lunes, 3 de octubre de 2016

Dr. DOMINGO BADARACCO BERMÚDEZ


RAMÓN BADARACCO








NOTAS BIOGRÁFICAS DEL DR.
DOMIGO BADARACCO BERMÚDEZ

                                                                                                          












Cumaná, 2014












Autor: Tulio Ramón Badaracco Rivero
Que firma Ramón Badaracco

Título de la obra: NOTAS BIOGRÁFICAS DEL
DR. DOMINGO BADARACCO BERMÚDEZ.

Diseño de la cubierta R. B.
Ilustración de la cubierta R. B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná

cronista40@hotmail .com
academia.sucre@gmail.com
Cel. 0416-8114374

















CITAS:

 “Badaracco era la ciudad. Y era la providencia. Pero no la montuna, de vocación regional, esforzada, urgida de prepararse, para salir de sí misma y funcionar en el todo armonioso de la nación. La quería estimulada, enemiga de sus propios vicios, limpia de rencores, justa, juvenil, caminadora de todo el país venezolano”.

Andrés Eloy Blanco.


          “Domingo Badaracco Bermúdez, sabio y amable filósofo, poderoso erudito e insigne médico, apóstol de la abnegación y el desprendimiento; para mí, en muchos aspectos, maestro y guía intelectual. Le soy deudor en extensa parte de la disciplina literaria que me ha orientado y de la voracidad de lecturas que estimuló en mí para lo cual dispuse de su generosa biblioteca”.
                                                                                                                               Ramón David León.

Estas palabras escritas por Andrés Eloy y Ramón David León, podrían repetirlas todos los brillantes intelectuales de la Generación de Oro de Cumaná, que fueron sus alumnos en Castellano y Literatura.


Ramón Badaracco.
                                           





A MANERA DE PROLOGO.

UN PRÓCER DE LA CULTURA CUMANESA.

            Un héroe de la cultura cumanesa fue el Dr. Domingo Badaracco Bermúdez, médico, maestro, ensayista, crítico de arte e insigne animador, guía y espíritu de una generación intelectual, la brillantísima que en 1904 fundó en Cumaná la revista literaria “Broches de Flores” y de donde surgieron notables poetas, escritores, artistas, abogados, médicos, maestros o industriales que han dado decoroso renombre a la cultura del estado Sucre.
            Cumaná rememora todavía con respeto y cariño la obra que aquel excelente educador y ciudadano realizó ahí a comienzos del presente siglo. A través de tantos años de mi vida de estudiante en el Colegio Federal de mi procera ciudad, aún me parece ver al Dr. Badaracco Bermúdez impartiendo sus cátedras con singular sabiduría, o activo y sudoroso en el diario ajetreo de su callejera profesión de médico de los pobres. Trajeado siempre blanco –imprescindible el chaleco- compasivo y sonriente, a menudo abandonaba de prisa la cátedra para ir a pie, bajo el candente sol o bajo los torrenciales aguaceros, por las estrechas callejuelas coloniales, las polvorosas sabanas de Caigüire o los dispersos cerros aledaños en socorro de los humildes, a asistirlos gratuitamente en sus dolencias, no obstante que él to0da su vida sufrió las urgencias económicas de la pobreza. Fue ésta una de sus más bellas virtudes: servir como médico al desvalido, sin lucro alguno, y entre otras muchas que lo distinguieron como cultísimo ciudadano, servir a la instrucción pública en un largo apostolado de maestro. Más de 30 años el doctor Badaracco sustentó en aquel Colegio las clases de literatura y de castellano, pero no al modo retardatario de la mayoría de los profesores de su tiempo. Maestro de profunda cultura, al nivel de los mejores pedagogos venezolanos de su generación, desechó siempre la antigua escuela dogmática basada en el principio de “Creed y no preguntéis” y se acogió al libre examen, por el que, consecuentes con la libertad política los ´países más civilizados han combatido hasta ensangrentarse y en cuya escuela el maestro de vocación, sin necesidad de las absurdas disciplinas de la palmeta” y “el calabozo” tiene la delicada encomienda de llegar con las verdades conquistadas al espíritu de sus discípulos. Así aquel lúcido pedagogo en su clase de literatura imponía el método directo de investigación realizado por los propios alumnos bajo su dirección, y en la de castellano el método intuitivo a la manera de Eugenio María de Hostos el esclarecido maestro puertorriqueño, eliminando reglas y preceptivas hasta captar, poco a poco, el conocimiento por medio ejemplos apropiados que él mismo solía extraer de sus selectas lecturas. 
            La obra educativa del Dr. Badaracco tuvo aún más amplitud y grandeza en el destino de la cultura de Cumaná. Fue en todos sus aspectos realización heroica en una ´época política tan nefasta para Venezuela en que la torpeza de los gobernantes por un lado y por el otro la carencia absoluta de elementos eficaces de trabajo, dificultaban toda acción organizada de progreso cultural y científico sobre todo en las provincias. Los Archivos Nacionales, por ejemplo, cosa de tanta trascendencia histórica para un país, se fundaron en el nuestro en 1914, y el Dr. Badaracco, amante apasionado de la historia y las tradiciones de Cumaná, velando siempre por ellas, obtuvo que se le nombrara Director de los Archivos del Estado Sucre y dedicose por más de 15 años a organizarlos hasta pocos días antes de su muerte. Con excepcional ahínco estudió los métodos y sistemas más avanzados de la ciencia de los archivos y bibliotecas y pronto se hizo un técnico en la materia. Formó empleados eficientes con conciencia del valor del documento y el libro, clasificó papeles, expedientes y legajos, descubrió, entre otras valiosísimas piezas, el acta de nacimiento (San José de Areocuar) del General José Francisco Bermúdez  (Nota R. B.: La Partida de Bautismo, inserta a los siete días de nacido en Cariaco, Registro Eclesiástico) y con tan ardua, desinteresada y benemérita labor constituyó la fuente más directa de investigación para el estudio de la historia de Cumaná y de todo el Estado Sucre. Toda una obra de trabajo intenso, de devoción patriótica, de amor a nuestra historia. Cualquiera podría pensar que en ella el Dr. Badaracco encontró digna recompensa oficial, mas no fue así. Sirvió a su ciudad nativa, en esto como en todo, con el máximo desinterés de los verdaderos apóstoles de la cultura. Además, anti burócrata por naturaleza y hasta por elegancia espiritual, rehuyó siempre las canonjías comprometedoras, los cargos públicos y mucho más los cenáculos de los cortesanos a la sombra del magistrado. Jamás puso fe y confianza en nuestros políticos, caudillos y generales, ni lo halagaron las promesas de los gobernantes. Su delicadeza de candoroso hombre de letras lo alejó del roce con los hombres de armas, mientras que su moral cívica resplandecía bajo el signo augusto de la Venezuela culta de un Andrés Bello, un Cecilio Acosta o un Manuel Norberto Vetancourt.            
Fue el Dr. Badaracco notable crítico de arte y escritor de altura con sólidos y variados conocimientos literarios. Publicó bellos ensayos preferentemente en “Broches de Flores” y en otros periódicos de Cumaná y en su inalterable modestia filosófica tatuada por su provincianismo de recoleto patricio, nunca aspiró brillar en las letras y las ciencias. Ni aún en su querida ciudad del Manzanares. Fue un escéptico de la razón un convencido de las vanidades humanas y, por ende, un célibe, algo misántropo, agobiado por la carga de la familia.

             Mesurado, enjundioso y amenísimo conversador, deleitaba a sus amigos hablándoles de arte, literatura, historia y sobre todo de Grecia, de Francia, de Italia, por cuya cultura se desvivía, y de cuando en cuando saltaba de su corazón más que de su pensamiento, el alfiler de la ironía, fina y oportuna, con algo del enanismo de nuestro inolvidable Pedro Emilio Coll. Hasta sus últimos años leyó mucho, perfeccionando más y más
Su cultura latina de alas universales, y no obstante su conmovedora penuria, a veces sacrificaba el limitado presupuesto familiar, para adquirir el último libro en francés o en español con las novedades literarias y científicas de Europa. 
            Orador de alta calidad académica fue también aquel eminentísimo cumanés. Entre sus discursos figura en primer término el que pronunció como Mantenedor de los Juegos Florales de Cumaná, creo que, en 1920, bajo el gobierno del general larense Silverio González. Discurso de gran contenido estético escrito en prosa de majestad y finura castellanas, un admirable canto a la belleza, donde refiriéndose, en uno de los períodos al insigne poeta Heine, expresó lo siguiente: “Con rosas y adelfas y clavos de oro quería adornar su libro maravilloso el autor del Cancionero, aquel espíritu todo armonía y color, en cuya lira de poeta hizo nido de arrullos el suave aticismo griego”.    
            Según la castiza denominación que Baltasar Gracián dio al héroe y que Carlisle difundió en sus famosas conferencias de Edimburgo, el individuo creador de historia o de cultura, hombre símbolo, los por lo que refleja en un sentido universal y humano una conducta. El héroe, sea grande o sea pequeño es con todos y para todos, supera a los demás seres humanos en cuanto expresa el espíritu y voluntad de un pueblo 

                                         Diego Córdova.


NOTAS BIOGRÁFICAS DEL DR.
DOMIGO BADARACCO BERMÚDEZ



                                                                          Nació en Cumaná el 8 de junio de 1871. Cursó estudios en el Colegio Nacional de Cumaná, bajo el rectorado de Don José Silverio González, donde se graduó de bachiller, se trasladó a Caracas y en la Universidad Central de Venezuela, se graduó con honores de médico cirujano en el año 1895. Fue el gran maestro del periodismo y de castellano y la literatura, de la Generación de Oro de Cumaná; La generación de Andrés Eloy, Ramos Sucre, y cien intelectuales más, que le dieron brillo no solo a Cumaná, sino a toda Venezuela, y a la lengua castellana, convirtiéndose este  pequeño pueblo, en la cantera más importante de poetas premiados de  habla hispana;  Domingo fue llamado por Andrés Eloy Blanco “El Sócrates de Venezuela”, tenía la virtud de enseñar caminando por las calles polvorientas, por las plazas, bajo los árboles, cada vez que hablaba.
Y fue también y sobre todo, el médico  sabio, que combatió, con riesgo de su vida, los terribles dramas de la viruela, la peste negra en Cumaná, endemias que causaron tanto dolor, tanta miseria y tantísimos muertos en nuestro amado pueblo.

