RAMÓN BADARACCO
DIEGO FERNÁNDEZ DE SERPA
CUMANÁ 2001
Autor: TULIO RAMÓN BADARACCO RIVERO
Que firma:
Ramón Badaracco
LIBRO:
DIEGO FERNÁNDEZ DE SERPA
Copyright Ramón Badaracco. 2012
Diseño de la cubierta R. B.
Correo y cel.
0416-8114374
DIEGO FERNÁNDEZ DE SERPA
Diego Fernández de Serpa (o Hernandes, según testimonio de Pedro
Gómez de Rojas), capituló Con Felipe II
el 15 de mayo de 1568, el gobierno de la Capitanía General
de Nueva Andalucía, desde Paria hasta el Unare. Nació Serpa en la Villa de Palos. No se sabe
mucho de este importante personaje de nuestra historia ni de su efímero
gobierno.
Tavera Acosta resume su vida así: “Era natural de la Villa de Palos y había
estado ya varias veces en tierra firme. Llego de España con su mujer e hijos en
1524 y se estableció en Cubagua (Nueva Cádiz), En 1530 acompañó a Diego de
Ordaz en la expedición de éste por el río Orinoco y desbaratada la empresa,
regresó a su hogar. Desde entonces hasta
1537 se le ve de recorrida con una amada vigilando las cosas de Margarita,
Maracapana, Puerto Rico y Santo Domingo. Luego pasa a Quito y en esas regiones
reside ocho años. Para 1546 se halla en el nuevo reino de Granada, ocurre a
Santo Domingo y allí la
Audiencia , en 1548, le faculta para emprender la conquista de
Guayana. Regresa a Cubagua y sigue a Maracapana (Tierra Firme); pero allí
recibe órdenes de suspender el descubrimiento para el cual estaba
autorizado. Harto contrariado se dirige
a Margarita y entrega a su gobernador las licencias, que fueron canceladas. En esto, Juan de Villegas, a la sazón
Teniente gobernador y capitán general de la provincia de Venezuela, nómbrale
(1551) alcalde ordinario y capitán general de Maracapana. Emprende luego una
expedición hacia el Tocuyo y ayuda a fundar Nueva Segovia (Barquisimeto) y el
pueblo de San Pedro de las Minas de Buría. En 1533 contribuye a destruir la
rebelión del Negro Miguel y para 1561 se vuelve a encontrar en Maracapana con
el carácter de Alcalde.
Refundada la
Nueva Córdoba en 1562, resigna el mando y se dirige a España
en 1564.
De él se dice que era persona principal
y fue Alcalde de Villafranca en Extremadura.
Serpa llegó a ser un rico comerciante de Cubagua y Cartagena de Indias,
sin embargo, se encontraba como alcalde de la Nueva Córdoba o
Maracapana, en 1562, cuando arribó Montesinos.
Luego en la península le pide al Rey que le conceda la conquista y
población de Guayana y Caura, lo que le fue concedido. Llega al pueblo de la Nueva Córdoba , en la
desembocadura del río Chiribichií, hoy Manzanares, y decide refundarlo lejos de
las misiones con el nombre de Cumaná,
reúne algunos vecinos y con las familias que trajo levanta el Acta de
refundación. Su gobernación fue corta pero muy significativa.
Fernández de Serpa, murió 10 de mayo de
1570, en una emboscada en el sitio de Camoruco, sabana de cotoperí, al parecer
instigada por el capitán Joan de Salas y Montaño, con el cacique Francisco el
Viejo, cuando trató de pasar por el camino que va de Chacopata y Cumanagoto,
cerca del pueblo en formación de
Santiago de los Caballeros, que había fundado el mismo en el sitio de “El Salado” a orillas del río
Neverí, en la provincia de los Cumanagotos.
Después de la muerte de Serpa, sus
alcaldes ordinarios Juan Rengel y Hernán López de Pedroza, nombrados por el
Ayuntamiento de Cumaná, se encargan del gobierno que ejercieron desde esa fecha
hasta el nombramiento del nuevo gobernador. A ellos les tocó defender sabia y
valerosamente a su pueblo en un formidable ataque indígena, el 21 de enero de
1572, precisamente el día de Santa Inés, que pasa a los fastos de la provincia
como el día de la patrona de la ciudad, que aún celebramos, y donde se
cubrieron de gloria los valientes alcaldes.
