RAMÓN BADARACCO
HUMBERTO GUEVARA, DE PERFIL.
Autor: Tulio Ramón Badaracco Rivero
Que firma Ramón Badaracco
Titulo original: HUMBERTO GUEVARA DE PERFIL
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DATOS BIOGRAFICOS Y OTROS DETALLES.
En realidad, quien descubre y promueve al poeta
Humberto Guevara, es mi padre Marco Tulio Badaracco Bermúdez, que lo busca y lo
lleva a su periódico EL DISCO, donde inicia su formidable actuación, para
promoverlo nuevamente, le llevé al poeta Ramón Ordaz, la Hemeroteca de mi
padre, y después él pudo completar su formidable investigación, que plasmó en
su libro VOCES DE PRIMAVERA.
El poeta Ramón Ordaz,
estudió a este enjundioso poeta y misterioso personaje de la Cumaná de antier,
desarrollado dentro de sus circunstancias, como diría Ortega y Gasset, y como
lo ubica Ramón Ordaz en la introducción de su obra VOCES DE PRIMAVERA, donde
analiza la época de su vivencia, y dice: “.
“La segunda mitad del siglo XIX en Cumaná estuvo
signada por hechos como el haber sido escenario de inesperados desastres
naturales, el sismo de 1853, siniestro que devastó a la población y redujo a
polvo la mayor parte de sus edificaciones; y por acontecimientos como los que
tuvieron lugar al proclamarse la guerra federal –frustrada por la hora fatídica
del terremoto- acaudillada por el sabio
tribuno, columna de honra y gloria del Gran Partido Liberal, doctor Estanislao
Rendón”; hechos que, al iniciarse en serio la Guerra Federal en 1859,
empezaría a borrar la estela de gloria de la Cumaná de entones. La diáspora de
sus mejores talentos fue la consecuencia más inmediata. Los Gutiérrez – el
General Jacinto Gutiérrez Martínez Alemán y su familia, entre ellos el poeta
Jacinto Gutiérrez Coll y el músico Pedro Elías Gutiérrez Hart-
Los Llamozas –el inspirado músico Salvador Llamozas-, los Level de Goda
–Don Andrés Level de Goda y sus Hijos-, los hermanos Arcia, los Sánchez
Pesquera, los Saluzzo, los Beauperthuy, y muchas otras familias emprendieron el
camino de la emigración y la ciudad, desolada, contemplaba su infausta suerte
entre las ruinas y el languidecer del
espíritu que la encumbraba…
“Como
compensación y respuesta al fatum de adversidad, las últimas tres décadas del
siglo concentran en Cumaná un nuevo centro de luz, luz germinal, que se
materializara con el advenimiento de una sólida y castiza generación, la que, entrando
el siglo XX daría pruebas encomiásticas de un
renacimiento cultural. Los nombres siguientes son un índice revelador:
Juan Arcia (1872), José María Milá de la Roca Díaz (1872) Pedro Elías
Aristeguieta Rojas (1888) Juan Miguel Alarcón (1887) Andrés Eloy de La Rosa
(1888), Ramón David León (1888) José Antonio Ramos Sucre (1890) Rosa Alarcón
(1890), Diego Córdova (1892), Humberto Guevara (1892) Juan José Acuña (1888)
Marco Tulio Badaracco (1883), Dionisio López Orihuela (1893), Ramón Suarez
(1894), José Agustín Fernández (1895), Andrés Eloy Blanco (1896). Esta pléyade,
-así titularon Marco Tulio Badaracco y Juan Miguel Alarcón una revista
literaria en 1908, hizo posible el Ave Fénix de la ciudad; benefactores, la
mayoría, de los conocimientos que se impartían en el Colegio nacional de
Cumaná, hoy Liceo Antonio José de Sucre”.
Nota nuestra. - Yo
agregaría a los maestros de esa generación:
Silverio González Varela y Domingo Badaracco Bermúdez.
“Con ellos se reponía la
tradición intelectual, la que ahora se proyectaba con claras ambiciones hacia
la conquista espiritual de un siglo XX incierto, turbulento, con ímpetus
incestuosos en la ficticia demarcación realidad/irrealidad alrededor de las
ascuas de un eterno conflicto.
