RAMÓN BADARACCO
CRÓNICAS DE CUMANÁ
SEGUNDO TOMO
CUMANÁ – 1995
Autor: Tulio
Ramón Badaracco Rivero
Que firma, Ramón
Badaracco.
Cédula de
Identidad No. 514083 -.
Prólogo:
MARIO TORREALBA LOSSI
Copyright R.
B. 2013
CRÓNICAS DE
CUMANÁ
Tomo II
Primera edición
1995
Publicado en
el Periódico PROVINCIA
De la ciudad
de CUMANA - 1997
Puede ser
reproducido total o parcialmente.
Diseño de la
cubierta R. B.
Ilustración
de la cubierta R. B.
Cronista40@hotmail
.com
Telf.
0293-4324683 – cel. 0416-8114374
A mis padres
Marco Tulio Badaracco
Bermúdez
Y
Maria Providencia Rivero
Morales
Pág. 3
No. 20.
EL VIEJO MERCADO COMO TEATRO.
En 1908, el empresario era Don Ramón Eduardo Ortiz, y los críticos,
que formaban fila en el periódico de Don Federico, eran eminentes maestros y
escritores, como José Maria Milá, Silverio González Juan Miguel Alarcón y
Domingo Badaracco, conservo una crítica de “La Tosca”, que demuestra el
conocimiento de aquellos cultores, aparentemente improvisados, y de la cual
recojo algunos aciertos:
Ema Soler, enfermó de gravedad en Cumaná, creando angustia y temor en
el pueblo, que llegó a amarla; y fue atendida debidamente por el eminente
médico cumanés, Dr. J.C. Rivas Morales, luego miembro honorable de la Academia Nacional
de Medicina. Ella se despidió acongojada
de Cumaná, donde quería permanecer, y lo hace con llanto contenido y el corazón
palpitante de emociones; en su declaración a la prensa lo dice todo:
“Ema Soler se despide especialmente de las personas de quienes ha
recibido servicios y demostraciones de simpatías y amistad personal en esta
ciudad, y, en general del público que con tanta sinceridad y entusiasmo la ha
prodigado aplausos repetidos en su modesta carrera de artista. Gratísimo recuerdo lleva de la gentil y
espiritual Cumaná, tan dada siempre acciones generosas y levantadas, y de
renombre histórico, por las virtudes y las glorias de sus hijos y héroes
legendarios. Siente satisfacción en
manifestar, que donde quiera que vaya arrastrada por el amor que profesa al
arte, siempre tendrá presente la duda de gratitud que, por solícitos cuidados y
esmerada asistencia, y por multiplicadas pruebas de aprecio y de cariño, tiene
íntimamente contraída con el noble culto y caballeroso pueblo cumanés. 4 de mayo de 1908. Ema Soler”.
También publicó el bisemanario
una carta del empresario Ramón Eduardo Ortiz, en la que manifiesta su
agradecimiento, tanto al Dr. Rivas Morales, como al Dr. Rivas Maza y al Dr.
Jesús Sanabria, que la rescataron de una muerte segura.
Pág. 4
No. 21.
LA PLACITA RIBERO,
HOY PLAZA BADARACCO.
Esta plaza
se construyó en el solar de la Plaza de San Francisco frente al convento de los
franciscanos de Cumaná, y en el centro se destaca el busto en bronce del Dr.
Domingo Badaracco Bermúdez y un monolito que honra la memoria del mártir cariaqueño,
coronel José Ribero
La plaza fue construida en el terreno abandonado de la plaza de San Francisco,
que durante la Colonia fue la Plaza Mayor de la ciudad. El gobierno del general Zoilo Vidal, puso
empeño en rescatarla y acometió un proyecto presentado por el ingeniero Bartolomé
Milá de La Roca, en 1912. La plaza tuvo días de júbilo y jubileo, en ella se
celebraban fiestas patrióticas y la banda Acosta que luego se llamó La banda Libertad,
amenizaba y ponía el toque de gracias a esas festividades.
Esta Banda bajo la batuta del gran maestro de la música cumanesa, don
Benigno Rodríguez Bruzual, llenó de alegría por muchos años a nuestro pueblo, tenía
sus días para presentar su magnífico repertorio en las famosas retretas.
Mis recuerdos de niño siempre traen a mi mente una dulce añoranza.
Tengo escrito un libro de cuentos, que es una lástima que no haya podido
publicarlo nunca. Cuando yo era un carricito los guayacanes ya eran viejos;
formábamos pandillas para treparlos como monos, luego a jugar trompo, pichas,
guataco y policía librado. Era un solar lleno de pájaros y muchachos, escenario
de nuestros combates, de las alegrías y las penas. Nos divertíamos con el
policía: al de la mañana lo llamábamos “Bigotelibro”, y el de la tarde era “El Señor
Molina”; el primero nos perseguía hasta las faldas de “Cerro La Línea”, allí
nos atrincherábamos y lo atacábamos con nuestras infaltables chinas, usando
como proyectiles las frutitas pegostosas de las matas de Chica. El segundo
policía llegaba a la tardecita, se recostaba del poste y hacía como que
vigilaba, así lo sorprendió y amarró, mientras dormía, el terrible Luis José Chópite.
En la plaza instalaron dos postes con sendas luminarias, que nos
atraían como a las mariposas; y en el centro estaba “La Pilita”, fuente
hermosísima rodeada de barandas de bronce, que nos servían de asiento para
mirar a las niñas jugando y bailando. La pilita era un cercado redondo lleno de
flores con una fuente en el medio. Refrescaba mucho con sus lirios en perpetua
floración, y los muchachos respetábamos ese lugar sagrado. No recuerdo haberme
metido en la pilita, sino una sola vez para recoger una pelota.
Los inmensos robles servían para que Pichofué, demostrara sus
habilidades, pasando de rama en rama como un mono. Arriba pasaba las horas,
mientras la Maestra Inés
Meaño (Ñeñé), le gritaba y gritaba, que se bajara. En el recuerdo se me enredan
los nombres de la muchachada: Los Minguet, De La Rosa , Bruzual, Sanabria,
Torres, Juliac, León, Suárez,
Inserny, Carballo. Tavera, Fuentes, Acosta, Moi, Carmona, Villalba,
Inserny, Lares, Madrid y Madriz, Miranda, Briceño, Acosta, Guerra, Olivieri,
Ciliberto, hasta René Losada, la viuda de Reny Ottolina, formaba parte de esa
muchachada de mi generación, cuyo único escenario era la placita y el río. Esa
vida terminaba a las 8:30 p.m., cuando desde el Castillo de San Antonio tocaban
Diana y la placita se vaciaba, algunos se quedaban hasta el toque de silencio a
las 9:00 p.m., luego quedaban las sombras y los fantasmas.
Pero la historia de
la placita Ribero, no fue siempre como la vivimos los muchachos de mi generación,
un cuento color de rosa; nuestros padres nos contaban los acontecimientos
gloriosos que allí sucedieron, tanto los del Convento de San Francisco, como
los de la tétrica Inquisición y del Coronel Ribero, que le da nombre a la
placita.
Era joven moreno oriundo de Cariaco, altivo y hermoso. Cariaco, ciudad
que tenía el rimbombante nombre de ¨San Felipe de Austria¨. cuyo nombre originario
era Guarabera, la capital del reino de los Caribes Tiaos; donde nació
Yasoarayta, la Ditaina; el formidable pueblo que le dio tantos héroes civiles y
militares a la Patria ;
el pueblo de José Francisco Bermúdez, llamado José Francisco Pueblo y
Estanislao Rendón, llamado el Egregio Demócrata.
El Fusilamiento de los coroneles José Ribero
y Carlos Peñalosa.
El pueblo de Cumaná,
lleno de tradiciones nunca podrá olvidar el fusilamiento del Coronel José
Ribero, cuyo nombre honró la Plaza de San Francisco, él fue un guerrero
inmortal que ofrendó su vida, en plena juventud, por la libertad de su pueblo.
Desde temprana edad se le encuentra al lado de Mariño, sobresalió en
Guiria y Maturín, y también a las órdenes de Bernardo Bermúdez y Piar. Para
1814 acompaña al victorioso Mariño, llamado por Bolívar, a la
campaña del centro que luego terminó con el desastre de la batalla de
La Puerta y la triste emigración.
Ribero regresa la zona Oriental con el mismo Mariño. Es la hora de
Boves, en su campaña infernal y depredadora, llega y vence en Barcelona y
avanza sobre Cumaná, y con una fuerza superior en todo, derrota al invicto Carlos
Manuel Piar, en la batalla de El Salado; entra a la ciudad el 15 de octubre de
l814, y la llena de luto y espanto. Sus atrocidades hicieron olvidar a los
bárbaros Zuazola, Cervériz y Antoñanza. Los Patriotas se repliegan, Domingo
Montes, Jesús Barreto, los Monagas, mantienen el pabellón patriota en las
sabanas de Maturín. Barreto, el heroico hijo de Cumanacoa se hace fuerte en las
inmensas llanuras donde es invencible.
Mientras tanto el
Coronel Ribero, se ha ganado su grado heroicamente, siempre al lado de los
Libertadores de Oriente; al lado del General Santiago Mariño, gana en cada
batalla un jalón; y en el último en 1815, en Punta de Piedra, resiste con sólo
150 hombres, la embestida del Sargento Mayor de Dragones, Miguel Domínguez,
jefe realista que lo derrota con un ejército tres veces superior; entonces se
retira hacia Caño Colorado, cae en una emboscada y lo hacen prisionero; es
traído a Cumaná y mediante un juicio sumario ordenado por don Pablo Morillo, es
condenado a muerte.
En las primeras horas
de la mañana de un día lluvioso, el 27 de septiembre, desde el campanario de la
capilla de la
Venerable Orden Tercera, contigua al Convento de Nuestra
Señora de las Aguas Santas, que así es el nombre de la casa mayor de San
Francisco, comenzó el repique de campanas; el pueblo había sido convocado para
el fusilamiento. Desde Cariaco había llegado toda la familia del Héroe, sumida
en profundo dolor y santa impotencia. A Ribero lo trajeron desde el Castillo de
San Antonio, en cuyas mazmorras pasó sus últimos días; venía amarrado,
escarnecido, pero altivo sin jactancia, lo acompañaba un sacerdote que había
abogado por su vida ante el nuevo Gobernador, Don Tomás de Cires, el mismo
inaudito individuo que ordenó la demolición de la bella iglesia de la Divina Pastora , y
arrasó el próspero barrio de Chiclana. ¿Cómo podía este sujeto tener piedad con
el bizarro patriota?
La plaza de San
Francisco de esa época, aunque muy importante, ya que se encontraba frente al
Convento, presentaba las huellas del tiempo,
pero era considerado el más importante de la Provincia , y, aunque
quedaban retazos de las ruinas de la Plaza Mayor, era una sabana calichosa donde
crecían los Yaques y las Cuicas, y era usada muchas veces para los festejos, la
venta de esclavos y otros eventos.
El Coronel Ribero
fue llevado hasta el centro de la Plaza. Un sargento le ordenó que se hincara
de rodillas, no quiso hacerlo, pero fue obligado golpeándolo en las rodillas
con la culata de un fusil. Rechazó la venda y mirando a sus familiares, amigos
y al pueblo, grito con fuerza: ¡Viva Mariño! ¡Viva la Libertad! Un soldado le
dio un golpe en la boca. Un murmullo recorrió la multitud. El pueblo contuvo el
aliento… Ribero estaba allí de rodillas. Por la comisura del labio inferior se
le escapaba un hilillo de sangre; sin embargo, se mantenía sereno, con esa
serenidad que da el cumplimento del deber. Atento al menor movimiento, sus ojos
buscaban a sus seres queridos, y al cruzar sus ojos, se llenaba de una dulce
alegría. Altivo, tranquilo, de frente al pelotón, atento a los gatillos, tal
vez sumido en profunda oración, convencido que al derramar su sangre contribuía
con la causa a la cual había dedicado todo. El pelotón de fusilamiento estaba
preparado. Oyó la orden… Disparen… Recibió la descarga mortal sin un lamento,
ni una queja salió de sus labios. Su boca besó la tierra que tanto amó y exhaló
su último suspiro. Cayó hacia delante y luego resbaló lentamente hasta quedar
en posición fetal. Tal vez el engreído Aldama, aquel esbirro que azotó
públicamente a Doña Leonor Guerra, le dio el tiro de gracia. Los verdugos
cumplieron con el mandato, pero ¡oh miserables!, no entregaron el cuerpo a sus
deudos, que lo imploraban. El pueblo se tragó sus lágrimas, pero dentro del
corazón creció como un árbol la sed de venganza y el deseo de ser libres. La
conciencia de una patria distinta y más justa.
No había terminado
la fiesta. Se cumplían expresas órdenes del General Pablo Morillo, que
señoreaba victorioso con sus fuerzas infinitas, y que pretendía amedrentar a los
patriotas orientales; y por ello y por escarmiento, el cuerpo del Coronel
Ribero fue descuartizado y sus restos exhibidos en Cumaná, Cariaco y otros
pueblos vecinos. Durante mucho
tiempo el cráneo del egregio soldado sirvió como bronce par el
recuerdo de su inmortalidad.
La Plaza Ribero,
antigua plaza de San Francisco, comparte hoy su nombre y espacio con el Dr.
Domingo Badaracco Bermúdez, el médico bueno, al cual el pueblo también vistió
de bronce
P.d. Debo aclarar que el apellido Ribero, del héroe cariaqueño, se
escribe con “b” labiodental, y no es un error.
Pág. 8
No. 22.
EL
PARQUE AYACUCHO
Casi todas las mañanas camino por este parque, que, a mi modo de ver,
es el más bello del mundo Todo complota para hacerlo hermoso, acogedor, inspirador,
fresco, dulce, apasionado y amado. El Río le da una tonalidad de esmeralda y en
la mañana clarísima, sopla el cálido aroma del bosque cercano y de las
serranías azules que le sirven de marco a nuestro amado pueblo.
La calzada va
siguiendo la forma del río, los bucares pintan colores al amanecer y las chaguaramas
visten el espacio con sus filosas espadas, y al fondo, el contraste
espectacular, se ve la iglesia San Inés, con sus hermosas torres plateadas que
se reflejan en el rió, que nos llaman al recogimiento y alegría del esplendor.
Este es mi camino diario. Conozco este santuario desde muy pequeño;
entonces venía a la casa de Don Francisco José Berrizbeitia, un gran señor de
esta tierra, a la que amó por convicción; siempre tengo recuerdos de Don
Francisco, formador de muchas instituciones de la ciudad, y cuya memoria sé que
a muchos de los que somos, interesa profundamente. Él construyó su casa a
orillas del río, y sembró la huerta con hermosos cocales, y nunca se arrepintió
de echarse a sus orillas para meditar sobre las cosas lindas de su pueblo,
nuestro pueblo. Al pasar
frente a su casa, lo veo en el ordeño, entre los mangos y los
nísperos, afanoso por darle vida a cada idea.
Luego sigo mi rápida caminata al lado de Diana, mi eterna compañera,
y oigo las voces de los niños entre aparatos, y la arena del jardín de jugar.
Es hermoso, todo esto, es un espectáculo maravilloso, es vivir, respirar por la
dicha de un nuevo día, sentirse vivo y saber lo importante que es la vida,
porque somos testigos del universo, los únicos testigos que tiene el creador de
todo el magno universo, y de cada hoja que cae, de cada trino escondido entre
los matorrales, eso somos y por ello importamos mucho; luego sigo hasta ver el
bronce del Mariscal, que juega airoso contra el tiempo, y que nos dice a cada
instante que nuestro noble pueblo tiene su historia y que esa historia no
morirá nunca, que es bueno que la recordemos y le demos sentido a nuestra vida,
que es muy importante vivir en este suelo de los milagros que se repiten
incesantemente, porque somos sangre de esa misma vertiente.
Entonces es cuando pienso que Antonio José de Sucre no debería estar
sólo, que en este parque deben estar sus compañeros de treinta batallas, los de
Pichincha y Ayacucho, y que deberíamos erigirles sus bronces a esos denodados
soldados que no les importó derramar su sangre en suelos lejanos, más allá del
amor familiar, de las lágrimas maternales, de los gritos de los niños
huérfanos, es a ellos a los que debemos tanta historia grata y buena fructífera
y tanta gloria. Cuando los salvemos del olvido, entonces, sólo entonces
habremos cumplido con el Mariscal.
Este parque hermosísimo, que hemos cuidado con esmero, y en el que no
hemos escatimado esfuerzo para adornarlo, y por si les falta la memoria, allí
están sus fuentes luminosas y el Museo, que es la casa de Sucre, la única casa
que tenemos por ahora, que ha sido hermoseada mediante una inversión
importante, y puesta a nuestro servicio. ¡Qué bella ha quedado! ¡Eso nos gusta
y nos sentimos orgullosos de decirlo,
porque hay que decir estas cosas con franqueza, y no es fácil lograr
lo que se ha logrado, sobre todo en estos días de angustia, donde el pan se
hace
terriblemente necesario, pero “no sólo de pan vive el hombre!, para
vivir y sentirnos vivos, necesitamos de las cosas bellas, de las cosas que dan
sentido a la vida, y una de estas cosas es la casa de Sucre, aspiración íntima
de los Sucrenses.
Sin embargo, es necesario extremar el cuidado del parque, hay cosas
que no marchan bien, la reparación de su prolongación luce abandonada; los
jardineros no están cumpliendo cabalmente, se ven plantas maltratadas y otras
secas que no son reemplazadas, y el sistema de riego no funciona. No sé si yo
estaré exigiendo demasiado, pero me preocupa esta situación y debo decirlo para
que se tomen medidas lo más rápido posible. El parque es uno de los tesoros de
Cumaná, como el parque María Luisa en Sevilla, así debemos sentirlo y cantarle.
Entonces, sólo entonces, habremos cumplido con el Mariscal.
Pág. 11
No.
23.
LA
CUNA Y LA TUMBA DEL GRAN MARISCAL DE AYACUCHO CUMANA Y QUITO.
Por Pedro Elías Marcano.
En el actual momento cuando el Continente
se pone de pies ante la evocación heroica que levanta la proximidad del
Centenario de la Batalla de Ayacucho, cobra particular interés el siguiente
artículo.
Don Pedro Elías Marcano es un viejo escritor
de historia Patria, admirador del Libertador y de los grandes hombres de
nuestra epopeya.
Actualmente edita en Cumaná un libro
que aparecerá en los días centenarios,
LA CUNA
Para
el año 1790 habían nacido los que fueron después Generales en Jefe de la Gran
Colombia, menos el más joven que, con estruendos heroicos y generoso
comportamiento fraternal selló la Independencia de Sur América
Por
más de un siglo generalmente se ignoró la casa en que tuvo lugar el nacimiento
de Sucre, acaecido en esta ciudad el 3 de febrero de 1795, como que los
coterráneos de su época e inmediatos antecedentes se descuidaron en hacer del
dominio público éste y otros pormenores históricos que mucha labor ha costado
en nuestros días para conocerlos y trasmitirlos a la posteridad.
En
no lejana ocasión se promovieron solicitudes a este respecto, y de todas ellas
no se produjo conclusión favorable, bien por falta de detalles que
contribuyeran a dilucidar rotundamente la cuestión, o porque de los datos
obtenidos se desconfió en que saliese esclarecida la verdad. Pero revividas hoy a instancia nuestra esas
solicitudes y en posesión de los informes suministrados por parientes de Sucre
y por personas ancianas, ya fenecidas como Doña Carmen Alcalá de Vigas, Doña
Trinidad Bermúdez de Berrizbeitia y Doña María Rosario Sucre de Sucre, hermana
del Mariscal, podemos congratularnos de haber alcanzado nuestro propósito
demostrándolo con el relato que aquí dejamos consignado.
Don Vicente de Sucre contrajo matrimonio
con Doña María Manuela Alcalá el 8 de diciembre de 1782 y desde entonces vivieron
en la casa que les pertenecía situada al pie de la colina en que se halla el
Castillo de San Antonio, que llaman “La Luneta ” y en ella nacieron sus hijos José María,
Jerónimo, Vicente, Pedro, Antonio José, Francisco,
Aguasanta, María Josefa y Magdalena.
