sábado, 8 de octubre de 2016

JUAN MIGUEL ALARCÓN. EL ÚLTIMO ROMÁNTICO


RAMÓN BADARACCO






                                                          

JUAN MIGUEL ALARCÓN

EL ÚLTIMO ROMÁNTICO








CUMANÁ 2005







Autor: TULIO RAMÓN BADARACCO RIVERO
Que firma Ramón Badaracco
Su libro JUAN MIGUEL ALARCÓN -EL ÚLTIMO ROMANTICO
Copyright Ramón Badaracco.  2012
Primera edición 2009
Correo y cel.
Diseño de la cubierta  R. B.
Ilustración de la cubierta  R. B.
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EL POETA DE LAS RIMAS DE ORO
JUAN   MIGUEL  ALARCÓN M

                                                           El poeta Juan Miguel Alarcón nació el 29 de septiembre de 1882. Sus rimas de oro siguen frescas y fragantes como azahares al viento. De él dice Jacinto Fombona Pachano:

                                                           “Llevó existencia de bohemio, pero en ella se condujo siempre a lo señor. Acaso fue el último ejemplar de aquel grupo de escritores nuestros, actualizados por Baudelaire, que cultivaban entre paraísos artificiales, jardines de anecdotarios y Decarmerones. Así fueron Emiliano Hernández, Mario Torres Rodríguez y Jesús Semprún”.

                                                           Los padres de Juan Miguel Alarcón fueron Don Andrés Alarcón, maestro de varias generaciones y Carmelita Meaño, fue precisamente en su escuela donde cursó la primaria, y luego bajo la rectoría del maestro Silverio González Varela, en el Colegio Federal, y estudió gramática y latín bajo el magisterio del Dr. Domingo Badaracco; se graduó de Bachiller en Filosofía, que era un equipaje suficiente en esa época, para viajar por el mundo en tren de primera clase.

                                                           Mi padre dice al respecto: “Cursó estudios secundarios en el Colegio Federal de Cumaná, bajo el rigor y sabiduría del Rector José Silverio González Varela, de dura disciplina en la clase, hasta obligar la atención del alumno, indispensable al mejor aprendizaje: Latín, griego, francés, castellano, física, álgebra, geometría, agrimensura, filosofía, cosmografía, retórica y otras materias que formaban el programa del curso de humanidades en los años 1900 a 1904, cuando recibimos la borla del bachillerato”.

Juan Miguel y mi padre participaron juntos en la fundación y redacción de periódicos y revistas. Inicia su carrera periodística, a los 18 años como redactor en el semanario “Alba”, compartiendo labores con Pedro Arcia, Manuel de Jesús Álvarez y Fortunato Serra Rodríguez. Luego está entre los promotores del club de intelectuales
“Surge et Ambula”, del cual era Secretario General el Dr. Domingo Badaracco Bermúdez, y mi padre el principal animador. En este club se atrincheraron los intelectuales cumaneses de aquella generación y publicaron la revista “Broches de Flores” – que constituye un hito en la historia cultural de Cumaná; fue la alborada, el toque de Diana, después de la terrible guerra mal llamada “Libertadora”, que sólo ofreció a nuestro pueblo, hambre y muerte. Cuando dejó de imprimirse esta magnífica producción, que competía con el “Cojo Ilustrado”, el poeta Alarcón, romántico empedernido, pero pesimista en sumo grado, se sintió golpeado en el espíritu y aunque continuó colaborando con otras publicaciones y edita la revista “Pléyades”, decide irse de Cumaná.

