RAMÓN BADARACCO
CAWANÁ
–DON ALOSO- CACIQUE DE CUMANÁ
CUMANÁ 2004
Autor: Ramón
Badaracco
Tulio Ramón
Badaracco Rivero
Título de la
obra:
CAWANÁ - DON
ALONSO - CACIQUE DE CUMANÁ
Diseño de la
cubierta R. B.
Ilustración
de la cubierta R. B.
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legal
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Cumaná
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INTROITO
Debo aclarar, antes de avanzar en esta crónica sobre el
cacique “Cawaná”, nombre que considero más acertado para nuestro gran cacique
por ser una palabra del idioma Arawaco que significa “Gran Río”, como era
nuestro río cuyo nombre originario eran Chiribichií como lo dice Bartolomé de
Las Casas (1) y como corresponde, y
no al que algunos estudiosos de la
lengua Arawaca, confunden con el nombre
de “Cumana” sin acento, palabra que
significa “frijol”, que también es el nombre de un río del municipio
Benítez, y es un apellido común netamente cumanés, fácil de confundir, si no fuera por el
acento.
El DON se lo
dieron al Cacique en reconocimiento de
su jefatura porque no podían tratarlo como Rey por razones obvias; para
demostrar la importancia de este indígena, debemos investigar todo lo que
aconteció alrededor del rapto del cacique y su familia en 1514, porque fue el
acontecimiento de mayor trascendencia en los anales históricos de los primeros
tiempos de la conquista de la tierra firme.
La intervención de Pedro de Córdoba, Vicario de los
Dominicos, la orden religiosa más importante del imperio, consternó a los reyes
católicos y a las, consultas, la participación de notables filósofos, como Las
Casas, Vitoria y Suarez; la intervención de las cortes y audiencias, y las
Leyes de Indias, que los reyes y sus cortes se vieron obligados a refrendar,
bajo la presión de hombres como Montesinos, y el propio Fray Pedro de Córdoba,
que se traslada a la Corte a presionar al Rey Fernando, para la aprobación de
las leyes de Burgos y Valladolid; y las diligencias practicadas, que se conservan
y dan testimonio de aquellos hechos, que aún se analizan y dan testimonio de su
alcance y de la grandeza y trascendencia del caique Cawaná; nos dan una pequeña
muestra de su significación en la filosofía política y en el humanismo
desarrollado entonces. Para probarlo esta la extraordinaria obra de Fray
Bartolomé de Las Casas, que recientemente han analizado historiadores como Juan
Manzano Manzano, en dos obras magistrales “Colón descubrió América del Sur en
1494” y “Colón y su secreto” y don
Vicente Rubio “Los primeros mártires dominicos de la tierra firme” y
humildemente este servidor en mi libro “Los Fundadores de Cumaná”.
La singularidad del
nombre de Alonso
Como hemos dicho
otras veces el puerto de Cumaná
toca la leyenda, es la historia del nauta que cuenta Bartolomé de Las Casas, en
La Historia de Las Indias, y repite Juan Manzano Manzano, en su obra “Colón
descubrió América del Sur en 1494, y es en verdad el puerto de que hablan
Ángelo Trevisan, López de Gómara, y otros como el Inca Garcilaso de la Vega,
que cuenta con lujo de detalles esa expedición, nunca bien investigada, de Alonso Sánchez de Huelva, que era un
marino bien conocido, dueño de un navío con el cual navegaba entre las Islas
Canarias, la isla “Madera” y “España, cargado de mercancías. Una gran tormenta
lo arrastró hasta las costas del Nuevo Mundo probablemente el año de 1484.
Llevaba 17 hombres que lo acompañaban y no regresaron más de 5 lo que debe
significar que 12 se quedaron en Cumaná, y formaron familia y le repararon el
barco a Don Alonso Sánchez de Huelva, con el cual regresaron a su puerto de
partida, en la isla de Madera.
Y muy seguramente estos doce marineros que
se quedaron en Cumaná y formaron familia y le enseñaron a los Indígenas de
Alonso a construir mejores barcos, como en efecto lo dice Bartolomé de las Casas, que se admira de los barcos de los Chaimas de Cumaná; y me atrevo a decir que, este nombre que escogió el cacique de Cumaná, para ser bautizado, lo tomó de este
marino Alonso Sánchez, su amigo que vivió con ellos en su tribu.
