RAMÓN
BADARACCO
EL VIAJE DE
ALONSO SÁNCHEZ
DE HUELVA
Y
EL DESCUBRIMIENTO DEL NUEVO MUNDO
Cumaná
2016
Autor Tulio Ramón Badaracco
Rivero
Que firma Ramón Badaracco
Título de la obra:
EL
VIAJE DE ALONSO SÁNCHEZ DE HUELVA
Y EL
DESCUBRIMIENTO DEL NUEVO MUNDO
Diseño de la cubierta R. B.
Ilustración de la cubierta
R. B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná
cronista40@hotmail .com
academia.sucre@gmail.com
Cel. 0416-8114374
Introito
Del libro “Historia de las indias” de
Fray Bartolomé de Las Casas, transcribo su versión de los hechos, en el
capítulo XIV, que se refiere al caso del nauta, que descubrió el nuevo continente,
imaginamos que Las Casas escribió el relato sin darle mayor importancia, lo copiamos
textualmente y sacamos nuestras propias conclusiones, veamos:
“El cual contiene una opinión que a
los principios en esta isla española teníamos, que Cristóbal Colón fue avisado
de un piloto que con gran tormenta vino a parar forzado a esta isla, para
prueba de lo cual se ponen dos argumentos que hacen la dicha opinión aparente,
aunque se concluye como cosa dudosa. Pénense también ejemplos antiguos de
haberse descubierto tierras, acaso, por la fuerza de las tormentas.
Resta concluir esta materia de los
motivos que Cristóbal Colón tuvo para ofrecerse a descubrir estas indias, con
referir una vulgar opinión que hubo en los tiempos pasados, que tenía o sonaba
ser la causa más eficaz de su final determinación, la que se dirá en el presente
capítulo, la cual yo no afirmo, porque en la verdad fueron tantas y tales
razones y ejemplos que para ello Dios le ofreció, como ha parecido, que pocas
de ellas, cuanto más todas juntas, le pudieron bastar y sobrar para con
eficacia a ello inducirlo; con todo eso quiero escribir aquí lo que comúnmente
en aquellos tiempos se decía y creía y lo que yo entonces alcancé, como
estuviese presente en estas tierras, de aquellos principios harto propincuo.
Era muy común a todos los que entonces en esta española isla vivíamos, no
solamente los que el primer viaje con el Almirante mismo y a Cristóbal Colón a
poblar en ella vinieron, entre los cuales hubo algunos de los que se la
ayudaron a descubrir, pero también a los que desde a pocos días a ella venimos,
platicarse y decirse que la causa por la cual el dicho Almirante se movió a
querer venir a descubrir estas Indias se le originó por esta vía. Díjose, que
una carabela o navío que había salido de un puerto de España (no me acuerdo
haber oído señalar el que fuese, aunque creo que del reino de Portugal se decía)
y que iba cargada de mercaderías para Flandes o Inglaterra, o para los tractos
que por aquellos tiempos se tenían, la cual, corriendo terrible tormenta y
arrebatada de la violencia e ímpetu della, vino diz que, a parar a estas islas
y que aquesta fue la primara que las descubrió.
Que esto acaeciese ansí, algunos
argumentos para mostrarlos hay: el uno es, que a los que de aquellos tiempos
somos venidos, a los principios, era común, como dije, tráctarlo y practicarlo
como por cosa cierta, lo cual creo que se derivaría de alguno o de algunos que
lo supiesen, o por ventura quien de boca del mismo Almirante o en todo o en
parte o por alguno palabra oyese; el segundo es, que entre otras cosas
antiguas, de que tuvimos relación los que fuimos al primer descubrimiento de la
tierra y población de la isla de Cuba
(como cuanto della, si Dios quisiere, hablaremos, se dirá) fue una de
esta, que los indios vecinos de aquella tuvieron o tenían de haber llegado a
esta isla Española otros hombres blancos y barbados como nosotros, antes que
nosotros no muchos años. Esto pudieron saber los indios vecinos de Cuba, por
que como no diste más de diez ocho leguas la una de la otra de punta a punta
cada día se comunicaban en sus barquillos o canoas, mayormente que Cuba
sabemos, sin duda, que se pobló y poblaba de esta española. Que el dicho navío
pudiese con tormenta deshecha (como la llaman los marineros y las suele hacer
por estos mares) llegar a esta isla sin tardar mucho tiempo, y sin faltarles
las viandas y sin otra dificultad, fuera del peligro que llevaban de poderse
finalmente perder, nadie se maraville, porque un navío con grande tormenta
corre 100 leguas, por pocas y bajas velas que lleve entre día y noche, y a
árbol seco, como dicen los marineros, que es sin velas, con solo el viento que
cogen las jarcias y másteles y cuerpo de la nao, acaece andar en veinticuatro
horas 30 y 40 y 50 leguas,
mayormente habiendo grandes corrientes, como las hay por estas partes; y el
mismo Almirante dice, que en el
viaje que descubrió a la tierra firme hacia Paria, anduvo con poco viento desde hora de misa hasta completas 65 leguas,
por las grandes corrientes que lo llevaban: así que no fue maravilla que, en
diez o quince días y quizá en más, aquellos corriesen 1000 leguas, mayormente si el ímpetu del viento
Boreal o Norte les tomó cerca o en paraje de Bretaña o de Inglaterra o de
Flandes.
