RAMÓN BADARACCO
LAS ESTANCIAS
DE
MARIA DE ALVARADO.
Cumaná 2013.
Autor: Tulio Ramón Badaracco Rivero
Copyright Ramón Badaracco 2013
Título: LAS ESTANCIAS DE MARÍA DE ALVARADO
Primera edición 1500 ejemplares
Hecho el depósito de ley
Titulo original: ÚLTIMA ESTANCIA
Diseño de la cubierta R. B.
Ilustración de la cubierta R.
B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná
Telf. 0293-514-5753 –
cel. 0416-811-4374
INTROITO
Mi
tía Maria fue una mujer excepcional en la Cumaná divina, desde finales del
siglo
XIX y la segunda década del siglo XX, hija de una familia trabajadora y
poderosa,
que vivieron unidos en la gran casa patriarcal de los Badaracco
Rojas. Dos hermanos
casados con dos hermanas se unieron: los Badaracco Rojas
con las Bermúdez Tillero:
Ramón Badaracco Rojas y Rosalía Bermúdez Tillero, y
Domingo Badaracco
Rojas con Sinforosa Bermúdez Tillero. Del primer matrimoio fueron Benito, Cruz
Manuel, Marco Tulio, Ester, Luz, Carlos
Luis, Alejandro y Gloria, y del segundo
fueron: Rosa Dolores, Domingo, Aurora,
Jesús, Teodora, Carmelita, Flor María,
María del Valle, Manuel, Pedro y Rosa; y
los hijos de todos estos y los nietos, de los
cuales soy uno más.. Era una
tribu unida y formidable, ahora estamos dispersos.
En
esta casa llena de vida, brillaba Domingo el médico y maestro de aquella
generación de cumaneses ilustres; Marco
Tulio, el poeta y periodista; Teodora
la pianista y revolucionaria, tildada de
volteriana; y María, por bella,
inteligente y alborotadora, su guía espiritual.
En
la casa habia dos pianos, uno era de Teodora y el otro de María, pero la
verdad
es que todos y todas amaban la música e interpretaban, bien en el piano
o en otros
instrumentos, por ejemplo Marco Tulio, con el cuatro; pero se destacaba:
Teodora, porque el gran
maestro don Benigno Rodríguez Bruzual, la tenía en alta
estima, la presentaba
al público y además era la organista de
la iglesia de Santa Inés.
Pero
Maria, además de su belleza natural, tenía algo superior en lo espiritual, ella
era
la reina, la que lideraba aquella casa y la convertía en el centro social
de la ciudad.
En
los grandes salones de la casa, se daban fiestas y veladas memorables e
inolvida-
bles, desde los tiempos de don Doménico Restituto Badaracco Novella,
que
contrajeron matrimonio, según el
Consectario de la ciudad de Cumaná,
despues de la Independencia, 1821, con
la
distinguida señorita Rosa Rojas Esteves Ortiz de Aguilera, prima hermana del
Dr.
Don Pedro José Rojas, ministro plenipotenciario del general en jefe José
Antonio Páez, Presidente de la República.
Doménico
le compró la casa en ruinas, que había padecido varios terremotos, a las
hermanas Rojas Esteves, y la
resucitó de sus ruinas históricas, porque tiempo
atrás habia sido el palacio de
“Las Conchas” que sirvió de casa de gobierno al ilustre
Capitán General don
Carlos de Sucre, bisabuelo del Mariscal.
Por
ese pequeño detalle del parentesco con el Dr. Rojas, la familia y la casa ocupaban
un sitial muy
importante en la sociedad de su tiempo.
Maria
se destacó, primero por su gracia y belleza, después por su inteligencia,
volcada en poesías, pinturas, en el piano y en collages que trabajaba sobre
vidrio con los colores de las estampillas, en este sentido fue pionera del
collage en
Venezuela, de sus obras
maravillosas conservo dos cuadros, que ustedes pueden
ver en este libro.
En
Caracas casó con el Dr. Luis Alvarado, al cual amó intensamente, como puede
deducirse de sus poesías; sin embargo no le dio el hijo deseado, y muy pronto
la dejó en terrible y solitaria viudez.
En
cierta forma su poesía es un drama de amor que la acompañó dolorosamente
durante
su larga vida, pero así mismo abrió las puertas de su corazón para que
vivamos
esa experiencia espiritual en cada una de sus palabras, que reclaman
contra lo
sagrado y la propia naturaleza, por sentirla tan dura y despiadada.
No
me atrevo a penetrar en su espíritu, ni acierto a comprender el drama que vivió
mi dulce tía con su único amor; y fue un drama tan íntimo, que si no leyera
cada
una de sus estancias, no me hubiese percatado, por su eterna sonrisa, “del
dulce
mal con que estaba muriendo”.
