RAMÓN BADARACCO
NARICAGUA -EL MORO.-
CUMANA 2006
Autor Tulio Ramón Badaracco Rivero
Que firma Ramón Badaracco
TITULO ORIGINAL
NARICAGUA EL MORO
Copyright Ramón Badaracco- 20º6
Primera edición 1997
1500 ejemplares
Hecho el depósito de ley
Derechos reservados.
Diseño de la cubierta R. B.
Ilustración de la cubierta R. B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná
elf. 0416-811-4374
Introducción
Carinas como ellos se
apellidaban “Ana Carina Rote” que traducido quiere decir “solo los caribes
somos hombres¨.
Comenzamos por decir que el cacique Naricagua
fue educado por los “Carinas” y por ello vamos a decir quiénes eran los Carinas.
Los Carinas o Caribes,
asombraron a los españoles por su disciplina guerrera. Decían que su infantería
se diferenciaba de cuanto habían observado en otras tribus. Entre esas
características podemos anotar la igualdad de los tamaños que observaron en sus
acometidas; y la compostura marcial que guardaban en las formaciones; lo que revelaba su alta disciplina. Sobre la desnudez, que llamaban
apolínea, en que acostumbraban vivir, para lo cual se untaban una mixtura roja,
que extraían de las semillas del achote (onoto), mezclada con semillas de
carapa. Con esta mixtura lograban un color púrpura que les servía también, como
uniforme para la guerra. Se ¨embijaban¨ (por untaban) todo el cuerpo menos la
cara. Esta mixtura que aplicaban para distinguirse como guerreros, también se usó
como medida de higiene por casi todas las naciones del continente. Al parecer,
esta costumbre higiénica, fue imponiéndose entre los carinas insulares, cuando
iniciaron con sangre, a sus hijos, en el arte de la guerra.
Otro complemento, de su preparación inicial de
guerreros, era el de pintarse en los parpados y los senos oculares, círculos de
color negro, pintados con “curame” (negro vegetal). Otro detalle era el corte
de pelo, que algunos llaman “corte totuma” que les daba aspecto varonil y
marcial.
La misma desnudez le servía como defensa, ya que
podían escurrirse en el agarre de los asaltos nocturnos; y, además, se sentían
más livianos para el ataque por sorpresa. Además de que, los Carinas eran
lampiños.
Los carinas solo defendían o se cubrían, los
genitales; y en esto se distinguían unos de otros: los soldados rasos, por
ejemplo, se cubrían con calabazas, amarradas
con cintas de cuero a la cintura; preparadas al efecto, considerando su tamaño
y dureza; y los caciques y ditainos, lucían canutillos de oro atados
también a la cintura, estas defensas la
hacían de diferentes materiales que labraban artísticamente usando para los
amarres, la pelambre de animales fieros y fuertes, como el jaguar.
Otras defensas que usaban consistían en pequeños
escudos de fibras, que colocaban en sus brazos y piernas, en los tobillos, en
las muñecas y en los codos.
Estas defensas tenían un doble objeto, tomando en
consideración las largas marchas y en la guerra, servían para defenderse de las
flechas curaizadas; cuando eran heridos, apretaban las correas y paralizaban la
circulación de la sangre, hasta que los piachas o médicos indígenas (los
hispanos los llamaban curanderos, aunque Bartolomé de Las Casas, los llamaba
¨sabios ancianos¨) le aplicaban la cura contra el curare que consistía en la
cauterización de la herida.
Los guerreros Carinas, se cuidaban más de los asaltos
que de cualquier otra táctica, de modo que para la defensa usaban sobre todo
las posiciones de rodilla, de esa manera podían evadir con más comodidad los
ataques con flechas curarizadas.
Los jefes Carinas, se distinguían unos de otros,
por los vistosos plumajes que usaban en los combates; y de acuerdo al batallón
al cual pertenecían.
El Oloe (Penacho) de los Caciques, se reconocía por
la profusión de plumas. Tenía un ¨taera¨ (diseño) formado por una variedad de
plumas grandes y voluminoso, de tal modo, que el Cacique pudiese ser
distinguido por todos los soldados, que debían estar atentos, por si acaso
tenían que sustituirlo por haber caído herido. Para ellos era un hecho normal y
estaban preparados para ello en cualquier momento del combate.
