RAMÓN BADARACCO
CAMPAÑAS PERIODISTICAS DE MARCO TULIO
BADARACCO B. POR EL CENTENARIO DE LA BATALLA DE AYACUCHO.
CUMANA 1995
Autor: TULIO
RAMÓN BADARACCO RIVERO
Que firma Ramón
Badaracco
Titulo
original: CAMPAÑAS PERIODISTICAS
DE MARCO
TULIO BADARACCO BERMÚDEZ
Diseño de la
cubierta R. B.
Ilustración
de la cubierta R. B.
Depósito
legal
Impreso en
Cumaná
Cronista40@hotmail
.com
Cel.
0416-8114374
PROLOGO
Ese valor multisapiente de Cumaná, que
fue Don Ramón David León, autor de la letra del himno de Estado Sucre, poeta,
narratista, periodista de renombre,
diplomático, hombre público, culto, sobresaliente, y sobre todo amigo de mi
padre, “su alter ego”, como lo llamaba, hizo una sutil semblanza de papá, el 8
de mayo de 1970, con motivo del primer aniversario de su desaparición física,
con la cual inicio este trabajo, dijo entre otras cosas, esa vez:
“Por una de esas
amistades juveniles que al correr de los años se hacen tan fuertes como los
lazos de la sangre, me unieron a Marco Tulio Badaracco estrechos vínculos
espirituales, mutuas aficiones literarias y poéticas, noviciados periodísticos
y un constante intercambio intelectual. En cuantos fueron esos temas
coincidíamos o no en simpatías y repulsas, lo mismo que en asuntos políticos
criollos y en apreciaciones de historia nacional. Podíamos discrepar de opinión
para medirlos y pensarlos, pero siempre dentro de un ambiente efusivamente
fraterno. Su conservatismo desprovisto de tendencias oligárquicas tenía básicos
puntos de contacto con mi liberalismo desnudo de demagogia.
Tocante a
cuestiones de la región oriental, a problemas cumaneses, abundábamos en
conceptos para emitir juicios en los cuales ocurría a veces que estuviésemos en
franco descuerdo. Dan fe de todo ello
ocasionales comentarios publicados en voceros que aquí fundé. Al aludir hoy a
ese grato panorama evoco con honda melancolía venturosos tiempos idos, pero
constantemente añorados. Marco Tulio sabía frenar apasionados ímpetus míos
desviándolos hacia caminos de reflexión y ecuanimidad. Era un mentor sesudo y
ponderado que compartía tan afectuoso cometido con Domingo Badaracco Bermúdez,
el amable filósofo, generoso médico de todos los pobres de Cumaná cuya
sapiencia iba a la par de su altruismo. Junto con ambos era espontáneos
asesores cordiales en dicha misión Federico Madriz Otero, Antonio Rafael
Machado, Emilio Berrizbeitia, Mario Castro Díaz, Antonio Minguet Letterón, y
Norberto Salaya. Hoy, hermanados todavía más por la muerte yacen todos en este
mismo camposanto. Tan solo falto yo en
la nómina…”
“Marco Tulio
Badaracco hizo suya la sencilla e intencionada síntesis bolivariana de lo que
constituye la verdadera gloria “ser bueno y ser útil”. De ahí que no hubiese
problema colectivo, necesidad pública, desacuerdo local por cuya solución
favorable no abogara. Personificó una avizora y tenaz solicitud amistosa en el
ánimo de cuantos fueron gobernantes del Estado Sucre tanto en lejanas épocas
como en las actuales. Vivió e continúa actitud alerta para abogar en pro de todo
lo que contribuyera al adelanto material del medio nativo, en provecho de los
moradores de la ciudad y en bien de las poblaciones del interior.
Infortunadamente no le cupo en suerte gobernar la región: habría sido un
magistrado cabal.”
PALABRAS PREVIAS
Mi padre, Marco Tulio Badaracco Bermúdez, ejerció una
benéfica influencia en la vida política y social de Cumaná en las tres primeras
décadas del siglo XX, unido a su primo
hermano Domingo Badaracco Bermúdez; y fue guía y maestro del movimiento
cultural: fundó y mantuvo periódicos,
promovió los Juegos Florales,
redactó y mantuvo revistas ejemplares como Pléyades y Broches de Flores;
pero donde más se destacó fue en sus campañas para defender valores tangibles e
intangibles de nuestro pueblo, entonces creaba y mantenía instituciones de toda
índole y ayudaba en la promoción de las infraestructuras imprescindibles en la Cumana de su tiempo, como
veremos:
Empecemos por investigar por qué se fundó el bisemanario
“El Disco” que se imprimió en la imprenta de Federico Madriz Otero y regentaba
en 1922, don Ramón David León. Es parte de una tradición, y secuencia
obligatoria En esta imprenta se editaba para 1908 “La Constitución ” que
redactaban, además de su propietario, mi tío Domingo Badaracco Bermúdez y mi
papá, como puede advertirse fácilmente en la colección que conservo y en cuya
colección, para 1909, papá editaba con Domingo, “El Heraldo Oriental”.
Mi padre, en el Prospecto del bisemanario “El Disco”,
dice:
Al esplender en el infinito de los tiempos la primera
aurora del año 1923, ante su amplio horizonte todo porvenir y esperanza aparece
“El Disco”, que al formular sus votos muy fervientes por la paz de la República
y por los bienes mas preciados de esta distinguida sociedad, tiende galantemente
su mano y envía un saludo de fraternal compañerismo a todos sus colegas
batalladores por la humanidad y por la Patria. Preparado
como viene para justa, gallarda y digna, con plena conciencia del bien social
que persigue, por los elevados ideales que inspiran sumisión, al izar su
bandera doctrinaria, reclama puesto de honor en las filas del periodismo
nacional.
Timbre de orgullo y causa de su estímulo sea para “El Disco”
nacer a la vida pública bajo el sol fecundo de la perínclita ciudad de Cumaná,
cuya altivez de leyendario patriotismo, consagrada por la espada de sus héroes,
por el verbo de sus tribunos por la respetabilidad de sus sabios y escritores,
bien merece servir de inspiración y norte a este vocero de cultura en el campo
próvido del trabajo civilizador.
Aspira “El Disco” a ser campanada en la hora del letargo
que duerme con indolencia imperdonable la ciudad heroica; y despertarla a la vida
de los esfuerzos culturales con ese espíritu de nuevas energías con que la
América Hispana se muestra hoy, rebosante de juventud, para las grandes conquistas
que su humanidad prepara en la faena del progreso.
Emprenderemos la cruzada y en nuestro heráldico pendón,
cual símbolo de sus colores, escribiremos estos preceptos:
Como profesión de fe política nuestro respetuoso
acatamiento a los poderes y autoridades legítimamente constituidas, que nos guiarán
a sostener y abogar por la paz y las instituciones nacionales, en obsequio al
trabajo, a la tranquilidad social y a las necesidades materiales y espirituales
de la colectividad.
Emplearemos el lenguaje franco, sencillo y categórico que
lleve persuasiva nuestra voz a todo lector como expresión sincera que avive el
concepto en lo alto y noble de su significación, y sin los ditirambos
demagógicos que el prejuicio castiga y la virtud condena.
Queremos obra efectiva y práctica: divulgación
científica, historia, arte, comercio, industria, agricultura, y todo cuanto
propenda al desarrollo económico e intelectual de esta amada tierra,
apartándonos de todo lirismo vicioso, de inútiles polémicas, de enconos
personales y de ciegas vanidades. Buscaremos hasta lo posible las alturas
adonde la virtud y el bien nos llamen, y atenderemos a las pequeñeces solo
cuando el error merezca ser fustigado y la moral reclame los predicados de su
doctrina.
Mucho esfuerzo y buena voluntad aportaremos. Nada de
fantasía nada de mentiras. Laboraremos con la serenidad y cultura necesarias
para atraernos la consideración de todos.
La fundación de este periódico indica desde luego un
triunfo, pues, para ello se han unificado la generosidad con que han cooperado
comerciantes e industriales de esta ciudad, la prometida colaboración de
fuertes mentalidades de nuestro centro científico-literario y la simpatía con que
desde el primer momento acogió la sociedad cumanesa el anuncio de la aparición
de “El Disco”.
CAMPAÑAS PERIODISTICAS
PUBLICACIONES EN LOS BISEMANARIOS “EL DISCO”
Y “SUCRE”
Editados por Marco Tulio Badaracco Bermúdez.
CAMPAÑA PRO CENTENARIO DE LA BATALLA DE AYACUCHO.
El Disco, periódico
creado con ese fin, se publicó todos los acontecimientos relacionados con la
celebración del centenario de la batalla de Ayacucho. Veamos:
En el mismo primer
ejemplar de “El Disco”, publica el Acta de Instalación de la Sociedad Patriótica
Ayacucho:
“En la ciudad de Cumaná, capital del Estado Sucre, previa
la invitación hecha por el Dr. Delfín Ponce Córdova a los distinguidos gremios
de esta población, con el propósito de cambiar ideas, para la formación de una
sociedad patriótica que se encargaría de la celebración del primer centenario
de la gloriosa batalla de Ayacucho, reuniéronse en los salones del “Club
Alianza” gran número de invitados.
El Dr. Ponce Córdova, en patrióticas y elocuentes frases
expuso el motivo de la convocatoria y excitó a los concurrentes a constituirse
en asamblea, para celebrar solemne y dignamente el centenario de la gloriosa
lid, tan brillantemente dirigida por el egregio paladín, Gran Mariscal Antonio
José de Sucre, quien, con táctica admirable, y a raíz del triunfo celebra la
capitulación más noble y más gallarda que presenta la historia militar de las
naciones.
Fue concedido el derecho de palabra, y el señor Don
Emilio Berrizbeitia propuso, que se nombrara un gran Comité Directivo que se
encargase de los trabajos objeto de la
sociedad, resultando electos por unanimidad los señores siguientes: Presidente Dr. Delfín Ponce Córdova; Primer
Vicepresidente, Dr. E. L. Silva Díaz; Segundo Vicepresidente, Don Emilio
Berrizbeitia; Secretario General, Dr. Domingo Badaracco Bermúdez; Sub
Secretarios de Correspondencia: Dr. J. V. Rodríguez Valdivieso, Humberto
Guevara, Alberto Sanabria, Paco Damas Blanco, y Octavio Rafael Neri; Secretario
de Actas, Dr. F. Madriz Otero; Sub Secretario de Actas, General F. Reyes Gordon; Tesorero, Don Manuel
Fuentes; Sub Tesorero, Enrique S.
Berrizbeitia; Vocales: Dr. José Silverio González Varela; Gral. Rafael Velásquez, Gral. Simón Núñez
Ortiz, Dr. B. Milá de La Roca
H., Dr. José Rafael Rojas, Dr. Miguel Aristeguieta Sucre,
Andrés A. Bruzual, Dr. J. M. Urosa Ortiz, Dr. Luis Ramos Sucre, y Archivero,
don Pedro Elías Marcano.
Se procedió a darle nombre a la asociación quedando
aprobado el de “SOCIEDAD PATRIOTICA AYACUCHO”.
El Dr. Rodríguez Valdivieso propuso que se nombraran
presidentes honorarios de la Sociedad, a los Jefes de Estado de las
naciones bolivarianas; y para miembros
honorarios a los Presidentes de los Estados de la Unión Venezolana ,
y a las personas que por sus méritos y por sus sentimientos patrióticos
merezcan tal distinción. Fue aprobada y aplaudida calurosamente
El Presidente del comité dio las gracias a los
concurrentes y los invitó a prestarle en lo sucesivo su más eficaz colaboración
para el mayor éxito de la sociedad, declarando terminado el acto”.
En el mismo
ejemplar se publicó un telegrama del Gral Juan Vicente Gómez, que textualmente
dice:
“De Miraflores a Cumaná: el 11 de diciembre de 1923
Doctor Ponce Córdova.
Experimento especial complacencia al dar a Ud. recibo del
atento y apreciable telegrama del 9, en el cual me participa la constitución en
esa ciudad de un Gran Comité con el plausible objeto de preparar la solemne
celebración del Centenario de la
Batalla de Ayacucho. Al manifestar a Ud. que acojo con patriótico entusiasmo el acto
de la ciudadanía cumanesa, expreso al honorable Comité que Ud., preside, las
más cumplidas gracias por el honor que me ha discernido al nombrarme presidente
honorario de la
Sociedad Patriótica Ayacucho.
Atento amigo, J. V. Gómez”.
Inmediatamente Papá
comenzó a calentar el ambiente para el gran suceso, y publicó lo referente a la
develación del gran monumento a Sucre en
Maracay, vemos:
El 27 de enero, publica “HOMENAJE AL PALADIN AGUILA
BLANCA”
“Como anunciamos en edición anterior de este bisemanario, el Ejecutivo
del Estado Aragua, decretó días de fiesta, para aquella Entidad Federal, los
días 20, y 22 del corriente, con motivo de la inauguración de la estatua del
Gran Mariscal de Ayacucho, decretada por el General Juan Vicente Gómez, para
ser colocada frente al espacioso y magnífico cuartel construido en la ciudad de
Maracay. Las fiestas citadas han constituido un extraordinario homenaje al
preclaro paladín, “Águila Blanca” en aquel vuelo de cóndores, que, desde
nuestras playas, fueron en vuelo esplendoroso de hazañas, a rendir sus vidas en
pro de la emancipación de nuestros hermanos continentales del Sur, hasta la
eminencia gloriosa de Ayacucho.
Expone el Benemérito General Juan
Vicente Gómez, con este acto de admiración al eximio cumanés, unas de sus mas nobles
y relevantes virtudes, cual es el tributar honores a los Héroes, forjadores de
la nacionalidad y con ella del culto fervoroso de la Patria.
Entusiasmo insólito animó, según
noticias de nuestro corresponsal, los actos todos de los festejos de Maracay,
entre los que esplendió, como el más alto, la inauguración de la estatua y el
desfile de las unidades de tropa por ante la efigie broncínea del inmaculado
adalid, dispuesto por el ciudadano Inspector General del Ejercito, Gral. José
Vicente Gómez, en honor del ciudadano Presidente de la República Gral.
Juan Vicente Gómez, que asistió a la inauguración.
El Discurso pronunciado por Don Laureano
Vallenilla Lanz, fue una hermosa pieza oratoria como debida a tan ilustrado
orador.
El Disco, acoge con agrado estas
noticias y felicita al Ejecutivo del estado Aragua por el brillante éxito de
los festivales”.
En el mismo Número
publica, con el título de “HONORES A SUCRE” la correspondencia cruzada entre el
Presidente del Edo. Sucre, General Juan Alberto Ramírez, y el Gral. J. V.
Gómez.
“Cumaná, 21 de enero de 1923. Para el Gral. J. V. Gómez.
Etc. etc. etc.
Maracay. Pueblo y Gobierno de Sucre consignan por mi
órgano sus congratulaciones para Ud. en este día en que los sentimientos de su
admiración y gratitud por la obra gloriosa de nuestros Libertadores, se
manifiesta una vez más en el homenaje rendido al Héroe de Ayacucho, con motivo
de la erección de su estatua frente al moderno cuartel de esa ciudad.
Ningún otro sitio más apropiado para exhibir, ante
nuestros soldados en la efigie del épico Mariscal, la imagen misma de las virtudes
que enaltecieron aquel bizarro caballero de la espada y del honor.
Tal homenaje fortalece aun más, si cabe, los nexos de
inquebrantable adhesión y reconocimiento que le profesan estos pueblos en cuyos
corazones ha resonado con eco simpático y entusiasta, el justo y noble tributo
de sus sentimientos patrióticos hacia el esclarecido hijo de Cumaná.
Sírvase acepar así mismo, mis cordiales parabienes y el
tributo de mi ferviente admiración.
Lo saluda su leal subalterno y amigo. Juan Alberto
Ramírez”.
En el mismo número
publica “El Disco”, las cartas cruzadas entre el Gral. Juan Alberto Ramírez,
Presidente del Edo. Sucre, y Gral. J. A. Martínez, Presidente del Edo. Aragua.
“Maracay 23 de enero de 1923.
Señor Presidente del Estado. Me es placentero llevar a conocimiento de
Ud. que los festivales decretados por el Ejecutivo de Aragua con motivo de la
inauguración de la estatua ecuestre del
Gran Mariscal de Ayacucho en esta capital revistieron la más insólita
esplendidez, por las demostraciones de cultura
y civilidad impresas a cada uno
de los actos felizmente llevados a cabo,
y que en todos estos, vibró con rumores
de aclamación el nombre esclarecido del Benemérito General Juan Vicente Gómez,
Presidente Constitucional de la
República , prestigiado de vítores por las multitudes, que ven en él al genuino representante de la soberanía nacional y al fundador de la paz. Por todo lo
cual presento a Ud. patrióticas congratulaciones. Su amigo y compañero. J. A.
Martínez Méndez”.
Cumaná. 24 de enero de 1923
Para el Gral. J. A. Martínez Méndez. Me complace dar a
Ud. el recibo de su importante y autorizado telegrama de fecha de ayer, en que
se digna traer hasta este Gobierno el eco simpático de los festejos con que el
Ejecutivo de ese Estado, dignamente presidido por Ud. ha solemnizado la inauguración de la estatua ecuestre
del Gran Mariscal de Ayacucho, dispuesta levantar, frente al nuevo y bello cuartel
de la ciudad de Maracay, por el Benemérito General Juan Vicente Gómez.
El tributo de admiración rendido en esa capital al más
puro Héroe de la magna epopeya, el glorioso cumanés, Antonio José de Sucre, y
la resonancia patriótica que tal homenaje ha tenido en todo el País, avivando
el recuerdo de nuestras glorias, ha consolidado el sentimiento de gratitud de
esta ciudad, cuna ilustre del epónimo adalid, para con el jefe único General
Gómez.
Seguramente que la presencia del eximio caudillo, en los
festivales fue justo motivo de júbilo, ya que el pueblo venezolano admira en él
al reformador de la República, en el seno laborioso de la paz y el trabajo, ya
la vez el más fervoroso admirador de los forjadores de la nacionalidad, los
héroes leyendarios.
Por el éxito brillante alcanzado por Ud., con los
festivales de ese Estado, reciba mis sinceras congratulaciones. Cordialmente lo
saluda su amigo y compañero. Juan Alberto Ramírez”.
Ese mismo año en el
No. 8 de “El Disco” se publicó el discurso de Orden pronunciado por el Ministro
Laureano Vallenilla Lanz, en el acto de la develación de la estatua ecuestre
del Gran Mariscal de Ayacucho en Maracay.
“Señores:
Quiso el
señor Gral. Martínez Méndez Presidente Constitucional del Estado Aragua que
fuese yo quién aceptara en su nombre el noble presente que el Ejecutivo Federal
por medio del señor Ministro de Obras Públicas, acaba de hacer a esta ciudad.
Quien sabe si no solo obedeció el deseo a la ya antigua amistad vinculada por el recuerdo de aquel que también supo ser su amigo,
con la lealtad, la franqueza la honradez y el carácter inflexible que
constituyen como un blasón de familia, sino que también pensó el culto caballero y progresista Magistrado,
al honrarme con esta designación, en el papel que me ha tocado desempeñar en mi vida de escritor, como
enérgico vocero de esta gran causa
política que ha echado las bases definitivas del engrandecimiento nacional y como constante defensor de las glorias y de
los héroes de esta amada patria nuestra,
la que ostenta en América los más puros laureles y los más cruentos
sacrificios; la que dio a la redención
del Continente al Precursor, al Libertador, y
entre centenares de guerreros insignes al Héroe inmaculado que a los 29 años, emulando en precocidad a
Alejandro y a Napoleón, pone punto final
a aquel inmenso drama, sin semejante en
la historia del género humano, con una batalla que si ha sido considerada
como modelo de estrategia , es también el más alto ejemplo de magnanimidad y de política UE haya podido
darse en los tiempos modernos, al
coronar la victoria definitiva de una
larga y cruentísima lucha de Victis Henos;
honor a los vencidos; como diciéndole a la Madre Patria cuando ya los legendarios pendones e Castilla se arriaban para
siempre de las últimas almenas de los Andes Australes: ¡Tus hijos que acaban
de conquistar la libertad te saludan!
Aquel gesto de
Ayacucho complementa en la historia de la Emancipación de
Hispanoamérica el Tratado de Regularización de la Guerra ; ambos son dignos
del alma de Sucre, ambos demuestran la
grandeza excepcional de aquel hombre, que superior a sus años , a su medio y a
su época, colocado por sus altas dotes y
sus eminentes servicios “en la mitad de
la escala por donde Bolívar había subido al Pináculo”, no siente el corazón el veneno de la vanidad ni de la envidia; su cerebro maravillosamente equilibrado no sufre el vértigo de la cumbre,
y desde las cimas de Condurcunca,
mirando a sus pies a la
América definitivamente redimida en aquella gran batalla su pensamiento y su corazón
vuelan hacia el Libertador para decirle,
en un rasgo de lealtad y de reconocimiento, que le enaltece tanto o más que los laureles que acababa de cegar en aquel día “El solo nombre de Ud. ha triunfado en Ayacucho”.
Surgida de una de las guerras más sangrientas de la
historia, hija de todos los heroísmos y de todas las inmolaciones, nuestra
Patria nació bajo la égida de dos grandes virtudes tutelares: el valor y la
lealtad. En medio de la disgregación y de la anarquía, cuando el organismo
colonial heterogéneo e inconexo, se disolvía en un torbellino de átomos, cuando
se veían por todas partes egoísmos
feroces estrechándose e un mar de sangre, solo quedaba como esperanza de
triunfo, como tabla de salvación, el reconocimiento de un Jefe Supremo la concentración alrededor de una voluntad
única, el sometimiento absoluto, indeclinable, a un cerebro y a un brazo superiores;
pero esto suponía, en militares acostumbrados a obrar siempre por si mismos, un noble sacrificio, un acto de abnegación, el renunciamiento de
aspiraciones y de ambiciones legitimadas
en cierto modo por luchas y por triunfos y consagradas por el prestigio del
valor, uno de los más trascendentales y brillantes
que pueden alcanzarse en el
mundo, pero ese acto se cumplió: y el día en que la lealtad y el honor a la palabra empeñada
vinieron a enaltecer el heroísmo, comenzó a vivir la Patria !
Nuestros oscuros guerrilleros vieron como se les ensanchaba el horizonte;
el sol sin ocaso de la inmortalidad y de
la historia iluminó para ellos el Continente; nuestras montoneras semi bárbaras se convirtieron en ejércitos regulares; el campamento fue escuela de
disciplina y de emulación por la gloria;
los harapos se trocaron en brillantes uniformes
y a la cabeza de aquellos ejércitos , guiados por el genio de
Bolívar en una larga carera de triunfos,
aparecieron los Generales de la Gran Colombia , personificados en la más alta, en
la más noble, en la más pura expresión de heroísmo, de
desprendimiento, de lealtad y de
cultura: en el General Antonio José de Sucre; como si todas las hadas
benéficas se hubieran acordado para concentrar en una sola alma las más puras virtudes humanas y poder cubrir con ellas en el último día de la lucha por la libertad de América, como con un manto
de armiño las congénitas
monstruosidades de la Guerra
Si es cierto que nuestros antepasados nos gobiernan, “si
desde el fondo de la tumba todo un pueblo de muertos gloriosos nos dicta
imperiosamente nuestra conducta”, nosotros, los venezolanos, estamos en el
deber ineludible de ser leales para ser patriotas; ya que el valor es planta silvestre
en nuestra tierra, la lealtad es y debe ser siempre la base de nuestra moral
política. No es a los militares únicamente a que me refiero – el Ejército es la Patria , y sin lealtad no
hay ejército; - vosotros lleváis en vuestras presillas el signo visible del
voto solemne de vuestro corazón y de vuestra conciencia; debéis ser leales
antes que todo, porque en vuestra lealtad descansa el honor y la dignidad de la Patria.
Y esta Patria engrandecida y dignificada
por el hombre ilustre que ha
devuelto su prestigio al Ejército; que
después de una larga época de
anarquía de jacobinismos y
demoliciones revolucionarias ha fundado la paz sobre beses inconmovibles, logrando cumplir como
ningún gobierno hispanoamericano, aquel voto solemne que como un gemido de angustia por el porvenir de su obra redentora lanzó el
Libertador sobre su lecho de agonía: “Cesen los paridos”; esta Patria que, es sin disputa la madre de la libertad
de América; puede hoy , gracias al
grande hombre, exponente preclaro de
todas las energías, de todas las virtudes de todas las fuerzas morales del
pueblo venezolano, cumplir sin sonrojos el deber sagrado de glorificar a sus héroes legendarios.
Señores...
Al General Juan Vicente Gómez ha tocado la gloria insigne
de presidir las conmemoraciones de las grandes efemérides de nuestra historia,
y él ha sabido colocarse en la altura de esa misión que le deparó el destino.
Jamás el nombre de Bolívar resonó con mayor amplitud por los ámbitos del mundo,
nunca habia llegado a mas excelsas cumbres junto con las glorias del
Libertador, la dignidad de su Patria y la acentuación de nuestra individualidad
nacional. Venezuela, podemos proclamarlo
enfáticamente, es un país soberano porque es un país libre de compromisos;
porque ha comprobado con creces en los más graves momentos porque atravesó la
humanidad, que pudo bastarse así misma; y esa acentuación económica y política
de nuestra independencia, el General Gómez ha unido siempre la acentuación
moral, porque pueblo que sabe honrar a sus héroes reafirma su nacionalidad.
Y permitidme que termine recordando las elocuentes palabras del General Gómez al designar este sitio para colocar la estatua del Gran mariscal de Ayacucho, porque ellas
indican la comprensión más absoluta de las más puras virtudes del insigne cumanés, y el culto que le rinde su grande alma de patriota y de soldado: “Que sea aquí, ante
la mirada de los soldados, donde se levante en bronce la figura inmortal, para que los
oficiales y tropa tengan siempre presente el más alto símbolo de las virtudes militares, el más puro y
noble ejemplo de la lealtad, de la
disciplina, de la recta e inquebrantable
conciencia del deber, en la contemplación de Sucre; evocando su vida, el
Ejército tendrá constantemente la
enseñanza del heroísmo abnegado y sin
tacha”.
En este mismo No.
8, se publica:
Bolívar y Ayacucho.
27 de diciembre de 1824. La columna de Ayacucho.
Ahora cuando hay un pronunciado movimiento de
consagración y de perpetuación en piedra y bronce de la obra fundamental y
trascendental del Libertador, erigiéndose monumentos, o proyectando erigirlos,
desde los Estados Unidos hasta los Andes Meridionales y en España y en el Monte
Sacro, precede el recuerdo del que decretó, el propio Bolívar, el 27 de
diciembre de 1824, para inmortalizar la memoria de Ayacucho.
Fúndase la disposición en que “esta gloriosa batalla se debía exclusivamente a la habilidad, valor y heroísmo del General en Jefe Antonio José de Sucre, y
demás generales, Jefes, oficiales y tropas”,
por lo cual este ejército tendría
la denominación de Libertadores del Perú; cada cuerpo recibiría el sobrenombre
de Glorioso; y los individuos que los
componían el título de “Beneméritos en
grado eminente”, debiendo llevar cada uno una medalla al pecho, pendiente de
una cinta blanca y roja con la inscripción: Ayacucho. Para los Generales, esta
medalla será esmaltada en brillantes; la de los jefes y oficiales, de oro; y la
de las tropas, de plata.
El título de Gran Mariscal que se debe al General en Jefe
Antonio José de Sucre, se agregaba el sobrenombre de General Libertador del
Perú.
