lunes, 3 de octubre de 2016

JOSÉ SILVERIO GONZÁLEZ


RAMÓN BADARACCO



JOSÉ  SILVERIO
GONZÁLEZ

ELMAESTRO DE LA GENERACIÓN DE ORO DE CUMANÁ                       



CUMANÁ, 2014



Autor: TULIO RAMÓN BADARACCO RIVERO.
QUE FIRMA Ramón Badaracco
ENSAYO: JOSÉ SILVERIO GONZÁLEZ.
Copyright Ramón Badaracco.  2012
Primera edición 2009
Correo y cel.
0416-8114374
0293-5145753
Diseño de la cubierta  R. B.
Ilustración de la cubierta  R. B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná






A MANERA DE PRÓLOGO INTRODUCTORIO.
                                                 
“La prodigalidad de Cumaná, arca de la cultura oriental venezolana, incluyendo no solo a los poetas y escritores, también a estadistas, hombres públicos de notoriedad¨. Alberto Sanabria.
 Uno de estos grandes valores cumaneses es José Silverio González, cuya vida alternó entre la cátedra, la política, el periodismo, la política y el parlamento; para prez de su ciudad natal. La historia regional lo reconoce como uno de los grandes cumaneses del siglo pasado, continuador que fue de aquellos patricios que en la Colonia o en la Emancipación, representaban con hombría, con grande espíritu cívico y leal patriotismo, a la ciudad que con Caracas comparte por igual, la cuna de la libertad en Venezuela.
Cumaná, cobijada por la fresca brisa de su  ¨Manzanares¨ de ensueños, vio nacer a José Silverio González, el día 20 de Junio de 1820, cuando, precisamente, la ciudad se resistía, con todas sus fuerzas,  a continuar en el régimen realista; y se aprestaba a dar el golpe de gracia, contra el coloniaje, logrado el siguiente año, con la estrategia empleada por nuestro Áyax, el general en jefe  José Francisco Bermúdez, el libertador definitivo de la ciudad heroica.
Para entonces, Cumaná solamente tenía unas 826 casas, que albergaban unan seis mil personas. La disminución sensible de su población, debíase a los diez años de  guerra, martirio y aportación humana, en aras  de la libertad de la Patria Grande, que soñaba el Libertador y su amado guerrero, el nunca bien alabado general en jefe, Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de America. Hecho este debido a la  cruenta guerra, que la convirtió en otra Cartago irredenta y olvidada de la fortuna.
Desde su adolescencia comienza José Silverio, su agitada vida de hombre público. El Colegio Nacional de la urbe le orientó sus primeros pasos bajo la sabia ducción del Dr. Andrés Level de Goda, el primer Rector del venerable Plantel; recibió clases del entonces Dr. Jacinto Gutiérrez Martínez Alemán, distinguido estadista venezolano, cumanés como él,  quien ejerció varias veces la Presidencia de la República; del Ing. Blas Bruzual, y del recordado maestro Don José Antonio Ramos, propulsor benemérito de la educación en Cumaná. La preparación intelectual de González, tuvo esencial complemento más tarde con las doctas enseñanzas que le impartieron don Estanislao Rendón, en materia de Derecho Civil, Don Pedro Coll, quien lo introdujo en la Teneduría de Libros; Don José Manuel Barceló, que lo inició en el idioma de Moliere y Rousseau; de Don Alejandro Máthison, en Inglés. Finalmente como autodidacta, alcanzó apreciables conocimientos en italiano y de literatura clásica, así como de ciencias naturales.
Días tormentosos para la patria y, Cumaná había tomado parte muy activa en los sucesos de la hora, dada su destacada importancia. Al producirse la Revolución de las Reformas, movimiento que envolviera de lleno a Cumaná, el Colegio fue cerrado, porque el Rector Dr. Andrés Level de Goda, estaba comprometido en ella. Entonces el estudiante J. S. González, ante la paralización del plantel, y, por la gravedad de los sucesos, entró de soldado aspirante en 1836, permaneciendo tres años bajo el mando del General Francisco Esteban Gómez, que ejercía el mando militar de la plaza.
Sin embargo, encaminado hacia la actividad cultural y, llamado por su vocación magisterial, ingresa Don José Silverio, al gremio de educadores; en 1839 funda una Escuela en Carúpano, que, sin embargo, por poco tiempo regentó. Así se inicia en una carrera, la más noble y notable en él, que luego ejercería hasta el fin de sus días, ejercicio este al cual dedico todas sus fatigas, sin descuidar la política. Los sucesos determinaron su vuelta a Cumaná,  donde aceptó en 1840, el Preceptorado de la Escuela Cantonal local.
Las tareas escolares unidas a las domésticas –pues a poco casó- embargaron todo su tiempo. Pero el destino le tenía reservado nuevo y difícil campo para el cual estuvo siempre dispuesto por su probada capacidad para resolver problemas públicos de variada índole. En efecto, llamado por el Gobierno nacional al honroso servicio de las armas en la Revolución de 1848 –año de intensa crisis- González asiste con marcial actitud y valentía a la recuperación de Río Caribe y a la pacificación total de la turbulenta Península de Paria. Estas primeras aventuras militares de importancia le brindaron el grado de Capitán.
Como propio de la época, González –el militar- alternaba su labor castrense con el periodismo político y polémico. Expliquémonos: el renacimiento periodístico observado en Venezuela desde 1830 alcanzó en Cumaná progresos evidentes y al amparo de gobiernos respetuosos - y hasta auspiciadores- de la libertad de prensa, aparecen en Cumaná muchos periódicos. Desde el año ya citado hasta 1850 circularon en ella, editados en sus talleres tipográficos, como 25 periódicos, por lo menos una revista –La Revista Oriental- y el órgano oficial “La Gaceta de Cumaná”. Prensa verdaderamente libre y combativa. José Silverio González sentó plaza en el periodismo presentando verdadera cívica batalla donde se debatían con ardor, crudeza y amplitud los asuntos políticos. Entonces redactó “El Tribuno”, “El Observador”, “El Telégrafo”, “La Mosca”; colaboró asiduamente en El Torrente”, órgano político del partido Liberal de Estanislao Rendón, en “El Republicano” de Blas Bruzual, y en el “Crepúsculo” de Valentín Machado, “siempre animado por el progreso de las instituciones republicanas” y sus artículos eran leídos con entusiasmo y fe partidista. Así mismo fundé “El Cumanés” (1855). Esta actividad suya de periodismo dinámico y revolucionario le granjeó múltiples simpatías en el pueblo cumanés, apreciador de sus ideas y propósitos liberales.
La carrera pública adquiría nuevos contornos: en 1846-50 es Diputado Provincial y como tal contribuyó con sus luces y honradez a la sanción de varias ordenanzas dirigidas al bien común. Y abanderado como Estanislao Rendón, Jacinto Gutiérrez, Barberí y otros destacados cumaneses, del liberalismo encendido del momento, hizo peticiones importantes entre las que se destacan las que él mismo redactó, sostuvo y autorizó con su firma en el seno de la diputación Provincial de Cumaná en 1848 con destino al Congreso Nacional –reiteradas en 1849- enderezadas entre otras cosas a la reforma general de la Constitución Nacional de 1830,en que se establecía el sistema republicano federal y la completa abolición de la pena de muerte. De este modo Cumaná se sumaba a través de sus hijos representativos, con su espíritu democrático y con su prestigio secular, al movimiento reformista que mucho urgía a la opinión pública. Era que Cumaná dejaba oír su voz con serenidad, autoridad y firmeza republicana en los grandes asuntos de la Nación.
Por esta época como Procurador Municipal don José Silverio fue premiado por la Reina Victoria de Inglaterra con Medalla de Oro en prueba de reconocimiento porque le correspondiera a él “el honor de haber, en 1850, rescatado y asegurado la libertad de una súbdita inglesa”.
Su labor como legislador fue brillante en el seno del Parlamento venezolano. Por su combativo temperamento, forjado en la lucha política, por su denudo en favor de las libertades y los derechos populares y por su atención a las necesidades públicas ejerció José Silverio González una representación con altivez y dinamismo político convirtiéndose en uno de los legisladores destacados y probos de su época. De esta su obra de parlamentario, que lo consagró ante la posteridad, podemos resumirlo esencial así:      
a)     En 1850 expresó  su enérgica protesta contra la prisión del General Páez en la fortaleza de Cumaná y, con Estanislao Rendón hizo viril defensa de las instituciones republicanas de Venezuela y a la vez de la persona del bravo caudillo llanero.
b)     El mismo año y siempre como diputado al Congreso se rebela contra el oprobioso sistema de la esclavitud que ni la misma Guerra Magna había eliminado. Expuso entonces un proyecto de Ley de Abolición dela Esclavitud el primero de su índole presentado ante la Representación Nacional, sin alcanzar el éxito que esperaba; pero que en 1854 vio complacido prosperar bajo el patrocinio del Presidente José Gregorio Monagas, en que el Congreso sancionó la ley abolicionista. Esta decisión histórica del representante Silverio González no era algo aislado ni de factura partidista demagógica, venía de la entraña misma de Cumaná suelo abonado para grandes empresas. En 1850 también pidió con entereza la creación de las Clases Superiores o Universitarias en el Colegio Nacional de Cumaná que equivalía a resucitar el frustrado proyecto de Universidad para Cumaná; y, acompañado por la acogida del Parlamento y el beneplácito del Ejecutivo, obtuvo tan esplendida aspiración. Como maestro –antes que nada- y como cumanés, José Silverio González ha debido sentir una de sus mayores satisfacciones al ver cristalizado el viejo anhelo docente, digno de la ciudad.
c)     Como ingrata secuela del terremoto de 1853 a Cumaná se le despojó de la Capital Provincial que desde 1569 ostentara.  Para colmo, los cumaneses destacados estaban entonces expatriados y perseguidos  por su intervención en la fracasada revolución del 53 contra los Monagas, incubada en la ciudad, que el sismo aplastara al iniciarse. Entonces González “propúsose remediar tamaños males y en su asistencia al Congreso de 1854 requirió del Presidente de la República con insistencia patriótica la restitución de la capital a Cumaná, acto reparador y de estricta justicia legal, Respuesta obstinada y negativa por parte del Ejecutivo, a pesar de las favorables manifestaciones del Senado. Además, en el Congreso propuso y sostuvo con energía la amnistía general para sus compatriotas, aunque de ellos algunos le hubiese reducido a prisión el año anterior, en aquel movimiento”. Por cierto que se viose en trance de perder la vida por este filantrópico acto, lo que muestra la belleza de su alma y que excitó las iras del poder.

