viernes, 14 de octubre de 2016

JUEGOS FLORALES DE 1924


Ramón BADARACCO.





JUEGOS FLORALES DE CUMANÁ
DE 1924




CUMANA 2012




Autor: Ramón Badaracco
Prólogo:
Copyright Ramón Badaracco 2012
Primera edición
Hecho el depósito de ley
Cronista40@hotmail .com
Tell. 0293-4324683 – cell. 0416-8114374
Título original: JUEGOS FLORALES DE CUMANA DE 1924
Diseño de la cubierta R. B.
Ilustración de la cubierta R. B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná







INTROITO
Este valioso libro, con algunas pinceladas mías,  canta las hazañas de los poetas y escritores que se dieron cita en los  Juegos Florales de Cumaná de 1924, con motivo de la celebración del primer centenario de la Batalla de Ayacucho, que consolidó la libertad de la América Española; y cuando la cultura de nuestro pueblo, ya madura,  alcanzó el grado de excelencia,  convocó a los cultores de toda Venezuela, a medirse en las arenas sagradas de su campo de Agramante, aunque la lid no fue por la bella Doralice.
            Los campeones cumaneses con sus maestros, esgrimieron sus lanzas y montados en corceles celestiales, se batieron en fieros combates   hasta alcanzar los gloriosos laureles que los empinaron hasta el Olimpo, donde solo moran los santos de la fama. Cientos de voces, venidas de otros campos, se elevaron entonces, y las arenas se llenaron de rosas, y las manos de las más bellas náyades se alzaron en loas y cantos de alabanza, y llenaron de suspiros y margaritas a los príncipes de ardientes palabras, elevados estros, de gestos altaneros, de altisonantes metáforas; y, solo sus aplausos y la gritería de galería, apagaron el ímpetu de los más osados gladiadores.
            La Atenas de Venezuela, la tierra de la música y la poesía, el Olimpo venezolano; la del lírico guerrero, de muchedumbre de libertadores y mártires patriotas, la de los eximios maestros, los trágicos y taciturnos poetas, tenía que ser el hospedaje de tal evento.
Los guerreros de la lira, todos ornados con sus laureles, vinieron en romería a la nueva Compostela. ¡Allí los vimos! Sus figuras perennes, atildadas, los rostros insomnes y el peso de sus triunfos en la blanca lid.   Entonces escuchamos las dianas, los bravos, hurras y las risas argentinas de las más bellas mujeres que imaginarse puedan, que con su eco formidable atronaron el espacio y una tonada aguda y dulcísima, cuando sonaron los clarines, se desparramó en la arena al arribo de los campeones invictos, entonces en medio de las dianas subieron al atrio y desde allí sus voces cantaron su victoria.
            Ese Olimpo estaba presidido por el magno Andrés Eloy, el  poeta libertador que rompió los grillos, y cantó a la Madre España como nadie lo había hecho; y José Antonio Ramos Sucre, el verbo hecho carne en su creación inigualable, el sabio enigmático, que condensó la sabiduría, y descubrió los signos guardados por los discípulos de Hermes en  22 misteriosos arcanos; y Humberto Guevara, el satírico, cual Quevedo, que picaba con sus trinos y nos dejaba un sabor  de inigualable frescura en sus intrigas y picardías; y aquellos grandes campeones: Cruz Maria Salmerón Acosta y José María Milá de la Roca Díaz, poetas cuyo martirio aun lloramos; Andrés Eloy, José  Antonio Ramos Sucre, Ramón David León, Juan Miguel Alarcón, Juan Arcia,  José Agustín Fernández,  J. M. Rondón Sotillo, Rafael Bruzual López, Luis Álvarez Marcano,  Agustín, Eliso  y Joaquín Silva Días, Salvador Llamozas, Benigno Rodríguez Bruzual, Sergio Martínez Picornell, Ramón Suárez, Juan Freites, Juan Manuel y Silverio González Varela, Diego Córdova, Domingo y Marco Tulio Badaracco Bermúdez, todos maestros del modernismo, discípulos de Darío, de Santos Chocano, de Gabriela Mistral;  y aquella trinidad sagrada,  nuestras poetisas: Trina Márquez, Inés Guzmán Arias y Rosa Alarcón Blanco, que llenaron de rosas, adelfas y margaritas,  los senderos aurorales del Olimpo cumanés
Pero habían muchos más poetas de esta tierra sagrada, todo mundo escribía y recitaba sus versos, podíamos escucharlos en las bodegas y esquinas, la poesía andaba suelta, iba de casa en casa, era su territorio en este escondrijo del Nuevo Mundo, fue algo así como lo que sucede hoy con la música clásica, y todo mundo quería venir a Cumaná, a disfrutar de la belleza de su canto; por eso es que acudieron a nuestro Olimpo, coronados de laureles,  vinieron en romería desde lejanos rincones, para participar en la noble contienda, y no podemos olvidar sus nombres, allí estaban enfundados en serio frac, su ropaje de caballeros andantes  dispuestos a arremeter contra imaginarios molinos de viento: Pedro y Miguel Aristeguieta Sucre, Arturo Guevara, Diego Córdoba, Antonio  Moreno Cova,  Juan Freites, Dionisio López Orihuela, Pedro Berrizbeitia, Juan Manuel González Varela, Pedro Milá González, y Luis Teófilo Núñez.
Es imposible que entren todos en este texto, al cielo solo van los que San Pedro bendice, y agregaría, parodiando lo que dijo algún poeta “Mi palabra no es sino la abeja cosechera que lleva el mensaje de la flor a la rosa del jardín”.

Ramón Badaracco.          




RESEÑA DEL PROGRAMA OFICIAL DEL 9 DE DICIEMBRE DE 1924.          
DIA 9.  Cumpliose en este día un siglo de haberse liberado por el héroe cumanés ANTONIO JOSE DE SUCRE, la gloriosa Batalla de Ayacucho, cuya memoración ha dado motivo a estos ruidosos festivales que hinchan de emoción patriótica a toda Hispano América. Al sonar las 6 de la tarde en la Catedral rompió el Himno Nacional en la Casa de Gobierno para izar la bandera de la Patria, y apercibiose la ciudadanía, en su vivo tráfico para los festivales. A las 8 a. m. y con lucida y número la concurrencia celebrase un Te Deum, en la iglesia Catedral en acción de gracias por la prosperidad de la República y a los manes sagrados de nuestros héroes. Tuvo la palabra felizmente en este acto el Pbro. Arenas. Terminada la ceremonia dispuso Monseñor Obispo Sixto Sosa, la repartición de la importante alocución que dirige a los fieles con motivo del centenario.
            A las 9 a. m. celebramos una sesión extraordinaria, en el Salón Municipal del Distrito y se distribuyó en ese acto la edición de lujo, obsequio del Ejecutivo Regional a la Municipalidad, de la carta dirigida por el Gran Mariscal de Ayacucho a esa Ilustre Corporación donándole la Corona y La Pluma de oro con que la ciudad y el Cole3gio de Cochabamba lo agraciaron después del triunfo de Ayacucho. Llevaron la palabra en este acto el Dr. Luis Daniel Beauperthuy, Presidente de la Corporación, General R. Reyes Gordon, Vicepresidente, Arístides Álvarez, Síndico Procurador Municipal y el Señor Amadeo Blanco, quien ofreció a nombre del señor Antonio María Ramos, patriota ciudadano, un cuadro al Oleo, reproducción del Tovar y Tovar en el Salón Elíptico de Caracas, representativo del instante en que Sucre firma la capitulación de Ayacucho. Este inmenso y notable oleo, se exhibe, como nueva reliquia en el salón del Concejo Municipal.   
            A las 10 a. m.  tuvo lugar la Recepción Oficial en la Casa de Gobierno y allí recibió el ciudadano Presidente del Estado, General Juan Alberto Ramírez, las congratulaciones que con motivo de la clásica efeméride le fueron presentadas por las demás autoridades, por Monseñor Obispo, Sixto Sosa, por los gremios, corporaciones, delegados de los Estados y de los Distritos. Brindose una copa de champaña y el inteligente Doctor Pedro Miguel Queremel dijo de la significación del día, de la gloria que él guarda para nuestra Patria, del fervor que el jefe de la Causa Rehabilitadora General Juan Vicente Gómez tiene para el inmaculado Sucre y a nombre del General Presidente del Estado dejo elocuentemente contestadas las distintas felicitaciones. Reproducimos las palabras del doctor Queremel:
            Llegó la hora de las ofrendas ante la estatua ecuestre del Mariscal en la Plaza de Ayacucho. Del buque Mariscal surto en la bahía, baja una fuerza naval dirigida por la banda de abordo. Del Castillo San Antonio otro cuerpo del ejército baja así mismo en dirección a la plaza y en dos alas ambas tropas se alinearon de frente a la estatua haciendo vía al Ejecutivo y su inmensa comitiva en la que había representación de todos los poderes públicos, de todas las corporaciones, gremios, sociedades, clubes, ciudades, distritos &. El Coronel M. A. Lollet Márquez, comenzó el acto oferente, leyendo al pie del monumento las proclamas de Sucre al ejército, momentos antes de comenzar la acción: Continuó en el orden siguiente Dr. Aristimuño Coll, Jefe de la Delegación Federal, el Coronel Luis B. Bruzual Bermúdez, como representante del Ejército Nacional  y en representación del Inspector General del Ejercito General José Vicente Gómez; el Doctor Queremel en representación del Ejecutivo del Estado , el Doctor Luis Teófilo Núñez, en representación del Estado Aragua; Doctor Paco Damas Blanco, en representación del Estado Guárico; Dr. Ibarra, por Anzoátegui y Falcón; Coronel A. Ortega Gómez, por Nueva Esparta.
            Síguese las ofrendas de los distritos del Estado: por los distritos Bermúdez y Ribero y por la Nueva York and Bermúdez Company y The Bermúdez Co.  Doctor Juan Bautista Figalo; por el distrito Benítez, R. Vásquez H. por Arismendi, Dr. Antonio Minguet Leteron. Dr. Paco Damas Blanco por Mejía y Mariño; por Montes, Dr. Luis Daniel Beauperthuy, por la Municipalidad del Distrito Sucre, don Emilio Berrizbeitia, por el Club Cumaná, y muchos más representantes y particulares que se escapan a nuestro recuerdo.
            Una de las ofrendas más valiosas por su significación y trascendencia para Cumaná fue la depositada al pie del monumento al Mariscal de Ayacucho por el historiógrafo coterráneo Sr. Don Pedro Elías Marcano, consistente de un libro bellamente impreso contentivo del CONSECTARIO DE CUMANA. Usó por vez primera este dictado, refiriéndose a los jefes de familias cumanesas, el Arcediano Antonio Patricio de Alcalá, y ya se adivina que es un compuesto derivado
 de secta. La obra de Marcano resume el entronque de las familias cumanesas desde la fundación y comprende los trabajos de Alcalá hasta 1700 con notas adicionales del padre José Antonio Ramos Martínez, y se continúa por el honorable compatriota desde el mencionado año hasta 1850. Lo felicitamos muy sinceramente.
            Puso punto final a estas patrióticas ofrendas el brillante y patriótico discurso altamente elogioso para Cumaná, del señor Enrique D’Sola, representante del Estado Carabobo. Sentimos no insertar su pieza oratoria por no haber querido dejárnosla a tal efecto. Este acto fue severo en su solemnidad y concurrieron a él a más de los altos representantes de Gobierno, gremios, sociedades, etc., etc., una multitud bulliciosa que colmaba el amplio cuadrado de Ayacucho. 
            A las 6 p. m. pronunciaba el doctor Domingo Badaracco Bermúdez, su conceptuoso y atildado discurso inaugural al pie del soberbio monumento que frente a Pichincha se erige al Gran Mariscal de Ayacucho. Allí estuvo la multitud emocionada aplaudiendo ruidosamente al orador.

