RAMÓN BADARACCO
CUMBRES DE LA POESIA VENEZOLANA
Cumaná, 2014
Autor: Tulio Ramón Badaracco Rivero
Que firma Ramón Badaracco
Título de la obra: CUMBRES DE LA POESIA VENEZOLANA
Diseño de la cubierta R. B.
Ilustración de la cubierta R. B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná
cronista40@hotmail .com
academia.sucre@gmail.com
Cel. 0416-8114374
RAMÓN BADARACCO
EL EXCELSO POETA JOSÉ
ANTONIO RAMOS SUCRE
“Quinta esencia de
símbolos” (Luis Beltrán Guerrero)
CUMANA 1996.
Autor: Tulio Ramón Badaracco Rivero
Que firma Ramón Badaracco
Título de la obra:
EL EXCELSO POETA JOSÉ ANTONIO RAMOS SUCRE
Diseño de la cubierta R. B.
Ilustración de la cubierta R. B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná
cronista40@hotmail .com
academia.sucre@gmail.com
Cel. 0416-8114374
A MANERA DE INTRODUCCIÓN:
CARTA DE MARCO TULIO BADARACCO BERMÚDEZ
Cumaná, 18 de octubre
de 1915
Señor Dn. y
Dr.
JOSÉ ANTONIO
RAMOS SUCRE
Caracas.-
En
este mismo momento acaba de traerme Candelario, el secular repartidor de cartas
de la tierruca, tu grata y caprichosa misiva, que he comenzado a contestar con
tantos títulos y calificativos merecidos para ti, pero antes de seguir debo aclarar un asunto
viejo y del que hasta la fecha no sé quién sea el autor…Es el caso que hace ya
muchos días, meses quizá, recibí un telegrama firmado José Antonio, en el que
se me participaba que Miguel había tenido un lance con Simón Núñez García y que
había detalles graciosos que se me darían por correspondencia… Recibí después
una carta en la que se me refería el cómico lance, sin desgracias que lamentar,
y que me sostuvo por unos días, como cuajada, una sonrisa irónica sobre los labios:
esta sonrisa llamó la atención de mis
cuasi ergos Machado y Ramón David, quienes tanto inquirieron que al fin tuve
que confesar la embuchada… Bueno, esa carta recibida por mí no tenía firma y
entonces cometí la indiscreción de escribirte preguntándote si eran cosas
tuyas; mas no obtuve contestación y me he quedado a la luna de Valencia. ¿por
acaso fuiste el autor de esa rara comunicación?
Ahora
a tu carta presente. Tuve noticias por Ramón David de tus exámenes y hasta tu
grado, que así me aseguró él que había sucedido; aunque le discutí
acaloradamente que no debía ser cierto. (Tú debes recordar que aquí en
Polvópolis se discuten hasta las cosas más triviales con un entetemente
terrible, como que de allí dependiera indiscutiblemente nuestro porvenir) y
ahora sé que has tenido luchas que has debido esperar siempre, pues tú sabes
que en Caracas te hostilizan todos los partidarios del Dr., Guevara y que la
mayoría de los abogados verá con malos instintos que se levante un joven
abogado que los supere en sabiduría y en criterio; además tendrás también como
enemigos a los que escriben disparates que son muchos en la República, porque
ven en ti un competidor formidable, con una consistente organización alemana
aunada a una concisión británica y una claridad y talentos latinos de marca
francesa. Nada debe por consiguiente cogerte de sorpresa y todas las cosas
malas y los contratiempos te deben ser familiares porque ellos estarán
constantemente sobre tu sendero obstruyéndolo… ¡”Palante y suba el cerro”! arenga
fatalista y sapiente del Gral. Juan Concho, el viejo cacique de Cocollar, y que
debe ser divisa de la juventud venezolana, que riñe su batalla por la vida en
faz con un enemigo poderoso y cobarde que esgrime toda clase de armas…
Machado ha
escrito algunas crónicas, bien escritas por supuesto, como casi todo lo que
sale de su pluma siempre fresca y humedecida de ironía. Yo escribí una titulada
“Alma Latina” que ojalá leyeras, para que me dieras tu opinión, olvidando por
descontado que eres de ideas más avanzadas antes de emitir tu severo juicio. El
periódico siempre se te manda.
El movimiento
intelectual, ya que dejó de ser literario, es casi nulo. Libros viejos,
periódicos atrasados, sin revistas, sin canje de ideas, sin luces de ningún
punto del horizonte de la ciencia y del arte que cada día se hace menos
sensible y se pierde más en el pasado…! Como estoy cerca de la Biblioteca, he
leído algo en estos tiempos y al presente estudio una obra regalo de tu familia
titulada: Un Siecle, mouvemente du monde de 1800 a 1900; que me ha parecido
soberbia. Te estimaría mucho que al escribirme me recomendaras alguna obra de
los afamados intelectuales franceses, útil y leíble en la modorra de nuestro
solar nativo, para luego encargarla.
Salúdame con
toda cordialidad y con afecto a misia Rita, supe lo sucedido a Carmencita y
lamentamos todos por casa el terrible accidente, dales mis cariños a Miguel, le dirás que modere ese
tremendo carácter y que como va la
historia, y a Luis, que le dé muchas memorias a Edmé y a misia Adela. Imagino que Don Mateo sea ya hombre muerto.
Recibe el
abrazo de quien bien te quiere.
Salúdame muy
cordialmente a Juan Miguel y a los Pensini a quienes no olvido.
A
Juan Miguel siempre lo recordamos aquí en nuestras idas al campo. Vale.
Conmovedora oración del Dr. Badaracco, en el
Cementerio de Cumaná, ante el `pueblo y la tumba del excelso poeta Dr. José
Antonio Ramos Sucre. Cumaná, 1930.
Señores
De nuevo, tras larga ausencia, vuelve a nosotros, y
esta vez para siempre, el sabio coterráneo y amigo inolvidable que en días ya
lejanos se desgarró del solar nativo, en pos de nuevas fuentes que colmaran su
sed de ciencias.
Se radicó en Caracas, hogar protector del mérito. Hizo
en ella estudios mayores hasta doctorarse de abogado. Pero fue su vocación
decidida el estudio de humanidades, y en esta Facultad, a la edad suya puede
asegurarse que no tuvo iguales en su País.
Poseía varios idiomas, vivos y muertos, y
conocimientos generales de ciencias y artes. Su erudición era sombrosa. Como de
un gran polígrafo hispano, podía decirse de él, que era una ¨biblioteca
ambulante¨. Retraído y absorbido en el estudio se deslizó su vida sin ruido ni
vanidades, lejos del ditirambo enloquecedor y las complacencias mundanas. Fue
un solitario, pero no hosco ni sombrío, sino más bien risueño y locuaz.
De esa manera de ser suya tan concentrada y rara,
participa su prosa, torturada y fulgente, como joya salida de algún taller de
Florencia. Murió joven, cuando las letras patrias tanto esperaban de él, cuando
su enorme preparación científica y literaria lo empujaba a escribir la obra que
fuera para los postreros, como la consagración definitiva del saber de Ramos
Sucre. Se apagaron sus días, distante, de su familia y amigos de la infancia,
muchos de ellos presentes en este homenaje a sus grandes méritos.
En todo tiempo recordó a cuantos sentían por él
verdadero afecto. Quiso mucho a Cumaná, ¡Oh Mucho! Sus desgracias e infortunios
lo conmovieron reciamente; su espíritu siempre varonil se enorgullecía hasta el
delirio. Así, al entregar a la tierra los despojos mortales del malogrado
compañero, reviviendo tantos recuerdos, pensamos que con él desaparece uno de
nuestros más altos valores intelectuales, en estos tiempos tan pobres de
ideales, si bien fecundos en actividades fabriles.
Lo ejemplar de su vida, su paciente lucha diaria por
abrirse camino a despecho de la adversa fortuna; el método rigurosamente
científico que se impuso en sus estudios, para no saber de segunda mano lo que
le importaba saber; aquella manera de escribir suya tan honda y fuerte, como
sometida siempre a recias disciplinas, bien puede servir de pauta a los que
anhelan sobresalir en el conocimiento exacto de alguna ciencia.
Difícilmente podrá ser sustituido Ramos Sucre; el
tiempo actual corre con asombrosa rapidez, y fuerzas múltiples solicita al
hombre en todas direcciones. Los estudios prácticos se multiplican por la
precisión y brevedad de los nuevos métodos. La erudición va cediendo el campo
al sentido práctico.
Es pues mérito muy alto en nuestros días investigar
orígenes y causas remotas, que requieren profundo estudio y paciente
disposición. Lo comprendía también así nuestro malogrado amigo pero el deseo
ingente de leer y estudiar de continuo, apagaba en él, cualquier otro deseo y
por eso aparecía entre sus compañeros como un excéntrico. ¡Pobre amigo muerto!
Tu desaparición tan lejos de nosotros nos ha conmovido dolorosamente. Los
sentidos homenajes que tributan hoy a tu memoria, desde los altos poderes del
Estado que presiden dignamente el General Pedro Pablo Montenegro, secundados
por compatriotas ilustrados y cultos que supieron valorar tus merecimientos,
hasta los pobres hijos del pueblo que en romería piadosa te acompañan a tu
ultimo asilo, todos, todos penetrados de intenso dolor, deploran tu trise fin
prematuro; y a la tierra que recogió tu
primera lágrima y cuyos recientes infortunios tanto te movieron a
compasión, te reciben hoy en su seno,
como siempre lo deseaste, con el amor de
una madre por el mejor de sus hijos.
DE SU POESÍA.
El excelso
poeta José Antonio Ramos Sucre, nació en Cumaná el 9 de junio de 1890; fueron
sus ilustres padres don Jerónimo Ramos Martínez y doña Rita Sucre Sucre,
descendiente de don Jerónimo Sucre y Alcalá, hermano del Mariscal. Entre sus
tíos maternos estaba el presbítero José Antonio Ramos Martínez, que a la vez
fue su verdadero maestro, aunque también fue un alumno destacado del colegio
Nacional de Cumana, cuyo rector fue el maestro Silverio González Varela, y su
maestro de castellano y literatura fue Domingo Badaracco Bermúdez.
Ya es difícil
buscar las huellas cuotidianas del poeta. Aprenderlo desde sus actos se hace
cada vez más angustioso, sin embargo los críticos lo renacen desde la palabra y
van tejiendo conjeturas míticas que lo devuelven inasible.
Fernando Paz Castillo lo dice así:
“Su manera de
vivir, incomprendida y maniática… Muchos de sus poemas, que no otra cosa
resultan sus escritos, son reminiscencias, más que de la lectura, de las
láminas que ilustran viejos libros… en un temperamento poético. Sólo que carece
del dominio de la rima…”.
Veamos un
texto tomado al azar, a ver si tiene sentido esta opinión, del crítico, me
refiero a
DUELO DE ARRABAL
En la pobre
vivienda de suelo desnudo,
Alumbrada con
una lámpara mezquina,
Las mujeres se
congregaron a llorar.
Fuertes o
extenuados alternativamente
No cesaban los
trémulos sollozos
Palabras
ahogadas y confusas
Escapaban de
los pechos sacudidos,
Gestos de
dolor suplicaban a los cielos mudos.
En torno de un
pequeño ataúd crecía
el clamor y
llegaba al delirio;
contenía el
cuerpo de un niño arrebatado
por la muerte
a la vida de arrabal.
Hacia un
rincón estaban reunidos
En haz los
juguetes recién abandonados
Junto a los
pobres útiles de industrias femeninas,
Y, en irónica
ofrenda a los pies del crucifijo,
las drogas
sobre la mesa descubierta.
Nobles
sacrificios fracasaron en resguardo de su vida;
El consumo del
ahorro miserable,
Los días de
zozobra, las noches de vigilia.
Aquel día,
cuando la oscuridad prosperaba
Hasta el ocaso
tinto de sangrante sol,
Vino la muerte
al amparo de las sombras leves
y benignas,
con fría palidez sellando su victoria.
Vino a aquella
mansión, como a otras muchas;
un mal tremendo
como aquel que de orden divina
diezma los
primogénitos de Egipto,
apenas dejó
casa pobre sin luto
Por su influjo
tuvieron de cuna el seno
de la tierra,
innumerables niños,
despedidos por
coros gemebundos,
Lamentados con
llanto breve y clamoroso,
El llanto de
quienes en la vida sin paz tienen
Peor enemigo
que la muerte.
Veamos cómo
debe verse:
En este texto
se aprecia el estro del poeta, su inspiración, su dolor ante la terrible
circunstancia, que relata crudamente, con grito de impotencia.
Se le puede
perdonar a Paz Castillo, su modo de decir del poeta, porque no lo entendió ni
lo conoció verdaderamente, es cierto que lo trató y le oyó recitar sus poemas,
pero no penetró en él. En esos tiempos
era considerado ¨enigmático¨.
Sólo aquellos
que lo trataron desde su más tierna infancia, pueden decir como era y cuanto
sabía. Mis padres lo tuvieron ¨tan cerca¨ y nos trasmiten tanto de él, que
sería criminal no dar el testimonio que hemos recibido. Por ejemplo, su madre
Doña Rita, fue vecina de la mía, que aún conserva en el recuerdo muchas de sus
celebradas anécdotas. El Dr. Luis Ramos Sucre, padrino de mi hermana Tulia,
visitaba cuotidianamente la casa de mis padres; y cuando éstos iban a Caracas,
llegaban a su casa; entonces nadie puede como ellos hablar de la personalidad
del poeta.
Mi padre decía
que José Antonio, tenía una memoria de elefante. Cierta vez llegaron a una
pensión en Caracas, en la cual las
habitaciones estaban separadas con tabiques de madera. Al lado, unos
estudiantes de medicina, intentaban aprenderse de memoria toda la anatomía y
sobre todo los nombres de los huesos del pie. José Antonio, estaba insomne
oyéndolos. Al otro día, durante el desayuno, los jóvenes trataron de memorizar
las lecturas de la noche, y no atinaban, entonces el poeta se acercó a la mesa
de los estudiantes, y les recitó sus lecturas de la noche. Mi padre agregaba:
“y además les corregía la acentuación y la puntuación”.
`José Antonio
Ramos Sucre no necesitaba describir láminas de viejos libros, sus lecturas
impenitentes las tenía grabadas en su privilegiada memoria, lo que pasa es, que
los críticos no pueden salvar sus limitaciones, y muchas veces son incapaces de
entender la sabiduría. Decir que José Antonio no conocía la rima es desconocer
lo que significaba ser el mejor alumno del maestro Silverito y del Dr.
Badaracco.
Vamos a ver el
extraordinario texto:
El episodio
del nostálgico.
“Siento,
asomado a la ventana,
la imagen
asidua de la patria.
La nieve
esmalta la ciudad extranjera.
La luna prende
un fanal en el tope de cada torre.
Las aves
procelarias descansan del océano,
vestidas de
edredón.
Protejo, desde
ayer,
a la huérfana
del caballero taciturno,
de origen
ignorado.
Refiere
sobresaltos y peligros,
fugas
improvisas sobre caballos asustados
y en barcos
náufragos.
Añade
observaciones singulares,
indicio de una
inteligencia acelerada por la calamidad.
Duda si era su
padre el caballero difunto.
Nunca lo vio
sonreír.
Sacaba, a
veces, un medallón vacío.
Miraba
ansiosamente el reloj
de hechura
antigua, de campanada puntual.
Nadie consigue
entender el mecanismo.
He espantado,
de su seno,
las mariposas
negras del presagio”.
Yo
les digo: Hay lectores que dicen que no entienden nada de este poema, en el
cual el poeta solo cuenta, en su estilo, con dominio inigualable de nuestra
lengua, lo que ve desde una ventana.
Se
me ocurre, en relación con el término maniático, empleado por Paz Castillo para
definir la personalidad de José Antonio Ramos Sucre, que este término puede
utilizarse en dos sentidos: negativo y positivo; en el primer caso puede
tratarse de una persona que tenga por costumbre meterse los dedos en la nariz o
en el trasero, etc.; y en el segundo, puede tratarse de una persona maniática
de la limpieza, de caminar por la noche estrellada en las callejuelas de la
antigua Pastora, leer incansablemente en búsqueda de la sabiduría, y pasar sus
cuarenta días en el desierto; y entonces es cierto, José Antonio era un
maniático estupendo que tenía la manía de adquirir sabiduría y escribir bien,
de trabajar y enseñar.
Por
mi parte creo eso, tenía la manía de escribir bien, de trabajar y enseñar, de
aprender idiomas y otras culturas, y sobre todo, tenía la manía de querer ser
sabio. Paz Castillo tampoco entiende el ejercicio de querer ser sabio. Paz
Castillo tampoco entiende el ejercicio filológico y gramatical, empleado por
José Antonio, cuando suprime el “que”, y no sólo el “que”, sino que también
elige los pronombres: ¨cual, cuales, cuanto¨, etc.; y el crítico debe colocarse
ante estas realidades, tomándolas como retos del mismo enigma. Me imagino la
confusión de Paz Castillo, en su época, leyendo “La Venganza del Dios”, “El
Canto Anhelante”, y los demás de ese estilo.
