RAMÓN BADARACCO
PEDRO DE CÓRDOBA
Y EL
CACIQUE KAWANÁ
Cumaná, 2015
Autor: Tulio Ramón Badaracco Rivero
Que firma Ramón Badaracco
Título de la obra: Detalles de la fundación de Cumana
Diseño de la cubierta R. B.
Ilustración de la cubierta R. B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná
cronista40@hotmail .com
academia.sucre@gmail.com
Cel. 0416-8114374
INTRIOTO
El hecho histórico de establecer la fundación de
Cumaná en 1515, es muy
significativo, aunque sabemos que ya el
pueblo como tal existía desde años atrás de tal suerte que muchos otros pueblos
lo reclaman: Panamá y Veracruz en 1519, y otros que desaparecieron por muchos
años, como Nombre de Dios y Santa María de la Antigua que han vuelto a la vida;
por eso, la fundación de Cumaná, ha sido negada o tergiversada, en detrimento
de nuestra historia, y muchos cumaneses
desprevenidos han caído en el juego contra nuestros intereses históricos y por
ignorancia; por eso tenemos el deber de poner los puntos sobre la ies y rescatar
los hechos y las pruebas para nuestra
historia, utilizando los mismos argumentos de los que nos despojan.
La historia de la fundación de Cumaná es distinta a la de otras ciudades del País y
del mundo, pues está íntimamente ligada al proceso evangelizador y humanista preconizado
y ejecutado por Fray Pedro de Córdoba y su experiencia civilizadora.
Este gran maestro de la cultura, organizó varias
expediciones para lograr su propósito de impetrar su orden religiosa en la tierra firme del
Nuevo Continente e intenta fundar y
funda la primera misión en tierra firme en el puerto de Cumaná, que ya se
conocía con el nombre de Puerto de Perlas y así cambiar el sistema de conquista inhumano
que se desarrollaba en las islas del Caribe por el de la evangelización, la
conquista pacífica y evangélica del espíritu con la palabra de Cristo y bajo el
patrocinio del Rey Fernando el Católico, con un pacto de convivencia con los indígenas
Kaimas, del cacique Kawaná catequizado por el mismo Pedro de Córdoba, y llevado
a Santo Domingo donde fue adoctrinado y bautizado con el nombre de Don Alonso.
La historia de Cumaná de esos primeros tiempos es muy
rica desde todo punto de vista, no solo por el hecho simple de la fundación de
derecho porque ya existía de hecho del
primer pueblo del Imperio Español en América, sino por la trascendencia
histórica y universal que adquiere ese hecho en Cumaná, y el humanismo y
filosofía que trasciende. Eso podemos apreciarlo cuando, en los últimos tiempos,
historiadores de la talla de Juan Manzano Manzano, Demetrio Ramos, Enrique
Otte, Vicente Rubio, Ricardo Castillo Hidalgo, Hermann González Oropeza, Lino
Gómez Canedo, Álvaro Huerga, Guillermo Morón y otros, han incidido en estos
hechos fundacionales pero con notables errores y confusiones imperdonables. .
Del trato de los españoles para con los indígenas y
la defensa que hace Pedro de Córdoba en las cortes, nace toda una filosofía de
negación y afirmación. Las Casas, Vitoria, Suarez y decenas de ilustrados
filósofos en las cortes y universidades, y los reyes promulgan leyes y cedulas reales, los políticos
discurren, nacen las leyendas negras y doradas y el monumento de las leyes de
indias.
Se escriben libros importantísimos, se discute sobre
la dignidad de los indígenas, intervienen los obispos y hasta el Papa. Todo eso
lo desencadena un hombre llamado Pedro de Córdoba, y un pueblo llamado Cumaná.
En el
proceso fundacional de la ciudad de Cumaná, tenemos que aceptar que ocurrieron
hechos notables que aún no han sido tratados con rigor científico, o bien
interpretados por los geo-historiadores, lo que ha servido para crear dudas en
relación con el hilo histórico de la ciudad. Es natural que exista confusión en
los nombres de los caciques, los ríos, los reinos, pueblos, naciones indígenas,
etc. por ejemplo el nombre del rio Chiribichii de Cumaná y el río Chiribiche de
Santa Fe; el nombre del cacique Cawaná, que quiere decir “Gran Río”, y la
palabra Cumana, que quiere decir frijol.
Otros
pormenores que debemos dilucidar y tienen mayor importancia es el de los
fundadores, personajes que enriquecen nuestra historia y no la desvirtúan, como
nos lo hacen creer.
Se nos
quiere obligar a aceptar a Gonzalo de Ocampo, un personaje que asesinó a muchos
caciques y padres de familia, y nos lo venden como fundador. Todos sabemos que fundó
un campamento, al cual llamó “Villa de Toledo”, muy lejos de Nueva Córdoba y
duró menos de un mes. Otros optan por Castellón, porque fue un importante
hombre de negocios que vino a pacificar a los indígenas levantados contra los
españoles de la isla de Las Perlas y lo logró en un pacto con el cacique Tacar,
bautizado Don Diego.
