RAMÓN
BADARACCO
CRUZ MARÍA SALMERÓN ACOSTA. EL POETA DEL DOLOR
CUMANA 2001
Autor Tulio Ramón
Badaracco Rivero
Que firma Ramón
Badaracco
Copyright Ramón Badaracco- 2013
Primera edición 1997
1500 ejemplares
Hecho el depósito de ley
Derechos reservados.
Diseño de la cubierta R. B.
Ilustración de la cubierta R. B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná
tlf. 0416-811-4374
INTROITO
Cruz María, el poeta mártir,
que nace en el pueblecito de pescadores de Manicure, el 10 de enero de 1891,
según el cronista Carlos Isaba, que busco afanosamente la partida de nacimiento
del poeta, con la cual se corrigen los errores que han venido repitiendo sus biógrafos,
y se prueba que nació en esa fecha en la península de Araya, del Estado Sucre;
y murió, a los 37 años, el
30 de julio de 1929, en su mismo pueblo, donde sufrió el terrible mal que acabo
con su vida.
Todo el pueblo venezolano ama a Cruz María, sus poemas son declamados y
cantados con devoción, por nuestro pueblo. Sus versos se convirtieron en
canciones anónimas y repiten como un eco doloroso. Su tragedia, su vida, sigue siendo un dolor
anclado en el corazón de todos los que lo conocieron; y los que se acercan a su
canto.
Compañero y camarada de todos los días, del también formidable poeta
José Antonio Ramos Sucre; fue ídolo de la generación de oro de Cumaná, alumno
destacado del maestro Silverio González Varela y sobre todo en castellano y
literatura, de Domingo Badaracco Bermúdez.
Fue el poeta de un pueblo que
lo amo con ternura. Cruz María el hijo
de los pescadores de Manicuare, don Antonio Salmerón y doña Ana Rosa Acosta, un
espíritu superior que vivirá por siempre
en su poesía.
Su
poesía es un canto de amor a su Cordera, Conchita Bruzual; podemos a [preciarlo
en su soneto “Azul” que es perfecto, y está considerada una joya del idioma
castellano.
Azul de aquella cumbre tan lejana
Hacia la cual mi pensamiento vuela
Bajo la paz azul de la mañana
color que tantas cosas me revela
Azul que del azul del cielo emana
Y azul de este gran mar que me consuela
Siempre que miro en él la visión vana
De la ilusión del ala de una vela.
Azul de los paisajes abrileños
Triste azul de mis líricos ensueños
Que me cura pesares y hastíos
Solo me angustias cuando sufro antojos
De besar el azul de aquellos ojos
Que nunca más contemplaran los míos
Por eso Dionisio López Orihuela dice, que fue
un enamorado de la forma, influenciado por Darío, quiso desde el primer momento
escribir versos perfectos. En su época brillaban en Cumaná los poetas. La
poesía reinaba en los corazones de aquella juventud de la cual podemos
mencionar a José Antonio Ramos Sucre, Andrés Eloy Blanco, Rondón Sotillo,
Humberto Guevara, Tin Fernández, Andrés Eloy de La Rosa, José Fernando Núñez,
Juan Miguel Alarcón Domingo y Marco Tulio Badaracco, Rafael Bruzual López,
Pedro Elías Aristeguieta, José María Milá, Pedro de La Cruz Milá González, José
Santana Bruzual, Diego Córdova, Joaquín y Agustín Silva Díaz, Silverio González
Varela:
Su poesía, su
inspiración es auténticamente cumanesa, sin embargo López Orihuela, dice: Cruz
María en ese corto periodo de su
vida seguirá la
corriente modernista. Por lo pronto, Darío es su maestro. Luego se apasiona por
Martí, cuyos discursos y pequeños poemas recitará de memoria. Martí será para
él, después de Bolívar, el más grande ciudadano de América. Leerá con deleite a
Valle Inclán. Sentirá admiración por los grandes estilistas: Rodó, Díaz
Rodríguez, D’Annunzio. Admira a Alfredo
Arvelo Larriva a quién le dedica un poema. Pero ya he dicho que esto no tiene
importancia. Repito que Salmerón Acosta está más allá de la Estética.
Intentemos encontrarlo y veremos que solo el intento descubre la verdad de
nuestro aserto.