Muerta Doña María Manuela de Alcalá, en esa
misma casa, el 12 de julio de 1802, su marido Don Vicente, deseando mudar de
domicilio, la vendió al licenciado Alonso Bruzual, como lo expresa una nota de
1804, inserta en
Otra casa que hoy es de la señora Antonia
Picornell de Aguirre, tuvo Don Vicente en la Calle de san Carlos (Calle de
Sucre) que cambió por la de alto en la calle de Belén (Calle de Montes, en el
barrio de Chiclana) Parte de las ruinas de esta última existen alrededor de la
vivienda de la señora Carmelita Fuentes, y en ella vivieron su hermano Don José
Manuel Sucre y su hija Aguasanta, esposa de don José Antonio Cortegoso.
“En medio de la guerra de independencia la
casa donde nació Sucre fue destruida por las autoridades españolas, a la par de
otras en distintos puntos. Era de alto;
su frente de 29 metros
y 36 centímetros ,
miraba al Norte; y, por consiguiente, su fondo que tenía 30 metros , se extendía
hacia el barrio de San Francisco; a su lado oriental estaba la colina del
castillo de San Antonio; y al Oeste la plaza de Armas contigua al castillo de
Santa María. En su solar, que es propiedad del señor Ramón Bruzual, no se ha fabricado,
como si esperara que la Patria lo trasforme en sitio de venerable recreación,
para conservarlo como santuario de gloriosos recuerdos”. (8
LA TUMBA
Para hallar los restos mortales del Gran
Mariscal hubo de gastarse también largas disquisiciones puesto que el Gobierno
de Venezuela en 1875, por medio de su comisionado Don Mateo Guerra Marcano, lo
solicitó del Gobierno del Ecuador para colocarlos en el Panteón Nacional de
Caracas al lado de la tumba del Libertador; y procediendo como lo requería el
caso se ocurrió a la iglesia de San Francisco de Quito, en cuyo altar mayor se
abrió la bóveda de la familia Solanda, donde aparecieron varias urnas
conteniendo una los restos de la señora Sucre, medio destruidos en tanto que
las otras estaban completamente podridas, con huesos carcomidos, sin que se
pudiera conocer a quien pertenecían.
Practica las nuevas diligencias por el
Gobierno Nacional para traerlos a Caracas durante los preparativos de la
Apoteosis de Sucre, con motivo de su primer Centenario, resultaron igualmente
infructuosos; y por fin, después de otras investigaciones, cuando casi se había
perdido toda esperanza de conseguirlos, fueron hallados en la Iglesia del
Carmen Moderno de la ciudad de Quito, el 24 de abril de 1900, y trasladados
solemnemente a la Metropolitana donde reposan en artística urna funeral.
(1) Este edificio vino a menos por efecto del
terremoto de 1853; en su lugar fabricó el señor Juan de La Cruz Meaño una casa,
que es del señor Santos Berrizbeitia, y cuatro cuartos que pertenecen a la
sucesión del mismo Meaño.
Pág. 13
No. 24.
LA CALLE SUCRE ANTIGUA CALLE DE
SAN CARLOS.
Es una de las calles más antiguas y emblemáticas de
Cumaná; en la colonia era la calle de San Carlos. Se extendía por cinco
manzanas, que corresponden a las que van de la iglesia de Santa Inés hasta el
final de la plaza Pichincha, donde quedaba el Convento de los Dominicos
fundadores de la ciudad y el mercado colonial; después de 1622, se extendió
hasta la iglesia de la Divina Pastora, en el barrio de Chiclana; y continuo su
desarrollo por la vía que va para Carúpano. Hacia la parte del barrio de San
Francisco, en los primeros mapas, aparece aislada por una
vertiente del cerro de Quetepe, que llegaba hasta el Río. Desde 1622, demolido
el cerro de Quetepe por ese lado del río, se empalma por la calle de San
Carlos, con la que comienza en el Convento de San Francisco, y va hasta el
antiguo mercado y el convento de los Dominicos, y para 1775, ya era la arteria
principal de la ciudad que unía desde el Convento de los franciscanos hasta el
rico barrio de Chiclana y la bella iglesia de la Divina Pastora.
Esta calle, la principal de la ciudad colonial, debemos
señalar, por su importancia, que en el
sector del barrio de San Francisco,
pegada al convento estaba el edificio del Tribunal Eclesiástico o Inquisición,
luego la casa de los Badaracco, conocida entonces como Palacio de las
Conchas; unas cuadras adelante estaba el
fuerte de Santa María de la Cabeza, que tenía a sus espaldas el hermoso templo
de la Virgen del Carmen, que puede verse en mapas desde 1775; que después de
1853, reconstruido se llamó Santa Inés; pasando la casa del Dr. Luis Daniel Beuperthuy,
donde está hoy el Museo Antropológico, está la casa del poeta José Antonio
Ramos Sucre y al frente de ella esta la casa de gobierno desde la cual
despachaba el General en jefe José Francisco Bermúdez, esta casa fue destruida
para darle vista al fuerte de Santa
María de La Cabeza; luego, en lo que es
hoy la Plaza Bolívar, se levantaba el Teatro Silverio González, y al frente de
él, la Casa Presidencial ,
que fue anteriormente la casa de familia de los Almandoz; luego le sigue la
casa natal del poeta Andrés Eloy Blanco y al frente de ella, la casa de Don
Jayme Mayz, donde mataron al general en jefe José Francisco Bermúdez, el 15 de
diciembre de 1831, en cuyo solar, construyeron en 1924, el Museo Gran Mariscal de Ayacucho, que se
arruinó por defectos de construcción en 1928, y sucumbió totalmente en el
terremoto de 1929; frente al convento de los dominicos, que fue iglesia Matriz,
estaba el mercado colonial de Cumaná.
El Salón de Lectura Armando Zuluaga Blanco, que da frente
a la plaza Pichincha, se terminó de construir en 1937, lo inicio Francisco
Aristeguieta Badaracco y lo concluyó el Dr. Alberto Díaz; la plaza Pichincha
fue construida por el presidente Zoilo Vidal, con un busto en bronce del
Mariscal, atribuido a Teneranni. Después de la construcción de la Av. Gran Mariscal, que
inició el General Juan Alberto Ramírez en 1924, la calle Sucre unida a ella,
forma una sola vía que no se detiene y se convierte en la ruta que llega hasta
Güiria. Familias importantes han vivido
en esta calle: Los Ramos Sucre, Blanco
Meaño, Badaracco Bermúdez, Aristeguieta Sucre, Silva Zabala, Inserny, Minguet
Barrios, Carrera, Rodríguez Briceño,
Acosta Rodríguez, Mariani, Sisco, Ponce Córdoba, Madriz Sucre, Minguet Barrios,
Guerra Olivieri, Núñez Morales, Bruzual
Núñez, Gómez Rivero, Llamosas, Delgado Valderrama, De La Rosa Bruzual , Bruzual Sanabria, Bruzual Rivas, Bruzual
Bermúdez, Espín, Acuña Montistruqui,
Guerra Rafalli, Beauperthuy, Lares Rivero, Berrizbeitia Guillen, Berrizbeitia Carrera,
Berrizbeitia Bermúdez de Castro, Ponce Córdoba, Suarez, los Fuentes Madriz, Los
Falcón, Milá de La Roca ,
Morazzani Boscheti, Suárez, Gómez, Lares,
Rivero, Losada, Acuña Himiob, Rodríguez Cerboni, Subero,
Días Saud, Seitife, etc.
Actualmente en esta calle, que nace en la plaza Badaracco
o Ribero, y es el cordón umbilical de la ciudad colonial, está y han estado una
serie de casas y edificios que conservan la misma disposición de su larga
historia: la iglesia de Santa Inés, la
patrona de Cumaná, las ruinas del fuerte de Santa María de La Cabeza, el Despacho del Gobernador, varios hoteles,
posadas y negocios, edificios modernos, dependencias gubernamentales, las dos
emisoras de radio tradicionales “Cumaná” y “Sucre”, dos estaciones de servicio
o bombas de gasolina, la esuela Normal Pedro Arnal y la U.E. República
Argentina, en sus mismos edificios de la época de Medina Angarita; el
restaurante El Colmao, el Jardín y Bar
Sport, Salón de Lectura Armando Zuluaga Blanco,
Plaza Bolívar, Plaza Pichincha, cine Pichincha, la sede la Universidad Abierta
(UNA), la casa de Cultura José Antonio
Ramos Sucre, la casa de cultura Andrés Eloy Blanco, la sede del diario Siglo
XXI, la U. E.
Hogar Azul, el Hotel Astoria, La Cazuela , la dirección de Turismo del Estado, el
Museo Antropológico, la posada San Francisco, una moderna Estación de
Servicios, y este año se inauguró el
restaurante francés “Jardines de Sucre.”. Si insistiéramos en la historia de
esta calle y de cada familia podríamos escribir un buen tomo. Lo pensaremos.
Pág. 16
No. 25
LA CALLE DEL COMERCIO HOY GENERAL ARMARIO, y
perfil del héroe GENERAL AGUSTIN ARMARIO GONZALEZ
A la
antigua calle del Comercio de Cumaná, después del terremoto de 1929, se le dio
el nombre del General Agustín Armario, héroe valiente oriundo de Puerto
Cabello, hijo de don Agustín Armario y de doña Agustina María González; casó en
Cumaná, donde se había establecido después de la Independencia , en
1821. Casó con doña Josefa Manuela Cova de Alcalá, con la cual procreó cuatro hijos
cumaneses. Su hija María de Jesús, casó con don Julián Llamosas, de cuya unión
nació el gran músico cumanés, don Salvador Llamosas. Se le tiene por hijo
adoptivo de Cumaná, porque hizo lo mejor de su vida militar en esta provincia.
Armario
fue marino desde su nacimiento: en 1813 participa en la formidable y
decepcionante batalla fluvial de Sorondo, en el inmenso Orinoco; en ese mismo
año forma parte de los 45 que acompañan a Mariño desde Trinidad, y continuó en
la gesta independentista a su lado, en la liberación de la antigua provincia de
Nueva Andalucía –Cumaná, Barcelona, Maturín y Nueva Esparta, vieron brillar su
espada libertadora.
Armario va
al exilio en 1814, está en el sitio de Cartagena bajo el mando de Bermúdez,
pasa a Haití y regresa en la expedición de los Cayos bajo el mando de Bolívar.
Combate en Los Frailes, frente a Margarita, y en la toma de Carúpano, el 2 de
junio de 1816. Supo de las victorias contra los españoles en Bocachica,
derrotando a Boves; y, el amargo sabor de la derrota en La Puerta , contra el mismo
Boves, bajo las órdenes de Bolívar, y va con él a la campaña de Guayana y a la
formación de la Gran Colombia.
Luego bajo las órdenes de Bermúdez en 1821 participa en la liberación
definitiva de Cumaná. En ese mismo año desempeña la Jefatura de Armas
de Carúpano.
En 1827 fue jefe del
fuerte de Puerto Cabello, una de las plazas más importantes de la nueva
República.
Después de
la independencia participa activamente en el movimiento separatista venezolano.
Representa a Cumaná en el Congreso Constitucional de 1831 con el empleo de
Senador. Murió en Cumaná, este gran
soldado de la Patria, el 14 de agosto de 1833, reconocido por todo su pueblo,
como Senador, y con el grado de General de Marina. Cumaná lo acogió como otro
de sus héroes más apreciados.
Esta antigua calle fue destruida por el terremoto de 1929, y se
encomendó su reconstrucción al maestro constructor Martín Pascual y a su
ayudante de primera don Dionicio Arismendi.
En el periódico SUCRE, de Cumaná, No. 479, de fecha 9 de octubre de
1929, aparece una nota que dice textualmente
“Una obra útil de práctica necesidad para esta capital ha sido
emprendida desde el día 14 del corriente -14-10-1929- Nos referimos al corte que se le está dando a
la manzana Norte de la calle del Comercio, y a las que se contrae las dos
comunicaciones que publicamos en esta misma página y que leerán nuestros
lectores”.
“Muy buena disposición encontró la comisión designada al efecto en
los propietarios de las casas que van a sufrir el corte, para contribuir a esa
labor de embellecimiento de nuestra capital, cediendo algunos gratis sus
derechos y otros exigiendo pequeñas remuneraciones por los perjuicios que van a
ocasionárseles, tomando ellos más en cuenta el alto valor que adquirirán sus fincas con la amplitud y modernización de
esa calle, que es la de mayor y7 obligado tráfico en Cumaná, que el deseo de
especulación que en tales casos se despierta en quienes falto de todo
patriotismo , ven solamente la ganancia inmediata.
Nuestra ciudad ha sido edificada sin método alguno y en un plano tan
único quizá para haber levantado una población verdaderamente bella, cómoda,
amplia con calles anchas y plantadas de árboles se ha construido un laberinto
de ángulos, recodos, taponamientos que salvo la
avenida Bermúdez a Puerto Sucre, todo está reclamando la Ordenanza
Municipal para su alineación y arquitectura urbana.
Sucre celebra entusiastamente, la obra emprendida que confía en que
se realizará sin inconvenientes, con la buena voluntad de todos, para bien de
Cumaná. Y envía sus felicitaciones a la Junta de Socorro, que con la aprobación
del Ejecuti8vo Regional, ha realizado uno de sus más vehementes anhelos
Veamos, en relación con este trabajo, las notas del Ejecutivo del
Estado.
JUNTA NACIONAL DE SOCORRO Cumaná 5 de octubre
de 1929.
Ciudadano Secretario General en ejercicio de la Presidencia del
Estado Sucre.
Presente.
La Comisión nombrada por el Ejecutivo del Estado Sucre para estudiar
el plano de ensanchamiento de la calle del Comercio de esta ciudad, después de
haber presentado su proyecto a principios del mes de agosto próximo pasado al
Ejecutivo según su información, se ha dirigido a esta Junta presentando su
presupuesto y en solicitud de nuestro apoyo para proceder a la obra como ya
antes se había tratado. En sesión de anoche se resolvió acceder al buen propósito
de dicha omisión que es ayudar a los dueños de las casas de la acera Norte con la suma de CUARENTA Y CINCO A CINCUENTA
MIL BOLÍVARES repartida en proporción, para que cedan los metros suficientes al
ensanche de la calle que será la mayor arteria de tráfico comercial de la
ciudad” y siendo esta idea de importancia vital para la población, dados los
grandes peligros que acarrean calles estrechas en casos de terremotos, la Junta
que me honro en presidir aprobó y dio su voto de aplauso al proyecto en
referencia y en vía de consulta se dirige a
Ud. con el fin de que nos dé
su opinión al respeto para proceder a hacer la erogación necesaria al
impartirle su aprobación. Con toda consideración soy de Ud. Atento y seguro
servidor
Manuel; M. Fuentes. Estados Unidos de Venezuela- Estado Sucre Poder Ejecutivo.
Cumaná 8 de octubre de 1929. 120º y 71º
No. 220
Ciudadano de la Junta de Socorro.
Presente.
Ciudadano
Manuel M. Fuentes
Cumaná.
Me es grato decirle a Usted, que este gobierno da su aprobación al
proyecto de ensanche de la calle del Comercio de esta ciudad, todavía en ruinas
después de nueve meses del terremoto. La ampliación de esa vía es una obra de
verdadera necesidad y utilidad pública y por lo tanto creo muy justificada la erogación de cuarenta a
cincuenta mil bolívares para indemnizar a los propietarios la cesión de los
metros de terreno que van a hacer a favor del Municipio, para ese objeto; pero
también considero ser de inmediata conveniencia que se proceda en el acto a la
ejecución de los trabajos de ensanche y que los propietarios cedentes
construyan cuanto antes los frentes de sus casas respectivas, bajo la
inspección estricta de esa Junta y de las autoridades civiles y municipales, a
fin de que muy pronto podamos contemplar realizada esa obra de ornato público,
verdaderamente útil para la capital del Estado.
Dios y Federación
Pedro Pablo Montenegro.
Pág. 19
No.- 26.
LA AVENIDA BERMÚDEZ.
Varios alumnos de diferentes instituciones me han
consultado sobre la avenida Bermúdez; entonces he reunido varias notas sobre el
tema y ha salido una buena crónica. Espero que les sirva.
La avenida Bermúdez la inició, el Capitán General
Pedro José de Urrutia, del cual tenemos algunos datos biográficos y una crónica
sobre su gobierno.
Don Pedro de
Urrutia fue un gran constructor, se ocupó de las deficiencias de los fuertes y
las iglesias; construyó la Iglesia de Altagracia en la plaza Guaiquerí, 1772,
que se mantuvo por 91 años siendo la más importante de la ciudad, hasta 1853
que la arruinó el terremoto de ese año.
También inició la avenida que llamó de “La Marina ”, en 1769, que
después se llamó Calle Larga y por último avenida Bermúdez; también construyó
el puente de madera que llevó su nombre, el primer puente sobre el Manzanares,
que se inició en 1766, y que sirvió hasta 1875, fecha en que fue completamente
restaurado durante el gobierno de Guzmán Blanco, y se sustituyó el nombre
original, por el del general Guzmán Blanco, con el cual lo conocemos.
El puente
fue una estructura de madera, la primera sobre el río Chiribichií, llamado también
Manzanares, sus diez arcos se afirman sobren ocho cimientos de tierra firme,
dándole un aspecto notable. Estos cimientos estaban sobre estacadas de dos
brazas de ancho, con formas de
proa que avanzaban
sobre el río para moderar la fuerza de la corriente. El espacio comprendido
entre las estacas se aprovechó para sembrar sauces, cuyo ramaje sobrepasaba el
puente dando sombra a los que transitan por él.
Don Pedro
José de Urrutia, con el grado de Coronel y el título de Caballero de la Orden de Santiago, fue
designado Gobernador y Capitán General de las Provincias de Nueva Andalucía,
Nueva Barcelona y Guayana, y Presidente del Ayuntamiento de Cumaná por varios
períodos.
Llegó a
Cumaná en 1765, casado con doña María de la Soledad Moreno y su
familia. Esta dama tomó la costumbre de bañarse en una ensenada que formaba el
río Manzanares, bajo hermosos cocales; al camino que conducía a ese sitio, entre
fincas de cocos y frutales, se le llamaba, calle del baño de la gobernadora.
Hoy ese camino se convirtió en la calle Mariño. También surgió la calle
Herrera, y dentro de poco tiempo saldrán otras avenidas.
Tomó posesión del cargo el 19 de julio de ese
año y se separó el 7 de septiembre de 1766, para comparecer en el Juicio de
Residencia de la gobernación de Porto Bello, de donde fue promovido para su
nuevo destino; y en ello estuvo hasta el 27 de agosto de 1768, cuando retomó su
gobierno, y se mantuvo hasta 1777. Durante su ausencia lo sustituyó don Mateo
Gual y Pueyo.
No podemos
imaginar cómo pudo Don Pedro cumplir la orden de demolición de la fortaleza de
Araya, llamada “la alhaja más preciada del imperio en América”; pero nada menos
que Carlos III firmó esa orden y se ejecutó en septiembre de 1772.
El 5 de
agosto de 1675 se estableció la Administración de Correos en Cumaná. Por esos
tiempos el Cabildo hacía sus reuniones regulares en el palacio del gobernador,
en el fuerte de Santa María de la Cabeza; y por ello, ambas instituciones emprenden acciones conjuntas en beneficio de
la ciudad.
En 1764
visita pastoral del ilustrísimo obispo de Puerto Rico, monseñor Mariano Martí.
Dice Morón que se entrevisto con el gobernador interino don Mateo Gual y Puello,
y acordaron nombrar a la misión de Moitaco como sede del Comisariato de las
misiones aragonesas. El obispo dejó un testimonio de gran riqueza para nuestra
historia.
El 21 de
octubre de 1766, dentro de su período de gobierno, se desató un terrible
terremoto en la provincia, y la tierra quedó temblando por 14 meses,
produciendo incontables daños materiales. La tierra se tragó el edificio del
fuerte y una guarnición de 300 hombres en el centro de la ciudad, según
testimonios que anotó el barón de Humboldt cuando estuvo en la ciudad en 1799.
Pese
a tantos males le tocó en suerte a don Pedro la eliminación de la Compañía Guipuzcoana ,
que se había corrompido y se dedicaba al contrabando y la corrupción de
funcionarios; además el Rey Carlos III, que firmó la Cédula Real para la
construcción de la iglesia de Altagracia, también estableció el Estanco del
Tabaco en Cumaná.