Y esta historia continuó así: el capitán Alonso
Sánchez de Huelva con sus hombres se refugiaron en la casa de Cristóbal Colón, entonces
sabio marino, en la misma isla de Madera, al cual contaron los pormenores de
la travesía; después de ellos, todos los cronistas de indias y expedicionarios que siguen la ruta de Colón, arriban a Cumaná; por eso Manzano Manzano, concluye que fue al puerto de Cumaná, y no a Santo Domingo, donde llegaron esos náufragos, y ya no sabemos si es
leyenda o historia.
El primer encuentro de los españoles de las expediciones de Cristóbal Colón, con el
cacique Kawaná, ocurrió el 23 de diciembre de 1493 (Esta fecha la da el Ing.
Víctor Silva Bermúdez, el cual hizo el cálculo de los viajes cortos de los
Colones, tomando en cuenta el tiempo, ignorado por muchos, de la travesía de la
primera de estas expediciones, desde la salida de un punto en Santo Domingo
hasta la desembocadura del río Cumaná y su regreso. Veamos como lo cuenta Juan Manzano Manzano,
glosando a Bartolomé de Las Casas y a Ángelo Trevisan.
“El veneciano, nos dice que los expedicionarios, saliendo de la
Española, navegaron primero con rumbo Oeste “hacia la tierra cercana llamada
Cuba; con orden precisa de dirigirse
después hacia el Sur y Sudeste, hasta alcanzar un lugar, donde, según los
informes que poseía el Almirante,
existía un rico vivero de ostras
perlíferas. Tras doce días de navegación, las cinco carabelas arribaron a un
puerto muy bueno. A su llegada, se aproximaron a los navíos españoles, dos
canoas indígenas, con seis pescadores,
los cuales mostraban claramente en sus semblantes, la alegría y contento
por la visita de los recién llegados,
dando la impresión de que estos
hubiesen estado otras veces allí (Como
se fosseno stati altre volte li -Trevisán).
¿Qué paraje era este donde recalaron las carabelas españolas? Se pregunta Manzano. Escuchemos a López de Gómara: “El
Señor de Cumaná, que así llamaba aquella tierra y río, envió a rogar al Capitán de la flota que
desembarcase y sería bien recibido”.
Si aquella tierra, como dice López de Gómara, era la de Cumaná: ¨el puerto muy
bueno -de la relación de Trevisan - donde fondearon los navíos españoles, tenía
que ser necesariamente el gran golfo de Cariaco, de catorce leguas de fondo, a
cuya entrada se encontraba el río de
Cumaná, que daba nombre a toda la provincia”.
Manzano Manzano, Trevisan y Girolano Benzzoni,
también nos cuentan cómo llegó Colón al puerto de Cumaná, y como los indígenas
los recibieron, y subieron a las naves, y se admiraron de las “gúmenas “y demás
cosas de sus naves¨, y el Cacique del pueblo, que los recibió, los acogió, y les dio casa y comida, y
“holgó” mucho con ellos. Lo que significa que era todo un Señor, un Jefe
venerado y respetado por su pueblo, y que además los conocía.
Era costumbre de los hispanos
llamar la tierra con el nombre de su Cacique, así fue por ejemplo con “Urabá”
de Darién, y desde entonces llamaron a ese puerto “Urabá”. Además percibo, como lo expliqué, un error en
la pronunciación y escritura actual de los nombres de Cumaná, que debe ser
KAWANÁ, que quiere decir gran río, y en el nombre del río Chiribichii, la última luenga, que los españoles scriben con la letra ¨CH¨ y pronuncian KIRIBIKI, como lo percibe y explica Bartolomé Tavera Acosta, que lo sabe por
haber vivido con los indígenas en la Guayana muchos años.
Pedro de Córdoba, fundador de las misiones dominicas
de Cumaná y Santa Fe, escribe el nombre del río de Santa Fe, CHIRIBICHE, y lo pronunciaba Kiribike. El sonido “K” se escribe con “CH”, según
Tavera Acosta, como hemos dicho antes.
Los cronistas e historiadores confunden, y logran
confundir, los nombres de los ríos de Cumaná y Santa Fe, que son muy parecidos
fonéticamente, y por eso tienen problemas en la ubicación de los hechos de esas
dos misiones –Los hechos de Cumaná se producen en 1513 o 1514, y los de Santa
Fe, a partir de 1515, y son totalmente distintos.
Muchos historiadores y cronistas que “arriman leña
para su costal”, le restan a Cumaná un montón de años de su verdadero
nacimiento, por esta razón. Pero luego la historia no les da, es decir los
acontecimientos a futuro.
