miércoles, 2 de noviembre de 2016

LOS FUNDADORES DE CUMANÁE. TOMO II



RAMÓN BADARACCO




LOS FUNDADORES DE CUMANÁ. TOMO II









LOS PRIMEROS
GOBERNADORES DE LA PROVINCIA DE NUEVA ANDALUCIA. DESDE 1569.

Debo advertir que este gobernador no se estableció cerca de las misiones dominicas y franciscanas en la desembocadura del río Chiribichií, la última luega, donde en realidad se desarrollaba la ciudad.

Diego Fernández (o Hernandes, según testimonio de Pedro Gómez de Rojas) de Serpa.   Capituló Con Felipe II el 15 de mayo de 1568, el gobierno de la Capitanía General de Nueva Andalucía desde Paria hasta el Unare. Nació Serpa en la Villa de Palos.
Tavera Acosta resume su vida así: “Era natural de la Villa de Palos y había estado ya varias veces en tierra firme. Llego de España con su mujer e hijos en 1524 y se estableció en Cubagua (Nueva Cádiz), En 1530 acompañó a Diego de Ordaz en la expedición de éste por el río Orinoco y desbaratada la empresa, regresó a su hogar.  Desde entonces hasta 1537 se le ve de recorrida con una amada vigilando las cosas de Margarita, Maracapana, Puerto Rico y Santo Domingo. Luego pasa a Quito y en esas regiones reside ocho años. Para 1546 se halla en el nuevo reino de Granada, ocurre a Santo Domingo y allí la Audiencia, en 1548, le faculta para emprender la conquista de Guayana. Regresa a Cubagua y sigue a Maracapana (Tierra Firme); pero allí recibe órdenes de suspender el descubrimiento para el cual estaba autorizado.  Harto contrariado se dirige a Margarita y entrega a su gobernador las licencias, que fueron canceladas.  En esto, Juan de Villegas, a la sazón Teniente gobernador y capitán general de la provincia de Venezuela, nómbrale (1551) alcalde ordinario y capitán general de Maracapana. Emprende luego una expedición hacia el Tocuyo y ayuda a fundar Nueva Segovia (Barquisimeto) y el pueblo de San Pedro de las Minas de Burío. En 1533 contribuye a destruir la rebelión del Negro Miguel y para 1561 se vuelve a encontrar en Maracapana con el carácter de Alcalde.
Refundada la Nueva Córdoba en 1562, resigna el mando y se dirige a España en 1564.

            De él se dice que era persona principal y fue Alcalde de Villafranca en Extremadura.  Serpa llegó a ser un rico comerciante de Cubagua y Cartagena de Indias, sin embargo, se encontraba como alcalde de la Nueva Córdoba o Maracapana, en 1562, cuando arribó Montesinos.  En la península le pide al Rey que le conceda la conquista y población de Guayana y Caura, lo que le fue concedido. Llega al pueblo de la Nueva Córdoba, en la desembocadura del río Chiripiche, hoy Manzanares, y decide refundarlo con el nombre de Cumaná, reúne los vecinos y con las familias que trajo levanta el Acta de Fundación. Su gobernación fue corta pero muy significativa.   
            Fernández de Serpa, murió 10 de mayo de 1570, en una emboscada en el sitio de Camoruco, sabana de cotoperí, al parecer instigada por el capitán Joan de Salas y Montaño, con el cacique Francisco el Viejo, cuando trato de pasar por el camino de Chacopata y Cumanagoto, cerca de la ciudad de Santiago de los Caballeros, que había fundado en sitio de “El Salado” a orillas del río Neverí, en la provincia de Barcelona.
            Sus alcaldes ordinarios Juan Rengel y Hernan López de Pedroza, nombrados por el Ayuntamiento, que se encargan del gobierno hasta 21 de enero de 1572, cuando mueren heroicamente   defendiendo su pueblo en un formidable ataque indígena, precisamente el día de Santa Inés, que pasa a los fastos de la provincia como el día de la patrona de la ciudad, que aún celebramos.

GARCI FERNANDEZ DE SERPA. 1574 -1584.

            Sustituye en el gobierno de la provincia a Adriano Padilla, también nombrado por el Ayuntamiento.       De las noticias que hemos reunido, sabemos que este gobernador heredó los derechos de su padre, tal como se estableció en la Capitulación de Felipe II con Diego Fernández de Serpa. Sin embargo, el presbítero Antonio Patricio de Alcalá, muy autorizado por ser quien hizo la investigación del Consectario de Cumaná, afirma que este Garci Fernández era sobrino y no hijo de Fernández de Serpa. Asume el gobierno en 1574 autorizado por la Audiencia de Santo Domingo. Igual que su padre murió intentando extender su autoridad en la Guayana y todo el inmenso territorio que se le había concedido. Dejó numerosa descendencia. Después de su muerte en 1584 ejercen el poder dos interinos: don Pedro Pérez de Almazán y don Felipe Torrellas de Linares. 
            En el Consectario dice que su hijo Alonso Fernández de Serpa casó con Leonor Rengel en primeras nupcias, y en segunda con María Cervantes, de ambas hubo descendencia. Don Alonso murió en Cumaná en 1636.
           

            RODRIGO NUÑEZ DE LOBO 1585.

Nombrado por la Audiencia de Santo Domingo, De origen portugués, inició su gobierno en 1588. Se dice que resistió la oposición de los nativos hasta que fue sustituido por un alcalde con carácter de gobernador interino, nombrado por el Cabildo, antes de terminar su primer año de gobierno. Ramos Martínez, menciona que, durante su gestión, Cristóbal Cobos inicio la conquista del territorio de los cumanagotos por mandado de Luis de Rojas, gobernador de la provincia de Venezuela, y dio principio a la fundación del pueblo de Apaicuare, que fue después San Cristóbal y después Barcelona. Le tocó en suerte a Rodrigo Núñez de Lobo, como gobernador de Nueva Andalucía, triunfar en el litigio y añadir esta parte de la provincia a su jurisdicción, por decisión de la Audiencia de Santo Domingo, después de reñidos debates ante esa Audiencia.  
  
FRANCISCO DE VIDES. 1586-1595
            Este personaje llega a Cumaná investido no solo como gobernador de la provincia de Nueva Andalucía, sino como capitán conquistador con jurisdicción en el vasto territorio que se extiende desde el río Uchire hasta el Marañón, incluyendo las islas de Trinidad, Granada y Tobago. Para ejercer el cargo partió de Sevilla con un ejército y dos navíos: Nuestra Señora de Rosario y Nuestra Señora de la Concepción, generosamente apertrechados, con los cuales llega a Cumaná en 1592. Ejerció el cargo sangrienta y dictatorialmente, por 10 años; esclavizó asesinó y persiguió centenares de indígenas, hasta que denunciado fue llevado a España, donde fue juzgado y encarcelado.
            Don Francisco fue un hombre acaudalado, con buenas relaciones con la Audiencia, casó con una dama principal, doña Elvira de Montes dueña de casas y haciendas, entre las cuales figuraba Cumbres de Curumo, que sirvieron para acrecentar su patrimonio. 
En su gobierno Cumaná fue atacada por el famoso corsario ingles Walter Raleigh, al cual derrotó y puso en fuga, según parte que envió a la Corte.
No se sabe que hubiese hecho otra cosa que motear indios y ejercer de contrabandista. 

DON JUAN LOPEZ DE HARO. 1595-1600

Era natural de Medina del Campo, militó en Flandes. Residente de Cumaná, donde se ganó la estimación de la comunidad que venía de sufrir a Vides por 10 largos y penosos años. Contrajo matrimonio en Cumaná y dejó descendencia, entre ellos a don José López de Haro casado con doña Claudia de Orbay, y a doña Felicia de Haro. Reemplazó a Francisco de Vides. Fue un gobernador progresista.  Envió a su teniente Lucas Fajardo, a expedicionar contra los cumanagotos, continuo el trabajo de Serpa y refundó con los vecinos del pueblo de Apaicuar la pequeña ciudad de San Cristóbal de Cumanagotos. Fue tambien don Juan jefe del tercio de galeones que se enfrentaban con los piratas y bucaneros holandesas en el caribe; En 1625 se le destinó al gobierno de Puerto Rico, donde tuvo que defenderse de los invasores holandeses que invadieron la isla a los pocos días de haberse posesionado del gobierno. Fue un servidor del Imperio sabio, honesto y responsable. Recibió en premio de sus fatigas el hábito de Santiago. Murió en Puerto Rico a los 80 años; después de haber prestado servicios por más 60 años.


PEDRO o DIEGO SUAREZ DE AMAYA. 1600-1605

En el libro amarillo de 1899 se lee que don Diego Suárez de Amaya era Gobernador de la Nueva Andalucía en 1602. Oriundo de Piedrahita-España. Con el grado de coronel gobernaba en Puerto Rico hacia 1600; adquirió merecida fama en la defensa de Puerto Rico, cuando el corsario Francis Drake fracasó intentado invadir esa isla; también se encontraba en ella, pero fuera del gobierno, durante la invasión y saqueo capitaneado por el conde Jorge Cumberland. En 1602 filibusteros ingleses bajo el mando del capitán Parker desembarcan en Punta Araya y cargan sal en sus barcos. El gobierno español envía una armada de 18 buques de guerra que arriban al puerto de Araya, y unidos al gobernador   expulsan a los holandeses que se habían establecido y explotaban libremente las salinas.  Era el gobernador un hombre con muchos méritos cuando fue elevado a la gobernación de la Nueva Andalucía.  Guillermo Morón dice que promovió, durante su gobierno, el traslado de la ciudad de Cumaná, tierra adentro sobre el curso del mismo río, a un lugar menos insalubre y más resguardado, para lo cual intenta ganarse el apoyo del Cabildo y el favor de la Audiencia de Santo Domingo.  La tradición recoge, que fue un buen administrador y un competente político.





FRAY PEDRO DE CORDOBA Y SU DOCTRINA CRISTIANA

PALABRAS PREVIAS.

            La fundación de Cumaná fue un proyecto de Fray Pedro de Córdoba, y fue, sin lugar a dudas, la empresa más gloriosa llevada a cabo por España en el Continente Americano, porque la conquista evangélica, significó un cambio en la política imperial en relación con el derecho, la justicia y la dignidad del hombre.

            Muy pocos historiadores se han atrevido a escribir la verdad que salta de sus páginas, y creo que la razón de esta sinrazón, ha sido el regatearle a Cumaná tanta gloria.

            Por otra parte, pienso, que reconocer que fue Pedro Córdoba el fundador de Cumaná es casi lo mismo que aceptar su primogenitura; aceptar la magna empresa, el heroísmo, el sacrificio y hasta el martirio como fundamento del nacimiento de la primera ciudad continental de América FUNDADA POR ESPAÑOLES. Pero ¿quién fue Pedro de Córdoba?, aquél émulo de Francisco de Asís, discípulo sin manchas de Cristo Jesús. ¿Cómo fue para tanta gloria? ¿Cómo realizó su empresa?

            Bartolomé de Las Casas nos dice del Vicario de las Indias, escogido por Fray Domingo de Mendoza, hermano de Fray García de Loayza que fue Cardenal Presidente del Consejo de Indias por más de veinte años, que era un hombre lleno de virtudes, natural de Córdoba, de familia cristiana, estudioso, prudente, discreto, de excelente juicio alto de cuerpo y de hermosa presencia. Muy joven entró en la orden Dominica, estudió y se graduó en Salamanca. Trajo la orden a la isla de Santo Domingo. Llegó a la isla a los 28 años. Su fama de santidad aún perdura: ayunaba siete meses del año y su comida habitual consistía en casabe, huevos y alguna que otra vez, pescado; vestía con humildad, de tal suerte que sólo tenía una túnica aspérrima y dormía en un lecho de horquetas y ramas. Cuando llega a Santo Domingo con sus compañeros en 1510, lo recibe un hombre de nombre Pedro de Lumbreras, en un rancho de palmas en el patio de su casa.

            Los años que vive Pedro en Santo Domingo, marcan en él una huella imborrable; se da cuenta del martirio de los indios, de su esclavitud, del trato inhumano, y por eso decide luchar a su lado; lucha dramática, del hombre sólo contra el poder sin control y sin piedad, contra la distancia, el medio y los elementos. Es lucha de la razón contra la codicia y las pasiones desatadas, es lucha de la palabra de Cristo contra las circunstancias. Pedro se levanta sereno y majestuoso, dice su palabra a los indios por vez primera en el nuevo mundo, luego hablará Montesinos por mandato suyo, y esas palabras llegan aún frescas a nuestros oídos. Dice Las Casas: “Aquel histórico discurso se basó en el” Ego vox clamantis in deserto”.  “Todos estáis en pecado mortal y en el vivís y en el morís por la crueldad y tiranía que usáis con éstas inocentes criaturas. ¿Decid, con qué derecho y con que justifica tenéis en tal cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas donde tan infinitas de ellas, con muerte y estragos nunca oídos, habéis consumido?”. Esas palabras marcan un hito en la historia del Nuevo Mundo. Así se inicia la gran empresa de Pedro Córdoba. En ella consumirá su vida. La obra de Pedro de Córdoba es la empresa más gloriosa que realizó España en América, fue el inicio de la conquista pacífica de la tierra firme. Él inventó la empresa y logró vendérsela a los Reyes Católicos Fernando e Isabel.

            En principio la conquista habría arrasado con las poblaciones indígenas en las islas del Caribe. Bartolomé de Las Casas cuenta horripilantes pasajes de la crueldad de los conquistadores. No queremos recordarlos, por no avergonzarnos del linaje hispano, pero en medio de tanta maldad, de tantos corazones envilecidos por la codicia y la depravación, se levantan figuras como la de Pedro de Córdoba, que nos reconcilian con nuestra raza y su patrimonio espiritual. La empresa de Pedro de Córdoba se inicia por Cumaná por razones obvias: Habitantes mansos que no tenían temor de los españoles, tierras densamente pobladas, se creía que estaban más cercanas a la ciudad de la Nueva Isabela, fundada por Bartolomé Colón en 1496 en la española. Pedro hace tres intentos por establecerse en Cumaná. El primero lo narra con absoluta precisión Bartolomé de Las Casas en el Capítulo XXXIII de sus “Historias de las Indias”. En 1513, envió tres religiosos que eran Antón Montesinos, Francisco Córdoba y Juan Garcés. Montesinos no pudo llegar por haberse enfermado y se quedó en la Isla de San Juan de Puerto Rico, pero Garcés y Francisco Córdoba llegaron a Cumaná solos; Bartolomé de Las Casas dice que estaban contentos y cantaban aquello de “Montes Gelboe neo ros neo pluvia…”. Este intento fracasó cuando se produjo el secuestro del Cacique Cumaná (apodado Don Alonso, bautizado en Santo Domingo), conjuntamente con sus familiares y amigos. Pasadas cuatro lunas del secuestro, dice Bartolomé de Las Casas, los indios mataron a los frailes. El otro intento de Pedro de Córdoba no logró consumarse: Saliendo de Santo Domingo, una gran tempestad impidió el éxito de la expedición; y el tercer intento, se produjo entre  el mes de septiembre y noviembre de 1515; el padre Fray Pedro de Córdoba, dice Las Casas “prosiguió su viaje para tierra firme con cuatro o cinco religiosos de su orden, muy buenos sacerdotes, y un fraile lego y también con los de San Francisco, los cuales puestos en tierra firme, a la Punta de Araya, casi frontero con la Margarita, desembarcaron con todo su hato y dejándolos allí mismo. Los Franciscanos y Dominicos hicieron muchas y afectuosas oraciones y ayunos y disciplinas, para que Nuestro Señor les alumbrase donde pararían o asentarían; y finalmente, los Franciscanos asentaron en el pueblo de Cumaná, la última aguda, y los Dominicos fueron a sentar diez leguas más abajo, al pueblo de Chiribichi, al cual nombraron Santa Fe. Así es que para el mes de septiembre de 1515 funda Pedro de Córdoba sus dos primeros pueblos en América: Santa Fe y Cumaná. En 1516, llegan a ellas más frailes, y desde Cumaná se inicia la fundación y repoblación de las demás ciudades de la Nueva Andalucía y Venezuela; luego en 1521 llega Bartolomé de Las Casas y de allí en adelante el crecimiento y la importancia de Cumaná es de todos conocida. Pedro de Córdoba tiene la gloria de ser el fundador de Cumaná, no sólo porque fue el primer asiento de españoles en tierra firme, que perduró a través de los tiempos, sino porque Cumaná fue el punto escogido por Pedro de Córdova para iniciar el más hermoso proyecto de civilización iniciado por el hombre. También fue Pedro de Córdoba quien obtuvo las primeras leyes humanizadas para el tratamiento de hombres sometidos al derecho de conquista, y este extraordinario acontecimiento es aún más importante que la propia empresa colonizadora. El hombre comienza a humanizarse a través de Leyes, podríamos decir que Pedro de Córdoba será recordado por las Leyes de Indias más que por sus gloriosas campañas. Pedro de Córdoba, es el hombre más importante del primer siglo de historia americana, nació en 1482 y murió en mayo de 1521, víspera de Santa Catalina de Sena, en la Ciudad de Santo Domingo.









DOCTRINA CRISTIANA.
PARA INSTRUCCIÓN Y INFORMACION
DE LOS INDIOS POR MANERA DE HISTORIA.


Compuesta por el muy reverendo padre FRAY PEDRO DE CORDOBA
De buena memoria; primero fundador de la Orden de los Predicadores en las islas del mar Océano y para otros religiosos doctos de la misma Orden.

La cual doctrina fue vista y examinada por el muy R. S. el licenciado Tello de Sandoval, Inquisidor y Visitador en esta Nueva España por su Majestad. La cual fue impreso en México por mandato del muy R. S. don fray Juan de Zumárraga, primer obispo de esta ciudad del consejo de su Majestad, etc., y a su costa. Año MDXLIII

J. H. S. Con privilegio de su S. C. C. M.



“Muy amados hermanos; sabed y tened por muy cierto que os amamos de mucho corazón, y por este amor que os tenemos, tomamos muy grandes trabajos viniendo de muy lejas tierras y pasando grandes mares, poniéndonos a muchos peligros de muerte por venir a ver y por deciros los grandes y maravillosos secretos que Dios nos ha revelado para que os lo digamos y os demos parte de los bienes que Dios nos ha dado y de los grandes gozos y deleites que nos han de dar en el cielo. Y estos bienes y deleites son tan provechosos, que desque vosotros lo supiéredes y conociéredes los preciarais más que a todo el oro y la plata y piedras preciosas; y más que a todos los bienes que hay en el mundo.  Por tanto, os rogamos que estéis muy atentos a las nuestras palabras, y trabajad de entenderlas con mucha afición, porque son palabras de Dios y él nos mandó que os la dijésemos a vosotros, porque quiere haceros sus hijos para daros de los sus bienes y placeres y deleites muy granes los cuales nunca jamás visteis ni oísteis.

            Y para venir a conocer estos grandes bienes y para gozar de tan grades deleites y placeres, habéis de saber un gran secreto, el cual vosotros nunca supisteis ni oísteis, y es que Dios hizo dos lugares: El uno arriba en el cielo, a donde hay todos los placeres y bienes y riquezas que se pueden pensar; allí no hay trabajos ni enfermedades, ni dolor, ni tristeza, ni pobreza, ni hambre, ni sed, ni cansancio, ni frío, ni calor, ni otra cosa que nos pueda dar pena ni pesar. Este lugar se llama gloria o paraíso; a este lugar tan deleitoso y lleno de tanta riqueza van las almas de los buenos cristianos, y allí irán también las vuestras almas y vosotros, si quisiéredes ser amigos de Dios y os tornáredes cristianos, y le siguiéredes y guardárades sus mandamientos. El otro lugar puso Dios abajo en medio de la tierra dentro encerrado en ella; éste se llama infierno.  Allí van las almas de los que no creen que no son cristianos, y de los malos cristianos que no guardan los mandamientos de Dios. En este lugar están juntos todos los males, porque allí está fuego muy grande que quema las almas de los que no son cristianos y de los malos cristianos, el cual nunca se acaba ni se apaga. Allí tienen siempre las ánimas muy grandes dolores, enfermedades, tormentos, y muy gran sed y hambre y muy gran frío y calor. Allí cuecen las almas en calderas y ollas llenas de pez, y piedra azufre y resina hirviendo. Allí las asan y queman; y tienen otras penas infinitas que no se pueden pensar; y este fuego y estas penas nunca se acaban más siempre duran.

            Y las ánimas de los que no son cristianos y de los malos cristianos que allí entran una vez nunca de allí saldrán; y por esto siempre están llorando y dando muy grandes gemidos y gritos, por los grandes dolores y tormentos que reciben, porque siempre arden en grandes llamas, las cuales nunca se matan ni se acaban.

            En aquel lugar tan malo y lleno de tantos tormentos, están todos los que ha muerto de vosotros y de todos vuestros antepasados, y cuantos han sido y son pasado desta vida. Y allí también iréis vosotros si no os hacéis amigos de Dios, y si no os bautizareis y os tornáredes cristianos, porque todos los que no son cristianos son enemigos de Dios; y por esto  habéis de dar muchas gracias a Dios  y servirle de buen corazón porque os ha hecho tan gran bien que nos quisiese enviar a nosotros  para que os avisásemos  y enseñásemos como os librárseles  de aquellos tormentos  del infierno  donde arden todos  vuestros antepasados y para que os encaminásemos  como fuésedes  a la gloria del cielo  a gozar de tan grandes bienes  y placeres como hemos dicho; y para daros a entender la ceguedad y errores en que habéis estado hasta agora,  y como no habéis conocido  a vuestro criador Dios verdadero, ni le habéis servido, más habéis andado como  hombres sin seso ni entendimiento que no saben lo que hacen; y mirad bien que nos envió Dios  a vosotros  para daros a entender quién es Dios verdadero, y también para que  sepáis para que  os hizo Dios a vosotros, como a nosotros.


            Por ende, habéis de saber que Dios hizo a vosotros y también a nosotros y a todos cuantos hay e este mundo, para que le conozcamos, y conociéndole le amemos, y amándole nosotros a Él, Él también nos tenga por amigos, y desque muriéremos lleve nuestras ánimas al cielo adonde está la gloria y los deleites y placeres que tiene aparejados para las ánimas de sus amigos que son los buenos cristianos y para vosotros si os tornáredes cristianos y quisiéredes se amigos de nuestro gran Dios. Los cuales bienes y placeres nunca jamás se acaban, y las ánimas que va a aquella gloria a gozar de aquellos bienes nunca jamás mueren ni se envejecen; siempre están mozas, hermosas, alegres y contentas; y moran con Dios en grandes palacios que son hermosos, adornados de rosas y flores, son muy pintados de muchos colores, y están sus palacios llenos de muy suaves olores.

            Allí en la casa de nuestro gran Dios (la cual casa es todo el cielo) hay infinitos ángeles que le sirven, y cada uno de estos ángeles tienen un muy hermoso palacio para Sí y adonde esté con sus amigos, y allí en aquella casa hemos de estar todos  los buenos cristianos y también estaréis vosotros, y tendrá cada uno de vosotros otro palacio muy hermoso, si quisiéredes ser amigos de este gran Dios; la cual amistad alcanzaréis del sí creyeres en El y os bautizares y tornáredes cristianos, y supiéredes aquellas cosas  que los cristianos han de saber y creer y guardar; y cuales sean estas cosas  que habéis de saber y creer y los mandamientos  que habéis de guardar, os diremos, por ende oídlos con mucha atención.

            Primeramente, sabed que para que Dios os quiera mucho y para que os lleve al cielo vuestras ánimas y cuerpos, y después que hayan resucitado adonde es el su palacio y gran casa, y para que gocéis de los su grandes bienes y deleites es necesario que primero conozcáis a Dios, y como es; y para esto habéis de saber y creer trece cosas que llamamos nosotros trece artículos de la fe, los cuales han de saber y creer cualquier buen cristiano firmemente sin dudar.

            Primer artículo de la fe, en que se da a entender que cosas hay en Dios.

            El primer artículo o la primera cosa a saber y creer que es un solo Dios todopoderoso y que no hay muchos dioses, ni más que un solo Dios, y este Dios es todopoderoso; puede hacer todo cuanto quiere, y ninguno puede hacer nada sí que Dios le de poder, y ninguna cosa se hace en el cielo ni en la tierra sin el mandato y voluntad deste uno y solo Dios; y todo lo que él manda y quiere, se hace.

            Donde sabed que por su mandado  se mueve los cielos y sale el sol  y la luna, y por su mandado  dan claridad al mundo, y por su mandado  llueve, y por su mandado  produce la tierra los frutos, hierbas y flores,  y por su mandado nace, mueren y viven  todas las criaturas, y por su mandado manan las fuentes, y corren agua los ríos, y por su mando  vinieron los cristianos a esta tierra; porque si este gran Dios que es uno solo no quisiera no pudiera ningún cristiano acá pasar; y por su mandado  y voluntad venimos también nosotros a vos predicar y enseñar, porque como os habemos dicho,  este Dios que os predicamos es uno solo  todopoderoso, que hace todo cuanto quiere y ninguno puede hacer nada contra su voluntad.

            Tiene más este gran Dios, que es inmortal porque no puede morir, ni puede padecer mal, ni enfermedad, ni dolor, ni fatiga, ni hambre, ni sed, ni pesar, ni otra cosa que le dé pena.  Este Dios espiritual no tiene cuerpo, pero es hermoso, es tanto que no hay hermosura en todo el mundo que se pueda comparar a la hermosura de Dios, porque es más hermoso que el sol y la luna y las estrellas, y más que todas las flores y rosas del mundo; más antes os digo, que si todas las hermosuras del cielo y de la tierra se juntaran en una sola cosa hermosa en quien estuviesen todas las hermosuras del mundo, esta cosa tan hermosa sería fea comparada con la hermosura de Dios.

            Pero habéis de saber que de la gran hermosura de Dios proceden todas las cosas, porque El da la hermosura y claridad al sol, a la luna y las estrellas, y rosas y flores, hierbas y árboles, y finalmente siendo él hermoso y resplandeciente, da resplandor y hermosura a todas las cosas.

             En este gran Dios están todas las perfecciones, bondades y virtudes, porque el da la virtud al fuego de alumbrar y calentar, y al aire de resfriar, al agua de mojar, limpiar y criar peces, y da virtud a la tierra de engendrar hierbas y árboles, y maíz y frutos y todas las otras cosas, y da virtud a las hierbas para sanar enfermedades y da sabor a todas las cosas sabrosas.

            Es también este gran Dios muy sabio porque sabe todas las cosas, las pasadas que fueron en el mundo y todas las presentes que se hacen en todo el mundo, así en el cielo como en la tierra, y sabe todos los pensamientos de todos los hombres cuanto piensan en sus corazones, y sabe todo cuanto se hace en escondido y en público y todo lo que se hace en el infierno y todo lo que está por venir.

            Es también muy bueno porque él da mantenimiento a todas las cosas vivas cuantas en el mundo hay, chicas y grandes, así en la tierra como en el mar.

            Y más usó de su bondad con el hombre porque le dio la tierra y las aguas, y las aves, y todas las cosas de aqueste mundo, y diole el sol para le alumbrase de día y la luna y las estrellas de noche, y otras muchas cosas le dio. Y por todas estas cosas no os pide Dios que le sacrifiquéis los hijos, ni matéis vuestros esclavos ni otra persona alguna, ni que cortéis vuestras carnes ni que os saquéis sangre, más solamente quiere que le améis y honréis como verdadero Dios y que no tengáis a otro por Dios porque no hay otro Dios sino él solo; y los que vosotros adoráis por dioses ni pueden hacer nada, ni daros nada, porque no hay sino un solo Dios y ese es este que os predicamos. Y éste es muy bueno pero los que vosotros adorábades y honrábades por dioses son diablos y malos enemigos de Dios. Los cuales este gran Dios que os predicamos echó de su casa como adelante os diremos, y porque eran malos y os querían mal os mandaban matar a vuestros hijos y a vuestros esclavos y a otras personas, y os mandaban derramar vuestra sangre; pero el Dios verdadero que os predicamos, como es bueno, quiere bien a los cristianos y a vosotros si quisiéredes ser sus amigos, y por esto no quiere que matéis a vuestros hijos y esclavos, ni otra persona, ni que derraméis vuestra sangre indebidamente.

            Es también este Dios muy grande, porque está en el cielo y en la tierra y en el aire, y aquí y en Castilla y en todo el mundo, aunque vosotros no le veis, porque Dios no tiene cuerpo, y porque no tiene cuerpo por esto no le pueden ver  estos ojos que tenemos en el cuerpo, pero el ánima que no tiene cuerpo  muy bien le verá después que saliere del cuerpo, y aunque aquí no le vemos, aquí está entre nosotros dándonos vida, porque si él no nos sustentase la vida luego nos moriríamos, y está en todas las cosas sustentándolas en su ser, y dándoles virtud para crecer y multiplicarse, y está en el cielo mostrándose a sus amigos, claro y hermoso donde le veréis  y nosotros sí fuéremos de sus amigos,  y vosotros si os hiciéredes cristianos.

             Pues a este Dios que es tan grande, poderoso, hermoso, rico, bueno y que quiere tanto a los hombres; a éste, amad, servid y tened por único Dios, porque no hay otro Dios sino él,  y conoceréis el engaño en que habéis estado,  creyendo que  Uchilobos o Tezcatepuca  y los otros a quienes teníades por dioses eran dioses, porque estos no era dioses, más eran demonios malos que os engañaban como adelante os diremos; porque no hay en todo el mundo,  el cielo, la tierra o el mar, más de un solo Dios que rige, gobierna  y mantiene todo; y este es el primer artículo  que habéis de creer, para que vayáis al cielo a participar de los gozos que Dios tiene para los sus amigos.

            E para conocer otros tres artículos de los trece que se siguen, habéis de saber que, así como el hombre es de naturaleza hombre y esta naturaleza está en todas las personas, en mí y en cada uno de vosotros y en todos los hombres; así mismo la naturaleza de la piedra está en muchas piedras y todas ellas tienen una naturaleza que se llama piedra, y así de todas las cosas se puede decir lo mismo.  Y Dios, que es de una naturaleza como ya es dicho está en otras personas, conviene a saber que son tres. La primera persona de Dios es el Padre; la segunda es Dios Hijo, porque lo engendró el Padre, no como los otros hombres engendran porque no tiene cuerpo como el sol engendra los rayos que produce.

            La tercera persona se llama Dios Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, como la luz procede del rayo y del sol.

            Estas tres personas tienen una naturaleza que se llama Dios o Divinidad, así como los hombres tienen una naturaleza que se llama humanidad y las piedras tienen una naturaleza que se llama piedra. Empero, hay mucha diferencia entre la naturaleza de Dios y la naturaleza de los hombres, porque los hombres tienen una naturaleza que esta partida por todos, y la parte que está en mí no está en aquel ni en el otro, y la parte de aquel otro no está en mí, y lo mismo en las otras cosas. En Dios no 3s de esta manera porque la naturaleza de Dios no está partida en las tres  personas: Padre, Hijo y Espíritu Sancto, más una sola está en el Padre y en el Hijo y en el Espíritu Sancto, y así el Padre, el Hijo y el Espíritu Sancto tienen una naturaleza, porque la naturaleza que está en el Padre,  está en el Hijo y en el Espíritu Sancto sin partirse; así como una vestidura o un paño es una naturaleza y este paño tiene muchos dobleces y todos ellos tienen una naturaleza que es un paño, el cual tiene muchos dobleces y no son muchos paños sino uno solo , así en Dios hay muchas personas, conviene saber que son tres: Padre, hijo y Espíritu Sancto, y no son muchos dioses, más un solo Dios solo y verdadero, así como el paño que tiene muchos dobleces  no, y un doblez no es  son muchos paños sino uno solo, empero tiene muchos dobleces, y un doblez no es el otro, ni el otro es otro, así Dios es uno solo y tiene muchas personas, y la una persona no es la otra, ni la otra es la otra, más cada persona  realmente es distinta  por S. y estas tres personas la una se llama Padre, la otra Hijo y la otra Espíritu Sancto; e todas tres es uno solo  Dios, como es un paño solo y muchas dobleces, así en Dios hay una naturaleza y tres personas, y todas tres personas no son tres dioses o tres naturalezas más una naturaleza y un solo Dios, e así como las olas del río  o del mar, la una no es la otra ni la otra es la otra, así todas las tres personas son una naturaleza, y la persona del padre  no es la persona del hijo, ni la del padre y del Hijo son las del Espíritu Sancto, e así
El segundo conocimiento o artículo de la fe, es creer que es el Padre.

El tercer artículo es creer que es el Hijo como es dicho.

El cuarto artículo es creer que es Espíritu Sancto, e así estas tres personas convienen a saber: el Padre que es Dios, y el Hijo que es Dios, y el Espíritu Sancto que es Dios, son un solo Dios y no tres Dioses, y un solo Dios son tres personas y no una sola persona, sino una esencia.

El quito artículo de la fe es creer que Dios es criador de todas las cosas, el cual las crió de la nada. Todas estas criaturas de Dios se cogen en tres linajes o diferencias de cosas; las unas son corporales solamente, y las otras espirituales, y las otras terceras son corporales y espirituales. Las criaturas corporales o que tienen cuerpo son todas aquellas que se conocen con los cinco sentidos, o con los ojos ven, o con los oídos oyendo, o con las narices oliendo, o con el gusto gustado, o con el sentido del tocar tocando. Estos se llaman los cinco sentidos corporales. Estas cosas que se conocen con estos cinco sentidos son los cielos, el sol, la luna, las estrellas, el fuego, el aire, el agua, los peces, la tierra, las piedras, y todos los animales y los árboles. E dícense corporales porque tienen cuerpo, y aun porque se conocen con los sentidos corporales. Ninguna de estas cosas dichas tiene entendimiento y todas en este mudo son corruptibles y mortales, salvo el cielo, el sol, y la luna, y las estrellas que no son corruptibles, empero no tienen entendimiento ni sentido.

Las segundas criaturas son espirituales que no tienen cuerpo y son inmortales porque no pueden morir. Tienen entendimiento mejor que el nuestro, esta criatura hizo Dios todopoderoso arriba en el cielo, se llaman ángeles.  Estos ángeles crió Dios a todos muy buenos y en mucha honra y perfección y hermosura, y a estos Ángeles dio Dios su mandamiento para que lo guardasen; entonces hubo división entre los ángeles, porque la mayor parte dellos recibieron el mandamiento de Dios y obedeciéronlo; y a estos luego Dios los confirmó en su gracia y los asentó por sus amigos en su casa y reino para siempre, y dio a cada uno su silla donde se asentase y un palacio muy grande en que morase.

La otra parte de los ángeles entre los cuales había uno que era mayor que todos, no quisieron recibir el mandamiento que Dios les daba ni lo quisieron obedecer; a estos porque fueron desobedientes a Dios y malos  y no quisieron guardar su mandamiento, quitoles Dios su gracia y su amor y tornáronse luego muy feos demonios y mandó Dios a otros ángeles buenos que los echasen del cielo y pelearon con ellos tanto hasta que los echaron fuera del cielo y cayeron todos abajo, y no pararon los más dellos  hasta que cayeron en el infierno, y allí están para siempre  jamás en el fuego y en las otras penas que allí hay  como arriba os hemos dicho. Este es el lugar adonde van los que no son cristianos y los malos cristianos como está dicho. Otros de aquellos malos ángeles que agora llamamos diablos o demonios quedaron saquí en este mundo entre nosotros.

Las terceras criaturas que Dios crió son juntamente corporales y espirituales, compuestas de cuerpo y ánima, estas son los hombres y las mujeres, para lo cual habéis de saber dos cosas: la una para saber porque crió Dios a los hombres y la otra como los crió y formó.

En cuanto a la primera cosa que es saber para que crió Dios a los hombres y a las mujeres, habéis de saber que todos aquellos malos que cayeron del cielo antes que fuesen malos  tenían cada uno de ellos su silla en que se asentaba, y cada uno tenía una casa muy rica y muy hermosa en que moraba, y como fueron echados del cielo quedaron todas aquellas sillas y aquellas casas vacías, y así quedo mucha parte del cielo despoblada, y por esto acordó Dios de criar otras criaturas de nuevo para llevarlas  al cielo a que poblaran todas aquellas sillas y casas que estaban despobladas, y para esto crió Dios un hombre y una mujer parea que aquellos engendrasen otros muchos; y así como fuesen multiplicando así Dios los llevase pocos a pocos al cielo hasta que se acabasen de henchir todos aquellos lugares vacíos.

Y habéis de saber que antes que Dios criase este hombre y esta mujer, cuando crió todas estas cosas que vemos en el mundo, crió en la mejor parte del mundo un lugar muy deleitoso lleno de todas las cosas buenas que hay en este mundo, donde están todas las frutas, rosas flores, árboles y cosas hermosas y sabrosas y olorosas y graciosas, las mejores que hay en todo el mundo. Crió también allí una fuente muy grande de la cual salen cuatro ríos muy poderosos, con que era regado aquel lugar que era muy grande, y después salían fuera a regar mucha parte de la tierra. Este lugar es muy deleitoso y muy cercado de altos muros, se llama Paraíso Terrenal, que quiere decir vergel o huerto de los deleites.

Después que Dios crió este vergel tan gracioso, y todas las cosas que hay en este mundo, acordó criar al hombre y a la mujer. La manera que tuvo Dios de criar al hombre y a la mujer fue esta: Primero crió al hombre y para hacerlo tomó una masa de barro o de lodo y formó dello una imagen de hombre muy perfecta, y después que la hubo formado crió un ánima y púsola en aquel cuerpo que hizo de barro, luego el hombre se levantó y vivió, y fue el más hermoso y más sabio de cuantos hubo ni habrá en el mundo. A este hombre puso Dios por nombre Adán, y tomolo de allí de donde lo había criado  y formado y púsolo en aquel paraíso terrenal, tan deleitoso y gracioso, y desque allí estuvo trájole Dios  delante de todas cuantas aves y animalias había Dios criado para que aquel hombre que se llamaba Adán le pusiese los nombres  a cada una de ellas según qué les convenía; y era Adán tan sabio que luego que las vio conoció su naturaleza y propiedad de cada una dellas, y a cada una puso el nombre que le convenía según su naturaleza; y desque Adán esto hizo  miró muy bien  y consideró todas aquellas animalias y quisiera hallar  alguna que fuera  semejante a él para que tuviera compañía  y no la halló. Entonces viendo Dios que el hombre se hallaba solo dijo: No es bien que el hombre esté solo, hagamos otra criatura que sea semejante a él, que sea su coadjutor y le tenga compañía. Entonces echó un gran sueño en Adán y hízole adormecer, y estando durmiendo sin sentir nada le sacó Dios una de sus costillas y formó de aquella costilla una mujer muy hermosa y muy perfecta, y cuando Adán se despertó y la vio luego conoció que había sido formada de su cuerpo, y dijo: Esta es carne de mi carne y hueso de mis huesos, por esta dejará el hombre al padre y a la madre y morará con su mujer. Llamarse a Virago (que quiere decir cosa hecha de varón), y después la llamó Eva (que quiere decir madre de todas las gentes). A esa dio Dios por mujer legítima a Adán y le casó con ella y luego se amaron ambos de muy grande amor como marido y mujer.

Después de esto díjoles Dios: Mirad hijos todas las cosas que yo en este mundo he criado, así animales como aves, plantas, hierbas, ríos y fuentes y todas las otras cosas que veis, todas ellas yo las criadas para vuestro servicio y así quiero que os sirváis de todas ellas y saquéis provecho dellas, vosotros y todos los que de vosotros descendieren, por eso creced y multiplicaos y henchid la tierra de gentes.

