RAMÓN BADARACCO
MARIA MANUELA ALCALA DE SUCRE.
MADRE DEL MARISCAL
CUMANÁ
2004
Autor: Tulio Ramón Badaracco Rivero
Prólogo:
Copyright T. Ramón Badaracco R.
Primera edición 1997
1500 ejemplares
Hecho el depósito de ley
Título original:
MARÍA MANUELA ALCALÁ DE SUCRE
MADRE DEL MARISCAL
Primera edición
Puede ser reproducido total o parcialmente.
Diseño de la cubierta T. R. B. R.
Ilustración de la cubierta T. R. B. R.
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“Doña María Manuela Alcalá de Sucre, es
la madre de Antonio José de Sucre, y es la madre venerada excelsa y piadosa de
nuestro pueblo cumanés. Epígono de las madres en Cumaná”. R. B.
Nació en Cumaná, el 21 de marzo de 1761,
y murió en Cumaná, el 12 de julio de 1802.
Fueron sus progenitores, don Pedro de Alcalá y Rendón Sarmiento, y doña
Juana Jerónima Sánchez Ramírez de Arellano y Vallenilla, provenientes de
familias fundadoras de la ciudad.
“La estirpe de los Alcalá, está entroncada
con la de Don Diego Fernández de Serpa (1569), a quien le tocó levantar el Acta
definitiva de la Fundación de Cumaná. Cien años después el Capitán Juan de
Alcalá, natural de Málaga, se estableció y casó en Cumaná el 13 de febrero de
1669, con Doña Isabel Márquez de Valenzuela, y procrean a Don Pedro de Alcalá y
Márquez. Don Pedro casó en Cumaná con
Doña Andrea María Guevara y Soberanís, y procrearon a Don Diego Alcalá y
Guevara. Este casó con Doña María Isabel Rendón y Sarmiento, y procrearon a Don
Pedro de Alcalá y Rendón. Este casó con Doña Juana Jerónima Sánchez y
Vallenilla; y es de este matrimonio que nace Doña María Manuela Alcalá y
Sánchez, madre del Mariscal “. Consectario de Antonio Patricio de Alcalá y Pedro
Elías Marcano.
Doña María Manuela casó en Cumaná con
el Coronel Vicente Sucre y García Urbaneja, el 18 de diciembre de 1782. El
historiador cumanés, Don Pedro Elías Marcano, dice que este matrimonio habitó
siempre la casa de la calle la Luneta, que lindaba con las murallas del fuerte
de Santa María de La Cabeza y su patio corría hacia el barrio de San Francisco.
La ubicación que da coincide con la parcela de terreno que hoy ocupa la casa
parroquial de la Iglesia de Santa Inés, y afirma que en esa casa nacieron todos
sus doce hijos, incluyendo al Mariscal.
El acucioso historiador, publicó su
crónica sobre la casa donde nació Sucre en el bisemanario Sucre No. 27, de
fecha 11 de octubre de 1924, y nos dejó
datos imprescindibles para la ubicación de la dicha casa, dice que:
“Don Vicente de Sucre contrajo
matrimonio con Doña María Manuela Alcalá el 8 de diciembre de 1782 y desde
entonces vivieron en la casa que les pertenecía situada al pie de la colina en
que se halla el Castillo de San Antonio, que llaman “La Luneta” y en ella
nacieron sus hijos José María, Jerónimo, Vicente, Pedro, Antonio José,
Francisco, Aguasanta, María Josefa y Magdalena.
Muerta Doña María Manuela de
Alcalá, en esa misma casa, el 12 de julio de 1802, su marido Don Vicente, deseando
mudar de domicilio, la vendió al licenciado Alonso Bruzual, como lo
expresa una nota de 1804, inserta en la Instrucción Pública, periódico de esta
capital, número 14, de fecha 16 diciembre de 1898; y luego, casado en segundas nupcias con Doña
Narcisa Marques de Alcalá, en 1803, habitó la de portales que poseía cerca del
puente “Urrutia” hoy Guzmán Blanco, de la parroquia Altagracia, la cual daba
hacia el río Manzanares…”
“En medio de la guerra de independencia
la casa donde nació Sucre fue destruida por las autoridades españolas, a la par
de otras en distintos puntos. Era de
alto; su frente de 29 metros y 36 centímetros,
miraba
al Norte; y, por consiguiente, su fondo que tenía 30 metros, se extendía hacia
el barrio de San Francisco; a su lado oriental estaba la colina del castillo de
San Antonio; y al Oeste la plaza de Armas contigua al castillo de Santa María.
En su solar, que es propiedad del señor Ramón Bruzual, no se ha fabricado, como
si esperara que la Patria lo trasforme en sitio de venerable recreación, para
conservarlo como santuario de gloriosos recuerdos”.
