RAMÓN BADARACCO
LOS FUNDADORES DE CUMANÁ.
TOMO II
LOS PRIMEROS
GOBERNADORES DE LA PROVINCIA DE NUEVA
ANDALUCIA. DESDE 1569.
Debo advertir que este gobernador no se estableció
cerca de las misiones dominicas y franciscanas en la desembocadura del río
Chiribichií, la última luega, donde en realidad se desarrollaba la ciudad.
Diego
Fernández (o Hernandes, según testimonio de Pedro Gómez de Rojas) de
Serpa. Capituló Con Felipe II el 15 de
mayo de 1568, el gobierno de la Capitanía General de Nueva Andalucía desde Paria
hasta el Unare. Nació Serpa en la
Villa de Palos.
Tavera
Acosta resume su vida así: “Era natural de la Villa de Palos y había estado ya varias veces en
tierra firme. Llego de España con su mujer e hijos en 1524 y se estableció en
Cubagua (Nueva Cádiz), En 1530 acompañó a Diego de Ordaz en la expedición de
éste por el río Orinoco y desbaratada la empresa, regresó a su hogar. Desde entonces hasta 1537 se le ve de
recorrida con una amada vigilando las cosas de Margarita, Maracapana, Puerto
Rico y Santo Domingo. Luego pasa a Quito y en esas regiones reside ocho años. Para
1546 se halla en el nuevo reino de Granada, ocurre a Santo Domingo y allí la Audiencia , en 1548, le
faculta para emprender la conquista de Guayana. Regresa a Cubagua y sigue a
Maracapana (Tierra Firme); pero allí recibe órdenes de suspender el descubrimiento
para el cual estaba autorizado. Harto
contrariado se dirige a Margarita y entrega a su gobernador las licencias, que
fueron canceladas. En esto, Juan de
Villegas, a la sazón Teniente gobernador y capitán general de la provincia de
Venezuela, nómbrale (1551) alcalde ordinario y capitán general de Maracapana.
Emprende luego una expedición hacia el Tocuyo y ayuda a fundar Nueva Segovia (Barquisimeto)
y el pueblo de San Pedro de las Minas de Burío. En 1533 contribuye a destruir
la rebelión del Negro Miguel y para 1561 se vuelve a encontrar en Maracapana
con el carácter de Alcalde.
Refundada
la Nueva Córdoba
en 1562, resigna el mando y se dirige a España en 1564.
De
él se dice que era persona principal y fue Alcalde de Villafranca en
Extremadura. Serpa llegó a ser un rico
comerciante de Cubagua y Cartagena de Indias, sin embargo, se encontraba como
alcalde de la Nueva
Córdoba o Maracapana, en 1562, cuando arribó Montesinos. En la península le pide al Rey que le conceda
la conquista y población de Guayana y Caura, lo que le fue concedido. Llega al
pueblo de la Nueva
Córdoba , en la desembocadura del río Chiripiche, hoy
Manzanares, y decide refundarlo con el nombre de Cumaná, reúne los vecinos y
con las familias que trajo levanta el Acta de Fundación. Su gobernación fue
corta pero muy significativa.
Fernández de Serpa, murió 10 de mayo
de 1570, en una emboscada en el sitio de Camoruco, sabana de cotoperí, al
parecer instigada por el capitán Joan de Salas y Montaño, con el cacique
Francisco el Viejo, cuando trato de pasar por el camino de Chacopata y
Cumanagoto, cerca de la ciudad de Santiago de los Caballeros, que había fundado
en sitio de “El Salado” a orillas del río Neverí, en la provincia de Barcelona.
Sus alcaldes ordinarios Juan Rengel
y Hernan López de Pedroza, nombrados por el Ayuntamiento, que se encargan del gobierno
hasta 21 de enero de 1572, cuando mueren heroicamente defendiendo su pueblo en un formidable
ataque indígena, precisamente el día de Santa Inés, que pasa a los fastos de la
provincia como el día de la patrona de la ciudad, que aún celebramos.
GARCI
FERNANDEZ DE SERPA. 1574 -1584.
Sustituye en el gobierno de la
provincia a Adriano Padilla, también nombrado por el Ayuntamiento. De las noticias que hemos reunido, sabemos
que este gobernador heredó los derechos de su padre, tal como se estableció en la Capitulación de
Felipe II con Diego Fernández de Serpa. Sin embargo, el presbítero Antonio
Patricio de Alcalá, muy autorizado por ser quien hizo la investigación del
Consectario de Cumaná, afirma que este Garci Fernández era sobrino y no hijo de
Fernández de Serpa. Asume el gobierno en 1574 autorizado por la Audiencia de Santo
Domingo. Igual que su padre murió intentando extender su autoridad en la Guayana y todo el inmenso
territorio que se le había concedido. Dejó numerosa descendencia. Después de su
muerte en 1584 ejercen el poder dos interinos: don Pedro Pérez de Almazán y don
Felipe Torrellas de Linares.
En el Consectario dice que su hijo
Alonso Fernández de Serpa casó con Leonor Rengel en primeras nupcias, y en
segunda con María Cervantes, de ambas hubo descendencia. Don Alonso murió en
Cumaná en 1636.
RODRIGO
NUÑEZ DE LOBO 1585.
Nombrado
por la Audiencia
de Santo Domingo, De origen portugués, inició su gobierno en 1588. Se dice que
resistió la oposición de los nativos hasta que fue sustituido por un alcalde
con carácter de gobernador interino, nombrado por el Cabildo, antes de terminar
su primer año de gobierno. Ramos Martínez, menciona que, durante su gestión,
Cristóbal Cobos inicio la conquista del territorio de los cumanagotos por
mandado de Luis de Rojas, gobernador de la provincia de Venezuela, y dio
principio a la fundación del pueblo de Apaicuare, que fue después San Cristóbal
y después Barcelona. Le tocó en suerte a Rodrigo Núñez de Lobo, como gobernador
de Nueva Andalucía, triunfar en el litigio y añadir esta parte de la provincia
a su jurisdicción, por decisión de la Audiencia de Santo Domingo, después de reñidos
debates ante esa Audiencia.
FRANCISCO DE VIDES. 1586-1595
Este personaje llega a Cumaná
investido no solo como gobernador de la provincia de Nueva Andalucía, sino como
capitán conquistador con jurisdicción en el vasto territorio que se extiende
desde el río Uchire hasta el Marañón, incluyendo las islas de Trinidad, Granada
y Tobago. Para ejercer el cargo partió de Sevilla con un ejército y dos navíos:
Nuestra Señora de Rosario y Nuestra Señora de la Concepción , generosamente
apertrechados, con los cuales llega a Cumaná en 1592. Ejerció el cargo
sangrienta y dictatorialmente, por 10 años; esclavizó asesinó y persiguió
centenares de indígenas, hasta que denunciado fue llevado a España, donde fue
juzgado y encarcelado.
Don Francisco fue un hombre
acaudalado, con buenas relaciones con la Audiencia , casó con una dama principal, doña
Elvira de Montes dueña de casas y haciendas, entre las cuales figuraba Cumbres
de Curumo, que sirvieron para acrecentar su patrimonio.
En
su gobierno Cumaná fue atacada por el famoso corsario ingles Walter Raleigh, al
cual derrotó y puso en fuga, según parte que envió a la Corte.
No
se sabe que hubiese hecho otra cosa que motear indios y ejercer de
contrabandista.
DON
JUAN LOPEZ DE HARO. 1595-1600
Era
natural de Medina del Campo, militó en Flandes. Residente de Cumaná, donde se
ganó la estimación de la comunidad que venía de sufrir a Vides por 10 largos y
penosos años. Contrajo matrimonio en Cumaná y dejó descendencia, entre ellos a
don José López de Haro casado con doña Claudia de Orbay, y a doña Felicia de
Haro. Reemplazó a Francisco de Vides. Fue un gobernador progresista. Envió a su teniente Lucas Fajardo, a
expedicionar contra los cumanagotos, continuo el trabajo de Serpa y refundó con
los vecinos del pueblo de Apaicuar la pequeña ciudad de San Cristóbal de
Cumanagotos. Fue tambien don Juan jefe del tercio de galeones que se
enfrentaban con los piratas y bucaneros holandesas en el caribe; En 1625 se le destinó
al gobierno de Puerto Rico, donde tuvo que defenderse de los invasores holandeses
que invadieron la isla a los pocos días de haberse posesionado del gobierno.
Fue un servidor del Imperio sabio, honesto y responsable. Recibió en premio de
sus fatigas el hábito de Santiago. Murió en Puerto Rico a los 80 años; después
de haber prestado servicios por más 60 años.
PEDRO
o DIEGO SUAREZ DE AMAYA. 1600-1605
En
el libro amarillo de 1899 se lee que don Diego Suárez de Amaya era Gobernador
de la Nueva Andalucía
en 1602. Oriundo de Piedrahita-España. Con el grado de coronel gobernaba en
Puerto Rico hacia 1600; adquirió merecida fama en la defensa de Puerto Rico,
cuando el corsario Francis Drake fracasó intentado invadir esa isla; también se
encontraba en ella, pero fuera del gobierno, durante la invasión y saqueo
capitaneado por el conde Jorge Cumberland. En 1602 filibusteros ingleses bajo
el mando del capitán Parker desembarcan en Punta Araya y cargan sal en sus
barcos. El gobierno español envía una armada de 18 buques de guerra que arriban
al puerto de Araya, y unidos al gobernador
expulsan a los holandeses que se habían establecido y explotaban
libremente las salinas. Era el gobernador
un hombre con muchos méritos cuando fue elevado a la gobernación de la Nueva Andalucía. Guillermo Morón dice que promovió, durante su
gobierno, el traslado de la ciudad de Cumaná, tierra adentro sobre el curso del
mismo río, a un lugar menos insalubre y más resguardado, para lo cual intenta
ganarse el apoyo del Cabildo y el favor de la Audiencia de Santo
Domingo. La tradición recoge, que fue un
buen administrador y un competente político.
FRAY PEDRO
DE CORDOBA Y SU DOCTRINA CRISTIANA
PALABRAS
PREVIAS.
La fundación de Cumaná
fue un proyecto de Fray Pedro de Córdoba, y fue, sin lugar a dudas, la empresa
más gloriosa llevada a cabo por España en el Continente Americano, porque la
conquista evangélica, significó un cambio en la política imperial en relación
con el derecho, la justicia y la dignidad del hombre.
Muy pocos historiadores
se han atrevido a escribir la verdad que salta de sus páginas, y creo que la
razón de esta sinrazón, ha sido el regatearle a Cumaná tanta gloria.
Por otra parte, pienso,
que reconocer que fue Pedro Córdoba el fundador de Cumaná es casi lo mismo que
aceptar su primogenitura; aceptar la magna empresa, el heroísmo, el sacrificio
y hasta el martirio como fundamento del nacimiento de la primera ciudad
continental de América FUNDADA POR ESPAÑOLES. Pero ¿quién fue Pedro de
Córdoba?, aquél émulo de Francisco de Asís, discípulo sin manchas de Cristo
Jesús. ¿Cómo fue para tanta gloria? ¿Cómo realizó su empresa?
Bartolomé de Las Casas
nos dice del Vicario de las Indias, escogido por Fray Domingo de Mendoza,
hermano de Fray García de Loayza que fue Cardenal Presidente del Consejo de
Indias por más de veinte años, que era un hombre lleno de virtudes, natural de
Córdoba, de familia cristiana, estudioso, prudente, discreto, de excelente
juicio alto de cuerpo y de hermosa presencia. Muy joven entró en la orden
Dominica, estudió y se graduó en Salamanca. Trajo la orden a la isla de Santo
Domingo. Llegó a la isla a los 28 años. Su fama de santidad aún perdura:
ayunaba siete meses del año y su comida habitual consistía en casabe, huevos y
alguna que otra vez, pescado; vestía con humildad, de tal suerte que sólo tenía
una túnica aspérrima y dormía en un lecho de horquetas y ramas. Cuando llega a
Santo Domingo con sus compañeros en 1510, lo recibe un hombre de nombre Pedro
de Lumbreras, en un rancho de palmas en el patio de su casa.
Los años que vive Pedro
en Santo Domingo, marcan en él una huella imborrable; se da cuenta del martirio
de los indios, de su esclavitud, del trato inhumano, y por eso decide luchar a
su lado; lucha dramática, del hombre sólo contra el poder sin control y sin
piedad, contra la distancia, el medio y los elementos. Es lucha de la razón
contra la codicia y las pasiones desatadas, es lucha de la palabra de Cristo
contra las circunstancias. Pedro se levanta sereno y majestuoso, dice su palabra
a los indios por vez primera en el nuevo mundo, luego hablará Montesinos por
mandato suyo, y esas palabras llegan aún frescas a nuestros oídos. Dice Las Casas:
“Aquel histórico discurso se basó en el” Ego vox clamantis in deserto”. “Todos estáis en pecado mortal y en el vivís
y en el morís por la crueldad y tiranía que usáis con éstas inocentes
criaturas. ¿Decid, con qué derecho y con que justifica tenéis en tal cruel y
horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan
detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y
pacíficas donde tan infinitas de ellas, con muerte y estragos nunca oídos,
habéis consumido?”. Esas palabras marcan un hito en la historia del Nuevo
Mundo. Así se inicia la gran empresa de Pedro Córdoba. En ella consumirá su
vida. La obra de Pedro de Córdoba es la empresa más gloriosa que realizó España
en América, fue el inicio de la conquista pacífica de la tierra firme. Él
inventó la empresa y logró vendérsela a los Reyes Católicos Fernando e Isabel.
En principio la
conquista habría arrasado con las poblaciones indígenas en las islas del
Caribe. Bartolomé de Las Casas cuenta horripilantes pasajes de la crueldad de
los conquistadores. No queremos recordarlos, por no avergonzarnos del linaje
hispano, pero en medio de tanta maldad, de tantos corazones envilecidos por la
codicia y la depravación, se levantan figuras como la de Pedro de Córdoba, que
nos reconcilian con nuestra raza y su patrimonio espiritual. La empresa de
Pedro de Córdoba se inicia por Cumaná por razones obvias: Habitantes mansos que
no tenían temor de los españoles, tierras densamente pobladas, se creía que
estaban más cercanas a la ciudad de la Nueva Isabela , fundada por Bartolomé Colón en
1496 en la española. Pedro hace tres intentos por establecerse en Cumaná. El
primero lo narra con absoluta precisión Bartolomé de Las Casas en el Capítulo
XXXIII de sus “Historias de las Indias”. En 1513, envió tres religiosos que
eran Antón Montesinos, Francisco Córdoba y Juan Garcés. Montesinos no pudo
llegar por haberse enfermado y se quedó en la Isla de San Juan de Puerto Rico, pero Garcés y
Francisco Córdoba llegaron a Cumaná solos; Bartolomé de Las Casas dice que
estaban contentos y cantaban aquello de “Montes Gelboe neo ros neo pluvia…”. Este
intento fracasó cuando se produjo el secuestro del Cacique Cumaná (apodado Don
Alonso, bautizado en Santo Domingo), conjuntamente con sus familiares y amigos.
Pasadas cuatro lunas del secuestro, dice Bartolomé de Las Casas, los indios
mataron a los frailes. El otro intento de Pedro de Córdoba no logró consumarse:
Saliendo de Santo Domingo, una gran tempestad impidió el éxito de la
expedición; y el tercer intento, se produjo entre el mes de septiembre y noviembre de 1515; el
padre Fray Pedro de Córdoba, dice Las Casas “prosiguió su viaje para tierra
firme con cuatro o cinco religiosos de su orden, muy buenos sacerdotes, y un
fraile lego y también con los de San Francisco, los cuales puestos en tierra
firme, a la Punta
de Araya, casi frontero con la
Margarita , desembarcaron con todo su hato y dejándolos allí
mismo. Los Franciscanos y Dominicos hicieron muchas y afectuosas oraciones y
ayunos y disciplinas, para que Nuestro Señor les alumbrase donde pararían o
asentarían; y finalmente, los Franciscanos asentaron en el pueblo de Cumaná, la
última aguda, y los Dominicos fueron a sentar diez leguas más abajo, al pueblo
de Chiribichi, al cual nombraron Santa Fe. Así es que para el mes de septiembre
de 1515 funda Pedro de Córdoba sus dos primeros pueblos en América: Santa Fe y
Cumaná. En 1516, llegan a ellas más frailes, y desde Cumaná se inicia la
fundación y repoblación de las demás ciudades de la Nueva Andalucía y
Venezuela; luego en 1521 llega Bartolomé de Las Casas y de allí en adelante el
crecimiento y la importancia de Cumaná es de todos conocida. Pedro de Córdoba
tiene la gloria de ser el fundador de Cumaná, no sólo porque fue el primer
asiento de españoles en tierra firme, que perduró a través de los tiempos, sino
porque Cumaná fue el punto escogido por Pedro de Córdova para iniciar el más
hermoso proyecto de civilización iniciado por el hombre. También fue Pedro de
Córdoba quien obtuvo las primeras leyes humanizadas para el tratamiento de
hombres sometidos al derecho de conquista, y este extraordinario acontecimiento
es aún más importante que la propia empresa colonizadora. El hombre comienza a
humanizarse a través de Leyes, podríamos decir que Pedro de Córdoba será
recordado por las Leyes de Indias más que por sus gloriosas campañas. Pedro de
Córdoba, es el hombre más importante del primer siglo de historia americana,
nació en 1482 y murió en mayo de 1521, víspera de Santa Catalina de Sena, en la Ciudad de Santo Domingo.
DOCTRINA CRISTIANA.
PARA INSTRUCCIÓN Y INFORMACION
DE LOS INDIOS POR MANERA DE HISTORIA.
Compuesta por el muy reverendo padre FRAY PEDRO DE CORDOBA
De buena memoria; primero fundador de la Orden de los Predicadores en
las islas del mar Océano y para otros religiosos doctos de la misma Orden.
La cual doctrina fue vista y examinada por el muy R. S. el licenciado
Tello de Sandoval, Inquisidor y Visitador en esta Nueva España por su Majestad.
La cual fue impreso en México por mandato del muy R. S. don fray Juan de
Zumárraga, primer obispo de esta ciudad del consejo de su Majestad, etc., y a
su costa. Año MDXLIII
J. H. S. Con privilegio de su S. C. C. M.
“Muy amados hermanos; sabed y tened por muy cierto que os amamos de
mucho corazón, y por este amor que os tenemos, tomamos muy grandes trabajos
viniendo de muy lejas tierras y pasando grandes mares, poniéndonos a muchos
peligros de muerte por venir a ver y por deciros los grandes y maravillosos secretos
que Dios nos ha revelado para que os lo digamos y os demos parte de los bienes
que Dios nos ha dado y de los grandes gozos y deleites que nos han de dar en el
cielo. Y estos bienes y deleites son tan provechosos, que desque vosotros lo
supiéredes y conociéredes los preciarais más que a todo el oro y la plata y
piedras preciosas; y más que a todos los bienes que hay en el mundo. Por tanto, os rogamos que estéis muy atentos
a las nuestras palabras, y trabajad de entenderlas con mucha afición, porque
son palabras de Dios y él nos mandó que os la dijésemos a vosotros, porque
quiere haceros sus hijos para daros de los sus bienes y placeres y deleites muy
granes los cuales nunca jamás visteis ni oísteis.
Y para venir a conocer
estos grandes bienes y para gozar de tan grades deleites y placeres, habéis de
saber un gran secreto, el cual vosotros nunca supisteis ni oísteis, y es que
Dios hizo dos lugares: El uno arriba en el cielo, a donde hay todos los
placeres y bienes y riquezas que se pueden pensar; allí no hay trabajos ni
enfermedades, ni dolor, ni tristeza, ni pobreza, ni hambre, ni sed, ni
cansancio, ni frío, ni calor, ni otra cosa que nos pueda dar pena ni pesar.
Este lugar se llama gloria o paraíso; a este lugar tan deleitoso y lleno de tanta
riqueza van las almas de los buenos cristianos, y allí irán también las
vuestras almas y vosotros, si quisiéredes ser amigos de Dios y os tornáredes
cristianos, y le siguiéredes y guardárades sus mandamientos. El otro lugar puso
Dios abajo en medio de la tierra dentro encerrado en ella; éste se llama
infierno. Allí van las almas de los que
no creen que no son cristianos, y de los malos cristianos que no guardan los
mandamientos de Dios. En este lugar están juntos todos los males, porque allí
está fuego muy grande que quema las almas de los que no son cristianos y de los
malos cristianos, el cual nunca se acaba ni se apaga. Allí tienen siempre las ánimas
muy grandes dolores, enfermedades, tormentos, y muy gran sed y hambre y muy
gran frío y calor. Allí cuecen las almas en calderas y ollas llenas de pez, y
piedra azufre y resina hirviendo. Allí las asan y queman; y tienen otras penas
infinitas que no se pueden pensar; y este fuego y estas penas nunca se acaban más
siempre duran.
Y las ánimas de los que
no son cristianos y de los malos cristianos que allí entran una vez nunca de
allí saldrán; y por esto siempre están llorando y dando muy grandes gemidos y
gritos, por los grandes dolores y tormentos que reciben, porque siempre arden
en grandes llamas, las cuales nunca se matan ni se acaban.
En aquel lugar tan malo
y lleno de tantos tormentos, están todos los que ha muerto de vosotros y de
todos vuestros antepasados, y cuantos han sido y son pasado desta vida. Y allí
también iréis vosotros si no os hacéis amigos de Dios, y si no os bautizareis y
os tornáredes cristianos, porque todos los que no son cristianos son enemigos
de Dios; y por esto habéis de dar muchas
gracias a Dios y servirle de buen
corazón porque os ha hecho tan gran bien que nos quisiese enviar a
nosotros para que os avisásemos y enseñásemos como os librárseles de aquellos tormentos del infierno
donde arden todos vuestros
antepasados y para que os encaminásemos
como fuésedes a la gloria del
cielo a gozar de tan grandes bienes y placeres como hemos dicho; y para daros a
entender la ceguedad y errores en que habéis estado hasta agora, y como no habéis conocido a vuestro criador Dios verdadero, ni le
habéis servido, más habéis andado como
hombres sin seso ni entendimiento que no saben lo que hacen; y mirad
bien que nos envió Dios a vosotros para daros a entender quién es Dios
verdadero, y también para que sepáis
para que os hizo Dios a vosotros, como a
nosotros.
Por ende, habéis de
saber que Dios hizo a vosotros y también a nosotros y a todos cuantos hay e
este mundo, para que le conozcamos, y conociéndole le amemos, y amándole
nosotros a Él, Él también nos tenga por amigos, y desque muriéremos lleve
nuestras ánimas al cielo adonde está la gloria y los deleites y placeres que
tiene aparejados para las ánimas de sus amigos que son los buenos cristianos y
para vosotros si os tornáredes cristianos y quisiéredes se amigos de nuestro
gran Dios. Los cuales bienes y placeres nunca jamás se acaban, y las ánimas que
va a aquella gloria a gozar de aquellos bienes nunca jamás mueren ni se envejecen;
siempre están mozas, hermosas, alegres y contentas; y moran con Dios en grandes
palacios que son hermosos, adornados de rosas y flores, son muy pintados de
muchos colores, y están sus palacios llenos de muy suaves olores.
Allí en la casa de
nuestro gran Dios (la cual casa es todo el cielo) hay infinitos ángeles que le
sirven, y cada uno de estos ángeles tienen un muy hermoso palacio para Sí y
adonde esté con sus amigos, y allí en aquella casa hemos de estar todos los buenos cristianos y también estaréis
vosotros, y tendrá cada uno de vosotros otro palacio muy hermoso, si
quisiéredes ser amigos de este gran Dios; la cual amistad alcanzaréis del sí
creyeres en El y os bautizares y tornáredes cristianos, y supiéredes aquellas
cosas que los cristianos han de saber y
creer y guardar; y cuales sean estas cosas
que habéis de saber y creer y los mandamientos que habéis de guardar, os diremos, por ende
oídlos con mucha atención.
Primeramente, sabed que
para que Dios os quiera mucho y para que os lleve al cielo vuestras ánimas y
cuerpos, y después que hayan resucitado adonde es el su palacio y gran casa, y
para que gocéis de los su grandes bienes y deleites es necesario que primero
conozcáis a Dios, y como es; y para esto habéis de saber y creer trece cosas
que llamamos nosotros trece artículos de la fe, los cuales han de saber y creer
cualquier buen cristiano firmemente sin dudar.
Primer artículo de la
fe, en que se da a entender que cosas hay en Dios.
El primer artículo o la
primera cosa a saber y creer que es un solo Dios todopoderoso y que no hay
muchos dioses, ni más que un solo Dios, y este Dios es todopoderoso; puede
hacer todo cuanto quiere, y ninguno puede hacer nada sí que Dios le de poder, y
ninguna cosa se hace en el cielo ni en la tierra sin el mandato y voluntad
deste uno y solo Dios; y todo lo que él manda y quiere, se hace.
Donde sabed que por su
mandado se mueve los cielos y sale el
sol y la luna, y por su mandado dan claridad al mundo, y por su mandado llueve, y por su mandado produce la tierra los frutos, hierbas y
flores, y por su mandado nace, mueren y
viven todas las criaturas, y por su
mandado manan las fuentes, y corren agua los ríos, y por su mando vinieron los cristianos a esta tierra; porque
si este gran Dios que es uno solo no quisiera no pudiera ningún cristiano acá
pasar; y por su mandado y voluntad
venimos también nosotros a vos predicar y enseñar, porque como os habemos
dicho, este Dios que os predicamos es
uno solo todopoderoso, que hace todo
cuanto quiere y ninguno puede hacer nada contra su voluntad.
Tiene más este gran
Dios, que es inmortal porque no puede morir, ni puede padecer mal, ni
enfermedad, ni dolor, ni fatiga, ni hambre, ni sed, ni pesar, ni otra cosa que
le dé pena. Este Dios espiritual no
tiene cuerpo, pero es hermoso, es tanto que no hay hermosura en todo el mundo
que se pueda comparar a la hermosura de Dios, porque es más hermoso que el sol
y la luna y las estrellas, y más que todas las flores y rosas del mundo; más
antes os digo, que si todas las hermosuras del cielo y de la tierra se juntaran
en una sola cosa hermosa en quien estuviesen todas las hermosuras del mundo,
esta cosa tan hermosa sería fea comparada con la hermosura de Dios.
Pero habéis de saber
que de la gran hermosura de Dios proceden todas las cosas, porque El da la hermosura
y claridad al sol, a la luna y las estrellas, y rosas y flores, hierbas y
árboles, y finalmente siendo él hermoso y resplandeciente, da resplandor y
hermosura a todas las cosas.
En este gran Dios están todas las
perfecciones, bondades y virtudes, porque el da la virtud al fuego de alumbrar
y calentar, y al aire de resfriar, al agua de mojar, limpiar y criar peces, y
da virtud a la tierra de engendrar hierbas y árboles, y maíz y frutos y todas
las otras cosas, y da virtud a las hierbas para sanar enfermedades y da sabor a
todas las cosas sabrosas.
Es también este gran
Dios muy sabio porque sabe todas las cosas, las pasadas que fueron en el mundo
y todas las presentes que se hacen en todo el mundo, así en el cielo como en la
tierra, y sabe todos los pensamientos de todos los hombres cuanto piensan en
sus corazones, y sabe todo cuanto se hace en escondido y en público y todo lo
que se hace en el infierno y todo lo que está por venir.
Es también muy bueno
porque él da mantenimiento a todas las cosas vivas cuantas en el mundo hay,
chicas y grandes, así en la tierra como en el mar.
Y más usó de su bondad
con el hombre porque le dio la tierra y las aguas, y las aves, y todas las
cosas de aqueste mundo, y diole el sol para le alumbrase de día y la luna y las
estrellas de noche, y otras muchas cosas le dio. Y por todas estas cosas no os
pide Dios que le sacrifiquéis los hijos, ni matéis vuestros esclavos ni otra
persona alguna, ni que cortéis vuestras carnes ni que os saquéis sangre, más
solamente quiere que le améis y honréis como verdadero Dios y que no tengáis a
otro por Dios porque no hay otro Dios sino él solo; y los que vosotros adoráis
por dioses ni pueden hacer nada, ni daros nada, porque no hay sino un solo Dios
y ese es este que os predicamos. Y éste es muy bueno pero los que vosotros adorábades
y honrábades por dioses son diablos y malos enemigos de Dios. Los cuales este
gran Dios que os predicamos echó de su casa como adelante os diremos, y porque
eran malos y os querían mal os mandaban matar a vuestros hijos y a vuestros
esclavos y a otras personas, y os mandaban derramar vuestra sangre; pero el
Dios verdadero que os predicamos, como es bueno, quiere bien a los cristianos y
a vosotros si quisiéredes ser sus amigos, y por esto no quiere que matéis a
vuestros hijos y esclavos, ni otra persona, ni que derraméis vuestra sangre
indebidamente.
Es también este Dios
muy grande, porque está en el cielo y en la tierra y en el aire, y aquí y en
Castilla y en todo el mundo, aunque vosotros no le veis, porque Dios no tiene
cuerpo, y porque no tiene cuerpo por esto no le pueden ver estos ojos que tenemos en el cuerpo, pero el
ánima que no tiene cuerpo muy bien le
verá después que saliere del cuerpo, y aunque aquí no le vemos, aquí está entre
nosotros dándonos vida, porque si él no nos sustentase la vida luego nos
moriríamos, y está en todas las cosas sustentándolas en su ser, y dándoles
virtud para crecer y multiplicarse, y está en el cielo mostrándose a sus
amigos, claro y hermoso donde le veréis
y nosotros sí fuéremos de sus amigos,
y vosotros si os hiciéredes cristianos.
Pues a este Dios que es tan grande, poderoso,
hermoso, rico, bueno y que quiere tanto a los hombres; a éste, amad, servid y
tened por único Dios, porque no hay otro Dios sino él, y conoceréis el engaño en que habéis
estado, creyendo que Uchilobos o Tezcatepuca y los otros a quienes teníades por dioses
eran dioses, porque estos no era dioses, más eran demonios malos que os
engañaban como adelante os diremos; porque no hay en todo el mundo, el cielo, la tierra o el mar, más de un solo
Dios que rige, gobierna y mantiene todo;
y este es el primer artículo que habéis
de creer, para que vayáis al cielo a participar de los gozos que Dios tiene
para los sus amigos.
E para conocer otros
tres artículos de los trece que se siguen, habéis de saber que, así como el
hombre es de naturaleza hombre y esta naturaleza está en todas las personas, en
mí y en cada uno de vosotros y en todos los hombres; así mismo la naturaleza de
la piedra está en muchas piedras y todas ellas tienen una naturaleza que se
llama piedra, y así de todas las cosas se puede decir lo mismo. Y Dios, que es de una naturaleza como ya es
dicho está en otras personas, conviene a saber que son tres. La primera persona
de Dios es el Padre; la segunda es Dios Hijo, porque lo engendró el Padre, no
como los otros hombres engendran porque no tiene cuerpo como el sol engendra
los rayos que produce.
La tercera persona se
llama Dios Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, como la luz
procede del rayo y del sol.
Estas tres personas
tienen una naturaleza que se llama Dios o Divinidad, así como los hombres
tienen una naturaleza que se llama humanidad y las piedras tienen una naturaleza
que se llama piedra. Empero, hay mucha diferencia entre la naturaleza de Dios y
la naturaleza de los hombres, porque los hombres tienen una naturaleza que esta
partida por todos, y la parte que está en mí no está en aquel ni en el otro, y
la parte de aquel otro no está en mí, y lo mismo en las otras cosas. En Dios no
3s de esta manera porque la naturaleza de Dios no está partida en las tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Sancto, más
una sola está en el Padre y en el Hijo y en el Espíritu Sancto, y así el Padre,
el Hijo y el Espíritu Sancto tienen una naturaleza, porque la naturaleza que
está en el Padre, está en el Hijo y en
el Espíritu Sancto sin partirse; así como una vestidura o un paño es una
naturaleza y este paño tiene muchos dobleces y todos ellos tienen una
naturaleza que es un paño, el cual tiene muchos dobleces y no son muchos paños
sino uno solo , así en Dios hay muchas personas, conviene saber que son tres:
Padre, hijo y Espíritu Sancto, y no son muchos dioses, más un solo Dios solo y
verdadero, así como el paño que tiene muchos dobleces no, y un doblez no es son muchos paños sino uno solo, empero tiene
muchos dobleces, y un doblez no es el otro, ni el otro es otro, así Dios es uno
solo y tiene muchas personas, y la una persona no es la otra, ni la otra es la
otra, más cada persona realmente es
distinta por S. y estas tres personas la
una se llama Padre, la otra Hijo y la otra Espíritu Sancto; e todas tres es uno
solo Dios, como es un paño solo y muchas
dobleces, así en Dios hay una naturaleza y tres personas, y todas tres personas
no son tres dioses o tres naturalezas más una naturaleza y un solo Dios, e así
como las olas del río o del mar, la una
no es la otra ni la otra es la otra, así todas las tres personas son una
naturaleza, y la persona del padre no es
la persona del hijo, ni la del padre y del Hijo son las del Espíritu Sancto, e
así
El segundo conocimiento o artículo de la fe, es creer que es el Padre.
El tercer artículo es creer que es el Hijo como es dicho.
El cuarto artículo es creer que es Espíritu Sancto, e así estas tres
personas convienen a saber: el Padre que es Dios, y el Hijo que es Dios, y el
Espíritu Sancto que es Dios, son un solo Dios y no tres Dioses, y un solo Dios
son tres personas y no una sola persona, sino una esencia.
El quito artículo de la fe es creer que Dios es criador de todas las
cosas, el cual las crió de la nada. Todas estas criaturas de Dios se cogen en
tres linajes o diferencias de cosas; las unas son corporales solamente, y las
otras espirituales, y las otras terceras son corporales y espirituales. Las
criaturas corporales o que tienen cuerpo son todas aquellas que se conocen con
los cinco sentidos, o con los ojos ven, o con los oídos oyendo, o con las
narices oliendo, o con el gusto gustado, o con el sentido del tocar tocando.
Estos se llaman los cinco sentidos corporales. Estas cosas que se conocen con
estos cinco sentidos son los cielos, el sol, la luna, las estrellas, el fuego,
el aire, el agua, los peces, la tierra, las piedras, y todos los animales y los
árboles. E dícense corporales porque tienen cuerpo, y aun porque se conocen con
los sentidos corporales. Ninguna de estas cosas dichas tiene entendimiento y
todas en este mudo son corruptibles y mortales, salvo el cielo, el sol, y la
luna, y las estrellas que no son corruptibles, empero no tienen entendimiento
ni sentido.
Las segundas criaturas son espirituales que no tienen cuerpo y son
inmortales porque no pueden morir. Tienen entendimiento mejor que el nuestro, esta
criatura hizo Dios todopoderoso arriba en el cielo, se llaman ángeles. Estos ángeles crió Dios a todos muy buenos y
en mucha honra y perfección y hermosura, y a estos Ángeles dio Dios su
mandamiento para que lo guardasen; entonces hubo división entre los ángeles,
porque la mayor parte dellos recibieron el mandamiento de Dios y obedeciéronlo;
y a estos luego Dios los confirmó en su gracia y los asentó por sus amigos en
su casa y reino para siempre, y dio a cada uno su silla donde se asentase y un
palacio muy grande en que morase.
La otra parte de los ángeles entre los cuales había uno que era mayor
que todos, no quisieron recibir el mandamiento que Dios les daba ni lo
quisieron obedecer; a estos porque fueron desobedientes a Dios y malos y no quisieron guardar su mandamiento,
quitoles Dios su gracia y su amor y tornáronse luego muy feos demonios y mandó
Dios a otros ángeles buenos que los echasen del cielo y pelearon con ellos
tanto hasta que los echaron fuera del cielo y cayeron todos abajo, y no pararon
los más dellos hasta que cayeron en el
infierno, y allí están para siempre
jamás en el fuego y en las otras penas que allí hay como arriba os hemos dicho. Este es el lugar
adonde van los que no son cristianos y los malos cristianos como está dicho.
Otros de aquellos malos ángeles que agora llamamos diablos o demonios quedaron
saquí en este mundo entre nosotros.
Las terceras criaturas que Dios crió son juntamente corporales y
espirituales, compuestas de cuerpo y ánima, estas son los hombres y las
mujeres, para lo cual habéis de saber dos cosas: la una para saber porque crió
Dios a los hombres y la otra como los crió y formó.
En cuanto a la primera cosa que es saber para que crió Dios a los
hombres y a las mujeres, habéis de saber que todos aquellos malos que cayeron
del cielo antes que fuesen malos tenían
cada uno de ellos su silla en que se asentaba, y cada uno tenía una casa muy
rica y muy hermosa en que moraba, y como fueron echados del cielo quedaron todas
aquellas sillas y aquellas casas vacías, y así quedo mucha parte del cielo
despoblada, y por esto acordó Dios de criar otras criaturas de nuevo para
llevarlas al cielo a que poblaran todas
aquellas sillas y casas que estaban despobladas, y para esto crió Dios un
hombre y una mujer parea que aquellos engendrasen otros muchos; y así como
fuesen multiplicando así Dios los llevase pocos a pocos al cielo hasta que se
acabasen de henchir todos aquellos lugares vacíos.
Y habéis de saber que antes que Dios criase este hombre y esta mujer,
cuando crió todas estas cosas que vemos en el mundo, crió en la mejor parte del
mundo un lugar muy deleitoso lleno de todas las cosas buenas que hay en este
mundo, donde están todas las frutas, rosas flores, árboles y cosas hermosas y
sabrosas y olorosas y graciosas, las mejores que hay en todo el mundo. Crió
también allí una fuente muy grande de la cual salen cuatro ríos muy poderosos,
con que era regado aquel lugar que era muy grande, y después salían fuera a
regar mucha parte de la tierra. Este lugar es muy deleitoso y muy cercado de
altos muros, se llama Paraíso Terrenal, que quiere decir vergel o huerto de los
deleites.
Después que Dios crió este vergel tan gracioso, y todas las cosas que
hay en este mundo, acordó criar al hombre y a la mujer. La manera que tuvo Dios
de criar al hombre y a la mujer fue esta: Primero crió al hombre y para hacerlo
tomó una masa de barro o de lodo y formó dello una imagen de hombre muy
perfecta, y después que la hubo formado crió un ánima y púsola en aquel cuerpo
que hizo de barro, luego el hombre se levantó y vivió, y fue el más hermoso y
más sabio de cuantos hubo ni habrá en el mundo. A este hombre puso Dios por
nombre Adán, y tomolo de allí de donde lo había criado y formado y púsolo en aquel paraíso terrenal,
tan deleitoso y gracioso, y desque allí estuvo trájole Dios delante de todas cuantas aves y animalias
había Dios criado para que aquel hombre que se llamaba Adán le pusiese los
nombres a cada una de ellas según qué
les convenía; y era Adán tan sabio que luego que las vio conoció su naturaleza
y propiedad de cada una dellas, y a cada una puso el nombre que le convenía
según su naturaleza; y desque Adán esto hizo
miró muy bien y consideró todas
aquellas animalias y quisiera hallar alguna
que fuera semejante a él para que
tuviera compañía y no la halló. Entonces
viendo Dios que el hombre se hallaba solo dijo: No es bien que el hombre esté
solo, hagamos otra criatura que sea semejante a él, que sea su coadjutor y le
tenga compañía. Entonces echó un gran sueño en Adán y hízole adormecer, y
estando durmiendo sin sentir nada le sacó Dios una de sus costillas y formó de
aquella costilla una mujer muy hermosa y muy perfecta, y cuando Adán se despertó
y la vio luego conoció que había sido formada de su cuerpo, y dijo: Esta es
carne de mi carne y hueso de mis huesos, por esta dejará el hombre al padre y a
la madre y morará con su mujer. Llamarse a Virago (que quiere decir cosa hecha
de varón), y después la llamó Eva (que quiere decir madre de todas las gentes).
A esa dio Dios por mujer legítima a Adán y le casó con ella y luego se amaron ambos
de muy grande amor como marido y mujer.
Después de esto díjoles Dios: Mirad hijos todas las cosas que yo en este
mundo he criado, así animales como aves, plantas, hierbas, ríos y fuentes y
todas las otras cosas que veis, todas ellas yo las criadas para vuestro
servicio y así quiero que os sirváis de todas ellas y saquéis provecho dellas,
vosotros y todos los que de vosotros descendieren, por eso creced y
multiplicaos y henchid la tierra de gentes.
