RAMÓN
BADARACCO
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El Museo
“Sucre” de Cumaná
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Documentos
y Notas históricas sobre su ruina
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Autor: Ramón Badaracco
Prólogo: José Antonio Escalona Esacalona
Copyright Ramón Badaracco 2012
Primera edición 1997
1500 ejemplares
Hecho el depósito de ley
Cada poema tiene una Forma singular
tlf. 0416.811.4374
Titulo original: FORMAS
Segunda Edición
Puede ser reproducido total o parcialmente.
Diseño de la cubierta R. B.
Ilustración de la cubierta R. B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná
INTRODUCCIÓN.
Nuestro pueblo
siempre ha venerado al General en Jefe, Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de
Ayacucho y Redentor de los Hijos del Sol. He participado en muchos eventos
dedicados a nuestro héroe, escribí mi libro “Sucre Gran Mariscal de Ayacucho,
Mito y Santidad”, y mi novela “AGUILA BLANCA”, en los cuales recogí mis
investigaciones, conferencias y discursos dichos en Cumana, sobre la vida del
Mariscal en Venezuela, desde su nacimiento hasta 1821. Estas investigaciones las he realizado
durante toda mi vida, de ese material, escogí como introducción a este libro,
el que pronuncié el 3 de febrero de 2004.
Pero vemos el
material de este libro, que pacientemente en copiado de los viejos periódicos
de mi padre. Creo que no hacen falta las explicaciones, estos textos hablan por
si mismo.
Para una
introducción adecuada, enaltecer al Mariscal es mi prioridad, y nada mejor para
mí que mi discurso pronunciado en la Plaza Ayacucho de Cumaná, el 3 de febrero
de 2004.
Cumaná 3 de febrero de 2004.
Señor
Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Comandante Hugo Rafael
Chávez Frías.
Señor
Gobernador del Estado Sucre. Dr. Ramón Martínez Abdenour-
Ciudadanos todos…
Para
mí, hablar en este acto, en presencia del campeón del pueblo venezolano, es un
privilegio, el más grande honor que se me ha podido conceder.
Toda mi vida la he dedicado al estudio
de la historia de mi pueblo, de sus habitantes, y he recibido en pago muchos
honores, algunos merecidos y otros por simple afinidad. Durante más de 30 años
he sido miembro de la
Sociedad Bolivariana de Venezuela, he sido presidente del
Centro Correspondiente del Estado Sucre y Primero y Segundo Vicepresidente en la Nacional. Soy
miembro correspondiente de las academias de Ciencias Políticas y Sociales y de la Academia de la Historia , y he recibido
las más honrosas condecoraciones a que puede aspirar un venezolano, entre ellas
La Orden del
Libertador en grado de Comendador; sin embargo, este acto es para mi espíritu,
más que un privilegio una bendición. Muchas gracias Dr. Ramón Martínez, por
este gesto tan suyo para este humilde servidor.
Mucho he
hablado y trabajado para divulgar el pensamiento y la acción del Padre de la Patria y de su más
apasionado subalterno, el General en Jefe Antonio José de Sucre, Gran Mariscal
de Ayacucho.
Hablar de Sucre parece tarea fácil,
pero son tantos los oradores que se inspiran en él, que resulta difícil escoger
las palabras y los temas para abordarlo. Es indudable que, del acto vivencial
del Mariscal, surgen hechos, mitos y leyendas que nos convocan para
convertirlos en temas de interés. Precisamente acabo de culminar un estudio que
he titulado SUCRE MITO Y SANTIDAD, en el que recojo buena parte de la
literatura escrita sobre el Mariscal, y que he traído esta tarde para
entregarla al Dr. Ramón Martínez, por si acaso considera conveniente su
publicación; y otro ejemplar para el comandante Hugo Rafael Chávez Frías,
nuestro Presidente. En este libro recojo
lo que se sabe de la formación del portentoso guerrero. Es una biografía que
abarca desde el nacimiento hasta 1820, pero solo hasta la fecha del Tratado de
Regularización de la guerra. Su etapa venezolana.
En esos años Sucre sobresale en hechos
y anécdotas que lo enaltecen y lo elevan espiritualmente sobre sus compañeros
de armas tanto como para crear el mito de la Santidad : amor en
abundancia, sabiduría manifiesta, valor a toda prueba, desprendimiento, idea certera de la justicia en todos sus
actos, infinita capacidad de perdonar cuando se le injuria, agradecimiento
memorioso, conducta impecable, honor emblemático, humildad en ejercicio del
poder, ponderación, clemencia, bondad, magnanimidad, todos esos tesoros de la
virtud se unen en un solo espíritu forjado como se forja la santidad.
Para 1817, a los 22 años, siendo
Sucre jefe del estado mayor de la división del General Bermúdez domiciliada en
Cumanacoa, ya los poetas notaban las cualidades sobresalientes del guerrero
inmortal, y le cataban los trovadores anónimos en premonitorias décimas:
“De vuestra dulce afluencia
He llegado a conocer
El buen fin que ha de tener
Nuestra reñida pendencia
En un equilibro son:
Que, de amable discreción,
Llaneza, afabilidad,
Se duda en vos, con verdad
Cual es mayor perfección”.
Se adelantaban
los poetas, como siempre, al destino del héroe.
Sucre fue un soldado todo corazón. Su
sabiduría superaba todo cuanto podían aspirar de él sus superiores jerárquicos,
y andando el tiempo los fue superando a todos menos a Bolívar, porque como dice
Don Laureano Villanueva: “Bolívar no cabe en los moldes de la humanidad. Los
demás hombres pueden ser juzgados y comparados entre si; desde Sucre hasta
Washington, desde Miranda hasta San Martín, desde Santander hasta Páez; El no;
él es único, incomparable, magnífico de fuerza sobrenatural por encima de los
hombres y de la historia, como los astros por encima de todas las cumbres de la
tierra y por encima de todas las nubes del espacio. Bolívar ocupa un reino
aparte entre los hombres y Dios”.
En fin, después de luchas increíbles e
infatigables, de sacrificios y duelos, todo lo que rebozaba el corazón de
Sucre, se concretó en el Tratado de Regularización de la Guerra , del cual dijo el
mismo Bolívar: “La benignidad, la clemencia, el genio de la beneficencia lo
dictaron. El será eterno como el más bello monumento a la piedad aplicada a la
guerra; él será eterno como el nombre del vencedor de Ayacucho”.
Esos preceptos
que conforman el Tratado, forman parte de su propia filosofía, los aplica en
todos los actos y acciones, tanto políticas como particulares, de su vida.
Veamos dos casos que se nos vienen a la mente:
Cuando el
insensato Valentín Morales Matos, trata de asesinarlo en Chuquisaca el 17 de
setiembre de 1826, y fue condenado a muerte, Sucre le perdona la vida, le conmuta
la pena por el destierro a petición de la inconsolable madre del magnicida, y
le suministra 200 pesos de su propio peculio, y lo hace en forma tan discreta,
como quien no quiere ofender el orgullo de su enemigo.
Esa misma
filosofía la podemos detectar en el Tratado de Girón. Sucre, por todos los
medios persuasivos trató de impedir la guerra entre Perú y La Gran Colombia , sin embargo,
se ve obligado a defenderla contra nuestros hermanos peruanos. Con 4000
soldados veteranos de Ayacucho, derrota en el Portete de Tarquí, a las fuerzas
peruanas de 8000 hombres bajo las banderas del General Lamar y el General
Gamarra, que invadieron a la
Gran Colombia y se apoderaron de la provincia de Guayaquil.
Sucre después de la victoria no toma represalias contra los vencidos, más bien
les ofrece las mismas condiciones que venían discutiéndose antes de la guerra,
y asienta su doctrina: “La justicia de Colombia es la misma antes y después de
la victoria” y “En las contiendas entre hermanos la victoria no da derechos”.
Así es el
Mariscal Cumanés, faro de luz que nos ilumina para la eternidad.
Hoy El Genio de
la Beneficencia ,
como lo proclamó Bolívar, está presente en todos los tratados humanitarios
entre las gentes y las naciones.
En relación con
los tratados de paz, firmados entre España y la República de Venezuela,
auspiciados por el Libertador, dice Rafael Ramón Castellanos, en su obra “La Dimensión Internacional
del Gran Mariscal de Ayacucho”: El meollo, la filosofía de los tratados de paz,
suspensión de hostilidades, armisticio y coexistencia pacífica, parten todos,
de la docencia del Mariscal de Ayacucho.
Y agrega
textualmente Castellanos: “Remonta la historia hasta asociarse a nuevas
disposiciones estampadas sobre la realidad americana desde los Tratados de
Armisticio y Regularización de la
Guerra de Trujillo, 1820; de las misiones de entendimiento en
Guayaquil y Lima, 1821 y 1823; de las capitulaciones de Pichincha y Ayacucho,
1822 y 1824, y de la
Coordinación sublime para lograr el reconocimiento de la República de Bolivia por
los estados vecinos y otras repúblicas del Continente”. Fin de la cita.
La doctrina implementada entonces por el Mariscal de Ayacucho, ha sido
acogida con entusiasmo por distintos organismos internacionales, y
especialmente por las naciones del Continente Americano.
Ejemplo de ello
lo tenemos en la Carta
de la Organización
de Estados Americanos OEA, que, en su primera parte, Capitulo II, Subtitulo
“Propósitos” artículo 5°, recoge en lo esencial el pensamiento de Sucre, ya que
nace del principio proclamado por
Sucre: “La victoria no da derechos”, la Carta de la OEA lo ensancha y privilegia, y por eso en el
párrafo “E” de la Carta ,
dice “Los estados americanos condenan la guerra de agresión: La victoria no da
derechos. Copia textualmente a Sucre. Pero además en todos los siguientes
capítulos, la norma se desarrolla y permanece activa en el pensamiento de los legisladores
y en su filosofía.
Esta doctrina
fue recogida en la
Novena Conferencia Interamericana de Bogotá en 1948, de cuyo
seno salió la OEA
y el Pacto de Bogotá, para las soluciones pacíficas de los problemas entre
nuestras naciones.
También se
aplicó la doctrina Sucre en la primera conferencia de La Haya , del 29 de julio de 1899
para resolver los conflictos internacionales. Y sirvió de fundamento filosófico
y ético para el Convenio sobre Prisioneros de Guerra, suscrito en la Conferencia de la Cruz Roja Internacional
en Ginebra el 27 de julio de 1929.
El conflicto
armado entre Colombia y Perú sirvió para consolidar la doctrina Sucre, cuando
trató de evitar la guerra fratricida de 1829, y después para conducir el camino
de la paz. Todos los intentos amistosos fracasaron, resultaron vanos ante la
actitud provocadora de los generales peruanos, sobre todo de los generales
Lamar y Gamarra, envalentonados por la ocupación del territorio colombiano, en
la provincia de Guayaquil y el respaldo de un ejército de 8000 hombres bien
pertrechados. Sucre los derrota en el Portete de Tarquí con solo 4000 soldados
veteranos de Ayacucho, en batalla brutal, aunque aleccionadora. Sucre ofreció
entonces a Lamar, una rendición honorable, en los mismos términos con que había
procurado evitar la guerra y con la idea de salvar el honor del Perú.