            Al descender la bandera de la Patria dejáronse oír las estampidas del cañón en la fortaleza de San Antonio y del Crucero Mariscal Sucre tributando sus honores a la fecha inmortal.
            De las 7,30 comenzó la retreta extraordinaria de la Plaza de Ayacucho y fue como un derroche de genialidad en los fuegos de artificio de ese acto.
            A las 8 p. m. comenzaron los segundos Juegos Florales de Cumaná: brillantez de concurrencia, pompa en el decorado, juventud, sana alegría, exultación de patriotismo… El teatro es algo como un palacio de Aladino, la espiritualidad bulle y parece vivir hasta en las cosas inanimadas…
            El Señor Presidente de la Sociedad Patriótica Ayacucho, declara inaugurados los Juegos Florales y da la palabra al Secretario de esa Sociedad para la lectura de los veredictos de Caracas. El Señor Octavio R. Neri, en representación del Señor Jesús Marcano Villanueva, quien fue el triunfador en la composición Lirica con su verso Canto a la primavera, elige la reina del torneo y pronuncia su voto por la gentil, bella y aristocrática señorita Josefina Ponce Zabala hija del señor Presidente de la Sociedad Patriótica. Una comisión de cultos caballeros sale en solicitud de su Majestad que a poco hace su entrada en el teatro. Viene precedida de lindos pajecillos que son los niñitos: Armando Arias, Ligia Figallo, Omaira Silva, Rosa Elena Hoffman, y la preceden honorables damas de honor en las personas de las distinguidas y encantadoras señoritas Lolita Bruzual, Mercedes Madriz, Luisa Dolores Beauperthuy, Carlota Badaracco y Ada de La Rosa.
            Ya en el proscenio ocupan sus respectivos puestos. Su Majestad en tanto recibe delirante ovación de la concurrencia y la pleitesía de sus precios sequitos.
            El Señor Neri toma su asentimiento y da lectura a la poesía lírica entre grandes aplausos. Recibe la flor natural. Alberto Sanabria, la Gardenia de Oro, premio de la poesía épica, en representación de su autor Valmore Rodríguez. Santos Emilio Berrizbeitia, la violeta de oro, premio del accésit a la poesía épica de Udón Pérez. Julio Madriz, el clavel de oro, premio a la leyenda Patria de Rafael Díaz Flores.
            Confía al fin la palabra el Señor Presidente, al ciudadano Dr. R. Marcano Rodríguez, mantenedor de tan señorial festejo. Al aparecer recibe un prolongado aplauso y hecho el silencio comenzó su brillante, castizo y noble discurso que fue interrumpido en multitud de momentos por la impaciencia del público para tributar su elogio al ilustrado orador. Sus generosos encomios a esta noble ciudad, el recuento gratuito que hizo de sus prohombres, la recordación de sus méritos, quedan en nuestros corazones como un perenne exponente de nuestra gratitud al hidalgo orador.
            Terminados los juegos florales, un numeroso grupo de concurrentes acudió a la morada del Dr. Ponce Córdova, hombre bien quisto en esta ciudad, por su condición de probo ciudadano, de sabio y humanitario galeno y de componente distinguido de esta sociedad. Iniciose un lucido baile que duro hasta altas horas de la noche, y brindose el champaña.   

9 DE DICIEMBRE DE 1924. CABILDO ABIERTO COMO ANTESALA DE LOS FESTEJOS.  Discurso en la sesión extraordinaria del Concejo Municipal y de bienvenida a los Juegos Florales, del Concejal General Rafael Reyes Gordón, Presidente del Concejo Municipal del Distrito Sucre del Estado Sucre,
RESPETABLE CONCURRENCIA:
En el día y hora en que se cumple la primera Centuria de la Batalla de Ayacucho se reúne en sesión extraordinaria y solemne el Concejo Municipal del Distrito Sucre del Estado Sucre para ofrendar en nombre del pueblo cumanés al insigne compatriota que sello la independencia de la América Austral, el oro purísimo del afecto y de la gratitud y las obras de civismo y de progreso material y moral realizadas e esos cien años de libertad y de prácticas republicanas.
            Y para que la ofrenda sea más digna del héroe y de su fama, prestigian con su presencia este acto los Delegados del Ejecutivo Nacional. Los Poderes Públicos del Estado, los Representantes de varias de las Entidades Políticas de la República, los Jefes y oficiales de la Guarnición de la plaza y de la nave de guerra Mariscal Sucre, los Ministros del Altar presididos por el Ilustrísimo Obispo Diocesano, los miembros de la Sociedad Patriótica Ayacucho y los habitantes de la ciudad primada del Continente.
             Ayacucho es la batalla más trascendental del Nuevo Mundo.
            El Libertador con esa precisión con que sabía apreciar y dirigir los servicios y aptitudes de los hombres de la Independencia, la importancia de los hechos de la guerra, y el gobierno y administración de los pueblos que libertaba la calificó de “cumbre de la gloria americana”
            Y a medida que pasa el tiempo y se estudian los anales épicos de otros pueblos, crece la convicción de que en las luchas por la libertad no existe una batalla que pueda compararse a la de Ayacucho.
            Y esas marchas y contramarchas del León de Iberia por la Cordillera de los Andes acosado por sus cachorros  en demanda de la emancipación, ponían de manifiesto una vez más la pujanza de la raza, de esa raza  conquistadora y altiva cuya sangre llevamos aquí en el corazón, y la que se ha derramado con orgullo de toda empresa grade, y en los ocho siglos de guerra contra el agareno invasor, hasta constituir la nacionalidad insojuzgable, donde el sol de la gloria  no tiene ocaso, y que hoy por la franca y cordial iniciativa  del Augusto Soberano don Alfonso XIII. Acrecienta su vitalidad y poderío con el acercamiento de todos los pueblos de origen español.
            En esa acción de guerra que puso término al dominio político de España en América se derramó la sangre estrictamente necesaria para alcanzar la victoria y el vencedor, militar de 29 años de edad, tan pronto se extinguieron el fragor de las descargas de la fusilería y los toques de diana que anunciaban el triunfo, recogió los heridos de ambos combatientes y habilitó hospitales para su asistencia; hizo enterrar los muertos; sobre el mismo campo  de la pelea accedió  a la capitulación propuesta por el Comandante del Ejercito derrotado, y concedió con ello al Virrey del Perú y a los Generales y Oficiales vencidos y prisioneros de guerra, el derecho de portar sus armas, de residir en el Psis con plenas garantías o de regresar a la patria en buques y con recursos proporcionados por el Gobierno de la República.
            Proceder sin antecedentes en las luchas armadas, tanto más encomiable cuanto que, en los campamentos de la guerra se endurece el corazón del hombre y huye de él la piedad, se relajan las costumbres sociales, se odian de muerte los contendientes y la inteligencia, regalo de Dios que multiplica y embellece las honestas faenas de la vida, detiene su potencia creadora de maravillas y se contrae únicamente a arbitrar los medios para triunfar.
ESO ES LA GUERRA
            Y allí está muy reciente la conflagración de los pueblos más poderosos de la tierra con sus estragos ruinosos y sus episodios dantescos; y están también las conferencias para la paz en las que se prefirió el “voe victis” de Breno a la magnanimidad del vencedor de Ayacucho.
            ¡Y oh!  la ruindad de las pasiones humanas, como se embriagan de maldad para herir a mansalva la vida de los hombres más meritorios.
            El amigo querido de Bolívar y su lugarteniente en la campaña del Perú, cuya lealtad y subordinación tan solo podría disputárselas Urdaneta; el negociador de los Tratados de Armisticio y Regularización de la Guerra; el triunfador en Pichincha; el que aseguró en Ayacucho la independencia de la América Española  y en Tarquí la soberanía de la Gran Colombia; el magistrado de Bolivia; el Presidente del Congreso Admirable, que siempre atento a los reclamos de la Patria  procura convencer de sus errores, a los a los separatistas venezolanos. El más virtuoso de los Libertadores y el más candoroso de los hombres de su tiempo, muere asesinado en una montaña
            Y perpetrado el delito por Apolinar Morillo, Andrés Rodríguez, Juan Cuzco y Juan Gregorio Rodríguez, Morillo entrega a cada uno de sus cómplices la cantidad de cien pesos, precio que se estimó en los conciliábulos del crimen la noble vida del Abel Americano.
            Acribillado a balazos quedó el héroe en la montaña; y la vindicta pública tan brutalmente ofendida, esperó en vano el desagravio.
            Pero como la obra del mal también tiene su epílogo; a los pocos días, uno de esos hombres sin escrúpulos de conciencia, José Erazo, el bandolero de Salto del Río Mayo, auxiliador de los asesinos, envenena a los dos Rodríguez y a Juan Cuzco, por temor a que pudieran comprometerle, y doce años más tarde es fusilado en Bogotá, Apolinar Morillo.
            De esa manera murieron los ejecutores del crimen de Berruecos; y los que armaron los brazos de los homicidas, esos que burlaron la sanción penal escapándose por las encrucijadas de la impunidad, los ha denunciado la historia y castigados severamente la posteridad.
            Que otra gloria no sea la de Bolívar supera la de Sucre.
            El Libertador de un mundo, su jefe y amigo escribió su historia; cinco naciones que le vieron pasar en su corcel de guerra con un gajo de laureles arrancado en las batallas por la libertad, le han erigido estatuas; los hombres de todos los pueblos que defienden el derecho  y la justicia, elogian los conocimientos estratégicos y admiran la ecuanimidad de sus actos públicos y privados; el Presidente General Gómez que rinde culto preferente a esa gloria sin mancilla, coloca su efigie en bronce en la principal Plaza de Armas de la República para que el ejército se inspire en tan alto ejemplo de valor, lealtad y disciplina; y en la bella ciudad del Manzanares que empolló el Cóndor y le adiestró las alas que habían de agitarse sobre las crestas del Pichincha y el Cundurcunca incendiadas por la metralla, al escucharse el nombre del Gran Mariscal de Ayacucho, se asoma la alegría a los rostros de todos los cumaneses y se siente que palpitan de orgullo sus corazones.             
                        En este Salón se conservan con su tradición de gloria uno de los Pendones de los Conquistadores obsequiado a Sucre en el Alto Perú, y la Corona y la Pluma de Oro y perlas ofrecidas al Héroe por la ciudad y el Colegio de Cochabamba, y donadas por éste a la Municipalidad de Cumaná, con un documento autógrafo que debiéramos aprendernos de memoria para inspirarnos en la belleza de esos sentimientos de amor y veneración al terruño nativo, no menoscabados con la gloria de los triunfos de Pichincha y Ayacucho ni con los honores y pomposas ovaciones de los pueblos liberados por su espada.
            Bien haces Cumaná, madre de la gloria más pura de América y mina inagotable de hombres eminentes por su talento, virtudes y sabiduría, en venerar a Sucre tu hijo idolatrado. Él es el segundo Libertador, y el caudal atesorado de sus glorias militares, de su integridad ciudadana, y de sus ejemplares virtudes, te pertenece de juro ciudad afortunada.
             Gral. Ramírez.     Dr. Queremel
Os ha tocado la suerte de presidir en la tierra de Sucre el Centenario de la batalla de Ayacucho, y la magnificencia de estos actos de patriotismo y cultura social, vivirá gratamente en vuestros recuerdos de gobernante de un pueblo enamorado de la gloria y de las artes de la paz, que sabe pagar con monedas de afecto de gratitud las atenciones y beneficios que recibe, y que os ha acompañado con incontratable lealtad a sostener el prestigio de la Causa que representa el General Juan Vicente Gómez.
Señores


A MANERA DE PROLOGO EL DISCURSO DE DOMINGO BADARACCO BERMUDEZ, EN SU CARÁCTER DE MANTENEDOR DE LOS PRIMEROS JUEGOS FLORALES, EN EL TEATRO JOSE SILVERIO GONZALEZ DE CUMANA. 1916.

