martes, 11 de octubre de 2016

CRONICAS DE CUMANÁ. TOMO II





         
RAMÓN BADARACCO
                


CRÓNICAS DE CUMANÁ
SEGUNDO TOMO





CUMANÁ – 1995


               





Autor: Tulio Ramón Badaracco Rivero
Que firma, Ramón Badaracco.
Cédula de Identidad No. 514083 -.
Prólogo: MARIO TORREALBA LOSSI
Copyright R. B.  2013

CRÓNICAS DE CUMANÁ
Tomo II

Primera edición 1995

Publicado en el Periódico PROVINCIA
De la ciudad de CUMANA - 1997
Puede ser reproducido total o parcialmente.
Diseño de la cubierta R. B.
Ilustración de la cubierta R. B.

Cronista40@hotmail .com
Telf. 0293-4324683 – cel. 0416-8114374


A mis padres
Marco Tulio Badaracco Bermúdez
Y
Maria Providencia Rivero Morales





                                                          







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No. 20.

EL VIEJO MERCADO COMO TEATRO.

En 1908, el empresario era Don Ramón Eduardo Ortiz, y los críticos, que formaban fila en el periódico de Don Federico, eran eminentes maestros y escritores, como José Maria Milá, Silverio González Juan Miguel Alarcón y Domingo Badaracco, conservo una crítica de “La Tosca”, que demuestra el conocimiento de aquellos cultores, aparentemente improvisados, y de la cual recojo algunos aciertos:

La Tosca - dice la crónica – “Correspondió a la décima función. La escena primera caracterizada en un corto diálogo entre el padre Eusebio (señor Carbonell) y Gennarino (señor Bosch). Este, aunque dormilón, se desenvuelve con soltura en el desempeño de su humilde cargo, pero el cura con su cara de antruejo y sus gestos y lenguaje de bausán   quita mucho a la importancia característica del suyo, o más claro, descompone, exagerándolo, el personaje de Sardou. En casi todo su desempeño trabajó bien, pero aquel tocado exótico le daba el aspecto de una de esas figuras precitas de Alighieri. Benavente dice en una sentencia de sabor agustiniano: “El arte es el arte”. En un capítulo inolvidable de nuestra historia cultural, la Compañía presentó: “Malas Herencias”, “El Estigma”, “Amor Salvaje”, “Huérfanas de Bruselas”, “Las Viudas Alegres”, “La Pasionaria”, etc.

Ema Soler, enfermó de gravedad en Cumaná, creando angustia y temor en el pueblo, que llegó a amarla; y fue atendida debidamente por el eminente médico cumanés, Dr. J.C. Rivas Morales, luego miembro honorable de la Academia Nacional de Medicina.  Ella se despidió acongojada de Cumaná, donde quería permanecer, y lo hace con llanto contenido y el corazón palpitante de emociones; en su declaración a la prensa lo dice todo: 

“Ema Soler se despide especialmente de las personas de quienes ha recibido servicios y demostraciones de simpatías y amistad personal en esta ciudad, y, en general del público que con tanta sinceridad y entusiasmo la ha prodigado aplausos repetidos en su modesta carrera de artista.  Gratísimo recuerdo lleva de la gentil y espiritual Cumaná, tan dada siempre acciones generosas y levantadas, y de renombre histórico, por las virtudes y las glorias de sus hijos y héroes legendarios.   Siente satisfacción en manifestar, que donde quiera que vaya arrastrada por el amor que profesa al arte, siempre tendrá presente la duda de gratitud que, por solícitos cuidados y esmerada asistencia, y por multiplicadas pruebas de aprecio y de cariño, tiene íntimamente contraída con el noble culto y caballeroso pueblo cumanés.  4 de mayo de 1908.  Ema Soler”. 

También   publicó el bisemanario una carta del empresario Ramón Eduardo Ortiz, en la que manifiesta su agradecimiento, tanto al Dr. Rivas Morales, como al Dr. Rivas Maza y al Dr. Jesús Sanabria, que la rescataron de una muerte segura.



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No. 21.

LA PLACITA RIBERO,

HOY PLAZA BADARACCO.


Esta plaza se construyó en el solar de la Plaza de San Francisco frente al convento de los franciscanos de Cumaná, y en el centro se destaca el busto en bronce del Dr. Domingo Badaracco Bermúdez y un monolito que honra la memoria del mártir cariaqueño, coronel José Ribero

La plaza fue construida en el terreno abandonado de la plaza de San Francisco, que durante la Colonia fue la Plaza Mayor de la ciudad.  El gobierno del general Zoilo Vidal, puso empeño en rescatarla y acometió un proyecto presentado por el ingeniero Bartolomé Milá de La Roca, en 1912. La plaza tuvo días de júbilo y jubileo, en ella se celebraban fiestas patrióticas y la banda Acosta que luego se llamó La banda Libertad, amenizaba y ponía el toque de gracias a esas festividades.    

Esta Banda bajo la batuta del gran maestro de la música cumanesa, don Benigno Rodríguez Bruzual, llenó de alegría por muchos años a nuestro pueblo, tenía sus días para presentar su magnífico repertorio en las famosas retretas.   

Mis recuerdos de niño siempre traen a mi mente una dulce añoranza. Tengo escrito un libro de cuentos, que es una lástima que no haya podido publicarlo nunca. Cuando yo era un carricito los guayacanes ya eran viejos; formábamos pandillas para treparlos como monos, luego a jugar trompo, pichas, guataco y policía librado. Era un solar lleno de pájaros y muchachos, escenario de nuestros combates, de las alegrías y las penas. Nos divertíamos con el policía: al de la mañana lo llamábamos “Bigotelibro”, y el de la tarde era “El Señor Molina”; el primero nos perseguía hasta las faldas de “Cerro La Línea”, allí nos atrincherábamos y lo atacábamos con nuestras infaltables chinas, usando como proyectiles las frutitas pegostosas de las matas de Chica. El segundo policía llegaba a la tardecita, se recostaba del poste y hacía como que vigilaba, así lo sorprendió y amarró, mientras dormía, el terrible Luis José Chópite.

En la plaza instalaron dos postes con sendas luminarias, que nos atraían como a las mariposas; y en el centro estaba “La Pilita”, fuente hermosísima rodeada de barandas de bronce, que nos servían de asiento para mirar a las niñas jugando y bailando. La pilita era un cercado redondo lleno de flores con una fuente en el medio. Refrescaba mucho con sus lirios en perpetua floración, y los muchachos respetábamos ese lugar sagrado. No recuerdo haberme metido en la pilita, sino una sola vez para recoger una pelota.

Los inmensos robles servían para que Pichofué, demostrara sus habilidades, pasando de rama en rama como un mono. Arriba pasaba las horas, mientras la Maestra Inés Meaño (Ñeñé), le gritaba y gritaba, que se bajara. En el recuerdo se me enredan los nombres de la muchachada: Los Minguet, De La Rosa, Bruzual, Sanabria, Torres, Juliac, León, Suárez,
Inserny, Carballo. Tavera, Fuentes, Acosta, Moi, Carmona, Villalba, Inserny, Lares, Madrid y Madriz, Miranda, Briceño, Acosta, Guerra, Olivieri, Ciliberto, hasta René Losada, la viuda de Reny Ottolina, formaba parte de esa muchachada de mi generación, cuyo único escenario era la placita y el río. Esa vida terminaba a las 8:30 p.m., cuando desde el Castillo de San Antonio tocaban Diana y la placita se vaciaba, algunos se quedaban hasta el toque de silencio a las 9:00 p.m., luego quedaban las sombras y los fantasmas.

            Pero la historia de la placita Ribero, no fue siempre como la vivimos los muchachos de mi generación, un cuento color de rosa; nuestros padres nos contaban los acontecimientos gloriosos que allí sucedieron, tanto los del Convento de San Francisco, como los de la tétrica Inquisición y del Coronel Ribero, que le da nombre a la placita.

Era joven moreno oriundo de Cariaco, altivo y hermoso. Cariaco, ciudad que tenía el rimbombante nombre de ¨San Felipe de Austria¨. cuyo nombre originario era Guarabera, la capital del reino de los Caribes Tiaos; donde nació Yasoarayta, la Ditaina; el formidable pueblo que le dio tantos héroes civiles y militares a la Patria; el pueblo de José Francisco Bermúdez, llamado José Francisco Pueblo y Estanislao Rendón, llamado el Egregio Demócrata.



El Fusilamiento de los coroneles José Ribero y Carlos Peñalosa.

            El pueblo de Cumaná, lleno de tradiciones nunca podrá olvidar el fusilamiento del Coronel José Ribero, cuyo nombre honró la Plaza de San Francisco, él fue un guerrero inmortal que ofrendó su vida, en plena juventud, por la libertad de su pueblo.

Desde temprana edad se le encuentra al lado de Mariño, sobresalió en Guiria y Maturín, y también a las órdenes de Bernardo Bermúdez y Piar. Para 1814 acompaña al victorioso Mariño, llamado por Bolívar, a la
campaña del centro que luego terminó con el desastre de la batalla de La Puerta y la triste emigración.


Ribero regresa la zona Oriental con el mismo Mariño. Es la hora de Boves, en su campaña infernal y depredadora, llega y vence en Barcelona y avanza sobre Cumaná, y con una fuerza superior en todo, derrota al invicto Carlos Manuel Piar, en la batalla de El Salado; entra a la ciudad el 15 de octubre de l814, y la llena de luto y espanto. Sus atrocidades hicieron olvidar a los bárbaros Zuazola, Cervériz y Antoñanza. Los Patriotas se repliegan, Domingo Montes, Jesús Barreto, los Monagas, mantienen el pabellón patriota en las sabanas de Maturín. Barreto, el heroico hijo de Cumanacoa se hace fuerte en las inmensas llanuras donde es invencible.

            Mientras tanto el Coronel Ribero, se ha ganado su grado heroicamente, siempre al lado de los Libertadores de Oriente; al lado del General Santiago Mariño, gana en cada batalla un jalón; y en el último en 1815, en Punta de Piedra, resiste con sólo 150 hombres, la embestida del Sargento Mayor de Dragones, Miguel Domínguez, jefe realista que lo derrota con un ejército tres veces superior; entonces se retira hacia Caño Colorado, cae en una emboscada y lo hacen prisionero; es traído a Cumaná y mediante un juicio sumario ordenado por don Pablo Morillo, es condenado a muerte.

            En las primeras horas de la mañana de un día lluvioso, el 27 de septiembre, desde el campanario de la capilla de la Venerable Orden Tercera, contigua al Convento de Nuestra Señora de las Aguas Santas, que así es el nombre de la casa mayor de San Francisco, comenzó el repique de campanas; el pueblo había sido convocado para el fusilamiento. Desde Cariaco había llegado toda la familia del Héroe, sumida en profundo dolor y santa impotencia. A Ribero lo trajeron desde el Castillo de San Antonio, en cuyas mazmorras pasó sus últimos días; venía amarrado, escarnecido, pero altivo sin jactancia, lo acompañaba un sacerdote que había abogado por su vida ante el nuevo Gobernador, Don Tomás de Cires, el mismo inaudito individuo que ordenó la demolición de la bella iglesia de la Divina Pastora, y arrasó el próspero barrio de Chiclana. ¿Cómo podía este sujeto tener piedad con el bizarro patriota?
            La plaza de San Francisco de esa época, aunque muy importante, ya que se encontraba frente al Convento, presentaba las huellas del tiempo,
pero era considerado el más importante de la Provincia, y, aunque quedaban retazos de las ruinas de la Plaza Mayor, era una sabana calichosa donde crecían los Yaques y las Cuicas, y era usada muchas veces para los festejos, la venta de esclavos y otros eventos.


            El Coronel Ribero fue llevado hasta el centro de la Plaza. Un sargento le ordenó que se hincara de rodillas, no quiso hacerlo, pero fue obligado golpeándolo en las rodillas con la culata de un fusil. Rechazó la venda y mirando a sus familiares, amigos y al pueblo, grito con fuerza: ¡Viva Mariño! ¡Viva la Libertad! Un soldado le dio un golpe en la boca. Un murmullo recorrió la multitud. El pueblo contuvo el aliento… Ribero estaba allí de rodillas. Por la comisura del labio inferior se le escapaba un hilillo de sangre; sin embargo, se mantenía sereno, con esa serenidad que da el cumplimento del deber. Atento al menor movimiento, sus ojos buscaban a sus seres queridos, y al cruzar sus ojos, se llenaba de una dulce alegría. Altivo, tranquilo, de frente al pelotón, atento a los gatillos, tal vez sumido en profunda oración, convencido que al derramar su sangre contribuía con la causa a la cual había dedicado todo. El pelotón de fusilamiento estaba preparado. Oyó la orden… Disparen… Recibió la descarga mortal sin un lamento, ni una queja salió de sus labios. Su boca besó la tierra que tanto amó y exhaló su último suspiro. Cayó hacia delante y luego resbaló lentamente hasta quedar en posición fetal. Tal vez el engreído Aldama, aquel esbirro que azotó públicamente a Doña Leonor Guerra, le dio el tiro de gracia. Los verdugos cumplieron con el mandato, pero ¡oh miserables!, no entregaron el cuerpo a sus deudos, que lo imploraban. El pueblo se tragó sus lágrimas, pero dentro del corazón creció como un árbol la sed de venganza y el deseo de ser libres. La conciencia de una patria distinta y más justa.

            No había terminado la fiesta. Se cumplían expresas órdenes del General Pablo Morillo, que señoreaba victorioso con sus fuerzas infinitas, y que pretendía amedrentar a los patriotas orientales; y por ello y por escarmiento, el cuerpo del Coronel Ribero fue descuartizado y sus restos exhibidos en Cumaná, Cariaco y otros pueblos vecinos. Durante mucho
tiempo el cráneo del egregio soldado sirvió como bronce par el recuerdo de su inmortalidad.
            La Plaza Ribero, antigua plaza de San Francisco, comparte hoy su nombre y espacio con el Dr. Domingo Badaracco Bermúdez, el médico bueno, al cual el pueblo también vistió de bronce
P.d. Debo aclarar que el apellido Ribero, del héroe cariaqueño, se escribe con “b” labiodental, y no es un error.



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No. 22.
                                                          
EL   PARQUE   AYACUCHO

Casi todas las mañanas camino por este parque, que, a mi modo de ver, es el más bello del mundo Todo complota para hacerlo hermoso, acogedor, inspirador, fresco, dulce, apasionado y amado. El Río le da una tonalidad de esmeralda y en la mañana clarísima, sopla el cálido aroma del bosque cercano y de las serranías azules que le sirven de marco a nuestro amado pueblo.

La calzada va siguiendo la forma del río, los bucares pintan colores al amanecer y las chaguaramas visten el espacio con sus filosas espadas, y al fondo, el contraste espectacular, se ve la iglesia San Inés, con sus hermosas torres plateadas que se reflejan en el rió, que nos llaman al recogimiento y alegría del esplendor.

Este es mi camino diario. Conozco este santuario desde muy pequeño; entonces venía a la casa de Don Francisco José Berrizbeitia, un gran señor de esta tierra, a la que amó por convicción; siempre tengo recuerdos de Don Francisco, formador de muchas instituciones de la ciudad, y cuya memoria sé que a muchos de los que somos, interesa profundamente. Él construyó su casa a orillas del río, y sembró la huerta con hermosos cocales, y nunca se arrepintió de echarse a sus orillas para meditar sobre las cosas lindas de su pueblo, nuestro pueblo. Al pasar
frente a su casa, lo veo en el ordeño, entre los mangos y los nísperos, afanoso por darle vida a cada idea.

Luego sigo mi rápida caminata al lado de Diana, mi eterna compañera, y oigo las voces de los niños entre aparatos, y la arena del jardín de jugar. Es hermoso, todo esto, es un espectáculo maravilloso, es vivir, respirar por la dicha de un nuevo día, sentirse vivo y saber lo importante que es la vida, porque somos testigos del universo, los únicos testigos que tiene el creador de todo el magno universo, y de cada hoja que cae, de cada trino escondido entre los matorrales, eso somos y por ello importamos mucho; luego sigo hasta ver el bronce del Mariscal, que juega airoso contra el tiempo, y que nos dice a cada instante que nuestro noble pueblo tiene su historia y que esa historia no morirá nunca, que es bueno que la recordemos y le demos sentido a nuestra vida, que es muy importante vivir en este suelo de los milagros que se repiten incesantemente, porque somos sangre de esa misma vertiente.

Entonces es cuando pienso que Antonio José de Sucre no debería estar sólo, que en este parque deben estar sus compañeros de treinta batallas, los de Pichincha y Ayacucho, y que deberíamos erigirles sus bronces a esos denodados soldados que no les importó derramar su sangre en suelos lejanos, más allá del amor familiar, de las lágrimas maternales, de los gritos de los niños huérfanos, es a ellos a los que debemos tanta historia grata y buena fructífera y tanta gloria. Cuando los salvemos del olvido, entonces, sólo entonces habremos cumplido con el Mariscal.

Este parque hermosísimo, que hemos cuidado con esmero, y en el que no hemos escatimado esfuerzo para adornarlo, y por si les falta la memoria, allí están sus fuentes luminosas y el Museo, que es la casa de Sucre, la única casa que tenemos por ahora, que ha sido hermoseada mediante una inversión importante, y puesta a nuestro servicio. ¡Qué bella ha quedado! ¡Eso nos gusta y nos sentimos orgullosos de decirlo,
porque hay que decir estas cosas con franqueza, y no es fácil lograr lo que se ha logrado, sobre todo en estos días de angustia, donde el pan se hace
terriblemente necesario, pero “no sólo de pan vive el hombre!, para vivir y sentirnos vivos, necesitamos de las cosas bellas, de las cosas que dan sentido a la vida, y una de estas cosas es la casa de Sucre, aspiración íntima de los Sucrenses.

Sin embargo, es necesario extremar el cuidado del parque, hay cosas que no marchan bien, la reparación de su prolongación luce abandonada; los jardineros no están cumpliendo cabalmente, se ven plantas maltratadas y otras secas que no son reemplazadas, y el sistema de riego no funciona. No sé si yo estaré exigiendo demasiado, pero me preocupa esta situación y debo decirlo para que se tomen medidas lo más rápido posible. El parque es uno de los tesoros de Cumaná, como el parque María Luisa en Sevilla, así debemos sentirlo y cantarle.

Entonces, sólo entonces, habremos cumplido con el Mariscal.



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No. 23.

LA CUNA Y LA TUMBA DEL GRAN MARISCAL DE AYACUCHO CUMANA Y QUITO.

Por Pedro Elías Marcano.

            En el actual momento cuando el Continente se pone de pies ante la evocación heroica que levanta la proximidad del Centenario de la Batalla de Ayacucho, cobra particular interés el siguiente artículo.
            Don Pedro Elías Marcano es un viejo escritor de historia Patria, admirador del Libertador y de los grandes hombres de nuestra epopeya.
            Actualmente edita en Cumaná un libro que aparecerá en los días centenarios,

LA CUNA

            Para el año 1790 habían nacido los que fueron después Generales en Jefe de la Gran Colombia, menos el más joven que, con estruendos heroicos y generoso comportamiento fraternal selló la Independencia de Sur América

            Por más de un siglo generalmente se ignoró la casa en que tuvo lugar el nacimiento de Sucre, acaecido en esta ciudad el 3 de febrero de 1795, como que los coterráneos de su época e inmediatos antecedentes se descuidaron en hacer del dominio público éste y otros pormenores históricos que mucha labor ha costado en nuestros días para conocerlos y trasmitirlos a la posteridad.

            En no lejana ocasión se promovieron solicitudes a este respecto, y de todas ellas no se produjo conclusión favorable, bien por falta de detalles que contribuyeran a dilucidar rotundamente la cuestión, o porque de los datos obtenidos se desconfió en que saliese esclarecida la verdad.  Pero revividas hoy a instancia nuestra esas solicitudes y en posesión de los informes suministrados por parientes de Sucre y por personas ancianas, ya fenecidas como Doña Carmen Alcalá de Vigas, Doña Trinidad Bermúdez de Berrizbeitia y Doña María Rosario Sucre de Sucre, hermana del Mariscal, podemos congratularnos de haber alcanzado nuestro propósito demostrándolo con el relato que aquí dejamos consignado.