El Cacique Alonso, fue el cumanés más
importante de los primeros tiempos de la conquista. Entra a la historia como
protagonista del primer desencuentro de las dos culturas. Me interesé en él,
desde que leí la obra de don Juan Manzano Manzano “Colón descubrió América del
Sur en 1494”, en esta obra, nos cuenta, siguiendo a Trevisan, como el Cacique
de Cumaná, recibió a los españoles y encargó a su hijo, para que los atendiera.
Este indígena extraordinario, por lo tanto, es el que recibe a los que
venían a Cumaná desde 1493 y tal vez antes, si consideramos la incógnita que
nos dejó Bartolomé de Las Casas, cuando dice que: “venían al Puerto de Perlas” en busca de
agua, maíz, casabe, tabaco, pescado salado,
y perlas, que las había en abundancia; como nos lo cuenta también Girolano Benzzoni; y el Cacique se dio a conocer como un hombre
sabio, trabajador, porque era el mayor constructor de barcos entre la indiada;
justo y magnánimo sobresaliente, que se dio cuenta de lo importante que era la
educación de los niños, y permitió la fundación
de un pueblo de extranjeros, y la
construcción de los templos y la escuela, y el mismo envió a sus niños y a los de otros caciques y familias
importantes, a esa escuela fundada por los
misioneros dominicos y franciscanos.
Tanto fue el crédito que los españoles dieron al Cacique, que lo
invitaron a Santo Domingo, y él fue con ellos, y aprendió rudimentos del idioma
y de su religión, y lo bautizaron con el nombre de Alonso, y se ganó el Don, en
muy poco tiempo. Era todo un “páter familia”, un jefe digno y noble. Estoy convencido que partió con Colón en 1494.
Entendemos, de las crónicas y estudios de los cronistas, especialmente de
Juan Manzano Manzano, que Alonso pasó un buen tiempo en el convento de los
dominicos, donde aprendió a tratar a los castellanos, rudimentos de su idioma y
de su religión. Cuando los misioneros vinieron a Cumaná en 1513 o 1514, seguramente
según lo acordaron, los recibió y los ubicó en un lugar estratégico, en Los
Cerritos -médanos- entre la orilla del mar y la desembocadura del río-, a un tiro
de ballesta desde la orilla del mar; los cerritos tan nombrados, que los había
en nuestras playas hasta hace poco tiempo, iguales a los de Paraguaná en el
estado Falcón.
Las casas dice que se ubicaron en a desembocadura del río Chiribichii,
la última luenga, como dice Las Casas, y lo corrobora el sabio Bartolomé Tavera
Acosta, porque así se llamaba nuestro río, en el idioma Caribe o Chotomaimu -como
lo denomina Mark de Civrieux-.
Allí se establecieron los misioneros y
desarrollaron la misión y la escuela, cerca del puerto, en una pequeña isla, que era conocido como “Puerto de Perlas,
luego fue la “Misión de Córdoba”, después “Nueva Córdoba”; y se puede decir que esta
ciudad, embrión de “Cumaná”, es en buena parte obra del Cacique unido a fray Pedro de Córdoba. Los
misioneros de 1514, se ufanaban, que podían, bajo su protección, entrar en la
tierra firme más de 8 leguas, sin ningún obstáculo. Seguramente era todo el
territorio del reino de Alonso.
Alonso y su familia fueron secuestrados en setiembre u octubre de 1514, -esta fecha la calculo porque los
indígenas los sentenciaron a muerte y esperaron 4 lunas, y porque Pedro de Córdoba regresó a Cumaná el
10 de febrero de 1515, a saber de los misioneros y supo que los habían
sacrificado.
El Cacique y su familia fueron secuestrados por una armada española bajo el mando de Gómez de Rivera; al parecer fue liberado,
pero pereció en Santo Domingo, como afirma Las Casas, prisionero o tratando de
rescatar a su mujer, familiares y
sirvientes, que habían sido vendidos como esclavos. Muchos historiadores vienen
estudiando a este cacique, recio personaje de los primeros tiempos de la
conquista.
En el libro de Vicente Rubio O. P.
“Los Primeros Mártires dominicos de América”, hay una nota tomada a su vez de
la carta de Reginaldo Montesinos, dice: “El cacique Don Alonso, que era el reyezuelo
del lugar, los recibió con gran respeto y cordialidad, incluso les hizo una
choza o “bohío”.