Dada
la importancia que adquirió la avenida desde la construcción del puente
Urrutia, y las bondades del río, las principales familias de Santa Inés
buscaron alojamiento en ella, el primero de todos fue don Vicente de Sucre, que
al quedar viudo en 1801, construyó su casa de familia, como la llamó, ubicada en la primera esquina de la derecha,
en Altagracia; y a la muerte de su primeras esposa, doña
María Manuela de Alcalá, contrajo segundas nupcias con doña Narcisa Márquez de
Alcalá, y se mudó con ella, sus hijos y toda la servidumbre, para esa nueva y
amplia casa de dos pisos, y un gran terreno sembrado de frutales.
El puente Urrutia, sufrió grandes daños en el
terremoto de 1853, la mitad de la ciudad, nuestras parroquias, pasaron varios
años incomunicadas, y fue reconstruido, despues de 18 años de llantos, por
orden de Presidente Guzmán Blanco, al ser electo Presidente de la Republica,
para honrar compromisos políticos con el pueblo de Cumaná, y sobre todo de
algunos periodistas cumaneses, con abonaron su candidatura a tan alto cargo,
entre ellos: Silverio González y Estanislao Rendón. Por ello se le cambió el
nombre de “Urrutia” por el de Guzmán Blanco, para satisfacer el ego de aquel
gobernante.
El puente
Guzmán Blanco, en el inicio de la Avenida Bermúdez, es uno de los símbolo de nuestra ciudad, ya
vimos que sustituyó al poético puente de madera, el viejo puente “Urrutia”, con
sus glorietas y sauces, que podemos apreciar en un famoso aguafuerte de
aquellos tiempos, publicado en el Cojo Ilustrado y en otros medios de aquellos
tiempos, yo tengo una copia hecha para mí por Felipe Meneses; y durante el gobierno del doctor Carlos Sardi (1925), fue nuevamente reconstruido, por la absoluta ruina del que se construyó en
1871, por un elegante puente de concreto armado, con las siguientes características:
Se inicio su construcción el l9 de diciembre de 1925,
y se inauguró, bajo su gobierno, el 9 de junio de 1926. La obra se concluyó con una longitud de m. 89,oo,
y m. 8.50 de ancho, que no incluyen las rampas de acceso; con aceras a ambos lados,
de m. 1.12. Tenía 10 tramos, cuyas luces
varían entre m 6.40 y m. 8.30. Las pilas con un espesor de 1.50. El puente
estaba formado por una losa de concreto armado que descansaba sobre 4 vigas del
mismo material, de las cuales, las externas sostenían las aceras por un sistema
de consolas, para el tráfico peatonal. Las dimensiones de las vigas son:
longitud, entre 7.50 y 9 30; altura: 0,86, espesor 0,60: resistencia 3000 Kg
por metro lineal. Ancho de loza, m. 6, espesor en el centro 0,20 y 0,16, en los
extremos. Aceras armadas con “Self Sentering”. Espesor 0,10, ancho 1.25,
resistencia 1000 Kg
por metro cuadrado. Consolas: longitud m 1.25, espesor 0,30, altura 0,40,
además, dos artísticas y resistentes barandas de cemento armado, con una
longitud de m. 94, cada una.
Los trabajos no se detuvieron y continuaron el 7 de marzo de 1927, siendo presidente del Estado Sucre el general José Garbi, también se inició la pavimentación de la Av. Bermúdez, por el sistema de macadam, que aún debe estar bajo solidarias capas de asfalto. En un año se pavimentaron los 1.800 metros de largo de la vía y sus 13 metros de ancho; 23.400 metros cuadrados de superficie cubiertos con cemento importado de Alemania.
El puente actual resultó de reforzar y remodelar el
anterior, durante el gobierno de don José (Pepe) Marcano, siendo ingeniero de
obras públicas el Dr.
Antonio Minguet Letteron, (sabio, médico e ingeniero) quien aportó todo
su ingenio en la obra. Se ejecutó sobre la marcha, estaba en peligro de
ruina.
LA
PAVIMENTACIÓN DE LA AV. BERMÚDEZ.
Tomado del mensaje Presidencial de general Pedro María
Cárdenas, publicado el 7 de enero de 1928, en el bisemanario “SUCRE”, dice en
relación con la Avenida Bermúdez, lo siguiente:
“El día 7 de marzo del pasado año di principio a los trabajos
de pavimentación por el sistema de concreto de la gran avenida Bermúdez, que
une el puente Guzmán Blanco, con Puerto Sucre en una extensión de 1800 metros
de longitud por 13 metros de anchura media, cubriendo una superficie de 23.400
metros cuadrados de pavimento.
La importancia de la
obra mencionada es evidente tanto por ser esta avenida la principal arteria de
vida y del comercio de Cumaná, por lo cual soporta un tráfico constante de
vehículos de todo género que hacen necesario un pavimento sólido y duradero
como porque ella es la principal obra de ornato de la Capital del Estado Sucre
y dará a esta ciudad una impresión de ciudad moderna y progresista.
El nuevo pavimento de
concreto, como ya habréis tenido ocasión de apreciarlo, ha sido construido por
un sistema moderno y de gran resistencia por lo cual me siento satisfecho de
haber dotado a esta ciudad de una obra útil que contribuya a dar mayor
importancia a Cumaná, que ya puede ufanarse de tener una de las mejores
avenidas de la República.
Hasta el 31 de
diciembre último se han invertido en esta obra Bs. 161.549,81 como lo veréis en
la Memoria respectiva”.
La Avenida ha sufrido grandes cambios en estos 500
años de la ciudad de Cumaná, que podemos señalar. Desde una línea indivisa en
1776, entre el puente Urrutia y el puerto de Cumana, a ser la arteria más importante
comercialmente de la pujante ciudad de Cumaná.
Entre esos cambios es importante señalar el inicio de un Boulevard,
entre 1994 y 1995,
lamentablemente este proyecto no se continuó. Se terminaron cuatro
cuadras, que han tomado inusitada importancia y prosperidad. En estos tiempos la avenida se esta poblando
de grandes edificios, afeados por la invasión de buhoneros que no permiten ver
su belleza y su poder.
Esperamos una acción contundente del gobierno en
beneficio del colectivo; reubicando a los buhoneros, dando soluciones
individualizadas: conciliando los intereses de ellos con los de la ciudad. Eso
se viene haciendo en la Venezuela revolucionaria con bastante éxito. Solo falta en Cumaná la voluntad política
para actuar.
Pág. 24
No- 27.
LA CALLE DEL MEDIO O BOLÍVAR
La calle de Del Medio, hoy calle Bolívar,
en el recuerdo de mamá, María Providencia.
La mayor parte de las crónicas que escribo
sobre mi ciudad pertenecen al archivo mental de mamá. Ahora cumplió 93 años y
su mente lúcida, aún trabaja. Cuando le preguntan algo de los personajes de su
época, dice: “Esta noche lo recuerdo y mañana lo digo”, de este trabajo
nocturno hace su pasatiempo favorito: nombres, fechas, sitios, todo lo tiene
guardado en su prodigiosa memoria. Ella está llena de la historia de su tiempo,
para algo le sirvió convivir con papá, periodista y editor en la edad de oro de
Cumaná. Ellos coexistieron entre los grandes poetas, músicos e intelectuales de
diversos conocimientos, sus maestros y amigos dieron forma a toda su cultura,
lo que he llamado la Escuela
de Cumaná.
Mamá vivió un tiempo en la calle de El
Medio, en la casa del General, José Bermúdez Grau, su tío político por su
matrimonio con Graciliana Rivero Catarina. Hombre prominente que había sido
Presidente
del Estado Bermúdez en 1909, y para esa
época era Diputado al Congreso de la República.
La calle de El Medio, hoy Calle Bolívar,
entre la iglesia de Santa Inés y el Seminario Diocesano, hizo historia menuda,
viva aún en el recuerdo de mamá. Por ejemplo, las familias, ya que el tema del
Palacio de Gobierno ocupa mucho espacio, así como las noches del Teatro González,
las iglesias y el seminario. A mamá le importaba mucho la vida de cada familia
de esa calle.
La primera casa la ocupaba Doña Rita Sucre,
con su escuela de primeras letras, allí a principios de siglo, vivió José
Antonio Ramos Sucre, el poeta mayor de Venezuela y uno de los más leídos del
mundo de habla hispana, y sus hermanos: Luis, el médico, padrino de mi hermana
Tulia María; Lorenzo, famoso por la correspondencia de su hermano; Miguel, que
dejó muy buenos escritos. Doña Rita tuvo 8 hijos. Las otras casas de la primera
cuadra las ocupaban Barbarita Sucre y los Martínez Vigas. Roberto y Raymundo
Martínez Centeno, que fundaron en Caracas el instituto “San Pablo”, importante
colegio formador de muchas generaciones de profesionales e intelectuales en la Capital.
Los Espín Martínez, donde se destacaba
Juana Josefa, fina pianista; maestra, que es mucho decir en la Cumaná de esa época, donde
destacaban entre las damas: Carmen Mercedes Núñez Morales y Teodorita Badaracco
Bermúdez. Juana Josefa le enseñó del piano todo lo que sabía. Luis José Espín,
que hacía las delicias de las veladas artísticas de nuestra generación, de
perdurable recuerdo en el Liceo Sucre. Luego la casa de la familia Soto, la
casa de la alta costura en la ciudad. Por allí desfilaban todas las damas
encopetadas de la sociedad. Importaban telas y perfumes de Las Antillas. La
casa de la familia Forjonel. El general era el presidente del Cabildo.
Al parecer, en esta calle todas las
familias amaban la música y la poesía, las artes constituían la mayor diversión
de los cumaneses de la época, a eso se refirió también el Barón de Humboldt,
que contó 21 pianos en el Centro e Cumaná, a su paso por la ciudad en el año
1799. Los Martínez Picornell son un buen ejemplo de ello. Familia de músicos,
en la cual, Bienvenido manejaba con destreza el acordeón y la guitarra, y
Sergio, hacía las delicias con el violín. ¿Quién no recuerda sus valses? Yo también
tuve el privilegio de escucharlo, y su hijo el abogado, Sergio Luis Martínez,
mi amigo de infancia, músico excelente, lo heredó en todo. De esta familia es
también Gudula, que se educó en USA trajo a Cumaná todas las maravillas de
aquella gran nación, en relación con los festejos, en ese sentido Gudula dejo
en este pueblo una escuela inimitable.
La familia Guevara. El General José Vitorio
Guevara, prominente ciudadano, se dice que fue embajador en el Vaticano. De
copiosa cultura, hablaba varios idiomas. Se casó con Aurora Rivas Coraspe,
mujer muy bella, pero casi analfabeta, la educó de tal forma que no deslucía
para nada en una sociedad exigente. Llegó a recitar y tocar el piano con mucho
talento. Humberto, el mejor poeta sátiro de Venezuela en el decir del poeta
Ramón Ordaz, y el Dr. Arturo Guevara, médico, escritor académico de la lengua,
maestro por vocación. Hay tanto que decir de esta familia, que mejor lo dejó
para un trabajo muy especial que estoy preparando.
En la esquina que hoy ocupa el Ateneo de
Cumaná, funcionaba el Colegio Santa Teresa. Famoso instituto que regentaba
Misia Ignacia Soto de Márquez; sus hermanas Felicia, Juliac, Esther y Amalia,
formaban la comunidad educativa. El Colegio era muy exigente. Sólo admitía
niñas bien y enseñaban toda la primaria, además de latín, griego, francés e
inglés, modales, artes y oficios. Sin embargo, mamá cuenta, que recibían la
visita de los caballeros de la ciudad y estaban hasta altas horas de la noche
entre brindis, música y tertulias interminables, sobre todo los sábados.
Para mamá la casa de Don Benigno Rodríguez,
significó algo muy especial, se mudó para la Calle Bolívar en
1916 y a ella le encantaba bailar. Para esa época había enviudado y tenía cinco
hijos, todos músicos, o sea, una orquesta extraordinaria. En la gran sala, que
daba a la calle, por cuatro ventas para las barras, acomodaron dos pianos y
demás instrumentos de vientos; y desde que se mudó Don Benigno para la Calle Bolívar , se
inició una fiesta interminable en ese salón, que hizo las delicias de aquella
comunidad.
La casa del sabio Dr. Luis Daniel
Beauperthuy. Era una casa grande y solitaria. Sin embargo, vivía allí su hijo,
el médico Dr. Luis Daniel. Hacía poco tiempo la ocupaba el General Pedro Daniel
Beauperthuy, muerto en 1901, después que asumió la presidencia del Estado. La
sombra de la muerte, dice mamá, rondaba por los anchos corredores de La Casona , que también había
sido la casa del General en jefe José Francisco Bermúdez.
Otro taller
de cultura y aprendizaje fue la casa de la familia Silva Díaz, médico,
gramático, orador y latinista. Escribió una novela en latín que lamentablemente
nunca llego a publicar. Agustín, el poeta, dejó en los periódicos de esta
ciudad, su perfil modernista y erudito; y el pianista Joaquín Silva Díaz, paseó
su talento por Europa y triunfó en París, donde volvió muchos años con una dama
de la realeza. En Cumaná se reprodujo parte de la crítica firmada por
Riabochinisky: “Se puede decir que Silva Díaz, marca una época en la música de
su país. Notemos especialmente su trío para violín, violonchelo y piano,
representa una danza la sonoridad casi original y el ímpetu fogoso lo caracterizan.”
Cuentan que cuando Joaquín tocaba una fiesta, se corría la voz por todas partes
y venían en romería desde los pueblos cercanos, familias enteras a disfrutar
del baile, entonces la barra era lo más importante. Mamá recuerda una fiesta
que dio su papá. Don Modesto Rivero Catarina, que según, hizo época. El brindis
de las barras duró hasta la madrugada. Modesto navegaba y jugaba en los casinos
del Caribe, y esa vez la suerte le tocó, y llegó a Cumaná derrochando cuanto
tenía, él era así, derrochador. Joaquín Silva Díaz tocaría el piano… Se corrió
la noticia. La barra rebasaba los límites estimados. Las familias ricas llegaban
con sus coches de dos caballos, sus mejores atuendos, afuera y adentro sonaba
la música y las damas se engarzaban en el vals. Se derrochaba perfumes, flores
y champaña. Como disfruta mamá contando sus fantasías de la Cumaná de su época.
La casa de los Almandoz, vivió sus mejores
momentos durante la juventud de la Cruz Almandoz. La bella mujer que fue reina de
los juegos Florales, y la gran maestra de muchas generaciones, a la que se le
debe un recuerdo de veneración y respecto.
La casa de los Aristeguieta. Don Francisco
y sus hijos Pedro Elías y Francisco de Paula. Ellos hicieron historia brava.
Pedro Elías el Caudillo, el hombre que se convirtió en el líder de los
Guaiqueríes. Metido en el mar. Hombre de chinchorro. Conocedor de los placeres,
de las ardentías y cardúmenes. Los Guaiqueríes lo seguía hasta la muerte; y Don
Francisco; el quijote de los empresarios venezolanos.
Por último, debo referirme a la casa
parroquial de Santa Inés que está en esta calle al lado de la casa de los
Beauperthuy, porque el solar que hoy ocupa era la casa solariega de Don Vicente
Sucre y Urbaneja, padre del Gran Mariscal, y allí existía un jardín al cual los
cumaneses llevaban flores en las fechas aniversarios del héroe, los días 3 de
febrero y los 4 de junio de cada año. Por eso he insistido tanto en que el
suelo sagrado donde nació el primer soldado de América, está allí, y se le debe
rendir culto a Sucre, no hay otro lugar más afortunado que este.
Qué más puedo decir de esta callecita, sino
que la magia está pegada de los bahareques, llenos de voces que reclaman. Cada
personaje de esta calle tiene su propia historia.
Pág. 26
No. 28.
LA CALLE GENERAL DOMINGO MONTES.
Antigua calle de Belén. Esta importante arteria vial, que corre
paralela de la calle Ayacucho, comunica la plaza Andrés Eloy Blanco con la Avenida Fernández
de Serpa, tiene y ha tenido siempre gran importancia en la ciudad de Cumaná.
Aparece por vez primera con ese nombre en el plano dibujado por José Antonio
Grau en 1858, copiado del antiguo plano de Navarrete, del cual habla
ampliamente José Antonio Ramos Martínez, en su obra “Historia de la Provincia de Cumana y
Nueva Andalucía”, lo que quiere decir que para esa fecha fue bautizada con el
nombre honroso del General Domingo Montes Malaret, vilmente asesinado en 1835.
La calle Montes ostentó, durante la colonia, el nombre de Calle de
Belén, y fue importante porque era la salida de la ciudad hacia el importante
barrio de Chiclana, donde estaba la batería de la Tenaza y habitaba la clase
dominante: españoles ricos y funcionarios del Rey. En el viejo plano de la ciudad puede
observarse que la calle partía de la
Plaza de la
Independencia , que antes de 1821, fecha de la liberación de
Cumaná., se llamaba “Plaza de Carlos III”, pero era más conocida como Plaza de la Catedral , porque en
efecto, el gran edificio en construcción constituía, pese a que no llegó a
terminarse, uno de los hitos de la ciudad; la calle de Belén, llegaba
hasta Pueblo Nuevo, cuatro casitas
maltrechas y una famosa bodega con su consabida venta de rones y
aguardiente, muy antigua, donde está
ahora la iglesia de Santa Rosa; estuvo
allí mucho tiempo una capilla que servía de santuario, en la cual se veneraba
la milagrosa “Cruz de Guaranache”,
engastada en plata, siempre adornada de hermosas flores que le ofrendaba
el pueblo, y era lugar de peregrinaciones y devociones católicas.
La calle de Belén tuvo mucha importancia porque allí estaba el “Banco
de España”, magnífico edificio del cual sabemos por las investigaciones y
dibujos del padre Alexander Castro; institución que por si sola atraían hacia
esa calle gran movimiento social y comercial; tal vez por esa razón Don Vicente
Sucre y García Urbaneja, padre del Gran Mariscal, adquirió una casa de balcón
cerca de esa calle, más bien en la que hoy se conoce como Niquitao, frente a la
puerta principal del Liceo Antonio José de Sucre, era una casa de dos plantas, a la cual se mudó después de la liberación de
la ciudad en 1821, con su familia y su mujer, Doña Narcisa Márquez de Alcalá,
su segunda esposa. Desde la terraza de esa casa, dice Don Ángel Grisanti,
observaba Don Vicente, el trabajo de sus negocios de pesquerías en las playas
de Caigüire, que tenía en sociedad con los señores Cabello y Aristeguieta, dos
ciudadanos de los más importantes de la ciudad. Tambien adquirió casa en esa calle, Don
Gerónimo Sucre Alcalá, tercer hijo de Don Vicente, por cierto, que esta casa ha
sido confundida con la de su padre Don Vicente; estaba ubicada frente a la Catedral de Cumaná, en
construcción. Fue escogida en el gobierno de Carlos Andrés Pérez, por una
comisión designada al efecto, como Casa Natal de Antonio José de Sucre, Gran
Mariscal de Ayacucho; sin embargo, el pueblo no la ha aceptado como tal, ya que
desde hace mucho tiempo se sabe que el lugar de nacimiento de Sucre, está en el
solar que hoy ocupa la casa parroquial de la iglesia de Santa Inés, como la
afirma el notable historiador Don Pedro Elías Marcano.
La calle de Belén era muy importante también, por su cercanía con el
Ayuntamiento, cuyo edificio de dos plantas, que ocupaba el mismo espacio que
hoy ocupa la Escuela
Santa Teresa, y dominaba junto con la Catedral en construcción,
que una vez fueron también ruinas del
Teatro de Cumaná (el General Rolando, le cambió el destino de Catedral para
teatro); dominaba digo, todo ese espacio
de la plaza “Carlos III”, llamada
sucesivamente Plaza de la
Independencia , plaza Bolívar, Plaza 19 de Abril, y hoy Plaza
Andrés Eloy Blanco.