Del Acta de
rendición nace buena parte de la doctrina acogida por el derecho internacional,
y es ya un postulado de la humanidad: “La victoria no genera derechos para el
vencedor, pero tampoco para el vencido”.
El 28 de febrero de 1829 se firmó el
Tratado de Girón, que restableció la paz entre La Gran Colombia y el
Perú. Entonces Sucre dijo: “Cuando el
General Lamar pidió conocer las condiciones de rendición sobre los cuales Colombia
consentiría en la paz, juzgué indecoroso humillar al Perú después de una
derrota, con mayores imposiciones que las pedidas por ellos, cuando el
adversario tenía el ejército doble en número que el nuestro”.
La esencia del
pensamiento de Sucre, el insigne cumanés, es faro de luz permanente para este
pueblo y el mundo. Para él fue filosofía de vida y para nosotros un libro abierto
donde formarnos dentro del pacto gregario de la sociedad y entre nuestras
naciones.
Para terminar
estas palabras traigo una cita del Dr. Domingo Badaracco Bermúdez: “Lo que más
admiro de Sucre, es aquella armonía perfecta de sus facultades, aquella lealtad
caballeresca, aquella serenidad de juicios que ni en el pánico de las derrotas,
ni en la embriaguez de la gloria de los grandes triunfos, ni en los altos
senados que le tocó presidir lo abandonaron jamás. Si no tenía el don profético
del genio, concedido solo al Libertador, en cambio penetraba fácilmente en el
campo tenebroso de la realidad, hecho infranqueable por las ambiciones en
lucha; y con su valor extraordinario, el profundo conocimiento de su arte, y
aquella piedad suya que “no parecía humana”, sabía sobreponerse a los sucesos y
arrancar la victoria de los brazos mismos de la anarquía o el crimen”.
Y ahora entraremos en la
trama de la construcción, destrucción y nueva creación del Museo “Antonio José
de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho y Redentor de los Hijos del Sol”.
DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA DEL
MUSEO SUCRE DE CUMANA.
Causa y motivo de la construcción del Museo “SUCRE”
En 1923 valiosos miembros de la sociedad cumanesa
constituyeron La Sociedad Patriótica Ayacucho, para coadyuvar con el gobierno
del Estado en la conmemoración del Centenario de la batalla de Ayacucho; para
una mejor comprensión de este hecho histórico, transcribimos el Acta
Constitutiva de esa entidad jurídica:
“En la ciudad de Cumaná, capital del Estado Sucre,
previa la invitación hecha por el Dr. Delfín Ponce Córdova a los distinguidos
gremios de esta población, con el propósito de cambiar ideas, para la formación
de una sociedad patriótica que se encargaría de la celebración del primer centenario
de la gloriosa batalla de Ayacucho, reuniéronse en los salones del “Club
Alianza” gran número de invitados.
El Dr. Ponce Córdova, en patrióticas y elocuentes
frases expuso el motivo de la convocatoria y excitó a los concurrentes a
constituirse en asamblea, para celebrar solemne y dignamente el centenario de
la gloriosa lid, tan brillantemente dirigida por el egregio paladín, Gran
Mariscal Antonio José de Sucre, quien, con táctica admirable, y a raíz del
triunfo celebra la capitulación más noble y más gallarda que presenta la
historia militar de las naciones.
Fue concedido el derecho de palabra, y el señor Don
Emilio Berrizbeitia propuso, que se nombrara un gran Comité Directivo que se
encargase de los trabajos objeto de la
sociedad, resultando electos por unanimidad los señores siguientes: Presidente Dr. Delfín Ponce Córdova; Primer
Vicepresidente, Dr. E. L. Silva Díaz; Segundo Vicepresidente, Don Emilio
Berrizbeitia; Secretario General, Dr. Domingo Badaracco Bermúdez; Sub Secretarios
de Correspondencia: Dr. J. V. Rodríguez Valdivieso, Humberto Guevara, Alberto
Sanabria, Paco Damas Blanco, y Octavio Rafael Neri; Secretario de Actas, Dr. F.
Madriz Otero; Sub Secretario de Actas,
General F. Reyes Gordón; Tesorero, Don Manuel Fuentes; Sub
Tesorero, Enrique S. Berrizbeitia;
Vocales: Dr. José Silverio González Varela;
Gral. Rafael Velásquez, Gral. Simón Núñez Ortiz, Dr. B. Milá de La Roca
H., Dr. José Rafael Rojas, Dr. Miguel Aristeguieta Sucre, Andrés A. Bruzual,
Dr. J. M. Urosa Ortiz, Dr. Luis Ramos Sucre, y Archivero, don Pedro Elías
Marcano.
Se procedió a darle nombre a la asociación quedando
aprobado el de “SOCIEDAD PATRIOTICA AYACUCHO”.
El Dr. Rodríguez Valdivieso propuso que se
nombraran presidentes honorarios de la Sociedad, a los Jefes de Estado de las
Naciones Bolivarianas; y para miembros
honorarios a los Presidentes de los Estados de la Unión Venezolana, y a las
personas que por sus méritos y por sus sentimientos patrióticos merezcan tal
distinción. Fue aprobada y aplaudida calurosamente
Constituida como quedó esta entidad jurídica, Marco
Tulio Badaracco Bermúdez, propuso a su Presidente, el Dr. Delfín Ponce Córdova,
la construcción de un monumento o museo en el cual se guardarán dignamente los
recuerdos y reliquias del Gran Mariscal de Ayacucho, veamos las cartas cruzadas
entre ellos, publicadas además en su bisemanario No. 13, “El Disco”, de Cumaná.
“Cumaná
9 de enero de 1923.
Señor
doctor Delfín Ponce Córdova, Presidente de la “Sociedad Patriótica Ayacucho”.
Presente.
Estimado
Doctor y amigo:
Muchas
son las sociedades que desde el año 30, separada que estuvo Venezuela de la
Gran Colombia, se han constituido en Cumaná para glorificar al preclaro Antonio
José de Sucre, su más esclarecido hijo, y hasta el presente, que yo sepa al
menos, todo se redujo a juegos de pirotecnia y discursos épicos, seguramente de
la misma materia inflamable. Parece que
ni se hubiera pensado jamás siquiera en realizar una obra ornamental y útil, un monumento que determinara un
esfuerzo meritorio y pregonara a la posteridad la admiración cierta de los
glorificantes hacia el nobilísimo cumanés.
Con
gusto hemos publicado en el DISCO el acta de instalación de la “Sociedad
Patriótica Ayacucho”, que Ud. dignamente preside, y las columnas de este
bisemanario estarán siempre a la orden de Ud. para insertar lo que tuviere a
bien enviarnos con tal objeto.
No
alcanzo a comprender fijamente cual es el propósito concreto que esta... esa Sociedad, para la solemnización de
Ayacucho, aquí en la ciudad cuna afortunada del Héroe de esa acción gloriosa;
porque en donde toda idea loable encuentra opositores, hay que desconfiar
siempre del triunfo del bello ideal que alguno alimente. Pero dado los
elementos honorables que integran la Sociedad, el entusiasmo que su instalación
ha producido en el público y el claro criterio que tan señalados admiradores de
Sucre, es de confiar en que sumando los esfuerzos y seleccionando proyectos, se
llegará a definir algo digno de estos tiempos de brillantes tributos a la
memoria excelsa de los grandes.
Ud.
particularmente me habló del hermoso intento que acaricia de erigir uno como
templo, en sitio aparente de esta ciudad, para depositar allí muchas de las
reliquias veneradas que andan dispersas, pertenecientes al Gran Mariscal o que
a él se refieran, y a la vez erigir dentro de ese templo una escultura que,
como el mármol de Tenerani a Bolívar, dé también a Sucre la austera y
nobilísima fisonomía de los semidioses. Esta elevada intención de Ud. debería
recibir el cálido sustento y la jubilosa acogida que bien merece de los 25 o 30
mil cumaneses diseminados en el territorio nacional, a fin de que con el
pequeño y espontáneo óbolo de cada uno de ellos reunamos la suma necesaria para
realizar la obra.
Yo me
atrevería a insinuarle a Ud., por si quisieses aceptarla como buena y llevarla
a alcanzar la aprobación de la “Sociedad
Patriótica Ayacucho”, solicitar una contribución de las cinco repúblicas
bolivarianas a las que en mucho contribuyó
a emancipar el brazo taumaturgo
de Sucre, contando con que no negarían ellas el pequeño óbolo que se le demande como tributo de aprecio y
gratitud a la ciudad tan profundamente amada del pundonoroso caballero de la espada, que en blanca página hidalga
firmó la definitiva emancipación
americana, a la tierra lejana y procera
que infantó a tan gallardo
libertador.
Y, como
siempre es desagradable, así fuere para la obra más benéfica, dar una
contribución directa, para recabar ésta que abría de exigir Cumaná, propondría
yo que se reprodujera exactamente en igual forma, peso y materiales, la pluma
de oro que la ciudad de Cochabamba regaló a Sucre para que escribiera las
glorias de Ayacucho, y que el héroe regaló a la Municipalidad de Cumaná en
donde se encuentra. Esa reproducción se rifaría a un bolívar la acción en las cinco
repúblicas antes dichas, y para que todo aquel que adquiriera un número
obtuviese un recuerdo valioso a la vez que una credencial de haber contribuido
a la universal manifestación de gratitud rendida de Ayacucho
El
billete debería llevar en el anverso el retrato de Sucre con la fecha de este
primer centenario datada en Cumaná, y en reverso la proclama de Ayacucho o bien
la carta de Sucre a la ilustre municipalidad de Cumaná, al enviarle la pluma.
Opino que podría así recolectarse una suma bastante considerable para celebrar
con dignidad el centenario de la batalla de Ayacucho en la ciudad cuna del Gran
Mariscal, porque podría realizarse en un todo, y con la debida suntuosidad la
obra proyectada por Ud. y a la vez hacer algunos trabajos ornamentales y de
urgentísima necesidad para nuestra ciudad natal.
Con las
veras de mi consideración más distinguida, soy de Ud. Atento y seguro amigo. Marco Tulio Badaracco
Bermúdez”.
En el mismo número se publica la respuesta del Dr.
Ponce Córdova.
“Cumaná 25 de febrero de
1923.
Señor Marco Tulio
Badaracco. Presente.
Distinguido amigo y
compañero:
Bastante placer me ha
proporcionado la lectura de su hermosa carta del 8 del mes próximo pasado, ya
porque veo en Ud. al buen compañero, siempre dispuesto a prestarnos su eficaz colaboración
en la empresa que hemos acometido de celebrar honrosa y brillantemente el
Centenario de la Batalla de Ayacucho el año de 1924, ya porque simpatiza
Ud. con la idea que le comunique personalmente,
de arbitrar recursos y elementos para levantar uno como templo donde depositar
tanta reliquia venerada, perteneciente al Gran mariscal Antonio José de Sucre o
que a él se refiera, y erig9irle dentro de ese templo una escultura, como la de
Tenerani al Libertador.