Distas dos personas Adán y Eva que habéis oído, descienden todas las gentes del mundo, y vosotros y nosotros todos descendemos de un padre y de una madre, que fueron Adán y Eva

            Estas dos criaturas que son hombre y mujer, hizo Dios compuestas de cuerpo y ánima y así son todos los hombres y mujeres de todo el mundo, los cuales todos descienden de estos dos que Dios crió primero. Pero habéis de saber que el padre y la madre cuando engendran el hijo no engendran más del cuerpo, solo Dios cría el ánima de nuevo y la pone en aquel cuerpo para que viva, y así hace a cada uno de cuantos nacen en el mundo. Y esta ánima es inmortal porque nunca puede morir, como los ángeles que están en el cielo que también son inmortales; y estas ánimas son espirituales y no tienen cuerpo más bien tienen entendimiento y potencias con que pueden entender, ver y oír y saber todas las cosas. Todas las otras ánimas de los animales, aves y pescados y otros cualesquiera, son mortales, no tienen entendimiento por Se, ni vista, ni oído, ni gusto, apartadas del cuerpo, más cuando muere algún animal o le matan, todo muere, ánima y cuerpo; más cuando muere el hombre o la mujer no muere todo, más solo el cuerpo, el ánima queda vivípara siempre, apartada del cuerpo; y cuando está apartada entonces entiende , oye, ve y habla muy más excelentemente que cuando estaba en el cuerpo, y también aparatada del cuerpo  puede recibir gozo, placer  y gloria si fuese buena  cuando estuvo en el cuerpo, y si se hallare buena  a la salida del. Y también puede recibir tormentos, penas y dolores si fue mala cuando estuvo en el cuerpo y tal fuere hallada al salir del,  juntamente con el cuerpo resucitado padecerá,  porque cuando el hombre vive, todo lo que hace él el ánima lo hace  y no solo el cuerpo, y por esto después de muerto el hombre , el ánima que queda viva e inmortal  ha de haber galardón y gloria  por los bienes que hizo  cuando estaba en el cuerpo, y también el cuerpo cuando resucite, y recibirán tormento  y penas  así mismo por los males  que como fueron compañeros  en el bien y el mal,  así serán prisioneros en la gloria o la pena.

            Después que puso Dios a nuestros primeros padres Adán y Eva en aquel paraíso terrenal  y pasó todo lo que habéis oído, dijo Dios a Adán y a Eva: Bien sabéis  y veis como yo soy  vuestro criador y Señor que os he criado y os he puesto en este lugar tal deleitoso y os he hecho señores  de todas las cosas  que yo en este mundo  he criado es razón también que vosotros me reconozcáis  por Señor y me tengáis sujeción y obediencia y aceptéis y guardéis la ley que yo os diere y mandare que guardéis para que guardando esta ley que os daré  y obedeciendo a lo que yo os mandare seáis conservados en estos bienes que agora tenéis y merezcáis otros muchos mayores que yo os daré si perseveráis en mi obediencia y en la guarda de la ley que os diere.   Y para qué mejor me entendáis y conozcáis los bienes que tenéis y los que yo os quiero dar, es bien que entendáis vosotros vuestra naturaleza, y es esta: debéis saber que vosotros según vuestra naturaleza sois mortales y pasibles, sujetos a enfermedades, trabajos, tristezas,  hambre, sed, cansancio  y otras muchas miserias; y así mismo los animales os pueden hacer mal, las culebras emponzoñar,  el fuego os puede quemar, os podéis ahogar en el agua  y finalmente os podéis envejecer, morir y acabar.  Y aún más que según vuestra naturaleza, porque soy formado de cuerpo y ánima podrá haber dentro de vosotros gran contienda y rebelión entre el cuerpo y el ánima, porque las inclinaciones del cuerpo y los deseos del ánima son muy contrarios.  De manera que de fuera y de dentro soy sujeto a muchas y grandes miserias, angustias y tribulaciones.

            Porque yo soy vuestro criador y os amo como a hijos y criaturas mías que sois y os deseo hacer muy grandes bienes; por esto de especial gracia os quiero yo conceder un privilegio que es la justicia original y desde agora os otorgo por gracia especial contra la propiedad de vuestra naturaleza que ninguna de estas cosas sobredichas os pueda perturbar, ni entorpecer, ni dañar, ni cosa alguna os pueda venir contra vuestra voluntad que os pueda enojar. Y esta gracia tenéis siempre en tanto que  estuviéredes firmes y perseverantes en la guarda de la ley que yo os daré y la ley que yo os doy y mando que guardéis es esta: Vosotros podéis comer  de todas las frutas  que hay en este paraíso que son innumerables como veis, solamente no comáis del árbol de la ciencia del bien y del mal, que está plantado en medio del paraíso, porque en cualquier hora que del comiereis moriréis, esto es que seréis mortales y veréis a morir de necesidad y os verán todos aquellos males  a que sois sujetos  según vuestra naturaleza a que son las que habéis oído. Y porque con más voluntad tengáis cuidadote guardar este mandamiento, quiero os decir más particularmente, los bienes que tenéis si mi mandamiento guardáredes, y de la fruta de aquel árbol de la ciencia del bien y del mal no comiereis. Lo primero que seréis inmortales que nunca moriréis, ni enfermaréis, ni os podrá venir dolor, fatiga, cansancio, pesar, tristeza, frío, calor que os de pena, ni animal, serpiente ni otra cosa que os pueda empecer. Y más que todas las animalias, aves y peces, verán a vuestra obediencia, y harán lo que les demandaren. Y tu Eva parirás a tus hijos sin dolor ni pena. Ternés todas las cosas que hubiéredes menester para vuestro mantenimiento y para vuestra recreación sin trabajo ninguno. Y más ternés este paraíso tan deleitoso por heredad perpetua para vosotros y para todos los que de vosotros nacieren todo el tiempo que en este mundo viviéredes.

            Y todas estas cosas doy y daré, no solo a vosotros, sino también a todos cuantos de vosotros descendieren, y más haré que después que os fuéredes multiplicando y hinchando este lugar pocos a pocos os iré entresacando y os llevaré al cielo a la mi casa en cuerpo y en ánima sin que muráis y os daré por heredad perpetua aquellas sillas y casas que perdieron los ángeles malos cuando cayeron del cielo por su pecado.  Allí en el cielo tendréis tanta gloria y tanto y tan grandes bienes más, que nunca ojo alguno vio ni corazón pudo pensar.

            Pero si este mandamiento que os doy quebrantareis y del fruto de aquel árbol comiereis, quitaros he a vosotros  y a todos los que de vosotros descendieren, todas estas gracias y privilegios que os tengo dichos, y quedaréis mortales, que de necesidad veréis a morir y quedaréis desnudos de la justicia original, y perderéis todas mis gracias  y seréis sujetos  a todas las miserias de vuestra naturaleza que son las que ya habéis oído y echaros he de este paraíso para siempre  que nunca vosotros ni vuestros descendientes jamás entrarán en él; y allende desto desque murieren, todas vuestras ánimas  y todos los que de vosotros descendieren irán abajo al infierno y nunca de allí saldrán hasta que yo tenga por bien de remediarlos y esto será después de muchos años. Y os vendrá otro mal que muchos de vuestros descendientes quedarán allí en el infierno para siempre jamás por sus pecados que nunca merecerán por mi misericordia ser remediados. Veis aquí, dijo Dios a Adán y a Eva los bienes que os vernán a vosotros y a todos vuestros descendientes si guardáredes vosotros mi mandamiento y tambien los males que os vernán si los quebratáredes.  Ahora hijos mirad bien por vosotros y quedad en paz. Así quedaron Adán y Eva en aquel paraíso espaciándose por él y comiendo de las frutas que más les contentaban.

            Agora amigos estad muy atentos a lo que os queremos decir; ya habéis oído arriba que os dijimos como los ángeles que fueron malos y desobedientes a Dios fueron echados del cielo y se tornaron demonios; y como Dios crió el linaje de los hombres para poblar aquellos lugares y sillas que aquellos ángeles malos perdieron.  Agora habéis de saber  que como aquellos ángeles malos  que cayeron del cielo que son  los demonios  vieron que Dios había criado  el linaje de los hombres  y mujeres para que poblasen y poseyesen  aquellos lugares y sillas  que ellos habían perdido, tuvieron dello muy gran pesar  y envidia, y desearon mucho engañar a aquellos nuestros primeros padres y hacerles pecar  y quebrantar aquel mandamiento que Dios les había mandado  de no comer del fruto  de aquel árbol vedado, que pecar no es otra cosa  sino quebranta el mandamiento  de Dios, y para esto todos los demonios  eligieron entre si  un demonio, el más malicioso y envidioso y sagaz  y astuto de todos para que fuese a engañar a aquellos nuestros primeros padres Adán y Eva. Este tomó la forma de una serpiente y guardó tiempo; cuando vio que nuestra madre Eva estaba apartada de Adán, empezola de hablar de persuadir a que comises del fruto de aquel árbol vedado, diciendo falsamente que Dios la había engañado, y que, aunque comiesen de aquel fruto ningún mal les sobrevendría de aquellos que Dios había dicho, más antes que si lo comiesen serían hechos como dioses y tales como Dios, y que sabrían del bien y el mal como Dios.
           
            Tantas cosas destas y otras dijo a la mujer que ella engañada por sus razones le creyó y comió de aquel fruto; y no contenta la mujer con haber comido y quebrantado el mandamiento de Dios, pero llevó de aquel fruto a su marido Adán y tanto lo importunó diciéndole que comiese del hasta que por la contentar hubo de comer Adán también como Eva. Y luego que ambos hubieron comido  hubieron muy gran vergüenza de verse desnudos , porque antes que pecasen  aunque estaban desnudos  no habían vergüenza porque estaban inocentes sin pecado, y luego cobijaron sus vergüenzas con unas hojas de un árbol  y tuvieron muy gran miedo de Dios porque  habían quebrantado el mandamiento  y escondiéronse  entre los árboles; y como Dios vio que habían quebrantado  el su mandamiento  y comido de la fruta del árbol  que les había vedado, vino a ellos y preguntoles  que porque habían comido de aquella fruta. Adán dijo excusándose que la mujer le había importunado que comiese y la mujer dijo que la serpiente le había engañado. De manera que ninguno dellos conoció su culpa, ni pidió a Dios perdón  del pecado que habían cometido, más cada uno dellos se excusó de su culpa  y la echó al otro, por lo cual  no merecieron  que Dios les perdonase; y por haber quebrantado el mandamiento, y por no haber conocido su pecado ni pedido a Dios su perdón del, mandó Dios por su sentencia que luego fuesen echados  de aquel paraíso  tan deleitoso, y les privó y les quitó todas las gracias y privilegios que les había dado, y quedaron luego mortales  y pasibles y sujetos a todas las miserias y trabajos que agora nosotros tenemos.  E, así como Adán y Eva nuestros primeros padres fueron despojados de todos aquellos bienes que tenían y Dios les había dado, así también todos sus hijos   y descendientes fueron privados de aquellos bienes tan grandes por aquel pecado; y esta es la causa por la que todos nosotros enfermamos y morimos; y tenemos trabajos y tribulaciones y otros males que padecemos, los cuales no tuviéramos si aquellos primeros nuestros padres no pecaran y no quebrantaran el mandamiento de Dios.  

            Por lo que habéis oído hermanos, conoceréis agora donde tuvieron principio  todos los hombres  y mujeres que hay en el mundo; y también habéis conocido  la causa porque  todos morimos,  enfermamos y padecemos  tantos trabajos en esta vida, y así mismo habréis conocido y sabido como todas las cosas que hay en el mundo y en los cielos y en la tierra y en las aguas y en los mismos cielos, todo cuanto hay en ellos, y todo lo que vemos, todo lo crió e hizo el mismo Dios, uno y trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas y un solo Dios y así habéis de creer  este quinto artículo, o conocimiento por la fe, y es que Dios es criador de todas las cosas.

            Ya habéis oído como arriba dijimos que los ángeles malos que cayeron del cielo porque no quisieron obedecer a Dios, dellos cayeron en el infierno abajo, y otros quedaron aquí en la tierra   entre nosotros, y como todos nos quieren mal y nos tienen envidia porque saben que nos crió Dios para doblar las sillas del cielo que ellos perdieron, y por esto nos desean hacer todo el mal que pudieran, y hacernos pecar, porque no vamos al cielo más que vamos con ellos al infierno.

            Agora habéis de saber que entre estos demonios que cayeron del cielo hay uno que es príncipe y rey dellos que se llama Lucifer, a este obedecen todos los otros, y todos entienden en hacernos mal, y cuando nace alguna criatura luego este príncipe Lucifer manda a otro demonio que ande siempre con aquella criatura y le haga apartar la voluntad de servir y amar a Dios, y le haga pecar y quebrantar sus mandamientos, y le ponga malos pensamientos y le haga hacer malas obras.

            Pero Dios, como es muy bueno y nos ama mucho, luego que nace la criatura manda un ángel bueno de los que están en el cielo que venga a tener cuidado de aquella criatura, y la guarde y la aconseje que sirva y ame a Dios y guarde sus mandamientos. Este ángel bueno que anda con cada uno de nosotros nos defiende del ángel malo y por esto sabed que cuando vosotros tenéis un buen deseo de servir a Dios y de guardar sus mandamientos o hacéis alguna obra buena, que esto os viene por consejo y inducción del buen ángel que anda con vosotros; y cuando vosotros hacéis obra buena que él os aconseja, que se huelga mucho y con mucho placer representa delante de Dios todas vuestras obras y ruega a Dios por vosotros. Por eso habéis de tener mucha reverencia y amor al ángel que os guarda, y rogadle siempre que tenga mucho cuidado de vos, y os guarde del ángel malo o demonio que no os haga mal.

            E así mismo cuando tenéis algún mal pensamiento o deseo, o hacéis alguna mala obra, sabed que entonces sois aconsejados por el ángel malo, que es el demonio que anda con vos siempre, y él ha mucho placer de que vos penséis o deseéis mal y hagáis mal y pecar, porque si vos sois malo y haciendo mal, os lleve consigo al infierno. E así es el oficio de los demonios, en procurar que hagamos mal por llevarnos consigo del cielo al infierno.

            Estos ángeles malos que son los demonios, son los que os han engañado y os han hecho entender que eran dioses, y hacían que los adorasen y les hiciesen las Cues y Tescales y Templos; y aun hacían que la honra que habéis de dar a Dios verdadero, se la diésedes a ellos para que por esto vosotros pecásedes más gravemente contra Dios, y fuésedes más cruelmente atormentados con ellos en el infierno. Y porque os querían mal y se holgaban de vuestros males, por eso os mandaban cortar las lenguas y los brazos y romper vuestras carnes y hacer en vosotros mismos muchas otras crueldades; y os mandaban matar y sacrificar a vuestros hijos y a vuestros esclavos, y a otras personas; porque aquí cometiésedes mayores pecados en esto, y en el infierno por ello hubiésedes mayores tormentos. Todas estas cosas que os mandaba hacer y vosotros hacíades, eran contra la voluntad y contra los mandamientos de Dios.  Y cuales sean estos mandamientos de Dios, adelante os lo diremos.

            Y por esto habéis de mirar y saber que todos estos que vosotros adorábades y teníades por dioses, todos son demonios que os engañaban. Y por esto Uchilobos, Tezcatepuca y Quezalcoatl, y todos los otros que teníades  por dioses, los habéis de aborrecer y querer mal, porque os quieren mal y os han engañado,  y habéis de echar de vosotros todas sus imágenes y sacrificios, y todas las otras cosas  que son de los ídolos y los habéis de quemar todo y habéis de derrocar todos los Theucales y quemallos porque todas estas cosas son obra del demonio, y las aborrece Dios a ellas, y a todos los que las hacen, y a todos los echará Dios al infierno parea siempre.

Por tanto, apartad vuestros corazones de los ídolos, y echadlos de vosotros y tornaos de todo vuestro corazón a Dios, el cual es muy bueno y os recibirá y perdonará todos los males que habéis hecho si os arrepentís dellos y le pedís perdón, el cual os perdonará de muy buena gana, porque os quiere mucho. Y por esto no quiere que sacrifiquéis ni que matéis a nadie ni que os hagáis mal a vosotros ni a otros, ni que rompáis vuestras carnes, ni cortéis vuestras lenguas, sino que le améis de buen corazón, como él os ama a vosotros, y que le hagáis una iglesia en el pueblo para que allí vengáis a encomendaros a él, y a rogadle que os perdone vuestros pecados y os lleve al cielo y allí les deis gracias y alabanzas por los bienes que os ha hecho y hace. Porque él os crió y os mantiene y cría todas las cosas que habéis menester y manda el sol y la luna que os alumbren, y la lluvia que os llueva y la tierra que da frutos; por eso cuando alguna cosa hubiéredes menester a Dios verdadero la habéis de pedir que él solo es el que os la puede dar, y no la habéis de pedir a ídolos que son demonios y obras suyas, y no os pueden dar bien ninguno sino solo Dios verdadero.

            El VI artículo o conocimiento de la fe es creer que Dios es perdonador de los pecados. Y para que entendáis esto habéis de saber qué cosa es pecar.

            Pecar es hacer, o decir, o pensar alguna cosa contra la voluntad y mandamiento de Dios. Entonces ¿Cuáles son estos mandamientos de Dios que habéis de guardar y no podéis quebrantar? Porque Dios solo es el que puede perdonar los pecados, por esto cuando vosotros hiciéredes algún mal o quebratáredes algún mandamiento de Dios, a ese mismo Dios habéis de pedir perdón del pecado que cometisteis, arrepintiéndoos de buen corazón por lo que hicisteis, y teniendo voluntad entera de nunca más ofendello a Dios ni quebrantar sus mandamientos. Y cuando así os arrepintáis y pidáis perdón a Dios, luego Dios como es bueno y os ama como a hijos suyos, os perdonará, con tal que seáis bautizados, os confeséis vuestros pecados a un padre de los que dicen misa, porque ordenó Dios a su iglesia este sacramento de la penitencia y confesión, y otros sacramentos para que por medio dellos alcancemos el perdón de Dios, de nuestros pecados.

             
            Y los que no son bautizados son obligados a se arrepentir de todo cuanto han hecho contra los mandamientos de Dios, y luego deben tener la voluntad de nunca más ofender y mantener la voluntad de ser buenos cristianos, y en bautizados con esta voluntad, luego os perdona Dios de todos cuantos pecados habéis hecho en vuestra vida hasta aquella hora sin que los confeséis, más lo que hiciéredes mal después de baptizados habéis de confesar como está dicho. E así el sexto artículo es creer que Dios perdona los pecados por el sacramento del bautismo y por los otros sacramentos, a los que les pesa de los pecados que habéis hecho y propuesto de se apartar dellos y de nunca más cometellos.

            El séptimo artículo de la fe, es creer que Dios es resucitador de los muertos, y ha de dar gloria a los buenos porque guardaron sus mandamientos y penas para siempre a los que no los guardaron.

            Y para esto habéis de saber que este mundo se ha de acabar cuando fuere cumplido el tiempo en el cual tiene Dios determinado que se acabe. Y entonces enviará Dios fuego de arriba del cielo a la tierra y arderá toda la tierra y la mar y los ríos  y las fuentes y el aire,  y perecerán y morirán todas las gentes  y las animalias  y aves, peces, plantas, hierbas, y todas las otras cosas vivas cuantas hay  en este mundo, se quemarán y desharán, y todos los edificios y montes  y sierras  se allanarán, y después que todo el mundo fuere  quemado y todos los hombres y mujeres fueren muertos,  y hechos polvos  y cenizas, enviara Dios del cielo a sus ángeles, que llamen y den voces  diciendo “Levantaos muertos y venid  al juicio”.  Y luego Dios con aquel poder con que hizo todas las cosas de la nada tornará súbitamente a hacer los mismos cuerpos que agora tenemos y cada uno tuvo en este mundo, y nuestras ánimas vernán, así las que están en gloria del cielo como las que están en el infierno, y tomará cada una su cuerpo y así todos resucitaremos y tornaremos a vivir cuantos en el mundo fueron desque Dios crió el mundo hasta aquella hora.

            Porque si os acordáis ya dijimos como las ánimas no mueren, más solamente los cuerpos, y que las ánimas siempre quedan vivas. E, así como todas las ánimas están vivas fuera de los cuerpos tornarán a los mismos cuerpos y a vivir juntamente los cuerpos con sus ánimas como agora estamos; pero habrá mucha diferencia entre los buenos y los malos, porque los buenos   resucitaran inmortales e impasibles, de tal manera que ya los cuerpos suyos no pueden recibir dolor, ni llaga, ni los puede quemar el fuego ni cortar la espada ni otra cosa alguna le puede causar mal.

            Y serán también los cuerpos de los buenos que han de ir al cielo después de resucitados muy claros y resplandecientes.  Porque cada uno de nuestros cuerpos resplandecerá después de resucitado mucho más que el sol y serán tambien nuestros cuerpos muy ágiles y ligeros, porque podrán andar y volar tanto cuanto quisieran sin cansar, y así cuando uno abre el ojo y lo cierra podrá cada uno de nosotros con nuestros cuerpos ir hasta el cielo y tornar a la tierra e ir do quisiera tan presto y tan ligeramente como él quisiera. Y serán tambien nuestros cuerpos muy sutiles porque podremos pasar con nuestros cuerpos por la tierra y por las peñas y por los mares y podremos entrar en las casas, aunque estén cerradas y sin impedimento alguno.

            Pero no será así de los malos, porque los que no se hallaren cristianos, y los que fueron malos cristianos resucitarán con los cuerpos muy pesados y enfermos y muy feos y llenos de dolores y padecerán en ellos granes tormentos.  

            Y verná el Señor Jesucristo hijo de Dios del cielo muy poderoso y resplandeciente con todos los ángeles y arcángeles y con toda la corte celestial, los santos y santas, y estará puesto en el aire, y todos los que fueron buenos se levantarán con sus cuerpos resucitados en el aire, y estarán con Jesucristo, con sus ángeles y sus santos; y los malos estarán en el suelo muy pesados con los demonios.  E allí juzgará el nuestro Señor Jesucristo a todos los buenos y a los malos. Los buenos estarán a la mano derecha y los malos a la izquierda, e dirá nuestros Señor a los buenos: “Vosotros fuisteis mis amigos y me amasteis y servisteis y guardasteis los mis mandamientos y cumplisteis las obras de misericordia. Venid benditos de mi Padre, tomad y poseed mi reino que os tengo aparejado desde el comienzo del mundo”. Y tomará entonces el Señor a todos los buenos y juntarlos a consigo y con sus ángeles.

            Después dirá a los otros: “Vosotros incrédulos y desobedientes que no me quisisteis creer ni guardasteis mis mandamientos, ni cumplisteis las obras de misericordia, id malditos de mi Padre al fuego eterno que esta aparejado para los demonios. Entonces se abrirá la tierra y tragará a todos los que no fueron cristianos y a todos los malos cristianos y a todos los demonios y caerán todos en el infierno juntos en el fuego donde arderán en cuerpo y alma para siempre jamás, y cerrarse a la tierra sobre ellos. Entonces cantaran todos los ángeles y todos los buenos y santos suaves canciones y tañeran instrumentos muy sonoros, y subirse a todos juntos con nuestro redentor Jesucristo al cielo.  E hincharán entonces todas las sillas y lugares que habían quedado vacías de los ángeles que cayeron del cielo como arriba oísteis. Y allí estarán para siempre en cuerpo y ánima con Dios en grade gloria y grandísimos placeres, donde nunca jamás tendrán pesar sino siempre alegría y ternán todas cuantas cosas quisieren sin que les falte nada.

Y así tenéis siete artículos de la fe que pertenecen a la divinidad, porque por ellos conocemos en Dios ser Dios.

Con el primero conocemos y confesamos que es un solo Dios y no muchos dioses; con los otros tres conocemos y confesamos que son en Dios, tres personas en uno solo: Padre, Hijo y Espíritu Sancto. Y con los otros tres conocemos las obras que solo a Dios Pertenecen. Conviene saber que es criador que crió todas las cosas de la nada y es perdonador de los pecados, que él solo es el que puede perdonar pecados, y que es resucitador de los muertos y premiador y glorificador de los buenos.    

            Hay otros siete artículos o conocimientos de la fe que pertenecen a la humanidad de Nuestro Señor Jesucristo, lo que quiere decir que le pertenecen y se han de creer de Él en cuanto hombre.  El primero, es creer que el hijo de Dios se hizo hombre tomado carne humana en el vientre de la Virgen Santa María; y para mejor entender este artículo, habéis de saber dos cosas: la una es saber la causa porque el hijo de Dios se hizo hombre, y la otra es saber cómo se hizo hombre. En cuanto a lo primero,  habéis de saber que entre los muchos males que a nuestros primeros padres, Adán y Eva, y a sus descendientes vinieron, porque no guardaron  los mandamientos de Dios, como arriba habéis oído, fueron tres: el uno, que perdieron la gracia de Dios,  porque siendo amigos de Dios  y estando en su gracia  antes que pecasen, después que pecaron  perdieron la gracia  y quedaron todos por sus enemigos; el segundo, que como eran antes que pecasen  siervos de Dios, por el pecado que cometieron  fueron  hechos siervos del demonio, porque los tentó y los venció, haciéndolos quebrantar el mandamiento de Dios. Captívalos como a vencidos, y hízolos sus esclavos, así como vosotros a los que vencíades en la guerra, eran vuestros esclavos, y ellos y los hijos de aquellos vuestros esclavos; así el demonio venciendo a nuestros primeros padres en la tentación, los hizo sus esclavos.

             El tercer mal fue que después que morían llevaban los demonios todas las ánimas al infierno, y nunca de allí podían salir, ni nadie podía librar sino solo Dios. Pues viendo Dios todopoderoso que todos los hombres  estaban perdidos y esclavos del demonio, y después de muertos  eran sus ánimas  llevadas al infierno, y que de allí nunca podían salir, ni era nadie poderoso de libarlos sino solo Dios, quiso el hijo de Dios  por su gran bondad y piedad remediar a todos, y reconciliarnos y tornarnos en gracia con Dios; y hacernos sus amigos, y quiso librarnos del cautiverio en que estábamos bajo el poderío del demonio, y quiso también librar nuestras almas del infierno sacando los que allá estaban, y dando remedio a los que quisiesen  ser buenos, para librar sus almas de ir al infierno.

            Y para hacer esto más cumplidamente quiso por su bondad hacerse hombre como uno de nosotros. E así el primer artículo y conocimiento de Dios es; creer que la persona del Hijo de Dios se hizo hombre.  E mirad bien que no se hizo hombre ni tomó carne humana la persona del Padre ni la persona del Espíritu Sancto, mas solamente tomó carne humana y se hizo hombre la persona del Hijo. Y para entender esto sabed que el hijo de Dios siempre fue y es Hijo de Dios, mas no siempre fue hombre, más fue hombre solamente después de concebido en el vientre de Nuestra Señorea Santa María que ha cierto tiempo que fue; y cuando se hizo hombre no dejó de ser Dios; porque en cuanto Dios es inmortal, más quedándose como Dios como siempre fue, hízole hombre juntamente. E así desde entonces el Hijo de Dios   es Dios y Hombre juntamente. Así como un hombre de vosotros que se ha vestido una camisa agora poco, fue antes que la vistiese hombre, y después que se vistió quedose siempre hombre y después quedó siendo hombre vestido con una camisa. Así Dios antes que se hiciese hombre era solamente Dios, pero después que se vistió nuestra humanidad y se hizo hombre, es Dios vestido de hombre. E, así como un hombre que se hace fraile era hombre antes que vistiese el hábito, y vestido el hábito se llama fraile no dejando de ser hombre, así el hombre y fraile. Así Cristo es Dios y hombre juntamente.

            Y la Virgen Santa María le concibió en su vientre no como las otras mujeres, más concibiole sin ayuntamiento de varón, maravillosamente por virtud de Dios sin corrupción suya, quedándose virgen como era antes; así como son engendrados los huesos dentro de la carne, sin corrompimiento ni abertura de la carne; y como la cereza engendra el cuesco sin abrir la cereza, así el Hijo de Dios fue concebido y engendrado en el vientre de su madre Santa María sin abertura ni corrupción alguna.

            Y para más declaración desto habéis de saber que cuando Dios determinó de hacer hombres y tomar carne humana de Santa María, envió del cielo un ángel muy hermoso que se llamaba San Gabriel que le hablase de parte de Dios, y dijese como el hijo de Dios quería encarnar en su vientre y tomar carne humana della y hacerse hombre; y el ángel vino con esta embajada a Nuestra Señora, y hallóla en su cámara orando, y díjole el mensaje que Dios le enviaba a decir, y nuestra Señora Sancta maría respondió que fuese hecha la voluntad  de su Señor Dios en su sierva; y luego en aquel punto el hijo de Dios se encerró en su vientre, y tomó y formó un cuerpo muy chiquito de la sangre purísima de nuestra Señora Sancta María, y en él criando infundió su ánima llena de gracia, y el Hijo de Dios unió a sí el ánima y cuerpo en unidad de persona, y la divinidad tomó  y se vistió nuestra humanidad. Y la divinidad del Hijo de Dios, ánima y cuerpo es una sola persona de Jesucristo, y fue hombre perfecto cuanto al saber, aunque cuanto al cuerpo como en la edad crecía, porque, aunque estando dentro del vientre sabía todo cuanto agora sabe, pero el su cuerpo no fue grande, más creció poco a poco como crecen los cuerpos de los otros niños. Y así cuando vino el tiempo conveniente de parir las mujeres, que es a los nueve meses, nació de la virgen Sancta María hecho niño, y después creció y se hizo hombre; y ella lo concibió y engendró cuanto aquello que tomó della que es su cuerpo; porque ya dijimos que el ánima no la engendra la madre ni el padre, más críala Dios de nuevo. Solo los cuerpos engendran los padres y las madres, e así el Hijo de Dios por razón del cuerpo fue engendrado en el vientre de Sancta María virgen. E decimos que ella lo engendró por razón del cuerpo, e así el Hijo de Dios que se llama Jesucristo siempre es y fue Dios y en cuanto Dios hizo El a nuestra Señora su madre Sancta maría, más su cuerpo humano tomolo della, mas no antes fue hombre e hijo de nuestra Señora, sino dende que ella lo concibió por razón del cuerpo que della tomó.

            Es pues el primer artículo de la humanidad, creer que el Hijo de Dios Jesucristo fue concebido en el vientre de Nuestra Señora Sancta María por virtud de Dios cuanto, al cuerpo, y Dios crió el ánima; y habéis de notar cuando decimos Dios hizo, o crió, o dijo siempre se entiende la Santísima Trinidad, que es: Padre, Hijo y Espíritu Sancto.

            El segundo artículo o conocimiento de Dios  en cuanto hombre es creer que nació el Hijo de Dios de Nuestra Señora Sancta María maravillosamente quedando ella virgen cuando le parió, y después de haberle parido; y así como ella lo concibió  por razón del cuerpo, así también le parió por razón del cuerpo, quedando ella siempre virgen y sin abertura ni corrupción suya, antes del parto, en el parto y después del parto; y así como la estrella echa sus rayos sin abertura o corrupción suya, así la Virgen Sancta María, parió al Hijo de Dios sin corrupción alguna.

            El tercer artículo de la fe o conocimiento de Dios en cuanto hombre, es creer que Nuestra Señor Jesucristo, Hijo de Dios, que es hombre recibió muerte y pasión siendo crucificado en una cruz por salvar y redimir a todos los hombres y mujeres del mundo; y para que esto mejor entendáis habéis de saber, que después que Jesucristo Hijo de Dios Nuestro Señor, nació de Nuestra Señora la Virgen hecho hombre, anduvo en este mundo treinta y tres años, enseñándonos sus mandamientos y el camino del cielo como nos habíamos de salvar, y esto lo enseñaba algunas veces por ejemplo obrando, y otras veces por palabras, predicando.
           
            Entonces, la razón por la cual el Hijo de Dios se hizo hombre fue porque en cuanto hombre, pudiese recibir los tormentos y la muerte que, por nosotros y nuestra salvación, tenía que sufrir para nos salvar y redimir y librar por aquella muerte, del poder del demonio, como adelante se dirá. Y porque si los hombres supieran claramente que era Hijo de Dios nunca se atrevieran ni osaran darle muerte, y así no fuéramos redimidos ni liberados del poder del demonio por su muerte. Por esto Nuestro Señor Jesucristo Hijo de Dios, no se mostró ni se dio a conocer clara y manifiestamente a todos que era Hijo de Dios, más por una parte se mostraba ser Dios haciendo grandes milagros y maravillas, resucitando muertos y sanando enfermos y otras maravillas y p0r otra  parte demostraba hombre flaco y necesitado habiendo muchas veces hambre y sed y cansancio, mostrando tristeza y temor y tendiendo y mostrando  muchas aflicciones y angustias como hombre, por lo cual aunque algunos y pocos creían que era hijo de Dios otros creían que era puro hombre, santo y bueno, estos eran muchos.

            Y como Nuestros Señor predicase y enseñase a todos, y también reprendiese a los malos por sus pecados, los buenos le amaban y oían con gran voluntad, y los malos lo aborrecían y le querían mal  y perseguían, porque los reprendía de sus males, y por esto siempre estaba buscando modos y maneras  para hacerle mal y procurarle la muerte si pudiesen, creyendo como hemos dicho que era puro hombre y no que era Dios y hombre; y por esto trataron entre sí   de acusarle por malhechor delante de un gobernador  que estaba de Juez en la ciudad de Jerusalén; y para esto buscaron muchos testigos falsos que dejasen falsos testimonios contra él delante de aquel juez; y Nuestro Señor aunque le acusaban falsamente nunca se quiso excusar ni defender, deseando que le diesen la muerte por redimirnos y salvarnos.

            Y como le acusasen diciendo que había dicho y hecho tales cosas que por ellas merecía la muerte, y los testigos falsamente lo jurasen que así era, y Nuestro Señor callase y no lo contradijese. Entonces el juez Pilatos dio sentencia de muerte contra nuestro redentor, mandándole primero a azotar muy cruelmente, y después crucificar, y que le enclavasen en ella los pies y las manos hasta que allí muriese. Y así estando allí enclavado murió y después de la muerte le dieron una lanzada por el costado que le atravesaron el corazón y por esto nosotros hacemos muy gran reverencia a la Cruz, y nos humillamos e hincamos las rodillas delante della y la tenemos en las iglesias y la ponemos en los caminos y en otras partes, en reverencia y memoria que Nuestro Señor el Hijo de Dios, fue puesto en ella y allí recibió muerte y derramó su sangre por nosotros.

            Y cuando nosotros adoramos la Cruz, no adoramos el madero, porque aquel madero no siente ni entiende la reverencia que le hacemos, más adoramos a Jesucristo Hijo de Dios que fue puesto en ella, en cuya memoria tenemos la cruz y nos humillamos a ella.   

            Y aunque El que hizo todo el mundo de la nada pudiera librarse de la muerte y destruir y matar a todos los que se la procuraban, pero no quiso sino morir, no por la fuerza, más por su voluntad por liberarnos del poder del demonio y del infierno. Y fue causa muy conveniente que el Hijo de Dios padeciese muerte y pasión para que por ellas nosotros fuésemos liberados de la muerte eterna que es el infierno; y la razón es porque por el pecado que nuestros primeros padres Adán y Eva, cometieron contra Dios, merecieron él y todos sus descendientes pena de muerte eterna, que es el infierno; porque, aunque el ánima sea inmortal, pero dícese muerta cuando va al infierno, porque más le valdría morir muchas veces que no ir al infierno.

            Y mereció el hombre muerte eterna y pena infinita porque el hombre que fue nuestro padre Adán ofendió a Dios que es infinito, por esto quedó obligado a pena infinita y a muerte eterna, que es el infierno, él y todos los que de él descendemos.

            Y porque esta deuda tan grande y tan infinita y pena y muerte perpetua a que éramos obligados, ninguno la podía pagar ni satisfacer sino aquel que tuviese poder y virtud  infinita, y este es solo Dios, y no hay otro ninguno, porque solo Dios es de infinita virtud y bondad y poder, el cual solo pudo satisfacer por el pecado de nuestro padre Adán, y por la deuda y muerte que todos debíamos de morir eternamente en el infierno para siempre , por esto quiso el Hijo de Dios morir en la cruz por nosotros, porque nosotros no muriésemos en el infierno, y dio y derramó toda  su sangre en precio y paga del pecado de nuestro padre Adán y de todos nuestros pecados. E así por su muerte somos liberados del poder del Demonio y del infierno, y esta es la causa porque el Hijo de Dios quiso dejarse morir.

            Y porque Dios, en cuanto Dios, no podía morir ni padecer, ni sufrir mal ni pena, quiso para poder padecer y morir, tomar nuestra humanidad y hacerse hombre, para que en aquella humanidad padeciese penas y muerte por nos salvar y redimir, lo cual no pudiera padecer siendo solamente Dios.

            Ya  os hemos dicho que Jesucristo es Dios y hombre, y en cuanto Dios es inmortal, y el ánima suya es inmortal como las nuestras, y el cuerpo suyo era entonces mortal como agora son los nuestros, y por eso cuando decimos que Jesucristo murió, entiéndese en cuanto hombre, y no en cuanto Dios, y en cuanto hombre  cuanto el cuerpo, pero no cuanto el ánima, porque morir el hombre  no es otra cosa  sino apartarse el ánima del cuerpo, porque el ánima da vida al cuerpo y ella apartada del cuerpo muere el cuerpo y queda ella siempre viva. Y aunque el ánima del Hijo de Dios  cuando el murió se apartó de su cuerpo empero el ánima ni el cuerpo se apartaron de Dios, mas siempre estuvieron juntos el ánima  el cuerpo con la divinidad, aunque el ánima y el cuerpo estuviesen apartados el uno del otro, así como las nuestras manos  están juntas cuando hacemos oración y las apartamos la una de la otra, no se apartan del cuerpo más quedan juntas con él, así el ánima y el cuerpo de Jesucristo Hijo de Dios aunque se apartaron el ánima del cuerpo no  por eso se apartaron de Dios.











CARTAS CENSORIAS

                                                                             JOSE MARIA CHACON Y CALVO.



            Estas páginas forman un capítulo del estudio que bajo el título de Criticismo y Colonización presenté al XXVI Congreso Internacional de Americanistas, celebrado en Sevilla en octubre de 1935. La guerra civil que llena de desolación a España ha impedido la publicación de las actas de este congreso, frustrando así mismo la de mi ponencia que iba a formar parte de la serie Ibero-Americana del Centro de Estudios Históricos. Como por la ineludible y dilatadísima documentación que requiere mi estudio, éste demorará algún tiempo en publicarse, quiero traer a las páginas de la REVISTA CUBANA este fragmento, que explica una actitud espiritual interesantísima de la España de Carlos V. Al hacerlo, no puedo menos de recordar en esta nota, algunas particularidades del citado Congreso de Americanistas. Fue en el otoño del 35 cuando se celebró: aún era posible el diálogo entre las dos Españas que hoy se debaten en la lucha más trágica de su historia. Unas treinta naciones estuvieron representadas en aquella memorable asamblea. Sus sesiones científicas revelaron algunos nuevos valores del americanismo. Así el maestro de los romanistas Karl Vossler, el eminente profesor de Múnich, nos dio a conocer su delicioso ensayo sobre las Soledades de América, y el ilustre Presidente del Congreso, el Dr. Gregorio Marañón veló sus armas como auténtico estudioso de estas disciplinas. En algún momento la esfera apacible de la pura dialéctica científica se vio turbada: tal cuando se discutió la ponencia del profesor Cabria, el eruditísimo autor de la Historia de la Historiografía Argentina, que dio un acento de pasión exaltada a los debates del Congreso.

             Nunca olvidaré la profunda benevolencia con que se recibió allí mi ensayo. En la controversia que siempre ha de suscitar el nombre y la obra de Las Casas, no pareció dudosa la opinión general de la asamblea: por aclamación fue aprobada la proposición que presentamos varios delegados americanos -corolario evidente de esa misma tesis-  en la que se consideraba como auténticos representativos de la conciencia española en el Nuevo Mundo a los hombres del criticismo colonial: Montesinos y Las Casas, Soto y Vitoria.

Un año antes, en el Congreso Eucarístico de Buenos Aires, la más alta autoridad de la Iglesia en España, el Cardenal Arzobispo de Toledo, Monseñor Gomá, no vaciló en considerar a Las Casas como uno de los hombres más negativos de la hispanidad que hay en la historia colonial de América. Un escritor Insigne, Ramiro de Maeztu, con quien me unen –quiero creer que no sea cierta la tremenda noticia de su fusilamiento- los más firmes lazos de amistad y los sentimientos más vivos de admiración y respeto, en su Defensa de la Hispanidad, su último y magnífico libro, cifró en Las Casas el sentido de lo anti hispánico. Mi estudio quiere presentar precisamente a Las Casas y a los hombres del criticismo colonial. Como cifra y compendio de la conciencia española en el Nuevo Mundo. Una copiosísima documentación habrá de probarnos que Las Casas lejos de ser una figura solitaria, es el centro de una tradición, tan vigorosa y tan amplia, que llega a manifestarse en los mismos órganos del Estado, que entonces era un imperio próximo a lo universal, y en un hombre que fue como: el Emperador Carlos V. su más alto símbolo.


