RAMÓN BADARACCO
CAMPAÑAS PERIODISTICAS POR EL CENTENARIO DE LA BATALLA DE AYACUCHO.
CUMANA 2011
Autor: Dr.
TULIO RAMÓN BADARACCO RIVERO
QUIEN FIRMA Ramón
Badaracco
Cronista40@hotmail
.com
Cel.
0416-8114374
Titulo
original: CAMPAÑAS PERIODISTICAS
de Marco
Tulio Badaracco Bermúdez
Puede ser
reproducido total o parcialmente.
Diseño de la
cubierta R. B.
Ilustración
de la cubierta R. B.
Depósito
legal
Impreso en
Cumaná
LO QUE SÉ DE MI
PADRE.
Fue un gran pater familia, hizo una pareja con mi madre, a la que amaba
intensamente, para sentirme orgulloso,
igual que todos mis hermanos; y yo llegaría a agregar, modelo nuestro y para esta ciudad; también fue un hombre de muy buena estatura (m.1.77),
buenmozo, hermoso de cuerpo y
alma, intelectual, pulcro, de extensa cultura, atildado, de amena conversación
salpicada de anécdotas, cristiano practicante, fino poeta, buen orador, cronista,
sencillo, amistoso, participativo, en su juventud fue parrandero, tocaba
muy bien el cuatro, componía y cantaba,
amaba a su pueblo, fue alumno
excelente y amigo del maestro Silverio
González Varela, a quien llamaba Silverito;
lector empedernido de todo cuanto caía en sus manos.
El sabio Dr. Antonio Minguet Letteron, su devoto amigo, lo visitaba todas
las tardes, decía que él no necesitaba comprar libros, porque Marco Tulio los
compraba todos y se los prestaba.
Recibía periódicos y revistas de muchas partes del mundo, compraba y coleccionaba
cuanto papel caía en sus manos, copiaba y atesoraba los versos de los poetas
cumaneses; se los entregó al poeta
Alfredo Armas Alfonso, este hizo una selección, me imagino que autorizada, no solo como curador sino que Papá lo aceptó, pero que en cierto
sentido no le gustó, como me lo dijo a mí, porque desechó muchos poemas que si
no eran de su agrado, o por ahorrar, o por la causa que fuera, le restaron
sentido a su búsqueda y esos textos se perdieron; sin embargo si no hubiese
sido por el poeta, nunca se hubiese publicado su obra.
En cuanto a periodismo y poesía,
él fue mecenas de los poetas y
escritores de la generación de oro de Cumaná; mantenía comunicación permanente
con ellos, los animaba, y los obligaba a escribir; estuvo siempre
bien informado de sus trabajos, puedo decir, al día en todo lo relacionado con la vida y
la obra de los escritores de su generación; mantuvo correspondencia con casi
todos los periodistas y poetas hispanoamericanos de su tiempo y promovió muchas
competencias florales; envió textos
a Rubén Darío, y este los publicó en
París, mantuvo correspondencia con José
Antonio Ramos Sucre, y con el ginebrino George Obraian Messerly, a quien conoció aquí en Cumaná, durante 50 años mantuvieron esa relación por
correspondencia, y por fin un día, decidió ir a Ginebra a saludarlo, y yo que
viví el suceso sé cuanta amistad había entre aquellos dos caballeros de
singular sabiduría. Amigo entrañable de
Ramón David León, Luis Teofilo Núñez, Marco Aurelio Rodríguez, Jesús Antonio
(JA) Cova, Antonio Ramón Moreno Cova,
Andrés Eloy Blanco, J. A. Ramos Sucre y compadre de su hermano Luis,
José María Milá de La Roca
Díaz , Salmerón Acosta,
Moleiro, De Sola, Juan Calzadilla, Paz Castillo, Gerbasi, etc.
Escribía versos con facilidad, dominaba la rima y la métrica; leía en
ingles, francés e italiano. Fue maestro de ingles y escribió una gramática inglesa para enseñar a
sus alumnos; se distraía traduciendo a los
poetas franceses e ingleses, en especial a Henry Wadsworth
Longfellow. En su juventud cantaba y
tocaba el cuatro con bastante gracia. Disparaba muy bien el revolver, participó
en varias escaramuzas con el grado de Coronel. Fue registrador subalterno por
muchos años, y dejó escritos el “Manual del Registrador” y una copiosa
jurisprudencia, que no publicó y que conservo originales.
Mi padre fue animador de la
cultura en Cumaná durante toda su vida. Participó activamente en los eventos de la vida social y política de
su tiempo en Cumaná, con absoluto despego y honestidad. Fue un hombre de
palabra, galante, atildado, un gran
ciudadano de reconocida solvencia moral. Fue sin duda un gran hombre. Junto con
su primo hermano el Dr. Domingo Badaracco Bermúdez, que en cierta forma fue su
guía, ejerció en buena parte el rectorado
de la generación de oro de Cumaná, desde el club “Surge et Ambula” y la revista
“Broches de Flores”, trabajo que continuó después en sus periódicos “El Heraldo
Oriental”, “El Disco” y “El Sucre”, desde los cuales convocó a los
intelectuales cumaneses para la renovación cultural necesaria en época de crisis bajo la dictadura de
Gómez. Conocía a todos los escritores de
su época y se interesaba por sus
trabajos como amigo y maestro. Fue un
verdadero héroe civil.
Pero mi padre fue un cruzado en el
periodismo cumanés, fue periodista por sobre todas las demás cosas que hizo en
su larga vida y utilizó su pluma como un arma en beneficio de la cultura y del
progreso y de esa manera entregó su vida a su pueblo; para él cada necesidad de
Cumaná era una batalla, a la cual se entregaba con pasión desbordante.
Se inició en 1898, a
los 15 años, en el semanario de oposición “El Látigo”, de los estudiantes: Pedro Arcia, Fortunato
Serra Rodríguez, Pedro Guerra, Pedro Golindano y Manuel de Jesús Álvarez. Este
periódico se editaba en una imprenta que tenían oculta en la cisterna del
castillo de San Antonio, que en aquella época estaba abandonado y en ruinas. En
1902 se une con el poeta Rafael Bautista Bruzual López, y editan “El Porvenir”;
en 1903, como el mismo dice, fue fundador y redactor de “Broches de Flores”
donde se dieron cita los intelectuales cumaneses para competir con “El Cojo
Ilustrado”; en 1907, fundó la revista “Pléyades” con el poeta Juan Miguel
Alarcón; en 1909, se une con Joaquín Silva Díaz y el poeta Andrés Eloy de la Rosa , y editan “La Voz de Sucre”, y
“Triquitraque”; en este mismo año edita
“El Heraldo Oriental”; en 1911, con José Antonio Moreno Cova, edita la revista
“Ritmo de Ideas”; en 1921, con José Vicente Rodríguez Valdivieso, edita “El
Disco” (este es el principal periódico de Cumaná, que abre sus páginas
a la publicidad comercial), y en 1924, con el mismo socio edita “El
Sucre”, periódico moderno que produjo buenos dividendos y se mantuvo hasta
después de 1937, y fue acogido con simpatía
en casi todo el oriente venezolano.
Como alumno del maestro Silverio González Várela, perteneció a la
generación de oro de este pueblo; amigo y editor de Juan Miguel Alarcón, Cruz María Salmerón
Acosta, Humberto Guevara, Dionisio López Orihuela, Julio y Ramón Madriz, José
María Milá de La Roca Díaz ,
Ramón David León, Mario Castro Díaz, Norberto Salaya, Ramón Suárez, Rafael
Bruzual López, Miguel y Pedro Aristeguieta Sucre, Luis Álvarez Marcano, Rondón
Sotillo, Alejandro Villanueva, Luis Beltrán Sanabria, los hermanos Arcia, Juan
José Acuña, Luis Teofilo Núñez, Jesús Antonio Cova, Ramón Moreno Cova, Salvador Córdova, Humberto Guevara, los
hermanos Silva Díaz, los Damas Blanco, los Espín Rivero, Federico Madriz Otero,
Santos Erminy Arismendi, Luisa del Valle
Silva, Tin Fernández, Julio Zerpa, Domingo Antón, Emilio, Mauricio, Francisco
José, Santos Emilio Berrizbeitia; Juan
José Acuña, Laureano Frontado, Antonio Machado, Antonio Minguet Letteron, Luis
Teofilo Núñez, Dionisio López
Orihuela, Andrés Eloy Blanco, Luis y
José Antonio Ramos Sucre, Pedro Elías y Francisco de Paula Aristeguieta, Antonio Machado, y tantos de su intimidad, que resulta prolijo
enumerarlos.
Mi padre se
sembró para siempre en Cumaná, lo que se refleja en su poesía, sus campañas
periodísticas y sus editoriales. Dejó para nuestra historia, como dice Alberto
Sanabria, “Fuego de Blanca Luz”, antología de poetas cumaneses publicada por la UDO , bajo la curatoría del
escritor Alfredo Armas Alfonso; también nos dejó un poemario inédito escrito a
los 19 años; sus investigaciones sobre la Primogénita del
Continente Americano, publicadas en 1924, que le valieron para ser nombrado individuo
correspondiente a la Academia
de la Historia. Sus
editoriales, algunos discursos publicados por diversas instituciones, poesía dispersa en nuestros periódicos y
revistas, bajo seudónimos: C. O.
Quelin, A. R. LEQUIN, Jim, Otilio Murac, V. N. Zolano, MTB, y otros; su crítica literaria, sus opiniones sobre
diversos temas, sus impecables discursos, sus campañas; y en fin, su sabiduría
que se desborda en los periódicos que
publicó y conservo en
colecciones, sobre todo El
Heraldo Oriental”, “El Disco” y “El Sucre” que se editaban desde 1908 hasta más
allá de 1935. Allí brilla y brillará por siempre su magisterio, su calidad
humana y su formación humanística
Ramón Badaracco
MARCO TULIO BADARACCO BERMUDEZ, visto por sus
amigos
b)
Marco Tulio visto por don Ramón David León.
Ese valor multisapiente de
Cumaná, que fue Don Ramón David León, autor de la letra del himno de Estado
Sucre, poeta, narratista, periodista de renombre,
diplomático, hombre público, culto, sobresaliente, y sobre todo amigo de mi
padre, “su alter ego”, como lo llamaba, hizo una sutil semblanza de papá, el 8
de mayo de 1970, con motivo del primer aniversario de su desaparición física,
con la cual inicio este trabajo, dijo entre otras cosas, esa vez:
“Por una de esas amistades juveniles que al correr de los años se hacen
tan fuertes como los lazos de la sangre,
me unieron a Marco Tulio Badaracco estrechos vínculos espirituales, mutuas
aficiones literarias y poéticas, noviciados periodísticos y un constante
intercambio intelectual. En cuantos fueron esos temas coincidíamos o no en
simpatías y repulsas, lo mismo que en asuntos políticos criollos y en
apreciaciones de historia nacional. Podíamos discrepar de opinión para medirlos
y pensarlos, pero siempre dentro de un ambiente efusivamente fraterno. Su
conservatismo desprovisto de tendencias oligárquicas tenía básicos puntos de
contacto con mi liberalismo desnudo de demagogia.
Tocante a cuestiones de la región oriental, a problemas cumaneses,
abundábamos en conceptos para emitir juicios
en los cuales ocurría a veces que estuviésemos en franco descuerdo. Dan fe de todo ello ocasionales comentarios
publicados en voceros que aquí fundé. Al aludir hoy a ese grato panorama evoco
con honda melancolía venturosos tiempos idos pero constantemente añorados.
Marco Tulio sabía frenar apasionados
ímpetus míos desviándolos hacia caminos
de reflexión y ecuanimidad. Era un mentor sesudo y ponderado que
compartía tan afectuoso cometido con Domingo Badaracco Bermúdez, el amable
filósofo, generoso médico de todos los pobres de Cumaná cuya sapiencia iba a la
par de su altruismo. Junto con ambos era espontáneos asesores cordiales en
dicha misión Federico Madriz Otero, Antonio Rafael Machado, Emilio
Berrizbeitia, Mario Castro Díaz, Antonio Minguet Letterón, y Norberto Salaya. Hoy, hermanados todavía
más por la muerte yacen todos en este mismo camposanto. Tan solo falto yo en la nómina…”
“Marco Tulio Badaracco hizo suya la sencilla e intencionada síntesis
bolivariana de lo que constituye la verdadera gloria “ser bueno y ser útil”. De
ahí que no hubiese problema colectivo, necesidad pública, desacuerdo local por
cuya solución favorable no abogara. Personificó una avizora y tenaz solicitud amistosa en el ánimo de
cuantos fueron gobernantes del Estado Sucre tanto en lejanas épocas como en las
actuales. Vivió e continúa actitud alerta
para abogar en pro de todo lo que
contribuyera al adelanto material del medio nativo, en provecho de los
moradores de la ciudad y en bien de las poblaciones del interior.
Infortunadamente no le cupo en suerte gobernar la región: habría sido un
magistrado cabal.”
¡Que bien conoció Ramón David a mi padre!
c) Marco Tulio
visto por don Alberto Sanabria, Cronista Oficial de Cumaná.
Otro
gran amigo de mi padre, primer Cronista
Oficial de Cumaná, escribió un perfil
muy considerado sobre él, dice que:
”…Desde muy joven figuró Marco Tulio
Badaracco como escritor de fina y
elegante prosa. En su juventud publicó hermosos versos y era cultivador de
nuestra historia. Muchos discursos y conferencias fueron pronunciados en
memorables días y ocasiones solemnes por este ilustre cumanés.
Desde nuestros años juveniles nos unió a Marco Tulio Badaracco una cordial y sincera amistad. No solo habíamos visto la primera
luz en la amada tierra cumanesa, sino
que éramos ambos de la parroquia de Santa Inés, y particularmente del barrio de
San Francisco, la parte más antigua de
la ciudad primogénita.
Marco Tulio Badaracco tuvo como maestro de letras, a su primo hermano
Domingo Badaracco Bermúdez, sabio humanista y filantrópico galeno. El Dr.
Badaracco Bermúdez fue también nuestro
maestro en disciplinas literarias, y ahora recordamos que desde los días del
bachillerato nos hacía leer los clásicos españoles y también amados libros, especialmente “El
Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la
Mancha ”, obra que
había estudiado tanto el talentoso escritor y médico.
Bajo la sabia rectoría del inolvidable maestro Dr. José Silverio González
Varela, en el histórico Colegio Nacional de Cumaná, alcanzó Marco Tulio
Badaracco el título de bachiller en Filosofía.
Hace poco tiempo publicó Marco Tulio una obra de interés literario,
intitulada “Antología de Poetas
Cumaneses (Fuego de Blanca Luz)”, y entonces le dedicamos una crónica,
comentando dicho libro, el cual fue editado por la Extensión Cultural
de la Universidad
de Oriente.
Era compañero nuestro en la Academia Nacional de la Historia , donde como individuos
Correspondientes, representábamos a nuestro querido Estado Sucre.
Cuando el muy apreciado amigo Doctor Luis Teófilo Núñez, ocupó por breve
tiempo la Presidencia
del Estado Sucre, fue creado “El Centro Histórico Sucrense”, y tanto Marco Tulio como el que estas líneas escribe, fuimos de
sus miembros fundadores, y allí trabajamos con señalado interés por la historia
de la ciudad mayor del Oriente Venezolano; desgraciadamente, con el cambio
político de aquella época, tuvo corta
vida este centro, que se inició bajo
tan civilizadores auspicios.
Comenzó Marco Tulio Badaracco,
siendo muy joven, con un periodiquito,
que en unión del brillante escritor
y jurista Doctor Rafael Bruzual,
redactaron en la vieja tierra cumanesa; llevaba por título ese vocero, el
poético nombre de “Alba”. Al correr del
tiempo fundó tan querido coterráneo varios periódicos y revistas, como “Sucre”,
“El Radio” y otros más. Compartió con el
notable poeta cumanés Juan Miguel Alarcón, la dirección de la famosa revista “Pléyades”.
La revista “Broches de Flores”,
órgano del club “Surge Et
Ambula”, que en Cumaná formó una verdadera generación literaria, de
la cual surgieron destacados valores en
las ciencias, las letras y las artes,
contó a Marco Tulio entre sus principales colaboradores. No hace mucho tiempo, cuando comentábamos la
dolorosa muerte del notable médico Doctor Salvador Córdova, decíamos que solo quedaban tres de los
fundadores de la inolvidable
revista mencionada: Don Marco Tulio
Badaracco, el Dr. Luis Teófilo Núñez y Don Joaquín Silva Díaz. Ahora son dos
los sobrevivientes de aquella brillante etapa cultural de nuestra tierra
cumanesa.
Evocamos con nostalgia nuestras
conversaciones con Domingo Badaracco Bermúdez, y con Marco Tulio, en aquella
vieja casona de la plaza de San Francisco, cerca de la eterna poesía del Manzanares y frente a hermosos y
corpulentos árboles, donde nació nuestro amor
por las letras y por toda
actividad cultural” (fin de la cita).
También publicó Alberto Sanabria un trabajo sobre la obra de mi padre, la
antología de poetas cumaneses: “Fuego de Blanca Luz”, publicado en el Universal, Caracas. Febrero de 1968.
“Con cariñosa dedicatoria nos ha enviado
nuestro viejo y querido coterráneo Don Marco Tulio Badaracco, la Antología Poética
de Cumaná, que en fina edición, acaba de
publicar la “Editorial Universitaria de Oriente”. Lleva dicha antología como
verdadero título “Fuego de Blanca Luz”, tomado de hermoso poema de nuestro cordial paisano el profesor Dionisio López Orihuela.
Más de ciento cincuenta páginas contiene la interesante publicación, que
mucho nos ha complacido y la cual comentamos
con señalado placer. Ella recoge el nombre y la obra, aunque sea en breve muestra, de
tantos poetas cumaneses, muchos desaparecidos y algunos vivos, que supieron
arrancar a su lira dulces y evocadoras rimas.
Desde los días coloniales de Cumaná semillero fecundo de escritores,
poetas y oradores. Después de la guerra de la independencia, en la cual tuvo
señalada figuración la ciudad del “Manzanares”, dejando a la posteridad una
brillante nómina de guerreros, con Sucre
a la cabeza, dejó también una luminosa pléyade de civilizadores, que supieron
honrar a la Patria ,
unos con sus impecables versos o sus sonoras prosas, y otros con su elocuente y
tribunicio verbo; no faltaron artistas de renombre que hicieron de la música un
verdadero culto.
Entre esa legión de poetas cumaneses tenemos que recordar a don Jacinto Gutiérrez Coll y al Dr. Miguel
Sánchez Pesquera quienes fueron los que trajeron a Venezuela, la escuela parnasiana; y en
tiempos modernos, al gran aeda, Andrés Eloy Blanco, y al doloroso bardo Cruz
Salmerón Acosta, quienes con sus versos llenos de belleza y de armonía, a cantado en delicadas estrofas los más
hermosos motivos y los más hondos recuerdos.
Don Marco Tulio Badaracco, compilador de la Antología Poética
Cumaná, desde los muy lejanos días de su
juventud, ha sido incansable luchador por la cultura. Él fue de os fundadores del recordado “club Surge et Ambula”, que tuvo por órgano la magnifica revista “Broches de Flores” que constituyó en la capital del Estado Sucre una verdadera generación literaria.
