RAMÓN BADARACCO
JOSÉ
SILVERIO
GONZÁLEZ
ELMAESTRO DE LA GENERACIÓN DE ORO DE CUMANÁ
CUMANÁ, 2014
Autor: TULIO RAMÓN BADARACCO
RIVERO.
QUE FIRMA Ramón Badaracco
ENSAYO: JOSÉ SILVERIO
GONZÁLEZ.
Copyright Ramón
Badaracco. 2012
Primera edición 2009
Correo y cel.
0416-8114374
0293-5145753
Diseño de la cubierta R. B.
Ilustración de la
cubierta R. B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná
A
MANERA DE PRÓLOGO INTRODUCTORIO.
“La
prodigalidad de Cumaná, arca de la cultura oriental venezolana, incluyendo no
solo a los poetas y escritores, también a estadistas, hombres públicos de
notoriedad¨. Alberto Sanabria.
Uno de estos grandes valores cumaneses es José
Silverio González, cuya vida alternó entre la cátedra, la política, el
periodismo, la política y el parlamento; para prez de su ciudad natal. La
historia regional lo reconoce como uno de los grandes cumaneses del siglo
pasado, continuador que fue de aquellos patricios que en la Colonia o en la Emancipación, representaban con
hombría, con grande espíritu cívico y leal patriotismo, a la ciudad que con
Caracas comparte por igual, la cuna de la libertad en Venezuela.
Cumaná, cobijada por la fresca brisa
de su ¨Manzanares¨ de ensueños, vio
nacer a José Silverio González, el día 20 de Junio de 1820, cuando, precisamente,
la ciudad se resistía, con todas sus fuerzas,
a continuar en el régimen realista; y se aprestaba a dar el golpe de
gracia, contra el coloniaje, logrado el siguiente año, con la estrategia empleada
por nuestro Áyax, el general en jefe José Francisco Bermúdez, el libertador
definitivo de la ciudad heroica.
Para entonces, Cumaná solamente tenía
unas 826 casas, que albergaban unan seis mil personas. La disminución sensible
de su población, debíase a los diez años de
guerra, martirio y aportación humana, en aras de la libertad de la Patria Grande, que soñaba
el Libertador y su amado guerrero, el nunca bien alabado general en jefe,
Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de America. Hecho este debido a la cruenta guerra, que la convirtió en otra
Cartago irredenta y olvidada de la fortuna.
Desde su adolescencia comienza José
Silverio, su agitada vida de hombre público. El Colegio Nacional de la urbe le
orientó sus primeros pasos bajo la sabia ducción del Dr. Andrés Level de Goda, el
primer Rector del venerable Plantel; recibió clases del entonces Dr. Jacinto
Gutiérrez Martínez Alemán, distinguido estadista venezolano, cumanés como
él, quien ejerció varias veces la
Presidencia de la República; del Ing. Blas Bruzual, y del recordado maestro Don
José Antonio Ramos, propulsor benemérito de la educación en Cumaná. La preparación
intelectual de González, tuvo esencial complemento más tarde con las doctas
enseñanzas que le impartieron don Estanislao Rendón, en materia de Derecho
Civil, Don Pedro Coll, quien lo introdujo en la Teneduría de Libros; Don José
Manuel Barceló, que lo inició en el idioma de Moliere y Rousseau; de Don
Alejandro Máthison, en Inglés. Finalmente como autodidacta, alcanzó apreciables
conocimientos en italiano y de literatura clásica, así como de ciencias naturales.
Días tormentosos para la patria y,
Cumaná había tomado parte muy activa en los sucesos de la hora, dada su
destacada importancia. Al producirse la Revolución de las Reformas, movimiento
que envolviera de lleno a Cumaná, el Colegio fue cerrado, porque el Rector Dr.
Andrés Level de Goda, estaba comprometido en ella. Entonces el estudiante J. S.
González, ante la paralización del plantel, y, por la gravedad de los sucesos,
entró de soldado aspirante en 1836, permaneciendo tres años bajo el mando del General
Francisco Esteban Gómez, que ejercía el mando militar de la plaza.
Sin embargo, encaminado hacia la
actividad cultural y, llamado por su vocación magisterial, ingresa Don José
Silverio, al gremio de educadores; en 1839 funda una Escuela en Carúpano, que,
sin embargo, por poco tiempo regentó. Así se inicia en una carrera, la más
noble y notable en él, que luego ejercería hasta el fin de sus días, ejercicio
este al cual dedico todas sus fatigas, sin descuidar la política. Los sucesos
determinaron su vuelta a Cumaná, donde
aceptó en 1840, el Preceptorado de la Escuela Cantonal local.
Las tareas escolares unidas a las
domésticas –pues a poco casó- embargaron todo su tiempo. Pero el destino le
tenía reservado nuevo y difícil campo para el cual estuvo siempre dispuesto por
su probada capacidad para resolver problemas públicos de variada índole. En
efecto, llamado por el Gobierno nacional al honroso servicio de las armas en la
Revolución de 1848 –año de intensa crisis- González asiste con marcial actitud y
valentía a la recuperación de Río Caribe y a la pacificación total de la
turbulenta Península de Paria. Estas primeras aventuras militares de
importancia le brindaron el grado de Capitán.
Como propio de la época, González –el
militar- alternaba su labor castrense con el periodismo político y polémico.
Expliquémonos: el renacimiento periodístico observado en Venezuela desde 1830
alcanzó en Cumaná progresos evidentes y al amparo de gobiernos respetuosos - y
hasta auspiciadores- de la libertad de prensa, aparecen en Cumaná muchos
periódicos. Desde el año ya citado hasta 1850 circularon en ella, editados en
sus talleres tipográficos, como 25 periódicos, por lo menos una revista –La
Revista Oriental- y el órgano oficial “La Gaceta de Cumaná”. Prensa verdaderamente
libre y combativa. José Silverio González sentó plaza en el periodismo
presentando verdadera cívica batalla donde se debatían con ardor, crudeza y
amplitud los asuntos políticos. Entonces redactó “El Tribuno”, “El Observador”,
“El Telégrafo”, “La Mosca”; colaboró asiduamente en El Torrente”, órgano
político del partido Liberal de Estanislao Rendón, en “El Republicano” de Blas
Bruzual, y en el “Crepúsculo” de Valentín Machado, “siempre animado por el
progreso de las instituciones republicanas” y sus artículos eran leídos con
entusiasmo y fe partidista. Así mismo fundé “El Cumanés” (1855). Esta actividad
suya de periodismo dinámico y revolucionario le granjeó múltiples simpatías en
el pueblo cumanés, apreciador de sus ideas y propósitos liberales.
La carrera pública adquiría nuevos
contornos: en 1846-50 es Diputado Provincial y como tal contribuyó con sus
luces y honradez a la sanción de varias ordenanzas dirigidas al bien común. Y
abanderado como Estanislao Rendón, Jacinto Gutiérrez, Barberí y otros destacados
cumaneses, del liberalismo encendido del momento, hizo peticiones importantes
entre las que se destacan las que él mismo redactó, sostuvo y autorizó con su
firma en el seno de la diputación Provincial de Cumaná en 1848 con destino al
Congreso Nacional –reiteradas en 1849- enderezadas entre otras cosas a la
reforma general de la Constitución Nacional de 1830,en que se establecía el
sistema republicano federal y la completa abolición de la pena de muerte. De
este modo Cumaná se sumaba a través de sus hijos representativos, con su
espíritu democrático y con su prestigio secular, al movimiento reformista que
mucho urgía a la opinión pública. Era que Cumaná dejaba oír su voz con
serenidad, autoridad y firmeza republicana en los grandes asuntos de la Nación.
Por esta época como Procurador
Municipal don José Silverio fue premiado por la Reina Victoria de Inglaterra
con Medalla de Oro en prueba de reconocimiento porque le correspondiera a él
“el honor de haber, en 1850, rescatado y asegurado la libertad de una súbdita
inglesa”.