1.- LAS CASAS Y LA TRADICION DE SU ORDEN.

De los sermones de fray Antón de Montesinos, predicados en la iglesia de los Dominicos de la Española, en el tercero y cuarto domingo de adviento de 1510, se hace partir la actitud crítica, mantenida en largos años, frente a la conquista de las Indias, frente a las normas iniciales de la colonización española del Nuevo Mundo. Los sermones del gran precursor de Las Casas alarman al Rey Católico.  Montesinos primero y después Pedro de Córdoba –el prior de los dominicos de la española – tiene que venir a España e informar ante la Junta de Burgos (1512) compuesta de teólogos y juristas. Al principio la tesis dominicana despierta los recelos de la orden franciscana. Fray Alonso del Espinal habla de las exageraciones de Córdoba y sus compañeros. Muchos han querido hacer profundas, insalvables, discrepancias. La tesis de los dominicos de la española no era en sustancia sino una afirmación, una esencial afirmación cristiana.   Por eso no me sorprendió cuando en el mismo legajo del Archivo de Indias e que aparecen las cartas apostólicas de Fray Pedro de Córdoba encontré también una larga epístola latina que, aunque por el espíritu y la forma parece escrita por Córdoba, suscriben conjuntamente con los dominicos, los franciscanos de la española.

¿Quiénes son estos franciscanos? Son los picardos de que habla Las Casas en su historia de Las Indias (Libro III. Capítulo XLV) Por este tiempo (1516) vinieron catorce religiosos de San Francisco, todos extranjeros, de Picardía, personas muy religiosas, de muchas letras y muy principales, y de gran celo para emplearse en la conversión de estas gentes, y entre ellos vino un hermano de la Reina de Escocia, según se decía, varón de gran autoridad, viejo, muy cano y todos ellos de edad madura, que parecían como uno de los que imaginamos senadores de Roma”.

La carta en muchos pasajes es una traducción de la de Pedro de Córdoba que comentamos después. Termina con una adición muy enérgica que suscribe de modo especialísimo el P. Guardián Juan Llamingos “con precepto del P. Provincial de las Indias, con el consejo y común voto de los Padres sobre dichos” (los que suscriben la carta) en la que se dice a los gobernadores del reino que si a estos males no se pine pronto remedio regresaremos todos a tierra de los fieles.

Ni Las Casas ni su gran usufructuario Herrera, mencionan esta carta latina. El padre Marcelino de Cabeza en su monumental Storia Universale delle Missióni Francescane (volumen VI. Pág. 495), transcribe parcialmente la Real Cédula de 8 de noviembre de 1516, por la que se ordena al Tesorero Matienzo y a sus oficiales proveer víveres para la travesía y de ornamentos sacros a estos 14 franciscanos de que habla Las Casas. Son de nacionalidad diversa. Así Juan Flamingus se llama indigno picardo –quizá de aquí la generalización de Las Casas-  y Ricardo Gani, inglés, etc.

Don Manuel Serrano y Sanz en su libro Orígenes de la dominación española en América (CCCLXXVIII- CCCLXXX), transcribe la “provisión que llevaron los frailes franciscanos que fueron a las indias para que los jerónimos les señalasen a qué provincia e tierra irán para convertir indios”. Esta importante provisión que el gran erudito publica por primera vez, aclara y precisa las referencias de Las Casas.

De fray Tomás Infantes, uno de los que suscriben la carta latina, hay un alegato muy curioso a favor de los indios de Tierra Firme. Conozco el dato por D. Juan Bautista Muñoz: no he podido ver el original o su copia, en el Archivo de Indias: “Memorial que dio el fraile escocés (franciscano)  
Fr. Tomás Infantes, que vino de las indias. Parece el año 19. Debió estar este fraile en Tierra Firme pues cuenta algunos casos particulares como testigo de vista allí.  Entiende que a todos los indios debe darse libertad y que den algún servicio tolerable. Al margen del documento se dice “Visto a pleno el Consejo de Indias. A Figueroa que se informe”. 1. Este Juez Figueroa fue el de la experiencia del indio en la española, como el Lcdo, de la Gama lo fue en Puerto Rico, y Gonzalo de Guzmán, primero y luego Manuel de Rojas, en Cuba.

            En el apéndice documental transcribimos íntegra la carta de dominicos y franciscanos. El padre Civezza en su citada Historia solo extracta brevemente. El insigne D. Juan Bautista Muñoz, al resumirla, habla de que está escrita en mal latín. El gran investigador, que antes de ser americanista había sido doctísimo editor de las obras latinas de Fr. Luis de Granada y profesado diez años de filosofía en la universidad de Valencia, tenía sobrada razón para calificar así a este “parecer de los dominicos y franciscanos”. Pero ¡Que enorme valor espiritual el de esta epístola fuerte y apasionada!

            Antes que nada, conviene subrayar la apostilla, puesta por los franciscanos: no escriben por deliberación propia: tienen el asentimiento de su capítulo general y creen interpretar rectamente el espíritu de la Orden. Y consideran tan grave la situación denunciada “Que si a estos males no se les pone pronto remedio regresaremos todos a tierra de los fieles pues con máxima dificultad podremos dirigir la isla”.

            Las Cartas Censorias de la Conquista son nutridísimas. Examinaremos algunas verdaderamente ejemplares Escogeré una de fecha incierta que escribe fray Pedro de Córdoba. Puede fijarse la época de su redacción alrededor de 1517, pues alude al viaje que el clérigo Las Casas hace por aquel tiempo a España para informar contra los conquistadores. El comienzo da la tónica moral del documento.

            “después de besar las reales manos y Pies de V. A.  Fray Pedro de Córdoba vice provincial de los Frailes de Santo Domingo que moran en las Indias, hago sabe a V. A.  como movido con deseo del servicio de Dios Nuestro Señor y del de V. A.  he acordado de informar a V. A.  de las cosas de las Indias, las cuales es razón que V. A.  muy bien sepa y entienda, pues a mí ver le va en ellas la vida de su bienaventurada honra”.

            La honra, la bienaventuranza de la honra, todo un mundo de ideas morales hay en estas sencillas palabras.

            Por descargo de su conciencia quiere hablar fray Pedro de Córdoba. Dos puntos comprenderán su epístola censoria: el primero es “cerca de los indios naturales de la tierra”; el segundo “de los cristianos españoles que de Castilla han venido a poblar en ella, o por mejor decir, a despoblarla”

            Trata Córdoba del tema de la “destrucción” de las indias anticipándose a Fray Bartolomé: la misma apologética de los pueblos aborígenes: “gentes tan mansas, tan obedientes, tan buenas, que, si entre ellos entraran predicadores sólo, sin las fuerzas y violencias de estos malaventurados cristianos, pienso que se pudiera fundar en ellos casi tan excelente Iglesia como la primitiva”.

            La denuncia de los actos de barbarie es precisa y6 no se omiten los datos numéricos: “Más de un cuento de vasallos han sido destruidos y aun si fueran muertos con salud de sus honras, menos mal fuera más han perecido en las almas y también en los cuerpos “Para Córdoba peor que la idolatría es la simulación cristiana: “¿Cómo podrá enseñar la fe al infiel aquel que para si no lo sabe, y lo que es peor no la obra?”  Se siente cerca el ánimo heroico e San Pablo cuando decía a los Gálatas: “No basta andar con el Espíritu hay que vivir con el Espíritu”.

            La pintura de las penalidades de los indios tiene un impresionante tono dramático:
            “Pues en lo temporal han tenido mucho cuidado y diligencia de hacerlos sacar oro y labrara otras haciendas  y sufrir el ardor del sol que en estas tierras es muy grande, las aguas, los vientos  y tempestades, estando descalzos, en cueros vivos, sudando la furia de los trabajos, no teniendo  a la noche en que dormir, sino en el suelo, no comiendo  ni bebiendo  para poder sustentar la vida, aun sin trabajos matándolos de hambre  y sed, y en sus enfermedades teniéndoles mucho menos que bestias suelen ser tenidos, porque aún aquellas suelen ser curadas, mas ellos no”.  

            Las mujeres a las cuales todas las naciones, por la flaqueza suya, suelen perdonar de trabajos, han trabajado y trabajan en esta tierra tanto o más que los hombres y así desnudas y sin comer, sin camas como los hombres y aun algunas preñadas y paridas, que Pharaon y los egipcios aún no cometieron tanta crueldad contra el pueblo de Israel. Por los cuales males y duros trabajos, los mismos indios escogían y han escogido de matarse, escogiendo antes la muerte que tan extraños trabajos que vez ha venido de matarse ciento juntos por no estar debajo de tan dura servidumbre “2.

            Así escribía Córdoba, al prior que fue de los dominicos de la española cuando las predicaciones de Montesinos. Como Montesinos, como Mendoza, como Betanzos, como Berlanga, era hijo del convento de San Esteban de Salamanca, la gran escuela de misioneros, el monasterio donde encontró Vitoria los antecedentes morales de su doctrina americana, el ambiente espiritual de su Relación de Indias. Con razón considera el padre Retino, e su magistral biografía de fray Francisco de  Vitoria que para explicar las influencias, los antecedentes  de las doctrinas  internacionalistas del maestro, no hay que acudir a las Universidades de Paris y de Salamanca, donde profesó sus enseñanzas sino “en el propio convento de San Esteban, en las celdas vecinas de sus compañeros  y discípulos que después de convivir con él las observancias monacales  emigraron al Nuevo Mundo, e hicieron encarnar  en las nuevas y sometidas tierras costumbres que él elevó a principios con la fuerza de los informes recibidos en casa y con la alteza de su talento generalizador”. 3.

            No se cree en estos documentos típicos en la eficacia de la guerra. Todo puede conseguirse por las vías naturales de la persuasión. Fray Bartolomé de Las Casas apóstol ardientísimo de estas doctrinas y de la libertad de los indios, había de ser quien nos dejara la carta más expresiva sobre estas artes de la persuasión, que hacen innecesaria la guerra. No quiere emplear filosofía sino poner ejemplos. Así cuenta en la carta que dirige al Consejo de Indias, desde Santo Domingo en 30 de abril de 1534, que “solo con la gracia de Dios y un fraile de que me proveyó la Orden, fui al Bauruco y aseguré a Don Enrique (el famoso Enriquillo de las leyendas) y lo firmé y corroboré en el servicio del Emperador Nuestro Señor, y le contenté a él y a su mujer y a todos sus capitanes y les quité todos los muy justos temores que tenían …” Luego comenta: “y así fue y lo aseguré y lo dejé más firme en el servicio de Su Majestad que la peña de Martos”. 4.

            Y si en este epistolario puede fundarse una filosofía de la paz, la que ata a los pueblos de la comunidad hispánica, la que oímos con retórica más o menos convencional en todos los doces de octubre, fue expuesta con fervor y bíblica elocuencia por F. Juan Zumárraga, Obispo de México y muerto en olor de santidad. Dice el glorioso franciscano a S. M. en carta fechada en México a 4 de octubre de 1534:

            “Muchos años a que se tiene por presupuesto la mucha necesidad que esta tierra tiene de los españoles, y es tanta, cuanto en el cuerpo humano la carne tiene de los huesos para ser sustentada y los huesos de la carne para ser cubiertos y refocilados de ella. Los españoles nos parece ser los huesos, pues son fortaleza y la fuerza de la tierra, y por el varonil esfuerzo de nuestra nación española, y los indios son la carne… Entre estos se seguirá gran atadura y vínculo de amor, en el cual consiste todo el bien de esta iglesia, así en lo espiritual como en lo temporal, y bienaventurado será el que amasase a estas dos naciones en este vínculo de amor.

            Después de las palabras que hemos leído de fray Pedro de Córdoba, nadie podrá dudar del profundo entronque de la doctrina de Las Casas con la general de su Orden. Si desapareciesen súbitamente los copiosos y diversísmos escritos de Las Casas, no padecería la integridad de la llamada Leyenda Negra, de lo que yo considero más propio llamar criticismo de la colonización, aunque se habría perdido su acento más apasionado y conmovedor.

            No menos de 200 cartas de carácter censorio y en un período que va de 1511 a 1560, he podido recoger en mis investigaciones de archivos. No creáis que solamente son cartas de misioneros como fray Pedro de Córdoba, ni siquiera de jueces de Indias como Alonso de Zuazo, el oidor formado en la tradición jurídica de Salamanca, el gran apologista de la tierra antillana (“Señor esta es la mejor tierra del mundo” dice al comienzo de una de sus cartas al Emperador Don Carlos) No. Son epístolas de personas de muy varia, de muy diversa condición: de anónimos vecinos y de gobernadores fastuosos; de obispos in partibus y de oficiales reales; de contadores, de veedores, de tesoreros… La lengua de los misioneros va siendo una lengua universal: hay más de un momento -he de citar preciosos ejemplos- en que es también la lengua de los gobernadores. El ambiente se satura de criticismo, de moralidades. Los mismos órganos del Estado –el Estado Imperial-  comienza a sentir una rara, una misteriosa, una sorprendente influencia. Aparece entonces el criticismo oficial.

            2.- CRITICISMO OFICIAL.

            En los comienzos de la dominación española del Nuevo Mudo, en los tiempos en que se constituye la Junta de Burgos (1512) que espera aun su revisión documental definitiva, se advierten en la historia de la colonización dos tendencias antagónicas: la teológica, la teológico-moral más propiamente, y la legalista. Dos fuerzas que están frente a frente, que difícilmente se equilibran. 5. Caso típico del legalismo es el llamado Requerimiento del licenciado Palacios Rubios. Este vacío formulismo no es digno de la gloria del Consejero de los Reyes Católicos, que dejó una labor jurídica importantísima, avalorada hace algunos años en un buen libro por Don Eloy Bullón. 6.  El requerimiento es el más hábil escamoteo 
de la idea moral por el procedimiento jurídico. La guerra al indio no podía hacerse sin antes anunciarle con toda solemnidad cuantos bienes y beneficios había de reportarle la conquista, que títulos legítimos tenía ésta, como se convalidaba, nada menos que por una bula papal. Todo esto muy largo, muy complicado, con frases latinas y con gran aparato solemne había de anunciarse a los pueblos indios antes de comenzar la guerra. Con esta fórmula podía quedar tranquila la conciencia del Rey Católico. 

            Los indios no entendían absolutamente nada. La guerra no dejaba por ello de ser menos cruel, menos inhumana. La ficción farisaica aumentaba su ya enorme valor negativo. Se comprende la indignación de fray Bartolomé ante ese flagrante caso de estéril verbalismo.

            Así, entre fluctuaciones constantes de teología y legalismo, va discurriendo la historia de la colonización. Pero lentamente la teología va infiltrándose en el derecho indiano.  Y comienza a haber toda una serie de Cédulas Reales, de disposiciones tocantes a la política de Indias, que muestran como el caso de conciencia como una razón teológica, eran la causa de los más diversos móviles.  “Vi lo que escribís -decía el Rey a Cristóbal de Cuellar, Contador de la Española-  de la pragmática de los confesos   y de la seda que son dañosas para nuestra hacienda, y tengoos en servicio lo que decís porque es con buena intención, pero yo quiero más lo que toca al servicio de Nuestro Señor y al bien de esa tierra, que no el interés solo de nuestra hacienda, y por eso torno a mandar que se cumpla y ejecute”.  7.-  De suerte que el sentido teológico y esta esencial preocupación de conciencia llevan al criticismo colonial a misma esfera gubernativa. 

            El licenciado Espinosa escribía estas palabras al Emperador desde Panamá en 10 de octubre de 1533: “Los indios del Perú son los mejores y los más prestos al servicio de españoles.  Y gente de capacidad y que tienen y viven en su República juntos… Convendría que se pongan en encomiendas y se ordenen bien antes que la extrema codicia de los españoles le dañen y pongan en confusión”. 8.-  El licenciado Castañeda contaba en esta forma la triste vida de los indios de Nicaragua (Carta al Emperador fechada en León, de Nicaragua, a 1° de mayo de 1533): “Ahora se añade el trabajo de las minas que él solo basta para acabarlos (a los indios). Las más cercanas estaban a 40 leguas, en tierra fría y lluviosa. Con las aguas, la frialdad y la fatiga, una gente de flaca complexión y pocos trabajos, naturales de estos llanos, que son tierra caliente, viciosos de muchas frutas, pescados, y otros vegetales, luego adolecen, y por bien curados y mantenidos que sean mueren sin remedio. Esto sucede tanto a los que van a sacar oro, como a hacer allá las cementeras y ya que allá no mueren vienen tales que pocos llegaban a sus casas. Si uno quiere ir de esta ciudad a las minas puede hacerlo sin saber el camino sin más que irse por el rastro de los huesos de los indios muertos”. 9. “El rastro de los huesos de los indios muertos “: la frase parece de Las Casas. Alguno podrá encontrarla más que dramática melodramática.  No la escribe un fraile, ni siquiera un juez: es de un gobernador de las Indias. Un gobernador que ve la obra colonizadora con un franco sentido criticista.

            Penetrados de este espíritu los hombres que representan el criticismo colonial llegan a una libertad de expresión que en este año de gracia de 1937 nos produce asombro. Este es un comienzo, bello comienzo ciertamente, de una olvidada, de una inédita y desconocida carta de los dominicos de Nueva España a Carlos V en 1534:

            “Aquel Platón de ingenio celestial, Cesar invictísimo, tenía por dichoso príncipe aquel a quien Dios diese tal república cuyos súbditos libremente le osasen advertir y amonestar de la verdad y aquella tuvo por bienaventurada República si su príncipe con ánimo real y agradecido oyere sus leales amonestaciones” 10. Toda la carta tiene este tono de independencia: una y otra vez se insiste en el deber ineludible, por parte del Emperador, de oír esas leales amonestaciones. A esta amplitud, a esta libertad, no ya interior solamente, como decía Renan elogiando a los místicos y teólogos españoles, sino en la forma también, se llega cuando el ambiente de un pueblo está saturado de eticismo, cuando las cuestiones de conciencia llegan a ser cuestiones de Estado y tiene una esencial importancia para la vida de la nación.

            Vimos antes la reacción que producen los sermones de Montesinos. En definitiva ¿Cuáles fueron sus consecuencias?: las primeras ordenanzas para el tratamiento de los indios, en donde se afirmaba una vez más la libertad de los aborígenes de América. La tesis de Montesinos tenía una realidad oficial.

            Años después, cuando en 1539 da Vitoria sus Relaciones de Indis Insulanis en la Universidad de Salamanca, el Emperador Carlos V escribe al prior de San Esteban una epístola que el padre Getino en su libro sobre el maestro alavés califica de “edito draconiano”. En la misiva imperial se habla de grave escándalo que podría causar “que se tratase en sermones y repeticiones por maestros religiosos de esa casa del derecho que nos tenemos a las indias, islas y tierra firme del mar océano”.

            No se conoce la respuesta del prior de San Esteban, pero es lo cierto que no hay en los múltiples manuscritos que se conservan de la obra victoriana nada que permita suponer una rectificación de sus doctrinas referentes a las Indias. En nuestro estilo moderno podríamos decir que el edicto imperial en nada había menguado la libertad de cátedra. Y después de esta primera reacción, de esta defensa inicial del estado imperialista, aparece Carlos V consultado con Vitoria sobre problemas indianos y se le pide por el Consejo que indique los misioneros de su orden que deseen pasar al Nuevo Mundo. 11. 

No era esto solo. Cuando el agustino Fray Juan de Oseguera plantea ante el Consejo de Indias cuestiones muy delicadas referentes a las formas de conversión de los naturales de Nueva España, el Emperador tiene un empeño decidido en que Vitoria dé su parecer, envíe su dictamen teológico después de haber platicado sobre estas cosas “con los otros teólogos de esa Universidad”. Y escribe al prior de San Esteban para que releve al maestro “de lo más que ser pueda de las cosas que en ese convento hubiese de hacer” y pueda consagrarse a los gravísimos problemas propuestos al Consejo de Indias.

Hay en estas cartas imperiales una profunda preocupación por estos problemas de teología moral. No le basta al Emperador el concurso de Vitoria. Quiere que otros dominicos eminentes sean lo que personalmente se encarguen en las nuevas tierras de esta labor delicada de la conversión de los indios: así se dirige al General de la Orden para que el prior de San Esteban, que era nada menos que fray Domingo de Soto, pasase a las Indias “Y con sus buenas y sanas letras se hallase en la determinación de muchas dudas que cada día se ofrecen a los religiosos y eclesiásticos que allí residen” 12.

¿Qué se deduce de estas misivas imperiales? Un hecho de enorme trascendencia moral.

Se admitía por el soberano del imperio, es más, se solicitaba la colaboración de quien mejor representaba entre sus contemporáneos una actitud de crítica frente al más típico instrumento del Estado imperial, la guerra de conquista. Una actitud que podíamos designar con una palabra muy de nuestro tiempo y grata a nuestro espíritu: una actitud anti- imperialista. La España imperial, la que Bourne llama la Roma del siglo XVI, se impregnaba de ese ambiente de criticismo y moralidad, muy propio
Muy característico de los tiempos medios, los tiempos de la plenitud teológica, pero muy extraño, muy esporádico en los del Renacimiento. Hay entonces ensayos, proyectos, iniciativas, que son el resultado práctico, la aplicación a la realidad concreta de los principios que informan las críticas y negaciones de Montesinos, Córdoba y Las Casas. Uno de estos ensayos de criticismo pragmático es la llamada experiencia del indio, la doctrina de la experiencia. Experiencia se dice insistentemente en los documentos oficiales de la época. Así en los mismos orígenes coloniales asistimos con asombro a una serie de verdaderos experimentos de orden social en una nueva fase del Criticismo de la colonización; una forma aguda y dramática de la doctrina criticista que afirma y exalta la auténtica conciencia de la hispanidad en América. 13.


CITAS.

1.- Colección Muñoz (Biblioteca de la Academia de la Historia. Madrid) tomo 75. folio 386.
2.-  Se conserva autógrafa esta admirable carta de Fr. Pedro de Córdoba en el Archivo de Indias (Sevilla). Patronato, Ley. 171. m. 2. ramo 5. Fr. Pedro de Córdoba después de una intensa vida apostólica murió, según Las Casas, en mayo de 1521, a los 38 años (Historia de las Indias. Lib. III. Cap. CXXXV.

3.- V. su F. Francisco de Vitoria, págs. 175-195. 

4.-  Archivo General de Indias (Sevilla) Audiencia de Santo Domingo. Legajo 153.

5.-  Las palabras subrayadas lo están por nosotros.  Se conserva autógrafa esta carta en el Archivo de Indias. Sección V, indiferente penal. Ley 1624. Suscriben la carta el Obispo F. Martín de Hojalcastro. Comisario General y F. Francisco de Soto. Ministro Provincial. Se trata pues de otro documento franciscano de puso sabor criticista. Icazbalceta, el gran investigador mexicano, publicó la carta en su Juan de Zumárraga (parte documental, págs. 146-150), según copia remitida por el dramaturgo Tamayo y Baus, sin indicación de origen; tiene la versión de Icazbalceta algunas leves variantes con relación al autógrafo de Indias.

6.-  Sobre la Junta de Burgos: Las Casas Historia de las Indias. Libro III. Caps. VII y VIII.

7.-  Un Consejero de los Reyes Católicos, el Dr. Palacios Rubios.  Madrid 1927.

8.-  Archivo de Indias. Contratación. Legajo 41, núm. 6, ramo 24, libro 1, folio LXXXIII.

9.-    Colección Muñoz.

10.-  Colección Muñoz

11.-   Archivo de Indias. Audiencia de Santo Domingo. Legajo 153.

12.-    V. los manuscritos del maestro F. Francisco de Vitoria por el padre Beltrán de Heredia. Madrid, 1928, Pág. 163.

13.-  Archivo General de Indias. Indiferente General, legajo 423, libro XIX, f. 141 o 142.    

14.-  Sobre la experiencia en Cuba, véase: I. A. Wright. The Early History of Cuba (New York, 1936) Cap. IX: Different Liberty. Sober la experience end general: Lewis Hanke: The first social  experiment in American. Harvard University Press,  1935.

Nota del autor: Por lo mismo que el señor Hanke  cita el precedente de cierto estudio mío  de manera poco precisa (no aparece en la bibliografía de su obra y solo en una nota se dice  que me refiero a ese tema en un trabajo publicado  en el anuario  de la Asociación de Francisco de Vitoria), debo recordar que el mismo lo leí en la cátedra de Vitoria, en la Universidad de Salamanca el 28 de abril de 1933, vio la luz en marzo  del año siguiente, seguido de copiosa documentación (Anuario Tomo V) está íntegramente consagrado  al mismo asunto que trata el erudito investigador de Harvard y tiene este título: La Experiencia del Indio.


Nota. Este texto del ilustre historiador cubano JOSE MARÍA CHACÓN Y CALVO, me lo envió la escritora cubana Alga Marina Elisogaray, con una nota que dice: Extraído de la Revista Cubana. Edit. Por la Dirección de Cultura, Sec. de Educación, de la Habana, Cuba. Vol. X –octubre noviembre y diciembre 1937.






LOS PRIMEROS MÁRTIRES DOMINICOS DE AMÉRICA.

Por Fr. Vicente Rubio O. P.

                                                                                                                                   
1.- EL DOCUMENTO.

            Presentamos hoy a los lectores de CIDAL un documento antiguo que, a nuestro parecer, reviste cierto interés.
            Se halla, original, en el Archivo General de Indias (Sevilla, España), sección Indiferente General 1739. Ocupa todo un folio por el anverso o recto (40 líneas) y escasos renglones (nueve) por el reverso o vuelto.
            Carece de fecha tópica y crónica. Sin embargo, parece que aún vivía entonces el rey Fernando el Católico, ya que cuando a él se refiere no emplea las consabidas fórmulas rituales propias para los difuntos: “que haya gloria”, “que santa gloria haya” etc. A mi juicio es anterior, en muy poco tiempo, al deceso del católico monarca (23 de enero de 1516). (1).

            Observación. Esta carta repite casi textualmente el pedido final de Pedro de Córdoba en su carta de 1517 - por lo tanto, es indudable que se tata del rapto propiciado por los Jerónimos, que Pedro denuncia, en ningún caso el de 1514.

            Montesina in fine: “También suplico a Vuestras Altezas que la limosna que el Católico Rey mandaba a nuestros frailes de la isla española para la fábrica de la iglesia que se la mande dar, porque tienen la iglesia de paja”.

 Pedro de Córdoba in fine: “acá por muy cierto se dice que el rey, don Carlos I, sea ya venido a Castilla”: si así fuere, pídanle que se prosiga la limosna que daba el rey don Fernando para que se continúe la obra de la iglesia, que está parada, “ni tenemos blanca para ella, ni aun para comer ni para otra cosa que necesario sea”. Fin de la observación

            Continua Vicente Rubio: “Su encabezamiento reza así: “Muy altos e muy poderosos señores”, expresión adecuada para dirigirse a los entonces componentes del Consejo Real de Castilla, y, en concreto, a los que dentro de él constituían la Junta que se ocupaba de los asuntos indianos; lo cual confirma mi sospecha de que ya eran ellos, más que el achacoso y enfermo soberano, los que conducían el destino del reino castellano. No temería yo atribuir ese documento al mes de diciembre de 1515 o quizá a los primeros días de enero de 1516.
            Observación: “Se equivoca Vicente Rubio, se trata de Carlos Primero y no de Fernando.
            Al final, lleva la firma, en latín, del dominico Fr. Reginaldo Montesino, prior”.

2.- AUTOR Y TEMA DEL DOCUMENTO.

            Este fra. Reginaldo Montesino (2) era hermano carnal, mayor de edad, del célebre P. Antonio Montesino, el fogoso orador que, representando a su comunidad de frailes Predicadores, pronunció los famosos Sermones del Domingo IV de adviento e infraoctavo de Navidad del año 1511 (3), en la iglesia mayor de la ciudad de Santo Domingo de la Isla Española, para defender a los esclavizados Tainos de la explotación de que eran objeto por parte de los encomenderos españoles.
            En el documento que vamos a presentar, Fr. Reginaldo se queja de que “cinco meses (h) a que estoy (y) aquí. –en la corte regia-  y no he hecho nada. Lo cual presupone que él había hecho acto de presencia en ella, en julio o agosto de 1515.
            Así pues,  firmado y rubricado por Reginaldo Montesino, el documento que ahora nos ocupa  se refiere a la muerte que los arahuacos –“caribes” , según la categoría  que con perversa intención les atribuían los hispanos  salteadores de indios  - habían dado a dos dominicos  en la costa norte  de la actual Venezuela: el padre presentado en Teología, Fr. Francisco Fernández de Córdoba (4) y el hermano lego  Fr. Juan Garcés (5), cuando allá se hallaban  preparando, por obediencia lo que pronto iba a ser  un grandioso ensayo de evangelización pacífica entre nativos  de aquella región. 
            El lamentable hecho tuvo lugar en el valle de Chiribichí o Píritu, perteneciente a lo que un tanto vagamente se denominaba entonces provincia de Maracapana, o de “Portugal”, de la circunscripción amplia de Paria, Cumaná o “Costa de las Perlas”. 

            Observación: Chiribichi es el nombre del río de Cumaná, al río de Santa Fe, lo llama Pedro de Córdoba es Chiribiche.

            “En la parte de Manjar” precisa el antiguo cronista Gonzalo Fernández de Oviedo (6).
            Ese documento es, por tanto, la primera versión hasta ahora conocida que dan dominicos coetáneos sobre el asesinato de sus hermanos de hábito en el sitio acabado de mencionar. 
            Dicho documento no fue expresamente citado por Manuel Jiménez Fernández informado biógrafo moderno de Bartolomé de Las Casas –cuando trató el tema en el segundo tomo de su magna obra (7), aunque parece conocerlo (8).
            Tampoco lo conocen otros autores de gran calidad que han estudiado la personalidad del P. Pedro de Córdoba –primer plantador de la Orden de Predicadores en América- su ambiente histórico y su proyección misionera (9).
            Creemos, por eso, que será bueno darlo a conocer. Pero a fin de encuadrar mejor su texto, y en gracia a los no iniciados, propondremos unas notas que sirven de introducción a él. 
           
3.-  EL MARTIRIO DE LOS MISIONEROS DOMINICOS.

La misión

         Habiendo ido el padre Córdoba a España por perentorio mandato de Fernando el Católico (al iniciarse el verano de 1512), antes de que él volviera a la isla Española, suplicó al monarca  le diese licencia para llevar un grupo  de religiosos de su Orden a las partes de Tierra  Firme que, como hemos dicho eran entonces llamadas indistintamente Cumaná, Paria y “Costa de las Perlas” a fin de que los frailes, internándose lo más posible tierra adentro, asentaran por allí  un puesto misional  en el que pudieran poner en práctica  su acariciado proyecto de evangelización pacífica entre los nativos  de aquellos parajes venezolanos. 

         El católico rey se holgó mucho de ello y le mandó proveer de todo lo necesario para tan novedosa empresa. A esto responden las Reales Cédulas, expedidas en Valladolid a favor de Fray Pedro de Córdoba entre el 28 de mayo de 1513 y abril de 1514 (10).
   
                        Uno de ellas vedaba a las armadas de rescate o trueque comercial que hacían los hispanos con los indígenas para obtener oro, perlas o esclavos, que no se acercaran para nada a la tierra donde se asentarían los misioneros dominicos sin el previo consentimiento de estos.           

            Llegó Córdoba a la española entre junio y julio de 1514 y lo más pronto que pudo comenzó a poner en ejecución su plan.  Nombró tres religiosos, Fr. Antonio de Montesino, Fr. Francisco Fernández de Córdoba y el hermano Juan Garcés para que se embarcaran hacia el litoral venezolano con el objeto de estudiar y elegir por allí un terreno apropiado donde habría de establecerse el futuro asiento de la misión dominica.

            Resulta que, al pasar por la isla de Puerto Rico, Montesino enfermó de gravemente. Tan pronto estuvo fuera de peligro, se vio obligado a regresar a Santo Domingo para reponerse; los otros dos religiosos, Fernández de Córdoba y Juan Garcés, siguieron su ruta náutica hasta el punto de la ribera de Venezuela que más a propósito les pareció en orden a sus fines. Allí desembarcaron. 11. 

            Enseguida los dos frailes comenzaron su labor de reconocer el terreno, internándose 8 leguas hasta el valle de Chiribichí, aprendieron a convivir con los naturales y a predicarles los rudimentos del Evangelio. El cacique Don Alonso, que era el reyezuelo del lugar, los recibió con gran respeto y cordialidad, incluso les hizo una choza o “bohío”.  No en balde hacía poco que aquel cacique “había venido a la isla española con una nao que por allí (el litoral venezolano) había pasado y tornáronlo cristiano, y estuvo en nuestro convento en la isla española”, declara Reginaldo Montesino (11 bis).

           
b) una expedición de pillaje.

            Otras cosas muy distintas ocurrían mientras tanto en la ciudad de Santo Domingo. El 5 de agosto de 1514 era convocada una reunión en casa del Licdo. Marcelo de Villalobos, uno de los tres jueces de Apelación (12). Once personas más asistieron a ella: El Lcdo. Juan Ortiz de Matienzo, colega de Villalobos.  Gil González Dávila, contador de la Isla. Juan de Ampiés, factor de la misma. Pedro de Ledesma, secretario de la Real Audiencia.  Cristóbal Sánchez Colchero, naviero. Juan de León, vecino de Santo Domingo. Gómez de Ribera, ídem (13).  Diego Caballero, ídem (13 bis). Bartolomé Palacios. ídem (14).  Diego Bernal, ídem. Y Juan Fernández de las Varas (15), el cual se hizo representar por un tercero.

            Entre todos acordaron organizar una expedición o “armada” contra los caribes de las islas cercanas. Esta expresión equivalía: “ir a caza de indios”.  Nada importaba que los nativos cazados fuesen en verdad “caribes” (antropófagos y enemigos tanto de indios pertenecientes a otras tribus como de los colonos hispanos) o “guatiaos” (indios de paz y amigos de los españoles). Al volver de la cacería y a la hora de declarar su mercancía humana ante las autoridades del puerto de Santo Domingo, siempre los armadores hacían pasar a todos sus aborígenes apresados como “caribes” sabiendo que así la ley les amparaba (16).

            Constituida por aquellos doce individuos la expedición, “gastos y beneficios se repartían por partes iguales entre los doce socios.  Tomarían parte dos naves pertenecientes a dos de los socios: el navío “Latino” de Cristóbal Sánchez Colchero y el barco de Palacios.  Juan de León fue nombrado capitán de la armada, y Pedro de Ledesma y Diego Caballero recibieron el encargo de proveer y despacharla…

            Aportaron capitales, además de los socios de la empresa, el repartidor de los indios de la española, Rodrigo de Alburquerque, que poco después sería nombrado alcalde mayor de la isla, y el procurador de Santo Domingo Juan García Caballero.  Probablemente también invirtió capital en la empresa el tercer oidor, Lucas Vázquez de Sillón, pariente de la mujer de Gómez de Ribera; éste último fue nombrado veedor de la amada… La expedición se dirigió primero a la isla de San Vicente, donde tras saltar a tierra, el capitán Juan de León y el naviero y maestro de su nave, Cristóbal Sánchez Colchero, fueron matados por los indios.  Muertos dos de los jefes de la expedición, asumió el mando de la armada Gómez de Ribera. Ordenó tomar rumbo a “las perlas”, donde rescataron perlas de los indígenas y también se dedicaron a pescarlas. Siguiendo su camino “la costa abajo”, cogieron cautivo en la provincia de “Portugal” (17), tierra de “guatiaos”, a un cacique de paz, don Alonso con 18 personas. La traída de los indígenas a la española sería motivo de revelar públicamente, por primera vez, las ambiciones desmedidas de los empresarios antillanos” (18).

            En esta página del historiador Enrique Otte estamos de acuerdo con él en lo que se refiere a la armada organizada en Santo Domingo el 5 de agosto de 1514 para ir a saltear indios. Estamos igualmente de acuerdo con él e que, muertos en la isla de San Vicente los dos jefes de la expedición (Juan de León y Cristóbal Sánchez Colchero), asumió el mando de la armada Gómez de Ribera, que es a quien Bartolomé de Las Casas, sin nombrarlo responsabiliza del posterior desastre ocurrido (19). Pero no estamos de acuerdo en que a la “Costa de las Perlas”, Cumaná, Paria o provincia de “Portugal” o de Maracapana, como algunos la llamaban, llegasen dos barcos; el relato coetáneo de Reginaldo Montesino habla solo de un navío. Quizá el otro barco -el de los dos jefes muertos en San Vicente- fue incendiado por los nativos de aquella isla, o quizá quedó destruido por la “broma” -comején- o tal vez regresó a la española para dar noticia sobre el triste final de sus patronos. Tampoco estamos de acuerdo con Las Casas en que ahora cogieran cautivo “a un cacique de paz, don Alonso con 18 personas”, a pesar de que esto mismo repite Otte (20). Reginaldo Montesino únicamente habla de que solo fue presa “la mujer del dicho cacique” y diecisiete criados y criadas de su casa”.

            Tocante al cacique, Montesino expresa que cuando los dos misioneros dominicos, Fernández de Córdoba y el hermano Garcés, aportaron al valle de Chiribichí.

“…hallaron un señor que se llamaba Alonso, el cual días
pasados avía   venido a la isla española con una nao que
tte  Otte por allí avia   pasado y tornároslo christiano, y estovo en
nuestro convento en la isla española”.


            De modo que, según la versión de R. Montesino, el cacique de Chiribichí, don Alonso, ya era conocido de los frailes que marcharon al litoral venezolano a estudiar el terreno mejor para plantar allí el futuro centro de evangelización pacífica (junio -julio 1514); ese mismo cacique había vivido hacia abril o mayo de 1514 en el monasterio de los predicadores de la ciudad de Santo Domingo. Cómo y con quién vino hasta aquí y cuando regresó a sus nativos lares, no lo hemos podido averiguar todavía de modo preciso, aunque pensamos que su vuelta a Chiribichí debió tener lugar entre mayo –junio de 1514 (21).

            Tornando al hilo de nuestra narración diremos que cierto día de las postrimerías de agosto de 1514 apareció por el sitio donde el par de misioneros dominicos se encontraba, una nao cuyo capitán, nuestro ya conocido Gómez de Ribera, y su tripulación parecían animados de bondadosos propósitos de saludar a los dos frailes  y de realizar algún trueque  o rescate  con los aborígenes; ocultaba Gómez de Ribera, sin embargo, el siniestro propósito de cazar sorpresivamente algunos naturales  de aquella región  para trasportarlos a Santo Domingo  y aquí venderlos como esclavos  so pretexto de que eran “caribes”.

            Ocurrió que cuando la esposa del cacique Alonso quiso ver la embarcación, rodeada por una comitiva de diecisiete personas de su tribu, el capitán de la nao, tan pronto hubieron penetrado los curiosos nativos en el barco, mandó en secreto recoger anclas e izar las velas, y con aquella carga humana, tan traidoramente cazada, enfiló proa hacia Santo Domingo, a donde llegaría después de una travesía normal de siete u ocho días (22).  

            En la urbe del Ozama los jueces de apelación y demás socios suyos se repartieron entre si la mercancía clandestinamente, quedándose con la mejor parte el Lcdo. Marcelo de Villalobos.

            Pero según el testimonio de Fr. Reginaldo, el capitán Gómez de Ribera no capturó al cacique Alonso, sino a su esposa y a diez y siete servidores de ella. 

            ¿En qué época ocurrió esa expedición de pillaje?

            De acuerdo a lo que declararía a fines de 1518 sobre el particular el bachiller Juan Roldán –Alcalde de Santo Domingo, precisamente en ese año de 1514-
           
            “…el oyó decir en esa ciudad públicamente que la armada en que fue por capitán Juan de León y Christóval Sánchez Colchero para los caribes, que tenía parte en ella el dicho licenciado Villalobos, e que oyó decir asimismo que el dicho Gómez de Ribera trajo ciertos indios que la Costa de las perlas y de Paria diciendo que era caribes… (23).