En reciente página que dedicamos a
nuestro inolvidable amigo el doctor Salvador Córdoba, con motivo de su dolorosa
muerte, decíamos que él, junto con el Dr. Luis Teófilo Núñez, don Marco Tulio
Badaracco y don Joaquín Silva Díaz, eran los únicos que quedaban de aquella brillante legión literaria
cumanesa. Numerosas revistas y periódicos han contado unas veces con la
dirección y otras con la continua colaboración de Marco Tulio Badaracco.
Versos, prosa, crónicas periodísticas, discursos, en gran cantidad han
salido de la pluma, siempre fresca de
este brillante escritor cumanés quien
todavía a los ochenta y cuatro años de
edad, escribe como en los mejores
tiempos de su vida intelectual.
La tarea realizada por Marco Tulio Badaracco ha sido ardua, pues en
Cumaná debido en gran parte al terrible terremoto de 1929, se perdieron
valiosos archivos y colecciones de revistas y periódicos. Comprendemos que
faltan muchos hijos de la tierra
cumanesa, que también escribieron versos, unos de larga obra y otros
accidentalmente, pero, por las razones
que apuntamos, no fue posible que figuraran
en la citada Antología. Si lamentamos que no apareciera el nombre
glorioso de Don José Silverio González, quien a la vez de notable y sabio
educador, entre sus actividades culturales tuvo
la de cultivar la poesía, y son célebres sus Himnos y Canciones
Patrióticas, como “Los Milicianos”, “El Barquero”, “A Cuba”,
“En Honor de la Virgen
del Carmen”, y tantos otros, que
encontraron la magnífica música de don
José María Gómez Cardiel y de otros
artitas. En conversaciones con nuestro
inolvidable amigo don Salvador Llamosas, siempre el gran artista cumanés,
recordaba los himnos de Don José
Silverio González.
Más de setenta firmas poéticas
adornan el bello trabajo antológico
y por ser grande el número no puedo mencionarlos a todos pero si los
recordamos de la manera más cordial.
Para Marco Tulio Badaracco, a
quien nos une una antigua y cordial amistad, tenemos hoy nuestra más
sincera palabra de felicitación, junto
con nuestros votos porque siga muchos
años más cultivando las letras, para las
cuales ha tenido siempre amor y devoción.”
Fin de la cita.
d) Prólogo del libro de mi padre “Fuego de Blanca Luz”, del escritor y
poeta Alfredo Armas Alfonso.
La antología poética de Cumaná de verdaderos y constantes hacedores
líricos, que en esta ley nacieron, vivieron y murieron,
como los inolvidables
Blanco Meaño y Salmerón Acosta, y
los que casualmente incursionaron en este quehacer,
para cantar a la ciudad de sus amores o algún amor de mujer, a veces
desciñendo la espada, como Valentín Valiente— fue, en sus orígenes, en manos
de su compilador Marco-Tulio Badaracco, un proyecto discreto y casi tímido, una
colección de textos hacia cuyo conjunto el periodista ya de tantos años dirigía
la intención de comprobar que si la ciudad de más de cuatro siglos contenía un
suelo feraz para la dulce cosecha frutal de traspatios y charas, asimismo
resultaba opima en inteligencias o dones inspirados tradicionalmente
reservados o cultivados por esa casi excepcional y vocacional naturaleza del
lírida; ese el principio del modesto esfuerzo de Marco-Tulio Badaracco, no por
ello digno de los mejores encomios, pues a su paciencia y a su tenacidad se
debían que versos dispersos y perdidos en la tradición oral no siempre
absolutamente verídica o en papeles viejos e inencontrables —estas nuestras
comunidades sin fuentes bibliográficas, sin archivos defendidos de terremotos,
comejenes e indolencias, o bibliotecas sistematizadas, sin pasado documental
propio y cierto— lograran salvarse y reunirse hasta alcanzar fisonomía
editorial y gráfica. Al empeño de don Marco-Tulio se aliaba una como
desesperanza de quien no habría de vivir para ver el libro de tantos afanes y
búsquedas, y la prisa hubo de detener o dejar a medias cualquier otra
intención del editor, como fuera la del cotejo de los textos, la inclusión sin
excepción de cuantos poetas de una hora o de todo el tiempo aquí junto a este
río nacidos aquí tañeron su lira así la pidiesen prestada, esto dicho con
palabras del uso todavía de ciertos cronistas; de "que no se omitiese
fecha de nacimiento y muerte de todos, como un medio de valorizar con
información de interés biográfico siquiera la compilación y, por último, la noticia bibliográfica en los casos de obra
publicada como existen. Digamos entonces, para completar la historia de Fuego
de blanca luz, título tomado no al azar sino a través de un proceso de
selección, y debido a Dionisio López
Orihuela, que lo trae en su composición
titulada El fiel color (página 115), que sí no están todos aquí
convocados, responsabilidad no cabe ni al autor ni al editor, pues de nuestra parte agotamos- cuanta posibilidad
existía para evitar tal o cual ausencia; nos resultó imposible, por ejemplo,
obtener algún material de Claudio Bruzual Serra, José Antonio Pérez Coronado o
Pedro Elías Marcano y se sabe, cuando menos del primero, de la existencia de
una elegía escrita con motivo de la muerte del maestro José Silverio González. El rastro del acucioso Pedro Elías termina
con; su huida frente al Orinoco; ¿qué de sus papeles y de sus apuntes? Nacimiento
y muerte, impenetrables enigmas
sobre una mayoría, errores y falsas datas. ¿Hasta noviembre del 66 no se tenía
como el de 1897 el empiezo —como en Cumaná se dice— del ciclo vital de Andrés
Eloy Blanco? Así estaba grabado en la
tarja sobre la fachada de su casa de la Calle Sucre 79 y así en el pedestal del busto de
la antigua placita 19 de Abril de la ciudad también de Sucre; y nos tocó a
nosotros, con la colaboración de Millana Arias restablecer, con partida de
nacimiento y fe de bautismo, el
verdadero de 1896, contra lo
que asientan autores de enciclopedias,
diccionarios y antologistas. Ahora se
sabe que Juan Miguel Alarcón vivió
entre 1887 y
1932; Rosa Alarcón Blanco, 1890-1967; Juan E. Arcia entre 1872 y
1931; otras fechas: Pedro Elías
Aristeguieta, 1885-1929; Domingo
Badaracco, 1871-1935; Don Marco-Tulio, 1883;
Ramón Badaracco, 1932; Félix A.
Barberii, 1838-1891; Santos Barrios,
1928; el grande Andrés de Giraluna, ya se dio 1896 y ya se conoce su injusta muerte
en Ciudad México, en 1955; su padre, Luis Felipe Blanco, 1859-1927;
Rafael Bruzual López, 1886-. 1932;
Claudio Bruzual Serra,
1860-1903; Aquiles Certad, nació en 1914; Diego Córdoba, en
1892; Vicente Coronado, 1830-1896; Andrés Eloy de la Rosa , 1888-1947; José María
Díaz, 1860-1903; Carlos M. Espín, moriría en 1957; José
Agustín Fernández anda en pos de la sublimación poética, desde 1895 y que nos
perdone si revelamos su secreto; Juan. N. Freytes, 1888-1949;
Humberto Guevara, 1892-1954; el general y guerrillero Valentín García,
acabó en 1856; Mario G. Gómez, 1891-1933; Rafael José Gómez Rodríguez proviene
del 1920; J. M. González Várela, 1846-1882; J. S. González Várela, 1859-1938; Jacinto Gutiérrez Coll, 1835-1901; Inesita Guzmán Arias, nació en
1890; Ramón David León, en 1888; Dionisio López Orihuela, en 1893; Pedro Elías
Marcano, 1855-1930; Trina Márquez Márquez, 1907-1950; Ramón B. Mayobre,
1877-1947; J. M. Milá de la
Roca Díaz , 1885-/ 1911; José Fernando Núñez, 1849-1896; José
Carmen Oliveira, nació en 1905; José Antonio Pérez Coronado, 1828-1867; Ignacio
Rodríguez Mejía, 1889-1966. Acaso haya que rectificar más de un número. De más
datos se carece; de una bibliografía, alguien que se proponga un siglo de
búsquedas con suerte. Que Andrés Eloy Blanco y Salmerón Acosta estén representados
en más de una página, obvia resulta la excusa; la poesía fue agonía creadora en
ellos como para considerarlos los de presencia más cercana, más vigente y nos
comprometemos en este juicio; uno le pertenece a América, el otro, tan
adolorido, anda aún por su blanca costra de Araya solicitando el biógrafo y el
compilador de una estancia humana sublimada y de un torrente de versos que no
dejan de recitar sus pescadores de Mérito y Manicuare y esa, su voz, no la recogió
Raúl Carrasquel y Valverde, dicho sea de paso. Que Luis Teófilo Núñez e Inés
Guzmán Arias nacieron en Cumanacoa, su condición cumanesa, por derecho propio,
nadie la discuta, porque a Cumaná la tienen como suya y porque Cumanacoa no es
sino una prolongación de la misma tierra y el mismo idéntico rió y el mismo
invariable cielo y la misma alma de la capital marinera y siempre iluminada.
Para la Dirección
de Extensión Cultural de la
Universidad de Oriente y para la Casa Superior de
Estudios de esta nuestra tierra litoral, grato deber y compromiso la de
entregar Fuego de blanca luz, bajo el nombre de Marco-Tulio Badaracco,
por diversos títulos persona de merecimientos, tantos de esos por su lealtad a
la cultura de una porción nacional que reclama y pide comprensión y lealtad y
devoción sumas.
Primera parte CAMPAÑA PRO
CENTENARIO DE LA BATALLA DE
AYACUCHO.
PROLOGO PARA EL
CENTENARIO DE LA BATALLA DE AYACUCHO,
TOMADO DEL DISCURSO DE MARCO TULIO BADARACCO BERMUDEZ, PRONUNCIADO EN 1953.
Era en el Perú, la
tierra sagrada de los Incas, en el año 1824m después del fracaso de San Martín
para establecer la Independencia.
Desde Guayaquil hasta el Altiplano, en los dominios del
Titicaca, los pueblos conmovidos, permanecían alertas, en inefable espera,
porque Bolívar era el árbitro y en el se cifraba la esperanza. Estaba en juego en ese año la suerte de la
guerra de liberación del Virreinato, y en peligro el éxito de aquella heroica y
extenuante lucha de catorce años por la libertad y la soberanía de América.
Cierto que se había obtenido una resonante victoria en la
batalla de Junín, bajo la experta dirección del Libertador, contra las fuerzas
realistas al mando de Canterac que huía destrozado; pero el español señoreaba
todavía en grandes sectores del
Virreinato y estaba allá en el Cuzco, la antigua capital del Imperio Incaico,
la ciudad sagrada de Manco Capac, el Virrey La Serna con numerosa tropa. Presto a enfrentarse a
los libertadores. Bolívar, después de Junín, decretó una actividad constructiva
que impuso a todos, soldados y pueblo, con el propio ejemplo, a objeto de
reorganizar el ejército, de cuanto juzgaba apremiante para acometer rápidamente
la última hazaña y procurar el triunfo de la noble causa americana. En
tal momento, cuando la presencia de Bolívar
se estima como insustituible al frente de las fuerzas independientes, es
cuando la política artera del hombre de leyes, Señor de Bogotá, paraliza del
golpe aleve al Profeta de Pativilca, quien debe regresar a Lima, entregando el
Comando a uno de sus conmilitones, como si dijéramos: jugar la Última carta al destino Pero no es a La Mar, ilustre Mariscal
peruano, a quien elige, ni a Gamarra, tan antiguo militar como el otro, ni a
Santa Cruz, presuntuoso, que acaba de perder un ejército, ni a tantos otros a
quienes el valor, la pericia, la consagración a la causa y cien títulos más
hacían dignos de merecer esa confianza, sino a Sucre, el más joven, a Sucre a
quien hacía poco confió una acción de retaguardia que, pese a que le dio cabal
cumplimiento, hirió el pundonor del digno hijo de Cumaná; porque Sucre no era un anónimo, sino que ya
su personalidad la aureolaban los éxitos de una eficiente actividad política y
los fulgores de hechos de armas le dieron libertad al Ecuador; y también que
“Sucre es uno de los mejores oficiales del ejército, reúne a los conocimientos
profesionales de Soublette, el bondadoso carácter de Briceño y el talento de
Santander y la actividad de Salón, y él estaba resuelto a sacarlo a luz…Sucre,
ciertamente era dueño de una hoja de servicios plena de notas brillantes desde sus primeras armas acá en Oriente como Jefe de Estado Mayor de
Bermúdez, cuando comienza a delinearse su egregia personalidad que se empina en
Pichincha como insigne guerrero y se hace notar en Lima como hábil diplomático,
siendo comisionado del Libertador ante aquellos pariguales Torre Tagle y Riva
Agüero a quienes supo evadir con inteligente sagacidad – En concepto de Sherwell,
reputado historiador norteamericano, a quien debemos una muy notable semblanza
de Sucre, este “era el hombre que más estrechamente se parecía a Bolívar en
genio y unidad de propósitos… Sus planes nunca dejaron de coincidir, porque
estos dos máximos generales jamás difirieron en puntos esenciales. Bolívar
confiaba en Sucre como en ningún otro guerrero de la Independencia.
Para abril de 1824
dominada con la presencia de Bolívar en tierra peruana, la Situación de
impotencia creada por el alejamiento de San Martín, Sucre había organizado un
ejército de cuatro mil quinientos hombres de tropa y mil doscientos de a
caballo, de todo lo cual mantenía informado al Libertador. Canterac, quien
comandaba para ese momento el ejército realista, bien organizado, advertido de
los progresos de los patriotas se disponía a bajar de la Cordillera al Valle de
Jauja para batirlos y Bolívar, informado, ordenó a Sucre cruzar los Andes y
esperar sus órdenes para una batalla; pero Sucre le había observado antes que:
“nada es peor en la guerra que prefijar a gran distancia la conducta que haya de
observar un cuerpo de tropas, pues, apenas puede indicarse el objeto y facultar
al Jefe para llenarlo…” Ahora, con solamente seis mil combatientes a su mando,
teme que pueda resistir el embate de ocho mil enemigos bien preparados y
comunica a Bolívar sus temores, conviniendo pese a ellos, en que debía
liberarse la batalla, Bolívar le contesta:
“Las ideas de Usted me
animan y hacen vacilar muchas veces mi resolución--- A pesar de la languidez en
que me ha dejado la enfermedad, me anima usted a dar Una batalla, que realmente
no se puede perder de modo alguno contra fuerzas iguales y aun algo
superiores”.
“El espíritu de usted
es fecundo en arbitrios, inagotable en medios cooperativos; La eficacia, el
celo y la actividad de usted no tienen límites. Emplee usted todo eso y Algo
más por conservar la libertad de América y el honor de Colombia. El designio es
grande y hermoso y por lo mismo digno de usted. He aquí mi querido General, el Resumen de todas mis instrucciones. Yo espero
mucho del tiempo; su inmenso vientre contiene más esperanzas que sucesos
pasados, y los prodigios futuros deben ser superiores a los
pretéritos”.“Véngase usted, pues, volando a verme aquí, dejando antes todas sus
órdenes dadas, para que nada falte en la ejecución de las primeras y últimas
disposiciones. Aquí tendremos una conferencia extensa, profunda y tranquila.
Usted hará el papel de fiscal y yo de abogado de mi opinión. El destino dictará
algunas líneas y bueno será que la sabiduría lo aconseje: esta sabiduría debe
traerla usted consigo… Por lo mismo que la causa es de suprema importancia, me
es indispensable un consultor como usted, que reúna la parte liberativa a la
ejecutiva, sin cuya reunión no hay verdadera ciencia práctica”.
Otro
historiador ilustre asienta: “Sucre forjó el rayo y lo colocó en manos de Bolívar;
El Libertador lo lanzó y los españoles quedaron destruidos…” Se refiere,
seguramente a la batalla de Junín, que barrió a los dominadores peninsulares
del territorio peruano.
Con
tales antecedentes fue Sucre el designado para comandar el ejército libertador
después de Junín por alejamiento de Bolívar del campo de las operaciones…Se
avecinaba la batalla de Ayacucho, cuyo ciento veintinueve aniversarios se cumplen
hoy 9 de diciembre de 1953.
La
campaña realizada por nuestro experto coterráneo contra los enardecidos españoles,
hasta su culminación en Ayacucho, ha sido estudiada en todas sus fases por los
más afamados estrategas, exaltada por cuantos historiadores se han ocupado con
la odisea vivida de la Independencia americana, considerándola como la más hábil,
la única posible para lograr el triunfo en aquella situación difícil en que se
encontraba el conductor inspirado de las huestes libertadoras, porque fueron
cientos de millas, cambiando constantemente de posiciones, procurando Sucre
infligir siempre
pérdidas al enemigo. El se multiplicaba, visitaba
todos los cuerpos, animándolos en esta que podríamos titular de huída triunfal.
Y se refiere que en este ziszás de hazañas desapareció una vez por seis días, y
cuando su tropa lo daba por perdido y se disponía a nombrar un nuevo Jefe,
apareció él que había estado explorando personalmente sin temor al riesgo, el
campo enemigo y regresaba sabiendo cuanto era menester de los planes y
movimientos de su contrario.
EL
PASO DE LA QUEBRADA DE CORPAHUAICO es como “”La Noche Triste” de Hernán Cortés
en su conquista de Méjico, que puso en peligro el éxito definitivo de aquella
épica empresa: pero en Corpahuaico estaba la bravura de fuego de Jacinto Lara y
si ciertamente con pérdidas sensibles para los patriotas, logró salir airoso
del taimado acecho, surgir gallardamente de ese piélago, para encaminarse,
altivo y firme, al campo de Ayacucho, iluminado hoy por el sol pe-renne del
heroísmo y de la gloria.
Y
se aproxima la batalla: El 5 de diciembre de 1824 ambos contendores se
enfrentaban a la distancia, y vigilándose uno al otro avanzaban en orden
paralelo. El 6 recibió Sucre comunicación del Libertador por la que le
anunciaba que no debía esperar refuerzos de ninguna clase, porque el Perú ni
Colombia querían contribuir más. Quedaba por lo tanto, limitado a sus efectivos
del momento y a eventuales recursos que pudiera obtener de las poblaciones del
tránsito, que podrían tenerse como nulos. El 8 por la tarde se preparaban los
dos ejércitos en el campo de Ayacucho para acometerse: Los realistas sumaban
cerca de diez mil hombres mandados por el Virrey, en persona, y la Plana Mayor
de las fuerzas realistas del Virreinato: Canterac, Carratalá, Valdez, Monet,
luchadores insignes, anhelosos del combate. Los patriotas no llegaban a seis
mil y los acaudillaba Sucre, el joven genral hijo de Cumaná, y con él se aprestaban a disputar el triunfo
compañeros aguerridos como Lara, Córdova, La Mar,Miller, Valdés, el patriota, y
aquella pléyade de hombres acostumbrados a vencer, a los que arengó Sucre con
palabras arrebatadoras que ha recogido la historia:
“Soldados ¡De los esfuerzos de hoy pende la suerte de
la América del Sur”
“Otro
día de Gloria va a coronar vuestra
admirable constancia!”
Y mejor que describir nosotros esa
heroica lucha, que tanto se ha comentado por escritores y guerreros
meritísimos, es citar la carta de Sucre para el Libertador…
Excelentísimo Señor:
El campo de batalla ha decidido.