Artículo 4º de este decreto de honores dispone que en el
campo de Ayacucho se levantara una columna consagrada a la gloria de los
vencedores: en la cima de esta columna se colocaría el busto del General Sucre
y a lo largo de ella se gravarían los nombres de los Generales, jefes y oficiales
y cuerpos en la orden de preeminencia que les correspondían. Agregaba El
Libertador: “La gratitud del pueblo y el Gobierno se esforzará en prodigar la riqueza,
el gusto y la propiedad en la erección de esta columna”. El mismo día concedió los siguientes
ascensos: a Generales de División, Lara y Córdova; a Generales de Brigada,
Lucas Carvajal, jefes de los Granaderos a Caballos; Laurencio Silva, jefe de
los Húsares de Colombia; Arturo Sandes, jefe del Rifles. 1º de la Guardia Colombiana ;
y Francisco de Paula Otero, jefe del Batalló No. 1º de Perú.
En el No. 9,
publica un extraordinario trabajo del historiador José M. Rey de Castro:
Párrafos de
“Recuerdos del
tiempo heroico”.
Entre las mil beneficiosas ideas que pululaban en la
mente del General Sucre al implantar las mejoras que, en su deseo por la prosperidad
de Bolivia, tenía concebidas para elevarlas al más alto grado de progreso,
entraba necesariamente las de remover todo obstáculo que a ello pudiera
oponerse. Una y de gran importancia,
fijaba preferentemente su atención: en la supresión de conventos; medida que en
su concepto era reclamada altamente por la política y por las leyes
eclesiásticas. Con tal convicción y
asistido de su entereza característica, acometió resueltamente la empresa, a
pesar de que las preocupaciones la hacían ardua y difícil. Sin embargo, no cejó
ante las dificultades; su esclarecido talento le señaló la vía más expedita
para dominar las antiguas impresiones del ánimo adheridas fuertemente con la
educación, y poder manifestar, junto con la conveniencia, la pública utilidad
de ese procedimiento del gobierno.
Después de varias y detenidas conferencias con el señor
Dean Gobernador eclesiástico del arzobispado, y en tan perfecto acuerdo, que
aseguró éste, por nota oficial, “que juzgaba la medida de absoluta necesidad y
muy conforme al espíritu de los sagrados cánones”. Formuló un decreto
reduciendo el número de conventos que en la República debían
subsistir, y disponiendo la traslación de los que en menor número se
encontrasen en cada convento; los cuales debían salir de la Capital en el plazo
señalado, para ir a formar comunidad con potros de su misma orden en los demás
departamentos.
Sometido el Decreto a la Diputación permanente,
ésta lo aprobó en todos sus artículos, devolviéndolo al gobierno con un
luminosos y extenso informe. Su
publicación produjo, según era de esperarse, sensaciones de diversa índole,
como todo acontecimiento notable. Para
unos, era una medida de alta política, discurriendo sensatamente sobre los proficuos
resultados que de la aplicación de las rentas de los conventos supresos podía
reportar la beneficencia pública, pues se dotarían con ellas los hospitales,
casas de huérfanos, hospicios para pobres, colegios, escuelas y tantos otros
establecimientos como tenía decretados el gobierno. Para otros, era un avance
de la potestad civil que dejaba ver funestas trascendencias perturbadoras del
sentimiento religioso y la moral. Las beatas y muchas que no lo eran, creían
ver con sobresalto en el decreto asomar la cabeza disfrazada de la herejía.;
algunos frailes, por su parte, fomentaban tal absurda idea.
Esto dio lugar a un episodio, en que una vez más luciese
la energía con que el General Sucre celaba por el estricto cumplimiento de las
leyes, decretos y órdenes de cualquier género que fuesen. Profesando el principio
de que nada era tan pernicioso como la tolerancia del desobedecimiento a ellas, puesto que no
solamente desprestigiaban a la autoridad de que emanaban, sino0 que minaba y
corrompía la moral civil y social, era severo en la aplicación del castigo.
Sucedió, pues, que el día en que los franciscanos debían
desalojar su convento, estalló allí una conjuración monacal de resistencia con
síntomas alarmantes. A las cuatro de la tarde, y fuera de costumbre, sonaron
las campanas en la torre: se abrió el templo, que apareció iluminado y
descubierta la Majestad. A
los pocos momentos iba llenándose de gente la iglesia, sorprendida por lo
extraordinario del acto. Era el tiempo oportuno para su plan, fundado en la
esperanza, sin duda, de que su designio sería apoyado por el pueblo. Subió al púlpito uno de los padres, que, si
bien no era en elocuencia un Massillón, no le faltaba resolución y
audacia. Con grave tono y vehemencia
comenzó a mover los afectos del auditorio, declamando contra la impiedad, que
decía haber desplegado su sacrílego estandarte contra los ministros del
Santuario, para derribar luego el altar. Apostrofando a los fieles, decíales
que había llegado la hora de imitar a los santos mártires que buscaban la muerte
en defensa de la Religión.
“¡Cómo siendo cristianos permitiréis que ella sea profanada y hollada en
nuestro suelo!”
Dejábase ya sentir alguna perturbación, especialmente en
las mujeres; pero no faltó algún hombre sensato que, impresionado por tan
subversivo discurso, volase al palacio, para dar cuenta de ello al
gobierno. Perfectamente enterado el
General Sucre de los pormenores y circunstancias del escandaloso abuso, llamó a
un oficial y le dijo:
“Tome Ud., cuatro soldados armados, colóquelos en la
puerta de la Iglesia
de San Francisco, suba Ud. al púlpito, donde está p0redicando u fraile
revolucionario, intímelo Ud., que baje inmediatamente; y si se resiste, made
usted allí mismo darle cuatro tiros.”
El Oficial, que nada tenía de lerdo, fue al punto a
cumplir, de buen grado, su comisión; se dirigió al templo, y subiendo intimó al
predicador: que de orden del Presidente bajase en el acto. No fue obedecido, y
continuaba fervorosamente con la palabra: entonces poniéndose en pie y
tirándole de la manga, le dijo con fiereza:
“Padre, mire Ud., a la puerta esos soldados le harán baja
y callar a balazos, porque yo se cumplir las órdenes que recibo” Entre el susto
y el estupor, aquellas fulminantes palabras produjeron su efecto.
Inmediatamente descendió del púlpito, seguido del oficial
quien le exigió que dispusiera se cerrase la iglesia, previniéndole tuviese
mucho cuidado en no promover nuevos alborotos en el pueblo. Así se hizo, y todo
quedó ejecutado, retirándose tranquilamente las gentes que habían concurrido a
la iglesia. Al día siguiente recibieron los Padres orden de la policía para
emprender el viaje al convento que se les tenía indicado; y fue así
puntualmente observada la ley. Como los
franciscanos habían sido los últimos que aun permanecían en la capital, quedó
esta sin ninguna de las tres órdenes que de tiempo inmemorial se habían en ella
fundado. Era escandaloso ver, que dos de esos conventos, la Merced y San Agustín,
apenas estuviesen habitados por el religioso sacerdote que hacía de prelado,
como lo asegura el mismo digno gobernador eclesiástico.
A recorrer la historia el período de la administración
militar primero, y discrecional después, del general Sucre, registrará pocos
actos que hagan resaltar más las excelsas cualidades con que plugo a la
Providencia dotar esa alma grande como el de la siguiente “ley de olvido”,
fruto de su siempre generoso y siempre americano corazón”.
En el No. 13 de “El
Disco” publica las cartas cruzadas de Marco Tulio, con el Dr. Delfín Ponce
Córdova, con el objeto de animar el acontecimiento., veamos:
“Cumaná 9 de enero de 1923.
Cumaná
9 de enero de 1923. Señor doctor Delfín Ponce Córdova, Presidente de la
“Sociedad Patriótica Ayacucho”. Presente. Estimado Doctor y amigo: muchas son
las sociedades que desde el año 30, separada que estuvo Venezuela de la Gran Colombia , se
han constituido en Cumaná para glorificar al preclaro Antonio José de Sucre, su
más esclarecido hijo, y hasta el presente , que yo sepa al menos, todo se
redujo a juegos de pirotecnia y discursos épicos, seguramente de la misma
materia inflamable. Parece que ni se
hubiera pensado jamás siquiera en
realizar una obra ornamental y útil, un
monumento que determinara un esfuerzo meritorio y pregonara a la posteridad la
admiración cierta de los glorificantes
hacia el nobilísimo cumanés.
Con
gusto hemos publicado en el DISCO el acta de instalación de la “Sociedad Patriótica Ayacucho”, que Ud.
dignamente preside, y las columnas de este bisemanario estarán siempre a la
orden de Ud. para insertar lo que tuviere a bien enviarnos con tal objeto.
No
alcanzo a comprender fijamente cual es el propósito concreto que esta... esa Sociedad, para la solemnización de
Ayacucho, aquí en la ciudad cuna afortunada del Héroe de esa acción gloriosa;
porque en donde toda idea loable
encuentra opositores, hay que desconfiar siempre del triunfo del bello ideal que alguno alimente. Pero
dado los elementos honorables que integran la Sociedad , el entusiasmo
que su instalación ha producido en el público
y el claro criterio que tan señalados admiradores de Sucre, es de confiar en que sumando los
esfuerzos y seleccionando proyectos, se llegará a definir algo digno de estos tiempos de brillantes
tributos a la memoria excelsa de los grandes.
Ud.
particularmente me habló del hermoso intento
que acaricia de erigir uno como templo, en sitio aparente de esta
ciudad, para depositar allí muchas de las reliquias veneradas que andan
dispersas, pertenecientes al Gran Mariscal
o que a él se refieran, y a la vez erigir dentro de ese templo una
escultura que, como el mármol de Tenerani a Bolívar, dé también a Sucre la
austera y nobilísima fisonomía de los semidioses. Esta elevada intención de Ud.
debería recibir el cálido sustento y la jubilosa acogida que bien merece de los 25 o 30 mil cumaneses diseminados en el
territorio nacional, a fin de que con el pequeño y espontáneo óbolo de cada uno
de ellos reunamos la suma necesaria para realizar la obra.
Yo me
atrevería a insinuarle a Ud., por si quisieses aceptarla como buena y llevarla
a alcanzar la aprobación de la “Sociedad
Patriótica Ayacucho”, solicitar una contribución de las cinco repúblicas
bolivarianas a las que en mucho contribuyó
a emancipar el brazo taumaturgo
de Sucre, contando con que no negarían ellas el pequeño óbolo que se le demande como tributo de aprecio y
gratitud a la ciudad tan profundamente amada del pundonoroso caballero de la espada, que en blanca página hidalga
firmó la definitiva emancipación
americana, a la tierra lejana y procera
que infantó a tan gallardo
libertador.
Y,
como siempre es desagradable, así fuere para la obra más benéfica, dar una
contribución directa, para recabar ésta que abría de exigir Cumaná, propondría yo que se reprodujera exactamente en igual forma, peso
y materiales, la pluma de oro que la
ciudad de Cochabamba regaló a Sucre para que escribiera las glorias de
Ayacucho, y que el héroe regaló a la Municipalidad de Cumaná en donde se encuentra.
Esa reproducción se rifaría a un bolívar
la acción en las cinco repúblicas antes
dichas, y para que todo aquel que
adquiriera un número obtuviese un recuerdo valioso a la vez que una
credencial de haber contribuido a la universal manifestación de gratitud
rendida de Ayacucho
El
billete debería llevar en el anverso el retrato de Sucre con la fecha de este
primer centenario datada en Cumaná, y en reverso la proclama de Ayacucho o bien
la carta de Sucre a la ilustre
municipalidad de Cumaná, al enviarle la pluma. Opino que podría así
recolectarse una suma bastante considerable para celebrar con dignidad el centenario de la batalla de Ayacucho en la
ciudad cuna del Gran Mariscal, porque podría realizarse en un todo, y con la
debida suntuosidad la obra proyectada por Ud. y a la vez hacer algunos trabajos
ornamentales y de urgentísima
necesidad para nuestra ciudad natal.
Con
las veras de mi consideración más distinguida, soy de Ud. atento y seguro amigo. Marco Tulio Badaracco
Bermúdez” .
En el mismo número se publica la respuesta del Dr. Ponce Córdova.
“Cumaná 25 de febrero
de 1923.
Señor Marco Tulio
Badaracco. Presente. Distinguido amigo y compañero. Bastante placer me ha
proporcionado la lectura de su hermosa carta del8 del mes próximo pasado, ya
porque veo en Ud. al buen compañero, siempre dispuesto a prestarnos su eficaz
colaboración en la empresa que hemos
acometido de celebrar honrosa y
brillantemente el Centenario de la
Batalla de Ayacucho el año de 1924, ya porque simpatiza
Ud. con la idea que le comunique
personalmente, , de arbitrar recursos y elementos para levantar uno como templo donde
depositar tanta reliquia
venerada, perteneciente al Gran mariscal
Antonio José de Sucre o que a él se refiera, y erig9irle dentro de ese
templo una escultura, como la de
Tenerani al Libertador.
Las reflexiones que Ud.
hace acerca de no haber propendido hasta
ahora nuestras sociedades patrióticas a
hacer algo que perpetuara el recuerdo
del más ilustre hijo de Cumaná en su ciudad nativa, ha obedecido, sin duda, a la manera de pensar y proceder de las distintas épocas que han corrido del año 30 para acá. Nuestras
sociedades patrióticas y religiosas tendían
solo a acopiar medios para
celebrar un determinado día del año una
fiesta rumbosa, pasada la cual se volvía a emprender de nuevo el mismo trabajo
para idéntico fin el año siguiente; pero
de esos actos apenas ha quedado una reseña, uno que otro discurso y algunas
poesías, casi todas mediocres. Ninguna
idea original brotó de ese concurso de voluntades, y corrieron
los años sin adelantar un punto en el propósito de honrar merecidamente a Sucre, exhibiendo tanto
la faz guerrera del prócer como su bella talla moral, digna de la más
alta epopeya.
Mucho han hecho sin
duda los gobiernos Nacional y del
Estado, en honor del “mas digno General de Colombia”, la estatua del insigne
Mariscal es monumento que adorna la principal de nuestras plazas públicas: otra plaza la de “Pichincha”
creado en honor de Sucre, lleva un busto de él, y otro busto y retrato
suyos existen en el Salón Municipal,
junto con la fe de bautismo, fotografiada e los libros de la Iglesia de Santa Inés:
retrato magnífico del héroe decora el Salón de Recepciones del Ejecutivo del
Estado ; en el sitio más probable en que nació
el gran cumanés, se destaca, en hermosa columna, la inscripción que
recuerda al pasajero, como fue esta ciudad la cuna afortunada del Héroe y como
debemos rendirles a ambos el homenaje de
nuestro amor y gratitud: la
correspondencia militar y política del Gran Mariscal fue publicada por el
Gobierno Nacional en días cercanos al Centenario del Libertador, y ahora la
reimprime una notable casa
editorial de Madrid; la segunda de
nuestras calles se denomina Sucre, y así tambien nuestro hermoso puerto, el
Estado y el Distrito Capital; igual título cabe
a la principal de nuestras escuelas concentradas; y hasta un cercano y popular barrio de Cumaná lleva el
nombre de una de las ciudades que mostraron marcada predilección por
nuestro ilustre coterráneo: Cochabamba. Todos estos tributos, hijos de la más viva
gratitud, traen a la memoria el nombre y
la obra del vencedor en Pichincha.
Pero el templo que urge
levantemos a Sucre vendría a acercarlo más a nuestros días de seguro análisis;
vendría como a actualizar el pasado; porque enriquecido ese edificio con recuerdos perínclitos que digan a las generaciones
cómo fue pura y abnegada aquella víctima ilustre; es seguro que cuantos
individuos y corporaciones posean alguna
joya, carta o cualquier dato de esas brillantes
épocas extintas, gustosamente los traerían a ese templo o Museo para ser allí expuestos a la veneración de todos. Siempre
sentiríamos como un regocijo de familia
al colocar dentro de ese
santuario de la Patria alguna prenda
de Sucre el inmortal.
Esta sería la obra
nuestra: honrar de la más digna y elocuente manera al egregio Adalid y
Estadista, exhibiéndola hombre , que si culminó en cien campos de batalla con la prestancia y el arrojo de los más notables capitanes, se creó en
torno suyo, por sus eximias virtudes y exquisito tacto político y social, tal atmósfera de
entusiasmo, veneración y gratitud, que se ha hecho merecedor (y es justicia que nadie le disputa), de que
el ilustre cantor de la
Zona Tórrida , lo consagrara en frase lapidaria “ la gloria más pura de Hispano
América”
Tarde he venido a
contestar su atenta carta, pero como le había manifestado personalmente que los particulares de
ella habían sido muy bien acogidos por los Miembros el Comité Central, esperaba sorprender a Ud. con los datos que le envío y que recogí últimamente en Caracas
acompañado en todas esta diligencias por
nuestro buen amigo y compañero Emilio Berrizbeitia. Estos datos se publicarán
para conocimiento del público, junto con
esta carta en el “El Disco” el popular periódico que el
Dr. Rodríguez Valdivieso y usted,
sus distinguidos redactores, han puesto con la mayor galantería a la
disposición de este Comité Central. Los datos en referencia son estos.
El trabajo de la
reproducción de la Pluma ha sido confiado en Caracas al inteligente orfebre señor Rómulo
Maduro, decidido admirador de Sucre. La
reproducción de la Pluma
se hará en oro de 21 kilates, igual al modelo , que existe en la Municipalidad de
Cumaná, y que fue regalada por el Gran
mariscal de Ayacucho. Esta joya irá
colocada en estuche muy rico, tallado en oro de iguales kilates, llevará el escudo
del Estado Sucre, y los esquineros serán
también tallados en oro. En la parte
interior de la tapa cubriéndola en toda
su extensión llevará la
Bandera Nacional con
la inscripción siguiente: Facsímil de la Pluma , en oro y perlas, con que el Colegio de Cochabamba obsequió al
General Antonio José de Sucre, después del triunfo de Ayacucho, el 9 de
diciembre de 1824.
En el fondo de este
estuche, se destaca la Pluma ,
de oro y perlas, y habrá otra inscripción en oro, que dirá: Contribución a la
celebración del Centenario de la
Batalla de Ayacucho, en Cumaná el 9 de Diciembre de 1924.
EL BILLETE.
El Billete para la
rifa tendrá las dimensiones siguientes:
quince por 8
centímetros .
En el anverso, y hacia
su extremo derecho llevará en tono dorado un fotograbado de la Pluma. En el extremo
izquierdo de la misma faz la efigie en busto
con traje militar, del Gran Mariscal de Ayacucho. En el centro irá el facsímil de la carta con que Sucre envió
la valiosa joya a la
Municipalidad de Cumaná el año de 1826.
En el reverso, en el
extremo superior derecho, en facsímil
también, irá el escudo del Estado Sucre, en dorado. En el centro la inscripción
siguiente: Contribución a la celebración
del Centenario de la Batalla
de Ayacucho, en Cumaná”.
Hacia la parte inferior
tendrá estampadas la serie, número y valor del Billete. Este trabajo de
esmerado gusto artístico está
encomendado a la importante “Litografía
del Comercio” del señor don Pius Schlageter, fervoroso americanista y admirador de Sucre. Nos ha asegurado Schlageter a Berrizbeitia y a mi que el trabajo, por su mérito artístico será como una obra de arte equivalente a su valor , y que muy bien
podrá guardarse como un recuerdo del Centenario. En todas estas gestiones me ha acompañado como antes digo, el Vicepresidente del Gran Comité Directivo de la Sociedad Patriótica
Ayacucho, Don Emilio Berrizbeitia, quien continúa en la Capital , activando la conclusión del trabajo
mencionado.
Sírvase aceptar
nuestras más cordiales felicitaciones
por su idea original y bella, que hemos
acogido con el mayor contento todos los
miembros de esta sociedad Patriótica.
Soy su amigo y
compañero afectísimo.
D. Poonce Córdova”.
Para continuar la
animación del eventos, en el No. 15,
publica una anécdota del Mariscal, veamos:
“RECUERDO DEL AYER GLORIOSO.
Los destellos alborales del 24 de mayo de 1822 hicieron eclosión de apoteosis para las
victoriosas armas del ejército patriota, que en vuelo triunfal hacia escalado
la ardiente cima del “Pichincha”, a
cuyos pies -como una virgen pagana- esplende
la bulliciosa Quinta. En su
vértigo libertador, ni los ígneos penachos del coloso amedrentaron a los
mimados de la Gloria !...
Los opresores, a cuya cabeza estaba Aymerich, semejante osadía miráronla
como un soberbio reto que imprudentes pretendieron castigar, no sabiendo que a esa legión de héroes guiaba Sucre, el ángel tutelar de la Victoria ;
y mirando con altanero desdén las posiciones, dieron comienzo a la lucha que tras cruentos sacrificios dio
a las armas republicanas una colosal
victoria y nimbó de glorias su camino
hasta Quito, que irredenta sintió el beso de la luz republicana y vio
proyectado sobre su cielo azul, por vez primera, el sol sublime de la libertad.
Aymerich, ostentoso y jaquetón,
acostumbraba -como un signo de desdén
por las armas patriotas- tan pronto como sabía de la aproximación del
enemigo, mostrarse en una mula rucia,
con cuya presencia decía -temblaba el enemigo. Y era suficiente para
llenarle de terror y derrotarlo. Caído
prisionero el fanfarronudo Jefe, Mijares
su asistente, a quien le tocaba el trabajo de ensillar la rucia -a fuer de buen
andaluz- no quiso perder la oportunidad
de chasquearla y hacerle así pagar las muchas veces que le molestó para
ensillarla, y, aprovechando la ocasión una vez que el General Sucre se paseaba muy cerca de Aymerich,
sacando la cabeza por una de las
ventanas de la pila en que hallábase éste, le dijo con burlesca
inflexión: “¿Mi General, le ensillo la mula rucia? Extrañado Sucre de semejante pregunta y de la
indignación que ello había causado a su huésped, pidió explicaciones, obtenidas
las cuales no pudo menos que soltar la
risa y exclamar: ”Como es cierto que hasta
en los grandes trances no ha de faltar la nota cómica”. Santos Erminy Arismendi.
En medio de la
campaña para la conmemoración del centenario de Ayacucho, Marco Tulio,
intenta otras campañas por las obras necesarias para Cumaná, vemos:
El Disco, No. 23. 22de abril de
1923.
“OBRAS
NECESARIAS AL PUERTO DE CUMANÁ
Tomamos del B Boletín de la
Cámara de Comercio de Caracas, de su edición del primero de
marzo último, el importante artículo que
hoy reproducimos con el mote que
encabeza estas líneas.
Compenetrado con las necesidades de obras importantes que reclama esta ciudad
de Cumaná, el Boletín de la
Cámara de Comercio de Caracas, haciéndose eco de esas necesidades, como ayer
de las de los puertos de La
Guaira y Maracaibo, hace honor a sus columnas llenando así los fines de esa honorable institución que hace ya
varios años viene laborando por el comercio
y la industria del país, de manera tan eficaz, que la Cámara de Comercio de
Caracas, constituida por los elementos
de más valía en el comercio y la
banca de la Capital
de la República ,
es un cuerpo o entidad jurídica cuya representación caracteriza para Venezuela,
tanto en su territorio como en el
extranjero, un instituto de respetabilidad ya reconocido.
Por lo que a nosotros corresponde, como hijos de esta tierra, expresamos al Boletín de la Cámara de Comercio de
Caracas, nuestra más franca gratitud por el artículo que a continuación
reproducimos:
En nuestro número anterior hemos señalado las ventajas y mejoras que se
deben introducir en la Guaira
y Maracaibo a fin de poner estos dos puertos principales de la República a la altura que les corresponde y de acuerdo
con los adelantos modernos. Cumaná la Primogénita de
Venezuela, cuna del Gran Mariscal de Ayacucho y
gloriosa por sus servicios inmortales a la causa de la Independencia de
Venezuela y de toda América, necesita también obras urgentes para su desarrollo
y embellecimiento. Estas obras son: en primer término el acueducto, luego un
puente sobre el Manzanares en la Plaza Ayacucho , indispensable hoy a las
comunicaciones y una casa de gobierno,
de que carece la histórica ciudad por completo, hasta el punto de que el
Ilustre Ayuntamiento celebra sesiones en el mismo edificio de la Cárcel. La casa natal
del General desapareció en el terremoto de 1853 y el lugar donde nació el héroe
está marcado con postes y cadenas. Nada
más propio que construir en este sitio
un edificio para una escuela o para un museo. La carretera de Cumanacoa
es la obra más importante de la ciudad
después del acueducto. Sabemos que el señor General Juan Alberto Ramírez, que
tanto se ha distinguido en la administración pública, se ha consagrado a la
construcción de esta vía de importancia
no solo para Cumaná sin para una de las
más hermosas regiones de la
República , como es el valle de Cumanacoa. Pocas regiones son
comprables a aquellas fértiles vegas admirablemente bien regadas.
Solo, el valle de Guarenas y Guatire en Caracas y el de Boconó en
Trujillo, pueden compararse en fertilidad y demás ventajas para la agricultura
con el de Cumanacoa. El General Ramírez merece bien de la Patria , pero según nos
informan, no dispone de elemento suficientes para llevar a cabo la obra con
prontitud, pero sin duda encontrará los
necesarios con la ayuda eficaz que viene
prestando a esta clase de obras la
actual Administración dirigida por el señor General Gómez. Estas obras se
deberían hacer para el centenario de la
gloriosa batalla de Ayacucho. A Venezuela corresponde hacer algo grande y digno del héroe para esa fecha memorable, y ninguna
ofrenda más adecuada que obras de
carácter público y de utilidad para la ciudad que tuvo la gloria de ver nacer
al gran capitán y excelente magistrado que fue Sucre. Una de las regiones más
ricas de Venezuela es Cumaná. Goza de clima sano, no esta expuesta a los
destrozos del paludismo, tiene peces como para surtir al mundo entero y tierras
abundantes para siembra de cocos, café y algodón. Sus telares
están muy prósperos. Solo falta a Cumaná las ventajas de la emigración europea.
Una de las mayores comodidades de este
suelo privilegiado es su Río Manzanares,
navegable para lanchas hasta la propia
ciudad. Con sus aguas se podrían regar
las inmensas sabanas planas que rodean a Cumaná.
MAYO DE 1923.
Continuando sus
campañas, el 5 de Mayo, en el “El Disco” No.26,
publica El Gran Comité Directivo del Sociedad Patriótica Ayacucho,
previo editorial que titula
“Importante Acuerdo”
“Es grato para nosotros dar publicidad en las columnas de “El Disco” al
importante acuerdo dictado por la “Sociedad Patriótica Ayacucho” que, habiendo
acogido favorablemente la idea también iniciada por este bisemanario, dispone
la reproducción exacta de la pluma de
oro, ofrenda del Colegio de Cochabamba al Gran mariscal de Ayacucho y cuyo
original se encuentra en el Salón de la Ilustre Municipalidad
de Cumaná.
Bien merece nuestro aplauso, y seguramente que tendrá el general encomio,
el esfuerzo que está realizando la
mencionada Sociedad, para dejar bien puesto su nombre en el propósito patriótico que la guía.
Cuando dijimos que desde el año 30 muchas sociedades se había fundado en
Cumaná para glorificar a Sucre, sin que ninguna de ellas hubiese dejado obra alguna que dijera
siquiera de sus nombres, creímos no estar equivocados porque es esa la verdad.
Los monumentos y las demás obras que honran el nombre del egregio cumanés en esta ciudad de su nacimiento, no
son erigidas
por Sociedades, sino por los gobiernos
o por la
Municipalidad , y veríamos con tristeza que ahora sucediera igual. Todo nuestro esfuerzo está a las órdenes de la Sociedad para llevar a
término su noble empeño, y bien creemos que no habrá hijo, el más humilde que
sea , de esta tierra que no esté dispuesto a contribuir ala glorificación del
eminente coterráneo vencedor en Ayacucho.
Los resultados inmediatos, decisivos,
radicales y brillantes de la acción de Ayacucho hace de esa memorable
efemérides una de las mas genuinas glorias de América, y al aproximarse su
Centenario no es de extrañarse que las hojas de esa gloria, las Repúblicas
Bolivarianas, se apresten a conmemorarla con la pompa requerida.