Coetáneo de esta tradición,
heredero legítimo de su pasado, nace el 10 de junio de 1892 en Cumaná, Humberto
Guevara Coraspe. Su padre, el general José Vitorio Guevara, tuvo activa
participación en la Guerra Federal y su gesta civil y militar la posteridad la
ha celebrado por la hidalguía y pulcritud de hombre público que le
distinguieron. Protagonista de la historia, el General Guevara escribió esbozos
y reflexiones acerca de los hechos contemporáneos a él, los cuales publicaba en
hojas sueltas y periódicas de la época. Vertical en su conducta, desmentirá en
sus apuntes parte de los sucesos que narra en su Historia… Level de Goda.
Nota nuestra: Indudablemente Ramón Ordaz se refiere a
la obra de Luis Level de Goda: Historia Contemporánea de Venezuela –Política y
Militar -1858-1886- que es una historia testimonial a la cual se la han
tributado comentario favorables en todos los tiempos. El General en Jefe
Luis Level de Goda, fue Individuo de
Número de la Academia Nacional de la Historia,
Presidente del Congreso Nacional, Ministro Plenipotenciario en Francia,
Jefe Revolucionario de la Federación de
la cual participó activamente al lado de Zamora y Falcón. Su relato del
asesinato de Zamora y la batalla de Santa Inés son insuperables. Fin de la
nota.
Cuando ocurre su muerte el
9 de diciembre de 1920, días más tarde el Periódico “Prometeo” reseña con
términos elogiosos la vida política y militar del General Guevara:
“Era un narrador ameno y verídico, pero con criterio
independiente, ajeno de prejuicios, con miras analíticas que más lo acercan a
nuestros días que a aquellos otros en que se conceptuaba irrespetuoso poner de
manifiesto los desaciertos militares y políticos de nuestros padres
libertadores”
Este guerrero de
excepción, que desempeñó altos cargos representativos en la administración
pública, conversador ameno, hombre cordial que estimulaba, asimismo, a los
jóvenes escritores de entonces, no nos cabe la menor duda de que puso extremos
cuidados y atenciones en la formación y educación de sus hijos Arturo y
Humberto son la evidencia de lo que afirmamos
El Dr., Arturo Guevara publicó un voluminoso estudio siquiátrico social
sobre don Simón Rodríguez titulado Espejo de Justicia y dejo inédito un estudio psico-patológico
sobre El Libertador.
Nota nuestra: Viene muy a cuento, lo que contaba mi
padre Marco Tulio Badaracco Bermúdez, del matrimonio de general Guevara: decía
mi padre que el General conoció a la señora Coraspe en los cañamelares de
Cumanacoa, silvestre y bella cual sus espigas doradas por el sol; y cual pasó
en la obra “Pigmalión” de George Bernard Shaw, que la tomó de Publio
Ovidio (43 a.m.), pero con un final más feliz; se
dedicó a enseñarla hasta convertirla en
una verdadera protagonista de la sociedad cumanesa, donde solía dar conciertos
de piano, sobre todo interpretando del repertorio
infinito de Mozart, el preferido de aquella época de oro de la cultura
de nuestro pueblo. Por supuesto que el General tiene también
mucho que ver con la educación exquisita de sus hijos Humberto y Arturo. El primero, superior poeta, único en su
estilo. El segundo, impecable médico, individuo de Número de la Academia
Nacional de la Lengua, su discurso de incorporación es un modelo ineludible,
para el estudio de nuestra lengua; y su obra sobre Simón Rodríguez, es fuente
permanente para una mejor comprensión del gran maestro del Libertador. Fin de la glosa.
“Compartió Humberto con quienes forjaron la última
gloria intelectual de Cumaná. Sobresalir
ente las figuras estelares de las primeras décadas del siglo merece la
distinción: iniciaba su periplo la leyenda de Azul de Manicuare. Andrés Eloy
Transitaba laureado por el Olimpo español. Ramos Sucre publicaba sus “rarezas”
poéticas en Ritmo e Ideas, Pléyades, El Universal, Élite, Billiken, las que
alcanzarían renombre y aceptación definitiva en nuestros días. Pedro Elías
Aristeguieta después de su “Tromba” y algunos corridos, trocaría la pluma por
las armas, Juan José Acuña, cumplido su noviciado periodístico en El Iris, que
auspiciaba la Sociedad de la Santa Cruz de la Unión, invitaría a los
intelectuales de Cumaná a su Renacimiento. Su coetáneo y parigual en la empresa
periodística, Marco Tulio Badaracco, es digno de mejor reconocimiento. Para el
gremio de periodistas locales no existe, y nos lo explicamos porque la
ignorancia en Tales –no de Mileto- es supina. Las escusas, como siempre, para
esa excepción que no supera los dígitos de la cuenta regresiva. Pléyades, El
Disco, Sucre,
Ramón Ordaz continúa: “Fuego de Blanca Luz, primer intento antológico de
la poesía sucrense se lo debemos a él.
