RAMÓN BADARACCO
ELOGIO A LUS BELTRAN MAGO
CUMANÁ, 2014
Autor: TULIO RAMÓN
BADARACCO RIVERO
Que firma Ramón
Badaracco
Su libro ELOGIO A
LUS BELTRAN MAGO
Copyright Ramón
Badaracco. 2012
Primera edición 2009
Correo y cel.
Diseño de la cubierta
R. B.
Ilustración de la cubierta
R. B.
Impreso en Cumaná
cronista40@hotmail.com
0416-8114374
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PALABRAS LAUDATORIAS.
Ante todo, como amigo
de toda la vida del poeta LUIS BELTRAN MAGO, con mayúsculas, me uno a este
homenaje que se le rinde a él y a su ´primer libro, y saludo, al formidable
aeda, que empuña, y levanta hoy la antorcha que dejó encendida, en la tierra de
Cervantes, el genial poeta de Giraluna.
Luis Beltrán, en
nombre del pueblo de José Antonio Ramos Sucre, cuya poesía sirve para calibrar
la sabiduría, como un Hermes Trimegisto con sus 22 arcanos, doy testimonio por
mí y por el pueblo que represento, y te reconozco como el más inspirado poeta
de habla hispana, heredero legitimo del sitial que dejó vacante el excelso
poeta Andrés Eloy Blanco, gloria inmarcesible de tu mismo pueblo.
Cumaná sigue contigo
dejando constancia de la cantera más alta de la poesía de la lengua castellana.
Contigo se unen en el nuevo Olimpo, los discípulos de Cristóbal de Quesada,
maestro del príncipe de la poesía, y revives la epifanía de Andrés Eloy, donde
se escuchan las voces de aquellos iluminados que encontraron en la palabra,
como Juan el evangelista, el principio de todas las cosas.
En nombre de aquellos portaliras y sobresalientes cumaneses laureados en distintos torneos, y
digo sus nombres, para que resuenen en el espacio tiempo, y llegue hasta ellos
mismos, el eco que dejó su magisterio: José Antonio Ramos Sucre, Andrés Eloy
Blanco, Humberto Guevara, José Agustín Fernández, José Manuel Rondón Sotillo,
Alejandro Fernández García; y otros que no compitieron pero dejaron sus huellas
para la eternidad en el firmamento eterno de la fama: Jerónimo Ramos, Silverio
González Varela, Manuel Norberto Vetancourt, Jacinto Gutiérrez Coll, Miguel
Sánchez Pesquera, Vicente Coronado, Alejandro Villanueva, Andrés Eloy de la
Rosa, Marco Antonio Saluzzo, Juan Arcia, Cruz María Salmerón Acosta, Marco
Tulio Badaracco, María de Alvarado, José
María Milá de La Roca Díaz, Juan Miguel Alarcón, Pedro Elías Marcano, Humberto Guevara, Rosa Alarcón Blanco, Inés
Arias, Ramón Suárez, Ramón David León, Agustín Silva Díaz, Diego Córdova, Dionisio
López Orihuela, Julio Zerpa, Aquiles Certad, Pedro Elías Aristeguieta, Rafael
José Gómez, Santos Barrios, José Miguel Aguilera Miranda, y de la actualidad, Ramón Ordaz, Celso
Medina, Nelson Guzmán, Fortunato Malán, Silene Sanabria, Luis Enrique Gómez
Torres, Elianne Torres, Santiago Pedroarenas, Eduardo Gasca, José Carvajal,
Rómulo Calderón Torres, Natividad Jiménez, Carlos Rodríguez, Hernán Sucre,
Argenis Osorio, Arnoldo Alvarado Josefina Urváez, Jesús Torres Rivero, Humberto
Ramos. Son muchos más, y pido disculpas por las omisiones.