Cumaná, la hija primogénita del Continente, la que puso en el alma de
Sucre aquella serenidad de arcángel con que pasó por la sangrienta contienda,
inmaculado y terrible, tiene derecho a esperar que se le dispensará la atención
que ella espera en esta ocasión para enaltecer al que todo lo dio en provecho de la Causa de América y de la libertad”.
EL
ACUERDO
EL GRAN COMITÉ DIRECTIVO
DE LA
SOCIEDAD PATRIOTICA AYACUCHO
CONSIDERANDO:
Que se acerca ya el 9 de diciembre
de 1924, en que Cumaná se apresta a celebrar de manera espléndida el Centenario
de la Batalla
de Ayacucho, “cumbre de la gloria Americana”, campo fecundo en donde culminaron
las virtudes guerreras y cívicas del General Antonio José de Sucre, el más
ilustre hijo de esta ciudad procera;
CONSIDERANDO:
Que el Benemérito General Juan
Vicente Gómez, Presidente Constitucional de la República , ha acogido
con el fervor patriótico que tanto lo enaltece nuestros propósitos de honrar
merecidamente a Sucre y Cumaná;
CONSIDERANDO:
Que esta Sociedad Patriótica ha sido instituida con el laudable fin de
que la celebración de ese glorioso aniversario revista entre nosotros la
magnificencia y esplendor que demanda su alta significación política y social;
CONSIDERANDO:
Que es de urgencia arbitrar recursos entre las naciones bolivarianas,
para la realización del patriótico objetivo que perseguimos,
ACUERDA:
1º.- Hacer por cuenta de la
Sociedad una reproducción exacta de la pluma de oro y perlas
que posee la
Municipalidad de Cumaná , y que le fue ofrendada al Gran
mariscal de Ayacucho por el Colegio de Cochabamba en 1825.- La pluma no debe
pesar menos de noventicinco gramos en oro amarillo de 21 K.; su centro debe ser
macizo y las aristas talladas a buril;
llevará 24 perlas colocadas según están en el diseño.
2.- Fabricar un lujosísimo estuche
para guardarla pluma, con las condiciones características siguientes:
a)
Será de madera forrada en peluche azul.
b)
Llevará en el centro exterior de la tapa el
Escudo del Estado Sucre tallado en oro amarillo, perfectamente calado y cuya
dimensión será de diez centímetros de alto por un ancho proporcional.
c)
Llevará en cada esquina su respectiva
contera, también tallada en oro amarillo y con dibujos alegóricos.
d)
En la cara interna de la tapa llevará
artísticamente colocada una cinta de seda con los colores del Iris Nacional y
la siguiente inscripción impresa en letras doradas: “Facsímil de la pluma que
el Colegio de Cochabamba ofrendó al Gran Mariscal de Ayacucho.- Mandada a reproducir por la “Sociedad
Patriótica Ayacucho” de Cumaná en 1924.
3.- Esta pluma así guardada en tan lujoso cofre,
será rifada entre las naciones a cuya
libertad contribuyera tan desinteresadamente el Gran Mariscal de Ayacucho; y
para facilidad y recuerdo histórico de la rifa se emitirán bellísimos
billetes en suficiente número y de un
valor que esté al alcance de todos.
4.- Los
gastos que ocasionen estos trabajos serán pagados por Tesorería.
Dado en el Salón donde celebra sus
sesiones la “Sociedad Patriótica
Ayacucho”, en Cumaná a 3 de febrero de mil novecientos veintitrés.
El
Presidente, D. Ponce Córdova. El Primer Vice-Presidente, E. L. Silva Díaz. El
Segundo Vice-Presidente, Emilio Berrizbeitia.- Los Secretarios de
Correspondencia, J. V. Rodríguez Valdivieso.- Humberto Guevara.- Alberto
Sanabria.- Octavio Rafael Neri.- Paco Damas Blanco.- El Secretario de Actas, F.
Madriz Otero.- El Sub Secretario de Actas, R. Reyes Gordon.- El Tesorero,
Manuel M. Fuentes.- El Sub Tesorero, Enrique S. Berrizbeitia.- Vocales: Rafael
Velásquez.- Simón Núñez Ortiz.- José Silverio González Varela.- Miguel
Aristeguieta Sucre.- José Rafael Rojas.- Luis Ramos Sucre.- J. M. Urosa Ortiz.-
B. Milá de La Roca H.-
Andrés A. Bruzual.- El Archivero, Pedro Elías Marcano.- El Secretario General,
D. Badaracco Bermúdez”.
En el No. 28, del
13 de Mayo de 1923, El Disco publica una página que dedica a Sucre, el poeta
José Fernando Núñez.
¡Bendita sea la bala de Berruecos que te exaltó a la gloria!
Mientras otros execran la memoria
de tu alevoso asesino yo la acato,
porque la envidia es escabel por donde alcanza el Genio su más alto grado de esplendor.
Bajo el golpe de Obando se ensancharon tus glorias como las olas
crecen cuando los vientos rugen.
Si el crimen no hubiera armado el brazo de tu perseguidor, acaso el genio
de Pichincha y Ayacucho hubiera dejado
de prestarte sus favores y no ocuparías
en los fastos de la Historia la diestra de Bolívar.
Es necesario ahondar en los sucesos tempestuosos que se desarrollaron a raíz de la victoria de Ayacucho para comprender
que era llegada la hora de retirarte de la escena.
La naturaleza humana es susceptible
de debilidades a las cuales no pueden sustraerse las más recias energías, y las pasiones
políticas comenzaban a fermentar con la
socavación de los cimientos de Colombia
y la cercana muerte del Nazareno de Santa Marta, hubiera podido alcanzarte en el zenit de tu grandeza.
A Córdova le hubiera más valido
rendir la vi8da tras el éxito cabal del ¡“Paso de Vencedores”! La muerte
le hubiera salvado de macular con la traición sus laureles merecidos.
El Dios de Colombia te trazó una línea de la que no debías pasar. Después
de Ayacucho, que es tu Sinaí, nada más tenías que hacer, hacer más sería
trasponer las nubes y confundirte en el Olimpo con los dioses.
En el No. 29, del
17 de mayo de 1923, “El Disco” publica una página que dedica a Sucre, don Jorge
Luciani.
“Magnanimidad y desprendimiento de Sucre.
Admiro en el Gran Mariscal de Ayacucho a una de las más altas cumbre del
arte militar: reverencio e Sucre, hombre privado, el paradigma de las virtudes
domésticas; si es el diplomático, lo veo
muy grande; si al magistrado, íntegro;
si al amigo, circunspecto y leal. Patriota genuino y de visión amplísima, en su
cerebro esclarecido no halló albergue jamás el ideal de la Patria Chica.
Como jefe desplegó carácter; subalterno,
tributó el respeto debido a la jerarquía
sin vergonzosas complacencias, y haciendo valer, cuando fue preciso ,
con firme modestia, sus gloriosos merecimientos. Pero sobre ese cúmulo de eminentes cualidades, brillaron en todo
instante dos virtudes inmarcesibles: su
desprendimiento y su magnanimidad.
En 1820 designado en unión de Briceño Méndez y de José Gabriel Pérez, para celebrar con
los españoles el tratado de regularización de la guerra, comienza a irradiar
gloria su grandeza de alma. “Este tratado, dirá Bolívar un lustro después, es
digno del alma de Sucre; la benignidad, la clemencia, el genio de la
beneficencia lo dictaron, el será eterno como el más bello monumento de la piedad aplicada a la guerra;
el será eterno como el nombre del vencedor de Ayacucho.
Así durante toda la guerra hasta que, en Ayacucho, sella espléndidamente
la independencia sur-americana, brindando con hidalguía sin par a los heroicos
vencidos una capitulación por todo extremo generosa.
Creada la República
de Bolivia, Sucre fue elegido su Presidente vitalicio, pero solo por dos años
aceptó y ejerció tan elevado cargo. No tardó mucho en ser víctima de un
atentado criminal. Valentín Matos, que así se llamaba el asesino, fue condenado
al último suplicio ¡Sentencia justa si
las hay! Con todo, Sucre le salva la vida, conmutándole la pena por destierro.
Ni a esto se limitó, sino que le suministró dineros para el viaje y a poco le
suspendió el destierro.
Transcurre breve tiempo cuando por obra de instigaciones peruanas
nuevamente asorda el espacio ruido de armas. El Gran Mariscal es herido.
Restablecido el orden público, que una invasión peruana había vuelto a
interrumpir, el ilustre cumanés se aleja de Bolivia, no sin antes decir con
noble orgullo: “En medio de los partios que se agitaron quince años, y de la
desolación del País, no he hecho gemir a
ningún boliviano, ninguna viuda, ningún huérfano, solloza por mi causa; he levantado del
suplicio porción de infelices condenados por la ley, y he señalado mi gobierno
por la clemencia, la tolerancia y la bondad. Se me culpará acaso de que esta
condescendencia es el origen de mis mismas heridas; pero estoy contento de
ellas, si mis sucesores con igual lenidad acostumbran al pueblo boliviano a conducirse por las leyes, sin que
sea necesario que el estrépito de las bayonetas
esté perennemente amenazando la vida del hombre y acechando la libertad....”
Todavía convaleciente de sus heridas, tiene lugar la invasión del territorio
de Colombia por las tropas del gobierno peruano. Invasión injustificable. Sucre
es nombrado primer jefe del ejercito Colombiano; su segundo es el general
Flore3s. Son 8000 los peruanos, 4000 los colombianos. El Gran Mariscal destroza a los adversarios en
Tarquí. Y entonces quien podía estar justamente resentido de la perfidia peruana a la par que
envanecido con la victoria, propone a los vencidos las mismas estipulaciones que vanidosamente rechazaron cuando se disponían a la lid. ¿Qué saben las
almas vulgares de esta sublime voluptuosidad? Sucre exclama lacónicamente: “La Justicia de Colombia es
la misma antes y después de la victoria” Expresión incomparablemente bella, que
tiene la diuturnidad del mármol y la sonoridad de un himno a la justicia;
palabras que retumbarán siempre, bajo el firmamento de la América libre, al través de ciudades, bosques y
desiertos, por encima de fronteras y montañas, como fianza segura de redención y
ejemplo de magnanimidad.
Presidente del “Congreso Admirable” (1830), fue encargado con otros
ciudadanos eminentes para tratar con los comisionados de Venezuela sobre el
porvenir de la Gran
Colombia. Alejado Bolívar del poder, y enfermo además, era el
Gran Mariscal la más conspicua personalidad
militar y política de la República : la opinión le
miraba como el sucesor probable del Libertador. Sin embargo en las entrevistas
de los comisionados de Páez, Sucre dio una vez más pruebas de su desinterés republicano proponiendo que:
“se admitiera y sostuviera la base de
que todos los Generales en Jefe, y los de otra graduación que hubieran sido
Presidentes o Vicepresidentes,
Ministros, Consejeros de Estado, y Jefes
Superiores en cualquiera de los
Estados de la futura federación, se
tuvieran por excluidos de los dos más elevados puestos de la Administración Ejecutiva
durante un largo y determinado período.” Esta proposición fue negada. Era
natural.
Aquel enorme paladín de la libertad era, verdaderamente “el más digno de
los generales de Colombia”.
En el No. 30, del 19 de Mayo de 1923, “El Disco” publica
una noticia de un año anterior, veamos:
UN DOCUMENTO de la Sociedad Patriótica
Ayacucho.
“Sr. Ramón David León. Oficina
de “El Universal” Caracas.
En esta fecha constituyose Gran Comité Directivo, encargado de
disponer lo relativo para digna y
solemne celebración Centenario Batalla Ayacucho.
Conociendo su patriótica admiración por las glorias de Sucre,
confiamos celebrará Ud., allí en el
sentido de hacerle ambiente favorable a
tan simpática iniciativa.
Presidente del Gran Comité Directivo,
D. Ponce Córdova.
9 de diciembre de 1922 .
Para el Director de El Universal. Caracas.
Bajo las más gratas impresiones patrióticas, la ciudadanía de Cumaná,
representada en lo más selecto de sus clases sociales, ha lanzado hoy, la feliz
iniciativa de celebrar digna y
solemnemente el Centenario de la batalla
de Ayacucho; y al efecto constituyóse un Gran Comité Directivo quien eligió
unánimemente, a los Presidentes de las Republicas Bolivarianas sus más
distinguidos Presidentes Honorarios.
El Corresponsal.
9 de diciembre de 1922.
Igual para el Nuevo Diario y El
Heraldo.
En el No. 35, del 9 de Junio de 1923, “El Disco” publica
una página tomada de “El Universal”,
titulada,
CENTENARIO DE
AYACUCHO.
Hemos recibido el prospecto de la notable obra que con el título de “EL
MUNDO BOLIVARIANO” se edita actualmente en Lima con el objeto de conmemorar el
Primer Centenario de la
Batalla de Ayacucho, que selló la libertad del Continente y
donde culminó el genio militar del Mariscal Sucre.
El Perú celebra con pompa inusitada el centenario de la inmortal batalla,
y en el programa de fiestas que con tal motivo prepara el Gobierno de aquella
República este libro tendrá importantísimo lugar y constará de las siguientes
partes:
1º.- Simón Bolívar, su vida, su
obra, su ideal político, Bibliografía del Libertador. Iconografía. 2º.-
Las grandes batallas de la
Libertad.- 3.- Los
colaboradores de Bolívar. 4.- Antecedentes y consecuencias de la Batalla de Ayacucho con
respecto a la libertad Suramericana. 5º.- Elogio del Libertador.
En la intervieu que insertamos en nuestra edición de ayer bajo el título
de “Una efeméride americana” está
delineado ampliamente el plan de esta obra debido al fervor bolivariano de un
gran patriota peruano, el señor don Carlos Aramburú y Salinas.
Así mismo el artículo que reproducimos hoy se hace eco de la notable
labor del señor Aramburú.
La obra gigante de Bolívar culminada en Ayacucho, al cumplirse 100
años de la batalla que diera libertad a un continente, al más
joven, al más pujante y al más rico de
los cinco que forman nuestro planeta, va a ser, una vez más objeto de la
reverente y estupenda admiración de seis repúblicas americanas,
cuyas recias y herrumbrosas rompiera la tenacidad rebelde y siempre enojada de un genio.
El 9 de diciembre de 1924, en las llanuras de Ayacucho se escribió la
última página de la historia colonial de
América. Antonio José de Sucre, más tarde mariscal de Ayacucho, secundado aquel
día en la izquierda por el general Don José de La Mar , en el centro por el venezolano, Jacinto Lara
y a la derecha por el general colombiano Córdova, contando como auxiliares poderosos a Agustín Gamarra, al británico Miller, y a veinte gloriosos jefes más, venció aniquilándolo, al ejercito realista
que comandara el Virrey La Serna , cuya jefatura estuviera en manos de Cantrerac,
la izquierda dirigida por Monet,
el centro a la cabeza, el general Alejandro González Villalobos, y la derecha en poder de Leonidas Valdez.
El sol del medio día lució más brillante el 9 de diciembre del 24 para el
continente de Colón. El Virrey y su Estado Mayor, prisioneros, la capitulación
incondicional como premio de muchos años
de heroísmo y de sufrimiento.
Cien años día por día, se van a cumplir dentro de muy pocos meses y las seis repúblicas bolivarianas, las demás hermanas de América y
el mundo entero, van al el centenario que pusiera fin a la tiránica lucha, a
cantar el hosanna magnífico, a los generosos soldados que supieron dejarnos por heredad una Patria gloriosa y libre.
Ya se esboza el programa de las fiestas que tendrán lugar en el Perú con
motivo de la conmemoración de aquella
fecha, espléndidas todas, pero uno de los números, ciertamente muy delicado, va
a ser la publicación del libro “El Mundo Bolivariano”.
Un periodista de prestigio, el señor
Carlos Aramburú y Salinas, secundado por un grupo de periodistas de recia
estructura intelectual, se ha hecho cargo de la obra que en forma definitiva,
como documento imperecedero, dirá de aquellos días de gloria, lejanos ya, pero cálidos aun en el recuerdo de los
hombres libres que pueblan este nuestro
continente niño y exuberante.
En el No. 36, del 14 de Junio de 1923, “El Disco” publica
el soneto de Andrés Eloy Blanco.
CHUQUISACA.
El Mariscal subía la dorada escalera,
Radiante la mirada, seguro el caminar;
En su brazo una dama se engarza ligera;
Sus cabellos el oro, sus pupilas, el mar.
De súbito, en un giro, la rubia cabellera
Rompió
sus ligaduras con dulce resbalar
Y el oro de la trenza y el de la charretera
Juntaron sus fulgores en un fulgor solar.
Los bucles se agitaron con emoción extraña...
Más noble que en la arenga febril de la campaña,
Sintió toda su gloria la faz del Mariscal.
Ella insinuó un murmullo de tímidos asombros,
Y el Héroe dijo raudo:
-Jamás obre mis hombros
Cayó, Señora,
el peso de un homenaje igual
En
este mismo Número inserta el documento que transcribimos:
“DOCUMENTO
DE LA SOCIEDAD PATRIOTICA AYACUCHO.
GRAN
COIMITE DIRECTIVO. CUMANA-VENEZUELA.
Presidencia.
No. 3.
Cumaná-Venezuela.
Ciudadano
Presidente Constitucional del Estado
Sucre.
Presente.-
Honorable Compatriota:
La “Sociedad Patriótica
Ayacucho” constituida recientemente en
esta ciudad capital, con el propósito de celebrar el Centenario de la épica
Batalla “cumbre de la gloria Americana”
acordó en medi del mayor alborozo, nombrar a Ud., Miembro Honorario suyo
en este Estado.
Como verá Ud., en los documentos que
iremos dando a la estampa, serán
variados los números de la festividad, y necesitamos el concurso simpático y
valioso de cuantos son amantes de las glorias de Sucre y de la ciudad procera
que lo vio nacer, para salir
triunfantes en nuestros levantados
propósitos.
No dudamos que Ud., cuyo espíritu progresista se ha manifestado ya en
beneficio de ese Estado que tan dignamente dirige, nos prestará su valioso
contingente, cual corresponde
a la excelsitud del objeto
que nos ha hecho constituir en Gran
Comité.
Ya el jefe del País, Benemérito
Gral. Juan Vicente Gómez, ha acogido con patriótico entusiasmo la instalación de la Sociedad , al hacerle la
participación del nombramiento de Presidente Honorario de ella, en la República , y estamos
ciertos de que su apoyo material no se hará esperar, pronto como ha estado
siempre a honrar cuanto se relacione con la Patria y con sus hombres y hechos eminentes.
Con sentimiento de la mayor consideración me es honroso suscribirme de Ud., atto. S. S., y compatriota.
D. Ponce Córdova”.
“Igual para los demás Presidentes de Estado, Gobernador del
Distrito Federal, Ministros del Despacho, Inspector General del Ejército,
Miembros del Congreso Nacional, Secretarios Generales de Gobierno, Arzobispo de
Caracas y Venezuela, Obispos Diocesanos, Ministros Diplomáticos, Gobernadores
de Territorios Federales, y demás ciudadanos que ha honrado la Sociedad Patriótica
Ayacucho con este nombramiento”.
En el No. 38, del 21 de Junio de
1923, “El Disco” publica un interesante artículo de Rodolfo Betancourt:
“RELIGION BOLIVARIANA.
Creo y sostengo que todo buen venezolano debe reconcentrar su
pensamiento en la personalidad múltiple
de Bolívar para así formarse mejor criterio de lo que vale para nosotros,
significa para el mundo y merece ante la posteridad , este “héroe de los
héroes”.
Bolívar “mitad héroe y mitad Dios,
como dice Chocano, hizo obra inmensa de libertad, de afianzamiento, de
moral; y su
actuación en el mundo, destacándolo sobre las cosas humanas, lo coloca en puesto de
preferencia en el seno de la
inmortalidad.
Su brazo: fuerte y blando, hecho de mármol y de seda, con la dualidad
rara de su fiereza para ganar batallas y
firmar decretos monumentales, y la finura de su tacto en los salones, para
ofrecer a las damas, las rosas de su amor, el cáliz de su cultura y el incienso
perfumado de su galantería.
Su Verbo: dulce, vibrante,
arrobador, sentencioso y convincente. Dulce en las sonoridades de la
rima y las expansiones del afecto;
vibrante como un clarín en el tumulto de los campamentos, arrobador en
los instantes conflictivos de necesaria elocuencia; sentencioso en las
deliberaciones trascendentales y convincente cuando la Verdad y la Justicia reclamaron el
puesto merecido que querían arrebatarle.
Su pensamiento; mezcla de severidad y de vehemencia; grande como el
firmamento, firme como las pirámides, tumultuoso como el océano, fulgente como las tempestades, y con el
privilegio de que en su inmensa órbita
cabían y evolucionaban al mismo tiempo, las inspiraciones del poeta, las
conveniencias del político, las
sagacidades del guerrero, las elocuencias del tribuno, las verdades del
filósofo, las predicciones del vidente, , y por sobre todo esto, el convencimiento pleno de su misión y de su
genio...”
En el No. 39, del 3 de Julio de 1923, “El Disco” publica un
interesante artículo de R. Aumaitre Sosa,
“ULTIMO ENSUEÑO DEL GRAN MARISCAL
DE AYACUCHO.
El noble guerrero, el adalid
gallardo, el prohombre de los grandiosos
planes apodícticos, el émulo de Bolívar, San Martín y Mariño; el vencedor de
Ayacucho, el hombre símbolo y fiel
representación de la heroicidad y la nobleza; el que arranca el cetro a los
incas y derroca el palacio de los Virreyes,
el que porta en su diestra la balanza de la justicia y en su escudo el
emblema del Triunfo, es Sucre el hijo benemérito de la imperial Cumaná.
Deteneos hijos del Sol –dice Sucre a los súbditos de Manco Cápac- ¿Veis
allá las colinas verdiazules donde el Virrey Laserna ostenta el irisado pendón
de la vieja España?
Id hasta él y decidle Que el General Antonio José de Sucre se encamina
hasta los viejos añojales donde habrá de
cernirse la radiosa figura del gran Libertador de la América Hispana.
Id vosotros que no soy la gente aprensiva de los celtas y rasgad la cruz
a cara que no soys vosotros la parte “auterapia” de la raza anulativa.
Apostrofad al apóstata y confiad con
que el lado de éste vuestro compañero haremos blanco sobre el baluarte donde se
exhibe la grandeza farraguista del
presuntuoso ibero.
Idos y dejadme en paz y estad alerta
para el alba...
Quiero soñar con mis pretericiones;
quiero dialogar con mi hado; quiero con la aquiescencia del espíritu prever mi
futuro; deseo, rebosante de júbilo, ver en mis ardientes sueños de visionario
de la excelsa figura del hombre a quien más estimo, del genio que abarca
lineamientos de inmortalidad y sublimes arranques de heroísmo; quiero imponerme en el corazón de mi
respetado jefe y amigo sincero: Simón Bolívar.
Y
sueña el héroe... De paso por los alrededores de Pamplona toma parte en
horrible aquelarre; allí le vaticina la maga Prandea el horrible sarcasmo de
Berruecos, el triunfo de Ayacucho, las felinas reincidencias, las notas subversivas
del plan que se escapa al General Santander, la pastecud de Ibarra contra los agresores del Padre de la Patria en el día en que el
puñal asesino amaga su corazón, la borrasca de Páez, la agonía lenta de
Bolívar, la roja anúteba de la dictadura,
la elocuente apología del General Urdaneta, las resoluciones aprobativas y
apóstrofes crueles del Consejo de Guerra que habrá de iniciarse en el patíbulo
sangrante que se alza contra el héroe de San Félix.
Se conjuran los acentos atronadores
del conciliábulo, y Sucre parte en alas de la sublime fantasía hasta prenderse en el ápside de su astro.
Se interna en el corazón del
porvenir patrio y 35 años después contempla con los ojos del alma la ignominiosa tea ensangrentando el suelo de
la adorada Patria donde antes latiera en cada pecho heroico la ambición de la
libertad.
Todos los nobles y firmes
ideales de los valientes patricios de la Magna Guerra han desaparecido.
Sucre tiembla, y, en éxtasis casi
divino, se dice para si en el suave mutismo en que corre su deseo: ¡Quien
pudiera leer ante la faz del mundo las
primicias de este canto que me sugiere la Omnipotencia del Dios que levantó mi espíritu al nivel de
los tronos donde impera la justicia y la bondad!...
El horizonte de la Patria
se ilumina con los rayos esplendorosos de un sol que derrama lumbres de venturanza y poesía.
El “Indico Poema” del inmortal
Colón duerme en la noble apoteosis de
los genios espartanos;
Nuestra heroica Venezuela a manera de un mágico dípiro centellea en el
alma del Padre de la Patria.
La cultura bajando de los cielos se une al sentimiento religioso que
implantara Bolívar en sus sueños de héroe
y en sus afanes de guerrero.
En nuestro cielo azul sonríe un sol de ópalo que despide lampos y difunde
miradas que hieren y santifican es Bolívar radiando sus sagradas aspiraciones,
es Bolívar genio trazando los arduos
problemas que habrá de presentar a su Venezuela
ideal en la galería de las Naciones
independientes y civilizadas.
Bolívar soñó a su Patria igual que Washington: Noble, grande, hermosa...
Bolívar resumió a su Patria en el
iris de tres perlas bellísimas y compiló en hermoso cuadro el trono viviente de la Venezuela europeizada.
Sucre despierta de su nobilísimo ensueño
con el estruendoroso triunfo de Ayacucho la naciente república de los
Virreyes lo proclaman su Libertador.
¡Gloria al sublime genio que
encarna la bravura del pueblo que lo vio
nacer!.”
En el No. 41, del 12 de Julio de 1923, “El Disco” publica
un interesante artículo de Manuel
Guzmán,
“BOLÍVAR POLÍTICO.
Los proyectos de Bolívar sobre la cuestión Istmo de Panamá; obligan a los
cerebros mas llenos y a los pensamientos
más elevados a considerarlo desde el verdadero punto político. Bolívar fue un
hombre de alto vuelo político, de
concepciones tan vastas y asombrosas,
que un siglo después, que el Chimborazo sintiera sobre sus espaldas los pies
del coloso, no parece a primera vista irrealizables. Todas las cualidades que
le adornaban como guerrero, como tribuno, como científico, como propagandista, fueron sus elementos o arma que puso al servicio de la realización de un
plan;
Ese
plan la libertad de América y el respeto a la Democracia.
El proyecto de Bolívar era formar un
todo político con las naciones del Nuevo
Mundo.
Constituido así este País, abrazando
el Norte, el Sur y Centro América hubiera sido el más grandioso imperio de cuantos nos habla y se registran en la historia; esa nación
contrarrestaría la amenaza constante, conservaría el equilibrio de los
continentes, roto éste por la supremacía de la vieja Europa y aquella por el
crecimiento formidable y alarmador de los Estados Unidos. Soñó Bolívar una
Nación que fuera la primera del mundo.
Fue acusado Bolívar de implantar la tiranía por ignaras e incipientes nacionalidades
nuestras, y al efecto se opusieron al
plan que a realizar se proponía. Los Estados Unidos aconsejados por
Jefferson miraron de reojo los encumbrados pasos del Libertador, y previendo el momento
de que harían presa de Cuba y
Puerto Rico tildaron de conquistador el
proyecto Bolivariano.
Las dificultades con que debía tropezar el Libertador
en tan magna empresa no se
escapaban a su inmenso cerebro de
pensador de treinta y dos años. El muy
bien estaba al corriente de nuestra ignorancia, de lo extenso del solar americano, de las dificultades étnicas, de
las ventajas que veía en las pequeñas repúblicas, pero nada se oponía al
desarrollo de su empresa ni a la efectividad de su obra. “Es una idea grandiosa, decía, pretender
formar de todo el mundo nuevo una sola
Nación con un solo vínculo que
ligue sus partes entre si y con el
todo. Ya que tenemos un origen, una
lengua, una misma religión debería por consiguiente un solo gobierno que
confederase los diferentes estados que hayan de formarse “
El pensamiento de Bolívar era sublime y si acabo se hubiera llevado, no
tuviéramos como hemos tenido, en vez de
la gran patria que hoy sería nuestro orgullo y el temor de esos Yanquis y
Europeos, un haz de pequeñas nacionalidades enfrentadas, explotadas y amenazadas
constantemente por las potencias agresivas del mundo.