Juan Miguel Alarcón fue eternizado en su libro “La Fuente de Castalia”, publicado en 1954, con prólogo, selección de textos, y empeño  de su amigo desde la infancia J. A. Cova, con la magistral introducción de Jacinto Fombona Pachano; y epílogo de su compañero de andanzas en el campo editorial, mi padre  Marco Tulio Badaracco Bermúdez. De este libro, dice Pascual Venegas Filardo:

                                                           “La Fuente de Castalia permite apreciar de conjunto las tendencias líricas, la temática preferida, las huellas de algunas influencias en sus creaciones. Por la fecha de su nacimiento, Juan Miguel Alarcón, comenzó a escribir sus poemas cuando ejercía su reinado la rica orfebrería del lenguaje rubendariano. De allí, que en algunos de sus cantos se advierte el influjo de este colorido de Darío. Pero sin duda sabía liberarse de esa corriente para darnos poemas donde se hace presente su  propia vena de poeta. Unas veces, se nos aparece como cantor que rinde loa a la epopeya, y en otras la nota romántica, el inevitable tono amoroso, aflora en su poesía”.

                                                           Esta es la presentación de Juan Miguel Alarcón en estricto lenguaje académico, en el cual se le conoce; pero aquella personalidad orgullosa, romántica y participativa que promovió tantos eventos artístico-culturales en ésta su tierruca, tiene también mucho de anecdótica. Veamos:

                                                           Mi padre contaba, que Juan Miguel Alarcón pasó mucho tiempo fuera de Cumaná disfrutando su vida bohemia y después como diplomático. Cuando partió para Caracas era un joven distinguido, bien preparado, buen orador, de estatura más que mediana, muy delgado, atildado y hermoso, que se había ganado la simpatía general de su pueblo. Cuando regresó, muchos años después, vino muy gordo, abatido y desaliñado. En su casa paterna aún vivía Tomasa, una mujer que había sido su segunda madre. Juan Miguel se bajó trabajosamente del automóvil, entró a la casa paterna, y allí estaba ella esperándolo. Al verlo, al punto rompió a llorar… y le dijo:

-¡Juan Miguel… mijito!.. ¡Estás gordo como un cochino!
Juan Miguel la tomó entre sus brazos y sollozando, atinó decirle:
-¡No seas prosaica Tomasa!... dime: ¡Estás gordo como Honorato de Balzac!

Y esta otra:

Contaba el poeta Luis Yépez, que una hermosa tarde caraqueña, cuando libaban unos traguito de aguardiente, el poeta Juan Miguel Alarcón, leyó un soneto dedicado al Gran Mariscal. Entonces el poeta Juan Santaella, se levantó e improvisó un elogioso discurso sobre el soneto. A medida que hablaba, Juan Miguel enrojecía, y con aire angustiado, le dijo al poeta Santaella:

¡Querido Juan, te lo suplico, no lo eches a perder!
Santaella se indignó, se pasó las manos por sobre solapa del paltó, infló el pecho, y ripostó

¿De tan mala arcilla es ese soneto?

Pasaron algunos días de este incidente, y se encontraron nuevamente
Luis Yépez y Juan Miguel, entonces este susurró al oído de Yépez:
Me desagradó la osadía de ese poeta menor… Pero ya pasó todo.

                                                           Considero suficiente estas anécdotas, para que se advierta la cumanecidad de aquella hermosa personalidad, que nunca cambió su estilo ni negoció su gentilicio. Poeta Cumanés por excelencia, y otro constructor de la escuela poética de Cumaná,  en su dimensión humana; poeta universal por el don de la palabra y la escritura. Le debemos el bronce ejemplificador en “El Paseo de los Poetas”, donde deben darse la mano los mil nombres que ha consagrado la fama.

                                                           Transcribo para mis lectores el soneto “Ayacucho”, “publicado el 4 de enero de 1933, en el número 801 del bisemanario Sucre”,  que no aparece en su libro “La Fuente de Castalia”.