Don Vicente de Sucre contrajo matrimonio con Doña María Manuela Alcalá el 8 de diciembre de 1782 y desde entonces vivieron en la casa que les pertenecía situada al pie de la colina en que se halla el Castillo de San Antonio, que llaman “La Luneta” y en ella nacieron sus hijos José María, Jerónimo, Vicente, Pedro, Antonio José, Francisco,
Aguasanta, María Josefa y Magdalena. 

Muerta Doña María Manuela de Alcalá, en esa misma casa, el 12 de julio de 1802, su marido Don Vicente, deseando mudar de domicilio, la vendió al licenciado Alonso Bruzual, como lo expresa una nota de 1804, inserta en
la Instrucción Pública, periódico de esta capital, número 14 de fecha 16 diciembre de 1898; y luego, casado en segundas nupcias con Doña Narcisa Marques de Alcalá en 1803, habitó la de portales que poseía cerca del puente de la parroquia Altagracia, la cual daba hacia el río Manzanares quedando entre las calles de la Marina y El Baño (calles de Mariño y Bermúdez) y le fue arrebatada a la familia por soldados de Boves, cuando tomaron esta ciudad el 16 de octubre de 1814, destinándola a Cuartel, que fortificaron con cañones de pequeño calibre montados en sus balcones (1)

Otra casa que hoy es de la señora Antonia Picornell de Aguirre, tuvo Don Vicente en la Calle de san Carlos (Calle de Sucre) que cambió por la de alto en la calle de Belén (Calle de Montes, en el barrio de Chiclana) Parte de las ruinas de esta última existen alrededor de la vivienda de la señora Carmelita Fuentes, y en ella vivieron su hermano Don José Manuel Sucre y su hija Aguasanta, esposa de don José Antonio Cortegoso.

“En medio de la guerra de independencia la casa donde nació Sucre fue destruida por las autoridades españolas, a la par de otras en distintos puntos.  Era de alto; su frente de 29 metros y 36 centímetros, miraba al Norte; y, por consiguiente, su fondo que tenía 30 metros, se extendía hacia el barrio de San Francisco; a su lado oriental estaba la colina del castillo de San Antonio; y al Oeste la plaza de Armas contigua al castillo de Santa María. En su solar, que es propiedad del señor Ramón Bruzual, no se ha fabricado, como si esperara que la Patria lo trasforme en sitio de venerable recreación, para conservarlo como santuario de gloriosos recuerdos”. (8

LA TUMBA

Para hallar los restos mortales del Gran Mariscal hubo de gastarse también largas disquisiciones puesto que el Gobierno de Venezuela en 1875, por medio de su comisionado Don Mateo Guerra Marcano, lo solicitó del Gobierno del Ecuador para colocarlos en el Panteón Nacional de Caracas al lado de la tumba del Libertador; y procediendo como lo requería el caso se ocurrió a la iglesia de San Francisco de Quito, en cuyo altar mayor se abrió la bóveda de la familia Solanda, donde aparecieron varias urnas conteniendo una los restos de la señora Sucre, medio destruidos en tanto que las otras estaban completamente podridas, con huesos carcomidos, sin que se pudiera conocer a quien pertenecían.

Practica las nuevas diligencias por el Gobierno Nacional para traerlos a Caracas durante los preparativos de la Apoteosis de Sucre, con motivo de su primer Centenario, resultaron igualmente infructuosos; y por fin, después de otras investigaciones, cuando casi se había perdido toda esperanza de conseguirlos, fueron hallados en la Iglesia del Carmen Moderno de la ciudad de Quito, el 24 de abril de 1900, y trasladados solemnemente a la Metropolitana donde reposan en artística urna funeral.

(1)  Este edificio vino a menos por efecto del terremoto de 1853; en su lugar fabricó el señor Juan de La Cruz Meaño una casa, que es del señor Santos Berrizbeitia, y cuatro cuartos que pertenecen a la sucesión del mismo Meaño.

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No. 24.


LA CALLE SUCRE ANTIGUA CALLE DE SAN CARLOS. 

Es una de las calles más antiguas y emblemáticas de Cumaná; en la colonia era la calle de San Carlos. Se extendía por cinco manzanas, que corresponden a las que van de la iglesia de Santa Inés hasta el final de la plaza Pichincha, donde quedaba el Convento de los Dominicos fundadores de la ciudad y el mercado colonial; después de 1622, se extendió hasta la iglesia de la Divina Pastora, en el barrio de Chiclana; y continuo su desarrollo por la vía que va para Carúpano. Hacia la parte del barrio de San
Francisco, en los primeros mapas, aparece aislada por una vertiente del cerro de Quetepe, que llegaba hasta el Río. Desde 1622, demolido el cerro de Quetepe por ese lado del río, se empalma por la calle de San Carlos, con la que comienza en el Convento de San Francisco, y va hasta el antiguo mercado y el convento de los Dominicos, y para 1775, ya era la arteria principal de la ciudad que unía desde el Convento de los franciscanos hasta el rico barrio de Chiclana y la bella iglesia de la Divina Pastora.

Esta calle, la principal de la ciudad colonial, debemos señalar, por su importancia, que  en el sector  del barrio de San Francisco, pegada al convento estaba el edificio del Tribunal Eclesiástico o Inquisición, luego la casa de los Badaracco, conocida entonces como Palacio de las Conchas;  unas cuadras adelante estaba el fuerte de Santa María de la Cabeza, que tenía a sus espaldas el hermoso templo de la Virgen del Carmen, que puede verse en mapas desde 1775; que después de 1853, reconstruido se llamó Santa Inés; pasando la casa del Dr. Luis Daniel Beuperthuy, donde está hoy el Museo Antropológico, está la casa del poeta José Antonio Ramos Sucre y al frente de ella esta la casa de gobierno desde la cual despachaba el General en jefe José Francisco Bermúdez, esta casa fue destruida para darle  vista al fuerte de Santa María de La Cabeza;  luego, en lo que es hoy la Plaza Bolívar, se levantaba el Teatro Silverio González, y al frente de él,  la Casa Presidencial, que fue anteriormente la casa de familia de los Almandoz; luego le sigue la casa natal del poeta Andrés Eloy Blanco y al frente de ella, la casa de Don Jayme Mayz, donde mataron al general en jefe José Francisco Bermúdez, el 15 de diciembre de 1831, en cuyo solar, construyeron en 1924,  el Museo Gran Mariscal de Ayacucho, que se arruinó por defectos de construcción en 1928, y sucumbió totalmente en el terremoto de 1929; frente al convento de los dominicos, que fue iglesia Matriz, estaba el mercado colonial de Cumaná.
 
El Salón de Lectura Armando Zuluaga Blanco, que da frente a la plaza Pichincha, se terminó de construir en 1937, lo inicio Francisco Aristeguieta Badaracco y lo concluyó el Dr. Alberto Díaz; la plaza Pichincha fue construida por el presidente Zoilo Vidal, con un busto en bronce del Mariscal, atribuido a Teneranni. Después de la construcción de la Av. Gran Mariscal, que inició el General Juan Alberto Ramírez en 1924, la calle Sucre unida a ella, forma una sola vía que no se detiene y se convierte en la ruta que llega hasta Güiria. Familias  importantes han vivido en esta calle: Los Ramos Sucre,  Blanco Meaño,  Badaracco Bermúdez,  Aristeguieta Sucre, Silva Zabala, Inserny, Minguet Barrios, Carrera,  Rodríguez Briceño, Acosta Rodríguez,  Mariani, Sisco,  Ponce Córdoba, Madriz Sucre, Minguet Barrios, Guerra Olivieri,  Núñez Morales, Bruzual Núñez, Gómez Rivero,  Llamosas,  Delgado Valderrama, De La Rosa Bruzual,  Bruzual Sanabria, Bruzual Rivas, Bruzual Bermúdez, Espín, Acuña Montistruqui,  Guerra Rafalli, Beauperthuy, Lares Rivero,  Berrizbeitia Guillen, Berrizbeitia Carrera, Berrizbeitia Bermúdez de Castro, Ponce Córdoba, Suarez, los Fuentes Madriz, Los Falcón, Milá de La Roca, Morazzani Boscheti,  Suárez, Gómez, Lares, Rivero,  Losada, Acuña Himiob,  Rodríguez Cerboni,  Subero,  Días Saud,  Seitife,  etc.


Actualmente en esta calle, que nace en la plaza Badaracco o Ribero, y es el cordón umbilical de la ciudad colonial, está y han estado una serie de casas y edificios que conservan la misma disposición de su larga historia:  la iglesia de Santa Inés, la patrona de Cumaná, las ruinas del fuerte de Santa María de La Cabeza,  el Despacho del Gobernador, varios hoteles, posadas y negocios, edificios modernos, dependencias gubernamentales, las dos emisoras de radio tradicionales “Cumaná” y “Sucre”, dos estaciones de servicio o bombas de gasolina, la esuela Normal Pedro Arnal y la U.E. República Argentina, en sus mismos edificios de la época de Medina Angarita; el restaurante El Colmao, el Jardín y  Bar Sport, Salón de Lectura Armando Zuluaga Blanco,  Plaza Bolívar, Plaza Pichincha, cine Pichincha,  la sede la Universidad Abierta (UNA),  la casa de Cultura José Antonio Ramos Sucre, la casa de cultura Andrés Eloy Blanco, la sede del diario Siglo XXI, la U. E. Hogar Azul, el Hotel Astoria,  La Cazuela, la dirección de Turismo del Estado, el Museo Antropológico, la posada San Francisco, una moderna Estación de Servicios,  y este año se inauguró el restaurante francés “Jardines de Sucre.”. Si insistiéramos en la historia de esta calle y de cada familia podríamos escribir un buen tomo. Lo pensaremos.


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No. 25


LA CALLE DEL COMERCIO HOY GENERAL ARMARIO, y perfil del héroe GENERAL AGUSTIN ARMARIO GONZALEZ


A la antigua calle del Comercio de Cumaná, después del terremoto de 1929, se le dio el nombre del General Agustín Armario, héroe valiente oriundo de Puerto Cabello, hijo de don Agustín Armario y de doña Agustina María González; casó en Cumaná, donde se había establecido después de la Independencia, en 1821. Casó con doña Josefa Manuela Cova de Alcalá, con la cual procreó cuatro hijos cumaneses. Su hija María de Jesús, casó con don Julián Llamosas, de cuya unión nació el gran músico cumanés, don Salvador Llamosas. Se le tiene por hijo adoptivo de Cumaná, porque hizo lo mejor de su vida militar en esta provincia.

Armario fue marino desde su nacimiento: en 1813 participa en la formidable y decepcionante batalla fluvial de Sorondo, en el inmenso Orinoco; en ese mismo año forma parte de los 45 que acompañan a Mariño desde Trinidad, y continuó en la gesta independentista a su lado, en la liberación de la antigua provincia de Nueva Andalucía –Cumaná, Barcelona, Maturín y Nueva Esparta, vieron brillar su espada libertadora. 

Armario va al exilio en 1814, está en el sitio de Cartagena bajo el mando de Bermúdez, pasa a Haití y regresa en la expedición de los Cayos bajo el mando de Bolívar. Combate en Los Frailes, frente a Margarita, y en la toma de Carúpano, el 2 de junio de 1816. Supo de las victorias contra los españoles en Bocachica, derrotando a Boves; y, el amargo sabor de la derrota en La Puerta, contra el mismo Boves, bajo las órdenes de Bolívar, y va con él a la campaña de Guayana y a la formación de la Gran Colombia. Luego bajo las órdenes de Bermúdez en 1821 participa en la liberación definitiva de Cumaná. En ese mismo año desempeña la Jefatura de Armas
de Carúpano.

En 1827 fue jefe del fuerte de Puerto Cabello, una de las plazas más importantes de la nueva República.
Después de la independencia participa activamente en el movimiento separatista venezolano. Representa a Cumaná en el Congreso Constitucional de 1831 con el empleo de Senador.  Murió en Cumaná, este gran soldado de la Patria, el 14 de agosto de 1833, reconocido por todo su pueblo, como Senador, y con el grado de General de Marina. Cumaná lo acogió como otro de sus héroes más apreciados.


Esta antigua calle fue destruida por el terremoto de 1929, y se encomendó su reconstrucción al maestro constructor Martín Pascual y a su ayudante de primera don Dionicio Arismendi.  En el periódico SUCRE, de Cumaná, No. 479, de fecha 9 de octubre de 1929, aparece una nota que dice textualmente

“Una obra útil de práctica necesidad para esta capital ha sido emprendida desde el día 14 del corriente -14-10-1929-  Nos referimos al corte que se le está dando a la manzana Norte de la calle del Comercio, y a las que se contrae las dos comunicaciones que publicamos en esta misma página y que leerán nuestros lectores”.

“Muy buena disposición encontró la comisión designada al efecto en los propietarios de las casas que van a sufrir el corte, para contribuir a esa labor de embellecimiento de nuestra capital, cediendo algunos gratis sus derechos y otros exigiendo pequeñas remuneraciones por los perjuicios que van a ocasionárseles, tomando ellos más en cuenta el alto valor que adquirirán  sus fincas con la amplitud y modernización de esa calle, que es la de mayor y7 obligado tráfico en Cumaná, que el deseo de especulación que en tales casos se despierta en quienes falto de todo patriotismo , ven solamente la ganancia inmediata.

Nuestra ciudad ha sido edificada sin método alguno y en un plano tan único quizá para haber levantado una población verdaderamente bella, cómoda, amplia con calles anchas y plantadas de árboles se ha construido un laberinto de ángulos, recodos, taponamientos que salvo la
avenida Bermúdez a Puerto Sucre, todo está reclamando la Ordenanza Municipal para su alineación y arquitectura urbana.

Sucre celebra entusiastamente, la obra emprendida que confía en que se realizará sin inconvenientes, con la buena voluntad de todos, para bien de Cumaná. Y envía sus felicitaciones a la Junta de Socorro, que con la aprobación del Ejecuti8vo Regional, ha realizado uno de sus más vehementes anhelos 


Veamos, en relación con este trabajo, las notas del Ejecutivo del Estado.


JUNTA NACIONAL DE SOCORRO Cumaná 5 de octubre de 1929.

Ciudadano Secretario General en ejercicio de la Presidencia del Estado Sucre.
Presente.

La Comisión nombrada por el Ejecutivo del Estado Sucre para estudiar el plano de ensanchamiento de la calle del Comercio de esta ciudad, después de haber presentado su proyecto a principios del mes de agosto próximo pasado al Ejecutivo según su información, se ha dirigido a esta Junta presentando su presupuesto y en solicitud de nuestro apoyo para proceder a la obra como ya antes se había tratado. En sesión de anoche se resolvió acceder al buen propósito de dicha omisión que es ayudar a los dueños de las casas de la acera Norte  con la suma de CUARENTA Y CINCO A CINCUENTA MIL BOLÍVARES repartida en proporción, para que cedan los metros suficientes al ensanche de la calle que será la mayor arteria de tráfico comercial de la ciudad” y siendo esta idea de importancia vital para la población, dados los grandes peligros que acarrean calles estrechas en casos de terremotos, la Junta que me honro en presidir aprobó y dio su voto de aplauso al proyecto en referencia y en vía de consulta se dirige a
 Ud. con el fin de que nos dé su opinión al respeto para proceder a hacer la erogación necesaria al impartirle su aprobación. Con toda consideración soy de Ud. Atento y seguro servidor

Manuel; M. Fuentes. Estados Unidos de Venezuela- Estado Sucre Poder Ejecutivo. Cumaná 8 de octubre de 1929. 120º y 71º
No. 220

Ciudadano de la Junta de Socorro.

Presente.


Ciudadano
Manuel M. Fuentes
Cumaná.

Me es grato decirle a Usted, que este gobierno da su aprobación al proyecto de ensanche de la calle del Comercio de esta ciudad, todavía en ruinas después de nueve meses del terremoto. La ampliación de esa vía es una obra de verdadera necesidad y utilidad pública y por lo tanto creo  muy justificada la erogación de cuarenta a cincuenta mil bolívares para indemnizar a los propietarios la cesión de los metros de terreno que van a hacer a favor del Municipio, para ese objeto; pero también considero ser de inmediata conveniencia que se proceda en el acto a la ejecución de los trabajos de ensanche y que los propietarios cedentes construyan cuanto antes los frentes de sus casas respectivas, bajo la inspección estricta de esa Junta y de las autoridades civiles y municipales, a fin de que muy pronto podamos contemplar realizada esa obra de ornato público, verdaderamente útil para la capital del Estado.

Dios y Federación

Pedro Pablo Montenegro. 


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No.- 26.


LA AVENIDA BERMÚDEZ.

Varios alumnos de diferentes instituciones me han consultado sobre la avenida Bermúdez; entonces he reunido varias notas sobre el tema y ha salido una buena crónica. Espero que les sirva.

La avenida Bermúdez la inició, el Capitán General Pedro José de Urrutia, del cual tenemos algunos datos biográficos y una crónica sobre su gobierno.

Don Pedro de Urrutia fue un gran constructor, se ocupó de las deficiencias de los fuertes y las iglesias; construyó la Iglesia de Altagracia en la plaza Guaiquerí, 1772, que se mantuvo por 91 años siendo la más importante de la ciudad, hasta 1853 que la arruinó el terremoto de ese año.


También inició la avenida que llamó de “La Marina”, en 1769, que después se llamó Calle Larga y por último avenida Bermúdez; también construyó el puente de madera que llevó su nombre, el primer puente sobre el Manzanares, que se inició en 1766, y que sirvió hasta 1875, fecha en que fue completamente restaurado durante el gobierno de Guzmán Blanco, y se sustituyó el nombre original, por el del general Guzmán Blanco, con el cual lo conocemos.

El puente fue una estructura de madera, la primera sobre el río Chiribichií, llamado también Manzanares, sus diez arcos se afirman sobren ocho cimientos de tierra firme, dándole un aspecto notable. Estos cimientos estaban sobre estacadas de dos brazas de ancho, con formas de
proa que avanzaban sobre el río para moderar la fuerza de la corriente. El espacio comprendido entre las estacas se aprovechó para sembrar sauces, cuyo ramaje sobrepasaba el puente dando sombra a los que transitan por él.
Don Pedro José de Urrutia, con el grado de Coronel y el título de Caballero de la Orden de Santiago, fue designado Gobernador y Capitán General de las Provincias de Nueva Andalucía, Nueva Barcelona y Guayana, y Presidente del Ayuntamiento de Cumaná por varios períodos.

Llegó a Cumaná en 1765, casado con doña María de la Soledad Moreno y su familia. Esta dama tomó la costumbre de bañarse en una ensenada que formaba el río Manzanares, bajo hermosos cocales; al camino que conducía a ese sitio, entre fincas de cocos y frutales, se le llamaba, calle del baño de la gobernadora. Hoy ese camino se convirtió en la calle Mariño. También surgió la calle Herrera, y dentro de poco tiempo saldrán otras avenidas. 

 Tomó posesión del cargo el 19 de julio de ese año y se separó el 7 de septiembre de 1766, para comparecer en el Juicio de Residencia de la gobernación de Porto Bello, de donde fue promovido para su nuevo destino; y en ello estuvo hasta el 27 de agosto de 1768, cuando retomó su gobierno, y se mantuvo hasta 1777. Durante su ausencia lo sustituyó don Mateo Gual y Pueyo.

No podemos imaginar cómo pudo Don Pedro cumplir la orden de demolición de la fortaleza de Araya, llamada “la alhaja más preciada del imperio en América”; pero nada menos que Carlos III firmó esa orden y se ejecutó en septiembre de 1772.