Veamos esta
maravillosa página, que titula “Ocaso”
“Mi alma se deleita
contemplando el cielo a trechos azul o nublado, al arrullo de valse delicioso.
Imita la quietud del ave se apresta a descansar durante la noche que avecina.
Bendice el avance de la sombra, como el de una virgen tímida a la cita, al
recogerse el día y su cohorte de importunos rumores. Crecen silenciosamente sus
negros velos, tornándose cada vez más densos, hasta dar por el tinte uniforme y
el suave desliz la ilusión de un mar de aguas sedantes y maléficas.
Envuelto en la
obscuridad providente, imagino el solaz de yacer olvidado en el seno de un
abismo incalculable, emulando la fortuna de aquellos personajes que el
desvariado ingenio asiático describe, felizmente cautivos por la fascinación de
alguna divinidad marina en el laberinto de fantásticas grutas.
Expiran los
sones del valse delicioso cuando el sol difunde sus postreras luces sobre el
remanso de la tarde. A favor del ambiente ya callado y obscuro disfrutan mis
sentidos su merecida tregua de lebreles
alertos. Y a
detener sobre mi frente el perezoso giro de su vuelo, surge del seno de la
sombra el vampiro de las melancolías”.
Entonces digo
yo: Por supuesto que hay que leerlas muchas veces, para venerar cada palabra, para ubicar al poeta; pero él nos da muchas
pistas, y en la segunda o tercera vez, lo vemos con toda claridad, inmenso como
es en la imaginación y en la palabra,
Pero ahora,
estudiosos como mi amigo Ludovico Silva, lo ven como un poeta volcado hacia el
Siglo XX, es decir, un hombre que escribió en futuro, desamarrado del lastre
medieval o renacentista, proyectado más allá de su tiempo rescatando el don
profético como deben hacer los poetas. Y además, dice: “con antecedentes en Baudelaire
y Rimbaud”.
Veamos lo que
leyó ese gigante que se llamó Ludovico Silva:
EL OLVIDO
“Yo no pisaba
las huellas del cazador extravagante. Quería evitar el contagio de su
pesadumbre.
Morábamos
vecinos en un país de belleza augusta. El azufre y demás fósiles predilectos
del fuego se juntaban en la composición de la tierra. El cazador frecuentaba
los montes de granito. Su gesto valiente se dibujaba en la zona del éter
cándido. Una lumbre fugitiva dirigía sus pasos.
Había
domesticado al ser más viejo entre las gamuzas repentinas. Acertaba de espaldas
con el objeto de sus tiros.
No lo abordé
sino una vez, para dar con el motivo de su desvío.
La manera
grave de su discurso no me permitió recoger una vislumbre.
Había
fabricado su cabaña a la sombra de un pino glacial.
Yo la visite
furtivamente al advertir su ausencia de una semana. El cazador, libre de los
efectos deletéreos de la muerte, yacía en un ataúd de piedra, El semblante
helado, ajeno al pesar, no inspiraba conjeturas sobre la causa del fallecimiento.
Un reguero de carbunclos magnéticos había caído de su diestra.
Un torrente,
creado por la lluvia fortuita, arroja sobre la cabaña un sedimento de arena y
promete cegarla”.
Cuando leemos
esta maravillosa estampa, comprendemos la grandeza interior y de la palabra del
poeta.
Entonces nos
acercamos a Ramón Sucre y lo hacemos convencidos absolutamente, que al traducir
sus imágenes encontraremos la sabiduría, algo parecido a lo que le sucedía a
los iniciados de la escuela esmeraldina, descubrían en los veintidós arcanos
del templo de Hermes, la iluminación o lo que es lo mismo, la sabiduría.
Y… ¿Cómo fue
ese proceso inductivo?
José Antonio
pasó primero por las manos de su madre Doña Rita Sucre, ella lo inició, lo
conduce con mano firme y segura, su padre muere en 1902 y en 1903 su tutor y
maestro, el Padre José Antonio Ramos Martínez; termina la secundaria bajo la
batuta del maestro Silverio González Varela y Domingo Badaracco, a quienes
suplía para beneplácito de sus compañeros.
Estos maestros
definen su personalidad.
Domingo
Badaracco Bermúdez, lo llama “sabio coterráneo y amigo inolvidable”, dice que
“fue un solitario pero no hosco ni sombrío, sino más bien risueño y locuaz. De
esa manera de ser suya, tan concentrada y rara, participaba su prosa, torturada
y fulgente como joya salida de algún taller de Florencia”, y agrega: “Lo
ejemplar de su vida; su paciente lucha diaria por abrirse camino, a despecho de
la adversa fortuna”.
En estas
sabias observaciones, hay más verdad sobre José Antonio, que en casi todo lo
que he leído de los críticos.
Como él sabía
lo que se comentaba de su personalidad siempre seria y pensativa, en 1911, en
carta a su hermano Lorenzo, le dice: “Maria del Rosario Arias, habló conmigo
una sola vez, antes de venirme para Caracas, y me recordaba afectuosamente por
este único motivo. Se asombró de mi humildad y amenidad al conocerme”
Cruz María
Salmerón Acosta, su condiscípulo, compañero de toda su infancia y juventud, le
envía su poema “Cielo y Mar” con una dedicatoria que importa mucho: “A mi
hermano”
Sus problemas
de salud y su suicidio, no tienen nada que ver con sus textos, que son producto
de su sabiduría. Desde muy temprana edad sus compañeros lo distinguían por su
erudición. Es condicionante el ambiente
de la época, la posición, el cultivo de la poesía en el mundo del arte, la
conducta de la sociedad cumanesa ante el fenómeno poético.
No hay que
olvidar que esa época de oro de la poesía abonaba el camino del estudio y la
praxis. Los editores de Cumaná, como en todo el mundo, publicaban en primera
página poesías de los grandes poetas hispanoamericanos y, el pueblo las
aprendía de memoria. Luego vinieron los Juegos Florales de Cumaná, había un
ánimo de competencia. La poesía era la protagonista imprescindible de aquel
momento tan importante de la historia. Nuestros poetas, como caballeros
andantes, salieron a ganar galardones en el mundo hispánico, eran eventos
olímpicos.
No se puede aislar a José Antonio de sus
coterráneos, de sus maestros, de la disciplina imperante, de la competencia
cultural existente: José Antonio no es un producto aislado, como tampoco lo fue
el Mariscal, ni Andrés Eloy. Cumaná como muchas otras ciudades de Venezuela y
de
América, era
una escuela importante, y tanto… Que podemos hacer una supervaloración de ello
por sus frutos.
Pero queremos
agregar algo que desmiente muchos mitos insultantes sobre José Antonio; él como
Andrés Eloy, era el alma de toda tertulia. Mi padre dice que entre 19ll y 14,
José Antonio formaba parte de la tertulia que mantenía el General Eliseo
Sarmiento, a la sazón Presidente del Estado, formaban una Peña Literaria, con
él, el Dr. F. Domínguez Acosta, Secretario General, y “autor de la inimitable
leyenda explicativa del blasón de nuestro escudo regional, creado en esa
administración”, los poetas Juan Miguel Alarcón, Juan Santaella y los Dr.
Antonio Minguet Letteron y Dr. Domingo y Marco Tulio Badaracco Bermúdez. Todos individuos de
amplia cultura. La conversación del poeta entonces los cautivaba.
Que tiene de
raro que un alma superior leyendo LAS METAMORFOSIS DE OVIDIO, por ejemplo aquel
pasaje:
“De allí pasó
Medea por cerca de la isla de Calaurea, consagrada a Latona, famosa por haber
sido convertidos en aves su rey y reina. Dejado a su derecha el monte Cileno,
en el cual Menefronte había formado el
designio de tener acceso con su madre, a manera de las más crueles fieras,
descubrió a lo lejos a Cefisón llorando
la desgracia de su nieto, a quien Apolo habia trasformado en lobo marino, y el alcázar de Eumelo, donde
todos estaban de luto por la princesa,
su hija, que habia sido convertida en ave¨.
Por escribir
así, entonces, Ovidio estaba o era neurótico.
¡No…! era un
genio, tampoco lo entendieron en la época que le tocó vivir. Sus familiares y amigos
íntimos lo amaban. Cuando José Antonio muere, Cumaná llora inconsolable,
testimonio de ello es la oración fúnebre del Dr. Domingo Badaracco Bermúdez, en
el acto de inhumación; y eso: ¿Acaso nos acontece cuando muere un maniático?
José Antonio
se quita la vida porque no pudo soportar la idea de frustración y la locura;
porque se sentía enfermo y no obtuvo la respuesta médica necesaria. Era una tortura insoportable. Hay mucho más en sus escritos, sobre su
personalidad, su filosofía, su fuerza creadora, de lo que fragmentariamente se
ha dicho. Recordamos que él decía:
“Es natural
que las enseñanzas de los genios sean enigmas, a nadie extraña que el caudal de
agua caído desde muy alto sobre la tierra, la hiera profundamente y se envuelva
en nieblas evanescentes”.
No puede ser
sino un genio el que le escribió a su prima Dolores Emilia, dos días antes del
intento de suicidio el 9 de junio, aniversario de su nacimiento, la carta de
fecha 7-06-1930.
“Ayer recibí
tu última carta y tu retrato en compañía de la dulce Leonor. Besé infinitas
veces tu retrato. No te impacientes conmigo. Aún no he podido visitar Paris.
Los trabajos de la Sociedad de las Naciones y la presencia de diplomáticos
venezolanos en Ginebra me han impedido ausentarme. Yo te prometo dejarte
satisfecha.
Te advierto
que mis dolores siguen tan crueles como cuando me consolabas en Caracas. Yo no
me resigno a pasar el resto de mi vida, ¡quién sabe cuántos años!, en la
decadencia mental. Toda la máquina se ha desorganizado. Temo muchísimo perder
la voluntad para el trabajo. Todavía me afeito diariamente. Apenas leo.
Descubro en mí un cambio
radical en el
carácter. Pasado mañana cumplo cuarenta años y hace dos que no escribo una
línea. Apenas puedo consolarme buscando la vida de enfermos ilustres a quienes
la fatalidad apagó en plena juventud. Te ruego que no permitas la leyenda de
que soy antropófago y salvaje y enemigo de la humanidad y de la mujer. Esa
leyenda es obra de mis enemigos. Tu sabes que, al contrario, soy muy accesible,
muy indulgente y jamás he lastimado a una mujer.
Los médicos de
Europa no han descubierto que es lo qué me derriba. Yo supongo que son pesares
acumulados. Tú sabes que mi cadena fue siempre muy corta y muy pesada. Nací en
el casa donde todo estaba prohibido.
Yo te suplico
que disculpes estas confidencias. Beso las manos de las distinguidas primas y
me despido así mismo de ti. Escríbeme’’.
Para mí el
crítico que más se ha acercado a la poesía de José Antonio, es Cristian
Álvarez, sin embargo creo que intentar una explicación de sus poemas es tarea
imposible, es como tratar de explicar los cuadros de Picazo.
La poesía de
José Antonio tiene mucho de abstracción, sin embargo, nos deja rastros, pistas,
ideas, su poesía parece nacer en el subconsciente, es una visión a veces
dolorosa, un espejismo que Cristian Álvarez ubica en la edad media. Él dice:
“encuentro
imágenes de apariencia móvil y mutable que proceden de esa edad. Imágenes que
en su mayoría refieren lecturas de temas de la literatura medieval, asumiendo
formas, que aquél mundo de emociones originales y fantásticos sucesos
memorables nuevamente retornan a la vida”.
Algo en que
creo, acierta Cristian Álvarez, para intentar acercarse a José Antonio, y lo
dice como alegato de profunda convicción, es que Ramos Sucre como Borges, es
poeta lector, y como tal deja traslucir en sus poemas las apasionadas páginas
de muchas horas de desvelo.
CAPITULO II
RAMOS SUCRE EN INTERNET
Se trata de uno de los intelectuales más precoces y completos del siglo
XX venezolano. La altura de su obra se explica al conocer su apasionamiento por
los idiomas, y especialmente por el latín, que aprendió desde joven. Eugenio
Montejo afirmó acerca de la poesía de Ramos Sucre que “el rechazo de la estrofa
tradicional, del verso medido, con o sin rima, es otra derivación de su
pesquisa idiomática”.
Aparte del latín, también estudió italiano, francés, inglés, alemán,
sueco, holandés y griego, adquiriendo así un importante activo cultural que
complementaba su formación en filosofía, derecho y literatura. Fue doctor en
Ciencias Políticas. Ejerció como docente de idiomas y literatura e
igualmente como abogado, llegando a ser juez civil. Los severos problemas
nerviosos de Ramos Sucre le otorgaron un carácter oscuro a su obra. Por eso,
hizo referencias de manera constante al dolor, al sufrimiento y a la paz de la
muerte.
Un nuevo abordaje de la poesía
El maestro de las letras Gustavo Pereira fue merecedor, en 1997, del
premio que otorga la Bienal de Literatura José Antonio Ramos Sucre, entonces en
su duodécima edición. Él nos explica que la obra de Ramos Sucre es un caso
excepcional en la poesía venezolana. “La suya es una escritura de rigurosa
exactitud, tallada en erudición y perfeccionismo, pero al mismo tiempo en desdoblamiento
y evasión imaginativa. En ella se expresa otro ser, un ser alterno escapado de
un presente que tuvo por sombrío. Para sustraerse del mismo recreó mundos
ilusorios, ajenos a toda contingencia del aquí y ahora, aunque un ejercicio de
extrapolación puede depararnos sorpresas”.
Afirma Pereira que su importancia va más allá de ello: “En Ramos Sucre
resalta ante todo el desafiante misterio de una poética que, apelando a
antiguas simbologías envueltas en la niebla de escenarios y personajes lejanos
e inciertos, es capaz de despertar un nuevo abordaje de la poesía”. En efecto,
su poesía era tan novedosa que muchos no lograron reconocer el precoz
planteamiento.
Pereira sigue explicando al poeta cumanés y redondea que era poseedor
de: “una estética del desencanto y del misterio, manifestada en una prosa que
en su tiempo confundió tanto a sus contemporáneos que solo unos pocos la
consideraron poesía”. También cree Pereira que su generación se vio muy
influida por Ramos Sucre. Considera que los jóvenes poetas de los años 60 que
aprendieron “ante todo su rigor con el lenguaje, la importancia del estudio y
los prodigios de la imaginación, gran encubridora de los sentimientos”.
Entre otros textos de Ramos Sucre, Pereira señala que memorizaban aquel
Preludio que comenzaba: “Yo quisiera estar entre vacías tinieblas, porque el
mundo lastima cruelmente mis sentidos”. Es por esto que para él “su poesía fue
tan original que resulta difícil hallarle discípulos, aunque sí desventurados
imitadores”. El texto citado por Pereira es una de esas claves que explican su
decisión final.
Mi reino por un sueño
El director Costa Pelámides dirigió “Mi reino por un sueño”, una pieza
teatral de José Antonio Barrios a la que integró fragmentos de 50 poemas del
gran escritor y la convirtió en una cantata escénica. Para ello usó cantos
tradicionales del oriente venezolano y música original de Pantelis Pelámides,
su hermano. “Creo que el aporte fundamental de Ramos Sucre es haber
conseguido fundir, en una singular creación, la poesía con la narrativa, con un
fuerte arraigo en el mito y su simbología. La presencia del yo es otro valor
indiscutible con una carga personal que se adelanta al existencialismo como
movimiento literario y en eso nuestro poeta se emparenta nada más y nada menos que
con el gran poeta griego Constantino Kavafis y con el portugués Fernando
Pessoa”, dice Costa Pelámides. Con respecto al universo sentimental del
autor, a través de su extensa obra, destaca la atemporalidad: “uno siente en él
un mundo propio, que si bien es profundamente oscuro, deslumbra con su
imaginario. Su sombra adquiere una importancia sin límites en el conjunto de la
poesía venezolana, más allá de los siglos y de las antologías. No sólo posee un
misticismo medieval sino también un esplendor bizantino que parece hacer
necesaria su integración a nuestras artes escénicas”.
Sus obras
La Torre de Timón
La Torre de Timón es un libro de poemas en
prosa y ensayos de carácter histórico escritos por el venezolano José
Antonio Ramos Sucre (Cumaná, 9 de junio de 1890 - Ginebra, Suiza,13 de junio de 1930). Este libro lo publicó el poeta en 1925 1 e incluye sus dos obras
previas - una versión modificada de Trizas de papel y Sobre las huellas de Humboldt - así como 52 textos
inéditos.
Temática
En cuanto a su temática, se evidencia que en los
escritos de La Torre de Timón, Ramos Sucre recurre a referencias
históricas, literarias, mitológicas y, en especial, a la alabanza de héroes
venezolanos de la Guerra de Independencia como Simón Bolívar, Santiago Mariño o José Francisco Bermúdez 2 ; también y en muestra de
su vasta formación humanista, hace referencia al artista renacentista Miguel Ángel, al explorador Alejandro de Humblodt; al historiador Tito Livio; a los poetas Homero, Friedrich Schiller y Percy Bysshe Shelley; a los gobernantes Felipe Segundo, George Washington y Oliver Cromwell, y al teólogo y filósofo
católico Santo Tomás de Aquino.
