miércoles, 5 de octubre de 2016

LAS ESTANCIAS DE MARÍA DE ALVARADO


RAMÓN BADARACCO





         LAS  ESTANCIAS
                         DE
MARIA DE ALVARADO.






Cumaná 2013.



Autor: Tulio Ramón Badaracco Rivero
Copyright Ramón Badaracco  2013
Título: LAS ESTANCIAS DE MARÍA DE ALVARADO
Primera edición 1500 ejemplares
Hecho el depósito de ley
Titulo original: ÚLTIMA ESTANCIA
Diseño de la cubierta  R. B.
Ilustración de la cubierta  R. B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná
Telf. 0293-514-5753 – cel. 0416-811-4374










INTROITO

Mi tía Maria fue una mujer excepcional en la Cumaná divina, desde finales del siglo 
XIX y la segunda década del siglo XX, hija de una familia trabajadora y poderosa, 
que vivieron unidos en la gran casa patriarcal de los Badaracco Rojas. Dos hermanos
 casados con dos hermanas se unieron: los Badaracco Rojas con las Bermúdez Tillero:
 Ramón Badaracco Rojas y Rosalía Bermúdez Tillero, y Domingo Badaracco
 Rojas con Sinforosa Bermúdez Tillero.  Del primer matrimoio fueron Benito, Cruz
 Manuel,  Marco Tulio, Ester, Luz, Carlos Luis, Alejandro y Gloria, y del segundo
  fueron: Rosa Dolores, Domingo,  Aurora, Jesús, Teodora, Carmelita, Flor María, 
María del Valle, Manuel, Pedro y Rosa; y los hijos de todos estos y los nietos, de los
cuales soy uno más.. Era una tribu unida y formidable, ahora estamos dispersos.
En esta casa llena de vida, brillaba Domingo el médico y maestro de aquella
generación de cumaneses ilustres;  Marco Tulio, el poeta y periodista; Teodora 
la pianista y revolucionaria, tildada de volteriana; y María, por bella, 
inteligente y alborotadora, su guía espiritual.
En la casa habia dos pianos, uno era de Teodora y el otro de María, pero la 
verdad es que todos y  todas amaban la música e  interpretaban, bien en el piano
 o en otros instrumentos, por ejemplo Marco Tulio, con el cuatro;  pero se destacaba:
 Teodora, porque el gran maestro don Benigno Rodríguez Bruzual, la tenía en alta 
estima, la presentaba al público y  además era la organista de la iglesia de Santa Inés.  
Pero Maria, además de su belleza natural, tenía algo superior en lo espiritual, ella era
 la reina, la que lideraba aquella casa y la convertía en el centro social de la ciudad. 
En los grandes salones de la casa, se daban fiestas y veladas memorables e inolvida-
bles, desde los tiempos de don Doménico Restituto Badaracco Novella, que 
contrajeron matrimonio, según el 
Consectario de la ciudad de Cumaná, despues de la Independencia, 1821,  con la
 distinguida señorita Rosa Rojas Esteves Ortiz de Aguilera, prima hermana del Dr.
 Don Pedro José Rojas, ministro plenipotenciario del general en jefe José
Antonio Páez, Presidente de la República.
Doménico le compró la casa en ruinas, que había padecido varios terremotos,  a las
 hermanas Rojas Esteves,  y  la resucitó de sus ruinas históricas, porque tiempo 
atrás habia sido el palacio de “Las Conchas” que sirvió de casa de gobierno al ilustre
 Capitán General don Carlos de Sucre, bisabuelo del Mariscal.  
Por ese pequeño detalle del parentesco con el Dr. Rojas,  la familia y la casa ocupaban 
un sitial muy importante en la sociedad de su tiempo.
Maria se destacó, primero por su gracia y belleza, después por su inteligencia, 
volcada en poesías, pinturas, en el piano y en collages que trabajaba sobre
 vidrio con los colores de las estampillas, en este sentido fue pionera del collage en 
Venezuela,  de sus obras maravillosas conservo dos cuadros, que ustedes pueden 
ver en este libro.  
En Caracas casó con el Dr. Luis Alvarado, al cual amó intensamente, como puede
deducirse de sus poesías; sin embargo no le dio el hijo deseado, y muy pronto 
la dejó en terrible y solitaria viudez.
En cierta forma su poesía es un drama de amor que la acompañó dolorosamente 
durante su larga vida, pero así mismo abrió las puertas de su corazón para que 
vivamos esa experiencia espiritual en cada una de sus palabras, que reclaman 
contra lo sagrado y la propia naturaleza, por sentirla tan dura y despiadada.
No me atrevo a penetrar en su espíritu, ni acierto a comprender el drama que vivió
