viernes, 16 de diciembre de 2016

PEDRO DE CÓRDOBA FUNDADOR DE CUMANÁ



RAMÓN BADARACCO








FRAY PEDRO DE CORDOBA FUNDADOR DE CUMANÁ








CUMANÁ 1995











Autor: TULIO RAMÓN BADARACCO RIVERO
Que firma Ramón Badaracco
Su libro FRAY PEDRO DE CÓRDOBA FUNDADOR DE CUMANA 
Copyright Ramón Badaracco.  1995
Primera edición 2009
Correo y cel.
Diseño de la cubierta  R. B.
Ilustración de la cubierta  R. B.
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INTROITO



La vida y acción de Pedro de Córdoba está unida a la del obispo de Chiapas,  Bartolomé de Las Casas o Casuas. El notable historiador don Demetrio Ramos, dice: “La autoridad que para Las Casas  tenía el P. Córdoba se nos revela  en la aceptación de un especial  magisterio  con el que su personalidad queda dibujada en la del clérigo”. (1)

Córdoba antigua capital del Califato,  estrella de la cultura mudéjar, que fue  la patria chica de Lucio Anneo Séneca y  Luis De Góngora, por citar dos inmortales, también vio nacer a  Pedro  el 10 de septiembre de 1482, allí se educó y creció en el seno de una noble familia cristiana, que influyó en su determinación por la carrera eclesiástica, tomar la cruz  y seguir el camino que le trazó el Señor. Fr. Pedro de Córdoba murió en Santo Domingo el 4 de mayo de 1521, víspera entonces de la festividad de Santa Catherina de Siena.

Dice Bartolomé de Las Casas que Fray Domingo de Mendoza, hermano de fray García de Loaiza, arzobispo de Sevilla y cardenal Presidente del Consejo de Indias, seleccionó a Pedro para que lo sustituyera en el mando de la avanzada dominica que vendría al Nuevo Mundo, y con él, tres sacerdotes muy calificados que emprenderían  la empresa de sembrar la orden dominica  en la capital de la risueña Quisqueya,  la Española, sede del imperio en América.  Quisqueya, la isla descubierta por Colón el 5 de diciembre de 1492, a la cual llamó “La Española”, segunda isla en extensión territorial, de las Antillas mayores  del  océano atlántico,  mar que conocemos como  mar Caribe o de las Antillas, sufrió como ningún otro lugar el impacto de la conquista.  La isla inmensamente poblada en aquellos tiempos  mide 1575 Km. cuadrados -hoy conforma el territorio de dos repúblicas,   la República Dominicana  y la Republica de Haití- se dividía en muchos reinos aborígenes perfectamente definidos por Las Casas, como luego veremos.

 Pedro de Córdoba, fue un sacerdote  a quien Dios Nuestro Señor dotó de muchos dones,  gracias corporales y espirituales, que  fue elegido para una misión administrativa, si se quiere, pero él la convirtió en una empresa sin igual.  Los que lo conocían nunca imaginaron que podría lograrlo, tenía el inconveniente de sufrir  un continuo dolor de cabeza que le impedía, en cierto grado, algunas actividades, por ello  Las Casas dice:
“Y lo que se moderó en el estudio, acrecentolo en el rigor de la austeridad y penitencia todo el tiempo de su vida, cada y cuando las enfermedades le dieron lugar” (2).
Fue excelente predicador, ejemplo dentro del sacerdocio en  virtud y  penitencia, que lo elevaron siempre entre sus compañeros y feligreses.
Agrega Las Casas: “Tiénese por cierto que salió de esta vida tan limpio  como su madre lo parió” (3).
Estudio en el colegio  “San Esteban” de Salamanca, y probablemente, como dice  Hernann González Oropeza, fue “formado espiritualmente por fray Juan Hurtado de Mendoza” (4), el formidable maestre de Salamanca;  y se perfeccionó en Santo Tomás de Ávila, la casa mayor de la “Cristiandad” para ese entonces. Fue compañero de estudios de Antonio de Montesino, Tomás de Berlanga, Domingo de Betanzos, y otros ilustres prelados, que luego fueron los seleccionados para acompañarlo en la empresa evangelizadora de América; esto por si solo basta para considerar las dotes que adornaban a este insigne conquistador del espíritu, cuya labor ilumina la terrible experiencia humana de la conquista del Continente, y disipa, aunque sea un poco, las oscuras nubes que denigran de la noble y heroica raza hispana.