Mención especial merece el poema «Al pie de un
cipo» que como homenaje póstumo Ramos Sucre escribió sobre el poeta
cumanés José María de la Roca Díaz (1885 – 1911) 3 .
En su libro Las Piedras Mágicas (1945),
Carlos Augusto León analiza los textos de La Torre de Timón y
concluye que en el caso específico del poema "El familiar" Ramos
Sucre "se acerca al mundo extraterrenal de los muertos, la obsesión
paralela de saltar fuera del espacio se hace presente cada vez más". 4 Esa referencia a la muerte
en los textos de Ramos Sucre será observada también por otros críticos y
admiradores en la temática que desarrolló en sus obras posteriores.
Otro tema presente en la obra es el
filosófico-político. Considerando la pertenencia de José Antonio Ramos Sucre a
la élite intelectual y burocrática del Gomecismo, nada sorprende que en su escrito «Tiempos
Heroicos» haga una referencia a su ideólogo y apologista, el positivista venezolano Laureano
Vallenilla Lanz. 5
Recepción
Por los artículos de prensa publicados en la época,
se evidencia que a pesar de su difícil comprensión y lectura La Torre
de Timón fue recibida con grandes elogios por parte de la crítica
literaria 6 y representantes de
la Generación de 1918. Fernando Paz Castillo reconoció la dificultad de
su lectura al sentenciar que no se escribió para ponerse en contacto con el
público, “sino para aislarse más". 7 Por otra parte, Pedro
Sotillo reconocía en los escritos de Ramos Sucre 3 causas de oscuridad: su
sensibilidad excepcional; extensa cultura y manejo de una técnica retórica que
le permite "personalizar la expresión". 8 . El escritor Enrique Bernardo Núñez calificó el libro como la
reunión de las "sabias divagaciones" del poeta que "No eran tan
perfectas como las que vinieron después". Asimismo reconoció que a pesar
de la severidad de sus páginas las cuales "requieren un esfuerzo para
advertir la gracia de sus contornos, vuelan tímidas palomas sensuales". 9
Notas y referencias
Volver arriba↑ ese mismo año se titula
Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad Central de Venezuela.
Volver arriba↑ Ver «Ramos Sucre: La
violencia como sustancia poética» de Cósimo Mandrillo en Ramos Sucre
ante la crítica, pp 129 y ss.
Volver arriba↑ José María Milá de la Roca
Díaz padeció y murió por lepra que Ramos Sucre definió como“...la enfermedad que comparte con la
locura el carácter de sagrada”; ver José Antonio Ramos Sucre, Obra Completa,
de la Biblioteca Ayacucho, p 27. La lepra también afectó al poeta Cruz María Salmerón Acosta (1892-1929), amigo y
condiscípulo de Ramos Sucre.
Volver arriba↑ Ver Las Piedras
Mágicas en Ramos Sucre ante la crítica, pp 39 y ss.
Volver arriba↑ Ver José Antonio Ramos
Sucre, Obra Completa, de la Biblioteca Ayacucho, pp 12-13
Volver arriba↑ Ver Ramos Sucre
ante la crítica de Jesús Sanoja Hernández
Volver arriba↑ Ver «El solitario de la
Torre de Timón» en Ramos Sucre ante la crítica, pp 17 y ss.
Volver arriba↑ Ver «Sobre el cumanes José
A. Ramos Sucre» en Ramos Sucre ante la crítica, pp 24 y ss.
Volver arriba↑ Ver J. A. Ramos Sucre
en Ramos Sucre ante la crítica, pp 36 y ss.
Bibliografía utilizada
Ramos
Sucre, José Antonio (1989, primera reimpresión). Obra Poética, Colección
Letras de Venezuela 66, Serie Poesía. Caracas: Ediciones Dirección de la
Cultura U.C.V. ISBN 980-00-0366-5.
Ramos
Sucre, José Antonio (1988). Las Formas del Fuego. Madrid: Siruela (colección
"El ojo sin parpado"). OCLC 19047132. 8485876849 9788485876846.
Vera,
Elena (1981). "José Antonio Ramos Sucre" en 25
Clásicos Venezolanos, coordinado e introducido por Guillermo Morón.
Caracas: Escuela Técnica "Don Bosco"/MENEVEN.OCLC 10659695.
Ramos
Sucre, José Antonio (1980). Obra Completa. Caracas: Biblioteca Ayacucho, Vol.
LXXIII. ISBN 84-660-0045-3.
Sanoja
Hernández, Jesús (1980). Ramos Sucre ante la crítica. Caracas: Monte Ávila
Editores Latinoamericana. OCLC 432754661.
Pérez
Perdomo, Francisco (recopilador) (1969). Antología de José Antonio Ramos Sucre.
Caracas: Monte Ávila Editores. OCLC 3754467.
Ministerio
de Educación, Biblioteca Popular Venezolana (1956). José Antonio Ramos Sucre,
Obras. Prólogo por Félix Armando Núñez. Caracas. OCLC 20924581.
Ramos
Sucre, José Antonio (1925). La Torre de Timón. Caracas: Litografía y Tipografía
Vargas. OCLC 16814041.
Ramos
Sucre, José Antonio (1923). "Sobre las huellas de Humboldt".
Caracas: Tipografía Mercantil.
Ramos
Sucre, José Antonio (1921). Trizas de Papel. Caracas: Imprenta Bolívar.
1. José Antonio Ramos Sucre:
Selected Works, translated by Guillermo
Parra (New Orleans, LA: University of New Orleans Press, 2012). ISBN 978-1-60801-090-5
2. O mensageiro/ El mensajero, Floriano
Martins (trad.), (n.t.) Revista Literaria em Tradução, nº 1 (set/2010), Fpolis/
Brasil, ISSN 2177-5141
DE LA MUERTE DEL POETA.
NOTICIAS DEL
SEPELIO
CUMANÁ, BISEMANARIO SUCRE. No.546 del 9 de julio de 1930.
Noticia recibida ayer nos impone de que el cadáver del doctor José Antonio
Ramos Sucre será embarcado hoy en el
vapor francés ¨Guadalupe¨ con rumbo a Venezuela.
Uno de los últimos deseos de inolvidable extinto, fue ser sepultado en
Cumaná, su tierra nativa, donde su prematura desaparición ha sido unánimemente
deplorada.
Los numerosos amigos y apreciadores del Dr. Ramos Sucre, unidos en un común
sentimiento de afecto hacia su memoria, se aprestan a tributarle un postrer
homenaje expresivo del sincero dolor que causó en todos la infausta nueva de su
muerte
Por el anterior suelto de ¨La Esfera¨ de Caracas, de fecha 3 de julio
calculamos que ya está próximo a su tierra el féretro de Ramos Sucre, y debemos
estar preparados para el homenaje que habremos e rendirle.
El pueblo cumanés sabrá tributarle
al ilustrado coterráneo extinto la manifestación de duelo y aprecio que él
merece.
ANDRÉS
ELOY BLANCO
PROEMIO
Tránsito admirable de vida, noble, buena, valerosa, ejemplar, cumplida
en medio de dolorosos tiempos, en medio también de la esperanza irrenunciable
de la patria, fue la de Angelina (Lilina) Iturbe de Blanco, la eterna "Giraluna" de
nuestro Andrés Eloy.
Su nombre forma parte esencial de la literatura venezolana, aquella forjada en
la belleza y en el arte y, después, en el dolor y el sacrificio, en la justicia
y en el bien, de quien supo detentar como pocos el don del talento poético y la
templanza ciudadana: Andrés Eloy Blanco, quien cantó por igual a la esposa, a
los hijos, a la patria y al pueblo, por el que sufrió persecuciones, cárceles,
destierros al enfrentar a la barbarie, y junto al hombre y al poeta en su
arriesgada lucha, la dulzura, la lealtad y la virtud de Lilina, novia, esposa y
madre finalmente, la mujer sin igual que compartió con él las amarguras e
infortunios que justificaron aún más su vida singular.
Nació doña Lilina en Carúpano el 12 de agosto de 1913, y con razón el poeta
evocaba ante ella a: "nuestro mar...", "¡Qué bien está
decir que el mar es tuyo/ que el mar es mío y que en el mar te arrullo/ con
arrullo del mar de nuestra infancia!", mar apasionado y libre, al
ofrecerle aquel amor oceánico:"azul para sembrarle quillas" y
otros diferentes, pero en definitiva: "Un mar para tu amor, un mar
sin olas,/ un mar que hicimos de silencios verdes", para permanecer
con ella y sosegar las contrariedades de la vida.
Del recuerdo entrañable que comparte generoso su hijo Luis Felipe: "el
sabio taciturno", surgen importantes detalles sobre doña Lilina:
su padre don Eneas Iturbe, ingeniero de puertos, que participó en la
construcción del que se hizo en el pueblo donde ella nació. Igualmente, su tío,
el general Aquiles Iturbe, ingeniero y político, hombre de progresista
iniciativa, presidente en varios estados, quien resolvió unirse a la
conspiración de Pimentel en contra de Gómez, por lo cual fue confinado a la
Rotunda desde 1919 a 1926. Otro de sus tíos, el doctor Juan Iturbe, fue un
médico notable, académico, rector de la Universidad Central de Venezuela,
parlamentario y laureado científico.
Durante una boda en Valencia, en el año de 1927, conoció Andrés Eloy a una
hermosa niña: "en dos trenzas los cabellos", y el
deslumbramiento al encontrarla quedó testimoniado en el magnífico poema: "Aparición
de Giraluna", en el que expresa al contemplar: "Sus ojos,
sus grandes ojos/ del color de las castañas,/ sus trenzas, sus largas trenzas/
del largo de su mirada...", su amor y su deseo de tener menos años, de
que ella tuviese algunos más, y le inventó el sobrenombre de sus ilusiones con
el que se le conocería para siempre, afirmando por fin: "...Encontré
la giraluna,/la novia del girasol...".
Lilina esperó por su novio Andrés Eloy preso durante varios años próxima a su
amor y a su familia, al mismo tiempo consecuente con la patria que reclamaba
otro destino.
Lilina y Andrés Eloy se casaron en la Iglesia de San Juan en Caracas, el 17 de
junio de 1944, matrimonio al que concurrieron amigos de distintas tendencias en
torno a la convocatoria de amistad que inspiraban fraternos el poeta y su amada
esposa.
Lilina, valiente y decidida, tuvo que afrontar junto al poeta momentos muy
difíciles: los sucesos de 1945, la tarea ecuménica de Andrés Eloy en la
Asamblea, su admirable y complejo ejercicio como canciller, las terribles
consecuencias de la caída de Gallegos y el proceso de la dictadura, lo que como
lo testimonia Luis Felipe: "hizo que no tuviéramos un
domicilio permanente, aventados a la hospitalidad de nuestros tíos
y abuelos que nos conminaban a no permanecer en la casa que apenas acababa de
comprar...", y además señalaba: "recuerdo
vívidamente las salidas de madrugada embojotado en cobijas y en el asiento
trasero de un carro grande y negro de la Cancillería rumbo a la casa de algún
primo, mientras mi madre se acogía a la de una hermana porque los murmullos
eran incesantes...".
Salir de París...; una primera etapa del exilio en La Habana...; buscar sola y
con riesgo a Andrés Eloy, hijo, en Venezuela...; partir y no poder volver a la
hora dolorosa de su padre muerto...; otro país..., ahora era México
solidario...; vivir con modestos recursos porque la honradez no permitió al
poeta corromper los principios y beneficiarse del poder. No obstante, fueron
esos los años entrañables en el hogar del dulce bien y la conciencia en paz, en
la casa de:"Villa Lilina" donde: "Giraluna" fue
escrita en su homenaje, hasta que el poeta murió el 21 de mayo de 1955, y ella
se encargó de formar a los hijos y honrar aquel ejemplo.
Falleció doña Lilina un 25 de noviembre de 1983. Nos queda su recuerdo e
inspirado por ella el legado que ofrece "Giraluna", tesoro inigualable del poeta: "La patria como es buena...",
"sin cortarles el día...", "sin contarle la estrella...",
"sin cortarles la tierra...", "sin dolor de palabra...",
"sin mojar sus ojeras...", la patria verdadera de todos.
ANDRÉS ELOY
BLANCO. EL POETA DE VENEZUELA.
Tenemos que rescatar al poeta
Andrés Eloy Blanco para el proceso revolucionario. Es nuestro poeta, como Cristo,
como Bolívar, Sucre, San Martín, Fidel, el Che Guevara, y el Titán Chávez, el
poeta es nuestro, también es nuestro líder, nuestro Andrés Eloy, nuestro poeta,
el poeta de Venezuela, hijo del notable y sabio médico cumanés, doctor Luis
Felipe Blanco y su amada de toda la vida, doña Dolores Meaño. El nació y vivió para la revolución, escribió
con grillos en sus pies, nunca negoció sus talentos. Nació en Cumaná el 6 de agosto de 1896 y
murió perseguido, en el exilio, un grito de dolor recorrió el alma de los
pueblos del mundo. Él lo había profetizado:
Y la que
algo tiene y nadie sabe donde
Si en la
leche, en la sangre o la placenta
Que el hijo
vil se le eterniza dentro
Y el hijo
grande se le muere afuera...
Estudió sus primeras letras
con el maestro Alarcón, y la primaria en el Colegio Nacional bajo la rectoría
de Don Silverio González Varela, maestro y guía de aquella generación, que se
conjugaba con Domingo Badaracco, su maestro de gramática; estudió también parte
de la primaria en la Asunción, en Margarita.
Pero sus mejores maestros
fueron sus padres y su talento excepcional, que
se desarrolla y crece dentro del movimiento cultural, más allá del
modernismo, que el mismo anima; lo que hemos dado en llamar la escuela de Cumaná,
que produce “la generación de oro de Cumaná”.
Estudia bachillerato en
Caracas, en el liceo “Andrés Bello”, bajo la tutoría de Don Rómulo Gallegos,
que indudablemente fue su mentor y guía espiritual.
Se gradúa de abogado en la
Universidad Central de Venezuela; y, vamos a recordar con don Mario Torrealba
Lossi, que Andrés Eloy, inició su ejercicio profesional de abogado en San
Fernando de Apure, y prestó servicios profesionales a Doña Bárbara, personaje
que inmortalizó el maestro Gallegos, y que en la vida real se llamaba Pancha
Vásquez, una mujer poderosa y salvaje de nuestro llano infinito. De ello da fe
el propio Andrés Eloy, que dice:
“Fui el abogado de la bruta
mujer, fea y oscura, como el puñado de tierra antes de que la mano creadora
realizara la milagrosa transformación del barro en carne, de materia en verbo.
Fui abogado del carbón antes del diamante. Fui abogado del barro antes del
soplo”.
Hablar de Andrés Eloy es
hablar de la poesía en grado superlativo, y a la sola mención de esa palabra,
evocamos un mundo de ilusiones y fantasías, nos figuramos al poeta esclavo de
sus sueños y de cuanto excita la voluntad de crear, lo que constituye su máximo
anhelo.
Andrés Eloy fue un
revolucionario, un patriota que le tocó vivir la fea dictadura de Juan Vicente
Gómez, fue un patriota a la manera de Martí, de Chávez, del Che Guevara, del
mismo Cristo, de amor desbordado por su pueblo, pero como estamos hablando de
poesía oigámoslo en su égloga a los hijos:
Lo que hay
que ser es ser mejor
Y no decir
que se es bueno
Ni que se es
malo,
Lo que hay
que hacer es amar
Lo libre en
el ser humano,
Lo que hay
que hacer es saber,
Alumbrarse
ojos y manos
Y corazón y
cabeza
Y después,
ir alumbrando.
\
Lo que hay
que dar es un modo
Sin decir lo
que se ha dado,
Lo que hay
que dar es modo
De no tener
demasiado
Y un modo de
que otros tengan
su modo de
tener algo,
trabajo es
lo que hay que dar
y su valor
al trabajo
y al que
trabaja en la fábrica
y al que
trabaja en el campo
y al que
trabaja en la mina
y al que
trabaja en el barco,
lo que hay que
darles es todo
luz y
sangre, voz y manos,
y la paz y
la alegría
que han de
tener aquí abajo,
que para los
de allá arriba
no hay
porque apurarse tanto,
si ha de ser
disposición
de Dios para
el hombre honrado
darle tierra
al darlo a luz
darle luz al
enterrarlo
Por eso
quiero hijo mío
Que te des a
tus hermanos
Para que su
bien pelees
Y nunca te
este aislado
Bruto y
amado del mundo
Te prefiero
más que solo y sabio
A Dios que
me de tormentos
a Dios que
me dé quebrantos
Pero que no
me dé un hijo
De corazón solitario
Tuve el privilegio de
conocerlo el año 1945, en mi casa de San Francisco, cuando vino a develar el
busto de Domingo Badaracco, fue su maestre de gramática.
Mi padre, en un discurso
dedicado a la poesía de Andrés Eloy, decía:
“La poesía es la máxima construcción de la
palabra, en ella adquiere su armonía y resonancia. David, el lírico por
excelencia, se dirige en salmos al Creador; el Corán que es la palabra revelada
por Dios a Mahoma, se escribió en versos, y como decía el profeta del Islam:
“Yo no soy poeta, el Corán no es obra mía, son las palabras de Alá, que
resuenan por mi boca”...