                                                                          Domingo fue un estudiante destacado en la escuela de medicina de Caracas, y tanto, que fue elegido por su promoción, para representarlos y dar el Discurso de Orden, en el acto de graduación de médico en la Universidad Central de Venezuela.

                                                                          De inmediato regresa a Cumaná a ejercer su apostolado, porque ese era su anhelo y su convicción, se graduó para servir a su pueblo. Ejerce la medicina durante 40 años, dejo un olor de santidad que aún se respira entre su pueblo; y murió en el año 1935.

                                                                          Además de médico de gran sabiduría, fue un consumado investigador, polígrafo, botánico, filólogo y políglota, que dominó además del castellano, el latín, el griego, el romance, el esperanto, el francés, el inglés, y el italiano. Sus escritos en prosa y verso, delatan al conocedor profundo de los secretos del lenguaje, y al genial repentista que plasma la idea en el eterno mármol del conocimiento. Dejó una traducción del Cancionero, que lamentablemente se perdió en un incendio que devoró toda mi biblioteca en 1996.  


                                                                          Domingo fue un periodista consagrado, que dominó el editorial y la noticia con igual maestría. Los periódicos y revistas de su época dejan el testimonio de su arte; director y redactor de “Filaresia”. Patrocina y escribe en: “Broches de Flores”, “Claros de Alba”, “Pléyades”, Oriflama”, “El Satiricón”, “Ecos de Sucre”, “Arte y Ciencia”, “El Cóndor”, “La Constitución”, “El Heraldo Oriental”, “El Iris”, “Prometeo”, “El Sucre” y “El Renacimiento”.

                                                                          Así era Domingo… Sus escritos, sus discursos y su ciencia, calan profundamente en el alma colectiva. Es un médico de cuerpos y espíritus; receta, da la medicina y su palabra amplia y bondadosa. Es un médico de a pie, que busca al enfermo, que se da íntegro a su vocación apostólica. Conversador, el pueblo camina a su lado, lo palpa, en esa dimensión que se crea entre el hombre sabio, el hombre pueblo que aprehende sin necesidad de hablar. Fue el maestro por excelencia de la generación de oro, por 30 años, en el Colegio Federal de Cumaná, El Señor dijo “Por sus frutos los conocerás”, y le imprimió sabiduría a toda una generación.

                                                                          También fue su época la de las grandes endemias: La viruela, el paludismo, la fiebre amarilla, la tifoidea, la tuberculosis, la lepra, las venéreas, y la terrorífica fiebre española y la peste negra. Época terrible, porque no existían los medios adecuados para combatir los flagelos que arrastran a la muerte segura, al aislamiento y desesperación, al hombre atacado  ya se le consideraba muerto.  

                                                                          Este es el momento del Doctor Badaracco Bermúdez. Alguien dijo: “Que el hombre está atado a las circunstancias”, esta fue su circunstancia y en ella se agigantó, lo ayudó su espíritu de sacrificio y su vocación, porque él consideraba el ejercicio de la medicina, verdaderamente, como su apostolado.

                                                                          Domingo, como lo llamó su pueblo, se dedica casi con fanatismo al tratamiento y al estudio de las endemias, y el éxito que alcanza, traspone los límites del terruño. Domingo gran estudioso de la botánica, conocía su poder; su maestro, el Doctor Razetti, como afirma el Dr. José Mercedes Gómez, Cronista Oficial de Cumaná, dice que este maestro le escribe solicitándole sus experiencias, las cuales se publican para el conocimiento del público.

                                                                          José Mercedes Gómez, publicó, además de los notables discursos, las cartas cruzadas entre los dos grandes médicos. Las recetas de Domingo eran sencillas y prácticas, las medidas que toma para el tratamiento de los enfermos son de origen botánico,  de la escuela cumanesa, que tiene una larga tradición iniciada por fray Bartolomé de Las Casas,  seguida por fray  Antonio  de Caulin, Pitor Löfling, José Sánchez Alcalá, Alejandro de Humboldt, José María Vargas, y llega al ceme con Beauperthuy, que funda la escuela  de medicina de Cumaná, de donde lo recibe todo Domingo; y él sabe de la pobreza reinante, se da cuenta que muchas medidas sanitarias y económicas surten mejor efecto que los mismos medicamentos: prefiere el llantén, el orégano, el melón de cerro, el tamarindo, el cadillo de perro, la yerba mora, el aceite de merey  o de corujo, la quinina, el jugo de limón o de piña, y así se lo escribe al sabio capitalino. La harina de cambur manzano, la hoja de cambur, etc., etc.

                                                                          Papá contaba que a él le curó la viruela, acostándolo durante muchos días, sobre hojas de cambur, embadurnadas con ¨manteca de corojo o corujo¨, que los indios preparaban con los coquitos de una palmera que se da por los valles de San Juan de Macarapana, para secar las escaras.  

                                                                          La Escuela de Cumaná fue muy importante por sus frutos.  Se había organizado, a principios del siglo pasado, un importante movimiento científico: Domingo sobresale por sus trabajos sanitarios: Beauperthuy, por sus investigaciones microbianas, Eliso Silva Díaz, Ponce Córdova, Julio Gómez López, Jesús Sanabria Bruzual, Salvador Córdova,  Guevara Blohm, Luis Felipe Blanco, Rivas Mundarain, Napoleón Blanco, Carlos Bomunto, Urosa Ortiz, Rivas Maza, y otros valiosos médicos que constituyen toda una generación extraordinaria, que interviene a la vez en el movimiento cultural, que paralelamente se desarrolla en Cumaná, y en otras importantes ciudades de la República. La palabra de Domingo es tan importante en la época, sus discursos tan sabios y sencillos, que el pueblo le da el nombre de “Pico de Oro”.

 De esta escuela salen para Caracas, médicos como Jesús Sanabria Bruzual, Luis Felipe Blanco, Calixto González, Salvador Córdova, Domingo Badaracco Bermúdez, Diego Carbonell, J. M. Rivas Mundarain, etc., todos ellos figuran en la historian de la medicinan de Archila Farías  que van a ser miembros fundadores de las academias nacionales  de Medicina, de la Historia, de la Lengua; y también como profesores de la Universidad Central de Venezuela, participando en el gran movimiento cultural de la Caracas de esos tiempos.

                                                                                   Sin embargo, de todos los dones que adornaron la personalidad de Domingo, el más hermoso fue su humildad, su manera de ser sencillo, su manera de ser amable, bondadoso, apaciguador y sabio. Se ganó el amor de todo el que tuvo la dicha de conocerlo, y él que lo conoció, lo amo profundamente. De ese amor da diario testimonio el pueblo del Estado Sucre, que lo lloró emocionadamente a su muerte y luego para eternizarlo en el recuerdo lo glorifica constantemente en el bronce, en la antigua plaza de San Francisco, que también se llamó plaza Ribero hasta 1945.

                                                                          En 1897, durante el gobierno del general Cipriano Castro, Domingo pronuncia el discurso de inauguración del Colegio González, y en esa oportunidad dijo:

                                                                          “En todo tiempo, déspotas engreídos han intentado apagar con el estruendo de las armas, la voz de las conciencias, y en todo tiempo caracteres enérgicos, haciendo frente a la ira del poder, han vencido luego en esta lucha de la razón contra la noche negra de la barbarie”.

                                                                          Dice Don Alberto Sanabria, en discurso pronunciado en el acto conmemorativo del Centenario del natalicio de Domingo: “La magnífica oración en el centenario de la Batalla de Ayacucho, que nos trae a la mente un grato recuerdo, aquella tarde nos encontrábamos junto al poeta Andrés Eloy Blanco y cuando el Doctor Badaracco, terminó su discurso, Andrés Eloy me abrazó y nos dijo: Alberto, últimamente he oído a dos grandes oradores, Antonio Maura, en España y Domingo Badaracco, en Cumaná”.
                                                                          También ha sido muy comentado su discurso en la tumba del excelso poeta José Antonio Ramos Sucre, publicado en el bisemanario “Sucre”, en junio de 1930.

Ramón Badaracco.



                                          Veamos algunos comentarios y recuerdos de sus alumnos y amigos:

                                                           Don Alberto Sanabria, primer cronista oficial de Cumaná, en su obra “Cumaneses Ilustres” edición de Caracas, 1965, págs. 268 y ss. Dice:
                                                           Recordamos hoy a la brillante figura intelectual del Dr. Domingo Badaracco Bermúdez, ilustre hijo de Cumaná, con motivo de cumplirse el día 6, del presente mes, 25 años de su dolorosa desaparición.
                                                           Fue el doctor Badaracco, un aventajado médico, y desde los días ya lejanos en que recibió en la Ilustre Universidad Central la borla doctoral, ejerció incansablemente su profesión con desinteresado espíritu de altruismo.  Nos parece verle todavía trajinando las polvorientas calles cumanesas, en busca de algún mísero albergue para recetar algún desvalido. Su vida profesional fue toda caridad, y cuantas veces junto con su bondadosa sonrisa dejó también algún consuelo. Desde su juventud fue apasionado por el cultivo de las letras, y las nuevas generaciones que se han sucedido en la tierra cumanesa, siempre encontraron en el doctor Badaracco Bermúdez al paladín que les guiara en el sendero de la cultura. Incansable lector, de él bien pudiera decirse lo que, de un gran escritor hispano, que era una biblioteca ambulante. Familiar le eran los grandes clásicos, como las más modernas obras literarias.
                                                           Gran conocedor de nuestra rica lengua castellana, la dicción castiza se hermanaba con la belleza de su impecable estilo.
                                                           Ágil escritor, en revistas y periódicos andan dispersas sus brillantes producciones, hijas muy dignas de su noble talento. La parte más importante de su actuación de pensador y artista está en sus discursos, maravillosas gemas de su vida literaria.
                                                           El orador por antonomasia, con cuanto placer era oído por todos en las grandes conmemoraciones patrióticas, en la velada benéfica, en la reunión científica, y hasta en la grata fiesta hogareña. Como recordamos su emocionado y elocuente verbo en los primeros Juegos Florales de Cumaná, que como Mantenedor nos legó una inolvidable página antológica. También recordamos sus brillantes discursos en el Centenario de la Batalla de Ayacucho, en el sepelio del inolvidable médico cumanés doctor Delfín Ponce Córdova, y ante el féretro del inmortal humanista doctor José Antonio Ramos Sucre.
                                                           Con lujo de aptitudes desempeño algunos cargos públicos, entre ellos la Medica tura de Sanidad y la Presidencia del Concejo Municipal del Distrito Sucre, y en este cago dejó el recuerdo de su actuación al ordenar y salvar de la incuria del tiempo el viejo archivo municipal.