Nota nuestra:
Así es, pero también debo decir que mi padre fue toda su vida el periodista de
Cumaná, se inició en 1898, a los 15
años, en el semanario de oposición “El Látigo”,
con los estudiantes: Pedro Arcia,
Fortunato
Serra Rodríguez, Pedro Guerra, Pedro Golindano y Manuel de Jesús Álvarez. Este
periódico se editaba en una imprenta que tenían oculta en la cisterna del
castillo de San Antonio, que en aquella época estaba abandonado y en ruinas. En
1902 se une con el poeta Rafael Bautista Bruzual López, y editan “El Porvenir”;
en 1903, como el mismo, fue fundador y redactor de “Broches de Flores” donde se
dieron cita los intelectuales cumaneses para competir con “El Cojo Ilustrado”;
en 1907, fundó la revista “Pléyades” con el poeta Juan Miguel Alarcón; en 1909,
se une con Joaquín Silva Díaz y el poeta Andrés Eloy de la Rosa, y editan “La
Voz de Sucre”, y “Triquitraque”; en este
mismo año edita “El Heraldo Oriental” con Ramón David León y el Dr. Domingo
Badaracco; en 1911, con José Antonio Moreno Cova, edita la revista “Ritmo e
Ideas”; en 1921, con José Vicente Rodríguez Valdivieso, edita el bisemanario
“El Disco” (el periódico más
importante de Cumaná, que abre sus páginas
a la publicidad comercial), y en 1924, con el mismo socio edita “El
Sucre”, periódico moderno que produjo buenos dividendos y se mantuvo hasta
después de 1937, y fue acogido con simpatía
en casi todo el oriente venezolano. En todos estos periódicos brilló el
genio de Humberto Guevara, que siempre estuvo al lado de mi padre. Los dos
hicieron entrevistas geniales, que publicaré por separado. Fin de la Nota.
“En 1920 muere el lírico mayor de la poesía cumanesa del siglo XIX
Miguel Sánchez Pesquera, y nueva savia emerge del relevo. Un maestro, un guía
de generaciones, el Dr. Domingo Badaracco Bermúdez, registra, pulsa la estética
de su tiempo. Palabras suyas despidieron en el cementerio de Cumaná al
solitario de la Torre de Timón. Juan Freites escribe su sonado soneto a Lucia. Joaquín Silva Díaz triunfa en
Europa por su ejecución al piano y sus composiciones musicales. Alguien lo
compara con Albéniz. Olvidados quedaban sus exvotos líricos, un tibio asomo por
el soneto. José Agustín, su hermano daba a conocer con más empeño en Billiken,
Cultura y Progreso, otras publicaciones, sus poemas. El poeta Ramón Suárez,
bohemio, descuidado, imprecante mestizo, con la casta conciencia del olvido,
cantó los arpegios del piano de Teresa, cual incipiente Espronceda.
Juan Miguel Alarcón, festejado por Jacinto Fombona Pachano y Marco Tulio
Badaracco, permanece fiel, imperturbable en el castillo dieciochesco de donde
recicló su poesía. Juan Arcia, bíblico y profano, recrea a su manera el libro
de los libros y ensaya una experiencia minimalista con el soneto. Un
alto representante de las letras nacionales, Manuel Díaz Rodríguez,
llega a ocupar la Presidencia del Estado. Un hermano de Ángel Miguel Queremel,
escritor también, Pedro Miguel Queremel, desempeñará la Secretaría General de
Gobierno. Un sismo y la invasión de El Falque tiñen trágicamente la década del
20. Algo reverbera en la oscuridad. Un nauta aventado desde Caracas por la
revuelta estudiantil de 1928, regresa a su tierra natal. El escritor José
Salazar Domínguez arribará con su navío y con nuevos bríos para la ruptura
literaria. Abordaron esta navegación Domingo Antón y Mario Gómez, poetas
menores. Aquiles Certad, Diego Córdova
y Andrés Eloy de La Rosa emprendían el camino del exilio interior y exterior.