Otro hito
es “Isla de las Perlas”, donde se construía el fuerte de Santa Cruz de La
Vista, y eso no tenía nada que ver con La Nueva Córdoba la misión que crecía y
se enriquecía protegida por el Imperio que no permitía que nadie entrara a la
misión sin el permiso de Pedro de Córdoba y por eso crecía en paz y seguridad como podemos verla dentro de la empalizada que
construyó en derredor, el mismo Castellón después del terremoto de 1530 que no
la destruyó porque después del terrible terremoto que asoló el Puerto de Las
Perlas Castellón terminó el fuerte de Santa Cruz de la Vista y reconstruyó la
ciudad.
Los otros
personajes que con diferentes títulos llegan a nuestro territorio ocupan
lugares separados y a veces muy lejanos de la Misión de los dominicos y
franciscanos como es el caso de Gonzalo de Ocampo que entrando por la boca
principal del rio se ubica a media legua rio arriba tal vea donde después llegó
Fernández de Serpa.
Muy tarde
llega Fray Francisco de Montesinos, 1562,
que no pasa de la desembocadura del rio
Tacar donde estaba el campamento de Francisco Fajardo y allí se establece en el
campamento de Fajardo, a orillas del río Tacar y allí levanta su célebre acta
constituyendo del primer Cabildo de la ciudad, en esos tiempos, a una distancia
lejana, creo que 4 leguas de la Nueva Córdoba, que esplendía como puede
apreciarse en dibujos de 1600 y descrita en el expediente de la muerte del
conquistador nacido en Cumaná como lo dice el mismo en el acta de Montesinos el
capitán cumanés Francisco Fajardo todo un príncipe del reino de los Tiaos de la
ciudad de Guaravera el cacicazgo de Charaima padre de Isabel la madre de
Fajardo que fue sentenciado a muerte en
la Alcaldía de Cumaná por haber reclutado tropas que estaban protegidas por el
Imperio y su cadáver arrastrado por sus calles y expuesto en la Plaza Mayor de
Nueva Córdoba
LOS FUNDADORES
Pedro de Córdova y
Kawaná
Cada día que pasa y
es estudiado apasionadamente, resaltan más
claras las figuras de Kawaná y del padre Pedro de Córdoba.
Veamos primero la
figura de Pedro de Córdova reconocido
como el maestro de Bartolomé de Las Casas - Pedro y las Casas algo así como
Sócrates y Platón.
La vida y acción de
Pedro de Córdoba está unida a la del obispo de Chiapas, Bartolomé de Las Casas o Casuas. El notable
historiador don Demetrio Ramos, dice: “La autoridad que para Las Casas tenía el P. Córdoba se nos revela en la aceptación de un especial magisterio
con el que su personalidad queda dibujada en la del clérigo” .
Dice Bartolomé de
Las Casas que Fray Domingo de Mendoza, hermano de fray García de Loaiza,
arzobispo de Sevilla y cardenal Presidente del Consejo de Indias, seleccionó a
Pedro de Córdoba para que lo sustituyera en el mando de la avanzada dominica
que vendría al Nuevo Mundo, y con él, tres sacerdotes muy calificados que
emprenderían la empresa de sembrar la
orden dominica en la capital de la
risueña Quisqueya, la Española, sede del
imperio en América. Quisqueya, la isla
descubierta por Colón el 5 de diciembre de 1492, a la cual llamó “La Española”,
segunda isla en extensión territorial, de las Antillas mayores del
océano atlántico, mar que
conocemos como mar Caribe o de las
Antillas, sufrió como ningún otro lugar el impacto de la conquista. La isla inmensamente poblada en aquellos
tiempos mide 1575 Km. cuadrados -hoy
conforma el territorio de dos repúblicas,
la República Dominicana y la
Republica de Haití- se dividía en muchos reinos aborígenes perfectamente
definidos por Las Casas, como luego veremos.
Pedro de Córdoba, fue un sacerdote a quien Dios Nuestro Señor dotó de muchos
dones, gracias corporales y
espirituales, que fue elegido para una
misión administrativa, si se quiere, pero él la convirtió en una empresa sin
igual. Los que lo conocían nunca
imaginaron que podría lograrlo, tenía el inconveniente de sufrir un continuo dolor de cabeza que le impedía,
en cierto grado, algunas actividades, por ello
Las Casas dice:
“Y lo que se moderó
en el estudio, acrecentolo en el rigor de la austeridad y penitencia todo el tiempo de su vida, cada y cuando las
enfermedades le dieron lugar”(2).