Ninguno presintió con más ardor
político la importancia del Istmo de Panamá que el Libertador lo que si
no presintió fue que cayera en
manos de los filibusteros americanos
que ayer lo tildaron de conquistador
con el más cínico descaro.
¿Era quimérico el pensamiento Bolivariano? Creo que no, basó sus
construcciones siempre sobre cimientos
de buena lógica, de lógica conciente y de argumentaciones indestructibles.
Panamá fue para Bolívar el sueño
político más hermoso que tuvo “Acaso
solo allí podría algún día fijarse la capital de la tierra como pretendió
Constantino que fuese Bizancio la del antiguo hemisferio”, decía en 1815 y
en 1824: “Parece que si el mundo hubiese de elegir su capital, el istmo de
Panamá sería señalado para este augusto destino, colocado como está en el
centro del globo, viendo por una parte el África y por otra el Asia y la Europa. “Blanco y Azpúrua,
Documentos para la vida publica del Libertador . Vol. IX. Pags. 448.
Esas concepciones políticas del Libertador, esas ideas brillantes y bien acertadas, esos razonamientos,
madurados por vigilias de meditación, que brotaban de su cerebro fue lo que le
prevaleció para ejercer predominio sobre el mundo y sobre los sabios.
En resumen , considerado Bolívar en la esfera política se ve a simple vista, la magnificencia de su grandeza gemela con la magnificencia de
su obra.
Manuel Guzmán. Cumaná, 1923. “
En el mismo número,
publica un documento de la Sociedad Patriótica Ayacucho, vemos:
“DOCUMENTO DE LA
SOCIEDAD PATRIOTICA AYACUCHO- GRAN COMITÉ DIRECTIVO. Circular No. 7.
Cumaná 10 de enero de 1923. La Sociedad Patriótica
Ayacucho, establecida en esta capital con el laudable propósito de celebrar de
manera espléndida el centenario del la épica batalla “cumbre del al gloria
americana” según la opinión decisiva del Libertador, al empezar sus trabajos de
propaganda hace memoria de todos cuantos
ciudadanos hayan contribuido con su contingente material o literario a las festividades consagradas a
honrar nuestras fechas clásicas y
nuestros héroes legendarios. Y conocedores de los levantados sentimientos
patrióticos que tanto distinguen a Ud.,
al dirigirle esta nota es con e objeto de excitarlo a que nos secunde en nuestros proyectos de honrrar a Sucre y
Cumaná en el próximo 9 de diciembre de 1924, en que se cumple el primer
centenario de la batalla de Ayacucho, la función de armas más trascendental que se haya librado en Sur América, y cuyos
resultados fecundos en beneficio para
tantos pueblos ya libres acrecen más y más con los tiempos. Para hacer más
fácil la realización de nuestros planes, este Comité Central ha dispuesto crear en el
Estado Sucre y en toda la
República , Juntas Parciales a las cuales corresponde en primer término arbitrar recursos para hacer posible los
distintos actos que se propone verificar dicho cuerpo en esta ciudad capital, en el memorable
centenario de Ayacucho. Por tanto,
esperamos que Ud., en unión de los señores ------- elementos todos de alta
valía en esa localidad, se constituirán en Junta y empezaran sus trabajos activamente.
El periódico órgano de la
Sociedad y cuantas
publicaciones emanen de este Comité
Directivo, les serán enviados sin tardanza, y esperamos así mismo las apreciables comunicaciones de Udes., para darlas a la estampa en dicho
órgano periodístico.
En espera de su grata contestación no suscribimos de Uds., Attos
S. S. y compatriotas.
El Presidente, Dr. D. Ponce Córdova;
El Primer Vicepresidente, Dr. E. L. Silva Díaz; El Segundo Vicepresidente, Sr. Emilio
Berrizbeitia; Secretario General, Dr. Domingo Badaracco Bermúdez; Sub
Secretarios de Correspondencia, Dr. J.
V. Rodríguez Valdivieso, Sr. Humberto Guevara, Sr. Alberto Sanabria, Sr.
Paco Damas Blanco y Sr. Octavio
Rafael Neri. Secretario de Actas, Dr.
Federico Madriz Otero; Sub Secretario de
Actas, Sr. Rafael Reyes Gordon. Tesorero, Sr. Manuel M. Fuentes; Sub Tesorero,
Sr. Enrique S. Berrizbeitia. Vocales: Dr. José Silverio González Varela, Gral
Rafael Velásquez, Gral. Simón Núñez
Ortiz, Dr. B. Milá de La Roca
H. , Dr. José Rafael Rojas, Dr. J. M. Urosa Ortiz, Dr. Luis
Ramos Sucre. Archivero. Sr. Pedro Elías Marcano”.
En el No. 46
publica un maravilloso trabajo del colombiano Guillermo Valencia, que titula
“Como mira el poeta a Bolívar.
Un día se apodera del poeta el
anhelo del ignoto, y evoca el genio de la Historia . En vuelo hacia los tiempos idos conduce hasta las forjas romanas todo el bronce que ha recogido, para fundir en él el
alma de una estatua: la estatua de
nuestro padre Bolívar.
Y evoca la epopeya americana; y ve lo que fue él la Independencia ; un
ensueño de hombres agitados del espíritu de aquella diosa que escanció e cincelado vaso para el filósofo antiguo el divino
coloquio de La República ; una tribuna
ocupada sin cesar por oradores férvidos;
un circo de los tiempos antiguos llenos
de mártires despedazados; una historia entera desbaratada a cañonazos; y sobre el cuadro portentoso y
épico, un hombre ¡Y ese hombre era Bolívar!
La palabra vuela, cansada, para
decir lo que fue: predecir, luchar, vencer, crear, orar, gemir, cantar, rugir,
maldecir, convencer, soñar padecer,
agonizar, morir... Morir, no como
quiera, sino como la columna dórica cansada de llevar sobre sus hombros el peso
inmenso de las naves; contemplando como
España ataba de su escudo a la fiera soberbia y melenuda, y dejaba
volar, a cobijar el nuestro, con la sombra sagrada de sus plumas, esa ave libre
que gusta de armar su nido sobre el pico más alto de as sierras.
Y esa fue la visión del poeta. El vio al héroe mártir, y supo contemplar su perfil vencedor sobre el
muro negro y derruido, de los tiempos que fueron; y su gesto
aguileño y su abrazada tez y sus mismas
quemadoras pupilas en que reverberaba el
rojo sol del combate. Y vio como al
acompasado galopar de su caballo, la
tierra brotaba soldados que iban formando, a su espalda como la cauda inmensurable de un cometa, y como iba llevando de monte en
monte andino los incendios de la guerra y la voz de Dios...
El poeta tomó esos rasgos esenciales y fue a llevar a la fragua volcánica
el sagrado crisol que contenía el bronce futuro de la estatua inmortal.
Inmortal ... Porque Bolívar vivirá mientras la lengua castellana nos este pregonando en América, en las estrofas del poeta; un
pasado glorioso y un compromiso para el futuro”.
En el No. 47, publica
“Debate Histórico”.
Tomado del diario El Grafico de Bogota.
“Dentro de poco llegará a Bogotá una comisión de historiadores peruanos
con el plausible propósito de recopilar datos y elementos para la formación de
un album o libro que contendrá el detalle pormenorizado de los antecedentes,
concomitancias y consecuencias de la mas estruendosa batalla de la
independencia suramericana librada en el campo de Ayacucho el memorioso
día 9 de diciembre de 1824 entre un
ejército realista compuesto de nueve mil trecientos diez hombres y uno libertador formado por cinco mil setecientas ochenta unidades.
Un patriótico anhelo nos hace esperar que el gobierno de Colombia
corresponderá con creces al celo desplegado por el Congreso de Perú, a fin de
que la luz de la verdad brille , y para que establecida fehacientemente la
participación de los pueblos colombinos en la acción de Ayacucho se estreche y
consolide la unión y hermandad entre los
países que recibieron provecho y honra con la victoria que inspiró al abate De Pradt estas palabras:
“La batalla de Ayacucho ha sido para la España y América
lo que fueron para Cesar y Octavio las de Farsalia y Accio contra
Pompeyo y Marco Antonio, y uno de aquellos combates definitivos que destruyen un poder y
consolidan otro”.
Ya una ley de nuestro Congreso expedida el año pasado ordenó que se
erigiese en fiesta nacional el hermoso día 9 de diciembre de 1924, y que se
celebrase de acuerdo con el decoro
patrio.
Abierto el recinto de nuestros
archivos a la comisión que nos visitara, y guiada esta por la Academia Nacional
de la Historia ,
se depurará un tanto el sentido crítico que por desgracia ha presidido en la República hermana los
debates acerca de la trascendencia
de la extraordinaria jornada de Ayacucho y sobre la influencia decisiva de las armas colombianas en aquella
hora aciaga para las huestes de la Corona ibera.
Osamos decir esto, porque sabemos la
importancia que se atribuyó al Album de Ayacucho de aquel capitan desagradecido
, natural del Perú, que en el año de
1862 publicó en Lima con el fin poco
honesto de desdeñar la heroica parte que en la famosa lid tomó lo mas granado y poderoso del Ejército
colombiano, en momentos en que en el Perú, según decir del Libertador, había
sufrió grandes desastres miliares , en
que el morbo de la traición causaba
males sin límites a la causa de la
independencia, en que la marina peruana se declaraba en abierta rebeldía, y en
que los celosos enemigos meridionales pugnaban por abortar el plan de redención
de los hijos del Inca.
Y no fue una voz aislada la que se
escuchó cuando el Album de Ayacucho vio la luz pública. En la semana pasada tuvimos oportunidad de
leer el desplante de un escritor del Rimac sobre la manera como ha de
festejarse el epónimo suceso. Dice aquel que el regocijo no debe ser sino del
Perú y de Venezuela.
Nadie entre nosotros ignora que el
mérito de la Victoria de aquella titánica brega correspondió al
prestantísimo General Sucre, porque así lo comprobó la magnitud y claridad del
acontecimiento. Empero, solo pudo el avieso magín del Capitan José Hipólito
Herrera amenguar aquella brillante gloria en las páginas de su desventurado
Album de Ayacucho, excluyendo del cuadro de los vencedores los nombres del
egregio y generoso Mariscal , de Lara, de Luque, de Carvajal, de Silva, de
Gallardo, y de cien valerosos oficiales colombianos más que consagraron con sus esforzados hechos y el destello
palpitante de su encendida sangre la
fama de bravos y valientes.
Simultáneamente con la cooperación
de la Academia
Nacional de la
Historia es, indispensable que se haga sentir la benéfica
acción particular de los escritores que han descollado en este género de
investigaciones: Álvarez Flores, el
Canónigo Peñuela, Monsalve, Arrubia,
Rivas, Correa, Quijano, Posada, Henao, y
tantos más eruditos y hábiles buscadores de nuestros archivos. Estamos seguros
de que si el Gobierno designa como colaboradores a estos caballeros, la Comisión peruana quedará reconocida por tan precioso servicio y la historia nacional hará un esfuerzo definitivo en el sentido de su selección y autenticidad.
La prensa, por su parte, hará una benéfica y
trascendental labor al dar cuenta de las investigaciones que se hagan y de las
diferencias que se susciten entre los críticos durante la compilación de los elementos apetecidos por los enviados del Perú.
Finalmente se espera que
todos aquellos que en sus archivos particulares posean cartas, relaciones, croquis o cualesquiera manuscritos del año 24 o siguientes, y que hagan alguna
referencia a la campaña libertadora del
Perú, las faciliten para su copia a los caballeros encargados de tan ilustre
labor.
Como no sería extraño que nada se adelantara en materia de datos y
detalles, queda el segundo aspecto de la investigación histórica, o sea la
interpretación ética, social o política de las causas y de los efectos concernientes al suceso que se
examina. Agotada la parte narrativa y expuestos análogamente los
acontecimientos, resta el análisis metódico
y severo presidido por un leal espíritu
de imparcialidad , a fin de que
el concepto de la historia
corresponda a la poliforme
idealidad de Cicerón: testigo, luz,
vida, escuela y mensajera.
Toca ahora a la importante Comisión que nos viene con un mensaje de fraternidad, discurrir con su
criterio ecuánime y valorar el
sacrificio de los soldados de la Gran Colombia.
La libertad de que disfrutamos y el
noble interés que nos anima, es campo
propicio para que discutamos serenamente
el punto que los trae a estas landas
a los caballeros historiógrafos
peruanos.
No es puntillo de amor propio, ni es vanidad engreída, es el fuero
augusto de la verdad y de la
justicia.
Ruy
Cisneros”.
En el No. 53,
publicó, seguramente para dar a entender con quien la hubieron los patriotas,
un interesante artículo del historiador
Jorge Luciani, titulado:
“EL “DEMONIO” BOVES.
Interesante figura histórica la de este general José Tomás Boves.
Bolívar en su prosa fulgurante y metafórica lo señala como “Un demonio en
carne humana y sumergió a Venezuela en la sangre, en el luto y la servidumbre”
Un fraile Márquez proclamó una vez desde
la cátedra sagrada, al decir de Juan Vicente González, que Boves había sido enviado por Dios a la tierra para que fuera el azotico de los pueblos que habían pecado; y Heredia cuenta en sus memorias
que era el coco de los niños de los
insurgentes.
Para Larrazabal, Bolívar es un Dios, Boves un demonio. Y tal es de pávido
el lenguaje del académico Tejera cuando al caudillo español se refiere, que
uno se pregunta leyéndolo, si su infancia no transcurriría en medio de los
horrores de la guerra a muerte. Al
nombrar a Boves tiembla su pluma (sic);
él lo llama monstruo, minotauro, Atila; y,
en cambio, no vacila un punto en
calificar de “severo” al heroico Campoelías.
La apasionada expresión del Libertador es natural en un combatiente
exasperado que usa de la palabra como arma
de muerte; no así las opiniones de Larrazabal y Tejera, quienes
escribieron en el seguro de la vida,
ajenos los odios y represalias de la guerra. Posteriormente los más de los
escritoras se han dado a la tarea, en extremo fácil, de repetir las
patrañas inventadas por algunas
imaginaciones fantásticas, antes que analizar
con imparcialidad y buena fe
aquel interesante fenómeno social
que son los años 13 y 14. Y han contribuido
así a hacer valedera y común la caprichosa leyenda de “Boves demonio”, hasta el punto de que hoy
día, excepto contadas mentalidades superiores, la mayoría de los pensadores de
mi país opina conforme al arbitrario
criterio de los pseudo- historiadores al estilo Larrazabal.
¿Sería racional juzgar a Boves sin un minucioso estudio previo de la guerra a muerte? No,
indudablemente que no. Sin embargo tal ha sido la labor de los escritores
patriotas. Olvidaron que la lucha era tremenda
y que la piedad era la derrota; olvidaron, además, que aquel caudillo
heroico y sanguinario, lo mismo que
Bermúdez, que Arismendi, y que
Campoelías, llevaba enroscada al corazón la serpiente de la venganza.
La guerra se alimenta del despotismo y no se hace por el amor de Dios, dijo en una ocasión el Libertador;
compréndenlo así los hombres de armas;
así es y así tiene que ser.
Hacen la guerra los soldados, no las mujeres ni los santos; requiérense
en los combates jefes que conozcan sus
responsabilidades y sus deberes, sordos
a la suplica y al llanto, cortantes como
una espada, ásperos en la lisonja, inflexibles como la fatalidad, no seres
bondadosos y pasivos prestos al sacrificio estéril. La guerra es anormalidad,
delirio, locura, no juegos de niños. Es la regresión brusca a la animalidad, a la barbarie, no a la
escala del cielo.
Pero nuestros historiadores hímnicos
no brillan precisamente por aquello que es corriente llamar al menos
común de los sentidos. En sus pueriles deseos de poblar el campo histórico de
dioses y demonios, no repararon que empequeñeciendo burda y
sistemáticamente a los realistas,
achicaban también a los patriotas.
En efecto, si todos los defensores del Rey, eran brutos desalmados y
cobardes, y los republicanos en su totalidad
geniales, valientes y honrados: ¿Dónde está y cual es el mérito de los libertadores de Sur América? ¿A que se debió
entonces la prolongada duración de
aquella lid? Porque en verdad es lógico, es natural, es inevitable el triunfo inmediato de lo
infinitamente grande sobre lo infinitamente pequeño... Y allí donde no hay
brega proporcionada y terrible no puede haber gloria. No, no fue aquella lucha
bravía y sangrienta una guerra de cíclopes y de enanos; la
grandeza de Bolívar y sus tenientes
estriba casualmente en haber
vencido, a fuerza de constancia y de
valor, a los aguerridos tercios españoles, triunfadores de Bonaparte. Por algo
se llama al Libertador a si mismo “el hombre de las dificultades”.
En este mismo
número 53, continuando la
Campaña por el Centenario de Ayacucho, El Disco, publica los listados de los
representantes de la
Sociedad Patriótica Ayacucho en todo el País.
“SOCIEDAD PATRIOTICA AYACUCHO. GRAN COMITÉ DIRECTIVO. PRESIDENCIA.
Juntas parciales nombradas en los Estados de la Unión Venezolana.
JUNTA DE CARACAS.
Dr. Luis Felipe Banco, Dr. Melchor
Centeno Graü, Dr. Jesús Sanabria
Bruzual, Dr. Luis Teófilo Núñez, Dr.
Salvador Córdova, Dr. J. C. Rivas
Morales, Dr. F. C. Betancourt
Vigas, Dr. José Miguel Oliveros, Dr. F. De P. Rivas Maza, Dr. J. A. Ramos
Sucre, D. J. S. Bruzual, D. Salvador N. Llamosas,
D. Juan E. Arcia, D. Andrés J.
Vigas, D. J. M. Espíndola, D. Juan
Miguel Alarcón, D. Ramón David León, D.
Francisco de P.- Centeno, Dr. J. M. Rivas Arias, D. Roberto Martínez Centeno, y D. Juan Almándoz.
Dr. Cesar Almaral, D. Pedro Miguel Uban,
D. Andrés Himiob Carvajal, D. Alejandrino Bruzual Serra, D. Andrés Eloy Meaño Ortiz, Dr. Gumercindo Torres, Dr. Luis Godoy, Gral. F. Díaz Mancilla, D. Juan Norberto Franchi, D. Luis Marturet y D. Salustiano Plaza
Montemayor.
VALENCIA
D. Mauricio Berrizbeitia, D. Luis
Daniel Berrizbeitia, Dr. Atilano
Vizcarrondo Rojas, Dr. Luis Pérez
Carreño, Dr. Miguel Bello
Rodríguez, D. J. Gregorio Pane Bello,
Dr. Francisco Iturriza, Dr. Gustavo Minguet Letterón, D. Salvador Carballo Arvelo, D. Enrique D’Sola, D. Carlos Amaré, D. Ernesto Branger, Dr. Lino Chávez, D. Ramón Ramos, D. Vicente Rosales, Dr. S.
González Guinan, Dr. Lisandro Lecuna,
Dr. Isaías Galviaras, Dr. Virgilio Herrera, Dr. Cesar Hamerich, Dr. Carlos Sardi, D. Juan I. Branger, D. H. Pérez Vera, D. Miguel Octavio Codecido, D. Domingo O. Olavarría, D. Clemente Velasco
Paredes, D. Agiustin Codecido, D.
Alfredo Pietri, D. Leopoldo Olavarría, D. Porfirio Marvez, D. Luis Augusto Paz y D. Alejandro Otalorra.
MARACAIBO
Dr. G. Quintero Luzardo, D. Juan E. Paris, D. Ramón Villasmil, D. Juan B.
Bessón, D. Octavio Luis Criollo, D. C.
Medina Chirinos, D. Udón Pérez, D.
Rafael Yépez Trujillo, D. Manuel Belloso Navas, Dr. Julio C. Belloso, Dr. José E.
Serrano, D. Ramiro A. Parra, D.
Adalberto Toledo, D. Elías Sánchez Rubio,
Dr. Pedro Guzmán H., D. Arístides Urdaneta, D. Francisco Guillen Quintero, Dr. A. Irazabal, Dr. José del Carmen Oliveira, Dr. Pedro José Rojas, Dr. Heberto Cuenca, D. Jesús A. Navas, D. N. Clodomiro Rodríguez, Dr. Abigail Colmenares y D. Octavio
Neri.
En el No. 55, el
Gran Comité de la
Sociedad Patriótica , continuo la publicación de los
representantes en la diferentes ciudades de la República :
ESTADO BOLIVAR
Ciudad Bolívar
D. Ramón Sucre, D. Rafael Ángel
Cabrera, Dr. Pablo H. Carranza, D. Juan
Manuel Sucre, Pbro. Crisanto B. Alvins, Hildebrando Cabrera, Víctor Manuel Silva
Carranza, Luis Bossio Márquez, Juan
Silva Carranza, Leonet Olivo, Carlos Palazzi, Dr. J. M. Agosto Méndez, José
Acuatella, Edmundo Senegart, Trino Hernández,
Gral. J. M. Barroeta Briceño,
Luis Ponce, Dr. Federico Guevara Núñez, Luis Roncajole, Dr. José Benigno Rondón, Dr. C. Fry Barrios, Dr. Luis Acevedo
Itriago, Dr. J. Pérez Veracochea, Dr.
Hilario Machado.
UPATA
General J. M. González, Francisco Antonio Álvarez, Dr. A. Lecuna Bejarano, Lucio Celis Camero,
Ramón Otero Fernande y Manuel Álvarez.
Marco Tulio
Badaracco, considerando que el nombre de “El Disco” no respondía al
objetivo, decidió editar el mismo
periódico con el nombre de “ SUCRE”.
EL BISEMANARIO “SUCRE”,
Año 1. Mes 1. No.
1.- 5 de Julio de 1924. Director don
Marco Tulio Badaracco Bermúdez. Administrador don Julio Madriz.
EDITORIAL.
“Próxima la trascendental fecha centenaria de la célebre batalla de
Ayacucho, ganada por Sucre el preclaro
hijo de Cumaná, y próximas las fiestas que en honor al héroe y a la fausta
efemérides, prepara esta ciudad ilustre , hemos juzgado oportuno la fundación
de este órgano periodístico que, bajo el nombre glorioso el nobilísimo coterráneo, pueda recoger las
cónicas y decir de las actividades ciudadanas de estos tiempos.
Impulsos entusiastas y plausibles
propósitos sobran a quienes intentamos
la fundación de un periódico e Cumaná
y toda cuanta energía, criterio, voluntad, escasa inteligencia y
conocimientos del asunto podamos tener,
con grata decisión la ponemos al servicio de la obra... Pero es lo cierto
que, hasta hoy al menos, el esfuerzo ha
sido estéril porque los rendimientos pecuniarios no han correspondido a los requerimientos de
la empresa.- Confiamos, sin embargo, en que dada la espontaneidad con que muchos
nos ha alentado a esta obra, el periódico SUCRE
obtenga favorable acogida y luenga existencia.
Enviamos nuestro respetuoso y muy atento saludo a los altos Poderes
Nacionales y del Estado, a la Prensa de la República y hacemos
llamada a cuantos sean amantes de las letras, las ciencias, las artes
industrias && para que colaboren en este bisemanario que está desde ahora al servicio de todos.
De seguidas pasa a
lo principal, cual es la conmemoración del centenario de la Batalla de Ayacucho, y
publica en este No. 1, de fecha 5 de julio de 1924, un artículo de don Gabriel
Espinosa, veamos:
CENTENARIO DE LA BATALLA DE
AYACUCHO.
La pluma de
Sucre.
“Caracas, abril de 1924. Sabido
es que el Estado Sucre, se propone celebrar el centenario de la batalla de
Ayacucho, y efectúa a este fin la rifa de una riquísima pluma de oro. El producto de esta rifa se destinará
a la construcción en Cumaná de un monumento al Gan Mariscal de Ayacucho, y
General de la Gran
Colombia , Antonio José de Sucre.
El artista autor de la orfebraica joya es el señor Rómulo Maduro, ya
bastante conocido en nuestros círculos
artísticos por la original maestría en la ejecución de anteriores trabajos entre los cuales se hicieron
notables la medalla especial de la Condecoración del Busto del Libertador, en la primera clase
de la Orden ,
concedida al príncipe Fernando de Baviera y Borbón, la Medalla obsequiada al
General Juan Vicente Gómez, por los obreros y artesanos de Caracas, y muy especialmente por la creación de los aristocráticos Kryseidos,
joya moderna de su invención, con la cual ya se empieza a sustituir entre nosotros a los arcaicos monogramas, y que como muchos saben consiste en confeccionar las siluetas de las personas, hechas a buril,
y colocadas sobre carteras y otros
objetos de uso particular.
Ahora se trata de otra obra maestra del seño Maduro. La pluma está
constituida por una vena con aristas, en las cuales van incrustadas de manera
primorosa veinticinco perlas, cuyos orientes forman ritmo armónico sobre el
mate del oro, repujado con habilidad que
hace recordar la sutil maestría de los antiguos maestros italianos.
Pero donde puede apreciarse todo el refinamiento artístico, toda la
originalidad y el singular dominio que
en su ático oficio despliega este
orfebre nacional, es observando el Escudo del Estado Sucre que exorna el
estuche destinado a contener la pluma en referencia.
El trabajo es hecho a buril. El escudo de Sucre se divide en tres cuarteles rodeados por un bocel en alto relieve: Uno
inferior de perspectiva horizontal, compuesto de tres planos que representa el
mar, la costa de tierra firme y el cielo que, es a la vez el fondo del cuadro.
En el primer plano de este cuartel, se destacan en alto relieve unos peces.
Pues bien, el señor Maduro ha logrado alcanzar
y sugerir con toda propiedad la perspectiva del caso, valiéndose no solo
del efecto de la línea sino de la tonalidad de los metales y, lo que es
verdaderamente artístico, armonizando el juego de la luz por medio de la
receptividad que de ésta posee el oro, según lo permite el rasgo trazado por el buril, o el brillo que la
amplía.
El cuartel superior de la izquierda está lleno por una cornucopia
rebosante de frutas tropicales: se haya
formado de oro brillantemente pulido, destacándose sobre un fondo mate oscuro.
Allí las frutas que desbordan del cuerno invertido, no obstante lo prolijo de
los detalles lineales, se ofrecen a la vista sin atropello, limpias en la
síntesis de un conjunto sugerente en extremo.
El cuartel superior de la derecha, se halla lleno con el dibujo de un
cocotero que abre sus palmas sobre un pedazo de tierra, una de las playas de
Sucre tal vez Este cuartel presenta en
el trabajo del señor Maduro otro matiz: aquí el árbol está hecho en oro,
amarilloso opaco, destacándose sobre el del fondo, que aunque del mismo color,
es brillante.
Como es fácil verlo, por lo expuesto, los dos cuarteles superiores, por
un pensamiento sintético del autor,
presentan un juego de luces y de
tonos que se concuerdan, precisamente, por la inversión antagónica entre el
brillo y la sombra de las figuras y de
los fondos. A esto hay que añadir otras
circunstancias de orden puramente técnico.
Del fondo de cada uno de los cuarteles
al bocel, no media sino un vuelo
de medio centímetro de diferencia. Esto hace que tanto la cornucopia de
la derecha como el cocotero de la izquierda tengan un relieve de un cuarto de centímetro sobre el fondo respectivo lo que no es de suma dificultad en la
ejecución; pero en el cuartel superior compuesto de cuatro plano sucesivos en
relieve, superpuestos con un vuelo de un
octavo de centímetro, se aumentan y agravan
las dificultades de construcción tanto mas si se piensa en la que de suyo presenta toda la escultura
destinada a hacer sentir la
perspectiva con el simple concurso de las líneas y del modelado, quiero decir
sin el contingente de los colores y del relieve propiamente dicho, dificultades
aumentadas a lo infinito cuado se modela
en oro repujado a buril.