TERCERA ACTA DE
FUNDACION DE CUMANÁ POR DIEGO FERNANDES DE SERPA
“En el nombre de la Santísima Trinidad , Padre, Hijo y Espíritu Santo,
tres personas y un solo Dios verdadero, y de la gloriosa Virgen María su
bendita Madre y Señora nuestra, del glorioso apóstol Señor Santiago y de todos
los santos y santas de la Corte
celestial. El muy ilustre Señor Diego Fernandes de Serpa, Gobernador y Capitán
General y conquistador de las provincias de la Nueva Andalucía ,
por la Majestad Real
del Rey Don Felipe Nuestro Señor, segundo de este nombre, en presencia de mí,
Hernán Pardo de Lago, Escribano de su Majestad y Secretario de la dicha
Gobernación, dijo: que por cuanto Su
Majestad le ha encargado la conquista, población y descubrimiento de las dichas
provincias, y conversión de los indios
naturales de ellas, según más largo consta, y parece por el título y provisión Real que de ello se le ha
entregado, firmado de su real nombre y
refrendado de Francisco de Eraso su Secretario,
librado de los señores del Concejo Real
de las Indias, cuyo tenor es el siguiente: Don Felipe, por la gracia de Dios, Rey de
Castilla, de Aragón, de las dos Sicilia,
de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de
Toledo, de Valencia, de Galicia, de Menoría, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña,
de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaen, de los Agarbes de
Algeciras, de Gibraltar, de las
Indias, Islas y tierra firme, del mar Océano, Conde de Flandes, y Tirol, = Por cuanto Nos mandamos tomar
cierto asiento y capitulación con vos el Capitán Diego Fernandes de Serpa,
sobre qué os habéis ofrecido a llevar a las costas y provincias de Guayana, el
Caura y las demás provincias que entran
en la Gobernación
que ha de ser intitulada la
Nueva Andalucía , cuatro navíos armados y aderezados;
dos de ellos de a doscientas toneladas, y los otros dos, de a ciento; quinientos hombres en ellos, los
ciento de ellos casados y los demás gente del mar y guerra, todos con sus
armas, arcabuces y municiones, y las demás ofensivas y defensivas que os
parecieren; y que iréis a las dichas
provincias de la Nueva
Andalucía con todo ello,
y las descubriréis y poblaréis, y haréis otras cosas contenidas en el
dicho asiento y capitulación, todo ello a vuestra costa y mención, sin que Nos,
ni los Reyes que después de Nos vinieren, seamos obligados a vos pagar ni
satisfacer los gastos que en ello hubiere, en el cual dicho asiento hay un
capítulo del tenor siguiente: = Y os hacemos merced que seáis nuestro
Gobernador y Capitán General de la dicha
tierra y población por vuestra vida, y por la vida de otro hijo y heredero
vuestro que nombráredes, con dos mil ducados de quitación, con el dicho
cargo; los cuales habéis de cobrar y os
han de ser pagados de los frutos y rentas que en las dichas tierras nos
pertenecieren, porque no los habiendo, no somos obligados a pagarlo de otra
nuestra Real Hacienda.” Por ende, guardando y cumpliendo el dicho asiento y
capítulo que de suso va incorporado, por la presente es nuestra voluntad, que
ahora, y de aquí adelante para toda vuestra vida, seáis Gobernador y Capitán
General de la dicha costa y tierra de la Nueva Andalucía , y
de los demás pueblos que en ella poblaréis; y hagáis y tengáis la nuestra
justicia que en la dicha tierra y costa y población hubiere. Y por esta nuestra
carta mandamos a los Concejos, Justicias, Regidores, Caballeros, Escuderos,
Oficiales y hombres buenos de todas las ciudades, villas y lugares que en la
dicha tierra, costa y población hubiere y se poblare, y a los nuestros
oficiales, y otras personas que en ellas
residieren, y a cada uno de ellos,
que luego que con ella fueren requeridos, sin otra larga ni tardanza
alguna, y sin más requerir, ni
consultar, ni esperar, ni atender otras cartas, ni mandamientos, segunda ni
tercera fusión, tomen y reciban de vos
el dicho capitán Diego Fernández de Serpa el juramento y solemnidad que en tal
caso se requiere y debe hacer, el cual hecho por vos, os hayan, reciban, y tengan por nuestro Gobernador y Capitán
General de la dicha tierra, costa
población por todos los días de vuestra vida, y vos dejen libremente usar y
ejercer los dichos oficios y por vuestros Lugares-Tenientes de Gobernador y
Capitán General y oficios a la dicha gobernación anexos y
concernientes, los cuales podéis
poner y pongáis y podáis quitar y
remover, cada y cuando que a nuestro servicio, y a la ejecución de nuestra
justicia, cumpla, ó poner ó subrogar otros en su lugar, é oír y librar y
determinar todos los pleitos y causas,
así civiles como criminales, que
en la dicha tierra, costa y pueblos que poblasen,
y hubieren poblado, así entre la gente que la fuere a poblar como entre los
naturales de ella, hubiere y naciere; y
que podéis vos y los dichos vuestros Alcaldes y Tenientes llevar los derechos a
los dichos oficios anexos y
pertenecientes, é hacer cualesquiera
pesquisas en los casos de derecho premisas,
y todas las otras cosas á los dichos oficios anexos y
concernientes; y que vos y vuestros
Tenientes entendáis en lo qué a nuestro servicio y a la ejecución de nuestra justicia y
población y gobernación de la dicha tierra
y pueblos que poblaréis, convenga;
y que para usar y ejercer los dichos oficios, cumplir y ejecutar la
nuestra justicia, todos se conformen con vos, con sus personas y bienes, y vos
den y hagan dar todo favor y ayuda que les pidiereis y menester hubiereis, y en
todo vos acaten y obedezcan y cumplan
vuestros mandamientos ó de vuestros Lugares-Tenientes, y que en ello ni en parte de ello embargo ni
contradicción vos opongan, ni consientan oponer. E Nos por la presente vos
recibimos y habemos por recibido á los dichos oficios, y al uso y ejercicio de
ellos; y vos damos poder y facultad para usar y ejercer, cumplir y ejecutar la
dicha nuestra justicia en la dicha tierra, costa y lugares que pobláreis, y en
las ciudades, villas y lugares de la dicha costa y tierra y de sus términos,
por vos o vuestros Lugares Tenientes, como dicho es, caso que, para ellos, o
para alguno de ellos, no se han recibido.
