viernes, 21 de octubre de 2016

MARCO TULIO BADARACCO B.



RAMON BADARACCO










APUNTES PARA UNA BIOGRAFIA DE MARCO TULIO BADARACCO BERMUDEZ.












2009.









Autor: Ramón Badaracco
Cronista40@hotmail.com
Titulo original: APUNTES PARA UNA BIOGRAFÍA DE
 MARCO TULIO BADARACCO BERMUDEZ
Puede ser reproducido total o parcialmente.
Diseño de la cubierta R. B.
Ilustración de la cubierta R. B.
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Impreso en Cumaná.

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PRÓLOGO



       Ese valor multisapiente de Cumaná, que fue Don Ramón David León, autor de la letra del himno de Estado Sucre, poeta, narratista, periodista de renombre, diplomático, hombre público, culto, sobresaliente, y sobre todo amigo de mi padre, “su alter ego”, como lo llamaba, hizo una sutil semblanza de papá, el 8 de mayo de 1970, con motivo del primer aniversario de su desaparición física, con la cual inicio este trabajo, dijo entre otras cosas, esa vez:

“Por una de esas amistades juveniles que al correr de los años se hacen tan fuertes como los lazos de la sangre, me unieron a Marco Tulio Badaracco estrechos vínculos espirituales, mutuas aficiones literarias y poéticas, noviciados periodísticos y un constante intercambio intelectual. En cuantos fueron esos temas coincidíamos o no en simpatías y repulsas, lo mismo que en asuntos políticos criollos y en apreciaciones de historia nacional. Podíamos discrepar de opinión para medirlos y pensarlos, pero siempre dentro de un ambiente efusivamente fraterno. Su conservatismo desprovisto de tendencias oligárquicas tenía básicos puntos de contacto con mi liberalismo desnudo de demagogia.
Tocante a cuestiones de la región oriental, a problemas cumaneses, abundábamos en conceptos para emitir juicios en los cuales ocurría a veces que estuviésemos en franco descuerdo.  Dan fe de todo ello ocasionales comentarios publicados en voceros que aquí fundé. Al aludir hoy a ese grato panorama evoco con honda melancolía venturosos tiempos idos, pero constantemente añorados. Marco Tulio sabía frenar apasionados ímpetus míos desviándolos hacia caminos de reflexión y ecuanimidad. Era un mentor sesudo y ponderado que compartía tan afectuoso cometido con Domingo Badaracco Bermúdez, el amable filósofo, generoso médico de todos los pobres de Cumaná cuya sapiencia iba a la par de su altruismo. Junto con ambos era espontáneos asesores cordiales en dicha misión Federico Madriz Otero, Antonio Rafael Machado, Emilio Berrizbeitia, Mario Castro Díaz, Antonio Minguet Letterón, y Norberto Salaya. Hoy, hermanados todavía más por la muerte yacen todos en este mismo camposanto.   Tan solo falto yo en la nómina…”
“Marco Tulio Badaracco hizo suya la sencilla e intencionada síntesis bolivariana de lo que constituye la verdadera gloria “ser bueno y ser útil”. De ahí que no hubiese problema colectivo, necesidad pública, desacuerdo local por cuya solución favorable no abogara. Personificó una avizora y tenaz solicitud amistosa en el ánimo de cuantos fueron gobernantes del Estado Sucre tanto en lejanas épocas como en las actuales. Vivió e continúa actitud alerta para abogar en pro de todo lo que contribuyera al adelanto material del medio nativo, en provecho de los moradores de la ciudad y en bien de las poblaciones del interior. Infortunadamente no le cupo en suerte gobernar la región: habría sido un magistrado cabal.”
 
¡Qué bien conoció Ramón David a mi padre!






LO QUE SÉ DE MI PADRE.

Él  fue ante todo un gran padre de familia de estilo clásico, hizo una pareja con mi madre, a la que amaba intensamente,  para sentirme orgulloso, al igual que todos mis hermanos; y llegaría a agregar, modelo nuestro y  para esta ciudad; también  fue un hombre de buena estatura  (m.1.77),  hermoso de cuerpo y alma, intelectual, de extensa cultura, atildado, de amena conversación salpicada de anécdotas, cristiano practicante, fino poeta, buen orador,  cronista,  sencillo, amistoso, participativo, en su juventud fue parrandero, tocaba muy bien el cuatro, componía y cantaba,  amaba a su pueblo, fue  alumno excelente  y amigo del maestro Silverio González Varela, a quien llamaba Silverito;   lector empedernido de todo cuanto caía en sus manos.

El sabio Dr. Antonio Minguet Letteron, su devoto amigo, lo visitaba todas las tardes, decía que él no necesitaba comprar libros, porque Marco Tulio los compraba todos, y se los prestaba.  Recibía periódicos y revistas de muchas partes del mundo, compraba y coleccionaba cuanto papel caía en sus manos; copiaba y atesoraba los versos de los poetas cumaneses;   se los entregó al poeta Alfredo Armas Alfonso, este hizo una selección, me imagino que autorizada,  no solo como curador  sino que Papá lo aceptó, pero que en cierto sentido no le gustó, como me lo dijo a mí, porque desechó muchos poemas que si no eran de su agrado, o por ahorrar, o por la causa que fuera, le restaron sentido a su búsqueda y esos textos se perdieron; sin embargo si no hubiese sido por el poeta, nunca se hubiese publicado su obra.

En cuanto a la  poesía, él fue poeta y mecenas de los poetas y escritores de la generación de oro de Cumaná; mantenía comunicación permanente con ellos, los animaba, y los obligaba a escribir; estuvo  siempre  bien informado de sus trabajos, puedo decir,  al día en todo lo relacionado con la vida y la obra de los escritores de su generación; mantuvo correspondencia con casi todos los periodistas y poetas hispanoamericanos de su tiempo y promovió muchas competencias florales;  envió textos a  Rubén Darío, y este los publicó en París, mantuvo correspondencia con  José Antonio Ramos Sucre, y con el ginebrino George Obraian Messerly, a quien  conoció aquí en Cumaná,  durante 50 años mantuvieron esa relación por correspondencia, y por fin un día decidió ir a Ginebra a saludarlo, y yo que viví el suceso sé cuanta amistad había entre aquellos dos caballeros de singular sabiduría.  Amigo entrañable de Ramón David León, Luis Teófilo Núñez, Marco Aurelio Rodríguez, Jesús Antonio (JA) Cova, Antonio Ramón Moreno Cova, Andrés Eloy Blanco, J. A. Ramos Sucre y compadre de su hermano Luis, José María Milá de La Roca Díaz, Salmerón Acosta, Moleiro, Paz Castillo, Gerbasi,

Escribía versos con facilidad, dominaba la rima y la métrica; leía en inglés, francés e italiano. Fue maestro de inglés y escribió una gramática inglesa para enseñar a sus alumnos; se distraía traduciendo a los   poetas franceses e ingleses, en especial a Henry Wadsworth Longfellow.  En su juventud cantaba y tocaba el cuatro con bastante gracia. Disparaba muy bien el revólver, participó en varias escaramuzas con el grado de Coronel en la Libertadora. Fue registrador subalterno por muchos años, y dejó escritos el “Manual del Registrador” y una copiosa jurisprudencia, que no publicó y que conservo originales.

Mi padre fue animador de la cultura en Cumaná durante toda su vida. Participó activamente en los eventos de la vida social y política de su tiempo en Cumaná, con absoluto despego y honestidad. Fue un hombre de palabra, galante, atildado, un gran ciudadano de reconocida solvencia moral. Fue sin duda un gran hombre. Junto con su primo hermano el Dr. Domingo Badaracco Bermúdez, que en cierta forma fue su guía, ejerció en buena parte el rectorado de la generación de oro de Cumaná, desde el club “Surge et Ambula” y la revista “Broches de Flores”, trabajo que continuó después en sus periódicos “El Heraldo Oriental”, “El Disco” y “El Sucre”, desde los cuales convocó a los intelectuales cumaneses para la renovación cultural necesaria en época de crisis bajo la dictadura de Gómez.  Conocía a todos los escritores de su época y se interesaba por sus trabajos como amigo y maestro. Fue un verdadero héroe civil.

Marco Tulio en el periodismo cumanés:

Mi padre fue un cruzado en el periodismo cumanés, fue periodista por sobre todas las demás cosas que hizo en su larga vida y utilizó su pluma como un arma en beneficio de la cultura y del progreso y de esa manera entregó su vida a su pueblo; para él cada necesidad de Cumaná era una batalla, a la cual se entregaba con pasión desbordante. 
Se inició en 1898, a los 15 años, en el semanario de oposición “El Látigo”, de los estudiantes: Pedro Arcia, Fortunato Serra Rodríguez, Pedro Guerra, Pedro Golindano y Manuel de Jesús Álvarez. Este periódico se editaba en una imprenta que tenían oculta en la cisterna del castillo de San Antonio, que en aquella época estaba abandonado y en ruinas. En 1902 se une con el poeta Rafael Bautista Bruzual López, y editan “El Porvenir”; en 1903, como el mismo dice, fue fundador y redactor de “Broches de Flores” donde se dieron cita los intelectuales cumaneses para competir con “El Cojo Ilustrado”; en 1907, fundó la revista “Pléyades” con el poeta Juan Miguel Alarcón; en 1909, se une con Joaquín Silva Díaz y el poeta Andrés Eloy de la Rosa, y editan “La Voz de Sucre”, y “Triquitraque”;  en este mismo año edita “El Heraldo Oriental”; en 1911, con José Antonio Moreno Cova, edita la revista “Ritmo de Ideas”; en 1921, con José Vicente Rodríguez Valdivieso, edita “El Disco” (este es el principal periódico de Cumaná, que abre  sus páginas  a la publicidad comercial), y en 1924, con el mismo socio edita “El Sucre”, periódico moderno que produjo buenos dividendos y se mantuvo hasta después de 1937, y fue acogido con simpatía  en casi todo el oriente venezolano.


Animador de la Generación de Oro.

Como alumno del maestro Silverio González Várela, perteneció a la generación de oro de este pueblo; amigo y editor de José Antonio Ramos Sucre, Andrés Eloy Blanco, Arturo y Humberto Guevara, Juan Miguel Alarcón, Cruz María Salmerón Acosta, Dionisio López Orihuela, Trina Márquez, Rosa Alarcón. Luisa del valle Silva, Rafael Bruzual López,  José María Milá de La Roca Díaz, Ramón David León, Norberto Salaya, Ramón Suárez,  Miguel y Pedro Aristeguieta Sucre, Luis Álvarez Marcano, Tin Fernández, José Fernando Núñez, Rondón Sotillo, Alejandro Villanueva, Luis Beltrán Sanabria, los hermanos Arcia, Juan José Acuña, Luis Teófilo Núñez, Jesús Antonio Cova, Ramón Moreno Cova, Mario Castro, Diego y  Salvador Córdova, Humberto Guevara, los hermanos Silva Díaz, los Damas Blanco, los Espín Rivero, Federico Madriz Otero, Santos Erminy Arismendi,  Luisa del Valle Silva, Julio Zerpa, Domingo Antón, Emilio, Mauricio, Francisco José,  Santos Emilio Berrizbeitia; Juan José Acuña, Laureano Frontado, Antonio Machado, Antonio Minguet Letteron, Luis Teófilo Núñez,  Dionisio López Orihuela,  Andrés Eloy Blanco, Luis Ramos Sucre, Pedro Elías y Francisco de Paula Aristeguieta,  Antonio Machado, y  tantos de su intimidad, que resulta prolijo enumerarlos



Marco Tulio y el periodismo en Cumaná.


         No podríamos hacer una crónica sobre el periodismo sin tocar lo nacional. Por lo tanto, nuestra introducción será un resumen sobre las investigaciones hechas por Don Pedro Grases, Santiago Key Ayala, Enrique Bernardo Núñez, Marco Falcón Briceño, Héctor García Chuecos y otros, y en Cumaná, por Silverio González Varela, Alberto Sanabria, Ignacio Rodríguez Mejías y el suscrito.
Es un hecho histórico comprobado, que la imprenta fue introducida en Venezuela, sin incluir Trinidad el año 1808, y la primera publicación producida, en lo que el periodismo se refiere, fue la Gaceta de Caracas, y debemos agregar, que dé las investigaciones de Héctor García Chuecos, sabemos que Don Andrés Bello, la mente más brillante de América fue su primer redactor.
Esta Imprenta vino desde la Isla de Trinidad, adquirida por Don Mateo Gallagher, asociado con Don Diego Lamb, y fue trasladada al Puerto de La Guaira, en el navío norteamericano “Fénix”.
La Gaceta de Caracas, se ha convertido en la Biblia de los historiadores de la revolución venezolana. En ella se pueden definir los siguientes períodos: Desde su aparición, o sea, desde 1810, es el órgano de la Capitanía General de Venezuela; desde el 19 de abril de 1810 hasta el 5 de Julio del mismo año, representa a la Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII; a partir del 5 de Julio, a la revolución nacionalista hasta 1812; entre el 12 y el 13, ferviente; entre el 13 y 14, pasa al comando del Libertador Simón Bolívar; del 14 hasta el 21; vuelve a ser realista, y del 21 hasta su desaparición, fue órgano fundamental de la Gran Colombia.
En este taller también se imprimió “El Patriota Venezolano”, “El Semanario de Caracas”, y “El Publicista”.
Después de esta introducción sobre el inicio del periodismo en Venezuela, es bueno decir, que la segunda imprenta, de que se tiene noticia, vino a Cumaná, adquirida por Manuel José de Rivas, el año de 1810, y en ella se imprimió nuestro primer periódico, que también se llamó “El Patriota Venezolano”, de este periódico se conserva un ejemplar, que conocemos gracias a la investigación del Dr. Pedro Grases. Archivado en el “Public Office” de Londres.

De esta imprenta conocemos su Historia, publicada, por Miguel Ángel Mudarra, Ignacio Rodríguez Mejías y Don Alberto Sanabria, y es importante, por cuanto de ella aún puede existir algún equipo en servicio. Sus propietarios fueron sucesivamente: Don Manuel Escalante, Don Pedro Cova, Don Andrés López, Don Miguel Sibila, Don Pedro Calante, Don Pedro Ezequiel Rojas, Don Juan Milá, Domingo Antonio Martínez, Félix Serra Ruiz, Ángel Félix Serra, y Marco Tulio Badaracco. La Imprenta de Don Juan José Acuña, fue adquirida primero por la Sociedad de la Santa Cruz de la Unión. La época de los grandes talleres en los cuales se imprimen los diarios modernos, comienzan con Ramón Yánez, y lo siguen Marcos López Inserny y Luis Marcano Barrios.
No es mi propósito agotar el tema del periodismo en Cumaná, sino que, siguiendo en mi trabajo de investigar los personajes sobresalientes de nuestra colectividad, resaltar algunos hechos y detalles que creo, darán al lector prevenido, un poco de lo mucho que hicieron nuestros antepasados en esta industria.
         Poca gente sabe que, para el año de 1827, el General en Jefe, Santiago Mariño, estableció un periódico en Cumaná, que circuló con el nombre de “El Cacolín Solitario”. El investigador venezolano Manuel Segundo Sánchez, nos dice que una colección de este periódico ocasional, fue vendida en pública subasta en Alemania, en el año de 1909.
         Don Estanislao Rendón, el Ilustre Ciudadano llamado también Diputado del Pueblo por su brillante oratoria, tuvo en Cumaná sus periódicos, desde los cuales avanza a la Constituyente y luego lanzaría su candidatura a la Presidencia de la República.
         Ya he escrito algunas cosas sobre Estanislao Rendón, este gran cariaqueño funda en Cumaná, en primer lugar, un periódico que circula con el nombre de “El Torrente” 1844. Es de suponer las polémicas ardorosas mantenidas con aquel maestro, intelectual y político llamado Coronel Silverio González, que para esa misma época sostenía la candidatura liberal de Antonio Leocadio Guzmán, desde “El Observador”, y también desde “El Tribuno”. Esa época democrática, en la cual la lucha por el poder se hace a través de la prensa, y Cumaná tenía la palabra, obliga a Blas Bruzual, a traerse desde Barcelona, para esta ciudad, su periódico “El Republicano”, que mantenía la candidatura de José Gregorio Monagas; luego Blas Bruzual lo llevaría a Caracas para darle a Monagas el respaldo editorial que necesitaba.

         Don Estanislao Rendón logra, además, que otros periodistas se unan y funden dos periódicos para apoyarlo: “El Correo de Oriente” y “El Coche”, ambos en 1850.

         El General Silverio González, en 1855, publica “El Cumanés” periódico desde el que se proyectaría al lado del insigne guerrero General José Eusebio Acosta, llamado por Ramón J. Velásquez, el estratega militar más importante de Venezuela. Más tarde Silverio González publica, ya unido con Estanislao Rendón y el insigne maestro, José Antonio Ramos, “La Federación” 1858, que fue el periódico más importante, desde el punto de vista político que tuvo Cumaná. Desde allí salió Don Estanislao Rendón para la Constituyente de 1858, y Silverio González para el Gobierno de Gran Estado Bermúdez.

         Para esa época de oro de Cumaná, la música también tuvo órganos de difusión, no podemos olvidar las realizaciones de Don Salvador Llamozas, que mantuvo durante 16 años su publicación “Álbum Lírico” que aparece en 1874. Don Salvador pasará a Puerto Cabello, y luego a Caracas y figurará al lado de Teresa Carreño, entre los grandes maestros de la música venezolana.

         Don Alejandro Villanueva, poeta, investigador y compositor, publicó un hebdomadario de mucha significación “El Genio” 1881. Sus páginas se dedicaron al estudio de nuestras tradiciones y a la buena poesía. Don Alejandro es el autor de la inolvidable canción “Fulgida Luna” que se han disputado autores colombianos y españoles.

         El Movimiento Literario Cumanés, crece bajo el mando dictatorial de los grandes maestros del Colegio Federal, que se inicia con el Dr. Andrés Level de Goda, lo siguen José Antonio Ramos, el Dr. Mauricio Berrizbeitia, El Dr. J. M. Pelgrón, el General Silverio González, el Dr. Silverio González Varela, Dionisio López Orihuela y el sabio maestro Luis Beltrán Sanabria, vivo aún en el corazón de nuestra generación. Bajo el embrujo de Rubén Darío y el Modernismo, fundan su órgano divulgativo “El Látigo” en 1898, y “Alba” en 1900, allí escriben los hermanos Juan, Andrés y Pedro Arcia, Manuel de Jesús Álvarez, Juan Miguel Alarcón, Fortunato Serra Rodríguez, Antonio José Silva Alcalá, y Marco Tulio Badaracco Bermúdez. Más tarde mi padre se separa y funda su propia editorial con Ramón David León, e inicia su carrera empresarial y didáctica, que termina en 1937. Funda con Rafael Bruzual López, el periódico “El Porvenir”, en 1902; luego con su primo hermano el Dr.  Domingo Badaracco Bermúdez, y la mayor parte de los intelectuales cumaneses, aparece como redactor de la gran revista “Broches de Flores” órgano del Club Surge el Ambula. Esta revista es una réplica al “Cojo Ilustrado” y en él se recoge toda la producción de esa maravillosa generación de la cual dan testimonio permanente Andrés Eloy Blanco y José Antonio Ramos Sucre. En1907, Marco Tulio, se une con el poeta Juan Miguel Alarcón y funda “Pléyades”, con el mismo estilo y formato de “Broches de Flores”, e impacta por igual en la juventud intelectual de Cumaná. El 30 de enero de 1909, unido con Ramón David León, publica “El Heraldo Oriental” que dura poco tiempo. Y en ese mismo año se une al extraordinario pianista Joaquín Silva Díaz, y sale a la calle “La Voz de Sucre”, luego los dos se unirían con el poeta Andrés Eloy de La Rosa y publican “Trique Traque”. En 1911, Marco Tulio con Antonio José Moreno Cova, de grata recordación, publica “Ritmo e Ideas”. La sociedad entre mi padre y Ramón David León da buenos frutos, ya que Ramón David iría para Caracas, y allí con el Dr. Luis Teófilo Núñez y el Poeta Andrés Mata, funda primero “El Universal” y luego “La Esfera”, cuya importancia en la vida política y social de
Venezuela es innegable.

