jueves, 27 de octubre de 2016

EL MUSEO SUCRE DE CUMANÁ


RAMÓN BADARACCO


El Museo “Sucre” de Cumaná
Documentos y Notas históricas sobre su ruina























Autor: Ramón Badaracco
Prólogo: José Antonio Escalona Esacalona
Copyright Ramón Badaracco 2012
Primera edición 1997
1500 ejemplares
Hecho el depósito de ley
Cada poema tiene una Forma singular
tlf. 0416.811.4374
Titulo original: FORMAS
Segunda Edición
Puede ser reproducido total o parcialmente.
Diseño de la cubierta R. B.
Ilustración de la cubierta R. B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná











INTRODUCCIÓN.



Nuestro pueblo siempre ha venerado al General en Jefe, Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho y Redentor de los Hijos del Sol. He participado en muchos eventos dedicados a nuestro héroe, escribí mi libro “Sucre Gran Mariscal de Ayacucho, Mito y Santidad”, y mi novela “AGUILA BLANCA”, en los cuales recogí mis investigaciones, conferencias y discursos dichos en Cumana, sobre la vida del Mariscal en Venezuela, desde su nacimiento hasta 1821.  Estas investigaciones las he realizado durante toda mi vida, de ese material, escogí como introducción a este libro, el que pronuncié el 3 de febrero de 2004.

Pero vemos el material de este libro, que pacientemente en copiado de los viejos periódicos de mi padre. Creo que no hacen falta las explicaciones, estos textos hablan por si mismo.  

Para una introducción adecuada, enaltecer al Mariscal es mi prioridad, y nada mejor para mí que mi discurso pronunciado en la Plaza Ayacucho de Cumaná, el 3 de febrero de 2004.
Cumaná 3 de febrero de 2004.

Señor Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Comandante Hugo Rafael Chávez Frías.
Señor Gobernador del Estado Sucre. Dr. Ramón Martínez Abdenour-


Ciudadanos todos…
         Para mí, hablar en este acto, en presencia del campeón del pueblo venezolano, es un privilegio, el más grande honor que se me ha podido conceder.
         Toda mi vida la he dedicado al estudio de la historia de mi pueblo, de sus habitantes, y he recibido en pago muchos honores, algunos merecidos y otros por simple afinidad. Durante más de 30 años he sido miembro de la Sociedad Bolivariana de Venezuela, he sido presidente del Centro Correspondiente del Estado Sucre y Primero y Segundo Vicepresidente en la Nacional. Soy miembro correspondiente de las academias de Ciencias Políticas y Sociales y de la Academia de la Historia, y he recibido las más honrosas condecoraciones a que puede aspirar un venezolano, entre ellas La Orden del Libertador en grado de Comendador; sin embargo, este acto es para mi espíritu, más que un privilegio una bendición. Muchas gracias Dr. Ramón Martínez, por este gesto tan suyo para este humilde servidor.
Mucho he hablado y trabajado para divulgar el pensamiento y la acción del Padre de la Patria y de su más apasionado subalterno, el General en Jefe Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho.  
         Hablar de Sucre parece tarea fácil, pero son tantos los oradores que se inspiran en él, que resulta difícil escoger las palabras y los temas para abordarlo. Es indudable que, del acto vivencial del Mariscal, surgen hechos, mitos y leyendas que nos convocan para convertirlos en temas de interés. Precisamente acabo de culminar un estudio que he titulado SUCRE MITO Y SANTIDAD, en el que recojo buena parte de la literatura escrita sobre el Mariscal, y que he traído esta tarde para entregarla al Dr. Ramón Martínez, por si acaso considera conveniente su publicación; y otro ejemplar para el comandante Hugo Rafael Chávez Frías, nuestro Presidente.  En este libro recojo lo que se sabe de la formación del portentoso guerrero. Es una biografía que abarca desde el nacimiento hasta 1820, pero solo hasta la fecha del Tratado de Regularización de la guerra. Su etapa venezolana.

         En esos años Sucre sobresale en hechos y anécdotas que lo enaltecen y lo elevan espiritualmente sobre sus compañeros de armas tanto como para crear el mito de la Santidad: amor en abundancia, sabiduría manifiesta, valor a toda prueba, desprendimiento,  idea certera de la justicia en todos sus actos, infinita capacidad de perdonar cuando se le injuria, agradecimiento memorioso, conducta impecable, honor emblemático, humildad en ejercicio del poder, ponderación, clemencia, bondad, magnanimidad, todos esos tesoros de la virtud se unen en un solo espíritu forjado como se forja la santidad.
         Para 1817, a los 22 años, siendo Sucre jefe del estado mayor de la división del General Bermúdez domiciliada en Cumanacoa, ya los poetas notaban las cualidades sobresalientes del guerrero inmortal, y le cataban los trovadores anónimos en premonitorias décimas:

“De vuestra dulce afluencia
He llegado a conocer
El buen fin que ha de tener
Nuestra reñida pendencia
En un equilibro son:
Que, de amable discreción,
Llaneza, afabilidad,
Se duda en vos, con verdad
Cual es mayor perfección”.


Se adelantaban los poetas, como siempre, al destino del héroe.
         Sucre fue un soldado todo corazón. Su sabiduría superaba todo cuanto podían aspirar de él sus superiores jerárquicos, y andando el tiempo los fue superando a todos menos a Bolívar, porque como dice Don Laureano Villanueva: “Bolívar no cabe en los moldes de la humanidad. Los demás hombres pueden ser juzgados y comparados entre si; desde Sucre hasta Washington, desde Miranda hasta San Martín, desde Santander hasta Páez; El no; él es único, incomparable, magnífico de fuerza sobrenatural por encima de los hombres y de la historia, como los astros por encima de todas las cumbres de la tierra y por encima de todas las nubes del espacio. Bolívar ocupa un reino aparte entre los hombres y Dios”.

         En fin, después de luchas increíbles e infatigables, de sacrificios y duelos, todo lo que rebozaba el corazón de Sucre, se concretó en el Tratado de Regularización de la Guerra, del cual dijo el mismo Bolívar: “La benignidad, la clemencia, el genio de la beneficencia lo dictaron. El será eterno como el más bello monumento a la piedad aplicada a la guerra; él será eterno como el nombre del vencedor de Ayacucho”.
Esos preceptos que conforman el Tratado, forman parte de su propia filosofía, los aplica en todos los actos y acciones, tanto políticas como particulares, de su vida. Veamos dos casos que se nos vienen a la mente:
Cuando el insensato Valentín Morales Matos, trata de asesinarlo en Chuquisaca el 17 de setiembre de 1826, y fue condenado a muerte, Sucre le perdona la vida, le conmuta la pena por el destierro a petición de la inconsolable madre del magnicida, y le suministra 200 pesos de su propio peculio, y lo hace en forma tan discreta, como quien no quiere ofender el orgullo de su enemigo.
Esa misma filosofía la podemos detectar en el Tratado de Girón. Sucre, por todos los medios persuasivos trató de impedir la guerra entre Perú y La Gran Colombia, sin embargo, se ve obligado a defenderla contra nuestros hermanos peruanos. Con 4000 soldados veteranos de Ayacucho, derrota en el Portete de Tarquí, a las fuerzas peruanas de 8000 hombres bajo las banderas del General Lamar y el General Gamarra, que invadieron a la Gran Colombia y se apoderaron de la provincia de Guayaquil. Sucre después de la victoria no toma represalias contra los vencidos, más bien les ofrece las mismas condiciones que venían discutiéndose antes de la guerra, y asienta su doctrina: “La justicia de Colombia es la misma antes y después de la victoria” y “En las contiendas entre hermanos la victoria no da derechos”.

Así es el Mariscal Cumanés, faro de luz que nos ilumina para la eternidad.
Hoy El Genio de la Beneficencia, como lo proclamó Bolívar, está presente en todos los tratados humanitarios entre las gentes y las naciones.
En relación con los tratados de paz, firmados entre España y la República de Venezuela, auspiciados por el Libertador, dice Rafael Ramón Castellanos, en su obra “La Dimensión Internacional del Gran Mariscal de Ayacucho”: El meollo, la filosofía de los tratados de paz, suspensión de hostilidades, armisticio y coexistencia pacífica, parten todos, de la docencia del Mariscal de Ayacucho.
Y agrega textualmente Castellanos: “Remonta la historia hasta asociarse a nuevas disposiciones estampadas sobre la realidad americana desde los Tratados de Armisticio y Regularización de la Guerra de Trujillo, 1820; de las misiones de entendimiento en Guayaquil y Lima, 1821 y 1823; de las capitulaciones de Pichincha y Ayacucho, 1822 y 1824, y de la Coordinación sublime para lograr el reconocimiento de la República de Bolivia por los estados vecinos y otras repúblicas del Continente”. Fin de la cita.
La doctrina implementada entonces por el Mariscal de Ayacucho, ha sido acogida con entusiasmo por distintos organismos internacionales, y especialmente por las naciones del Continente Americano.
Ejemplo de ello lo tenemos en la Carta de la Organización de Estados Americanos OEA, que, en su primera parte, Capitulo II, Subtitulo “Propósitos” artículo 5°, recoge en lo esencial el pensamiento de Sucre, ya que nace del principio proclamado por    Sucre: “La victoria no da derechos”, la Carta de la OEA lo ensancha y privilegia, y por eso en el párrafo “E” de la Carta, dice “Los estados americanos condenan la guerra de agresión: La victoria no da derechos. Copia textualmente a Sucre. Pero además en todos los siguientes capítulos, la norma se desarrolla y permanece activa en el pensamiento de los legisladores y en su filosofía.
Esta doctrina fue recogida en la Novena Conferencia Interamericana de Bogotá en 1948, de cuyo seno salió la OEA y el Pacto de Bogotá, para las soluciones pacíficas de los problemas entre nuestras naciones.
También se aplicó la doctrina Sucre en la primera conferencia de La Haya, del 29 de julio de 1899 para resolver los conflictos internacionales. Y sirvió de fundamento filosófico y ético para el Convenio sobre Prisioneros de Guerra, suscrito en la Conferencia de la Cruz Roja Internacional en Ginebra el 27 de julio de 1929.
El conflicto armado entre Colombia y Perú sirvió para consolidar la doctrina Sucre, cuando trató de evitar la guerra fratricida de 1829, y después para conducir el camino de la paz. Todos los intentos amistosos fracasaron, resultaron vanos ante la actitud provocadora de los generales peruanos, sobre todo de los generales Lamar y Gamarra, envalentonados por la ocupación del territorio colombiano, en la provincia de Guayaquil y el respaldo de un ejército de 8000 hombres bien pertrechados. Sucre los derrota en el Portete de Tarquí con solo 4000 soldados veteranos de Ayacucho, en batalla brutal, aunque aleccionadora. Sucre ofreció entonces a Lamar, una rendición honorable, en los mismos términos con que había procurado evitar la guerra y con la idea de salvar el honor del Perú.
Del Acta de rendición nace buena parte de la doctrina acogida por el derecho internacional, y es ya un postulado de la humanidad: “La victoria no genera derechos para el vencedor, pero tampoco para el vencido”.

