RAMÓN BADARACCO
GRAN CRONICA DE LA
BATALLA DE PICHINCHA.
CUMANÁ 2015
Autor: Tulio Ramón Badaracco Rivero
Que firma Ramón Badaracco
Título de la obra:
LA GRAN CRCÓNICA DE PICHINCHA
Diseño de la cubierta R. B.
Ilustración de la cubierta R. B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná
cronista40@hotmail .com
academia.sucre@gmail.com
Cel. 0416-8114374
A MANERA DE PRÓLOGO.
LA VISPERA DE PICHINCHA.
Es media noche. Los rayos de
una hermosa luna de mayo, quebrándose entre la mica y la nieve del majestuoso
Cotopaxi, dan a su empinada cima un aspecto misteriosamente poético.
El Cóndor fatigado de atravesar la inmensidad,
arropa a sus polluelos en la oculta grieta que le sirve de nido; el reptil
duerme entre las frías cenias; y en el seno el volcán, trabaja el genio
plutónico que le da vida, fabricando mortíferas lavas, que habrán de salir en
su oportunidad, a destruir pueblos y ciudades con la misma furia infernal con
que en el año de 1698, devoraron a la bella ciudad de Tecuca, soberbia residencia
de los Incas.
Los helados manantiales
filtran por entre las musgosas rocas las linfas cristalinas que, despeñándose
en torrentes, van a alimentar el Napi y al Gailabamba, y los que a su vez irían
a dar animación y lozanía a los pintorescos valles ecuatorianos.
Cosa extraña en aquellas
cumbres siempre solitarias y tan raramente visitadas por la planta humana,
cotemplábanse en aquella noche, hogueras de trecho en trecho y se escuchaban
relinchos de caballos.
¿Qué novedad ocurría, quien se
atrevía a pernoctar en aquel lugar alfombrado de escarchas, en donde
constantemente sopla el mortífero páramo?
Aquellas hogueras móviles son,
sin duda, vivacs del campamento de Sucre, el titán de los Andes, que duerme en
la colosal montaña con sus ejércitos; y los relinchos, son sus corceles,
impacientes por oler la pólvora de la próxima jornada en el Pichincha, ansiosos
de llevarse con sus pechos en Añico, a los fugitivos jinetes de Tolrá.
El cumanés tomaba aliento de
largas horas, de ruda faena, de marchas y contramarchas, por los cerros, valles
y cordilleras, con que preparaba su estrategia para la gran batalla que se
avecinaba.
El héroe dormitaba envuelto en
su cobija, pues con tanto frío era inútil el chichorro, se había recostado en una
grieta de la montaña, cobijado con su capa, completamente vestido y armado,
como era su costumbre. Sus párpados empezaban a cerrarse cuando observó un suceso
raro, los copos de nieve que estaban a su lado se movían lentamente. e iban
tomando forma. Aguzó el sentido, le pareció extraño y sobrenatural; y más
todavía, cuando un ser o visión blanca con figura de mujer, se aproximó a él
muy quedo.
¿Quién eres? – preguntó Sucre,
asombrado.
Una voz muy dulce, le
respondió.
Soy uno de los espíritus
tutelares de este volcán, soy la sobrina de Viracocha e hija del gran
Manco-Capac.
¿Pero…A que vienes y qué quieres
de mí?
Un día - prosiguió la mujer de
nieve – mi gran tío avisó al príncipe Inca Ripac, la venida de los castellanos
a ésta patria de mis ilustres mayores, la señal fue la aparición de los humos y
llamas en este sagrado sitio. Y como tú, lo mismo que aquel príncipe, estás destinado
a mandar esta tierra del Sol, y te has atrevido a producir fuego y humo,
haciendo aparecer este cráter como erupción, he tenido que salir de mi seno y tomar
forma para darte un anuncio, ¡Oh valeroso hijo del Manzanares!
-
Sucre escuchaba atónito cada
palabra de la mujer de nieve, y dijo con ronca voz:
-
-
¡Habla, te escucho!…
-
-
En su acento se notaba la estupefacción. La
mujer se acercó más a él y en un largo susurro, le dijo:
¨Vengo a avisarte,
que en breve abandonarán para siempre los españoles el continente americano. Ha
sonado ya la última hora en el reloj del destino, y al cabo de cuatro siglos de
dominación en esta tierra, que arrebataron a fuego y sangre a mis augustos
progenitores, se van sin dejar adelantos ni bienes de ningún género. Solo dejan
huellas de ruinas y desolación por todas partes. Han acabado con el brillo y
magnificencia del Imperio del Sol. Tú darás en breve una ruidosa batalla en que
saldrás vencedor, luego tú librarás otra de mayor importancia aún, y así,
recogiendo laureles recorrerás comarcas y ciudades, hasta lanzar allende los
mares a los que un día vinieran por la iniciativa de Colón.
Después,
¡Oh, qué horror! y ¡Que crimen! Cuídate mucho de los tuyos, porque miro en lontananza
tu noble cuerpo cubierto de heridas causadas por las manos infames de los mismos
que vas a libertar. Cuídate, gallardo guerrero, de las intrigas y ambiciones de
tus hermanos; porque los españoles se irán en breve, pero dejarán en estas
comarcas, antes tan puras y sanas, sembrado el germen de la traición y de la
maldad, y habrá un partido entre vosotros que cosechará tan infame herencia…
Al pronunciar estas últimas
palabras desapareció la visión entre la blanca nieve, y reinó profundo silencio
en el campamento.
Las hogueras se
habían extinguido, la luna continuaba bellísima alumbrando el cielo azul, el
tranquilo y pintoresco panorama de la tierra alrededor de la montaña. Todos dormían,
apenas se escuchaba por intervalos, el ruido de las trompetillas de los
centinelas en los puestos avanzados. Sucre se puso en pie sobresaltado,
frotándose los ojos como si despertara de un profundo sueño, sin entender nada,
pero recordando cada palabra y buscando en su mente, una explicación lógica,
estaba aturdido.
Al siguiente
día atravesó Sucre con sus columnas, el valle de Chillo. El 21 de mayo acampó
en Yumbaga, a la vista del ejercito realista, que, a pesar de sus ventajas, no quiso
atacar a los patriotas, por más que estos los provocasen con gritos y disparos.
Los patriotas
avanzaban repartidos en batallones y partidas, siguiendo las instrucciones de Sucre,
practicado innumerables maniobras de ascensos y descensos, por aquella desnuda y
empinada cordillera, que de lejos más parecían rebaños de chivos que marchas
militares.
Amaneció, y el
futuro Mariscal, en la mañana del día 24, tocando diana en las faldas del
Pichincha, con asombro de los quiteños, que salieron a las calles y a las
ventanas y balcones a contemplar la formidable hazaña.
Los españoles no pudieron
soportar tan atrevido reto, que era como escupirles la cara desde arriba.
Furiosos, se lanzaron al pasitrote en busca de Sucre, imaginando que lo
encontrarían mal acomodado y envuelto en aquellas estrechas crestas que le
servían de camino.
Funesto engaño;
allí en presencia de la vieja ciudad conquistada por Benalcázar, se produjo la
gran batalla de Pichincha, en donde quedó evidenciado que el cóndor andino, sabía
combatir como los buenos, y que fue locura mayúscula y temeridad del león de
Iberia, ocurrírsele atacarlo en aquellas alturas, para quedar completamente
vencido y humillado.