Señoras y Señoritas
 Señores:
Con rosas y adelfas y clavos de oro quería adornar su libro el inimitable autor del “Cancionero”, aquel sutil ingenio, toda ironía y color, en cuya lira de artista hizo nido de arrullos el risueño aticismo griego. Y así también, quisiera yo, para este breve momento lírico, evocar de heroicas gestas, traer, no las melancólicas flores del poeta, sino esas otras más vivaces que decoran nuestros campos y presentarlas como exvoto candoroso, en aras de la inmortal belleza.
Pero el deseo, deliciosa vaguedad del espíritu, que no puede, como la voluntad, levantar mundos del polvo y echarlos   a girar por los dilatados espacios de la libertad y el derecho, ni como el poder tiene medios para reconstruir de modo tangible lo remoto, se agita vanamente dentro de los estrechos límites que le trazó la suerte, y solo os puede ofrecer algunas palabras, como contribución sencilla pero ingenua, para esta encantadora fiesta.
¿Qué importaría tampoco la sencillez del homenaje? , si para el esplendor ingente de estos juegos, que hoy por primera vez celebramos, parece que contribuyeran las más bellas porciones que integran esta tierra: el impecable azul de nuestro cielo bajo cuyo rutilante dombo dieron vida a sus ideales de redención nuestros padres libertadores: nuestro mar antillano, fragmento del grande atlante, y que fue el primero en deslumbrar  la mente del genovés egregio con las maravillas de un mundo joven: nuestros bosques y ríos, que recogieron en otros tiempos los ecos del yaraví aborigen, y en donde canta ahora la piqueta del obrero su ruda canción metálica: nuestros vergeles florecidos  como para un triunfal modelo de artistas; y en medio de tales dones y tan exuberancia de riquezas, nuestras felices coterráneas, quienes por el gentil donaire y las gracias turbadoras parecen ricos brotes de la inolvidable Andalucía.
Tantas notas vibrantes van prendiendo en nuestras almas la luz de un ideal fuerte y fecundo; van despertando en nuestro ser fibras casi dormidas; la fe revive; alienta la esperanza en los destinos de la Nación y de la raza; más serenos contemplamos la marcha siempre ascendente del progreso; y partiendo del valle o la montaña, como por una escala gigantesca, nos sentimos transportados hacia la “Fábrica” de la inmensa arquitectura”, como trinó otro privilegiado de las musas.
Grado altísimo de cultura alcanza un pueblo que sabe sentir y comprender el hondo encanto sugestivo, la fuerza inicial arrolladora de ese torneo galante, que, arrancando de la barbarie, pasó como un rayo de luz por entre multitudes oprimidas y se hizo campo, así en la tienda del trovador bohemio como en el alcázar del poderoso. Tomó formas sencillas como de una religión nueva, en los comienzos del idioma bajo el cálido ambiente de Provenza, España, nuestra madre leyendaria, dio entrada en su alma guerrera a la suave onda lírica, y en su suelo prodigioso, trovadores y bardos se disputaron en lides el lauro de victoria.
Vienen a fatigar el pensamiento, con sus deslumbrantes atavíos, esas épicas Empresas, que hicieron florecer tanta leyenda, y que, por la recia labor de arte que realizaron, dieron nombre famoso a todo un ciclo literario.
Días muy humanos, esos, cuando orgullosos de su valor y su arrogancia “se iban a cantar los trovadores al pie de las talladas celosías”. Después… nuevas palestras impusieron las épocas: la constante renovación del tiempo fue poco a poco apagando ese lirismo de una sencillez casi agreste; y de una parte la perfección que alcanzaba el idioma, y de otra, el alejamiento de la naturaleza, modelo fecundo de aquellas liras, trajeron variados moldes, que hicieron olvidar luego esas surgentes de cristalinas aguas.
Hoy reviven los poéticos certámenes, si no con la arrogancia bélica de entonces, a lo menos con armoniosa belleza que les presta la cultura de nuestros días. La mujer, ya libertada de prejuicios, viene a ser musa inspiradora, pero así mismo sostén del hogar moderno: sus derechos alcanzan límites que ni siquiera idearon los antiguos; y ya, no tributaria del hombre, sino su compañera afortunada, comparte con él alegrías y penas, triunfos y derrotas.
Por eso los Juegos Florales magnifican fines que durarán lo que el mundo dure; culto a la mujer, al valor, al idioma; lo que vale decir culto a la belleza, al honor, a la ciencia, tres manifestaciones intensas de un solo culto: el inconmensurable culto a la Patria.  
Porque a la Patria vuelven al fin hasta nuestros más fugaces pensamientos: Ya sea una flor de país remoto, la cual, por su blancura de holocausto, como si fuera tronchada en los mismos jardines del Rey Sol, nos hace pensar que son así tan bellas las que erigen su diadema de nieve en nuestros huertos. Ya sea una estrella de extraños cielos, en la cual nos parece que sonríe desde muy lejos la visión amada del cielo Patrio. Ya sea una canción, que, escuchada en el destierro, a las agonizantes púrpuras del crepúsculo, nos trae como apagados adioses de nuestros lares distantes, y renueva en el alma las torturas de un regreso imposible. Ya sea, en fin, una palabra del propio idioma, que, pronunciada por extranjeros labios, como un epinicio a nuestras glorias, nos hace vibrar de orgullo, porque lleva el pensamiento, con rapidez de vértigo, toda una epopeya de prodigios.    
Y en ocasiones solemnes el hombre alcanza hacer la Patria misma: los constituyentes del año 30, de aquel Congreso que la Historia conoce con el nombre de Admirable, acogieron con profunda emoción la entrada del gran Bolívar, como si hubiera penetrado en aquel augusto recinto, nimbada con los resplandores de cien victorias, la Majestad de la Gran Colombia.
Todo lo que diga bien de la Patria, o exalte su claro nombre es regocijo para el espíritu y honor del hogar propio. Y a ella debemos acudir con muy valiosos dones, con todos aquellos que nos brindan los más avanzados pueblos del orbe: procedimientos de industrias y artes, novedades científicas, tesoros literarios; no, ciertamente, para superar esos modelos, sino para dar fuerza y vigor al genio nacional, mezclado con nuestras sangres los ricos elementos de vida que tanto abundan en organismos superiormente dotados. Así fundidas con el arte Patrio, las notas más salientes de extrañas civilizaciones, obtendríamos al cabo esplendorosa unidad propia, a la manera que en la Minerva imperatoria de Fidias se hermanaron para realizar ese milagro de belleza el mármol y el marfil, el oro y los rubíes.
Encierra pues, esta apoteosis del Arte, trascendencia mayor de la que a primera vista parezca.
No es solo un pueril pretexto para leer escogidos versos lo que aquí nos congrega. Es más intenso el afán que domina nuestros ánimos: es el anhelo vehemente de ver reunidas en espíritu y en verdad las dispersas fuerzas pensantes que integran nuestra intelectualidad. De esa unión efectiva que ahora se inicia, habrán de brotar mañana luminosas manifestaciones de progreso, tendientes todas al bien del caro suelo. Nuestro esfuerzo es de acendrado patriotismo y por lo tanto esfuerzo de honra.
En la balanza moral  que regula las acciones humanas, el trabajo del espíritu asume el valor más alto por la cantidad de bien que envuelve y así ¡Oh, compañeros que me oís!, podemos estar seguros de haber realizado labor fecunda al rendir homenaje a las bellas letras en esta noche memorable, sin cuidarnos poco ni mucho de ironías con que pudieran saludarnos un mal entendido sentido práctico, especie de sexto sentido éste, que de extender su dominación sobre la tierra naufragarían en él como en un implacable piélago, hasta las más luminosas orientaciones del espíritu.
Que no se apague el entusiasmo en vuestros pechos ¡Oh poetas! Contribuid con vuestros cantos a la obra excelsa del engrandecimiento nacional. Colocados entre dos generaciones, la que empieza y la que se va, con todos compartid ese entusiasmo.
¡Sed estímulo y amparo! Estímulo para esas almas juveniles que, amando con pasión irreductible la belleza, vacilan sin embargo al deshojar en su alabanza las invioladas flores de sus líricos jardines. Amparo para esas otras almas que, desencantadas del arte, por cansancio de la vida, ven desfilar ante si, como ruinosa procesión de sombras que lamentara el tiempo perdido, sus prosas más sonoras, sus más vibrantes versos.
Y vosotras, gentiles hijas de mi tierra, que constituís la manifestación más alta de su cultura artística; cuyos núbiles ensueños visten de azul y rosa como las sacerdotisas de Eros, sed siempre mantenedoras de ese ideal de belleza, que irradia luz bendita donde imperáis sonrientes, porque sabéis llevar al cerebro y al corazón de los poetas, cual una fuerza nueva, uno como irresistible impulso hacia la gloria.
Señor Presidente del Estado.
A la feliz iniciativa de nuestro ilustrado gobierno se debe en primer término, la celebración de estos juegos. Habéis querido inaugurar con ellos este hermoso Centro del Arte, llamando a competir con vos, satisfacción tan noble a los intelectuales de toda la República. Por todo ello os habéis hecho merecedor del recuerdo nuestro y yo me complazco en manifestároslo así, bajo la gloria de diciembre, cuando vemos culminar entre esplendores de apoteosis el nombre siempre augusto de la Patria.
He terminado.


Discurso de MARCO TULIO BADARACCO BERMUDEZ SOBRE LA POESIA EN CUMANA


Como un homenaje más a los tantos y tan notables que se le están dedicando en esos momentos al ilustre cumanés Andrés Eloy Blanco, elegí por tema: LA POESIA Y LOS POETAS, de propósito, además, para no desviarme de la línea trazada por el ilustrado amigo Dr. Fuetes a quien se le tributaron bien ganados   aplausos en aquella oportunidad.
A la sola mención de Poesía y Poetas parece evocarse un mundo aparte, un estado de ánimo singular, como envuelto en ilusiones de la fantasía y nos figuramos al portalira esclavo de sus sueños de belleza, de juventud, de amor, enamorado de la luz, de los colores, de las canciones, de cuanto es delicado, impresiona sus sentidos y excita en él la voluntad de crear que constituye su alegría de vivir. Y feliz fuera yo, si con el poder taumaturgo de aquellos magos de que nos da fe Seresada la ingeniosa protagonista de las MIL Y UNA NOCHES, pudiera trasportar a ustedes, por este instante, a ese país de encanto donde moran los poetas.
Del fondo de los siglos comparecen a esta cita las eminencias de la poesía; cumbres aisladas, rutilantes e el tiempo, como soles inapagables: Homero, el padre, el solitario, forjador de un mundo ético poblado de Héroes y Semidioses, en lucha de titanes por el rapto de una bella mujer.  Esquilo, el trágico, que supo encadenar a Prometeo; Hesiodo, el  deísta de los divinos ensueños; Píndaro, el metafórico, abundoso de atrevidas imágenes; Virgilio el latino, cantor de la naturaleza en sus famosas églogas; Lucrecia el materialista; Dante Alighieri forjador del Infierno, con todo el horror de sus castigos y así mismo del Paraíso donde Beatriz en su personalidad astral lo guía; Milton el visionario imponderable del Paraíso Perdido; Fray Luis de León, el inefable, el de la callada senda; Camoens, el descriptivo, el historiador de las Luisiadas; Lope de Vega, el monstruo, el fénix de los poetas, y miles que cansaría enumerar.
En poesía la voz humana alcanza su más armoniosa resonancia, y es el verso su expresión más acabada. David, Rey de Israel, el gran lírico del libro sagrado, se dirige en salmos a su Dios y Señor y dice: “El espíritu de Jehová habla por mi y su palabra estuvo en mi lengua”. El Corán de Mahoma, base de la religión del islam, e su original fue escrito en versos, y el Profeta imitando a David decía: “Yo no soy poeta, el Corán no es obra mía, son palabras de Alá que resuenan por mi boca”; el Rey Salomón, hijo de David, también se creyó inspirado por Dios y su Cantar de Cantares, patético idilio, es uno de los poemas más vivaces de más inefable fragancia que haya producido el ingenio humano. Podríamos, pues, pensar que la poesía es el lenguaje de los dioses. Ningún metal es tan indestructible como la poesía para resistir el embate de los siglos, ninguna piedra tan dura para soportar el corroer de los milenios. La esfinge de los faraones ese enigma de piedra al lento transcurrir de las edades ha desfigurado su faz y por contraste, la Ilíada y la Odisea de Homero, insuperables poemas épicos, tal vez sus contemporáneos, son hoy tan admirables, tan hermosos, tan frescos y sugerentes como cuando el Ciego Inmortal los iba cantando por las siete ciudades de la Hélade, igual que Troya, también desaparecidas. El célebre Talleyrand decía que quien no vivió en Francia e el Siglo de Oro de Luis XV no podía tener una noción completa de la cultura social. En los salones de París se hablaba en verso. En ese mundo aristocrático que él frecuentó y describe con tanto colorido, el epigrama era el arma de la intriga, como agudo dardo volaba de un labio empurpurado a otro, hiriente siempre, aunque velado en argentina risa.
La voz humana es tan natural que ni cuenta nos damos de ser poseedores de ese fino y milagroso instrumento, y la palabra, propiedad exclusiva del hombre, que debió sufrir un proceso de evos para alcanzar la perfección que hoy tiene, la empleamos en sus múltiples giros para traducir nuestras ideas, sin medir, las más de las veces el efecto que pueda producir.  Hay muchas conocidas anécdotas de Quevedo o a él atribuidas, en las que se pone de resalto el equívoco de muchos vocablos.  Don Francisco de Quevedo y Villegas, renombrado satírico español, uno de los grandes clásicos de la lengua, poeta insigne, en su vasta obra literaria dio vigencia a infinidad de léxicos de los que duermen archivados en el diccionario. Se advierte al leerlo, no el rebuscamiento de la voz precisa, sino el angustioso deseo de poder encerrar su pensamiento en una sola dicción.  Uno de sus críticos admira esta originalidad característica de Quevedo y dice que da la impresión de ir creando el lenguaje a medida que escribe.
Podríamos presumir, pues, que el poeta es un ser de privilegio: soñar, verter en estrofas su pensamiento, en voces escogidas y con acento rítmico, es su eminente misión, que no es dable a todos los que hablamos, ni habilidad usual en cuantos vivimos y pensamos.     Darle sonoridad al idioma, cadencia y consonancia a las expresiones para hacerlas gratas al oído y que el tema irradie armonía y se fije mejor en la memoria, es obra de poetas. Como el diamante ellos llevan en sí sus propios kilates y la virtud de sus fulgores en sus cantos. Exaltan la tradición, iluminan la leyenda, difunden la historia, aureolan la geografía cuando la musa se inspira en el azul mentiroso de la montaña distante, en la blanca ola rumorosa sobre el añil del mar, en la onda peregrina del río, que se desliza musical y cansado en su inacabable viaje al océano. La naturaleza va pasando en esa forma idealizada por el crisol de su imaginación ardiente, incansable y así los sucesos, los hombres, los símbolos, los héroes…

“Cuando creyeron quizá,
que se cansaba su brazo
hizo en la América un trazo
y volando, casi loco,
con aguas del Orinoco
fue a regar el Chimborazo…”

Es el lenguaje emblemático del poeta, la cristalización de la imagen, y ¿Quién de nosotros no descubre a Bolívar en esa síntesis histórica de Potentini el que fue notable músico y poeta barcelonés? ¿Quién no se va con su imaginación tras ese meteoro genial que fue Bolívar y lo contempla a caballo, “volando casi loco” por las cumbres de América llevando en sus manos la enseña victoriosa de la libertad, el MANTO DE IRIS como el mismo nombró nuestra bandera?

El Mariscal subía la dorada escalera,
Radiante la mirada, seguro el caminar,
En su brazo una dama se engarzaba ligera
Sus cabellos el oro, sus pupilas el mar…

De súbito en un giro, la rubia cabellera
Rompió sus ligaduras con dulce resbalar
Y el oro de la trenza y el de la charretera
Juntaron sus fulgores en un fulgor solar.