Distas dos personas Adán y Eva que habéis oído, descienden todas las
gentes del mundo, y vosotros y nosotros todos descendemos de un padre y de una
madre, que fueron Adán y Eva
Estas dos criaturas que
son hombre y mujer, hizo Dios compuestas de cuerpo y ánima y así son todos los
hombres y mujeres de todo el mundo, los cuales todos descienden de estos dos
que Dios crió primero. Pero habéis de saber que el padre y la madre cuando
engendran el hijo no engendran más del cuerpo, solo Dios cría el ánima de nuevo
y la pone en aquel cuerpo para que viva, y así hace a cada uno de cuantos nacen
en el mundo. Y esta ánima es inmortal porque nunca puede morir, como los
ángeles que están en el cielo que también son inmortales; y estas ánimas son
espirituales y no tienen cuerpo más bien tienen entendimiento y potencias con
que pueden entender, ver y oír y saber todas las cosas. Todas las otras ánimas
de los animales, aves y pescados y otros cualesquiera, son mortales, no tienen
entendimiento por Se, ni vista, ni oído, ni gusto, apartadas del cuerpo, más
cuando muere algún animal o le matan, todo muere, ánima y cuerpo; más cuando
muere el hombre o la mujer no muere todo, más solo el cuerpo, el ánima queda
vivípara siempre, apartada del cuerpo; y cuando está apartada entonces entiende
, oye, ve y habla muy más excelentemente que cuando estaba en el cuerpo, y
también aparatada del cuerpo puede
recibir gozo, placer y gloria si fuese
buena cuando estuvo en el cuerpo, y si
se hallare buena a la salida del. Y
también puede recibir tormentos, penas y dolores si fue mala cuando estuvo en
el cuerpo y tal fuere hallada al salir del,
juntamente con el cuerpo resucitado padecerá, porque cuando el hombre vive, todo lo que
hace él el ánima lo hace y no solo el
cuerpo, y por esto después de muerto el hombre , el ánima que queda viva e
inmortal ha de haber galardón y
gloria por los bienes que hizo cuando estaba en el cuerpo, y también el
cuerpo cuando resucite, y recibirán tormento
y penas así mismo por los males que como fueron compañeros en el bien y el mal, así serán prisioneros en la gloria o la pena.
Después que puso Dios a
nuestros primeros padres Adán y Eva en aquel paraíso terrenal y pasó todo lo que habéis oído, dijo Dios a
Adán y a Eva: Bien sabéis y veis como yo
soy vuestro criador y Señor que os he
criado y os he puesto en este lugar tal deleitoso y os he hecho señores de todas las cosas que yo en este mundo he criado es razón también que vosotros me
reconozcáis por Señor y me tengáis
sujeción y obediencia y aceptéis y guardéis la ley que yo os diere y mandare
que guardéis para que guardando esta ley que os daré y obedeciendo a lo que yo os mandare seáis
conservados en estos bienes que agora tenéis y merezcáis otros muchos mayores
que yo os daré si perseveráis en mi obediencia y en la guarda de la ley que os
diere. Y para qué mejor me entendáis y
conozcáis los bienes que tenéis y los que yo os quiero dar, es bien que
entendáis vosotros vuestra naturaleza, y es esta: debéis saber que vosotros
según vuestra naturaleza sois mortales y pasibles, sujetos a enfermedades,
trabajos, tristezas, hambre, sed, cansancio y otras muchas miserias; y así mismo los
animales os pueden hacer mal, las culebras emponzoñar, el fuego os puede quemar, os podéis ahogar en
el agua y finalmente os podéis
envejecer, morir y acabar. Y aún más que
según vuestra naturaleza, porque soy formado de cuerpo y ánima podrá haber
dentro de vosotros gran contienda y rebelión entre el cuerpo y el ánima, porque
las inclinaciones del cuerpo y los deseos del ánima son muy contrarios. De manera que de fuera y de dentro soy sujeto
a muchas y grandes miserias, angustias y tribulaciones.
Porque yo soy vuestro
criador y os amo como a hijos y criaturas mías que sois y os deseo hacer muy
grandes bienes; por esto de especial gracia os quiero yo conceder un privilegio
que es la justicia original y desde agora os otorgo por gracia especial contra
la propiedad de vuestra naturaleza que ninguna de estas cosas sobredichas os
pueda perturbar, ni entorpecer, ni dañar, ni cosa alguna os pueda venir contra
vuestra voluntad que os pueda enojar. Y esta gracia tenéis siempre en tanto
que estuviéredes firmes y perseverantes
en la guarda de la ley que yo os daré y la ley que yo os doy y mando que
guardéis es esta: Vosotros podéis comer
de todas las frutas que hay en
este paraíso que son innumerables como veis, solamente no comáis del árbol de
la ciencia del bien y del mal, que está plantado en medio del paraíso, porque
en cualquier hora que del comiereis moriréis, esto es que seréis mortales y
veréis a morir de necesidad y os verán todos aquellos males a que sois sujetos según vuestra naturaleza a que son las que
habéis oído. Y porque con más voluntad tengáis cuidadote guardar este
mandamiento, quiero os decir más particularmente, los bienes que tenéis si mi
mandamiento guardáredes, y de la fruta de aquel árbol de la ciencia del bien y
del mal no comiereis. Lo primero que seréis inmortales que nunca moriréis, ni enfermaréis,
ni os podrá venir dolor, fatiga, cansancio, pesar, tristeza, frío, calor que os
de pena, ni animal, serpiente ni otra cosa que os pueda empecer. Y más que
todas las animalias, aves y peces, verán a vuestra obediencia, y harán lo que
les demandaren. Y tu Eva parirás a tus hijos sin dolor ni pena. Ternés todas
las cosas que hubiéredes menester para vuestro mantenimiento y para vuestra
recreación sin trabajo ninguno. Y más ternés este paraíso tan deleitoso por
heredad perpetua para vosotros y para todos los que de vosotros nacieren todo
el tiempo que en este mundo viviéredes.
Y todas estas cosas doy
y daré, no solo a vosotros, sino también a todos cuantos de vosotros
descendieren, y más haré que después que os fuéredes multiplicando y hinchando
este lugar pocos a pocos os iré entresacando y os llevaré al cielo a la mi casa
en cuerpo y en ánima sin que muráis y os daré por heredad perpetua aquellas
sillas y casas que perdieron los ángeles malos cuando cayeron del cielo por su
pecado. Allí en el cielo tendréis tanta gloria
y tanto y tan grandes bienes más, que nunca ojo alguno vio ni corazón pudo
pensar.
Pero si este
mandamiento que os doy quebrantareis y del fruto de aquel árbol comiereis,
quitaros he a vosotros y a todos los que
de vosotros descendieren, todas estas gracias y privilegios que os tengo
dichos, y quedaréis mortales, que de necesidad veréis a morir y quedaréis
desnudos de la justicia original, y perderéis todas mis gracias y seréis sujetos a todas las miserias de vuestra naturaleza
que son las que ya habéis oído y echaros he de este paraíso para siempre que nunca vosotros ni vuestros descendientes
jamás entrarán en él; y allende desto desque murieren, todas vuestras
ánimas y todos los que de vosotros
descendieren irán abajo al infierno y nunca de allí saldrán hasta que yo tenga
por bien de remediarlos y esto será después de muchos años. Y os vendrá otro mal
que muchos de vuestros descendientes quedarán allí en el infierno para siempre
jamás por sus pecados que nunca merecerán por mi misericordia ser remediados. Veis
aquí, dijo Dios a Adán y a Eva los bienes que os vernán a vosotros y a todos
vuestros descendientes si guardáredes vosotros mi mandamiento y tambien los
males que os vernán si los quebratáredes.
Ahora hijos mirad bien por vosotros y quedad en paz. Así quedaron Adán y
Eva en aquel paraíso espaciándose por él y comiendo de las frutas que más les
contentaban.
Agora amigos estad muy
atentos a lo que os queremos decir; ya habéis oído arriba que os dijimos como
los ángeles que fueron malos y desobedientes a Dios fueron echados del cielo y
se tornaron demonios; y como Dios crió el linaje de los hombres para poblar
aquellos lugares y sillas que aquellos ángeles malos perdieron. Agora habéis de saber que como aquellos ángeles malos que cayeron del cielo que son los demonios
vieron que Dios había criado el
linaje de los hombres y mujeres para que
poblasen y poseyesen aquellos lugares y
sillas que ellos habían perdido,
tuvieron dello muy gran pesar y envidia,
y desearon mucho engañar a aquellos nuestros primeros padres y hacerles
pecar y quebrantar aquel mandamiento que
Dios les había mandado de no comer del
fruto de aquel árbol vedado, que pecar
no es otra cosa sino quebranta el
mandamiento de Dios, y para esto todos
los demonios eligieron entre si un demonio, el más malicioso y envidioso y
sagaz y astuto de todos para que fuese a
engañar a aquellos nuestros primeros padres Adán y Eva. Este tomó la forma de
una serpiente y guardó tiempo; cuando vio que nuestra madre Eva estaba apartada
de Adán, empezola de hablar de persuadir a que comises del fruto de aquel árbol
vedado, diciendo falsamente que Dios la había engañado, y que, aunque comiesen
de aquel fruto ningún mal les sobrevendría de aquellos que Dios había dicho, más
antes que si lo comiesen serían hechos como dioses y tales como Dios, y que
sabrían del bien y el mal como Dios.
Tantas cosas destas y
otras dijo a la mujer que ella engañada por sus razones le creyó y comió de
aquel fruto; y no contenta la mujer con haber comido y quebrantado el
mandamiento de Dios, pero llevó de aquel fruto a su marido Adán y tanto lo importunó
diciéndole que comiese del hasta que por la contentar hubo de comer Adán
también como Eva. Y luego que ambos hubieron comido hubieron muy gran vergüenza de verse desnudos
, porque antes que pecasen aunque
estaban desnudos no habían vergüenza
porque estaban inocentes sin pecado, y luego cobijaron sus vergüenzas con unas
hojas de un árbol y tuvieron muy gran
miedo de Dios porque habían quebrantado
el mandamiento y escondiéronse entre los árboles; y como Dios vio que habían
quebrantado el su mandamiento y comido de la fruta del árbol que les había vedado, vino a ellos y
preguntoles que porque habían comido de
aquella fruta. Adán dijo excusándose que la mujer le había importunado que
comiese y la mujer dijo que la serpiente le había engañado. De manera que
ninguno dellos conoció su culpa, ni pidió a Dios perdón del pecado que habían cometido, más cada uno
dellos se excusó de su culpa y la echó
al otro, por lo cual no merecieron que Dios les perdonase; y por haber
quebrantado el mandamiento, y por no haber conocido su pecado ni pedido a Dios
su perdón del, mandó Dios por su sentencia que luego fuesen echados de aquel paraíso tan deleitoso, y les privó y les quitó todas
las gracias y privilegios que les había dado, y quedaron luego mortales y pasibles y sujetos a todas las miserias y
trabajos que agora nosotros tenemos. E,
así como Adán y Eva nuestros primeros padres fueron despojados de todos
aquellos bienes que tenían y Dios les había dado, así también todos sus
hijos y descendientes fueron privados
de aquellos bienes tan grandes por aquel pecado; y esta es la causa por la que
todos nosotros enfermamos y morimos; y tenemos trabajos y tribulaciones y otros
males que padecemos, los cuales no tuviéramos si aquellos primeros nuestros padres
no pecaran y no quebrantaran el mandamiento de Dios.
Por lo que habéis oído
hermanos, conoceréis agora donde tuvieron principio todos los hombres y mujeres que hay en el mundo; y también
habéis conocido la causa porque todos morimos, enfermamos y padecemos tantos trabajos en esta vida, y así mismo
habréis conocido y sabido como todas las cosas que hay en el mundo y en los
cielos y en la tierra y en las aguas y en los mismos cielos, todo cuanto hay en
ellos, y todo lo que vemos, todo lo crió e hizo el mismo Dios, uno y trino:
Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas y un solo Dios y así habéis de
creer este quinto artículo, o
conocimiento por la fe, y es que Dios es criador de todas las cosas.
Ya habéis oído como
arriba dijimos que los ángeles malos que cayeron del cielo porque no quisieron
obedecer a Dios, dellos cayeron en el infierno abajo, y otros quedaron aquí en
la tierra entre nosotros, y como todos
nos quieren mal y nos tienen envidia porque saben que nos crió Dios para doblar
las sillas del cielo que ellos perdieron, y por esto nos desean hacer todo el mal
que pudieran, y hacernos pecar, porque no vamos al cielo más que vamos con
ellos al infierno.
Agora habéis de saber
que entre estos demonios que cayeron del cielo hay uno que es príncipe y rey
dellos que se llama Lucifer, a este obedecen todos los otros, y todos entienden
en hacernos mal, y cuando nace alguna criatura luego este príncipe Lucifer
manda a otro demonio que ande siempre con aquella criatura y le haga apartar la
voluntad de servir y amar a Dios, y le haga pecar y quebrantar sus
mandamientos, y le ponga malos pensamientos y le haga hacer malas obras.
Pero Dios, como es muy
bueno y nos ama mucho, luego que nace la criatura manda un ángel bueno de los
que están en el cielo que venga a tener cuidado de aquella criatura, y la
guarde y la aconseje que sirva y ame a Dios y guarde sus mandamientos. Este
ángel bueno que anda con cada uno de nosotros nos defiende del ángel malo y por
esto sabed que cuando vosotros tenéis un buen deseo de servir a Dios y de
guardar sus mandamientos o hacéis alguna obra buena, que esto os viene por
consejo y inducción del buen ángel que anda con vosotros; y cuando vosotros
hacéis obra buena que él os aconseja, que se huelga mucho y con mucho placer
representa delante de Dios todas vuestras obras y ruega a Dios por vosotros.
Por eso habéis de tener mucha reverencia y amor al ángel que os guarda, y
rogadle siempre que tenga mucho cuidado de vos, y os guarde del ángel malo o
demonio que no os haga mal.
E así mismo cuando
tenéis algún mal pensamiento o deseo, o hacéis alguna mala obra, sabed que
entonces sois aconsejados por el ángel malo, que es el demonio que anda con vos
siempre, y él ha mucho placer de que vos penséis o deseéis mal y hagáis mal y
pecar, porque si vos sois malo y haciendo mal, os lleve consigo al infierno. E
así es el oficio de los demonios, en procurar que hagamos mal por llevarnos
consigo del cielo al infierno.
Estos ángeles malos que
son los demonios, son los que os han engañado y os han hecho entender que eran
dioses, y hacían que los adorasen y les hiciesen las Cues y Tescales y Templos;
y aun hacían que la honra que habéis de dar a Dios verdadero, se la diésedes a
ellos para que por esto vosotros pecásedes más gravemente contra Dios, y
fuésedes más cruelmente atormentados con ellos en el infierno. Y porque os
querían mal y se holgaban de vuestros males, por eso os mandaban cortar las lenguas
y los brazos y romper vuestras carnes y hacer en vosotros mismos muchas otras
crueldades; y os mandaban matar y sacrificar a vuestros hijos y a vuestros
esclavos, y a otras personas; porque aquí cometiésedes mayores pecados en esto,
y en el infierno por ello hubiésedes mayores tormentos. Todas estas cosas que
os mandaba hacer y vosotros hacíades, eran contra la voluntad y contra los
mandamientos de Dios. Y cuales sean
estos mandamientos de Dios, adelante os lo diremos.
Y por esto habéis de
mirar y saber que todos estos que vosotros adorábades y teníades por dioses,
todos son demonios que os engañaban. Y por esto Uchilobos, Tezcatepuca y
Quezalcoatl, y todos los otros que teníades
por dioses, los habéis de aborrecer y querer mal, porque os quieren mal
y os han engañado, y habéis de echar de
vosotros todas sus imágenes y sacrificios, y todas las otras cosas que son de los ídolos y los habéis de quemar
todo y habéis de derrocar todos los Theucales y quemallos porque todas estas
cosas son obra del demonio, y las aborrece Dios a ellas, y a todos los que las
hacen, y a todos los echará Dios al infierno parea siempre.
Por tanto, apartad vuestros corazones de los ídolos, y echadlos de
vosotros y tornaos de todo vuestro corazón a Dios, el cual es muy bueno y os
recibirá y perdonará todos los males que habéis hecho si os arrepentís dellos y
le pedís perdón, el cual os perdonará de muy buena gana, porque os quiere
mucho. Y por esto no quiere que sacrifiquéis ni que matéis a nadie ni que os
hagáis mal a vosotros ni a otros, ni que rompáis vuestras carnes, ni cortéis
vuestras lenguas, sino que le améis de buen corazón, como él os ama a vosotros,
y que le hagáis una iglesia en el pueblo para que allí vengáis a encomendaros a
él, y a rogadle que os perdone vuestros pecados y os lleve al cielo y allí les
deis gracias y alabanzas por los bienes que os ha hecho y hace. Porque él os
crió y os mantiene y cría todas las cosas que habéis menester y manda el sol y
la luna que os alumbren, y la lluvia que os llueva y la tierra que da frutos;
por eso cuando alguna cosa hubiéredes menester a Dios verdadero la habéis de
pedir que él solo es el que os la puede dar, y no la habéis de pedir a ídolos
que son demonios y obras suyas, y no os pueden dar bien ninguno sino solo Dios
verdadero.
El VI artículo o
conocimiento de la fe es creer que Dios es perdonador de los pecados. Y para
que entendáis esto habéis de saber qué cosa es pecar.
Pecar es hacer, o
decir, o pensar alguna cosa contra la voluntad y mandamiento de Dios. Entonces
¿Cuáles son estos mandamientos de Dios que habéis de guardar y no podéis
quebrantar? Porque Dios solo es el que puede perdonar los pecados, por esto
cuando vosotros hiciéredes algún mal o quebratáredes algún mandamiento de Dios,
a ese mismo Dios habéis de pedir perdón del pecado que cometisteis,
arrepintiéndoos de buen corazón por lo que hicisteis, y teniendo voluntad entera
de nunca más ofendello a Dios ni quebrantar sus mandamientos. Y cuando así os arrepintáis
y pidáis perdón a Dios, luego Dios como es bueno y os ama como a hijos suyos,
os perdonará, con tal que seáis bautizados, os confeséis vuestros pecados a un
padre de los que dicen misa, porque ordenó Dios a su iglesia este sacramento de
la penitencia y confesión, y otros sacramentos para que por medio dellos alcancemos
el perdón de Dios, de nuestros pecados.
Y los que no son
bautizados son obligados a se arrepentir de todo cuanto han hecho contra los
mandamientos de Dios, y luego deben tener la voluntad de nunca más ofender y
mantener la voluntad de ser buenos cristianos, y en bautizados con esta
voluntad, luego os perdona Dios de todos cuantos pecados habéis hecho en
vuestra vida hasta aquella hora sin que los confeséis, más lo que hiciéredes
mal después de baptizados habéis de confesar como está dicho. E así el sexto
artículo es creer que Dios perdona los pecados por el sacramento del bautismo y
por los otros sacramentos, a los que les pesa de los pecados que habéis hecho y
propuesto de se apartar dellos y de nunca más cometellos.
El séptimo artículo de
la fe, es creer que Dios es resucitador de los muertos, y ha de dar gloria a
los buenos porque guardaron sus mandamientos y penas para siempre a los que no
los guardaron.
Y para esto habéis de
saber que este mundo se ha de acabar cuando fuere cumplido el tiempo en el cual
tiene Dios determinado que se acabe. Y entonces enviará Dios fuego de arriba
del cielo a la tierra y arderá toda la tierra y la mar y los ríos y las fuentes y el aire, y perecerán y morirán todas las gentes y las animalias y aves, peces, plantas, hierbas, y todas las
otras cosas vivas cuantas hay en este
mundo, se quemarán y desharán, y todos los edificios y montes y sierras
se allanarán, y después que todo el mundo fuere quemado y todos los hombres y mujeres fueren
muertos, y hechos polvos y cenizas, enviara Dios del cielo a sus
ángeles, que llamen y den voces diciendo
“Levantaos muertos y venid al juicio”. Y luego Dios con aquel poder con que hizo
todas las cosas de la nada tornará súbitamente a hacer los mismos cuerpos que
agora tenemos y cada uno tuvo en este mundo, y nuestras ánimas vernán, así las
que están en gloria del cielo como las que están en el infierno, y tomará cada
una su cuerpo y así todos resucitaremos y tornaremos a vivir cuantos en el
mundo fueron desque Dios crió el mundo hasta aquella hora.
Porque si os acordáis
ya dijimos como las ánimas no mueren, más solamente los cuerpos, y que las
ánimas siempre quedan vivas. E, así como todas las ánimas están vivas fuera de
los cuerpos tornarán a los mismos cuerpos y a vivir juntamente los cuerpos con
sus ánimas como agora estamos; pero habrá mucha diferencia entre los buenos y
los malos, porque los buenos
resucitaran inmortales e impasibles, de tal manera que ya los cuerpos suyos
no pueden recibir dolor, ni llaga, ni los puede quemar el fuego ni cortar la
espada ni otra cosa alguna le puede causar mal.
Y serán también los cuerpos
de los buenos que han de ir al cielo después de resucitados muy claros y
resplandecientes. Porque cada uno de
nuestros cuerpos resplandecerá después de resucitado mucho más que el sol y
serán tambien nuestros cuerpos muy ágiles y ligeros, porque podrán andar y
volar tanto cuanto quisieran sin cansar, y así cuando uno abre el ojo y lo
cierra podrá cada uno de nosotros con nuestros cuerpos ir hasta el cielo y
tornar a la tierra e ir do quisiera tan presto y tan ligeramente como él quisiera.
Y serán tambien nuestros cuerpos muy sutiles porque podremos pasar con nuestros
cuerpos por la tierra y por las peñas y por los mares y podremos entrar en las casas,
aunque estén cerradas y sin impedimento alguno.
Pero no será así de los
malos, porque los que no se hallaren cristianos, y los que fueron malos
cristianos resucitarán con los cuerpos muy pesados y enfermos y muy feos y
llenos de dolores y padecerán en ellos granes tormentos.
Y verná el Señor
Jesucristo hijo de Dios del cielo muy poderoso y resplandeciente con todos los
ángeles y arcángeles y con toda la corte celestial, los santos y santas, y
estará puesto en el aire, y todos los que fueron buenos se levantarán con sus cuerpos
resucitados en el aire, y estarán con Jesucristo, con sus ángeles y sus santos;
y los malos estarán en el suelo muy pesados con los demonios. E allí juzgará el nuestro Señor Jesucristo a
todos los buenos y a los malos. Los buenos estarán a la mano derecha y los
malos a la izquierda, e dirá nuestros Señor a los buenos: “Vosotros fuisteis
mis amigos y me amasteis y servisteis y guardasteis los mis mandamientos y
cumplisteis las obras de misericordia. Venid benditos de mi Padre, tomad y
poseed mi reino que os tengo aparejado desde el comienzo del mundo”. Y tomará
entonces el Señor a todos los buenos y juntarlos a consigo y con sus ángeles.
Después dirá a los
otros: “Vosotros incrédulos y desobedientes que no me quisisteis creer ni
guardasteis mis mandamientos, ni cumplisteis las obras de misericordia, id
malditos de mi Padre al fuego eterno que esta aparejado para los demonios.
Entonces se abrirá la tierra y tragará a todos los que no fueron cristianos y a
todos los malos cristianos y a todos los demonios y caerán todos en el infierno
juntos en el fuego donde arderán en cuerpo y alma para siempre jamás, y
cerrarse a la tierra sobre ellos. Entonces cantaran todos los ángeles y todos
los buenos y santos suaves canciones y tañeran instrumentos muy sonoros, y
subirse a todos juntos con nuestro redentor Jesucristo al cielo. E hincharán entonces todas las sillas y
lugares que habían quedado vacías de los ángeles que cayeron del cielo como
arriba oísteis. Y allí estarán para siempre en cuerpo y ánima con Dios en grade
gloria y grandísimos placeres, donde nunca jamás tendrán pesar sino siempre
alegría y ternán todas cuantas cosas quisieren sin que les falte nada.
Y así tenéis siete artículos de la fe que pertenecen a la divinidad,
porque por ellos conocemos en Dios ser Dios.
Con el primero conocemos y confesamos que es un solo Dios y no muchos
dioses; con los otros tres conocemos y confesamos que son en Dios, tres
personas en uno solo: Padre, Hijo y Espíritu Sancto. Y con los otros tres
conocemos las obras que solo a Dios Pertenecen. Conviene saber que es criador
que crió todas las cosas de la nada y es perdonador de los pecados, que él solo
es el que puede perdonar pecados, y que es resucitador de los muertos y
premiador y glorificador de los buenos.
Hay otros siete artículos
o conocimientos de la fe que pertenecen a la humanidad de Nuestro Señor
Jesucristo, lo que quiere decir que le pertenecen y se han de creer de Él en
cuanto hombre. El primero, es creer que
el hijo de Dios se hizo hombre tomado carne humana en el vientre de la Virgen Santa María; y
para mejor entender este artículo, habéis de saber dos cosas: la una es saber
la causa porque el hijo de Dios se hizo hombre, y la otra es saber cómo se hizo
hombre. En cuanto a lo primero, habéis
de saber que entre los muchos males que a nuestros primeros padres, Adán y Eva,
y a sus descendientes vinieron, porque no guardaron los mandamientos de Dios, como arriba habéis
oído, fueron tres: el uno, que perdieron la gracia de Dios, porque siendo amigos de Dios y estando en su gracia antes que pecasen, después que pecaron perdieron la gracia y quedaron todos por sus enemigos; el
segundo, que como eran antes que pecasen
siervos de Dios, por el pecado que cometieron fueron
hechos siervos del demonio, porque los tentó y los venció, haciéndolos
quebrantar el mandamiento de Dios. Captívalos como a vencidos, y hízolos sus
esclavos, así como vosotros a los que vencíades en la guerra, eran vuestros
esclavos, y ellos y los hijos de aquellos vuestros esclavos; así el demonio venciendo
a nuestros primeros padres en la tentación, los hizo sus esclavos.
El tercer mal fue que después que morían
llevaban los demonios todas las ánimas al infierno, y nunca de allí podían
salir, ni nadie podía librar sino solo Dios. Pues viendo Dios todopoderoso que
todos los hombres estaban perdidos y
esclavos del demonio, y después de muertos
eran sus ánimas llevadas al
infierno, y que de allí nunca podían salir, ni era nadie poderoso de libarlos
sino solo Dios, quiso el hijo de Dios
por su gran bondad y piedad remediar a todos, y reconciliarnos y
tornarnos en gracia con Dios; y hacernos sus amigos, y quiso librarnos del
cautiverio en que estábamos bajo el poderío del demonio, y quiso también librar
nuestras almas del infierno sacando los que allá estaban, y dando remedio a los
que quisiesen ser buenos, para librar
sus almas de ir al infierno.
Y para hacer esto más
cumplidamente quiso por su bondad hacerse hombre como uno de nosotros. E así el
primer artículo y conocimiento de Dios es; creer que la persona del Hijo de
Dios se hizo hombre. E mirad bien que no
se hizo hombre ni tomó carne humana la persona del Padre ni la persona del
Espíritu Sancto, mas solamente tomó carne humana y se hizo hombre la persona
del Hijo. Y para entender esto sabed que el hijo de Dios siempre fue y es Hijo
de Dios, mas no siempre fue hombre, más fue hombre solamente después de concebido
en el vientre de Nuestra Señorea Santa María que ha cierto tiempo que fue; y
cuando se hizo hombre no dejó de ser Dios; porque en cuanto Dios es inmortal, más
quedándose como Dios como siempre fue, hízole hombre juntamente. E así desde
entonces el Hijo de Dios es Dios y
Hombre juntamente. Así como un hombre de vosotros que se ha vestido una camisa
agora poco, fue antes que la vistiese hombre, y después que se vistió quedose
siempre hombre y después quedó siendo hombre vestido con una camisa. Así Dios
antes que se hiciese hombre era solamente Dios, pero después que se vistió
nuestra humanidad y se hizo hombre, es Dios vestido de hombre. E, así como un
hombre que se hace fraile era hombre antes que vistiese el hábito, y vestido el
hábito se llama fraile no dejando de ser hombre, así el hombre y fraile. Así
Cristo es Dios y hombre juntamente.
Y la Virgen Santa María le
concibió en su vientre no como las otras mujeres, más concibiole sin
ayuntamiento de varón, maravillosamente por virtud de Dios sin corrupción suya,
quedándose virgen como era antes; así como son engendrados los huesos dentro de
la carne, sin corrompimiento ni abertura de la carne; y como la cereza engendra
el cuesco sin abrir la cereza, así el Hijo de Dios fue concebido y engendrado
en el vientre de su madre Santa María sin abertura ni corrupción alguna.
Y para más declaración
desto habéis de saber que cuando Dios determinó de hacer hombres y tomar carne
humana de Santa María, envió del cielo un ángel muy hermoso que se llamaba San
Gabriel que le hablase de parte de Dios, y dijese como el hijo de Dios quería
encarnar en su vientre y tomar carne humana della y hacerse hombre; y el ángel
vino con esta embajada a Nuestra Señora, y hallóla en su cámara orando, y
díjole el mensaje que Dios le enviaba a decir, y nuestra Señora Sancta maría
respondió que fuese hecha la voluntad de
su Señor Dios en su sierva; y luego en aquel punto el hijo de Dios se encerró
en su vientre, y tomó y formó un cuerpo muy chiquito de la sangre purísima de
nuestra Señora Sancta María, y en él criando infundió su ánima llena de gracia,
y el Hijo de Dios unió a sí el ánima y cuerpo en unidad de persona, y la
divinidad tomó y se vistió nuestra
humanidad. Y la divinidad del Hijo de Dios, ánima y cuerpo es una sola persona
de Jesucristo, y fue hombre perfecto cuanto al saber, aunque cuanto al cuerpo
como en la edad crecía, porque, aunque estando dentro del vientre sabía todo
cuanto agora sabe, pero el su cuerpo no fue grande, más creció poco a poco como
crecen los cuerpos de los otros niños. Y así cuando vino el tiempo conveniente
de parir las mujeres, que es a los nueve meses, nació de la virgen Sancta María
hecho niño, y después creció y se hizo hombre; y ella lo concibió y engendró
cuanto aquello que tomó della que es su cuerpo; porque ya dijimos que el ánima
no la engendra la madre ni el padre, más críala Dios de nuevo. Solo los cuerpos
engendran los padres y las madres, e así el Hijo de Dios por razón del cuerpo
fue engendrado en el vientre de Sancta María virgen. E decimos que ella lo engendró
por razón del cuerpo, e así el Hijo de Dios que se llama Jesucristo siempre es
y fue Dios y en cuanto Dios hizo El a nuestra Señora su madre Sancta maría, más
su cuerpo humano tomolo della, mas no antes fue hombre e hijo de nuestra
Señora, sino dende que ella lo concibió por razón del cuerpo que della tomó.
Es pues el primer
artículo de la humanidad, creer que el Hijo de Dios Jesucristo fue concebido en
el vientre de Nuestra Señora Sancta María por virtud de Dios cuanto, al cuerpo,
y Dios crió el ánima; y habéis de notar cuando decimos Dios hizo, o crió, o
dijo siempre se entiende la Santísima Trinidad , que es: Padre, Hijo y
Espíritu Sancto.
El segundo artículo o
conocimiento de Dios en cuanto hombre es
creer que nació el Hijo de Dios de Nuestra Señora Sancta María maravillosamente
quedando ella virgen cuando le parió, y después de haberle parido; y así como
ella lo concibió por razón del cuerpo,
así también le parió por razón del cuerpo, quedando ella siempre virgen y sin
abertura ni corrupción suya, antes del parto, en el parto y después del parto;
y así como la estrella echa sus rayos sin abertura o corrupción suya, así la Virgen Sancta María,
parió al Hijo de Dios sin corrupción alguna.
El tercer artículo de
la fe o conocimiento de Dios en cuanto hombre, es creer que Nuestra Señor
Jesucristo, Hijo de Dios, que es hombre recibió muerte y pasión siendo
crucificado en una cruz por salvar y redimir a todos los hombres y mujeres del
mundo; y para que esto mejor entendáis habéis de saber, que después que
Jesucristo Hijo de Dios Nuestro Señor, nació de Nuestra Señora la Virgen hecho hombre, anduvo
en este mundo treinta y tres años, enseñándonos sus mandamientos y el camino
del cielo como nos habíamos de salvar, y esto lo enseñaba algunas veces por
ejemplo obrando, y otras veces por palabras, predicando.
Entonces, la razón por
la cual el Hijo de Dios se hizo hombre fue porque en cuanto hombre, pudiese
recibir los tormentos y la muerte que, por nosotros y nuestra salvación, tenía
que sufrir para nos salvar y redimir y librar por aquella muerte, del poder del
demonio, como adelante se dirá. Y porque si los hombres supieran claramente que
era Hijo de Dios nunca se atrevieran ni osaran darle muerte, y así no fuéramos
redimidos ni liberados del poder del demonio por su muerte. Por esto Nuestro
Señor Jesucristo Hijo de Dios, no se mostró ni se dio a conocer clara y
manifiestamente a todos que era Hijo de Dios, más por una parte se mostraba ser
Dios haciendo grandes milagros y maravillas, resucitando muertos y sanando
enfermos y otras maravillas y p0r otra
parte demostraba hombre flaco y necesitado habiendo muchas veces hambre
y sed y cansancio, mostrando tristeza y temor y tendiendo y mostrando muchas aflicciones y angustias como hombre,
por lo cual aunque algunos y pocos creían que era hijo de Dios otros creían que
era puro hombre, santo y bueno, estos eran muchos.
Y como Nuestros Señor
predicase y enseñase a todos, y también reprendiese a los malos por sus
pecados, los buenos le amaban y oían con gran voluntad, y los malos lo
aborrecían y le querían mal y
perseguían, porque los reprendía de sus males, y por esto siempre estaba
buscando modos y maneras para hacerle
mal y procurarle la muerte si pudiesen, creyendo como hemos dicho que era puro
hombre y no que era Dios y hombre; y por esto trataron entre sí de acusarle por malhechor delante de un
gobernador que estaba de Juez en la
ciudad de Jerusalén; y para esto buscaron muchos testigos falsos que dejasen
falsos testimonios contra él delante de aquel juez; y Nuestro Señor aunque le
acusaban falsamente nunca se quiso excusar ni defender, deseando que le diesen
la muerte por redimirnos y salvarnos.
Y como le acusasen
diciendo que había dicho y hecho tales cosas que por ellas merecía la muerte, y
los testigos falsamente lo jurasen que así era, y Nuestro Señor callase y no lo
contradijese. Entonces el juez Pilatos dio sentencia de muerte contra nuestro
redentor, mandándole primero a azotar muy cruelmente, y después crucificar, y
que le enclavasen en ella los pies y las manos hasta que allí muriese. Y así
estando allí enclavado murió y después de la muerte le dieron una lanzada por
el costado que le atravesaron el corazón y por esto nosotros hacemos muy gran
reverencia a la Cruz ,
y nos humillamos e hincamos las rodillas delante della y la tenemos en las
iglesias y la ponemos en los caminos y en otras partes, en reverencia y memoria
que Nuestro Señor el Hijo de Dios, fue puesto en ella y allí recibió muerte y
derramó su sangre por nosotros.
Y cuando nosotros adoramos
la Cruz , no
adoramos el madero, porque aquel madero no siente ni entiende la reverencia que
le hacemos, más adoramos a Jesucristo Hijo de Dios que fue puesto en ella, en
cuya memoria tenemos la cruz y nos humillamos a ella.
Y aunque El que hizo
todo el mundo de la nada pudiera librarse de la muerte y destruir y matar a
todos los que se la procuraban, pero no quiso sino morir, no por la fuerza, más
por su voluntad por liberarnos del poder del demonio y del infierno. Y fue
causa muy conveniente que el Hijo de Dios padeciese muerte y pasión para que
por ellas nosotros fuésemos liberados de la muerte eterna que es el infierno; y
la razón es porque por el pecado que nuestros primeros padres Adán y Eva,
cometieron contra Dios, merecieron él y todos sus descendientes pena de muerte
eterna, que es el infierno; porque, aunque el ánima sea inmortal, pero dícese
muerta cuando va al infierno, porque más le valdría morir muchas veces que no
ir al infierno.
Y mereció el hombre
muerte eterna y pena infinita porque el hombre que fue nuestro padre Adán
ofendió a Dios que es infinito, por esto quedó obligado a pena infinita y a
muerte eterna, que es el infierno, él y todos los que de él descendemos.
Y porque esta deuda tan
grande y tan infinita y pena y muerte perpetua a que éramos obligados, ninguno
la podía pagar ni satisfacer sino aquel que tuviese poder y virtud infinita, y este es solo Dios, y no hay otro
ninguno, porque solo Dios es de infinita virtud y bondad y poder, el cual solo
pudo satisfacer por el pecado de nuestro padre Adán, y por la deuda y muerte
que todos debíamos de morir eternamente en el infierno para siempre , por esto
quiso el Hijo de Dios morir en la cruz por nosotros, porque nosotros no
muriésemos en el infierno, y dio y derramó toda
su sangre en precio y paga del pecado de nuestro padre Adán y de todos
nuestros pecados. E así por su muerte somos liberados del poder del Demonio y
del infierno, y esta es la causa porque el Hijo de Dios quiso dejarse morir.
Y porque Dios, en
cuanto Dios, no podía morir ni padecer, ni sufrir mal ni pena, quiso para poder
padecer y morir, tomar nuestra humanidad y hacerse hombre, para que en aquella
humanidad padeciese penas y muerte por nos salvar y redimir, lo cual no pudiera
padecer siendo solamente Dios.
Ya os hemos dicho que Jesucristo es Dios y
hombre, y en cuanto Dios es inmortal, y el ánima suya es inmortal como las
nuestras, y el cuerpo suyo era entonces mortal como agora son los nuestros, y
por eso cuando decimos que Jesucristo murió, entiéndese en cuanto hombre, y no
en cuanto Dios, y en cuanto hombre
cuanto el cuerpo, pero no cuanto el ánima, porque morir el hombre no es otra cosa sino apartarse el ánima del cuerpo, porque el
ánima da vida al cuerpo y ella apartada del cuerpo muere el cuerpo y queda ella
siempre viva. Y aunque el ánima del Hijo de Dios cuando el murió se apartó de su cuerpo empero
el ánima ni el cuerpo se apartaron de Dios, mas siempre estuvieron juntos el
ánima el cuerpo con la divinidad, aunque
el ánima y el cuerpo estuviesen apartados el uno del otro, así como las
nuestras manos están juntas cuando
hacemos oración y las apartamos la una de la otra, no se apartan del cuerpo más
quedan juntas con él, así el ánima y el cuerpo de Jesucristo Hijo de Dios
aunque se apartaron el ánima del cuerpo no
por eso se apartaron de Dios.
CARTAS CENSORIAS
JOSE MARIA CHACON Y CALVO.
Estas páginas forman un
capítulo del estudio que bajo el título de Criticismo y Colonización presenté
al XXVI Congreso Internacional de Americanistas, celebrado en Sevilla en
octubre de 1935. La guerra civil que llena de desolación a España ha impedido
la publicación de las actas de este congreso, frustrando así mismo la de mi
ponencia que iba a formar parte de la serie Ibero-Americana del Centro de
Estudios Históricos. Como por la ineludible y dilatadísima documentación que
requiere mi estudio, éste demorará algún tiempo en publicarse, quiero traer a
las páginas de la REVISTA CUBANA este fragmento, que explica una actitud
espiritual interesantísima de la
España de Carlos V. Al hacerlo, no puedo menos de recordar en
esta nota, algunas particularidades del citado Congreso de Americanistas. Fue
en el otoño del 35 cuando se celebró: aún era posible el diálogo entre las dos Españas
que hoy se debaten en la lucha más trágica de su historia. Unas treinta
naciones estuvieron representadas en aquella memorable asamblea. Sus sesiones
científicas revelaron algunos nuevos valores del americanismo. Así el maestro
de los romanistas Karl Vossler, el eminente profesor de Múnich, nos dio a
conocer su delicioso ensayo sobre las Soledades de América, y el ilustre
Presidente del Congreso, el Dr. Gregorio Marañón veló sus armas como auténtico
estudioso de estas disciplinas. En algún momento la esfera apacible de la pura
dialéctica científica se vio turbada: tal cuando se discutió la ponencia del profesor
Cabria, el eruditísimo autor de la
Historia de la Historiografía Argentina ,
que dio un acento de pasión exaltada a los debates del Congreso.
Nunca olvidaré la profunda benevolencia con
que se recibió allí mi ensayo. En la controversia que siempre ha de suscitar el
nombre y la obra de Las Casas, no pareció dudosa la opinión general de la
asamblea: por aclamación fue aprobada la proposición que presentamos varios
delegados americanos -corolario evidente de esa misma tesis- en la que se consideraba como auténticos
representativos de la conciencia española en el Nuevo Mundo a los hombres del
criticismo colonial: Montesinos y Las Casas, Soto y Vitoria.
Un año antes, en el Congreso Eucarístico de Buenos Aires, la más alta
autoridad de la Iglesia
en España, el Cardenal Arzobispo de Toledo, Monseñor Gomá, no vaciló en
considerar a Las Casas como uno de los hombres más negativos de la hispanidad
que hay en la historia colonial de América. Un escritor Insigne, Ramiro de
Maeztu, con quien me unen –quiero creer que no sea cierta la tremenda noticia
de su fusilamiento- los más firmes lazos de amistad y los sentimientos más
vivos de admiración y respeto, en su Defensa de la Hispanidad , su último y
magnífico libro, cifró en Las Casas el sentido de lo anti hispánico. Mi estudio
quiere presentar precisamente a Las Casas y a los hombres del criticismo
colonial. Como cifra y compendio de la conciencia española en el Nuevo Mundo.