F. Tosta García.
El humanismo y el soldado
ABIGAIL y el MARISCAL.
Antes de la
batalla fue apresado un desertor de las filas patriotas que marchaban hacia
Pichincha, en la llanura de Tambo-Cangallo. El desertor era un joven solado,
inexperto, casi un niño; pero se mantenía sereno, inmutable, ante sus jueces,
como si todo estuviese en paz. Subió al cadalso con esa serenidad del que sabe
que lo ha hecho mal y debe ser castigado. El capitán Piñares había sido su
defensor. Sus palabras hirieron a los
veteranos soldados que veían al efebo de faz tan dulce y reposada, esperando el
veredicto. El jurado mostraba signos de ansiedad. Al joven sentenciado se le
pidió que dijera sus últimas palabras.
Solo dijo:
“¡Soy culpable!”.
Se
arrodillo, rezó en silencio, como quien ofrenda su vida a la Patria... El
jurado presidido por el general Arturo Santander, lo sentenció a muerte, se
leyó la sentencia…
Dicen que
el General Sucre, no quería firmar y lloró, pero confirmó la sentencia. No
podía retroceder. Sus órdenes fueron muy precisas.
Los
cuerpos del ejercito principiaron a moverse para formar cuadro en el ameno
valle de Tambo Cangallo, donde debía tener efecto la ejecución, la escolta
fatal se puso en marcha, tocando el tambor a la sordina, y el padre Miguel
García capellán mayor del ejército, desolado, corrió para donde Sucre, a
hacerle revelación de que el reo, en artículo de muerte, acababa de confiarle su
secreto. Sucre no podía dudar de la veracidad de aquel virtuoso levita.
¿Qué hacer?
Mandó que le trajeran su caballo, y con su
Estado Mayor General, tiró para la llanura.
Una vez en ella, y después de los
honores de orden, se puso a la cabeza del ejército y mandó tocar “atención”;
luego por divisiones: “doblar el fondo”, y los 5300 hombres de fuerza
disponible, según la situación de aquel día, formaron una masa gruesa y
compacta.
Teniente
Olmedilla -dijo, y arrendó su caballo, hacia la cabeza de la División “Lamar”,
en la cual formaban los cuerpos argentinos: - cuatro pasos al frente.
¡Señor
oficial!, -continuó, con estentórea voz, dirigiéndose al reo condenado a
muerte. Y dijo: “La deshonrada es una pobre niña seducida por usted. ¡Es
preciso que la honre!
Y sobre el
mismo sitio, donde debía tener efecto el fusilamiento, fray Miguel García, les
dio la bendición de desposados...
Nuestro
ejército, arma al hombro, mantúvose firme pero conmovido. Se sabe que los
esposos fueron felices.
Abigail,
acompañó a su marido hasta Ayacucho y el Alto Apure, en donde dio a luz un
niño, a quien pusieron por nombre Antonio José.
La
verdadera causa de la deserción del soldado se debió al embarazo de Abigail,
fue el estado en que se hallaba. Temió la vergüenza para ella y el ridículo
para su amante.
EL SOLDADO QUE ERA SUCRE.
He tomado para este Capítulo,
de la obra de don Laureano Villanueva, ‘’VIDA DEL GRAN MARISCAL’’, la ubicación
del reino de Quito, cuyo nombre ostenta ahora la capital de la República de
Ecuador, y que, antes fue también la capital del Virreinato.
Al respecto dice: ‘’Designose
en 1564, con el nombre de ‘’Reino de Quito’’, el territorio comprendido entre
la ciudad de “Jaén”, limitando con el reino de Perú, al Sur; teniendo al Norte,
las montañas de Pasto; al Este, las comarcas indígenas llamadas de ‘’Canelos’’
y ‘’Quijos’’, pueblos de misiones fundadas por los padres misioneros de Quito;
y al Oeste, la costa del Pacífico desde Buenaventura hasta Patía.
Esta demarcación fue establecida por la Ley
10º, Tít. 15, 2º tomo de la ‘’Recopilación de Indias’’; y dentro de dicha
demarcación, se incluyen las regiones de ‘’Popayán, Cali, Buga, Chapandua y
Guarchicona’’ que fueron integradas para constituir el reino’’.
Cuando se produjo el primer
proceso revolucionario independentista en Ecuador, ‘’El 10 de agosto de 1809’’,
los patriotas de Quito, destituyeron a su presidente, Don Manuel Urriez Conde
Ruiz de Castilla, y nombraron, la Junta Suprema
de Gobierno Conservadora de los Derechos de Fernando VII, ‘’El Deseado’’;
acogiéndose al Decreto de la Junta Central de Sevilla, que declaró a las
provincias de América, parte integrante de la Monarquía, con derecho a enviar
Diputados a la Junta Central en España’’.
Este movimiento inicial, de
independencia, en todo fue semejante a los que se efectuaron en el curso del
año siguiente: en Caracas, Santa fe, Buenos Aires, Santiago de Chile, y las
provincias del Alto Perú y del Paraguay.
Don Laureano, nos recuerda,
que este intento ecuatoriano, no fue el primero en Suramérica como se afirma,
ya que los primeros intentos revolucionarios, fueron: los de Gual, España y Rico,
en 1779; y el segundo, fue el de Miranda 1806; pero si fue el más intenso y
terrible, por la inmolación de los patriotas de Quito el 2 de agosto de 1810; y
volvió a quedar el reino de Quito, bajo el tenebroso régimen colonial en
1814.
El 10 de octubre de 1820,
vuelven a sublevarse los patriotas en Guayaquil, y proclaman la independencia,
bajo las órdenes de los capitanes: Gregorio Escobedo, Miguel Latamendi, Luis
Urdaneta, León Febres Cordero etc.; y nombran presidente del Ayuntamiento, al
excelso poeta, Joaquín de Olmedo, hombre sabio y patriota y de armas tomar.
Todo lo que es hoy Ecuador, se sumó al movimiento revolucionario, pero el
gobierno colonial no se dio por enterado.
El General Aymerich, que se
encontraba en la ciudad de ‘’Pasto’’, en vista del movimiento revolucionario,
organiza el ejército, se pone rápidamente en marcha, ataca y derrota a los
patriotas, en la batalla de ‘’Huachi’,’ a cuyo frente estaba el venezolano
comandante Luis de Urdaneta.
Aymerich, ocupa sin problemas,
la ciudad de ‘’Cuenca’’, y continua victorioso, por todo el territorio del
reino de Quito, restablece el poder imperial en todas las provincias, menos en
Guayaquil, cuyos líderes, sin pedida de tiempo, organizan otro ejército.
ENTRADA DE SUCRE EN LATACUNGA.
El 2 de mayo de 1821, el General Sucre, con el ejército Libertador, entra
en la ciudad de Latacunga, donde lo esperaba el coronel Córdoba, con los
refuerzos enviados por el Libertador. De inmediato, los españoles bajo el mando
del general Aymerich, entraron en la ciudad de “Macachí”, desde donde pensaban
defender los pasos de “Jalupana” y “la Viudita”, por donde el ejército Libertador tendría que pasar en su ruta
hacia Quito, y como veremos, mediante la estrategia improvisada por el
general Sucre, el ejército patriota los transitó libremente, moviéndose por
pasajes insospechados, que ya había estudiado, el hábil guerrero, como siempre
hizo.