Los bucles se agitaron con emoción extraña
Más dulce que la arenga febril de la campaña
Sintió toda la gloria la faz del Mariscal…
Ella insinuó un murmullo de tímidos asombros
Y el Héroe dijo raudo: Jamás sobre mis hombros
Cayó, Señora, el peso de un homenaje igual…

¿Habrá que nombrara a Sucre para conocer quién es el personaje retratado en ese poema? El héroe de Pichincha toda galantería para la mujer, caballero y galante siempre dentro de su atuendo militar, pese a su carácter férreo, capaz de los mayores heroísmos, de la más exaltada bravura y de tan hidalgas, generosa virtud jamás desmintió el temple y pureza de su alma. Así lo describe Andrés Eloy en ese clásico soneto, rutilante y perfecto como una diadema.
Andrés Eloy que fue un ameno charlista, orador elocuente, escritor de personal estilo, diarista destacado, en su extraordinaria obra de poeta probó todos los ritmos, los múltiples metros del verso; su inspiración desbordada, fluía ligera, fácil y hay momentos en que parece salirse de la métrica como si en el golpe de su imaginación creadora una rima se adelantara a otra, disonando:

Los cuatro que aquí estamos,
Nacimos en la pura tierra de Venezuela,
La del signo del éxodo, la madre de Bolívar
Y de Sucre, y de Bello y de Urdaneta
Y de Gual y de Vargas y de un millón de grandes
         Más poblada en la gloria que en la tierra,
         La que algo tiene y no se sabe dónde,
         Si en la leche, en la sangre o la placenta,
         Que el hijo vil se le eterniza adentro
         Y el hijo grande se le muere afuera…

En su poesía integraba él su alma, con inteligente y sentida interpretación de su amor profundo de la humanidad y de la Patria, la alteza de su espíritu, la inefable generosidad de su corazón. En “LAS UVAS DEL TIEMPO” recuerda a Cumaná, el hogar de sus padres en sugestiva añoranza del amado terruño, y en el SONETO A DIEGO CORDOBA da la última pincelada, el toque final a ese cuadro patético de su evocadora nostalgia:

Desde que al corazón le dolió un ala
La usó e volar a la ciudad porteña,
La de la luna con que el sueño sueña
La del río de amor con que resbala.
Del mar al pan de miel con que la desala,
Desde el golfo a la chara ribereña,
Cruzo sin pasaporte o contraseña
La ciudad marinera y mariscala.
Tu ciudad, mi ciudad, la ciudad nuestra
Donde busco al varón e cuya diestra
La espada es flor y la bondad capullo.

Y allí con él digo tu nombre, Diego,
Y al corazón del Mariscal entrego,
Tu corazón tan bueno como el suyo

Son obras sublimes del genio, las que podríamos titular parabólicamente de dibujos rítmicos, porque son como pinturas de motivos y cada una encierra una perspectiva, un momento de emoción o de vida del autor.  Y muy bien pudo ser ese el sentimiento que movió a Andrés Mata, el romántico y sensitivo bardo carupanero cuando al evocar la figura del pintor Arturo Michelena, el que plasmó PENTESILEA y tantos cuadros famosos, para elogiarlo,  exclamó e un momento de incontenible sinceridad en esa queja de profunda alabanza: “Cambiaría los acordes de mi lira, por un solo color de su paleta” y precisa decir que Andrés Mata  es uno de nuestros más exquisitos y celebrados poetas, acogidas sus endechas con entusiasmo en el folklore popular para entonarlas en la copla callejera al pie de la celosía de la novia en el expectante conticinio, a más de periodista, fundador del UNIVERSAL  de Caracas, escritor galano, literato de peso en las letras de la República. Bien conocidas son sus ARIAS SENTIMENTALES, IDILIO TRAGICO, PENTELICAS y su pluma sabe describir con gráficas y seguras pinceladas:

            Orillaba la abrupta serranía
            El tren con rudo trepidar, sonoro,
         Y sobre el verde campesino, el oro
         De la tarde otoñal, languidecía…

Es como una sutil acuarela tomada de improviso del viaje en ferrocarril, sobre el antiguo camino de hierro de la Güayra a Caracas, a lomos del empinado Ávila.
Venezuela ha producido poetas de superior inspiración como Don Andrés Bello en su “Silva a la Zona Tórrida”,  su “Oración por todos”,  Pérez Bonalde, el vate peregrino, en su famosa elegía: “LA VUELTA A LA PATRIA; Abigail Lozano, quien sin alcanzar la cumbre gloriosa de esos grandes maestros, nos ha dejado su invocación a “Dios” de altilocuente entonación, acogida en muchos textos de lectura escolar y en toda antología venezolana como una composición ejemplar, pese que Menéndez y Pelayo, ese fenomenal polígrafo español, lo tilda de hueco y rimbombante:

! ¡SEÑOR! En el murmullo lejano de los mares
Vibrar oí tu acento con noble majestad;
Oílo susurrando del monte en los pinares

Oílo en el desierto cual ronca tempestad.
Tu voz cruza en la brisa y en el perfume leve
Que brota en los columpios de la silvestre flor;

Tu sombra entre las aguas magnífica se mueve,
¡Tú sombra que es tan solo la inmensidad, SEÑOR!

Y Lazo Martí el magnífico citarela de el Guárico, en su SILVA CRIOLLA esa originalísima creación poética, ha recogido EL LLANO, comprimiéndolo en estrofas de singular lirismo, que trasuntan devoción, éxtasis ante el panorama imponente de la extensión ilímite, verdeante al frescor matinal, o trasformada en mortificante espejismo bajo la llama calcinante del sol estival, y lo ha guardado e ese cofre mágico de sus églogas para embelesarnos:

“Como en aquellos días
Del venturoso tiempo ya lejano
En pos de mis pasadas alegrías
Vuelvo a tener mi vista sobre el llano.
Caído en la remota lontananza
Sin su manto de gloria
El moribundo sol parece un cirio
Que alumbrase una cámara mortuoria.
El viento, sin rumor, apenas risa
La silente laguna, en cuyo espejo
Invisible dolor vertió ceniza,
Y con vuelo despacio,
De la tarde a los pálidos reflejos
Las garzas que se van, que se van lejos
Pueblan de cruces blancas el espacio…”

Son muchísimos los poetas venezolanos de elocuente númen, quienes han enriquecido nuestro parnaso con sus magistrales producciones, y así como nuestros libertadores ganaron con sus armas, fuera de nuestras fronteras, la gloria única que cabe a Venezuela en la libertad de América, así ellos con sus poesías y su arte ha subido a expectable altura el nombre de la Patria, nuestra cultura, nuestras letras, la contribución fecunda de los venezolanos en la obra civilizadora del Continente.

Pero se erigen monumentos a los Héroes Guerreros para destacarlos a la admiración de la posteridad y se olvidan de esos artífices del civismo, creadores de la moral, de la fe del carácter y de la ilusión de nuestro pueblo, preclaras sombras luminosas que se alejan a la inmortalidad, por la ruta del Olimpo. Cierto que el guerrero  es también artista, si crea la victoria… Bolívar cuando traza en las estribaciones de los Andes peruanos en aquella tarde afortunada para el Ejército Independiente, a los escasos resplandores de un sol declinante, el cuadro imperecedero de la Batalla de Junín, aureola de su máxima gloria;  Sucre al fijar en el lienzo de la historia con pinceladas de fuego, la estrategia decisiva de Ayacucho, culminación de su fama y apoteosis de la guerra emancipadora; Páez, al grabar en las riberas del Apure con tonos de valor increíble el prodigio de LAS QUESERAS DEL MEDIO, hecho de armas que subió su nombre a la celebridad y lo purifica ante la historia; José Félix Ribas que enrojece las calles de la Victoria con sangre de niños-héroes,  en aquel portentoso duelo  del valor temerario contra el torrente invasor y salvaje de las hordas de Boves y las contiene; Piar cuando anuncia en el campo victorioso de San Félix la hora inicial de la fortuna para las armas de la libertad, y desgraciadamente alza la cruz de su calvario…
Nuestra tierra, Cumaná, a sido pródiga en hijos dotados del estro poético y cuando se les nombra, se acostumbra citar únicamente a los de más elevado númen como Andrés Eloy Blanco, Jacinto Gutiérrez Coll,  Miguel Sánchez Pesquera, Marco Antonio Saluzzo,  el parnasiano Juan E. Arcia, el delicado Cruz Maria Salmerón Acosta, el ultra romántico Juan Miguel Alarcón, el atormentado José María Milá de la Roca Díaz  y pasan inadvertidos tantos otros que también ha contribuido a ganar para este meritorio solar nuestro el prestigio que trasmite la dedicación a las bellas letras,  el cultivo de la poesía, nombres que se pronunciaron con elogio en su época como los de Juan Manuel González Varela, Pedro Antonio Lara,  Rafael Bruzual López, Juan N. Freites,  Humberto Guevara, José Fernando Núñez y tantos otros ya difuntos y con ellos Ramón Suárez seguramente desconocido por la mayoría de ustedes, hijo de modesta cuna, bohemio, descuidado pero de indudable inspiración. En los periódicos locales de su tiempo aparece publicada su labor literaria, y voy a leerles su soneto a Sucre para hacerles llegar, en tan breve canto algo de su estilo:  

Fue una página blanca en la roja contienda
Y su nombre, viajando en la humana memoria,
Es un ramo de lirios. Un sabor de leyenda
Destilan los cien robles inmensos de su gloria.
Su diestra que sabía del óleo de la venda
Salvaba muchedumbres. Señor de la victoria
Pretendió que los pueblos adoraran su ofrenda
Y trazó con su espada una cruz en la historia.
Un mensaje bordado para la bella esposa
Es la gran humareda de la grande tormenta.
Era un paje galante del clavel y la rosa.
Mucho más con su muerte su gloria se agiganta
Porque a pesar de todo, “Berruecos” complementa
El pedestal de mundos que Ayacucho levanta.

Sin una esmerada educación, es él por eso precisamente el más señalado y por tal lo he preferido, para confirmar ese cognomento que tiene Cumaná de ser tierra de poetas, como que ella diera de sí el portalira.
He querido definir ante ustedes mi concepto sobre la poesía y los poetas con este sincero tributo a Andrés Eloy; pero el juicio de ustedes será el que valga. Si la charla, conforme al diccionario es una simple plática por mero pasatiempo, yo creo que mis palabras han hecho perder a ustedes mucho tiempo y voy a terminar pidiéndoles excusas.  Señores: He dicho. 

EL JURADO Y SU VEREDICTO.

Concurso de la “SOCIEDAD PATRIOTICA AYACUCHO” de Cumaná.

El día 7 de los corrientes se reunieron en las oficinas de “El Heraldo” el señor F. Jiménez Arráiz, A. J. Calcaño Herrera, Eduardo Carreño y Luis Churión, los cuales con el señor Sergio Medina, quien no pudo concurrir por hallarse desempeñando un cargo oficial en la capital del Estado Aragua, forman el Jurado del Certamen de Poesías de la “Sociedad Patriótica Ayacucho” de la ciudad de Cumaná.
             El señor Luís Churión, debido a su partida para Lima, como Secretario de la Embajada Venezolana, dejó sus votos firmados en manos del señor A. J. Calcaño Herrera; los tres jurados restantes: señores Jiménez Arráiz, Calcaño Herrera y Carreño, después de examinar las composiciones enviadas y vistos los votos del señor Churión creen de justicia dictar el siguiente veredicto:
            “De acuerdo con las bases del Concurso, que se nos encomienda fallar y que van de seguidas: 1º.- Poesía lírica: Metro libre. No debe pasar d cien versos.
Premio: Flor Natural, Rosa de Oro y derecho a elegir la Reina del Torneo. 2º- Poesía épica: Tema: “Canto a la Batalla de Ayacucho,” Metro libre. No debe pasar de ciento cincuenta versos: Premio; Gardenia de Oro. 3º- Sonetos: Tema. “Vida de Sucre.” Premio: Violeta de Oro e inscripción del soneto en mármol, para ser colocado en sitio histórico de la ciudad de Cumaná.
            Leímos y analizamos las 37 poesías líricas, los 15 poemas épicos y los 62 sonetos enviados. Visto el escaso mérito de los sonetos creemos que ninguno es merecedor de galardón por lo tanto declaramos desierto este concurso.  Examinadas las 37 poesías líricas encontramos acreedora al premio respectivo la que se titula “Poema Primaveral” y tiene por lema “Gratia Plena”.
            Analizados los 15 poemas épicos fallamos en pro y otorgamos el premio a la que se titula “Canto a la Batalla de Ayacucho” y tiene por lema “Patria Fecunda” Ahora bien encontrando entre las 14 poesías restantes de esta especie una, titulada “Batalla de Ayacucho” y que tiene por lema “Pro Patria” en la cual concurren excelencias y méritos que la hacen acreedora a una Mención Especial del Jurado, le otorga bajo la forma de accésit el premio que estaba destinado al soneto.

            Caracas 21 de diciembre de 1924.

            (Fdo) E. Jiménez Arráiz, A. J. Calcaño Herrera, Eduardo Carreño, Luís Churión




LOS PREMIOS DE LOS JUEGOS FLORALES DE 1924

Primer premio.
Publicado en el Numero 53 de SUCRE.
Poema Primaveral. Lema Gratia Plena’.
Autor: Jesús Marcano Villanueva (1)
Poema Lírico que mereció la Flor natural y la Rosa de Oro de los Segundos Juegos Florales de Cumaná.