                                                           Su labor al frente del Registro Principal del Estado Sucre es digan de los mayores elogios, pues, con benedictina paciencia y en el curso de largos años hizo una completa organización, desde los amarillentos y carcomidos infolios coloniales hasta la documentación de nuestros días; interminables índices y pesados legajos siempre estaban en las manos del acucioso archivero.
                                                           Amigo de la juventud, no podía dejar de ser servidor de la causa, noble y ardua, de la instrucción pública, y en colegios y escuelas disertaba con su palabra animada y sabia sobre muchas materias de enseñanza. En el Colegio Federal y en el recordado Colegio para niñas dictaba brillantemente sus clases      
De castellano. El Dr. Badaracco fue verdadero propulsor de la brillante revista cumanesa “Broches de Flores”, de grata recordación, y la cual dejó una verdadera generación literaria, en la cual descollaron señalados talentos en el campo de la cultura nacional.
                                                           El Dr. Badaracco era miembro correspondiente de la Academia Nacional de Medicina, así como también de muchas corporaciones científicas y literarias.
                                                           El homenaje más grato a la memoria del doctor Domingo Badaracco Bermúdez, sería publicar sus discursos, llenos de erudición y de talento.
                                                           Nunca olvidaremos la cordial amistad con que nos honró y el aliento que en todo momento nos prodigó en nuestras actividades literarias e históricas.

Elevamos al Señor Nuestras preces por el alma del ilustre coterráneo y noble amigo. 
Miguel Ángel Mudarra, en su obra ¨Cultura Sucrense¨, editado en Caracas en 1965, (pág. 193) nos da un perfil biográfico del Doctor Badaracco, dice:
“Noble figura representativa de las ciencias y la cultura sucrense de los últimos tiempos, el Doctor Domingo Badaracco Bermúdez era cumanés de nacimiento y de corazón. Destacase como médico, educador, humanista, filántropo, caballero, orador, escritor, historiador y cumplido funcionario. Sus altas dotes de hombre culto, la amplia erudición que poseía, su desinterés pecuniario, sus simpatías comunicativas, su alto don de gentes que lo caracterizo durante toda su vida y su honestidad a toda prueba, hace de Domingo Badaracco Bermúdez un enhiesto valor, digno sucesor de las altas cualidades de su pueblo.
Filosofo por vocación y estudio, apegado a los moldes clásicos Badaracco Bermúdez dejo numerosos testimonios de su grave contextura humanística ya en la catedra en el Colegio cumanés donde formó generaciones, ya en sus discursos famosos en los que resaltaba su oratoria al par que sus grandes conocimientos y en diario discurrir de su humilde vida en la antañona Cumaná. Esta vigorosa personalidad dejó huella importante; su preocupación por la historia oriental no solo siguiendo la ruta trazada por Level de Goda, los Ramos, José Silverio González, González Varela y otros historiógrafos anteriores, sino poniendo a salvo multitud de documentos vitales, clasificándolos, rehaciendo el Registro Público y divulgando conocimientos ignorados u olvidados, cuando fue por mucho tiempo Registrador Principal del Estado Sucre, donde con entera devoción benedictina cumplió esa tarea, por cuenta propia.
Así mismo en la municipalidad, como su presidente, también reorganizó prolijamente el archivo edilicio en reto a la indiferencia, al tiempo y a la incuria. Opúsculos y artículos de prensa calzaron su honorífica firma. Entre esto el famoso hallazgo de la partida de Bautismo en Cariaco del General en Jefe José Francisco Bermúdez con el cual aspiraba demostrar el nacimiento de éste en esa localidad en vez de Carúpano como se había creído hasta entonces; es importante en los anales sucrenses.
         Como médico el Dr. Badaracco no solo empleó sus conocimientos sino su gran desinterés, su filantropía insigne, su mansedumbre y su magnífico trato a sus pacientes, cualquiera que fuese su procedencia social y su situación económica.
Badaracco Bermúdez actualizo con brillantez las virtudes de su ascendencia patricia, de los que fue consecuente vástago. Fue de los pocos cumaneses capaces que, al quedarse allí, encabezara en la presente centuria un verdadero movimiento cultural o de preocupación por la cultura y que desgraciadamente quedara trunco por su prematura muerte en 1935. Discípulo de grandes maestros fue a su vez buen maestro e hizo de su vida un ejemplo para la posteridad.
Y Andrés Eloy Blanco, se expresa de este santo varón: “Badaracco era la ciudad. Y era la providencia. Pero no la montuna, de vocación regional, esforzada, urgida de prepararse, para salir de sí misma y funcionar en el todo armonioso de la nación. La quería estimulada, enemiga de sus propios vicios, limpia de rencores, justa, juvenil, caminadora de todo el país venezolano”.

FICHA TÉCNICA.

Ricardo Archila Faría, en su obra “LA LITERATURA VENEZOLANA Y SU HISTORIA” Nos trae un perfil del Dr. Badaracco. Dice:

“D.C.M”., Univ. Cent., 9 noviembre 1895. Prototipo del antiguo profesional, profundamente humanitario y apegado a su lugar de origen. Desempeñó la Medicatura de Sanidad de Cumaná. Miembro correspondiente de la Academia Nacional de Medicina, así como también de muchas sociedades científicas.

                                                           Orador por antonomasia, periodista, fino escritor, gran humanista, educador e historiador. Debido a sus actuaciones de intelectual fue uno de los animadores de la vida cultural cumanesa, por muchos años. “Desde su juventud fue apasionado por el culto de las letras…”, “Unía a su ciencia, profunda cultura literaria y era guía de escritores y poetas”. Gustaba tanto de la lectura que de él “pudiera muy bien decirse lo que, de un gran escritor hispano, que era una biblioteca ambulante”. Más donde brilló con fulgor deslumbrante fue en la oratoria; en tal sentido, se consideran de gran valor sus discursos en el Centenario de la Batalla de Ayacucho, en el sepelio del inolvidable cumanés doctor Delfín Ponce Córdova, y ante el féretro del inmortal humanista Dr. José Antonio Ramos Sucre”. Fue propulsor de la celebrada revista cumanesa “Broches de Flores”. Profesor de castellano y literatura en el Colegio Federal de Cumaná, hoy liceo Antonio José de Sucre” y en el colegio para niñas”. Sus clases de castellano y de preceptiva literaria –Eloy Lares Martínez citado por Alegría- eran sumamente gratas. Con frecuencia leía y comentaba trozos escogidos de escritores y poetas… Le eran familiares la vida de cada autor y la de sus personajes de ficción; y sabía engarzar las reglas del bien decir con oportunas anécdotas. Con sentimiento casi religioso nos leía el discurso de Martí en Nueva York, en elogio de Bolívar; y el de Cecilio Acosta, con ocasión de su ingreso a la Academia”. El homenaje más grato a la memoria del doctor Domingo Badaracco Bermúdez –en opinión de Alberto Sanabria- sería publicar sus discursos, llenos de erudición y de talento”. En el Archivo del Estado realizó una estupenda labor, salvando documentos de interés histórico excepcional. Entre los liceos oficiales, el ubicado en Guiria –Estado Sucre- lleva el nombre del Dr. Domingo Badaracco Bermúdez.
                                                           Discurso pronunciado en la inauguración del Colegio González en 1897. Cumaná. Imp. de Félix Serra Rius, 6 p.,1897.
                                                           Juegos Florales de Cumaná (Discurso) En: Rev. “Venezuela Contemporánea”, No. 4, 1917.
Discurso ante el monumento de Sucre, en el libro del Centenario de la Batalla de Ayacucho, p; 93-101, 1924.
Prólogo, Rondón Sotillo, J. M. Sinfonías del Sur, 1928.


LOS
DISCURSOS 

Discurso pronunciado en el acto de graduación de su promoción de médico cirujano en la Universidad Central de Venezuela, Facultad de Medicina de Caracas, el 9 de noviembre de 1895.

Señor Rector, señores examinadores, señores…

Dice Séneca, en alguna parte de sus obras, que se debe reflexionar mucho antes de admitir a alguno en el seno de las amistades, y la ilustre Universidad Central de Venezuela, al conferirme el título de Doctor en Medicina, no ha tomado en cuenta aquel aserto clásico, sino que, madre amorosa, me tiende cordial abrazo, confundiendo así mi oscuro nombre con tantos nombres célebres, que, desde sus aulas comenzaron a ser grandes.  
         Agradecido quedo al señor Rector, que a nombre de la República y la presencia de la docta Asamblea aquí constituida, me ha puesto en posesión de tan honorable título; agradecido a la respetable Junta Examinadora, que con benévolos estímulos me ha animado en este acto; agradecido a los amigos y compañeros aquí presentes, que me han honrado y hasta embellecido si cabe con su valiosa presencia.

         De cuantas ciencias ilustran los conocimientos humanos, ninguna más grande y útil que nuestra hermosa ciencia. Ella ha rejuvenecido la vida de los pueblos redimiéndolos del cautiverio del dolor. Ella ha humanizado las leyes, cohonestado en parte las faltas y los crímenes que radican en nuestra flaca especie, y ha hecho menos duros los rigores de la justicia. Ella ha prestado vigoroso impulso a las artes. Con las matemáticas va hasta el seno hondo del análisis. Se apoya en ella la jurisprudencia de nuestros días para el esclarecimiento de sus puntos más culminantes. La filosofía experimental es obra suya. La literatura moderna bebe en sus claras fuentes luz y vida; y, las pasiones, los entusiasmos, los heroísmos y cuánto hay de elevado en nosotros, le pertenece a ella por modo íntimo.       

Ciencia que abarca programa tan luminoso y vario, aunque conocida muy de antiguo es siempre nueva. De la vieja escuela se guardan sin duda importantes datos que hoy vemos con veneración y cariño, remontándonos en alas de la fantasía hasta la infancia del arte; pero es ahora en nuestra época cuando han tomado mayo impulso las ciencias médicas con importantes descubrimientos y explicaciones y teorías nuevas: el microscopio ha abierto amplio cause a los estudios bacteriológicos; la química ha disipado muchas dudas; el frío cálculo ha desarraigado erróneas creencias. De Claudio Bernard, padre de la fisiología experimental a Pasteur, divulgador de la teoría microbiana, promedian buenos años que han sido pródigos en adelantos para el arte médico, a tal punto que la anémica hija de Celso y Esculapio, rebosante hoy de vida, toma parte no pequeña en el desenvolvimiento de importantes cuestiones sociales.