            A este hombre extraordinario encomendaron los dominicos y el superior Fray Domingo de Mendoza, para que le ayudase a realizar o proseguir la empresa fundacional en el Nuevo Continente; igualmente convocó a otros religiosos para que lo acompañaran, entre ellos al famoso Fray Antón de Montesinos y al padre Fray Bernardo de Santo Domingo “poco o nada experto en las cosas de este mundo, pero entendido en las espirituales, muy letrado y devoto y gran religioso”.

            Fray Pedro de Córdoba, hizo varias expediciones para fundar y gobernar las misiones de  Cumaná y Santa Fe;  el Vicario de las Indias, el hombre más importante después de Colón, venido al Continente a principios del siglo XVI, autorizado para fundar las primeras misiones en la tierra firme, como lo dicen los cronistas y el más importante de todos, Bartolomé de Las Casas (Biblioteca de Autores Españoles. Obras Escogidas. Tomo XVVI. Pág. 133).

Dice Las Casas que, en las Islas, Santo Domingo y Cuba,  Pedro de Córdoba, se da cuenta de la forma inhumana y despiadada como se realiza la conquista, y sabe que esta misma forma será trasladada al Continente, por ello pide al rey Fernando El Católico, que le dé licencia para trasladar su Orden a tierra firme, e inventa “La conquista pacífica y evangélica de la tierra firme”; y el Rey mandó que se le dieran los despachos a su voluntad. Los dominicos fueron los primeros misioneros que llegaron al Puerto de Las Perlas, Cumaná, entre 1513 y 1514.

Toda esta historia está debidamente corroborada por  cédulas reales, cartas, crónicas, y un asiento del 14 de junio de 1.510” (inserto en los Documentos Americanos del archivo de protocolos de Sevilla, Siglo XVI. Madrid 1.935, p. 20). Consta que los ilustres padres dominicos disponían entonces lo relativo a su viaje a la isla española. Dice el asiento: “libro del año 1.510, Oficio: IV. Libro III. Escribanía: Manuel Segura. Folios: 1.812. Fecha 14 de junio. Asunto: Fray Domingo de Mendoza, fraile profeso de la Orden de los Predicadores del Sr. Santo Domingo, Vicario de los Frailes de Dicha Orden, que han de residir en la Isla Española, Indias, islas y Tierra Firme, en su propio nombre y en el del R. P. Fray Pedro de Córdoba, vicario de las indias, y por, virtud de las cartas y licencias que tiene el R. P. Fray Agustín Funes, Provincial de dicha Orden en los Reinos de España y del dicho R. P. Pedro de Córdoba, nombrado procurador al doctor Juan de Hojeda, físico, vecino de Sevilla en la collación de Santa María Magdalena, para que cumpla lo contendido en las citadas cartas y licencias”.



Pedro de Córdoba  el verdadero fundador de Cumaná.  


Pedro, empeñó su vida en su obra fundacional,  hizo tres expediciones al puerto de Perlas en tierra firme, muchos viajes a España y entre las islas y tierra firme,  construyó casas, monasterios, escuelas, aprendió el idioma de los indígenas, escribió para ellos libros sagrados, ejerció la defensa de los indios en todas las instancias,  fue un defensor honesto, un hombre ejemplar, un maestro y logró fundar las primeras misiones dominicas y franciscanas en Cumaná y Santa Fe, origen de nuestros primeros pueblos mestizos en la tierra firme.

La primera expedición de 1513 organizada por Pedro de Córdoba, y ordenada por el Rey Fernando el Católico, estuvo formada solo por dominicos, bajo el mando de Antón de Montesinos, mano derecha de Pedro;  el fraile  Fr. Francisco Fernandes de Córdoba, el lego Juan Garcés y sus colaboradores, lenguas y sirvientes; salió de Santo Domingo a  fines de 1513, arribando al puerto de Cumaná, en pocos días. 

En junio de 1519, Francisco del Castillo, declaró haber sido el piloto de la nave que llevó a los dos dominicos, y Juan Fernández, piloto de una carabela dijo que había ayudado en ello (cfr. E. Otte, Las Perlas del Caribe, ob. Cit. p. 125. nota 610)  Los indios del cacique Cumaná, a quien  ya  conocían, los recibieron, según se supo, con alegría y les dieron de comer y beber, y los ubicaron en un lugar seguro, que ya se conocía como Puerto de Las Perlas, en la desembocadura del río Chiribichií, hoy Manzanares, donde los perleros y otros expedicionarios se surtían de agua, indígenas para el trabajo, mujeres y alimentos para llevar a las islas de Cubagua y Margarita.

