RAMÓN BADARACCO
FRAY PEDRO DE CORDOBA FUNDADOR DE CUMANÁ
CUMANÁ 1995
Autor: TULIO RAMÓN BADARACCO RIVERO
Que firma Ramón Badaracco
Su libro FRAY PEDRO DE CÓRDOBA FUNDADOR DE CUMANA
Copyright Ramón Badaracco. 1995
Primera edición 2009
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INTROITO
La vida y acción de Pedro de Córdoba está unida a
la del obispo de Chiapas, Bartolomé de
Las Casas o Casuas. El notable historiador don Demetrio Ramos, dice: “La
autoridad que para Las Casas tenía el P.
Córdoba se nos revela en la aceptación
de un especial magisterio con el que su personalidad queda dibujada en
la del clérigo”. (1)
Córdoba antigua capital del Califato, estrella de la cultura mudéjar, que fue la patria chica de Lucio Anneo Séneca y Luis De Góngora, por citar dos inmortales,
también vio nacer a Pedro el 10 de septiembre de 1482, allí se educó y
creció en el seno de una noble familia cristiana, que influyó en su
determinación por la carrera eclesiástica, tomar la cruz y seguir el camino que le trazó el Señor. Fr.
Pedro de Córdoba murió en Santo Domingo el 4 de mayo de 1521, víspera entonces
de la festividad de Santa Catherina de Siena.
Dice Bartolomé de Las Casas que Fray Domingo de
Mendoza, hermano de fray García de Loaiza, arzobispo de Sevilla y cardenal
Presidente del Consejo de Indias, seleccionó a Pedro para que lo sustituyera en
el mando de la avanzada dominica que vendría al Nuevo Mundo, y con él, tres
sacerdotes muy calificados que emprenderían
la empresa de sembrar la orden dominica
en la capital de la risueña Quisqueya,
la Española, sede del imperio en América. Quisqueya, la isla descubierta por Colón el 5
de diciembre de 1492, a la cual llamó “La Española”, segunda isla en extensión
territorial, de las Antillas mayores
del océano atlántico, mar que conocemos como mar Caribe o de las Antillas, sufrió como
ningún otro lugar el impacto de la conquista.
La isla inmensamente poblada en aquellos tiempos mide 1575 Km. cuadrados -hoy conforma el
territorio de dos repúblicas, la
República Dominicana y la Republica de
Haití- se dividía en muchos reinos aborígenes perfectamente definidos por Las
Casas, como luego veremos.
Pedro de
Córdoba, fue un sacerdote a quien Dios
Nuestro Señor dotó de muchos dones,
gracias corporales y espirituales, que
fue elegido para una misión administrativa, si se quiere, pero él la
convirtió en una empresa sin igual. Los
que lo conocían nunca imaginaron que podría lograrlo, tenía el inconveniente de
sufrir un continuo dolor de cabeza que
le impedía, en cierto grado, algunas actividades, por ello Las Casas dice:
“Y lo que se moderó en el estudio, acrecentolo en
el rigor de la austeridad y penitencia todo el tiempo de su vida, cada y cuando
las enfermedades le dieron lugar” (2).
Fue excelente predicador, ejemplo dentro del
sacerdocio en virtud y penitencia, que lo elevaron siempre entre sus
compañeros y feligreses.
Agrega Las Casas: “Tiénese por cierto que salió de
esta vida tan limpio como su madre lo
parió” (3).
Estudio en el colegio “San Esteban” de Salamanca, y probablemente,
como dice Hernann González Oropeza, fue
“formado espiritualmente por fray Juan Hurtado de Mendoza” (4), el formidable
maestre de Salamanca; y se perfeccionó
en Santo Tomás de Ávila, la casa mayor de la “Cristiandad” para ese entonces.
Fue compañero de estudios de Antonio de Montesino, Tomás de Berlanga, Domingo
de Betanzos, y otros ilustres prelados, que luego fueron los seleccionados para
acompañarlo en la empresa evangelizadora de América; esto por si solo basta
para considerar las dotes que adornaban a este insigne conquistador del
espíritu, cuya labor ilumina la terrible experiencia humana de la conquista del
Continente, y disipa, aunque sea un poco, las oscuras nubes que denigran de la
noble y heroica raza hispana.