Al estudio de esta ciencia convertí mi atención en no lejano tiempo: a ésta he consagrado los mejores años de mi vida, muchos si no todos los anhelos de la mente y casi todas las energías de mi voluntad. Si he salido airoso del trance, no es fácil afirmarlo. Tiempo sobrado queda para formarse un criterio fijo acerca de nuestros estudios universitarios; y quien medite sobre tan importante cuestión, encontrará en el seno de este instituto ilustrados profesores, amigos decididos en toda innovación y de todo progreso, que trabajan a diario por colocar este panel –el primero de Venezuela– a la altura que piden su categoría y su historia; y verá así mismo que de parte del gobierno nacional ha faltado y falta aún interés para recompensar los esfuerzos de la juventud que aquí vine a ilustrarse.

Este lauro, pobre y todo como es, va a honra la memoria –siempre rata- de mi querida madre; que me inició en el amor a todo lo hermoso; en cuyo regazo pase los días felices de mi niñez; entre deliquios rayanos de la idolatría y congojas de arrobamiento, y que luego desapareció de mi lado en terrible día, ya remoto.

A su dulce recuerdo va unido el de mi padre, que ha hecho toda suerte de sacrificios para darme educación; y acuden a mi memoria los nombres de mis tíos y hermanos que me han alentado generosamente en esta labor ruda de más de cinco años.                 

Al amparo de seres tan queridos coloco hoy este grado de Doctor en Medicina, que la ilustre Universidad Central de Venezuela, por órgano del señor Rector, acaba de otorgarme.

Señor Rector, señores examinadores, gracias de nuevo.



DISCURSO EN EL ACTO DE INAUGURACIÓN DEL “COLEGIO GONZALEZ”

Señor Presidente del Concejo Municipal
Señores:

Lazo de firme unión en todo el ámbito de la patria, han venido a ser, en los tiempos que alcanzamos, los institutos de enseñanza. Ellos han mejorado la ardiente condición de nuestra raza levantando las inteligencias, fortaleciendo los caracteres, suavizando las costumbres, e infundiendo en todos los espíritus el vivo sentimiento del derecho.

Son sus luchas, luchas dolorosas pero esplendidas en que la verdad ha de combatir de modo incruento para salir triúnfate; la luz que vierten es luz bienhechora que lo ilumina todo; las enseñanzas que prodigan, las prácticas que imponen y las leyes que dictan, son leyes prácticas y enseñanzas encaminadas al perfeccionamiento gradual del individuo. ¡Y cuando a sus triunfos, triunfos son gloriosos!… No pueden, no, apagarlos ni rivalidades de raza, ni antagonismos de opiniones, ni poderes tiránicos, ni la guerra misma con la explosión de sus odios.

La obra lenta, llena de tropiezos, de nuestro agradecimiento patrio, a la instrucción se debe; esa legión de pensadores que todo lo atropella en aras del ideal que persigue –fanáticos de un culto que no ha de tener apóstatas- está echando los cimientos de la verdadera República, y es consolador el pensar que aquellos que aquilataron el temple de su carácter en los bancos de la escuela, son los mejores elementos de las modernas democracias.

¡Labor sublime, señores, la de la enseñanza! Nunca serán bastante a ponderarla los elogios de la prensa a diario en su alabanza; nunca será bastante a satisfacer las bendiciones de las madres, santas bendiciones que la sinceridad dicta y que perfuma el cariño; ¡ni bastarán a recompensarla la admiración de los gobiernos, ni el tributo de justicia que las generaciones agradecidas rinden a los apóstoles beneméritos de la instrucción popular, esos sublimes zapadores del Civismo!       
              
Cuando convertimos la atención hacia el remoto pasado, flota en las lejanías de nuestros recuerdos, estrechamente unida a la de nuestros padres, la blanca visión de nuestros primeros maestros. Ellos prendieron en nuestro cerebro esas mil luces que fueron a esclarecer sus hondas lobregueces; de sus labios recogimos las primeras nociones de libertad y de justicia, que llegaron hasta nosotros en suaves vibraciones - y cruzados portentosos de la época- nos llevaron al templo de la patria y nos hicieron ofrendar en sus altares las flores de nuestra sencilla gratitud.

La vida de los pueblos, raudal fecundo de enseñanzas, llena está de la obra de estos novadores. En todo tiempo, déspotas engreídos han intentado apagar con el estruendo de las armas, la voz de las conciencias, y en todo tiempo caracteres enérgicos, haciendo frente a las iras del poder, han vencido luego en esta lucha de la razón contra la noche negra de la barbarie. Y viene así en la historia al lado de grandes sombras, claridades de aurora, junto al guerrero, cegador de vidas, el filósofo, cultivador de las inteligencias.

Desde el punto de vista del derecho, ninguna otra obra es comparable a esta obra; y los gobiernos que se inspiren en el bien de sus representados, deben propagar los institutos de enseñanza, si quieren que sus nombres se perpetúen en la memoria de las generaciones.

Ya, comprendéis, señores, como ha de ser grata a todo buen cumanés la Resolución del señor General, Presidente del Estado, en que se ordena crear en esta ciudad, el Colegio “González”, en obsequio de la juventud estudiosa, y como un homenaje de justicia a la memoria, siempre venerada, del coronel Don José Silverio González, entusiasta y abnegado propagador de la instrucción popular.                         

La vida de este notable compatriota, fecunda como pocas, en servicios a la Patria, bien puede tomarla como modelo la juventud que aspira a ilustrarse. En esos años de combativa existencia, verá ejemplos sublimes de acrisolado amor patrio, de abnegaciones heroicas, de energías incontrolables. En la tribuna de los Congresos, en las plazas públicas, en las lides de la prensa, por doquiera resonó la voz elocuente de aquel que la justicia de sus contemporáneos apellidó Patriota, aquella voz que era como eco fiel de la justicia y como la genuina expresión de la agonía popular.

Y fue la enseñanza, señores, su inseparable compañera. Tres generaciones recogieron de aquellos labios las doctrinas más avanzadas, más puras, más consoladoras. Tres generaciones que cuentan en sus filas distinguidos literatos y hombres de ciencia en los varios ramos del saber.

¡Si hubo mérito, en una época en que era escaso el amor por la enseñanza, en servirla abnegadamente, mérito fue suyo, si hay gloria en formar hijos útiles a la patria, a la sociedad y a la familia, gloria es suya, y si hay recompensa para los beneméritos servidores el pueblo, esa debe ser suya! Nosotros, obscuros discípulos de tan eminente compatriota, solo podemos ofrecer a su memoria estas breves palabras, hijas de nuestra profunda gratitud. Obra ha de ser de los gobiernos, revivir ese ilustre nombre para enseñanza de la juventud que se levanta y que siempre ha menester estímulos poderosos.

Tal lo ha comprendido el liberal magistrado que preside los destinos de Bermúdez y al establecer este Instituto, cuyo variado programa basta a satisfacer el anhelo de los jóvenes estudiantes, empeña la gratitud de todos aquellos que vemos en las ciencias la mejor base de la prosperidad de la República.
  
He terminado.

Cumaná 9 de diciembre de 1897

      





Discurso del Dr. DOMINGO BADARACCO BERMUDEZ, en la culminación del programa de la conmemoración del Centenario de la batalla de Ayacucho. Al pie del edificio en construcción, del Museo “Gran Mariscal de Ayacucho”, el 9 de diciembre de 1924, en Cumaná.


Señores:

La Sociedad Patriótica Ayacucho, en nombre de la cual me cabe la honra de dirigiros la palabra, dispuso en solemne acuerdo  construir este monumento, donde guardar las reliquias históricas del Gran Mariscal Antonio José de Sucre o que a él se refieran; y consecuente con tal propósito dio principio a la obra, bien en el convencimiento, por lo breve del tiempo de no poder llevarla a término para este día aniversario de aquel otro en que el hijo más ilustre de Cumaná, al frente del Ejército Libertador, selló la emancipación del Continente, en la más trascendental función de armas que se haya librado en él.

         Cumple hoy en parte sus miras la SOCIEDAD PATRIOTICA, al exhibir, como número selecto de las fiestas del Centenario la porción de trabajo realizada; y se promete para dentro de poco la inauguración definitiva de la obra, tal como ésta ha sido ideada por el feliz ingenio de artistas nacionales.

         Frente al mar antillano sobre cuyas olas rodó un día, náufrago, nuestro héroe epónimo, cuando cruzado de la Libertad se encaminaba doliente al predio nativo, cercano a la histórica fortaleza de San Antonio cuyo muros encierran tantas leyendas de redención y de martirio; arrancado del propio sitio en donde otro gran oriental, épico adalid de la independencia, campeón de alto relieve en los fastos del heroísmo, terminó su gloriosa vida y en serena contemplación al infinito, se alzará en breve, a manera de atalaya, la artística pirámide, que dirá a los postreros como esa flor de epopeya que se llamó Sucre, cuyo nombre llena en estos momentos el ámbito inmenso de la América Hispana, ya tiene, en el suelo que arrullo su cuna, el monumento que la veneración y el cariño del ilustre pueblo cumanés ha consagrado a sus hechos inmortales.

         Plumas doctas han relatado en páginas de arte, de verdad y de justicia, la vida militar y política de aquel primado  de la gloria, que sin más émulo que el Libertador, ni otro escudo que la bandera de la Patria, realizó con las invictas falanges colombianas esa carrera de prodigios que, como recio huracán de gloria, se fue de triunfo en triunfo por las enhiestas cumbres de los Andes hasta el Potosí lejano, llevando en su mente de guerrero al igual del Padre de Colombia, no el ideal restricto de la liberación de unos pocos pueblos, sino la visión radiante de la América grande y una, faz a faz de esa otra América, formidable modelo de Libertad y fuerza.

         Pensadores profundos han elogiado su capacidad maravillosa de estadista, creador de pueblos y el mayor colaborador de Bolívar en esta obra de genio. Militares de escuela han estudiado sus planos de batalla, llevados al papel en horas turbulentas, en plena campaña. Artistas soberanos han fijado en el lienzo, en el mármol y en el bronce esa fisonomía austera que parece como animada por un espíritu doliente. Inspirados portaliras han descrito en estrofas que son flores de antología, poéticos gestos de su vida galante, escenas triunfantes de su vida de guerrero, o el lúgubre momento de su caída fatal. Su correspondencia, sus proclamas de guerra, sus mensajes, todo ha sido examinado a la luz de un nuevo criterio histórico, el cual va directamente al fondo de los hechos, para extraer de él en toda su pureza la verdad y dejar sin valor alguno los prejuicios y las leyendas… Y volviendo, y revolviendo al héroe como un fino diamante de impecables contornos, cada lado del Mariscal egregio emite brillo firme y sereno, que denuncia en su estructura la unidad real más perfecta.