Esta vez, pasando entre las heladas cumbres del
Cotopaxi, por caminos inhóspitos; y que, luego bajó por el camino de “Limpio-Ponga”,
tras cuatro días de pasar desfiladeros y barrancales; ladeando precipicios y
ríos crecidos, con rumbo hacia el valle de “Chillo”, desde donde ya, podría
observar a Quito; todo ello para posesionar su ejército, cortando al enemigo,
al ubicarse entre ellos y la ciudad de Quito.
Los españoles, se dieron cuenta demasiado
tarde, de la afortunada maniobra; por eso, apresurada y desordenadamente, el
día 16, atravesaron la ciudad de Quito, y cubrieron la colina de Puegasi, que
separa a Quito del Valle de Chillo, donde esperaban el ataque de Sucre; pero
este, con más conocimiento del terreno, el día 20, se apareció con su ejército
dividido, una parte
por ‘’El Calzado’’; y otra por ‘’Lomas’’, como puede observarse en los mapas,
con las ventajas que eso suponía.
Al conocer esta estrategia, el Libertador dijo: ‘’En
esta campaña superó Sucre dificultades que parecían invencibles. La naturaleza
le ofrecía obstáculos, privaciones y penas durísimas. Mas a todo
sabía remediar su genio fecundo’’.
Sucre había intentado presentar batalla
en dos oportunidades: la primera, fue en ‘’Turubamba’’; pero el enemigo no
aceptó el reto; y la segunda vez. fue en ‘’Chillogallo’’; pero tampoco
aceptaron los españoles.
Sucre sacó provecho de estas
maniobras del General Aymerich, me refiero a todas las veces que enseñaba
el puño; pero no presentaba batalla. Sucre hizo lo que siempre hacia; se fue
por tres días, solo, a investigar al enemigo, trepó los montes infinitos y observó detenidamente al
enemigo: lo ubico, lo cuantificó y entendió toda su
estrategia; y cuando volvió a su campamento, ya tenía resuelto el dilema, y los burlaría. Los
españoles lo esperaban, lógicamente, por el Sur de Quito; pues él, el genio de la guerra, los atacaría por
el Sur, aunque para ello tendría que rodear al inmenso volcán
“Pichincha” inmenso cerro, pero un poco más bajo que el Pico Bolívar de
Venezuela.
Sucre, después de estos tres días
perdidos entre volcanes y montañas, encontró a su ejército satisfecho del
descanso; y entonces, levantó sigilosamente el campamento, en
la noche del 23, y con un magnifico movimiento. amparado en la oscuridad,
marchando entre caminos intransitables y precipicios, guiados por aquellos
capitanes incomparables, ubicó sus fuerzas al Sur de Quito.
Entonces,
Sucre, al frente de “La Guardia”: apoyado por el coronel Córdoba, comandante del batallón ‘’Magdalena’’; el general Santa Cruz, comandante de los bravos peruanos; y también el
valeroso ‘Albión’’, del inglés John Mackinstosch, se
sentía invencible.
Antes de entrar de lleno en la
batalla escuchemos las cavilaciones de Sucre en Guayaquil, él dedujo que la mejor
estrategia para liberar Quito, sería
evitar cualquier intento de avanzar directamente hacia Quito, vía Guaranda, en favor de un avance indirecto, marchando
primero hasta Cuenca, antes de redirigirse hacia el Norte, a través de
los Andes, en
dirección a Quito.
Este plan ofrecía numerosas ventajas: al recapturar
Cuenca se podría impedir las comunicaciones entre Quito y Lima, y le
permitiría a Sucre esperar por los refuerzos, que el general San Martín, había
prometido enviar desde Perú. Además, un progresivo avance desde la costa y
ascensión a través de las montañas, le permitiría a su ejército, una gradual
adaptación a los efectos fisiológicos del cambio altitud; pero
fundamentalmente, era la única forma de evitar un combate directo, en
condiciones desfavorables, con las fuerzas Realistas que salían de Quito.
Para enero de
1822, Sucre, ya había organizado la nueva campaña. Su ejército constaba de
1.700 hombres, entre veteranos, de
sus campañas anteriores, y nuevos reclutas. Había hombres de las tierras llanas
de la Provincia de Guayaquil, voluntarios que provenían de la Sierra, como el
héroe cuencano Abdón Calderón, cuyo padre había muerto heroicamente en 1812,
defendiendo al Estado de Quito.
Los dos contingentes recibidos fueron organizados
por Sucre, con el nombre de “Batallón Yaguachi”; la gran batalla en la
que derrotó al General Aymerich; también había soldados neogranadinos y
venezolanos, enviados por Bolívar; y también había unos cuantos oficiales y
soldados españoles, que habían cambiado de bando, Otro batallón entero,
de voluntarios británicos: el Albión,
e incluso unos cuantos voluntarios irlandeses y franceses.
El 18 de enero el
ejército Patriota se dirigió al sitio de “Machala”, en
un pintoresco llano. El 9 de febrero, tras
haber cruzado los Andes, Sucre entró con todo su ejército en el pueblo de
Saraguro, donde se juntó con los 1.200 hombres de la División peruana, el
contingente que San Martín le había prometido.
Esta fuerza estaba conformada en su mayor parte por
reclutas peruanos, chilenos, argentinos y bolivianos, bajo el mando del general
Andrés de Santa Cruz; venían también oficiales argentinos, entre
los que se destacaban: Félix Olazábal, Francisco Villa, ambos
de Infantería y Antonio Sánchez de
Caballería y un escuadrón del Regimiento de Granaderos a Caballo de los Andes, al
mando de Juan Lavalle.
Al enfrentar esta fuerza multinacional de alrededor
de 3.000 hombres, el destacamento Realista de caballería, de
unos 900 hombres, que defendía Cuenca, se retiró hacia el Norte, siendo
perseguido a la distancia por la caballería Patriota. Cuenca fue entonces
recapturada el 21 de febrero de
1822, sin que se disparara un solo tiro.
Durante marzo y abril, los
Realistas continuaron marchando hacia el Norte, logrando con éxito evitar
enfrentarse con la caballería Patriota. Sin embargo, el 21 de abril se
produjo un feroz encuentro entre las fuerzas de caballería en Tapi, cerca de Riobamba. Al
final del día los Realistas nuevamente se retiraron, mientras que el ejército
principal de Sucre procedió a capturar Riobamba, quedándose ahí hasta el 28,
antes de reanudar su viaje hacia Quito.
Veamos la batalla cómo la cuenta Don Vicente Lecuna,
porque Sucre la cuenta como soldado y este como historiador. Dice:
‘’La
colina de Puegasi que divide el valle de Chillo de la capital, es de difícil acceso por el
lado del sureste por donde avanzaban los independientes. Dejando a un lado los
puestos de los enemigos, Sucre lo atravesó el 20. El 21 bajó al llano de
Turubamba cubierto de praderas y ganados en abundancia, ejidos de Quito y ofreció batalla a los españoles, creyendo que la aceptarían
por la ventaja de favorecerles el terreno, pero aquellos situados en posiciones
impenetrables no se movieron.
Después de varias maniobras
por atraerlos, por un movimiento de flanco, Sucre rodeo la derecha de los
enemigos y fue a situarse en el pueblo de Chillogallo. El 22 y el 23, le
provocó nuevamente al combate, y desesperado de conseguirlo, resolvió marchar,
atrevidamente por la noche, a colocarse en el ejido del norte de la ciudad, de
mejor terreno; y a interponerse entre Quito y Pasto.