A este hombre extraordinario
encomendaron los dominicos y el superior Fray Domingo de Mendoza, para que le
ayudase a realizar o proseguir la empresa fundacional en el Nuevo Continente;
igualmente convocó a otros religiosos para que lo acompañaran, entre ellos al
famoso Fray Antón de Montesinos y al padre Fray Bernardo de Santo Domingo “poco
o nada experto en las cosas de este mundo, pero entendido en las espirituales,
muy letrado y devoto y gran religioso”.
Fray Pedro de Córdoba, hizo varias
expediciones para fundar y gobernar las misiones de Cumaná y Santa Fe; el Vicario de las Indias, el hombre más
importante después de Colón, venido al Continente a principios del siglo XVI,
autorizado para fundar las primeras misiones en la tierra firme, como lo dicen
los cronistas y el más importante de todos, Bartolomé de Las Casas (Biblioteca
de Autores Españoles. Obras Escogidas. Tomo XVVI. Pág. 133).
Dice
Las Casas que, en las Islas, Santo Domingo y Cuba, Pedro de Córdoba, se da cuenta de la forma
inhumana y despiadada como se realiza la conquista, y sabe que esta misma forma
será trasladada al Continente, por ello pide al rey Fernando El Católico, que
le dé licencia para trasladar su Orden a tierra firme, e inventa “La conquista
pacífica y evangélica de la tierra firme”; y el Rey mandó que se le dieran los
despachos a su voluntad. Los dominicos fueron los primeros misioneros que
llegaron al Puerto de Las Perlas, Cumaná, entre 1513 y 1514.
Toda
esta historia está debidamente corroborada por
cédulas reales, cartas, crónicas, y un asiento del 14 de junio de 1.510”
(inserto en los Documentos Americanos del archivo de protocolos de Sevilla,
Siglo XVI. Madrid 1.935, p. 20). Consta que los ilustres padres dominicos
disponían entonces lo relativo a su viaje a la isla española. Dice el asiento:
“libro del año 1.510, Oficio: IV. Libro III. Escribanía: Manuel Segura. Folios:
1.812. Fecha 14 de junio. Asunto: Fray Domingo de Mendoza, fraile profeso de la
Orden de los Predicadores del Sr. Santo Domingo, Vicario de los Frailes de
Dicha Orden, que han de residir en la Isla Española, Indias, islas y Tierra
Firme, en su propio nombre y en el del R. P. Fray Pedro de Córdoba, vicario de
las indias, y por, virtud de las cartas y licencias que tiene el R. P. Fray
Agustín Funes, Provincial de dicha Orden en los Reinos de España y del dicho R.
P. Pedro de Córdoba, nombrado procurador al doctor Juan de Hojeda, físico, vecino
de Sevilla en la collación de Santa María Magdalena, para que cumpla lo
contendido en las citadas cartas y licencias”.
Pedro de
Córdoba el verdadero fundador de Cumaná.
Pedro,
empeñó su vida en su obra fundacional,
hizo tres expediciones al puerto de Perlas en tierra firme, muchos
viajes a España y entre las islas y tierra firme, construyó casas, monasterios, escuelas,
aprendió el idioma de los indígenas, escribió para ellos libros sagrados,
ejerció la defensa de los indios en todas las instancias, fue un defensor honesto, un hombre ejemplar,
un maestro y logró fundar las primeras misiones dominicas y franciscanas en
Cumaná y Santa Fe, origen de nuestros primeros pueblos mestizos en la tierra
firme.
La primera expedición de
1513 organizada por Pedro de Córdoba, y ordenada por el Rey Fernando el
Católico, estuvo formada solo por dominicos, bajo el mando de Antón de
Montesinos, mano derecha de Pedro; el
fraile Fr. Francisco Fernandes de
Córdoba, el lego Juan Garcés y sus colaboradores, lenguas y sirvientes; salió
de Santo Domingo a fines de 1513,
arribando al puerto de Cumaná, en pocos días.
En junio de 1519, Francisco
del Castillo, declaró haber sido el piloto de la nave que llevó a los dos
dominicos, y Juan Fernández, piloto de una carabela dijo que había ayudado en
ello (cfr. E. Otte, Las Perlas del Caribe, ob. Cit. p. 125. nota 610) Los indios del cacique Cumaná, a
quien ya
conocían, los recibieron, según se supo, con alegría y les dieron de
comer y beber, y los ubicaron en un lugar seguro, que ya se conocía como Puerto
de Las Perlas, en la desembocadura del río Chiribichií, hoy Manzanares, donde
los perleros y otros expedicionarios se surtían de agua, indígenas para el
trabajo, mujeres y alimentos para llevar a las islas de Cubagua y Margarita.