Fue excelente
predicador, ejemplo dentro del sacerdocio en
virtud y penitencia, que lo
elevaron siempre entre sus compañeros y feligreses.
Agrega Las Casas:
“Tiénese por cierto que salió de esta vida tan limpio como su madre lo parió” (3).
Estudio en el
colegio “San Esteban” de Salamanca, y
probablemente, como dice Hernann
González Oropeza, fue “formado espiritualmente por fray Juan Hurtado de
Mendoza” (4), el formidable maestre de Salamanca; y se perfeccionó en Santo Tomás de Ávila, la
casa mayor de la “Cristiandad” para ese entonces. Fue compañero de estudios de
Antonio de Montesino, Tomás de Berlanga, Domingo de Betanzos, y otros ilustres
prelados, que luego fueron los seleccionados para acompañarlo en la empresa
evangelizadora de América; esto por si solo basta para considerar las dotes que
adornaban a este insigne conquistador del espíritu, cuya labor ilumina la
terrible experiencia humana de la conquista del Continente, y disipa, aunque
sea un poco, las oscuras nubes que denigran de la noble y heroica raza hispana.
A este hombre extraordinario
encomendaron los dominicos y el superior Fray Domingo de Mendoza, para que le
ayudase a realizar o proseguir la empresa fundacional en el Nuevo Continente;
igualmente convocó a otros religiosos para que lo acompañaran, entre ellos al
famoso Fray Antón de Montesinos y al padre Fray Bernardo de Santo Domingo “poco
o nada experto en las cosas de este mundo, pero entendido en las espirituales,
muy letrado y devoto y gran religioso”.
Fray Pedro de Córdoba, hizo varias
expediciones para fundar y gobernar las misiones de Cumaná y Santa Fe; el Vicario de las Indias, el hombre más
importante después de Colón, venido al Continente a principios del siglo XVI,
autorizado para fundar las primeras misiones en la tierra firme, como lo dicen
los cronistas y el más importante de todos, Bartolomé de Las Casas (Biblioteca
de Autores Españoles. Obras Escogidas. Tomo XVVI. Pág. 133).
Dice Las
Casas que, en las Islas, Santo Domingo y Cuba,
Pedro de Córdoba, se da cuenta de la forma inhumana y despiadada como se
realiza la conquista, y sabe que esta misma forma será trasladada al Continente,
por ello pide al rey Fernando El Católico, que le dé licencia para trasladar su
Orden a tierra firme, e inventa “La conquista pacífica y evangélica de la
tierra firme”; y el Rey mandó que se le dieran los despachos a su voluntad. Los
dominicos fueron los primeros misioneros que llegaron al Puerto de Las Perlas,
Cumaná, entre 1513 y 1514.
Toda esta
historia está debidamente corroborada por
cédulas reales, cartas, crónicas, y un asiento del 14 de junio de 1.510”
(inserto en los Documentos Americanos del archivo de protocolos de Sevilla,
Siglo XVI. Madrid 1.935, p. 20). Consta que los ilustres padres dominicos
disponían entonces lo relativo a su viaje a la isla española. Dice el asiento:
“libro del año 1.510, Oficio: IV. Libro III. Escribanía: Manuel Segura. Folios:
1.812. Fecha 14 de junio. Asunto: Fray Domingo de Mendoza, fraile profeso de la
Orden de los Predicadores del Sr. Santo Domingo, Vicario de los Frailes de
Dicha Orden, que han de residir en la Isla Española, Indias, islas y Tierra Firme,
en su propio nombre y en el del R. P. Fray Pedro de Córdoba, vicario de las
indias, y por, virtud de las cartas y licencias que tiene el R. P. Fray Agustín
Funes, Provincial de dicha Orden en los Reinos de España y del dicho R. P.
Pedro de Córdoba, nombrado procurador al doctor Juan de Hojeda, físico, vecino
de Sevilla en la collación de Santa María Magdalena, para que cumpla lo
contendido en las citadas cartas y licencias”.
LOS ABORÍGENES DE LA PROVINCIA DE NUEVA
ANDALUCIA.
Según los cronistas de Indias, y los frailes
aragoneses, especialmente José de Ateca, -1739- Agustín de Frías -1660- y fray
Francisco de Tauste, 1678- se refieren a Los Chaimas, como la etnia más
numerosa de la Provincia
de Nueva Andalucía. De ellos decía fr. José de Ateca, 1739- que formaban una
nación “belicosa, altiva, soberbia y numerosa mucho, y sin embargo las misiones antiguas y
modernas, que han formado los misioneros capuchinos en esta provincia de Cumaná
desde 1653, son de ésta nación”.
Los
Coacas del valle de Cumanacoa, forman otra etnia importante, de carácter
fuerte, agrupados en las misiones
de San Lorenzo Mártir, San Antonio de
Capayacuar, San Juan Bautista, y San Fernando Rey, para las mismas fechas.