mi dulce tía con su único amor; y fue un drama tan íntimo, que si no leyera cada 
una de sus estancias, no me hubiese percatado, por su eterna sonrisa, “del dulce 
mal con que estaba muriendo”.   
Cuando ella dice “Dejo la mirada en la lejanía”  la recuerdo viendo los jardines  
de la vieja casona de San Francisco, donde ella impetró su espíritu lleno de 
gracia; me pregunto: ¿donde estaba ella en ese momento?  ¿Qué buscaba entonces 
entre sus privilegiados recuerdos?  Escuchaba, tal vez palabras, en sus ansias locas; 
llamadas recónditas de aquella voz que le decía al oído:  “Maria, mi Maria…” Y sí, 
vi muchas veces en sus ojos una lágrima y en sus manos, un gesto… Como quien 
dice: ¡hasta cuando!  
Y… ya en la tarde, cuando sonaban las campanas de Santa Inés, y escuchaba 
como un quejido,  salía de mi oficina para verla salir presurosa de su habitación, 
dirigiéndose hacia el jardín… y, entonces,  se recostaba calladita en un pilar del 
patio central de la casona, y mirando al lirio siempre florecido… y, pálida,
conteniendo el aliento, contaba los repiques de las campanas; y  tía Inés, la de 
cabellos de oro, tan dulce como ella, que copiaba su secreto, se acercaba, 
y en silencio, esperaba que pasara la sombra que velaba en los ojos de María, 
el misterio de aquel amor inconsolable.  Muchas veces la vi tomar la mano 
temblorosa de la hermana amada, que flaqueaba en la mudez espiritual que 
la unía a un recuerdo tan doloroso. 
“Este jardín, estéril se ha quedado…“ decía en sus versos; ella salía de su ensimis-
mamiento, miraba con dulzura infinita a Inés, tomaba la  mano que la sostenía, 
y caminaban por los amplios corredores, por donde alguna vez Andrés Eloy, 
el poeta inmortal,  niño travieso a la sazón, recitaba sus primeros versos con Maria 
a su lado, evocando a Domingo, su admirado maestro
María caminaba hacia la fuente en medio del jardín, miraba con curiosidad al 
Chirito en la flor del granado y se antojaba de las uvas de las parras, hasta que se 
olvidaba de sus tormentas … entonces  llamaba a sus hermanas, todas viudas: 
Ester, Gloria, Carmela y Rosa Dolores,  para tomar el café, que ya Teodora había 
servido.  Yo escuchaba su voz, de sonoridad insospechada, sonreía y volvía a
 mi trabajo... También estaba más tranquilo.
   Mi abuelo Ramón Badaracco Rojas, era importador de vinos españoles
 e italianos, autorizado para catarlos, embotellarlos y distribuirlos., de tal suerte
que en las fiestas que organizaba María, la bebida le costaba muy poca cosa.
 Además en la casa tenían un cocinero italiano, el paisano Pipo, de una familia 
amiga de la ciudad de Recco, muy cerca de Génova,  de donde eran originarios
 los Badaracco; este cocinero era un maestro de la vieja cocina de Terra Rubia, y
 por supuesto, preparaba toda la charcutería que se consumía en Cumaná,  y en
las fiestas de María. Entonces los recitales de piano en los cuales competían
las mejores pianistas de Cumaná, hecho este  que nos recuerda los 21 pianos que 
contó Francois Depons, en el centro de la ciudad; y el delicado recuerdo del Consejero
Lisboa; porque detrás de cada piano había un gran pianista; y entre ellos estaban,
entre los caballeros: el gran maestro Joaquín Silva Díaz, que triunfo en Europa;
Sergio Martínez Picornell, el autor del vals Emira;  y Antonio José Ramos,  famoso
pianista y autor, entre otras piezas, la marcha de Radio Caracas; entre las
damas se destacaban, además de Teodora y María:  Carmen Mercedes Núñez y 
Juana Josefa Espín.  Don Benigno Rodríguez Bruzual, el excelso maestro,  no
faltó nunca a estos eventos.


En una de esas fiestas recitó el poeta Diego Córdoba, un soneto, que nunca se 
separó del corazón de María: Dedicado…” a la más bella mujer del mundo”, dijo
 el poeta, y fue aclamado por todos aquellos que la amaban y le cantaban jubilosos.  

El agua pensativa está conmigo,
Y triste, lleno de emoción,  le digo
¿Que te impulsa a soñar, corazón mío?

Ausente el viento, pensativo el río
Sufre una honda turbación conmigo,
Y triste, lleno de inquietud, le digo
¿Que te impulsa a temblar, corazón mío?