En medio de las tribulaciones por la calamidad de 1853 Cumaná urgía además del empeño tradicional de sus hijos para su restauración, también de la ayuda oficial inmediata y eficaz; percatándose de ello, José Silverio González en un admirable y ejemplar forcejeo con el Ejecutivo Nacional que estaba en tenaz oposición, pidió y logró que las Cámaras aprobaran una auxilio de cien mil pesos en numerarios para la reconstrucción en Cumaná de los edificios oficiales. Cuesta creer que el Ejecutivo asomara espíritu tan ruin con la gloriosa urbe: objetó la petición congresional y no le dio cumplimiento. La naturaleza como si hubiese reafirmado a Cumaná en su posición federalista reiterada, porque con gobierno propio, a lo que por lo demás tenía legítimo derecho, no hubiera necesitado de mendigar...

d)     En 1858 asiste José Silverio González a la Convención Nacional de Valencia, y en ella hace gala de parlamentario ducho, de su doctrina liberal y de sus muy firmes propósitos federalistas. Como diputado por Cumaná abogó con ardor por el sistema federal “que sus comitentes le habían recomendado sostener”. Defensor del sistema federal desde hacía años, se retiró con Estanislao Rendón de la magna asamblea al aprobar ésta por mayoría el sistema centro-federal, que defraudaba a sus electores. Creía don José Silverio que no debía continuar en aquel cuerpo, optando por su retiro. Así actuaba el representante por Cumaná. Aquí culmina su obra de legislador.
Otros momentos importantes de su vida: vémosle actuar en la Federación sobre todo cuando no era gobierno. Cumaná fue de las primeras provincias en proclamar la Federación en 1859 y uno de sus promotores fue José Silverio González, pero como el movimiento apoyado por el comandante militar Mateo Plaza fracasó, el cumanés fue aprendido por las fuerzas del gobierno que recuperaron la ciudad. Prisión conmutada por confinamiento en Ciudad Bolívar “donde disfrutó de las mayores consideraciones”. Y aquí, de nuevo, la docencia. Dicta clases de castellano y latín en el Colegio Nacional. Triunfa la Federación y de inmediato atiende el llamado de sus copartidarios actuando entonces a las órdenes del General José Lorerto Arismendi como Auditor de Guerra, y en gesto que le honra el cumanés cedió espontáneamente sus sueldos por el cargo aludido a los Hospitales de la antigua Angostura. Verificados comicios resultó electo diputado a la Asamblea Constituyente del Estado Guayana de la cual fue su Presidente. Agradecido de las peripecias de la lucha hubo de estar José Silverio González pues que lo condujeron a Ciudad Bolívar donde se puso en contacto con gente de relieve cultural, revolucionario y de probidad. Cuán satisfecho sentiríase de presidir la Asamblea representativa del pueblo guayanés en la misma sede donde se leyó la pieza oratoria de mayor contenido político-constitucional y sociológico en nuestra América: el luminoso Discurso de Bolívar ante el Congreso de 1819. Y su noble alma de cumanés íntegro ha debido resentirse al abandonar Ciudad Bolívar. En Barcelona estuvo al mando del General Matías Alfaro y aquí le sorprendió la llegada de su despacho de Coronel librado por el Mariscal Falcón.
Mas, vuelto a su Patria Chica, donde de nuevo le rodean la simpatía, la admiración y la gratitud de quienes le comprenden y mucho esperan de él, dedicose otra vez a la docencia.  Las generaciones estudiantiles cumanesas  oyeron con reverencia su palabra orientadora, de sabio y de ciudadano experimentado y probo, en los viejos muros de una casa semi-reconstruida; ellas supieron de su desinterés a toda prueba, pues no cobró –o poquísimas- remuneraciones por las cátedras que regentaba por la escasez de dinero; en fin, le vieron “multiplicar los panes” en un medio donde todo faltaba menos la férrea voluntad, auténticamente patriótica de servir a la causa de la educación con decoro y magnanimidad. En ocasiones sus compromisos políticos lo envolvieron en estas funciones –era que su temperamento combativo impelíale a tomar posiciones activas en esta lid- y así en 1868 redactó el semanario “La Diana” que por sus fines políticos manifiestos lo vio suprimir por orden oficial. Antes había figurado en el efímero gobierno o revolución Azul combatiéndolo, y, al ascender el gobierno de Guzmán Blanco con su revolución de Abril.               
Sábese que el triunfo federalista indica a un tiempo la declinación política del Coronel González por cuyo sistema habia consagrado lo mejor de su vida pública. Acaso, su palabra precisa, justiciera, su juicio desinteresado que aplaudía o condenaba según lo exigiese el bien de la Patria; la altives del gesto y su honradez, su grande austeridad en fin, le serían personalmente poco propicios en el terreno del nuevo régimen del Ilustre Americano. Fue lo cierto que salvo una comisión ante el Gobierno Federal, a González no se le llamó al gobierno; antes bien, echósele al olvido. Beneficioso olvido para Cumaná que lo retuvo para bien y progreso de su educación pública, porque entonces, ya libre de sus tradicionales tareas políticas, y desde 1876 a 1886 estuvo dedicado fecundamente a enseñar que era su mayor vocación en el Colegio cumanés que entonces regía y en el cual su contextura de gran maestro deja huella perdurable y efectiva, continuada después de su muerte por su hijo José Silverio González Varela.  
            Su obra intelectual y docente sitúa a José Silverio González en elevado sitio histórico. Su cualidad tribunicia está consagrada. En las grandes festividades era el orador de orden “vibrando de entusiasmo patriótico y engrandeciendo la celebración del acto”. Fue autor del romancero popular cumanés cuya música perteneció a Gómez Cardiel; entre sus numerosos himnos y canciones destácase; Dulce Patria, Los Milicianos, El Barquero.
            Fuera de haber formado legiones de estudiantes que luego fueron cifras de valía en el foro, las ciencias, el parlamento y las letras venezolanas, dejó impresas obras didácticas como su texto de Lexigrafía (1840), Métrica Castellana (1849), Lecciones de Teneduría de Libros (1856), entre otras.
            El 27 de septiembre de 1886 Cumaná vio morir a su hijo ilustre, cuando dictaba su clase diaria, en la humildad del sabio, la sencillez del maestro y la honestidad del ciudadano ejemplar y cuya máxima favorita escrita y cumplida por el mismo fue:
            “Hagamos el bien por querer o por deber; hagámoslo siempre por sólo amor al bien mismo, por la satisfacción íntima de nuestra propia conciencia, sin esperar recompensa ni gratitud de nadie, y seremos felices ,gozando de la paz, tranquilidad y contento inefable”. Juicio digno de marco Aurelio.
            Indudablemente con José Silverio González se fue también toda una época de la gruñona Cumaná”.    
                                                     Miguel Ángel Mudarra
  Perfil biográfico de  José Silverio González, escrito por Alberto Sanabria, tomado de su obra “Cumaneses Ilustres”.