Seis mil bravos del ejército Libertador han destruido en Ayacucho los diez mil
soldados realistas que oprimían esta República los últimos restos del poder
español en América han expirado el 9 de diciembre en este campo afortunado.
Tres horas de un obstinado combate han asegurado para\siempre los sagrados
intereses que V. E. se digno confiar al ejército unido.
El ejército unido siente inmensa
satisfacción al presentar a V. E. el territorio completo del Perú sometido a la
autoridad de V. E., antes de cinco meses
de campaña. Todo el ejército real, todas las provincias que éste ocupaba en la República,
todas sus plazas, sus parques, sus almacenes, y quince generales españoles son
trofeos que el ejército unido ofrece a V. E.,
como gajes que corres-pon den al ilustre salvador del Perú, que desde
Junín señaló al ejército los campos de Ayacucho para completar las glorias de
las armas libertadoras”.
Bien podemos figurarnos todavía a la
distancia de 129 años la sorpresa de esa victoria, que tan elocuentemente la
define el Libertador cuando la tilda de“La desesperación de nuestros
enemigos…” Porque acá en Lima, en la
seductora Quinta La Magdalena, también la inquietud se apoderaba de Bolívar
cuando casi terminaba diciembre y nada sabía de Sucre. Largos días eran pasados
desde que autorizó la batalla, entregando a ella la suerte de América, porque
Sucre temía la destrucción de sus fuerzas en encuentros inefectivos como el de
Corpahuaico: la desmoralización de la tropa, si continuaba aquella fiera
campaña; el relajamiento de la voluntad de vencer que movía a sus hombres y él
aceptó aquellas razones pero concluía el año sin noticias del Sur…
Desesperado
sonreía, culpándose de haber confiado tanto, de haber depositado su fe en su predilecto General, aquel que debería
rivalizarlo… Rivalizarlo y cómo? ¿Acaso había otro mundo que libertar? Cual
habrá sido la suerte del ejército es su mayor preocupación, de aquella hueste
colombiana, unidad perfecta de combatir, legión de hombres recios, formados en
el sufrimiento, quemados por todos los soles de América, que victoriosos, bajo
climas diversos, habían transpuesto las más empinadas eminencias, guiados por
su visión de grandeza para este Mundo Nuevo…sufre Bolívar el peso de sus
pensamientos, en un silencio lleno de presagios.
Pero allí llega el emisario ”en
hilachas la ropa” ”apuesto el ademán” , al que recibe con rostro adusto,
buscando en la cara del militar que respetuoso se le acerca, alguna emoción que
tradujera la nueva de que era portador; pero para esos guerreros componente de
la hueste colombiana nada podía traducir su serenidad y el Héroe, impaciente,
toma el sobre, lee y de súbito resplandece su faz, salta de la hamaca, grita
emocionado y exalta hasta la gloria a Sucre a quien llama hijo… Locura fue ese
momento, Bolívar no encontraba ditirambos con los que apellidar al vencedor, honores
que tributarle, prendas bastante valiosas con que premiarlo, Sucre en cambio le
escribe: “”Mi General, está concluida la guerra, y completada la libertad del
Perú. Estoy más contento por haber llenado la comisión de usted, que por nada…”
La batalla de Ayacucho, proclama
Bolívar, es la cumbre de la gloria americana y la obra del General Sucre. La
disposición de ella ha sido perfecta y su ejecución Divina. Maniobras hábiles y
prontas desbarataron en una hora a los vencedores de catorce años, y a un
enemigo perfectamente constituido y hábilmente mandado. Ayacucho es la
desesperación de nuestros enemigos. Ayacucho semejante a Waterloo, que decidió
el destino de Europa, ha fijado la suerte de las naciones ame-
ricanas. Las
generaciones venideras esperan la victoria de Ayacucho para bendecirla y
contemplarla sentada en el trono de la libertad, dictando a los americanos el
ejercicio de sus derechos y el sagrado imperio de la naturaleza”.
El General Sucre es el Padre de
Ayacucho: Es el redentor de los hijos del Sol. Es el que ha roto las cadenas
con que envolvió Pizarro el Imperio de los Incas. La posteridad representará
Sucre con un pie en el Pichincha y otro en el Potosí, llevando en sus manos la
cuna de manco Capac, contemplando las cadenas rotas por su espada”
Así supo aquilatar Bolívar la
victoria de Ayacucho, y bastaría conocer la Biografía que él escribió sobre el
Héroe para definir la impresión producida en Lima por ese acaecimiento
trascendental, y cuanto conmovió el corazón del Libertador; porque esa victoria
significaba la cancelación de todos los temores, la extirpación de todas las
dudas, el alba radiante de la independencia americana, el día de la Gloria a
plenitud y el gesto singular de Sucre, nimbo tutelar de la victoria, de
concluir el tratado de paz en el campo
mismo de la batalla, como que hubiera contagiado de hidalguía y de insospechado
americanismo a los vencidos: El Virrey felicita a Sucre, Canterac escribe a
Bolívar… No hay hecho de armas que pueda equipararse a la victoria de Ayacucho,
en sus consecuencias inmediatas al fiar a perpetuidad la libertad de un mundo.
Y sin embargo, el olvido va cayendo
lentamente sobre ese hecho que alarga sus consecuencias hasta nuestros días,
sobre esa página inmortal de la historia Americana; el polvo letal de la
indiferencia como que cobijara con su deterioro los pliegos de alabanza que se
escribieron y olvidara adrede las preces que se elevaron al Todopoderoso por la
significación política y humana de esa fecha providencial para la suerte indefinida del Continente.
El 9 de diciembre recibe ahora
manifestaciones apagadas, porque los pueblos se alejan de la tradición, desdeñan los sacrificios que
hicieron nuestros antepasados para legarnos Patria libre y soberana; esquivan
aquella alta moral, aquellos iluminados ideales de redención, aquella fe y
voluntad de vencer, símbolos augustos que los guiaba a la lucha y a la gloria.
Marco
Tulio Badaracco Bermúdez
INICIO DE LA CAMPAÑAS PERIODISTICAS
PUBLICADAS EN LOS BISEMANARIOS “EL DISCO” Y “SUCRE” EDITADOS EN CUMANA POR
MarcoTulioBadaracco Bermúdez.
Mi padre, Marco Tulio Badaracco Bermúdez, ejerció una
benéfica influencia en la vida política y social de Cumaná en las tres primeras
décadas del siglo XX, unido a su primo
hermano Domingo Badaracco Bermúdez, al formidable periodista don Ramón David
León, a don Julio Madriz, al Dr. Antonio Machado, al Dr, Rodriguez Valdivieso,
al poeta Rafael Bruzual López, al poeta José María Milá de La
Roca Díaz , al poeta Humberto Guevara, etc. ; y fue guía y maestro del más
importante movimiento cultural de Cumaná:
fundó y mantuvo periódicos, promovió los
Juegos Florales, redactó y mantuvo
revistas ejemplares como Pléyades y Broches de Flores; pero donde más se
destacó fue en sus campañas para defender valores tangibles e intangibles de
nuestro pueblo, entonces creaba y mantenía instituciones de toda índole y
ayudaba en la promoción de las infraestructuras imprescindibles en la Cumaná de su tiempo, como
veremos:
Empecemos por investigar por qué se fundó el bisemanario
“El Disco” que se imprimió en la imprenta de Federico Madriz Otero, y regentaba
en 1922, don Ramón David León. Es parte de una tradición, y secuencia obligatoria En esta imprenta se
editaba para 1908 “La
Constitución ” que redactaban, además de su propietario, Don
Ramón Madriz Otero, mi tío Domingo Badaracco Bermúdez y mi padre Marco Tulio
Badaracco Bermúdez, como puede advertirse fácilmente en la colección que
conservo y en cuya colección, para 1909, papá editaba con Domingo, “El Heraldo
Oriental”.
En el Prospecto
del bisemanario “El Disco”, dice:
Al esplender en el infinito de los tiempos la primera
aurora del año 1923, ante su amplio horizonte todo porvenir y esperanza aparece “El Disco”, que al formular sus votos
muy fervientes por la paz de la
República y por los
bienes mas preciados de esta distinguida sociedad, tiende galantemente su mano y envía un saludo de fraternal compañerismo a todos sus colegas batalladores por la humanidad y por la Patria. Preparado
como viene para justa, gallarda y digna, con plena conciencia del bien social
que persigue, por los elevados ideales
que inspiran sumisión, al izar su bandera doctrinaria, reclama puesto de
honor en las filas del periodismo nacional.
Timbre de orgullo y causa de su estímulo sea para “El
Disco” nacer a la vida pública bajo el
sol fecundo de la perínclita ciudad de Cumaná, cuya altivez de leyendario
patriotismo, consagrada por la espada de
sus héroes, por el verbo de sus tribunos por la respetabilidad de sus sabios y
escritores, bien merece servir de inspiración y norte a este vocero de cultura en el campo próvido del trabajo
civilizador.
Aspira “El Disco” a ser campanada en la hora del letargo
que duerme con indolencia imperdonable
la ciudad heroica; y despertarla a la vida
de los esfuerzos culturales con
ese espíritu de nuevas energías con que la América Hispana se muestra hoy, rebozante de juventud, para
las grandes conquistas que su
humanidad prepara en la faena del
progreso.
Emprenderemos la cruzada y en nuestro heráldico pendón,
cual símbolo de sus colores, escribiremos estos preceptos:
Como profesión de fe política nuestro respetuoso
acatamiento a los poderes y autoridades legítimamente constituidas, que nos
guiarán a sostener y abogar por la paz y
las instituciones nacionales, en obsequio al trabajo, a la tranquilidad social
y a las necesidades materiales y
espirituales de la colectividad.
Emplearemos el lenguaje franco, sencillo y categórico que
lleve persuasiva nuestra voz a todo lector como expresión sincera que avive el concepto en lo alto y noble de su significación, y sin los
ditirambos demagógicos que el prejuicio castiga y la virtud condena.
Queremos obra efectiva y práctica: divulgación
científica, historia, arte, comercio, industria, agricultura, y todo cuanto
propenda al desarrollo económico e intelectual de esta amada tierra,
apartándonos de todo lirismo vicioso, de inútiles polémicas, de enconos
personales y de ciegas vanidades. Buscaremos hasta lo posible las alturas adonde
la virtud y el bien nos llamen, y atenderemos a las pequeñeces solo cuando el
error merezca ser fustigado y la moral
reclame los predicados de su doctrina.
Mucho esfuerzo y buena voluntad aportaremos. Nada de
fantasía nada de mentiras. Laboraremos con la serenidad y cultura necesarias
para atraernos la consideración de todos.
La fundación de este periódico indica desde luego un triunfo, pues, para ello se
han unificado la generosidad con que han
cooperado comerciantes e industriales de esta ciudad, la prometida colaboración
de fuertes mentalidades de nuestro centro científico-literario y la simpatía
con que desde el primer momento acogió la sociedad cumanesa el anuncio de la aparición de “El
Disco”
En el mismo primer
ejemplar de “El Disco”, publica el Acta de Instalación de la Sociedad Patriótica
Ayacucho:
“En la ciudad de Cumaná, capital del Estado Sucre, previa la invitación hecha por el Dr. Delfín
Ponce Córdova a los distinguidos gremios de esta población, con el propósito de
cambiar ideas, para la formación de una
sociedad patriótica que se encargaría de
la celebración del primer centenario de
la gloriosa batalla de Ayacucho, reuniéronse en los salones del “Club Alianza”
gran número de invitados.
El Dr. Ponce Córdova, en patrióticas y elocuentes frases
expuso el motivo de la convocatoria y excitó a los concurrentes a constituirse
en asamblea, para celebrar solemne y
dignamente el centenario de la gloriosa lid, tan brillantemente dirigida por el
egregio paladín, Gran Mariscal Antonio José de Sucre, quien con táctica
admirable, y a raíz del triunfo celebra la capitulación más noble y más
gallarda que presenta la historia militar de las naciones.
Fue concedido el derecho de palabra, y el señor Don
Emilio Berrizbeitia propuso, que se nombrara un gran Comité Directivo que se
encargase de los trabajos objeto de la
sociedad, resultando electos por unanimidad los señores siguientes: Presidente Dr. Delfín Ponce Córdova; Primer
Vicepresidente, Dr. E. L. Silva Díaz; Segundo Vicepresidente, Don Emilio
Berrizbeitia; Secretario General, Dr. Domingo Badaracco Bermúdez; Sub
Secretarios de Correspondencia: Dr. J. V. Rodríguez Valdivieso, Humberto
Guevara, Alberto Sanabria, Paco Damas Blanco, y Octavio Rafael Neri; Secretario
de Actas, Dr. F. Madriz Otero; Sub Secretario de Actas, General F. Reyes Gordon; Tesorero, Don Manuel
Fuentes; Sub Tesorero, Enrique S.
Berrizbeitia; Vocales: Dr. José Silverio González Varela; Gral. Rafael Velásquez, Gral. Simón Núñez
Ortiz, Dr. B. Milá de La Roca
H., Dr. José Rafael Rojas, Dr. Miguel Aristeguieta Sucre,
Andrés A. Bruzual, Dr. J. M. Urosa Ortiz, Dr. Luis Ramos Sucre, y Archivero,
don Pedro Elías Marcano.
Se procedió a darle nombre a la asociación quedando
aprobado el de “SOCIEDAD PATRIOTICA
AYACUCHO”.
El Dr. Rodríguez Valdivieso propuso que se nombraran
presidentes honorarios de la Sociedad , a los Jefes
de Estado de las naciones
bolivarianas; y para miembros honorarios a los Presidentes de los
Estados de la Unión
Venezolana , y a las personas que por sus méritos y por sus sentimientos patrióticos merezcan
tal distinción. Fue aprobada y aplaudida calurosamente
El Presidente del comité dio las gracias a los
concurrentes y los invitó a prestarle en
lo sucesivo su más eficaz colaboración para el mayor éxito de la sociedad,
declarando terminado el acto”.
En el mismo ejemplar se publicó un telegrama del Gral
Juan Vicente Gómez, que textualmente dice:
“De Miraflores a Cumaná: el 11 de diciembre de 1923
Doctor Ponce Córdova.
Experimento especial complacencia al dar a Ud. recibo del
atento y apreciable telegrama del 9, en
el cual me participa la constitución en
esa ciudad de un Gran Comité con el
plausible objeto de preparar la solemne celebración del Centenario de la Batalla de Ayacucho. Al
manifestar a Ud. que acojo con
patriótico entusiasmo el acto de la ciudadanía cumanesa, expreso al honorable Comité
que Ud., preside, las más cumplidas gracias por el honor que me ha discernido al nombrarme presidente honorario de la Sociedad Patriótica
Ayacucho.
Atento amigo, J. V. Gómez”.
Inmediatamente Papá comenzó a calentar el ambiente para
el gran suceso, y publicó lo referente a la develación del gran monumento a
Sucre en Maracay, vemos:
El 27 de enero, publica “HOMENAJE AL PALADIN AGUILA
BLANCA”
“Como anunciamos en edición anterior de este bisemanario, el Ejecutivo
del Estado Aragua, decretó días de fiesta, para aquella Entidad Federal, los
días 20, y 22 del corriente, con motivo de la inauguración de la estatua del
Gran Mariscal de Ayacucho, decretada por el General Juan Vicente Gómez, para ser colocada frente al espacioso y magnífico cuartel
construido en la ciudad de Maracay. Las
fiestas citadas han constituido un
extraordinario homenaje al preclaro paladín, “Águila Blanca” en aquel vuelo de cóndores, que desde
nuestras playas, fueron en vuelo esplendoroso de hazañas, a rendir sus vidas en
pro de la emancipación de nuestros hermanos continentales del Sur, hasta la
eminencia gloriosa de Ayacucho.
Expone el Benemérito General Juan
Vicente Gómez, con este acto de admiración al eximio cumanés, unas de sus mas
nobles y relevantes virtudes, cual es el
tributar honores a los Héroes, forjadores de la nacionalidad y con ella del
culto fervoroso de la Patria.
Entusiasmo insólito animó, según
noticias de nuestro corresponsal, los actos todos de los festejos de Maracay,
entre los que esplendió, como el más alto, la inauguración de la estatua y el
desfile de las unidades de tropa por ante la efigie broncínea del inmaculado adalid, dispuesto
por el ciudadano Inspector General del Ejercito, Gral. José Vicente Gómez, en
honor del ciudadano Presidente de la República Gral. Juan Vicente Gómez, que asistió a
la inauguración.
El Discurso pronunciado por Don Laureano
Vallenilla Lanz, fue una hermosa pieza
oratoria como debida a tan ilustrado orador.
El Disco, acoge con agrado estas
noticias y felicita al Ejecutivo del estado Aragua por el brillante éxito de
los festivales”.
En el mismo Número publica, con el título de “HONORES A
SUCRE” la correspondencia cruzada entre el Presidente del Edo. Sucre, General
Juan Alberto Ramírez, y el Gral. J. V.
Gómez.
“Cumaná, 21 de Enero de 1923. Para el Gral. J. V. Gómez.
Etc. etc. etc.
Maracay. Pueblo y Gobierno de Sucre consignan por mi
órgano sus congratulaciones para Ud. en este día en que los sentimientos de su
admiración y gratitud por la obra
gloriosa de nuestros Libertadores, se manifiesta una vez más en el
homenaje rendido al Héroe de Ayacucho, con motivo de la erección de su
estatua frente al moderno cuartel de esa
ciudad.
Ningún otro sitio más apropiado para exhibir, ante
nuestros soldados en la efigie del épico Mariscal, la imagen misma de las
virtudes que enaltecieron aquel
bizarro caballero de la espada y del honor.
Tal homenaje fortalece aun más, si cabe, los nexos de
inquebrantable adhesión y reconocimiento que le profesan estos pueblos en cuyos corazones ha resonado con eco simpático y entusiasta, el justo y noble tributo de sus
sentimientos patrióticos hacia el esclarecido hijo de Cumaná.
Sírvase acepar así mismo, mis cordiales parabienes y el
tributo de mi ferviente admiración.
Lo saluda su leal subalterno y amigo. Juan Alberto
Ramírez”.
En el mismo número publica “El Disco”, las cartas cruzadas
entre el Gral. Juan Alberto Ramírez, Presidente del Edo. Sucre, y Gral. J. A.
Martínez, Presidente del Edo. Aragua.
“Maracay 23 de enero de 1923.
Señor Presidente del Estado. Me es placentero llevar a conocimiento de
Ud. que los festivales decretados por el Ejecutivo de Aragua con motivo de la
inauguración de la estatua ecuestre del
Gran Mariscal de Ayacucho en esta capital revistieron la más insólita
esplendidez, por las demostraciones de cultura
y civilidad impresas a cada uno
de los actos felizmente llevados a cabo,
y que en todos estos, vibró con rumores
de aclamación el nombre esclarecido del Benemérito General Juan Vicente Gómez,
Presidente Constitucional de la
República , prestigiado de vítores por las multitudes, que ven en él al genuino representante de la soberanía nacional y al fundador de la paz. Por todo lo
cual presento a Ud. patrióticas congratulaciones. Su amigo y compañero. J. A.
Martínez Méndez”.
Cumaná. 24 de enero de 1923
Para el Gral. J. A. Martínez Méndez. Me complace dar a
Ud. el recibo de su importante y autorizado telegrama de fecha de ayer, en que
se digna traer hasta este Gobierno el
eco simpático de los festejos con que el
Ejecutivo de ese Estado, dignamente presidido por Ud. ha solemnizado la inauguración de la estatua
ecuestre del Gran Mariscal de Ayacucho,
dispuesta levantar , frente al nuevo y bello cuartel de la ciudad de Maracay, por el Benemérito
General Juan Vicente Gómez.