Establecidos los misioneros construyeron con ayuda del Cacique y su gente,  sus casa, y dos iglesia de madera y palmas, donde también iniciaron una escuela a la cual, muy pronto asistieron hasta 40 niños de las familias principales, de acuerdo con los cronistas, cédulas  y  los suministros reales.

Lamentablemente una expedición de un esclavista, capitaneada por Gómez de Rivera, emboscó y capturó al cacique Cumaná con su familia y sus criados, y los vendió como esclavos en Santo Domingo, sin que los frailes pudiesen hacer nada, por lo cual, los indios en represalia sacrificaron a los frailes rehenes, y el proyecto sufrió un serio descalabro, pero no terminó allí.  

Pedro de Córdoba no se amilanó con el martirio de los frailes, ni la osadía de los españoles, que violaban las leyes reales; y, con los de su orden rescató a casi todos los indios, en lucha desigual con las autoridades de la Española, cómplices, y los devolvieron a su tierra y, en febrero de 1515,  volvió a Cumaná y dejó, como dice Vicente Rubio, con pruebas contundentes, a otros misioneros bajo el mando de Fr. Luis de Castro, en el mismo sitio del sacrificio, en el Puerto de Las Perlas, que fue el primer nombre que tuvo el primer asiento de españoles en la tierra firme, en la desembocadura del río Chiribichií o Cumaná,  como aparece en medallones y dibujos del siglo XVI. que reproducimos para mejor testimonio, vean el puerto de Las Perlas con su inmensa cruz, y las dos iglesias, y fuerte de Santa Cruz de La Vista antes y después del terremoto de 1530.

Afirma, don Vicente Rubio con pruebas irrefutables, que Pedro fue a buscar a los dominicos rehenes a Puerto de Perlas, en febrero de 1515, y supo que los habían sacrificado, pero nunca abandonó la misión, dejó a los sustitutos: dice Vicente Rubio:  

“Tengo para mí que eran Fr. Tomás de Toro y tres o cuatro dominicos más, cuyos nombres ignoramos, los cuales marcharon allá con el P. Pedro de Córdoba  en fecha posterior al 10 de febrero de 1515, a fin de indagar  la suerte que habían corrido  el P. Fernández de Córdoba  y el hermano Garcés.  A estos se agregarían luego los dos o tres que más tarde arribaron allí para devolver a los indios liberados de su cautiverio”.  Es decir que al frente de la misión dominica de Puerto de Perlas quedaron por lo menos cinco misioneros, y estos construyeron la iglesia y el monasterio que luego aparecen  en  los mapas, medallones  y documentos, cartas  y soportes de reparaciones  que reposan en el Archivo de Indias.  No podemos ni siquiera imaginar que la Corona iba a mandar arquitectos y materiales desde España para reparar construcciones de barro. Tanto la fortaleza como las iglesias de los dominicos y franciscanos fueron construidos de cal y canto, como aparecen en el plano de la Nueva Córdoba y en el medallón de 1601;  por eso se explotaban las canteras de Araya, donde trabajaban hasta 300 indígenas. Con la piedra tallada de Araya se construyeron las iglesias, fuertes y casas principales de Cumaná, Nueva Cádiz, tierra firme y en las islas del Caribe. Fueron reconstruidas por Castellón según lo dice el Rey Carlos Primero en la Cedula Real que concede a Castellón. 

“Los dominicos que “quedaron en aquella costa”, como dijo Fernando el Católico en su carta  del 2 de agosto  de 1515, aparte de inquirir por todas las vías quien o quienes  habían sacrificado  a sus dos hermanos misioneros,  se dedicaron a la ardua labor de sosegar a los nativos, convivir mansamente con ellos e indagar los sitios  más adecuados para que en aquellas mismas latitudes  volviera a reanudarse  el soñado ensayo  de evangelización pacífica con un buen contingente  de frailes predicadores  y franciscanos reformados, traídos todos de La Española”.  

LA PRIMERA MISA EN EL NUEVO MUNDO.