Tampoco es de maravillar que ansí
arrebatasen los vientos impetuosos aquel navío y lo llevasen por fuerza tantas
leguas… y los otros navíos que salieron de Cádiz y arrebatados de la tormenta
anduvieron tanto forzados por el mar Océano hasta que vieron las hierbas de que
abajo se hará, placiendo a Dios, larga mención; desta misma manera se descubrió
la isla de Puerto Sancto, como abajo diremos. Así que habiendo descubierto
aquellos por estas tierras, si ansí fue tornándose para España vinieron a parar
destrozados; sacados los que, por los grandes trabajos y hambre y enfermedades,
murieron en el camino, los que restaron, que fueron pocos y enfermos, diz que
vinieron a la isla de madera, donde también fenecieron todos.
El piloto del dicho navío, o por
amistad que antes tuviese con Cristóbal Colón, o porqué como andaba solícito y
curioso sobre este negocio, quiso inquirir de la causa y el lugar de donde
venía, porque algo se le debía traslucir por secreto que quisiesen los que
venían tenerlo, mayormente viniendo todos tan maltratados, o porque por piedad
de verlo tan necesitado el Colón recoger y abrigarlo quisiese, hubo, finalmente
de venir a ser y curado y abrigado en su
casa, donde al cabo diz que murió; el cual, en reconocimiento de la amistad
vieja o aquellas buenas y caritativas obras, viendo que se quería morir
descubrió a Cristóbal Colón todo que les había acontecido y diole los rumbos y
caminos que habían llevado y traído, por la carta de marear y por las alturas,
y el paraje donde esta isla, dejaba o había hallado, lo cual todo traía por escrito.
Esto es lo que se dijo y tuvo por
opinión, y lo que, entre nosotros, los de aquel tiempo y en aquellos días
comúnmente, como ya dije, se platicaba y tenía por cierto, y lo que, diz que,
eficazmente movió como a cosa no dudosa a Cristóbal Colón.
Pero en la verdad, como tantos y
tales argumentos y testimonios y razones naturales hubiese, como arriba hemos
referido, que le pudieron con eficacia mover, y muchos menos de los dichos
fuesen bastantes, bien podemos pasar por esto y creerlo o dejarlo de creer,
puesto que pudo ser que Nuestro Señor lo uno y lo otro les trajese a las manos,
como para efectuar obra tan soberana que por medio del, con la rectísima y
eficacísima voluntad de su beneplácito, determinaba ser. Esto, al menos, me
parece que sin alguna duda podemos creer: que, o por esta ocasión, o por las
otras, o por parte dellas, o por todas juntas, cuando él se determinó, tan
cierto iba de descubrir lo que descubrió, y hallar lo que halló, como si dentro
de una cámara, con su propia llave, lo tuviera¨.
Alonso Sánchez de Huelva, el verdadero descubridor del
nuevo continente.
El
puerto de Cumaná toca la leyenda, es la historia del nauta que cuenta Bartolomé
de Las Casas, en La Historia de Las Indias, que repite Juan Manzano Manzano, en
su obra “Colón descubrió América del Sur en 1494, y es en verdad el puerto de
que hablan Ángelo Trevisan, López de Gómara, y Garcilaso de la Vega, que cuenta
con lujo de detalles esa expedición, nunca bien investigada, de Alonso Sánchez
de Huelva, que era un marino ahora bien
conocido, al cual Colón visitaba en la puebla de Huelva, el cual era dueño de un navío con el cual
navegaba entre las Islas Canarias, la isla “Madera” y “España, cargado de
mercancías. Una gran tormenta lo arrastró hasta las costas del Nuevo Mundo probablemente
el año de 1484.