Establecidos
los misioneros construyeron con ayuda del Cacique y su gente, sus casa, y dos iglesia de madera y palmas,
donde también iniciaron una escuela a la cual, muy pronto asistieron hasta 40
niños de las familias principales, de acuerdo con los cronistas, cédulas y los
suministros reales.
Lamentablemente
una expedición de un esclavista, capitaneada por Gómez de Rivera, emboscó y
capturó al cacique Cumaná con su familia y sus criados, y los vendió como
esclavos en Santo Domingo, sin que los frailes pudiesen hacer nada, por lo
cual, los indios en represalia sacrificaron a los frailes rehenes, y el
proyecto sufrió un serio descalabro, pero no terminó allí.
Pedro de Córdoba no se
amilanó con el martirio de los frailes, ni la osadía de los españoles, que
violaban las leyes reales; y, con los de su orden rescató a casi todos los
indios, en lucha desigual con las autoridades de la Española, cómplices, y los
devolvieron a su tierra y, en febrero de 1515,
volvió a Cumaná y dejó, como dice Vicente Rubio, con pruebas
contundentes, a otros misioneros bajo el mando de Fr. Luis de Castro, en el
mismo sitio del sacrificio, en el Puerto de Las Perlas, que fue el primer
nombre que tuvo el primer asiento de españoles en la tierra firme, en la desembocadura
del río Chiribichií o Cumaná, como
aparece en medallones y dibujos del siglo XVI. que reproducimos para mejor
testimonio, vean el puerto de Las Perlas con su inmensa cruz, y las dos
iglesias, y fuerte de Santa Cruz de La Vista antes y después del terremoto de
1530.
Afirma, don Vicente Rubio con pruebas irrefutables, que
Pedro fue a buscar a los dominicos rehenes a Puerto de Perlas, en febrero de
1515, y supo que los habían sacrificado, pero nunca abandonó la misión, dejó a
los sustitutos: dice Vicente Rubio:
“Tengo para mí que eran Fr.
Tomás de Toro y tres o cuatro dominicos más, cuyos nombres ignoramos, los
cuales marcharon allá con el P. Pedro de Córdoba en fecha posterior al 10 de febrero de 1515,
a fin de indagar la suerte que habían
corrido el P. Fernández de Córdoba y el hermano Garcés. A estos se agregarían luego los dos o tres
que más tarde arribaron allí para devolver a los indios liberados de su
cautiverio”. Es decir que al frente de
la misión dominica de Puerto de Perlas quedaron por lo menos cinco misioneros,
y estos construyeron la iglesia y el monasterio que luego aparecen en los
mapas, medallones y documentos, cartas y soportes de reparaciones que reposan en el Archivo de Indias. No podemos ni siquiera imaginar que la Corona
iba a mandar arquitectos y materiales desde España para reparar construcciones
de barro. Tanto la fortaleza como las iglesias de los dominicos y franciscanos
fueron construidos de cal y canto, como aparecen en el plano de la Nueva
Córdoba y en el medallón de 1601; por
eso se explotaban las canteras de Araya, donde trabajaban hasta 300 indígenas.
Con la piedra tallada de Araya se construyeron las iglesias, fuertes y casas
principales de Cumaná, Nueva Cádiz, tierra firme y en las islas del Caribe.
Fueron reconstruidas por Castellón según lo dice el Rey Carlos Primero en la
Cedula Real que concede a Castellón.
“Los dominicos que
“quedaron en aquella costa”, como dijo Fernando el Católico en su carta del 2 de agosto de 1515, aparte de inquirir por todas las
vías quien o quienes habían
sacrificado a sus dos hermanos
misioneros, se dedicaron a la ardua
labor de sosegar a los nativos, convivir mansamente con ellos e indagar los
sitios más adecuados para que en
aquellas mismas latitudes volviera a
reanudarse el soñado ensayo de evangelización pacífica con un buen
contingente de frailes predicadores y franciscanos reformados, traídos todos de
La Española”.
LA PRIMERA MISA EN
EL NUEVO MUNDO.