La calle Montes, que debería conocerse con su nombre completo, calle “General Domingo Montes”, para evitar
confusiones, y para que los cumaneses se percaten del homenaje permanente que
el pueblo de Cumaná rinde al heroico
guerrero, que mantuvo la insignia patriota cuando nadie creía en la victoria;
hoy, además de por las familias que la habitan, continua siendo importante,
desde otro ángulo, ya que forma parte de
ella el Liceo “Antonio José de Sucre”, heredero de toda una tradición
cultural, faro de luz de nuestra ciudad y venero de grandes hombres formados a
través de su larga historia, y que han servido al País en todas las ramas del
saber. Sería prolijo hacer la historia del Liceo, pero si es bueno recordar que
ese Liceo es la continuación de la primera escuela que se fundó en el
continente americano, porque Cumaná nació como una escuela, y el Liceo Antonio
José de Sucre, es la continuación ininterrumpida e histórica de esa escuela
primigenia.
No se agotará el tema de la Calle Montes , sin hacer un inventario de las
familias, negocios e instituciones, que la componen, y aun así quedarán siempre
muchas cosas por decir de sus personajes, anécdotas y hechos históricos, sería
un cuento de nunca acabar.
Pág.
30
No.-
29.
EL CALLEJON DEL ALACRAN QUE CONNOCÍ.
Es una calle
emblemática del Centro Histórico de Cumaná.
En el antiguo plano de la Cumaná de 1774, que es copia de planos anteriores,
aparece esta calle con el mismo trazo de forma sinuosa con acceso al río,
mediante un injustísimo y siniestro pasaje, conocido con el nombre de “Callejón
de la Horca ” ya
desaparecido. Este callejoncito era lo último que veían los ajusticiados.
Esta formada, actualmente, por dos calles: La Santa Inés , que va de Sur
a Norte, y viene a continuación de la calle La Luneta, pasando por el lado Este
de la Iglesia
de Santa Inés, siguiendo esa dirección baja hasta el río Manzanares, Avenida
Pedro Elías Aristeguieta, de por medio. Antiguamente no llegaba al río, curvaba
hacia el Este, por lo que aun se llama calle el Alacrán, y continuaba hasta la
confluencia con la calle del Comercio o calle General Armario.
En ese plano de 1774 y hasta hoy, la calle Santa Inés, tiene acceso
al río Manzanares, sin embargo, lo más probable es que antes de 1774 esa calle
Santa Inés, bordeaba al río, y antes de desembocar en la calle del comercio,
que era la principal de la ciudad, tenía el tétrico pasadizo, como dije, que se
llamaba el Callejón de la Horca ,
y tal vez por eso se le llamó “Alacrán”, porque tenía su aguijón que también era
mortal.
La importancia
de estas dos callejuelas se debe a la cercanía de la iglesia y del centro
comercial, que siempre estuvo ubicado en la calle del Comercio, y la plaza
principal, que es hoy la plaza Miranda. Que sustituye el concepto de Plaza
Mayor.
Muchas familias
históricamente construyeron sus casas y establecieron sus negocios en esas dos
callejuelas, allí están aún las casas de los Bruzual Núñez y los Berrizbeitia,
que forman esquina con la calle Sucre; la confortable casa de la familia
Cordero; doña Manuela Guerra y su bella hija; allí tenía Don Arturo Torres, su
tabaquería; Don Marco Tulio Badaracco Bermúdez y Ramón David León, tuvieron su
imprenta, donde publicaban los periódicos: Sucre y El Disco. El Dr.
Bossio, su famosa clínica odontológica,
que fue la primera de Cumaná; Monsieur Dascoli, una talabartería; Manuel
Godlediet, un taller de herrería, Marcos
Dan, licorería y una librería, en el
mismo local que hace esquina con la calle
Armario, donde luego Alfredo y Reinaldo Guerra instalaron la farmacia “Sucre”; el francés Maclecler, fabricaba
colchones y bloques o adobes de construcción mezclando cemento con “barba
de coco”; el Negro Berrizbeitia vivió allí muchos años, luego reformaron
las casas que vinieron a ser la
famosa Posada “Bobulina”; también tenían casa: Don Francisco Antonio Gómez, padre del
cronista de Cumaná, Dr. Rafael José Gómez Rodríguez; los Volcán, Los Almandoz,
y otras que la memoria no alcanza; y no
se podrá olvidar nunca la bodega de Antoñito Ortiz, sitio de reunión de la picaresca
cumanesa.
Pág.31
No.- 30.
La plaza o redoma, y la estatua del Indio que se levanta airosa a la entrada de Cumaná
por el Oeste, divide la avenida
Perimetral con la Nueva
Toledo , allí termina la calle Arismendi y da principio
a la Av.
Universidad , es un centro de convergencia vial, ahora muy
congestionado; allí se construyó la
plaza o redoma con su fuente luminosa, y se erigió el monumento al indio,
alegoría al origen de nuestra nacionalidad,
durante el gobierno del Dr. José Salazar Domínguez -1953-58- Presidente
del Conejo Municipal don Norberto Sanabria, entusiasta animador de esta obra;
siendo director de Obras Públicas el ingeniero Iban La Cruz, que se ocupó de la
vialidad y la construcción de las obras civiles; el contratista fue el italiano
Salvatore Toro. También jugó un importante papel, el maestro de obras Pablo Amundarain.
En esta obra hay además tres protagonistas,
sumamente interesantes: El Dr. José Salazar Dionisio Domínguez, Gobernador del
Estado Sucre, abogado, poeta y periodista, que aceptó el trabajo del escultor;
nació en Cumaná el 22 de septiembre de 1903, casó con la cumanesa Vidalina
Caldera Serra. En el gobierno del Dr. Francisco Aristeguieta Badaracco, ocupo
el cargo de Procurador General del Estado Sucre.; también ocupó el cargo de
Secretario y Gobernador del Estado Barinas; Diputado al Congreso Nacional por
el Estado Sucre, en el gobierno de Isaías Medina Angarita; Consultor Jurídico
de la Gobernación del Distrito Federal, y Gobernador
del Estado Sucre, durante el gobierno de Pérez Jiménez. Su trabajo literario,
se inicia con la publicación de su libro “Huésped”, luego publica “Cuentos del
Mar” en “Fantoche”, “Elite” y “Billiken”. En 1932 publica su famoso “Santelmo”.
Su meritoria carrera literaria, culmina trabajando en el Ateneo de Caracas y
como vicepresidente de la
Asociación de Escritores Venezolanos.
El otro personaje es el propio escultor
itinerante Giuseppe Pizzo El
escultor cumanés Jorge Peña, nos dice que Giuseppe Pizzo, nació en Cuneo,
Italia, el 19 de abril de 1912. “Escultor, dibujante y pintor. Su formación
plástica tuvo lugar en la Academia de Bellas Artes de Milán. (…) el 2 de agosto
de 1947 viaja a Venezuela, donde reside desde entonces, en diferentes ciudades.
En 1948 recibe el premio oficial de escultura del IX Salón Oficial.” (2).
Entre 1950 y 1955 realizó una serie de monumentos, entre ellos “Fuente
Alegórica a la Entrada de Cumaná” en 1955.
Señalan fuentes orales
consultadas(3), que el escultor Carmelo Tabacco (1913-1983) contemporáneo y
coterráneo de Pizzo, estuvo a cargo como intendente del taller que se instaló
en “La Coquera”, espacio donde se realizaron los trabajos de modelado en
arcilla, elaboración de moldes de yeso, vaciado en piedra artificial y acabado
de las piezas que conforman el monumento, igualmente coinciden las fuentes al
señalar que, Candelario Rodríguez Allen, conocido como “El Polaco” sirvió de
modelo para el artista de la escultura del Indio. Carmelo Tabacco, durante su
estadía en Cumaná, realizó también varios bustos para las familias Valerio
Fuentes, Fuentes Gómez y Fuentes Hernández, entre las que destacan, por su
excepcional belleza los retratos de las niñas, Noema Valerio, Natacha Fuentes y
Valentina Fuentes; estas piezas, modeladas en arcilla, vaciadas en
escayola y magistralmente patinadas en bronce dorado, evidencian una excelente
y sólida formación académica: son un ejemplo de ese sutil expresionismo,
tan característico del neo-realismo italiano del “novecento”, de quien no tenemos más que decir, solo que el pueblo de Cumaná, le debe un
merecido homenaje a este arista; y
Candelario “El Polaco”, representante del pueblo cumanés, identificado
con la obra, no solo físicamente, sino que asumiendo el papel que le tocaba, se
dejó conducir durante meses, trasmutado
en piedra viva para la eternidad, a la cual entregó, no solo un pez, sino su
cuerpo rotundo, dispuesto al sacrificio permanente, expuesto al agua bautismal donde se bañan los peces,
una sirena y aves del Paraíso, que rondan vigilia permanente, alrededor de su
imagen.
El taller usado por Pizzo, para su obra,
fue el patio de la Coquera ,
en la Av. Bermúdez ,
exactamente donde estuvo la “Coca Cola” edificio propiedad del ing. Manuel
Aquiles Iturbe, famoso profesor de matemáticas del Liceo Antonio José de Sucre,
donde se congregaba buena parte de los trabajadores de la cultura, que
constituían un verdadero enjambre en esos tiempos. Uno de ellos, Pastor López,
periodista, actor de teatro, amigo del escultor y cumanés por adopción
voluntaria, dice que la obra escultórica encierra una metáfora, cuyo motivo fue
el libro del poeta cumanés Diego Córdoba, en el cual invoca y canta a la
“Cumaná Marinera y Mariscala”.
Mucha gente recuerda a Giuseppe Pizco,
haciendo su obra en el taller improvisado. Muy pocos saben que ese escultor se
confió en la gentileza del pueblo cumanés, el hizo la obra sin pensar en la
remuneración, en lo que le iban a pagar, aunque siempre apostó, porque el
Estado se interesaría en ella, que aquí había un gobernador poeta, con numen en
ejercicio, que se enamoraría de ella; y nunca imagino el éxito de ese
extraordinario monumento, que se ha convertido en uno de los símbolos de la
ciudad.
Giuseppe Pizzo, convocó por su cuenta y
riesgo a los jóvenes cumaneses, para que, en una competencia singular, cuyas
bases eran muy simples, bastaba con llevar un peso con los brazos extendido
hacia delante, como tiene el indio sus brazos, durante un largo trayecto, y
aquel que lograra mantenerse más tiempo en la caminata, ganaría el premio de ser
el modelo de la obra y también un premio en metálico. Así fue como Candelario
“El Polaco”, ganando la prueba, posó para el talentoso italiano, y se
convirtió, sin querer, en el cumanés más famoso de su tiempo. Cuando Pizzo inventó tal concurso, para escoger
al personaje de su obra, buscó un modelo entre el pueblo, y lo escogido, con
esa singular competencia, a la cual concurrieron muchos “apolos” cumaneses, y
fue como seleccionado, con justicia, Candelario, no solo por su cuerpo sino por
su fuerza, porque era un verdadero Hércules, el Dios de la Mitología.
El Indio, como dijo Pastor López,
interpreta y representa a Cumaná “Marinera y Mariscala” como la llaman Diego
Córdoba y Andrés Eloy, el poeta cuyos
versos no se dicen, se rezan; él tomó el calificativo, que hoy identifica a
nuestro pueblo del libro de Diego Córdoba, son dos poetas cumaneses que cantan
juntos, y predican al mundo las glorias de un pueblo que nació enmantillado,
cuya tierra, como dijo Don Mauro, tiene “El Caliche Cumanés” que nos identifica, ese sabor que nos
distingue entre todos los hombres del planeta, no para hacernos mejores o
superiores, es simplemente el “ánima” del cumanés, su don de lucha, eso de presentar el rostro
limpio, la sonrisa pura, el alma candorosa, la disposición, para una buena
conversación y la alegría de vivir. Soñamos como aquel viajero universal que
deliraba con ella, cuando moribundo se despedía de sus seres amados y amigos, y
recordaba el cielo de Cumaná, al cual se dirigía. Y lo repensaba, cual transparente
lo observaba desde el Castillo, en las noches… lleno solo de estrellas,
Alexander Von Humboldt.
El indio se ha convertido por obra del
crecimiento de la ciudad en un epígono, ante el cual todos nos inclinamos. Es
posible que allí, en ese monumento, esté el espíritu del Cacique Cawaná, el
cumanés más destacado de los primeros tiempos de la conquista, cuando llegaron
los españoles en 1513 o 14, y se establecieron a orillas del río Chiribichií,
que así se llamaba el Manzanares, donde él les indicó. Era un río poderoso por
donde surcaban las naves de los reyes de Europa y por donde entraron Los
Colones, y los bravos piratas de los mares, a Cumaná, que era la joya más
preciada del Imperio más poderos de la Tierra.
Es muy significativo, que ese indio le salga al paso a todo
transeúnte que venga en son de paz o de guerra, a nuestra amada ciudad. Es muy
significativo que se le ofrezca de comer al viandante, como lo hizo el cacique
Cumaná, cuando llegaron a esta tierra los primeros Dominicos, que pagaron muy
caro la traición de sus congéneres,
El Dr. José Salazar Domínguez, intelectual
reconocido por sus interesantes obras como Santelmo, que gobernó en el
período 1953-58; en su gobierno de amplitud democrática, se
realizaron en Cumaná muchas obras tendientes a
la ampliación de la ciudad, tales fueron la Av. Perimetral , con
su hábitat, esos Bloques bien diseñados,
amplios y confortables; el antiguo puente “Gonzalo de Ocampo”, que permitía un
paseo perimetral; el Cuartel de Policía, que llamaban popularmente “El
Tamanaco”; la calle Fernandes de Serpa,
el Hotel Cumanagoto, se construyeron
muchas casas solariegas en la
Av. Gran Mariscal y en otras calles y avenidas; y la
carretera hasta Barcelona, donde se hizo famosos Chichí Bosquetti, con su
maquinaria; esta vía dio origen a la gran avenida Universidad que amplió los
límites de la ciudad, y otras calles y plazas. Cumaná vivía la euforia de las
construcciones y la ampliación, venían
viajeros de todas partes, ingenieros como Iban La Cruz ; en la presidencia del
Concejo Municipal estaba el Dr. Germán Bastardo, que luego presidió en Caracas
el Banco Obrero; se crearon grandes expectativas, se inició la
industrialización en alguna áreas, por fin llegaba el progreso a Cumaná; por
eso se pensó en un monumento que plasmara aquella nueva visón de nuestra bella
ciudad, porque en realidad lo era, con sus playas de San Luis incontaminadas,
sus balnearios y su río aun en esplendor.
En de su gobierno, estaba en Cumaná, oportunamente ese escultor
itinerante, protagonista de esta crónica, el italiano Giuseppe Pizzo, el cual, enamorado
de Cumaná, se atribuyó la tarea de diseñar y construir el monumento de “El
Indio”. Este escultor, muy popular en ese momento, solicitó la colaboración del
ing. Periche, funcionario de la gobernación del Estado, que diseñó para él, la
plaza y la fuente luminosa. El constructor o maestro de obra, fue el célebre e
impecable Dionisio Arismendi.
Estaba de Presidente
del Concejo Municipal el Dr. Jesús Bastardo, que salió tan airoso de su desempeño
que luego presidió en Caracas el Banco Obrero; se crearon grandes expectativas,
se inició la industrialización en algunas áreas; por fin llegaba el progreso a
Cumaná; por eso se pensó en un monumento que plasmara aquel nuevo visón de
nuestra bella ciudad, porque en realidad lo era, con sus playas de San Luis
incontaminadas, sus balnearios y su río aun en esplendor.
Jorge Peña también
dice que “La Escultura “El Indio”,
monumento emblemático de la ciudad de Cumaná, fue modelada en arcilla por
Giuseppe Pizzo, para luego ser vaciada en piedra artificial (mortero de tres
partes de polvo de mármol por dos de cemento), utilizando la técnica del molde
perdido. Este material, menos costoso que el eterno bronce, tiene la ventaja de
ser más fácil de trabajar, y la técnica para su realización es muy similar a la
del vaciado de una columna de hormigón (concreto), pero, al igual que ésta, la
estructura interna de cabilla se oxida y con el tiempo se presentan fracturas,
fisuras y desprendimientos, creando una fragilidad en toda la pieza que hace
difícil su traslado y limita su permanencia en el tiempo; ejemplo de esto es el
caso de la María Lionza de Alejandro Colina, que colapsó debido a factores
ambientales y humanos”.
Cumaná ha crecido, el tráfico se vuelca sobre el indio, es insoportable
en las horas pico; la ciudad toda se queja y culpa al indio. Los técnicos han
pensado y propuesto soluciones, ninguna ha gustado, la gente dice: “que no se
les ocurra quitar al indio de su sitio porque arderá Troya”; pero la verdad es
que hay que tomar una vía o alternativa y rápido, no se puede esperar en estas
cosas, porque se convertirá en un verdadero caos. Hay arquitectos especialistas
en tráfico que dicen que la plaza debe y puede ampliarse, y otros optan por
mudar el monumento para Los Bordones, y construir un “elevado” que comunique la Perimetral , Sector
Arístides Rojas, con la
Nueva Toledo , lo que resolvería el problema. Y yo, en lo
personal, creo que ésta es la mejor solución, con todo lo que me duele como
Cronista, ver viajar al indio, hacia otros lares. El indio es un icono. Pero la
ciudad tiene sus necesidades, es como un niño, debe crecer y ponerse los
pantalones largos. No la hagamos llorar.
Pág. 36
No. 31
En el viejo plano de
Cumaná de 1774, certificado en Sevilla en 1960, aparece el amplio espacio que
hoy ocupa la plaza Andrés Eloy Blanco y otras jardineras de regular tamaño,
entre los edificios coloniales del Ayuntamiento, que hoy ocupa la escuela Santa
Teresa, y los cimientos de la Iglesia Nueva , en
cuyo lugar se levanta la hermosa Catedral de Cumaná; y los edificios del
cuartel de la Guarnición
de Cumaná, y la manzana donde estaba el edificio del Correo.
Este plano de 1774 es copia de planos anteriores, probablemente de
1646, de tal suerte que ese espacio de Cumaná casi no ha sufrido alteraciones
por siglos. Se ven claramente en el plano citado, los edificios mencionados: de
la Guarnición
de Cumaná, llamado de la
Artillería , ubicado detrás de la Iglesia Nueva (en
construcción), que ocupaba buena parte de la Plaza Ayacucho
terminada en 1880. Ese edificio desapareció en el terremoto de 1766, con toda
la guarnición, se lo trago la tierra, según afirma Humboldt. También se
conserva, casi dentro de sus mismos contornos, el bloque o manzana donde aun
está la administración de correos, y también aparecen en el plano, la
desembocadura de las calles de Belén, hoy calle General Domingo Montes, la
calle Ayacucho que se llamaba, calle de Chiclana y la de San Carlos, hoy calle
Sucre. Todo este centro colonial conserva su forma, y todas las vías convergen
a la antigua plaza de la
Independencia , que fue conocida durante la colonia como plaza
de la Iglesia Nueva
y también del Ayuntamiento.
En las “Notas
Bibliográficas XXII” de su libro “José Francisco Bermúdez, General en Jefe de
los ejércitos de Colombia, José Mercedes Gómez, Cronista de Cumaná, dice: “El
edificio del Ayuntamiento se hallaba situado, donde está hoy la escuela Santa
Teresa de Jesús, frente a la actual plaza Andrés Eloy Blanco. Era un edificio
sólido, construido a base de sillares que constaba de dos plantas. En la
superior funcionaba el Ayuntamiento y en la inferior la Cárcel Pública. Se conservó aun cuando
deteriorado hasta el primer tercio de este siglo. En 1937 fue demolido para
construir la sede del Colegio Santa Teresa. La plaza, frontal, que durante la
colonia fue designada después Plaza de La Independencia y
Plaza 27 de abril, porque en esta fecha fue cuando en la Provincia se inició la
gesta independentista. Posteriormente cuando el régimen de Gómez se colocó allí
un pequeño busto en marfil de Bolívar y se llamó también Plaza Bolívar la
primera que tuvo Cumaná antes de 1930 cuando se iniciaron los trabajos para la
construcción de la actual. Indistintamente también se le conocía como la plaza
de la Cárcel ”.
En 1921, siendo
Presidente del Estado el General Silverio González y Presidente del Concejo
Municipal, el Dr. Domingo Badaracco Bermúdez,
se le cambió el nombre de “Independencia” por el de “27 de Abril”, más
específico, pues es el día que da inicio al movimiento independentista de la
provincia de Cumaná (sin embargo este nombre duró poco tiempo pues se le cambio
por 19 de abril) y este nombre lo
conservó hasta 1963, cuando, siendo presidente del Estado Don Angel Fariña
Salgado, y presidente del Concejo Municipal del Dr. Antonio Fuentes Salazar, se
le cambió el nombre de 19 de abril por el del Insigne poeta cumanés Dr. Andrés
Eloy Blanco. El Busto en bronce, fue obra del escultor Naini, y la plaza fue
inaugurada y develado el busto en bronce del poeta, con un discurso del gran
maestro margariteño, Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa.