Los Parias y Arecunas –caribes-, que al principio
-1498- habían sido muy numerosas en el Este de la provincia, cuando llegaron los misioneros aragoneses y
los Cronistas de Indias -1739-, habían
huido hacia el Sur, hacia la Guayana. Con
ellos no se pudo formar misiones ni pueblos en los primeros tiempos.
Poco después Fr. Lorenzo de Zaragoza, en 1696, envía carta al gobernador
de Cumaná, dice que esta etnia estaba libre de Encomienda por los servicios
prestados a ellos y a las autoridades españolas”. Los pocos caciques que
quedaban fueron cristianizados.
Los Guaraunos del Delta del Orinoco, cuya lengua
era desconocida por los misioneros, apenas pudieron formar una misión con ellos
unidos a los chaimas. Fr. José de Ateca,
manifestaba que esta etnia abundaba en la zona ya dicha, en la isla de Antica,
Guarapiche y Golfo Triste, que así llamaban los españoles al Golfo de Paria.
Etnia que era de trato fácil y familiar.
El primero que calculó el número de indios de la
provincia de Cumaná, fue Fr. Sebastián de Mahón, en un Memorial de 1696 a las autoridades de
Santo Domingo, donde afirmó que habían 50 mil indios varones, y agregaba, que
otros afirmaban que pasaban del millón.
Por mi parte afirmo que los Chaimas de Cumaná,
etnia muy numerosa a la llegada de los españoles, huyeron hacia el interior,
acosados por las migraciones Arahuacas y Guaiqueríes, que pactaron con los
españoles, y que entraron a las costas de Cumaná en oleadas a mediados del
siglo XVI. Es muy difícil saber cuántos
indígenas poblaban estas tierras antes de la llegada de los conquistadores.
Según el mejor cronista de
esta provincia Fr. José Antonio Ramos Martínez, en su Historia de Cumaná y la Nueva Andalucía , las etnias más
importantes de la provincia de Cumaná en esos años iniciales, eran: Chaimas,
Coacas, Tagares, Guaraunos, Chaimagotos,
Onas, Cumanagotos, Chacopatas, Pariagotos, Tapacuares, Caribes, Aruacas o
Arawacos, Guaikeríes, Cacheimes, Chacachacares, y otros. Los Guaikeríes racialmente son los mismos
caribes, arecunas y arawacos.
Los misioneros capuchinos
fundaron, con base en la etnia Chaima,
45 pueblos, construyeron sus iglesias y
evangelizaron 100 mil indígenas, en 150 años.
Los caciques más destacados de la provincia de Cumaná,
eran: Cumaná, bautizado Alonso, Tacar bautizado Diego, Caicuire, llamado Caigüire, Maturín, Uricuar, Sacana, Nicoto, Güaipata,
Querecrepe, Chacopata, Macatoa, Cüarica, Querepana, Omegüa, Charaima, padre de
la cacica Isabel, madre de Francisco Fajardo; el imponderable Cayaurima,
Toronoima, llamado Gil González, Maraguey, Cariaco, Cucay, Cuserú, Chacomar,
Güaramentar, Juan Cavare, Manoa, Mayucarí, Maicana, Querepana, Tiricura, Queneriqueima, Tucubera, Uriapari, Zapata,
Paria y el caribe Ocapra.
Nota para mi, pasó por
alto al cacique Cawaná, por cierto el más importante, tanto que la ciudad le debe
su nombre y su gloria.
Las obras que debemos consultar para un mejor
estudio de este tema sobre los primeros tiempos, son: “Misión de los Religiosos
Capuchinos”, de Francisco de Tauste, publicado el 25 de agosto de 1678. Otra
obra importante es “Por la Venezuela
Indígena de Ayer y de Hoy, de Fr. Nicolás de Olot, Otra es
“Los Primeros Historiadores”, y “Misión de los Capuchinos en Cumaná” de Fr.
Buenaventura de Carrocera. Otra, relacionado con las lenguas, “Venezuela
Precoloniana”, de Bartolomé Tavera Acosta.
EL CACIQUE KAWANÁ.
El
Cacique Kawaná -Don Alonso para los españoles. Los hispanos no podían llamarlo
Rey y por eso le dieron el Don; fue el
cumanés más importante de los primeros tiempos de la conquista. Entra a la
historia como protagonista del primer
desencuentro de las dos culturas. Me
interesé en él, desde que leí la obra de don Juan Manzano M. “Colón descubrió
América del Sur en 1494” ,
en esta obra, nos cuenta como el Cacique de Cumaná, recibió a los españoles y
encargó a su hijo, para que los atendiera.
