lunes, 3 de octubre de 2016

NARICAGUA. EL MORO.


RAMÓN BADARACCO






NARICAGUA -EL MORO.-














CUMANA 2006











Autor Tulio Ramón Badaracco Rivero
Que firma Ramón Badaracco
TITULO ORIGINAL
NARICAGUA EL MORO
Copyright Ramón Badaracco- 20º6
Primera edición 1997
1500 ejemplares
Hecho el depósito de ley
Derechos reservados.
Diseño de la cubierta  R. B.
Ilustración de la cubierta  R. B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná
elf. 0416-811-4374 







Introducción

Carinas como ellos se apellidaban “Ana Carina Rote” que traducido quiere decir “solo los caribes somos hombres¨.

 Comenzamos por decir que el cacique Naricagua fue educado por los “Carinas” y por ello vamos a decir quiénes eran los Carinas.
Los Carinas o Caribes, asombraron a los españoles por su disciplina guerrera. Decían que su infantería se diferenciaba de cuanto habían observado en otras tribus. Entre esas características podemos anotar la igualdad de los tamaños que observaron en sus acometidas; y la compostura marcial que guardaban en las formaciones; lo que revelaba su alta disciplina. Sobre la desnudez, que llamaban apolínea, en que acostumbraban vivir, para lo cual se untaban una mixtura roja, que extraían de las semillas del achote (onoto), mezclada con semillas de carapa. Con esta mixtura lograban un color púrpura que les servía también, como uniforme para la guerra. Se ¨embijaban¨ (por untaban) todo el cuerpo menos la cara. Esta mixtura que aplicaban para distinguirse como guerreros, también se usó como medida de higiene por casi todas las naciones del continente. Al parecer, esta costumbre higiénica, fue imponiéndose entre los carinas insulares, cuando iniciaron con sangre, a sus hijos, en el arte de la guerra.

Otro complemento, de su preparación inicial de guerreros, era el de pintarse en los parpados y los senos oculares, círculos de color negro, pintados con “curame” (negro vegetal). Otro detalle era el corte de pelo, que algunos llaman “corte totuma” que les daba aspecto varonil y marcial.

La misma desnudez le servía como defensa, ya que podían escurrirse en el agarre de los asaltos nocturnos; y, además, se sentían más livianos para el ataque por sorpresa. Además de que, los Carinas eran lampiños.

Los carinas solo defendían o se cubrían, los genitales; y en esto se distinguían unos de otros: los soldados rasos, por ejemplo,   se cubrían con calabazas, amarradas con cintas de cuero a la cintura; preparadas al efecto, considerando su tamaño y dureza; y los caciques y ditainos, lucían canutillos de oro atados también  a la cintura, estas defensas la hacían de diferentes materiales que labraban artísticamente usando para los amarres, la pelambre de animales fieros y fuertes, como el jaguar.

Otras defensas que usaban consistían en pequeños escudos de fibras, que colocaban en sus brazos y piernas, en los tobillos, en las muñecas y en los codos.  

Estas defensas tenían un doble objeto, tomando en consideración las largas marchas y en la guerra, servían para defenderse de las flechas curaizadas; cuando eran heridos, apretaban las correas y paralizaban la circulación de la sangre, hasta que los piachas o médicos indígenas (los hispanos los llamaban curanderos, aunque Bartolomé de Las Casas, los llamaba ¨sabios ancianos¨) le aplicaban la cura contra el curare que consistía en la cauterización de la herida.

Los guerreros Carinas, se cuidaban más de los asaltos que de cualquier otra táctica, de modo que para la defensa usaban sobre todo las posiciones de rodilla, de esa manera podían evadir con más comodidad los ataques con flechas curarizadas.

Los jefes Carinas, se distinguían unos de otros, por los vistosos plumajes que usaban en los combates; y de acuerdo al batallón al cual pertenecían.
El Oloe (Penacho) de los Caciques, se reconocía por la profusión de plumas. Tenía un ¨taera¨ (diseño) formado por una variedad de plumas grandes y voluminoso, de tal modo, que el Cacique pudiese ser distinguido por todos los soldados, que debían estar atentos, por si acaso tenían que sustituirlo por haber caído herido. Para ellos era un hecho normal y estaban preparados para ello en cualquier momento del combate.