No puedo dejar de mencionar un acto relevante realizado
6 de agosto de 1997, que fue la conmemoración de los cien años del
natalicio de Andrés Eloy Blanco, celebrado en Cumaná, en esa fecha, siendo
gobernador del Estado el Dr. Ramón Martínez Abdenour, tuvo como escenario
principal la Plaza Andrés
Eloy Blanco, y la pieza oratoria, entre aplausos y lágrimas, estuvo a mi cargo, por ser Cronista de Cumaná
y Presidente de la Comisión
designada para conmemorar el centenario del natalicio del poeta. Ese día de júbilo, entró a la plaza Andrés
Eloy Blanco, la “Antorcha de la
Civilidad ” que partió desde la ciudad de Sarare, municipio
Andrés Eloy Blanco del Estado Lara; en brazos del pueblo, el Tiburón Sánchez,
el atleta más laureado del Estado, encendió el pebetero conjuntamente con
Miguel Bennazar, histórico maestro del deporte cumanés; mientras, desde el
cielo, dos helicópteros lanzaron 400 mil poemas, que cayeron como lluvia de
flores sobre el pueblo.
El Dr. Rafael Caldera Presidente de la República , que vino
especialmente a rendir tributo al poeta que fue llamado “Bolívar de Perfil”,
entre vítores, entró en la Casa
del Poeta, bautizó el libro “Antológica”, de Jesús Torres Rivero, una nueva
manera de leer los poemas de Andrés Eloy, y dio un discurso acompañado por los
miembros de la Junta directiva de la Academia Nacional de la Lengua.
Este espacio que se
llamó después de 1821 “Plaza de la Independencia ” tenía gran importancia porque allí
estaba el Palacio del Ayuntamiento y la Iglesia Nueva , hoy
catedral de la Diócesis
de Cumaná. Esta muy ligada a la
Calle de Belén, hoy calle General Domingo Montes.
Desde la colonia tenía mucho movimiento este espacio, porque a ella convergían
la calle Paraíso por donde entraba todo el transito que venía de la parroquia
de Altagracia y atravesaba el puente Urrutia, que luego se llamó Guzmán Blanco,
y estaba ubicado en esa calle el Banco de España, formidable edificio que
engalanaba la ciudad. Después de la
desaparición de este Banco, la plaza y la calle mantuvieron su importancia, de
tal manera que Don Vicente Sucre y García Urbaneja, padre del Gran Mariscal, se
avecinda en ella en 1821, y su hijo
Jerónimo, también se muda para la calle de Belén por que en la plaza se
celebraban eventos históricos como lo fue, por ejemplo, el bautizo de la Catedral en 1945 con la
presencia del Presidente Medina Angarita y los representantes de los países
invitados, al 150 aniversario del natalicio del Mariscal, y la inauguración del
edificio del Liceo Antonio José de Sucre,
donde se mantiene desde entonces como faro de luz. El espacio pasó a ser la plaza de la Catedral , de la escuela
Santa Teresa y del Liceo Sucre.
El padre del Gran Mariscal de Ayacucho, a su regreso después de 1821,
compró una casa en esa calle Montes y la habitó con su familia; y también su
hijo, Don José Jerónimo Sucre Alcalá y su familia, se mudaron para esa
importante calle.
La plaza Andrés Eloy
esta ubicada entre la
Escuela Santa Teresa de Jesús, la Catedral de Cumaná, y el
liceo Antonio José de Sucre, que son hitos o símbolos de la pujante ciudad
marinera y mariscala.
Pág. 39
No. 32
LA PLAZA DEL ESTUDIANTE
Durante el gobierno de Luis
Herrera, fue gobernador del Estado Sucre, el profesor Carmelo Ríos, el cual
emprendió una serie de obras en la ciudad de Cumaná, que formaban parte del
plan de animación cultural, entre esas obras esta la ampliación del Parque
Ayacucho y la avenida Petión, que al prolongarse pasa sobre el río Manzanares
por el puente que debe llamarse “Petión”, pero que durante el gobierno de Jaime Lucinio, se le dio el
nombre de Raúl Leoni; sin embargo, creo que ha prevalecido el de puente
“Alejandro Petión”.
La avenida Pedión cortó en dos partes la calle
Herrera, dejando entre la calle Mariño y la Herrera un espacio de forma trapezoidal en el
cual se fue desarrollando la
Plaza del Estudiante. Entre los vecinos que fomentaron esta
plaza esta Luis Rafael Hernández y su familia, y también preso su colaboración
Don Manuel Goddeliet, que se apoyó en sus hermanos de la Logia Bella
Altagracia. Ellos y otros vecinos como Don Luis Pérez, tabaquero, pero que, en
sus buenos tiempos, fue uno de los grandes jugadores de pelota del Club Gran
Mariscal. Ellos y otros más sembraron los primeros aparates.
Luego, los diferentes presidentes del Concejo,
alcaldes y gobernadores, han hecho mejoras a la plaza; y el busto de Armando
Zuluaga Blanco, fue un regalo de la familia del joven mártir, y héroe de la
jornada del 11 de agosto de 1929, cuando Pedro Elías Aristeguieta y el General
Román Delgado Chalbaud, intentaron tomar la ciudad.
En una avanzada por la Avenida Bermúdez
el joven héroe cayó bajo la metralla con la boina del estudiante y la bandera
de la libertad en sus manos. La plaza del Estudiante se ha convertido en un
símbolo de las luchas estudiantiles y revolucionarias, y Armando Zuluaga en un
ídolo de la juventud.
Pág. 40
No. 33.
El
Convento de San Francisco.
Las ruinas venerables de este complejo de construcciones
históricas, desde las cuales se inició uno de los procesos más humanos,
organizado, proyectado y ejecutado en el continente americano, y en el mundo de
aquellos tiempos, como fue la colonización pacífica y evangélica de la tierra
firme, tienen una historia fascinante, que en cierta forma es la misma historia
del desarrollo de Cumaná y su proceso cultural.
Desde el 27 de noviembre de 1515, la orden franciscana,
inició en Nueva Córdoba –Cumaná- su trabajo misionero, es factible que haya
sido desde un año antes, lo que no viene al caso.
Bartolomé de Las Casas encontró a los franciscanos
establecidos en la desembocadura del rio Chiribichií, la última luenga, como
dice Las Casas. en 1521; y, la mayor parte de los cronistas de indias,
reconocen que para 1519, “florecían” los monasterios de los misioneros
franciscanos y dominicos en Santa Fe de Chiribichi, y Cumaná, construidos con los
famosos bloques de piedras ciclópea de las canteras de Araya, que aún podemos
observar en sus ruinas.
No se ha podido comprobar la fecha en que los
franciscanos se mudaron o abandonaron su primer convento de la Nueva Córdoba , o sea
del Barbudo; y construyeron el otro, su segundo convento, entre los cerros de
Quetepe y La Línea ,
en el barrio de San Francisco, pero es muy probable que haya sido a mediados
del siglo XVII, entre 1641 y 1650.
También es probable que este edificio se encontrase
abandonado para 1654, destruido por los piratas como se deduce de las notas en
el Consectario de la Ciudad de Cumaná, por eso la solicitud de reconstrucción.
De este centro de evangelización franciscana sabemos que
fue el primero de la tierra firme, iniciado en 1515, ubicado en principio en la Nueva Córdoba ,
-Cumaná- y estuvo en servicio hasta 1654, según nota de Ramos Martínez, y en
“El Consectario” de Pedro Elías Marcano; cuando fue destruido por corsarios
franceses; también sabemos que la reconstrucción de las edificaciones cuyas
ruinas conocemos, fue iniciada a partir de 1641.
De los datos que nos dejó Las Casas, cuando vino a poblar
en Cumaná, en 1521, se desprende que el primer vicario del convento fue fray
Juan Garceto, y que estaba aquí con un grupo de misioneros picardos y de otras
naciones, asentado en el pueblo de la Nueva Córdoba , donde tenían muy buena casa y
huerta, Seis años después de fundado.
En 1562, cuarenta y siete años después, cuando llega a
Cumaná fray Francisco de Montesinos, encontró el convento en plena actividad,
con una comunidad de tres frailes. Nunca dejó de prestar servicios, ni durante
las peores calamidades. Por muchos años los franciscanos atendieron los dos
conventos, el de la
Nueva Córdoba y el de la plaza y barrio de San Francisco.
En el primer plano de la Nueva Córdoba de
1601, en un medallón que se conserva, y, enviado por Don Pedro Suárez, a la
sazón gobernador de la provincia de Nueva Andalucía, al Rey; puede verse en
todo su esplendor el primer edificio del convento, por lo cual no hay conjetura
que pueda oponerse a esta realidad. Por
otra parte, hay cédulas reales, en las cuales se hace dotación al convento y a la Iglesia hasta 1591.
Además, existe toda la documentación por la cual queda
probado -Libro Becerro- Cédula Real de
25 de marzo de 1641, por la cual se permite la reconstrucción del Convento, y
los franciscos continuaban en Cumaná. El Pbro. Don Antonio de Caulin, deja
constancia de la actividad del convento servido entonces por 12 frailes, y el
culto que daban a Nuestra Señora de la Soledad.
Para probar su importancia tenemos el informe dejado por
fray Marcelino de Raigada, quien sostenía 94 Memorias de obras pías, cuyo
capital ascendía a 29.261 pesos, 4 reales, según afirma Caulin.
El monasterio estaba formado por dos iglesias, la de
Nuestra Señora de la Soledad
y la iglesia de los Terciarios; el seminario, los claustros, dos capillas y el
cementerio. La riqueza de este convento puede apreciarse en el inventario
levantado por el Dr. Francisco Javier Mayz, Presidente de la Junta Suprema de
Gobierno y el síndico don Antonio Aldecochea en 1823. La lista de alhajas y
ornamentos de oro y plata, los altares de puntilla de oro, las imágenes y
cuadros, los decorados, llenaban muchos folios enteros.
Fue sede de las cátedras de Teología Moral y Filosofía
Escolástica, fundada por Cédula Real de 20 de septiembre de 1782, pero venían
funcionando desde años atrás, regentadas y auspiciadas por el padre Blas de
Rivera, con el apoyo del gobernador don Pedro de Urrutia.
El 27 de octubre de 1824, por Decreto Ejecutivo
Grancolombiano, firmado por el General F. de P. Santander, fue creado el
Colegio Nacional de Cumaná, con un pensum, que comprendía primaria, secundaria
y universitaria, con cátedras de filosofía, matemáticas, derecho civil y
público, y medicina; para que funcionara en el edificio del convento de San
Francisco, sin embargo, no pudo ser una realidad hasta 1934, bajo el rectorado
de Don Andrés Level de Goda.
Las clases mayores de Medicina y Derecho, fueron creadas
en 1850, solicitadas en el Congreso Nacional por don José Silverio González, regentadas
las primeras por los doctores José Joaquín Hernández, Sulpicio Frías, Modesto
Urbaneja y Mauricio Berrizbeitia; y las de medicina, por el Dr. Calixto
González, el sabio Dr. Luis Daniel Beauperthuy y Dr. Antonio José Sotillo.
Toda esta maravillosa realidad quedó sepultada bajo el
terremoto de 1853; pero el pueblo de Cumaná jamás perdió la esperanza y cien
años después, en 1958, el Dr. Edgar Sanabria, Presidente de la Republica , hijo de cumaneses, decretó la creación
de la Universidad
de Oriente con sede en Cumaná. Y después de ese largo período de abandono, la Universidad de Oriente
vive el sueño de rescatar las ruinas del Convento para darle un destino noble,
a cuyos efectos protegió sus muros, construyó una dependencia a donde mudó la
dirección de cultura. Algún día lo veremos ostentar su historia y proseguir en
la noble función de iluminar nuestro gentilicio.
Pág. 43
No. 34
NUESTRA SEÑORA DE ALTAGRACIA
El Barón Alejandro Von Humboldt, llegó el 16 de Julio de 1799 en
Cumaná, capital de Nueva Andalucía, ciudad Primogénita del Continente
Americano, fundada por Fray Pedro Córdoba en el año 1515. El mismo Humboldt
narra cómo desembarcó en la boca del río Manzanares en el “Embarcadero de la Batería de la Boca ” que dista una milla de
la ciudad. Humboldt narra cómo tuvo que recorrer la llanura del Salado, que
separa el arrabal de los Guaikeríes de la costa del mar, y como fue asaltado y
robado, y en forma increíblemente luminosa, describe geográficamente a Cumaná,
en el centro de un gran círculo, observa desde el Imposible, que la Cadena de Alpes calcáreos
del Bergantín y el Tataracuar, se prolongan hacia al Este, el Quetepe y
Barrigón, y al Oeste hasta Mochima.
Imaginemos a Humboldt, desde la cima del Imposible, mirando la
vastedad del territorio que descubría a sus pies, como la media luna de un
anfiteatro romano, cortado por el Manzanares, que serpentea entre boscaje de
Charas. Este notable territorio, que en tiempos muy remotos estuvo bajo las
aguas del mar, se extiende ocupando cerca de cinco mil hectáreas. En tiempos de
Humboldt, el Manzanares de los españoles, Chiripichi para los indios cumaneses,
caía como una tromba al mar, probablemente donde hoy está el Aliviadero; luego
el mar cubría todo el actual territorio y Cumaná era una gran isla como aparece
en mapas del siglo XVI. Las aguas se retiraron lentamente y “dejó en seco
aquella amplia playa, en la cual se elevan un grupo de montículos compuestos de
yeso y brechas calcáreas de la más reciente formación”.
Los primeros conquistadores dieron el nombre de Guaikeríes a los
indígenas de la costa septentrional de Margarita, que encontraron arponeando
peces con una lanza atada a un cordel, estas lanzas las hacían con madera de la
palma de Macana y le daban el nombre de Guaike, que quiere decir arpón. Estos
indígenas, descendientes de los “Guaraos”, se establecieron en las costas de
Cumaná a mediados del siglo XVI, son descendientes de los Guaiqueríes de
Margarita, que en 1498 firmaron un pacto con los españoles, del cual se
sintieron siempre muy orgullosos; por otra parte, la raza Guaikerí, era de
porte hermoso y se sentían superiores a los Chaimas y Tagares, otras tribus
populares de la zona. Desde el establecimiento de los Guaikeríes en las costas
de Cumaná, en las cercanías de lo que hoy conocemos como La Marina , entraron en pugna
con las tribus que ocupaban las llanuras del Salado, y sus disputas siempre
concluían en pequeñas guerras con saldos de muertos y heridos.
Según el padre Ramos Martínez, copiado por Cayetano de Carrocera, por
Cédula Real el 14 de septiembre de 1647, el Rey Felipe IV, nombró dos
capellanes para los Guaikeríes e indios privilegiados y brasiles, a instancia
del Gobernador de Cumaná, que ha debido ser Benito Arias Montano, nombrado en
1632, aunque en el período que va de esta fecha al año 1647 fue gobernador Don
Cristóbal Eugenio Mallea, que murió en Cumaná y quedó encargado de la Gobernación el
Sargento Mayor Francisco Berrocal del Campo, cualquiera de ellos pudo hacer las
gestiones ante el Rey.
Entre 1770 y 1776 el Obispo de Puerto Rico Don Jiménez Pérez, dio
cuenta a su Majestad de las pugnas entre Guaikeríes y Chaimas, que formaban los
pueblos del Socorro y Altagracia, ambos servidos por un sacerdote llamado Don
Antonio de Figueroa, que siempre estaba entre los fuegos encontrados de sus dos
iglesias. También informaba este Obispo, que el pueblo de Altagracia estaba muy
cercano a la ciudad, que más parecía un suburbio próximo a unirse a ella. Más
tarde Humboldt, dice que es un barrio populoso, que el Gobernador Don Vicente de
Emparan y Orbe, había reconstruido después del terremoto que lo había arruinado
por completo… “Atravesamos el arrabal de los indios, cuyas calles están muy
bien alineadas y formadas con casitas nuevas todas y de un aspecto risueño.
Este barrio de la ciudad acaba de ser reconstruido, a causa del terremoto que
había arrutinado a Cumaná dieciocho meses antes de nuestra llegada…”. Este fue
el terremoto del l4 de diciembre de 1797.
Pues bien, para 1771, existía una iglesia bajo la protección de
Nuestra Señora de Altagracia en el Salado, y otra Iglesia bajo la protección de
nuestra señora del Socorro, en el barrio llamado de Los Cerritos, en las
cercanías de Caigüire, ambas iglesias para finales del siglo XVII, habiendo
soportado varios terremotos, se encontraban en muy mal estado, por lo cual los
indios Guaikeríes, solicitaban ante el Rey que se les construyese una iglesia
nueva. Así como gobernando Carlos III, el 10 de enero de 1771, se inició la
construcción de la
Iglesia Nuestra Señora de Altagracia en la Plaza de Los Guaikeríes. De
este hecho existe una lápida que se conserva en El Museo Colonial de Caracas,
con esta inscripción: “En 30 de septiembre de 1771, reinando nuestro Católico
Don Carlos III, se trasladó y unió en este sitio el pueblo de leales Guaikeríes
de nuestra Señora de Altagracia, con aprobación de S. M. gobernando esta
Provincia Don Pedro José de Urrutia, caballero del Orden de Santiago”. Y otra
lápida que dice: en 1º de enero de 1771 bendijo el sitio de su Iglesia el Sr.
Vicario Superintendente Don Antonio Patricio de Alcalá; siendo su cura Don José
Antonio Figueroa. En un paisaje del pintor alemán Bellerman, que data de 1841,
puede observarse, en todo su esplendor, la Parroquia de Altagracia con su majestuosa iglesia
y el formidable crecimiento que apuntaba. El Puente que unía ambas bandas, cuya
construcción se inició en 1766, la calle La Marina hoy Avenida Bermúdez, cuya construcción se
inició en 1769, la Plaza
de Los Guaikeríes y la suntuosa Iglesia de Nuestra Señora de Altagracia; se
conjugaron para hacer de esta Parroquia el Centro Social y Comercial de la
ciudad. Familias mantuanas fijaron sus residencias en Altagracia, y la antes
depreciada banda de indios, poco a poco fue recibiendo a las familias más
importantes de la ciudad. El padre Ramos Martínez cita algunas familias de la
época que construyeron sus casas en Altagracia tales son: Domingo y Francisco
Javier Maíz, Domingo Antonio Acuña, Vicente Sucre Urbaneja y Gerónimo Martínez;
y nosotros podríamos agregar una lista de familias importantes que recordamos,
como son: Los Herrera, Urosa, Ortiz, Andrade, Salmerón, Rivas Morales, Mejía,
Alarcón, Ramírez Urosa, Villanueva, Freites Sotillo, Rodríguez Ramos, Gómez
López, Pérez, Aristeguieta, Blanco, Carrera, Tobía, Zajía, Valerio, Millán, etc.,
que dieron y dan lustre a nuestro gentilicio.
Pronto inauguraremos la nueva iglesia de Altagracia, ubicada dentro
del futuro parque cultural de Cumaná, con un estilo actualizado, amplia y
fresca. Se supone que este proyecto abarcará el parque botánico del que hemos
hablado en otras oportunidades, que el edificio del viejo mercado se convertirá
en un salón multidisciplinario con una magnífica biblioteca anexa, también se
espera el inicio del edificio del Ateneo, que lo ha ganado con su trabajo y
dedicación. Este parque será el centro cívico de Cumaná.
Pág.
46
No. 35.
EL
FUERTE DE SANTA CRUZ DE LA VISTA LOS CASTILLITOS DE CUMANA.
Como una introducción para este trabajo sobre el fuerte de Santa Cruz
de La Vista, diremos algunas cosas o
detalles de este personaje de nuestra historia, que se tiene como su constructor: Jácome Castiglione Suárez –Castellón- marino
genovés residenciado en Cubagua, hijo de Bernardo Castiglione y la española
doña Irene de Suárez, fue, si se quiere,
uno de los fundadores de Cumaná, por lo menos le dio
nombre: Nueva Córdoba, sede de las
misiones franciscanas y dominicas ubicadas en
Los Cerritos -médanos- por donde
desembocaba el río Cumaná, que es hoy,
el barrio “El Barbudo”.