Certad viviría una experiencia con los cófrades de viernes. La editorial Losada de Buenos Aires publicará sus TERRITORIOS
DEL SUEÑO. Córdova en la orilla opuesta al Gomesismo junto con Andrés Eloy
Blanco, sin soslayar su entorno provinciano y nacional, hará labor de patria en
el extranjero. Uruguay lo vinculará a la poesía de Juana de Ibarboroug .México
coronará su gesta diplomática. José Agustín Fernández, epígono de un modernismo
tardío, deshojará el árbol de la poesía con inocultable pasión por la que llamó
Ciudad Luminosa Un sacerdote ejemplar de origen catalán, vendrá a Cumaná tras
las huellas catequísticas de Monseñor Sixto Sosa: José María Pibernat, clérigo que
dejaría una huella inolvidable, una enseñanza y una obra que no pocos
encontronazos tuvo con el Satán del poeta Guevara. De lo citado, no podemos
soslayar que algunos poetas cayeron en el pecado venial del servilismo al
régimen de turno, circunstancia lamentable, nos pesa decirlo, a la que no
escapó la industria de Humberto Guevara. Decir que Humberto Guevara derrochó su
talento en Cumaná y que, tal vez, pagó el precio del “quedado”, es muy probable
que dé lugar a vaguedades o necedades.
Afincarse en su tierra, hilar historias con el color local, remontar y
transcribir la trama del pasado inmediato, tejer el poema al ritmo de las
circunstancias jocosas del diario acontecer, amar lo cotidiano como amar a una
mujer llamada Olimpia, musa de la rosa, espejismo de lo eterno y de lo efímero
son muestras más que suficientes para excusar altibajos, siempre que detrás no
haya página arrancable que haga peso e incline la balanza hacia lo indeseable.
Humberto apenas alcanzó el bachillerato, lo que fue suficiente para su
formación intelectual y su conocimiento posterior de los clásicos de la
literatura. Quienes compartieron con él destacan su refinamiento: “Como la
mayoría de los poetas –Señala Julio Zerpa- fue un desposeído; pero sabía ser
rico con sus pequeños estipendios. Su mesa era de gourmet. Sabía hablar y comer
en francés. En su casa todo habla de buen gusto” (4). Un cronista de la época al reseñar su muerte
daba muestras de su cercanía y admiración: “Solía a veces tocar el piano, pues
le gustaba la música y su maestro predilecto fue Mozart” (5). Si incurrió en
una que otra cursilería –que poeta no ha flaqueado ante ella diría el venerado
Rubén – es debilidad excusable. El hecho de nombrar a Marcos Pérez Jiménez en
un poema que admiramos, la “Salutación “al celebérrimo Simón Rodríguez, no
consigue nuestro acuerdo, pero entendemos esa fidelidad del poeta a la fecha
patriótica cuando Pérez Jiménez repatrió los restos de Samuel Robinson , con
motivo del centenario de su deceso en Amotape. Este gesto llenaba de
orgullo a quienes jamás proscribieron su
enseñanza. Recordemos también que Arturo, su hermano, había escrito un
enjundioso libro sobre Simón Rodríguez, lo que dice cuanto era el respeto y
admiración que se le guardaba al maestro en la familia Guevara-Coraspe. Es
bueno precisar, además, que en 1954
ocurre la muerte inesperada de Humberto, año en que se aprecia una mayor
producción y publicación de su obra en periódicos, revistas y hojas sueltas que
editaba en la Editorial Renacimiento. Para entonces desempeñaba el humilde
cargo de Inspector del Trabajo en los estados Sucre y Nueva Esparta. Sus
Contemporáneos hablaban de la incógnita,
Pero en los sabios lectores estaba presente la figura imponente,
enigmática y tórrida de Humberto, esa singular especie de hombre que en una
Cumaná todavía recoleta paseaba de un extremo a otro la flor del verso en el
ojal. Al ritmo de su paso de gigante exhalaba el perfume del poema con un
conservadurismo y un apego a las formas clásicas, sin caer en obsolescencia o
anacronismo en los temas que trataba. La incógnita que rodeaba su figura estaba
signada por el hecho de que muy excepcionalmente publicó con la rúbrica que lo
identificaba como ciudadano del orbe. Por el contrario, popularizó los
seudónimos Héctor Galán, El Barón de Escarpia, y Satán, sin que en ningún caso
podamos hablar de heteronimia, entendida ésta por la modernidad como la
creación de personalidades poéticas, en virtud de la multiplicidad síquica, o
mejor, de la división del sujeto que caracteriza al hombre contemporáneo, Si
bien conservó el nombre de Héctor Galán para los temas netamente líricos, para
la anécdota amorosa; el Barón de Escarpia
-personaje de la Tosca, de Vitoriano Sardou, pieza teatral representada
con éxito por una compañía española a comienzos
de siglo en Cumaná- clava el aguijón en la estampa histórica y la tradición; mientras que Satán hilvana un
discurso humorístico, cáustico, después de explorar con sutileza en las
costumbres y hechos anecdóticos del acontecer de su época; para ello, tal como
precisa José Agustín Fernández:
Pulsa el estro con orgullo, ardor
y entusiasmo, lo mismo en la estrofa lírica, épica, romántica y descriptiva,
que en el verso caballeresco, galante, digno de aristocráticos salones, en el
festivo, satírico y humorístico o en la copla cordial, oportuna y picaresca.