Su labor como legislador fue
brillante en el seno del Parlamento venezolano. Por su combativo temperamento,
forjado en la lucha política, por su denudo en favor de las libertades y los
derechos populares y por su atención a las necesidades públicas ejerció José
Silverio González una representación con altivez y dinamismo político
convirtiéndose en uno de los legisladores destacados y probos de su época. De
esta su obra de parlamentario, que lo consagró ante la posteridad, podemos
resumirlo esencial así:
a)
En
1850 expresó su enérgica protesta contra
la prisión del General Páez en la fortaleza de Cumaná y, con Estanislao Rendón
hizo viril defensa de las instituciones republicanas de Venezuela y a la vez de
la persona del bravo caudillo llanero.
b)
El
mismo año y siempre como diputado al Congreso se rebela contra el oprobioso
sistema de la esclavitud que ni la misma Guerra Magna había eliminado. Expuso
entonces un proyecto de Ley de Abolición dela Esclavitud el primero de su
índole presentado ante la Representación Nacional, sin alcanzar el éxito que
esperaba; pero que en 1854 vio complacido prosperar bajo el patrocinio del
Presidente José Gregorio Monagas, en que el Congreso sancionó la ley
abolicionista. Esta decisión histórica del representante Silverio González no
era algo aislado ni de factura partidista demagógica, venía de la entraña misma
de Cumaná suelo abonado para grandes empresas. En 1850 también pidió con
entereza la creación de las Clases Superiores o Universitarias en el Colegio
Nacional de Cumaná que equivalía a resucitar el frustrado proyecto de
Universidad para Cumaná; y, acompañado por la acogida del Parlamento y el
beneplácito del Ejecutivo, obtuvo tan esplendida aspiración. Como maestro
–antes que nada- y como cumanés, José Silverio González ha debido sentir una de
sus mayores satisfacciones al ver cristalizado el viejo anhelo docente, digno
de la ciudad.
c)
Como
ingrata secuela del terremoto de 1853 a Cumaná se le despojó de la Capital
Provincial que desde 1569 ostentara. Para
colmo, los cumaneses destacados estaban entonces expatriados y perseguidos por su intervención en la fracasada
revolución del 53 contra los Monagas, incubada en la ciudad, que el sismo
aplastara al iniciarse. Entonces González “propúsose remediar tamaños males y
en su asistencia al Congreso de 1854 requirió del Presidente de la República
con insistencia patriótica la restitución de la capital a Cumaná, acto
reparador y de estricta justicia legal, Respuesta obstinada y negativa por
parte del Ejecutivo, a pesar de las favorables manifestaciones del Senado.
Además, en el Congreso propuso y sostuvo con energía la amnistía general para
sus compatriotas, aunque de ellos algunos le hubiese reducido a prisión el año
anterior, en aquel movimiento”. Por cierto que se viose en trance de perder la
vida por este filantrópico acto, lo que muestra la belleza de su alma y que
excitó las iras del poder.
En medio de las tribulaciones por la
calamidad de 1853 Cumaná urgía además del empeño tradicional de sus hijos para
su restauración, también de la ayuda oficial inmediata y eficaz; percatándose
de ello, José Silverio González en un admirable y ejemplar forcejeo con el
Ejecutivo Nacional que estaba en tenaz oposición, pidió y logró que las Cámaras
aprobaran una auxilio de cien mil pesos en numerarios para la reconstrucción en
Cumaná de los edificios oficiales. Cuesta creer que el Ejecutivo asomara
espíritu tan ruin con la gloriosa urbe: objetó la petición congresional y no le
dio cumplimiento. La naturaleza como si hubiese reafirmado a Cumaná en su
posición federalista reiterada, porque con gobierno propio, a lo que por lo
demás tenía legítimo derecho, no hubiera necesitado de mendigar...
d)
En
1858 asiste José Silverio González a la Convención Nacional de Valencia, y en
ella hace gala de parlamentario ducho, de su doctrina liberal y de sus muy
firmes propósitos federalistas. Como diputado por Cumaná abogó con ardor por el
sistema federal “que sus comitentes le habían recomendado sostener”. Defensor
del sistema federal desde hacía años, se retiró con Estanislao Rendón de la
magna asamblea al aprobar ésta por mayoría el sistema centro-federal, que
defraudaba a sus electores. Creía don José Silverio que no debía continuar en
aquel cuerpo, optando por su retiro. Así actuaba el representante por Cumaná.
Aquí culmina su obra de legislador.
Otros momentos importantes de su
vida: vémosle actuar en la Federación sobre todo cuando no era gobierno. Cumaná
fue de las primeras provincias en proclamar la Federación en 1859 y uno de sus
promotores fue José Silverio González, pero como el movimiento apoyado por el
comandante militar Mateo Plaza fracasó, el cumanés fue aprendido por las
fuerzas del gobierno que recuperaron la ciudad. Prisión conmutada por
confinamiento en Ciudad Bolívar “donde disfrutó de las mayores
consideraciones”. Y aquí, de nuevo, la docencia. Dicta clases de castellano y
latín en el Colegio Nacional. Triunfa la Federación y de inmediato atiende el
llamado de sus copartidarios actuando entonces a las órdenes del General José
Lorerto Arismendi como Auditor de Guerra, y en gesto que le honra el cumanés
cedió espontáneamente sus sueldos por el cargo aludido a los Hospitales de la
antigua Angostura. Verificados comicios resultó electo diputado a la Asamblea
Constituyente del Estado Guayana de la cual fue su Presidente. Agradecido de
las peripecias de la lucha hubo de estar José Silverio González pues que lo
condujeron a Ciudad Bolívar donde se puso en contacto con gente de relieve
cultural, revolucionario y de probidad. Cuán satisfecho sentiríase de presidir
la Asamblea representativa del pueblo guayanés en la misma sede donde se leyó
la pieza oratoria de mayor contenido político-constitucional y sociológico en
nuestra América: el luminoso Discurso de Bolívar ante el Congreso de 1819. Y su
noble alma de cumanés íntegro ha debido resentirse al abandonar Ciudad Bolívar.
En Barcelona estuvo al mando del General Matías Alfaro y aquí le sorprendió la
llegada de su despacho de Coronel librado por el Mariscal Falcón.
Mas, vuelto a su Patria Chica, donde
de nuevo le rodean la simpatía, la admiración y la gratitud de quienes le
comprenden y mucho esperan de él, dedicose otra vez a la docencia. Las generaciones estudiantiles cumanesas oyeron con reverencia su palabra orientadora,
de sabio y de ciudadano experimentado y probo, en los viejos muros de una casa semi-reconstruida;
ellas supieron de su desinterés a toda prueba, pues no cobró –o poquísimas-
remuneraciones por las cátedras que regentaba por la escasez de dinero; en fin,
le vieron “multiplicar los panes” en un medio donde todo faltaba menos la
férrea voluntad, auténticamente patriótica de servir a la causa de la educación
con decoro y magnanimidad. En ocasiones sus compromisos políticos lo
envolvieron en estas funciones –era que su temperamento combativo impelíale a
tomar posiciones activas en esta lid- y así en 1868 redactó el semanario “La
Diana” que por sus fines políticos manifiestos lo vio suprimir por orden
oficial. Antes había figurado en el efímero gobierno o revolución Azul
combatiéndolo, y, al ascender el gobierno de Guzmán Blanco con su revolución de
Abril.
Sábese que el triunfo federalista
indica a un tiempo la declinación política del Coronel González por cuyo
sistema habia consagrado lo mejor de su vida pública. Acaso, su palabra
precisa, justiciera, su juicio desinteresado que aplaudía o condenaba según lo
exigiese el bien de la Patria; la altives del gesto y su honradez, su grande
austeridad en fin, le serían personalmente poco propicios en el terreno del
nuevo régimen del Ilustre Americano. Fue lo cierto que salvo una comisión ante
el Gobierno Federal, a González no se le llamó al gobierno; antes bien, echósele
al olvido. Beneficioso olvido para Cumaná que lo retuvo para bien y progreso de
su educación pública, porque entonces, ya libre de sus tradicionales tareas
políticas, y desde 1876 a 1886 estuvo dedicado fecundamente a enseñar que era
su mayor vocación en el Colegio cumanés que entonces regía y en el cual su
contextura de gran maestro deja huella perdurable y efectiva, continuada
después de su muerte por su hijo José Silverio González Varela.
Su obra
intelectual y docente sitúa a José Silverio González en elevado sitio
histórico. Su cualidad tribunicia está consagrada. En las grandes festividades
era el orador de orden “vibrando de entusiasmo patriótico y engrandeciendo la
celebración del acto”. Fue autor del romancero popular cumanés cuya música
perteneció a Gómez Cardiel; entre sus numerosos himnos y canciones destácase;
Dulce Patria, Los Milicianos, El Barquero.