Una copiosísima documentación habrá de probarnos que Las Casas lejos de ser una
figura solitaria, es el centro de una tradición, tan vigorosa y tan amplia, que
llega a manifestarse en los mismos órganos del Estado, que entonces era un imperio
próximo a lo universal, y en un hombre que fue como: el Emperador Carlos V. su
más alto símbolo.
1.- LAS CASAS Y LA
TRADICION DE SU ORDEN.
De los sermones de fray Antón de Montesinos, predicados en la iglesia de
los Dominicos de la Española ,
en el tercero y cuarto domingo de adviento de 1510, se hace partir la actitud
crítica, mantenida en largos años, frente a la conquista de las Indias, frente
a las normas iniciales de la colonización española del Nuevo Mundo. Los
sermones del gran precursor de Las Casas alarman al Rey Católico. Montesinos primero y después Pedro de Córdoba
–el prior de los dominicos de la española – tiene que venir a España e informar
ante la Junta
de Burgos (1512) compuesta de teólogos y juristas. Al principio la tesis
dominicana despierta los recelos de la orden franciscana. Fray Alonso del
Espinal habla de las exageraciones de Córdoba y sus compañeros. Muchos han
querido hacer profundas, insalvables, discrepancias. La tesis de los dominicos
de la española no era en sustancia sino una afirmación, una esencial afirmación
cristiana. Por eso no me sorprendió
cuando en el mismo legajo del Archivo de Indias e que aparecen las cartas apostólicas
de Fray Pedro de Córdoba encontré también una larga epístola latina que, aunque
por el espíritu y la forma parece escrita por Córdoba, suscriben conjuntamente
con los dominicos, los franciscanos de la española.
¿Quiénes son estos franciscanos? Son los picardos de que habla Las Casas
en su historia de Las Indias (Libro III. Capítulo XLV) Por este tiempo (1516)
vinieron catorce religiosos de San Francisco, todos extranjeros, de Picardía,
personas muy religiosas, de muchas letras y muy principales, y de gran celo
para emplearse en la conversión de estas gentes, y entre ellos vino un hermano
de la Reina de
Escocia, según se decía, varón de gran autoridad, viejo, muy cano y todos ellos
de edad madura, que parecían como uno de los que imaginamos senadores de Roma”.
La carta en muchos pasajes es una traducción de la de Pedro de Córdoba
que comentamos después. Termina con una adición muy enérgica que suscribe de
modo especialísimo el P. Guardián Juan Llamingos “con precepto del P.
Provincial de las Indias, con el consejo y común voto de los Padres sobre dichos”
(los que suscriben la carta) en la que se dice a los gobernadores del reino que
si a estos males no se pine pronto remedio regresaremos todos a tierra de los
fieles.
Ni Las Casas ni su gran usufructuario Herrera, mencionan esta carta
latina. El padre Marcelino de Cabeza en su monumental Storia Universale delle
Missióni Francescane (volumen VI. Pág. 495), transcribe parcialmente la Real Cédula de 8 de noviembre
de 1516, por la que se ordena al Tesorero Matienzo y a sus oficiales proveer víveres
para la travesía y de ornamentos sacros a estos 14 franciscanos de que habla
Las Casas. Son de nacionalidad diversa. Así Juan Flamingus se llama indigno
picardo –quizá de aquí la generalización de Las Casas- y Ricardo Gani, inglés, etc.
Don Manuel Serrano y Sanz en su libro Orígenes de la dominación española
en América (CCCLXXVIII- CCCLXXX), transcribe la “provisión que llevaron los frailes
franciscanos que fueron a las indias para que los jerónimos les señalasen a qué
provincia e tierra irán para convertir indios”. Esta importante provisión que
el gran erudito publica por primera vez, aclara y precisa las referencias de
Las Casas.
De fray Tomás Infantes, uno de los que suscriben la carta latina, hay un
alegato muy curioso a favor de los indios de Tierra Firme. Conozco el dato por
D. Juan Bautista Muñoz: no he podido ver el original o su copia, en el Archivo
de Indias: “Memorial que dio el fraile escocés (franciscano)
Fr. Tomás Infantes, que vino de las indias. Parece el año 19. Debió
estar este fraile en Tierra Firme pues cuenta algunos casos particulares como
testigo de vista allí. Entiende que a
todos los indios debe darse libertad y que den algún servicio tolerable. Al
margen del documento se dice “Visto a pleno el Consejo de Indias. A Figueroa
que se informe”. 1. Este Juez Figueroa fue el de la experiencia del indio en la
española, como el Lcdo, de la
Gama lo fue en Puerto Rico, y Gonzalo de Guzmán, primero y luego
Manuel de Rojas, en Cuba.
En el apéndice
documental transcribimos íntegra la carta de dominicos y franciscanos. El padre
Civezza en su citada Historia solo extracta brevemente. El insigne D. Juan
Bautista Muñoz, al resumirla, habla de que está escrita en mal latín. El gran
investigador, que antes de ser americanista había sido doctísimo editor de las
obras latinas de Fr. Luis de Granada y profesado diez años de filosofía en la
universidad de Valencia, tenía sobrada razón para calificar así a este “parecer
de los dominicos y franciscanos”. Pero ¡Que enorme valor espiritual el de esta
epístola fuerte y apasionada!
Antes que nada,
conviene subrayar la apostilla, puesta por los franciscanos: no escriben por
deliberación propia: tienen el asentimiento de su capítulo general y creen
interpretar rectamente el espíritu de la Orden. Y consideran tan grave la
situación denunciada “Que si a estos males no se les pone pronto remedio
regresaremos todos a tierra de los fieles pues con máxima dificultad podremos
dirigir la isla”.
Las Cartas Censorias de
la Conquista
son nutridísimas. Examinaremos algunas verdaderamente ejemplares Escogeré una
de fecha incierta que escribe fray Pedro de Córdoba. Puede fijarse la época de
su redacción alrededor de 1517, pues alude al viaje que el clérigo Las Casas
hace por aquel tiempo a España para informar contra los conquistadores. El
comienzo da la tónica moral del documento.
“después de besar las
reales manos y Pies de V. A. Fray Pedro
de Córdoba vice provincial de los Frailes de Santo Domingo que moran en las
Indias, hago sabe a V. A. como movido
con deseo del servicio de Dios Nuestro Señor y del de V. A. he acordado de informar a V. A. de las cosas de las Indias, las cuales es razón
que V. A. muy bien sepa y entienda, pues
a mí ver le va en ellas la vida de su bienaventurada honra”.
La honra, la
bienaventuranza de la honra, todo un mundo de ideas morales hay en estas
sencillas palabras.
Por descargo de su
conciencia quiere hablar fray Pedro de Córdoba. Dos puntos comprenderán su
epístola censoria: el primero es “cerca de los indios naturales de la tierra”;
el segundo “de los cristianos españoles que de Castilla han venido a poblar en
ella, o por mejor decir, a despoblarla”
Trata Córdoba del tema
de la “destrucción” de las indias anticipándose a Fray Bartolomé: la misma
apologética de los pueblos aborígenes: “gentes tan mansas, tan obedientes, tan buenas,
que, si entre ellos entraran predicadores sólo, sin las fuerzas y violencias de
estos malaventurados cristianos, pienso que se pudiera fundar en ellos casi tan
excelente Iglesia como la primitiva”.
La denuncia de los
actos de barbarie es precisa y6 no se omiten los datos numéricos: “Más de un
cuento de vasallos han sido destruidos y aun si fueran muertos con salud de sus
honras, menos mal fuera más han perecido en las almas y también en los cuerpos “Para
Córdoba peor que la idolatría es la simulación cristiana: “¿Cómo podrá enseñar
la fe al infiel aquel que para si no lo sabe, y lo que es peor no la
obra?” Se siente cerca el ánimo heroico
e San Pablo cuando decía a los Gálatas: “No basta andar con el Espíritu hay que
vivir con el Espíritu”.
La pintura de las
penalidades de los indios tiene un impresionante tono dramático:
“Pues en lo temporal
han tenido mucho cuidado y diligencia de hacerlos sacar oro y labrara otras
haciendas y sufrir el ardor del sol que
en estas tierras es muy grande, las aguas, los vientos y tempestades, estando descalzos, en cueros
vivos, sudando la furia de los trabajos, no teniendo a la noche en que dormir, sino en el suelo,
no comiendo ni bebiendo para poder sustentar la vida, aun sin
trabajos matándolos de hambre y sed, y
en sus enfermedades teniéndoles mucho menos que bestias suelen ser tenidos,
porque aún aquellas suelen ser curadas, mas ellos no”.
Las mujeres a las
cuales todas las naciones, por la flaqueza suya, suelen perdonar de trabajos,
han trabajado y trabajan en esta tierra tanto o más que los hombres y así
desnudas y sin comer, sin camas como los hombres y aun algunas preñadas y
paridas, que Pharaon y los egipcios aún no cometieron tanta crueldad contra el
pueblo de Israel. Por los cuales males y duros trabajos, los mismos indios
escogían y han escogido de matarse, escogiendo antes la muerte que tan extraños
trabajos que vez ha venido de matarse ciento juntos por no estar debajo de tan
dura servidumbre “2.
Así escribía Córdoba,
al prior que fue de los dominicos de la española cuando las predicaciones de
Montesinos. Como Montesinos, como Mendoza, como Betanzos, como Berlanga, era
hijo del convento de San Esteban de Salamanca, la gran escuela de misioneros,
el monasterio donde encontró Vitoria los antecedentes morales de su doctrina
americana, el ambiente espiritual de su Relación de Indias. Con razón considera
el padre Retino, e su magistral biografía de fray Francisco de Vitoria que para explicar las influencias,
los antecedentes de las doctrinas internacionalistas del maestro, no hay que
acudir a las Universidades de Paris y de Salamanca, donde profesó sus
enseñanzas sino “en el propio convento de San Esteban, en las celdas vecinas de
sus compañeros y discípulos que después
de convivir con él las observancias monacales
emigraron al Nuevo Mundo, e hicieron encarnar en las nuevas y sometidas tierras costumbres
que él elevó a principios con la fuerza de los informes recibidos en casa y con
la alteza de su talento generalizador”. 3.
No se cree en estos
documentos típicos en la eficacia de la guerra. Todo puede conseguirse por las
vías naturales de la persuasión. Fray Bartolomé de Las Casas apóstol ardientísimo
de estas doctrinas y de la libertad de los indios, había de ser quien nos
dejara la carta más expresiva sobre estas artes de la persuasión, que hacen
innecesaria la guerra. No quiere emplear filosofía sino poner ejemplos. Así
cuenta en la carta que dirige al Consejo de Indias, desde Santo Domingo en 30
de abril de 1534, que “solo con la gracia de Dios y un fraile de que me proveyó
la Orden , fui
al Bauruco y aseguré a Don Enrique (el famoso Enriquillo de las leyendas) y lo firmé
y corroboré en el servicio del Emperador Nuestro Señor, y le contenté a él y a
su mujer y a todos sus capitanes y les quité todos los muy justos temores que
tenían …” Luego comenta: “y así fue y lo aseguré y lo dejé más firme en el
servicio de Su Majestad que la peña de Martos”. 4.
Y si en este
epistolario puede fundarse una filosofía de la paz, la que ata a los pueblos de
la comunidad hispánica, la que oímos con retórica más o menos convencional en
todos los doces de octubre, fue expuesta con fervor y bíblica elocuencia por F.
Juan Zumárraga, Obispo de México y muerto en olor de santidad. Dice el glorioso
franciscano a S. M. en carta fechada en México a 4 de octubre de 1534:
“Muchos años a que se
tiene por presupuesto la mucha necesidad que esta tierra tiene de los
españoles, y es tanta, cuanto en el cuerpo humano la carne tiene de los huesos
para ser sustentada y los huesos de la carne para ser cubiertos y refocilados
de ella. Los españoles nos parece ser los huesos, pues son fortaleza y la
fuerza de la tierra, y por el varonil esfuerzo de nuestra nación española, y
los indios son la carne… Entre estos se seguirá gran atadura y vínculo de amor,
en el cual consiste todo el bien de esta iglesia, así en lo espiritual como en
lo temporal, y bienaventurado será el que amasase a estas dos naciones en este
vínculo de amor.
Después de las palabras
que hemos leído de fray Pedro de Córdoba, nadie podrá dudar del profundo entronque
de la doctrina de Las Casas con la general de su Orden. Si desapareciesen
súbitamente los copiosos y diversísmos escritos de Las Casas, no padecería la
integridad de la llamada Leyenda Negra, de lo que yo considero más propio
llamar criticismo de la colonización, aunque se habría perdido su acento más
apasionado y conmovedor.
No menos de 200 cartas
de carácter censorio y en un período que va de 1511 a 1560, he podido recoger
en mis investigaciones de archivos. No creáis que solamente son cartas de
misioneros como fray Pedro de Córdoba, ni siquiera de jueces de Indias como
Alonso de Zuazo, el oidor formado en la tradición jurídica de Salamanca, el
gran apologista de la tierra antillana (“Señor esta es la mejor tierra del
mundo” dice al comienzo de una de sus cartas al Emperador Don Carlos) No. Son
epístolas de personas de muy varia, de muy diversa condición: de anónimos
vecinos y de gobernadores fastuosos; de obispos in partibus y de oficiales
reales; de contadores, de veedores, de tesoreros… La lengua de los misioneros
va siendo una lengua universal: hay más de un momento -he de citar preciosos
ejemplos- en que es también la lengua de los gobernadores. El ambiente se
satura de criticismo, de moralidades. Los mismos órganos del Estado –el Estado
Imperial- comienza a sentir una rara,
una misteriosa, una sorprendente influencia. Aparece entonces el criticismo
oficial.
2.- CRITICISMO OFICIAL.
En los comienzos de la
dominación española del Nuevo Mudo, en los tiempos en que se constituye la Junta de Burgos (1512) que
espera aun su revisión documental definitiva, se advierten en la historia de la
colonización dos tendencias antagónicas: la teológica, la teológico-moral más
propiamente, y la legalista. Dos fuerzas que están frente a frente, que
difícilmente se equilibran. 5. Caso típico del legalismo es el llamado
Requerimiento del licenciado Palacios Rubios. Este vacío formulismo no es digno
de la gloria del Consejero de los Reyes Católicos, que dejó una labor jurídica
importantísima, avalorada hace algunos años en un buen libro por Don Eloy
Bullón. 6. El requerimiento es el más hábil
escamoteo
de la idea moral por el procedimiento jurídico. La guerra al indio no
podía hacerse sin antes anunciarle con toda solemnidad cuantos bienes y beneficios
había de reportarle la conquista, que títulos legítimos tenía ésta, como se
convalidaba, nada menos que por una bula papal. Todo esto muy largo, muy
complicado, con frases latinas y con gran aparato solemne había de anunciarse a
los pueblos indios antes de comenzar la guerra. Con esta fórmula podía quedar
tranquila la conciencia del Rey Católico.
Los indios no entendían
absolutamente nada. La guerra no dejaba por ello de ser menos cruel, menos
inhumana. La ficción farisaica aumentaba su ya enorme valor negativo. Se
comprende la indignación de fray Bartolomé ante ese flagrante caso de estéril
verbalismo.
Así, entre
fluctuaciones constantes de teología y legalismo, va discurriendo la historia
de la colonización. Pero lentamente la teología va infiltrándose en el derecho
indiano. Y comienza a haber toda una
serie de Cédulas Reales, de disposiciones tocantes a la política de Indias, que
muestran como el caso de conciencia como una razón teológica, eran la causa de
los más diversos móviles. “Vi lo que escribís
-decía el Rey a Cristóbal de Cuellar, Contador de la Española- de la pragmática de los confesos y de la seda que son dañosas para nuestra
hacienda, y tengoos en servicio lo que decís porque es con buena intención,
pero yo quiero más lo que toca al servicio de Nuestro Señor y al bien de esa
tierra, que no el interés solo de nuestra hacienda, y por eso torno a mandar
que se cumpla y ejecute”. 7.- De suerte que el sentido teológico y esta
esencial preocupación de conciencia llevan al criticismo colonial a misma
esfera gubernativa.
El licenciado Espinosa
escribía estas palabras al Emperador desde Panamá en 10 de octubre de 1533:
“Los indios del Perú son los mejores y los más prestos al servicio de
españoles. Y gente de capacidad y que
tienen y viven en su República juntos… Convendría que se pongan en encomiendas
y se ordenen bien antes que la extrema codicia de los españoles le dañen y
pongan en confusión”. 8.- El licenciado
Castañeda contaba en esta forma la triste vida de los indios de Nicaragua
(Carta al Emperador fechada en León, de Nicaragua, a 1° de mayo de 1533):
“Ahora se añade el trabajo de las minas que él solo basta para acabarlos (a los
indios). Las más cercanas estaban a 40 leguas, en tierra fría y lluviosa. Con
las aguas, la frialdad y la fatiga, una gente de flaca complexión y pocos
trabajos, naturales de estos llanos, que son tierra caliente, viciosos de
muchas frutas, pescados, y otros vegetales, luego adolecen, y por bien curados
y mantenidos que sean mueren sin remedio. Esto sucede tanto a los que van a
sacar oro, como a hacer allá las cementeras y ya que allá no mueren vienen
tales que pocos llegaban a sus casas. Si uno quiere ir de esta ciudad a las minas
puede hacerlo sin saber el camino sin más que irse por el rastro de los huesos
de los indios muertos”. 9. “El rastro de los huesos de los indios muertos “: la
frase parece de Las Casas. Alguno podrá encontrarla más que dramática
melodramática. No la escribe un fraile,
ni siquiera un juez: es de un gobernador de las Indias. Un gobernador que ve la
obra colonizadora con un franco sentido criticista.
Penetrados de este
espíritu los hombres que representan el criticismo colonial llegan a una
libertad de expresión que en este año de gracia de 1937 nos produce asombro.
Este es un comienzo, bello comienzo ciertamente, de una olvidada, de una
inédita y desconocida carta de los dominicos de Nueva España a Carlos V en
1534:
“Aquel Platón de
ingenio celestial, Cesar invictísimo, tenía por dichoso príncipe aquel a quien
Dios diese tal república cuyos súbditos libremente le osasen advertir y
amonestar de la verdad y aquella tuvo por bienaventurada República si su
príncipe con ánimo real y agradecido oyere sus leales amonestaciones” 10. Toda
la carta tiene este tono de independencia: una y otra vez se insiste en el
deber ineludible, por parte del Emperador, de oír esas leales amonestaciones. A
esta amplitud, a esta libertad, no ya interior solamente, como decía Renan
elogiando a los místicos y teólogos españoles, sino en la forma también, se
llega cuando el ambiente de un pueblo está saturado de eticismo, cuando las
cuestiones de conciencia llegan a ser cuestiones de Estado y tiene una esencial
importancia para la vida de la nación.
Vimos antes la reacción
que producen los sermones de Montesinos. En definitiva ¿Cuáles fueron sus
consecuencias?: las primeras ordenanzas para el tratamiento de los indios, en
donde se afirmaba una vez más la libertad de los aborígenes de América. La
tesis de Montesinos tenía una realidad oficial.
Años después, cuando en
1539 da Vitoria sus Relaciones de Indis Insulanis en la Universidad de
Salamanca, el Emperador Carlos V escribe al prior de San Esteban una epístola
que el padre Getino en su libro sobre el maestro alavés califica de “edito
draconiano”. En la misiva imperial se habla de grave escándalo que podría causar
“que se tratase en sermones y repeticiones por maestros religiosos de esa casa
del derecho que nos tenemos a las indias, islas y tierra firme del mar océano”.
No se conoce la
respuesta del prior de San Esteban, pero es lo cierto que no hay en los
múltiples manuscritos que se conservan de la obra victoriana nada que permita
suponer una rectificación de sus doctrinas referentes a las Indias. En nuestro
estilo moderno podríamos decir que el edicto imperial en nada había menguado la
libertad de cátedra. Y después de esta primera reacción, de esta defensa
inicial del estado imperialista, aparece Carlos V consultado con Vitoria sobre
problemas indianos y se le pide por el Consejo que indique los misioneros de su
orden que deseen pasar al Nuevo Mundo. 11.
No era esto solo. Cuando el agustino Fray Juan de Oseguera plantea ante
el Consejo de Indias cuestiones muy delicadas referentes a las formas de
conversión de los naturales de Nueva España, el Emperador tiene un empeño
decidido en que Vitoria dé su parecer, envíe su dictamen teológico después de
haber platicado sobre estas cosas “con los otros teólogos de esa Universidad”.
Y escribe al prior de San Esteban para que releve al maestro “de lo más que ser
pueda de las cosas que en ese convento hubiese de hacer” y pueda consagrarse a
los gravísimos problemas propuestos al Consejo de Indias.
Hay en estas cartas imperiales una profunda preocupación por estos
problemas de teología moral. No le basta al Emperador el concurso de Vitoria.
Quiere que otros dominicos eminentes sean lo que personalmente se encarguen en
las nuevas tierras de esta labor delicada de la conversión de los indios: así
se dirige al General de la Orden para que el prior de San Esteban, que era nada
menos que fray Domingo de Soto, pasase a las Indias “Y con sus buenas y sanas
letras se hallase en la determinación de muchas dudas que cada día se ofrecen a
los religiosos y eclesiásticos que allí residen” 12.
¿Qué se deduce de estas misivas imperiales? Un hecho de enorme
trascendencia moral.
Se admitía por el soberano del imperio, es más, se solicitaba la
colaboración de quien mejor representaba entre sus contemporáneos una actitud
de crítica frente al más típico instrumento del Estado imperial, la guerra de
conquista. Una actitud que podíamos designar con una palabra muy de nuestro
tiempo y grata a nuestro espíritu: una actitud anti- imperialista. La España imperial, la que
Bourne llama la Roma
del siglo XVI, se impregnaba de ese ambiente de criticismo y moralidad, muy
propio
Muy característico de los tiempos medios, los tiempos de la plenitud
teológica, pero muy extraño, muy esporádico en los del Renacimiento. Hay
entonces ensayos, proyectos, iniciativas, que son el resultado práctico, la
aplicación a la realidad concreta de los principios que informan las críticas y
negaciones de Montesinos, Córdoba y Las Casas. Uno de estos ensayos de
criticismo pragmático es la llamada experiencia del indio, la doctrina de la
experiencia. Experiencia se dice insistentemente en los documentos oficiales de
la época. Así en los mismos orígenes coloniales asistimos con asombro a una
serie de verdaderos experimentos de orden social en una nueva fase del
Criticismo de la colonización; una forma aguda y dramática de la doctrina criticista
que afirma y exalta la auténtica conciencia de la hispanidad en América. 13.
CITAS.
1.- Colección Muñoz (Biblioteca de la Academia de la Historia. Madrid )
tomo 75. folio 386.
2.- Se conserva autógrafa esta
admirable carta de Fr. Pedro de Córdoba en el Archivo de Indias (Sevilla).
Patronato, Ley. 171. m .
2. ramo 5. Fr. Pedro de Córdoba después de una intensa vida apostólica murió,
según Las Casas, en mayo de 1521,
a los 38 años (Historia de las Indias. Lib. III. Cap.
CXXXV.
3.- V. su F. Francisco de Vitoria, págs. 175-195.
4.- Archivo General de Indias
(Sevilla) Audiencia de Santo Domingo. Legajo 153.
5.- Las palabras subrayadas lo
están por nosotros. Se conserva
autógrafa esta carta en el Archivo de Indias. Sección V, indiferente penal. Ley
1624. Suscriben la carta el Obispo F. Martín de Hojalcastro. Comisario General
y F. Francisco de Soto. Ministro Provincial. Se trata pues de otro documento
franciscano de puso sabor criticista. Icazbalceta, el gran investigador mexicano,
publicó la carta en su Juan de Zumárraga (parte documental, págs. 146-150),
según copia remitida por el dramaturgo Tamayo y Baus, sin indicación de origen;
tiene la versión de Icazbalceta algunas leves variantes con relación al
autógrafo de Indias.
6.- Sobre la Junta de Burgos: Las Casas
Historia de las Indias. Libro III. Caps. VII y VIII.
7.- Un Consejero de los Reyes
Católicos, el Dr. Palacios Rubios.
Madrid 1927.
8.- Archivo de Indias.
Contratación. Legajo 41, núm. 6, ramo 24, libro 1, folio LXXXIII.
9.- Colección Muñoz.
10.- Colección Muñoz
11.- Archivo de Indias.
Audiencia de Santo Domingo. Legajo 153.
12.- V. los manuscritos del
maestro F. Francisco de Vitoria por el padre Beltrán de Heredia. Madrid, 1928,
Pág. 163.
13.- Archivo General de Indias.
Indiferente General, legajo 423, libro XIX, f. 141 o 142.
14.- Sobre la experiencia en
Cuba, véase: I. A. Wright. The Early
History of Cuba (New York, 1936) Cap. IX: Different
Liberty. Sober la experience end general: Lewis Hanke: The first social experiment in American. Harvard
University Press, 1935.
Nota del autor: Por lo mismo que el señor Hanke cita el precedente de cierto estudio mío de manera poco precisa (no aparece en la
bibliografía de su obra y solo en una nota se dice que me refiero a ese tema en un trabajo
publicado en el anuario de la Asociación de Francisco de Vitoria), debo
recordar que el mismo lo leí en la cátedra de Vitoria, en la Universidad de
Salamanca el 28 de abril de 1933, vio la luz en marzo del año siguiente, seguido de copiosa
documentación (Anuario Tomo V) está íntegramente consagrado al mismo asunto que trata el erudito
investigador de Harvard y tiene este título: La Experiencia del Indio.
Nota. Este texto del ilustre historiador cubano JOSE MARÍA CHACÓN Y
CALVO, me lo envió la escritora cubana Alga Marina Elisogaray, con una nota que
dice: Extraído de la
Revista Cubana. Edit. Por la Dirección de Cultura,
Sec. de Educación, de la Habana ,
Cuba. Vol. X –octubre noviembre y diciembre 1937.
LOS PRIMEROS MÁRTIRES DOMINICOS DE AMÉRICA.
Por Fr. Vicente Rubio O. P.
1.- EL
DOCUMENTO.
Presentamos hoy a los
lectores de CIDAL un documento antiguo que, a nuestro parecer, reviste cierto
interés.
Se halla, original, en
el Archivo General de Indias (Sevilla, España), sección Indiferente General
1739. Ocupa todo un folio por el anverso o recto (40 líneas) y escasos
renglones (nueve) por el reverso o vuelto.
Carece de fecha tópica
y crónica. Sin embargo, parece que aún vivía entonces el rey Fernando el
Católico, ya que cuando a él se refiere no emplea las consabidas fórmulas rituales
propias para los difuntos: “que haya gloria”, “que santa gloria haya” etc. A mi
juicio es anterior, en muy poco tiempo, al deceso del católico monarca (23 de
enero de 1516). (1).
Observación. Esta carta
repite casi textualmente el pedido final de Pedro de Córdoba en su carta de
1517 - por lo tanto, es indudable que se tata del rapto propiciado por los
Jerónimos, que Pedro denuncia, en ningún caso el de 1514.
Montesina in fine:
“También suplico a Vuestras Altezas que la limosna que el Católico Rey mandaba
a nuestros frailes de la isla española para la fábrica de la iglesia que se la
mande dar, porque tienen la iglesia de paja”.
Pedro de Córdoba in fine: “acá por
muy cierto se dice que el rey, don Carlos I, sea ya venido a Castilla”: si así
fuere, pídanle que se prosiga la limosna que daba el rey don Fernando para que
se continúe la obra de la iglesia, que está parada, “ni tenemos blanca para
ella, ni aun para comer ni para otra cosa que necesario sea”. Fin de la
observación
Continua Vicente Rubio:
“Su encabezamiento reza así: “Muy altos e muy poderosos señores”, expresión
adecuada para dirigirse a los entonces componentes del Consejo Real de
Castilla, y, en concreto, a los que dentro de él constituían la Junta que se
ocupaba de los asuntos indianos; lo cual confirma mi sospecha de que ya eran
ellos, más que el achacoso y enfermo soberano, los que conducían el destino del
reino castellano. No temería yo atribuir ese documento al mes de diciembre de
1515 o quizá a los primeros días de enero de 1516.
Observación: “Se
equivoca Vicente Rubio, se trata de Carlos Primero y no de Fernando.
Al final, lleva la
firma, en latín, del dominico Fr. Reginaldo Montesino, prior”.
2.- AUTOR Y TEMA DEL DOCUMENTO.
Este fra. Reginaldo
Montesino (2) era hermano carnal, mayor de edad, del célebre P. Antonio
Montesino, el fogoso orador que, representando a su comunidad de frailes
Predicadores, pronunció los famosos Sermones del Domingo IV de adviento e
infraoctavo de Navidad del año 1511 (3), en la iglesia mayor de la ciudad de
Santo Domingo de la Isla
Española , para defender a los esclavizados Tainos de la explotación
de que eran objeto por parte de los encomenderos españoles.
En el documento que
vamos a presentar, Fr. Reginaldo se queja de que “cinco meses (h) a que estoy
(y) aquí. –en la corte regia- y no he
hecho nada. Lo cual presupone que él había hecho acto de presencia en ella, en
julio o agosto de 1515.
Así pues, firmado y rubricado por Reginaldo Montesino,
el documento que ahora nos ocupa se
refiere a la muerte que los arahuacos –“caribes” , según la categoría que con perversa intención les atribuían los
hispanos salteadores de indios - habían dado a dos dominicos en la costa norte de la actual Venezuela: el padre presentado
en Teología, Fr. Francisco Fernández de Córdoba (4) y el hermano lego Fr. Juan Garcés (5), cuando allá se hallaban preparando, por obediencia lo que pronto iba
a ser un grandioso ensayo de
evangelización pacífica entre nativos de
aquella región.
El lamentable hecho
tuvo lugar en el valle de Chiribichí o Píritu, perteneciente a lo que un tanto vagamente
se denominaba entonces provincia de Maracapana, o de “Portugal”, de la
circunscripción amplia de Paria, Cumaná o “Costa de las Perlas”.
Observación: Chiribichi
es el nombre del río de Cumaná, al río de Santa Fe, lo llama Pedro de Córdoba
es Chiribiche.
“En la parte de Manjar”
precisa el antiguo cronista Gonzalo Fernández de Oviedo (6).
Ese documento es, por
tanto, la primera versión hasta ahora conocida que dan dominicos coetáneos
sobre el asesinato de sus hermanos de hábito en el sitio acabado de mencionar.
Dicho documento no fue
expresamente citado por Manuel Jiménez Fernández informado biógrafo moderno de
Bartolomé de Las Casas –cuando trató el tema en el segundo tomo de su magna
obra (7), aunque parece conocerlo (8).
Tampoco lo conocen
otros autores de gran calidad que han estudiado la personalidad del P. Pedro de
Córdoba –primer plantador de la
Orden de Predicadores en América- su ambiente histórico y su
proyección misionera (9).
Creemos, por eso, que
será bueno darlo a conocer. Pero a fin de encuadrar mejor su texto, y en gracia
a los no iniciados, propondremos unas notas que sirven de introducción a
él.
3.- EL MARTIRIO DE LOS MISIONEROS
DOMINICOS.
La misión
Habiendo ido el padre
Córdoba a España por perentorio mandato de Fernando el Católico (al iniciarse
el verano de 1512), antes de que él volviera a la isla Española, suplicó al
monarca le diese licencia para llevar un
grupo de religiosos de su Orden a las
partes de Tierra Firme que, como hemos
dicho eran entonces llamadas indistintamente Cumaná, Paria y “Costa de las
Perlas” a fin de que los frailes, internándose lo más posible tierra adentro,
asentaran por allí un puesto
misional en el que pudieran poner en práctica su acariciado proyecto de evangelización
pacífica entre los nativos de aquellos
parajes venezolanos.
El católico rey se holgó
mucho de ello y le mandó proveer de todo lo necesario para tan novedosa
empresa. A esto responden las Reales Cédulas, expedidas en Valladolid a favor
de Fray Pedro de Córdoba entre el 28 de mayo de 1513 y abril de 1514 (10).
Uno de
ellas vedaba a las armadas de rescate o trueque comercial que hacían los
hispanos con los indígenas para obtener oro, perlas o esclavos, que no se
acercaran para nada a la tierra donde se asentarían los misioneros dominicos
sin el previo consentimiento de estos.
Llegó Córdoba a la española
entre junio y julio de 1514 y lo más pronto que pudo comenzó a poner en
ejecución su plan. Nombró tres
religiosos, Fr. Antonio de Montesino, Fr. Francisco Fernández de Córdoba y el
hermano Juan Garcés para que se embarcaran hacia el litoral venezolano con el
objeto de estudiar y elegir por allí un terreno apropiado donde habría de
establecerse el futuro asiento de la misión dominica.
Resulta que, al pasar
por la isla de Puerto Rico, Montesino enfermó de gravemente. Tan pronto estuvo
fuera de peligro, se vio obligado a regresar a Santo Domingo para reponerse;
los otros dos religiosos, Fernández de Córdoba y Juan Garcés, siguieron su ruta
náutica hasta el punto de la ribera de Venezuela que más a propósito les
pareció en orden a sus fines. Allí desembarcaron. 11.
Enseguida los dos
frailes comenzaron su labor de reconocer el terreno, internándose 8 leguas
hasta el valle de Chiribichí, aprendieron a convivir con los naturales y a
predicarles los rudimentos del Evangelio. El cacique Don Alonso, que era el
reyezuelo del lugar, los recibió con gran respeto y cordialidad, incluso les
hizo una choza o “bohío”. No en balde
hacía poco que aquel cacique “había venido a la isla española con una nao que
por allí (el litoral venezolano) había pasado y tornáronlo cristiano, y estuvo
en nuestro convento en la isla española”, declara Reginaldo Montesino (11 bis).
b) una expedición de pillaje.
Otras cosas muy distintas
ocurrían mientras tanto en la ciudad de Santo Domingo. El 5 de agosto de 1514
era convocada una reunión en casa del Licdo. Marcelo de Villalobos, uno de los
tres jueces de Apelación (12). Once personas más asistieron a ella: El Lcdo.
Juan Ortiz de Matienzo, colega de Villalobos.
Gil González Dávila, contador de la Isla. Juan de Ampiés,
factor de la misma. Pedro de Ledesma, secretario de la Real Audiencia. Cristóbal Sánchez Colchero, naviero. Juan de
León, vecino de Santo Domingo. Gómez de Ribera, ídem (13). Diego Caballero, ídem (13 bis). Bartolomé
Palacios. ídem (14). Diego Bernal, ídem.
Y Juan Fernández de las Varas (15), el cual se hizo representar por un tercero.
Entre todos acordaron
organizar una expedición o “armada” contra los caribes de las islas cercanas.
Esta expresión equivalía: “ir a caza de indios”. Nada importaba que los nativos cazados fuesen
en verdad “caribes” (antropófagos y enemigos tanto de indios pertenecientes a
otras tribus como de los colonos hispanos) o “guatiaos” (indios de paz y amigos
de los españoles). Al volver de la cacería y a la hora de declarar su mercancía
humana ante las autoridades del puerto de Santo Domingo, siempre los armadores
hacían pasar a todos sus aborígenes apresados como “caribes” sabiendo que así
la ley les amparaba (16).
Constituida por
aquellos doce individuos la expedición, “gastos y beneficios se repartían por
partes iguales entre los doce socios.
Tomarían parte dos naves pertenecientes a dos de los socios: el navío
“Latino” de Cristóbal Sánchez Colchero y el barco de Palacios. Juan de León fue nombrado capitán de la
armada, y Pedro de Ledesma y Diego Caballero recibieron el encargo de proveer y
despacharla…
Aportaron capitales,
además de los socios de la empresa, el repartidor de los indios de la española,
Rodrigo de Alburquerque, que poco después sería nombrado alcalde mayor de la
isla, y el procurador de Santo Domingo Juan García Caballero. Probablemente también invirtió capital en la
empresa el tercer oidor, Lucas Vázquez de Sillón, pariente de la mujer de Gómez
de Ribera; éste último fue nombrado veedor de la amada… La expedición se
dirigió primero a la isla de San Vicente, donde tras saltar a tierra, el
capitán Juan de León y el naviero y maestro de su nave, Cristóbal Sánchez
Colchero, fueron matados por los indios.
Muertos dos de los jefes de la expedición, asumió el mando de la armada
Gómez de Ribera. Ordenó tomar rumbo a “las perlas”, donde rescataron perlas de
los indígenas y también se dedicaron a pescarlas. Siguiendo su camino “la costa
abajo”, cogieron cautivo en la provincia de “Portugal” (17), tierra de
“guatiaos”, a un cacique de paz, don Alonso con 18 personas. La traída de los
indígenas a la española sería motivo de revelar públicamente, por primera vez,
las ambiciones desmedidas de los empresarios antillanos” (18).
En esta página del
historiador Enrique Otte estamos de acuerdo con él en lo que se refiere a la
armada organizada en Santo Domingo el 5 de agosto de 1514 para ir a saltear
indios. Estamos igualmente de acuerdo con él e que, muertos en la isla de San
Vicente los dos jefes de la expedición (Juan de León y Cristóbal Sánchez
Colchero), asumió el mando de la armada Gómez de Ribera, que es a quien
Bartolomé de Las Casas, sin nombrarlo responsabiliza del posterior desastre
ocurrido (19). Pero no estamos de acuerdo en que a la “Costa de las Perlas”,
Cumaná, Paria o provincia de “Portugal” o de Maracapana, como algunos la
llamaban, llegasen dos barcos; el relato coetáneo de Reginaldo Montesino habla
solo de un navío. Quizá el otro barco -el de los dos jefes muertos en San
Vicente- fue incendiado por los nativos de aquella isla, o quizá quedó
destruido por la “broma” -comején- o tal vez regresó a la española para dar noticia
sobre el triste final de sus patronos. Tampoco estamos de acuerdo con Las Casas
en que ahora cogieran cautivo “a un cacique de paz, don Alonso con 18
personas”, a pesar de que esto mismo repite Otte (20). Reginaldo Montesino
únicamente habla de que solo fue presa “la mujer del dicho cacique” y
diecisiete criados y criadas de su casa”.
Tocante al cacique,
Montesino expresa que cuando los dos misioneros dominicos, Fernández de Córdoba
y el hermano Garcés, aportaron al valle de Chiribichí.
“…hallaron un señor que se llamaba Alonso, el cual días
pasados avía venido a la isla española
con una nao que
por allí avia pasado y tornároslo christiano, y estovo en
nuestro convento en la isla española”.
De modo que, según la
versión de R. Montesino, el cacique de Chiribichí, don Alonso, ya era conocido
de los frailes que marcharon al litoral venezolano a estudiar el terreno mejor
para plantar allí el futuro centro de evangelización pacífica (junio -julio
1514); ese mismo cacique había vivido hacia abril o mayo de 1514 en el monasterio
de los predicadores de la ciudad de Santo Domingo. Cómo y con quién vino hasta aquí
y cuando regresó a sus nativos lares, no lo hemos podido averiguar todavía de
modo preciso, aunque pensamos que su vuelta a Chiribichí debió tener lugar
entre mayo –junio de 1514 (21).
Tornando al hilo de nuestra
narración diremos que cierto día de las postrimerías de agosto de 1514 apareció
por el sitio donde el par de misioneros dominicos se encontraba, una nao cuyo
capitán, nuestro ya conocido Gómez de Ribera, y su tripulación parecían
animados de bondadosos propósitos de saludar a los dos frailes y de realizar algún trueque o rescate
con los aborígenes; ocultaba Gómez de Ribera, sin embargo, el siniestro
propósito de cazar sorpresivamente algunos naturales de aquella región para trasportarlos a Santo Domingo y aquí venderlos como esclavos so pretexto de que eran “caribes”.
Ocurrió que cuando la
esposa del cacique Alonso quiso ver la embarcación, rodeada por una comitiva de
diecisiete personas de su tribu, el capitán de la nao, tan pronto hubieron penetrado
los curiosos nativos en el barco, mandó en secreto recoger anclas e izar las
velas, y con aquella carga humana, tan traidoramente cazada, enfiló proa hacia
Santo Domingo, a donde llegaría después de una travesía normal de siete u ocho
días (22).
En la urbe del Ozama
los jueces de apelación y demás socios suyos se repartieron entre si la
mercancía clandestinamente, quedándose con la mejor parte el Lcdo. Marcelo de
Villalobos.
Pero según el
testimonio de Fr. Reginaldo, el capitán Gómez de Ribera no capturó al cacique
Alonso, sino a su esposa y a diez y siete servidores de ella.
¿En qué época ocurrió
esa expedición de pillaje?