Lucho porque el dolor que está conmigo
Conmigo esté sin el dolor del rio;
Más llora el agua como un fiel amigo
Por mi dolor romántico y sombrío,
Y oyendo al agua sollozar le digo:
¿Qué te impulsa a llorar, corazón mío?
    
Tuve la dicha de convivir con ella, de oírla refunfuñar cuando yo cataba en el baño 
las canciones de Andrés Cisneros, y me equivocaba, muchas veces lo hacia 
expresamente; entonces venia a la puerta del baño y me decía: “Ramoncito te vuelves
 a equivocar – “Esas perlas que guardas con cuidado en tan lindo estuche de peluche
 rojo… !Nada de dientes… perlas...   perlas!…

Entre las pasiones de aquella alma limpia y pura estaba la “filatelia” tenía varios 
álbumes en los cuales guardaba verdaderos tesoros, y además, como le enviaban 
estampillas de todas partes de regalo, la dio por hacer cuadros en collages, con los 
colores de las estampillas. Yo no sé si ella inventó este arte o lo aprendió de algún 
libro o revista, lo que sé es que utilizaba un marco de vidrio de 40 X 50, sobre el 
cual pintaba paisajes o personajes como Bolívar o Jesucristo, y luego iba picando las 
estampillas, sacándole los colores, y luego los pegaba  como quien 
llena un rompecabezas,y el resultado era una obra de arte de increíble belleza. Ella 
me explicaba el proceso y luego me enseñaba las obras que había hecho; porque
 nunca la vi terminar uno de esos cuadros; siempre estaba trabajando; cada obra le 
costaba años, me dijo, en relación con un paisaje muy complejo, que habia tardado 5 
años para la pincelada final, porque era muy complicada y la vista no la acompa-
ñaba. Eso lo entendí cuando trabajaba sobre un bosque y la vi cortando colores del 
tamaño de un punto.   Por cierto; días antes de cumplir 90 años, me dijo que habia 
recuperado la vista por completo. ¿Cómo es eso? , le pregunté. Y me respondió: 
“Simplemente es un milagro”...  
Y tu poesía tía María, como lo explicas.
“Es muy sencillo” -me respondió-  
“Es mi espacio, y una lucha entre mi gran amor y la tentación”.  




LAS ESTANCIAS

I

Dirijo la mirada a la lejanía
Donde el cielo se une con el mar,
En un azul, tan tenue en armonía,
Que forman uno solo en todo igual.

Me confunde mirar tanta igualdad
Y pienso que se encierra allí un misterio
Que en descubrir tendré que ser tenaz
Y me doy cuenta que es algo muy serio.

El cielo, enamorado de la mar,
La contempla y en ella se retrata,
Más ella nunca lo ha querido amar
Y huye con terror, la muy ingrata.

Hacia la playa,  corre enfurecida
por ese amor tenaz que la deprime
O la levanta en pleamar, seguida
De altivas olas  que en la playa esgrime.

El cielo no se arredra y en su abrazo,
De extensión infinita la hace presa;
Con celajes la besa, dando trazos,
La quema con su sol de lumbre intensa.

Salta la mar embravecida y pronta
a huir, de aquel más que tenaz amante
que la persigue y que su furia afronta,
Porque habrá de vencerla en un instante.

Hacia la playa va despavorida,
donde llega sin fuerzas ya cansada,
murmurando sus quejas afligida
y quedándose casi desmayada.

Pero viéndose siempre perseguida
retrocede y se ahonda mar adentro,
queriendo consumir todas sus aguas
formando un remolino en todo el centro.

Llega la noche sin que cese un punto,
esa lucha tenaz que ambos sostienen
por qué el cielo y la mar siempre están juntos,
por qué odio y amor jamás se avienen.

Sintiéndose la mar ya más serena
se despereza en yodos saludables,
tendiendo con placer sobre la arena
sus olas de vaivenes incansables

Pero el cielo es tenaz y con acierto,
vigilando a la hembra desdeñosa
prende luces en todo el firmamento,
pensando que será más bondadosa.

La mar confiada se queda dormida
y el cielo siempre arriba la rodea…
Es allá en lontananza en raya unida
donde el cielo realiza al fin su idea.



II


Campana de la tarde, que el Ángelus nos cantas,
cómo despiertas  caros  recuerdos de mi infancia
de aquella juventud  en mi hogar hoy  distante,
de rostros  ya perdidos y  de ilusiones tantas.

Cada repique tardo, vibra en el aire inquieto
y el pensamiento vaga en pos de los recuerdos.
Campana de la tarde, que alegrías y tristezas
en el alma despiertas con tu sonido lento.