Cuando
ella dice “Dejo la mirada en la lejanía” la recuerdo viendo los jardines
de la vieja casona de San Francisco, donde
ella impetró su espíritu lleno de
gracia; me pregunto: ¿donde estaba ella en
ese momento? ¿Qué buscaba entonces
entre
sus privilegiados recuerdos? Escuchaba,
tal vez palabras, en sus ansias locas;
llamadas recónditas de aquella voz que
le decía al oído: “Maria, mi Maria…” Y
sí,
vi muchas veces en sus ojos una lágrima y en sus manos, un gesto… Como
quien
dice: ¡hasta cuando!
Y…
ya en la tarde, cuando sonaban las campanas de Santa Inés, y escuchaba
como un
quejido, salía de mi oficina para verla
salir presurosa de su habitación,
dirigiéndose hacia el jardín… y, entonces, se recostaba calladita en un pilar del
patio
central de la casona, y mirando al lirio siempre florecido… y, pálida,
conteniendo el aliento, contaba los repiques de las campanas; y tía Inés, la de
cabellos de oro, tan dulce
como ella, que copiaba su secreto, se acercaba,
y en silencio, esperaba que
pasara la sombra que velaba en los ojos de María,
el misterio de aquel amor
inconsolable. Muchas veces la vi tomar
la mano
temblorosa de la hermana amada, que flaqueaba en la mudez espiritual
que
la unía a un recuerdo tan doloroso.
“Este
jardín, estéril se ha quedado…“ decía en sus versos; ella salía de su
ensimis-
mamiento, miraba con dulzura infinita a Inés, tomaba la mano que la sostenía,
y caminaban por los
amplios corredores, por donde alguna vez
Andrés Eloy,
el poeta inmortal, niño
travieso a la sazón, recitaba sus primeros versos con Maria
a su lado, evocando
a Domingo, su admirado maestro
María
caminaba hacia la fuente en medio del jardín, miraba con curiosidad al
Chirito
en la flor del granado y se antojaba de las uvas de las parras, hasta que se
olvidaba de sus tormentas … entonces llamaba a sus hermanas, todas viudas:
Ester,
Gloria, Carmela y Rosa Dolores, para
tomar el café, que ya Teodora había
servido.
Yo escuchaba su voz, de sonoridad insospechada, sonreía y volvía a
mi
trabajo... También estaba más tranquilo.
Mi
abuelo Ramón Badaracco Rojas, era importador de vinos españoles
e italianos,
autorizado para catarlos, embotellarlos y distribuirlos., de tal suerte
que en
las fiestas que organizaba María, la bebida le costaba muy poca cosa.
Además en
la casa tenían un cocinero italiano, el paisano Pipo, de una familia
amiga de
la ciudad de Recco, muy cerca de Génova,
de donde eran originarios
los Badaracco; este cocinero era un maestro de
la vieja cocina de Terra Rubia, y
por supuesto, preparaba toda la charcutería
que se consumía en Cumaná, y en
las
fiestas de María. Entonces los recitales de piano en los cuales competían
las
mejores pianistas de Cumaná, hecho este que nos recuerda los 21 pianos que
contó Francois Depons, en el centro de la ciudad; y el delicado recuerdo del Consejero
Lisboa; porque
detrás de cada piano había un gran pianista; y entre ellos estaban,
entre los
caballeros: el gran maestro Joaquín
Silva Díaz, que triunfo en Europa;
Sergio Martínez Picornell, el autor del vals Emira; y Antonio José Ramos, famoso
pianista y autor, entre otras piezas, la
marcha de Radio Caracas; entre las
damas se destacaban, además de Teodora y
María: Carmen Mercedes Núñez y
Juana
Josefa Espín. Don Benigno Rodríguez Bruzual, el excelso maestro, no
faltó nunca a estos eventos.
En
una de esas fiestas recitó el poeta Diego Córdoba, un soneto, que nunca se
separó del corazón de María: Dedicado…”
a la más bella mujer del mundo”, dijo
el poeta, y fue aclamado por todos
aquellos que la amaban y le cantaban jubilosos.
El
agua pensativa está conmigo,
Y
triste, lleno de emoción, le digo
¿Que
te impulsa a soñar, corazón mío?
Ausente
el viento, pensativo el río
Sufre
una honda turbación conmigo,
Y
triste, lleno de inquietud, le digo
¿Que
te impulsa a temblar, corazón mío?
Lucho
porque el dolor que está conmigo
Conmigo
esté sin el dolor del rio;
Más
llora el agua como un fiel amigo
Por
mi dolor romántico y sombrío,
Y
oyendo al agua sollozar le digo:
¿Qué
te impulsa a llorar, corazón mío?