Dice Antonio de Caulín, que: La
primera misa en el Nuevo Mundo, la ofició el padre Juan Pérez de Marchena,
oriundo de Sevilla, donde era Guardián del Convento de Nuestra Señora de la
Rábida. Ese sacerdote acompaño a Colón en su segundo viaje (1494), y se instaló
en Santo Domino, donde construyó la capilla de La Natividad,
La primera misa en el territorio continental la ofició fray Francisco
Fernández de Córdoba, en 1513, Este sacerdote fue enviado por fray Pedro de
Córdoba al puerto de Cumaná, como lo dice la Cédula Real de mayo de ese año. Fray Francisco fue el primer mártir de Cristo
en el Nuevo Continente, sin embargo, como este hecho ocurrió en Cumaná no tiene
trascendencia. Veamos la Cédula Real:
Cédula Real de 28 de mayo de
1513, que entregó Pedro de Córdoba al Almirante Don Diego Colon, que dice:
“El Rey. Don Diego Colón, nuestro
Almirante Visorey, etc. a nuestros jueces e oficiales, etc. Ya sabéis como el
devoto padre fray Pedro de Córdoba, vicario del Orden de Santo Domingo en la Española , va con cierto
número de frailes a tierra firme, y (en) el despacho que para su ida se les dio
vos mandé que dentro de un año después que fuesen idos embiásedes a saber
dellos, y que truxiesen dos frailes para
me informar de lo que allá se supiese, como más largo en el despacho que para
lo susodicho mandé dar se contiene; e porque al tiempo que fueren a saber de
los dichos frailes ternán necesidad de alguna harina para hacer hostias e vino para decir misa, yo vos mando
que cuando enbiáredes a saber dellos, les enviéis diez arrobas de vino, e otras
diez de harina muy cernida, e les deis pasaje e flete por ellas fasta que se lo
entregar a los dichos frailes que allá
estubieren, e mando al nuestro tesorero que es o fuere que de cualquier
maravedíes o oro de su cargo compre lo susodicho que con carta de pago de las personas que lo llevaren que con esta mi cédula mando que les sea
recibido en quenta lo que lo susodicho costare sin otro recaudo alguno, e mando
que se tome la razón desde mi cédula, etc. fechada en Valladolid, a XXVIII días
del mes de mayo de mil quinientos treze. Yo El Rey. Por mandado de su Alteza,
Lope Conchillos, señalada del Obispo.
Esta es la verdadera
historia. En Noviembre de 1515, después de fortalecer la misión de Cumaná con
nuevos misioneros, llega Pedro a Santa
Fe de Chiribiche. Todo esto indica la continuidad de la misión desde 1513,
corrigiendo lo que dicen la mayor parte de los cronistas venezolanos.
Estos mismos dominicos y
franciscanos reciben a Castellón, Gonzalo de Ocampo, a Fr. Bartolomé de Las
Casas en 1521 y Fr. Francisco de Montesinos, con tañido de campanas, en
1562; más tarde mudarán sus conventos e iglesias, a partir de
1621 media legua rilo arriba, en el llano de Cumaná, donde se desarrolló la
ciudad, como es evidente, pueden estudiar cientos de mapas, pinturas y evidencias, pocas ciudades tienen tantos
testimonios e historias formidables como esta procera ciudad de Santa Inés de
Cumaná. Su historia llena de hechos heroicos, de hechos culturales y épicos,
cantados por los mejores historiadores y poetas no se perderá en el olvido, al
cual nos quieren obligar.
SEGUNDA
EXPEDICIÓN.
Cuenta Las Casas, que en julio del año de
1515, se trasladó de Cuba, donde residía, a la ciudad de Santo Domingo en La
Española, para rendir cuentas al
“egregio” padre Pedro de Córdoba, y se encontró
que se había embarcado en un
navío con otros religiosos de su orden y también religiosos de Picardía, con
Juan Garceto a la cabeza, para ir a
predicar a los indígenas de tierra firme.
Pero sucedió que encontrándose en alta mar, con riesgo de sus vidas, una gran
tormenta los obligó a volver al puerto. Se conoce como el Huracán de San
Laureano.
Debo
considerar que en esta segunda expedición, aunque frustrada, tuvo resultado
propiciatorio, ya que se encontraron en Santo Domingo Bartolomé de Las Casas y
Pedro de Córdoba, los líderes jurados e indiscutibles de la conquista
evangélica y pacífica de la tierra firme.
Esta
Segunda expedición demuestra que los franciscanos venían bajo el mando de Pedro
de Córdoba.