Oye tú, primavera, de los ojos gandules,
De la boca de besos y los sueños azules
Y tus áureos cabellos cual poema de sol:
¿Por qué diste a mi pena tu sabor de alegría,
Si tú sabes, hermosa, que la melancolía
¿Del poeta, en la vida, es la nota mejor?
II
En mi cárcel de abismo tremolaba mi verso
Cual bandera de oro, sobre el dolor perverso,
A la hora en que muere la piedad de la luz,
Y embebido en mi pena por los largos caminos
Deshojaba la rosa de mis crueles destinos
Y me echaba en la senda con mis brazos en cruz
Fui bohemio en la noche florecida de estrellas;
fuí poeta que supe adorar las querellas
y en la bola del mundo circuló mi cantar…
Mi verso fue una espina y en la rosa nevada
Y las aves del bosque me obsequiaron por
Cada rima lánguida un trino, bajo la luz solar.
En la rueda gigante de un molino sonoro
Mi verso fue a posarse como un pájaro de oro
Bajo el pálido ensueño de una tarde otoñal,
Y mi dulce Quijote, coronado de besos,
En el nombre del Cielo liberóme los presos
Que encerrados tenía un amargo ideal.
Y una fresca mañana, ¡Oh! rubia primavera,
Cuando triste marchaba con la cruz de la espera
Por el largo sendero que transita el dolor,
En el lampo de rosa de la lírica aurora
Saludé tu armonía, y viniste cantora
A encerrarte en mi abismo como un canto de amor.
¡Oh!  mi estrella, mi musa, mi mañana florida,
Dulce cuerda en la lira sonora de mi vida,
Alondra que salpicas de ritmos el dolor:
El poeta que nunca doblegara la frente
A tus pies se arrodilla y mirando al Oriente
Lanza al cielo la rima cual si fuera una flor.
¡Bienvenida la estrella de mi noche encantada!
La que alumbra el sendero de la noche esperada
¡La que trajo a mi vida la celeste canción!
¡Melancolía madre!  perdona si te olvido,
Y tú, amor soñado, escóndete en el nido
Que urdió, cuando surgiste, mi eterno corazón.
III
Y vino con un beso en la flor de su boca,
Libó toda mi vida como una abeja loca,
Pasó por mi existencia con ansias de placer;
Se me dio como el cauce al amor del riachuelo
Y nunca vi más bello el corazón del cielo
Que cuando ella venía a endorarme el ayer.\
Bella como una flor y alta como una estrella,
Presintieron las sendas el fulgor de su huella,
Fue águila y paloma como el azul triunfal;
Fue el ritmo del Eterno sobre el dolor del mundo
Y voló derramando en mi abismo profundo
Todo el fuego divino de su sueño inmortal
La gracia le cantaba, la gloria le veía,
Mi vida en la epopeya de su forma se abría,
Onfalia surgió en ella y Hércules en mí;
Hilé el fino milagro de sus cabellos de oro
Y “entrenando” mi verso para el triunfo sonoro,
Las voces de su aurora dentro la sombra oí
Y viajé de su mano por todos los caminos,
Las aves prolongaban en nosotros sus trinos,
Cuando yo la besaba la noche era un clamor
Y al ella responderme con su boca florida,
Pasaba Dios entonces por la luz de mi vida
Convirtiendo en un iris el divino blancor.
¡Ah!  ¡Mi Ella tan rubia como el primer lucero!
¡Oh!  La fibra armoniosa de mi cantar procero
Pentélico poema que talló mi cincel:
Fuiste y eres el nervio de luz para mi lira
Y bañada de gracia en la noche suspira
Mi arma por la tuya, debajo de un laurel
¡Bienvenida mujer! Que me enjoyaste un ala,
Yo voy a mi futuro por tu cuerpo en escala,
Lira hecha de soles por la inquietud de Amor…
La noche está encantada…Aquí tienes la estrella
Que arrebaté a los cielos para tu boca bella
Donde juntan sus labios nuestras vidas en flor.

(1)   Jesús Marcano Villanueva, poeta margariteño nacido el 8 de noviembre de 1892. Murió en Caracas el 8 de noviembre de 1943.  Recibió otros premios, con sus poemas: “El Sermón del Numen”, y “Canto a Matasiete”. Publicó un solo libro “El Corazón que Sabe Amar”. 


SEGUNDO PREMIO DE POESIA
Poema épico, publicado en el No. 45, que mereció La Gardenia de Oro en los segundos juegos florales de Cumaná.

CANTO A LA BATALLA DE AYACUCHO, del poeta de Maracaibo, Valmore Rodríguez (1)

Más rojo que la sangre que en las venas ardía,
El Sol, al pie del Ande, se despertó aquel día
Entre un furor de dianas y voces de cañón,
Abierto estaba el campo para la lid cruenta
Y agitaba las almas una larga tormenta
Fulgurante de odios, loca de redención.
¡Ayacucho!... batido por indolente brisa,
El iris de Colombia la ilustre se divisa
A cuya sombra acampan seguros de vencer,
Las legiones que traen fatigada la Historia,
Fatigado el destino, fatigada la gloria
Con la carga de lauros que segaran doquier.

Al frente sobre el agrio Condorcunqui, regaña
A sus héroes ilusos el pabellón de España,
Abatidos cien veces en terco batallar
Valdés acaso escuche la voz del trapo amado
Dentro de su conciencia, más calla: es un soldado
Y al fatal signo oblígase de morir o triunfar.

Ya se escuchan los golpes de la muerte gloriosa.
El Sol, padre del Inca, como una inmensa rosa
De sangre mana largo sobre el campo en tremor…
Súbito de la cumbre desciende un mensajero
Y hasta el patriota llégase.
Bien habla en el guerrero
La voz del sentimiento, clara como el honor.

Breves momentos luego colombianos soldados
Y soldados de España se estrechan, embargados
De honda emoción, las manos, del valle sobre el plan;
La amistad y la sangre ligan los corazones
Con lazo estrecho. Abrásense los ínclitos varones
Y luego a confundirse con sus legiones van.

Y la voz del Destino creció definitiva
Sobre las dianas locas y la bulla festiva
De las escaramuzas de las noches sin luz.
A su ritmo seguro se empinó el Ande ingente
Y, por ver la palestra, desarrugó la frente
De neblinas de Apolo bañaba en el trasluz.

Con mirada de águila que el entusiasmo quema
El Héroe de Pichincha, en la hora suprema,
Recorre el campo lleno de juvenil ardor.
Su voz recuerda glorias, los ánimos enciende,
Y en un grito coloso que a las montañas asciende
El recuerdo levanta del Gran Libertador.

Después, frente a sus bravos, conciso y fulgurante
Su proclama de guerra talla como un diamante
Y la ruta señala que laureles os dará.
Los corazones laten con erguida prestancia
Y se copia en los rostros tal ardor y arrogancia
Que quien míralos piensa que han combatido ya…

Sobre la cima, en tanto, la hispana gente mira
El valle atentamente… Pero la sacra ira
Del viejo Sol Incaico desdibuja el confín…
Se hace duro el silencio que en el ambiente impera
Y el ánimo se inquieta, bajo la larga espera,
Hasta que” En Marcha” dice la voz de mando, al fin

Y a descender empiezan las huestes castellanas
Por la difícil cuesta, cataratas humanas
Que al mar de la tragedia destinara el Azar;
Ya sobre el valle fórmanse los fieros batallones,
Montan sus baterías, descogen sus pendones
Y oír dejan su recia música militar.

Más el héroe que vela los pasos invasores
Con rapidez expone sus bravos tiradores
A la enemiga astucia que amenaza, mortal,
Empéñase la brega, vuelan los proyectiles
Y a compás de los bronces mil de nuestros viriles
De los pechos se exhalan en grito torrencial.

Sobre Lamar que, alerta con sus bravos vigila
Valdés se precipita, su guerrilla enfila
Al tiempo que sus cuatro cañones dejan hablar,
Sangre republicana fecundan la llanura
En el fragor insólito que acrece la bravura
De las tropas homéricas regidas por Lamar.

Y ahora sobre Córdova, Rubín con más infantes
Se estrella pobre iluso


es romper esa malla que Córdova tejió…
Sobre el revuelto campo sus vidas van rindiendo
-Bajo las recias cargas, entre el fragor horrendo-
Los valientes de España que la guerra nutrió.

Más feliz en su empresa Valdés, corazón fuerte
En las filas que alienta Lamar siembra la muerte,
Despedaza y arrolla con titánico ardor.
Lamar frente al desastre que el destino promete,
No se inmuta, refuerza sus flancos y arremete
Con la calma serena de un viejo gladiador.

¿Donde está el Héroe en tanto, cuyo grito de guerra
Enardeció las almas y estremeció la tierra,
¿Trasfigurado, como Jesús en el Tabor?
Sereno el continente, pasea su mirada
Por el valle que asorda la lucha encarnizada,
Igual que en las alturas, avisado, el cóndor.

Frente a Lamar que oía y Monet que combina
Se yergue, iluminado por la lumbre repentina
Y el plan definitivo traza sin vacilar.
Sobre Monet a Córdova, con sus bravos envía
Mientras azuza a Miller con su caballería
Y nuevo contingente pone bajo Lamar.

En el álgido instante, respirando coraje
Córdoba se desmonta de su potro salvaje
Y a sus pies le da muerte con fiera inspiración.
Después bizarramente levanta el acero,
Grítale a sus valientes, trazando el derrotero:
“Paso de vencedores, armas a discreción.”

Con un tremor humano, mira el vecino cerro
Adelantarse, ciega, la avalancha de hierro
Que sembró muerte y pánico en Pichincha y Junín.
En vano a contenerla cargan los escuadrones
Y vomitan metralla los rugientes cañones
Por sus cien bocas ígneas que asordan el confín.

Banderas que flamean, voces de mando, hendidos
Cráneos que ruedan, gritos de entusiasmo y gemidos…
Tal la escena sin nombre, sangrienta, en confusión
La muerte se pasea triunfal y enloquecida,
Pero bajo los cascos de su corcel, la vida
De un Continente apunta como en germinación.

Ved cual luchan los bravos de América, delante
De la muerte: allí vate con empuje arrogante
A jinete sin miedo el Pichincha, y allá
Por donde ronca el trueno feroz de la metralla
El Caracas resiste y empéñase y estalla,
Y acá rompe el Voltígeros y arrolla el Bogotá.

Sobre Lamar y Córdova, Canterac amontona
Infantes y jinetes su previsión abona
De victoria y fortuna la sabia veleidad…
Más el Héroe que vela burla las recias cargas
Azuzando sus Húsares y el Vencedor y el Vargas…
¡Hueste que un soplo guía de gloria y libertad!

Lamar en tanto pugna con las con las falanges duras
De Valdez. Disparados por las agrias alturas
A vislumbrarse empiezan guerreros en pavor…
Son soldados de España que ante el empuje fuerte
Se olvidan de sus glorias. Dan la espalda a la muerte
Y huyen como impelidos por un soplo de horror.

Blande su lanza Silva, fiero y ensangrentado,
Miller embiste; arrolla Córdova. Denodado
Laserna lucha, anima su tropa en confusión,
Más en vano y, herido, ríndese dignamente
Frente al total derrumbe de su quimera, y frente
A la América libre, bañada en redención:

Que ya Lamar y Lara, con el esfuerzo unido,
Son dueños del reducto postrero; que, vencido,
Valdez rindió su espada, cual se rinde un león;
Que en fuga atropellada por cumbres impropicias
Vuelan acuchilladas las últimas milicias
De Castilla, sin armas, sin gloria, sin pendón…

¡Loemos a los héroes de la brillante hazaña!
¡Loemos a los héroes, en cuya noble entraña
¡La libertad ardiera como un claro fanal!
Y, sobre el brillo magno de laureles y palmas,
A lomos de los siglos se elevan nuestras almas
Proclamando las glorias del alto Mariscal.

(1)   Valmore Rodríguez, nació en San Félix- Estado Bolívar- el 11-04-1900 y murió en Chile el 10-07-1955.  Se le tiene como Zuliano porque su vida y obra se desarrollaron en allí. Periodista y político de gran relevancia. 

TERCER PREMIO DE POESIA EPICA
Publicado en el No. 47. BATALLA DE AYACUCHO. El jurado de poesía de los segundos juego florales de Cumaná, acordó a este canto la Violeta de Oro como accésit al Tema Épico.

Lema PRO PATRIA.

Fue otorgado a Udón Pérez (1)


BATALLA DE AYACUCHO.
No estaba allí el maestro…
Más el claro discípulo que diestro
Se abrevó en las lecciones del milagroso Augur
Inebrió en sus soldados con el heroico vino
De una frase:” De Vuestro esfuerzo
De hoy pende el destino futuro
De la América del Sur”

Luego por los alfoces
De la montaña en sol, ecos veloces
Multiplicaron otra nunca oída expresión
PASO DE VENCEDORES. ARMAS A DISCRECIÓN
Y fueron esas voces,
Rodando por el valle, rebotando en la sierra,
Un par de dados arrojados
Sobre el tapete rojo de la guerra.