Fuera de
haber formado legiones de estudiantes que luego fueron cifras de valía en el
foro, las ciencias, el parlamento y las letras venezolanas, dejó impresas obras
didácticas como su texto de Lexigrafía (1840), Métrica Castellana (1849),
Lecciones de Teneduría de Libros (1856), entre otras.
El 27 de
septiembre de 1886 Cumaná vio morir a su hijo ilustre, cuando dictaba su clase
diaria, en la humildad del sabio, la sencillez del maestro y la honestidad del
ciudadano ejemplar y cuya máxima favorita escrita y cumplida por el mismo fue:
“Hagamos el
bien por querer o por deber; hagámoslo siempre por sólo amor al bien mismo, por
la satisfacción íntima de nuestra propia conciencia, sin esperar recompensa ni
gratitud de nadie, y seremos felices ,gozando de la paz, tranquilidad y
contento inefable”. Juicio digno de marco Aurelio.
Indudablemente
con José Silverio González se fue también toda una época de la gruñona Cumaná”.
Miguel Ángel Mudarra
Perfil biográfico de José Silverio González, escrito por Alberto
Sanabria, tomado de su obra “Cumaneses Ilustres”.
”Entre el grupo de jóvenes cumaneses que
concurrían a las clases que dictaba el gran educador don José Antonio Ramos, en
1832, se encontraba José Silverio González; y él fue de los primeros alumnos
que asistieron a la instalación del glorioso Colegio Nacional de Cumaná, el día
21 de diciembre de 1834, siendo su primer Rector el renombrado hombre de
ciencias y letras y político polemista de fama, doctor don Andrés Level de
Goda.
Muy joven entró José Silverio González al
servicio de las armas, habiendo estado al lado del ilustre prócer de la
Independencia General Francisco Esteban Gómez, y alcanzó el grado de Coronel.
Desde su juventud empieza a destacarse por su ilustración nada común y por su amor
al estudio, que harían de él un brillante literato y un sabio educador.
Periodista, estuvo al frente de numerosos
voceros, entre los cuales recordamos “El Cumanés”, “La Diana”, y muchos otros,
en los cuales escribía, tanto en asuntos de índole política, como en materias
culturales. Ya en sus últimos años colaboraba en el importante periódico
cumanés “La Actualidad”, el cual dirigían y redactaban los hermanos Milá de La
Roca.
Todos
los géneros literarios los cultivó Don José Silverio González: la poesía, la
oratoria, el periodismo, que se honró con su prosa noble y fecunda; habiendo
dejado muchas traducciones de obras escritas en otros idiomas, especialmente en
francés que dominaba brillantemente. Grande fue su producción literaria, pues
publicó varias obras de enseñanza, como su método LEXIGRAFÍA, su texto sobre
Métrica Castellana, su Teneduría de Libros, escrita en colaboración de otro
distinguido cumanés, don José Luis Sevillano, y muchos otros trabajos de valía,
que desgraciadamente se han perdido, siendo desconocidos de las nuevas
generaciones venezolanas, y que bien merecían haberse editado nuevamente como
homenaje a su ilustre autor y en bien de nuestra cultura.
Existe un pequeño libro titulado “La Floresta”;
donde se encuentran los principales himnos y canciones patrióticas de Don José
Silverio González, y el cual fue editado en Ciudad Bolívar, donde el glorioso
coterráneo se encontraba asilado por asuntos de índole política, y dicho libro
tiene un prólogo de su hijo, el notable orador, poeta y escritor bachiller Juan
Manuel González Varela, quien fue director de la primera Escuela Normal de
Cumaná, y falleció en la Capital de la República, cuando representaba a la
Provincia nativa en el Congreso Nacional.
En el Congreso de 1850 pidió reiteradamente Don
José Silverio González, la abolición de la esclavitud
Es decir cuatro años antes del memorable
decreto del 24 de marzo de 1854, y las notables intervenciones sobre esta
importante materia, fueron publicadas en la oportunidad del centenario del
natalicio del ilustre prócer General José Gregorio Monagas. Igualmente pidió en
ese mismo Congreso la libertad del General José Antonio Páez, quien se
encontraba preso en el castillo de “San Antonio de la Eminencia” en Cumaná; así
como también las clases mayores del Colegio Nacional de Cumaná, las cuales
comenzaron el día 1º de septiembre de 1850.
La política ocupó gran parte de la existencia
de don José Silverio González, ya que desde su juventud se alistó en las filas
liberales, teniendo a su maestro y amigo don Estanislao Rendón, como su mejor
guía en las luchas del periodismo y la tribuna. Fue muchas veces diputado al
Congreso Nacional; estuvo en las Asambleas Legislativas Provinciales; y en 1858
fue, en unión del doctor Mauricio Berrizbeitia, don Estanislao Rendón,
Licenciado Jesús María Morales Marcano y General Francisco Mejía, representante
ante la Gran Convención Nacional reunida en la importante ciudad de Valencia y
cuya instalación tuvo lugar el glorioso 5 julio de dicho año. En esta
extraordinaria asamblea, donde se reunieron las más destacadas figuras de los
partidos Conservador y Liberal, el verbo luminoso de José Silverio González
conmovía a las multitudes y prendía fulgores de esperanza en el seno de la
patria.
Verdadero apóstol de la enseñanza, fue la
instrucción la pasión de su vida y en el Colegio nacional de Cumaná, dictaba
diferentes clases, y la rectoría de este secular instituto la desempeñó hasta
su muerte ocurrida el día 27 de
septiembre de 1886, lo que constituyó para la ciudad del Manzanares un unánime
duelo y un hondo pesar.
Con motivo de cumplirse 140 años del natalicio
de este ilustre hijo de Venezuela, hemos querido rendirle el homenaje de
nuestro sincero recuerdo.
DETALLES PARA UNA BIOGRAFÍA DE DON JOSÉ SILVERIO
GONZALEZ.
Maestro
de una generación de grandes escritores, poetas, oradores, periodistas,
maestros y científicos cumaneses, que bien podría llamarse “La generación
dorada de Cumaná”, que sigue la tradición cultural iniciada por Don José Antonio
Ramos, y continúa su hijo Silverio González Varela, en el Colegio Nacional de
Cumaná.
José
Silverio, hijo del general Tomás García y doña Matilde González y Rojas, con
quien no pudo casarse el disciplinado soldado español, por la situación de guerra que prevalecía en
Venezuela antes y después de la independencia; y los compromisos del valiente
general con las fuerzas españolas, él, que fue el heroico comandante del
batallón “Valencey”, que no pudo ser reducido;
reconocido tanto por patriotas como por los españoles, (una historia que
hay que contar), hace que el hijo de Cumaná, héroe del Tasos, creciera en medio
enrarecido, para él niño todavía, en medio
de movimientos políticos y guerras pos independentistas, más o menos románticas,
y sufriera entre caudillos, las canalladas políticas, y los sinsabores de los salteadores de trincheras y caminos.
En 1831, a los once años, es golpeado por
terribles acontecimientos que impactaron su medio familiar, como a todo el
pueblo de Cumaná: el heroico General Andrés Rojas, recién nombrado gobernador
de la Provincia, es asesinado en el Cuartel, por la propia guarnición militar,
desafectos a la revolución, cuando Cumaná estaba disfrutando de un corto
periodo de descanso. El General en Jefe
José Francisco Bermúdez, impone su autoridad y también es asesinado en un lance,
que aún no ha sido suficientemente explicado. El pueblo enardecido,
incontenible trato de linchar a los asesinos, destruyó la casa donde sucedió el crimen y las
fuerzas públicas intervinieron para salvar sus vidas y llevarlos a los
tribunales. La conmoción fue terrible.
Pero a la par de estas trágicas circunstancias,
el año siguiente, el Gobierno Nacional crea las Clases de Latinidad, que
empieza a dictar el licenciado José Antonio Ramos, que inicia lo que he dado en
llamar “La escuela de Cumaná”, la más alta cantera de intelectuales de
Venezuela y tal vez del mundo hispánico, que digo sin ninguna humildad; y allí se recoge el futuro gladiador del
pensamiento, el filósofo y guerrero, el maestro, el líder que fue José Silverio
González.
Se
inicia, pues, la carrera de nuestro biografiado, que ocupa su silla como alumno
destacado, a los 15 años, y ya era respetado y admirado, que es lo más
importante que se advierte por su talento y la admiración que despertaba.