Las reflexiones que Ud.
hace acerca de no haber propendido hasta ahora nuestras sociedades patrióticas
a hacer algo que perpetuara el recuerdo del más ilustre hijo de Cumaná en su
ciudad nativa, han obedecido, sin duda, a la manera de pensar y proceder de las
distintas épocas que han corrido del año 30 para acá. Nuestras sociedades
patrióticas y religiosas tendían solo a acopiar medios para celebrar un determinado
día del año una fiesta rumbosa, pasada la cual se volvía a emprender de nuevo
el mismo trabajo para idéntico fin el año siguiente; pero de esos actos apenas
ha quedado una reseña, uno que otro discurso y algunas poesías, casi todas
mediocres. Ninguna idea original brotó de ese concurso de voluntades, y
corrieron los años sin adelantar un punto en el propósito de honrar
merecidamente a Sucre, exhibiendo tanto la faz guerrera del prócer como su
bella talla moral, digna de la más alta epopeya.
Mucho han hecho sin duda
los gobiernos Nacional y del Estado, en
honor del “más digno General de Colombia”, la estatua del insigne Mariscal es monumento que adorna la principal de nuestras plazas públicas: otra plaza la de “Pichincha”
creado en honor de Sucre, lleva un busto de él, y otro busto y retrato
suyos existen en el Salón Municipal,
junto con la fe de bautismo, fotografiada e los libros de la Iglesia de Santa
Inés: retrato magnífico del héroe decora el Salón de Recepciones del Ejecutivo
del Estado ; en el sitio más probable en que nació el gran cumanés, se destaca, en hermosa
columna, la inscripción que recuerda al pasajero, como fue esta ciudad la cuna
afortunada del Héroe y como debemos rendirles a ambos el homenaje de nuestro amor y gratitud: la correspondencia militar y política del
Gran Mariscal fue publicada por el Gobierno Nacional en días cercanos al
Centenario del Libertador, y ahora la reimprime
una notable casa editorial de
Madrid; la segunda de nuestras calles se denomina Sucre, y así también nuestro
hermoso puerto, el Estado y el Distrito Capital; igual título cabe a la principal de nuestras escuelas
concentradas; y hasta un cercano y
popular barrio de Cumaná lleva el nombre
de una de las ciudades que
mostraron marcada predilección por nuestro ilustre coterráneo: Cochabamba.
Todos estos tributos, hijos de la más viva gratitud, traen a la memoria el
nombre y la obra del vencedor en Pichincha.
Pero el templo que urge
levantemos a Sucre vendría a acercarlo más a nuestros días de seguro análisis;
vendría como a actualizar el pasado; porque enriquecido ese edificio con recuerdos perínclitos que digan a las
generaciones cómo fue pura y abnegada aquella víctima ilustre; es seguro que
cuantos individuos y corporaciones
posean alguna joya, carta o cualquier dato de esas brillantes épocas extintas, gustosamente los traerían a
ese templo o Museo para ser allí
expuestos a la veneración de todos.
Siempre sentiríamos como un regocijo de familia al colocar dentro de ese santuario
de la Patria alguna prenda de Sucre el inmortal.
Esta sería la obra
nuestra: honrar de la más digna y elocuente manera al egregio Adalid y
Estadista, exhibiéndola hombre , que si culminó en cien campos de batalla con la prestancia y el arrojo de los más notables capitanes, se creó en
torno suyo, por sus eximias virtudes y exquisito tacto político y social, tal atmósfera de
entusiasmo, veneración y gratitud, que se ha hecho merecedor (y es justicia que nadie le disputa), de que
el ilustre cantor de la Zona Tórrida, lo consagrara en frase lapidaria “ la gloria más pura de Hispano
América”
Tarde he venido a
contestar su atenta carta, pero como le había manifestado personalmente que los
particulares de ella habían sido muy bien acogidos por los Miembros el Comité
Central, esperaba sorprender a Ud., con los datos que le envío y que recogí
últimamente en Caracas acompañado en todas estas diligencias por nuestro buen
amigo y compañero Emilio Berrizbeitia. Estos datos se publicarán para conocimiento
del público, junto con esta carta en el “El Disco” el popular periódico que el
Dr. Rodríguez Valdivieso y usted, sus distinguidos redactores, han puesto con
la mayor galantería a la disposición de este Comité Central. Los datos en
referencia son estos.
LA PLUMA.
El trabajo de la
reproducción de la Pluma ha sido confiado en Caracas al inteligente orfebre
señor Rómulo Maduro, decidido admirador de Sucre. La reproducción de la Pluma
se hará en oro de 21 kilates, igual al modelo, que existe en la Municipalidad
de Cumaná, y que fue regalada por el Gran mariscal de Ayacucho. Esta joya irá colocada en estuche muy rico,
tallado en oro de iguales kilates, llevará el escudo del Estado Sucre, y los esquineros
serán también tallados en oro. En la
parte interior de la tapa cubriéndola en toda su extensión llevará la Bandera Nacional
con la inscripción siguiente: Facsímil de la Pluma, en oro y perlas, con que el
Colegio de Cochabamba obsequió al General Antonio José de Sucre, después del
triunfo de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824.
En el fondo de este
estuche, se destaca la Pluma, de oro y perlas, y habrá otra inscripción en oro,
que dirá: Contribución a la celebración del Centenario de la Batalla de
Ayacucho, en Cumaná el 9 de diciembre de 1924.
EL BILLETE.
El Billete para la rifa
tendrá las dimensiones siguientes: quince por ocho centímetros.
En el anverso, y hacia su
extremo derecho llevará en tono dorado un fotograbado de la Pluma. En el
extremo izquierdo de la misma faz la efigie en busto con traje militar, del
Gran Mariscal de Ayacucho. En el centro irá el facsímil de la carta con que
Sucre envió la valiosa joya a la Municipalidad de Cumaná el año de 1826.
En el reverso, en el
extremo superior derecho, en facsímil también, irá el escudo del Estado Sucre,
en dorado. En el centro la inscripción siguiente: Contribución a la celebración
del Centenario de la Batalla de Ayacucho, en Cumaná”.
Hacia la parte inferior
tendrá estampadas la serie, número y valor del Billete. Este trabajo de
esmerado gusto artístico está encomendado a la importante “Litografía del
Comercio” del señor don Pius Schlageter, fervoroso americanista y admirador de
Sucre. Nos ha asegurado Schlageter a Berrizbeitia y a mí que el trabajo, por su
mérito artístico será como una obra de arte equivalente a su valor, y que muy
bien podrá guardarse como un recuerdo del Centenario. En todas estas gestiones
me ha acompañado como antes digo, el Vicepresidente del Gran Comité Directivo
de la Sociedad Patriótica Ayacucho, Don Emilio Berrizbeitia, quien continúa en
la Capital, activando la conclusión del trabajo mencionado.
Sírvase aceptar nuestras
más cordiales felicitaciones por su idea original y bella, que hemos acogido
con el mayor contento todos los miembros de esta sociedad Patriótica.
Soy su amigo y compañero afectísimo.
D. Ponce Córdova”.
Discurso del Dr. Domingo Badaracco Bermúdez al
colocarse la primera piedra de la construcción del Monumento, el 9 de diciembre
de 1924
En el mismo
Número 43, de “SUCRE”, se publica el discurso del Dr. DOMINGO BADARACCO
BERMUDEZ, en el acto de inauguración de una parte terminada del monumento al
Gran Mariscal de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1924, en Cumaná. Veamos:
Señores:
La Sociedad
Patriótica Ayacucho, en nombre de la cual me cabe la honra de dirigiros la
palabra, dispuso en solemne acuerdo
construir este monumento, donde guardar las reliq1uias históricas del
Gran Mariscal Antonio José de Sucre o que a él se refieran; y consecuente con
tal propósito dio principio a la obra, bien en el convencimiento, por lo breve
del tiempo de n o poder llevarla a término para este día aniversario de aquel
otro en que el hijo más ilustre de Cumaná, al frente del Ejército Libertador,
selló la emancipación del Continente, en la más trascendental función de armas
que se haya librado en él.
Cumple hoy en parte sus miras la
SOCIEDAD PATRIOTICA, al exhibir, como número selecto de las fiestas del
Centenario la porción de trabajo realizada; y se promete para dentro de poco la
inauguración definitiva de la obra, tal como ésta ha sido ideada por el feliz
ingenio de artistas nacionales.
Frente al mar antillano sobre cuyas
olas rodó un día, náufrago, nuestro héroe epónimo, cuando cruzado de la
Libertad se encaminaba doliente al predio nativo, cercano a la histórica
fortaleza de San Antonio cuyo muros encierran tantas leyendas de redención y de
martirio; arrancado del propio sitio en donde otro gran oriental, épico adalid
de la independencia, campeón de alto relieve en los fasos del heroísmo, terminó
su gloriosa vida y en serena contemplación al infinito, se alzará en breve, a
manera de atalaya, la artística pirámide, que dirá a los postreros como esa
flor de epopeya que se llamó Sucre, cuyo nombre llena en estos momentos el
ámbito inmenso de la América Hispana, ya
tiene, en el suelo que arrullo su cuna , el monumento que la veneración y el
cariño del ilustre pueblo cumanés ha consagrado a sus hechos inmortales.
Plumas dotas han relatado en páginas de
arte, de verdad y de justicia, la vida militar y política de aquel primado de la gloria, que sin más émulo que el
Libertador, ni otro escudo que la bandera de la Patria, realizó con las
invictas falanges colombianas esa carrera de prodigios que, como recio huracán
de gloria, se fue de triunfo en triunfo por las enhiestas cumbres de los Andes
hasta el Potosí lejano, llevando en su mente de guerrero al igual del Padre de
Colombia, no el ideal restricto de la liberación de unos pocos pueblos, sino la
visión radiante de la América grande y una, faz a faz de esa otra América,
formidable modelo de Libertad y fuerza.
Pensadores profundos han elogiado su
capacidad maravillosa de estadista, creador de pueblos y el mayor colaborador
de Bolívar en esta obra de genio. Militares de escuela han estudiado sus planos
de batalla, llevados al papel en horas turbulentas, en plena campaña. Artistas
soberanos han fijado en el lienzo, en el mármol y en el bronce esa fisonomía
austera que parece como animada por un espíritu doliente. Inspirados portaliras
han descrito en estrofas que son flores de antología, poéticos gestos de su
vida galante, escenas triunfantes de su vida de guerrero, o el lúgubre momento
de su caída fatal. Su correspondencia, sus proclamas de guerra, sus mensajes,
todo ha sido examinado a la luz de un nuevo criterio histórico, el cual va
directamente al fondo de los hechos, para extraer de él en toda su pureza la
verdad y dejar sin valor alguno los prejuicios y las leyendas… Y volviendo, y
revolviendo al héroe como un fino diamante de impecables contornos, cada lado
del Mariscal egregio emite brillo firme y sereno, que denuncia en su estructura
la unidad real más perfecta.
