sábado, 8 de octubre de 2016

FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS

RAMÓN BADARACCO








FRAY
        BARTOLOMÉ
                      DE LAS CASAS








CUMANÁ 1997










Autor: Tulio Ramón Badaracco Rivero
Que firma Ramón Badaracco

Título de la obra: FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS

Diseño de la cubierta  R. B.
Ilustración de la cubierta  R. B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná

cronista40@hotmail .com
academia.sucre@gmail.com
Cel. 0416-8114374















BARTOLOME DE LAS CASAS

En aquesta sazón que voy diciendo,
Hubo por estas partes y regiones
Un clérigo bendito, reverendo,
Testigo de muy grandes sinrazones;
A quien Dios levantó, según entiendo,
Por favorecedor de estas naciones;
Bartolomé Casaus se decía,
Padre desta moderna monarquía;
Cuyo nombre merece ser eterno
Y no cubrirse con oscuro velo,
Pues procuró de dar tan buen gobierno
A los conquistadores de este suelo,
Que sacó muchas almas del infierno
          A la contemplación del alto cielo.
          Aqueste pareció  tal cual lo pinto
          Ante la majestad de Carlos Quinto.
       ………………………………………..
          El fue quien descubrió la gran solapa
          De males hechos  en aquesta gente
          Defensa fuerte, protector y capa
          De los bárbaros indios de Occidente;
          Siendo después obispo de Chiapa,
          Acabó su carrera santamente;
          Y en indias el protervo y el sencillo
          Tienen justa razón en bendecillo.
                  
JUAN DE CASTELLANOS.  (35)




PERFIL BIOGRAFICO DE BARTOLOMÉ DE LAS CASAS

Este bienhechor de la humanidad nació en Sevilla el 11 de setiembre de 1484 (fecha probable), del matrimonio de  Don Pedro de Las Casas y de Doña Isabel Sosa, ambos de ascendencia judía. Tenía 8 años cuando los Reyes Católicos liberan Granada, unifican el imperio y expulsan a los judíos. La familia de Bartolomé no sufrió los rigores de la diáspora porque sus padres se habían convertido al cristianismo muchos años antes de estos acontecimientos. Sus estudios correspondientes a la primaria los hizo en  la escuela de la Catedral de San Miguel  y el bachillerato  o latín en la academia, ambos en Sevilla. Escribió varias obras, que aun son herméticas, y que son imprescindibles para una mejor comprensión de su tiempo: La Destrucción de las Indias”, publicada en 1552; “Historia de las Indias” que vino a publicarse en 1875; “Apologética - Historia de las Indias” que viene a publicarse en 1909; “De Único Vocationis Modo” el último en publicarse en 1975. 

Al parecer, el padre de Bartolomé, acompañó a Colón en su segundo viaje al Continente Americano y económicamente le fue bien, o simplemente su carácter aventurero le señaló ese camino, por eso lo encontramos con su hijo en la expedición, que parte de Sevilla, bajo el mando de Francisco de Bobadilla, el 13 de febrero de 1502 y llega a Santo Domingo el 15 de abril de ese mismo año.

En esa época los colonizadores españoles en las islas caribeñas, sometían a los indios por la fuerza; la conquista se convierte en una guerra a muerte, sobre todo desde que se descubren las minas de oro en Santo Domingo. Bartolomé es un joven “con mucho futuro” y Ponce de León, le asigna un repartimiento en Concepción de la Vega; entre tanto Ovando persigue, somete y sacrifica a los indígenas, y muy a su pesar Bartolomé participa en esos crueles sucesos. En 1506 Las Casas viaja a Roma, recibe allí, las órdenes Mayores, regresa a Santo Domingo, investido de sacerdote,  y se establece en la provincia de Cibao.

Ovando es destituido por su salvajismo y Diego Colon, hijo del Almirante Cristóbal Colón, es designado Virrey de las tierras descubiertas en el Nuevo Mundo.  