         Analizando esa vida, que el plomo de Berruecos tronchó en flor, no es seguramente el heroísmo del gran cumanés lo que más nos arrebata, como no lo son tampoco su pericia indiscutida ni su sabiduría en el consejo: muchos de sus compañeros de armas poseían en grado eminente algunos de tan valiosos atributos. Lo que arroba el ánimo en la contemplación de esa vida, es la armonía perfecta de facultades, aquella lealtad caballeresca, aquella serenidad de juicio que ni en el pánico de las derrotas ni en la embriaguez de la gloria de los grandes triunfos, ni en los altos Senados que le tocó presidir lo abandonaron jamás. Si no tenía el don profético del genio, concedido solo al Libertador, en cambio penetraba fácilmente en el campo tenebroso de la realidad, hecho infranqueable por las ambiciones en lucha; y con su valor extraordinario el profundo conocimiento de su arte, y aquella piedad suya, que “no parecía humana”, sabia sobreponerse a los sucesos y arrancar la victoria de los brazos mismos de la anarquía o el crimen.

         Su modestia sin igual, que no era en él flor de estudio sino presea ingénita, como lo fue también su delicadeza, aquella delicadeza de Sucre que tanto impacientaba al Libertador, lo llevó en más de una ocasión a conceptuarse insuficiente para asumir la dirección de alguna vasta empresa militar; pero la disciplina, el amor a la Patria, su fe completa en el genio de Bolívar y en el entusiasmo y valor de los soldados de Colombia, le imponían como mandamiento categórico aceptar el mando y triunfar ¡Y Siempre triunfaba!  “Él hombre de la fortuna en la guerra”, fue llamado en sus días.

         Si para penetrar mejor a ese hombre ilustre “Conjunto de hombres” como de Alcibíades dijo Platón, pasáramos a considerarlo en la triple faz con que se yergue su figura en la historia de la revolución, veríamos que Sucre guerrero se equipara en grandeza con Sucre diplomático y Sucre Magistrado. De un valor legendario son testimonio las difíciles circunstancias que tuvo que vencer en los principios de su carrera, junto con los héroes orientales que, al mando de Mariño, formaron la expedición del año trece. Y en ese grupo, digno de eterna fama, “Sucre siempre se distinguía por su infatigable actividad, por su inteligencia y por su valor”.
        
         En los célebres campos de Maturín y Cumaná se encontraba de ordinario al lado de los más audaces, rompiendo las filas enemigas, destrozando ejércitos contrarios con tres o cuatro compañías de voluntarios que componían todas nuestras fuerzas” Son palabras del Libertador. ¿A quién que conozca la historia patria puede sorprender el imponderable arrojo personal de Sucre cuando la insurrección de Chuquisaca?

         Sobre su tumba bien pudiera gravarse parafraseando para encuadrarlo en campo americano, el epitafio que para sí compuso el mayor trágico de la eterna Grecia: “Aquí está Sucre. Los lúgubres llanos de La Puerta, Aragua y Urica, las triunfales alturas de Riobamba, Pichincha y Ayacucho, y el español altivo de indómito coraje, dirán si fue valiente. ¡Ellos lo vieron!

         Pero, aun así, la inscripción quedaría incompleta, porque ese carácter alcanzó para la causa de la Patria tantas victorias con la bondad y la clemencia como con su espada libertadora. Diplomático, su nombre fulgura al pie de tratados que son prendas del decoro humano y que en aquellos días difíciles contribuyeron eficazmente a detener las hondas calamidades engendradas por la guerra.

         Su actuación en Bolivia al frente del poder fue la tarea de un cíclope. Débil medio para hacerse respetar daba la Constitución bolivariana al Ejecutivo, como lo confiesa el mismo Sucre, y eso en medio, en que ambiciones y rivalidades vivían en perpetuo acecho. Admirable es ver, sin embargo, como pudo el Gran Mariscal llevar el orden a todos los ramos de la administración y de “aquella porción de hombres divididos entre asesinos y víctimas, entre esclavos y tiranos, devorados por los enconos y sedientos de venganza, forma un gran pueblo con leyes propias y señalar su gobierno por la clemencia, la tolerancia y la bondad”.

         Tan bien conocía Bolívar la férrea contextura de ese carácter y su absoluta consagración a la causa de la Independencia, que, en plena guerra civil, antes de Tarquí, le escribe aquellas palabras “Todos mis poderes, buenos y malos, los delego en Ud. Haga Ud. la guerra, haga Ud. la Paz; salve o pierda el Sur. Ud. es el árbitro de sus destinos y en Ud. he confiado todas mis esperanzas”. 

         Culminó su desprendimiento del mando en el Congreso Admirable, donde hizo esfuerzos supremos para sostener la unidad colombiana, ensueño heroico del Libertador, fracasado ya de hecho por la fuerza de la opinión separatista en las tres repúblicas y para el cual Senado formuló Sucre su célebre propuesta, que era como un llamamiento a las fuerzas pensantes de los pueblos recién libertados para que se encaminaran por vías civiles a regir sus destinos soberanos. Utopía para entonces, pero que de todos modos revela un criterio amplio y un valor cívico a toda prueba.

         Gran ciudadano del mundo, brillante caballero de la democracia, a lo largo de esa vida se agita un afán constante de orden, de cultura, de cordialidad, fuerzas estas  que después de Ayacucho toman en Sucre toda la persistencia de una obsesión  “Más patriota que ambicioso”, como le escribe a Flores, pensando siempre en Quito y Cumaná, en la familia y los amigos lejanos, quiere retirarse de la escena pública a llevar vida modesta de filósofo, y no emplear más su espada sino cuando haya algún peligro de invasión exterior. Pero era vacilante la vida de los pueblos recién venidos a la libertad, y muy alta la talla de aquel guerrero, para imaginar siquiera que pudiera desprenderse del ejército a sembrar coles, como Diocleciano, en el rincón de un huerto, o a lamentarse desde lejos del bien perdido como una doliente figura del Romancero. Hijo de la guerra debía morir combatiendo, y cayó al fin, en miserable emboscada, el patricio benemérito en toda la plenitud de su grandeza. ¡Afortunado fue en su muerte! Ese astro de primera magnitud en el cielo de América, no llegó a conocer la soledad glacial del ocaso; no presenció la ruina de Colombia ni sufrió las mordeduras llenas de hiel y cieno, que aceleraron el fin del Padre de la Patria. Afortunado fue en su muerte, pues como ya se ha dicho, y lo comprueban los anales del mundo, sobrevivir a su gloria es la mayor desgracia de un hombre ilustre.

         Hoy las cinco repúblicas que tanto contribuyó a libertar, y con ellas las demás naciones de Hispano América, unidas como en sus grades días nacionales, y protegidas por la ideal bandera de aquella como República continental que concibió Bolívar, celebran con el más intenso júbilo la gloria del 9 de diciembre, y la del capitán egregio, vencedor en esa jornada. Unidas como en sus grades días nacionales, tienden los brazos a la ciudad procera, ilustre entre las ilustres del Continente, la que recibió en su seno los primeros gérmenes de aquella civilización mediterránea traída por los iberos y que, siglos más tarde había de dar al Nuevo Mundo el varón privilegiado que afianzó su libertad en Ayacucho. En fantástica teoría parécenos ver a esas naciones acercarse a este monumento y bendecir el nombre de Sucre y así mismo nos parece que llegaran hasta nosotros en las ondas del aire como un eco lejano de aquellos días de gloria, las palabras proféticas del Padre de la Patria “La generación venidera esperan la victoria de Ayacucho para bendecir y contemplarla sentada en el trono de la libertad, dictando a los americanos el ejercicio de sus derechos y el sagrado imperio de la naturaleza”.

Esta fiesta, Señores, elevado exponente de patriotismo y cultura, no volverá para nosotros; pero la magnificencia de ella, los recuerdos que evoca, la gloria que exalta, la idea que representa, todo lo que en la religión de la Patria constituye el culto heroico de los pueblos vivirá en lo íntimo de nuestro ser, con la vida perdurable que llevan en si los acontecimientos trascendentes. Y en tan solemne momento rindamos a nuestro héroe epónimo el más vivo homenaje de gratitud: recordemos siempre cumaneses, sea cual fuere el puesto que la ciega fortuna nos asigne, alto o mediocre, desesperado o triunfal, recordemos siempre para honrarnos imitándolo, que ese espíritu selecto, de méritos auténticos y esclarecidas virtudes, no olvidó nunca ni aun en la cumbre del poder y de la gloria, a su tierra cumanesa. A ella consagró en todas las etapas de su agitada vida los recuerdos más acendrados, y para ella se quitó de las sienes y alejó de su mano la corona y la pluma de oro y perlas con que el Perú, ya libre, entre otros ricos presentes, exteriorizó su afecto al “redentor de los hijos del sol”.

Y para que nuestro homenaje sea digno coronamiento de esta apoteosis al valor, a la constancia y al mérito, hagamos al Padre de Ayacucho la ofrenda más valiosa que puede tributarle un pueblo ilustre: la de sostener y exaltar hasta lo heroico la patria que quisieron para nosotros, y así nos la legaron nuestros padres libertadores la Patria que quiso Sucre, libre, altiva y amable. La Patria libre, tal como en símbolo viviente está representada en el caballo volador de su escudo; la Patria altiva, como el samán de sus llanuras majestuosas; la Patria amable como los fértiles oasis, llenos de pompa y de verdor que sonríen al pie de sus abruptas cordilleras.