El 5 de agosto de 1675 se estableció la Administración de Correos en Cumaná. Por esos tiempos el Cabildo hacía sus reuniones regulares en el palacio del gobernador, en el fuerte de Santa María de la Cabeza; y por ello, ambas instituciones   emprenden acciones conjuntas en beneficio de la ciudad.  
En 1764 visita pastoral del ilustrísimo obispo de Puerto Rico, monseñor Mariano Martí. Dice Morón que se entrevisto con el gobernador interino don Mateo Gual y Puello, y acordaron nombrar a la misión de Moitaco como sede del Comisariato de las misiones aragonesas. El obispo dejó un testimonio de gran riqueza para nuestra historia.

El 21 de octubre de 1766, dentro de su período de gobierno, se desató un terrible terremoto en la provincia, y la tierra quedó temblando por 14 meses, produciendo incontables daños materiales. La tierra se tragó el edificio del fuerte y una guarnición de 300 hombres en el centro de la ciudad, según testimonios que anotó el barón de Humboldt cuando estuvo en la ciudad en 1799.
   
            Pese a tantos males le tocó en suerte a don Pedro la eliminación de la Compañía Guipuzcoana, que se había corrompido y se dedicaba al contrabando y la corrupción de funcionarios; además el Rey Carlos III, que firmó la Cédula Real para la construcción de la iglesia de Altagracia, también estableció el Estanco del Tabaco en Cumaná.

            Dada la importancia que adquirió la avenida desde la construcción del puente Urrutia, y las bondades del río, las principales familias de Santa Inés buscaron alojamiento en ella, el primero de todos fue don Vicente de Sucre, que al quedar viudo en 1801, construyó su casa de familia, como la llamó,  ubicada en la primera esquina de la derecha, en  Altagracia;  y a la muerte de su primeras esposa, doña María Manuela de Alcalá, contrajo segundas nupcias con doña Narcisa Márquez de Alcalá, y se mudó con ella, sus hijos y toda la servidumbre, para esa nueva y amplia casa  de dos pisos,  y un gran terreno sembrado de frutales. 

El puente Urrutia, sufrió grandes daños en el terremoto de 1853, la mitad de la ciudad, nuestras parroquias, pasaron varios años incomunicadas, y fue reconstruido, despues de 18 años de llantos, por orden de Presidente Guzmán Blanco, al ser electo Presidente de la Republica, para honrar compromisos políticos con el pueblo de Cumaná, y sobre todo de algunos periodistas cumaneses, con abonaron su candidatura a tan alto cargo, entre ellos: Silverio González y Estanislao Rendón. Por ello se le cambió el nombre de “Urrutia” por el de Guzmán Blanco, para satisfacer el ego de aquel gobernante.

 El puente Guzmán Blanco, en el inicio de la Avenida Bermúdez,  es uno de los símbolo de nuestra ciudad, ya vimos que sustituyó al poético puente de madera, el viejo puente “Urrutia”, con sus glorietas y sauces, que podemos apreciar en un famoso aguafuerte de aquellos tiempos, publicado en el Cojo Ilustrado y en otros medios de aquellos tiempos, yo tengo una copia hecha para mí por Felipe Meneses; y  durante el gobierno del  doctor Carlos Sardi (1925),  fue nuevamente reconstruido,  por la absoluta ruina del que se construyó en 1871, por un elegante puente de concreto armado, con las siguientes características:

Se inicio su construcción el l9 de diciembre de 1925, y se inauguró, bajo su gobierno, el 9 de junio de 1926.  La obra se concluyó con una longitud de m. 89,oo, y m. 8.50 de ancho, que no incluyen las rampas de acceso; con aceras a ambos lados, de m. 1.12.  Tenía 10 tramos, cuyas luces varían entre m 6.40 y m. 8.30. Las pilas con un espesor de 1.50. El puente estaba formado por una losa de concreto armado que descansaba sobre 4 vigas del mismo material, de las cuales, las externas sostenían las aceras por un sistema de consolas, para el tráfico peatonal. Las dimensiones de las vigas son: longitud, entre 7.50 y 9 30; altura: 0,86, espesor 0,60: resistencia 3000 Kg por metro lineal. Ancho de loza, m. 6, espesor en el centro 0,20 y 0,16, en los extremos. Aceras armadas con “Self Sentering”. Espesor 0,10, ancho 1.25, resistencia 1000 Kg por metro cuadrado. Consolas: longitud m 1.25, espesor 0,30, altura 0,40, además, dos artísticas y resistentes barandas de cemento armado, con una longitud de m. 94, cada una.

Los trabajos no se detuvieron y continuaron el 7 de marzo de 1927, siendo presidente del Estado Sucre el general José Garbi, también se inició la pavimentación de la Av. Bermúdez, por el sistema de macadam, que aún debe estar bajo solidarias capas de asfalto. En un año se pavimentaron los 1.800 metros de largo de la vía y sus 13 metros de ancho; 23.400 metros cuadrados de superficie cubiertos con cemento importado de Alemania.

El puente actual resultó de reforzar y remodelar el anterior, durante el gobierno de don José (Pepe) Marcano, siendo ingeniero de obras públicas el Dr.
Antonio Minguet Letteron, (sabio, médico e ingeniero) quien aportó todo su ingenio en la obra. Se ejecutó sobre la marcha, estaba en peligro de ruina.     


LA PAVIMENTACIÓN DE LA AV. BERMÚDEZ.  

Tomado del mensaje Presidencial de general Pedro María Cárdenas, publicado el 7 de enero de 1928, en el bisemanario “SUCRE”, dice en relación con la Avenida Bermúdez, lo siguiente:

“El día 7 de marzo del pasado año di principio a los trabajos de pavimentación por el sistema de concreto de la gran avenida Bermúdez, que une el puente Guzmán Blanco, con Puerto Sucre en una extensión de 1800 metros de longitud por 13 metros de anchura media, cubriendo una superficie de 23.400 metros cuadrados de pavimento.

            La importancia de la obra mencionada es evidente tanto por ser esta avenida la principal arteria de vida y del comercio de Cumaná, por lo cual soporta un tráfico constante de vehículos de todo género que hacen necesario un pavimento sólido y duradero como porque ella es la principal obra de ornato de la Capital del Estado Sucre y dará a esta ciudad una impresión de ciudad moderna y progresista.

            El nuevo pavimento de concreto, como ya habréis tenido ocasión de apreciarlo, ha sido construido por un sistema moderno y de gran resistencia por lo cual me siento satisfecho de haber dotado a esta ciudad de una obra útil que contribuya a dar mayor importancia a Cumaná, que ya puede ufanarse de tener una de las mejores avenidas de la República.  

            Hasta el 31 de diciembre último se han invertido en esta obra Bs. 161.549,81 como lo veréis en la Memoria respectiva”.

La Avenida ha sufrido grandes cambios en estos 500 años de la ciudad de Cumaná, que podemos señalar. Desde una línea indivisa en 1776, entre el puente Urrutia y el puerto de Cumana, a ser la arteria más importante comercialmente de la pujante ciudad de Cumaná.  Entre esos cambios es importante señalar el inicio de un Boulevard, entre 1994 y 1995,
lamentablemente este proyecto no se continuó. Se terminaron cuatro cuadras, que han tomado inusitada importancia y prosperidad.  En estos tiempos la avenida se esta poblando de grandes edificios, afeados por la invasión de buhoneros que no permiten ver su belleza y su poder.  

Esperamos una acción contundente del gobierno en beneficio del colectivo; reubicando a los buhoneros, dando soluciones individualizadas: conciliando los intereses de ellos con los de la ciudad. Eso se viene haciendo en la Venezuela revolucionaria con bastante éxito.  Solo falta en Cumaná la voluntad política para actuar.


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No- 27.

LA CALLE DEL MEDIO O BOLÍVAR

La calle de Del Medio, hoy calle Bolívar, en el recuerdo de mamá, María Providencia.
La mayor parte de las crónicas que escribo sobre mi ciudad pertenecen al archivo mental de mamá. Ahora cumplió 93 años y su mente lúcida, aún trabaja. Cuando le preguntan algo de los personajes de su época, dice: “Esta noche lo recuerdo y mañana lo digo”, de este trabajo nocturno hace su pasatiempo favorito: nombres, fechas, sitios, todo lo tiene guardado en su prodigiosa memoria. Ella está llena de la historia de su tiempo, para algo le sirvió convivir con papá, periodista y editor en la edad de oro de Cumaná. Ellos coexistieron entre los grandes poetas, músicos e intelectuales de diversos conocimientos, sus maestros y amigos dieron forma a toda su cultura, lo que he llamado la Escuela de Cumaná.

Mamá vivió un tiempo en la calle de El Medio, en la casa del General, José Bermúdez Grau, su tío político por su matrimonio con Graciliana Rivero Catarina. Hombre prominente que había sido Presidente
del Estado Bermúdez en 1909, y para esa época era Diputado al Congreso de la República.

La calle de El Medio, hoy Calle Bolívar, entre la iglesia de Santa Inés y el Seminario Diocesano, hizo historia menuda, viva aún en el recuerdo de mamá. Por ejemplo, las familias, ya que el tema del Palacio de Gobierno ocupa mucho espacio, así como las noches del Teatro González, las iglesias y el seminario. A mamá le importaba mucho la vida de cada familia de esa calle.

La primera casa la ocupaba Doña Rita Sucre, con su escuela de primeras letras, allí a principios de siglo, vivió José Antonio Ramos Sucre, el poeta mayor de Venezuela y uno de los más leídos del mundo de habla hispana, y sus hermanos: Luis, el médico, padrino de mi hermana Tulia María; Lorenzo, famoso por la correspondencia de su hermano; Miguel, que dejó muy buenos escritos. Doña Rita tuvo 8 hijos. Las otras casas de la primera cuadra las ocupaban Barbarita Sucre y los Martínez Vigas. Roberto y Raymundo Martínez Centeno, que fundaron en Caracas el instituto “San Pablo”, importante colegio formador de muchas generaciones de profesionales e intelectuales en la Capital.

Los Espín Martínez, donde se destacaba Juana Josefa, fina pianista; maestra, que es mucho decir en la Cumaná de esa época, donde destacaban entre las damas: Carmen Mercedes Núñez Morales y Teodorita Badaracco Bermúdez. Juana Josefa le enseñó del piano todo lo que sabía. Luis José Espín, que hacía las delicias de las veladas artísticas de nuestra generación, de perdurable recuerdo en el Liceo Sucre. Luego la casa de la familia Soto, la casa de la alta costura en la ciudad. Por allí desfilaban todas las damas encopetadas de la sociedad. Importaban telas y perfumes de Las Antillas. La casa de la familia Forjonel. El general era el presidente del Cabildo.

Al parecer, en esta calle todas las familias amaban la música y la poesía, las artes constituían la mayor diversión de los cumaneses de la época, a eso se refirió también el Barón de Humboldt, que contó 21 pianos en el Centro e Cumaná, a su paso por la ciudad en el año 1799. Los Martínez Picornell son un buen ejemplo de ello. Familia de músicos, en la cual, Bienvenido manejaba con destreza el acordeón y la guitarra, y Sergio, hacía las delicias con el violín. ¿Quién no recuerda sus valses? Yo también tuve el privilegio de escucharlo, y su hijo el abogado, Sergio Luis Martínez, mi amigo de infancia, músico excelente, lo heredó en todo. De esta familia es también Gudula, que se educó en USA trajo a Cumaná todas las maravillas de aquella gran nación, en relación con los festejos, en ese sentido Gudula dejo en este pueblo una escuela inimitable.

La familia Guevara. El General José Vitorio Guevara, prominente ciudadano, se dice que fue embajador en el Vaticano. De copiosa cultura, hablaba varios idiomas. Se casó con Aurora Rivas Coraspe, mujer muy bella, pero casi analfabeta, la educó de tal forma que no deslucía para nada en una sociedad exigente. Llegó a recitar y tocar el piano con mucho talento. Humberto, el mejor poeta sátiro de Venezuela en el decir del poeta Ramón Ordaz, y el Dr. Arturo Guevara, médico, escritor académico de la lengua, maestro por vocación. Hay tanto que decir de esta familia, que mejor lo dejó para un trabajo muy especial que estoy preparando.

En la esquina que hoy ocupa el Ateneo de Cumaná, funcionaba el Colegio Santa Teresa. Famoso instituto que regentaba Misia Ignacia Soto de Márquez; sus hermanas Felicia, Juliac, Esther y Amalia, formaban la comunidad educativa. El Colegio era muy exigente. Sólo admitía niñas bien y enseñaban toda la primaria, además de latín, griego, francés e inglés, modales, artes y oficios. Sin embargo, mamá cuenta, que recibían la visita de los caballeros de la ciudad y estaban hasta altas horas de la noche entre brindis, música y tertulias interminables, sobre todo los sábados.

Para mamá la casa de Don Benigno Rodríguez, significó algo muy especial, se mudó para la Calle Bolívar en 1916 y a ella le encantaba bailar. Para esa época había enviudado y tenía cinco hijos, todos músicos, o sea, una orquesta extraordinaria. En la gran sala, que daba a la calle, por cuatro ventas para las barras, acomodaron dos pianos y demás instrumentos de vientos; y desde que se mudó Don Benigno para la Calle Bolívar, se inició una fiesta interminable en ese salón, que hizo las delicias de aquella comunidad.

La casa del sabio Dr. Luis Daniel Beauperthuy. Era una casa grande y solitaria. Sin embargo, vivía allí su hijo, el médico Dr. Luis Daniel. Hacía poco tiempo la ocupaba el General Pedro Daniel Beauperthuy, muerto en 1901, después que asumió la presidencia del Estado. La sombra de la muerte, dice mamá, rondaba por los anchos corredores de La Casona, que también había sido la casa del General en jefe José Francisco Bermúdez.

Otro taller de cultura y aprendizaje fue la casa de la familia Silva Díaz, médico, gramático, orador y latinista. Escribió una novela en latín que lamentablemente nunca llego a publicar. Agustín, el poeta, dejó en los periódicos de esta ciudad, su perfil modernista y erudito; y el pianista Joaquín Silva Díaz, paseó su talento por Europa y triunfó en París, donde volvió muchos años con una dama de la realeza. En Cumaná se reprodujo parte de la crítica firmada por Riabochinisky: “Se puede decir que Silva Díaz, marca una época en la música de su país. Notemos especialmente su trío para violín, violonchelo y piano, representa una danza la sonoridad casi original y el ímpetu fogoso lo caracterizan.” Cuentan que cuando Joaquín tocaba una fiesta, se corría la voz por todas partes y venían en romería desde los pueblos cercanos, familias enteras a disfrutar del baile, entonces la barra era lo más importante. Mamá recuerda una fiesta que dio su papá. Don Modesto Rivero Catarina, que según, hizo época. El brindis de las barras duró hasta la madrugada. Modesto navegaba y jugaba en los casinos del Caribe, y esa vez la suerte le tocó, y llegó a Cumaná derrochando cuanto tenía, él era así, derrochador. Joaquín Silva Díaz tocaría el piano… Se corrió la noticia. La barra rebasaba los límites estimados. Las familias ricas llegaban con sus coches de dos caballos, sus mejores atuendos, afuera y adentro sonaba la música y las damas se engarzaban en el vals. Se derrochaba perfumes, flores y champaña. Como disfruta mamá contando sus fantasías de la Cumaná de su época.

La casa de los Almandoz, vivió sus mejores momentos durante la juventud de la Cruz Almandoz. La bella mujer que fue reina de los juegos Florales, y la gran maestra de muchas generaciones, a la que se le debe un recuerdo de veneración y respecto.

La casa de los Aristeguieta. Don Francisco y sus hijos Pedro Elías y Francisco de Paula. Ellos hicieron historia brava. Pedro Elías el Caudillo, el hombre que se convirtió en el líder de los Guaiqueríes. Metido en el mar. Hombre de chinchorro. Conocedor de los placeres, de las ardentías y cardúmenes. Los Guaiqueríes lo seguía hasta la muerte; y Don Francisco; el quijote de los empresarios venezolanos.

Por último, debo referirme a la casa parroquial de Santa Inés que está en esta calle al lado de la casa de los Beauperthuy, porque el solar que hoy ocupa era la casa solariega de Don Vicente Sucre y Urbaneja, padre del Gran Mariscal, y allí existía un jardín al cual los cumaneses llevaban flores en las fechas aniversarios del héroe, los días 3 de febrero y los 4 de junio de cada año. Por eso he insistido tanto en que el suelo sagrado donde nació el primer soldado de América, está allí, y se le debe rendir culto a Sucre, no hay otro lugar más afortunado que este.

Qué más puedo decir de esta callecita, sino que la magia está pegada de los bahareques, llenos de voces que reclaman. Cada personaje de esta calle tiene su propia historia.


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No. 28.         

LA CALLE GENERAL DOMINGO MONTES.


Antigua calle de Belén. Esta importante arteria vial, que corre paralela de la calle Ayacucho, comunica la plaza Andrés Eloy Blanco con la Avenida Fernández de Serpa, tiene y ha tenido siempre gran importancia en la ciudad de Cumaná. Aparece por vez primera con ese nombre en el plano dibujado por José Antonio Grau en 1858, copiado del antiguo plano de Navarrete, del cual habla ampliamente José Antonio Ramos Martínez, en su obra “Historia de la Provincia de Cumana y Nueva Andalucía”, lo que quiere decir que para esa fecha fue bautizada con el nombre honroso del General Domingo Montes Malaret, vilmente asesinado en 1835.

La calle Montes ostentó, durante la colonia, el nombre de Calle de Belén, y fue importante porque era la salida de la ciudad hacia el importante barrio de Chiclana, donde estaba la batería de la Tenaza y habitaba la clase dominante: españoles ricos y funcionarios del Rey.  En el viejo plano de la ciudad puede observarse que la calle partía de la Plaza de la Independencia, que antes de 1821, fecha de la liberación de Cumaná., se llamaba “Plaza de Carlos III”, pero era más conocida como Plaza de la Catedral, porque en efecto, el gran edificio en construcción constituía, pese a que no llegó a terminarse, uno de los hitos de la ciudad; la calle de Belén, llegaba hasta  Pueblo Nuevo, cuatro casitas maltrechas y una famosa bodega con su consabida venta de rones y aguardiente,  muy antigua, donde está ahora la iglesia de Santa Rosa;  estuvo allí mucho tiempo una capilla que servía de santuario, en la cual se veneraba la milagrosa “Cruz de Guaranache”,  engastada en plata, siempre adornada de hermosas flores que le ofrendaba el pueblo, y era lugar de peregrinaciones y devociones católicas.
La calle de Belén tuvo mucha importancia porque allí estaba el “Banco de España”, magnífico edificio del cual sabemos por las investigaciones y dibujos del padre Alexander Castro; institución que por si sola atraían hacia esa calle gran movimiento social y comercial; tal vez por esa razón Don Vicente Sucre y García Urbaneja, padre del Gran Mariscal, adquirió una casa de balcón cerca de esa calle, más bien en la que hoy se conoce como Niquitao, frente a la puerta principal del Liceo Antonio José de Sucre, era una casa de dos plantas,  a la cual se mudó después de la liberación de la ciudad en 1821, con su familia y su mujer, Doña Narcisa Márquez de Alcalá, su segunda esposa. Desde la terraza de esa casa, dice Don Ángel Grisanti, observaba Don Vicente, el trabajo de sus negocios de pesquerías en las playas de Caigüire, que tenía en sociedad con los señores Cabello y Aristeguieta, dos ciudadanos de los más importantes de la ciudad.   Tambien adquirió casa en esa calle, Don Gerónimo Sucre Alcalá, tercer hijo de Don Vicente, por cierto, que esta casa ha sido confundida con la de su padre Don Vicente; estaba ubicada frente a la Catedral de Cumaná, en construcción. Fue escogida en el gobierno de Carlos Andrés Pérez, por una comisión designada al efecto, como Casa Natal de Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho; sin embargo, el pueblo no la ha aceptado como tal, ya que desde hace mucho tiempo se sabe que el lugar de nacimiento de Sucre, está en el solar que hoy ocupa la casa parroquial de la iglesia de Santa Inés, como la afirma el notable historiador Don Pedro Elías Marcano. 