El conjunto va rodeado por dos ramas; la una es de tabaco; la otra de
café. Ambas alcanzan la altura y son de un amarillo desvaído que contrasta de una manera violenta pero de efecto bien rimado con el tono rojo y brillante del bocel que se encuentra en un mismo nivel
de ambas ramas.
Sobre el escudo y rematando el conjunto por la parte superior, se ve un
busto del Mariscal de Ayacucho, rodeado a la vez por una corona de laureles que
prestigia, si cabe, la figura el paladín cumanés.
Las cuatro esquinas de esta preciosa tapa
del estuche, es decir, sus cuatro ángulos presentan cuatro esquineros de
oro formados por dos volutas jónicas
cada uno, con una talla de tres cuartos
de centímetro de vuelo.
Para terminar estas líneas acerca de la obra de nuestro admirable
artífice, hacemos constar que la contemplación
de este trabaº jo de su pensamiento y de sus manos nos sugiere
la impresión de hallarnos no ante uno cualquiera de los ricos y chillones productos de la
joyería moderna, sino ante la obra primorosa de uno de aquellos orfebres
cuatrocentistas a quienes el amor por su arte, les había revelado el
secreto de sustituir el alto monto de las piedras preciosas con la maestría de armonizar los matices del metal y la sugestión de las líneas en la síntesis de las figuras, para realizar,
no un derroche de riqueza con lo rico de suyo, sino un derroche de
belleza por medio de la objetivación de
lo que solo existe en el alma del
hombre, cuando es artista auténtico.
Estas líneas quiero que sirvan de
despedida al artista que a estas horas navega hacia una ciudad del Norte donde
piensa radicarse.
Gabriel Espinosa.
En
los Números 5 y 6, del bisemanario SUCRE, publica
“Relaciones del viaje de Sucre a Bogotá y
su asesinato al regreso, del historiador don Benjamín Endara, veamos:
“Pues bien, Apolinar Morillo consigna en pago, la vil suma de diez pesos
a cada uno de sus tres compañeros asesinos, a quienes, a pocos días de
consumado el horrendo crimen, los envenena José Erazo, el famoso auxiliar para el asesinato, el bandido de Salto de Río
Mayo, colombiano anteriormente asesino. Los envenena, con el fin de evitar el
que hagan revelaciones.
El sargento Lorenzo Caicedo llega a Quito en la mañana de un Jueves de
Corpus, diez del mismo Junio, trayendo ensillada la mula, las botas y el
sombrero de Sucre, en la montura. El sobrero tiene dos rasgaduras hechas con
proyectiles de fusil.
Al ver la Marquesa
a Lorenzo Caicedo, le pregunta: ¿Qué es del General?, y le responde: “Vengo
enterrándole debajo de un árbol, porque lo mataron en Berruecos”.
Al oír la noticia del asesinato en la persona del ilustre General Antonio
José de Sucre, quita los adornos de la Casa Azul , la que se convierte en riguroso duelo. La viuda, su familia y
otras más lloran desesperadas, y con muy justa razón.
A mediados del mismo Junio, la señora viuda resuelve que Lorenzo Caicedo,
su mayordomo Isidro Araus y cuatro peones, vaya a Berruecos a traer el cadáver
de Sucre.
Llevan dos bestias de carga, mucho alcohol, varias sustancias
antisépticas, y también una caja antigua de madera, de las de guardar
ropa.
Una vez en Berruecos, desentierran el cadáver, le echan el alcohol y las
sustancias, lo ponen en la caja, le recogen las piernas, a fin de que alcancen
en la caja, la cierran bien, y encima le tienden ropa, para hacer creer que es
caja de mercaderías.
Lo traen con el mayor disimulo; y caminan sólo de noche, con el objeto de
no ser asaltados por los envidiosos y pérfidos enemigos de Sucre.
A Principios de Julio del mismo 1830, pisan el Valle de Chillo, situado
al Sur-Este de Quito.
La viuda pone el cadáver en un lindo ataúd, después de esparcirle
sustancias antisépticas, y lo entierra en sigilo en el Oratorio de su
Hacienda El Deán, ubicada en el mismo
valle, a saber, en la hoy parroquia de Conocoto de la Provincia de
Pichincha.
Ahí permanece hasta 1841, en que a señor Mariana de Carcelén pone los restos en nuevo y más lindo ataúd,
inclusive los de la niña Teresa, fallecida el 15 de noviembre de 1831, y sepultada el 16 en la iglesia de San Francisco.
Isidro Araus, su esposa Francisca y otras personas, junto con la Marquesa , traen el ataúd
en propio sigilo a la Iglesia del Carmen Bajo, y
en igual sigilo, entiérranlo en el
Presbiterio de Colombia, voluntad de la Madre Priora , Manuela
Valdivieso Carcelén, prima hermana de la viuda, y, a la vez, previo influjo de
otras religiosas, Josefa y Magdalena Larrea, tías carnales de la viuda.
Una señora Rosario Rivadeneira, en virtud de ser amiga del Dr. Alejandro
Melo (Médico) avisa a este señor a
principios de abril de 1900, que los
restos de Sucre se hallan sepultados en
el Presbiterio de la iglesia e mención.
La señora llega a poseer el secreto, porque, después de muchos años de
fallecida la Marquesa ,
se lo reveló a la mujer de Isidro Araus,
ya cerca de morir.
A la Marquesa
se la bautizó en Quito, el 27 de Junio de 1805. Murió de fiebre, y con todo
auxilio de la Religión Católica ,
en un Lunes 15 de Diciembre de 1861, a los 56 años, 4
meses, 18 días. Fue llorada por la ciudad de Quito, en atención de haber sido muy virtuosa y muy caritativa, y sepultaron su cadáver en
el Tejar.
Pus bien, el Dr. Melo se asocia al
señor César Portilla, y ambos dan la noticia a don Abelardo Moncayo, Ministro
de lo Interior, y éste consigue del
Ilustrísimo Señor Arzobispo Dr. Pero
Rafael González Calisto, que dé
licencia a las Religiosas del Carmen Moderno (Carmen Bajo) a fin de hacer las delicadas averiguaciones.
Interrogada la
Madre Priora Carmen Jámeson, previa licencia arzobispal, dice
entre varias cosas, que por tradición sabe
con seguridad que, en 1841, sepultaron los restos del Mariscal Sucre en
el Presbiterio de la aludida Iglesia, delante del Comulgatorio de las
Religiosas.
Como se ve, las palabras
concluyentes de la Madre Jámeson , son
las que hacen creíble la revelación de
la señora Rivadeneira, revelación que carecía de apoyo y de sello de verdad.
El gobierno que preside el General Eloy Alfaro, ordena que en virtud de autorización concedida por el Señor Arzobispo, se hagan
las excavaciones en el lugar
señalado por la Rda. Jámeson ; y en
verdad, a los tres días de excavar hallan el ataúd, a las dos de la tarde de un martes 24 del referido Abril de 1900.
La señora Rivadeneira es premiada por el gobierno con 4000 fuertes.
De la Madre
Carmelita , la propia reveladora del secreto, me complazco en
decir lo que sigue: La niña María Carmen Jámeson nació en Quito; fue hija del
inglés don Guillermo Jámeson (doctor en Ciencias Naturales) y de la señora
Antonia Olivera, quiteña; profesó en un jueves
13 de noviembre de 1851; era de cuerpo alto, bien musculada, blanca,
rubia y de ojos cafés; ejerció todos los cargos
que le designaron las respectivas superioras, inclusive los de elaborar hostias y hacer flores de mano; tenía espléndida
forma de letra, sabía aritmética con perfección; de música poseía la Nota con igual perfección;
anualmente formaba el calendario en Español, para el rezo del Oficio Divino en
su Monasterio, en los de Cuenca y los de Colombia; fue Sub Priora, muchas
veces; luego Priora en cinco períodos de tres años cada uno; así como en las
demás religiosas en la madre
Jámeson resplandeció toda virtud; murió
la dulce muerte de los justos, a las tres de la mañana de un jueves, 15 de febrero de 1908, y murió
por agotamiento de fuerza en el corazón.
Ahora pues, en un lunes 7 de mayo del ante dicho 1900, la Junta Médica de la Universidad Central ,
previo examen concienzudo, informa que los restos son los mismos de Sucre.
Se ponen los identificados restos en una linda caja de ébano, inclusive
un tuvo de vidrio que contiene el acta de colocación de ellos; después se
cierra y sella la caja en debida forma,
y se la guarda en una urna extraordinariamente lujosa, y asegúrasela con buenos
candados.
En Europa trabajan la urna; es de metal dorado, y de bellísima
configuración; la parte inferior se
compone de cuatro caras de mármol negro; el interior es de muy fino terciopelo
rojo, con botones de oro; sobre ella está fija una preciosa cruz dorada, y el
trabajo es verdaderamente artístico.
Más o menos, la urna tiene un metro de altura ; uno de largo y 60 centímetros de
ancho.
Es destinada a poner en ella los restos del gran jurisconsulto y
Vicepresidente de la
República , Dr. Pedro José Arteta, fallecido el 24 de agosto
de 1873, y en seguida guardados en la Iglesia de la Compañía ; más por razones de dificultad de última
hora, suhijo Don Carlos Arteta vende la
urna al Gobierno en mil sucres , en uno de los días posteriores al 24 del
enunciado abril.
El jueves 17 de mayo del mismo 1900,
el Ministerio de Hacienda, por medio de oficio, ordena a la Tesorería Fiscal
de Pichincha que pague los mil sucres.
Previa licencia del Señor Arzobispo, se forma una Capilla Ardiente en la
iglesia del Carmen Bajo. El principal compositor de la Capilla , que resulta muy
lujosa, es el habilísimo hermano Mercedario Fray Miguel Serapio Quijano.
Los restos contenidos en la urna, quedan en la Capilla desde el mismo 29
de Mayo, hasta el domingo 3 de Junio del mencionado 1900, y celébranle honras
solemnes los padres Mercedarios, los Agustinos, los Franciscanos, los Dominicos
y los Jesuitas, respectivamente.
En nueva oportunidad he de hacer una relación minuciosa del suntuosísimo
traslado de la Urna
Cineraria , en la noche de aquel domingo, desde El Carmen a la Iglesia Catedral ,
donde permanecen hasta hoy.
Ahora pues, un Consejo de Guerra de Oficiales Generales, instalado en
Bogotá, sentencia a la pena de muerte al Ex-Teniente Coronel Apolinar Morillo,
en un jueves, 18 de Agosto de 1842, después de convicto y confeso.
Forman el Consejo los generales Ramón Espina, Manuel María Franco y
Marcelo Buitrago; los coroneles José María Cancino y José Arjona; los tenientes
coroneles Fernando Campos y Lorenzo González y el Auditor de Guerra Dr. Narciso
Sánchez, todos ilustrados.
En un martes, 25 de octubre del
mismo 1842, la Suprema Corte
Marcial de la Nación , residente en
Bogotá, confirma la sentencia.
Los jueces son los doctores
Estanislao Vergara, Miguel Tobar y Eusebio María Canabal; Conjueces
Militares, General Joaquín París y Coronel Anselmo Pineda; Fiscal, Dr. Manuel
María Mallarino, y Secretario interino, Dr. Nepomuceno Esguerra, todos muy
ilustrados.
A Morillo lo tienen en el
Cuartel de San Agustín en Bogotá. Allí
lo visitan con frecuencia, el religioso agustino, Francisco Aguillón y el señor
presbítero Ignacio González. Ambos lo consuelan y le hacen fervorosas
exhortaciones.
En un lunes 28 de Noviembre del propio 1842, Apolinar Morillo da un largo
Manifiesto, cuyos dos párrafos principales dicen así: “A mis conciudadanos, a
mis compañeros de armas, a la humanidad entera. Dentro de pocos instantes no
quedará de mi sino la memoria, lo único que me sobrevivirá , y que quisiera
librar de la ignominia co la sangre que voy a derramar en el patíbulo. Nada
deseo ya, nada más apetezco sino el que mi nombre no seaa pronunciado con
horror, ni execrado por la posteridad.- Cometí, es verdad un delito, pero mi
corazón no participó en él; mi acción fue criminal, pero mis sentimientos jamás
lo fueron. Un destino funesto quiso que el ex general José María Obando, que
tenía meditado el asesinato del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre,
de acuerdo con otros señores, cuyos nombres no debo expresar en estos momentos,
más cuando la Opinión
Pública los señala con
el dedo, me escogió para instrumento para entender en aquel crimen, perpetuado
en un hombre justo a quien yo respetaba”.
(Hoy miércoles, 4 de junio de 1924, se cumplen 94 años del asesinato)
“A ls 4 de la tarde del miércoles 30 del mismo noviembre de 1842 , la Compañía que guarda al
reo, Apolinar Morillo, en el Cuartel de
San Agustín, lo lleva amarrado a la
plaza de Catedral.
Va pálido, con los ojos hacia el suelo y con un crucifijo en las manos;
camina al paso lento de la marcha que toca el respectivo tambor; en la plaza
está formado todo el Ejército que hay en la ciudad, en la que, a la vez hay un
inmenso gentío, las campanas toan a agonía; además de numerosa concurrencia lo
acompañan dos sacerdotes, el Dr. Antonio Herrán y el Dr. Antonio Margallo, y le hacen muchas exhortaciones. (El primer
sacerdote llegó a ser Arzobispo de Bogotá, del 15 de abril de 1855 al 6 de
febrero de 1868 en que murió)
Una vez en el patíbulo, lo sientan en el banquillo, lo amaran e este y le
vendan los ojos. Dice que perdona al Ex -General José María Obando, a fin de
que Dios le perdone a él, y exclama: “¡He sido muy pecador. Dios mío,
perdóname!”.
En seguida, cuatro tiradores le disparan sendos balazos en el corazón, e
instantáneamente se inclina la cabeza sobre el pecho.
De este modo se cumple la sentencia de Dios, que dice: “El que derrama la
sangre de su hermano será castigado con la efusión de la propia suya.”
Con la merecida muerte que sufrió Apolinar Morillo, quedó satisfecha aquí
en la tierra la “Vindicta Pública”, dice un gran pensador.
José María Obando nace el 8 de agosto de 1795, en una hacienda de la
jurisdicción de Caloto, ciudad del Departamento del Cauca en Colombia, y es
hijo de padres desconocidos.
Lo traen dos años a Popayán, y lo adopta por hijo el español Juan Elías
Obando, de quien toma el apellido. Para concluir, José María Obando, que ordena
asesinar al insigne Bienhechor e inocente
Sucre, el gloriosísimo triunfador en las
sangrientas batallas de Pichincha, Ayacucho y Tarqui; José María Obando, el
bandido de Berruecos, el infame Caín del justo Abel de la Gran Colombia , muere
como cerdo , en un martes 29 de abril de 1861, con once lanzazos que le dan en
el sitio de Cruz Verde, o, de una manera mas precisa, en Puente de Tierra del
hoy Departamento de Cundinamarca en Colombia, y el nefando crimen de
Berruecos lo paga él tambien con la efusión de su propia sangre.
Como se ve, y como lo dice la historia y la experiencia, de la inflexible
justicia de Dios, aunque demore bastante,
no se escapa ningún perverso, ningún malhechor, ningún tirano, ningún
homicida, ningún asesino por muy grande
y poderoso que sean”.
Benjamín Endara. Colombia.
En el
No. 7 del Sucre, publica el soneto de J. M. Rondón Sotillo.
SUCRE
Berruelos
fue un poema, fue la oscura
Pagina
roja de la hostil cruzada,
Y una
cumbre a la gloria levantada
Donde
el hombre inmortal se transfigura
Si por
la libertad lucha y fulgura,
Nunca
mas redentos que en la emboscada,
él, que
llevaba en su gloriosa espada
la
simbólica cruz de empuñadura.
Héroe
de generosas convicciones,
Imponiendo
su gesta a las naciones
Vence y
perdona con grandeza extraña.
Vence y
perdona, y ávido de arcano
Escoge
bajo el cielo americano
Una
tumba de cóndor: la montaña.
En el No. 7 del Sucre, publica el soneto de J. M.
Rondón Sotillo.
SUCRE
Berruecos
fue un poema, fue la oscura
Pagina
roja de la hostil cruzada,
Y una
cumbre a la gloria levantada
Donde
el hombre inmortal se transfigura
Si por
la libertad lucha y fulgura,
Nunca
mas redentos que en la emboscada,
él, que
llevaba en su gloriosa espada
la
simbólica cruz de empuñadura.
Héroe
de generosas convicciones,
Imponiendo
su gesta a las naciones
Vence y
perdona con grandeza extraña.
Vence y
perdona, y ávido de arcano
Escoge
bajo el cielo americano
Una
tumba de cóndor: la montaña.
Y en el
mismo número publica un trabajo formidable de Eduardo Posada sobre el
estandarte de Pizarro, veamos.
EL ESTANDARTE DE PIZARRO.
Trofeos que fueron
exhibidos en el baile que dio el general Santander.
Bogotá, julio de
1924. Cuatro versiones hay sobre el estandarte de Pizarro:
1ª.- Fue entregado en Lima en 1821 al General San
Martín, quien lo llevó a Europa y lo tuvo allí hasta su muerte en 1950 y
después de esta fue devuelto nuevamente a dicha ciudad.
2ª.- Que fue
enviado desde el Perú a Bogotá por el Mariscal Sucre en 1825, y se guarda aun
en el museo de esta ciudad.;
3ª,. Que no quedó
en Bogotá, sino que fue remitido de aquí a Caracas en 1826, donde se conserva;
y
4ª.- Que existe en
Cumaná, ciudad donde nació Sucre.
Sobre esta cuestión
han escrito el peruano señor Ricardo palma ( “Tradición”, IV serie); el
colombiano señor Ernesto León ( El Bogotano), 11 de mayo de 1882 (1) y el venezolano señor Arístides Rojas (La
Opinión Nacional” de Caracas 1827) (2); y recientemente el señor F. C.
Vetancourt (Boletín de la Academia de Historia de Venezuela”, marzo de 1912)
también venezolano.
Cierto
es que a San Martín le fue regalado en Lima un estandarte que se creyó ser el
de Pizarro. Así lo dijo la Municipalidad de dicha ciudad, en el acta de fecha 4
de abril de 1821, y lo repitió en la nota que se dirigió al general con el
presente. San Martín lo conservó como tal, y en su testamento ordenó devolverlo
a Lima. Cumpliéndose su voluntad algún tiempo después, por su yerno el señor
Valcarce, quien la entregó al Ministro del Perú en rancia. En 1865 fue
destruida esa bandera en un motín que tuvo lugar en Lima, según refiere el
señor Palma.
De ella tenemos dos descripciones:
el argentino señor Florencio Varela la vio en Francia en 1844, y dice que era
de seda, cuadrada, de color pajizo, que parece fue amarillo y se destiño con el
tiempo, de cuatro varas y tercia de largo por dos y tercia de ancha: en el
cetro hay un grande escudo, aproximadamente del contorno exterior, de las armas
españolas en los pesos columnarios, el cerco del escudo colorado y el centro
azul turquí” (3)
El señor Palma también la vio cuando
la llevaron de nuevo al Perú, y dice que era el escudo en campo azul y con orla
colorada, pero que el no tenía las armas de España sino el escudo de Lima, dado
a esta ciudad en 1537, que se compone de
tres coronas reales y una estrella.
“Esta bandera, dice el señor Palma,
era la que el alférez real por juro de
heredad, paseaba el seis de enero en las procesiones del Corpus y Santa Rosa,
en la entrada de virreyes, proclamación
de soberano y otros actos de igual
solemnidad. El pueblo de Lima dio impropiamente en llamar ese estandarte la bandera de Pizarro, y sin examen aceptó
que ese fuese el pendón de guerras que
los españoles trajeron para la
conquista. Y pasando, sin refutarse de generación en generación, el error se
hizo tradicional e histórico”
A
esto agrega el escritor peruano datos sobre el verdadero estandarte de Pizarro, el cual tenía por un lado las
armas de Carlos V, y por el otro al
apóstol Santiago, y que no estaba en Lima sino en el Cuzco, donde lo halló
Sucre después de la batalla de Ayacucho. “inmediatamente lo remitió dice, a Bolívar, y este lo obsequió a la
municipalidad de Caracas, donde actualmente se conserva”.
El
señor León reproduce la nota de Sucre en
la cual consta que fue remitido a Bogotá, la noticia que dio la Gaceta de
Colombia de la llegada de ese
trofeo y la nota del Secretario de Estado, señor Restrepo, fecha 27 de octubre de 1825, en la cual se ordena que se deposite en el museo. Se inclina por esto
a creer que esta en nuestra
capital.
El señor Rojas publicó, junto con
otros documentos, la nota que el Secretario de Estado, señor Soublette, dirigió el 9 de enero de 1826 a la Municipalidad de Caracas.
En ella dice que
tiene el honor de enviarle en nombre del gobierno de Colombia “el estandarte
real de Castilla”. Bien que no se dice allí
estandarte de Pizarro, y que el coronel Elizalde trajo
varias banderas, parece evidente por la descripción que de ella hace el
señor Rojas, que sí es éste el estandarte del famoso conquistador. Coincide ella
con la que da el señor Palma: el escudo de Carlos V. (castillos y leones) y la imagen del apóstol Santiago. Luego
veremos otras fuentes sobe esto.
El señor Vetancourt, que fue
Presidente del Estado Bermúdez (Venezuela) reconoce que el estandarte de Cumaná es posterior a la
empresa de Pizarro, pues su escudo es el que se usaba luego y no en los primeros días de la conquista.
“Erróneamente, dice él, vivió en la conciencia de una generación la singular
sospecha de que fuera este pendón, a par
del estandarte de Pizarro, mudo y regio testigo
de la conquista del Perú” Esta
bandera de Cumaná fue enviada también de
aquí por el señor Soublette, el mismo día en que se envió la de Caracas (9 de
enero de 1826).
Aceptado, pues, que el verdadero
estandarte es el que está en Caracas
¿Que bandera será la que guarda como tal, en una caja de vidrieras, el museo de
Bogotá? y ¿Cual será la que tiene el Ayuntamiento de Cumaná?
Sucre dijo en una nota del Cuzco de
fecha 29 de diciembre de 1824, que
enviaba junto con el estandarte cinco
banderas de los regimientos españoles, y
luego en su nota de Potosí, fechada 19
de abril de 1825, que enviaba cuatro
pendones de las provincias del Alto
Perú. La Gaceta de Colombia al dar cuenta de la llegada de dichos trofeos
a Bogotá, no especificó estos pendones, que eran de época más antigua, pero sí
detalló las banderas tomadas en la campaña. Eran estas: la del regimiento de “Burgos”, la del batallón “Huamanga”, una
llamada de “La Cruz de Borgoña” y las de
los batallones Primero y Segundo del regimiento “Cazadores de Extremadura”.
En los catálogos de nuestro museo
han figurado cuatro de estas banderas: “Burgos”, “Huamanga”, “Cruz de
Borgoña” y 2º Batallón de Extremadura” Faltan pues, la del
primero de estos. Pensamos que esa es la que se haya en Cumaná, bien que el
erudito señor Vetancourt, se inclina a creer que es alguno de los pendones del
Alto Perú.
Esta opinión la apoyamos en el hecho
de no existir esa bandera en nuestro museo; en haber rezado la crónica cumanesa
que esa insignia era la del batallón
“Extremadura” según lo dice el mismo
señor Vetancourt, en tener escudos de la
ciudad de Badajoz, situada en Extremadura,
y en ser semejante a la que
existe en nuestro museo. El catálogo la describe así: Bandera de metros
1.50 x
1.40 franjeada de plata con cinco
escudos bordados con oro y plata y seda de colores, sobre tela doble tejida de
seda blanca. En el centro el Español custodiado por dos leones y orlado de
banderas, y alrededor este letrero “Regimiento de infantería Cazadores de Extremadura Segundo Batallón” En las cuatro esquinas las armas de la provincia y en cada una la
divisa “PLUS ULTRA”.
La falta de nombre en la de Cumaná
proviene quizás del deterioro.
En nuestro catálogo de 1912, primero en que se hizo descripción detallada
de estas banderas, dice: “La del primer batallón “Regimiento de Extremadura
“creemos haya sido perdida. Sería muy triste imaginar que haya pasado sin esfuerzo a manos extrañas. El hecho de haber sido
enviada a la patria de Sucre en 1826, explica el no hallarse en el museo.
La bandera que hemos tenido aquí por
estandarte de Pizarro si puede ser
uno de los cuatro pendones del Alto
Perú.
Cosa curiosa sobre ese
estandarte de Pizarro, antes de nuestra
independencia, había escrito un antiguo cronista.
Resulta que esa bandera tenía, desde
antes de estas vicisitudes, una historia de alto interés escribiola en 1578 un
potosino Don Bartolomé Martínez Vela,
con el título de “Real Estandarte de Potosí”,
y fue publicada en la “Revista de Buenos Aires”, en 1865. No ha sido
mencionado este escrito por ninguno de los que en tiempos modernos se han ocupado de este
Estandarte.
Aparece
allí que esa insignia estuvo en la toma de Granada (6 de enero 1492); que luego
la trajo Colón a América en su primer viaje; que después pasó a la
conquista de México y de allí a Honduras, hasta hallarse en la
ciudad de Nombre de Dios, donde la tomó Pizarro para la conquista del
Perú. Figuró allí en las campañas contra los Incas y en las luchas de los Pizarros y Almagros.
Fue a dar a la Paz, y entonces la reclamaron del Cuzco y Chuquisaca. El Virrey Hurtado de
Mendoza mandó se entregara a Potosí.
Dicho cronista dice que el estandarte es de damasco carmesí y que tiene la imagen del apóstol Santiago.
Esto viene a corroborar que si es el de Caracas, pues concuerda su
descripción con la que nos da el señor
Rojas (Arístides Rojas).
El poeta francés Heredia, en su
poema “Los Conquistadores del Oro”
también menciona este estandarte
bien que no da exacta su descripción: “Setenta y dos caballeros
hidalgos, iguales en la sangre y en la bravura, cabalgan en torno de los
pliegues de azul de la enseña real donde junto al castillo de oro
santianqueando por el cronista Péres, el
fogoso Gabriel de Rojas”.
En el periódico “El Constitucional”,
que publicaba en Bogotá en 1826 , se dijo al hablar del baile que dio
Santander el 28 de octubre, onomástico
del Libertador:
“Los salones estaban decorados
expresamente con los estandartes que en diferentes ocasiones se han tomado a los opresores de la Patria“.
Eduardo Posada.
En el mismo número publico Carabobo 1821. Un
artículo de Domingo Badaracco, firmado
con el seudónimo “Manfredo”.
.
CARABOBO
1821.
Tornaron a vibrar ebrios de júbilo
los clarines del Ejército Libertador ,
los marciales heraldos sonoros que siete años atrás habían presentido en la alegría de sus dianas el alba triunfal del primer Carabobo;
desplegados orgullosamente los estandartes,
batieron al aire policromías de
sus colores detonantes; bajo el tórrido
sol de junio fulguraron los hierros de
las bayonetas, los aceros de las espadas, los bronces de los cañones.
Silenciosos, casi sombríos los lanceros de Apure desfilan en columnas para lanzarse en la
cabalgata de la muerte, más aun arrogantemente impávidos, que O’ Farriar, el
intrépido comandante de la Legión Británica, conmovido, los saluda con ¡hurras¡ clamorosos en el sitio mismo donde horas más
tarde caerá él también, la vida tronchada en flor. Occidentales de la Campaña Admirable de 1813
que llegaron en triunfo a Caracas desde las fronteras granadinas; Orientales educados en el deprecio a la muerte
por Bermúdez, el cumanés ayáxida; vencedores de San Félix como Piar, el noble
caballero infortunado a quien la
piedad no conservó para la Gloria;
centauros que habían asombrado a Morillo dándole catorce cargas de caballería entre las llamas de un incendio: eran los
últimos retoños del árbol recio de la
raza, que escapados a la cuchilla
devastadora de la guerra a muerte,
venían a librar en una batalla
definitiva la suerte de Venezuela,
para que la Patria cayera con la
gloria que convenía a su ínclito heroísmo, o surgiera armada y de pie como la
Palas Atenea de las antiguas leyendas.