         Para 1921 Marco Tulio, imprime “El Disco” con el Sr. José Vicente Rodríguez Valdivieso. El primer número de este importante bisemanario, salió el 30 de enero de dicho año. Conservó una colección bastante completa de este gran periódico. En sus páginas podemos leer la producción poética de Humberto Guevara, que firmaba sus sátiras con el seudónimo “Satán” y “El Barón de Escarpia”, Marco Tulio también escribía pitorreos con el seudónimo “Jim”, e incorpora poetas jóvenes como Juan Freytes, José Bernardo Núñez, Trina Márquez, José Agustín Fernández, J. M. Rondón Sotillo, y otros. En este semanario sigue el drama terrible de Salmerón Acosta, y disfruta el triunfo de Andrés Eloy en España.
         En 1924, aparece “El Sucre” en sociedad con Rodríguez Valdivieso. Este bisemanario, que se convirtió en un buen negocio, primero en esta ciudad, es para mí la consagración periodística de Marco Tulio Badaracco. Conservo una colección que va de 1924 a 1937. Trece años de duro batallar en una Cumaná que padece bajo la dictadura Gomecista, una catarsis política y un silencio intelectual. Poco a poco se va manifestando en el periodismo la ausencia total de la democracia. Los poetas van desapareciendo de la escena. Es terrorífico constatar en estas páginas que atraparon el tiempo, el discurrir de una sociedad castrada por aquella dictadura. Sin embargo, en “El Sucre” entre 1924 y 29, años del terremoto, se publican los poemas y artículos históricos de los grandes valores hispanoamericanos y sobre todo cumaneses, tales son: la producción intelectual de Silverio González Varela, Enrique  Bernardo Núñez, Ramón David León, Rafael  Ángel Salazar, Domingo Badaracco Bermúdez, Juan Bautista Pérez Soto, J. M. Rondón Sotillo, Jesús Marcano Villanueva, Alejandro Villanueva, Antonio Zozoya, R. Benavides Ponce, Amado Peñalver, Carlos Modesto Espín, Samuel Darío Maldonado, K. Toño, Luis Álvarez Marcano, Acisclo Gómez, Pedro Miguel Queremel y Ángel Miguel Queremel, Mario Gómez, Luisa del Valle Silva, Pedro Elías Rojas, Juan Santaella, Pedro Aristeguieta Sucre y tantos más que se escapan a mi memoria.
         Otros grandes de la literatura cumanesa como José María Milá, fundaron sus periódicos; en 1909, aparece “Mamerto y Curuña”, desde el cual el gran aedo impulsa una campaña contra los movimientos poéticos que surgen bajo la influencia de Bretón, Rimbaud y Baudelaire. En Cumaná se traducen e imitan para consternación del Maestro Silverito, en ejercicio de la dictadura literaria, José María ridiculiza a las nuevas generaciones que se ven precisados a usar seudónimos como el del trágico Félix Octavio Lapausa. El poeta publica sus versos en el bisemanario “La Constitución” de Federico Madriz Otero, aguerrido conservador y gran maestro del periodismo; de sus talleres saltan a la palestra nuestros mejores periodistas incluyendo a mil padres, Ramón David León y los Oteros, que luego irán a Caracas a crear el gran movimiento periodístico de la capital: El Universal, El Nacional y La Esfera.
         En 1910 se unen Norberto Salaya y Juan Freites, y hacen un intento de buen periodismo con “Claros de Alba”; luego J. A. Cova y Alberto Sanabria, dos grandes historiadores, fundan “El Cóndor”; el poeta Julio Zerpa con Francisco Gómez Villanueva, publican “Temis” un periódico de corta pero no menos importante figuración. José Agustín Fernández con Domingo Antón, batallador desafortunado, héroe en mil contiendas anónimas, y publican “La Brújula”; otro poeta, José Salazar Domínguez, se les une y fundan “El Cóndor” y para 1935, ellos mismos fundan “El Orientador”.

         El Dr. Antonio Rafael Machado, hizo historia con el Satiricón, desde cuya tribuna mantuvo encendidas polémicas que parcializaron la opinión pública. Lo mismo podríamos decir de Paco Damas Blanco, que publica “Agramante” sólo para responder a “La Constitución”, de los aguerridos redactores de Don Federico Madriz Otero.
         En nuestro periodismo cabría destacar personalidades como la de Don Pedro José Rojas, luego Ministro Plenipotenciario e impulsor del último gobierno del General José Antonio Páez, Ramón J. Velásquez considera a Pedro José Rojas como el Político más brillante del siglo XIX.
         Inició su carrera periodística en Cumaná en 1843, con “El Manzanares”. También es interesante mencionar “La revista Oriental” ya que fue en sus páginas donde se publicaron tres notas de Don José Vallenilla Centeno, en las cuales según aseveró el Dr. Silverio González Varela, se utilizó por vez primera EL LEMA o exergo “Dios y Federación” atribuido al Mariscal Falcón.
         No podemos dejar de mencionar La Gaceta Oficial de Cumaná, de 1854, porque en ella publica el sabio Dr. Luis Daniel Beauperthuy, sus trabajos sobre la fiebre amarilla. Este insigne investigador, gloria de la humanidad, trabajaba en aquella Cumaná increíble, en los mismos experimentos de Pasteur sobre microbiología, llegando a sus mismas conclusiones. Ahora nos preguntamos, ¿cómo sería el ambiente de Cumaná para esa época inmortal? Podríamos continuar escribiendo notas sobre esta hermosa historia, que consideramos viva, latente; día por día, la más apasionante de nuestra amada Ciudad.
         No podemos terminar este trabajo sin hacer una breve reseña del periodismo que se levanta de las rutinas del 29. Pedro Alvarado funda “Provincia” nuestro primer gran diario, el 24 de diciembre de 1968; tomó, digo yo, la sabia decisión de nombrar director a Ramón Yánez, que se ha dedicado en cuerpo y alma a mantenerlo y sostener una línea de conducta intachable. Luego seguirán los pasos de Provincia, el diario “Pregón” que nace bajo la tutela del Dr. José de La Cruz Fuentes y Juan Gutiérrez, yo diría el “gran” Juan Gutiérrez, periodista integral, autodidacta, perseverante y fraternal, que unidos con ese gran empresario y periodista que es Marcos López Inserny, van a innovar en el ámbito regional. Luego aparecen “Siglo XXI” y “La Región” ambos impulsados por Marcos López Inserny, asociado con el Lic. Luis Marcano Barrios. Estos dos grandes diarios le dan a Cumaná, la nota que faltaba en información, editorial, empresa, todo lo que debe ser buen periodismo.
         Ya he dicho que no es mi intención agotar el tema, por lo tanto, ruego que me perdonen, los periódicos y revistas del pasado que no he mencionado, que mi empresa ha sido fundamentada en los personajes que conozco, y no podría agotar un terreno tan infinito, sobre todo en este corto espacio, sin embargo, hay otras notas que debo historiar.

         Nuestro periodismo fue de avanzada en las luchas revolucionarias por la democracia. Apenas se inicia el período democrático, salta a la palestra Don Eulogio González Maneiro, con su “Juan Bimba” y “Marcha”, ambos en 1938. Abierta esta nueva realidad los obreros también se hace oír y aparecen líderes como Ángel Celestino Córdova, el incansable luchador sindical, que se proyecta con su periódico revolucionario “El Tiempo” en 1940; Luis Beltrán Mago, publica “Patria”, luego aparece “Siembra” órgano del Partido Comunista y la “Línea” de Acción Democrática, en 1947.
         Con Félix Calderón Chasín, quien merece un capítulo aparte, se inicia en Cumaná el periodismo de humor, con “La Marcha de la Farándula” en 1947. Del Profesor Carmelo Ríos, mi dilecto amigo, que ha dictado una cátedra de buen periodismo, con su “Semanario”, premio nacional de periodismo, y “Clarín”, de lectura obligada, ya que conjuga editoriales de los grandes políticos venezolanos, y las mejores plumas del Estado Sucre, puedo decir con absoluta franqueza, que ha creado los mejores instrumentos de opinión de la provincia venezolana de esta época.
         “El Renacimiento” y don Juan José Acuña, merecen también un capítulo especial, pero el Dr. Arquímedes Román, mi dilecto amigo, tiene adelantado este trabajo y por eso sólo me atrevo a decir que “El Renacimiento” llenó un gran vacío. Su primer número apareció el 6 de junio de 1925. Juan José Acuña nació en Cumaná el 9 de septiembre de 1888 y falleció, en su amada ciudad, el 5 de agosto de 1968. Su tesón, su incansable amor al trabajo, a su familia, sus virtudes ciudadanas, lo señalan como uno de los hijos más ilustres de este suelo hecho de sudor y sangre.
         Son pocas las colecciones de periódicos que se conservan en Cumaná, y los que las tienen las esconden como un tesoro que debe verse y menos tocarse. De “Ecos de Sucre” el periodismo de Pedro Lizardo, se conserva una colección casi completa, atesorada por el General Eliseo Sarmiento, porque este órgano atrapa todo el tiempo de su gestión al frente del gobierno del Estado Sucre, y por supuesto gran parte de la época de oro de Cumana. Su hijo el eminente jurista Dr. Sarmiento Núñez, la donó a la Casa Sucre en Caracas, donde se conserva para enaltecer la obra de nuestros padres. El Licenciado Luis Valero guarda una colección de periódicos del General Silverio González, del Siglo XIX, y creo que una colección del Primer “Renacimiento” de 1900, en este periódico se reunieron el Dr. Domingo Badaracco Bermúdez, el Dr. Luis Napoleón Blanco, el Dr. Eliseo Silva Díaz, Jesús Sanabria Bruzual, Pedro Antonio Berrizbeitia y José Manuel Rojas. El Dr. José Mercedes Gómez, conserva una colección incompleta de “El Satiricón” del Dr. Antonio Rafael Machado, por donación del Sr. Aquiles Machado.
         Y en el Archivo del Estado Sucre, se conserva una colección bastante completa de “El Renacimiento” de Juan José Acuña, y multitud de otros ejemplares de periódicos y revistas que han circulado en todos los tiempos en nuestra amada ciudad. Se podría continuar indefinidamente aportando ideas sobre nuestra vida periodística, pero toca a los investigadores recopilar datos y buscar las colecciones para preservarlas en una Hemeroteca apropiada.

PAPÁ Y MAMÁ


EL MATRIMONIO.




Ilustración 1. Maria Providencia Rivero Morales, Rosanieves Badaracco Rivero y Maro Tulio




Contaba mamá que ella vio a papá por vez primera en el balcón de los Aristeguieta, pasaba casualmente en compañía de su prima, Mariana Rodríguez Morales, por el callejón Juncal o calle de La Matilde; papá guardaba luto por su novia recién fallecida, Alicia Bruzual; tendría papá unos 30 años, y mamá tal vez 13; entonces ella sintió que su corazón latía fuertemente con un presentimiento de algo que la unía a aquel hombre hermoso y triste.  Y así fue, tiempo después se conocieron en una fiesta en la casa de don Benigno Rodríguez Bruzual, y el amor y el destino los juntó para siempre.

La familia de Mamá consideraba que Papá era muy viejo y peligroso para su niña, e hizo todo lo que pudo, lícitamente, para separarlos, por fin se la llevaron para Marigüitar. En esos tiempos era bastante difícil ir a ese pequeño pueblo de pescadores, que era un vergel, sitio de vacaciones y de los placeres y trenes de pesquerías   de Pedro Elías Aristeguieta; un verdadero paraíso. Lo habitaban no más de 300 laboriosas familias, entre las cuales se destacaban los emigrantes árabes que se dedicaban preferentemente al comercio, y allí establecieron sus hogares con el beneplácito de la comunidad; todos en fin,  disfrutaban de aquel bucólico pueblecito, armoniosamente organizado: sus casas blancas con techos de carata o tejas, jardines y patios empalizados, atravesados por un arroyito de aguas siempre cristalinas, que discurría  entre haciendas de ubérrimas vegas, y entre cocales y veredas cultivadas  de chirimoyas, mangos, catuches, mameyes, nísperos;  aquella prodigiosa vegetación  propia de  las playas del golfo de Cariaco.

En esos tiempos era capitán de la lancha del resguardo, o guardacostas, Don Laureano Frontado, amigo de Papá, y fue el primero que lo llevó a ver a su María. A la familia de don Pancho Gómez, patriarca de la casa donde habían internado a su María, no le gustó la idea, pero no se opuso a que se vieran los dos enamorados, por supuesto le pusieron las condiciones de rigor, la tía Concha, hermana mayor de mamá, sería la chaperona, y no se despegaría de Maria, mientras estuviese en Marigüitar el pretendiente, y así fue, pero a Papá no le importaba nada con tal de estar al lado de su María. Y tampoco le faltaron las invitaciones para paseos al río y a las casas de campo, esos paseos en el campo le sirvieron de inspiración para escribir su célebre cuento “Mariposa”, que publicó en “El Cojo Ilustrado”.

Papá, que en ese tiempo era el editor por excelencia de Cumaná,  publicaba los bisemanarios  “El Disco” y “El Sucre”, por supuesto, tenía sus aliados en Cumaná y en el mismo  pueblo que le facilitaban sus viajes y permanencia, tales eran: Pedro Elías Aristeguieta que lo llevaba en sus veloces balandras; el corresponsal de sus periódicos, don Marcos Millán, su amigo;  y otro  aliado importante era, don Nicasio Vargas, que lo alojaba en su casa, y le presentó a Minuta,  joven pescador que se convertiría en el mejor auxiliar de Papá; era un joven muy fuerte, que conocía bien los vientos y las corrientes del Golfo, y estaba dispuesto a correr la más larga y  difícil aventura de su vida, cual era,   buscar a Papá  en Cumaná, todos los Viernes,  en los fondeaderos de  Caigüire, y conducirlo al fondeadero  de  la playa del cocal de la familia Loaiza,   y  regresarlo  los días Lunes, navegando  siempre en su pequeño tres puños “Virgen del Valle”, una barquichuela de dos remos, muy marinera, para solo dos personas –Minuta y Papá. Ese recorrido lograron hacerlo en una hora y 30 minutos, después de duro entrenamiento, y durante mucho tiempo, entre 1920 y 1924, que duró su noviazgo.  Estos viajes se interrumpieron solamente cuando su María venía a pasar algunos días con su tía Aguasanta Rivero, en la casa del General Bermúdez Graü en la calle de El Medio.

Mamá se sintió fortalecida después que su confesor, fray Lorenzo de Tejerina, disipó las dudas que habían creado alrededor del matrimonio. Fray Lorenzo le preguntó ¿Tu ama a Marco Tulio? Y ella le respondió inequívocamente: ¡Si lo amo! Entonces no hay más que hablar: ¡Cásate! Yo lo conozco, es un caballero y te ama.

Se fijó la fecha, cursaron invitaciones, aunque nadie pensó que asistiría tanta gente a la boda en Marigüitar. Pero el pueblo se declaró en fiesta y la gente dijo: ¡No me la pierdo!

Cuando se extendió la noticia del suceso, hasta el gobierno se sintió comprometido, se casaba el editor de la ciudad, algo tenían que hacer.  La boda se pactó para el 13 de junio de 1924, en la mañana se celebraría el matrimonio por lo civil y en la tarde, a las 6 pm. se casarían por la iglesia Las costureras, los zapateros y los sastres no cesaban, los hombres tenían que lucir su frac, era la primera vez que se vería en Marigüitar tal acontecimiento.  Las damas usarían sus mejores trajes, casi todas usarían sombreros, puesto que no había peluquerías. Vestir a la novia no fue ningún problema de eso se encargó doña Gudula Martínez Picornell, famosa porque se había especializado en Nueva York.
 
A la vieja capilla colonial de Marigüitar la vistieron de colores y luces de carburo, tanto, que el pueblo decía que parecía un Nacimiento; la adornaron como jamás se había hecho, las muchachas del pueblo se encargaron de todo porque anunciaron que vendría el obispo Monseñor Sixto Sosa, el Presidente del Estado, General Juan Alberto Ramírez. Entonces tejieron Guirnaldas de Margaritas con ramas florecidas de trinitarias; y trajeron de Caripe orquídeas blancas y tulipanes; ramos de azahares de naranja   y rosas de variados colores. Adornaron el altar con manteles blancos de batista bordados por las beatas del pueblo; colocaron ramos de rosas y cintas azules en los bancos, la iglesia lucía como un jardín del cielo. Los músicos del pueblo declararon una “Noche de Vela” porque vendrían de Cumaná: el gran pianista Joaquín Silva Díaz, el joven y laureado pianista José Antonio Ramos y don Benigno Rodríguez Bruzual, para un recital en honor a los novios, y participar en la celebración.

El general Juan Alberto Ramírez y su inteligente secretario el Dr. Carlos Febres Cordero, pusieron a la orden de los invitados el cómodo Guardacostas “Gran Mariscal”. Más de cien invitados de Cumaná, hacían cola para abordar el barco, en el simpático muelle de madera de Puerto Sucre; los marineros asombrados veían el desfile de aquellos pasajeros vestidos de frac; y damas con sus complicadas “toilettes”. De los recuerdos de Mamá, pude recoger los nombres de algunas personas y familias que asistieron al matrimonio, muchos de los cuales estaban emparentados o tenían  casas de playa o negocios en Marigüitar,  y se trasladaron con  días de anticipación, entre ellas estaba los Aristeguieta,  Berrizbeitia,  Madriz Otero, Mago, Figueroa, Barrios, Fuentes,  Otero Vizcarrondo,   Silva Díaz,  Rivero Morales, Gómez Rivero,  Gómez Rodríguez, Rodríguez Morales,  Martínez Picornel, Martínez Centeno, Silva Sucre, Milá de La Roca,  Almándoz,  Silva Zabala, Zajía, Tobías, Baduy, Saud,  Dascoli, Inserny, y los Badaracco,  pero la mayor parte hizo su cola  en Puerto Sucre, para viajar a las 7 am.  del mismo día 13 de junio, en el Guardacostas.
 
