domingo, 16 de octubre de 2016

MEMORIA ONÍRICA




RAMÓN BADARACCO.












MEMORIA ONÍRICA










CUMANA 2013






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Autor: Tulio Ramón Badaracco Rivero
Prólogo:
Copyright T. Ramón Badaracco R.
Primera edición 2011
1500 ejemplares
Hecho el depósito de ley
Título original: Treinta cuentos en pocas palabras. 
Nuevo título:  MEMORIA ONÍRICA
Primera edición
Puede ser reproducido total o parcialmente.
Diseño de la cubierta T. R. B. R.
Ilustración de la cubierta T. R. B. R.
Impreso en Cumaná
Telf. 0293-4324683
Cel. 0416-8114374















I


La armadura de luz me sugiere la memoria de Yasoaraita
Al excelso arcángel Gabriel en el anuncio a la Virgen
Los ojos que enloquecieron al rey, los de esmeralda de Salomé.
Un ramo de olivos y el llanto en el huerto de Getsemaní.

Rasgos sutiles los que salen del pincel del Buonarroti
Son de luna pluvial en la tarde la misma de la efigie
Y vuelan los hados a su antojo y más allá de la nada
Me restablece el estupor y el rocío y cuento todo lo que sé.




II



La fantasía nocturna me advierte una visión épica
Uno que otro fantasma se interpone armado de una pica.
En la mañana el rocío matinal moja la tierra esquiva
He allí mi cruz de cristal incólume en un jardín soñoliento

Pretender un nombre masónico secreto y ser aclamado
Como un semidiós cualquiera escondido en el pasado
Para ser adivinado por un niño tácito de ojos diáfanos
Mientras riega con quejidos y lágrimas los lirios de la gruta.




III



El espíritu del zafio y belitre rodeado de visiones, se desvanece
Rescataba de los recuerdos y añoranzas cabalgatas en el Este
La desnuda Julieta y la de la iglesia de las violetas me perseguían
Mientras pavorido me ocultaba tras las imágenes de una banda.


Entonces se vestía con una túnica grana de princesa, muy costosa
Y sacudía el color omnímodo del monje invocando la cruz de plata
Para escuchar el secreto de la investigación tardía sobre el sacrificio de Pablo
En aquel drama puesto en escena por Zafo y el concilio de Trento.





V


Una efigie de diez colores bailaba al son de la cítara del Prior
Arrebatada por un ladrón furtivo que cargaba un farol que lo anunciaba
Iluminaba la memoria de la vestal bautizada en el mar Muerto
Entonces el mago del pincel escribió su nombre en el papiro.

El sosiego nocturno y fiesta del vino fue en el aniversario de Baco
Cada parte de un lienzo pintado por Giotto, se repartió como premio
Y solo por un capricho, una doncella incógnita y escogida, fue subastada
Aquella joya, y mancillada por su belleza, pasó a la propiedad del Prior.





V 


La vestal padece la visión de una tienda de campaña.
El espejismo le muestra un jardín de sutil belleza
Un esclavo africano toca su cuerpo y una música extraña
La sumerge en una maleza indeleble de verde intenso.

Un ser insolente prodigando su belleza trata de hechizarla
El doméstico con un tridente lo desconcierta y abruma
Cuando aun no la poseía reclinado sobre ella suspirando
Después de fatigarse vanamente insistió con su amado.





VI


Los ánades se deslizan sugestivos en la placidez de la mañana
Todos los colores en las hojas lucen sus galas en remolinos
Las vestales hincan sus pies en la arena sin percatarse del tiempo
Los diablos traen armas sutiles que las adormecen y abandonan.


Había militado en los casinos y garitas y conocían sus juegos
Adivinaba los acentos y dejé para la noche el despertar y las quejas
Pisaba con temor de mi mismo y me censuraba y sosegaba
No podía atinar sobre un desliz que no me correspondía, pero cobré.




   
VII


Solo pienso en una lluvia apacible, aves en vuelo, y ella
Que me había perdido entre cabañas diseminadas y solas
Era una doncella mustia que amaba el color del viento
El mar tenía color abrumador en la penuria de esa tarde.

Pienso que a Dante le pasó lo mismo con Beatriz, él la amaba
El Averno es un sueño caótico solo por ella y una sola vez
Ni un anciano de ojos verdes y vacíos como Homero, se atreve
Lo salvé de sucumbir y me prometió la fortuna por la gracia.



VIII



La audacia adivina el fenecimiento que aguarda a los testigos
Había visto un juego trivial, el afortunado no pensó en su límite
Todas las cartas estaban marcadas y el hombre de la máscara
Recogía los dados con rapidez insólita, sin que pudieran verlo.