De este matrimonio entre don Vicente y doña
María, procrearon 12 hijos, según confiesa el mismo don Vicente, en su
testamento. Veamos:
“Segundo: Declaro que fui casado
en primeras nupcias con Da. María Manuela de Alcalá, de quien tuve Doce hijos,
los tres murieron en nuestro matrimonio y por su fallecimiento quedaron José
María, María Josefa, María Aguasanta, José Gerónimo, José Vicente, Pedro José,
ANTONIO JOSÉ, José Francisco y María Magdalena de los cuales solo viven José
María, José Gerónimo y Antonio José; que teniendo que pasar a segundas nupcias
con Da. Narcisa Márquez, hice Inventario
y Avalúo de los bienes que quedaron con citación del procurador de
menores con acuerdo del Tribunal, de sus
resultas correspondían a mis hijos diez
y seis mil pesos, y a razón del uno mil
setecientos setenta y siete pesos, seis reales y medio, de los cuales han recibido sus legítimas José
María, María Josefa en una esclava y prebendas
cuatrocientos pesos, y en plata y en muebles trecientos pesos; José Gerónimo
y Antonio José han tomado su a ver por entero; José Vicente, mil pesos;
y Pedro José setecientos en plata y trecientos en un negro nombrado Tomás; José Francisco y Maria Magdalena no tomaron
nada; Aguasanta tomó en su haber
materno“. Copiado textualmente.
Este connubio duró poco menos de 20 años
y fue muy provechoso para ambas partes; las dos familias gozaban de envidiable
posición
social, tenían propiedades y muy buena renta y habían heredado cuantiosos
bienes.
Como familia principal de la ciudad de
Cumaná, capital de la provincia de Nueva Andalucía, también gozaban los Sucre
Alcalá, de fueros reales, y eran los anfitriones por excelencia de la sociedad
capitalina, pero también eran los que enfrentaban las situaciones dramáticas a
las que estaba acostumbrado su pueblo.
En el caso de Don Vicente, no solo por
su grado de Coronel del Ejército Real, sino por su estirpe aristocrática, por
su riqueza y por ser nieto del Marqués de Preux, Gobernador y Capitán General
de las provincias de Nueva Andalucía, Margarita, Barcelona y Guayana; y por sus prorrogativas, en aquella sociedad
mantuana de la Cumaná de finales del
siglo XVIII y principios del XIX, cuando nos visitan el investigador sueco
Pitor Löfling que se hospeda durante 10 años
en la casa de su primo político don José Sánchez Alcalá y lu7ego también
llegan a Cumaná el sabio barón Alejandro de Humboldt y Aimé Comprando, que la
dan a conocer al mundo las maravillas naturales de la provincia, y en la cual
brillaban personalidades muy destacadas; además del gobernador y Capitán
General don Vicente de Emparan y Orbe, que
podemos mencionar algunas como al eminente sabio Dr. José María Vargas; el
inigualable maestro Fr. Cristóbal de Quesada,
el bondadoso Fr. Antonio Patricio de Alcalá, el ingeniero Isaba Oliver,
don Bartolomé Bello, el Dr. Carlos de Pozo Sucre, entre otros; así como Las familias Sucre, Alcalá, Bermúdez de
Castro, Berrizbeitia, Rojas, Ortiz,
Serpa, Vallenilla, Cova, Mayz, Arellano,
Rendón, Ramos, Gual, Graü, Guerra, Martínez Alemán, etc. Imaginemos a Cumaná gobernando aquel
egregio patricio que fue don Vicente de
Emparan y Orbe, la ciudad en pleno
desarrollo económico y social, con un puerto entre los más importantes del
continente, y entonces veremos caminar por estas calles a doña María Manuela
Alcalá de Sucre, de la mano con la otra María Alcalá de La Guerra, fundando la
escuela, el hospital, ayudando a rescatar a Cumaná de las ruinas que dejó el
terremoto de 1797, de la peste que se desató en aquellos días de agonía,
sembrando bondades entre los niños y parturientas y llevando auxilio a los
enfermos.
Pensemos en ese terrible terremoto de 1797, la ciudad desolada, la
reconstrucción de los templos y de los barrios, como el de Altagracia y el de
Chiclana, como lo describe Humboldt. ¡Cuánto sacrificio y cuanta bondad derramada
entonces por aquella mujer!
Don
Ángel Grisanti nos dice de ella: “Doña María Manuel Alcalá de Sucre, según
hemos apuntado ya, se distinguió por su caridad para con los pobres. Tenía
señalada predilección por las mujeres en estado de gravidez. ¿Era ese cuidado
solicito que les prodigaba a estas infelices faltas de recursos y a sus criaturas
por venir, un presentimiento de la orfandad en que iba a dejar a sus propios
hijos?
Lo cierto es que, al saber doña María Manuela
que una pobre mujer estaba encinta y carecía de los medios para dar a luz y
mantener a sus criaturas, enviaba donde ella a uno de sus hijos, de unos siete
años de edad, de índole dulce y apacible, con el recado de que viniese a su
propio hogar; y, ya aquí, le prodigaba las más tiernas recomendaciones y la
equipaba de cuanto necesitaba para su feliz alumbramiento.
