viernes, 14 de octubre de 2016

CAMPAÑAS PERIODÍSTICAS




RAMÓN BADARACCO








CAMPAÑAS PERIODISTICAS DE MARCO TULIO BADARACCO B.  POR EL CENTENARIO DE LA BATALLA DE AYACUCHO.









CUMANA 1995




Autor: TULIO RAMÓN BADARACCO RIVERO
Que firma Ramón Badaracco

Titulo original: CAMPAÑAS PERIODISTICAS
DE MARCO TULIO BADARACCO BERMÚDEZ

Diseño de la cubierta R. B.
Ilustración de la cubierta R. B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná
Cronista40@hotmail .com
Cel. 0416-8114374













           












PROLOGO 


         Ese valor multisapiente de Cumaná, que fue Don Ramón David León, autor de la letra del himno de Estado Sucre, poeta, narratista, periodista de renombre, diplomático, hombre público, culto, sobresaliente, y sobre todo amigo de mi padre, “su alter ego”, como lo llamaba, hizo una sutil semblanza de papá, el 8 de mayo de 1970, con motivo del primer aniversario de su desaparición física, con la cual inicio este trabajo, dijo entre otras cosas, esa vez:

“Por una de esas amistades juveniles que al correr de los años se hacen tan fuertes como los lazos de la sangre, me unieron a Marco Tulio Badaracco estrechos vínculos espirituales, mutuas aficiones literarias y poéticas, noviciados periodísticos y un constante intercambio intelectual. En cuantos fueron esos temas coincidíamos o no en simpatías y repulsas, lo mismo que en asuntos políticos criollos y en apreciaciones de historia nacional. Podíamos discrepar de opinión para medirlos y pensarlos, pero siempre dentro de un ambiente efusivamente fraterno. Su conservatismo desprovisto de tendencias oligárquicas tenía básicos puntos de contacto con mi liberalismo desnudo de demagogia.
Tocante a cuestiones de la región oriental, a problemas cumaneses, abundábamos en conceptos para emitir juicios en los cuales ocurría a veces que estuviésemos en franco descuerdo.  Dan fe de todo ello ocasionales comentarios publicados en voceros que aquí fundé. Al aludir hoy a ese grato panorama evoco con honda melancolía venturosos tiempos idos, pero constantemente añorados. Marco Tulio sabía frenar apasionados ímpetus míos desviándolos hacia caminos de reflexión y ecuanimidad. Era un mentor sesudo y ponderado que compartía tan afectuoso cometido con Domingo Badaracco Bermúdez, el amable filósofo, generoso médico de todos los pobres de Cumaná cuya sapiencia iba a la par de su altruismo. Junto con ambos era espontáneos asesores cordiales en dicha misión Federico Madriz Otero, Antonio Rafael Machado, Emilio Berrizbeitia, Mario Castro Díaz, Antonio Minguet Letterón, y Norberto Salaya. Hoy, hermanados todavía más por la muerte yacen todos en este mismo camposanto.   Tan solo falto yo en la nómina…”
“Marco Tulio Badaracco hizo suya la sencilla e intencionada síntesis bolivariana de lo que constituye la verdadera gloria “ser bueno y ser útil”. De ahí que no hubiese problema colectivo, necesidad pública, desacuerdo local por cuya solución favorable no abogara. Personificó una avizora y tenaz solicitud amistosa en el ánimo de cuantos fueron gobernantes del Estado Sucre tanto en lejanas épocas como en las actuales. Vivió e continúa actitud alerta para abogar en pro de todo lo que contribuyera al adelanto material del medio nativo, en provecho de los moradores de la ciudad y en bien de las poblaciones del interior. Infortunadamente no le cupo en suerte gobernar la región: habría sido un magistrado cabal.”  





PALABRAS PREVIAS


Mi padre, Marco Tulio Badaracco Bermúdez, ejerció una benéfica influencia en la vida política y social de Cumaná en las tres primeras décadas del siglo XX,  unido a su primo hermano Domingo Badaracco Bermúdez; y fue guía y maestro del movimiento cultural: fundó y mantuvo periódicos,  promovió los Juegos Florales,  redactó y mantuvo revistas ejemplares como Pléyades y Broches de Flores; pero donde más se destacó fue en sus campañas para defender valores tangibles e intangibles de nuestro pueblo, entonces creaba y mantenía instituciones de toda índole y ayudaba en la promoción de las infraestructuras imprescindibles en la Cumana de su tiempo, como veremos:

Empecemos por investigar por qué se fundó el bisemanario “El Disco” que se imprimió en la imprenta de Federico Madriz Otero y regentaba en 1922, don Ramón David León. Es parte de una tradición, y secuencia obligatoria En esta imprenta se editaba para 1908 “La Constitución” que redactaban, además de su propietario, mi tío Domingo Badaracco Bermúdez y mi papá, como puede advertirse fácilmente en la colección que conservo y en cuya colección, para 1909, papá editaba con Domingo, “El Heraldo Oriental”.

Mi padre, en el Prospecto del bisemanario “El Disco”, dice:

Al esplender en el infinito de los tiempos la primera aurora del año 1923, ante su amplio horizonte todo porvenir y esperanza aparece “El Disco”, que al formular sus votos muy fervientes por la paz de la República y por los bienes mas preciados de esta distinguida sociedad, tiende galantemente su mano y envía un saludo de fraternal compañerismo a todos sus colegas batalladores por la humanidad y por la Patria. Preparado como viene para justa, gallarda y digna, con plena conciencia del bien social que persigue, por los elevados ideales que inspiran sumisión, al izar su bandera doctrinaria, reclama puesto de honor en las filas del periodismo nacional.
Timbre de orgullo y causa de su estímulo sea para “El Disco” nacer a la vida pública bajo el sol fecundo de la perínclita ciudad de Cumaná, cuya altivez de leyendario patriotismo, consagrada por la espada de sus héroes, por el verbo de sus tribunos por la respetabilidad de sus sabios y escritores, bien merece servir de inspiración y norte a este vocero de cultura en el campo próvido del trabajo civilizador.
Aspira “El Disco” a ser campanada en la hora del letargo que duerme con indolencia imperdonable la ciudad heroica; y despertarla a la vida de los esfuerzos culturales con ese espíritu de nuevas energías con que la América Hispana se muestra hoy, rebosante de juventud, para las grandes conquistas que su humanidad prepara en la faena del progreso.
Emprenderemos la cruzada y en nuestro heráldico pendón, cual símbolo de sus colores, escribiremos estos preceptos:
Como profesión de fe política nuestro respetuoso acatamiento a los poderes y autoridades legítimamente constituidas, que nos guiarán a sostener y abogar por la paz y las instituciones nacionales, en obsequio al trabajo, a la tranquilidad social y a las necesidades materiales y espirituales de la colectividad.
Emplearemos el lenguaje franco, sencillo y categórico que lleve persuasiva nuestra voz a todo lector como expresión sincera que avive el concepto en lo alto y noble de su significación, y sin los ditirambos demagógicos que el prejuicio castiga y la virtud condena.
Queremos obra efectiva y práctica: divulgación científica, historia, arte, comercio, industria, agricultura, y todo cuanto propenda al desarrollo económico e intelectual de esta amada tierra, apartándonos de todo lirismo vicioso, de inútiles polémicas, de enconos personales y de ciegas vanidades. Buscaremos hasta lo posible las alturas adonde la virtud y el bien nos llamen, y atenderemos a las pequeñeces solo cuando el error merezca ser fustigado y la moral reclame los predicados de su doctrina.
Mucho esfuerzo y buena voluntad aportaremos. Nada de fantasía nada de mentiras. Laboraremos con la serenidad y cultura necesarias para atraernos la consideración de todos.
La fundación de este periódico indica desde luego un triunfo, pues, para ello se han unificado la generosidad con que han cooperado comerciantes e industriales de esta ciudad, la prometida colaboración de fuertes mentalidades de nuestro centro científico-literario y la simpatía con que desde el primer momento acogió la sociedad cumanesa el anuncio de la aparición de “El Disco”.







CAMPAÑAS PERIODISTICAS
PUBLICACIONES EN LOS BISEMANARIOS “EL DISCO” Y “SUCRE”
 Editados por Marco Tulio Badaracco Bermúdez.





CAMPAÑA PRO CENTENARIO DE LA BATALLA DE AYACUCHO.

El Disco, periódico creado con ese fin, se publicó todos los acontecimientos relacionados con la celebración del centenario de la batalla de Ayacucho. Veamos:

En el mismo primer ejemplar de “El Disco”, publica el Acta de Instalación de la Sociedad Patriótica Ayacucho:

“En la ciudad de Cumaná, capital del Estado Sucre, previa la invitación hecha por el Dr. Delfín Ponce Córdova a los distinguidos gremios de esta población, con el propósito de cambiar ideas, para la formación de una sociedad patriótica que se encargaría de la celebración del primer centenario de la gloriosa batalla de Ayacucho, reuniéronse en los salones del “Club Alianza” gran número de invitados.
El Dr. Ponce Córdova, en patrióticas y elocuentes frases expuso el motivo de la convocatoria y excitó a los concurrentes a constituirse en asamblea, para celebrar solemne y dignamente el centenario de la gloriosa lid, tan brillantemente dirigida por el egregio paladín, Gran Mariscal Antonio José de Sucre, quien, con táctica admirable, y a raíz del triunfo celebra la capitulación más noble y más gallarda que presenta la historia militar de las naciones.
Fue concedido el derecho de palabra, y el señor Don Emilio Berrizbeitia propuso, que se nombrara un gran Comité Directivo que se encargase de los trabajos  objeto de la sociedad, resultando electos por unanimidad los señores siguientes:  Presidente Dr. Delfín Ponce Córdova; Primer Vicepresidente, Dr. E. L. Silva Díaz; Segundo Vicepresidente, Don Emilio Berrizbeitia; Secretario General, Dr. Domingo Badaracco Bermúdez; Sub Secretarios de Correspondencia: Dr. J. V. Rodríguez Valdivieso, Humberto Guevara, Alberto Sanabria, Paco Damas Blanco, y Octavio Rafael Neri; Secretario de Actas, Dr. F. Madriz Otero; Sub Secretario de Actas,  General F. Reyes Gordon; Tesorero, Don Manuel Fuentes; Sub Tesorero,   Enrique S. Berrizbeitia; Vocales: Dr. José Silverio González Varela;  Gral. Rafael Velásquez, Gral. Simón Núñez Ortiz, Dr. B. Milá de La Roca H., Dr. José Rafael Rojas, Dr. Miguel Aristeguieta Sucre, Andrés A. Bruzual, Dr. J. M. Urosa Ortiz, Dr. Luis Ramos Sucre, y Archivero, don Pedro Elías Marcano.

Se procedió a darle nombre a la asociación quedando aprobado el de “SOCIEDAD PATRIOTICA AYACUCHO”.

El Dr. Rodríguez Valdivieso propuso que se nombraran presidentes honorarios de la Sociedad, a los Jefes de Estado de las naciones   bolivarianas; y para miembros honorarios a los Presidentes de los Estados de la Unión Venezolana, y a las personas que por sus méritos y por sus sentimientos patrióticos merezcan tal distinción. Fue aprobada y aplaudida calurosamente
El Presidente del comité dio las gracias a los concurrentes y los invitó a prestarle en lo sucesivo su más eficaz colaboración para el mayor éxito de la sociedad, declarando terminado el acto”.


En el mismo ejemplar se publicó un telegrama del Gral Juan Vicente Gómez, que textualmente dice:

“De Miraflores a Cumaná: el 11 de diciembre de 1923

Doctor Ponce Córdova.

Experimento especial complacencia al dar a Ud. recibo del atento y apreciable telegrama del 9, en el cual me participa la constitución en esa ciudad de un Gran Comité con el plausible objeto de preparar la solemne celebración del Centenario de la Batalla de Ayacucho. Al manifestar a Ud.  que acojo con patriótico entusiasmo el acto de la ciudadanía cumanesa, expreso al honorable Comité que Ud., preside, las más cumplidas gracias por el honor que me ha discernido al nombrarme presidente honorario de la Sociedad Patriótica Ayacucho.

                                               Atento amigo, J. V. Gómez”.


Inmediatamente Papá comenzó a calentar el ambiente para el gran suceso, y publicó lo referente a la develación del gran monumento a Sucre en   Maracay, vemos:

El 27 de enero, publica “HOMENAJE AL PALADIN AGUILA BLANCA”

  “Como anunciamos en edición anterior de este bisemanario, el Ejecutivo del Estado Aragua, decretó días de fiesta, para aquella Entidad Federal, los días 20, y 22 del corriente, con motivo de la inauguración de la estatua del Gran Mariscal de Ayacucho, decretada por el General Juan Vicente Gómez, para ser colocada frente al espacioso y magnífico cuartel construido en la ciudad de Maracay. Las fiestas citadas han constituido un extraordinario homenaje al preclaro paladín, “Águila Blanca” en aquel vuelo de cóndores, que, desde nuestras playas, fueron en vuelo esplendoroso de hazañas, a rendir sus vidas en pro de la emancipación de nuestros hermanos continentales del Sur, hasta la eminencia gloriosa de Ayacucho.
Expone el Benemérito General Juan Vicente Gómez, con este acto de admiración al eximio cumanés, unas de sus mas nobles y relevantes virtudes, cual es el tributar honores a los Héroes, forjadores de la nacionalidad y con ella del culto fervoroso de la Patria.
Entusiasmo insólito animó, según noticias de nuestro corresponsal, los actos todos de los festejos de Maracay, entre los que esplendió, como el más alto, la inauguración de la estatua y el desfile de las unidades de tropa por ante la efigie broncínea del inmaculado adalid, dispuesto por el ciudadano Inspector General del Ejercito, Gral. José Vicente Gómez, en honor del ciudadano Presidente de la República Gral. Juan Vicente Gómez, que asistió a la inauguración.
El Discurso pronunciado por Don Laureano Vallenilla Lanz, fue una hermosa pieza oratoria como debida a tan ilustrado orador.
El Disco, acoge con agrado estas noticias y felicita al Ejecutivo del estado Aragua por el brillante éxito de los festivales”.  

En el mismo Número publica, con el título de “HONORES A SUCRE” la correspondencia cruzada entre el Presidente del Edo. Sucre, General Juan Alberto Ramírez, y el Gral. J. V. Gómez.

“Cumaná, 21 de enero de 1923. Para el Gral. J. V. Gómez. Etc. etc. etc.
Maracay. Pueblo y Gobierno de Sucre consignan por mi órgano sus congratulaciones para Ud. en este día en que los sentimientos de su admiración y gratitud por la obra gloriosa de nuestros Libertadores, se manifiesta una vez más en el homenaje rendido al Héroe de Ayacucho, con motivo de la erección de su estatua frente al moderno cuartel de esa ciudad.
Ningún otro sitio más apropiado para exhibir, ante nuestros soldados en la efigie del épico Mariscal, la imagen misma de las virtudes que enaltecieron aquel bizarro caballero de la espada y del honor.
Tal homenaje fortalece aun más, si cabe, los nexos de inquebrantable adhesión y reconocimiento que le profesan estos pueblos en cuyos corazones ha resonado con eco simpático y entusiasta, el justo y noble tributo de sus sentimientos patrióticos hacia el esclarecido hijo de Cumaná.
Sírvase acepar así mismo, mis cordiales parabienes y el tributo de mi ferviente admiración.
Lo saluda su leal subalterno y amigo. Juan Alberto Ramírez”.


En el mismo número publica “El Disco”, las cartas cruzadas entre el Gral. Juan Alberto Ramírez, Presidente del Edo. Sucre, y Gral. J. A. Martínez, Presidente del Edo. Aragua.

“Maracay 23 de enero de 1923.

Señor Presidente del Estado.  Me es placentero llevar a conocimiento de Ud.  que los festivales decretados  por el Ejecutivo de Aragua con motivo de la inauguración de la estatua ecuestre  del Gran Mariscal de Ayacucho en esta capital revistieron la más insólita esplendidez, por las demostraciones de cultura  y civilidad impresas  a cada uno de los actos  felizmente llevados a cabo, y que en todos estos,  vibró con rumores de aclamación el nombre esclarecido del Benemérito General Juan Vicente Gómez, Presidente Constitucional de la República, prestigiado de vítores  por las multitudes, que ven en él  al genuino representante de la soberanía  nacional y al fundador de la paz. Por todo lo cual presento a Ud. patrióticas congratulaciones. Su amigo y compañero. J. A. Martínez Méndez”.  


Cumaná. 24 de enero de 1923

Para el Gral. J. A. Martínez Méndez. Me complace dar a Ud. el recibo de su importante y autorizado telegrama de fecha de ayer, en que se digna traer hasta este Gobierno el eco simpático de los festejos con que el Ejecutivo de ese Estado, dignamente presidido por Ud.  ha solemnizado la inauguración de la estatua ecuestre del Gran Mariscal de Ayacucho, dispuesta levantar, frente al nuevo y bello cuartel de la ciudad de Maracay, por el Benemérito General Juan Vicente Gómez. 
El tributo de admiración rendido en esa capital al más puro Héroe de la magna epopeya, el glorioso cumanés, Antonio José de Sucre, y la resonancia patriótica que tal homenaje ha tenido en todo el País, avivando el recuerdo de nuestras glorias, ha consolidado el sentimiento de gratitud de esta ciudad, cuna ilustre del epónimo adalid, para con el jefe único General Gómez.
Seguramente que la presencia del eximio caudillo, en los festivales fue justo motivo de júbilo, ya que el pueblo venezolano admira en él al reformador de la República, en el seno laborioso de la paz y el trabajo, ya la vez el más fervoroso admirador de los forjadores de la nacionalidad, los héroes leyendarios.
Por el éxito brillante alcanzado por Ud., con los festivales de ese Estado, reciba mis sinceras congratulaciones. Cordialmente lo saluda su amigo y compañero. Juan Alberto Ramírez”. 


Ese mismo año en el No. 8 de “El Disco” se publicó el discurso de Orden pronunciado por el Ministro Laureano Vallenilla Lanz, en el acto de la develación de la estatua ecuestre del Gran Mariscal de Ayacucho en Maracay.

“Señores:
                        Quiso el señor Gral. Martínez Méndez Presidente Constitucional del Estado Aragua que fuese yo quién aceptara en su nombre el noble presente que el Ejecutivo Federal por medio del señor Ministro de Obras Públicas, acaba de hacer a esta ciudad. Quien sabe si no solo obedeció el deseo a la ya antigua amistad  vinculada por el recuerdo  de aquel que también supo ser  su amigo,  con la lealtad, la franqueza la honradez y el carácter inflexible que constituyen como un blasón de familia, sino que también pensó  el culto caballero y progresista Magistrado, al honrarme con esta designación, en el papel que me ha tocado  desempeñar en mi vida de escritor, como enérgico vocero  de esta gran causa política que ha echado las bases definitivas del engrandecimiento nacional  y como constante defensor de las glorias y de los héroes  de esta amada patria nuestra, la que ostenta en América los más puros laureles y los más cruentos sacrificios; la que dio a la redención  del Continente al Precursor, al Libertador, y

entre centenares de guerreros insignes al Héroe inmaculado  que a los 29 años, emulando en precocidad a Alejandro  y a Napoleón, pone punto final a  aquel inmenso drama, sin semejante en la historia  del género humano,  con una batalla que si ha sido considerada como modelo de estrategia , es también el más alto ejemplo  de magnanimidad y de política UE haya podido darse  en los tiempos modernos, al coronar la victoria definitiva  de una larga y cruentísima lucha de Victis  Henos; honor a los vencidos; como diciéndole a la Madre Patria  cuando ya los legendarios  pendones e Castilla se arriaban para siempre  de las últimas almenas  de los Andes Australes: ¡Tus hijos que acaban de conquistar la libertad te saludan!
            Aquel gesto de Ayacucho complementa en la historia de la Emancipación de Hispanoamérica el Tratado de Regularización de la Guerra; ambos son dignos del alma de Sucre, ambos demuestran  la grandeza excepcional de aquel hombre, que superior a sus años , a su medio y a su época, colocado por sus altas dotes  y sus eminentes servicios  “en la mitad de la escala por donde Bolívar había subido al Pináculo”, no siente el corazón el veneno  de la vanidad ni de la envidia;  su cerebro maravillosamente equilibrado  no sufre el vértigo  de la cumbre,  y desde las cimas de  Condurcunca, mirando a sus pies a la América definitivamente redimida  en aquella gran batalla su pensamiento y su corazón vuelan hacia el Libertador  para decirle, en un rasgo de lealtad y de reconocimiento, que le enaltece tanto o más  que los laureles que acababa de cegar  en aquel día “El solo nombre de Ud.  ha triunfado en Ayacucho”.
Surgida de una de las guerras más sangrientas de la historia, hija de todos los heroísmos y de todas las inmolaciones, nuestra Patria nació bajo la égida de dos grandes virtudes tutelares: el valor y la lealtad. En medio de la disgregación y de la anarquía, cuando el organismo colonial heterogéneo e inconexo, se disolvía en un torbellino de átomos, cuando se veían por todas partes  egoísmos feroces estrechándose e un mar de sangre, solo quedaba como esperanza de triunfo, como tabla de salvación, el reconocimiento de un Jefe Supremo  la concentración alrededor de una voluntad única, el sometimiento absoluto, indeclinable, a un cerebro y a un brazo  superiores;  pero esto suponía, en militares acostumbrados  a obrar siempre  por si mismos,  un noble sacrificio,  un acto de abnegación, el renunciamiento de aspiraciones y de ambiciones  legitimadas en cierto modo por luchas y por triunfos y consagradas por el prestigio del valor,  uno de los más trascendentales  y brillantes  que pueden alcanzarse  en el mundo, pero ese acto se cumplió: y el día en que la lealtad  y el honor a la palabra  empeñada  vinieron a enaltecer el heroísmo, comenzó a vivir la Patria!

Nuestros oscuros guerrilleros  vieron como se les ensanchaba el horizonte; el sol sin ocaso  de la inmortalidad y de la historia iluminó para ellos el Continente; nuestras montoneras semi bárbaras  se convirtieron en ejércitos  regulares; el campamento fue escuela de disciplina  y de emulación por la gloria; los harapos se trocaron en brillantes uniformes  y a la cabeza de aquellos ejércitos , guiados por el genio de Bolívar  en una larga carera de triunfos, aparecieron los Generales de la Gran Colombia, personificados en la más alta, en la más noble,  en la más pura  expresión de heroísmo, de desprendimiento,  de lealtad y de cultura: en el General Antonio José de Sucre; como si todas las hadas benéficas  se hubieran acordado  para concentrar en una sola alma  las más puras virtudes  humanas y poder cubrir con ellas  en el último día de la lucha  por la libertad de América, como con un manto de armiño  las congénitas monstruosidades  de la Guerra
Si es cierto que nuestros antepasados nos gobiernan, “si desde el fondo de la tumba todo un pueblo de muertos gloriosos nos dicta imperiosamente nuestra conducta”, nosotros, los venezolanos, estamos en el deber ineludible de ser leales para ser patriotas; ya que el valor es planta silvestre en nuestra tierra, la lealtad es y debe ser siempre la base de nuestra moral política. No es a los militares únicamente a que me refiero – el Ejército es la Patria, y sin lealtad no hay ejército; - vosotros lleváis en vuestras presillas el signo visible del voto solemne de vuestro corazón y de vuestra conciencia; debéis ser leales antes que todo, porque en vuestra lealtad descansa el honor y la dignidad de la Patria.  Y esta Patria engrandecida  y dignificada  por el hombre ilustre  que ha devuelto su prestigio  al Ejército; que después de una larga época  de anarquía  de jacobinismos y demoliciones  revolucionarias  ha fundado la paz sobre  beses inconmovibles, logrando cumplir como ningún gobierno  hispanoamericano,  aquel voto solemne  que como un gemido de angustia  por el porvenir de su obra redentora lanzó el Libertador sobre su lecho de agonía: “Cesen los paridos”; esta Patria que,  es sin disputa la madre de la libertad de  América; puede hoy , gracias al grande hombre, exponente preclaro  de todas las energías, de todas las virtudes de todas las fuerzas morales del pueblo venezolano, cumplir sin sonrojos el deber sagrado  de glorificar a sus héroes legendarios.
Señores...
Al General Juan Vicente Gómez ha tocado la gloria insigne de presidir las conmemoraciones de las grandes efemérides de nuestra historia, y él ha sabido colocarse en la altura de esa misión que le deparó el destino. Jamás el nombre de Bolívar resonó con mayor amplitud por los ámbitos del mundo, nunca habia llegado a mas excelsas cumbres junto con las glorias del Libertador, la dignidad de su Patria y la acentuación de nuestra individualidad nacional.    Venezuela, podemos proclamarlo enfáticamente, es un país soberano porque es un país libre de compromisos; porque ha comprobado con creces en los más graves momentos porque atravesó la humanidad, que pudo bastarse así misma; y esa acentuación económica y política de nuestra independencia, el General Gómez ha unido siempre la acentuación moral, porque pueblo que sabe honrar a sus héroes reafirma su nacionalidad.
Y permitidme que termine recordando  las elocuentes palabras  del General Gómez al designar este sitio  para colocar la estatua  del Gran mariscal de Ayacucho, porque ellas indican  la comprensión más absoluta  de las más puras virtudes  del insigne cumanés, y el culto que le rinde  su grande alma  de patriota y de soldado: “Que sea aquí, ante la mirada de los soldados, donde se levante en bronce  la figura inmortal, para que los oficiales  y tropa  tengan siempre presente  el más alto símbolo  de las virtudes militares, el más puro y noble  ejemplo de la lealtad, de la disciplina, de la recta e inquebrantable  conciencia del deber, en la contemplación de Sucre; evocando su vida, el Ejército tendrá constantemente  la enseñanza del heroísmo  abnegado y sin tacha”.


En este mismo No. 8, se publica:
                                                    
Bolívar y Ayacucho.

27 de diciembre de 1824. La columna de Ayacucho.

Ahora cuando hay un pronunciado movimiento de consagración y de perpetuación en piedra y bronce de la obra fundamental y trascendental del Libertador, erigiéndose monumentos, o proyectando erigirlos, desde los Estados Unidos hasta los Andes Meridionales y en España y en el Monte Sacro, precede el recuerdo del que decretó, el propio Bolívar, el 27 de diciembre de 1824, para inmortalizar la memoria de Ayacucho.
Fúndase la disposición en que “esta gloriosa batalla  se debía exclusivamente  a la habilidad, valor y heroísmo  del General en Jefe Antonio José de Sucre, y demás generales,   Jefes, oficiales  y tropas”,  por lo cual este ejército  tendría la denominación de Libertadores del Perú; cada cuerpo recibiría el sobrenombre de Glorioso;  y los individuos que los componían el título de  “Beneméritos en grado eminente”, debiendo llevar cada uno una medalla al pecho, pendiente de una cinta blanca y roja con la inscripción: Ayacucho. Para los Generales, esta medalla será esmaltada en brillantes; la de los jefes y oficiales, de oro; y la de las tropas, de plata.
El título de Gran Mariscal que se debe al General en Jefe Antonio José de Sucre, se agregaba el sobrenombre de General Libertador del Perú.
Artículo 4º de este decreto de honores dispone que en el campo de Ayacucho se levantara una columna consagrada a la gloria de los vencedores: en la cima de esta columna se colocaría el busto del General Sucre y a lo largo de ella se gravarían los nombres de los Generales, jefes y oficiales y cuerpos en la orden de preeminencia que les correspondían. Agregaba El Libertador: “La gratitud del pueblo y el Gobierno se esforzará en prodigar la riqueza, el gusto y la propiedad en la erección de esta columna”.  El mismo día concedió los siguientes ascensos: a Generales de División, Lara y Córdova; a Generales de Brigada, Lucas Carvajal, jefes de los Granaderos a Caballos; Laurencio Silva, jefe de los Húsares de Colombia; Arturo Sandes, jefe del Rifles. 1º de la Guardia Colombiana; y Francisco de Paula Otero, jefe del Batalló No. 1º de Perú.