Vibran en el espacio con lagos intervalos
tus agudos tañidos tristes, dulces y suaves;
y en el alma se meten con lánguido desmayo
De cosas que existieron, de pensamientos vagos.

Tus espaciados sones precisan los recuerdos
de cosas que se fueron, de cosas que no fueron,
de sueños encantados que en el alma quedaron,
de cosas que pudieron haber sido y no fueron.

De cosas que en el alma viven sin que sepamos
que son, donde residen o de donde nos vienen
o de cosas vividas, que a la vez que son dulces
a su dolor punzante ya más nunca escapamos.

Cuando mi cuerpo frio, baje a la tumba obscura
no oiré tu son temblante, campana de la tarde,
Cantarás para otros tu prodigioso ANGELUS
Despertando en sus almas alegrías y amargura.









III

Este jardín, estéril se ha quedado,
no hay flores ni silvestres. Solo veo
ramas de espinas, hojas desprendidas,
rosas marchitas, rotas, magulladas.
Vuelvo la vista por todos los senderos,
por todos los caminos, por uno y otro lado
y me quedo indecisa. Todo está desolado.
Ya no me atrevo a andar. Ya no sabría
por cual ruta coger. Este jardín
que antaño era mi encanto,
que triste se ha quedado…
Donde están los jazmines?
Que se han hecho las rosas?
Por qué se habrán secado?









Tal vez si tú vinieras
por estas viejas tapias subirían
las bellas trepadoras,
perfumarían el aire los jazmines,
florecerían las rosas
y este jardín sombrío,
que estéril se ha quedado,
reviviría con todos los encantos
de su tiempo pasado.











IV

No me ofrezcas amor, que tu bien sabes
el amor, ya, ni la atención me llama.
el amor he probado con exceso
hasta quemar mis alas en su llama.

No me hables de caricias, tu bien sabes,
que todas las caricias he probado:
las ardientes, las suaves, las temidas
y aquellas que sin vida me han dejado.

No me tientes con besos, tu bien sabes,
que el beso es el camino del Infierno.
yo el infierno pisé y en sus hogueras,
queme mis ansias y subí hasta el Cielo.










No me digas que sienta, tu bien sabes,
que he sentido lo más que se ha podido,
que era llama en los brazos del amado,
mi cuerpo de pasión estremecido.

No me digas que puedo amar de nuevo
porque no he de sentir. Deja mis manos
y tus labios no acerques a mis labios.
Todo lo di. No quiero nada humano.










V

Por qué persistes, di, por qué persistes
y no quieres creer lo que te digo.
No ves, que por amarte demasiado
no quiero estar jamás sola contigo

Me desespera sentir, que te amo tanto,
que es tu amor para mi, más que la vida,
que si me acerco a ti, cuando lo quieras
mi alma y mi cuerpo,  habría perdido.

Que en flores de pasión has convertido
mis creencias, mi fe,  mis sentimientos;
que habré de huir cuando te  acerques
y si te vas, entonces será mi muerte.





No persistas por Dios… Déjame sola.
Quiero pensar que nunca me has amado
vete, vete  muy lejos, donde no te vea
y así podré creer que te he olvidado.

Luego, con las arrugas y las canas,
con la vejez y todos sus achaques,
volveremos a vernos, que ya entonces
la pasión habrá perdido sus arranques.

Suaves caricias me darán tus manos,
sobre mis canas posaran tus labios.
Muertos ya los deseos, siempre juntos
viviremos, hablando como sabios.








VI

El calor de tu cuerpo me adormece
y da a mi cuerpo un dulce bienestar
mi espíritu intranquilo languidece.
Ven, es la ahora propicia para amar.

Toma todas mis rosas. Su perfume
te contará la historia de pasión
ardiente que por ti se consume .
Cada pétalo cantará una canción.

No te asombres al ver (Si eres su amante)
Que cambian de color todas las rosas,
sentirán tal pasión si las arrancas,

Que temblaran de amor y al instante,
las blancas, del rubor se pondrán rojas,
las rojas, de emoción se pondrán blancas.

VII


Podré volver a ti cuando me llames
si ese llamado de tu alma sale.
Si es un grito de amor y de ternura
ese grito que espero enamorada,
entonces iré a ti cuando me llames

No estaré junto a ti cuando me llames
si solo necesitas mis cuidados.
Si de todos estás abandonado
y ni amor ni recuerdos te obligaron
no estaré junto a ti cuando me llames.

Amor, pasión, cariño es lo que ansío
mirarme en tus ojos, sentir tus caricias.
Beber en tu aliento, beber tú en el mío.
Que sean nuestros besos como tempestades.
Dormirme en tus brazos sabiéndote mío.