Entre los que abordaron la nave estaban las autoridades mencionadas, los músicos,  los testigos, el obispo Mons. Sixto Sosa, el Pbro. Lorenzo de Tejerina,  el Dr., Domingo Badaracco, el general Bermúdez Grau,  Ramón David León, el Dr. Antonio Minguet Letteron,  Dr. Antonio Machado, Dr. Pedro Miguel Queremel,  don Adolfo Ortega Gómez, Coronel José María Forjonel, don Antonio Jiménez Bianchi, Vivéncialo Díaz Boada,  don Francisco Manuel Gómez, don Francisco Manuel Gómez, los  poetas Juan Miguel Alarcón, Ramón Suárez, Tin Fernández, Rafael Bruzual López,   Humberto y Arturo  Guevara, la poetisa Luisa del Valle Silva,  el historiador Alberto Sanabria y el académico Santos Erminy Arismendi, el declamador Guillermo Román,   el maestro Silverio González Varela y Dionisio López Orihuela, los Drs. Luis Ramos Sucre,  Delfín Ponce Córdova,   Gómez López, Gerónimo Sotillo, Ladislao Iturriza, Rodríguez Valdivieso;  Ramón Madriz y sus hijos  Ramón y  Julio Madriz Sucre; Jesús y Antonio Miguel Aristeguieta Badaracco,   Francisco José Berrizbeitia,  Mauricio, Emilio y  Santos Berrizbeitia; Pedro Nicasio Silva, Marcel Patrolin, François Mariani, Antonio Ramos, Andrés y Luis Salvador Bruzual Sanabria, Arturo Torres,  Juan Lares,  Francisco de La Rosa, Juan José Acuña, Ubaldo Figueroa, Miguelito Figueroa,  Cruz Acuña Montistruqui; las autoridades del municipio Mejía: Julio Barrios y el secretario, Diego Morales, que fueron gentilmente invitados por los novios; además todas sus esposas y todos los muchachos y muchachas, invitados y coleados de esas familias, y por supuesto los amigos y amigas de Marigüitar, y la inmensa barra popular que se formó desde tempranas horas de la tarde frente a la casa de don Nicasio Vargas.
    
Algunos invitados viajaron en un camión “Junkers” pero esa es otra historia, más bien es una aventura por las peripecias del viaje; y recordando esta parte anecdótica, Mamá recuerda que el Guardacostas llegó a Mariguitar como a las 10 am., de ese día 13 de junio,  se corrió la noticia  de que en el barco trajeron el hielo, y esa era la primera vez que al pueblo llegaba el hielo; y contaba el Dr. Loaiza y corroboraba  el Dr. Iván Laquier, también de Mariguitar y a quien sus padres  lo contaban;  que  ese día todo el pueblo de Mariguitar desfiló para conocerlo, tocarlo y paladearlo, tal cual lo cuanta Gabriel García Márquez en “Cien Años de Soledad”. Decía el galeno, que su padre recordaba y le contaba que el Guardacostas llegó al fondeadero del cocal de su familia, y  se presentó una situación difícil para bajar a  las damas y a los caballeros, porque no querían mojar sus vestidos,  y la  familia Loaiza,  fue la que resolvió el asunto poniendo a disposición de los viajeros  varios botes;   y enseguida llegaron los pescadores y gente de su familia, e improvisaron un muellecito con palos y tablas, y  fueron sacando a los viajeros uno por uno. Fue un trabajo rápido y todo salió bien.

El hielo lo trajeron en sacos de yute, envuelto y protegido con periódicos, en grandes bloques que llamaban “panelas”, y sucedió que cuando las sacaban del barco algunas panelas se rompieron, y el pueblo aprovechó para llevar piezas de hielo a sus casas.

Un famoso curioso, el maestro Zapata, cargó algunos trozos de hielo bien envueltos en periódicos, y los llevó para su casa que quedaba bastante lejos, con la infantil idea de mostrarlo a su mujer; la desilusión coronó su capricho, pues cuando llegó solo encontró papel mojado.  Este hombre se hizo famoso por un suceso prodigioso, que él y sus amigos contaban, decían que una vez los envolvió un huracán en medio del golfo; y a punto de perecer, Zapata grito fuertemente, levantando los brazos al cielo, por tres veces: “¡Jesús sálvanos!”, y de repente vino algo como un rayo que envolvió la pequeña embarcación, en una como nube luminosa, y una fuerza extraña llevó la barca hasta la orilla de Marigüitar y él y sus amigos se salvaron milagrosamente. 
Algunos pensamos que el Gabo conoció estas anécdotas, así como las del famoso faquir Blacaman y Bouchester, el de la pomada, en sus tertulias con don Ramón David León, Miguel Otero Silva y don Enrique Otero Vizcarrondo.
 
Volviendo al matrimonio, Mamá contaba que: también trajeron en el Guardacostas, muchas cajas de champaña, ron, vino, whisky y otras cosas para el festejo, y ese voluntariado del entusiasmo popular se encargó de cargarlo todo y llevarlo a la casa donde se celebraría el matrimonio. Era una casa muy amplia que quedaba en un recodo de la calle “La Mantuana” con frente al mar, de grandes corredores, muchas habitaciones que cercaban un patio cuadrado esmeradamente cultivado con árboles frutales: frondosos castaños, cocos, chirimoyas y mangos. Allí don Nicasio y Papá recibieron a los invitados con un abundoso desayuno campestre, servido sobre mesones cubiertos con delicados manteles blancos, una preciosa bajilla española y cubiertos alemanes de uso común en Cumaná. Sirvieron un menú criollo: hervido de gallina, cochino frito, chorizo, morcilla, arepas, casabe, aguacates, dulce de lechosa, café y leche de vaca fresca, para todo el que quisiera. Esa gente comió hasta hartarse. Todo eso amenizado por un conjunto musical de los hermanos Parejo: cuatro, furruco y maracas, que interpretaban magistralmente el joropo estribillo, y acompañaron admirablemente a los poetas Humberto Guevara, Ramón Suárez, Tin Fernández y a la poetisa y declamadora Luisa Del Valle Silva, los que pusieron la nota de aquella inolvidable mañana. Al mediodía algunos hombres tomaron vino y jugaron dominó; los demás fueron a disfrutar de las pozas del río.

 El matrimonio civil fue a las 7 de la mañana en la casa de don Nicasio Vargas, antes de que llegaran los invitados, en la mayor intimidad. A las 6 de la tarde Marco Tulio, acompañado por el Presidente del Estado, el general Juan Alberto Ramírez, demás autoridades y amigos, llegaron puntualmente a la iglesia. Marco Tulio, todo un galán, vestido con un frac de levita azul oscuro, confeccionado por el famoso sastre cumanés, Pero Montaño, se veía muy tranquilo; Llegó la novia llena de gracia como el Ave María, su atavío confeccionado por Gudula Martínez, en traje blanco como la nieve y un sencillo ramo de rosas y orquídeas. Sonreía tímidamente, era verdaderamente bella.

La iglesia colonial reconstruida en 1867 se conservaba en muy buen estado, la mampostería retaba el tiempo, sus tejados añosos recordaban a los viejos sacerdotes del siglo XVIII: su primer párroco Fr. Marcos Calderón, a Fr. Manuel Santamaría, el famoso Fr. Manuel de Matamoros, y el insuperable Fr. José Antonio Ramos Martínez.
    
Los invitados llenaban la pequeña iglesia; Monseñor Sixto Sosa presidió la ceremonia y bendijo a los recién esposados.  El padre Lorenzo de Tejerina, predicó, le dedicó a Mamá palabras de aliento y confianza. Mamá a los 90 años recordaba sus palabras llenas de ternura. Una alegría incontenible de todos los feligreses se expresó en aplausos y vivas a los novios.

LA FIESTA. Frente a la iglesia se apostaron los músicos de la Banda Libertad dirigida por don Benigno Rodríguez Bruzual, con permiso del titular Ramón Espinal Font, el cual escogió para iniciar, una bella pieza que Salvador Llamozas, dedicó a  Cumaná; después seleccionó el pasodoble de moda “Billiken” de Burguillo; siguió con un fox trot, “Los Apaches”, de Pedro Elías Gutiérrez;  continuó con el dúo de “La Africana”, de J. J. Caballero; y terminó con la delicada fantasía para clarinete, de Verdi, “Y Lombardi”, que el público obligo a repetir y el maestro  complació.
  
 Al salir de la iglesia, Don Marcos Millán, que los esperaba, condujo a los novios en su Ford descapotable, acompañados por la bella declamadora Luisa del Vale Silva y el poeta Humberto Guevara. Mamá nunca pudo olvidar los poemas que recitaron ellos esa noche inigualable.  Don Marcos les dio un paseo por todo el pueblo, cuyos habitantes salieron a saludar al paso del vehículo.

Los invitados fueron caminando hasta la casa de don Nicasio Vargas donde los esperaban muchas sorpresas. El brindis se inició a las 8 PM. Los mesoneros destaparon y sirvieron champaña francesa “La Viuda”, demisec para las damas; y las “Berlingar” extra seco, y la “Imperial” Mote Chandon, brut natural, para los caballeros. Corrió champaña como río desbordado, corrió la alegría y se inició el baile. Salieron las parejas al conjuro del conjunto musical del maestro don Benigno Rodríguez Bruzual y sus hijos, que amenizaron la fiesta. El vals lo iniciaron Marco Tulio y Maria, después todo mundo salió a bailar, la pista se llenó; vinieron los pasodobles y merengues, los aplausos y se hizo interminable la fiesta.
 
El tiempo alcanzó para todo: bebían, comían y bailaban. ¡Que fiesta amigos! Nadie quería marcharse. En las mesas se sirvió cerveza, ron, vino y Whisky a placer, con infinidad de delicados pasa palos para los fatigados danzarines; no faltó nada dentro ni fuera de la casa, los mismos dueños estaban asombrados.

Humberto Guevara, buen sommelier, tuvo la delicadeza de traer de regalo para los novios una botella de vino “Conte di Cavour” y le dijo a Marco Tulio: “Te traigo el más noble de los espumantes –barbero-, producido con excelentes uvas Pinot, no hay nada que se le asemeje”. ¡Descórchalo! Exclamó Marco Tulio, emocionado. Entonces se acercó María y los tres bebieron y brindaron con la alegría contagiosa.   “Buen Buque... dijo Humberto. Es un vino, franco, agregó Marco Tulio... María lo saboreó y dijo...Equilibrado.

Cuando se acercó a este grupo la poetisa Luisa del Valle Silva, Humberto le improvisó unos versos que Mamá jamás olvidó, y dicen así:

“Para ti que eres blonda como un rayo de luna
para ti, que eres suave como un olor de rosas
para ti, la de todas las inefables cosas
que tan contadamente concede la fortuna
     El castillo encantado; la canción oportuna
El amor apacible sin hieles venenosas
La campiña florida llena de mariposas
El azul imposible que no alcanzo ninguna.
     Y a falta de los cantos y los helenos mármoles
Que pudieran gloriarte en medio de los árboles
O en los templos, a modo de las antiguas diosas
     El beso, la caricia leda de la fortuna
Para ti, que eres blonda como un rayo de luna
Para ti, que eres suave como un olor de rosas.


“Algún amigo metió la mano”, decía Mamá nunca les encontró explicación a tantas cosas. Años después comentaba: “Nunca supe de donde salió tantos brindis, músicos y todo eso.  “Pensaba en una celebración modesta y se convirtió en una fiesta donde se derrochó de todo”. “Había como dos torneos entre músicos y poetas, dentro y fuera de la casa”. “Fue algo que sucedió sin que nadie lo preparara”. “Me imagino que fue porque estaba el Presidente”. “Por todas partes se escuchaban los aplausos”.  El declamador Román, y otros, se encargaron de animar a las barras, se confundieron con el pueblo e improvisaron con ellos galerones y folías”. 

     Pero  la fiesta llegó a su clímax  cuando se anunció  la presentación del inspirado  pianista Joaquín Silva Díaz,  epígono cumanés de fama internacional, que elevó el entusiasmo del pueblo a grados superlativos -La gente decía que cuando tocaba Joaquín se movilizaba todo oriente- Entonces abrieron las cuatro ventanas  de  la sala de la casa que daban a la calle y Joaquín, ceremonioso, pudo saludar a las barras, que por cierto disfrutaban una ternera y abundante aguardiente que  brindó el propio Presidente; las barras fueron muy bien atendidas y disfrutaron de su fiesta fuera de la casa.
 
Con las ventanas abiertas pudieron ver y escuchar al gran pianista, y admirar también el magnífico y afinado piano, que el anfitrión guardaba como un tesoro. Joaquín deleitó a los invitados con seis piezas de su propia inspiración, entre ellas una que compuso para Pablo Casal; después interpretó su favorita “Nostalgia”, siguió con “Adiós”, “Canción de Cuna”, “Caraqueña”, y concluyó con su magnífico “Galerón”.
             
 La fiesta no terminó ese día, la gente no quería irse ni el pueblo quería que se fueran. Inventaron paseos y romerías, los vinos espumantes, la cerveza y el ron, salieron a la calle y por allí se fue a las fincas y casa de playa; hubo una especie de carnaval de pueblo, se jugó con agua, azulillo, talco y perfumes. Fue algo contagioso, los músicos de la banda “Libertad” se mezclaron con los componentes de los conjuntos folclóricos del pueblo. Cuantas cosas pasaron, y tantas desapercibidas. Qué lástima que Mamá ya no está para contarlas. Su memoria prodigiosa nos las contaría con tantos detalles, y anécdotas.

 Cuando cumplió 92, le dijo a Diana: ¡Mijita, anoche no pude dormir! ¡¿Que le pasó doña María? Estuve muy preocupada, muy preocupada. Pero... ¿Por qué? Niña, estuve pensando... ¿Dónde harían pipi todos esos hombres durante el matrimonio?
Pocos días después Papá le escribió este poema:

Cuando la última risa había transpuesto
El radioso dintel de la morada,
Y la quietud, en la noche, como un palio
Nuestro amor cobijaba…
Cuando solos, por fin, tu mano blanca
Estreché entre mis manos,
Y te dije las grandes ilusiones
Que tu amor me brindaba…
Cuando los azahares de tus sienes
Por la alfombra rodaron,
Y la estancia nupcial, con fina esencia
Devotos perfumaron…
Cuando del albo lirio de tu cuerpo
El traje fui quitando
Y se ofreció a mis ojos deslumbrados
Tu desnudes intáctil…
Imaginé el cariño que los dioses
Pusieron al crearte,
Y di gracias a Dios que me había dado
La firme fe de amarte




LO QUE DIJO SU PUEBLO.


Otro gran amigo de mi padre, Don Alberto Sanabria, primer Cronista Oficial de Cumaná, en un perfil muy considerado sobre él, dice que:

” …Desde muy joven figuró Marco Tulio Badaracco como escritor de fina y elegante prosa. En su juventud publicó hermosos versos y era cultivador de nuestra historia. Muchos discursos y conferencias fueron pronunciados en memorables días y ocasiones solemnes por este ilustre cumanés.
Desde nuestros años juveniles nos unió a Marco Tulio Badaracco una cordial y sincera amistad. No solo habíamos visto la primera luz en la amada tierra cumanesa, sino que éramos ambos de la parroquia de Santa Inés, y particularmente del barrio de San Francisco, la parte más antigua de la ciudad primogénita.
Marco Tulio Badaracco tuvo como maestro de letras, a su primo hermano Domingo Badaracco Bermúdez, sabio humanista y filantrópico galeno. El Dr. Badaracco Bermúdez fue también nuestro maestro en disciplinas literarias, y ahora recordamos que desde los días del bachillerato nos hacía leer los clásicos españoles y también amados libros, especialmente “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”, obra que había estudiado tanto el talentoso escritor y médico.
Bajo la sabia rectoría del inolvidable maestro Dr. José Silverio González Varela, en el histórico Colegio Nacional de Cumaná, alcanzó Marco Tulio Badaracco el título de bachiller en Filosofía.
Hace poco tiempo publicó Marco Tulio una obra de interés literario, intitulada “Antología de Poetas Cumaneses (Fuego de Blanca Luz)”, y entonces le dedicamos una crónica, comentando dicho libro, el cual fue editado por la Extensión Cultural de la Universidad de Oriente.
Era compañero nuestro en la Academia Nacional de la Historia, donde como individuos Correspondientes, representábamos a nuestro querido Estado Sucre.  Cuando el muy apreciado amigo Doctor Luis Teófilo Núñez, ocupó por breve tiempo la Presidencia del Estado Sucre, fue creado “El Centro Histórico Sucrense”, y tanto Marco Tulio como el que esta línea escribe, fuimos de sus miembros fundadores, y allí trabajamos con señalado interés por la historia de la ciudad mayor del Oriente Venezolano; desgraciadamente, con el cambio político de aquella época, tuvo corta vida este centro, que se inició bajo tan civilizadores auspicios.
Comenzó Marco Tulio Badaracco, siendo muy joven, con un periodiquito, que en unión del brillante escritor y jurista Doctor Rafael Bruzual, redactaron en la vieja tierra cumanesa; llevaba por título ese vocero, el poético nombre de “Alba”.  Al correr del tiempo fundó tan querido coterráneo varios periódicos y revistas, como “Sucre”, “El Radio” y otros más.  Compartió con el notable poeta cumanés Juan Miguel Alarcón, la dirección de la famosa revista “Pléyades”.
La revista “Broches de Flores”, órgano del club “Surge Et Ambula”, que en Cumaná formó una verdadera generación literaria, de la cual surgieron destacados valores en las ciencias, las letras y las artes, contó a Marco Tulio entre sus principales colaboradores.  No hace mucho tiempo, cuando comentábamos la dolorosa muerte del notable médico Doctor Salvador Córdova, decíamos que solo quedaban tres de los fundadores de la inolvidable revista mencionada: Don Marco Tulio Badaracco, el Dr. Luis Teófilo Núñez y Don Joaquín Silva Díaz. Ahora son dos los sobrevivientes de aquella brillante etapa cultural de nuestra tierra cumanesa.
Evocamos con nostalgia nuestras conversaciones con Domingo Badaracco Bermúdez, y con Marco Tulio, en aquella vieja casona de la plaza de San Francisco, cerca de la eterna poesía del Manzanares y frente a hermosos y corpulentos árboles, donde nació nuestro amor por las letras y por toda actividad cultural” (fin de la cita).