La calle de Belén era muy importante también, por su cercanía con el Ayuntamiento, cuyo edificio de dos plantas, que ocupaba el mismo espacio que hoy ocupa la Escuela Santa Teresa,   y dominaba junto con la Catedral en construcción, que una vez fueron también  ruinas del Teatro de Cumaná (el General Rolando, le cambió el destino de Catedral para teatro); dominaba digo,  todo ese espacio de la plaza  “Carlos III”, llamada sucesivamente Plaza de la Independencia, plaza Bolívar, Plaza 19 de Abril, y hoy Plaza Andrés  Eloy Blanco.

La calle Montes, que debería conocerse con su nombre completo,  calle “General Domingo Montes”, para evitar confusiones, y para que los cumaneses se percaten del homenaje permanente que el pueblo de Cumaná rinde al  heroico guerrero, que mantuvo la insignia patriota cuando nadie creía en la victoria; hoy, además de por las familias que la habitan, continua siendo importante, desde otro ángulo, ya que forma parte de  ella el Liceo “Antonio José de Sucre”, heredero de toda una tradición cultural, faro de luz de nuestra ciudad y venero de grandes hombres formados a través de su larga historia, y que han servido al País en todas las ramas del saber. Sería prolijo hacer la historia del Liceo, pero si es bueno recordar que ese Liceo es la continuación de la primera escuela que se fundó en el continente americano, porque Cumaná nació como una escuela, y el Liceo Antonio José de Sucre, es la continuación ininterrumpida e histórica de esa escuela primigenia. 
La CANTEV, tiene en ella su sede principal; ELORIENTE, la moderna panadería Súper Katy, la panadería y dulcería “Montes”, y otros importantes negociados y oficinas, lo que obliga al pueblo de Cumaná a transitarla permanentemente, convirtiéndola en una calle muy popular y folclórica.

No se agotará el tema de la Calle Montes, sin hacer un inventario de las familias, negocios e instituciones, que la componen, y aun así quedarán siempre muchas cosas por decir de sus personajes, anécdotas y hechos históricos, sería un cuento de nunca acabar.


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No.- 29.

EL CALLEJON DEL ALACRAN QUE CONNOCÍ.


            Es una calle emblemática del Centro Histórico de Cumaná.  En el antiguo plano de la Cumaná de 1774, que es copia de planos anteriores, aparece esta calle con el mismo trazo de forma sinuosa con acceso al río, mediante un injustísimo y siniestro pasaje, conocido con el nombre de “Callejón de la Horca” ya desaparecido. Este callejoncito era lo último que veían los ajusticiados.

Esta formada, actualmente, por dos calles: La Santa Inés, que va de Sur a Norte, y viene a continuación de la calle La Luneta, pasando por el lado Este de la Iglesia de Santa Inés, siguiendo esa dirección baja hasta el río Manzanares, Avenida Pedro Elías Aristeguieta, de por medio. Antiguamente no llegaba al río, curvaba hacia el Este, por lo que aun se llama calle el Alacrán, y continuaba hasta la confluencia con la calle del Comercio o calle General Armario. 

En ese plano de 1774 y hasta hoy, la calle Santa Inés, tiene acceso al río Manzanares, sin embargo, lo más probable es que antes de 1774 esa calle Santa Inés, bordeaba al río, y antes de desembocar en la calle del comercio, que era la principal de la ciudad, tenía el tétrico pasadizo, como dije, que se llamaba el Callejón de la Horca, y tal vez por eso se le llamó “Alacrán”, porque tenía su aguijón que también era mortal.

                     La importancia de estas dos callejuelas se debe a la cercanía de la iglesia y del centro comercial, que siempre estuvo ubicado en la calle del Comercio, y la plaza principal, que es hoy la plaza Miranda. Que sustituye el concepto de Plaza Mayor.

            Muchas familias históricamente construyeron sus casas y establecieron sus negocios en esas dos callejuelas, allí están aún las casas de los Bruzual Núñez y los Berrizbeitia, que forman esquina con la calle Sucre; la confortable casa de la familia Cordero; doña Manuela Guerra y su bella hija; allí tenía Don Arturo Torres, su tabaquería; Don Marco Tulio Badaracco Bermúdez y Ramón David León, tuvieron su imprenta, donde publicaban los periódicos: Sucre y El Disco. El Dr. Bossio,  su famosa clínica odontológica, que fue la primera de Cumaná; Monsieur Dascoli, una talabartería; Manuel Godlediet, un taller de herrería,  Marcos Dan,   licorería y una librería, en el mismo local que hace esquina con la calle  Armario, donde luego Alfredo y Reinaldo Guerra instalaron la farmacia  “Sucre”; el francés Maclecler, fabricaba colchones y bloques o adobes de construcción mezclando cemento con  “barba  de coco”; el Negro Berrizbeitia vivió allí muchos años, luego reformaron las casas que vinieron a ser  la famosa  Posada  “Bobulina”; también tenían  casa: Don Francisco Antonio Gómez, padre del cronista de Cumaná, Dr. Rafael José Gómez Rodríguez; los Volcán, Los Almandoz, y otras que la memoria no alcanza;   y no se podrá olvidar nunca la bodega de Antoñito Ortiz, sitio de reunión de la picaresca cumanesa.

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No.- 30.
                                                                                                   
LA PLAZA DEL INDIO



La plaza o redoma, y la  estatua del Indio  que se levanta airosa a la entrada de Cumaná por el Oeste,  divide la avenida Perimetral con la Nueva Toledo, allí termina la calle Arismendi y da  principio  a la Av. Universidad, es un centro de convergencia vial, ahora muy congestionado;  allí se construyó la plaza o redoma con su fuente luminosa, y se erigió el monumento al indio, alegoría al origen de nuestra nacionalidad,  durante el gobierno del Dr. José Salazar Domínguez -1953-58- Presidente del Conejo Municipal don Norberto Sanabria, entusiasta animador de esta obra; siendo director de Obras Públicas el ingeniero Iban La Cruz, que se ocupó de la vialidad y la construcción de las obras civiles; el contratista fue el italiano Salvatore Toro. También jugó un importante papel, el maestro de obras Pablo Amundarain.


En esta obra hay además tres protagonistas, sumamente interesantes: El Dr. José Salazar Dionisio Domínguez, Gobernador del Estado Sucre, abogado, poeta y periodista, que aceptó el trabajo del escultor; nació en Cumaná el 22 de septiembre de 1903, casó con la cumanesa Vidalina Caldera Serra. En el gobierno del Dr. Francisco Aristeguieta Badaracco, ocupo el cargo de Procurador General del Estado Sucre.; también ocupó el cargo de Secretario y Gobernador del Estado Barinas; Diputado al Congreso Nacional por el Estado Sucre, en el gobierno de Isaías Medina Angarita; Consultor Jurídico de la Gobernación del Distrito Federal, y Gobernador del Estado Sucre, durante el gobierno de Pérez Jiménez. Su trabajo literario, se inicia con la publicación de su libro “Huésped”, luego publica “Cuentos del Mar” en “Fantoche”, “Elite” y “Billiken”. En 1932 publica su famoso “Santelmo”. Su meritoria carrera literaria, culmina trabajando en el Ateneo de Caracas y como vicepresidente de la Asociación de Escritores Venezolanos.

El otro personaje es el propio escultor itinerante Giuseppe Pizzo El escultor cumanés Jorge Peña, nos dice que Giuseppe Pizzo, nació en Cuneo, Italia, el 19 de abril de 1912. “Escultor, dibujante y pintor. Su formación plástica tuvo lugar en la Academia de Bellas Artes de Milán. (…) el 2 de agosto de 1947 viaja a Venezuela, donde reside desde entonces, en diferentes ciudades. En 1948 recibe el premio oficial de escultura del IX Salón Oficial.” (2). Entre 1950 y 1955 realizó una serie de monumentos, entre ellos “Fuente Alegórica a la Entrada de Cumaná” en 1955. 

 Señalan fuentes orales consultadas(3), que el escultor Carmelo Tabacco (1913-1983) contemporáneo y coterráneo de Pizzo, estuvo a cargo como intendente del taller que se instaló en “La Coquera”, espacio donde se realizaron los trabajos de modelado en arcilla, elaboración de moldes de yeso, vaciado en piedra artificial y acabado de las piezas que conforman el monumento, igualmente coinciden las fuentes al señalar que, Candelario Rodríguez Allen, conocido como “El Polaco” sirvió de modelo para el artista de la escultura del Indio. Carmelo Tabacco, durante su estadía en Cumaná, realizó también varios bustos para las familias Valerio Fuentes, Fuentes Gómez y Fuentes Hernández, entre las que destacan, por su excepcional belleza los retratos de las niñas, Noema Valerio, Natacha Fuentes y Valentina Fuentes; estas piezas, modeladas en  arcilla, vaciadas en escayola y magistralmente patinadas en bronce dorado, evidencian una excelente y sólida formación académica:  son un ejemplo de ese sutil expresionismo, tan característico del neo-realismo italiano del “novecento”, de quien no tenemos más que decir,  solo que el pueblo de Cumaná, le debe un merecido homenaje a este arista; y  Candelario “El Polaco”, representante del pueblo cumanés, identificado con la obra, no solo físicamente, sino que asumiendo el papel que le tocaba, se dejó conducir durante meses,  trasmutado en piedra viva para la eternidad, a la cual entregó, no solo un pez, sino su cuerpo rotundo, dispuesto al sacrificio permanente, expuesto  al agua bautismal donde se bañan los peces, una sirena y aves del Paraíso, que rondan vigilia permanente, alrededor de su imagen.

El taller usado por Pizzo, para su obra, fue el patio de la Coquera, en la Av. Bermúdez, exactamente donde estuvo la “Coca Cola” edificio propiedad del ing. Manuel Aquiles Iturbe, famoso profesor de matemáticas del Liceo Antonio José de Sucre, donde se congregaba buena parte de los trabajadores de la cultura, que constituían un verdadero enjambre en esos tiempos. Uno de ellos, Pastor López, periodista, actor de teatro, amigo del escultor y cumanés por adopción voluntaria, dice que la obra escultórica encierra una metáfora, cuyo motivo fue el libro del poeta cumanés Diego Córdoba, en el cual invoca y canta a la “Cumaná Marinera y Mariscala”.

Mucha gente recuerda a Giuseppe Pizco, haciendo su obra en el taller improvisado. Muy pocos saben que ese escultor se confió en la gentileza del pueblo cumanés, el hizo la obra sin pensar en la remuneración, en lo que le iban a pagar, aunque siempre apostó, porque el Estado se interesaría en ella, que aquí había un gobernador poeta, con numen en ejercicio, que se enamoraría de ella; y nunca imagino el éxito de ese extraordinario monumento, que se ha convertido en uno de los símbolos de la ciudad.   

Giuseppe Pizzo, convocó por su cuenta y riesgo a los jóvenes cumaneses, para que, en una competencia singular, cuyas bases eran muy simples, bastaba con llevar un peso con los brazos extendido hacia delante, como tiene el indio sus brazos, durante un largo trayecto, y aquel que lograra mantenerse más tiempo en la caminata, ganaría el premio de ser el modelo de la obra y también un premio en metálico. Así fue como Candelario “El Polaco”, ganando la prueba, posó para el talentoso italiano, y se convirtió, sin querer, en el cumanés más famoso de su tiempo.   Cuando Pizzo inventó tal concurso, para escoger al personaje de su obra, buscó un modelo entre el pueblo, y lo escogido, con esa singular competencia, a la cual concurrieron muchos “apolos” cumaneses, y fue como seleccionado, con justicia, Candelario, no solo por su cuerpo sino por su fuerza, porque era un verdadero Hércules, el Dios de la Mitología.   

El Indio, como dijo Pastor López, interpreta y representa a Cumaná “Marinera y Mariscala” como la llaman Diego Córdoba y  Andrés Eloy, el poeta cuyos versos no se dicen, se rezan; él tomó el calificativo, que hoy identifica a nuestro pueblo del libro de Diego Córdoba, son dos poetas cumaneses que cantan juntos, y predican al mundo las glorias de un pueblo que nació enmantillado, cuya tierra, como dijo Don Mauro, tiene “El Caliche Cumanés”   que nos identifica, ese sabor que nos distingue entre todos los hombres del planeta, no para hacernos mejores o superiores, es simplemente el “ánima” del cumanés,  su don de lucha, eso de presentar el rostro limpio, la sonrisa pura, el alma candorosa, la disposición, para una buena conversación y la alegría de vivir. Soñamos como aquel viajero universal que deliraba con ella, cuando moribundo se despedía de sus seres amados y amigos, y recordaba el cielo de Cumaná, al cual se dirigía. Y lo repensaba, cual transparente lo observaba desde el Castillo, en las noches… lleno solo de estrellas, Alexander Von Humboldt. 

El indio se ha convertido por obra del crecimiento de la ciudad en un epígono, ante el cual todos nos inclinamos. Es posible que allí, en ese monumento, esté el espíritu del Cacique Cawaná, el cumanés más destacado de los primeros tiempos de la conquista, cuando llegaron los españoles en 1513 o 14, y se establecieron a orillas del río Chiribichií, que así se llamaba el Manzanares, donde él les indicó. Era un río poderoso por donde surcaban las naves de los reyes de Europa y por donde entraron Los Colones, y los bravos piratas de los mares, a Cumaná, que era la joya más preciada del Imperio más poderos de la Tierra.

Es muy significativo, que ese indio le salga al paso a todo transeúnte que venga en son de paz o de guerra, a nuestra amada ciudad. Es muy significativo que se le ofrezca de comer al viandante, como lo hizo el cacique Cumaná, cuando llegaron a esta tierra los primeros Dominicos, que pagaron muy caro la traición de sus congéneres,


El  Dr. José Salazar Domínguez, intelectual reconocido por sus interesantes obras como Santelmo, que gobernó en el período  1953-58;  en su gobierno de amplitud democrática, se realizaron en Cumaná muchas obras tendientes a  la ampliación de la ciudad, tales fueron la Av. Perimetral, con su hábitat,  esos Bloques bien diseñados, amplios y confortables; el antiguo puente “Gonzalo de Ocampo”, que permitía un paseo perimetral; el Cuartel de Policía, que llamaban popularmente “El Tamanaco”;  la calle Fernandes de Serpa, el Hotel Cumanagoto,  se construyeron muchas casas solariegas en la Av. Gran Mariscal y en otras calles y avenidas; y la carretera hasta Barcelona, donde se hizo famosos Chichí Bosquetti, con su maquinaria; esta vía dio origen a la gran avenida Universidad que amplió los límites de la ciudad, y otras calles y plazas. Cumaná vivía la euforia de las construcciones y la ampliación,  venían viajeros de todas partes, ingenieros como Iban La Cruz; en la presidencia del Concejo Municipal estaba el Dr. Germán Bastardo, que luego presidió en Caracas el Banco Obrero; se crearon grandes expectativas, se inició la industrialización en alguna áreas, por fin llegaba el progreso a Cumaná; por eso se pensó en un monumento que plasmara aquella nueva visón de nuestra bella ciudad, porque en realidad lo era, con sus playas de San Luis incontaminadas, sus balnearios y su río aun en esplendor. 

En de su gobierno, estaba en Cumaná, oportunamente ese escultor itinerante, protagonista de esta crónica, el italiano Giuseppe Pizzo, el cual, enamorado de Cumaná, se atribuyó la tarea de diseñar y construir el monumento de “El Indio”. Este escultor, muy popular en ese momento, solicitó la colaboración del ing. Periche, funcionario de la gobernación del Estado, que diseñó para él, la plaza y la fuente luminosa. El constructor o maestro de obra, fue el célebre e impecable Dionisio Arismendi.

Estaba de Presidente del Concejo Municipal el Dr. Jesús Bastardo, que salió tan airoso de su desempeño que luego presidió en Caracas el Banco Obrero; se crearon grandes expectativas, se inició la industrialización en algunas áreas; por fin llegaba el progreso a Cumaná; por eso se pensó en un monumento que plasmara aquel nuevo visón de nuestra bella ciudad, porque en realidad lo era, con sus playas de San Luis incontaminadas, sus balnearios y su río aun en esplendor. 

Jorge Peña también dice que “La Escultura “El Indio”, monumento emblemático de la ciudad de Cumaná, fue modelada en arcilla por Giuseppe Pizzo, para luego ser vaciada en piedra artificial (mortero de tres partes de polvo de mármol por dos de cemento), utilizando la técnica del molde perdido. Este material, menos costoso que el eterno bronce, tiene la ventaja de ser más fácil de trabajar, y la técnica para su realización es muy similar a la del vaciado de una columna de hormigón (concreto), pero, al igual que ésta, la estructura interna de cabilla se oxida y con el tiempo se presentan fracturas, fisuras y desprendimientos, creando una fragilidad en toda la pieza que hace difícil su traslado y limita su permanencia en el tiempo; ejemplo de esto es el caso de la María Lionza de Alejandro Colina, que colapsó debido a factores ambientales y humanos”.
           
Cumaná ha crecido, el tráfico se vuelca sobre el indio, es insoportable en las horas pico; la ciudad toda se queja y culpa al indio. Los técnicos han pensado y propuesto soluciones, ninguna ha gustado, la gente dice: “que no se les ocurra quitar al indio de su sitio porque arderá Troya”; pero la verdad es que hay que tomar una vía o alternativa y rápido, no se puede esperar en estas cosas, porque se convertirá en un verdadero caos. Hay arquitectos especialistas en tráfico que dicen que la plaza debe y puede ampliarse, y otros optan por mudar el monumento para Los Bordones, y construir un “elevado” que comunique la Perimetral, Sector Arístides Rojas, con la Nueva Toledo, lo que resolvería el problema. Y yo, en lo personal, creo que ésta es la mejor solución, con todo lo que me duele como Cronista, ver viajar al indio, hacia otros lares. El indio es un icono. Pero la ciudad tiene sus necesidades, es como un niño, debe crecer y ponerse los pantalones largos. No la hagamos llorar.

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No. 31



LA PLAZA ANDRES ELOY BLANCO.


            En el viejo plano de Cumaná de 1774, certificado en Sevilla en 1960, aparece el amplio espacio que hoy ocupa la plaza Andrés Eloy Blanco y otras jardineras de regular tamaño, entre los edificios coloniales del Ayuntamiento, que hoy ocupa la escuela Santa Teresa, y   los cimientos de la Iglesia Nueva, en cuyo lugar se levanta la hermosa Catedral de Cumaná; y los edificios del cuartel de la Guarnición de Cumaná, y la manzana donde estaba el edificio del Correo.

Este plano de 1774 es copia de planos anteriores, probablemente de 1646, de tal suerte que ese espacio de Cumaná casi no ha sufrido alteraciones por siglos. Se ven claramente en el plano citado, los edificios mencionados: de la Guarnición de Cumaná, llamado de la Artillería, ubicado detrás de la Iglesia Nueva (en construcción), que ocupaba buena parte de la Plaza Ayacucho terminada en 1880. Ese edificio desapareció en el terremoto de 1766, con toda la guarnición, se lo trago la tierra, según afirma Humboldt. También se conserva, casi dentro de sus mismos contornos, el bloque o manzana donde aun está la administración de correos, y también aparecen en el plano, la desembocadura de las calles de Belén, hoy calle General Domingo Montes, la calle Ayacucho que se llamaba, calle de Chiclana y la de San Carlos, hoy calle Sucre. Todo este centro colonial conserva su forma, y todas las vías convergen a la antigua plaza de la Independencia, que fue conocida durante la colonia como plaza de la Iglesia Nueva y también del Ayuntamiento.