         El 28 de febrero de 1829 se firmó el Tratado de Girón, que restableció la paz entre La Gran Colombia y el Perú.  Entonces Sucre dijo: “Cuando el General Lamar pidió conocer las condiciones de rendición sobre los cuales Colombia consentiría en la paz, juzgué indecoroso humillar al Perú después de una derrota, con mayores imposiciones que las pedidas por ellos, cuando el adversario tenía el ejército doble en número que el nuestro”.
La esencia del pensamiento de Sucre, el insigne cumanés, es faro de luz permanente para este pueblo y el mundo. Para él fue filosofía de vida y para nosotros un libro abierto donde formarnos dentro del pacto gregario de la sociedad y entre nuestras naciones.
Para terminar estas palabras traigo una cita del Dr. Domingo Badaracco Bermúdez: “Lo que más admiro de Sucre, es aquella armonía perfecta de sus facultades, aquella lealtad caballeresca, aquella serenidad de juicios que ni en el pánico de las derrotas, ni en la embriaguez de la gloria de los grandes triunfos, ni en los altos senados que le tocó presidir lo abandonaron jamás. Si no tenía el don profético del genio, concedido solo al Libertador, en cambio penetraba fácilmente en el campo tenebroso de la realidad, hecho infranqueable por las ambiciones en lucha; y con su valor extraordinario, el profundo conocimiento de su arte, y aquella piedad suya que “no parecía humana”, sabía sobreponerse a los sucesos y arrancar la victoria de los brazos mismos de la anarquía o el crimen”.








Y ahora entraremos en la trama de la construcción, destrucción y nueva creación del Museo “Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho y Redentor de los Hijos del Sol”.

DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA DEL MUSEO SUCRE DE CUMANA.


Causa y motivo de la construcción del Museo “SUCRE”

En 1923 valiosos miembros de la sociedad cumanesa constituyeron La Sociedad Patriótica Ayacucho, para coadyuvar con el gobierno del Estado en la conmemoración del Centenario de la batalla de Ayacucho; para una mejor comprensión de este hecho histórico, transcribimos el Acta Constitutiva de esa entidad jurídica:

“En la ciudad de Cumaná, capital del Estado Sucre, previa la invitación hecha por el Dr. Delfín Ponce Córdova a los distinguidos gremios de esta población, con el propósito de cambiar ideas, para la formación de una sociedad patriótica que se encargaría de la celebración del primer centenario de la gloriosa batalla de Ayacucho, reuniéronse en los salones del “Club Alianza” gran número de invitados.
El Dr. Ponce Córdova, en patrióticas y elocuentes frases expuso el motivo de la convocatoria y excitó a los concurrentes a constituirse en asamblea, para celebrar solemne y dignamente el centenario de la gloriosa lid, tan brillantemente dirigida por el egregio paladín, Gran Mariscal Antonio José de Sucre, quien, con táctica admirable, y a raíz del triunfo celebra la capitulación más noble y más gallarda que presenta la historia militar de las naciones.
Fue concedido el derecho de palabra, y el señor Don Emilio Berrizbeitia propuso, que se nombrara un gran Comité Directivo que se encargase de los trabajos  objeto de la sociedad, resultando electos por unanimidad los señores siguientes:  Presidente Dr. Delfín Ponce Córdova; Primer Vicepresidente, Dr. E. L. Silva Díaz; Segundo Vicepresidente, Don Emilio Berrizbeitia; Secretario General, Dr. Domingo Badaracco Bermúdez; Sub Secretarios de Correspondencia: Dr. J. V. Rodríguez Valdivieso, Humberto Guevara, Alberto Sanabria, Paco Damas Blanco, y Octavio Rafael Neri; Secretario de Actas, Dr. F. Madriz Otero; Sub Secretario de Actas,  General F. Reyes Gordón; Tesorero, Don Manuel Fuentes; Sub Tesorero,   Enrique S. Berrizbeitia; Vocales: Dr. José Silverio González Varela;  Gral. Rafael Velásquez, Gral. Simón Núñez Ortiz, Dr. B. Milá de La Roca H., Dr. José Rafael Rojas, Dr. Miguel Aristeguieta Sucre, Andrés A. Bruzual, Dr. J. M. Urosa Ortiz, Dr. Luis Ramos Sucre, y Archivero, don Pedro Elías Marcano.
Se procedió a darle nombre a la asociación quedando aprobado el de “SOCIEDAD PATRIOTICA AYACUCHO”.
El Dr. Rodríguez Valdivieso propuso que se nombraran presidentes honorarios de la Sociedad, a los Jefes de Estado de las Naciones   Bolivarianas; y para miembros honorarios a los Presidentes de los Estados de la Unión Venezolana, y a las personas que por sus méritos y por sus sentimientos patrióticos merezcan tal distinción. Fue aprobada y aplaudida calurosamente       
Constituida como quedó esta entidad jurídica, Marco Tulio Badaracco Bermúdez, propuso a su Presidente, el Dr. Delfín Ponce Córdova, la construcción de un monumento o museo en el cual se guardarán dignamente los recuerdos y reliquias del Gran Mariscal de Ayacucho, veamos las cartas cruzadas entre ellos, publicadas además en su bisemanario No. 13, “El Disco”, de Cumaná.

“Cumaná 9 de enero de 1923.

Señor doctor Delfín Ponce Córdova, Presidente de la “Sociedad Patriótica Ayacucho”. Presente.

Estimado Doctor y amigo:

Muchas son las sociedades que desde el año 30, separada que estuvo Venezuela de la Gran Colombia, se han constituido en Cumaná para glorificar al preclaro Antonio José de Sucre, su más esclarecido hijo, y hasta el presente, que yo sepa al menos, todo se redujo a juegos de pirotecnia y discursos épicos, seguramente de la misma materia inflamable.  Parece que ni se hubiera pensado jamás siquiera en realizar una obra ornamental   y útil, un monumento que determinara un esfuerzo meritorio y pregonara a la posteridad la admiración cierta de los glorificantes hacia el nobilísimo cumanés.
Con gusto hemos publicado en el DISCO el acta de instalación de la “Sociedad Patriótica Ayacucho”, que Ud. dignamente preside, y las columnas de este bisemanario estarán siempre a la orden de Ud. para insertar lo que tuviere a bien enviarnos con tal objeto.  
No alcanzo a comprender fijamente cual es el propósito concreto que esta...  esa Sociedad, para la solemnización de Ayacucho, aquí en la ciudad cuna afortunada del Héroe de esa acción gloriosa; porque en donde toda idea loable encuentra opositores, hay que desconfiar siempre del triunfo del bello ideal que alguno alimente. Pero dado los elementos honorables que integran la Sociedad, el entusiasmo que su instalación ha producido en el público y el claro criterio que tan señalados admiradores de Sucre, es de confiar en que sumando los esfuerzos y seleccionando proyectos, se llegará a definir algo digno de estos tiempos de brillantes tributos a la memoria excelsa de los grandes.
Ud. particularmente me habló del hermoso intento que acaricia de erigir uno como templo, en sitio aparente de esta ciudad, para depositar allí muchas de las reliquias veneradas que andan dispersas, pertenecientes al Gran Mariscal o que a él se refieran, y a la vez erigir dentro de ese templo una escultura que, como el mármol de Tenerani a Bolívar, dé también a Sucre la austera y nobilísima fisonomía de los semidioses. Esta elevada intención de Ud. debería recibir el cálido sustento y la jubilosa acogida que bien merece de los 25 o 30 mil cumaneses diseminados en el territorio nacional, a fin de que con el pequeño y espontáneo óbolo de cada uno de ellos reunamos la suma necesaria para realizar la obra.
Yo me atrevería a insinuarle a Ud., por si quisieses aceptarla como buena y llevarla a alcanzar  la aprobación de la “Sociedad Patriótica Ayacucho”, solicitar una contribución de las cinco repúblicas bolivarianas a las que en mucho contribuyó  a emancipar el brazo taumaturgo  de Sucre, contando con que no negarían ellas el pequeño óbolo  que se le demande como tributo de aprecio y gratitud a la ciudad tan profundamente amada del pundonoroso caballero  de la espada, que en blanca página hidalga firmó la definitiva  emancipación americana, a la tierra lejana y procera  que infantó  a tan gallardo libertador.
Y, como siempre es desagradable, así fuere para la obra más benéfica, dar una contribución directa, para recabar ésta que abría de exigir Cumaná, propondría yo que se reprodujera exactamente en igual forma, peso y materiales, la pluma de oro que la ciudad de Cochabamba regaló a Sucre para que escribiera las glorias de Ayacucho, y que el héroe regaló a la Municipalidad de Cumaná en donde se encuentra. Esa reproducción se rifaría a un bolívar la acción en las cinco repúblicas antes dichas, y para que todo aquel que adquiriera un número obtuviese un recuerdo valioso a la vez que una credencial de haber contribuido a la universal manifestación de gratitud rendida de Ayacucho
El billete debería llevar en el anverso el retrato de Sucre con la fecha de este primer centenario datada en Cumaná, y en reverso la proclama de Ayacucho o bien la carta de Sucre a la ilustre municipalidad de Cumaná, al enviarle la pluma. Opino que podría así recolectarse una suma bastante considerable para celebrar con dignidad el centenario de la batalla de Ayacucho en la ciudad cuna del Gran Mariscal, porque podría realizarse en un todo, y con la debida suntuosidad la obra proyectada por Ud. y a la vez hacer algunos trabajos ornamentales y de urgentísima necesidad para nuestra ciudad natal.
Con las veras de mi consideración más distinguida, soy de Ud.  Atento y seguro amigo. Marco Tulio Badaracco Bermúdez”.

En el mismo número se publica la respuesta del Dr. Ponce Córdova.

“Cumaná 25 de febrero de 1923.

Señor Marco Tulio Badaracco. Presente.