También publicó Alberto Sanabria un trabajo sobre la obra de mi padre, la antología de poetas cumaneses: “Fuego de Blanca Luz”, publicado en el Universal, Caracas.  Febrero de 1968.
“Con cariñosa dedicatoria nos ha enviado nuestro viejo y querido coterráneo Don Marco Tulio Badaracco, la Antología Poética de Cumaná, que, en fina edición, acaba de publicar la “Editorial Universitaria de Oriente”. Lleva dicha antología como verdadero título “Fuego de Blanca Luz”, tomado de hermoso poema de nuestro cordial paisano el profesor Dionisio López Orihuela.
Más de ciento cincuenta páginas contiene la interesante publicación, que mucho nos ha complacido y la cual comentamos con señalado placer. Ella recoge el nombre y la obra, aunque sea en breve muestra, de tantos poetas cumaneses, muchos desaparecidos y algunos vivos, que supieron arrancar a su lira dulces y evocadoras rimas.
Desde los días coloniales de Cumaná semillero fecundo de escritores, poetas y oradores. Después de la guerra de la independencia, en la cual tuvo señalada figuración la ciudad del “Manzanares”, dejando a la posteridad una brillante nómina de guerreros, con Sucre a la cabeza, dejó también una luminosa pléyade de civilizadores, que supieron honrar a la Patria, unos con sus impecables versos o sus sonoras prosas, y otros con su elocuente y tribunicio verbo; no faltaron artistas de renombre que hicieron de la música un verdadero culto.
Entre esa legión de poetas cumaneses tenemos que recordar a don Jacinto Gutiérrez Coll y al Dr. Miguel Sánchez Pesquera quienes fueron los que trajeron a Venezuela, la escuela parnasiana; y en tiempos modernos, al gran aeda, Andrés Eloy Blanco, y al doloroso bardo Cruz Salmerón Acosta, quienes con sus versos llenos de belleza y de armonía, ha cantado en delicadas estrofas los más hermosos motivos y los más hondos recuerdos.
La Antología Poética de Cumaná trae a manera de explicación, unas interesantes apuntaciones de nuestro muy apreciado amigo el doctor Alfredo Armas Alfonso, quien al frente de la Editorial de la Universidad de Oriente, ha realizado una labor digna del mayor aplauso.
Don Marco Tulio Badaracco, compilador de la Antología Poética Cumaná, desde los muy lejanos días de su juventud, ha sido incansable luchador por la cultura. Él fue de os fundadores del recordado “club Surge et Ambula”, que tuvo por órgano la magnífica revista “Broches de Flores” que constituyó en la capital del Estado Sucre una verdadera generación literaria.
En reciente página que dedicamos a nuestro inolvidable amigo el doctor Salvador Córdoba, con motivo de su dolorosa muerte, decíamos que él, junto con el Dr. Luis Teófilo Núñez, don Marco Tulio Badaracco y don Joaquín Silva Díaz, eran los únicos que quedaban de aquella brillante legión literaria cumanesa. Numerosas revistas y periódicos han contado unas veces con la dirección y otras con la continua colaboración de Marco Tulio Badaracco. Versos, prosa, crónicas periodísticas, discursos, en gran cantidad han salido de la pluma, siempre fresca de este brillante escritor cumanés quien todavía a los ochenta y cuatro años de edad, escribe como en los mejores tiempos de su vida intelectual.
La tarea realizada por Marco Tulio Badaracco ha sido ardua, pues en Cumaná debido en gran parte al terrible terremoto de 1929, se perdieron valiosos archivos y colecciones de revistas y periódicos. Comprendemos que faltan muchos hijos de la tierra cumanesa, que también escribieron versos, unos de larga obra y otros accidentalmente, pero, por las razones que apuntamos, no fue posible que figuraran en la citada Antología. Si lamentamos que no apareciera el nombre glorioso de Don José Silverio González, quien, a la vez de notable y sabio educador, entre sus actividades culturales tuvo la de cultivar la poesía, y son célebres sus Himnos y Canciones Patrióticas, como “Los Milicianos”, “El Barquero”, “A Cuba”, “En Honor de la Virgen del Carmen”, y tantos otros, que encontraron la magnífica música de don José María Gómez Cardiel y de otros artitas.   En conversaciones con nuestro inolvidable amigo don Salvador Llamosas, siempre el gran artista cumanés, recordaba los himnos de Don José Silverio González.
Más de setenta firmas poéticas adornan el bello trabajo antológico y por ser grande el número no puedo mencionarlos a todos, pero si los recordamos de la manera más cordial.
Para Marco Tulio Badaracco, a quien nos une una antigua y cordial amistad, tenemos hoy nuestra más sincera palabra de felicitación, junto con nuestros votos porque siga muchos años más cultivando las letras, para las cuales ha tenido siempre amor y devoción.” Fin de la cita.


Otra de Alberto Sanabria



La antología poética de Cumaná de verdaderos y constantes hacedores líricos, que en esta ley nacieron, vivieron y murieron, como los inolvidables Blanco Meaño y Salmerón  Acosta,   y  los   que   casualmente incursionaron en este quehacer, para can­tar a la ciudad de sus amores o algún amor de mujer, a veces desciñendo la espada, como Valentín Valiente— fue, en sus orí­genes, en manos de su compilador Marco-Tulio Badaracco, un proyecto discreto y casi tímido, una colección de textos hacia cuyo conjunto el periodista ya de tantos años dirigía la intención de comprobar que si la ciudad de más de cuatro siglos con­tenía un suelo feraz para la dulce cosecha frutal de traspatios y charas, asimismo resultaba opima en inteligencias o dones ins­pirados tradicionalmente reservados o cul­tivados por esa casi excepcional y vocacional naturaleza del lírida; ese el princi­pio del modesto esfuerzo de Marco-Tulio Badaracco, no por ello digno de los mejo­res encomios, pues a su paciencia y a su tenacidad se debían que versos dispersos y perdidos en la tradición oral no siempre absolutamente verídica o en papeles viejos e inencontrables —estas nuestras comuni­dades sin fuentes bibliográficas, sin archivos defendidos de terremotos, comejenes e indolencias, o bibliotecas sistematizadas, sin pasado documental propio y cierto— lograran salvarse y reunirse hasta alcanzar fisonomía editorial y gráfica. Al empeño de don Marco-Tulio se aliaba una como desesperanza de quien no habría de vivir para ver el libro de tantos afanes y bús­quedas, y la prisa hubo de detener o dejar a medias cualquier otra intención del editor, como fuera la del cotejo de los textos, la inclusión sin excepción de cuantos poetas de una hora o de todo el tiempo aquí jun­to a este río nacidos aquí tañeron su lira así la pidiesen prestada, esto dicho con palabras del uso todavía de ciertos cronistas; de "que no se omitiese fecha de nacimiento y muerte de todos, como un medio de va­lorizar con información de interés biográ­fico siquiera la compilación y, por último,  la noticia bibliográfica en los casos de obra publicada como existen. Digamos entonces, para completar la historia de Fuego de blanca luz, título tomado no al azar sino a través de un proceso de selección, y debido a  Dionisio López Orihuela, que lo trae en su  composición titulada El fiel color (página 115), que sí no están todos aquí convocados, responsabilidad no cabe ni al autor ni al editor, pues  de nuestra parte agotamos- cuanta posibilidad existía para evitar tal o cual ausencia; nos resultó imposible, por ejem­plo, obtener algún material de Claudio Bruzual Serra, José Antonio Pérez Coronado o Pedro Elías Marcano y se sabe, cuando menos del primero, de la existencia de una elegía escrita  con motivo  de la muerte del maestro José  Silverio González.    El rastro del acucioso Pedro Elías termina con; su huida frente al Orinoco; ¿qué de sus papeles y de sus apun­tes?   Nacimiento   y muerte, impenetrables   enigmas   sobre una mayoría, errores y falsas datas.    ¿Hasta noviembre del 66 no se tenía como el de 1897 el empiezo —como en Cumaná se dice— del ciclo vital de Andrés Eloy Blanco?   Así estaba grabado en la tarja sobre la fachada de su casa de la Calle Sucre 79 y así en el pedestal del busto de la antigua placita 19 de abril de la ciudad también de Sucre; y nos tocó a nosotros, con la colaboración de Millana Arias restablecer, con partida de nacimiento y fe de bautismo, el verdadero de 1896, contra lo que asientan autores de enciclopedias, diccionarios y antologistas.   Ahora se sabe que Juan Miguel Alarcón  vivió entre  1887  y  1932;  Rosa Alarcón  Blanco, 1890-1967; Juan E. Arcia entre 1872 y 1931; otras fechas: Pedro Elías  Aristeguieta,   1885-1929;  Domingo  Badaracco, 1871-1935;   Don   Marco-Tulio,   1883;   Ramón   Badaracco, 1932; Félix A. Barberii,  1838-1891; Santos Barrios, 1928; el grande Andrés de Giraluna, ya se dio 1896 y ya se conoce su injusta muerte en Ciudad México, en  1955;  su padre, Luis Felipe Blanco, 1859-1927; Rafael Bruzual López, 1886-. 1932; Claudio Bruzual Serra, 1860-1903; Aquiles Certad, nació en 1914; Diego Córdoba, en 1892; Vicente Coronado, 1830-1896; Andrés Eloy de la Rosa, 1888-1947; José María Díaz, 1860-1903; Carlos M. Espín, moriría en 1957; José Agustín Fernández anda en pos de la sublimación poética, desde 1895 y que nos perdone si revelamos su secreto; Juan. N. Freytes,  1888-1949;  Humberto  Guevara,  1892-1954;  el general y guerrillero Valentín García, acabó en 1856; Mario G. Gómez, 1891-1933; Rafael José Gómez Rodríguez proviene del 1920; J. M. González Várela, 1846-1882; J. S. González Várela,   1859-1938; Jacinto  Gutiérrez Coll,  1835-1901; Inesita Guzmán Arias, nació en 1890; Ramón David León, en 1888; Dionisio López Orihuela, en 1893; Pedro Elías Marcano, 1855-1930; Trina Márquez Márquez, 1907-1950; Ramón B. Mayobre, 1877-1947; J. M. Milá de la Roca Díaz, 1885-/ 1911; José Fernando Núñez, 1849-1896; José Carmen Oliveira, nació en 1905; José Antonio Pérez Coronado, 1828-1867; Ignacio Rodríguez Mejía, 1889-1966. Acaso haya que rectifi­car más de un número. De más datos se carece; de una biblio­grafía, alguien que se proponga un siglo de búsquedas con suerte. Que Andrés Eloy Blanco y Salmerón Acosta estén re­presentados en más de una página, obvia resulta la excusa; la poesía fue agonía creadora en ellos como para considerarlos los de presencia más cercana, más vigente y nos compromete­mos en este juicio; uno le pertenece a América, el otro, tan adolorido, anda aún por su blanca costra de Araya solicitando el biógrafo y el compilador de una estancia humana subli­mada y de un torrente de versos que no dejan de recitar sus pescadores de Mérito y Manicuare y esa, su voz, no la reco­gió Raúl Carrasquel y Valverde, dicho sea de paso. Que Luis Teófilo Núñez e Inés Guzmán Arias nacieron en Cu­manacoa, su condición cumanesa, por derecho propio, nadie la discuta, porque a Cumaná la tienen como suya y porque Cumanacoa no es sino una prolongación de la misma tierra y el mismo idéntico rió y el mismo invariable cielo y la misma alma de la capital marinera y siempre iluminada. Para la Dirección de Extensión Cultural de la Universidad de Oriente y para la Casa Superior de Estudios de esta nues­tra tierra litoral, grato deber y compromiso la de entregar Fuego de blanca luz, bajo el nombre de Marco-Tulio Badaracco, por diversos títulos persona de merecimientos, tantos de esos por su lealtad a la cultura de una porción nacional que reclama y pide comprensión y lealtad y devoción sumas.

Prólogo del libro de mi padre “Fuego de Blanca Luz”, del escritor y poeta Alfredo Armas Alfonso.

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Apreciémoslo en el editorial de su periódico, “El Disco”, dice:

Al esplender en el infinito de los tiempos la primera aurora del año 1923, ante su amplio horizonte todo porvenir y esperanza aparece “El Disco”, que al formular sus votos muy fervientes por la paz de la República y por los bienes más preciados de esta distinguida sociedad, tiende galantemente su mano y envía un saludo de fraternal compañerismo a todos sus colegas batalladores por la humanidad y por la Patria. Preparado como viene para justa, gallarda y digna, con plena conciencia del bien social que persigue, por los elevados ideales que inspiran sumisión, al izar su bandera doctrinaria, reclama puesto de honor en las filas del periodismo nacional.
Timbre de orgullo y causa de su estímulo sea para “El Disco” nacer a la vida pública bajo el sol fecundo de la perínclita ciudad de Cumaná, cuya altivez de leyendario patriotismo, consagrada por la espada de sus héroes, por el verbo de sus tribunos por la respetabilidad de sus sabios y escritores, bien merece servir de inspiración y norte a este vocero de cultura en el campo próvido del trabajo civilizador.
Aspira “El Disco” a ser campanada en la hora del letargo que duerme con indolencia imperdonable la ciudad heroica; y despertarla a la vida de los esfuerzos culturales con ese espíritu de nuevas energías con que la América Hispana se muestra hoy, rebosante de juventud, para las grandes conquistas que su humanidad prepara en la faena del progreso.
Emprenderemos la cruzada y en nuestro heráldico pendón, cual símbolo de sus colores, escribiremos estos preceptos:
Como profesión de fe política nuestro respetuoso acatamiento a los poderes y autoridades legítimamente constituidas, que nos guiarán a sostener y abogar por la paz y las instituciones nacionales, en obsequio al trabajo, a la tranquilidad social y a las necesidades materiales y espirituales de la colectividad.
Emplearemos el lenguaje franco, sencillo y categórico que lleve persuasiva nuestra voz a todo lector como expresión sincera que avive el concepto en lo alto y noble de su significación, y sin los ditirambos demagógicos que el prejuicio castiga y la virtud condena.
Queremos obra efectiva y práctica: divulgación científica, historia, arte, comercio, industria, agricultura, y todo cuanto propenda al desarrollo económico e intelectual de esta amada tierra, apartándonos de todo lirismo vicioso, de inútiles polémicas, de enconos personales y de ciegas vanidades. Buscaremos hasta lo posible las alturas adonde la virtud y el bien nos llamen, y atenderemos a las pequeñeces solo cuando el error merezca ser fustigado y la moral reclame los predicados de su doctrina.
Mucho esfuerzo y buena voluntad aportaremos. Nada de fantasía nada de mentiras. Laboraremos con la serenidad y cultura necesarias para atraernos la consideración de todos.

La fundación de este periódico indica desde luego un triunfo, pues, para ello se han unificado la generosidad con que han cooperado comerciantes e industriales de esta ciudad, la prometida colaboración de fuertes mentalidades de nuestro centro científico-literario y la simpatía con que desde el primer momento acogió la sociedad cumanesa el anuncio de la aparición de “El Disco”.

Mi padre se sembró para siempre en Cumaná, lo que se refleja en su poesía, sus campañas periodísticas y sus editoriales. Dejó para nuestra historia, como dice Alberto Sanabria, su antología “Fuego de Blanca Luz”, de poetas cumaneses publicada por la UDO, bajo la curatoría del escritor Alfredo Armas Alfonso; también nos dejó un poemario inédito escrito a los 19 años; sus investigaciones sobre la Primogénita del Continente Americano, publicadas en 1924, que le valieron para ser nombrado individuo correspondiente a la Academia de la Historia. Sus editoriales, algunos discursos publicados por diversas instituciones,   poesía dispersa en nuestros periódicos y revistas, bajo  seudónimos: C. O. Quelin,  A. R. LEQUIN, Jim,  Otilio Murac, V. N. Zolano, MTB, y otros;  su critica literaria, sus opiniones sobre diversos temas, sus impecables discursos, sus campañas; y en fin, su sabiduría que se desborda en los periódicos que  publicó y conservo en  colecciones, sobre todo  El Heraldo Oriental”, “El Disco” y “El Sucre” que se editaban desde 1908 hasta más allá de 1935. Allí brilla y brillará por siempre su magisterio, su calidad humana y su formación humanística

Él se ocupaba de todas las cosas bellas de nuestra historia veamos algo sobre


Marco Tulio, también fue maestro fundador de la escuela Sucre, según la información que me ha entregado Marcos López Inserny, veamos:

“Reseña Histórica.

La Escuela Bolivariana “Federal Sucre” está ubicada en la parroquia Ayacucho calle Rendón S/N. Sector Puerto España al lado de la prefectura Ayacucho. Fundada el año 1915 con el nombre Grupo Escolar “Sucre” cuyo nombre glorifica al ilustre Cumanés Antonio José de Sucre “Gran Mariscal de Ayacucho”. es la primera escuela nacional graduada instalada en la ciudad de Cumaná, con apenas cuatro maestros, quienes fueron sus fundadores: Marco Tulio Badaracco, Modesto Silva, Napoleón Blanco y Jacinta Alarcón.

En sus inicios estuvo ubicada en la Avenida Bermúdez cruce con calle Junín, fue trasladada a la misma avenida cruce con calle Carabobo, pasado algún tiempo se ubicó en la calle Arismendi y de allí a la Plaza Bermúdez, donde al cabo de varios años fue trasladada a la calle Rendón al lado de la prefectura Ayacucho.
Desde su inicio hasta la actualidad Ha contado con directores que han sido verdaderos guías  y honorables hombres y mujeres como: Marco Tulio Badaracco, su primer director, fundador y maestro de cuarto grado; Luis Graterol Bolívar, Leonardo Quijada Rojas, Juan Freites, José Silverio González, Ascanio José Velásquez, Octavio Urosa, Rodolfo Rondón, Franco Rosa, Luis Alberto Velásquez, Amelia de Gómez, Pablo Sulbarán,  Juana Córdoba, Marjorie Romero, Jesús Malaver, Jesús Gómez, Guadalupe Córdoba, Manuel Espín, Yolanda Marcano y actualmente MSc. Joselín de la Rosa.

Ha vivido todos los cambios educativos del siglo pasado: en su fase inicial solamente tenía opción a ella el sexo masculino, dándosele el nombre de Escuela de Varones y su matrícula era de 98 alumnos. Escuela Mixta, Escuela Graduada, Grupo Escolar, Escuela Básica, Unidad Educativa, y actualmente Escuela Bolivariana “Federal Sucre” iniciándose para el periodo escolar 2000-2001.

En su trayectoria, ha visto trajinar por sus aulas y por sus patios en el pasar de los años a innumerables educadores y niños cumaneses,  y han palpado en su recinto el silabeo y canto de grandes hombres y mujeres destacados de la colectividad cumanesa como: Tuto Gómez, Arquímedes Fuentes Serrano, Antonio Fuentes Salazar, Luis Felipe Guarache, Antonio Briceño, Miguel Ángel Mudarra, Valentín Hernández, León Mora vallejo, Marcos López Inserny (periodista) Luis Rafael Marcano (Prof. Popularmente conocido como Marcianito) entre otros.

La escuela pasa a ser Escuela Bolivariana el 16 de septiembre del año 2000, tal como se mantiene hasta ahora bajo el equipo de gestión de MSc. Joselín de La Rosa y Lcdo. Aracelys Boada”.  

   Debo agregar que soy un lector empedernido de la obra de mi padre publicada en sus periódicos “El Disco” y “Sucre” de cuyos periódicos conservo sus colecciones He escrito además de estas notas biográficas sus poesías sus editoriales sus pitorreos sus discursos y he trascrito en un libro sus campañas periodísticas  





Marco Tulio, Ramón David y otros amigos







CAPITULO VI

CONFERENCIAS y   DISCURSOS


a)   Conferencia leída el 19 de abril de 1942.