Eran aquellos dados
Avatares de aquellos que un día labró” El Loco
De Casacoima” orillas del trágico Orinoco;
Y que por él y sus soldados
Con destreza jugados
En la cumbre, en el llano, en el escobo, …
Le ganaron a España en Boyacá,
Le ganaron a España en Carabobo,
Le ganaron a España en Bomboná,
Riobamba y Pichincha, tres naciones
Que en su cetro lucían, igual que tres florones.
Eran aquellos dados, avatares
De aquellos que en la mesa de Junín
-circuida por ojos ansiosos, a millares,
Por ojos inultos de los incaicos lares-
Jugó, triunfando al fin
En peligroso albur
Contra la reyedad
El Ganador de Pueblos, el ínclito Tahúr
A quien amaestró la Libertad.

¡DE VUESTROS ESFUERZOS DE HOY PENDE
¡EL DESTINO FUTURO DE LA AMERICA DEL SUR!
¡PASO DE VENCEDORES! ¡ARMAS A DISCRECIÓN!

Al soplo de esas bocas, que era un soplo divino,
El discípulo egregio y sus osados
Compañeros de armas, sin escudo ni almete,
Echaron a rodar en el tapete
Purpureo de la guerra, los dos vibrantes dados.

El campo de Ayacucho sugería el tablero
De un extenso ajedrez: a sus
escaques,

prontas a bélicos ataques.
Descienden ya las piezas del ibero;
Que las de Sucre aguardan en el linde frontero
Apercibidas a tremendos jaques
Soldados de Castilla, como negros peones,
Y soldados de América, como peones blancos,
En contrapuestas direcciones
Se mueven por el centro, se mueven por los flancos;
Expertos oficiales de los bandos hostiles
Exploran la llanura con movimientos francos,
Con rapidez de alfiles;
Los aguerridos jefes, como piezas
De a caballo, en sus potros que dan inmensos trancos,
Salvan las rústicas malezas,
Saltan sobre los barrancos,
Y cada quien apresurado corre
Allá donde se inicia la pelea,
Los peones azuzan y los acorre:
Y es cada cuerpo, móvil torre
En cuya cima su pendón flamea.

Defienden a Fernando,
Amparan a su Rey, los de Castilla;
La libertad, la reina sin mancilla
Tiene el amor del otro bando.
Todo rival con entusiasmo ciego
Quiere alcanzar en el combate
Al otro prez del juego;
Y con el vivo afán del mate
Buscan los campeones
Llevar el desconcierto
Al enemigo campo, y en el tablero abierto.
Orden combinaciones
Múltiples y sutiles, parecidas
A las que dan las fichas de un dominó, movidas
Por jugador experto.

Atruenan los fusiles
Y sus mil proyectiles
Recorren el espacio en fatal proyectoria
Con la vivez inquieta
Con que en la rueda giratoria
La esfera de marfil de la ruleta.
Y cada globo que la artillería
En deslumbrante llamarada roja,
De su broncíneo vientre arroja
Con pertinaz porfía,
Trae el recuerdo la pelota
Que en Aranjuez un día
Bolívar lanza, aún adolescente
Y, cual nuncio fatídico, rebota
Del príncipe de Asturias en la frente.
Los guerreros, ardidos de coraje,
Con la visión del triunfo en las pupilas,
las armas en los puños, nunca hartas
De herir y de matar, entre las filas
De contrarios se meten, con ímpetu salvaje,
Y se entremezclan cual las cartas
De una baraja doble, que intranquilas
Van y vienen en rápido baraje.
Sembrando estrago y miedo
Las bayonetas de los batallones
Manejadas con bárbaro denuedo
Sangre chorrean, como en amplio ruedo
Los puntiagudos espolones
De cien y cien reñidos gallos;
Y a sus golpes crueles
Que son mortales fallos
Cuelgan, -purpureaos arambeles-
Vísceras de hombres y caballos,
Como los que, en el coso, bajo las armas pares
De los fieros cornúpetos, brotan de los ijares
De toreadores y corceles.

Después, ¡el triunfo! Como
Los bridones que sienten chasquear en su lomo
La fusta, y se desalan bajo la diestra mano
Por el entendido plan del hipódromo;
O como en el romano
Circo, las célebres cuadrigas
Que vencía Nerón; tal del hispano
Urgido por las lanzas enemigas
Escapan los jinetes por las agrias laderas
Y tras ellos las tropas, dispersas, sin destino,
Saltando con terror en el camino
Las inútiles armas, las vencidas banderas.
Después… dando al olvido
¡Oh Sucre! De tus armas la fiera,
Tiendes con noble gentileza
Amiga mano al contendor vencido,
Y alzando la cabeza
Al cielo en luz, mientras tu pie se afinca
Sobre el glorioso llano,
Ves que la sombra plácida del Inca
La cien te ciñe con laurel temprano
Y oyes su acento, cuyo son rotundo
Ensalzando a Bolívar, Libertador de un mundo
Repite por el valle y la montaña
Dios bendiga a los héroes del sublime Tabor
Que le ganó a España
¡La América del Sur!
Y allá dentro de la entraña
De los héroes sublimes del sublime Tahúr
Hubo la voz profética del milagroso Augur:
-Devolvedle a la España
¡La América del Sur!...


(1)               Udón Pérez, nació en Maracaibo en 1871 y murió en 1926. Reconocido como el más notable de los poetas del Zulia. Durante su vida recibió más de 50 lauros poéticos, incluyendo “la Violeta de Oro”. Entre sus obras más conocidas están: Gajes de la paz y Lira Triste. También es autor de la letra del Himno del Estado Zulia. Con sus letras llenó de orgullo al Zulia y a Venezuela.


Publicado en No. 46 de SUCRE.  Otro premio de poesía lo mereció Don José Oliveira, otorgado por el periódico “EL CORREO”, que tituló “CANTO A MI BANDERA”.

INTROITO

¡Alma de mi Patria! Enseña
Tricolor: Bandera mía,
Mi numen al verte sueña
¡Poesía!
¡Corazón! Canta su gloria
Llama al Dios de la victoria
¡En tu auxilio! Invoca al genio
De Bolívar; que la Musa
De de la luz de su ingenio
Para que brote profuso
La inspiración, y su gesta
Ensálsese, por siempre enhiesta
¡Oh la de mis patrios lares
¡Honra y prez! ¡Bandera mía!
El numen de mis cantares
Sueña, al pie de tus altares,
Poesía.
I
GUALDA
Las llanuras de infinitas de mi Patria son doradas,
De mis playas, que se extienden bajo el ocaso solar,
Que vibraron al empuje del fragor de las cruzadas,
Y bebieron compasivas tantas sangres derramadas
En el épico bautismo libertario de mi lar.
¡Las llanuras de mis playas! Siempre libres, siempre airosas,
Donde corre desbocado el indómito corcel
Cual Pegaso que se bebe las distancias luminosas.
Las llanuras coronadas por las crestas majestuosas
De los Andes, que parecen de centauros en tropel.
¡Mis llanuras son de oro! A los céfiros vernales
La campiña se engalana con la espiga del maíz;
En las suaves estaciones del verano los trigales
Son el triunfo de la flora; y en los ratos invernales
Inundadas refulgecen con aurífero matiz.
Mis llanuras son la gualda que fulgura en mi Bandera,
Como aurora, como nimbo, como cauda, como sol.
Amarillo de mis playas siempre libres. ¡Oh, primavera,
¡Franja gualda!  que a mi numen ilusorio pareciera
Todo el campo americano convertida en girasol.
¡Yo te canto, franja altiva! En tus pliegues tremolantes,
Vive incógnita mi Patria; el infiel jamás la ve,
Está oculta a sus miradas; pero en todos los instantes
Yo la miro grande, hermosa, con los ojos anhelantes
De mi alma, que rebosa patriotismo, amor y fe.
Yo te canto, flor dorada de los cármenes de Marte,
Aureola del Olimpo, que difundes claridad.
Yo te canto, sacro lampo del primor de mi estandarte;
Hoy los sones triunfadores de min lira vengo a darte.
Yo te canto cabellera de la Diosa Libertad.
II AZUL
El azul reverberante de la franja de turquesa,
Ese mar impetuoso, que no tiene nunca fin,
Que acaricia de mis playas la triunfal naturaleza,
Ese líquido vibrante, diapasón de la grandeza,
Irisado por las brumas vagarosas del confín.
Ese mar azul que ostenta mi Bandera con orgullo
Es el piélago fecundo, el Atlántico creador,
El gran lago, que se queja en monótono murmullo
En las tardes, cuando Vésper romantiza un capullo
Y en las noches, reflejando de los astros el fulgor.
¡Es mi piélago sonoro! En la paz de sus rumores
Canto un himno de victoria a la gloria del Pendón.
En él flotan como islas siete fúlgidos primores,
Siete estrellas, siete ninfas, siete perlas, siete flores,
Siete olímpicas sirenas. ¡Simbolismo de la Unión!
En la mano que nos tiende nuestra vieja Madre España.
La que prontos estrechamos con amor noble y filial,
Mano franca, mano hidalga, mano amiga que no engaña.
Oceano que nos liga para siempre con la Entraña
Y que nunca nos separa ¡Fuerte lazo fraternal
Salve ¡Franja milagrosa que nos une (Vasto puente)
Sobre el rojo te destacas cual celaje de zafir,
Yo te miro serpentina, abatida suavemente
Por la brisa, que desliza por tus ondas su corriente
Cual suspiro de la Gloria, que te fuera a bendecir.
Yo te rindo de mi canto el poético homenaje.
Salve franja salpicada por estrellas. Salve, azul
Banda ufana de mi Enseña redentora, rico gaje
De mundial magnificencia. Onduloso cortinaje
Tachonado de diamantes. Salve, piélago de tul.
III ROJO
Y ese rojo, que sangriento se destaca como una
Profusión de mariposas encendidas de rubí,
Esa púrpura es de España, generosa cual ninguna,
Que vertió toda la sangre de sus venas en la cuna
De la América engendrada tras el piélago turquí.
Sangre pródiga y ardiente de la heroica Madre nuestra,
Que en el Nuevo Continente su vigor multiplicó,
Sangre pura de la Arteria, sin igual en la palestra,
Sangre roja, palpitante de prodigios en la diestra,
Sangre heroica, que triunfante todo el Orbe conquistó.
Fue en antaño cuando altivos los pendo0nes de Castilla
Tremolaron paternales de la América en la faz.
Agitáronse sus alas –escarlata maravilla-
Con las brisas tropicales, en el éter sin mancilla
De mis cielos azulados por el iris de la paz.
Y al regreso a las riveras castellanas, los pendones
Nos dejaron de sus alas una pluma roja, que es
La tercera franja libre, que presentan las naciones
Colombianas en la gloria eternal de los girones
De sus ínclitas vaderas ¡Rojo manto cordobés!
¡Oh, la España de mi insignia! ¡Oh, mi banda purpurina!
Triunfadora por la tierra la llevó el Gran Capitán,
Banda roja que en las manos del Cid pueblos mil domina
Y al empuje de Pelayo con su égida fascina
Las legiones invasoras del peligro musulmán.
¡Oh, la España de iris! Sangre roja de energía,
Que la Entraña con prolijo, maternal amor nos da,
¡Yo te canto, rojo emblema! ¡Yo te canto sangre mía!
Yo te doy el homenaje de mi hispana melodía.
¡Oh, la España de mi franja, que gloriosa siempre está!

                                                                                  JOSE OLIVEIRA

Nota para investigadores: Coloqué los premios saltándome algunos números de la colección, como podrán ver, del orden de fechas de la publicación que veníamos respetando, obviamente de la Colección del bisemanario SUCRE””. 

PRIMER PREMIO DE NARRATIVA
De Rafael Díaz Flores

“LA LEYENDA DE UN CAÑON”, PREMIADA CON EL CLAVEL DE ORO.