Otra mención la hace
Reginaldo Montesinos, dice: “No en balde hacía poco que aquel cacique “había venido a
la isla Española con una nao que por allí (el litoral venezolano) había pasado
y tornáronlo cristiano, y estuvo en nuestro convento en la isla Española”.
Es
muy importante señalar que este Reginaldo Montesinos, es hermano de Antón
Montesinos, el del famoso discurso de 1510, en Santo Domingo, en el cual
denuncia los crímenes de los españoles contra los indígenas.
Bartolomé de Las Casas dice que los
caciques de Cumaná se distinguían por el número de barcos que poseían, eran
buenos constructores de barcos, por lo tanto Alonso de Cumaná, era el más rico
y poderoso de la Costa de Las Perlas: “Que por allí se pescaban cerca”,
Cristóbal Colón, dixit.
VEAMOS EL RAPTO DE ALONSO Y SU FAMILIA. VISTO
POR DON VICENTE RUBIO
El acucioso investigador e historiador don Vicente
Rubio, en relación con la captura de Alonso y familia, nos da los siguientes
datos y argumentos:
“Todo se inició en una conjura en Santo Domingo”,
veamos:
“El 5 de agosto de 1514 era convocada una reunión en
casa del Lcdo. Marcelo de Villalobos, uno de los tres jueces de Apelación
(12). Once personas más asistieron a ella: El Lcdo. Juan Ortiz de Matienzo,
colega de Villalobos. Gil González
Dávila, contador de la Isla. Juan de Ampiés, factor de la misma. Pedro de
Ledesma, secretario de la Real Audiencia.
Cristóbal Sánchez Colchero, naviero. Juan de León, vecino de Santo
Domingo. Gómez de Ribera, ídem (13).
Diego Caballero, ídem (13 bises). Bartolomé Palacios. Ídem (14). Diego Bernal, ídem. Y Juan Fernández de las
Varas (15), el cual se hizo representar por un tercero.
Entre todos
acordaron organizar una expedición o “armada” “contra los caribes de las islas
cercanas”; éste razonamiento equivalía a “ir a la cacería de indios”. Nada importaba que los nativos cazados fuesen
en verdad “caribes” (antropófagos según les convenía) enemigos de indios “guatiaos”, como de los
colonos hispanos; al volver de la cacería y a la hora de declarar su mercancía
humana ante las autoridades del puerto de Santo Domingo… “Siempre los
armadores hacían pasar a todos sus
aborígenes apresados como “caribes” sabiendo que así la ley les amparaba”.
Constituida por aquellos individuos la expedición,
“gastos y beneficios se repartían por partes iguales entre los doce
socios. Tomarían parte dos naves
pertenecientes a dos de los socios: el navío “Latino” de Cristóbal Sánchez
Colchero y el barco de Palacios. Juan de
León fue nombrado capitán de la armada; Pedro de Ledesma y Diego Caballero,
recibieron el encargo de proveer y despacharla…
Aportaron
capitales, además de los socios de la empresa, el repartidor de los indios de
la Española, Rodrigo de Alburquerque,
que poco después sería nombrado alcalde mayor de la isla, y el procurador de
Santo Domingo Juan García Caballero.
Probablemente también invirtió capital en la empresa el tercer oidor,
Lucas Vázquez de Aillón, pariente de la mujer
de Gómez de Ribera; éste último fue
nombrado veedor de la amada… La expedición se dirigió primero a la isla
de San Vicente, donde tras saltar a
tierra, el capitán Juan de León y el naviero y maestro de su nave, Cristóbal Sánchez Colchero, fueron matados
por los indios. Muertos dos de los jefes
de la expedición, asumió el mando de la armada Gómez de Ribera. Ordenó tomar
rumbo a “Puerto de las Perlas”, donde rescataron perlas de los indígenas y
también se dedicaron a pescarlas.