La poesía es amor desbordado
en la voz de Andrés Eloy. Escuchémoslo en tres tercetos y un cuarteto: del
poema a su madre “A un año de tu luz”
De tu voz,
de tu mano y de tu huella
Retorna a la
niñez, donde palpita
Sangre de
luz tu corazón de estrella
Eras cuidar
el vaso y dar el vino,
Como el
remanso, cuando da el lucero,
Pero se
queda con lo cristalino.
Tenemos tu
sonrisa iluminada;
Tu voz de
trisagio y de tu misa
Le grita a
mi dolor: ¡No ha muerto nada!
Con bosque y
mar, con huracán y brisa,
Con esa
misma muerte que te encierra,
De la gracia
inmortal de tu sonrisa
Llenos están
los cielos y la tierra.
“Salomón el hijo de David,
dueño de la sabiduría infinita, también fue un inspirado divino, y el Cantar de
los Cantares, el idilio sagrado, con la inextinguible fragancia de sus versos,
traspasa el tiempo y nos entrega, la perfección de la palabra que en San Juan
de La Cruz, es la imagen y encarnación de Dios”.
La inspiración de Andrés es su
pueblo, su pobreza, su dolor, su desgarradura, están en su palabra. Oigámoslo en el soneto “La Rima Pobre”:
Me das tu
pan en tu mano amasado
Me das tu
pan en tu fogón cocido
Me das tu
pan en tu piedra molido
Me das tu
pan en tu pilón pilado.
Me das tu
rancho en tu palma arropado,
Me das tu
lecho en tu rincón sumido,
Me das tu
sorbo, a tu sed exprimido
Me das tu
traje, en tu sudor sudado.
Me das, oh
Juan, tú dame de mendigo,
Me das, oh
Juan, tú toma de pobrero,
Tú clara fe,
tu oscuro desabrigo,
Y yo te doy,
por lo que dando espero,
El oscuro
esperar con que te sigo
Y el claro
corazón con que te quiero.
“Podemos pues, asegurar, que
la poesía es el lenguaje de los dioses. Ningún metal es tan indestructible como
ella, para resistir el embate de los siglos. Las efigies de los faraones, las
pirámides mayas, las murallas incaicas, se han desfigurado, y por contraste, el
Gilgamesh, los hupanishad, la Ilíada, la Odisea, la Divina Comedia, son para
nosotros, la misma y fresca palabra del hombre trasmutado en mensajero de los
dioses”.
Como por ejemplo “Angelitos
Negros”
A mundo
La negra
Juana
La mano que
le pasó
Se me murió
mi negrito
Si señó
Hay
compadrito del alma
Tan sano que
estaba el negro
Como yo me
enflaquecía
lo media con
mi cuerpo.
Yo no le
miraba el pliegue
Yo no le
acataba el hueso
Se me murió
mi negrito
Dios lo
tendría dispuesto
Ya lo tendrá
colocao
como
angelito del cielo…
Desengáñese
comadre
Que no hay
angelitos negros.
Si queda un
pintor de santos
Si quedas un
pintor de cielos
Que haga el
cielo de mi tierra
con los
tonos de mi pueblo
con su ángel
de perla fina
con su ángel
de medio pelo
con sus
ángeles catires
con sus
ángeles morenos
con sus
angelitos blancos
con sus
angelitos indios
con sus
angelitos negros
que vayan
comiendo mangos
por las
barriadas del cielo
Si al cielo
voy algún día
Tengo que
hallarte en el cielo
angelitico
del diablo
Serafín
cucucero
Pintor que
pintas tu tierra,
si quieres
pintar tu cielo,
cuando
pintas angelitos
acuérdate de
tu pueblo
y al lado
del ángel rubio
y junto a un
ángel trigueño
aunque la
virgen sea blanca
píntame
angelitos negros
Si sabes
pintar tu tierra
Si has de
[pintar tui cielo
Con su sol
que tuesta blancos
Con su sol
que suda negros
Porque para
eso lo tienes
Calentito y
de los buenos
Aunque la
Virgen sea Blanca
Píntame
angelitos negros.
.
“El poeta tiene el don de la
creación de la palabra. Francisco de Quevedo y Villegas, el magno de Castilla,
en su vastísima obra, dio vida a una
infinidad de palabras que duermen archivadas en los diccionarios, lo hizo no
por rebuscamiento innecesario, sino por encontrar la voz precisa, como por un imperioso deseo de encerrar su pensamiento en un vocablo más
exacto. Uno de sus críticos admira esa originalidad, y dice: “Quevedo deja la
impresión de ir creando el lenguaje a medida que escribe”... y en cierta forma
es cierto y así lo hacen los poetas. Lo mismo pasa con Andrés Eloy, él también
va creando palabras con la misma propiedad de los dioses”.
Veámoslo en el soneto para
Jacinto Fombona Pachano
Divino don
para el servicio humano,
Humana
entrega para el don divino,
Fuerza y
bondad, viviente alejandrino,
Jacinto
puro, mí querido hermano.
Vino sin par
en la perfecta mano,
Vaso cabal
para el perfecto vino,
De patria el
ala y de linaje el trino,
Fombona el
verso, el corazón pachano.
Y ahora
estás, como tu vida entera,
Y así tan
honda, así tan compañera,
Así tan
natural como la muerte,
Y así ha de
ser tu claridad sin mancha
Pues para
merecerse y merecerte,
El tiempo es
largo y Venezuela es ancha.
Amigos, el poeta es un ser privilegiado, pues
tiene la facultad de soñar y escribir sus sueños, verter en estrofas el
pensamiento, que es lo mismo que construir, crear, crearlo todo en siete días,
y darnos el aliento para vivir con algo en el corazón, con algo que nos deje
ver la inmensidad del universo en la sencillez de un crucifijo.
Oigámoslo cuando canta a los
hijos:
Por mi, ni
un odio, hijo mío,
Ni un solo
rencor por mí,
No derramar
ni la sangre
Que cabe en
un colibrí,
Ni andar
cobrándole al hijo
La cuenta
del padre ruin
Y no olvidar
que las hijas
Del que me
hiciera
Sufrir
Para ti han
de ser
Sagradas
Como las
hijas del Cid
“El poeta se encarga de la
voz, de su acento y de su ritmo, es su misión; que no es dable a todos los que
hablamos, ni habilidad usual de cuantos vivimos. Darle sonoridad a la palabra y endulzar el
oído y el alma, y que el tema irradie armonía y se fije en la memoria como
hierro candente, en la medida de su perfección. Como el diamante, la poesía
lleva en si, sus propios kilates, y en la virtud de sus fulgores lleva su
precio”.
“La Poesía exalta la
tradición, ilumina la leyenda, eleva la historia, aureola la geografía y la
naturaleza; cuando la musa se inspira en el azul mentiroso de la montaña
distante, o en la blanca espuma de la ola que rumorea sobre el añil del mar, o
en la onda peregrina del río que se desliza musical, en su eterno viajar hacia
el océano. La naturaleza va pasando en esa forma por el crisol de su
imaginación; y así mismo pasa con los sucesos y los hombres y los símbolos”.
Rudolf Kesner, dijo,
refiriéndose a Reiner María Rilke, que era poeta aunque no hiciera otra cosa
que lavarse las manos, Lo mismo puede decirse de Andrés Eloy, también era así, poeta a tiempo completo. En
él era poesía todo acto, todo gesto. Sus manos, su cuerpo, se movían con la
gracia de su voz.
Veámoslo en su Canto a España.
.
Yo me hundí hasta los hombros
en el mar de occidente,
Yo me hundí\ hasta las hombros
en el mar de Colón,
Frente al Sol las pupilas,
contra el viento la frente,
Y en la arena sin mancha
sepultado el talón
Trajo hasta mí la brisa su
cascabel de plata
Me acribilló los nervios la
descarga solar
Mis pulmones cobraron un
aliento pirata
Y corrió por mis venas toda el
agua del mar.
Alcé los brazos húmedos a la
celeste flama,
y cuando cayó en ellos el
tropical fulgor
cada brazo creció como una
rama
y cada mano se abrió como una
flor.
El poeta Rodolfo Moleiro, dice
que:”Andrés Eloy era el intérprete admirable del sentimiento del pueblo, no se
limitó en coplas y romances al simple suceder de las cosas, a la mera
narración, sino que las voces del alma colectiva surgen en él rescatadas del
prosaísmo, fuertemente penetradas por lo lírico”. Y el sobrio crítico Mariano Picón Salas,
define su personalidad poética, cuando dice: “Toda la variedad de un rico
temperamento que va de lo concreto a lo abstracto, de lo popular a lo
conceptista, en singular riqueza y gallardía verbal”.
Como no lo van a decir del
poeta, que se hace amar en sus versos sencillos como este: “Dedicación de la Mañana a Jesús de
Galilea”:
Jesús, mi
comandante,
Suprema
fórmula de hombría,
Flor de
Varón en la perfección última,
As de los
Ases:
A la hora de
salir el sol,
Yo te
ofrezco el levante de mis ojos despiertos
Y la semilla
hinchada de mi primera idea.
Andrés Eloy fue un exaltado
declamador de su propia poesía; dramaturgo, orador elocuente, agradable
charlista, creador, periodista agudo, humorista, escritor de personalísimo
estilo, erudito y galano. En su extensa obra probó todos los ritmos y los
múltiples metros del verso; su inspiración se desbordaba, fluía ligera y fácil,
hay momentos en que parece salirse de la medida, como si al galope de su
imaginación fecunda, una rima se adelantara a otra, disonando:
“Los cuatro
que aquí estamos
Nacimos en
la pura tierra de Venezuela
La del signo
del éxodo, la madre de Bolívar
Y de Sucre y
de Bello y de Urdaneta
Y de Gual y
de Vargas y de un millón de grandes.
Más poblada
en la gloria que en la tierra,
Y la que
algo tiene y nadie sabe donde
Si en la
leche, en la sangre o la placenta
Que el hijo
vil se le eterniza dentro
Y el hijo
grande se le muere afuera...
El inspirado poeta José Ramón
Medina, hombre juicioso y buen crítico, en el prólogo de la obra poética de
nuestro bardo, afirma que: “No se puede evocar la figura de Andrés Eloy Blanco
sin dejar de imaginarlo en el seno de la generación literaria a la que
perteneció. Esta generación es la del 18. Es una generación que rompe con el
pasado.
Sin negar estas
consideraciones, a beneficio de inventario, agregaremos: Que en su poesía
integra su alma telúrica con inteligente y sentida interpretación de su amor profundo por la humanidad, por su terruño, su familia y especialmente
por su madre a la que amó con ternura infinita y a la cual dedica sus más
apasionadas églogas.
En las “Uvas del Tiempo”
trasmite su infancia en la casona de Cumaná, y traslada a España, toda la
dulzura que encerraba en su corazón y en el recuerdo de su casa y su familia,
bajo la sombra en sus jardines. Esta casa, que es escuela, y que en su verbo
ilumina y la cuenta y nos dice:
“Mi casona
oriental, aquella casa
Con
claustros coloniales, portón y enredaderas
El molino de
viento y los granados
Los grandes
libros de la biblioteca
Mis libros
preferidos: tres tomos con imágenes
Que hablan
de los reinos de la naturaleza
Al lado el
gran corral, donde parece
Que hay
dinero enterrado desde la independencia
El corral
con guayabos y almendrones
Y el corral
con peonías y cerezas
Y el gran
parral que daba todo el año
Uvas más
dulces que la miel de abejas”
Y en soneto a Diego Córdoba,
su amor por este suelo amado se manifiesta en giros dulcísimos, que nos calan
muy dentro del espíritu, y elevan a un plan de íntima comunicación con el
poeta. Es parte de su obra sublime la cual podríamos titulares caprichosamente,
como dibujos rítmicos, porque son pinturas de motivos y cada una encierra una
perspectiva, un momento de emoción o de la propia vida del autor. Escuchémoslo
en el soneto:
Desde que al
corazón le dolió un ala
La usó en
volar a la ciudad porteña
La de la
luna con que el sueño sueña
La del río
de amor con que resbala.
Del mar al
pan de miel que la desala
Desde el
golfo a la chara ribereña,
Cruzó sin
pasaporte o contraseña
La Ciudad
Marinera y Mariscala.
Tu ciudad mi
ciudad, la ciudad nuestra
Donde busco
al varón en cuya diestra
La espada es
flor y la bondad capullo;
Y allí con
él, digo tu nombre, Diego,
Y al corazón
del Mariscal entrego
Tu corazón
tan bueno como el suyo.
Andrés Eloy se ubica en esa
generación poética venezolana formada por Fernando Paz Castillo, Luis Enrique
Mármol, Rodolfo Moleiro, Alberto Arvelo Larriva, Arreaza Calatrava, Rufino
Blanco Fombona y Eduardo Arroyo Lameda, generación ésta que en la pluma de Luis
Beltrán Guerrero, era una generación de estetas que perseguían la belleza y la
moral, que rendían por igual culto a la inteligencia y la virtud, y esto es
verdad, pero Andrés Eloy definitivamente, pertenece a la escuela poética de
Cumaná, que fue la más alta de su época no solo por sus maestros sino por su
génesis, por su entrañable culto a su terruño y a sus cosas, y porque recibió
ese don divino de su raza y de su entorno.
Recordemos su poema SILENCIO
Cuando tú te
quedes muda
Cuando yo me
quede ciego,
Nos quedarán
las manos y el silencio
Cuando tú te
pongas vieja,
Cuando yo me
ponga viejo,
Nos quedarán
los labios y el silencio
Cuando tú te
quedes muerta,
cuando yo me
quede muerto
Tendrán que
enterrarnos juntos y en silencio
Y cuando tú
resucites,
Cuando yo
viva de nuevo
Nos
volveremos a amar en silencio
Y cuando
todo se acabe
Por siempre
en el universo,
Será un
silencio de amor el silencio
Es un poeta Cumanés, su
escritura es nuestra, pertenece a nuestra escuela poética, igual que José
Antonio Ramos Sucre y Humberto Guevara, tres estilos distintos de una misma
escuela y de una misma época, con los que se forma la cumbre de la poética
venezolana.
Andrés Eloy es un producto
acabado de toda una generación y de un tiempo determinado, de toda una cultura
que se inicio desde el nacimiento de Cumaná, porque Cumana nació como una
escuela, y Andrés es la cumbre de esa cultura que se formó en este pueblo, y
los poetas salieron a ganar laureles como caballeros andantes. Los Críticos no
podrán nunca explicar el fenómeno Andrés Eloy como tampoco el de Ramos Sucre,
sin penetrar en esa realidad. Cumaná era la Meca de la poesía, aquí se
realizaban los Juego Florales más importantes de Venezuela, la poesía era la
reina de las artes y corría por nuestras calles, como manantial inagotable. Es
por ello que los críticos deberán interiorizar en el marco cultural de la época
de oro de la poesía cumanesa.
Andrés Eloy, después de su
triunfo en Santander, se convierte en poeta mágico, su garganta se llena de
voces y recorre todo el País, y luego se vuelca sobre todas América. Su Canto a
España, lo universaliza; El Río de las Siete Estrellas, lo da a conocer como nativista
nato; Angelitos Negros, lo populariza; sus poemas románticos como El Dulce Mal,
lo descubren como poeta de sentimientos impredecibles; El Limonero del Señor y
La Hija de Jairo, lo muestran como poeta de sentimientos cristianos, y Gira
Luna, como el gran maestro como fue de la poesía universal. Don Mario Torrealba Lossi dice: “Ese lauro,
el de los Juegos Florales de Santander, auspiciado por la Real Academia de la
Lengua Española, habría de significar un triunfo, no solo para su generación,
sino para la lírica venezolana e hispanoamericana de todos los tiempos. Antes
ni Bello, ni Pérez Bonalde, ni Darío, ni Lugones, tuvieron la suerte de recibir
un premio, como ese, que hubiese deseado en la Grecia Antigua el propio
Píndaro.
La obra literaria de Andrés
Eloy, va caminando con el amor de su pueblo,
desde su primer libro: “Tierras que me Oyeron”, su voz se mezcla con el
alma del colectivo, después vendrán:
Poda, Barco de Piedra, Baedeker
2000, Vargas Albacea de la Angustia, y tantos otros en sus diferentes facetas,
y después Giraluna y el Mar, A Un Año de
Tu Luz, y, Canto a los Hijos, con los cuales demuestra ante el mundo sus
kilates como poeta, pero siempre sin arriar banderas, porque en ellos vibra en
su tierra y sus querencias.
Y canten por
la España ultramarina,
que dirá a
los siglos con su voz colombina,
que el
imperio español ni tiene fin,
¡Porque
aquí, Madre mía, son barro de tu barro,
lobeznos de
Bolívar, cachorros de Pizarro,
nietos de
Moctezuma, hijos de San Martín!
Y que una
voz refleje la exaltación suprema,
por el
prodigio vasco sintetice el poema;
¡por el
prodigio vasco! Tierra de Rentería,
donde el
primer Bolívar, mirando al mar un día
pudo decir:
También Vizcaya es ancha!