Como forma clásica,
Humberto Guevara privilegió el soneto bajo la patente del hidalgo nombre de Héctor
Galán, y las estrofas largas de libre extensión, para los poemas que firmaba El
Barón de Escarpia y Satán. Con inteligencia recurrió muchas veces a la parodia,
a la ironía, a la sátira; en fin, a un acendrado humorismo y al canto épico que
conseguimos, incluso, en Héctor Galán. Valiéndose de una versatilidad que pone
en juego con el verso, acompañado de un decoroso y prístino castellano,
Humberto Guevara narra, echa cuentos, plasma la crónica lírica de un tiempo
nostálgico y nos entrega una obra excelsa y digna al lado de quienes fueron sus
contemporáneos.
A propósito de lo que
calificaríamos como su oficio mayor, la veta humorística que lo distingue del
resto de sus contemporáneos, tendríamos que señalar algunos aspectos
fundamentales para la mejor comprensión de su obra. En las palabras que le
dedica en su última morada, el poeta Julio Zerpa destaca que se le tenía por
retraído e insensible, y añade: “… la ojeriza que le tienen algunos porque
ignoran que hay afabilidad y ternura bajo los fuertes rasgos de su rostro y
bajo su piel de nuez seca, tostada por el sol del trópico” (7). Convenimos en
esto, como salimos en defensa de otros testimonios que lo muestran afable,
cordial, mordaz. Esa dualidad es comprensible y justa en un poeta de su
estirpe. Caracterización que cuadra con la que estimaba una verdad como un
templo Francisco Pimentel, cuando citaba en su “Manual del perfecto humorista”
la frase de Frank Brown: “Una producción humorística es tanto mejor cuando más
se acerca a la seriedad”. A Humberto le cupo compartir la época de oro del
humorismo venezolano. No cabe desestimar que Humberto, como Aquiles Nazoa (Lancero),
rindiera tributo de admiración al Jobo Pimentel y siguiera al pie de la letra
los conceptos que sobre el humorismo ofreciera en su “Manual…”, los que, por su
extensión, no nos privaremos de citar para conocimiento de los lectores.
Humberto en la anécdota.
Cumaná es una ciudad de hermosos ritos. Unos han sido
olvidados, otros existen y otros se van creando con el devenir. Uno de estos
ritos extinguidos, lo constituía la ronda en la Plaza Bolívar. Todas las
tardes, y especialmente los domingos, durante la retreta, los caballeros y las
damas iban a dar vueltas a la Plaza Bolívar. En un hermoso ritual, las damas
daban vuelas a la izquierda y los caballeros a la derecha. Allí se producía,
bajo la intensidad de las miradas, la discreción de los gestos, la velocidad de
los pasos, toda la trama de la amistad y
el amor. La Plaza Bolívar era el lugar de cita de los conocidos y enamorados.
Se lucían entonces, las mejores galas, se escuchaban los más dulces y audaces
piropos; se observaba el candor de las niñas, la coquetería de la mujer, la
galantería del caballero; el
rubor y la sonrisa conquistadora, la señal invisible para la cita; el
beso disimulado pero apasionado, el beso imposible del enamorado desconocido o
burlado; el adiós del que no tiene esperanza y la alegría del triunfador. Nuestra Plaza Bolívar era algo más que un santuario patriota, era el corazón abierto de la
ciudad.