Al efecto, puso en marcha la
división precedida por el Coronel Córdova, con el batallón Magdalena, por las
laderas del Volcán de Pichincha, enorme macizo coronado de cuatro picos de
nieve. El camino pendiente y escabroso retardó la
marcha, pero a las 8 de
la mañana del día siguiente 24, las tropas llegaron a la parte alta de las
faldas del Pichincha, dominando a Quito. El batallón de los ingleses: ‘’Albión’’,
seguía detrás, cubriendo el parque. La caballería quedó al pie de la falda.
La compañía de Cazadores
de Paya, fue destinada a reconocer las avenidas, mientras las tropas reposaban;
y luego, fue seguida por el batallón Trujillo del Perú, dirigido por el coronel
Santa Cruz. A las nueve y media, dio la “Compañía de Cazadores”, con la
vanguardia de la división española, en ese momento en marcha. a la derecha de
los independientes, hacia la posición ocupada por estos. Roto el fuego, la
compañía lo sostuvo solo un momento, esperando al batallón Trujillo; y al
llegar este, se comprometió el combate. Inmediatamente después, el batallón
Yaguachi, conducido por el Jefe de Estado Mayor, coronel Morales, que entró en
línea, a reforzar a los que combatían. El coronel Córdova, con el Magdalena, subió
a la izquierda, a situarse a espaldas del enemigo; pero encontrando obstáculos
invencibles, retrocedió. El terreno no permitía, a todos los cuerpos, entrar en
el combate. El batallón Piura, al recibir orden de avanzar, a sostener el “Trujillo”
desertó del campo de batalla, y se dispersó por entre las rocas del Pichincha,
con su comandante a la cabeza. En ese momento, el Trujillo, agotadas sus
municiones; y abandonado por su comandante, refugiado en una quebrada,
retrocedió en desorden y los enemigos ganaron terreno. Para contenerlos, Sucre
mandó cargar a la bayoneta, al batallón “Paya”; y este cuerpo, el más numeroso
y aguerrido de la división, apoyado por Yaguachi, cumplió la orden, con tanta bizarría,
que, en un momento, arrebató a los enemigos el terreno ganado por ellos.
Generalizado de nuevo el fuego, por estos cuerpos, la maleza del lugar,
permitió a los españoles sostenerse. Muchos dragones colombianos, pie en tierra
y lanza en mano, habían subido a la falda del cerro, a tomar parte en la lucha.
Algunos de ellos se ocupaban en reunir a los dispersos del batallón Trujillo.
Por el lado
realista, López envió tres compañías del batallón Aragón, el más disciplinado
de los suyos, por entre el bosque, a flanquear a los patriotas; pero Sucre, que
estaba en todas partes, le opuso tres compañías de “Albión”, y los batió completamente;
y aprovechando el desconcierto de los enemigos, lanzó a Córdova por el centro
con el batallón Magdalena. Este denodado Jefe, cargó con su admirable
intrepidez, y los realistas se desordenaron; y poco después de mediodía se
declaró la derrota.
Córdova, esforzado
con los Cazadores de Paya, y una compañía del Yaguachi, y tres de Albión,
persiguió vigorosamente a los españoles hasta la ciudad de Quito.
Los jefes enemigos,
sintiéndose derrotados, se retiraron del campo de batalla, y se encerraron en
el fuerte de “Panecillo”. El coronel Ibarra, jefe de la caballería, había
acompañado a la infantería en la batalla, cuando se inclinó la victoria a favor
de los independientes. Sucre le dio la orden de correr a donde estaba la
caballería y perseguir con ella, a la caballería enemiga en fuga por el camino
de Pasto; pero Ibarra no encontró a los peruanos de Santa Cruz en su lugar;
porque al saber la dispersión de los batallones peruanos, dando la batalla por perdida,
el comandante Lavalle, se había retirado con los Granaderos y Cazadores, a
larga distancia. Por este motivo, la persecución la hizo el coronel Cestaris, con
sus dragones, clocado con anticipación en el camino de Pasto. Cuando el coronel
Ibarra pudo ponerse en marcha con los jinetes argentinos y los dispersos peruanos,
no logró alcanzar a los fugitivos.
Los resultados de la batalla de Pichincha son: la ocupación
de la ciudad de Quito y sus fortificaciones, entregada Sucre, la tarde del 25, y
la tranquilizacion de todo el departamento. La captura de 1.100 soldados, 160
oficiales y 14 piezas de artillería.
OTRA VISIÓN AFORTUNADA DE LA BATALLA
Es de Don Laureano Villanueva, el mejor biógrafo de
Sucre, dice: ‘’Al amanecer, todo el ejército patriota se podía
admirara desde Quito, ocupando posiciones en el inmenso escenario del ‘’Pichincha’’, para sorpresa de todo mundo, y el ejército de Aymerich se sintió como
prisionero’’.
Esa madrugada del 24, en una maniobra arriesgadísima el ejército patriota
apareció por el Norte de Quito y se dejaron ver los estandartes patriotas
desfilando en las majestuosas faldas del volcán Pichincha, todo el pueblo pudo ver aquel desfile victorioso de
sus libertadores cuando avanzaban a tomar la ciudad y ubicarse estratégicamente
para enfrentar impertérritos esperando la carga de los fusileros
españoles.
El ejército español esperaba a Sucre lógicamente por
el Sur, porque siempre estuvo detrás del ejército real, y ahora el Virrey tendría que atravesar la ciudad de
Quito, cuando fue informado que el ejército patriota estaba al Norte de la
ciudad y pretendía ocuparla.
Aymerich, no estaba preparado para esta eventualidad; y entonces, tuvo que inventar estrategias, que
no se acomodaban, para nada, al enfrentamiento que esperaba; y en el cual, él resultaría victorioso indudablemente; porque tenía todas las ventajas, era dueño de la
ciudad, tenía todas las armas y recursos que podía desear: numerosas
tropas y los auxilios necesarios y oportunos, y ahora, ante esta realidad, había que
actuar improvisamente; lo que al Virrey
no le agradaba, sobretodo, que los jefes de batallones ya estaban
frente a sus fuerzas, esperando la orden de batalla; y muchos de ellos, a bastante distancia, lo que suponía un tremendo caos. Ya llegaban las
ordenanzas a los jefes de batallones, con mensajes del Virrey, cambiando tácticas,
y, lo único que entendían, era que había que atravesar la ciudad de Quito; porque la batalla se desarrollaría al Norte. Lo menos
que pensaban estos jefes, era que el Virrey estaba loco.
El Virrey tuvo
que empezar a gritar órdenes y contraórdenes, atropelladamente, los generales que lo asistían no atinaban, no entendían nada no sabían lo que pasaba.
Los entendidos, en esta clase de encuentros y en vista
de la actuación del ejército realista, afirman unos que todo fue efecto de la
desesperación, y otros, sus partidarios, dicen que fue el valor, lo que los
alentó, al arrojarse al encuentro de los patriotas, buscando la muerte, en la
defensa de su territorio.