Tuve la dicha de convivir con ella, de oírla
refunfuñar cuando yo cataba en el baño
las canciones de Andrés Cisneros, y me equivocaba, muchas veces lo hacia
expresamente; entonces venia a la puerta del baño y me decía: “Ramoncito te vuelves
a equivocar – “Esas perlas que guardas con cuidado en tan lindo estuche de peluche
rojo… !Nada de dientes… perlas... perlas!…
Entre las pasiones de aquella alma limpia y pura estaba la “filatelia” tenía varios
álbumes en los cuales guardaba verdaderos tesoros, y además, como le enviaban
estampillas de todas partes de regalo, la dio por hacer cuadros en collages, con los
colores de las estampillas. Yo no sé si ella inventó este arte o lo aprendió de algún
libro o revista, lo que sé es que utilizaba un marco de vidrio de 40 X 50, sobre el
cual pintaba paisajes o personajes como Bolívar o Jesucristo, y luego iba picando las
estampillas, sacándole los colores, y luego los pegaba como quien
llena un rompecabezas,y el resultado era una obra de arte de increíble belleza. Ella
me explicaba el proceso y luego me enseñaba las obras que había hecho; porque
nunca la vi terminar uno de esos cuadros; siempre estaba trabajando; cada obra le
costaba años, me dijo, en relación con un paisaje muy complejo, que habia tardado 5
años para la pincelada final, porque era muy complicada y la vista no la acompa-
ñaba. Eso lo entendí cuando trabajaba sobre un bosque y la vi cortando colores del
tamaño de un punto. Por cierto; días antes de cumplir 90 años, me dijo que habia
recuperado la vista por completo. ¿Cómo es eso? , le pregunté. Y me respondió:
“Simplemente es un milagro”...
Y tu poesía tía María, como lo explicas.
“Es muy sencillo” -me respondió-
“Es mi espacio, y una lucha entre mi gran amor y la tentación”.
las canciones de Andrés Cisneros, y me equivocaba, muchas veces lo hacia
expresamente; entonces venia a la puerta del baño y me decía: “Ramoncito te vuelves
a equivocar – “Esas perlas que guardas con cuidado en tan lindo estuche de peluche
rojo… !Nada de dientes… perlas... perlas!…
Entre las pasiones de aquella alma limpia y pura estaba la “filatelia” tenía varios
álbumes en los cuales guardaba verdaderos tesoros, y además, como le enviaban
estampillas de todas partes de regalo, la dio por hacer cuadros en collages, con los
colores de las estampillas. Yo no sé si ella inventó este arte o lo aprendió de algún
libro o revista, lo que sé es que utilizaba un marco de vidrio de 40 X 50, sobre el
cual pintaba paisajes o personajes como Bolívar o Jesucristo, y luego iba picando las
estampillas, sacándole los colores, y luego los pegaba como quien
llena un rompecabezas,y el resultado era una obra de arte de increíble belleza. Ella
me explicaba el proceso y luego me enseñaba las obras que había hecho; porque
nunca la vi terminar uno de esos cuadros; siempre estaba trabajando; cada obra le
costaba años, me dijo, en relación con un paisaje muy complejo, que habia tardado 5
años para la pincelada final, porque era muy complicada y la vista no la acompa-
ñaba. Eso lo entendí cuando trabajaba sobre un bosque y la vi cortando colores del
tamaño de un punto. Por cierto; días antes de cumplir 90 años, me dijo que habia
recuperado la vista por completo. ¿Cómo es eso? , le pregunté. Y me respondió:
“Simplemente es un milagro”...
Y tu poesía tía María, como lo explicas.
“Es muy sencillo” -me respondió-
“Es mi espacio, y una lucha entre mi gran amor y la tentación”.
LAS ESTANCIAS
I
Dirijo
la mirada a la lejanía
Donde
el cielo se une con el mar,
En
un azul, tan tenue en armonía,
Que
forman uno solo en todo igual.
Me
confunde mirar tanta igualdad
Y
pienso que se encierra allí un misterio
Que
en descubrir tendré que ser tenaz
Y
me doy cuenta que es algo muy serio.
El
cielo, enamorado de la mar,
La
contempla y en ella se retrata,
Más
ella nunca lo ha querido amar
Y
huye con terror, la muy ingrata.
Hacia
la playa, corre enfurecida
por
ese amor tenaz que la deprime
O
la levanta en pleamar, seguida
De
altivas olas que en la playa esgrime.
El
cielo no se arredra y en su abrazo,
De
extensión infinita la hace presa;
Con
celajes la besa, dando trazos,
La
quema con su sol de lumbre intensa.
Salta
la mar embravecida y pronta
a
huir, de aquel más que tenaz amante
que
la persigue y que su furia afronta,
Porque
habrá de vencerla en un instante.
Hacia
la playa va despavorida,
donde
llega sin fuerzas ya cansada,
murmurando
sus quejas afligida
y
quedándose casi desmayada.
Pero
viéndose siempre perseguida
retrocede
y se ahonda mar adentro,
queriendo
consumir todas sus aguas
formando
un remolino en todo el centro.
Llega
la noche sin que cese un punto,
esa
lucha tenaz que ambos sostienen
por
qué el cielo y la mar siempre están juntos,
por
qué odio y amor jamás se avienen.
Sintiéndose
la mar ya más serena
se
despereza en yodos saludables,
tendiendo
con placer sobre la arena
sus
olas de vaivenes incansables
Pero
el cielo es tenaz y con acierto,
vigilando
a la hembra desdeñosa
prende
luces en todo el firmamento,
pensando
que será más bondadosa.