TERCERA EXPEDICIÓN.-
Veamos el
texto original de la Tercera Expedición Fundante, que trae Bartolomé de Las
Casas en su obra tantas veces citada, dice así:
“Salidos
de aquesta isla el padre dicho y el clérigo –Montesinos y Las Casas- el padre
fray Pedro de Córdoba prosiguió su viaje –al parecer se refiere al mes de
setiembre de 1515, pero en la Ordenanza de la Municipalidad de Cumaná, se
estableció el 27 de noviembre de ese año-
para tierra firme con cuatro o cinco religiosos de su orden, muy buenos
sacerdotes, y un fraile lego, también con los de San Francisco, los cuales
puestos en tierra firme, a la puna de Araya, cuasi frontero de La Margarita,
desembarcároslos con todo su hato y dejároslos allí los marineros. Los
franciscanos y dominicos hicieron muchas
y muy afectuosas oraciones y ayunos y disciplinas, para que nuestro
Señor les alumbrase donde pararían o asentarían; y finalmente, los franciscanos
asentaron en el pueblo de Cumaná, la última aguda, y los dominicos fueron a
asentar diez leguas abajo, al pueblo de
Chiribichí, la penúltima luenga, a la cual nombramos Santa Fe”.
Este texto lo he considerado, junto
con la Cedula Real de septiembre de 1516, como la primera Acta de Fundación de Cumaná,
puesto que reúnen todos los elementos narrativos de la fundación de un pueblo
español en el Nuevo Mundo, como la hacían los cronistas de indias y él mismo;
se puede comparar con textos similares de fundaciones de otros pueblos, como
Santa María del Antigua, Nombre de Dios, Coro, Santo Domingo, La Habana, Panamá
y Veracruz, etc. la única diferencia que se podría alegar, en estos textos
fundacionales, está en el estilo o método
de redacción, unos lo hacían por el pretendido derecho de conquista y otros por
el derecho a la evangelización cristiana, cual fue la fundación misional más
utilizado en la tierra firme americana.
De estos
textos, podemos colegir que Pedro, siguiendo su proyecto, parte de Santo
Domingo, en el mes de noviembre de 1515,
normalmente tardaban 9 días en ese trayecto, en una nave – capitaneada por Juan
Hernández de Cimeta, que así lo testificó, según el acucioso historiador patrio Hernann González Oropesa; en la cual viajaron
dominicos y franciscanos actuando conjunta, fraternal y solidariamente, en
seguimiento del proyecto y bajo el mando espiritual de Pedro, obligado a fundar
pueblos, a iniciar el proceso evangelizador en la tierra firme.
Las Casas
dice que dejó a los franciscanos en Araya bajo el mando de Juan Garceto, lo que
no me parece lógico, aunque es una opinión generalizada, y es posible porque en
Puerto de Perlas estaban sus dominicos ya instalados, como hemos visto, sin embargo,
soy de la opinión y creo que es lo más probable, que los haya dejado
confortablemente establecidos en Cumaná, Puerto de Las Perlas, donde estaban
los misioneros dominicos. Se trata de dos órdenes distintas con sus propios
gobiernos, es posible pensar que durante algún tiempo estuvieron juntas, pero podemos
comprobar con los datos de sus templos que ambas misiones funcionaron
separadas. Pedro ya se había establecido bajo la protección del Cacique Cumaná,
a quien conoció porque estuvo en su convento en Santo Domingo. No le fue
difícil impetrar su proyecto con la aceptación del Cacique, que definitivamente
los dejó instalados con todo su hato, para construir una casa y una iglesia,
por cierto, un equipaje impresionante, de acuerdo con lo embarcado en Sevilla;
y con órdenes muy precisas para la conducción de la misión que estaba bajo su
gobierno; se puede admitir, de acuerdo con documentos investigados por Vicente
Rubio, que estos franciscanos vinieron a
reforzar a los misioneros dominicos, y que sustituyeron a los compañeros
sacrificados de la primera expedición de 1513, pero todo hace pensar que
trabajaron cada orden en forma separada, y en Cumaná siempre estuvieron los
dominicos y franciscanos separados históricamente en la construcción de sus
templos y demás instalaciones, eso podemos comprobar en los planos y en sus
ejecutorias; el mismo Vicente Rubio prueba con toda clase de datos, que otros
dominicos vinieron con Pedro de Córdoba
en febrero de 1515 a sustituir e investigar la muerte de sus compañeros, y por
supuesto se quedaron y fueron reforzados como hemos dicho, al frente de la
misión que nunca abandonó a Cumaná.