Distinguido amigo y compañero:

Bastante placer me ha proporcionado la lectura de su hermosa carta del 8 del mes próximo pasado, ya porque veo en Ud. al buen compañero, siempre dispuesto a prestarnos su eficaz colaboración en la empresa que hemos acometido de celebrar honrosa y brillantemente el Centenario de la Batalla de Ayacucho el año de 1924, ya porque simpatiza Ud.  con la idea que le comunique personalmente, de arbitrar recursos y elementos para levantar uno como templo donde depositar tanta reliquia venerada, perteneciente al Gran mariscal Antonio José de Sucre o que a él se refiera, y erig9irle dentro de ese templo una escultura, como la de Tenerani al Libertador.
Las reflexiones que Ud. hace acerca de no haber propendido hasta ahora nuestras sociedades patrióticas a hacer algo que perpetuara el recuerdo del más ilustre hijo de Cumaná en su ciudad nativa, han obedecido, sin duda, a la manera de pensar y proceder de las distintas épocas que han corrido del año 30 para acá. Nuestras sociedades patrióticas y religiosas tendían solo a acopiar medios para celebrar un determinado día del año una fiesta rumbosa, pasada la cual se volvía a emprender de nuevo el mismo trabajo para idéntico fin el año siguiente; pero de esos actos apenas ha quedado una reseña, uno que otro discurso y algunas poesías, casi todas mediocres. Ninguna idea original brotó de ese concurso de voluntades, y corrieron los años sin adelantar un punto en el propósito de honrar merecidamente a Sucre, exhibiendo tanto la faz guerrera del prócer como su bella talla moral, digna de la más alta epopeya.
Mucho han hecho sin duda los gobiernos Nacional  y del Estado, en honor del “más digno General de Colombia”, la estatua del insigne Mariscal  es monumento que adorna  la principal de nuestras  plazas públicas: otra plaza la de “Pichincha” creado en honor de Sucre, lleva un busto de él, y otro busto y retrato suyos  existen en el Salón Municipal, junto con la fe de bautismo, fotografiada e los libros de la Iglesia de Santa Inés: retrato magnífico del héroe decora el Salón de Recepciones del Ejecutivo del Estado ; en el sitio más probable en que nació  el gran cumanés, se destaca, en hermosa columna, la inscripción que recuerda al pasajero, como fue esta ciudad la cuna afortunada del Héroe y como debemos rendirles a ambos  el homenaje de nuestro amor y gratitud:  la correspondencia militar y política del Gran Mariscal fue publicada por el Gobierno Nacional en días cercanos al Centenario del Libertador, y ahora la reimprime  una notable casa editorial  de Madrid; la segunda de nuestras calles se denomina Sucre, y así también nuestro hermoso puerto, el Estado y el Distrito Capital; igual título cabe  a la principal de nuestras escuelas concentradas; y hasta un  cercano y popular barrio de Cumaná lleva el nombre  de una de las ciudades  que mostraron marcada predilección por nuestro ilustre coterráneo: Cochabamba. Todos estos tributos, hijos de la más viva gratitud, traen a la memoria el nombre y la obra del vencedor en Pichincha.
Pero el templo que urge levantemos a Sucre vendría a acercarlo más a nuestros días de seguro análisis; vendría como a actualizar el pasado; porque enriquecido ese edificio  con recuerdos perínclitos que digan a las generaciones cómo fue pura y abnegada aquella víctima ilustre; es seguro que cuantos individuos  y corporaciones posean alguna joya, carta o cualquier dato de esas brillantes  épocas extintas, gustosamente los traerían a ese templo o Museo  para ser allí expuestos  a la veneración de todos. Siempre sentiríamos como un regocijo de familia al colocar dentro de ese santuario de la Patria alguna prenda de Sucre el inmortal.
Esta sería la obra nuestra: honrar de la más digna y elocuente manera al egregio Adalid y Estadista, exhibiéndola hombre , que si culminó en cien campos de batalla  con la prestancia y el arrojo  de los más notables capitanes, se creó en torno suyo, por sus eximias virtudes y exquisito tacto  político y social, tal atmósfera de entusiasmo, veneración y gratitud, que se ha hecho merecedor  (y es justicia que nadie le disputa), de que el ilustre cantor de la Zona Tórrida, lo consagrara en frase  lapidaria “ la gloria más pura de Hispano América”
Tarde he venido a contestar su atenta carta, pero como le había manifestado personalmente que los particulares de ella habían sido muy bien acogidos por los Miembros el Comité Central, esperaba sorprender a Ud., con los datos que le envío y que recogí últimamente en Caracas acompañado en todas estas diligencias por nuestro buen amigo y compañero Emilio Berrizbeitia. Estos datos se publicarán para conocimiento del público, junto con esta carta en el “El Disco” el popular periódico que el Dr. Rodríguez Valdivieso y usted, sus distinguidos redactores, han puesto con la mayor galantería a la disposición de este Comité Central. Los datos en referencia son estos.


LA PLUMA.

El trabajo de la reproducción de la Pluma ha sido confiado en Caracas al inteligente orfebre señor Rómulo Maduro, decidido admirador de Sucre. La reproducción de la Pluma se hará en oro de 21 kilates, igual al modelo, que existe en la Municipalidad de Cumaná, y que fue regalada por el Gran mariscal de Ayacucho.  Esta joya irá colocada en estuche muy rico, tallado en oro de iguales kilates, llevará el escudo del Estado Sucre, y los esquineros serán también tallados en oro.  En la parte interior de la tapa cubriéndola en toda su extensión llevará la Bandera Nacional con la inscripción siguiente: Facsímil de la Pluma, en oro y perlas, con que el Colegio de Cochabamba obsequió al General Antonio José de Sucre, después del triunfo de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824.
En el fondo de este estuche, se destaca la Pluma, de oro y perlas, y habrá otra inscripción en oro, que dirá: Contribución a la celebración del Centenario de la Batalla de Ayacucho, en Cumaná el 9 de diciembre de 1924.

EL BILLETE.

El Billete para la rifa tendrá las dimensiones siguientes: quince por ocho centímetros.
En el anverso, y hacia su extremo derecho llevará en tono dorado un fotograbado de la Pluma. En el extremo izquierdo de la misma faz la efigie en busto con traje militar, del Gran Mariscal de Ayacucho. En el centro irá el facsímil de la carta con que Sucre envió la valiosa joya a la Municipalidad de Cumaná el año de 1826.
En el reverso, en el extremo superior derecho, en facsímil también, irá el escudo del Estado Sucre, en dorado. En el centro la inscripción siguiente: Contribución a la celebración del Centenario de la Batalla de Ayacucho, en Cumaná”.
Hacia la parte inferior tendrá estampadas la serie, número y valor del Billete. Este trabajo de esmerado gusto artístico está encomendado a la importante “Litografía del Comercio” del señor don Pius Schlageter, fervoroso americanista y admirador de Sucre. Nos ha asegurado Schlageter a Berrizbeitia y a mí que el trabajo, por su mérito artístico será como una obra de arte equivalente a su valor, y que muy bien podrá guardarse como un recuerdo del Centenario. En todas estas gestiones me ha acompañado como antes digo, el Vicepresidente del Gran Comité Directivo de la Sociedad Patriótica Ayacucho, Don Emilio Berrizbeitia, quien continúa en la Capital, activando la conclusión del trabajo mencionado.  
Sírvase aceptar nuestras más cordiales felicitaciones por su idea original y bella, que hemos acogido con el mayor contento todos los miembros de esta sociedad Patriótica.
Soy su amigo y compañero afectísimo.
D. Ponce Córdova”.

Discurso del Dr. Domingo Badaracco Bermúdez al colocarse la primera piedra de la construcción del Monumento, el 9 de diciembre de 1924


En el mismo Número 43, de “SUCRE”, se publica el discurso del Dr. DOMINGO BADARACCO BERMUDEZ, en el acto de inauguración de una parte terminada del monumento al Gran Mariscal de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1924, en Cumaná. Veamos:

Señores:

La Sociedad Patriótica Ayacucho, en nombre de la cual me cabe la honra de dirigiros la palabra, dispuso en solemne acuerdo  construir este monumento, donde guardar las reliq1uias históricas del Gran Mariscal Antonio José de Sucre o que a él se refieran; y consecuente con tal propósito dio principio a la obra, bien en el convencimiento, por lo breve del tiempo de n o poder llevarla a término para este día aniversario de aquel otro en que el hijo más ilustre de Cumaná, al frente del Ejército Libertador, selló la emancipación del Continente, en la más trascendental función de armas que se haya librado en él.

         Cumple hoy en parte sus miras la SOCIEDAD PATRIOTICA, al exhibir, como número selecto de las fiestas del Centenario la porción de trabajo realizada; y se promete para dentro de poco la inauguración definitiva de la obra, tal como ésta ha sido ideada por el feliz ingenio de artistas nacionales.

         Frente al mar antillano sobre cuyas olas rodó un día, náufrago, nuestro héroe epónimo, cuando cruzado de la Libertad se encaminaba doliente al predio nativo, cercano a la histórica fortaleza de San Antonio cuyo muros encierran tantas leyendas de redención y de martirio; arrancado del propio sitio en donde otro gran oriental, épico adalid de la independencia, campeón de alto relieve en los fasos del heroísmo, terminó su gloriosa vida y en serena contemplación al infinito, se alzará en breve, a manera de atalaya, la artística pirámide, que dirá a los postreros como esa flor de epopeya que se llamó Sucre, cuyo nombre llena en estos momentos el ámbito inmenso de la América  Hispana, ya tiene, en el suelo que arrullo su cuna , el monumento que la veneración y el cariño del ilustre pueblo cumanés ha consagrado a sus hechos inmortales.

         Plumas dotas han relatado en páginas de arte, de verdad y de justicia, la vida militar y política de aquel primado  de la gloria, que sin más émulo que el Libertador, ni otro escudo que la bandera de la Patria, realizó con las invictas falanges colombianas esa carrera de prodigios que, como recio huracán de gloria, se fue de triunfo en triunfo por las enhiestas cumbres de los Andes hasta el Potosí lejano, llevando en su mente de guerrero al igual del Padre de Colombia, no el ideal restricto de la liberación de unos pocos pueblos, sino la visión radiante de la América grande y una, faz a faz de esa otra América, formidable modelo de Libertad y fuerza.

         Pensadores profundos han elogiado su capacidad maravillosa de estadista, creador de pueblos y el mayor colaborador de Bolívar en esta obra de genio. Militares de escuela han estudiado sus planos de batalla, llevados al papel en horas turbulentas, en plena campaña. Artistas soberanos han fijado en el lienzo, en el mármol y en el bronce esa fisonomía austera que parece como animada por un espíritu doliente. Inspirados portaliras han descrito en estrofas que son flores de antología, poéticos gestos de su vida galante, escenas triunfantes de su vida de guerrero, o el lúgubre momento de su caída fatal. Su correspondencia, sus proclamas de guerra, sus mensajes, todo ha sido examinado a la luz de un nuevo criterio histórico, el cual va directamente al fondo de los hechos, para extraer de él en toda su pureza la verdad y dejar sin valor alguno los prejuicios y las leyendas… Y volviendo, y revolviendo al héroe como un fino diamante de impecables contornos, cada lado del Mariscal egregio emite brillo firme y sereno, que denuncia en su estructura la unidad real más perfecta.

