sábado, 8 de octubre de 2016

CAWANÁ .DON ALONSO- CACIQUE DE CUMANÁ.

RAMÓN BADARACCO








CAWANÁ –DON ALOSO- CACIQUE DE CUMANÁ







CUMANÁ  2004








Autor: Ramón Badaracco
Tulio Ramón Badaracco Rivero
Título de la obra:

CAWANÁ - DON ALONSO - CACIQUE DE CUMANÁ

Diseño de la cubierta  R. B.
Ilustración de la cubierta  R. B.
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Impreso en Cumaná

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INTROITO


Debo aclarar,  antes de avanzar en esta crónica sobre el cacique “Cawaná”, nombre que considero más acertado para nuestro gran cacique por ser una palabra del idioma Arawaco que significa “Gran Río”, como era nuestro río cuyo nombre originario eran Chiribichií como lo dice Bartolomé de Las Casas (1)  y como corresponde, y no  al que algunos estudiosos de la lengua Arawaca,  confunden con el nombre de “Cumana” sin acento,  palabra que significa “frijol”, que también es el nombre de un río del municipio Benítez,  y es  un apellido común  netamente cumanés,  fácil de confundir, si no fuera por el acento.  

El DON  se lo dieron al Cacique  en reconocimiento de su jefatura porque no podían tratarlo como Rey por razones obvias; para demostrar la importancia de este indígena, debemos investigar todo lo que aconteció alrededor del rapto del cacique y su familia en 1514, porque fue el acontecimiento de mayor trascendencia en los anales históricos de los primeros tiempos de la conquista de la tierra firme.

La intervención de Pedro de Córdoba, Vicario de los Dominicos, la orden religiosa más importante del imperio, consternó a los reyes católicos y a las, consultas, la participación de notables filósofos, como Las Casas, Vitoria y Suarez; la intervención de las cortes y audiencias, y las Leyes de Indias, que los reyes y sus cortes se vieron obligados a refrendar, bajo la presión de hombres como Montesinos, y el propio Fray Pedro de Córdoba, que se traslada a la Corte a presionar al Rey Fernando, para la aprobación de las leyes de Burgos y Valladolid; y las diligencias practicadas, que se conservan y dan testimonio de aquellos hechos, que aún se analizan y dan testimonio de su alcance y de la grandeza y trascendencia del caique Cawaná; nos dan una pequeña muestra de su significación en la filosofía política y en el humanismo desarrollado entonces. Para probarlo esta la extraordinaria obra de Fray Bartolomé de Las Casas, que recientemente han analizado historiadores como Juan Manzano Manzano, en dos obras magistrales “Colón descubrió América del Sur en 1494” y “Colón y su secreto”  y don Vicente Rubio “Los primeros mártires dominicos de la tierra firme” y humildemente este servidor en mi libro “Los Fundadores de Cumaná”.

La singularidad del nombre de Alonso    

Como hemos dicho otras veces el puerto de Cumaná toca la leyenda, es la historia del nauta que cuenta Bartolomé de Las Casas, en La Historia de Las Indias, y repite Juan Manzano Manzano, en su obra “Colón descubrió América del Sur en 1494, y es en verdad el puerto de que hablan Ángelo Trevisan, López de Gómara, y otros como el Inca Garcilaso de la Vega, que cuenta con lujo de detalles esa expedición, nunca bien investigada, de Alonso Sánchez de Huelva, que era un marino bien conocido, dueño de un navío con el cual navegaba entre las Islas Canarias, la isla “Madera” y “España, cargado de mercancías. Una gran tormenta lo arrastró hasta las costas del Nuevo Mundo probablemente el año de 1484. Llevaba 17 hombres que lo acompañaban y no regresaron más de 5 lo que debe significar que 12 se quedaron en Cumaná, y formaron familia y le repararon el barco a Don Alonso Sánchez de Huelva, con el cual regresaron a su puerto de partida, en la isla de Madera.  

Y muy seguramente estos doce marineros que se quedaron en Cumaná y formaron familia y le enseñaron a los Indígenas de Alonso a construir mejores barcos, como en efecto lo dice Bartolomé de las Casas, que se admira de los barcos de los Chaimas de Cumaná; y me atrevo a decir que, este nombre que escogió el cacique de Cumaná, para ser bautizado, lo tomó de este marino Alonso Sánchez, su amigo que vivió con ellos en su tribu.