Este indígena extraordinario, es el que recibe a
los que venían a Cumaná desde 1494 y tal vez antes si consideramos la incógnita
que nos dejó Bartolomé de Las Casas, cuando dice que: “venían al Puerto de Perlas” en busca de
agua, maíz, casabe, tabaco, pescado salado,
y perlas, que las había en abundancia, como nos lo cuenta también Girolano Benzzoni; y el Cacique se dio a conocer como un hombre
sabio, trabajador porque era el mayor constructor de barcos entre la indiada;
justo y magnánimo, que se dio cuenta de lo importante que era la educación de
los niños, y permitió la fundación
de un pueblo de extranjeros, y la
construcción de los templos, y el mismo envió a sus niños y a los de otros caciques y familias
importantes, a esa escuela fundada por
los misioneros dominicos y franciscanos en el inicio de la transculturización.
El primer encuentro de los españoles con el
cacique Kawaná, ocurrió el 23 de
diciembre de 1493 (Esta fecha la da el Ing. Víctor Silva Bermúdez, el cual hizo
el cálculo tomando en cuenta el tiempo ignorado de la travesía, desde la salida
de un punto en Santo Domingo hasta la desembocadura del río Cumaná y su
regreso. Veamos como lo cuenta Juan
Manzano M., glosando a Bartolomé de Las Casas y a Ángelo Trevisan.
“El veneciano, nos dice que los expedicionarios,
saliendo de la Española, navegaron primero con rumbo Oeste “hacia la tierra
cercana llamada Cuba; con orden precisa de dirigirse después hacia el Sur y
Sudeste, hasta alcanzar un lugar, donde, según los informes que poseía el
Almirante, existía un rico vivero de ostras perlíferas. Tras doce días de
navegación, las cinco carabelas arribaron a un puerto muy bueno. A su llegada,
se aproximaron a los navíos españoles dos canoas indígenas, con seis
pescadores, los cuales mostraban claramente en sus semblantes la alegría y
contento por la visita de los recién llegados,
dando la impresión de que estos hubiesen estado otras veces allí (Como se fosseno stati altre volte li
-Trevisán).
¿Qué paraje era este donde recalaron las carabelas
españolas? Se pregunta Manzano.
Escuchemos a Gómara. “El Señor de Cumaná, que así llamaban aquella tierra y río, envió a rogar al Capitán de la flota
que dembarcase y sería bien recibido”.
Si aquella tierra, como dice Gómara, era la de
Cumaná: el puerto muy bueno -de la
relación de Trevisan - donde fondearon
los navíos españoles, tenía que ser necesariamente el gran golfo de Cariaco, de
catorce leguas de fondo, a cuya entrada
se encontraba el río de Cumaná, que daba nombre a toda la
provincia”.
Juan Manzano M., Trevisán y Girolano Benzzoni, también nos cuentan cómo
llegó Colón al puerto de Cumaná, y como los indígenas los recibieron y subieron
a las naves y se admiraron de las “gúmenas “y demás cosas de sus naves, y el
Cacique del pueblo, que los recibió, los
acogió, y les dio casa y comida, y “holgó” mucho con ellos. Lo que significa
que era todo un Señor, un Jefe venerado y respetado por su pueblo, y que además
los conocía.
Era costumbre de los hispanos
llamar la tierra con el nombre de su Cacique, así fue por ejemplo con “Urabá”
de Darién, y desde entonces llamaron a ese puerto “Urabá”. Además percibo un error en la pronunciación y
escritura actual de los nombres de Cumaná que debe ser KAWANÁ, como en el del río Chiribichii, que debe ser KIRIBIKI,
como lo percibe y explica Bartolomé Tavera Acosta.
Pedro de Córdoba, fundador de las misiones dominicas de Cumaná y Santa
Fe, escribe el nombre del río de Santa Fe, CHIRIBICHE, y seguramente lo
pronunciaba Kiribike. La “K” se escribía “CH”, según Tavera Acosta, como hemos
dicho antes.
Los cronistas e historiadores confunden, y logran confundir, los nombres de los ríos de Cumaná y Santa Fe,
y por eso tienen problemas en la ubicación de los hechos de esas dos misiones. Muchos historiadores y cronistas que
“arriman leña para su costal”, le restan a Cumaná un montón de años de su
verdadero nacimiento, por esta razón. Pero luego la historia no les da, es
decir lo confunden todo.
Tanto fue su crédito que los españoles dieron al
Cacique, que lo invitaron a Santo Domingo, y él fue con ellos, y aprendió
rudimentos del idioma y de su religión, y lo bautizaron con el nombre de Alonso, y se ganó el Don en muy poco tiempo.
Era todo un “Pater familia”, un jefe digno y noble.
Del libro de Vicente Rubio O. P. “Los Primeros
Mártires dominicos de América”, tomo esta nota: “El cacique Don Alonso, que era
el reyezuelo del lugar, los recibió con gran respeto y cordialidad, incluso les
hizo una choza o “bohío”. Otra mención hace Reginaldo Montesinos: “No en balde
hacía poco que aquel cacique “había venido a la isla Española con una nao que
por allí (el litoral venezolano) había
pasado y tornáronlo cristiano, y estuvo en nuestro convento en la isla
Española”.