         Analizando esa vida, que el plomo de Berruecos tronchó en flor, no es seguramente el heroísmo del gran cumanés lo que más nos arrebata, como no lo son tampoco su pericia indiscutida ni su sabiduría en el consejo: muchos de sus compañeros de armas poseían en grado eminente algunos de tan valiosos atributos. Lo que arroba el ánimo en la contemplación de esa vida, es armonía perfecta de facultades, aquella lealtad caballeresca, aquella serenidad de juicio que ni en el pánico de las derrotas ni en la embriaguez de la gloria de los grades triunfos, ni en los altos Senados que le tocó presidir lo abandonaron jamás. Si no tenía el don profético del genio, concedido solo al Libertador, en cambio penetraba fácilmente en el campo tenebroso de la realidad, hecho infranqueable por las ambiciones en lucha; y con su valor extraordinario el profundo conocimiento de su arte, y aquella piedad suya, que “no parecía humana”, sabia sobreponerse a los sucesos y arrancar la victoria de los brazos mismos de la anarquía o el crimen.

         Su modestia sin igual, que no era en él flor de estudio sino prensa ingénita, como lo fue también su delicadeza, aquella delicadeza de Sucre que tanto impacientaba al Libertador      , lo llevó en más de una ocasión a conceptuarse insuficiente para asumir la dirección de alguna vasta empresa militar; pero la disciplina, el amor a la Patria, su fe completa en el genio de Bolívar y en el entusiasmo y valor de los soldados de Colombia, le imponían como mandamiento categórico aceptar el mando y triunfar ¡Y Siempre triunfaba!  “Él hombre de la fortuna en la guerra”, fue llamado en sus días.

         Si para penetrar mejor a ese hombre ilustre “Conjunto de hombres” como de Alcibíades dijo Platón, pasáramos a considerarlo en la triple faz con que se yergue su figura en la historia de la revolución, veríamos que Sucre guerrero se equipara en grandeza con Sucre diplomático y Sucre Magistrado. De un valor legendario son testimonio las difíciles circunstancias que tuvo que vencer en los principios de su carrera, junto con lo héroes orientales que, al mando de Mariño, formaron la expedición del año trece. Y en ese grupo, digno de eterna fama, “Sucre siempre se distinguía por su infatigable actividad, por su inteligencia y por su valor”.
        
         En los célebres campos de Maturín y Cumaná se encontraba de ordinario al lado de los más audaces, rompiendo las filas enemigas, destrozando ejércitos contrarios con tres a o cuatro compañías de voluntarios que componían todas nuestras fuerzas” Son palabras del Libertador. ¿A quién que conozca la historia patria puede sorprender el imponderable arrojo personal de Sucre cuando la insurrección de Chuquisaca?

         Sobre su tumba bien pudiera gravarse parafraseando para encuadrarlo en campo americano, el epitafio que para sí compuso el mayor trágico de la eterna Grecia: “Aquí esta Sucre. Los lúgubres llanos de La Puerta, Aragua y Urica, las triunfales alturas de Riobamba, Pichincha y Ayacucho, y el español altivo de indómito coraje, dirán si fue valiente. ¡Ellos lo vieron!

        
         Pero, aun así, la inscripción quedaría incompleta, porque ese carácter alcanzó para la causa de la Patria tantas victorias con la bondad y la clemencia como con su espada libertadora. Diplomático su nombre fulgura al pie de tratados que son prendas del decoro humano y que en aquellos días difíciles contribuyeron eficazmente a detener las hondas calamidades engendradas por la guerra.

         Su actuación en Bolivia al frente del poder fue la tarea de u8n cíclope. Débil medio para hacerse respetar daba la Constitución bolivariana al Ejecutivo, como lo confiesa el mismo Sucre, y eso en medio en que ambiciones y rivalidades vivían en perpetuo acecho. Admirable es ver, sin embargo, como pudo el Gran Mariscal llevar el orden a todos los ramos de la administración y de “aquella porción de hombres divididos entre asesinos y víctimas, entre esclavos y tiranos, devorados por los enconos y sedientos de venganza, forma un gran pueblo con leyes propias y señalar su gobierno por la clemencia, la tolerancia y la bondad”.

         Tan bien conocía Bolívar la férrea contextura de ese carácter y su absoluta consagración a la causa de la Independencia que, en plena guerra civil, antes de Tarquí, le escribe aquellas palabras “Todos mis poderes, buenos y malos, los delego en Ud. Haga Ud. la guerra, haga Ud. la Paz; salve o pierda el Sur. Ud. es el árbitro de sus destinos y en Ud. he confiado todas mis esperanzas”. 

         Culminó su desprendimiento del mando en el Congreso Admirable, donde hizo esfuerzos supremos para sostener la unidad colombiana, ensueño heroico del Libertador, fracasado ya de hecho por la fuerza de la opinión separatista en las tres repúblicas y para el cual Senado formuló Sucre su célebre propuesta, que era como un llamamiento a las fuerzas pensantes de los pueblos recién libertados para que se encaminaran por vías civiles a regir sus destinos soberanos. Utopía para entonces, pero que de todos modos revela un criterio amplio y un valor cívico a toda prueba.

         Gran ciudadano del mundo, brillante caballero de la democracia, a lo largo de esa vida se agita un afán constante de orden, de cultura, de cordialidad, fuerzas estas  que después de Ayacucho toman en Sucre toda la persistencia de una obsesión  “Más patriota que ambicioso”, como le escribe a Flores, pensando siempre en Quito y Cumaná, en la familia y los amigos lejanos, quiere retirarse de la escena pública a llevar vida modesta de filósofo, y no emplear más su espada sino cuando haya algún peligro de invasión exterior. Pero era vacilante la vida de los pueblos recién venidos a la libertad, y muy alta la talla de aquel guerrero, para imaginar siquiera que pudiera desprenderse del ejercito a sembrar coles, como Diocleciano, en el rincón de un huerto, o a lamentarse desde lejos del bien perdido como una doliente figura del Romancero. Hijo de la guerra debía morir combatiendo, y cayó al fin, en miserable emboscada, el patricio benemérito en toda la plenitud de su grandeza. ¡Afortunado fue en su muerte! Ese astro de primera magnitud en el cielo de América, no llegó a conocer la soledad glacial del ocaso; no presenció la ruina de Colombia ni sufrió las mordeduras. Llenas de hiel y cieno, que aceleraron el fin del Padre de la Patria. Afortunado fue en su muerte, pues como ya se ha dicho, y lo comprueban los anales del mundo, sobrevivir a su gloria es la mayor desgracia de un hombre ilustre.

         Hoy las cinco repúblicas que tanto contribuyó a libertar, y con ellas las demás naciones de Hispano América, unidas como en sus grades días nacionales, y protegidas por la ideal bandera de aquella como República continental que concibió Bolívar, celebran con el más intenso júbilo la gloria del 9 de diciembre, y la del capitán egregio, vencedor en esa jornada. Unidas como en sus grades días nacionales, tienden los brazos a la ciudad procera, ilustre entre las ilustres del Continente, la que recibió en su seno los primeros gérmenes de aquella civilización mediterránea traída por los iberos y que, siglos más tarde había de dar al Nuevo Mundo el varón privilegiado que afianzó su libertad en Ayacucho. En fantástica teoría parécenos ver a esas naciones acercarse a este monumento y bendecir el nombre de Sucre y así mismo nos parece que llegaran hasta nosotros en las ondas del aire como un eco lejano de aquellos días de gloria, las palabras proféticas del Padre de la Patria “La generación venidera esperan la victoria de Ayacucho para bendecir y contemplarla sentada en el trono de la libertad, dictando a los americanos el ejercicio de sus derechos y el sagrado imperio de la naturaleza”.


Esta fiesta, Señores, elevado exponente de patriotismo y cultura, no volverá para nosotros; pero la magnificencia de ella, los recuerdos que evoca, la gloria que exalta, la idea que representa, todo lo que en la religión de la Patria constituye el culto heroico de los pueblos vivirá en lo íntimo de nuestro ser, con la vida perdurable que llevan en si los acontecimientos trascendentes. Y en tan solemne momento rindamos a nuestro héroe epónimo el más vivo homenaje de gratitud: recordemos siempre cumaneses, sea cual fuere el puesto que la ciega fortuna nos asigne, alto o mediocre, desesperado o triunfal, recordemos siempre para honrarnos imitándolo, que ese espíritu selecto, de méritos auténticos y esclarecidas virtudes, no olvidó nunca ni aun en la cumbre del poder y de la gloria, a su tierra cumanesa. A ella consagró en todas las etapas de su agitada vida los recuerdos más acendrados, y para ella se quitó de las sienes y alejó de su mano la corona y la pluma de oro y perlas con que el Perú, ya libre, entre otros ricos presentes, exteriorizó su afecto al “redentor de los hijos del sol”.

Y para que nuestro homenaje sea digno coronamiento de esta apoteosis al valor, a la constancia y al mérito, hagamos al Padre de Ayacucho la ofrenda más valiosa que puede tributarle un pueblo ilustre: la de sostener y exaltar hasta lo heroico la patria que quisieron para nosotros, y así nos la legaron nuestros padres libertadores la Patria que quiso Sucre> libre, altiva y amable. La Patria libre, tal como en símbolo viviente está representada en el caballo volador de su escudo; la Patria altiva, como el samán de sus llanuras majestuosas; la Patria amable como los fértiles oasis, llenos de pompa y de verdor que sonríen al pie de sus abruptas cordilleras.

Señores: honroso encargo que me ha encomendado la sociedad organizadora de esta fiesta, y que cumplo con la mayor voluntad, es el de felicitar patrióticamente y dar las más cumplidas gracias al Señor Presidente Constitucional del Estado, General Juan Alberto Ramírez, por haber dispuesto en todo el territorio de su mando, la celebración solemne de estas fiestas centenarias, y concedido a la Sociedad, en el Programa Oficial, los números especiales que ella solicitó para contribuir al esplendor de esta apoteosis. Al honrar a Sucre en esta fecha clásica de la gloria americana, y en la propia cuna del héroe, ha conquistado el General Ramírez título valioso al respeto y consideración de los cumaneses. Hace extensiva la Sociedad Patriótica la expresión de su agradecimiento al Señor Secretario General de Gobierno, Doctor Pedro Miguel Queremel, brillante sostenedor de esta actualidad política; a la Ilustre Municipalidad del Distrito, al Ilustrísimo Señor Obispo Dr. Sixto Sosa, y al respetable clero de la Diócesis; a los señores Delegados del Gobierno Nacional y de los Estados de la Unión, a la prensa; a los institutos de enseñanza; a las gentiles hijas de Cumaná, conmovedor encanto de esta tierra soñadora, y en fin al pueblo cumanés aquí presente, abnegado siempre y heroico como en los magnos días de la lucha emancipadora; porque todos nos han estimulado en el propósito de formar con el gobierno regional, en estos días de verdadero regocijo, una como larga fiesta de familia, modesta y bella, como fue modesta y bella la vida para Sucre.