En 1510 llega a Santo Domingo la Orden Dominica con Pedro de Córdoba a la cabeza. Se percatan de la guerra injustificada que imponen a los colonizadores a los indígenas y se baten contra ellos desde el púlpito. La predica de los dominicos se esparce como pólvora encendida y Bartolomé se acerca a ellos, conoce a Pedro de Córdoba, a Montesinos, Berlanga, etc.  y  los escucha, ellos le hablan de su propia fe.     
 
 Sin embargo Bartolomé continúa su mismo derrotero, se une a la expedición que va a la isla de Cuba, con el cargo de Capellán, bajo el mando de  Diego Velásquez de Cuellar. Participa en actos de insólita crueldad como la matanza de Canoabo, donde asesinan toda una tribu y a la princesa Anacaona. Este episodio lo llena de espanto y es una de las páginas más angustiosas que le toca escribir.  A finales de 1512, renuncia a todos sus privilegios, devuelve sus esclavos e inicia su apostolado en el pueblo de Trinidad, fundado por Velásquez,  donde predica a los soldados, asqueado de aquella política implacable, de la que participaba,  contra un pueblo indefenso. 

Bartolomé, que ya conocía a Pedro de Córdoba, se traslada a la isla y ciudad de Santo Domingo,  y llega, precisamente, el día en que el dominico sale con una expedición para  Tierra Firme, en continuación de  su proyecto pacifista. Sin embargo, Dios está de su lado, la expedición tiene que volver a tierra como hemos dicho antes, y Bartolomé tiene la satisfacción de entrevistarse con Pedro y narrarle, con lujo de detalles, buena  parte de su vida, sus reflexiones y su determinación de dedicar todas sus fuerzas a la defensa y protección de los indígenas.

         En 1515, a los 31 años,  Bartolomé se va a España con Antonio de Montesinos y mediante la intersección del Arzobispo de Sevilla y fray Tomás de Matienzo,  se entrevista con Fernando el Católico, el 23 de diciembre de ese año, un mes antes de la muerte del Monarca, por lo cual sus  esperanzas  y su diligencia resultaron de poco provecho. Pero de mucho deben haber valido los trabajos y las denuncias  de estos espíritus elevados, porque quedó en la Regencia del Imperio, el Cardenal Cisneros, que lo primero que hizo fue destituir a Fonseca y  a Lope Conchillos, e incauta los tesoros de la Casa de la Contratación de Sevilla, de donde se mantenían los pillos; y nombra una comisión  para que estudie las propuestas de Las Casas, contenidas en un  largo memorial, presentado a los cardenales Adriano y Cisneros, en marzo de 1516.

EL MEMORIAL DE LAS CASAS

         Las Casas propuso dos clases de remedio, unos generales para todas las colonias;  y otros para algunas colonias en particular. Vamos a ver solo una síntesis de los generales de donde se verá toda su doctrina y su empresa.
  
Generales:
1.- que se ordene suspender el régimen de encomiendas que se aplica en las colonias.-
2.-  Que se mande constituir a los indios en comunidades en las cuales convivan indios y españoles y trabajen por igual, tanto en el campo como en las minas, se pague el quinto real y se repartan el producto en  provecho de todos.
3.-  Que se mande ir a cada villa o ciudad,  40 labradores según la disposición de cada lugar, con sus mujeres e hijos de cuantos en estos  reinos hay sobrados, y que den a cada uno 5 indios  con sus mujeres e hijos, para que sean compañeros de trabajo.
4.- Que se mande pregonar estas medidas y se llame a los indios para que trabajen en paz con los españoles.
5.- Que mande a poner en cada villa un sacerdote, celoso de Dios,  que cuide de los indios e imponga justicia sin restricciones de ninguna índole.
6.-  Que no se envíen otras autoridades que puedan alterar el orden establecido por  ese único juez.
7.-   Que no se nombren para ejercer de jueces a ninguno de los que hasta ahora a tenido que ver con  la justicia en las islas.
8.-   Que ninguno de los de Castilla tenga nada que ver con los indios de las islas.
9.-    Que se deroguen las leyes promulgadas por cuanto no se tomó el parecer de los que viven en las indias, sin embargo las últimas cuatro leyes que los favorecen  que son justas y santas, las mande guardar.
10.-    Que las penas de los peones que echan los españoles por sus delitos, que suelen pagar los indios, que no las echen, y que si las echaren  sean los peones españoles  a quien se lo paguen los tales delincuentes.
11.-     Que su alteza no tenga indios señalados ni por señalar  e las comunidades ni parte alguna, porque no haya ocasión de corromperse, porque alegando muchos el servicio de su Alteza, en ello tienen excusa para forzar el trabajo de los indios, y con ello su muerte segura.
12.-    Que no sea admitido clérigo sino fuere letrado, para enseñanza de los indios; y que no se mande nunca uno solo sino dos, para ver de confesarse y no dar misas en pecado.
13.-     Que no se permita sacar indios de un sitio para enviarlos a otro bajo ningún pretexto, sino que los de cada isla estén en ella para su mejor protección.   
14,-     Que mande a publicar las obras del Dr. Palacios Rubio  y el maestro Matías de Paz, para que se sepa como los indios son hombres libres y han de ser tratados como libres. (36)