Señores

         Para el concepto esclarecido del Libertador, “el 19 de abril, nació Colombia”, y con tan elocuente como justa expresión, el Padre de la Patria fijó para esta fecha el instante genésico de nuestra independencia.
         Este es el día clásico por excelencia de la nacionalidad, es el Sinaí de América y de ese momento cumbre de la gloria del Continente, surge la epopeya libertaria, parten los rayos de heroísmo que iluminan las naciones creadas por Bolívar y se encienden a la inmortalidad esas perpetuas luminarias de la revolución emancipadora: Boyacá, Carabobo, Junín, Pichincha, Ayacucho...

         El 19 de abril determina la hora de las responsabilidades, el minuto sicológico de la prueba, la grave interrogante hacia lo porvenir... Los patricios que crearon esa etapa estelar en la historia de América, dieron al mundo un perenne ejemplo de varonía y el primero de acendrado amor patrio; lanzaron un reto al destino con la fe milagrosa que los inspiraba puesta en Dios y, aptos al sacrificio supremo, ofrendaron a la revolución sus vidas y cuanto poseían, con una inapagable esperanza en el triunfo.
         Cumaná festeja ahora esta fecha con el patriótico fervor que la ciudad procera guarda para el culto de los Héroes; y el Gobierno regional inaugurando labores de importancia y el pueblo rindiendo su tributo de veneración, dan testimonio de respeto, gratitud y acatamiento a los manes de los paladines extraordinarios de aquella cruzada redentora.
         Nosotros hemos querido también hacer propicia esta fecha para iniciar bajo sus felices auspicios una magna empresa en la República, porque de realizarse ella aquí tendría resonancias estupendas en los ámbitos nacionales por sus consecuencias fructíferas; y comprendo que habremos de requerir de toda nuestra fe, de un sostenido entusiasmo y de nuestra más firme voluntad de trabajo para alcanzar el éxito. Se trata del regadío de Cumaná...
         “La Naturaleza tiende a la belleza”, es uno de los más originales postulados de la escuela Naturalista, cuyo máximo representante , el genial filósofo británico Charles Darwin, para demostrarnos y convencernos  de su doctrina  nos convida a observar  el cambiante panorama que ella nos presenta: Los rutilantes crepúsculos matutinos, las iridiscentes puestas de sol, la imponente conformación de las montañas, la multiplicidad de formas  bajo las cuales se presenta la vida, desde el infusorio hasta el hombre, los variados tonos del verde en las plantas, la forma acicalada como se trajean las aves, los colores polícromos de las flores y sus fragancias  sugestivas, y sobre todas esas maravillas, la del agua...
         El agua que es el principio de la vida, el agua que brinda al mundo su linfa creadora, su imprescindible fecundidad. El agua que envuelve al planeta en sus mallas sutiles como para ampararlo del dios sol que crea y destruye...  Y es de esa ofrenda magnificente de la Creación de la que vamos a tratar ahora...
         Más no va a ser éste un discurso lírico como habrán supuesto ustedes al oír mi exordio, sino una exposición escueta de cuanto podríamos hacer los cumaneses con las aguas del Manzanares, contribuyendo con la Naturaleza en el embellecimiento de nuestra ciudad.
         Es mengua de nuestro pueblo, mengua de los gobiernos regionales pasados, mengua de los Altos Poderes Nacionales que se han sucedido desde que existe la Primogénita del Continente, que esa corriente de aguas  que va a hundir  en el Caribe su potencia vital, haya venido despreciándose  como cosa inútil, cuando ya los españoles, en la Colonia, quisieron aprovecharla , y cuando no es ni ha sido nunca  un costo prohibitivo  el que supone lanzarla sobre las miles de hectáreas  de terreno que circundan a Cumana, para ponerla al servicio de este pueblo laborioso, cuyos nativos,  en su mayoría emigran por no encontrar  en donde ocupar sus brazos para el trabajo  y ganarse el propio sustento y el de sus familiares.
         Precisa contar forzosamente con la buena voluntad de todos para la realización de esta empresa, y la buena voluntad supone el enamoramiento de la idea, hasta el aporte efectivo de que nos sea posible disponer con destino a la obra.  Del enamoramiento de la idea depende que nos convirtamos en catequistas de nuestros coterráneos para ese trabajo y del aporte efectivo, sea de la cuantía que fuere, esta pendiente el que Cumaná vea cumplido uno de sus mas antiguos anhelos.
         Indudablemente que Cumaná tiene  muchísimas y urgentes necesidades, eso lo sabemos todos,  y sabemos así mismo  que con los años que van cayéndonos encima, vamos perdiendo muchos hasta las esperanzas de ver realizadas algunas de ellas: El Hospital , el Mercado, el Teatro, el Puente en San Francisco, , la Avenida del Manzanares, las cloacas la Casa de Maternidad, el Instituto Antituberculoso, la Casa Municipal, el Cuartel de Policía, la Policlínica, la Escuela de Artes y  Oficios, la Escuela Comedor, los locales para escuelas, los locales para las jefaturas civiles de los municipios, Etc.  Y en la mente de cada uno de vosotros estará forcejeando una de esas obras con mayor premura o alguna otra que yo no haya mencionado, por que “cada cabeza es un mudo”, como asienta el adagio...   Pero ninguna de ellas reviste la trascendencia actual del regadío de nuestras feraces tierras circundantes de Cumaná.
         Supongamos por un momento que esa obra esta realizada, que está en actividad desde la época de la Colonia cuando los españoles iniciaron su construcción. ¿Cuál sería hoy la situación de Cumaná? No existirían los eriales de los municipios Altagracia y Ayacucho, tampoco los de Santa Inés y Valentín Valiente; canales de riego surcarían esas tierras  de las que ahora se levantan odiosazas polvaredas  que invaden nuestra ciudad , trayendo en sus ondas intangibles  la suciedad y los gérmenes  de las enfermedades aquí reinantes; corrientes cantarinas  de agua genésica  contemplarían nuestros ojos  refrescando esas soleadas  sabanas y miles de braceros  que se ausentan de nuestros hogares  estarían allí labrando la tierra y dándonos  el producto de su labor  provechosa a nuestra salud, a nuestra economía  y al embellecimiento de nuestra urbe.
         Es preciso que sepamos que por falta de ese regadío y lo mismo podríamos decir de los otros regadíos que reclama la república, se está extinguiendo la riqueza forestal. El hijo de Cumaná, agricultor, que no encuentra cerca tierras regables en donde fomentar su sementera, se sube al Turimiquire, esa altiva y prodigiosa serranía que protege al Manzanares, tala una montaña, siembra unos frutos menores y se pierde allí con sus hijos, restándose a la vida constructiva de la ciudad y contribuyendo a la desaparición de esas selvas de tan notable falta para el presente y para el futuro de este pueblo. 
         Para el año de 1920, si no me falta la memoria, llegó a esta ciudad recomendando por el Gobierno Nacional al de este Estado, un señor Zinmermann, alemán, de los alemanes que habían tenido que salir de las colonias alemanas de África, por mandato del Tratado de Versalles. Ese dicho señor Zinmermann trajo el propósito de establecer en Venezuela una colonia de alemanes con germanos aclimatados ya en los climas tropicales en su permanencia en el Continente Negro. En procura del terreno apropiado se internó en el vasto municipio Santa Fe al que recorrió todo, yendo a salir por Aricagua, en el Distrito Montes. Regresado que hubo a esta ciudad , de su interesante recorrida, visitó de nuevo al Primer Magistrado regional y entre las varias referencias que le hizo para ponderar las riquezas naturales  de esa región despoblada, le manifestó haber atravesado una selva de cedros  centenarios que calculaba él, y valga su testimonio, en más de diez mil árboles, cuya explotación científica, indicaba, bastaría para costear la instalación  de la colonia y construir  la carretera que habría de concertarla  a un puerto de mar en el golfo de Santa Fe.   Hoy no existe nada de esa selva porque todos esos cedros fueron talados para establecer conucos y de tan inmensa riqueza forestal restan allí, esterilizados, los rastrojos.
         ¿A quien culpar de estas desgracias patrias, sino a nuestra indolencia, a nuestra educación, a la herencia de imprevisión que llevamos con nosotros mismos? Porque los hombres que forman y han formado el Gobierno no son seres aparte, de constitución distinta a la nuestra, que por el solo hecho de gobernar van a trasmutar su naturaleza, sino que adolecen de nuestra misma apatía y, cuántos habrá que pudieran parodiar al Rey Luis XV, pronunciando la celebre frase: “Después de yo, el Diluvio”
         El riego de zonas adecuadas, a más del policía rural, es uno de los remedios eficaces  que debemos aplicar  contra la tala de nuestros bosques: aquí, en Cariaco, en Cumanacoa, en Carúpano, y en donde quiera que en el Estado sea factible ofrecer al conuquero  el terreno y el agua que solicite para levantar su sementera, porque ellos mismos están viendo  claro y comprenden  que vale muchos más un parcela  de terreno con agua  en donde lo que siembra se cosecha, casi con toda seguridad, que no un mundo de tierras en las que se dependa de la lluvia, siempre problemática  y más en estos tiempos  en los que, alejadas las aguas por los desmontes, la mayoría de los años las cosechas son nulas. El regadío salvará las montañas y permitirá que nuevamente se forme nuestro tesoro forestal.
         El proyecto de regadío ya estudiado por el Gobierno Nacional, en Cumaná, abarca una extensión de tres mil hectáreas, según se nos ha informado, de las cuales son mil ochocientas de propiedad particular, abarcando las charas y el resto pertenecientes a ejidos Municipales; y el aforo de nuestro río, en pleno estiaje, arroja una cifra de aproximadamente 260 millones de litros de agua, cada 24 horas. De realizar el Gobierno Nacional esa obra , con preferencia a cualquier otra, podrían fijar allí numerosas familias de campesinos, estabilizarse ese excedente  de población que esta obligado a ausentarse cada año del solar nativo en solicitud de trabajo  hacia otros campos; y si de cierto queremos confrontar  el problema de la destrucción de nuestros bosques realicemos los varios regadíos del Estado y comprobaremos como  esa escasa población nómade que destruye  la selva para fomentar conucos, sería absorbida inmediatamente para estas labores permanentes.
         Empresas productivas de esa magnitud  es lo que debe procurar  hoy la mente del Gobernante, porque en un pueblo acomodado en el que todos tengan como  llevar al hogar  el diario sustento, el orden está mayormente asegurado, la salud sufre menos trastornos, la paz se torna en floreciente época que no en forzada sumisión, la vida social se hace más fecunda en creaciones, más armoniosa entre sus componentes, prosperan las artes, las industrias, las ciencias y la sana alegría de vivir  retorna al ánimo de la comunidad.   
         Las empresas productivas devuelven con creces lo que en ellas se invierta, no tan solo en las rentas que crean, sino en la trasformación colectiva que arrastran consigo. Para ejemplo podríamos citar el Acueducto de Cumaná... El río Cancamure corría plácido desde su formación, improductivo y realengo por entre sus márgenes florecidas; pero el trabajo del hombre lo sojuzgó, lo puso al servicio de esta comunidad y hoy esa corriente nos está trayendo salubridad al hogar, posibilidad de pequeños cultivos a quines aman los jardines  y las huertas , disminución del polvo con algunas parcelas regadas en las sabanas de Caigüire, y una renta anual al Municipio, apta para emprender cualquier labor  pública de regular importancia.
         En esta hora angustiosa del mundo, cuando parece derrumbarse  cuanto nos enseñaron a respetar  y amar nuestros mayores  como pautas morales de la humanidad  y principios fundamentales de las relaciones entre los hombres, cuando las naciones mismas  no saben cual sea la suerte  que el futuro les tenga reservada, ni el aislamiento  en que podríamos encontrarnos con la perentoria necesidad de subvenir a nuestra subsistencia , es un deber ineludible que procuremos  armarnos de la maquinaria aparente a ese fin, en resguardo de la vida del pueblo  y de la tranquilidad de nuestros hogares. Por eso estoy señalando como la obra más urgente y de mayor trascendencia para Cumaná, el regadío de los terrenos que la circundan.
         Porque el distrito Montes, granero que fue de Oriente, prodigio de feracidad en tiempos no remotos, se va esterilizando día a día con las talas, a ciencia y paciencia de sus pobladores y de las autoridades que lo han regido, sin que haya quien intervenga con el rigor y la tenacidad que el caso exige, para salvar esas regiones, si descontamos las recientes disposiciones represivas del actual gobierno.
         Los ríos allí se desvanecen apenas asoma el verano, y los que perduran en tal estación disminuyen el volumen de sus aguas hasta volverse insuficientes para cualquier regadío. Consecuencialmente se reducen las haciendas, se achican hasta la medida que marca la cantidad de agua de que puede disponer el dueño. Se levanta así el gran problema agrario, que tantas calamidades públicas ha traído al mundo. Pronto vendrá la riña por el agua, por las horas de riego y quiera Dios que puedan evitarse atropellos por esa causa.
         Un experto agrónomo me decía hace poco que en el Distrito Montes los vecinos de las ciudades tendrían que salir armados a cazar conuqueros, obedeciendo al instinto de la propia conservación de la vida, porque de continuar los destrozos que hoy se hacen de las montañas con verdadera furia, todo se esteriliza, inclusive esta ciudad, porque es en la cabecera del Manzanares, en el Turimiquire, en donde más se ha destruido.  Estos ríos maternales: Neverí, Guarapiche y Manzanares dejarán de ser si no procuramos poner remedio a tan grave mal, y digo maternales, porque ellos han amamantado el comienzo de la vida de las ciudades de Barcelona, Maturín y Cumaná y prohijado la población de estas extensísimas regiones orientales.  Y el remedio podría ser el regadío, tanto aquí como en Maturín y Barcelona y en donde quiera exista la posibilidad de verificarlo, sobre todo en Cariaco, en donde no menos de seis mil hectáreas podrían someterse a regadío a poco costo.
         Para que se tenga una idea de esta eterna aspiración del pueblo cumanés, vamos a citar a Humboldt... Dice él: “El río Manzanares es de aguas muy claras, y felizmente no se parece en nada al Manzanares de Madrid... Se ha propuesto varias veces al gobierno, aunque siempre sin éxito, hacer construir una presa e el primer Ipure para establecer irrigaciones artificiales en el llano de las charas, porque a pesar de su aparente esterilidad es allí la tierra sumamente productiva como donde quiera que se auna la humedad al calor del clima. Los labradores que en Cumaná son generalmente poco acomodados, deberían restituir poco a poco los adelantos hechos para la construcción de la esclusa. En espera de la ejecución de este proyecto se han establecido norias, bombas movidas por mulas y otras máquinas hidráulicas de construcción bastante imperfectas...        
         Las orillas del Manzanares son muy placenteras, y están sembradas por mimosas, eritrinas, ceibas, y otros árboles de porte gigantesco. Un río cuya temperatura desciende, en la época de las crecidas a 22º cuando el aire esta a 30º o 33º es un beneficio inapreciable en un país en el que los calores son excesivos durante el año entero, y en donde se desea bañarse varias veces al día...”
         Ustedes podrán suponer que esto está escrito recientemente, o que le estoy yo arreglando un párrafo a mi antojo al célebre naturalista alemán, en apoyo de mi tesis; pero no es así, porque allí está la nueva edición de las Obras de este glorioso trotamundos, hecha por la “Biblioteca Venezolana de Cultura” y podréis comprobar la cita en su “Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente”. 
         Indudablemente que es de tal actualidad lo que expresa el sabio, que no habría para que añadir nada más a su testimonio, a efectos de proclamar la urgencia de ese trabajo, la utilidad del Manzanares y la premura que se confronta hoy de dictar y cumplir disposiciones severísimas salvadoras de ese río cumanés.
         El gobierno nacional que ya ha invertido en su estudio una suma considerable, el Gobierno del Estrado, la Municipalidad del Distrito Sucre y nosotros todos, en estrecha cooperación, deberíamos de emprender de inmediato esta obra, porque no podemos calcular hasta que punto habrá de sernos útil en este desquiciamiento de la economía universal cuando es probablemente incierto contar con los mercados extranjeros.
         Las posibilidades de Venezuela son múltiples, nadie puede negarlo; el futuro de la Patria se amplia ante la visión del movimiento vital del mundo al concertarse la paz; el petróleo sitúa a este país en la encrucijada de las más poderosas naciones, ya que, entretanto no se descubra otro combustible que lo sustituya será ese aceite el alma de la maquinaria moderna. Se intensificará el intercambio universal, los primeros reclamos serán por alimentos, productos de la tierra de toda especie, veremos invadidos nuestros mercados por solicitantes de esos artículos y así podemos ofrecérselos en condiciones y cantidades halagadoras, obtendremos las mayores ventajas y seremos los privilegiados.
         Un hombre generoso,  joven cuyo patriotismo lo eleva por encima de prejuicios retardatarios, preside hoy los destinos nacionales y con él , con su voluntad de crear una Venezuela mejor, debemos contar para esta obra de mejoramiento de Cumaná; un hijo del Estado, cumanés, deseoso, de hacer labor gubernativa trascendental, que deje su nombre en alto como ejemplo de virtudes ciudadanas, dignas de encomio, está al presente desempeñando  la primera magistratura de Sucre, y en él debemos de tener fe y poner nuestra confianza  para la realización de tan magna empresa; ciudadanos  bien inspirados, hijos de Cumaná unos y otros radicados entre nosotros, amantes de este suelo , constituyen el actual Concejo Municipal de este Distrito Capital,  y en ellos debemos cifrara también amplias esperanzas, para coadyuvar  con toda energía y toda voluntad en la realización de este trabajo ya trazado  y en el que nuestros corazones  y los de cuantas generaciones se han sucedido en este solar procero, hemos fincado el más cálido ensueño de prosperidad. Los que actualmente habitamos esta ciudad gloriosa, merecedora de muy nobles destinos, no seríamos dignos del gentilicio de “cumaneses” si no ponemos nuestra más firme determinación en realizar esta obra, aportando a ella cuanto esté en nuestras posibilidades. 
         Un destacado cumanés, ilustrado periodista, Ramón David León, Director del Diario  “La Esfera” , ha consagrado repetidos editoriales de su acreditado Vocero a la recomendación de este trabajo, y con él es justo que contemos de antemano; con los cumaneses residenciados  en Caracas y en todo el territorio nacional deberemos contar igualmente, porque todo hijo de este pueblo  lleva en su mente  el recuerdo imborrable de Cumaná y en su corazón, como lámpara votiva, el amor encendido que la tierra de Sucre  parece que prendiera  en nosotros  con la prístina luz que nos abre los ojos al mundo al tener la fortuna de nacer aquí.
         Para terminar, insinúo la conveniencia de que esta asociación de Rotarios, formada por jóvenes de marcada representación y valimiento en todos los órdenes de la vida activa de esta ciudad, se constituya una “Junta Pro Regadío de Cumaná” y formule el programa de trabajos que habrán de iniciarse con el deliberado propósito de triunfar en esta campaña por nuestra amada tierra, en la que está empeñado en gran parte el futuro de nuestro pueblo.
                                              He dicho.




b)  Discurso leído en la Plaza Bolívar de Cumaná el 24 de julio de 1955.