El tributo de admiración rendido en esa capital al más puro Héroe de la magna epopeya, el
glorioso cumanés, Antonio José de Sucre, y la resonancia patriótica que tal
homenaje ha tenido en todo el País,
avivando el recuerdo de nuestras
glorias, ha consolidado el sentimiento de gratitud de esta ciudad, cuna ilustre
del epónimo adalid, para con el jefe
único General Gómez.
Seguramente que la presencia del eximio caudillo, en los
festivales fue justo motivo de júbilo,
ya que el pueblo venezolano admira en él
al reformador de la
República , en el seno laborioso de la paz y el trabajo, ya la vez el más
fervoroso admirador de los forjadores de
la nacionalidad, los héroes leyendarios.
Por el éxito brillante alcanzado por Ud., con los
festivales de ese Estado, reciba mis sinceras congratulaciones. Cordialmente lo
saluda su amigo y compañero. Juan Alberto Ramírez”.
Ese mismo año en
el No. 8 de “El Disco” se publicó el discurso de Orden pronunciado por
el Ministro Laureano Vallenilla Lanz, en el acto de la develación de la estatua ecuestre del Gran
Mariscal de Ayacucho en Maracay.
“Señores:
Quiso el
señor Gral. Martínez Méndez Presidente Constitucional del Estado Aragua que
fuese yo quién aceptara en su nombre el noble presente que el Ejecutivo Federal por medio del señor Ministro de Obras Públicas, acaba de hacer a esta ciudad.
Quien sabe si no solo obedeció el deseo a la ya antigua amistad vinculada por el recuerdo de aquel que también supo ser su amigo,
con la lealtad, la franqueza la honradez y el carácter inflexible que
constituyen como un blasón de familia, sino que también pensó el culto caballero y progresista Magistrado,
al honrarme con esta designación, en el papel que me ha tocado desempeñar en mi vida de escritor, como
enérgico vocero de esta gran causa
política que ha echado las bases definitivas del engrandecimiento nacional y como constante defensor de las glorias y de
los héroes de esta amada patria nuestra,
la que ostenta en América los más puros laureles y los más cruentos sacrificios;
la que dio a la redención del Continente
al Precursor, al Libertador, y
entre centenares de guerreros insignes al Héroe inmaculado que a los 29 años, emulando en precocidad a
Alejandro y a Napoleón, pone punto final
a aquel inmenso drama, sin semejante en
la historia del género humano, con una batalla que si ha sido considerada
como modelo de estrategia , es también el más alto ejemplo de magnanimidad y de política ue haya podido
darse en los tiempos modernos, al
coronar la victoria definitiva de una
larga y cruentísima lucha de Victis
Honos; honor a los vencidos; como diciéndole a la Madre Patria cuando ya los legendarios pendones e Castilla se arriaban para
siempre de las últimas almenas de los Andes Australes: ¡Tus hijos que acaban
de conquistar la libertad te saludan!
Aquel gesto de
Ayacucho complementa en la historia de la Emancipación de
Hispanoamérica el Tratado de Regularización de la Guerra ; ambos son dignos
del alma de Sucre, ambos demuestran la
grandeza excepcional de aquel hombre, que superior a sus años , a su medio y a
su época, colocado por sus altas dotes y
sus eminentes servicios “en la mitad de
la escala por donde Bolívar había subido al Pináculo”, no siente el corazón el
veneno de la vanidad ni de la
envidia; su cerebro maravillosamente
equilibrado no sufre el vértigo de la cumbre,
y desde las cimas de Condurcunca,
mirando a sus pies a la
América definitivamente redimida en aquella gran batalla su pensamiento y su
corazón vuelan hacia el Libertador para
decirle, en un rasgo de lealtad y de reconocimiento, que le enaltece tanto o
más que los laureles que acababa de
cegar en aquel día “El solo nombre de
Ud. ha triunfado en Ayacucho”.
Surgida de una de las guerras más sangrientas de la
historia, hija de todos los heroísmos y de todas las inmolaciones, nuestra
Patria nació bajo la égida de dos
grandes virtudes tutelares: el valor y la lealtad. En medio de la
disgregación y de la anarquía, cuando el organismo colonial heterogéneo e
inconexo, se disolvía en un torbellino de átomos, cuando se veían por todas
partes egoísmos feroces estrechándose e
un mar de sangre, solo quedaba como esperanza de triunfo, como tabla de
salvación, el reconocimiento de un Jefe Supremo
la concentración alrededor de una voluntad única, el sometimiento
absoluto, indeclinable, a un cerebro y a un brazo superiores;
pero esto suponía, en militares acostumbrados a obrar siempre por si mismos, un noble sacrificio, un acto de abnegación, el renunciamiento de
aspiraciones y de ambiciones legitimadas
en cierto modo por luchas y por triunfos y consagradas por el prestigio del
valor, uno de los más
trascendentales y brillantes que pueden alcanzarse en el mundo, pero ese acto se cumplió: y el
día en que la lealtad y el honor a la
palabra empeñada vinieron a enaltecer el heroísmo, comenzó a
vivir la Patria !
Nuestros oscuros guerrilleros vieron como se les ensanchaba el horizonte;
el sol sin ocaso de la inmortalidad y de
la historia iluminó para ellos el Continente; nuestras montoneras
semibárbaras se convirtieron en
ejércitos regulares; el campamento fue
escuela de disciplina y de emulación por
la gloria; los harapos se trocaron en brillantes uniformes y a la cabeza de aquellos ejércitos , guiados
por el genio de Bolívar en una larga
carera de triunfos, aparecieron los Generales de la Gran Colombia ,
personificados en la más alta, en la más noble,
en la más pura expresión de
heroísmo, de desprendimiento, de lealtad
y de cultura: en el General Antonio José de Sucre; como si todas las hadas
benéficas se hubieran acordado para concentrar en una sola alma las más puras virtudes humanas y poder cubrir con ellas en el último día de la lucha por la libertad de América, como con un manto
de armiño las congénitas
monstruosidades de la Guerra
Si es cierto que nuestros antepasados nos gobiernan, “si desde el fondo de la tumba
todo un pueblo de muertos gloriosos nos dicta imperiosamente nuestra conducta”,
nosotros, los venezolanos, estamos en el deber ineludible de ser leales para ser patriotas; ya que el valor es planta
silvestre en nuestra tierra, la lealtad es y debe ser siempre la base de
nuestra moral política. No es a los militares únicamente a que me refiero – el
Ejército es la Patria ,
y sin lealtad no hay ejército; - vosotros lleváis en vuestras presillas el
signo visible del voto solemne de vuestro corazón y de vuestra conciencia;
debéis ser leales antes que todo, porque en vuestra lealtad descansa el honor y la dignidad de la Patria.
Y esta Patria engrandecida y dignificada
por el hombre ilustre que ha
devuelto su prestigio al Ejército; que
después de una larga época de
anarquía de jacobinismos y
demoliciones revolucionarias ha fundado la paz sobre beses inconmovibles, logrando cumplir como
ningún gobierno hispanoamericano, aquel voto solemne que como un gemido de angustia por el porvenir de su obra redentora lanzó el
Libertador sobre su lecho de agonía: “Cesen los paridos”; esta Patria que, es sin disputa la madre de la libertad de América; puede hoy , gracias al grande
hombre, exponente preclaro de todas las
energías, de todas las virtudes de todas las fuerzas morales del pueblo
venezolano, cumplir sin sonrojos el deber sagrado de glorificar a sus héroes legendarios.
Señores...
Al General Juan Vicente Gómez ha tocado la gloria insigne de presidir las conmemoraciones de las grandes efemérides de nuestra historia, y él ha sabido colocarse
en la altura de esa misión que le deparó
el destino. Jamás el nombre de Bolívar
resonó con mayor amplitud por los ámbitos del mundo, nunca habia
llegado a mas excelsas cumbres junto con
las glorias del Libertador, la dignidad
de su Patria y la acentuación de nuestra
individualidad nacional. Venezuela, podemos proclamarlo enfáticamente, es un país soberano porque es
un país libre de compromisos; porque ha
comprobado con creces en los más graves
momentos porque atravesó la humanidad,
que pudo bastarse así misma; y esa acentuación económica y política de nuestra
independencia, el General Gómez ha unido
siempre la acentuación moral, porque pueblo que sabe honrar a sus héroes
reafirma su nacionalidad.
Y permitidme que termine recordando las elocuentes palabras del General Gómez al designar este sitio para colocar la estatua del Gran mariscal de Ayacucho, porque ellas
indican la comprensión más absoluta de las más puras virtudes del insigne cumanés, y el culto que le
rinde su grande alma de patriota y de soldado: “Que sea aquí, ante
la mirada de los soldados, donde se levante en bronce la figura inmortal, para que los
oficiales y tropa tengan siempre presente el más alto símbolo de las virtudes militares, el más puro y
noble ejemplo de la lealtad, de la
disciplina, de la recta e inquebrantable
conciencia del deber, en la contemplación de Sucre; evocando su vida, el
Ejército tendrá constantemente la
enseñanza del heroísmo abnegado y sin
tacha”.
En este mismo No. 8, publica:
Bolívar y Ayacucho.
27 de diciembre de 1824. La columna de Ayacucho.
Ahora cuando hay un pronunciado movimiento de consagración y de perpetuación en
piedra y bronce de la obra fundamental y
trascendental del Libertador, erigiéndose monumentos, o proyectando erigirlos,
desde los Estados Unidos hasta los Andes Meridionales y en España y en el Monte
Sacro, precede el recuerdo del que decretó, el propio Bolívar, el 27 de
diciembre de 1824,para inmortalizar la memoria de Ayacucho.
Fúndase la disposición en que “esta gloriosa batalla se debía exclusivamente a la habilidad, valor y heroísmo del General en Jefe Antonio José de Sucre, y
demás generales, Jefes, oficiales y tropas”,
por lo cual este ejército tendría
la denominación de Libertadores del Perú; cada cuerpo recibiría el sobrenombre
de Glorioso; y los individuos que los
componían el título de “Beneméritos en
grado eminente”, debiendo llevar cada uno una medalla al pecho, pendiente de
una cinta blanca y roja con la inscripción: Ayacucho. Para los Generales, esta
medalla será esmaltada en brillantes; la de los jefes y oficiales, de oro; y la
de las tropas, de plata.
El título de Gran Mariscal que se debe al General en
Jefe Antonio José de Sucre, se agregaba
el sobrenombre de General Libertador del Perú.
Artículo 4º de
este decreto de honores dispone que en
el campo de Ayacucho se levantara una columna consagrada a la gloria de los
vencedores: en la cima de esta columna
se colocaría el busto del General
Sucre y a lo largo de ella se gravarían los nombres de los Generales, jefes y oficiales y cuerpos en la orden de preeminencia que les correspondían. Agregaba El
Libertador: “La gratitud del pueblo y el
Gobierno se esforzara en prodigar la
riqueza , el gusto y la propiedad en la erección de esta columna”. El mismo día concedió los siguientes
ascensos: a Generales de División, Lara y Córdova ; a Generales de Brigada,
Lucas Carvajal, jefes de los Granaderos a Caballos; Laurencio Silva, jefe de
los Húsares de Colombia; Arturo Sandes, jefe del Rifles. 1º de la Guardia Colombiana ;
y Francisco de Paula Otero, jefe del Batalló No. 1º de Perú.
En el No. 9, publica un extraordinario trabajo del
historiador José M. Rey de Castro: Párrafos de
“Recuerdos del tiempo heroico”.
Entre las mil beneficiosas ideas que pululaban en la
mente del General Sucre al implantar las mejoras que, en su deseo por la
prosperidad de Bolivia, tenía concebidas
para elevarlas al más alto grado de progreso, entraba necesariamente las
de remover todo obstáculo que a ello pudiera oponerse. Una y de gran importancia, fijaba
preferentemente su atención: en la supresión de conventos; medida que en su
concepto era reclamada altamente por la política y por las leyes
eclesiásticas. Con tal convicción y
asistido de su entereza característica,
acometió resueltamente la empresa, a pesar de que las preocupaciones la hacían
ardua y difícil. Sin embargo, no cejó ante las dificultades; su esclarecido
talento le señaló la vía más espedita para dominar las antiguas impresiones del
ánimo adheridas fuertemente con la educación, y poder manifestar, junto con la
conveniencia, la pública utilidad de ese procedimiento del gobierno.
Después de varias y detenidas conferencias con el señor
Dean Gobernador eclesiástico del arzobispado, y en tan perfecto acuerdo, que
aseguró éste, por nota oficial, “que juzgaba la medida de absoluta necesidad y
muy conforme al espíritu de los sagrados cánones”. Formuló un decreto
reduciendo el número de conventos que en la República debían
subsistir, y disponiendo la traslación de los que en menor número se
encontrasen en cada convento; los cuales debían salir de la Capital en el plazo
señalado, para ir a formar comunidad con
potros de su misma orden en los demás departamentos.
Sometido el Decreto a la Diputación permanente,
ésta lo aprobó en todos sus artículos, devolviéndolo al gobierno con un
luminosos y extenso informe. Su
publicación produjo, según era de esperarse, sensaciones de diversa índole,
como todo acontecimiento notable. Para
unos, era una medida de alta política, discurriendo sensatamente sobre los
proficuos resultados que de la
aplicación de las rentas de los conventos supresos podía reportar la beneficencia pública, pues
se dotarían con ellas los hospitales,
casas de huérfanos, hospicios para pobres, colegios, escuelas y tantos
otros establecimientos como tenía decretados el gobierno. Para otros, era un
avance de la potestad civil que dejaba ver funestas trascendencias perturbadoras
del sentimiento religioso y la moral. Las beatas y muchas que no lo eran,
creían ver con sobresalto en el decreto asomar la cabeza disfrazada de la
herejía.; algunos frailes, por su parte, fomentaban tal absurda idea.
Esto dio lugar a
un episodio, en que una vez más luciese la energía con que el General Sucre
celaba por el estricto cumplimiento de
las leyes, decretos y órdenes de cualquier género que fuesen. Profesando el
principio de que nada era tan pernicioso
como la tolerancia del desobedecimiento
a ellas, puesto que no solamente desprestigiaban a la autoridad de que
emanaban, sino0 que minaba y corrompía la moral civil y social, era severo en
la aplicación del castigo.
Sucedió, pues, que
el día en que los franciscanos debían desalojar su convento, estalló allí una
conjuración monacal de resistencia con síntomas alarmantes. A las cuatro de la
tarde , y fuera de costumbre, sonaron las campanas en la torre: se abrió el
templo, que apareció iluminado y
descubierta la Majestad. A
los pocos momentos iba llenándose de gente la iglesia, sorprendida por lo
extraordinario del acto. Era el tiempo oportuno para su plan, fundado en la
esperanza, sin duda, de que su designio sería apoyado por el pueblo. Subió al púlpito uno de los padres, que si bien
no era en elocuencia un Massillón, no le faltaba resolución y audacia. Con grave tono y vehemencia comenzó a mover
los afectos del auditorio, declamando contrea la impiedad, que decía haber desplegado su sacrílego estandarte contra los ministros
del Santuario, para derribar luego el altar. Apostrofando a los fieles,
decíales que había llegado la hora de
imitar a los santos mártires que buscaban la muerte en defensa de la Religión. “¡Cómo siendo
cristianos permitiréis que ella sea profanada y hollada en nuestro suelo!”
Dejábase ya sentir alguna perturbación, especialmente en
las mujeres; pero no faltó algún hombre sensato que impresionado por tan subversivo discurso, volase al
palacio, para dar cuenta de ello al
gobierno. Perfectamente enterado el General Sucre de los pormenores y
circunstancias del escandaloso abuso , llamó a un oficial y le dijo:
“Tome Ud., cuatro soldados armados, colóquelos en la
puerta de la Iglesia
de San Francisco, suba Ud. al púlpito,
donde está p0redicando u fraile revolucionario, intímelo Ud., que baje inmediatamente; y si se resiste,
made usted allí mismo darle cuatro tiros.”
El Oficial, que nada tenía de lerdo, fue al punto a
cumplir, de buen grado, su comisión; se dirigió al templo, y subiendo intimó al
predicador: que de orden del Presidente bajase en el acto. No fue obedecido, y
continuaba fervorosamente con la palabra: entonces poniéndose en pie y
tirándole de la manga, le dijo con fiereza:
“Padre, mire Ud., a la puerta esos soldados le harán baja
y callar a balazos, porque yo se cumplir las órdenes que recibo” Entre el susto
y el estupor, aquellas fulminantes palabras produjeron su efecto.
Inmediatamente descendió del púlpito, seguido del oficial
quien le exigió que dispusiera se cerrase la iglesia, previniéndole tuviese
mucho cuidado en no promover nuevos alborotos en el pueblo. Así se hizo, y todo
quedó ejecutado, retirándose tranquilamente las gentes que habían concurrido a
la iglesia. Al día siguiente recibieron
los Padres orden de la policía para emprender el viaje al convento que se les
tenía indicado; y fue así puntualmente observada la ley. Como los franciscanos habían sido los
últimos que aun permanecían en la capital,
quedó esta sin ninguna de las tres órdenes
que de tiempo inmemorial se habían
en ella fundado. Era escandaloso ver , que dos de esos conventos, la Merced y San Agustín,
apenas estuviesen habitados por el
religioso sacerdote que hacía de prelado, como lo asegura el mismo digno
gobernador eclesiástico.
A recorrer la historia
el período de la administración militar primero, y discrecional después, del general Sucre,
registrará pocos actos que hagan resaltar más las excelsas cualidades con que
plugo a la Providencia dotar esa
alma grande como el de la siguiente “ley de olvido”, fruto de su
siempre generoso y siempre americano corazón”.
En el No. 13 de
“El Disco” publica las cartas cruzadas de Marco Tulio, con el Dr. Delfín
Ponce Córdova, con el objeto de animar el acontecimiento., veamos:
“Cumaná
9 de enero de 1923.
Cumaná
9 de enero de 1923. Señor doctor Delfín Ponce Córdova, Presidente de la
“Sociedad Patriótica Ayacucho”. Presente. Estimado Doctor y amigo: muchas son
las sociedades que desde el año 30,
separada que estuvo Venezuela de la Gran Colombia , se han constituido en Cumaná para
glorificar al preclaro Antonio José de Sucre, su más esclarecido hijo, y hasta
el presente , que yo sepa al menos, todo se redujo a juegos de pirotecnia y
discursos épicos, seguramente de la misma materia inflamable. Parece que ni se hubiera pensado jamás siquiera en realizar una obra
ornamental y útil, un monumento que
determinara un esfuerzo meritorio y pregonara a la posteridad la admiración
cierta de los glorificantes hacia el
nobilísimo cumanés.
Con
gusto hemos publicado en el DISCO el acta de instalación de la “Sociedad Patriótica Ayacucho”, que Ud.
dignamente preside, y las columnas de este bisemanario estarán siempre a la
orden de Ud. para insertar lo que tuviere a bien enviarnos con tal objeto.