”Entre el grupo de jóvenes cumaneses que concurrían a las clases que dictaba el gran educador don José Antonio Ramos, en 1832, se encontraba José Silverio González; y él fue de los primeros alumnos que asistieron a la instalación del glorioso Colegio Nacional de Cumaná, el día 21 de diciembre de 1834, siendo su primer Rector el renombrado hombre de ciencias y letras y político polemista de fama, doctor don Andrés Level de Goda.
Muy joven entró José Silverio González al servicio de las armas, habiendo estado al lado del ilustre prócer de la Independencia General Francisco Esteban Gómez, y alcanzó el grado de Coronel.
Desde su juventud empieza a destacarse  por su ilustración nada común y por su amor al estudio, que harían de él un brillante literato y un sabio educador.
Periodista, estuvo al frente de numerosos voceros, entre los cuales recordamos “El Cumanés”, “La Diana”, y muchos otros, en los cuales escribía, tanto en asuntos de índole política, como en materias culturales. Ya en sus últimos años colaboraba en el importante periódico cumanés “La Actualidad”, el cual dirigían y redactaban los hermanos Milá de La Roca.
  Todos los géneros literarios los cultivó Don José Silverio González: la poesía, la oratoria, el periodismo, que se honró con su prosa noble y fecunda; habiendo dejado muchas traducciones de obras escritas en otros idiomas, especialmente en francés que dominaba brillantemente. Grande fue su producción literaria, pues publicó varias obras de enseñanza, como su método LEXIGRAFÍA, su texto sobre Métrica Castellana, su Teneduría de Libros, escrita en colaboración de otro distinguido cumanés, don José Luis Sevillano, y muchos otros trabajos de valía, que desgraciadamente se han perdido, siendo desconocidos de las nuevas generaciones venezolanas, y que bien merecían haberse editado nuevamente como homenaje a su ilustre autor y en bien de nuestra cultura.
Existe un pequeño libro titulado “La Floresta”; donde se encuentran los principales himnos y canciones patrióticas de Don José Silverio González, y el cual fue editado en Ciudad Bolívar, donde el glorioso coterráneo se encontraba asilado por asuntos de índole política, y dicho libro tiene un prólogo de su hijo, el notable orador, poeta y escritor bachiller Juan Manuel González Varela, quien fue director de la primera Escuela Normal de Cumaná, y falleció en la Capital de la República, cuando representaba a la Provincia nativa en el Congreso Nacional.
En el Congreso de 1850 pidió reiteradamente Don José Silverio González, la abolición de la esclavitud      
Es decir cuatro años antes del memorable decreto del 24 de marzo de 1854, y las notables intervenciones sobre esta importante materia, fueron publicadas en la oportunidad del centenario del natalicio del ilustre prócer General José Gregorio Monagas. Igualmente pidió en ese mismo Congreso la libertad del General José Antonio Páez, quien se encontraba preso en el castillo de “San Antonio de la Eminencia” en Cumaná; así como también las clases mayores del Colegio Nacional de Cumaná, las cuales comenzaron el día 1º de septiembre de 1850.
La política ocupó gran parte de la existencia de don José Silverio González, ya que desde su juventud se alistó en las filas liberales, teniendo a su maestro y amigo don Estanislao Rendón, como su mejor guía en las luchas del periodismo y la tribuna. Fue muchas veces diputado al Congreso Nacional; estuvo en las Asambleas Legislativas Provinciales; y en 1858 fue, en unión del doctor Mauricio Berrizbeitia, don Estanislao Rendón, Licenciado Jesús María Morales Marcano y General Francisco Mejía, representante ante la Gran Convención Nacional reunida en la importante ciudad de Valencia y cuya instalación tuvo lugar el glorioso 5 julio de dicho año. En esta extraordinaria asamblea, donde se reunieron las más destacadas figuras de los partidos Conservador y Liberal, el verbo luminoso de José Silverio González conmovía a las multitudes y prendía fulgores de esperanza en el seno de la patria.
Verdadero apóstol de la enseñanza, fue la instrucción la pasión de su vida y en el Colegio nacional de Cumaná, dictaba diferentes clases, y la rectoría de este secular instituto la desempeñó hasta su muerte  ocurrida el día 27 de septiembre de 1886, lo que constituyó para la ciudad del Manzanares un unánime duelo y un hondo pesar.
Con motivo de cumplirse 140 años del natalicio de este ilustre hijo de Venezuela, hemos querido rendirle el homenaje de nuestro sincero recuerdo.     