En el No. 9, publica un extraordinario trabajo del historiador José M. Rey de Castro: Párrafos de

“Recuerdos del tiempo heroico”.

Entre las mil beneficiosas ideas que pululaban en la mente del General Sucre al implantar las mejoras que, en su deseo por la prosperidad de Bolivia, tenía concebidas para elevarlas al más alto grado de progreso, entraba necesariamente las de remover todo obstáculo que a ello pudiera oponerse.  Una y de gran importancia, fijaba preferentemente su atención: en la supresión de conventos; medida que en su concepto era reclamada altamente por la política y por las leyes eclesiásticas.  Con tal convicción y asistido de su entereza característica, acometió resueltamente la empresa, a pesar de que las preocupaciones la hacían ardua y difícil. Sin embargo, no cejó ante las dificultades; su esclarecido talento le señaló la vía más expedita para dominar las antiguas impresiones del ánimo adheridas fuertemente con la educación, y poder manifestar, junto con la conveniencia, la pública utilidad de ese procedimiento del gobierno.
Después de varias y detenidas conferencias con el señor Dean Gobernador eclesiástico del arzobispado, y en tan perfecto acuerdo, que aseguró éste, por nota oficial, “que juzgaba la medida de absoluta necesidad y muy conforme al espíritu de los sagrados cánones”. Formuló un decreto reduciendo el número de conventos que en la República debían subsistir, y disponiendo la traslación de los que en menor número se encontrasen en cada convento; los cuales debían salir de la Capital en el plazo señalado, para ir a formar comunidad con potros de su misma orden en los demás departamentos.
Sometido el Decreto a la Diputación permanente, ésta lo aprobó en todos sus artículos, devolviéndolo al gobierno con un luminosos y extenso informe.  Su publicación produjo, según era de esperarse, sensaciones de diversa índole, como todo acontecimiento notable.  Para unos, era una medida de alta política, discurriendo sensatamente sobre los proficuos resultados que de la aplicación de las rentas de los conventos supresos podía reportar la beneficencia pública, pues se dotarían con ellas los hospitales, casas de huérfanos, hospicios para pobres, colegios, escuelas y tantos otros establecimientos como tenía decretados el gobierno. Para otros, era un avance de la potestad civil que dejaba ver funestas trascendencias perturbadoras del sentimiento religioso y la moral. Las beatas y muchas que no lo eran, creían ver con sobresalto en el decreto asomar la cabeza disfrazada de la herejía.; algunos frailes, por su parte, fomentaban tal absurda idea.
Esto dio lugar a un episodio, en que una vez más luciese la energía con que el General Sucre celaba por el estricto cumplimiento de las leyes, decretos y órdenes de cualquier género que fuesen. Profesando el principio de que nada era tan pernicioso como la tolerancia   del desobedecimiento a ellas, puesto que no solamente desprestigiaban a la autoridad de que emanaban, sino0 que minaba y corrompía la moral civil y social, era severo en la aplicación del castigo.

Sucedió, pues, que el día en que los franciscanos debían desalojar su convento, estalló allí una conjuración monacal de resistencia con síntomas alarmantes. A las cuatro de la tarde, y fuera de costumbre, sonaron las campanas en la torre: se abrió el templo, que apareció iluminado y descubierta la Majestad. A los pocos momentos iba llenándose de gente la iglesia, sorprendida por lo extraordinario del acto. Era el tiempo oportuno para su plan, fundado en la esperanza, sin duda, de que su designio sería apoyado por el pueblo.  Subió al púlpito uno de los padres, que, si bien no era en elocuencia un Massillón, no le faltaba resolución y audacia.  Con grave tono y vehemencia comenzó a mover los afectos del auditorio, declamando contra la impiedad, que decía haber desplegado su sacrílego estandarte contra los ministros del Santuario, para derribar luego el altar. Apostrofando a los fieles, decíales que había llegado la hora de imitar a los santos mártires que buscaban la muerte en defensa de la Religión. “¡Cómo siendo cristianos permitiréis que ella sea profanada y hollada en nuestro suelo!”    
Dejábase ya sentir alguna perturbación, especialmente en las mujeres; pero no faltó algún hombre sensato que, impresionado por tan subversivo discurso, volase al palacio, para dar cuenta de ello al gobierno.  Perfectamente enterado el General Sucre de los pormenores y circunstancias del escandaloso abuso, llamó a un oficial y le dijo:

“Tome Ud., cuatro soldados armados, colóquelos en la puerta de la Iglesia de San Francisco, suba Ud. al púlpito, donde está p0redicando u fraile revolucionario, intímelo Ud., que baje inmediatamente; y si se resiste, made usted allí mismo darle cuatro tiros.”

El Oficial, que nada tenía de lerdo, fue al punto a cumplir, de buen grado, su comisión; se dirigió al templo, y subiendo intimó al predicador: que de orden del Presidente bajase en el acto. No fue obedecido, y continuaba fervorosamente con la palabra: entonces poniéndose en pie y tirándole de la manga, le dijo con fiereza:

“Padre, mire Ud., a la puerta esos soldados le harán baja y callar a balazos, porque yo se cumplir las órdenes que recibo” Entre el susto y el estupor, aquellas fulminantes palabras produjeron su efecto.
 
Inmediatamente descendió del púlpito, seguido del oficial quien le exigió que dispusiera se cerrase la iglesia, previniéndole tuviese mucho cuidado en no promover nuevos alborotos en el pueblo. Así se hizo, y todo quedó ejecutado, retirándose tranquilamente las gentes que habían concurrido a la iglesia. Al día siguiente recibieron los Padres orden de la policía para emprender el viaje al convento que se les tenía indicado; y fue así puntualmente observada la ley.  Como los franciscanos habían sido los últimos que aun permanecían en la capital, quedó esta sin ninguna de las tres órdenes que de tiempo inmemorial se habían en ella fundado. Era escandaloso ver, que dos de esos conventos, la Merced y San Agustín, apenas estuviesen habitados por el religioso sacerdote que hacía de prelado, como lo asegura el mismo digno gobernador eclesiástico.

A recorrer la historia el período de la administración militar primero, y discrecional después, del general Sucre, registrará pocos actos que hagan resaltar más las excelsas cualidades con que plugo a la Providencia dotar esa alma grande como el de la siguiente “ley de olvido”, fruto de su siempre generoso y siempre americano corazón”.


En el No. 13 de “El Disco” publica las cartas cruzadas de Marco Tulio, con el Dr. Delfín Ponce Córdova, con el objeto de animar el acontecimiento., veamos: 

“Cumaná 9 de enero de 1923.

Cumaná 9 de enero de 1923. Señor doctor Delfín Ponce Córdova, Presidente de la “Sociedad Patriótica Ayacucho”. Presente. Estimado Doctor y amigo: muchas son las sociedades que desde el año 30, separada que estuvo Venezuela de la Gran Colombia, se han constituido en Cumaná para glorificar al preclaro Antonio José de Sucre, su más esclarecido hijo, y hasta el presente , que yo sepa al menos, todo se redujo a juegos de pirotecnia y discursos épicos, seguramente de la misma materia inflamable.  Parece que ni se hubiera pensado  jamás siquiera en realizar una obra ornamental   y útil, un monumento que determinara un esfuerzo meritorio y pregonara a la posteridad la admiración cierta  de los glorificantes hacia el nobilísimo cumanés.
Con gusto hemos publicado en el DISCO el acta de instalación  de la “Sociedad Patriótica Ayacucho”, que Ud. dignamente preside, y las columnas de este bisemanario estarán siempre a la orden de Ud. para insertar lo que tuviere a bien enviarnos con tal objeto.  
No alcanzo a comprender fijamente cual es el propósito concreto que esta...  esa Sociedad, para la solemnización de Ayacucho, aquí en la ciudad cuna afortunada del Héroe de esa acción gloriosa; porque en donde toda idea loable  encuentra opositores, hay que desconfiar siempre del triunfo  del bello ideal que alguno alimente. Pero dado los elementos honorables que integran la Sociedad, el entusiasmo que su instalación ha producido en el público  y el claro criterio que tan señalados admiradores  de Sucre, es de confiar en que sumando los esfuerzos y seleccionando proyectos, se llegará a definir  algo digno de estos tiempos de brillantes tributos a la memoria excelsa de los grandes.
Ud. particularmente me habló del hermoso intento  que acaricia de erigir uno como templo, en sitio aparente de esta ciudad, para depositar allí muchas de las reliquias veneradas que andan dispersas, pertenecientes al Gran Mariscal  o que a él se refieran, y a la vez erigir dentro de ese templo una escultura que, como el mármol de Tenerani a Bolívar, dé también a Sucre la austera y nobilísima fisonomía de los semidioses. Esta elevada intención de Ud. debería recibir el cálido sustento y la jubilosa acogida  que bien merece  de los 25 o 30 mil cumaneses diseminados en el territorio nacional, a fin de que con el pequeño y espontáneo óbolo de cada uno de ellos reunamos la suma necesaria para realizar la obra.
Yo me atrevería a insinuarle a Ud., por si quisieses aceptarla como buena y llevarla a alcanzar  la aprobación de la “Sociedad Patriótica Ayacucho”, solicitar una contribución de las cinco repúblicas bolivarianas a las que en mucho contribuyó  a emancipar el brazo taumaturgo  de Sucre, contando con que no negarían ellas el pequeño óbolo  que se le demande como tributo de aprecio y gratitud a la ciudad tan profundamente amada del pundonoroso caballero  de la espada, que en blanca página hidalga firmó la definitiva  emancipación americana, a la tierra lejana y procera  que infantó  a tan gallardo libertador.
Y, como siempre es desagradable, así fuere para la obra más benéfica, dar una contribución directa, para recabar ésta que abría de exigir  Cumaná, propondría yo que se  reprodujera exactamente en igual forma, peso y materiales,  la pluma de oro que la ciudad de Cochabamba regaló a Sucre para que escribiera las glorias de Ayacucho, y que el héroe regaló a la Municipalidad de Cumaná en donde se encuentra. Esa reproducción se rifaría  a un bolívar la acción en las cinco repúblicas  antes dichas, y para que todo  aquel que adquiriera un número obtuviese un recuerdo valioso a la vez que una credencial  de haber contribuido  a la universal manifestación de gratitud rendida de Ayacucho
El billete debería llevar en el anverso el retrato de Sucre con la fecha de este primer centenario datada en Cumaná, y en reverso la proclama de Ayacucho o bien la carta de Sucre  a la ilustre municipalidad de Cumaná, al enviarle la pluma. Opino que podría así recolectarse una suma bastante considerable para celebrar con dignidad  el centenario de la batalla de Ayacucho en la ciudad cuna del Gran Mariscal, porque podría realizarse en un todo, y con la debida suntuosidad la obra proyectada por Ud. y a la vez hacer algunos trabajos ornamentales  y de urgentísima necesidad  para nuestra ciudad natal.
Con las veras de mi consideración más distinguida, soy de Ud.  atento y seguro amigo. Marco Tulio Badaracco Bermúdez” .

En el mismo número se publica la respuesta del Dr. Ponce Córdova.

“Cumaná 25 de febrero de 1923.

Señor Marco Tulio Badaracco. Presente. Distinguido amigo y compañero. Bastante placer me ha proporcionado la lectura de su hermosa carta del8 del mes próximo pasado, ya porque veo en Ud. al buen compañero, siempre dispuesto a prestarnos su eficaz colaboración  en la empresa que hemos acometido  de celebrar honrosa y brillantemente el Centenario de la Batalla de Ayacucho el año de 1924, ya porque simpatiza Ud.  con la idea que le comunique personalmente, , de arbitrar recursos y elementos para  levantar uno como  templo donde  depositar tanta reliquia  venerada, perteneciente al Gran mariscal  Antonio José de Sucre o que a él se refiera, y erig9irle dentro de ese templo  una escultura, como la de Tenerani al Libertador.
Las reflexiones que Ud. hace acerca de no haber propendido  hasta ahora nuestras sociedades  patrióticas a hacer algo que  perpetuara el recuerdo del más ilustre hijo de Cumaná en su ciudad nativa, ha obedecido, sin duda,  a la manera de pensar y proceder  de las distintas épocas  que han corrido del año 30 para acá. Nuestras sociedades patrióticas y religiosas tendían  solo a acopiar medios  para celebrar un determinado  día del año una fiesta rumbosa, pasada la cual se volvía a emprender de nuevo el mismo trabajo para idéntico fin el año siguiente;  pero de esos actos apenas ha quedado una reseña, uno que otro discurso y algunas poesías,  casi todas mediocres. Ninguna idea  original brotó  de ese concurso de voluntades, y corrieron los años sin adelantar un punto en el propósito de  honrar merecidamente a Sucre, exhibiendo tanto la faz  guerrera del prócer  como su bella talla moral, digna de la más alta epopeya.
Mucho han hecho sin duda los gobiernos Nacional  y del Estado, en honor del “mas digno General de Colombia”, la estatua del insigne Mariscal  es monumento que adorna  la principal de nuestras  plazas públicas: otra plaza la de “Pichincha” creado en honor de Sucre, lleva un busto de él, y otro busto y retrato suyos  existen en el Salón Municipal, junto con la fe de bautismo, fotografiada e los libros de la Iglesia de Santa Inés: retrato magnífico del héroe decora el Salón de Recepciones del Ejecutivo del Estado ; en el sitio más probable en que nació  el gran cumanés, se destaca, en hermosa columna, la inscripción que recuerda al pasajero, como fue esta ciudad la cuna afortunada del Héroe y como debemos rendirles a ambos  el homenaje de nuestro amor y gratitud:  la correspondencia militar y política del Gran Mariscal fue publicada por el Gobierno Nacional en días cercanos al Centenario del Libertador, y ahora la reimprime  una notable casa editorial  de Madrid; la segunda de nuestras calles se denomina Sucre, y así tambien nuestro hermoso puerto, el Estado y el Distrito Capital; igual título cabe  a la principal de nuestras escuelas concentradas; y hasta un  cercano y popular barrio de Cumaná lleva el nombre  de una de las ciudades  que mostraron marcada predilección por nuestro ilustre coterráneo: Cochabamba. Todos estos tributos, hijos de la más viva gratitud, traen a la memoria  el nombre y la obra  del vencedor en  Pichincha.
Pero el templo que urge levantemos a Sucre vendría a acercarlo más a nuestros días de seguro análisis; vendría como a actualizar el pasado; porque enriquecido ese edificio  con recuerdos perínclitos que digan a las generaciones cómo fue pura y abnegada aquella víctima ilustre; es seguro que cuantos individuos  y corporaciones posean alguna joya, carta o cualquier dato de esas brillantes  épocas extintas, gustosamente los traerían a ese templo o Museo  para ser allí expuestos  a la veneración de todos. Siempre sentiríamos  como un regocijo  de familia  al colocar  dentro de ese santuario  de la Patria  alguna prenda  de Sucre el inmortal.
Esta sería la obra nuestra: honrar de la más digna y elocuente manera al egregio Adalid y Estadista, exhibiéndola hombre , que si culminó en cien campos de batalla  con la prestancia y el arrojo  de los más notables capitanes, se creó en torno suyo, por sus eximias virtudes y exquisito tacto  político y social, tal atmósfera de entusiasmo, veneración y gratitud, que se ha hecho merecedor  (y es justicia que nadie le disputa), de que el ilustre cantor de la Zona Tórrida, lo consagrara en frase  lapidaria “ la gloria más pura de Hispano América”
Tarde he venido a contestar su atenta carta, pero como le había manifestado  personalmente que los particulares de ella  habían sido muy bien acogidos  por los Miembros el Comité  Central, esperaba sorprender a Ud.  con los datos que le envío  y que recogí últimamente en Caracas acompañado en todas esta diligencias  por nuestro buen amigo y compañero Emilio Berrizbeitia. Estos datos se publicarán para conocimiento  del público, junto con esta carta en el “El Disco” el popular periódico  que el  Dr. Rodríguez Valdivieso  y usted, sus distinguidos redactores, han puesto con la mayor galantería  a  la disposición de este Comité Central. Los datos en referencia son estos.


LA PLUMA.

El trabajo de la reproducción de la Pluma  ha sido confiado en Caracas  al inteligente orfebre señor Rómulo Maduro,  decidido admirador de Sucre. La reproducción de la Pluma se hará en oro de 21 kilates, igual al modelo , que existe en la Municipalidad de Cumaná,  y que fue regalada por el Gran mariscal de Ayacucho.  Esta joya irá colocada en estuche muy rico, tallado en oro de iguales kilates, llevará el escudo del Estado Sucre, y los esquineros  serán también tallados en oro.  En la parte interior de la tapa  cubriéndola en toda su extensión llevará la Bandera Nacional  con la inscripción siguiente: Facsímil de la Pluma, en oro y perlas,  con que el Colegio de Cochabamba obsequió al General Antonio José de Sucre, después del triunfo de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824.
En el fondo de este estuche, se destaca la Pluma, de oro y perlas, y habrá otra inscripción en oro, que dirá: Contribución a la celebración del Centenario de la Batalla de Ayacucho, en Cumaná el 9 de Diciembre de 1924.

EL BILLETE.

El Billete para la rifa  tendrá las dimensiones siguientes: quince por 8 centímetros.
En el anverso, y hacia su extremo derecho llevará en tono dorado un fotograbado de la Pluma. En el extremo izquierdo de la misma faz la efigie en busto  con traje militar, del Gran Mariscal de Ayacucho. En el centro  irá el facsímil  de la carta con que  Sucre envió  la valiosa joya a la Municipalidad de Cumaná el año de 1826.
En el reverso, en el extremo superior derecho,  en facsímil también, irá el escudo del Estado Sucre, en dorado. En el centro la inscripción siguiente:  Contribución a la celebración del Centenario de la Batalla de Ayacucho, en Cumaná”.
Hacia la parte inferior tendrá estampadas la serie, número y valor del Billete. Este trabajo de esmerado gusto  artístico está encomendado a la importante  “Litografía del Comercio” del señor don Pius Schlageter, fervoroso americanista  y admirador de Sucre. Nos ha asegurado Schlageter  a Berrizbeitia y a mi  que el trabajo, por su mérito artístico  será como una obra de arte  equivalente a su valor , y que muy bien podrá  guardarse como un recuerdo  del Centenario. En todas estas gestiones  me ha acompañado como antes digo,  el Vicepresidente del Gran Comité  Directivo de la Sociedad Patriótica Ayacucho, Don Emilio Berrizbeitia, quien continúa  en la Capital, activando la conclusión del trabajo mencionado.  
Sírvase aceptar nuestras más cordiales  felicitaciones por su idea original  y bella, que hemos acogido con el mayor contento  todos los miembros de esta sociedad Patriótica.
Soy su amigo y compañero  afectísimo.

D. Poonce Córdova”.



Para continuar la animación del eventos, en  el No. 15, publica una anécdota del Mariscal, veamos:

“RECUERDO DEL AYER GLORIOSO.

Los destellos alborales del 24 de mayo de 1822  hicieron eclosión de apoteosis para las victoriosas armas del ejército patriota, que en vuelo triunfal hacia escalado la ardiente cima  del “Pichincha”, a cuyos pies -como una virgen pagana- esplende  la bulliciosa Quinta.  En su vértigo libertador, ni los ígneos penachos del coloso amedrentaron a los mimados de la Gloria!...
Los opresores, a cuya cabeza estaba Aymerich, semejante osadía miráronla como un soberbio reto que imprudentes pretendieron  castigar, no sabiendo que a esa legión  de héroes guiaba Sucre, el ángel tutelar  de la Victoria;  y mirando con altanero desdén las posiciones, dieron comienzo  a la lucha que tras cruentos sacrificios dio a las armas  republicanas una colosal victoria y nimbó de glorias  su camino hasta Quito, que irredenta sintió el beso de la luz republicana y vio proyectado sobre su cielo azul, por vez primera, el sol sublime de la libertad.
Aymerich, ostentoso y  jaquetón, acostumbraba -como un signo de desdén  por las armas patriotas- tan pronto como sabía de la aproximación del enemigo, mostrarse en una mula rucia,  con cuya presencia decía -temblaba el enemigo. Y era suficiente para llenarle de terror y derrotarlo.  Caído prisionero el fanfarronudo  Jefe, Mijares su asistente, a quien le tocaba el trabajo de ensillar la rucia -a fuer de buen andaluz- no quiso perder la oportunidad  de chasquearla y hacerle así pagar las muchas veces que le molestó para ensillarla, y, aprovechando la ocasión una vez que el General  Sucre se paseaba muy cerca de Aymerich, sacando la cabeza  por una de las ventanas  de la pila en que  hallábase éste, le dijo con burlesca inflexión: “¿Mi General, le ensillo la mula rucia?  Extrañado Sucre de semejante pregunta y de la indignación que ello había causado a su huésped, pidió explicaciones, obtenidas las cuales  no pudo menos que soltar la risa y exclamar: ”Como es cierto  que hasta en los grandes trances no ha de faltar la nota cómica”. Santos Erminy Arismendi.



En medio de la campaña  para la conmemoración  del centenario de Ayacucho, Marco Tulio, intenta otras campañas por las obras necesarias para Cumaná, vemos:


El Disco, No. 23.   22de abril de 1923.

“OBRAS NECESARIAS  AL PUERTO DE  CUMANÁ

Tomamos del B Boletín de la Cámara de Comercio de Caracas, de su edición del primero de marzo último,  el importante artículo que hoy reproducimos con el mote  que encabeza estas líneas.
Compenetrado con las necesidades de obras importantes que reclama esta ciudad de Cumaná, el Boletín de la Cámara de Comercio de Caracas,  haciéndose eco de esas necesidades, como ayer de las de los puertos de La Guaira y Maracaibo, hace honor a sus columnas  llenando así los fines  de esa honorable institución que hace ya varios años viene laborando por el comercio  y la industria del país, de manera tan eficaz, que la Cámara de Comercio de Caracas, constituida por los elementos  de más valía en el comercio  y la banca de la Capital de la República, es un cuerpo o entidad jurídica cuya representación caracteriza para Venezuela, tanto en su territorio  como en el extranjero, un instituto de respetabilidad ya reconocido.
Por lo que a nosotros corresponde, como hijos de esta tierra,  expresamos al Boletín de la Cámara de Comercio de Caracas, nuestra más franca gratitud por el artículo que a continuación reproducimos:
En nuestro número anterior hemos señalado las ventajas y mejoras que se deben introducir en la Guaira y Maracaibo a fin de poner estos dos puertos principales de la República  a la altura que les corresponde y de acuerdo con los adelantos  modernos.  Cumaná la Primogénita de Venezuela, cuna del Gran Mariscal de Ayacucho y  gloriosa por sus servicios inmortales a la causa de la Independencia de Venezuela y de toda América, necesita también obras urgentes para su desarrollo y embellecimiento. Estas obras son: en primer término el acueducto, luego un puente sobre el Manzanares en la Plaza Ayacucho, indispensable hoy a las comunicaciones y una casa de gobierno,  de que carece la histórica ciudad por completo, hasta el punto de que el Ilustre Ayuntamiento celebra sesiones en el mismo edificio de la Cárcel. La casa natal del General desapareció en el terremoto de 1853 y el lugar donde nació el héroe está marcado con postes  y cadenas. Nada más propio que construir en este sitio  un edificio para una escuela o para un museo. La carretera de Cumanacoa es la obra más importante  de la ciudad después del acueducto. Sabemos que el señor General Juan Alberto Ramírez, que tanto se ha distinguido en la administración pública, se ha consagrado a la construcción de esta vía de importancia  no solo para Cumaná sin para una de las  más hermosas regiones de la República, como es el valle de Cumanacoa. Pocas regiones son comprables a aquellas fértiles vegas admirablemente bien regadas.
Solo, el valle de Guarenas y Guatire en Caracas y el de Boconó en Trujillo, pueden compararse en fertilidad y demás ventajas para la agricultura con el de Cumanacoa. El General Ramírez merece bien de la Patria, pero según nos informan, no dispone de elemento suficientes para llevar a cabo la obra con prontitud,  pero sin duda encontrará los necesarios con la ayuda  eficaz que viene prestando  a esta clase de obras la actual Administración dirigida por el señor General Gómez. Estas obras se deberían hacer para el centenario  de la gloriosa batalla de Ayacucho. A Venezuela corresponde hacer algo  grande y digno  del héroe para esa fecha memorable, y ninguna ofrenda más adecuada  que obras de carácter público y de utilidad para la ciudad que tuvo la gloria de ver nacer al gran capitán y excelente magistrado que fue Sucre. Una de las regiones más ricas de Venezuela es Cumaná. Goza de clima sano, no esta expuesta a los destrozos del paludismo, tiene peces como para surtir al mundo entero y tierras abundantes  para  siembra de cocos, café y algodón. Sus telares están muy prósperos. Solo falta a Cumaná las ventajas de la emigración europea. Una de las mayores comodidades  de este suelo privilegiado  es su Río Manzanares, navegable para lanchas  hasta la propia ciudad. Con sus aguas se podrían regar  las inmensas sabanas planas que rodean a Cumaná. 


MAYO DE 1923.

Continuando sus campañas, el 5 de Mayo, en el “El Disco” No.26,  publica El Gran Comité Directivo del Sociedad Patriótica Ayacucho, previo editorial que titula

“Importante Acuerdo”


 
“Es grato para nosotros dar publicidad en las columnas de “El Disco” al importante acuerdo dictado por la “Sociedad Patriótica Ayacucho” que, habiendo acogido favorablemente la idea también iniciada por este bisemanario, dispone la reproducción exacta  de la pluma de oro, ofrenda del Colegio de Cochabamba al Gran mariscal de Ayacucho y cuyo original se encuentra  en el Salón de la Ilustre Municipalidad de Cumaná.
Bien merece nuestro aplauso, y seguramente que tendrá el general encomio, el esfuerzo que está realizando  la mencionada Sociedad, para dejar bien puesto su nombre  en el propósito patriótico que la guía.
Cuando dijimos que desde el año 30 muchas sociedades se había fundado en Cumaná para glorificar a Sucre, sin que ninguna de ellas  hubiese dejado obra alguna que dijera siquiera de sus nombres, creímos no estar equivocados porque es esa la verdad. Los monumentos y las demás obras que honran el nombre del egregio  cumanés en esta ciudad de su nacimiento, no son erigidas                                                                                                                                                                            por Sociedades, sino por los gobiernos  o por la Municipalidad, y veríamos con tristeza  que ahora sucediera igual.  Todo nuestro esfuerzo está a las órdenes de la Sociedad para llevar a término su noble empeño, y bien creemos que no habrá hijo, el más humilde que sea , de esta tierra que no esté dispuesto a contribuir ala glorificación del eminente coterráneo vencedor en Ayacucho.
Los resultados inmediatos, decisivos,  radicales y brillantes de la acción de Ayacucho hace de esa memorable efemérides una de las mas genuinas glorias de América, y al aproximarse su Centenario  no es de extrañarse  que las hojas de esa gloria, las Repúblicas Bolivarianas, se apresten a conmemorarla con la pompa requerida.    
Cumaná, la hija primogénita del Continente, la que puso en el alma de Sucre aquella serenidad de arcángel con que pasó por la sangrienta contienda, inmaculado y terrible, tiene derecho a esperar que se le dispensará la atención que ella espera en esta ocasión para enaltecer al que todo lo dio  en provecho de la Causa de América y de la libertad”.   