En la madrugada lo echaron a los perros que se dieron un festín
Todo había cambiado, del traje de etiqueta solo quedaba un pañuelo
Que se llevó el mendigo de la puerta, también había sido un apostador.
Ahora, frente al mar, los presagios negros bailaban el ritual de siempre.



  


IX



Una sola mirada no basta, el efecto letargo nos amedrenta
La casa se alzaba tras un montículo de plumas de marfil.
Un recuerdo malograba la estancia, nadie que se sepa lo aceptaba
Nos habíamos salvado de la calamidad y lo enfrentábamos.

El pescador vengativo nos describió el significado hermético
No se trataba del martirio del difunto sino de una mala herencia
Un tesoro defendido por fuegos fatuos desde el averno
Nadie se atrevió en la familia a profanar aquella tumba del patio.

  

X



Entonces todos ensalzaban su gusto por cuervos y zorras
 Él se entretenía jugando con sapos en las orillas fangosas del río
Les cortaba las muelas a los cangrejos azules y tapaba los huecos
Se enterraba en el barro, no se quejaba si los ojos le quedaban abiertos.

Desde pequeño se bañó por las noches en creciente y se abandonaba
De repente gritaba y su voz pintaba fantasmas o invocaba espíritus
Al parecer logró lo que imaginaba, los encantados silentes se lo llevaron
Una mujer vestida de negro, canta todas las noches por las orillas del río.


  
  

XI



El hombre penitente de la chaqueta impropia aguardaba
Ocultaba la cara tras el periódico olvidado del parroquiano
Había asistido la víspera y la noche anterior hasta el amanecer
Sudaba copiosamente ante la presencia del sacerdote extático.

Fue recibido con extrañeza por los fieles de aquel templo
Sin embargo, el sacerdote le acercó el arca de las limosnas
El habitaba un reino sedicioso y se precipitaba en el vacío
La mano del niño lo calmó, deslizó sobre la suya todas las monedas.









XII



La dama estoica se lamentaba por las promesas incumplidas
Desde la cerca de la cárcel los ojos del cautivo la reprendían
No había poder alguno que lo socorriese antes de la ejecución
Un águila negra circunscribía su vuelo en el sagrado recinto.

El hombre de los libros sacó una cuenta en papeles imaginarios
Y los estrujó en el rostro de la dama, cuando ya no había tiempo
Ella solo escuchó el ruido de los grillos de hierro que se alejaban
Y sufrió, cuando se marchaba, el olor chamuscado del amado.





XIII



En el óvalo dúctil donde la pasión se desborda el poder se gana
Las apuestas de los adivinos cambian el destino en pocos segundos
El apostador confunde las sugerencias inoportunas, irreparables
Nadie puede esclarecer el lenguaje secreto, la epifanía de la carrera.

El jinete solía montar aquel caballo de viento en la grama, antes del alba
El noble animal volaba como un potro cimarrón en un límite preciso
La sola audacia lo hizo cómplice de apuestas para una meta imposible
Todo por premio que no estaba a su alcance y se jugó la vida con Lucifer






  
XIV

Durante siglos andaban juntos: uno era blanco y el otro negro azabache
Usaban sus capas para dormir en el suelo y oraban al Señor en la tarde
Habían construido un castillo inexpugnable para sostener una bandera
Sin embargo, no estaban conformes por una cruz que colgaba de su pecho.


Los dos caballeros feudales cuando iban al sacrificio cruzaron las espadas
Las puntas chocaron y se produjo un trueno horrible y un maleficio
Ambos quedaron ciegos, Todos los que los amaban empuñaron las picas
Y exterminaron ambas razas, desde las tumbas se miraron horrorizados.

  



XV



Nadie perdona el error trivial de los nobles y se divulga con malicia
En el brazo del pecador se exhibe un aliado, adalid amado por todos
Divididas las opiniones el noble sonreía y muchos ocultaron su cara
El profeta indulgente se levantó entre los murmuradores y los bendijo.

No tardó la tragedia conmovió la capital del imperio y vino la muerte
En medio de las ruinas el pecador maldito haciendo prodigios de valor
Salvaba vidas convocando la necesaria unión de las fuerzas comunitarias
El héroe de la jornada incólume recibió, él solo, el homenaje de la victoria.






XVI


Con sofisticados instrumentos deducía las leyes de la naturaleza
Intentaba una vida señoril entre el rio y la selva diáfana y exuberante
Muy cerca un labriego oriundo de un bosque cercano observaba
Diariamente cargaba abono del rio y fomentaba en tierra solariega.