DETALLES PARA UNA BIOGRAFÍA DE DON JOSÉ SILVERIO GONZALEZ.
                                                                          Maestro de una generación de grandes escritores, poetas, oradores, periodistas, maestros y científicos cumaneses, que bien podría llamarse “La generación dorada de Cumaná”, que sigue la tradición cultural iniciada por Don José Antonio Ramos, y continúa su hijo Silverio González Varela, en el Colegio Nacional de Cumaná.
                                                                          José Silverio, hijo del general Tomás García y doña Matilde González y Rojas, con quien no pudo casarse el disciplinado soldado español,  por la situación de guerra que prevalecía en Venezuela antes y después de la independencia; y los compromisos del valiente general con las fuerzas españolas, él, que fue el heroico comandante del batallón “Valencey”, que no pudo ser reducido;  reconocido tanto por patriotas como por los españoles, (una historia que hay que contar), hace que el hijo de Cumaná, héroe del Tasos, creciera en medio enrarecido, para él niño todavía,  en medio de movimientos políticos y guerras pos independentistas, más o menos románticas, y sufriera entre caudillos, las canalladas políticas,  y los sinsabores de los  salteadores de trincheras y caminos.
En 1831, a los once años, es golpeado por terribles acontecimientos que impactaron su medio familiar, como a todo el pueblo de Cumaná: el heroico General Andrés Rojas, recién nombrado gobernador de la Provincia, es asesinado en el Cuartel, por la propia guarnición militar, desafectos a la revolución, cuando Cumaná estaba disfrutando de un corto periodo de descanso.  El General en Jefe José Francisco Bermúdez, impone su autoridad y también es asesinado en un lance, que aún no ha sido suficientemente explicado. El pueblo enardecido, incontenible trato de linchar a los asesinos,  destruyó la casa donde sucedió el crimen y las fuerzas públicas intervinieron para salvar sus vidas y llevarlos a los tribunales. La conmoción fue terrible.
Pero a la par de estas trágicas circunstancias, el año siguiente, el Gobierno Nacional crea las Clases de Latinidad, que empieza a dictar el licenciado José Antonio Ramos, que inicia lo que he dado en llamar “La escuela de Cumaná”, la más alta cantera de intelectuales de Venezuela y tal vez del mundo hispánico, que digo sin ninguna humildad;  y allí se recoge el futuro gladiador del pensamiento, el filósofo y guerrero, el maestro, el líder que fue José Silverio González. 
                                                                          Se inicia, pues, la carrera de nuestro biografiado, que ocupa su silla como alumno destacado, a los 15 años, y ya era respetado y admirado, que es lo más importante que se advierte por su talento y la admiración que despertaba.
                                                                          En 1834 el Gobierno Nacional, tomando en consideración el auge de la educación en Cumaná, decreta la creación del Colegio Nacional, el 28 de febrero de 1834, para lo cual le asignan como sede el Convento de San Francisco, donde venía dictando las clases superiores el Lcdo. Don José Antonio Ramos, esta vez acondicionado el antiguo Convento, para tales efectos; lo que constituyó un verdadero acontecimiento cultural. Fueron designadas sus  autoridades, a saber: Rector Dr. Andrés Level de Goda, y catedráticos lo fueron, el Dr. Jacinto Gutiérrez Coll, Lcdo. Don Blas Bruzual, Lcdo. Don José Antonio Ramos.    
                                                                          El eminente cumanés, Dr. Don Andrés Level de Goda, que se desempeñaba con Presidente de la Corte Federal Nacional, renunció a tan elevado cargo, y aceptó el Rectorado del nuevo instituto educativo en su pueblo natal, que contó además con el Lcdo. José Antonio Ramos, con el  culto Dr. Jacinto Gutiérrez Coll., el eminente matemático Don Blas Bruzual, y  el ex rector de 1812, el  Dr. Juan Martínez Alemán, y una pléyade de maestros que dieron fama a la educación en Cumaná.
Veamos la pléyade de maestros con que contaba Cumana: Pbros. Doctores Pedro Coronado, Don Pedro Level Alén, Don Diego Antonio Alcalá Mayz, Don José Lorenzo Rendón, Don José Martínez de Gordon; doctores Don José Gervasio Rodríguez de Astorga, Don Andrés Level de Goda, Don Juan Martínez Alemán, Don Mariano de La Cova y Don Ignacio Rendón; Pbro. Don Martín de La Cova, Licenciado Don José Joaquin Coronado, Don Pedro Márquez de Valenzuela, Don Felipe Sánchez, Don Antonio Sotillo Verde, Don Ramón Sánchez, Don Vicente Andrés Sánchez, Don Joaquín Suárez, Don Alonso Bruzual, Don Antonio José Betancourt y Don José Manuel Grau, Juan Martínez Alemán, Pedro Level Alén, Rafael Avalos, Pbros. Martín de La Cova, Fray Tomás Garmendia y los licenciados: José Justo Betancourt, Pbro. Andrés Antonio Callejón, Vicente Andrés Sánchez y José Manuel Grau.
                                                                          José Silverio, desde muy joven,  admiró al general Francisco Esteban Gómez, digo desde su edad precoz, cuando llegaban a Cumaná las noticias de sus triunfos al frente del Ejército Nacional contra el comandante Andrés Pacomio Level; y de Carúpano, 1835, el triunfo extraordinario contra el general Pedro Carujo, hombre terrible que estuvo en el atentado septembrino contra el Libertador, y dio el golpe de estado en Caracas, contra el eminente Dr. José María Vargas, y en consecuencia de esta derrota, Carujo abandona Cumaná y se dirige a Puerto Cabello. Entonces, Francisco Esteban Gómez ocupa Cumaná, que vuelve a la normalidad institucional y repone a las autoridades constitucionales.
                                                                          Después de aprobada la Constitución de 1830,  período, llamado del caudillismo, José Antonio Páez, asumió la presidencia de la República, que ya venía ejerciendo de facto desde la muerte del Libertador, que fue  su primer mandato y también el principio de una serie de cambios en el poder, que no vienen al caso, de un caudillo a otro.
                                                                          Los  dos partidos históricos que se turnaban en el poder: Conservador y Liberal; el primero, al cual pertenecían Páez, José María Vargas y Carlos Soublette, y el Liberal de Antonio Leocadio Guzmán, y al cual pertenecieron también, el Mariscal Juan Crisóstomo Falcón, el General del Pueblo Soberano, General Exequiel Zamora, y algún tiempo después, nuestro biografiado Don José Silverio González, que supo ver y aprender de aquellos caudillos  que gobernaron  a saltos, entre golpes y golpes.
                                                                          A José Silverio le tocó también foguearse  en las guerras pos independendentistas, y fue un decoroso guerrero, figuró al lado del margariteño Francisco Esteban Gómez, y después como liberal, también peleó por la Federación al lado del general en jefe José Eusebio Acosta Peña.
                                                                          El partido liberal, fundado en 1840 por Antonio Leocadio Guzmán, se alzó en armas contra la Constitución y la hegemonía de Páez, y proponía la igualdad, libertad, abolición de la esclavitud y de la pena de muerte.  Para ese año de  1840, José Silverio tiene 20 años, y ya tiene sus bien ganados méritos; y ese año publica su tratado de “Lexigrafía Castellana” el cual fue adoptado para la enseñanza en todas las escuelas de Oriente.
                                                                          José Silverio González, fue un espíritu superior: filósofo, músico, poeta, guerrero, político, todo en grado superlativo,  nos dejó un legado escrito aunque disperso, no solo en los periódicos, boletines, cartas, discursos y revistas, sino también en acciones importantes y trascendentes; varios textos que se conservan sobre “Métrica Castellana”, “Lexigrafía” “Contabilidad” y su “Teneduría de Libros”, personalmente guardo como un tesoro, ejemplares de sus periódicos “La Diana y El Cumanés”. Luis Marcano Barrios tiene o tuvo en una época en que lo frecuentaba,  una colección de su semanario “Renacimiento”, probablemente su mejor periódico, y el que tuvo más larga duración, que debe estar en manos de alguien, que seguramente lo conservará como un tesoro;  en esos periódicos, como era costumbre de esa época,  publicó gran parte de su pensamiento político, filosófico y literario, también nos dejó  un pequeño libro que denominó “La Floresta” que recoge sus  himnos  y canciones patrióticas, todo eso nos da una pálida idea de su personalidad;  porque los resultados de su trabajo se reflejan más bien en la generación de cumaneses ilustres que surgieron de sus enseñanzas. 
Don Pedro Elia Marcano, en su “Cronología del Estado Sucre”, publicada en en 1840, dice: “Don José Silverio González da luz pública su lexigrafía Castellana, la cual fue adoptada para la enseñanza en las Escuelas del Oriente. ¡Tal era su magisterio!  
El periodismo fue una fuerza arrolladora en Cumaná, fue una pasión que alcanzo metas prohibidas para un pueblo que apenas iniciaba una etapa superior en su educación, nos dice don Ignacio Rodríguez Mejía, en su ensayo “Periódicos y Revistas de Cumaná” sobre nuestro periodismo, que:
“Muchos de aquellos militares, políticos oradores, y poetas, paladines del pensamiento, entre los que figuraron don Estanislao Rendón, don José Silverio González, el doctor Manuel Norberto Vetancourt, don Blas Bruzual, el Comandante de Ingenieros don Valentín Machado, don Juan Manuel González Varela, don Pedro osé Rojas, don Blas Daniel González Varela, don Pedro Ezequiel Rojas, don José Concepción Cova, y otros de la misma época, inspirados en sus ideales y favorecidos con facultades intelectuales, ampliaron el camino de la cultura cumanesa, dejando también su pequeño grano de arena como una fuerza más para seguir adelante, siguiéndolos, los que han venido después, que llevados por el mismo plan de orden y estímulo, no olvidaron su amor a las letras, a las ciencias y las artes”.   
                                                                                  En sus periódicos “El Cumanés, 1855, y La Diana, 1869, publica su tratado de “Política”, “La Sección Filológica”, su tratado de “Culto Divino”, su “Decapitación de Cumaná”, contra la dinastía Monagas, donde se queja y dice que:
 “La juventud actual vejeta meticulosa y egoísta, no brinda esperanzas de ventura, no ama la gloria que es una ambición noble de los corazones grades, de los talentos superiores, de las almas elevadas”. …
                                                                          ”Los pueblos como los individuos viven una vida moral, que no se alimenta de pan sino de creencias, de verdades, de honor, de heroísmo, de santidad; y cuando esta vida  enflaquece  se pierden los individuos  y los pueblos quedan reducidos a la vida puramente animal o de cálculo”.  Y denuncia valientemente a los agresores de nuestro pueblo, los nepóticos Monagas: “todos quisieron remitirnos oportunos socorros –se refiere al terremoto de 1853- Caracas, La Guaira, Guayana, vivirán eternamente en nuestro corazón  agradecido…. Solo la horrible dinastía lejos de favorecernos, de oír nuestros gemidos, estorbó el envío de los subsidios de Barcelona, privó a Cumaná de su Aduana y de los pingues productos de su salina…”
Sus talentos los ocupó siempre en causas justas, como es el caso de la Libertad de los Esclavos, cuya defensa asumió en el Congreso Nacional,  convirtiéndose en uno de los más destacados defensores de ella;   en 1854,  después del fracaso de la  causa secesionista en la cual participó activamente al lado de Estanislao Rendón, y aquella culta y orgullosa  generación;  antes del decreto del 24 de marzo que da la libertad a los esclavos, pronuncia el memorable discurso,  que pasa a la historia como uno de los más aplaudidos y oportunos de la historia patria, pidiendo vehementemente la abolición de la esclavitud y la libertad del General Páez, preso en Cumaná.
Pero José Silverio fue sobre todo un apóstol de la educación. Su filosofía particular la desarrolló  en el Colegio Nacional de Cumaná, dictaba varias clases, sobre todo gramática, literatura,  métrica y elocuencia,  hasta su muerte ocurrida en  1886.
                                                                          Mi padre dice refiriéndose a Juan Miguel Alarcón, pero que, para el caso,  era igual: “Cursó estudios secundarios en el Colegio Federal de Cumaná, bajo el rigor y sabiduría del Rector José Silverio González Varela, de dura disciplina en la clase, hasta obligar la atención del alumno, indispensable al mejor aprendizaje: Latín, griego, francés, castellano, física, álgebra, geometría, agrimensura, filosofía, cosmografía, retórica y otras materias que formaban el programa del curso de humanidades en los años 1900 a 1904, cuando recibimos la borla del bachillerato”. Lo cual alcanza a Don José Silverio González, que los antecedió.
Miguel Ángel Mudarra, dice, que aprendió Derecho Civil con Estanislao Rendón; Teneduría de Libros con  Don Pedro Coll; francés, con Don José Manuel Barceló; Inglés, con don Alejandro Máthison. También dominó el italiano y la literatura clásica. Estaba preparado para ser el maestro de aquella generación extraordinaria de la cual Cumaná, se siente tan orgullosa; porque en las lides del saber, fueron de triunfo en triunfo, compitió con Caracas, y fue vencedora,  la primera de Venezuela y sus nombres saltaron   horizontes y se unieron al concierto universal de la cultura. Cumaná se hizo famosa por sus maestros, se crearon cátedras universitarias, entre las cuales figuró la música, la medicina y las ciencias jurídicas.
En Cumaná se quedó el sabio Beauperthuy,  asombrado como Humboldt de la cultura de este pueblo, y con Calixto González funda la cátedra de Medicina;    Gómez Cardiel,  le dio rango universitario a la Música; Estanislao Rendón, Pedro Coll y Mauricio Berrizbeitia, inician las  clases de derecho. Se estudiaba idiomas, matemáticas, latín, filosofía; los exámenes eran públicos y las tesis se discutían con participación del pueblo.
De Cumaná se fueron para Caracas, entre otros: Don Jacinto Gutiérrez, que fue dos veces presidente de la República; Marco Antonio Saluzzo, tal vez el mejor orador de su época; Jacinto Gutiérrez Coll,  el poeta de Caracas; el Dr. Estanislao Rendón, uno de los hombres más importantes de su tiempo, candidato a la Presidencia de la Republica; el Dr. Salvador Córdoba, fundador de la primera Clínica de Caracas; el Dr. Jesús Sanabria Bruzual, padre del Dr. Edgar Sanabria, Presidente de la República en 1958, y fundador de la Universidad de Oriente. Podría aportar cien nombres de aquella generación, pero son demasiado conocidos.
En relación con la cultura y sabiduría de aquella generación nos dice Mudarra:
“Precisamente, se advierte en el Estado Sucre, en magistral paralelismo, las mismas dotes elevadas que han enaltecido a sus grandes hombres. En efecto, durante la independencia es bastante con señalar a uno de sus héroes nativos, Sucre, quien después de Bolívar ocupa el primer sitio entre nuestros próceres como militar genial, diplomático extraordinario, magistrado modelo y caballero sin tacha. Si de héroes a lo Páez o Arismendi, impetuosos arrojados y temerarios, José Francisco Bermúdez se les equipara. En lo civil Sucre ha producido en sucesión inalterable de estadistas importantes, desde el tipo de magistrado de la patria “boba” a lo Cristóbal Mendoza o Roscio, como lo es el cumanés Don Francisco Javier Mayz –Presidente en turno de Venezuela en 1812-, pasando por los del tipo Narvarte o Rojas Paúl, como Estanislao Rendón, Jacinto Gutiérrez Martínez Alemán; y políticos de la talla de Saluzzo, nuestro “gentilhombre republicano”  En las ciencias y en las letras hallamos otra imagen representativa de Venezuela en Sucre: historiador que en mucho se asemeja al gran Arístides Rojas o a Don Tulio Febres Cordero, está el levita civilizador José Antonio Ramos Martínez. Humanistas notables a lo José Luis Ramos, está el sucrense fray Cristóbal de Quesada, maestro de nuestro gran Andrés Bello- y considerado como el mejor latinista de su época. Científicos eminentes que están representados por la ilustre personalidad del Dr. Salvador Córdova,  gloria legítima de la ciencia venezolana de todos los tiempos. En la poesía y la música, José Antonio Ramos Sucre, Jacinto Gutiérrez Coll y su hermano Pedro Elías Gutiérrez Hart, Miguel Sánchez Pesquera, Andrés Mata y Andrés Eloy Blanco, integran cuadrilátero suficiente y equiparable con creces a lo más selecto y encumbrado que en esta noble y hermosa creación humana haya dado nuestra patria.
En la oratoria que caracteriza a Eduardo Calcaño a Fermín Toro, están en Sucre: Estanislao Rendón, Morales Marcano, Barberí, Saluzzo, verdaderos gigantes de la palabra bien expresada. En música dan gloria a Sucre y prestigian a Venezuela, Gómez Cardiel, Salvador Llamozas y Joaquin Silva Díaz. Escritores de singular personalidad como Andrés Level de Goda, Luis Level de Goda, Pedro César Domínice, José Antonio Ramos Sucre, Andrés Eloy Blanco y Diego Carbonell, relievan y dan vitalidad a las letras nacionales, como artífices de prosa pulcra, elegante y pulposa en contenido”.    
Esa fue la Cumaná de Don José Silverio González, por eso fue llamada por algún cronista “Atenas de América”.