VIII

En busca de tu alma iré algún día
por las altas esferas de los cielos
en ansias de tu amor el alma mía,
porque aquí sin tu amor vivir no puedo.

Aguardándome estás, yo lo presiento;
y aunque nunca en espíritu has venido
por más que te he llamado, así lo siento
y con esa esperanza aquí he vivido.

Interminables se hacen estos años
que vivir tengo, sin querer vivirlos;
y este cuerpo tenaz, que con engaños
a la vida se aferra, romperá sus hilos.










Las infinitas brumas del espacio
cruzará mi alma, con afán de hallarte
y por lejos que sea no sentiré cansancio.
Leguas de leguas para allí encontrarte.

Romperé la espesura de la nada
para llegar al cielo de las almas
y fundiéndome a ti, sombra adorada,
seremos una sombra con dos almas.









IX


Si una sombra en la sombra notara
que con suaves pasos, a mí se acercara;
si una mano a mi mano llegara,
y en suaves presiones, la mía estrechara,
no sería tan horrible tu muerte
ni llorara tan triste mi suerte.

Si una voz en mi oído escuchara,
que en suaves murmullos muy quedo me hablara.
Si un aliento en mi rostro soplara,
que así tú presencia, tan cerca notara,
no sería tan horrible tú muerte
ni llorara tan triste mi suerte.

Pero no veo nada y no siento nada;
más… no escucho nada ni percibo nada
y  así va mi vida, rodando, rodando,
con estos deseos, soñando, soñando.

X

Si el espíritu vaga como aseguran muchos,
los muertos no descansan, es mentira,
sufrirán viendo nuestros infortunios
y todas las miserias de  la vida.

Extenderán sus brazos impalpables,
con gesto semejante a los humanos,
y sufrirán rondando a  nuestro lado,
porque del mal ya no pueden librarnos.

Sufrirán con nosotros las angustias,
y llorarán con nuestro padecer,
sin podernos prestar alivio alguno,
hundiéndose en las sombras del no ser.









La muerte no es descanso para el muerto,
Si ha de vagar, mirando hacia la vida
que consuelo nos queda si pensamos,
que hasta la muerte vendrá a ser mentira.

Descansar, descansar! Solo la muerte
nos brinda tal consuelo. No deseamos
seguir en esta vida de miserias.
Que no sintamos más, que no vaguemos.










XI

Si las lumbreras del cielo yo tuviera,
para fijar con ellas en colores,
esperanzas, anhelos, ilusiones,
tomaría los tintes más brillantes
para trazar con ellos mis amores.

Con el verde estamparía la esperanza,
que da a mi corazón ensueños locos;
que ilusiones me brinda, aunque sean pocos
los hilos que me atan a la vida,
y ensueños e ilusiones los crea tontos.

Con el rojo, color de sangre y fuego,
fijaría mi pasión en grandes trazos,







que semejaran extendidos brazos,
implorando con todos los anhelos,
estrechar a otro ser, en un abrazo.


Con el azul trazaría los recursos
que guarda mi memoria con agrado,
recorriendo las sendas del pasado;
y todas las tristezas de mi alma,
las pintaría con tintes esfumados.









XII


Qué misterio insondable es esa muerte,
que a todos nos asecha sin poder evitarla?
Y la vejez también, no es un misterio?
Por qué hemos de tener esas arrugas?
Por qué han de blanquear nuestros cabellos?
Y por qué tenemos que perder los dientes,
La vista, la memoria?
Y,  la rapidez de nuestros movimientos,
convertirnos casi en una momia?
Nada de eso debiera suceder;
Deberíamos llegar a una edad mediana,
y con esa apariencia estacionaria
que pasen los años y los años.
Aunque perdamos fuerzas e ilusiones,








siempre así quedáramos.
Por qué debemos ser como una ruina?
Si eso no es necesario,  ya que existe la muerte
que todo lo destruye.
Por qué ha de destruirnos antes la vejez?
Ella es muy fea y triste a la vez.















ULTIMA ESTANCIA


No me implores amor, porque tú mismo,
De mi incendiario amor renegarías,
No sabes que mi alma a tu contacto
En llamas de pasión se encendería

Mis brazos como boas que se enroscan.
al indefenso cuerpo de su víctima
así se abrazarían; y tu cuerpo
triturado por siempre quedaría.

Mis labios son candados. En tus labios
cerrándolos por siempre los pondría,
porque así ya tus besos bien guardados
únicamente para mi serían.





Mis manos convertías en caricias,
Incansables, jamás tregua darían.
Mi cuerpo es una fragua. Como el hierro
Quebrantado a su fuego quedarías.