En
1834 el Gobierno Nacional, tomando en consideración el auge de la educación en
Cumaná, decreta la creación del Colegio Nacional, el 28 de febrero de 1834,
para lo cual le asignan como sede el Convento de San Francisco, donde venía
dictando las clases superiores el Lcdo. Don José Antonio Ramos, esta vez acondicionado
el antiguo Convento, para tales efectos; lo que constituyó un verdadero
acontecimiento cultural. Fueron designadas sus
autoridades, a saber: Rector Dr. Andrés Level de Goda, y catedráticos lo
fueron, el Dr. Jacinto Gutiérrez Coll, Lcdo. Don Blas Bruzual, Lcdo. Don José
Antonio Ramos.
El
eminente cumanés, Dr. Don Andrés Level de Goda, que se desempeñaba con
Presidente de la Corte Federal Nacional, renunció a tan elevado cargo, y aceptó
el Rectorado del nuevo instituto educativo en su pueblo natal, que contó además
con el Lcdo. José Antonio Ramos, con el
culto Dr. Jacinto Gutiérrez Coll., el eminente matemático Don Blas
Bruzual, y el ex rector de 1812, el Dr. Juan Martínez Alemán, y una pléyade de
maestros que dieron fama a la educación en Cumaná.
Veamos la pléyade de maestros con que contaba
Cumana: Pbros. Doctores Pedro Coronado, Don Pedro Level Alén, Don Diego Antonio
Alcalá Mayz, Don José Lorenzo Rendón, Don José Martínez de Gordon; doctores Don
José Gervasio Rodríguez de Astorga, Don Andrés Level de Goda, Don Juan Martínez
Alemán, Don Mariano de La Cova y Don Ignacio Rendón; Pbro. Don Martín de La
Cova, Licenciado Don José Joaquin Coronado, Don Pedro Márquez de Valenzuela,
Don Felipe Sánchez, Don Antonio Sotillo Verde, Don Ramón Sánchez, Don Vicente
Andrés Sánchez, Don Joaquín Suárez, Don Alonso Bruzual, Don Antonio José
Betancourt y Don José Manuel Grau, Juan Martínez Alemán, Pedro Level Alén,
Rafael Avalos, Pbros. Martín de La Cova, Fray Tomás Garmendia y los licenciados:
José Justo Betancourt, Pbro. Andrés Antonio Callejón, Vicente Andrés Sánchez y
José Manuel Grau.
José
Silverio, desde muy joven, admiró al
general Francisco Esteban Gómez, digo desde su edad precoz, cuando llegaban a
Cumaná las noticias de sus triunfos al frente del Ejército Nacional contra el
comandante Andrés Pacomio Level; y de Carúpano, 1835, el triunfo extraordinario
contra el general Pedro Carujo, hombre terrible que estuvo en el atentado
septembrino contra el Libertador, y dio el golpe de estado en Caracas, contra
el eminente Dr. José María Vargas, y en consecuencia de esta derrota, Carujo
abandona Cumaná y se dirige a Puerto Cabello. Entonces, Francisco Esteban Gómez
ocupa Cumaná, que vuelve a la normalidad institucional y repone a las
autoridades constitucionales.
Después de aprobada la Constitución de 1830, período, llamado del caudillismo, José
Antonio Páez, asumió la presidencia de la República, que ya venía ejerciendo de
facto desde la muerte del Libertador, que fue
su primer mandato y también el principio de una serie de cambios en el
poder, que no vienen al caso, de un caudillo a otro.
Los dos partidos históricos que se turnaban en el
poder: Conservador y Liberal; el primero, al cual pertenecían Páez, José María
Vargas y Carlos Soublette, y el Liberal de Antonio Leocadio Guzmán, y al cual
pertenecieron también, el Mariscal Juan Crisóstomo Falcón, el General del
Pueblo Soberano, General Exequiel Zamora, y algún tiempo después, nuestro
biografiado Don José Silverio González, que supo ver y aprender de aquellos
caudillos que gobernaron a saltos, entre golpes y golpes.
A
José Silverio le tocó también foguearse
en las guerras pos independendentistas, y fue un decoroso guerrero,
figuró al lado del margariteño Francisco Esteban Gómez, y después como liberal,
también peleó por la Federación al lado del general en jefe José Eusebio Acosta
Peña.
El
partido liberal, fundado en 1840 por Antonio Leocadio Guzmán, se alzó en armas
contra la Constitución y la hegemonía de Páez, y proponía la igualdad,
libertad, abolición de la esclavitud y de la pena de muerte. Para ese año de 1840, José
Silverio tiene 20 años, y ya tiene sus bien ganados méritos; y ese año publica
su tratado de “Lexigrafía Castellana” el cual fue adoptado para la enseñanza en
todas las escuelas de Oriente.
José
Silverio González, fue un espíritu superior: filósofo, músico, poeta, guerrero,
político, todo en grado superlativo, nos
dejó un legado escrito aunque disperso, no solo en los periódicos, boletines,
cartas, discursos y revistas, sino también en acciones importantes y
trascendentes; varios textos que se conservan sobre “Métrica Castellana”,
“Lexigrafía” “Contabilidad” y su “Teneduría de Libros”, personalmente guardo
como un tesoro, ejemplares de sus periódicos “La Diana y El Cumanés”. Luis Marcano
Barrios tiene o tuvo en una época en que lo frecuentaba, una colección de su semanario “Renacimiento”,
probablemente su mejor periódico, y el que tuvo más larga duración, que debe
estar en manos de alguien, que seguramente lo conservará como un tesoro; en esos periódicos, como era costumbre de esa
época, publicó gran parte de su
pensamiento político, filosófico y literario, también nos dejó un pequeño libro que denominó “La Floresta”
que recoge sus himnos y canciones patrióticas, todo eso nos da una
pálida idea de su personalidad; porque
los resultados de su trabajo se reflejan más bien en la generación de cumaneses
ilustres que surgieron de sus enseñanzas.
Don Pedro Elia Marcano, en su “Cronología del
Estado Sucre”, publicada en en 1840, dice: “Don José Silverio González da luz
pública su lexigrafía Castellana, la cual fue adoptada para la enseñanza en las
Escuelas del Oriente. ¡Tal era su magisterio!
El periodismo fue una fuerza arrolladora en
Cumaná, fue una pasión que alcanzo metas prohibidas para un pueblo que apenas
iniciaba una etapa superior en su educación, nos dice don Ignacio Rodríguez
Mejía, en su ensayo “Periódicos y Revistas de Cumaná” sobre nuestro periodismo,
que:
“Muchos de aquellos militares, políticos
oradores, y poetas, paladines del pensamiento, entre los que figuraron don
Estanislao Rendón, don José Silverio González, el doctor Manuel Norberto
Vetancourt, don Blas Bruzual, el Comandante de Ingenieros don Valentín Machado,
don Juan Manuel González Varela, don Pedro osé Rojas, don Blas Daniel González
Varela, don Pedro Ezequiel Rojas, don José Concepción Cova, y otros de la misma
época, inspirados en sus ideales y favorecidos con facultades intelectuales,
ampliaron el camino de la cultura cumanesa, dejando también su pequeño grano de
arena como una fuerza más para seguir adelante, siguiéndolos, los que han
venido después, que llevados por el mismo plan de orden y estímulo, no
olvidaron su amor a las letras, a las ciencias y las artes”.
En sus periódicos “El Cumanés, 1855, y
La Diana, 1869, publica su tratado de “Política”, “La Sección Filológica”, su
tratado de “Culto Divino”, su “Decapitación de Cumaná”, contra la dinastía
Monagas, donde se queja y dice que:
“La
juventud actual vejeta meticulosa y egoísta, no brinda esperanzas de ventura,
no ama la gloria que es una ambición noble de los corazones grades, de los
talentos superiores, de las almas elevadas”. …
”Los
pueblos como los individuos viven una vida moral, que no se alimenta de pan
sino de creencias, de verdades, de honor, de heroísmo, de santidad; y cuando
esta vida enflaquece se pierden los individuos y los pueblos quedan reducidos a la vida
puramente animal o de cálculo”. Y
denuncia valientemente a los agresores de nuestro pueblo, los nepóticos
Monagas: “todos quisieron remitirnos oportunos socorros –se refiere al
terremoto de 1853- Caracas, La Guaira, Guayana, vivirán eternamente en nuestro
corazón agradecido…. Solo la horrible
dinastía lejos de favorecernos, de oír nuestros gemidos, estorbó el envío de
los subsidios de Barcelona, privó a Cumaná de su Aduana y de los pingues
productos de su salina…”
Sus talentos los ocupó siempre en causas
justas, como es el caso de la Libertad de los Esclavos, cuya defensa asumió en
el Congreso Nacional, convirtiéndose en
uno de los más destacados defensores de ella;
en 1854, después del fracaso de
la causa secesionista en la cual
participó activamente al lado de Estanislao Rendón, y aquella culta y
orgullosa generación; antes del decreto del 24 de marzo que da la
libertad a los esclavos, pronuncia el memorable discurso, que pasa a la historia como uno de los más
aplaudidos y oportunos de la historia patria, pidiendo vehementemente la
abolición de la esclavitud y la libertad del General Páez, preso en Cumaná.