RECTOR DEL COLEGIO NACIONAL

                                                                          José Silverio se destacó sobremanera como Rector del Colegio Federal de Cumaná, reinstalado el 1º de septiembre de 1875, por decreto ejecutivo de fecha 8 de junio de ese año. Se dictaban con mucha dificultad, en ese nuevo periodo las cátedras de Filosofía, Latín y Castellano, a cargo de Don José Avis y don Luis Núñez Villapol.
                                                                          A partir de 1880, bajo la rectoría de don José Silverio, con cuarenta y un alumnos logra el Colegio su estabilidad, se leen las clases de Filosofía intelectual, Aritmética razonada y álgebra; métrica y retórica; etimología y sintaxis; axiología y sintaxis castellana; elementos de francés; y música a cargo del maestro Cándido Ramírez.
El fruto del magisterio del eximio maestro es la pléyade de graduandos cuya lista les trasmito:    
DOCTORES: Pedro María Ledesma, Mauricio Berrizbeitia Bermúdez, Francisco Hernández, José Antonio Trías, Antonio José Sotillo, Carlos Gómez, José María Grau, Eduardo Vargas, Bonifacio Márquez, Manuel María Ortiz, Bartolomé Salazar, Antonio José Sucre Alcalá, José Manuel Berrizbeitia, Laureano Vallenilla, Bernardo Bermúdez Grau, J. C. Betancourt Rendón, Miguel Vicente Vigas, Andrés Eloy Meaño, José Jesús Vallenilla Cova, Juan Francisco Avís, José Martiarena, Modesto Plaz, Vicente Rojas, Manuel Rusián.
LICENCIADOS: José Manuel Gómez, Matías Felipe Lovera, Ramón Pérez Coronado, Jesús María Morales Marcano, Brígido Natera, Bartolomé Milá de La Roca.      
FARMACEUTICOS: Amador Blanco, José Félix Armas.
AGRIMENSOR: Enrique Pérez.
PRESBÍTEROS: Antonio Valery, Juan José Castillejo.
BACHILLERES: José Francisco Plaz, José Joaquin Marcano, Andrés Antonio López, Andrés Marcano, Juan bautista León, Juan Crisóstomo Bermúdez, Rafael Calzadilla, J. A. Márquez Fuentes, Valentín Rivas, Enrique Pérez Coronado, J. J. Martínez Barceló, León Coronado, Vicente Coronado, José Jerónimo Peinado, José Jesús López, J. J. Martínez Mata, J. Vicente Franceschi, Pedro Vicente Guevara, Genaro Pérez, Manuel López Alcalá, Casimiro Calzadilla, Diego Prada, Francisco Gerónimo Ramos, Juan Manuel González Varela, Blas Antonio Arcia, Tomás Junas, José Miguel Font, Diego Blanco Peñalver, Ricardo Núñez, José María Milá de La Roca, Víctor Modesto Cedeño, Manuel Urosa Blanco, Marco Antonio Silva, José Ramón Figueres, Jacinto Alarcón, Salvador N. Llamozas, Ignacio Cornieles, Antonio Frías, Manuel S. Salaverría, Manuel Antonio Martínez, Dominico Centeno, Rosalio Guillén, José Silverio Córdova, Jacinto Rodríguez, Julio Cesar Cova, Víctor Manuel Mago, Francisco C. Vetancourt Vigas, Cándido Ramírez, Pedro Benito Núñez, José Jesús Fuentes, José Mercedes López, Celedonio Salcedo Salazar, José Silverio González Varela, José Valentín Bruzual, Juan Manuel Brito Salazar, Rafael R. Font, Pedro Rafael Bastardo, Juan González R,             