¡Por ti,
cántabra piedra, que me diste la gloria
de \Aquel que
va gritando por la Historia,
caballero al
galope de un rocin de la Mancha!
Cumaná ha sido pródiga en
hijos dotados del estro poético, para terminar vamos a mencionar algunos nombres que están en el parnaso venezolano,
junto con los sobresalientes Jacinto Gutiérrez Coll, Miguel Sánchez Pesquera,
Marco Antonio Saluzzo, Cruz Salmerón Acosta, Juan Miguel Alarcón, Manuel
Norberto Vetancourt, José María Milá de
la Roca Díaz, Diego Córdova, José Agustín
Fernández, J. M. Rondón Sotillo y
Julio Serpa; y pasan inadvertidos otros cuyos nombres vibraron en otros
tiempos, como Jerónimo Ramos, Juan Manuel y Silverio González, Pedro Antonio
Lara, Rafael Bruzual López, Juan Arcia, Dionisio López Orihuela, Juan Freites, José Fernando Núñez, Ramón
David León, Ramón Suárez, Agustín Silva
Díaz, y mi propio padre Marco Tulio Badaracco. Y tantos otros poetas que
podríamos nombrar, y que están inmortalizados en la antología de poetas
cumaneses recopilada por mi padre Marco Tulio Badaracco Bermúdez.
EL POETA
HUMBERTO GUEVARA,
El poeta Ramón Ordaz, estudió a este enjundioso poeta y misterioso
personaje de la Cumaná de antier, desarrollado dentro de sus circunstancias,
como diría Ortega y Gasset, y como lo ubica Ramón Ordaz en la introducción de
su obra VOCES DE PRIMAVERA, donde
analiza la época de su vivencia, y dice: “
“La segunda
mitad del siglo XIX en Cumaná estuvo signada por hechos como el haber sido
escenario de inesperados desastres naturales, el sismo de 1853, siniestro que
devastó a la población y redujo a polvo la mayor parte de sus edificaciones; y
por acontecimientos como los que tuvieron lugar al proclamarse la guerra
federal –frustrada por la hora fatídica del terremoto- acaudillada por el sabio tribuno, columna de honra y gloria del Gran
Partido Liberal, doctor Estanislao Rendón”; hechos que, al iniciarse en
serio la Guerra Federal en 1859, empezaría a borrar la estela de gloria de la
Cumaná de entones. La diáspora de sus mejores talentos fue la consecuencia más
inmediata. Los Gutiérrez – el General Jacinto Gutiérrez Martínez Alemán y su
familia, entre ellos el poeta Jacinto Gutiérrez Coll y el músico Pedro Elías
Gutiérrez Hart- Los Llamozas –el
inspirado músico Salvador Llamozas-, los Level de Goda–Don Andrés Level de Goda
y sus Hijos-, los hermanos Arcia, los Sánchez Pesquera, los Saluzzo, los
Beauperthuy, y muchas otras familias emprendieron el camino de la emigración y
la ciudad, desolada, contemplaba su infausta suerte entre las ruinas y el
languidecer del espíritu que la
encumbraba…
“Como
compensación y respuesta al fatum de adversidad, las últimas tres décadas del
siglo concentran en Cumaná un nuevo centro de luz, luz germinal, que se
materializara con el advenimiento de una sólida y castiza generación, la que,
entrando el siglo XX daría pruebas encomiásticas de un renacimiento cultural.
Los nombres siguientes son un índice revelador: Juan Arcia (1872), José María
Milá de la Roca Díaz (1872) Pedro Elías Aristeguieta Rojas (1888) Juan Miguel
Alarcón (1887) Andrés Eloy de La Rosa (1888), Ramón David León (1888) José
Antonio Ramos Sucre (1890) Rosa Alarcón (1890), Diego Córdova (1892), Humberto
Guevara (1892) Juan José Acuña (1888) Marco Tulio Badaracco (1883), Dionisio
López Orihuela (1893), Ramón Suarez (1894), José Agustín Fernández (1895),
Andrés Eloy Blanco (1896). Esta pléyade, -así titularon Marco Tulio Badaracco y
Juan Miguel Alarcón una revista literaria en 1908, hizo posible el Ave Fénix de
la ciudad; benefactores, la mayoría, de los conocimientos que se impartían en
el Colegio nacional de Cumaná, hoy Liceo Antonio José de Sucre”.
Nota nuestra.- Yo agregaría a los maestros de esa generación
a: Silverio González Varela y Domingo
Badaracco Bermúdez.
“Con ellos se reponía la tradición intelectual, la que ahora
se proyectaba con claras ambiciones hacia la conquista espiritual de un siglo
XX incierto, turbulento, con ímpetus incestuosos en la ficticia demarcación
realidad/irrealidad alrededor de las ascuas de un eterno conflicto.
Nota
nuestra: Indudablemente Ramón Ordaz se refiere a la obra de Luis Level de Goda:
Historia Contemporánea de Venezuela –Política y Militar -1858-1886- que es una
historia testimonial a la cual se la han tributado comentario favorables en
todos los tiempos. El General en Jefe Luis Level de Goda, fue Individuo de Número de la Academia Nacional
de la Historia, Presidente del Congreso
Nacional, Ministro Plenipotenciario en Francia, Jefe Revolucionario de la
Federación de la cual participó
activamente al lado de Zamora y Falcón. Su relato del asesinato de Zamora y la
batalla de Santa Inés son insuperables. Fin de la nota.
Cuando ocurre su muerte el 9 de diciembre de 1920, días más
tarde el Periódico “Prometeo” reseña con términos elogiosos la vida política y
militar del General Guevara:
“Era un
narrador ameno y verídico, pero con criterio independiente, ajeno de
prejuicios, con miras analíticas que más lo acercan a nuestros días que a
aquellos otros en que se conceptuaba irrespetuoso poner de manifiesto los
desaciertos militares y políticos de nuestros padres libertadores”
Este guerrero de excepción, que desempeñó altos cargos
representativos en la administración pública, conversador ameno, hombre cordial
que estimulaba, asimismo, a los jóvenes escritores de entonces, no nos cabe la
menor duda de que puso extremos cuidados y atenciones en la formación y
educación de sus hijos Arturo y Humberto son la evidencia de lo que
afirmamos El Dr., Arturo Guevara publicó
un voluminoso estudio siquiátrico social sobre don Simón Rodríguez titulado
Espejo de Justicia y dejo inédito un
estudio psico-patológico sobre El Libertador.
Nota
nuestra: Viene muy a cuento, lo que contaba mi padre Marco Tulio Badaracco
Bermúdez, del matrimonio de general Guevara: decía mi padre que el General
conoció a la señora Coraspe en los cañamelares de Cumanacoa, silvestre y bella
cual sus espigas doradas por el sol; y cual pasó en la obra “Pigmalión” de
George Bernard Shaw, que la tomó de Publio Ovidio (43 a.c.), pero con un final
más feliz; se dedicó a enseñarla hasta
convertirla en una verdadera protagonista de la sociedad cumanesa, donde solía
dar conciertos de piano, sobre todo interpretando del repertorio infinito de
Mozart, el preferido de aquella época de oro de la cultura de nuestro
pueblo. Por supuesto que el General
tiene también mucho que ver con la educación exquisita de sus hijos Humberto y
Arturo. El primero, superior poeta,
único en su estilo. El segundo, impecable médico, individuo de Número de la
Academia Nacional de la Lengua, su discurso de incorporación es un modelo
ineludible, para el estudio de nuestra lengua; y su obra sobre Simón Rodríguez,
es fuente permanente para una mejor comprensión del gran maestro del
Libertador. Fin de la glosa.
“Compartió
Humberto con quienes forjaron la última gloria intelectual de Cumaná. Sobresalir ente las figuras estelares de las
primeras décadas del siglo merece la distinción: iniciaba su periplo la leyenda
de Azul de Manicuare. Andrés Eloy Transitaba laureado por el Olimpo español.
Ramos Sucre publicaba sus “rarezas” poéticas en Ritmo e Ideas, Pléyades, El
Universal, Élite, Billiken, las que alcanzarían renombre y aceptación
definitiva en nuestros días. Pedro Elías Aristeguieta después de su “Tromba” y
algunos corridos, trocaría la pluma por las armas, Juan José Acuña, cumplido su
noviciado periodístico en El Iris, que auspiciaba la Sociedad de la Santa Cruz
de la Unión, invitaría a los intelectuales de Cumaná a su Renacimiento. Su
coetáneo y parigual en la empresa periodística, Marco Tulio Badaracco, es digno
de mejor reconocimiento. Para el gremio de periodistas locales no existe, y nos
lo explicamos porque la ignorancia en Tales –no de Mileto- es supina. Las
escusas, como siempre, para esa excepción que no supera los dígitos de la
cuenta regresiva. Pléyades, El Disco, Sucre, Ramón Ordaz continúa: “Fuego de
Blanca Luz, primer intento antológico de la poesía sucrense se lo debemos a él.
Nota nuestra: Así es, pero también
debo decir que mi padre fue toda su vida el periodista de Cumaná, se inició
en 1898, a los 15 años, en el
semanario de oposición “El Látigo”, con
los estudiantes: Pedro Arcia, Fortunato Serra Rodríguez, Pedro Guerra, Pedro
Golindano y Manuel de Jesús Álvarez. Este periódico se editaba en una imprenta
que tenían oculta en la cisterna del castillo de San Antonio, que en aquella
época estaba abandonado y en ruinas. En 1902 se une con el poeta Rafael
Bautista Bruzual López, y editan “El Porvenir”; en 1903, como el mismo, fue
fundador y redactor de “Broches de Flores” donde se dieron cita los
intelectuales cumaneses para competir con “El Cojo Ilustrado”; en 1907, fundó
la revista “Pléyades” con el poeta Juan Miguel Alarcón; en 1909, se une con
Joaquín Silva Díaz y el poeta Andrés Eloy de la Rosa , y editan “La Voz de Sucre”, y “Triquitraque”; en este mismo año edita “El Heraldo Oriental”
con Ramón David León y el Dr. Domingo Badaracco; en 1911, con José Antonio
Moreno Cova, edita la revista “Ritmo e Ideas”; en 1921, con José Vicente
Rodríguez Valdivieso, edita el bisemanario “El Disco” (el periódico más importante de Cumaná, que abre sus páginas
a la publicidad comercial), y en 1924, con el mismo socio edita “El
Sucre”, periódico moderno que produjo buenos dividendos y se mantuvo hasta
después de 1937, y fue acogido con simpatía
en casi todo el oriente venezolano. En todos estos periódicos brilló el
genio de Humberto Guevara, que siempre estuvo al lado de mi padre. Los dos
hicieron entrevistas geniales, que publicaré por separado. Fin de la Nota.
“En 1920 muere el lírico mayor
de la poesía cumanesa del siglo XIX Miguel Sánchez Pesquera, y nueva savia
emerge del relevo. Un maestro, un guía de generaciones, el Dr. Domingo
Badaracco Bermúdez, registra, pulsa la estética de su tiempo. Palabras suyas
despidieron en el cementerio de Cumaná al solitario de la Torre de Timón. Juan
Freites escrkbe su sonado soneto a
Lucia. Joaquín Silva Díaz triunfa en Europa por su ejecución al piano y sus
composiciones musicales. Alguien lo compara con Albéniz. Olvidados quedaban sus
exvotos líricos, un tibio asomo por el soneto. José Agustín, su hermano daba a
conocer con más empeño en Billiken, Cultura y Progreso, otras publicaciones,
sus poemas. El poeta Ramón Suárez, bohemio, descuidado, imprecante mestizo, con
la casta conciencia del olvido, cantó los arpegios del piano de Teresa, cual
incipiente Espronceda. Juan Miguel Alarcón, festejado por Jacinto Fombona
Pachano y Marco Tulio Badaracco, permanece fiel, imperturbable en el castillo
dieciochesco de donde recicló su poesía. Juan Arcia, bíblico y profano, recrea
a su manera el libro de los libros y ensaya una experiencia minimalista con el
soneto. Un alto representante de las letras nacionales, Manuel Díaz Rodríguez,
llega a ocupar la Presidencia del Estado. Un hermano de Angel Miguel Queremel,
escritor también, Pedro Miguel Queremel, desempeñará la Secretaría General de
Gobierno. Un sismo y la invasión de El Falque tiñen trágicamente la década del
20. Algo reverbera en la oscuridad. Un nauta aventado desde Caracas por la revuelta
estudiantil de 1928, regresa a su tierra natal. El escritor José Salazar
Domínguez arribará con su navío y con nuevos bríos para la ruptura literaria.
Abordaron esta navegación Domingo Antón y Mario Gómez, poetas menores. Aquiles Certad, Diego Córdova y Andrés Eloy
de La Rosa emprendían el camino del exilio interior y exterior. Certad viviría
una experiencia con los cófrades de viernes.
La editorial Losada de Buenos Aires publicará sus TERRITORIOS
DEL SUEÑO. Córdva en la orilla opuesta al Gomesismo junto con Andrés Eloy
Blanco, sin soslayar su entorno provinciano y nacional, hará labor de patria en
el extranjero. Uruguay lo vinculará a la poesía de Juana de Ibarbourou .México
coronará su gesta diplomática. José Agustín Fernández, epígono de un modernismo
tardío, deshojará el árbol de la poesía con inocultable pasión por la que llamó
Ciudad Luminosa Un sacerdote ejemplar de origen catalán, vendrá a Cumaná tras
las huellas catequísticas de Monseñor Sixto Sosa: José María Pibernat, clérigo
que dejaría una huella inolvidable, una enseñanza y una obra que no pocos
encontronazos tuvo con el Satán del poeta Guevara. De lo citado, no podemos
soslayar que algunos poetas cayeron en el pecado venial del servilismo al
régimen de turno, circunstancia lamentable, nos pesa decirlo, a la que no
escapó la industria de Humberto Guevara. Decir que Humberto Guevara derrochó su
talento en Cumaná y que, tal vez, pagó el precio del “quedado”, es muy probable
que de lugar a vaguedades o necedades.
Afincarse en su tierra, hilar historias con el color local, remontar y
transcribir la trama del pasado inmediato, tejer el poema al ritmo de las
circunstancias joosas del diario acontecer, amar lo cotidiano como amar a una
mujer llamada Olimpia, musa de la rosa, espejismo de lo eterno y de lo efímero
son muestras más que suficientes para excusar altibajos, siempre que detrás no
haya página arrancable que haga peso e incline la balanza hacia lo indeseable.
Humberto apenas alcanzó el bachillerato, lo que fue
suficiente para su formación intelectual y su conocimiento posterior de los
clásicos de la literatura. Quienes compartieron con él destacan su
refinamiento: “Como la mayoría de los
poetas –Señala Julio Zerpa- fue un desposeído; pero sabía ser rico con sus
pequeños estipendios. Su mesa era de gourmet. Sabía hablar y comer en francés.
En su casa todo habla de buen gusto” (4).
Un cronista de la época al reseñar su muerte daba muestras de su
cercanía y admiración: “Solía a veces tocar el piano, pues le gustaba la música
y su maestro predilecto fue Mosart” (5). Si incurrió en una que otra cursilería
–que poeta no ha flaqueado ante ella diría el venerado Rubén – es debilidad
excusable. El hecho de nombrar a Marcos Pérez Jiménez en un poema que admiramos,
la “Salutación “al celebérrimo Simón Rodríguez, no consigue nuestro acuerdo,
pero entendemos esa fidelidad del poeta a la fecha patriótica cuando Pérez
Jiménez repatrió los restos de Samuel Robinson , con motivo del centenario de
su deceso en Amotape. Este gesto llenaba de orgullo a quienes jamás proscribieron su
enseñanza. Recordemos también que Arturo, su hermano, había escrito un
ejundioso libro sobre Simón Rodríguez, lo que dice cuanto era el respeto y admiración
que se le guardaba al maestro en la familia Guevara-Coraspe. Es bueno precisar,
además, que en 1954 ourre la muerte
inesperada de Humberto, año en que se apreia una mayor producción y publicación
de su obra en periódicos, revistas y hojas sueltas que editaba en la Editorial
Renacimiento. Para entonces desempeñaba el humilde cargo de Inspector del
Trabajo en los estados Sucre y Nueva Esparta. Sus Contemporáneos hablaban de la
incógnita, pero en los sabios
lectores estaba presente la figura imponente, enigmática y tórrida de Humberto,
esa singular espeie de hombre que en una Cumaná todavía recoleta paseaba de un
extremo a otro la flor del verso en el ojal. Al ritmo de su paso de gigante
exhalaba el perfume del poema con un conservadurismo y un apego a las formas
clásicas, sin caer en obsolescencia o anacronismo en los temas que trataba. La
incógnita que rodeaba su figura estaba signada por el hecho de que muy
excepcionalmente publicó con la rúbrica que lo identificaba como ciudadano del
orbe. Por el contrario, popularizó los seudónimos Héctor Galán, El Barón de
Escarpia, y Satán, sin que en ningún caso podamos hablar de heteronimia,
entendida ésta por la modernidad como la creación de personalidades poéticas,
en virtud de la multiplicidad síquica, o mejor, de la división del sujeto que
caracteriza al hombre contemporáneo, Si bien conservó el nombre de Héctor Galán
para los temas netamente líricos, para la anécdota amorosa; el Barón de
Scarpia -personaje de la Tosca, de
Vitoriano Sardou, pieza teatral representada con éxito por una compañía española
a comienzos de siglo en Cumaná- clava el
aguijón en la estampa histórica y la
tradición; mientras que Satán hilvana un discurso humorístico, cáustico,
despues de explorar on sutileza en las costumbres y hechos anecdóticos del
acontecer de su época; para ello, tal como precisa José Agustín Fernández:
Pulsa el estro con orgullo, ardor y entusiasmo, lo mismo en la estrofa
lírica, épica, romántica y descriptiva, que en el verso caballeresco, galante,
digno de aristocráticos salones, en el festivo, satírico y humorístico o en la
copla cordial, oportuna y picaresca.