Usaban también estos guerreros Carinas, pieles de jaguar, de caimán y de otros animales, para la fabricación de sus defensas personales y en los diseños de sus caracterizaciones en los batallones en los que militaban. Se trataba de las divisas o sea estos batallones representaban con estos adornos el batallón en el cual se distinguían así tenemos batallones de jaguares y de caimanes y de monos

 Los Ditainos (capitanes) a quienes correspondía el mando inmediato de las tropas en el ataque, usaban mantos de cerdas tejidos con procesos idóneos, que en las guasábaras les servían para defenderse y cubrirse.  En las refriegas entraban en combate con las mantas dobladas sobre el brazo izquierdo, dando voces y ciertos silbidos, que correspondían a tácticas de ataque; y con esas mantas lograban defenderse con destreza de flechas envenenadas. Este admirable sistema de defensa, hábilmente manejado, consistía en oponer un cuerpo dúctil, que no oponía resistencia a las flechas, que pegaban o eran atrapadas por el ditaino.

Estos guerreros también acostumbraban adornarse con las prendas obtenidas por sus contrincantes muertos en combate, con lo que demostraban superioridad, valentía coraje y otras virtudes, y así eran reconocidos y aclamados, por eso todo lo que valieran los vencidos, acrecentaba la superioridad del guerrero, y la tribu lo enaltecía.

Los Carinas dominaron y reinaron en todo el litoral suramericano. Su cultura se impuso en los últimos 4000 años, dominaron y esclavizaron a la cultura Taina y Arawaca, e impusieron su idioma y sus costumbres. En Cumaná se mesclaron con los Chaimas (Kaimas), Arecunas, Tiaos, Tagares, Cumanagotos y otras tribus; y mantuvieron vínculos comerciales con ellos. Venían al puerto de Cumaná y cambiaban mujeres, oro y utensilios de arcilla, por un alcaloide o coca, que producían nuestros indígenas, llamado Hayss; muy apreciado por ellos. En Cumaná, dice Bartolomé de Las Casas, sus cultivos se parecían a los olivares de Sevilla. Todo ese territorio que bordea el río Chiribichií, hoy Manzanares, estaba cultivado por esa especie de Coca.  

A los españoles, no les dieron tregua, durante más de cien años impusieron su idioma y sus costumbres en su territorio. En Cumaná se mesclaron con los Chaimas (Kaimas) Arecunas Tiaos Tagares y Cumanagotos; y mantuvieron vínculos comerciales con ellos.  



NARICAGUA -EL MORO. -



 El año de 1544, una flota de más de 50 navíos Arawacos-Caribes, desembarcaron en la isla de Margarita bajo el mando de un español al cual identificaron como El Moro.

Ese año, las pocas familias del pueblo y puerto de Pampatar, se preparaban para defenderse de una muerte segura y terrible,  tenían noticias de que hacia ellos iba una expedición de indios temibles conocidos como Caribes-Arawacos o Aruacos.

Cuando llegó la expedición de 50  barcos y 500 guerreros, se dieron cuenta de que toda defensa sería inútil, esperaron le muerte orando de rodillas con su pastor el padre Francisco de Villacorta;  pero los guerreros caribes no desembarcaron en son de guerra como ellos pensaban; del primer barco que arribó saltó a tierra un hombre alto y corpulento, de piel oscura y rasgos africanos, que levantó la mano para que sus guerreros permanecieran en sus puesto; y, avanzó caminando serenamente hacia el pueblo. Desde ese lado se adelantó el sacerdote,  Francisco de Villacorta, que llevaba la bandera del Imperio. El Cacique Moro se le presentó, le dijo que él era español,  y  venían en son de paz;  que sus Caciques y sus guerreros querían entenderse con los españoles.