EL ACUERDO

EL GRAN COMITÉ DIRECTIVO
DE LA
SOCIEDAD PATRIOTICA AYACUCHO

CONSIDERANDO:

            Que se acerca ya el 9 de diciembre de 1924, en que Cumaná se apresta a celebrar de manera espléndida el Centenario de la Batalla de Ayacucho, “cumbre de la gloria Americana”, campo fecundo en donde culminaron las virtudes guerreras y cívicas del General Antonio José de Sucre, el más ilustre hijo de esta ciudad procera;
           
CONSIDERANDO:

            Que el Benemérito General Juan Vicente Gómez, Presidente Constitucional de la República, ha acogido con el fervor patriótico que tanto lo enaltece nuestros propósitos de honrar merecidamente a Sucre y Cumaná;

CONSIDERANDO:

Que esta Sociedad Patriótica ha sido instituida con el laudable fin de que la celebración de ese glorioso aniversario revista entre nosotros la magnificencia y esplendor que demanda su alta significación política y social;

CONSIDERANDO:

Que es de urgencia arbitrar recursos entre las naciones bolivarianas, para la realización del patriótico objetivo que perseguimos,

ACUERDA:

1º.- Hacer por cuenta de la Sociedad una reproducción exacta de la pluma de oro y perlas que posee la Municipalidad de Cumaná , y que le fue ofrendada al Gran mariscal de Ayacucho por el Colegio de Cochabamba en 1825.- La pluma no debe pesar menos de noventicinco gramos en oro amarillo de 21 K.; su centro debe ser macizo y las aristas talladas a buril;  llevará 24 perlas colocadas según están en el diseño.
2.-  Fabricar un lujosísimo estuche para guardarla pluma, con las condiciones características siguientes:
a)               Será de madera forrada en peluche azul.
b)              Llevará en el centro exterior de la tapa el Escudo del Estado Sucre tallado en oro amarillo, perfectamente calado y cuya dimensión será de diez centímetros de alto por un ancho proporcional.
c)               Llevará en cada esquina su respectiva contera, también tallada en oro amarillo y con dibujos alegóricos.
d)              En la cara interna de la tapa llevará artísticamente colocada una cinta de seda con los colores del Iris Nacional y la siguiente inscripción impresa en letras doradas: “Facsímil de la pluma que el Colegio de Cochabamba ofrendó al Gran Mariscal de Ayacucho.-  Mandada a reproducir por la “Sociedad Patriótica Ayacucho” de Cumaná en 1924. 
3.-   Esta pluma así guardada en tan lujoso cofre, será rifada entre las naciones  a cuya libertad contribuyera tan desinteresadamente el Gran Mariscal de Ayacucho; y para facilidad y recuerdo histórico de la rifa se emitirán bellísimos billetes  en suficiente número y de un valor que esté al alcance de todos.
4.-    Los gastos que ocasionen estos trabajos serán pagados por Tesorería.

            Dado en el Salón donde celebra sus sesiones  la “Sociedad Patriótica Ayacucho”, en Cumaná a 3 de febrero de mil novecientos veintitrés.

El Presidente, D. Ponce Córdova. El Primer Vice-Presidente, E. L. Silva Díaz. El Segundo Vice-Presidente, Emilio Berrizbeitia.- Los Secretarios de Correspondencia, J. V. Rodríguez Valdivieso.- Humberto Guevara.- Alberto Sanabria.- Octavio Rafael Neri.- Paco Damas Blanco.- El Secretario de Actas, F. Madriz Otero.- El Sub Secretario de Actas, R. Reyes Gordon.- El Tesorero, Manuel M. Fuentes.- El Sub Tesorero, Enrique S. Berrizbeitia.- Vocales: Rafael Velásquez.- Simón Núñez Ortiz.- José Silverio González Varela.- Miguel Aristeguieta Sucre.- José Rafael Rojas.- Luis Ramos Sucre.- J. M. Urosa Ortiz.- B. Milá de La Roca H.- Andrés A. Bruzual.- El Archivero, Pedro Elías Marcano.- El Secretario General, D. Badaracco Bermúdez”. 


En el No. 28, del 13 de Mayo de 1923, El Disco publica una página que dedica a Sucre, el poeta José Fernando Núñez.

¡Bendita sea la bala de Berruecos que te exaltó a la gloria!
Mientras otros execran la memoria  de tu alevoso asesino yo la acato,  porque la envidia es escabel por donde alcanza  el Genio su más alto grado de esplendor.
Bajo el golpe de Obando se ensancharon tus glorias como las olas crecen  cuando los vientos rugen.
Si el crimen no hubiera armado el brazo de tu perseguidor, acaso el genio de Pichincha  y Ayacucho hubiera dejado de prestarte  sus favores y no ocuparías en los fastos de la Historia  la diestra de Bolívar.
Es necesario ahondar en los sucesos tempestuosos  que se desarrollaron a raíz  de la victoria de Ayacucho para comprender que era llegada la hora de retirarte de la escena.
La naturaleza humana  es susceptible de debilidades a las cuales no pueden sustraerse  las más recias energías, y las pasiones políticas comenzaban  a fermentar con la socavación  de los cimientos de Colombia y la cercana muerte del Nazareno de Santa Marta, hubiera podido alcanzarte  en el zenit de tu grandeza.
A Córdova le hubiera más valido  rendir la vi8da tras el éxito cabal del ¡“Paso de Vencedores”! La muerte le hubiera salvado de  macular  con la traición sus laureles merecidos.
El Dios de Colombia te trazó una línea de la que no debías pasar. Después de Ayacucho, que es tu Sinaí, nada más tenías que hacer, hacer más sería trasponer las nubes y confundirte en el Olimpo con los dioses.  


En el No. 29, del 17 de mayo de 1923, “El Disco” publica una página que dedica a Sucre, don Jorge Luciani.

“Magnanimidad y desprendimiento de Sucre.

Admiro en el Gran Mariscal de Ayacucho a una de las más altas cumbre del arte militar: reverencio e Sucre, hombre privado, el paradigma de las virtudes domésticas;  si es el diplomático, lo veo muy grande;  si al magistrado, íntegro; si al amigo, circunspecto y leal. Patriota genuino y de visión amplísima, en su cerebro esclarecido no halló albergue jamás el ideal de la Patria Chica. Como  jefe desplegó carácter; subalterno, tributó el respeto debido a la jerarquía  sin vergonzosas complacencias, y haciendo valer, cuando fue preciso , con firme modestia, sus gloriosos merecimientos. Pero sobre ese cúmulo  de eminentes cualidades, brillaron en todo instante  dos virtudes inmarcesibles: su desprendimiento y su magnanimidad.                                                                                           
En 1820 designado en unión de Briceño Méndez  y de José Gabriel Pérez, para celebrar con los españoles el tratado de regularización de la guerra, comienza a irradiar gloria su grandeza de alma. “Este tratado, dirá Bolívar un lustro después, es digno del alma de Sucre; la benignidad, la clemencia, el genio de la beneficencia lo dictaron, el será eterno como el más bello  monumento de la piedad aplicada a la guerra; el será eterno como el nombre del vencedor de Ayacucho.
Así durante toda la guerra hasta que, en Ayacucho, sella espléndidamente la independencia sur-americana, brindando con hidalguía sin par a los heroicos vencidos una capitulación por todo extremo generosa.
Creada la República de Bolivia, Sucre fue elegido su Presidente vitalicio, pero solo por dos años aceptó y ejerció tan elevado cargo. No tardó mucho en ser víctima de un atentado criminal. Valentín Matos, que así se llamaba el asesino, fue condenado al último suplicio  ¡Sentencia justa si las hay! Con todo, Sucre le salva la vida, conmutándole la pena por destierro. Ni a esto se limitó, sino que le suministró dineros para el viaje y a poco le suspendió el destierro.  
Transcurre breve tiempo cuando por obra de instigaciones peruanas nuevamente asorda el espacio ruido de armas. El Gran Mariscal es herido. Restablecido el orden público, que una invasión peruana había vuelto a interrumpir, el ilustre cumanés se aleja de Bolivia, no sin antes decir con noble orgullo: “En medio de los partios que se agitaron quince años, y de la desolación del País,  no he hecho gemir a ningún boliviano, ninguna viuda, ningún huérfano,  solloza por mi causa; he levantado del suplicio porción de infelices condenados por la ley, y he señalado mi gobierno por la clemencia, la tolerancia y la bondad. Se me culpará acaso de que esta condescendencia es el origen de mis mismas heridas; pero estoy contento de ellas, si mis sucesores con igual lenidad acostumbran al pueblo  boliviano a conducirse por las leyes, sin que sea necesario que el estrépito de las bayonetas  esté perennemente amenazando la vida del hombre y acechando la libertad....”
Todavía convaleciente de sus heridas, tiene lugar la invasión del territorio de Colombia por las tropas del gobierno peruano. Invasión injustificable. Sucre es nombrado primer jefe del ejercito Colombiano; su segundo es el general Flore3s. Son 8000 los peruanos, 4000 los colombianos. El Gran Mariscal                                destroza a los adversarios en Tarquí. Y entonces quien podía estar justamente resentido  de la perfidia peruana a la par que envanecido con la victoria, propone a los vencidos  las mismas estipulaciones  que vanidosamente rechazaron  cuando se disponían a la lid. ¿Qué saben las almas vulgares de esta sublime voluptuosidad? Sucre exclama lacónicamente: “La Justicia de Colombia es la misma antes y después de la victoria” Expresión incomparablemente bella, que tiene la diuturnidad del mármol y la sonoridad de un himno a la justicia; palabras que retumbarán siempre, bajo el firmamento de la América  libre, al través de ciudades, bosques y desiertos,  por encima de fronteras  y montañas, como fianza segura de redención y ejemplo de magnanimidad.
Presidente del “Congreso Admirable” (1830), fue encargado con otros ciudadanos eminentes para tratar con los comisionados de Venezuela sobre el porvenir de la Gran Colombia. Alejado Bolívar del poder, y enfermo además, era el Gran Mariscal la más conspicua  personalidad militar  y política de la República: la opinión le miraba como el sucesor probable del Libertador. Sin embargo en las entrevistas de los comisionados de Páez, Sucre dio una vez más pruebas  de su desinterés republicano proponiendo que: “se admitiera y sostuviera la base  de que todos los Generales  en Jefe,  y los de otra graduación que hubieran sido Presidentes  o Vicepresidentes, Ministros, Consejeros de Estado,  y Jefes Superiores  en cualquiera de los Estados  de la futura federación, se tuvieran por excluidos de los dos más elevados puestos  de la Administración Ejecutiva durante un largo y determinado período.” Esta proposición fue negada. Era natural.
Aquel enorme paladín de la libertad era, verdaderamente “el más digno de los  generales de Colombia”.


En el No. 30,  del 19 de Mayo de 1923, “El Disco” publica una noticia de un año anterior, veamos:   UN DOCUMENTO  de la Sociedad Patriótica Ayacucho.

“Sr. Ramón David León. Oficina de “El Universal” Caracas. 

En esta fecha constituyose Gran Comité Directivo, encargado de disponer  lo relativo para digna y solemne celebración Centenario Batalla Ayacucho.
Conociendo su patriótica admiración por las glorias de Sucre, confiamos  celebrará Ud., allí en el sentido de hacerle ambiente favorable  a tan simpática iniciativa.
Presidente del Gran Comité Directivo,

D. Ponce Córdova.
9 de diciembre de 1922 .

Para el Director de El Universal. Caracas.

Bajo las más gratas impresiones patrióticas, la ciudadanía de Cumaná, representada en lo más selecto de sus clases sociales, ha lanzado hoy, la feliz iniciativa de celebrar digna  y solemnemente el Centenario  de la batalla de Ayacucho; y al efecto constituyóse un Gran Comité Directivo quien eligió unánimemente, a los Presidentes de las Republicas Bolivarianas sus más distinguidos Presidentes Honorarios.
El Corresponsal.
9 de diciembre de 1922.
Igual para el Nuevo Diario y  El Heraldo.                                                                                                                          



En el No. 35,  del 9 de Junio de 1923, “El Disco” publica una página tomada de  “El Universal”, titulada, 

CENTENARIO DE AYACUCHO.

Hemos recibido el prospecto de la notable obra que con el título de “EL MUNDO BOLIVARIANO” se edita actualmente en Lima con el objeto de conmemorar el Primer Centenario de la Batalla de Ayacucho, que selló la libertad del Continente y donde culminó el genio militar del Mariscal Sucre.
El Perú celebra con pompa inusitada el centenario de la inmortal batalla, y en el programa de fiestas que con tal motivo prepara el Gobierno de aquella República este libro tendrá importantísimo lugar y constará de las siguientes partes:
1º.-  Simón Bolívar, su vida, su obra, su ideal político, Bibliografía del Libertador. Iconografía.   2º.-  Las grandes batallas de la Libertad.- 3.-  Los colaboradores de Bolívar. 4.- Antecedentes y consecuencias de la Batalla de Ayacucho con respecto a la libertad Suramericana. 5º.- Elogio del Libertador.
En la intervieu que insertamos en nuestra edición de ayer bajo el título de  “Una efeméride americana” está delineado ampliamente el plan de esta obra debido al fervor bolivariano de un gran patriota peruano, el señor don Carlos Aramburú y Salinas.
Así mismo el artículo que reproducimos hoy se hace eco de la notable labor del señor Aramburú.
La obra gigante de Bolívar culminada en Ayacucho, al cumplirse 100 años  de la batalla  que diera libertad a un continente, al más joven,  al más pujante y al más rico de los cinco que forman nuestro planeta, va a ser, una vez más objeto de la reverente  y estupenda  admiración de seis repúblicas americanas, cuyas recias y herrumbrosas rompiera la tenacidad  rebelde y siempre enojada  de un genio.
El 9 de diciembre de 1924, en las llanuras de Ayacucho se escribió la última página  de la historia colonial de América. Antonio José de Sucre, más tarde mariscal de Ayacucho, secundado aquel día  en la izquierda  por el general Don José de La Mar,  en el centro por el venezolano, Jacinto Lara y a la derecha por el general colombiano Córdova, contando como auxiliares  poderosos a Agustín Gamarra,  al británico Miller,  y a veinte gloriosos jefes más,  venció aniquilándolo, al ejercito realista que comandara el Virrey La Serna,  cuya jefatura estuviera en manos  de Cantrerac,  la izquierda dirigida por Monet,  el centro a la cabeza, el general Alejandro González Villalobos,  y la derecha en poder de Leonidas Valdez. 
El sol del medio día lució más brillante el 9 de diciembre del 24 para el continente de Colón. El Virrey y su Estado Mayor, prisioneros, la capitulación incondicional como premio de muchos años  de heroísmo y de sufrimiento.
Cien años día por día, se van a cumplir dentro de muy pocos meses  y las seis repúblicas  bolivarianas, las demás hermanas de América y el mundo entero, van al el centenario que pusiera fin a la tiránica lucha, a cantar el hosanna magnífico, a los generosos soldados  que supieron dejarnos  por heredad una Patria gloriosa y libre.
Ya se esboza el programa de las fiestas que tendrán lugar en el Perú con motivo de la conmemoración  de aquella fecha, espléndidas todas, pero uno de los números, ciertamente muy delicado, va a ser la publicación del libro “El Mundo Bolivariano”.
            Un periodista de prestigio, el señor Carlos Aramburú y Salinas, secundado por un grupo de periodistas de recia estructura intelectual, se ha hecho cargo de la obra que en forma definitiva, como documento imperecedero, dirá de aquellos días de gloria, lejanos ya,  pero cálidos aun en el recuerdo de los hombres libres  que pueblan este nuestro continente niño y exuberante.




En el No. 36,  del 14 de Junio de 1923, “El Disco” publica el soneto de Andrés Eloy Blanco.

CHUQUISACA.

El Mariscal subía la dorada escalera,
Radiante la mirada, seguro el caminar;
En su brazo una dama se engarza ligera;
Sus cabellos el oro, sus pupilas, el mar.

De súbito, en un giro, la rubia cabellera
                                     Rompió sus ligaduras con dulce resbalar
Y el oro de la trenza y el de la charretera
Juntaron sus fulgores en un fulgor solar.

Los bucles se agitaron con emoción extraña...
Más noble que en la arenga febril de la campaña,
Sintió toda su gloria la faz del Mariscal.

Ella insinuó un murmullo de tímidos asombros,
Y el Héroe dijo raudo:
-Jamás obre mis hombros
Cayó,  Señora, el peso de un homenaje igual


En este mismo Número inserta el documento que transcribimos:

“DOCUMENTO DE LA SOCIEDAD PATRIOTICA AYACUCHO.
GRAN COIMITE DIRECTIVO. CUMANA-VENEZUELA.

Presidencia. No. 3.
Cumaná-Venezuela.
Ciudadano Presidente Constitucional  del Estado Sucre.
Presente.-

            Honorable Compatriota:
            La “Sociedad Patriótica Ayacucho”  constituida recientemente en esta ciudad capital, con el propósito de celebrar el Centenario de la épica Batalla “cumbre de la gloria Americana”  acordó en medi del mayor alborozo, nombrar a Ud., Miembro Honorario suyo en este Estado.
            Como verá Ud., en los documentos que iremos dando a la estampa,  serán variados los números de la festividad, y necesitamos el concurso simpático y valioso de cuantos son amantes de las glorias de Sucre y de la ciudad procera que lo vio nacer,  para salir triunfantes  en nuestros levantados propósitos.
               No dudamos que Ud., cuyo espíritu progresista se ha manifestado ya en beneficio de ese Estado que tan dignamente dirige, nos prestará su valioso contingente, cual corresponde                                                                a la excelsitud  del objeto que  nos ha hecho constituir en Gran Comité.
            Ya el jefe del País, Benemérito Gral. Juan Vicente Gómez, ha acogido con patriótico entusiasmo  la instalación de la Sociedad, al hacerle la participación del nombramiento de Presidente Honorario de ella, en la República, y estamos ciertos  de que su apoyo material  no se hará esperar, pronto como ha estado siempre  a honrar cuanto se relacione  con la Patria y con sus hombres y hechos eminentes.                                                         
            Con sentimiento de la mayor  consideración me es honroso  suscribirme de Ud., atto. S. S.,  y compatriota.
                                                                      D. Ponce Córdova”.



“Igual para  los demás  Presidentes de Estado, Gobernador del Distrito Federal, Ministros del Despacho, Inspector General del Ejército, Miembros del Congreso Nacional, Secretarios Generales de Gobierno, Arzobispo de Caracas y Venezuela, Obispos Diocesanos, Ministros Diplomáticos, Gobernadores de Territorios Federales, y demás ciudadanos que ha honrado la Sociedad Patriótica Ayacucho con este nombramiento”.



En el No. 38,  del 21 de Junio de 1923, “El Disco” publica un interesante artículo de Rodolfo Betancourt:

“RELIGION BOLIVARIANA.

Creo y sostengo que todo buen venezolano debe reconcentrar su pensamiento  en la personalidad múltiple de Bolívar para así formarse mejor criterio de lo que vale para nosotros, significa para el mundo y merece ante la posteridad , este “héroe de los héroes”.
Bolívar “mitad héroe y mitad Dios,  como dice Chocano, hizo obra inmensa de libertad, de afianzamiento, de moral; y su                      actuación en el mundo, destacándolo sobre las cosas  humanas, lo coloca en puesto de preferencia  en el seno de la inmortalidad.
Su brazo: fuerte y blando, hecho de mármol y de seda, con la dualidad rara de su fiereza para  ganar batallas y firmar decretos monumentales, y la finura de su tacto en los salones, para ofrecer a las damas, las rosas de su amor, el cáliz de su cultura y el incienso perfumado de su galantería.
Su Verbo: dulce, vibrante,  arrobador, sentencioso y convincente. Dulce en las sonoridades de la rima y las expansiones del afecto;  vibrante como un clarín en el tumulto de los campamentos, arrobador en los instantes conflictivos de necesaria elocuencia; sentencioso en las deliberaciones trascendentales y convincente cuando la Verdad y la Justicia reclamaron el puesto merecido que querían arrebatarle.
Su pensamiento; mezcla de severidad y de vehemencia; grande como el firmamento, firme como las pirámides, tumultuoso como el océano,  fulgente como las tempestades, y con el privilegio de que en su inmensa órbita  cabían y evolucionaban al mismo tiempo, las inspiraciones del poeta, las conveniencias del político,  las sagacidades del guerrero, las elocuencias del tribuno, las verdades del filósofo, las predicciones del vidente, , y por sobre todo esto,  el convencimiento pleno de su misión y de su genio...”
                                        


En el No. 39,  del 3 de Julio de 1923, “El Disco” publica un interesante artículo de R. Aumaitre Sosa,

 “ULTIMO ENSUEÑO DEL GRAN MARISCAL DE AYACUCHO.

El noble guerrero,  el adalid gallardo,  el prohombre de los grandiosos planes apodícticos, el émulo de Bolívar, San Martín y Mariño; el vencedor de Ayacucho, el hombre símbolo y  fiel representación de la heroicidad y la nobleza; el que arranca el cetro a los incas y derroca el palacio de los Virreyes,  el que porta en su diestra la balanza de la justicia y en su escudo el emblema del Triunfo, es Sucre el hijo benemérito de la imperial Cumaná.
Deteneos hijos del Sol –dice Sucre a los súbditos de Manco Cápac- ¿Veis allá las colinas verdiazules donde el Virrey Laserna ostenta el irisado pendón de la vieja España? 
Id hasta él y decidle Que el General Antonio José de Sucre se encamina hasta los viejos  añojales donde habrá de cernirse  la radiosa figura  del gran Libertador de la América Hispana.
Id vosotros que no soy la gente aprensiva de los celtas y rasgad la cruz a cara que no soys vosotros la parte “auterapia” de la raza anulativa.
            Apostrofad al apóstata y confiad con que el lado de éste vuestro compañero haremos blanco sobre el baluarte donde se exhibe  la grandeza farraguista del presuntuoso ibero.
            Idos y dejadme en paz y estad alerta para el alba...
            Quiero soñar con mis pretericiones; quiero dialogar con mi hado; quiero con la aquiescencia del espíritu prever mi futuro; deseo, rebosante de júbilo, ver en mis ardientes sueños de visionario de la excelsa figura del hombre a quien más estimo, del genio que abarca lineamientos de inmortalidad y sublimes arranques de heroísmo;  quiero imponerme en el corazón de mi respetado jefe y amigo sincero: Simón Bolívar.
Y sueña el héroe... De paso por los alrededores de Pamplona toma parte en horrible aquelarre; allí le vaticina la maga Prandea el horrible sarcasmo de Berruecos, el triunfo de Ayacucho, las felinas reincidencias, las notas subversivas del plan que se escapa al General Santander, la pastecud  de Ibarra contra los agresores del Padre de la Patria en el día en que el puñal asesino amaga su corazón, la borrasca de Páez, la agonía lenta de Bolívar, la roja anúteba  de la dictadura, la elocuente apología del General Urdaneta, las resoluciones aprobativas y apóstrofes crueles del Consejo de Guerra que habrá de iniciarse en el patíbulo sangrante que se alza contra el héroe de San Félix.
            Se conjuran los acentos atronadores del conciliábulo, y Sucre parte en alas de la sublime fantasía  hasta prenderse en el ápside de su astro.
            Se interna en el corazón del porvenir patrio y 35 años después contempla con los ojos del alma  la ignominiosa tea ensangrentando el suelo de la adorada Patria donde antes latiera en cada pecho heroico la ambición de la libertad.
            Todos los nobles y firmes ideales  de los valientes patricios  de la Magna Guerra han desaparecido.
Sucre tiembla,  y, en éxtasis casi divino, se dice para si en el suave mutismo en que corre su deseo: ¡Quien pudiera leer ante la faz del mundo  las primicias de este canto que me sugiere la Omnipotencia  del Dios que levantó mi espíritu al nivel de los tronos donde impera la justicia y la bondad!...
El horizonte de la Patria se ilumina con los rayos esplendorosos de un sol que derrama  lumbres de venturanza y poesía.
El “Indico Poema”  del inmortal Colón  duerme en la noble apoteosis de los genios espartanos;
Nuestra heroica Venezuela a manera de un mágico dípiro centellea en el alma del Padre de la Patria.
La Paz impera y el trabajo se impone; las disgregaciones mueren y el hombre rinde pleito homenaje al corazón de la República.
La cultura bajando de los cielos se une al sentimiento religioso que implantara  Bolívar en sus sueños de héroe y en sus afanes de guerrero.
En nuestro cielo azul sonríe un sol de ópalo que despide lampos y difunde miradas que hieren y santifican es Bolívar radiando sus sagradas aspiraciones, es Bolívar genio  trazando los arduos problemas que habrá de presentar a su Venezuela  ideal en la galería de las Naciones  independientes y civilizadas.
Bolívar soñó a su Patria igual que Washington: Noble, grande, hermosa...
Bolívar resumió a su Patria  en el iris de tres perlas bellísimas y compiló en hermoso cuadro  el trono viviente  de la Venezuela europeizada.
La Barca izó velas, picó anclas, zarpó con la velocidad del rayo y fondeó en el puerto de la bonanza  austral.
Sucre despierta de su nobilísimo ensueño  con el estruendoroso triunfo de Ayacucho la naciente república de los Virreyes  lo proclaman su Libertador.
¡Gloria al sublime genio  que encarna la bravura  del pueblo que lo vio nacer!.”    



En el No. 41,  del 12 de Julio de 1923, “El Disco” publica un interesante artículo de  Manuel Guzmán,

“BOLÍVAR POLÍTICO.

Los proyectos de Bolívar sobre la cuestión Istmo de Panamá; obligan a los cerebros mas llenos  y a los pensamientos más elevados a considerarlo desde el verdadero punto político. Bolívar fue un hombre de alto vuelo político,  de concepciones tan vastas  y asombrosas, que un siglo después, que el Chimborazo sintiera sobre sus espaldas los pies del coloso, no parece a primera vista irrealizables. Todas las cualidades que le adornaban como guerrero, como tribuno, como científico,  como propagandista,  fueron sus elementos o arma  que puso al servicio de la realización de un plan;
Ese plan la libertad de América y el respeto a la Democracia.
            El proyecto de Bolívar era formar un todo político  con las naciones del Nuevo Mundo.
            Constituido así este País, abrazando el Norte, el Sur y Centro América hubiera sido el más grandioso  imperio de cuantos nos habla  y se registran en la historia; esa nación contrarrestaría la amenaza constante, conservaría el equilibrio de los continentes, roto éste por la supremacía de la vieja Europa y aquella por el crecimiento formidable y alarmador de los Estados Unidos. Soñó Bolívar una Nación que fuera la primera del mundo.
            Fue acusado Bolívar  de implantar la tiranía  por ignaras e incipientes nacionalidades nuestras, y al efecto se opusieron  al plan que a realizar se proponía. Los Estados Unidos aconsejados por Jefferson  miraron de reojo  los encumbrados  pasos del Libertador, y previendo el  momento  de que harían presa de  Cuba y Puerto Rico tildaron de conquistador  el proyecto Bolivariano.    
            Las dificultades  con que debía tropezar  el Libertador  en tan magna empresa  no se escapaban a su inmenso cerebro  de pensador de treinta y dos años.  El muy bien estaba al corriente de nuestra ignorancia, de lo extenso del solar  americano, de las dificultades étnicas, de las ventajas que veía en las pequeñas repúblicas, pero nada se oponía al desarrollo  de su empresa  ni a la efectividad de su obra.  “Es una idea grandiosa, decía, pretender formar de todo el mundo nuevo una sola  Nación  con un solo vínculo que ligue sus partes  entre si y con el todo.  Ya que tenemos un origen, una lengua, una misma religión debería por consiguiente un solo gobierno que confederase los diferentes estados que hayan de formarse “
El pensamiento de Bolívar era sublime y si acabo se hubiera llevado, no tuviéramos como  hemos tenido, en vez de la gran patria  que hoy sería  nuestro orgullo y el temor de esos Yanquis y Europeos,  un haz de pequeñas  nacionalidades  enfrentadas, explotadas y amenazadas constantemente por las potencias agresivas del mundo.  
Ninguno presintió con más ardor  político la importancia del Istmo de Panamá que el Libertador lo que si no presintió  fue que cayera en manos  de los filibusteros  americanos  que ayer lo tildaron de conquistador  con el más cínico descaro. 
¿Era quimérico el pensamiento Bolivariano? Creo que no, basó sus construcciones  siempre sobre cimientos de buena lógica, de lógica conciente y de argumentaciones indestructibles.
Panamá fue para Bolívar  el sueño político  más hermoso que tuvo “Acaso solo allí podría algún día fijarse la capital de la tierra como pretendió Constantino  que fuese Bizancio  la del antiguo hemisferio”, decía en 1815 y en 1824: “Parece que si el mundo hubiese de elegir su capital, el istmo de Panamá sería señalado para este augusto destino, colocado como está en el centro del globo, viendo por una parte el África y por otra el Asia y la Europa. “Blanco y Azpúrua, Documentos para la vida publica del Libertador . Vol. IX. Pags. 448.
Esas concepciones políticas del Libertador, esas ideas brillantes  y bien acertadas, esos razonamientos, madurados por vigilias de meditación, que brotaban de su cerebro fue lo que le prevaleció para ejercer predominio sobre el mundo y sobre los sabios.