De acuerdo a lo que
declararía a fines de 1518 sobre el particular el bachiller Juan Roldán
–Alcalde de Santo Domingo, precisamente en ese año de 1514-
“…el oyó decir en esa
ciudad públicamente que la armada en que fue por capitán Juan de León y
Christóval Sánchez Colchero para los caribes, que tenía parte en ella el dicho
licenciado Villalobos, e que oyó decir asimismo que el dicho Gómez de Ribera
trajo ciertos indios que la
Costa de las perlas y de Paria diciendo que era caribes…
(23).
Pero este testimonio
suyo, al igual que el de otros sujetos, no nos ofrece una aceptable precisión
cronológica. Solo sugiere que la expedición tuvo lugar en la época en que los
jueces de apelación estaban en el apogeo de su abusivo mando (1512-1517), por tanto,
fue antes del 15 de junio de 1517, fecha en que los mencionados magistrados
quedaron cesantes y sometidos a juicio de residencia.
En el año de 1527
todavía era recordado por Gonzalo de Guzmán, vecino de Santo Domingo.
“… puede aver doze años
poco más o menos (que este testigo) le vio hazer una armada para los caribes a
él (Juan de León), e a Gómez de Ribera, e a Colchero, e que gastaron muchos
dineros…” (24).
Aquí ya hay una somera
indicación de tiempo. Dentro de la
relatividad con que entonces se fijaban los datos cronológicos, esos doce años
poco más o menos” nos sitúan en 1515, pero sin precisión de mes ni de día.
Al parecer, la
expedición debió efectuarse ya avanzada la segunda quincena de agosto de 1514.
b) Reacción de los indios: el
martirio
Como es natural, la
indignación del cacique Alonso y de su clan ante el sorpresivo pillaje cometido
con su esposa y comitiva (postrimeros días de agosto de 1514) no tuvo límites.
Quisieron matar a los dos dominicos que entre ellos convivían, creyéndoles cómplices
de la infame captura de sus congéneres. Los religiosos trataron de apaciguarlos
de la mejor manera. Les prometieron que el capitán de la nao depredadora
-Gómez de Ribera – recibiría un justo castigo y solicitaron
un plazo de cinco lunas o meses, a fin de poder escribir al P. Pedro de Córdoba y demás frailes del convento de la ciudad de
Santo Domingo –bien conocidos del cacique Alonso- que, como ya notamos, tiempos atrás había
estado en él- para que interponiendo su
prestigio moral y su exigencia de
justicia, lograran de las autoridades civiles de la Española que la cacica y
sus criados fuesen devueltos a su tierra de origen lo más rápido posible dentro
del tiempo convenido.
Casualmente -ignoramos
cuando- pasó por allí un barco. Aprovechando tan feliz oportunidad, los frailes
misioneros, convertidos a en rehenes, enviaron a Santo Domingo la carta en que
exponía a sus hermanos de hábito su apurada situación, solicitaban para ella
remedio pronto y adecuado.
Sobra decir que al
recibir los dominicos de la española tan angustiosa misiva (25), uno de ellos,
el P. Antonio Montesino, acudió a las
autoridades competentes, a fin de que pusieran en claro los hechos y adoptaran
una resolución salvadora (26), los demás movieron todas las palancas que
pudieron para dar con la cacica y sus acompañantes.
Pero negativas rotundas
al principio, vaguedades, después y hasta algún caso la desoladora información
de que el indio o india que había sido comprado por un determinado encomendero
se encontraba en una finca muy lejana, o había sido revendido a un individuo
del interior de la isla o acaso estaba muerto, eso fue lo que cosecharon los frailes
Predicadores en su ajetreo por las calles y casas de Santo Domingo.
Cuando por fin se supo
donde se hallaba oculta la cacica, que era justamente en casa del Juez de
Apelación, Marcelo de Villalobos, éste, sin ambages, manifestó a los dominicos
que aquella mujer era “caribe”, y, por tanto, sujeta a cautiverio de acuerdo
con la legislación vigente (27).
Los religiosos hubieron
de escribir entonces al Provincial de Andalucía, en España, a cuya jurisdicción
se hallaban ellos sometidos desde ese mismo año de 1515. Solo le pedían, como a
superior mayor suyo, que intercediera ante el monarca para que éste evitara que
la cacica siguiera siendo considerada “caribe” y, en consecuencia, legalmente
reducida a esclavitud.
El Provincial andaluz
actuó con premura. Hemos visto en resumen de su solicitud al Consejo Real. Por
ser una minuta, no lleva fecha y resulta lacónico en exceso. Dice así:
“La carta del
provincial de los dominicos. Sobre lo que aconteció en Chiriviche cerca de la
mujer del cacique Alonso. Pide que no se cative. Que se les pague su limosna.
La carta del provincial sobre los cativos” (28).
Como podrá observarse, nada hay aquí alusivo al asesinato de los dos
dominicos, lo cual implica que dicha misiva es anterior a la noticia de la
muerte de ambos misioneros y anterior tambien al informe de Fr. Reginaldo Montesino
que vamos a presentar. Lo único que aquí
se pide es que la cacica “no se cative”, o sea, que nadie siga considerándola
digna de continuar reducida a esclavitud.
Pienso por mi cuenta –aunque carezco de prueba documental – que algunas cartas
debieron ser despachadas desde la isla española al cacique Alonso y a los dos dominicos,
notificándoles las medidas que se estaban tomando para tornar a la cacica y sus
17 servidores o “naborías” a Chiribichí.
Los cinco meses de tregua finalizaban. Al cumplirse este plazo y ver que
la cacica y sus criados no volvían (enero de 1515), los Arawacos sacrificaron a
los dominicos, el P. Fr. Francisco
Fernández de Córdoba y el Hermano Juan Garcés. Eran las primicias de sangre de la Orden de Predicadores que
regaba suelo americano por la causa del evangelio, estropeada a causa de los hispanos
cazadores de indios.
d) Fecha del martirio.
¿Cuándo pudo ocurrir el
triste suceso?
Contamos para tratar de
precisarlo lo más que esté a nuestro alcance, con un término “ante que” seguro.
Nos referimos al 28 de enero de 1516, fecha en que documentalmente ya se alude
al luctuoso hecho, como algo lejano, en los papeles de los Oficiales Reales de
la española, según atestiguan unos extractos inéditos, presentados al Consejo
Real de Castilla, de ciertas cartas del tesorero general de indias, Miguel de
Pasamonte, residente en santo Domingo. Una de esas cartas, datadas en el día,
mes y año que acabamos de señalar “(28-01-1516), quedó compendiada así por el secretario
del Real Consejo:
“dize (el tesorero
Pasamonte) que un fraile de San
Francisco de los que fueron a la costa
de las perlas le ha escrito una carta,
que enbya con esta para que se vea, y que lo que le parece a él es que sería byen que en aquella tierra se hiziese un pueblo de christianos y una fortaleza junto con la mar y que esto se encomendase a una persona temerosa de Dios, sabya y de confianca y zelosa del seruicio de Sus Altezas, porque
de otra manera ninguna seguridad se ha
de tener de los yndios, y sy no están sojuzgados, corren peligro los frayles que agora han ydo y que los maten como a los dominicos que primero fueron, y que los christianos que
allá fuesen a poblar avían de dezir a los yndios
que yvan para ayudarles contra
los caribes y que se asegurayan con esto,
y que tomándose los caribes, se podrían traer a vender a La Española , que serya grande remedio para ello y Sus Altezas serian seruidos de muchas maneras (29).
Hasta ahora, esta minuta
es el documento más antiguo –que yo sepa- (30), en el cual se menciona de
manera expresa, aunque incidental, la muerte dada por los Arawacos a los
“dominicos que primero fueron” a la “Costa de las Perlas”. Gracias a otras fuentes
coetáneas sabemos que esos dominicos fueron “dos” (31), nuestros ya conocidos
Fernández de Córdoba y el Hermano Garcés.
Esa minuta habla
también de “los frailes que agora han ido” al litoral de Venezuela. Con ello da
a entender la expedición conjunta de
religiosos dominicos y franciscanos
presidida, respectivamente, por Fr. Pedro de Córdoba O. P. y Fr. Juan
Garceto O. F. M., que después de la cruenta inmolación de aquellos dos
frailes Predicadores, había partido en 4
de julio de 1515 del puerto de Santo Domingo rumbo a la “Costa de las
Perlas” y, apenas fuera de la barra de
él, en menos de dos horas, se vio obligada a regresar, con gran riesgo de
naufragio, a su punto de partida, debido a un huracán –el huracán de San
Laureano- (32). En la urbe dominicopolitana
hubo de esperar dicha expedición pacientemente a que mejoraran las condiciones
atmosféricas y se hiciera el necesario arreglo de las naves, etc., para
emprender de nuevo su marítimo viaje a la ribera venezolana (finales de
setiembre de o comienzos de octubre de 1515).
Precisamente entonces
-4 de julio de 1515-, procedente de la vecina isla de Cuba, había llegado a
Santo Domingo el clérigo Bartolomé de Las Casas, con algún que otro fraile Predicador
del grupo que estuvo misionando en la propia ínsula cubana durante tres meses
(33). Bartolomé permaneció en la ciudad
del Ozama desde el 4 de julio al 6 de septiembre de ese mismo año, 1515,
pudiendo entonces conversar largamente con el P. Córdoba en torno a lo que él
vislumbraba como futura vocación suya: dedicarse con exclusividad a la defensa
de los indios (34).
El 6 de setiembre
salieron de Santo Domingo hacia España el clérigo Las Casas y el P. Montesino
–acompañado- quizá este último por el diácono Fr. Diego de Alberca-. Montesino
llevaba el encargo de informar nuevamente
y con más detalles al rey sobre lo acaecido en la “Costa de Las Perlas” y la complicidad
que en el caso habían tenido los jueces
de Apelación de la Española ;
igualmente quería enterarle como a pesar
de la sangre vertida de los dos frailes Predicadores, sacrificados por los Arawacos,
los dominicos y franciscanos residentes
en Santo Domingo, volverían a reanudar el ensayo de evangelización pacífica en
el mismo lugar del suplicio de aquellos
dos pioneros. Es probable que también le
comunicara que la cacica y algunos indios de su comitiva no habían sido aún
hallados. Por estos y otros motivos, Antonio Montesino rogó al monarca que, de
una vez por todas, ordenase suspender las incursiones constantes
que por aquellos parajes de
Chiribichi hacían los salteadores de la Española , urgiendo, además, el cumplimiento
estricto de lo que antaño drásticamente
el propio soberano había mandado mediante Real Cédula dada en Valladolid, el 2 de junio de
1513, para que ninguna nao de colonizadores ni mercaderes hispanos se
acercara por las tierras donde los misioneros evangelizaban, ya que
hasta aquel momento semejante ordenanza siempre había sido violada (36).
De manera que para
fijar la cronología del martirio de Fernández de Córdoba y del Hermano Garcés,
contamos ya, a mi modo de ver, con unos testimonios aceptables. Esa muerte es anterior al 28 de enero de
1516, fecha de la carta de Pasamonte, anterior tambien a la expedición simultanea
de frailes predicadores y menores que a finales de septiembre o inicios de octubre
de 1515 partió de la ciudad del Ozama hacia Chiribichi; y anterior incluso, a
la salida de Santo Domingo hecha tambien por ambas órdenes religiosas el 4 de
julio de 1515 con idéntico objetivo, pero que no pudo llevarse a efecto a causa
del huracán de San Laureano.
Así, pues,
el período que corre entre enero- junio de 1515 es el plazo más razonable para
situar el sangriento suceso acaecido en la tierra firme venezolana.
Puntualicemos aún más.
Enrique Otte, el mejor
historiador de cuanto yo conozco sobre el tráfico comercial del Caribe, ha
escrito: “Al parecer, (los dominicos) fueron muertos en enero de 1515.
Creo que es una opinión
acertada.
Comencemos a
confirmarla aportando un dato nuevo.
El 5 de febrero de 1515
el viceprovincial, Fr. Pedro de Córdoba, acompañado por el subprior del
monasterio dominico de la ciudad de Santo Domingo, Fr- Gutierre de Ampudia, Fr.
Juan de Tavira y Fr. Tomás de Santiago, comparecen en casa del gobernador de la
isla española, Almirante y Virrey, Diego Colón, en la misma urbe santodomingunse.
Aparecen firmando como testigos el nombramiento que este hizo entonces de
teniente de gobernador suyo a doña María de Toledo, su mujer, y a Jerónimo de
Agüero, dado su próximo viaje a España.
Pero resulta extraño
que solo para servir de testigos a tan común y corriente documento hubiesen
sido convocados por el virrey aquellos cuatro predicadores, cuando muy bien eso
podían hacerlo cualesquiera de los más leales y discretos servidores civiles de
la casa de Don Diego Colón. Pienso que el grupo de dominicos encabezados por su
viceprovincial, se encontraba en presencia del gobernador para otro asunto más
importante. ¿Cuál podía ser este? O
enviar nuevas cartas a la rivera de Venezuela
aplacando al cacique Alonso y solicitado ampliación del plazo de las cinco lunas a favor de los
dos dominicos sentenciados a morir; o
prometiendo la devolución inminente de
los indios de su tribu tan traidoramente
apresados ; o pedir al virrey ordenara
que se hiciese a la mar, lo más presto,
una nave en la cual los propios dominicos
llevaran a Chiribichi los indígenas cautivados por Gómez de Ribera meses atrás y que a costa
de ímprobos esfuerzos irían recogiendo por algunas casas de Santo Domingo o por
donde fuese como Dios mejor les diera a
entender. Lo que más debieron urgirle a
don Diego Colón fue que les proporcionara un bergantín para que el propio Pedro
de Córdoba y cuatro o cinco frailes suyos se encaminaran, con la mayor
celeridad, al litoral de Paria a fin de cerciorarse sobre la situación de Fernández
de Córdoba y de Garcés. Por mucha prisa que se dieron -nos dice Reginaldo
Montesino-
“...
cuando el viceprovincial fue con otros frailes al dicho puerto de las perlas,
halló que había murto a los dos frailes y no se sabe quién…”
Al fin –observa Enrique
Otte- la consulta (de Santo Domingo) virrey, Jueces de Apelación y Oficiales
Reales-, en su sesión del 10 de febrero de 1515, se ocupó del asunto. Se ordenó
que Gómez de Rivera y los caciques de la tierra firme “-ignoramos de quienes se
trata- apareciesen ante los miembros de la consulta y que los que fueren
“guatiaos” fuesen devueltos a sus tierras. Consta que los que quedaron o
pudieron ser hallados de los prisioneros de Gómez de Ribera, se entregaron a
los frailes... Al parecer, uno de los
marinos de la isla española que había llevado a los dos mártires a la Costa de las Perlas, recibió
el encargo de transportar a las mismas tierras “ciertos frailes dominicos”
junto con varios indígenas de los cautivados por Gómez de Ribera. Esto tiene que haber sucedido en febrero de
1515, ya que la consulta informa al Rey en sus cartas de 24 de febrero y 6 de
marzo… No contestó Rey hasta el 2 de agosto, aprobando todo lo dispuesto por sus
representantes en indias, y reprobando, con palabras tan tibias como ineficaces,
los atropellos de los jefes de las armadas en el Caribe.” 38.
Pienso que hubo dos
viajes: uno, en el que fue el P. Córdoba por primera vez al litoral venezolano
con cuatro o cinco frailes suyos para saber sobre los dos misioneros, y otro,
inmediatamente posterior, en el que “ciertos frailes dominicos” condujeron a
los indígenas que pudieron hallar en Santo Domingo a la Costa de Paria.
En verdad, la
contestación de Fernando el Católico -2 de agosto de 1515- no alude para nada a
la muerte de los dos dominicos, porque aún la consulta de Santo Domingo en las
cartas que le escribió en 24 de febrero y 6 de marzo no tenía noticia de ella y,
en consecuencia, no había podido comunicársela al soberano. Únicamente sabía en
las fechas indicadas que habían ido varios frailes predicadores a la “Costa de
las Perlas” a quedarse un tiempo por allí haciendo averiguaciones y otro grupo
de ellos a devolver poco después algunos de los indios hacía meses atrapados.
Por esto el Rey se restringe a declarar:
“De los frailes que
dezis que quedaron en aquella costa he habido mucho placer. Plega a Nuestros Señor que, como vosotros dezis,
hagan allí mucho fruto, porque holgaría mucho que de una manera o de otra las
gentes de aquellas partes viniesen en conocimiento de nuestra Santa Fe
Católica, y vos siempre tened mucho cuidado en pensar y buscar todas las
maneras que para esto se puedan tener, y escribirme vuestro parecer, pues
sabéis que ninguna cosa deseo más que la conversión de aquellas gentes…”
“Lo que mandaste al
capitán que trujo los indios que no eran caribes que los volviesen a sus tierras
fue bien mandado, y aun fuera razón de castigarle en alguna manera, pues
aquellos que trujo era amigos de los indios que están de paz, y no eran
caribes, porque ni él ni otros no lo hagan otra vez.” 39.
Tres puntos dignos de notarse
muestran estos párrafos de la carta del Rey: El placer que él ha tenido al
saber de “los frayles” … que quedaron en aquella costa” venezolana, de los
cuales esperan que hagan allí mucho fruto; que estuvo bien hecho que se
devolvieran los indios de paz “cazados” a sus tierras; lo razonable que sería
castigar al capitán que tan traidoramente no solo los atrapó, sino que encima
de eso los hizo pasar por caribes para así poderlos vender sin escrúpulo
alguno.
¿Qué frailes eran esos
“que quedaron e aquella costa”?
Tengo para mí que eran
Fr. Tomás de Toro (40) y tres o cuatro dominicos más, cuyos nombres ignoramos,
los cuales marcharon allá con el P. Pedro de Córdoba en fecha posterior al 10
de febrero de 1515, a
fin de indagar la suerte que habían corrido el P. Fernández de Córdoba y el
hermano Garcés. A estos se agregarían
luego los dos o tres que más tarde arribaron allí para devolver a los indios
liberados de su cautiverio.
Considero que fue
entonces –postrimerías de febrero o primera mitad de marzo-, cuando al poner
sus pies en Chiribiche, el padre Pedro y sus compañeros obtuvieron la certeza
del trágico fin de sus dos hermanos de hábito. ¡Habían llegado demasiado tarde!
Lo penoso fue que por más averiguación que hicieron, nuestros frailes se
quedaron, en aquel momento, “sin saber quién” los había sacrificado (41).
La muerte de ambos
misioneros debió ocurrir, pues, a últimos de enero de 1515; se tuvo
conocimiento de ella al expirar el siguiente mes de febrero o, lo más seguro,
en la primera quincena de marzo de ese mismo año.
A España tal vez llegó
la noticia por el mes de mayo o junio, y pocos días después de despachada la carta de Fernando el Católico a las autoridades de la Española (2 de agosto de 1515) fue cuando el padre Reginaldo Montesino, a
nombre del provincial de la Provincia Dominicana de Andalucía hizo acto de presencia en la corte
solicitando la protección al Rey sobre los frailes predicadores que, para esas fechas y según sus informaciones,
ya debían estar evangelizando, en unión con los franciscanos, la región de
Cumaná (42).
4.- NOTAS COMPLEMENTARIAS.
Preparando nuevamente la misión.
Los dominicos que
“quedaron en aquella costa”, como dijo Fernando el Católico en su carta del 2 de agosto de 1515, aparte de inquirir por todas las
vías quien o quienes habían
sacrificado a sus dos hermanos
misioneros, se dedicaron a la ardua
labor de sosegar a los nativos, convivir mansamente con ellos e indagar los
sitios más adecuados para que en
aquellas mismas latitudes volviera a
reanudarse el soñado ensayo de evangelización pacífica con un buen
contingente de frailes predicadores y franciscanos reformados, traídos todos de La Española.
Ignoro el tipo de
precauciones adoptadas durante estas exploraciones por Pedro de Córdoba y sus
religiosos para prevenirse de cualquier ataque de los indígenas al igual que de
tantos asaltos sorpresivos de españoles como por allí se efectuaban, que era lo
que a los nativos irritaba sobremanera.
No sería desacertado
pensar que todas las cautelas de nuestros frailes se redujeron al par de naves
en que habían ido ellos y los indios devueltos; esas naves surtas en el puerto
de Chiribichi, tripuladas por gente confiable debieron ser costeadas por el Virrey
Diego Colón y quizá por Jácome Castellón, el cual aparece como amigo
primeramente del padre Córdoba (43) y después del P. Tomás de Berlanga O. P.
(44)
El P. Pedro debió
regresar a Santo Domingo a punto de concluir el mes de abril de 1515. ¿Regresó solo el P. Córdoba, dejando a los demás
en la “Costa de Las Perlas” o regresaron todos?
Es posible que dejase
tres frailes, de indudable valentía, en aquel lugar, por varias razones.
Para que aprendiesen bien la lengua de la región con algunos “guatiaos”
y pudieran luego servir de maestros en la misma a los demás religiosos.
Para que la labor de sus dos antecesores inmolados no sufriera
interrupción y, al mismo tiempo sirviera de puente a la que dentro de un bimestre
sería llevada a cabo, conjuntamente, por dominicos y franciscanos.
Para que fueran reconociendo el terreno donde se habrían de asentar unos
y otros –Santa Fe de Chiribichi los predicadores, en Cumaná los Menores- cuando
llegaran a emprender su proyecto de evangelización pacífica.
++++++++++++++++++
No cabía esta vez miedo
a cacerías de nativos, porque, muy atinadamente observa Enrique Otte:
“Francisco Vallejo,
miembro de la élite de Santo Domingo y futuro Alcalde Mayor de Cubagua
(45), recibió el encargo (De las
autoridades de la Española
) de llevar a cabo, con ayuda de un
escribano real, una investigación completa
sobre los indígenas de Tierra Firme, con el fin de demarcar las tribus arawacas
y caribes, además se le ordenó
restablecer la paz con los indígenas
de la provincia de Portugal, alterada por las fechorías de Gómez de
Ribera, y hacer una pesquisa sobre las
circunstancias de la muerte de los dos
misioneros. Esta misión oficial se combinó con una armada de rescate, de la
cual se nombró capitán al propio Francisco Vallejo. Capitalista principal era
el almojarife mayor Juan Fernández de Las Varas (46); además invirtieron capital
sus consocios en el arrendamiento del almojarifazgo, licenciado Juan Ortiz de
Matienzo y el factor real Juan de Ampiés.
La armada, de una carabela, trajo sal de Araya y lizas saladas. No
consta la cantidad de perlas rescatadas o pescadas” (47).
Lo importante es que
existía allí un clima de seguridad y más aún, había quedado cortada la captura
de nativos por el momento. Los tres
dominicos que probablemente allí dejó el P. Córdoba podían trabajar confiados.
b) Arawacos repatriados.
El otro punto el que
Fernando el Católico se regocijaba en su carta del 2 de agosto de 1515 era el
siguiente: los aborígenes apresados por Gómez de Ribera habían sido tornados a
su tierra venezolana.
¿Cuántos fueron esos
indios restituidos a sus nativos lares? No parece que lo fuesen todos, ni al
mismo tiempo, ni siquiera se devolvieron los que en realidad debieron haber
sido devueltos. La culpa de ello estuvo en quiñes los adquirieron
clandestinamente.
Unos pocos sí, un poco
parece ser que fueron entregados por sus dueños a los dominicos con gran
nobleza de corazón. Otros fueron cambiados, por ejemplo, se dieron viejos por
jóvenes, como aconsejó la malicia de sus amos en el secreto de sus
inescrupulosas conciencias. Otros tardaron en ser reintegrados “De acuerdo con
la declaración de Juan García Caballero, (éste) tuvo que entregar a los
licenciados Villalobos y Ortiz de Matienzo dos indios que le había quedado “sin
partir” (48) Incluso el propio Francisco de Vallejo “devolvió a sus tierras “dos
indias porque ya habían enviado otras” (49)
Lo grave del caso es que,
con el típico retraso de la correspondencia de la Corona , el 14 de enero de
1518, fecha demasiado tardía- el Rey Carlos I de España ordenaba a su Justicia
Mayor de las Indias, Lcdo. Alonso de Zuazo:
“La Reina , mi señora e yo, por
una nuestra carta vos enviamos a mandar que hayáis información quién fue el capitán
o maestre que, viniendo la cacica, mujer del cacique Alonso, a ver su nao, que
surgió en el puerto de las perlas con hasta 16 naborías de su casa, y estando
viendo la dicha nao seguramente, el dicho capitán diz que alzó las velas y las trajo
a esta dicha isla española… etc. (En esta época solo se denominaba “Puerto de
Las Perlas” a Cumaná o a Nueva Cádiz).
Por eso ahí mismo se le
manda a Zuazo:
“Primeramente haber
información en cuyo poder están la dicha cacica y las dichas naborías, e si
halláredes ser así como en la dicha relación de la dicha nuestra carta se
contiene o que por otra cualquiera manera no se pudieron cautivar, declaradlas
por libres, y, así declaradas, ponedlas en poder de personas honradas… etc.
(50)
Entre los testimonios
que poseemos acerca de la devolución de los indios, en febrero o marzo de 1515-
tal como aparecen en el juicio de residencia que se hizo a los jueces de
Apelación (1517-1518)- no se menciona nunca la entrega de la cacica (51)
Parece ser cierto que
la mujer del cacique Alonso no fue devuelta a su tierra, en febrero o marzo de
1515, con los demás indígenas que los dominicos llevaron. Todavía continuaba en
1517, en la ciudad de Santo Domingo bajo el poder del Lcdo. Villalobos so color
de que ella era “caribe”. Hasta ahora no hemos hallado dato seguro de que la
cacica tornara a su nativa región.
Por este motivo,
¡cuántas vaguedades -por no decir “medias verdades”- encierra el interrogatorio
que para descargo del citado Marcelo de Villalobos propuso su procurador en el
juicio de residencia que a aquel se le inició en 1517 sobre el punto que nos
ocupa. Tengamos la paciencia de leer por ejemplo las siguientes preguntas:
XXXVIII.- Ítem, si saben, etc., que en cierta armada que se hizo para los caribes en que dicho mi
parte tobo parte, fueron por capitanes
un Juan de León, e Christóbal Sánchez Colchero, e por veedor un Gómez de
Ribera, e porque los caribes mataron al dicho Juan de León e a Christóbal Sánchez
Colchero, la gente de dicha armada
hicieron capitán al dicho Gómez de Ribera, el cual trajo ciertos indios
de la Costa de
Paria, que eran de paz , e al tiempo que a esta isla vino juró que eran caribes
e habidos de buena guerra”.
XXXIX.- Ítem, si saben, etc., que luego como se supo y se dijo que los
indios que el dicho Gómez de Ribera había traído no era caribes, se hizo
relación dello por el dicho mi parte a los (demás) Jueces e Oficiales de sus Altezas estando todos juntos en la
Casa de la
Contratación (de esta ciudad de Santo Domingo), para que se
fiziesen volver para que se castigase al dicho Gómez de Ribera, e si saben que
se entregaron los dichos indios de paz a los frailes dominicos
para que los volviesen a la
Costa de Paria, de donde eran naturales e así se hizo.
XL.- Ytem, si saben, etc., que
los jueces de la Audiencia
dieron un mandamiento para prender al dicho Gómez de Ribera para le castigar,
e, antes que pudiese ser habido se metió a fraile e hizo profesión en el
monasterio de Nuestra Señora de la
Merced ”. (52)
Ninguna mención existe
en los textos transcritos sobre la cacica y su devolución a su originaria
“Costa de las Perlas”. Por eso viniendo a llenar en parte esta laguna
documental, escribe Fr. Reginaldo Montesino:
“Los frailes de la isla
española procuraron con todas sus fuerzas que volviesen aquella mujer que
habían traído y a sus criados a su marido, y nunca lo pudieron acabar ni los
quisieron dar los que los tenían”.
“La causa señores,
desto fue porque los jueces de la isla española tenían parte en aquella mujer y
en aquellos hombres, y estaban en su poder, y por esto no hubo quien nos cumpliese
de justicia… “, etc.
Ignoramos si después de este alegato de Fr.
Reginaldo, la mujer del cacique Alonso fue restituida a su tierra. Pero pudo
haber sucedido que, mantenida la cacica como esclava por el Juez de Apelación,
Lcdo. Marcelo de Villalobos, so pretexto de que era “caribe”, ella enfermase y
muriese en Santo Domingo durante la peste de 1518, la cual diezmó casi totalmente
la raza indígena de La
Española. Al menos en la corte castellana no se sabía nada
acerca de su paradero en Santo Domingo el 14 de enero de 1518 (53).
El causante del
desastre, Gómez de Ribera, no pudo ser castigado, como deseaba el rey católico,
porque, según refieren testimonios coetáneos, ingresó fraile en el monasterio
de la Merced de la ciudad de Santo Domingo y allí hizo su profesión. ¡Confiamos
en que Dios se la aceptará, siquiera fuese como expiación de sus salteos y de
la sangre que a causa de ellos hizo verter a dos inocentes misioneros dominicos!
A la luz de lo que
llevamos expuesto podemos apreciar una cosa: lo difícil que resultaba para
aquellos frailes dominicos de la primera
comunidad de su Orden que hubo en el
Nuevo Mundo trabajar por la promoción del indio
mediante una evangelización adecuada
y sin la sombra de las armas, pero más que nada haciendo resonar un clamor de justicia que repercutiera en lo más profundo de las
conciencias tanto de reyes, como de sus
ministros, consejeros, oficiales de la Corona o de cualquiera de sus vasallos
privilegiados que tan pingues beneficios
obtenían para sí de la encomienda indiana. Una fuerte muralla de
asaltos, engaños, explotaciones, maltratos y numerosos embrollos legales, construida
por las manos de poderosos encomenderos hispanos contra los débiles y
desarrapados tainos o Arawacos, era lo que nuestros religiosos encontraban por
doquiera, como enseguida lo hallaron tambien los celosos hijos de San
Francisco.
c) Sigue la caza de indígenas.
Luchas del P. Córdoba.
Por fin, la expedición
conjunta de dominicos y franciscanos, dirigida respectivamente, por el P. Pedro
de Córdoba O. P. y el P. Juan de Garceto
O. F. M., partió de Santo Domingo hacia la Costa de las Perlas a últimos de septiembre o a
comienzo de octubre de 1515. Iban
todos con la mejor de las ilusiones. Había llegado el momento ansiado de poner
en práctica su plan serio y ejemplar de cristianización de los nativos que
habitaban el litoral norteño de la actual Venezuela. Para ello, los
Predicadores ocuparon el valle de Santa Fe de Chiribichi, los Menores, la
región de Cumaná.
Pero bien pronto, unos
y otros volvieron a encontrar las mismas dificultades que habían tenido en su hora
los dos dominicos mártires: la caza de indígenas. Parece que de nada valían las
severas advertencias que acerca de esto habían hecho las autoridades de La Española , quizá con voz
demasiado farisaica, ni las fuertes medidas que iría tomando a partir de junio
de 1516 el regente de España, cardenal Jiménez de Cisneros.
Tales dificultades
harían su aparición ahora, en la “Costa de las Perlas” como en otros puntos del
mar Caribe, de dos maneras: o revestidas con el imperativo de hacer justicia, o
descubiertas en el afán mercurial de seguir atrapando aborígenes para venderlos
en los mercados de Santo Domingo o de Puerto Rico contra toda ley.
El primer espécimen de dificultades
queda condensado en este párrafo del P. Reginaldo Montesino:
“Han tomado los Jueces
de la Isla Española
y los que la gobiernan por achaque de enviar allá a hacer pesquisas contra los
indios (por haber dado muerte a los dos dominicos) y traer muchos dellos presos
para hacerlos esclavos, por lo cual los frailes que allá están ha mucho
peligro, y a decir esto a Vuestras Altezas me mandó venir nuestro Padre Provincial
de Andalucía.
Acera del segundo modo
de dificultades, que era el más corriente y común, advierte el P. Reginaldo:
“Agora, señores, de
nuevo me han venido cartas, las cuales tengo aquí, en que dicen los frailes de
la isla española que los españoles tren cautivos a muchos indios del valle de Chiribichi,
adonde están predicando y enseñando nuestros frailes, y tráelos por esclavos a
la isla española, no pudiéndolo hacer, por lo cual toda aquella tierra está destruida
y para del todo perderse, y creemos que han de matar (a) los frailes que será
lo peor… “etc.,
Los datos históricos,
provenientes de otras fuentes, confirman lo que nos acaba de ofrecer,
genéricamente, Fr. Reginaldo.
Consta –según Enrique
Otte- que, en el verano de 1516, una armada salió de Santo Domingo, capitaneada
por Juan Bono, rumbo a la isla de Trinidad. Allí cogieron con dolo unos 100 indios,
los cuales fueron enviados a La
Española para ser puestos en venta. Protestaron enérgicamente
los dominicos de la ciudad del Ozama por semejante tropelía, pero sus protestas
cayeron en el vacío.
Hacia el otoño de ese
mismo año, 1516, otra armada marcha contra las islas de los gigantes (Curazao,
Aruba y Bonaire), la cual partió esta vez de San Juan de Puerto Rico.
Atropellos que avergüenzan fueron cometidos entonces a granel para realizar una
abundante captura de los nativos que habitaban aquellos islotes.
La propia Real Audiencia de Santo Domingo experimentó tal remordimiento
que se vio obligada en esta ocasión, al tornaviaje de dicha armada, a meter en
la cárcel de la urbe santodomingunse al capitán de aquella expedición –Juan
Gil- el cual murió entre las rejas de su prisión.
Continúa diciendo Otte
–si aquí no confunde una nueva armada hecha por Juan Bono de Quejo con otra que
éste dirigió en 1517 a
Trinidad (54) -, que, a fines de 1516, el mencionado maestre regresaba de Trinidad
trayendo un considerable lote de aborígenes apresados con nuevas trampas y
argucias. Dominicos y franciscanos
acudieron a oponerse al hecho ante los recién llegados comisarios Jerónimos,
enviados por Cisneros
para reformar las cosas de las indias. ¡Poco o nada se alcanzó! Todo se
iba en informaciones, probanzas y papeleo interminable (55). Durante el mismo
verano de 1516 –he aquí otro dato desconocido- la propia Costa de las Perlas”
ante los ojos de Pedro de Córdoba, se vio hostigada con escándalos y desordenes
“tocantes al rescate de los esclavos y perlas que en dicha provincia resgataban
los christianos”. Por eso el P. Córdoba sintió la necesidad, como imperativo de
su ardiente amor al indio y como protección para su proyecto
evangelizador, enviar una carta a los
Jueces de Apelación de La
Española
suplicándoles que hicieron
cumplir a los rescatadores o
comerciantes de esclavos “caribes” las prohibiciones dadas al
efecto o las estrechísimas reglas a que el tal tráfico debían sujetarse todos; pedían tambien que no se vendiera a los indígenas vino ni amas; y por último
suplicaban que cuando allá
aportaran navíos o carabelas no saliera de ellos nadie para hacer los
rescates, salvo los capitanes o
veedores.
He aquí el texto
completo del “Acuerdo”.
En XVIII de julio de
DXVI años. Este dicho día los señores
licenciados Marcelo
Villalobos e Juan Ortiz de Matienzo, jueces, etc., y el señor tesorero Miguel de Pasamonte ,
visto una carta que les fue dada por el superior del monasterio de Santo Domingo (desta) ciudad, la cual
parecía ser de fray Pedro de
Córdoba, viceprovincial de la dicha
orden que está en la provincia de Cumaná, por la cual parece que le hacía saber
ciertas cosas tocantes al rescate de los esclavos y perlas que en la dicha provincia resgataban
los christianos, y la forma, y manera
que en ello tenían, y los inconvenientes que se seguían o se podían seguir por la forma que tenían en el hacer del dicho
rescate, dijeron: “Que en cuanto a
lo que toca al resgate de los dichos esclavos que ya tenían proveído
sobre ello y habían enviado provisión al dicho viceprovincial, y a los frailes
de San Francisco y a Francisco de Vallejo, e que cerca de lo susodicho esta
proveído que aquello se cumpla y guarde.
“Y cuanto a lo que toca
a la manera de resgatar las perlas y
esclavos, dijeron: que por evitar
inconvenientes que mandaban y mandaron
que se les pregone que ningunos armadores, capitanes y maestros ni otra
ninguna persona que quiere de enviar o ir al dicho resgate no lleven ni
consientan llevar ni resgatar vino ni ningún género de armas ofensivas ni
defensivas, e que ninguna persona de
ningún estado e condición que sea, llegados a la dicha costa, no salgan de los
navíos o carabela que llevaren, salvo
los capitanes e veedores que quieren de
hacer el dicho resgate.
“Lo cual todos dijeron
que se guarde e cumpla so pena de muerte e de perdimiento de bienes a cada uno
que lo contrario hiciere en los aplicaban a la cámara e fisco de sus Altezas, y
apercíbanlos que mandarán ejecutar las dichas penas en la persona que en ellas
incurriere, y mandaron que se envíe un
traslado de lo susodicho a los oficiales de la isla de San Juan, para que allá
se pregone y en nombre de lo susodicho, lo cual fue pregonado públicamente
en esta dicha ciudad en veinte
del dicho mes” (56).
El largo de texto que
íntegramente hemos aducido, nos hace entrever que esta fue la segunda vez que
el P. Pedro de Córdoba estuvo en la
Costa de las Perlas”. Permaneció en ella casi un año, ya que
salió de La Española con sus frailes y los franciscanos a últimos de septiembre
o comienzos de octubre de 1515, y en el 18 de octubre de 1516, según el texto
que hace poco hemos citado, aún permanecía allá, pues en ese 18 de julio de 1516
se vio en Santo Domingo “una carta... de fray Pedro de Córdoba, viceprovincial…
que está en la provincia de Cumaná”.
Por consiguiente, en
virtud del documento alegado, no es aceptable la opinión de mi buen amigo Fr.
Miguel Ángel Medina O. P. al proponer una segunda estancia del P. Córdoba en
España en 1516, “quizá durante el mes de febrero” (57); ampliamente reafirma
esto mismo cuando habla de “la estancia, desde febrero de 1516 hasta marzo o
abril de 1517, de Fr. Pedro en España” (58).
En mi concepto el P. Córdoba se encuentra
misionando en “La Costa
de Las Perlas” desde últimas de septiembre o comienzo de octubre de 1515 hasta
agosto de 1516. Regresa luego a Santo Domingo, donde se halla cuando llegan en diciembre
de 1516 los comisarios Jerónimos para la reforma de las indias (59). -+Háchese eco,
incluso, en un escrito suyo de la reciente llegada del Juez de Residencia,
Alonso de Zuazo, a La Española -6 de abril de 1517- (61). Tras haber datado en
Santo Domingo el 28 de mayo de ese mismo año, 1517, una célebre epístola de él
al nuevo Rey de España, Carlos I. Embarcose dos días después hacia España para
asistir al Capítulo Provincial intermedio de su provincia dominica de Andalucía
y reclutar allí algunos religiosos que desearan predicar la fe en las indias.
Estoy por asegurar que en su pobre equipaje portaba una epístola suya al nuevo
monarca –residente todavía en Flandes-, para que el clérigo Bartolomé de Las
Casas personalmente se la presentara enseguida al soberano, si este se hallaba
ya en Castilla, o en caso contrario fuese con ella hasta los Países Bajos.
Terminadas las sesiones
del Capítulo Provincial, Fr. Pedro de Córdoba retornó a toda prisa a la española
en agosto inmediato siguiente (1517), ya que el 26 de septiembre de 1517
corresponde la carta que escribió el P. Antonio Montesino –residente este a la
sazón en España-, en la cual comienza diciéndole:
“Muchas veces le he
escrito y bien largo y deseo ya ver Respuesta de las cartas, y aun a bien pocos
días que escribí la postrera vez… (62)
Se ve que el P. Córdoba
no era perezoso para manejar la pluma, a fin de mantener bien informado a su
compañero, Fr. Antonio de Montesino, sobre la labor de los dominicos en el
Nuevo Mundo entonces conocido.
El año 1518 pásalo Fr.
Pedro en la ciudad de Santo Domingo, y es el 1519, como muy acertadamente
señala Miguel Ángel Medina (63) cuando él volvió a España, pero para asistir al
Capítulo Provincial electivo que, precisamente, se tuvo en Córdoba, y en el cual
salió electo como prior provincial el P. Domingo Melgarejo. Por agosto de ese
mismo año, 1519, debió ser cuando Fr. Pedro regresó a la urbe del Ozama. No en balde, el 4 de octubre inmediato
posterior prestaba él declaración sobre la actividad evangelizadora que
ejercían los frailes Predicadores en Santa Fe de Chiribichi (64).
Todo lo restante acerca
de la biografía de Fr. Pedro de Córdoba, como el terrible desastre que de nuevo
desbarató su obra más querida en la “Costa de Las Perlas” en que simultáneamente
hubo que lamentar, además de la muerte de otros dos frailes dominicos, el
arrasamiento de su puesto misional -Santa Fe de Chiribichi- por los Arawacos, soliviantados
otra vez con tanto pillaje descarado de los armadores españoles (3 de
septiembre de 1520), es sobradamente conocido y está bien datado. Al igual que
es segura, desde el punto de vista cronológico, la fecha de la muerte del mismo
P. Córdoba, acaecida en esta ciudad de Santo Domingo, el sábado 4 de mayo de
1521, víspera entonces de la festividad de Santa Catalina de Siena (65).