Dice Antonio de Caulín, que:  La primera misa en el Nuevo Mundo, la ofició el padre Juan Pérez de Marchena, oriundo de Sevilla, donde era Guardián del Convento de Nuestra Señora de la Rábida. Ese sacerdote acompaño a Colón en su segundo viaje (1494), y se instaló en Santo Domino, donde construyó la capilla de La Natividad,
La primera misa en el territorio continental la ofició fray Francisco Fernández de Córdoba, en 1513, Este sacerdote fue enviado por fray Pedro de Córdoba al puerto de Cumaná, como lo dice la Cédula Real de mayo de ese año.  Fray Francisco fue el primer mártir de Cristo en el Nuevo Continente, sin embargo, como este hecho ocurrió en Cumaná no tiene trascendencia. Veamos la Cédula Real:
 Cédula Real de 28 de mayo de 1513, que entregó Pedro de Córdoba al Almirante Don Diego Colon, que dice:
 “El Rey. Don Diego Colón, nuestro Almirante Visorey, etc. a nuestros jueces e oficiales, etc. Ya sabéis como el devoto padre fray Pedro de Córdoba, vicario del Orden de Santo Domingo en la Española, va con cierto número de frailes a tierra firme, y (en) el despacho que para su ida se les dio vos mandé que dentro de un año después que fuesen idos embiásedes a saber dellos,  y que truxiesen dos frailes para me informar de lo que allá se supiese, como más largo en el despacho que para lo susodicho mandé dar se contiene; e porque al tiempo que fueren a saber de los dichos frailes ternán necesidad de alguna harina para hacer  hostias e vino para decir misa, yo vos mando que cuando enbiáredes a saber dellos, les enviéis diez arrobas de vino, e otras diez de harina muy cernida, e les deis pasaje e flete por ellas fasta que se lo entregar  a los dichos frailes que allá estubieren, e mando al nuestro tesorero que es o fuere que de cualquier maravedíes o oro de su cargo compre lo susodicho que con carta de pago  de las personas que lo llevaren  que con esta mi cédula mando que les sea recibido en quenta lo que lo susodicho costare sin otro recaudo alguno, e mando que se tome la razón desde mi cédula, etc. fechada en Valladolid, a XXVIII días del mes de mayo de mil quinientos treze. Yo El Rey. Por mandado de su Alteza, Lope Conchillos, señalada del Obispo.  
Esta es la verdadera historia. En Noviembre de 1515, después de fortalecer la misión de Cumaná con nuevos misioneros,  llega Pedro a Santa Fe de Chiribiche. Todo esto indica la continuidad de la misión desde 1513, corrigiendo lo que dicen la mayor parte de los cronistas venezolanos. 

Estos mismos dominicos y franciscanos reciben a Castellón, Gonzalo de Ocampo, a Fr. Bartolomé de Las Casas en 1521 y Fr. Francisco de Montesinos, con tañido de campanas, en 1562;  más tarde  mudarán sus conventos e iglesias, a partir de 1621 media legua rilo arriba, en el llano de Cumaná, donde se desarrolló la ciudad, como es evidente, pueden estudiar cientos de mapas, pinturas  y evidencias, pocas ciudades tienen tantos testimonios e historias formidables como esta procera ciudad de Santa Inés de Cumaná. Su historia llena de hechos heroicos, de hechos culturales y épicos, cantados por los mejores historiadores y poetas no se perderá en el olvido, al cual nos quieren  obligar.   


SEGUNDA EXPEDICIÓN.

 Cuenta Las Casas, que en julio del año de 1515, se trasladó de Cuba, donde residía, a la ciudad de Santo Domingo en La Española, para rendir cuentas  al “egregio” padre Pedro de Córdoba, y se encontró  que se había embarcado  en un navío con otros religiosos de su orden y también religiosos de Picardía, con Juan Garceto a la cabeza,  para ir a predicar  a los indígenas de tierra firme. Pero sucedió que encontrándose en alta mar, con riesgo de sus vidas, una gran tormenta los obligó a volver al puerto. Se conoce como el Huracán de San Laureano.   

Debo considerar que en esta segunda expedición, aunque frustrada, tuvo resultado propiciatorio, ya que se encontraron en Santo Domingo Bartolomé de Las Casas y Pedro de Córdoba, los líderes jurados e indiscutibles de la conquista evangélica y pacífica de la tierra firme.

Esta Segunda expedición demuestra que los franciscanos venían bajo el mando de Pedro de Córdoba.