  Y esta historia continuó así: el capitán Alonso Sánchez de Huelva con sus hombres se refugiaron en la casa de Cristóbal Colón, entonces sabio marino, en la misma isla de Madera, al cual contaron los pormenores de la travesía; después de ellos, todos los cronistas de indias  y expedicionarios que siguen la ruta de Colón, arriban a Cumaná; por eso Manzano Manzano, concluye que fue al puerto de Cumaná, y no a Santo Domingo, donde llegaron esos náufragos, y ya no sabemos si es leyenda o historia. 


El primer encuentro de los españoles de las expediciones de Cristóbal Colón,  con el cacique Kawaná, ocurrió el 23 de diciembre de 1493 (Esta fecha la da el Ing. Víctor Silva Bermúdez, el cual hizo el cálculo de los viajes cortos de los Colones, tomando en cuenta el tiempo, ignorado por muchos, de la travesía de la primera de estas expediciones, desde la salida de un punto en Santo Domingo hasta la desembocadura del río Cumaná y su regreso.  Veamos como lo cuenta Juan Manzano Manzano, glosando a Bartolomé de Las Casas y a Ángelo Trevisan. 

“El veneciano, nos dice que los expedicionarios, saliendo de la Española, navegaron primero con rumbo Oeste “hacia la tierra cercana llamada Cuba;  con orden precisa de dirigirse después hacia el Sur y Sudeste, hasta alcanzar un lugar, donde, según los informes  que poseía el Almirante, existía un rico vivero  de ostras perlíferas. Tras doce días de navegación, las cinco carabelas arribaron a un puerto muy bueno. A su llegada, se aproximaron a los navíos españoles, dos canoas indígenas, con seis pescadores,  los cuales mostraban claramente  en sus semblantes,  la alegría  y contento  por la visita de los recién llegados,   dando la impresión  de que estos hubiesen estado otras veces allí  (Como se fosseno stati altre volte li -Trevisán).

¿Qué paraje era este donde recalaron las carabelas españolas?  Se pregunta Manzano. Escuchemos a López de Gómara: “El Señor de Cumaná, que así llamaba aquella tierra  y río, envió a rogar al Capitán de la flota que desembarcase y sería bien recibido”.

Si aquella tierra, como dice López  de Gómara, era la de Cumaná: ¨el puerto muy bueno  -de la relación de Trevisan -  donde fondearon los navíos españoles, tenía que ser necesariamente el gran golfo de Cariaco, de catorce leguas de fondo, a cuya entrada  se encontraba el río de Cumaná, que daba nombre a toda la provincia”. 

Manzano Manzano, Trevisan y Girolano Benzzoni, también nos cuentan cómo llegó Colón al puerto de Cumaná, y como los indígenas los recibieron, y subieron a las naves, y se admiraron de las “gúmenas “y demás cosas de sus naves¨, y el Cacique del pueblo, que los recibió,  los acogió, y les dio casa y comida, y “holgó” mucho con ellos. Lo que significa que era todo un Señor, un Jefe venerado y respetado por su pueblo, y que además los conocía.
 
Era costumbre de los hispanos llamar la tierra con el nombre de su Cacique, así fue por ejemplo con “Urabá” de Darién, y desde entonces llamaron a ese puerto “Urabá”.  Además percibo, como lo expliqué, un error en la pronunciación y escritura actual de los nombres de Cumaná, que debe ser KAWANÁ, que quiere decir gran río,  y en el nombre del río Chiribichii, la última luenga, que los españoles scriben con la letra ¨CH¨ y pronuncian   KIRIBIKI, como lo percibe y explica Bartolomé Tavera Acosta, que lo sabe por haber vivido con los indígenas en la Guayana muchos años.

Pedro de Córdoba, fundador de las misiones dominicas de Cumaná y Santa Fe, escribe el nombre del río de Santa Fe, CHIRIBICHE, y lo pronunciaba Kiribike. El sonido “K” se escribe con “CH”, según Tavera Acosta, como hemos dicho antes.
 
Los cronistas e historiadores confunden, y logran confundir, los nombres de los ríos de Cumaná y Santa Fe, que son muy parecidos fonéticamente,  y por eso tienen problemas en la ubicación de los hechos de esas dos misiones –Los hechos de Cumaná se producen en 1513 o 1514, y los de Santa Fe, a partir de 1515, y son totalmente distintos. 
 
Muchos historiadores y cronistas que “arriman leña para su costal”, le restan a Cumaná un montón de años de su verdadero nacimiento, por esta razón. Pero luego la historia no les da, es decir los acontecimientos a futuro.  