JOSÉ SILVERIO GONZÁLEZ, PERIODISTA. 

                                                                          Editó en Cumaná los siguientes periódicos: en 1844 publica, dos periódicos con la misma finalidad:  “LA PENCA” y “EL IRIS”, para respaldar la candidatura presidencial de Dr. Diego Bautista Urbaneja. Se edita en Cumaná en la imprenta de don Andrés López. 
En el año 1846, edita tres periódicos: “EL OBSERVADOR”, “EL TELÉGRAFO” Y “EL TRIBUNO”, esta vez es decidido sostenedor de la candidatura presidencial de Antonio Leocadio Guzmán, y se edita en la imprenta de Don Pedro Cova.
En 1855, edita “EL CUMANÉS”, este es un periódico distinto, que lo dedica a atacar a la dinastía de los Monagas. Y en el da a conocer su credo político y religioso.
En 1858, edita “LA FEDERACIÓN”,  unido con Estanislao Rendón y José Antonio Ramos, es un medio de combate, en el cual los tres grandes hombres unidos y juramentados, llaman a toda la provincia de la antigua Nueva Andalucía a pronunciarse por la Federación contra la dictadura de los Monagas, que los oprimía.
En 1869, edita “LA DIANA” que es un periódico maduro, doctrinario, en el cual plasma sus principios, y donde podemos apreciar su recia personalidad.  
Para conocer verdaderamente a este culto maestro que dedicó su vida a enseñar a un pueblo con su ejemplo, cultura, pensamiento, patriotismo  y virtudes, no tenemos más que ofrecerles la presentación y el editorial con el que edita su  periódico “El Cumanés” cuyo primer número salió a la calle el 16 de septiembre de 1855. Veámoslo:

EL CUMANÉS.
¿El pueblo y el gobierno desean sinceramente la unión? Pues ni paz ni unión habrá sin olvido de lo pasado; y, confesémoslo noblemente, donde todos hemos delinquido, la amnistía es necesaria. José Silverio González.
Número 1. Cumaná, setiembre 16 de 1855

PROSPECTO.
                                                                          “Al dar a luz este pequeño periódico, cuyo nombre mismo indica su objeto, hemos consultado maduramente no solo los obstáculos que, para su sostenimiento, tenemos que vencer, sino también los riesgos que corra nuestra reputación y seguridad personal en las circunstancias aventuradas que dominan; aunque no nos mueven a escribir para el periódico pretensiones privativas de ninguna especie.
                                                                          Los obstáculos proceden del letargo, el recelo y la desconfianza, muy naturales a la verdad, en los hijos del Manzanares, después de los desengaños, felonías, trastornos, ruinas e infortunios de que sucesivamente y sin respiro hemos ido siendo mártires o víctimas; y los riesgos son de temerse, ya por las muestras de salvajismo que nos ofrecen las crónicas de la época, ya por la debilidad y suspicacia de aquellos agentes del poder, malquistos con la opinión y hostiles a la bienandanza del país, a quienes rara vez, o nunca, contenta ni acomoda el juicio imparcial de los ciudadanos, la libre emisión y trasmisión del pensamiento, y menos la censura pública, por más justa y decorosa que sea, de sus actos administrativos.
                                                                          La suspicacia, enfermedad del réprobo, mira enemigos y vengadores de la iniquidad hasta en sus sueños, busca con avidez crímenes y delincuentes, o se los imagina, para tener el gusto de perseguir, imponer castigos o consumar el exterminio, y la debilidad, compañera inseparable de la suspicacia y frecuentemente su generatriz, no pudiendo alcanzar la razón y la justicia por aliadas y sustentadoras, ocurre para sostenerse a la fuerza bruta, a la violencia exasperante, a la torpe e insolente, si bien precaria y transitoria, tiranía.
                                                                          Nada nos ha arrebatado sin embargo. Nos debemos a la patria; un silencio letal es reprehensible; la inacción será siempre infecunda; la pusilanimidad y la cobardía ni custodian derechos, ni guardan virtudes, ni escudan honor, ni mantienen hombres libres. Somos padres de familia, y lejos de perder por flaqueza, por inercia o abandono infames, la herencia de libertad y gloria, que nos dejaron los próceres de nuestra independencia,     nuestros ilustres guerreros, nuestros virtuosos progenitores, debemos trasmitirla espléndida y con creces a nuestros hijos.
                                                                          Por esto, por nacimiento, por educación y por otros vínculos, no menos poderosos estamos obligados a cooperar eficacísimamente a la mejora de ese estado miserable, a la desaparición de esa situación lúgubre y abyecta que acongojan y avergüenzan a Cumaná; debemos, como todo cumanés, y unidos a los cumaneses, procurar restablecer, sin más demora, en esta ciudad la capital de la provincia, que de derecho le corresponde; erigir sus templos católicos, levantar sus edificios públicos, vindicar su honor, promover su ilustración, fomentar y defender sus intereses, recordar con noble orgullo sus glorias oscurecidas; y para cumplir tantos y tan sagrados deberes, ni podemos  dejar de contar con la ayuda y el favor de nuestros compatriotas, ni debemos excusar, por miedo o sordidez, ninguna diligencia, molestia ni sacrificio.
                                                                          Ni adularemos al magnate, ni halagaremos pasiones viles. Queremos amigos, queremos prosélitos, o auxiliares, de nuestros santos propósitos, pero no villanos, no esclavos, ni altaneros genízaros; queden estos allá para sostén, séquito y pandilla de la ambición procaz y la insaciable codicia, que han devorado y desolado la patria, convertido la república en feudo ligio y la Democracia en un sarcasmo horrible.
                                                                          Noble y grande y digna de todo buen cumanés es la empresa. Lo honesto de los medios, que estamos obligados a emplear por nuestro propio decoro, y lo justificado y laudable del fin, parece augurarnos un éxito feliz. Aunque sean notoriamente escazas nuestras fuerzas intelectuales, la verdad es siempre fuerte, las ideas benefactoras se abren paso por sí mismas, hasta mostrar la una y descubrir las otras, para que encuentre corazones simpáticos y ánimos dispuestos a sostenerlas, propagarlas y realizarlas y aunque mudo e inerte el pueblo sobreabunda el patriotismo.  
J.S. González, su pensamiento y ubicación en la trinchera, según su obra
“POLIÍTICA”.