            Pero este testimonio suyo, al igual que el de otros sujetos, no nos ofrece una aceptable precisión cronológica. Solo sugiere que la expedición tuvo lugar en la época en que los jueces de apelación estaban en el apogeo de su abusivo mando (1512-1517), por tanto, fue antes del 15 de junio de 1517, fecha en que los mencionados magistrados quedaron cesantes y sometidos a juicio de residencia.

            En el año de 1527 todavía era recordado por Gonzalo de Guzmán, vecino de Santo Domingo.

            “… puede aver doze años poco más o menos (que este testigo) le vio hazer una armada para los caribes a él (Juan de León), e a Gómez de Ribera, e a Colchero, e que gastaron muchos dineros…” (24).

            Aquí ya hay una somera indicación de tiempo.  Dentro de la relatividad con que entonces se fijaban los datos cronológicos, esos doce años poco más o menos” nos sitúan en 1515, pero sin precisión de mes ni de día.

            Al parecer, la expedición debió efectuarse ya avanzada la segunda quincena de agosto de 1514.

b)   Reacción de los indios: el martirio

            Como es natural, la indignación del cacique Alonso y de su clan ante el sorpresivo pillaje cometido con su esposa y comitiva (postrimeros días de agosto de 1514) no tuvo límites. Quisieron matar a los dos dominicos que entre ellos convivían, creyéndoles cómplices de la infame captura de sus congéneres. Los religiosos trataron de apaciguarlos de la mejor manera. Les prometieron que el capitán de la nao  depredadora  -Gómez de Ribera – recibiría un justo castigo  y solicitaron  un plazo de cinco lunas o meses, a fin de poder  escribir al P. Pedro de Córdoba  y demás frailes del convento de la ciudad de Santo Domingo –bien conocidos del cacique Alonso-  que, como ya notamos, tiempos atrás había estado en él-  para que interponiendo su prestigio moral  y su exigencia de justicia, lograran de las autoridades civiles de la Española que la cacica y sus criados fuesen devueltos a su tierra de origen lo más rápido posible dentro del tiempo convenido.

            Casualmente -ignoramos cuando- pasó por allí un barco. Aprovechando tan feliz oportunidad, los frailes misioneros, convertidos a en rehenes, enviaron a Santo Domingo la carta en que exponía a sus hermanos de hábito su apurada situación, solicitaban para ella remedio pronto y adecuado.

            Sobra decir que al recibir los dominicos de la española tan angustiosa misiva (25), uno de ellos, el P.  Antonio Montesino, acudió a las autoridades competentes, a fin de que pusieran en claro los hechos y adoptaran una resolución salvadora (26), los demás movieron todas las palancas que pudieron para dar con la cacica y sus acompañantes. 

            Pero negativas rotundas al principio, vaguedades, después y hasta algún caso la desoladora información de que el indio o india que había sido comprado por un determinado encomendero se encontraba en una finca muy lejana, o había sido revendido a un individuo del interior de la isla o acaso estaba muerto, eso fue lo que cosecharon los frailes Predicadores en su ajetreo por las calles y casas de Santo Domingo.

            Cuando por fin se supo donde se hallaba oculta la cacica, que era justamente en casa del Juez de Apelación, Marcelo de Villalobos, éste, sin ambages, manifestó a los dominicos que aquella mujer era “caribe”, y, por tanto, sujeta a cautiverio de acuerdo con la legislación vigente (27).

            Los religiosos hubieron de escribir entonces al Provincial de Andalucía, en España, a cuya jurisdicción se hallaban ellos sometidos desde ese mismo año de 1515. Solo le pedían, como a superior mayor suyo, que intercediera ante el monarca para que éste evitara que la cacica siguiera siendo considerada “caribe” y, en consecuencia, legalmente reducida a esclavitud.    

            El Provincial andaluz actuó con premura. Hemos visto en resumen de su solicitud al Consejo Real. Por ser una minuta, no lleva fecha y resulta lacónico en exceso. Dice así:

            “La carta del provincial de los dominicos. Sobre lo que aconteció en Chiriviche cerca de la mujer del cacique Alonso. Pide que no se cative. Que se les pague su limosna.
La carta del provincial sobre los cativos” (28).

Como podrá observarse, nada hay aquí alusivo al asesinato de los dos dominicos, lo cual implica que dicha misiva es anterior a la noticia de la muerte de ambos misioneros y anterior tambien al informe de Fr. Reginaldo Montesino que vamos a presentar.  Lo único que aquí se pide es que la cacica “no se cative”, o sea, que nadie siga considerándola digna de continuar reducida a esclavitud.

Pienso por mi cuenta –aunque carezco de prueba documental – que algunas cartas debieron ser despachadas desde la isla española al cacique Alonso y a los dos dominicos, notificándoles las medidas que se estaban tomando para tornar a la cacica y sus 17 servidores o “naborías” a Chiribichí.

Los cinco meses de tregua finalizaban. Al cumplirse este plazo y ver que la cacica y sus criados no volvían (enero de 1515), los Arawacos sacrificaron a los dominicos, el P. Fr.  Francisco Fernández de Córdoba y el Hermano Juan Garcés. Eran las primicias de sangre de la Orden de Predicadores que regaba suelo americano por la causa del evangelio, estropeada a causa de los hispanos cazadores de indios.      

d) Fecha del martirio.

            ¿Cuándo pudo ocurrir el triste suceso?

            Contamos para tratar de precisarlo lo más que esté a nuestro alcance, con un término “ante que” seguro. Nos referimos al 28 de enero de 1516, fecha en que documentalmente ya se alude al luctuoso hecho, como algo lejano, en los papeles de los Oficiales Reales de la española, según atestiguan unos extractos inéditos, presentados al Consejo Real de Castilla, de ciertas cartas del tesorero general de indias, Miguel de Pasamonte, residente en santo Domingo. Una de esas cartas, datadas en el día, mes y año que acabamos de señalar “(28-01-1516), quedó compendiada así por el secretario del Real Consejo:

            “dize (el tesorero Pasamonte)  que un fraile de San Francisco  de los que fueron a la costa de las perlas  le ha escrito una carta, que enbya con esta para que se vea, y que lo que le parece a él  es que sería byen que en aquella tierra  se hiziese un pueblo de christianos  y una fortaleza  junto con la mar  y que esto se encomendase  a una persona temerosa de Dios, sabya  y de confianca  y zelosa del seruicio de Sus Altezas, porque de otra manera  ninguna seguridad se ha de tener  de los yndios,  y sy no están sojuzgados,  corren peligro los frayles  que agora han ydo  y que los maten  como a los dominicos  que primero fueron, y que los christianos que allá fuesen  a poblar  avían de dezir  a los yndios  que yvan para ayudarles  contra los caribes y que se asegurayan con esto,  y que tomándose los caribes, se podrían traer a vender  a La Española, que serya grande remedio para ello  y Sus Altezas serian seruidos  de muchas maneras (29).   

            Hasta ahora, esta minuta es el documento más antiguo –que yo sepa- (30), en el cual se menciona de manera expresa, aunque incidental, la muerte dada por los Arawacos a los “dominicos que primero fueron” a la “Costa de las Perlas”. Gracias a otras fuentes coetáneas sabemos que esos dominicos fueron “dos” (31), nuestros ya conocidos Fernández de Córdoba y el Hermano Garcés.

            Esa minuta habla también de “los frailes que agora han ido” al litoral de Venezuela. Con ello da a entender la expedición conjunta  de religiosos dominicos y franciscanos  presidida, respectivamente, por Fr. Pedro de Córdoba O. P. y Fr. Juan Garceto O. F. M., que después de la cruenta inmolación de aquellos dos frailes  Predicadores, había partido en 4 de julio de 1515 del puerto de Santo Domingo rumbo a la “Costa de las Perlas”  y, apenas fuera de la barra de él, en menos de dos horas, se vio obligada a regresar, con gran riesgo de naufragio, a su punto de partida, debido a un huracán –el huracán de San Laureano- (32).  En la urbe dominicopolitana hubo de esperar dicha expedición pacientemente a que mejoraran las condiciones atmosféricas y se hiciera el necesario arreglo de las naves, etc., para emprender de nuevo su marítimo viaje a la ribera venezolana (finales de setiembre de o comienzos de octubre de 1515).

            Precisamente entonces -4 de julio de 1515-, procedente de la vecina isla de Cuba, había llegado a Santo Domingo el clérigo Bartolomé de Las Casas, con algún que otro fraile Predicador del grupo que estuvo misionando en la propia ínsula cubana durante tres meses (33).  Bartolomé permaneció en la ciudad del Ozama desde el 4 de julio al 6 de septiembre de ese mismo año, 1515, pudiendo entonces conversar largamente con el P. Córdoba en torno a lo que él vislumbraba como futura vocación suya: dedicarse con exclusividad a la defensa de los indios (34).

            El 6 de setiembre salieron de Santo Domingo hacia España el clérigo Las Casas y el P. Montesino –acompañado- quizá este último por el diácono Fr. Diego de Alberca-. Montesino llevaba el encargo de informar nuevamente  y con más detalles al rey sobre lo acaecido  en la “Costa de Las Perlas” y la complicidad que en el caso  habían tenido los jueces de Apelación de la Española; igualmente quería enterarle  como a pesar de la sangre vertida  de  los dos frailes  Predicadores, sacrificados por los Arawacos, los dominicos  y franciscanos residentes en Santo Domingo, volverían a reanudar el ensayo de evangelización pacífica en el mismo lugar  del suplicio de aquellos dos pioneros.  Es probable que también le comunicara que la cacica y algunos indios de su comitiva no habían sido aún hallados. Por estos y otros motivos, Antonio Montesino rogó al monarca que, de una vez por todas, ordenase suspender las incursiones  constantes  que por aquellos parajes  de Chiribichi hacían los salteadores de la Española, urgiendo, además, el cumplimiento estricto de lo que antaño  drásticamente el propio soberano  había mandado  mediante Real Cédula  dada en Valladolid, el 2 de junio de 1513,  para que ninguna nao  de colonizadores ni mercaderes hispanos se acercara  por las tierras  donde los misioneros evangelizaban, ya que hasta aquel momento semejante ordenanza siempre había sido violada (36).

            De manera que para fijar la cronología del martirio de Fernández de Córdoba y del Hermano Garcés, contamos ya, a mi modo de ver, con unos testimonios aceptables.  Esa muerte es anterior al 28 de enero de 1516, fecha de la carta de Pasamonte, anterior tambien a la expedición simultanea de frailes predicadores y menores que a finales de septiembre o inicios de octubre de 1515 partió de la ciudad del Ozama hacia Chiribichi; y anterior incluso, a la salida de Santo Domingo hecha tambien por ambas órdenes religiosas el 4 de julio de 1515 con idéntico objetivo, pero que no pudo llevarse a efecto a causa del huracán de San Laureano. 
                        Así, pues, el período que corre entre enero- junio de 1515 es el plazo más razonable para situar el sangriento suceso acaecido en la tierra firme venezolana.

            Puntualicemos aún más.
            Enrique Otte, el mejor historiador de cuanto yo conozco sobre el tráfico comercial del Caribe, ha escrito: “Al parecer, (los dominicos) fueron muertos en enero de 1515.
            Creo que es una opinión acertada.
            Comencemos a confirmarla aportando un dato nuevo.

            El 5 de febrero de 1515 el viceprovincial, Fr. Pedro de Córdoba, acompañado por el subprior del monasterio dominico de la ciudad de Santo Domingo, Fr- Gutierre de Ampudia, Fr. Juan de Tavira y Fr. Tomás de Santiago, comparecen en casa del gobernador de la isla española, Almirante y Virrey, Diego Colón, en la misma urbe santodomingunse. Aparecen firmando como testigos el nombramiento que este hizo entonces de teniente de gobernador suyo a doña María de Toledo, su mujer, y a Jerónimo de Agüero, dado su próximo viaje a España.        
            Pero resulta extraño que solo para servir de testigos a tan común y corriente documento hubiesen sido convocados por el virrey aquellos cuatro predicadores, cuando muy bien eso podían hacerlo cualesquiera de los más leales y discretos servidores civiles de la casa de Don Diego Colón. Pienso que el grupo de dominicos encabezados por su viceprovincial, se encontraba en presencia del gobernador para otro asunto más importante. ¿Cuál podía ser este?  O enviar nuevas cartas a la rivera de Venezuela  aplacando al cacique Alonso y solicitado ampliación  del plazo de las cinco lunas a favor de los dos dominicos  sentenciados a morir; o prometiendo la devolución inminente  de los indios de su tribu  tan traidoramente apresados ; o pedir al virrey  ordenara que se hiciese  a la mar, lo más presto, una nave en la cual los propios dominicos  llevaran a Chiribichi los indígenas cautivados  por Gómez de Ribera meses atrás y que a costa de ímprobos esfuerzos irían recogiendo por algunas casas de Santo Domingo o por donde fuese  como Dios mejor les diera a entender.  Lo que más debieron urgirle a don Diego Colón fue que les proporcionara un bergantín para que el propio Pedro de Córdoba y cuatro o cinco frailes suyos se encaminaran, con la mayor celeridad, al litoral de Paria a fin de cerciorarse sobre la situación de Fernández de Córdoba y de Garcés. Por mucha prisa que se dieron -nos dice Reginaldo Montesino-  

            “... cuando el viceprovincial fue con otros frailes al dicho puerto de las perlas, halló que había murto a los dos frailes y no se sabe quién…”

            Al fin –observa Enrique Otte- la consulta (de Santo Domingo) virrey, Jueces de Apelación y Oficiales Reales-, en su sesión del 10 de febrero de 1515, se ocupó del asunto. Se ordenó que Gómez de Rivera y los caciques de la tierra firme “-ignoramos de quienes se trata- apareciesen ante los miembros de la consulta y que los que fueren “guatiaos” fuesen devueltos a sus tierras. Consta que los que quedaron o pudieron ser hallados de los prisioneros de Gómez de Ribera, se entregaron a los frailes...  Al parecer, uno de los marinos de la isla española que había llevado a los dos mártires a la Costa de las Perlas, recibió el encargo de transportar a las mismas tierras “ciertos frailes dominicos” junto con varios indígenas de los cautivados por Gómez de Ribera.  Esto tiene que haber sucedido en febrero de 1515, ya que la consulta informa al Rey en sus cartas de 24 de febrero y 6 de marzo… No contestó Rey hasta el 2 de agosto, aprobando todo lo dispuesto por sus representantes en indias, y reprobando, con palabras tan tibias como ineficaces, los atropellos de los jefes de las armadas en el Caribe.” 38.
            Pienso que hubo dos viajes: uno, en el que fue el P. Córdoba por primera vez al litoral venezolano con cuatro o cinco frailes suyos para saber sobre los dos misioneros, y otro, inmediatamente posterior, en el que “ciertos frailes dominicos” condujeron a los indígenas que pudieron hallar en Santo Domingo a la Costa de Paria.  
            En verdad, la contestación de Fernando el Católico -2 de agosto de 1515- no alude para nada a la muerte de los dos dominicos, porque aún la consulta de Santo Domingo en las cartas que le escribió en 24 de febrero y 6 de marzo no tenía noticia de ella y, en consecuencia, no había podido comunicársela al soberano. Únicamente sabía en las fechas indicadas que habían ido varios frailes predicadores a la “Costa de las Perlas” a quedarse un tiempo por allí haciendo averiguaciones y otro grupo de ellos a devolver poco después algunos de los indios hacía meses atrapados. Por esto el Rey se restringe a declarar:
            “De los frailes que dezis que quedaron en aquella costa he habido mucho placer.  Plega a Nuestros Señor que, como vosotros dezis, hagan allí mucho fruto, porque holgaría mucho que de una manera o de otra las gentes de aquellas partes viniesen en conocimiento de nuestra Santa Fe Católica, y vos siempre tened mucho cuidado en pensar y buscar todas las maneras que para esto se puedan tener, y escribirme vuestro parecer, pues sabéis que ninguna cosa deseo más que la conversión de aquellas gentes…”
            “Lo que mandaste al capitán que trujo los indios que no eran caribes que los volviesen a sus tierras fue bien mandado, y aun fuera razón de castigarle en alguna manera, pues aquellos que trujo era amigos de los indios que están de paz, y no eran caribes, porque ni él ni otros no lo hagan otra vez.” 39.
            Tres puntos dignos de notarse muestran estos párrafos de la carta del Rey: El placer que él ha tenido al saber de “los frayles” … que quedaron en aquella costa” venezolana, de los cuales esperan que hagan allí mucho fruto; que estuvo bien hecho que se devolvieran los indios de paz “cazados” a sus tierras; lo razonable que sería castigar al capitán que tan traidoramente no solo los atrapó, sino que encima de eso los hizo pasar por caribes para así poderlos vender sin escrúpulo alguno.
            ¿Qué frailes eran esos “que quedaron e aquella costa”?



            Tengo para mí que eran Fr. Tomás de Toro (40) y tres o cuatro dominicos más, cuyos nombres ignoramos, los cuales marcharon allá con el P. Pedro de Córdoba en fecha posterior al 10 de febrero de 1515, a fin de indagar la suerte que habían corrido el P. Fernández de Córdoba y el hermano Garcés.  A estos se agregarían luego los dos o tres que más tarde arribaron allí para devolver a los indios liberados de su cautiverio.
            Considero que fue entonces –postrimerías de febrero o primera mitad de marzo-, cuando al poner sus pies en Chiribiche, el padre Pedro y sus compañeros obtuvieron la certeza del trágico fin de sus dos hermanos de hábito. ¡Habían llegado demasiado tarde! Lo penoso fue que por más averiguación que hicieron, nuestros frailes se quedaron, en aquel momento, “sin saber quién” los había sacrificado (41).
            La muerte de ambos misioneros debió ocurrir, pues, a últimos de enero de 1515; se tuvo conocimiento de ella al expirar el siguiente mes de febrero o, lo más seguro, en la primera quincena de marzo de ese mismo año.
            A España tal vez llegó la noticia por el mes de mayo o junio, y pocos días después  de despachada la carta  de Fernando el Católico a las autoridades de la Española  (2 de agosto de 1515)  fue cuando el padre Reginaldo Montesino, a nombre del provincial  de la Provincia Dominicana  de Andalucía hizo acto de presencia  en la corte  solicitando la protección  al Rey  sobre los frailes predicadores que,  para esas fechas y según sus informaciones, ya debían estar evangelizando, en unión con los franciscanos, la región de Cumaná  (42).

4.- NOTAS COMPLEMENTARIAS.

Preparando nuevamente la misión.

            Los dominicos que “quedaron en aquella costa”, como dijo Fernando el Católico en su carta  del 2 de agosto  de 1515, aparte de inquirir por todas las vías quien o quienes  habían sacrificado  a sus dos hermanos misioneros,  se dedicaron a la ardua labor de sosegar a los nativos, convivir mansamente con ellos e indagar los sitios  más adecuados para que en aquellas mismas latitudes  volviera a reanudarse  el soñado ensayo  de evangelización pacífica con un buen contingente  de frailes predicadores  y franciscanos reformados, traídos todos de La Española.
            Ignoro el tipo de precauciones adoptadas durante estas exploraciones por Pedro de Córdoba y sus religiosos para prevenirse de cualquier ataque de los indígenas al igual que de tantos asaltos sorpresivos de españoles como por allí se efectuaban, que era lo que a los nativos irritaba sobremanera.
            No sería desacertado pensar que todas las cautelas de nuestros frailes se redujeron al par de naves en que habían ido ellos y los indios devueltos; esas naves surtas en el puerto de Chiribichi, tripuladas por gente confiable debieron ser costeadas por el Virrey Diego Colón y quizá por Jácome Castellón, el cual aparece como amigo primeramente del padre Córdoba (43) y después del P. Tomás de Berlanga O. P. (44)
            El P. Pedro debió regresar a Santo Domingo a punto de concluir el mes de abril de 1515.  ¿Regresó solo el P. Córdoba, dejando a los demás en la “Costa de Las Perlas” o regresaron todos?
            Es posible que dejase tres frailes, de indudable valentía, en aquel lugar, por varias razones.    
Para que aprendiesen bien la lengua de la región con algunos “guatiaos” y pudieran luego servir de maestros en la misma a los demás religiosos.
Para que la labor de sus dos antecesores inmolados no sufriera interrupción y, al mismo tiempo sirviera de puente a la que dentro de un bimestre sería llevada a cabo, conjuntamente, por dominicos y franciscanos.
Para que fueran reconociendo el terreno donde se habrían de asentar unos y otros –Santa Fe de Chiribichi los predicadores, en Cumaná los Menores- cuando llegaran a emprender su proyecto de evangelización pacífica. 
++++++++++++++++++
            No cabía esta vez miedo a cacerías de nativos, porque, muy atinadamente observa Enrique Otte:
            “Francisco Vallejo, miembro de la élite de Santo Domingo y futuro Alcalde Mayor de Cubagua (45),  recibió el encargo (De las autoridades de la Española ) de llevar a cabo,  con ayuda de un escribano real, una investigación completa  sobre los indígenas de Tierra Firme, con el fin de demarcar las tribus arawacas y caribes, además se le ordenó  restablecer la paz con los indígenas  de la provincia de Portugal, alterada por las fechorías de Gómez de Ribera, y hacer una pesquisa  sobre las circunstancias  de la muerte de los dos misioneros. Esta misión oficial se combinó con una armada de rescate, de la cual se nombró capitán al propio Francisco Vallejo. Capitalista principal era el almojarife mayor Juan Fernández de Las Varas (46); además invirtieron capital sus consocios en el arrendamiento del almojarifazgo, licenciado Juan Ortiz de Matienzo y el factor real Juan de Ampiés.    La armada, de una carabela, trajo sal de Araya y lizas saladas. No consta la cantidad de perlas rescatadas o pescadas” (47).
            Lo importante es que existía allí un clima de seguridad y más aún, había quedado cortada la captura de nativos por el momento.  Los tres dominicos que probablemente allí dejó el P. Córdoba podían trabajar confiados.
           
b) Arawacos repatriados.

            El otro punto el que Fernando el Católico se regocijaba en su carta del 2 de agosto de 1515 era el siguiente: los aborígenes apresados por Gómez de Ribera habían sido tornados a su tierra venezolana.
            ¿Cuántos fueron esos indios restituidos a sus nativos lares? No parece que lo fuesen todos, ni al mismo tiempo, ni siquiera se devolvieron los que en realidad debieron haber sido devueltos. La culpa de ello estuvo en quiñes los adquirieron clandestinamente.
            Unos pocos sí, un poco parece ser que fueron entregados por sus dueños a los dominicos con gran nobleza de corazón. Otros fueron cambiados, por ejemplo, se dieron viejos por jóvenes, como aconsejó la malicia de sus amos en el secreto de sus inescrupulosas conciencias. Otros tardaron en ser reintegrados “De acuerdo con la declaración de Juan García Caballero, (éste) tuvo que entregar a los licenciados Villalobos y Ortiz de Matienzo dos indios que le había quedado “sin partir” (48) Incluso el propio Francisco de Vallejo “devolvió a sus tierras “dos indias porque ya habían enviado otras” (49)
            Lo grave del caso es que, con el típico retraso de la correspondencia de la Corona, el 14 de enero de 1518, fecha demasiado tardía- el Rey Carlos I de España ordenaba a su Justicia Mayor de las Indias, Lcdo. Alonso de Zuazo:
            “La Reina, mi señora e yo, por una nuestra carta vos enviamos a mandar que hayáis información quién fue el capitán o maestre que, viniendo la cacica, mujer del cacique Alonso, a ver su nao, que surgió en el puerto de las perlas con hasta 16 naborías de su casa, y estando viendo la dicha nao seguramente, el dicho capitán diz que alzó las velas y las trajo a esta dicha isla española… etc. (En esta época solo se denominaba “Puerto de Las Perlas” a Cumaná o a Nueva Cádiz).
            Por eso ahí mismo se le manda a Zuazo:
            “Primeramente haber información en cuyo poder están la dicha cacica y las dichas naborías, e si halláredes ser así como en la dicha relación de la dicha nuestra carta se contiene o que por otra cualquiera manera no se pudieron cautivar, declaradlas por libres, y, así declaradas, ponedlas en poder de personas honradas… etc. (50) 
            Entre los testimonios que poseemos acerca de la devolución de los indios, en febrero o marzo de 1515- tal como aparecen en el juicio de residencia que se hizo a los jueces de Apelación (1517-1518)- no se menciona nunca la entrega de la cacica (51)
            Parece ser cierto que la mujer del cacique Alonso no fue devuelta a su tierra, en febrero o marzo de 1515, con los demás indígenas que los dominicos llevaron. Todavía continuaba en 1517, en la ciudad de Santo Domingo bajo el poder del Lcdo. Villalobos so color de que ella era “caribe”. Hasta ahora no hemos hallado dato seguro de que la cacica tornara a su nativa región.
            Por este motivo, ¡cuántas vaguedades -por no decir “medias verdades”- encierra el interrogatorio que para descargo del citado Marcelo de Villalobos propuso su procurador en el juicio de residencia que a aquel se le inició en 1517 sobre el punto que nos ocupa. Tengamos la paciencia de leer por ejemplo las siguientes preguntas:

XXXVIII.- Ítem, si saben, etc., que en cierta armada  que se hizo para los caribes en que dicho mi parte tobo parte,  fueron por capitanes un Juan de León, e Christóbal Sánchez Colchero, e por veedor un Gómez de Ribera, e porque los caribes mataron al dicho Juan de León e a Christóbal Sánchez Colchero, la gente de dicha armada  hicieron capitán al dicho Gómez de Ribera, el cual trajo ciertos indios de la Costa de Paria, que eran de paz , e al tiempo que a esta isla vino juró que eran caribes e habidos de buena guerra”.

XXXIX.- Ítem, si saben, etc., que luego como se supo y se dijo que los indios que el dicho Gómez de Ribera había traído no era caribes, se hizo relación dello por el dicho mi parte a los (demás) Jueces  e Oficiales de sus Altezas  estando todos juntos  en la Casa de la Contratación (de esta ciudad de Santo Domingo), para que se fiziesen volver para que se castigase al dicho Gómez de Ribera, e si saben que se entregaron los dichos indios de paz a los frailes  dominicos  para que los volviesen a la Costa de Paria, de donde eran naturales  e así se hizo.
XL.-  Ytem, si saben, etc., que los jueces de la Audiencia dieron un mandamiento para prender al dicho Gómez de Ribera para le castigar, e, antes que pudiese ser habido se metió a fraile e hizo profesión en el monasterio de Nuestra Señora de la Merced”. (52)
            Ninguna mención existe en los textos transcritos sobre la cacica y su devolución a su originaria “Costa de las Perlas”. Por eso viniendo a llenar en parte esta laguna documental, escribe Fr. Reginaldo Montesino:
            “Los frailes de la isla española procuraron con todas sus fuerzas que volviesen aquella mujer que habían traído y a sus criados a su marido, y nunca lo pudieron acabar ni los quisieron dar los que los tenían”.
            “La causa señores, desto fue porque los jueces de la isla española tenían parte en aquella mujer y en aquellos hombres, y estaban en su poder, y por esto no hubo quien nos cumpliese de justicia… “, etc. 
             Ignoramos si después de este alegato de Fr. Reginaldo, la mujer del cacique Alonso fue restituida a su tierra. Pero pudo haber sucedido que, mantenida la cacica como esclava por el Juez de Apelación, Lcdo. Marcelo de Villalobos, so pretexto de que era “caribe”, ella enfermase y muriese en Santo Domingo durante la peste de 1518, la cual diezmó casi totalmente la raza indígena de La Española. Al menos en la corte castellana no se sabía nada acerca de su paradero en Santo Domingo el 14 de enero de 1518 (53).
            El causante del desastre, Gómez de Ribera, no pudo ser castigado, como deseaba el rey católico, porque, según refieren testimonios coetáneos, ingresó fraile en el monasterio de la Merced de la ciudad de Santo Domingo y allí hizo su profesión. ¡Confiamos en que Dios se la aceptará, siquiera fuese como expiación de sus salteos y de la sangre que a causa de ellos hizo verter a dos inocentes misioneros dominicos!
            A la luz de lo que llevamos expuesto podemos apreciar una cosa: lo difícil que resultaba para aquellos frailes  dominicos de la primera comunidad  de su Orden que hubo en el Nuevo Mundo trabajar por la promoción del indio  mediante una evangelización adecuada  y sin la sombra de las armas, pero más que nada haciendo resonar  un clamor de justicia  que repercutiera en lo más profundo de las conciencias  tanto de reyes, como de sus ministros, consejeros, oficiales de la Corona o de cualquiera de sus vasallos privilegiados que tan pingues beneficios  obtenían para sí de la encomienda indiana. Una fuerte muralla de asaltos, engaños, explotaciones, maltratos y numerosos embrollos legales, construida por las manos de poderosos encomenderos hispanos contra los débiles y desarrapados tainos o Arawacos, era lo que nuestros religiosos encontraban por doquiera, como enseguida lo hallaron tambien los celosos hijos de San Francisco.

c) Sigue la caza de indígenas.

            Luchas del P. Córdoba.

            Por fin, la expedición conjunta de dominicos y franciscanos, dirigida respectivamente, por el P. Pedro de Córdoba O. P.  y el P. Juan de Garceto O. F. M., partió de Santo Domingo hacia la Costa de las Perlas a últimos de septiembre o a comienzo de octubre de 1515.    Iban todos con la mejor de las ilusiones. Había llegado el momento ansiado de poner en práctica su plan serio y ejemplar de cristianización de los nativos que habitaban el litoral norteño de la actual Venezuela. Para ello, los Predicadores ocuparon el valle de Santa Fe de Chiribichi, los Menores, la región de Cumaná.
            Pero bien pronto, unos y otros volvieron a encontrar las mismas dificultades que habían tenido en su hora los dos dominicos mártires: la caza de indígenas. Parece que de nada valían las severas advertencias que acerca de esto habían hecho las autoridades de La Española, quizá con voz demasiado farisaica, ni las fuertes medidas que iría tomando a partir de junio de 1516 el regente de España, cardenal Jiménez de Cisneros.
            Tales dificultades harían su aparición ahora, en la “Costa de las Perlas” como en otros puntos del mar Caribe, de dos maneras: o revestidas con el imperativo de hacer justicia, o descubiertas en el afán mercurial de seguir atrapando aborígenes para venderlos en los mercados de Santo Domingo o de Puerto Rico contra toda ley.
            El primer espécimen de dificultades queda condensado en este párrafo del P. Reginaldo Montesino:
            “Han tomado los Jueces de la Isla Española y los que la gobiernan por achaque de enviar allá a hacer pesquisas contra los indios (por haber dado muerte a los dos dominicos) y traer muchos dellos presos para hacerlos esclavos, por lo cual los frailes que allá están ha mucho peligro, y a decir esto a Vuestras Altezas me mandó venir nuestro Padre Provincial de Andalucía.
            Acera del segundo modo de dificultades, que era el más corriente y común, advierte el P. Reginaldo:
            “Agora, señores, de nuevo me han venido cartas, las cuales tengo aquí, en que dicen los frailes de la isla española que los españoles tren cautivos a muchos indios del valle de Chiribichi, adonde están predicando y enseñando nuestros frailes, y tráelos por esclavos a la isla española, no pudiéndolo hacer, por lo cual toda aquella tierra está destruida y para del todo perderse, y creemos que han de matar (a) los frailes que será lo peor… “etc.,
            Los datos históricos, provenientes de otras fuentes, confirman lo que nos acaba de ofrecer, genéricamente, Fr. Reginaldo.
            Consta –según Enrique Otte- que, en el verano de 1516, una armada salió de Santo Domingo, capitaneada por Juan Bono, rumbo a la isla de Trinidad. Allí cogieron con dolo unos 100 indios, los cuales fueron enviados a La Española para ser puestos en venta. Protestaron enérgicamente los dominicos de la ciudad del Ozama por semejante tropelía, pero sus protestas cayeron en el vacío.
            Hacia el otoño de ese mismo año, 1516, otra armada marcha contra las islas de los gigantes (Curazao, Aruba y Bonaire), la cual partió esta vez de San Juan de Puerto Rico. Atropellos que avergüenzan fueron cometidos entonces a granel para realizar una abundante captura de los nativos que habitaban aquellos islotes.
           
La propia Real Audiencia de Santo Domingo experimentó tal remordimiento que se vio obligada en esta ocasión, al tornaviaje de dicha armada, a meter en la cárcel de la urbe santodomingunse al capitán de aquella expedición –Juan Gil- el cual murió entre las rejas de su prisión.
            Continúa diciendo Otte –si aquí no confunde una nueva armada hecha por Juan Bono de Quejo con otra que éste dirigió en 1517 a Trinidad (54) -, que, a fines de 1516, el mencionado maestre regresaba de Trinidad trayendo un considerable lote de aborígenes apresados con nuevas trampas y argucias.  Dominicos y franciscanos acudieron a oponerse al hecho ante los recién llegados comisarios Jerónimos, enviados por Cisneros 
para reformar las cosas de las indias. ¡Poco o nada se alcanzó! Todo se iba en informaciones, probanzas y papeleo interminable (55). Durante el mismo verano de 1516 –he aquí otro dato desconocido- la propia Costa de las Perlas” ante los ojos de Pedro de Córdoba, se vio hostigada con escándalos y desordenes “tocantes al rescate de los esclavos y perlas que en dicha provincia resgataban los christianos”. Por eso el P. Córdoba sintió la necesidad, como imperativo de su ardiente amor  al indio  y como protección para su proyecto evangelizador, enviar una carta  a los Jueces de Apelación de La Española  suplicándoles  que hicieron cumplir a los rescatadores  o comerciantes  de esclavos  “caribes” las prohibiciones dadas al efecto  o las estrechísimas reglas  a que el tal tráfico debían sujetarse  todos; pedían tambien que no se vendiera  a los indígenas vino ni amas; y por último suplicaban  que cuando allá aportaran  navíos o carabelas  no saliera de ellos nadie para hacer los rescates,  salvo los capitanes o veedores.
            He aquí el texto completo del “Acuerdo”.
           
            En XVIII de julio de DXVI años. Este dicho día los señores  licenciados             Marcelo Villalobos e Juan Ortiz de Matienzo, jueces, etc.,  y el señor tesorero Miguel de Pasamonte , visto una carta que les fue dada por el superior del monasterio  de Santo Domingo (desta) ciudad, la cual parecía ser de  fray Pedro de Córdoba,  viceprovincial de la dicha orden que está en la provincia de Cumaná, por la cual parece que le hacía saber ciertas cosas tocantes al rescate de los esclavos  y perlas que en la dicha provincia resgataban los christianos, y la forma,  y manera que en ello tenían, y los inconvenientes que se seguían o se podían seguir  por la forma que tenían en el hacer del dicho rescate, dijeron:  “Que en cuanto a lo  que toca al resgate  de los dichos esclavos que ya tenían proveído sobre ello y habían enviado provisión al dicho viceprovincial, y a los frailes de San Francisco y a Francisco de Vallejo, e que cerca de lo susodicho esta proveído que aquello se cumpla y guarde.
            “Y cuanto a lo que toca a la manera de resgatar  las perlas y esclavos, dijeron:  que por evitar inconvenientes que mandaban y mandaron  que se les pregone que ningunos armadores, capitanes y maestros ni otra ninguna persona que quiere de enviar o ir al dicho resgate no lleven ni consientan llevar ni resgatar vino ni ningún género de armas ofensivas ni defensivas, e que ninguna persona  de ningún estado e condición que sea, llegados a la dicha costa, no salgan de los navíos  o carabela que llevaren, salvo los capitanes  e veedores que quieren de hacer el dicho resgate.
            “Lo cual todos dijeron que se guarde e cumpla so pena de muerte e de perdimiento de bienes a cada uno que lo contrario hiciere en los aplicaban a la cámara e fisco de sus Altezas, y apercíbanlos que mandarán ejecutar las dichas penas en la persona que en ellas incurriere, y mandaron que se  envíe un traslado de lo susodicho a los oficiales de la isla de San Juan, para que allá se pregone y en nombre de lo susodicho, lo cual fue pregonado  públicamente  en esta dicha ciudad  en veinte del dicho mes” (56).
            El largo de texto que íntegramente hemos aducido, nos hace entrever que esta fue la segunda vez que el P. Pedro de Córdoba estuvo en la Costa de las Perlas”. Permaneció en ella casi un año, ya que salió de La Española con sus frailes y los franciscanos a últimos de septiembre o comienzos de octubre de 1515, y en el 18 de octubre de 1516, según el texto que hace poco hemos citado, aún permanecía allá, pues en ese 18 de julio de 1516 se vio en Santo Domingo “una carta... de fray Pedro de Córdoba, viceprovincial… que está en la provincia de Cumaná”.
            Por consiguiente, en virtud del documento alegado, no es aceptable la opinión de mi buen amigo Fr. Miguel Ángel Medina O. P. al proponer una segunda estancia del P. Córdoba en España en 1516, “quizá durante el mes de febrero” (57); ampliamente reafirma esto mismo cuando habla de “la estancia, desde febrero de 1516 hasta marzo o abril de 1517, de Fr. Pedro en España” (58).
              En mi concepto el P. Córdoba se encuentra misionando en “La Costa de Las Perlas” desde últimas de septiembre o comienzo de octubre de 1515 hasta agosto de 1516. Regresa luego a Santo Domingo, donde se halla cuando llegan en diciembre de 1516 los comisarios Jerónimos para la reforma de las indias (59). -+Háchese eco, incluso, en un escrito suyo de la reciente llegada del Juez de Residencia, Alonso de Zuazo, a La Española -6 de abril de 1517- (61). Tras haber datado en Santo Domingo el 28 de mayo de ese mismo año, 1517, una célebre epístola de él al nuevo Rey de España, Carlos I. Embarcose dos días después hacia España para asistir al Capítulo Provincial intermedio de su provincia dominica de Andalucía y reclutar allí algunos religiosos que desearan predicar la fe en las indias. Estoy por asegurar que en su pobre equipaje portaba una epístola suya al nuevo monarca –residente todavía en Flandes-, para que el clérigo Bartolomé de Las Casas personalmente se la presentara enseguida al soberano, si este se hallaba ya en Castilla, o en caso contrario fuese con ella hasta los Países Bajos.
            Terminadas las sesiones del Capítulo Provincial, Fr. Pedro de Córdoba retornó a toda prisa a la española en agosto inmediato siguiente (1517), ya que el 26 de septiembre de 1517 corresponde la carta que escribió el P. Antonio Montesino –residente este a la sazón en España-, en la cual comienza diciéndole:
            “Muchas veces le he escrito y bien largo y deseo ya ver Respuesta de las cartas, y aun a bien pocos días que escribí la postrera vez… (62)        
            Se ve que el P. Córdoba no era perezoso para manejar la pluma, a fin de mantener bien informado a su compañero, Fr. Antonio de Montesino, sobre la labor de los dominicos en el Nuevo Mundo entonces conocido.
            El año 1518 pásalo Fr. Pedro en la ciudad de Santo Domingo, y es el 1519, como muy acertadamente señala Miguel Ángel Medina (63) cuando él volvió a España, pero para asistir al Capítulo Provincial electivo que, precisamente, se tuvo en Córdoba, y en el cual salió electo como prior provincial el P. Domingo Melgarejo. Por agosto de ese mismo año, 1519, debió ser cuando Fr. Pedro regresó a la urbe del Ozama.  No en balde, el 4 de octubre inmediato posterior prestaba él declaración sobre la actividad evangelizadora que ejercían los frailes Predicadores en Santa Fe de Chiribichi (64).
            Todo lo restante acerca de la biografía de Fr. Pedro de Córdoba, como el terrible desastre que de nuevo desbarató su obra más querida en la “Costa de Las Perlas” en que simultáneamente hubo que lamentar, además de la muerte de otros dos frailes dominicos, el arrasamiento de su puesto misional -Santa Fe de Chiribichi- por los Arawacos, soliviantados otra vez con tanto pillaje descarado de los armadores españoles (3 de septiembre de 1520), es sobradamente conocido y está bien datado. Al igual que es segura, desde el punto de vista cronológico, la fecha de la muerte del mismo P. Córdoba, acaecida en esta ciudad de Santo Domingo, el sábado 4 de mayo de 1521, víspera entonces de la festividad de Santa Catalina de Siena (65).
            De todos los dominicos fundadores de su primer convento en el Nuevo Mundo, él, Fr. Pedro de Córdoba, es el único religioso que quedó sepultado, en un lugar no identificado aún, dentro del área de esta “Casa de Apóstoles” en la urbe Santodominguense.
            Solo falta para finalizar estas tediosas notas, llamar la atención sobre el espíritu auténticamente cristiano que inspira el informe del P. Reginaldo Montesino a los señores del Consejo Real, cuando les dice:
             “… Protesto que no les hacemos esta información para acusar a nadie, sino porque conviene que los reyes sepan semejantes cosas para que las remedien y no sean los christianos causa que (a) los frailes que van a predicar los maten aquellas gentes (indianas) con tantos escándalos como allá hacen los christianos. “
            De haber hecho caso a esta recomendación, quizá se hubiesen extirpado ciertos males, que hoy todos deploramos y se hubieran lavado algunas manchas que afean la obra, por otro lado, tan bella, profunda y singular, de España en América. El Evangelio, entonces, habría brillado en toda su nitidez. 
             