Y por esta nuestra carta mandamos a cualquiera persona o personas que
tienen, o tuvieren las varas de nuestra justicia en los pueblos de dicha
tierra, que luego que por vos, el dicho Capitán Diego Fernandes de Serpa fuesen requeridos, vos les den y entreguen, y no usen de ellas
sin vuestra licencia, so las penas en que caen
ó incurren las personas privadas que usen oficios públicos para que no tienen poder ni
facultad, que nos los suspendemos y
habemos por suspendidos: y otrosí, que las penas pertenecientes á nuestra Cámara
y Fisco, en que vos y vuestros Alcaldes ó Lugares Tenientes condenasen, las ejecutéis, y hagáis ejecutar, dar y
entregar a nuestro Tesorero de la dicha costa; Otrosí mandamos, que si vos el dicho Capitán Diego Fernandes
de Serpa, entendiereis ser cumplido a nuestro servicio y a la ejecución de nuestra justicia, que
cualesquiera personas de las que ahora
están o que estuvieren en la dicha costa
y tierra salgan y no entren ni estén en, y se venga a presentar ante Nos, se lo
podéis mandar de nuestra parte, y los hagáis de ella salir, conforme a la
pragmática que sobre ello habla, dándole a la persona que así desterrareis, la
causa por qué le desterráis, y si os pareciere que conviene que sea secreta,
dársela cerrada y sellada; y vos por vuestra parte dársela heis y enviarnos
heis otra tal, por manera que seamos informados de ello; pero habéis de estar
advertidos, que cuando vos hubieseis de desterrar a alguno , no sea sin muy
gran causa. Por lo cual dicho es, para
usar los dichos oficios de nuestro Gobernador y Capitán General de la dicha
tierra y costa y pueblos que pobláreis, y cumplir y ejecutar nuestra justicia
en ella, os damos poder cumplido, por esta nuestra carta, con todas sus
incidencias y dependencias, emergencias, anexidades y conexidades. Y es nuestra
merced, y mandamos, que hayáis y llevéis de salario en cada un año, con los
dichos oficios, dos mil ducados, que monta a seiscientos y cincuenta mil
maravedíes, de los cuales habéis de gozar
desde el día que os hicieseis a la vela
para seguir vuestro viaje en el puerto de Sanlúcar de Barrameda ó
Bahía de Cádiz en adelante, todo el
tiempo que tuvieseis la dicha Gobernación, y no los habiendo en el dicho tiempo no seamos obligados así á pagar cosa
alguna de ello; y que tomen vuestra
carta de pago, con la cual, y con el
traslado de esta nuestra provisión signada de Escribano, mandamos que vos sean
recibidos y pagados e cuenta; y los unos
y los otros, no fagades ni pagan en
desleal, pena de nuestra merced y de mil castellanos para nuestra Cámara y
Fisco. Dado e Aranjuez a veintisiete de mayo de 1568 años. = Yo El Rey – Yo
Francisco de Eraso, Secretario de su Majestad Real, lo fize escribir por su
mandado. - El Dr. Vasques. - El Licenciado Don Gómez Zapata. - Licenciado Salas de Torre Guejeda. Licenciado Francisco de Villafañe. - Registrada - Ochoa de Libando. - Canciller- Matías de
Ramón. -
Asentase esta provisión Real de su Majestad en los Libros de la Casa de la Contratación de las
Indias en Sevilla, a veinticinco días del mes de febrero de mil quinientos
sesenta y nueve, para que se guarde y cumpla como su Majestad por ella manda. -
Ortega de Melgaos. - Juan Gutierres Tello. - Dr. Antonio Manríquez.
Por ende, en cumplimiento de dicho título y provisión Real que de suso
va inserta e incorporada, y en prosecución de lo que S. M. por él ordena y
manda, ha venido a estas dichas provincias, y está al presente en esta
población que se intitula la ciudad “Nueva Córdoba” la cual, como está
situada y fundada en parte no cómoda ni conveniente a la salud y conservación
de los pobladores de ella; y como estas dichas provincias se intitulan la Nueva Andalucía ”,
las ciudades que en ella se situaron y
poblaron en su intención que tomen y tengan nuevos nombres y por estar esta
ciudad de “Nueva Córdoba” , situada en las riberas del Río Cumaná, de cuya
derivación puede tomar nombre la dicha ciudad. Por lo cual en nombre de S. M.
Real y en virtud de sus reales poderes y provisiones y por su corona y
patrimonio real, la nombraba y nombro, mandaba y mando, que de aquí en adelante
para todo tiempo jamás, se nombre y llame la “Ciudad de Cumaná” y así en el
nombre de S. M. la llama y nombra del dicho apellido y nombre de la “Ciudad de
Cumaná”. Y porque él no halló en esta población casas formadas, ni traza de
pueblos, ni vecindad ordenada, le ha
parecido reedificarla y poblarla, dejando y señalando en ella cuarenta vecinos
españoles casados y con sus mujeres e
hijos, que es número conveniente para dicha ciudad y población de ella, y que
se podrán sustentar y defender de enemigos y luteranos, que de ordinario vienen
a esta dicha ciudad y puerto de ella, en
los cuales podrían partirse los indios naturales y comarcanos a la dicha ciudad
para que los cautiven y aprovechen y atiendan en la conversión de dichos
naturales; de los cales dichos cuarenta vecinos, los veintitrés de los que trajo en su armada de los Reinos
de España y los demás halló en esta población que todos son los siguientes:
Miguel Reinoso, Melchor de
Losada, Francisco Domíngues, Melchor
Nuñes, Pedro Gomes Castilla, Bartolomé
Morales, Miguel Sanches Duran, Juan Domínguez, Gonsalo Lopes Pedrosa, Hernán Lopes Pedrosa, Andrés Dias, Martín Lopes, Alonso Bárcenas,
Melchor Hernandes, Juan de Isasi, Juan
de Arcia, Miguel Sanches Rendón, Tomás de Barahona, Maestre Jorge, Bartolomé
de Acevedo, Juan Gallegos, Pedro Hernandes, George Suares, Pedro Gutierres de Morillas, Juan Rengel, Álvaro Merchán, Alonso Elías Coello,
Juan Ruis Cobos y su padre Juan Ruis,
Juan Ortega Martines Castellanos, Gonzalo Hernández, Pedro Alonso, Juan
Real, Juan Ortega de Utrera, Pascual de Gobeo,
Mencia Álvares y sus hijos,
Santiago de Medellín, Felipe de
los Reyes, Bernal Hernandes Granados y
Cristóbal Carrillo.