TERCERA EXPEDICIÓN.-

Veamos el texto original de la Tercera Expedición Fundante, que trae Bartolomé de Las Casas en su obra tantas veces citada, dice así:
“Salidos de aquesta isla el padre dicho y el clérigo –Montesinos y Las Casas- el padre fray Pedro de Córdoba prosiguió su viaje –al parecer se refiere al mes de setiembre de 1515, pero en la Ordenanza de la Municipalidad de Cumaná, se estableció el 27 de noviembre de ese año-  para tierra firme con cuatro o cinco religiosos de su orden, muy buenos sacerdotes, y un fraile lego, también con los de San Francisco, los cuales puestos en tierra firme, a la puna de Araya, cuasi frontero de La Margarita, desembarcároslos con todo su hato y dejároslos allí los marineros. Los franciscanos y dominicos hicieron muchas  y muy afectuosas oraciones y ayunos y disciplinas, para que nuestro Señor les alumbrase donde pararían o asentarían; y finalmente, los franciscanos asentaron en el pueblo de Cumaná, la última aguda, y los dominicos fueron a asentar  diez leguas abajo, al pueblo de Chiribichí, la penúltima luenga, a la cual nombramos Santa Fe”.  
Este texto lo he considerado, junto con la Cedula Real de septiembre de 1516,  como la primera Acta de Fundación de Cumaná, puesto que reúnen todos los elementos narrativos de la fundación de un pueblo español en el Nuevo Mundo, como la hacían los cronistas de indias y él mismo; se puede comparar con textos similares de fundaciones de otros pueblos, como Santa María del Antigua, Nombre de Dios, Coro, Santo Domingo, La Habana, Panamá y Veracruz, etc. la única diferencia que se podría alegar, en estos textos fundacionales,  está en el estilo o método de redacción, unos lo hacían por el pretendido derecho de conquista y otros por el derecho a la evangelización cristiana, cual fue la fundación misional más utilizado en la tierra firme americana.
   
De estos textos, podemos colegir que Pedro, siguiendo su proyecto, parte de Santo Domingo,  en el mes de noviembre de 1515, normalmente tardaban 9 días en ese trayecto, en una nave – capitaneada por Juan Hernández de Cimeta, que así lo testificó, según el acucioso historiador patrio  Hernann González Oropesa; en la cual viajaron dominicos y franciscanos actuando conjunta, fraternal y solidariamente, en seguimiento del proyecto y bajo el mando espiritual de Pedro, obligado a fundar pueblos, a iniciar el proceso evangelizador en la tierra firme.   

Las Casas dice que dejó a los franciscanos en Araya bajo el mando de Juan Garceto, lo que no me parece lógico, aunque es una opinión generalizada, y es posible porque en Puerto de Perlas estaban sus dominicos ya instalados, como hemos visto, sin embargo, soy de la opinión y creo que es lo más probable, que los haya dejado confortablemente establecidos en Cumaná, Puerto de Las Perlas, donde estaban los misioneros dominicos. Se trata de dos órdenes distintas con sus propios gobiernos, es posible pensar que durante algún tiempo estuvieron juntas, pero podemos comprobar con los datos de sus templos que ambas misiones funcionaron separadas. Pedro ya se había establecido bajo la protección del Cacique Cumaná, a quien conoció porque estuvo en su convento en Santo Domingo. No le fue difícil impetrar su proyecto con la aceptación del Cacique, que definitivamente los dejó instalados con todo su hato, para construir una casa y una iglesia, por cierto, un equipaje impresionante, de acuerdo con lo embarcado en Sevilla; y con órdenes muy precisas para la conducción de la misión que estaba bajo su gobierno; se puede admitir, de acuerdo con documentos investigados por Vicente Rubio,  que estos franciscanos vinieron a reforzar a los misioneros dominicos, y que sustituyeron a los compañeros sacrificados de la primera expedición de 1513, pero todo hace pensar que trabajaron cada orden en forma separada, y en Cumaná siempre estuvieron los dominicos y franciscanos separados históricamente en la construcción de sus templos y demás instalaciones, eso podemos comprobar en los planos y en sus ejecutorias; el mismo Vicente Rubio prueba con toda clase de datos, que otros dominicos vinieron  con Pedro de Córdoba en febrero de 1515 a sustituir e investigar la muerte de sus compañeros, y por supuesto se quedaron y fueron reforzados como hemos dicho, al frente de la misión que nunca abandonó a Cumaná.  