         El Cacique Alonso, fue el cumanés más importante de los primeros tiempos de la conquista. Entra a la historia como protagonista del primer desencuentro de las dos culturas. Me interesé en él, desde que leí la obra de don Juan Manzano Manzano “Colón descubrió América del Sur en 1494”, en esta obra, nos cuenta, siguiendo a Trevisan, como el Cacique de Cumaná, recibió a los españoles y encargó a su hijo, para que los atendiera.

Este indígena extraordinario, por lo tanto, es el que recibe a los que venían a Cumaná desde 1493 y tal vez antes, si consideramos la incógnita que nos dejó Bartolomé de Las Casas, cuando dice que:  “venían al Puerto de Perlas” en busca de agua, maíz, casabe, tabaco, pescado salado,  y perlas, que las había en abundancia; como nos lo cuenta también  Girolano Benzzoni;  y el Cacique se dio a conocer como un hombre sabio, trabajador, porque era el mayor constructor de barcos entre la indiada; justo y magnánimo sobresaliente, que se dio cuenta de lo importante que era la educación de los niños, y permitió la fundación  de  un pueblo de extranjeros, y la construcción de los templos y la escuela, y el mismo envió a sus niños  y a los de otros caciques y familias importantes, a esa  escuela fundada por los misioneros dominicos y franciscanos.

Tanto fue el crédito que los españoles dieron al Cacique, que lo invitaron a Santo Domingo, y él fue con ellos, y aprendió rudimentos del idioma y de su religión, y lo bautizaron con el nombre de Alonso, y se ganó el Don, en muy poco tiempo. Era todo un “páter familia”, un jefe digno y noble. Estoy convencido que partió  con Colón en 1494.

Entendemos, de las crónicas y estudios de los cronistas, especialmente de Juan Manzano Manzano, que Alonso pasó un buen tiempo en el convento de los dominicos, donde aprendió a tratar a los castellanos, rudimentos de su idioma y de su religión.  Cuando los misioneros vinieron a Cumaná en 1513 o 1514, seguramente según lo acordaron, los recibió y los ubicó en un lugar estratégico, en Los Cerritos -médanos- entre la orilla del mar y la desembocadura del río-, a un tiro de ballesta desde la orilla del mar; los cerritos tan nombrados, que los había en nuestras playas hasta hace poco tiempo, iguales a los de Paraguaná en el estado Falcón. 

Las casas dice que se ubicaron en a desembocadura del río Chiribichii, la última luenga, como dice Las Casas, y lo corrobora el sabio Bartolomé Tavera Acosta, porque así se llamaba nuestro río, en el idioma Caribe o Chotomaimu -como lo denomina Mark de Civrieux-. 

Allí se establecieron los misioneros y desarrollaron la misión y la escuela, cerca del puerto, en una pequeña isla, que era conocido como “Puerto de Perlas, luego fue  la “Misión de Córdoba”, después “Nueva Córdoba”; y se puede decir que esta ciudad, embrión de “Cumaná”, es en buena parte obra del Cacique unido a fray Pedro de Córdoba. Los misioneros de 1514, se ufanaban, que podían, bajo su protección, entrar en la tierra firme más de 8 leguas, sin ningún obstáculo. Seguramente era todo el territorio del reino de Alonso.

Alonso y su familia fueron secuestrados en setiembre u octubre de  1514, -esta fecha la calculo porque los indígenas los sentenciaron a muerte y esperaron 4 lunas,  y porque Pedro de Córdoba regresó a Cumaná el 10 de febrero de 1515, a saber de los misioneros y supo que los habían sacrificado.

El Cacique y su familia fueron  secuestrados por una armada española bajo el mando de  Gómez de Rivera; al parecer fue liberado, pero pereció en Santo Domingo, como afirma Las Casas, prisionero o tratando de rescatar a su mujer,  familiares y sirvientes, que habían sido vendidos como esclavos. Muchos historiadores vienen estudiando a este  cacique, recio personaje de los primeros tiempos de la conquista.
 
En el  libro de Vicente Rubio O. P. “Los Primeros Mártires dominicos de América”,  hay una nota tomada a su vez de la carta de Reginaldo Montesinos, dice: “El cacique Don Alonso, que era el reyezuelo del lugar, los recibió con gran respeto y cordialidad, incluso les hizo una choza o “bohío”.