Analizando esa vida, que el plomo de
Berruecos tronchó en flor, no es seguramente el heroísmo del gran cumanés lo
que más nos arrebata, como no lo son tampoco su pericia indiscutida ni su
sabiduría en el consejo: muchos de sus compañeros de armas poseían en grado
eminente algunos de tan valiosos atributos. Lo que arroba el ánimo en la
contemplación de esa vida, es armonía perfecta de facultades, aquella lealtad
caballeresca, aquella serenidad de juicio que ni en el pánico de las derrotas
ni en la embriaguez de la gloria de los grades triunfos, ni en los altos
Senados que le tocó presidir lo abandonaron jamás. Si no tenía el don profético
del genio, concedido solo al Libertador, en cambio penetraba fácilmente en el
campo tenebroso de la realidad, hecho infranqueable por las ambiciones en
lucha; y con su valor extraordinario el profundo conocimiento de su arte, y
aquella piedad suya, que “no parecía humana”, sabia sobreponerse a los sucesos
y arrancar la victoria de los brazos mismos de la anarquía o el crimen.
Su modestia sin igual, que no era en él
flor de estudio sino prensa ingénita, como lo fue también su delicadeza,
aquella delicadeza de Sucre que tanto impacientaba al Libertador , lo llevó en más de una ocasión a
conceptuarse insuficiente para asumir la dirección de alguna vasta empresa
militar; pero la disciplina, el amor a la Patria, su fe completa en el genio de
Bolívar y en el entusiasmo y valor de los soldados de Colombia, le imponían
como mandamiento categórico aceptar el mando y triunfar ¡Y Siempre
triunfaba! “Él hombre de la fortuna en
la guerra”, fue llamado en sus días.
Si para penetrar mejor a ese hombre
ilustre “Conjunto de hombres” como de Alcibíades dijo Platón, pasáramos a
considerarlo en la triple faz con que se yergue su figura en la historia de la
revolución, veríamos que Sucre guerrero se equipara en grandeza con Sucre
diplomático y Sucre Magistrado. De un valor legendario son testimonio las
difíciles circunstancias que tuvo que vencer en los principios de su carrera,
junto con lo héroes orientales que, al mando de Mariño, formaron la expedición
del año trece. Y en ese grupo, digno de eterna fama, “Sucre siempre se
distinguía por su infatigable actividad, por su inteligencia y por su valor”.
En los célebres campos de Maturín y
Cumaná se encontraba de ordinario al lado de los más audaces, rompiendo las
filas enemigas, destrozando ejércitos contrarios con tres a o cuatro compañías
de voluntarios que componían todas nuestras fuerzas” Son palabras del
Libertador. ¿A quién que conozca la historia patria puede sorprender el
imponderable arrojo personal de Sucre cuando la insurrección de Chuquisaca?
Sobre su tumba bien pudiera gravarse
parafraseando para encuadrarlo en campo americano, el epitafio que para sí
compuso el mayor trágico de la eterna Grecia: “Aquí esta Sucre. Los lúgubres
llanos de La Puerta, Aragua y Urica, las triunfales alturas de Riobamba, Pichincha
y Ayacucho, y el español altivo de indómito coraje, dirán si fue valiente.
¡Ellos lo vieron!
Pero, aun así, la inscripción quedaría
incompleta, porque ese carácter alcanzó para la causa de la Patria tantas
victorias con la bondad y la clemencia como con su espada libertadora.
Diplomático su nombre fulgura al pie de tratados que son prendas del decoro
humano y que en aquellos días difíciles contribuyeron eficazmente a detener las
hondas calamidades engendradas por la guerra.
Su actuación en Bolivia al frente del
poder fue la tarea de u8n cíclope. Débil medio para hacerse respetar daba la
Constitución bolivariana al Ejecutivo, como lo confiesa el mismo Sucre, y eso
en medio en que ambiciones y rivalidades vivían en perpetuo acecho. Admirable es
ver, sin embargo, como pudo el Gran Mariscal llevar el orden a todos los ramos
de la administración y de “aquella porción de hombres divididos entre asesinos
y víctimas, entre esclavos y tiranos, devorados por los enconos y sedientos de
venganza, forma un gran pueblo con leyes propias y señalar su gobierno por la
clemencia, la tolerancia y la bondad”.
Tan bien conocía Bolívar la férrea
contextura de ese carácter y su absoluta consagración a la causa de la
Independencia que, en plena guerra civil, antes de Tarquí, le escribe aquellas
palabras “Todos mis poderes, buenos y malos, los delego en Ud. Haga Ud. la
guerra, haga Ud. la Paz; salve o pierda el Sur. Ud. es el árbitro de sus
destinos y en Ud. he confiado todas mis esperanzas”.
Culminó su desprendimiento del mando en
el Congreso Admirable, donde hizo esfuerzos supremos para sostener la unidad
colombiana, ensueño heroico del Libertador, fracasado ya de hecho por la fuerza
de la opinión separatista en las tres repúblicas y para el cual Senado formuló
Sucre su célebre propuesta, que era como un llamamiento a las fuerzas pensantes
de los pueblos recién libertados para que se encaminaran por vías civiles a
regir sus destinos soberanos. Utopía para entonces, pero que de todos modos
revela un criterio amplio y un valor cívico a toda prueba.
Gran ciudadano del mundo, brillante
caballero de la democracia, a lo largo de esa vida se agita un afán constante
de orden, de cultura, de cordialidad, fuerzas estas que después de Ayacucho toman en Sucre toda
la persistencia de una obsesión “Más
patriota que ambicioso”, como le escribe a Flores, pensando siempre en Quito y
Cumaná, en la familia y los amigos lejanos, quiere retirarse de la escena
pública a llevar vida modesta de filósofo, y no emplear más su espada sino
cuando haya algún peligro de invasión exterior. Pero era vacilante la vida de
los pueblos recién venidos a la libertad, y muy alta la talla de aquel
guerrero, para imaginar siquiera que pudiera desprenderse del ejercito a
sembrar coles, como Diocleciano, en el rincón de un huerto, o a lamentarse
desde lejos del bien perdido como una doliente figura del Romancero. Hijo de la
guerra debía morir combatiendo, y cayó al fin, en miserable emboscada, el
patricio benemérito en toda la plenitud de su grandeza. ¡Afortunado fue en su
muerte! Ese astro de primera magnitud en el cielo de América, no llegó a
conocer la soledad glacial del ocaso; no presenció la ruina de Colombia ni
sufrió las mordeduras. Llenas de hiel y cieno, que aceleraron el fin del Padre
de la Patria. Afortunado fue en su muerte, pues como ya se ha dicho, y lo
comprueban los anales del mundo, sobrevivir a su gloria es la mayor desgracia
de un hombre ilustre.
Hoy
las cinco repúblicas que tanto contribuyó a libertar, y con ellas las demás
naciones de Hispano América, unidas como en sus grades días nacionales, y
protegidas por la ideal bandera de aquella como República continental que
concibió Bolívar, celebran con el más intenso júbilo la gloria del 9 de diciembre,
y la del capitán egregio, vencedor en esa jornada. Unidas como en sus grades
días nacionales, tienden los brazos a la ciudad procera, ilustre entre las
ilustres del Continente, la que recibió en su seno los primeros gérmenes de
aquella civilización mediterránea traída por los iberos y que, siglos más tarde
había de dar al Nuevo Mundo el varón privilegiado que afianzó su libertad en
Ayacucho. En fantástica teoría parécenos ver a esas naciones acercarse a este
monumento y bendecir el nombre de Sucre y así mismo nos parece que llegaran
hasta nosotros en las ondas del aire como un eco lejano de aquellos días de
gloria, las palabras proféticas del Padre de la Patria “La generación venidera
esperan la victoria de Ayacucho para bendecir y contemplarla sentada en el
trono de la libertad, dictando a los americanos el ejercicio de sus derechos y
el sagrado imperio de la naturaleza”.
Esta fiesta,
Señores, elevado exponente de patriotismo y cultura, no volverá para nosotros;
pero la magnificencia de ella, los recuerdos que evoca, la gloria que exalta,
la idea que representa, todo lo que en la religión de la Patria constituye el
culto heroico de los pueblos vivirá en lo íntimo de nuestro ser, con la vida
perdurable que llevan en si los acontecimientos trascendentes. Y en tan solemne
momento rindamos a nuestro héroe epónimo el más vivo homenaje de gratitud:
recordemos siempre cumaneses, sea cual fuere el puesto que la ciega fortuna nos
asigne, alto o mediocre, desesperado o triunfal, recordemos siempre para
honrarnos imitándolo, que ese espíritu selecto, de méritos auténticos y
esclarecidas virtudes, no olvidó nunca ni aun en la cumbre del poder y de la
gloria, a su tierra cumanesa. A ella consagró en todas las etapas de su agitada
vida los recuerdos más acendrados, y para ella se quitó de las sienes y alejó
de su mano la corona y la pluma de oro y perlas con que el Perú, ya libre,
entre otros ricos presentes, exteriorizó su afecto al “redentor de los hijos
del sol”.
Y para que
nuestro homenaje sea digno coronamiento de esta apoteosis al valor, a la constancia
y al mérito, hagamos al Padre de Ayacucho la ofrenda más valiosa que puede
tributarle un pueblo ilustre: la de sostener y exaltar hasta lo heroico la
patria que quisieron para nosotros, y así nos la legaron nuestros padres
libertadores la Patria que quiso Sucre> libre, altiva y amable. La Patria
libre, tal como en símbolo viviente está representada en el caballo volador de
su escudo; la Patria altiva, como el samán de sus llanuras majestuosas; la
Patria amable como los fértiles oasis, llenos de pompa y de verdor que sonríen
al pie de sus abruptas cordilleras.
Señores:
honroso encargo que me ha encomendado la sociedad organizadora de esta fiesta,
y que cumplo con la mayor voluntad, es el de felicitar patrióticamente y dar
las más cumplidas gracias al Señor Presidente Constitucional del Estado,
General Juan Alberto Ramírez, por haber dispuesto en todo el territorio de su
mando, la celebración solemne de estas fiestas centenarias, y concedido a la
Sociedad, en el Programa Oficial, los números especiales que ella solicitó para
contribuir al esplendor de esta apoteosis. Al honrar a Sucre en esta fecha
clásica de la gloria americana, y en la propia cuna del héroe, ha conquistado
el General Ramírez título valioso al respeto y consideración de los cumaneses.
Hace extensiva la Sociedad Patriótica la expresión de su agradecimiento al
Señor Secretario General de Gobierno, Doctor Pedro Miguel Queremel, brillante
sostenedor de esta actualidad política; a la Ilustre Municipalidad del
Distrito, al Ilustrísimo Señor Obispo Dr. Sixto Sosa, y al respetable clero de
la Diócesis; a los señores Delegados del Gobierno Nacional y de los Estados de
la Unión, a la prensa; a los institutos de enseñanza; a las gentiles hijas de
Cumaná, conmovedor encanto de esta tierra soñadora, y en fin al pueblo cumanés
aquí presente, abnegado siempre y heroico como en los magnos días de la lucha
emancipadora; porque todos nos han estimulado en el propósito de formar con el
gobierno regional, en estos días de verdadero regocijo, una como larga fiesta
de familia, modesta y bella, como fue modesta y bella la vida para Sucre.