En resumen , considerado Bolívar en la esfera política  se ve a simple vista, la magnificencia  de su grandeza gemela con la magnificencia de su obra.
Manuel Guzmán. Cumaná, 1923. “ 


En el mismo número, publica un documento de la Sociedad Patriótica Ayacucho, vemos:

“DOCUMENTO DE LA SOCIEDAD PATRIOTICA AYACUCHO- GRAN COMITÉ  DIRECTIVO. Circular No. 7.

Cumaná 10 de enero de 1923. La Sociedad Patriótica Ayacucho, establecida en esta capital con el laudable propósito de celebrar de manera espléndida el centenario del la épica batalla “cumbre del al gloria americana” según la opinión decisiva del Libertador, al empezar sus trabajos de propaganda  hace memoria de todos cuantos ciudadanos  hayan contribuido  con su contingente material  o literario a las festividades consagradas a honrar nuestras fechas clásicas  y nuestros héroes legendarios. Y conocedores de los levantados sentimientos patrióticos que tanto distinguen a Ud.,  al dirigirle esta nota es con e objeto de excitarlo  a que nos secunde  en nuestros proyectos de honrrar a Sucre y Cumaná en el próximo 9 de diciembre de 1924, en que se cumple el primer centenario de la batalla de Ayacucho, la función de armas más trascendental  que se haya librado en Sur América, y cuyos resultados fecundos en beneficio  para tantos pueblos ya libres acrecen más y más con los tiempos. Para hacer más fácil la realización de nuestros planes, este Comité Central  ha dispuesto crear  en el  Estado Sucre y en toda la República, Juntas Parciales a las cuales corresponde  en primer término  arbitrar recursos para hacer posible los distintos  actos  que se propone  verificar dicho cuerpo  en esta ciudad capital, en el memorable centenario  de Ayacucho. Por tanto, esperamos que Ud., en unión de los señores ------- elementos todos de alta valía  en esa localidad,  se constituirán en Junta  y empezaran sus trabajos activamente.
El periódico órgano de la Sociedad  y cuantas publicaciones emanen de este Comité  Directivo, les serán enviados sin tardanza, y esperamos así mismo  las apreciables comunicaciones  de Udes., para darlas a la estampa en dicho órgano periodístico.
En espera de su grata contestación no suscribimos de Uds.,  Attos  S. S.  y compatriotas.
El Presidente, Dr. D. Ponce Córdova;  El Primer Vicepresidente, Dr. E. L. Silva Díaz;  El Segundo Vicepresidente, Sr. Emilio Berrizbeitia; Secretario General, Dr. Domingo Badaracco Bermúdez; Sub Secretarios de Correspondencia,  Dr. J. V. Rodríguez Valdivieso, Sr. Humberto Guevara, Sr. Alberto Sanabria,  Sr.  Paco Damas Blanco  y Sr. Octavio Rafael Neri.  Secretario de Actas, Dr. Federico Madriz Otero;  Sub Secretario de Actas, Sr. Rafael Reyes Gordon. Tesorero, Sr. Manuel M. Fuentes; Sub Tesorero, Sr. Enrique S. Berrizbeitia. Vocales: Dr. José Silverio González Varela, Gral Rafael Velásquez,  Gral. Simón Núñez Ortiz, Dr. B. Milá de La Roca H. , Dr. José Rafael Rojas, Dr. J. M. Urosa Ortiz, Dr. Luis Ramos Sucre. Archivero. Sr. Pedro Elías Marcano”.   


En el No. 46 publica un maravilloso trabajo del colombiano Guillermo Valencia, que titula

“Como mira el poeta a Bolívar.

Un día se apodera del poeta  el anhelo del ignoto, y evoca el genio de la Historia . En vuelo hacia los tiempos idos  conduce hasta las forjas  romanas todo el bronce  que ha recogido, para fundir en él el alma  de una estatua: la estatua de nuestro padre Bolívar. 
Y evoca la epopeya americana; y ve lo que fue él la Independencia; un ensueño de hombres agitados del espíritu de aquella diosa  que escanció e cincelado vaso  para el filósofo antiguo el divino coloquio  de La República; una tribuna ocupada  sin cesar por oradores férvidos; un circo de los tiempos antiguos  llenos de mártires despedazados; una historia entera desbaratada  a cañonazos; y sobre el cuadro portentoso y épico, un hombre ¡Y ese hombre era Bolívar!
La palabra vuela, cansada,  para decir lo que fue: predecir, luchar, vencer, crear, orar, gemir, cantar, rugir, maldecir, convencer,  soñar padecer, agonizar, morir...  Morir, no como quiera, sino como la columna dórica cansada de llevar sobre sus hombros el peso inmenso de las naves; contemplando como  España ataba de su escudo a la fiera soberbia y melenuda, y dejaba volar, a cobijar el nuestro, con la sombra sagrada de sus plumas, esa ave libre que gusta de armar su nido sobre el pico más alto de as sierras.
Y esa fue la visión del poeta. El vio al héroe mártir,  y supo contemplar su perfil vencedor sobre el muro  negro y derruido,  de los tiempos que fueron; y su gesto aguileño  y su abrazada tez y sus mismas quemadoras pupilas en que reverberaba  el rojo sol del combate.  Y vio como al acompasado galopar  de su caballo, la tierra brotaba soldados que iban formando, a su espalda  como la cauda inmensurable  de un cometa, y como iba llevando de monte en monte  andino los incendios  de la guerra y la voz de Dios...
El poeta tomó esos rasgos esenciales y fue a llevar a la fragua volcánica el sagrado crisol  que contenía  el bronce futuro de la estatua inmortal. Inmortal ... Porque Bolívar vivirá mientras la lengua castellana nos este pregonando  en América, en las estrofas del poeta; un pasado glorioso y un compromiso para el futuro”.
 
En el No. 47,  publica

“Debate Histórico”. 
Tomado del diario El Grafico de Bogota.

“Dentro de poco llegará a Bogotá una comisión de historiadores peruanos con el plausible propósito de recopilar datos y elementos para la formación de un album o libro que contendrá el detalle pormenorizado de los antecedentes, concomitancias y consecuencias de la mas estruendosa batalla de la independencia suramericana librada en el campo de Ayacucho el memorioso día  9 de diciembre de 1824 entre un ejército realista compuesto de nueve mil trecientos diez hombres  y uno libertador formado por cinco mil  setecientas ochenta unidades.
Un patriótico anhelo nos hace esperar que el gobierno de Colombia corresponderá con creces al celo desplegado por el Congreso de Perú, a fin de que la luz de la verdad brille , y para que establecida fehacientemente la participación de los pueblos colombinos en la acción de Ayacucho se estreche y consolide  la unión y hermandad entre los países que recibieron provecho y honra con la victoria  que inspiró al abate De Pradt estas palabras:
“La batalla de Ayacucho ha sido para la España y América  lo que fueron para Cesar y Octavio las de Farsalia y Accio contra Pompeyo y Marco Antonio, y uno de aquellos combates  definitivos que destruyen un poder y consolidan otro”.
Ya una ley de nuestro Congreso expedida el año pasado ordenó que se erigiese en fiesta nacional el hermoso día 9 de diciembre de 1924, y que se celebrase de acuerdo con el decoro  patrio. 
            Abierto el recinto de nuestros archivos a la comisión que nos visitara, y guiada esta por la Academia Nacional de la Historia, se depurará un tanto el sentido crítico que por desgracia  ha presidido en la República hermana los debates acerca de la trascendencia  de  la extraordinaria jornada  de Ayacucho y sobre la influencia  decisiva de las armas colombianas en aquella hora aciaga  para las huestes de la Corona ibera.
            Osamos decir esto, porque sabemos la importancia que se atribuyó al Album de Ayacucho de aquel capitan desagradecido , natural del Perú,  que en el año de 1862 publicó en Lima  con el fin poco honesto de desdeñar la heroica parte que en la famosa lid  tomó lo mas granado y poderoso del Ejército colombiano, en momentos en que en el Perú, según decir del Libertador, había sufrió grandes desastres  miliares , en que el morbo de la traición  causaba males sin límites  a la causa de la independencia, en que la marina peruana se declaraba en abierta rebeldía, y en que los celosos enemigos meridionales pugnaban por abortar el plan de redención de los hijos del Inca.
            Y no fue una voz aislada la que se escuchó cuando el Album de Ayacucho vio la luz pública.  En la semana pasada tuvimos oportunidad de leer el desplante de un escritor del Rimac sobre la manera como ha de festejarse el epónimo suceso. Dice aquel que el regocijo no debe ser sino del Perú y de Venezuela.
            Nadie entre nosotros ignora que el mérito de la Victoria  de aquella titánica brega correspondió al prestantísimo General Sucre, porque así lo comprobó la magnitud y claridad del acontecimiento. Empero, solo pudo el avieso magín del Capitan José Hipólito Herrera amenguar aquella brillante gloria en las páginas de su desventurado Album de Ayacucho, excluyendo del cuadro de los vencedores los nombres del egregio y generoso Mariscal , de Lara, de Luque, de Carvajal, de Silva, de Gallardo, y de cien valerosos oficiales colombianos más que consagraron  con sus esforzados hechos y el destello palpitante  de su encendida sangre la fama de bravos y valientes.
            Simultáneamente con la cooperación de la Academia Nacional de la Historia es, indispensable que se haga sentir la benéfica acción particular de los escritores que han descollado en este género de investigaciones: Álvarez Flores,  el Canónigo Peñuela,  Monsalve, Arrubia, Rivas, Correa, Quijano, Posada, Henao,  y tantos más eruditos y hábiles buscadores de nuestros archivos. Estamos seguros de que si el Gobierno designa como colaboradores a estos caballeros, la Comisión peruana  quedará reconocida  por tan precioso servicio  y la historia nacional  hará un esfuerzo  definitivo en el sentido  de su selección y autenticidad.    
             La prensa, por su parte, hará una benéfica y trascendental labor al dar cuenta de las investigaciones que se hagan y de las diferencias que se susciten entre los críticos durante la compilación  de los elementos apetecidos  por los enviados del Perú. 
           Finalmente se espera que todos aquellos que en sus archivos particulares posean cartas, relaciones,  croquis o cualesquiera manuscritos  del año 24 o siguientes, y que hagan alguna referencia  a la campaña libertadora del Perú, las faciliten para su copia a los caballeros encargados de tan ilustre labor.
Como no sería extraño que nada se adelantara en materia de datos y detalles, queda el segundo aspecto de la investigación histórica, o sea la interpretación ética, social o política de las causas y de  los efectos concernientes al suceso que se examina. Agotada la parte narrativa y expuestos análogamente los acontecimientos, resta el análisis metódico  y severo presidido por un leal espíritu  de imparcialidad , a fin de que  el concepto de la historia  corresponda a la  poliforme idealidad  de Cicerón: testigo, luz, vida, escuela y mensajera.
Toca ahora a la importante Comisión que nos viene con un mensaje  de fraternidad, discurrir con su criterio  ecuánime y valorar el sacrificio  de los soldados de la Gran Colombia. 
La libertad de que disfrutamos  y el noble interés  que nos anima, es campo propicio para que discutamos serenamente  el punto que los trae a estas landas  a los caballeros historiógrafos  peruanos.
No es puntillo de amor propio, ni es vanidad engreída, es el fuero augusto  de la verdad y de la justicia.                                
                            Ruy Cisneros”.




En el No. 53, publicó, seguramente para dar a entender con quien la hubieron los patriotas, un interesante artículo del historiador  Jorge Luciani, titulado:

“EL “DEMONIO” BOVES.

Interesante figura histórica la de este general José Tomás Boves.                                   
Bolívar en su prosa fulgurante y metafórica lo señala como “Un demonio en carne humana y sumergió a Venezuela en la sangre, en el luto y la servidumbre” Un fraile Márquez  proclamó una vez desde la cátedra sagrada, al decir de Juan Vicente González,  que Boves había sido enviado por Dios  a la tierra para que fuera  el azotico de los pueblos  que habían pecado; y Heredia cuenta en sus memorias que era el coco de los niños  de los insurgentes.
Para Larrazabal, Bolívar es un Dios, Boves un demonio. Y tal es de pávido el lenguaje  del académico Tejera  cuando al caudillo español se refiere, que uno se pregunta leyéndolo, si su infancia no transcurriría en medio de los horrores de la guerra  a muerte. Al nombrar a Boves tiembla su pluma  (sic); él lo llama monstruo, minotauro, Atila; y,  en cambio, no vacila  un punto en calificar de “severo” al heroico Campoelías.
La apasionada expresión del Libertador es natural en un combatiente exasperado que usa de la palabra como arma  de muerte; no así las opiniones de Larrazabal y Tejera, quienes escribieron  en el seguro de la vida, ajenos los odios y represalias de la guerra. Posteriormente los más de los escritoras se han dado a la tarea, en extremo fácil, de repetir las patrañas  inventadas por algunas imaginaciones fantásticas, antes que analizar  con imparcialidad y buena fe  aquel interesante fenómeno  social que son los años 13 y 14.  Y han contribuido así a hacer valedera y común la caprichosa leyenda  de “Boves demonio”, hasta el punto de que hoy día, excepto contadas mentalidades superiores, la mayoría de los pensadores de mi país  opina conforme al arbitrario criterio  de los pseudo- historiadores  al estilo Larrazabal.
¿Sería racional juzgar a Boves sin un minucioso estudio  previo de la guerra a muerte? No, indudablemente que no. Sin embargo tal ha sido la labor de los escritores patriotas. Olvidaron que la lucha era tremenda  y que la piedad era la derrota; olvidaron, además, que aquel caudillo heroico  y sanguinario, lo mismo que Bermúdez, que Arismendi,  y que Campoelías, llevaba enroscada al corazón la serpiente de la venganza.
La guerra se alimenta del despotismo y no se hace por el amor  de Dios, dijo en una ocasión el Libertador; compréndenlo así los hombres de armas;  así es y así tiene que ser.    Hacen la guerra los soldados, no las mujeres ni los santos; requiérense en los combates jefes  que conozcan sus responsabilidades y sus deberes,  sordos a la suplica  y al llanto, cortantes como una espada, ásperos en la lisonja, inflexibles como la fatalidad, no seres bondadosos y pasivos prestos al sacrificio estéril. La guerra es anormalidad, delirio, locura, no juegos de niños. Es la regresión brusca  a la animalidad, a la barbarie, no a la escala del cielo.                                
Pero nuestros historiadores hímnicos  no brillan precisamente por aquello que es corriente llamar al menos común de los sentidos. En sus pueriles deseos de poblar el campo histórico de dioses y demonios, no repararon que empequeñeciendo burda y sistemáticamente  a los realistas, achicaban también a los patriotas.
En efecto, si todos los defensores del Rey, eran brutos desalmados y cobardes, y los republicanos en su totalidad  geniales, valientes y honrados: ¿Dónde está y cual es el mérito  de los libertadores   de Sur América? ¿A que se debió entonces  la prolongada duración de aquella lid? Porque en verdad es lógico, es natural,  es inevitable el triunfo inmediato de lo infinitamente grande sobre lo infinitamente pequeño... Y allí donde no hay brega proporcionada y terrible no puede haber gloria. No, no fue aquella lucha bravía  y sangrienta  una guerra de cíclopes y de enanos; la grandeza de Bolívar y sus tenientes  estriba casualmente  en haber vencido, a fuerza de constancia  y de valor, a los aguerridos tercios españoles, triunfadores de Bonaparte. Por algo se llama al Libertador  a si mismo  “el hombre de las dificultades”.

En este mismo número 53, continuando la Campaña por el Centenario de Ayacucho,  El Disco, publica los listados de los representantes de la Sociedad Patriótica Ayacucho en todo el País.

“SOCIEDAD PATRIOTICA AYACUCHO. GRAN COMITÉ DIRECTIVO. PRESIDENCIA.
Juntas parciales  nombradas  en los Estados de la Unión Venezolana.

JUNTA DE CARACAS.

 Dr. Luis Felipe Banco, Dr. Melchor Centeno Graü,  Dr. Jesús Sanabria Bruzual,  Dr. Luis Teófilo Núñez, Dr. Salvador Córdova,  Dr. J. C. Rivas Morales,  Dr. F. C. Betancourt Vigas,  Dr. José Miguel Oliveros,  Dr. F. De P. Rivas Maza, Dr. J. A. Ramos Sucre,  D. J. S. Bruzual,  D. Salvador N.  Llamosas,  D. Juan E. Arcia,  D. Andrés J. Vigas, D. J. M. Espíndola,  D. Juan Miguel Alarcón,  D. Ramón David León, D. Francisco de P.- Centeno, Dr. J. M. Rivas Arias,  D. Roberto Martínez Centeno,  y D. Juan Almándoz.

LA GUAYRA.

Dr. Cesar Almaral, D. Pedro Miguel Uban,  D. Andrés Himiob Carvajal, D. Alejandrino Bruzual Serra,  D. Andrés Eloy Meaño Ortiz,  Dr. Gumercindo Torres,  Dr. Luis Godoy, Gral. F. Díaz Mancilla,  D. Juan Norberto Franchi,  D. Luis Marturet y D. Salustiano Plaza Montemayor.  

VALENCIA

D. Mauricio Berrizbeitia,  D. Luis Daniel Berrizbeitia,  Dr. Atilano Vizcarrondo Rojas,  Dr. Luis Pérez Carreño,  Dr. Miguel Bello Rodríguez,  D. J. Gregorio Pane Bello, Dr. Francisco Iturriza, Dr. Gustavo Minguet Letterón,  D. Salvador Carballo Arvelo,  D. Enrique D’Sola,  D. Carlos Amaré,  D. Ernesto Branger, Dr. Lino Chávez,  D. Ramón Ramos, D. Vicente Rosales, Dr. S. González Guinan,  Dr. Lisandro  Lecuna,  Dr. Isaías Galviaras, Dr. Virgilio Herrera,  Dr. Cesar Hamerich,  Dr. Carlos Sardi,  D. Juan I. Branger, D. H. Pérez Vera,  D. Miguel Octavio Codecido,  D. Domingo O. Olavarría, D. Clemente Velasco Paredes,  D. Agiustin Codecido, D. Alfredo Pietri, D. Leopoldo Olavarría, D. Porfirio Marvez,  D. Luis Augusto Paz y D. Alejandro Otalorra.

MARACAIBO

Dr. G. Quintero Luzardo, D. Juan E. Paris, D. Ramón Villasmil, D. Juan B. Bessón, D. Octavio Luis Criollo,  D. C. Medina Chirinos,  D. Udón Pérez, D. Rafael Yépez Trujillo, D. Manuel Belloso Navas, Dr. Julio C. Belloso,  Dr. José E.  Serrano,  D. Ramiro A. Parra, D. Adalberto Toledo, D. Elías Sánchez Rubio,  Dr. Pedro Guzmán H., D. Arístides Urdaneta,  D. Francisco Guillen Quintero,  Dr. A. Irazabal,  Dr. José del Carmen Oliveira,  Dr. Pedro José Rojas,  Dr. Heberto Cuenca,  D. Jesús A. Navas,  D. N. Clodomiro Rodríguez,  Dr. Abigail Colmenares y D. Octavio Neri.            


En el No. 55, el Gran Comité de la Sociedad Patriótica, continuo la publicación de los representantes en la diferentes ciudades de la República:

ESTADO BOLIVAR
Ciudad Bolívar

D. Ramón Sucre,  D. Rafael Ángel Cabrera, Dr. Pablo H. Carranza,  D. Juan Manuel Sucre,  Pbro. Crisanto B. Alvins,  Hildebrando Cabrera, Víctor Manuel Silva Carranza, Luis Bossio Márquez,  Juan Silva Carranza, Leonet Olivo, Carlos Palazzi, Dr. J. M. Agosto Méndez, José Acuatella, Edmundo Senegart, Trino Hernández,  Gral. J. M. Barroeta Briceño,  Luis Ponce, Dr. Federico Guevara Núñez, Luis Roncajole,  Dr. José Benigno Rondón,  Dr. C. Fry Barrios, Dr. Luis Acevedo Itriago,  Dr. J. Pérez Veracochea, Dr. Hilario Machado.  


UPATA

General J. M. González, Francisco Antonio Álvarez,  Dr. A. Lecuna Bejarano, Lucio Celis Camero, Ramón Otero Fernande y Manuel Álvarez.




Marco Tulio Badaracco, considerando que el nombre de “El Disco” no respondía al objetivo,  decidió editar el mismo periódico con el nombre de “ SUCRE”. 












EL BISEMANARIO “SUCRE”,

Año 1. Mes 1. No. 1.- 5 de Julio de 1924.  Director don Marco Tulio Badaracco Bermúdez. Administrador don Julio Madriz. 




EDITORIAL.

“Próxima la trascendental fecha centenaria de la célebre batalla de Ayacucho, ganada por Sucre el  preclaro hijo de Cumaná, y próximas las fiestas que en honor al héroe y a la fausta efemérides, prepara esta ciudad ilustre , hemos juzgado oportuno la fundación de este órgano periodístico que, bajo el nombre glorioso  el nobilísimo coterráneo, pueda recoger las cónicas  y decir de las actividades  ciudadanas de estos tiempos.
Impulsos entusiastas y plausibles  propósitos sobran a quienes intentamos  la fundación de un periódico e Cumaná  y toda cuanta energía, criterio, voluntad, escasa inteligencia y conocimientos  del asunto podamos tener, con grata decisión la ponemos al servicio de la obra... Pero es lo cierto que,  hasta hoy al menos, el esfuerzo ha sido estéril porque los rendimientos pecuniarios  no han correspondido a los requerimientos de la empresa.- Confiamos, sin embargo, en que dada la espontaneidad con que muchos nos ha alentado a esta obra, el periódico SUCRE  obtenga favorable acogida y luenga existencia. 
Enviamos nuestro respetuoso y muy atento saludo a los altos Poderes Nacionales  y del Estado, a la Prensa de la República  y hacemos  llamada a cuantos sean amantes de las letras, las ciencias, las artes industrias && para que colaboren en este bisemanario  que está desde ahora al servicio de todos.

De seguidas pasa a lo principal, cual es la conmemoración del centenario de la Batalla de Ayacucho, y publica en este No. 1, de fecha 5 de julio de 1924, un artículo de don Gabriel Espinosa, veamos:

CENTENARIO DE LA BATALLA DE AYACUCHO. 

La pluma de Sucre.


“Caracas, abril de 1924. Sabido es que el Estado Sucre, se propone celebrar el centenario de la batalla de Ayacucho, y efectúa a este fin la rifa de una riquísima pluma  de oro. El producto de esta rifa se destinará a la construcción en Cumaná de un monumento al Gan Mariscal de Ayacucho, y General de la Gran Colombia, Antonio José de Sucre.
El artista autor de la orfebraica joya es el señor Rómulo Maduro, ya bastante conocido en nuestros círculos  artísticos por la original maestría en la ejecución de anteriores  trabajos entre los cuales se hicieron notables  la medalla especial de la Condecoración  del Busto del Libertador, en la primera clase de la Orden, concedida al príncipe Fernando de Baviera y Borbón, la Medalla obsequiada al General Juan Vicente Gómez, por los obreros y artesanos  de Caracas, y muy especialmente por  la creación de los aristocráticos Kryseidos, joya moderna de su invención, con la cual ya se empieza a sustituir  entre nosotros  a los arcaicos  monogramas, y que como muchos saben  consiste en confeccionar  las siluetas de las personas, hechas a buril, y colocadas sobre carteras  y otros objetos de uso particular.
Ahora se trata de otra obra maestra del seño Maduro. La pluma está constituida por una vena con aristas, en las cuales van incrustadas de manera primorosa veinticinco perlas, cuyos orientes forman ritmo armónico sobre el mate del oro, repujado con habilidad  que hace recordar la sutil maestría de los antiguos maestros italianos.
Pero donde puede apreciarse todo el refinamiento artístico, toda la originalidad  y el singular dominio que en su ático oficio  despliega este orfebre nacional, es observando el Escudo del Estado Sucre que exorna el estuche destinado a contener la pluma en referencia. 

El trabajo es hecho a buril. El escudo de Sucre se divide  en tres cuarteles  rodeados por un bocel en alto relieve: Uno inferior de perspectiva horizontal, compuesto de tres planos que representa el mar, la costa de tierra firme y el cielo que, es a la vez el fondo del cuadro. En el primer plano de este cuartel, se destacan en alto relieve unos peces. Pues bien, el señor Maduro ha logrado alcanzar  y sugerir con toda propiedad la perspectiva del caso, valiéndose no solo del efecto de la línea sino de la tonalidad de los metales y, lo que es verdaderamente artístico, armonizando el juego de la luz por medio de la receptividad que de ésta posee el oro, según lo permite el rasgo  trazado por el buril, o el brillo que la amplía.
El cuartel superior de la izquierda está lleno por una cornucopia rebosante de frutas tropicales:  se haya formado de oro brillantemente pulido, destacándose sobre un fondo mate oscuro. Allí las frutas que desbordan del cuerno invertido, no obstante lo prolijo de los detalles lineales, se ofrecen a la vista sin atropello, limpias en la síntesis de un conjunto sugerente en extremo. 
El cuartel superior de la derecha, se halla lleno con el dibujo de un cocotero que abre sus palmas sobre un pedazo de tierra, una de las playas de Sucre  tal vez Este cuartel presenta en el trabajo del señor Maduro otro matiz: aquí el árbol está hecho en oro, amarilloso opaco, destacándose sobre el del fondo, que aunque del mismo color, es brillante.
Como es fácil verlo, por lo expuesto, los dos cuarteles superiores, por un pensamiento sintético del autor,  presentan un  juego de luces y de tonos que se concuerdan, precisamente, por la inversión antagónica entre el brillo y la sombra  de las figuras y de los fondos. A esto hay que añadir  otras circunstancias de orden puramente técnico.  Del fondo de cada uno de los cuarteles  al bocel, no media sino un vuelo  de medio centímetro de diferencia. Esto hace que tanto la cornucopia de la derecha como el cocotero de la izquierda tengan un relieve de un cuarto  de centímetro sobre el fondo respectivo   lo que no es de suma dificultad en la ejecución; pero en el cuartel superior compuesto de cuatro plano sucesivos en relieve, superpuestos  con un vuelo de un octavo de centímetro, se aumentan y agravan  las dificultades de construcción tanto mas si se piensa  en la que de suyo presenta toda la escultura destinada a hacer sentir  la perspectiva  con el simple concurso  de las líneas y del modelado, quiero decir sin el contingente de los colores y del relieve propiamente dicho, dificultades aumentadas  a lo infinito cuado se modela en oro  repujado a buril.
El conjunto va rodeado por dos ramas; la una es de tabaco; la otra de café. Ambas alcanzan la altura y son de un amarillo desvaído  que contrasta de una manera violenta  pero de efecto bien rimado  con el tono rojo y brillante  del bocel que se encuentra en un mismo nivel de ambas ramas.
Sobre el escudo y rematando el conjunto por la parte superior, se ve un busto del Mariscal de Ayacucho, rodeado a la vez por una corona de laureles que prestigia, si cabe, la figura el paladín cumanés. 
Las cuatro esquinas de esta preciosa tapa  del estuche, es decir, sus cuatro ángulos presentan cuatro esquineros de oro  formados por dos volutas jónicas cada uno, con una talla de tres cuartos  de centímetro de vuelo.
Para terminar estas líneas acerca de la obra de nuestro admirable artífice, hacemos constar  que la contemplación de este trabaº  jo  de su pensamiento y de sus manos nos sugiere la impresión de hallarnos no ante uno cualquiera  de los ricos y chillones productos de la joyería moderna, sino ante la obra primorosa de uno de aquellos orfebres cuatrocentistas a quienes el amor por su arte, les había revelado el secreto  de sustituir el alto monto  de las piedras preciosas  con la maestría de armonizar  los matices del metal  y la sugestión de las líneas  en la síntesis de las figuras, para realizar, no un derroche  de riqueza  con lo rico de suyo, sino un derroche de belleza  por medio de la objetivación de lo que solo existe en el alma  del hombre, cuando es artista auténtico.
  Estas líneas quiero que sirvan de despedida al artista que a estas horas navega hacia una ciudad del Norte donde piensa radicarse.