            En las “Notas Bibliográficas XXII” de su libro “José Francisco Bermúdez, General en Jefe de los ejércitos de Colombia, José Mercedes Gómez, Cronista de Cumaná, dice: “El edificio del Ayuntamiento se hallaba situado, donde está hoy la escuela Santa Teresa de Jesús, frente a la actual plaza Andrés Eloy Blanco. Era un edificio sólido, construido a base de sillares que constaba de dos plantas. En la superior funcionaba el Ayuntamiento y en la inferior la Cárcel Pública. Se conservó aun cuando deteriorado hasta el primer tercio de este siglo. En 1937 fue demolido para construir la sede del Colegio Santa Teresa. La plaza, frontal, que durante la colonia   fue designada después Plaza de La Independencia y Plaza 27 de abril, porque en esta fecha fue cuando en la Provincia se inició la gesta independentista. Posteriormente cuando el régimen de Gómez se colocó allí un pequeño busto en marfil de Bolívar y se llamó también Plaza Bolívar la primera que tuvo Cumaná antes de 1930 cuando se iniciaron los trabajos para la construcción de la actual. Indistintamente también se le conocía como la plaza de la Cárcel”.

            En 1921, siendo Presidente del Estado el General Silverio González y Presidente del Concejo Municipal, el Dr. Domingo Badaracco Bermúdez,  se le cambió el nombre de “Independencia” por el de “27 de Abril”, más específico, pues es el día que da inicio al movimiento independentista de la provincia de Cumaná (sin embargo este nombre duró poco tiempo pues se le cambio por 19 de abril)  y este nombre lo conservó hasta 1963, cuando, siendo presidente del Estado Don Angel Fariña Salgado, y presidente del Concejo Municipal del Dr. Antonio Fuentes Salazar, se le cambió el nombre de 19 de abril por el del Insigne poeta cumanés Dr. Andrés Eloy Blanco. El Busto en bronce, fue obra del escultor Naini, y la plaza fue inaugurada y develado el busto en bronce del poeta, con un discurso del gran maestro margariteño, Dr. Luis Beltrán Prieto Figueroa.

No puedo dejar de mencionar un acto relevante  realizado  6 de agosto de 1997, que fue la conmemoración de los cien años del natalicio de Andrés Eloy Blanco, celebrado en Cumaná, en esa fecha, siendo gobernador del Estado el Dr. Ramón Martínez Abdenour, tuvo como escenario principal la Plaza Andrés Eloy Blanco, y la pieza oratoria, entre aplausos y lágrimas,  estuvo a mi cargo, por ser Cronista de Cumaná y Presidente de la Comisión designada para conmemorar el centenario del natalicio del poeta.  Ese día de júbilo, entró a la plaza Andrés Eloy Blanco, la “Antorcha de la Civilidad” que partió desde la ciudad de Sarare, municipio Andrés Eloy Blanco del Estado Lara; en brazos del pueblo, el Tiburón Sánchez, el atleta más laureado del Estado, encendió el pebetero conjuntamente con Miguel Bennazar, histórico maestro del deporte cumanés; mientras, desde el cielo, dos helicópteros lanzaron 400 mil poemas, que cayeron como lluvia de flores sobre el pueblo.

El Dr. Rafael Caldera Presidente de la República, que vino especialmente a rendir tributo al poeta que fue llamado “Bolívar de Perfil”, entre vítores, entró en la Casa del Poeta, bautizó el libro “Antológica”, de Jesús Torres Rivero, una nueva manera de leer los poemas de Andrés Eloy, y dio un discurso acompañado por los miembros de la Junta directiva de la Academia Nacional de la Lengua.  

            Este espacio que se llamó después de 1821 “Plaza de la Independencia” tenía gran importancia porque allí estaba el Palacio del Ayuntamiento y la Iglesia Nueva, hoy catedral de la Diócesis de Cumaná. Esta muy ligada a la Calle de Belén, hoy calle General Domingo Montes.

Desde la colonia tenía mucho movimiento este espacio, porque a ella convergían la calle Paraíso por donde entraba todo el transito que venía de la parroquia de Altagracia y atravesaba el puente Urrutia, que luego se llamó Guzmán Blanco, y estaba ubicado en esa calle el Banco de España, formidable edificio que engalanaba la ciudad.  Después de la desaparición de este Banco, la plaza y la calle mantuvieron su importancia, de tal manera que Don Vicente Sucre y García Urbaneja, padre del Gran Mariscal, se avecinda en ella  en 1821, y su hijo Jerónimo, también se muda para la calle de Belén por que en la plaza se celebraban eventos históricos como lo fue, por ejemplo, el bautizo de la Catedral en 1945 con la presencia del Presidente Medina Angarita y los representantes de los países invitados, al 150 aniversario del natalicio del Mariscal, y la inauguración del edificio del Liceo Antonio José de Sucre,  donde se mantiene desde entonces como faro de luz.  El espacio pasó a ser la plaza de la Catedral, de la escuela Santa Teresa y del Liceo Sucre.

El padre del Gran Mariscal de Ayacucho, a su regreso después de 1821, compró una casa en esa calle Montes y la habitó con su familia; y también su hijo, Don José Jerónimo Sucre Alcalá y su familia, se mudaron para esa importante calle.

            La plaza Andrés Eloy esta ubicada entre la Escuela Santa Teresa de Jesús, la Catedral de Cumaná, y el liceo Antonio José de Sucre, que son hitos o símbolos de la pujante ciudad marinera y mariscala.


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No. 32


LA PLAZA DEL ESTUDIANTE


              Durante el gobierno de Luis Herrera, fue gobernador del Estado Sucre, el profesor Carmelo Ríos, el cual emprendió una serie de obras en la ciudad de Cumaná, que formaban parte del plan de animación cultural, entre esas obras esta la ampliación del Parque Ayacucho y la avenida Petión, que al prolongarse pasa sobre el río Manzanares por el puente que debe llamarse “Petión”, pero que durante el gobierno de Jaime Lucinio, se le dio el nombre de Raúl Leoni; sin embargo, creo que ha prevalecido el de puente “Alejandro Petión”.

 La avenida Pedión cortó en dos partes la calle Herrera, dejando entre la calle Mariño y la Herrera un espacio de forma trapezoidal en el cual se fue desarrollando la Plaza del Estudiante. Entre los vecinos que fomentaron esta plaza esta Luis Rafael Hernández y su familia, y también preso su colaboración Don Manuel Goddeliet, que se apoyó en sus hermanos de la Logia Bella Altagracia. Ellos y otros vecinos como Don Luis Pérez, tabaquero, pero que, en sus buenos tiempos, fue uno de los grandes jugadores de pelota del Club Gran Mariscal. Ellos y otros más sembraron los primeros aparates.


 Luego, los diferentes presidentes del Concejo, alcaldes y gobernadores, han hecho mejoras a la plaza; y el busto de Armando Zuluaga Blanco, fue un regalo de la familia del joven mártir, y héroe de la jornada del 11 de agosto de 1929, cuando Pedro Elías Aristeguieta y el General Román Delgado Chalbaud, intentaron tomar la ciudad.

 En una avanzada por la Avenida Bermúdez el joven héroe cayó bajo la metralla con la boina del estudiante y la bandera de la libertad en sus manos. La plaza del Estudiante se ha convertido en un símbolo de las luchas estudiantiles y revolucionarias, y Armando Zuluaga en un ídolo de la juventud.


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No. 33.

El Convento de San Francisco.

 Las ruinas venerables de este complejo de construcciones históricas, desde las cuales se inició uno de los procesos más humanos, organizado, proyectado y ejecutado en el continente americano, y en el mundo de aquellos tiempos, como fue la colonización pacífica y evangélica de la tierra firme, tienen una historia fascinante, que en cierta forma es la misma historia del desarrollo de Cumaná y su proceso cultural.

Desde el 27 de noviembre de 1515, la orden franciscana, inició en Nueva Córdoba –Cumaná- su trabajo misionero, es factible que haya sido desde un año antes, lo que no viene al caso.

Bartolomé de Las Casas encontró a los franciscanos establecidos en la desembocadura del rio Chiribichií, la última luenga, como dice Las Casas. en 1521; y, la mayor parte de los cronistas de indias, reconocen que para 1519, “florecían” los monasterios de los misioneros franciscanos y dominicos en Santa Fe de Chiribichi, y Cumaná, construidos con los famosos bloques de piedras ciclópea de las canteras de Araya, que aún podemos observar en sus ruinas.

No se ha podido comprobar la fecha en que los franciscanos se mudaron o abandonaron su primer convento de la Nueva Córdoba, o sea del Barbudo; y construyeron el otro, su segundo convento, entre los cerros de Quetepe y La Línea, en el barrio de San Francisco, pero es muy probable que haya sido a mediados del siglo XVII, entre 1641 y 1650.

También es probable que este edificio se encontrase abandonado para 1654, destruido por los piratas como se deduce de las notas en el Consectario de la Ciudad de Cumaná, por eso la solicitud de reconstrucción.

De este centro de evangelización franciscana sabemos que fue el primero de la tierra firme, iniciado en 1515, ubicado en principio en la Nueva Córdoba, -Cumaná- y estuvo en servicio hasta 1654, según nota de Ramos Martínez, y en “El Consectario” de Pedro Elías Marcano; cuando fue destruido por corsarios franceses; también sabemos que la reconstrucción de las edificaciones cuyas ruinas conocemos, fue iniciada a partir de 1641.

De los datos que nos dejó Las Casas, cuando vino a poblar en Cumaná, en 1521, se desprende que el primer vicario del convento fue fray Juan Garceto, y que estaba aquí con un grupo de misioneros picardos y de otras naciones, asentado en el pueblo de la Nueva Córdoba, donde tenían muy buena casa y huerta, Seis años después de fundado.

En 1562, cuarenta y siete años después, cuando llega a Cumaná fray Francisco de Montesinos, encontró el convento en plena actividad, con una comunidad de tres frailes. Nunca dejó de prestar servicios, ni durante las peores calamidades. Por muchos años los franciscanos atendieron los dos conventos, el de la Nueva Córdoba y el de la plaza y barrio de San Francisco.

En el primer plano de la Nueva Córdoba de 1601, en un medallón que se conserva, y, enviado por Don Pedro Suárez, a la sazón gobernador de la provincia de Nueva Andalucía, al Rey; puede verse en todo su esplendor el primer edificio del convento, por lo cual no hay conjetura que pueda oponerse a esta realidad.  Por otra parte, hay cédulas reales, en las cuales se hace dotación al convento y a la Iglesia hasta 1591.

Además, existe toda la documentación por la cual queda probado -Libro Becerro-  Cédula Real de 25 de marzo de 1641, por la cual se permite la reconstrucción del Convento, y los franciscos continuaban en Cumaná. El Pbro. Don Antonio de Caulin, deja constancia de la actividad del convento servido entonces por 12 frailes, y el culto que daban a Nuestra Señora de la Soledad.

Para probar su importancia tenemos el informe dejado por fray Marcelino de Raigada, quien sostenía 94 Memorias de obras pías, cuyo capital ascendía a 29.261 pesos, 4 reales, según afirma Caulin.

El monasterio estaba formado por dos iglesias, la de Nuestra Señora de la Soledad y la iglesia de los Terciarios; el seminario, los claustros, dos capillas y el cementerio. La riqueza de este convento puede apreciarse en el inventario levantado por el Dr. Francisco Javier Mayz, Presidente de la Junta Suprema de Gobierno y el síndico don Antonio Aldecochea en 1823. La lista de alhajas y ornamentos de oro y plata, los altares de puntilla de oro, las imágenes y cuadros, los decorados, llenaban muchos folios enteros.

Fue sede de las cátedras de Teología Moral y Filosofía Escolástica, fundada por Cédula Real de 20 de septiembre de 1782, pero venían funcionando desde años atrás, regentadas y auspiciadas por el padre Blas de Rivera, con el apoyo del gobernador don Pedro de Urrutia.

El 27 de octubre de 1824, por Decreto Ejecutivo Grancolombiano, firmado por el General F. de P. Santander, fue creado el Colegio Nacional de Cumaná, con un pensum, que comprendía primaria, secundaria y universitaria, con cátedras de filosofía, matemáticas, derecho civil y público, y medicina; para que funcionara en el edificio del convento de San Francisco, sin embargo, no pudo ser una realidad hasta 1934, bajo el rectorado de Don Andrés Level de Goda.

Las clases mayores de Medicina y Derecho, fueron creadas en 1850, solicitadas en el Congreso Nacional por don José Silverio González, regentadas las primeras por los doctores José Joaquín Hernández, Sulpicio Frías, Modesto Urbaneja y Mauricio Berrizbeitia; y las de medicina, por el Dr. Calixto González, el sabio Dr. Luis Daniel Beauperthuy y Dr. Antonio José Sotillo.

Toda esta maravillosa realidad quedó sepultada bajo el terremoto de 1853; pero el pueblo de Cumaná jamás perdió la esperanza y cien años después, en 1958, el Dr. Edgar Sanabria, Presidente de la Republica, hijo de cumaneses, decretó la creación de la Universidad de Oriente con sede en Cumaná. Y después de ese largo período de abandono, la Universidad de Oriente vive el sueño de rescatar las ruinas del Convento para darle un destino noble, a cuyos efectos protegió sus muros, construyó una dependencia a donde mudó la dirección de cultura. Algún día lo veremos ostentar su historia y proseguir en la noble función de iluminar nuestro gentilicio.


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No. 34



NUESTRA SEÑORA DE ALTAGRACIA



El Barón Alejandro Von Humboldt, llegó el 16 de Julio de 1799 en Cumaná, capital de Nueva Andalucía, ciudad Primogénita del Continente Americano, fundada por Fray Pedro Córdoba en el año 1515. El mismo Humboldt narra cómo desembarcó en la boca del río Manzanares en el “Embarcadero de la Batería de la Boca” que dista una milla de la ciudad. Humboldt narra cómo tuvo que recorrer la llanura del Salado, que separa el arrabal de los Guaikeríes de la costa del mar, y como fue asaltado y robado, y en forma increíblemente luminosa, describe geográficamente a Cumaná, en el centro de un gran círculo, observa desde el Imposible, que la Cadena de Alpes calcáreos del Bergantín y el Tataracuar, se prolongan hacia al Este, el Quetepe y Barrigón, y al Oeste hasta Mochima.

Imaginemos a Humboldt, desde la cima del Imposible, mirando la vastedad del territorio que descubría a sus pies, como la media luna de un anfiteatro romano, cortado por el Manzanares, que serpentea entre boscaje de Charas. Este notable territorio, que en tiempos muy remotos estuvo bajo las aguas del mar, se extiende ocupando cerca de cinco mil hectáreas. En tiempos de Humboldt, el Manzanares de los españoles, Chiripichi para los indios cumaneses, caía como una tromba al mar, probablemente donde hoy está el Aliviadero; luego el mar cubría todo el actual territorio y Cumaná era una gran isla como aparece en mapas del siglo XVI. Las aguas se retiraron lentamente y “dejó en seco aquella amplia playa, en la cual se elevan un grupo de montículos compuestos de yeso y brechas calcáreas de la más reciente formación”.

Los primeros conquistadores dieron el nombre de Guaikeríes a los indígenas de la costa septentrional de Margarita, que encontraron arponeando peces con una lanza atada a un cordel, estas lanzas las hacían con madera de la palma de Macana y le daban el nombre de Guaike, que quiere decir arpón. Estos indígenas, descendientes de los “Guaraos”, se establecieron en las costas de Cumaná a mediados del siglo XVI, son descendientes de los Guaiqueríes de Margarita, que en 1498 firmaron un pacto con los españoles, del cual se sintieron siempre muy orgullosos; por otra parte, la raza Guaikerí, era de porte hermoso y se sentían superiores a los Chaimas y Tagares, otras tribus populares de la zona. Desde el establecimiento de los Guaikeríes en las costas de Cumaná, en las cercanías de lo que hoy conocemos como La Marina, entraron en pugna con las tribus que ocupaban las llanuras del Salado, y sus disputas siempre concluían en pequeñas guerras con saldos de muertos y heridos.

Según el padre Ramos Martínez, copiado por Cayetano de Carrocera, por Cédula Real el 14 de septiembre de 1647, el Rey Felipe IV, nombró dos capellanes para los Guaikeríes e indios privilegiados y brasiles, a instancia del Gobernador de Cumaná, que ha debido ser Benito Arias Montano, nombrado en 1632, aunque en el período que va de esta fecha al año 1647 fue gobernador Don Cristóbal Eugenio Mallea, que murió en Cumaná y quedó encargado de la Gobernación el Sargento Mayor Francisco Berrocal del Campo, cualquiera de ellos pudo hacer las gestiones ante el Rey.

Entre 1770 y 1776 el Obispo de Puerto Rico Don Jiménez Pérez, dio cuenta a su Majestad de las pugnas entre Guaikeríes y Chaimas, que formaban los pueblos del Socorro y Altagracia, ambos servidos por un sacerdote llamado Don Antonio de Figueroa, que siempre estaba entre los fuegos encontrados de sus dos iglesias. También informaba este Obispo, que el pueblo de Altagracia estaba muy cercano a la ciudad, que más parecía un suburbio próximo a unirse a ella. Más tarde Humboldt, dice que es un barrio populoso, que el Gobernador Don Vicente de Emparan y Orbe, había reconstruido después del terremoto que lo había arruinado por completo… “Atravesamos el arrabal de los indios, cuyas calles están muy bien alineadas y formadas con casitas nuevas todas y de un aspecto risueño. Este barrio de la ciudad acaba de ser reconstruido, a causa del terremoto que había arrutinado a Cumaná dieciocho meses antes de nuestra llegada…”. Este fue el terremoto del l4 de diciembre de 1797.

Pues bien, para 1771, existía una iglesia bajo la protección de Nuestra Señora de Altagracia en el Salado, y otra Iglesia bajo la protección de nuestra señora del Socorro, en el barrio llamado de Los Cerritos, en las cercanías de Caigüire, ambas iglesias para finales del siglo XVII, habiendo soportado varios terremotos, se encontraban en muy mal estado, por lo cual los indios Guaikeríes, solicitaban ante el Rey que se les construyese una iglesia nueva. Así como gobernando Carlos III, el 10 de enero de 1771, se inició la construcción de la Iglesia Nuestra Señora de Altagracia en la Plaza de Los Guaikeríes. De este hecho existe una lápida que se conserva en El Museo Colonial de Caracas, con esta inscripción: “En 30 de septiembre de 1771, reinando nuestro Católico Don Carlos III, se trasladó y unió en este sitio el pueblo de leales Guaikeríes de nuestra Señora de Altagracia, con aprobación de S. M. gobernando esta Provincia Don Pedro José de Urrutia, caballero del Orden de Santiago”. Y otra lápida que dice: en 1º de enero de 1771 bendijo el sitio de su Iglesia el Sr. Vicario Superintendente Don Antonio Patricio de Alcalá; siendo su cura Don José Antonio Figueroa. En un paisaje del pintor alemán Bellerman, que data de 1841, puede observarse, en todo su esplendor, la Parroquia de Altagracia con su majestuosa iglesia y el formidable crecimiento que apuntaba. El Puente que unía ambas bandas, cuya construcción se inició en 1766, la calle La Marina hoy Avenida Bermúdez, cuya construcción se inició en 1769, la Plaza de Los Guaikeríes y la suntuosa Iglesia de Nuestra Señora de Altagracia; se conjugaron para hacer de esta Parroquia el Centro Social y Comercial de la ciudad. Familias mantuanas fijaron sus residencias en Altagracia, y la antes depreciada banda de indios, poco a poco fue recibiendo a las familias más importantes de la ciudad. El padre Ramos Martínez cita algunas familias de la época que construyeron sus casas en Altagracia tales son: Domingo y Francisco Javier Maíz, Domingo Antonio Acuña, Vicente Sucre Urbaneja y Gerónimo Martínez; y nosotros podríamos agregar una lista de familias importantes que recordamos, como son: Los Herrera, Urosa, Ortiz, Andrade, Salmerón, Rivas Morales, Mejía, Alarcón, Ramírez Urosa, Villanueva, Freites Sotillo, Rodríguez Ramos, Gómez López, Pérez, Aristeguieta, Blanco, Carrera, Tobía, Zajía, Valerio, Millán, etc., que dieron y dan lustre a nuestro gentilicio.