La
mar confiada se queda dormida
y
el cielo siempre arriba la rodea…
Es
allá en lontananza en raya unida
donde
el cielo realiza al fin su idea.
II
Campana
de la tarde, que el Ángelus nos cantas,
cómo
despiertas caros recuerdos de mi infancia
de
aquella juventud en mi hogar hoy distante,
de
rostros ya perdidos y de ilusiones tantas.
Cada
repique tardo, vibra en el aire inquieto
y
el pensamiento vaga en pos de los recuerdos.
Campana
de la tarde, que alegrías y tristezas
en
el alma despiertas con tu sonido lento.
Vibran
en el espacio con lagos intervalos
tus
agudos tañidos tristes, dulces y suaves;
y
en el alma se meten con lánguido desmayo
De
cosas que existieron, de pensamientos vagos.
Tus
espaciados sones precisan los recuerdos
de
cosas que se fueron, de cosas que no fueron,
de
sueños encantados que en el alma quedaron,
de
cosas que pudieron haber sido y no fueron.
De
cosas que en el alma viven sin que sepamos
que
son, donde residen o de donde nos vienen
o
de cosas vividas, que a la vez que son dulces
a
su dolor punzante ya más nunca escapamos.
Cuando
mi cuerpo frio, baje a la tumba obscura
no
oiré tu son temblante, campana de la tarde,
Cantarás
para otros tu prodigioso ANGELUS
Despertando
en sus almas alegrías y amargura.
III
Este
jardín, estéril se ha quedado,
no
hay flores ni silvestres. Solo veo
ramas
de espinas, hojas desprendidas,
rosas
marchitas, rotas, magulladas.
Vuelvo
la vista por todos los senderos,
por
todos los caminos, por uno y otro lado
y
me quedo indecisa. Todo está desolado.
Ya
no me atrevo a andar. Ya no sabría
por
cual ruta coger. Este jardín
que
antaño era mi encanto,
que
triste se ha quedado…
Donde
están los jazmines?
Que
se han hecho las rosas?
Por
qué se habrán secado?
Tal
vez si tú vinieras
por
estas viejas tapias subirían
las
bellas trepadoras,
perfumarían
el aire los jazmines,
florecerían
las rosas
y
este jardín sombrío,
que
estéril se ha quedado,
reviviría
con todos los encantos
de
su tiempo pasado.
IV
No
me ofrezcas amor, que tu bien sabes
el
amor, ya, ni la atención me llama.
el
amor he probado con exceso
hasta
quemar mis alas en su llama.
No
me hables de caricias, tu bien sabes,
que
todas las caricias he probado:
las
ardientes, las suaves, las temidas
y
aquellas que sin vida me han dejado.
No
me tientes con besos, tu bien sabes,
que
el beso es el camino del Infierno.
yo
el infierno pisé y en sus hogueras,
queme
mis ansias y subí hasta el Cielo.
No
me digas que sienta, tu bien sabes,
que
he sentido lo más que se ha podido,
que
era llama en los brazos del amado,
mi
cuerpo de pasión estremecido.
No
me digas que puedo amar de nuevo
porque
no he de sentir. Deja mis manos
y
tus labios no acerques a mis labios.
Todo
lo di. No quiero nada humano.
V
Por
qué persistes, di, por qué persistes
y
no quieres creer lo que te digo.
No
ves, que por amarte demasiado
no
quiero estar jamás sola contigo
Me
desespera sentir, que te amo tanto,
que
es tu amor para mi, más que la vida,
que
si me acerco a ti, cuando lo quieras
mi
alma y mi cuerpo, habría perdido.
Que
en flores de pasión has convertido
mis
creencias, mi fe, mis sentimientos;
que
habré de huir cuando te acerques
y
si te vas, entonces será mi muerte.
No
persistas por Dios… Déjame sola.
Quiero
pensar que nunca me has amado
vete,
vete muy lejos, donde no te vea
y
así podré creer que te he olvidado.
Luego,
con las arrugas y las canas,
con
la vejez y todos sus achaques,
volveremos
a vernos, que ya entonces
la
pasión habrá perdido sus arranques.
Suaves
caricias me darán tus manos,
sobre
mis canas posaran tus labios.
Muertos
ya los deseos, siempre juntos
viviremos,
hablando como sabios.
VI
El
calor de tu cuerpo me adormece
y
da a mi cuerpo un dulce bienestar
mi
espíritu intranquilo languidece.
Ven,
es la ahora propicia para amar.
Toma
todas mis rosas. Su perfume
te
contará la historia de pasión
ardiente
que por ti se consume .
Cada
pétalo cantará una canción.
No
te asombres al ver (Si eres su amante)
Que
cambian de color todas las rosas,
sentirán
tal pasión si las arrancas,
Que
temblaran de amor y al instante,
las
blancas, del rubor se pondrán rojas,
las
rojas, de emoción se pondrán blancas.
VII
Podré
volver a ti cuando me llames
si
ese llamado de tu alma sale.