  Otra mención la  hace Reginaldo Montesinos, dice: “No en balde hacía poco que aquel cacique “había venido a la isla Española con una nao que por allí (el litoral venezolano) había pasado y tornáronlo cristiano, y estuvo en nuestro convento en la isla Española”.

Es muy importante señalar que este Reginaldo Montesinos, es hermano de Antón Montesinos, el del famoso discurso de 1510, en Santo Domingo, en el cual denuncia los crímenes de los españoles contra los indígenas.

         Bartolomé de Las Casas dice que los caciques de Cumaná se distinguían por el número de barcos que poseían, eran buenos constructores de barcos, por lo tanto Alonso de Cumaná, era el más rico y poderoso de la Costa de Las Perlas: “Que por allí se pescaban cerca”, Cristóbal Colón, dixit. 


VEAMOS EL RAPTO DE ALONSO Y SU FAMILIA. VISTO POR DON VICENTE RUBIO

El acucioso investigador e historiador don Vicente Rubio, en relación con la captura de Alonso y familia, nos da los siguientes datos y argumentos:

“Todo se inició en una conjura en Santo Domingo”, veamos: 

“El 5 de agosto de 1514 era convocada una reunión en casa del Lcdo. Marcelo de Villalobos, uno de los tres jueces de Apelación (12). Once personas más asistieron a ella: El Lcdo. Juan Ortiz de Matienzo, colega de Villalobos.  Gil González Dávila, contador de la Isla. Juan de Ampiés, factor de la misma. Pedro de Ledesma, secretario de la Real Audiencia.  Cristóbal Sánchez Colchero, naviero. Juan de León, vecino de Santo Domingo. Gómez de Ribera, ídem (13).  Diego Caballero, ídem (13 bises). Bartolomé Palacios. Ídem (14).  Diego Bernal, ídem. Y Juan Fernández de las Varas (15), el cual se hizo representar por un tercero.

 Entre todos acordaron organizar una expedición o “armada” “contra los caribes de las islas cercanas”; éste razonamiento equivalía a “ir a la cacería de indios”.  Nada importaba que los nativos cazados fuesen en verdad “caribes” (antropófagos según les convenía)   enemigos de indios “guatiaos”, como de los colonos hispanos; al volver de la cacería y a la hora de declarar su mercancía humana ante las autoridades del puerto de Santo Domingo… “Siempre los armadores  hacían pasar a todos sus aborígenes apresados como “caribes” sabiendo que así la ley les amparaba”.

Constituida por aquellos individuos la expedición, “gastos y beneficios se repartían por partes iguales entre los doce socios.  Tomarían parte dos naves pertenecientes a dos de los socios: el navío “Latino” de Cristóbal Sánchez Colchero y el barco de Palacios.  Juan de León fue nombrado capitán de la armada; Pedro de Ledesma y Diego Caballero, recibieron el encargo de proveer y despacharla…

         Aportaron capitales, además de los socios de la empresa, el repartidor de los indios de la Española,  Rodrigo de Alburquerque, que poco después sería nombrado alcalde mayor de la isla, y el procurador de Santo Domingo Juan García Caballero.  Probablemente también invirtió capital en la empresa el tercer oidor, Lucas Vázquez de Aillón, pariente de la mujer  de Gómez de Ribera; éste último fue  nombrado veedor de la amada… La expedición se dirigió primero a la isla de San Vicente, donde tras saltar  a tierra, el capitán Juan de León y el naviero y maestro de su nave,  Cristóbal Sánchez Colchero, fueron matados por los indios.  Muertos dos de los jefes de la expedición, asumió el mando de la armada Gómez de Ribera. Ordenó tomar rumbo a “Puerto de las Perlas”, donde rescataron perlas de los indígenas y también se dedicaron a pescarlas.
 
Siguiendo su camino “la costa abajo”, cogieron cautivo en la provincia de “Portugal” (17), tierra de “guatiaos”, a un cacique de paz, don Alonso con 18 personas. La traída de los indígenas a la Española sería motivo de revelar públicamente, por primera vez, las ambiciones desmedidas de los empresarios antillanos”