Pronto inauguraremos la nueva iglesia de Altagracia, ubicada dentro del futuro parque cultural de Cumaná, con un estilo actualizado, amplia y fresca. Se supone que este proyecto abarcará el parque botánico del que hemos hablado en otras oportunidades, que el edificio del viejo mercado se convertirá en un salón multidisciplinario con una magnífica biblioteca anexa, también se espera el inicio del edificio del Ateneo, que lo ha ganado con su trabajo y dedicación. Este parque será el centro cívico de Cumaná.


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No. 35.

EL FUERTE DE SANTA CRUZ DE LA VISTA LOS CASTILLITOS DE CUMANA.

Como una introducción para este trabajo sobre el fuerte de Santa Cruz de La Vista,  diremos algunas cosas o detalles de este personaje de nuestra historia, que se tiene como su constructor:  Jácome Castiglione Suárez –Castellón- marino genovés residenciado en Cubagua, hijo de Bernardo Castiglione y la española doña Irene de Suárez, fue, si se quiere,  uno de  los  fundadores de Cumaná, por lo menos le dio nombre:  Nueva Córdoba, sede de las misiones franciscanas y dominicas ubicadas en  Los Cerritos -médanos-  por donde desembocaba el río Cumaná, que  es hoy, el barrio “El Barbudo”.

Castellón conocía muy bien nuestras costas, desde 1504 comerciaba con los indios: mano de obra, casabe y maíz, era también tratante de esclavos y sobre todo explotador de las salinas de Araya, de donde proveía su riqueza.

Sabemos que, en 1522, después de la partida del padre Bartolomé de Las Casas, desde Cumaná, los indios vuelven a sublevarse y dan muerte a varios piratas, algunos colonos, al capitán Soto, que se había dedicado al pillaje, a fray Dionisio que se había escondido en la huerta contigua al convento, y también prenden fuego a las iglesias, casas y a la huerta.

En represalia Castellón, como Ocampo, desembarca con su armada por Maracapana, por vez primera traen caballos a la tierra firme, para mayor aflicción de los indefensos pobladores; ordena la captura y ejecución inmisericorde de los guerreros y caciques, culpables o inocentes, destruye los caseríos, con sus bohíos, janocos, chozas, cuanto había edificado; y también “resgata” muchos hombres, mujeres y niños, para venderlos como esclavos, cuál era el objetivo principal de su expedición.

Sin embargo, Castellón tuvo mucho cuidado con los pobladores indígenas de Cumaná; por eso López de Gómara, dice que “Perdía mucho el Rey con perderse Cumaná porque cesaba la pesca y trato de las perlas de Cubagua” (44); y entonces Castellón hizo aquí, el papel de pacificador.

Casi todos los cronistas de la época están contestes en acreditar la importancia que había adquirido la misión franciscana de Cumaná, que “florecía” como dice Oviedo, y daba muy buenos frutos. La mejor demostración de ello es que el Vaticano en 1519 nombró para Paria, con sede indudablemente en Cumaná, al primer obispo de la tierra firme, Pedro Barbirio, que debía venir con Las Casas.

Entonces Cubagua era solo un placer de perlas, y la Nueva Cádiz aun no era nada, la primera casa que se construye en esa isla data de 1525.

 Castellón se instala en la misión franciscana de Cumaná, que ya era el pueblo y puerto de Córdoba, como podemos verlo en dibujos y mapas de 1601, ubicado  en Los Cerritos a la desembocadura del río; allí establece su cuartel general,  bautiza el poblado con el nombre con el que era conocido, de Misión de  Córdoba, en honor a su verdadero fundador, Nueva Córdoba, se dedica a la reconstrucción de todo lo que había sido destruido  unos días antes, y concluye la fábrica de la fortaleza, en la propia boca del río, como  reconoce  Las Casas en “La Historia de Las Indias”:

“Edificó Jácome Castellón una fortaleza a la boca del río de Cumaná, donde el clérigo Las Casas la quería edificar, para tener segura la cogida del agua, sin la cual, como está dicho no podían vivir los de la isleta de Cubagua” (45). Fácilmente se puede advertir que esta cita no fue escrita por Las Casas, fue incluida en su obra por hábiles manos, como muchas otras que aparecen en sus libros.
 
Y aunque esta cita fuese suya, creemos que algo hizo en el fuerte de Santa Cruz de la Vista, porque era uno de sus objetivos; y estuvo en Cumaná cuatro meses, desde el 15 de agosto hasta el 15 de diciembre de 1521; además, porque   dudamos, es imposible, que Castellón haya podido construir la fortaleza en dos meses, que hay entre su arribo a Cumaná, a fines de noviembre de 1522 y el 23 de enero de 1523, como lo canta Castellanos:

La cual concluyó muy a provecho
Año de veintitrés y un mes corrido,
Nombrose por Alcaide de lo hecho
y Capitán Mayor deste partido. (46)

El juglar se cuida de decir, construyó, emplea más bien el término “concluyó” y agrega –muy aprovecho….

Castellón bautizó el asiento poblacional, ya lo dijimos, con el nombre de Nueva Córdoba, en honor del verdadero fundador fray Pedro de Córdoba, seguramente a petición de los franciscos que lo acompañaron en su campaña; de lo cual, da parte a la Real Audiencia de La Española, y de haber construido y terminado la fortaleza en el mes de enero de 1523, y anexa su “figura e traza”, es decir sus planos, mapas y una pintura, todo lo cual se conserva. 

Nosotros creemos que esta fortaleza es más antigua, tenía tiempo en construcción, como puede advertirse en los dibujos del mismo Castellón, donde se observa la antigüedad de sus muros, nos parece que solo faltaba terminar la parte superior, que tanto adelantó Las Casas y ponerlo en servicio, que fue lo que hizo Castellón, y colocar la “rama de olivo”, como dice uno de los biógrafos de Bartolomé de Las Casas. Es absolutamente imposible haber puesto en servicio las canteras de piedra de Araya y fabricado el fuerte de Santa Cruz de la Vista, en dos meses, y además Castellón tuvo que pacificar a los indígenas y reconstruir la misión.

Para mí el fuerte seguirá siendo un misterio, nadie esta interesado en descubrirlo, y pensando en aquellos avanzados que nombramos, puedo considerar, que tal vez ambos se aprovecharon de la distancia, y “jalaron para su costado”.
 
Por el dibujo anexo y datos dispersos, creo que el fuerte fue construido por orden de la Audiencia de Santo Domingo, empezando en 1504, por insistencia del Rey Fernando el católico, porque coincide con el descubrimiento y explotación de las canteras de piedra ciclópea en Araya, con la cual se construyeron muchos fuertes y casas en esa época; la primera industria española en tierra firme, donde trabajaron hasta 300 españoles e indios. Este hecho hizo posible que se iniciaran los trabajos de construcción del fuerte. Imaginemos el trabajo que costó construir aquella mole que vemos en el dibujo de Castellón, y también la importancia que tenía su construcción, por el volumen de perlas y el quinto del Rey; y la importancia estratégica que tenía toda esta zona del oriente venezolano. Sería conveniente que los historiadores o cualquiera que se interese, o que traten este asunto, que se trasladen mentalmente a la época, Los arquitectos, los constructores, obreros, albañiles, autoridades, protección militar, insumos, armas, explosivos, etc.  o ¿es que no se hizo así, fue entonces un milagro? 

Las perlas, la sal y las canteras fueron las primeras riquezas explotadas en el continente, y era necesario protegerlas. De allí los castillos y fuertes de tierra firme y las Antillas. Era la época de los Antonelli. Hubo en la zona mucho movimiento, entonces…
Me atrevo a afirmar que tanto Bartolomé de Las Casas, sobre todo éste, como Castellón, solo construyeron la torre que está sobre el fuerte. Castellón se paso de vivo.

 Dice José Mercedes Gómez, que desde un principio se proyectó construir una fortaleza en la tierra firme:
“En 1505 el Rey desde Segovia, se dirige a Ovando en Santo Domingo, que apresure la construcción de una fortaleza en la Costa de las Perlas, e incluso, más tarde, llega a conminarlo por no haber cumplido sus reales órdenes”.

 El Rey nombra Alcaide de la fortaleza y de La Nueva Córdoba (Cumaná) a Jácome Castellón y le confiere el poder y Escudo de Armas, y éste se queda con la paternidad de esta joya del inicio de la primogenitura.

            Me da mucha risa cuando los historiadores que se burlan de la antigüedad de Cumaná, dicen que se construyó esa mole para proteger el agua para los habitantes de Cubagua, y después reconocen que la primera casa que se construyó en Cubagua es de 1525, y ya Cumaná era sede eclesiástica, era una ciudad con historia. Lo importante en esos días era el negocio de las perlas y en Cumaná estaban los Señores de Canoa.
El Rey Fernando el católico, en 1519 ordena la construcción de cinco iglesias y reconoce que ya había dos iglesias y un monasterio y no nombran, para nada, la escuela que funcionaba pata 50 niños indígenas, y tampoco nombran al pueblo indígena al que servían, con una población calculada en quince mil habitantes. 

El día que demos a luz a estas ruinas vendrán muchos estudiosos a contemplarla y a investigarla. Es un tesoro que tenemos escondido y que sabemos dónde está.



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No. 36

EL FUERTE DE SAN ANTONIO Y SANTA CLARA



Don Alberto Sanabria me entregó en dos manuscritos que conservo, su investigación sobre algunos detalles de la historia del fuerte, dice:

“El Castillo de San Antonio de la Eminencia se terminó de construir en el año de 1686 y desde tan remota época ha estado siempre como mudo testigo de nuestras glorias
y de nuestros sacrificios. El gobernador de la provincia de nueva And o Cumaná 
Don Gaspar Mateo de Acosta, proveyó al Castillo de la artillería necesaria, y lo fortificó con una estacada en circunferencia, que hasta hoy se conserva, para su mayor estabilidad y defensa. Esto es lo que normalmente creen los cronistas, sin embargo, ustedes pueden ver el fuerte en el dibujo de la ciudad de 1676, y pueden verlo señalado en la pintura de Jácome Castellón de 1534. Ambas pinturas están en este libro. Pueden verlas a placer.


            El Virrey de Santa Fe, Don Jorge de Villalonga, en la descripción de la Provincia de Cumaná, que hizo el 20 de noviembre de 1720, die lo siguiente: que la población solo se reduce a dos castillos, el uno llamado Santa María de La Cabeza, donde habita el Gobernador, que está situado en un bajo donde no puede ofender invasión de enemigos, el otro San Antonio, fabricado en una eminencia; tiene 8 cañones, 4 de bronce, y 4 de fierro de los mismos calibres y un reducto inmediato a éste con cañones de fierro y de 4 libras de balas.

            Refiriéndose al Castillo de San Antonio de la Eminencia, dice el gobernador Diguja y Villagómez -1757-1765-, lo siguiente:

“La serranía que, como dicho es resguarda la ciudad, forma sobre ella tres cerros, en el más elevado está el castillo de San Antonio de la Eminencia

            La figura de esta fortificación es así misma quebrada, compuesta de cuatro cortinas iguales, y los ángulos que forman son más salientes que el centro de las cortinas, su fábrica es de sillería y cal, defiéndelo una pequeña estacada sin foso: tiene montados 21 cañones de los calibres y circunstancias que constan por su estado en el mapa, y está provisto de los demás utensilios expresados en su inventario, al folio 719 de la referida primera pieza de Autos. Dicho castillo puede montar 8 cañones de a 18: 8 de a 12, y 8 de menores calibres en lo más estrecho de sus ángulos. Tiene un pequeño, pero suficiente aljibe, una casa de madera y barro en la que se aloja la guardia; a un lado del cuartel está el Almacén de la pólvora y al otro la Capilla, en la que se celebra el Santo Sacrificio de la Misa todos los días de precepto por el capellán de tropa’’

           
Entre los sucesos importantes habidos en el castillo, debemos reseñar  Siete años antes que Humboldt -1793-  llega a Cumaná el notable científico y marino español don Cosme Damián de Churruca y Elorza, junto con  el teniente  de Fragata don Salvador  de Fidalgo y joven científico sueco,   Pitor Löfling, que son comisionados por el gobierno español para formar el atlas marítimo de América, levantar el mapa de Venezuela y determinar el primer meridiano de la América Española, precisamente en el  Castillo de San Antonio de la Eminencia, como en efecto se hizo, y donde debería estar un monumento conmemorativo de tal acontecimiento científico.

El Barón Alejandro de Humboldt en 1799, visitó el fuerte de San Antonio, y estableció en él, su observatorio dada su posición y destacada altura. Maravillado por la claridad del firmamento, dice que podía leer en el sextante con la luz de Venus.

            El 1 de noviembre de 1849 llegó al Castillo de San Antonio, en calidad de preso político, el ilustre prócer de la Independencia General en Jefe José Antonio Páez, quien permaneció allí hasta el 23 de mayo de 1850, día en que salió para el exilio, habiéndole rendido la sociedad y el pueblo cumanés una grandiosa manifestación.

            El Castillo de San Antonio resistió las terribles sacudidas de nuestros terremotos, pero los que más daño les hiceron los de 1853 y 1929.

            El Presidente de la República general Cipriano Castro, en su viaje a Cumaná, en 1905, al visitar la vieja fortaleza, ordenó la completa reconstrucción del Castillo, cuya obra fue encomendada al destacado ingeniero Cumanés Bartolomé Milá de la Roca , resultado dicha obra de reconocida elegancia arquitectónica, y a la vez se conservaron todos sus viejo detalles tales como el calabozo donde estuvo preso el General Páez, el cual tenía piso de mosaico y lucía una gran lápida de mármol, recordatoria de su prisión en tan histórico sitio. La reconstrucción del Castillo fue inaugurada el 23 de mayo de 1906. Para el turista extranjero o el visitante criollo era casi una obligación la visita al Castillo.

            El terremoto del 17 de enero de 1929 lo dejó convertido en un acervo de ruinas, y algún timepo después, se le hicieron mejoras y reparaciones de pésimo gusto.

            Que continúe el Castillo de san Antonio de la Eminencia, a través de los tiempos, como el fiel centinela de la ciudad Primogénita cuya vida ha transcur5trido entre las glorias y el sacrificio. Fin de la cita.   

Yo tengo otra historia, porque nuestros cronistas no tuvieron acceso a muchos elementos que dan otra idea más elevada de la historia de esta ciudad y de su pueblo. por ejemplo, se cuidan mucho de mencionar su numerosa población indígena, que era lo más importante, porque sin pueblo indígena no se podía “poblar”, también se cuidaban de no decir mucho la ciudad; de su pujanza, de sus 13 fortalezas. Porque no se preguntan: ¿Qué podía hacer una ranchería como era Cumaná, con 13 fortalezas…?  y las maravillas de que habló Humboldt y otros grandes investigadores; nosotros si lo vamos a decir.
Menos se ocupan de los heroísmos de que están plagados sus días; las defensas exitosas contra los holandeses y piratas, sobre los cuales casi siempre obtuvimos resonantes victorias que deberían ser de toda la nación.

Y nos dejamos engañar por gobernadores, obispos de Puerto Rico y cronistas interesados en mantener alejados de Cumaná y sus riquezas, aprovechadas por enemigos que complotaban para aprovecharse de ellas.

Tenemos muchos enemigos que envidian nuestros valores y desean que desaparezcan o se desvanezcan por el olvido. Pero la historia se va nutriendo como un rompecabezas gigantesco, así va apareciendo una verdad contratable. Tenemos que escudriñar sacar a la luz los templos de la Nueva Córdoba, las trece fortalezas de Cumaná, la explotación de la sal y las perlas, los grandes valores que nos antecedieron, los maestros del Convento de San Francisco y de Los Dominicos; tenemos que sacar a la luz la magnificencia de la fortaleza de Araya, que fue la más poderosa unidad militar del mundo de aquella época, la girnalda del Imperio Español en América. Son muchas cosas que debemos emprender juntos.

En relación con la antigüedad del castillo de la Eminencia, se debe ver con bastante curiosidad los dibujos de Castellón, donde se ve que en la Eminencia ya estaba ocupada y señalada con una cruz, que indica que estaba allí la fortaleza, aunque convenimos que esta fuera de bahareque, pero es parte de su historia de la defensa de Cumaná.     

Sabemos que el fuerte fue reconstruido en el cerro de San Antonio de la Eminencia, en el siglo XVII, después de ser seriamente dañado por el terremoto de 1682; pero, qué había antes de este terremoto, es lo que más nos interesa, porque ese fuerte, del material que sea su construcción, forma parte de las defensas de nuestro pueblo y de su historia.  

Aun no estoy preparado para decirlo, me contentaré con lo que dice Alberto Sanabria y algunos agregados míos.

De acuerdo con documentos de la época, Don Bautista de Utarte -1667-1670- denuncia por vez primera que el castillo no es una construcción firme, por su redondez y circuito que ocupa, es de barro y piedra…” Fábrica de tanta flaqueza”, la llamaba; pero eso significa que ya existía para 1667. Don Sancho Fernández de Angulo (1669-1674), propuso su destrucción. Don Juan de Padilla y Guardiola (1686-1690) presenta un proyecto de reconstrucción, aprobado el 31 de julio de 1682. Francisco Rivero y Galindo, propuso modificaciones al proyecto sustituyendo la forma cuadrangular por la forma de estrella de cuatro puntas; Gaspar Mateo de Acosta (1690-1695), también presentó un proyecto de reconstrucción. En 1773 el Ing. Pablo Díaz Fajardo, insiste y envía al Rey nuevos planos. Es de suponer que la construcción del fuerte fue un proceso complicado, que supuso deliberaciones y conflictos, se trataba de la construcción más importante y emblemática de la ciudad. José Ramírez de Arellano (1701) le construyó una estacada alrededor del fuerte, hecha con tal solidez, “que en caso de ataque podía resistir cualquier embate”. El Gobernador Diguja y Villagómez, famoso por el informe de su gobernación, (1761), lo describe como una fortificación cuadrada. A ciencia cierta nadie sabe cuando se construyó, ni cuando se modificó.
   
En 1810 los patriotas toman el fuerte y nombran primer comandante al capitán Carlos Guinett de origen antillano.   En 1811 volvió el fuerte a manos de los realistas por breve tiempo; en lo que se llamó la sublevación de los catalanes.  Devuelto a los patriotas lo mantuvieron hasta 1812; después de la capitulación de Miranda, ese año, fue entregado a los realistas que lo mantuvieron hasta 1813, cuando fue ocupado por Santiago Mariño, hasta 1814, cuando fue tomado por las fuerzas de Boves, y permaneció bajo mando realista hasta 1821, cuando fue entregada la ciudad, por el realista Caturla, al general José Francisco Bermúdez. Luego ha pasado de bando en bando, durante el largo tiempo de combustiones internas, que sobrevino después de la independencia, desde 1821 hasta 1935, año de la muerte de Juan Vicente Gómez.

Los terremotos de 1853 y 1929, lo dejaron en ruinas, desde entonces se han realizado importantes trabajos de reconstrucción, José Antonio Ramos Martínez, el gran cronista de Cumaná, dice que: “La situación de este fuerte es la mejor y más estratégica de la ciudad, porque no solamente domina completamente a ésta, sino también sus alrededores en una gran extensión. Debido a esta circunstancia y también a la celebridad de la fortaleza.

El general Cipriano Castro, siendo Presidente de la República, ordenó su total reedificación, la que se llevó a feliz término bajo la dirección del General. Bartolomé Milá de la Roca Himiob, ingeniero entonces del Estado Bermúdez. Sobre los viejos muros coloniales levantose un segundo cuerpo de sillería, con sus torreones, almenas y otros adornos de la arquitectura militar obra que fue inaugurada el 23 de mayo de 1906; También se realizaron reparaciones importantes durante el gobierno del Dr. José Salazar Domínguez, 1956, a cargo del ing. Jesús Salazar Boada; después con otros gobernadores, el Dr.  Arquímedes Fuentes Serrano y Ramón Martínez Abdenour, con asesoría del arquitecto Gasparini, y la jardinería, a cargo de don Eliseo Acosta Rodríguez.