Señores…
Hablar
de Luis Beltrán Mago en Cumaná, es francamente coloquial. No diré nada de su
Curriculum, sus ejecutorias, sus triunfos en el campo de Agramante, porque está
dicho entre ese manojo de cayenas cumanesas de distintos colores y perfumes, que
tienen ustedes en las manos, que lo convierten en el producto más acabado de la
Escuela poética de Cumaná de los últimos tiempos. Y esto no lo digo como una
retrechería de un Cumanés, sino que esta avalado por un jurado de la madre de
la lengua, jurado igual al que alertó al mundo hispánico en 1923, cuando puso
la corona de laureles en la frente del incomparable Andrés Eloy Blanco, el
poeta de Giraluna y el Canto a los Hijos.
Más
bien voy a recordar lo que dice mi padre, cuando le tocó hablar en Cumaná
de aquel poeta que embriago el Olimpo de
la poesía: Marco Tulio, dijo entonces de la poesía y los poetas… y…
tal vez alguna sonrisa indiscreta me castigue por repetitivo, porque algo de
eso dije en mi discurso en el acto de
presentación, por la ilustre carupanera Dra. Hildegard Rondón, del libro
antológico del poeta José Manuel Rondón Sotillo, su padre; otro cumanés que
llevó triunfal el producto refinado de la “Escuela de Cumaná” a una cumbre lírica en la
patria de San Martín y Jorge Luis Borges, y que es lo mismo que decir: la cantera más nutrida de la poesía castellana,
para comprobar su calidad a la luz de los grandes maestros de la lengua.
Marco Tulio dice “La poesía es la máxima construcción
de la palabra, en ella adquiere su armonía y resonancia. David, el lírico por
excelencia, se dirige en salmos al Creador; el Corán que es la palabra revelada
por Dios a Mahoma, se escribió en versos, y como decía el profeta del Islam:
“Yo no soy poeta, el Corán no es obra mía, son las palabras de Alá, que
resuenan por mi boca”... “Salomón el hijo de David, dueño de la sabiduría
infinita, también fue un inspirado divino, y el Cantar de los Cantares, el
idilio sagrado, con la inextinguible fragancia de sus versos, traspasa el
tiempo y nos entrega, la perfección de la palabra que en San Juan de La Cruz,
es la imagen y encarnación de Dios”.
En este Canto de Amor por Cumaná, premiado, por
supuesto, porque es una alta manifestación del amor por un pueblo, tal vez
desconocido por los jurados de allende el mar; escrito con la sencillez del
amante; por el escriba, que, fulminado por el rayo divino, el mismo que tocó a
Salomón, cuando se declara a la novia en el “Cantar de los Cantares”; pero en
este caso, ésta dulce novia no es Dios, es su ciudad que a la vez es su
doncella que se mira sobre “el espejo y la luna” …
Desde hace 500 años esta novia ha sido cantada,
ensalzada por hombres y mujeres de razas bravías, tenaces en el hacer del barro
los diamantes del idioma, aquí, nuestros maestros dominicos y franciscanos, nos
trajeron las oraciones, canticos, música y poesía y germinó la simiente
encontrando buena tierra para sus raíces. La fragua de la imaginación inició la creación
de las formas, puliéndola en el buril de su paisaje, de su aprendizaje donde anidó
la metáfora y alcanzó la perfección de la que habló el Príncipe de los Poetas.
Vino un fraile, Pedro de Córdoba, poeta del amor, clavó
una cruz en sitio insólito, Playa de Ostia, un médano a la orilla del mar y el
rio… Chiribichií… como si hubiese prendido un faro de luz inextinguible. Desde
ese instante una nueva voz penetró en el corazón de nuestro pueblo… y aquellos
hombres que recibieron la palabra, como Adán, recibieron también el beso de
Dios.
Vinieron entonces muchos maestros, que además de sabiduría
regaron la nuestra con su sangre; trajeron la lengua y la religión; trajeron
libros, música, cantos, y el espíritu del crucificado, para enseñarnos otra
forma de amar… y otra forma de entender la realidad, diferenciar el bien y el
mal. Construyeron templos para la cátedra de Cristo, y su palabra fue la fuente
primaria de la poesía.