De este memorial podemos deducir la calidad humana de Bartolomé de Las Casas, y comprender mejor su lucha por la libertad de los indígenas americanos. Son varios los memoriales que envía Las Casas a Cisneros en 1516, de ese mismo tenor, después de la muerte de Fernando el Católico; y en 1518 se los   envía también al Emperador Carlos V, a quien le dice: “Ha ya dos años y medio  que ando en esta corte” y más adelante le dice “Ha  diez y seis años que en aquellas tierras estoy”, lo que confirma paso a paso nuestra investigación.

En 1519 Las Casas propone al Canciller, la capitulación de la Tierra Firme, que es un documento fundamental, para entender la obra del Protector de los Indios.
De la capitulación, por ser un texto muy largo, hemos resumido  algunos aspectos: 
En la introducción dice Las Casas “Lo primero que supliqué a vuesa Señoría, que se considere, el otorgamiento de mil leguas  de tierras, que por ellas daría cincuenta mil ducados de renta a los tres años,  a los seis años daría cien mil, etc.; y me comprometía a hacer diez pueblos  de cristianos. El Consejo de Indias redujo las mil leguas a 600 y trastornó todo el planteamiento.
 
Otras consideraciones de Las Casas dentro del texto:
1.- que en las tierras que se le señalaron no hay oro, sino en las provincias del Cenú y Santa Marta, que no entran en su jurisdicción;
2.-  que se le negó la costa de las perlas que esta en Paria, con lo cual estuvo conforme, pese al daño que sufría el negocio;
3.-  que los cristianos que  llevará a Tierra Firme,  deben ser hidalgos caballeros y personas de merecimiento, que van a trabajar en comunas  y poner los gastos de su propio peculio, y van a sacrificar sus vidas por amor de Cristo. 
4.- que es necesario que los frailes dominicos y franciscanos, le ayuden  con lo que tenga que llevar y por hacer, con los indios de su cargo, porque tienen mucho crédito (esta es una de las muchas razones que tuvo Bartolomé para venir a Cumaná), por lo cual “le conviene  ir a desembarcar allí, porque toda la otra gente de la otra tierra está muy alterada e muy dañada de los escándalos que los cristianos han puesto, e desde allí  de la dicha Paria, tengo de comenzar  a hacer las paces con toda otra gente”.
5.-  que se le otorgue la provincia del Cenú, donde había oro, y que se le dio a Lope de Sosa, y el cual a su modo de ver era incompetente para manejarla “E querer poner esta  provincia del Cenú en aquella aventura de perderse, estorbarme a mi  que ya no la remedie e la gane para su alteza, paréceme que de ninguna manera se debía de consentir”.  (37)