Castellón conocía muy bien nuestras costas, desde 1504 comerciaba con
los indios: mano de obra, casabe y maíz, era también tratante de esclavos y
sobre todo explotador de las salinas de Araya, de donde proveía su riqueza.
Sabemos que, en 1522, después de la partida del padre Bartolomé de
Las Casas, desde Cumaná, los indios vuelven a sublevarse y dan muerte a varios
piratas, algunos colonos, al capitán Soto, que se había dedicado al pillaje, a
fray Dionisio que se había escondido en la huerta contigua al convento, y
también prenden fuego a las iglesias, casas y a la huerta.
En represalia Castellón, como Ocampo, desembarca con su armada por
Maracapana, por vez primera traen caballos a la tierra firme, para mayor
aflicción de los indefensos pobladores; ordena la captura y ejecución inmisericorde
de los guerreros y caciques, culpables o inocentes, destruye los caseríos, con sus
bohíos, janocos, chozas, cuanto había edificado; y también “resgata” muchos
hombres, mujeres y niños, para venderlos como esclavos, cuál era el objetivo
principal de su expedición.
Sin embargo, Castellón tuvo mucho cuidado con los pobladores
indígenas de Cumaná; por eso López de Gómara, dice que “Perdía mucho el Rey con
perderse Cumaná porque cesaba la pesca y trato de las perlas de Cubagua” (44);
y entonces Castellón hizo aquí, el papel de pacificador.
Casi todos los cronistas de la época están contestes en acreditar la
importancia que había adquirido la misión franciscana de Cumaná, que “florecía”
como dice Oviedo, y daba muy buenos frutos. La mejor demostración de ello es que
el Vaticano en 1519 nombró para Paria, con sede indudablemente en Cumaná, al
primer obispo de la tierra firme, Pedro Barbirio, que debía venir con Las
Casas.
Entonces Cubagua era solo un placer de perlas, y la Nueva Cádiz aun no era
nada, la primera casa que se construye en esa isla data de 1525.
Castellón se instala en la
misión franciscana de Cumaná, que ya era el pueblo y puerto de Córdoba, como
podemos verlo en dibujos y mapas de 1601, ubicado en Los Cerritos a la desembocadura del río;
allí establece su cuartel general,
bautiza el poblado con el nombre con el que era conocido, de Misión
de Córdoba, en honor a su verdadero
fundador, Nueva Córdoba, se dedica a la reconstrucción de todo lo que había
sido destruido unos días antes, y
concluye la fábrica de la fortaleza, en la propia boca del río, como reconoce
Las Casas en “La
Historia de Las Indias”:
“Edificó Jácome Castellón una fortaleza a la boca del río de Cumaná,
donde el clérigo Las Casas la quería edificar, para tener segura la cogida del
agua, sin la cual, como está dicho no podían vivir los de la isleta de Cubagua”
(45). Fácilmente se puede advertir que esta cita no fue escrita por Las Casas,
fue incluida en su obra por hábiles manos, como muchas otras que aparecen en
sus libros.
Y aunque esta cita fuese suya, creemos que algo hizo en el fuerte de
Santa Cruz de la Vista ,
porque era uno de sus objetivos; y estuvo en Cumaná cuatro meses, desde el 15
de agosto hasta el 15 de diciembre de 1521; además, porque dudamos, es imposible, que Castellón haya
podido construir la fortaleza en dos meses, que hay entre su arribo a Cumaná, a
fines de noviembre de 1522 y el 23 de enero de 1523, como lo canta Castellanos:
La cual concluyó muy a provecho
Año de veintitrés y un mes corrido,
Nombrose por Alcaide de lo hecho
y Capitán Mayor deste partido. (46)
El juglar se cuida de decir, construyó, emplea más bien el término
“concluyó” y agrega –muy aprovecho….
Castellón bautizó el asiento poblacional, ya lo dijimos, con el
nombre de Nueva Córdoba, en honor del verdadero fundador fray Pedro de Córdoba,
seguramente a petición de los franciscos que lo acompañaron en su campaña; de
lo cual, da parte a la
Real Audiencia de La Española, y de haber construido y
terminado la fortaleza en el mes de enero de 1523, y anexa su “figura e traza”,
es decir sus planos, mapas y una pintura, todo lo cual se conserva.
Nosotros creemos que esta fortaleza es más antigua, tenía tiempo en construcción,
como puede advertirse en los dibujos del mismo Castellón, donde se observa la
antigüedad de sus muros, nos parece que solo faltaba terminar la parte
superior, que tanto adelantó Las Casas y ponerlo en servicio, que fue lo que
hizo Castellón, y colocar la “rama de olivo”, como dice uno de los biógrafos de
Bartolomé de Las Casas. Es absolutamente imposible haber puesto en servicio las
canteras de piedra de Araya y fabricado el fuerte de Santa Cruz de la Vista , en dos meses, y
además Castellón tuvo que pacificar a los indígenas y reconstruir la misión.
Para mí el fuerte seguirá siendo un misterio, nadie esta interesado
en descubrirlo, y pensando en aquellos avanzados que nombramos, puedo considerar,
que tal vez ambos se aprovecharon de la distancia, y “jalaron para su costado”.
Por el dibujo anexo y datos dispersos, creo que el fuerte fue
construido por orden de la
Audiencia de Santo Domingo, empezando en 1504, por
insistencia del Rey Fernando el católico, porque coincide con el descubrimiento
y explotación de las canteras de piedra ciclópea en Araya, con la cual se construyeron
muchos fuertes y casas en esa época; la primera industria española en tierra
firme, donde trabajaron hasta 300 españoles e indios. Este hecho hizo posible
que se iniciaran los trabajos de construcción del fuerte. Imaginemos el trabajo
que costó construir aquella mole que vemos en el dibujo de Castellón, y también
la importancia que tenía su construcción, por el volumen de perlas y el quinto
del Rey; y la importancia estratégica que tenía toda esta zona del oriente
venezolano. Sería conveniente que los historiadores o cualquiera que se
interese, o que traten este asunto, que se trasladen mentalmente a la época,
Los arquitectos, los constructores, obreros, albañiles, autoridades, protección
militar, insumos, armas, explosivos, etc.
o ¿es que no se hizo así, fue entonces un milagro?
Las perlas, la sal y las canteras fueron las primeras riquezas
explotadas en el continente, y era necesario protegerlas. De allí los castillos
y fuertes de tierra firme y las Antillas. Era la época de los Antonelli. Hubo
en la zona mucho movimiento, entonces…
Me atrevo a afirmar que tanto Bartolomé de Las Casas, sobre todo
éste, como Castellón, solo construyeron la torre que está sobre el fuerte.
Castellón se paso de vivo.
Dice José Mercedes
Gómez, que desde un principio se proyectó construir una fortaleza en la tierra
firme:
“En 1505 el Rey desde Segovia, se dirige a Ovando en
Santo Domingo, que apresure la construcción de una fortaleza en la Costa de las Perlas, e
incluso, más tarde, llega a conminarlo por no haber cumplido sus reales órdenes”.
El Rey nombra Alcaide de la
fortaleza y de La Nueva Córdoba (Cumaná) a Jácome Castellón y le confiere el
poder y Escudo de Armas, y éste se queda con la paternidad de esta joya del
inicio de la primogenitura.
Me da
mucha risa cuando los historiadores que se burlan de la antigüedad de Cumaná,
dicen que se construyó esa mole para proteger el agua para los habitantes de
Cubagua, y después reconocen que la primera casa que se construyó en Cubagua es
de 1525, y ya Cumaná era sede eclesiástica, era una ciudad con historia. Lo
importante en esos días era el negocio de las perlas y en Cumaná estaban los
Señores de Canoa.
El Rey Fernando el católico, en 1519 ordena la
construcción de cinco iglesias y reconoce que ya había dos iglesias y un
monasterio y no nombran, para nada, la escuela que funcionaba pata 50 niños
indígenas, y tampoco nombran al pueblo indígena al que servían, con una población
calculada en quince mil habitantes.
El día que demos a luz a estas ruinas vendrán muchos
estudiosos a contemplarla y a investigarla. Es un tesoro que tenemos escondido
y que sabemos dónde está.
Pág. 50
No. 36
EL FUERTE
DE SAN ANTONIO Y SANTA CLARA
Don
Alberto Sanabria me entregó en dos manuscritos que conservo, su investigación
sobre algunos detalles de la historia del fuerte, dice:
“El
Castillo de San Antonio de la Eminencia se terminó de construir en el año de
1686 y desde tan remota época ha estado siempre como mudo testigo de nuestras
glorias
y de
nuestros sacrificios. El gobernador de la provincia de nueva And o Cumaná
Don Gaspar Mateo de Acosta, proveyó al Castillo de la artillería necesaria, y lo fortificó con una estacada en circunferencia, que hasta hoy se conserva, para su mayor estabilidad y defensa. Esto es lo que normalmente creen los cronistas, sin embargo, ustedes pueden ver el fuerte en el dibujo de la ciudad de 1676, y pueden verlo señalado en la pintura de Jácome Castellón de 1534. Ambas pinturas están en este libro. Pueden verlas a placer.
Don Gaspar Mateo de Acosta, proveyó al Castillo de la artillería necesaria, y lo fortificó con una estacada en circunferencia, que hasta hoy se conserva, para su mayor estabilidad y defensa. Esto es lo que normalmente creen los cronistas, sin embargo, ustedes pueden ver el fuerte en el dibujo de la ciudad de 1676, y pueden verlo señalado en la pintura de Jácome Castellón de 1534. Ambas pinturas están en este libro. Pueden verlas a placer.
El Virrey de Santa Fe, Don Jorge de
Villalonga, en la descripción de la Provincia de Cumaná, que hizo el 20 de
noviembre de 1720, die lo siguiente: que la población solo se reduce a dos
castillos, el uno llamado Santa María de La Cabeza, donde habita el Gobernador,
que está situado en un bajo donde no puede ofender invasión de enemigos, el
otro San Antonio, fabricado en una eminencia; tiene 8 cañones, 4 de bronce, y 4
de fierro de los mismos calibres y un reducto inmediato a éste con cañones de
fierro y de 4 libras de balas.
Refiriéndose al Castillo de San
Antonio de la Eminencia, dice el gobernador Diguja y Villagómez -1757-1765-, lo
siguiente:
“La
serranía que, como dicho es resguarda la ciudad, forma sobre ella tres cerros,
en el más elevado está el castillo de San Antonio de la Eminencia
La figura de esta fortificación es así
misma quebrada, compuesta de cuatro cortinas iguales, y los ángulos que forman
son más salientes que el centro de las cortinas, su fábrica es de sillería y
cal, defiéndelo una pequeña estacada sin foso: tiene montados 21 cañones de los
calibres y circunstancias que constan por su estado en el mapa, y está provisto
de los demás utensilios expresados en su inventario, al folio 719 de la referida
primera pieza de Autos. Dicho castillo puede montar 8 cañones de a 18: 8 de a
12, y 8 de menores calibres en lo más estrecho de sus ángulos. Tiene un
pequeño, pero suficiente aljibe, una casa de madera y barro en la que se aloja
la guardia; a un lado del cuartel está el Almacén de la pólvora y al otro la
Capilla, en la que se celebra el Santo Sacrificio de la Misa todos los días de
precepto por el capellán de tropa’’
Entre los sucesos importantes habidos en el castillo,
debemos reseñar Siete años antes que
Humboldt -1793- llega a Cumaná el
notable científico y marino español don Cosme Damián de Churruca y Elorza,
junto con el teniente de Fragata don Salvador de Fidalgo y joven científico sueco, Pitor
Löfling, que son comisionados por el gobierno español para formar el atlas
marítimo de América, levantar el mapa de Venezuela y determinar el primer
meridiano de la América Española, precisamente en el Castillo de San Antonio de la Eminencia, como
en efecto se hizo, y donde debería estar un monumento conmemorativo de tal
acontecimiento científico.
El
Barón Alejandro de Humboldt en 1799, visitó el fuerte de San Antonio, y estableció
en él, su observatorio dada su posición y destacada altura. Maravillado por la claridad
del firmamento, dice que podía leer en el sextante con la luz de Venus.
El 1 de noviembre de 1849 llegó al
Castillo de San Antonio, en calidad de preso político, el ilustre prócer de la
Independencia General en Jefe José Antonio Páez, quien permaneció allí hasta el
23 de mayo de 1850, día en que salió para el exilio, habiéndole rendido la
sociedad y el pueblo cumanés una grandiosa manifestación.
El Castillo de San Antonio resistió
las terribles sacudidas de nuestros terremotos, pero los que más daño les
hiceron los de 1853 y 1929.
El Presidente de la República
general Cipriano Castro, en su viaje a Cumaná, en 1905, al visitar la vieja
fortaleza, ordenó la completa reconstrucción del Castillo, cuya obra fue
encomendada al destacado ingeniero Cumanés Bartolomé Milá de la Roca ,
resultado dicha obra de reconocida elegancia arquitectónica, y a la vez se conservaron
todos sus viejo detalles tales como el calabozo donde estuvo preso el General
Páez, el cual tenía piso de mosaico y lucía una gran lápida de mármol,
recordatoria de su prisión en tan histórico sitio. La reconstrucción del Castillo
fue inaugurada el 23 de mayo de 1906. Para el turista extranjero o el visitante
criollo era casi una obligación la visita al Castillo.
El terremoto del 17 de enero de 1929
lo dejó convertido en un acervo de ruinas, y algún timepo después, se le hicieron
mejoras y reparaciones de pésimo gusto.
Que continúe el Castillo de san Antonio
de la Eminencia, a través de los tiempos, como el fiel centinela de la ciudad Primogénita
cuya vida ha transcur5trido entre las glorias y el sacrificio. Fin de la cita.
Yo
tengo otra historia, porque nuestros cronistas no tuvieron acceso a muchos
elementos que dan otra idea más elevada de la historia de esta ciudad y de su
pueblo. por ejemplo, se cuidan mucho de mencionar su numerosa población
indígena, que era lo más importante, porque sin pueblo indígena no se podía “poblar”,
también se cuidaban de no decir mucho la ciudad; de su pujanza, de sus 13
fortalezas. Porque no se preguntan: ¿Qué podía hacer una ranchería como era
Cumaná, con 13 fortalezas…? y las maravillas
de que habló Humboldt y otros grandes investigadores; nosotros si lo vamos a
decir.
Menos
se ocupan de los heroísmos de que están plagados sus días; las defensas
exitosas contra los holandeses y piratas, sobre los cuales casi siempre
obtuvimos resonantes victorias que deberían ser de toda la nación.
Y
nos dejamos engañar por gobernadores, obispos de Puerto Rico y cronistas
interesados en mantener alejados de Cumaná y sus riquezas, aprovechadas por
enemigos que complotaban para aprovecharse de ellas.
Tenemos
muchos enemigos que envidian nuestros valores y desean que desaparezcan o se
desvanezcan por el olvido. Pero la historia se va nutriendo como un
rompecabezas gigantesco, así va apareciendo una verdad contratable. Tenemos que
escudriñar sacar a la luz los templos de la Nueva Córdoba, las trece fortalezas
de Cumaná, la explotación de la sal y las perlas, los grandes valores que nos
antecedieron, los maestros del Convento de San Francisco y de Los Dominicos;
tenemos que sacar a la luz la magnificencia de la fortaleza de Araya, que fue
la más poderosa unidad militar del mundo de aquella época, la girnalda del
Imperio Español en América. Son muchas cosas que debemos emprender juntos.
En
relación con la antigüedad del castillo de la Eminencia, se debe ver con
bastante curiosidad los dibujos de Castellón, donde se ve que en la Eminencia
ya estaba ocupada y señalada con una cruz, que indica que estaba allí la
fortaleza, aunque convenimos que esta fuera de bahareque, pero es parte de su
historia de la defensa de Cumaná.
Sabemos
que el fuerte fue reconstruido en el cerro de San Antonio de la Eminencia , en el siglo
XVII, después de ser seriamente dañado por el terremoto de 1682; pero, qué
había antes de este terremoto, es lo que más nos interesa, porque ese fuerte,
del material que sea su construcción, forma parte de las defensas de nuestro
pueblo y de su historia.
Aun
no estoy preparado para decirlo, me contentaré con lo que dice Alberto Sanabria
y algunos agregados míos.
De
acuerdo con documentos de la época, Don Bautista de Utarte -1667-1670- denuncia
por vez primera que el castillo no es una construcción firme, por su redondez y
circuito que ocupa, es de barro y piedra…” Fábrica de tanta flaqueza”, la
llamaba; pero eso significa que ya existía para 1667. Don Sancho Fernández de
Angulo (1669-1674), propuso su destrucción. Don Juan de Padilla y Guardiola
(1686-1690) presenta un proyecto de reconstrucción, aprobado el 31 de julio de
1682. Francisco Rivero y Galindo, propuso modificaciones al proyecto
sustituyendo la forma cuadrangular por la forma de estrella de cuatro puntas;
Gaspar Mateo de Acosta (1690-1695), también presentó un proyecto de
reconstrucción. En 1773 el Ing. Pablo Díaz Fajardo, insiste y envía al Rey
nuevos planos. Es de suponer que la construcción del fuerte fue un proceso complicado,
que supuso deliberaciones y conflictos, se trataba de la construcción más
importante y emblemática de la ciudad. José Ramírez de Arellano (1701) le
construyó una estacada alrededor del fuerte, hecha con tal solidez, “que en
caso de ataque podía resistir cualquier embate”. El Gobernador Diguja y
Villagómez, famoso por el informe de su gobernación, (1761), lo describe como
una fortificación cuadrada. A ciencia cierta nadie sabe cuando se construyó, ni
cuando se modificó.
En
1810 los patriotas toman el fuerte y nombran primer comandante al capitán
Carlos Guinett de origen antillano. En
1811 volvió el fuerte a manos de los realistas por breve tiempo; en lo que se
llamó la sublevación de los catalanes.
Devuelto a los patriotas lo mantuvieron hasta 1812; después de la
capitulación de Miranda, ese año, fue entregado a los realistas que lo
mantuvieron hasta 1813, cuando fue ocupado por Santiago Mariño, hasta 1814,
cuando fue tomado por las fuerzas de Boves, y permaneció bajo mando realista
hasta 1821, cuando fue entregada la ciudad, por el realista Caturla, al general
José Francisco Bermúdez. Luego ha pasado de bando en bando, durante el largo
tiempo de combustiones internas, que sobrevino después de la independencia,
desde 1821 hasta 1935, año de la muerte de Juan Vicente Gómez.
Los
terremotos de 1853 y 1929, lo dejaron en ruinas, desde entonces se han
realizado importantes trabajos de reconstrucción, José Antonio Ramos Martínez,
el gran cronista de Cumaná, dice que: “La situación de este fuerte es la mejor
y más estratégica de la ciudad, porque no solamente domina completamente a ésta,
sino también sus alrededores en una gran extensión. Debido a esta circunstancia
y también a la celebridad de la fortaleza.
El
general Cipriano Castro, siendo Presidente de la República , ordenó su
total reedificación, la que se llevó a feliz término bajo la dirección del General.
Bartolomé Milá de la Roca Himiob, ingeniero entonces del Estado Bermúdez. Sobre
los viejos muros coloniales levantose un segundo cuerpo de sillería, con sus
torreones, almenas y otros adornos de la arquitectura militar obra que fue
inaugurada el 23 de mayo de 1906; También se realizaron reparaciones
importantes durante el gobierno del Dr. José Salazar Domínguez, 1956, a cargo del ing.
Jesús Salazar Boada; después con otros gobernadores, el Dr. Arquímedes Fuentes Serrano y Ramón Martínez
Abdenour, con asesoría del arquitecto Gasparini, y la jardinería, a cargo de
don Eliseo Acosta Rodríguez.
Muy
larga es la historia de este fuerte. Hoy es uno de los sitios más visitados de
la ciudad de Cumaná. Dato importante: en 1792 se determinó el primer meridiano
de América Española, en el fuerte de San Antonio.
Pág. 55
No. 37
EL FUERTE DE SANTA MARIA DE LA CABEZA.
En la descripción de Cumaná que hizo
el 20 de noviembre de 1720 el Virrey de Santa Fe, don Jorge de Villalonga, se
habla acerca del castillo de Santa María de la Cabeza, y para esa época era
residencia de los Gobernadores de la Nueva Andalucía.