Solemne ocasión en nuestros anales
es Carabobo: allí se destaca la figura colosal del Libertador asumiendo el
trágico deber de la responsabilidad con la serena entereza que corresponde a la grandeza de su alma
y poniendo de relieve la virtud
que lo acompañó en todos los trances de su vida
heroica: La virtud varonil y
gallarda de la resolución.
Solemne es el momento porque demarca
verticalmente el día en que arrancados
al sueño de la Colonia pasamos a vivir
vida autónoma de Estado libre; porque
allí se robusteció y arraigó en lo más profundo del alma nacional el verdadero concepto de la Patria, que no es
una expresión geográfica, sino la
comunidad de origen y de tradición, el
culto de los antepasados, la sangre vertida
en las mismas batallas, la
emoción a la vista de las mismas
banderas, el orgullo de las mismas glorias, la amargura de los mismos
reveses, la religión de los mismos
recuerdos, la llama de las mismas esperanzas; porque allí los hombres del Centro y del Oriente y de Occidente,
olvidaron sus diferencias
regionales para ser solo
venezolanos, y construir a Venezuela
indestructible y una, y vivir indisolublemente unidos a través de la
historia y del tiempo, por un pacto de la gloria, el más durable de todos los pactos humanos.
El 16 de agosto de 1924, en el No. 11 del “Sucre” Marco
Tulio prosigue su campaña, y publica Bayardo, tomado de “El Heraldo” de
Caracas.
La
historian es la memoria de los pueblos, pero con frecuencia acontece que las naciones que tienen historias brillantes son
desmemoriadas.
Hace
cuatrocientos años que el señor Bayardo, el caballero sin miedo y sin tacha,
entregó a Dios su alma hermosísima, una tarde de abril de 1524, cuando cayó
mortalmente herido por una piedra de un arcabuz
que le rompió la columna vertebral.
La
bella tierra del Dante y Garibaldi, siempre noble y justiciera , rindió
grandiosos homenajes con ocasión del cuarto centenario de la muerte de Bayardo, a la memoria de
aquel héroe legendario que fue el prototipo del valor; del adversario leal y
generoso, el paladín romántico; pero ninguna voz autorizada se levantó en
Francia para recordar a los franceses el
ejemplo inmortal de aquel ilustre Pedro
Terrail, señor de Bayardo que llenó de gloria la historia de Francia y que armó
caballero a su Rey Francisco I.
Pero
a falta de los homenajes oficiales “Le
Martín”, fiel intérprete de los generosos sentimientos de Francia,
envió a uno de sus redactores a depositar un ingenuo tributo de flores al pie de la estatua del guerrero
inmortal que se yergue en el patio de
honor del palacio de Versalles.
Nota
nuestra. Ejemplo a seguir. Vale.
En el
No. 12, el 20 de agosto de 1924,
publica un reportaje sobre Andrés Eloy Blanco, publicado en Venezuela por el
Ministerio de Fomento en 1918. (Tomado del diario “El Universal” de Caracas. Veamos:
Andrés Eloy Blanco. –Huésped actual
de La Habana- es casi un correligionario del licenciado Caracuel. Él escribió
en Paris, dos trimestres atrás, un cumplido elogio de los gatos. Es un libro de
versos. Una bella sátira contra el “dadysmo”. Se titula “Los gatos
maúllan” o cosa así, Hacer poesía
“dadysta” es muy fácil.
Andrés Eloy es un gran poeta. Pudiéramos
decir inclusive que es un gran poeta clásico. No compone estancias a la manera
de Fray Luis de León ni labra estrofas como Quintana, pero su estro tiene todas
las cuerdas de los viejos romances españoles y el ritmo que articula sus versos
posee la infinita cadencia de las palabras del Arcipreste…
Por todo esto triunfó Andrés Eloy,
el año pasado en el alto certamen de la Academia Española. Concurrieron al
concurso quinientos siete poetas (¡Hay bastantes poetas en el mundo!) Puso en
las estancias de sus poemas –Un Canto a España- todo el esplendor y la pujanza
del Llano; y su Musa, criada en la selva virgen, hizo correr a raudales sus
sueños, su visión nueva de las cosas, sus amores bravíos y su juventud.
Y Andrés Eloy Blanco venció en la
noble justa. Llamado por este cable, vino de Venezuela a Santander. Ahora
regresa de Santander a caracas. Allí le esperan sus padres. Le esperan llenos
de alegría y de orgullo.
LA CELEBRACION EN PERÚ.
El 23 de agosto, en el No. 13
de “Sucre”, desplegó en primera página, el gran acontecimiento, en un gran
titular “CENTENARIO DE AYCUCHO Venezuela se asocia fraternalmente a la
República del Perú en los festejos con que se celebrara dicho Centenario en
Lima”.
EMBAJADOR
ESPECIAL – BRILLANTE REPRESENTACION VENEZOLANA.
General
Juan Vicente Gómez Presidente
Constitucional de los Estados Unidos de Venezuela.
Considerando
Que
la República del Perú celebrará con
fiestas solemnes el primer centenario de
la Batalla de Ayacucho, la cual aseguró, con la independencia de aquel
país la del continente hispanoamericano:
Que
el excelentismo señor Presidente de la Republica del Perú ha invitado al señor
Presidente Constitucional de Venezuela a concurrir a las fiestas personalmente;
y de no ser esto posible hacerse representar especialmente en ellas;
Que la Batalla de Ayacucho
constituye, a la vez que una gloria legítima del Perú, una gloria de Venezuela;
que aportó a la campaña libertadora, hasta el Tratado con que magnánimamente
concluye el esfuerzo de sus soldados, el genio de Bolívar y las virtudes
políticas y militares del general Antonio José de Sucre. En uso de las
facultades que confiere la atribución 8ª del artículo 79º de la Constitución
Nacional y de acuerdo con lo previsto en la Ley Orgánica del Servicio Diplomático.
DECRETA
Artículo 1º.- Venezuela,
que se dispone a la celebración en su territorio del Centenario de la
Batalla de Ayacucho, se asocia de manera fraternal a la república del Perú en
los regocijos y festejos con que se conmemorará dicho centenario en la ciudad
de Lima.
Artículo 2º.- El Presidente Constitucional de Venezuela
será representado por un Embajador Especial, en cuyo séquito habrá de tener
representación adecuada , el Ejército Nacional, así como las ciencias, la
diplomacia y las letras venezolanas.
Artículo 3º.- Se ofrendarán a la República del Perú tres
palmas de bronce y oro destinadas a fijarse de modo perdurable en monumentos, o sitios adecuados, que
perpetúen en ellos la gratitud al Libertador y a los Próceres vencedores en Ayacucho
para que sirvan a la vez como recuerdo permanente de la ocasión ilustre en que
combatieron juntos por la libertad del Perú
y de la América los soldados de ambas naciones.
Artículo 4º.- La espada que el Perú dedicó al Libertador y
que se conserva en el Museo Bolivariano
de Caracas será conducida a Lima y exhibida durante las fiestas como testimonio de gratitud manifestada por
el Perú a su Libertador.
Artículo 5º.- Se pedirá al Concejo Municipal del Distrito
Federal el permiso necesario para trasladar
a Lima y exhibirlo también allá, como símbolo de la comunidad de glorias de España y sus hijos de América, el pendón
que Pizarro llevó a la conquista del Perú y el cual donado en el Cuzco al Mariscal de Ayacucho y
ofrendado por éste a Bolívar, fue luego dedicado por el Libertador a la ciudad
de Caracas.
Artículo 6º.- Se dictarán por resoluciones especiales las
medidas necesarias para que la representación de la República en las fiestas de Lima corresponda a la solemnidad de la ocasión gloriosa y a la cordial
invitación de Perú.
Dado, firmado y sellado con el Sello
del Ejecutivo Federal y refrendado por
el Ministros de Relaciones Exteriores en el Palacio Federal, en Caracas a los cinco días del mes de agosto de mil
novecientos veinticuatro.- Año 115o de la Independencia y 66o de la Federación.
L, S.
J. V. Gómez
Refrendado
L. S.
P. Indriago Chasin
DECRETO DEL ESTADO SUCRE.
Continuando la Campaña publicó en el “Sucre” No. 14, del
27 de agosto de 1924 una nota sobre el
Decreto del Ejecutivo del Estado Sucre.
CENTENARIO DE
AYACUCHO.
El Ejecutivo del
Estado, que acertadamente preside el General Juan Alberto Ramírez, ha dictado
un decreto, hecho público en Boletín Oficial, designando una Junta Organizadora
de los festejos para la celebración del Centenario de la Batalla de Ayacucho en
esta ciudad.
La nómina de personas que aparecen
en dicho Boletín, son de reconocida honorabilidad y competencia para preparar
con todo lucimiento la Fiesta Centenaria de Ayacucho y Cumaná espera de la Junta
que ellos constituirán, un programa de Festejos
que revistan la severa pompa y la
simpática esplendidez que reclama tan
memorable efeméride que al glorificar al
egregio Sucre, glorifica a Cumaná.
HOMENAJE A RICAURTE
En el mismo número publica EL HOMENAJE A RICAURTE EN BOGOTA. Y la
intervención del cultísimo cumanés, el poeta Andrés Eloy de La Rosa.
Bogotá agosto 9 (1924).- Transcríbole conceptos de la prensa de hoy
con motivo de homenaje tributado a la
gloria de Ricaurte.
El Diario Nacional dice “Ocupó luego
la tribuna Guillermo Valencia y
pronunció su bella oración. El poeta recibió calurosos aplausos de los
espectadores. Seguidamente el encargado de negocios de Venezuela, cultísimo
caballero Don Andrés Eloy de La Rosa, subió a la tribuna y pronunció magnifica
oración.
El señor De La Rosa fue objeto de
una verdadera ovación por parte del público.
Digno es de mención el gesto de de
la Rosa, quién al terminar su discurso manifestó que los pueblos libertados por
Bolívar deberían persistir en el ideal
que él alimentó de la unión y de la solidaridad.
Con ese fin el Encargado de Negocios
de Venezuela ha estado trabajando por la
formación de una Sociedad Bolivariana y para ello ha elaborado los estatutos que puso en manos de Valencia ayer mismo.
“El Tiempo” , dice: “Presidente de
la Junta de Homenaje, don Julio Portocarrero y don Guillermo Valencia, orador
designado por las Cámaras Legislativas , y Don Andrés de La Rosa, Encargado de
Negocios de Venezuela, llevaron la palabra
y en los mas bellos términos exaltaron el resguardo del glorioso mártir
de San Mateo. Merecieron esas oraciones largos y estrepitosos aplausos. Al
concluir su discurso, el señor De La Rosa insinuó la idea de fundar en esta capital una Sociedad
Patriótica Bolivariana, cuyo fin
principal sea la organización de un Museo Bolivariano y el acercamiento de las Repúblicas
libertadas por Bolívar y al efecto el orador
puso en manos de don Guillermo Valencia el proyecto de estatutos para esa institución, que no
puede ser más loable ni más
oportuno que apoyaremos de modo
decidido y entusiasta, como que responde
a una grande y noble idea entre pueblos ligados por los más fuertes y victoriosos lazos de sacrificios de glorias y de triunfos “.
El Nuevo Tiempo, dice: “Una vez que
terminó el doctor Valencia, subió a la tribuna el doctor Andrés Eloy de La
Rosa, Encargado de Negocios de la
República de Venezuela, quién a nombre de su gobierno pronunció una
brillantísima oración lírica que entusiasmó al numeroso público y fue muy
aplaudido.
Al terminar su discurso en señor De
La Rosa aprovechó esa solemne
ocasión para lanzar la idea de una Sociedad Bolivariana de la cual podrían
formar parte los Representantes Diplomáticos
de las repúblicas libertadas por Bolívar, trascendental proyecto que ha
sido entusiastamente acogido por todos los que lo conocen y cuyas bases y reglamentación escrita entregó al doctor
Guillermo Valencia.
De La Rosa ofrendó una riquísima corona a nombre del General Juan Vicente Gómez, con
la siguiente inscripción: “El Presidente de Venezuela al héroe de San Mateo”.
El Corresponsal.
MARACAIBO SE HACE OIR.
En el No. 15 de “SUCRE” del 30
de agosto de 1924, continuando la campaña, publica el texto “CENTENARIO DE
AYACUCHO” tomado del periódico “Información” de Maracaibo, publicado en junio
de 1924, firmado por Un Patriota.
El
9 de diciembre de este año celebrará la América del Sur los primeros cien años que en la vida de la
gloria tiene a gran batalla de Ayacucho, punto final de la Guerra de la
Independencia Continental contra España.
Es pues, esa, la última fecha, la
última ocasión solemne que tendremos de
rendir homenaje a los Padres de nuestras Patrias hispanoamericanas, y de manifestar culto de admiración por
nuestra historia heroica.
Así es que este último centenario
–el de Ayacucho- debe ser procero,
rumboso, triunfal: en él vamos a cerrar
el cielo de las apoteosis libertarias,
iniciado en 1883 con el centenario del
natalicio de Libertador.
No nos contentamos pues, con las
fiestecitas banales, con cohetes y triquitraques, con diluvios de retórica,
pirotécnica verbal, tan vacua como falsa
(y esto es la peor). Hagamos algo
sencillo, pero fuerte y noble. Si no hay dinero para grandiosos monumentos de bronce y mármol, únicos dignos
de la gloria de nuestros héroes, sí lo habrá para pequeñas obras de estética,
de utilidad y de eficacia, como las siguientes:
Editar algunos centenares de Cuadros Murales con el
Mapa de la Campaña de Ayacucho, y con el plano de la Batalla de Ayacucho y
distribuirlos entre las escuelas que
mejores resultados vienen dando y más
asistencia escolar tengan, a juicio de los inspectores respectivos.
Reeditar en una obra –verdadero
primor tipográfico- el tomo primero de
las memorias del General O Leary, por primera vez editado en Caracas en 1879,
de orden del General Guzmán Blanco y que contiene la Correspondencia oficial y particular del General Sucre. El papel de este libro
debe ser grueso y esmaltado y debe ilustrarse con fotograbados espléndidos
relativos a su texto.
Distribuir retratos del General
Sucre de gran tamaño entre las Escuelas
Públicas. Los marcos y el cristal de estos retratos, así como el de los
cuadros Murales, deben costearse por
suscripción entre los Maestros y alumnos.
Escribir una vida compendiada del
General Sucre en edición económica y popular para distribuirla gratuitamente
entre los ciudadanos que sepan leer y escribir.
Reeditar en edición selecta y costosa la Vida del General Sucre por el
ilustre doctor Laureano Villanueva para distribuirse en las bibliotecas,
Universidades, Academias, Centros
Sociales y Literarios de América.
Embellecer todos los sitios, plazas,
calles, edificios, etc., que lleven el
nombre de Sucre, para la fecha
centenaria.
Los Concejos de los Distritos que
lleven el nombre de Sucre, celebrarán Sesión Plena el 9 de diciembre de este año en la hora en
que empezó la batalla (10 am.)
Los Colegios particulares que lleven
también el insigne patronímico
organizarán un paseo escolar, con
las banderas y los escudos de las cinco
repúblicas hijas de Bolívar, cantando
los cinco himnos de las cinco Naciones.
Los niños llevaran en el pecho un
botón retrato del General Sucre, e irán
divididos en cinco grandes grupos, de
igual número todos, cada uno de ellos con la escarapela de una de las cinco
repúblicas, en la gorra o terciada en el pecho. El traje, sombrero, medias y
zapatos de los niños deben ser blancos
todos, sin permitirse la mas leve irregularidad. Para su recitación en este
acto se hará aprender a algunos
niños de fácil elocución y despejo, fragmentos del sublime mensaje de despedida a Bolívar escrito por el General Sucre después
de las heridas que le fracturaron
el brazo en Chuquisaca, párrafos de la
obra de Villanueva el soneto
Berruecos de M. N. Vetancourt.
Los veinte Estados de la Federación
disputarán comisiones que reunidas en
sesión plenaria en el Panteón Nacional,
depositen sendas ofrendas ante el
sepulcro de Bolívar y ante el Cenotafio
de Sucre. Estas ofrendas no deberán ser de flores naturales, ni de nada
marchitable, sino de oro, bronce o mármol. Este acto debería verificarse el 9 de diciembre a las 10 am.
Algunos grandes institutos de
Caracas, Barcelona, Margarita, Valencia, Puerto Cabello, etc. pueden organizar
peregrinaciones escolares por tierra o mar, hasta Cumaná, depositando
una ofrenda en el sitio donde estuvo la
casa donde nació Sucre o ante su
estatua. Otros pueden preparar
Simulacros de la Batallan de Ayacucho, ejecutados por un Regimiento
Escolar uniformado con los
uniformes de aquella época en Colombia.
En todas las ciudades del País,
pudieran dictarse órdenes para que todas
las casas de decente aspecto ostenten en los días del Centenario, una Bandera
Nacional nueva de modo que todas tengan igual tamaño e iguales colores; mejor dicho, matices;
porque el azul va desde el turquesa hasta el índigo, que es el propio de la bandera; el amarillo va desde el canario o clemón
hasta el gualda o mamey; y hasta el rojo
mismo padece variaciones en los pabellones
que vemos en las ventanas y azoteas los días de fiesta nacional. En cada
Distrito Jefatura Civil pondría en su Despacho a la vista de los ciudadanos las muestras de las telas o colores que
deben usarse, y las medidas
exactas que deben tener las Banderas. De advertirse es que las siete
estrellas en el azul son indispensables
en una verdadera bandera venezolana.
UN PATRIOTA
ANÉCDOTA DEL LIBERTADOR Y EL
PADRE DE GIRARDOT…
En el mismo número publicó
una anécdota que más bien es un
evangelio. Fue publicado en el periódico peruano “El Telégrafo”, fundado en
1764 por Francisco Cabello y Mesa, y enviado a Cumaná con motivo del Centenario
de Ayacucho.
La escena sucede en el Cuartel
General del Libertador. Un anciano de
aspecto noble, cabellos blancos, mirada chispeante, andar penoso y ya un poco
inclinado por la inclemencia de los años, se desliza pensativo por aquellas
galerías olorosas a pólvora y a rifles.
Lleva de la mano a un jovencito de
pocos años que apenas podrá sostener un fusil.
Y mientras los ojos del anciano parecen escrutar las interioridades de una pieza algo distante, los ojos del
imberbe se pasean por aquellos
corredores con una curiosidad verdaderamente infantil.
Al encuentro de estos dos polos
opuestos de la vida, se adelanta un edecán, el cual los interroga
de esta manera.
¿Que dicen ustedes?
Deseo hablar con el
Libertador –responden el anciano.
Por ahora no se
puede. El Libertador esta ocupado.
Una palabra me
basta ¡Hágame usted el favor... se lo suplico!
El Edecán animado por un
presentimiento algo extraño. Se dirige
entonces a la pieza del Libertador y le
dice:
Un anciano que trae de la mano un
jovencito, dice que quiere hablar,
aunque sea una palabra con su
Excelencia.
Que entre -contesta el Libertador
desde su escritorio, y soltando la pluma
se pone de pies; se cruza de brazos, su actitud característica, y repite ligeramente;
¡Un anciano! ¡Un Jovencito! ...
Inmediatamente debió impresionarlo
el aviso del Edecán. Bolívar veneraba la ancianidad y la niñez. Un anciano
siempre tenía para él un destello de gloria. En un niño creía siempre adivinar sus esperanzas....
Los hombres privilegiados han tenido especial predilección por los seres que se hallan en estos extremos “vejez”, “niñez”.
Y mientras el pensamiento de
Bolívar, más veloz que un relámpago meditaba quien sabe cuantas cosas, aquel anciano venerable, de cabellos
y mirada luminosa, seguido de un pequeño
adolescente, se coloca frente al genio y le dice:
General Bolívar aquí le traigo el último hijo que me
queda porque todos han muerto por la
Patria. Este es el único apoyo de mi
familia y de mi vejez; pero la libertad lo necesita y es preciso que le siga a
usted en el camino de la gloria.
¿Y quien es usted? Preguntó Bolívar
Soy el padre de Atanasio Girardot
El Libertador no pudo hablar, y
dícese que en ese instante el Padre de
la Patria y el padre de los héroes se
abrazaron y que de los ojos de
ambos se escaparon algunas lágrimas.
Poco después circuló el siguiente
oficio:
Ciudadano Secretario de la Guerra
del Gobierno General.
Cuartel General de Santa Fe, enero 2
de 1815
Los servicios del Coronel Girardot
no han quedado bien recompensados. Toda la Nueva Granada y Venezuela lloran su muerte y veneran su
memoria; mas las concesiones que se
hicieron en favor de su familia han sido renunciadas generosamente en bien de
la Patria.
Su padre, a quien la pérdida de dos
hijos podría hacer desear la conservación del resto de su familia, me
ha presentado luego que llegué al único
varón que le quedaba con la esperanza de
que este jovencito pueda imitar sus virtudes y remplazo
He aprendido la generosa oblación de
este padre patriota y para manifestarle
la consideración a que se ha hecho acreedora su ilustre familia, he dado
el grado de Subteniente al joven Girardot y lo he mandado agregar al invicto
Batallón de Barlovento. Confío en que
aprobándolo el Gobierno General, se permita descargar así una deuda de la Patria.
Dios guarde a V. S. muchos años.
SIMON BOLIVAR.
UNA DONACION DE GUILLERMO
SHERWELL.
En
el No. 17 de “SUCRE”, publica una nota
en relación con una donación que hace Guillermo Sherwell, que fue también
biógrafo de Sucre, que titula “A LA GLORIA DEL MARISCAL DE AYACUCHO”.
El Dr. Guillermo A Sherwell,
Secretario del Consejo Ejecutivo de la Alta Comisión Interamericana, residente en Washington, se dirige al Dr.
Vicente Lecuna, Presidente del Banco de Venezuela, poniendo en dicho Instituto,
a la disposición del Dr. Luis Felipe Blanco, Presidente de la Junta
Coadyuvadora en el Distrito Federal de
la Sociedad Patriótica Ayacucho de
Cumaná, la cantidad de Bs. 2.887, 55 valioso donativo con que la importante
Corporación Internacional contribuye al monumento que se ha de erigir al glorioso Mariscal de Ayacucho, en la
propia tierra cumanesa, cuna del gallardo paladín.
El Dr. Luis Felipe Blanco en carta
dirigida al Dr. Lecuna, manifiesta su intenso regocijo por el noble gesto del Dr. Guillermo A. Sherwell, ilustre
hispanoamericanista, quien ha testimoniado su fervoroso culto al preclaro Mariscal en una brillante biografía
de Sucre, cuyas páginas están llenas de
justos y atinados conceptos sobre la vida de aquel varón heroico que fue paradigma de magistrados y
guerreros.
UNA ADMONICION DE MARCO TULIO BADARACCDO BERMUDEZ.
En este
mismo número, publica un grito de angustia que titula “POR EL PATRIOTISMO”.
El concepto del patriotismo se creería
algo que no está al alcance de todas las
inteligencias y parece del todo
extraño al sentimiento de amor patrio
que entiende cualquier ciudadano. Este sentimiento se restringe en el
labriego a su predio, se amplía a su municipio y puede prolongarse hasta la
ciudad de que estos dependen. En el hijo de la ciudad se concreta a su parroquia en primer término,
luego a su distrito y, según el grado de cultura del individuo puede extenderse a la nación de que forma parte, pero es un sentimiento egoísta,
que tiene por finalidad la
defensa del terruño natal caso de estar
en peligro de ser invadido por gente extranjera.
Pero no es ese el deber que reclama,
con mayor apremio, el patriotismo, sino el de estar con toda nuestra energía
prestos a solicitar el progreso del
pueblo que se habita. Porque a la mirada
de los que visitan nuestra tierra,
resaltan de modo brusco con
violencia increíble para sus moradores
los defectos de la ciudad dependientes
en su mayor parte del carácter
indiferente de sus habitantes.
Imperioso deber del buen
ciudadano es colaborar de buen grado y
con firme y espontáneo esfuerzo a toda obra que signifique adelanto para su
pueblo; secundar a las autoridades en la
faena de cultura, civismo y progreso que emprendan; cambiar ideas, elaborar
proyectos, dar a conocer los pensamientos
que puedan sumar algún progreso; sostener toda institución benéfica,
ayudar aunque sea con el mas leve
impulso a toda labor fecunda y civilizadora para su País.
¿Cumplimos nosotros con tales
deberes? Yo estoy por afirmar lo
contrario. Cuando lanzamos el proyecto
de la rifa del billete para
aportar fondos a la Sociedad
Patriótica Ayacucho para la realización de sus bellos propósitos,
calculamos que entre los 30.000 o más
cumaneses de dentro y fuera de esta ciudad se recogerían cuando menos una cantidad igual si no el doble en bolívares y hasta el presente nos ha resultado fallida la cuenta, precisamente porque contamos, por mucho, con el patriotismo... Lanzamos luego la
idea del Soneto a Sucre y no tuvo eco
alguno entre nosotros. Ahora lo acaba de lanzar la atildada revista BILIKEN
de Caracas y ha recibido la más ovacionante acogida...
No todos los pueblos han tenido la
suerte de anotar entre sus hijos un
Antonio José de Sucre, prototipo de cuantas virtudes concurren a destacar, con
relieves casi olímpicos, una personalidad en la vida de las comunidades. Sucre fue grande por su
carácter antes de serlo como patriota y heredero de la espada que solo llevó en el mundo el caballero Bayardo, sin miedo y sin tacha, y es digno de toda glorificación, digan
cuanto quieran los envidiosos que hacen mofa
de nuestro orgullo regional por
tal merecimiento.
POEMA DE JOSE ANTONIO RAMOS SUCRE.
En el No. 18 publica un poema
eminente de José Antonio Ramos Sucre,
indudablemente para elevar el tono del discurso y los reclamos.
FANTASIA DE LA ESTACION ADVERSA
El
desfile de los días morosos,
enlutados
por el invierno,
visitados
por la pesadumbre.
Los
pájaros del cielo,
emisarios
de la tormenta,
desbandados
por la ventolera.
la
niebla suspendida
de piés
alados,
esquivos
del contacto de la tierra.
El
palacio de los escombros fulminados
sobresale
en la comarca ignota,
orillas
del mar de las aguas pesadas,
y una
selva le cubre las espaldas.
El
cortejo de los jóvenes alegres,
venidos
de más allá del horizonte,
profana
cierto día las salas
y
aposentos de la ruina feudal.
Motejan
las armas de la panoplia antigua
y su
retozo descomunal despierta
los
ecos indignados.
Visitan
la selva, donde cortan de raiz
los
árboles macizos,
reproduciendo
a cada paso
el
derrumbe estrepitoso de una torre,
y
componen esquife liviano
seguros
de continuar por nuevos caminos
su
peregrinación bulliciosa.
Partieron
entre canciones volanderas
señal
de su humor desprevenido,
a la
exploración del mar enigmático,
y
perecieron náufragos en sus aguas pesadas
antes
de comunicar su descubrimiento
del
palacio fatal.
MARCO
TULIO BADARACCO. A LAS HEROINAS
El el No. 24 de “SUCRE”, de fecha 1-10-1924, publica un editorial que
titula “UNA OFRENDA QUE SE OLVIDA”
dedicado a las heroínas de Venezuela
De un extremo a otro de la República
y aun podría decirse de la América
Bolivariana, a porfía, la prensa y las
corporaciones se afana por dedicar
gentiles ofrendas a los manes del Gran mariscal de Ayacucho, en la
fiesta centenaria de la admirable batalla que derrocó definitivamente al imperio colonial español en estas tierras
de Colón
Desde el año anterior, con la anuencia de la Sociedad Patriotica
Ayacucho, lanzamos en el DISCO que redactábamos
para esa fecha en esta ciudad, el concurso de un Soneto a Sucre; luego
la msma Sociedad promovió una Juegos
Florales. Y la Academia de la Historia, Biliken, El Nuevo Diario, El Heraldo,
etc., han promovido originales concursos para esa memorable efeméride, y
hoy publicamos en este periódico los términos con que “El IRIS” de esta capital promueve un certamen de
Belleza, como un tributo también a la “Semana de Ayacucho” .