Señores:

Se me ha honrado para ser en esta singular ocasión, el portavoz de la Sociedad Bolivariana del Estado Sucre, siendo yo el menos capacitado para cumplir, con el acierto y la elocuencia que se presume, el especial cometido de rendir tributo de veneración al Padre de la Patria. 
Cierto que al crearse la Sociedad Bolivariana de Venezuela en el año de 1938 y establecerse la Seccional de Cumaná, correspondiente al Estado Sucre, fui elegido su Presidente y me esforcé e darle a la digna institución cuanto, a mi juicio, podía contribuir a su permanencia y utilidad.  Logré la formación de sendas Sociedades similares, dependientes de la de Cumaná, en cada uno de los Distritos de esta Entidad Federal, formando un conjunto armónico que trabajara por difundir en el ámbito sucrense  el conocimiento y el amor a Bolívar, a la vez que por solicitar mejoras para las respectivas poblaciones, tan atrasadas en aquellos años, tales como escuelas, hospitales, acueductos, servicios estos  que beneficia la vida del ciudadano y son ya imprescindibles en todo conglomerado  culto. Pero este empeño mío fue mal interpretado, dándole ex profeso un viso político hasta lograr mi retiro de la Sociedad, la que fue decayendo por la ineptitud de sus nuevos dirigentes, hasta desaparecer del todo.
He creído y creo  que la Sociedad Bolivariana de Venezuela tiene por misión esencial la glorificación de Bolívar, el Libertador; pero a la vez conceptúo que el bolivarianismo profesado por todo venezolano pensante no debe ser un sentimiento inerte, vanamente contemplativo, de mera adoración a la efigie o al Mito-Bolívar, genio excelso de la humanidad, sino que debe integrar un sentimiento de creación, de labor fecunda tendiente al engrandecimiento  nacional, que el culto rendido a Bolívar se confunda con nuestra fe en la grandeza de la Patria y que las preces que alcemos al Semidiós de América sean realizaciones que den testimonio perdurable de un fervor constructivo al Creador de la Nacionalidad.
Entiendo que la Sociedad Bolivariana de Venezuela se ha constituido  para ser guardiana de la pureza de esa gloria, que es paladín de la República y que a nosotros toca  estudiar la vida del Héroe e sus múltiples peripecias, en cuanto la rodeó e hizo grande:  En sus éxitos como en sus fracasos, e sus días de dolor como en la euforia de sus triunfos, e la incertidumbre de Casacoima y al canglor de las dianas de Carabobo;  en la depresión de Pativilca como en la exultación de Junín, porque todos fueron sucesos de su vida  y definen su personalidad.  Igualmente a quines tuvieron  la convicción de su genio como Sucre, y quines dudaron de él como Rivas, al pérfido Santander y al hidalgo Soublette; el rebelde Mariño,  y el leal Urdaneta, a Peñalver y Zea, a Flores y Salom, a Peña y Arismendi, a Valdés y Avendaño, a Páez y Monagas,  a Montilla y Anzoátegui, a Nariño y Camilo Torres, a Rondón y Jacinto Lara,  y  toda esa falange  portentosa de viriles guerreros que tas el Iris Tricolor de nuestra bandera guiados por la Cabeza de los Milagros  libertaron un mundo, y hoy se nos aparecen como sombras  astrales, en una irradiación mitológica de divina epopeya, que se alarga en el tiempo con la fama creciente, indestructible del Libertador.
Muchos fueron los hombres que en  decurso de las edades se alzaron como dominadores de pueblos, subsistiendo,  de algunos de ellos, una simple mención en la historia, y otros, apenas si en la leyenda… Pasó Alejandro, conquistador del mundo antiguo, con el deslumbrante esplendor de su grandeza; pasó Gengis-Kan,  siempre victorioso con sus legiones tácticas; pasó Atila, el AZOTE DE DIOS,  con sus hordas sanguinarias; pasó  Aníbal, el temido cartaginés, con sus huestes vencedoras de Roma, y pasó Cesar el magnífico y Napoleón el Grande con el estruendo y magnificencia de sus imperios, porque la ambición desenfrenada se destruye a si propia y la fuerza increadora no puede perdurar. En cambio, Cristo y Bolívar se perpetúan en la conciencia y en la actividad de los hombres porque el UNO edificó un monumento de fe para refugio del dolor humano, y el OTRO, con la emancipación de América, y la sabiduría de su verbo, asentó el sentimiento de libertad y soberanía como un credo fanático en el corazón de todo americano.
Soy oriental de esta ciudad de Cumaná, Primogénita del Continente colombino y quiero hacer propicia esta oportunidad para referirme a uno de aquellos próceres orientales, seguidores de Bolívar, quien en la épica de esta tierra de heroísmos  llenó con su bravura y su arrogancia los campos de la lucha,  y comparece en la Gesta-Magna  a manera de aquellos superhombres de la Ilíada de Homero, como difuminado en un ambiente  de fábula: es el General en Jefe José Francisco Bermúdez quien espera el biógrafo erudito que,  como a Mariño  y a Montes,  lo destaque en su talla humana, erguido ante la verdad histórica con sus defectos y sus virtudes marciales, despejada su efigie de esa maraña de malquerencias y desconocimiento que deforma su personalidad. Arrostrando todo peligro, enfurecido por la derrota, quedó solo en el desastre de La Puerta sin querer alejarse de aquel campo donde yacían alanceados por las hordas de Boves sus batallones de orientales.  
Pecó, es cierto este Cid venezolano contra el semidiós de América; pero debe reconocerse que en el alma de este púgil, como catarata de hirvientes pasiones, no cabía  la reflexión inmediata, sino para impulsarlo a  la acción y que para él la ofensa no podía desvanecerse con la súbita naturalidad de la estela de la luz que raya la noche estrellada sin dejar huellas,  sino que como ya lo expresó alguien, la ofensa en su corazón era como un dardo que se clavan en un roble y queda largo tiempo vibrando.
Pero el General en Jefe José Francisco Bermúdez fue leal a Bolívar  desde el episodio de Barcelona cuando ganó el título honroso de “Libertador del Libertador”  por haber acudido a salvarlo del cerco de los realistas;  y cuando Mariño se revela en su orgullosa altivez de Libertador de Oriente luego del sacrificio de Piar  y se le ordena a Bermúdez su arresto y conducción a Guayana para someterlo a juicio, interviene Sucre el ecuánime, Mariño depone su actitud y Bermúdez estrecha en sus brazos al pundonoroso expedicionario de Chacachacare que se traslada a Margarita el solar inexpugnable del apuesto paladín, acreedor por sus hechos  a preciadas recompensas y evita en esta forma por una rivalidad política del momento que cayera otra sombra indeleble y cruenta en las páginas  fulgurantes de la vida del genio.
Estos dos hombres, Mariño y Bermúdez, de noble estirpe ambos, recios, violentos y heroicos, acicateados por un ideal de Patria y Libertad, fueron factores prominentes en aquella empresa de titanes que se movía por voluntad y bajo la experta dirección de Bolívar: Mariño acude con su ejército al sacrificio estoico de la Victoria;  Bermúdez acomete a Caracas para distraer y retener a las tropas realistas que guarnecían la capital y podían marchar al campo de Carabobo , poniendo en peligro el éxito de la batalla que culminó en  la Independencia de Venezuela.
Cuando todos se defeccionan, cuando Páez y el Congreso de Valencia decretan el destierro del Padre de la Patria, y se rompen las relaciones con la Nueva Granada hasta tanto su gobierno no expulse de su territorio al tirano Bolívar, acá en el Oriente venezolano hay un Caudillo intrépido y leal con quien puede contar Bolívar quien lo sabe y así lo manifiesta y ese es Bermúdez, fiel a su promesa, íntegro en su admiración por el Grande hombre. Reconoció la superioridad del Jefe y la sostuvo acaparándose a la vez bajo el esplendor de tan altísima gloria.

Bermúdez nació en Cariaco y no en San José de Areocuar como se creyó y se continúa repitiendo por quines escriben con referencia a este noble adalid venezolano. En 1921 el Dr. Badaracco Bermúdez encontró en  el archivo colonial  del Registro Principal del Estado Sucre el Acta de nacimiento del Héroe  que a la letra dice:  “Presbítero Doctor Pedro Level Cura Rector de la Iglesia de esta ciudad de San Felipe de Austria (Cariaco) Certifico:  que en uno de los libros de mi cargo en que se lleva el asiento de las personas blancas que en ella se bautizan se encuentra una partida del tenor siguiente: “En treinta y un días del mes de enero de mil setecientos ochenta y dos: Yo el Br.  Don Silverio de Alcalá cura Rector de la Iglesia Parroquial de San Felipe de Austria, certifico que bautice solemnemente, puse óleo y crisma a José Francisco, Párvulo de ocho días de nacido, hijo legítimo de Francisco Antonio Bermúdez y Josefina Figueras, fueron sus padrinos Don Francisco Alcalá y Doña Rosalía Bermúdez, a quines advertí su obligación y parentesco; y para que conste lo firmé y de ello doy fe. Br. Silverio Alcalá.”  
Esta partida de nacimiento se publicó en copia fotostática, tal como apareció en el Registro Principal del Estado Sucre en el NUEVO DIARIO de Caracas, periódico de amplia circulación en todo el territorio nacional que dirigía el ilustrado y erudito sociólogo Don Laureano Vallenilla Lanz y debemos dar por seguro que cuantos recibieron para entonces el respectivo ejemplar, correspondiente a esa edición del martes 21 de junio del año 1921, leyeron el singular documento.
Entre esos lectores estarán muchos de los que persisten en darle al General José Francisco Bermúdez el gentilicio aerocualense en vez del cariaqueño que le es propio. Entiendo que es el Acta de nacimiento de una persona la que, en primer termino,  determina el lugar que la vio nacer,  pero parece que para el párvulo José Francisco Bermúdez ha fallado  ese testimonio y que hay necesidad de haberlo visto  en pañales trasladado de un cantón a otro, en brazos de doña Josefa Figueras de Bermúdez de Castro, nada menos, a los ocho días de su alumbramiento para ir desde San José de Areocuar a bautizarlo en el distante Cariaco, atravesando caminos selváticos peligrosos, sin una  razón ineludible que la obligara a tan ardua odisea
Es sin duda muy loable, por el patriotismo que entraña en su amor a la patria chica, ese sentimiento de aquellos que para glorificar a Bermúdez quieren hacerlo hijo del rico Distrito Bermúdez que lleva su nombre en el Estado Sucre; pero es Cariaco su cuna y también esa ciudad venezolana se siente orgullosa de haber dado a la Patria a este esforzado paladín de nuestra Independencia. Es hora pues de la rectificación.
También hay otro error en cuanto a la forma y motivos de su trágica muerte. Corre la especie, burda por demás, de que Bermúdez, hombre bárbaro, abofeteó a Berrizbeitia, un niño para él y que éste parapetado tras de un destilador, ultimó de un balazo a tan terrible adversario. Nada más incierto ni más odioso para ambos actores de este drama que fue un crimen político como el de la muerte de Sucre, como el atentado septembrino, en Bogotá, contra el Libertador.
El General Bermúdez no tuvo jamás ningún encuentro ofensivo contra Berrizbeitia, y su muerte por manos de este joven, fue algo fortuita, absolutamente inesperada.  Tuve la suerte de leer el expediente instruido en el juicio que se siguió por los Tribunales de justicia contra los autores y cómplices de ese crimen, el que me fue facilitado por el noble amigo Don Emilio Berrizbeitia Guillén, gentilísimo caballero, pasado ya a mejor vida, a objeto de que yo me impusiera de cómo y por qué se produjo esa muerte y que, como publicista, refiriese la verdad del caso, lo que cumplo ahora.
En el expediente se esclarecen los móviles del crimen y su ejecución. En las luchas políticas que se siguieron a la cruenta guerra emancipadora, virulentas por demás, la rivalidad de los prohombres que habían creado la Patria libre, podía conducir, por manera súbita, a la más áspera violencia, por la vehemencia de las pasiones caldeadas por la ambición, la ansiedad por el logro de los altos cargos públicos, la envidia, instigadora principal, la venganza, y entre ese amasijo de odios y rencores estalló la tragedia del cariaqueño ilustre.
Bermúdez se decía cumanés y en esa ciudad se le nombraba José Francisco Pueblo por la popularidad que lo rodeaba. En esta tierra benemérita, solar de sus mayores y domicilio de su familia, se formó su eminente personalidad. Por su genio avasallante, la fama de su nombre, su valor temerario, su actitud dominadora, naturalmente la influencia de su mando se extendía a toda la jurisdicción del Estado y hería, sin él quererlo, la susceptibilidad de sus conmilitones, gobernadores a su vez de otros distritos. Su forma de gobierno personalista, en Cumaná, disgustaba al Circulo social conservador, antiguos realistas, que antes de la guerra sustentaban el poder y con Sotillo, actor de nota en la ciudad, a la cabeza de la conspiración, se había constituido una camarilla hostil al hombre-pueblo.
El componente de esa camarilla mantenía solapada y activa oposición a Bermúdez y trabajaban para derrocarlo en connivencia con el general José María Carrera, quien fungía de Jefe, hombre de méritos, soldado valeroso de la Independencia que sirvió primero a las órdenes de Mariño y cuando el conato de rebelión de este caudillo, se enroló e las filas de Bermúdez.
En la intriga de Sotillo y sus secuaces, Carrera representaba la ambición con su secuela de odios, la urdimbre de la trama asesina, si eso fuese necesario para el cambio político que auspiciaban. Residía y gobernaba en Cariaco de donde era oriundo y cuando viajaba a Cumaná se hospedaba casa de Don Jaime Mayz, su pariente.  A poco de haber estallado la guerra de Independencia, la familia Berrizbeitia, como tantas otras de país, se trasladó a Puerto Rico, y finalizado el conflicto bélico, regresó al solar nativo, contándose entre ellos el joven Rafael Berrizbeitia.
Ya en Cumaná, entre sus compañeros habituales se sentía deprimido, porque ellos le censuraban la conducta de los suyos que abandonaron la tierra cuando esta exigía el sacrificio de todos para lograra la libertad. Por tal motivo solicitó de Bermúdez, su pariente, un cargo en el ejército, obteniendo el de Inspector, a la orden del comando militar.
Por un estallido revolucionario en Barcelona, el Jefe de aquella plaza pidió refuerzos a Cumaná y Bermúdez destacó inmediatamente al General García (Valentín Valiente) con su cuerpo de tropas ligeras para socorrer al Gobierno de Anzoátegui. Se aprestaba García a zarpar de la rada de Puerto Sucre, cuando se presentó Berrizbeitia pidiendo detener la salida en tanto él practicaba una inspección.  García le opuso las razones de urgencia pertinentes al cumplimiento de su misión y se produjo entre ellos un violento altercado en el que García golpeó en el rostro a Berrizbeitia, se embarcó y dio rumbo a su destino. El joven ofendido acudió al Jefe Superior Bermúdez pidiendo reparación y castigo de la ofensa, lo que probablemente le fue prometido.
Pero regresó Valentín Valiente cumplida a cabalidad su comisión volvió a sus cuarteles y todo adquirió la normalidad, sin que se produjera el acto admonitorio contra el General.  Se supone que Berrizbeitia insistió en su queja, sin resultado satisfactorio, por ello, pidió su baja y se pasó a las filas enemigas, entrando al servicio de Carrera.
Bermúdez había advertido a Don Jaime Mayz de los manejos dolosos de Carera en contra suya, exigiéndole que no lo hospedara en su casa, para evitar encuentros peligrosos toda vez que él, Bermúdez, como su vecino y amigo, concurría allá cada noche de tertulias. Don Jaime prometió complacerlo y Bermúdez confió en su palabra.
La casa de Don Jaime, de construcción colonial, era semejante a otras que todavía se conservan en Cumaná, las que inmediatamente después del amplio Zaguán y dando frente a la puerta de la calle, tienen un aposento, oscuro siempre para el que entra deslumbrado del sol, pero no para el que se encuentra en su interior que puede ver con diáfana claridad cuanto sucede fuera, al alcance de su vista.  En ese aposento, de esa casa de Don Jaime, se hospedaba Carera.
El día de la tragedia, por la tarde, regresaba el General Bermúdez de la visita a un buque inglés surto en el puerto, al que acudiera por invitación de la oficialidad de esa nave para un agasajo a su persona.  En el tránsito a la ciudad, uno de esos áulicos que jamás faltan, le comunicó que Carera estaba en la ciudad, que había estado reunido con Sotillo y sus cómplices y que el acuerdo entre ellos había sido la premura de suprimirlo, que Carrera estaba en la casa de Don Jaime.
Bermúdez violentado por el chisme apresuró el paso, dirigiéndose directamente a la casa de Don Jaime que como de costumbre esa tarde estaba sentado a su puerta y al ver a Bermúdez se paró para impedir el paso al Héroe, pero este lo increpó: “Don Jaime, aquí está Carrera y me prometió usted no hospedarlo más e su casa”. No está, General…” – “Si está”, y penetró airado.
Carrera no está solo, con él se encuentra Berrizbeitia que le acompaña en sus preparativos nefandos. Oyen Ambos la voz alterada de Bermúdez y se preparan…Carera está sentado frente a su escritorio y a su izquierda, parado, está Berrizbeitia con sus manos sobre el mueble.  Carera rueda la pistola y la pone junto a la mano del joven, éste la agarra a tiempo que Bermúdez se detiene, buscando a Carera, en el dintel de la puerta del cuarto.  Berrizbeitia dispara y el hombre, todo un pueblo, al que respetaron las lanzas de Boves, el que burlo la escuadra de Morillo huyendo de Margarita, el que acometió a Caracas, distrayendo las fuerzas realistas, para hacer factible el triunfo de Carabobo que dio la independencia a Venezuela, cae de espaldas, muerto instantáneamente. No llevaba armas de ninguna clase. Esto no es fantasía, consta en el expediente.
Berrizbeitia huyo, los compañeros de Bermúdez que presenciaron el crimen se dispersan por la ciudad anunciando el asesinato. El pueblo enardecido se precipita al lugar del suceso, culpan a Carera, genio del mal que como instigador es indudablemente el autor s de ese crimen, lo arrestan y lo arrastran, van a matarlo, nadie oye sus gritos de protesta. Acuden los hombres prominentes de la urbe y con ayuda de la tropa logran detener a la multitud que pide venganza.
Bermúdez no podía tener ninguna saña contra Berrizbeitia, un niño para él, al que no dio la satisfacción que pedía probablemente por no considerar de trascendencia el reclamo y que el tiempo se encargaría de desvanecer su resentimiento por la ofensa de García, superior suyo en graduación, Jefe respetado y acatado por todos.  Y bien podemos meditar en la situación difícil que confrontaba Bermúdez e aquellos días conflictivos en los que hasta su vida peligraba, y le eran imprescindibles esos oficiales de la talla de García, para llenar comisiones como esa de Barcelona, con la rapidez y la responsabilidad y el éxito necesario, como llave de seguridad. ¿Cómo desagradarlo? ¿Cómo imponerle castigo alguno por el altercado con Berrizbeitia? ¿Acaso iba a ser ese el premio a su obediencia y al buen resultado de su comisión?
Se valieron los enemigos de Bermúdez de la inexperiencia y la altivez de un joven, al que envenenaron de odio injusto al Guerrero glorioso, que en forma alguna lo había ofendido, armaron su brazo para el crimen y tronchó en un instante de ofuscación y de temor la vida del Cid venezolano, del pujante defensor de Cartagena, del soldado heroico, leal amigo de Bolívar, José Francisco Pueblo…
Dejo así cumplido el honroso encargo de la honorable Sociedad Bolivariana del Estado Sucre.