Mis ojos en el fondo de tus ojos,
Buscarían con miradas incendiarias
tú sentir, tus ocultos pensamientos,
tus ideas, tus sensaciones diarias.

Mi pasión persiguiendo tus deseos,
Tu vida en un infierno trocaría.
No me implores amor. Entre mis brazos,
tal vez… hasta la vida perderías.






OTROS POEMAS.



SONETOS

PAGANA

Tu belleza es magnífica, incita
Despertando pasiones por doquier.
Para ser otra Venus Afrodita
Solo es preciso que desnuda estés.

Ondula tu cuerpo con gracia infinita,
Un Alcázar debieras poseer,
En el cual, a la fuente, de amor exquisita
Los Dioses tan solo fueran a beber.


Venus divina, de belleza rara,
tu alma, que tiene mucho de pagana
es de doble sentir: casta y lasciva;
mas la pureza heredas de tu rango
y si te atrae el resplandor del fango
te levantas más pura y más altiva.



A LOS TÍMIDOS

No des tu juventud a la experiencia,
que ella es de la vejez muy triste ciencia;
Dale al mundo, a los goces,  a la vida,
Al amor, a los placeres sin medida.

Extasía tu mirada en la naturaleza
y hazte dueño de toda su belleza,
Prodiga tu cariño a todo lo que existe
Indaga sin temor todo lo que no existe.

No te pese jamás lo que hayas hecho
que es de cobardes lamentar un hecho
y no te importe lo que el mundo diga.

Prosigue por la senda que has trazado
en busca del placer que no has gozado
Así, hasta que te rinda la fatiga.


A LUISA

Eres inteligente, amiga Luisa,
escribes osas bellas y pensadas;
pero nada publicas, aunque lo deseas
y así tus prosas, seguirán guardadas

Has escrito un artículo magnífico
y serio, que trata de la evolución;
Pero crees que te tacharían de comunista
Y pienso que tal vez tengas razón.

Me da tristeza ver tu independencia
contenida por cosas como esa,
mas pensándolo bien, te juzgarían
no como lo mereces, sino con bajeza.

Tendré que contentarme, con leer yo sola
todo lo que producirá tu inteligencia
y lamentar que el público se prive
de leer y aprender cosas de ciencia.


COMO JABÓN

Cristal que al remontarse rompe el aire
en múltiples burbujas disipado;
de blancas mariposas trozos de alas:
copos de nieve, que el turbión se ha llevado.

Espejo que retrata los paisajes
en vívidos colores estampados;
brillantes miniaturas que ascendiendo,
cual en caleidoscopio, son cambiados.

Mínimo zepelín sin aeronauta,
lanzado por un tubo en el espacio;
se eleva, se detiene, tiembla, estalla.

Mas cae, se divide en mil pedazos,
y en menos que un suspiro se disipa,
la pompa de jabón,  en el  céfiro cálido.



OTROS POEMAS


EN LA SANTA CAPILLA.

¡Santo Cristo de Limpias!
¡Jesús! ¡Maestro! ¡Señor!
Tu mirada en lo alto
Implorando piedad para nosotros
Es mirada de amor.
Mirada que penetra el infinito;
Mirada ya velada por la muerte,
Y piensas, que esa humanidad inía
Que al pie de tu cruz yace indolente
Oyera tu palabra, mas, ¿Sabría
apreciar tus sentimientos,
entender tus parábolas?

Tu boca entreabierta en agonía
Aún pronuncia palabras:
Esas siete palabras tan sublimes,
con las cuales quisiste dar ejemplo
De mansedumbre y de sabiduría.

Tus brazos extendidos por los clavos,
Quedaron en pregunta:
¿Vendrán a mi todos los que me vieron?
¿Todos los que escucharon mi palabra?
¿Aquellos que presenciaron mi martirio?
¿Y aún también aquellos, que mi sangre vertieron?
Estrechar yo quisiera entre mis brazos
A todos los que existen.

Tus pies juntos, clavados,
Parece que se adhieren a la tierra,
Como si no quisieras abandonar
A aquellos que te amaron
Como también a aquellos
Que te crucificaron.

¡Jesús, mi buen Jesús!
¡Rabí!...  ¡Maestro!...
Cuando vengo a implorarte
Aquí te encuentro desangrado
y me pregunto…
Por qué Dios Mío, por qué….


A VENEZUELA


¡Patria mía…!
Tan oprimida por tantos años…
Tan exprimida por tantos hijos,
que en su egoísmo te hicieron daño....

¡Patria mía…!
Venezuela querida,
tan mal recompensada,
calumniada y herida.
Hoy te veo al fin redimida;
mas tus hijos…
¡Algunos!  ¿Qué piensan?
¿Sumirte en tinieblas?
¿Ponerte en discordias?
¿Lanzarte a la ruina?