Corría el año 1824, el Libertador por razones políticas y por exigencias de la guerra, y después de oír el dictamen de sus bravos tenientes, entregó el mando del Ejército al noble Paladín Americano, Gral. Antonio José de Sucre, y corrió a llevar la eficacia de su presencia a la ciudad de Lima, la cual se agitaba dolorosamente entre un caos de contradicciones, que solo la inteligencia y el acierto diplomático de Bolívar podía resolver de un modo favorable a la independencia.
            El noble y valiente Sucre siguió aquella gloriosa marcha ¿Hacia dónde? Ni él, ni el Libertador, ni sus poderosos enemigos lo sabían: pero ya Dios había designado el grandioso destino de aquel desfile de los héroes: Ayacucho.
            Entre la masa heterogénea del Ejército iba la linda María, graciosa peruanita que por patriotismo y por amor seguía a la bélica hueste. Marucha, como la llamaban en su división, vivía pendiente del dolor de las heridas para poner sobre ellas los pétalos de sus manos, o el gemido de una queja para esparcir a su alrededor el aliento de sus palabras.
            Como el amor no estaba reñido con la heroína María empezó a poner su cariño en cierto joven artillero, a quien una vez vendó ella sus heridas, y quien en esa vez le dijo muy cerquita y con voz lenta: yo te quiero mucho y cuenta que Marucha bajo la cabeza y tomando entre sus dedos la punta del delantal murmuró a su vez por lo bajo: “yo también te quiero”.
            Y desde entonces fueron Marucha y Manuel inseparables camaradas. Habían escogido como lecho ambulante el cuerpo de un cañón que llevaba el ejército, y que estaba bajo la custodia y manejo de Manuel. Era de verse como cuidaba y quería Manuel aquella pieza; sus partes metálicas brillaban por su limpieza y el digno artillero grabó una vez en uno de los radios de sus ruedas este nombre simpático: MARUCHA; y fue ese nombre con que los buenos amantes bautizaron el cañón.
            Muchas veces cuando el terreno lo permitía, cabalgaba María sobre su homónima, y así viajaba muchas millas, y Manuel en tanto, las mulas de la brida conducían aquel carro triunfal en donde iba la diosa de sus pensamientos.
            El idilio y la campaña no guardan perfecta armonía, pero Marucha y Manuel se las arreglaban de modo que todo lo encontraban encantador. En el momento en que detenía el carro para que ella descendiera, y en el instante en que sus manos se apoyaban bajo los brazos de ella para que saltara, había un roce de labios tan picaresco y tan rápido que la misma austeridad del Gral. Lara bajaba la cabeza y sonreía. 
            En las mil escaramuzas del camino en que el Ejército tropezaba con las partidas realistas de La Serna, Marucha tomaba parte muy activa en ellas, ya entregando los cartuchos para el disparo, o ya corriendo hacia algún punto llevando un menester que el caso reclamara, pero siempre tenía como punto seguro su cañón favorito. Y cuando la Marucha de bronce lanzaba sus vómitos de fuego, ella agarrada a los radios se inclinaba sobre las ruedas para observar el efecto del proyectil, y era de ver como saltaba de alegría cuando la bala daba en el blanco, o como quedaba pendiente de la voz de Manuel, cuando el disparo fracasaba.
              Y así, llenas de accidentes continuó aquella épica marcha por aquellos sinuosos caminos del Perú; Sucre, Córdova, Lamar, Miller, Lara, y otros beneméritos jefes que conducían aquella legión de libres, vieron más de una vez comprometido el Ejército, pero nunca lo vieron perdido, tanta era la fe y la decisión con que servían a la causa de la Independencia.
            ¡Oh! Bella tierra peruana. ¡Patria de la incaica nobleza! ¡Bendito mil veces tu suelo sagrado, ya que su ambiente fue el que llenó de gloria a Colombia con los milagros de Junín y Ayacucho! Noble y digno Perú: Colombia te ama. El Ecuador te arrulla; Bolivia te admira y Venezuela te canta. Tu eres uno de los colores de la visión de Bolívar, tu nombre es un blasón para la historia de Sucre, y tu legión peruana fue un gran Cóndor que abrió sus alas en Ayacucho para llenarse de gloria bajo la luz de tu sol.
            El ejército de Sucre y el de La Serna marchaban casi paralelos, pero sin intentos definitivos de ataque; las zarpas del león ibero temían a las garras del Cóndor de Colombia, y el Cóndor entre tanto esperaba el momento de estremecer sus alas.
            Pero una vez, era el 1o de diciembre de 1824 el Virrey Laserna, cuyas tropas conocían muy bien el terreno, describió un movimiento falso para inquietar el Gral. Sucre y creyendo que los patriotas abandonarían las posiciones del cerro de Bombón y se alejarían hacia Huamanga: se día se consagró María a preparar hilas y vendajes, siempre atenta a las necesidades de su cañón.
            Impuesto Sucre del atrevido movimiento del Virrey, concibió el más atrevido aún de pasar el río Pampas, rápidamente, por débiles puentes construidos de prisa; en ese río y a pesar de sus previsiones, perdió Sucre dos hombres, que le arrebató la corriente.
            María se echó encima todos sus avíos, se ciñó al cinto un pequeño sable heredado forzosamente de un oficial realista muerto en la última escaramuza, y al pié de su cañón siguió aquella peligrosa retirada.  
            Sucre, aunque con secretos temores por un fatal suceso para sus armas, llevaba a todas partes sus alientos y sus bríos, y practicó la operación del paso con tanta prontitud y orden, que cuando la División realista que salió a inquietarlo lle3gó al cerro Bombón, ya Sucre estaba del otro lado del río, y cuando los realistas llegaron a este río, ya Sucre llevaba muchas millas de adelanto. Prodigios de la estrategia y del valor de aquel héroe que hizo fracasar la tentativa de Laserna, de destruirlo al pasar el río.
            Mira Manuel, le dijo Marucha a su novio cuando pasaron el río, ponte estas chinelas, son nuevas y las llevaba en la cintura el español que me dejo el sable.
            Te las cambio por el sable. Contestó Manuel
            No, chico, este se lo llevo de regalo a mi hermano menor para que…
            María no pudo continuar porque un rumor de alarma corría por todo el Ejército pronunciando esta palabra: ¡El enemigo!
            En efecto el Virrey Laserna, dándole alcance al ejército patriota, ocupó un lugar protegido por la naturaleza; en tanto que el noble y valeroso Sucre resuelve presentarle batalla al enemigo. Pero La Serna, no sabe si por prudencia o por temor, no quiso corresponder a la nobleza con que ya Sucre había recogido el guante que él arrojó; prefirió contramarchar media legua describiendo un semicírculo instalándose en la vía que tenían que seguir los patriotas.
            -Que lo siento, murmuró María, -cuando supo que se retiraba La Serna-, yo que pensaba estrenar hoy mi sable.
            -No lo sientas, indiecita- Arguyó el Gral. Lara, que
paraba cerca de ella. Acuérdate del refrán: “Machete estate en tu saco”.
            -No diga eso General.
            Digámoslo de otro modo pues: “machete estate en tu funda”.
            El Gral. Lara no sabía en aquel instante que él estaba destinado para ser el héroe de aquella acción.
            El Gral. Sucre vista la operación de La Serna, resolvió seguir a Tumbo-Cangallo, pero lo preocupaba un poco la quebrada de Corpahuaico, cuyo estrechísimo paso solo permitía el desfile uno a uno; con un poco de mayor actividad en los realistas, allí hubieran sido destruidos los patriotas, pero la táctica de Sucre se sobreponía siempre en todos los conflictos.
            La Serna con mayores fuerzas que disponer, movilizó durante la noche cinco batallones y cuatro escuadrones, emboscándolos en la peligrosa quebrada.
            Sucre se informó de todo aquello, pero un héroe como él no se detenía ante el peligro; con la espada desnuda pasó la quebrada felizmente a la cabeza de la División del Gral. Córdova, salvando así esta primera sección del su Ejército, y distribuyéndolo en seguida su servicio. No corrió la misma suerte la División del Gral. La Mar, la que fue asaltada por las emboscadas en plena quebrada, pero la serenidad de La Mar atravesó impertérrita por aquella lluvia de balas, dejando algunos muertos y pudiendo sacar sus heridos.
            Quedaba por pasar la División del Gral. Jacinto Lara, que era a la que pertenecían Marucha y Manuel.
            Momento verdaderamente crítico para los patriotas. Luego que hubo pasado el mayor peligro la División Peruana de La Mar, se interpuso en la quebrada, la potente División del valeroso Gral. Valdez, quien, según los historiadores, era el alma del Ejército español.
            Estaba partido en dos el Ejército patriota. De un lado Sucre con las divisiones de Córdova y La Mar, ya puestas en batalla; y del otro lado, la división del Gral. Jacinto Lara con todas las provisiones, la caballería, hospital, artillería, & &
            Interceptados así, Sucre y los demás jefes patriotas se impacientaban pensando en la suerte que habría sufrido la División de Lara, que era en aquellos momentos la parte más importante del Ejército. En tanto que la lucha era tenaz en aquellos desfiladeros, y ninguna noticia se podía obtener del Gral. Lara. La Serna tenía como segura esa presa y se preparaba para actuar eficazmente contra ella.
            María sintió miedo; no era posible salir con vida de aquel trance y desenvainando su pequeño sable exclamó:
            -Moriré con ellos y por ellos: ¡Viva la libertad!
            Viva, contestó el Gral Lara, que llegó en aquel momento ordenando por su cuenta un prodigioso desfile hacia abajo por el orto paso de la quebrada, paso este casi ignorado, pero del que se impuso Lara muy oportunamente. Aquel desfile fue la salvación de la División y del Ejército. Lara se vio en el caso de hacerle frente a la mayor parte del Ejército español, el cual no contaba con la tamaña intrepidez de Lara; el valeroso Jefe patriota vio parar su División en me3dio de la mortífera batalla, ayudado a última hora por la noche que vino a favorecer su atrevido plan. Durante la dura lucha no dejo como guerrero un solo detalle que no supiera llenar y a pesar de la energía y de la cólera de que estaba poseso en aquellos momentos, como vio que María desfilaba llorosa, pero con el sable en alto le dijo como para consolarla:
            -No llores india, que ya descansaremos.
            No es por cansancio que lloro General- Y como para comprobar su dicho guardó el sable en su vaina y tomando el fusil de un moribundo se incorporó al batallón” Rifles” que luchaba heroicamente en aquellos momentos    
            Lara estaba en todas partes, y su voz era como un himno de guerra que coreaban los fusiles.
            Alguien vio caer a Marucha herida, pero no eran aquellos los momentos de detenerse, estaban en la hora álgida de la retirada.
            LA División pasó con algunas pérdidas, recogiendo los heridos que pudo y dejando un triste adiós a sus compañeros muertos; yendo a acampar a media legua de las Divisiones patriotas.
            A esa hora fue el Gral. Sucre a cumplimentar a Lara por aquella heroica y meritoria acción.
            Al día siguiente interrogaba Manuel a sus compañeros:
            ¿Han visto a María?
            No.
            ¿No esta entre los heridos?
            No.
            ¿Habrá muerto?
            No sabemos.
            Y cuentan que aquel héroe dejó correr dos lágrimas por sus mejillas, y que interrogado por el Gral. Lara, sobre le motivo de aquellas lágrimas, le contestó –Lloro por la pérdida del cañón y por la pérdida de mi María: mis dos maruchas Genera.
Ya las recuperaremos hombre.