Pero bien, siguiendo el relato de Las Casas:  Pedro deja a Juan Garceto con los franciscos en Cumaná en 1515, probablemente en Punta Araya, “frontero con La Margarita”, que luego fueron a parar,  definitivamente, en el pueblo de Cumaná;  no deja de ser importante que Las Casas diga en el pueblo de Cumaná, porque en efecto ya Cumaná era un puerto importante donde estaban los perleros, los señores de Canoa, que explotaban grades placeres de perlas en las islas de Margarita, Cubagua y en la península de Araya, que no tenían ningún puerto, ni nada para sostenerse. En Cumaná había aun pueblo “poblantisimo” como dice el clérigo, además de Puerto de Perlas, un reino o cacicazgo, rico y trabajador, organizado, constructores de barcos, productores de yuca y maíz, buenos marineros y pescadores, como dice Las Casas; y amigo “guatiaos”, lo que significaba mano de obra, mujeres, alimentos; como decían los españoles La primera casa que se construye en Cubagua data de 1521 y mucho más tarde en Margarita. Ya Cumaná era historia.

Pedro continúa su expedición, con los otros dominicos, para fundar otra misión, hasta Chiribiche ese año de 1515 (biche también quiere decir río). Pedro, en sus cartas lo llama Chiribiche, en ningún documento del fundador aparece Chiripichi y allí comienza la confusión de los cronistas), y bautiza la misión con el nombre de Santa Fe de Chiribiche, que fue su consigna su aspiración, “donde españoles no fueran”,  su filosofía era esa, fundar  misiones  con los aborígenes,  para adoctrinarlos y  expandir la doctrina de Cristo en toda América; fue su segunda misión, Santa Fe, lejos, a diez leguas de Puerto de Perlas,  donde españoles no fueran. Santa Fe de Chiribiche, sin perlas ni nada que pudiesen ambicionar, donde reinaba Maraguey, de la familia de Cawaná,   que los acepta, y donde asienta su segunda misión de predicadores en 1515;  y continúa  la evangelización y procede a la construcción de otro monasterio, lo deja en perfecta paz y vuelve a Santo Domingo desde donde la defiende del acoso de los esclavistas; y  de la vida de ese monasterio se conservan hasta sus anécdotas de santidad;  pero tiene que marcharse por sus compromisos como Vicario de la Orden Dominica en el Nuevo Mundo, y deja encargado de la misión a fray Diego de Velasques, como en Cumaná dejó a Luis De Toro y a Garceto, al frente de su obra; pero no por ser el Vicario de Indias con sede en esa ciudad, abandonó sus misiones en tierra firme, el mantuvo su patrocinio y autoridad sobre estos asentamientos hasta su muerte, como puede advertirse en sus cartas.

José Mercedes Gómez, Cronista de Cumaná hasta 1994, en su opúsculo  “Orígenes de la Ciudad de Cumaná, dice: “Al Parecer pacíficamente trascurrieron los años. Para el año de 1516 había nueve frailes, incluyendo al superior  Fr. Juan Garceto y funcionaba por lo menos

una escuela con unos 50 alumnos indígenas”.  Es el embrión de la ciudad de Cumaná.


Sobre Pedro de Córdoba tienen puesta la vista en la actualidad muchos historiadores, investigadores y teólogos. Pueden buscar el  Libro reciente de Fr. Vicente Rubio, que se denomina “Los Primeros Mártires Dominicos de América”, que lamentablemente confunde las fechas, los nombres  y los sitios, pero por lo demás, es una magnífica investigación que deja ciertas claves que sirven para aclarar todas las dudas que se puedan tener de aquellos días iniciales sobre todo del trabajo de Pedro de Córdoba,  en Tierra Firme.  