Pero no sabemos de que se tenga
promovida en parte alguna, una ofrenda
singular de la mujer para esta ocasión,
en que se exalta el patriotismo y en que orgullo nacional va a ser sancionado
por el homenaje de todos los pueblos que en modo alguno beneficiaronse con el triunfo de Ayacucho.
¿Por qué este olvido? ¿Se niega acaso
que también la mujer tuvo su contribución de heroísmo y de sacrificios en la
contienda libertaria? ¿Cuantas de ellas
dieron ejemplo de amor tal a la
Patria naciente que no temieron ni el
deshonor ni el martirio en holocausto a
la Independencia? ¿Para que citar
nombres? ¿No viven en la memoria de todo
buen ciudadano o se levantan en el culto
americano las figuras ilustras de Luisa Cáceres de Arismendi, Policarpa Salavarieta, Teresa Salcedo
de Márquez y las mil anónimas de nobles hazañas ignotas de un extremo a
otro del Continente, que en seno mismo de hogar
acariciaron y mantuvieron vívido el ideal patrio? ¿Por qué se omite,
pues, y no se le brinda oportunidad a la
mujer en esta hora propicia del Centenario de Ayacucho?
Nosotros hincamos y así la trasladamos a los Señores Directores
de la bella revista “Atlántida” la idea
de dirigir un mensaje a la mujer venezolana y particularmente a las de
ya celebre y aplaudida firma para que
envíen sus producciones destinándoles exclusivamente a ellas el número de gala
que esa Revista proyecta para el Centenario-
A nuestro juicio será la
realización de esta idea, digna de
entusiasta acogida, un delicado y valioso tributo, a la sacra memoria del pundonoroso Mariscal, en boca de quien ha
puesto la leyenda, la gentil expresión,
síntesis de su acatamiento a la dama: “A
la mujer ni con una flor” ...
CERTAMEN DE BELLEZA PROMOVIDO POR BISEMANARIO “EL IRIS”
En
el mismo número, conociendo la importancia del certamen convocado por “EL
IRIS”, publica CERTAMEN DE BELLEZA.
Como
un homenaje de galantería a la Gracia
cumanesa y como motivo de los
próximos festejos del Centenario de la gloriosa Batalla de
Ayacucho el Personal de “El Iris”
promueve un certamen que lleva por objeto rendir culto de admiración a la justa
belleza de las hijas de esta tierra
neo-andaluza , que tan pródiga ha sido siempre en la gaya hermosura de sus
flores, que son gala y prez del selecto
pensil manzanareño.
“El Iris” al asociarse también al festival de la magna
fecha centenaria, presentando la ofrenda de la real belleza coterránea, hace
circular desde esta fecha en “Sucre” galantemente concedido al efecto, los
cupones del voto y las condiciones del Certamen.
Se espera pues, de todos aquellos
caballeros amantes y admiradores de la
Belleza, que se sirvan tomar parte en este torneo galante de cultura y
civilidad.
El Certamen se cerrará el día 20 del
próximo mes de octubre, pudiendo enviarse, hasta este día, los votos a la
Redacción de “El Iris” para luego efectuar las elecciones de las tres primeras
bellezas de Cumaná, cuyas fotografías será reproducidas en la edición de gala
de “El Iris” que para los próximos festejos centenarios prepara el personal de
este periódico a todo lujo.
La redacción de “El Iris”.
LA MACADAMIZACION DE LA CALLE SUCRE.
En
el No. 26 aparece una nota, que aparentemente no tiene relación con los
festejos, sin embargo todo lo que se movía en Cumaná en ese espacio de tiempo
iba en ese sentido. Veamos esta correspondencia.
Cumaná, octubre 8
de 1924.
Señor Director de
“SUCRE”.
Muy Señor mío:
Tengo el honor de participar a usted que anoche en el Club Alianza se constituyó
una Junta con el propósito de macadamizar la Avenida Sucre, la cual
llevará el nombre de Junta Avenida Sucre y cuya mesa fue formada así.
Presiente, doctor A. R. Machado; Vicepresidente, Emilio
Berrizbeitia; Tesorero, Dr. Jesús M. Urosa; Vocales: doctores Miguel
Aristeguieta Sucre, J. A. Gómez López, J. A. Ponce Córdoba, señores Marcos
Carrera, Manuel F, Fuentes, Manuel J. Malaret,
Elías Tobías, Pedro Morazzani,
Andrés Felipe Alarcón, Coronel Pedro López Sotillo, y Secretario el suscrito Amadeo Blanco.
En el No. 27 de “SUCRE”
publica con un gran titular un trabajo de
Don Pedro Elías Marcano, acucioso investigador de la historia de Cumana,
titulado
LA CUNA Y LA TUMBA DEL GRAN
MARISCAL DE AYACUCHO CUMANA Y QUITO.
En el actual momento cuando el
Continente se pone de pies ante la evocación
heroica que levanta la proximidad del Centenario de la Batalla de Ayacucho,
cobra particular interés el siguiente artículo.
Don Pedro Elías Marcano es un viejo
escritor de historia Patria, admirador
del Libertador y de los grandes
hombres de nuestra epopeya.
Actualmente edita en Cumaná un libro que aparecerá en los días centenarios,
LA CUNA
Para
el año 1790 habían nacido los que fueron
después Generales en Jefe de la Gran Colombia, menos el más joven que, con
estruendos heroicos y generoso comportamiento fraternal selló la Independencia de Sur América
Por
más de un siglo generalmente se ignoró la casa en que tuvo lugar el nacimiento de Sucre, acaecido en esta
ciudad el 3 de febrero de 1795, como que los coterráneos de su época e inmediatos
antecedentes se descuidaron en hacer del dominio público éste y otros
pormenores históricos que mucha labor ha costado en nuestros días para
conocerlos y trasmitirlos a la posteridad.
En
no lejana ocasión se promovieron solicitudes a este respecto, y de todas ellas
no se produjo conclusión favorable, bien por falta de detalles que
contribuyeran a dilucidar rotundamente
la cuestión, o porque de los datos obtenidos se desconfió en que saliese
esclarecida la verdad. Pero revividas
hoy a instancia nuestra esas solicitudes y en posesión de los informes
suministrados por parientes de
Sucre y por personas ancianas, ya
fenecidas como Doña Carmen Alcalá de Vigas, Doña Trinidad Bermúdez de
Berrizbeitia y Doña María Rosario Sucre
de Sucre, hermana del Mariscal, podemos congratularnos de haber alcanzado nuestro propósito demostrándolo con el relato que aquí dejamos
consignado.
Don Vicente de Sucre contrajo matrimonio con Doña María Manuela
Alcalá el 8 de diciembre de 1782 y desde
entonces vivieron en la casa que les
pertenecía situada al pie de la colina en que se halla el Castillo de San Antonio, que llaman “La Luneta ” y en ella nacieron
sus hijos José María, Jerónimo, Vicente, Pedro, Antonio José, Francisco, Aguasanta, María Josefa y
Magdalena.
Muerta
Doña María Manuela de Alcalá, en esa misma casa, el 12 de julio de 1802,
su marido Don Vicente, deseando mudar de domicilio, la vendió al licenciado
Alonso Bruzual, como lo expresa una nota de 1804, inserta en la Instrucción Pública ,
periódico de esta capital, número 14 de fecha 16 diciembre de 1898; y luego, casado en segundas nupcias con Doña
Narcisa Marques de Alcalá en 1803, habitó la de portales que poseía cerca del
puente de la parroquia Altagracia, la cual daba hacia el río Manzanares quedando
entre las calles de la Marina y El Baño (calles de Mariño y Bermúdez) y le fue
arrebatada a la familia por soldados de Boves, cuando tomaron esta ciudad el 16
de octubre de 1814, destinándola a Cuartel, que fortificaron con cañones de
pequeño calibre montados en sus balcones (1)
Otra casa que hoy es de la señora Antonia
Picornell de Aguirre, tuvo Don Vicente en la Calle de san Carlos (Calle de
Sucre) que cambió por la de alto en la calle de Belén (Calle de Montes, en el
barrio de Chiclana) Parte de las ruinas de esta última existen alrededor de la
vivienda de la señora Carmelita Fuentes, y en ella vivieron su hermano Don José
Manuel Sucre y su hija Aguasanta, esposa de don José Antonio Cortegoso.
“En medio de la guerra de independencia la
casa donde nació Sucre fue destruida por las autoridades españolas, a la par de
otras en distintos puntos. Era de alto;
su frente de 29 metros
y 36 centímetros ,
miraba al Norte; y por consiguiente, su fondo que tenía 30 metros , se extendía
hacia el barrio de San Francisco; a su lado oriental estaba la colina del
castillo de San Antonio; y al Oeste la
plaza de Armas contigua al castillo de Santa María. En su solar, que es
propiedad del señor Ramón Bruzual, no se ha fabricado, como si esperara que
la Patria lo trasforme en sitio de venerable
recreación, para conservarlo como
santuario de gloriosos recuerdos”. (8
LA TUMBA
Para hallar los restos mortales del Gran
Mariscal hubo de gastarse también largas disquisiciones puesto que el Gobierno
de Venezuela en 1875, por medio de su comisionado Don Mateo Guerra Marcano, lo
solicitó del Gobierno del Ecuador para colocarlos en el Panteón Nacional de
Caracas al lado de la tumba del Libertador; y procediendo como lo requería el
caso se ocurrió a la iglesia de San Francisco de Quito, en cuyo altar mayor se
abrió la bóveda de la familia Solanda, donde aparecieron varias urnas
conteniendo una los restos de la señora Sucre, medio destruidos en tanto que
las otras estaban completamente podridas, con huesos carcomidos, sin que se pudiera
conocer a quien pertenecían.
Practica las nuevas diligencias por el
Gobierno Nacional para traerlos a Caracas durante los preparativos de la Apoteosis de Sucre,
con motivo de su primer Centenario,
resultaron igualmente infructuosos; y por fin, después de otras
investigaciones, cuando casi se había perdido toda esperanza de conseguirlos,
fueron hallados en la Iglesia del Carmen Moderno de la ciudad de Quito, el 24
de abril de 1900, y trasladados solemnemente a la Metropolitana donde reposan
en artística urna funeral.
(1) Este edificio
vino a menos por efecto del terremoto de 1853; en su lugar fabricó el señor
Juan de La Cruz Meaño una casa, que es del señor Santos Berrizbeitia, y cuatro
cuartos que pertenecen a la sucesión del mismo Meaño.
SUCRE DE ENRIQUE BERNARDO
NUÑEZ.
En el No. 28 publica en
trabajo de ENRIQUE BERNARDO NÚÑEZ premiado en concurso del Nuevo Diario de
Caracas, que ocupa toda la primera pagina de “SUCRE”.
SUCRE
Sucre
tenía un carácter de excepción y al entrar en la vida encontró un campo para
distinguirse. Fue su fortuna; fue la
fortuna de cuantos era jóvenes en 1810.
Sucre es un héroe
del Taso. Abriga en su pecho la fidelidad, la cortesía y el valor, la
generosidad de Tancredo y la altivez de Reinaldo. Su nombre y sus hazañas
hubieran resonado con las baladas de los trovadores en la soledad de los
castillos.
Una sombra de melancolía y de
ensueño flota en su frente. La licencia no llega hasta su tienda ni los
triunfos alcanzan a empañar su modestia
En el infortunio demuestra esa misma fibra de estoico o mejor dicho de
cristiano, cuando se quita su penacho de guerra en la noche de Ayacucho o en el
Palacio de los Presidentes de Bolivia. Solo en el campamento, donde vaga en el
canto del soldado un aire de la Patria, busca en el infinito la razón de la
injusticia o extrae de lo mas hondo de su reflexión y de su alma el secreto de la victoria.
A fuerza de méritos conquistó el
aprecio de Bolívar. Niño se alistó en las banderas de la República luciendo en
los hombros las estrellas de alférez. Miranda contempla en ese vástago de la casa de los Sucre cuyo árbol hundía sus
raíces en tierras de Flandes. Luego cuando el Generalísimo es conducido a
España para morir en una prisión, Sucre exalta en el exilio la aspiración de
libertad que entonces calentaba los corazones. En 1813 empre4nde con Mariño la
reconquista. A las victorias suceden los
reveses de 1814. Sucre cubre la retirada
de las fuerzas de Oriente hacia Maturín,
la espada al cinto, en los ojos el destello de su bravura.
ENRIQUE BERNARDO NUÑEZ
En el Número 29, publica otro
trabajo de JOSE SILVERIO GONZALEZ VARELA, titulado POR LA VERDAD HISTORICA.
Creemos
oportuno recordar que el ilustre peruano D. Ricardo Palma en el libro
intitulado Ropa Vieja (Lima, 1889), en el artículo que llamó: “No se
pega a la Mujer”, hablando de la trágica muerte de Sucre, dice que la
voz pública señaló como autor del crimen a Obando y que la providencia lo
castigó por el delito. “En 1860, dice, Obando cayó gravemente herido en el
combate de la Cruz Verde; y como si la providencia hubiera querido tomar
también parte en el proceso histórico,
el único sacerdote que la casualidad proporcionó, en el campo de batalla, para
confesar y absolver al moribundo, se llamaba Antonio José de Sucre, como su
tío, el Gran Mariscal de Ayacucho. Otra fatal y curiosa coincidencia. De las
letras de que se compone el apellido Obando y de Cruz Verde, sitio donde aquel
murió, la malicia humana sacó un anagrama terriblemente acusador. De Obando y
Cruz Verde, con dos ligeras incorrecciones ortográficas resulta Bandido de
Berruecos. ¡Oh providencia!” – Con frecuencia se toman como hechos los decires
esparcidos por el común de las gentes, y llegan a formar tradición incontrovertible.
Bueno es consignar la verdad cunado se presenta la ocasión. El presbítero Sucre
no confesó a Obando, quien quedo muerto en el campo con catorce lanzadas, según
el siguiente documento: “El Cura excusador de Funza certifica: Que en el libro
diez y nueve de defunciones, en la página 105, se encuentra la siguiente
partida: en la villa de Funza, a dos de mayo de mil ochocientos sesenta y uno.
Se le dio sepultura eclesiástica al cadáver del señor José María Obando, casado
con la señora Timotea Carvajal, vecino de Popayán, no recibió los sacramentos
porque murió en combate.- Gregorio Ardila.- Rubricado.- Es copia.- Dada en Funza, a 10 de agosto de 1890. – El
Párroco. Fray Juan de Dios Poveda. (Hay un sello)“ El Presbítero Francisco
Jiménez Zamudio, que vive en Bogotá, nos ha referido que fue él quien bendijo
la agonía o el cadáver del General Obando.
Cuanto
al anagrama: de Obando y Cruz Verde (15 letras) No se forma la frase Bandido de
Berruecos (18 letras) sino la
incorrectísima siguiente: Bandido Verruecoz
que en realidad no es anagrama. Podría decirse en tal caso que de las
letras de la palabra Berruecos se forma otro anagrama: Cruz Verde. La muerte de
Obando, no ocurrió en 1860, sino al año siguiente, fecha errada en la tradición
de que hablamos.
Todo lo anterior consta y puede
leerse en la nota señalada con el Número 1, de la pagina 397 a la 398 de la
obra intitulada “Bogotá y sus Inmediaciones”, publicada en Bogotá en 1891 por
el Doctor Pedro M Ibáñez, Ex secretario y Miembro de número de la Academia
Nacional de Medicina en Colombia.
José Silverio González Varela.
En la
misma primera página publica HOMENAJE DEL ATENEO PUERTORIQUEÑO, como para demostrar el alcance de la
convocatoria.
Puerto Rico, octubre 4.- El día 9 de diciembre próximo cúmplese la primera centuria de la
inmortal Batalla de Ayacucho, que aseguró definitivamente la libertad de los pueblos de habla
latina en Suramérica, y con tal
motivo muchos de estos se disponen a
celebrar tan magna efemérides rindiendo
homenaje de gratitud y de justicia al
ínclito Mariscal Antonio José de Sucre.
Puerto
Rico también se apresta a celebrar en
una forma digna la histórica fecha, y al efecto, el Ateneo Puertorriqueño ha
asumido y echado sobre sus hombros ese
sacratísimo deber, para cuya mejor realización
ha promovido un certamen de poesía.
A dicho
certamen podrán concurrir con sus
trabajos en verso todos los poetas residentes en Puerto Rico y todos los puertorriqueños residentes en el extranjero.
Se
otorgaran dos premios a las dos mejores composiciones que concurran; el premio creado por el Ateneo consistirá
en una artística ánfora de plata sobre la cual aparecerán grabados el nombre del autor y el de la batalla y su
fecha; y el segundo, cortesía del señor Jesús María Lago, consistirá en dos
elegantes estatuas de bronce para aprisionar libros.
El
Ateneo espera en que los poetas puertorriqueños se den cuenta de la
trascendencia del torneo a que se les convoca;
pues si algún suceso es más digno
de cantos y alabanzas que aquel
en que se consagra la libertad de un pueblo, en el suceso de Ayacucho fue la libertad nacional de veinte
republicas lo que quedo establecido y
consagrado.
En la misma página
publica un soneto de Andrés Eloy,
que titula ESPAÑA, una palabra
sonora que rescata parte de nuestra cultura
y lo mejor que trajo a nuestras
tierras. Es la voz desgarrada de nuestro
ensamblaje.
ESPAÑA
Yo te
traigo estas flores, español, de tu España;
de la
que tú soñaste, de la que yo he vivido;
yo no
te traigo el gesto, yo te traigo el latido
porque
yo no fuí al brazo, yo me metí en la entraña.
Yo
vengo de tu España, no la del escudero
sino
la de su dueño, loco en tierra de locos,
la
España en cuyo fondo nos miramos muy pocos
y nó
la que quisieran el cura y el barbero-
¡Como
ensancha el merado la explosión de las
voces
que
chillan que en su tierra se amellaron
las hoces
y que
a tu media noche se le apagó la estrella!
Mentira.
Yo te digo que allá te está esperando
bajo
el cielo más noble para vivir cantando
la
tierra más hermosa para morir por ella...
En la segunda página de este mismo
número publica un perfil de su maestro Silverito, que así llamaban a Silverio
González Varela, resalta el amor por el maestro.
DE JUSTICIA.
Damos publicidad
hoy en nuestras columnas al importante artículo escrito especialmente
para “Sucre” por el honorable historiador patrio, Dr. José Silverio González
Varela, a quien mucho agradecemos su
colaboración científica.
De
nuestros viejos maestros honorables y estudiosos de aquellos que, por cincuenta
años marcaron el rumbo a nuestra juventud, de los que levantaron cátedras de necesarias enseñanzas patrióticas y,
sinceros en sus convicciones, dieron quizás hasta la forma de nuestros
ensueños, ajenos a la acometividad especulativa de la vida moderna, queda
todavía vigoroso, austero en sus virtudes, enamorado cada día más de la verdad histórica, el maestro José
Silverio González Varela, antiguo Rector del Colegio Nacional de varones, cargo
que ejerció por más de 35 años.
Su obra, proficua para la Patria,
puesto que muchos de los hombres representativos de actualidad a él deben la más universal y
laboriosa enseñanza, que es la del bachillerato, inmensa y anónima por cuanto
no resalta en ningún alto relieve su
labor paciente de ilustrado
catedrático; ímproba, ya que ni
gratitud ha recogido de los más de los
miles de discípulos que contó en sus
aulas, lo rodea entre nosotros de méritos, lo circunda del familiar y respetuoso cariño que todos le dispensan y le da el
ascendiente necesario para que todos los
que nos deleitamos con sus clases de
filosofía, historia y literatura y los que aprendimos de sus labios a romancear el latín y el griego, acatemos sus
aseveraciones con la misma pureza
infantil de un párvulo romano y nos digamos in péctori: Magíster dixi...
En la misma página publica una noticia recibida de Caracas en relación con los preparativos de
la celebración que se prepara en Coro capital del Estado Falcón.
NOTICIAS.
Caracas 15 de
octubre de 1924.
Ha
circulado profusamente en Coro, en
Boletín Oficial, un Decreto del Señor
Presidente Constitucional del Estado, nombrando a los señores general Gabriel Laclé, Doctor José David Curiel, Miguel A.
Senior, doctor Jorge Chapman, Marcos Delima, José D. Leafier, G.
M. Henríquez, Doctor J. Arocha Sandoval, Charles Tamayo Yépez, Abrahán N. Senior, bachiller Gilberto Iturbe,
bachiller Juan Solo Godoy, Elías Curiel, Ismael Cordero, Eduardo Leafier, Bachiller Pedro C. Bianco, J. Recao
Silva, doctor Zoilo Graterol, para que constituidos en Junta, procedan de
acuerdo con el Gobierno del Estado a
disponer lo conveniente para imprimirle
el mayor realce a los patrióticos
festejos que se preparan para la
celebración del centenario de Ayacucho.
Los gastos que ocasionen estas
fiestas serán cubiertos por la Tesorería General, con cargo al capitulo de
fiestas públicas.
En el No. 31,
“SUCRE” publica un extraordinario
trabajo de CARLOS PEREZ CANEPA, que titula “BOLIVAR”, muy a cuento para
elevar la atención de los factores
involucrados, en el desarrollo de los
acontecimientos relacionados con la
celebración.
BOLIVAR
Montalvo y Rodó, ambos formidables artífices de la palabra, han hecho de Bolívar, el héroe incomparable,
el elogio máximo. Sobre el pedestal levantado
por el verbo de ambos escritores
reposa mejor que sobre el bronce, la gloria del caraqueño inmortal.
La
figura de Bolívar se acrecienta con el transcurso de los años y sus hechos
cobran más límpidos resplandores de epopeya. El vigor de su alma
parece tener tal potencia magnética que nadie ni ninguno puede sentirse
menos que subyugado ante ella.
Bolívar
es el representativo supremo de la América moderna. Tormentoso y sistemático;
autoritario y ordenador de pueblos;
cumbre de los más altos heroísmos y abismo de todos los dolores que
puedan azotar al corazón humano: todo reúne en su organismo, en su vida, que
primero fue muelle y fascinante de
placeres, para convertirse después en un
turbión de combates, cara a cara con el destino, frente a frente a la muerte.
Bolívar
es, en los campos de la historia, una fulgurante llamarada blanca y roja que
despedaza pero purifica. De esta purificación magnífica surgen inmediatamente, como en el milagro de
las teogonías, la floración profusa y potente de las democracias de América
Latina.
¿Quién
le supera en energía? (Quien puede
quebrantar la fuerza inmanente de su espíritu, abroquelado en la otra fuerza
inmanente y grandiosa de la libertad?
¿Quién se le equipara en la
visión genial del futuro de los
pueblos del continente de Colón? ¿Quién como él de tan poderosos relieves espirituales?
Bolívar
no es el carnicero vulgar que por
satisfacer su egoísta capricho de
hegemonía, somete a otros pueblos bajo
el poder de el que manda; no es el tiranuelo que derrama sangre humana, por
usufructuar bienes terrenales. Bolívar
es el Libertador de un mundo, y, como dijo muy bien el apologista peruano, para
que otro se le iguale habrá necesidad de otro mundo que libertar.
Guerrero
y estadista, tan pronto vence en las rudas batallas de Boyacá y Carabobo, como
plantea la unidad la Gran Colombia; tan pronto vence en Junín y Ayacucho,
sellando la independencia de América, como se retira voluntariamente a la vida
privada para morir en Santa Marta, presa de larga enfermedad, olvidado y
triste
¡Bolívar
padre espiritual de cinco repúblicas; Bolívar, alma portentosa: en el
centenario de la Batalla de Ayacucho que ganó su genio, mediante el ardor y la capacidad de tu más noble general,
Sucre, las generaciones de hoy te saludan, ungidas del más puro fervor cívico.
Tu eres y seguirás siendo el guía supremo, el norte más luminoso, el astro más
fulgente en el cielo de nuestra democracia!
Carlos Pérez Canepa.
En el No. 32, publica
EL PENDON ESPAÑOL EN EL AYUNTAMIENTO DE CUMANA, POR F. C.
VETANCOURT VIGAS.
A muy de
antiguo refieren las historias el uso de
los estandartes y pendones, a guisa de insignia. Ya en las tribus bíblicas que velan en redor
del Arca, ora ofrendados en los templos cristianos por los nobles caballeros; a
veces recamados con los trofeos de los vencidos; en ocasiones adornados con los escudos de los
reyes o de ciudades, siempre adorno del torneo; tal así habrían de decir a las postreras edades la gloria de los
primitivos tiempos: las hazañas fabulosas
rematadas por la pujanza del brazo y por el temple de las armas.
Signo de
la alianza de los poderes que se
disputan la libertad individual, en la época en que privaba el sentimiento
religioso marcharon juntos las insignias y emblemas de los caballeros de la
espada y las de los caballeros de la
cruz. Enlazados abatieron al cabo el orgullo de los infieles y limitaron sus
dominios.
Mas, en los días en que vinieron a menos las fantásticas
empresas de las olvidadas instituciones
romanescas; perdida la usanza de la loriga y el yelmo, estandartes y pendones, si
bien sirvieron en distintos tiempos y comarcas para presidir las ejecuciones de
los decretos imperiales y festividades pomposas, quedaron reducidos a como los
vemos en nuestros días, donde ya no se ostentan sino en los altares cristianos y presidiendo a la
Cruz -como en los días de sus
victorias- en las procesiones de las
imágenes sagradas que siempre tienen las
gentes por abogados de sus conflictos y banderas de sus males; o como el símbolo de
las milicias de Cristo en las conquistas de la fe.
En ellos
vino la Cruz a convertir en iglesias las
pagodas índicas; y las armas de Carlos V, emblemas del poderío de Castilla y de
la unión de dos coronas, a buscar nuevo emblema
para su escudo y para hacer eterno el sol en su dilatada monarquía.
En campo
rojo -como presagio del torrente de
sangre que había que salvar para llegar
a la posesión de la tierra conquistada- las armas del monarca;
y como amuleto o seguro de sus victorias la imagen del apóstol guerrero que reconcentraba las huestes desbandadas de los españoles y
ganaba sus batallas, el estandarte de la Madre Patria, bendecido en la iglesia
de La Merced de Panamá, llegó al templo del Sol en manos de la atropada gente
de Pizarro.
No así
la bandera, que en la tienda campal
amengua el calor del sol a los soldados combatientes para que se
alleguen más de cerca a los caminos de
la victoria. De natural marcial, cae a su pié
el guerrero a quien le fue adversa la fortuna, y en las serenas horas de
la paz, señala, como lo rezan sus colores, la alianza de los bandos en los
reinos y repúblicas. Su origen data en la rota de los ejércitos egipcios; era
la señal que suspendida en lo alto congregaba
las tropas que combatían en desorden
y dirigía la pelea; y ya las ramas frescas de los árboles, la piel de
los animales montaraces, imágenes groseras, águilas imperiales, la púrpura de
Tiro les sirvieron de insignias.
A la
sombra del estandarte de Castilla se libraron las proezas y los crímenes de la
conquista: la destrucción de monumentos
apenas rematados la víspera de la llegada de los audaces invasores, el
rompimiento a que vinieron días corridos, movidos a la codicia, los capitanes
concertados a la conquista del Perú; con
lo que, originada la contienda civil, a haber pericia de las artes de la guerra
en las mesnadas del inca prisionero, habría quedado, en tan favorable
coyuntura, abatido el regio pendón que
en las atalayas divulgaba a los vientos
la fama de la empresa más
gloriosa y aventurera de la época.
Fue la
mira de esta conquista la posesión del Cuzco; causa luego de la guerra
despiadada entre los de Pizarro y los de Almagro; la capital que fue del
imperio incásico, asiento del gobierno cuasi teocrático, joyel del Nuevo Mundo,
restos de una civilización extinguida acaso originaria de remotas excursiones del Asia y más esplendente que la nacida a la
farsa de Manco Capac, hijo del Sol y
fundador insigne de una sabia y ambicionada monarquía de pompa y oro.