INFORME DE FRAY REGINALDO MONTESINO O. P. A LOS COMMPONENTES DEL CONSEJO REAL DE CASTILLAS.

            (Fol. 1) “Muy altos e muy poderosos señores:
           
            El provincial de Andalucía de la Orden de Predicadores, el cual tiene muchos frailes predicadores en las Indias, envió a esta Corte de Vuestra Alteza un prior de su provincia para les hacer saber ciertas cosas que a su servicio de Iesu Cristo y de su Alteza convenía para que las remediase y entre otras muchas era principal esta:
            Que el Rey Católico dio licencia y lo mandó y ovo  por bien y pagó la costa para ello, para que fuesen algunos  de sus frailes  a predicar desde esta isla  la Española a tierra firme, y el mando a dos frailes  que fuesen a ver aquella tierra   en una nao que se partió para allá, los cuales aportaron al puerto de Las Perlas, y desde allí entraron en tierra por ocho leguas a un valle que llaman Chiribichi, en el que hallaron a un señor que se llamaba Alonso, el cual los días pasados había venido a la isla Española  con una nao que allí había pasado  y tornáronlo cristiano  y estuvo en nuestro convento en la isla Española
            Este señor Alonso, cuando vido los frailes en su tierra, se holgó mucho con ellos y les hizo una casa y los trataba bien, por lo cual ellos enviaron a decir al viceprovincial que fuese con más frailes, porque tenía buena tierra para lo que deseaban.
            Los frailes  estando así, llegó una nao al puerto de las Perlas, en la que iba  un capitán,  el cual se llamaba (Gómez de) Ribera, y fue a ver a los dichos dos dichos frailes donde estaban, con el dicho señor Alonso, del cual el dicho Ribera, capitán, recibió mucha honra, y, vuelto a su nao, la mujer del dicho cacique  Alonso quiso ir a ver la nao  que estaba en puerto, y llevó consigo diez y siete  criados  y criadas de su casa, y cuando el dicho capitán Ribera  los vido en su nao, alzo velas  y trájola  cautiva  a ella y a sus criados  a la isla española.
            Los frailes de la isla española procuraron con todas sus fuerzas que volviese aquella mujer que habían traído y a sus criados a su marido, y nunca lo pudieron acabar ni los quisieron dar los que los tenían
            La causa, señores, fue porque los jueces de la isla española tenían parte en aquella mujer y en aquellos hombres, y estaban en su poder, y por esto no hubo quien nos cumpliese de justicia; finalmente cuando el viceprovincial fue con otros frailes al dicho puerto de las perlas, halló que habían muerto a los dos frailes y no se sabe quién.
            Han tomado los jueces de la isla española y los que la gobiernan por achaque de enviar allá a hacer pesquisas contra los indios y traer muchos de dellos presos para hacerlos esclavos, por lo que los frailes que allá están ha mucho peligro, y a decir esto a Vuestras Altezas me mandó venir nuestro padre, el Provincial de Andalucía, y cinco meses a que estoy aquí y no he hecho nada.   
            Suplico a Vuestras Altezas que lo remedien, y protesto que no le hacemos esta información para acusar a nadie, sino porque conviene que los reyes sepan semejantes cosas para que las remedien y no sean los christianos causa que los frailes que van a predicar los maten aquellas gentes con tantos escándalos como hace los christianos.
            /fol. 1 v./  Agora, señores, de nuevo me han venido  cartas, las cuales tengo aquí, en que dicen los frailes  de la isla española  que los españoles traen cautivos  muchos indios del valle de Chiribichi, adonde está predicando  y enseñando nuestros frailes, y tráenlos por esclavos  a la isla española  no pudiéndolo hacer, por lo cual toda aquella tierra  está destruida  y para todo perderse, y creemos que han de matar  (a) los frailes, que será lo peor, por lo tanto, por tanto suplicamos a Vuestras Altezas que pongan remedio  a tantos males y muy presto, porque todo se pierde  y a Dios se ofende por muy muchas maneras.
            También suplico a Vuestras Altezas que la limosna que el Católico Rey mandaba a nuestros frailes de la isla española para la fábrica de la iglesia que se la mande dar, porque tienen la iglesia de paja.

Fr. Reginaldus Montesino, prior.

NOTAS:

(1)  Probablemente, otro idéntico o parecido debió ser presentado en el Real Consejo por agosto de 1515.

(2)  Reginaldo Montesino fue prior del convento de Santo Domingo de Zafra al efectuarse la creación de la nueva provincia dominica de Andalucía (21 de enero de 1515).  En 1523 fue prior del convento de los dominicos en La Española.

(3)  21 y 28 de diciembre respectivamente.

(4)  Francisco Fernández de Córdoba, hijo de Martín Alfonso de Córdoba, conde de Montemayor, señor de Alcaudete y de su esposa María García Carrillo. Tomó el hábito de la orden de Predicadores en el convento de San Pablo de Córdoba. Fray Pedro lo distinguió con especial afecto.

(5) El hermano lego Fr. Juan Garcés, está identificado en el Archivo General de Indias ajena a la orden de predicadores, se le cita como deudor de la Corona. Ingresó a la Orden Dominica como perseguido de la justicia como lo dice Bartolomé de Las Casas en “Historia de las Indias”.

(6)    Cerca de la actual Barcelona –Edo. Anzoátegui Venezuela-

(7)   Bartolomé de Las Casas, Capellán de S. M. Carlos I. Poblador de Cumaná 1517-1523. Vol. II. Sevilla. 1960. p. 673.

(8)  Reproduce al pie de la letra un párrafo de nuestro documento, pero sin indicar la fuente (Ob. Cit., p. 675-676).

(9)  Demetrio Ramos, “El Padre Córdoba y Las Casas en el plan de la conquista pacífica de tierra firme. Boletín Americanista, 3. Año 1950, pp. 175-210.-  Enrique Otte, Las Perlas del Caribe: Nueva Cádiz de Cubagua. Fundación John Boulton. Caracas 1977. Rubén Boria, Fray Pedro de Córdoba (1482-1521) Tucumán, 1982.-  Miguel Ángel Medina O. P., Una comunidad al servicio del indio. La obra de Fr. Pedro de Córdoba   O. P.  Universidad Pontificia de Santo Tomás de Manila. Instituto de Teología de Madrid. Madrid 1983. Esta última cita también (p. 106) el texto fragmentario aducido por Manuel Jiménez Fernández.

10) Archivo General de Indias. Indiferente General 419. libr. 1. fol., 157 y ss.

11) En junio de 1519, Francisco del Castillo, declaró haber sido el piloto de la nave que llevo a los dos dominicos, y Juan Fernández, piloto de una carabela dijo que había ayudado en ello (cfr. E. Otte, Las Perlas del Caribe, Ob. Cit. p. 125. nota 610)

(11-bis) Así dice el documento que presentamos aquí.   

(12) Los otros dos eran los Lcdo. Juan Ortiz de Matienzo y Lucas Vásquez de Ayllón, instituidos como primer tribunal de alzadas en el Nuevo Mundo mediante Real Provisión expedida en Burgos, el 5 de octubre de 1511.

(13) Natural de Zafra (Extremadura, España) había llegado a La Española en 1500, como secretario del Comendador de Auñón y de Castellanos, de la Orden de Calatrava, fray Francisco de Bobadilla, el que apresó a los Colón y los envió a España encadenados.

(13 -bis) Diego Caballero, el mercader más importante de la ciudad del Ozama, posteriormente contador y mariscal de la isla española.   

(14)  Bartolomé de Palacios, además de carpintero, este vecino de Santo Domingo era dueño de un barco, que posiblemente alquilaba a salteadores de indios o a traficantes en perlas.

Natural de Sevilla, casado con Sancha de la Palma. Es nombrado por el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo como uno de los primeros que construyeron en Santo Domingo casas de material firme (Ob. Cit. Vol., 1. p. 78); fue almojarife de Santo Domingo.

(16)  De acuerdo con una norma dictada en 1503 por los reyes católicos  era permitida la esclavitud de los indios caribes; por otra de 1504 se hacía legítima la servidumbre  de cuantos indígenas  fuesen adquiridos  como botín  en buena guerra; finalmente, mediante nuevo decreto  de 1506 quedó autorizada la emancipación de los indios  obtenidos de otra tribu  por medio de la trata, de modo  similar a como se obtenían  los negros en el África  (vid. Antonio Rumeo de Armas, La libertad de los aborígenes americanos. Estudio sobre política indigenista española en América. Tomo I. Simposio Conmemorativo del V centenario del Padre Las Casas. Terceras jornadas Americanistas de la Universidad de Valladolid. Valladolid, 1975, p. 59). 

(17)  Portugal. También así era llamada la provincia de Maracapana (Nota nuestra)

(18)  E. Otte, Las Perlas del Caribe, ob. Cit., tomo II. Pp. 120-121.

(19)  Historia de las Indias, ob. Cit. Tomo II. P. 550.

(20)  ibid.- crf., E. Otte. Ob. Cit. P.121.

(21)  Lo que acabamos de decir manifiesta que el P. Córdoba no improvisaba las cosas ni tampoco mandaba a sus frailes “a la buena de Dios”. Sospecho que Montesino conocía muy bien al cacique Alonso, desde que estuvo en Santo Domingo, lamentablemente tuvo que quedarse en Puerto Rico. Regreso a La Española en 1513 con 8 frailes. 

(22) E. Otte, dice que, de acuerdo con la declaración de Juan García Caballero en 1517, “los indígenas fueron engañados. Hubo protestas de la tripulación, pero se impuso la opinión de Gómez de Ribera.
 
(23)  A. G. I.  Justicia. 42. fol. 133.

(24)  Ibíd. Santo Domingo 9.  ramo II., n. 16., fol., 28

(25)  Debieron recibirle entre octubre o noviembre de 1514.

(26)  Las Casas. Historia de Las Indias. Ob. Cit., tomo II., p. 151.

(27)  Véase nota 16.

(28)  A. G. I.  Patronato 231, n. 2., ramo III, fol. 2.- Se halla a continuación de un conocido “Parecer” de Fr. Cristóbal del Río O. F. M. sobre la libertad que merecían los nativos antillanos. 
(29)  A. G. I. Sto. Domingo 2. 681 (Papeles por catalogar). Aparecen allí varias minutas de cartas de Miguel de Pasamonte al Rey Fernando el católico.

(30)  Las Reales Cédulas emitidas en Madrid, 3 de septiembre de 1516, constituyen los primeros documentos oficiales en que ya se habla de la muerte de los dos dominicos (A., G. I. Contratación 5.089; Manuel Serrano y Sanz, Orígenes de la dominación española en América. El gobierno de las Indias por frailes jerónimos. Nueva Biblioteca de Autores Españoles. Tomo XXV. Madrid, 1918, p. 372).  

(31)  Manuel Serrano y Sanz, Ob. Cit., p. 373 -Enrique Otte. Cédulas Reales relativas a Venezuela.  (1500-1550) Caracas 1963. p. 76 y ss.  Y por supuesto Las Casas. Historia de las indias. Ob. Cit. T. II. p. 548 y ss.


(32) Las Casas. Ibid. Tomo III. P. 105.

(33)  Las Casas pasó de Cuba a Sto. Domingo. Estuvo con el P. Córdoba desde el 21 de marzo a últimos de junio de 1515. 

(34)  Las Casas. Ibid. Tomo III., p. 106.

Las Casas. Ibid., p. 107.  Comentarios de E. Otte., “Las Perlas del Caribe”.
 
(36)  Las Perlas del Caribe., ob. Cit., p. 125.

(37)  A. G. I. Justicia 987. fol., 13 v.

(38)  E. Otte., Ibid. p. 126.

(39)  A. G. I. Indiferente General. 419, libr., V., fol., 194., citado por E. Otte. Ibid., p. 127, nota 625. 

(40)  Tomás de Toro. Aparece yendo a pacificar en tiempos de Alonzo de Zuazo (1517-1519). Con Castellón y P. de Córdoba (A. G. I. Justicia 43, fol., 133 v.)

(41)  Versión de R. Montesino. Otra versión interesada lo achaca a los Caribes.

(42)  La expedición misionera dirigida por P. de Córdoba en unión de los franciscos de Juan Garceto, fue planificada para partir de Sto. Domingo el 4 de julio de 1515, pero fue abortada por efecto del huracán de San Laureano.

(43)  A. G. I. Justicia 43, fol. 133 v. y fol. 208.

(44)  A. G. I.  Justicia 10, n. 1, fol. 10 v.

Isla pequeña frente a la península de Araya en la costa norte de Venezuela. Fue la mejor fuente de ostras perlíferas en el siglo XVI.

(46)  Afecto a los dominicos. Consta que tenía sepultura el su templo.

(47)  E. Otte, Ibíd., p. 128.

(48)  Ibíd. p. 127, nota 623.

(49)  Ibíd. p. 128, nota 628.

(50)  A. G. I.  Indiferente General. 420, libr. VII., fol., 30 v.

(51)  Refiriéndose a febrero de 1515. dice el Alcalde de Santo Domingo, Br. Juan Roldán: “…estaba mandado que se volviesen los indios  (cautivados por Gómez de Ribera)”.- El contador Alonso Dávila señala que fueron restituidos  a su tierra ”…a causa de que  los dominicos insistían en que estos indios  se volviesen”.- Hernando de Tovar  dice de sí:  “…estando este testigo un día  en la Audiencia Real oyó platicar cerca  de los indios que el dicho Gómez de Ribera trajo, y que estaban allí unos frailes dominicos, y que oyó decir  que se los habían dado a los dichos frailes para que los tornasen  a la Costa de las Perlas” .- Declara Pedro Moreno que “vio entregar algunos de los dichos indios  que el dicho Gómez de Ribera trajo a los frailes de Santo Domingo  para que los volviesen a su tierra.- Cristóbal Morquecho afirma: “vio algunos de los dichos indios  que el dicho Gómez de Ribera trajo en el Monasterio de Santo Domingo”.- Y con más concisión manifiesta el Bach. Diego de la Villa: “e los volvieron los frailes dominicos a la dicha costa de Tierra Firme”. Como podemos ver, no hay aquí ni una sola mención de la cacica, esposa del cacique Alonso.

(52)  A. G. I. Justicia 43., fol. 119 v.  120.

(53)  Ibid. Indiferente General 420. libr. VII., fol. 30 v.

(54)  No puede ser confundida con 1517, porque en esta de diciembre de 1516 Juan Bono apresó 180 o 185 indígenas (Las Casas, Ibid., Libr. III. cap. XCI., p. 141), y a la que se refiere Fray Pedro de Córdoba en una epístola suya al P. Antonio Montesino, aunque tiene caracteres idénticos, aquella ocurre en 1517 y solo cogió 120 o 130 nativos (V. Rubio O. P.  Una carta inédita de fray Pedro de Córdoba O. P.  Revista “Communio”. Estudio General de los dominicos de Andalucía. Vol. XIII. Sevilla, 1980, p. 12)   
  
(55) E. Otte. Ibid., p. 129-135. Narración de los hechos.

(56)  A. G. I. Justicia 43., fol. 111 v., 112.

(57)  Miguel Ángel Medina. Ibid., p. 96.

(58)  Ibid., p. 113.

(59)  Manuel Serrano y Sanz. Orígenes de la dominación española en América. Ob. Cit., p. DL.

(60)  A. G. I.  Patronato 171, ramo V., n. 2.

(61)  Ibid., fol. 2.

(62)  Vicente Rubio O. P. Una carta inédita de Fr. Pedro de Córdoba. Revista “Communio” del estudio general de los dominicos de Andalucía Vol., XIII. Sevilla. 1980.

(63)  Ob. Cit., p. 97.

(64)  A. G. I. Justicia 45., dos piezas., fol. 2. El P. Córdoba dice: este testigo ha estado dos veces en ella e sabe la lengua dellos.

(65)  Vicente Rubio O. P.  La controvertida muere del P. Pedro de Córdoba. Clío, Órgano de la Academia Dominicana de la Historia. Año. XLV. No. 133. Enero-diciembre 1997., p. 4. 


Observaciones. 

Este documento, a mi modo de ver, forma parte de una actuación solicitada por Antonio de Montesinos por orden de Pedro de Córdoba, después de 1517, pues responde a las denuncias y peticiones contenidas en la célebre carta de esa fecha, publicada por el mismo autor, comentada por nosotros, y repite la petición final de Pedro de Córdoba, cual es    “También suplico a Vuestras Altezas que la limosna  que el Católico Rey  mandaba  a nuestros frailes  de la isla española para la fábrica de la iglesia que se la mande dar, porque tienen la iglesia de paja”.


En relación con la extraordinaria investigación de este Fr. Vicente Rubio, sobre el sacrificio de los primeros frailes dominicos en la tierra firme que, en cierta forma, precisa y confirma, menos en el lugar, porque confunde el río Chiribichi, que es el de Cumaná, con el Chiribiche o Chiripichí de Santa Fe;  la información que nos da Bartolomé de Las Casas, en las fechas y sobre el apresamiento del cacique Alonso, su mujer y 17 naborías;  pero hay algunos detalles con los cuales no estamos de acuerdo, porque no están totalmente justificados. Por mi parte queda claro y afirmo que los primeros mártires llegaron al puerto de Cumaná, entre septiembre y diciembre de 1514 y de allí se desplazaban por el reino de Alonso hasta 8 leguas;  porque era el puerto de destino de la expedición, y el  más conocido hasta esa fecha, y Cumaná, fue su base de operaciones, desde donde perseguirían su objetivo, cuál era la ubicación del sitio donde se establecería la primera misión dominica, porque el puerto de Cumana estaba dentro del área de mayor impacto colonialista. Es para mí lo más aceptable, que la amistad con Alonso o Cacique Cumaná, señor del reino de Cumaná, que no era un cacique menor, sino el más importante de la zona, lo que se demuestra con muchos pormenores en este mismo libro de Vicente Rubio; les permitiera el acceso a toda aquella provincia hasta llegar a un punto remoto, “donde españoles no hubiera”, el valle de Chiripichí, territorio del cacique Maraguey, donde después de dejar a los franciscanos en Cumaná, el 27 de  noviembre de 1515, se asentarían definitivamente los dominicos con Pedro de Córdoba a la cabeza. 
Bartolomé de Las Casas dice que “se lo contaron en Cumaná los nativos”, y es muy minuciosa su crónica sobre la muerte de Garcés y Francisco Fernández de Córdoba.







BIBLIOGRAFIA.

Bartolomé de Las Casas. Juan Pérez de Tudela. Obras escogidas. Biblioteca de autores españoles. Ediciones Atlas. Madrid.  1958.

Pedro de Córdoba. Doctrina Cristiana. Prefacio de Emilio Rodríguez Demorizi. Originalmente publicada en México en 1541. Universidad de Santo Domingo. Edición Facsimilar 1945. Tengo un ejemplar fotocopiado de la Biblioteca Francisco Curt Lange de Santo Domingo.

Cartas censorias de la conquista. José María Chacón y Calvo. Copia fotostática de la Revista Cubana.  Vol. X. Octubre, noviembre y diciembre de 1937. Enviada por la escritora Alga Marina Elizogaray.

Pedro de Aguado. Liminar de Guillermo Morón. Recopilación Historial de Venezuela. 2 tomos. Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia. Caracas. 1966.

Alcedo Antonio. Diccionario Geográfico Histórico de las indias occidentales o América. Biblioteca de Autores Españoles. Publicación de la Real Academia Española de la Lengua. Madrid 1957.

Memorias de la Junta de la Historia. Cumaná. 1910.
J. A. de Armas Chitty. Influencia de algunas capitulaciones en la geografía de Venezuela. Caracas. 1967.

Colección de los semanarios “La Diana” y “El Cumanés. 1856-1860. Editados por Silverio González.

Colección del Semanario La Constitución. Editado por Federico Madriz Otero. 1907-1909.

Colección del Semanario El Heraldo Oriental. Editado por Marco Tulio Badaracco. Cumaná. 1909.

Colección del Semanario El Disco 1922-1824. Editado por Marco Tulio Badaracco Bermúdez.

Colección del Bisemanario “Sucre” 1924-1937. Editado por Marco Tulio Badaracco Bermúdez. Cumaná.

Ramón Badaracco. Fundación de Cumaná. Edición Cultura Universitaria UDO-Sucre. 1995

Ramón Badaracco. Coro y Cumaná. Concejo Municipal de Cumaná. 1992.

Ramón Badaracco. Tierra de Frijoles-Crónicas de Cumaná. Publicado por entregas en el Periódico de Sucre. 1996-1998. Entregado para su publicación a la editorial del Ateneo de Cumaná. 2004.

Pedro Elías Marcano. Consectario de la ciudad de Cumaná. 1945.

Pedro Elías Marcano. Estudios. Cronología del Estado Sucre. Copia fotostática del Boletín de la Academia Nacional de la Historia.

José Antonio Ramos Martínez. Memorias para la Historia de Cumaná y la Nueva Andalucía. 2 tomos. Universidad de Oriente 1990.
   
Rafael María Baralt y Díaz. Historia de Venezuela.  1945.

Agustín Codazzi. Geografía de Venezuela. 1968.

Abilio López Pérez con prólogo de Ramón Badaracco. Fray Bartolomé de Las Casas. La luz golpea y aturde. Caracas 1997.

Alberto Sanabria. Cumaneses Ilustres. Caracas 1965.

Alberto Sanabria. El Castillo de San Antonio. Editorial Renacimiento. Cumaná 1953.

Alberto Sanabria. Visiones de la ciudad primogénita. 1962.

Alberto Sanabria. El Hospital Alcalá. 1966.

Baltazar de Lodares.  Los franciscanos en Venezuela. Caracas 1922.

Antonio Reyes. Caciques aborígenes venezolanos. Caracas 1953.

Mario Sanoja e Iraida Vargas. Antiguas formaciones y modos de producción venezolanos. Caracas 1974.

Marc de Civrieux. Etnología Antigua de Venezuela. Fundación La Salle. Caracas 1965; y, Los Aborígenes de Venezuela. Tomo I. Fundación La Salle.

Marc de Civrieux. Los Cumanagotos y sus vecinos. Los aborígenes de Venezuela. Caracas 1980.

Diego de Tapia. Confesionario en lengua cumanagota de la provincia de Cumaná. Madrid 1723

Santos Erminy Arismendi. Por entre pueblos de indios. Caracas 1953.

J. Dauxion Lavaisse. Viaje a las islas de Trinidad, Tobago, Margarita y a diversas partes de Venezuela en la América Meridional. Caracas 1967.

Miguel Acosta Saignes. Estudios de etnología antigua de Venezuela. Caracas 1954.

Miguel Acosta Saignes. El poblamiento primitivo de Venezuela. Caracas 1955.

Lisandro Alvarado. Glosario de voces indígenas de Venezuela. Caracas 1921.

Antonio Ignacio Laserna Gaitán. Tierra, gobierno local y actividad misionera en la comunidad indígena del oriente venezolano: La visita a la provincia de Cumaná de Don Luis de Chávez y Mendoza /1783-1784). Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia. Caracas. 1993.


Bartolomé de Las Casas. Obras Escogidas. Biblioteca de Autores Españoles. Colección Rivadeneira. Publicación de la Real Academia Española de la Lengua. Estudio Preliminar de Juan Pérez de Tudela. Madrid 1957.

Fray Bartolomé de Las Casas.  Obispo de Chiapas. Historia de las indias. Biblioteca Mexicana. Editora Nacional, S. A. México. Edición Facsimilar de la hecha por José M. Vigil Editor. 1887.  1951.

Pedro Mártir de Anglería. Décadas del Nuevo Mundo. 1981.

Fr. Vicente Rubio O. P.  Los primeros mártires Dominicos de América.

Eduardo Arcila Farías. Economía colonial de Venezuela. Caracas 1973.

Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés. Historia General de las indias, islas y tierra firme del mar océano. Editado por la Real Academia Española de la Historia de Madrid. 1995.

Hernann González Oropesa y Lino Gómez Canedo. La Evangelización fundante en América Latina. Boletín CHIEV No 1 y 2.  Centro de Investigaciones de Historia Eclesiástica Venezolana. Abril-junio. Caracas. 1989.

Francisco Alejandro Vargas.  Historia Naval de Venezuela. 1986. 

Cesareo de Armellada. Fuero Indígena Venezolano. Caracas 1954.

Lucas Guillermo Castillo Lara. Evocaciones de Cumaná, Puerto Cabello y Maracaibo. Academia Nacional de la Historia.  Caracas 1989.

José Mercedes Gómez. Historia de los Orígenes de Cumaná. Caracas. 1995.

José Mercedes Gómez. Historia del Estado Sucre. Caracas 1981.

José Mercedes Gómez. Génesis, evolución y decadencia de la gobernación de Cumaná. Cumaná 1990.

José Mercedes Gómez. Historia de las fortificaciones de Cumaná. Cumaná 1990.

Graziano Gasparini. Las fortificaciones del período hispánico en Venezuela. Edición Armintano. Caracas 1989.

Jesús Varela M. Las Salinas de Araya y el origen de la armada de barlovento.

J. M. Guevara Carrera. Apuntes para la historia de la diócesis de Guayana. Ciudad Bolívar. 1930.

Alejandro de Humboldt.  Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente. Traducción de Lisandro Alvarado. Caracas 1956.

Francisco López de Gómara. Historia General de las indias y vida de Hernán Cortés. Editorial Ayacucho. 1979.

Buenaventura de Carrocera. Misión de los Capuchinos en Cumaná.1968.

Cayetano de Carrocera. Memorias para la historia de Cumaná y Nueva Andalucía. 1945. 

Marco Tulio Badaracco Bermúdez. La ciudad primogénita del continente americano. Boletín de la Sociedad Bolivariana de Venezuela No 67. 1961.

Francisco Depons. Viaje a la Parte Oriental de Tierra Firme. 1930.

Guillermo Figuera. Documentos para la Historia de la Iglesia Colonial en Venezuela.

Hernann González Oropeza. La Iglesia en la Venezuela Hispánica. 1991.

M. Jiménez Fernández, Bartolomé de Las Casas. 1978.

Demetrio Ramos. La Fundación de Venezuela Ampiés y Coro. 1978.

Demetrio Ramos. Estudios de Historia Venezolana. Segunda edición.  Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia. 1988.

Demetrio Ramos. La Fundación de Venezuela. Ampiés y Coro. Una singularidad histórica. Valladolid-Coro 1978.

Juan Manzano Manzano. Colón descubrió América del Sur en 1494. 1972.

Pablo Ojer. Las Salinas del Oriente Venezolano. 1962.

Guillermo Morón. Historia de Venezuela. 5 tomos. Italgráfica-impresores-editores. 1971.

Guillermo Morón. Los Orígenes Históricos de Venezuela. 1954.

Guillermo Morón. Gobernadores y Capitanes Generales de las Provincias venezolanas 1498-1810 (Planeta) 2003.

José de Oviedo y Baños. Historia de la conquista y población
De la provincia de Venezuela. 2 tomos. Caracas 1971.   

Manuel Jiménez Fernández. Hernán Cortes. 1948

Manuel Jiménez Fernández. Bartolomé de Las Casas, Tratado de Indias y el doctor Sepúlveda.

Juan de Castellanos. Elegías de Varones Ilustres de Indias.

Álvaro Huerga. La Evangelización del Oriente de Venezuela. 1996.

Enrique Otte. Cédulas Reales relativas a Venezuela. 1963.

Lino Gómez Canedo. Las misiones de Píritu. Documentos para su historia. Caracas. 1967

Francisco López de Gómara. Historia General de las Indias. 1946.

Gonzalo Fernández de Oviedo. Historia General y Natural de las Indias. 1959.

José de Gumilla. El Orinoco Ilustrado. Edición de Oscar Rodríguez Ortiz 1963. Maracay 1999.

Héctor Granados. Lingüística Indígena. La lengua Waraw. Cumaná 1998.
Juan Rafael Aguilarte. Juan de Urpín. Alcaldía de Lechería. 2001.

Jesús Salazar Cordero y Néstor Millán Díaz. Guanta. Aldea de Maracapana. Caracas 1993.

Ildefonso Leal. Nuevas Crónicas de Historia de Venezuela. Dos tomos. Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia. 1985.

Pablo Ojer. La Formación del Oriente Venezolano. 1966.

Matías Ruiz Blanco. Conversión de Píritu.

Bartolomé Tavera Acosta. Historia de Carúpano. 1992.

Bartolomé Tavera Acosta. Venezuela pre-coloniana. Caracas 1930.

Antonio de Caulín. Historia de la Nueva Andalucía.

Marisa Vannini. Girolano Benzoni. La Historia del Mundo Nuevo. 

Santiago Gerardo Suárez. Las Instituciones Militares Venezolanas del período hispánico en los archivos.

Antonio Arellano Moreno. Documentos para la historia económica de la época colonial.

Mariano Martí. Visita Pastoral.

José Antonio Calcaño. Juan Antonio Navarrete, arca de letras y teatro universal.

Alexander Rood Carlton.  Una crónica dominicana. Segunda edición en
español. Editorial Taller. C. Santo Domingo. R. Dominicana.

José Antonio Vaca de Osma. Yo, Fernando el Católico. Editorial Planeta. Barcelona España 1995.

Bastardo de Loaiza.  Noticias de Barcelona y de sus santos patronos. Editado por la Junta Pro celebración del Tricentenario de la ciudad de Barcelona.






Acotaciones al libro “LOS PRIMEROS MARTIRES DOMINICOS DE AMERICA”

Del historiador español don VICENTE RUBIO”.

introito

Desde 1492, fecha del descubrimiento del Nuevo Mundo, hasta 1515, para los españoles Cumaná era el puerto más conocido y confiable de la Tierra Firme; y después del descubrimiento de las perlas en la isla de Cubagua y en el golfo de Cariaco, fue el puerto más codiciado.   El acucioso investigador español Juan Manzano Manzano,  dedica gran parte de su libro “Colón descubrió América del Sur en 1494”  a demostrar que el extraordinario marino genovés, en sus viajes cortos desde Santo Domingo, tocó tres veces en Cumaná entre esa fecha y 1498; más tarde, en 1499,  lo hizo don Alonso de Ojeda, acompañado de Juan de La Cosa; y como testimonio de su proeza,  descubrieron las minas de Sal en Araya;  también es sabido que Per Alonso Niño cargó perlas a su paso por  Cumaná -Cristóbal Guerra vino en esa expedición- etc.,  por todo esto se le dio a Cumaná el nombre de Puerto o Costa de las Perlas en tierra Firme.

Siempre ha sido difícil para los historiadores y cronistas descifrar la obra de Fr. Pedro de Córdoba, y eso en parte se debe a su relación con Fr. Bartolomé de Las Casas, el heroico defensor de la raza americana que estuvo tan unido a él y lo eclipsó. Para los Lascacianos y sus detractores resulta problemática esa relación de maestro y alumno.
Cuando Fernando el Católico, acepta el plan de Evangelización Pacífica de Pedro de Córdoba,  y éste se traslada a Tierra Firme, y se inicia una etapa distinta de colonización, necesitaba la colaboración de otras órdenes religiosas, entonces convence a los Franciscanos de Santo Domingo para intentar juntos la empresa, por eso participa desde el primer intento Fr. Juan Garceto, el vicario francisco, que los representa; luego vendría personalmente, en la segunda y  tercera expedición con los franciscanos picardos y los de otras nacionalidades, que consolidan la primera misión de Tierra Firme en 1515 iniciada en 1513 por Pedro de Córdoba, el verdadero fundador de Cumaná, en el Puerto o Costa  de Las Perlas, tierras del cacique Cumaná, en la boca del río Chiribichi   que salía por el golfo de Cariaco. 

Lo cierto es que Fr. Pedro de Córdoba es el fundador de esa primera misión dominica en el puerto del río Chiribichi, el pueblo del cacique Cumaná, el cual los acogió, porque los conocía, y les dio casa y comida, y “holgó” mucho con ellos. 

No entiendo las razones que tiene Vicente Rubio, que no sean las de tratar de confundir o desmentir la historia escrita por Fray Bartolomé de Las Casas, sobre los hechos acaecidos en Cumaná, en el período que va de 1513 a 1515, cuando se inició el proceso evangelizador de la Tierra Firme, y los aborígenes  ajusticiaron a dos frailes dominicos y probablemente a muchos españoles que estaban con ellos, después del secuestro del cacique Cumaná, o Alonso, como los españoles lo bautizaron, porque del mismo texto que él analiza, se desprende claramente que los dominicos llegaron al Puerto de Las Perlas, que en esos días solamente era en la tierra firme, el puerto del río Chiribichi en el golfo de Cariaco, -“a un tiro de ballesta”- donde luego se desarrolló la Misión de Pedro de Córdoba y luego la ciudad de Nueva Córdoba, y después la ciudad de Cumaná.

Tan bien dudo que Vicente Rubio, que hizo esta exhaustiva investigación, no se haya percatado de la verdadera fecha del memorial analizado, de cuyo texto queda absolutamente claro que trata dos tiempos diferentes, es decir, acontecimientos de 1513 y 14, y otros de 1516 y 17, y, sobre todo, que esos sucesos que denuncia Reginaldo Montesinos, son posteriores a la muerte de Fernando el Católico, como queda claro y fácilmente se entiende del propio texto. Por otra parte, debería reconocer que para 1513, los misioneros ni Pedro de Córdoba sabían nada de Santa Fe de Chiripiche o Chiribiche, y que los cronistas confundían el nombre de los ríos y de los sitios que visitaban que les eran totalmente desconocidos, por eso llamaban a los valles y ríos de Cumaná y Santa Fe indistintamente Chiribichi, Chiripichí, Chiribiche, Chichiriviche, etc., pero lo que no se puede confundir es el nombre de los caciques Cumaná y Maraguey. 
No me explico cómo Vicente no se percata, o no lo toma en cuenta, que Pedro de Córdoba viene al Puerto de las Perlas, Tierra Firme, a investigar la muerte de los frailes. Porque está bien que Reginaldo Montesinos, no lo aclare estando en España y en aquellos tiempos, pero él, que tiene todos los elementos de la investigación en las manos, ante sus ojos, realmente no me parece honesta su equivocación.
En  el tiempo en que Pedro viene a Cumaná,  febrero de 1515, a investigar la muerte de los frailes, era muy conocido el Puerto de las Perlas y el Cacique Cumaná, al que bautizaron “Alonso” en Santo Domingo, repito; aquí venían periódicamente los españoles a buscar sal, pescado salado, casabe, maíz, agua para Cubagua, y sobre todo, venían a pescar perlas que las había en abundancia, y era el mejor negocio de aquellos tiempos, como lo demuestra los viajes de los Colones, el viaje de Per Alonso Niño, y los detalles que cuenta en “Historia del Mundo Nuevo”  su propio autor, Girolano Benzzoni.
Todas estas cosas las veremos al detal, en mis Acotaciones. Veamos:
 

ACOTACIONES AL INFORME DE FRAY REGINALDO MONTESINO O. P., A LOS COMPONENTES DEL CONSEJO REAL DE CASTILLA.

                                               Reginaldo: (Fol. 1) “Muy altos e muy poderosos señores:

Badaracco: Que eran después de la muerte de Fernando - enero de 1516: Cisneros y Adriano.
                                              
                                               Reginaldo: “El provincial de Andalucía de la Orden de Predicadores, el cual tiene muchos frailes predicadores en las Indias, envió a esta Corte de Vuestra Alteza un prior de su provincia para les hacer saber ciertas cosas que a su servicio de Iesu Cristo y de su Alteza convenía para que las remediase y entre otras muchas era principal esta:

                                               Badaracco: Para este tiempo (1516 o 17) los dominicos tenían muchos frailes predicadores en Indias, parte de ellos en Tierra Firme.
Cabe entender que el Provincial de Andalucía que envió a la Corte a un prior para informar, probablemente fue Fr. Agulatin de Funes, que conoció muy bien a Pedro de Córdoba y a Fr. Antón de Montesinos, e indudablemente conoció el caso por boca del mismo Fr. Antón, o por cartas de Pedro de Córdoba, por lo cual no es un testigo ocular o directo, sino un intermediario, que puede haber entendido o interpretado erróneamente algunos detalles, y solo se le puede dar un crédito limitado.   

                                               Reginaldo: “Que el Rey Católico dio licencia y lo mandó y ovo  por bien y pagó la costa para ello, para que fuesen algunos  de sus frailes  a predicar desde esta isla  la Española a tierra firme, y él mandó a dos frailes  que fuesen a ver aquella tierra   en una nao que se partió para allá, los cuales aportaron al puerto de Las Perlas, y desde allí entraron en tierra por ocho leguas a un valle que llaman Chiribichi, en el que hallaron a un señor que se llamaba Alonso, el cual los días pasados había venido a la isla Española  con una nao que allí había pasado  y tornáronlo cristiano  y estuvo en nuestro convento en la isla Española”.

Badaracco: Indudablemente se refiere a Pedro de Córdoba, que fue enviado a Cumaná por el Rey Fernando el Católico, y el cual envió a su vez, en una primera expedición, probablemente entre Setiembre y Diciembre de 1513,  a  Fr. Francisco Fernández de Córdoba y al lego Juan Garcés, bajo el mando de Antón de Montesinos, a tierra firme para explorar aquellas tierras, los cuales arribaron, con absoluta certeza,  al Puerto de las Perlas – que era únicamente Cumaná, en tierra firme- en la desembocadura del valle y del río  “Chiribichi”, por el golfo de Cariaco. Lo dice bien, aunque no se ubica correctamente. 
El río tenía varias bocas en su delta. Posteriormente los españoles llamaban por este nombre indistintamente a los ríos de Cumaná y Santa Fe. Acierta en lo que dice sobre el cacique Cumaná, que fue bautizado en Santo Domingo con el nombre de Alonso, y era amigo de los españoles. Pero no es cierto que era un reyezuelo que conocieron en un sitio lejano del valle de Chiribiche, “a tantas leguas”; el cacique Cumaná o “Alonso”, que conocía a los frailes y fue con ellos a Santo Domingo, los recibió, holgó con ellos, los ubicó y los ayudó a construir la casa donde funcionó la primera escuela en tierra firme, como luego dice, y como se desprende de sus propias palabras. Los frailes podían recorrer hasta 8 leguas en territorio de Alonso, según sus propias palabras.
Para 1513 el único puerto donde convergían los españoles era el de Cumaná, donde venían los de Cubagua a proveerse de agua y otras mercancías como ya dije.
El acucioso investigador cumanés don Pedro Elías Marcano, dice: “Los mismos frailes Córdoba y Garcés catequizando a los indios y acostumbrándolos al culto cristiano, logran construir un convento cerca de la boca del río Cumaná a pocos metros al Oeste del Hospital de Lazaros, en el sitio que hoy se llama Castillitos. 1515.  Ob. “Cronología del Estado Sucre”. Boletín de la Academia Nacional de la Historia. 1945.
Badaracco. Solo le faltó mencionar a Pedro de Córdoba y Antón de Montesinos. 

Reginaldo: “Este señor Alonso, cuando vido los frailes en su tierra, se holgó mucho con ellos y les hizo una casa y los trataba bien, por lo cual ellos enviaron a decir al viceprovincial que fuese con más frailes, porque tenía buena tierra para lo que deseaban”.