Siguiendo su camino “la costa abajo”, cogieron
cautivo en la provincia de “Portugal” (17), tierra de “guatiaos”, a un cacique
de paz, don Alonso con 18 personas. La traída de los indígenas a la Española
sería motivo de revelar públicamente, por primera vez, las ambiciones
desmedidas de los empresarios antillanos”
Glosa.- Desde aquí se apartan del relato de
Bartolomé de Las Casas, que para mí es el propósito de este libro, burlar a Las
Casas porque lo consideran un enemigo de España. Entonces hablan de Portugal
por Pertigalete, y del río Chrivichí que es el Chiripichí de Santa Fe, y de ese
nombre vienen todos sus errores, ya que no saben que el río de Cumaná se llama
Chiribichií, como lo dice Las Casas la última luenga, pero es para nosotros el
“Cawaná” o sea el “gran río” de la lengua arawaca el río del reino de Alonso. Y es en la desembocadura del río “Chiribichií” (río de pájaros) donde están los misioneros dominicos donde
Alonso los ubicó en los médanos que los cronistas llaman “los cerritos” de una
belleza sin igual entre el río y el mar allí
ubica Alonso a Pedro de Córdoba con sus misioneros en 1514, y lo que hace
además de construir un monasterio es construir también una escuela a la cual
asisten 50 niños de las principales familias de su reino y es allí y no en
Santa Fe donde son raptados estando con los misioneros porque aún no han ido a
Santa Fe Alonso su mujer y 17 familiares o personal de servicio del cacique. Y
es de este rapto de donde viene toda la historia de aquel evento que da a
conocer a Cumaná en la Corte del Rey Fernando el Católico, y de ese rapto
proviene el interés de Las Casas y de Vitoria y de Suárez por Cumaná. No
podemos perder ese hito histórico, del cual se han ocupado tantos cronistas de
indias e historiadores y hasta el Vaticano de esos tiempos. Y es así, y no puede ser de otra
manera, porque el rapto se produjo en
1513 o principios de 1514, y a Santa Fe llega la expedición fundadora de Pedro de Córdoba, en la última década de
1515, después de dejar a los franciscanos de Juan Garceto y los refuerzos
dominicos, en la desembocadura del gran río Chiribichií, por el golfo de
Cariaco, en Puerto de Perlas, donde se construía el fuerte de Santa Cruz de La
Vista, y se desarrollaba un pueblo de españoles, que explotaban y
comercializaban las granjas de perlas esparcidas por el golfo de Cariaco, la
isla de Margarita y Cubagua; y donde estaba impetrada desde 1514 la orden
dominica con su monasterio y funcionaba una escuela para indígenas.
Pero en
interés de la historia veamos como continúa Vicente Rubio este pasaje.
“En esta página del historiador Enrique Otte estamos
de acuerdo con él en lo que se refiere a la armada organizada en Santo Domingo
el 5 de agosto de 1514 para ir a saltear indios. Estamos igualmente de acuerdo
con él en que, muertos en la isla de San Vicente los dos jefes de la expedición
(Juan de León y Cristóbal Sánchez Colchero), asumió el mando de la armada Gómez de Ribera, que es a quien
Bartolomé de Las Casas, sin nombrarlo responsabiliza del posterior desastre
ocurrido. Pero no estamos de acuerdo en que a
la “Costa de las Perlas”, Cumaná, Paria o provincia de “Portugal” o de
Maracapana, como algunos la llamaban, llegasen dos
barcos; el relato coetáneo de Reginaldo Montesino habla solo de un navío. Quizá
el otro barco -el de los dos jefes
muertos en San Vicente- fue incendiado por los nativos de aquella isla, o quizá
quedó destruido por la “broma” -comején- o tal vez regresó a la
Española para dar noticia sobre el triste final de sus patronos.
Tampoco estamos de acuerdo con Las Casas en que ahora cogieran cautivo “a un
cacique de paz, don Alonso con 18 personas”, a pesar de que esto mismo repite
Otte (20). Reginaldo Montesino únicamente habla de que solo fue presa “la mujer
del dicho cacique” y diecisiete criados y criadas de su casa”.
”Tocante al cacique, Montesinos expresa que cuando
los dos misioneros dominicos, Fernández de Córdoba y el hermano Garcés,
aportaron al valle de Chiribichí.
“…hallaron un señor que se llamaba Alonso, el cual
días pasados avía venido a la isla
Española con una nao que por allí avía pasado y
tornárolo christiano, y estovo en
nuestro convento en la isla Española”.
Glosa.- Montesinos no se confunde él está diciendo
la verdad porque Alonso es el cacique de Cumaná del valle de Chiribichii,
porque el cacique de Santa Fe es Maraguey, y el de Maracapana es Gil
González. Vicente Rubio es el que tuerce
la historia al confundir el nombre de los ríos y las fechas, porque Santa Fe
fue fundada después, del rapto, en noviembre de 1515, cuando vuelve Pedro de
Córdoba con la tercera expedición; y estos sucesos, el rapto de Alonso y su
familia, se produjeron en septiembre de 1514,
y es fácil calcularlo porque Pedro de Córdoba, vuelve a Cumaná en febrero de 1515 a buscar a los
frailes rehenes, y ya habían sido sacrificados.