Él dice:
Entre tus ojos de esmeraldas vivas
Te miro el alma, de ilusiones llena,
Como entre dos cisternas pensativas
Se ve del cielo la extensión serena.
El colibrí de tu mirada riela
Sobre el agua enturbiada de mis ojos,
Y de tus célicas mejillas vuela
Un crepúsculo rosa de sonrojos.
Hilo por hilo la ilusión devana
Y urde sueños en fina filigrana
La araña de mi vaga fantasía,
Porque cuando me miras y te miro
Sale volando tu alma en un suspiro
Y embriagada de amor cae en la mía.
La vida de Cruz María no fue siempre la vía
dolorosa, él fue bohemio y artista, en el más amplio sentido de la palabra. Fue
un joven gallardo, valiente y arriesgado, pero sereno y noble.
Dice Dionisio López Orihuela al recordar a su
amigo:
“Y, además, artista: mesurado y musical el
decir; fino el andar y el gesto. En sus labios, por la emoción y el acento de
su voz, se transformaban las palabras. Todas parecían melodiosas y bellas,
llenas de un significado extraño, nuevo. Las escogía, además: las combinaba
maravillosamente, con sobrado deleite. Añádase una hermosura varonil, una
arrogancia sin afectación que inspiraba respeto y también adhesión y cariño”.
Es fácil observar estas singularidades en este
soneto:
ROSAS Y LAURELES.
Yo era muy feliz con mi vehemente anhelo
De ceñir un laurel, en mis quereres,
Y me sentó poeta viendo al cielo
Tornarse triste en los atardeceres.
Un día sufrí un vago desconsuelo,
Y busqué la alegría en los placeres;
Más no lograron disipar mi duelo
Ni el vino, ni el azar, ni las mujeres.
Hoy, hasta la esperanza la he perdido;
Suspiro más por amoroso nido,
Que, por la gloria vana y el renombre,
Pues muy bien sé que de las penas crueles
Alivian más el corazón del hombre
Las rosas de amor, que los laureles.
LA MJUERTE DEL POETA
Murió, a los 37 años en Manicuare, el 30 de
julio de 1929 Veamos como su amigo de
la infancia, Pepe Alemán, ve la muerte del poeta.
“¡Bendita seas muerte que has abierto tus brazos para estrechar en ellas
a Cruz Salmerón Acosta! Tardaste demasiado; para aquel hombre de maldito
destino, hasta tú fuiste cruel, obligándole a una antesala de largos lustros…
¡Cruz! Dura cruz fue su vida. Lo evoco apenas
adolecente, mi camarada de la infancia. Amplio espíritu y gran corazón. Desde
mozo pudo traducir en rimas puras sus emociones optimistas; todo supo
sonreírle, todo, hasta el amor. En los ojos azules de la novia. Salmerón Acosta
tenía aprisionada toda la pureza límpida del cielo cumanés que nos vio nacer.
Cuando emigramos de la provincia Caracas fue
acogedora para ambos. El seguía su camino en firmeza de ambición. Luego en un
amanecer trágico vio su carne señalada por la lepra maldita. Volvió al pueblo.
Celebró, estoico, su propio enterramiento a plena juventud.
Aislado en un rincón de aquella tierra
oriental. Salmerón Aosta vio en largos años como, cadenado al potro de su
tormento, su juventud fue transfigurándose en un guiñapo miserable. En sus
últimos días según me han dicho, ya lo horridos muñones se negaban a sostenerle
el lápiz para llevar al papel el alma
alada de sus poesías. ¡A tales
extremos se le negó la vida!
Por una lógica asociación de recuerdo, cuando
yo lo evocaba venía también a mi memoria otro amigo entrañable, maldecido por
el mismo mal, poeta también y de la misma tierra: José María Milá de
La Roca Díaz. Nunca visité a Cruz en su refugio
pero evocando al otro camarada me parecía verle a él también asomado a la vida
exterior por el boquete sórdido de una claraboya…
Salmerón Acosta tuvo dos testigos permanentes
de su dolor: ¡mar y cielo! Las dos inmensidades engañosas pero fraternas,
enmarcando su espíritu.
“En este panorama que
diseño
Para tormento de mis horas malas;
El cielo dice de ilusión y galas
El mar discurre de esperanza y sueños.