Pero bien, siguiendo el
relato de Las Casas: Pedro deja a Juan
Garceto con los franciscos en Cumaná en 1515, probablemente en Punta Araya,
“frontero con La Margarita”, que luego fueron a parar, definitivamente, en el pueblo de Cumaná; no deja de ser importante que Las Casas diga
en el pueblo de Cumaná, porque en efecto ya Cumaná era un puerto importante
donde estaban los perleros, los señores de Canoa, que explotaban grades
placeres de perlas en las islas de Margarita, Cubagua y en la península de
Araya, que no tenían ningún puerto, ni nada para sostenerse. En Cumaná había
aun pueblo “poblantisimo” como dice el clérigo, además de Puerto de Perlas, un
reino o cacicazgo, rico y trabajador, organizado, constructores de barcos,
productores de yuca y maíz, buenos marineros y pescadores, como dice Las Casas;
y amigo “guatiaos”, lo que significaba mano de obra, mujeres, alimentos; como
decían los españoles La primera casa que se construye en Cubagua data de 1521 y
mucho más tarde en Margarita. Ya Cumaná era historia.
Pedro continúa su
expedición, con los otros dominicos, para fundar otra misión, hasta Chiribiche
ese año de 1515 (biche también quiere decir río). Pedro, en sus cartas lo llama
Chiribiche, en ningún documento del fundador aparece Chiripichi y allí comienza
la confusión de los cronistas), y bautiza la misión con el nombre de Santa Fe
de Chiribiche, que fue su consigna su aspiración, “donde españoles no
fueran”, su filosofía era esa,
fundar misiones con los aborígenes, para adoctrinarlos y expandir la doctrina de Cristo en toda
América; fue su segunda misión, Santa Fe, lejos, a diez leguas de Puerto de
Perlas, donde españoles no fueran. Santa
Fe de Chiribiche, sin perlas ni nada que pudiesen ambicionar, donde reinaba
Maraguey, de la familia de Cawaná, que
los acepta, y donde asienta su segunda misión de predicadores en 1515; y continúa
la evangelización y procede a la construcción de otro monasterio, lo
deja en perfecta paz y vuelve a Santo Domingo desde donde la defiende del acoso
de los esclavistas; y de la vida de ese
monasterio se conservan hasta sus anécdotas de santidad; pero tiene que marcharse por sus compromisos
como Vicario de la Orden Dominica en el Nuevo Mundo, y deja encargado de la
misión a fray Diego de Velasques, como en Cumaná dejó a Luis De Toro y a
Garceto, al frente de su obra; pero no por ser el Vicario de Indias con sede en
esa ciudad, abandonó sus misiones en tierra firme, el mantuvo su patrocinio y
autoridad sobre estos asentamientos hasta su muerte, como puede advertirse en
sus cartas.
José
Mercedes Gómez, Cronista de Cumaná hasta 1994, en su opúsculo “Orígenes de la Ciudad de Cumaná, dice: “Al
Parecer pacíficamente trascurrieron los años. Para el año de 1516 había nueve
frailes, incluyendo al superior Fr. Juan
Garceto y funcionaba por lo menos
una escuela con unos 50 alumnos
indígenas”. Es el embrión de la ciudad
de Cumaná.
Sobre
Pedro de Córdoba tienen puesta la vista en la actualidad muchos historiadores,
investigadores y teólogos. Pueden buscar el
Libro reciente de Fr. Vicente Rubio, que se denomina “Los Primeros
Mártires Dominicos de América”, que lamentablemente confunde las fechas, los
nombres y los sitios, pero por lo demás,
es una magnífica investigación que deja ciertas claves que sirven para aclarar
todas las dudas que se puedan tener de aquellos días iniciales sobre todo del
trabajo de Pedro de Córdoba, en Tierra
Firme.
El
hecho histórico de establecer la fundación de Cumaná en 1515, es muy significativo, de tal suerte que muchos otros pueblos lo
reclaman: Panamá y Veracruz en 1519, y otros pueblos que desaparecieron por
muchos años, y han vuelto a la vida;
por eso, la fundación de
Cumaná, ha sido negada o tergiversada,
en detrimento de nuestra historia, y
muchos cumaneses desprevenidos han caído en el juego contra nuestros intereses;
por eso tenemos el deber de rescatar esos hechos para la historia de nuestro pueblo, utilizando los
mismos argumentos de los que nos despojan. Además la historia de Cumaná de esos
primeros tiempos es muy rica desde todo punto de vista, no solo por el hecho
simple de la fundación del primer pueblo del Imperio Español en América, sino por
la trascendencia histórica y filosófica
de ese hecho. Del trato de los españoles para con los indígenas y la defensa
que hace Pedro de Córdoba, en las cortes, nace toda una filosofía que
defienden: Las Casas, Vitoria, Suarez y decenas de ilustrados filósofos. Nacen
las leyendas negras y doradas y las leyes de indias. Se escriben libros
importantísimos, se discute sobre la dignidad de los indígenas, intervienen los
reyes, obispos y hasta los papas y las universidades. Todo eso lo desencadena
un hombre llamado Pedro de Córdoba, y Cumaná fue su idea y su testamento. Como ejemplo trascribo en mi libro “Los
Fundadores de Cumaná” el catecismo que Pedro de Córdoba escribió para los
indígenas en lengua originaria.