PARTE DE LA
BATALLA DE PICHINCHA DIRIGIDO POR EL GENERAL SUCRE AL MINISTRO DE LA GUERRA Y
MARINA DEL GOBIERNO EN BOGOTÁ
En su parte de la batalla,
terso y preciso, fechado en Quito el 28 de mayo de 1824, el general Sucre,
describe la campaña libertadora, desde fines de abril, hasta la batalla librada
el 24 de mayo, en las laderas del cerro “Pichincha”, que domina la ciudad de
Quito, dice:
“Señor Ministro, después de la
pequeña victoria de nuestros granaderos y dragones, sobre toda la caballería
enemiga en Riobamba, ninguna cosa había ocurrido particular. Los cuerpos de la División se movieron el 28
de abril y llegaron a “Latacunga” el día 2, los españoles estaban situados en
el pueblo de “Macachí”, y cubrían los inaccesibles pasos de “Jalupana” y “La
Viudita”, fue necesario expulsarlos, haciendo una marcha sobre su flanco
izquierdo; y moviéndonos el 13, llegamos el 17 a los valles de “Chillo” (a
cuatro leguas de la capital), habiendo dormido y pasado los helados del
“Cotopaxi”. El enemigo pudo penetrar nuestra operación; y ocupó a “Quito” el mismo
16 en la noche.
La Colina de “Puegasi”, que
divide el valle de “Chillo”, de esta ciudad, es un difícil acceso. Pero,
pudimos burlar los puntos del enemigo, y pasarla el 20. El 21 bajamos al llano de “Turubamba”, que es
ejido de la Capital, y presentamos batalla, que creíamos aceptarían los
españoles, por la ventaja del terreno en su favor, pero ellos ocupaban
posiciones impenetrables y, después de algunas maniobras fue preciso, situar la
División, en el pueblo de “Chillogallo” una milla distante del enemigo. El 22 y
23, los provocamos nuevamente a un combate; y desesperado de conseguirlo,
resolví marchar por la noche, y colocarnos en el ejido del Norte de la ciudad,
que es el mejor terreno, y que nos ponía entre Quito y Pasto, adelantando, al
efecto, al señor coronel Córdoba, con las compañías del batallón
“Magdalena”. Un escabroso camino,
retardó mucho la marcha; pero a las 8 de la mañana, llegamos a las alturas del
Pichincha, que domina a Quito; dejando muy atrás nuestro parque, cubierto con
el batallón “Albión”. La compañía de cazadores de “Paya”, fue destinada a
reconocer las avenidas, mientras que las tropas reposaban” y luego, fue seguida
por el batallón de “Trujillo” (del Perú), dirigido por el Señor Coronel Santa
Cruz, Comandante General de la División del Perú. A Las nueve y media, dio la Compañía de
Cazadores con toda la División Española, que marchaba por nuestra derecha hacia
la posición que teníamos; y, roto el fuego, se sostuvo mientras conservó municiones;
pero en oportunidad, llego el batallón Trujillo; y se comprometió el combate
muy inmediatamente: las dos compañías de Yaguachi, reforzado este batallón,
conducido por el señor coronel Morales, en persona. El resto de la infantería,
a las órdenes del señor General Mires, seguía el movimiento, excepto las dos
compañías del “Magdalena” con el señor coronel Córdova, que marchó a situarse
por la espalda del enemigo, pero encontrados obstáculos invencibles, tuvo que
revolverse. El batallón Paya, pudo estar formado cuando consumimos los cartuchos
de estos dos cuerpos y tuvieron que retirarse. No obstante, su brillante
comportamiento, el enemigo se adelantó; por consiguiente, algún poco; y como el
terreno, apenas permitiese entrar más de un batallón al combate, se dio orden a
“Paya”, que marchase a bayoneta; y lo ejecutó con un brío, que hizo perder al
enemigo en el acto, la ventaja que había obtenido. Comprometido nuevamente el
fuego, solo la maleza del terreno permitió que los españoles aún se
sostuviesen. El enemigo destacó tres compañías de “Aragón” a flanquearnos por
la izquierda, y a favor de la espesura del bosque, conseguía estar ya sobre la
sima, cuando llegaron las tres compañías de “Albión” (que se había atrasado con
el parque). Hasta aquí el parte del
general Sucre.
OTRA
FORMA DE VER LA BATALLA DE PICHINCHA
DESPUÉS DE ESTUDIAR TODOS LOS DOCUMENTOS PLANOS Y
OPINIONES LO ENCONTRAMOS EN INTERNET
VEAMOS SUS RESULTADOS
En la batalla por la
independencia de la Provincia de Quito se enfrentan los ejércitos de la Gran
Colombia contra el Imperio Español el 24 de mayo de 1822. Concurren a formar el
ejercito de la Gran Colombia, además de las fuerzas del departamento libre de Guayaquil,
las fuerzas combinadas de los ejércitos de Colombia, Perú, Argentina y Chile,
bajo el mando del general Antonio José de Sucre.
El Ejercito del Imperio
Español bajo el mando del
General y Virrey encargado, Melchor de Aymerich. Creemos que ambos ejércitos
contaban con igual número de tropas, cerca de 3000 hombres cada uno.
LA LIBERACIÓN DE
QUITO
La Batalla se desarrolló en las
faldas del volcán Pichincha, el 24 de mayo de 1822 a 3000 metros sobre el nivel del mar.
La derrota de las fuerzas españolas condujo a
la liberación de Quito y aseguró la independencia de las provincias que
pertenecían a la Real, también conocida como la Presidencia de
Quito, la jurisdicción administrativa colonial española de la que
finalmente emergió la República del Ecuador.
Antecedentes.
Podría afirmarse que la campaña militar por la
independencia de Quito se inició el 9 de octubre de 1820, cuando la ciudad
costanera de Guayaquil proclamó
su independencia de España, después
de una rápida y casi incruenta revuelta contra la guarnición local.
El
gobierno independiente de Guayaquil formó un ejército de hombres locales, de
tal vez 1.800 soldados, y en noviembre lo
envió hacia la región de
la sierra, con el propósito de sumar adeptos a la causa
independentista. Tras algunos éxitos iniciales, como la declaración de
independencia de Cuenca, en
noviembre de 1820, los independentistas sufrieron una grave derrota ante el
ejército realista en la Batalla de Huachi, cerca
de Ambato, que
los obligó regresar a las regiones costaneras.
En febrero de 1821 Guayaquil, ya
había recibido refuerzos, armas y provisiones de parte de Bolívar, quien para
entonces era Presidente de la República de Colombia, coadyuvado
desde Santafé por el Vicepresidente Francisco de Paula Santander.
En mayo
del mismo año, el general de brigada Antonio José de Sucre, Comandante en jefe
de la División Sur del ejército colombiano, y el subordinado de mayor confianza
de Bolívar, arribó a Guayaquil. Él debía asumir la dirección del ejército
Patriota, y empezar las operaciones con miras a la liberación de la ciudad de
Quito y todo el territorio de la Real Audiencia de Quito. El
objetivo político de Bolívar era incorporar todas las provincias de la Real
Audiencia, incluyendo Guayaquil, a Colombia. Guayaquil, por su parte, no
había decidido si incorporarse a Perú o Colombia, y muchos de sus ciudadanos
querían establecer su propia República. El avance de Sucre a través de
los Andes empezó en julio de
1821. Al igual que en la primera campaña, tras tener algunos éxitos iniciales,
Sucre fue vencido por el ejército Realista el 12 de septiembre,
coincidentemente en el mismo lugar donde ocurrió la anterior Batalla de Huachi.
Esta segunda campaña terminó con un armisticio entre
los independentistas y los realistas el 18 de noviembre de
1821.