Y suben
respetuosamente los votos de gratitud de la Sociedad Patriótica hasta el señor
Presidente Constitucional de la República, Benemérito General Juan Vicente
Gómez; porque este gran ciudadano ha rendido en todo tiempo los más espontáneos
elogios al vencedor en Pichincha y honrado la gran memoria del héroe con ricas
obras de arte y utilidad pública diseminadas en el vasto territorio nacional.
Al amparo del fuerte gobierno del General Gómez, ha habido en el país como un
florecimiento de actividades debido a la paz sólida y al trabajo redentor, que
son las fuerzas de su fecunda administración. Esa paz prolongada como no
habíamos presenciado otra igual, al anular las antiguas banderías turbadoras
del respeto público ha creado la unión efectiva de la gran familia venezolana.
Y durante ese largo período de progreso y de orden, hemos visto realizarse
actos como el presente, que son notas triunfales de civismo, y orgullo de buena
ley para el fuerte conductor de la nueva Venezuela.
Señores todos.
En nombre de la
Sociedad Patriótica Ayacucho, gracias de nuevo. He terminado.
LA EJECUCIÓN DE LA OBRA Y SU DESTRUCCIÓN.
En esta
investigación no encontré ningún documento por el cual se haya contratado al
famoso maestro de obras, Don Dionisio Arismendi, sin embargo, en esos tiempos
los contratos, de esta naturaleza, se formalizaban en el registro Subalterno,
por lo tanto, debe estar inscrito en él; y aunque de la correspondencia publicada
no aparece obligación alguna del Ing. Llamozas, se entiende que la Junta
Directiva de la Sociedad Patriótica Ayacucho, le confió la obra.
Tampoco
conocemos el monto del contrato, ni siquiera podemos calcularlo, solo tenemos
las expresiones de algunos de los actores, en relación con el alto costo de la
obra.
DEL SORTEO DE LA RIFA PROPUESTA POR MARCO TULIO BADARACCO
BERMUDEZ.
Día 7 de diciembre de 1924.- A las 10 a . m.- En el Teatro José Silverio González”
Se efectuará el sorteo de la rifa del facsímil, en oro y perlas, de la pluma
que regaló el Colegio de Cochabamba al Gran Mariscal de Ayacucho, y que el
héroe destinó a su ciudad natal por el órgano de su muy Ilustre Ayuntamiento.
Música y fuegos de artificio.
Como en efecto se efectuó. A las 10 de la mañana, con numeroso
concurso que rebosaba el local del Teatro José Silverio González, tuvo efecto
la rifa del facsímil de oro y perlas de la pluma donada por el Mariscal Antonio
José de Sucre a la Municipalidad de Cumaná en donde se conserva y venera. Fue
favorecido por la suerte el Número 806 serie 1.
La Sociedad patriótica
Ayacucho, asesorada por el ilustre ingeniero cumanés Dr. Tomás E. Llamozas,
contrató a los afamados señores Ricardo y Julio Alfonso Rojas, de Caracas, para
elaborar el proyecto de monumento a Sucre; y encargó de la construcción al
experto Maestro de Obras de Cumaná, Dionisio Arismendi.
Todo funcionaba de
acuerdo con los planes previstos, sin embargo, la naturaleza se mostró incómoda
con tantos éxitos juntos, y decidió la suerte de la obra, no se sabe o no lo
dicen los actores del drama, si se produjo algún movimiento telúrico, o mejor,
como los llaman los cumaneses: un temblor.
DERRUMBAMIENTO DEL MUSEO
En la madrugada del 11 de
febrero de 1928, se derrumbó una parte del edificio en construcción, lo cual
fue un acontecimiento singular en la bucólica vida del pueblo cumanés. La
noticia impactó no solo a Cumaná sino a toda Venezuela, que esperaba con ansias
la conclusión de la extraordinaria obra. Veamos el acontecimiento a través de
las publicaciones de prensa, tal como fueron publicadas:
REMITIDO
EL DERRUMBAMIENTO DEL “MUSEO
SUCRE” EN CUMANÁ.
Los Diarios “La ESFERA” y
“EL UNIVERSAL” por cierto, de la propiedad de los cumaneses, Don Ramón David
León Madriz y Luis Teófilo Núñez, correspondientes al 18 próximo pasado
desglosamos la comunicación siguiente:
“Museo Sucre de Cumaná se
desplomó una pared del edificio- Peligro corrido por un Colegio- Comentarios
acerca del suceso”.
“Cumaná. Febrero 12. La
más ingrata impresión ha causado en esta ciudad el suceso ocurrido en el “Museo
Sucre”, edificio en construcción del cual se derrumbó ayer uno de los grandes
muros laterales
El estruendo que produjo
el desplomamiento atrajo al momento multitud de público al lugar del suceso encontrándose
con que la pared caída interceptaba la calle y gran parte de ella se había desplomado
sobre el colegio de N. S. de la Consolación” Edificio ubicado en la acera
opuesta el cual afortunadamente recibió pequeños deterioros a pesar de que ha
podido sufrirlos de bastante consideración.
Como el suceso ocurrió en
horas de clases y el instituto en referencia es un internado, las familias se
trasladaron inmediatamente a él llenas de natural angustia que producía el temor
de que las alumnas o Hermanas hubiesen recibido daño lo cual no ocurrió.
Se juzga que el Museo adolece
de vitales defectos de construcción que las bases que se le dieron son
insuficientes para sostener muros de tanta altura y peso como los que se
levantaron defectos debido a la impericia del plano adoptado.
Lástima que todo esto no
hubiese sido visto con tiempo pues así no se perderían, como resultará
probablemente los esfuerzos hechos por Cumaná entera para la erección de este
edificio, monumento conmemorativo a la gloria del gran héroe natal cuya primera
piedra se colocó solemnemente el 9 de diciembre de 1924 día centenario de la
inmortal batalla de Ayacucho”.
No sabemos de la
procedencia de esa nota, pero ella hace del dominio público – y muy bien hecho
está-
El haberse juzgado que el
Museo adolece de vitales defectos de construcción, por haberle dado a las bases
dimensiones insuficientes para sostener muros de tanta altura y peso como los
que se levantaron y que todo ello se debe a la impericia del plano adoptado.
Como los dibujos correspondientes
al “Museo Sucre” fueron hechos por nosotros, hemos querido hacer saber: que, si
bien es cierto que somos los autores de dichos planos, también lo es, el que
nada hemos tenido que hacer con la edificación de dicho Museo. Algo más no
sabemos ni siquiera quien es el ingeniero encargado de levantar la obra; cuanto
sabemos es que entre el” Museo SUCRE” y nosotros hemos tenido de intermediario
al ingeniero Dr. Tomás E. Llamosas. Una explicación, más amplia dará a conocer
de todo esto.
El 4 de mayo
de 1924 fuimos notificados por nuestro apreciado amigo el ingeniero Vicente
Franco (q. e. p. d) de que, la Junta encargada de la celebración del
“Centenario de la Batalla de Ayacucho” quería construir en Cumaná un monumento
para depositar en él las reliquias del Gran Mariscal de Ayacucho, y que él -el
Dr. Franco – deseaba que nosotros tomásemos cartas en el asunto.
En consecuencia, el Dr. Franco nos presentó al
señor doctor Llamosas, al señor Vallenilla y otros amigos. Allí conocimos del
propósito que tenían, se nos dio las dimensiones del terreno con que contaban
para la erección de la obra y se nos exigió un croquis del proyecto que
pudiéramos elaborar.
El 13 de mayo presentamos un boceto en lápiz del
monumento que habíamos concebido boceto que obtuvo la aprobación unánime de la
Junta, y tanto, que se nos pidió la elaboración completa de los dibujos
correspondientes al proyecto. Ya para los días primeros de julio habíamos
entregado el juego de planos, constantes de: Planta, Fachada principal, Fachada
lateral y Perspectiva.
Como deja verse en este asunto hemos obrado simplemente
como dibujantes, y es oportuno hacer notar que dicho proyecto no es un
capricho, es el resultado de un estudio detenido y consta de más de cuarenta
láminas que tendríamos muchísimo gusto en someter a consideración de un jurado
para que dictamine si dichos dibujos están o no ajustados aun en sus menores
detalles, al estilo a que pertenecen y si hay impericia en su técnica y
ejecución.
Pero no queremos parar en esto.
El informante de Cumaná en su nota a que hemos
hecho referencia, dice: “Se juzga que el Museo adolece de visibles defectos de
construcción (¡Claro…! El juicio no es temerario) que las bases que se le
dieron son insuficientes para sostener muros de tanta altura y peso como los
que se levantaron, defectos debidos a la impericia de los planos”.
La impericia ¿de quién es? ¿De los autores de los planos
o de quien los adoptó? Achacar impericia a los planos es una iniquidad hasta
gramatical.
Poco antes dice el informante: “Que se juzga que
las bases que se le dieron son
insuficientes para sostener muros de tanta altura y peso como los que se
levantaron” Si este juicio es verdadero la responsabilidad íntegra es del constructor que debió conocer previamente del peso del edificio, de la
velocidad del viento en la región y del subsuelo del lugar, para ejecutar en
consecuencia la fundación o base adecuada; sin embargo, el informante concluye,
con evidente falta de lógica, con verdadera impericia: “defectos debido a la
impericia del plano adoptado”
Si en los planos no se hizo indicación de las
fundaciones o bases fue precisamente porque nosotros que hicimos los planos,
desconocíamos el subsuelo de Cumaná. Hicimos dichos planos y los entregamos al
Dr. Llamosas quien nos los había encargado y quien los adoptó. Nos abstuvimos
de hacer indicaciones técnicas y especificaciones de mayor importancia por la
razón expresada porque no se nos pidieron y porque razonablemente las creíamos
innecesarias tratándose de la personalidad del Dr. Llamosas, apenas indicamos
–porque se nos pidió- algunas secciones, no sin dejar de indicar expresamente
al Dr. Llamosas que “Declinábamos sobre él, como conocedor del subsuelo de
Cumaná la profundidad de los cimientos”.
Cumaná tiene la facultad de incoar el
correspondiente juicio de responsabilidad y debe hacerlo, pues probablemente
tiene el derecho de indemnización.
No tememos al juicio. Conservamos copia de todos
los planos entregados y de nuestra correspondencia con el Dr. Llamosas; en
consecuencia, nos creemos exentos de responsabilidad y conservamos tranquila
nuestra conciencia.
La ruina del edificio no se debe a los pobres
planos calumniados, sino a alguna otra causa: tal vez a las malas fundaciones
como han supuesto, o quizás a defectos de materiales o de la obra de mano. Ello
se aclarará en el juicio respectivo.
Por lo demás, sentimos con los cumaneses el
desastre ocurrido y esperamos que pueda haber remedio que impida la ruina total
del “Museo Sucre”.
Ricardo y Julio Alfonso Rojas
Caracas 7 de marzo de 1928
Nota de la Redacción.
Es nuestro propósito dar cabida en las columnas de
este periódico a la exposición que pueda hacer cualquiera de nuestros
ingenieros, el Dr. Llamozas o el constructor Señor Dionisio Arismendi, para
explicar las causas a que atribuyen el derrumbamiento del Museo a que se
contrae el anterior artículo.