Los
que niegan la antigüedad de Cumaná de antes y después de 1515, se fundamentan en los errores que cometen los
cronistas de Indias sobre el nombre de los ríos de Santa Fe, que Pedro de
Córdoba, su fundador, llama Chiribiche, como aparece en sus cartas transcritas
en mi libro ya mencionado; y el nombre del río Chiribichi, como lo llama
Bartolomé de Las Casas, y el gran historiador
e investigador, Bartolomé Tavera Acosta, que es el nombre propio del río
de Cumaná, “el Cawaná Chiribichií”, o sea “Cawaná”, que quiere decir gran río, y Chiribichií, río de pájaros
“Chiritos”; entonces muchos de los
acontecimientos y la ubicación de los
misioneros dominicos y franciscanos, y el rapto del cacique Alonso, etc., que
sucedieron en Cumaná, como lo narra Las Casas y otros, cronistas, en la desembocadura del gran rio –Cawaná
Chiribichi- tal vez para ridiculizar a
Las Casas, los ubican en santa Fe (1515), que para ellos no tiene ninguna importancia
porque ese asentamiento duró muy poco tiempo; y se fundó dos años después que
la misión de Cumana (1513). Alrededor del rapto hay toda una documentación, un
expediente que contiene la defensa que hizo Pedro de Córdoba y que escribe Las
Casas, eso no puede ocultarse.
Ese
cuento termina cuando ven las pinturas de Castellón, de que Cumaná fue
abandonada, que primero fue Maracapana y
Santa Fe, u otros parajes, son historias fugaces, en tanto en cuanto las
misiones iban fortaleciéndose en Puerto de Perlas luego unida a la Nueva Córdoba,
hasta el punto de convertirse en sede apostólica en 1519, con orden real de
construir cinco iglesias más que podemos apreciar en sus mapas; y la historia
se encarga de justificar. Este pueblo
que está hecho de historia grande y heroica; y los historiadores y cronistas no
tienen otra cosa que hacer que no sea estudiarla y trasmitirla como lo hacen
inevitablemente siempre.
Los
datos que tenemos, de las investigaciones que hemos hecho, podemos afirmar que
las expediciones dominicas señaladas, arribaban a Puerto de Perlas, y al poco
tiempo los misioneros; podían recorrer hasta 8 leguas dentro del territorio de
Alonso -el reino de Cawaná- en santa paz; en ese reino de Cawaná (repito,
quiere decir río grande), donde estaban seguros; esa fue la primera gran empresa de España, y de
las primeras pesquerías de perlas; aquí, a nuestro Puerto de Perlas, llegaban todas las expediciones y los señores
de Canoa, se establecieron aquí; en Cubagua
y Margarita no había ningún puerto, ningún pueblo español, solo los
placeres de Perlas, sus mares llenos de perlas.
Per
Alonso Niño se llevó 49 marcos de perlas para España, desde Puerto de Perlas, y
donde podía quedar ese puerto que no fuera en la desembocadura del río
Chiribichií, y se desató la codicia, de los perleros. Girolano Benzzoni, lo vio y pintó una fase de
la pesca en Cumaná en 1541, de este
puerto se pagaron los primeros derechos de almojarifazgo, a la Corona; de aquí partían hacia los
placeres, y luego venían a tierra firme donde estaban las misiones, las iglesias, y donde tenían sus casas y negocios,
así se formó la Nueva Córdoba y de aquí partían a otros rumbos. Guillermo Morón
nos trae las listas de pasajeros que desembarcaban por ese puerto desde 1538,
pero eso acontecía desde mucho antes porque por ese puerto entraban al
territorio del continente todas las expediciones que venían de santo
Domingo. Montesinos convoca al pueblo
con repiques de campanas de cinco iglesias construidas por orden de Fernando el
Católico, y ya la Nueva Córdoba era sede apostólica desde 1519, y para esa
fecha se estaba construyendo el fuerte de Santa Cruz de La Vista, y si no es
así debe ser que apareció milagrosamente la mole sobre la cual Las Casas y
Castellón construyeron la parte superior, que vulgarmente llaman torre o
torrecita, lo que desmiente la pintura y las ruinas que un existen, y como puede verse en los dibujos, de Jácome
Castellón.