Tormento de las horas malas, pero también única
ficción de las horas buenas. ¡Salmerón
Acosta lo perdió todo, todo! Cada desgarramiento de su carne fue otro desgarramiento de su alma. Y ahora
ante la noticia de lo que no es su muerte -porque muerto estaba desde hace muchos
años- sino de su liberación, quisiera hoy comprender a que extremos de heroísmo
es capaz de llegar el alma humana: ¿amo pudo ser que Salmerón Acosta ante el
dolor de vivir muerto pudo liberarse de pensar en el suicidio? ¿Qué formidable
fuerza moral tuvo su esperanza?
“Mi ilusión esta sobre un abismo
Y cerca de otro abismo mi esperanza”
¡Generoso optimismo dentro de su propia raíz
amarga! Estar cerda de un abismo no es caer en él ¡Esperanza! ¿De qué? Conoció
su enfermedad en todo su horror; huyó de la ciencia; día tras día fue
espectador impasible de su propia ruina. Acuño en su espíritu un sentimiento de
lucida conformidad:
Mientras se va mi juventud querida
En el duro aislamiento de mi vida
Mi pobre alma que la suerte azota
Va destilado en lágrimas su pena
¡Pero, ay! ese dolor que mi alma llena
Es como un manantial que no se agota.
Su sostén fue un recuerdo. En el tope de su
cruz hizo un nido; hasta este nido desendió
en vuelo espiritual la paloma eucarística de su único amor; la añoranza
de la novia puso eternamente en el tope de su cruz, un trémulo batir de alas,
de alas extendidas como una bendición sobre el escombro de su juventud.
Solo el milagro del amor podía explicarnos su
conformidad; solo el recuerdo de una mujer pudo alejar de sus labios la
maldición y hasta la blasfemia. En su larga noche vio siempre encendida la
lucecita evocadora de aquel cariño; el cielo y el mar sus únicos panoramas le
mantuvieron viva en las desoladas pupilas, la visión acariciadora de unos ojos
azules y mansos, visión que encerró en este poema cuyos catorce versos son
también catorce lágrimas.
¡Pocos
muertos han merecido como tú la paz Salmerón Acosta! Posiblemente te han escondido bajo
tierra como tú mismo te sepultaste sobre
ella: oyendo la eterna canción del mar. Y el mar sabrá devolverte todas las
estrofas que echaste a volar sobre sus ondas”.
Todo el pueblo venezolano ama a Cruz María. Su
dolor sigue siendo un dolor anclado en el corazón de todos los que lo
conocieron y los que se acercan a su poesía. Compañero de estudios de Ramos
Sucre, alumno del maestro Silverito González Varela, compañero y amigo de su
pueblo que lo amo con ternura. El hijo de pescadores de Manicuare, don Antonio
Salmerón y doña Ana Rosa Acosta, sigue vivo en espíritu en su casa de Manicuare
donde su poesía ocupa su eternidad.
Arturo Luis Torres Rivero, le dedicó muchos
años a recopilar los versos de Cruz María, la familia de su Cordera, los
Bruzual, colaboraron con él, sino
hubiese sido así, no se logra nunca reunir sus poemas. Arturo se los dio a
Dionisio López Orihuela, su amigo, que dice de él:
“En él se realiza el tipo humano de
excepcional pureza y fuerza y además genuinamente nuestro. El posee física y
espiritualmente, en alto grado y en forma armoniosa, las virtudes que van a
hacer posible en los últimos años de su vida,
aquella gloriosa transfiguración que hizo de él no un mártir, sino un héroe y un santo: valor
personal, sereno y noble, como condición primaria indispensable; orgullo e hidalguía, unidos
dentro de un sentimiento de humanidad casi mítico, de fraternal alianza;
concepto de la dignidad exaltada de ideal caballeresco; amor al bien y a la
justicia; rebeldía entre todo lo que represente la falsedad y bajeza.
Cruz María estudia primaria en Manicuare y en
Toporo, un barrio de Cumaná en su tiempo. Graduado de bachiller en el Colegio Federal de Cumaná, en 1910. Funda,
con Ramos Sucre, la revista literaria Broche de Oro. Viaja a Caracas a
estudiar Derecho, pero apenas por dos años, a causa del cierre de la
Universidad en 1912. Escribe sus primeros versos en 1911. Repentinamente, su
vida da un vuelco, al contraer la lepra probablemente en la cárcel de Cumaná.