Como forma clásica, Humberto Guevara privilegió el soneto
bajo la patente del hidalgo nombre de Héctor Galán, y las estrofas largas de
libre extensión, para los poemas que firmaba El Barón de Escarpia y Satán. Con
inteligencia recurrió muchas veces a la parodia, a la ironía, a la sátira; en
fin, a un acendrado humorismo y al canto épico que conseguimos, incluso, en
Héctor Galán. Valiéndose de una versatilidad que pone en juego con el verso,
acompañado de un decoroso y prístino castellano, Humberto Guevara narra, echa
cuentos, plasma la crónica lírica de un tiempo nostálgico y nos entrega una
obra excelsa y digna al lado de quienes fueron sus contemporáneos.
A propósito de lo que calificaríamos como su oficio mayor,
la veta humorística que lo distingue del resto de sus contemporáneos,
tendríamos que señalar algunos aspectos fundamentales para la mejor comprensión
de su obra. En las palabras que le dedica en su última morada, el poeta Julio
Zerpa destaca que se le tenía por retraído e insensible, y añade: “… la ojeriza
que le tienen algunos porque ignoran que hay afabilidad y ternura bajo los
fuertes rasgos de su rostro y bajo su piel de nuez seca, tostada por el sol del
trópico” (7). Convenimos en esto, como salimos en defensa de otros testimonios
que lo muestran afable, cordial, mordaz. Esa dualidad es comprensible y justa
en un poeta de su estirpe. Caracterización que cuadra con la que estimaba una
verdad como un templo Francisco Pimentel, cuando citaba en su “Manual del
perfecto humorista” la frase de Frank Brown: “Una producción humorística es
tanto mejor cuando más se acerca a la seriedad”. A Humberto le cupo compartir
la época de oro del humorismo venezolano. No cabe desestimar que Humberto, como
Aquiles Nazoa (Lancero), rindiera
tributo de admiración al Jobo Pimentel y siguiera al pie de la letra los
conceptos que sobre el humorismo ofreciera en su “Manual…”, los que, por su
extensión , no nos privaremos de citar para conocimiento de los lectores.
Humberto en la anécdota.
Cumaná es
una ciudad de hermosos ritos. Unos han sido olvidados, otros existen y otros se
van creando con el devenir. Uno de estos ritos extinguidos, lo constituía la
ronda en la Plaza
Bolívar. Todas las tardes, y especialmente los domingos,
durante la retreta, los caballeros y las damas iban a dar vueltas a la Plaza Bolívar. En
un hermoso ritual, las damas daban vuelas a la izquierda y los caballeros a la
derecha. Allí se producía, bajo la int
ensidad de las miradas, la discreción de
los gestos, la velocidad de los pasos,
toda la trama de la amistad y el amor. La Plaza Bolívar era el
lugar de cita de los conocidos y enamorados. Se lucían entonces, las mejores
galas, se escuchaban los más dulces y audaces piropos; se observaba el candor
de las niñas, la coquetería de la mujer, la galantería del caballero; el rubor
y la sonrisa conquistadora, la señal invisible para la cita; el beso disimulado
pero apasionado, el beso imposible del enamorado desconocido o burlado; el
adiós del que no tiene esperanza y la alegría del triunfador. Nuestra Plaza Bolívar era algo más que un santuario patriota, era el corazón abierto de la
ciudad.
Durante el día servía de tribuna para la
charla filosófica, para el encuentro de los intelectuales, para las
transacciones mercantiles, para la
discusión política y tantas otras cosas importantes en la vida de nuestro pueblo. Precisamente en
este marco viene el recuerdo del poeta Humberto Guevara. Este extraordinario
cumanés, escritor de fina ironía, que firmaba con famosos seudónimos, como
“Barón de Escarpia, Satán, Héctor Galán”, tema siempre de acaloradas
discusiones, escribió páginas hermosas
de elevado numen en el periodismo de nuestra ciudad, por lo cual saboreó el almíbar
y los laureles de la gloria.
Este intelectual de basta cultura, agudo
ingenio, de pluma penetrante como
estilete, de repentismos oportunos, de métrica intachable, se encontró,
cierto día, con sus amigos Marcel
Patrolín, francés que adoptó nuestra nacionalidad e idiosincrasia, Humberto
Dáscoli, malogrado hermano del ilustre senador cumanés Dr. Carlos Dáscoli; don
Arturo Torres, don Luis Salvador Bruzual y don Francisco Pérez, que charlaban con el Dr. Pierre Bougrat,
famoso escapista de la colonia penitenciaria francesa, el temible penal de
“Cayena”. Bougrat venía precedido de
fama mundial, era un sabio médico, cuyo caso
ha sido comparado con el del Capitán Dreyfus. Cumaná lo acogió con
simpatía y casó en Margarita con una cumanesa de nuestra parentela.
Humberto se acercó a los contertulios; fue
recibido alegremente, y después de los saludos de rigor, lo presentaron con el
eminente galeno. Como era costumbre
continuaron la misma conversación que mantenían; Humberto, informado
debidamente, se integró al grupo. Hablaban de París. Del París de Bougrat, que
muy bien conocían Marcel Patrolín y Humberto Dáscoli. El poeta los escuchaba
embelesado, y de repente comenzó a hablar de París en perfecto francés. De la
antigua Lutecia, de su historia, de los poetas, pintores, políticos; de las
callejas: Montparnasse, el barrio latino, Montmartre, los Campos Elíseos, el
Gran Boulevard, los bosques de Bolonia, El Sena, La Isla de San Luis, el Louvre,
los ventorrillos del Sagrado Corazón, el Lido, el Molino Rojo; también
habló de Víctor Hugo, Dumas, Zolá, Balzac, Baudelaire, Valery, Ezrra Paund,
Monet, Renoir, Cezanne, Dominique Ingres, Francois Boucher, Delacroix, Corot,
etc. y decía: “En la calle del Pavo Real,
había un café con una trastienda
a la cual no se permitía el
paso sino a los personajes más
importantes de la Revolución , y cuando la Revolución estaba
amenazada por todas partes, se produjo
una reunión entre Dantón,
Robespierre, y Marat. Al parecer alguien
escuchó tras la puerta, parte de la acalorada discusión. Robespierre decía que los enemigos de la Revolución se encontraban dentro de Francia, y
argumentaba, elocuentemente, con nombres y señales; Dantón, aprovechó un
paréntesis para recriminarlo y argumentar, que los enemigos de la Revolución estaban en el exterior, que en ese instante
se organizaban una coalición contra Francia, apadrinada por Inglaterra y
Prusia. Y, entonces Marat, se levantó colérico, y dijo: Los enemigos de la Revolución se encuentran en los cafés de Paris. En el café
Choiseul, se reúnen los jacobinos; en el café Pantín se reúnen los realistas,
en el Rende Vouz, se complota contra la Guardia ; en el Teatro se defiende a Voltaire y en
la Rotonda
están contra todos. Allí sé esta minando la Revolución.
Horas después se despidió Humberto Guevara, se alejó con su
paso imperial, su flor roja en el ojal, su sombrero diplomático, y su inigualable sonrisa.
Entonces, Bougrat se dirigió a Marcel, y le preguntó:
¿Cuánto tiempo vivió ese señor
en Paris?
Nunca –fue la lacónica
respuesta.
Ese hombre conoce a Paris
mejor que yo- observó Bougrat.
CRUZ MARIA SALMERON ACOSTA.
Hoy recordamos al poeta mártir, que nace en el
pueblo de Manicuare, el tres de enero de 1892 en la península de Araya, del
Estado Sucre.
Todo el pueblo venezolano ama a Cruz María, sus
poemas son declamados y cantados con devoción por nuestro pueblo. Su tragedia,
su vida sigue siendo un dolor anclado en el corazón de todos los que lo
conocieron y los que se acercan a su canto.
Compañero y camarada de todos los días, del
también formidable poeta José Antonio Ramos Sucre; fue ídolo de la generación
de oro de Cumaná, alumno destacado del maestro Silverio González Varela y sobre
todo en castellano y literatura, de Domingo Badaracco Bermúdez.
Fue el poeta de un pueblo que lo amo con
ternura. Cruz María el hijo de los
pescadores de Manicuare, don Antonio Salmerón y doña Ana Rosa Acosta, un
espíritu superior que vivirá por siempre en su
poesía.
Su
poesía es un canto de amor a su Cordera, Conchita Bruzual; podemos a[preciarlo
en su soneto “Azul” que es perfecto, y está considerada una joya del idioma
castellano.
Azul de aquella cumbre tan lejana
Hacia la cual mi pensamiento vuela
Bajo la paz azul de la mañana
color que tantas cosas me revela
Azul que del azul del cielo emana
Y azul de este gran mar que me consuela
Siempre que miro en él la visión vana
De la ilusión del ala de una vela.
Azul de los paisajes abrileños
Triste azul de mis líricos ensueños
Que me cura pesares y hastíos
Solo me angustias cuando sufro antojos
De besar el azul de aquellos ojos
Que nunca más contemplaran los míos
Por eso Dionisio López Orihuela dice, que fue
un enamorado de la forma, influenciado por Darío, quiso desde el primer momento
escribir versos perfectos. En su época brillaban en Cumana los poetas. La
poesía reinaba en los corazones de aquella juventud de la cual podemos
mencionar a José Antonio Ramos Sucre, Andrés Eloy Blanco, Rondón Sotillo,
Humberto Guevara, Tin Fernández, Andrés Eloy de La Rosa, José Fernando Núñez,
Juan Miguel Alarcón Domingo y Marco Tulio Badaracco, Rafael Bruzual López,
Pedro Elías Aristeguieta, José María Milá, Pedro de La Cruz Milá González, José
Santana Bruzual, Diego Córdova, Joaquín y Agustín Silva Díaz, Silverio González
Varela:
Su poesía, su inspiración es auténticamente
cumanesa, sin embargo López Orihuela, dice: Cruz María en ese corto periodo de
su vida seguirá la corriente modernista. Por lo pronto, Darío es su maestro.
Luego se apasiona por Martí, cuyos discursos y pequeños poemas recitará de
memoria. Martí será para él, después de Bolívar, el más grande ciudadano de
América. Leerá con deleite a Valle Inclán. Sentirá admiración por los grandes
estilistas: Rodó, Díaz Rodríguez,
D’Annunzio. Admira a Alfredo Arvelo Larriva a quién le dedica un poema.
Pero ya he dicho que esto no tiene importancia. Repito que Salmerón Acosta está
más allá de la Estética. Intentemos encontrarlo y veremos que solo el intento
descubre la verdad de nuestro aserto.
Él dice: Entre tus ojos de esmeraldas vivas
Te miro el alma, de ilusiones llena,
Como entre dos cisternas pensativas
Se ve del cielo la extensión serena.
El colibrí de tu mirada riela
Sobre el agua enturbiada de mis ojos,
Y de tus célicas mejillas vuela
Un crepúsculo rosa de sonrojos.
Hilo por hilo la ilusión devana
Y urde sueños en fina filigrana
La araña de mi vaga fantasía,
Porque cuando me miras y te miro
Sale volando tu alma en un suspiro
Y embriagada de amor cae en la mía
La vida de Cruz María no fue siempre la vía dolorosa el fue bohemio
y artista en el más amplio sentido de la
palabra. Fue un joven gallardo, valiente y arriesgado, pero sereno y noble.
Dice Dionisio López Orihuela al recordar a su amigo:
“Y, además, artista: mesurado y musical el decir; fino el andar y el
gesto. En sus labios, por la emoción y el acento de su voz, se transformaban
las palabras. Todas parecían melodiosas y bellas, llenas de un significado
extraño, nuevo. Las escogía, además: las combinaba maravillosamente, con
sobrado deleite. Añádase una hermosura varonil, una arrogancia sin afectación
que inspiraba respeto y también adhesión y cariño”.
Es fácil observar estas singularidades en este soneto:
ROSAS Y LAURELES.
Yo era muy feliz con mi vehemente anhelo
De ceñir un laurel, en mis quereres,
Y me sentó poeta viendo al cielo
Tornarse triste en los atardeceres.
Un día sufrí un vago desconsuelo,
Y busqué la alegría en los placeres;
Más no lograron disipar mi duelo
Ni el vino, ni el azar, ni las mujeres.
Hoy, hasta la esperanza la he perdido;
Suspiro más por amoroso nido,
Que por la gloria vana y el renombre,
Pues muy bien sé que de las penas crueles
Alivian más el corazón del hombre
Las rosas de amor, que los laureles.
Murió, a los 37 años en Manicuare, el 30 de julio Veamos como
su amigo de la infancia, Pepe Alemán, ve la muerte del poeta.
“ ¡Bendita seas muerte que has abierto tus brazos para estrechar en ellas
a Cruz Salmerón Acosta! Tardaste demasiado; para aquel hombre de maldito
destino, hasta tú fuiste cruel, obligándole a una antesala de largos lustros…
¡Cruz! Dura cruz fue su vida. Lo evoco apenas adolecente, mi camarada de
la infancia. Amplio espíritu y gran corazón. Desde mozo pudo traducir en rimas
puras sus emociones optimistas; todo supo sonreírle, todo, hasta el amor. En
los ojos azules de la novia. Salmerón Acosta tenía aprisionada toda la pureza
límpida del cielo cumanés que nos vio nacer.
Cuando emigramos de la provincia Caracas fue acogedora para ambos. El
seguía su camino on firmeza de ambición. Luego en un amanecer trágico vio su
carne señalada por la lepra maldita. Volvió al pueblo. Celebró, estoico, su
propio enterramiento a plena juventud.
Aislado en un rincón de aquella tierra oriental. Salmerón Aosta vio en
largos años como, cadenado al potro de su tormento, su juventud fue
transfigurándose en un guiñapo miserable. En sus últimos días según me han
dicho, ya lo horridos muñones se negaban a sostenerle el lápiz para llevar al papel el alma alada de sus
poesías. A tales extremos se le negó
la vida!
Por una lógica asociación de recuerdo, cuando yo lo evocaba venía
también a mi memoria otro amigo entrañable, maldecido por el mismo mal, poeta también
y de la misma tierra: José María Milá de La Roca Díaz. Nunca visité a Cruz en
su refugio pero evocando al otro camarada me parecía verle a él también asomado
a la vida exterior por el boquete sórdido de una claraboya…
Salmerón Acosta tuvo dos testigos permanentes de su dolor: mar y cielo!
Las dos inmensidades engañosas pero fraternas, enmarcando su espíritu.
“En este panorama que diseño
Para tormento de mis horas malas;
El cielo dice de ilusión y galas
El mar discurre de esperanza y sueños.
Tormento de las horas malas, pero también única ficción de las horas
buenas. Salmerón Acosta lo perdió todo,
todo! Cada desgarramiento de su carne
fue otro desgarramiento de su alma. Y ahora ante la noticia de lo que no
es su muerte -porque muerto estab desde
hace muhos años- sino de suliberación , quisiera hyo comprender a que extremos
de heroísmo es capaz de llegasr el alma humana: ¿omo pudo ser que Salmerón
Acosta ante el dolor de vivir muerto pudo liberarse de pensar en el suicidio?
¿Qué formidable fuerza moral tuvo su esperanza?
“Mi ilusión esta sobre un abismo
Y cerca de otro abismo mi esperanza”
Generoso optimismo dentro de su propia raíz amarga! Estarcerda de un
abismo no es caer en él ¡Esperanza! ¿De
qué? Conoció su enfermedad en todo su horror; huyó de la ciencia; día tras día
fue espectador impasible de su propia ruina. Acuño en su espíritu un
sentimiento de lucida conformidad:
Mientras se va mi juventud querida
En el duro aislamiento de mi vida
Mi pobre alma que la suerte azota
Va destilado en lágrimas su pena
Pero, ay! ese dolor que mi alma llena
Es como un manantial que no se agota.
Su sostén fue un recuerdo. En el tope de su cruz hizo un nido; hasta
este nido desendió en vuelo espiritual
la paloma eucarística de su único amor; la añoranza de la novia puso
eternamente en el tope de su cruz, un trémulo batir de alas, de alas extendidas
como una bendición sobre el escombro de su juventud.
Solo el milagro del amor podía explicarnos su conformidad; solo el
recuerdo de una mujer pudo alejar de sus labios la maldición y hasta la
blasfemia. En su larga noche vio siempre encendida la lucecita evocadora de
aquel cariño; el cielo y el mar sus únicos panoramas le mantuvieron viva en las
desoladas pupilas, la visión acariciadora de unos ojos azules y mansos, visión
que encerró en este poema cuyos catorce versos son también catorce lágrimas.