El hecho histórico de establecer la fundación de Cumaná en 1515,  es muy significativo,  de tal suerte que muchos otros pueblos lo reclaman: Panamá y Veracruz en 1519, y otros pueblos que desaparecieron por muchos años, y han vuelto a la vida;   por eso,  la fundación de Cumaná,  ha sido negada o tergiversada, en detrimento de nuestra  historia, y muchos cumaneses desprevenidos han caído en el juego contra nuestros intereses; por eso tenemos el deber de rescatar esos hechos para la  historia de nuestro pueblo, utilizando los mismos argumentos de los que nos despojan. Además la historia de Cumaná de esos primeros tiempos es muy rica desde todo punto de vista, no solo por el hecho simple de la fundación del primer pueblo del Imperio Español en América, sino por la trascendencia histórica y  filosófica de ese hecho. Del trato de los españoles para con los indígenas y la defensa que hace Pedro de Córdoba, en las cortes, nace toda una filosofía que defienden: Las Casas, Vitoria, Suarez y decenas de ilustrados filósofos. Nacen las leyendas negras y doradas y las leyes de indias. Se escriben libros importantísimos, se discute sobre la dignidad de los indígenas, intervienen los reyes, obispos y hasta los papas y las universidades. Todo eso lo desencadena un hombre llamado Pedro de Córdoba, y Cumaná fue su idea y su testamento.  Como ejemplo trascribo en mi libro “Los Fundadores de Cumaná” el catecismo que Pedro de Córdoba escribió para los indígenas en lengua originaria.  

Los que niegan la antigüedad de Cumaná de antes y después de 1515,  se fundamentan en los errores que cometen los cronistas de Indias sobre el nombre de los ríos de Santa Fe, que Pedro de Córdoba, su fundador, llama Chiribiche, como aparece en sus cartas transcritas en mi libro ya mencionado; y el nombre del río Chiribichi, como lo llama Bartolomé de Las Casas, y el gran historiador  e investigador, Bartolomé Tavera Acosta, que es el nombre propio del río de Cumaná, “el Cawaná Chiribichií”, o sea “Cawaná”, que quiere decir  gran río, y Chiribichií, río de pájaros “Chiritos”; entonces muchos  de los acontecimientos y  la ubicación de los misioneros dominicos y franciscanos, y el rapto del cacique Alonso, etc., que sucedieron en Cumaná, como lo narra Las Casas y otros, cronistas,  en la desembocadura del gran rio –Cawaná Chiribichi-  tal vez para ridiculizar a Las Casas, los ubican en santa Fe (1515), que para ellos no tiene ninguna importancia porque ese asentamiento duró muy poco tiempo; y se fundó dos años después que la misión de Cumana (1513). Alrededor del rapto hay toda una documentación, un expediente que contiene la defensa que hizo Pedro de Córdoba y que escribe Las Casas, eso no puede ocultarse.  

Ese cuento termina cuando ven las pinturas de Castellón, de que Cumaná fue abandonada,  que primero fue Maracapana y Santa Fe, u otros parajes, son historias fugaces, en tanto en cuanto las misiones iban fortaleciéndose en Puerto de Perlas luego unida a la Nueva Córdoba, hasta el punto de convertirse en sede apostólica en 1519, con orden real de construir cinco iglesias más que podemos apreciar en sus mapas; y la historia se encarga de justificar.  Este pueblo que está hecho de historia grande y heroica; y los historiadores y cronistas no tienen otra cosa que hacer que no sea estudiarla y trasmitirla como lo hacen inevitablemente siempre. 

Los datos que tenemos, de las investigaciones que hemos hecho, podemos afirmar que las expediciones dominicas señaladas, arribaban a Puerto de Perlas, y al poco tiempo los misioneros; podían recorrer hasta 8 leguas dentro del territorio de Alonso -el reino de Cawaná- en santa paz; en ese reino de Cawaná (repito, quiere decir río grande), donde estaban seguros; esa  fue la primera gran empresa de España, y de las primeras pesquerías de perlas; aquí, a nuestro Puerto de Perlas,  llegaban todas las expediciones y los señores de Canoa, se establecieron aquí; en Cubagua  y Margarita no había ningún puerto, ningún pueblo español, solo los placeres de Perlas, sus mares llenos de perlas.

Per Alonso Niño se llevó 49 marcos de perlas para España, desde Puerto de Perlas, y donde podía quedar ese puerto que no fuera en la desembocadura del río Chiribichií, y se desató la codicia, de los perleros.  Girolano Benzzoni, lo vio y pintó una fase de la pesca en Cumaná en 1541,  de este puerto se pagaron los primeros derechos de almojarifazgo,  a la Corona; de aquí partían hacia los placeres, y luego venían a tierra firme donde estaban las misiones, las  iglesias, y donde tenían sus casas y negocios, así se formó la Nueva Córdoba y de aquí partían a otros rumbos. Guillermo Morón nos trae las listas de pasajeros que desembarcaban por ese puerto desde 1538, pero eso acontecía desde mucho antes porque por ese puerto entraban al territorio del continente todas las expediciones que venían de santo Domingo.  Montesinos convoca al pueblo con repiques de campanas de cinco iglesias construidas por orden de Fernando el Católico, y ya la Nueva Córdoba era sede apostólica desde 1519, y para esa fecha se estaba construyendo el fuerte de Santa Cruz de La Vista, y si no es así debe ser que apareció milagrosamente la mole sobre la cual Las Casas y Castellón construyeron la parte superior, que vulgarmente llaman torre o torrecita, lo que desmiente la pintura y las ruinas que un existen, y  como puede verse en los dibujos, de Jácome Castellón.   