Entendemos que pasó un buen tiempo en el convento de los dominicos,
donde aprendió a tratar a los castellanos. Cuando estos vinieron a Cumaná en 1513, seguramente lo acordaron, y él los recibió y los ubicó en un lugar
estratégico, cerca de Los Cerritos, médanos protectores, de arenas blancas
frente al mar, playa de Ostia la llamaron, cerca también, la desembocadura del
rio por el golfo de Cariaco, una isleta, a un tiro de ballesta desde la orilla
del mar; mas allá las cumbres del Pan de Azúcar.
Los Cerritos, médanos, que los había en nuestras
playas, yo tuve el privilegio de conocer los de San Luis, que estaban allí
hasta hace poco tiempo, iguales a los de Paraguaná en el estado Falcón;
aquellos quedaban en la desembocadura del río Chiribichií, -la última luenga,
como dice Las Casas-, y lo corrobora el sabio Bartolomé Tavera Acosta, que así
se llamaba nuestro río en el idioma Caribe o Chotomaimu -como lo denomina Mark
de Civrieux-.
Allí se establecieron los misioneros y
desarrollaron la misión y la escuela, en el puerto que comenzó a poblarse en
1504, era conocido como “Puerto de Perlas”, luego “Misión de Córdoba”, después
“Nueva Córdoba”; se puede decir que esta ciudad, embrión de “Cumaná”, es en
buena parte obra del Cacique.
Los misioneros de 1514, se ufanaban que podían,
bajo su protección, entrar en la tierra firme más de 8 leguas sin ningún
obstáculo, seguramente era todo el territorio del reino de Alonso.
Alonso y su familia fueron secuestrados en setiembre u octubre de 1514, -esta fecha la he calculado porque los
indígenas los sentenciaron a muerte y esperaron 4 lunas para ajusticiarlos y
porque Pedro de Córdoba, regresó a Cumaná el 10 de febrero de 1515, a saber de
los misioneros y supo que los habían sacrificado. Alonso y su familia fueron
secuestrados por una armada española
bajo el mando de Gómez de Rivera; al
parecer, pereció en Santo Domingo, como afirma Las Casas, prisionero o tratando
de rescatar a su mujer, familiares y
sirvientes, que habían sido vendidos como esclavos. Muchos historiadores vienen
estudiando a este recio personaje de los primeros tiempos de la conquista.
Bartolomé
de Las Casas dice que los caciques de Cumaná se distinguían por el número de
barcos que poseían, eran buenos constructores de barcos, por lo tanto Alonso de
Cumaná, era el más rico y poderoso de la Costa de Las Perlas: “Que por allí se
pescaban cerca”, Cristóbal Colón, dixit.
EL
RAPTO DE CAWANÁ o DON ALONSO Y SU FAMILIA. VISTO POR DON VICENTE RUBIO. Con
algunas glosas mías.
El acucioso investigador e historiador don Vicente Rubio, en relación con
la captura de Alonso y familia, nos da los siguientes datos y argumentos:
“Todo se inició en una conjura en Santo Domingo”, veamos:
“El 5 de agosto de 1514 era convocada una reunión en casa del Licdo.
Marcelo de Villalobos, uno de los tres jueces de Apelación (12). Once personas
más asistieron a ella: El Lcdo. Juan Ortiz de Matienzo, colega de
Villalobos. Gil González Dávila,
contador de la Isla. Juan de Ampiés, factor de la misma. Pedro de Ledesma,
secretario de la Real Audiencia.
Cristóbal Sánchez Colchero, naviero. Juan de León, vecino de Santo
Domingo. Gómez de Ribera, ídem (13).
Diego Caballero, ídem (13 bis). Bartolomé Palacios. Ídem (14). Diego Bernal, ídem. Y Juan Fernández de las
Varas (15), el cual se hizo representar por un tercero.
Entre todos acordaron organizar
una expedición o “armada” “contra los caribes de las islas cercanas”; éste
razonamiento equivalía a “ir a la cacería de indios”. Nada importaba que los nativos cazados fuesen
en verdad “caribes” (antropófagos según les convenía) enemigos de indios “guatiaos”, como de los
colonos hispanos; al volver de la cacería y a la hora de declarar su mercancía
humana ante las autoridades del puerto de Santo Domingo… “Siempre los armadores hacían pasar a todos sus aborígenes apresados
como “caribes” sabiendo que así la ley les amparaba”.