Y para que la dicha ciudad y
vecinos de ella sean gobernados y mantenidos en justicia, en nombre de su
Majestad Real nombro por alcaldes ordinarios
a Hernan Lopes de Pedrosa y a Juan Rengel y por regidores a Melchor
Nuñes, a Miguel Sanches Rendón, a Juan Domínguez a Álvaro Merchán, y
Procurador General a Pedro Alonso y por Mayordomo a Bernal
Hernandes Granados, a los cuales dichos alcaldes y regidores, Procurador General, y demás oficiales de suso declarados, el dicho señor Gobernador mandó que usen de
los dichos oficios en esta ciudad de Cumaná y su término y jurisdicción, lo que
resta de este presente año de mil quinientos sesenta y nueve y por todo el año
que viene de mil quinientos y setenta
hasta el fin de él; y en virtud de los dichos reales poderes, en nombre de su
Majestad Real, les dio a cada uno de ellos poder cumplido, cuan bastante se requiere de derecho, para
usar y ejercer los dichos oficios y lo á ellos anexo y dependiente; a los
cuales mandó hagan el juramento y solemnidad
que en el caso se acostumbra y
requiere, de que bien y fielmente usarán
los dichos oficios, y cumplido el tiempo
no usen más de ellos, so las penas en derecho establecidas; y para el
año siguiente nombrarán y elegirán otros en su lugar por la orden y forma que
adelante se les dará. Y así lo proveyó mandó y firmó de su nombre, que es fecha
en la ciudad de Cumaná, a veinticuatro días del mes de noviembre del año del
Señor de mil quinientos sesenta y nueve. Diego Fernandes de Serpa. Por mandado
de su Señoría - Fernando Pardo de Lago”. (fin de la cita). (57)
El sabio presbítero
Antonio Patricio de Alcalá, nos dice que
no solo las personas nombradas en el Acta de Fundación, antes transcrita,
vivían en Cumaná para la fecha de su fundación, sino que otros nombres, habría
que añadir a esos 40 cabezas de familia,
de las que vinieron en la misma armada del caudillo español y otras que
luego vinieron y quisieron establecerse
en nuestro pueblo, y cuyos datos tenemos porque
luego se distinguieron en las luchas contra los flamencos y otros enemigos que invadieron muchas veces el primitivo asiento,
lo cual el sabio sacerdote recogió de las ruinas y de los libros de las iglesias, y atesoró
para generaciones sin fin. En ese
tesoro hay partes de la gobernación de Diego Fernandes de Serpa, de quien se
dice que gobernó esta provincia de la Nueva Andalucía
conjuntamente con la de Guayana y el Caura.
Diego Fernandes de Serpa, como Gobernador y Capitán General, permaneció
muy poco tiempo en la Nueva Córdoba -Cumaná-, decidió recorrer el territorio
que se le había asignado, dejando el gobierno a un sobrino suyo Garci Fernandes
de Serpa, que vivió en Cumaná toda su vida, legándonos su vigorosa estirpe.
Con el mapa de 1601 que acompañamos a este capítulo, podemos asegurar
que la ciudad de Nueva Córdoba continuaba su vigoroso ritmo de crecimiento demográfico durante este periodo, era la sede del
gobierno y no fue mudada como se hace constar en el Acta. Todo hace pensar que
la ciudad de Nueva Córdoba fue destruida en 1654 por piratas franceses.
Después que Diego
Fernandes de Serpa capituló con el Rey Felipe II, el 15 de mayo de 1568, la
conquista del Sur del Orinoco, exigió que se le otorgase lo que llamaba “un
girón de tierras” que se le habían cedido antes al frustrado Diego de Ordaz, y
que comprendía un frente de costas que se extendían desde Río Salado (Rió San
Juan) en Paria, hasta el Unare; por lo que escribió Juan López de Velásquez,
que había sido Serpa “uno de la expedición de Ordaz”, como ha resultado
veraz. Otros más interesados en la vida
y cronologías de Serpa, dicen que en
1524 arribó a la isla de Cubagua, en pleno
esplendor la Nueva Cádiz y se
dedicó con éxito al comercio de perlas y
sal de las minas de Araya; Serpa se establece en la Nueva Córdoba , donde
ejerció cargos en el cabildo, allí lo encuentra Montesinos en calidad de
Alcalde; Serpa era un hombre de armas tomar, se sabe que acompañó a Diego de
Ordaz, en la desastrosa expedición
por el Orinoco de 1532, salva
milagrosamente la vida y vuelve a la Nueva Córdoba ; en
1549, pasó de Cumaná a Santo Domingo, donde capituló la conquista de las
provincias al sur del Orinoco; pasó luego a España en 1550, y después de duro
batallar capitula con el Rey la conquista de Guayana y el Caura, y regresa otra
vez a Cumaná, al parecer domicilio permanente de su familia; esta vez
al frente de una expedición muy
bien concebida y ejecutada, que arribó a Nueva Córdoba el 13 de octubre de
1569, trajo entonces muchas familias, soldados bien dotados; caballos, esclavos
negros y toda clase de pertrechos. Con 17 familias que vivían en la Nueva Córdoba y 23
que vinieron con él, como dice el Acta fundacional, puebla la “ciudad”, no la
muda de sitio como dicen muchos historiadores, sino que la repobló y la bautizo
“para siempre jamás”, con el nombre de Cumaná, nombre tomado de su río;
proclamó un nuevo Ayuntamiento, donde confirmó algunas autoridades; quedó
instalado el 24 de noviembre de 1569. Serpa expedicionó para las regiones del
río Neverí y cerca de sus orillas, en el lugar denominado El Salado, fundó con
mujeres y niños que lo acompañaban, una ciudad que bautizo con el nombre de
Santiago de los Caballeros. Luego internándose para proseguir la conquista de
aquel territorio hasta Guayana, fue atacado por los indios Chacopatas y
Cumanagotos, el 10 de mayo de 1570, en el sitio de Camoruco, a 16 leguas del
mar; en cuya acción cayó herido mortalmente. Allí perecieron casi todos sus
hombres, regresando a duras penas, algunos soldados a la ciudad de Cumaná para
llevar la infausta noticia. Quedó al
mando su hijo, Garci Fernandes de Serpa, que gobernó hasta 1585. Nuestro Cronista José Mercedes Gómez, dice en
su libro “Génesis, evolución y decadencia
de la gobernación de Cumaná”, que
la consternación por la muerte de Fernandes de Serpa, produjo pánico entre los
moradores de Cumaná, los cuales optaron por huir en diferentes rumbos, entre
ellos su mujer Constanza y su hijo, que salieron con destino a Cartagena donde
tenían familia; y el gobierno de Cumaná
lo asumen los alcaldes: Juan López de Pedroza
y Juan Rengel; cuatro años más tarde regresaría Garci Fernandes de
Serpa que murió el 21 de enero de 1572,
día de Santa Inés, luchando contra los indígenas. (58)
La
obra de los Alcaldes ocupó buena parte de la historia de esos años. Conocemos
de ellos por la historia de nuestra
patrona, Santa Inés, a través de las
crónicas del padre Ramos Martínez, Don Alberto Sanabria, José Mercedes Gómez y
también por documentados y valiosos artículos de prensa, y en “La Vida de los Santos”, que es
la fuente más segura.