Pocos muertos han merecido como
tú la paz Salmerón Acosta! Posiblemente te han escondido bajo
tierra como tú mismo te sepultaste sobre
ella: oyendo la eterna canción del mar. Y el mar sabrá devolverte todas las
estrofas que echaste a volar sobre sus ondas”.
Todo el pueblo venezolano ama a Cruz María. Su dolor sigue siendo un
dolor anclado en el corazón de todos los que lo conocieron y los que se acercan
a su poesía. Compañero de estudios de Ramos Sucre, alumno del maestro Silverito
González Varela, compañero y
amigo de su pueblo que lo amo con ternura. El hijo de pescadores de
Manicuare, don Antonio Salmerón y doña Ana Rosa Acosta, sigue vivo en espíritu
en su casa de Manicuare donde su poesía ocupa su eternidad..
Arturo Luis Torres Rivero, le dedicó muchos
años a recopilar los versos de Cruz María, la familia de su Cordera, los
Bruzual, colaboraron con él, sino
hubiese sido así, no se logra nunca reunir sus poemas. Arturo se los dio a
Dionisio López Orihuela, su amigo, que dice de él:
“En él se realiza el tipo humano de
excepcional pureza y fuerza y además genuinamente nuestro. El posee física y
espiritualmente, en alto grado y en forma armoniosa, las virtudes que van a
hacer posible en los últimos años de su vida,
aquella gloriosa transfiguración que hizo de él no un mártir, sino un héroe y un santo: valor
personal, sereno y noble, como condición primaria indispensable; orgullo e hidalguía, unidos
dentro de un sentimiento de humanidad casi mítico, de fraternal alianza;
concepto de la dignidad exaltada de ideal caballeresco; amor al bien y a la
justicia; rebeldía entre todo lo que represente la falsedad y bajeza.
Cruz María estudia primaria en Manicuare y en
Toporo, un barrio de Cumaná en su tiempo. Graduado de bachiller en el Colegio Federal de
Cumaná, en 1910. Funda, con Ramos Sucre, la revista literaria Broche de Oro.
Viaja a Caracas a estudiar Derecho, pero apenas por dos años, a causa del
cierre de la Universidad en 1912. Escribe sus primeros versos en 1911.
Repentinamente, su vida da un vuelco, al contraer la lepra probablemente en la
cárcel de Cumaná. Milita en la Asociación General de Estudiantes, y en 1913
regresa a Cumaná. Escoge a Manicuare como su lugar de aislamiento, y allí
transcurre el resto de su vida, en medio de la soledad. En 1952 se publica la
primera recopilación de sus versos, ¨Fuente de amargura¨. Como dije, el
Dr.
Arturo Luis Torres Rivero y Dionisio López
Orihuela, se unen en esta tarea. Toda su producción está teñida del dolor que
sufrió, de la impotencia y la soledad que lo sepultó en vida. “Azul” es su
poema más recordado, uno de los sonetos más perfectos de la lengua
castellana; pero muy acertados son
también “Piedad”, “Cielo y mar”, y “La Nueva Andalucía”.
El sentimiento de Cumaná por Cruz María, lo vamos
a expresar en una página conmovedora, la entrevista que le hizo el poeta
Acisclo Gómez, cuatro años antes de su muerte, que fue publicada en el
bisemanario SUCRE el 16 de diciembre de 1925, Que titula: “SALMERÓN ACOSTA”
“Leía con voluptuosa impaciencia y nerviosa
fruición intelectual aquellas partículas de emoción y sentimentalidad de “EL
CANCIONERO” donde Heine el maravilloso teutón vierte, como en sonoros moldes,
todo el encanto artístico de su genio, la dulzura de su alma enferma y el
rutilante oro de su estética tan discutida y tan envidiada en el alba del
decadentismo, cuando una evocación afín me asaltó de súbito, y de aquella
exquisita función de belleza en que mi alma parecía suspensa como sobre la corola abierta el perfume, hubo cual una
misteriosa trasmisión a cuya acción mi pensamiento fundió dos concepciones; y
mis ojos se volvieron hacia la playa lejana, donde otro poeta, dulce y mártir,
como su obra y su vida, el héroe de un insondable dolor, cultiva sus rosales y enreda en encantadoras melodías el tesoro
musical de su alma –toda poesía y luz- para suprema delectación de los que
tenemos la dicha de leerlo y comprenderlo.
Es Salmerón Acosta, el poeta enfermo que ha
hecho de todos sus dolores el más excelso florilegio de lirismo en una perenne,
religiosa elevación hacia lo ideal. Lo conocí en una mañana azul –como debía
serlo para tal hallazgo- en que atado a un amor peregrino llegue a su noble
retiro buscando paz a mi inquietud. Me mostró sus dolores y me
enseñó como, sobre cada uno
de ellos había hecho brotar, a manera de milagroso bálsamo una rosa. Hablome
largo de su vida solitaria y conforme: conforme con el destino, conforme con
Dios, conforme con la pena. Fraternizamos un poco y me comunicó luego sus
sensaciones.
El poeta está dotado de una gran voluntad
artística que mueve todo su ser a una excelsa consagración. Sus desmayos
vitales han sido tocados con un apasionado estímulo en extraordinarias energías
emotivas. Cincela florentinamente el albo marfil de sus quimeras y practica con
virtuosa desesperación la gloriosa doctrina de triunfar. Cuando ahondo en su
conciencia quedo maravillado de tanto valor. Este es el verdadero poeta –me
dije- Martirizado, se aventura a dar alientos a quienes le sobra, y casi
alejado de la vida por una funesta elección de la suerte, aconseja vivir, con
una fuerza optimista de filósofo franciscano. Laudable templanza de su
espíritu.
Esto es Salmerón Acosta. Su personalidad
estudiada, cuando esto tenga lugar, legará
a la posteridad un glorioso dechado. En cuanto al poeta, sus versos han
proclamado ya, bien sonoramente, que posee el instinto del Genio, la gracia
ática y la diestra pulcritud del Artista”.
ANTECEDENTES
José María era un joven de largos silencios, de
caminar pausado, alto, delgado, blanco traslúcido, de pelo negro, mirada triste
pero altiva, trabajador incansable, escritor a tiempo completo, sabio,
elocuente y rebelde. Su rebeldía era innata, angustiosa, con un sentido alto de
la dignidad. Tenía conocimientos misteriosos de todas las cosas y de todo lo
que se movía en derredor.
Mi padre decía que José María Milá de La Roca Díaz,
era como un hermano para él, cuando cayó enfermo se encerró en su casa, hablaba
con sus familiares cercanos y con algunos amigos a mi padre le entregaba semanalmente, por debajo de la
puerta de su casa, sus poesías y las cuartillas de su novela “LALITA” para que
las publicara en sus periódicos o en aquellos con los cuales trabajaba.
Yo también aprendí a querer al poeta a través de la
parte de su obra que se publicó en el periódico ‘La Constitución’ de don
Federico Madriz Otero, en el cual el Dr. Badaracco y papá eran redactores, y
luego, tengo el Libro de la Familia Milá de La Roca, donde está su obra
completa.
Los poetas Celso Medina y Ramón Ordaz,
lo han dado a conocer en sus obras, Ramón Ordaz publicó su novela “Lalita” con
una introducción crítica (tuvo la suerte de conseguir un ejemplar con
Caupolicán Ovalles) , y Celso Medina sus poesías, con lo cual lo han dado a
conocer a las nuevas generaciones, considero importante aportar a ustedes el
trabajo de mi padre, amigo personal del poeta, veamos:
JOSE MARIA
MILÁ DE LA ROCA DÍAZ
CONOCIDO
COMO
CESAR AUGUSTO CUMANÉS.
J.M. Milá de La Roca Díaz fue uno de nuestros
admirados poetas. Bajo el seudónimo de César Augusto Cumanés, a fines del siglo
pasado, comenzó a darse a conocer como cultivador de las letras, publicando sus
producciones en periódicos de la localidad, y nosotros, presuntos intelectuales, recibíamos y recitábamos sus sentidas
estrofas, en nuestros incipientes corrillos literarios, discutiendo la
personalidad de este bardo que emergía como una prometedora luminaria tras el
prolongado silencio que pareció asentar definitivamente su tiniebla infecunda
en la vastedad del territorio provinciano.
Sabíamos de su reclusión, por el mal tremendo que
torturó y destruyó su vida, y un sentimiento de piedad aunado a ese oro de
admiración al poeta nos hacía asignarle una estatura inmensurable, cual si
nadie más, ni Milton creando su ‘Paraíso Perdido’ en medio de nuestra ceguedad
pudiera comparársele.. ¡Que de prodigios imaginábamos! Se nos antojaba cada
verso suyo a manera de hebra sutil y luminosa que se filtraba al exterior por
rendijas invisibles de su celda, para proyectar hacia el pueblo la claridad
melodiosa de su talento.
En el Colegio Nacional de Cumaná, cuando él cursaba
estudios secundaros y muchos de nosotros asistíamos al curso de latinidad bajo
el rectorado del sabio maestro Don José Silverio González Varela, le veíamos
casi a diario y recordamos su perfil de
adolescente, la expresión preocupada de su rostro como de quien presiente la
pena letal que ha de atarlo, cual otro Prometeo a la columna inclemente del
martirio
Al pie de áridas colinas que bordean la extensión
semejante y salobre, huérfana de árboles, que declina hacia el mar, ante un
panorama de incambiable desolación al noreste de la ciudad, edificaron sus
padres algo como rústico albergue, definitiva o anticipada mortaja de este hijo
que poseyó dotes sobresalientes para elevar su nombre por sobre el tiempo en
alas de cantos y rompió con el poder de su pensamiento el estrecho recinto que
lo aprisionaba para divulgar y vivir con la perennidad de sus canciones más
allá del dolor, más allá de la muerte.
En aquella rústica vivienda, en vida contemplativa y
solitaria, se consagró al estudio, al trabajo intelectual, acogió quizá a la
elocuente sentencia del Salmista ‘Suma dolor quien suma sabiduría’ Al conjuro de su musa, vibraron allí sus
poemas, con resonancia armoniosa en la ciudad que los recibía como dones
inefables, porque se le suponía hundido con el pesar, agotado por el
sufrimiento, sin voluntad, añorante de cuanto a se redor adivinaba él
transformándose, viviendo, la cambiante ilusión juvenil, el progreso naciente
de la ciudad, el diuturno ajetreo de su pueblo y, antes de todo, la revolución
literaria que se imponía tanto en la expresión como en la forma, con aquel
movimiento que se llamó modernismo, surgido en Nicaragua con la paternidad de
Rubén Darío trasponía las fronteras y era acogido con entusiasmo en todas las
juveniles Peñas literarias del Continente renovando la lírica castellana.
Los más renombrados representativos de esa lírica en
la vasta extensión americana, dieron impulso a esa corriente renovadora:
Lugones, Chocano, Nervo, Díaz, Valencia, Blanco Fombona, Juana de Ibarboroug y
tantos consagrados por la fama, lumbreras que difundían su comprensiva
diafanidad por el orbe castellano sustentadores de los nuevos símbolos.
Con AZUL la obra inicial de Rubén Darío, que se editó
en Chile, penetró en España la nueva escuela, r4ecibiendo allá las más extremas
contrapuestas discusiones. Don Juan de Valera el castizo autor de Pepita
Jiménez de prosa acicalada y polifónica
según con conceptúa Felipe Tejera, comentó el libro en una carta al autor, a
manera de Prólogo con liberalidad, con alabanza, convirtiéndose al exótico
credo que se propagaba por la Madre Patria, tocando a todos los cenáculos,
adueñándose de la mente juvenil, dispuesta siempre a cuanto signifique
renovación.
Atónitos quedaban los viejos maestros, los
consagrados en el arte de Apolo, sucesores y continuadores de los mejores
clásicos de nuestro idioma: Núñez de Arce, el príncipe de la lírica creador del
IDILIO a quien imitó nuestro Andrés Mata; Campoamor el de las Doloras y tantos
insignes vates de universal renombre ya en la Península, ya en la América
Hispana, quienes habían afirmado su opinión como dogma, esclavos de la métrica
cadenciosa, sujetos a la retórica de Hermosilla, el gigante traductor de Homero
en impecables versos castellanos, atentos a la crítica erudita de don Marcelino
Meléndez Pelayo el polígrafo sin par, cortaban el vuelo a la fantasía, no atreviéndose
a romper la línea trazada por los clásicos, dándole dutilidad y soltura al
estilo, son que los definió Rubén Darío ‘‘eran defensores acérrimos de la
conexión académica de letras y de modo lamido del arte, almas sublimes, pero
amantes de la lija y de la ortografía…’’
Milá de la Roca Díaz se aferró a la antigua escuela,
encasillado en los antiguos moldes, no queriendo dar crédito al desquiciamiento
de una tradición secular, sustentado hasta entonces por los más ilustres
escritores, por el prestigio de nombres intocables y que él conceptuaba
inamovibles. Estereotipó su estilo en la forma arcaica,
porque
dentro de su dura vivienda, cultivando el verso, alejado de la incesante
palpitación de la vida diaria, del tráfago urbano, de la policromía de la luz
en cuanto tocan sus rayos, a la manera de Silvio Pellico, enamorado de su
‘‘Picciola’’, la única manifestación de vida nacida en la oscuridad de su
húmedo calabozo, se apegó a su modo de expresión, para lanzar al mundo sus
endechas, sus imprecaciones, la conmoción dolorosa de su fe…
En la inflexibilidad de tales moldes
supo, sin embargo, encontrar soltura a sus estrofas, exteriorizar su
pensamiento, los anhelos de su corazón, convirtiendo su honda pena en imágenes,
rimados mensajeros que lo hacían convivir con su pueblo, en el afecto de la
comunidad. Su dinamismo fue íntimo, con Lalita, la heroína de su novela de ese
nombre, recorrió nuestras calles, subió a nuestras colinas, visito nuestros
campos, percibió la fragancia de nuestros montes, supo del amor que no llamó a
sus puertas, lapiadas físicamente para el infantil dios alado.
Al leerlo se creería que personalmente
estuvo en los sitios que describe, ya es él encarnación de su fantástico héroe.
Son gráficas descripciones que para los cumaneses sus contemporáneos
constituyeron deleites, a la vez que el consuelo de figurárselo viviendo
aquellos episodios románticos creados por su pluma para darle libertad a su
espíritu y elevado ágil y jubiloso a espacios distanciados de su lento
martirio.
Nacido en 1878, acaeció su muerte en
1911 y a su vida atormentada, pese a su reclusión de años, dejo editadas
‘’LALITA’’, novelas y dos tomos de poesías ‘’ARISTAS Y FCACETAS’’ y ‘’ALJABA´´,
con otras producciones que se conservan inéditas y que él tenía recopiladas
para darlas a publicidad bajo el título de ‘’NOCTURNOS’’. Noble y encomiable
esfuerzo el de este apasionado de la poesía, cuyo nombre se alarga con la
vibrante estela de sus canciones hasta aquellas generaciones que sepan gustar
la música del verso, el sabor inefable de una bella estrofa.
Sobre su tumba se deshojaron inmarchitables rosas,
aquellas de perenne fragancia que inspirados bardos de claro estilo dedicáronle
en manojo de rimas. También nosotros hemos querido depositar sobre la losa sepulcral
de este preclaro hijo de Cumaná, esta breve semblanza, como tributo de sincera
admiración.
Marco Tulio Badaracco Bermúdez
Para que
aprecien su divino estro bastara un ramo
de rosas de su esmerad jardín, veamos:
DEL DESIERTO
No creas que á mis años juveniles
Engaña el esplendor de tus palabras,
Yo no acepto ni dogmas ni maestros
Sin que primero los tamice el alma.
Tú cantas el tropel de los combates,
Tú admiras el fragor de las batallas,
Tú ensalzas el valor de los guerreros,
Tú aplaudes las victorias de las armas,
Yo canto a Cristo, el redentor judío,
Yo admiro a Buda, el redentor del Asia,
Yo ensalzo a Franklin, domador del rayo,
Yo aplaudo a Fulton, vencedor del agua,
Y en tanto gritas tú:
¡ Despierta hierro!
Yo digo: basta ya; hierro, descansa.
Yo sé muy bien que ante el criterio humano
Es grande el hombre cuando en grande mata;
César fué un héroe por que dijo ¡guerra!
Jesús un loco porque dijo !ama!
Yo no extraño el aplauso de las turbas
Ni los loores que la historia canta,
Porque hay vergüenzas que parecen glorias,
Porque hay reptiles que pareen águilas,
Más yo no admiro triunfos ni laureles
Que vierten sangre y que provocan lágrimas
Yo no admiro heroísmo ni grandezas
Que en pedestal de huesos se levantan,
Yo admiro a los cóndores ¡cuando suben!
Yo nunca los admiro cuando matan.
De soldados y grandes capitanes
Que subyugaron mundos á sus plantas
No salieron jamás los redentores
Que la ignorante humanidad reclama.