No
alcanzo a comprender fijamente cual es el propósito concreto que esta... esa Sociedad, para la solemnización de
Ayacucho, aquí en la ciudad cuna afortunada del Héroe de esa acción gloriosa;
porque en donde toda idea loable
encuentra opositores, hay que desconfiar siempre del triunfo del bello ideal que alguno alimente. Pero
dado los elementos honorables que integran la Sociedad , el entusiasmo
que su instalación ha producido en el público
y el claro criterio que tan señalados admiradores de Sucre, es de confiar en que sumando los
esfuerzos y seleccionando proyectos, se llegará a definir algo digno de estos tiempos de brillantes
tributos a la memoria excelsa de los grandes.
Ud.
particularmente me habló del hermoso intento
que acaricia de erigir uno como templo, en sitio aparente de esta
ciudad, para depositar allí muchas de las reliquias veneradas que andan
dispersas, pertenecientes al Gran Mariscal
o que a él se refieran, y a la vez erigir dentro de ese templo una
escultura que, como el mármol de Tenerani a Bolívar, dé también a Sucre la
austera y nobilísima fisonomía de los semidioses. Esta elevada intención de Ud.
debería recibir el cálido sustento y la jubilosa acogida que bien merece de los 25 o 30 mil cumaneses diseminados en
el territorio nacional, a fin de que con el pequeño y espontáneo óbolo de cada
uno de ellos reunamos la suma necesaria para realizar la obra.
Yo me
atrevería a insinuarle a Ud., por si quisieses aceptarla como buena y llevarla
a alcanzar la aprobación de la “Sociedad
Patriótica Ayacucho”, solicitar una contribución de las cinco repúblicas
bolivarianas a las que en mucho contribuyó
a emancipar el brazo taumaturgo
de Sucre, contando con que no negarían ellas el pequeño óbolo que se le demande como tributo de aprecio y
gratitud a la ciudad tan profundamente amada del pundonoroso caballero de la espada, que en blanca página hidalga
firmó la definitiva emancipación
americana, a la tierra lejana y procera
que infantó a tan gallardo
libertador.
Y,
como siempre es desagradable, así fuere para la obra más benéfica, dar una
contribución directa, para recabar ésta que abría de exigir Cumaná, propondría yo que se reprodujera exactamente en igual forma, peso
y materiales, la pluma de oro que la
ciudad de Cochabamba regaló a Sucre para que escribiera las glorias de
Ayacucho, y que el héroe regaló a la Municipalidad de Cumaná en donde se encuentra.
Esa reproducción se rifaría a un bolívar
la acción en las cinco repúblicas antes
dichas, y para que todo aquel que
adquiriera un número obtuviese un recuerdo valioso a la vez que una
credencial de haber contribuido a la universal manifestación de gratitud
rendida de Ayacucho
El
billete debería llevar en el anverso el retrato de Sucre con la fecha de este
primer centenario datada en Cumaná, y en reverso la proclama de Ayacucho o bien
la carta de Sucre a la ilustre
municipalidad de Cumaná, al enviarle la pluma. Opino que podría así
recolectarse una suma bastante considerable para celebrar con dignidad el centenario de la batalla de Ayacucho en la
ciudad cuna del Gran Mariscal, porque podría realizarse en un todo, y con la
debida suntuosidad la obra proyectada por Ud. y a la vez hacer algunos trabajos
ornamentales y de urgentísima necesidad para nuestra ciudad natal.
Con
las veras de mi consideración más distinguida, soy de Ud. atento y seguro amigo. Marco Tulio Badaracco
Bermúdez” .
En el mismo número se
publica la respuesta del Dr. Ponce Córdova.
“Cumaná 25 de febrero
de 1923.
Señor Marco Tulio
Badaracco. Presente. Distinguido amigo y compañero. Bastante placer me ha
proporcionado la lectura de su hermosa carta del8 del mes próximo pasado, ya
porque veo en Ud. al buen compañero, siempre dispuesto a prestarnos su eficaz
colaboración en la empresa que hemos
acometido de celebrar honrosa y
brillantemente el Centenario de la
Batalla de Ayacucho el año de 1924, ya porque simpatiza
Ud. con la idea que le comunique
personalmente, , de arbitrar recursos y elementos para levantar uno como templo donde
depositar tanta reliquia
venerada, perteneciente al Gran mariscal
Antonio José de Sucre o que a él se refiera, y erig9irle dentro de ese
templo una escultura, como la de
Tenerani al Libertador.
Las reflexiones que Ud.
hace acerca de no haber propendido hasta
ahora nuestras sociedades patrióticas a
hacer algo que perpetuara el recuerdo
del más ilustre hijo de Cumaná en su ciudad nativa, ha obedecido, sin
duda, a la manera de pensar y
proceder de las distintas épocas que han corrido del año 30 para acá. Nuestras
sociedades patrióticas y religiosas tendían
solo a acopiar medios para
celebrar un determinado día del año una
fiesta rumbosa, pasada la cual se volvía a emprender de nuevo el mismo trabajo
para idéntico fin el año siguiente; pero
de esos actos apenas ha quedado una reseña, uno que otro discurso y algunas
poesías, casi todas mediocres. Ninguna
idea original brotó de ese concurso de voluntades, y corrieron
los años sin adelantar un punto en el propósito de honrar merecidamente a Sucre, exhibiendo
tanto la faz guerrera del prócer como su bella talla moral, digna de la más
alta epopeya.
Mucho han hecho sin
duda los gobiernos Nacional y del
Estado, en honor del “mas digno General de Colombia”, la estatua del insigne
Mariscal es monumento que adorna la principal de nuestras plazas públicas: otra plaza la de “Pichincha”
creado en honor de Sucre, lleva un busto de él, y otro busto y retrato
suyos existen en el Salón Municipal,
junto con la fe de bautismo, fotografiada e los libros de la Iglesia de Santa Inés:
retrato magnífico del héroe decora el Salón de Recepciones del Ejecutivo del
Estado ; en el sitio más probable en que nació
el gran cumanés, se destaca, en hermosa columna, la inscripción que
recuerda al pasajero, como fue esta ciudad la cuna afortunada del Héroe y como
debemos rendirles a ambos el homenaje de
nuestro amor y gratitud: la
correspondencia militar y política del Gran Mariscal fue publicada por el
Gobierno Nacional en días cercanos al Centenario del Libertador, y ahora la
reimprime una notable casa
editorial de Madrid; la segunda de
nuestras calles se denomina Sucre, y así tambien nuestro hermoso puerto, el
Estado y el Distrito Capital; igual título cabe
a la principal de nuestras escuelas concentradas; y hasta un cercano y popular barrio de Cumaná lleva el
nombre de una de las ciudades que mostraron marcada predilección por
nuestro ilustre coterráneo: Cochabamba. Todos estos tributos, hijos de la más
viva gratitud, traen a la memoria el nombre
y la obra del vencedor en Pichincha.
Pero el templo que urge
levantemos a Sucre vendría a acercarlo más a nuestros días de seguro análisis;
vendría como a actualizar el pasado; porque enriquecido ese edificio con recuerdos perínclitos que digan a las
generaciones cómo fue pura y abnegada aquella víctima ilustre; es seguro que
cuantos individuos y corporaciones
posean alguna joya, carta o cualquier dato de esas brillantes épocas extintas, gustosamente los traerían a
ese templo o Museo para ser allí
expuestos a la veneración de todos.
Siempre sentiríamos como un
regocijo de familia al colocar
dentro de ese santuario de la Patria alguna prenda
de Sucre el inmortal.
Esta sería la obra
nuestra: honrar de la más digna y elocuente manera al egregio Adalid y
Estadista, exhibiéndola hombre , que si culminó en cien campos de batalla con la prestancia y el arrojo de los más notables capitanes, se creó en
torno suyo, por sus eximias virtudes y exquisito tacto político y social, tal atmósfera de
entusiasmo, veneración y gratitud, que se ha hecho merecedor (y es justicia que nadie le disputa), de que
el ilustre cantor de la
Zona Tórrida , lo consagrara en frase lapidaria “ la gloria más pura de Hispano
América”
Tarde he venido a
contestar su atenta carta, pero como le había manifestado personalmente que los particulares de ella habían sido muy bien acogidos por los Miembros el Comité Central, esperaba sorprender a Ud. con los datos que le envío y que recogí últimamente en Caracas
acompañado en todas esta diligencias por
nuestro buen amigo y compañero Emilio Berrizbeitia. Estos datos se publicarán
para conocimiento del público, junto con
esta carta en el “El Disco” el popular periódico que el
Dr. Rodríguez Valdivieso y usted,
sus distinguidos redactores, han puesto con la mayor galantería a la
disposición de este Comité Central. Los datos en referencia son estos.
El trabajo de la
reproducción de la Pluma ha sido confiado en Caracas al inteligente orfebre señor Rómulo
Maduro, decidido admirador de Sucre. La
reproducción de la Pluma
se hará en oro de 21 kilates, igual al modelo , que existe en la Municipalidad de
Cumaná, y que fue regalada por el Gran
mariscal de Ayacucho. Esta joya irá
colocada en estuche muy rico, tallado en oro de iguales kilates, llevará el
escudo del Estado Sucre, y los esquineros serán también tallados en oro. En la parte interior de la tapa cubriéndola en toda su extensión llevará la Bandera Nacional con la inscripción siguiente: Facsímil de la Pluma , en oro y perlas, con que el Colegio de Cochabamba obsequió al
General Antonio José de Sucre, después del triunfo de Ayacucho, el 9 de
diciembre de 1824.
En el fondo de este
estuche, se destaca la Pluma ,
de oro y perlas, y habrá otra inscripción en oro, que dirá: Contribución a la
celebración del Centenario de la
Batalla de Ayacucho, en Cumaná el 9 de Diciembre de 1924.
EL BILLETE.
El Billete para la
rifa tendrá las dimensiones siguientes:
quince por 8
centímetros .
En el anverso, y hacia
su extremo derecho llevará en tono dorado un fotograbado de la Pluma. En el extremo
izquierdo de la misma faz la efigie en busto
con traje militar, del Gran Mariscal de Ayacucho. En el centro irá el facsímil de la carta con que Sucre envió
la valiosa joya a la
Municipalidad de Cumaná el año de 1826.
En el reverso, en el
extremo superior derecho, en facsímil
también, irá el escudo del Estado Sucre, en dorado. En el centro la inscripción
siguiente: Contribución a la celebración
del Centenario de la Batalla
de Ayacucho, en Cumaná”.
Hacia la parte inferior
tendrá estampadas la serie, número y valor del Billete. Este trabajo de
esmerado gusto artístico está
encomendado a la importante “Litografía
del Comercio” del señor don Pius Schlageter, fervoroso americanista y admirador de Sucre. Nos ha asegurado
Schlageter a Berrizbeitia y a mi que el trabajo, por su mérito artístico será como una obra de arte equivalente a su valor , y que muy bien
podrá guardarse como un recuerdo del Centenario. En todas estas gestiones me ha acompañado como antes digo, el Vicepresidente del Gran Comité Directivo de la Sociedad Patriótica
Ayacucho, Don Emilio Berrizbeitia, quien continúa en la Capital , activando la conclusión del trabajo
mencionado.
Sírvase aceptar
nuestras más cordiales felicitaciones
por su idea original y bella, que hemos
acogido con el mayor contento todos los
miembros de esta sociedad Patriótica.
Soy su amigo y
compañero afectísimo.
D. Poonce Córdova”.
Para continuar la animación del eventos, en el No. 15, publica una anécdota del Mariscal,
veamos:
“RECUERDO
DEL AYER GLORIOSO.
Los destellos alborales del 24 de mayo
de 1822 hicieron eclosión de
apoteosis para las victoriosas armas del ejército patriota, que en vuelo
triunfal hacia escalado la ardiente cima
del “Pichincha”, a cuyos pies -como una virgen pagana- esplende la bulliciosa Quinta. En su vértigo libertador, ni los ígneos
penachos del coloso amedrentaron a los mimados de la Gloria !...
Los opresores, a cuya cabeza estaba Almerich, semejante osadía miráronla
como un soberbio reto que imprudentes pretendieron castigar, no sabiendo que a esa legión de héroes guiaba Sucre, el ángel tutelar de la Victoria ;
y mirando con altanero desdén las posiciones, dieron comienzo a la lucha que tras cruentos sacrificios dio
a las armas republicanas una colosal
victoria y nimbó de glorias su camino
hasta Quito, que irredenta sintió el beso de la luz republicana y vio
proyectado sobre su cielo azul, por vez primera, el sol sublime de la libertad.
Almerich, ostentoso y jaquetón,
acostumbraba -como un signo de desdén
por las armas patriotas- tan pronto como sabía de la aproximación del
enemigo, mostrarse en una mula rucia,
con cuya presencia decía -temblaba el enemigo. Y era suficiente para
llenarle de terror y derrotarlo. Caído
prisionero el fanfarronudo Jefe, Mijares
su asistente, a quien le tocaba el trabajo de ensillar la rucia -a fuer de buen
andaluz- no quiso perder la oportunidad
de chasquearla y hacerle así pagar las muchas veces que le molestó para
ensillarla, y, aprovechando la ocasión una vez que el General Sucre se paseaba muy cerca de Almerich,
sacando la cabeza por una de las
ventanas de la pila en que hallábase éste, le dijo con burlesca inflexión:
“¿Mi General, le ensillo la mula rucia?
Extrañado Sucre de semejante pregunta y de la indignación que ello había
causado a su huésped, pidió explicaciones, obtenidas las cuales no pudo menos que soltar la risa y exclamar:
”Como es cierto que hasta en los grandes
trances no ha de faltar la nota cómica”. Santos Erminy Arismendi.
En medio de la campaña para la
conmemoración del centenario de
Ayacucho, Marco Tulio, intenta otras campañas por las obras necesarias para
Cumaná, vemos:
El Disco, No. 23. 22 de abril de 1923.
“OBRAS NECESARIAS AL PUERTO
DE CUMANÁ
Tomamos del B Boletín de la
Cámara de Comercio de Caracas, de su edición del primero de
marzo último, el importante artículo que
hoy reproducimos con el mote que
encabeza estas líneas.
Compenetrado con las necesidades de obras importantes que reclama esta
ciudad de Cumaná, el Boletín de la
Cámara de Comercio de Caracas, haciéndose eco de esas necesidades, como ayer
de las de los puertos de La
Guaira y Maracaibo, hace honor a sus columnas llenando así los fines de esa honorable institución que hace ya
varios años viene laborando por el comercio
y la industria del país, de manera tan eficaz, que la Cámara de Comercio de
Caracas, constituida por los elementos
de más valía en el comercio y la
banca de la Capital
de la República ,
es un cuerpo o entidad jurídica cuya representación caracteriza para Venezuela,
tanto en su territorio como en el
extranjero, un instituto de respetabilidad ya reconocido.
Por lo que a nosotros corresponde, como hijos de esta tierra, expresamos al Boletín de la Cámara de Comercio de
Caracas, nuestra más franca gratitud por el artículo que a continuación
reproducimos:
En nuestro número anterior hemos señalado las ventajas y mejoras que se
deben introducir en la Guaira
y Maracaibo a fin de poner estos dos puertos principales de la República a la altura que les corresponde y de acuerdo
con los adelantos modernos. Cumaná la Primogénita de
Venezuela, cuna del Gran Mariscal de Ayacucho y
gloriosa por sus servicios inmortales a la causa de la Independencia de
Venezuela y de toda América, necesita también obras urgentes para su desarrollo
y embellecimiento. Estas obras son: en primer término el acueducto, luego un
puente sobre el Manzanares en la Plaza Ayacucho , indispensable hoy a las
comunicaciones y una casa de gobierno,
de que carece la histórica ciudad por completo, hasta el punto de que el
Ilustre Ayuntamiento celebra sesiones en el mismo edificio de la Cárcel. La casa natal
del General desapareció en el terremoto de 1853 y el lugar donde nació el héroe
está marcado con postes y cadenas. Nada
más propio que construir en este sitio
un edificio para una escuela o para un museo. La carretera de Cumanacoa
es la obra más importante de la ciudad
después del acueducto. Sabemos que el señor General Juan Alberto Ramírez, que
tanto se ha distinguido en la administración pública, se ha consagrado a la
construcción de esta vía de importancia
no solo para Cumaná sin para una de las
más hermosas regiones de la
República , como es el valle de Cumanacoa. Pocas regiones son
comprables a aquellas fértiles vegas admirablemente bien regadas.
Solo, el valle de Guarenas y Guatire en Caracas y el de Boconó en
Trujillo, pueden compararse en fertilidad y demás ventajas para la agricultura
con el de Cumanacoa. El General Ramírez merece bien de la Patria , pero según nos
informan, no dispone de elemento suficientes para llevar a cabo la obra con
prontitud, pero sin duda encontrará los
necesarios con la ayuda eficaz que viene
prestando a esta clase de obras la
actual Administración dirigida por el señor General Gómez. Estas obras se
deberían hacer para el centenario de la
gloriosa batalla de Ayacucho. A Venezuela corresponde hacer algo grande y digno del héroe para esa fecha memorable, y ninguna
ofrenda más adecuada que obras de
carácter público y de utilidad para la ciudad que tuvo la gloria de ver nacer
al gran capitán y excelente magistrado que fue Sucre. Una de las regiones más
ricas de Venezuela es Cumaná. Goza de clima sano, no esta expuesta a los
destrozos del paludismo, tiene peces como para surtir al mundo entero y tierras
abundantes para siembra de cocos, café y algodón. Sus telares
están muy prósperos. Solo falta a Cumaná las ventajas de la emigración europea.
Una de las mayores comodidades de este
suelo privilegiado es su Río Manzanares,
navegable para lanchas hasta la propia
ciudad. Con sus aguas se podrían regar
las inmensas sabanas planas que rodean a Cumaná.
MAYO DE 1923.
Continuando sus campañas, el 5 de Mayo,
en el “El Disco” No.26, publica
El Gran Comité Directivo del Sociedad Patriótica Ayacucho, previo editorial que
titula
“Importante Acuerdo”
“Es grato para nosotros dar publicidad en las columnas de “El Disco” al
importante acuerdo dictado por la “Sociedad Patriótica Ayacucho” que, habiendo
acogido favorablemente la idea también iniciada por este bisemanario, dispone
la reproducción exacta de la pluma de
oro, ofrenda del Colegio de Cochabamba al Gran mariscal de Ayacucho y cuyo
original se encuentra en el Salón de la Ilustre Municipalidad
de Cumaná.
Bien merece nuestro aplauso, y seguramente que tendrá el general encomio,
el esfuerzo que está realizando la
mencionada Sociedad, para dejar bien puesto su nombre en el propósito patriótico que la guía.
Cuando dijimos que desde el año 30 muchas sociedades se había fundado en
Cumaná para glorificar a Sucre, sin que ninguna de ellas hubiese dejado obra alguna que dijera
siquiera de sus nombres, creímos no estar equivocados porque es esa la verdad.
Los monumentos y las demás obras que honran el nombre del egregio cumanés en esta ciudad de su nacimiento, no
son erigidas
por Sociedades, sino por los gobiernos
o por la
Municipalidad , y veríamos con tristeza que ahora sucediera igual. Todo nuestro esfuerzo está a las órdenes de la Sociedad para llevar a
término su noble empeño, y bien creemos que no habrá hijo, el más humilde que
sea , de esta tierra que no esté dispuesto a contribuir ala glorificación del
eminente coterráneo vencedor en Ayacucho.