De todos los dominicos
fundadores de su primer convento en el Nuevo Mundo, él, Fr. Pedro de Córdoba,
es el único religioso que quedó sepultado, en un lugar no identificado aún,
dentro del área de esta “Casa de Apóstoles” en la urbe Santodominguense.
Solo falta para
finalizar estas tediosas notas, llamar la atención sobre el espíritu
auténticamente cristiano que inspira el informe del P. Reginaldo Montesino a
los señores del Consejo Real, cuando les dice:
“… Protesto que no les hacemos esta
información para acusar a nadie, sino porque conviene que los reyes sepan
semejantes cosas para que las remedien y no sean los christianos causa que (a)
los frailes que van a predicar los maten aquellas gentes (indianas) con tantos
escándalos como allá hacen los christianos. “
De haber hecho caso a
esta recomendación, quizá se hubiesen extirpado ciertos males, que hoy todos
deploramos y se hubieran lavado algunas manchas que afean la obra, por otro lado,
tan bella, profunda y singular, de España en América. El Evangelio, entonces,
habría brillado en toda su nitidez.
INFORME DE FRAY REGINALDO MONTESINO O. P. A LOS COMMPONENTES DEL CONSEJO
REAL DE CASTILLAS.
(Fol. 1) “Muy altos e
muy poderosos señores:
El provincial de
Andalucía de la Orden
de Predicadores, el cual tiene muchos frailes predicadores en las Indias, envió
a esta Corte de Vuestra Alteza un prior de su provincia para les hacer saber
ciertas cosas que a su servicio de Iesu Cristo y de su Alteza convenía para que
las remediase y entre otras muchas era principal esta:
Que el Rey Católico dio
licencia y lo mandó y ovo por bien y
pagó la costa para ello, para que fuesen algunos de sus frailes a predicar desde esta isla la Española a tierra firme, y el mando a dos
frailes que fuesen a ver aquella tierra en una nao que se partió para allá, los
cuales aportaron al puerto de Las Perlas, y desde allí entraron en tierra por
ocho leguas a un valle que llaman Chiribichi, en el que hallaron a un señor que
se llamaba Alonso, el cual los días pasados había venido a la isla
Española con una nao que allí había
pasado y tornáronlo cristiano y estuvo en nuestro convento en la isla
Española
Este señor Alonso,
cuando vido los frailes en su tierra, se holgó mucho con ellos y les hizo una
casa y los trataba bien, por lo cual ellos enviaron a decir al viceprovincial
que fuese con más frailes, porque tenía buena tierra para lo que deseaban.
Los frailes estando así, llegó una nao al puerto de las
Perlas, en la que iba un capitán, el cual se llamaba (Gómez de) Ribera, y fue a
ver a los dichos dos dichos frailes donde estaban, con el dicho señor Alonso,
del cual el dicho Ribera, capitán, recibió mucha honra, y, vuelto a su nao, la
mujer del dicho cacique Alonso quiso ir
a ver la nao que estaba en puerto, y
llevó consigo diez y siete criados y criadas de su casa, y cuando el dicho
capitán Ribera los vido en su nao, alzo
velas y trájola cautiva
a ella y a sus criados a la isla
española.
Los frailes de la isla española
procuraron con todas sus fuerzas que volviese aquella mujer que habían traído y
a sus criados a su marido, y nunca lo pudieron acabar ni los quisieron dar los
que los tenían
La causa, señores, fue porque
los jueces de la isla española tenían parte en aquella mujer y en aquellos
hombres, y estaban en su poder, y por esto no hubo quien nos cumpliese de
justicia; finalmente cuando el viceprovincial fue con otros frailes al dicho
puerto de las perlas, halló que habían muerto a los dos frailes y no se sabe quién.
Han tomado los jueces
de la isla española y los que la gobiernan por achaque de enviar allá a hacer pesquisas
contra los indios y traer muchos de dellos presos para hacerlos esclavos, por
lo que los frailes que allá están ha mucho peligro, y a decir esto a Vuestras Altezas
me mandó venir nuestro padre, el Provincial de Andalucía, y cinco meses a que
estoy aquí y no he hecho nada.
Suplico a Vuestras
Altezas que lo remedien, y protesto que no le hacemos esta información para
acusar a nadie, sino porque conviene que los reyes sepan semejantes cosas para
que las remedien y no sean los christianos causa que los frailes que van a predicar
los maten aquellas gentes con tantos escándalos como hace los christianos.
/fol. 1 v./ Agora, señores, de nuevo me han venido cartas, las cuales tengo aquí, en que dicen
los frailes de la isla española que los españoles traen cautivos muchos indios del valle de Chiribichi, adonde
está predicando y enseñando nuestros
frailes, y tráenlos por esclavos a la
isla española no pudiéndolo hacer, por
lo cual toda aquella tierra está
destruida y para todo perderse, y
creemos que han de matar (a) los
frailes, que será lo peor, por lo tanto, por tanto suplicamos a Vuestras
Altezas que pongan remedio a tantos
males y muy presto, porque todo se pierde
y a Dios se ofende por muy muchas maneras.
También suplico a
Vuestras Altezas que la limosna que el Católico Rey mandaba a nuestros frailes
de la isla española para la fábrica de la iglesia que se la mande dar, porque
tienen la iglesia de paja.
Fr. Reginaldus Montesino, prior.
NOTAS:
(1) Probablemente, otro idéntico
o parecido debió ser presentado en el Real Consejo por agosto de 1515.
(2) Reginaldo Montesino fue prior
del convento de Santo Domingo de Zafra al efectuarse la creación de la nueva
provincia dominica de Andalucía (21 de enero de 1515). En 1523 fue prior del convento de los
dominicos en La Española.
(3) 21 y 28 de diciembre
respectivamente.
(4) Francisco Fernández de
Córdoba, hijo de Martín Alfonso de Córdoba, conde de Montemayor, señor de
Alcaudete y de su esposa María García Carrillo. Tomó el hábito de la orden de
Predicadores en el convento de San Pablo de Córdoba. Fray Pedro lo distinguió
con especial afecto.
(5) El hermano lego Fr. Juan Garcés, está identificado en el Archivo
General de Indias ajena a la orden de predicadores, se le cita como deudor de la Corona. Ingresó a la Orden Dominica como
perseguido de la justicia como lo dice Bartolomé de Las Casas en “Historia de
las Indias”.
(6) Cerca de la actual
Barcelona –Edo. Anzoátegui Venezuela-
(7) Bartolomé de Las Casas,
Capellán de S. M. Carlos I. Poblador de Cumaná 1517-1523. Vol. II. Sevilla.
1960. p. 673.
(8) Reproduce al pie de la letra
un párrafo de nuestro documento, pero sin indicar la fuente (Ob. Cit., p.
675-676).
(9) Demetrio Ramos, “El Padre Córdoba
y Las Casas en el plan de la conquista pacífica de tierra firme. Boletín
Americanista, 3. Año 1950, pp. 175-210.-
Enrique Otte, Las Perlas del Caribe: Nueva Cádiz de Cubagua. Fundación
John Boulton. Caracas 1977. Rubén Boria, Fray Pedro de Córdoba (1482-1521) Tucumán,
1982.- Miguel Ángel Medina O. P., Una
comunidad al servicio del indio. La obra de Fr. Pedro de Córdoba O. P.
Universidad Pontificia de Santo Tomás de Manila. Instituto de Teología
de Madrid. Madrid 1983. Esta última cita también (p. 106) el texto fragmentario
aducido por Manuel Jiménez Fernández.
10) Archivo General de Indias. Indiferente General 419. libr. 1. fol.,
157 y ss.
11) En junio de 1519, Francisco del Castillo, declaró haber sido el
piloto de la nave que llevo a los dos dominicos, y Juan Fernández, piloto de
una carabela dijo que había ayudado en ello (cfr. E. Otte, Las Perlas del
Caribe, Ob. Cit. p. 125. nota 610)
(11-bis) Así dice el documento que presentamos aquí.
(12) Los otros dos eran los Lcdo. Juan Ortiz de Matienzo y Lucas Vásquez
de Ayllón, instituidos como primer tribunal de alzadas en el Nuevo Mundo
mediante Real Provisión expedida en Burgos, el 5 de octubre de 1511.
(13) Natural de Zafra (Extremadura, España) había llegado a La Española en 1500, como
secretario del Comendador de Auñón y de Castellanos, de la Orden de Calatrava, fray
Francisco de Bobadilla, el que apresó a los Colón y los envió a España
encadenados.
(13 -bis) Diego Caballero, el mercader más importante de la ciudad del
Ozama, posteriormente contador y mariscal de la isla española.
(14) Bartolomé de Palacios,
además de carpintero, este vecino de Santo Domingo era dueño de un barco, que
posiblemente alquilaba a salteadores de indios o a traficantes en perlas.
Natural de Sevilla, casado con Sancha de la Palma. Es nombrado por
el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo como uno de los primeros que
construyeron en Santo Domingo casas de material firme (Ob. Cit. Vol., 1. p.
78); fue almojarife de Santo Domingo.
(16) De acuerdo con una norma
dictada en 1503 por los reyes católicos
era permitida la esclavitud de los indios caribes; por otra de 1504 se
hacía legítima la servidumbre de cuantos
indígenas fuesen adquiridos como botín
en buena guerra; finalmente, mediante nuevo decreto de 1506 quedó autorizada la emancipación de
los indios obtenidos de otra tribu por medio de la trata, de modo similar a como se obtenían los negros en el África (vid. Antonio Rumeo de Armas, La libertad de
los aborígenes americanos. Estudio sobre política indigenista española en
América. Tomo I. Simposio Conmemorativo del V centenario del Padre Las Casas.
Terceras jornadas Americanistas de la Universidad de Valladolid. Valladolid,
1975, p. 59).
(17) Portugal. También así era
llamada la provincia de Maracapana (Nota nuestra)
(18) E. Otte, Las Perlas del
Caribe, ob. Cit., tomo II. Pp. 120-121.
(19) Historia de las Indias, ob. Cit. Tomo II. P. 550.
(20) ibid.- crf., E. Otte. Ob. Cit. P.121.
(21) Lo que acabamos de decir
manifiesta que el P. Córdoba no improvisaba las cosas ni tampoco mandaba a sus frailes
“a la buena de Dios”. Sospecho que Montesino conocía muy bien al cacique
Alonso, desde que estuvo en Santo Domingo, lamentablemente tuvo que quedarse en
Puerto Rico. Regreso a La Española en 1513 con 8 frailes.
(22) E. Otte, dice que, de acuerdo con la declaración de Juan García
Caballero en 1517, “los indígenas fueron engañados. Hubo protestas de la
tripulación, pero se impuso la opinión de Gómez de Ribera.
(23) A. G. I. Justicia. 42. fol. 133.
(24) Ibíd. Santo Domingo 9. ramo II., n. 16., fol., 28
(25) Debieron recibirle entre
octubre o noviembre de 1514.
(26) Las Casas. Historia de Las
Indias. Ob. Cit., tomo II., p. 151.
(27) Véase nota 16.
(28) A.
G. I. Patronato 231, n. 2., ramo III,
fol. 2.- Se halla a continuación de un conocido “Parecer” de Fr. Cristóbal del
Río O. F. M. sobre la libertad que merecían los nativos antillanos.
(29) A. G. I. Sto. Domingo 2. 681
(Papeles por catalogar). Aparecen allí varias minutas de cartas de Miguel de
Pasamonte al Rey Fernando el católico.
(30) Las Reales Cédulas emitidas
en Madrid, 3 de septiembre de 1516, constituyen los primeros documentos
oficiales en que ya se habla de la muerte de los dos dominicos (A., G. I. Contratación
5.089; Manuel Serrano y Sanz, Orígenes de la dominación española en América. El
gobierno de las Indias por frailes jerónimos. Nueva Biblioteca de Autores
Españoles. Tomo XXV. Madrid, 1918, p. 372).
(31) Manuel Serrano y Sanz, Ob.
Cit., p. 373 -Enrique Otte. Cédulas Reales relativas a Venezuela. (1500-1550) Caracas 1963. p. 76 y ss. Y por supuesto Las Casas. Historia de las
indias. Ob. Cit. T. II. p. 548 y ss.
(32) Las Casas. Ibid. Tomo III. P. 105.
(33) Las Casas pasó de Cuba a
Sto. Domingo. Estuvo con el P. Córdoba desde el 21 de marzo a últimos de junio
de 1515.
(34) Las Casas. Ibid. Tomo III.,
p. 106.
Las Casas. Ibid., p. 107.
Comentarios de E. Otte., “Las Perlas del Caribe”.
(36) Las Perlas del Caribe., ob.
Cit., p. 125.
(37) A. G. I. Justicia 987. fol.,
13 v.
(38) E. Otte., Ibid. p. 126.
(39) A. G. I. Indiferente
General. 419, libr., V., fol., 194., citado por E. Otte. Ibid., p. 127, nota
625.
(40) Tomás de Toro. Aparece yendo
a pacificar en tiempos de Alonzo de Zuazo (1517-1519). Con Castellón y P. de
Córdoba (A. G. I. Justicia 43, fol., 133 v.)
(41) Versión de R. Montesino.
Otra versión interesada lo achaca a los Caribes.
(42) La expedición misionera
dirigida por P. de Córdoba en unión de los franciscos de Juan Garceto, fue
planificada para partir de Sto. Domingo el 4 de julio de 1515, pero fue
abortada por efecto del huracán de San Laureano.
(43) A. G. I. Justicia 43, fol.
133 v. y fol. 208.
(44) A. G. I. Justicia 10, n. 1, fol. 10 v.
Isla pequeña frente a la península de Araya en la costa norte de
Venezuela. Fue la mejor fuente de ostras perlíferas en el siglo XVI.
(46) Afecto a los dominicos.
Consta que tenía sepultura el su templo.
(47) E. Otte, Ibíd., p. 128.
(48) Ibíd. p. 127, nota 623.
(49) Ibíd. p. 128, nota 628.
(50) A. G. I. Indiferente General. 420, libr. VII., fol.,
30 v.
(51) Refiriéndose a febrero de
1515. dice el Alcalde de Santo Domingo, Br. Juan Roldán: “…estaba mandado que
se volviesen los indios (cautivados por
Gómez de Ribera)”.- El contador Alonso Dávila señala que fueron
restituidos a su tierra ”…a causa de
que los dominicos insistían en que estos
indios se volviesen”.- Hernando de
Tovar dice de sí: “…estando este testigo un día en la Audiencia Real oyó
platicar cerca de los indios que el
dicho Gómez de Ribera trajo, y que estaban allí unos frailes dominicos, y que
oyó decir que se los habían dado a los
dichos frailes para que los tornasen a la Costa de las Perlas” .-
Declara Pedro Moreno que “vio entregar algunos de los dichos indios que el dicho Gómez de Ribera trajo a los
frailes de Santo Domingo para que los
volviesen a su tierra.- Cristóbal Morquecho afirma: “vio algunos de los dichos
indios que el dicho Gómez de Ribera
trajo en el Monasterio de Santo Domingo”.- Y con más concisión manifiesta el Bach.
Diego de la Villa :
“e los volvieron los frailes dominicos a la dicha costa de Tierra Firme”. Como
podemos ver, no hay aquí ni una sola mención de la cacica, esposa del cacique
Alonso.
(52) A. G. I. Justicia 43., fol.
119 v. 120.
(53) Ibid. Indiferente General
420. libr. VII., fol. 30 v.
(54) No puede ser confundida con 1517,
porque en esta de diciembre de 1516 Juan Bono apresó 180 o 185 indígenas (Las
Casas, Ibid., Libr. III. cap. XCI., p. 141), y a la que se refiere Fray Pedro
de Córdoba en una epístola suya al P. Antonio Montesino, aunque tiene
caracteres idénticos, aquella ocurre en 1517 y solo cogió 120 o 130 nativos (V.
Rubio O. P. Una carta inédita de fray
Pedro de Córdoba O. P. Revista
“Communio”. Estudio General de los dominicos de Andalucía. Vol. XIII. Sevilla,
1980, p. 12)
(55) E. Otte. Ibid., p. 129-135. Narración de los hechos.
(56) A. G. I. Justicia 43., fol.
111 v., 112.
(57) Miguel Ángel Medina. Ibid.,
p. 96.
(58) Ibid., p. 113.
(59) Manuel Serrano y Sanz.
Orígenes de la dominación española en América. Ob. Cit., p. DL.
(60) A. G. I. Patronato 171, ramo V., n. 2.
(61) Ibid., fol. 2.
(62) Vicente Rubio O. P. Una
carta inédita de Fr. Pedro de Córdoba. Revista “Communio” del estudio general
de los dominicos de Andalucía Vol., XIII. Sevilla. 1980.
(63) Ob. Cit., p. 97.
(64) A. G. I. Justicia 45., dos
piezas., fol. 2. El P. Córdoba dice: este testigo ha estado dos veces en ella e
sabe la lengua dellos.
(65) Vicente Rubio O. P. La controvertida muere del P. Pedro de
Córdoba. Clío, Órgano de la Academia Dominicana de la Historia. Año. XLV.
No. 133. Enero-diciembre 1997., p. 4.
Observaciones.
Este documento, a mi modo de ver, forma parte de una actuación
solicitada por Antonio de Montesinos por orden de Pedro de Córdoba, después de
1517, pues responde a las denuncias y peticiones contenidas en la célebre carta
de esa fecha, publicada por el mismo autor, comentada por nosotros, y repite la
petición final de Pedro de Córdoba, cual es “También
suplico a Vuestras Altezas que la limosna
que el Católico Rey mandaba a nuestros frailes de la isla española para la fábrica de la
iglesia que se la mande dar, porque tienen la iglesia de paja”.
En relación con la extraordinaria investigación de este Fr. Vicente
Rubio, sobre el sacrificio de los primeros frailes dominicos en la tierra firme
que, en cierta forma, precisa y confirma, menos en el lugar, porque confunde el
río Chiribichi, que es el de Cumaná, con el Chiribiche o Chiripichí de Santa
Fe; la información que nos da Bartolomé
de Las Casas, en las fechas y sobre el apresamiento del cacique Alonso, su
mujer y 17 naborías; pero hay algunos
detalles con los cuales no estamos de acuerdo, porque no están totalmente
justificados. Por mi parte queda claro y afirmo que los primeros mártires
llegaron al puerto de Cumaná, entre septiembre y diciembre de 1514 y de allí se
desplazaban por el reino de Alonso hasta 8 leguas; porque era el puerto de destino de la
expedición, y el más conocido hasta esa
fecha, y Cumaná, fue su base de operaciones, desde donde perseguirían su
objetivo, cuál era la ubicación del sitio donde se establecería la primera
misión dominica, porque el puerto de Cumana estaba dentro del área de mayor
impacto colonialista. Es para mí lo más aceptable, que la amistad con Alonso o
Cacique Cumaná, señor del reino de Cumaná, que no era un cacique menor, sino el
más importante de la zona, lo que se demuestra con muchos pormenores en este
mismo libro de Vicente Rubio; les permitiera el acceso a toda aquella provincia
hasta llegar a un punto remoto, “donde españoles no hubiera”, el valle de Chiripichí,
territorio del cacique Maraguey, donde después de dejar a los franciscanos en
Cumaná, el 27 de noviembre de 1515, se
asentarían definitivamente los dominicos con Pedro de Córdoba a la cabeza.
Bartolomé de Las Casas dice que “se lo contaron en Cumaná los nativos”,
y es muy minuciosa su crónica sobre la muerte de Garcés y Francisco Fernández
de Córdoba.
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Acotaciones al libro “LOS PRIMEROS MARTIRES DOMINICOS DE AMERICA”
Del historiador español don VICENTE RUBIO”.
introito
Desde 1492, fecha del descubrimiento del Nuevo Mundo, hasta 1515, para
los españoles Cumaná era el puerto más conocido y confiable de la Tierra Firme ; y
después del descubrimiento de las perlas en la isla de Cubagua y en el golfo de
Cariaco, fue el puerto más codiciado.
El acucioso investigador español Juan Manzano Manzano, dedica gran parte de su libro “Colón
descubrió América del Sur en 1494” a demostrar que el extraordinario marino
genovés, en sus viajes cortos desde Santo Domingo, tocó tres veces en Cumaná
entre esa fecha y 1498; más tarde, en 1499,
lo hizo don Alonso de Ojeda, acompañado de Juan de La Cosa ; y como testimonio de su
proeza, descubrieron las minas de Sal en
Araya; también es sabido que Per Alonso
Niño cargó perlas a su paso por Cumaná
-Cristóbal Guerra vino en esa expedición- etc.,
por todo esto se le dio a Cumaná el nombre de Puerto o Costa de las
Perlas en tierra Firme.
Siempre ha sido difícil para los historiadores y cronistas descifrar la
obra de Fr. Pedro de Córdoba, y eso en parte se debe a su relación con Fr.
Bartolomé de Las Casas, el heroico defensor de la raza americana que estuvo tan
unido a él y lo eclipsó. Para los Lascacianos y sus detractores resulta
problemática esa relación de maestro y alumno.
Cuando Fernando el Católico, acepta el plan de Evangelización Pacífica
de Pedro de Córdoba, y éste se traslada
a Tierra Firme, y se inicia una etapa distinta de colonización, necesitaba la
colaboración de otras órdenes religiosas, entonces convence a los Franciscanos
de Santo Domingo para intentar juntos la empresa, por eso participa desde el
primer intento Fr. Juan Garceto, el vicario francisco, que los representa;
luego vendría personalmente, en la segunda y
tercera expedición con los franciscanos picardos y los de otras
nacionalidades, que consolidan la primera misión de Tierra Firme en 1515
iniciada en 1513 por Pedro de Córdoba, el verdadero fundador de Cumaná, en el
Puerto o Costa de Las Perlas, tierras
del cacique Cumaná, en la boca del río Chiribichi que salía por el golfo de Cariaco.
Lo cierto es que Fr. Pedro de Córdoba es el fundador de esa primera
misión dominica en el puerto del río Chiribichi, el pueblo del cacique Cumaná,
el cual los acogió, porque los conocía, y les dio casa y comida, y “holgó”
mucho con ellos.
No entiendo las razones que tiene Vicente Rubio, que no sean las de
tratar de confundir o desmentir la historia escrita por Fray Bartolomé de Las
Casas, sobre los hechos acaecidos en Cumaná, en el período que va de 1513 a 1515, cuando se
inició el proceso evangelizador de la Tierra Firme , y los aborígenes ajusticiaron a dos frailes dominicos y
probablemente a muchos españoles que estaban con ellos, después del secuestro
del cacique Cumaná, o Alonso, como los españoles lo bautizaron, porque del
mismo texto que él analiza, se desprende claramente que los dominicos llegaron
al Puerto de Las Perlas, que en esos días solamente era en la tierra firme, el
puerto del río Chiribichi en el golfo de Cariaco, -“a un tiro de ballesta”-
donde luego se desarrolló la
Misión de Pedro de Córdoba y luego la ciudad de Nueva
Córdoba, y después la ciudad de Cumaná.
Tan bien dudo que Vicente Rubio, que hizo esta exhaustiva investigación,
no se haya percatado de la verdadera fecha del memorial analizado, de cuyo
texto queda absolutamente claro que trata dos tiempos diferentes, es decir,
acontecimientos de 1513 y 14, y otros de 1516 y 17, y, sobre todo, que esos
sucesos que denuncia Reginaldo Montesinos, son posteriores a la muerte de
Fernando el Católico, como queda claro y fácilmente se entiende del propio
texto. Por otra parte, debería reconocer que para 1513, los misioneros ni Pedro
de Córdoba sabían nada de Santa Fe de Chiripiche o Chiribiche, y que los
cronistas confundían el nombre de los ríos y de los sitios que visitaban que
les eran totalmente desconocidos, por eso llamaban a los valles y ríos de
Cumaná y Santa Fe indistintamente Chiribichi, Chiripichí, Chiribiche,
Chichiriviche, etc., pero lo que no se puede confundir es el nombre de los caciques
Cumaná y Maraguey.
No me explico cómo Vicente no se percata, o no lo toma en cuenta, que
Pedro de Córdoba viene al Puerto de las Perlas, Tierra Firme, a investigar la
muerte de los frailes. Porque está bien que Reginaldo Montesinos, no lo aclare
estando en España y en aquellos tiempos, pero él, que tiene todos los elementos
de la investigación en las manos, ante sus ojos, realmente no me parece honesta
su equivocación.
En el tiempo en que Pedro viene a
Cumaná, febrero de 1515, a investigar la muerte
de los frailes, era muy conocido el Puerto de las Perlas y el Cacique Cumaná,
al que bautizaron “Alonso” en Santo Domingo, repito; aquí venían periódicamente
los españoles a buscar sal, pescado salado, casabe, maíz, agua para Cubagua, y
sobre todo, venían a pescar perlas que las había en abundancia, y era el mejor
negocio de aquellos tiempos, como lo demuestra los viajes de los Colones, el
viaje de Per Alonso Niño, y los detalles que cuenta en “Historia del Mundo
Nuevo” su propio autor, Girolano Benzzoni.
Todas estas cosas las veremos al detal, en mis Acotaciones. Veamos:
ACOTACIONES AL INFORME DE FRAY
REGINALDO MONTESINO O. P., A LOS COMPONENTES DEL CONSEJO REAL DE CASTILLA.
Reginaldo:
(Fol. 1) “Muy altos e muy poderosos señores:
Badaracco: Que eran después de la
muerte de Fernando - enero de 1516: Cisneros y Adriano.
Reginaldo:
“El provincial de Andalucía de la
Orden de Predicadores, el cual tiene muchos frailes
predicadores en las Indias, envió a esta Corte de Vuestra Alteza un prior de su
provincia para les hacer saber ciertas cosas que a su servicio de Iesu Cristo y
de su Alteza convenía para que las remediase y entre otras muchas era principal
esta:
Badaracco:
Para este tiempo (1516 o 17) los dominicos tenían muchos frailes predicadores
en Indias, parte de ellos en Tierra Firme.
Cabe entender que el Provincial de
Andalucía que envió a la Corte
a un prior para informar, probablemente fue Fr. Agulatin de Funes, que conoció
muy bien a Pedro de Córdoba y a Fr. Antón de Montesinos, e indudablemente
conoció el caso por boca del mismo Fr. Antón, o por cartas de Pedro de Córdoba,
por lo cual no es un testigo ocular o directo, sino un intermediario, que puede
haber entendido o interpretado erróneamente algunos detalles, y solo se le
puede dar un crédito limitado.
Reginaldo:
“Que el Rey Católico dio licencia y lo mandó y ovo por bien y pagó la costa para ello, para que
fuesen algunos de sus frailes a predicar desde esta isla la Española a tierra firme, y él mandó a dos
frailes que fuesen a ver aquella
tierra en una nao que se partió para
allá, los cuales aportaron al puerto de Las Perlas, y desde allí entraron en
tierra por ocho leguas a un valle que llaman Chiribichi, en el que hallaron a un
señor que se llamaba Alonso, el cual los días pasados había venido a la isla
Española con una nao que allí había
pasado y tornáronlo cristiano y estuvo en nuestro convento en la isla
Española”.
Badaracco: Indudablemente se refiere a
Pedro de Córdoba, que fue enviado a Cumaná por el Rey Fernando el Católico, y
el cual envió a su vez, en una primera expedición, probablemente entre
Setiembre y Diciembre de 1513, a Fr. Francisco Fernández de Córdoba y al lego
Juan Garcés, bajo el mando de Antón de Montesinos, a tierra firme para explorar
aquellas tierras, los cuales arribaron, con absoluta certeza, al Puerto de las Perlas – que era únicamente
Cumaná, en tierra firme- en la desembocadura del valle y del río “Chiribichi”, por el golfo de Cariaco. Lo
dice bien, aunque no se ubica correctamente.
El río tenía varias bocas en su delta.
Posteriormente los españoles llamaban por este nombre indistintamente a los
ríos de Cumaná y Santa Fe. Acierta en lo que dice sobre el cacique Cumaná, que
fue bautizado en Santo Domingo con el nombre de Alonso, y era amigo de los
españoles. Pero no es cierto que era un reyezuelo que conocieron en un sitio
lejano del valle de Chiribiche, “a tantas leguas”; el cacique Cumaná o “Alonso”,
que conocía a los frailes y fue con ellos a Santo Domingo, los recibió, holgó
con ellos, los ubicó y los ayudó a construir la casa donde funcionó la primera
escuela en tierra firme, como luego dice, y como se desprende de sus propias
palabras. Los frailes podían recorrer hasta 8 leguas en territorio de Alonso,
según sus propias palabras.
Para 1513 el único puerto donde
convergían los españoles era el de Cumaná, donde venían los de Cubagua a
proveerse de agua y otras mercancías como ya dije.
El acucioso investigador cumanés don
Pedro Elías Marcano, dice: “Los mismos frailes Córdoba y Garcés catequizando a
los indios y acostumbrándolos al culto cristiano, logran construir un convento
cerca de la boca del río Cumaná a pocos metros al Oeste del Hospital de
Lazaros, en el sitio que hoy se llama Castillitos. 1515. Ob. “Cronología del Estado Sucre”. Boletín de
la Academia Nacional
de la Historia.
1945.
Badaracco. Solo le faltó mencionar a
Pedro de Córdoba y Antón de Montesinos.
Reginaldo: “Este señor Alonso, cuando
vido los frailes en su tierra, se holgó mucho con ellos y les hizo una casa y
los trataba bien, por lo cual ellos enviaron a decir al viceprovincial que
fuese con más frailes, porque tenía buena tierra para lo que deseaban”.
Badaracco. Noten el respeto que se le tenía
al cacique Cumaná, “Alonso” para los españoles. “Holgó mucho con ellos y les hizo
una casa”. No pudo ser en Santa Fe, donde aún no habían llegado, pero que
seguramente es el sitio escogido para la misión principal de Pedro, que la
quería en un sitio “donde españoles no fueran” pero no la había fundado aún,
sino que inició su obra en la desembocadura del río “Chiribichi” pero en el
golfo de Cariaco donde suceden los hechos como nos lo narra Las Casas, porque
estuvo allí con los testigos y actores del drama.
Veamos cómo nos lo cuanta Las Casas:
“Ya dijimos
en el capítulo XIX, como el siervo de Dios, padre fray Pedro de Córdoba, que
trujo de Santo Domingo primariamente a esta isla, fue a Castilla, y lo que allá
hizo y el crédito que el Rey Católico le dio y en la veneración en que
lo tuvo, y como, viendo que la perdición
de los indios creciendo iba por la
ceguedad de los que aconsejaban al rey, letrados, teólogos y juristas, y
conociendo juntamente, que donde hobiese españoles no era posible haber
predicación, doctrina, ni conversión de los indios, suplicó al rey que le diese
licencia para se ir con cierta compañía
de religiosos de su orden a tierra firme, la de Paria, y por allí abajo, donde
españoles no tractaban ni había, y el rey, como católico, se holgó mucho dello
y le mandó prever de todo lo necesario para su viaje y estada en tierra firme a
los oficiales desta isla. Conviene agora tractar de como tornó el venerable padre con sus
provisiones a esta isla y como puso por obra su pasada a tierra firme.
Presentadas las provisiones reales a los oficiales del rey, luego las
obedecieron, y, cuanto al cumplimiento, se ofrecieron de buena voluntad, cada y
cuando que quisiese, a complillas. Y entre tanto que se aparejaba, despacho él todos
los religiosos que habían de ir, los bastimentos y aparejos para edificar la
casa y todo lo demás que habían de llevar y dónde y cómo habían de poblar;
deliberó el siervo de Dios enviar
primero tres religiosos a tierra firme, como verdaderos apóstoles, para que
solos entre los indios de la parte donde los echasen, comenzasen a predicar y tomasen
muestras de la gente y de la tierra, para que de todo avisasen y sobre la
relación que aquellos hiciesen lo demás ordenar. Pidió, pues, a los oficiales del rey el dicho
padre que mandasen ir un navío a echar a aquellos tres religiosos en la tierra
firme, la más cercana de esta isla española, y los dejasen allá, y después, a
cabo de seis meses o un año, tornase un navío a los visitar y saber lo que
había sido de ellos. Los oficiales lo pusieron luego por obra, y mandaron
aparejar un navío que los llevase; dista de esta isla aquella parte de tierra
firme 200 leguas. Nombró el siervo de Dios para este apostolado, e impuso, en
virtud de santa obediencia y remisión de sus pecados, (al padre fray Antón
Montesino, de quien arriba hemos hablado, que predicó primero contra la tiranía
que se usaba con los indios y anduvo en
la corte, como queda declarado), y aun religioso llamado fray Francisco de
Córdoba, presentado en teología y gran siervo de Dios, natural de Córdoba, y
que el padre fray Pedro mucho quería; dioles por compañero al fraile lego Juan
Garcés, de quien dijimos arriba, en el Cap. 3, que siendo seglar en esta isla
fue uno de los matadores y asoladores della; tambien había muerto a su mujer;
el cual, después que recibió el hábito, había probado en la religión muy bien y
hecho voluntaria gran penitencia. Todos tres, muy contentos y alegres,
dispuestos y ofrecidos a todos los trabajos y peligros que se les pudiesen por Cristo ofrecer, porque confiados y seguros por la virtud de la obediencia, que
de parte de Dios les era impuesta (que ninguna otra mayor seguridad el
religioso en esta vida puede tener para
ser cierto que hace lo que debe y que todo lo que le sucediere ha de ser para su bien), recibida la
bendición del santo padre, se partieron;
llegados a la isla de San Juan, el padre fray Antón Montesino enfermó
allí, o por el camino, de peligrosa enfermedad, de manera que pareció haber de
padecer riesgo su vida, si adelante con aquella indisposición pasaba, por lo
cual acordaron que se quedase allí hasta que convaleciese. El presentado y
padre fray Francisco de Córdoba, y el hermano Juan Garcés, lego, fueron su
viaje, (y díjose que con alegría iban cantando aquello de David: Montes Gelboe
nec ros nec pluvia cadat super vos, ubi ceciderunt fortes Israel) y llegados a
tierra firme, salieron en cierto pueblo, que por mi inadvertencia no procuré
saber, cuando pudiera, como se llamaba; él debía ser, según imagino, la costa
de Cumaná abajo. Los indios los recibieron con alegría y les dieron de comer y
buen hospedaje, a ellos y a los marineros que los llevaron, y después que los
marineros descansaron, tornáronse a esta isla, de donde los oficiales del rey
los habían enviado.
Pasados algunos días y quizá meses, como ya comenzaba a bullir en los
españoles la codicia de las perlas que por allí se pescaban cerca, vino por
allí un navío a rescatar perlas y a robar también indios, si pudiera, porque ya
lo mismo se comenzaba o quería comenzar por allí otra vendimia, como en las
islas de los yucayos los españoles habían hecho, de que abajo se dirá, si Dios
quisiere”.
Reginaldo: “Los frailes estando así, llegó una nao al puerto de las
Perlas, capitaneada por Gómez de Ribera, y fue a ver a los dichos dos frailes donde estaban, con el dicho señor
Alonso, del cual el dicho Ribera,
recibió mucha honra, y, vuelto a su nao, la mujer del dicho cacique Alonso quiso ir a ver la nao que estaba en puerto, y llevó consigo diez y
siete criados y criadas de su casa, y cuando el dicho
capitán Ribera los vido en su nao, alzó
velas y trájola cautiva
a ella y a sus criados a la isla
española”.
Badaracco: Llegó una nao al Puerto de
Las Perlas, únicamente e indudablemente Cumaná. Santa Fe de Chiribiche, a diez
leguas y no ocho, no se conocía aun ni jamás tuvo perlas. Las Casas, más documentado dice que también
raptaron al cacique Alonso, y agrega que así se lo contaron los indios, porque
él lo investigo aquí en Cumaná con los mismos que participaron. Lo de la Cacica puede ser producto
de una herrada interpretación, o simplemente que el drama sobre ella fue más
notorio y discutido, tal vez Alonso murió antes que ella, como se trasluce del
comentario de Reginaldo. La versión de Las Casas tiene crédito, porque es “muy
cuesta arriba” pensar que la
Cacica y sus criados, la mujer de Alonso, iba sin su marido a
esa nave; y pensar en un sitio inhóspito sin los frailes, sin contacto
permanente con los españoles, es un teatro imposible e inimaginable.
Según don Juan Manzano Manzano, a
Cumaná la conocían expedicionarios españoles 16 años antes de la llegada de los
Colones, mucho antes de 1494. Era un puerto muy frecuentado, una ruta conocida,
tal vez la única antes de 1513. No
tenían por qué irse a otro puerto, ellos solo vinieron a explorar.
Reginaldo: “Los frailes de la isla española
procuraron con todas sus fuerzas que volviese aquella mujer que habían traído y
a sus criados a su marido, y nunca lo pudieron acabar ni los quisieron dar los
que los tenían”.
Badaracco: Según la versión de Vicente Rubio, Pedro de
Córdoba y Montesinos, hicieron todo lo que pudieron para rescatar a los cautivos,
y lo lograron como veremos más adelante, con sus propias averiguaciones; Alonso
y su mujer desaparecieron, no se pudieron rescatar. En esto respalda a Las
Casas. Hay mucha confusión en la glosa
que hace Vicente Rubio, en este punto, porque tratando de cambiar el relato de
Las Casas no encuentra como empatar una cosa con la otra pese a la
investigación casi exhaustiva que nos presenta. Sobre todo, no puede explicar
lo que pasó con el cacique Alonso, y probablemente, como lo dice Las Casas,
ambos murieron en cautiverio y las pesquisas fueron inútiles.
Reginaldo: “La causa, señores, fue porque
los jueces de la isla española tenían parte en aquella mujer y en aquellos
hombres, y estaban en su poder, y por esto no hubo quien nos cumpliese de
justicia; finalmente cuando el viceprovincial – Pedro de Córdoba- fue con otros
frailes al dicho puerto de las perlas –Cumaná-, halló que habían muerto a los
dos frailes y no se sabe quién”.
Badaracco: De eso no cabe duda, los
jueces eran el poder, hacían la ley a su antojo, porque como dijo el rey
Fernando, el peor enemigo de los dominicos era la distancia.
Como puede advertirse, Pedro de Córdoba, vino a Cumaná en febrero de
1515, Puerto o Costa de Las Perlas o Tierra Firme, como solían decir, a saber,
investigar sobre los rehenes, porque es
aquí donde Pedro inició su proyecto
evangélico, lo más hermoso que España hizo en América antes de 1515; no en
Santa Fe de Chiribiche como Pedro la
llamaba, o de Chiripichí, como se le llama actualmente, a 10 leguas de distancia, que aún no conocía,
donde los dominicos no habían iniciado
la misión; me parece este dato un formidable eslabón para completar la
extraordinaria misión de los dominicos, él, Pedro, vino en febrero de ese mismo
año a buscar a los rehenes aquí a
Cumaná, lo que está muy bien documentado por el autor, pero cuando llegó ya
habían sido sacrificados; pero la misión no quedó sola porque Pedro dejó aquí
otros frailes dominicos en sustitución de los mártires -en la Misión de Pedro de Córdoba,
en Costa de Las Perlas, Cumaná- para que
continuaran su labor y muy seguramente en el mismo sitio y con la confianza de
los aborígenes.
Por lo tanto, si Pedro vino en febrero
de 1515, significa que creía que no habían transcurrido las cuatro lunas, y
esto supone varias hipótesis que debemos analizar:
a) que los
indígenas incumplieron el plazo,
b) que había
transcurrido las cuatro lunas, y entonces surgen otras dos hipótesis:
a) que los
frailes llegaron a Cumaná antes de noviembre de 1514; y
b) que llegaron mucho antes entre
septiembre y diciembre 1513, para poder hacer todo cuanto hicieron; y viene a
cuento el hecho de que podían recorrer hasta 8 leguas en ese territorio, haber
construido una escuela, la iglesia, una casa y se ganaron la confianza de los
aborígenes.
Reginaldo: “Han tomado los jueces de la
isla española y los que la gobiernan por achaque de enviar allá a hacer pesquisas
contra los indios y traer muchos de dellos presos para hacerlos esclavos, por
lo que los frailes que allá están ha mucho peligro, y a decir esto a Vuestras Altezas
me mandó venir nuestro padre, el Provincial de Andalucía, y cinco meses a que
estoy aquí y no he hecho nada”.
Badaracco: Esta alusión tomada de las
cartas de Pedro relacionadas con otras
capturas de indios nos da a entender que la intervención de Reginaldo es
posterior a la primera incursión de los esclavistas en 1514; posterior tambien
a 1515 año en el que Pedro funda su
misión en Santa Fe de Chiribiche, y aun posterior a 1516, cuando además de los
que gobiernan en La Española ,
entran en el negocio los frailes Jerónimos, denunciados por Pedro de Córdoba en
esas cartas; y sobre todo porque Reginaldo ya tenía 5 meses haciendo antesala.