Su historia como
patrona de Cumaná se hunde en sus orígenes. Hay una antigua carta dirigida al
Monarca Español Don Felipe II, por el Presidente y Oidores de la Real Audiencia de
Santo Domingo, de fecha 2 de abril de 1572 en la cual le comunican los
acontecimientos ocurridos en Cumaná, capital de la Provincia de la Nueva Andalucía ,
que tienen que ver con nuestra Patrona. En efecto, el 21 de enero de 1572,
aniversario del martirio de Inés, 600 aguerridos indígenas, los mismos que
dieron muerte a Serpa, atacan al pueblo
de Cumaná. Los alcaldes ordinarios, entre ellos Juan Rengel Durán, asumen el
mando en ausencia del gobernador, Garci Fernández de Serpa. Dividen el pueblo
en cuarteles, y delegan mando en los más experimentados soldados; congregan a
las mujeres, niños y ancianos en la iglesia matriz, porque era el lugar más
seguro y afrontan el asalto. Debemos observar que la ciudad estaba protegida
por una sólida empalizada construida por Jácome Castellón, la cual apare en
dibujos que se conservan en el Archivo de Indias.
Tres días duró el
asalto, tres días de lucha, de hechos
heroicos de parte y parte, pero los invasores son numerosos y agresivos, los
defensores ven menguadas sus fuerzas, la lucha se hace cada vez más terrible;
Juan Rengel Durán, el guía, el capitán de los colonos, muere en el campo de
batalla; los indígenas han salvado las defensas y obstáculos, llegan a las
puertas de la iglesia, donde sólo oyen los cánticos de las mujeres y los niños,
y entonces, respetuosos del heroísmo de aquellos pobladores ordenan la
retirada. ¡Milagro! Grita el pueblo congregado.
El pueblo de
Cumaná, tenía su patrono que era San Juan, pero seguramente como el ataque se
produjo el 21 de enero, que es el aniversario del martirio de la Santa , y ante la inminencia,
la inmediatez de la muerte, el pueblo congregado bajo promesas, oró con
devoción, con lágrimas fervorosas; todos unidos elevaron sus cánticos en la
iglesia, suplicándole a ella; y luego del milagro de la retirada de los
invasores, decidió el pueblo de Cumaná, nombrarla Patrona, y por eso, como un
himno de amor y devoción la eligieron conjuntamente con San Juan, Patronos de
Cumaná. La tradición se encargó de dejarle a ella sola la protección de nuestro
pueblo, y Santa Inés vino a ser nuestro ángel de la guarda, nuestra madrina,
devoción e inspiración.
VEAMOS LA RELACIÓN DEL CRONISTA DE DIEGO FERNANDEZ DE SERPA, LOPEZ DE
LAS VARILLAS.
AÑO DE
1569. Relación que hizo Lope de Las
Varillas, de la expedición de Diego Fernández de Serpa.
Llegó el Gobernador el 13 de
octubre al puerto de Cumaná, donde aquella noche desembarcó con todos sus
capitanes, dejando uno en la armada, a quien encomendó aquella noche la guarda
de ella, y para que otro día, con toda la gente en orden de guerra, entrase en
los bohíos de la población.
Bajaron de aquellos valles y montañas
siete u ocho caciques a saber que gente y navíos eran los que habían surgido y
tomado tierra, a quien el Gobernador recibió bien y satisfizo de lo que
preguntaban. Holgaron de ver nuestro orden y traje, porque, aunque habia allí
cristianos mestizos, vestían lienzo, trajeron de presente al Gobernador mucho
maíz y otras provisiones.
Tomóse otro día muestra de la
gente, y hallose 280 hombres de guerra y pobladores, casados todos, con sus
armas. Desembarcáronse el día siguiente las mujeres y niños con su ropa,
trazóse la iglesia, plaza y calles, para que por su orden todos en ella se
acomodasen de alojamiento.
Poblóse en 8 días la Nueva
Córdoba de más de 150 casas, cubiertas de paja o cañas; despacháronse indios
lenguas a los caciques comarcanos para que les amonestasen y viniesen a ver al
Gobernador y trajesen comida para sus gentes; vinieron muchos a la amistad y
obediencia de los cristianos, y otros hubo que por entonces no. Al cabo de
algunos días los pilotos y marineros pidieron sus salarios y licencia para
irse; consignósele la paga en sal y pescado en las salinas de Araya, de la cual
fueron contentos, por la ganancia que de ello en Sancto Domingo se les
seguía.
Envió el Gobernador a las dichas salinas y
pesquería un capitán con 12 soldados y 4 caciques con 300 indios; metiéronse en
8 días en 3 navíos más de 4000 fanegas de sal y más de 2000 arrobas de pescado
seco, lo cual en este tiempo con mucha facilidad se pescó, sin lo que fresco
comían más de 350 personas que a la carga de dichos navíos asistían.