Gabriel Espinosa.



En los Números 5 y 6, del bisemanario SUCRE, publica

“Relaciones del viaje de Sucre a Bogotá y su asesinato al regreso, del historiador don Benjamín Endara, veamos:


“Pues bien, Apolinar Morillo consigna en pago, la vil suma de diez pesos a cada uno de sus tres compañeros asesinos, a quienes, a pocos días de consumado el horrendo crimen, los envenena José Erazo, el famoso auxiliar  para el asesinato, el bandido de Salto de Río Mayo, colombiano anteriormente asesino. Los envenena, con el fin de evitar el que hagan revelaciones.
El sargento Lorenzo Caicedo llega a Quito en la mañana de un Jueves de Corpus, diez del mismo Junio, trayendo ensillada la mula, las botas y el sombrero de Sucre, en la montura. El sobrero tiene dos rasgaduras hechas con proyectiles de fusil.
La Casa Azul de la Marquesa,  sita en la carrera Venezuela  hoy número 66, hállase lujosamente adornada, en virtud de que  la Procesión de Corpus va a pasar por delante. 
Al ver la Marquesa a Lorenzo Caicedo, le pregunta: ¿Qué es del General?, y le responde: “Vengo enterrándole debajo de un árbol, porque lo mataron en Berruecos”.
Al oír la noticia del asesinato en la persona del ilustre General Antonio José de Sucre, quita los adornos de la Casa Azul, la que se convierte  en riguroso duelo. La viuda, su familia y otras más lloran desesperadas, y con muy justa razón.
A mediados del mismo Junio, la señora viuda resuelve que Lorenzo Caicedo, su mayordomo Isidro Araus y cuatro peones, vaya a Berruecos a traer el cadáver de Sucre.
Llevan dos bestias de carga, mucho alcohol, varias sustancias antisépticas, y también una caja antigua de madera, de las de guardar ropa. 
Una vez en Berruecos, desentierran el cadáver, le echan el alcohol y las sustancias, lo ponen en la caja, le recogen las piernas, a fin de que alcancen en la caja, la cierran bien, y encima le tienden ropa, para hacer creer que es caja de mercaderías. 
Lo traen con el mayor disimulo; y caminan sólo de noche, con el objeto de no ser asaltados por los envidiosos y pérfidos enemigos de Sucre.
A Principios de Julio del mismo 1830, pisan el Valle de Chillo, situado al Sur-Este de Quito.
La viuda pone el cadáver en un lindo ataúd, después de esparcirle sustancias antisépticas, y lo entierra en sigilo en el Oratorio de su Hacienda  El Deán, ubicada en el mismo valle, a saber, en la hoy parroquia de Conocoto de la Provincia de Pichincha.  
Ahí permanece hasta 1841, en que a señor Mariana de Carcelén  pone los restos en nuevo y más lindo ataúd, inclusive los de la niña Teresa, fallecida el 15 de noviembre  de 1831, y sepultada  el 16 en la iglesia de San Francisco.
Isidro Araus, su esposa Francisca y otras personas, junto con la Marquesa , traen el ataúd en propio sigilo  a la Iglesia del Carmen Bajo, y en igual sigilo,  entiérranlo en el Presbiterio de Colombia,  voluntad de la Madre Priora, Manuela Valdivieso Carcelén, prima hermana de la viuda, y, a la vez, previo influjo de otras religiosas, Josefa y Magdalena Larrea, tías carnales de la viuda.
Una señora Rosario Rivadeneira, en virtud de ser amiga del Dr. Alejandro Melo (Médico) avisa a este señor  a principios de abril  de 1900, que los restos de Sucre  se hallan sepultados en el Presbiterio de la iglesia e mención.
La señora llega a poseer el secreto, porque, después de muchos años de fallecida la Marquesa, se lo reveló  a la mujer de Isidro Araus, ya cerca de morir. 
A la Marquesa se la bautizó en Quito, el 27 de Junio de 1805. Murió de fiebre, y con todo auxilio  de la Religión Católica, en un Lunes 15 de Diciembre  de 1861, a los 56 años, 4 meses, 18 días. Fue llorada por la ciudad de Quito, en atención de haber  sido muy virtuosa  y muy caritativa, y sepultaron su cadáver en el Tejar.
Pus bien, el Dr. Melo se asocia  al señor César Portilla, y ambos dan la noticia a don Abelardo Moncayo, Ministro de lo Interior, y éste consigue  del Ilustrísimo Señor Arzobispo  Dr. Pero Rafael González Calisto,  que dé licencia  a las Religiosas  del Carmen Moderno (Carmen Bajo)  a fin de hacer las delicadas averiguaciones.
Interrogada la Madre Priora Carmen Jámeson, previa licencia arzobispal, dice entre varias cosas, que por tradición sabe  con seguridad que, en 1841, sepultaron los restos del Mariscal Sucre en el Presbiterio de la aludida Iglesia, delante del Comulgatorio de las Religiosas. 
Como se ve,  las palabras concluyentes  de la Madre Jámeson, son las que hacen creíble la revelación  de la señora Rivadeneira, revelación que carecía de apoyo y de sello de verdad.
El gobierno que  preside  el General Eloy Alfaro, ordena que  en virtud de autorización  concedida por el Señor Arzobispo, se hagan las excavaciones  en el lugar señalado  por la Rda. Jámeson; y en verdad,  a los tres días de excavar  hallan el ataúd, a las dos de la tarde  de un martes 24 del referido Abril de 1900.
La señora Rivadeneira es premiada por el gobierno con 4000 fuertes.
De la Madre Carmelita, la propia reveladora del secreto, me complazco en decir lo que sigue: La niña María Carmen Jámeson nació en Quito; fue hija del inglés don Guillermo Jámeson (doctor en Ciencias Naturales) y de la señora Antonia Olivera, quiteña; profesó en un jueves  13 de noviembre de 1851; era de cuerpo alto, bien musculada, blanca, rubia y de ojos cafés; ejerció todos los cargos  que le designaron las respectivas superioras,  inclusive los de elaborar hostias  y hacer flores de mano; tenía espléndida forma de letra, sabía aritmética con perfección; de música poseía la Nota con igual perfección; anualmente formaba el calendario en Español, para el rezo del Oficio Divino en su Monasterio, en los de Cuenca y los de Colombia; fue Sub Priora, muchas veces; luego Priora en cinco períodos de tres años cada uno; así como en las demás religiosas  en la madre Jámeson  resplandeció toda virtud; murió la dulce muerte de los justos, a las tres de la mañana  de un jueves, 15 de febrero de 1908, y murió por agotamiento  de fuerza en el corazón.   
Ahora pues, en un lunes 7 de mayo del ante dicho 1900, la Junta Médica de la Universidad Central, previo examen concienzudo, informa que los restos  son los mismos de Sucre.
Se ponen los identificados restos en una linda caja de ébano, inclusive un tuvo de vidrio que contiene el acta de colocación de ellos; después se cierra y  sella la caja en debida forma, y se la guarda en una urna extraordinariamente lujosa, y asegúrasela con buenos candados.
En Europa trabajan la urna; es de metal dorado, y de bellísima configuración; la parte inferior  se compone de cuatro caras de mármol negro; el interior es de muy fino terciopelo rojo, con botones de oro; sobre ella está fija una preciosa cruz dorada, y el trabajo es verdaderamente artístico.
Más o menos, la urna tiene un metro de altura ; uno de largo y 60 centímetros de ancho. 
Es destinada a poner en ella los restos del gran jurisconsulto y Vicepresidente de la República, Dr. Pedro José Arteta, fallecido el 24 de agosto de 1873, y en seguida guardados en la Iglesia de la Compañía; más por razones de dificultad de última hora,  suhijo Don Carlos Arteta vende la urna al Gobierno en mil sucres , en uno de los días posteriores al 24 del enunciado abril.
El jueves 17 de mayo del mismo 1900,  el Ministerio de Hacienda, por medio de oficio, ordena a la Tesorería Fiscal de Pichincha que pague los mil sucres.
Previa licencia del Señor Arzobispo, se forma una Capilla Ardiente en la iglesia del Carmen Bajo. El principal compositor de la Capilla, que resulta muy lujosa, es el habilísimo hermano Mercedario Fray Miguel Serapio Quijano.
Los restos contenidos en la urna, quedan en la Capilla desde el mismo 29 de Mayo, hasta el domingo 3 de Junio del mencionado 1900, y celébranle honras solemnes los padres Mercedarios, los Agustinos, los Franciscanos, los Dominicos y los Jesuitas, respectivamente.
En nueva oportunidad he de hacer una relación minuciosa del suntuosísimo traslado de la Urna Cineraria, en la noche de aquel domingo,  desde El Carmen a la Iglesia Catedral, donde permanecen hasta hoy.  
Ahora pues, un Consejo de Guerra de Oficiales Generales, instalado en Bogotá, sentencia a la pena de muerte al Ex-Teniente Coronel Apolinar Morillo, en un jueves, 18 de Agosto de 1842, después de convicto y confeso.
Forman el Consejo los generales Ramón Espina, Manuel María Franco y Marcelo Buitrago; los coroneles José María Cancino y José Arjona; los tenientes coroneles Fernando Campos y Lorenzo González y el Auditor de Guerra Dr. Narciso Sánchez, todos ilustrados.
En un martes, 25 de octubre  del mismo 1842,  la Suprema Corte Marcial  de la Nación, residente en Bogotá, confirma la sentencia.
Los jueces son los doctores  Estanislao Vergara, Miguel Tobar y Eusebio María Canabal; Conjueces Militares, General Joaquín París y Coronel Anselmo Pineda; Fiscal, Dr. Manuel María Mallarino, y Secretario interino, Dr. Nepomuceno Esguerra, todos muy ilustrados.  
A  Morillo lo tienen en el Cuartel  de San Agustín en Bogotá. Allí lo visitan con frecuencia, el religioso agustino, Francisco Aguillón y el señor presbítero Ignacio González. Ambos lo consuelan y le hacen fervorosas exhortaciones.
En un lunes 28 de Noviembre del propio 1842, Apolinar Morillo da un largo Manifiesto, cuyos dos párrafos principales dicen así: “A mis conciudadanos, a mis compañeros de armas, a la humanidad entera. Dentro de pocos instantes no quedará de mi sino la memoria, lo único que me sobrevivirá , y que quisiera librar de la ignominia co la sangre que voy a derramar en el patíbulo. Nada deseo ya, nada más apetezco sino el que mi nombre no seaa pronunciado con horror, ni execrado por la posteridad.- Cometí, es verdad un delito, pero mi corazón no participó en él; mi acción fue criminal, pero mis sentimientos jamás lo fueron. Un destino funesto quiso que el ex general José María Obando, que tenía meditado el asesinato del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, de acuerdo con otros señores, cuyos nombres no debo expresar en estos momentos, más cuando la Opinión Pública  los señala con el dedo, me escogió para instrumento para entender en aquel crimen, perpetuado en un hombre justo a quien yo respetaba”.
(Hoy miércoles, 4 de junio de 1924, se cumplen 94 años del asesinato)
“A ls 4 de la tarde del miércoles 30 del mismo noviembre de 1842 , la Compañía que guarda al reo,  Apolinar Morillo, en el Cuartel de San Agustín,  lo lleva amarrado a la plaza de Catedral.
Va pálido, con los ojos hacia el suelo y con un crucifijo en las manos; camina al paso lento de la marcha que toca el respectivo tambor; en la plaza está formado todo el Ejército que hay en la ciudad, en la que, a la vez hay un inmenso gentío, las campanas toan a agonía; además de numerosa concurrencia lo acompañan dos sacerdotes, el Dr. Antonio Herrán y el Dr. Antonio Margallo,  y le hacen muchas exhortaciones. (El primer sacerdote llegó a ser Arzobispo de Bogotá, del 15 de abril de 1855 al 6 de febrero de 1868 en que murió)
Una vez en el patíbulo, lo sientan en el banquillo, lo amaran e este y le vendan los ojos. Dice que perdona al Ex -General José María Obando, a fin de que Dios le perdone a él, y exclama: “¡He sido muy pecador. Dios mío, perdóname!”. 
En seguida, cuatro tiradores le disparan sendos balazos en el corazón, e instantáneamente se inclina la cabeza sobre el pecho.
De este modo se cumple la sentencia de Dios, que dice: “El que derrama la sangre de su hermano será castigado con la efusión de la propia suya.”
Con la merecida muerte que sufrió Apolinar Morillo, quedó satisfecha aquí en la tierra la “Vindicta Pública”, dice un gran pensador. 
José María Obando nace el 8 de agosto de 1795, en una hacienda de la jurisdicción de Caloto, ciudad del Departamento del Cauca en Colombia, y es hijo de padres desconocidos.
Lo traen dos años a Popayán, y lo adopta por hijo el español Juan Elías Obando, de quien toma el apellido. Para concluir, José María Obando, que ordena asesinar al insigne  Bienhechor e inocente Sucre, el gloriosísimo triunfador  en las sangrientas batallas de Pichincha, Ayacucho y Tarqui; José María Obando, el bandido de Berruecos, el infame Caín del justo Abel de la Gran Colombia, muere como cerdo , en un martes 29 de abril de 1861, con once lanzazos que le dan en el sitio de Cruz Verde, o, de una manera mas precisa, en Puente de Tierra del hoy Departamento de Cundinamarca en Colombia, y el nefando crimen de Berruecos  lo paga él tambien  con la efusión de su propia sangre.
Como se ve, y como lo dice la historia y la experiencia, de la inflexible justicia de Dios, aunque demore bastante,  no se escapa ningún perverso, ningún malhechor, ningún tirano, ningún homicida, ningún asesino  por muy grande y poderoso que sean”.

 Benjamín Endara. Colombia. 


En el No. 7 del Sucre, publica el soneto de J. M. Rondón Sotillo.


SUCRE


Berruelos fue un poema, fue la oscura
Pagina roja de la hostil cruzada,
Y una cumbre a la gloria levantada
Donde el hombre inmortal se transfigura

Si por la libertad lucha y fulgura,
Nunca mas redentos que en la emboscada,
él, que llevaba en su gloriosa espada
la simbólica cruz de empuñadura.

Héroe de generosas convicciones,
Imponiendo su gesta a las naciones
Vence y perdona con grandeza extraña.

Vence y perdona, y ávido de arcano
Escoge bajo el cielo americano
Una tumba de cóndor: la montaña.


En el No. 7 del Sucre, publica el soneto de J. M. Rondón Sotillo.


SUCRE


Berruecos fue un poema, fue la oscura
Pagina roja de la hostil cruzada,
Y una cumbre a la gloria levantada
Donde el hombre inmortal se transfigura

Si por la libertad lucha y fulgura,
Nunca mas redentos que en la emboscada,
él, que llevaba en su gloriosa espada
la simbólica cruz de empuñadura.

Héroe de generosas convicciones,
Imponiendo su gesta a las naciones
Vence y perdona con grandeza extraña.

Vence y perdona, y ávido de arcano
Escoge bajo el cielo americano
Una tumba de cóndor: la montaña.




Y en el mismo número publica un trabajo formidable de Eduardo Posada sobre el estandarte de Pizarro, veamos.


EL ESTANDARTE DE PIZARRO.

Trofeos que fueron exhibidos en el baile que dio el general Santander.

Bogotá, julio de 1924. Cuatro versiones hay sobre el estandarte de Pizarro:
1ª.-  Fue entregado en Lima en 1821 al General San Martín, quien lo llevó a Europa y lo tuvo allí hasta su muerte en 1950 y después de esta fue devuelto nuevamente a dicha ciudad.

2ª.- Que fue enviado desde el Perú a Bogotá por el Mariscal Sucre en 1825, y se guarda aun en el museo  de esta ciudad.;

3ª,. Que no quedó en Bogotá, sino que fue remitido de aquí a Caracas en 1826, donde se conserva; y

4ª.- Que existe en Cumaná, ciudad donde nació Sucre.

Sobre esta cuestión han escrito el peruano señor Ricardo palma ( “Tradición”, IV serie); el colombiano señor Ernesto León ( El Bogotano), 11 de mayo de 1882 (1)  y el venezolano señor Arístides Rojas (La Opinión Nacional” de Caracas 1827) (2); y recientemente el señor F. C. Vetancourt (Boletín de la Academia de Historia de Venezuela”, marzo de 1912) también venezolano.

            Cierto es que a San Martín le fue regalado en Lima un estandarte que se creyó ser el de Pizarro. Así lo dijo la Municipalidad de dicha ciudad, en el acta de fecha 4 de abril de 1821, y lo repitió en la nota que se dirigió al general con el presente. San Martín lo conservó como tal, y en su testamento ordenó devolverlo a Lima. Cumpliéndose su voluntad algún tiempo después, por su yerno el señor Valcarce, quien la entregó al Ministro del Perú en rancia. En 1865 fue destruida esa bandera en un motín que tuvo lugar en Lima, según refiere el señor Palma.

            De ella tenemos dos descripciones: el argentino señor Florencio Varela la vio en Francia en 1844, y dice que era de seda, cuadrada, de color pajizo, que parece fue amarillo y se destiño con el tiempo, de cuatro varas y tercia de largo por dos y tercia de ancha: en el cetro hay un grande escudo, aproximadamente del contorno exterior, de las armas españolas en los pesos columnarios, el cerco del escudo colorado y el centro azul turquí” (3)

            El señor Palma también la vio cuando la llevaron de nuevo al Perú, y dice que era el escudo en campo azul y con orla colorada, pero que el no tenía las armas de España sino el escudo de Lima, dado a esta ciudad en 1537,  que se compone de tres coronas reales y una estrella.

            “Esta bandera, dice el señor Palma, era la que el alférez  real por juro de heredad, paseaba el seis de enero en las procesiones del Corpus y Santa Rosa, en la entrada de virreyes,  proclamación de soberano y otros actos  de igual solemnidad. El pueblo de Lima dio impropiamente en llamar ese estandarte  la bandera de Pizarro, y sin examen aceptó que ese fuese el pendón  de guerras que los españoles  trajeron para la conquista. Y pasando, sin refutarse de generación en generación, el error se hizo tradicional e histórico”

A esto agrega el escritor peruano datos sobre el verdadero estandarte  de Pizarro, el cual tenía por un lado las armas de Carlos V, y por el otro  al apóstol Santiago, y que no estaba en Lima sino en el Cuzco, donde lo halló Sucre después de la batalla de Ayacucho. “inmediatamente lo remitió dice,  a Bolívar, y este lo obsequió a la municipalidad de Caracas, donde actualmente se conserva”. 

El señor León reproduce la nota de Sucre  en la cual consta que fue remitido a Bogotá, la noticia que dio la Gaceta de Colombia  de la llegada de ese trofeo  y la nota del Secretario  de Estado, señor Restrepo,  fecha 27 de octubre de 1825,  en la cual se ordena  que se deposite  en el museo. Se inclina  por esto  a creer  que esta en nuestra capital.   

            El señor Rojas publicó, junto con otros documentos, la nota que el Secretario de Estado,  señor Soublette,  dirigió el 9 de enero  de 1826 a la Municipalidad de Caracas.
En ella dice que tiene el honor de enviarle en nombre del gobierno de Colombia “el estandarte real de Castilla”. Bien que no se dice allí  estandarte de Pizarro, y que el coronel Elizalde  trajo  varias banderas, parece evidente por la descripción que de ella hace el señor Rojas, que sí es éste el estandarte del famoso conquistador. Coincide ella con la que da el señor Palma: el escudo de Carlos V. (castillos y leones)  y la imagen del apóstol Santiago. Luego veremos otras fuentes sobe esto.

            El señor Vetancourt, que fue Presidente del Estado Bermúdez (Venezuela) reconoce que  el estandarte de Cumaná es posterior a la empresa  de Pizarro,  pues su escudo es el que  se usaba luego  y no en los primeros días de la conquista. “Erróneamente, dice él, vivió en la conciencia de una generación la singular sospecha  de que fuera este pendón, a par del estandarte de Pizarro, mudo y regio testigo  de la conquista del Perú”  Esta bandera de Cumaná  fue enviada también de aquí por el señor Soublette, el mismo día en que se envió la de Caracas (9 de enero de 1826).

            Aceptado, pues, que el verdadero estandarte es  el que está en Caracas ¿Que bandera será la que guarda como tal, en una caja de vidrieras, el museo de Bogotá? y ¿Cual será la que tiene el Ayuntamiento de Cumaná?

            Sucre dijo en una nota del Cuzco de fecha 29 de diciembre  de 1824, que enviaba junto con el estandarte  cinco banderas de los regimientos españoles,  y luego en su nota de Potosí, fechada  19 de abril de 1825,  que enviaba cuatro pendones  de las provincias del Alto Perú.  La Gaceta de Colombia  al dar cuenta de la llegada de dichos trofeos a Bogotá, no especificó estos pendones, que eran de época más antigua, pero sí detalló las banderas tomadas en la campaña. Eran estas: la del regimiento  de “Burgos”, la del batallón “Huamanga”, una llamada de “La Cruz de Borgoña”  y las de los batallones Primero  y Segundo  del regimiento “Cazadores de Extremadura”.

            En los catálogos de nuestro museo han figurado cuatro de estas banderas: “Burgos”, “Huamanga”, “Cruz de Borgoña”  y 2º  Batallón de Extremadura” Faltan pues, la del primero de estos. Pensamos que esa es la que se haya en Cumaná, bien que el erudito señor Vetancourt, se inclina a creer que es alguno de los pendones del Alto Perú.

            Esta opinión la apoyamos en el hecho de no existir esa bandera en nuestro museo; en haber rezado la crónica cumanesa que esa insignia era  la del batallón “Extremadura”  según lo dice el mismo señor Vetancourt,  en tener escudos de la ciudad de Badajoz, situada en Extremadura,  y en ser semejante a la que  existe en nuestro museo. El catálogo la describe así: Bandera de metros 1.50  x  1.40 franjeada de plata  con cinco escudos  bordados con oro y plata  y seda de colores, sobre tela doble tejida de seda blanca. En el centro el Español custodiado por dos leones y orlado de banderas, y alrededor este letrero “Regimiento de infantería  Cazadores de Extremadura  Segundo Batallón”  En las cuatro esquinas  las armas de la provincia y en cada una la divisa “PLUS ULTRA”.

            La falta de nombre en la de Cumaná proviene quizás del deterioro.
             
            En nuestro catálogo de 1912,  primero en que se hizo descripción detallada de estas banderas, dice: “La del primer batallón “Regimiento de Extremadura “creemos haya sido perdida. Sería muy triste imaginar  que haya pasado sin esfuerzo  a manos extrañas. El hecho de haber sido enviada a la patria de Sucre en 1826, explica el no hallarse en el museo.

            La bandera que hemos tenido aquí por estandarte de Pizarro  si puede ser uno  de los cuatro pendones del Alto Perú.

            Cosa curiosa sobre ese estandarte  de Pizarro, antes de nuestra independencia, había escrito un antiguo cronista.

            Resulta que esa bandera tenía, desde antes de estas vicisitudes, una historia de alto interés escribiola en 1578 un potosino  Don Bartolomé Martínez Vela, con el título de “Real Estandarte de Potosí”,  y fue publicada en la “Revista de Buenos Aires”, en 1865. No ha sido mencionado este escrito por ninguno de los que en  tiempos modernos se han ocupado de este Estandarte.

            Aparece allí que esa insignia estuvo en la toma de Granada (6 de enero 1492); que luego la trajo Colón a América en su primer viaje; que después pasó a la conquista  de México  y de allí a Honduras, hasta hallarse en la ciudad de Nombre de Dios, donde la tomó Pizarro para la conquista del Perú.  Figuró allí en las campañas  contra los Incas  y en las luchas de los Pizarros y Almagros. Fue a dar a la Paz, y entonces la reclamaron del Cuzco  y Chuquisaca. El Virrey Hurtado de Mendoza  mandó se entregara a Potosí.

            Dicho cronista dice  que el estandarte es de damasco carmesí  y que tiene la imagen del apóstol Santiago. Esto viene a corroborar que si es el de Caracas, pues concuerda su descripción  con la que nos da el señor Rojas (Arístides Rojas).

            El poeta francés Heredia, en su poema “Los Conquistadores del Oro”  también menciona este estandarte  bien que no da exacta su descripción: “Setenta y dos caballeros hidalgos, iguales en la sangre y en la bravura, cabalgan en torno de los pliegues  de azul de la enseña real  donde junto al castillo de oro santianqueando  por el cronista Péres, el fogoso Gabriel de Rojas”.

            En el periódico “El Constitucional”, que publicaba en Bogotá  en 1826 ,  se dijo al hablar del baile que dio Santander  el 28 de octubre, onomástico del Libertador:

            “Los salones estaban decorados expresamente con los estandartes que en diferentes ocasiones se han tomado  a los opresores de la Patria“.

                                                                                                     Eduardo Posada.

En el mismo número publico Carabobo 1821. Un artículo de Domingo Badaracco, firmado  con el seudónimo “Manfredo”.
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CARABOBO 1821.

            Tornaron a vibrar ebrios de júbilo los clarines del Ejército  Libertador , los marciales heraldos  sonoros  que siete años atrás  habían presentido  en la alegría de sus dianas  el alba triunfal del primer Carabobo; desplegados orgullosamente los estandartes,  batieron al aire policromías  de sus colores detonantes;  bajo el tórrido sol de junio fulguraron los hierros  de las bayonetas, los aceros de las espadas, los bronces de los cañones. Silenciosos, casi sombríos los lanceros de Apure  desfilan en columnas para lanzarse en la cabalgata de la muerte, más aun arrogantemente impávidos, que O’ Farriar, el intrépido comandante de la Legión Británica, conmovido, los saluda con ¡hurras¡  clamorosos en el sitio mismo donde horas más tarde caerá él también, la vida tronchada en flor.  Occidentales de la Campaña Admirable de 1813 que llegaron en triunfo a Caracas desde las fronteras granadinas;  Orientales educados en el deprecio a la muerte por Bermúdez, el cumanés ayáxida; vencedores de San Félix como Piar, el noble caballero infortunado  a quien la piedad  no conservó para la Gloria; centauros que habían asombrado a Morillo dándole catorce cargas de caballería  entre las llamas de un incendio: eran los últimos retoños  del árbol recio de la raza,  que escapados a la cuchilla devastadora  de la guerra a muerte, venían a librar en una batalla  definitiva la suerte de Venezuela,  para que la Patria cayera  con la gloria que convenía a su ínclito heroísmo, o surgiera armada y de pie como la Palas Atenea  de las antiguas leyendas.