Muy larga es la historia de este fuerte. Hoy es uno de los sitios más visitados de la ciudad de Cumaná. Dato importante: en 1792 se determinó el primer meridiano de América Española, en el fuerte de San Antonio.  

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No. 37

EL FUERTE DE SANTA MARIA DE LA CABEZA.



            En la descripción de Cumaná que hizo el 20 de noviembre de 1720 el Virrey de Santa Fe, don Jorge de Villalonga, se habla acerca del castillo de Santa María de la Cabeza, y para esa época era residencia de los Gobernadores de la Nueva Andalucía.

            En las notas del gobernador Don José Diguja y Villagómez, escritas en 1761, encontramos la siguiente descripción del Castillo: “En medio de la ciudad hay un terreno elevado en que se halla situado el castillo de Santa María de La Cabeza. Que domina la mayor parte de la ciudad de forma cuadrada con sus cuatro baluartes iguales. Su material de sillería y cal sin estacada que lo resguarde, bien que al frente queda un pequeño y abierto foso que solo sirve para facilitar la entrada por el puente levadizo. Tiene montados 16 cañones, cuyos calibres, pólvora con que están cargados y Batería constan individualmente por el estado de este castillo que se haya en el mapa, en el que no se pude colocar sus demás pertrechos y utensilios, pero están en su inventario al folio 709 de la primera pieza de los autos de vista. En este castillo se hayan las ajas Reales y dos pequeños almacenes de pertrechos, y sobre ellos la casa que habita el Gobernador, esta es de madera y barro que en el país dice “Bahareque”.

Nota. Este terreno elevado es el “Cerro Quetepe”

Ruinas del fuerte de Santa María de La Cabeza, cuya construcción se inició en 1622, siendo Capitán General de la provincia de Cumaná, Don Diego de Arroyo y Daza; la obra fue concluida en 1669 por el Capitán General Don Sancho Fernández de Angulo. Declarada reserva patrimonial municipal por la Alcaldía del municipio Sucre del estado Sucre, publicado en la gaceta municipal de fecha 6-06-2005. 


Ruinas del fuerte de Santa María de La Cabeza, cuya construcción se inició en 1622, siendo Capitán General de la provincia de Cumaná, Don Diego de Arroyo y Daza; la obra fue concluida en 1669 por el Capitán General Don Sancho Fernández de Angulo. Declarada reserva patrimonial municipal por la Alcaldía del municipio Sucre del estado Sucre, publicado en la gaceta municipal de fecha 6-06-2005. 



Después de largos años de abandono, el terremoto del 15 de julio de 1853, lo arruinó bastante, hasta que el señor Santos Berrizbeitia, en 1912, restauró en parte los viejos muros y levantó allí una hermosa capilla, donde fue colocada la imagen de Nuestra Señora del Carmen, una de las más antiguas de Cumaná, que estuvo en la primitiva Ermita del Carmen, situada en la calle que popularmente lleva su nombre. El terremoto del 17 de enero de 1929 destruyó la capilla y daño en parte el viejo Castillo, pero gracias al padre Antonio de Vegamián, cura de Santa Inés, se levantó de nuevo.

La construcción del Castillo de Santa María de La Cabeza se hizo con piedras de sillería de las ricas canteras que posee la península de Araya”. Fin de la cita.  
     

Según afirma José Antonio Ramos Martínez, en su obra citada tantas veces, que este fuerte, Palacio de los Gobernadores, fue construido durante el gobierno de Sancho Fernández de Angulo, 1669-1675. Porque esta información se desprende de una carta del ingeniero militar don Francisco Dávila de Orejón de 1674, en donde informa a la Junta de Guerra de las Indias, sobre la fortaleza; y en 1682, el gobernador Juan de Padilla y Guardiola, informa al Rey, sobre el fuerte en forma minuciosa. Pero lo que demuestra la paternidad de la fortaleza, es la carta de 27 de mayo 1672, en que se deja constancia de la carta de Don Sancho al Rey, informándole sobre la construcción de la fortaleza.

El fuerte de Santa María, es el segundo en antigüedad de la ciudad de Cumaná; fue en su tiempo útil, un formidable complejo militar dotado de todos sus elementos militares, con un inmenso patio de armas, donde hoy esta construido, estuvo desde un principio, la Iglesia Parroquial, después Iglesia del Carmen, y a partir de 1853, ocupó ese espacio en el mismo templo, la iglesia de Santa Inés, Patrona de Cumaná  (es decir que desde tiempo inmemorial estuvo en ese espacio el templo parroquial bajo distintas advocaciones: aunque solo lo conocemos bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen y luego de Santa Inés.  El templo del Carmen, era de tres naves, de estilo gótico.

 Para Cumaná fue siempre un espacio sagrado, también un lugar privilegiado ya que para 1908 era párroco de Santa Inés el padre Manuel Arteaga Betancourt, que luego fue Cardenal Primado de la Habana, este hecho por demás histórico, debería plasmarse en una placa de broce; y a él se le debe la hermosa e histórica: Gruta de Lourdes” y el piso de mosaicos importados de Alemania, que aún se conserva.   

El fuerte donde esta ubicado el templo, formaba parte del sistema defensivo de la ciudad, y sirvió de residencia a los Gobernadores coloniales, que ocupaban el segundo piso de la casa de habitación en la parte superior de la fortaleza, mientras que en la planta baja funcionaba la administración y las Cajas Reales; también fue sede del gobierno colonial, y accidentalmente y fue sala consistorial del Ayuntamiento.

Actualmente podemos visitarlo entrando por el jardín que da a la Gruta de Lourdes; este jardín está ubicada del lado derecho de la iglesia de Santa Inés; donde luce su construcción de piedras ciclópeas remozado después del terremoto del 1929, traídas de las canteras de la península de Araya, trabajadas con el sistema español, muy característico, que se conoce como “Cal y Canto”. Durante la colonia fue brevemente ocupado como residencia de los gobernadores, porque los terribles terremotos, tempranamente lo dejaron inhabitable.

Durante la guerra de independencia, fue utilizado tanto por lo realistas como por los patriotas.

El terremoto de 1853, lo convirtió en ruinas, hasta que, en 1912, como dice don Alberto Sanabria, fueron rescatados sus muros por don Santos Berrizbeitia, que también construyó la capilla para la imagen de la milagrosa y protectora Virgen del Carmen.

Hace poco tiempo, en el año 2003, fue restaurada la capilla, lo que sirve para rendir un homenaje silencioso a Don Santos.


SANTA MARIA DE LA CABEZA

En otra crónica digo algunas otras cosas más, veamos.

El fuerte de Santa María de La Cabeza, ubicado en el cerro de Quetepe, es el segundo en antigüedad e importancia de la ciudad de Cumaná, Primogénita de América; éste fuerte fue en su tiempo útil, un formidable complejo militar, dotado de todos sus elementos militares, un edificio de forma cuadrada entre murallas de piedra ciclópea, con un inmenso patio de armas, donde hay algunas obras importantes: el Templo, La Gruta de Lourdes, Las escalinatas. El templo estuvo allí, en ese espacio, desde un principio, Siglo XVI, es un templo colonial que puede verse en los mapas antiguos de la ciudad.

El fuerte formaba parte del sistema defensivo, y sirvió también de residencia a los Gobernadores, una casa de dos plantas, los gobernadores ocupaban el segundo piso, mientras que en la planta baja funcionaba la administración y las Cajas Reales; también fue sede del gobierno colonial, y accidentalmente fue sala consistorial del Ayuntamiento.

Según ratifica y afirma José Antonio Ramos Martínez (Ob.cit), este fuerte o Palacio de los Gobernadores, fue definitivamente  construido durante el gobierno de Sancho Fernández de Angulo (1669-1675),  lo que se desprende, entre otros documentos,  de una importante carta del ingeniero militar don Francisco Dávila de Orejón de 1674,  en la cual informa a la Junta de Guerra de las Indias, sobre la dicha  la fortaleza; y fue confirmada,  en 1682, por el gobernador Juan de Padilla y Guardiola, que informa al Rey, sobre el fuerte de Santa María de La Cabeza, en forma minuciosa.

En definitiva, pues, no nos cabe dudas sobre ello, pero a pesar de que pudiera ser y debe ser así, que el inicio de la obra, y el proyecto es de 1622, cuando gobernaba Don Diego de Arroyo y Daza, cuya mujer se llamaba Maria de La Cabeza, y ese fue el nombre que prevaleció; lo mismo hizo en Araya, cuya fortaleza se llama Santiago de Arroyo de Araya;  pero aceptamos que la conclusión de la fortaleza y puesta en servicio,  se desprende  de la carta de 27 de mayo 1672, en que se  deja constancia de la carta de Don Sancho Fernández de Angulo al Rey, informándole sobre la terminación de la obra.

Es importante para Cumaná, patrimonio de la humanidad, señalar estos datos, porque este castillo ha ocupado el centro de nuestra ciudad por muchos siglos, ha sido testigo de nuestra historia, y en él se han sucedido hechos relevantes que han sido reseñados por muchos historiadores, y porque fue la sede del gobierno y Caja del Tesoro, la Casa de los Gobernadores Coloniales, sede del Ayuntamiento, y su estructura fue violada por guerras y terremotos. Construida y reconstruida; abandonada y vuelta a la vida muchas veces, con hechos dramáticos y solemnes, hechos gloriosos, traiciones y heroísmos.  

Desde un principio los terremotos hicieron estragos en él. Entre sus ruinas perdieron la vida muchos de nuestros abuelos. Sobre todo, el de junio de 1698, que arruinó tanto al templo como al castillo, pero fueron rápidamente reconstituidos.  Después de largos años de servicio vino el terremoto del 15 de julio de 1853, que lo arruinó por completo, y así permaneció por muchos años, hasta que Don Santos Emilio Berrizbeitia Bermúdez de Castro, en 1912, restauró en parte los viejos muros quebrados por la tormenta; levantó los muros y sobre sus muros construyó una hermosa capilla, donde fue colocada la antigua imagen de Nuestra Señora del Carmen, una de las más veneradas del pueblo de Cumaná. En ese solar estuvo la primitiva Ermita del Carmen, donde se guardaba la imagen divina, rescatada de la Nueva Córdoba, en 1654, después del asalto de los piratas franceses, que la destruyeron la ciudad por completo.

Durante la guerra de independencia, fue utilizado tanto por los realistas como por los patriotas.  El terremoto de 1853, lo convirtió en ruinas, hasta que, en 1912, como dice don Alberto Sanabria, fueron rescatados sus muros por don Santos Emilio Berrizbeitia Bermúdez de Castro, que también construyó la capilla para la imagen de la milagrosa y protectora Virgen del Carmen.  Hace poco tiempo, en el año 2003, fue restaurada la capilla, lo que sirve para rendir un homenaje silencioso a Don Santos.

 Para 1908 fue párroco de Santa Inés el padre Arteaga, que luego fue Cardenal Primado de la Habana, a él se le debe la hermosa e histórica Gruta de Lourdes y el piso de mosaicos importados de Alemania, que aún se conserva.  

Por último, el terrible terremoto del 17 de enero de 1929, quebró las paredes del templo, destruyó la capilla y daño en parte las murallas del viejo Castillo, pero gracias al padre Antonio de Vegamian, cura párroco de Santa Inés, y el maestro de obras Don Martín Pascual, se levantó de nuevo y volvió a servir a su pueblo de cátedra permanente para enseñar la buena nueva, la palabra de Dios.

Actualmente podemos visitarlo entrando por el jardín donde está la Gruta de Lourdes; ubicada al lado de la iglesia de Santa Inés; luce su construcción de piedras ciclópeas traídas de las canteras de la península de Araya, trabajadas con el sistema español, muy característico, que se conoce como “Cal y Canto”.









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No. 38.

LA IGLESIA DE SANTA INES



El nuevo templo de Santa Inés, se construyó sobre el patio de armas del fuerte de Santa María de La Cabeza, sobre las ruinas de la Iglesia del Carmen, y por supuesto es la heredera de aquel glorioso templo en el cual fueron bautizados todos los hijos de don Vicente de Sucre y García Urbaneja y Maria Manuela Alcalá y Sánchez de Sucre y García Urbaneja, el arquitecto la pensó, como una construcción gótica, suspendida sobre la muralla del viejo fuerte colonial.

El padre José Antonio Ramos Martínez, nos dice que: “En el lugar que ocupaba antiguamente la Plaza de Armas del castillo de Santa María, donde, según hemos advertido, se había reedificado la ermita de Nuestra Señora del Carmen, se comenzaron, en noviembre de 1862, las obras del nuevo templo parroquial de Santa Inés, después de haber recolectado los fondos necesarios en los años siguientes al terremoto (de 1853)

En la construcción de Santa Inés empleose bajareque con excelentes maderas y sólidas bases de mampostería; y que esto haya sido un acierto, se ha comprobado en el último terremoto (1929) que no pudo derribarla a pesar de los daños por él ocasionados”.

“Posteriormente fueron agregándose a la iglesia Matriz nuevos elementos decorativos que necesitaba para su embellecimiento, a saber: el artesonado de la nave mayor en 1893 y el de las laterales en 1907; la portada principal en 1901, el pavimento de mosaico en 1909, la hermosa gruta de Lourdes al año siguiente, etc.  etc.”

“Las escalinatas que rodean el templo fue mandada a construir por el Dr. Juan Pablo Rojas Paúl, Presidente de la República en 1889, importando la obra 6.000 pesos, de los cuales mandó él 5.000. La dirección técnica estuvo a cargo del Dr. Monserrate, el mismo que hizo el parque Ayacucho y el monumento a Sucre”.

A este trabajo del sabio cronista debe agregársele la sustitución del antiguo frente por las dos formidables torres que luce ahora, construidas durante el gobierno del general Pérez Jiménez, siendo gobernador del Estado el Dr. José Salazar Domínguez y el constructor, el Ing. Fernando Luis Aristeguieta.

Entre los grandes benefactores de esta iglesia después del terremoto de 1853, durante su construcción están el Dr. Mauricio Berrizbeitia, mayordomo de fábrica, el general Rafael Adrián y la sociedad del culto, pero el gran animador de esta obra fue el padre José Antonio Ramos Martínez. También debe recordarse que, al Padre Arteaga, su párroco desde 1905, que después fue Cardenal Primado de la Habana, se debe la construcción del piso de mosaico y la gruta de Lourdes, que personalmente copió para traerla a su iglesia.

La iglesia es inseparable de su historia y del fuerte de Santa María, él le da su carácter de joya colonial, prueba su antigüedad, la piedra, la historia. La iglesia es otra cosa, es nuestro pueblo, es la misma, está en sus archivos, en los nombres de los maestros, los santos padres que han ocupado su catedra, y en el espíritu de su pueblo, el espíritu, su amor, su devoción. En cada piedra resuena la voz de los maestros de nuestro cristianismo, y evocan la Cumaná madre de todos los tiempos del oriente venezolano. Su cátedra excelsa ha sido perfumada por santos varones entre ellos el Cardenal Arteaga, primado de Cuba, que fue su párroco, y el excelso maestro José Antonio Ramos Martínez, su reconstructor.

 Si fuésemos a dedicarle en este corto texto, la historia de los maestros que han entregado su vida al magisterio sagrado en este templo, necesitaríamos escribir cientos de páginas de alabanzas.



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No. 39.

LA CATEDRAL DE CUMANÁ.

Dice el padre Manuel Fernández Martínez, que es el templo de madera más bello de Venezuela. Su estructura diseñada por Calvani Silva, sus maravillosos retablos adquiridos en Zaragoza-España, la imponente imagen del Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, los vitrales, confesionarios en Francia. etc.   El padre Manuel, en su opúsculo sobre la Catedral de Cumaná, nos dice que “…el año de 1745 fue el año de la Esperanza para los cumaneses, al ser concebido un bello proyecto para la construcción de una Iglesia Nueva, suntuosa y grande, siempre acorde con lo que ya se destacaba Cumaná como la capital de la Nueva Andalucía. La Cumaná que se conjugó como la epopeya más grande de España en América”.
Los trabajos de construcción de la Iglesia Nueva se iniciaron ese año, pero se paralizaron, y para 1760, el emperador Carlos III, movido por la opinión de nuestro pueblo envió ayuda para agilizar los trabajos de construcción.
Sin embargo, el obispo de Puerto Rico, Mariano Martí, en sus visitas a Cumaná de 1764 y 1774, confirma la lentitud de los trabajos. En esa época comienza a llamarse “Seo Cordis Iesu”.
Los planos de la iglesia fueron reformados por el arquitecto don José Aparicio Morata: Planta Basilical, tres naves. La nave mayor en parte cubierta por bóveda de medio cañón, y el crucero con las capillas laterales, estaba cubierta por tambor cuadrado. La fachada estaba perfectamente distribuida como un damero de (3X3) secciones. Nunca se llegó a pavimentar el piso ni se techó todo el edificio.   Durante el gobierno te Guzmán se expropio la Seo para convertirla en teatro, para ello fueron demolidas las torres y la cúpula de crucero, pero nunca pudo terminarse.
El 12 de octubre de 1922 fue creada la diócesis de Cumaná por Bula Pontificia de Pio XI con sede en Cumaná, designando Catedral, en forma provisional, el templo de Santa Inés. Pio XI tambien nombró primer obispo a Mons. Sixto Sosa que tomó posesión el 30 de noviembre de 1923.
En 1929 el 17 de enero un terrible terremoto destruyó por completo el edificio de la SEO; pero el obispo reunió al pueblo y decidieron construir en ese lugar sagrado la Iglesia Nueva. El arquitecto Erasmo Calvani, muy ligado a Cumaná, hizo los planos de una catedral de madera “una belleza entre las bellezas de América”, según la expresión de Mons. Manuel Fernández Martínez.  Sixto Sosa no pudo ver concluida su obra, murió el 29 de mayo de 1943.   Fue inaugurada el 3 de febrero de 1945 por el Presidente Isaías Medina Angarita. 



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No. 40

PROLOGO DEL LIBRO “EL ALCATRAZ VIGILANTE” DEL POETA MANUEL FERNANDEZ MARTINEZ.



Manuel Fernández Martínez, como sacerdote, como poeta, como escritor, como filósofo, desde sus mocedades y como estudioso siempre ha frecuentado provechosamente la cátedra de Pablo.
Su actividad intelectual plasmada en crónicas, editoriales, homilías, y poesías, le ha conquistado el reconocimiento del pueblo de Cumaná, como también el que, en otras latitudes, han leído en la prensa y en el libro sus escritos, o lo han escuchado disertar e asambleas, foros, y recintos académicos con motivo de algún acontecimiento histórico memorable o de relevante interés cultural.
Sacerdote a tiempo completo en exitoso ejercicio diario, no obstante, encontró tiempo para dar fe de su vocación de poeta en su libro “EL ALCATRAZ VIGILANTE” en el cual hace una selección de sus poemas y de sus escritos periodísticos.
Pero antes de hablar de la poesía de Manolo, como es más conocido el Poeta entre nosotros sus amigos, traigo la voz de mi padre, crítico, de elevado estro, que es mi guía, sobre todo, en estas aventuradas palabras sobre la poesía de mi amigo y hermano en el espíritu.