Usaban también estos guerreros Carinas, pieles de
jaguar, de caimán y de otros animales, para la fabricación de sus defensas
personales y en los diseños de sus caracterizaciones en los batallones en los
que militaban. Se trataba de las divisas o sea estos batallones representaban
con estos adornos el batallón en el cual se distinguían así tenemos batallones
de jaguares y de caimanes y de monos
Los Ditainos
(capitanes) a quienes correspondía el mando inmediato de las tropas en el
ataque, usaban mantos de cerdas tejidos con procesos idóneos, que en las
guasábaras les servían para defenderse y cubrirse. En las refriegas entraban en combate con las
mantas dobladas sobre el brazo izquierdo, dando voces y ciertos silbidos, que
correspondían a tácticas de ataque; y con esas mantas lograban defenderse con
destreza de flechas envenenadas. Este admirable sistema de defensa, hábilmente
manejado, consistía en oponer un cuerpo dúctil, que no oponía resistencia a las
flechas, que pegaban o eran atrapadas por el ditaino.
Estos guerreros también acostumbraban adornarse con
las prendas obtenidas por sus contrincantes muertos en combate, con lo que
demostraban superioridad, valentía coraje y otras virtudes, y así eran
reconocidos y aclamados, por eso todo lo que valieran los vencidos, acrecentaba
la superioridad del guerrero, y la tribu lo enaltecía.
Los Carinas dominaron y reinaron en todo el litoral
suramericano. Su cultura se impuso en los últimos 4000 años, dominaron y
esclavizaron a la cultura Taina y Arawaca, e impusieron su idioma y sus
costumbres. En Cumaná se mesclaron con los Chaimas (Kaimas), Arecunas, Tiaos,
Tagares, Cumanagotos y otras tribus; y mantuvieron vínculos comerciales con
ellos. Venían al puerto de Cumaná y cambiaban mujeres, oro y utensilios de
arcilla, por un alcaloide o coca, que producían nuestros indígenas, llamado
Hayss; muy apreciado por ellos. En Cumaná, dice Bartolomé de Las Casas, sus
cultivos se parecían a los olivares de Sevilla. Todo ese territorio que bordea
el río Chiribichií, hoy Manzanares, estaba cultivado por esa especie de Coca.
A los españoles, no les dieron tregua, durante más
de cien años impusieron su idioma y sus costumbres en su territorio. En Cumaná
se mesclaron con los Chaimas (Kaimas) Arecunas Tiaos Tagares y Cumanagotos; y
mantuvieron vínculos comerciales con ellos.
NARICAGUA -EL MORO. -
El año de 1544, una flota de
más de 50 navíos Arawacos-Caribes, desembarcaron en la isla de Margarita bajo
el mando de un español al cual identificaron como El Moro.
Ese año, las
pocas familias del pueblo y puerto de Pampatar, se preparaban para defenderse
de una muerte segura y terrible, tenían
noticias de que hacia ellos iba una expedición de indios temibles conocidos
como Caribes-Arawacos o Aruacos.
Cuando llegó la
expedición de 50 barcos y 500 guerreros,
se dieron cuenta de que toda defensa sería inútil, esperaron le muerte orando
de rodillas con su pastor el padre Francisco de Villacorta; pero los guerreros caribes no desembarcaron
en son de guerra como ellos pensaban; del primer barco que arribó saltó a
tierra un hombre alto y corpulento, de piel oscura y rasgos africanos, que
levantó la mano para que sus guerreros permanecieran en sus puesto; y, avanzó
caminando serenamente hacia el pueblo. Desde ese lado se adelantó el
sacerdote, Francisco de Villacorta, que
llevaba la bandera del Imperio. El Cacique Moro se le presentó, le dijo que él
era español, y venían en son de paz; que sus Caciques y sus guerreros querían
entenderse con los españoles.