            Solemne ocasión en nuestros anales es Carabobo: allí se destaca la figura colosal del Libertador asumiendo el trágico deber  de la responsabilidad  con la serena entereza  que corresponde a la grandeza  de su alma  y poniendo de relieve  la virtud que lo acompañó en todos los trances de su vida  heroica: La virtud varonil  y gallarda  de la resolución.

            Solemne es el momento porque demarca verticalmente  el día en que arrancados al sueño de la Colonia  pasamos a vivir vida autónoma  de Estado libre; porque allí se robusteció y arraigó en lo más profundo del alma nacional  el verdadero concepto de la Patria, que no es una expresión  geográfica, sino la comunidad de origen  y de tradición, el culto de los antepasados, la sangre vertida  en las mismas batallas,  la emoción a la vista  de las mismas banderas, el orgullo de las mismas glorias, la amargura de los mismos reveses,  la religión de los mismos recuerdos, la llama de las mismas esperanzas; porque allí los hombres  del Centro y del Oriente y de Occidente, olvidaron sus diferencias  regionales  para ser solo venezolanos, y construir a Venezuela  indestructible y una, y vivir indisolublemente unidos a través de la historia  y del tiempo,  por un pacto de la gloria,  el más durable de todos los pactos  humanos.



El 16 de agosto de 1924, en el No. 11 del “Sucre” Marco Tulio prosigue su campaña, y publica Bayardo, tomado de “El Heraldo” de Caracas.

La historian es la memoria de los pueblos, pero con frecuencia  acontece que las naciones  que tienen historias brillantes son desmemoriadas.

Hace cuatrocientos años que el señor Bayardo, el caballero sin miedo y sin tacha, entregó a Dios su alma hermosísima, una tarde de abril de 1524, cuando cayó mortalmente herido por una piedra de un arcabuz  que le rompió la columna vertebral.

La bella tierra del Dante y Garibaldi, siempre noble y justiciera , rindió grandiosos homenajes con ocasión del cuarto centenario  de la muerte de Bayardo, a la memoria de aquel héroe legendario que fue el prototipo del valor; del adversario leal y generoso, el paladín romántico; pero ninguna voz autorizada se levantó en Francia  para recordar a los franceses el ejemplo inmortal de aquel ilustre  Pedro Terrail, señor de Bayardo que llenó de gloria la historia de Francia y que armó caballero a su Rey  Francisco I.

Pero a falta de los homenajes oficiales  “Le Martín”, fiel intérprete de los generosos sentimientos  de Francia,  envió a uno de sus redactores a depositar un ingenuo tributo  de flores al pie de la estatua del guerrero inmortal que se yergue en el patio  de honor del palacio de Versalles.

Nota nuestra. Ejemplo a seguir. Vale.



            En el No. 12,   el 20 de agosto de 1924, publica un reportaje sobre Andrés Eloy Blanco, publicado en Venezuela por el Ministerio de Fomento en 1918. (Tomado del diario  “El Universal” de Caracas.  Veamos:

            Andrés Eloy Blanco. –Huésped actual de La Habana- es casi un correligionario del licenciado Caracuel. Él escribió en Paris, dos trimestres atrás, un cumplido elogio de los gatos. Es un libro de versos. Una bella sátira contra el “dadysmo”. Se titula “Los gatos maúllan”  o cosa así, Hacer poesía “dadysta” es muy fácil. 

            Andrés Eloy es un gran poeta. Pudiéramos decir inclusive que es un gran poeta clásico. No compone estancias a la manera de Fray Luis de León ni labra estrofas como Quintana, pero su estro tiene todas las cuerdas de los viejos romances españoles y el ritmo que articula sus versos posee la infinita cadencia de las palabras del Arcipreste…

            Por todo esto triunfó Andrés Eloy, el año pasado en el alto certamen de la Academia Española. Concurrieron al concurso quinientos siete poetas (¡Hay bastantes poetas en el mundo!) Puso en las estancias de sus poemas –Un Canto a España- todo el esplendor y la pujanza del Llano; y su Musa, criada en la selva virgen, hizo correr a raudales sus sueños, su visión nueva de las cosas, sus amores bravíos y su juventud.

            Y Andrés Eloy Blanco venció en la noble justa. Llamado por este cable, vino de Venezuela a Santander. Ahora regresa de Santander a caracas. Allí le esperan sus padres. Le esperan llenos de alegría y de orgullo.   



LA CELEBRACION EN PERÚ.

El 23 de agosto, en el No. 13 de “Sucre”, desplegó en primera página, el gran acontecimiento, en un gran titular “CENTENARIO DE AYCUCHO Venezuela se asocia fraternalmente a la República del Perú en los festejos con que se celebrara dicho Centenario en Lima”.

EMBAJADOR ESPECIAL – BRILLANTE REPRESENTACION VENEZOLANA.

General Juan Vicente Gómez  Presidente Constitucional de los Estados Unidos de Venezuela.
Considerando

Que la República del Perú  celebrará con fiestas solemnes  el primer centenario de la Batalla de Ayacucho, la cual aseguró, con la independencia de aquel país  la del continente hispanoamericano:
Que el excelentismo señor Presidente de la Republica del Perú ha invitado al señor Presidente Constitucional de Venezuela a concurrir a las fiestas personalmente; y de no ser esto posible hacerse representar especialmente en ellas; 
            Que la Batalla de Ayacucho constituye, a la vez que una gloria legítima del Perú, una gloria de Venezuela; que aportó a la campaña libertadora, hasta el Tratado con que magnánimamente concluye el esfuerzo de sus soldados, el genio de Bolívar y las virtudes políticas y militares del general Antonio José de Sucre. En uso de las facultades que confiere la atribución 8ª del artículo 79º de la Constitución Nacional y de acuerdo con lo previsto en la Ley Orgánica del Servicio Diplomático.

DECRETA

            Artículo 1º.-  Venezuela,  que se dispone a la celebración en su territorio del Centenario de la Batalla de Ayacucho, se asocia de manera fraternal a la república del Perú en los regocijos y festejos con que se conmemorará dicho centenario en la ciudad de Lima.

Artículo 2º.-  El Presidente Constitucional de Venezuela será representado por un Embajador Especial, en cuyo séquito habrá de tener representación adecuada , el Ejército Nacional, así como las ciencias, la diplomacia y las letras venezolanas.

Artículo 3º.-  Se ofrendarán a la República del Perú tres palmas de bronce y oro destinadas a fijarse de modo perdurable  en monumentos, o sitios adecuados, que perpetúen en ellos la gratitud al Libertador y a los Próceres vencedores en Ayacucho para que sirvan a la vez como recuerdo permanente de la ocasión ilustre en que combatieron juntos por la libertad del Perú  y de la América los soldados de ambas naciones.  
Artículo 4º.-  La espada que el Perú dedicó al Libertador y que se conserva en el Museo Bolivariano  de Caracas será conducida a Lima y exhibida durante las fiestas  como testimonio de gratitud manifestada por el Perú a su Libertador.

Artículo 5º.-  Se pedirá al Concejo Municipal del Distrito Federal  el permiso necesario para trasladar a Lima y exhibirlo también allá, como símbolo de la comunidad de glorias  de España y sus hijos de América, el pendón que Pizarro llevó a la conquista del Perú y el cual  donado en el Cuzco al Mariscal de Ayacucho y ofrendado por éste a Bolívar, fue luego dedicado por el Libertador a la ciudad de Caracas.

Artículo 6º.-  Se dictarán por resoluciones especiales las medidas necesarias para que la representación de la República  en las fiestas  de Lima corresponda a la solemnidad  de la ocasión gloriosa y a la cordial invitación de Perú.

            Dado, firmado y sellado con el Sello del Ejecutivo  Federal y refrendado por el Ministros de Relaciones Exteriores en el Palacio Federal, en Caracas  a los cinco días del mes de agosto de mil novecientos veinticuatro.- Año 115o de la Independencia y 66o de la Federación.
           
            L, S.
                       J. V. Gómez                                               Refrendado

                                                                                           L. S. 
                                                                                            P. Indriago Chasin


DECRETO DEL ESTADO SUCRE.


Continuando la Campaña publicó en el “Sucre” No. 14, del 27 de agosto de 1924  una nota sobre el Decreto del Ejecutivo del Estado Sucre.

CENTENARIO DE AYACUCHO.

El Ejecutivo del Estado, que acertadamente preside el General Juan Alberto Ramírez, ha dictado un decreto, hecho público en Boletín Oficial, designando una Junta Organizadora de los festejos para la celebración del Centenario de la Batalla de Ayacucho en esta ciudad.
            La nómina de personas que aparecen en dicho Boletín, son de reconocida honorabilidad y competencia para preparar con todo lucimiento la Fiesta Centenaria de Ayacucho y Cumaná espera de la Junta que ellos constituirán, un  programa  de Festejos  que revistan la severa pompa  y la simpática esplendidez  que reclama tan memorable  efeméride que al glorificar al egregio Sucre, glorifica  a Cumaná.


           
HOMENAJE A RICAURTE


En el mismo número publica  EL HOMENAJE A RICAURTE EN BOGOTA. Y la intervención del cultísimo cumanés, el poeta Andrés Eloy de La Rosa.

              Bogotá agosto 9 (1924).-  Transcríbole conceptos de la prensa de hoy con motivo de homenaje tributado  a la gloria de Ricaurte.

            El Diario Nacional dice “Ocupó luego la tribuna Guillermo Valencia  y pronunció su bella oración. El poeta recibió calurosos aplausos de los espectadores. Seguidamente el encargado de negocios de Venezuela, cultísimo caballero Don Andrés Eloy de La Rosa, subió a la tribuna y pronunció magnifica oración.
            El señor De La Rosa fue objeto de una verdadera ovación por parte del público.
            Digno es de mención el gesto de de la Rosa, quién al terminar su discurso manifestó que los pueblos libertados por Bolívar  deberían persistir en el ideal que él alimentó de la unión y de la solidaridad.
            Con ese fin el Encargado de Negocios de Venezuela ha estado trabajando  por la formación de una Sociedad Bolivariana y para ello  ha elaborado los estatutos  que puso en manos de Valencia ayer mismo.

            “El Tiempo” , dice: “Presidente de la Junta de Homenaje, don Julio Portocarrero y don Guillermo Valencia, orador designado por las Cámaras Legislativas , y Don Andrés de La Rosa, Encargado de Negocios de Venezuela, llevaron la palabra  y en los mas bellos términos exaltaron el resguardo del glorioso mártir de San Mateo. Merecieron esas oraciones largos y estrepitosos aplausos. Al concluir su discurso, el señor De La Rosa insinuó la idea  de fundar en esta capital una Sociedad Patriótica  Bolivariana, cuyo fin principal sea la organización de un Museo Bolivariano  y el acercamiento de las Repúblicas libertadas por Bolívar y al efecto el orador  puso en manos de don Guillermo Valencia el proyecto  de estatutos para esa institución, que no puede ser más loable  ni más oportuno  que apoyaremos de modo decidido  y entusiasta, como que responde a una grande  y noble idea  entre pueblos ligados  por los más fuertes  y victoriosos lazos  de sacrificios de glorias  y de triunfos “.

            El Nuevo Tiempo, dice: “Una vez que terminó el doctor Valencia, subió a la tribuna el doctor Andrés Eloy de La Rosa,   Encargado de Negocios de la República de Venezuela, quién a nombre de su gobierno pronunció una brillantísima oración lírica que entusiasmó al numeroso público y fue muy aplaudido.

            Al terminar su discurso en señor De La Rosa  aprovechó esa solemne ocasión  para lanzar la idea  de una Sociedad Bolivariana de la cual podrían formar parte los Representantes Diplomáticos  de las repúblicas libertadas por Bolívar, trascendental proyecto que ha sido entusiastamente acogido por todos los que lo conocen y cuyas bases  y reglamentación escrita entregó al doctor Guillermo Valencia.

            De La Rosa  ofrendó una riquísima corona  a nombre del General Juan Vicente Gómez, con la siguiente inscripción: “El Presidente de Venezuela al héroe de San Mateo”.
                        El Corresponsal.



MARACAIBO SE HACE OIR.


En el No. 15 de “SUCRE” del 30 de agosto de 1924, continuando la campaña, publica el texto “CENTENARIO DE AYACUCHO” tomado del periódico “Información” de Maracaibo, publicado en junio de 1924, firmado por Un Patriota.

El 9 de diciembre de este año celebrará la América del Sur  los primeros cien años que en la vida de la gloria tiene a gran batalla de Ayacucho, punto final de la Guerra de la Independencia Continental contra España.

            Es pues, esa, la última fecha, la última ocasión solemne que  tendremos de rendir homenaje a los Padres de nuestras Patrias  hispanoamericanas,  y de manifestar culto de admiración por nuestra historia heroica.

            Así es que este último centenario –el de Ayacucho-  debe ser procero, rumboso, triunfal: en él vamos a cerrar  el cielo de las apoteosis  libertarias, iniciado en 1883  con el centenario del natalicio de Libertador.

            No nos contentamos pues, con las fiestecitas banales, con cohetes y triquitraques, con diluvios de retórica, pirotécnica verbal,  tan vacua como falsa (y esto es la peor).  Hagamos algo sencillo, pero fuerte y noble. Si no hay dinero para grandiosos  monumentos de bronce y mármol, únicos dignos de la gloria de nuestros héroes, sí lo habrá para pequeñas obras de estética, de utilidad y de eficacia, como las siguientes:
            Editar  algunos centenares de Cuadros Murales con el Mapa de la Campaña de Ayacucho, y con el plano de la Batalla de Ayacucho y distribuirlos entre las escuelas  que mejores resultados vienen dando  y más asistencia escolar tengan, a juicio de los inspectores respectivos.
            Reeditar en una obra –verdadero primor tipográfico-  el tomo primero de las memorias del General O Leary, por primera vez editado en Caracas en 1879, de orden del General Guzmán Blanco y que contiene la Correspondencia  oficial y particular  del General Sucre. El papel de este libro debe ser grueso y esmaltado y debe ilustrarse con fotograbados espléndidos relativos a su texto.

            Distribuir retratos del General Sucre  de gran tamaño entre las Escuelas Públicas.  Los marcos y el cristal  de estos retratos, así como el de los cuadros  Murales, deben costearse por suscripción  entre los Maestros y alumnos.

            Escribir una vida compendiada del General Sucre en edición económica y popular para distribuirla gratuitamente entre los ciudadanos que sepan leer y escribir.

            Reeditar en edición selecta  y costosa la Vida del General Sucre por el ilustre doctor Laureano Villanueva para distribuirse en las bibliotecas, Universidades,  Academias, Centros Sociales y Literarios de América.

            Embellecer todos los sitios, plazas, calles, edificios,  etc., que lleven el nombre de Sucre,  para la fecha centenaria.

            Los Concejos de los Distritos que lleven el nombre de Sucre, celebrarán Sesión Plena   el 9 de diciembre de este año en la hora en que empezó la batalla (10 am.)

            Los Colegios particulares que lleven también el insigne patronímico  organizarán un paseo  escolar, con las banderas y los escudos  de las cinco repúblicas  hijas de Bolívar, cantando los cinco himnos de las cinco Naciones.  Los niños llevaran en el pecho  un botón retrato  del General Sucre, e irán divididos  en cinco grandes grupos, de igual número todos, cada uno de ellos con la escarapela de una de las cinco repúblicas, en la gorra o terciada en el pecho. El traje, sombrero, medias y zapatos de los niños  deben ser blancos todos, sin permitirse la mas leve irregularidad. Para su recitación en este acto  se hará aprender a algunos niños  de fácil elocución y despejo,  fragmentos del sublime mensaje  de despedida a Bolívar  escrito por el General Sucre  después  de las heridas  que le fracturaron el brazo  en Chuquisaca, párrafos de la obra de Villanueva  el soneto Berruecos  de M. N. Vetancourt.

            Los veinte Estados de la Federación disputarán comisiones  que reunidas en sesión plenaria  en el Panteón Nacional, depositen sendas ofrendas  ante el sepulcro de Bolívar y ante el Cenotafio  de Sucre. Estas ofrendas no deberán ser de flores naturales, ni de nada marchitable, sino de oro, bronce o mármol. Este acto debería verificarse  el 9 de diciembre   a las 10 am.      

            Algunos grandes institutos de Caracas, Barcelona, Margarita, Valencia, Puerto Cabello, etc. pueden organizar peregrinaciones  escolares  por tierra o mar, hasta Cumaná, depositando una ofrenda en el sitio  donde estuvo la casa  donde nació Sucre o ante su estatua. Otros pueden preparar  Simulacros de la Batallan de Ayacucho, ejecutados por un Regimiento Escolar  uniformado con los uniformes  de aquella época  en Colombia.

            En todas las ciudades del País, pudieran dictarse órdenes  para que todas las casas de decente aspecto ostenten en los días del Centenario, una Bandera Nacional  nueva  de modo que todas tengan igual tamaño  e iguales colores; mejor dicho, matices; porque el azul va desde el turquesa hasta el índigo,  que es el propio de la bandera;  el amarillo va desde el canario o clemón hasta el gualda o mamey;  y hasta el rojo mismo padece variaciones en los pabellones  que vemos en las ventanas y azoteas los días de fiesta nacional. En cada Distrito Jefatura Civil pondría en su Despacho a la vista de los ciudadanos  las muestras de las telas  o colores que  deben usarse, y las medidas  exactas que deben tener las Banderas. De advertirse es que las siete estrellas en el azul  son indispensables en una verdadera bandera venezolana. 

                                                                                       UN PATRIOTA



ANÉCDOTA DEL LIBERTADOR Y EL PADRE DE GIRARDOT…

En el mismo número publicó una anécdota  que más bien es un evangelio. Fue publicado en el periódico peruano “El Telégrafo”, fundado en 1764 por Francisco Cabello y Mesa, y enviado a Cumaná con motivo del Centenario de Ayacucho. 

            La escena sucede en el Cuartel General del Libertador. Un anciano  de aspecto noble, cabellos blancos, mirada chispeante, andar penoso y ya un poco inclinado por la inclemencia de los años, se desliza pensativo por aquellas galerías  olorosas a pólvora y a rifles.

            Lleva de la mano a un jovencito de pocos años que apenas podrá sostener un fusil.  Y mientras los ojos del anciano parecen escrutar las interioridades  de una pieza algo distante, los ojos del imberbe  se pasean por aquellos corredores con una curiosidad verdaderamente infantil.

            Al encuentro de estos dos polos opuestos  de la vida,  se adelanta un edecán, el cual los interroga de esta manera.
 
¿Que dicen ustedes?

Deseo hablar con el Libertador –responden el anciano.

Por ahora no se puede. El Libertador esta ocupado.

Una palabra me basta ¡Hágame usted el favor... se lo suplico!

            El Edecán animado por un presentimiento algo extraño.  Se dirige entonces a la pieza  del Libertador y le dice:

            Un anciano que trae de la mano un jovencito,  dice que quiere hablar, aunque sea una  palabra con su Excelencia.

            Que entre -contesta el Libertador desde su escritorio, y  soltando la pluma se pone de pies; se cruza de brazos, su actitud característica, y repite ligeramente; ¡Un anciano!  ¡Un Jovencito! ...

            Inmediatamente debió impresionarlo el aviso del Edecán. Bolívar veneraba la ancianidad y la niñez. Un anciano siempre tenía para él un destello de gloria. En un niño creía siempre  adivinar sus esperanzas....

            Los hombres privilegiados  han tenido especial predilección  por los seres que se hallan  en estos extremos  “vejez”, “niñez”.

            Y mientras el pensamiento de Bolívar, más veloz que un relámpago meditaba quien sabe  cuantas cosas, aquel anciano venerable, de cabellos y mirada luminosa,  seguido de un pequeño adolescente, se coloca frente al genio y le dice:

            General Bolívar  aquí le traigo el último hijo que me queda  porque todos han muerto por la Patria. Este es el único apoyo  de mi familia y de mi vejez; pero la libertad lo necesita y es preciso que le siga a usted  en el camino de la gloria.

            ¿Y quien es usted? Preguntó Bolívar
           
            Soy el padre de Atanasio Girardot

            El Libertador no pudo hablar, y dícese que en ese instante  el Padre de la Patria  y el padre de los héroes se abrazaron  y que de los ojos de ambos  se escaparon algunas lágrimas.

            Poco después circuló el siguiente oficio:

            Ciudadano Secretario de la Guerra del Gobierno General.
            Cuartel General de Santa Fe, enero 2 de 1815

            Los servicios del Coronel Girardot no han quedado bien recompensados. Toda la Nueva Granada  y Venezuela lloran su muerte y veneran su memoria; mas las concesiones  que se hicieron en favor de su familia han sido renunciadas generosamente en bien de la Patria.
            Su padre, a quien la pérdida de dos hijos  podría hacer desear  la conservación del resto de su familia, me ha presentado luego que llegué  al único varón  que le quedaba con la esperanza de que  este jovencito  pueda imitar sus virtudes  y remplazo

            He aprendido la generosa oblación de este padre patriota y para manifestarle  la consideración a que se ha hecho acreedora su ilustre familia, he dado el grado de Subteniente al joven Girardot y lo he mandado agregar al invicto Batallón de Barlovento.  Confío en que aprobándolo el Gobierno General, se permita descargar así una deuda  de la Patria.
            Dios guarde a V. S. muchos años.

            SIMON BOLIVAR.



UNA DONACION DE GUILLERMO SHERWELL.

En el No. 17  de “SUCRE”, publica una nota en relación con una donación que hace Guillermo Sherwell, que fue también biógrafo de Sucre, que titula “A LA GLORIA DEL MARISCAL DE AYACUCHO”.

            El Dr. Guillermo A Sherwell, Secretario del Consejo Ejecutivo de la Alta Comisión Interamericana,  residente en Washington, se dirige al Dr. Vicente Lecuna, Presidente del Banco de Venezuela, poniendo en dicho Instituto, a la disposición del Dr. Luis Felipe Blanco, Presidente de la Junta Coadyuvadora  en el Distrito Federal de la Sociedad  Patriótica Ayacucho de Cumaná,  la cantidad de Bs. 2.887, 55  valioso donativo con que la importante Corporación Internacional contribuye al monumento  que se ha de erigir  al glorioso Mariscal de Ayacucho, en la propia tierra cumanesa, cuna del gallardo paladín.

            El Dr. Luis Felipe Blanco en carta dirigida al Dr. Lecuna, manifiesta su intenso regocijo  por el noble gesto  del Dr. Guillermo A. Sherwell, ilustre hispanoamericanista, quien ha testimoniado su fervoroso culto al  preclaro Mariscal en una brillante biografía de Sucre, cuyas páginas están llenas  de justos y atinados conceptos sobre la vida de aquel varón heroico que  fue paradigma de magistrados y guerreros. 





UNA ADMONICION DE MARCO TULIO BADARACCDO BERMUDEZ.

            En este mismo número, publica un grito de angustia que titula “POR EL PATRIOTISMO”.


            El concepto del patriotismo se creería algo que no está  al alcance de todas las inteligencias  y parece del todo extraño  al sentimiento de amor  patrio  que entiende cualquier ciudadano. Este sentimiento se restringe en el labriego a su predio, se amplía a su municipio y puede prolongarse hasta la ciudad de que estos dependen. En el hijo de la ciudad  se concreta a su parroquia en primer término, luego a su distrito y, según el grado de cultura del individuo puede extenderse  a la nación de que forma parte,  pero es un sentimiento  egoísta,  que tiene por finalidad  la defensa del terruño natal  caso de estar en peligro  de ser invadido  por gente extranjera.

            Pero no es ese el deber que reclama, con mayor apremio, el patriotismo, sino el de estar con toda nuestra energía prestos a solicitar el progreso  del pueblo que se habita.  Porque a la mirada de los que visitan nuestra tierra,  resaltan de modo brusco  con violencia increíble  para sus moradores los defectos de la ciudad  dependientes en su mayor parte  del carácter indiferente de sus habitantes.

            Imperioso deber del buen ciudadano  es colaborar de buen grado y con firme  y espontáneo esfuerzo  a toda obra que signifique adelanto para su pueblo; secundar a las autoridades  en la faena de cultura, civismo y progreso que emprendan; cambiar ideas, elaborar proyectos, dar a conocer los pensamientos  que puedan sumar algún progreso; sostener toda institución benéfica, ayudar aunque sea  con el mas leve impulso  a toda labor fecunda  y civilizadora para su País.

            ¿Cumplimos nosotros con tales deberes?  Yo estoy por afirmar lo contrario. Cuando lanzamos el proyecto  de la rifa del billete  para aportar fondos  a la Sociedad Patriótica  Ayacucho  para la realización de sus bellos propósitos, calculamos  que entre los 30.000 o más cumaneses  de dentro y fuera  de esta ciudad  se recogerían cuando menos una cantidad igual  si no el doble en bolívares  y hasta el presente  nos ha resultado fallida  la cuenta, precisamente porque  contamos, por mucho,  con el patriotismo... Lanzamos luego la idea  del Soneto a Sucre y no tuvo eco alguno entre nosotros. Ahora lo acaba de lanzar la atildada revista  BILIKEN  de Caracas y ha recibido la más ovacionante acogida...

            No todos los pueblos han tenido la suerte de anotar entre sus hijos  un Antonio José de Sucre, prototipo de cuantas virtudes concurren a destacar, con relieves casi olímpicos, una personalidad en la vida  de las comunidades. Sucre fue grande por su carácter antes de serlo como patriota y heredero de la espada  que solo llevó en el mundo  el caballero Bayardo, sin  miedo y sin tacha,  y es digno de toda glorificación, digan cuanto quieran los envidiosos que hacen mofa  de nuestro orgullo  regional por tal merecimiento.

POEMA DE JOSE ANTONIO RAMOS SUCRE.
              
            En el No. 18 publica un poema eminente de  José Antonio Ramos Sucre, indudablemente para elevar el tono del discurso y los reclamos.

FANTASIA DE LA ESTACION ADVERSA

El desfile de los días morosos,
enlutados por el invierno,
visitados por la pesadumbre.

Los pájaros del cielo,
emisarios de la tormenta,
desbandados por la ventolera.

la niebla suspendida
de piés alados,
esquivos del contacto de la tierra.

El palacio de los escombros fulminados
sobresale en la comarca ignota,
orillas del mar de las aguas pesadas,
y una selva le cubre las espaldas.

El cortejo de los jóvenes alegres,
venidos de más allá del horizonte,
profana cierto día las salas
y aposentos de la ruina feudal.

Motejan las armas de la panoplia antigua
y su retozo descomunal despierta
los ecos indignados.

Visitan la selva, donde cortan de raiz
los árboles macizos,
reproduciendo a cada paso
el derrumbe estrepitoso de una torre,
y componen esquife liviano
seguros de continuar por nuevos caminos
su peregrinación bulliciosa.

Partieron entre canciones volanderas
señal de su humor desprevenido,
a la exploración del mar enigmático,
y perecieron náufragos en sus aguas pesadas
antes de comunicar su descubrimiento
del palacio fatal.