AYACUCHO

Dijo en su orgullo el César: - “¿logra ponerse acaso el
sol en los dominios que me legó el Señor…?
La Eternidad empuja los siglos paso a paso,
como acatando el dicho del fiero Emperador.
Y el sol languidecía: América, su vaso
de claridad y fuerza, de virtud y amor,
crispándose en sus cruces miraba el triste ocaso,
de aquella luz que al Inca lo exalta en su fervor
Tres siglos… Pero surge de la extensión airada
-el rayo de Bolívar vibrándole en la espada-
un hombre a quien los triunfos escoltan en tropel.
Y el Sol, ante el asombro del fulgurante día
de Sucre en Ayacucho, como el cenit subía,
agrandó la pupila, para fijarla en Él.

                                                           Miguel Ángel Mudarra, dice: ‘’Cumaná tiene en Juan Miguel Alarcón a uno de sus poetas límpidos y sinceros, de consumada inspiración lírica. También unía a sus condiciones poéticas sus dotes de oratoria, s fiel como cultivada memoria y su extraordinaria facilidad de charlista.

                                                           Cuando aparecieron sus producciones líricas llamó la atención y se le saludó como un auténtico poeta como un fino lírida, no solo de su patria venezolana sino en varios países americanos, muy en especial acaparó la atención y el favor del público continental sus famosas “Rimas de Oro”. Cuéntese que José Santos Chocano y Francisco Villaespesa celebraban jubilosos los poemas épicos y galantes del ilustre bardo cumanés’’.

                                                           Fernando Paz Castillo dice al referirse a Juan Miguel Alarcón: “De la vieja y noble ciudad del Manzanares, ciudad de calles silenciosas y de uvas maduras sobre las cercas de recios árboles tropicales, con mucho de Andalucía en el habla, en el espíritu y en las costumbres, puso entonces, con su palabra juvenil, una emoción fresca. Y esto basta para que su fama perdure. El tiempo no puede permanecer indiferente ante ningún gesto renovador. Aún el más pequeño significa un gran sacrificio tal es la resistencia de la rutina a toda novedad en arte.  

                                                           Fombona pachano dice de Juan Miguel: “Eran sus tiempo optimistas. Confiaba en sí mismo, todo lo esperaba de sus versos: fortuna, amor y gloria. Qué candorosa ingenuidad la de aquel hombre-niño, quinta esencia de los lirismos, para supeditar las miradas y las actividades del mundo a una sola entidad superior: el poeta…”

Vamos a sentir su estro en el soneto:

CRUZ

En su lánguida calle se dan cita
un sol, una canción, un florilegio,
Cuando por la mañana, vestidita
de negro se dirige hacia el colegio.

Ego sun vía, ceritas et vita,
podría decirnos con su voz de arpegio,
como Jesús, pues todo resucita
ante su poderoso sortilegio.

Verla es soñar con todo lo exhala:
perfuma y esplendor, cántico, ala,
Jardín, ternura, adoración, consuelo…

Y nadie olvida ante su faz de santa
que el lunar de su angélica garganta
es un celaje que atraviesa un cielo!

 
                                                            El 30 de diciembre de 1932 murió en esta ciudad de Cumaná el poeta Juan Miguel Alarcón Meaño. En el bisemanario “Sucre”, mi padre Marco Tulio Badaracco Bermúdez, su socio en periódicos y revistas, y gran amigo del poeta, escribió:

“de Alarcón pudiera decirse, con toda verdad, ha muerto el último romántico”, aplicándole la frase que es ya lugar común en la literatura universal: pero él es su ideal, en su producción poética, en sus manías, en sus lecturas predilectas, en su apasionamiento unilateral. ¡Cuántas veces!, por una mujer, en su manera insólita de confrontar la vida, fue por entero un romántico… Y es allí seguramente de donde emanaba la belleza de sus versos en los que sabía dejar siempre el toque sentimental, el quid divinum de los antiguos, para hacerlos inmortales”.