Constituida por aquellos individuos la expedición, “gastos y beneficios
se repartían por partes iguales entre los doce socios. Tomarían parte dos naves pertenecientes a dos
de los socios: el navío “Latino” de Cristóbal Sánchez Colchero y el barco de
Palacios. Juan de León fue nombrado
capitán de la armada; Pedro de Ledesma y Diego Caballero, recibieron el encargo
de proveer y despacharla…
Aportaron capitales, además
de los socios de la empresa, el repartidor de los indios de la Española:
Rodrigo de Alburquerque, que poco después sería nombrado alcalde mayor de la
isla, y el procurador de Santo Domingo Juan García Caballero. Probablemente también invirtió capital en la
empresa el tercer oidor, Lucas Vázquez de Aillón, pariente de la mujer de Gómez de Ribera; éste último fue nombrado veedor de la amada… La expedición se
dirigió primero a la isla de San Vicente, donde tras saltar a tierra, el capitán Juan de León y el
naviero y maestro de su nave, Cristóbal
Sánchez Colchero, fueron matados por los indios. Muertos dos de los jefes de la expedición,
asumió el mando de la armada Gómez de Ribera. Ordenó tomar rumbo a “Puerto de
las Perlas”, donde rescataron perlas de los indígenas y también se dedicaron a
pescarlas.
Siguiendo su camino “la costa abajo”, cogieron cautivo en la provincia de
“Portugal” (17), tierra de “guatiaos”, a un cacique de paz, don Alonso con 18
personas. La traída de los indígenas a la Española sería motivo de revelar
públicamente, por primera vez, las ambiciones desmedidas de los empresarios
antillanos”
Desde aquí se apartan del relato de Bartolomé de Las Casas, que para mí
es el propósito de este libro, burlar a Las Casas, porque lo consideran un
enemigo de España. Entonces hablan de Portugal por Pertigalete, y del rio
Chriviche, como lo escribe Pedro de Córdoba, que es el de Santa Fe; y de esa
confusión vienen todos sus errores, no saben ni entienden que el río de Cumaná
se llama Chiribichii, la última luenga, igual o perecido al de Santa Fe, pero
con una pequeña diferencia, la “ i ” final alargada, pero es el “Cawaná” o sea
el gran rio del reino de Alonso “Cawaná Chiribichií”.
Y es en la desembocadura del rio Chiribichií donde están los misioneros
dominicos de Pedro de Córdoba en 1514, donde son raptados Don Alonso su mujer y
17 familiares o personal de servicio del cacique. Y es de este rapto de donde
viene toda la historia de aquel evento, que da a conocer a Cumaná en la Corte
del Rey Fernando el Católico, y de ese rapto que proviene el interés de Las
Casas, de Vitoria y de Suarez por Cumaná, que se impregna la filosofía
humanitaria de aquellos tiempos. No podemos perder ese hito histórico, del cual
se han ocupado tantos cronistas de indias e historiadores y hasta el Vaticano.
Pero en interés de la historia
veamos como continúa Vicente Rubio este pasaje.
“En esta página del historiador Enrique Otte estamos de acuerdo con él en
lo que se refiere a la armada organizada en Santo Domingo el 5 de agosto de
1514 para ir a saltear indios. Estamos igualmente de acuerdo con él en que,
muertos en la isla de San Vicente los dos jefes de la expedición (Juan de León
y Cristóbal Sánchez Colchero), asumió el mando de la armada Gómez de Ribera,
que es a quien Bartolomé de Las Casas, sin nombrarlo responsabiliza del
posterior desastre ocurrido . Pero no estamos de acuerdo en que a la “Costa de las Perlas”, Cumaná, Paria o
provincia de “Portugal” o de Maracapana, como algunos la llamaban, llegasen dos
barcos; el relato coetáneo de Reginaldo Montesino habla solo de un navío. Quizá
el otro barco -el de los dos jefes
muertos en San Vicente- fue incendiado por los nativos de aquella isla, o quizá
quedó destruido por la “broma” -comején- o tal vez regresó a la
Española para dar noticia sobre el triste final de sus patronos. Tampoco
estamos de acuerdo con Las Casas en que ahora cogieran cautivo “a un cacique de
paz, don Alonso con 18 personas”, a pesar de que esto mismo repite Otte (20).
Reginaldo Montesino únicamente habla de que solo fue presa “la mujer del dicho
cacique” y diecisiete criados y criadas de su casa”.
”Tocante al cacique, Montesinos expresa que cuando los dos misioneros
dominicos, Fernández de Córdoba y el hermano Garcés, aportaron al valle de
Chiribichí.
“…hallaron un señor que se llamaba Alonso, el cual días pasados avía venido a la isla Española con una nao que por allí avía pasado y tornárolo christiano, y estovo en nuestro convento en
la isla Española”.
Montesinos no se confunde él está diciendo la verdad porque Alonso es el
cacique de Cumaná del valle de Chiribichii, porque el cacique de Santa Fe es
Maraguey, y el de Maracapana es Gil González.