Los resultados inmediatos, decisivos,
radicales y brillantes de la acción de Ayacucho hace de esa memorable
efemérides una de las mas genuinas glorias de América, y al aproximarse su
Centenario no es de extrañarse que las hojas de esa gloria, las Repúblicas
Bolivarianas, se apresten a conmemorarla con la pompa requerida.
Cumaná, la hija primogénita del Continente, la que puso en el alma de
Sucre aquella serenidad de arcángel con que pasó por la sangrienta contienda,
inmaculado y terrible, tiene derecho a esperar que se le dispensará la atención
que ella espera en esta ocasión para enaltecer al que todo lo dio en provecho de la Causa de América y de la
libertad”.
EL GRAN COMITÉ DIRECTIVO
DE LA
SOCIEDAD PATRIOTICA AYACUCHO
CONSIDERANDO:
Que se acerca ya el 9 de diciembre
de 1924, en que Cumaná se apresta a celebrar de manera espléndida el Centenario
de la Batalla
de Ayacucho, “cumbre de la gloria Americana”, campo fecundo en donde culminaron
las virtudes guerreras y cívicas del General Antonio José de Sucre, el más
ilustre hijo de esta ciudad procera;
CONSIDERANDO:
Que el Benemérito General Juan
Vicente Gómez, Presidente Constitucional de la República , ha acogido
con el fervor patriótico que tanto lo enaltece nuestros propósitos de honrar
merecidamente a Sucre y Cumaná;
CONSIDERANDO:
Que esta Sociedad Patriótica ha sido instituida con el laudable fin de
que la celebración de ese glorioso aniversario revista entre nosotros la magnificencia
y esplendor que demanda su alta significación política y social;
CONSIDERANDO:
Que es de urgencia arbitrar recursos entre las naciones bolivarianas,
para la realización del patriótico objetivo que perseguimos,
ACUERDA:
1º.- Hacer por cuenta de la
Sociedad una reproducción exacta de la pluma de oro y perlas
que posee la
Municipalidad de Cumaná , y que le fue ofrendada al Gran
mariscal de Ayacucho por el Colegio de Cochabamba en 1825.- La pluma no debe
pesar menos de noventicinco gramos en oro amarillo de 21 K.; su centro debe ser
macizo y las aristas talladas a buril;
llevará 24 perlas colocadas según están en el diseño.
2.- Fabricar un lujosísimo estuche
para guardarla pluma, con las condiciones características siguientes:
a)
Será de madera forrada en peluche azul.
b)
Llevará en el centro exterior de la tapa el
Escudo del Estado Sucre tallado en oro amarillo, perfectamente calado y cuya
dimensión será de diez centímetros de alto por un ancho proporcional.
c)
Llevará en cada esquina su respectiva contera,
también tallada en oro amarillo y con dibujos alegóricos.
d)
En la cara interna de la tapa llevará
artísticamente colocada una cinta de seda con los colores del Iris Nacional y
la siguiente inscripción impresa en letras doradas: “Facsímil de la pluma que
el Colegio de Cochabamba ofrendó al Gran Mariscal de Ayacucho.- Mandada a reproducir por la “Sociedad
Patriótica Ayacucho” de Cumaná en 1924.
3.- Esta pluma así guardada en tan lujoso cofre,
será rifada entre las naciones a cuya
libertad contribuyera tan desinteresadamente el Gran Mariscal de Ayacucho; y
para facilidad y recuerdo histórico de la rifa se emitirán bellísimos
billetes en suficiente número y de un
valor que esté al alcance de todos.
4.- Los gastos que ocasionen estos trabajos
serán pagados por Tesorería.
Dado en el Salón donde celebra sus
sesiones la “Sociedad Patriótica
Ayacucho”, en Cumaná a 3 de febrero de mil novecientos veintitrés.
El
Presidente, D. Ponce Córdova. El Primer Vice-Presidente, E. L. Silva Díaz. El
Segundo Vice-Presidente, Emilio Berrizbeitia.- Los Secretarios de
Correspondencia, J. V. Rodríguez Valdivieso.- Humberto Guevara.- Alberto
Sanabria.- Octavio Rafael Neri.- Paco Damas Blanco.- El Secretario de Actas, F.
Madriz Otero.- El Sub Secretario de Actas, R. Reyes Gordon.- El Tesorero,
Manuel M. Fuentes.- El Sub Tesorero, Enrique S. Berrizbeitia.- Vocales: Rafael
Velásquez.- Simón Núñez Ortiz.- José Silverio González Varela.- Miguel
Aristeguieta Sucre.- José Rafael Rojas.- Luis Ramos Sucre.- J. M. Urosa Ortiz.-
B. Milá de La Roca H.-
Andrés A. Bruzual.- El Archivero, Pedro Elías Marcano.- El Secretario General,
D. Badaracco Bermúdez”.
En el No. 28, del 13 de Mayo de 1923, El Disco publica una página que
dedica a Sucre, el poeta José Fernando Núñez.
¡Bendita sea la bala de Berruecos que te exaltó a la gloria!
Mientras otros execran la memoria
de tu alevoso asesino yo la acato,
porque la envidia es escabel por donde alcanza el Genio su más alto grado de esplendor.
Bajo el golpe de Obando se ensancharon tus glorias como las olas
crecen cuando los vientos rugen.
Si el crimen no hubiera armado el brazo de tu perseguidor, acaso el genio
de Pichincha y Ayacucho hubiera dejado
de prestarte sus favores y no ocuparías
en los fastos de la Historia la diestra de Bolívar.
Es necesario ahondar en los sucesos tempestuosos que se desarrollaron a raíz de la victoria de Ayacucho para comprender
que era llegada la hora de retirarte de la escena.
La naturaleza humana es
susceptible de debilidades a las cuales no pueden sustraerse las más recias energías, y las pasiones
políticas comenzaban a fermentar con la
socavación de los cimientos de Colombia
y la cercana muerte del Nazareno de Santa Marta, hubiera podido alcanzarte en el zenit de tu grandeza.
A Córdova le hubiera más valido
rendir la vi8da tras el éxito cabal del ¡“Paso de Vencedores”! La muerte
le hubiera salvado de macular con la traición sus laureles merecidos.
El Dios de Colombia te trazó una línea de la que no debías pasar. Después
de Ayacucho, que es tu Sinaí, nada más tenías que hacer, hacer más sería
trasponer las nubes y confundirte en el Olimpo con los dioses.
En el No. 29, del 17 de Mayo de
1923, “El Disco” publica una página que dedica a Sucre, don Jorge Luciani.
“Magnanimidad y desprendimiento de Sucre. A Darío Monserrat.
Admiro en el Gran Mariscal de Ayacucho a una de las más altas cumbre del
arte militar: reverencio e Sucre, hombre privado, el paradigma de las virtudes
domésticas; si es el diplomático, lo veo
muy grande; si al magistrado, íntegro;
si al amigo, circunspecto y leal. Patriota genuino y de visión amplísima, en su
cerebro esclarecido no halló albergue jamás el ideal de la Patria Chica.
Como jefe desplegó carácter; subalterno,
tributó el respeto debido a la jerarquía
sin vergonzosas complacencias, y haciendo valer, cuando fue preciso ,
con firme modestia, sus gloriosos merecimientos. Pero sobre ese cúmulo de eminentes cualidades, brillaron en todo
instante dos virtudes inmarcesibles: su
desprendimiento y su magnanimidad.
En 1820 designado en unión de Briceño Méndez y de José Gabriel Pérez, para celebrar con
los españoles el tratado de regularización de la guerra, comienza a irradiar
gloria su grandeza de alma. “Este tratado, dirá Bolívar un lustro después, es
digno del alma de Sucre; la benignidad, la clemencia, el genio de la
beneficencia lo dictaron, el será eterno como el más bello monumento de la piedad aplicada a la guerra;
el será eterno como el nombre del vencedor de Ayacucho.
Así durante toda la guerra hasta que, en Ayacucho, sella espléndidamente
la independencia sur-americana, brindando con hidalguía sin par a los heroicos
vencidos una capitulación por todo extremo generosa.
Creada la República
de Bolivia, Sucre fue elegido su Presidente vitalicio, pero solo por dos años
aceptó y ejerció tan elevado cargo. No tardó mucho en ser víctima de un
atentado criminal. Valentín Matos, que así se llamaba el asesino, fue condenado
al último suplicio ¡Sentencia justa si
las hay! Con todo, Sucre le salva la vida, conmutándole la pena por destierro.
Ni a esto se limitó, sino que le suministró dineros para el viaje y a poco le
suspendió el destierro.
Transcurre breve tiempo cuando por obra de instigaciones peruanas
nuevamente asorda el espacio ruido de armas. El Gran Mariscal es herido.
Restablecido el orden público, que una invasión peruana había vuelto a
interrumpir, el ilustre cumanés se aleja de Bolivia, no sin antes decir con noble
orgullo: “En medio de los partios que se agitaron quince años, y de la
desolación del País, no he hecho gemir a
ningún boliviano, ninguna viuda, ningún huérfano, solloza por mi causa; he levantado del
suplicio porción de infelices condenados por la ley, y he señalado mi gobierno
por la clemencia, la tolerancia y la bondad. Se me culpará acaso de que esta
condescendencia es el origen de mis mismas heridas; pero estoy contento de
ellas, si mis sucesores con igual lenidad acostumbran al pueblo boliviano a conducirse por las leyes, sin que
sea necesario que el estrépito de las bayonetas
esté perennemente amenazando la vida del hombre y acechando la
libertad....”
Todavía convaleciente de sus heridas, tiene lugar la invasión del
territorio de Colombia por las tropas del gobierno peruano. Invasión
injustificable. Sucre es nombrado primer jefe del ejercito Colombiano; su
segundo es el general Flore3s. Son 8000 los peruanos, 4000 los colombianos. El
Gran Mariscal
destroza a los adversarios en Tarquí. Y entonces quien podía estar
justamente resentido de la perfidia
peruana a la par que envanecido con la victoria, propone a los vencidos las mismas estipulaciones que vanidosamente rechazaron cuando se disponían a la lid. ¿Qué saben las
almas vulgares de esta sublime voluptuosidad? Sucre exclama lacónicamente: “La Justicia de Colombia es
la misma antes y después de la victoria” Expresión incomparablemente bella, que
tiene la diuturnidad del mármol y la sonoridad de un himno a la justicia;
palabras que retumbarán siempre, bajo el firmamento de la América libre, al través de ciudades, bosques y
desiertos, por encima de fronteras y montañas, como fianza segura de redención y
ejemplo de magnanimidad.
Presidente del “Congreso Admirable” (1830), fue encargado con otros
ciudadanos eminentes para tratar con los comisionados de Venezuela sobre el
porvenir de la Gran
Colombia. Alejado Bolívar del poder, y enfermo además, era el
Gran Mariscal la más conspicua
personalidad militar y política
de la República :
la opinión le miraba como el sucesor probable del Libertador. Sin embargo en
las entrevistas de los comisionados de Páez, Sucre dio una vez más pruebas de su desinterés republicano proponiendo que:
“se admitiera y sostuviera la base de
que todos los Generales en Jefe, y los de otra graduación que hubieran sido
Presidentes o Vicepresidentes,
Ministros, Consejeros de Estado, y Jefes
Superiores en cualquiera de los
Estados de la futura federación, se
tuvieran por excluidos de los dos más elevados puestos de la Administración Ejecutiva
durante un largo y determinado período.” Esta proposición fue negada. Era
natural.
Aquel enorme paladín de la libertad era, verdaderamente “el más digno de
los generales de Colombia”.
En el No. 30, del 19 de Mayo de
1923, “El Disco” publica una noticia de un año anterior, veamos: UN DOCUMENTO
de la
Sociedad Patriótica Ayacucho.
“Sr. Ramón David León. Oficina
de “El Universal” Caracas.
En esta fecha constituyose Gran Comité Directivo, encargado de
disponer lo relativo para digna y
solemne celebración Centenario Batalla Ayacucho.
Conociendo su patriótica admiración por las glorias de Sucre,
confiamos celebrará Ud., allí en el
sentido de hacerle ambiente favorable a
tan simpática iniciativa.
Presidente del Gran Comité Directivo,
D. Ponce Córdova.
9 de diciembre de 1922 .
Para el Director de El Universal. Caracas.
Bajo las más gratas impresiones patrióticas, la ciudadanía de Cumaná,
representada en lo más selecto de sus clases sociales, ha lanzado hoy, la feliz
iniciativa de celebrar digna y
solemnemente el Centenario de la batalla
de Ayacucho; y al efecto constituyóse un Gran Comité Directivo quien eligió unánimemente,
a los Presidentes de las Republicas Bolivarianas sus más distinguidos
Presidentes Honorarios.
El Corresponsal.
9 de diciembre de 1922.
Igual para el Nuevo Diario y El
Heraldo.
En el No. 35, del 9 de Junio de
1923, “El Disco” publica una página tomada de
“El Universal”, titulada,
CENTENARIO DE AYACUCHO.
Hemos recibido el prospecto de la notable obra que con el título de “EL
MUNDO BOLIVARIANO” se edita actualmente en Lima con el objeto de conmemorar el
Primer Centenario de la
Batalla de Ayacucho, que selló la libertad del Continente y
donde culminó el genio militar del Mariscal Sucre.
El Perú celebra con pompa inusitada el centenario de la inmortal batalla,
y en el programa de fiestas que con tal motivo prepara el Gobierno de aquella
República este libro tendrá importantísimo lugar y constará de las siguientes
partes:
1º.- Simón Bolívar, su vida, su
obra, su ideal político, Bibliografía del Libertador. Iconografía. 2º.-
Las grandes batallas de la
Libertad.- 3.- Los
colaboradores de Bolívar. 4.- Antecedentes y consecuencias de la Batalla de Ayacucho con
respecto a la libertad Suramericana. 5º.- Elogio del Libertador.
En la intervieu que insertamos en nuestra edición de ayer bajo el título
de “Una efeméride americana” está
delineado ampliamente el plan de esta obra debido al fervor bolivariano de un
gran patriota peruano, el señor don Carlos Aramburú y Salinas.
Así mismo el artículo que reproducimos hoy se hace eco de la notable
labor del señor Aramburú.
La obra gigante de Bolívar culminada en Ayacucho, al cumplirse 100
años de la batalla que diera libertad a un continente, al más
joven, al más pujante y al más rico de
los cinco que forman nuestro planeta, va a ser, una vez más objeto de la
reverente y estupenda admiración de seis repúblicas americanas,
cuyas recias y herrumbrosas rompiera la tenacidad rebelde y siempre enojada de un genio.
El 9 de diciembre de 1924, en las llanuras de Ayacucho se escribió la
última página de la historia colonial de
América. Antonio José de Sucre, más tarde mariscal de Ayacucho, secundado aquel
día en la izquierda por el general Don José de La Mar , en el centro por el venezolano, Jacinto Lara
y a la derecha por el general colombiano Córdova, contando como auxiliares poderosos a Agustín Gamarra, al británico Miller, y a veinte gloriosos jefes más, venció aniquilándolo, al ejercito realista
que comandara el Virrey La Serna , cuya jefatura estuviera en manos de Cantrerac,
la izquierda dirigida por Monet,
el centro a la cabeza, el general Alejandro González Villalobos, y la derecha en poder de Leonidas
Valdez.
El sol del medio día lució más brillante el 9 de diciembre del 24 para el
continente de Colón. El Virrey y su Estado Mayor, prisioneros, la capitulación
incondicional como premio de muchos años
de heroísmo y de sufrimiento.
Cien años día por día, se van a cumplir dentro de muy pocos meses y las seis repúblicas bolivarianas, las demás hermanas de América y
el mundo entero, van al el centenario que pusiera fin a la tiránica lucha, a
cantar el hosanna magnífico, a los generosos soldados que supieron dejarnos por heredad una Patria gloriosa y libre.
Ya se esboza el programa de las fiestas que tendrán lugar en el Perú con
motivo de la conmemoración de aquella
fecha, espléndidas todas, pero uno de los números, ciertamente muy delicado, va
a ser la publicación del libro “El Mundo Bolivariano”.
Un periodista de prestigio, el señor
Carlos Aramburú y Salinas, secundado por un grupo de periodistas de recia
estructura intelectual, se ha hecho cargo de la obra que en forma definitiva,
como documento imperecedero, dirá de aquellos días de gloria, lejanos ya, pero cálidos aun en el recuerdo de los
hombres libres que pueblan este nuestro
continente niño y exuberante.
En el No. 36, del 14 de Junio de
1923, “El Disco” publica el soneto de Andrés Eloy Blanco.
CHUQUISACA.
El Mariscal subía la dorada escalera,
Radiante la mirada, seguro el caminar;
En su brazo una dama se engarza ligera;
Sus cabellos el oro, sus pupilas, el mar.
De súbito, en un giro, la rubia cabellera
Rompió sus ligaduras con dulce resbalar
Y el oro de la trenza y el de la charretera
Juntaron sus fulgores en un fulgor solar.
Los bucles se agitaron con emoción extraña...
Más noble que en la arenga febril de la campaña,
Sintió toda su gloria la faz del Mariscal.
Ella insinuó un murmullo de tímidos asombros,
Y el Héroe dijo raudo:
-Jamás obre mis hombros
Cayó, Señora,
el peso de un homenaje igual
En
este mismo Número inserta el documento
que transcribimos:
“DOCUMENTO
DE LA SOCIUEDAD
PATRIOTICA AYACUCHO.
GRAN
COIMITE DIRECTIVO. CUMANA-VENEZUELA.
Presidencia.
No. 3.
Cumaná-Venezuela.
Ciudadano
Presidente Constitucional del Estado
Sucre.
Presente.-
Honorable Compatriota:
La “Sociedad Patriótica
Ayacucho” constituida recientemente en
esta ciudad capital, con el propósito de celebrar el Centenario de la épica
Batalla “cumbre de la gloria Americana”
acordó en medi del mayor alborozo, nombrar a Ud., Miembro Honorario suyo
en este Estado.
Como verá Ud., en los documentos que
iremos dando a la estampa, serán
variados los números de la festividad, y necesitamos el concurso simpático y
valioso de cuantos son amantes de las glorias de Sucre y de la ciudad procera
que lo vio nacer, para salir
triunfantes en nuestros levantados
propósitos.
No dudamos que Ud., cuyo espíritu progresista se ha manifestado ya en
beneficio de ese Estado que tan dignamente dirige, nos prestará su valioso
contingente, cual corresponde a
la excelsitud del objeto que nos ha hecho constituir en Gran Comité.
Ya el jefe del País, Benemérito
Gral. Juan Vicente Gómez, ha acogido con patriótico entusiasmo la instalación de la Sociedad , al hacerle la
participación del nombramiento de Presidente Honorario de ella, en la República , y estamos
ciertos de que su apoyo material no se hará esperar, pronto como ha estado
siempre a honrar cuanto se relacione con la Patria y con sus hombres y hechos eminentes.
Con sentimiento de la mayor consideración me es honroso suscribirme de Ud., atto. S. S., y compatriota.
D. Ponce Córdova”.
“Igual para los demás Presidentes de Estado, Gobernador del
Distrito Federal, Ministros del Despacho, Inspector General del Ejército,
Miembros del Congreso Nacional, Secretarios Generales de Gobierno, Arzobispo de
Caracas y Venezuela, Obispos Diocesanos, Ministros Diplomáticos, Gobernadores
de Territorios Federales, y demás ciudadanos que ha honrado la Sociedad Patriótica
Ayacucho con este nombramiento”.