MARCO TULIO BADARACCO.  A LAS HEROINAS

El el No. 24 de “SUCRE”,  de fecha 1-10-1924, publica un editorial que titula “UNA OFRENDA QUE SE OLVIDA”  dedicado a las heroínas de Venezuela

            De un extremo a otro de la República y aun podría decirse  de la América Bolivariana, a porfía,  la prensa y las corporaciones se afana por dedicar  gentiles ofrendas a los manes del Gran mariscal de Ayacucho, en la fiesta centenaria de la admirable batalla que derrocó definitivamente  al imperio colonial español en estas tierras de Colón

            Desde el año anterior,  con la anuencia de la Sociedad Patriotica Ayacucho, lanzamos en el DISCO que redactábamos  para esa fecha en esta ciudad, el concurso de un Soneto a Sucre; luego la msma Sociedad  promovió una Juegos Florales. Y la Academia de la Historia, Biliken,  El Nuevo Diario,  El Heraldo,  etc., han promovido originales concursos para esa memorable efeméride, y hoy publicamos en este periódico los términos con que “El IRIS”  de esta capital promueve un certamen de Belleza, como un tributo también a la “Semana de Ayacucho” .

            Pero no sabemos de que se tenga promovida  en parte alguna, una ofrenda singular  de la mujer para esta ocasión, en que se exalta el patriotismo y en que orgullo nacional va a ser sancionado por el homenaje de todos los pueblos que en modo alguno  beneficiaronse con el triunfo de Ayacucho. ¿Por qué este olvido?  ¿Se niega acaso que también la mujer tuvo su contribución de heroísmo y de sacrificios en la contienda libertaria?  ¿Cuantas de ellas dieron ejemplo  de amor tal a la Patria  naciente que no temieron ni el deshonor  ni el martirio en holocausto a la Independencia?  ¿Para que citar nombres?  ¿No viven en la memoria de todo buen ciudadano  o se levantan en el culto americano las figuras  ilustras  de Luisa Cáceres de  Arismendi, Policarpa Salavarieta, Teresa Salcedo de Márquez  y las mil anónimas  de nobles hazañas ignotas de un extremo a otro del Continente, que en seno mismo de hogar  acariciaron y mantuvieron vívido el ideal patrio? ¿Por qué se omite, pues,  y no se le brinda oportunidad a la mujer en esta hora propicia del Centenario de Ayacucho?

            Nosotros hincamos  y así la trasladamos a los Señores Directores de la bella revista “Atlántida”  la idea de dirigir  un mensaje a la  mujer venezolana y particularmente a las de ya celebre  y aplaudida firma para que envíen sus producciones destinándoles exclusivamente a ellas el número de gala que esa Revista proyecta para el Centenario-  A nuestro juicio  será la realización  de esta idea, digna de entusiasta acogida, un delicado y valioso tributo,  a la sacra memoria  del pundonoroso Mariscal, en boca de quien ha puesto la leyenda,  la gentil expresión, síntesis de su acatamiento a la dama:  “A la mujer ni con una flor” ...



CERTAMEN DE BELLEZA PROMOVIDO POR BISEMANARIO “EL IRIS”


En el mismo número, conociendo la importancia del certamen convocado por “EL IRIS”, publica  CERTAMEN DE BELLEZA.


Como un homenaje de galantería  a la Gracia cumanesa  y como motivo de los próximos  festejos  del Centenario de la gloriosa Batalla de Ayacucho  el Personal de  “El Iris”  promueve un certamen que lleva por objeto  rendir culto de admiración a la justa belleza  de las hijas de esta tierra neo-andaluza , que tan pródiga ha sido siempre en la gaya hermosura de sus flores, que son gala y prez  del selecto pensil manzanareño.

            “El Iris”  al asociarse también al festival de la magna fecha centenaria, presentando la ofrenda de la real belleza coterránea, hace circular desde esta fecha en “Sucre” galantemente concedido al efecto, los cupones del voto y las condiciones del Certamen.

            Se espera pues, de todos aquellos caballeros  amantes y admiradores de la Belleza,  que se sirvan tomar parte  en este torneo galante de cultura y civilidad.

            El Certamen se cerrará el día 20 del próximo mes de octubre, pudiendo enviarse, hasta este día, los votos a la Redacción de “El Iris” para luego efectuar las elecciones de las tres primeras bellezas de Cumaná, cuyas fotografías será reproducidas en la edición de gala de “El Iris” que para los próximos festejos centenarios prepara el personal de este periódico a todo lujo.

            La redacción de “El Iris”. 



LA MACADAMIZACION DE LA CALLE SUCRE. 

En el No. 26 aparece una nota, que aparentemente no tiene relación con los festejos, sin embargo todo lo que se movía en Cumaná en ese espacio de tiempo iba en ese sentido. Veamos esta correspondencia.

Cumaná, octubre 8 de 1924.
Señor Director de “SUCRE”.

            Muy Señor mío:
           
            Tengo el honor de participar  a usted que anoche en el Club Alianza  se constituyó  una Junta con el propósito de macadamizar la Avenida Sucre, la cual llevará el nombre de Junta Avenida Sucre y cuya mesa fue formada así.

            Presiente, doctor  A. R. Machado; Vicepresidente, Emilio Berrizbeitia; Tesorero, Dr. Jesús M. Urosa; Vocales: doctores Miguel Aristeguieta Sucre, J. A. Gómez López, J. A. Ponce Córdoba, señores Marcos Carrera, Manuel F, Fuentes, Manuel J. Malaret,  Elías Tobías, Pedro Morazzani,  Andrés Felipe Alarcón, Coronel Pedro López Sotillo,  y Secretario el suscrito  Amadeo Blanco.


En el No. 27 de “SUCRE” publica con un gran titular un trabajo de  Don Pedro Elías Marcano, acucioso investigador de la historia de Cumana, titulado 


LA CUNA Y LA TUMBA DEL GRAN MARISCAL DE AYACUCHO  CUMANA Y QUITO.



            En el actual momento cuando el Continente  se pone de pies ante la evocación heroica que levanta la proximidad del Centenario de la Batalla de Ayacucho, cobra particular interés el siguiente artículo.
            Don Pedro Elías Marcano es un viejo escritor  de historia Patria, admirador del Libertador  y de los grandes hombres  de nuestra epopeya.
            Actualmente edita en Cumaná  un libro que aparecerá  en los días centenarios,

LA CUNA

            Para el año 1790  habían nacido los que fueron después Generales en Jefe de la Gran Colombia, menos el más joven que, con estruendos heroicos y generoso comportamiento fraternal  selló la Independencia de Sur América

            Por más de un siglo generalmente se ignoró la casa en que tuvo lugar  el nacimiento de Sucre, acaecido en esta ciudad el 3 de febrero de 1795, como que los coterráneos de su época e inmediatos antecedentes se descuidaron en hacer del dominio público éste y otros pormenores históricos que mucha labor ha costado en nuestros días para conocerlos y trasmitirlos a la posteridad.

            En no lejana ocasión se promovieron solicitudes a este respecto, y de todas ellas no se produjo conclusión favorable, bien por falta de detalles que contribuyeran a  dilucidar rotundamente la cuestión, o porque de los datos obtenidos se desconfió en que saliese esclarecida la verdad.  Pero revividas hoy a instancia nuestra esas solicitudes y en posesión de los informes suministrados por  parientes de Sucre  y por personas ancianas, ya fenecidas como Doña Carmen Alcalá de Vigas, Doña Trinidad Bermúdez de Berrizbeitia  y Doña María Rosario Sucre de Sucre, hermana del Mariscal, podemos congratularnos  de haber alcanzado nuestro propósito  demostrándolo con el relato que aquí dejamos consignado.

Don Vicente de Sucre  contrajo matrimonio con Doña María Manuela Alcalá  el 8 de diciembre de 1782 y desde entonces vivieron  en la casa que les pertenecía situada al pie de la colina en que se halla el  Castillo de San Antonio, que llaman “La Luneta” y en ella nacieron sus hijos José María, Jerónimo, Vicente, Pedro, Antonio José,  Francisco, Aguasanta, María Josefa y Magdalena. 
Muerta  Doña María Manuela de Alcalá, en esa misma casa, el 12 de julio de 1802, su marido Don Vicente,  deseando  mudar de domicilio, la vendió al licenciado Alonso Bruzual, como lo expresa una nota de 1804, inserta en la Instrucción Pública, periódico de esta capital, número 14 de fecha 16 diciembre de 1898;  y luego, casado en segundas nupcias con Doña Narcisa Marques de Alcalá en 1803, habitó la de portales que poseía cerca del puente de la parroquia Altagracia, la cual daba hacia el río Manzanares quedando entre las calles de la Marina y El Baño (calles de Mariño y Bermúdez) y le fue arrebatada a la familia por soldados de Boves, cuando tomaron esta ciudad el 16 de octubre de 1814, destinándola a Cuartel, que fortificaron con cañones de pequeño calibre montados en sus balcones (1)

Otra casa que hoy es de la señora Antonia Picornell de Aguirre, tuvo Don Vicente en la Calle de san Carlos (Calle de Sucre) que cambió por la de alto en la calle de Belén (Calle de Montes, en el barrio de Chiclana) Parte de las ruinas de esta última existen alrededor de la vivienda de la señora Carmelita Fuentes, y en ella vivieron su hermano Don José Manuel Sucre y su hija Aguasanta, esposa de don José Antonio Cortegoso.

“En medio de la guerra de independencia la casa donde nació Sucre fue destruida por las autoridades españolas, a la par de otras en distintos puntos.  Era de alto; su frente de 29 metros y 36 centímetros, miraba al Norte; y por consiguiente, su fondo que tenía 30 metros, se extendía hacia el barrio de San Francisco; a su lado oriental estaba la colina del castillo de San Antonio;  y al Oeste la plaza de Armas contigua al castillo de Santa María. En su solar, que es propiedad del señor Ramón Bruzual, no se ha fabricado, como si esperara que la Patria  lo trasforme en sitio de venerable recreación,  para conservarlo como santuario de gloriosos recuerdos”. (8

LA TUMBA

Para hallar los restos mortales del Gran Mariscal hubo de gastarse también largas disquisiciones puesto que el Gobierno de Venezuela en 1875, por medio de su comisionado Don Mateo Guerra Marcano, lo solicitó del Gobierno del Ecuador para colocarlos en el Panteón Nacional de Caracas al lado de la tumba del Libertador; y procediendo como lo requería el caso se ocurrió a la iglesia de San Francisco de Quito, en cuyo altar mayor se abrió la bóveda de la familia Solanda, donde aparecieron varias urnas conteniendo una los restos de la señora Sucre, medio destruidos en tanto que las otras estaban completamente podridas, con huesos carcomidos, sin que se pudiera conocer a quien pertenecían.

Practica las nuevas diligencias por el Gobierno Nacional para traerlos a Caracas durante  los preparativos de la Apoteosis de Sucre, con motivo  de su primer Centenario, resultaron igualmente infructuosos; y por fin, después de otras investigaciones, cuando casi se había perdido toda esperanza de conseguirlos, fueron hallados en la Iglesia del Carmen Moderno de la ciudad de Quito, el 24 de abril de 1900, y trasladados solemnemente a la Metropolitana donde reposan en artística urna funeral.


(1)  Este edificio vino a menos por efecto del terremoto de 1853; en su lugar fabricó el señor Juan de La Cruz Meaño una casa, que es del señor Santos Berrizbeitia, y cuatro cuartos que pertenecen a la sucesión del mismo Meaño.



SUCRE DE ENRIQUE BERNARDO NUÑEZ.

En el No. 28 publica en trabajo de ENRIQUE BERNARDO NÚÑEZ premiado en concurso del Nuevo Diario de Caracas, que ocupa toda la primera pagina de “SUCRE”.

SUCRE

Sucre tenía un carácter de excepción y al entrar en la vida encontró un campo para distinguirse. Fue su fortuna;  fue la fortuna de cuantos era jóvenes en 1810.
Sucre es un héroe del Taso. Abriga en su pecho la fidelidad, la cortesía y el valor, la generosidad de Tancredo y la altivez de Reinaldo. Su nombre y sus hazañas hubieran resonado con las baladas de los trovadores en la soledad de los castillos.

            Una sombra de melancolía y de ensueño flota en su frente. La licencia no llega hasta su tienda ni los triunfos alcanzan a empañar su modestia  En el infortunio demuestra esa misma fibra de estoico o mejor dicho de cristiano, cuando se quita su penacho de guerra en la noche de Ayacucho o en el Palacio de los Presidentes de Bolivia. Solo en el campamento, donde vaga en el canto del soldado un aire de la Patria, busca en el infinito la razón de la injusticia o extrae de lo mas hondo de su reflexión  y de su alma el secreto de la victoria.

            A fuerza de méritos conquistó el aprecio de Bolívar. Niño se alistó en las banderas de la República luciendo en los hombros las estrellas de alférez. Miranda contempla en ese vástago  de la casa de los Sucre cuyo árbol hundía sus raíces en tierras de Flandes. Luego cuando el Generalísimo es conducido a España para morir en una prisión, Sucre exalta en el exilio la aspiración de libertad que entonces calentaba los corazones. En 1813 empre4nde con Mariño la reconquista.  A las victorias suceden los reveses de 1814.  Sucre cubre la retirada de las fuerzas de Oriente hacia Maturín,  la espada al cinto, en los ojos el destello de su bravura.    

                                            ENRIQUE BERNARDO NUÑEZ




En el Número 29, publica otro trabajo de JOSE SILVERIO GONZALEZ VARELA, titulado POR LA VERDAD HISTORICA.

Creemos oportuno recordar que el ilustre peruano D. Ricardo Palma en el libro intitulado Ropa Vieja (Lima, 1889), en el artículo que llamó: “No se pega a la Mujer”, hablando de la trágica muerte de Sucre, dice que la voz pública señaló como autor del crimen a Obando y que la providencia lo castigó por el delito. “En 1860, dice, Obando cayó gravemente herido en el combate de la Cruz Verde;  y  como si la providencia hubiera querido tomar también  parte en el proceso histórico, el único sacerdote que la casualidad proporcionó, en el campo de batalla, para confesar y absolver al moribundo, se llamaba Antonio José de Sucre, como su tío, el Gran Mariscal de Ayacucho. Otra fatal y curiosa coincidencia. De las letras de que se compone el apellido Obando y de Cruz Verde, sitio donde aquel murió, la malicia humana sacó un anagrama terriblemente acusador. De Obando y Cruz Verde, con dos ligeras incorrecciones ortográficas resulta Bandido de Berruecos. ¡Oh providencia!” – Con frecuencia se toman como hechos los decires esparcidos por el común de las gentes, y llegan a formar tradición incontrovertible. Bueno es consignar la verdad cunado se presenta la ocasión. El presbítero Sucre no confesó a Obando, quien quedo muerto en el campo con catorce lanzadas, según el siguiente documento: “El Cura excusador de Funza certifica: Que en el libro diez y nueve de defunciones, en la página 105, se encuentra la siguiente partida: en la villa de Funza, a dos de mayo de mil ochocientos sesenta y uno. Se le dio sepultura eclesiástica al cadáver del señor José María Obando, casado con la señora Timotea Carvajal, vecino de Popayán, no recibió los sacramentos porque murió en combate.- Gregorio Ardila.- Rubricado.- Es copia.-  Dada en Funza, a 10 de agosto de 1890. – El Párroco. Fray Juan de Dios Poveda. (Hay un sello)“ El Presbítero Francisco Jiménez Zamudio, que vive en Bogotá, nos ha referido que fue él quien bendijo la agonía o el cadáver del General Obando.
Cuanto al anagrama: de Obando y Cruz Verde (15 letras) No se forma la frase Bandido de Berruecos (18 letras)  sino la incorrectísima siguiente: Bandido Verruecoz  que en realidad no es anagrama. Podría decirse en tal caso que de las letras de la palabra Berruecos se forma otro anagrama: Cruz Verde. La muerte de Obando, no ocurrió en 1860, sino al año siguiente, fecha errada en la tradición de que hablamos.
           
            Todo lo anterior consta y puede leerse en la nota señalada con el Número 1, de la pagina 397 a la 398 de la obra intitulada “Bogotá y sus Inmediaciones”, publicada en Bogotá en 1891 por el Doctor Pedro M Ibáñez, Ex secretario y Miembro de número de la Academia Nacional de Medicina en Colombia.

                                                                    José Silverio González Varela.  



En la misma primera página publica HOMENAJE DEL ATENEO PUERTORIQUEÑO,  como para demostrar el alcance de la convocatoria.

Puerto Rico, octubre 4.- El día 9 de diciembre  próximo cúmplese la primera centuria de la inmortal Batalla de Ayacucho, que aseguró definitivamente  la libertad de los pueblos de habla latina  en Suramérica, y con tal motivo  muchos de estos se disponen a celebrar tan magna efemérides  rindiendo homenaje de gratitud y de justicia  al ínclito Mariscal  Antonio José de Sucre.

            Puerto Rico también se apresta a celebrar  en una forma digna la histórica fecha, y al efecto, el Ateneo Puertorriqueño ha asumido  y echado sobre sus hombros ese sacratísimo deber, para cuya mejor realización  ha promovido un certamen de poesía.

            A dicho certamen podrán concurrir  con sus trabajos en verso todos los poetas residentes en Puerto Rico y todos los puertorriqueños  residentes en el extranjero.

            Se otorgaran dos premios a las dos mejores composiciones  que concurran;  el premio creado por el Ateneo consistirá en  una artística ánfora de plata  sobre la cual aparecerán grabados  el nombre del autor y el de la batalla y su fecha; y el segundo, cortesía del señor Jesús María Lago, consistirá en dos elegantes estatuas de bronce para aprisionar libros.

            El Ateneo espera en que los poetas puertorriqueños se den cuenta de la trascendencia del torneo a que se les convoca;  pues si algún suceso es más digno  de cantos y alabanzas  que aquel en que se consagra la libertad de un pueblo, en el suceso de Ayacucho  fue la libertad nacional de veinte republicas  lo que quedo establecido y consagrado.    

En la misma página publica un soneto de Andrés Eloy,  que  titula ESPAÑA, una palabra sonora que rescata parte de nuestra cultura  y  lo mejor que trajo a nuestras tierras. Es la  voz desgarrada de nuestro ensamblaje.



ESPAÑA


Yo te traigo estas flores, español, de tu España;
de la que tú soñaste, de la que yo he vivido;
yo no te traigo el gesto, yo te traigo el latido
porque yo no fuí al brazo, yo me metí en la entraña.

Yo vengo de tu España, no la del escudero
sino la de su dueño, loco en tierra de locos,
la España en cuyo fondo nos miramos muy pocos
y nó la que quisieran el cura y el barbero-

¡Como ensancha el merado  la explosión de las voces
que chillan que en su tierra  se amellaron las hoces
y que a tu media noche se le apagó la estrella!

Mentira. Yo te digo que allá te está esperando
bajo el cielo más noble para vivir cantando
la tierra más hermosa para morir por ella...



En la segunda página de este mismo número publica un perfil de su maestro Silverito, que así llamaban a Silverio González Varela, resalta el amor por el maestro.

DE JUSTICIA.

Damos publicidad  hoy en nuestras columnas al importante artículo escrito especialmente para “Sucre” por el honorable historiador patrio, Dr. José Silverio González Varela, a quien mucho agradecemos  su colaboración científica.

            De nuestros viejos maestros honorables y estudiosos de aquellos que, por cincuenta años marcaron el rumbo a nuestra juventud, de los que levantaron cátedras  de necesarias enseñanzas patrióticas y, sinceros en sus convicciones, dieron quizás hasta la forma de nuestros ensueños, ajenos a la acometividad especulativa de la vida moderna, queda todavía vigoroso, austero en sus virtudes, enamorado cada día más  de la verdad histórica, el maestro José Silverio González Varela, antiguo Rector del Colegio Nacional de varones, cargo que ejerció por más de 35 años.

            Su obra, proficua para la Patria, puesto que muchos de los hombres representativos  de actualidad a él deben la más universal y laboriosa enseñanza, que es la del bachillerato, inmensa y anónima por cuanto no resalta  en ningún alto relieve su labor paciente de ilustrado  catedrático;   ímproba, ya que ni gratitud ha recogido  de los más de los miles  de discípulos que contó en sus aulas,  lo rodea entre nosotros  de méritos, lo circunda  del familiar y respetuoso  cariño que todos le dispensan y le da el ascendiente  necesario para que todos los que nos deleitamos  con sus clases de filosofía, historia y literatura y los que aprendimos  de sus labios a romancear  el latín y el griego, acatemos sus aseveraciones  con la misma pureza infantil  de un párvulo romano  y nos digamos in péctori: Magíster dixi...


En la misma página publica una noticia recibida de  Caracas en relación con los preparativos de la celebración que se prepara  en  Coro capital del Estado Falcón.


NOTICIAS.

Caracas 15 de octubre de 1924.

Ha circulado profusamente  en Coro, en Boletín Oficial,  un Decreto del Señor Presidente Constitucional del Estado, nombrando a los señores  general Gabriel  Laclé, Doctor José David Curiel, Miguel A. Senior,  doctor Jorge  Chapman, Marcos Delima, José D. Leafier, G. M. Henríquez, Doctor J. Arocha Sandoval, Charles Tamayo Yépez,  Abrahán N. Senior, bachiller Gilberto Iturbe, bachiller Juan Solo Godoy, Elías Curiel, Ismael Cordero, Eduardo Leafier,  Bachiller Pedro C. Bianco, J. Recao Silva,  doctor Zoilo Graterol,  para que constituidos en Junta, procedan de acuerdo  con el Gobierno del Estado a disponer lo conveniente  para imprimirle el mayor realce  a los patrióticos festejos  que se preparan para la celebración del centenario de Ayacucho.

            Los gastos que ocasionen estas fiestas serán cubiertos por la Tesorería General, con cargo al capitulo de fiestas públicas.
           

              

En el No. 31, “SUCRE” publica  un extraordinario trabajo de  CARLOS PEREZ CANEPA,  que titula “BOLIVAR”, muy a cuento para elevar  la atención de los factores involucrados,  en el desarrollo de los acontecimientos  relacionados con la celebración.

BOLIVAR

Montalvo y Rodó,  ambos formidables artífices  de la palabra,  han hecho de Bolívar, el héroe incomparable, el elogio máximo. Sobre el pedestal levantado  por el verbo de ambos escritores  reposa mejor que sobre el bronce, la gloria del caraqueño inmortal.

            La figura de Bolívar se acrecienta con el transcurso de los años y sus hechos cobran más límpidos resplandores de epopeya. El vigor  de su alma  parece tener tal potencia magnética que nadie ni ninguno puede sentirse menos que subyugado ante ella.

            Bolívar es el representativo supremo de la América moderna. Tormentoso y sistemático; autoritario y ordenador de pueblos;  cumbre de los más altos heroísmos y abismo de todos los dolores que puedan azotar al corazón humano: todo reúne en su organismo, en su vida, que primero fue muelle y fascinante  de placeres, para convertirse después  en un turbión de combates, cara a cara con el destino, frente a frente a la muerte.

            Bolívar es, en los campos de la historia, una fulgurante llamarada blanca y roja que despedaza pero purifica. De esta purificación magnífica  surgen inmediatamente, como en el milagro de las teogonías, la floración profusa y potente de las democracias de América Latina.

            ¿Quién le supera en energía?  (Quien puede quebrantar la fuerza inmanente de su espíritu, abroquelado en la otra fuerza inmanente y grandiosa de la libertad?  ¿Quién se le equipara  en la visión genial  del futuro de los pueblos  del continente de Colón?  ¿Quién como él  de tan poderosos relieves espirituales?

            Bolívar no es el carnicero vulgar  que por satisfacer su egoísta  capricho de hegemonía,  somete a otros pueblos bajo el poder de el que manda; no es el tiranuelo que derrama sangre humana, por usufructuar bienes terrenales.  Bolívar es el Libertador de un mundo, y, como dijo muy bien el apologista peruano, para que otro se le iguale habrá necesidad de otro mundo que libertar.

            Guerrero y estadista, tan pronto vence en las rudas batallas de Boyacá y Carabobo, como plantea la unidad la Gran Colombia; tan pronto vence en Junín y Ayacucho, sellando la independencia de América, como se retira voluntariamente a la vida privada para morir en Santa Marta, presa de larga enfermedad, olvidado y triste 

            ¡Bolívar padre espiritual de cinco repúblicas; Bolívar, alma portentosa: en el centenario de la Batalla de Ayacucho que ganó su genio, mediante el ardor  y la capacidad de tu más noble general, Sucre, las generaciones de hoy te saludan, ungidas del más puro fervor cívico. Tu eres y seguirás siendo  el guía  supremo, el norte más luminoso, el astro más fulgente en el cielo de nuestra democracia!

                                                                 Carlos Pérez Canepa.



En el No. 32, publica  EL PENDON ESPAÑOL EN EL AYUNTAMIENTO DE CUMANA, POR  F. C.  VETANCOURT VIGAS.


            A muy de antiguo refieren las historias  el uso de los estandartes y pendones, a guisa de insignia.  Ya en las tribus bíblicas que velan en redor del Arca, ora ofrendados en los templos cristianos por los nobles caballeros; a veces recamados con los trofeos de los vencidos;  en ocasiones adornados con los escudos de los reyes o de ciudades, siempre adorno del torneo; tal así habrían de decir  a las postreras edades la gloria de los primitivos tiempos: las hazañas fabulosas  rematadas por la pujanza del brazo y por el temple  de las armas.

            Signo de la alianza de los poderes  que se disputan la libertad individual, en la época en que privaba el sentimiento religioso marcharon juntos las insignias y emblemas de los caballeros de la espada  y las de los caballeros de la cruz. Enlazados abatieron al cabo el orgullo de los infieles y limitaron sus dominios.   

            Mas, en los días en que  vinieron a menos las fantásticas empresas  de las olvidadas instituciones romanescas; perdida la usanza de la loriga y el yelmo, estandartes y pendones, si bien sirvieron en distintos tiempos y comarcas para presidir las ejecuciones de los decretos imperiales y festividades pomposas, quedaron reducidos a como los vemos en nuestros días, donde ya no se ostentan sino en  los altares cristianos y presidiendo a la Cruz  -como en los días de sus victorias-  en las procesiones de las imágenes  sagradas que siempre tienen las gentes  por abogados de sus conflictos  y banderas de sus males; o como el símbolo de las milicias de Cristo en las conquistas de la fe.

            En ellos vino la Cruz  a convertir en iglesias las pagodas índicas; y las armas de Carlos V, emblemas del poderío de Castilla y de la unión de dos coronas, a buscar nuevo emblema  para su escudo y para hacer eterno el sol en su dilatada monarquía.
           
            En campo rojo  -como presagio del torrente de sangre que había que salvar  para llegar a la posesión de la tierra conquistada- las armas del monarca;
y como amuleto o seguro de sus victorias  la imagen del apóstol  guerrero que reconcentraba  las huestes desbandadas de los españoles y ganaba sus batallas, el estandarte de la Madre Patria, bendecido en la iglesia de La Merced de Panamá, llegó al templo del Sol en manos de la atropada gente de Pizarro.

            No así la bandera, que en la tienda campal  amengua el calor del sol a los soldados combatientes para que se alleguen más de cerca  a los caminos de la victoria. De natural marcial, cae a su pié  el guerrero a quien le fue adversa la fortuna, y en las serenas horas de la paz, señala, como lo rezan sus colores, la alianza de los bandos en los reinos y repúblicas. Su origen data en la rota de los ejércitos egipcios; era la señal que suspendida en lo alto congregaba  las tropas que combatían en desorden  y dirigía la pelea; y ya las ramas frescas de los árboles, la piel de los animales montaraces, imágenes groseras, águilas imperiales, la púrpura de Tiro les sirvieron de insignias.

            A la sombra del estandarte de Castilla se libraron las proezas y los crímenes de la conquista:  la destrucción de monumentos apenas rematados la víspera de la llegada de los audaces invasores, el rompimiento a que vinieron días corridos, movidos a la codicia, los capitanes concertados a la conquista del Perú;  con lo que, originada la contienda civil, a haber pericia de las artes de la guerra en las mesnadas del inca prisionero, habría quedado, en tan favorable coyuntura, abatido el regio pendón  que en las atalayas divulgaba a los vientos  la fama de la empresa  más gloriosa y aventurera de la época.  
                       