Señores: honroso encargo que me ha encomendado la sociedad organizadora de esta fiesta, y que cumplo con la mayor voluntad, es el de felicitar patrióticamente y dar las más cumplidas gracias al Señor Presidente Constitucional del Estado, General Juan Alberto Ramírez, por haber dispuesto en todo el territorio de su mando, la celebración solemne de estas fiestas centenarias, y concedido a la Sociedad, en el Programa Oficial, los números especiales que ella solicitó para contribuir al esplendor de esta apoteosis. Al honrar a Sucre en esta fecha clásica de la gloria americana, y en la propia cuna del héroe, ha conquistado el General Ramírez título valioso al respeto y consideración de los cumaneses. Hace extensiva la Sociedad Patriótica la expresión de su agradecimiento al Señor Secretario General de Gobierno, Doctor Pedro Miguel Queremel, brillante sostenedor de esta actualidad política; a la Ilustre Municipalidad del Distrito, al Ilustrísimo Señor Obispo Dr. Sixto Sosa, y al respetable clero de la Diócesis; a los señores Delegados del Gobierno Nacional y de los Estados de la Unión, a la prensa; a los institutos de enseñanza; a las gentiles hijas de Cumaná, conmovedor encanto de esta tierra soñadora, y en fin al pueblo cumanés aquí presente, abnegado siempre y heroico como en los magnos días de la lucha emancipadora; porque todos nos han estimulado en el propósito de formar con el gobierno regional, en estos días de verdadero regocijo, una como larga fiesta de familia, modesta y bella, como fue modesta y bella la vida pura Sucre.

Y suben respetuosamente los votos de gratitud de la Sociedad Patriótica hasta el señor Presidente Constitucional de la República, Benemérito General Juan Vicente Gómez; porque este gran ciudadano ha rendido en todo tiempo los más espontáneos elogios al vencedor en Pichincha y honrado la gran memoria del héroe con ricas obras de arte y utilidad pública diseminadas en el vasto territorio nacional. Al amparo del fuerte gobierno del General Gómez, ha habido en el país como un florecimiento de actividades debido a la paz sólida y al trabajo redentor, que son las fuerzas de su fecunda administración. Esa paz prolongada como no habíamos presenciado otra igual, al anular las antiguas banderías turbadoras del respeto público ha creado la unión efectiva de la gran familia venezolana. Y durante ese largo período de progreso y de orden, hemos visto realizarse actos como el presente, que son notas triunfales de civismo, y orgullo de buena ley para el fuerte conductor de la nueva Venezuela.

Señores todos.

DISCURSO DE DOMINGO BADARACCO0 EN LA APERTURA DE LOS PRIMEROS JUEGOS FLORALES DE CUMANÁ, Y LA INAUGURACIÓN DEL TEATRO GONZÁLEZ, 1916.
Señoras y Señoritas

Señores:

Con rosas y adelfas y clavos de oro quería adornar su libro el inimitable autor del “Cancionero”, aquel sutil ingenio, toda ironía y color, en cuya lira de artista hizo nido de arrullos el risueño aticismo griego. Y así también, quisiera yo, para este breve momento lírico, evocar de heroicas gestas, traer, no las melancólicas flores del poeta, sino esas otras más vivaces que decoran nuestros campos y presentarlas como exvoto candoroso, en aras de la inmortal belleza.
Pero el deseo, deliciosa vaguedad del espíritu, que no puede, como la voluntad, levantar mundos del polvo y echarlos   a girar por los dilatados espacios de la libertad y el derecho, ni como el poder tiene medios para reconstruir de modo tangible lo remoto, se agita vanamente dentro de los estrechos límites que le trazó la suerte, y solo os puede ofrecer algunas palabras, como contribución sencilla pero ingenua, para esta encantadora fiesta.

¿Qué importaría tampoco la sencillez del homenaje?, si para el esplendor ingente de estos juegos, que hoy por primera vez celebramos, parece que contribuyeran las más bellas porciones que integran esta tierra: el impecable azul de nuestro cielo bajo cuyo rutilante dombo dieron vida a sus ideales de redención nuestros padres libertadores: nuestro mar antillano, fragmento del grande atlante, y que fue el primero en deslumbrar  la mente del genovés egregio con las maravillas de un mundo joven: nuestros bosques y ríos, que recogieron en otros tiempos los ecos del yaraví aborigen, y en donde canta ahora la piqueta del obrero su ruda canción metálica: nuestros vergeles florecidos  como para un triunfal modelo de artistas; y en medio de tales dones y tan exuberancia de riquezas, nuestras felices coterráneas, quienes por el gentil donaire y las gracias turbadoras parecen ricos brotes de la inolvidable Andalucía.
Tantas notas vibrantes van prendiendo en nuestras almas la luz de un ideal fuerte y fecundo; van despertando en nuestro ser fibras casi dormidas; la fe revive; alienta la esperanza en los destinos de la Nación y de la raza; más serenos contemplamos la marcha siempre ascendente del progreso; y partiendo del valle o la montaña, como por una escala gigantesca, nos sentimos transportados hacia la “Fábrica” de la inmensa arquitectura”, como trinó otro privilegiado de las musas.
Grado altísimo de cultura alcanza un pueblo que sabe sentir y comprender el hondo encanto sugestivo, la fuerza inicial arrolladora de ese torneo galante, que, arrancando de la barbarie, pasó como un rayo de luz por entre multitudes oprimidas y se hizo campo, así en la tienda del trovador bohemio como en el alcázar del poderoso. Tomó formas sencillas como de una religión nueva, en los comienzos del idioma bajo el cálido ambiente de Provenza, España, nuestra madre leyendaria, dio entrada en su alma guerrera a la suave onda lírica, y en su suelo prodigioso, trovadores y bardos se disputaron en lides el lauro de victoria.
Vienen a fatigar el pensamiento, con sus deslumbrantes atavíos, esas épicas Empresas, que hicieron florecer tanta leyenda, y que, por la recia labor de arte que realizaron, dieron nombre famoso a todo un ciclo literario.
Días muy humanos, esos, cuando orgullosos de su valor y su arrogancia “se iban a cantar los trovadores al pie de las talladas celosías”. Después… nuevas palestras impusieron las épocas: la constante renovación del tiempo fue poco a poco apagando ese lirismo de una sencillez casi agreste; y de una parte la perfección que alcanzaba el idioma, y de otra, el alejamiento de la naturaleza, modelo fecundo de aquellas liras, trajeron variados moldes, que hicieron olvidar luego esas surgentes de cristalinas aguas.
Hoy reviven los poéticos certámenes, si no con la arrogancia bélica de entonces, a lo menos con armoniosa belleza que les presta la cultura de nuestros días. La mujer, ya libertada de prejuicios, viene a ser musa inspiradora, pero así mismo sostén del hogar moderno: sus derechos alcanzan límites que ni siquiera idearon los antiguos; y ya, no tributaria del hombre, sino su compañera afortunada, comparte con él alegrías y penas, triunfos y derrotas.
Por eso los Juegos Florales magnifican fines que durarán lo que el mundo dure; culto a la mujer, al valor, al idioma; lo que vale decir culto a la belleza, al honor, a la ciencia, tres manifestaciones intensas de un solo culto: el inconmensurable culto a la Patria. 

Porque a la Patria vuelven al fin hasta nuestros más fugaces pensamientos: Ya sea una flor de país remoto, la cual, por su blancura de holocausto, como si fuera tronchada en los mismos jardines del Rey Sol, nos hace pensar que son así tan bellas las que erigen su diadema de nieve en nuestros huertos. Ya sea una estrella de extraños cielos, en la cual nos parece que sonríe desde muy lejos la visión amada del cielo Patrio. Ya sea una canción, que, escuchada en el destierro, a las agonizantes púrpuras del crepúsculo, nos trae como apagados adioses de nuestros lares distantes, y renueva en el alma las torturas de un regreso imposible. Ya sea, en fin, una palabra del propio idioma, que, pronunciada por extranjeros labios, como un epinicio a nuestras glorias, nos hace vibrar de orgullo, porque lleva el pensamiento, con rapidez de vértigo, toda una epopeya de prodigios.
    
Y en ocasiones solemnes el hombre alcanza hacer la Patria misma: los constituyentes del año 30, de aquel Congreso que la Historia conoce con el nombre de Admirable, acogieron con profunda emoción la entrada del gran Bolívar, como si hubiera penetrado en aquel augusto recinto, nimbada con los resplandores de cien victorias, la Majestad de la Gran Colombia.
Todo lo que diga bien de la Patria, o exalte su claro nombre es regocijo para el espíritu y honor del hogar propio. Y a ella debemos acudir con muy valiosos dones, con todos aquellos que nos brindan los más avanzados pueblos del orbe: procedimientos de industrias y artes, novedades científicas, tesoros literarios; no, ciertamente, para superar esos modelos, sino para dar fuerza y vigor al genio nacional, mezclado con nuestras sangres los ricos elementos de vida que tanto abundan en organismos superiormente dotados. Así fundidas con el arte Patrio, las notas más salientes de extrañas civilizaciones, obtendríamos al cabo esplendorosa unidad propia, a la manera que en la Minerva imperatoria de Fidias se hermanaron para realizar ese milagro de belleza el mármol y el marfil, el oro y los rubíes.
Encierra pues, esta apoteosis del Arte, trascendencia mayor de la que a primera vista parezca.
No es solo un pueril pretexto para leer escogidos versos lo que aquí nos congrega. Es más intenso el afán que domina nuestros ánimos: es el anhelo vehemente de ver reunidas en espíritu y en verdad las dispersas fuerzas pensantes que integran nuestra intelectualidad. De esa unión efectiva que ahora se inicia, habrán de brotar mañana luminosas manifestaciones de progreso, tendientes todas al bien del caro suelo. Nuestro esfuerzo es de acendrado patriotismo y por lo tanto esfuerzo de honra.
En la balanza moral  que regula las acciones humanas, el trabajo del espíritu asume el valor más alto por la cantidad de bien que envuelve y así ¡Oh, compañeros que me oís!, podemos estar seguros de haber realizado labor fecunda al rendir homenaje a las bellas letras en esta noche memorable, sin cuidarnos poco ni mucho de ironías con que pudieran saludarnos un mal entendido sentido práctico, especie de sexto sentido éste, que de extender su dominación sobre la tierra naufragarían en él como en un implacable piélago, hasta las más luminosas orientaciones del espíritu.
Que no se apague el entusiasmo en vuestros pechos ¡Oh poetas! Contribuid con vuestros cantos a la obra excelsa del engrandecimiento nacional. Colocados entre dos generaciones, la que empieza y la que se va, con todos compartid ese entusiasmo.
¡Sed estímulo y amparo! Estímulo para esas almas juveniles que, amando con pasión irreductible la belleza, vacilan sin embargo al deshojar en su alabanza las invioladas flores de sus líricos jardines. Amparo para esas otras almas que, desencantadas del arte, por cansancio de la vida, ven desfilar ante sí, como ruinosa procesión de sombras que lamentara el tiempo perdido, sus prosas más sonoras, sus más vibrantes versos.
Y vosotras, gentiles hijas de mi tierra, que constituís la manifestación más alta de su cultura artística; cuyos núbiles ensueños visten de azul y rosa como las sacerdotisas de Eros, sed siempre mantenedoras de ese ideal de belleza, que irradia luz bendita donde imperáis sonrientes, porque sabéis llevar al cerebro y al corazón de los poetas, cual una fuerza nueva, uno como irresistible impulso hacia la gloria.