Voz general es aquí que el accidente sufrido por el
edificio se debe a la torre central que se levantaba porque ni las bases del
Museo ni sus muros podían soportar el peso que integraba una torre de tal
magnitud. El derrumbamiento consistió precisamente de esa torre central de dos
torrecillas laterales y parte del muro hacia oriente, en que descansaban los
arcos sostenedores de la mencionada torre.
El edificio sigue en pie y se trabaja en el
desalojo de los escombros para luego continuar la obra bajo un nuevo plan,
rematándolo hasta la altura que hoy tiene con alguna construcción alegórica de
poco peso como un ático almenado o algo por el estilo.
REMITIDO
“MUSEO SUCRE”
Señores Julio y Ricardo Alfonso Rojas
Muy Señores míos y amigos:
A mi
regreso de Naiguatá donde me encontraba hace algunos días, he leído en el
Universal el jueves 8 del corriente, un Remitido publicada\ por ustedes, sobre
el incidente ocurrido en el “Museo SUCRE” en Cumaná.
Si
ustedes se hubiesen entrevistado conmigo antes de hacer tal publicación, quizás
habrían suprimido los prejuicios que el escrito contiene y que no cuadra a
personas del apreciable carácter de ustedes.
La
comunicación trasmitida de Cumaná a “La Esfera” parece ser escrita por alguien
que revela marcada animosidad contra el encargado de la construcción de la
obra, que aun cuando no es ingeniero, si es persona muy inteligente y
conocedora de su oficio, el Señor Dionisio Arismendi, Maestro de Obra titular.
Es
cierto cuanto ustedes dicen relativo a mi actuación en este asunto solamente
tengo que observar que ustedes manifiestan haber dejado a mi cuidado las
fundaciones del edificio, basándose en su creencia de que yo conozco el
subsuelo de Cumaná dando a entender que yo era el encargado de hacerlas lo cual
es una errada suposición de ustedes. Ni siquiera vi hacer dichas fundaciones,
pero les aseguro que por este respecto el edificio nada ha sufrido.
Por exigencia
de la Junta Directiva planté el plano de ustedes en el terreno y le di a los
muros los espesores calculados por ustedes pues los encontré perfectos.
No se
preocupen por lo de “” La impericia de los planos”” Quien eso ha escrito es un
IMPERITO y probablemente, seguramente, uno de esos que creen que es lo mismo
escribir discursos que construir obras.
Yo
adopté el plano de ustedes; si tiene errores no sería extraño y hubo quien hizo
observaciones que fueron aceptadas antes de procederse a la ejecución de la
obra.
Para terminar,
voy a referirles, con el objeto también de que el público se ilustre, le
sucedió al señor Arismendi que quiso construir la torre central después de
haber construido las laterales. Esta resolución suya, si me la hubieran
consultado no la habría dado mi aprobación porque yo pensaba que la situación
de la torre era cuestión de un estudio muy detenido y los planos nada indicaban
a este respecto. Así opino porque ha debido tacharse el edificio a la altura
que tiene y dejar la construcción de la torre para después. Pero el Señor
Arismendi lo quiso y construyó dos arcos armados y apoyados en los muros
transversales del segundo cuerpo y sobre esos dos arcos, que nadie vio y sobre
los cuales nadie puede juzgar, con audacia de constructor consciente fundó la
base de la torre. Sucedió que el día 11 de febrero último a las doce y quince minutos
del día hora en que no había clases en el Colegio de la Consolación se sentó la
torre sobre sus bases y al caer el arco empujó el muro alto del Este en una
parte. La estructura del Edificio NADA SUFRIÓ, y al contrario quedó probado que
las bases están muy bien calculadas y el edificio muy bien construido; glorias
que corresponden únicamente a ustedes y al señor Arismendi.
Los ingenieros todos en Cumaná así lo declararon en
presencia del señor Secretario General de Gobierno quien estaba en esos días
encargado de la Presidencia del Estado y entre los ingenieros estaba el
suscrito amigo y servidor de ustedes;
Tomás C. Llamozas.
Nota de la redacción del Periódico. No sabemos
nosotros quien fue el IMPERITO a que alude el Dr. Llamozas que dio la
información a La Esfera, pero de todos modos ha servido para procurar el
esclarecimiento de responsabilidades sobre este asunto de tanto interés para
Cumaná y sobre el que quizá no se ha dicho aun la última palabra…
El 4 de abril, vuelve la polémica, otra vez: “La Esfera”, de Caracas, y el”
SUCRE”, de Cumaná, publican un candente artículo de J. A. Marcano Rojas.
Veamos:
“EL MUSEO SUCRE DE CUMANA
AL MARGEN DE UN DERRUMBAMIENTO
Y DE DOS ARTICULOS – EL EDIFICIO ADOLECE DE IMPERICIA EN EL TRAZADO Y EN LA
CONSTRUCCION.
Cumaná marzo 15. 1928. La prensa local reprodujo
recientemente una información publicada en” La Esfera” de Caracas referente al
derrumbamiento de una parte del “Museo Sucre” información acerca de la cual se
publicaron después en la misma ciudad dos artículos, uno firmado por los
señores Ricardo y Julio Alfonso Rojas y otro por el Dr. Tomás C. Llamozas.
Los señores Rojas a la verdad solo hicieron el
dibujo, el plano del edificio, como ellos dicen; y para nada según parece, se
metieron con las dimensiones, espesor, solidez y resistencia de los muros que
habían de construirse, esto como se desprende del artículo de los señores Rojas,
era de la competencia de un ingeniero, o sea, según parece quieren indicar, del
Doctor Llamozas, ingeniero, quien trató con ellos la hechura del dibujo o
plano.
La verdad es que el dibujo, o plano, no puede ser
más raro, el él (opinión de personas competentes) no se obedece a ningún orden
arquitectónico, es una arquitectura caprichosa injerta de la Santa capilla de
Caracas, el panteón del General Crespo, en tierra de Jugo, y algo así como un
aspecto de construcción egipcia… Es un perfecto infundio… (Repetimos lo dicho
por personas conocedoras).
Pero, dejemos el plano o dibujo, y tratemos de la
construcción del Museo. Desde el comienzo de las obras los ingenieros doctores
N. Milá Himiob, A. Minguet Letterón y Alfonso Urosa Ortiz, opinaron que dada la
altura que ponían los dibujantes, los muros requerían un espesor adecuado y las
bases una resistencia proporcional, pero, según se ve, nada de eso se hizo; se
gastaron miles y miles de bolívares, se perdió tiempo y dinero, y el resultado
lo estamos palpando.
La dirección
de las obras se le confió al señor Dionisio Arismendi, concienzudo ebanista,
carpintero competente, pero quien no sabe nada de construcciones, aunque en su
artículo el Dr. Llamozas pretende armarlo de arquitecto y darle el espaldarazo…
Se echaron, pues, las bases del edificio, se puso
piedra sobre piedra, se hacinó encementado sobre encementado, se consumieron
carretadas de arena y de granzón y los muros a pesar de las advertencias de la
gente sensata, a pesar de las protestas de los tres ingenieros que nombramos,
seguían elevándose, aumentaban en metros de altura, con gran consternación de
los pacíficos vecinos y amenazaban, en una segunda edición de la célebre Torre
de Babel, llegar al cielo.
Cuando se terminó el primer cuerpo, se dijo que por
lo costoso de la obra y lo deficiente de las bases, debía concluirse el
edificio allí, buscársele un remate más o menos armónico para aprovechar lo hecho
y no perderlo todo.
Pero nada, contra viento y marease llevó adelante
la obra y se encaramaron torres y torres, se siguieron consumiendo bolívares y
tiempo y se llegó al final al resultado que se ve en la fotografía que ilustra
estas notas (Que todos vemos aquí).
Se vino abajo, al fin, como todos esperaban, parte
del monumento, y afortunadamente su derrumbe no causó pérdidas de vida. He aquí
el comentario que hace un periódico de Cumaná.
Es nuestro propósito dar cabida en las columnas de
este periódico a la exposición que pueda hacer cualquiera de nuestros
ingenieros, el Dr. Llamozas o el constructor Señor Dionisio Arismendi, para
explicar las causas a que atribuyen el derrumbamiento del Museo a que se
contrae el anterior artículo.
Voz general es aquí que el accidente sufrido por el
edificio se debe a la torre central que se levantaba porque ni las bases del
Museo ni sus muros podían soportar el peso que integraba una torre de tal
magnitud. El derrumbamiento consistió precisamente de esa torre central de dos
torrecillas laterales y parte del muro hacia oriente, en que descansaban los
arcos sostenedores de la mencionada torre.
El edificio sigue en pie y se trabaja en el
desalojo de los escombros para luego continuar la obra bajo un nuevo plan,
rematándolo hasta la altura que hoy tiene con alguna construcción alegórica de
poco peso como un ático almenado o algo por el estilo.
Véase pues como los tres ingenieros citados tenían
razón, la misma que todas las personas conscientes de Cumaná aducían para
protestar contra la desconsiderada altura del edificio, cuya elevación
consternaba a cuantos recuerdan que Cumaná es tierra privilegiada de los
terremotos…
El Museo Sucre quedará trunco, trunco como la noble
vida del héroe cuyo nombre lleva y en cuyo honor intentaron elevarlo.
Pero el caso es triste: es triste porque en Cumaná
no abundan los monumentos y con la respetable cantidad de bolívares que se
pierde en el “Museo Sucre” hubiera podido hacerse una obra útil, de beneficio
colectivo…
El caso es triste, es triste porque el “Museo
Sucre”, representa un raro movimiento de solidaridad en Cumaná, y es doloroso
que se malogre en el fracaso más indolente una de las pocas oportunidades en
que el sentimiento de los cumaneses ha vibrado acorde.
J. A. Marcano Rojas.
Nota de la redacción del Periódico. No sabemos
nosotros quien fue el IMPERITO a que alude el Dr. Llamozas que dio la información
a La Esfera, pero de todos modos ha servido para procurar el esclarecimiento de
responsabilidades sobre este asunto de tanto interés para Cumaná y sobre el que
quizá no se ha dicho aun la última palabra…
LA RESPUESTA
No se hizo esperar la respuesta a esta nueva
andanada crítica, de un polemista cumanés inconforme y doliente, que sintiendo
que no estaba satisfecho nuestro pueblo con el proyecto y su ejecución, debía
terciar su cuarto a espadas, y veamos las nuevas razones esgrimidas por los
proyectistas
EL “MUSEO SUCRE” DE CUMANA.
EL INFUNDIO ARQUITECTONICO.
Una vez que
dimos al dominio público en reciente edición de este importante diario algunas
consideraciones referentes al derrumbamiento del Museo Sucre en Cumaná y
apreciados que fueron en cuanto pesa y valen los conceptos de la carta que dirigiónos el Dr. Tomás L. Llamozas al mismo
respecto esperábamos tranquilos puesto que las precitadas publicaciones
esclarecían suficientemente la causa del derrumbamiento parcial del santuario
que el fervoroso, culto, patriótico pueblo cumanés esforzóse en levantar, cónsonos en dignidad y alteza, a su Héroe
predilecto: el Gran Mariscal de Ayacucho.