Glosa.- Desde aquí se apartan del relato de Bartolomé de Las Casas, que para mí es el propósito de este libro, burlar a Las Casas porque lo consideran un enemigo de España. Entonces hablan de Portugal por Pertigalete, y del río Chrivichí que es el Chiripichí de Santa Fe, y de ese nombre vienen todos sus errores, ya que no saben que el río de Cumaná se llama Chiribichií, como lo dice Las Casas la última luenga, pero es para nosotros el “Cawaná” o sea el “gran río” de la lengua arawaca el río del  reino de Alonso. Y es en la desembocadura del río “Chiribichií” (río de pájaros) donde están los misioneros dominicos donde Alonso los ubicó en los médanos que los cronistas llaman “los cerritos” de una belleza sin igual entre el río y el mar  allí ubica Alonso a Pedro de Córdoba con sus misioneros en 1514, y lo que hace además de construir un monasterio es construir también una escuela a la cual asisten 50 niños de las principales familias de su reino y es allí y no en Santa Fe donde son raptados estando con los misioneros porque aún no han ido a Santa Fe Alonso su mujer y 17 familiares o personal de servicio del cacique. Y es de este rapto de donde viene toda la historia de aquel evento que da a conocer a Cumaná en la Corte del Rey Fernando el Católico, y de ese rapto proviene el interés de Las Casas y de Vitoria y de Suárez por Cumaná. No podemos perder ese hito histórico, del cual se han ocupado tantos cronistas de indias e historiadores y hasta el Vaticano de esos  tiempos. Y es así, y no puede ser de otra manera,  porque el rapto se produjo en 1513 o principios de 1514, y a Santa Fe llega la expedición fundadora de  Pedro de Córdoba, en la última década de 1515, después de dejar a los franciscanos de Juan Garceto y los refuerzos dominicos, en la desembocadura del gran río Chiribichií, por el golfo de Cariaco, en Puerto de Perlas, donde se construía el fuerte de Santa Cruz de La Vista, y se desarrollaba un pueblo de españoles, que explotaban y comercializaban las granjas de perlas esparcidas por el golfo de Cariaco, la isla de Margarita y Cubagua; y donde estaba impetrada desde 1514 la orden dominica con su monasterio y funcionaba una escuela para indígenas.       

 Pero en interés de la historia veamos como continúa Vicente Rubio este pasaje.

“En esta página del historiador Enrique Otte estamos de acuerdo con él en lo que se refiere a la armada organizada en Santo Domingo el 5 de agosto de 1514 para ir a saltear indios. Estamos igualmente de acuerdo con él en que, muertos en la isla de San Vicente los dos jefes de la expedición (Juan de León y Cristóbal Sánchez Colchero), asumió el mando  de la armada Gómez de Ribera, que es a quien Bartolomé de Las Casas, sin nombrarlo responsabiliza del posterior desastre ocurrido. Pero no estamos de acuerdo en que a  la “Costa de las Perlas”, Cumaná, Paria o provincia de “Portugal” o de

Maracapana, como algunos la llamaban, llegasen dos barcos; el relato coetáneo de Reginaldo Montesino habla solo de un navío. Quizá el otro barco  -el de los dos jefes muertos en San Vicente- fue incendiado por los nativos de aquella isla, o quizá quedó  destruido por la “broma”  -comején- o tal vez regresó a la Española  para dar noticia  sobre el triste final de sus patronos. Tampoco estamos de acuerdo con Las Casas en que ahora cogieran cautivo “a un cacique de paz, don Alonso con 18 personas”, a pesar de que esto mismo repite Otte (20). Reginaldo Montesino únicamente habla de que solo fue presa “la mujer del dicho cacique” y diecisiete criados y criadas de su casa”.

”Tocante al cacique, Montesinos expresa que cuando los dos misioneros dominicos, Fernández de Córdoba y el hermano Garcés, aportaron al valle de Chiribichí.
“…hallaron un señor que se llamaba Alonso, el cual días pasados avía   venido a la isla Española con una nao que tte  Otte por allí avía pasado y tornárolo  christiano, y estovo en nuestro convento en la isla Española”.

Glosa.- Montesinos no se confunde él está diciendo la verdad porque Alonso es el cacique de Cumaná del valle de Chiribichii, porque el cacique de Santa Fe es Maraguey, y el de Maracapana es Gil González.  Vicente Rubio es el que tuerce la historia al confundir el nombre de los ríos y las fechas, porque Santa Fe fue fundada después, del rapto, en noviembre de 1515, cuando vuelve Pedro de Córdoba con la tercera expedición; y estos sucesos, el rapto de Alonso y su familia, se produjeron en septiembre de 1514,  y es fácil calcularlo porque Pedro de Córdoba, vuelve  a Cumaná en febrero de 1515 a buscar a los frailes rehenes, y ya habían sido sacrificados.