SINTESIS DE LA PROPUESTA DE LAS CASAS

  1.- que se me otorgue la provincia del Cenú entre las tierras que se me señalen, que con ello remediaré lo de las gentes que vengan conmigo; que para el caso de que no se me otorgue la provincia, que se parta y se me den 20 o 30 leguas por la costa de la mar, e que se le prohíba escandalizar entre los indios.
2.-  que los límites sean desde el río Dulce, que está arriba de Paria hacia el Oriente, porque entren los religiosos que allí están, e yo me vaya a desembarcar allí, porque ellos lo desean tanto como yo,  e con ellos y con los religiosos que tengo que llevar  tengo de hacer  mucho mas que con todos los seglares.
3.-   Si no se me concede la provincia del Cenú, mande quitar los 50 mil ducados y los diez pueblos que había de hacer. Pero termina diciendo: “De  todas maneras “soy contento que se quite o ponga o modere, como más e mejor al servicio de Dios e de S. M. pareciere” (38). 
 Leyendo estos documentos  se conoce mejor a Bartolomé de Las Casas, que de todas las cosas que se ha dicho o se puedan decir de él. 
El 16 de setiembre de 1516 el Cardenal Cisneros, regente del  Imperio, nombra a Las Casas “Procurador de los Indios”, en el Nuevo Mundo, lo inicia una lucha palaciega  entre la poderosa  Orden de Los Jerónimos y Las Casas. 

El Clérigo vuelve a Santo Domingo con su empresa y no puede hacer nada con los Jerónimos, pues estos tienen un criterio distinto y apoyan a los colonizadores con los cuales tienen jugosos negocios.  El comercio de esclavos se acrecienta, las entradas y “rescates” de tratantes como   Juan Bono, Ojeda, etc., en tierras prohibidas, inclusive en Cumaná, Maracapana y Chiribichí,  santuario de Pedro de Córdoba.
 
En abril de 1517, llega el Supervisor  Don Alonso Zuazo. Las Casas somete estos crímenes a su autoridad, y los dominicos presentan un memorial, redactado por fray Bernardo de Santo Domingo, en el cual se hace relación de todas las expediciones esclavistas; enumera los crímenes contra los indígenas de la forma más cruda,  las violaciones a las Leyes, la falta de los jueces en juzgar a los delincuentes  y la culpabilidad de los jerónimos, directa e indirectamente.

Ante la poca efectividad de la justicia en Santo Domingo, Las Casas vuelve a España y a la Corte, con cartas de los dominicos; pero los Jerónimos se le habían adelantado, logrando socavar la fe  y la voluntad de Cisneros mediante probanzas levantadas en las islas contra  Las Casas, que es destituido; sin embargo Las Casas logra entrevistarlo antes de  su muerte acaecida el 8 de noviembre de 1517. Se traslada a Valladolid, para recibir al joven monarca, Carlos V  de España y I de Alemania, que llega el 13 de noviembre de ese mismo año.  Bartolomé obtuvo audiencia del Consejo de Indias,  leyó un memorial el 11 de diciembre de 1517,   en el informaba  e imponía de todas sus observaciones, peticiones y proposiciones sobre las provincias del Nuevo Mundo.  El memorial fue rechazado, pero al parecer este percance era parte de su plan, para llegar directamente el Monarca.

Los picardos tienen contacto con Guillermo de Croy, conocido como el  Alter Rex, al cual le hacen ver lo importante que puede ser que Bartolomé se entreviste con el Rey, porque  se conocía que la corte del Carlos V no se llevaba muy bien con los españoles. Por allí  fue la sagacidad de Las Casas, el memorial que presenta ante Carlos V es a favor del reino y contra la codicia de los españoles de indias. Pronto se vio el ascenso de Las Casas, de burlado pasó a burlador, los asuntos de los españoles de indias no prosperaban se les volteó la brújula.

Interviene en varios negocios que perjudicaban a la Corona y los resuelve sabiamente, y ello le vale otro ascenso.  Sin embargo, empinado como estaba  cometió el error de su vida,  le dio el visto bueno a la trata de esclavos negros, cuando fue consultado sobre este delicado asunto,  inducido por su amor a los indios o llevado por la cultura esclavista de la época, error inexcusable para quien entregó su vida por la libertad y dignidad de los indios.