Cristóbal de Quesada, el maestro, su
tiempo en Cumaná corresponde a la edad del perfeccionamiento y de la genialidad
cumanesa; el arte de esa época tiene ya una proyección universal, se que a
muchos no les va a gustar que se diga esto, pero resulta que no soy yo el que
lo dice, es Andrés Bello, el producto de aquella circunstancia: Cumaná tenía
los mejores maestros; y no es por casualidad que sea la misma época de Fr.
Antonio Patricio de Alcalá, Maria Alcalá de la Guerra, Gómez Cardiel, Blas de Rivera, Bartolomé Bello, Andrés Level
Allen y su hijo Andrés Level de Goda, de Carlos del Pozo Sucre, Pitor Löfling y
Alejandro de Humboldt… y… no podía faltar el epígono, Antonio José de Sucre, el
producto, la esencia, acero templado
como hoja toledana. Es también la época
prerrevolucionaria; y la Cumaná guerrera, capital de una importante provincia
del imperio español, cuyos capitanes generales se distinguían por su cultura y
rango; quien podía imaginar que esa espada redentora derrotaría al imperio más
poderoso de la tierra: ¡Quién pude disminuir ese prodigio…! Aun no lo tienen
muy claro…
Desde 1733, en que arriba el marqués de Preux, don
Carlos Francisco de Sucre y Pardo, y su formidable familia, vive la comunidad
cumanesa una verdadera revolución cultural: se inician las clases superiores de
filosofía, llegan viajeros como Pitor Löfling, que se aloja en la casa de un
humilde sabio cumanés don José Sánchez y Alcalá, y pasa 10 años de estudios y
experiencias y logros, que en otra parte no hubiese podido obtener. Para acercarse a aquel mundo que se abría
ante sus ojos, se necesitaban los mejores maestros; y 10 años de estudios bajo
su tutoría, y el sabio no quería irse; pero el embrujo de Guayana se lo llevó, y
en esa casa quedó toda su sabiduría, que luego le serviría a Humboldt y a
Vargas; porque es el tiempo del Dr. José María Vargas, de Bartolomé Bello, del
coronel don Juan de Pineda, que abre las puertas de la escuela superior de
matemáticas, donde estudió Sucre; y es el tiempo de Blas de Rivera, que inicia
los estudios superiores de filosofía; de Maria Alcalá de la Guerra, que se
ocupa de los niños pobres; de Antonio Patricio de Alcalá, que se ocupa de los
enfermos, y Don Vicente Sucre y García, que se ocupa de la libertad.
Nuestro pueblo
se empinaba para tocar las puertas alzadas de la sabiduría y del producto
podemos dar fe.
Podríamos
hacer en estén plan, toda la historia de la poesía Cumanesa, como lo intentó
Marco Tulio, con la ayuda del poeta Armas Alfonso, y publicaron “Fuego de
Blanca Luz”, una antología con 74 poetas de la Escuela de Cumaná; pero lo vamos
a abreviar, con solo mencionar algunos nombres de poetas glorificados: Andrés
Eloy, Ramos Sucre, Cruz Maria Salmerón, Humberto Guevara, Rondón Sotillo, Tin
Fernández y Luis Beltrán Mago. Entonces llamaría al son de trompetas, a los
adelantados: Andrés Eloy, el magno de la metáfora; a Ramos Sucre, el genio de la poesía, que nos
lleva como Hermes a descubrir la
sabiduría en 22 arcanos; a Cruz María, que
nos enseño a llorar; a Humberto Guevara, el magno de la ironía, que nos enseñó
a reír; a Tin Fernández, que nos mostró
lo bello de ser pobre, Rondón Sotillo,
modelo de nuestra escuela, que nos
mostró como la poesía puede unir a nuestros pueblos; y Luis Beltrán Mago, la síntesis de la
sabiduría y la poesía de la Escuela de Cumaná. Su poesía es una declaración de
amor a su ciudad, a su pueblo…
OIGAMOSLO:
Hoy es domingo y va mi corazón
a conversar
con la ciudad que en mi
respira, la Cumaná
de mis afectos y a quien amo
Con voz de playa y mar y
oleaje.