Vinieron el Gobernador con sus
capitanes a ver la grandeza y abundancia desta hacienda; tomóse posesión della
en nombre de la ciudad de la Nueva Córdoba, y eso por cierto respeto. Estando
allí, se trató de lo que se debía hacer para que no se perdiese tiempo;
resolvióse por el Gobernador y los capitanes en que, antes de que la
muchedumbre de la gente acabase la comida que había en la población y comarca,
fuesen capitanes con gente la tierra adentro a dos efectos; para entretener los
soldados, y para calar y tentar la tierra y que de ella enviasen bastimentos a
la ciudad, en el cual efecto no estuviesen más de 40 días.
Dióse orden a otro capitán para
que se aprestase con brevedad para ir a la provincia de los Aruacas con una
instrucción de lo que en aquella tierra había de hacer. Cometióse al yerro del
Gobernador fuese a la isla Margarita y tratase con los vecinos della diesen
ganados, yeguas y caballos a los pobladores de la nueva Córdoba, por los
precios y como en la dicha isla se compraban y vendían; y para esto se les
notificó una cédula y provisión desde Real Consejo de Indias, lo cual
obedecieron muy al revés de lo que al servicio de S. M. convenía y en la dicha
provisión se les mandaba. Vuelto el Gobernador a la nueva Córdoba, partió della
el capitán Pedro de Ayala con 132 hombres, con instrucción de seguir siempre la
vuelta de Levante, rivera del Golfo de Cariaco, y que trajese consigo los
indios que de paz le recibiesen y llevó rescates y cosas que dalles. Volvió en
el término dicho, e hizo relación de haber hallado tierra trabajosa de andar y
fragosa, y por eso habia tenido necesidad de calzados. Esto causó una guía, no
queriendo llevar la gente por parte llana, poblada y bastecida, a causa de que
no fuesen por lo bohíos de un su pariente y amigo de quien pretendía tener
interés. Con todas las separaciones que la dicha guía hizo, hallaron buena
tierra, muy cultivada de grandes labranzas de maíz, yuca, batatas, auyamas,
aunque no en sazón de cosecha, vieron muchos ríos y grandes sabanas donde hallaron
y mataron venados y váquiras: hay en esta tierra gallinas en abundancia
Dábanles los indios algún oro
por bonetes, cuchillos y anzuelos; traían todas las indias perlas; hay una
cacica que tiene una cinta dellas, que la aprecian en más de 1500 ducados.
Trajo este dicho capitán
consigo desta entrada dos indios principales, muy viejos, con sus mujeres e
hijos, que es la mayor señal de paz que pueden dar, los cuales dijeron haber en
su tierra é comarca en la falda de la
sierra muchas poblaciones y que vivían junto a un agua grande, y que éstos
tenían muchos caracuríes y águilas, y que venían a su tierra deste a tomar sal, y por ella le daban indias esclavas, las
cuales traían de un río donde los moradores eran caribes, con quien tenían
siempre guerra.
Entendióse ser este río de
Amana, que confina con el golfo de Paria, donde estuvo perdido un navío de
Pedro de Silva doce días hasta que la marea y corriente le hecho fuera; entra
este golfo la tierra adentro 14 leguas. Partió el capitán Francisco de Alava de
la Nueva Córdoba, como estaba acordado, con 74 soldados; mandose le guiasen la
vuelta del Sur y que atravesasen la montaña llamada el Bergantín; diósele
rescate para atraer los indios a el trato y comercio de los cristianos;
padecieron en la montaña gran necesidad de calzado, de lo cual avisaron al
Gobernador: proveyósele de algunos cueros de vaca para hacer abarcas. Volvieron
a los 40 días; trajo el capitán relación de tierra fragosa, pero fértil de los
bastimentos necesarios; dijo que en lo alto de la montaña era llano como media
legua, donde habitaban mucha cantidad de indios, cuyos principales los
convidaron con sus personas, súbditos y mujeres e hijos, y que irían con él a
la guerra de los caribes, para cuyo objeto estaban los dichos indios unidos y apercibidos.
No salió el capitán a lo que se le pedía, por no estar fiado ser sana la
intención con que esto se le ofrecía: diole por excusa estar su gente fatigada
y algunos malatos. Dijo había los soldados hallado en casa de un cacique, que
se llama Guantar, una flecha de oro, y una calabaza de caracuríes y águilas, y
que todo lo había restituido a los indios cuya era, sin tomalles cosa alguna,
por no exceder de la instrucción que llevaba. Dijeron los soldados habían
hallado en casa de este dicho cacique un haripo en que él hace su pan, todo de
oro, y una piedra verde de un jeme de largo y dos dedos de ancho y que en parte
está clara y trasparente como esmeralda, y en la otra turbia y cuajada; tomóse
información y hallóse en esto verdad, pero no se pudo averiguar quién viese
volver lo susodicho a los indios. Quiso este dicho cacique Guantar ver al
gobernador, y así trajo consigo otro principal llamado Orease, hombre guerrero
y temido en sus comarcas; trajo cuatro indias caribes para que sirviesen al
gobernador y a los cristianos, los cuales alabaron toda aquella tierra por muy
fértil y buena; vieron desde lo alto dela montaña, los llanos cuanto les
alcanzaba la vista y en ella muchos humos y de noche fuegos.
Decíanles los indios que había
grades poblaciones, y que de allí traían las águilas de oro que tenían; daban
fácilmente por una camisa vieja valor de más de diez pesos. Yo vi un águila de
oro de 22 kilates, que pesó 7 pesos, y me juraron ser rescatada por un
cascabel. En esta tierra traen los indios las narices y orejas y labios
horadados, y a su usanza cosas de oro en ellas.
En este tiempo el Gobernador dio orden en los
vecinos que habían de quedar en la Nueva Córdoba, nombróse un Teniente y un
Vicario, Alcaldes, Regidores, y otros oficiales a la república convenientes,
repartiéronles los indios desde la cabezada del golfo de Cariaco y valle de
Tagachire hasta el valle de Macarapana y río Neverí, que serán 36 leguas de
largo y 14 de ancho; señalóseles la tierra, así para labranza como para pastos
de ganado propios y concejiles.