Si
es un grito de amor y de ternura
ese
grito que espero enamorada,
entonces
iré a ti cuando me llames
No
estaré junto a ti cuando me llames
si
solo necesitas mis cuidados.
Si
de todos estás abandonado
y
ni amor ni recuerdos te obligaron
no
estaré junto a ti cuando me llames.
Amor,
pasión, cariño es lo que ansío
mirarme
en tus ojos, sentir tus caricias.
Beber
en tu aliento, beber tú en el mío.
Que
sean nuestros besos como tempestades.
Dormirme
en tus brazos sabiéndote mío.
VIII
En
busca de tu alma iré algún día
por
las altas esferas de los cielos
en
ansias de tu amor el alma mía,
porque
aquí sin tu amor vivir no puedo.
Aguardándome
estás, yo lo presiento;
y
aunque nunca en espíritu has venido
por
más que te he llamado, así lo siento
y
con esa esperanza aquí he vivido.
Interminables
se hacen estos años
que
vivir tengo, sin querer vivirlos;
y
este cuerpo tenaz, que con engaños
a
la vida se aferra, romperá sus hilos.
Las
infinitas brumas del espacio
cruzará
mi alma, con afán de hallarte
y
por lejos que sea no sentiré cansancio.
Leguas
de leguas para allí encontrarte.
Romperé
la espesura de la nada
para
llegar al cielo de las almas
y
fundiéndome a ti, sombra adorada,
seremos
una sombra con dos almas.
IX
Si
una sombra en la sombra notara
que
con suaves pasos, a mí se acercara;
si
una mano a mi mano llegara,
y
en suaves presiones, la mía estrechara,
no
sería tan horrible tu muerte
ni
llorara tan triste mi suerte.
Si
una voz en mi oído escuchara,
que
en suaves murmullos muy quedo me hablara.
Si
un aliento en mi rostro soplara,
que
así tú presencia, tan cerca notara,
no
sería tan horrible tú muerte
ni
llorara tan triste mi suerte.
Pero
no veo nada y no siento nada;
más…
no escucho nada ni percibo nada
y así va mi vida, rodando, rodando,
con
estos deseos, soñando, soñando.
X
Si
el espíritu vaga como aseguran muchos,
los
muertos no descansan, es mentira,
sufrirán
viendo nuestros infortunios
y
todas las miserias de la vida.
Extenderán
sus brazos impalpables,
con
gesto semejante a los humanos,
y
sufrirán rondando a nuestro lado,
porque
del mal ya no pueden librarnos.
Sufrirán
con nosotros las angustias,
y
llorarán con nuestro padecer,
sin
podernos prestar alivio alguno,
hundiéndose
en las sombras del no ser.
La
muerte no es descanso para el muerto,
Si
ha de vagar, mirando hacia la vida
que
consuelo nos queda si pensamos,
que
hasta la muerte vendrá a ser mentira.
Descansar,
descansar! Solo la muerte
nos
brinda tal consuelo. No deseamos
seguir
en esta vida de miserias.
Que
no sintamos más, que no vaguemos.
XI
Si
las lumbreras del cielo yo tuviera,
para
fijar con ellas en colores,
esperanzas,
anhelos, ilusiones,
tomaría
los tintes más brillantes
para
trazar con ellos mis amores.
Con
el verde estamparía la esperanza,
que
da a mi corazón ensueños locos;
que
ilusiones me brinda, aunque sean pocos
los
hilos que me atan a la vida,
y
ensueños e ilusiones los crea tontos.
Con
el rojo, color de sangre y fuego,
fijaría
mi pasión en grandes trazos,
que
semejaran extendidos brazos,
implorando
con todos los anhelos,
estrechar
a otro ser, en un abrazo.
Con
el azul trazaría los recursos
que
guarda mi memoria con agrado,
recorriendo
las sendas del pasado;
y
todas las tristezas de mi alma,
las
pintaría con tintes esfumados.
XII
Qué
misterio insondable es esa muerte,
que
a todos nos asecha sin poder evitarla?
Y
la vejez también, no es un misterio?
Por
qué hemos de tener esas arrugas?
Por
qué han de blanquear nuestros cabellos?
Y
por qué tenemos que perder los dientes,
La
vista, la memoria?
Y, la rapidez de nuestros movimientos,
convertirnos
casi en una momia?
Nada
de eso debiera suceder;
Deberíamos
llegar a una edad mediana,
y
con esa apariencia estacionaria
que
pasen los años y los años.
Aunque
perdamos fuerzas e ilusiones,
siempre
así quedáramos.
Por
qué debemos ser como una ruina?
Si
eso no es necesario, ya que existe la
muerte
que
todo lo destruye.
Por
qué ha de destruirnos antes la vejez?
Ella
es muy fea y triste a la vez.
ULTIMA
ESTANCIA
No
me implores amor, porque tú mismo,
De
mi incendiario amor renegarías,
No
sabes que mi alma a tu contacto
En
llamas de pasión se encendería
Mis
brazos como boas que se enroscan.
al
indefenso cuerpo de su víctima
así
se abrazarían; y tu cuerpo
triturado
por siempre quedaría.