“Tormentas casi continuas han afligido a Venezuela. ¿Su causa está en las leyes? No: ¿está en la desmoralización de los pueblos? Menos, La ignorancia, las pasiones sórdidas, los abusos, las injusticias, los escandalosos atentados de mandarines prevaricadores, irritando el patriotismo de los ciudadanos, han causado horribles sacudimientos internos, el retroceso de la moral social y las desgracias que son su inevitable consecuencia.
Mandar bien, ser justos, ser esclavos de la ley es el mejor preservativo de los disturbios domésticos.
Alzarse con el poderío pretender un absolutismo imposible, vincular el mando en una persona, en una familia, en una fraccioncilla, descaminar el tesoro común, malversarlo, distribuirlo o aplicarlo de una manera extralegal y pecaminosa… no es mandar bien, no es ser justo, no es ser esclavo de la ley, no es precaver las guerras civiles, es provocarlas, es ser los mismos mandarines, la revolución más oprobiosa, aunque triunfante, es por último ser perjuro, enemigo de Dios y traidor a la patria.
¿Y cómo ha podido un hombre, una familia, una fracción adueñarse del mando supremo y mantener sojuzgada la sociedad? El primer mandarín, emanación de un alzamiento, apoyado en las bayonetas, impuso su voluntad a la Nación dándose un sustituto, y la nación, libre por derecho fue esclava en el hecho: el primer mandarín y su segundo se sustituyeron con un tercero, este con un cuarto, alzando ya una dinastía que seguirá de hecho gobernándola probablemente; pues, viciado el manantial de las elecciones, avasallada la voluntad de los sufragantes, dominando siempre la fuerza, es imposible que las soberanía nacional, que necesita de libertad para existir, logre que su razón y su voluntad imperen..
Con excepción del virtuoso e ilustrado Dr. Vargas, a quien, no una revolución popular, sino una insurrección militar, engendro exclusivo de las fuerzas armadas, depuso de la Presidencia del Estado violentamente, los demás jefes de la república han sido, todos, eslabones de la férrea cadena. Si en 1835 no hubiera habido, bayonetas mercenarias, si el Jefe del estado, hubiese contado solamente con el apoyo de la milicia nacional, democrática por interés y por instinto, ni habría sido depuesto el Dr. Vargas, ni Venezuela padeciera de esa enfermedad endémica que la ha postrado en el lecho de la muerte.
Las bayonetas mercenarias son enemigas de la Democracia, que, hija del Cristianismo, tiene la justicia por base de la caridad por magnífico oriflama.

 La fuerza armada es esencialmente obediente porque es bruta, y como bruta obedece al jefe militar, que la manda o la seduce, y no a la lei, sirve al jefe. Sirve al Jefe que la manda o la seduce y no a la Nación que la honra y la sustenta, defiende los intereses privados y bastardos del jefe y no los intereses sociales y las libertades públicas que está obligada a sostener y defender con sagrado juramento. La Democracia debe apresurarse a abolir tan fatídico elemento.
La verdad es amarga y duele más el mal evitar suele.
Y si el periodista, que hasta cierto punto debe ser un fiel cronista de su tiempo, no tiene valor para decir la verdad, ni firmeza y energía para sostenerla, renuncie a su empresa, arroje una pluma que precisamente ha de ser funesta.
El malestar, pues, la afrenta, el vilipendio, que todos estamos sufriendo, si bien puede hallar, y halla en efecto, algún pábulo en lo imperfecto, inconsulto e indigesto, de nuestra legislación, no tiene ella radicalmente su origen y principio; el espíritu liberal que la vivifica, a pesar de los años y arterias de sus ejecutores, y de los quebrantos”.

Para que tengamos una mejor apreciación de su magisterio, además de sus escritos políticos,  les dejo esta sabrosa crónica o crítica de arte, publicada en su semanario “La Diana”:
EL TEATRO SANTA INÉS. Cerrado ya el temible templo de Jano (1), y por tierra sus altares, hemos tratado de que la paz, la unión y la concordia sean un hecho, una verdad,  para que todos los que desean de buena fe  aquellos bienes; sin los cuales las lágrimas y el duelo serán el amargo sustento de nuestra existencia.
            Con gran placer hemos visto el sábado seis (6) de los corrientes, abrirse las puertas del TEATRO DE BENEFICENCIA DE SANTA INÉS,  para buscar en él un oasis que nos haga olvidar nuestras pesadas inquietudes, con las dulzuras y las bellezas que ese género de diversiones públicas dan generalmente a los pueblos cultos, particularmente al nuestro tan apasionado siempre y admirador de las delicias y enseñanzas, que recoge de las producciones literarias y líricas que se exhiben ante sus ojos.
            No habiendo hoy en el país compañía alguna dramática, nacional ni extranjera; ni estando tampoco en actividad los trabajos de los aficionados benéficos, de las sociedades de Santa Inés y Altagracia; han sido en esta vez, manos más puras las que abrieron aquellas puertas; almas llenas de candor e inocencia, las que se han afanado por distraernos; voces tiernas y delicadas, las que hemos oído reclamando nuestra asistencia, y a las que obedecimos llenos de entusiasmo.
            Hijos de un país libre, soberano e independiente; buscaron esos niños en nuestra historia patria, una de sus muchas acciones bélicas y victoriosas que ella encierra, para ofrecernos en representación dramática. LA ACCIÓN DE ARAURE, fue, pues, la patriótica y preciosa composición que en tres actos y en prosa vimos en escena.
            Unos niños hemos dicho y cuanto nos encantaron al descubrir en ellos sus precoces inteligencias, su fácil comprensión y sorprendente tino en la declamación; y en sus acciones tan naturales, como graciosas y oportunas. Ellos personificaron en aquella noche a aquellos valientes patriotas que en la memorable ARAURE, lidiaron por la libertad e independencia de su patria. Y que como dijo Alberto en la escena 1º: “Cada uno quiere ser el primero en la pelea, cada uno descargar el primer golpe destructor”.
            En cuanto al carácter de los personajes, diremos; que la hermosa y apasionada ELENA, el bizarro y celoso ALBERTO, el enamorado y tierno TEODORO, el valeroso soldado ANDRÉS, el leal CAMPO, el desgraciado de CASTRO, todos, todos nos arrancaron millares de aplausos al ver aquellos niños en tales momentos puestos a una altura superior a la edad que cuentan; y sin embargo, con resultados que acaso no se esperaban. Es el genio cumanés con que se nace.
            El cuadro dramático con que terminó la función, ha conquistado generalmente justos elogios a su autor, el señor Juan Manuel González Varela (2). En nuestro pobre concepto, ha sido una feliz inspiración las galas literarias con que fue ataviada la ejecución de “El Delirio de Bolívar sobre el Chimborazo”, que por sí solo no hubiera dado el lucimiento y colorido que produjo aquel cambio de ideas y pensamientos entre el Libertador y sus compañeros de armas que lo rodeaban.
            Somos los primeros en apreciar esas obras de imaginación; hoy tan raras en el Manzanares, a quien parece que lo estrecha una barrera de males e infelicidad, que impide que se oiga  dulcemente el murmurío de sus claras ondas.  ¿Y por qué Cumaná tan desgraciada?  “¿Ay infeliz den la que nace hermosa?” Tomado del semanario “La Diana  No. 6. De fecha 13-11-1869. Colección particular.
1.- Jano (en latín Janus, Ianus) es, en la mitología romana, un dios que tenía dos caras mirando hacia ambos lados de su perfil. Padre de Fontus.
2.- Juan Manuel González Varela, hijo del mismo José Silverio González, fue inspirado poeta que nos dejó un manojo de poesías que lo atestiguan.  

La poesía

EL CANTO DEL AMANTE.

En la vida del hombre sinsabores,
Tristeza y llanto sobre el térreo suelo;
Quimeras sus delicias, pero horrores
Cuanto envenena amargo el desconsuelo.
Pena y pesares son la triste herencia
Que le lega, el nacer, la cruel natura,
Y eterna fuera su feroz dolencia,
Si no templara un ser tanta amargura.
Es una flor, sobe los bordes puesta
Del precipicio que llamamos muerte;
Odorífera flor, bella y modesta,
Consuelo augusto en nuestra infausta suerte.