Bajo los cascos del corcel de Atila
La yerba de los campos se agostaba
Bajo los pies del vencedor de mundos
Solo crece un derecho, el de la espada;
Encuentra libre, pero deja siervos,
Encuentra hombres, pero deja parias
Y cuando el aparato y el bullicio,
De sus estruendos militares pasan,
En la honda roja silenciosa y triste
No ven flotar las libertades náufragas.
¡Tiene que ser…!
La fuerza se repele
Con la fuerza, las armas con las armas;
El fuerte por ser fuerte no es justicia,
Y la vida del débil es sagrada;
Mas sé también que mientras haya fuerzas
Que repeler con armas en batalla,
Mientras que exista un fuerte en un tirano,
Mientras exista un ciervo en una infamia
Mientras que de la heroica Judit sea
La vengadora mano necesaria,
Mientras que pueblos eslavicen pueblos,
Mientras que yugos y cadenas haya,
Mientras la humanidad cante la guerra
No es hombre el hombre sino fiera humana.
El sable de Alejandro el macedonio
Mutila y diezma sin piedad el Asia;
Aníbal con sus áfricas legiones
En rojo surtidor al mundo baña;
El águila triunfal de Julio César
Desangra el orbe con furiosa garra;
Bonaparte abonando en sangre á Europa
Barre naciones y despuebla á Francia…
Inmarcesibles triunfos de acero,
Esplendorosa gloria de las armas,
Llena la historia está con tantos triunfos,
Rojas con tanta gloria están sus páginas
Pasan los héroes, se desangra el mundo,
La muchedumbre aplaude y tiembla el alma…
Oh, turbas que os miráis bajo las ruedas
Del carro de los césares diezmadas,
Y viendo el rojo funerario surco
Cantáis vitorias y batís las palmas;
Oh, turbas que ciñendo al César lauros
Laméis sus manos y besáis sus plantas,
Sus plantas que os humillan y envilecen,
Sus manos que os mutilan y desangran…
¿En donde el astro redentor que arroje
Calor y luz
entre tinieblas tantas?
¿Dónde el Jesús que ha de dar vista al ciego,
Que así ve sierpes donde vuelan águilas,
Que así ve llanos donde se alzan cumbres
Como en donde hay abismos ve montañas…?
Por sobre la hecatombe de la guerra
El tiempo rueda y silencioso pasa,
Se suceden los pueblos y naciones,
Se transforman los hombres y las razas;
Y por sobre el fragor de los combates,
Y por sobre el estruendo de las armas,
Por sobre el rojo surco del pasado
Tiende un manto piadoso mi esperanza…
¡Oh! Me paree
que en el alma escucho
Rumor de voces que en concierto cantan:
--Soñador! Ya la aurora se avecina,
Velada Temis impasible aguarda…
Canta la alondra y su canción anuncia
Que huye la noche ante la luz que avanza.
DE PSIQUIS
Yo quisiera…
¡Tantas cosas de la
vida…!
Vagos sueños, cuyas
brumas transparentan la quimera…
Tal vez ansias
imposibles, que, en contarlas no se cuida
La gran loca, la
esperanza lisonjera…!
Yo quisiera…
Un país, el de mis
sueños, donde el alma se extasiara.
Contemplando
realidades los mirajes que he soñado…
La sin par belleza
rara…
Del país de los
querubes, del que el alma guarda avara
Un dulcísimo
concento por el alma adivinado…
Fugacísimos aromas
de inefable primavera…
Yo quisiera…
Un amor belleza
todo, un amor todo ternura,
Para el alma
vibraciones de exquisitas armonías…
Un amor divino…
humano…pasión loca…pasión pura…
Y es aquel que soné
un día con la hermosa criatura
Flor de mi alma,
flor de amores de mis hermosos días…
Flor de ensueños,
flor de dichas en la fe que ama y espera…
Yo quisiera…
¡Tantas cosas en la
vida…!
Vagos sueños, cuyas
brumas transparentan la quimera…
Tal vez ansias
imposibles que en contarlas no se cuida
La gran loca, la
esperanza lisonjera…
Yo quisiera…
Ver los hombres, no
rivales ni enemigos, sino hermanos,
Ver al hombre amar
al hombre, ver al hombre odiar la guerra,
Ver al hombre odiar
la sangre que hoy gotea de sus manos…
No ver siervos ni
señores ni oprimidos ni tiranos…
Yb una patria…una
tan solo… la gran patria ,,,! nuestra tierra!
Con un pueblo…solo
uno: ¡la familia humana entera!
Yo quisiera…
Ver a Dios, y frente
a frente, y mirar por fin un día
Si es verdad que
Dios existe… si es que es justo…si es que es bueno…
“Rey excelso de
los reyes y del orbe –le diría-
Señor Santo; tiende
al hombre tu paterna mano pía
Si es verdad tu
providencia… ¡Ve ese mundo todo cieno…!
Si eres padre, Señor
Santo, purifica… regenera…!
Yo quisiera…
Ver la síntesis
sagrada
De lo hermoso, de lo
puro, de lo bello, de lo santo,
De lo justo, de lo
bueno… en el hombre humanizado
¡¿Quien responde…?! Nadie… nada…
Es la noche… y la
tiniebla infunde espanto…
Todo mundo… y el
silencio desespera…
¡Dios del hombre!
Que esta alma me arrancas yo quisiera…!
LUIS BELTRÁN MAGO
Hablar de Luis Beltrán Mago en Cumaná, es francamente
coloquial. No diré nada de su Curriculum, sus ejecutorias, sus triunfos en el
campo de Agramante, porque está dicho entre ese manojo de cayenas cumanesas de
distintos colores y perfumes, que tienen ustedes en las manos, que lo
convierten en el producto más acabado de la Escuela poética de Cumaná de los
últimos tiempos. Y esto no lo digo como una retrechería de un Cumanés, sino que
esta avalado por un jurado de la madre de la lengua, jurado igual al que alertó al mundo hispánico en
1923, cuando puso la corona de laureles en la frente del incomparable Andrés
Eloy Blanco, el poeta de Giraluna y el Canto a los Hijos.
Más bien voy a recordar lo que dice mi padre, cuando
le tocó hablar en Cumaná de aquel poeta
que embriago el Olimpo de la poesía:
Marco Tulio, dijo entonces de la
poesía y los poetas… y… tal vez alguna sonrisa indiscreta me castigue por
repetitivo, porque algo de eso dije en mi discurso en el acto de presentación, por la ilustre
carupanera Dra. Hildegard Rondón, del libro antológico del poeta José Manuel
Rondón Sotillo, su padre; otro cumanés que llevó triunfal el producto refinado
de la “Escuela de Cumaná” a una cumbre
lírica en la patria de San Martín y Jorge Luis Borges, y que es lo mismo que
decir: la cantera más nutrida de la
poesía castellana, para comprobar su calidad a la luz de los grandes maestros
de la lengua.
Marco Tulio dice “La
poesía es la máxima construcción de la palabra, en ella adquiere su armonía y
resonancia. David, el lírico por excelencia, se dirige en salmos al Creador; el
Corán que es la palabra revelada por Dios a Mahoma, se escribió en versos, y
como decía el profeta del Islam: “Yo no soy poeta, el Corán no es obra mía, son
las palabras de Alá, que resuenan por mi boca”... “Salomón el hijo de David,
dueño de la sabiduría infinita, también fue un inspirado divino, y el Cantar de
los Cantares, el idilio sagrado, con la inextinguible fragancia de sus versos,
traspasa el tiempo y nos entrega, la perfección de la palabra que en San Juan
de La Cruz, es la imagen y encarnación de Dios”.
En este Canto de
Amor por Cumaná, premiado, por supuesto, porque es una alta manifestación del
amor por un pueblo, tal vez desconocido por los jurados de allende el mar;
escrito con la sencillez del amante, por el escriba, que fulminado por el rayo divino, el mismo que
tocó a Salomón, cuando se declara a la
novia en
el “Cantar de los Cantares”; pero en este caso, ésta dulce novia no es
Dios, es su ciudad que a la vez es su
doncella que se mira sobre “el espejo y la luna”…
Desde hace 500 años
esta novia ha sido cantada, ensalzada por hombres y mujeres de razas bravías, tenaces en el hacer del
barro los diamantes del idioma, aquí, nuestros maestros dominicos y
franciscanos, nos trajeron las oraciones, canticos, música y poesía y germinó
la simiente encontrando buena tierra para sus raíces. La fragua de la imaginación inició la
creación de las formas, puliéndola en el buril de su paisaje, de su aprendizaje
donde anidó la metáfora y alcanzó la perfección de la que habló el Príncipe de
los Poetas.
Vino un fraile,
Pedro de Córdoba, poeta del amor, clavó una cruz en sitio insólito, Playa de
Ostia, un médano a la orilla del mar y el rio… Chiribichií… como si hubiese
prendido un faro de luz inextinguible. Desde ese instante una nueva voz penetró
en el corazón de nuestro pueblo… y aquellos hombres que recibieron la palabra,
como Adán, recibieron también el beso de Dios.
Vinieron entonces
muchos maestros, que además de sabiduría regaron la nuestra con su sangre;
trajeron la lengua y la religión; trajeron libros, música, cantos, y el
espíritu del crucificado, para enseñarnos otra forma de amar… y otra forma de
entender la realidad, diferenciar el bien y el mal. Construyeron templos para la
cátedra de Cristo, y su palabra fue la fuente primaria de la poesía.
Cristóbal
de Quesada, el maestro, su tiempo en Cumaná corresponde a la edad del
perfeccionamiento y de la genialidad cumanesa; el arte de esa época tiene ya
una proyección universal, se que a muchos no les va a gustar que se diga esto,
pero resulta que no soy yo el que lo dice, es Andrés Bello, el producto de
aquella circunstancia, Cumaná tenía los mejores maestros. Y no es por
casualidad que sea la misma época de Fr. Antonio Patricio de Alcalá, Maria
Alcalá de la Guerra, Gómez Cardiel, Blas
de Rivera, Bartolomé Bello, Andrés Level Allen y su hijo Andrés Level de Goda,
de Carlos del Pozo Sucre, Pitor Löfling y Alejandro de Humboldt… y… no podía
faltar el epígono, Antonio José de Sucre, el producto, la esencia, acero templado como hoja toledana. Es también
la época prerrevolucionaria y la Cumaná guerrera, era capital de una
importante provincia del imperio español, cuyos capitanes generales se
distinguían por su cultura y rango, quien podía imaginar que esa espada
redentora derrotaría al imperio más poderoso de la tierra: ¡Quién pude
disminuir ese prodigio…! Aun no lo tienen muy claro.
Desde 1733, en que
arriba el marqués de Preux, don Carlos Francisco de Sucre y Pardo, y su formidable
familia, vive la comunidad cumanesa una verdadera revolución cultural: se
inician las clases superiores de filosofía,
llegan viajeros como Pitor Löfling, que se aloja en la casa de un
humilde sabio cumanés don José Sánchez y Alcalá, y pasa 10 años de estudios y
experiencias y logros que en otra parte no se hubiesen podido obtener; para acercarse a aquel mundo que se abría ante sus ojos se
necesitaban los mejores maestros, y 10 años de estudios bajo su tutoría, y el
sabio no quería irse; pero el embrujo de Guayana se lo llevó, y en esa casa
quedó toda su sabiduría, que luego le serviría a Humboldt y a Vargas; porque es
el tiempo del Dr.. José María Vargas, de Bartolomé Bello, del coronel don Juan
de Pineda, que abre las puertas de la escuela superior de matemáticas; de Blas de Rivera, que inicia
los estudios superiores de filosofía; Maria Alcalá de la Guerra, que se ocupa
de los niños pobres; Antonio Patricio de Alcalá que se ocupa de los enfermos y
Don Vicente Sucre y García que se ocupa de la libertad. Nuestro pueblo se empinaba para tocar las
puertas alzadas de la sabiduría y del producto podemos dar fe.
Podríamos hacer en estén plan toda la historia de la
poesía Cumanesa, como lo intentó Marco Tulio, con la ayuda del poeta Armas
Alfonso, y publicaron “Fuego de Blanca Luz”, una antología con 74 poetas de la
Escuela de Cumaná; pero lo vamos a abreviar, con solo mencionar algunos nombres
de poetas glorificados: Andrés Eloy, Ramos Sucre, Cruz Maria Salmerón, Humberto
Guevara, Rondón Sotillo, Tin Fernández y Luis Beltrán Mago. Entonces llamaría
al son de trompetas, a Andrés Eloy, el magno de la metáfora; a Ramos Sucre, el genio de la poesía, que nos
lleva como Hermes a descubrir la
sabiduría en 22 arcanos; a Cruz María,
que nos enseño a llorar; a Humberto Guevara, el magno de la ironía, que nos
enseñó a reír; a Tin Fernández, que nos
mostró lo bello de ser pobre, Rondón
Sotillo, modelo de nuestra escuela, que
nos mostró como la poesía puede unir a nuestros pueblos; y Luis Beltrán Mago, la síntesis de la
sabiduría y la poesía de la Escuela de Cumaná. Su poesía es una declaración de
amor a su ciudad, a su pueblo…
POEMAS
DE LUIS BELTRAN MAGO
LA CIUDAD Y EL AMOR
La
ciudad está allí.
Cerca
del mar sus ojos
Para
mirarse sobre el espejo
Y
la luna.
Sencillamente
dormida
A
la falda del cerro
Colorado.
Partida
en dos por el látigo gris
del
agua dulce que el Manzanares
vierte
hacia el Caribe.
La
ciudad es un símbolo.
Alguna
vez el hombre, la simiente,
La
luz,
Lo
eterno y lo infinito
hubo
de defenderla.
Hace
de esto más de mil quinientos anos
y
aún no habíamos nacido
en
el alma del indio.
La
ciudad alisaba sus crenchas de azabache
y
el río que es una cinta
blanca
donde
como en requiebros
van
navegando
cantas,
muchas
veces de noche se desviste
de
sombras
y
al percibir de la luna
el
silencio,
sueña
sueños sin tiempo.
Se
alimenta de siglos y recorre
el
espacio
de
la canta y el canto.
Sueña
por sus orillas la ciudad
marinera.
La
ciudad Mariscala se olvidó
Se
olvidó de la sombgra
y
una orquesta de cielos, de nubes
y
recuerdos
toca
un vals
que
estremece la sangre,
Sublimiza
hasta el yo
y
prende en los oídos del abuelo
y
el niño.
(El
indio alzó sus arcos para enflechar
su
nombre
Y
dijo Cumaná que es una vieja linda
que
no se muere nunca.)
La
ciudad se recuesta de su mar
y
sus olas,
corre
a tientas por playas, por lagunas
y
arenas.
Conversa
con el pez, con la lumbre
y
el pan,
riega
huertas y escribe, sobre
su
Pan de Azúcar
un
canto a la memoria,
a
su antigua nobleza,
a
su héroe y sus poetas.
Talla
en la madrugada de la sabana
abierta
estatuas
que recuerdan su linaje
y
su luz.
Entonces
llega el tiempo de la brisa
y
el canto
a
escuchar los nombres
de
la inmortalidad.
Andrés
Eloy sereno,
vivo,
sediento
hasta beberse toda
la
inmensidad
que
va de su palabra hasta
la
libertad.
Cruz
Salmerón dolido sentado
Frente
al mar
hurgando
en las entrañas
de
su propia piedad.
Humberto
que es la chispa
Y
el humor
Julio
Zerpa vital
Rafael
José dormido
En
su propia bondad.
Dionisio
comulgando en la noche
Del
vino
Junto
a la poesía más allá
De
las horas.
Juan
Miguel Alarcón bondad serena
La
bohemia y el vino consagrado
A
la serenidad comprometida.
A
José Agustín la paz.
Todos
están cantándole
A
la Madre ahora.
Todos
besan sus manos y las cubre
De
estrellas
Y
no hay temblor que hiera
Ni
terremoto infame.
No
hay tempestad que pueda derribar
Sus
estatuas
Y
esta la catedral de sus bellas
mujeres
Tiernas
como brisa como el amor
Amantes
Y
está el Mariscal con su Berrueco
al
hombro
y
su bondad haciéndole cosquillas
al
costado
Yo
nací entre sus predios
Por
sus espacios
Acaricié
a la luna dormida en los faldones
Del
aljibe casero donde estaba
mi
Madre
Yo
sentí los arpegios de su voz
Como
un trino.
Averigüe
en sus manos
La
presencia del día y supe
De
lo hermoso que era mirar
Su
llanto
Allí
estuvo su amor cantándole
A
la tierra
Allí
está su llanto satisfaciendo
Su
alma
Y
fueron tres los llantos Mi madre
Tierra
Con
su voz de siglos
Mi
Madre hermosa con su voz
De
armino
Y
yo el poeta dialogando de amor
Con
mis dos madres
Sentí
el hechizo de los tres
Recuerdos
Recuerda
en el tiempo la ciudad
es
un símbolo
Hoy es domingo y va mi corazón
a conversar
con la ciudad que en mi respira, la Cumaná
de mis afectos y a quien amo
Con voz de playa y mar y oleaje.
La ciudad está allí
levantada
sobre el pedestal de los
tiempos
diciéndole a los siglos
que está viva.
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