Ricardo Castillo Hidalgo, se ve obligado a
reconocer que entre 1504 y 1506, cuando el Rey permite el rescate de
esclavos, en su obra citada, dice: “Esa
autorización, como es lógico, serviría para impulsar armadas esclavistas hacia
las zonas señaladas, pero, mientras tanto el “rescate” continuaba en Cumaná, y
en general en toda la costa de las
perlas, etc”
Acaso puede negarse que con Juan Garceto y sus franciscos, se establecieron
a un tiro de ballesta tomado desde la orilla de la playa, en el maravilloso delta que formaba el río
Chiribichií, Cumaná o Cawaná, con sus compañeros picardos y de otras
nacionalidades: fray Juan Flamigi (flamenco), fray Ricardo Gani de Manupresa
(inglés), fray Jacobo Hermigi, fray Ramgio de Faulx, fray Jacobo Escoto
(escocés), fray Juan de Guadalajara, y fray Nicolás Desiderio, que continúan el
trabajo iniciado por sus predecesores mártires y sus sustitutos dominicos con Fr. Luis de
Toro, que refundan la escuela para los
niños indígenas, construyen un monasterio, reconstruyen una iglesia que había
sido destruida por los indios, e inician y terminan otra iglesia, todo ello
bien documentado, y puede verse en dibujos y planos de esa época; además
tenemos soportes de los trabajos de reparación que se hacían en ellos.
Desde la fundación de la
misión de 1513 nunca abandonaron los misioneros a Cumaná, y su misión dio
frutos, ya que su puerto creció hasta convertirse en la capital de la provincia
de Paria primero y después de Nueva Andalucía, con el nombre de Nueva Córdoba y
luego Cumaná, y fue sede del primer obispado de América. Ningún otro pueblo de
esa época tiene la documentación que tiene Cumaná.
El Rey Carlos I,
autorizaba a la Casa de Contratación en mayo de 1519 y le decía: “Hemos mandado proveer además de
las dos iglesias y casa de San Francisco
que están en la costa de Cumaná, que es la de tierra firme del
mar-océano, se edifiquen otras cinco iglesias y casas en aquella costa, en que
se celebre el culto divino y que puedan morar cuatro religiosos de dicha orden
y debían proveerse escuelas; iglesias y conventos de todos los materiales y
útiles, necesarios para la enseñanza al
culto y al trabajo agrícola”. Esas cinco iglesias se construyeron y aparecen en
planos de la ciudad desde tiempo inmemorial.
Muchos historiadores y
cronistas niegan hasta la existencia de Nueva Córdoba, destruida por piratas
franceses en 1654, cuyos archivos fueron rescatados por en Fr. Antonio Patricio
de Alcalá, quien los reprodujo en el “Consectario de la Ciudad de Cumaná”. En
este sentido cabe recordar que en la Capitulación con Diego Fernández de Serpa,
quedó asentado que: La capital de este gobierno “Debía ser la ciudad de Nueva
Córdoba”, de ese embrión quedan documentos infinitos, planos, relaciones,
cartas, y pinturas. No hacen falta más
pruebas.
Nosotros tenemos más,
publicadas en mis libros, del poblamiento e historia de Cumana, reunidas en la
“La fundación de Cumaná”, “Cronología de la fundación de Cumaná”, “Historia de
la Iglesia Católica de Cumaná” y “Gobernadores Coloniales de Cumaná” “Cumaná y Coro
“y otros libros con los cuales pretendo completar la historia de mi pueblo
desde su descubrimiento, hasta nuestros días, incluyendo terremotos, guerras, y
mucho de su cultura.
Toda la historia de Cumaná,
cada acontecimiento, cada hecho trascendente; cada viajero que pisó su suelo,
cada pirata que atacó su pueblo, cada ataque indígena, cada hijo notable, cada sacerdote o misionero que se quedó
entre nosotros, o escribió o investigó, toda es su historia.
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