A principios de 1519 Las Casas recibió carta de Pedro de Córdoba denunciado a los jerónimos de horrendos crímenes por omisión, a la vez que relata las incursiones de los esclavistas en los pueblos fundados por él y los franciscanos en la costa de las perlas; también le dice que trate de obtener una concesión de 100 leguas o más en esta costa, incluida Cumaná donde españoles no entren.

 Las Casas recibió una braza que le  quemaba  el cuerpo y el alma, por ello se enfrenta al  poderoso obispo Fonseca y después de muchos meses de enfrentamiento en las cortes y consejos reales, logra vencerlo por la intermediación del Cardenal Adriano, que aboga por la conquista pacifica y evangélica de la tierra firme, según predicaban  Pedro de Córdoba y Las Casas; y Carlos I firma la Capitulación de La Coruña el 15 de mayo de 1520,  mediante la cual se le conceden a Las Casas 260 leguas de tierras en la región del río de  Cumaná,  entre Paria y Santa Marta para el servicio de dominicos y franciscanos, con énfasis en que en esas tierras no habrá encomiendas, encomenderos ni otros tipo de intervenciones; ni entrarán conquistadores o colonos sin la autorización de Las Casas.

En diciembre de ese año parte su expedición con rumbo a la isla de Borinquen desde el puerto de  Sanlúcar de Barrameda, lo acompañan 120 colonos y un grupo de frailes entre los cuales estaba el infatigable fray Vicent. La expedición llegó al puerto de San Germán en la isla de Puerto Rico.

En La Historia de Las Indias, encontramos este pasaje: “Tornando a nuestro negocio del Clérigo, diéronle  luego dos navíos en esta ciudad y puerto de Santo Domingo, ambos  bien amarinerados y cargados de vinos, aceite y vinagre, y mucha cantidad de quesos de  las Canarias y muchas otras cosas  y municiones, y licencia para tomar en la isla de la Mona, mil y cien cargas de pan  casabi de lo que el Rey allí tenía…” (39)

LAS CASAS EN CUMANA

Las Casas desembarca a fines  julio o principios de agosto de 1521 en el puerto del río Cumaná, Puerto de Las Perlas, donde tenían, hacía más de 6 años, los franciscos tenían una misión y un monasterio; ubicados a la distancia de  un tiro de ballesta desde la orilla del mar, en aquella costa virgen más conocida por el nombre de   “Costa de las Perlas” como gustaba llamarla al mismo fraile Las Casas.  El es el primero que les da este nombre, al parecer para inflamar la codicia de los flamencos de Carlos I.

En esa época ese nombre se reducía a las costas cercanas a la isla de Cubagua y Cumaná, y tal vez las 15 leguas de que habla Gonzalo de Ocampo, pero poco tiempo después, con ese mismo nombre, se conoce toda la costa que va desde Paria hasta el Golfo de Venezuela. La Corona se había reservado este extenso territorio desde la disputa con el Almirante Cristóbal Colón y ahora se la entregaba al más apropiado después de Pedro de Córdoba, Bartolomé de Las Casas.

Cuando surge Las Casas, toda la costa de las perlas está convulsionada y Gonzalo de Ocampo la sometía a sangre y fuego. Había comenzado a formar un pueblo media legua del río Cumaná arriba entrando por la desembocadura principal al que llamó Villa de Toledo. Girolano Benzzoni, el notable autor de Historia del Nuevo Mundo, publicado en 1565, que estuvo en Cumaná en 1541, lo corrobora, dice que Gonzalo de Ocampo “Mandó a construir 25 casas a orillas del río y llamó este pueblo Villa de Toledo”, (40) también puede observarse en el mapa de 1601, que reproducimos en esta obra.  Noten que dice a “a orillas del río”, debe entenderse y él estuvo aquí, en la orilla del río Cumaná, media legua del río arriba como lo dice Las Casas, a buen entendedor pocas palabras bastan. Muchos cronistas inclusive cumaneses, ubican la Villa de Toledo, en diferentes sitios.