Ahora, en el
mismo órgano capitalino que dio cabida en sus columnas a la primera nota
informativa dirigida, desde Cumaná, hemos visto un artículo signado por el señor J. A. Marcano Rojas e ilustrado
con una fotografía del estado del edificio después del infausto suceso en el que el firmante se esfuerza en
desbaratar con apreciaciones baladíes puramente de forma, lo que ya estaba
sentado en el conocimiento más o menos preparado para ello, de cuantos han
seguido con patriótico interés la muy noble iniciativa de la legendaria cuna
del Gran Mariscal. No venimos pues, a formular el recuento de cuanto a nuestro
juicio creímos bastante a retirar cualquier perjuicio de responsabilidad que
por la simple elaboración del proyecto se nos pudiera atribuir
tendenciosamente, dejando reservados valiosos testimonios en comprobación evidente
de que en resumen el proyecto presentado no ofrecía defecto alguno en cuanto a
técnica ni a dibujo se refiere, dando, por consiguiente, la garantía de su
estabilidad.
HARINA DE OTRO
COSTAL es el que no se hubiera previsto la magnitud del proyecto y lo mucho que
demandaba en sacrificios a ese heroico pueblo para llevarlo a cabo antes de
ponerse –como sienta el articulista- a hacinar “encementados, torres y
mariñaques, hasta dar al traste con la obra de coronamiento del santuario, pues
que, por virtud de imperativas economías y más quizá por espíritu de
precipitaciones inexplicables una auténtica dirección técnica faltó en esa obra
del coronamiento asentándose la torre central, no sobr3 las columnas a su
soporte destinadas, sino sobre arcos antojadizos, insuficientes a sostenerla y
que, en su caída arrastró una parte del muro oriental del edificio.
Y también es
HARINA DE OTRO COSTAL el que el Señor Marcano Rojas no hubiese hecho conocer de
antemano al Dr. Llamozas -quien inicio el trazado preliminar para el
emplazamiento del edificio- y al o a
los otros técnicos bajo cuya dirección levantose el primer cuerpo su procedente
observación de ser Cumaná “tierra privilegiada de los terremotos” pues de haber
cumplido con ese humanitario deber quizá
ello hubiese obrado como por ensalmo en el ánimo de la muy honorable Junta para
prescindir del homenaje al Abel de Colombia en la magnificencia con que fue
acariciada su oportuna iniciativa y evitando por consiguiente la amarga
decepción que envuelve el inesperado aunque reprochable truncamiento de la obra.
En el
bisemanario “SUCRE” No. 264, del 14 de mayo de 1937, se publicó el siguiente
telegrama;
Estados Unidos
de Venezuela- Telégrafos Federales –De Naiguatá] a a Cumana. El 22 de abril de
1927.
Señor Manuel M.
Fuentes.
Recibido-
Compromisos contraídos con el doctor Llamozas me impiden ir a Cumaná antes de
agosto.
Dionisio
Arismendi.
A consulta del
señor Fuentes, Tesorero de la Sociedad Patriótica Ayacucho, el señor Arismendi
ha contestado como reza el telegrama inserto anteriormente. Habiendo estado,
desde su principio, encomendados a la competencia del señor Arismendi los
trabajos del MUSEO SUCRE, la Sociedad Patriótica que hoy preside el señor
doctor Eliso Silva Díaz por desaparición de su anterior presidente doctor Delfín
Ponce Córdova, ha querido que sea este compatriota quien de término al
Monumento en la forma indicada por el Dr. Serijas Cook y que oportunamente
publicamos en este periódico.
Debemos hacer justicia al amigo y
coterráneo Arismendi: Sin medios aparentes, sin las detalladas y minuciosas
indicaciones que requiere una obra de la magnitud y belleza arquitectónica del
Museo Sucre, el pudo levantarlo hasta las dimensiones que hoy presenta; y sin
los inconvenientes económicos y de otro orden que presentáronse, debemos creer que,
en toda su grandiosidad y atrevimiento artístico, estuviera terminado para
gloria de nuestra tierra y propia satisfacción del constructor.
Al confiarnos el anterior telegrama
para su publicación, el señor Fuentes nos informa que espera la venida del
señor Arismendi para proseguir y coronar la obra, si es que no se oponen
insuperables obstáculos en el curso de los trabajos.
INTERVENCION
DEL GENERAL JUAN VICENTE GÓMEZ.
“SUCRE” No 145 DE FECHA 13 DE FEBRERO DE 1926.
CARTAS CRUZADAS.
Cumaná 3 de febrero de 1926
Seño General
Juan Vicente Gómez
Miraflores.
La “Sociedad Patriótica
Ayacucho” aprovecha la feliz oportunidad de este día aniversario del natalicio
del Mariscal Sucre para presentar a Usted su más respetuoso saludo y poner bajo
la decisiva protección de Usted la conclusión del Monumento que se construye en
esta ciudad cuna del Héroe en conmemoración del centenario de la Batalla de
Ayacucho.
A pesar de todos los
esfuerzos hechos por esta sociedad de la valiosa ayuda de que ya anteriormente
obtuvimos de Ud. y de la contribución de particulares, la fábrica del Monumento
esta paralizada por carencia de fondos suficientes pues, en la actualidad solo
contamos apenas con mil bolívares en Caja.
Espontáneamente nuestro
distinguido amigo, el Doctor Sardi, Presidente del Estadlo, ha ofrecido cotear
por cuenta del Gobierno regional el mosaico necesario para la pavimentación del
edificio, lo cual reduce la cantidad requerida para su total terminación a unos
cuarenta mil bolívares.
Convencidos como estamos
que poner los trabajos del Monumento bajo los eficaces auspicios de usted
constituye su inmediata terminación. lo hacemos hoy esperando que su acción protectora a favor de nuestros
propósitos unirá más todavía en nuestra gratitud y en la del pueblo de Cumaná,
el nombre de usted al del Gran Mariscal, a cuya gloria ha rendido ya el
fervoroso patriotismo de usted imperecedero homenaje, tanto en el Centenario de
Ayacucho como cuando levantó en Maracay, frente al Gran Cuartel, la estatua del
Héroe para que el ejército tuviera en la
visión del glorioso bronce el más
acabado ejemplo de disciplina y altas virtudes militares como lo expresa Ud. en el brillante Decreto respectivo.
Haciendo sinceros votos por su ventura y prosperidad personal, nos
repetimos de Ud. leales amigos y agradecidos compatriotas.
D. Ponce Córdova, E. L.
Silva Díaz, Rafael Velásquez, D. Badaracco Bermúdez, Emilio Berrizbeitia, Simón
Núñez Ortiz, Manuel M. Fuentes, J. S. González Varela, José Rafael Rojas, F.
Madriz Otero, Alberto Sanabria, Paco Damas Blanco, Octavio Rafael Neri, J. M.
Urosa Ortiz, Enrique S. Berrizbeitia, Andrés E. Bruzual.
TELEGRAFO NACIONAL. De Los Morros a Cumaná. El i9 de febrero de 1926. Las 5
horas p. m.
Señores doctores D. Ponce Córdova y Eliso Silva Díaz, General Rafael
Velásquez, Emilio Berrizbeitia y demás firmantes.
Tengo por costumbre venir a estos lugares a buscar un poco de reposo a mis
diarias faenas y admirar a Dios en la Naturaleza desde estos soberbios morros
que fueron testigos de las épicas hazañas de la Independencia; y entre los
asuntos que me traje para considerar y resolver, está el muy grato telegrama de
Uds. De fecha 3 de los corrientes y por el cual la “Sociedad Patriótica Ayacucho
“que ustedes dirigen, aprovecha felicitarme en el día aniversario del natalicio
del Mariscal Antonio José de Sucre, el grande hijo de la heroica Cumaná.
Ya yo sabía por referencia de muchos cumaneses y también por las
fotografías que me han enviado de la construcción de ese monumento conmemorativo
del Centenario de la Batalla de Ayacucho y el cual pone de relieve el noble y
patriótico esfuerzos de los habitantes de esa Entidad Federal, por ello al
pensar Ustedes en mi para la conclusión de la obra, tan meritoria y útil para
las generaciones venideras, lo han hecho muy bien, puesto que en mi corazón
está vivo el culto hacia los héroes y especialmente, desde mi juventud, la
admiración por el ínclito varón que fue el prototipo de la hidalguía, del
desprendimiento, de la lealtad y del
amor más puro al Libertador.
En consecuencia, en esta
misma fecha he dictado mis órdenes para que sea puesta a la disposición del
Ciudadano Doctor Carlos Sardi, Presidente de ese Estado, la suma que ustedes
solicitan y con la cual el Gobierno Nacional se une al homenaje rendido al
Mariscal en la ciudad gloriosa de su nacimiento por la Sociedad Patriótica
Ayacucho.
De ustedes amigo
Juan Vicente Gómez.
Cumaná 11 de febrero de 1926
Señor General Juan Vice Gómez
San Juan de los Morros.
Desde ayer está Cumaná de fiesta con motivo de los muy gratos telegramas en
los cuales comunica usted a la “Sociedad Patriótica Ayacucho “y al Doctor
Sardi, que el Gobierno Nacional contribuye con cuarenta mil bolívares para la
terminación del Monumento a Sucre.
Al propagarse la magnífica noticia contenida en los telegramas, los miembros
de la Sociedad acompañados de numeroso concurso de ciudadanos representativos
de las diversas actividades laboriosas de esta ciudad, recorrieron sus principales
calles entre las detonaciones de los fuegos de artificio, y los acordes de la
música, desfilando frente a la casa e Gobierno del Estado y del Monumento, en
imponente manifestación, resonando el nombre de usted entre vítores de gratitud
y entusiasmo.
El más firme convencimiento abrigó siempre esta Sociedad de que poner bajo
los directos auspicios de Usted la conclusión del Monumento era verlo realizado
en breve tiempo, y nada más justo que ese convencimiento, toda vez que, en la
fecunda vida pública de Usted, constituye una de las notaciones más culminantes
de su labor de Magistrado y de patriota el culto que ha sabido Usted rendir a
los Padres Fundadores de la Nacionalidad.
En nombre de Usted queda impreso en nuestra historia, no solo como el del
administrador más eminente que ha tenido la República, sino que por felices
designios de la Providencia queda asociado la conmemoración centenaria de sus
grandes efemérides, justa recompensa al noble compatriota que ha llevado a la
más esplendida realidad la visión de Patria que fue el numen sagrado de nuestro
Libertador.
El pueblo de Cumaná al presentarle de nuevo la jubilosa y unánime expresión
del arraigado sentimiento de solidaridad que lo vincula Usted y a su
perseverante obra patriótica, une en su gratitud el recuerdo inmaculado de
Sucre, su preclaro hijo epónimo, el nombre ilustre de Usted como el de su
protector más noble, más decidió y más constante.
Al saludarlo respetuosamente haciendo votos por su personal ventura y su
prosperidad, que son también la ventura y la prosperidad de la República, nos
repetimos de Usted agradecidos amigos y leales servidores y compatriotas.