            Fue la mira de esta conquista la posesión del Cuzco; causa luego de la guerra despiadada entre los de Pizarro y los de Almagro; la capital que fue del imperio incásico, asiento del gobierno cuasi teocrático, joyel del Nuevo Mundo, restos de una civilización extinguida acaso originaria de remotas excursiones  del Asia y más esplendente que la nacida a la farsa de Manco Capac, hijo del Sol  y fundador insigne de una sabia y ambicionada monarquía de pompa y oro.

            No aguerridos sus naturales como los de los otros reinos conquistados, fueron más sensibles a los agasajos  y mostráronse extrañados a la color  y las armas de los inesperados huéspedes cumplidores  del no olvidado vaticinio de la ruina de su imperio. Así pagaban tributo al valor  no amancillado por la  inclemencia de los ajenos climas, a la esperanza de provisiones y de gentes ofrecidas engañada de continuo. Así rinde también la historia, si con la severa censura de los crímenes cometidos, pleito homenaje a la empresa  civilizadora de los aventureros castellanos.

            Ya destruido el segundo imperio de los incas y enflaquecido el ánimo de los naturales  todo el golpe del ejército español  arrancó marcha hacia la desguarnecida Cuzco capital del que tomaron posesión en nombre de Castilla. Alzáronse los estandartes como en la proclamación de los reyes; festejáronse los triunfos  con la diligente y acuciosa solicitud de oro en templos y sepulcros; vistieron gala de esmeraldas y piedras preciosas, repartiéronse el ponderado botín en medio a los cuidados del público gobierno, y caídos los ídolos grotescos y las insignias de los incas, los estandartes de la Madre Patria en el templo del Sol  velaban por el vasallaje  a la espada de Carlos V. Allí fuero mudos testigos  y fehacientes recuerdos  de distintas épocas  de variados sucesos;  de los días en que rodó por tierra la roja borla enseña de la autoridad incásica: de las hazañas leyendarias de la conquista, de la guerra civil; de la civilización emprendida por España, y, a la postre, de la independencia de las colonias hispano-americanas, timbre también de España como gloria de su raza.

            Casi tres centurias eran corridas  de los acontecimientos que narramos, cuando análogos sucesos se llevaban a término en el mismo campo de la aventura castellana; mas, en la nueva conquista no hubo los episodios sangrientos de la primera con ser del mismo linaje el denuedo de ambas gentes conquistadoras; mas las dos empresas se acaban del modo señalado  y uniforme. En días de la conquista castellana, Atahualpa,  que cierra la genealogía de los Incas, abandona, para no gozarse más de sus bellezas la ciudad de sus mayores y cae víctima de su confianza en manos de los osados aventureros; en los días de la emancipación de las antiguas colonias españolas, así también Laserna, el último de los virreyes del Perú, abandona la ciudad  de los Reyes para darse a partido en la Arena de Ayacucho a los más hidalgos libertadores.

            No, empero,  suerte igual corrieron las fortunas de entrambas coronas, caso por ser de la misma sangre los últimos combatientes, quedaron en sus honores  los tercios españoles.


            A la sombra del estandarte de Castilla se libraron las proezas y los crímenes de la conquista:  la destrucción de monumentos apenas rematados la víspera de la llegada de los audaces invasores, el rompimiento a que vinieron días corridos, movidos a la codicia, los capitanes concertados a la conquista del Perú;  con lo que, originada la contienda civil, a haber pericia de las artes de la guerra en las mesnadas del inca prisionero, habría quedado, en tan favorable coyuntura, abatido el regio pendón  que en las atalayas divulgaba a los vientos  la fama de la empresa  más gloriosa y aventurera de la época.  
                       
            Fue la mira de esta conquista la posesión del Cuzco; causa luego de la guerra despiadada entre los de Pizarro y los de Almagro; la capital que fue del imperio incásico, asiento del gobierno cuasi teocrático, joyel del Nuevo Mundo, restos de una civilización extinguida acaso originaria de remotas excursiones  del Asia y más esplendente que la nacida a la farsa de Manco Capac, hijo del Sol  y fundador insigne de una sabia y ambicionada monarquía de pompa y oro.

            No aguerridos sus naturales como los de los otros reinos conquistados, fueron más sensibles a los agasajos  y mostráronse extrañados a la color  y las armas de los inesperados huéspedes cumplidores  del no olvidado vaticinio de la ruina de su imperio. Así pagaban tributo al valor  no amancillado por la  inclemencia de los ajenos climas, a la esperanza de provisiones y de gentes ofrecidas engañada de continuo. Así rinde también la historia, si con la severa censura de los crímenes cometidos, pleito homenaje a la empresa  civilizadora de los aventureros castellanos.

            Ya destruido el segundo imperio de los incas y enflaquecido el ánimo de los naturales  todo el golpe del ejército español  arrancó marcha hacia la desguarnecida Cuzco capital del que tomaron posesión en nombre de Castilla. Alzáronse los estandartes como en la proclamación de los reyes; festejáronse los triunfos  con la diligente y acuciosa solicitud de oro en templos y sepulcros; vistieron gala de esmeraldas y piedras preciosas, repartiéronse el ponderado botín en medio a los cuidados del público gobierno, y caídos los ídolos grotescos y las insignias de los incas, los estandartes de la Madre Patria en el templo del Sol  velaban por el vasallaje  a la espada de Carlos V. Allí fuero mudos testigos  y fehacientes recuerdos  de distintas épocas  de variados sucesos;  de los días en que rodó por tierra la roja borla enseña de la autoridad incásica: de las hazañas leyendarias de la conquista, de la guerra civil; de la civilización emprendida por España, y, a la postre, de la independencia de las colonias hispano-americanas, timbre también de España como gloria de su raza.

            Casi tres centurias eran corridas  de los acontecimientos que narramos, cuando análogos sucesos se llevaban a término en el mismo campo de la aventura castellana; mas, en la nueva conquista no hubo los episodios sangrientos de la primera con ser del mismo linaje el denuedo de ambas gentes conquistadoras; mas las dos empresas se acaban del modo señalado  y uniforme. En días de la conquista castellana, Atahualpa,  que cierra la genealogía de los Incas, abandona, para no gozarse más de sus bellezas la ciudad de sus mayores y cae víctima de su confianza en manos de los osados aventureros; en los días de la emancipación de las antiguas colonias españolas, así también Laserna, el último de los virreyes del Perú, abandona la ciudad  de los Reyes para darse a partido en la Arena de Ayacucho a los más hidalgos libertadores.

            No, empero,  suerte igual corrieron las fortunas de entrambas coronas, caso por ser de la misma sangre los últimos combatientes, quedaron en sus honores  los tercios españoles. Era más bien civil la guerra de Independencia: eran los descendientes de los conquistadores, de los tenientes y pobladores españoles quines se llamaron a dueños de su suerte política. Menos hubieran sido las intransigencias de la época, más hábil la Madre Patria en la provisión  de sus lugar tenientes en los postreros días de su imperio aquende el mar, y a Dios queda el secreto de cual hubiera sido la suerte de estas antiguas colonias si para llevar a remate en combates de los antiguos griegos, esperara la República a mejores días, a más propicias circunstancias, a más meditados tiempos.

            Dueñas al fin las armas patriotas de las plazas de las capitanías españolas en las comarcas del Norte, abrieron la Campaña del Sur. Bolívar camino de Popayán guía las huestes Colombianas  que llevan en la firmeza de sus marchas el seguro de la victoria. Sucre desembarca su expedición en Guayaquil y gana, a luego, la batalla de Pichincha. Libre el reino de Quito, aún no era loo bastante a la ambición de gloria de aquellos ya famosos capitanes   e intentaron la empresa de batir los muros de las fortalezas  del Perú no tomadas por sus tenaces sitiadores.  Revolviéronse a sus plazas las aguerridas tropas de Buenos Aires y de Chile que de auxiliares al mando de San Martín desembarcaron en Pisco;  y el Perú, al cabo, fió su independencia a la suerte fortunosa de Bolívar.

            Días corridos y andaban de mala data los sucesos del virreinato; quién mandaba las milicias; quién las armas; quién gobernaba la plaza; quién regía los ciudadanos. Aume3ntábase a diario el descontento entre los varios jefes por lo cual la anarquía ofreció las llaves de la ciudad al enemigo.  A causa de desavenencias del Ejecutivo y del Congreso, mudose a Trujillo el asiento del gobierno, y mal guarnecida la plaza principal, quedó su defensa a la pericia y fortuna de los aliados colombianos y la suerte del Perú a la espada de Sucre. Así pasaron sin alterarse ese orden de disensiones  y tumultos los últimos meses  del año próximo a la batalla de Ayacucho. No con varios sucesos para los aliados apareció este año; antes consumíanse los pertrechos y las rivalidades que andaban envueltos lo capitanes alejaban a los parciales y quedaron partidos los independientes. Sublevada la guarnición del Callao ondeó de nuevo en sus almenas la bandera española.     

            Concluida la afanosa organización del ejército colombiano, vuelto el Libertador a Lima y verificadas las ocurrencias  que en gracia a la unidad y punto de estas líneas hemos de pasar por alto, reconcentráronse  en el Cuzco  las guarniciones españolas.

            De allí a poco, el duelo medioeval en el campo de Ayacucho donde el sol de la victoria reflejose en los aceros de los independientes. Desplegáronse al triunfo sus banderas y quedaron abatidos los estandartes de Castilla donde en la época de la conquista flamearon orgullosos y altivos disputándose el señorío y tesoros de la tierra los de Almagro y los de Pizarro. El Virrey que peleó con gallardía, fue herido y con él cayeron prisioneros generales de cuenta y fue rico el botín de la batalla,  Rindiose el Cuzco y Arequipa y Quilca y Puno; y antes de promediar el año que siguió a esta decisiva jornada caía herido de muerte el tenaz Olañeta y rendíanse sus tropas. Dio fin la batalla de Ayacucho al poderío de España aquende el mar. Grande fue la sorpresa de Laserna, que no igualaban en número a los de su campo los que seguían la voz de Sucre; inmensa la pérdida de España. El Virrey caía, como Atahualpa en Cajamarca, al morir el día, más no se dieron a saca mano las provincias, sino que, de vencidas entregaron al vencedor las llaves de la ciudad y sus insignias. El Cuzco le dio el estandarte de la conquista, las banderas de sus disueltos regimientos, los pendones reales, señal del vasallaje a España;  y Sucre, que era modelo de lealtad y de modestia, ferió tan ricas preseas  a quien siempre tuvo por jefe y difirió lo acabado de sus campañas y el éxito feliz de sus batallas. Es de esos trofeos que de las manos de Bolívar pasaron al Museo de Bogotá  -a excepción del Estandarte de Pizarro que cual prenda sagrada conserva el Ayuntamiento de Caracas –El Pendón real que la fortuna, pasajera como buena, rescató para Cumaná.

            De Potosí, ciudad cuyo nombre vale  en nuestro romance por no agotadas riquezas  de sus montes de plata, escribía Sucre  el año que siguió al de su clásica batalla al Secretario de Estado en el Despacho de Guerra y Marina de la antigua Colombia: también pondrá a los pies  de S. E.  los cuatro pendones españoles de las provincias del Alto Perú  que formaban la insignia del vasallaje y esclavitud  de estos pueblos a los descendientes de Fernando Sexto”  Era el austero Soublette quien desempeñaba  aquel cargo, y amigo de Sucre desde los primeros años de su vida, afecto a sus triunfos y hazañas, muestra natural de un ánimo bien puesto,  acaso privó en Santander, a la sazón en ejercicio  de la Presidencia de Colombia  a fin de conformar en uno el solaz que causó al Gobierno el recibo de los trofeos y el halago a la tierra  del general afortunado; y vínose al punto  en el propósito de galardonar a Cumaná, ciudad de pasada grandeza, con uno de aquellos pendones el vasallaje de la tierra del Sol a la España de los grandes reyes  y de las empresas fabulosas.

            Mas, porque en los mensajes oficiales cruzados a este fin entre el Palacio de Bogotá y el Ayuntamiento de Cumaná, se designa con el nombre de Bandera el rico trofeo, o quien sabe si por espejismo de la imaginación, llenos como estaban, para esos días, del espíritu de las batallas los moradores de las nuevas nacionalidades, ello es que la tradición ha guiado la pluma de diligentes escritores y hecho correr como válido ser este pendón la insignia que guiaba las huestes españolas en Ayacucho y que, trocado el viento de la fortuna de la guerra, cayó a los pies del vencedor llegado el instante en que no se atiende la voz de mando y enmudece el clarín. Otros hay que fijándose en detenido estudio de los ricos arabescos y de la bella labor dudan de que esta insignia llevárase a correr los reveses e injurias de la campaña y la insegura suerte de las armas. Abundamos en tal sentir, que no porque en persona batallase el Virrey hemos de traer a cuento de como era que peleaba el príncipe en la remota edad cuando iban de combate los señores del reino, de loriga y punta en blanco y precedidos de estandartes y de insignias.

            Así también vivió en la conciencia de una generación la singular sospecha de que fuera este pendón, a par del estandarte de Pizarro, mudo y regio testigo de la conquista del Perú. Comparábanlo con el escudo del Ayuntamiento de la Nueva Cádiz y hallaban semejanzas de tiempos y de empresas. La fundación de la primitiva Cumaná y la conquista del Perú que no separaba medio siglo, siempre de conquista. Veían cincelados en la roca de nuestros mares como urdidas nen la tela del pendón las armas de Castilla y la insignia de la Casa de Borgoña; mas no traían a sus recuerdos  las empresas del escudo de Carlos V en la época en que proveyó a Pizarro por general de la conquista del Perú. Era su escudo, a la sazón, de grave sencillez: águilas coronadas aprisionando las armas de Castilla. En campo rojo, así figuran en el estandarte de Pizarro, presea de la municipalidad de Caracas, ofrendado a Sucre en el templo del Sol.   

            El pendón de Castilla que exorna la testera del ayuntamiento de Cumaná data de época más reciente. Sin que pueda correr bajo nuestra fe, tiene su origen en las cédulas reales en que concediose el uso de las Armas de España a la capital del reino conquistado.   Las Columnas de Hércules y el mote de Plus Ultra eran la empresa de Carlos V que aludía a que llevaba sus conquistas más allá que el hijo de Júpiter y al pleito homenaje de su dilatada monarquía. En campo de plata la empresa del emperador; el león rampante, dorada la melena y coronado sobre esfera de azur: hilo de plata las columnas; en sable el mote entre corona de laurel en oro y sinople en cada uno de los cuatro extremos del campo: en el centro acuarteladas las armas de la Madre Patria: en la punta la insignia del Toison de Oro  y en la parte superior  la diadema imperial  en fondo de plata.  De los escudos redondos los que miran a la izquierda llevan a este lado el león y a la derecha una de las columnas. Siguiendo esta simetría en el orden, a la inversa los opuestos.

La empresa es a manera de sierpe  y al estilo del escudo de la provincia de Badajoz. Coronados están el león y las columnas. Nótese en este preciado trofeo del que ya no se conserva sino fragmentos, el enlace de los escudos redondos y Armas de Castilla en cuarteles que rematan  en punta. Los redondos del escudo, usanza del siglo XVI; la empresa del Monarca; el conservarse la urdimbre, si bien menguada la color por la injuria del tiempo, son parte para no entroncar  este pendón con las insignias conquistadas del Perú.

Así se ostenta hoy, mutilado, el pendón. Sus cuarteles, desprendidos del fondo al desaparecer en una de las interpresas de nuestra contienda civiles en que entrada a saco la ciudad atacaba su fusil el soldado con las actas de nuestros remotos Ayuntamientos y escrituras del archivo de la Capitanía General, fueron ribeteados de cinta extraña parea que no siguiera desflecándose, en los días de su retorno al antiguo sitial. Siquiera así ultrajados, nos lograra la fortuna otros trofeos de nuestras funciones de armas, otras joyas y páginas de nuestra historia local que corrieron a par de él, los desastres de las guerras, el menosprecio de caudillos oscuros y el desdén, aparente quizás, de una generación por la alcurnia de sus pasados.

Estos fragmentos llegaron a nuestras manos cuando regíamos el primer Estado Bermúdez; y cumpliendo el encargo del Doctor Rojas Paúl, a la sazón Presidente de la República, tan afecto a la gloria del Mariscal Sucre,  y a su tierra natal, hubimos de retenerlos, siguiendo, también nuestro propio instinto, hasta la fecha en que se inaugurase la estatua decretada por aquel del “noble domador de España”         

                        Años atrás, la indagación oficial quizás o el particular aprecio a los recuerdos de antaño, recuperó uno de los escudos redondos que contemplábamos en un marco hasta los de la apoteosis del Mariscal, fragmento con el que fue restaurado el pendón.

            Era portador el mensaje de “la bandera tomada al Virrey en Ayacucho”. Ya se ve cuanto ha corrido la leyenda. Ello es verdad que conjuntamente enviaba el Gran Mariscal el Estandarte de Pizarro, pendones reales y banderas de regimientos españoles, estas a Santander en nota cuyo párrafo pertinente dice así: “Tengo la honra de enviar a Su Excelencia el Vicepresidente en nombre del Ejército cinco  banderas de los mas veteranos  regimientos españoles que esclavizaron al Perú durante catorce años de triunfos”. Que no fue empero este pendón, este trofeo natural de la batalla de Ayacucho, si no lo prueba lo que llevamos dicho, lo afirmarían estas razones: reza la crónica que esta insignia era la bandera del batallón de Extremadura. No pelearon estos cazadores en Ayacucho; si el defendía El Callao o era de las guarniciones de plaza que a luego se rindieron, extraña el que no la describiera el periódico oficial de la época siendo la labor tan acabada. No lo sería tanto la del regimiento de Burgos  y tal distinción mereció. No tan ricas era las de los batallones de Extremadura  “igualmente lujosas que las del batallón Huamanga… solo magníficamente bordas de oro y plata” En nuestro sentir no puede revocarse  a duda que esta insignia era un de los pendones de las provincias del Alto Perú en tiempos de Fernando VI.

           
            Bien que en la nota oficial que nos dirigió el Ministro, adjunta al regio trofeo, se  disponía que éste se rezagara para la fecha del natalicio centenario del Mariscal Sucre, remota esta época y cercano el día solemne de la inauguración de su estatua ecuestre obra del memorable gobierno del Dr. Rojas Paúl, nos pareció que se compadecía con la intención del Magistrado al ofrendar a su nombre la rica insignia en coyuntura tan feliz. Más, lo acontecimientos políticos de ese entonces atajaron el propósito. Y lejos nosotros del patrio suelo y ya el noble amigo viendo de frente el camino del destierro,  enviamos su ofrenda y la nuestra al Ayuntamiento de Cumaná. Era la nuestra: las efigies de claros varones de los Estados orientales con los que se formó, en dos ocasiones, el denominado Bermúdez. Meses después depositábanse en el basamento de aquella estatua, junto con el óvolo de la veneración de todo un pueblo, estos homenajes a la virtud, al valor, a la pericia, a la lealtad sin mengua, a la fama sin mancilla… que tal éste este Gran Capitán, vástago de ilustre prosapia castellana, por quién no debe sonrojarse España de Ayacucho.

            Años ya muy lejanos, en los días en que se conmemoraban las fechas clásicas  de funciones de armas en la guerra de la Independencia favorables a los republicanos, se ostentaba este trofeo en la mesa de la sala capitular. De malos ojos se vio un tiempo, amortiguados apenas los lúgubres recuerdos de nuestra lucha con España. Más ya cicatrizadas las heridas y no achacadas a la Madre Patria crueldades de sus tenientes, amamos los recuerdos de los conquistadores y de la vida colonial, orígenes de nuestra historia. Este pendón ha presidido el poderío de Castilla: La época de los antiguos Ayuntamientos  cuando en más de una ocasión, la cédula de Rey se veneraba y no se cumplía; el ocaso del sol  en los dominios de Carlos V., y mudo testigo de nuestras luchas fratricidas, estériles a la postre, retorna en los días  de la apoteosis de Sucre   como para que no faltara España  en la glorificación de nuestros héroes. 

            Bien están las insignias de Castilla en la tierra afecta a sus gloriosas tradiciones sensibles a sus desgracias ya que apenas le quedan escombros  de los monumentos que señalaron sus dominios; muros de destruidas fortalezas, aterradas una y otras bajo las aguas del mar; conventos sin saber donde se erigieron sus celdas; iglesias sin vestigios de sus naves en que arrodillado el creyente musitaba su oración; del palacio de los antiguos Capitanes Generales cuyo frontis, si bien caído en parte, alcanzó a nuestros días hasta los restos desaparecieron; sus historias y leyendas solo por escasa ente recordadas.      

            Este pendón, bella empresa, en tiempos idos, para escudo de pueblos de famosas hazañas, es blasón de la ciudad  un día predilecta de la Madre Patria y de gloriosa hegemonía… que entre las ruinas de su pasada grandeza semeja el Almazor que recogía para ser enterrado en él, el polvo de su manto en las noches de batalla. Suyo es el acero que descolgó, en el Templo del Sol, como trofeos de su victoria, las insignias del vasallaje a la Corona de Castilla, y que elevado en la tierra de Ayacucho fue linde, aquende el mar, de la jurisdicción política de España.

                                       F. C. Betancourt Vigas
                                        Individuo correspondiente.





En el No. 32 publica un editorial. “28 DE OCTUBRE”, sembrando el camino.

Esta fecha es para Venezuela, para las repúblicas bolivarianas, para Hispanoamérica, para el Continente y para la humanidad de merecida recordación, porque esta señalada en el calendario de los días con el nombre de Simón, que llevó el Libertador Bolívar, elevado ho0y al símbolo de la libertad universal. 

            Tanto se ha escrito sobre la personalidad original de Bolívar que se diría agotado hasta cuanto puede meditarse sobre este ser genial y de excepción. Se ha estudiado al niño, al hombre, al héroe, al estadista y aun al doliente, y sin embargo, que hondos arcanos rodearán perpetuamente su genio  y su sino providencial. Cuantos errores se han destruido y cuantos la posteridad habrá de enmendar constantemente.

            La labor de los Gil Fortoul, los Vallenilla Lanz, los Lisandro Alvarado, los Pedro M. Arcaya,  los Vicente Dávila, los Jorge Luciani, de todos los sinceros pesquisidores de nuestra historia patria, reconstructores del pasado en acción y fijadores de la sicología de los sucesos, es de inmensa trascendencia para la obra evolutiva de nuestro pueblo y así mismo la de los datistas como la del laborioso extinto Landaeta Rosales.

            Un tiempo díjose que la emancipación de América fue prematura y que hasta el propio Libertador, en sus horas postrimeras, llegó a dudar de la generosidad de su brillante epopeya... Pero si para entonces fue caro, difícil y sangriento el triunfo, cuando concurrían a él los medios combativos, el espíritu reformador, la onda libertadora que partió de Mount Vernon,  encendiendo el corazón de todos los hombres en el mismo anhelo, cuánto más hoy que renace, amenazadora para los débiles, la doctrina del más fuerte con que justificar futuras agresiones?

            Los hombres de la Independencia que todo lo sabían, sin el tiempo siquiera limitado para el debido estudio, vieron preciso el instante de la acción y quisieron testar a nuestro favor  como el más valioso legado éste de que sin esfuerzo hoy gozamos la libertad.

            Y el presente proclama orgulloso el precio invaluable de la soberanía ya que el adelanto de las antiguas colonias ofrece a la comparación ambos pueblos y encuentra a la Madre Patria  activa y fervorosas  es cierto, pero  iniciando su progreso, en tanto que la América Hispana se vanagloría  de  nacionalidades potentes prez de la raza que habla en español.


            En el mismo número publica una noticia importante a los mismos  efectos.

MISION DIPLOMATICA.

Por disposición del ciudadano Presidente Constitucional de la República y de acuerdo con lo dispuesto por los Decretos Ejecutivos de 5 de agosto último y de esta misma fecha, se designa a los ciudadanos que a continuación se expresan para que con el carácter que se les señala, representen a Venezuela en los actos con que la República del Perú celebrará el Centenario de la Batalla de Ayacucho: Ciudadano Doctor Pedro M. Arcaya, Embajador;  Señor Doctor   F. A. Granadillo, Obispo de Carabobo, y doctores J. T. Carrillo Márquez, Emilio Ochoa, Vicente Lecuna, Santiago Key Ayala,  y señores J. M. Herrera Mendoza y Enrique Eraso, en representación de las facultades  Universitarias, del Comercio y de la Banca y del Gremio de Agricultores  y Criadores el país, Ciudadanos Luís Churión, y Doctor Eduardo Calcaño Sánchez, Secretarios: Ciudadano Claudio Urrutia, Secretario Particular del Embajador; Ciudadano Doctor Juan Vicente Camacho, ciudadano Guillermo Amitisarove, Héctor Urdaneta Braschi y Manuel Norberto Vetancourt agregado a la embajada

Por disposición del ciudadano General Presidente de Venezuela, de acuerdo con lo dispuesto en los Decretos Ejecutivos de fecha 5 de agosto último y 28 de los corrientes,  se designa a los ciudadanos: General Eleazar López Contreras, Coronel Mariano López Méndez, Capitán Carlos Mayer, Teniente de Segunda Clase Diógenes Morales, Teniente Arturo Bruzual Bermúdez, Teniente Olegario Peralta y Teniente Manuel Ríos, para que representen al Ejecutivo nacional en las festividades que tendrán lugar en el Perú con motivo del Centenario de la batalla de Ayacucho.




EN EL No. 35, publica un Acuerdo, del “Club Cumaná” que se explica así mismo.

            LA JUNTA DIRECTIVA DEL “CLUB CUMANA”

Considerando

Que el próximo 9 de diciembre se cumple el primer centenario  de la inmortal Batalla de Ayacucho, que selló gloriosamente la Independencia Americana, y en la cual se cubrió de inmarcesibles laureles el Gran Mariscal Antonio José de Sucre;  

Considerando

Que es un deber del “Club Cumaná” contribuir al mayor esplendor de las festividades centenarias, y honrar de alguna manera la memoria esclarecida del inmaculado vencedor en Ayacucho;

Considerando

Que los socios propietarios de ese centro social  señores Alberto Sanabria y Octavio Rafael Neri, han propuesto la inauguración de un retrato del Gran Mariscal Sucre, en los días del Centenario de Ayacucho, y que tan patriótica idea ha sido unánimemente aprobada en Asamblea General celebrada últimamente

Acuerda

Artículo 1º.- Adquiérase un famoso retrato del Gran Mariscal de Ayacucho, el cual se colocará en el salón principal del “Club Cumaná”.

Artículo 2º.-    Celébrese un acto solemne para la inauguración del mencionado retrato, que deberá verificarse en uno de los días conmemorativos del Centenrio de Ayacucho.

Artículo 3ª.-    Ofrendase una artística corona en nombre de este Centro Social  el día 9 de diciembre  ante el monumento del Gran Mariscal Antonio José de Sucre, en la Plaza Ayacucho de esta ciudad.

Artículo 4ª.-  Celébrese después el acto inaugural del retrato del Gran Mariscal Sucre, un baile de gala en los salones del Club. 

Artículo 5ª.-  Los gastos que ocasionen las anteriores disposiciones serán costeados por los miembros de este Centro.

            Dado en el Salón de Sesiones de la Junta Directiva del “Club Cumaná”. Cumaná, el día veintiocho de octubre de mil novecientos veinticuatro.


            El Presidente, E. Hoffmann M.; el Primer Vicepresidente, F. J. Berrizbeitia; el Segundo Vicepresidente, Bienvenido Martínez;  el Fiscal, Marcos A. Carrera; el Tesorero, Juan Sanabria S;  el Secretario, Julio Madriz; Vocales: Pedro Miguel Queremel, Juan Bautista Fígallo, Ramón Madriz Otero, Enrique S. Berrizbeitia.     

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