Todo hace pensar que Las Casas se encuentra con Ocampo en esta Villa de Toledo, sin embargo hay razones fundadas para creer que Las Casas esperó a Gonzalo de Ocampo en Puerto Rico; así se desprende de una carta firmada por Antonio de Gama, a S. M. que lo dice: “En 8 del presente llegó a San Germán una armada que el Almirante (Diego Colón)  y jueces envían a Paria  a castigar los que mataron los frailes. Bartolomé de Las Casas, capellán de V. M., llegó en este medio tiempo, con el despacho para poblar dicha provincia y sus comarcas. Háyase muy confuso. San Juan, 15 de febrero de 1521”. (41)
       
La armada de Ocampo, que fue autorizada por la Real Audiencia de Santo Domingo  el 14 noviembre de 1520,   llegó al Puerto de San Germán el 8 de febrero de 1521, en el mismo mes que lo hace la expedición de Las Casas, que partió de Sanlúcar en diciembre de 1520. Una barco de aquellos tiempos, tardaba desde cualquier puerto de España, hasta Puerto Rico, Santo Domingo o Cuba,  un promedio de 40 días, y por lo tanto, si la expedición de Ocampo,  llegó al puerto de San Germán el 8 de febrero, si es posible  el encuentro de Las Casas y Ocampo en ese puerto, como afirman muchos historiadores y cronistas; y luego de la entrevista, Ocampo  partió hacia el pueblo de Maracapana para iniciar su campaña de terror.
Las Casas  es recibido en Nueva Córdoba  por los franciscanos el 15 de agosto de 1521, con muestras de alegría, cantando el “Te Deum Laudamus”: “Benedictus qui venit in domine Domine”, según texto del mismo Las Casas, en el cual agrega: “Tenían una casa y monasterio de madera y paja y una muy buena huerta adonde había naranjos de maravillosas naranjas (un naranjo tarda seis o siete  años en producir frutos) y un pedazo de viña y hortalizas y melones muy finos y otras cosas agradables; todo esto habían puesto  y edificado los religiosos de la misma orden que fueron al principio, cuando el padre Pedro de Córdoba con sus dominicos como en el Capitulo 54  de la parte II, queda declarado. Estaba esta casa y esta huerta  a un tiro de ballesta  de la costa del mar, junto a la ribera del río que llama Cumaná, de donde aquella tierra se nombra Cumaná”. (42)

Este texto no tiene desperdicio, confirma en todo lo que hemos venido exponiendo. En la desembocadura del río Cumaná por el Golfo de Cariaco,  donde ya existía  “Puerto de Las Perlas”, en el sitio llamado Los Cerritos, encontró Bartolomé de Las Casas la misión de los Franciscanos que trajo Pedro de Córdoba, hacia 6 o 7 años, o sea entre 1513 y 1514; tenían una casa grande y un monasterio, y por supuesto ese monasterio no solo era para holgar los frailes sino que servían a una comunidad heterogénea, que dio comienzo a la primera ciudad fundada por españoles en  América.

El detalle de los naranjos que tardaban en producir frutos, 6 o 7 años –por supuesto,  en aquellos tiempos-   es muy significativo  para el cálculo de la fecha de los primeros asentamientos.
  Bartolomé de Las Casas se asienta cerca de la misión, construye una casa grande, el dice como una “atarazana”, es decir, un galpón de dos aguas  de barro y paja  -bahareque- con techos de  caña –lata-, amarrada con bejuco –mamure- y hojas de palmera –carata, moriche, etc-,  que usaban los indios para construir  sus bohíos o churuatas. Construcciones livianas y antisísmicas, que muy pronto los españoles aprendieron a construir y mejorar.
 