Orden
de batalla patriota
Ejército Libertador de Colombia
División de Colombia
|
División del Perú
Jefe de Estado
Mayor de la División General Andrés de Santa Cruz. Comandante
en Jefe de las Unidades y Comandantes
de Infantería del Batallón Nº
2 de Trujillo, Comandante Félix Olazábal. Batallón Nº 4 de ‘’Piura’’, Coronel Luis Urdaneta. Batallón de Caballería ‘’Escuadrón
Cazadores a Caballo de Trujillo’’, Coronel Antonio Sánchez. Escuadrón de Cazadores a Caballo ‘’Paita’’, Coronel Antonio Sánchez. Escuadrón
del Regimiento
de Granaderos a Caballo de los Andes de 96 jinetes, al mando del coronel Juan Lavalle.
|
Según Carlos Lasso Cuevas, cuando Sucre tomó Guayaquil el 9 de octubre de 1820 lo hizo con
700 hombres y pese a que la clase
privilegiada se opuso y le negó su
apoyo, logró con la juventud patriótica juntar en la ciudad unos 2.000 reclutas a los
cuales entrenó y preparó para el asombros triunfo.
El 9 de febrero de 1821 llegaron
1.200 soldados veteranos, los refuerzos enviados por San Martín al mando de Santa Cruz.
Posteriormente se les unieron batallones de colombianos y de otras naciones. Si
esto es cierto pasarían de 4000 pero sabemos que en el curso de la campana hubo
muertos, heridos y enfermos Entre unos otros podemos
deducir 500 y establecer el total,
alrededor de 3500 hombres que pelearon por el bando patriota en la batalla de
Pichincha
Cifra muy discutida pero sumados unos
deducidos otros y las incorporaciones a la campaña la consideramos la más cercana a la verdad
Planificación.
De vuelta en Guayaquil, el General Sucre concluyó que la mejor
estrategia para la próxima campaña sería evitar cualquier intento de avanzar directamente
hacia Quito vía Guaranda, en favor de un avance indirecto, marchando
primero hasta Cuenca antes de redirigirse hacia el Norte, a través de los Andes, en dirección a Quito.
Este plan ofrecía numerosas ventajas: al recapturar Cuenca se podría
impedir las comunicaciones entre Quito y Lima, además, un
progresivo avance desde la costa y ascensión a través de las montañas le
permitiría a su ejército una gradual adaptación a los efectos fisiológicos del
cambio climático por la altitud. Pero fundamentalmente, era la única forma de
evitar un combate directo en condiciones desfavorables con las fuerzas Realistas
que bajarían de Quito.
La Campaña
Para enero de
1822 Sucre ya había organizado la nueva campaña. Su ejército constaba de
aproximadamente 1.700 hombres, entre veteranos de
sus campañas anteriores y nuevos reclutas. Había hombres de las tierras llanas
de la Provincia de Guayaquil y voluntarios que provenían de la Sierra, como el
héroe cuencano Abdón Calderón, cuyo padre había muerto heroicamente en 1812,
defendiendo al Estado de Quito. Los dos contingentes pronto fueron organizados
como el Batallón Yaguachi; también había soldados neogranadinos y
venezolanos enviados por Bolívar, unos cuantos oficiales y soldados españoles
que habían cambiado de bando, un batallón entero
de voluntarios británicos (el Albión)
e incluso unos cuantos irlandeses y franceses.
El 18 de enero el ejército Patriota se dirigió a Machala, en el
llano.
El 9 de febrero, tras
haber cruzado los Andes, Sucre entró en el pueblo de Saraguro, donde su
ejército se juntó con los 1.200 hombres de la División peruana, el contingente
que San Martín había prometido.
Esta
fuerza (Expedición Auxiliar de Santa Cruz a Quito)
estaba conformada en su mayoría por reclutas peruanos, existían también
chilenos, argentinos y alto-peruanos (bolivianos), el propio Andrés de Santa Cruz nació en
el Alto Perú (actual Bolivia);
tenía también oficiales argentinos, entre
los que destacaban Félix Olazábal, Francisco Villa, ambos
de Infantería y Antonio Sánchez de
Caballería y un escuadrón del Regimiento de Granaderos a Caballo de los Andes (argentino)
al mando de Juan Lavalle.
Al
enfrentar esta fuerza multinacional de alrededor de 3.000 hombres, el
destacamento Realista de caballería, de
unos 900 hombres, que defendía Cuenca se retiró hacia el Norte, siendo
perseguido a la distancia por la caballería Patriota.
BATALLA
DE TAPI O RIOBAMBA
Cuenca
fue entonces recapturada el 21 de febrero de
1822, sin que se disparara un solo tiro. Durante marzo y abril, los
Realistas continuaron marchando hacia el Norte, logrando con éxito evitar
enfrentarse con la caballería Patriota. Sin embargo, el 21 de abril se
produjo un feroz encuentro entre las fuerzas de caballería en Tapi, cerca de Riobamba. Al
final del día los Realistas nuevamente se retiraron, mientras que el ejército
principal de Sucre procedió a capturar Riobamba, quedándose ahí hasta el 28
antes de reanudar su viaje hacia Quito.
Acercamiento a Quito
El 2 de mayo de
1822, la fuerza principal de Sucre había alcanzado la ciudad de Latacunga, 90 km
al Sur de Quito. Ahí Sucre procedió a reorganizar sus tropas, sumando
voluntarios de los pueblos cercanos, mientras esperaba refuerzos, en especial
el Batallón Alto Magdalena (de Colombia) y nuevos informes
de inteligencia sobre el paradero del ejército Realista.
Mientras
tanto, Aymerich alistó los puntos de resistencia y posiciones de artillería en
los principales pasos montañosos que dirigían a Quito. Sucre, empeñado en
evitar un enfrentamiento frontal en terreno desfavorable, decidió avanzar
paralelamente a los flancos de las posiciones Realistas, marchando por las
laderas del volcán Cotopaxi para
así poder llegar al Valle de los Chillos, en la retaguardia de las posiciones
defensivas Realistas. El 14 de mayo el
ejército Realista, intuyendo las intenciones de Sucre, comenzó a replegarse,
llegando a Quito el 16.
Dos
días después, y tras una muy difícil marcha, el ejército de Sucre ocupó
Sangolquí.
Maniobras finales.
En la
madrugada del 24 de mayo de 1822, el ejército
patriota, conformado por 2.971 hombres, empezó a ascender por las laderas del
volcán Pichincha.
En la
vanguardia estaba el coronel Córdova al frente de 200 colombianos del Alto
Magdalena, seguidos por el ejército principal de Sucre; en la retaguardia
estaban los británicos del ‘’Albión’’, protegiendo el tren de
municiones.
A pesar
del enorme esfuerzo de las tropas, el avance por las laderas del volcán fue más
lento de lo que se esperaba, y la llovizna que cayó durante la noche convirtió
los senderos en ciénagas.
Cuando
amaneció, para consternación de Sucre, el ejército no había logrado un avance
significativo, hallándose literalmente a mitad del camino, a 3500 metros sobre
el nivel del mar y a la vista de los centinelas Realistas en Quito.
A las
ocho de la mañana, ansioso por el lento avance del Albión, y con
sus tropas exhaustas y afectadas por la altitud, Sucre ordenó a su ejército
detener el avance para descansar, pidiendo a sus oficiales ocultar sus
batallones como mejor pudieran.