Yo no sé si será comunismo…
Yo no sé si será socialismo…
Lo que sé es que con esos partidos
Te tienen revuelta,
la paz no se afirma.

La mano piadosa que quiere sanearte,
que quiere llevarte por el buen camino;
de seda o de hierro,
siempre generosa,
siempre dirigida por el buen sentido;
nunca traicionera,
que jamás vacila:
Esa mano amiga que todos sentimos
y que sabrá guiarte hacia tu destino;
esa mano amiga al fin por tus hijos
Será bendecida.






A SUCRE

¡Sucre inmortal!
Como Bolívar
Y todos aquellos,
Que con su amor,
Su sangre y su valor
Nos dieron libertad.

Mil combates,
Mil rasgos de valor
Mil gestos de bondad
Caballeros en la lid,
En la derrota
Y en la sociedad.

Quien se atreve a quitarte tus preseas?
Quien tu arrojo se atrevería a negar?
Quien como tú, con alma de blancura
sin manchas, sin dobleces
sin idea para el mal?

Sucre  ¡entre tantos y tantos
fuiste único!
Las balas respetaron tu persona,
que no osaban tocar.
La muerte, la traidora solamente,

Llevada por traidores a tu encuentro,
sus manos puso en ti,
porque sus cuencas
sin vista no podían
mirar tu faz,
tu porte, tu bondad;
que si vista tuviera
contra tus enemigos se volvería.





LA MALIGNA LUNA

El cielo es como un campo de batalla.
Sobre una blanca nube cabalgando,
con cara de maligna picardía
la luna como jefe va mandando.

Estrellas y luceros la obedecen
y firmes en sus puestos permanecen.
Sus ojos vigilantes parpadean
para ahuyentar el sueño que los vence.

Con la mala intención de alguna falta,
la luna con su faz riente y torcida,
mira de lado a todo el regimiento,
con la esperanza de que esté dormido.

Con su risa maligna, abrir el fuego,
manda a todos pasando la revista.
Estrellas y luceros se estremecen,
las nubes entre si se precipitan.
Como cintas de fuego las exhalaciones
se suceden cruzando el firmamento,
el rayo se desgarra en vibraciones,
retumba el trueno, se enfurece el viento.,

La luna satisfecha de su hazaña,
viendo a los elementos desatados
se oculta tras las nubes más oscuras,
porque de todos ellos se ha burlado.

Que siga la batalla embravecida,
Que se exterminen, que no quede nada,
ella impávida sigue su camino,
riéndose de la furia desatada.

Cuando la luz del día ilumine el cielo,
lejos, ella estará de todo intento;
pero se irá la luz y por la noche,
azuzará de nuevo al regimiento

Con su faz desteñida de pilluelo
Y faz como picada de viruelas,
La luna como se finge bondadosa
es mala, es perniciosa, es embustera.


EL TERROR DE LA SABANA


Pronto caerá la noche
ni casas se divisan…
Que largo este camino…
¿Rumor…?   Nada se escucha,
nada llega al oído;
solo la gran sabana
se extiendo ante mi vista;
solo el viento que pasa…
¿Qué murmura?  ¿ Qué dice?
Si algo dice no entiendo
¿ Alguno que gemía…?

Aguza la mirada:
Soledad,  lejanía…
Pienso que tengo miedo.
Veo sombras a mi lado
y siento las pisadas
de cosas que se acercan:
ojos fosforescentes en la oscuridad
que me miran airados:
puñales que atraviesan
con furia las tinieblas.
Quiero correr, no puedo.
Parada estoy de firme
en la sabana inmensa.
Veo manos que se alargan
Con uñas afiladas.
Se van formando caras
con narices ganchudas,
con pelo enmarañado,
con dientes tan agudos
como si fueran dagas.
Parece que oigo risas…
¿Alguna carcajada? …
Es el viento que zumba
por la sabana.
¡Que mido…!  ¡Estoy temblando…!
¡Nunca más llegaré…!
Esto es el infinito,
no acordo la distancia,
corro, corro y no alcanzo
ni siquiera aquel árbol
que se ve pequeñito en lontananza…
Extendiendo los brazos
quizá pueda alcanzarlo;
pero el miedo me paraliza…
No pudo despegar  los pies
están rígidos, duros,
tiesos a los costados;
y mis ojos, no puedo
volver hacia los lados.
Miro siempre adelante.
Tal vez detrás de mí
vengan diablos, fantasmas,
la Pelona, el caballo,
que no tiene cabeza;
la Llorona llorando;
las cadenas corriendo
sin que nadie las guíe
y sonando,  sonando...
Ya se acercan  ¡Oh Dios mío…!
y de mi se apoderan
sin poder evitarlo,
sin que pueda moverme.
¡Qué miedo… Tengo frío…!
Nada se ve  ¿Qué es esto?
De que altura he caído?
¿En dónde estoy…? No acierto…
¡Es mi cuarto…! ¡Que susto…!
Me levanto camino
y caigo de rodillas…
¡Que sueño tan terrible…!
¡Que horrenda pesadilla…!
La noche, el día…
La noche es un misterio
El día es un prodigio…
Y este mar de Cumaná…
tan suave, tan tranquilo,
que casi no hace ruido.
Playas, olas… ¡ Cuanta paz….!
¡Oh Dios….! ¡El sol se ha hundido…!