Pero José Silverio fue sobre todo un apóstol de
la educación. Su filosofía particular la desarrolló en el Colegio Nacional de Cumaná, dictaba
varias clases, sobre todo gramática, literatura, métrica y elocuencia, hasta su muerte ocurrida en 1886.
Mi
padre dice refiriéndose a Juan Miguel Alarcón, pero que, para el caso, era igual: “Cursó estudios secundarios en el
Colegio Federal de Cumaná, bajo el rigor y sabiduría del Rector José Silverio
González Varela, de dura disciplina en la clase, hasta obligar la atención del
alumno, indispensable al mejor aprendizaje: Latín, griego, francés, castellano,
física, álgebra, geometría, agrimensura, filosofía, cosmografía, retórica y
otras materias que formaban el programa del curso de humanidades en los años
1900 a 1904, cuando recibimos la borla del bachillerato”. Lo cual alcanza a Don
José Silverio González, que los antecedió.
Miguel Ángel Mudarra, dice, que aprendió
Derecho Civil con Estanislao Rendón; Teneduría de Libros con Don Pedro Coll; francés, con Don José Manuel
Barceló; Inglés, con don Alejandro Máthison. También dominó el italiano y la
literatura clásica. Estaba preparado para ser el maestro de aquella generación
extraordinaria de la cual Cumaná, se siente tan orgullosa; porque en las lides
del saber, fueron de triunfo en triunfo, compitió con Caracas, y fue
vencedora, la primera de Venezuela y sus
nombres saltaron horizontes y se
unieron al concierto universal de la cultura. Cumaná se hizo famosa por sus
maestros, se crearon cátedras universitarias, entre las cuales figuró la
música, la medicina y las ciencias jurídicas.
En Cumaná se quedó el sabio Beauperthuy, asombrado como Humboldt de la cultura de este
pueblo, y con Calixto González funda la cátedra de Medicina; Gómez Cardiel, le dio rango universitario a la Música;
Estanislao Rendón, Pedro Coll y Mauricio Berrizbeitia, inician las clases de derecho. Se estudiaba idiomas,
matemáticas, latín, filosofía; los exámenes eran públicos y las tesis se
discutían con participación del pueblo.
De Cumaná se fueron para Caracas, entre otros:
Don Jacinto Gutiérrez, que fue dos veces presidente de la República; Marco
Antonio Saluzzo, tal vez el mejor orador de su época; Jacinto Gutiérrez Coll, el poeta de Caracas; el Dr. Estanislao
Rendón, uno de los hombres más importantes de su tiempo, candidato a la
Presidencia de la Republica; el Dr. Salvador Córdoba, fundador de la primera
Clínica de Caracas; el Dr. Jesús Sanabria Bruzual, padre del Dr. Edgar
Sanabria, Presidente de la República en 1958, y fundador de la Universidad de
Oriente. Podría aportar cien nombres de aquella generación, pero son demasiado
conocidos.
En relación con la cultura y sabiduría de
aquella generación nos dice Mudarra:
“Precisamente, se advierte en el Estado Sucre,
en magistral paralelismo, las mismas dotes elevadas que han enaltecido a sus
grandes hombres. En efecto, durante la independencia es bastante con señalar a
uno de sus héroes nativos, Sucre, quien después de Bolívar ocupa el primer
sitio entre nuestros próceres como militar genial, diplomático extraordinario,
magistrado modelo y caballero sin tacha. Si de héroes a lo Páez o Arismendi,
impetuosos arrojados y temerarios, José Francisco Bermúdez se les equipara. En lo
civil Sucre ha producido en sucesión inalterable de estadistas importantes,
desde el tipo de magistrado de la patria “boba” a lo Cristóbal Mendoza o
Roscio, como lo es el cumanés Don Francisco Javier Mayz –Presidente en turno de
Venezuela en 1812-, pasando por los del tipo Narvarte o Rojas Paúl, como
Estanislao Rendón, Jacinto Gutiérrez Martínez Alemán; y políticos de la talla
de Saluzzo, nuestro “gentilhombre republicano”
En
las ciencias y en las letras hallamos otra imagen representativa de Venezuela
en Sucre: historiador que en mucho se asemeja al gran Arístides Rojas o a Don
Tulio Febres Cordero, está el levita civilizador José Antonio Ramos Martínez.
Humanistas notables a lo José Luis Ramos, está el sucrense fray Cristóbal de
Quesada, maestro de nuestro gran Andrés Bello- y considerado como el mejor
latinista de su época. Científicos eminentes que están representados por la
ilustre personalidad del Dr. Salvador Córdova,
gloria legítima de la ciencia venezolana de todos los tiempos. En la
poesía y la música, José Antonio Ramos Sucre, Jacinto Gutiérrez Coll y su
hermano Pedro Elías Gutiérrez Hart, Miguel Sánchez Pesquera, Andrés Mata y
Andrés Eloy Blanco, integran cuadrilátero suficiente y equiparable con creces a
lo más selecto y encumbrado que en esta noble y hermosa creación humana haya
dado nuestra patria.
En
la oratoria que caracteriza a Eduardo Calcaño a Fermín Toro, están en Sucre:
Estanislao Rendón, Morales Marcano, Barberí, Saluzzo, verdaderos gigantes de la
palabra bien expresada. En música dan gloria a Sucre y prestigian a Venezuela,
Gómez Cardiel, Salvador Llamozas y Joaquin Silva Díaz. Escritores de singular
personalidad como Andrés Level de Goda, Luis Level de Goda, Pedro César
Domínice, José Antonio Ramos Sucre, Andrés Eloy Blanco y Diego Carbonell,
relievan y dan vitalidad a las letras nacionales, como artífices de prosa
pulcra, elegante y pulposa en contenido”.
Esa fue la Cumaná de Don José Silverio
González, por eso fue llamada por algún cronista “Atenas de América”.
RECTOR DEL COLEGIO NACIONAL
José
Silverio se destacó sobremanera como Rector del Colegio Federal de Cumaná,
reinstalado el 1º de septiembre de 1875, por decreto ejecutivo de fecha 8 de
junio de ese año. Se dictaban con mucha dificultad, en ese nuevo periodo las
cátedras de Filosofía, Latín y Castellano, a cargo de Don José Avis y don Luis
Núñez Villapol.
A
partir de 1880, bajo la rectoría de don José Silverio, con cuarenta y un
alumnos logra el Colegio su estabilidad, se leen las clases de Filosofía
intelectual, Aritmética razonada y álgebra; métrica y retórica; etimología y
sintaxis; axiología y sintaxis castellana; elementos de francés; y música a
cargo del maestro Cándido Ramírez.
El fruto del magisterio del eximio maestro es
la pléyade de graduandos cuya lista les trasmito:
DOCTORES: Pedro María Ledesma, Mauricio
Berrizbeitia Bermúdez, Francisco Hernández, José Antonio Trías, Antonio José
Sotillo, Carlos Gómez, José María Grau, Eduardo Vargas, Bonifacio Márquez,
Manuel María Ortiz, Bartolomé Salazar, Antonio José Sucre Alcalá, José Manuel
Berrizbeitia, Laureano Vallenilla, Bernardo Bermúdez Grau, J. C. Betancourt
Rendón, Miguel Vicente Vigas, Andrés Eloy Meaño, José Jesús Vallenilla Cova,
Juan Francisco Avís, José Martiarena, Modesto Plaz, Vicente Rojas, Manuel
Rusián.
LICENCIADOS: José Manuel Gómez, Matías Felipe
Lovera, Ramón Pérez Coronado, Jesús María Morales Marcano, Brígido Natera,
Bartolomé Milá de La Roca.