Doña María Manuela, fue una mujer de
temple, de tal palo tal astilla, de ese vientre prodigioso salieron esos 12
hijos guerreros, amantes de su pueblo, cuyo camino no podía ser otro que el de
brindar su vida por la libertad y la felicidad de su pueblo.
Anfitriona por excelencia, le correspondía atender en aquella sociedad, cuya cultura nadie discute:
las veladas, el teatro, la música clásica,
y las delicias de la vida social, los baños en las playas y ríos de la
Cumaná risueña de aquellos tiempos, la buena mesa, donde se degustaban los
maravillosos vinos españoles y franceses, y las chuchearías que venían de
contrabando de las islas del Caribe mar, que formaban parte del comercio diario
entre nuestros pueblos caribeños; en ese ambiente se desarrollaba la majestad
de Doña María Manuela, que, además de ser una esposa ejemplar y enamorada, fue
buena ama de casa, cuyas obligaciones nunca abandonó, en su caso muy particular
por su salud, conjuntamente con su prima hermana María de Alcalá, atendía al
templo de su religión, a los enfermos, a los niños pobres, a
los
humildes, al pueblo, y es conocida su largueza en las cosas piadosas, sobre
todo en los tiempos del arcediano Antonio Patricio de Alcalá, de los hermanos
Quintero, del padre Botino, de Blas de Rivera, a los cuales secundaba en sus
altos propósitos, por ser lo mejor que ha dado el clero cumanés, de todos los
tiempos.
Estas dos mujeres, el padre Alcalá y el
gobernador Emparan, se dan la mano para fundar y construir el hospital de
Caridad y la escuela para los niños pobres; pero no era tan fácil educar en
aquella época, lo más difícil era recoger y repartir los niños todos los días,
lo cual hacían con infinito amor.
Su corta y estoica vida, transcurrió de parto en parto, pacientemente,
dentro de su familia rica pero austera. El Todopoderoso le evitó el calvario de
presenciar o vivir el sacrificio y muerte de sus hijos. Dios se la llevó a
tiempo.
Es indudable que Doña María Manuela,
recibió una esmerada educación, sobre todo para ser esposa y madre ejemplar, y
ella, dotada de extraordinaria sensibilidad, dedicó su amor a su familia y a su
pueblo, amó y respetó a su esposo, al cual entregó su vida y su último aliento;
amó tiernamente a sus hijos, los educó
bajo la tutoría de los mejores maestros de la Cumaná de entonces, que se
distinguía por su cultura, como lo atestiguan Humboldt, Depons y el Consejero
Lisboa, entre otros: ella misma desde la
preparación de los bautizos hasta su escolaridad, los llenó con su amor
infinito, los llevaba a la escuela episcopal de la Iglesia del Carmen, contigua
a su casa, y después a la escuela episcopal del Convento de los Franciscanos,
donde todos estudiaron gramática y latín;
y como ella misma había recibido una educción esmerada, también
colaboraba intensamente en su casa en las tareas de aprendizaje; al principio
enseñándoles las oraciones, después en la preparación de los bautizos y las
comuniones, tarea esta, que la señalaba por su dedicación, que no solo prestaba
a sus hijos sino que colaboraba con las demás damas de la ciudad y del pueblo,
que tenía en ella una colaboradora infatigable; aunque no pudo completar esa
tarea como hubiera querido, por su
temprana muerte, que lloró todo el pueblo de Cumaná como nunca lo había hecho.
Es, pues evidente que llamó en
su auxilio a los mejores preceptores para la educación de sus hijos, y, también
se sabe que los mandó a la escuela graduada, y a la escuela Superior de
Matemáticas de don José Joaquín Pineda,
y ya sabemos, que en ese tiempo, en la ciudad se impartían las clases de
gramática, aritmética, latín, filosofía y teología superior, del padre Blas de
Rivera, y por supuesto, María Manuela,
no perdería esa oportunidad para la superior educación de sus hijos; y
nosotros, no dudamos de que la aprovechó, y entre los alumnos de esa
institución creada y autorizada por Real Cédula, estuvieron sus hijos.
No es difícil, pues, señalar que los hijos de María Manuela Alcalá de Sucre,
asistieron a la escuela regular y cursaron bajo su tutela, algunos de ellos con
éxito, toda la primaria y la secundaria, pues los resultados así lo demuestran.
María Manuela Alcalá de Sucre, debe ser coronada como la madre ejemplar
de la ciudad de Cumaná, “MADRE DE CUMANA” y así debería ser representada en
bronce, para que todas las generaciones por venir, la veneren y le rindan
tributo, el día de su natalicio, 21 de marzo, todos los años.
mucho q aprender de esta abnegad madre y excepcional mujer... muchas gracias por esa valiosa informacion
ResponderEliminarBuenas tardes, tiene fotos de esta insigne dama.
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