En este tiempo fue el Alférez
general a la isla Margarita a proveerse de caballos; de allí escribió una carta
al Gobernador, en que le avisaba haber llegado Juan Ponce de León a la
Trinidad, y que esta nueva le habían dado indios Aruacas, que con provisión y
comidas eran venidos a aquella isla. Otrosí le escribió habían llegado dos
navíos franceses a tratar y contratar con los vecinos de aquella isla, como lo
tienen por ordinaria costumbre, los cuales franceses dijeron habían estado
quince días en el río Yuriapari, con dos chalupas, rescatando cajas de hachas y
mucha cantidad de cuchillos y tonterías por águilas y caracuríes de oro fino y
oro bajo y que habían jurado venir otro año apercibidos de los dichos rescates
para sacar de aquel rio más de 50.000 pesos; dijeron habelles dado los indios
en el tiempo que con ellos trataron, muchas frutas y cantidad de carne de
venado y váquiras.
Con esta carta dio el
Gobernador priesa al Capitán que había de partir a los Aruacas como le era mandado,
y estuvo a punto dello, con dos piraguas de armada por si topase a caribes, y
proveído de muchas hachas y otros
rescates con que traer a los indios a la amistad y conocimiento del Gobernador
y gente que en la Nueva Córdoba había poblado; de todo lo cual ya los indios
Aruacas tenían noticia por aviso de los vecinos de la Margarita, de donde en
este tiempo llegó Joan de Salas a servir en la jornada y entrada de Guayana,
mostrando que por las noticias grandes que los indios della daban y por la
facilidad que tendrían en hallarla, deseaba gastar su tiempo en acompañar al
Gobernador, el cual por selle grato a la
voluntad que parescía tener, le mandó que fuese con cierta cantidad de gente a
reconocer la tierra y comarca del río Neverí. Y de ahí a pocos días partió el
Gobernador con el resto del campo en
seguimiento de los que al dicho rio y
provincia de Maracapana habían ido; ordenóse al Capitán Francisco Martínez que,
con cierta parte de gente y con los vecinos que habían de poblar la nueva
ciudad de Santiago, quedase rosando un cerro para que luego comenzasen los
dichos vecinos a hacer sus casas; y el
Gobernador, con todo lo demás, partió a visitar las provincias de Píritu,
Cumanagoto, y Chacopata, distrito que
debía de ser de la dicha ciudad.
Hiciéronle los caciques y
principales de aquellas tierras muchos regalos, basteciendo a toda la gente de
lo que había menester de mantenimientos para ellos y sus caballos, dieron de
presente al Gobernador muchos caracuríes, hamacas y algodón hilado; también
dieron de todas estas cosas al capitán Joan de Salas, por el conocimiento que
con él tenían.
COPIADO DE INTERNET.
Diego
Hernández de Serpa, también documentado
como Diego Fernández de Serpa (Palos de la Frontera del Reino de
Sevilla, Corona de Castilla, ca. 1510 - Cumaná de
la provincia de Nueva Andalucía y Paria, Imperio español, 10 de mayo de 1570) fue un conquistador y explorador español que
participó en la conquista de Venezuela. Por la Majestad
Real del Rey Felipe II, fue nombrado gobernador, capitán
general y conquistador de las provincias de la Nueva Andalucía.
Diego del valle de Serpa nació
en Palos de la Frontera, Huelva, Andalucía, España alrededor
del año 1510.
Desde que era joven, vino a las Américas.
Él y su hermano, Ginés, pasaron hacia 1524 a Nueva Cádiz de Cubagua,
con el oficio de carpinteros de ribera y armadores de embarcaciones, donde
permanecieron durante los años dorados de la isleta, con su riqueza perlera, y
la gran necesidad de embarcaciones. Los dos hermanos lograron obtener
prosperidad económica. Diego acompañó a Diego de
Ordás en la expedición por el Orinoco partiendo
de la Nueva Granada.
Hasta 1537, a su regreso a
Cubagua, Diego fue encargado de su defensa contra los piratas y
durante siete años recorrió el Mar Caribe persiguiendo
a los corsarios. En 1537 se agudizó la crisis perlera en Nueva Cádiz,
coincide con el descubrimiento de los placeres ostreros en el Cabo de La
Vela, adonde pasaron la mayoría de los habitantes de Cubagua. Sus
ansias de aventura lo llevaron desde Venezuela hasta Santa Marta. Hacia 1539, pasó a Quito, donde permaneció
unos 8 años junto con su familia. Pasó a Cartagena de Indias en 1564 y luego a Panamá.
Después, regresó a España donde permaneció 2
años, y al cabo regresó al Nuevo Mundo.
En España, se casó en 1550 con Constanza
Alonzo y procrearon un hijo, Garci, que
nació alrededor de 1545 en Palos de la Frontera, y una hija, Leonor, que
nació en 1551.
En sus constantes viajes, Diego estableció
sólida amistad con don Juan Caballero, hijo y
heredero de don Diego Caballero, uno de los hombres más ricos
de las Antillas y del Nuevo Reino. Esta
relación le dio gran influencia económica y política. Después, regresó a España
para reclamar la gobernación de Paria que le había ofrecido
Ordás. Diego se había pasado 48 años en América y reclamaba como premio a sus
servicios que se le designase gobernador de la tierra firme de Paria y Cumaná.
En Santo Domingo gestionó
ante la Audiencia la empresa de la Conquista de Guayana,
desde 1544,
quien le faculta a esta expedición en 1549 como Capitán de
la Conquista de Guayana. Empresa con fines doradistas, pasó a Tierra Firme con sus tropas, pero
allí recibió órdenes de suspender el descubrimiento del sur del Orinoco, por
carecer de la autorización Real y por oposición del gobernador de Margarita.