Este Moro resultó ser un andaluz de la expedición de los hermanos Silva, que fueron ajusticiados por Gil González Dávila, por haber violado a una dama portuguesa, en la provincia de Guiria. El Moro, según contó  Villacorta,  salvó la vida gracias a una partida de Arawacos que merodeaba cerca, y lo acogieron como amigo por haber sido y estar  herido gravemente.  Cuando llegó a las costas de la isla, al frente de esa expedición Arawaca, de más de cincuenta barcos y 500 hombres de guerra, se encontró con los españoles, que hacía más de doce años no los veía y muchos de ellos fueron compañeros suyos, para él fue un milagro.

Venía en son de paz, había llegado su momento, por eso propuso la paz. Así lo hicieron y él les contó brevemente su vida entre los Arawacos: “estos indios son mis hermanos, me salvaron la vida, me dieron una buena mujer hija de su cacique, sanaron mis heridas, dieronme de comer y una buena choza, luego me nombraron ¨Ditaino¨, o sea capitán de un batallón, no sin antes entrenarme en el arte de la guerra, que ellos practican, así fui de caimán a mono, de pájaro a jaguar, y en todo supere a mis instructores, hasta que alcancé el grado que tengo entre los jefes mayores de la tribu. Nunca he sido más feliz en mi vida”.

“Los señores principales cuando voy de visita me entregan una de sus hijas para que me sirva. He tenido el privilegio de recibir a los jefes de muchas naciones del Orinoco, los cuales hacen fiestas en mi honor. Tengo fama entre ellos de gran guerrero” 

Dice el Cronista Gonzalo Fernandes de Oviedo y Valdés, que: “Por medio de este morisco se comenzó la amistad de los Aruacas con estas dos islas nuestras, porque antes ni se entendían, ni se allegaban ni desembarcaban en ellas”.

El Moro les habló del Orinoco, de sus territorios, de sus naciones; de la fertilidad de sus tierras, de la grandísima riqueza de oro que había, pero que los Arawacos no hacían caso de ella, no les importaba. Tambien les habló el Moro de un pueblo de españoles casados con mujeres indias, que hicieron amistad con ellos, este es un pueblo formado tal vez, por los 300 españoles que se perdieron de la expedición de Ordaz, en la costa del Marañón, en el año de 1532, en un ramal del Orinoco, de lo cual da noticias Francisco de Orellana. Este pueblo de españoles está cerca de grandes poblaciones indígenas de las márgenes del río, y se llevan muy bien con ellas, han aprendido mucho de su cultura, comen como ellos y usan sus medicinas; no pueden evadirse porque no tiene caballos ni herramientas para fabricar barcos.

Dice el cronista, que el Moro se quedó en Margarita bajo la promesa de volver en la próxima expedición de los caribes. “Y después, a los 4 meses, tornaron 40 navíos  estando los españoles en grandes penurias por haber faltado las lluvias. Entonces el Moro ordenó a los Caribes que volvieran por mantenimiento para los cristianos, pues eran sus amigos. Así lo hicieron los Caribes arawacos, y fueron a sus tierras, dos veces, a 200 leguas de la Isla; y trajeron 600 cargas de casabe, pescados y carnes de cacería para remediar el hambre de aquellos colonos; y el Moro se comprometió a proveer la isla y de hacer perpetua amistad con la comunidad Arawacas, y además de ofrecerles las tierras del Orinoco y sus inmensas riquezas.

Estos Arawacos se trasladaron a Cumaná con el nombre de ¨Guaiqueríes¨, a mediados del siglo XVI, como lo dice Ramos Martínez, En Cumaná se mezclaron con los españoles, dando origen al gran pueblo y cultura cumanesa.

El Moro, algún tiempo después, volvió a sus tribus Arawacas del Orinoco, donde vivió muchos años y dejó una familia numerosa en varias mujeres, se dejó crecer la barba y fue muy conocido con el nombre del gran cacique Naricagua. Era casi obligatorio para los marinos, pasar por la casa de este gran cacique en la confluencia del Caroní. 

Así fue el comienzo de los Caribes, en Margarita y Cumaná, a los cuales, como dice Humboldt, bautizaron o llamaron, Guaiqueríes, disque los descubrieron pescando con arpones que llaman Guaiques.






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