En el No. 38, del 21 de Junio de
1923, “El Disco” publica un interesante artículo de Rodolfo Betancourt:
“RELIGION BOLIVARIANA.
Creo y sostengo que todo buen venezolano debe reconcentrar su
pensamiento en la personalidad múltiple
de Bolívar para así formarse mejor criterio de lo que vale para nosotros,
significa para el mundo y merece ante la posteridad , este “héroe de los
héroes”.
Bolívar “mitad héroe y mitad Dios,
como dice Chocano, hizo obra inmensa de libertad, de afianzamiento, de
moral; y su
actuación en el mundo, destacándolo sobre las cosas humanas, lo coloca en puesto de
preferencia en el seno de la
inmortalidad.
Su brazo: fuerte y blando, hecho de mármol y de seda, con la dualidad
rara de su fiereza para ganar batallas y
firmar decretos monumentales, y la finura de su tacto en los salones, para ofrecer
a las damas, las rosas de su amor, el cáliz de su cultura y el incienso
perfumado de su galantería.
Su Verbo: dulce, vibrante,
arrobador, sentencioso y convincente. Dulce en las sonoridades de la
rima y las expansiones del afecto;
vibrante como un clarín en el tumulto de los campamentos, arrobador en
los instantes conflictivos de necesaria elocuencia; sentencioso en las
deliberaciones trascendentales y convincente cuando la Verdad y la Justicia reclamaron el
puesto merecido que querían arrebatarle.
Su pensamiento; mezcla de severidad y de vehemencia; grande como el
firmamento, firme como las pirámides, tumultuoso como el océano, fulgente como las tempestades, y con el
privilegio de que en su inmensa órbita
cabían y evolucionaban al mismo tiempo, las inspiraciones del poeta, las
conveniencias del político, las
sagacidades del guerrero, las elocuencias del tribuno, las verdades del
filósofo, las predicciones del vidente, , y por sobre todo esto, el convencimiento pleno de su misión y de su
genio...”
En el No. 39, del 3 de Julio de
1923, “El Disco” publica un interesante artículo de R. Aumaitre Sosa,
“ULTIMO ENSUEÑO DEL GRAN MARISCAL
DE AYACUCHO.
El noble guerrero, el adalid
gallardo, el prohombre de los grandiosos
planes apodícticos, el émulo de Bolívar, San Martín y Mariño; el vencedor de
Ayacucho, el hombre símbolo y fiel
representación de la heroicidad y la nobleza; el que arranca el cetro a los
incas y derroca el palacio de los Virreyes,
el que porta en su diestra la balanza de la justicia y en su escudo el
emblema del Triunfo, es Sucre el hijo benemérito de la imperial Cumaná.
Deteneos hijos del Sol –dice Sucre a los súbditos de Manco Cápac- ¿Veis
allá las colinas verdiazules donde el Virrey Laserna ostenta el irisado pendón
de la vieja España?
Id hasta él y decidle Que el General Antonio José de Sucre se encamina
hasta los viejos añojales donde habrá de
cernirse la radiosa figura del gran Libertador de la América Hispana.
Id vosotros que no soy la gente aprensiva de los celtas y rasgad la cruz
a cara que no soys vosotros la parte “auterapia” de la raza anulativa.
Apostrofad al apóstata y confiad con
que el lado de éste vuestro compañero haremos blanco sobre el baluarte donde se
exhibe la grandeza farraguista del
presuntuoso ibero.
Idos y dejadme en paz y estad alerta
para el alba...
Quiero soñar con mis pretericiones;
quiero dialogar con mi hado; quiero con la aquiescencia del espíritu prever mi
futuro; deseo, rebosante de júbilo, ver en mis ardientes sueños de visionario
de la excelsa figura del hombre a quien más estimo, del genio que abarca
lineamientos de inmortalidad y sublimes arranques de heroísmo; quiero imponerme en el corazón de mi respetado
jefe y amigo sincero: Simón Bolívar.
Y
sueña el héroe... De paso por los alrededores de Pamplona toma parte en
horrible aquelarre; allí le vaticina la maga Prandea el horrible sarcasmo de
Berruecos, el triunfo de Ayacucho, las felinas reincidencias, las notas
subversivas del plan que se escapa al General Santander, la pastecud de Ibarra contra los agresores del Padre de la Patria en el día en que el
puñal asesino amaga su corazón, la borrasca de Páez, la agonía lenta de
Bolívar, la roja anúteba de la
dictadura, la elocuente apología del General Urdaneta, las resoluciones
aprobativas y apóstrofes crueles del Consejo de Guerra que habrá de iniciarse
en el patíbulo sangrante que se alza contra el héroe de San Félix.
Se conjuran los acentos atronadores
del conciliábulo, y Sucre parte en alas de la sublime fantasía hasta prenderse en el ápside de su astro.
Se interna en el corazón del
porvenir patrio y 35 años después contempla con los ojos del alma la ignominiosa tea ensangrentando el suelo de
la adorada Patria donde antes latiera en cada pecho heroico la ambición de la
libertad.
Todos los nobles y firmes
ideales de los valientes patricios de la Magna Guerra han desaparecido.
Sucre tiembla, y, en éxtasis casi
divino, se dice para si en el suave mutismo en que corre su deseo: ¡Quien pudiera
leer ante la faz del mundo las primicias
de este canto que me sugiere la
Omnipotencia del Dios
que levantó mi espíritu al nivel de los tronos donde impera la justicia y la
bondad!...
El horizonte de la Patria
se ilumina con los rayos esplendorosos de un sol que derrama lumbres de venturanza y poesía.
El “Indico Poema” del inmortal
Colón duerme en la noble apoteosis de
los genios espartanos;
Nuestra heroica Venezuela a manera de un mágico dípiro centellea en el
alma del Padre de la Patria.
La cultura bajando de los cielos se une al sentimiento religioso que
implantara Bolívar en sus sueños de
héroe y en sus afanes de guerrero.
En nuestro cielo azul sonríe un sol de ópalo que despide lampos y difunde
miradas que hieren y santifican es Bolívar radiando sus sagradas aspiraciones,
es Bolívar genio trazando los arduos
problemas que habrá de presentar a su Venezuela
ideal en la galería de las Naciones
independientes y civilizadas.
Bolívar soñó a su Patria igual que Washington: Noble, grande, hermosa...
Bolívar resumió a su Patria en el
iris de tres perlas bellísimas y compiló en hermoso cuadro el trono viviente de la Venezuela europeizada.
Sucre despierta de su nobilísimo ensueño
con el estruendoroso triunfo de Ayacucho la naciente república de los
Virreyes lo proclaman su Libertador.
¡Gloria al sublime genio que
encarna la bravura del pueblo que lo vio
nacer!.”
En el No. 41, del 12 de Julio de
1923, “El Disco” publica un interesante artículo de Manuel Guzmán,
“BOLÍVAR POLÍTICO.
Los proyectos de Bolívar sobre la cuestión Istmo de Panamá; obligan a los
cerebros mas llenos y a los pensamientos
más elevados a considerarlo desde el verdadero punto político. Bolívar fue un
hombre de alto vuelo político, de
concepciones tan vastas y asombrosas,
que un siglo después, que el Chimborazo sintiera sobre sus espaldas los pies
del coloso, no parece a primera vista irrealizables. Todas las cualidades que
le adornaban como guerrero, como tribuno, como científico, como propagandista, fueron sus elementos o arma que puso al servicio de la realización de un
plan;
Ese
plan la libertad de América y el respeto a la Democracia.
El proyecto de Bolívar era formar un
todo político con las naciones del Nuevo
Mundo.
Constituido así este País, abrazando
el Norte, el Sur y Centro América hubiera sido el más grandioso imperio de cuantos nos habla y se registran en la historia; esa nación
contrarrestaría la amenaza constante, conservaría el equilibrio de los
continentes, roto éste por la supremacía de la vieja Europa y aquella por el
crecimiento formidable y alarmador de los Estados Unidos. Soñó Bolívar una
Nación que fuera la primera del mundo.
Fue acusado Bolívar de implantar la tiranía por ignaras e incipientes nacionalidades
nuestras, y al efecto se opusieron al
plan que a realizar se proponía. Los Estados Unidos aconsejados por
Jefferson miraron de reojo los encumbrados pasos del Libertador, y previendo el momento
de que harían presa de Cuba y
Puerto Rico tildaron de conquistador el
proyecto Bolivariano.
Las dificultades con que debía tropezar el Libertador
en tan magna empresa no se
escapaban a su inmenso cerebro de
pensador de treinta y dos años. El muy
bien estaba al corriente de nuestra ignorancia, de lo extenso del solar americano, de las dificultades étnicas, de
las ventajas que veía en las pequeñas repúblicas, pero nada se oponía al
desarrollo de su empresa ni a la efectividad de su obra. “Es una idea grandiosa, decía, pretender
formar de todo el mundo nuevo una sola
Nación con un solo vínculo que
ligue sus partes entre si y con el
todo. Ya que tenemos un origen, una
lengua, una misma religión debería por consiguiente un solo gobierno que
confederase los diferentes estados que hayan de formarse “
El pensamiento de Bolívar era sublime y si acabo se hubiera llevado, no
tuviéramos como hemos tenido, en vez de
la gran patria que hoy sería nuestro orgullo y el temor de esos Yanquis y
Europeos, un haz de pequeñas nacionalidades enfrentadas, explotadas y amenazadas
constantemente por las potencias agresivas del mundo.
Ninguno presintió con más ardor
político la importancia del Istmo de Panamá que el Libertador lo que si
no presintió fue que cayera en
manos de los filibusteros americanos
que ayer lo tildaron de conquistador
con el más cínico descaro.
¿Era quimérico el pensamiento Bolivariano? Creo que no, basó sus
construcciones siempre sobre cimientos
de buena lógica, de lógica conciente y de argumentaciones indestructibles.
Panamá fue para Bolívar el sueño
político más hermoso que tuvo “Acaso
solo allí podría algún día fijarse la capital de la tierra como pretendió
Constantino que fuese Bizancio la del antiguo hemisferio”, decía en 1815 y en
1824: “Parece que si el mundo hubiese de elegir su capital, el istmo de Panamá
sería señalado para este augusto destino, colocado como está en el centro del
globo, viendo por una parte el África y por otra el Asia y la Europa. “Blanco y Azpúrua,
Documentos para la vida publica del Libertador . Vol. IX. Pags. 448.
Esas concepciones políticas del Libertador, esas ideas brillantes y bien acertadas, esos razonamientos,
madurados por vigilias de meditación, que brotaban de su cerebro fue lo que le
prevaleció para ejercer predominio sobre el mundo y sobre los sabios.
En resumen , considerado Bolívar en la esfera política se ve a simple vista, la magnificencia de su grandeza gemela con la magnificencia de
su obra.
Manuel Guzmán. Cumaná, 1923. “
En el mismo número, publica un documento de la Sociedad Patriótica
Ayacucho, vemos:
“DOCUMENTO DE LA
SOCIEDAD PATRIOTICA AYACUCHO- GRAN COMITÉ DIRECTIVO. Circular No. 7.
Cumaná 10 de enero de 1923. La Sociedad Patriótica
Ayacucho, establecida en esta capital con el laudable propósito de celebrar de
manera espléndida el centenario del la épica batalla “cumbre del al gloria
americana” según la opinión decisiva del Libertador, al empezar sus trabajos de
propaganda hace memoria de todos cuantos
ciudadanos hayan contribuido con su contingente material o literario a las festividades consagradas a
honrar nuestras fechas clásicas y
nuestros héroes legendarios. Y conocedores de los levantados sentimientos
patrióticos que tanto distinguen a Ud.,
al dirigirle esta nota es con e objeto de excitarlo a que nos secunde en nuestros proyectos de honrrar a Sucre y
Cumaná en el próximo 9 de diciembre de 1924, en que se cumple el primer
centenario de la batalla de Ayacucho, la función de armas más
trascendental que se haya librado en Sur
América, y cuyos resultados fecundos en beneficio para tantos pueblos ya libres acrecen más y
más con los tiempos. Para hacer más fácil la realización de nuestros planes,
este Comité Central ha dispuesto
crear en el Estado Sucre y en toda la República , Juntas
Parciales a las cuales corresponde en
primer término arbitrar recursos para
hacer posible los distintos actos que se propone verificar dicho cuerpo en esta ciudad capital, en el memorable
centenario de Ayacucho. Por tanto,
esperamos que Ud., en unión de los señores ------- elementos todos de alta
valía en esa localidad, se constituirán en Junta y empezaran sus trabajos activamente.
El periódico órgano de la
Sociedad y cuantas
publicaciones emanen de este Comité
Directivo, les serán enviados sin tardanza, y esperamos así mismo las apreciables comunicaciones de Udes., para darlas a la estampa en dicho
órgano periodístico.
En espera de su grata contestación no suscribimos de Uds., Attos
S. S. y compatriotas.
El Presidente, Dr. D. Ponce Córdova;
El Primer Vicepresidente, Dr. E. L. Silva Díaz; El Segundo Vicepresidente, Sr. Emilio
Berrizbeitia; Secretario General, Dr. Domingo Badaracco Bermúdez; Sub
Secretarios de Correspondencia, Dr. J.
V. Rodríguez Valdivieso, Sr. Humberto Guevara, Sr. Alberto Sanabria, Sr.
Paco Damas Blanco y Sr. Octavio
Rafael Neri. Secretario de Actas, Dr.
Federico Madriz Otero; Sub Secretario de
Actas, Sr. Rafael Reyes Gordon. Tesorero, Sr. Manuel M. Fuentes; Sub Tesorero,
Sr. Enrique S. Berrizbeitia. Vocales: Dr. José Silverio González Varela, Gral
Rafael Velásquez, Gral. Simón Núñez
Ortiz, Dr. B. Milá de La Roca
H. , Dr. José Rafael Rojas, Dr. J. M. Urosa Ortiz, Dr. Luis
Ramos Sucre. Archivero. Sr. Pedro Elías Marcano”.
En el No. 46 publica un maravilloso trabajo del colombiano Guillermo
Valencia, que titula
“Como mira el poeta a Bolívar.
Un día se apodera del poeta el
anhelo del ignoto, y evoca el genio de la Historia . En vuelo hacia los tiempos idos conduce hasta las forjas romanas todo el bronce que ha recogido, para fundir en él el alma de una estatua: la estatua de nuestro padre
Bolívar.
Y evoca la epopeya americana; y ve lo que fue él la Independencia ; un
ensueño de hombres agitados del espíritu de aquella diosa que escanció e cincelado vaso para el filósofo antiguo el divino
coloquio de La República ; una tribuna
ocupada sin cesar por oradores férvidos;
un circo de los tiempos antiguos llenos
de mártires despedazados; una historia entera desbaratada a cañonazos; y sobre el cuadro portentoso y
épico, un hombre ¡Y ese hombre era Bolívar!
La palabra vuela, cansada, para
decir lo que fue: predecir, luchar, vencer, crear, orar, gemir, cantar, rugir,
maldecir, convencer, soñar padecer,
agonizar, morir... Morir, no como
quiera, sino como la columna dórica cansada de llevar sobre sus hombros el peso
inmenso de las naves; contemplando como
España ataba de su escudo a la fiera soberbia y melenuda, y dejaba
volar, a cobijar el nuestro, con la sombra sagrada de sus plumas, esa ave libre
que gusta de armar su nido sobre el pico más alto de as sierras.
Y esa fue la visión del poeta. El vio al héroe mártir, y supo contemplar su perfil vencedor sobre el
muro negro y derruido, de los tiempos que fueron; y su gesto
aguileño y su abrazada tez y sus mismas
quemadoras pupilas en que reverberaba el
rojo sol del combate. Y vio como al
acompasado galopar de su caballo, la
tierra brotaba soldados que iban formando, a su espalda como la cauda inmensurable de un cometa, y como iba llevando de monte en
monte andino los incendios de la guerra y la voz de Dios...
El poeta tomó esos rasgos esenciales y fue a llevar a la fragua volcánica
el sagrado crisol que contenía el bronce futuro de la estatua inmortal.
Inmortal ... Porque Bolívar vivirá mientras la lengua castellana nos este
pregonando en América, en las estrofas
del poeta; un pasado glorioso y un compromiso para el futuro”.
En el No. 47, publica
“Debate Histórico”.
Tomado del diario El Grafico de Bogota.
“Dentro de poco llegará a Bogotá una comisión de historiadores peruanos
con el plausible propósito de recopilar datos y elementos para la formación de
un album o libro que contendrá el detalle pormenorizado de los antecedentes,
concomitancias y consecuencias de la mas estruendosa batalla de la
independencia suramericana librada en el campo de Ayacucho el memorioso
día 9 de diciembre de 1824 entre un
ejército realista compuesto de nueve mil trecientos diez hombres y uno libertador formado por cinco mil setecientas ochenta unidades.
Un patriótico anhelo nos hace esperar que el gobierno de Colombia
corresponderá con creces al celo desplegado por el Congreso de Perú, a fin de
que la luz de la verdad brille , y para que establecida fehacientemente la
participación de los pueblos colombinos en la acción de Ayacucho se estreche y
consolide la unión y hermandad entre los
países que recibieron provecho y honra con la victoria que inspiró al abate De Pradt estas palabras:
“La batalla de Ayacucho ha sido para la España y América
lo que fueron para Cesar y Octavio las de Farsalia y Accio contra
Pompeyo y Marco Antonio, y uno de aquellos combates definitivos que destruyen un poder y
consolidan otro”.
Ya una ley de nuestro Congreso expedida el año pasado ordenó que se
erigiese en fiesta nacional el hermoso día 9 de diciembre de 1924, y que se
celebrase de acuerdo con el decoro
patrio.
Abierto el recinto de nuestros
archivos a la comisión que nos visitara, y guiada esta por la Academia Nacional
de la Historia ,
se depurará un tanto el sentido crítico que por desgracia ha presidido en la República hermana los
debates acerca de la trascendencia
de la extraordinaria jornada de Ayacucho y sobre la influencia decisiva de las armas colombianas en aquella
hora aciaga para las huestes de la Corona ibera.
Osamos decir esto, porque sabemos la
importancia que se atribuyó al Album de Ayacucho de aquel capitan desagradecido
, natural del Perú, que en el año de
1862 publicó en Lima con el fin poco
honesto de desdeñar la heroica parte que en la famosa lid tomó lo mas granado y poderoso del Ejército
colombiano, en momentos en que en el Perú, según decir del Libertador, había
sufrió grandes desastres miliares , en
que el morbo de la traición causaba
males sin límites a la causa de la
independencia, en que la marina peruana se declaraba en abierta rebeldía, y en
que los celosos enemigos meridionales pugnaban por abortar el plan de redención
de los hijos del Inca.
Y no fue una voz aislada la que se
escuchó cuando el Album de Ayacucho vio la luz pública. En la semana pasada tuvimos oportunidad de
leer el desplante de un escritor del Rimac sobre la manera como ha de
festejarse el epónimo suceso. Dice aquel que el regocijo no debe ser sino del
Perú y de Venezuela.
Nadie entre nosotros ignora que el
mérito de la Victoria de aquella titánica brega correspondió al prestantísimo
General Sucre, porque así lo comprobó la magnitud y claridad del
acontecimiento. Empero, solo pudo el avieso magín del Capitan José Hipólito
Herrera amenguar aquella brillante gloria en las páginas de su desventurado
Album de Ayacucho, excluyendo del cuadro de los vencedores los nombres del
egregio y generoso Mariscal , de Lara, de Luque, de Carvajal, de Silva, de
Gallardo, y de cien valerosos oficiales colombianos más que consagraron con sus esforzados hechos y el destello
palpitante de su encendida sangre la
fama de bravos y valientes.