Y suben respetuosamente los votos de gratitud de la Sociedad Patriótica hasta el señor Presidente Constitucional de la República, Benemérito General Juan Vicente Gómez; porque este gran ciudadano ha rendido en todo tiempo los más espontáneos elogios al vencedor en Pichincha y honrado la gran memoria del héroe con ricas obras de arte y utilidad pública diseminadas en el vasto territorio nacional. Al amparo del fuerte gobierno del General Gómez, ha habido en el país como un florecimiento de actividades debido a la paz sólida y al trabajo redentor, que son las fuerzas de su fecunda administración. Esa paz prolongada como no habíamos presenciado otra igual, al anular las antiguas banderías turbadoras del respeto público ha creado la unión efectiva de la gran familia venezolana. Y durante ese largo período de progreso y de orden, hemos visto realizarse actos como el presente, que son notas triunfales de civismo, y orgullo de buena ley para el fuerte conductor de la nueva Venezuela.

Señores todos.

En nombre de la Sociedad Patriótica Ayacucho, gracias de nuevo. He terminado.


LA EJECUCIÓN DE LA OBRA Y SU DESTRUCCIÓN.

En esta investigación no encontré ningún documento por el cual se haya contratado al famoso maestro de obras, Don Dionisio Arismendi, sin embargo, en esos tiempos los contratos, de esta naturaleza, se formalizaban en el registro Subalterno, por lo tanto, debe estar inscrito en él; y aunque de la correspondencia publicada no aparece obligación alguna del Ing. Llamozas, se entiende que la Junta Directiva de la Sociedad Patriótica Ayacucho, le confió la obra.

Tampoco conocemos el monto del contrato, ni siquiera podemos calcularlo, solo tenemos las expresiones de algunos de los actores, en relación con el alto costo de la obra.  


DEL SORTEO DE LA RIFA PROPUESTA POR MARCO TULIO BADARACCO BERMUDEZ.

Día 7 de diciembre de 1924.- A las 10 a. m.- En el Teatro José Silverio González” Se efectuará el sorteo de la rifa del facsímil, en oro y perlas, de la pluma que regaló el Colegio de Cochabamba al Gran Mariscal de Ayacucho, y que el héroe destinó a su ciudad natal por el órgano de su muy Ilustre Ayuntamiento. Música y fuegos de artificio.
         Como en efecto se efectuó. A las 10 de la mañana, con numeroso concurso que rebosaba el local del Teatro José Silverio González, tuvo efecto la rifa del facsímil de oro y perlas de la pluma donada por el Mariscal Antonio José de Sucre a la Municipalidad de Cumaná en donde se conserva y venera. Fue favorecido por la suerte el Número 806 serie 1.

La Sociedad patriótica Ayacucho, asesorada por el ilustre ingeniero cumanés Dr. Tomás E. Llamozas, contrató a los afamados señores Ricardo y Julio Alfonso Rojas, de Caracas, para elaborar el proyecto de monumento a Sucre; y encargó de la construcción al experto Maestro de Obras de Cumaná, Dionisio Arismendi. 

Todo funcionaba de acuerdo con los planes previstos, sin embargo, la naturaleza se mostró incómoda con tantos éxitos juntos, y decidió la suerte de la obra, no se sabe o no lo dicen los actores del drama, si se produjo algún movimiento telúrico, o mejor, como los llaman los cumaneses: un temblor.

DERRUMBAMIENTO DEL MUSEO

En la madrugada del 11 de febrero de 1928, se derrumbó una parte del edificio en construcción, lo cual fue un acontecimiento singular en la bucólica vida del pueblo cumanés. La noticia impactó no solo a Cumaná sino a toda Venezuela, que esperaba con ansias la conclusión de la extraordinaria obra. Veamos el acontecimiento a través de las publicaciones de prensa, tal como fueron publicadas:

REMITIDO

EL DERRUMBAMIENTO DEL “MUSEO SUCRE” EN CUMANÁ.

Los Diarios “La ESFERA” y “EL UNIVERSAL” por cierto, de la propiedad de los cumaneses, Don Ramón David León Madriz y Luis Teófilo Núñez, correspondientes al 18 próximo pasado desglosamos la comunicación siguiente:

“Museo Sucre de Cumaná se desplomó una pared del edificio- Peligro corrido por un Colegio- Comentarios acerca del suceso”.

“Cumaná. Febrero 12. La más ingrata impresión ha causado en esta ciudad el suceso ocurrido en el “Museo Sucre”, edificio en construcción del cual se derrumbó ayer uno de los grandes muros laterales
El estruendo que produjo el desplomamiento atrajo al momento multitud de público al lugar del suceso encontrándose con que la pared caída interceptaba la calle y gran parte de ella se había desplomado sobre el colegio de N. S. de la Consolación” Edificio ubicado en la acera opuesta el cual afortunadamente recibió pequeños deterioros a pesar de que ha podido sufrirlos de bastante consideración.
Como el suceso ocurrió en horas de clases y el instituto en referencia es un internado, las familias se trasladaron inmediatamente a él llenas de natural angustia que producía el temor de que las alumnas o Hermanas hubiesen recibido daño lo cual no ocurrió.
Se juzga que el Museo adolece de vitales defectos de construcción que las bases que se le dieron son insuficientes para sostener muros de tanta altura y peso como los que se levantaron defectos debido a la impericia del plano adoptado.
Lástima que todo esto no hubiese sido visto con tiempo pues así no se perderían, como resultará probablemente los esfuerzos hechos por Cumaná entera para la erección de este edificio, monumento conmemorativo a la gloria del gran héroe natal cuya primera piedra se colocó solemnemente el 9 de diciembre de 1924 día centenario de la inmortal batalla de Ayacucho”.
No sabemos de la procedencia de esa nota, pero ella hace del dominio público – y muy bien hecho está-
El haberse juzgado que el Museo adolece de vitales defectos de construcción, por haberle dado a las bases dimensiones insuficientes para sostener muros de tanta altura y peso como los que se levantaron y que todo ello se debe a la impericia del plano adoptado.
Como los dibujos correspondientes al “Museo Sucre” fueron hechos por nosotros, hemos querido hacer saber: que, si bien es cierto que somos los autores de dichos planos, también lo es, el que nada hemos tenido que hacer con la edificación de dicho Museo. Algo más no sabemos ni siquiera quien es el ingeniero encargado de levantar la obra; cuanto sabemos es que entre el” Museo SUCRE” y nosotros hemos tenido de intermediario al ingeniero Dr. Tomás E. Llamosas. Una explicación, más amplia dará a conocer de todo esto.  
 El 4 de mayo de 1924 fuimos notificados por nuestro apreciado amigo el ingeniero Vicente Franco (q. e. p. d) de que, la Junta encargada de la celebración del “Centenario de la Batalla de Ayacucho” quería construir en Cumaná un monumento para depositar en él las reliquias del Gran Mariscal de Ayacucho, y que él -el Dr. Franco – deseaba que nosotros tomásemos cartas en el asunto.
En consecuencia, el Dr. Franco nos presentó al señor doctor Llamosas, al señor Vallenilla y otros amigos. Allí conocimos del propósito que tenían, se nos dio las dimensiones del terreno con que contaban para la erección de la obra y se nos exigió un croquis del proyecto que pudiéramos elaborar.
El 13 de mayo presentamos un boceto en lápiz del monumento que habíamos concebido boceto que obtuvo la aprobación unánime de la Junta, y tanto, que se nos pidió la elaboración completa de los dibujos correspondientes al proyecto. Ya para los días primeros de julio habíamos entregado el juego de planos, constantes de: Planta, Fachada principal, Fachada lateral y Perspectiva.
Como deja verse en este asunto hemos obrado simplemente como dibujantes, y es oportuno hacer notar que dicho proyecto no es un capricho, es el resultado de un estudio detenido y consta de más de cuarenta láminas que tendríamos muchísimo gusto en someter a consideración de un jurado para que dictamine si dichos dibujos están o no ajustados aun en sus menores detalles, al estilo a que pertenecen y si hay impericia en su técnica y ejecución.
Pero no queremos parar en esto.

El informante de Cumaná en su nota a que hemos hecho referencia, dice: “Se juzga que el Museo adolece de visibles defectos de construcción (¡Claro…! El juicio no es temerario) que las bases que se le dieron son insuficientes para sostener muros de tanta altura y peso como los que se levantaron, defectos debidos a la impericia de los planos”.
La impericia ¿de quién es? ¿De los autores de los planos o de quien los adoptó? Achacar impericia a los planos es una iniquidad hasta gramatical.
Poco antes dice el informante: “Que se juzga que las bases que se le dieron  son insuficientes para sostener muros de tanta altura y peso como los que se levantaron” Si este juicio es verdadero la responsabilidad íntegra  es del constructor que debió conocer  previamente del peso del edificio, de la velocidad del viento en la región y del subsuelo del lugar, para ejecutar en consecuencia la fundación o base adecuada; sin embargo, el informante concluye, con evidente falta de lógica, con verdadera impericia: “defectos debido a la impericia del plano adoptado”  
Si en los planos no se hizo indicación de las fundaciones o bases fue precisamente porque nosotros que hicimos los planos, desconocíamos el subsuelo de Cumaná. Hicimos dichos planos y los entregamos al Dr. Llamosas quien nos los había encargado y quien los adoptó. Nos abstuvimos de hacer indicaciones técnicas y especificaciones de mayor importancia por la razón expresada porque no se nos pidieron y porque razonablemente las creíamos innecesarias tratándose de la personalidad del Dr. Llamosas, apenas indicamos –porque se nos pidió- algunas secciones, no sin dejar de indicar expresamente al Dr. Llamosas que “Declinábamos sobre él, como conocedor del subsuelo de Cumaná la profundidad de los cimientos”.
Cumaná tiene la facultad de incoar el correspondiente juicio de responsabilidad y debe hacerlo, pues probablemente tiene el derecho de indemnización.
No tememos al juicio. Conservamos copia de todos los planos entregados y de nuestra correspondencia con el Dr. Llamosas; en consecuencia, nos creemos exentos de responsabilidad y conservamos tranquila nuestra conciencia.     
La ruina del edificio no se debe a los pobres planos calumniados, sino a alguna otra causa: tal vez a las malas fundaciones como han supuesto, o quizás a defectos de materiales o de la obra de mano. Ello se aclarará en el juicio respectivo.
Por lo demás, sentimos con los cumaneses el desastre ocurrido y esperamos que pueda haber remedio que impida la ruina total del “Museo Sucre”.

Ricardo y Julio Alfonso Rojas
Caracas 7 de marzo de 1928

Nota de la Redacción.

Es nuestro propósito dar cabida en las columnas de este periódico a la exposición que pueda hacer cualquiera de nuestros ingenieros, el Dr. Llamozas o el constructor Señor Dionisio Arismendi, para explicar las causas a que atribuyen el derrumbamiento del Museo a que se contrae el anterior artículo.