La ciudad está allí
levantada
sobre el pedestal de los
tiempos
diciéndole a los siglos
que está viva.
LA
CIUDAD Y EL AMOR
La ciudad está allí.
Cerca del mar sus
ojos
Para mirarse sobre
el espejo
Y la luna.
Sencillamente
dormida
A la falda del cerro
Colorado.
Partida en dos por
el látigo gris
del agua dulce que
el Manzanares
vierte hacia el
Caribe.
La ciudad es un
símbolo.
Alguna vez el hombre, la simiente,
La luz,
Lo eterno y lo
infinito
hubo de defenderla.
Hace de esto más de
mil quinientos anos
y aún no habíamos
nacido
en el alma del indio.
La ciudad alisaba
sus crenchas de azabache
y el río que es una
cinta
blanca
donde como en
requiebros
van navegando
cantas,
muchas veces de
noche se desviste
de sombras
y al percibir de la
luna
el silencio,
sueña sueños sin
tiempo.
Se alimenta de
siglos y recorre
el espacio
de la canta y el
canto.
Sueña por sus
orillas la ciudad
marinera.
La ciudad Mariscala
se olvidó
Se olvidó de la sombra
y una orquesta de
cielos, de
nubes
y recuerdos
toca un vals
que estremece la
sangre,
Sublimiza hasta el
yo
y prende en los
oídos del abuelo
y el niño.
(El indio alzó sus arcos
para enflechar
su nombre
Y dijo Cumaná que es
una vieja linda
que no se muere nunca.)
La ciudad se
recuesta de su mar
y sus olas,
corre a tientas por playas, por lagunas
y arenas.
Conversa con el pez, con la lumbre
y el pan,
riega huertas y escribe, sobre
su Pan de Azúcar
un canto a la memoria,
a su antigua nobleza,
a su héroe y sus poetas.
Talla en la madrugada de la sabana
abierta
estatuas que recuerdan su linaje
y su luz.
Entonces llega el tiempo de la brisa
y el canto
a escuchar los nombres
de la inmortalidad.
Andrés Eloy sereno,
vivo,
sediento hasta beberse toda
la inmensidad
que va de su palabra hasta
la libertad.
Cruz Salmerón dolido sentado
Frente al mar
hurgando en las entrañas
de su propia piedad.
Humberto que es la chispa
Y el humor
Julio Zerpa vital
Rafael José dormido
En su propia bondad.
Dionisio comulgando en la noche
Del vino
Junto a la poesía más allá
De las horas.
Juan Miguel Alarcón bondad serena
La bohemia y el vino consagrado
A la serenidad comprometida.
A José Agustín la paz.
Todos están cantándole
A la Madre ahora.
Todos besan sus manos y las cubre
De estrellas
Y no hay temblor que hiera
Ni terremoto infame.
No hay tempestad que pueda derribar
Sus estatuas
Y esta la catedral de sus bellas
mujeres
Tiernas como brisa como el amor
Amantes
Y está el Mariscal con su Berrueco
al hombro
y su bondad haciéndole cosquillas
al costado
Yo nací entre sus predios
Por sus espacios
Acaricié a la luna dormida en los faldones
Del aljibe casero donde estaba
mi Madre
Yo sentí los arpegios de su voz
Como un trino.
Averigüe en sus manos
La presencia del día y supe
De lo hermoso que era mirar
Su llanto
Allí estuvo su amor cantándole
A la tierra
Allí está su llanto satisfaciendo
Su alma
Y fueron tres los llantos Mi madre
Tierra
Con su voz de siglos
Mi Madre hermosa con su voz
de armiño
Y yo, el poeta dialogando de amor
con mis dos madres,
sentí el hechizo de los tres
recuerdos.
Recostada en el tiempo la ciudad
es un símbolo.
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