Al
parecer, de los 17 hombres que lo acompañaban no regresaron más de 5. Se
refugiaron en la casa de Cristóbal Colón, sabio marino, en la misma isla de
Madera, al cual le contaron los pormenores de la travesía; después de ellos, todos
los cronistas de indias y expedicionarios que siguen la ruta de Colón arriban a
Cumaná, por eso Manzano Manzano, concluye que fue al puerto de Cumaná y no a
Santo Domingo, donde llegaron esas expediciones, y ya no sabemos si es leyenda
o historia. Cumaná, también es el lugar sagrado de los primeros mártires
cristianos, y tal vez de la primera misa.
La
mejor prueba de que esta expedición llegó Cumaná es el nombre con el que fue
bautizado el cacique Cawaná- “Don Alonso” No me cabe la menor duda de que el
Cacique Cawaná escogió el nombre de ese marino que se ganó su amistad en el tiempo que compartió en su tribu- mientras reparaba su barco que seguramente llegó muy maltrecho
al puerto de la isla en la desembocadura del río Chiribichií (la última luenga
como dice Bartolomé de Las Casas) Isla que luego se llamó “Isla de Las Perlas”
mucho antes que Cubagua barco con el cual regresó a España y tambien
por los hijos, Ángelo Trevisan dice: que había indias blancas o más blancas que
las otras, o sea mestizas, que seguramente dejaron entre la familia del Cacique.
Pienso que en el pueblo de Cumaná se quedaron 12 marineros que no regresaron a
España. De esos marineros nacieron las indias blancas o más blancas que las
otras como dice Trevisán y Las Casas y repite López de Gómara y Juan Manzano y
el Inca Garcilaso de La Vega y decenas de nuevos historiadores. Ahora poco me
entero que, en la ciudad de Huelva, es común el conocimiento de la amistad la
frecuencia de los encuentros en esa ciudad, entre Colón y Don Alonso; por lo
que debo suponer que no fue en la isla de Madera donde se conocieron los dos
marinos, sino que Colón en su búsqueda, supo de su extraño viaje y fue a
Huelva, y trabó amistad con Don Alonso, y éste lo puso en el camino del Nuevo
Mundo. Otras evidencias que podemos deducir de las crónicas de Las Casas y
Trevisan, sobre los indígenas cumaneses, se relacionan con la construcción de sus
barcos, Las Casas dice que eran grandes constructores de barcos. Estos eran
distintos a los de los demás pueblos indígenas, eran de mayor calado, y tenían
una especie de camarote en el cual podían viajar algunas personas, además
fueron utilizados por los españoles en las pesquerías de perlas, y, entre otras
evidencias, tales como, la amabilidad del recibimiento (como se fosseno stati
altre volte li), la calidad de los vinos, tintos y blancos, que les sirvieron
los indígenas a los marineros de Colón. Es indudable que los marineros de
Alonso, les enseñaron todos estos conocimientos que no tenían otros pueblos
antes de la llegada de Colón.
EL
DESCUBRIMIENTO DE CAWANÁ.
En los viajes cortos desde Santo
Domingo del Almirante Cristóbal Colón nos cuenta el erudito historiador español
Juan Manzano Manzano, el descubrimiento de Cumaná. Debemos aclarar que al
parecer la expedición fue enviada por el Almirante Cristóbal Colón, con su
hermano Bartolomé sin embargo ante la duda hemos preferido conservar en este
relato a Cristóbal Colón como capitán de esa expedición ya que él fue el que
pagó los platos rotos En ese viaje lo acompaño el diplomático italiano Ángelo
Trevisan
.
“Vamos ya a ocuparnos, con especial
atención, de la Relación de Ángelo Trevisán, teniendo siempre a la vista la
versión de López de Gómara, ya conocida por nosotros.