Todo marchaba, pese a las circunstancias, en las misiones dominicas y franciscanas de Cumaná y Chiribichí (Chiribiche para Pedro de Córdoba); la iglesia y la escuela, funcionaban como puede comprobarse cronológicamente en las Cédulas Reales despachadas para atenderlas. En 1516 envían misioneros de refuerzo, desde España; y en 1519 envían 20 misioneros más para Cumaná, la diócesis era prácticamente un hecho; también  mandan ornamentos para cinco iglesias, y se proveían zapatos, camisas y mantas para los estudiantes; con todo ello crecía y fortalecía el asentamiento. En 1516 ordenan que se les pague salarios y en  1519 se nombra el obispo de Paria con sede en Cumaná, porque aun Nueva Cádiz no era ni siquiera pueblo y se ordenan ornamentos para las cinco iglesias de la diócesis; en 1523 se nombra veedor de rescates y veedor de la armada “como solían”;  de ese mismo año son las cédulas de Castellón, y hasta 1591 hay cédulas para el convento de la Nueva Córdoba y las iglesias de Cumaná, porque los dos pueblos crecieron juntos hasta que se fundieron en uno solo, la Cumaná de Diego Fernández de Serpa de 1569;  todo esta probado, todo ello consta con  sello real, es indubitable. A los que no lo entienden les queda el derecho de pataleo y el sofisma, muy bueno para lograr esquivar los hechos y las escrituras.    Las relaciones entre las dos culturas funcionaba, los jefes de familias enviaron a sus hijos a la escuela y aprendían la religión católica. Los indios también enseñaron a los españoles muchas cosas del Nuevo Mundo: fabricar casabe, que fue un elemento indispensable para expedicionar,  y la arepa, el mejor pan americano; les enseñaron su idioma, el uso de sus armas, la caza  y la pesca,  los frutos, las platas comestibles, la fabricación de los utensilios para el hogar, y sobre todo las plantas medicinales. Ellos entre tanto aprendieron a vestirse,  calzarse, comer alimentos europeos, la religión, y pese a que eran buenos constructores de barcos, aprendieron las técnicas europeas, que eran más avanzadas.

Las Casas no llegó solo a la misión, sino con muchos colonos y protección  militar bajo el mando de Soto, decidido a conquistar Tierra Firme; y con bastante poder, como puede colegirse del trabajo que adelantó en el  tiempo que estuvo en Cumaná, ya que no solo construyó su casa sino que emprendió o continuó la construcción del  fuerte de Santa Cruz de la Vista, en la boca del río Cumaná,  con bloques de piedra, de las canteras explotadas en Araya. Debemos meditar sobre el trabajo que ello significó, aunque Las Casas no lo comenta.  El  y mucha gente trabajaron en ese proyecto, a menos que  fuese mandado por el Rey directamente,  lo que resultaría muy raro, ya que estaba comprometido a hacerlo. Las canteras, al parecer, estaban en producción desde 1504. La explotación de las canteras de Araya ya eran viejas cuando llegó Las Casas a Cumaná; y así, sin magia, podemos entender, porque  algunos historiadores obvian estos detalles, sobre la construcción  del fuerte; una mole de piedra como aparece en el dibujo de Castellón, en  la boca del río, cuyo propósito principal era  proteger al pueblo de Cumaná y al de la  Nueva Cádiz, cuyo poder aumentaba  en forma vertiginosa, y competía ventajosamente con el pueblo  de Pedro de Córdoba, unido a los franciscanos de Garceto, que se quedaron en Cumaná y que siempre estuvieron bajo su mando.
Siempre fue  importante el fuerte,  para proteger  a los negociantes de Nueva Cádiz, que venían en busca de sal y el preciado líquido, entre ellos Castellón, sin el cual Cubagua se moría porque es una tierra yerma, y el agua de Cumaná era de muy buena calidad;  no creo, como afirman algunos historiadores, que los de Cubagua se opusieron a la construcción del fuerte, porque ellos eran los beneficiados, y fue un comerciante de la Nueva Cádiz, Jácome Castellón, quien lo concluye y se lleva todo el mérito. El padre Álvaro Huerga, en su obra citada, refiriéndose a Las Casas, nos dice: “No logró poner el ramo en lo alto de la torre”, es decir no pudo terminarla, y da a entender que la inició y casi la concluyó, y agrega: “A poco de llegar esperanzado y esforzado, la fortuna le volvió la espalda, todo le rodaba mal,  por culpa de los perleros y rescatadores; iba y venía,  no daba paz a los pies y a la pluma, reclamaba a unos y a otros,  con las reales cédulas en las manos.  Pero nadie le hacía caso. Decidió ir a Santo Domingo en busca del respaldo de los representantes de la Corona, y dejó como lugarteniente a Francisco de Soto, al mando de su empresa. Y estando aun en Cubagua, atareado en buscar apoyo, los indios arrasaron la atarazana del clérigo y el convento de los franciscanos: en una canoa que tenían  en el estero de la huerta huyeron los religiosos, a excepción de uno, fray Dionisio, que los indios mataron a macanazos; Francisco de Soto, herido por una flecha envenenada, muere también” (43).