Estoy Seguro que los regentes ya conocían los memoriales de Las Casas de
1516. No se puede entender como lo
entiende don Vicente Rubio, que pretende que Reginaldo se refiere únicamente a
la captura de 1513 o 14, cuando en verdad abarca mucho más, incluyendo las denuncias
de Pedro de 1517, lo que quiere decir que ese memorial de Reginaldo ya no tenía
sentido ni vigencia y por eso no lo tomaron en cuenta los regentes.
No puedo decir lo mismo de la acuciosa
investigación de don Vicente que aclara tantas cosas y que me permite completar
las mías.
Reginaldo: “Suplico a Vuestras Altezas
que lo remedien, y protesto que no le hacemos esta información para acusar a
nadie, sino porque conviene que los reyes sepan semejantes cosas para que las
remedien y no sean los christianos causa que los frailes que van a predicar los
maten aquellas gentes con tantos escándalos como hace los christianos.
Badaracco. Hasta aquí Reginaldo se
refiere preferentemente a la captura de 1513 o 14, pero ya entra de lleno a
revisar los acontecimientos más avanzados, porque da a entender que se han
multiplicado los crímenes en esa zona.
Reginaldo:
“Ágora, señores, de nuevo me han venido
cartas, las cuales tengo aquí, en que dicen los frailes de la isla española que los españoles traen cautivos muchos indios del valle de Chiribichi, adonde
está predicando y enseñando nuestros
frailes, y tráenlos por esclavos a la
isla española no pudiéndolo hacer, por
lo cual toda aquella tierra está
destruida y para todo perderse, y
creemos que han de matar (a) los
frailes, que será lo peor, por lo tanto suplicamos a Vuestras Altezas que
pongan remedio a tantos males y muy
presto, porque todo se pierde y a Dios
se ofende por muy muchas maneras.
Badaracco: En esta parte de la memoria
de Reginaldo, sí se refiere directamente a los hechos posteriores a 1515, 1516
y 1517, después que Pedro fundó la misión de Santa Fe de Chiribiche. Antes de esta alusión Reginaldo se refiere al
primer rapto de 1513 o 14, pero cuando él
dice: “de nuevo me han venido cartas”, se refiere indudablemente a la carta o
las cartas de Pedro de 1516 y 17, cuando ha vuelto a Santa Fe, y denuncia los
raptos que hacen en su misión los propios frailes Jerónimos.
Y termina la memoria, y dice: “También
suplico a Vuestras Altezas que la limosna que el Católico Rey mandaba a
nuestros frailes de la isla española para la fábrica de la iglesia que se la
mande dar, porque tienen la iglesia de paja”.
Badaracco: Esta mención da a entender
que el católico había muerto –23 de enero de 1516- y también se refiere, sin lugar a dudas, al
final de la carta de Pedro de 1517, que copia casi textualmente. Por lo tanto,
la fecha del documento relacionado por Vicente Rubio, es de 1517, y no cambia
para nada el relato de Las Casas
VEAMOS ENTONCES COMO LO ENTIENDE Fr.
VICENTE RUBIO.
1.- EL DOCUMENTO.
Vicente Rubio: “Presentamos hoy a los
lectores de CIDAL un documento antiguo que, a nuestro parecer, reviste cierto
interés.
Se halla, original, en el Archivo
General de Indias (Sevilla, España), sección Indiferente General 1739. Ocupa
todo un folio por el anverso o recto (40 líneas) y escasos renglones (nueve)
por el reverso o vuelto.
Carece de fecha tópica y crónica. Sin
embargo, parece que aún vivía entonces el rey Fernando el Católico, ya que
cuando a él se refiere no emplea las consabidas fórmulas rituales propias para
los difuntos: “que haya gloria”, “que santa gloria haya” etc. A mi juicio es
anterior, en muy poco tiempo, al deceso del católico monarca (23 de enero de
1516). (1).
Badaracco: El hecho de que El Memorial no tenga fecha
parece convenirle a don Vicente para anteponer su tesis, que sigue los pasos de
otros críticos de Las Casas. Es evidente que fue presentado a los regentes. No
es posible que estuviese vivo Fernando, porque no diría Reginaldo al final del
memorial “También suplico a Vuestras Altezas que la limosna que el Católico Rey
mandaba a nuestros frailes de la isla española para la fábrica de la
iglesia que se la mande dar, porque tienen la iglesia de paja”. Por lo cual más bien podemos asegurar que en
vista de que Fernando murió en 23 –01-1516, es seguro que la intervención de
Reginaldo fue posterior a esa fecha, y se refiere principalmente a los nuevos
“resgates” denunciados por Pedro de Córdoba innumerables veces antes y después
de 1516.
Vicente
Rubio: “Su encabezamiento reza así: “Muy altos e muy poderosos señores”,
expresión adecuada para dirigirse a los entonces componentes del Consejo Real
de Castilla, y, en concreto, a los que dentro de él constituían la Junta que se
ocupaba de los asuntos indianos; lo cual confirma mi sospecha de que ya eran
ellos, más que el achacoso y enfermo soberano, los que conducían el destino del
reino castellano. No temería yo atribuir ese documento al mes de diciembre de
1515 o quizá a los primeros días de enero de 1516” .
Badaracco: “Muy altos e muy poderosos
señores” más bien muy adecuada para dirigirse a los regentes después de la
muerte de Fernando. Repito no es posible que estuviese vivo. De ninguna manera
le hubiese dicho “... que el Rey Católico mandaba”.
Vicente Rubio: “Al final, lleva la
firma, en latín, del dominico Fr. Reginaldus Montesino, prior”.
2.- AUTOR Y TEMA DEL DOCUMENTO.
Este fra. Reginaldo
Montesino (2) era hermano carnal, mayor de edad, del célebre P. Antonio
Montesino, el fogoso orador que, representando a su comunidad de frailes
Predicadores, pronunció los famosos Sermones del Domingo IV de adviento e
infraoctavo de Navidad del año 1511 (3), en la iglesia mayor de la ciudad de
Santo Domingo de la Isla
Española , para defender a los esclavizados Tainos de la explotación
de que eran objeto por parte de los encomenderos españoles.
En el documento que
vamos a presentar, Fr. Reginaldo se queja de que “cinco meses (h) a que estoy
(y) aquí. –en la corte regia- y no he
hecho nada. Lo cual presupone que él había hecho acto de presencia en ella, en
julio o agosto de 1515.
Badaracco: Continúa equivocado don Vicente. Ya Fernando estaba muerto.
Por lo cual fue después de 1516.
Vicente Rubio: “Así pues, firmado
y rubricado por Reginaldo Montesino, el documento que ahora nos ocupa se refiere a la muerte que los arahuacos
–“caribes” , según la categoría que con
perversa intención les atribuían los hispanos
salteadores de indios - habían
dado a dos dominicos en la costa
norte de la actual Venezuela: el padre presentado
en Teología, Fr. Francisco Fernández de Córdoba (4) y el hermano lego Fr. Juan Garcés (5), cuando allá se
hallaban preparando, por obediencia lo
que pronto iba a ser un grandioso ensayo
de evangelización pacífica entre nativos
de aquella región”.
Badaracco:
Los Caribes no les hubiesen dado ni una hora, ni siquiera Maraguey se las
hubiese dado. En Cumaná no había caribes, venían a comprar un tipo de coca, que
se cultivaba en las vegas del río, la canjeaban por mujeres, perlas y oro.
Alonso era un hombre culto, un gran señor.
Los chaimas eran indígenas pacíficos y trabajadores, se dedicaban a la
construcción de barcos, al cultivo de la yuca y el maíz, inventaron la arepa y
el casabe, que tanto solicitaban los españoles.
Lo que dice tiene sentido, menos eso de
los Arahuacos, caribes, que no
tienen nada que ver con los Chaimas, Tagares, Cumanagotos, y otras etnias de la zona que correspondía a
Cumaná; los Arahuacos son indios del Orinoco, se mezclaron con los guaiqueríes
en margarita y firmaron pacto con el Rey,
y cuando se acercaban a estas costas lo hacían pacíficamente, y no
invadían ni tampoco eran guerreros, más bien se conocen porque solicitaron
permiso a las autoridades coloniales para comerciar con los indios y españoles
de Cumaná.
Vicente Rubio “El lamentable hecho tuvo lugar en el valle de Chiribichí
o Píritu, perteneciente a lo que un tanto vagamente se denominaba entonces
provincia de Maracapana, o de “Portugal”, de la circunscripción amplia de
Paria, Cumaná o “Costa de las Perlas”.
Badaracco: Decir Chiribichi o Píritu es como decir toda la costa norte
de Venezuela, es como decir el Norte de Nueva Andalucía, como decir Paria, es
no decir nada, 200 leguas más o menos.
Para esa primera expedición de 1513 o principios del 14, los nombres de
los ríos o de los pueblos o puertos, no tenían mayor importancia, no se sabía
nada de la tierra firme, apenas se habían asentado los dominicos en la
desembocadura del río Chiribichi –Cumaná- en el golfo de Cariaco, era lo único
conocido y explorado, y los aborígenes era amistosos. Vicente Rubio se atreve a hacer desde España,
muchas precisiones territoriales para las cuales no está bien informado.
Chiribichi, es el nombre
primitivo del río de Cumaná; a Santa Fe la llama Pedro de Córdoba “Chiribiche”
y luego, tiempo después, le cambiaron el nombre por Chiribichí o Chiripichí.
Los españoles se confundían mucho con estos sitios y nombres. Así
decían: Chiribichí, la última luenga,
Chiripichí, Chiribiche, Chichiriviche; igual con otros nombres muchas veces
lejanos unos de otros, como es el caso de Chiribiche y Píritu, y aplicaban el
mismo nombre a los dos ríos, al de Cumaná y al de Santa Fe; igualmente le pasaba
con el nombre de Maracapana y Macarapana, que son dos pueblos indígenas
distintos. En estos nombres se pierde Vicente Rubio; pero aún más, tiene un
rompecabezas con Tierra Firme, Paria, Píritu, Portugal, Cumaná, Costa de las
Perlas y Puerto de Las Perlas.
Tierra Firme, Puerto de las Perlas y Cumaná, en ese tiempo es lo mismo.
Las Casas, mucho más auténtico porque estuvo aquí más de 6 años, dice
que Pedro, en 1515, pasó con su expedición de Cumaná a Santa Fe, no da
explicaciones, no dice la fecha, ni cuánto tiempo se quedó en Cumaná, suponer
que fue sobre la marcha, no tiene sentido. “los dejó en Araya”, no lo creo; él
fundó ambas misiones, ha tenido que permanecer algún tiempo en cada una, y
después como Vicario, atender sus necesidades, como solían hacer los Vicarios;
y de allí no fue a ninguna otra parte a fundar misiones, concentró su trabajo
en las que fundó. Si no hubiese actuado
así, no tendría nada que contar ni reclamar.
Vicente Rubio. “En la parte de Manjar” precisa el antiguo cronista
Gonzalo Fernández de Oviedo (6).
Badaracco: No cita para nada a las Casas. Este nombre “Manjar” no
aparece en el Diccionario Geográfico Histórico de Las Indias occidentales o
América de Antonio de Alcedo. Gonzalo
Fernández, es uno de esos cronistas de los cuales Las Casas dice que eran
historiadores de escritorio, que solo copiaban de los documentos reales y de
las cartas de los misioneros y conquistadores. Por eso confunde todo. Ese pueblo o sitio, “Manjar”, no existió, tal
vez se trata de Maracapana. Todas estas
confusiones las denuncia Juan Manzano Manzano, en su obra “Colón descubrió
América del Sur en 1494” .
Vicente Rubio: “Ese documento es, por tanto, la primera versión hasta
ahora conocida que dan dominicos coetáneos sobre el asesinato de sus hermanos
de hábito en el sitio acabado de mencionar”.
Badaracco: No es cierto, Vicente olvida las Cédulas Reales, que narran
esos acontecimientos con absoluta precisión; olvida las cartas de Pedro, los
memoriales de los dominicos de Santo Domingo, y se olvida de Bartolomé de Las
Casas, dominico, y su versión es mucho más auténtica. Vivió mucho tiempo con
los indios y hace el mejor relato de esos hechos que le contaron los propios
testigos en Cumaná, pero que también fueron escritos por los frailes picardos
como luego veremos; es imposible torcerlos. Nadie mejor que Las Casas para
decirnos exactamente lo que ocurrió, donde ocurrió y como ocurrió.
Vicente Rubio: “Dicho documento no fue expresamente citado por Manuel
Jiménez Fernández informado biógrafo moderno de Bartolomé de Las Casas –cuando
trató el tema en el segundo tomo de su magna obra (7), aunque parece conocerlo”
(8).
Badaracco: Tiene mejores fuentes. Seguramente encontró las mismas fallas
que yo y lo desechó.
Vicente Rubio: “Tampoco lo conocen otros autores de gran calidad que han
estudiado la personalidad del P. Pedro de Córdoba –primer plantador de la Orden de Predicadores en
América- su ambiente histórico y su proyección misionera” (9).
Badaracco: En eso estamos de acuerdo. Sin embargo, Don Vicente, usted
apuesta a que Pedro no fundó la misión de Cumaná, y ha estado a punto de
decirnos que no estuvo aquí, que los dominicos no fundaron la escuela para los
niños indígenas, que eso fue en Píritu, que fue en Calamar, que fue en
Maracapana, que no dejó misioneros dominicos en Cumaná. Pero al fin lo acepta
sin darle mayor importancia.
Vicente Rubio: “Creemos, por eso, que será bueno darlo a conocer. Pero a
fin de encuadrar mejor su texto, y en gracia a los no iniciados, propondremos
unas notas que sirven de introducción a él”.
Badaracco: Lo admirable es la investigación que usted ha realizado, pero
se nota tendenciosa, al parecer usted trata de probar que Las Casas es un
mentiroso, un embaucador, no hay otro motivo a la vista. Que gana usted con
torcer los hechos, con probar que no fue en Cumaná sino en Santa Fe, que
ocurrió el martirio de los dominicos. Nada, tal vez probar que Las Casas mintió
una vez más, como apuestan tantos en España, creyendo que con eso lava usted la
honra de los pillos que saquearon las islas. Usted no se da cuenta de lo grande
que fue Las Casas, y el respeto que le merecían los Reyes Católicos y el
emperador Carlos I a los cuales recurría.
Las Casas confía en la autoridad de la Corte de estos reyes, y eso es lo que importa; él
denuncia a los criminales como usted seguramente lo haría en la actualidad, si
fuera el caso.
3.- EL MARTIRIO DE LOS MISIONEROS
DOMINICOS.
Vicente Rubio. “La misión
Habiendo ido el padre
Córdoba a España por perentorio mandato de Fernando el Católico (al iniciarse
el verano de 1512), antes de que él volviera a la isla Española, suplicó al
monarca le diese licencia para llevar un
grupo de religiosos de su Orden a las
partes de Tierra Firme que, como hemos
dicho eran entonces llamadas indistintamente Cumaná, Paria y “Costa de las
Perlas” a fin de que los frailes, internándose lo más posible tierra adentro,
asentaran por allí un puesto
misional en el que pudieran poner en práctica su acariciado proyecto de evangelización
pacífica entre los nativos de aquellos
parajes venezolanos”.
Badaracco: No me gusta eso de “por perentorio mandato”, le resta valor
al trabajo, a la voluntad indomable, a la fe y a la filosofía de Pedro de
Córdoba. Más bien fue un ruego del Monarca a un hombre honrado que proponía un
nuevo modelo de conquista, que se ofrecía para un sacrificio. Es el auténtico
misionero español, es el ejemplo de Cristo, es la España misionero encarnada
en ese hombre. Pedro inventó la conquista pacífica del Nuevo Mundo, nadie es
capaz de negarlo.
Al río de Cumaná, repito, lo llamaban los indígenas “Chiribichi” y así
llamaron al sitio en el cual desembarcaron los primeros misioneros dominicos;
el Cacique se llamaba Cumaná, y por este nombre cambiaron el nombre del río
Chiribichi (la última luenga) y el valle promisor que regaba.
Después que Pedro fundó en Cumaná la primera misión en 1514, se conoció
como la misión de Córdoba; Después de 1498, Colón la había nombrado “Paria”, y
así tambien se conoció en 1519, cuando se nombró a Pedro Barbirio (Pier Barbie),
primer obispo de Paria con sede en Cumaná. Por algo Cumaná prevaleció y no
otros sitios recónditos sin mayor porvenir. Al puerto de Cumaná llegaron todas
las expediciones, combatieron duramente y prosperaron. La Nueva Córdoba creció
en poder y en organización, luego vinieron 52 gobernadores españoles durante la Colonia. En esos
sitios que usted privilegia no quedo nada.
Vicente Rubio: “El
Católico rey se holgó mucho de ello y le mandó proveer de todo lo necesario
para tan novedosa empresa. A esto responden las Reales Cédulas, expedidas en
Valladolid a favor de Fray Pedro de Córdoba entre el 28 de mayo de 1513 y abril
de 1514 (10)”.
Badaracco: Sabemos que el Católico escuchó el proyecto de Pedro, el
primero que se le propuso para una conquista pacífica y evangélica, porque el único cronista que conoce esta historia
verdaderamente, es Las Casas, porque él fue a la Corte por mandato de Pedro
de Córdoba, y allí conoció los detalles y redactó los documentos, dejó las
probanzas y memoriales y todo ha sido publicado, y pasó mucho tiempo discutiendo sobre las
indias con todos los cortesanos, sobre todo aquellos que tenían intereses
“non santos” en las indias.
Vicente Rubio: “Una de ellas vedaba a las armadas de rescate o trueque
comercial que hacían los hispanos con los indígenas para obtener oro, perlas o
esclavos, que no se acercaran para nada a la tierra donde se asentarían los
misioneros dominicos sin el previo consentimiento de estos”.
Badaracco: Esa fue una exigencia de Pedro, a la cual el católico
accedió., después de escuchar los espeluznantes capítulos de Santo Domingo y
Cuba; y firmó la Cédula
Real de mayo de 1513 y otras consecutivas y re afirmativas,
no hay error posible en este asunto.
Vicente Rubio: “Llegó Córdoba a la española entre junio y julio de 1514
y lo más pronto que pudo comenzó a poner en ejecución su plan. Nombró tres religiosos, Fr. Antonio de
Montesino, Fr. Francisco Fernández de Córdoba y el hermano Juan Garcés para que
se embarcaran hacia el litoral venezolano con el objeto de estudiar y elegir
por allí un terreno apropiado donde habría de establecerse el futuro asiento de
la misión dominica”.
Badaracco: Así lo dice Las Casas. Sin embargo no salen claras las
cuentas porque Pedro fue a investigar la muerte de los dominicos en febrero de
1515, y ya estaban muertos, como usted mismo lo dice; y desde julio de 1514 a febrero de 1515, solo
hay 8 meses, de los cuales habría que
descontar 4 lunas o meses, lo cual significaría que los dominicos en solo 4
meses hicieron la escuela, trataron con los indígenas y penetrara hasta 8 leguas en el valle de Chiribichi, río
de Cumaná, y tal vez llegaron al reino de Maraguey, hoy Santa Fe; por lo cual pongo en tela de juicio esa fecha. A
mi modo de ver Pedro llegó mucho antes o los dominicos salieron de Santo
Domingo antes de su llegada. Continúo creyendo que los dominicos salieron para
Tierra Firme entre setiembre y noviembre de 1513.
Vicente Rubio: “Resulta que, al pasar por la isla de Puerto Rico,
Montesino enfermó de gravemente. Tan pronto estuvo fuera de peligro, se vio
obligado a regresar a Santo Domingo para reponerse; los otros dos religiosos,
Fernández de Córdoba y Juan Garcés, siguieron su ruta náutica hasta el punto de
la ribera de Venezuela que más a propósito les pareció en orden a sus fines.
Allí desembarcaron. 11” .
Badaracco: No sé porque no dice que desembarcaron en Tierra Firme, en un
sitio de la Costa
de Las Perlas, como lo dice Reginaldo: “Los cuales aportaron al Puerto de Las
Perlas”, esta omisión me crispa los nervios.
Los planes de Pedro de Córdoba ya estaban perfectamente trazados con
absoluto conocimiento del sitio en el cual iban a parar sus expedicionarios.
Allí, en ese sitio, los españoles iban con frecuencia a “rescatar” perlas,
proveerse de agua, de sal, de pescado salado, de maíz, de casabe, era un lugar
remoto pero el más conocido, allí los dominicos recibirían ayuda si la
necesitaban. Pedro no los envió a una
zona totalmente desconocida, los envió a explorar, a conocer, a tratar a los
indígenas, a buscar un sitio donde españoles no fueran, es cierto, pero desde
un puerto seguro, y el más seguro era el del cacique Cumaná, a quien ya
conocían.
Muy pocos cronistas e
investigadores, han reparado, en que, a pesar de que Las Casas dice: “que
salieron en cierto pueblo que por mi inadvertencia no procuré saber, cuando
pudiera, como se llamaba...” Tambien nos da un indicio demasiado claro, cuando
dice “que por allí se pescaban cerca; y Santa Fe queda muy lejos de las perlas.
Este nombre de Puerto de las Perlas, ni lo menciona Vicente Rubio.
Vicente Rubio: “En seguida los dos frailes comenzaron su labor de
reconocer el terreno, internándose 8 leguas hasta el valle de Chiribichí,
aprendieron a convivir con los naturales y a predicarles los rudimentos del
Evangelio. El cacique Don Alonso, que era el reyezuelo del lugar, los recibió
con gran respeto y cordialidad, incluso les hizo una choza o “bohío”. No en balde hacía poco que aquel cacique “había
venido a la isla española con una nao que por allí (el litoral venezolano)
había pasado y tornáronlo cristiano, y estuvo en nuestro convento en la isla española”,
declara Reginaldo Montesino (11 bis).
Badaracco: No es exactamente así, debe decir por el valle de Chiribichi,
y no hasta. Como usted mismo lo
investigó, no era un reyezuelo desconocido, más bien muy conocido. Y tampoco es
en el orden que usted dice: primero bajaron su “hato” que son las cosas traídas
de España; don Alonso, el “Señor” de Cumaná, los instaló muy bien en unos cerritos que estaban
en la desembocadura del río –estos cerritos los conocemos porque los pintó
Castellón- luego aprendieron a convivir
con los naturales y se ganaron su confianza,
después de construir su casa, la escuela y la iglesia, y recibir a los
niños de los indios, ellos podían
internarse hasta ocho leguas en el reino de Alonso sin ningún problema, porque
los indios conocían que eran amigos de Alonso.
El reino de Maraguey queda muy lejos más de diez leguas, dice Las Casas,
allí no llegaron ellos en 1514, pero como Pedro necesitaba un sitio más alejado
de los españoles, Alonso convenció a Maraguey, para que los recibiera y los
alojara, por eso Pedro pudo fundar su misión en Santa Fe de Chiribiche. Alonso
no era un reyezuelo de Santa Fe de Chiribiche, era el cacique Cumaná, de otro
río mucho más caudaloso, del Chiribichii “la última luenga”. Alonso era un gran señor, dueño de barcos,
tierras, mujeres y sirvientes, que se ganó el respeto de los españoles, los
cuales lo invitaron a Santo Domingo y lo acogieron en el convento de los
dominicos, con los cuales congenió y aprendió mucho de ellos, como usted mismo
lo dice.
Vicente Rubio copia lo que le interesa de Bartolomé de Las Casas, pero
se le ve su intención de llevarse la expedición para otro rumbo. Y tergiversa
lo que dice el memorial. En realidad,
los dos misioneros llegaron al Puerto de Las Perlas”, como dice Reginaldo, y
solo había perlas en Cubagua y en el golfo de Cariaco: “que por allí se
pescaban cerca” como lo dice Las Casas.
Vicente Rubio: “b) una expedición de pillaje.
Otras cosas muy distintas ocurrían mientras tanto en la ciudad de Santo
Domingo. El 5 de agosto de 1514 era convocada una reunión en casa del Licdo.
Marcelo de Villalobos, uno de los tres jueces de Apelación (12). Once personas
más asistieron a ella: El Lcdo. Juan Ortiz de Matienzo, colega de
Villalobos. Gil González Dávila,
contador de la Isla. Juan
de Ampiés, factor de la misma. Pedro de Ledesma, secretario de la Real Audiencia. Cristóbal Sánchez Colchero, naviero. Juan de
León, vecino de Santo Domingo. Gómez de Ribera, ídem (13). Diego Caballero, ídem (13 bis). Bartolomé
Palacios. ídem (14). Diego Bernal, ídem.
Y Juan Fernández de las Varas (15), el cual se hizo representar por un
tercero”.
Badaracco: En este punto, Vicente se anota un tanto. De la investigación
que hace podemos deducir que para el 5
de agosto de 1514, ya estaban los dominicos instalados en Cumaná, se habían
ganado la confianza de los indios de acuerdo con el relato de Las Casas;
olvidándonos de las fechas podemos decir que
seguramente ya tenían construida
la iglesia y la escuela, lo que quiere decir que tenían varios meses en tierra
firme, pongámosle ocho o nueve meses, lo
que quiere decir que llegaron en diciembre de 1513 o enero de 1514, y ya era
muy conocida la misión de Córdoba.
Vicente Rubio: “Entre todos acordaron organizar una expedición o
“armada” contra los caribes de las islas cercanas. Esta expresión equivalía:
“ir a caza de indios”. Nada importaba
que los nativos cazados fuesen en verdad “caribes” (antropófagos y enemigos
tanto de indios pertenecientes a otras tribus como de los colonos hispanos) o “guatiaos”
(indios de paz y amigos de los españoles). Al volver de la cacería y a la hora
de declarar su mercancía humana ante las autoridades del puerto de Santo
Domingo, siempre los armadores hacían pasar a todos sus aborígenes apresados
como “caribes” sabiendo que así la ley les amparaba (16).
Constituida por aquellos doce individuos la expedición, “gastos y
beneficios se repartían por partes iguales entre los doce socios. Tomarían parte dos naves pertenecientes a dos
de los socios: el navío “Latino” de Cristóbal Sánchez Colchero y el barco de
Palacios. Juan de León fue nombrado
capitán de la armada, y Pedro de Ledesma y Diego Caballero recibieron el
encargo de proveer y despacharla…
Aportaron capitales,
además de los socios de la empresa, el repartidor de los indios de la española,
Rodrigo de Alburquerque, que poco después sería nombrado alcalde mayor de la
isla, y el procurador de Santo Domingo Juan García Caballero. Probablemente también invirtió capital en la
empresa el tercer oidor, Lucas Vázquez de Aillón, pariente de la mujer de Gómez
de Ribera; éste último fue nombrado veedor de la amada… La expedición se
dirigió primero a la isla de San Vicente, donde tras saltar a tierra, el
capitán Juan de León y el naviero y maestro de su nave, Cristóbal Sánchez Colchero,
fueron matados por los indios. Muertos
dos de los jefes de la expedición, asumió el mando de la armada Gómez de
Ribera. Ordenó tomar rumbo a “las perlas”, donde rescataron perlas de los
indígenas y también se dedicaron a pescarlas.
Siguiendo su camino “la costa abajo”, cogieron cautivo en la provincia
de “Portugal” (17), tierra de “guatiaos”, a un cacique de paz, don Alonso con
18 personas. La traída de los indígenas a la española sería motivo de revelar
públicamente, por primera vez, las ambiciones desmedidas de los empresarios
antillanos” (18).
Badaracco: Muy claro y
correcto este texto. Tengo sin embargo algunas cosas que objetar a este capítulo,
es indudable que del relato queda probado por el mismo autor, que los expedicionarios
esclavistas llegaron a la Costa
o Puerto de las Perlas, o sea a la misión, donde estaban los misioneros con
Alonso, su mujer y sus sirvientes; fueron recibidos amablemente, conocieron a
los indígenas, comieron, bebieron, rescataron perlas, solo podían rescatar
perlas con los indígenas que estaban en la misión de Cumaná.
Dice Vicente Rubio que simularon amistad con Alonso cacique de Cumaná y
su gente, pero continuaron su viaje. Esta versión solo puede convencer al que
quiera dejarse. Vicente salta toda la
historia y solo cree en el Memorial de Reginaldo, pero para su objetivo, cual es
la presencia y captura de los indígenas en Costa de Las Perlas, en la zona de
Santa Fe, para burlarse de la historia de Las Casas, que como sabemos convivió
con los actores de la tragedia; no lo entendemos, no concuerda. Él le da un viraje forzado a la historia
¿entonces? no hubo traición, hubo un rapto violento en otra parte recóndita aún
desconocida ¿Qué es eso?; y el juicio de
los indígenas aquí en Cumaná, la ejecución de los cautivos, el plazo de cuatro
lunas que narra Las Casas y casi todos los cronistas y los documentos Reales y
de las Audiencias, los expedientes que usted mismo analiza, nada de eso es cierto, o es cierto a medias;
y las diligencias de Pedro y de Montesinos en Santo Domingo, y las cartas de
los cautivos, y el resultado, todo eso
es mentira. Realmente no concuerda. El
mismo Vicente se ve atrapado en su engaño al analizar los testimonios.
Vicente Rubio: “En esta página del historiador Enrique Otte estamos de
acuerdo con él en lo que se refiere a la armada organizada en Santo Domingo el
5 de agosto de 1514 para ir a saltear indios. Estamos igualmente de acuerdo con
él en que, muertos en la isla de San Vicente los dos jefes de la expedición
(Juan de León y Cristóbal Sánchez Colchero), asumió el mando de la armada Gómez
de Ribera, que es a quien Bartolomé de Las Casas, sin nombrarlo responsabiliza
del posterior desastre ocurrido (19). Pero no estamos de acuerdo en que a la
“Costa de las Perlas”, Cumaná, Paria o provincia de “Portugal” o de Maracapana,
como algunos la llamaban, llegasen dos barcos; el relato coetáneo de Reginaldo
Montesino habla solo de un navío. Quizá el otro barco -el de los dos jefes
muertos en San Vicente- fue incendiado por los nativos de aquella isla, o quizá
quedó destruido por la “broma” -comején- o tal vez regresó a la española para
dar noticia sobre el triste final de sus patronos. Tampoco estamos de acuerdo
con Las Casas en que ahora cogieran cautivo “a un cacique de paz, don Alonso
con 18 personas”, a pesar de que esto mismo repite Otte (20). Reginaldo
Montesino únicamente habla de que solo fue presa “la mujer del dicho cacique” y
diecisiete criados y criadas de su casa”.
Badaracco: No entiendo como Vicente le da más crédito a Reginaldo, que
habla por otra u otras personas y desde España, y todo lo confunde, que, a Las
Casas, que estuvo en Cumaná, cuatro meses investigando y varios años
conviviendo con los indígenas. A estas
alturas, Vicente debería saber qué Costa o Puerto de las Perlas y Cumaná, a
estos efectos, son la misma cosa. Que
Paria no tiene nada que ver con Portugal, Portugalete, Píritu, ni con
Maracapana. En esa época Paria era la
provincia de Tierra Firme, explorada por los Colones; la zona más conocida y
protegida desde la península de Paria hasta el río Chiribichi era la tierra del
cacique Cumaná, era la zona perlera –Cubagua y Cumaná. La misión de Córdoba o
Cumaná, era el poblado donde estaba el puerto, la iglesia y las autoridades, su
capital, por eso en 1519 a
Pedro Barbirio lo nombran obispo de Paria con sede en Cumaná.
Vicente Rubio:” Tocante al cacique, Montesino expresa que cuando los dos
misioneros dominicos, Fernández de Córdoba y el hermano Garcés, aportaron al
valle de Chiribichí.
“…hallaron un señor que se llamaba Alonso, el cual días pasados avía venido a la isla española con una nao que por allí avia pasado
y tornároslo christiano, y estovo en nuestro convento en la isla española”.
Badaracco: Pudo haberlo dicho de
otra forma, por ejemplo, como lo digo yo, que fueron recibidos por el cacique
Chaima don Alonso de Cumaná, amigo de los españoles, rey de los valles del río
Chiribichi, que los acogió con lealtad, porque era amigo de los españoles, y
los ubicó en un sitio sano y bueno, en los cerritos, a un tiro de ballesta
de la boca del río, en el Golfo de Cariaco, donde llegaban los barcos a buscar agua para
Cubagua (esto es ridículo y solo lo
puede decir una persona que no sabe lo que es ir de Cumaná a Cubagua, teniendo
cerca las costas y los ríos de todo el norte
de Paria) donde tal vez ya
estaban construyendo el fuerte de Santa Cruz de La Vista, estaban en contacto y protegidos por los españoles, y allí iniciaron la misión, y desde allí, al poco
tiempo, una vez informados los indígenas de quienes eran y quien los protegía,
podían andar hasta 8 leguas en el interior de
ese reino.
Vicente Rubio: “De modo
que, según la versión de R. Montesino, el cacique de Chiribichí, don Alonso, ya
era conocido de los frailes que marcharon al litoral venezolano a estudiar el
terreno mejor para plantar allí el futuro centro de evangelización pacífica
(junio -julio 1514); ese mismo cacique había vivido hacia abril o mayo de 1514
en el monasterio de los predicadores de la ciudad de Santo Domingo. Cómo y con
quién vino hasta aquí y cuando regresó a sus nativos lares, no lo hemos podido
averiguar todavía de modo preciso, aunque pensamos que su vuelta a Chiribichí
debió tener lugar entre mayo –junio de 1514 (21).
Badaracco: Esto es absolutamente cierto. El cacique Cumaná fue llevado a
Santo Domingo y estuvo en el convento y conoció a Pedro de Córdoba que hablaba
su lengua, a los demás frailes y al lego Juan Garcés, que también hablaba su
lengua, e hizo amistad con ellos. Donde
se equivoca Reginaldo y Vicente, es en la ubicación del valle de Chiribichi.
Santa Fe de Chiribiche, es el reino del cacique Maraguey, que es uno de los
líderes de la masacre de 1521. Don Alonso es el cacique del valle y río Chiribichii,
que es hoy el valle del río Manzanares de Cumaná. Lo más probable es que Pedro
le informara al cacique sobre los pormenores del viaje de los dominicos a
Tierra Firme y afinara con él los detalles.
Vicente Rubio: “Tornando al hilo de nuestra narración diremos que cierto
día de las postrimerías de agosto de 1514 apareció por el sitio donde el par de
misioneros dominicos se encontraba, una nao cuyo capitán, nuestro ya conocido
Gómez de Ribera, y su tripulación parecían animados de bondadosos propósitos de
saludar a los dos frailes y de realizar
algún trueque o rescate con los aborígenes; ocultaba Gómez de Ribera,
sin embargo, el siniestro propósito de cazar sorpresivamente algunos
naturales de aquella región para trasportarlos a Santo Domingo y aquí venderlos como esclavos so pretexto de que eran “caribes”.
Badaracco: Al afirmar que fue en agosto la captura de los indígenas, el
plazo de cuatro lunas, se cumplió en diciembre de 1514, y Pedro vino a tierra
firme a saber de ellos en febrero de 1515, antes de este mes los dominicos
enviaron cartas a Pedro de Córdoba, y yo no me imagino a Pedro sin implementar
de inmediato un viaje a Tierra Firme, dentro de ese lapso, a menos que las
cartas se las hayan entregado vencido ya el lapso. Y si fue en agosto el rapto
¿Cuánto tiempo tenían los misioneros en Tierra Firme? Las cuentas no me
dan.
Vicente Rubio: “Ocurrió que cuando la esposa del cacique Alonso quiso
ver la embarcación, rodeada por una comitiva de diecisiete personas de su
tribu, el capitán de la nao, tan pronto hubieron penetrado los curiosos nativos
en el barco, mandó en secreto recoger anclas e izar las velas, y con aquella
carga humana, tan traidoramente cazada, enfiló proa hacia Santo Domingo, a
donde llegaría después de una travesía normal de siete u ocho días (22).
Badaracco: Es absolutamente
imposible que la mujer de Alonso haya subido al barco sin su marido. Las Casas
lo narra de otra forma: estaban festejando todos: indios, misioneros y marineros, y valido de
esta circunstancia, Gómez de Rivera, invitó a los indios y tal vez a los mismos
frailes a visitar el barco; lo más probable es que los frailes hayan permitido
que los indígenas fueran al barco, sin malicia, sin complicidad, ingenuamente.
Eso fue lo que ocurrió, aquí no cuentan otras interpretaciones, otros
testimonios, esos hechos fueron testificados por los mismos testigos a Las
Casas. Alonso y su mujer murieron en
cautiverio, nunca más se supo de ellos.
Veamos como repite Las Casas en su obra “Opúsculos, Cartas y Memoriales”
escrita mucho tiempo después de estos acontecimientos:
Las Casas: “...enviaron un religioso presentado en teología, de gran virtud
y santidad, con un fraile lego su compañero, para que viese la tierra y tratase
la gente e buscase un lugar apto para hacer monasterio. Llegados los religiosos
recibiéronlos los indios como ángeles del cielo y oyéronlos con gran afección y
atención y alegría las palabras que pudieron entonces darles a entender.
Acaeció venir por allí un navío, después de ido el que allí los dejó; y los españoles
del, usando de su infernal costumbre, tren por engaño, sin saberlo los
religiosos, al señor de aquella tierra que se llamaba don Alonso, o que los frailes
le habían puesto ese nombre, u otros españoles porque los indios son amigos e
codiciosos de tener nombre de cristianos e luego lo piden que se lo den, aun
antes que sepan nada para ser bautizados. Así que engañan al dicho don Alonso
para que entrase al navío con su mujer e otras ciertas personas, y que les
harían allá fiesta. Finalmente, que
entraron 17 personas con el Señor y su mujer, con confianza que los religiosos estaban
en su tierra y que los españoles por ellos no harían alguna maldad porque de
otra manera no se fiaban de ellos.
Entrados los indios en el navío, alzan las velas los traidores e
viénense a La Española y véndelos por esclavos”.
Vicente Rubio: “En la urbe del Ozama los jueces de apelación y demás
socios suyos se repartieron entre si la mercancía clandestinamente, quedándose
con la mejor parte el Lcdo. Marcelo de Villalobos.
Pero según el testimonio de Fr. Reginaldo, el capitán Gómez de Ribera no
capturó al cacique Alonso, sino a su esposa y a diez y siete servidores de
ella.
¿En qué época ocurrió esa expedición de pillaje?
De acuerdo a lo que declararía a fines de 1518 sobre el particular el
bachiller Juan Roldán –Alcalde de Santo Domingo, precisamente en ese año de
1514-
“…el oyó decir en esa ciudad públicamente que la armada en que fue por
capitán Juan de León y Christóval Sánchez Colchero para los caribes, que tenía
parte en ella el dicho licenciado Villalobos, e que oyó decir asimismo que el
dicho Gómez de Ribera trajo ciertos indios de la Costa de las perlas y de
Paria diciendo que era caribes… (23).
“Pero este testimonio suyo, al igual que el de otros sujetos, no nos
ofrece una aceptable precisión cronológica. Solo sugiere que la expedición tuvo
lugar en la época en que los jueces de apelación estaban en el apogeo de su
abusivo mando (1512-1517), por tanto, fue antes del 15 de junio de 1517, fecha
en que los mencionados magistrados quedaron cesantes y sometidos a juicio de
residencia.
Badaracco: Pero de este
testimonio debería deducir que el rapto se produjo en la Costa de las Perlas, que era
Cumaná y no Santa Fe, porque dice: “trajo ciertos indios de la Costa de Las Perlas y de Paria
diciendo que eran caribes”, pero por supuesto esto no le interesa a don
Vicente, porque su propósito es desmentir a Las Casas.
Vicente Rubio: “En el año de 1527 todavía era recordado por Gonzalo de
Guzmán, vecino de Santo Domingo.
“… puede aver doze años poco más o menos (que este testigo) le vio hazer
una armada para los caribes a él (Juan
de León), e a Gómez de Ribera, e a Colchero, e que gastaron mucho dinero…”
(24).
Aquí ya hay una somera indicación de tiempo. Dentro de la relatividad con que entonces se
fijaban los datos cronológicos, esos doce años poco más o menos” nos sitúan en
1515, pero sin precisión de mes ni de día.
Al parecer, la expedición debió efectuarse ya avanzada la segunda
quincena de agosto de 1514.
Badaracco: Hasta ahora todo hace pensar en esas fechas probables. Los dominicos llegarían a finales de 1513 o
principios del 14, por lo cual tendrían para entonces un poco más de 8 meses en
Tierra Firme, no es de extrañar que con la ayuda del cacique Alonso, hayan
podido lograr todo lo que hemos dicho que lograron.
Vicente Rubio: “b) Reacción de los indios: el martirio
Como es natural, la indignación del cacique Alonso y de su clan ante el
sorpresivo pillaje cometido con su esposa y comitiva (postrimeros días de
agosto de 1514) no tuvo límites. Quisieron matar a los dos dominicos que entre
ellos convivían, creyéndoles cómplices de la infame captura de sus congéneres.