Mis
labios son candados. En tus labios
cerrándolos
por siempre los pondría,
porque
así ya tus besos bien guardados
únicamente
para mi serían.
Mis
manos convertías en caricias,
Incansables,
jamás tregua darían.
Mi
cuerpo es una fragua. Como el hierro
Quebrantado
a su fuego quedarías.
Mis
ojos en el fondo de tus ojos,
Buscarían
con miradas incendiarias
tú
sentir, tus ocultos pensamientos,
tus
ideas, tus sensaciones diarias.
Mi
pasión persiguiendo tus deseos,
Tu
vida en un infierno trocaría.
No
me implores amor. Entre mis brazos,
tal
vez… hasta la vida perderías.
OTROS
POEMAS.
SONETOS
PAGANA
Tu
belleza es magnífica, incita
Despertando
pasiones por doquier.
Para
ser otra Venus Afrodita
Solo
es preciso que desnuda estés.
Ondula
tu cuerpo con gracia infinita,
Un
Alcázar debieras poseer,
En
el cual, a la fuente, de amor exquisita
Los
Dioses tan solo fueran a beber.
Venus
divina, de belleza rara,
tu
alma, que tiene mucho de pagana
es
de doble sentir: casta y lasciva;
mas
la pureza heredas de tu rango
y
si te atrae el resplandor del fango
te
levantas más pura y más altiva.
A
LOS TÍMIDOS
No
des tu juventud a la experiencia,
que
ella es de la vejez muy triste ciencia;
Dale
al mundo, a los goces, a la vida,
Al
amor, a los placeres sin medida.
Extasía
tu mirada en la naturaleza
y
hazte dueño de toda su belleza,
Prodiga
tu cariño a todo lo que existe
Indaga
sin temor todo lo que no existe.
No
te pese jamás lo que hayas hecho
que
es de cobardes lamentar un hecho
y
no te importe lo que el mundo diga.
Prosigue
por la senda que has trazado
en
busca del placer que no has gozado
Así,
hasta que te rinda la fatiga.
A
LUISA
Eres
inteligente, amiga Luisa,
escribes
osas bellas y pensadas;
pero
nada publicas, aunque lo deseas
y
así tus prosas, seguirán guardadas
Has
escrito un artículo magnífico
y
serio, que trata de la evolución;
Pero
crees que te tacharían de comunista
Y
pienso que tal vez tengas razón.
Me
da tristeza ver tu independencia
contenida
por cosas como esa,
mas
pensándolo bien, te juzgarían
no
como lo mereces, sino con bajeza.
Tendré
que contentarme, con leer yo sola
todo
lo que producirá tu inteligencia
y
lamentar que el público se prive
de
leer y aprender cosas de ciencia.
COMO
JABÓN
Cristal
que al remontarse rompe el aire
en
múltiples burbujas disipado;
de
blancas mariposas trozos de alas:
copos
de nieve, que el turbión se ha llevado.
Espejo
que retrata los paisajes
en
vívidos colores estampados;
brillantes
miniaturas que ascendiendo,
cual
en caleidoscopio, son cambiados.
Mínimo
zepelín sin aeronauta,
lanzado
por un tubo en el espacio;
se
eleva, se detiene, tiembla, estalla.
Mas
cae, se divide en mil pedazos,
y
en menos que un suspiro se disipa,
la
pompa de jabón, en el céfiro cálido.
OTROS
POEMAS
EN LA SANTA
CAPILLA.
¡Santo
Cristo de Limpias!
¡Jesús!
¡Maestro! ¡Señor!
Tu
mirada en lo alto
Implorando
piedad para nosotros
Es
mirada de amor.
Mirada
que penetra el infinito;
Mirada
ya velada por la muerte,
Y
piensas, que esa humanidad inía
Que
al pie de tu cruz yace indolente
Oyera
tu palabra, mas, ¿Sabría
apreciar
tus sentimientos,
entender
tus parábolas?
Tu
boca entreabierta en agonía
Aún
pronuncia palabras:
Esas
siete palabras tan sublimes,
con
las cuales quisiste dar ejemplo
De
mansedumbre y de sabiduría.
Tus
brazos extendidos por los clavos,
Quedaron
en pregunta:
¿Vendrán
a mi todos los que me vieron?
¿Todos
los que escucharon mi palabra?
¿Aquellos
que presenciaron mi martirio?
¿Y
aún también aquellos, que mi sangre vertieron?
Estrechar
yo quisiera entre mis brazos
A
todos los que existen.
Tus
pies juntos, clavados,
Parece
que se adhieren a la tierra,
Como
si no quisieras abandonar
A
aquellos que te amaron
Como
también a aquellos
Que
te crucificaron.
¡Jesús,
mi buen Jesús!
¡Rabí!... ¡Maestro!...
Cuando
vengo a implorarte
Aquí
te encuentro desangrado
y
me pregunto…
Por
qué Dios Mío, por qué….
A
VENEZUELA
¡Patria
mía…!