Envió
parte del batallón Cazadores del Paya (peruano) en una labor
de reconocimiento, seguidos por el Trujillo, y otro batallón
peruano. Una hora y media después, repentinamente, los hombres del Paya fueron
golpeados por una descarga, bien apuntada, de
mosquetes. Esta acción dio inicio a la batalla.
Desarrollo
de la batalla de Pichincha
El sacrificio del Capitán Abdón Calderón.
La Carta de Sucre para El Libertador.
Quito 15 de junio de 1822.
La heroica comparación del teniente
Abdón Calderón en la acción de Pichincha,
su brillante conducta militar en toda la campaña, los relevantes méritos
de su padre en la revolución de Quito en que murió, el estado de pobreza en que está sumergida su
familia, que siendo guayaquileña trabaja allí cuanto puede por nuestro servicio,
y en fin muchos motivos de política hacia Guayaquil, a todo el País, y el
ejército, me aconsejaron dictar el día
de la muerte de Calderón el decreto que tengo el honor de acompañar a V. E.; continuándole a su madre el goce del sueldo que correspondía
a este oficial. El Decreto queda por el
último artículo sujeto a la aprobación o reforma de V. E.; y yo me atrevo a recomendarlo a su consideración porque
lo creo debido y razonable, y porque la pensión es solo por la vida de la madre,
y una corta cantidad, y porque creo que la política y la justicia lo reclaman.
V. E.; sin embargo, resolverá lo que sea de
su superior agrado
Dios guarde a V. E. muchos años
Antonio José de Sucre
Y veamos ahora el texto publicado que
estamos analizando
La Batalla de Pichincha fue
el escenario del sacrificio por la patria de uno de los más destacados héroes ecuatorianos,
el cuencano de 18 años Abdón Calderón. Calderón, quien fue hijo del coronel cubano
Francisco Calderón, defensor del Estado de Quito de
1812, vivía en Guayaquil y se enlistó en las tropas
de origen ecuatoriano que combatieron en la Batalla.
Calderón, a pesar de haber recibido 4 heridas de bala, prefirió
permanecer inamovible en la línea de fuego, alentando a todo su batallón y
levantando incansablemente la que es ahora la bandera celeste y blanco
de la ciudad de Guayaquil. Al
terminar el feroz combate fue trasladado a la ciudad de Quito, donde
murió al cabo de catorce días, el 7 de junio de 1822. Antonio José de Sucre en su escueto
parte de la Batalla de Pichincha, fechado el 28 de
mayo del aquel año dice:
" [...] hago una particular memoria de la conducta del Teniente
Calderón, que habiendo recibido sucesivamente cuatro heridas, no quiso
retirarse del combate. Probablemente morirá, pero el Gobierno de la República
sabrá compensar a la familia los servicios de este oficial heroico"
Cuando Simón Bolívar llegó a la ciudad de Quito y se enteró de
estos hechos, ascendió póstumamente a Calderón al grado de capitán y
decretó que su sueldo fuera entregado a su madre. La compañía del Batallón Yaguachi a la que perteneció Calderón no tendría capitán
y en las revistas, al mencionarse su nombre, la tropa habría de contestar:
"Murió gloriosamente en Pichincha, pero vive en nuestros corazones".
La tradición se mantiene hasta la actualidad en el Ejército ecuatoriano, pues
al pasar lista a los batallones de caballería se lo nombra como dispuso
Bolívar.
En la obra "Leyendas del Tiempo Heroico" del escritor Manuel
J. Calle se narra la muerte de Calderón con una serie de hipérboles, destacando
que, a pesar de sus graves heridas en las cuatro extremidades, se negó a
abandonar el campo de batalla.
La Capitulación de Pichincha
A las
doce del día bajo un sol resplandeciente, los soldados de la libertad en la cima
del Pichincha a más de 3000 metros de altura dieron el grito de victoria. La
victoria fue de Sucre, la cual fue completada con la capitulación que el jefe
patriota concedió al Mariscal Aymerich el 25 de mayo del
mismo año.
El
fortín de El Panecillo sirvió de puesto de comando de los
españoles, quienes inclusive hicieron fuego de artillería contra los patriotas,
que habían ascendido la falda del cercano volcán Pichincha.
Al ser
derrotados, los españoles se refugiaron en el fortín.26 Sucre, para evitar el sangriento asalto al
emblemático cerro, envió un emisario a Aymerich para que capitulara, cosa que
el capitán general español aceptó.
Según
el acta de Capitulación del 25 de mayo de 1822, los
españoles, a las 14:00 de ese día, arriaron su bandera y entregaron sus armas
al Ejército de la Gran Colombia, en una ceremonia especial que tuvo lugar en un
puente del fortín colonial. De esta manera, en la cima del Panecillo tuvo lugar
el acto final del Imperio español en Ecuador.
La
fortaleza permitía vigilar el norte y el sur, por lo que estaba provista de
cañones. Al caer el fuerte en manos del Ejército libertador de la Gran Colombia, en 1822, se tomaron a los españoles catorce
piezas de artillería.28
Con las
operaciones cuyas acciones finales se produjeron en las faldas del Pichincha y
en la ciudad de Quito, Sucre
decidió a su favor la vacilante y delicada situación de Guayaquil; dio libertad al territorio que conforma hoy la
República de Ecuador, y facilitó su incorporación a la Gran Colombia.
El 18
de junio de ese año, Bolívar le asciende a general de división y lo nombra
intendente del departamento de Quito. Ese día, durante la entrada triunfal del
Libertador a la Plaza de la Independencia de
Quito, una mujer le arroja desde su balcón una corona de laurel al rostro, lo
que llama vivamente la atención de Bolívar. Esta mujer fue Manuela Sáenz, quien
se convertiría en amante del héroe y sería llamada por él "La Libertadora
del Libertador".
Al
frente de los destinos de Ecuador desarrolla una positiva obra de progreso:
funda la Corte de Justicia de Cuenca y en Quito el primer periódico republicano de
la época: El Monitor. Instala en esa ciudad la Sociedad Económica.
De su actividad personal es buena prueba que, el 6 de septiembre de 1822 expidió y firmó en Quito 52
comunicaciones. Interesado por la educación se puede afirmar que halló en
Cuenca 7 escuelas y dejó 20.
RESULTADO
El 24 de mayo de
1822. Sucre entró con su ejército en la ciudad de Quito, donde aceptó la
rendición de todas las tropas españolas establecidas en el territorio que el
gobierno de Colombia llamaba "Departamento de Quito", al considerarlo
como parte integral de la República de Colombia desde su creación el17 de diciembre de 1819.
Asimismo,
cuando Sucre recapturó Cuenca el 21 de febrero, obtuvo de su Consejo local un
decreto en el cual se proclamaba la integración de su ciudad y provincia a la
República de Colombia.
Entonces, con la rendición de Quito, que a su vez puso fin a la resistencia
Realista en la provincia norteña de Pasto, Bolívar
pudo entrar en la ciudad, como finalmente lo hizo el 16 de junio de
1822.
Entre
el entusiasmo general de la población, la antigua Provincia de Quito fue
incorporada a la República de Colombia.
Guayaquil, que
aún no decidía su futuro, con la presencia tanto de Bolívar como
del victorioso ejército Gran colombiano en su territorio, proclamó forzosamente
bajo presión la incorporación de Guayaquil a la Gran Colombia el 13 de julio de
1822.29
En la
ladera del monte Pichincha en donde tuvo lugar el combate, se levantó en 1922
un obelisco conmemorativo del primer centenario de la Batalla. El Obelisco,
ubicado en un paraje andino a 3000 metros de altura, recuerda los nombres de
los comandantes patriotas y también tiene una placa dedicada al valor del
soldado español.