FARMACEUTICOS: Amador Blanco, José Félix Armas.
AGRIMENSOR: Enrique Pérez.
PRESBÍTEROS: Antonio Valery, Juan José
Castillejo.
BACHILLERES: José Francisco Plaz, José Joaquin
Marcano, Andrés Antonio López, Andrés Marcano, Juan bautista León, Juan
Crisóstomo Bermúdez, Rafael Calzadilla, J. A. Márquez Fuentes, Valentín Rivas,
Enrique Pérez Coronado, J. J. Martínez Barceló, León Coronado, Vicente
Coronado, José Jerónimo Peinado, José Jesús López, J. J. Martínez Mata, J.
Vicente Franceschi, Pedro Vicente Guevara, Genaro Pérez, Manuel López Alcalá,
Casimiro Calzadilla, Diego Prada, Francisco Gerónimo Ramos, Juan Manuel
González Varela, Blas Antonio Arcia, Tomás Junas, José Miguel Font, Diego
Blanco Peñalver, Ricardo Núñez, José María Milá de La Roca, Víctor Modesto Cedeño,
Manuel Urosa Blanco, Marco Antonio Silva, José Ramón Figueres, Jacinto Alarcón,
Salvador N. Llamozas, Ignacio Cornieles, Antonio Frías, Manuel S. Salaverría,
Manuel Antonio Martínez, Dominico Centeno, Rosalio Guillén, José Silverio
Córdova, Jacinto Rodríguez, Julio Cesar Cova, Víctor Manuel Mago, Francisco C.
Vetancourt Vigas, Cándido Ramírez, Pedro Benito Núñez, José Jesús Fuentes, José
Mercedes López, Celedonio Salcedo Salazar, José Silverio González Varela, José
Valentín Bruzual, Juan Manuel Brito Salazar, Rafael R. Font, Pedro Rafael
Bastardo, Juan González R,
JOSÉ SILVERIO GONZÁLEZ, PERIODISTA.
Editó
en Cumaná los siguientes periódicos: en 1844 publica, dos periódicos con la
misma finalidad: “LA PENCA” y “EL IRIS”,
para respaldar la candidatura presidencial de Dr. Diego Bautista Urbaneja. Se
edita en Cumaná en la imprenta de don Andrés López.
En el año 1846, edita tres periódicos: “EL
OBSERVADOR”, “EL TELÉGRAFO” Y “EL TRIBUNO”, esta vez es decidido sostenedor de
la candidatura presidencial de Antonio Leocadio Guzmán, y se edita en la
imprenta de Don Pedro Cova.
En 1855, edita “EL CUMANÉS”, este es un
periódico distinto, que lo dedica a atacar a la dinastía de los Monagas. Y en
el da a conocer su credo político y religioso.
En 1858, edita “LA FEDERACIÓN”, unido con Estanislao Rendón y José Antonio
Ramos, es un medio de combate, en el cual los tres grandes hombres unidos y
juramentados, llaman a toda la provincia de la antigua Nueva Andalucía a
pronunciarse por la Federación contra la dictadura de los Monagas, que los
oprimía.
En 1869, edita “LA DIANA” que es un periódico
maduro, doctrinario, en el cual plasma sus principios, y donde podemos apreciar
su recia personalidad.
Para conocer verdaderamente a este culto
maestro que dedicó su vida a enseñar a un pueblo con su ejemplo, cultura,
pensamiento, patriotismo y virtudes, no
tenemos más que ofrecerles la presentación y el editorial con el que edita
su periódico “El Cumanés” cuyo primer
número salió a la calle el 16 de septiembre de 1855. Veámoslo:
EL
CUMANÉS.
¿El
pueblo y el gobierno desean sinceramente la unión? Pues ni paz ni unión habrá
sin olvido de lo pasado; y, confesémoslo noblemente, donde todos hemos
delinquido, la amnistía es necesaria. José Silverio González.
Número 1. Cumaná, setiembre 16 de 1855
PROSPECTO.
“Al
dar a luz este pequeño periódico, cuyo nombre mismo indica su objeto, hemos
consultado maduramente no solo los obstáculos que, para su sostenimiento,
tenemos que vencer, sino también los riesgos que corra nuestra reputación y
seguridad personal en las circunstancias aventuradas que dominan; aunque no nos
mueven a escribir para el periódico pretensiones privativas de ninguna especie.
Los
obstáculos proceden del letargo, el recelo y la desconfianza, muy naturales a
la verdad, en los hijos del Manzanares, después de los desengaños, felonías,
trastornos, ruinas e infortunios de que sucesivamente y sin respiro hemos ido
siendo mártires o víctimas; y los riesgos son de temerse, ya por las muestras
de salvajismo que nos ofrecen las crónicas de la época, ya por la debilidad y
suspicacia de aquellos agentes del poder, malquistos con la opinión y hostiles
a la bienandanza del país, a quienes rara vez, o nunca, contenta ni acomoda el
juicio imparcial de los ciudadanos, la libre emisión y trasmisión del
pensamiento, y menos la censura pública, por más justa y decorosa que sea, de
sus actos administrativos.
La
suspicacia, enfermedad del réprobo, mira enemigos y vengadores de la iniquidad
hasta en sus sueños, busca con avidez crímenes y delincuentes, o se los
imagina, para tener el gusto de perseguir, imponer castigos o consumar el
exterminio, y la debilidad, compañera inseparable de la suspicacia y
frecuentemente su generatriz, no pudiendo alcanzar la razón y la justicia por
aliadas y sustentadoras, ocurre para sostenerse a la fuerza bruta, a la
violencia exasperante, a la torpe e insolente, si bien precaria y transitoria,
tiranía.
Nada
nos ha arrebatado sin embargo. Nos debemos a la patria; un silencio letal es
reprehensible; la inacción será siempre infecunda; la pusilanimidad y la
cobardía ni custodian derechos, ni guardan virtudes, ni escudan honor, ni
mantienen hombres libres. Somos padres de familia, y lejos de perder por
flaqueza, por inercia o abandono infames, la herencia de libertad y gloria, que
nos dejaron los próceres de nuestra independencia, nuestros ilustres guerreros, nuestros
virtuosos progenitores, debemos trasmitirla espléndida y con creces a nuestros
hijos.
Por
esto, por nacimiento, por educación y por otros vínculos, no menos poderosos
estamos obligados a cooperar eficacísimamente a la mejora de ese estado
miserable, a la desaparición de esa situación lúgubre y abyecta que acongojan y
avergüenzan a Cumaná; debemos, como todo cumanés, y unidos a los cumaneses,
procurar restablecer, sin más demora, en esta ciudad la capital de la
provincia, que de derecho le corresponde; erigir sus templos católicos,
levantar sus edificios públicos, vindicar su honor, promover su ilustración,
fomentar y defender sus intereses, recordar con noble orgullo sus glorias
oscurecidas; y para cumplir tantos y tan sagrados deberes, ni podemos dejar de contar con la ayuda y el favor de
nuestros compatriotas, ni debemos excusar, por miedo o sordidez, ninguna
diligencia, molestia ni sacrificio.
Ni
adularemos al magnate, ni halagaremos pasiones viles. Queremos amigos, queremos
prosélitos, o auxiliares, de nuestros santos propósitos, pero no villanos, no
esclavos, ni altaneros genízaros; queden estos allá para sostén, séquito y
pandilla de la ambición procaz y la insaciable codicia, que han devorado y
desolado la patria, convertido la república en feudo ligio y la Democracia en
un sarcasmo horrible.
Noble
y grande y digna de todo buen cumanés es la empresa. Lo honesto de los medios,
que estamos obligados a emplear por nuestro propio decoro, y lo justificado y
laudable del fin, parece augurarnos un éxito feliz. Aunque sean notoriamente
escazas nuestras fuerzas intelectuales, la verdad es siempre fuerte, las ideas
benefactoras se abren paso por sí mismas, hasta mostrar la una y descubrir las
otras, para que encuentre corazones simpáticos y ánimos dispuestos a
sostenerlas, propagarlas y realizarlas y aunque mudo e inerte el pueblo
sobreabunda el patriotismo.
J.S.
González, su pensamiento y ubicación en la trinchera, según su obra
“POLIÍTICA”.
“Tormentas casi continuas han afligido a
Venezuela. ¿Su causa está en las leyes? No: ¿está en la desmoralización de los
pueblos? Menos, La ignorancia, las pasiones sórdidas, los abusos, las
injusticias, los escandalosos atentados de mandarines prevaricadores, irritando
el patriotismo de los ciudadanos, han causado horribles sacudimientos internos,
el retroceso de la moral social y las desgracias que son su inevitable
consecuencia.