Durante el día servía de
tribuna para la charla filosófica, para el encuentro de los intelectuales, para
las transacciones mercantiles, para la
discusión política y tantas otras cosas importantes en la vida de nuestro pueblo. Precisamente en
este marco viene el recuerdo del poeta Humberto Guevara. Este extraordinario
cumanés, escritor de fina ironía, que firmaba con famosos seudónimos, como “Barón
de Escarpia, Satán, Héctor Galán”, tema siempre de acaloradas discusiones, escribió páginas hermosas de elevado numen en
el periodismo de nuestra ciudad, por lo cual saboreó el almíbar y los laureles de la gloria.
Este
intelectual de vasta cultura, agudo ingenio, de pluma penetrante como estilete, de repentismos oportunos, de métrica
intachable, se encontró, cierto día, con
sus amigos Marcel Patrolín, francés que adoptó nuestra nacionalidad e
idiosincrasia, Humberto Dáscoli, malogrado hermano del ilustre senador cumanés
Dr. Carlos Dáscoli; don Arturo Torres, don Luis Salvador Bruzual y don
Francisco Pérez, que charlaban con el
Dr. Pierre Bougrat, famoso escapista de la colonia penitenciaria francesa, el
temible penal de “Cayena”. Bougrat venía
precedido de fama mundial, era un sabio médico, cuyo caso ha sido comparado con el del Capitán Dreyfus.
Cumaná lo acogió con simpatía y casó en Margarita con una cumanesa de nuestra
parentela.
Humberto se
acercó a los contertulios; fue recibido alegremente, y después de los saludos
de rigor, lo presentaron con el eminente galeno. Como era costumbre continuaron la misma
conversación que mantenían; Humberto, informado debidamente, se integró al grupo.
Hablaban de París. Del París de Bougrat, que muy bien conocían Marcel Patrolín
y Humberto Dáscoli. El poeta los escuchaba embelesado, y de repente comenzó a
hablar de París en perfecto francés. De la antigua Lutecia, de su historia, de
los poetas, pintores, políticos; de las callejas: Montparnasse, el barrio
latino, Montmartre, los Campos Elíseos, el Gran Boulevard, los bosques de
Bolonia, El Sena, La Isla de San Luis,
el Louvre, los ventorrillos del
Sagrado Corazón, el Lido, el Molino Rojo; también habló de Víctor Hugo, Dumas,
Zolá, Balzac, Baudelaire, Valery, Ezrra Paund, Monet, Renoir, Cezanne,
Dominique Ingres, Francois Boucher, Delacroix, Corot, etc. y decía: “En la
calle del Pavo Real, había un café con
una trastienda a la cual no se permitía el paso sino a los personajes
más importantes de la Revolución, y cuando la Revolución estaba amenazada por
todas partes, se produjo una reunión entre Dantón, Robespierre, y Marat. Al
parecer alguien escuchó tras la puerta, parte de la acalorada discusión.
Robespierre decía que los enemigos de la
Revolución se encontraban dentro de
Francia, y argumentaba, elocuentemente, con nombres y señales; Dantón,
aprovechó un paréntesis para
recriminarlo y argumentar, que los
enemigos de la Revolución estaban en el
exterior, que en ese instante se organizaban una coalición contra Francia,
apadrinada por Inglaterra y Prusia. Y, entonces Marat, se levantó colérico, y
dijo: Los enemigos de la Revolución se
encuentran en los cafés de Paris. En el café Choiseul, se reúnen los jacobinos;
en el café Pantín se reúnen los realistas, en el Rende Vouz, se complota contra
la Guardia; en el Teatro se defiende a Voltaire y en la Rotonda están contra
todos. Allí sé está minando la Revolución.
Horas después se despidió
Humberto Guevara, se alejó con su paso imperial, su flor roja en el ojal, su
sombrero diplomático, y su inigualable
sonrisa.
Entonces, Bougrat se dirigió a
Marcel, y le preguntó:
¿Cuánto tiempo vivió ese señor en Paris?
Nunca –fue la lacónica respuesta.
Ese hombre conoce a Paris mejor que yo- observó Bougrat.
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