En los
años 70 del siglo XX, la dictadura militar que gobernaba Ecuador decidió
construir en el lugar un monumento de mayores proporciones que el modesto
obelisco original.
En el
sitio se levantó el llamado "Templo de la Patria" una estructura de
hormigón armado con varios salones cavados en la montaña. El Templo de la
Patria, visible desde varias partes de la ciudad de Quito, está decorado en el
exterior con una torre y con un mural en mosaico de Eduardo Quingnam, que evoca
los distintos episodios de la lucha por la independencia del Ecuador, desde los
tiempos de Eugenio Espejo, pasando por el Diez de Agosto.
El
Templo tiene varios salones en los que se pueden apreciar algunas armas
antiguas, que, si bien no son en su mayoría de 1822, son de mediados y finales
del siglo XIX. Otro salón muestra los trajes de época de todas las guardias
presidenciales y de honor de Sudamérica, y un diorama que permite seguir las
incidencias de la Batalla del Pichincha.
En
sendos salones se encuentran estatuas en bronce del Libertador Simón Bolívar y
del Mariscal Antonio José de Sucre, así como un homenaje simbólico a la heroína
ecuatoriana Manuela Sáenz, amante de Bolívar que, aunque no participó en el
combate, está enterrada simbólicamente en el lugar. Otra sala contiene los restos
de un soldado desconocido.
El
Templo de la Patria integra en su conjunto el antiguo obelisco de 1922 y
permite una vista panorámica del Centro Histórico de Quito.
En el
Centro Histórico, se levanta el Monumento
a los Héroes Ignotos del Pichincha, una columna con un cóndor de
bronce, en el paseo "24 de mayo" construido también al pie de la
montaña con ocasión del primer centenario del combate.
Abdón Calderón Garay coa héroe de la
guerra de independencia del Ecuador, nació en Cuenca, Ecuador el 30 julio de 1804, y murió el 7 de
junio de 1822 en la ciudad de Quito, como consecuencia
de las heridas recibidas en la Batalla de Pichincha. Fue bautizado en Cuenca
el 31 de julio de 1804. Fue hijo del matrimonio de Francisco Calderón, nacido en Cuba, quien era Contador de las Cajas Reales, funcionario del
gobierno colonial en Cuenca; y de Manuela de Jesús de Garay
coa y Alaguno, guayaquileña, quien
pertenecía a una de las más destacadas familias del puerto.
El Coronel Don Francisco Calderón, apoyó el golpe patriota del
10 de agosto de 1809, por lo que fue apresado y enviado a Guayaquil y luego a
Cuenca y Machala. Liberado al establecerse la Junta Superior de Gobierno de
1810, se incorporó al ejército patriota del Quito con el grado de coronel. Como tal participó en toda la
campaña de 1811 a 1812, militando en el bando de las sanchitas o radicales.
Tras la derrota final del ejército patriota, luego del Combate de El Panecillo fue fusilado
en Ibarra el primero de diciembre de 1812. Su último deseo fue que se le
quitara la venda de los ojos y le fuera entregado a su hijo Abdón su
escapulario que fue propiedad del gran prócer quiteño Eugenio Espejo.
Toda esta experiencia que tuvo su padre marcaría profundamente la vida y muerte
de Abdón.
Como
los bienes del coronel Calderón fue confiscados por el gobierno colonial
español, su viuda murió en Guayaquil en 1813 en la
pobreza. Allí Abdón continuó sus estudios, contando entre sus maestros a Vicente Rocafuerte, su pariente lejano, futuro
presidente del Ecuador,
quien en 1842 habría de contraer
matrimonio con Baltazar Calderón, hermana
menor de Abdón, nacida en Cuenca en 1806.
Abdón
tenía apenas 18 años cuando estalló en Guayaquil la revolución del 9 de octubre de 1820. Después de la Independencia de Guayaquil, el 9 de octubre de 1820, el ilustre José Joaquín de Olmedo crea un
ejército llamado División
Protectora de Quito con
la finalidad de independizar también al resto de la Audiencia. Ese mismo día,
Abdón se alistó en la división donde alcanzó el grado de Subteniente en el
Batallón Voluntarios
de la Patria bajo
órdenes de don Ignacio Salazar. Se destacó de inmediato por su "valor
heroico", según palabras del coronel patriota Luis Urdaneta,
quien pidió para Abdón el grado de teniente después del triunfo de Camino Real
(9 de noviembre de 1820). Con ese grado
militar tomó parte en las diversas acciones de la campaña libertadora de
1820-1822: la primera derrota de Huachi, la de Paniagua, la victoria de Cine,
la segunda derrota de Huachi, el avance de Guayaquil a Cuenca y de Cuenca a
Quito. Para cuando peleó en la Batalla del Pichincha, Abdón Calderón, pese a
su juventud, era todo un veterano de la guerra.
La Batalla de Pichincha y su muerte heroica.
Batalla de Pichincha fue el escenario del
acontecimiento que lo convertiría en una leyenda, su propia muerte. Sus hechos
en aquel memorable 24 de mayo de 1822 han sido narrados
innumerables veces con toda suerte de adjetivos para mí que amo la vida y amo a
mi patria muy justificables recreando a un héroe mitológico que pasó a la voz
anónima del pueblo para su consagración y veneración.
La historia y la leyenda cuentan que Abdón Calderón,
a pesar de haber recibido 4 herida de balas, prefirió permanecer en la línea de
fuego, alentando a todo su batallón Yaguachi levantando en alto incansablemente
la que es ahora la bandera de Guayaquil.
Al terminar el feroz combate fue trasladado a la ciudad de Quito, donde murió al cabo
de catorce días el 7 de junio de 1822.
Antonio José de Sucre en su escueto parte de la Batalla de
Pichincha, fechado el 28 de mayo del aquel año:
hago una particular memoria de la conducta
del Teniente Calderón, que habiendo recibido sucesivamente cuatro heridas, no
quiso retirarse del combate. Probablemente morirá, pero el Gobierno de la
República sabrá compensar a la familia los servicios de este oficial
heroico".
Cuando Simón Bolívar llegó
a la ciudad de Quito y se enteró de estos hechos, ascendió póstumamente a
Calderón al grado de capitán y decretó
que su sueldo fuera entregado a su madre.
La compañía del Batallón Yaguachi a la que
perteneció Calderón no tendría capitán y en las revistas, al mencionarse su
nombre, la tropa habría de contestar: "Murió gloriosamente en Pichincha,
pero vive en nuestros corazones".
En los cuerpos de caballería del Ejército
ecuatoriano, siempre es recordado en los cambios de guardia semanales con el
grito del oficial: "Capitán Abdón Calderón..."
Hay dos colegios militares con su nombre, en la
ciudad de Quito2 y Cuenca.3
Así mismo, el histórico cañonero BAE Calderón fue nombrado en su honor. Recientemente
a mediados de septiembre 2014, la Policía Militar de Venezuela adoptó el nombre de "Calderón
352" en honor al joven héroe
Solo los
ecuatorianos que aman a su patria pueden decir cuánto fue importante heroica y
noble la batalla que les dio su libertad.
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