Badaracco. Noten el respeto que se le tenía al cacique Cumaná, “Alonso” para los españoles. “Holgó mucho con ellos y les hizo una casa”. No pudo ser en Santa Fe, donde aún no habían llegado, pero que seguramente es el sitio escogido para la misión principal de Pedro, que la quería en un sitio “donde españoles no fueran” pero no la había fundado aún, sino que inició su obra en la desembocadura del río “Chiribichi” pero en el golfo de Cariaco donde suceden los hechos como nos lo narra Las Casas, porque estuvo allí con los testigos y actores del drama.

 Veamos cómo nos lo cuanta Las Casas:

“Ya dijimos en el capítulo XIX, como el siervo de Dios, padre fray Pedro de Córdoba, que trujo de Santo Domingo primariamente a esta isla, fue a Castilla, y lo que allá hizo  y el crédito que el  Rey Católico le dio y en la veneración en que lo tuvo, y como,  viendo que la perdición de los indios creciendo  iba por la ceguedad de los que aconsejaban al rey, letrados, teólogos y juristas, y conociendo juntamente, que donde hobiese españoles no era posible haber predicación, doctrina, ni conversión de los indios, suplicó al rey que le diese licencia  para se ir con cierta compañía de religiosos de su orden a tierra firme, la de Paria, y por allí abajo, donde españoles no tractaban ni había, y el rey, como católico, se holgó mucho dello y le mandó prever de todo lo necesario para su viaje y estada en tierra firme a los oficiales desta isla. Conviene agora tractar  de como tornó el venerable padre con sus provisiones a esta isla y como puso por obra su pasada a tierra firme.
Presentadas las provisiones reales a los oficiales del rey, luego las obedecieron, y, cuanto al cumplimiento, se ofrecieron de buena voluntad, cada y cuando que quisiese, a complillas. Y entre tanto que se aparejaba, despacho él todos los religiosos que habían de ir, los bastimentos y aparejos para edificar la casa y todo lo demás que habían de llevar y dónde y cómo habían de poblar; deliberó  el siervo de Dios enviar primero tres religiosos a tierra firme, como verdaderos apóstoles, para que solos entre los indios de la parte donde los echasen, comenzasen a predicar y tomasen muestras de la gente y de la tierra, para que de todo avisasen y sobre la relación que aquellos hiciesen lo demás ordenar.  Pidió, pues, a los oficiales del rey el dicho padre que mandasen ir un navío a echar a aquellos tres religiosos en la tierra firme, la más cercana de esta isla española, y los dejasen allá, y después, a cabo de seis meses o un año, tornase un navío a los visitar y saber lo que había sido de ellos. Los oficiales lo pusieron luego por obra, y mandaron aparejar un navío que los llevase; dista de esta isla aquella parte de tierra firme 200 leguas. Nombró el siervo de Dios para este apostolado, e impuso, en virtud de santa obediencia y remisión de sus pecados, (al padre fray Antón Montesino, de quien arriba hemos hablado, que predicó primero contra la tiranía que se usaba con los indios  y anduvo en la corte, como queda declarado), y aun religioso llamado fray Francisco de Córdoba, presentado en teología y gran siervo de Dios, natural de Córdoba, y que el padre fray Pedro mucho quería; dioles por compañero al fraile lego Juan Garcés, de quien dijimos arriba, en el Cap. 3, que siendo seglar en esta isla fue uno de los matadores y asoladores della; tambien había muerto a su mujer; el cual, después que recibió el hábito, había probado en la religión muy bien y hecho voluntaria gran penitencia. Todos tres, muy contentos y alegres, dispuestos y ofrecidos a todos los trabajos y peligros que se les pudiesen  por Cristo ofrecer, porque confiados  y seguros por la virtud de la obediencia, que de parte de Dios les era impuesta (que ninguna otra mayor seguridad el religioso en esta vida puede tener  para ser cierto que hace lo que debe y que todo lo que le sucediere  ha de ser para su bien), recibida la bendición del santo padre, se partieron;  llegados a la isla de San Juan, el padre fray Antón Montesino enfermó allí, o por el camino, de peligrosa enfermedad, de manera que pareció haber de padecer riesgo su vida, si adelante con aquella indisposición pasaba, por lo cual acordaron que se quedase allí hasta que convaleciese. El presentado y padre fray Francisco de Córdoba, y el hermano Juan Garcés, lego, fueron su viaje, (y díjose que con alegría iban cantando aquello de David: Montes Gelboe nec ros nec pluvia cadat super vos, ubi ceciderunt fortes Israel) y llegados a tierra firme, salieron en cierto pueblo, que por mi inadvertencia no procuré saber, cuando pudiera, como se llamaba; él debía ser, según imagino, la costa de Cumaná abajo. Los indios los recibieron con alegría y les dieron de comer y buen hospedaje, a ellos y a los marineros que los llevaron, y después que los marineros descansaron, tornáronse a esta isla, de donde los oficiales del rey los habían enviado.

Pasados algunos días y quizá meses, como ya comenzaba a bullir en los españoles la codicia de las perlas que por allí se pescaban cerca, vino por allí un navío a rescatar perlas y a robar también indios, si pudiera, porque ya lo mismo se comenzaba o quería comenzar por allí otra vendimia, como en las islas de los yucayos los españoles habían hecho, de que abajo se dirá, si Dios quisiere”. 

Reginaldo: “Los frailes  estando así, llegó una nao al puerto de las Perlas, capitaneada por Gómez de Ribera, y fue a ver a los dichos dos  frailes donde estaban, con el dicho señor Alonso, del cual el dicho Ribera,  recibió mucha honra, y, vuelto a su nao, la mujer del dicho cacique  Alonso quiso ir a ver la nao  que estaba en puerto, y llevó consigo diez y siete  criados  y criadas de su casa, y cuando el dicho capitán Ribera  los vido en su nao, alzó velas  y trájola  cautiva  a ella y a sus criados  a la isla española”.

Badaracco: Llegó una nao al Puerto de Las Perlas, únicamente e indudablemente Cumaná. Santa Fe de Chiribiche, a diez leguas y no ocho, no se conocía aun ni jamás tuvo perlas.  Las Casas, más documentado dice que también raptaron al cacique Alonso, y agrega que así se lo contaron los indios, porque él lo investigo aquí en Cumaná con los mismos que participaron. Lo de la Cacica puede ser producto de una herrada interpretación, o simplemente que el drama sobre ella fue más notorio y discutido, tal vez Alonso murió antes que ella, como se trasluce del comentario de Reginaldo. La versión de Las Casas tiene crédito, porque es “muy cuesta arriba” pensar que la Cacica y sus criados, la mujer de Alonso, iba sin su marido a esa nave; y pensar en un sitio inhóspito sin los frailes, sin contacto permanente con los españoles, es un teatro imposible e inimaginable.
Según don Juan Manzano Manzano, a Cumaná la conocían expedicionarios españoles 16 años antes de la llegada de los Colones, mucho antes de 1494. Era un puerto muy frecuentado, una ruta conocida, tal vez la única antes de 1513.  No tenían por qué irse a otro puerto, ellos solo vinieron a explorar.

Reginaldo: “Los frailes de la isla española procuraron con todas sus fuerzas que volviese aquella mujer que habían traído y a sus criados a su marido, y nunca lo pudieron acabar ni los quisieron dar los que los tenían”.

Badaracco:  Según la versión de Vicente Rubio, Pedro de Córdoba y Montesinos, hicieron todo lo que pudieron para rescatar a los cautivos, y lo lograron como veremos más adelante, con sus propias averiguaciones; Alonso y su mujer desaparecieron, no se pudieron rescatar. En esto respalda a Las Casas.  Hay mucha confusión en la glosa que hace Vicente Rubio, en este punto, porque tratando de cambiar el relato de Las Casas no encuentra como empatar una cosa con la otra pese a la investigación casi exhaustiva que nos presenta. Sobre todo, no puede explicar lo que pasó con el cacique Alonso, y probablemente, como lo dice Las Casas, ambos murieron en cautiverio y las pesquisas fueron inútiles.  

Reginaldo: “La causa, señores, fue porque los jueces de la isla española tenían parte en aquella mujer y en aquellos hombres, y estaban en su poder, y por esto no hubo quien nos cumpliese de justicia; finalmente cuando el viceprovincial – Pedro de Córdoba- fue con otros frailes al dicho puerto de las perlas –Cumaná-, halló que habían muerto a los dos frailes y no se sabe quién”.
                                              
Badaracco: De eso no cabe duda, los jueces eran el poder, hacían la ley a su antojo, porque como dijo el rey Fernando, el peor enemigo de los dominicos era la distancia.  
Como puede advertirse,  Pedro de Córdoba, vino a Cumaná en febrero de 1515, Puerto o Costa de Las Perlas o Tierra Firme, como solían decir, a saber, investigar sobre  los rehenes, porque es aquí donde  Pedro inició su proyecto evangélico, lo más hermoso que España hizo en América antes de 1515; no en Santa Fe de Chiribiche  como Pedro la llamaba, o de Chiripichí, como se le llama actualmente,  a 10 leguas de distancia, que aún no conocía, donde los dominicos no  habían iniciado la misión; me parece este dato un formidable eslabón para completar la extraordinaria misión de los dominicos, él, Pedro, vino en febrero de ese mismo año  a buscar a los rehenes aquí a Cumaná, lo que está muy bien documentado por el autor, pero cuando llegó ya habían sido sacrificados; pero la misión no quedó sola porque Pedro dejó aquí otros frailes dominicos en sustitución de los mártires -en la Misión de Pedro de Córdoba, en Costa de Las Perlas, Cumaná-  para que continuaran su labor y muy seguramente en el mismo sitio y con la confianza de los aborígenes.
Por lo tanto, si Pedro vino en febrero de 1515, significa que creía que no habían transcurrido las cuatro lunas, y esto supone varias hipótesis que debemos analizar:
a)     que los indígenas incumplieron el plazo,
b)     que había transcurrido las cuatro lunas, y entonces surgen otras dos hipótesis:
a)     que los frailes llegaron a Cumaná antes de noviembre de 1514; y
b) que llegaron mucho antes entre septiembre y diciembre 1513, para poder hacer todo cuanto hicieron; y viene a cuento el hecho de que podían recorrer hasta 8 leguas en ese territorio, haber construido una escuela, la iglesia, una casa y se ganaron la confianza de los aborígenes. 

Reginaldo: “Han tomado los jueces de la isla española y los que la gobiernan por achaque de enviar allá a hacer pesquisas contra los indios y traer muchos de dellos presos para hacerlos esclavos, por lo que los frailes que allá están ha mucho peligro, y a decir esto a Vuestras Altezas me mandó venir nuestro padre, el Provincial de Andalucía, y cinco meses a que estoy aquí y no he hecho nada”.
  
Badaracco: Esta alusión tomada de las cartas de Pedro relacionadas con  otras capturas de indios nos da a entender que la intervención de Reginaldo es posterior a la primera incursión de los esclavistas en 1514; posterior tambien a  1515 año en el que Pedro funda su misión en Santa Fe de Chiribiche, y aun posterior a 1516, cuando además de los que gobiernan en La Española, entran en el negocio los frailes Jerónimos, denunciados por Pedro de Córdoba en esas cartas; y sobre todo porque Reginaldo ya tenía 5 meses haciendo antesala. Estoy Seguro que los regentes ya conocían los memoriales de Las Casas de 1516.  No se puede entender como lo entiende don Vicente Rubio, que pretende que Reginaldo se refiere únicamente a la captura de 1513 o 14, cuando en verdad abarca mucho más, incluyendo las denuncias de Pedro de 1517, lo que quiere decir que ese memorial de Reginaldo ya no tenía sentido ni vigencia y por eso no lo tomaron en cuenta los regentes.
No puedo decir lo mismo de la acuciosa investigación de don Vicente que aclara tantas cosas y que me permite completar las mías. 

Reginaldo: “Suplico a Vuestras Altezas que lo remedien, y protesto que no le hacemos esta información para acusar a nadie, sino porque conviene que los reyes sepan semejantes cosas para que las remedien y no sean los christianos causa que los frailes que van a predicar los maten aquellas gentes con tantos escándalos como hace los christianos.

Badaracco. Hasta aquí Reginaldo se refiere preferentemente a la captura de 1513 o 14, pero ya entra de lleno a revisar los acontecimientos más avanzados, porque da a entender que se han multiplicado los crímenes en esa zona. 

 Reginaldo: “Ágora, señores, de nuevo me han venido  cartas, las cuales tengo aquí, en que dicen los frailes  de la isla española  que los españoles traen cautivos  muchos indios del valle de Chiribichi, adonde está predicando  y enseñando nuestros frailes, y tráenlos por esclavos  a la isla española  no pudiéndolo hacer, por lo cual toda aquella tierra  está destruida  y para todo perderse, y creemos que han de matar  (a) los frailes, que será lo peor, por lo tanto suplicamos a Vuestras Altezas que pongan remedio  a tantos males y muy presto, porque todo se pierde  y a Dios se ofende por muy muchas maneras.

Badaracco: En esta parte de la memoria de Reginaldo, sí se refiere directamente a los hechos posteriores a 1515, 1516 y 1517, después que Pedro fundó la misión de Santa Fe de Chiribiche.  Antes de esta alusión Reginaldo se refiere al primer   rapto de 1513 o 14, pero cuando él dice: “de nuevo me han venido cartas”, se refiere indudablemente a la carta o las cartas de Pedro de 1516 y 17, cuando ha vuelto a Santa Fe, y denuncia los raptos que hacen en su misión los propios frailes Jerónimos.

Y termina la memoria, y dice: “También suplico a Vuestras Altezas que la limosna que el Católico Rey mandaba a nuestros frailes de la isla española para la fábrica de la iglesia que se la mande dar, porque tienen la iglesia de paja”.

Badaracco: Esta mención da a entender que el católico había muerto –23 de enero de 1516-  y también se refiere, sin lugar a dudas, al final de la carta de Pedro de 1517, que copia casi textualmente. Por lo tanto, la fecha del documento relacionado por Vicente Rubio, es de 1517, y no cambia para nada el relato de Las Casas


VEAMOS ENTONCES COMO LO ENTIENDE Fr. VICENTE RUBIO.

1.- EL DOCUMENTO.

Vicente Rubio: “Presentamos hoy a los lectores de CIDAL un documento antiguo que, a nuestro parecer, reviste cierto interés.
Se halla, original, en el Archivo General de Indias (Sevilla, España), sección Indiferente General 1739. Ocupa todo un folio por el anverso o recto (40 líneas) y escasos renglones (nueve) por el reverso o vuelto.
Carece de fecha tópica y crónica. Sin embargo, parece que aún vivía entonces el rey Fernando el Católico, ya que cuando a él se refiere no emplea las consabidas fórmulas rituales propias para los difuntos: “que haya gloria”, “que santa gloria haya” etc. A mi juicio es anterior, en muy poco tiempo, al deceso del católico monarca (23 de enero de 1516). (1).

Badaracco:  El hecho de que El Memorial no tenga fecha parece convenirle a don Vicente para anteponer su tesis, que sigue los pasos de otros críticos de Las Casas. Es evidente que fue presentado a los regentes. No es posible que estuviese vivo Fernando, porque no diría Reginaldo al final del memorial “También suplico a Vuestras Altezas que la limosna que el Católico Rey mandaba a nuestros frailes de la isla española para la fábrica de la iglesia que se la mande dar, porque tienen la iglesia de paja”.  Por lo cual más bien podemos asegurar que en vista de que Fernando murió en 23 –01-1516, es seguro que la intervención de Reginaldo fue posterior a esa fecha, y se refiere principalmente a los nuevos “resgates” denunciados por Pedro de Córdoba innumerables veces antes y después de 1516. 

                                               Vicente Rubio: “Su encabezamiento reza así: “Muy altos e muy poderosos señores”, expresión adecuada para dirigirse a los entonces componentes del Consejo Real de Castilla, y, en concreto, a los que dentro de él constituían la Junta que se ocupaba de los asuntos indianos; lo cual confirma mi sospecha de que ya eran ellos, más que el achacoso y enfermo soberano, los que conducían el destino del reino castellano. No temería yo atribuir ese documento al mes de diciembre de 1515 o quizá a los primeros días de enero de 1516”.

Badaracco: “Muy altos e muy poderosos señores” más bien muy adecuada para dirigirse a los regentes después de la muerte de Fernando. Repito no es posible que estuviese vivo. De ninguna manera le hubiese dicho “... que el Rey Católico mandaba”.

Vicente Rubio: “Al final, lleva la firma, en latín, del dominico Fr. Reginaldus Montesino, prior”.

2.- AUTOR Y TEMA DEL DOCUMENTO.

            Este fra. Reginaldo Montesino (2) era hermano carnal, mayor de edad, del célebre P. Antonio Montesino, el fogoso orador que, representando a su comunidad de frailes Predicadores, pronunció los famosos Sermones del Domingo IV de adviento e infraoctavo de Navidad del año 1511 (3), en la iglesia mayor de la ciudad de Santo Domingo de la Isla Española, para defender a los esclavizados Tainos de la explotación de que eran objeto por parte de los encomenderos españoles.

            En el documento que vamos a presentar, Fr. Reginaldo se queja de que “cinco meses (h) a que estoy (y) aquí. –en la corte regia-  y no he hecho nada. Lo cual presupone que él había hecho acto de presencia en ella, en julio o agosto de 1515.

Badaracco: Continúa equivocado don Vicente. Ya Fernando estaba muerto. Por lo cual fue después de 1516.

Vicente Rubio: “Así pues,  firmado y rubricado por Reginaldo Montesino, el documento que ahora nos ocupa  se refiere a la muerte que los arahuacos –“caribes” , según la categoría  que con perversa intención les atribuían los hispanos  salteadores de indios  - habían dado a dos dominicos  en la costa norte  de la actual Venezuela: el padre presentado en Teología, Fr. Francisco Fernández de Córdoba (4) y el hermano lego  Fr. Juan Garcés (5), cuando allá se hallaban  preparando, por obediencia lo que pronto iba a ser  un grandioso ensayo de evangelización pacífica entre nativos  de aquella región”.
 
            Badaracco: Los Caribes no les hubiesen dado ni una hora, ni siquiera Maraguey se las hubiese dado. En Cumaná no había caribes, venían a comprar un tipo de coca, que se cultivaba en las vegas del río, la canjeaban por mujeres, perlas y oro. Alonso era un hombre culto, un gran señor.  Los chaimas eran indígenas pacíficos y trabajadores, se dedicaban a la construcción de barcos, al cultivo de la yuca y el maíz, inventaron la arepa y el casabe, que tanto solicitaban los españoles.  Lo que dice tiene sentido, menos eso de  los Arahuacos, caribes,  que no tienen nada que ver con los Chaimas, Tagares, Cumanagotos,   y otras etnias de la zona que correspondía a Cumaná; los Arahuacos son indios del Orinoco, se mezclaron con los guaiqueríes en margarita y firmaron pacto con el Rey,   y cuando se acercaban a estas costas lo hacían pacíficamente, y no invadían ni  tampoco eran guerreros,  más bien se conocen porque solicitaron permiso a las autoridades coloniales para comerciar con los indios y españoles de Cumaná.

Vicente Rubio “El lamentable hecho tuvo lugar en el valle de Chiribichí o Píritu, perteneciente a lo que un tanto vagamente se denominaba entonces provincia de Maracapana, o de “Portugal”, de la circunscripción amplia de Paria, Cumaná o “Costa de las Perlas”. 

Badaracco: Decir Chiribichi o Píritu es como decir toda la costa norte de Venezuela, es como decir el Norte de Nueva Andalucía, como decir Paria, es no decir nada, 200 leguas más o menos.   Para esa primera expedición de 1513 o principios del 14, los nombres de los ríos o de los pueblos o puertos, no tenían mayor importancia, no se sabía nada de la tierra firme, apenas se habían asentado los dominicos en la desembocadura del río Chiribichi –Cumaná- en el golfo de Cariaco, era lo único conocido y explorado, y los aborígenes era amistosos.  Vicente Rubio se atreve a hacer desde España, muchas precisiones territoriales para las cuales no está bien informado.
 Chiribichi, es el nombre primitivo del río de Cumaná; a Santa Fe la llama Pedro de Córdoba “Chiribiche” y luego, tiempo después, le cambiaron el nombre por Chiribichí o Chiripichí.
Los españoles se confundían mucho con estos sitios y nombres. Así decían:  Chiribichí, la última luenga, Chiripichí, Chiribiche, Chichiriviche; igual con otros nombres muchas veces lejanos unos de otros, como es el caso de Chiribiche y Píritu, y aplicaban el mismo nombre a los dos ríos, al de Cumaná y al de Santa Fe; igualmente le pasaba con el nombre de Maracapana y Macarapana, que son dos pueblos indígenas distintos. En estos nombres se pierde Vicente Rubio; pero aún más, tiene un rompecabezas con Tierra Firme, Paria, Píritu, Portugal, Cumaná, Costa de las Perlas y Puerto de Las Perlas.
Tierra Firme, Puerto de las Perlas y Cumaná, en ese tiempo es lo mismo.
Las Casas, mucho más auténtico porque estuvo aquí más de 6 años, dice que Pedro, en 1515, pasó con su expedición de Cumaná a Santa Fe, no da explicaciones, no dice la fecha, ni cuánto tiempo se quedó en Cumaná, suponer que fue sobre la marcha, no tiene sentido. “los dejó en Araya”, no lo creo; él fundó ambas misiones, ha tenido que permanecer algún tiempo en cada una, y después como Vicario, atender sus necesidades, como solían hacer los Vicarios; y de allí no fue a ninguna otra parte a fundar misiones, concentró su trabajo en las que fundó.  Si no hubiese actuado así, no tendría nada que contar ni reclamar.

Vicente Rubio. “En la parte de Manjar” precisa el antiguo cronista Gonzalo Fernández de Oviedo (6).

Badaracco: No cita para nada a las Casas. Este nombre “Manjar” no aparece en el Diccionario Geográfico Histórico de Las Indias occidentales o América de Antonio de Alcedo.   Gonzalo Fernández, es uno de esos cronistas de los cuales Las Casas dice que eran historiadores de escritorio, que solo copiaban de los documentos reales y de las cartas de los misioneros y conquistadores. Por eso confunde todo.  Ese pueblo o sitio, “Manjar”, no existió, tal vez se trata de Maracapana.  Todas estas confusiones las denuncia Juan Manzano Manzano, en su obra “Colón descubrió América del Sur en 1494”.

Vicente Rubio: “Ese documento es, por tanto, la primera versión hasta ahora conocida que dan dominicos coetáneos sobre el asesinato de sus hermanos de hábito en el sitio acabado de mencionar”. 

Badaracco: No es cierto, Vicente olvida las Cédulas Reales, que narran esos acontecimientos con absoluta precisión; olvida las cartas de Pedro, los memoriales de los dominicos de Santo Domingo, y se olvida de Bartolomé de Las Casas, dominico, y su versión es mucho más auténtica. Vivió mucho tiempo con los indios y hace el mejor relato de esos hechos que le contaron los propios testigos en Cumaná, pero que también fueron escritos por los frailes picardos como luego veremos; es imposible torcerlos. Nadie mejor que Las Casas para decirnos exactamente lo que ocurrió, donde ocurrió y como ocurrió.

Vicente Rubio: “Dicho documento no fue expresamente citado por Manuel Jiménez Fernández informado biógrafo moderno de Bartolomé de Las Casas –cuando trató el tema en el segundo tomo de su magna obra (7), aunque parece conocerlo” (8).

Badaracco: Tiene mejores fuentes. Seguramente encontró las mismas fallas que yo y lo desechó. 

Vicente Rubio: “Tampoco lo conocen otros autores de gran calidad que han estudiado la personalidad del P. Pedro de Córdoba –primer plantador de la Orden de Predicadores en América- su ambiente histórico y su proyección misionera” (9).

Badaracco: En eso estamos de acuerdo. Sin embargo, Don Vicente, usted apuesta a que Pedro no fundó la misión de Cumaná, y ha estado a punto de decirnos que no estuvo aquí, que los dominicos no fundaron la escuela para los niños indígenas, que eso fue en Píritu, que fue en Calamar, que fue en Maracapana, que no dejó misioneros dominicos en Cumaná. Pero al fin lo acepta sin darle mayor importancia.

Vicente Rubio: “Creemos, por eso, que será bueno darlo a conocer. Pero a fin de encuadrar mejor su texto, y en gracia a los no iniciados, propondremos unas notas que sirven de introducción a él”.

Badaracco: Lo admirable es la investigación que usted ha realizado, pero se nota tendenciosa, al parecer usted trata de probar que Las Casas es un mentiroso, un embaucador, no hay otro motivo a la vista. Que gana usted con torcer los hechos, con probar que no fue en Cumaná sino en Santa Fe, que ocurrió el martirio de los dominicos. Nada, tal vez probar que Las Casas mintió una vez más, como apuestan tantos en España, creyendo que con eso lava usted la honra de los pillos que saquearon las islas. Usted no se da cuenta de lo grande que fue Las Casas, y el respeto que le merecían los Reyes Católicos y el emperador Carlos I a los cuales recurría.  Las Casas confía en la autoridad de la Corte de estos reyes, y eso es lo que importa; él denuncia a los criminales como usted seguramente lo haría en la actualidad, si fuera el caso.   
           

3.-  EL MARTIRIO DE LOS MISIONEROS DOMINICOS.

Vicente Rubio. “La misión

         Habiendo ido el padre Córdoba a España por perentorio mandato de Fernando el Católico (al iniciarse el verano de 1512), antes de que él volviera a la isla Española, suplicó al monarca  le diese licencia para llevar un grupo  de religiosos de su Orden a las partes de Tierra  Firme que, como hemos dicho eran entonces llamadas indistintamente Cumaná, Paria y “Costa de las Perlas” a fin de que los frailes, internándose lo más posible tierra adentro, asentaran por allí  un puesto misional  en el que pudieran poner en práctica  su acariciado proyecto de evangelización pacífica entre los nativos  de aquellos parajes venezolanos”. 

Badaracco: No me gusta eso de “por perentorio mandato”, le resta valor al trabajo, a la voluntad indomable, a la fe y a la filosofía de Pedro de Córdoba. Más bien fue un ruego del Monarca a un hombre honrado que proponía un nuevo modelo de conquista, que se ofrecía para un sacrificio. Es el auténtico misionero español, es el ejemplo de Cristo, es la España misionero encarnada en ese hombre. Pedro inventó la conquista pacífica del Nuevo Mundo, nadie es capaz de negarlo. 
Al río de Cumaná, repito, lo llamaban los indígenas “Chiribichi” y así llamaron al sitio en el cual desembarcaron los primeros misioneros dominicos; el Cacique se llamaba Cumaná, y por este nombre cambiaron el nombre del río Chiribichi (la última luenga) y el valle promisor que regaba.
Después que Pedro fundó en Cumaná la primera misión en 1514, se conoció como la misión de Córdoba; Después de 1498, Colón la había nombrado “Paria”, y así tambien se conoció en 1519, cuando se nombró a Pedro Barbirio (Pier Barbie), primer obispo de Paria con sede en Cumaná. Por algo Cumaná prevaleció y no otros sitios recónditos sin mayor porvenir. Al puerto de Cumaná llegaron todas las expediciones, combatieron duramente y prosperaron. La Nueva Córdoba creció en poder y en organización, luego vinieron 52 gobernadores españoles durante la Colonia. En esos sitios que usted privilegia no quedo nada.  

         Vicente Rubio: “El Católico rey se holgó mucho de ello y le mandó proveer de todo lo necesario para tan novedosa empresa. A esto responden las Reales Cédulas, expedidas en Valladolid a favor de Fray Pedro de Córdoba entre el 28 de mayo de 1513 y abril de 1514 (10)”.

Badaracco:  Sabemos que  el Católico escuchó el proyecto de Pedro, el primero que se le propuso para una conquista pacífica y evangélica, porque  el único cronista que conoce esta historia verdaderamente, es Las Casas, porque él fue a la Corte por mandato de Pedro de Córdoba, y allí conoció los detalles y redactó los documentos, dejó las probanzas y memoriales y todo ha sido publicado,  y pasó mucho tiempo discutiendo sobre las indias con todos los cortesanos, sobre todo aquellos que tenían intereses “non  santos” en las indias.
   
Vicente Rubio: “Una de ellas vedaba a las armadas de rescate o trueque comercial que hacían los hispanos con los indígenas para obtener oro, perlas o esclavos, que no se acercaran para nada a la tierra donde se asentarían los misioneros dominicos sin el previo consentimiento de estos”.          

Badaracco: Esa fue una exigencia de Pedro, a la cual el católico accedió., después de escuchar los espeluznantes capítulos de Santo Domingo y Cuba; y firmó la Cédula Real de mayo de 1513 y otras consecutivas y re afirmativas, no hay error posible en este asunto.

Vicente Rubio: “Llegó Córdoba a la española entre junio y julio de 1514 y lo más pronto que pudo comenzó a poner en ejecución su plan.  Nombró tres religiosos, Fr. Antonio de Montesino, Fr. Francisco Fernández de Córdoba y el hermano Juan Garcés para que se embarcaran hacia el litoral venezolano con el objeto de estudiar y elegir por allí un terreno apropiado donde habría de establecerse el futuro asiento de la misión dominica”.

Badaracco: Así lo dice Las Casas. Sin embargo no salen claras las cuentas porque Pedro fue a investigar la muerte de los dominicos en febrero de 1515, y ya estaban muertos, como usted mismo lo dice; y desde julio de 1514 a febrero de 1515, solo hay  8 meses, de los cuales habría que descontar 4 lunas o meses, lo cual significaría que los dominicos en solo 4 meses hicieron la escuela, trataron con los indígenas y penetrara  hasta 8 leguas en el valle de Chiribichi, río de Cumaná, y tal vez llegaron al reino de Maraguey, hoy Santa Fe; por  lo cual pongo en tela de juicio esa fecha. A mi modo de ver Pedro llegó mucho antes o los dominicos salieron de Santo Domingo antes de su llegada. Continúo creyendo que los dominicos salieron para Tierra Firme entre setiembre y noviembre de 1513.

Vicente Rubio: “Resulta que, al pasar por la isla de Puerto Rico, Montesino enfermó de gravemente. Tan pronto estuvo fuera de peligro, se vio obligado a regresar a Santo Domingo para reponerse; los otros dos religiosos, Fernández de Córdoba y Juan Garcés, siguieron su ruta náutica hasta el punto de la ribera de Venezuela que más a propósito les pareció en orden a sus fines. Allí desembarcaron. 11”.

Badaracco: No sé porque no dice que desembarcaron en Tierra Firme, en un sitio de la Costa de Las Perlas, como lo dice Reginaldo: “Los cuales aportaron al Puerto de Las Perlas”, esta omisión me crispa los nervios.  Los planes de Pedro de Córdoba ya estaban perfectamente trazados con absoluto conocimiento del sitio en el cual iban a parar sus expedicionarios. Allí, en ese sitio, los españoles iban con frecuencia a “rescatar” perlas, proveerse de agua, de sal, de pescado salado, de maíz, de casabe, era un lugar remoto pero el más conocido, allí los dominicos recibirían ayuda si la necesitaban.  Pedro no los envió a una zona totalmente desconocida, los envió a explorar, a conocer, a tratar a los indígenas, a buscar un sitio donde españoles no fueran, es cierto, pero desde un puerto seguro, y el más seguro era el del cacique Cumaná, a quien ya conocían.   

            Muy pocos cronistas e investigadores, han reparado, en que, a pesar de que Las Casas dice: “que salieron en cierto pueblo que por mi inadvertencia no procuré saber, cuando pudiera, como se llamaba...” Tambien nos da un indicio demasiado claro, cuando dice “que por allí se pescaban cerca; y Santa Fe queda muy lejos de las perlas. Este nombre de Puerto de las Perlas, ni lo menciona Vicente Rubio.

Vicente Rubio: “En seguida los dos frailes comenzaron su labor de reconocer el terreno, internándose 8 leguas hasta el valle de Chiribichí, aprendieron a convivir con los naturales y a predicarles los rudimentos del Evangelio. El cacique Don Alonso, que era el reyezuelo del lugar, los recibió con gran respeto y cordialidad, incluso les hizo una choza o “bohío”.  No en balde hacía poco que aquel cacique “había venido a la isla española con una nao que por allí (el litoral venezolano) había pasado y tornáronlo cristiano, y estuvo en nuestro convento en la isla española”, declara Reginaldo Montesino (11 bis).

Badaracco: No es exactamente así, debe decir por el valle de Chiribichi, y no hasta.  Como usted mismo lo investigó, no era un reyezuelo desconocido, más bien muy conocido. Y tampoco es en el orden que usted dice: primero bajaron su “hato” que son las cosas traídas de España; don Alonso, el “Señor” de Cumaná, los  instaló muy bien en unos cerritos que estaban en la desembocadura del río –estos cerritos los conocemos porque los pintó Castellón- luego  aprendieron a convivir con los naturales y se ganaron su confianza,  después de construir su casa, la escuela y la iglesia, y recibir a los niños de los indios, ellos  podían internarse hasta ocho leguas en el reino de Alonso sin ningún problema, porque los indios conocían que eran amigos de Alonso.   El reino de Maraguey queda muy lejos más de diez leguas, dice Las Casas, allí no llegaron ellos en 1514, pero como Pedro necesitaba un sitio más alejado de los españoles, Alonso convenció a Maraguey, para que los recibiera y los alojara, por eso Pedro pudo fundar su misión en Santa Fe de Chiribiche. Alonso no era un reyezuelo de Santa Fe de Chiribiche, era el cacique Cumaná, de otro río mucho más caudaloso, del Chiribichii “la última luenga”.  Alonso era un gran señor, dueño de barcos, tierras, mujeres y sirvientes, que se ganó el respeto de los españoles, los cuales lo invitaron a Santo Domingo y lo acogieron en el convento de los dominicos, con los cuales congenió y aprendió mucho de ellos, como usted mismo lo dice.   
Vicente Rubio copia lo que le interesa de Bartolomé de Las Casas, pero se le ve su intención de llevarse la expedición para otro rumbo. Y tergiversa lo que dice el memorial.  En realidad, los dos misioneros llegaron al Puerto de Las Perlas”, como dice Reginaldo, y solo había perlas en Cubagua y en el golfo de Cariaco: “que por allí se pescaban cerca” como lo dice Las Casas.

Vicente Rubio: “b) una expedición de pillaje.

Otras cosas muy distintas ocurrían mientras tanto en la ciudad de Santo Domingo. El 5 de agosto de 1514 era convocada una reunión en casa del Licdo. Marcelo de Villalobos, uno de los tres jueces de Apelación (12). Once personas más asistieron a ella: El Lcdo. Juan Ortiz de Matienzo, colega de Villalobos.  Gil González Dávila, contador de la Isla. Juan de Ampiés, factor de la misma. Pedro de Ledesma, secretario de la Real Audiencia.  Cristóbal Sánchez Colchero, naviero. Juan de León, vecino de Santo Domingo. Gómez de Ribera, ídem (13).  Diego Caballero, ídem (13 bis). Bartolomé Palacios. ídem (14).  Diego Bernal, ídem. Y Juan Fernández de las Varas (15), el cual se hizo representar por un tercero”.

Badaracco: En este punto, Vicente se anota un tanto. De la investigación que hace podemos deducir  que para el 5 de agosto de 1514, ya estaban los dominicos instalados en Cumaná, se habían ganado la confianza de los indios de acuerdo con el relato de Las Casas; olvidándonos de las fechas podemos decir que  seguramente  ya tenían construida la iglesia y la escuela, lo que quiere decir que tenían varios meses en tierra firme, pongámosle ocho o nueve meses,  lo que quiere decir que llegaron en diciembre de 1513 o enero de 1514, y ya era muy conocida la misión de Córdoba.

Vicente Rubio: “Entre todos acordaron organizar una expedición o “armada” contra los caribes de las islas cercanas. Esta expresión equivalía: “ir a caza de indios”.  Nada importaba que los nativos cazados fuesen en verdad “caribes” (antropófagos y enemigos tanto de indios pertenecientes a otras tribus como de los colonos hispanos) o “guatiaos” (indios de paz y amigos de los españoles). Al volver de la cacería y a la hora de declarar su mercancía humana ante las autoridades del puerto de Santo Domingo, siempre los armadores hacían pasar a todos sus aborígenes apresados como “caribes” sabiendo que así la ley les amparaba (16).

Constituida por aquellos doce individuos la expedición, “gastos y beneficios se repartían por partes iguales entre los doce socios.  Tomarían parte dos naves pertenecientes a dos de los socios: el navío “Latino” de Cristóbal Sánchez Colchero y el barco de Palacios.  Juan de León fue nombrado capitán de la armada, y Pedro de Ledesma y Diego Caballero recibieron el encargo de proveer y despacharla…

            Aportaron capitales, además de los socios de la empresa, el repartidor de los indios de la española, Rodrigo de Alburquerque, que poco después sería nombrado alcalde mayor de la isla, y el procurador de Santo Domingo Juan García Caballero.  Probablemente también invirtió capital en la empresa el tercer oidor, Lucas Vázquez de Aillón, pariente de la mujer de Gómez de Ribera; éste último fue nombrado veedor de la amada… La expedición se dirigió primero a la isla de San Vicente, donde tras saltar a tierra, el capitán Juan de León y el naviero y maestro de su nave, Cristóbal Sánchez Colchero, fueron matados por los indios.  Muertos dos de los jefes de la expedición, asumió el mando de la armada Gómez de Ribera. Ordenó tomar rumbo a “las perlas”, donde rescataron perlas de los indígenas y también se dedicaron a pescarlas.  Siguiendo su camino “la costa abajo”, cogieron cautivo en la provincia de “Portugal” (17), tierra de “guatiaos”, a un cacique de paz, don Alonso con 18 personas. La traída de los indígenas a la española sería motivo de revelar públicamente, por primera vez, las ambiciones desmedidas de los empresarios antillanos” (18).

            Badaracco: Muy claro y correcto este texto. Tengo sin embargo algunas cosas que objetar a este capítulo, es indudable que del relato queda probado por el mismo autor, que los expedicionarios esclavistas llegaron a la Costa o Puerto de las Perlas, o sea a la misión, donde estaban los misioneros con Alonso, su mujer y sus sirvientes; fueron recibidos amablemente, conocieron a los indígenas, comieron, bebieron, rescataron perlas, solo podían rescatar perlas con los indígenas que estaban en la misión de Cumaná. 
Dice Vicente Rubio que simularon amistad con Alonso cacique de Cumaná y su gente, pero continuaron su viaje. Esta versión solo puede convencer al que quiera dejarse.  Vicente salta toda la historia y solo cree en el Memorial de Reginaldo, pero para su objetivo, cual es la presencia y captura de los indígenas en Costa de Las Perlas, en la zona de Santa Fe, para burlarse de la historia de Las Casas, que como sabemos convivió con los actores de la tragedia; no lo entendemos, no concuerda.  Él le da un viraje forzado a la historia ¿entonces? no hubo traición, hubo un rapto violento en otra parte recóndita aún desconocida  ¿Qué es eso?; y el juicio de los indígenas aquí en Cumaná, la ejecución de los cautivos, el plazo de cuatro lunas que narra Las Casas y casi todos los cronistas y los documentos Reales y de las Audiencias, los expedientes que usted mismo analiza,  nada de eso es cierto, o es cierto a medias; y las diligencias de Pedro y de Montesinos en Santo Domingo, y las cartas de los cautivos, y el resultado, todo  eso es mentira. Realmente no concuerda.    El mismo Vicente se ve atrapado en su engaño al analizar los testimonios.

Vicente Rubio: “En esta página del historiador Enrique Otte estamos de acuerdo con él en lo que se refiere a la armada organizada en Santo Domingo el 5 de agosto de 1514 para ir a saltear indios. Estamos igualmente de acuerdo con él en que, muertos en la isla de San Vicente los dos jefes de la expedición (Juan de León y Cristóbal Sánchez Colchero), asumió el mando de la armada Gómez de Ribera, que es a quien Bartolomé de Las Casas, sin nombrarlo responsabiliza del posterior desastre ocurrido (19). Pero no estamos de acuerdo en que a la “Costa de las Perlas”, Cumaná, Paria o provincia de “Portugal” o de Maracapana, como algunos la llamaban, llegasen dos barcos; el relato coetáneo de Reginaldo Montesino habla solo de un navío. Quizá el otro barco -el de los dos jefes muertos en San Vicente- fue incendiado por los nativos de aquella isla, o quizá quedó destruido por la “broma” -comején- o tal vez regresó a la española para dar noticia sobre el triste final de sus patronos. Tampoco estamos de acuerdo con Las Casas en que ahora cogieran cautivo “a un cacique de paz, don Alonso con 18 personas”, a pesar de que esto mismo repite Otte (20). Reginaldo Montesino únicamente habla de que solo fue presa “la mujer del dicho cacique” y diecisiete criados y criadas de su casa”.
           