Tan
oprimida por tantos años…
Tan
exprimida por tantos hijos,
que
en su egoísmo te hicieron daño....
¡Patria
mía…!
Venezuela
querida,
tan
mal recompensada,
calumniada
y herida.
Hoy
te veo al fin redimida;
mas
tus hijos…
¡Algunos! ¿Qué piensan?
¿Sumirte
en tinieblas?
¿Ponerte
en discordias?
¿Lanzarte
a la ruina?
Yo
no sé si será comunismo…
Yo
no sé si será socialismo…
Lo
que sé es que con esos partidos
Te
tienen revuelta,
la
paz no se afirma.
La
mano piadosa que quiere sanearte,
que
quiere llevarte por el buen camino;
de
seda o de hierro,
siempre
generosa,
siempre
dirigida por el buen sentido;
nunca
traicionera,
que
jamás vacila:
Esa
mano amiga que todos sentimos
y
que sabrá guiarte hacia tu destino;
esa
mano amiga al fin por tus hijos
Será
bendecida.
A
SUCRE
¡Sucre
inmortal!
Como
Bolívar
Y
todos aquellos,
Que
con su amor,
Su
sangre y su valor
Nos
dieron libertad.
Mil
combates,
Mil
rasgos de valor
Mil
gestos de bondad
Caballeros
en la lid,
En
la derrota
Y
en la sociedad.
Quien
se atreve a quitarte tus preseas?
Quien
tu arrojo se atrevería a negar?
Quien
como tú, con alma de blancura
sin
manchas, sin dobleces
sin
idea para el mal?
Sucre ¡entre tantos y tantos
fuiste
único!
Las
balas respetaron tu persona,
que
no osaban tocar.
La
muerte, la traidora solamente,
Llevada por traidores a tu encuentro,
sus
manos puso en ti,
porque
sus cuencas
sin
vista no podían
mirar
tu faz,
tu
porte, tu bondad;
que
si vista tuviera
contra
tus enemigos se volvería.
LA MALIGNA LUNA
El
cielo es como un campo de batalla.
Sobre
una blanca nube cabalgando,
con
cara de maligna picardía
la
luna como jefe va mandando.
Estrellas
y luceros la obedecen
y
firmes en sus puestos permanecen.
Sus
ojos vigilantes parpadean
para
ahuyentar el sueño que los vence.
Con
la mala intención de alguna falta,
la
luna con su faz riente y torcida,
mira
de lado a todo el regimiento,
con
la esperanza de que esté dormido.
Con
su risa maligna, abrir el fuego,
manda
a todos pasando la revista.
Estrellas
y luceros se estremecen,
las
nubes entre si se precipitan.
Como
cintas de fuego las exhalaciones
se
suceden cruzando el firmamento,
el
rayo se desgarra en vibraciones,
retumba
el trueno, se enfurece el viento.,
La
luna satisfecha de su hazaña,
viendo
a los elementos desatados
se
oculta tras las nubes más oscuras,
porque
de todos ellos se ha burlado.
Que
siga la batalla embravecida,
Que
se exterminen, que no quede nada,
ella
impávida sigue su camino,
riéndose
de la furia desatada.
Cuando
la luz del día ilumine el cielo,
lejos,
ella estará de todo intento;
pero
se irá la luz y por la noche,
azuzará
de nuevo al regimiento
Con
su faz desteñida de pilluelo
Y
faz como picada de viruelas,
La
luna como se finge bondadosa
es
mala, es perniciosa, es embustera.
EL TERROR DE
LA SABANA
Pronto
caerá la noche
ni
casas se divisan…
Que
largo este camino…
¿Rumor…? Nada se escucha,
nada
llega al oído;
solo la gran sabana
se extiendo ante mi vista;
solo el viento que pasa…
¿Qué murmura?
¿ Qué dice?
Si algo dice no entiendo
¿ Alguno que gemía…?
Aguza la mirada:
Soledad,
lejanía…
Pienso que tengo miedo.
Veo sombras a mi lado
y siento las pisadas
de cosas que se acercan:
ojos fosforescentes en la oscuridad
que me miran airados:
puñales que atraviesan
con furia las tinieblas.
Quiero correr, no puedo.
Parada estoy de firme
en la sabana inmensa.
Veo manos que se alargan
Con uñas afiladas.
Se van formando caras
con narices ganchudas,
con pelo enmarañado,
con dientes tan agudos
como si fueran dagas.
Parece que oigo risas…
¿Alguna carcajada? …
Es el viento que zumba
por la sabana.
¡Que mido…!
¡Estoy temblando…!
¡Nunca más llegaré…!
Esto es el infinito,
no acordo la distancia,
corro, corro y no alcanzo
ni siquiera aquel árbol
que se ve pequeñito en lontananza…
Extendiendo los brazos
quizá pueda alcanzarlo;
pero el miedo me paraliza…
No pudo despegar
los pies
están rígidos, duros,
tiesos a los costados;
y mis ojos, no puedo
volver hacia los lados.
Miro siempre adelante.