Cumaná, 24 de julio de 1955.



c)  Discurso leído en la sede del Rotary Club de Cumaná, el 6 de agosto de 1958.


Señores:

En la noche del 3 de junio próximo pasado de este año de 1958, presenté yo en este club Rotario por atenta invitación que se me hizo para asistir a aquella tenida, luego que El Doctor Arquímedes Fuentes pronunció su bella oración en merecida loa del extinto poeta Juan Ramón Jiménez, el Dr. J. M. Gómez, Presidente del Centro,  me insinuó su deseo de que diera yo una charla, o tal como define el diccionario la palabra “Charla”: “platicara por mero pasatiempo” ante ustedes sobre alguno de los tópicos gratos a esta honorable agrupación. Le prometí hacerlo y vengo a cumplir mi promesa.
Como un homenaje más a los tantos y tan notables que se le están dedicando en esos momentos al ilustre cumanés Andrés Eloy Blanco, elegí por tema: LA POESIA Y LOS POETAS, de propósito, además, para no desviarme de la línea trazada por el ilustrado amigo Dr. Fuetes a quien se le tributaron bien ganados   aplausos en aquella oportunidad. A la sola mención de Poesía y Poetas parece evocarse un mundo aparte, un estado de ánimo singular, como envuelto en ilusiones de la fantasía y nos figuramos al portalira esclavo de sus sueños de belleza, de juventud, de amor, enamorado de la luz, de los colores, de las canciones, de cuanto es delicado, impresiona sus sentidos y excita en él la voluntad de crear que constituye su alegría de vivir. Y feliz fuera yo, si con el poder taumaturgo de aquellos magos de que nos da fe Seresada la ingeniosa protagonista de las MIL Y UNA NOCHES, pudiera trasportar a ustedes, por este instante, a ese país de encanto donde moran los poetas.
Del fondo de los siglos comparecen a esta cita las eminencias de la poesía; cumbres aisladas, rutilantes e el tiempo, como soles inapagables: Homero, el padre, el solitario, forjador de un mundo ético poblado de Héroes y Semidioses, en lucha de titanes por el rapto de una bella mujer.  Esquilo, el trágico, que supo encadenar a Prometeo; Hesiodo, el  deísta de los divinos ensueños; Píndaro, el metafórico, abundoso de atrevidas imágenes; Virgilio el latino, cantor de la naturaleza en sus famosas églogas; Lucrecia el materialista; Dante Alighieri forjador del Infierno, con todo el horror de sus castigos y así mismo del Paraíso donde Beatriz en su personalidad astral lo guía; Milton el visionario imponderable del Paraíso Perdido; Fray Luis de León, el inefable, el de la callada senda; Camoens, el descriptivo, el historiador de las Luisiadas; Lope de Vega, el monstruo, el fénix de los poetas, y miles que cansaría enumerar.
En poesía la voz humana alcanza su más armoniosa resonancia, y es el verso su expresión más acabada. David, Rey de Israel, el gran lírico del libro sagrado, se dirige en salmos a su Dios y Señor y dice: “El espíritu de Jehová habla por mi y su palabra estuvo en mi lengua”. El Corán de Mahoma, base de la religión del islam, e su original fue escrito en versos, y el Profeta imitando a David decía: “Yo no soy poeta, el Corán no es obra mía, son palabras de Alá que resuenan por mi boca”; el Rey Salomón, hijo de David, también se creyó inspirado por Dios y su Cantar de Cantares, patético idilio, es uno de los poemas más vivaces de más inefable fragancia que haya producido el ingenio humano. Podríamos, pues, pensar que la poesía es el lenguaje de los dioses. Ningún metal es tan indestructible como la poesía para resistir el embate de los siglos, ninguna piedra tan dura para soportar el corroer de los milenios. La esfinge de los faraones ese enigma de piedra al lento transcurrir de las edades ha desfigurado su faz y por contraste, la Ilíada y la Odisea de Homero, insuperables poemas épicos, tal vez sus contemporáneos, son hoy tan admirables, tan hermosos, tan frescos y sugerentes como cuando el Ciego Inmortal los iba cantando por las siete ciudades de la Hélade, igual que Troya, también desaparecidas. El célebre Talleyrand decía que quien no vivió en Francia e el Siglo de Oro de Luis XV no podía tener una noción completa de la cultura social. En los salones de París se hablaba en verso. En ese mundo aristocrático que él frecuentó y describe con tanto colorido, el epigrama era el arma de la intriga, como agudo dardo volaba de un labio empurpurado a otro, hiriente siempre, aunque velado en argentina risa.
La voz humana es tan natural que ni cuenta nos damos de ser poseedores de ese fino y milagroso instrumento, y la palabra, propiedad exclusiva del hombre, que debió sufrir un proceso de evos para alcanzar la perfección que hoy tiene, la empleamos en sus múltiples giros para traducir nuestras ideas, sin medir, las más de las veces el efecto que pueda producir.  Hay muchas conocidas anécdotas de Quevedo o a él atribuidas, en las que se pone de resalto el equívoco de muchos vocablos.  Don Francisco de Quevedo y Villegas, renombrado satírico español, uno de los grandes clásicos de la lengua, poeta insigne, en su vasta obra literaria dio vigencia a infinidad de léxicos de los que duermen archivados en el diccionario. Se advierte al leerlo, no el rebuscamiento de la voz precisa, sino el angustioso deseo de poder encerrar su pensamiento en una sola dicción.  Uno de sus críticos admira esta originalidad característica de Quevedo y dice que da la impresión de ir creando el lenguaje a medida que escribe.
Podríamos presumir, pues, que el poeta es un ser de privilegio: soñar, verter en estrofas su pensamiento, en voces escogidas y con acento rítmico, es su eminente misión, que no es dable a todos los que hablamos, ni habilidad usual en cuantos vivimos y pensamos.     Darle sonoridad al idioma, cadencia y consonancia a las expresiones para hacerlas gratas al oído y que el tema irradie armonía y se fije mejor en la memoria, es obra de poetas. Como el diamante ellos llevan en sí sus propios kilates y la virtud de sus fulgores en sus cantos. Exaltan la tradición, iluminan la leyenda, difunden la historia, aureolan la geografía cuando la musa se inspira en el azul mentiroso de la montaña distante, en la blanca ola rumorosa sobre el añil del mar, en la onda peregrina del río, que se desliza musical y cansado en su inacabable viaje al océano. La naturaleza va pasando en esa forma idealizada por el crisol de su imaginación ardiente, incansable y así los sucesos, los hombres, los símbolos, los héroes…

“Cuando creyeron quizá,
que se cansaba su brazo
hizo en la América un trazo
y volando, casi loco,
con aguas del Orinoco
fue a regar el Chimborazo…”

Es el lenguaje emblemático del poeta, la cristalización de la imagen, y ¿Quién de nosotros no descubre a Bolívar en esa síntesis histórica de Potentini el que fue notable músico y poeta barcelonés? ¿Quién no se va con su imaginación tras ese meteoro genial que fue Bolívar y lo contempla a caballo, “volando casi loco” por las cumbres de América llevando en sus manos la enseña victoriosa de la libertad, el MANTO DE IRIS como el mismo nombró nuestra bandera?

El Mariscal subía la dorada escalera,
Radiante la mirada, seguro el caminar,
En su brazo una dama se engarzaba ligera
Sus cabellos el oro, sus pupilas el mar…

De súbito en un giro, la rubia cabellera
Rompió sus ligaduras con dulce resbalar
Y el oro de la trenza y el de la charretera
Juntaron sus fulgores en un fulgor solar.

Los bucles se agitaron con emoción extraña
Más dulce que la arenga febril de la campaña
Sintió toda la gloria la faz del Mariscal…
Ella insinuó un murmullo de tímidos asombros
Y el Héroe dijo raudo: Jamás sobre mis hombros
Cayó, Señora, el peso de un homenaje igual…

¿Habrá que nombrara a Sucre para conocer quien es el personaje retratado en ese poema? El héroe de Pichincha toda galantería para la mujer, caballero y galante siempre dentro de su atuendo militar, pese a su carácter férreo, capaz de los mayores heroísmos, de la más exaltada bravura y de tan hidalgas, generosa virtud jamás desmintió el temple y pureza de su alma. Así lo describe Andrés Eloy en ese clásico soneto, rutilante y perfecto como una diadema.

Son obras sublimes del genio, las que podríamos titular parabólicamente de dibujos rítmicos, porque son como pinturas de motivos y cada una encierra una perspectiva, un momento de emoción o de vida del autor.  Y muy bien pudo ser ese el sentimiento que movió a Andrés Mata, el romántico y sensitivo bardo carupanero cuando al evocar la figura del pintor Arturo Michelena, el que plasmó PENTESILEA y tantos cuadros famosos, para elogiarlo,  exclamó e un momento de incontenible sinceridad en esa queja de profunda alabanza: “Cambiaría los acordes de mi lira, por un solo color de su paleta” y precisa decir que Andrés Mata  es uno de nuestros mas exquisitos y celebrados poetas, acogidas sus endechas con entusiasmo en el folklore popular para entonarlas en la copla callejera al pie de la celosía de la novia en el expectante conticinio, a más de periodista, fundador del UNIVERSAL  de Caracas, escritor galano, literato de peso en las letras de la República. Bien conocidas son sus ARIAS SENTIMENTALES, IDILIO TRAGICO, PENTELICAS y su pluma sabe describir con gráficas y seguras pinceladas:

         Orillaba la abrupta serranía
         El tren con rudo trepidar, sonoro,
         Y sobre el verde campesino, el oro
         De la tarde otoñal, languidecía…

Es como una sutil acuarela tomada de improviso del viaje en ferrocarril, sobre el antiguo camino de hierro de la Güayra a Caracas, a lomos del empinado Ávila.
Venezuela ha producido poetas de superior inspiración como Don Andrés Bello en su “Silva a la Zona Tórrida”,  su “Oración por todos”,  Pérez Bonalde, el vate peregrino, en su famosa elegía: “LA VUELTA A LA PATRIA; Abigail Lozano, quien sin alcanzar la cumbre gloriosa de esos grandes maestros, nos ha dejado su invocación a “Dios” de altilocuente entonación, acogida en muchos textos de lectura escolar y en toda antología venezolana como una composición ejemplar, pese que Menéndez y Pelayo, ese fenomenal polígrafo español, lo tilda de hueco y rimbombante:

¡SEÑOR! En el murmullo lejano de los mares
Vibrar oí tu acento con noble majestad;
Oílo susurrando del monte en los pinares

Oílo en el desierto cual ronca tempestad.
Tu voz cruza en la brisa y en el perfume leve
Que brota en los columpios de la silvestre flor;

Tu sombra entre las aguas magnífica se mueve,
¡Tu sombra que es tan solo la inmensidad, SEÑOR!

Y Lazo Martí el magnífico citarela de el Guárico, en su SILVA CRIOLLA esa originalísima creación poética, ha recogido EL LLANO, comprimiéndolo en estrofas de singular lirismo, que trasuntan devoción, éxtasis ante el panorama imponente de la extensión ilímite, verdeante al frescor matinal, o trasformada en mortificante espejismo bajo la llama calcinante del sol estival, y lo ha guardado e ese cofre mágico de sus églogas para embelezarnos:

“Como en aquellos días
Del venturoso tiempo ya lejano
En pos de mis pasadas alegrías
Vuelvo a tener mi vista sobre el llano.
Caído en la remota lontananza
Sin su manto de gloria
El moribundo sol parece un cirio
Que alumbrase una cámara mortuoria.
El viento, sin rumor, apenas risa
La silente laguna, en cuyo espejo
Invisible dolor vertió ceniza,
Y con vuelo despacio,
De la tarde a los pálidos reflejos
Las garzas que se van, que se van lejos
Pueblan de cruces blancas el espacio…”

Son muchísimos los poetas venezolanos de elocuente númen, quienes han enriquecido nuestro parnaso con sus magistrales producciones, y así como nuestros libertadores ganaron con sus armas, fuera de nuestras fronteras, la gloria única que cabe a Venezuela en la libertad de América, así ellos con sus poesías y su arte ha subido a espectable altura el nombre de la Patria, nuestra cultura, nuestras letras, la contribución fecunda de los venezolanos en la obra civilizadora del Continente.

Pero se erigen monumentos a los Héroes Guerreros para destacarlos a la admiración de la posteridad y se olvidan de esos artífices del civismo, creadores de la moral, de la fe del carácter y de la ilusión de nuestro pueblo, preclaras sombras luminosas que se alejan a la inmortalidad, por la ruta del Olimpo. Cierto que el guerrero  es también artista, si crea la victoria… Bolívar cuando traza en las estribaciones de los Andes peruanos en aquella tarde afortunada para el Ejército Independiente, a los escasos resplandores de un sol declinante, el cuadro imperecedero de la Batalla de Junín, aureola de su máxima gloria;  Sucre al fijar en el lienzo de la historia con pinceladas de fuego, la estrategia decisiva de Ayacucho, culminación de su fama y apoteosis de la guerra emancipadora; Páez, al grabar en las riberas del Apure con tonos de valor increíble el prodigio de LAS QUESERAS DEL MEDIO, hecho de armas que subió su nombre a la celebridad y lo purifica ante la historia; José Félix Ribas que enrojece las calles de la Victoria con sangre de niños-héroes,  en aquel portentoso duelo  del valor temerario contra el torrente invasor y salvaje de las hordas de Boves y las contiene; Piar cuando anuncia en el campo victorioso de San Félix la hora inicial de la fortuna para las armas de la libertad, y desgraciadamente alza la cruz de su calvario…
Nuestra tierra, Cumaná, a sido pródiga en hijos dotados del estro poético y cuando se les nombra, se acostumbra citar únicamente a los de más elevado númen como Andrés Eloy Blanco, Jacinto Gutiérrez Coll,  Miguel Sánchez Pesquera, Marco Antonio Saluzzo,  el parnasiano Juan E. Arcia, el delicado Cruz Maria Salmerón Acosta, el ultra romántico Juan Miguel Alarcón, el atormentado José María Milá de la Roca Díaz  y pasan inadvertidos tantos otros que también ha contribuido a ganar para este meritorio solar nuestro el prestigio que trasmite la dedicación a las bellas letras,  el cultivo de la poesía, nombres que se pronunciaron con elogio en su época como los de Juan Manuel González Varela, Pedro Antonio Lara,  Rafael Bruzual López, Juan N. Freites,  Humberto Guevara, José Fernando Núñez y tantos otros ya difuntos y con ellos Ramón Suárez seguramente desconocido por la mayoría de ustedes, hijo de modesta cuna, bohemio, descuidado pero de indudable inspiración. En los periódicos locales de su tiempo aparece publicada su labor literaria, y voy a leerles su soneto a Sucre para hacerles llegar, en tan breve canto algo de su estilo:  

Fue una página blanca en la roja contienda
Y su nombre, viajando en la humana memoria,
Es un ramo de lirios. Un sabor de leyenda
Destilan los cien robles inmensos de su gloria.

Su diestra que sabía del óleo de la venda
Salvaba muchedumbres. Señor de la victoria
Pretendió que los pueblos adoraran su ofrenda
Y trazó con su espada una cruz en la historia.

Un mensaje bordado para la bella esposa
Es la gran humareda de la grande tormenta.
Era un paje galante del clavel y la rosa.

Mucho más con su muerte su gloria se agiganta
Porque a pesar de todo, “Berruecos” complementa
El pedestal de mundos que Ayacucho levanta.

Sin una esmerada educación, es él por eso precisamente el más señalado y por tal lo he preferido, para confirmar ese cognomento que tiene Cumaná de ser tierra de poetas, como que ella diera de sí el portalira.

He querido definir ante ustedes mi concepto sobre la poesía y los poetas con este sincero tributo a Andrés Eloy; pero el juicio de ustedes será el que valga. Si la charla, conforme al diccionario es una simple plática por mero pasatiempo, yo creo que mis palabras han hecho perder a ustedes mucho tiempo y voy a terminar pidiéndoles excusas.  Señores: He dicho. 

“Rotary Club” de Cumaná el 6 de agosto de 195
81.-  CAMPAÑAS PERIODISTICAS.

Mi padre ejerció una benéfica influencia en la vida política y social de Cumaná en las tres primeras décadas del siglo XX,  unido a su primo hermano Domingo Badaracco Bermúdez, fue guía y maestro del movimiento cultural, fundó y mantuvo periódicos,  promovió los Juegos Florales,  redactó y mantuvo revistas ejemplares como Pléyades y Broches de Flores; pero donde más se destacó fue en sus campañas para defender valores intangibles, entonces crear instituciones de toda índole y ayuda en la promoción de construir las infraestructuras imprescindibles en la Cumana de su tiempo, como veremos:

Empecemos por investigar por qué se fundó el bisemanario “El Disco” que se imprimió en la imprenta de Federico Madriz Otero y regentaba en 1922, don Ramón David León. Es parte de una tradición, y secuencia obligatoria En esta imprenta se editaba para 1908 “La Constitución” que redactaban, además de su propietario, mi tío Domingo Badaracco Bermúdez y mi papá, como puede advertirse fácilmente en la colección que conservo y en cuya colección, para 1909, papá editaba con Domingo, “El Heraldo Oriental”.

Mi padre, en el Prospecto del bisemanario “El Disco”, dice:

Al esplender en el infinito de los tiempos la primera aurora del año 1923, ante su amplio horizonte todo porvenir y esperanza aparece “El Disco”, que al formular sus votos muy fervientes por la paz de la República y por los bienes mas preciados de esta distinguida sociedad, tiende galantemente su mano y envía un saludo de fraternal compañerismo a todos sus colegas batalladores por la humanidad y por la Patria. Preparado como viene para justa, gallarda y digna, con plena conciencia del bien social que persigue, por los elevados ideales que inspiran sumisión, al izar su bandera doctrinaria, reclama puesto de honor en las filas del periodismo nacional.
Timbre de orgullo y causa de su estímulo sea para “El Disco” nacer a la vida pública bajo el sol fecundo de la perínclita ciudad de Cumaná, cuya altivez de leyendario patriotismo, consagrada por la espada de sus héroes, por el verbo de sus tribunos por la respetabilidad de sus sabios y escritores, bien merece servir de inspiración y norte a este vocero de cultura en el campo próvido del trabajo civilizador.
Aspira “El Disco” a ser campanada en la hora del letargo que duerme con indolencia imperdonable la ciudad heroica; y despertarla a la vida de los esfuerzos culturales con ese espíritu de nuevas energías con que la América Hispana se muestra hoy, rebosante de juventud, para las grandes conquistas que su humanidad prepara en la faena del progreso.
Emprenderemos la cruzada y en nuestro heráldico pendón, cual símbolo de sus colores, escribiremos estos preceptos:
Como profesión de fe política nuestro respetuoso acatamiento a los poderes y autoridades legítimamente constituidas, que nos guiarán a sostener y abogar por la paz y las instituciones nacionales, en obsequio al trabajo, a la tranquilidad social y a las necesidades materiales y espirituales de la colectividad.
Emplearemos el lenguaje franco, sencillo y categórico que lleve persuasiva nuestra voz a todo lector como expresión sincera que avive el concepto en lo alto y noble de su significación, y sin los ditirambos demagógicos que el prejuicio castiga y la virtud condena.
Queremos obra efectiva y práctica: divulgación científica, historia, arte, comercio, industria, agricultura, y todo cuanto propenda al desarrollo económico e intelectual de esta amada tierra, apartándonos de todo lirismo vicioso, de inútiles polémicas, de enconos personales y de ciegas vanidades. Buscaremos hasta lo posible las alturas adonde la virtud y el bien nos llamen, y atenderemos a las pequeñeces solo cuando el error merezca ser fustigado y la moral reclame los predicados de su doctrina.
Mucho esfuerzo y buena voluntad aportaremos. Nada de fantasía nada de mentiras. Laboraremos con la serenidad y cultura necesarias para atraernos la consideración de todos.
La fundación de este periódico indica desde luego un triunfo, pues, para ello se han unificado la generosidad con que han cooperado comerciantes e industriales de esta ciudad, la prometida colaboración de fuertes mentalidades de nuestro centro científico-literario y la simpatía con que desde el primer momento acogió la sociedad cumanesa el anuncio de la aparición de “El Disco”.