Voz general es aquí que el accidente sufrido por el edificio se debe a la torre central que se levantaba porque ni las bases del Museo ni sus muros podían soportar el peso que integraba una torre de tal magnitud. El derrumbamiento consistió precisamente de esa torre central de dos torrecillas laterales y parte del muro hacia oriente, en que descansaban los arcos sostenedores de la mencionada torre.

El edificio sigue en pie y se trabaja en el desalojo de los escombros para luego continuar la obra bajo un nuevo plan, rematándolo hasta la altura que hoy tiene con alguna construcción alegórica de poco peso como un ático almenado o algo por el estilo.


REMITIDO

“MUSEO SUCRE”

Señores Julio y Ricardo Alfonso Rojas

Muy Señores míos y amigos:


         A mi regreso de Naiguatá donde me encontraba hace algunos días, he leído en el Universal el jueves 8 del corriente, un Remitido publicada\ por ustedes, sobre el incidente ocurrido en el “Museo SUCRE” en Cumaná.

         Si ustedes se hubiesen entrevistado conmigo antes de hacer tal publicación, quizás habrían suprimido los prejuicios que el escrito contiene y que no cuadra a personas del apreciable carácter de ustedes.

         La comunicación trasmitida de Cumaná a “La Esfera” parece ser escrita por alguien que revela marcada animosidad contra el encargado de la construcción de la obra, que aun cuando no es ingeniero, si es persona muy inteligente y conocedora de su oficio, el Señor Dionisio Arismendi, Maestro de Obra titular.

         Es cierto cuanto ustedes dicen relativo a mi actuación en este asunto solamente tengo que observar que ustedes manifiestan haber dejado a mi cuidado las fundaciones del edificio, basándose en su creencia de que yo conozco el subsuelo de Cumaná dando a entender que yo era el encargado de hacerlas lo cual es una errada suposición de ustedes. Ni siquiera vi hacer dichas fundaciones, pero les aseguro que por este respecto el edificio nada ha sufrido.

         Por exigencia de la Junta Directiva planté el plano de ustedes en el terreno y le di a los muros los espesores calculados por ustedes pues los encontré perfectos.

         No se preocupen por lo de “” La impericia de los planos”” Quien eso ha escrito es un IMPERITO y probablemente, seguramente, uno de esos que creen que es lo mismo escribir discursos que construir obras.

         Yo adopté el plano de ustedes; si tiene errores no sería extraño y hubo quien hizo observaciones que fueron aceptadas antes de procederse a la ejecución de la obra.

         Para terminar, voy a referirles, con el objeto también de que el público se ilustre, le sucedió al señor Arismendi que quiso construir la torre central después de haber construido las laterales. Esta resolución suya, si me la hubieran consultado no la habría dado mi aprobación porque yo pensaba que la situación de la torre era cuestión de un estudio muy detenido y los planos nada indicaban a este respecto. Así opino porque ha debido tacharse el edificio a la altura que tiene y dejar la construcción de la torre para después. Pero el Señor Arismendi lo quiso y construyó dos arcos armados y apoyados en los muros transversales del segundo cuerpo y sobre esos dos arcos, que nadie vio y sobre los cuales nadie puede juzgar, con audacia de constructor consciente fundó la base de la torre. Sucedió que el día 11 de febrero último a las doce y quince minutos del día hora en que no había clases en el Colegio de la Consolación se sentó la torre sobre sus bases y al caer el arco empujó el muro alto del Este en una parte. La estructura del Edificio NADA SUFRIÓ, y al contrario quedó probado que las bases están muy bien calculadas y el edificio muy bien construido; glorias que corresponden únicamente a ustedes y al señor Arismendi.

Los ingenieros todos en Cumaná así lo declararon en presencia del señor Secretario General de Gobierno quien estaba en esos días encargado de la Presidencia del Estado y entre los ingenieros estaba el suscrito amigo y servidor de ustedes;

Tomás C. Llamozas.


Nota de la redacción del Periódico. No sabemos nosotros quien fue el IMPERITO a que alude el Dr. Llamozas que dio la información a La Esfera, pero de todos modos ha servido para procurar el esclarecimiento de responsabilidades sobre este asunto de tanto interés para Cumaná y sobre el que quizá no se ha dicho aun la última palabra…


El 4 de abril, vuelve la polémica, otra vez: “La Esfera”, de Caracas, y el” SUCRE”, de Cumaná, publican un candente artículo de J. A. Marcano Rojas. Veamos:

“EL MUSEO SUCRE DE CUMANA


         AL MARGEN DE UN DERRUMBAMIENTO Y DE DOS ARTICULOS – EL EDIFICIO ADOLECE DE IMPERICIA EN EL TRAZADO Y EN LA CONSTRUCCION.

Cumaná marzo 15. 1928. La prensa local reprodujo recientemente una información publicada en” La Esfera” de Caracas referente al derrumbamiento de una parte del “Museo Sucre” información acerca de la cual se publicaron después en la misma ciudad dos artículos, uno firmado por los señores Ricardo y Julio Alfonso Rojas y otro por el Dr. Tomás C. Llamozas.

Los señores Rojas a la verdad solo hicieron el dibujo, el plano del edificio, como ellos dicen; y para nada según parece, se metieron con las dimensiones, espesor, solidez y resistencia de los muros que habían de construirse, esto como se desprende del artículo de los señores Rojas, era de la competencia de un ingeniero, o sea, según parece quieren indicar, del Doctor Llamozas, ingeniero, quien trató con ellos la hechura del dibujo o plano.


La verdad es que el dibujo, o plano, no puede ser más raro, el él (opinión de personas competentes) no se obedece a ningún orden arquitectónico, es una arquitectura caprichosa injerta de la Santa capilla de Caracas, el panteón del General Crespo, en tierra de Jugo, y algo así como un aspecto de construcción egipcia… Es un perfecto infundio… (Repetimos lo dicho por personas conocedoras).

Pero, dejemos el plano o dibujo, y tratemos de la construcción del Museo. Desde el comienzo de las obras los ingenieros doctores N. Milá Himiob, A. Minguet Letterón y Alfonso Urosa Ortiz, opinaron que dada la altura que ponían los dibujantes, los muros requerían un espesor adecuado y las bases una resistencia proporcional, pero, según se ve, nada de eso se hizo; se gastaron miles y miles de bolívares, se perdió tiempo y dinero, y el resultado lo estamos palpando.

 La dirección de las obras se le confió al señor Dionisio Arismendi, concienzudo ebanista, carpintero competente, pero quien no sabe nada de construcciones, aunque en su artículo el Dr. Llamozas pretende armarlo de arquitecto y darle el espaldarazo…

Se echaron, pues, las bases del edificio, se puso piedra sobre piedra, se hacinó encementado sobre encementado, se consumieron carretadas de arena y de granzón y los muros a pesar de las advertencias de la gente sensata, a pesar de las protestas de los tres ingenieros que nombramos, seguían elevándose, aumentaban en metros de altura, con gran consternación de los pacíficos vecinos y amenazaban, en una segunda edición de la célebre Torre de Babel, llegar al cielo.

Cuando se terminó el primer cuerpo, se dijo que por lo costoso de la obra y lo deficiente de las bases, debía concluirse el edificio allí, buscársele un remate más o menos armónico para aprovechar lo hecho y no perderlo todo.

Pero nada, contra viento y marease llevó adelante la obra y se encaramaron torres y torres, se siguieron consumiendo bolívares y tiempo y se llegó al final al resultado que se ve en la fotografía que ilustra estas notas (Que todos vemos aquí).

Se vino abajo, al fin, como todos esperaban, parte del monumento, y afortunadamente su derrumbe no causó pérdidas de vida. He aquí el comentario que hace un periódico de Cumaná.

Es nuestro propósito dar cabida en las columnas de este periódico a la exposición que pueda hacer cualquiera de nuestros ingenieros, el Dr. Llamozas o el constructor Señor Dionisio Arismendi, para explicar las causas a que atribuyen el derrumbamiento del Museo a que se contrae el anterior artículo.
Voz general es aquí que el accidente sufrido por el edificio se debe a la torre central que se levantaba porque ni las bases del Museo ni sus muros podían soportar el peso que integraba una torre de tal magnitud. El derrumbamiento consistió precisamente de esa torre central de dos torrecillas laterales y parte del muro hacia oriente, en que descansaban los arcos sostenedores de la mencionada torre.
El edificio sigue en pie y se trabaja en el desalojo de los escombros para luego continuar la obra bajo un nuevo plan, rematándolo hasta la altura que hoy tiene con alguna construcción alegórica de poco peso como un ático almenado o algo por el estilo.

Véase pues como los tres ingenieros citados tenían razón, la misma que todas las personas conscientes de Cumaná aducían para protestar contra la desconsiderada altura del edificio, cuya elevación consternaba a cuantos recuerdan que Cumaná es tierra privilegiada de los terremotos…

El Museo Sucre quedará trunco, trunco como la noble vida del héroe cuyo nombre lleva y en cuyo honor intentaron elevarlo.

Pero el caso es triste: es triste porque en Cumaná no abundan los monumentos y con la respetable cantidad de bolívares que se pierde en el “Museo Sucre” hubiera podido hacerse una obra útil, de beneficio colectivo…

El caso es triste, es triste porque el “Museo Sucre”, representa un raro movimiento de solidaridad en Cumaná, y es doloroso que se malogre en el fracaso más indolente una de las pocas oportunidades en que el sentimiento de los cumaneses ha vibrado acorde.

J. A. Marcano Rojas.

Nota de la redacción del Periódico. No sabemos nosotros quien fue el IMPERITO a que alude el Dr. Llamozas que dio la información a La Esfera, pero de todos modos ha servido para procurar el esclarecimiento de responsabilidades sobre este asunto de tanto interés para Cumaná y sobre el que quizá no se ha dicho aun la última palabra…


LA RESPUESTA

No se hizo esperar la respuesta a esta nueva andanada crítica, de un polemista cumanés inconforme y doliente, que sintiendo que no estaba satisfecho nuestro pueblo con el proyecto y su ejecución, debía terciar su cuarto a espadas, y veamos las nuevas razones esgrimidas por los proyectistas


         EL “MUSEO SUCRE” DE CUMANA. EL INFUNDIO ARQUITECTONICO.

Una vez que dimos al dominio público en reciente edición de este importante diario algunas consideraciones referentes al derrumbamiento del Museo Sucre en Cumaná y apreciados que fueron en cuanto pesa y valen los conceptos de la carta que  dirigiónos el Dr. Tomás L. Llamozas al mismo respecto esperábamos tranquilos puesto que las precitadas publicaciones esclarecían suficientemente la causa del derrumbamiento parcial del santuario que el fervoroso, culto, patriótico pueblo cumanés esforzóse en levantar,  cónsonos en dignidad y alteza, a su Héroe predilecto: el Gran Mariscal de Ayacucho.