Mandar bien, ser justos, ser esclavos de la ley
es el mejor preservativo de los disturbios domésticos.
Alzarse con el poderío pretender un absolutismo
imposible, vincular el mando en una persona, en una familia, en una
fraccioncilla, descaminar el tesoro común, malversarlo, distribuirlo o
aplicarlo de una manera extralegal y pecaminosa… no es mandar bien, no es ser
justo, no es ser esclavo de la ley, no es precaver las guerras civiles, es
provocarlas, es ser los mismos mandarines, la revolución más oprobiosa, aunque
triunfante, es por último ser perjuro, enemigo de Dios y traidor a la patria.
¿Y cómo ha podido un hombre, una familia, una
fracción adueñarse del mando supremo y mantener sojuzgada la sociedad? El
primer mandarín, emanación de un alzamiento, apoyado en las bayonetas, impuso
su voluntad a la Nación dándose un sustituto, y la nación, libre por derecho
fue esclava en el hecho: el primer mandarín y su segundo se sustituyeron con un
tercero, este con un cuarto, alzando ya una dinastía que seguirá de hecho
gobernándola probablemente; pues, viciado el manantial de las elecciones,
avasallada la voluntad de los sufragantes, dominando siempre la fuerza, es
imposible que las soberanía nacional, que necesita de libertad para existir,
logre que su razón y su voluntad imperen..
Con excepción del virtuoso e ilustrado Dr.
Vargas, a quien, no una revolución popular, sino una insurrección militar,
engendro exclusivo de las fuerzas armadas, depuso de la Presidencia del Estado
violentamente, los demás jefes de la república han sido, todos, eslabones de la
férrea cadena. Si en 1835 no hubiera habido, bayonetas mercenarias, si el Jefe
del estado, hubiese contado solamente con el apoyo de la milicia nacional,
democrática por interés y por instinto, ni habría sido depuesto el Dr. Vargas,
ni Venezuela padeciera de esa enfermedad endémica que la ha postrado en el
lecho de la muerte.
Las bayonetas mercenarias son enemigas de la
Democracia, que, hija del Cristianismo, tiene la justicia por base de la
caridad por magnífico oriflama.
La
fuerza armada es esencialmente obediente porque es bruta, y como bruta obedece
al jefe militar, que la manda o la seduce, y no a la lei, sirve al jefe. Sirve
al Jefe que la manda o la seduce y no a la Nación que la honra y la sustenta,
defiende los intereses privados y bastardos del jefe y no los intereses
sociales y las libertades públicas que está obligada a sostener y defender con
sagrado juramento. La Democracia debe apresurarse a abolir tan fatídico
elemento.
La verdad es amarga y duele más el mal evitar
suele.
Y si el periodista, que hasta cierto punto debe
ser un fiel cronista de su tiempo, no tiene valor para decir la verdad, ni
firmeza y energía para sostenerla, renuncie a su empresa, arroje una pluma que
precisamente ha de ser funesta.
El malestar, pues, la afrenta, el vilipendio,
que todos estamos sufriendo, si bien puede hallar, y halla en efecto, algún
pábulo en lo imperfecto, inconsulto e indigesto, de nuestra legislación, no
tiene ella radicalmente su origen y principio; el espíritu liberal que la
vivifica, a pesar de los años y arterias de sus ejecutores, y de los quebrantos”.
Para que
tengamos una mejor apreciación de su magisterio, además de sus escritos
políticos, les dejo esta sabrosa crónica
o crítica de arte, publicada en su semanario “La Diana”:
EL TEATRO SANTA INÉS.
Cerrado ya el temible templo de Jano (1), y por tierra sus altares, hemos
tratado de que la paz, la unión y la concordia sean un hecho, una verdad, para que todos los que desean de buena
fe aquellos bienes; sin los cuales las
lágrimas y el duelo serán el amargo sustento de nuestra existencia.
Con gran placer hemos visto el sábado seis (6) de los
corrientes, abrirse las puertas del TEATRO DE BENEFICENCIA DE SANTA INÉS, para buscar en él un oasis que nos haga
olvidar nuestras pesadas inquietudes, con las dulzuras y las bellezas que ese
género de diversiones públicas dan generalmente a los pueblos cultos,
particularmente al nuestro tan apasionado siempre y admirador de las delicias y
enseñanzas, que recoge de las producciones literarias y líricas que se exhiben
ante sus ojos.
No habiendo hoy en el país compañía alguna dramática,
nacional ni extranjera; ni estando tampoco en actividad los trabajos de los
aficionados benéficos, de las sociedades de Santa Inés y Altagracia; han sido
en esta vez, manos más puras las que abrieron aquellas puertas; almas llenas de
candor e inocencia, las que se han afanado por distraernos; voces tiernas y
delicadas, las que hemos oído reclamando nuestra asistencia, y a las que
obedecimos llenos de entusiasmo.
Hijos de un país libre, soberano e independiente;
buscaron esos niños en nuestra historia patria, una de sus muchas acciones
bélicas y victoriosas que ella encierra, para ofrecernos en representación
dramática. LA ACCIÓN DE ARAURE, fue, pues, la patriótica y preciosa composición
que en tres actos y en prosa vimos en escena.
Unos niños hemos dicho y cuanto nos encantaron al
descubrir en ellos sus precoces inteligencias, su fácil comprensión y
sorprendente tino en la declamación; y en sus acciones tan naturales, como
graciosas y oportunas. Ellos personificaron en aquella noche a aquellos
valientes patriotas que en la memorable ARAURE, lidiaron por la libertad e
independencia de su patria. Y que como dijo Alberto en la escena 1º: “Cada uno
quiere ser el primero en la pelea, cada uno descargar el primer golpe destructor”.
En cuanto al carácter de los personajes, diremos; que la
hermosa y apasionada ELENA, el bizarro y celoso ALBERTO, el enamorado y tierno
TEODORO, el valeroso soldado ANDRÉS, el leal CAMPO, el desgraciado de CASTRO,
todos, todos nos arrancaron millares de aplausos al ver aquellos niños en tales
momentos puestos a una altura superior a la edad que cuentan; y sin embargo,
con resultados que acaso no se esperaban. Es el genio cumanés con que se nace.
El cuadro dramático con que terminó la función, ha
conquistado generalmente justos elogios a su autor, el señor Juan Manuel
González Varela (2). En nuestro pobre concepto, ha sido una feliz inspiración
las galas literarias con que fue ataviada la ejecución de “El Delirio de
Bolívar sobre el Chimborazo”, que por sí solo no hubiera dado el lucimiento y
colorido que produjo aquel cambio de ideas y pensamientos entre el Libertador y
sus compañeros de armas que lo rodeaban.
Somos
los primeros en apreciar esas obras de imaginación; hoy tan raras en el
Manzanares, a quien parece que lo estrecha una barrera de males e infelicidad,
que impide que se oiga dulcemente el
murmurío de sus claras ondas. ¿Y por qué
Cumaná tan desgraciada? “¿Ay infeliz den
la que nace hermosa?” Tomado del semanario “La Diana No. 6. De fecha 13-11-1869. Colección
particular.
1.- Jano (en latín Janus, Ianus) es, en la mitología romana, un dios que tenía dos caras mirando hacia ambos
lados de su perfil. Padre de Fontus.
2.- Juan Manuel González
Varela, hijo del mismo José Silverio González, fue inspirado poeta que nos dejó
un manojo de poesías que lo atestiguan.
La poesía
EL CANTO DEL AMANTE.
En la vida del hombre sinsabores,
Tristeza y llanto sobre el térreo suelo;
Quimeras sus delicias, pero horrores
Cuanto envenena amargo el desconsuelo.
Pena y pesares son la triste herencia
Que le lega, el nacer, la cruel natura,
Y eterna fuera su feroz dolencia,
Si no templara un ser tanta amargura.
Es una flor, sobe los bordes puesta
Del precipicio que llamamos muerte;
Odorífera flor, bella y modesta,
Consuelo augusto en nuestra infausta suerte.
Es un ángel, bajado desde el cielo
Para alegrar la humanidad que gime:
Ángel, de amor y caridad modelo,
En su terneza y su virtud sublime.