Señor Presidente del Estado.

A la feliz iniciativa de nuestro ilustrado gobierno se debe en primer término, la celebración de estos juegos. Habéis querido inaugurar con ellos este hermoso Centro del Arte, llamando a competir con vos, satisfacción tan noble a los intelectuales de toda la República. Por todo ello os habéis hecho merecedor del recuerdo nuestro y yo me complazco en manifestároslo así, bajo la gloria de diciembre, cuando vemos culminar entre esplendores de apoteosis el nombre siempre augusto de la Patria.

He terminado.


Conmovedora oración en el Cementerio de Cumaná, ante el `pueblo y la tumba del excelso poeta Dr. José Antonio Ramos Sucre.
CUMANÁ, 1930

Señores

De nuevo, tras larga ausencia, vuelve a nosotros, y esta vez para siempre, el sabio coterráneo y amigo inolvidable que en días ya lejanos se desgarró del solar nativo, en pos de nuevas fuentes que colmaran su sed de ciencias.

Se radicó en Caracas, hogar protector del mérito. Hizo en ella estudios mayores hasta doctorarse de abogado. Pero fue su vocación decidida el estudio de humanidades, y en esta Facultad, a la edad suya puede asegurarse que no tuvo iguales en su País.

Poseía varios idiomas, vivos y muertos, y conocimientos generales de ciencias y artes. Su erudición era sombrosa. Como de un gran polígrafo hispano, podía decirse de él, que era una biblioteca ambulante. Retraído y absorbido en el estudio se deslizó su vida sin ruido ni vanidades, lejos del ditirambo enloquecedor y las complacencias mundanas. Fue un solitario, pero no hosco ni sombrío, sino más bien risueño y locuaz.

De esa manera de ser suya tan concentrada y rara, participa su prosa, torturada y fulgente, como joya salida de algún taller de Florencia. Murió joven, cuando las letras patrias tanto esperaban de él, cuando su enorme preparación científica y literaria lo empujaba a escribir la obra que fuera para los postreros, como la consagración definitiva del saber de Ramos Sucre. Se apagaron sus días, distante, de su familia y amigos de la infancia, muchos de ellos presentes en este homenaje a sus grandes méritos.

En todo tiempo recordó a cuantos sentían por él verdadero afecto. Quiso mucho a Cumaná, ¡Oh Mucho! Sus desgracias e infortunios lo conmovieron reciamente; su espíritu siempre varonil se enorgullecía hasta el delirio. Así, al entregar a la tierra los despojos mortales del malogrado compañero, reviviendo tantos recuerdos, pensamos que con él desaparece uno de nuestros más altos valores intelectuales, en estos tiempos tan pobres de ideales, si bien fecundos en actividades fabriles.

Lo ejemplar de su vida, su paciente lucha diaria por abrirse camino a despecho de la adversa fortuna; el método rigurosamente científico que se impuso en sus estudios, para no saber de segunda mano lo que le importaba saber; aquella manera de escribir suya tan honda y fuerte, como sometida siempre a recias disciplinas, bien puede servir de pauta a los que anhelan sobresalir en el conocimiento exacto de alguna ciencia.

Difícilmente podrá ser sustituido Ramos Sucre; el tiempo actual corre con asombrosa rapidez, y fuerzas múltiples solicita al hombre en todas direcciones. Los estudios prácticos se multiplican por la precisión y brevedad de los nuevos métodos. La erudición va cediendo el campo al sentido práctico.              

Es pues mérito muy alto en nuestros días investigar orígenes y causas remotas, que requieren profundo estudio y paciente disposición. Lo comprendía también así nuestro malogrado amigo, pero el deseo ingente de leer y estudiar de continuo, apagaba en él, cualquier otro deseo y por eso aparecía entre sus compañeros como un excéntrico. ¡Pobre amigo muerto! Tu desaparición tan lejos de nosotros nos ha conmovido dolorosamente. Los sentidos homenajes que tributan hoy a tu memoria, desde los altos poderes del Estado que presiden dignamente el General Pedro Pablo Montenegro, secundados por compatriotas ilustrados y cultos que supieron valorar tus merecimientos, hasta los pobres hijos del pueblo que en romería piadosa te acompañan a tu ultimo asilo, todos, todos penetrados de intenso dolor, deploran tu trise fin prematuro;  y la atierra que recogió tu primera lágrima y cuyos recientes infortunios tanto te movieron a compasión,  te recibes hoy en su seno, como siempre lo deseaste,  con el amor de una madre por el mejor de sus hijos.    

Señores, he terminado…



Veamos el estilo de Domingo Badaracco, como periodista de fuste, en un editorial publicado en el Semanario “El Heraldo Oriental”, que titula:
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AL MARGEN DE UNA CIRCULAR.
Nuevas auras, portadoras de benéficas promesas, cruzan el patrio ambiente y van infundiendo en los espíritus suave calor de resurrección y vida.
Como un grito de energía para el comercio y la industria han sonado las palabras contenidas en la Circular que va a continuación de nuestro editorial de hoy. Allí los sentimientos patrióticos del Presidente de la República, General Juan Vicente Gómez, y del digno Ministro de Obras públicas, Doctor Roberto Vargas, traducen las tendencias progresistas y salvadoras del actual régimen político.
Para la nueva Venezuela acaba de abrirse una era de prosperidad, augurio halagador de potente vida: la vida de la industria, que habrá de conducirnos seguramente a la cumbre de los merecimientos. Cada ciudadano al abandonar el arma guerrera que esgrimió hasta ayer, por el arma generosa del trabajo, contribuirá de manera eficaz a la obra de reconstrucción, valientemente iniciada    por el heroico y modesto conductor de la República. La Patria demanda el esfuerzo decidido de todos cuantos son los venezolanos para levantarse del abatimiento en que se encuentra sumergida la Patria necesita para rehabilitarse y alzarse altiva y potente que nosotros identificados en principios con los altos poderes nacionales, le presentemos nuestro leal apoyo para hacer efectivos los bendecidos ideales que se persiguen. Cada guerra, extremando nuestro malestar, ha ido apartando a Venezuela del concierto de las naciones civilizadas; por eso para que nuestra obra sea completa y perfecta tenemos que repararlo todo; encauzar la Republica por las serenas márgenes del progreso. Y el progreso que es la riqueza real de todo pueblo, está en la expansión de su comercio, la cual no se realiza si las industrias en su constante desenvolvimiento tropiezan con obstáculos invencibles. En nuestros campos por falta de buenas vías de comunicación, se malbaratan los frutos, y el obrero, ante las dificultades del trasporte, se abate y abandona sus trabajos. Pero ya ha sonado la hora de poner término a tantos males. El General Juan Vicente Gómez en su afán de remediar las necesidades de nuestros pueblos ha tendido su mano protectora hacia nuestras insipientes industrias y grande fe tienen los venezolanos en la palabra de su conductor, porque la labor que este viene realizando es honrosa y su afición al progreso es manifiesta.
Nosotros esperamos que el Primer Magistrado del Estado acogerá, con el espíritu progresista que lo caracteriza, las notables tendencias de la Circular a que venimos refiriéndonos; y hacemos votos por que el mayor acierto corone sus labores ahora cuando se trata de hacer efectiva en la República, sublimes ideales de energía, paz, orden y progreso       


Veamos una de sus críticas de arte:


DEL TEATRO.  En la noche del sábado -23-01-1908- subió a la escena la célebre trama “LA TOSCA”, décima función de la temporada teatral del extenso y selecto repertorio que posee el empresario señor Ramón Eduardo Ortiz.

La escena primera, caracterízala un corto diálogo entre el Padre Eusebio (Señor Carbonell), y Gennarino (Señor Bosch). Este, aunque dormilón, se desenvuelve con soltura en el desempeño de su humilde cargo, pero el cura, con su cara de antruejo, y sus gestos y lenguaje de bausán, quita mucho a la importancia característica del suyo, o más claro, descompone, exagerándolo, el personaje de Bardou,

En casi todo su desempeño trabajó bien, pero aquel tocado exótico le daba el aspecto de una de esas figuras precitas de Alighieri. Benavente dice en una sentencia de sabor agustiniano –el arte es el arte.

A poco aparece Cavaradosi y Angelotti, (Tánchez y Ojeda) y se desempeñan magistralmente, muy particularmente Tánchez, que es galano en el decir, y tiene prestancia en las tablas. En esto que podríamos llamar prolegómenos del primer acto, no ocurre nada sensacional ni efectista, hasta la aparición de Floria (señora SOLER) que es recibida con un trueno intermitente de aplausos.

La sola aparición de Floria en esta escena es ya una fiesta. Aquello era una apoteosis floral; un cromo vivo idealizado; una acuarela de afortunado artista reviviscente de la época de los torneos y de las justas. Y hablan ella y el pintor Caravados; se interrumpen sus trabajos decorativos, de sus amores y sus celos.

Cuando aparece el Barón de Scarpia truena el aplauso prolongado y recio, y así sucede siempre que pisa las tablas Pellicer. Éste se inclina con gentileza baronesca y entra en acción con su lenguaje pulquérrimo y su ademán de artista.

         En la seguridad de que a Angelotti, el fugitivo de Santángelo, lo encubre Caravadosi y Floria, ordena un registro inquisitorial en toda la iglesia, y cuando el agente Sehiarrone, (Aniceto), le dice que no ha podido dar con él, extrema los procedimientos a la crueldad de una diabólica grabación bien conducida.
        
         La presencia del cuerpo del soldado, por no parecerse a los de aquella época, anacrónica en la representación del drama, pues para 1800, los antepasados de Menelik no enviaban, que sepamos, sus huestes a la romana corte.

         Entrar en detalles y minucias, descartada la mayor parte del drama, que toda es soberbia, sería prolongar demasiado una como revista hecha al galope, y por eso lo troncamos a saltos.

         Aquella calma fría con que Scarpia se conduce en todo el proceso, hasta el fusilamiento de Caballo, y después aquella seducción odiosa, todo, todo, se desenvuelve con arte extraordinario que impresiona fuertemente el espíritu.

