaron dos
postes con sendas luminarias, que nos atraían como a las mariposas; y en el
centro estaba “La Pilita”, fuente hermosísima rodeada de barandas de bronce,
que nos servían de asiento para mirar a las niñas jugando y bailando. La pilita
era un cercado redondo lleno de flores con una fuente en el medio. Refrescaba
mucho con sus lirios en perpetua floración, y los muchachos respetábamos ese
lugar sagrado. No recuerdo haberme metido en la pilita, sino una sola vez para
recoger una pelota.
Los inmensos robles servían
para que Pichofué, demostrara sus habilidades, pasando de rama en rama como un
mono. Arriba pasaba las horas, mientras la Maestra Inés Meaño
(Ñeñé), le gritaba y gritaba, que se bajara. En el recuerdo se me enredan los
nombres de la muchachada: Los Minguet, De La Rosa , Bruzual, Sanabria, Torres, Juliac, León,
Suárez, Inserny, Carballo. Tavera, Fuentes, Acosta, Moi, Carmona, Villalba,
Inserny, Lares, Madrid y Madriz, Miranda, Briceño, Acosta, Guerra, Olivieri,
Ciliberto, hasta René Losada, la viuda de Reny Ottolina, formaba parte de esa
muchachada de mi generación, cuyo único escenario era la placita y el río. Esa
vida terminaba a las 8:30 p.m., cuando desde el Castillo de San Antonio tocaban
Diana y la placita se vaciaba, algunos se quedaban hasta el toque de silencio a
las 9:00 p.m., luego quedaban las sombras y los fantasmas.
Pero
la historia de la placita Ribero, no fue siempre como la vivimos los muchachos
de mi generación, un cuento color de rosa; nuestros padres nos contaban los
acontecimientos gloriosos que allí sucedieron, tanto los del Convento de San
Francisco, como los de la tétrica Inquisición y del Coronel Ribero, que le da
nombre a la placita. Era oriundo de Cariaco, ciudad que tiene el rimbombante
nombre de San Felipe de Austria; el formidable pueblo que le dio tantos héroes
civiles y militares a la Patria ;
el pueblo de José Francisco Bermúdez, llamado José Francisco Pueblo y
Estanislao Rendón, llamado el Egregio Demócrata.
El Fusilamiento
de los coroneles José Ribero y Carlos Peñalosa.
El
Coronel José Ribero, cuyo nombre horna la Plaza, fue un guerrero inmortal que ofrendó su vida
en plena juventud por la libertad. Desde temprana edad se le encuentra al lado
de Mariño, sobre salió en Guiria y Maturín, y también a las órdenes de Bernardo
Bermúdez y Piar. Para 1814 acompaña al victorioso Mariño, llamado por
Bolívar, a la campaña del centro que
luego terminó con el desastre de la batalla de La Puerta y la triste emigración.
Ribero regresa la zona
Oriental con el mismo Mariño. Es la hora de Boves, en su campaña infernal y
depredadora, llega y vence en Barcelona y avanza sobre Cumaná, y con una fuerza
superior en todo, derrota al invicto Carlos Manuel Piar, en la batalla de El Salado;
entra a la ciudad el 15 de octubre de l814, y la llena de luto y espanto. Sus
atrocidades hicieron olvidar a los bárbaros Zuazola, Cervériz y Antoñanzas. Los
Patriotas se repliegan, Domingo Montes, Jesús Barreto, los Monagas, mantienen
el pabellón patriota en las sabanas de Maturín. Barreto, el heroico hijo de
Cumanacoa se hace fuerte en las inmensas llanuras donde es invencible.
Mientras
tanto el Coronel Ribero, se ha ganado su grado heroicamente, siempre al lado de
los Libertadores de Oriente; al lado del General Santiago Mariño, gana en cada
batalla un jalón; y en el último en 1815, en Punta de Piedra, resiste con sólo
150 hombres, la embestida del Sargento Mayor de Dragones, Miguel Domínguez,
jefe realista que lo derrota con un ejército tres veces superior; entonces se
retira hacia Caño Colorado, cae en una emboscada y lo hacen prisionero; es
traído a Cumaná y mediante un juicio sumario ordenado por don Pablo Morillo, es
condenado a muerte.