Feliz el hombre y sin cesar dichoso,
,A quien ese ángel cariñoso guía,
A quien la flor embriaga voluptuoso,
Y no maldice de su hallazgo el día.
Que allí también, sobre el vital camino,
En vez, quizá, de flor se encuentra espina,
Y en vez del ángel cándido y divino
Otro Luzbel con forma peregrina.
¡Pobre mortal! Entonces a tus cuitas
Otras nuevas añades numerosas,
Y esas angustias que en tu mente evitas,
Más crueles se te harán, más afanosas.
Qué es la mujer o encanto de la vida,
O el verdugo feroz de los mortales:
Centro feliz de amor, enternecida;
Causa, orgullosa, de incesantes males.
Y ese ángel bello y esa flor modesta,
O ese demonio airado y esa espina,
Es la mujer que a la virtud se apresta,
O por vicioso lodazal camina.
Que solo placer hay y gozo estremo.
Fekicidad y dixha apetecida,
Donde virtud, como adalid supremo,
Los pasos marca de la humana vida.
Dichoso yo, sí, dichoso Siempre contentos, la
vida
Que en este vital sendero
vamos surcando amorosa:
Hallé en ti el ángel primero
Si suspira el alma, anciosa
De paz, de dicha y de amor
Es que espera el porvenir
Dichoso yo, que en ti puse
Es virgen de mis amores,
Ojos amorosos, bella, Que penetra en el
uturo,
Y ser quisiste la estrella Y a su afecto ingente y
puro
Que alegra mi corazón busca ella su premio
allí:
Dichoso yo, que en el tiempo
Y ese tiempo que le falta
De nuestra afición corrido, Esa Terrible barrera,
Ni una lágrima he sentido
Traspasar ella quisiera
Por mis mejillas correr Para consagrarse a ti.
Que no los infortunios saben ¡Ah Filis! Cuando ese tiempo
Ni corazón ni mi frente, Alegrara nuestras almas,
Desque oíste complaciente Vibraando alegres laspalmas
Mi confesión a tus pies De nuestra pura
pasión
Y salga el sol, o se oculte, Cuaando sonreirá a
nosotros
O reverbere la luna, La veleidosa
fortuna
Pena acerba no importuna Cuando la fúlgida
luna
Ni en el tuyo ni el mi vivir Junto nos verá a los
dos.
¡Cuando en los brazos tuyos dulce dueño,
Me verá yo, feliice, reclinado,
El sopor del embriagante sueño
¡De fe ternura y de placer mezclado!
¡Cuando juntar tu corazón al mío,
Palpitante de amor en tu regazo,
Y estrecharlo podré, en mi desvarío,
¡Cien veces contra él con un abrazo!
¡Ah Filis! Cuando en tus ojos bellos
Veré de tu pasión toda la llama,
Y abrazado de amor con sus destellos,
Mas fuego buscaré que el que me inflama!
Entones en tu rostro purpurino
Yo libaré de tu alma la dulzura,
Y unido siempre al tuyo mi destino,
Sera tu amor mi dicha y mi ventura;
Como es la dicha del pastor, que lleva
A pacer sus ovejas por el prado,
Cuando con fresco su calor releva
Al pie de un árbol corpulento echado,
Venir a el sus blancas ovejuelas,
Saltando alegres la menuda grama,
A contestar sus dulces cantinelas
Co caricias sin fin a quien las ama.
Llega dorada Aurora, que diviiso
Al través del presente, con tus flores
Y a mis ojos descubre el Paraso
Donde reinan la paz y los amores.
Llega y realiza mi dorado sueño,
Consuelo dulce al pensamiento mio:
En brazos ponme de mi amante dueño.
Y danos fuego hasta el sepulcro frio.
Publicado el su
periódico EL CUMANÉS del 30 de noviembre
de 1855 con el seudónimo Arturo.
Y para profundizar mejor a este polifacético
personaje, les entrego este incomparable galerón, escrito por José Silverio
González, indudablemente antes de 1886, que servirá a los estudiosos de la
música cumanesa, ahora de moda con motivo de la inauguración del teatro Luis Mariano
Rivera, y que, a propósito, un buen barítono como Germán Segura, lo podría
interpretar para deleite del espíritu
del maestro, que lo espera., y de todo
el pueblo de Cumaná.
CANCION.
Ama todo ser viviente:
El universo es amor,
Da a los cielos esplendor,
Rico perfume al ambiente…
Soberana es la pasión
Del amor que por ti siento;
Tu reino mi pensamiento,
Tu trono mi corazón.
Digna del sabio la gloria,
De lauros digno el guerrero;
A gloria y lauros prefiero
El vivir en tu memoria;
Porque cifro mi ambición
En tu amor, que es mi contento;
Tu reino mi pensamiento,
Tu trono mi corazón.
Si con riquezas creyera
Que yo tu amor conquistara,
A Tiro u Ofir volara
Y opulento volviera
Más
tan vil inclinación,
Al suponértela,
miento;
Tu reino mi pensamiento,
Tu trono mi corazón.
Y luego, de tu presencia,
Único bien de mi vida,
No sufro la despedida,
No sobrevivo a la ausencia,
Para mí tierna afición
Siempre la ausencia es tormento;
Tu reino mi pensamiento,
Tu trono mi corazón.
A cada hora, a cada instante
Tu imagen es mi alegría,
Ocupa mi fantasía,
Velo y sueño delirante.
En mi febril ilusión
Solo tu amor es mi aliento;
Tu reino mi pensamiento,
Tu trono mi corazón
Cuando a Dios elevo el alma,
Por ambos amor le imploro:
Por ti, que eres mi tesoro,
Por mí, que busco la calma;
Y solo tu posesión
Calmará mi sufrimiento;
Y para finalizar, saco de las páginas de la
historia el único premio que recibió en vida.
ESTADOS
UNIDOS DE VENEZUELA
ACADEMIA DE LITERATURA
Caracas noviembre 28 de 1872
Señor
José
Silverio González
La Academia Venezolana de Literatura en
junta de 25 de los corrientes tuvo a
bien admitir a Ud. como individuo correspondiente suyo a propuesta de los
Académicos Arístides Calcaño, Jesús María Morales Marcano y Eloy Escobar.
Tengo a honra comunicarlo a Ud.
felicitándome por este acto de justicia a sus notorios méritos y talento.
El
Director
Eduardo Calcaño
Cumaná. Diciembre 20 de 1872.
Señor
Dr. Eduardo Calcaño,
Presidente
de la Academia Venezolana de Literatura.
Caracas.
Señor:
Sorpresa, y grade, me ha causado el
nombramiento que acabo de recibir, de miembro correspondiente de la Academia
Venezolana de Literatura.
No lo esperaba, ni podía esperarlo
con justicia: -para conferírmelo, no es título suficiente mi afición de toda la
vida a las lecturas sabias y amenas; - y a justificármelo, no bastan los
insignificantes opúsculos que, en horas de vagar, y para esparcir el ánimo, ha
producido mi pobre e inculto ingenio.
¿Acaso lo merecen mi antigua
contracción a la enseñanza popular, y durante treinta y cinco años de fervoroso
civismo, mi apostolado ingenuo y mis holocaustos de salud y fortuna en aras de
la paz, la libertad y el progreso cristiano y democrático de Venezuela? …
Solo podía prometérmelo, con
fundamento, del acendrado patriotismo con que los dignos miembros de aquella
ilustre corporación se han propuesto estimular la juventud venezolana al
estudio de las humanidades, honrando y premiando generosos a la vejez infortunada
que, en su febril mocedad y en el sano entusiasmo por lo verdadero, lo bueno y
lo bello, diera, entre las tribulaciones privadas y públicas de que ha sido
víctima, algunas muestras, en prosa y verso, de su ardiente y constante amor al
divino culto de Apolo y de Minerva.
Así entendido y explicado tamaño
honor, me es muy grato aceptarlo, protestando a la ilustre Academia que me lo
acuerda, mi profundo reconocimiento; A cada uno de sus nobles miembros que lo
han prohijado, mi fraternal adhesión; a los señores Arístides Calcaño, Jesús
María Morales Marcano y Eloy Escobar que lo propusieron, en mi obsequio, de
propio impulso y con espontaneidad caballerosa, la justa apreciación de su
patriótica conducta; y a Ud. y todos nuestros ilustrados colegas, señor Director,
mi sincera amistad, leal correspondencia y cordiales simpatías.
B. S. M.
J. Silverio González
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