En Cumaná, Juan Miguel, bajo el tutelaje del Dr. Domingo Badaracco Bermúdez, gran maestro de literatura de aquella generación, don Federico Madriz Otero, quijote de la imprenta; y unido a Marco Tulio Badaracco Bermúdez, talentoso y eficiente periodista, fue personaje fundamental en la edad de oro de la poesía cumanesa. La
escuela poética de Cumaná, fue la cantera más alta de la poesía castellana universal de esa época, con Andrés Eloy, Ramos Sucre, Tin Fernández, J. M. Rondón Sotillo, Humberto Guevara, Cruz María Salmerón Acosta, José María Milá de La Roca Díaz, y otros que acapararon todos los premios en los cuales participaron. En todas



partes los poetas cumaneses mostraron la calidad de su estro: Marco Antonio Saluzzo, Sánchez Pesquera, Jacinto Gutiérrez Coll, Agustín Silva Díaz, Diego Córdoba, Ramón David León, Dionisio López Orihuela, Juan E. Arcia, Andrés Bruzual López, y Alejandro Fernández García, laureado también en los Juegos Florales de Caracas de 1938, y últimamente Luis Beltrán Mago, laureado en las Islas Canarias; y pare usted de contar. La escuela de Cumaná desbordó el rio de sus talentos. 



No podemos dar por terminado este breve perfil del poeta sin darles a ustedes su bello poema que titula

UNA CARTA A MARGARITA.

Tu fino pliego azul, con tus sinceros
testimonio de amor, pone en mi vida
lo que sobre la noche ennegrecida
riega el vivo temblor de los luceros.
Iba yo por los trágicos senderos
de la desolación, sin una egida
que me salvara de la acometida
cobarde de los áspides arteros.

Pero esa carta tuya, como un ramo
del jardín del amor, con su “te amo”
electriza esta vida que flaquea…

Ante ella miro con desdén las lidias
y todas las ridículas perfidias
de la rústica gente de la aldea.

Porque mira, Margot, no te imaginas
lo que es vivir así… Verse en el duro
trance de andarse por un trecho obscuro…
Y tan lejos de ti, sin tus divinas

miradas! Transitar por entre espinas
y sentir que a su lúgubre conjuro
la suerte siempre nos opone un muro
que nunca vemos convertido en ruinas.

¡La gloria del amor… es para tantos!
En mi esa gloria se reduce a cantos
Donde todos los ímpetus son vanos.

No saben que prefiere mi amargura.
A las hojas del mirto, la blancura
De su flor, que es un símbolo en tus manos

¿Tu mar? ¿Tu cielo? Los verás un día…
¿Para qué esa nostalgia que me enflora
el alma, como mustia trepadora
sobre la solitaria celosía…?

Tiene la sugestiva fantasía
todas las vaguedades de la hora
de la tarde en tu tierra encantadora…
¡Aquella tierra, como tú, tan mía!

Aquí hallábame a solas con mi hastío;
nada pudo el despecho en torno mío
lanzó su tras contra mis quimeras.

Sé muy bendita, porque tú mitigas
mis duelos, y trasformas las ortigas
En la airosa altivez de las palmeras.

No es sentimentalismo de leyenda
éste que por mi espíritu revuela
como un caer de pétalos y vela
rondando como un águila tu tienda.

Mi amor es de mi trópico y anhela
por tanto, darte de su fuerza en prenda
toda mi vida como justa ofrenda,
a la vez que forjarse una novela.

Muy real, en que mires estampado
Que todo tiene por igual su lado
De sombra y de fulgor: risa y cielo;


1 comentario:

  1. Dr. Badaracco, me permito escribirle desde Argentina. Mi nombre es María José Acuña Beláustegui, vivi en Cumaná muchos años, muchas veces pasé por la Casa del poeta Juan Miguel Alarcón. Yo escribo poesía y me gusta difundir a los grandes poetas del mundo y sobre todo a los poetas venezolanos. ¿Tendría Ud. disponible una foto o una imagen del poeta Alarcón? Una vez más, le agradezco su gentileza. Muchos saludos desde Luján, Argentina.

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