El Padre Huerga, como buen español, se burla del fracaso de Las Casas, y lo refiere a sus críticos: López de Gómara y Fernández de Oviedo, que también se burlaron de él, por las mismas razones nacionalistas; pero de la obra de la que no pueden hacer sorna, y es la más grande que cronista alguno ha dejado; de ese castillo para la investigación, no dicen nada los críticos de Las Casas;  la obra monumental que escribe, y que  es el estudio pormenorizado de las naciones indígenas, testimonio que legó a la humanidad, porque no solo se ocupó de historiar la crueldad de los españoles en la conquista, sino que se ocupó  de toda la cultura indígena con la minuciosidad que solo un sabio inspirado como él podía penetrar. En cualquiera de los  tomos de sus Opúsculos, Cartas y memoriales; en La Historia de las Indias; sus estudios sobre la Isla Española, México,  la provincia de Paria: sus animales,  hierbas y plantas;  sus habitantes, su gobierno,  alimentación, trabajos y cultivos, etc. Sus obras son hoy en día imprescindibles para entender y  estudiar  la etnohistoria americana.
   
Las Casas, después de sus luchas  en Cumaná, triste y endeudado, va a Santo Domingo y se recoge en el convento de sus amigos los Dominicos,  viste su hábito y permanece con ellos  hasta 1526, cuando se traslada a Puerto de Plata, en la misma isla,  donde construye una iglesia e inicia la escritura de su obra la “Historia de las Indias”.
Muere Pedro de Córdoba en mayo de  1525, víspera de santa Catherina, y lo sucede en el mando su compañero  de siempre fray Tomás de Berlanga, que obtuvo en 1530 la autonomía de la Orden en el Nuevo Mundo, con todos los conventos fundados por ellos en las islas y en la tierra firme.

 Domingo de Betanzos en México, en un convento formado por él, recibió novicios indígenas por vez primera en América, en lo cual tuvo éxito, sin embargo había una gran corrupción en el trato para los indios, y los pocos frailes comprometidos que habían en México, no podían controlar la corrupción de  frailes, Oidores y demás autoridades, que permitían el trafico de esclavos;  fue entonces que los obispos de México y Tlascala,  Juan de Zumárraga y Julián Garcés decidieron llamar a Bartolomé de  Las Casas para reformar y corregir los desafueros de aquellas autoridades y frailes.  Bartolomé inicia su campaña de saneamiento; somete a los delincuentes, apresa muchas autoridades y frailes, los somete a juicio y logra normalizar la situación.
A Fray Tomás de Berlanga, Vicario de los Dominicos, lo  nombran obispo de Panamá,  y envía adelante a Bartolomé  y otros dominicos, que pierden el rumbo y paran en Nicaragua. Allí después de mucho trabajo, Bartolomé expone al Gobernador Rodrigo de Contreras, la idea de atravesar el istmo de Panamá, a través del río Desaguadero y la laguna de Nicaragua, o sea  nada menos que el Canal de Panamá; sin embargo este Gobernador no solo lo excluye de la expedición preparada al efecto, sino que lo persigue, y tiene que huir y refugiarse en Guatemala, donde el obispo Don Francisco de Marroquin,  lo nombra Protector de los Indios en 1536, y en 1537 lo deja encargado de su diócesis cuando  es promovido a obispo en México.   



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