D. Ponce Córdova, E. L.
Silva Díaz, Rafael Velásquez, D. Badaracco Bermúdez, Emilio Berrizbeitia, Simón
Núñez Ortiz, Manuel M. Fuentes, J. S. González Varela, José Rafael Rojas, F.
Madriz Otero, Alberto Sanabria, Paco Damas Blanco, Octavio Rafael Neri, J. M.
Urosa Ortiz, Enrique S. Berrizbeitia, Andrés E. Bruzual.
CONCLUSION DE
ESTA INVESTIGACIÓN. La historia de esta construcción termino en 17 de enero de 1929, a las 7 y media de la
mañana, cuando sobrevino el terrible terremoto que destruyó casi toda la ciudad
de Cumaná, y lo arruinó por completo. Sus ruinas duraron varios años, y fueron
desapareciendo poco a poco ante la mirada indolente de las autoridades. El
sueño del pueblo de Cumaná por construirle una casa a nuestro héroe, quedó
satisfecha cuando el gobierno del Estado Sucre, el 12 de marzo de 1968 destinó,
para el Museo Gran Mariscal de Ayacucho, el edificio que Isaías Medina Angarita
ordenó construir para el Concejo Municipal de Cumaná.
VELADA A
BENEFICIO DEL MUSEO SUCRE.
Tomada del
bisemanario ¨SUCRE¨ No. 109, de fecha 30 de septiembre de 1925.
La velada infantil que tuvo efecto en
el Teatro ¨José Silverio González¨ en la noche del 26 del mes anterior, resultó
magnífica y conquistó un verdadero triunfo.
El Teatro estuvo pleno. El Presidente
del Estado, el Secretario General de Gobierno, el Presidente del Concejo
Municipal, el Jefe Civil del Distrito, las más caracterizadas autoridades
asistieron al acto y en bullicioso y abigarrado conjunto la sociedad y pueblo
cumaneses concurrieron a darle alta fisonomía a la hechicera fiesta infantil y
a depositar su óbolo para la continuación de los trabajos del Museo Sucre.
Todos los números del Programa fueron
puestos en escena conforme estaban dispuestos y cada uno fue recibido con
entusiastas aplausos…
El grupo
de niñitas lo constituyeron: María,
Carmen Luisa, Josefina y Noemí Salas Gómez, María Gómez, Josefina Córdova, Ramona Antonia Blanco, Laura
Espín, Yolanda y Graciela Ponce, María Luisa Jiménez, Lilia Alarcón, Anita
Hernández, Josefina Espinal, Carmen Elena Haddad, Evelia Morazzani, Josefina
Haddad, Josefina Ramírez, Josefina Jiménez, Zenaida Varela, Hilda y Zuleimna
Morazzani, Blanca Alarcón, Berenice Hernández, y el niñito Jesús Rafael
Ramírez, desempeñaron con acierto, delicadeza y adorable ingenuidad sus
respectivas actuaciones. Sobresalieron
por ser aislados, los números siguientes ¨S. M.
el Chotis¨ en él, la niña Lilia Alarcón dio notaciones de inteligente y
precoz interpretación artística.
¨Las
Chulas¨ interpretado por las niñitas Carmen E Haddad, Yolanda y Graciela Ponce,
trajeadas adecuada y lujosamente para darnos una bella ilusión de la majeza y
chulería españolas.
El Poema “La Cruz” recitado por Lilia Alarcón,
Josefina Salas, y en el tomaron parte también Evelia Morazzani, Anita Hernández
y Carmen Elena Haddad. Este acto fue de verdadero arte y de intensa y grata
emoción.
La ¨Rosa Niña¨, mística y notable poesía de Rubén
Darío, declamada por la inteligente niñita Graciela Ponce de manera musical.
Sobresalieron por ser aislados, los números siguientes
¨S. M. el Chotis¨ en el que la niña Lilia Alarcón dio notaciones de inteligente
y precoz interpretación artística.
¨Las
Chulas¨ interpretado por las niñitas Carmen E Haddad, Yolanda y Graciela Ponce,
trajeadas adecuada y lujosamente para darnos una bella ilusión de la majeza y
chulería españolas.
¨El Tango de la Muerte¨ en el
que la simpática y genial Evelia Morazzani se ganó una verdadera ovación.
¨El Jarochito¨ realizado con
tal firmeza y desenvoltura por Lilia Alarcón y Evelia Morazzani que nada más
puede aspirarse en el arte.
El
Fox Trot, bailado por un atildado caballero y la núbil y aristocrática dama
Evelia Morazzani, con genial desenvoltura y adorable precisión.
Todos
los números en grupo fueron, puede decirse, aclamados, con tal delirio se les
aplaudió.
La
¨Danza de las Banderas¨ en la que se tocaron los cinco himnos de las Repúblicas
Bolivarianas cerró de manera adecuada y patriótica esta Velada que es de las
más lucidas y bien dispuestas que se han verificado en Cumaná.
:
Nos
complace pues reiterar de nuevo nuestros aplausos y nuestras muy entusiastas
felicitaciones a la señorita Carmen Leonor Rodríguez, iniciadora y principal
preparadora de esta festividad que ha conmovido por una noche siquiera las
fibras dormidas de la espiritualidad, la cultura y el patriotismo cumaneses.
Insertamos
a continuación las bellas palabras pronunciadas a manera de explicación y
excusa, por la niñita Graciela Ponce.
Helas aquí:
Ciudadano Presidente del
Estado
Ciudadano Secretaries General
de Gobierno
Gentiles
Damas:
Caballeros:
Muchísimo placer sentimos todas nosotras de haber
efectuado esta Velada, y que tan gran concurso haya venido a presenciarla. Falta
apenas un solo número, el de “La danza de Las Banderas” que finalizará con el
Himno Nacional, para dar término a nuestro empeño. Contamos, pues, que tan
bondadoso público tenga indulgencia hasta el fin, para que nos preste así su
aliento y que nosotras quedemos lo mejor que podamos.
La gentil señorita Carmen Leonor Rodríguez, hija de
aquella noble tierra solar de Luisa Cáceres de Arismendi, la heroína máxima de
nuestra independencia; de aquella heroica isla, estuche de perlas, y que es
como un asilo de bravas virtudes, ha querido dejarnos en Cumaná un gaje de su
hidalguía y de sus muy elevados ideales al preparar esta Velada para recoger
fondos con que avanzar los trabajos del Museo Sucre, paralizados por falta de
ellos.
¡Nosotras con sincera complacencia hemos dado
nuestro pequeñito esfuerzo a tan bella intención y vosotros también puesto que nos habéis
aplaudido…! ¡Que de cosas grandes podrían realizarse siempre sumando pequeños
esfuerzos!
Os extrañaréis
un poco de la fecha elegida para realizar la Velada, pero la fecha no vale la
pena…
Cuando se desee
hacer una obra buena cualesquiera momentos es aparente. Lo que se requiere es
voluntad y procurar el éxito. Cuando nuestro egregio Sucre ganó la batalla de
Pichincha que dio libertad a Ecuador, no se fijó en el día, sino en la
oportunidad de triunfar en aquella bendita hora para la Patria; y cuando el 9
de Diciembre de 1824 ganó la acción de Ayacucho y la libertad de América y su
título de Gran Mariscal y esta gloria insigne que ciñe y aureola a Cumaná,
tampoco pensó en que era el 9 de Diciembre, sino en que “de la suerte de ese
día dependía la libertad de un mundo” ¿No fue así como el dijo a sus soldados?
Luego el 9 de diciembre, y el 5 de Julio y el 19 de abril, y tantas gloriosas
efemérides, se han hecho célebres y nostras las honramos rememorándolas como un
debido homenaje de admiración y gratitud a nuestros héroes… Nosotras también tendremos
más tarde en nuestras reminiscencias este 26 de Setiembre como un día muy
grande, y como una batalla ganada en nuestra infancia para beneficio de nuestra
querida Cumaná.
A nombre, pues,
de mis queridas compañeras, en el mío, y muy especialmente a nombre de la
señorita preparadora de esta festividad, expreso nuestra gratitud y nuestras
ingenuas gracias a todos los presentes.
He dicho.
BIBLIOGRAFIA. Colección del Bisemanario “SUCRE” HEMEROTECA DE MARCO TULIO BADARACCO BERMÚDEZ.
Hoy el Museo
Sucre es una realidad. En el año de 1945 durante las fiestas del
sesquicentenario del natalicio de Antonio José de Sucre y Alcalá, se construyó
y se inauguró el edificio que luego fue adjudicado al Museo Antonio José de
Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho
.
Este magnífico
edificio, que ocupa el Museo ANTONIO JOSE DE SUCRE, GRAN MARISCAL DE AYACUCHO, fue otra de las obras que aprobó y se construyeron en Cumana
durante el gobierno del nunca bien recordado, el presidente Isaías Medina
Angarita, para la ciudad procera, en
aquella fastuosa fecha, en el “Nuevo Paraíso”, en la cual nació el “Abel de
Colombia”, como lo llamó el Libertador, Antonio Josef Francisco de Sucre y Alcalá; que
también sustituye dignamente la casa de
su nacimiento, borrada por la cólera de los españoles de aquellos tiempos; y
sirve para preservar el espíritu de aquel guerrero invencible, cuya espada
ejecutó la obra magna, de derrotar al Imperio, y consolidar la independencia de
toda América, de la dominación de las potencias europeas y de cualquier otra
nación en el concierto universal.
Entonces, en lo que fue el edificio del
Concejo Municipal de Cumaná, construido por orden del General Isaías Medina
Angarita, Presidente de la República, siendo gobernador del Estado Sucre el Dr.
Fidel Alfonso Ríos, se inauguró el Mueso Gran Mariscal de Ayacucho el 12 de
marzo de 1987. Cumaná recobró así su Museo, promovido en 1923, por la Sociedad
Patriótica Ayacucho, presidida por el Dr. Delfín Ponce Córdova y el Dr. Domingo
Badaracco Bermúdez, que tanto lucharon por su construcción, con la colaboración
de todo el pueblo de Cumaná; y el cual fue destruido primero por un evento en
1928 y después aniquilado por el terremoto de 1929.
El arquitecto
que tiene la gloria de haber proyectado este nuevo templo del héroe por
excelencia, de quien dijo el Libertador, en un arranque de amor filial, “Yo sin
usted no soy nada”; fue Luis Yánez, y el constructor su hermano Torcuato Yánez;
fue pensado para sede del Concejo Municipal de Cumaná, que fue su inquilino hasta 1974, fecha en la cual fue refundado el
Museo.
Hoy bajo la
dirección de la Dra. Rosa Cova, sirve para preservar la memoria del héroe, ella
dice que su misión es la de “Destacar la vida y la obra de Antonio José de
Sucre como ejemplo de juventudes
prestando un servicio museístico eficiente a la comunidad regional, nacional e
internacional, mediante la promoción y
difusión de todos los aspectos
relacionados con el Gran Mariscal de Ayacucho, y otros héroes de
carácter regional, nacional e internacional ligados a sus luchas en el marco social político y geográfico de
sus acontecimientos”.
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