Ahora, en el mismo órgano capitalino que dio cabida en sus columnas a la primera nota informativa dirigida, desde Cumaná, hemos visto un artículo signado  por el señor J. A. Marcano Rojas e ilustrado con una fotografía del estado del edificio después del infausto suceso   en el que el firmante se esfuerza en desbaratar con apreciaciones baladíes puramente de forma, lo que ya estaba sentado en el conocimiento más o menos preparado para ello, de cuantos han seguido con patriótico interés la muy noble iniciativa de la legendaria cuna del Gran Mariscal. No venimos pues, a formular el recuento de cuanto a nuestro juicio creímos bastante a retirar cualquier perjuicio de responsabilidad que por la simple elaboración del proyecto se nos pudiera atribuir tendenciosamente, dejando reservados valiosos testimonios en comprobación evidente de que en resumen el proyecto presentado no ofrecía defecto alguno en cuanto a técnica ni a dibujo se refiere, dando, por consiguiente, la garantía de su estabilidad.

HARINA DE OTRO COSTAL es el que no se hubiera previsto la magnitud del proyecto y lo mucho que demandaba en sacrificios a ese heroico pueblo para llevarlo a cabo antes de ponerse –como sienta el articulista- a hacinar “encementados, torres y mariñaques, hasta dar al traste con la obra de coronamiento del santuario, pues que, por virtud de imperativas economías y más quizá por espíritu de precipitaciones inexplicables una auténtica dirección técnica faltó en esa obra del coronamiento asentándose la torre central, no sobr3 las columnas a su soporte destinadas, sino sobre arcos antojadizos, insuficientes a sostenerla y que, en su caída arrastró una parte del muro oriental del edificio.

Y también es HARINA DE OTRO COSTAL el que el Señor Marcano Rojas no hubiese hecho conocer de antemano al Dr. Llamozas -quien inicio el trazado preliminar para el emplazamiento del edificio-   y al o a los otros técnicos bajo cuya dirección levantose el primer cuerpo su procedente observación de ser Cumaná “tierra privilegiada de los terremotos” pues de haber cumplido con ese humanitario deber  quizá ello hubiese obrado como por ensalmo en el ánimo de la muy honorable Junta para prescindir del homenaje al Abel de Colombia en la magnificencia con que fue acariciada su oportuna iniciativa y evitando por consiguiente la amarga decepción que envuelve el inesperado aunque reprochable truncamiento de la obra.


En el bisemanario “SUCRE” No. 264, del 14 de mayo de 1937, se publicó el siguiente telegrama;
Estados Unidos de Venezuela- Telégrafos Federales –De Naiguatá] a a Cumana. El 22 de abril de 1927.
Señor Manuel M. Fuentes.
Recibido- Compromisos contraídos con el doctor Llamozas me impiden ir a Cumaná antes de agosto.

                               Dionisio Arismendi.

A consulta del señor Fuentes, Tesorero de la Sociedad Patriótica Ayacucho, el señor Arismendi ha contestado como reza el telegrama inserto anteriormente. Habiendo estado, desde su principio, encomendados a la competencia del señor Arismendi los trabajos del MUSEO SUCRE, la Sociedad Patriótica que hoy preside el señor doctor Eliso Silva Díaz por desaparición de su anterior presidente doctor Delfín Ponce Córdova, ha querido que sea este compatriota quien de término al Monumento en la forma indicada por el Dr. Serijas Cook y que oportunamente publicamos en este periódico.

         Debemos hacer justicia al amigo y coterráneo Arismendi: Sin medios aparentes, sin las detalladas y minuciosas indicaciones que requiere una obra de la magnitud y belleza arquitectónica del Museo Sucre, el pudo levantarlo hasta las dimensiones que hoy presenta; y sin los inconvenientes económicos y de otro orden que presentáronse, debemos creer que, en toda su grandiosidad y atrevimiento artístico, estuviera terminado para gloria de nuestra tierra y propia satisfacción del constructor.

         Al confiarnos el anterior telegrama para su publicación, el señor Fuentes nos informa que espera la venida del señor Arismendi para proseguir y coronar la obra, si es que no se oponen insuperables obstáculos en el curso de los trabajos.


INTERVENCION DEL GENERAL JUAN VICENTE GÓMEZ.

“SUCRE” No 145 DE FECHA 13 DE FEBRERO DE 1926.

CARTAS CRUZADAS.

Cumaná 3 de febrero de 1926

Seño General
Juan Vicente Gómez
Miraflores.

            La “Sociedad Patriótica Ayacucho” aprovecha la feliz oportunidad de este día aniversario del natalicio del Mariscal Sucre para presentar a Usted su más respetuoso saludo y poner bajo la decisiva protección de Usted la conclusión del Monumento que se construye en esta ciudad cuna del Héroe en conmemoración del centenario de la Batalla de Ayacucho.
            A pesar de todos los esfuerzos hechos por esta sociedad de la valiosa ayuda de que ya anteriormente obtuvimos de Ud. y de la contribución de particulares, la fábrica del Monumento esta paralizada por carencia de fondos suficientes pues, en la actualidad solo contamos apenas con mil bolívares en Caja.
            Espontáneamente nuestro distinguido amigo, el Doctor Sardi, Presidente del Estadlo, ha ofrecido cotear por cuenta del Gobierno regional el mosaico necesario para la pavimentación del edificio, lo cual reduce la cantidad requerida para su total terminación a unos cuarenta mil bolívares.
            Convencidos como estamos que poner los trabajos del Monumento bajo los eficaces auspicios de usted constituye su inmediata terminación. lo hacemos hoy esperando  que su acción protectora a favor de nuestros propósitos unirá más todavía en nuestra gratitud y en la del pueblo de Cumaná, el nombre de usted al del Gran Mariscal, a cuya gloria ha rendido ya el fervoroso patriotismo de usted imperecedero homenaje, tanto en el Centenario de Ayacucho como cuando levantó en Maracay, frente al Gran Cuartel, la estatua del Héroe para que el ejército tuviera  en la visión del glorioso bronce  el más acabado ejemplo de disciplina y altas virtudes militares como lo expresa Ud.  en el brillante Decreto respectivo.
Haciendo sinceros votos por su ventura y prosperidad personal, nos repetimos de Ud. leales amigos y agradecidos compatriotas.

            D. Ponce Córdova, E. L. Silva Díaz, Rafael Velásquez, D. Badaracco Bermúdez, Emilio Berrizbeitia, Simón Núñez Ortiz, Manuel M. Fuentes, J. S. González Varela, José Rafael Rojas, F. Madriz Otero, Alberto Sanabria, Paco Damas Blanco, Octavio Rafael Neri, J. M. Urosa Ortiz, Enrique S. Berrizbeitia, Andrés E. Bruzual.



TELEGRAFO NACIONAL. De Los Morros a Cumaná. El i9 de febrero de 1926. Las 5 horas p. m.

Señores doctores D. Ponce Córdova y Eliso Silva Díaz, General Rafael Velásquez, Emilio Berrizbeitia y demás firmantes.  

Tengo por costumbre venir a estos lugares a buscar un poco de reposo a mis diarias faenas y admirar a Dios en la Naturaleza desde estos soberbios morros que fueron testigos de las épicas hazañas de la Independencia; y entre los asuntos que me traje para considerar y resolver, está el muy grato telegrama de Uds. De fecha 3 de los corrientes y por el cual la “Sociedad Patriótica Ayacucho “que ustedes dirigen, aprovecha felicitarme en el día aniversario del natalicio del Mariscal Antonio José de Sucre, el grande hijo de la heroica Cumaná.
           
Ya yo sabía por referencia de muchos cumaneses y también por las fotografías que me han enviado de la construcción de ese monumento conmemorativo del Centenario de la Batalla de Ayacucho y el cual pone de relieve el noble y patriótico esfuerzos de los habitantes de esa Entidad Federal, por ello al pensar Ustedes en mi para la conclusión de la obra, tan meritoria y útil para las generaciones venideras, lo han hecho muy bien, puesto que en mi corazón está vivo el culto hacia los héroes y especialmente, desde mi juventud, la admiración por el ínclito varón que fue el prototipo de la hidalguía, del desprendimiento, de la lealtad  y del amor más puro al Libertador.

            En consecuencia, en esta misma fecha he dictado mis órdenes para que sea puesta a la disposición del Ciudadano Doctor Carlos Sardi, Presidente de ese Estado, la suma que ustedes solicitan y con la cual el Gobierno Nacional se une al homenaje rendido al Mariscal en la ciudad gloriosa de su nacimiento por la Sociedad Patriótica Ayacucho.

De ustedes amigo
                                    Juan Vicente Gómez.





Cumaná 11 de febrero de 1926

Señor General Juan Vice Gómez
San Juan de los Morros.

Desde ayer está Cumaná de fiesta con motivo de los muy gratos telegramas en los cuales comunica usted a la “Sociedad Patriótica Ayacucho “y al Doctor Sardi, que el Gobierno Nacional contribuye con cuarenta mil bolívares para la terminación del Monumento a Sucre.

Al propagarse la magnífica noticia contenida en los telegramas, los miembros de la Sociedad acompañados de numeroso concurso de ciudadanos representativos de las diversas actividades laboriosas de esta ciudad, recorrieron sus principales calles entre las detonaciones de los fuegos de artificio, y los acordes de la música, desfilando frente a la casa e Gobierno del Estado y del Monumento, en imponente manifestación, resonando el nombre de usted entre vítores de gratitud y entusiasmo.

El más firme convencimiento abrigó siempre esta Sociedad de que poner bajo los directos auspicios de Usted la conclusión del Monumento era verlo realizado en breve tiempo, y nada más justo que ese convencimiento, toda vez que, en la fecunda vida pública de Usted, constituye una de las notaciones más culminantes de su labor de Magistrado y de patriota el culto que ha sabido Usted rendir a los Padres Fundadores de la Nacionalidad.

En nombre de Usted queda impreso en nuestra historia, no solo como el del administrador más eminente que ha tenido la República, sino que por felices designios de la Providencia queda asociado la conmemoración centenaria de sus grandes efemérides, justa recompensa al noble compatriota que ha llevado a la más esplendida realidad la visión de Patria que fue el numen sagrado de nuestro Libertador.

El pueblo de Cumaná al presentarle de nuevo la jubilosa y unánime expresión del arraigado sentimiento de solidaridad que lo vincula Usted y a su perseverante obra patriótica, une en su gratitud el recuerdo inmaculado de Sucre, su preclaro hijo epónimo, el nombre ilustre de Usted como el de su protector más noble, más decidió y más constante.

Al saludarlo respetuosamente haciendo votos por su personal ventura y su prosperidad, que son también la ventura y la prosperidad de la República, nos repetimos de Usted agradecidos amigos y leales servidores y compatriotas.