No
aguerridos sus naturales como los de los otros reinos conquistados, fueron más
sensibles a los agasajos y mostráronse
extrañados a la color y las armas de los
inesperados huéspedes cumplidores del no
olvidado vaticinio de la ruina de su imperio. Así pagaban tributo al valor no amancillado por la inclemencia de los ajenos climas, a la esperanza
de provisiones y de gentes ofrecidas engañada de continuo. Así rinde también la
historia, si con la severa censura de los crímenes cometidos, pleito homenaje a
la empresa civilizadora de los
aventureros castellanos.
Ya
destruido el segundo imperio de los incas y enflaquecido el ánimo de los
naturales todo el golpe del ejército
español arrancó marcha hacia la
desguarnecida Cuzco capital del que tomaron posesión en nombre de Castilla.
Alzáronse los estandartes como en la proclamación de los reyes; festejáronse
los triunfos con la diligente y acuciosa
solicitud de oro en templos y sepulcros; vistieron gala de esmeraldas y piedras
preciosas, repartiéronse el ponderado botín en medio a los cuidados del público
gobierno, y caídos los ídolos grotescos y las insignias de los incas, los
estandartes de la Madre Patria en el templo del Sol velaban por el vasallaje a la espada de Carlos V. Allí fuero mudos
testigos y fehacientes recuerdos de distintas épocas de variados sucesos; de los días en que rodó por tierra la roja
borla enseña de la autoridad incásica: de las hazañas leyendarias de la
conquista, de la guerra civil; de la civilización emprendida por España, y, a
la postre, de la independencia de las colonias hispano-americanas, timbre
también de España como gloria de su raza.
Casi
tres centurias eran corridas de los
acontecimientos que narramos, cuando análogos sucesos se llevaban a término en
el mismo campo de la aventura castellana; mas, en la nueva conquista no hubo
los episodios sangrientos de la primera con ser del mismo linaje el denuedo de
ambas gentes conquistadoras; mas las dos empresas se acaban del modo
señalado y uniforme. En días de la
conquista castellana, Atahualpa, que
cierra la genealogía de los Incas, abandona, para no gozarse más de sus
bellezas la ciudad de sus mayores y cae víctima de su confianza en manos de los
osados aventureros; en los días de la emancipación de las antiguas colonias
españolas, así también Laserna, el último de los virreyes del Perú, abandona la
ciudad de los Reyes para darse a partido
en la Arena de Ayacucho a los más hidalgos libertadores.
No,
empero, suerte igual corrieron las
fortunas de entrambas coronas, caso por ser de la misma sangre los últimos
combatientes, quedaron en sus honores
los tercios españoles.
A la
sombra del estandarte de Castilla se libraron las proezas y los crímenes de la
conquista: la destrucción de monumentos
apenas rematados la víspera de la llegada de los audaces invasores, el
rompimiento a que vinieron días corridos, movidos a la codicia, los capitanes
concertados a la conquista del Perú; con
lo que, originada la contienda civil, a haber pericia de las artes de la guerra
en las mesnadas del inca prisionero, habría quedado, en tan favorable
coyuntura, abatido el regio pendón que
en las atalayas divulgaba a los vientos
la fama de la empresa más
gloriosa y aventurera de la época.
Fue la
mira de esta conquista la posesión del Cuzco; causa luego de la guerra
despiadada entre los de Pizarro y los de Almagro; la capital que fue del
imperio incásico, asiento del gobierno cuasi teocrático, joyel del Nuevo Mundo,
restos de una civilización extinguida acaso originaria de remotas
excursiones del Asia y más esplendente
que la nacida a la farsa de Manco Capac, hijo del Sol y fundador insigne de una sabia y ambicionada
monarquía de pompa y oro.
No
aguerridos sus naturales como los de los otros reinos conquistados, fueron más
sensibles a los agasajos y mostráronse
extrañados a la color y las armas de los
inesperados huéspedes cumplidores del no
olvidado vaticinio de la ruina de su imperio. Así pagaban tributo al valor no amancillado por la inclemencia de los ajenos climas, a la
esperanza de provisiones y de gentes ofrecidas engañada de continuo. Así rinde
también la historia, si con la severa censura de los crímenes cometidos, pleito
homenaje a la empresa civilizadora de
los aventureros castellanos.
Ya
destruido el segundo imperio de los incas y enflaquecido el ánimo de los
naturales todo el golpe del ejército
español arrancó marcha hacia la
desguarnecida Cuzco capital del que tomaron posesión en nombre de Castilla.
Alzáronse los estandartes como en la proclamación de los reyes; festejáronse
los triunfos con la diligente y acuciosa
solicitud de oro en templos y sepulcros; vistieron gala de esmeraldas y piedras
preciosas, repartiéronse el ponderado botín en medio a los cuidados del público
gobierno, y caídos los ídolos grotescos y las insignias de los incas, los
estandartes de la Madre Patria en el templo del Sol velaban por el vasallaje a la espada de Carlos V. Allí fuero mudos
testigos y fehacientes recuerdos de distintas épocas de variados sucesos; de los días en que rodó por tierra la roja
borla enseña de la autoridad incásica: de las hazañas leyendarias de la
conquista, de la guerra civil; de la civilización emprendida por España, y, a
la postre, de la independencia de las colonias hispano-americanas, timbre
también de España como gloria de su raza.
Casi
tres centurias eran corridas de los
acontecimientos que narramos, cuando análogos sucesos se llevaban a término en
el mismo campo de la aventura castellana; mas, en la nueva conquista no hubo
los episodios sangrientos de la primera con ser del mismo linaje el denuedo de
ambas gentes conquistadoras; mas las dos empresas se acaban del modo
señalado y uniforme. En días de la
conquista castellana, Atahualpa, que
cierra la genealogía de los Incas, abandona, para no gozarse más de sus
bellezas la ciudad de sus mayores y cae víctima de su confianza en manos de los
osados aventureros; en los días de la emancipación de las antiguas colonias
españolas, así también Laserna, el último de los virreyes del Perú, abandona la
ciudad de los Reyes para darse a partido
en la Arena de Ayacucho a los más hidalgos libertadores.
No,
empero, suerte igual corrieron las
fortunas de entrambas coronas, caso por ser de la misma sangre los últimos
combatientes, quedaron en sus honores
los tercios españoles. Era más bien civil la guerra de Independencia:
eran los descendientes de los conquistadores, de los tenientes y pobladores
españoles quines se llamaron a dueños de su suerte política. Menos hubieran
sido las intransigencias de la época, más hábil la Madre Patria en la
provisión de sus lugar tenientes en los
postreros días de su imperio aquende el mar, y a Dios queda el secreto de cual
hubiera sido la suerte de estas antiguas colonias si para llevar a remate en
combates de los antiguos griegos, esperara la República a mejores días, a más
propicias circunstancias, a más meditados tiempos.
Dueñas
al fin las armas patriotas de las plazas de las capitanías españolas en las
comarcas del Norte, abrieron la Campaña del Sur. Bolívar camino de Popayán guía
las huestes Colombianas que llevan en la
firmeza de sus marchas el seguro de la victoria. Sucre desembarca su expedición
en Guayaquil y gana, a luego, la batalla de Pichincha. Libre el reino de Quito,
aún no era loo bastante a la ambición de gloria de aquellos ya famosos
capitanes e intentaron la empresa de
batir los muros de las fortalezas del
Perú no tomadas por sus tenaces sitiadores.
Revolviéronse a sus plazas las aguerridas tropas de Buenos Aires y de
Chile que de auxiliares al mando de San Martín desembarcaron en Pisco; y el Perú, al cabo, fió su independencia a la
suerte fortunosa de Bolívar.
Días
corridos y andaban de mala data los sucesos del virreinato; quién mandaba las
milicias; quién las armas; quién gobernaba la plaza; quién regía los
ciudadanos. Aume3ntábase a diario el descontento entre los varios jefes por lo
cual la anarquía ofreció las llaves de la ciudad al enemigo. A causa de desavenencias del Ejecutivo y del
Congreso, mudose a Trujillo el asiento del gobierno, y mal guarnecida la plaza
principal, quedó su defensa a la pericia y fortuna de los aliados colombianos y
la suerte del Perú a la espada de Sucre. Así pasaron sin alterarse ese orden de
disensiones y tumultos los últimos
meses del año próximo a la batalla de
Ayacucho. No con varios sucesos para los aliados apareció este año; antes
consumíanse los pertrechos y las rivalidades que andaban envueltos lo capitanes
alejaban a los parciales y quedaron partidos los independientes. Sublevada la
guarnición del Callao ondeó de nuevo en sus almenas la bandera española.
Concluida la afanosa
organización del ejército colombiano, vuelto el Libertador a Lima y verificadas
las ocurrencias que en gracia a la
unidad y punto de estas líneas hemos de pasar por alto, reconcentráronse en el Cuzco
las guarniciones españolas.
De allí a poco, el
duelo medioeval en el campo de Ayacucho donde el sol de la victoria reflejose
en los aceros de los independientes. Desplegáronse al triunfo sus banderas y
quedaron abatidos los estandartes de Castilla donde en la época de la conquista
flamearon orgullosos y altivos disputándose el señorío y tesoros de la tierra
los de Almagro y los de Pizarro. El Virrey que peleó con gallardía, fue herido
y con él cayeron prisioneros generales de cuenta y fue rico el botín de la
batalla, Rindiose el Cuzco y Arequipa y
Quilca y Puno; y antes de promediar el año que siguió a esta decisiva jornada
caía herido de muerte el tenaz Olañeta y rendíanse sus tropas. Dio fin la
batalla de Ayacucho al poderío de España aquende el mar. Grande fue la sorpresa
de Laserna, que no igualaban en número a los de su campo los que seguían la voz
de Sucre; inmensa la pérdida de España. El Virrey caía, como Atahualpa en
Cajamarca, al morir el día, más no se dieron a saca mano las provincias, sino
que, de vencidas entregaron al vencedor las llaves de la ciudad y sus
insignias. El Cuzco le dio el estandarte de la conquista, las banderas de sus
disueltos regimientos, los pendones reales, señal del vasallaje a España; y Sucre, que era modelo de lealtad y de
modestia, ferió tan ricas preseas a
quien siempre tuvo por jefe y difirió lo acabado de sus campañas y el éxito
feliz de sus batallas. Es de esos trofeos que de las manos de Bolívar pasaron
al Museo de Bogotá -a excepción del
Estandarte de Pizarro que cual prenda sagrada conserva el Ayuntamiento de
Caracas –El Pendón real que la fortuna, pasajera como buena, rescató para
Cumaná.
De Potosí, ciudad cuyo
nombre vale en nuestro romance por no
agotadas riquezas de sus montes de
plata, escribía Sucre el año que siguió
al de su clásica batalla al Secretario de Estado en el Despacho de Guerra y
Marina de la antigua Colombia: también pondrá a los pies de S. E.
los cuatro pendones españoles de las provincias del Alto Perú que formaban la insignia del vasallaje y
esclavitud de estos pueblos a los
descendientes de Fernando Sexto” Era el
austero Soublette quien desempeñaba
aquel cargo, y amigo de Sucre desde los primeros años de su vida, afecto
a sus triunfos y hazañas, muestra natural de un ánimo bien puesto, acaso privó en Santander, a la sazón en
ejercicio de la Presidencia de
Colombia a fin de conformar en uno el
solaz que causó al Gobierno el recibo de los trofeos y el halago a la
tierra del general afortunado; y vínose
al punto en el propósito de galardonar a
Cumaná, ciudad de pasada grandeza, con uno de aquellos pendones el vasallaje de
la tierra del Sol a la España de los grandes reyes y de las empresas fabulosas.
Mas, porque en los
mensajes oficiales cruzados a este fin entre el Palacio de Bogotá y el
Ayuntamiento de Cumaná, se designa con el nombre de Bandera el rico trofeo, o
quien sabe si por espejismo de la imaginación, llenos como estaban, para esos
días, del espíritu de las batallas los moradores de las nuevas nacionalidades,
ello es que la tradición ha guiado la pluma de diligentes escritores y hecho
correr como válido ser este pendón la insignia que guiaba las huestes españolas
en Ayacucho y que, trocado el viento de la fortuna de la guerra, cayó a los
pies del vencedor llegado el instante en que no se atiende la voz de mando y
enmudece el clarín. Otros hay que fijándose en detenido estudio de los ricos
arabescos y de la bella labor dudan de que esta insignia llevárase a correr los
reveses e injurias de la campaña y la insegura suerte de las armas. Abundamos
en tal sentir, que no porque en persona batallase el Virrey hemos de traer a
cuento de como era que peleaba el príncipe en la remota edad cuando iban de
combate los señores del reino, de loriga y punta en blanco y precedidos de
estandartes y de insignias.
Así también vivió en la
conciencia de una generación la singular sospecha de que fuera este pendón, a
par del estandarte de Pizarro, mudo y regio testigo de la conquista del Perú.
Comparábanlo con el escudo del Ayuntamiento de la Nueva Cádiz y hallaban
semejanzas de tiempos y de empresas. La fundación de la primitiva Cumaná y la
conquista del Perú que no separaba medio siglo, siempre de conquista. Veían
cincelados en la roca de nuestros mares como urdidas nen la tela del pendón las
armas de Castilla y la insignia de la
Casa de Borgoña; mas no traían a sus recuerdos las empresas del escudo de Carlos V en la
época en que proveyó a Pizarro por general de la conquista del Perú. Era su
escudo, a la sazón, de grave sencillez: águilas coronadas aprisionando las
armas de Castilla. En campo rojo, así figuran en el estandarte de Pizarro,
presea de la municipalidad de Caracas, ofrendado a Sucre en el templo del
Sol.
El pendón de Castilla
que exorna la testera del ayuntamiento de Cumaná data de época más reciente.
Sin que pueda correr bajo nuestra fe, tiene su origen en las cédulas reales en
que concediose el uso de las Armas de España a la capital del reino
conquistado. Las Columnas de Hércules y
el mote de Plus Ultra eran la empresa de Carlos V que aludía a que llevaba sus
conquistas más allá que el hijo de Júpiter y al pleito homenaje de su dilatada
monarquía. En campo de plata la empresa del emperador; el león rampante, dorada
la melena y coronado sobre esfera de azur: hilo de plata las columnas; en sable
el mote entre corona de laurel en oro y sinople en cada uno de los cuatro
extremos del campo: en el centro acuarteladas las armas de la Madre Patria: en
la punta la insignia del Toison de Oro y
en la parte superior la diadema
imperial en fondo de plata. De los escudos redondos los que miran a la
izquierda llevan a este lado el león y a la derecha una de las columnas.
Siguiendo esta simetría en el orden, a la inversa los opuestos.
La empresa es a manera de sierpe y al estilo del escudo de la provincia de
Badajoz. Coronados están el león y las columnas. Nótese en este preciado trofeo
del que ya no se conserva sino fragmentos, el enlace de los escudos redondos y
Armas de Castilla en cuarteles que rematan
en punta. Los redondos del escudo, usanza del siglo XVI; la empresa del
Monarca; el conservarse la urdimbre, si bien menguada la color por la injuria
del tiempo, son parte para no entroncar
este pendón con las insignias conquistadas del Perú.
Así se ostenta hoy, mutilado, el pendón. Sus
cuarteles, desprendidos del fondo al desaparecer en una de las interpresas de
nuestra contienda civiles en que entrada a saco la ciudad atacaba su fusil el
soldado con las actas de nuestros remotos Ayuntamientos y escrituras del
archivo de la Capitanía General ,
fueron ribeteados de cinta extraña parea que no siguiera desflecándose, en los
días de su retorno al antiguo sitial. Siquiera así ultrajados, nos lograra la
fortuna otros trofeos de nuestras funciones de armas, otras joyas y páginas de
nuestra historia local que corrieron a par de él, los desastres de las guerras,
el menosprecio de caudillos oscuros y el desdén, aparente quizás, de una
generación por la alcurnia de sus pasados.
Estos fragmentos llegaron a nuestras manos
cuando regíamos el primer Estado Bermúdez; y cumpliendo el encargo del Doctor
Rojas Paúl, a la sazón Presidente de la República , tan afecto a la gloria del Mariscal
Sucre, y a su tierra natal, hubimos de
retenerlos, siguiendo, también nuestro propio instinto, hasta la fecha en que
se inaugurase la estatua decretada por aquel del “noble domador de España”
Años atrás,
la indagación oficial quizás o el particular aprecio a los recuerdos de antaño,
recuperó uno de los escudos redondos que contemplábamos en un marco hasta los
de la apoteosis del Mariscal, fragmento con el que fue restaurado el pendón.
Era portador el mensaje
de “la bandera tomada al Virrey en Ayacucho”. Ya se ve cuanto ha corrido la
leyenda. Ello es verdad que conjuntamente enviaba el Gran Mariscal el
Estandarte de Pizarro, pendones reales y banderas de regimientos españoles,
estas a Santander en nota cuyo párrafo pertinente dice así: “Tengo la honra de
enviar a Su Excelencia el Vicepresidente en nombre del Ejército cinco banderas de los mas veteranos regimientos españoles que esclavizaron al
Perú durante catorce años de triunfos”. Que no fue empero este pendón, este
trofeo natural de la batalla de Ayacucho, si no lo prueba lo que llevamos
dicho, lo afirmarían estas razones: reza la crónica que esta insignia era la
bandera del batallón de Extremadura. No pelearon estos cazadores en Ayacucho;
si el defendía El Callao o era de las guarniciones de plaza que a luego se
rindieron, extraña el que no la describiera el periódico oficial de la época
siendo la labor tan acabada. No lo sería tanto la del regimiento de Burgos y tal distinción mereció. No tan ricas era las
de los batallones de Extremadura
“igualmente lujosas que las del batallón Huamanga… solo magníficamente
bordas de oro y plata” En nuestro sentir no puede revocarse a duda que esta insignia era un de los pendones
de las provincias del Alto Perú en tiempos de Fernando VI.
Bien que en la nota
oficial que nos dirigió el Ministro, adjunta al regio trofeo, se disponía que éste se rezagara para la fecha
del natalicio centenario del Mariscal Sucre, remota esta época y cercano el día
solemne de la inauguración de su estatua ecuestre obra del memorable gobierno
del Dr. Rojas Paúl, nos pareció que se compadecía con la intención del
Magistrado al ofrendar a su nombre la rica insignia en coyuntura tan feliz.
Más, lo acontecimientos políticos de ese entonces atajaron el propósito. Y
lejos nosotros del patrio suelo y ya el noble amigo viendo de frente el camino
del destierro, enviamos su ofrenda y la
nuestra al Ayuntamiento de Cumaná. Era la nuestra: las efigies de claros
varones de los Estados orientales con los que se formó, en dos ocasiones, el
denominado Bermúdez. Meses después depositábanse en el basamento de aquella
estatua, junto con el óvolo de la veneración de todo un pueblo, estos homenajes
a la virtud, al valor, a la pericia, a la lealtad sin mengua, a la fama sin
mancilla… que tal éste este Gran Capitán, vástago de ilustre prosapia
castellana, por quién no debe sonrojarse España de Ayacucho.
Años ya muy lejanos, en
los días en que se conmemoraban las fechas clásicas de funciones de armas en la guerra de la Independencia
favorables a los republicanos, se ostentaba este trofeo en la mesa de la sala
capitular. De malos ojos se vio un tiempo, amortiguados apenas los lúgubres
recuerdos de nuestra lucha con España. Más ya cicatrizadas las heridas y no
achacadas a la Madre Patria
crueldades de sus tenientes, amamos los recuerdos de los conquistadores y de la
vida colonial, orígenes de nuestra historia. Este pendón ha presidido el
poderío de Castilla: La época de los antiguos Ayuntamientos cuando en más de una ocasión, la cédula de
Rey se veneraba y no se cumplía; el ocaso del sol en los dominios de Carlos V., y mudo testigo
de nuestras luchas fratricidas, estériles a la postre, retorna en los días de la apoteosis de Sucre como para que no faltara España en la glorificación de nuestros héroes.
Bien están las
insignias de Castilla en la tierra afecta a sus gloriosas tradiciones sensibles
a sus desgracias ya que apenas le quedan escombros de los monumentos que señalaron sus dominios;
muros de destruidas fortalezas, aterradas una y otras bajo las aguas del mar;
conventos sin saber donde se erigieron sus celdas; iglesias sin vestigios de
sus naves en que arrodillado el creyente musitaba su oración; del palacio de
los antiguos Capitanes Generales cuyo frontis, si bien caído en parte, alcanzó
a nuestros días hasta los restos desaparecieron; sus historias y leyendas solo
por escasa ente recordadas.
Este pendón, bella
empresa, en tiempos idos, para escudo de pueblos de famosas hazañas, es blasón
de la ciudad un día predilecta de la Madre Patria y de gloriosa
hegemonía… que entre las ruinas de su pasada grandeza semeja el Almazor que
recogía para ser enterrado en él, el polvo de su manto en las noches de batalla.
Suyo es el acero que descolgó, en el Templo del Sol, como trofeos de su
victoria, las insignias del vasallaje a la Corona de Castilla, y que elevado en la tierra de
Ayacucho fue linde, aquende el mar, de la jurisdicción política de España.
F. C. Betancourt
Vigas
Individuo correspondiente.
En el No. 32
publica un editorial. “28 DE OCTUBRE”, sembrando el camino.
Esta fecha es para Venezuela, para las
repúblicas bolivarianas, para Hispanoamérica, para el Continente y para la
humanidad de merecida recordación, porque esta señalada en el calendario de los
días con el nombre de Simón, que llevó el Libertador Bolívar, elevado ho0y al
símbolo de la libertad universal.
Tanto se
ha escrito sobre la personalidad original de Bolívar que se diría agotado hasta
cuanto puede meditarse sobre este ser genial y de excepción. Se ha estudiado al
niño, al hombre, al héroe, al estadista y aun al doliente, y sin embargo, que
hondos arcanos rodearán perpetuamente su genio
y su sino providencial. Cuantos errores se han destruido y cuantos la
posteridad habrá de enmendar constantemente.
La labor
de los Gil Fortoul, los Vallenilla Lanz, los Lisandro Alvarado, los Pedro M.
Arcaya, los Vicente Dávila, los Jorge
Luciani, de todos los sinceros pesquisidores de nuestra historia patria,
reconstructores del pasado en acción y fijadores de la sicología de los
sucesos, es de inmensa trascendencia para la obra evolutiva de nuestro pueblo y
así mismo la de los datistas como la del laborioso extinto Landaeta Rosales.
Un
tiempo díjose que la emancipación de América fue prematura y que hasta el
propio Libertador, en sus horas postrimeras, llegó a dudar de la generosidad de
su brillante epopeya... Pero si para entonces fue caro, difícil y sangriento el
triunfo, cuando concurrían a él los medios combativos, el espíritu reformador,
la onda libertadora que partió de Mount Vernon,
encendiendo el corazón de todos los hombres en el mismo anhelo, cuánto
más hoy que renace, amenazadora para los débiles, la doctrina del más fuerte
con que justificar futuras agresiones?
Los
hombres de la
Independencia que todo lo sabían, sin el tiempo siquiera
limitado para el debido estudio, vieron preciso el instante de la acción y
quisieron testar a nuestro favor como el
más valioso legado éste de que sin esfuerzo hoy gozamos la libertad.
Y el
presente proclama orgulloso el precio invaluable de la soberanía ya que el
adelanto de las antiguas colonias ofrece a la comparación ambos pueblos y
encuentra a la Madre
Patria activa y
fervorosas es cierto, pero iniciando su progreso, en tanto que la América Hispana se
vanagloría de nacionalidades potentes prez de la raza que
habla en español.
En el mismo número publica una noticia
importante a los mismos efectos.
MISION DIPLOMATICA.
Por disposición del ciudadano Presidente Constitucional
de la República
y de acuerdo con lo dispuesto por los Decretos Ejecutivos de 5 de agosto último
y de esta misma fecha, se designa a los ciudadanos que a continuación se
expresan para que con el carácter que se les señala, representen a Venezuela en
los actos con que la
República del Perú celebrará el Centenario de la Batalla de Ayacucho:
Ciudadano Doctor Pedro M. Arcaya, Embajador;
Señor Doctor F. A. Granadillo,
Obispo de Carabobo, y doctores J. T. Carrillo Márquez, Emilio Ochoa, Vicente
Lecuna, Santiago Key Ayala, y señores J.
M. Herrera Mendoza y Enrique Eraso, en representación de las facultades Universitarias, del Comercio y de la Banca y del Gremio de
Agricultores y Criadores el país,
Ciudadanos Luís Churión, y Doctor Eduardo Calcaño Sánchez, Secretarios:
Ciudadano Claudio Urrutia, Secretario Particular del Embajador; Ciudadano
Doctor Juan Vicente Camacho, ciudadano Guillermo Amitisarove, Héctor Urdaneta
Braschi y Manuel Norberto Vetancourt agregado a la embajada
Por disposición del ciudadano General Presidente de
Venezuela, de acuerdo con lo dispuesto en los Decretos Ejecutivos de fecha 5 de
agosto último y 28 de los corrientes, se
designa a los ciudadanos: General Eleazar López Contreras, Coronel Mariano
López Méndez, Capitán Carlos Mayer, Teniente de Segunda Clase Diógenes Morales,
Teniente Arturo Bruzual Bermúdez, Teniente Olegario Peralta y Teniente Manuel
Ríos, para que representen al Ejecutivo nacional en las festividades que
tendrán lugar en el Perú con motivo del Centenario de la batalla de Ayacucho.
EN EL
No. 35, publica un Acuerdo, del “Club Cumaná” que se explica así mismo.
Considerando
Que el próximo 9 de diciembre se cumple el primer
centenario de la inmortal Batalla de
Ayacucho, que selló gloriosamente la Independencia
Americana , y en la cual se cubrió de inmarcesibles laureles
el Gran Mariscal Antonio José de Sucre;
Considerando
Que es un deber del “Club Cumaná” contribuir al mayor
esplendor de las festividades centenarias, y honrar de alguna manera la memoria
esclarecida del inmaculado vencedor en Ayacucho;
Considerando
Que los socios propietarios de ese centro social señores Alberto Sanabria y Octavio Rafael
Neri, han propuesto la inauguración de un retrato del Gran Mariscal Sucre, en
los días del Centenario de Ayacucho, y que tan patriótica idea ha sido
unánimemente aprobada en Asamblea General celebrada últimamente
Acuerda
Artículo 1º.- Adquiérase un famoso retrato del Gran
Mariscal de Ayacucho, el cual se colocará en el salón principal del “Club
Cumaná”.
Artículo 2º.-
Celébrese un acto solemne para la inauguración del mencionado retrato,
que deberá verificarse en uno de los días conmemorativos del Centenrio de
Ayacucho.
Artículo 3ª.-
Ofrendase una artística corona en nombre de este Centro Social el día 9 de diciembre ante el monumento del Gran Mariscal Antonio
José de Sucre, en la Plaza Ayacucho
de esta ciudad.
Artículo 4ª.-
Celébrese después el acto inaugural del retrato del Gran Mariscal Sucre,
un baile de gala en los salones del Club.
Artículo 5ª.- Los
gastos que ocasionen las anteriores disposiciones serán costeados por los
miembros de este Centro.
Dado en
el Salón de Sesiones de la Junta Directiva
del “Club Cumaná”. Cumaná, el día veintiocho de octubre de mil novecientos
veinticuatro.
El
Presidente, E. Hoffmann M.; el Primer Vicepresidente, F. J. Berrizbeitia; el
Segundo Vicepresidente, Bienvenido Martínez;
el Fiscal, Marcos A. Carrera; el Tesorero, Juan Sanabria S; el Secretario, Julio Madriz; Vocales: Pedro
Miguel Queremel, Juan Bautista Fígallo, Ramón Madriz Otero, Enrique S.
Berrizbeitia.
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