83.- PARA MUESTRA BASTA UN BOTON.
CAMPAÑA PRO CENTENARIO DE LA BATALLA DE AYACUCHO.

En el mismo primer ejemplar de “El Disco”, publica el Acta de Instalación de la Sociedad Patriótica Ayacucho:
En la ciudad de Cumaná, capital del Estado Sucre, previa la invitación hecha por el Dr. Delfín Ponce Córdova a los distinguidos gremios de esta población, con el propósito de cambiar ideas, para la formación de una sociedad patriótica que se encargaría de la celebración del primer centenario de la gloriosa batalla de Ayacucho, reuniéronse en los salones del “Club Alianza” gran número de invitados.
El Dr. Ponce Córdova, en patrióticas y elocuentes rases expuso el motivo de la convocatoria y excitó a los concurrentes a constituirse en asamblea, para celebrar solemne y dignamente el centenario de la gloriosa lid, tan brillantemente dirigida por el egregio paladín, Gran Mariscal Antonio José de Sucre, quien, con táctica admirable, y a raíz del triunfo celebra la capitulación más noble y más gallarda que presenta la historia militar de las naciones.
Fue concedido el derecho de palabra, y el señor Don Emilio Berrizbeitia propuso, UE se nombrara un gran Comité Directivo que se encargase de los trabajos  objeto de la sociedad, resultado electos por unanimidad los señores siguientes:  Presidente Dr. Delfín Ponce Córdova; Primer Vicepresidente, Dr. E. L. Silva Díaz; Segundo Vicepresidente, Don Emilio Berrizbeitia; Secretario General, Dr. Domingo Badaracco Bermúdez; Sub Secretarios de Correspondencia: Dr. J. V. Rodríguez Valdivieso, Humberto Guevara, Alberto Sanabria, Paco Damas Blanco, y Octavio Rafael Neri; Secretario de Actas, Dr. F. Madriz Otero; Sub Secretario de Actas,  General F. Reyes Gordon; Tesorero, Don Manuel Fuentes; Sub Tesorero,   Enrique S. Berrizbeitia; Vocales: Dr. José Silverio González Varela;  Gral. Rafael Velásquez, Gral. Simón Núñez Ortiz, Dr. B. Milá de La Roca H., Dr. José Rafael Rojas, Dr. Miguel Aristeguieta Sucre, Andrés A. Bruzual, Dr. J. M. Urosa Ortiz, Dr. Luis Ramos Sucre, y Archivero, don Pedro Elías Marcano.
Se procedió a darle nombre a la asociación quedando aprobado el de “SOCIEDAD PATRIOTICA AYACUCHO”.
El Dr. Rodríguez Valdivieso propuso que se nombraran presidentes honorarios de la Sociedad, a los Jefes de Estado de las naciones   bolivarianas; y para miembros honorarios a los Presidentes de los Estados de la Unión Venezolana, y a las personas que por sus méritos y por sus sentimientos patrióticos merezcan tal distinción. Fue aprobada y aplaudida calurosamente
El Presidente del comité dio las gracias a los concurrentes y los invitó a prestarle en lo sucesivo su más eficaz colaboración para el mayor éxito de la sociedad, declarando terminado el acto.


En el mismo ejemplar se publicó un telegrama del Gral Juan Vicente Gómez, que textualmente dice:

De Miraflores a Cumaná: el 11 de diciembre de 1923

Doctor Ponce Córdova.

Experimento especial complacencia al dar a Ud. recibo del atento y apreciable telegrama del 9, en el cual me participa la constitución en esa ciudad de un Gran Comité con el plausible objeto de preparar la solemne celebración del Centenario de la Batalla de Ayacucho. Al manifestar a Ud.  que acojo con patriótico entusiasmo el acto de la ciudadanía cumanesa, expreso al honorable Comité que Ud., preside, las más cumplidas gracias por el honor que me ha discernido al nombrarme presidente honorario de la Sociedad Patriótica Ayacucho.

                                               Atento amigo, J. V. Gómez.
Inmediatamente Papá comenzó a calentar el ambiente para el gran Aniversario, y publicó lo referente a la develación del gran monumento a Sucre en   Maracay, vemos:

El 27 de enero, publica “HOMENAJE AL PALADIN AGUILA BLANCA”

  Como anunciamos en edición anterior de este bisemanario, el Ejecutivo del Estado Aragua, decretó días de fiesta, para aquella Entidad Federal, los días 20, y 22 del corriente, con motivo de la inauguración de la estatua del Gran Mariscal de Ayacucho, decretada por el General Juan Vicente Gómez, para ser colocada frente al espacioso y magnífico cuartel construido en la ciudad de Maracay. Las fiestas citadas han constituido un extraordinario homenaje al preclaro paladín, “Águila Blanca” en aquel vuelo de cóndores, que, desde nuestras playas, fueron en vuelo esplendoroso de hazañas, a rendir sus vidas en pro de la emancipación de nuestros hermanos continentales del Sur, hasta la eminencia gloriosa de Ayacucho.
Expone el Benemérito General Juan Vicente Gómez, con este acto de admiración al eximio cumanés, unas de sus mas nobles y relevantes virtudes, cual es el tributar honores a los Héroes, forjadores de la nacionalidad y con ella del culto fervoroso de la Patria.
Entusiasmo insólito animó, según noticias de nuestro corresponsal, los actos todos de los festejos de Maracay, entre los que esplendió, como el más alto, la inauguración de la estatua y el desfile de las unidades de tropa por ante la efigie broncínea del inmaculado adalid, dispuesto por el ciudadano Inspector General del Ejercito, Gral. José Vicente Gómez, en honor del ciudadano Presidente de la República Gral. Juan Vicente Gómez, que asistió a la inauguración.
El Discurso pronunciado por Don Laureano Vallenilla Lanz, fue una hermosa pieza oratoria como debida a tan ilustrado orador.
El Disco, acoge con agrado estas noticias y felicita al Ejecutivo del estado Aragua por el brillante éxito de los festivales.  

En el mismo Número publica, con el título de “HONORES A SUCRE” la correspondencia cruzada entre el Presidente del Edo. Sucre, y el Gral. J. V. Gómez.

Cumaná, 21 de enero de 1923. Para el Gral. J. V. Gómez. Etc. etc. etc.
Maracay. Pueblo y Gobierno de Sucre consignan por mi órgano sus congratulaciones para Ud. en este día en que los sentimientos de su admiración y gratitud por la obra gloriosa de nuestros Libertadores, se manifiesta una vez más en el homenaje rendido al Héroe de Ayacucho, con motivo de la erección de su estatua frente al moderno cuartel de esa ciudad.
Ningún otro sitio más apropiado para exhibir, ante nuestros soldados en la efigie del épico Mariscal, la imagen misma de las virtudes que enaltecieron aquel bizarro caballero de la espada y del honor.
Tal homenaje fortalece aun más, si cabe, los nexos de inquebrantable adhesión y reconocimiento que le profesan estos pueblos en cuyos corazones ha resonado con eco simpático y entusiasta, el justo y noble tributo de sus sentimientos patrióticos hacia el esclarecido hijo de Cumaná.
Sírvase acepar así mismo, mis cordiales parabienes y el tributo de mi ferviente admiración.
Lo saluda su leal subalterno y amigo. Juan Alberto Ramírez.


En el mismo número publica “El Disco”, las cartas cruzadas entre el Gral. Juan Alberto Ramírez, Presidente del Edo. Sucre, y Gral. J. A. Martínez, Presidente del Edo. Aragua.

Maracay 23 de enero de 1923.

Señor Presidente del Estado.  Me es placentero llevar a conocimiento de Ud.  que los festivales decretados  por el Ejecutivo de Aragua con motivo de la inauguración de la estatua ecuestre  del Gran Mariscal de Ayacucho en esta capital revistieron la más insólita esplendidez, por las demostraciones de cultura  y civilidad impresas  a cada uno de los actos  felizmente llevados a cabo, y que en todos estos,  vibró con rumores de aclamación el nombre esclarecido del Benemérito General Juan Vicente Gómez, Presidente Constitucional de la República, prestigiado de vítores  por las multitudes, que ven en él  al genuino representante de la soberanía  nacional y al fundador de la paz. Por todo lo cual presento a Ud. patrióticas congratulaciones. Su amigo y compañero. J. A. Martínez Méndez.  


Cumaná. 24 de enero de 1923

Para el Gral. J. A. Martínez Méndez. Me complace dar a Ud. el recibo de su importante y autorizado telegrama de fecha de ayer, en que se digna traer hasta este Gobierno el eco simpático de los festejos con que el Ejecutivo de ese Estado, dignamente presidido por Ud.  ha solemnizado la inauguración de la estatua ecuestre del Gran Mariscal de Ayacucho, dispuesta levantar, frente al nuevo y bello cuartel de la ciudad de Maracay, por el Benemérito General Juan Vicente Gómez. 
El tributo de admiración rendido en esa capital al más puro Héroe de la magna epopeya, el glorioso cumanés, Antonio José de Sucre, y la resonancia patriótica que tal homenaje ha tenido en todo el País, avivando el recuerdo de nuestras glorias, ha consolidado el sentimiento de gratitud de esta ciudad, cuna ilustre del epónimo adalid, para con el jefe único General Gómez.
Seguramente que la presencia del eximio caudillo, en los festivales fue justo motivo de júbilo, ya que el pueblo venezolano admira en él al reformador de la República, en el seno laborioso de la paz y el trabajo, ya la vez el más fervoroso admirador de los forjadores de la nacionalidad, los héroes leyendarios.
Por el éxito brillante alcanzado por Ud., con los festivales de ese Estado, reciba mis sinceras congratulaciones. Cordialmente lo saluda su amigo y compañero. Juan Alberto Ramírez. 


Ese mismo año en el No. 8 de “El Disco” papá publicó el discurso de Orden pronunciado por el Ministro Laureano Vallenilla Lanz, en el acto de la develación de la estatua ecuestre del Gran Mariscal de Ayacucho en Maracay.

Señores:
                   Quiso el señor Gral. Martínez Méndez Presidente Constitucional del Estado Aragua que fuese yo quién aceptara en su nombre el noble presente que el Ejecutivo Federal por medio del señor Ministro de Obras Públicas, acaba de hacer a esta ciudad. Quien sabe si no solo obedeció el deseo a la ya antigua amistad  vinculada por el recuerdo  de aquel que también supo ser  su amigo,  con la lealtad, la franqueza la honradez y el carácter inflexible que constituyen como un blasón de familia, sino que también pensó  el culto caballero y progresista Magistrado, al honrarme con esta designación, en el papel que me ha tocado  desempeñar en mi vida de escritor, como enérgico vocero  de esta gran causa política que ha echado las bases definitivas del engrandecimiento nacional  y como constante defensor de las glorias y de los héroes  de esta amada patria nuestra, la que ostenta en América los más puros laureles y los más cruentos sacrificios; la que dio a la redención  del Continente al Precursor, al Libertador, y entre centenares de guerreros insignes al Héroe inmaculado  que a los 29 años, emulando en precocidad a Alejandro  y a Napoleón, pone punto final a  aquel inmenso drama, sin semejante en la historia  del género humano,  con una batalla que si ha sido considerada como modelo de estrategia , es también el más alto ejemplo  de magnanimidad y de política UE haya podido darse  en los tiempos modernos, al coronar la victoria definitiva  de una larga y cruentísima lucha de Victis  Henos; honor a los vencidos; como diciéndole a la Madre Patria  cuando ya los legendarios  pendones e Castilla se arriaban para siempre  de las últimas almenas  de los Andes Australes: ¡Tus hijos que acaban de conquistar la libertad te saludan!
         Aquel gesto de Ayacucho complementa en la historia de la Emancipación de Hispanoamérica el Tratado de Regularización de la Guerra; ambos son dignos del alma de Sucre, ambos demuestran  la grandeza excepcional de aquel hombre, que superior a sus años , a su medio y a su época, colocado por sus altas dotes  y sus eminentes servicios  “en la mitad de la escala por donde Bolívar había subido al Pináculo”, no siente el corazón el veneno  de la vanidad ni de la envidia;  su cerebro maravillosamente equilibrado  no sufre el vértigo  de la cumbre,  y desde las cimas de  Condurcunca, mirando a sus pies a la América definitivamente redimida  en aquella gran batalla su pensamiento y su corazón vuelan hacia el Libertador  para decirle, en un rasgo de lealtad y de reconocimiento, que le enaltece tanto o más  que los laureles que acababa de cegar  en aquel día “El solo nombre de Ud.  ha triunfado en Ayacucho”.
Surgida de una de las guerras más sangrientas de la historia, hija de todos los heroísmos y de todas las inmolaciones, nuestra Patria nació bajo la égida de dos grandes virtudes tutelares: el valor y la lealtad. En medio de la disgregación y de la anarquía, cuando el organismo colonial heterogéneo e inconexo, se disolvía en un torbellino de átomos, cuando se veían por todas partes  egoísmos feroces estrechándose e un mar de sangre, solo quedaba como esperanza de triunfo, como tabla de salvación, el reconocimiento de un Jefe Supremo  la concentración alrededor de una voluntad única, el sometimiento absoluto, indeclinable, a un cerebro y a un brazo  superiores;  pero esto suponía, en militares acostumbrados  a obrar siempre  por si mismos,  un noble sacrificio,  un acto de abnegación, el renunciamiento de aspiraciones y de ambiciones  legitimadas en cierto modo por luchas y por triunfos y consagradas por el prestigio del valor,  uno de los más trascendentales  y brillantes  que pueden alcanzarse  en el mundo, pero ese acto se cumplió: y el día en que la lealtad  y el honor a la palabra  empeñada  vinieron a enaltecer el heroísmo, comenzó a vivir la Patria!
Nuestros oscuros guerrilleros  vieron como se les ensanchaba el horizonte; el sol sin ocaso  de la inmortalidad y de la historia iluminó para ellos el Continente; nuestras montoneras semibárbaras  se convirtieron en ejércitos  regulares; el campamento fue escuela de disciplina  y de emulación por la gloria; los harapos se trocaron en brillantes uniformes  y a la cabeza de aquellos ejércitos , guiados por el genio de Bolívar  en una larga carera de triunfos, aparecieron los Generales de la Gran Colombia, personificados en la más alta, en la más noble,  en la más pura  expresión de heroísmo, de desprendimiento,  de lealtad y de cultura: en el General Antonio José de Sucre; como si todas las hadas benéficas  se hubieran acordado  para concentrar en una sola alma  las más puras virtudes  humanas y poder cubrir con ellas  en el último día de la lucha  por la libertad de América, como con un manto de armiño  las congénitas monstruosidades  de la Guerra
Si es cierto que nuestros antepasados nos gobiernan, “si desde el fondo de la tumba todo un pueblo de muertos gloriosos nos dicta imperiosamente nuestra conducta”, nosotros, los venezolanos, estamos en el deber ineludible de ser leales para ser patriotas; ya que el valor es planta silvestre en nuestra tierra, la lealtad es y debe ser siempre la base de nuestra moral política. No es a los militares únicamente a que me refiero – el Ejército es la Patria, y sin lealtad no hay ejército; - vosotros lleváis en vuestras presillas el signo visible del voto solemne de vuestro corazón y de vuestra conciencia; debéis ser leales antes que todo, porque en vuestra lealtad descansa el honor y la dignidad de la Patria.  Y esta Patria engrandecida  y dignificada  por el hombre ilustre  que ha devuelto su prestigio  al Ejército; que después de una larga época  de anarquía  de jacobinismos y demoliciones  revolucionarias  ha fundado la paz sobre  beses inconmovibles, logrando cumplir como ningún gobierno  hispanoamericano,  aquel voto solemne  que como un gemido de angustia  por el porvenir de su obra redentora lanzó el Libertador sobre su lecho de agonía: “Cesen los paridos”; esta Patria que,  es sin disputa la madre de la libertad de  América; puede hoy , gracias al grande hombre, exponente preclaro  de todas las energías, de todas las virtudes de todas las fuerzas morales del pueblo venezolano, cumplir sin sonrojos el deber sagrado  de glorificar a sus héroes legendarios.

Señores...

Al General Juan Vicente Gómez ha tocado la gloria insigne de presidir las conmemoraciones de las grandes efemérides de nuestra historia, y él ha sabido colocarse en la altura de esa misión que le deparó el destino. Jamás el nombre de Bolívar resonó con mayor amplitud por los ámbitos del mundo, nunca habia llegado a mas excelsas cumbres junto con las glorias del Libertador, la dignidad de su Patria y la acentuación de nuestra individualidad nacional.    Venezuela, podemos proclamarlo enfáticamente, es un país soberano porque es un país libre de compromisos; porque ha comprobado con creces en los más graves momentos porque atravesó la humanidad, que pudo bastarse así misma; y esa acentuación económica y política de nuestra independencia, el General Gómez ha unido siempre la acentuación moral, porque pueblo que sabe honrar a sus héroes reafirma su nacionalidad.

Y permitidme que termine recordando  las elocuentes palabras  del General Gómez al designar este sitio  para colocar la estatua  del Gran mariscal de Ayacucho, porque ellas indican  la comprensión más absoluta  de las más puras virtudes  del insigne cumanés, y el culto que le rinde  su grande alma  de patriota y de soldado: “Que sea aquí, ante la mirada de los soldados, donde se levante en bronce  la figura inmortal, para que los oficiales  y tropa  tengan siempre presente  el más alto símbolo  de las virtudes militares, el más puro y noble  ejemplo de la lealtad, de la disciplina, de la recta e inquebrantable  conciencia del deber, en la contemplación de Sucre; evocando su vida, el Ejército tendrá constantemente  la enseñanza del heroísmo  abnegado y sin tacha”. 

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