Los religiosos trataron de apaciguarlos de la mejor manera. Les prometieron que
el capitán de la nao depredadora -Gómez de Ribera – recibiría un justo
castigo y solicitaron un plazo de cinco lunas o meses, a fin de
poder escribir al P. Pedro de
Córdoba y demás frailes del convento de
la ciudad de Santo Domingo –bien conocidos del cacique Alonso- que, como ya notamos, tiempos atrás había
estado en él- para que interponiendo su
prestigio moral y su exigencia de
justicia, lograran de las autoridades civiles de la Española que la cacica y
sus criados fuesen devueltos a su tierra de origen lo más rápido posible dentro
del tiempo convenido.
Badaracco: Las Casas dice cuatro
lunas, y Alonso estaba entre los cautivos.
Vicente Rubio: “Casualmente -ignoramos cuando- pasó por allí un barco.
Aprovechando tan feliz oportunidad, los frailes misioneros, convertidos a en
rehenes, enviaron a Santo Domingo la carta en que exponía a sus hermanos de hábito
su apurada situación, solicitaban para ella remedio pronto y adecuado.
Sobra decir que al recibir los dominicos de la española tan angustiosa misiva
(25), uno de ellos, el P. Antonio
Montesino, acudió a las autoridades competentes, a fin de que pusieran en claro
los hechos y adoptaran una resolución salvadora (26), los demás movieron todas
las palancas que pudieron para dar con la cacica y sus acompañantes.
Badaracco: Menciona solo a Montesinos, que recibía órdenes de Pedro de
Córdoba. Es algo extraño.
Vicente Rubio: “Pero negativas rotundas al principio, vaguedades,
después y hasta algún caso la desoladora información de que el indio o india
que había sido comprado por un determinado encomendero se encontraba en una finca
muy lejana, o había sido revendido a un individuo del interior de la isla o acaso
estaba muerto, eso fue lo que cosecharon los frailes Predicadores en su ajetreo
por las calles y casas de Santo Domingo.
Cuando por fin se supo donde se hallaba oculta la cacica, que era justamente
en casa del Juez de Apelación, Marcelo de Villalobos, éste, sin ambages,
manifestó a los dominicos que aquella mujer era “caribe”, y, por tanto, sujeta
a cautiverio de acuerdo con la legislación vigente (27).
Badaracco: Las Casas dice que el Cacique y la Cacica , fueron vendidos y
murieron en cautiverio.
Vicente Rubio: “Los religiosos hubieron de escribir entonces al
Provincial de Andalucía, en España, a cuya jurisdicción se hallaban ellos sometidos
desde ese mismo año de 1515. Solo le pedían, como a superior mayor suyo, que
intercediera ante el monarca para que éste evitara que la cacica siguiera
siendo considerada “caribe” y, en consecuencia, legalmente reducida a
esclavitud.
El Provincial andaluz actuó con premura. Hemos visto en resumen de su
solicitud al Consejo Real. Por ser una minuta, no lleva fecha y resulta
lacónico en exceso. Dice así:
“La carta del provincial de los dominicos. Sobre lo que aconteció en
Chiriviche cerca de la mujer del cacique Alonso. Pide que no se cative. Que se
les pague su limosna.
La carta del provincial sobre los cativos” (28).
Como podrá observarse, nada hay aquí alusivo al asesinato de los dos
dominicos, lo cual implica que dicha misiva es anterior a la noticia de la
muerte de ambos misioneros y anterior tambien al informe de Fr. Reginaldo Montesino
que vamos a presentar. Lo único que aquí
se pide es que la cacica “no se cative”, o sea, que nadie siga considerándola
digna de continuar reducida a esclavitud.
Pienso por mi cuenta –aunque carezco de prueba documental – que algunas cartas
debieron ser despachadas desde la isla española a los dos dominicos,
notificándoles las medidas que se estaban tomando para tornar a la cacica y sus
17 servidores o “naborías” a Chiribichí.
Los cinco meses de tregua finalizaban. Al cumplirse este plazo y ver que
la cacica y sus criados no volvían (enero de 1515), los Arawacos sacrificaron a
los dominicos, el P. Fr. Francisco
Fernández de Córdoba y el Hermano Juan Garcés. Eran las primicias de sangre de la Orden de Predicadores que
regaba suelo americano por la causa del evangelio, estropeada a causa de los hispanos
cazadores de indios.
Badaracco: Las Casas era muy
preciso y se ve que tanto él como Pedro de Córdoba, investigaron los hechos. No
sé de donde saldría ese dato por el cual don Vicente asegura que fueron 5
meses. Las Casas, en sus cartas y crónicas, siempre afirmó que fueron cuatro
lunas o cuatro meses. Voy a ser repetitivo, los Arawacos no son etnias de
Cumaná ni de Santa Fe. En estos predios, dominaban los Chaimas, en Santa Fe,
dominios del cacique Maraguey, predominaban las etnias Cumanagotas y Tagares.
Las etnias más conocidas en esos tiempos eran: los Arecunas, Cumanagotos,
Chaimas, Chacopatas, Pariagotos, Iparagotos, Coacas, Tagares, Parias,
Guaiqueríes -que aparecen tardíamente, vienen de la isla de Margarita donde
pactaron con los españoles, probablemente era los mismos Arawacos del Orinoco-
y los temibles Caribes, que después de 100 años de luchas aceptaron la religión
y se esparcieron por todas partes.
Caciques notables eran: el Señor
de Cumaná o Alonso, Diego, Gil González, al cual el cronista de Guanta, lo
llama Toronoima, Maragüey, Tacar, Caicuire, Cariaco, Cucuy, Cuserú, Chacomar,
Guaramentar, Juan Cavare, Manoa, Mayucarí, Maicana, Querequepana, Tiricura,
Doña Isabel, madre de Francisco Fajardo, Queneriqueima, Tucupabera, Uriapari,
Zapata, Paria, y algunos otros.
Vicente Rubio: d) Fecha del martirio ¿Cuándo pudo ocurrir el triste
suceso?
Contamos para tratar de
precisarlo lo más que esté a nuestro alcance, con un término “ante quem” seguro.
Nos referimos al 28 de enero de 1516, fecha en que documentalmente ya se alude
al luctuoso hecho, como algo lejano, en los papeles de los Oficiales Reales de
la española, según atestiguan unos extractos inéditos, presentados al Consejo
Real de Castilla, de ciertas cartas del tesorero general de indias, Miguel de
Pasamonte, residente en santo Domingo. Una de esas cartas, datadas en el día,
mes y año que acabamos de señalar “(28-01-1516), quedó compendiada así por el secretario
del Real Consejo:
“dize (el tesorero
Pasamonte) que un fraile de San
Francisco de los que fueron a la costa
de las perlas le ha escrito una carta,
que enbya con esta para que se vea, y que lo que le parece a él es que sería byen que en aquella tierra se hiziese un pueblo de christianos y una fortaleza junto con la mar y que esto se encomendase a una persona temerosa de Dios, sabya y de confianca y zelosa del seruicio de Sus Altezas, porque
de otra manera ninguna seguridad se ha
de tener de los yndios, y sy no están sojuzgados, corren peligro los frayles que agora han ydo y que los maten como a los dominicos que primero fueron, y que los christianos que
allá fuesen a poblar avían de dezir a los yndios
que yvan para ayudarles contra
los caribes y que se asegurayan con esto,
y que tomándose los caribes, se podrían traer a vender a La Española , que serya grande remedio para ello y Sus Altezas serian seruidos de muchas maneras (29).
Badaracco: Las Casas dice que Francisco Fernández de Córdoba, a quien
mucho conoció, era franciscano, ahora sabemos ciertamente que era dominico.
También hay constancia de que en 1516 fueron a Tierra Firme varios franciscanos
a reforzar la misión fundada por Pedro en Cumaná, en 1515, y Montesinos viajo a
la Corte a
informar al Rey Fernando. Vicente Rubio continua en el error.
“Rápidamente se
juntaron en la misión con los dominicos y franciscos de Juan Garceto, picardos y de otras nacionalidades: fray Juan
Flamigi (flamenco), fray Ricardo Gani de Manupresa (inglés), fray Jacobo
Hermigi, fray Remigio de Faulx, fray Jacobo Escoto (escocés), fray Juan de
Guadalajara, y fray Nicolás Desiderio, para continúan el trabajo iniciado por
sus predecesores mártires; refundan la
escuela para los niños indígenas, construyen un monasterio, reconstruyen una
iglesia que había sido destruida por los indios, e inician y terminan otra
iglesia, todo ello puede verse en dibujos y planos de esa época.
Vicente Rubio: “Hasta ahora, esta minuta es el documento más antiguo
–que yo sepa- (30), en el cual se menciona de manera expresa, aunque
incidental, la muerte dada por los Arawacos a los “dominicos que primero fueron”
a la “Costa de las Perlas”. Gracias a otras fuentes coetáneas sabemos que esos dominicos
fueron “dos” (31), nuestros ya conocidos Fernández de Córdoba y el Hermano
Garcés.
Esa minuta habla también de “los frailes que agora han ido” al litoral
de Venezuela. Con ello da a entender la expedición conjunta de religiosos dominicos y franciscanos presidida, respectivamente, por Fr. Pedro de
Córdoba O. P. y Fr. Juan Garceto O. F. M., que después de la cruenta inmolación
de aquellos dos frailes Predicadores,
había partido en 4 de julio de 1515 del puerto de Santo Domingo rumbo a la
“Costa de las Perlas” y, apenas fuera de
la barra de él, en menos de dos horas, se vio obligada a regresar, con gran
riesgo de naufragio, a su punto de partida, debido a un huracán –el huracán de
San Laureano- (32). En la urbe dominicopolitana
hubo de esperar dicha expedición pacientemente a que mejoraran las condiciones
atmosféricas y se hiciera el necesario arreglo de las naves, etc., para
emprender de nuevo su marítimo viaje a la ribera venezolana (finales de setiembre
o comienzos de octubre de 1515).
Badaracco: Aunque sí puede referirse a la tercera expedición de 1515,
que arribo en 27 de noviembre a Cumaná, también puede referirse a los frailes
que fueron a Tierra Firme en 1516, porque dice agora, o sea, hace muy poco
tiempo.
Vicente Rubio: “Precisamente entonces -4 de julio de 1515-, procedente
de la vecina isla de Cuba, había llegado a Santo Domingo el clérigo Bartolomé
de Las Casas, con algún que otro fraile Predicador del grupo que estuvo misionando
en la propia ínsula cubana durante tres meses (33). Bartolomé permaneció en la ciudad del Ozama
desde el 4 de julio al 6 de septiembre de ese mismo año, 1515, pudiendo
entonces conversar largamente con el P. Córdoba en torno a lo que él
vislumbraba como futura vocación suya: dedicarse con exclusividad a la defensa
de los indios.” (34).
Badaracco: Así fue. La llegada de Las Casas a Santo Domingo en esa
fecha, 4 de julio de 1515, coincidió con la segunda expedición a Tierra Firme,
organizada por Pedro de Córdoba, que fracasó como lo dice Vicente, debido al
huracán de San Laureano. Según este autor Las Casas conoció muy bien a Cumaná,
donde había misionado durante seis años -Bartolomé de Las Casas, Capellán de S.
M. Carlos I. Poblador de Cumaná 1517-1523. Vol. II. Sevilla. 1960. p. 673.-
Vicente Rubio: “El 6 de setiembre de 1515– tercera
expedición- salieron de Santo Domingo
hacia España el clérigo Las Casas y
el P. Montesino –acompañado- quizá este
último por el diácono Fr. Diego de
Alberca- Montesinos llevaba el encargo
de informar nuevamente y con más
detalles al rey sobre lo acaecido en la
“Costa de Las Perlas” y la complicidad que en el caso habían tenido los jueces de Apelación de la Española ; igualmente
quería enterarle como a pesar de la
sangre vertida de los dos frailes Predicadores, sacrificados por los Arawacos,
los dominicos y franciscanos residentes
en Santo Domingo, volverían a reanudar el ensayo de evangelización pacífica en
el mismo lugar del suplicio de aquellos
dos pioneros. Es probable que también le
comunicara que la cacica y algunos indios de su comitiva no habían sido aún
hallados. Por estos y otros motivos, Antonio Montesino rogó al monarca que, de
una vez por todas, ordenase suspender las incursiones constantes
que por aquellos parajes de
Chiribichi hacían los salteadores de la Española , urgiendo, además, el cumplimiento
estricto de lo que antaño drásticamente
el propio soberano había mandado mediante Real Cédula dada en Valladolid, el 2 de junio de
1513, para que ninguna nao de colonizadores ni mercaderes hispanos se
acercara por las tierras donde los misioneros evangelizaban, ya que
hasta aquel momento semejante ordenanza siempre había sido violada (36).
Badaracco: Los Arawacos no tienen
nada que ver en todo esto. En Chiribichí –Cumaná- prevalecían los Chaimas y en
Santa Fe de Chiribiche, prevalecían los Cumanagotos y Tagares de Maraguey. Montesinos llevaba ese encargo que dice
Vicente, pero extensivo a las misiones de Santa Fe y Cumaná, fundadas por Pedro
de Córdoba, y la protección no era solo
para los dominicos sino para ambas órdenes –dominicos y franciscanos- y
cualesquiera otras que se establecieran en Tierra Firme, en la concesión que le
diera el Rey Fernando a Pedro de Córdoba; también llevaba un memorial con todos
los crímenes cometidos por españoles en las islas antillanas firmado por todos los frailes
dominicos, como dice Las Casas. De estos memoriales de 1516, redactados por Las
Casas, tengo el tomo CX de la “Biblioteca de Autores Españoles”, ilustrado por
Juan Pérez de Tudela.
Vicente Rubio: “De manera que para fijar la cronología del martirio de
Fernández de Córdoba y del Hermano Garcés, contamos ya, a mi modo de ver, con
unos testimonios aceptables. Esa muerte
es anterior al 28 de enero de 1516, fecha de la carta de Pasamonte, anterior tambien
a la expedición simultanea de frailes predicadores y menores que a finales de septiembre
o inicios de octubre de 1515 partió de la ciudad del Ozama hacia Chiribichi; y
anterior incluso, a la salida de Santo Domingo hecha tambien por ambas órdenes
religiosas el 4 de julio de 1515 con idéntico objetivo, pero que no pudo
llevarse a efecto a causa del huracán de San Laureano.
Así, pues, el período que corre entre enero- junio de 1515 es el plazo
más razonable para situar el sangriento suceso acaecido en la tierra firme
venezolana. Puntualicemos aún más.
Enrique Otte, el mejor historiador de cuanto yo conozco sobre el tráfico
comercial del Caribe, ha escrito: “Al parecer, (los dominicos) fueron muertos
en enero de 1515. Creo que es una opinión acertada. Comencemos a confirmarla
aportando un dato nuevo.
El 5 de febrero de 1515 el viceprovincial, Fr. Pedro de Córdoba,
acompañado por el subprior del monasterio dominico de la ciudad de Santo
Domingo, Fr. Gutierre de Ampudia, Fr. Juan de Tavira y Fr. Tomás de Santiago,
comparecen en casa del gobernador de la isla española, Almirante y Virrey,
Diego Colón, en la misma urbe Santodominguense. Aparecen firmando como testigos
el nombramiento que este hizo entonces de teniente de gobernador suyo a doña
María de Toledo, su mujer, y a Jerónimo de Agüero, dado su próximo viaje a
España.
Pero resulta extraño que solo para servir de testigos a tan común y
corriente documento hubiesen sido convocados por el virrey aquellos cuatro
predicadores, cuando muy bien eso podían hacerlo cualquiera de los más leales y
discretos servidores civiles de la casa de Don Diego Colón. Pienso que el grupo
de dominicos encabezados por su viceprovincial, se encontraba en presencia del gobernador
para otro asunto más importante. ¿Cuál podía ser este? O enviar nuevas cartas a la rivera de
Venezuela aplacando al cacique Alonso y
solicitado ampliación del plazo de las
cinco lunas a favor de los dos dominicos
sentenciados a morir; o prometiendo la devolución inminente de los indios de su tribu tan traidoramente apresados; o pedir al
virrey ordenara que se hiciese a la mar, lo más presto, una nave en la cual
los propios dominicos llevaran a
Chiribichi los indígenas cautivados por
Gómez de Ribera meses atrás y que a costa de ímprobos esfuerzos irían
recogiendo por algunas casas de Santo Domingo o por donde fuese como Dios mejor les diera a entender. Lo que más debieron urgirle a don Diego Colón
fue que les proporcionara un bergantín para que el propio Pedro de Córdoba y
cuatro o cinco frailes suyos se encaminaran, con la mayor celeridad, al litoral
de Paria a fin de cerciorarse sobre la situación de Fernández de Córdoba y de
Garcés. Por mucha prisa que se dieron -nos dice Reginaldo Montesino-
“... cuando el viceprovincial
fue con otros frailes al dicho puerto de las perlas, halló que habían muerto a
los dos frailes y no se sabe quién…”
Al fin –observa Enrique Otte- la consulta (de Santo Domingo) Virrey,
Jueces de Apelación y Oficiales Reales-, en su sesión del 10 de febrero de
1515, se ocupó del asunto. Se ordenó que Gómez de Rivera y los caciques de la
tierra firme “-ignoramos de quienes se trata- apareciesen ante los miembros de
la consulta y que los que fueren “guatiaos” fuesen devueltos a sus tierras.
Consta que los que quedaron o pudieron ser hallados de los prisioneros de Gómez
de Ribera, se entregaron a los frailes...
Al parecer, uno de los marinos de la isla española que había llevado a
los dos mártires a la Costa
de las Perlas, recibió el encargo de transportar a las mismas tierras “ciertos
frailes dominicos” junto con varios indígenas de los cautivados por Gómez de
Ribera. Esto tiene que haber sucedido en
febrero de 1515, ya que la consulta informa al Rey en sus cartas de 24 de
febrero y 6 de marzo… No contestó Rey hasta el 2 de agosto, aprobando todo lo
dispuesto por sus representantes en indias, y reprobando, con palabras tan tibias
como ineficaces, los atropellos de los jefes de las armadas en el Caribe.” 38.
Badaracco: Estos ajustes y conjeturas son válidos.
Vicente Rubio:” Pienso
que hubo dos viajes: uno, en el que fue el P. Córdoba por primera vez al
litoral venezolano con cuatro o cinco frailes suyos para saber sobre los dos
misioneros, y otro, inmediatamente posterior, en el que “ciertos frailes
dominicos” condujeron a los indígenas que pudieron hallar en Santo Domingo a la Costa de Paria.
Badaracco: Eso “Costa de Paria” es no decir nada. Considerando las
fechas, tambien pienso lo mismo, pero Vicente insiste en evitar decir Puerto de
Las Perlas, único puerto al que podían llevar a los cautivos que sobrevivieron.
La tierra del Cacique Alonso, el valle del Chiribichi, río y puerto de la
actual Cumaná.
Vicente Rubio: “En verdad, la contestación de Fernando el Católico -2 de
agosto de 1515- no alude para nada a la muerte de los dos dominicos, porque aún
la consulta de Santo Domingo en las cartas que le escribió en 24 de febrero y 6
de marzo no tenía noticia de ella y, en consecuencia, no había podido comunicársela
al soberano. Únicamente sabía en las fechas indicadas que habían ido varios
frailes predicadores a la “Costa de las Perlas” a quedarse un tiempo por allí
haciendo averiguaciones y otro grupo de ellos a devolver poco después algunos
de los indios hacía meses atrapados. Por esto el Rey se restringe a declarar:
“De los frailes que
dezis que quedaron en aquella costa he habido mucho placer. Plega a Nuestros Señor que, como vosotros dezis,
hagan allí mucho fruto, porque holgaría mucho que de una manera o de otra las
gentes de aquellas partes viniesen en conocimiento de nuestra Santa Fe
Católica, y vos siempre tened mucho cuidado en pensar y buscar todas las
maneras que para esto se puedan tener, y escribirme vuestro parecer, pues
sabéis que ninguna cosa deseo más que la conversión de aquellas gentes…”
“Lo que mandaste al
capitán que trujo los indios que no eran caribes que los volviesen a sus tierras
fue bien mandado, y aun fuera razón de castigarle en alguna manera, pues
aquellos que trujo eran amigos de los indios que están de paz, y no eran
caribes, porque ni él ni otros no lo hagan otra vez.” 39.
Tres puntos dignos de notarse
muestran estos párrafos de la carta del Rey: El placer que él ha tenido al
saber de “los frayles” … que quedaron en aquella costa” venezolana, de los
cuales esperan que hagan allí mucho fruto; que estuvo bien hecho que se
devolvieran los indios de paz “cazados” a sus tierras; lo razonable que sería
castigar al capitán que tan traidoramente no solo los atrapó, sino que encima
de eso los hizo pasar por caribes para así poderlos vender sin escrúpulo
alguno.
¿Qué frailes eran esos
“que quedaron e aquella costa”?
Tengo para mí que eran
Fr. Tomás de Toro (40) y tres o cuatro dominicos más, cuyos nombres ignoramos,
los cuales marcharon allá con el P. Pedro de Córdoba en fecha posterior al 10
de febrero de 1515, a
fin de indagar la suerte que habían corrido el P. Fernández de Córdoba y el
hermano Garcés. A estos se agregarían
luego los dos o tres que más tarde arribaron allí para devolver a los indios
liberados de su cautiverio.
Considero que fue
entonces –postrimerías de febrero o primera mitad de marzo-, cuando al poner
sus pies en Chiribiche, el padre Pedro y sus compañeros obtuvieron la certeza
del trágico fin de sus dos hermanos de hábito. ¡Habían llegado demasiado tarde!
Lo penoso fue que por más averiguación que hicieron, nuestros frailes se
quedaron, en aquel momento, “sin saber quién” los había sacrificado (41).
La muerte de ambos
misioneros debió ocurrir, pues, a últimos de enero de 1515; se tuvo
conocimiento de ella al expirar el siguiente mes de febrero o, lo más seguro,
en la primera quincena de marzo de ese mismo año.
A España tal vez llegó
la noticia por el mes de mayo o junio, y pocos días después de despachada la carta de Fernando el Católico a las autoridades de la Española (2 de agosto de 1515) fue cuando el padre Reginaldo Montesino, a
nombre del provincial de la Provincia Dominicana de Andalucía hizo acto de presencia en la corte
solicitando la protección al Rey sobre los frailes predicadores que, para esas fechas y según sus informaciones,
ya debían estar evangelizando, en unión con los franciscanos, la región de
Cumaná (42).
Badaracco: Creo que Vicente Rubio no conoce o no tuvo en cuenta la Cédula Real de tres de
septiembre de 1516 firmada por el Cardenal Adriano, en la cual se relata y
aclara todo el drama planteado por Pedro de Córdoba, en el memorial que llevó
Fr. Antón de Montesinos, a la
Corte después de la muerte de Fernando el Católico. Vicente
debe investigar la fecha en la cual Fr. Antón de Montesinos, fue a la Corte a informar, veamos:
“La
Reina y El Rey. Por cuanto el Rey nuestro Señor y padre y
abuelo, que haya santa gloria, deseando que los indios de la costa de las Perlas, que está en Tierra
Firme, fuesen instruidos y doctrinados en las cosas de la fe, y para esto
probaron todas las maneras que allá se pudiesen hallar por donde ellos pusiesen
ser mejores cristianos, mandó hacer todas las diligencias necesarias, y porque
pareció que la más conveniente y provechosa, y con los dichos indios más presto venían en conocimiento de las
cosas de nuestra santa fe, era enviar
personas religiosas y de muy buena
vida a predicar y enseñar a los dichos indios, sin otra gente ni
manera de fuerza alguna, como vieron han hecho los apóstoles
que lo susodicho se pudiese poner en obra, el dicho Rey nuestro Señor habló con el devoto Fray Alonso de Loaysa, provincial que a la sazón
era de la orden de Santo Domingo, y con
su acuerdo y parecer, y nuestro, y con voluntad del devoto Padre Fray Pedro de
Córdoba, vicario de la orden de la isla
Española, acordó de pasar en persona con algunos religiosos a la dicha Costa de
las Perlas a procurar doctrinar y
enseñar las cosas de la fe a los indios
de ella, y viendo el rey nuestro Señor
con la voluntad y el celo que el dicho
Fray Pedro de Córdoba se movía para ir a
lo susodicho, mandó por una Cédula al
Almirante y jueces y oficiales de la dicha isla Española que diesen al dicho Fray Pedro una nao con
que fuese él y los frailes que consigo
llevase, y que mandase a los maestros y marineros que los llevasen a la
parte que el dicho fray Pedro de Córdoba
le señalase en la Tierra firme, y les diesen
los mantenimientos que hubiese menester,
y ciertos indios para lenguas, cuales el dicho fray Pedro de Córdoba escogiese,
y donde en un año que el dicho fray Pedro
y los otros frailes fuesen llegados a la dicha Tierra Firme, tuviesen
cuidado de enviar a saber de ellos el dicho Almirante y jueces y oficiales, y
que mandasen a la persona que fuese a saber de ellos que trajese uno o dos frailes acá por que informasen de todo lo que en dicha tierra y Costa de las
Perlas hubiesen hallado, y sabiendo (sic), como más largo en la carta que para lo susodicho se dio se contenía, por virtud de la
cual el dicho fray Pedro de Córdoba dice
que fue a la provincia de Cumaná, que es en la dicha costa de las perlas, donde
al presente están, envió en su nombre ante Nos a fray Antón de Montesinos de la dicha isla Española, a hacernos
relación por parte de fray Pedro de
Córdoba diciendo que a causa de haber
ido a la dicha provincia de Cumaná y
Costa de las Perlas donde el dicho fray Pedro residía convirtiendo y atrayendo
los dichos indios de ella en conocimiento de nuestra santa fe católica, cierta
armada que algunos vecinos de la dicha
isla Española habían enviado a la dicha provincia y costa, había sido
causa que los dichos indios se alzasen y rebelasen y matasen, como dicen que mataron, dos
religiosos que había (sic) enviado el
dicho fray Pedro de Córdoba adelante, por el mal tratamiento y escándalo
que la dicha armada y los que
en ella iban habían hecho a los dichos indios, y por traer hurtados ciertos indios contra el vedamiento
que estaba puesto, con otros excesos y males que dice que hicieron, y que si lo
susodicho no se remediaba mandando volver a los dichos indios e indias
que así habían traído a la dicha
provincia y costa, y que de aquí en
adelante ninguna ni algunas personas no fuesen osados de armar
ni enviar a dicha provincia y
costa de las Perlas, donde el dicho fray Pedro de Córdoba estaba, nunca los dichos indios se podrían convertir ni atraer en conocimiento de nuestra santa fe
católica, ni menos podríamos (ser) aprovechados del fruto de aquella tierra; y
porque la intención del dicho Rey nuestro Señor, padre y abuelo, que haya santa
gloria, y la nuestra, siempre ha sido y será procurar con mucho cuidado y
vigilancia la conversión de los dichos indios
y su muy buen tratamiento, visto por algunos del nuestro Consejo, y
consultado con los procuradores de estos nuestros reinos, fue acordado que
debíamos mandar esta nuestra carta sobre la dicha razón, por lo cual queremos y mandamos y expresamente defendemos que ahora ni de aquí en
adelante en cuanto nuestra merced y voluntad fuere, ninguna de algunas personas de cualquier estado o condición, preeminencia o dignidad que
sean, así de nuestros reinos como de las dichas islas Españolas y San Juan y Cuba y Jamaica y Tierra Firme y otras cualesquiera no
conocidas, de evitar armada ni ir persona ni personas algunas a la dicha provincia
de Cumaná; y Costa de las Perlas donde el dicho fray Pedro de Córdoba está, juntamente con otros
religiosos de la orden de San Francisco
que allí están entendiendo en la
conversión y doctrina de los indios salvo sin no fuere con nuestra licencia o
expreso mandamiento, so pena que cualquier persona que fuere o enviare desde el día
que ésta nuestra Cédula o su
traslado signado de escribano
público fuere publicada y
pregonada en la ciudad de Sevilla e isla Española y San Juan y Cuba y Jamaica y
Tierra Firme, en adelante, caiga e incurra por la primera vez que fuere o
enviare, en perdimiento del navío o carabela o barco, y perlas y aljófar y
guanines y oro y esclavos y otra cosa
que llevare o trajere en ellos… y por la segunda vez pierden lo susodicho, y
más la mitad de todos sus bienes; y por la tercera vez pierden todos sus
bienes, y más los dichos navíos… y sea la mitad para nuestra Cámara y la otra
mitad para la obra de los monasterios e iglesias
que en la dicha provincia y costa
de las Perlas los dichos frailes han de
hacer … Fecha en Madrid a 3 días del mes de setiembre año de MDXVI. Cardinalis Hispaniarum. -
Aldeanus (sic, por Adrianus) Ambasator, por mandado de la Reina y del Rey su hijo
Nuestros señores, los gobernadores en su nombre.
Badaracco: Esta Cédula no tiene desperdicio, narra todo lo acontecido en
Cumaná entre 1513 y 1516, con absoluta precisión. Por ella sabemos que Fr.
Antón de Montesinos estaba en la
Corte , frente a los Regentes, antes del 3 de septiembre de
1516, fecha de la Cédula ;
pero no sabemos cuándo salió de La
Española donde estaba a fines de en 1514, cuando se produjo
el rapto de los indígenas e hizo diligencias para su rescate. Entonces deduzco, que Fr. Antón de Montesinos,
fue enviado por Pedro cuando aún estaban vivos los rehenes dominicos. Fr. Antón
presenta credenciales y el memorial que redactaron los dominicos en Santo
Domingo, y de allí la Cédula
de los Regentes. Al parecer no habia
regresado cuando Pedro escribió su carta de 1517; Pedro se queja entonces, en
esa carta, porque le envió muchas cartas a Fr. Antón de Montesinos, y no le
había respondido. Creo, por tanto, que Fr. Antón de Montesinos fue enviado a
España poco después del rapto de los indígenas de Cumaná, antes de febrero de
1515 cuando Pedro vino al Puerto de las Perlas en Tierra Firme, Cumaná, a
investigar sobre los rehenes, porque las autoridades de Santo Domingo eran
cómplices en el rapto, y se hicieron muy difíciles los tramites de liberación.
Observo que en la Cédula
de los Regentes no mencionan para nada las denuncias de Reginaldo de
Montesinos, lo que puede significar que aún no lo habían recibido, y si lo
habían recibido no les dieron mayor importancia a otro documento de denuncias
que ya procesaban.
Vicente Rubio: “4.- NOTAS COMPLEMENTARIAS.
Preparando nuevamente la misión.
Los dominicos que
“quedaron en aquella costa”, como dijo Fernando el Católico en su carta del 2 de agosto de 1515, aparte de inquirir por todas las
vías quien o quienes habían
sacrificado a sus dos hermanos
misioneros, se dedicaron a la ardua
labor de sosegar a los nativos, convivir mansamente con ellos e indagar los
sitios más adecuados para que en
aquellas mismas latitudes volviera a
reanudarse el soñado ensayo de evangelización pacífica con un buen
contingente de frailes predicadores y franciscanos reformados, traídos todos de La Española.
Badaracco: Esta redacción es correcta, lo que le falta es decir que
desde Puerto de Las Perlas –Cumaná- la
avanzada dominica continuó buscando el sitio adecuado, cual era, aquel más
apartado del tráfico de españoles “donde españoles no fueran”, y por supuesto
después de hacer los arreglos necesarios con el cacique Maraguey, Pedro funda
la misión dominica en Santa Fe de Chiribiche. Su trabajo y permanencia en Santa
Fe y su vigilancia y viajes a Cumaná, demuestran el ejercicio de su autoridad
sobre aquellas primeras misiones.
Vicente Rubio: “Ignoro el tipo de precauciones adoptadas durante estas
exploraciones por Pedro de Córdoba y sus religiosos para prevenirse de
cualquier ataque de los indígenas al igual que de tantos asaltos sorpresivos de
españoles como por allí se efectuaban, que era lo que a los nativos irritaba
sobremanera.
Badaracco: En realidad los indios no le dieron mayor importancia al rapto
y al suceso con los frailes dominicos. Su forma de justicia era parte de su
cultura. Lo que importaba era la compensación.
Cuando un indígena violaba una propiedad, una siembra de la planta de
Haysch, de donde extraían una especie de coca, y no podía compensar o
indemnizar al propietario o dueño, el infractor era ajusticiado. Cuando un
Indígena cometía adulterio; cuando secuestraban a la novia en el blanqueo, y no
podía o se negaba a compensar a los ofendidos,
que eran hechos comunes y no trascendían, eran ajusticiados;
de tal suerte que con la devolución de algunos indígenas y tal vez alguna
compensación, se terminó para ellos el problema y los dominicos y franciscanos
pudieron seguir en la misión en la
Costa de Las Perlas en
Tierra Firme, en la boca del río Chiribichi – Cumaná- , y fundar la de Santa Fe
de Chiribiche. Luego desaparece Santa Fe y tanto los dominicos como los
franciscos se quedan en Cumaná y sus misiones prosperan, construyen iglesias y
escuelas, que es el principio de la ciudad de Cumana, capital de la Provincia de Nueva
Andalucía. Todo lo que ocurre en Santa Fe es posterior a 1515, en tanto que el
puerto de Cumana, fue descubierto por Colon en 1494, y desde entonces fue
referencia para las expediciones españolas a esta parte de la Tierra Firme. Los
comerciantes de perlas venían a Cumana, los comerciantes de Sal venían a
Cumana, los navíos trasportadores de agua y de piedra ciclópea para la
construcción en la Nueva
Cádiz , de pescado salado, de maíz, de casabe, etc. venían a
Cumaná.
Vicente Rubio: “No sería desacertado pensar que todas las cautelas de
nuestros frailes se redujeron al par de naves en que habían ido ellos y los
indios devueltos; esas naves surtas en el puerto de Chiribichi, tripuladas por
gente confiable debieron ser costeadas por el Virrey Diego Colón y quizá por
Jácome Castellón, el cual aparece como amigo primeramente del padre Córdoba
(43) y después del P. Tomás de Berlanga O. P. (44)
Badaracco: Después de haber llegado a un arreglo con los caciques de
Cumaná y Santa Fe, no hacía falta más trámites ni cautelas, eran libres de
hacer y cumplir su misión. Hasta 1521, trabajaron con los indígenas en
paz.
Vicente Rubio: “El P. Pedro debió regresar a Santo Domingo a punto de
concluir el mes de abril de 1515.
¿Regresó solo el P. Córdoba, dejando a los demás en la “Costa de Las Perlas”
o regresaron todos?
Es posible que dejase tres frailes, de indudable valentía, en aquel
lugar, por varias razones.
Para que aprendiesen bien la lengua de la región con algunos “guatiaos”
y pudieran luego servir de maestros en la misma a los demás religiosos.
Para que la labor de sus dos antecesores inmolados no sufriera
interrupción y, al mismo tiempo sirviera de puente a la que dentro de un bimestre
sería llevada a cabo, conjuntamente, por dominicos y franciscanos.
Para que fueran reconociendo el terreno donde se habrían de asentar unos
y otros –Santa Fe de Chiribichi los predicadores, en Cumaná los Menores- cuando
llegaran a emprender su proyecto de evangelización pacífica.
Para que comenzaran a levantar rústicas enramadas para iglesia,
convento, oficina o acotando tierra para “conucos” (huerto), criaderos de animales
domésticos, etc., y no tuvieran que improvisarlo todo desde un principio los
que allí arribaran dentro de dos meses.
Badaracco: Lo que dice Vicente en este capítulo, es muy razonable, y su
investigación sirve para aclarar cualquier mal entendido, sin embargo, creo que
ha podido ser más específico, él debe definir dos períodos, antes de 1515 y
después de 1515, debe hacerlo con la mayor precisión, porque se enreda todo. Y
yo deseo colaborar en esto, porque el investigador español está confundido,
como todos los que han tratado este punto por desconocimiento del territorio;
yo estoy en una mejor posición para aclararlo, porque soy de aquí, conozco el
terreno como mis manos, y tengo todos los elementos para un juicio definitivo
en este asunto.
Vicente Rubio: “No cabía esta vez miedo a cacerías de nativos, porque,
muy atinadamente observa Enrique Otte:
“Francisco Vallejo, miembro de la élite de Santo Domingo y futuro
Alcalde Mayor de Cubagua (45), recibió
el encargo (De las autoridades de la Española ) de llevar a cabo, con ayuda de un escribano real, una
investigación completa sobre los
indígenas de Tierra Firme, con el fin de demarcar las tribus arawacas y
caribes, además se le ordenó restablecer
la paz con los indígenas de la provincia
de Portugal, alterada por las fechorías de Gómez de Ribera, y hacer una
pesquisa sobre las circunstancias de la muerte de los dos misioneros. Esta
misión oficial se combinó con una armada de rescate, de la cual se nombró capitán
al propio Francisco Vallejo. Capitalista principal era el almojarife mayor Juan
Fernández de Las Varas (46); además invirtieron capital sus consocios en el arrendamiento
del almojarifazgo, licenciado Juan Ortiz de Matienzo y el factor real Juan de
Ampiés. La armada, de una carabela,
trajo sal de Araya y lizas saladas. No consta la cantidad de perlas rescatadas
o pescadas” (47).
Lo importante es que
existía allí un clima de seguridad y más aún, había quedado cortada la captura
de nativos por el momento. Los tres
dominicos que probablemente allí dejó el P. Córdoba podían trabajar confiados.
Badaracco: Lo que puedo añadir a estas reflexiones, es que Pedro viajó a
vigilar sus misiones, pacíficamente, tanto a Cumaná como a Santa Fe, en varias
oportunidades, y existe un curioso relato de una de esas estancias en Santa Fe,
que tomé de Las Casas, y que les voy a transcribir:
“Y esto sabemos ser
cierto que acaeció en la Tierra Firme, en la provincia de Cumaná, que decían la
costa de las Perlas, en el pueblo de Chiribiche, que los religiosos de Santo
Domingo nombraron Santa Fe, cuatro o cinco leguas la costa abajo del río de
Cumaná, el año de mil quinientos diez y ocho
o diez y nueve, lo cual acaeció así:
que el venerable padre y siervo de Dios fray Pedro de Córdoba, de la
orden de Santo Domingo, el cual la trujo el primero a esta isla Española desde
Castilla, y fue el primer vicario de ella; estando en el dicho pueblo de
Chiribiche o de Santa Fe y habiendo aprendido y sabido la lengua de aquella
tierra cuasi por milagro divino, teniendo espías sobre cuando venía el demonio de noche y se
revestía dentro del cuerpo de un indio que debía ser sacerdote o mago o
hechicero, profeta dellos, o adevino, dentro del cual y por boca del
les predicaba sus falsedades y engaños, con que los tenía en su culto y
honor engañados y perdidos, avisado una noche por los espías, que eran ciertos
indios que tenía convertidos, que ya era
venido el espíritu maligno, como solía, entró en la casa donde estaba y hizo
encender lumbre, porque siempre mandaba el demonio que se apagasen las lumbres
cuando venía, y conjurolo haciendo los exorcismos que la Iglesia tiene
ordenados; constriñióle a hablar y responder a muchas cosas que le preguntó, y
entre otras díjole que ¿Por qué tenía
engañadas aquellas gentes haciéndoles entender que después de muertos los llevaba a unos campos y lugares
deleitosos, donde siempre vivían contentos en alegría y sin pesar? Y al cabo mandóle de parte de Dios que
declarase y manifestase a los indios presentes como los llevaba a los fuegos
infernales. Y así comepellido por la
virtud de Dios, alcanzada por la fe y devoción de su siervo, respondió en
lengua de los indios a todo lo que preguntaba, y principalmente a donde después
de esta vida llevaba las ánimas. Y esto es así verdad, según supimos del
compañero del mismo padre que aquella noche fue con él y estuvo con él presente
a esta obra que se llamaba fray Diego de Velásquez”. En otra versión del mismo
Las Casas, dice que el padre santo lo interrogó en latín y otras lenguas
indígenas, y el piacha respondía a todo, pero en su lengua.
Esta versión anecdótica cursa en el Tomo CV,
página 340 Ob. cit. Obras Escogidas de
fray Bartolomé de Las Casas.
Vicente Rubio: “b) Arawacos repatriados.
El otro punto el que
Fernando el Católico se regocijaba en su carta del 2 de agosto de 1515 era el
siguiente: los aborígenes apresados por Gómez de Ribera habían sido tornados a
su tierra venezolana.
¿Cuántos fueron esos
indios restituidos a sus nativos lares? No parece que lo fuesen todos, ni al
mismo tiempo, ni siquiera se devolvieron los que en realidad debieron haber
sido devueltos. La culpa de ello estuvo en quienes los adquirieron
clandestinamente.