 Ricardo Castillo Hidalgo, se ve obligado a reconocer que entre 1504 y 1506, cuando el Rey permite el rescate de esclavos,  en su obra citada, dice: “Esa autorización, como es lógico, serviría para impulsar armadas esclavistas hacia las zonas señaladas, pero, mientras tanto el “rescate” continuaba en Cumaná, y en general en toda la costa  de las perlas, etc”

Acaso puede negarse que con Juan Garceto y sus franciscos, se establecieron a un tiro de ballesta tomado desde la orilla de la playa,   en el maravilloso delta que formaba el río Chiribichií, Cumaná o Cawaná, con sus compañeros picardos y de otras nacionalidades: fray Juan Flamigi (flamenco), fray Ricardo Gani de Manupresa (inglés), fray Jacobo Hermigi, fray Ramgio de Faulx, fray Jacobo Escoto (escocés), fray Juan de Guadalajara, y fray Nicolás Desiderio, que continúan el trabajo iniciado por sus predecesores mártires y  sus sustitutos dominicos con Fr. Luis de Toro, que refundan  la escuela para los niños indígenas, construyen un monasterio, reconstruyen una iglesia que había sido destruida por los indios, e inician y terminan otra iglesia, todo ello bien documentado, y puede verse en dibujos y planos de esa época; además tenemos soportes de los trabajos de reparación que se hacían  en ellos. 

Desde la fundación de la misión de 1513 nunca abandonaron los misioneros a Cumaná, y su misión dio frutos, ya que su puerto creció hasta convertirse en la capital de la provincia de Paria primero y después de Nueva Andalucía, con el nombre de Nueva Córdoba y luego Cumaná, y fue sede del primer obispado de América. Ningún otro pueblo de esa época tiene la documentación que tiene Cumaná.

El Rey Carlos I,  autorizaba a la Casa de Contratación en mayo de 1519  y le decía: “Hemos mandado proveer además de las dos iglesias y casa de San Francisco  que están en la costa de Cumaná, que es la de tierra firme del mar-océano, se edifiquen otras cinco iglesias y casas en aquella costa, en que se celebre el culto divino y que puedan morar cuatro religiosos de dicha orden y debían proveerse escuelas; iglesias y conventos de todos los materiales y útiles, necesarios para la enseñanza  al culto y al trabajo agrícola”. Esas cinco iglesias se construyeron y aparecen en planos de la ciudad desde tiempo inmemorial.

Muchos historiadores y cronistas niegan hasta la existencia de Nueva Córdoba, destruida por piratas franceses en 1654, cuyos archivos fueron rescatados por en Fr. Antonio Patricio de Alcalá, quien los reprodujo en el “Consectario de la Ciudad de Cumaná”. En este sentido cabe recordar que en la Capitulación con Diego Fernández de Serpa, quedó asentado que: La capital de este gobierno “Debía ser la ciudad de Nueva Córdoba”, de ese embrión quedan documentos infinitos, planos, relaciones, cartas,  y pinturas. No hacen falta más pruebas. 

Nosotros tenemos más, publicadas en mis libros, del poblamiento e historia de Cumana, reunidas en la “La fundación de Cumaná”, “Cronología de la fundación de Cumaná”, “Historia de la Iglesia Católica de Cumaná” y “Gobernadores Coloniales de Cumaná” “Cumaná y Coro “y otros libros con los cuales pretendo completar la historia de mi pueblo desde su descubrimiento, hasta nuestros días, incluyendo terremotos, guerras, y mucho de su cultura.


Toda la historia de Cumaná, cada acontecimiento, cada hecho trascendente; cada viajero que pisó su suelo, cada pirata que atacó su pueblo, cada ataque indígena, cada hijo notable,   cada sacerdote o misionero que se quedó entre nosotros, o escribió o investigó, toda es su historia. 

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