Badaracco: No entiendo como Vicente le da más crédito a Reginaldo, que habla por otra u otras personas y desde España, y todo lo confunde, que, a Las Casas, que estuvo en Cumaná, cuatro meses investigando y varios años conviviendo con los indígenas.   A estas alturas, Vicente debería saber qué Costa o Puerto de las Perlas y Cumaná, a estos efectos, son la misma cosa.  Que Paria no tiene nada que ver con Portugal, Portugalete, Píritu, ni con Maracapana.  En esa época Paria era la provincia de Tierra Firme, explorada por los Colones; la zona más conocida y protegida desde la península de Paria hasta el río Chiribichi era la tierra del cacique Cumaná, era la zona perlera –Cubagua y Cumaná. La misión de Córdoba o Cumaná, era el poblado donde estaba el puerto, la iglesia y las autoridades, su capital, por eso en 1519 a Pedro Barbirio lo nombran obispo de Paria con sede en Cumaná. 

Vicente Rubio:” Tocante al cacique, Montesino expresa que cuando los dos misioneros dominicos, Fernández de Córdoba y el hermano Garcés, aportaron al valle de Chiribichí.
“…hallaron un señor que se llamaba Alonso, el cual días pasados avía   venido a la isla española con una nao que tte  Otte por allí avia   pasado y tornároslo christiano, y estovo en nuestro convento en la isla española”.

Badaracco:  Pudo haberlo dicho de otra forma, por ejemplo, como lo digo yo, que fueron recibidos por el cacique Chaima don Alonso de Cumaná, amigo de los españoles, rey de los valles del río Chiribichi, que los acogió con lealtad, porque era amigo de los españoles, y los ubicó en un sitio sano y bueno, en los cerritos, a un tiro de ballesta de  la boca del río,   en el Golfo de Cariaco,  donde llegaban los barcos a buscar agua para Cubagua (esto es ridículo y  solo lo puede decir una persona que no sabe lo que es ir de Cumaná a Cubagua, teniendo cerca las costas y los ríos de todo el norte  de Paria)  donde tal vez ya estaban construyendo el fuerte de Santa Cruz de La Vista,  estaban en contacto y protegidos por  los españoles, y allí  iniciaron la misión, y desde allí, al poco tiempo, una vez informados los indígenas de quienes eran y quien los protegía, podían andar hasta 8 leguas en el interior de  ese reino.    

            Vicente Rubio: “De modo que, según la versión de R. Montesino, el cacique de Chiribichí, don Alonso, ya era conocido de los frailes que marcharon al litoral venezolano a estudiar el terreno mejor para plantar allí el futuro centro de evangelización pacífica (junio -julio 1514); ese mismo cacique había vivido hacia abril o mayo de 1514 en el monasterio de los predicadores de la ciudad de Santo Domingo. Cómo y con quién vino hasta aquí y cuando regresó a sus nativos lares, no lo hemos podido averiguar todavía de modo preciso, aunque pensamos que su vuelta a Chiribichí debió tener lugar entre mayo –junio de 1514 (21).

Badaracco: Esto es absolutamente cierto. El cacique Cumaná fue llevado a Santo Domingo y estuvo en el convento y conoció a Pedro de Córdoba que hablaba su lengua, a los demás frailes y al lego Juan Garcés, que también hablaba su lengua, e hizo amistad con ellos.  Donde se equivoca Reginaldo y Vicente, es en la ubicación del valle de Chiribichi. Santa Fe de Chiribiche, es el reino del cacique Maraguey, que es uno de los líderes de la masacre de 1521. Don Alonso es el cacique del valle y río Chiribichii, que es hoy el valle del río Manzanares de Cumaná. Lo más probable es que Pedro le informara al cacique sobre los pormenores del viaje de los dominicos a Tierra Firme y afinara con él los detalles.

Vicente Rubio: “Tornando al hilo de nuestra narración diremos que cierto día de las postrimerías de agosto de 1514 apareció por el sitio donde el par de misioneros dominicos se encontraba, una nao cuyo capitán, nuestro ya conocido Gómez de Ribera, y su tripulación parecían animados de bondadosos propósitos de saludar a los dos frailes  y de realizar algún trueque  o rescate  con los aborígenes; ocultaba Gómez de Ribera, sin embargo, el siniestro propósito de cazar sorpresivamente algunos naturales  de aquella región  para trasportarlos a Santo Domingo  y aquí venderlos como esclavos  so pretexto de que eran “caribes”.


Badaracco: Al afirmar que fue en agosto la captura de los indígenas, el plazo de cuatro lunas, se cumplió en diciembre de 1514, y Pedro vino a tierra firme a saber de ellos en febrero de 1515, antes de este mes los dominicos enviaron cartas a Pedro de Córdoba, y yo no me imagino a Pedro sin implementar de inmediato un viaje a Tierra Firme, dentro de ese lapso, a menos que las cartas se las hayan entregado vencido ya el lapso. Y si fue en agosto el rapto ¿Cuánto tiempo tenían los misioneros en Tierra Firme? Las cuentas no me dan. 

Vicente Rubio: “Ocurrió que cuando la esposa del cacique Alonso quiso ver la embarcación, rodeada por una comitiva de diecisiete personas de su tribu, el capitán de la nao, tan pronto hubieron penetrado los curiosos nativos en el barco, mandó en secreto recoger anclas e izar las velas, y con aquella carga humana, tan traidoramente cazada, enfiló proa hacia Santo Domingo, a donde llegaría después de una travesía normal de siete u ocho días (22). 

Badaracco:  Es absolutamente imposible que la mujer de Alonso haya subido al barco sin su marido. Las Casas lo narra de otra forma: estaban festejando todos:  indios, misioneros y marineros, y valido de esta circunstancia, Gómez de Rivera, invitó a los indios y tal vez a los mismos frailes a visitar el barco; lo más probable es que los frailes hayan permitido que los indígenas fueran al barco, sin malicia, sin complicidad, ingenuamente. Eso fue lo que ocurrió, aquí no cuentan otras interpretaciones, otros testimonios, esos hechos fueron testificados por los mismos testigos a Las Casas.   Alonso y su mujer murieron en cautiverio, nunca más se supo de ellos.  Veamos como repite Las Casas en su obra “Opúsculos, Cartas y Memoriales” escrita mucho tiempo después de estos acontecimientos:
Las Casas: “...enviaron un religioso presentado en teología, de gran virtud y santidad, con un fraile lego su compañero, para que viese la tierra y tratase la gente e buscase un lugar apto para hacer monasterio. Llegados los religiosos recibiéronlos los indios como ángeles del cielo y oyéronlos con gran afección y atención y alegría las palabras que pudieron entonces darles a entender. Acaeció venir por allí un navío, después de ido el que allí los dejó; y los españoles del, usando de su infernal costumbre, tren por engaño, sin saberlo los religiosos, al señor de aquella tierra que se llamaba don Alonso, o que los frailes le habían puesto ese nombre, u otros españoles porque los indios son amigos e codiciosos de tener nombre de cristianos e luego lo piden que se lo den, aun antes que sepan nada para ser bautizados. Así que engañan al dicho don Alonso para que entrase al navío con su mujer e otras ciertas personas, y que les harían allá fiesta.  Finalmente, que entraron 17 personas con el Señor y su mujer, con confianza que los religiosos estaban en su tierra y que los españoles por ellos no harían alguna maldad porque de otra manera no se fiaban de ellos.  Entrados los indios en el navío, alzan las velas los traidores e viénense a La Española y véndelos por esclavos”.
           

Vicente Rubio: “En la urbe del Ozama los jueces de apelación y demás socios suyos se repartieron entre si la mercancía clandestinamente, quedándose con la mejor parte el Lcdo. Marcelo de Villalobos.
Pero según el testimonio de Fr. Reginaldo, el capitán Gómez de Ribera no capturó al cacique Alonso, sino a su esposa y a diez y siete servidores de ella. 

¿En qué época ocurrió esa expedición de pillaje?

De acuerdo a lo que declararía a fines de 1518 sobre el particular el bachiller Juan Roldán –Alcalde de Santo Domingo, precisamente en ese año de 1514-
           
“…el oyó decir en esa ciudad públicamente que la armada en que fue por capitán Juan de León y Christóval Sánchez Colchero para los caribes, que tenía parte en ella el dicho licenciado Villalobos, e que oyó decir asimismo que el dicho Gómez de Ribera trajo ciertos indios de la Costa de las perlas y de Paria diciendo que era caribes… (23).

“Pero este testimonio suyo, al igual que el de otros sujetos, no nos ofrece una aceptable precisión cronológica. Solo sugiere que la expedición tuvo lugar en la época en que los jueces de apelación estaban en el apogeo de su abusivo mando (1512-1517), por tanto, fue antes del 15 de junio de 1517, fecha en que los mencionados magistrados quedaron cesantes y sometidos a juicio de residencia.

 Badaracco: Pero de este testimonio debería deducir que el rapto se produjo en la Costa de las Perlas, que era Cumaná y no Santa Fe, porque dice: “trajo ciertos indios de la Costa de Las Perlas y de Paria diciendo que eran caribes”, pero por supuesto esto no le interesa a don Vicente, porque su propósito es desmentir a Las Casas. 

Vicente Rubio: “En el año de 1527 todavía era recordado por Gonzalo de Guzmán, vecino de Santo Domingo.
“… puede aver doze años poco más o menos (que este testigo) le vio hazer una armada para los caribes  a él (Juan de León), e a Gómez de Ribera, e a Colchero, e que gastaron mucho dinero…” (24).
Aquí ya hay una somera indicación de tiempo.  Dentro de la relatividad con que entonces se fijaban los datos cronológicos, esos doce años poco más o menos” nos sitúan en 1515, pero sin precisión de mes ni de día.
Al parecer, la expedición debió efectuarse ya avanzada la segunda quincena de agosto de 1514.

Badaracco: Hasta ahora todo hace pensar en esas fechas probables.  Los dominicos llegarían a finales de 1513 o principios del 14, por lo cual tendrían para entonces un poco más de 8 meses en Tierra Firme, no es de extrañar que con la ayuda del cacique Alonso, hayan podido lograr todo lo que hemos dicho que lograron. 

Vicente Rubio: “b) Reacción de los indios: el martirio

Como es natural, la indignación del cacique Alonso y de su clan ante el sorpresivo pillaje cometido con su esposa y comitiva (postrimeros días de agosto de 1514) no tuvo límites. Quisieron matar a los dos dominicos que entre ellos convivían, creyéndoles cómplices de la infame captura de sus congéneres. Los religiosos trataron de apaciguarlos de la mejor manera. Les prometieron que el capitán de la nao  depredadora  -Gómez de Ribera – recibiría un justo castigo  y solicitaron  un plazo de cinco lunas o meses, a fin de poder  escribir al P. Pedro de Córdoba  y demás frailes del convento de la ciudad de Santo Domingo –bien conocidos del cacique Alonso-  que, como ya notamos, tiempos atrás había estado en él-  para que interponiendo su prestigio moral  y su exigencia de justicia, lograran de las autoridades civiles de la Española que la cacica y sus criados fuesen devueltos a su tierra de origen lo más rápido posible dentro del tiempo convenido.

Badaracco:  Las Casas dice cuatro lunas, y Alonso estaba entre los cautivos.  

Vicente Rubio: “Casualmente -ignoramos cuando- pasó por allí un barco. Aprovechando tan feliz oportunidad, los frailes misioneros, convertidos a en rehenes, enviaron a Santo Domingo la carta en que exponía a sus hermanos de hábito su apurada situación, solicitaban para ella remedio pronto y adecuado.
Sobra decir que al recibir los dominicos de la española tan angustiosa misiva (25), uno de ellos, el P.  Antonio Montesino, acudió a las autoridades competentes, a fin de que pusieran en claro los hechos y adoptaran una resolución salvadora (26), los demás movieron todas las palancas que pudieron para dar con la cacica y sus acompañantes.

Badaracco: Menciona solo a Montesinos, que recibía órdenes de Pedro de Córdoba. Es algo extraño.

Vicente Rubio: “Pero negativas rotundas al principio, vaguedades, después y hasta algún caso la desoladora información de que el indio o india que había sido comprado por un determinado encomendero se encontraba en una finca muy lejana, o había sido revendido a un individuo del interior de la isla o acaso estaba muerto, eso fue lo que cosecharon los frailes Predicadores en su ajetreo por las calles y casas de Santo Domingo.
Cuando por fin se supo donde se hallaba oculta la cacica, que era justamente en casa del Juez de Apelación, Marcelo de Villalobos, éste, sin ambages, manifestó a los dominicos que aquella mujer era “caribe”, y, por tanto, sujeta a cautiverio de acuerdo con la legislación vigente (27).

Badaracco: Las Casas dice que el Cacique y la Cacica, fueron vendidos y murieron en cautiverio.

Vicente Rubio: “Los religiosos hubieron de escribir entonces al Provincial de Andalucía, en España, a cuya jurisdicción se hallaban ellos sometidos desde ese mismo año de 1515. Solo le pedían, como a superior mayor suyo, que intercediera ante el monarca para que éste evitara que la cacica siguiera siendo considerada “caribe” y, en consecuencia, legalmente reducida a esclavitud.    
El Provincial andaluz actuó con premura. Hemos visto en resumen de su solicitud al Consejo Real. Por ser una minuta, no lleva fecha y resulta lacónico en exceso. Dice así:
“La carta del provincial de los dominicos. Sobre lo que aconteció en Chiriviche cerca de la mujer del cacique Alonso. Pide que no se cative. Que se les pague su limosna.
La carta del provincial sobre los cativos” (28).
Como podrá observarse, nada hay aquí alusivo al asesinato de los dos dominicos, lo cual implica que dicha misiva es anterior a la noticia de la muerte de ambos misioneros y anterior tambien al informe de Fr. Reginaldo Montesino que vamos a presentar.  Lo único que aquí se pide es que la cacica “no se cative”, o sea, que nadie siga considerándola digna de continuar reducida a esclavitud.
Pienso por mi cuenta –aunque carezco de prueba documental – que algunas cartas debieron ser despachadas desde la isla española a los dos dominicos, notificándoles las medidas que se estaban tomando para tornar a la cacica y sus 17 servidores o “naborías” a Chiribichí.

Los cinco meses de tregua finalizaban. Al cumplirse este plazo y ver que la cacica y sus criados no volvían (enero de 1515), los Arawacos sacrificaron a los dominicos, el P. Fr.  Francisco Fernández de Córdoba y el Hermano Juan Garcés. Eran las primicias de sangre de la Orden de Predicadores que regaba suelo americano por la causa del evangelio, estropeada a causa de los hispanos cazadores de indios.

Badaracco:    Las Casas era muy preciso y se ve que tanto él como Pedro de Córdoba, investigaron los hechos. No sé de donde saldría ese dato por el cual don Vicente asegura que fueron 5 meses. Las Casas, en sus cartas y crónicas, siempre afirmó que fueron cuatro lunas o cuatro meses. Voy a ser repetitivo, los Arawacos no son etnias de Cumaná ni de Santa Fe. En estos predios, dominaban los Chaimas, en Santa Fe, dominios del cacique Maraguey, predominaban las etnias Cumanagotas y Tagares. Las etnias más conocidas en esos tiempos eran: los Arecunas, Cumanagotos, Chaimas, Chacopatas, Pariagotos, Iparagotos, Coacas, Tagares, Parias, Guaiqueríes -que aparecen tardíamente, vienen de la isla de Margarita donde pactaron con los españoles, probablemente era los mismos Arawacos del Orinoco- y los temibles Caribes, que después de 100 años de luchas aceptaron la religión y se esparcieron por todas partes.    

Caciques notables eran:  el Señor de Cumaná o Alonso, Diego, Gil González, al cual el cronista de Guanta, lo llama Toronoima, Maragüey, Tacar, Caicuire, Cariaco, Cucuy, Cuserú, Chacomar, Guaramentar, Juan Cavare, Manoa, Mayucarí, Maicana, Querequepana, Tiricura, Doña Isabel, madre de Francisco Fajardo, Queneriqueima, Tucupabera, Uriapari, Zapata, Paria, y algunos otros.

Vicente Rubio: d) Fecha del martirio ¿Cuándo pudo ocurrir el triste suceso?

            Contamos para tratar de precisarlo lo más que esté a nuestro alcance, con un término “ante quem” seguro. Nos referimos al 28 de enero de 1516, fecha en que documentalmente ya se alude al luctuoso hecho, como algo lejano, en los papeles de los Oficiales Reales de la española, según atestiguan unos extractos inéditos, presentados al Consejo Real de Castilla, de ciertas cartas del tesorero general de indias, Miguel de Pasamonte, residente en santo Domingo. Una de esas cartas, datadas en el día, mes y año que acabamos de señalar “(28-01-1516), quedó compendiada así por el secretario del Real Consejo:

            “dize (el tesorero Pasamonte)  que un fraile de San Francisco  de los que fueron a la costa de las perlas  le ha escrito una carta, que enbya con esta para que se vea, y que lo que le parece a él  es que sería byen que en aquella tierra  se hiziese un pueblo de christianos  y una fortaleza  junto con la mar  y que esto se encomendase  a una persona temerosa de Dios, sabya  y de confianca  y zelosa del seruicio de Sus Altezas, porque de otra manera  ninguna seguridad se ha de tener  de los yndios,  y sy no están sojuzgados,  corren peligro los frayles  que agora han ydo  y que los maten  como a los dominicos  que primero fueron, y que los christianos que allá fuesen  a poblar  avían de dezir  a los yndios  que yvan para ayudarles  contra los caribes y que se asegurayan con esto,  y que tomándose los caribes, se podrían traer a vender  a La Española, que serya grande remedio para ello  y Sus Altezas serian seruidos  de muchas maneras (29).

Badaracco: Las Casas dice que Francisco Fernández de Córdoba, a quien mucho conoció, era franciscano, ahora sabemos ciertamente que era dominico. También hay constancia de que en 1516 fueron a Tierra Firme varios franciscanos a reforzar la misión fundada por Pedro en Cumaná, en 1515, y Montesinos viajo a la Corte a informar al Rey Fernando. Vicente Rubio continua en el error.    

“Rápidamente se juntaron en la misión con los dominicos y franciscos de Juan Garceto,  picardos y de otras nacionalidades: fray Juan Flamigi (flamenco), fray Ricardo Gani de Manupresa (inglés), fray Jacobo Hermigi, fray Remigio de Faulx, fray Jacobo Escoto (escocés), fray Juan de Guadalajara, y fray Nicolás Desiderio, para continúan el trabajo iniciado por sus predecesores mártires; refundan  la escuela para los niños indígenas, construyen un monasterio, reconstruyen una iglesia que había sido destruida por los indios, e inician y terminan otra iglesia, todo ello puede verse en dibujos y planos de esa época.

Vicente Rubio: “Hasta ahora, esta minuta es el documento más antiguo –que yo sepa- (30), en el cual se menciona de manera expresa, aunque incidental, la muerte dada por los Arawacos a los “dominicos que primero fueron” a la “Costa de las Perlas”. Gracias a otras fuentes coetáneas sabemos que esos dominicos fueron “dos” (31), nuestros ya conocidos Fernández de Córdoba y el Hermano Garcés.
Esa minuta habla también de “los frailes que agora han ido” al litoral de Venezuela. Con ello da a entender la expedición conjunta  de religiosos dominicos y franciscanos  presidida, respectivamente, por Fr. Pedro de Córdoba O. P. y Fr. Juan Garceto O. F. M., que después de la cruenta inmolación de aquellos dos frailes  Predicadores, había partido en 4 de julio de 1515 del puerto de Santo Domingo rumbo a la “Costa de las Perlas”  y, apenas fuera de la barra de él, en menos de dos horas, se vio obligada a regresar, con gran riesgo de naufragio, a su punto de partida, debido a un huracán –el huracán de San Laureano- (32).  En la urbe dominicopolitana hubo de esperar dicha expedición pacientemente a que mejoraran las condiciones atmosféricas y se hiciera el necesario arreglo de las naves, etc., para emprender de nuevo su marítimo viaje a la ribera venezolana (finales de setiembre o comienzos de octubre de 1515).

Badaracco: Aunque sí puede referirse a la tercera expedición de 1515, que arribo en 27 de noviembre a Cumaná, también puede referirse a los frailes que fueron a Tierra Firme en 1516, porque dice agora, o sea, hace muy poco tiempo. 

Vicente Rubio: “Precisamente entonces -4 de julio de 1515-, procedente de la vecina isla de Cuba, había llegado a Santo Domingo el clérigo Bartolomé de Las Casas, con algún que otro fraile Predicador del grupo que estuvo misionando en la propia ínsula cubana durante tres meses (33).  Bartolomé permaneció en la ciudad del Ozama desde el 4 de julio al 6 de septiembre de ese mismo año, 1515, pudiendo entonces conversar largamente con el P. Córdoba en torno a lo que él vislumbraba como futura vocación suya: dedicarse con exclusividad a la defensa de los indios.” (34).

Badaracco: Así fue. La llegada de Las Casas a Santo Domingo en esa fecha, 4 de julio de 1515, coincidió con la segunda expedición a Tierra Firme, organizada por Pedro de Córdoba, que fracasó como lo dice Vicente, debido al huracán de San Laureano. Según este autor Las Casas conoció muy bien a Cumaná, donde había misionado durante seis años -Bartolomé de Las Casas, Capellán de S. M. Carlos I. Poblador de Cumaná 1517-1523. Vol. II. Sevilla. 1960. p. 673.-

Vicente Rubio: “El  6  de setiembre de 1515– tercera expedición-  salieron de Santo Domingo hacia España el clérigo Las Casas  y el  P. Montesino –acompañado- quizá este último por el diácono  Fr. Diego de Alberca-  Montesinos llevaba el encargo de informar nuevamente  y con más detalles al rey sobre lo acaecido  en la “Costa de Las Perlas” y la complicidad que en el caso  habían tenido los jueces de Apelación de la Española; igualmente quería enterarle  como a pesar de la sangre vertida  de  los dos frailes  Predicadores, sacrificados por los Arawacos, los dominicos  y franciscanos residentes en Santo Domingo, volverían a reanudar el ensayo de evangelización pacífica en el mismo lugar  del suplicio de aquellos dos pioneros.  Es probable que también le comunicara que la cacica y algunos indios de su comitiva no habían sido aún hallados. Por estos y otros motivos, Antonio Montesino rogó al monarca que, de una vez por todas, ordenase suspender las incursiones  constantes  que por aquellos parajes  de Chiribichi hacían los salteadores de la Española, urgiendo, además, el cumplimiento estricto de lo que antaño  drásticamente el propio soberano  había mandado  mediante Real Cédula  dada en Valladolid, el 2 de junio de 1513,  para que ninguna nao  de colonizadores ni mercaderes hispanos se acercara  por las tierras  donde los misioneros evangelizaban, ya que hasta aquel momento semejante ordenanza siempre había sido violada (36).

 Badaracco: Los Arawacos no tienen nada que ver en todo esto. En Chiribichí –Cumaná- prevalecían los Chaimas y en Santa Fe de Chiribiche, prevalecían los Cumanagotos y Tagares de Maraguey.  Montesinos llevaba ese encargo que dice Vicente, pero extensivo a las misiones de Santa Fe y Cumaná, fundadas por Pedro de Córdoba,  y la protección no era solo para los dominicos sino para ambas órdenes –dominicos y franciscanos- y cualesquiera otras que se establecieran en Tierra Firme, en la concesión que le diera el Rey Fernando a Pedro de Córdoba; también llevaba un memorial con todos los crímenes cometidos por españoles en las islas  antillanas firmado por todos los frailes dominicos, como dice Las Casas. De estos memoriales de 1516, redactados por Las Casas, tengo el tomo CX de la “Biblioteca de Autores Españoles”, ilustrado por Juan Pérez de Tudela.   

Vicente Rubio: “De manera que para fijar la cronología del martirio de Fernández de Córdoba y del Hermano Garcés, contamos ya, a mi modo de ver, con unos testimonios aceptables.  Esa muerte es anterior al 28 de enero de 1516, fecha de la carta de Pasamonte, anterior tambien a la expedición simultanea de frailes predicadores y menores que a finales de septiembre o inicios de octubre de 1515 partió de la ciudad del Ozama hacia Chiribichi; y anterior incluso, a la salida de Santo Domingo hecha tambien por ambas órdenes religiosas el 4 de julio de 1515 con idéntico objetivo, pero que no pudo llevarse a efecto a causa del huracán de San Laureano. 
Así, pues, el período que corre entre enero- junio de 1515 es el plazo más razonable para situar el sangriento suceso acaecido en la tierra firme venezolana. Puntualicemos aún más.

Enrique Otte, el mejor historiador de cuanto yo conozco sobre el tráfico comercial del Caribe, ha escrito: “Al parecer, (los dominicos) fueron muertos en enero de 1515. Creo que es una opinión acertada. Comencemos a confirmarla aportando un dato nuevo.
El 5 de febrero de 1515 el viceprovincial, Fr. Pedro de Córdoba, acompañado por el subprior del monasterio dominico de la ciudad de Santo Domingo, Fr. Gutierre de Ampudia, Fr. Juan de Tavira y Fr. Tomás de Santiago, comparecen en casa del gobernador de la isla española, Almirante y Virrey, Diego Colón, en la misma urbe Santodominguense. Aparecen firmando como testigos el nombramiento que este hizo entonces de teniente de gobernador suyo a doña María de Toledo, su mujer, y a Jerónimo de Agüero, dado su próximo viaje a España.
           
Pero resulta extraño que solo para servir de testigos a tan común y corriente documento hubiesen sido convocados por el virrey aquellos cuatro predicadores, cuando muy bien eso podían hacerlo cualquiera de los más leales y discretos servidores civiles de la casa de Don Diego Colón. Pienso que el grupo de dominicos encabezados por su viceprovincial, se encontraba en presencia del gobernador para otro asunto más importante. ¿Cuál podía ser este?  O enviar nuevas cartas a la rivera de Venezuela  aplacando al cacique Alonso y solicitado ampliación  del plazo de las cinco lunas a favor de los dos dominicos  sentenciados a morir; o prometiendo la devolución inminente  de los indios de su tribu  tan traidoramente apresados; o pedir al virrey  ordenara que se hiciese  a la mar, lo más presto, una nave en la cual los propios dominicos  llevaran a Chiribichi los indígenas cautivados  por Gómez de Ribera meses atrás y que a costa de ímprobos esfuerzos irían recogiendo por algunas casas de Santo Domingo o por donde fuese  como Dios mejor les diera a entender.  Lo que más debieron urgirle a don Diego Colón fue que les proporcionara un bergantín para que el propio Pedro de Córdoba y cuatro o cinco frailes suyos se encaminaran, con la mayor celeridad, al litoral de Paria a fin de cerciorarse sobre la situación de Fernández de Córdoba y de Garcés. Por mucha prisa que se dieron -nos dice Reginaldo Montesino-  

  “... cuando el viceprovincial fue con otros frailes al dicho puerto de las perlas, halló que habían muerto a los dos frailes y no se sabe quién…”

Al fin –observa Enrique Otte- la consulta (de Santo Domingo) Virrey, Jueces de Apelación y Oficiales Reales-, en su sesión del 10 de febrero de 1515, se ocupó del asunto. Se ordenó que Gómez de Rivera y los caciques de la tierra firme “-ignoramos de quienes se trata- apareciesen ante los miembros de la consulta y que los que fueren “guatiaos” fuesen devueltos a sus tierras. Consta que los que quedaron o pudieron ser hallados de los prisioneros de Gómez de Ribera, se entregaron a los frailes...  Al parecer, uno de los marinos de la isla española que había llevado a los dos mártires a la Costa de las Perlas, recibió el encargo de transportar a las mismas tierras “ciertos frailes dominicos” junto con varios indígenas de los cautivados por Gómez de Ribera.  Esto tiene que haber sucedido en febrero de 1515, ya que la consulta informa al Rey en sus cartas de 24 de febrero y 6 de marzo… No contestó Rey hasta el 2 de agosto, aprobando todo lo dispuesto por sus representantes en indias, y reprobando, con palabras tan tibias como ineficaces, los atropellos de los jefes de las armadas en el Caribe.” 38.

Badaracco: Estos ajustes y conjeturas son válidos. 

            Vicente Rubio:” Pienso que hubo dos viajes: uno, en el que fue el P. Córdoba por primera vez al litoral venezolano con cuatro o cinco frailes suyos para saber sobre los dos misioneros, y otro, inmediatamente posterior, en el que “ciertos frailes dominicos” condujeron a los indígenas que pudieron hallar en Santo Domingo a la Costa de Paria.  

Badaracco: Eso “Costa de Paria” es no decir nada. Considerando las fechas, tambien pienso lo mismo, pero Vicente insiste en evitar decir Puerto de Las Perlas, único puerto al que podían llevar a los cautivos que sobrevivieron. La tierra del Cacique Alonso, el valle del Chiribichi, río y puerto de la actual Cumaná.

Vicente Rubio: “En verdad, la contestación de Fernando el Católico -2 de agosto de 1515- no alude para nada a la muerte de los dos dominicos, porque aún la consulta de Santo Domingo en las cartas que le escribió en 24 de febrero y 6 de marzo no tenía noticia de ella y, en consecuencia, no había podido comunicársela al soberano. Únicamente sabía en las fechas indicadas que habían ido varios frailes predicadores a la “Costa de las Perlas” a quedarse un tiempo por allí haciendo averiguaciones y otro grupo de ellos a devolver poco después algunos de los indios hacía meses atrapados. Por esto el Rey se restringe a declarar:

            “De los frailes que dezis que quedaron en aquella costa he habido mucho placer.  Plega a Nuestros Señor que, como vosotros dezis, hagan allí mucho fruto, porque holgaría mucho que de una manera o de otra las gentes de aquellas partes viniesen en conocimiento de nuestra Santa Fe Católica, y vos siempre tened mucho cuidado en pensar y buscar todas las maneras que para esto se puedan tener, y escribirme vuestro parecer, pues sabéis que ninguna cosa deseo más que la conversión de aquellas gentes…”

            “Lo que mandaste al capitán que trujo los indios que no eran caribes que los volviesen a sus tierras fue bien mandado, y aun fuera razón de castigarle en alguna manera, pues aquellos que trujo eran amigos de los indios que están de paz, y no eran caribes, porque ni él ni otros no lo hagan otra vez.” 39.

            Tres puntos dignos de notarse muestran estos párrafos de la carta del Rey: El placer que él ha tenido al saber de “los frayles” … que quedaron en aquella costa” venezolana, de los cuales esperan que hagan allí mucho fruto; que estuvo bien hecho que se devolvieran los indios de paz “cazados” a sus tierras; lo razonable que sería castigar al capitán que tan traidoramente no solo los atrapó, sino que encima de eso los hizo pasar por caribes para así poderlos vender sin escrúpulo alguno.

            ¿Qué frailes eran esos “que quedaron e aquella costa”?
            Tengo para mí que eran Fr. Tomás de Toro (40) y tres o cuatro dominicos más, cuyos nombres ignoramos, los cuales marcharon allá con el P. Pedro de Córdoba en fecha posterior al 10 de febrero de 1515, a fin de indagar la suerte que habían corrido el P. Fernández de Córdoba y el hermano Garcés.  A estos se agregarían luego los dos o tres que más tarde arribaron allí para devolver a los indios liberados de su cautiverio.

            Considero que fue entonces –postrimerías de febrero o primera mitad de marzo-, cuando al poner sus pies en Chiribiche, el padre Pedro y sus compañeros obtuvieron la certeza del trágico fin de sus dos hermanos de hábito. ¡Habían llegado demasiado tarde! Lo penoso fue que por más averiguación que hicieron, nuestros frailes se quedaron, en aquel momento, “sin saber quién” los había sacrificado (41).
            La muerte de ambos misioneros debió ocurrir, pues, a últimos de enero de 1515; se tuvo conocimiento de ella al expirar el siguiente mes de febrero o, lo más seguro, en la primera quincena de marzo de ese mismo año.
            A España tal vez llegó la noticia por el mes de mayo o junio, y pocos días después  de despachada la carta  de Fernando el Católico a las autoridades de la Española  (2 de agosto de 1515)  fue cuando el padre Reginaldo Montesino, a nombre del provincial  de la Provincia Dominicana  de Andalucía hizo acto de presencia  en la corte  solicitando la protección  al Rey  sobre los frailes predicadores que,  para esas fechas y según sus informaciones, ya debían estar evangelizando, en unión con los franciscanos, la región de Cumaná  (42).

Badaracco: Creo que Vicente Rubio no conoce o no tuvo en cuenta la Cédula Real de tres de septiembre de 1516 firmada por el Cardenal Adriano, en la cual se relata y aclara todo el drama planteado por Pedro de Córdoba, en el memorial que llevó Fr. Antón de Montesinos, a la Corte después de la muerte de Fernando el Católico. Vicente debe investigar la fecha en la cual Fr. Antón de Montesinos, fue a la Corte a informar, veamos:

 “La Reina y El Rey. Por cuanto el Rey nuestro Señor y padre y abuelo, que haya santa gloria, deseando que los indios  de la costa de las Perlas, que está en Tierra Firme, fuesen instruidos y doctrinados en las cosas de la fe, y para esto probaron todas las maneras que allá se pudiesen hallar por donde ellos pusiesen ser mejores cristianos, mandó hacer todas las diligencias necesarias, y porque pareció  que la más conveniente  y provechosa, y con los dichos indios  más presto venían en conocimiento de las cosas  de nuestra santa fe, era enviar personas religiosas  y de muy buena vida  a predicar y enseñar   a los dichos indios, sin otra gente ni manera  de fuerza alguna,  como vieron han hecho  los apóstoles  que lo susodicho  se pudiese poner  en obra, el dicho Rey nuestro Señor  habló con el devoto Fray  Alonso de Loaysa, provincial que a la sazón era  de la orden de Santo Domingo, y con su acuerdo y parecer, y nuestro, y con voluntad del devoto Padre Fray Pedro de Córdoba, vicario de la orden  de la isla Española, acordó de pasar en persona con algunos religiosos a la dicha Costa de las Perlas a procurar doctrinar  y enseñar   las cosas de la fe a los indios de ella, y viendo el rey  nuestro Señor con la voluntad y el celo  que el dicho Fray Pedro de Córdoba se movía para ir  a lo susodicho, mandó por una Cédula  al Almirante y jueces y oficiales de la dicha isla Española  que diesen al dicho Fray Pedro una nao con que fuese él y los frailes que consigo  llevase, y que mandase a los maestros y marineros que los llevasen a la parte  que el dicho fray Pedro de Córdoba le señalase  en la Tierra firme, y les diesen los mantenimientos  que hubiese menester, y ciertos indios para lenguas, cuales el dicho fray Pedro de Córdoba escogiese, y donde en un año que el dicho fray Pedro  y los otros frailes fuesen llegados a la dicha Tierra Firme, tuviesen cuidado de enviar a saber de ellos el dicho Almirante y jueces y oficiales, y que mandasen a la persona que fuese a saber de ellos  que trajese uno o dos frailes  acá por que informasen  de todo lo que en dicha tierra y Costa de las Perlas hubiesen hallado, y sabiendo (sic), como más largo en la carta  que para lo susodicho  se dio se contenía, por virtud de la cual  el dicho fray Pedro de Córdoba dice que fue a la provincia de Cumaná, que es en la dicha costa de las perlas, donde al presente están, envió en su nombre ante Nos a fray Antón de Montesinos  de la dicha isla Española, a hacernos relación  por parte de fray Pedro de Córdoba  diciendo que a causa de haber ido a la dicha provincia de Cumaná  y Costa de las Perlas donde el dicho fray Pedro residía convirtiendo y atrayendo los dichos indios de ella en conocimiento de nuestra santa fe católica, cierta armada que algunos vecinos  de la dicha isla  Española habían enviado  a la dicha provincia y costa, había sido causa  que los dichos indios  se alzasen y rebelasen  y matasen, como dicen que mataron, dos religiosos que había (sic) enviado  el dicho fray Pedro de Córdoba adelante, por el mal tratamiento  y escándalo  que la dicha armada  y los que en ella iban habían hecho a los dichos indios, y por traer  hurtados ciertos indios contra el vedamiento que estaba puesto, con otros excesos y males que dice que hicieron, y que si lo susodicho no se remediaba mandando volver a los dichos indios  e indias  que así habían traído  a la dicha provincia  y costa, y que de aquí en adelante ninguna ni algunas personas no fuesen osados  de armar  ni enviar a dicha provincia  y costa de las Perlas, donde el dicho fray Pedro de Córdoba  estaba, nunca los dichos indios  se podrían convertir  ni atraer en conocimiento de nuestra santa fe católica, ni menos podríamos (ser) aprovechados del fruto de aquella tierra; y porque la intención del dicho Rey nuestro Señor, padre y abuelo, que haya santa gloria, y la nuestra, siempre ha sido y será procurar con mucho cuidado y vigilancia la conversión de los dichos indios  y su muy buen tratamiento, visto por algunos del nuestro Consejo, y consultado con los procuradores de estos nuestros reinos, fue acordado que debíamos  mandar esta nuestra carta  sobre la dicha razón, por lo cual  queremos y mandamos  y expresamente  defendemos que ahora ni de aquí en adelante  en cuanto nuestra merced  y voluntad fuere, ninguna de algunas  personas de cualquier estado  o condición, preeminencia o dignidad que sean, así  de nuestros reinos  como de las dichas islas Españolas  y San Juan y Cuba y Jamaica  y Tierra Firme y otras cualesquiera no conocidas, de evitar armada ni ir persona ni personas algunas a la dicha provincia de Cumaná; y Costa de las Perlas donde el dicho fray Pedro  de Córdoba está, juntamente con otros religiosos de la orden de San Francisco  que allí están  entendiendo en la conversión  y doctrina de los indios  salvo sin no fuere con nuestra licencia o expreso mandamiento, so pena que cualquier persona  que fuere o enviare  desde el día  que ésta nuestra Cédula  o su traslado signado de escribano  público  fuere publicada y pregonada  en la ciudad de Sevilla  e isla Española y San Juan y Cuba y Jamaica y Tierra Firme, en adelante, caiga e incurra por la primera vez que fuere o enviare, en perdimiento del navío o carabela o barco, y perlas y aljófar y guanines y oro  y esclavos y otra cosa que llevare o trajere en ellos… y por la segunda vez pierden lo susodicho, y más la mitad de todos sus bienes; y por la tercera vez pierden todos sus bienes, y más los dichos navíos… y sea la mitad para nuestra Cámara y la otra mitad  para la obra de los monasterios  e iglesias  que en la dicha provincia  y costa de las Perlas  los dichos frailes han de hacer … Fecha en Madrid a 3 días del mes de setiembre  año de MDXVI. Cardinalis Hispaniarum. - Aldeanus (sic, por Adrianus) Ambasator, por mandado de la Reina y del Rey su hijo Nuestros señores, los gobernadores en su nombre.

Badaracco: Esta Cédula no tiene desperdicio, narra todo lo acontecido en Cumaná entre 1513 y 1516, con absoluta precisión. Por ella sabemos que Fr. Antón de Montesinos estaba en la Corte, frente a los Regentes, antes del 3 de septiembre de 1516, fecha de la Cédula; pero no sabemos cuándo salió de La Española donde estaba a fines de en 1514, cuando se produjo el rapto de los indígenas e hizo diligencias para su rescate.  Entonces deduzco, que Fr. Antón de Montesinos, fue enviado por Pedro cuando aún estaban vivos los rehenes dominicos. Fr. Antón presenta credenciales y el memorial que redactaron los dominicos en Santo Domingo, y de allí la Cédula de los Regentes.  Al parecer no habia regresado cuando Pedro escribió su carta de 1517; Pedro se queja entonces, en esa carta, porque le envió muchas cartas a Fr. Antón de Montesinos, y no le había respondido. Creo, por tanto, que Fr. Antón de Montesinos fue enviado a España poco después del rapto de los indígenas de Cumaná, antes de febrero de 1515 cuando Pedro vino al Puerto de las Perlas en Tierra Firme, Cumaná, a investigar sobre los rehenes, porque las autoridades de Santo Domingo eran cómplices en el rapto, y se hicieron muy difíciles los tramites de liberación. Observo que en la Cédula de los Regentes no mencionan para nada las denuncias de Reginaldo de Montesinos, lo que puede significar que aún no lo habían recibido, y si lo habían recibido no les dieron mayor importancia a otro documento de denuncias que ya procesaban.