Simultáneamente con la cooperación
de la Academia
Nacional de la
Historia es, indispensable que se haga sentir la benéfica
acción particular de los escritores que han descollado en este género de
investigaciones: Álvarez Flores, el
Canónigo Peñuela, Monsalve, Arrubia,
Rivas, Correa, Quijano, Posada, Henao, y
tantos más eruditos y hábiles buscadores de nuestros archivos. Estamos seguros
de que si el Gobierno designa como colaboradores a estos caballeros, la Comisión peruana quedará reconocida por tan precioso servicio y la historia nacional hará un esfuerzo definitivo en el sentido de su selección y autenticidad.
La prensa, por su parte, hará una benéfica y
trascendental labor al dar cuenta de las investigaciones que se hagan y de las
diferencias que se susciten entre los críticos durante la compilación de los elementos apetecidos por los enviados del Perú.
Finalmente se espera que
todos aquellos que en sus archivos particulares posean cartas, relaciones, croquis o cualesquiera manuscritos del año 24 o siguientes, y que hagan alguna
referencia a la campaña libertadora del
Perú, las faciliten para su copia a los caballeros encargados de tan ilustre
labor.
Como no sería extraño que nada se adelantara en materia de datos y
detalles, queda el segundo aspecto de la investigación histórica, o sea la
interpretación ética, social o política de las causas y de los efectos concernientes al suceso que se
examina. Agotada la parte narrativa y expuestos análogamente los
acontecimientos, resta el análisis metódico
y severo presidido por un leal espíritu
de imparcialidad , a fin de que
el concepto de la historia
corresponda a la poliforme
idealidad de Cicerón: testigo, luz,
vida, escuela y mensajera.
Toca ahora a la importante Comisión que nos viene con un mensaje de fraternidad, discurrir con su
criterio ecuánime y valorar el
sacrificio de los soldados de la Gran Colombia.
La libertad de que disfrutamos y
el noble interés que nos anima, es campo
propicio para que discutamos serenamente
el punto que los trae a estas landas
a los caballeros historiógrafos
peruanos.
No es puntillo de amor propio, ni es vanidad engreída, es el fuero
augusto de la verdad y de la
justicia.
Ruy
Cisneros”.
En
el No. 53, publicó, seguramente para dar a entender con quien la hubieron los
patriotas, un interesante artículo del historiador Jorge Luciani, titulado:
“EL “DEMONIO” BOVES.
Interesante figura histórica la de este general José Tomás Boves.
Bolívar en su prosa fulgurante y metafórica lo señala como “Un demonio en
carne humana y sumergió a Venezuela en la sangre, en el luto y la servidumbre”
Un fraile Márquez proclamó una vez desde
la cátedra sagrada, al decir de Juan Vicente González, que Boves había sido enviado por Dios a la tierra para que fuera el azotico de los pueblos que habían pecado; y Heredia cuenta en sus
memorias que era el coco de los niños de
los insurgentes.
Para Larrazabal, Bolívar es un Dios, Boves un demonio. Y tal es de pávido
el lenguaje del académico Tejera cuando al caudillo español se refiere, que
uno se pregunta leyéndolo, si su infancia no transcurriría en medio de los
horrores de la guerra a muerte. Al
nombrar a Boves tiembla su pluma (sic);
él lo llama monstruo, minotauro, Atila; y,
en cambio, no vacila un punto en
calificar de “severo” al heroico Campoelías.
La apasionada expresión del Libertador es natural en un combatiente
exasperado que usa de la palabra como arma
de muerte; no así las opiniones de Larrazabal y Tejera, quienes
escribieron en el seguro de la vida,
ajenos los odios y represalias de la guerra. Posteriormente los más de los
escritoras se han dado a la tarea, en extremo fácil, de repetir las
patrañas inventadas por algunas
imaginaciones fantásticas, antes que analizar
con imparcialidad y buena fe
aquel interesante fenómeno social
que son los años 13 y 14. Y han
contribuido así a hacer valedera y común la caprichosa leyenda de “Boves demonio”, hasta el punto de que hoy
día, excepto contadas mentalidades superiores, la mayoría de los pensadores de
mi país opina conforme al arbitrario
criterio de los pseudo-
historiadores al estilo Larrazabal.
¿Sería racional juzgar a Boves sin un minucioso estudio previo de la guerra a muerte? No,
indudablemente que no. Sin embargo tal ha sido la labor de los escritores
patriotas. Olvidaron que la lucha era tremenda
y que la piedad era la derrota; olvidaron, además, que aquel caudillo
heroico y sanguinario, lo mismo que
Bermúdez, que Arismendi, y que
Campoelías, llevaba enroscada al corazón la serpiente de la venganza.
La guerra se alimenta del despotismo y no se hace por el amor de Dios, dijo en una ocasión el Libertador;
compréndenlo así los hombres de armas;
así es y así tiene que ser.
Hacen la guerra los soldados, no las mujeres ni los santos; requiérense
en los combates jefes que conozcan sus
responsabilidades y sus deberes, sordos
a la suplica y al llanto, cortantes como
una espada, ásperos en la lisonja, inflexibles como la fatalidad, no seres
bondadosos y pasivos prestos al sacrificio estéril. La guerra es anormalidad,
delirio, locura, no juegos de niños. Es la regresión brusca a la animalidad, a la barbarie, no a la
escala del cielo.
Pero nuestros historiadores hímnicos
no brillan precisamente por aquello que es corriente llamar al menos
común de los sentidos. En sus pueriles deseos de poblar el campo histórico de
dioses y demonios, no repararon que empequeñeciendo burda y
sistemáticamente a los realistas,
achicaban también a los patriotas.
En efecto, si todos los defensores del Rey, eran brutos desalmados y
cobardes, y los republicanos en su totalidad
geniales, valientes y honrados: ¿Dónde está y cual es el mérito de los libertadores de Sur América? ¿A que se debió
entonces la prolongada duración de
aquella lid? Porque en verdad es lógico, es natural, es inevitable el triunfo inmediato de lo
infinitamente grande sobre lo infinitamente pequeño... Y allí donde no hay
brega proporcionada y terrible no puede haber gloria. No, no fue aquella lucha
bravía y sangrienta una guerra de cíclopes y de enanos; la
grandeza de Bolívar y sus tenientes
estriba casualmente en haber
vencido, a fuerza de constancia y de
valor, a los aguerridos tercios españoles, triunfadores de Bonaparte. Por algo
se llama al Libertador a si mismo “el hombre de las dificultades”.
En
este mismo número 53, continuando la
Campaña por el Centenario de Ayacucho, El Disco, publica los listados de los
representantes de la
Sociedad Patriótica Ayacucho en todo el País.
“SOCIEDAD PATRIOTICA AYACUCHO. GRAN COMITÉ DIRECTIVO. PRESIDENCIA.
Juntas parciales nombradas en los Estados de la Unión Venezolana.
JUNTA DE CARACAS.
Dr. Luis Felipe Banco, Dr. Melchor
Centeno Graü, Dr. Jesús Sanabria
Bruzual, Dr. Luis Teófilo Núñez, Dr.
Salvador Córdova, Dr. J. C. Rivas
Morales, Dr. F. C. Betancourt
Vigas, Dr. José Miguel Oliveros, Dr. F. De P. Rivas Maza, Dr. J. A. Ramos
Sucre, D. J. S. Bruzual, D. Salvador N. Llamosas,
D. Juan E. Arcia, D. Andrés J.
Vigas, D. J. M. Espíndola, D. Juan
Miguel Alarcón, D. Ramón David León, D.
Francisco de P.- Centeno, Dr. J. M. Rivas Arias, D. Roberto Martínez Centeno, y D. Juan Almándoz.
Dr. Cesar Almaral, D. Pedro Miguel Uban,
D. Andrés Himiob Carvajal, D. Alejandrino Bruzual Serra, D. Andrés Eloy Meaño Ortiz, Dr. Gumercindo Torres, Dr. Luis Godoy, Gral. F. Díaz Mancilla, D. Juan Norberto Franchi, D. Luis Marturet y D. Salustiano Plaza
Montemayor.
VALENCIA
D. Mauricio Berrizbeitia, D. Luis
Daniel Berrizbeitia, Dr. Atilano
Vizcarrondo Rojas, Dr. Luis Pérez
Carreño, Dr. Miguel Bello
Rodríguez, D. J. Gregorio Pane Bello, Dr.
Francisco Iturriza, Dr. Gustavo Minguet Letterón, D. Salvador Carballo Arvelo, D. Enrique D’Sola, D. Carlos Amaré, D. Ernesto Branger, Dr. Lino Chávez, D. Ramón Ramos, D. Vicente Rosales, Dr. S.
González Guinan, Dr. Lisandro Lecuna,
Dr. Isaías Galviaras, Dr. Virgilio Herrera, Dr. Cesar Hamerich, Dr. Carlos Sardi, D. Juan I. Branger, D. H. Pérez Vera, D. Miguel Octavio Codecido, D. Domingo O. Olavarría, D. Clemente Velasco
Paredes, D. Agiustin Codecido, D.
Alfredo Pietri, D. Leopoldo Olavarría, D. Porfirio Marvez, D. Luis Augusto Paz y D. Alejandro Otalorra.
MARACAIBO
Dr. G. Quintero Luzardo, D. Juan E. Paris, D. Ramón Villasmil, D. Juan B.
Bessón, D. Octavio Luis Criollo, D. C.
Medina Chirinos, D. Udón Pérez, D.
Rafael Yépez Trujillo, D. Manuel Belloso Navas, Dr. Julio C. Belloso, Dr. José E.
Serrano, D. Ramiro A. Parra, D.
Adalberto Toledo, D. Elías Sánchez Rubio,
Dr. Pedro Guzmán H., D. Arístides Urdaneta, D. Francisco Guillen Quintero, Dr. A. Irazabal, Dr. José del Carmen Oliveira, Dr. Pedro José Rojas, Dr. Heberto Cuenca, D. Jesús A. Navas, D. N. Clodomiro Rodríguez, Dr. Abigail Colmenares y D. Octavio
Neri.
En el No. 55, el Gran Comité de la Sociedad Patriótica ,
continuo la publicación de los representantes en la diferentes ciudades de la República :
ESTADO BOLIVAR
Ciudad Bolívar
D. Ramón Sucre, D. Rafael Ángel
Cabrera, Dr. Pablo H. Carranza, D. Juan
Manuel Sucre, Pbro. Crisanto B. Alvins, Hildebrando Cabrera, Víctor Manuel Silva
Carranza, Luis Bossio Márquez, Juan
Silva Carranza, Leonet Olivo, Carlos Palazzi, Dr. J. M. Agosto Méndez, José
Acuatella, Edmundo Senegart, Trino Hernández,
Gral. J. M. Barroeta Briceño,
Luis Ponce, Dr. Federico Guevara Núñez, Luis Roncajole, Dr. José Benigno Rondón, Dr. C. Fry Barrios, Dr. Luis Acevedo
Itriago, Dr. J. Pérez Veracochea, Dr.
Hilario Machado.
UPATA
General J. M. González, Francisco Antonio Álvarez, Dr. A. Lecuna Bejarano, Lucio Celis Camero,
Ramón Otero Fernande y Manuel Álvarez.
Marco Tulio Badaracco, considerando que el nombre de “El Disco” no
respondía al objetivo, decidió editar el
mismo periódico con el nombre de “ SUCRE”.
EL BISEMANARIO “SUCRE”,
Año 1. Mes 1. No. 1.- 5 de Julio de 1924.
Director don Marco Tulio Badaracco Bermúdez. Administrador don Julio
Madriz.
EDITORIAL.
“Próxima la trascendental fecha centenaria de la célebre batalla de
Ayacucho, ganada por Sucre el preclaro
hijo de Cumaná, y próximas las fiestas que en honor al héroe y a la fausta
efemérides, prepara esta ciudad ilustre , hemos juzgado oportuno la fundación
de este órgano periodístico que, bajo el nombre glorioso el nobilísimo coterráneo, pueda recoger las
cónicas y decir de las actividades ciudadanas de estos tiempos.
Impulsos entusiastas y plausibles
propósitos sobran a quienes intentamos
la fundación de un periódico e Cumaná
y toda cuanta energía, criterio, voluntad, escasa inteligencia y
conocimientos del asunto podamos tener,
con grata decisión la ponemos al servicio de la obra... Pero es lo cierto que, hasta hoy al menos, el esfuerzo ha sido
estéril porque los rendimientos pecuniarios
no han correspondido a los requerimientos de la empresa.- Confiamos, sin
embargo, en que dada la espontaneidad con que muchos nos ha alentado a esta
obra, el periódico SUCRE obtenga
favorable acogida y luenga existencia.
Enviamos nuestro respetuoso y muy atento saludo a los altos Poderes
Nacionales y del Estado, a la Prensa de la República y hacemos
llamada a cuantos sean amantes de las letras, las ciencias, las artes
industrias && para que colaboren en este bisemanario que está desde ahora al servicio de todos.
De seguidas pasa a lo principal, cual es la conmemoración del centenario
de la Batalla
de Ayacucho, y publica en este No. 1, de fecha 5 de julio de 1924, un artículo
de don Gabriel Espinosa, veamos:
CENTENARIO DE LA
BATALLA DE AYACUCHO.
La pluma de Sucre.
“Caracas, abril de 1924. Sabido
es que el Estado Sucre, se propone celebrar el centenario de la batalla de
Ayacucho, y efectúa a este fin la rifa de una riquísima pluma de oro. El producto de esta rifa se destinará
a la construcción en Cumaná de un monumento al Gan Mariscal de Ayacucho, y
General de la Gran
Colombia , Antonio José de Sucre.
El artista autor de la orfebraica joya es el señor Rómulo Maduro, ya
bastante conocido en nuestros círculos
artísticos por la original maestría en la ejecución de anteriores trabajos entre los cuales se hicieron
notables la medalla especial de la Condecoración del Busto del Libertador, en la primera clase
de la Orden ,
concedida al príncipe Fernando de Baviera y Borbón, la Medalla obsequiada al
General Juan Vicente Gómez, por los obreros y artesanos de Caracas, y muy especialmente por la creación de los aristocráticos Kryseidos,
joya moderna de su invención, con la cual ya se empieza a sustituir entre nosotros a los arcaicos monogramas, y que como muchos saben consiste en confeccionar las siluetas de las personas, hechas a buril,
y colocadas sobre carteras y otros
objetos de uso particular.
Ahora se trata de otra obra maestra del seño Maduro. La pluma está
constituida por una vena con aristas, en las cuales van incrustadas de manera
primorosa veinticinco perlas, cuyos orientes forman ritmo armónico sobre el
mate del oro, repujado con habilidad que
hace recordar la sutil maestría de los antiguos maestros italianos.
Pero donde puede apreciarse todo el refinamiento artístico, toda la
originalidad y el singular dominio que
en su ático oficio despliega este
orfebre nacional, es observando el Escudo del Estado Sucre que exorna el
estuche destinado a contener la pluma en referencia.
El trabajo es hecho a buril. El escudo de Sucre se divide en tres cuarteles rodeados por un bocel en alto relieve: Uno
inferior de perspectiva horizontal, compuesto de tres planos que representa el
mar, la costa de tierra firme y el cielo que, es a la vez el fondo del cuadro.
En el primer plano de este cuartel, se destacan en alto relieve unos peces.
Pues bien, el señor Maduro ha logrado alcanzar
y sugerir con toda propiedad la perspectiva del caso, valiéndose no solo
del efecto de la línea sino de la tonalidad de los metales y, lo que es
verdaderamente artístico, armonizando el juego de la luz por medio de la
receptividad que de ésta posee el oro, según lo permite el rasgo trazado por el buril, o el brillo que la
amplía.
El cuartel superior de la izquierda está lleno por una cornucopia
rebosante de frutas tropicales: se haya
formado de oro brillantemente pulido, destacándose sobre un fondo mate oscuro.
Allí las frutas que desbordan del cuerno invertido, no obstante lo prolijo de
los detalles lineales, se ofrecen a la vista sin atropello, limpias en la
síntesis de un conjunto sugerente en extremo.
El cuartel superior de la derecha, se halla lleno con el dibujo de un
cocotero que abre sus palmas sobre un pedazo de tierra, una de las playas de
Sucre tal vez Este cuartel presenta en
el trabajo del señor Maduro otro matiz: aquí el árbol está hecho en oro,
amarilloso opaco, destacándose sobre el del fondo, que aunque del mismo color,
es brillante.
Como es fácil verlo, por lo expuesto, los dos cuarteles superiores, por
un pensamiento sintético del autor,
presentan un juego de luces y de
tonos que se concuerdan, precisamente, por la inversión antagónica entre el
brillo y la sombra de las figuras y de
los fondos. A esto hay que añadir otras
circunstancias de orden puramente técnico.
Del fondo de cada uno de los cuarteles
al bocel, no media sino un vuelo
de medio centímetro de diferencia. Esto hace que tanto la cornucopia de la
derecha como el cocotero de la izquierda tengan un relieve de un cuarto de centímetro sobre el fondo respectivo lo que no es de suma dificultad en la
ejecución; pero en el cuartel superior compuesto de cuatro plano sucesivos en
relieve, superpuestos con un vuelo de un
octavo de centímetro, se aumentan y agravan
las dificultades de construcción tanto mas si se piensa en la que de suyo presenta toda la escultura
destinada a hacer sentir la
perspectiva con el simple concurso de las líneas y del modelado, quiero decir
sin el contingente de los colores y del relieve propiamente dicho, dificultades
aumentadas a lo infinito cuado se modela
en oro repujado a buril.
El conjunto va rodeado por dos ramas; la una es de tabaco; la otra de
café. Ambas alcanzan la altura y son de un amarillo desvaído que contrasta de una manera violenta pero de efecto bien rimado con el tono rojo y brillante del bocel que se encuentra en un mismo nivel
de ambas ramas.
Sobre el escudo y rematando el conjunto por la parte superior, se ve un
busto del Mariscal de Ayacucho, rodeado a la vez por una corona de laureles que
prestigia, si cabe, la figura el paladín cumanés.
Las cuatro esquinas de esta preciosa tapa
del estuche, es decir, sus cuatro ángulos presentan cuatro esquineros de
oro formados por dos volutas jónicas
cada uno, con una talla de tres cuartos
de centímetro de vuelo.
Para terminar estas líneas acerca de la obra de nuestro admirable
artífice, hacemos constar que la
contemplación de este trabaº jo de su pensamiento y de sus manos nos sugiere
la impresión de hallarnos no ante uno cualquiera de los ricos y chillones productos de la
joyería moderna, sino ante la obra primorosa de uno de aquellos orfebres
cuatrocentistas a quienes el amor por su arte, les había revelado el
secreto de sustituir el alto monto de las piedras preciosas con la maestría de armonizar los matices del metal y la sugestión de las líneas en la síntesis de las figuras, para realizar,
no un derroche de riqueza con lo rico de suyo, sino un derroche de
belleza por medio de la objetivación de
lo que solo existe en el alma del
hombre, cuando es artista auténtico.
Estas líneas quiero que sirvan de
despedida al artista que a estas horas navega hacia una ciudad del Norte donde
piensa radicarse.
Gabriel Espinosa.
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