Milita en la Asociación General de Estudiantes, y en 1913 regresa a Cumaná.
Escoge a Manicuare como su lugar de aislamiento, y allí transcurre el resto de
su vida, en medio de la soledad. En 1952 se publica la primera recopilación de
sus versos, ¨Fuente de amargura¨. Como dije, el Dr.
Arturo Luis Torres Rivero y Dionisio López Orihuela, se unen en esta
tarea. Toda su producción está teñida del dolor que sufrió, de la impotencia y
la soledad que lo sepultó en vida. “Azul” es su poema más recordado, uno de los
sonetos más perfectos de la lengua castellana;
pero muy acertados son también “Piedad”, “Cielo y mar”, y “La Nueva
Andalucía”.
El sentimiento de Cumaná por Cruz María, lo
vamos a expresar en una página conmovedora, la entrevista que le hizo el poeta
Acisclo Gómez, cuatro años antes de su muerte, que fue publicada en el
bisemanario SUCRE el 16 de diciembre de 1925, Que titula: “SALMERÓN ACOSTA”
“Leía con voluptuosa impaciencia y nerviosa
fruición intelectual aquellas partículas de emoción y sentimentalidad de “EL
CANCIONERO” donde Heine el maravilloso teutón vierte, como en sonoros moldes,
todo el encanto artístico de su genio, la dulzura de su alma enferma y el
rutilante oro de su estética tan discutida y tan envidiada en el alba del
decadentismo, cuando una evocación afín me asaltó de súbito, y de aquella
exquisita función de belleza en que mi alma parecía suspensa como sobre la corola abierta el perfume, hubo cual una
misteriosa trasmisión a cuya acción mi pensamiento fundió dos concepciones; y
mis ojos se volvieron hacia la playa lejana, donde otro poeta, dulce y mártir,
como su obra y su vida, el héroe de un insondable dolor, cultiva sus rosales y enreda en encantadoras melodías el tesoro
musical de su alma –toda poesía y luz- para suprema delectación de los que
tenemos la dicha de leerlo y comprenderlo.
Es Salmerón Acosta, el poeta enfermo que ha
hecho de todos sus dolores el más excelso florilegio de lirismo en una perenne,
religiosa elevación hacia lo ideal. Lo conocí en una mañana azul –como debía
serlo para tal hallazgo- en que atado a un amor peregrino llegue a su noble
retiro buscando paz a mi inquietud. Me mostró sus dolores y me
enseñó
como, sobre cada uno de ellos había hecho brotar, a manera de milagroso bálsamo
una rosa. Hablome largo de su vida solitaria y conforme: conforme con el
destino, conforme con Dios, conforme con la pena. Fraternizamos un poco y me
comunicó luego sus sensaciones.
El poeta está dotado de una gran voluntad
artística que mueve todo su ser a una excelsa consagración. Sus desmayos
vitales han sido tocados con un apasionado estímulo en extraordinarias energías
emotivas. Cincela florentinamente el albo marfil de sus quimeras y practica con
virtuosa desesperación la gloriosa doctrina de triunfar. Cuando ahondo en su
conciencia quedo maravillado de tanto valor. Este es el verdadero poeta –me
dije- Martirizado, se aventura a dar alientos a quienes le sobra, y casi
alejado de la vida por una funesta elección de la suerte, aconseja vivir, con
una fuerza optimista de filósofo franciscano. Laudable templanza de su
espíritu.
Esto es Salmerón Acosta. Su personalidad
estudiada, cuando esto tenga lugar, llegará a la posteridad un glorioso
dechado. En cuanto al poeta, sus versos han proclamado ya, bien sonoramente,
que posee el instinto del Genio, la gracia ática y la diestra pulcritud del
Artista”.
120 ANIVERSARIO DEL
NACIMIENTO DEL POETA
Aún no se ha escrito todo sobre el poeta de Azul. Apenas
tenemos cuatro líneas de su vida. Cuatro líneas que son verdades a medias, que
se derrumban a medida que avanzamos en las investigaciones. Son 120 años de su
nacimiento, que ayer celebramos (2-01- 1891-
2011)
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