Es un ángel, bajado desde el cielo
Para alegrar la humanidad que gime:
Ángel, de amor y caridad modelo,
En su terneza y su virtud sublime.
Feliz el hombre y sin cesar dichoso,
,A quien ese ángel  cariñoso guía,
A quien la flor embriaga voluptuoso,
Y no maldice de su hallazgo el día.
Que allí también, sobre el vital camino,
En vez, quizá, de flor se encuentra espina,
Y en vez del ángel cándido y divino
Otro Luzbel con forma peregrina.
¡Pobre mortal! Entonces a tus cuitas
Otras nuevas añades numerosas,
Y esas angustias que en tu mente evitas,
Más crueles se te harán, más afanosas.
Qué es la mujer o encanto de la vida,
O el verdugo feroz de los mortales:
Centro feliz de amor, enternecida;
Causa, orgullosa, de incesantes males.
Y ese ángel bello y esa flor modesta,
O ese demonio airado y esa espina,
Es la mujer que a la virtud se apresta,
O por vicioso lodazal camina.
Que solo placer hay y gozo  estremo.
Fekicidad y dixha apetecida,
Donde virtud, como adalid supremo,
Los pasos marca de la humana vida.

Dichoso yo, sí, dichoso                        Siempre contentos, la vida
Que en este vital sendero                    vamos surcando amorosa:
Hallé en ti el ángel primero                 Si suspira el alma, anciosa
De paz, de dicha y de amor                 Es que espera el porvenir
Dichoso yo, que en ti puse                  Es virgen de mis  amores,
Ojos amorosos, bella,                           Que penetra en el uturo,
Y ser quisiste la estrella                        Y a su afecto ingente y puro
Que alegra mi corazón                          busca ella su premio allí:
Dichoso yo, que en el tiempo              Y ese tiempo que le falta
De nuestra afición corrido,                  Esa Terrible barrera,
Ni una lágrima he sentido                    Traspasar ella quisiera
Por mis mejillas  correr                         Para consagrarse a ti.
Que no los infortunios saben                  ¡Ah Filis! Cuando ese tiempo
Ni corazón ni mi frente,                           Alegrara nuestras almas,
Desque oíste complaciente                      Vibraando alegres laspalmas
Mi confesión a tus pies                             De nuestra pura pasión
Y salga el sol, o se oculte,                       Cuaando sonreirá a nosotros
O reverbere la luna,                                   La veleidosa fortuna 
Pena acerba no importuna                       Cuando la fúlgida luna 
Ni en el tuyo ni el mi vivir                          Junto nos verá a los dos.

¡Cuando en los brazos tuyos dulce dueño,
Me verá yo, feliice, reclinado,
El sopor del embriagante sueño
¡De fe ternura y de placer mezclado!
¡Cuando juntar tu corazón al mío,
Palpitante de amor en tu regazo,
Y estrecharlo podré, en mi desvarío,
¡Cien veces contra él con un abrazo!
¡Ah Filis! Cuando en tus ojos bellos
Veré de tu pasión toda la llama,
Y abrazado de amor con sus destellos,
Mas fuego buscaré que el que me inflama!
Entones en tu rostro purpurino
Yo libaré de tu alma la dulzura,
Y unido siempre al tuyo mi destino,
Sera tu amor mi dicha y mi ventura;
Como es la dicha del pastor, que lleva
A pacer sus ovejas por el prado,
Cuando con fresco su calor releva
Al pie de un árbol corpulento echado,
Venir a el sus blancas ovejuelas,
Saltando alegres la menuda grama,
A contestar sus dulces  cantinelas
Co caricias sin fin a quien las ama.
Llega dorada Aurora, que diviiso
Al través del presente, con tus flores
Y a mis ojos descubre el Paraso
Donde reinan la paz y los amores.
Llega y realiza mi dorado sueño,
Consuelo dulce al pensamiento mio:
En brazos ponme de mi amante dueño.
Y danos fuego hasta el sepulcro frio.
Publicado el su periódico EL CUMANÉS  del 30 de noviembre de 1855 con el seudónimo Arturo.
Y para profundizar mejor a este polifacético personaje, les entrego este incomparable galerón, escrito por José Silverio González, indudablemente antes de 1886, que servirá a los estudiosos de la música cumanesa, ahora de moda con motivo de la inauguración del teatro Luis Mariano Rivera, y que, a propósito, un buen barítono como Germán Segura, lo podría interpretar  para deleite del espíritu del maestro, que lo espera.,  y de todo el pueblo de Cumaná. 

CANCION.
Ama todo ser viviente:
El universo es amor,
Da a los cielos esplendor,
Rico perfume al ambiente…
Soberana es la pasión
Del amor que por ti siento;
Tu reino mi pensamiento,
Tu trono mi corazón.

Digna del sabio la gloria,
De lauros digno el guerrero;
A gloria y lauros prefiero
El vivir en tu memoria;
Porque cifro mi ambición
En tu amor, que es mi contento;
Tu reino mi pensamiento,
Tu trono mi corazón.

Si con riquezas creyera
Que yo tu amor conquistara,
A Tiro u Ofir volara
Y opulento volviera
    Más tan vil inclinación,
Al suponértela,  miento;
Tu reino mi pensamiento,
Tu trono mi corazón.

Y luego, de tu presencia,
Único bien de mi vida,
No sufro la despedida,
No sobrevivo a la ausencia,
Para mí tierna afición
Siempre la ausencia es tormento;
Tu reino mi pensamiento,
Tu trono mi corazón.

A cada hora, a cada instante
Tu imagen es mi alegría,
Ocupa mi fantasía,
Velo y sueño delirante.
En mi febril ilusión
Solo tu amor es mi aliento;
Tu reino mi pensamiento,
Tu trono mi corazón

Cuando a Dios elevo el alma,
Por ambos amor le imploro:
Por ti, que eres mi tesoro,
Por mí, que busco la calma;
Y solo tu posesión
Calmará mi sufrimiento;


Y para finalizar, saco de las páginas de la historia el único premio que recibió en vida.

ESTADOS UNIDOS DE VENEZUELA
   ACADEMIA DE LITERATURA
Caracas noviembre 28 de 1872
Señor
José Silverio González
La Academia Venezolana de Literatura en junta de 25  de los corrientes tuvo a bien admitir a Ud. como individuo correspondiente suyo a propuesta de los Académicos Arístides Calcaño, Jesús María Morales Marcano y Eloy Escobar.
Tengo a honra comunicarlo a Ud. felicitándome por este acto de justicia a sus notorios méritos y talento.
El Director
          Eduardo Calcaño
        
                                Cumaná. Diciembre 20 de 1872.
Señor Dr. Eduardo Calcaño,
Presidente de la Academia Venezolana de Literatura.
Caracas.
Señor:
            Sorpresa, y grade, me ha causado el nombramiento que acabo de recibir, de miembro correspondiente de la Academia Venezolana de Literatura.
            No lo esperaba, ni podía esperarlo con justicia: -para conferírmelo, no es título suficiente mi afición de toda la vida a las lecturas sabias y amenas; - y a justificármelo, no bastan los insignificantes opúsculos que, en horas de vagar, y para esparcir el ánimo, ha producido mi pobre e inculto ingenio.
            ¿Acaso lo merecen mi antigua contracción a la enseñanza popular, y durante treinta y cinco años de fervoroso civismo, mi apostolado ingenuo y mis holocaustos de salud y fortuna en aras de la paz, la libertad y el progreso cristiano y democrático de Venezuela? …
            Solo podía prometérmelo, con fundamento, del acendrado patriotismo con que los dignos miembros de aquella ilustre corporación se han propuesto estimular la juventud venezolana al estudio de las humanidades, honrando y premiando generosos a la vejez infortunada que, en su febril mocedad y en el sano entusiasmo por lo verdadero, lo bueno y lo bello, diera, entre las tribulaciones privadas y públicas de que ha sido víctima, algunas muestras, en prosa y verso, de su ardiente y constante amor al divino culto de Apolo y de Minerva.
            Así entendido y explicado tamaño honor, me es muy grato aceptarlo, protestando a la ilustre Academia que me lo acuerda, mi profundo reconocimiento; A cada uno de sus nobles miembros que lo han prohijado, mi fraternal adhesión; a los señores Arístides Calcaño, Jesús María Morales Marcano y Eloy Escobar que lo propusieron, en mi obsequio, de propio impulso y con espontaneidad caballerosa, la justa apreciación de su patriótica conducta; y a Ud. y todos nuestros ilustrados colegas, señor Director, mi sincera amistad, leal correspondencia y cordiales simpatías.

               B. S. M.

               J. Silverio González

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