Esta escena tiene algún parecido con la del “Severo Torrell”. Espínola y Scarpia parecen formados del mismo limo, y Floria y la esposa de Barnabo, se identifican en aquellas fluctuaciones suplicantes, entre la idea de la caída y el deber que las coloca en la frontera del enloquecimiento; pero Floria, después de aquel sí, en que nada afirma, aquel si hiriente como el de todos los grandes torturados; como la confesión arrancada a Esmeralda, es cada vez más grande.

         La escena en que Floria habla con voz baja con Caravadosi caído después del fusilamiento, que ella cree fingido, es emocionante, y cuando se convence de la espantable realidad, estallan juntos en dolor, y la ira, execra a sus verdugos, apostrofando a Roma envilecida húndese en las aguas del Tíber.

Emma y Pellicer triunfan siempre, pero cuando quieran pensar en su triunfo no tienen más que recordar “La Tosca”.

Publicado en “La Constitución” No. 1. 1908. Semanario de don Federico Madriz Otero.

HOMENAJES AL MÉDICO Y MAESTRO.
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El 3 de febrero de 1945, a las 10 am., en plana celebración del Sesquicentenario del natalicio del General en jefe Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho y Redentor de los Hijos del Sol, siendo presidente de la República el General Isaías Medina Angarita, y presidente del Estado el Dr., Ángel Bustillos, en la plaza “Ribero”,  con la asistencia de los poderes públicos, los  invitados internacionales y nacionales, se procedió a la develación del busto del Dr. Domingo Badaracco Bermúdez,  cuya humildad tal vez no lo hubiese imaginado ni aceptado.   

El pueblo de San Francisco mediante colecta publica, mandó hacer un busto en bronce que eternizara su nombre y su obra, y el Concejo Municipal del Distrito Sucre del Estado Sucre, decidió ubicarlo en la antigua plaza de San Francisco, frente a la casa de su amado médico y maestro, que, para ese momento, dicha plaza, llevaba el nombre del prócer coronel José Ribero, tomando en consideración que la antigua calle de la Ermita había sido bautizada con su egregio nombre.

Para el acto de la develación del busto del Dr. Badaracco, fue nombrado orador de orden el poeta de Venezuela, Andrés Eloy Blanco, al cual le toco hablar después del Dr. Eliso Silva Díaz, amigo entrañable del Dr. Badaracco, quien hizo el panegírico del homenajeado, entonces el poeta, tomó la palabra, saludo cortésmente a las personalidades presentes, y   con aquella voz gutural, inconfundible, que lo hacía escuchar como quien oye a Dios, dijo el iniciar su discurso.

 “En las palabras del Dr. Eliso Silva Díaz, Domingo se parece más que en el busto”.

Estas palabras arrancaron largos aplausos, y Andrés Eloy, disfrutó el calor del su pueblo. Fue un momento mágico…  

Hasta el último día de su vida, Domingo recibió la visita del Dr. Eliso Silva Díaz, religiosamente, a las 7 am. con el cual, en animada charla, se tomaba un cafecito negro preparado por Teodorita, famosa pianista cumanesa hermana amada del doctor.

Además de esta plaza llevan el nombre de Domingo Badaracco Bermúdez, en Cumaná, una calle y la escuela de enfermeras. 

HOMENAJE EN GUIRIA.

El otro homenaje se le rindió en Guiria, al poner su nombre a su colegio más relevante, LICEO DOMINGO BADARACCO BERMÚDEZ.  Veamos cómo nos lo cuenta el cronista de Guiria, profesor Alberto Betancourt, en su libro “Guiria personajes y leyendas”.

¨El ilustre Concejo Municipal del Distrito Valdés del Estado Sucre, bajo la Presidencia del Sr. Marcos Antonio Romero Laluz, venía realizando gestiones para que el Ministro de Educación decretara la instalación, de un liceo público que funcionara en el Distrito Valdés.

   Mención especial y agradecimientos eternos merecen distinguidos ciudadanos que aportaron su valioso concurso para el logro de este objetivo, recordamos a los concejales: Emilio Núñez, Elías Rodríguez Marín, Alberto Betancourt y demás concejales.

Luis Piñerua Ordaz, Diputado al Congreso Nacional por el Estado Anzoátegui, J. M. Alfaro Zamora, Director de Educación Primaria y Normal del Ministerio de Educación, Benjamín Mendoza, Director de Educación Secundaria del Ministerio de Educación, Ángel Vicente Fernández, Supervisor de Educación Nacional del Ministerio de Educación, J. M. Siso Martínez, Ministro de Educación; y a la población de Guiria, que en todo momento respaldó y apoyó esta importante iniciativa. En la vida de los pueblos hay fechas que no deben olvidarse, días que por su trascendencia no deben pasar inadvertidos; la fundación en 1959 y el 1º de septiembre fecha en que inició sus actividades. Tal vez poca cosa, pero es la historia de nuestra Primerísima Casa de Estudios:  EL LICEO DOMINGO BADARACCO BERMÚDEZ¨.    




                              
APÉNDICE

LA FAMILIA BADARACCO DE CUMANÁ.


Los Badaracco son oriundos del pueblo de Recco, de la provincia de Génova, Italia. Se destacaron como armadores y navegantes. El primero de ellos que llegó a Cumaná fue Doménico Restituto Martino Badaracco Novella, hijo de Carlo Giovanni Battista Badaracco Negri y de María Novella Angelo de Badaracco.
 Llegó a Cumaná desde Recco Génova, provincia de Liguria, contrajo matrimonio entre 1821 y 1830, según el Consectario de Cumaná, con Rosa Rojas Estévez Ortiz de Aguilera, hija de Pedro Luis de Rojas y Marcano y Doña Francisca Lucía Esteves y Ortiz de Aguilera.

Procrearon a:

1.- Ramón que casó con Rosalía Bermúdez Tillero y procrearon a:
A) Benito que casó con Luisa Díaz, y procrearon 9 hijos;
B) María (Poetisa, pianista, artesana del Colage, enamorada de la filatelia, dejó una obra extraordinaria sobre vidrio, utilizando los colores de las estampillas) casó con el Dr. Miguel Alvarado y Mendoza. Sin descendencia.
C) Ramón, que murió siendo niño. 
D) Cruz Manuel, no se casó, pero dejo descendencia: Félix Manuel y Altagracia Ponce, que también dejaron descendientes; 
E) Marco Tulio, poeta, historiador, orador, escritor, editor de numerosos periódicos.  Casó con María Providencia Rivero Morales, hija de Modesto Rivero Catarini y Maria del Rosario Morales; procrearon a: Tulia María, Marco Tulio, Tulio Ramón, Carlo Tulio y Rosanieves. Todos casados y con descendencia.
F) Ester, que casó con su primo Manuel Badaracco. Sin descendencia.
G) Luz, que casó con Luis López Méndez. Sin descendencia.
H) Inés que casó con su primo Manuel Isidro Badaracco. Sin descendencia.
I) Carlos Luis, murió siendo cadete de la Escuela Militar.
J) Alejandro, murió soltero sin descendencia.
K) Gloria casó con Pierre Gioland. Sin descendencia.

Nota:
Ramón Badaracco Rojas, dejó descendencia fuera del matrimonio con la señora María Acuña, fueron sus hijos: Ramón que no dejó descendencia; Rafael que dejó a Álvaro, Simón y Maruja, Teodoro que dejó a Josefina y Fernando Acuña Martínez, afamado médico que trabajó toda su vida en Caracas; Herminia que no dejó descendencia, y Antonio José Ramos, inspirado pianista,  que trabajo muchos años en emisoras de Caracas. (Autor de la marcha de Radio Caracas Radio) 

 2.- Domingo que casó en primeras nupcias con Doña Sinforosa Bermúdez y Tillero, y procrearon a:
A) Rosa Dolores que casó con Francisco Xeres de Aristeguieta y Sucre, hijo de Fernando Xeres de Aristeguieta y Alcalá y de Doña Maria Josefa de Sucre, y procrearon:
B) Antonio Miguel, que no se casó, pero dejo descendencia.
C) Rosa Cecilia (Chila), que no se casó ni dejo descendencia.
D) Jesús Manuel que casó con Maria Isabel Gramcko, y procrearon a Enrique (Abogado. Prominente dirigente de COPEI) y Adolfo (Médico. Diplomático. Embajador en Alemania).
Nota. Dejó generosa descendencia fuera del matrimonio.
E) María del Rosario (Charito) que casó con Héctor Altuve, viudo de la señora María William. No tuvo descendencia.
F) Francisco (Presidente del Estado Sucre) casó con Josefina Falkés, y procrearon a Rodolfo y Rosibel.
G) Fernando (Procurador General de la Nación). No dejó descendencia.
H) Zoila Rosa, que casó con Ramón Madriz Sucre, y procrearon a Antonio, Ofelia, Cecilia y Evelia. (Dejaron numerosa descendencia).
I) Carmen Luisa, que casó con René Carvallo, y procrearon a René, Fernando y Maria Isabel.
J) Carmen (Carmelita) Virtuosa del piano. No se casó ni dejo descendencia.
K) Domingo, médico. Humanista, Sabio venerado en Cumaná. No se casó. Dejó descendencia.
L) Aurora, caso con su primo el Capitán de Navío Sebastián Badaracco y Ferro, y procrearon a Manuel Isidro, casado con su prima Inés, sin descendencia; Domingo Antonio, no se casó ni dejó descendencia. Maria Pina, que casó con Julio Febres Cordero, y procrearon a Gerardo que casó con Amparo Añez, con sucesión. Carlota que casó con el Dr. Antonio Ayala Carriles, con sucesión.
M) Jesús (Chucho) Recordado Registrador Principal de Cumaná. No se casó ni dejó descendencia.
N) Teodora (Teodorita) pianista concertista de fama en Cumaná, encargada durante muchos años del Órgano de Santa Inés.

Del segundo matrimonio con su cuñada Seberiana procrearon:
A-Flor María. Vidente, extraordinaria y famosa mujer.  Casó con Miguel González y Pérez. No dejó descendencia.
B-Maria del Valle, que casó con Ernesto Chávez, con quien procreó a Ernesto y Jesús, ambos con descendencia.
C-Manuel (Lico) se hizo famoso por sus anécdotas; no se casó, pero dejó descendencia en Carúpano.
D-Alejandro Pío, no se casó, pero dejo descendencia en Cumanacoa. 
E-Pedro, no se casó ni dejó descendencia.
F-Rosa (Tiíta) Gobernaba rígidamente toda la familia y la casa. No se casó ni dejó descendencia.



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