            D. Ponce Córdova, E. L. Silva Díaz, Rafael Velásquez, D. Badaracco Bermúdez, Emilio Berrizbeitia, Simón Núñez Ortiz, Manuel M. Fuentes, J. S. González Varela, José Rafael Rojas, F. Madriz Otero, Alberto Sanabria, Paco Damas Blanco, Octavio Rafael Neri, J. M. Urosa Ortiz, Enrique S. Berrizbeitia, Andrés E. Bruzual.



CONCLUSION DE ESTA INVESTIGACIÓN. La historia de esta construcción termino en 17 de enero de 1929, a las 7 y media de la mañana, cuando sobrevino el terrible terremoto que destruyó casi toda la ciudad de Cumaná, y lo arruinó por completo. Sus ruinas duraron varios años, y fueron desapareciendo poco a poco ante la mirada indolente de las autoridades. El sueño del pueblo de Cumaná por construirle una casa a nuestro héroe, quedó satisfecha cuando el gobierno del Estado Sucre, el 12 de marzo de 1968 destinó, para el Museo Gran Mariscal de Ayacucho, el edificio que Isaías Medina Angarita ordenó construir para el Concejo Municipal de Cumaná.





VELADA A BENEFICIO DEL MUSEO SUCRE.

Tomada del bisemanario ¨SUCRE¨ No. 109, de fecha 30 de septiembre de 1925.

         La velada infantil que tuvo efecto en el Teatro ¨José Silverio González¨ en la noche del 26 del mes anterior, resultó magnífica y conquistó un verdadero triunfo.
         El Teatro estuvo pleno. El Presidente del Estado, el Secretario General de Gobierno, el Presidente del Concejo Municipal, el Jefe Civil del Distrito, las más caracterizadas autoridades asistieron al acto y en bullicioso y abigarrado conjunto la sociedad y pueblo cumaneses concurrieron a darle alta fisonomía a la hechicera fiesta infantil y a depositar su óbolo para la continuación de los trabajos del Museo Sucre.
         Todos los números del Programa fueron puestos en escena conforme estaban dispuestos y cada uno fue recibido con entusiastas aplausos…

El grupo de  niñitas lo constituyeron: María, Carmen Luisa, Josefina y Noemí Salas Gómez, María Gómez,  Josefina Córdova, Ramona Antonia Blanco, Laura Espín, Yolanda y Graciela Ponce, María Luisa Jiménez, Lilia Alarcón, Anita Hernández, Josefina Espinal, Carmen Elena Haddad, Evelia Morazzani, Josefina Haddad, Josefina Ramírez, Josefina Jiménez, Zenaida Varela, Hilda y Zuleimna Morazzani, Blanca Alarcón, Berenice Hernández, y el niñito Jesús Rafael Ramírez, desempeñaron con acierto, delicadeza y adorable ingenuidad sus respectivas actuaciones. Sobresalieron por ser aislados, los números siguientes ¨S. M.  el Chotis¨ en él, la niña Lilia Alarcón dio notaciones de inteligente y precoz interpretación artística.
         ¨Las Chulas¨ interpretado por las niñitas Carmen E Haddad, Yolanda y Graciela Ponce, trajeadas adecuada y lujosamente para darnos una bella ilusión de la majeza y chulería españolas.
El Poema “La Cruz” recitado por Lilia Alarcón, Josefina Salas, y en el tomaron parte también Evelia Morazzani, Anita Hernández y Carmen Elena Haddad. Este acto fue de verdadero arte y de intensa y grata emoción.
La ¨Rosa Niña¨, mística y notable poesía de Rubén Darío, declamada por la inteligente niñita Graciela Ponce de manera musical.
Sobresalieron por ser aislados, los números siguientes ¨S. M. el Chotis¨ en el que la niña Lilia Alarcón dio notaciones de inteligente y precoz interpretación artística.
         ¨Las Chulas¨ interpretado por las niñitas Carmen E Haddad, Yolanda y Graciela Ponce, trajeadas adecuada y lujosamente para darnos una bella ilusión de la majeza y chulería españolas.

         ¨El Tango de la Muerte¨ en el que la simpática y genial Evelia Morazzani se ganó una verdadera ovación.

         ¨El Jarochito¨ realizado con tal firmeza y desenvoltura por Lilia Alarcón y Evelia Morazzani que nada más puede aspirarse en el arte.

         El Fox Trot, bailado por un atildado caballero y la núbil y aristocrática dama Evelia Morazzani, con genial desenvoltura y adorable precisión.

         Todos los números en grupo fueron, puede decirse, aclamados, con tal delirio se les aplaudió.

         La ¨Danza de las Banderas¨ en la que se tocaron los cinco himnos de las Repúblicas Bolivarianas cerró de manera adecuada y patriótica esta Velada que es de las más lucidas y bien dispuestas que se han verificado en Cumaná.
:
         Nos complace pues reiterar de nuevo nuestros aplausos y nuestras muy entusiastas felicitaciones a la señorita Carmen Leonor Rodríguez, iniciadora y principal preparadora de esta festividad que ha conmovido por una noche siquiera las fibras dormidas de la espiritualidad, la cultura y el patriotismo cumaneses.
 Insertamos a continuación las bellas palabras pronunciadas a manera de explicación y excusa, por la niñita Graciela Ponce.

Helas aquí:
                   Ciudadano Presidente del Estado
                   Ciudadano Secretaries General de Gobierno
Gentiles Damas:

Caballeros:

Muchísimo placer sentimos todas nosotras de haber efectuado esta Velada, y que tan gran concurso haya venido a presenciarla. Falta apenas un solo número, el de “La danza de Las Banderas” que finalizará con el Himno Nacional, para dar término a nuestro empeño. Contamos, pues, que tan bondadoso público tenga indulgencia hasta el fin, para que nos preste así su aliento y que nosotras quedemos lo mejor que podamos.
La gentil señorita Carmen Leonor Rodríguez, hija de aquella noble tierra solar de Luisa Cáceres de Arismendi, la heroína máxima de nuestra independencia; de aquella heroica isla, estuche de perlas, y que es como un asilo de bravas virtudes, ha querido dejarnos en Cumaná un gaje de su hidalguía y de sus muy elevados ideales al preparar esta Velada para recoger fondos con que avanzar los trabajos del Museo Sucre, paralizados por falta de ellos.
¡Nosotras con sincera complacencia hemos dado nuestro pequeñito esfuerzo a tan bella intención   y vosotros también puesto que nos habéis aplaudido…! ¡Que de cosas grandes podrían realizarse siempre sumando pequeños esfuerzos!
Os extrañaréis un poco de la fecha elegida para realizar la Velada, pero la fecha no vale la pena…

Cuando se desee hacer una obra buena cualesquiera momentos es aparente. Lo que se requiere es voluntad y procurar el éxito. Cuando nuestro egregio Sucre ganó la batalla de Pichincha que dio libertad a Ecuador, no se fijó en el día, sino en la oportunidad de triunfar en aquella bendita hora para la Patria; y cuando el 9 de Diciembre de 1824 ganó la acción de Ayacucho y la libertad de América y su título de Gran Mariscal y esta gloria insigne que ciñe y aureola a Cumaná, tampoco pensó en que era el 9 de Diciembre, sino en que “de la suerte de ese día dependía la libertad de un mundo” ¿No fue así como el dijo a sus soldados? Luego el 9 de diciembre, y el 5 de Julio y el 19 de abril, y tantas gloriosas efemérides, se han hecho célebres y nostras las honramos rememorándolas como un debido homenaje de admiración y gratitud a nuestros héroes… Nosotras también tendremos más tarde en nuestras reminiscencias este 26 de Setiembre como un día muy grande, y como una batalla ganada en nuestra infancia para beneficio de nuestra querida Cumaná.

A nombre, pues, de mis queridas compañeras, en el mío, y muy especialmente a nombre de la señorita preparadora de esta festividad, expreso nuestra gratitud y nuestras ingenuas gracias a todos los presentes.

He dicho. 




BIBLIOGRAFIA. Colección del Bisemanario “SUCRE” HEMEROTECA DE MARCO TULIO BADARACCO BERMÚDEZ.


Hoy el Museo Sucre es una realidad. En el año de 1945 durante las fiestas del sesquicentenario del natalicio de Antonio José de Sucre y Alcalá, se construyó y se inauguró el edificio que luego fue adjudicado al Museo Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho
.
Este magnífico edificio, que ocupa el Museo ANTONIO JOSE DE SUCRE, GRAN MARISCAL DE AYACUCHO,  fue otra de las obras  que aprobó y se construyeron en Cumana durante el gobierno del nunca bien recordado, el presidente Isaías Medina Angarita, para la ciudad procera,  en aquella  fastuosa fecha, en el  “Nuevo Paraíso”, en la cual nació el “Abel de Colombia”, como lo llamó el Libertador,  Antonio Josef Francisco de Sucre y Alcalá; que también sustituye dignamente  la casa de su nacimiento, borrada por la cólera de los españoles de aquellos tiempos; y sirve para preservar el espíritu de aquel guerrero invencible, cuya espada ejecutó la obra magna, de derrotar al Imperio, y consolidar la independencia de toda América, de la dominación de las potencias europeas y de cualquier otra nación en el concierto universal. 

  Entonces, en lo que fue el edificio del Concejo Municipal de Cumaná, construido por orden del General Isaías Medina Angarita, Presidente de la República, siendo gobernador del Estado Sucre el Dr. Fidel Alfonso Ríos, se inauguró el Mueso Gran Mariscal de Ayacucho el 12 de marzo de 1987. Cumaná recobró así su Museo, promovido en 1923, por la Sociedad Patriótica Ayacucho, presidida por el Dr. Delfín Ponce Córdova y el Dr. Domingo Badaracco Bermúdez, que tanto lucharon por su construcción, con la colaboración de todo el pueblo de Cumaná; y el cual fue destruido primero por un evento en 1928 y después aniquilado por el terremoto de 1929.

El arquitecto que tiene la gloria de haber proyectado este nuevo templo del héroe por excelencia, de quien dijo el Libertador, en un arranque de amor filial, “Yo sin usted no soy nada”; fue Luis Yánez, y el constructor su hermano Torcuato Yánez; fue pensado para sede del Concejo Municipal de Cumaná, que fue su inquilino   hasta 1974, fecha en la cual fue refundado el Museo.

Hoy bajo la dirección de la Dra. Rosa Cova, sirve para preservar la memoria del héroe, ella dice que su misión es la de “Destacar la vida y la obra de Antonio José de Sucre  como ejemplo de juventudes prestando un servicio museístico eficiente a la comunidad regional, nacional e internacional, mediante la promoción  y difusión de todos los aspectos  relacionados con el Gran Mariscal de Ayacucho, y otros héroes de carácter regional, nacional e internacional ligados a sus luchas  en el marco social político y geográfico de sus acontecimientos”.    




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