Pasó a Margarita donde fue nombrado alcalde
ordinario y capitán de guerra de Maracapana (en Tierra Firme). Emprendió luego la
expedición hacia El Tocuyo. Tras una lenta marcha de seis meses
llegó a su destino a mediados del año 1552. Participó en la fundación de Nueva Segovia en 1552, capitaneados por el
Teniente de Gobernador Capitán General Juan de
Villegas. Presentó en la fundación del pueblo de San Pedro de
las Minas de Buría. Diego se contó entre los primeros encomenderos
de Barquisimeto en 1552, entregadas por Villegas a los más destacados capitanes
y conquistadores de dicha jornada. En 1553, participó en la
lucha contra la rebelión del Negro Miguel.
Diego combatió a los indios Coyones en el Buria.
Pasó otra vez de nuevo a Quito, donde se residenció. En 1565 Diego se fue
para España, en gestiones ante las Cortes de Madrid donde
hizo presentación de sus méritos y servicios. El 15 de mayo de 1568, le concedió la capitulación el
rey Felipe II de España y cuyo título fue fechado
el 27 del
corriente. Le fue asignada la extensa Provincia de
Nueva Andalucía y Paria —territorios actuales de todo el
oriente del país, toda la Guayana y Amazonas—
para su conquista y colonización, "por dos vidas", o sea heredable a
su hijo Garci Hernández de Serpa.
Diego debía conquistar y poblar a su propia
expensa, a cambio de ser nombrado gobernador. La capital de la provincia sería
Nueva Córdoba. Las dificultades que tuvo que vencer para organizar su
expedición fueron muchas. Pero al fin, allanados los inconvenientes surgidos,
levó anclas en el mes de agosto de 1569 en Sanlúcar de Barrameda.
La expedición de Diego Hernández de Serpa a
Cumaná fue de las mejores organizadas que desde España fueron enviadas al Nuevo
Mundo. Llegó a Margarita el 4 de octubre de
ese mismo año, en los navíos Nuestra Señora del Ángel, San Pedro, Santiago y
San Vicente, más otra nave que adquirió en las Islas
Canarias. La escasa población hispánica, mestizos e indígenas vecinos
de Nueva Córdoba (actual Cumaná) vieron la
entrada de la flota a la bahía y desembocadura del río Cumaná el 13 de octubre del 1569. Este fenómeno no fue
extraño. Como muchas de las nuevas ciudades recién fundadas, sus pobladores
emigraron a otros sitios que eran más seguros o donde tuviesen más
posibilidades de adquirir riquezas. Procedió Diego a reconstruir y repoblar la
ciudad.
En 8 días levantó 150 casas de paja y palma,
trazó las calles y solares, y construyó la plaza central, la iglesia y la casa
del Ayuntamiento. El 24 de
noviembre de 1569, reunidos todos los vecinos en la Plaza Mayor
de la villa, se levantó el Acta de la refundación de Nueva Córdoba, con el
nombre primitivo de Cumaná. Presentes se señalan en el Acta 40 vecinos, muchos
de ellos con su esposa e hijos. En nombre de Su Majestad Real, Diego nombró por
Alcaldes Ordinarios a Germán López Pedrosa y
a Juan Rangel Sanguino, por Regidores
a Melchor Núñez, Miguel Sánchez Rendón,
a Juan Domínguez y Álvaro Merchán y como
Procurador General a Pedro Alonso.
Durante el tiempo que Diego permaneció en
Cumaná, procedió a reconocer el territorio bajo su mando, a asignar
responsabilidades regionales y a repartir encomiendas. En Araya dispuso
organizar la explotación y defensa de las salinas,
así como su defensa en previsión de ataques por los piratas holandeses.
Comisionó a dos de sus capitanes para explorar las regiones vecinas. Pedro de Ayala recorrió
el Golfo de Cariaco con l00 hombres, y Francisco de Alava recorrió
la región del Sur-Este que riega el río Amana, con 74 hombres. Gregorio de Porras se
embarcó para Margarita en busca de caballos y ganado. El capitán Honorato de Ortiz fue
enviado a explorar la región de los indios Aruacas. Diego repartió entre sus
compañeros las tribus indias que habitaban las costas del Golfo de
Cariaco, realizando así los primeros repartimientos en la región al
Este de Maracapana.
Repoblada Cumaná, organizado el gobierno y la
administración, Diego se aprestó para realizar la conquista de Guayana que era
su meta. Establecida ya una base militar en Cumaná, se apoyó en ella para
iniciar su entrada a la región de los grandes ríos y del misterioso El Dorado.
Ordenó al capitán Francisco Martínez establecer otra base
militar cerca del río Neverí y
allí funda un pueblo que denomina Santiago de los Caballeros a
comienzos de 1570,
con jurisdicción sobre las provincias de Píritu, Chacopata y Cumanagoto,
correspondiente a las zonas limítrofes de Santa Fe, Guanta y
Píritu.
Fundada Santiago de los Caballeros, Diego se
dirigió a ella desde Cumaná, acompañado por un español residente en Margarita
llamado Juan de Salas, quien al parecer fue enviado por
el gobernador de la isla con la finalidad de practicar espionaje y hacer
fracasar la expedición. Esto no debe parecer extraño, si se tiene en cuenta que
como en años anteriores Nueva Cádiz de
Cubagua, tampoco le interesaba a Margarita el establecimiento en la costa firme
de ciudades con gobierno propio. Lo cierto es que Diego, sospechando de Salas,
ordenó al capitán Martínez hacerlo preso. Diego regresó a Cumaná para
despedirse de su esposa, Constanza, y retorna a Santiago de los Caballeros.
Aquí es informado de la fuga de Salas, quien se refugia en territorio de los
Chacopatas. Una parte de la guarnición deserta, tomando el camino de Unare y otros
trataron de huir por mar.
El capitán Diego Hernández de Serpa falleció
el 10 de mayo de 1570 en la ciudad
de Cumaná.
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