En
las primeras horas de la mañana de un día lluvioso, el 27 de septiembre, desde
el campanario de la capilla de la Venerable Orden Tercera, contigua al Convento de
Nuestra Señora de las Aguas Santas, que así es el nombre de la casa mayor de
San Francisco, comenzó el repique de campanas; el pueblo había sido convocado
para el fusilamiento. Desde Cariaco había llegado toda la familia del Héroe,
sumida en profundo dolor y santa impotencia. A Ribero lo trajeron desde el
Castillo de San Antonio, en cuyas mazmorras pasó sus últimos días; venía
amarrado, escarnecido, pero altivo sin jactancia, lo acompañaba un sacerdote
que había abogado por su vida ante el nuevo Gobernador, Don Tomás de Cires, el
mismo inaudito individuo que ordenó la demolición de la bella iglesia de la Divina Pastora , y
arrasó el próspero barrio de Chiclana. ¿Cómo podía este sujeto tener piedad con
el bizarro patriota?
La
plaza de San Francisco de esa época, aunque muy importante, ya que se encontraba
frente al Convento, presentaba las huellas del tiempo, pero era considerado el
más importante de la
Provincia , y, aunque quedaban retazos de las ruinas de la
Plaza Mayor, era una sabana calichosa donde crecían los Yaques y las Cuicas, y
era usada muchas veces para los festejos, la venta de esclavos y otros eventos.
El
Coronel Ribero fue llevado hasta el centro de la Plaza. Un sargento le ordenó
que se hincara de rodillas, no quiso hacerlo, pero fue obligado golpeándolo en
las rodillas con la culata de un fusil. Rechazó la venda y mirando a sus
familiares, amigos y al pueblo, grito con fuerza: ¡Viva Mariño! ¡Viva la Libertad!
Un soldado le dio un golpe en la boca. Un murmullo recorrió la multitud. El
pueblo contuvo el aliento… Ribero estaba allí de rodillas. Por la comisura del
labio inferior se le escapaba un hilillo de sangre; sin embargo, se mantenía
sereno, con esa serenidad que da el cumplimento del deber. Atento al menor
movimiento, sus ojos buscaban a sus seres queridos, y al cruzar sus ojos, se
llenaba de una dulce alegría. Altivo, tranquilo, de frente al pelotón, atento a
los gatillos, tal vez sumido en profunda oración, convencido que al derramar su
sangre contribuía con la causa a la cual había dedicado todo. El pelotón de
fusilamiento estaba preparado. Oyó la orden… Disparen… Recibió la descarga
mortal sin un lamento, ni una queja salió de sus labios. Su boca besó la tierra
que tanto amó y exhaló su último suspiro. Cayó hacia delante y luego resbaló
lentamente hasta quedar en posición fetal. Tal vez el engreído Aldama, aquel
esbirro que azotó públicamente a Doña Leonor Guerra, le dio el tiro de gracia.
Los verdugos cumplieron con el mandato, pero ¡oh miserables!, no entregaron el
cuerpo a sus deudos, que lo imploraban. El pueblo se tragó sus lágrimas, pero
dentro del corazón creció como un árbol la sed de venganza y el deseo de ser
libres. La conciencia de una patria distinta y más justa.
No
había terminado la fiesta. Se cumplían expresas órdenes del General Pablo
Morillo, que señoreaba victorioso con sus fuerzas infinitas, y que pretendía
amedrentar a los patriotas orientales; y por ello y por escarmiento, el cuerpo
del Coronel Ribero fue descuartizado y sus restos exhibidos en Cumaná, Cariaco
y otros pueblos vecinos. Durante mucho tiempo el cráneo del egregio soldado
sirvió como bronce para el recuerdo de su inmortalidad.
La
Plaza Ribero, antigua plaza de San Francisco,
comparte hoy su nombre y espacio con el Dr. Domingo Badaracco Bermúdez,
el médico bueno, al cual el pueblo también vistió de bronce
P.d. Debo aclarar que el
apellido Ribero, del héroe cariaqueño, se escribe con “b” labiodental, y no es un error.
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