Vicente Rubio es el que tuerce la historia al confundir el nombre de los
ríos y las fechas, porque Santa Fe fue fundada después, del rapto, en noviembre
de 1515, cuando vuelve Pedro de Córdoba con la tercera expedición; y estos
sucesos, el rapto de Alonso y su familia, se produjeron en septiembre de
1514, y es fácil calcularlo pasando
cuatro o cinco meses, que concedieron los indígenas para devolver a su jefe y
sus familiares; y porque Pedro de
Córdoba, vuelve a Cumaná en febrero de
1515 a buscar a los frailes rehenes, y ya habían sido sacrificados.
Don Vicente continúa su interpretación de aquella historia, veamos:
“De modo que, según la versión de R. Montesino, el cacique de Chiribichí,
don Alonso, ya era conocido de los frailes que marcharon al litoral venezolano
a estudiar el terreno mejor para plantar allí el futuro centro de evangelización pacífica (junio
-julio 1514); ese mismo cacique había
vivido hacia abril o mayo de 1514 en el monasterio de los predicadores de la ciudad de Santo Domingo. Cómo y con
quién vino hasta aquí y cuando regresó a
sus nativos lares, no lo hemos podido averiguar todavía de modo preciso, aunque pensamos que su vuelta a Chiribichí
debió tener lugar entre mayo –junio de 1514 (21)”.
Ahora bien, para esta fecha Pedro de Córdoba con sus misioneros no había
llegado a Santa Fe, y sus enviados el padre Francisco Fernández de Córdoba y el
lego Juan Garcés, se habían ganado la amistad de los indígenas y podían
recorrer hasta 8 leguas dentro del reino de Alonso, y buscaron y encontraron el
lugar apartado “donde españoles no hubieran…” para el asiento definitivo de la
misión de Pedro de Córdoba, y así fue que escogieron el reino de Maraguey o sea
Santa Fe de Chiribiche, que tiene un rio pequeño, que no tiene las riquezas del
puerto de Cumaná: las perlas, la sal, las piedra de Araya, las mujeres, la mano
de obra, etc. cuyo río tiene un nombre parecido al de Cumaná, Pedro de Córdoba
en sus cartas lo nombra “Chiribiche”
Pero como es muy interesante el
relato veamos como lo continúa Vicente Rubio:
“Tornando al hilo de nuestra narración diremos que cierto día de las
postrimerías de agosto de 1514 apareció por el sitio donde el par de misioneros
dominicos se encontraban, una nao cuyo capitán, nuestro ya conocido Gómez de
Ribera, y su tripulación parecían animados de bondadosos propósitos de saludar
a los dos frailes y de realizar algún
trueque o rescate con los aborígenes; ocultaba Gómez de Ribera,
sin embargo, el siniestro propósito de cazar sorpresivamente algunos naturales de aquella región para trasportarlos a Santo Domingo y aquí venderlos como esclavos so pretexto de que eran “caribes”.
“Ocurrió que cuando la esposa del
cacique Alonso quiso ver la embarcación, rodeada por una comitiva de diecisiete
personas de su tribu, el capitán de la nao, tan pronto hubieron penetrado los curiosos nativos en el barco, mandó en
secreto recoger anclas e izar las velas, y con aquella carga humana, tan
traidoramente cazada, enfiló proa hacia Santo Domingo, a donde llegaría después de una travesía normal de siete u
ocho días (22). se llamaba don Alonso, o
que los frailes le habían puesto ese nombre, o otros españoles porque los indios son amigos e codiciosos de
tener nombre de cristianos e luego lo piden
que se lo den, aun antes que sepan nada para ser bautizados. Así que
engañan al dicho don Alonso para que entrase al navío con su mujer e otras
ciertas personas, y que les harían allá fiesta.
Finalmente que entraron 17 personas con el Señor y su mujer, con
confianza que los religiosos estaban en su tierra y que los españoles por ellos
no harían alguna maldad porque de otra manera no se fiaban de ellos. Entrados los indios en el navío, alzan las
velas los traidores e viénense a La
Española y véndelos por esclavos”.
“En la urbe del Ozama los jueces
de apelación y demás socios suyos se repartieron entre si la mercancía
clandestinamente, quedándose con la mejor parte el Lcdo. Marcelo de Villalobos”.
Pero según el testimonio de Fr. Reginaldo, el capitán Gómez de Ribera no
capturó al cacique Alonso, sino a su esposa y a diez y siete servidores de
ella. Es una lástima que este estudio este
parcializado y preconcebido y jamás superará al de Bartolomé de Las Casas, que
si dice la verdad del rapto de Alonso, de su personalidad, de su reino, y del
martirio de Alonso y su mujer y su familia y agrega que todo se lo contaron los
indios los actores de la tragedia de Alonso, el gran caique de Cumaná.
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