Unos pocos sí, un poco
parece ser que fueron entregados por sus dueños a los dominicos con gran
nobleza de corazón. Otros fueron cambiados, por ejemplo, se dieron viejos por
jóvenes, como aconsejó la malicia de sus amos en el secreto de sus
inescrupulosas conciencias. Otros tardaron en ser reintegrados “De acuerdo con
la declaración de Juan García Caballero, (éste) tuvo que entregar a los
licenciados Villalobos y Ortiz de Matienzo dos indios que le había quedado “sin
partir” (48) Incluso el propio Francisco de Vallejo “devolvió a sus tierras “dos
indias porque ya habían enviado otras” (49)
Lo grave del caso es que,
con el típico retraso de la correspondencia de la Corona , el 14 de enero de
1518, fecha demasiado tardía- el Rey Carlos I de España ordenaba a su Justicia
Mayor de las Indias, Lcdo. Alonso de Zuazo:
“La Reina , mi señora e yo, por
una nuestra carta vos enviamos a mandar que hayáis información quién fue el capitán
o maestre que, viniendo la cacica, mujer del cacique Alonso, a ver su nao, que
surgió en el puerto de las perlas con hasta 16 naborías de su casa, y estando
viendo la dicha nao seguramente, el dicho capitán diz que alzó las velas y las trajo
a esta dicha isla española… etc.
Por eso ahí mismo se le manda a Zuazo: Primeramente, haber información
en cuyo poder están la dicha cacica y las dichas naborías, e si halláredes ser así
como en la dicha relación de la dicha nuestra carta se contiene o que por otra
cualquiera manera no se pudieron cautivar, declaradlas por libres, y, así
declaradas, ponedlas en poder de personas honradas… etc. (50)
Entre los testimonios que poseemos acerca de la devolución de los
indios, en febrero o marzo de 1515- tal como aparecen en el juicio de residencia
que se hizo a los jueces de Apelación (1517-1518)- no se menciona nunca la
entrega de la cacica (51)
Parece ser cierto que la mujer del cacique Alonso no fue devuelta a su
tierra, en febrero o marzo de 1515, con los demás indígenas que los dominicos
llevaron. Todavía continuaba en 1517, en la ciudad de Santo Domingo bajo el
poder del Lcdo. Villalobos so color de que ella era “caribe”. Hasta ahora no
hemos hallado dato seguro de que la cacica tornara a su nativa región.
Por este motivo, ¡cuántas vaguedades -por no decir “medias verdades”-
encierra el interrogatorio que para descargo del citado Marcelo de Villalobos
propuso su procurador en el juicio de residencia que a aquel se le inició en
1517 sobre el punto que nos ocupa. Tengamos la paciencia de leer por ejemplo
las siguientes preguntas:
XXXVIII.- Ytem, si saben, etc., que en cierta armada que se hizo para los caribes en que dicho mi
parte tobo parte, fueron por capitanes
un Juan de León, e Christóbal Sánchez Colchero, e por veedor un Gómez de
Ribera, e porque los caribes mataron al dicho Juan de León e a Christóbal
Sánchez Colchero, la gente de dicha armada
hicieron capitán al dicho Gómez de Ribera, el cual trajo ciertos indios
de la Costa de
Paria, que eran de paz , e al tiempo que a esta isla vino juró que eran caribes
e habidos de buena guerra”.
XXXIX.- Ytem, si saben, etc., que luego como se supo y se dijo que los
indios que el dicho Gómez de Ribera había traído no era caribes, se hizo
relación dello por el dicho mi parte a los (demás) Jueces e Oficiales de sus Altezas estando todos juntos en la
Casa de la
Contratación (de esta ciudad de Santo Domingo), para que se
fiziesen volver para que se castigase al dicho Gómez de Ribera, e si saben que
se entregaron los dichos indios de paz a los frailes dominicos
para que los volviesen a la
Costa de Paria, de donde eran naturales e así se hizo.
XL.- Ytem, si saben, etc., que
los jueces de la Audiencia
dieron un mandamiento para prender al dicho Gómez de Ribera para le castigar,
e, antes que pudiese ser habido se metió a fraile e hizo profesión en el
monasterio de Nuestra Señora de la
Merced ”. (52)
Ninguna mención existe
en los textos transcritos sobre la cacica y su devolución a su originaria
“Costa de las Perlas”. Por eso viniendo a llenar en parte esta laguna
documental, escribe Fr. Reginaldo Montesino:
“Los frailes de la isla
española procuraron con todas sus fuerzas que volviesen aquella mujer que
habían traído y a sus criados a su marido, y nunca lo pudieron acabar ni los
quisieron dar los que los tenían”.
“La causa señores,
desto fue porque los jueces de la isla española tenían parte en aquella mujer y
en aquellos hombres, y estaban en su poder, y por esto no hubo quien nos cumpliese
de justicia… “, etc.
Ignoramos si después de este alegato de Fr.
Reginaldo, la mujer del cacique Alonso fue restituida a su tierra. Pero pudo
haber sucedido que, mantenida la cacica como esclava por el Juez de Apelación,
Lcdo. Marcelo de Villalobos, so pretexto de que era “caribe”, ella enfermase y
muriese en Santo Domingo durante la peste de 1518, la cual diezmó casi totalmente
la raza indígena de La
Española. Al menos en la corte castellana no se sabía nada
acerca de su paradero en Santo Domingo el 14 de enero de 1518 (53).
El causante del
desastre, Gómez de Ribera, no pudo ser castigado, como deseaba el rey católico,
porque, según refieren testimonios coetáneos, ingresó fraile en el monasterio
de la Merced de la ciudad de Santo Domingo y allí hizo su profesión. ¡Confiamos
en que Dios se la aceptará, siquiera fuese como expiación de sus salteos y de
la sangre que a causa de ellos hizo verter a dos inocentes misioneros dominicos!
A la luz de lo que
llevamos expuesto podemos apreciar una cosa: lo difícil que resultaba para
aquellos frailes dominicos de la primera
comunidad de su Orden que hubo en el
Nuevo Mundo trabajar por la promoción del indio
mediante una evangelización adecuada
y sin la sombra de las armas, pero más que nada haciendo resonar un clamor de justicia que repercutiera en lo más profundo de las
conciencias tanto de reyes, como de sus
ministros, consejeros, oficiales de la Corona o de cualquiera de sus vasallos
privilegiados que tan pingues beneficios
obtenían para sí de la encomienda indiana. Una fuerte muralla de
asaltos, engaños, explotaciones, maltratos y numerosos embrollos legales,
construida por las manos de poderosos encomenderos hispanos contra los débiles
y desarrapados tainos o Arawacos, era lo que nuestros religiosos encontraban
por doquiera, como enseguida lo hallaron tambien los celosos hijos de San
Francisco.
c) Sigue la caza de indígenas.
Luchas del P. Córdoba.
Por fin, la expedición
conjunta de dominicos y franciscanos, dirigida respectivamente, por el P. Pedro
de Córdoba O. P. y el P. Juan de Garceto
O. F. M., partió de Santo Domingo hacia la Costa de las Perlas a últimos de septiembre o a
comienzo de octubre de 1515. Iban
todos con la mejor de las ilusiones. Había llegado el momento ansiado de poner
en práctica su plan serio y ejemplar de cristianización de los nativos que
habitaban el litoral norteño de la actual Venezuela. Para ello, los
Predicadores ocuparon el valle de Santa Fe de Chiribichi, los Menores, la
región de Cumaná.
Badaracco: Garceto aparece en las dos últimas expediciones organizadas
por Pedro. Por cierto, ningún historiador ni cronista, narra estas expediciones
como Las Casas, y eso se debe a la colaboración de los franciscanos picardos,
como puede fácilmente comprobarse. Pedro
organizó tres expediciones para fundar sus misiones en Costa de Las Perlas –Cumaná
y Santa Fe- La primera en 1513 y las otras dos en 1515.
Los dominicos nunca abandonaron Cumaná por eso se le llama Primogénita
de América. Pedro logró traer a los franciscos, los catequizó para trabajar
conjuntamente, pero dependían de su autoridad en Tierra Firme. El rey Fernando confiaba solo en Pedro y a
él, solo a él autorizó para entrar en Tierra Firme, en esa época; por esa razón
viene Las Casas a Cumaná y es recibido como representante de Pedro, el mismo
cuenta el recibimiento que le dan los franciscos cantándole el salmo “Bendito
el que viene en nombre del Señor”.
Vicente Rubio: “Pero bien pronto, unos y otros volvieron a encontrar las
mismas dificultades que habían tenido en su hora los dos dominicos mártires: la
caza de indígenas. Parece que de nada valían las severas advertencias que
acerca de esto habían hecho las autoridades de La Española , quizá con voz
demasiado farisaica, ni las fuertes medidas que iría tomando a partir de junio
de 1516 el regente de España, cardenal Jiménez de Cisneros.
Tales dificultades
harían su aparición ahora, en la “Costa de las Perlas” como en otros puntos del
mar Caribe, de dos maneras: o revestidas con el imperativo de hacer justicia, o
descubiertas en el afán mercurial de seguir atrapando aborígenes para venderlos
en los mercados de Santo Domingo o de Puerto Rico contra toda ley.
El primer espécimen de dificultades
queda condensado en este párrafo del P. Reginaldo Montesino:
“Han tomado los Jueces
de la Isla Española
y los que la gobiernan por achaque de enviar allá a hacer pesquisas contra los
indios (por haber dado muerte a los dos dominicos) y traer muchos dellos presos
para hacerlos esclavos, por lo cual los frailes que allá están a mucho peligro,
y a decir esto a Vuestras Altezas me mandó venir nuestro Padre Provincial de
Andalucía.
Acera del segundo modo
de dificultades, que era el más corriente y común, advierte el P. Reginaldo:
“Agora, señores, de
nuevo me han venido cartas, las cuales tengo aquí, en que dicen los frailes de
la isla española que los españoles tren cautivos a muchos indios del valle de Chiribichi,
adonde están predicando y enseñando nuestros frailes, y tráenlos por esclavos a
la isla española, no pudiéndolo hacer, por lo cual toda aquella tierra está destruida
y para del todo perderse, y creemos que han de matar (a) los frailes que será
lo peor… “etc.,
Badaracco: Esa expresión “Agora,
señores, de nuevo me han venido cartas” Es una expresión dentro del mismo
texto. Reginaldo se refería en la primera parte del texto a los sucesos de 1513
y 14, y ahora se refiere a sucesos más recientes” Él no ha salido del acto, y
luego regresó; no, es en el mismo memorial, que dice “... me han venido
cartas”, y estas novedosas cartas todos sabemos que son posteriores al 23 de
enero de 1516.
Vicente Rubio: “Los datos históricos, provenientes de otras fuentes,
confirman lo que nos acaba de ofrecer, genéricamente, Fr. Reginaldo.
Consta –según Enrique
Otte- que, en el verano de 1516, una armada salió de Santo Domingo, capitaneada
por Juan Bono, rumbo a la isla de Trinidad. Allí cogieron con dolo unos 100 indios,
los cuales fueron enviados a La
Española para ser puestos en venta. Protestaron enérgicamente
los dominicos de la ciudad del Ozama por semejante tropelía, pero sus protestas
cayeron en el vacío.
Hacia el otoño de ese mismo año, 1516, otra armada marcha contra las islas
de los gigantes (Curazao, Aruba y Bonaire), la cual partió esta vez de San Juan
de Puerto Rico. Atropellos que avergüenzan fueron cometidos entonces a granel
para realizar una abundante captura de los nativos que habitaban aquellos
islotes.
La propia Real Audiencia de Santo Domingo experimentó tal remordimiento
que se vio obligada en esta ocasión, al tornaviaje de dicha armada, a meter en
la cárcel de la urbe santodomingunse al capitán de aquella expedición –Juan
Gil- el cual murió entre las rejas de su prisión.
Continúa diciendo Otte –si aquí no confunde una nueva armada hecha por
Juan Bono de Quejo con otra que éste dirigió en 1517 a Trinidad (54) -, que,
a fines de 1516, el mencionado maestre regresaba de Trinidad trayendo un considerable
lote de aborígenes apresados con nuevas trampas y argucias. Dominicos y franciscanos acudieron a oponerse
al hecho ante los recién llegados comisarios Jerónimos, enviados por Cisneros
para reformar las cosas de las indias. ¡Poco o nada se alcanzó! Todo se iba en
informaciones, probanzas y papeleo interminable (55). Durante el mismo verano
de 1516 –he aquí otro dato desconocido- la propia Costa de las Perlas” ante los
ojos de Pedro de Córdoba, se vio hostigada con escándalos y desordenes “tocantes
al rescate de los esclavos y perlas que en dicha provincia resgataban los
christianos”. Por eso el P. Córdoba sintió la necesidad, como imperativo de su
ardiente amor al indio y como protección para su proyecto
evangelizador, enviar una carta a los
Jueces de Apelación de La
Española
suplicándoles que hicieron
cumplir a los resgatadores o
comerciantes de esclavos “caribes” las prohibiciones dadas al
efecto o las estrechísimas reglas a que el tal tráfico debían sujetarse todos; pedían tambien que no se vendiera a los indígenas vino ni amas; y por último
suplicaban que cuando allá
aportaran navíos o carabelas no saliera de ellos nadie para hacer los rescates, salvo los capitanes o veedores.
He aquí el texto
completo del “Acuerdo”.
En XVIII de julio
de DXVI años. Este dicho día los
señores licenciados Marcelo Villalobos e
Juan Ortiz de Matienzo, jueces, etc., y
el señor tesorero Miguel de Pasamonte, visto una carta que les fue dada por el
superior del monasterio de Santo Domingo
(desta) ciudad, la cual parecía ser de
fray Pedro de Córdoba,
viceprovincial de la dicha orden que está en la provincia de Cumaná, por
la cual parece que le hacía saber ciertas cosas tocantes al rescate de los
esclavos y perlas que en la dicha
provincia resgataban los christianos, y la forma, y manera que en ello tenían, y los
inconvenientes que se seguían o se podían seguir por la forma que tenían en el hacer del dicho
rescate, dijeron: “Que en cuanto a
lo que toca al resgate de los dichos esclavos que ya tenían proveído
sobre ello y habían enviado provisión al dicho viceprovincial, y a los frailes
de San Francisco y a Francisco de Vallejo, e que cerca de lo susodicho esta
proveído que aquello se cumpla y guarde.
“Y cuanto a lo que toca
a la manera de resgatar las perlas y
esclavos, dijeron: que por evitar
inconvenientes que mandaban y mandaron
que se les pregone que ningunos armadores, capitanes y maestros ni otra
ninguna persona que quiere de enviar o ir al dicho resgate no lleven ni
consientan llevar ni resgatar vino ni ningún género de armas ofensivas ni
defensivas, e que ninguna persona de
ningún estado e condición que sea, llegados a la dicha costa, no salgan de los
navíos o carabela que llevaren, salvo
los capitanes e veedores que quieren de
hacer el dicho resgate.
“Lo cual todos dijeron
que se guarde e cumpla so pena de muerte e de perdimiento de bienes a cada uno
que lo contrario hiciere en los aplicaban a la cámara e fisco de sus Altezas, y
apercíbanlos que mandarán ejecutar las dichas penas en la persona que en ellas
incurriere, y mandaron que se envíe un
traslado de lo susodicho a los oficiales de la isla de San Juan, para que allá
se pregone y en nombre de lo susodicho, lo cual fue pregonado públicamente
en esta dicha ciudad en veinte
del dicho mes” (56).
El largo de texto que
íntegramente hemos aducido, nos hace entrever que esta fue la segunda vez que
el P. Pedro de Córdoba estuvo en la
Costa de las Perlas”. Permaneció en ella casi un año, ya que
salió de La Española con sus frailes y los franciscanos a últimos de septiembre
o comienzos de octubre de 1515, y en el 18 de octubre de 1516, según el texto
que hace poco hemos citado, aún permanecía allá, pues en ese 18 de julio de 1516
se vio en Santo Domingo “una carta... de fray Pedro de Córdoba, viceprovincial…
que está en la provincia de Cumaná”.
Por consiguiente, en
virtud del documento alegado, no es aceptable la opinión de mi buen amigo Fr.
Miguel Ángel Medina O. P. al proponer una segunda estancia del P. Córdoba en
España en 1516, “quizá durante el mes de febrero” (57); ampliamente reafirma
esto mismo cuando habla de “la estancia, desde febrero de 1516 hasta marzo o
abril de 1517, de Fr. Pedro en España” (58).
En mi concepto el P. Córdoba se encentraba
misionando en “La Costa de Las Perlas” desde últimas de septiembre o comienzo
de octubre de 1515 hasta agosto de 1516. Regresa luego a Santo Domingo, donde
se halla cuando llegan en diciembre de 1516 los comisarios Jerónimos para la
reforma de las indias (59).
Badaracco: Los españoles distinguían “Puerto de Las Perlas” de “Costa de
las Perlas”; después de 1515 se le daba este nombre a toda la Costa de la provincia de
Nueva Andalucía, desde Guiria hasta Píritu.
Vicente Rubio: “Entre enero-febrero de 1517 expone a esos monjes un “parecer”
de él y de su comunidad acerca de los indios (60). Hácece eco, incluso, en un escrito suyo de la
reciente llegada del Juez de Residencia, Alonso de Zuazo, a La Española -6 de
abril de 1517- (61). Tras haber datado en Santo Domingo el 28 de mayo de ese
mismo año, 1517, una célebre epístola de él al nuevo Rey de España, Carlos I.
Embarcose dos días después hacia España para asistir al Capítulo Provincial
intermedio de su provincia dominica de Andalucía y reclutar allí algunos
religiosos que desearan predicar la fe en las indias. Estoy por asegurar que en
su pobre equipaje portaba una epístola suya al nuevo monarca –residente todavía
en Flandes-, para que el clérigo Bartolomé de Las Casas personalmente se la
presentara enseguida al soberano, si este se hallaba ya en Castilla, o en caso contrario
fuese con ella hasta los Países Bajos.
Terminadas las sesiones
del Capítulo Provincial, Fr. Pedro de Córdoba retornó a toda prisa a la española
en agosto inmediato siguiente (1517), ya que el 26 de septiembre de 1517
corresponde la carta que escribió el P. Antonio Montesino –residente este a la
sazón en España-, en la cual comienza diciéndole:
“Muchas veces le he escrito
y bien largo y deseo ya ver Respuesta de las cartas, y aun a bien pocos días
que escribí la postrera vez… (62)
Se ve que el P. Córdoba
no era perezoso para manejar la pluma, a fin de mantener bien informado a su
compañero, Fr. Antonio de Montesino, sobre la labor de los dominicos en el
Nuevo Mundo entonces conocido.
El año 1518 pásalo Fr.
Pedro en la ciudad de Santo Domingo, y es el 1519, como muy acertadamente
señala Miguel Ángel Medina (63) cuando él volvió a España, pero para asistir al
Capítulo Provincial electivo que, precisamente, se tuvo en Córdoba, y en el cual
salió electo como prior provincial el P. Domingo Melgarejo. Por agosto de ese
mismo año, 1519, debió ser cuando Fr. Pedro regresó a la urbe del Ozama. No en balde, el 4 de octubre inmediato
posterior prestaba él declaración sobre la actividad evangelizadora que
ejercían los frailes Predicadores en Santa Fe de Chiribichi (64).
Todo lo restante acerca
de la biografía de Fr. Pedro de Córdoba, como el terrible desastre que de nuevo
desbarató su obra más querida en la “Costa de Las Perlas” en que simultáneamente
hubo que lamentar, además de la muerte de otros dos frailes dominicos, el
arrasamiento de su puesto misional -Santa Fe de Chiribichi- por lo Arawacos, soliviantados
otra vez con tanto pillaje descarado de los armadores españoles (3 de
septiembre de 1520), es sobradamente conocido y está bien datado. Al igual que
es segura, desde el punto de vista cronológico, la fecha de la muerte del mismo
P. Córdoba, acaecida en esta ciudad de Santo Domingo, el sábado 4 de mayo de
1521, víspera entonces de la festividad de Santa Catalina de Siena (65).
Badaracco: Si es cierto que la misión de Santa Fe, fue arrasada y
destruida por completo, pero no así la de Cumaná, que dio tantos frutos. Los
dominicos permanecieron en Cumaná varios siglos, construyeron sus iglesias,
escuelas, conventos, y los cumaneses consideramos al Fr. Pedro de Córdoba su
fundador.
Vicente Rubio: De todos los dominicos fundadores de su primer convento
en el Nuevo Mundo, él, Fr. Pedro de Córdoba, es el único religioso que quedó
sepultado, en un lugar no identificado aún, dentro del área de esta “Casa de
Apóstoles” en la urbe Santodominguense.
Badaracco: Pedro de Córdoba, inventó la conquista evangélica del Nuevo
Mundo, debería venerare como santo, pero creo que nadie ha iniciado este camino
hacia su santidad. En su libro “La Evangelización del
Oriente de Venezuela”, el autor Álvaro Huerga, dice “El capítulo de Córdoba
será la piedra miliar luminosa, a la que hay que mirar, y de la que hay que
partir, para el análisis de los inicios de la evangelización del Oriente de Venezuela
“, y se quedó corto, pues de su filosofía se nutrieron los precursores del
cambio de la política española.
Vicente Rubio: “Solo falta para finalizar estas tediosas notas, llamar
la atención sobre el espíritu auténticamente cristiano que inspira el informe
del P. Reginaldo Montesinos a los señores del Consejo Real, cuando les dice:
“… Protesto que no les hacemos esta información para acusar a nadie,
sino porque conviene que los reyes sepan semejantes cosas para que las remedien
y no sean los christianos causa que (a) los frailes que van a predicar los
maten aquellas gentes (indianas) con tantos escándalos como allá hacen los
christianos. “
De haber hecho caso a esta recomendación, quizá se hubiesen extirpado
ciertos males, que hoy todos deploramos y se hubieran lavado algunas manchas
que afean la obra, por otro lado, tan bella, profunda y singular, de España en
América. El Evangelio, entonces, habría brillado en toda su nitidez.
NOTAS:
(1) Probablemente, otro idéntico
o parecido debió ser presentado en el Real Consejo por agosto de 1515.
(2) Reginaldo Montesino fue prior
del convento de Santo Domingo de Zafra al efectuarse la creación de la nueva
provincia dominica de Andalucía (21 de enero de 1515). En 1523 fue prior del convento de los
dominicos en La Española.
(3) 21 y 28 de diciembre
respectivamente.
(5) El hermano lego Fr. Juan Garcés, está identificado en el Archivo
General de Indias ajena a la orden de predicadores, se le cita como deudor de la Corona. Ingresó a la Orden Dominica como
perseguido de la justicia como lo dice Bartolomé de Las Casas en “Historia de
las Indias”.
(6) Cerca de la actual
Barcelona –Edo. Anzoátegui Venezuela-
(7) Bartolomé de Las Casas,
Capellán de S. M. Carlos I. Poblador de Cumaná 1517-1523. Vol. II. Sevilla.
1960. p. 673.
(8) Reproduce al pie de la letra
un párrafo de nuestro documento, pero sin indicar la fuente (ob. Cit., p.
675-676).
(9) Demetrio Ramos, “El Padre Córdoba
y Las Casas en el plan de la conquista pacífica de tierra firme. Boletín
Americanista, 3. Año 1950, pp. 175-210.-
Enrique Otte, Las Perlas del Caribe: Nueva Cádiz de Cubagua. Fundación
John Boulton. Caracas 1977. Rubén Boria, Fray Pedro de Córdoba (1482-1521) Tucumán,
1982.- Miguel Ángel Medina O. P., Una
comunidad al servicio del indio. La obra de Fr. Pedro de Córdoba O. P.
Universidad Pontificia de Santo Tomás de Manila. Instituto de Teología
de Madrid. Madrid 1983. Esta última cita también (p. 106) el texto fragmentario
aducido por Manuel Jiménez Fernández.
10) Archivo General de Indias. Indiferente General 419. libr. 1. fol.,
157 y ss.
11) En junio de 1519, Francisco del Castillo, declaró haber sido el
piloto de la nave que llevó a los dos dominicos, y Juan Fernández, piloto de
una carabela dijo que había ayudado en ello (cfr. E. Otte, Las Perlas del
Caribe, ob. Cit. p. 125. nota 610)
(11-bis) Así dice en el documento que presentamos aquí.
(12) Los otros dos eran los Lcdo. Juan Ortiz de Matienzo y Lucas Vásquez
de Ayllón, instituidos como primer tribunal de alzadas en el Nuevo Mundo mediante
Real Provisión expedida en Burgos, el 5 de octubre de 1511.
(13) Natural de Zafra (Extremadura, España) había llegado a La Española en 1500, como
secretario del Comendador de Auñón y de Castellanos, de la Orden de Calatrava, fray
Francisco de Bobadilla, el que apresó a los Colón y los envió a España
encadenados.
(13 -bis) Diego Caballero, el mercader más importante de la ciudad del
Ozama, posteriormente contador y mariscal de la isla española.
(14) Bartolomé de Palacios,
además de carpintero, este vecino de Santo Domingo era dueño de un barco, que
posiblemente alquilaba a salteadores de indios o a traficantes en perlas.
Natural de Sevilla, casado con
Sancha de la Palma. Es
nombrado por el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo como uno de los primeros
que construyeron en Santo Domingo casas de material firme (ob. Cit. Vol., 1. p. 78); fue almojarife de
Santo Domingo.
(16) De acuerdo con una norma
dictada en 1503 por los reyes católicos
era permitida la esclavitud de los indios caribes; por otra de 1504 se
hacía legítima la servidumbre de cuantos
indígenas fuesen adquiridos como botín
en buena guerra; finalmente, mediante nuevo decreto de 1506 quedó autorizada la emancipación de
los indios obtenidos de otra tribu por medio de la trata, de modo similar a como se obtenían los negros en el África (vid. Antonio Rumeo de Armas, La
libertad de los aborígenes americanos.
Estudio sobre política indigenista
española en América. Tomo I. Simposio Conmemorativo del V centenario del Padre Las Casas.
Terceras jornadas Americanistas de la Universidad de Valladolid. Valladolid, 1975, p. 59).
(17) Portugal. También así era
llamada la provincia de Maracapana (Nota
nuestra)
(18) E. Otte, Las Perlas del
Caribe, ob. Cit., tomo II. Pp. 120-121.
(19) Historia de las Indias, ob. Cit. Tomo II. P. 550.
(20) ibid.- crf.,
E. Otte. Ob. Cit. P.121.
(21) Lo que acabamos de decir
manifiesta que el P. Córdoba no improvisaba las cosas ni tampoco mandaba a sus
frailes “a la buena de Dios”. Sospecho
que Montesino conocía muy bien al cacique Alonso, desde que estuvo en Santo
Domingo, lamentablemente tuvo que quedarse en Puerto Rico. Regreso a La Española en 1513 con 8 frailes.
(22) E. Otte, dice que de acuerdo con la declaración de Juan García
Caballero en 1517, “los indígenas fueron engañados. Hubo protestas de la
tripulación, pero se impuso la opinión de Gómez de Ribera.
(23) A. G. I. Justicia. 42. fol. 133.
(24) ibid. Santo Domingo 9. ramo II., n. 16., fol., 28
(25) Debieron recibirle entre
octubre o noviembre de 1514.
(26) Las Casas. Historia de Las
Indias. Ob. Cit., tomo II., p. 151.
(27) Véase nota 16.
(28) A.
G. I. Patronato 231, n. 2., ramo III,
fol. 2.- Se halla a continuación de un conocido
“Parecer” de Fr. Cristóbal del Río O. F. M. sobre la libertad que
merecían los nativos antillanos.
(29) A. G. I. sto. Domingo 2. 681
(Papeles por catalogar). Aparecen allí varias minutas de cartas de Miguel de Pasamonte
al Rey Fernando el Católico.
(30) Las Reales Cédulas emitidas
en Madrid, 3 de septiembre de 1516, constituyen los primeros documentos
oficiales en que ya se habla de la muerte
de los dos dominicos (A., G. I.
Contratación 5.089; Manuel Serrano y
Sanz, Orígenes de la dominación española en América. El gobierno de las
Indias por frailes jerónimos. Nueva
Biblioteca de Autores Españoles. Tomo XXV. Madrid, 1918, p. 372).
(31) Manuel Serrano y Sanz, ob.
Cit., p. 373 -Enrique Otte. Cédulas Reales
relativas a Venezuela. (1500-1550)
Caracas 1963. p. 76 y ss. Y por supuesto
Las Casas. Historia de las indias. Ob. Cit. T. II. p. 548 y ss.
(32) Las Casas. Ibid. Tomo III. P. 105.
(33) Las Casas pasó de Cuba a
Sto. Domingo. Estuvo con el P. Córdoba desde el 21 de marzo a últimos de
junio de 1515.
(34) Las Casas. Ibid. Tomo III.,
p. 106.
Las Casas. Ibid., p. 107.
Comentarios de E. Otte., “Las Perlas del Caribe”.
(36) Las Perlas del Caribe., ob. Cit., p. 125.
(37) A. G. I. Justicia 987. fol.,
13 v.
(38) E. Otte., Ibid. p. 126.
(39) A. G. I. Indiferente
General. 419, libr., V., fol., 194., citado por E. Otte. Ibid., p. 127, nota
625.
(40) Tomás de Toro. Aparece yendo
a pacificar en tiempos de Alonzo de
Zuazo (1517-1519). Con Castellón y P. de Córdoba (A. G. I. Justicia 43, fol.,
133 v.)
(41) Versión de R. Montesino.
Otra versión interesada lo achaca a los Caribes.
(42) La expedición misionera
dirigida por P. de Córdoba en unión de los franciscos de Juan Garceto, fue
planificada para partir de Sto. Domingo el 4 de julio de 1515, pero fue
abortada por efecto del huracán de San
Laureano.
(43) A. G. I. Justicia 43 , fol. 133 v. y fol. 208.
(44) A. G. I. Justicia 10, n. 1, fol. 10 v.
Isla pequeña frente a la península de Araya en la costa norte de
Venezuela. Fue la mejor fuente de ostras perlíferas en el siglo XVI.
(46) Afecto a los dominicos.
Consta que tenía sepultura el su templo.
(47) E. Otte, Ibíd., p. 128.
(48) Ibíd. p. 127, nota 623.
(49) Ibíd. p. 128, nota 628.
(50) A. G. I. Indiferente General. 420, libr. VII., fol.,
30 v.
(51) Refiriéndose a febrero de
1515. dice el Alcalde de Santo Domingo, Br, Juan Roldán: “…estaba mandado que
se volviesen los indios (cautivados por
Gómez de Ribera)”.- El contador Alonso Dávila señala que fueron
restituidos a su tierra ”…a causa de que los dominicos insistían en que estos
indios se volviesen”.- Hernando de
Tovar dice de si: “…estando este testigo un día en la Audiencia Real oyó
platicar cerca de los indios que el
dicho Gómez de Ribera trajo, y que estaban allí unos frailes dominicos, y que
oyó decir que se los habían dado a los
dichos frailes para que los tornasen a la Costa de las Perlas” .-
Declara Pedro Moreno que “vio entregar algunos de los dichos indios que el dicho Gómez de Ribera trajo a los
frailes de Santo Domingo para que los
volviesen a su tierra.- Cristóbal Morquecho afirma: “vio algunos de los dichos
indios que el dicho Gómez de Ribera
trajo en el Monasterio de Santo Domingo”.- Y con más concisión manifiesta el Bach.
Diego de la Villa :
“e los volvieron los frailes dominicos a la dicha costa de Tierra Firme”. Como podemos ver, no hay
aquí ni una sola mención de la cacica, esposa del cacique Alonso.
(52) A. G. I. Justicia 43., fol.
119 v. 120.
(53) Ibid. Indiferente General
420. libr. VII., fol. 30 v.
(54) No puede ser confundida con
1517, porque en esta de diciembre de
1516 Juan Bono apresó 180 o 185
indígenas (Las Casas, Ibid., Libr. III. cap. XCI., p. 141), y a la que se refiere Fray Pedro de
Córdoba en una epístola suya al P.
Antonio Montesino, aunque tiene
caracteres idénticos, aquella ocurre en
1517 y solo cogió 120 o 130 nativos (V.
Rubio O. P. Una carta inédita de fray
Pedro de Córdoba O. P. Revista
“Communio”. Estudio General de los dominicos
de Andalucía. Vol. XIII. Sevilla, 1980, p. 12)
(55) E. Otte. Ibid., p. 129-135. Narración de
los hechos.
(56) A. G. I. Justicia 43., fol.
111 v., 112.
(57) Miguel Ángel Medina. Ibid.,
p. 96.
(58) Ibid., p. 113.
(59) Manuel Serrano y Sanz.
Orígenes de la dominación española en América. Ob. Cit., p. DL.
(60) A. G. I. Patronato 171, ramo V., n. 2.
(61) Ibid., fol. 2.
(62) Vicente Rubio O. P. Una
carta inédita de Fr. Pedro de Córdoba. Revista “Communio” del estudio general de los dominicos de Andalucía Vol., XIII. Sevilla. 1980.
(63) Ob. Cit., p. 97.
(64) A. G. I. Justicia 45., dos piezas., fol. 2. El P. Córdoba dice: este testigo ha estado dos veces en
ella e sabe la lengua dellos.
(65) Vicente Rubio O. P. La controvertida muere del P. Pedro de Córdoba. Clio, Órgano de la Academia Dominicana
de la Historia. Año.
XLV. No. 133. Enero-diciembre 1997., p. 4.
CONCLUSIONES.
1) A los efectos de mis investigaciones, este libro de Vicente Rubio
trae muchas luces en relación con la primera expedición organizada por Pedro de
Córdoba para la impetración de su Orden Religiosa en la desembocadura del río
Chiribichi, en la Costa
de las Perlas, y el sacrificio de los dominicos, pero lo que más me importa es
que sus investigaciones prueban en forma fehaciente, que los dominicos, en el
primer viaje organizado por Pedro de Córdoba llegaron al puerto de Cumaná, que
era el único conocido para 1513, donde venían los españoles a buscar agua para
Cubagua, y obreros, y todo lo necesario para su mantenimiento; y desde allí se
desplazaron hacia Santa Fe Chiribiche, buscando el sitio que aspiraba Pedro, y
según el investigador, quedaba a 8
leguas del puerto de Cumaná.
2) El documento analizado por don Vicente Rubio , a mi modo de ver,
forma parte de una actuación solicitada por Fr. Antonio de Montesinos por orden
de Pedro de Córdoba, a su hermano que estaba en España; después de 1516 o 17,
cuando descubre a los jerónimos traficando indígenas desde Santa Fe de
Chiribiche, pues responde a las denuncias y peticiones contenidas en la célebre
carta de esa fecha, publicada por el mismo autor, comentada por nosotros, y
repite la petición final de Pedro de Córdoba, cual es “También suplico a
Vuestras Altezas que la limosna que el
Católico Rey mandaba a nuestros frailes de la isla española para la fábrica de la
iglesia que se la mande dar, porque tienen la iglesia de paja”. Esta petición
no puede ser de 1513 o 14, es una petición es de 1517, muy posterior a la
muerte de Fernando el Católico, enero de 1516.
3) En relación con la extraordinaria investigación de este Fr. Vicente
Rubio, sobre el sacrificio de los primeros frailes dominicos en la tierra firme
que, en cierta forma, precisa y confirma, menos en el lugar, la información de
Las Casas, porque confunde, como la mayoría de los cronistas de indias, el río “Chiribichi” que es el de Cumaná, con
el Chiribiche o Chiripichí de Santa Fe;
la información que nos da Las
Casas, en las fechas y sobre el apresamiento del cacique Alonso de Cumaná, su
mujer y 17 naborías es muy precisa y más razonable; además hay algunos detalles
descontextualizados
4) Por mi parte queda claro y afirmo, sin lugar a dudas, que los primeros mártires llegaron al puerto
de Cumaná, entre septiembre y diciembre de 1513, permaneciendo activos en
Cumaná, por más de ocho meses, y de allí
se desplazaban por el reino de Alonso de Cumaná, con su consentimiento, hasta 8 leguas; llegan a Cumaná porque era el
puerto de destino de la expedición, el
más conocido hasta esa fecha y Cumaná, fue su base de operaciones, desde
donde perseguirían su objetivo, cuál era la ubicación del sitio donde se
establecería la misión dominica con
Pedro de Córdoba a la cabeza, porque el puerto de Cumaná estaba dentro del área
de mayor impacto colonialista de esa época, que podría llamarse “De las
Perlas”. Es para mí lo más aceptable, que la amistad con Alonso o Cacique
Cumaná, señor del reino de Cumaná, que no era un cacique menor, sino el más
importante de la Costa
de las Perlas, lo que se demuestra con muchos pormenores en este mismo libro de
Vicente Rubio; el mismo hecho de que el
cacique les permitiera el acceso a toda aquella provincia hasta llegar a un
punto remoto, “donde españoles no hubiera”, que fue el valle de Chiribiche o
Chiripichí, territorio del cacique Maraguey, donde después de dejar a los
franciscanos en Cumaná, el 27 de
noviembre de 1515, se asentarían definitivamente otra misión de los
dominicos con Pedro de Córdoba a la cabeza.
5) Bartolomé de Las Casas afirma que “se lo contaron en Cumaná los
nativos”, y es muy minuciosa su crónica sobre la muerte de Garcés y Fr.
Francisco Fernández de Córdoba, como para inventar otra en otro lugar.
No creo que Bartolomé de Las Casas, el protector de los indios, pueda
mentir en este relato. Vicente Rubio no dice nada sobre el testimonio de Las Casas, no lo toca
para nada, tendría que decir que Las Casas miente.
6) Por último, después de leer estas páginas, y estudiar la
documentación analizada pacientemente
por don Vicente Rubio, no me queda la menor duda sobre la fecha del inicio del proceso fundacional de
Cumaná. Los pueblo afirma Guillermo Morón, nacen de derecho cuando se firma el
Acta de Fundación, y se cumplen ciertas formalidades; y agrega, que tambien
nacen de hecho, se desarrollan y pueden
probarlo. Cumaná, nació de hecho mucho
antes de lo que puede probarse, cuando los primeros perleros descubrieron sus
aguas y venían al Puerto de Las
Perlas, a buscarlas y necesitaron un
enclave. La historia de Cumana se pierde en el tiempo, el historiador Juan Manzano Manzano, dice que
16 años antes de que llegara Colón al Nuevo Mundo, ya los Europeos venían a
Cumaná y narra como un protonauta, que estuvo en Cumaná, le comunicó a Colón los detalles de su viaje;
sin embargo, fuera de este conocimiento anecdótico de los primeros tiempos de
Cumaná, tenemos las expediciones de Pedro de Córdoba y la fundación de las
primeras misiones dominicas; en este libro ACOTACIONES, analizando la
investigación de don Vicente Rubio, donde encuentro probado que los primeros dominicos se asentaron en Cumana, en 1513, probablemente entre septiembre y
diciembre de ese año, y permanecieron en Cumaná, formando pueblo, sin
interrupciones prolongadas, hasta nuestros días; y por lo tanto el proceso
fundacional de Cumaná, lo inició Pedro de Córdoba en 1513 y no en 1515, como lo
hemos promocionado hasta ahora. El Propio Vicente Rubio nos da la clave de este
aserto, y lo prueba con documentos y pistas irrefutables, como veremos en este
libro cuya publicación se hace en este medio.
INDICE.
Págs.
Los Fundadores de Cumaná
Introducción
Libro Primero –Pedro de Córdoba Apóstol
de la
Conquista Evangélica de América
Anécdotas y Leyendas
Pedro y el Almirante Diego Colón
Fray Domingo de Mendoza en Santo Domingo
El sermón de Montesinos
Montesinos y la conspiración
Las Leyes de Burgos
Las peripecias de Pedro y las leyes de Valladolid
Pedro en Valladolid
Enunciado del Proyecto de Evangelización
Libro Segundo –La
Fundación de Cumaná
Documentos probatorios. Cédula Real
del 28 de mayo de 1513;
Cédula Real de 10 de junio de
1513; y de 13 de setiembre de1516
Fracaso de la
Segunda Expedición
Primera Acta de Fundación de Cumaná
Carta de Pedro de Córdoba
Documentos de la
Nueva Córdoba
Pedro Chiribiche
Primera Diócesis. Primer Obispo Pedro Barbirio
La rebelión de los indígenas
Gonzalo de Ocampo
Bartolomé de Las Casas
Perfil biográfico de Bartolomé de Las Casas
El Memorial de Las Casas
Síntesis de la propuesta de Las Casas
Las Casas en Cumaná
Antonio Flores y Jácome Castellón
Documentos del Rey para Castellón relativos al fuerte de Cumaná
Fray Francisco de Montesinos
Segunda Acta de fundación de Cumaná
Francisco Fajardo
Diego Fernández de Serpa
Tercera Acta de fundación de Cumaná por Diego Fernández de Serpa
Gobernadores de la provincia de Nueva Andalucía
Diego Fernández de Serpa
Garci Fernández de Serpa
Rodrigo Núñez de Lobo
Francisco de Vides
Juan López de Haro
Pedro Suárez
APENDICE
No. 1.- Pedro de Córdoba. Doctrina Cristiana. México MDXLIII.
No. 2.- José María Chacón y Calvo. Cartas censorias de la conquista. La Habana 1937.
No. 3.- Fr. Vicente Rubio O.
P. Los primeros mártires
dominicos de América.
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