En las notas del gobernador Don José
Diguja y Villagómez, escritas en 1761, encontramos la siguiente descripción del
Castillo: “En medio de la ciudad hay un terreno elevado en que se halla situado
el castillo de Santa María de La Cabeza. Que domina la mayor parte de la ciudad
de forma cuadrada con sus cuatro baluartes iguales. Su material de sillería y
cal sin estacada que lo resguarde, bien que al frente queda un pequeño y
abierto foso que solo sirve para facilitar la entrada por el puente levadizo.
Tiene montados 16 cañones, cuyos calibres, pólvora con que están cargados y
Batería constan individualmente por el estado de este castillo que se haya en
el mapa, en el que no se pude colocar sus demás pertrechos y utensilios, pero
están en su inventario al folio 709 de la primera pieza de los autos de vista.
En este castillo se hayan las ajas Reales y dos pequeños almacenes de
pertrechos, y sobre ellos la casa que habita el Gobernador, esta es de madera y
barro que en el país dice “Bahareque”.
Nota.
Este terreno elevado es el “Cerro Quetepe”
Ruinas
del fuerte de Santa María de La Cabeza, cuya construcción se inició en 1622,
siendo Capitán General de la provincia de Cumaná, Don Diego de Arroyo y Daza;
la obra fue concluida en 1669 por el Capitán General Don Sancho Fernández de
Angulo. Declarada reserva patrimonial municipal por la Alcaldía del municipio
Sucre del estado Sucre, publicado en la gaceta municipal de fecha
6-06-2005.
Ruinas
del fuerte de Santa María de La Cabeza, cuya construcción se inició en 1622,
siendo Capitán General de la provincia de Cumaná, Don Diego de Arroyo y Daza;
la obra fue concluida en 1669 por el Capitán General Don Sancho Fernández de
Angulo. Declarada reserva patrimonial municipal por la Alcaldía del municipio
Sucre del estado Sucre, publicado en la gaceta municipal de fecha
6-06-2005.
Después
de largos años de abandono, el terremoto del 15 de julio de 1853, lo arruinó
bastante, hasta que el señor Santos Berrizbeitia, en 1912, restauró en parte
los viejos muros y levantó allí una hermosa capilla, donde fue colocada la
imagen de Nuestra Señora del Carmen, una de las más antiguas de Cumaná, que
estuvo en la primitiva Ermita del Carmen, situada en la calle que popularmente
lleva su nombre. El terremoto del 17 de enero de 1929 destruyó la capilla y
daño en parte el viejo Castillo, pero gracias al padre Antonio de Vegamián,
cura de Santa Inés, se levantó de nuevo.
La
construcción del Castillo de Santa María de La Cabeza se hizo con piedras de
sillería de las ricas canteras que posee la península de Araya”. Fin de la
cita.
Según
afirma José Antonio Ramos Martínez, en su obra citada tantas veces, que este
fuerte, Palacio de los Gobernadores, fue construido durante el gobierno de
Sancho Fernández de Angulo, 1669-1675. Porque esta información se desprende de una
carta del ingeniero militar don Francisco Dávila de Orejón de 1674, en donde
informa a la Junta
de Guerra de las Indias, sobre la fortaleza; y en 1682, el gobernador Juan de
Padilla y Guardiola, informa al Rey, sobre el fuerte en forma minuciosa. Pero
lo que demuestra la paternidad de la fortaleza, es la carta de 27 de mayo 1672,
en que se deja constancia de la carta de Don Sancho al Rey, informándole sobre
la construcción de la fortaleza.
El
fuerte de Santa María, es el segundo en antigüedad de la ciudad de Cumaná; fue en
su tiempo útil, un formidable complejo militar dotado de todos sus elementos
militares, con un inmenso patio de armas, donde hoy esta construido, estuvo
desde un principio, la Iglesia Parroquial, después Iglesia del Carmen, y a
partir de 1853, ocupó ese espacio en el mismo templo, la iglesia de Santa Inés,
Patrona de Cumaná (es decir que desde
tiempo inmemorial estuvo en ese espacio el templo parroquial bajo distintas
advocaciones: aunque solo lo conocemos bajo la advocación de Nuestra Señora del
Carmen y luego de Santa Inés. El templo
del Carmen, era de tres naves, de estilo gótico.
Para Cumaná fue siempre un espacio sagrado, también
un lugar privilegiado ya que para 1908 era párroco de Santa Inés el padre Manuel
Arteaga Betancourt, que luego fue Cardenal Primado de la Habana , este hecho por
demás histórico, debería plasmarse en una placa de broce; y a él se le debe la
hermosa e histórica: Gruta de Lourdes” y el piso de mosaicos importados de
Alemania, que aún se conserva.
El
fuerte donde esta ubicado el templo, formaba parte del sistema defensivo de la
ciudad, y sirvió de residencia a los Gobernadores coloniales, que ocupaban el
segundo piso de la casa de habitación en la parte superior de la fortaleza,
mientras que en la planta baja funcionaba la administración y las Cajas Reales;
también fue sede del gobierno colonial, y accidentalmente y fue sala
consistorial del Ayuntamiento.
Actualmente
podemos visitarlo entrando por el jardín que da a la Gruta de Lourdes; este jardín
está ubicada del lado derecho de la iglesia de Santa Inés; donde luce su
construcción de piedras ciclópeas remozado después del terremoto del 1929, traídas
de las canteras de la península de Araya, trabajadas con el sistema español,
muy característico, que se conoce como “Cal y Canto”. Durante la colonia fue brevemente
ocupado como residencia de los gobernadores, porque los terribles terremotos,
tempranamente lo dejaron inhabitable.
Durante
la guerra de independencia, fue utilizado tanto por lo realistas como por los
patriotas.
El
terremoto de 1853, lo convirtió en ruinas, hasta que, en 1912, como dice don
Alberto Sanabria, fueron rescatados sus muros por don Santos Berrizbeitia, que
también construyó la capilla para la imagen de la milagrosa y protectora Virgen
del Carmen.
Hace
poco tiempo, en el año 2003, fue restaurada la capilla, lo que sirve para
rendir un homenaje silencioso a Don Santos.
SANTA MARIA DE LA CABEZA
En otra crónica
digo algunas otras cosas más, veamos.
El
fuerte de Santa María de La Cabeza, ubicado en el cerro de Quetepe, es el
segundo en antigüedad e importancia de la ciudad de Cumaná, Primogénita de
América; éste fuerte fue en su tiempo útil, un formidable complejo militar,
dotado de todos sus elementos militares, un edificio de forma cuadrada entre
murallas de piedra ciclópea, con un inmenso patio de armas, donde hay algunas
obras importantes: el Templo, La Gruta de Lourdes, Las escalinatas. El templo
estuvo allí, en ese espacio, desde un principio, Siglo XVI, es un templo
colonial que puede verse en los mapas antiguos de la ciudad.
El
fuerte formaba parte del sistema defensivo, y sirvió también de residencia a
los Gobernadores, una casa de dos plantas, los gobernadores ocupaban el segundo
piso, mientras que en la planta baja funcionaba la administración y las Cajas
Reales; también fue sede del gobierno colonial, y accidentalmente fue sala
consistorial del Ayuntamiento.
Según
ratifica y afirma José Antonio Ramos Martínez (Ob.cit), este fuerte o Palacio
de los Gobernadores, fue definitivamente
construido durante el gobierno de Sancho Fernández de Angulo
(1669-1675), lo que se desprende, entre
otros documentos, de una importante
carta del ingeniero militar don Francisco Dávila de Orejón de 1674, en la cual informa a la Junta de Guerra de
las Indias, sobre la dicha la fortaleza;
y fue confirmada, en 1682, por el
gobernador Juan de Padilla y Guardiola, que informa al Rey, sobre el fuerte de
Santa María de La Cabeza, en forma minuciosa.
En
definitiva, pues, no nos cabe dudas sobre ello, pero a pesar de que pudiera ser
y debe ser así, que el inicio de la obra, y el proyecto es de 1622, cuando
gobernaba Don Diego de Arroyo y Daza, cuya mujer se llamaba Maria de La Cabeza,
y ese fue el nombre que prevaleció; lo mismo hizo en Araya, cuya fortaleza se
llama Santiago de Arroyo de Araya; pero
aceptamos que la conclusión de la fortaleza y puesta en servicio, se desprende
de la carta de 27 de mayo 1672, en que se deja constancia de la carta de Don Sancho
Fernández de Angulo al Rey, informándole sobre la terminación de la obra.
Es
importante para Cumaná, patrimonio de la humanidad, señalar estos datos, porque
este castillo ha ocupado el centro de nuestra ciudad por muchos siglos, ha sido
testigo de nuestra historia, y en él se han sucedido hechos relevantes que han
sido reseñados por muchos historiadores, y porque fue la sede del gobierno y
Caja del Tesoro, la Casa de los Gobernadores Coloniales, sede del Ayuntamiento,
y su estructura fue violada por guerras y terremotos. Construida y
reconstruida; abandonada y vuelta a la vida muchas veces, con hechos dramáticos
y solemnes, hechos gloriosos, traiciones y heroísmos.
Desde
un principio los terremotos hicieron estragos en él. Entre sus ruinas perdieron
la vida muchos de nuestros abuelos. Sobre todo, el de junio de 1698, que
arruinó tanto al templo como al castillo, pero fueron rápidamente
reconstituidos. Después de largos años
de servicio vino el terremoto del 15 de julio de 1853, que lo arruinó por
completo, y así permaneció por muchos años, hasta que Don Santos Emilio
Berrizbeitia Bermúdez de Castro, en 1912, restauró en parte los viejos muros
quebrados por la tormenta; levantó los muros y sobre sus muros construyó una
hermosa capilla, donde fue colocada la antigua imagen de Nuestra Señora del
Carmen, una de las más veneradas del pueblo de Cumaná. En ese solar estuvo la
primitiva Ermita del Carmen, donde se guardaba la imagen divina, rescatada de
la Nueva Córdoba, en 1654, después del asalto de los piratas franceses, que la
destruyeron la ciudad por completo.
Durante
la guerra de independencia, fue utilizado tanto por los realistas como por los
patriotas. El terremoto de 1853, lo
convirtió en ruinas, hasta que, en 1912, como dice don Alberto Sanabria, fueron
rescatados sus muros por don Santos Emilio Berrizbeitia Bermúdez de Castro, que
también construyó la capilla para la imagen de la milagrosa y protectora Virgen
del Carmen. Hace poco tiempo, en el año
2003, fue restaurada la capilla, lo que sirve para rendir un homenaje
silencioso a Don Santos.
Para 1908 fue párroco de Santa Inés el padre
Arteaga, que luego fue Cardenal Primado de la Habana, a él se le debe la
hermosa e histórica Gruta de Lourdes y el piso de mosaicos importados de Alemania,
que aún se conserva.
Por
último, el terrible terremoto del 17 de enero de 1929, quebró las paredes del
templo, destruyó la capilla y daño en parte las murallas del viejo Castillo,
pero gracias al padre Antonio de Vegamian, cura párroco de Santa Inés, y el
maestro de obras Don Martín Pascual, se levantó de nuevo y volvió a servir a su
pueblo de cátedra permanente para enseñar la buena nueva, la palabra de Dios.
Actualmente
podemos visitarlo entrando por el jardín donde está la Gruta de Lourdes; ubicada
al lado de la iglesia de Santa Inés; luce su construcción de piedras ciclópeas
traídas de las canteras de la península de Araya, trabajadas con el sistema
español, muy característico, que se conoce como “Cal y Canto”.
Pág. 61
No. 38.
LA IGLESIA DE SANTA INES
El
nuevo templo de Santa Inés, se construyó sobre el patio de armas del fuerte de
Santa María de La Cabeza, sobre las ruinas de la Iglesia del Carmen, y por
supuesto es la heredera de aquel glorioso templo en el cual fueron bautizados
todos los hijos de don Vicente de Sucre y García Urbaneja y Maria Manuela Alcalá
y Sánchez de Sucre y García Urbaneja, el arquitecto la pensó, como una
construcción gótica, suspendida sobre la muralla del viejo fuerte colonial.
El
padre José Antonio Ramos Martínez, nos dice que: “En el lugar que ocupaba
antiguamente la Plaza
de Armas del castillo de Santa María, donde, según hemos advertido, se había reedificado
la ermita de Nuestra Señora del Carmen, se comenzaron, en noviembre de 1862,
las obras del nuevo templo parroquial de Santa Inés, después de haber
recolectado los fondos necesarios en los años siguientes al terremoto (de 1853)
En
la construcción de Santa Inés empleose bajareque con excelentes maderas y
sólidas bases de mampostería; y que esto haya sido un acierto, se ha comprobado
en el último terremoto (1929) que no pudo derribarla a pesar de los daños por
él ocasionados”.
“Posteriormente
fueron agregándose a la iglesia Matriz nuevos elementos decorativos que
necesitaba para su embellecimiento, a saber: el artesonado de la nave mayor en
1893 y el de las laterales en 1907; la portada principal en 1901, el pavimento
de mosaico en 1909, la hermosa gruta de Lourdes al año siguiente, etc. etc.”
“Las
escalinatas que rodean el templo fue mandada a construir por el Dr. Juan Pablo
Rojas Paúl, Presidente de la República en 1889, importando la obra 6.000 pesos,
de los cuales mandó él 5.000. La dirección técnica estuvo a cargo del Dr.
Monserrate, el mismo que hizo el parque Ayacucho y el monumento a Sucre”.
A
este trabajo del sabio cronista debe agregársele la sustitución del antiguo
frente por las dos formidables torres que luce ahora, construidas durante el
gobierno del general Pérez Jiménez, siendo gobernador del Estado el Dr. José
Salazar Domínguez y el constructor, el Ing. Fernando Luis Aristeguieta.
Entre
los grandes benefactores de esta iglesia después del terremoto de 1853, durante
su construcción están el Dr. Mauricio Berrizbeitia, mayordomo de fábrica, el
general Rafael Adrián y la sociedad del culto, pero el gran animador de esta
obra fue el padre José Antonio Ramos Martínez. También debe recordarse que, al
Padre Arteaga, su párroco desde 1905, que después fue Cardenal Primado de la Habana,
se debe la construcción del piso de mosaico y la gruta de Lourdes, que
personalmente copió para traerla a su iglesia.
La
iglesia es inseparable de su historia y del fuerte de Santa María, él le da su
carácter de joya colonial, prueba su antigüedad, la piedra, la historia. La
iglesia es otra cosa, es nuestro pueblo, es la misma, está en sus archivos, en
los nombres de los maestros, los santos padres que han ocupado su catedra, y en
el espíritu de su pueblo, el espíritu, su amor, su devoción. En cada piedra resuena
la voz de los maestros de nuestro cristianismo, y evocan la Cumaná madre de todos los
tiempos del oriente venezolano. Su cátedra excelsa ha sido perfumada por santos
varones entre ellos el Cardenal Arteaga, primado de Cuba, que fue su párroco, y
el excelso maestro José Antonio Ramos Martínez, su reconstructor.
Si fuésemos a dedicarle en este corto texto,
la historia de los maestros que han entregado su vida al magisterio sagrado en
este templo, necesitaríamos escribir cientos de páginas de alabanzas.
Pág. 62
No. 39.
Dice el
padre Manuel Fernández Martínez, que es el templo de madera más bello de
Venezuela. Su estructura diseñada por Calvani Silva, sus maravillosos retablos
adquiridos en Zaragoza-España, la imponente imagen del Sagrado Corazón
Eucarístico de Jesús, los vitrales, confesionarios en Francia. etc. El padre Manuel, en su opúsculo sobre la Catedral de Cumaná, nos
dice que “…el año de 1745 fue el año de la Esperanza para los cumaneses, al ser
concebido un bello proyecto para la construcción de una Iglesia Nueva, suntuosa
y grande, siempre acorde con lo que ya se destacaba Cumaná como la capital de la Nueva Andalucía. La Cumaná que se conjugó como
la epopeya más grande de España en América”.
Los
trabajos de construcción de la
Iglesia Nueva se iniciaron ese año, pero se paralizaron, y
para 1760, el emperador Carlos III, movido por la opinión de nuestro pueblo
envió ayuda para agilizar los trabajos de construcción.
Sin
embargo, el obispo de Puerto Rico, Mariano Martí, en sus visitas a Cumaná de
1764 y 1774, confirma la lentitud de los trabajos. En esa época comienza a llamarse
“Seo Cordis Iesu”.
Los
planos de la iglesia fueron reformados por el arquitecto don José Aparicio
Morata: Planta Basilical, tres naves. La nave mayor en parte cubierta por
bóveda de medio cañón, y el crucero con las capillas laterales, estaba cubierta
por tambor cuadrado. La fachada estaba perfectamente distribuida como un damero
de (3X3) secciones. Nunca se llegó a pavimentar el piso ni se techó todo el
edificio. Durante el gobierno te Guzmán
se expropio la Seo para convertirla en teatro, para ello fueron demolidas las
torres y la cúpula de crucero, pero nunca pudo terminarse.
El
12 de octubre de 1922 fue creada la diócesis de Cumaná por Bula Pontificia de
Pio XI con sede en Cumaná, designando Catedral, en forma provisional, el templo
de Santa Inés. Pio XI tambien nombró primer obispo a Mons. Sixto Sosa que tomó
posesión el 30 de noviembre de 1923.
En
1929 el 17 de enero un terrible terremoto destruyó por completo el edificio de la SEO ; pero el obispo reunió al
pueblo y decidieron construir en ese lugar sagrado la Iglesia Nueva. El
arquitecto Erasmo Calvani, muy ligado a Cumaná, hizo los planos de una catedral
de madera “una belleza entre las bellezas de América”, según la expresión de
Mons. Manuel Fernández Martínez. Sixto
Sosa no pudo ver concluida su obra, murió el 29 de mayo de 1943. Fue inaugurada el 3 de febrero de 1945 por
el Presidente Isaías Medina Angarita.
Pág.
64
No.
40
PROLOGO
DEL LIBRO “EL ALCATRAZ VIGILANTE” DEL POETA MANUEL FERNANDEZ MARTINEZ.
Manuel Fernández
Martínez, como sacerdote, como poeta, como escritor, como filósofo, desde sus
mocedades y como estudioso siempre ha frecuentado provechosamente la cátedra de
Pablo.
Su actividad
intelectual plasmada en crónicas, editoriales, homilías, y poesías, le ha
conquistado el reconocimiento del pueblo de Cumaná, como también el que, en
otras latitudes, han leído en la prensa y en el libro sus escritos, o lo han
escuchado disertar e asambleas, foros, y recintos académicos con motivo de
algún acontecimiento histórico memorable o de relevante interés cultural.
Sacerdote a tiempo
completo en exitoso ejercicio diario, no obstante, encontró tiempo para dar fe
de su vocación de poeta en su libro “EL ALCATRAZ VIGILANTE” en el cual hace una
selección de sus poemas y de sus escritos periodísticos.
Pero antes de hablar
de la poesía de Manolo, como es más conocido el Poeta entre nosotros sus
amigos, traigo la voz de mi padre, crítico, de elevado estro, que es mi guía,
sobre todo, en estas aventuradas palabras sobre la poesía de mi amigo y hermano
en el espíritu.
Dice
mi padre: “En poesía la voz humana alcanza su más armoniosa resonancia, y es el
verso su expresión más acabada. David, Rey de Israel, el gran lírico del libro
sagrado, se dirige en salmos a su Dios y Señor y dice: “El espíritu de Jehová
habla por mí y su palabra estuvo en mi lengua”. El Corán de Mahoma, base de la
religión del islam, e su original fue escrito en versos, y el Profeta imitando
a David decía: “Yo no soy poeta, el Corán no es obra mía, son palabras de Alá
que resuenan por mi boca”; el Rey Salomón, hijo de David, también se creyó
inspirado por Dios y su Cantar de Cantares, patético idilio, es uno de los
poemas más vivaces de más inefable fragancia que haya producido el ingenio
humano. Podríamos, pues, pensar que la poesía es el lenguaje de los dioses.
Ningún metal es tan indestructible como la poesía para resistir el embate de
los siglos, ninguna piedra tan dura para soportar el corroer de los milenios.