Floreció la siembra y fueron a la cosecha y ambos colmaron su espacio
Admirase el producto del labriego verificado en un mismo tiempo
Éramos vecinos de aquel país de belleza augusta de ríos trepidantes
Donde Dios trabaja las cuatro estaciones en el paso furtivo del tiempo.





XVII




Solo es sabio el que acumula el conocimiento, vida larga y elocuente.
Este era ambicioso poseía grandes y productivas riquezas lejanas
Perdía su tiempo en viajes interminables, incómodos y enflaquecía
El amigo vivía en su Palacio Real; con su mujer, hijos y sirvientes.

Sin embargo, envidiaba aquella fortuna, llegaba a la casa a deshoras
Delataba situaciones con disimulo, dejando siempre una nota vaga
El amo, sospechando, por las reacciones de su amada, se puso en vigilia
Lo sorprendió en la trama, cuando intentaba ultrajarla y le dio muerte.








XVIII



Fueron amigos en la heroica campaña donde triunfó su estandarte
Cuando estuvo en peligro su brazo fuerte le sirvió de sólido escudo
Después de la última victoria desfiló a su lado al frente de las divisiones
Ganó todos los premios y condecoraciones del imperio libertado.

Los ancianos suplicantes formaban barreras en la entrada del templo
El príncipe visionario ordenó a su ministro darles abrigo y comida
El avaro sustrajo la sustancia de la dote y la disfrutó en poco tiempo
Informado el Príncipe lo destituyó y le quitó la vida en un minuto.









XIX


En un mismo nido las serpientes viven juntas: las mujeres orgullosas no
No basta que las flores más bellas estén prendidas de sus vestidos
Tuvo entre sus manos sus cabellos rubios y en su boca sus labios rojos
Pero se quedan si sabes defenderte de sus espinas y de sus terribles quejas.

De las estrellas mojadas por ríos cristalinos de diferentes rumbos
Logró rescatar una princesa destinada a sucumbir en una orgia sangrienta
La separó del grupo de vestales porque la amaba y le mostró su casa
Todos los hilos separados parecían juntarse solo que ella rechazó la vida.







XX

Las barras de alegres y esclarecidos trovadores en los juegos florales
Aplaudían a sus ídolos que aspiraban ganar el cíngulo al aeda patrio
Los jueces iban a discernir ya, sobre el amaranto, el aba del certamen
Tenían que atinar sobre un veredicto inmaculado en muy breve tiempo.


Habían escuchado con piadosa concentración los apasionados cantos
Las barras gritaban nombres, descubrían facetas que los jueces desecharon
Desfilaron poetas pomposos, altisonantes, considerándose afortunados
Y ante la expectación, la figura más humilde surgió como un rayo de luz 







XXI



Laceraronme con espadas en el inhóspito camino donde andaba perdido
No quería llamar a la puerta de nadie para no humillarme estando aun vivo
La luna perspicaz me alumbraba y me asomé donde estuve en otro tiempo
Pero todos me negaron y me ofrecieron escoltarme solo hasta mi refugio.

Pasó algún tiempo, mi estrella alumbró nuevamente, rescaté todo lo perdido
Muchos brazos acudieron para sostenerme, vinieron a mis otros poderes
Desande el camino y fui en busca de aquellos que me negaron su auxilio
Y los llené de gozo, curé sus quebrantos, y de sus miserias, me reí con ellos.






XXII


No era fácil entablar un dialogo con él. Se había empeñado en la discordia.
Ni aquellas que aceptaba, todas las cosas de la vida le causaban repulsión.
El frio funeral donde Proserpina dibuja, tal vez seguía sus pasos dementes
El vivía en la mayor lujuria dentro del boato árabe y la miseria africana.

Su único amigo toleraba sus lamentos y dulcificaba sus arrestos ominosos
Lo inducia a condenar los excesos de soberbia y practicar la caridad
Vencían el susto de las noches planteando nuevas formas de equilibrio
Pero no hubo concierto lo encontraron colgado de una viga en el Congreso.





                                                   XXIII



Lo cierto es que Picarín, ilustrado como era, inventó nueva forma de vida,
Decía, todos los días sale un idiota a la calle y él que lo encuentra es de él
Siendo monaguillo, un arzobispo confesor, le confió sus cuentas bancarias
Fue asesor de un político brillante que tuvo que responder de sus créditos.

Los monjes rociaron agua bendita y erigieron la abadía en casa expiatoria
El ministro que había alcanzado inusitado prestigio, se retiró avergonzado
El no se acostumbró a la molicie y al descanso y un día regresó por sus fueros
Reposa, lee mucho, juega ajedrez, come a sus horas tras las rejas de la cárcel.