El veneciano nos dice que los
expedicionarios, saliendo de la española, navegaron primero con rumbo Oeste
(“hacia la tierra cercana llamada Cuba”); con orden precisa de dirigirse
después hacia el sur y sudeste, hasta alcanzar un lugar, donde, según los
informes que poseía el Almirante, existía un rico vivero de ostras perlíferas.
Tras doce días de navegación, las cinco carabelas arribaron a un puerto muy
bueno. A su llegada, se aproximaron a los navíos españoles dos canoas
indígenas, con seis pescadores, los cuales mostraban claramente en sus
semblantes la alegría y contento por la visita de los recién llegados, dando la
impresión de que estos hubiesen estado otras veces allí (“COMO SE FOSSENO STATI
ALTRE VOLTE LI”).
Los indios recibieron a los españoles
con la natural satisfacción de los que vuelven a encontrarse con unos viejos
amigos, de los que guardaban un gratísimo recuerdo, y por ello, desde el primer
momento, los obsequiaron con pescado fresco del que acababan de coger. En toda
aquella costa habia muchos hombres, mujeres y niños que hacían señales
expresivas de su deseo de llegar a las naves.
La anterior frase de Trevisán (“como
se fosseno stati altre volte li”) parece aludir a una anterior visita de
hombres blancos a aquel lugar. Cuando en líneas anteriores Trevisán nos dijo
que los expedicionarios habían recibido orden del Almirante de navegar, con
rumbos sur y sudeste, hacia cierto lugar, donde según los informes que él
tenía, existía un rico vivero de ostras perlíferas, podríamos pensar que los
informes colombinos procedían de los indígenas de la española (algunos de los
cuales llevaban como guías e intérpretes en los navíos). Sin embargo, ahora
comprobamos que sus noticias muy bien podían proceder de gentes europeas que en
años anteriores habían arribado a aquellas lejanas playas.
¿Qué paraje era este dónde recalaron
las carabelas españolas? Escuchemos a Gómara que indudablemente conoció la
crónica de Trevisan:
“El señor de Cumaná, que ansí
llamaban aquella tierra y río, envió a rogar al capitán de la flota que
desembarcase y sería bien recibido”
Si aquella tierra –como dice Gómara-
era la de Cumaná, el puerto muy bueno –de la Relación de Trevisan- donde
fondearon los navíos, tenía que ser necesariamente el gran golfo de Cariaco, de
catorce leguas de fondo, a cuya entrada se encontraba el río Cumaná, que daba
nombra a toda la provincia.
Cumaná era una rica región perlífera.
Nos dice Trevisan que en aquel lugar los nativos recogían perlas en gran
cantidad. Con cestos especiales, provistos de peso y pendientes de cuerdas,
descendían al fondo del mar y pescaban allí las ostras que les servían de
alimento, y de ellas arrancaban las perlas; pero como carecían de instrumentos
adecuados para perforarlas, perdían y estropeaban muchas. Eran verdaderas
perlas orientales, muy bellas. Los nativos las cambiaban fácilmente a los
recién llegados por cascabeles y otras baratijas.
Aceptando la amable invitación del
cacique de aquella región –hecha por un hijo de éste que había ido a las
carabelas- el capitán español envió a tierra algunos marineros para que visitaran
la hermosa aldea del reyezuelo, compuesta de unas doscientas casas y distante
tres leguas de la costa. La casa del cacique era “redonda” dividida en dos
piezas. En una de ellas, el dueño obsequió espléndidamente a sus huéspedes con
majares de la tierra y con agradables vinos elaborados con jugos de frutas.
Concluido el convite, los españoles
fueron trasladados a otra sala, donde, sentadas en el suelo, se hallaban unas
hermosas muchachas, vestidas decentemente con telas de algodón de varios
colores, que les cubrían el cuerpo por debajo de la cintura. Todas ellas
portaban en el cuello, brazos y orejas ricas sartas de perlas y otros adornos.
¿Qué otras particularidades ofrecían,
además, las muchachas indígenas del cacique de Cawaná? Una muy reveladora para
nosotros. Según Gómara, estas jóvenes cumanesas eran “amorosas, y, para ir
desnudas, blancas, y para ser indias, discretas”
¡Asombrosa combinación!, exclama Morison.
Poca sorpresa nos causa a nosotros la
anterior noticia del cronista, si la relacionamos con la que nos proporciona el
mismo historiador sobre las costumbres de los cumaneses y con la muy probable
anterior visita a la región de otros hombres blancos”. Fin de la cita.