La esfinge de los faraones ese enigma de piedra al lento transcurrir de las
edades ha desfigurado su faz y por contraste, la Ilíada y la Odisea de Homero,
insuperables poemas épicos, tal vez sus contemporáneos, son hoy tan admirables,
tan hermosos, tan frescos y sugerentes como cuando el Ciego Inmortal los iba
cantando por las siete ciudades de la Hélade, igual que Troya, también
desaparecidas. El célebre Talleyrand decía que quien no vivió en Francia del
Siglo de Oro de Luis XV no podía tener una noción completa de la cultura
social. En los salones de París se hablaba en verso. En ese mundo aristocrático
que él frecuentó y describe con tanto colorido, el epigrama era el arma de la
intriga, como agudo dardo volaba de un labio empurpurado a otro, hiriente
siempre, aunque velado en argentina risa.
La
voz humana es tan natural que ni cuenta nos damos de ser poseedores de ese fino
y milagroso instrumento, y la palabra, propiedad exclusiva del hombre, que
debió sufrir un proceso de evos para alcanzar la perfección que hoy tiene, la
empleamos en sus múltiples giros para traducir nuestras ideas, sin medir, las
más de las veces el efecto que pueda producir.
Hay muchas conocidas anécdotas de Quevedo o a él atribuidas, en las que
se pone de resalto el equívoco de muchos vocablos. Don Francisco de Quevedo y Villegas,
renombrado satírico español, uno de los grandes clásicos de la lengua, poeta
insigne, en su vasta obra literaria dio vigencia a infinidad de léxicos de los
que duermen archivados en el diccionario. Se advierte al leerlo, no el
rebuscamiento de la voz precisa, sino el angustioso deseo de poder encerrar su
pensamiento en una sola dicción. Uno de
sus críticos admira esta originalidad característica de Quevedo y dice que da
la impresión de ir creando el lenguaje a medida que escribe.
Podríamos
presumir, pues, que el poeta es un ser de privilegio: soñar, verter en estrofas
su pensamiento, en voces escogidas y con acento rítmico, es su eminente misión,
que no es dable a todos los que hablamos, ni habilidad usual en cuantos vivimos
y pensamos. Darle sonoridad al
idioma, cadencia y consonancia a las expresiones para hacerlas gratas al oído y
que el tema irradie armonía y se fije mejor en la memoria, es obra de poetas.
Como el diamante ellos llevan en sí sus propios kilates y la virtud de sus
fulgores en sus cantos. Exaltan la tradición, iluminan la leyenda, difunden la
historia, aureolan la geografía cuando la musa se inspira en el azul mentiroso
de la montaña distante, en la blanca ola rumorosa sobre el añil del mar, en la
onda peregrina del río, que se desliza musical y cansado en su inacabable viaje
al océano. La naturaleza va pasando en esa forma idealizada por el crisol de su
imaginación ardiente, incansable y así los sucesos, los hombres, los símbolos,
los héroes…”
Con este mismo sentimiento emprendo
el recorrido por el libro de Manolo “El Alcatraz Vigilante” cuyo solo título,
además de sus propias vivencias nos recuerdan al poeta de Asís, por su infinito
amor a los animales como criaturas del Señor, con los que todo hace pensar,
podía hablar. Secretos del amor infinito del Creador.
Ciertamente mi fraterno poeta
cumanés nacido en una aldea, como un Belén, enclavada en la sierra nevada de
Andalucía; no ha necesitado acudir a los recursos preceptivos, su poesía es libre
como su espíritu, sus poemas son desgarraduras de su alma critica, sus versos
nacen del espíritu, son incorruptibles, no se permite ninguna regla, no los
modera ningún otro sentimiento. Sus anécdotas traducen vivencias de su camino
por la senda del Crucificado.
No podemos exigirle a un poeta que
modele su manera de expresión, cuando ella es pura, nacida de su lucha en un
mundo tan variado, muchas veces doloroso, otras cálido y espiritual. Como dice
José Antonio Escalona Escalona, el más notable antologista de la poesía
venezolana e hispanoamericana: “Hace tiempo los críticos literarios y exégetas
de la poesía declararon obsoleta, la didáctica distinción conceptual entre
prosa y poesía. El poeta dispone de libertad para expresar en verso o en prosa sus
creaciones. Igualmente es libre para hacerlo con estricta sujeción a las reglas
tradicionales. De lo que no ha de prescindir es del ritmo, condición esencial
de todo lenguaje literario. No olvidemos que en la antigüedad –aludo en
particular a nuestros ancestros griegos – la poesía nació gemela de la música y
del canto”.
“El Alcatraz Vigilante” arca de
sensaciones y anécdotas, combinación perfecta de poesías y crónicas, que nos
van llevando de la mano sobre los pasos del poeta.
Manolo finaliza este libro con
textos de sus amigos dedicados a sus XL aniversario de su ordenación
sacerdotal, textos que lo alienta para seguir adelante. Parece preguntarnos mil veces: ¿Por dónde
Voy? ¿Voy bien? Y sus amigos le animan.
Él no se cansa de preguntar sobre sus homilías, sus enseñanzas, sus
interpretaciones, en fin; sobre su sabiduría, que ha encendido una llama en
nuestros corazones.
Luego publica sus
emocionadas crónicas, ese trabajo “Noche de Paz”. Noche de amor” es un
testimonio de indudable valor poético, una nota espiritual que nos legó el
padre Joseph Mohr, y Manolo nos lo dice n su corazón traspasado de emoción
crítica. Vemos como lo dice Manolo:
“Tenía sus ojos bañados en lágrimas,
el órgano dañado allá en el antiguo coro de la pequeña y artística iglesia
querida, la sonora guitarra dormitaba en el rincón de una de las habitaciones
de la casa parroquial, la mano artística del organista Frank Xavier Gruber, en
un trozo de papel escribe cinco rayas y las adornó con unas bien dispuestas
notas musicales, tomó la guitarra, picoteó las cuerdas y, ¡Oh maravilla! Había
nacido la más bella canción navideña, más bella y más cantada de todos los
siglos: “Noche de Paz, Noche de Amor”, para que los dos sacerdotes y el
organista, saltaran a la inmortalidad”
En su trabajo “Los Gritos de los
Crucificados”, muestra su terrible dolor de poeta que ama la vida, que quiere
vida en abundancia para todos sus hermanos en Cristo, y entonces clama:
“En nuestras ciudades, gritos viene
de allá, de esas “coronas de espinas” que circundan todas las ciudades de
Venezuela y de Latinoamérica:
Son millares de
hombres que hoy están crucificados en el desempleo.
Millares de mujeres
crucificadas en el abandono de sus esposos…
Millares de niños
crucificados en la carencia de escuelas…
Millares de jóvenes
crucificados en la desorientación y desesperanza…
Millares de bebés que
mueren crucificados en el seno maternal…
Millares de personas
crucificadas en el hambre…
Millares de personas
crucificadas en el desaliento…
Y gritan…y nuestros
oídos no oyen los gritos de los crucificados…
Son hijos de Dios que
mueren cada día en una real actualización de la pasión y muerte de Jesús, del
Jesús del siglo de la tecnología y de la ciencia, en el siglo de los
cosmonautas y de las costosísimas guerras misilísticas, de las computadoras e
internet, del post-modernismo”.
Y en su poema “Santísimo Cristo de
las Aguas” y en otras composiciones que son oraciones nuevas al Crucificado,
encuentro desgarraduras de verdadero valor poético:
“El lucero del alba me dijo esta
madrugada,
Que el
Cristo de las Aguas no ha muerto.
Se lo
había susurrado la luna hoy de mañana
Y que vive
en el hombre y en la flor del huerto”.
Uno de los poemas más
sentidos de Manolo, en mi concepto, es sin duda: “Santísimo Cristo de la sagrada
lanzada” del cual copio este cuarteto que lo resume:
“Sagrada lanzada,
Por
Longines clavada.
Nacieron
siete soles,
Sacramentos
de amores.
Otras
metáforas que lo revelan como poeta de elevado estro:
Cigüeñas
esbeltas los campanarios,
Nidal de
bronce allá en lo alto.
Flechas de
amor y cantos de canarios,
Señalan la
ruta eterna con sus cantos.
¡Jesús ha
resucitado!
El poeta le canta a la naturaleza,
allí se le manifiesta el Señor, su paraulata, su alcatraz, es el Espíritu Santo
que penetra en su alma, es su Jesús Crucificado, que da testimonio de la
verdad, la verdad que él no puede resistir, pero que lo invade y lo despierta.
Jesús lo está esperando y él no puede equivocar el camino, pese a su
resistencia, a su tremenda personalidad, su carácter, su estilo Don Camilo, que
muchas veces lo niega y se resiste. Jesús lo doblega, se le aparece como un
pájaro, como una paloma. Toma las formas más dulces y lo empalaga de amor. Él
ha peleado con El tantas veces, y luego, regresa a la paz de su gran amor.
“Enséñanos artística y elegante
paraulata, que la vida de cada hombre, como tu vida de ave montañera, debe ser
un acto de alabanza y una canción de amor ante los ojos del Señor y un rocío de
esperanza refrescante para los hombres, nuestros hermanos”
“Cada día nos ha bendecido el Señor
con una suave lluvia y nos ha cobijado con tenue y bello sol, que hacía brillar
en los siete colores del arco iris las gotas del rocío en las montañas y las de
la lluvia en las tardes
Pág.
68
No.
41
EL
PARQUE AYACUCHO Y LAS CALLES ADYACENTES.
El parque Ayacucho, obra
del gobierno nacional, sustituyó en 1971, durante el Gobierno del Dr. Rafael
Caldera, siendo Presidente del Estado el Sr. Jorge Villegas, a la plaza Ayacucho,
construida durante el gobierno del Dr. Rojas Paúl, y gobernando en la provincia
de Cumaná el General Nicolás Rolando, se inauguró el 28 de octubre de 1890, y
se develó la estatua ecuestre del Gana Mariscal de Ayacucho, obra del famoso
escultor italiano GIOVANNI TURINI.
El espacio
que ocupa la plaza Ayacucho aparece en un plano de 1774, ocupado por dos
manzanas de casas del barrio El Toporo,
y detrás de ellas el célebre cuartel de la Artillería , que según
Humboldt desapreció en el terremoto de 1766,
y, por supuesto la continuación de las calles Cedeño y Cantaura, que
desembocaban en una avenida construida por Don Vicente de Empara y Orbe, para
unir el puente Urrutia con el Hospital de Caridad; y las
orillas del río protegidas ya, para esa fecha, por la célebre muralla de la
cual se conserva una buena parte. También aparecen en ese mapa, las ruinas del
Coliseo, ubicado donde hoy está la plaza Miranda y que fue anteriormente el
mercado viejo.
El parque Ayacucho ocupa ahora un espacio mayor, donde se
incluye también el solar del Hospital de la Caridad u Hospital Antonio Patricio de Alcalá,
sustituido en 1945, durante el gobierno de Isaías Medina Angarita, por el
edificio del Concejo Municipal, hoy Museo Gran Mariscal de Ayacucho, y su
prolongación por la orilla del río que recibe el nombre de Paseo Manzanares,
cuyas obras inició el profesor Carmelo Ríos en 1982, que fueron continuadas por el Dr. Ramón Martínez,
que le dio mucha importancia a la prolongación donde se hicieron una serie de
obras y proyectos, y aun no se han
concluido o están muy abandonadas. Sin
darle ni restarle méritos a ningún gobernador de este Estado, yo diría que
muchos de ellos se han ocupado por embellecer el parque, y de verdad, pese a lo
descuidado que pueda parecer, es uno de los parques más bellos de Venezuela. El
Gobierno del Dr. Martínez, ha reconstruido y mantenido, en grado de excelencia,
el Museo Gran Mariscal de Ayacucho.
Frente al parque
Ayacucho, en el punto conocido como La Popa del Zamora, se producía
la “divorcia acuarum” del río Manzanares, entonces buena parte de sus aguas
corrían hacia el barrio El Barbudo, y el curso principal, seguía la ruta que aún
mantiene, con unas pequeñas variantes. En ese sitio se desarrolló el célebre
puerto de” Toporo” por donde entraba a Cumaná todo el transito marítimo, y dada su importancia, se inicio la
construcción de “Puerto Arturo” hoy calle Cochabamba, que nació por el
establecimiento en las márgenes del río que se dirigía hacia El Barbudo, los grandes
depósitos de mercancías venidas de España y de las islas antillanas, desde
entonces, y extramuros, porque Cumaná fue una ciudad amurallada, nacieron las
calles de Cantaura, Cedeño y Niquitao, es de suponer que en aquellos tiempos,
antes de 1766, eran rancherías. Estos nombres que hoy lucen se les dio después
de la liberación de Cumana en 1821, por la asombrosa gesta del General en Jefe
José Francisco Bermúdez.
Pág.
70
No.
42
EL
MONUMENTO.
Este
monumento representa la fundación de Cumaná, muestra el pacto entre el cacique
Kawaná y fray Pedro de Córdoba, para fundar la primera misión en la tierra
firme del Nuevo Continente en 1513.
El Monumento a la Fundación de Cumaná, es
un edificio ubicado en la
Avenida Perimetral , Sector Cristóbal Colón, parroquia Valentín
Valiente. El proyecto es del arquitecto Felipe Souchar, y el monumento en
bronce es obra del escultor italiano Daini. Esta obra se construyó siendo
presidente de la república don Rómulo Betancourt, se inauguró durante el
gobierno del Dr. Raúl Leoni, Presidente del Estado el Ing. Aníbal Alarcón y
presidente del Concejo Municipal el Dr. Antonio Fuetes Salazar. En el discurso
de Orden estuvo a cargo del maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa. La obra fue
impulsada por el Cronista de la ciudad Dr. José Mercedes Gómez.
El monumental bronce
de Daini, representa al sacerdote Pedro de Córdoba y al indio Don Alonso, el
cacique Cawaná, y conjuntamente con los relieves de la planta baja, representa
la fundación de Cumana, el 27 de noviembre de 1515; el monumento en bronce es
uno de los más grades de Venezuela; es una alegoría en la cual un indio y un
misionero se abrazan en acto amistoso, tal como fue la fundación de Cumaná. En
esa fecha arribó una expedición dirigida por fray Pedro de Córdoba, formada por
las dos órdenes religiosas de dominicos y franciscanos, que fue admitido al
territorio, por el cacique de Cumaná, al cual bautizaron con el nombre de Don
Alonso. Esos indígenas pertenecían a la nación Chaima (Kaima) Caribe. Muy pocos
cronistas saben que, en ese mismo día, Fray Pedro de Córdoba, ofició la misa; y
tampoco saben que, en 1513, fray Francisco Fernández de Córdoba, enviado por
él, ofició la primera misa dada en tierra firme del territorio del Nuevo Mundo.
reconocida por el Vaticano.
En el Monumento está la oficina del
Cronista Oficial de Cumaná, tambien es la sede del Museo Municipal y de la
biblioteca J. A. Cova.
Pág. 71
No. 43.
TRADICIONES
CUMANESAS - LA RETRETA
Mi padre contaba, que cuando era niño, en la Placita Ribero
comenzaba la Retreta
a las 7 de la noche los días jueves de cada semana, y era todo un rito; los
señores del barrio de San Francisco, encabezados por Don José Silverio
González, vistiendo sus macfarlán de casimir inglés, sombrero Borsalino y
bastones Cubanos de puños de plata, con su mujer, elegantemente vestida, a la
usanza francesa, ataviada con cartera de piel de Rusia y zapatos de tacones
altos fabricados en Carúpano; salían tomados de la mano o del brazo, a dar
vueltas alrededor de la plaza, escuchando arrobados, circunspectos y silentes,
las notas radiosas de la música de la “Banda Libertad”, dirigida magistralmente
por el maestro, amado de todos, Don Benigno Rodríguez Bruzual; mientras la
muchachada se reunía en la pilita, para juguetear y hacer bromas de mal gusto a
los músicos.
Las retretas,
verdaderas fiestas familiares, se montaban en las plazas Bermúdez, Ribero,
Bolívar y Ayacucho; a cada una de estas plazas les tocaba un día de la semana,
y sus carteles se publicaban en los periódicos locales, por ejemplo, en el
periódico La Constitución ,
de 1908, se publico este cartel:
Retreta. Para hoy
sábado a las 5 PM. 1º Gilda, paso doble por Peina -2º Tulipa no, valse por Montesa
– 3º La Furberta ,
polka por Mateio – 4º Amorosa, mazurca por Cimini – 5º La Scontrosa , polka por
Marilli ----- --------------------Retreta para el domingo – a las 8 de la noche
– 1º El Marfil, paso doble flamenco – 2º
El año pasado por agua, Mazurca De los Paraguas – por Chueca y Valverde – 3º Flor de América, americana por Gutiérrez
– 4º La Peineta , polka – 5º Mi
regreso a la Patria ,
valse.
El Director – Rodríguez Bruzual.
A las retretas iban
las muchachas a buscar novio, daban la vuelta del pavo real, y las chismosas
decían: fulanito y menganita están pelando pava; esa era una grosería, y el
chisme rodaba y cuando llegaba a los padres de la ofendida, se armaba la
sampablera. A veces las parejas, al cruzarse y rozar, el joven le entregaba a
su elegida un papelito; que era toda una confesión de amor, y si alguien se
daba cuenta, enseguida iba el chisme directo a la tía, que era siempre la
encargada de vigilar a la doncella. Entonces, la tía llamaba a la joven y le
decía: Al llegar a tu casa se lo digo a tu papá. ¡Dios Mío Que vergüenza…! Así
era en aquellos tiempos.
La tradición musical
cumanesa tiene mucho que ver con este maestro excepcional, Benigno Rodríguez
Bruzual, que nació en Cumaná el5 de diciembre de 1852; aquí vivió casi toda su
vida y aprendió el arte en el cual fue virtuoso. Le debemos mucho, incluyendo
la música de nuestro himno. Cumaná es una ciudad llena de música, no tiene nada
de raro que muchas generaciones se hayan formado en sus escuelas. Además del
genial Gómez Cardiel, que le dio a la música rango universitario, eran de esa
época: Salvador Llamosas, Joaquín Silva Díaz, Sergio Martínez Picornell, los
Acuña, incluyendo a Cruz Acuña Montistruqui, de quien dijo Ramón y Rivera, que
para los años 50 toda la música de bandolín que se tocaba en Venezuela era de
su autoría; los Espín, de donde eran Luis José y Juana Josefa, maestras
virtuosa del piano, los Núñez, de donde era doña Carmen Mercedes Núñez de
Bruzual, virtuosa reconocida; los Serpa, los Gutiérrez, incluyendo a Pedro
Elías, autor de Alma Llanera, cumanés nacido en Maiquetía, los Bruzual, etc. El
geógrafo Depons, cuenta que, en el centro de Cumaná, llego a contar 21 pianos:
la música y la poesía eran dos pasiones exaltadas de nuestro pueblo.
Mamá contaba que tenía
18 años y como iba con el siglo, pues fue en 1918; cuando Don Benigno se mudó a
una casa grande en la Calle Bolívar , y como todos sus hijos eran
músicos y practicaban en el gran salón que daba a la calle, pues todas las
tardes la juventud iba a la casa del maestro a bailar. Mamá decía que esos
fueron los años más felices de su vida, su verdadera, deliciosa juventud.
A Cumaná vinieron
muchos músicos a formar filas en la banda Libertad, tal es el caso de la
familia Williams, uno de ellos, Federico, que casó con una damita de nuestro
pueblo, fue un virtuoso del cornetín, y trabajo en nuestra banda por muchos
años; pero el más recordado, de esos itinerantes “Fuereños”, es Pipo, cuyo
nombre es Ángel Silverio Sarrítiello Spiniello, natural de Barcelona, hijo de
emigrantes italianos. Vino a Cumaná en varias ocasiones, todas por muy poco tiempo,
sin embargo, el recuerdo de este maestro de la música, es inolvidable en muchos
pueblos de Oriente. La primera vez que vino a Cumaná, fue en 1926 como primer
trombón y también como relevo en el bombardino, en ese año fue director de la Banda , el maestro Ramón
Espinal Font. Luego volvió como Director de la Banda en 1937, siendo presidente del Estado
Francisco Aristeguieta Badaracco, y tuvo muy buenas relaciones con mi familia,
nos visitaba frecuentemente. Pipo regresó a Cumaná, otra vez como director de la Banda , y por última vez, en
1951.
Hermoso sobre mi bella Cumaná...
ResponderEliminar