Don Vicente continúa su interpretación de aquella
historia, veamos:
“De modo que, según la versión de R. Montesino, el
cacique de Chiribichí, don Alonso, (Este es nombre originario del río de Cumaná
al cual los españoles le ponen el nombre del Cacique como acostumbraban) y ya
era conocido de los frailes que marcharon al litoral venezolano a estudiar el
terreno mejor para plantar allí el futuro
centro de evangelización pacífica (junio -julio 1514); ese mismo cacique había vivido hacia abril o
mayo de 1514 en el monasterio de los
predicadores de la ciudad de Santo
Domingo. Cómo y con quién vino hasta aquí
y cuando regresó a sus nativos lares, no lo hemos podido averiguar
todavía de modo preciso, aunque pensamos
que su vuelta a Chiribichí debió tener lugar entre mayo –junio de 1514 (21).
Para esta fecha Pedro de Córdoba no había llegado a Santa Fe, y sus enviados el
padre Francisco Fernández de Córdoba y el lego Juan Garcés, se habían ganado la
amistad de los indígenas y podían recorrer hasta 8 leguas dentro del reino de
Alonso, y buscaron y encontraron el lugar apartado “donde españoles no
hubieran…” para el asiento definitivo de la misión de Pedro de Córdoba, y así
fue que escogieron el reino de Maraguey o sea Santa Fe de Chiribiche, que tiene
un río pequeño, que no tiene las riquezas del puerto de Cumaná: las perlas, la
sal, las piedra de Araya, las mujeres, la mano de obra, etc. cuyo río tiene un
nombre parecido al de Cumaná, Pedro de Córdoba en sus cartas lo nombra “Chiribiche”
Bartolomé de Las Casas que vivió en Cumaná 5 años e
investigó el rapto de Alonso en el propio terreno de los acontecimientos, dice
que fue vendido y murió en cautiverio, que jamás regresó a su reino.
Pero como es
muy interesante el relato veamos como lo continúa Vicente Rubio:
“Tornando al hilo de nuestra narración diremos que
cierto día de las postrimerías de agosto de 1514 apareció por el sitio donde el
par de misioneros dominicos se encontraban, una nao cuyo capitán, nuestro ya
conocido Gómez de Ribera, y su tripulación parecían animados de bondadosos
propósitos de saludar a los dos frailes
y de realizar algún trueque o
rescate con los aborígenes; ocultaba
Gómez de Ribera, sin embargo, el siniestro propósito de cazar sorpresivamente
algunos naturales de aquella región para trasportarlos a Santo Domingo y aquí venderlos como esclavos so pretexto de que eran “caribes”.
“Ocurrió que
cuando la esposa del cacique Alonso quiso ver la embarcación, rodeada por una
comitiva de diecisiete personas de su tribu, el capitán de la nao, tan pronto
hubieron penetrado los curiosos nativos
en el barco, mandó en secreto recoger anclas e izar las velas, y con aquella
carga humana, tan traidoramente cazada, enfiló proa hacia Santo Domingo, a
donde llegaría después de una travesía
normal de siete u ocho días (22). se
llamaba don Alonso, o que los frailes le habían puesto ese nombre, u otros españoles
porque los indios son amigos e codiciosos de tener nombre de cristianos e luego
lo piden que se lo den, aun antes que sepan nada para ser bautizados. Así que
engañan al dicho don Alonso para que entrase al navío con su mujer e otras
ciertas personas, y que les harían allá fiesta.
Finalmente que entraron 17 personas con el Señor y su mujer, con
confianza que los religiosos estaban en su tierra y que los españoles por ellos
no harían alguna maldad porque de otra manera no se fiaban de ellos. Entrados los indios en el navío, alzan las
velas los traidores e viénense a La
Española y véndelos por esclavos”.
“En la urbe
del Ozama los jueces de apelación y demás socios suyos se repartieron entre si
la mercancía clandestinamente, quedándose con la mejor parte el Lcdo. Marcelo de Villalobos.
Pero según el testimonio de Fr. Reginaldo, el
capitán Gómez de Ribera no capturó al cacique Alonso, sino a su esposa y a diez
y siete servidores de ella. Es una
lástima que este estudio este parcializado y preconcebido y jamás superará al
de Bartolomé de Las Casas, que si dice la verdad del rapto de Alonso, de su
personalidad, de su reino, y del martirio de Alonso y su mujer y su familia y
agrega que todo se lo contaron los indios los actores de la tragedia de Alonso,
el gran cacique de Cawaná.
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