¿Recuperaremos la pieza General, pero a María?
Consuélate –agregó el General, y se alejó conteniéndose como para no mancillar su índole guerrera.
Así siguieron los dos ejércitos en su continuo cambio de posiciones y celebrando los días con tiroteos y escaramuzas.
¿Y Marucha? Tanto ella como el cañón que llevaba su nombre habían caído en poder de los españoles; María había caído levemente herida en la frente por una bala que le pasó a ras, quitándole el sentido. Allí en la funesta quebrada de Corpahuaico, la encontró tendida un sargento español, y descendiente acaso de una raza hidalga, tuvo para ella la atención caballeresca de su estirpe.
            Repuesta ya, y bien atendida por el español fue llevada al Estado Mayor, pro impuesta ella de que el cañón estaba también en poder de los realistas, exigió le permitieran andar en su dotación: así fue concedido, advirtiéndoles que la dejaran   en rehén por el teniente del batallón Cantábrico, que quedó en poder de los patriotas en la misma acción de Corpahuaico.
            Lara estaba en todas partes, y su voz era como un himno de guerra que coreaban los fusiles.
            Alguien vio caer a Mariucha herida, pero no era aquellos los momentos de detenerse, estaban en la hora álgida de la retirada.
            LA División pasó con algunas pérdidas, recogiendo los heridos que pudo y dejando un triste adiós a sus compañeros muertos; yendo a acampar a media legua de las Divisiones patriotas.
            A esa hora fue el Gral. Sucre a cumplimentar a Lara por aquella heroica y meritoria acción.
            Al día siguiente interrogaba Manuel a sus compañeros:
            ¿Han visto a María?
            No.
            ¿No esta entre los heridos?
            No.
            ¿Habrá muerto?
            No sabemos.
            Y cuentan que aquel héroe dejó correr dos lágrimas por sus mejillas, y que interrogado por el Gral. Lara, sobre le motivo de aquellas lágrimas, le contestó –Lloro por la pérdida del cañón y por la pérdida de mi María: mis dos maruchas Genera.
Ya las recuperaremos hombre.
¿Recuperaremos la pieza General, pero a María?
Consuélate –agregó el General, y se alejó conteniéndose como para no mancillar su índole guerrera.
Así siguieron los dos ejércitos en su continuo cambio de posiciones y celebrando los días con tiroteos y escaramuzas.
¿Y marucha? Tanto ella como el cañón que llevaba su nombre habían caído en poder de los españoles; María había caído levemente herida en la frente por una bala que le pasó a ras, quitándole el sentido. Allí en la funesta quebrada de Corpahuaico, la encontró tendida un sargento español, y descendiente acaso de una raza hidalga, tuvo para ella la atención caballeresca de su estirpe.
            Repuesta ya, y bien atendida por el español fue llevada al Estado Mayor, pro impuesta ella de que el cañón estaba también en poder de los realistas, exigió le permitieran andar en su dotación: así fue concedido, advirtiéndoles que la dejaran   en rehén por el teniente del batallón Cantábrico, que quedó en poder de los patriotas en la misma acción de Corpahuaico.
            El cañón Marucha entro al servicio de La Serna y era de oír los piropos que le soltaban los españoles. Olé Marucha, ya nos obsequiarás más con queso de bola.
            -Oh Marchita: ¿por qué nos escupías tanto la cara?
             -Vuélvete hacia los tuyos con caramelos, Marucha.
            María oía todo aquello y algunas veces reía y otras rabiaba.
            Un día se le acercó un andaluz para decirle:
            -Eres un cachito e gracia Maruchita: junta tu cariño con er mío y verás que burto más grande jacemos los dos si me quieres te regalo mi portamonedas para que te hagas unas zapatillas.
            ¿Cómo dice Usted?
            Es que tienes unos pies tan monos que parecen dos turrones de Alicante
            -Yo soy casada Señor
            Pues yo te prometo dejarte viuda en la refriega.
            Y así resistía María un sin número de palabrerías, de las cuales mucha no entendía.
            Santa Rosa de Lima, decía ella muchas veces, concédeme que Manuel esté sano, y que algún día pueda yo entregarle el cañón al General Lara.
            En la mañana del nueve, cuando ella supo que el General Córdova, patriota y el General Monet, realista, les habían permitido sus jefes darse un abrazo y conversar un rato, pidió también permiso para hacer lo mismo con su Manuel, pero se lo negaron diciéndole que eso no se les permitía a los rehenes; en cambio le concedieron que ciñera su sable durante la próxima batalla.  
                        Poco tiempo después empezó el poema épico vívido: Ayacucho. “La Marucha” figuraba en el ala izquierda que mandaba Villalobos, y que era la que quedaba en la batalla vis a vis con la División patriota del General Córdova; por allí cerca de su cañón andaba siempre Manuel, y según refiere la leyenda, algunos oficiales realistas sospechaban que aquella muchacha debilitaba los cartuchos porque los disparos del cañón no eran certeros.
            Este es un ejército de dos cabezas, como las morronas de Venezuela.
            Tenía razón la graciosa peruanita, acostumbrada ya la entereza del General Sucre como Jefe y su noble disciplina como subalterno.
            Sucre según refiere un autor, solo se violentó impulsivamente una vez: cuando la invasión de Chiquitas por el brasilero Araujo de Silva: y de tal modo que hasta le ordenó al oficial Videla revolucionara en territorio del entonces Imperio del Brasil. El tacto diplomático del Libertador excitó a Sucre de desistir de aquella audaz tentativa; y Sucre acogiendo la sabia insinuación de Bolívar, por no decir sus categóricas órdenes, abandonó la idea que había concebido, dando así una palmaria prueba de su disciplina.
            Después de breve conferencia del Mariscal Monet y del General Córdova, y de otros oficiales de ambos ejércitos, bajaron varias compañías realistas del Condorcunqui a inquietar a los patriotas. Más tarde nuestro Gran Sucre quiso devolverles sus escaramuzas a los españoles con un toque general de tambores y cornetas. Marucha escuchaba los himnos de los clarines patriotas y ardía en deseo de que se precipitara la batalla; y Manuel allá en su línea exclamaba pensando en ella:
            ¡Con tal que no me la toque una bala!
            El ala de Villalobos entró de lleno en batalla y Marucha no hallando modo practicable de pelear sin agredir a sus compañeros, se consagró a su misión de cuidar los heridos. Así tuvo ocasión de alentar espiritualmente mientras moría atravesado por una bala, el noble oficial español que le acogió sin sentido en Corpahuaico y cuando ya espiraba puso un beso en la punta de su dedo y lo llevó a los labios del moribundo; el bravo guerrero entregó la vida en un suspiro, y aquel suspiro se llevó una bendición patriota. 
            Después tuvo que apartarse precipitadamente para darle paso a un héroe que a la cabeza de un batallón marchaba derribándolo todo a su paso guerrero; parecía el mismo Marte queriendo matar el alma de Colombia en las propias filas patriotas. Lo vio avanzar como un torbellino, entrar en nuestra ala derecha, forma alrededor una hecatombe y morir después como orgulloso de haber sucumbido luchando con la división del General Córdova.
            Marucha se acercó a un herido para preguntarle quien era aquel héroe temerario y heroico.
            -Babín Celis, -contestó el español- 
            -Como se parece al General Córdova, -arguyó María.
            María oyó decir a unos heridos que Valdez había desalojado a La Mar y que la legión peruana estaba a punto de perecer; y en aquel momento le ofreció un voto de plata a Santa Rosa de Lima por la firmeza y valor de su amada legión.
            Sea que el alma de la muchacha se puso en armonía con Dios, o sea que hubo un gran esfuerzo de parte de los patriotas, lo cierto es que los realistas empezaron a ceder y que la Legión Peruana lució de nuevo su veste gloriosa.
            La gloriosa batalla conocida y descrita ya por los historiadores patrios tomó todo su carácter de gran hecho de armas; allí vieron las legiones un grupo humano formado por dos seres, que a despecho de balas y metralla se unieron en un estrecho abrazo, y oyeron una voz de mujer que, volviéndose hacia los realistas, exclamó llena de patriótica emoción:
            -Viva la República! Era Marucha.
            Vieron también que un hombre caía moribundo y que luego rindió la vida con un beso de Marucha en los labios: era Manuel.
            Horas después Maruchas envolvía el cadáver de Manuel con la bandera de Colombia, y le daba piadosa sepultura, y cuentan que el irremplazable Sucre se inclinó respetuosamente ante la fosa y arrojó en ella tres puñados de tierra; tierra de la Patria, mirria de Colombia, incienso de Ayacucho. Acaso derramó también dos lágrimas aquel hijo benemérito de Cumaná, que, aunque tenía muy grande el cerebro, tenía un alma mucho más grande todavía.
            Lara le había puesto mucho cariño a Marucha y a Manuel, y cuando le devolvía el cañón quitado en Corpahuaico y le daba noticias de la muerte de Manuel, aquel bravo león de las batallas se acercó a leer el nombre de marucha escrito en la rueda del cañón, pero hay quien diga que se acercó a la pieza para ocultar dos lagrimas que vertieron sus ojos.
            La sintió el terror de los héroes: el miedo, el enternecimiento.
Después, en el desfile glorioso, una mujer vestida de negro con dos soles en los ojos y una cruz en el alma, machaba al pie de un cañón que llevaba su nombre gravado en la cureña.
            ¡Allá en la heroica Lima quedó el bélico trofeo de aquel cañón, tal vez arrojado sin parapetos en algún arrabal de la ciudad, o acaso clavado en algún sitio con la boca hacia los cielos!
                                RAFAEL DIAZ FLORES
Ciudad Bolívar: 1924.

SEGUNDO PREMIO DE NARRATIVA
De EDUARDO PICON LARES
“LA CAJA DE RAPÉ DE SUCRE”, 
PREMIADA CON EL CLAVEL DE PLATA, como accésit en el concurso de cuentos, 

LA CAJA DE RAPÉ DE SUCRE
Cierto es, y en ello fija su atención muy cuidadosamente la ciencia inagotable de la historia, que todos los hechos que se producen en torno de las figuras  de los grandes hombres, por triviales que sean, siempre arrojan sobre ellos ciertos resplandores de grandeza o ciertas sombras de pequeñez que, al correr los tiempos, vienen a formar parte de todo lo interesante de su alta constitución psicológica;  y como se trata de un detalle trivial aún inédito, que quizá pueda tener algún interés para muchos, porque pone de manifiesto, una vez más la exquisita cultura y la talla señorial del extraordinario vencedor de Ayacucho, me he creído en el deber de sacarlo a relucir en estos días de patrióticos festejos, en que se celebra en todo el Continente Americano, de manera insólita, el Centenario de la nunca bien ponderada jornada de armas  que selló la independencia  de América.

            Que el General Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho, tenía la costumbre de absorber rapé, y que se gozaba con él deleite peregrino de estornudar que produce el polvillo irritante, es cosa que no admite dudas; y que gastaba un lujo asiático en lo que se refiere a las cajas en que lo guardaba y llevaba siempre consigo, es cuestión rigurosamente histórica.
            Cuando el Libertador llegó a Mérida de paso para Trujillo, nada menos que a conquistar los inmarcesibles laureles del “Tratado de Regularización de la Guerra”; laureles más gloriosos que los de Carabobo y de Junín, le acompañaban, como de todos es sabido, el General Sucre, Pedro Briceño Méndez y José Gabriel Pérez, esa trinidad milagrosa que después de una labor intensa y delicada , dejó escapar de sus manos, la paloma mensajera del inmortal documento que sintetiza, ampliamente, los principios más elevados de la paz bíblica, de la caridad cristiana y del derecho humano más equitativo y justiciero.
            Bolívar entró en Mérida el día 2 de octubre de 1820, y la ciudad de Los Caballeros, vestida con sus mejores arreos de fiesta, como en 1813, le hizo un recibimiento pomposo, digno de ella y del famoso personaje a quien lo tributaba. Las campanas echaron a vuelo sus lenguas de bronce, un gentío inmenso llenaba las calles y plazas, que aparecían embanderadas con el iris de la Patria y adornadas con arcos triunfales, y en todos los semblantes se marcaba ostensiblemente la alegría de la libertad y la devoción por el héroe de las conquistas leyendarias. Todavía hay aquí quien recuerde, por referencias, que, al desembarcar la cabalgata en la plaza principal, a cuya cabeza venía el Hombre de América una ensordecedora aclamación seguida de una estrepitosa salva de aplausos colmó los aires y que el caraqueño feliz correspondió a la cálida demostración con uno de aquellos gestos suyos, tan geniales, que le hicieron destacarse siempre con relieves magistrales.
            En la noche del mismo día, el Libertador y su Estado Mayor fueron obsequiados con un espléndido banquete en la casa de Don Juan de Dios Méndez, hermano del Arzobispo Méndez y primo hermano de Pedro Briceño Méndez. Noche inolvidable aquella, pues en el hogar de los esposos Méndez Díaz, se dio cita cuanto de aristocrático y valioso tenia la linajuda sociedad merideña de la colonia. El Libertador, Sucre Briseño Méndez, Pérez Rangel y Paredes, ocuparon puestos de honor en la mesa, que se sirvió de manera exquisita, y en medio del más desbordante entusiasmo y de la intimidad más fraterna, hablose animadamente de las glorias venezolanas, del propósito pacificador que llevaba Bolívar en su mente, de los esfuerzos meritísimos de los merideños en la lucha magna y del porvenir brillante de la Patria.   El banquete terminó en medio de la más franca cordialidad, y al toque de ánimas, empezaron a despedirse los concurrentes, cuyas siluetas, al internarse por las calles oscuras y cubiertas de niebla, precedidas del tradicional farolillo de vejiga, a buen seguro que parecerían como medrosos fantasmas de ultratumba.
            Al día siguiente por la mañana, Pedro Briceño Méndez le manifestó al General Sucre que iba a despedirse de sus parientes y que el Libertador lo había comisionado para que lo hiciese también en su nombre; y el cumanés, cuya educación y gentileza tenía vibraciones cristalinas, le significó a su amigo y camarada el deseo de acompañarlo en su cometido.
            Juntos los dos se encaminaron a la casa del señor Méndez, que es la señalada hoy con el número 12 en la calle de Lazo. Llamaron a la puerta… Una esclava salió a recibirlos y los mandó pasar adelante mientras iba a llamar a los señores. Briceño Méndez y Sucre se quedaron de pie en el corredor de la entrada, admirando, según refería una vieja criada de la casa de los Méndez, una enredadera de campánulas azules que sombreaba el patio y que hacía muy fresca y agradable sombra.
            -Adelante, adelante. Muy buenos días. –Murmuraron Don Juan de Dios y Doña Magdalena cuando vieron a los jóvenes militares.
            Por aquí nomás. Estamos ya de viaje. Venimos a despedirnos – Contestó el circunspecto Ministro de Guerra de Bolívar.
            =Pero pasad un momento ¿Es que tenéis mucha prisa? Repuso Don Juan de Dios.
            Es tarde. No tenemos tiempo –Replicaron ellos. Y Briceño Méndez, después de cumplir su comisión, se adelantó para abrazar a sus parientes y decirles adiós. Lo mismo hizo Sucre, con aquella cultura suya que encantaba a todos los que le trataban; más cuando fue a tenderle la mano a Doña Magdalena, como si se hubiese olvidado de algo, la retiró repentinamente, y metiéndose en el bolsillo interior de su dormán sacó una caja de rapé y articuló: Señora: hubiera querido hacer a usted un presente digno de su persona, no solamente por corresponder a la benévola acogida de que hemos sido objeto por parte de tan distinguidos elementos sociales, sino por la noble amistad que ustedes me han inspirado; pero por la premura del tiempo y lo excepcional de las circunstancias, no he podido lograr mi propósito. Sírvase, señora mía, aceptar mi caja de rapé, ya que he podido observar que usted lo acostumbra como yo, y recuerde siempre al usarla a un sincero y respetuoso amigo Antonio José de Sucre.    

BIBLIOGRAFIA.
HEMEROTECA DE MARCO TULIO BADARACCO BERMUDEZ.

INDICE

Pags.
3.-    INTROITO
5.-   RESEÑA DEL  PROGRAMA OFICIAL DEL 9 DE DICIEMBRE DE 1924.      
8.-    9 DE DICIEMBRE DE 1924. CABILDO ABIERTO. Discurso del Gral. Rafael Reyes    
         Gordón
14.-   DISCURSO DEL DR. DOMINGO BADARACCO BERMUDEZ
21.-    DISCURSO DE MARCO TULIO BADARACCO BERMUDEZ SOBRE LA POESIA
30.-    EL JURADO Y SU VEREDICTO
32.-    LOS PREMIOS DE LOS JUEGOS FLORALES DE 1924
35.-     PRIMER PREMIO.  POEMA DE JESUS MACANO VILLANUEVA





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