Tal vez detrás de mí
vengan diablos, fantasmas,
la Pelona, el caballo,
que no tiene cabeza;
la Llorona llorando;
las cadenas corriendo
sin que nadie las guíe
y sonando,
sonando...
Ya se acercan
¡Oh Dios mío…!
y de mi se apoderan
sin poder evitarlo,
sin que pueda moverme.
¡Qué miedo… Tengo frío…!
Nada se ve
¿Qué es esto?
De que altura he caído?
¿En dónde estoy…? No acierto…
¡Es mi cuarto…! ¡Que susto…!
Me levanto camino
y caigo de rodillas…
¡Que sueño tan terrible…!
¡Que horrenda pesadilla…!
La noche, el día…
La noche es un misterio
El día es un prodigio…
Y este mar de Cumaná…
tan suave, tan tranquilo,
que casi no hace ruido.
Playas, olas… ¡ Cuanta paz….!
¡Oh Dios….! ¡El sol se ha hundido…!
LOS MININOS
Es
Margot la perla de las caprichosas,
tiene
una gatica con cuatro gatitos;
y
por el teléfono oigo, que se siente
dichosa
cuando
a sus mininos los ve allí juntitos.
Ella
se imagina que son unos niños
y
que la gatica es una señora;
y
los trata a todos, con tanto cariño,
que
con esos mininos se le van las horas.
Ellos
ronronean y enarcan el lomo,
Levantan
el rabo y ensanchan los ojos;
y
Margot se siente allí tan feliz, como
que
en eso distrae, ansias y antojos.
Les
compra la leche, tiene su chupón,
y
como desea que uno los conozca;
los
trae en el auto formando un montón,
en
una mochila de tela muy tosca.
Tiene
Margocita unas ocurrencias,
que
el mismo Chirinos se queda alelado;
pero
ella lo mira con tal inocencia,
que
él se siente entonces, más enamorado.
DIVINA
ILUSIÓN.
Por
la forma oblicua de tus ojos
eres
sin duda una bella japonesa
y
en tu boca pulposa se adivina
tú
pasión por las dulces golosinas.
Quien
dudará que seas la emperatriz
Que
se ausenta buscando la aventura
Por
la ciudad en una noche oscura.
A
tu encuentro te sale el mandarín
llevándote
del brazo hacia el jardín
y
engañado por tanto parecido,
con
tu pelo formando una corona
y
vistiendo elegante una kimona,
que
ya se rinde a tus pies, enamorado;
mas
temiendo tal vez ser muy osado.
Buda
castigará mi atrevimiento
-Piensa
angustiado el pobre mandarín-
Por
traer hasta aquí a la emperatriz;
Mas
tu boca lo tienta y vuelto el seso
se
aproxima y en ella deja un beso.
No
te muevas, que así son las mujeres
De
Japón, cuando están enamoradas.
Que
el engaño prosiga en la dorada
Noche. Así realizaras una ilusión,
que
en tu vida será… eterna canción.
LAS NIÑAS DE
AHORA
Princesas,
sí;
Pero
no de aquellas taciturnas,
De
los tiempos de antaño
Siempre
bordando flores
O
tejiendo paños;
Si
no listas, graciosas,
Simpáticas
y hermosas.
Bailan
a la perfección,
recitan
sin temor
y
aunque sean muy jóvenes
ya
saben del amor.
La
vida les sonríe,
Viven
de fiesta en fiesta,
los
hombres las adoran
y
ellas ríen o lloran,
según
los sentimientos,
que
las dominen
por
los momentos.
Juegan
muñecas,
Tienen
perritos,
corren
como chiquitas,
y
despues son señoritas,
que
salen con sus novios
muy
serias y orgullosas,
compuestas
y pintadas
como
mujeres experimentadas.
Estas
niñas de ahora,
Son
listas y completas.
Sin
temor salen solas
Fuman
como los hombres,
toman
Whisky sin soda;
y
manejan los autos
con
todo desacato.
No
las engaña nadie;
Pero
se hacen las tontas
Cuando
más les conviene.
Desechan
a los pobres
Y
marean al que tiene.
Ríen
con desparpajo
y
embaucan a los tontos
sin
ningún trabajo.
Ellas
son hoy los hombres
Y
estos las mujeres.
Ya
vendrán atropellos,
Porque
se dará el caso
De
que el miedo lo tengan
ellos
de ellas, no ellas de ellos.
PUESTA DE SOL
Declina la tarde. En lontananza
al otro extremo lejano, lejos,
por una raya unidos mar y cielo
se oculta el sol.
Bola de fuego, rodando de lo alto,
Allí vino a caer y se detuvo
pidiendo una oración.
¡Ostia de sangre! ¡Ostia divina!
La mar formando un cáliz
a medias la presenta
y así habrá de quedar,
ya no se hundirá más;
la mitad para el cielo
la mitad para el mar.
Extática, asombrada, miro, miro.
Que no hay Dios ¿¡Quien lo dijo…!?
¡Dios mío! ¡Qué grande es lo que has hecho!
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