LOS MININOS

Es Margot la perla de las caprichosas,
tiene una gatica con cuatro gatitos;
y por el teléfono oigo,  que se siente dichosa
cuando a sus mininos los ve allí juntitos.

Ella se imagina que son unos niños
y que la gatica es una señora;
y los trata a todos, con tanto cariño,
que con esos mininos se le van las horas.

Ellos ronronean y enarcan el lomo,
Levantan el rabo y ensanchan los ojos;
y Margot se siente allí tan feliz, como
que en eso distrae,  ansias y antojos.

Les compra la leche, tiene su chupón,
y como desea que uno los conozca;
los trae en el auto formando un montón,
en una mochila de tela muy tosca.

Tiene Margocita unas ocurrencias,
que el mismo Chirinos se queda alelado;
pero ella lo mira con tal inocencia,
que él se siente entonces,  más enamorado.




DIVINA ILUSIÓN.

Por la forma oblicua de tus ojos
eres sin duda una bella japonesa
y en tu boca pulposa se adivina
tú pasión por las dulces  golosinas.

Quien dudará que seas la emperatriz
Que se ausenta buscando la aventura
Por la ciudad en una noche oscura.
A tu encuentro te sale el mandarín
llevándote del brazo hacia  el jardín
y engañado por tanto parecido,
con tu pelo formando una corona
y vistiendo elegante una kimona,
que ya se rinde a tus pies,  enamorado;
mas temiendo tal vez ser muy osado.
Buda castigará mi atrevimiento
-Piensa angustiado el pobre mandarín-
Por traer hasta aquí a la emperatriz;
Mas tu boca lo tienta y vuelto el seso
se aproxima y en ella  deja un beso.
No te muevas, que así son las mujeres
De Japón, cuando están enamoradas.
Que el engaño prosiga en la dorada
Noche.  Así realizaras una ilusión,
que en tu vida será… eterna canción.




LAS NIÑAS DE AHORA

Princesas, sí;
Pero no de aquellas taciturnas,
De los tiempos de antaño
Siempre bordando flores
O tejiendo paños;
Si no listas, graciosas,
Simpáticas y hermosas.

Bailan a la perfección,
recitan sin temor
y aunque sean muy jóvenes
ya saben del amor.
La vida les sonríe,
Viven de fiesta en fiesta,
los hombres las adoran
y ellas ríen o lloran,
según los sentimientos,
que las dominen
por los momentos.
Juegan muñecas,
Tienen perritos,
corren como chiquitas,
y despues son señoritas,
que salen con sus novios
muy serias y orgullosas,
compuestas y pintadas
como mujeres experimentadas.
Estas niñas de ahora,
Son listas y completas.

Sin temor salen solas
Fuman como los hombres,
toman Whisky sin soda;
y manejan los autos
con todo desacato.

No las engaña nadie;
Pero se hacen las tontas
Cuando más les conviene.
Desechan a los pobres
Y marean al que tiene.
Ríen con desparpajo
y embaucan a los tontos
sin ningún trabajo.
Ellas son hoy los hombres
Y estos las mujeres.
Ya vendrán atropellos,
Porque se dará el caso
De que el miedo lo tengan
ellos de ellas, no ellas de ellos.






PUESTA DE SOL

Declina la tarde.  En lontananza
al otro extremo lejano, lejos,
por una raya unidos mar y cielo
se oculta el sol.
Bola de fuego, rodando de lo alto,
Allí vino a caer y se detuvo
pidiendo una oración.
¡Ostia de sangre! ¡Ostia divina!
La mar formando un cáliz
a medias la presenta
y así habrá de quedar,
ya no se hundirá más;
la mitad para el cielo
la mitad para el mar.
Extática, asombrada, miro, miro.
Que no hay Dios ¿¡Quien lo dijo…!?

¡Dios mío! ¡Qué grande es lo que has hecho!








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