Dice mi padre: “En poesía la voz humana alcanza su más armoniosa resonancia, y es el verso su expresión más acabada. David, Rey de Israel, el gran lírico del libro sagrado, se dirige en salmos a su Dios y Señor y dice: “El espíritu de Jehová habla por mí y su palabra estuvo en mi lengua”. El Corán de Mahoma, base de la religión del islam, e su original fue escrito en versos, y el Profeta imitando a David decía: “Yo no soy poeta, el Corán no es obra mía, son palabras de Alá que resuenan por mi boca”; el Rey Salomón, hijo de David, también se creyó inspirado por Dios y su Cantar de Cantares, patético idilio, es uno de los poemas más vivaces de más inefable fragancia que haya producido el ingenio humano. Podríamos, pues, pensar que la poesía es el lenguaje de los dioses. Ningún metal es tan indestructible como la poesía para resistir el embate de los siglos, ninguna piedra tan dura para soportar el corroer de los milenios. La esfinge de los faraones ese enigma de piedra al lento transcurrir de las edades ha desfigurado su faz y por contraste, la Ilíada y la Odisea de Homero, insuperables poemas épicos, tal vez sus contemporáneos, son hoy tan admirables, tan hermosos, tan frescos y sugerentes como cuando el Ciego Inmortal los iba cantando por las siete ciudades de la Hélade, igual que Troya, también desaparecidas. El célebre Talleyrand decía que quien no vivió en Francia del Siglo de Oro de Luis XV no podía tener una noción completa de la cultura social. En los salones de París se hablaba en verso. En ese mundo aristocrático que él frecuentó y describe con tanto colorido, el epigrama era el arma de la intriga, como agudo dardo volaba de un labio empurpurado a otro, hiriente siempre, aunque velado en argentina risa.
La voz humana es tan natural que ni cuenta nos damos de ser poseedores de ese fino y milagroso instrumento, y la palabra, propiedad exclusiva del hombre, que debió sufrir un proceso de evos para alcanzar la perfección que hoy tiene, la empleamos en sus múltiples giros para traducir nuestras ideas, sin medir, las más de las veces el efecto que pueda producir.  Hay muchas conocidas anécdotas de Quevedo o a él atribuidas, en las que se pone de resalto el equívoco de muchos vocablos.  Don Francisco de Quevedo y Villegas, renombrado satírico español, uno de los grandes clásicos de la lengua, poeta insigne, en su vasta obra literaria dio vigencia a infinidad de léxicos de los que duermen archivados en el diccionario. Se advierte al leerlo, no el rebuscamiento de la voz precisa, sino el angustioso deseo de poder encerrar su pensamiento en una sola dicción.  Uno de sus críticos admira esta originalidad característica de Quevedo y dice que da la impresión de ir creando el lenguaje a medida que escribe.
Podríamos presumir, pues, que el poeta es un ser de privilegio: soñar, verter en estrofas su pensamiento, en voces escogidas y con acento rítmico, es su eminente misión, que no es dable a todos los que hablamos, ni habilidad usual en cuantos vivimos y pensamos.     Darle sonoridad al idioma, cadencia y consonancia a las expresiones para hacerlas gratas al oído y que el tema irradie armonía y se fije mejor en la memoria, es obra de poetas. Como el diamante ellos llevan en sí sus propios kilates y la virtud de sus fulgores en sus cantos. Exaltan la tradición, iluminan la leyenda, difunden la historia, aureolan la geografía cuando la musa se inspira en el azul mentiroso de la montaña distante, en la blanca ola rumorosa sobre el añil del mar, en la onda peregrina del río, que se desliza musical y cansado en su inacabable viaje al océano. La naturaleza va pasando en esa forma idealizada por el crisol de su imaginación ardiente, incansable y así los sucesos, los hombres, los símbolos, los héroes…”
            Con este mismo sentimiento emprendo el recorrido por el libro de Manolo “El Alcatraz Vigilante” cuyo solo título, además de sus propias vivencias nos recuerdan al poeta de Asís, por su infinito amor a los animales como criaturas del Señor, con los que todo hace pensar, podía hablar. Secretos del amor infinito del Creador.
            Ciertamente mi fraterno poeta cumanés nacido en una aldea, como un Belén, enclavada en la sierra nevada de Andalucía; no ha necesitado acudir a los recursos preceptivos, su poesía es libre como su espíritu, sus poemas son desgarraduras de su alma critica, sus versos nacen del espíritu, son incorruptibles, no se permite ninguna regla, no los modera ningún otro sentimiento. Sus anécdotas traducen vivencias de su camino por la senda del Crucificado.
            No podemos exigirle a un poeta que modele su manera de expresión, cuando ella es pura, nacida de su lucha en un mundo tan variado, muchas veces doloroso, otras cálido y espiritual. Como dice José Antonio Escalona Escalona, el más notable antologista de la poesía venezolana e hispanoamericana: “Hace tiempo los críticos literarios y exégetas de la poesía declararon obsoleta, la didáctica distinción conceptual entre prosa y poesía. El poeta dispone de libertad para expresar en verso o en prosa sus creaciones. Igualmente es libre para hacerlo con estricta sujeción a las reglas tradicionales. De lo que no ha de prescindir es del ritmo, condición esencial de todo lenguaje literario. No olvidemos que en la antigüedad –aludo en particular a nuestros ancestros griegos – la poesía nació gemela de la música y del canto”.
            “El Alcatraz Vigilante” arca de sensaciones y anécdotas, combinación perfecta de poesías y crónicas, que nos van llevando de la mano sobre los pasos del poeta. 
            Manolo finaliza este libro con textos de sus amigos dedicados a sus XL aniversario de su ordenación sacerdotal, textos que lo alienta para seguir adelante.  Parece preguntarnos mil veces: ¿Por dónde Voy? ¿Voy bien?  Y sus amigos le animan. Él no se cansa de preguntar sobre sus homilías, sus enseñanzas, sus interpretaciones, en fin; sobre su sabiduría, que ha encendido una llama en nuestros corazones.
                        Luego publica sus emocionadas crónicas, ese trabajo “Noche de Paz”. Noche de amor” es un testimonio de indudable valor poético, una nota espiritual que nos legó el padre Joseph Mohr, y Manolo nos lo dice n su corazón traspasado de emoción crítica. Vemos como lo dice Manolo:
            “Tenía sus ojos bañados en lágrimas, el órgano dañado allá en el antiguo coro de la pequeña y artística iglesia querida, la sonora guitarra dormitaba en el rincón de una de las habitaciones de la casa parroquial, la mano artística del organista Frank Xavier Gruber, en un trozo de papel escribe cinco rayas y las adornó con unas bien dispuestas notas musicales, tomó la guitarra, picoteó las cuerdas y, ¡Oh maravilla! Había nacido la más bella canción navideña, más bella y más cantada de todos los siglos: “Noche de Paz, Noche de Amor”, para que los dos sacerdotes y el organista, saltaran a la inmortalidad”  
            En su trabajo “Los Gritos de los Crucificados”, muestra su terrible dolor de poeta que ama la vida, que quiere vida en abundancia para todos sus hermanos en Cristo, y entonces clama:
            “En nuestras ciudades, gritos viene de allá, de esas “coronas de espinas” que circundan todas las ciudades de Venezuela y de Latinoamérica:
Son millares de hombres que hoy están crucificados en el desempleo.
Millares de mujeres crucificadas en el abandono de sus esposos…
Millares de niños crucificados en la carencia de escuelas…
Millares de jóvenes crucificados en la desorientación y desesperanza…
Millares de bebés que mueren crucificados en el seno maternal…
Millares de personas crucificadas en el hambre…
Millares de personas crucificadas en el desaliento…
Y gritan…y nuestros oídos no oyen los gritos de los crucificados…
Son hijos de Dios que mueren cada día en una real actualización de la pasión y muerte de Jesús, del Jesús del siglo de la tecnología y de la ciencia, en el siglo de los cosmonautas y de las costosísimas guerras misilísticas, de las computadoras e internet, del post-modernismo”.
            Y en su poema “Santísimo Cristo de las Aguas” y en otras composiciones que son oraciones nuevas al Crucificado, encuentro desgarraduras de verdadero valor poético:
            “El lucero del alba me dijo esta madrugada,
Que el Cristo de las Aguas no ha muerto.
Se lo había susurrado la luna hoy de mañana
Y que vive en el hombre y en la flor del huerto”.

Uno de los poemas más sentidos de Manolo, en mi concepto, es sin duda: “Santísimo Cristo de la sagrada lanzada” del cual copio este cuarteto que lo resume:
            “Sagrada lanzada,
Por Longines clavada.
Nacieron siete soles,
Sacramentos de amores.

Otras metáforas que lo revelan como poeta de elevado estro:

Cigüeñas esbeltas los campanarios,
Nidal de bronce allá en lo alto.
Flechas de amor y cantos de canarios,
Señalan la ruta eterna con sus cantos.
¡Jesús ha resucitado!

            El poeta le canta a la naturaleza, allí se le manifiesta el Señor, su paraulata, su alcatraz, es el Espíritu Santo que penetra en su alma, es su Jesús Crucificado, que da testimonio de la verdad, la verdad que él no puede resistir, pero que lo invade y lo despierta. Jesús lo está esperando y él no puede equivocar el camino, pese a su resistencia, a su tremenda personalidad, su carácter, su estilo Don Camilo, que muchas veces lo niega y se resiste. Jesús lo doblega, se le aparece como un pájaro, como una paloma. Toma las formas más dulces y lo empalaga de amor. Él ha peleado con El tantas veces, y luego, regresa a la paz de su gran amor.
            “Enséñanos artística y elegante paraulata, que la vida de cada hombre, como tu vida de ave montañera, debe ser un acto de alabanza y una canción de amor ante los ojos del Señor y un rocío de esperanza refrescante para los hombres, nuestros hermanos”
            “Cada día nos ha bendecido el Señor con una suave lluvia y nos ha cobijado con tenue y bello sol, que hacía brillar en los siete colores del arco iris las gotas del rocío en las montañas y las de la lluvia en las tardes



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No. 41

EL PARQUE AYACUCHO Y LAS CALLES ADYACENTES.

                     El parque Ayacucho, obra del gobierno nacional, sustituyó en 1971, durante el Gobierno del Dr. Rafael Caldera, siendo Presidente del Estado el Sr. Jorge Villegas, a la plaza Ayacucho, construida durante el gobierno del Dr. Rojas Paúl, y gobernando en la provincia de Cumaná el General Nicolás Rolando, se inauguró el 28 de octubre de 1890, y se develó la estatua ecuestre del Gana Mariscal de Ayacucho, obra del famoso escultor italiano GIOVANNI TURINI. 

El espacio que ocupa la plaza Ayacucho aparece en un plano de 1774, ocupado por dos manzanas  de casas del barrio El Toporo, y detrás de ellas el célebre cuartel de la Artillería, que según Humboldt desapreció en el terremoto de 1766,  y, por supuesto la continuación de las calles Cedeño y Cantaura, que desembocaban en una avenida construida por Don Vicente de Empara y Orbe, para unir el puente Urrutia con el Hospital de Caridad;  y  las orillas del río  protegidas ya,   para esa fecha, por la célebre muralla de la cual se conserva una buena parte. También aparecen en ese mapa, las ruinas del Coliseo, ubicado donde hoy está la plaza Miranda y que fue anteriormente el mercado viejo.

                 El parque Ayacucho  ocupa ahora un espacio mayor, donde se incluye también el solar del Hospital de la Caridad u Hospital Antonio Patricio de Alcalá, sustituido en 1945, durante el gobierno de Isaías Medina Angarita, por el edificio del Concejo Municipal, hoy Museo Gran Mariscal de Ayacucho, y su prolongación por la orilla del río que recibe el nombre de Paseo Manzanares, cuyas obras inició el profesor Carmelo Ríos en 1982, que  fueron continuadas por el Dr. Ramón Martínez, que le dio mucha importancia a la prolongación donde se hicieron una serie de obras y proyectos,  y aun no se han concluido o están muy abandonadas.  Sin darle ni restarle méritos a ningún gobernador de este Estado, yo diría que muchos de ellos se han ocupado por embellecer el parque, y de verdad, pese a lo descuidado que pueda parecer, es uno de los parques más bellos de Venezuela. El Gobierno del Dr. Martínez, ha reconstruido y mantenido, en grado de excelencia, el Museo Gran Mariscal de Ayacucho.

            Frente al parque

 Ayacucho, en el punto conocido como La Popa del Zamora, se producía la “divorcia acuarum” del río Manzanares, entonces buena parte de sus aguas corrían hacia el barrio El Barbudo, y el curso principal, seguía la ruta que aún mantiene, con unas pequeñas variantes. En ese sitio se desarrolló el célebre puerto de” Toporo” por donde entraba a Cumaná todo el transito marítimo,   y dada su importancia, se inicio la construcción de “Puerto Arturo” hoy calle Cochabamba, que nació por el establecimiento en las márgenes del río que se dirigía hacia El Barbudo, los grandes depósitos de mercancías venidas de España y de las islas antillanas, desde entonces, y extramuros, porque Cumaná fue una ciudad amurallada, nacieron las calles de Cantaura, Cedeño y Niquitao, es de suponer que en aquellos tiempos, antes de 1766, eran rancherías. Estos nombres que hoy lucen se les dio después de la liberación de Cumana en 1821, por la asombrosa gesta del General en Jefe José Francisco Bermúdez.


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No. 42


EL MONUMENTO.


Este monumento representa la fundación de Cumaná, muestra el pacto entre el cacique Kawaná y fray Pedro de Córdoba, para fundar la primera misión en la tierra firme del Nuevo Continente en 1513.

                            El Monumento a la Fundación de Cumaná, es un edificio ubicado en la Avenida Perimetral, Sector Cristóbal Colón, parroquia Valentín Valiente. El proyecto es del arquitecto Felipe Souchar, y el monumento en bronce es obra del escultor italiano Daini. Esta obra se construyó siendo presidente de la república don Rómulo Betancourt, se inauguró durante el gobierno del Dr. Raúl Leoni, Presidente del Estado el Ing. Aníbal Alarcón y presidente del Concejo Municipal el Dr. Antonio Fuetes Salazar. En el discurso de Orden estuvo a cargo del maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa. La obra fue impulsada por el Cronista de la ciudad Dr. José Mercedes Gómez.

                           El monumental bronce de Daini, representa al sacerdote Pedro de Córdoba y al indio Don Alonso, el cacique Cawaná, y conjuntamente con los relieves de la planta baja, representa la fundación de Cumana, el 27 de noviembre de 1515; el monumento en bronce es uno de los más grades de Venezuela; es una alegoría en la cual un indio y un misionero se abrazan en acto amistoso, tal como fue la fundación de Cumaná. En esa fecha arribó una expedición dirigida por fray Pedro de Córdoba, formada por las dos órdenes religiosas de dominicos y franciscanos, que fue admitido al territorio, por el cacique de Cumaná, al cual bautizaron con el nombre de Don Alonso. Esos indígenas pertenecían a la nación Chaima (Kaima) Caribe. Muy pocos cronistas saben que, en ese mismo día, Fray Pedro de Córdoba, ofició la misa; y tampoco saben que, en 1513, fray Francisco Fernández de Córdoba, enviado por él, ofició la primera misa dada en tierra firme del territorio del Nuevo Mundo. reconocida por el Vaticano.

            En el Monumento está la oficina del Cronista Oficial de Cumaná, tambien es la sede del Museo Municipal y de la biblioteca J. A. Cova.



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No. 43.

TRADICIONES   CUMANESAS - LA RETRETA

Mi padre contaba, que cuando era niño, en la Placita Ribero comenzaba la Retreta a las 7 de la noche los días jueves de cada semana, y era todo un rito; los señores del barrio de San Francisco, encabezados por Don José Silverio González, vistiendo sus macfarlán de casimir inglés, sombrero Borsalino y bastones Cubanos de puños de plata, con su mujer, elegantemente vestida, a la usanza francesa, ataviada con cartera de piel de Rusia y zapatos de tacones altos fabricados en Carúpano; salían tomados de la mano o del brazo, a dar vueltas alrededor de la plaza, escuchando arrobados, circunspectos y silentes, las notas radiosas de la música de la “Banda Libertad”, dirigida magistralmente por el maestro, amado de todos, Don Benigno Rodríguez Bruzual; mientras la muchachada se reunía en la pilita, para juguetear y hacer bromas de mal gusto a los músicos.

            Las retretas, verdaderas fiestas familiares, se montaban en las plazas Bermúdez, Ribero, Bolívar y Ayacucho; a cada una de estas plazas les tocaba un día de la semana, y sus carteles se publicaban en los periódicos locales, por ejemplo, en el periódico La Constitución, de 1908, se publico este cartel:

            Retreta. Para hoy sábado a las 5 PM. 1º Gilda, paso doble por Peina -2º Tulipa no, valse por Montesa – 3º La Furberta, polka por Mateio – 4º Amorosa, mazurca por Cimini – 5º La Scontrosa, polka por Marilli ----- --------------------Retreta para el domingo – a las 8 de la noche –  1º El Marfil, paso doble flamenco – 2º El año pasado por agua, Mazurca De los Paraguas –  por Chueca y Valverde   – 3º Flor de América, americana por Gutiérrez –  4º La Peineta, polka – 5º Mi regreso a la Patria, valse.
El Director – Rodríguez Bruzual.

            A las retretas iban las muchachas a buscar novio, daban la vuelta del pavo real, y las chismosas decían: fulanito y menganita están pelando pava; esa era una grosería, y el chisme rodaba y cuando llegaba a los padres de la ofendida, se armaba la sampablera. A veces las parejas, al cruzarse y rozar, el joven le entregaba a su elegida un papelito; que era toda una confesión de amor, y si alguien se daba cuenta, enseguida iba el chisme directo a la tía, que era siempre la encargada de vigilar a la doncella. Entonces, la tía llamaba a la joven y le decía: Al llegar a tu casa se lo digo a tu papá. ¡Dios Mío Que vergüenza…! Así era en aquellos tiempos.

            La tradición musical cumanesa tiene mucho que ver con este maestro excepcional, Benigno Rodríguez Bruzual, que nació en Cumaná el5 de diciembre de 1852; aquí vivió casi toda su vida y aprendió el arte en el cual fue virtuoso. Le debemos mucho, incluyendo la música de nuestro himno. Cumaná es una ciudad llena de música, no tiene nada de raro que muchas generaciones se hayan formado en sus escuelas. Además del genial Gómez Cardiel, que le dio a la música rango universitario, eran de esa época: Salvador Llamosas, Joaquín Silva Díaz, Sergio Martínez Picornell, los Acuña, incluyendo a Cruz Acuña Montistruqui, de quien dijo Ramón y Rivera, que para los años 50 toda la música de bandolín que se tocaba en Venezuela era de su autoría; los Espín, de donde eran Luis José y Juana Josefa, maestras virtuosa del piano, los Núñez, de donde era doña Carmen Mercedes Núñez de Bruzual, virtuosa reconocida; los Serpa, los Gutiérrez, incluyendo a Pedro Elías, autor de Alma Llanera, cumanés nacido en Maiquetía, los Bruzual, etc. El geógrafo Depons, cuenta que, en el centro de Cumaná, llego a contar 21 pianos: la música y la poesía eran dos pasiones exaltadas de nuestro pueblo.

            Mamá contaba que tenía 18 años y como iba con el siglo, pues fue en 1918; cuando Don Benigno se mudó a una casa grande en la Calle Bolívar, y como todos sus hijos eran músicos y practicaban en el gran salón que daba a la calle, pues todas las tardes la juventud iba a la casa del maestro a bailar. Mamá decía que esos fueron los años más felices de su vida, su verdadera, deliciosa juventud.

            A Cumaná vinieron muchos músicos a formar filas en la banda Libertad, tal es el caso de la familia Williams, uno de ellos, Federico, que casó con una damita de nuestro pueblo, fue un virtuoso del cornetín, y trabajo en nuestra banda por muchos años; pero el más recordado, de esos itinerantes “Fuereños”, es Pipo, cuyo nombre es Ángel Silverio Sarrítiello Spiniello, natural de Barcelona, hijo de emigrantes italianos. Vino a Cumaná en varias ocasiones, todas por muy poco tiempo, sin embargo, el recuerdo de este maestro de la música, es inolvidable en muchos pueblos de Oriente. La primera vez que vino a Cumaná, fue en 1926 como primer trombón y también como relevo en el bombardino, en ese año fue director de la Banda, el maestro Ramón Espinal Font. Luego volvió como Director de la Banda en 1937, siendo presidente del Estado Francisco Aristeguieta Badaracco, y tuvo muy buenas relaciones con mi familia, nos visitaba frecuentemente. Pipo regresó a Cumaná, otra vez como director de la Banda, y por última vez, en 1951.


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