Este Moro
resultó ser un andaluz de la expedición de los hermanos Silva, que fueron
ajusticiados por Gil González Dávila, por haber violado a una dama portuguesa, en
la provincia de Guiria. El Moro, según contó
Villacorta, salvó la vida gracias
a una partida de Arawacos que merodeaba cerca, y lo acogieron como amigo por
haber sido y estar herido
gravemente. Cuando llegó a las costas de
la isla, al frente de esa expedición Arawaca, de más de cincuenta barcos y 500
hombres de guerra, se encontró con los españoles, que hacía más de doce años no
los veía y muchos de ellos fueron compañeros suyos, para él fue un milagro.
Venía en son de
paz, había llegado su momento, por eso propuso la paz. Así lo hicieron y él les
contó brevemente su vida entre los Arawacos: “estos indios son mis hermanos, me
salvaron la vida, me dieron una buena mujer hija de su cacique, sanaron mis
heridas, dieronme de comer y una buena choza, luego me nombraron ¨Ditaino¨, o
sea capitán de un batallón, no sin antes entrenarme en el arte de la guerra,
que ellos practican, así fui de caimán a mono, de pájaro a jaguar, y en todo
supere a mis instructores, hasta que alcancé el grado que tengo entre los jefes
mayores de la tribu. Nunca he sido más feliz en mi vida”.
“Los señores
principales cuando voy de visita me entregan una de sus hijas para que me
sirva. He tenido el privilegio de recibir a los jefes de muchas naciones del
Orinoco, los cuales hacen fiestas en mi honor. Tengo fama entre ellos de gran
guerrero”
Dice el
Cronista Gonzalo Fernandes de Oviedo y Valdés, que: “Por medio de este morisco
se comenzó la amistad de los Aruacas con estas dos islas nuestras, porque antes
ni se entendían, ni se allegaban ni desembarcaban en ellas”.
El Moro les
habló del Orinoco, de sus territorios, de sus naciones; de la fertilidad de sus
tierras, de la grandísima riqueza de oro que había, pero que los Arawacos no
hacían caso de ella, no les importaba. Tambien les habló el Moro de un pueblo
de españoles casados con mujeres indias, que hicieron amistad con ellos, este
es un pueblo formado tal vez, por los 300 españoles que se perdieron de la
expedición de Ordaz, en la costa del Marañón, en el año de 1532, en un ramal
del Orinoco, de lo cual da noticias Francisco de Orellana. Este pueblo de
españoles está cerca de grandes poblaciones indígenas de las márgenes del río,
y se llevan muy bien con ellas, han aprendido mucho de su cultura, comen como
ellos y usan sus medicinas; no pueden evadirse porque no tiene caballos ni
herramientas para fabricar barcos.
Dice el
cronista, que el Moro se quedó en Margarita bajo la promesa de volver en la
próxima expedición de los caribes. “Y después, a los 4 meses, tornaron 40 navíos estando los españoles en grandes penurias por
haber faltado las lluvias. Entonces el Moro ordenó a los Caribes que volvieran
por mantenimiento para los cristianos, pues eran sus amigos. Así lo hicieron
los Caribes arawacos, y fueron a sus tierras, dos veces, a 200 leguas de la Isla;
y trajeron 600 cargas de casabe, pescados y carnes de cacería para remediar el
hambre de aquellos colonos; y el Moro se comprometió a proveer la isla y de
hacer perpetua amistad con la comunidad Arawacas, y además de ofrecerles las
tierras del Orinoco y sus inmensas riquezas.
Estos Arawacos
se trasladaron a Cumaná con el nombre de ¨Guaiqueríes¨, a mediados del siglo
XVI, como lo dice Ramos Martínez, En Cumaná se mezclaron con los españoles,
dando origen al gran pueblo y cultura cumanesa.
El Moro, algún
tiempo después, volvió a sus tribus Arawacas del Orinoco, donde vivió muchos
años y dejó una familia numerosa en varias mujeres, se dejó crecer la barba y
fue muy conocido con el nombre del gran cacique Naricagua. Era casi obligatorio
para los marinos, pasar por la casa de este gran cacique en la confluencia del
Caroní.
Así fue el
comienzo de los Caribes, en Margarita y Cumaná, a los cuales, como dice
Humboldt, bautizaron o llamaron, Guaiqueríes, disque los descubrieron pescando
con arpones que llaman Guaiques.
No hay comentarios:
Publicar un comentario