Don Vicente continúa su interpretación de aquella historia, veamos:

“De modo que, según la versión de R. Montesino, el cacique de Chiribichí, don Alonso, (Este es nombre originario del río de Cumaná al cual los españoles le ponen el nombre del Cacique como acostumbraban) y ya era conocido de los frailes que marcharon al litoral venezolano a estudiar el terreno mejor para plantar allí el futuro  centro de evangelización pacífica (junio -julio 1514);  ese mismo cacique había vivido hacia abril o mayo de 1514 en el monasterio  de los predicadores  de la ciudad de Santo Domingo. Cómo y con quién vino hasta aquí  y cuando regresó a sus nativos lares, no lo hemos podido averiguar todavía de modo preciso,  aunque pensamos que su vuelta a Chiribichí debió tener lugar entre mayo –junio de 1514 (21). Para esta fecha Pedro de Córdoba no había llegado a Santa Fe, y sus enviados el padre Francisco Fernández de Córdoba y el lego Juan Garcés, se habían ganado la amistad de los indígenas y podían recorrer hasta 8 leguas dentro del reino de Alonso, y buscaron y encontraron el lugar apartado “donde españoles no hubieran…” para el asiento definitivo de la misión de Pedro de Córdoba, y así fue que escogieron el reino de Maraguey o sea Santa Fe de Chiribiche, que tiene un río pequeño, que no tiene las riquezas del puerto de Cumaná: las perlas, la sal, las piedra de Araya, las mujeres, la mano de obra, etc. cuyo río tiene un nombre parecido al de Cumaná, Pedro de Córdoba en sus cartas  lo nombra “Chiribiche”

Bartolomé de Las Casas que vivió en Cumaná 5 años e investigó el rapto de Alonso en el propio terreno de los acontecimientos, dice que fue vendido y murió en cautiverio, que jamás regresó a su reino.

 Pero como es muy interesante el relato veamos como lo continúa Vicente Rubio:

“Tornando al hilo de nuestra narración diremos que cierto día de las postrimerías de agosto de 1514 apareció por el sitio donde el par de misioneros dominicos se encontraban, una nao cuyo capitán, nuestro ya conocido Gómez de Ribera, y su tripulación parecían animados de bondadosos propósitos de saludar a los dos frailes  y de realizar algún trueque  o rescate  con los aborígenes; ocultaba Gómez de Ribera, sin embargo, el siniestro propósito de cazar sorpresivamente algunos naturales  de aquella región  para trasportarlos a Santo Domingo  y aquí venderlos como esclavos  so pretexto de que eran “caribes”.

 “Ocurrió que cuando la esposa del cacique Alonso quiso ver la embarcación, rodeada por una comitiva de diecisiete personas de su tribu, el capitán de la nao, tan pronto hubieron penetrado  los curiosos nativos en el barco, mandó en secreto recoger anclas e izar las velas, y con aquella carga humana, tan traidoramente cazada, enfiló proa hacia Santo Domingo, a donde llegaría  después de una travesía normal de siete u ocho días (22).  se llamaba don Alonso, o que los frailes le habían puesto ese nombre, u otros españoles porque los indios son amigos e codiciosos de tener nombre de cristianos e luego lo piden que se lo den, aun antes que sepan nada para ser bautizados. Así que engañan al dicho don Alonso para que entrase al navío con su mujer e otras ciertas personas, y que les harían allá fiesta.  Finalmente que entraron 17 personas con el Señor y su mujer, con confianza que los religiosos estaban en su tierra y que los españoles por ellos no harían alguna maldad porque de otra manera no se fiaban de ellos.  Entrados los indios en el navío, alzan las velas los traidores  e viénense a La Española  y véndelos por esclavos”.
        
 “En la urbe del Ozama los jueces de apelación y demás socios suyos se repartieron entre si la mercancía clandestinamente, quedándose con la mejor parte el  Lcdo. Marcelo de Villalobos.

Pero según el testimonio de Fr. Reginaldo, el capitán Gómez de Ribera no capturó al cacique Alonso, sino a su esposa y a diez y siete servidores de ella.  Es una lástima que este estudio este parcializado y preconcebido y jamás superará al de Bartolomé de Las Casas, que si dice la verdad del rapto de Alonso, de su personalidad, de su reino, y del martirio de Alonso y su mujer y su familia y agrega que todo se lo contaron los indios los actores de la tragedia de Alonso, el gran cacique de Cawaná.





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