Después de leer la obra de ese gran
historiador español, don Juan Manzano Manzano, “Colón descubrió América del Sur
en 1994, y Colón y su secreto” donde prueba con documentos y conclusiones
irrebatibles, que el sitio al cual llegó el nauta, fue el pueblo de Cumaná,
como lo relata Ángelo Trevisan; yo he dedicado muchos días en investigar al
nauta desconocido que llegó al pueblo Chaima (Kaima) en la desembocadura del
río Chiribichií, la última luenga, como dice Las Casas.
L A S
I N D I A S B L AN C a S
Juan
Manzano Manzano, en su obra “Colón descubrió América del Sur en 1494” , y basado sobre todo,
en la relación del veneciano Ángelo Trevisán, conocida con el título de ¨Recolecta
Colombina¨; en las ¨Décadas del Mundo Nuevo¨, de Pedro Mártir de Anglería, y
abundante bibliografía, afirma que el Almirante ordenó una expedición de 5
carabelas en la segunda quincena de diciembre de 1493, partiendo de la costa
norte de ¨La Española¨ con rumbo a Cuba,
que al llegar al Cabo de San Nicolás fueron al sureste para llegar a las costas
perlíferas de Cumaná.
Por
su parte, Trevisán dice: Que luego de 12 días de navegación las carabelas
llegaron a un muy buen puerto, donde fueron recibidos por dos canoas indígenas
con 6 pescadores, los cuales daban señales de alegrarse “Como se fosseno stati altre
volte li”, como si los expedicionarios ya hubiesen estado allí. Esto significa,
según ellos, que indudablemente, aún antes habían llegado expedicionarios a
Cumaná.
Juan Manzano Manzano, se pregunta: ¿Qué
paraje era este dónde recalaron las carabelas? Entonces acude a Gómara cuando
dice; “El Señor de Cumaná, que así llamaban aquella tierra y río, envió a rogar
al capitán de la flota que desembarcase y sería bien recibido”. En el puerto de
Cumaná, dice Trevisán, los indígenas recogían perlas en gran cantidad con
cestos especiales provistos de peso, bajaban a las profundidades para recoger
las ostras que les servían de alimento y de allí recogían las perlas que
despertaron la codicia de los españoles.
Así
llegó aquella expedición a Cumaná en 1494, y bajaron los marineros al poblado,
que tenía unas doscientas churuatas, bohíos, invitados por el hijo del Cacique,
y los marineros fueron agasajados con manjares de esta tierra, luego pasaron a
un salón donde, sentadas en el suelo, estaban hermosas muchachas vestidas con
tela de algodón que las cubrían sólo por debajo de la cintura, y adornaban sus
cuellos y sus brazos con sartas de hermosísimas perlas; pero esto no era lo más
importante, estas indígenas eran blancas y amorosas, se portaban como sí ya
conocieran a los expedicionarios.
Manzano Manzano comenta, que sí las muchachas
del Cacique de Cumaná eran más blancas que el resto de los indígenas, bien podrían
ser hijas de antiguos expedicionarios; y agrega, que los marinos seguramente
fueron alojados en sus casas, y los indígenas les ofrecieron sus mujeres, como
era costumbre de aquel pueblo.
Además, agrega, que sí alguna duda existiera
sobre estos viajes de Colón a la tierra firme y sobre todo a los placeres
perlíferos de Cumaná, bastaría con hacer una comparación entre la relación
hecha por Trevisán con la del viaje de Per Alonso Niño y Cristóbal Guerra en
1499, pues fácilmente se puede advertir que se trata de la misma región de
Cumaná, aunque Per Alonso dijese que había ido a Curiana, que efectivamente
visitó, pero el gran rescate de perlas lo hizo en Cubagua y sobre todo en
Cumaná.
Ahora bien, Gómara es el único de los
Cronistas de Indias que tomó en cuenta estas expediciones a las costas de las
perlas; pero, como señala Manzano Manzano; cometió el error de considerarlas un
episodio más de la tercera expedición colombina de 1498.
Por nuestra parte ya hemos escrito sobre el
tema al comentar las observaciones que hace Girolano Benzzoni, en su “Historia
del Nuevo Mundo”, en relación con la entrada de Colón a Cumaná.
No hay comentarios:
Publicar un comentario