XXIV


En un diván la displicente Cleopatra sueña con el masajista de la reina
Ha recorrido inmune el majestuoso palacio y conoce todos los rincones
Se ha fatigado en vano por descubrir el arca donde se guarda el tesoro
Usa como refugio un aposento secreto desde donde husmea a su dueño.

La zarza de espinas y poses descaradas llaman la atención del monje
Una arpía le sugirió que utilice su belleza y lance ardiente flechas al amo
En rezos el monje envía mensajes e invectivas al demonio contra la pecadora
 Arrepentida ella alivia su pesar y llora inconsolable en la fuente de los alisos.

  



XXV


De todos los magos el más famoso fue Udine el escapista inmortal
Todos lo vieron lanzarse desde una catarata amarrado con cadenas
El mago desapareció y poco después recogieron su collar de bronce
Pasaron muchos años y en un teatrillo de pueblo se anuncio su regreso.

Nadie pudo seguir la pista del mago que se presentaba y desaparecía
En su lugar un niño recibía la paga y preguntaba por el collar de bronce
El misterio del collar fue develado y un día se lo entregaron al niño
Que de inmediato lo colgó en su cuello y otra vez resucito Udine.







XXVI

Poca gente cree en milagros sin darse cuenta que viven en un milagro
El planeta tierra es el milagro más evidente, un pedazo de tierra que tiene vida
Un labriego levantó las manos al Señor dijo una oración y calmó la tormenta
En santa Bernardita se cumple todo el poder del Señor del cielo y la tierra.

En una pared de mi pueblo se apareció el Nazareno a un mendigo
Nadie lo creyó, cómo se le iba a aparecer el Nazareno a ese desgraciado
Sin embargo, todo el pueblo fue a mirar la pared y lo atestiguaron
Un incrédulo sacó un cuchillo lo apuñaleó y en seguida brotó sangre.



  
XXVII


Las vestales vírgenes e ilusas caminaban hacia un destino incierto
En derredor los faunos y fantoches bailaban y abrían caminos nuevos
Ellas temían una escalera y alta columna que concluía en ara ardiente
Donde oficiaba un hombre enmascarado que hacía gestos imprecisos


La voz ronca de un caracol gigante anunciaba un sacrificio, ellas cantaban
Los hechizos se materializaron y pudieron ver unas figuras grotescas
Un joven voluntario desnudo y embriagado con la esencia del maguey
Se entregó a la tortura y las vírgenes vieron al brujo arrancarle el corazón.


  



                                                   XXVIII



En un sitio inadecuado un piachas brasilero metió las manos en una mujer
Un chorro de sangre salía de su costado y vimos el prodigio del tumor
Y al sacar las manos, cerrarse la herida y la mujer levantose sana y salva
A veces la muerte se aleja por caminos inusitados en una elegía reconciliada

Pocos se atreven, pocos creen en la sabiduría innata venida del Padre Eterno
Los que todo lo entregan al Señor del Cielo dedican su fuerza a la ventura
No creer no conduce a nada, un amigo creyente hizo milagros que el ignoraba
Una vez en mi presencia quiso detener la lluvia levantó sus brazos y lo hizo.


  



XXIX



La carroza de hierro del emperador sanguinario regaba la sangre indócil
Pretendía destituirlos de toda la riqueza de aquella nación indefensa
El muy villano cautivaba hombres débiles y los forzaba a complacerlo
 Los sometía bajo su mando mediante sobornos, torturas y amenazas.

En las montañas de aquella nación ultrajada habitaron los caudillos
Se despertaba la venganza y entre los guerreros reclutados estaban los héroes
Al principio fueron cientos, después miles, después millones y atacaron
No hubo un lugar en paz, todas las vegas y los ríos se llenaron de sangre 






  
XXX




Había llegado un tiempo de cosecha, las uvas estaban listas para la vendimia
Carros de fuego invadían las naciones prósperas y asesinaban a los nativos
Se escuchaba el clamor de las viudas, los huérfanos, los soldados heridos
Solo Dios podía en su infinito poder encabezar la venganza, Él lo señaló.


El más pequeño es muchas veces el poderoso La palabra es su arma
Desde el podio del Parlamento Mundial, en un país preponderante
Cuando los pueblos sumisos de la tierra asustados se inclinan y aceptan
Aquella voz de Juan en el desierto, el denunciante penante y perpetuo
Volcó sobre ellos, el fuego de su voz, su sabiduría contra la soberbia inaudita.







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