Vicente Rubio: “4.- NOTAS COMPLEMENTARIAS.

Preparando nuevamente la misión.

            Los dominicos que “quedaron en aquella costa”, como dijo Fernando el Católico en su carta  del 2 de agosto  de 1515, aparte de inquirir por todas las vías quien o quienes  habían sacrificado  a sus dos hermanos misioneros,  se dedicaron a la ardua labor de sosegar a los nativos, convivir mansamente con ellos e indagar los sitios  más adecuados para que en aquellas mismas latitudes  volviera a reanudarse  el soñado ensayo  de evangelización pacífica con un buen contingente  de frailes predicadores  y franciscanos reformados, traídos todos de La Española.

Badaracco: Esta redacción es correcta, lo que le falta es decir que desde Puerto de Las Perlas –Cumaná-  la avanzada dominica continuó buscando el sitio adecuado, cual era, aquel más apartado del tráfico de españoles “donde españoles no fueran”, y por supuesto después de hacer los arreglos necesarios con el cacique Maraguey, Pedro funda la misión dominica en Santa Fe de Chiribiche. Su trabajo y permanencia en Santa Fe y su vigilancia y viajes a Cumaná, demuestran el ejercicio de su autoridad sobre aquellas primeras misiones.

Vicente Rubio: “Ignoro el tipo de precauciones adoptadas durante estas exploraciones por Pedro de Córdoba y sus religiosos para prevenirse de cualquier ataque de los indígenas al igual que de tantos asaltos sorpresivos de españoles como por allí se efectuaban, que era lo que a los nativos irritaba sobremanera.

Badaracco: En realidad los indios no le dieron mayor importancia al rapto y al suceso con los frailes dominicos. Su forma de justicia era parte de su cultura. Lo que importaba era la compensación.  Cuando un indígena violaba una propiedad, una siembra de la planta de Haysch, de donde extraían una especie de coca, y no podía compensar o indemnizar al propietario o dueño, el infractor era ajusticiado. Cuando un Indígena cometía adulterio; cuando secuestraban a la novia en el blanqueo, y no podía o se negaba a compensar a los ofendidos,  que eran  hechos  comunes y no trascendían, eran ajusticiados; de tal suerte que con la devolución de algunos indígenas y tal vez alguna compensación, se terminó para ellos el problema y los dominicos y franciscanos pudieron seguir en la misión en la Costa  de Las Perlas en Tierra Firme, en la boca del río Chiribichi – Cumaná- , y fundar la de Santa Fe de Chiribiche. Luego desaparece Santa Fe y tanto los dominicos como los franciscos se quedan en Cumaná y sus misiones prosperan, construyen iglesias y escuelas, que es el principio de la ciudad de Cumana, capital de la Provincia de Nueva Andalucía. Todo lo que ocurre en Santa Fe es posterior a 1515, en tanto que el puerto de Cumana, fue descubierto por Colon en 1494, y desde entonces fue referencia para las expediciones españolas a esta parte de la Tierra Firme. Los comerciantes de perlas venían a Cumana, los comerciantes de Sal venían a Cumana, los navíos trasportadores de agua y de piedra ciclópea para la construcción en la Nueva Cádiz, de pescado salado, de maíz, de casabe, etc. venían a Cumaná.   

Vicente Rubio: “No sería desacertado pensar que todas las cautelas de nuestros frailes se redujeron al par de naves en que habían ido ellos y los indios devueltos; esas naves surtas en el puerto de Chiribichi, tripuladas por gente confiable debieron ser costeadas por el Virrey Diego Colón y quizá por Jácome Castellón, el cual aparece como amigo primeramente del padre Córdoba (43) y después del P. Tomás de Berlanga O. P. (44)

Badaracco: Después de haber llegado a un arreglo con los caciques de Cumaná y Santa Fe, no hacía falta más trámites ni cautelas, eran libres de hacer y cumplir su misión. Hasta 1521, trabajaron con los indígenas en paz. 

Vicente Rubio: “El P. Pedro debió regresar a Santo Domingo a punto de concluir el mes de abril de 1515.  ¿Regresó solo el P. Córdoba, dejando a los demás en la “Costa de Las Perlas” o regresaron todos?
Es posible que dejase tres frailes, de indudable valentía, en aquel lugar, por varias razones.    
Para que aprendiesen bien la lengua de la región con algunos “guatiaos” y pudieran luego servir de maestros en la misma a los demás religiosos.
Para que la labor de sus dos antecesores inmolados no sufriera interrupción y, al mismo tiempo sirviera de puente a la que dentro de un bimestre sería llevada a cabo, conjuntamente, por dominicos y franciscanos.
Para que fueran reconociendo el terreno donde se habrían de asentar unos y otros –Santa Fe de Chiribichi los predicadores, en Cumaná los Menores- cuando llegaran a emprender su proyecto de evangelización pacífica. 
Para que comenzaran a levantar rústicas enramadas para iglesia, convento, oficina o acotando tierra para “conucos” (huerto), criaderos de animales domésticos, etc., y no tuvieran que improvisarlo todo desde un principio los que allí arribaran dentro de dos meses.

Badaracco: Lo que dice Vicente en este capítulo, es muy razonable, y su investigación sirve para aclarar cualquier mal entendido, sin embargo, creo que ha podido ser más específico, él debe definir dos períodos, antes de 1515 y después de 1515, debe hacerlo con la mayor precisión, porque se enreda todo. Y yo deseo colaborar en esto, porque el investigador español está confundido, como todos los que han tratado este punto por desconocimiento del territorio; yo estoy en una mejor posición para aclararlo, porque soy de aquí, conozco el terreno como mis manos, y tengo todos los elementos para un juicio definitivo en este asunto.

Vicente Rubio: “No cabía esta vez miedo a cacerías de nativos, porque, muy atinadamente observa Enrique Otte:
“Francisco Vallejo, miembro de la élite de Santo Domingo y futuro Alcalde Mayor de Cubagua (45),  recibió el encargo (De las autoridades de la Española ) de llevar a cabo,  con ayuda de un escribano real, una investigación completa  sobre los indígenas de Tierra Firme, con el fin de demarcar las tribus arawacas y caribes, además se le ordenó  restablecer la paz con los indígenas  de la provincia de Portugal, alterada por las fechorías de Gómez de Ribera, y hacer una pesquisa  sobre las circunstancias  de la muerte de los dos misioneros. Esta misión oficial se combinó con una armada de rescate, de la cual se nombró capitán al propio Francisco Vallejo. Capitalista principal era el almojarife mayor Juan Fernández de Las Varas (46); además invirtieron capital sus consocios en el arrendamiento del almojarifazgo, licenciado Juan Ortiz de Matienzo y el factor real Juan de Ampiés.    La armada, de una carabela, trajo sal de Araya y lizas saladas. No consta la cantidad de perlas rescatadas o pescadas” (47).

            Lo importante es que existía allí un clima de seguridad y más aún, había quedado cortada la captura de nativos por el momento.  Los tres dominicos que probablemente allí dejó el P. Córdoba podían trabajar confiados.
           
Badaracco: Lo que puedo añadir a estas reflexiones, es que Pedro viajó a vigilar sus misiones, pacíficamente, tanto a Cumaná como a Santa Fe, en varias oportunidades, y existe un curioso relato de una de esas estancias en Santa Fe, que tomé de Las Casas, y que les voy a transcribir:  

“Y esto sabemos ser cierto que acaeció en la Tierra Firme, en la provincia de Cumaná, que decían la costa de las Perlas, en el pueblo de Chiribiche, que los religiosos de Santo Domingo nombraron Santa Fe, cuatro o cinco leguas la costa abajo del río de Cumaná, el año de mil quinientos diez y ocho  o diez y nueve, lo cual acaeció así:  que el venerable padre y siervo de Dios fray Pedro de Córdoba, de la orden de Santo Domingo, el cual la trujo el primero a esta isla Española desde Castilla, y fue el primer vicario de ella; estando en el dicho pueblo de Chiribiche o de Santa Fe y habiendo aprendido y sabido la lengua de aquella tierra cuasi por milagro divino, teniendo espías  sobre cuando venía el demonio de noche y se revestía dentro del cuerpo de un indio que debía ser sacerdote o mago o hechicero, profeta dellos, o adevino, dentro del cual y por boca  del  les predicaba sus falsedades y engaños, con que los tenía en su culto y honor engañados y perdidos, avisado una noche por los espías, que eran ciertos indios  que tenía convertidos, que ya era venido el espíritu maligno, como solía, entró en la casa donde estaba y hizo encender lumbre, porque siempre mandaba el demonio que se apagasen las lumbres cuando venía, y conjurolo haciendo los exorcismos que la Iglesia tiene ordenados; constriñióle  a hablar  y responder a muchas cosas que le preguntó, y entre otras díjole  que ¿Por qué tenía engañadas aquellas gentes haciéndoles entender que después de muertos  los llevaba a unos campos y lugares deleitosos, donde siempre vivían contentos en alegría y sin pesar?  Y al cabo mandóle de parte de Dios que declarase y manifestase a los indios presentes como los llevaba a los fuegos infernales.  Y así comepellido por la virtud de Dios, alcanzada por la fe y devoción de su siervo, respondió en lengua de los indios a todo lo que preguntaba, y principalmente a donde después de esta vida llevaba las ánimas. Y esto es así verdad, según supimos del compañero del mismo padre que aquella noche fue con él y estuvo con él presente a esta obra que se llamaba fray Diego de Velásquez”. En otra versión del mismo Las Casas, dice que el padre santo lo interrogó en latín y otras lenguas indígenas, y el piacha respondía a todo, pero en su lengua.

Esta versión anecdótica cursa en el Tomo CV, página 340    Ob. cit. Obras Escogidas de fray Bartolomé de Las Casas.

Vicente Rubio: “b) Arawacos repatriados.

            El otro punto el que Fernando el Católico se regocijaba en su carta del 2 de agosto de 1515 era el siguiente: los aborígenes apresados por Gómez de Ribera habían sido tornados a su tierra venezolana.
            ¿Cuántos fueron esos indios restituidos a sus nativos lares? No parece que lo fuesen todos, ni al mismo tiempo, ni siquiera se devolvieron los que en realidad debieron haber sido devueltos. La culpa de ello estuvo en quienes los adquirieron clandestinamente.
            Unos pocos sí, un poco parece ser que fueron entregados por sus dueños a los dominicos con gran nobleza de corazón. Otros fueron cambiados, por ejemplo, se dieron viejos por jóvenes, como aconsejó la malicia de sus amos en el secreto de sus inescrupulosas conciencias. Otros tardaron en ser reintegrados “De acuerdo con la declaración de Juan García Caballero, (éste) tuvo que entregar a los licenciados Villalobos y Ortiz de Matienzo dos indios que le había quedado “sin partir” (48) Incluso el propio Francisco de Vallejo “devolvió a sus tierras “dos indias porque ya habían enviado otras” (49)
            Lo grave del caso es que, con el típico retraso de la correspondencia de la Corona, el 14 de enero de 1518, fecha demasiado tardía- el Rey Carlos I de España ordenaba a su Justicia Mayor de las Indias, Lcdo. Alonso de Zuazo:
            “La Reina, mi señora e yo, por una nuestra carta vos enviamos a mandar que hayáis información quién fue el capitán o maestre que, viniendo la cacica, mujer del cacique Alonso, a ver su nao, que surgió en el puerto de las perlas con hasta 16 naborías de su casa, y estando viendo la dicha nao seguramente, el dicho capitán diz que alzó las velas y las trajo a esta dicha isla española… etc.
Por eso ahí mismo se le manda a Zuazo: Primeramente, haber información en cuyo poder están la dicha cacica y las dichas naborías, e si halláredes ser así como en la dicha relación de la dicha nuestra carta se contiene o que por otra cualquiera manera no se pudieron cautivar, declaradlas por libres, y, así declaradas, ponedlas en poder de personas honradas… etc. (50) 
Entre los testimonios que poseemos acerca de la devolución de los indios, en febrero o marzo de 1515- tal como aparecen en el juicio de residencia que se hizo a los jueces de Apelación (1517-1518)- no se menciona nunca la entrega de la cacica (51)
Parece ser cierto que la mujer del cacique Alonso no fue devuelta a su tierra, en febrero o marzo de 1515, con los demás indígenas que los dominicos llevaron. Todavía continuaba en 1517, en la ciudad de Santo Domingo bajo el poder del Lcdo. Villalobos so color de que ella era “caribe”. Hasta ahora no hemos hallado dato seguro de que la cacica tornara a su nativa región.
Por este motivo, ¡cuántas vaguedades -por no decir “medias verdades”- encierra el interrogatorio que para descargo del citado Marcelo de Villalobos propuso su procurador en el juicio de residencia que a aquel se le inició en 1517 sobre el punto que nos ocupa. Tengamos la paciencia de leer por ejemplo las siguientes preguntas:

XXXVIII.- Ytem, si saben, etc., que en cierta armada  que se hizo para los caribes en que dicho mi parte tobo parte,  fueron por capitanes un Juan de León, e Christóbal Sánchez Colchero, e por veedor un Gómez de Ribera, e porque los caribes mataron al dicho Juan de León e a Christóbal Sánchez Colchero, la gente de dicha armada  hicieron capitán al dicho Gómez de Ribera, el cual trajo ciertos indios de la Costa de Paria, que eran de paz , e al tiempo que a esta isla vino juró que eran caribes e habidos de buena guerra”.

XXXIX.- Ytem, si saben, etc., que luego como se supo y se dijo que los indios que el dicho Gómez de Ribera había traído no era caribes, se hizo relación dello por el dicho mi parte a los (demás) Jueces  e Oficiales de sus Altezas  estando todos juntos  en la Casa de la Contratación (de esta ciudad de Santo Domingo), para que se fiziesen volver para que se castigase al dicho Gómez de Ribera, e si saben que se entregaron los dichos indios de paz a los frailes  dominicos  para que los volviesen a la Costa de Paria, de donde eran naturales  e así se hizo.
XL.-  Ytem, si saben, etc., que los jueces de la Audiencia dieron un mandamiento para prender al dicho Gómez de Ribera para le castigar, e, antes que pudiese ser habido se metió a fraile e hizo profesión en el monasterio de Nuestra Señora de la Merced”. (52)
            Ninguna mención existe en los textos transcritos sobre la cacica y su devolución a su originaria “Costa de las Perlas”. Por eso viniendo a llenar en parte esta laguna documental, escribe Fr. Reginaldo Montesino:
            “Los frailes de la isla española procuraron con todas sus fuerzas que volviesen aquella mujer que habían traído y a sus criados a su marido, y nunca lo pudieron acabar ni los quisieron dar los que los tenían”.
            “La causa señores, desto fue porque los jueces de la isla española tenían parte en aquella mujer y en aquellos hombres, y estaban en su poder, y por esto no hubo quien nos cumpliese de justicia… “, etc. 
             Ignoramos si después de este alegato de Fr. Reginaldo, la mujer del cacique Alonso fue restituida a su tierra. Pero pudo haber sucedido que, mantenida la cacica como esclava por el Juez de Apelación, Lcdo. Marcelo de Villalobos, so pretexto de que era “caribe”, ella enfermase y muriese en Santo Domingo durante la peste de 1518, la cual diezmó casi totalmente la raza indígena de La Española. Al menos en la corte castellana no se sabía nada acerca de su paradero en Santo Domingo el 14 de enero de 1518 (53).
            El causante del desastre, Gómez de Ribera, no pudo ser castigado, como deseaba el rey católico, porque, según refieren testimonios coetáneos, ingresó fraile en el monasterio de la Merced de la ciudad de Santo Domingo y allí hizo su profesión. ¡Confiamos en que Dios se la aceptará, siquiera fuese como expiación de sus salteos y de la sangre que a causa de ellos hizo verter a dos inocentes misioneros dominicos!
            A la luz de lo que llevamos expuesto podemos apreciar una cosa: lo difícil que resultaba para aquellos frailes  dominicos de la primera comunidad  de su Orden que hubo en el Nuevo Mundo trabajar por la promoción del indio  mediante una evangelización adecuada  y sin la sombra de las armas, pero más que nada haciendo resonar  un clamor de justicia  que repercutiera en lo más profundo de las conciencias  tanto de reyes, como de sus ministros, consejeros, oficiales de la Corona o de cualquiera de sus vasallos privilegiados que tan pingues beneficios  obtenían para sí de la encomienda indiana. Una fuerte muralla de asaltos, engaños, explotaciones, maltratos y numerosos embrollos legales, construida por las manos de poderosos encomenderos hispanos contra los débiles y desarrapados tainos o Arawacos, era lo que nuestros religiosos encontraban por doquiera, como enseguida lo hallaron tambien los celosos hijos de San Francisco.

c) Sigue la caza de indígenas.

            Luchas del P. Córdoba.

            Por fin, la expedición conjunta de dominicos y franciscanos, dirigida respectivamente, por el P. Pedro de Córdoba O. P.  y el P. Juan de Garceto O. F. M., partió de Santo Domingo hacia la Costa de las Perlas a últimos de septiembre o a comienzo de octubre de 1515.    Iban todos con la mejor de las ilusiones. Había llegado el momento ansiado de poner en práctica su plan serio y ejemplar de cristianización de los nativos que habitaban el litoral norteño de la actual Venezuela. Para ello, los Predicadores ocuparon el valle de Santa Fe de Chiribichi, los Menores, la región de Cumaná.
           
Badaracco: Garceto aparece en las dos últimas expediciones organizadas por Pedro. Por cierto, ningún historiador ni cronista, narra estas expediciones como Las Casas, y eso se debe a la colaboración de los franciscanos picardos, como puede fácilmente comprobarse.  Pedro organizó tres expediciones para fundar sus misiones en Costa de Las Perlas –Cumaná y Santa Fe- La primera en 1513 y las otras dos en 1515.
Los dominicos nunca abandonaron Cumaná por eso se le llama Primogénita de América. Pedro logró traer a los franciscos, los catequizó para trabajar conjuntamente, pero dependían de su autoridad en Tierra Firme.  El rey Fernando confiaba solo en Pedro y a él, solo a él autorizó para entrar en Tierra Firme, en esa época; por esa razón viene Las Casas a Cumaná y es recibido como representante de Pedro, el mismo cuenta el recibimiento que le dan los franciscos cantándole el salmo “Bendito el que viene en nombre del Señor”.   

Vicente Rubio: “Pero bien pronto, unos y otros volvieron a encontrar las mismas dificultades que habían tenido en su hora los dos dominicos mártires: la caza de indígenas. Parece que de nada valían las severas advertencias que acerca de esto habían hecho las autoridades de La Española, quizá con voz demasiado farisaica, ni las fuertes medidas que iría tomando a partir de junio de 1516 el regente de España, cardenal Jiménez de Cisneros.
            Tales dificultades harían su aparición ahora, en la “Costa de las Perlas” como en otros puntos del mar Caribe, de dos maneras: o revestidas con el imperativo de hacer justicia, o descubiertas en el afán mercurial de seguir atrapando aborígenes para venderlos en los mercados de Santo Domingo o de Puerto Rico contra toda ley.
            El primer espécimen de dificultades queda condensado en este párrafo del P. Reginaldo Montesino:
            “Han tomado los Jueces de la Isla Española y los que la gobiernan por achaque de enviar allá a hacer pesquisas contra los indios (por haber dado muerte a los dos dominicos) y traer muchos dellos presos para hacerlos esclavos, por lo cual los frailes que allá están a mucho peligro, y a decir esto a Vuestras Altezas me mandó venir nuestro Padre Provincial de Andalucía.
            Acera del segundo modo de dificultades, que era el más corriente y común, advierte el P. Reginaldo:
            “Agora, señores, de nuevo me han venido cartas, las cuales tengo aquí, en que dicen los frailes de la isla española que los españoles tren cautivos a muchos indios del valle de Chiribichi, adonde están predicando y enseñando nuestros frailes, y tráenlos por esclavos a la isla española, no pudiéndolo hacer, por lo cual toda aquella tierra está destruida y para del todo perderse, y creemos que han de matar (a) los frailes que será lo peor… “etc.,

Badaracco:  Esa expresión “Agora, señores, de nuevo me han venido cartas” Es una expresión dentro del mismo texto. Reginaldo se refería en la primera parte del texto a los sucesos de 1513 y 14, y ahora se refiere a sucesos más recientes” Él no ha salido del acto, y luego regresó; no, es en el mismo memorial, que dice “... me han venido cartas”, y estas novedosas cartas todos sabemos que son posteriores al 23 de enero de 1516.

Vicente Rubio: “Los datos históricos, provenientes de otras fuentes, confirman lo que nos acaba de ofrecer, genéricamente, Fr. Reginaldo.
            Consta –según Enrique Otte- que, en el verano de 1516, una armada salió de Santo Domingo, capitaneada por Juan Bono, rumbo a la isla de Trinidad. Allí cogieron con dolo unos 100 indios, los cuales fueron enviados a La Española para ser puestos en venta. Protestaron enérgicamente los dominicos de la ciudad del Ozama por semejante tropelía, pero sus protestas cayeron en el vacío.
Hacia el otoño de ese mismo año, 1516, otra armada marcha contra las islas de los gigantes (Curazao, Aruba y Bonaire), la cual partió esta vez de San Juan de Puerto Rico. Atropellos que avergüenzan fueron cometidos entonces a granel para realizar una abundante captura de los nativos que habitaban aquellos islotes.
La propia Real Audiencia de Santo Domingo experimentó tal remordimiento que se vio obligada en esta ocasión, al tornaviaje de dicha armada, a meter en la cárcel de la urbe santodomingunse al capitán de aquella expedición –Juan Gil- el cual murió entre las rejas de su prisión.
Continúa diciendo Otte –si aquí no confunde una nueva armada hecha por Juan Bono de Quejo con otra que éste dirigió en 1517 a Trinidad (54) -, que, a fines de 1516, el mencionado maestre regresaba de Trinidad trayendo un considerable lote de aborígenes apresados con nuevas trampas y argucias.  Dominicos y franciscanos acudieron a oponerse al hecho ante los recién llegados comisarios Jerónimos, enviados por Cisneros para reformar las cosas de las indias. ¡Poco o nada se alcanzó! Todo se iba en informaciones, probanzas y papeleo interminable (55). Durante el mismo verano de 1516 –he aquí otro dato desconocido- la propia Costa de las Perlas” ante los ojos de Pedro de Córdoba, se vio hostigada con escándalos y desordenes “tocantes al rescate de los esclavos y perlas que en dicha provincia resgataban los christianos”. Por eso el P. Córdoba sintió la necesidad, como imperativo de su ardiente amor  al indio  y como protección para su proyecto evangelizador, enviar una carta  a los Jueces de Apelación de La Española  suplicándoles  que hicieron cumplir a los resgatadores  o comerciantes  de esclavos  “caribes” las prohibiciones dadas al efecto  o las estrechísimas reglas  a que el tal tráfico debían sujetarse  todos; pedían tambien que no se vendiera  a los indígenas vino ni amas; y por último suplicaban  que cuando allá aportaran  navíos o carabelas  no saliera de ellos nadie para hacer los rescates,  salvo los capitanes o veedores.
            He aquí el texto completo del “Acuerdo”.
           
            En XVIII de julio de  DXVI años. Este dicho día los señores  licenciados Marcelo Villalobos e Juan Ortiz de Matienzo, jueces, etc.,  y el señor tesorero Miguel de Pasamonte, visto una carta que les fue dada por el superior del monasterio  de Santo Domingo (desta) ciudad, la cual parecía ser de  fray Pedro de Córdoba,  viceprovincial de la dicha orden que está en la provincia de Cumaná, por la cual parece que le hacía saber ciertas cosas tocantes al rescate de los esclavos  y perlas que en la dicha provincia resgataban los christianos, y la forma,  y manera que en ello tenían, y los inconvenientes que se seguían o se podían seguir  por la forma que tenían en el hacer del dicho rescate, dijeron:  “Que en cuanto a lo  que toca al resgate  de los dichos esclavos que ya tenían proveído sobre ello y habían enviado provisión al dicho viceprovincial, y a los frailes de San Francisco y a Francisco de Vallejo, e que cerca de lo susodicho esta proveído que aquello se cumpla y guarde.
            “Y cuanto a lo que toca a la manera de resgatar  las perlas y esclavos, dijeron:  que por evitar inconvenientes que mandaban y mandaron  que se les pregone que ningunos armadores, capitanes y maestros ni otra ninguna persona que quiere de enviar o ir al dicho resgate no lleven ni consientan llevar ni resgatar vino ni ningún género de armas ofensivas ni defensivas, e que ninguna persona  de ningún estado e condición que sea, llegados a la dicha costa, no salgan de los navíos  o carabela que llevaren, salvo los capitanes  e veedores que quieren de hacer el dicho resgate.
            “Lo cual todos dijeron que se guarde e cumpla so pena de muerte e de perdimiento de bienes a cada uno que lo contrario hiciere en los aplicaban a la cámara e fisco de sus Altezas, y apercíbanlos que mandarán ejecutar las dichas penas en la persona que en ellas incurriere, y mandaron que se  envíe un traslado de lo susodicho a los oficiales de la isla de San Juan, para que allá se pregone y en nombre de lo susodicho, lo cual fue pregonado  públicamente  en esta dicha ciudad  en veinte del dicho mes” (56).
            El largo de texto que íntegramente hemos aducido, nos hace entrever que esta fue la segunda vez que el P. Pedro de Córdoba estuvo en la Costa de las Perlas”. Permaneció en ella casi un año, ya que salió de La Española con sus frailes y los franciscanos a últimos de septiembre o comienzos de octubre de 1515, y en el 18 de octubre de 1516, según el texto que hace poco hemos citado, aún permanecía allá, pues en ese 18 de julio de 1516 se vio en Santo Domingo “una carta... de fray Pedro de Córdoba, viceprovincial… que está en la provincia de Cumaná”.
            Por consiguiente, en virtud del documento alegado, no es aceptable la opinión de mi buen amigo Fr. Miguel Ángel Medina O. P. al proponer una segunda estancia del P. Córdoba en España en 1516, “quizá durante el mes de febrero” (57); ampliamente reafirma esto mismo cuando habla de “la estancia, desde febrero de 1516 hasta marzo o abril de 1517, de Fr. Pedro en España” (58).
              En mi concepto el P. Córdoba se encentraba misionando en “La Costa de Las Perlas” desde últimas de septiembre o comienzo de octubre de 1515 hasta agosto de 1516. Regresa luego a Santo Domingo, donde se halla cuando llegan en diciembre de 1516 los comisarios Jerónimos para la reforma de las indias (59).

Badaracco: Los españoles distinguían “Puerto de Las Perlas” de “Costa de las Perlas”; después de 1515 se le daba este nombre a toda la Costa de la provincia de Nueva Andalucía, desde Guiria hasta Píritu.
Vicente Rubio: “Entre enero-febrero de 1517 expone a esos monjes un “parecer” de él y de su comunidad acerca de los indios (60).  Hácece eco, incluso, en un escrito suyo de la reciente llegada del Juez de Residencia, Alonso de Zuazo, a La Española -6 de abril de 1517- (61). Tras haber datado en Santo Domingo el 28 de mayo de ese mismo año, 1517, una célebre epístola de él al nuevo Rey de España, Carlos I. Embarcose dos días después hacia España para asistir al Capítulo Provincial intermedio de su provincia dominica de Andalucía y reclutar allí algunos religiosos que desearan predicar la fe en las indias. Estoy por asegurar que en su pobre equipaje portaba una epístola suya al nuevo monarca –residente todavía en Flandes-, para que el clérigo Bartolomé de Las Casas personalmente se la presentara enseguida al soberano, si este se hallaba ya en Castilla, o en caso contrario fuese con ella hasta los Países Bajos.
            Terminadas las sesiones del Capítulo Provincial, Fr. Pedro de Córdoba retornó a toda prisa a la española en agosto inmediato siguiente (1517), ya que el 26 de septiembre de 1517 corresponde la carta que escribió el P. Antonio Montesino –residente este a la sazón en España-, en la cual comienza diciéndole:
            “Muchas veces le he escrito y bien largo y deseo ya ver Respuesta de las cartas, y aun a bien pocos días que escribí la postrera vez… (62)        
            Se ve que el P. Córdoba no era perezoso para manejar la pluma, a fin de mantener bien informado a su compañero, Fr. Antonio de Montesino, sobre la labor de los dominicos en el Nuevo Mundo entonces conocido.
            El año 1518 pásalo Fr. Pedro en la ciudad de Santo Domingo, y es el 1519, como muy acertadamente señala Miguel Ángel Medina (63) cuando él volvió a España, pero para asistir al Capítulo Provincial electivo que, precisamente, se tuvo en Córdoba, y en el cual salió electo como prior provincial el P. Domingo Melgarejo. Por agosto de ese mismo año, 1519, debió ser cuando Fr. Pedro regresó a la urbe del Ozama.  No en balde, el 4 de octubre inmediato posterior prestaba él declaración sobre la actividad evangelizadora que ejercían los frailes Predicadores en Santa Fe de Chiribichi (64).
            Todo lo restante acerca de la biografía de Fr. Pedro de Córdoba, como el terrible desastre que de nuevo desbarató su obra más querida en la “Costa de Las Perlas” en que simultáneamente hubo que lamentar, además de la muerte de otros dos frailes dominicos, el arrasamiento de su puesto misional -Santa Fe de Chiribichi- por lo Arawacos, soliviantados otra vez con tanto pillaje descarado de los armadores españoles (3 de septiembre de 1520), es sobradamente conocido y está bien datado. Al igual que es segura, desde el punto de vista cronológico, la fecha de la muerte del mismo P. Córdoba, acaecida en esta ciudad de Santo Domingo, el sábado 4 de mayo de 1521, víspera entonces de la festividad de Santa Catalina de Siena (65).

Badaracco: Si es cierto que la misión de Santa Fe, fue arrasada y destruida por completo, pero no así la de Cumaná, que dio tantos frutos. Los dominicos permanecieron en Cumaná varios siglos, construyeron sus iglesias, escuelas, conventos, y los cumaneses consideramos al Fr. Pedro de Córdoba su fundador.

Vicente Rubio: De todos los dominicos fundadores de su primer convento en el Nuevo Mundo, él, Fr. Pedro de Córdoba, es el único religioso que quedó sepultado, en un lugar no identificado aún, dentro del área de esta “Casa de Apóstoles” en la urbe Santodominguense.

Badaracco: Pedro de Córdoba, inventó la conquista evangélica del Nuevo Mundo, debería venerare como santo, pero creo que nadie ha iniciado este camino hacia su santidad.  En su libro “La Evangelización del Oriente de Venezuela”, el autor Álvaro Huerga, dice “El capítulo de Córdoba será la piedra miliar luminosa, a la que hay que mirar, y de la que hay que partir, para el análisis de los inicios de la evangelización del Oriente de Venezuela “, y se quedó corto, pues de su filosofía se nutrieron los precursores del cambio de la política española. 

Vicente Rubio: “Solo falta para finalizar estas tediosas notas, llamar la atención sobre el espíritu auténticamente cristiano que inspira el informe del P. Reginaldo Montesinos a los señores del Consejo Real, cuando les dice:
“… Protesto que no les hacemos esta información para acusar a nadie, sino porque conviene que los reyes sepan semejantes cosas para que las remedien y no sean los christianos causa que (a) los frailes que van a predicar los maten aquellas gentes (indianas) con tantos escándalos como allá hacen los christianos. “
De haber hecho caso a esta recomendación, quizá se hubiesen extirpado ciertos males, que hoy todos deploramos y se hubieran lavado algunas manchas que afean la obra, por otro lado, tan bella, profunda y singular, de España en América. El Evangelio, entonces, habría brillado en toda su nitidez. 
             
           
NOTAS:

(1)  Probablemente, otro idéntico o parecido debió ser presentado en el Real Consejo por agosto de 1515.

(2)  Reginaldo Montesino fue prior del convento de Santo Domingo de Zafra al efectuarse la creación de la nueva provincia dominica de Andalucía (21 de enero de 1515).  En 1523 fue prior del convento de los dominicos en La Española.

(3)  21 y 28 de diciembre respectivamente.

(5) El hermano lego Fr. Juan Garcés, está identificado en el Archivo General de Indias ajena a la orden de predicadores, se le cita como deudor de la Corona. Ingresó a la Orden Dominica como perseguido de la justicia como lo dice Bartolomé de Las Casas en “Historia de las Indias”.

(6)    Cerca de la actual Barcelona –Edo. Anzoátegui Venezuela-

(7)   Bartolomé de Las Casas, Capellán de S. M. Carlos I. Poblador de Cumaná 1517-1523. Vol. II. Sevilla. 1960. p. 673.

(8)  Reproduce al pie de la letra un párrafo de nuestro documento, pero sin indicar la fuente (ob. Cit., p. 675-676).

(9)  Demetrio Ramos, “El Padre Córdoba y Las Casas en el plan de la conquista pacífica de tierra firme. Boletín Americanista, 3. Año 1950, pp. 175-210.-  Enrique Otte, Las Perlas del Caribe: Nueva Cádiz de Cubagua. Fundación John Boulton. Caracas 1977. Rubén Boria, Fray Pedro de Córdoba (1482-1521) Tucumán, 1982.-  Miguel Ángel Medina O. P., Una comunidad al servicio del indio. La obra de Fr. Pedro de Córdoba   O. P.  Universidad Pontificia de Santo Tomás de Manila. Instituto de Teología de Madrid. Madrid 1983. Esta última cita también (p. 106) el texto fragmentario aducido por Manuel Jiménez Fernández.

10) Archivo General de Indias. Indiferente General 419. libr. 1. fol., 157 y ss.

11) En junio de 1519, Francisco del Castillo, declaró haber sido el piloto de la nave que llevó a los dos dominicos, y Juan Fernández, piloto de una carabela dijo que había ayudado en ello (cfr. E. Otte, Las Perlas del Caribe, ob. Cit. p. 125. nota 610)

(11-bis) Así dice en el documento que presentamos aquí.   

(12) Los otros dos eran los Lcdo. Juan Ortiz de Matienzo y Lucas Vásquez de Ayllón, instituidos como primer tribunal de alzadas en el Nuevo Mundo mediante Real Provisión expedida en Burgos, el 5 de octubre de 1511.

(13) Natural de Zafra (Extremadura, España) había llegado a La Española en 1500, como secretario del Comendador de Auñón y de Castellanos, de la Orden de Calatrava, fray Francisco de Bobadilla, el que apresó a los Colón y los envió a España encadenados.

(13 -bis) Diego Caballero, el mercader más importante de la ciudad del Ozama, posteriormente contador y mariscal de la isla española.   

(14)  Bartolomé de Palacios, además de carpintero, este vecino de Santo Domingo era dueño de un barco, que posiblemente alquilaba a salteadores de indios o a traficantes en perlas.

Natural  de Sevilla, casado con Sancha de la Palma. Es nombrado por el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo como uno de los primeros que construyeron en Santo Domingo casas de material firme  (ob. Cit. Vol., 1. p. 78); fue almojarife de Santo Domingo.

(16)  De acuerdo con una norma dictada en 1503 por los reyes católicos  era permitida la esclavitud de los indios caribes; por otra de 1504 se hacía legítima la servidumbre  de cuantos indígenas  fuesen adquiridos  como botín  en buena guerra; finalmente, mediante nuevo decreto  de 1506 quedó autorizada la emancipación de los indios  obtenidos de otra tribu  por medio de la trata, de modo  similar a como se obtenían  los negros en el África  (vid. Antonio Rumeo de Armas, La libertad  de los aborígenes americanos. Estudio sobre política  indigenista española en América. Tomo I. Simposio Conmemorativo  del V centenario del Padre Las Casas. Terceras jornadas Americanistas  de la Universidad  de Valladolid. Valladolid, 1975, p. 59). 

(17)  Portugal. También así era llamada la provincia de Maracapana  (Nota nuestra)

(18)  E. Otte, Las Perlas del Caribe, ob. Cit., tomo II. Pp. 120-121.

(19)  Historia de las Indias, ob. Cit. Tomo II. P. 550.

(20)  ibid.- crf.,  E. Otte. Ob. Cit. P.121.

(21)  Lo que acabamos de decir manifiesta que el P. Córdoba no improvisaba las cosas ni tampoco mandaba a sus frailes  “a la buena de Dios”. Sospecho que Montesino conocía muy bien al cacique Alonso, desde que estuvo en Santo Domingo, lamentablemente tuvo que quedarse en Puerto Rico. Regreso a La Española  en 1513 con 8 frailes. 

(22) E. Otte, dice que de acuerdo con la declaración de Juan García Caballero en 1517, “los indígenas fueron engañados. Hubo protestas de la tripulación, pero se impuso la opinión de Gómez de Ribera.
 
(23)  A. G. I.  Justicia. 42. fol. 133.

(24)  ibid. Santo Domingo 9.  ramo II., n. 16.,  fol., 28

(25)  Debieron recibirle entre octubre o noviembre de 1514.

(26)  Las Casas. Historia de Las Indias. Ob. Cit., tomo II., p. 151.

(27)  Véase nota 16.

(28)  A. G. I.  Patronato 231, n. 2., ramo III, fol. 2.- Se halla a continuación de un conocido  “Parecer” de Fr. Cristóbal del Río O. F. M. sobre la libertad que merecían los nativos  antillanos. 
(29)  A. G. I. sto. Domingo 2. 681 (Papeles por catalogar). Aparecen allí varias minutas de cartas de Miguel de Pasamonte al Rey Fernando el Católico.

(30)  Las Reales Cédulas emitidas en Madrid, 3 de septiembre de 1516, constituyen los primeros documentos oficiales en que ya se habla de la muerte  de los dos dominicos  (A., G. I. Contratación  5.089; Manuel Serrano y Sanz, Orígenes de la dominación española en América. El gobierno de las Indias  por frailes jerónimos. Nueva Biblioteca de Autores Españoles. Tomo XXV. Madrid, 1918, p. 372).  

(31)  Manuel Serrano y Sanz, ob. Cit., p. 373  -Enrique Otte. Cédulas Reales relativas a Venezuela.  (1500-1550) Caracas 1963. p. 76 y ss.  Y por supuesto Las Casas. Historia de las indias. Ob. Cit. T. II. p. 548 y ss.


(32) Las Casas. Ibid. Tomo III. P. 105.

(33)  Las Casas pasó de Cuba a Sto. Domingo. Estuvo con el P. Córdoba desde el 21 de marzo a últimos de junio  de 1515. 

(34)  Las Casas. Ibid. Tomo III., p. 106.

Las Casas. Ibid., p. 107.  Comentarios de E. Otte., “Las Perlas del Caribe”.
 
(36)  Las Perlas del Caribe.,  ob. Cit., p. 125.

(37)  A. G. I. Justicia 987. fol., 13 v.

(38)  E. Otte., Ibid. p. 126.

(39)  A. G. I. Indiferente General. 419, libr., V., fol., 194., citado por E. Otte. Ibid., p. 127, nota 625. 

(40)  Tomás de Toro. Aparece yendo a pacificar  en tiempos de Alonzo de Zuazo (1517-1519). Con Castellón y P. de Córdoba (A. G. I. Justicia 43, fol., 133 v.)

(41)  Versión de R. Montesino. Otra versión interesada lo achaca a los Caribes.

(42)  La expedición misionera dirigida por P. de Córdoba en unión de los franciscos de Juan Garceto, fue planificada para partir de Sto. Domingo el 4 de julio de 1515, pero fue abortada por efecto del  huracán de San Laureano.

(43)  A. G. I. Justicia  43 , fol. 133 v. y fol. 208.

(44)  A. G. I.  Justicia 10, n. 1, fol. 10 v.

Isla pequeña frente a la península de Araya en la costa norte de Venezuela. Fue la mejor fuente de ostras perlíferas  en el siglo XVI.

(46)  Afecto a los dominicos. Consta que tenía sepultura el su templo.

(47)  E. Otte, Ibíd., p. 128.

(48)  Ibíd. p. 127, nota 623.

(49)  Ibíd. p. 128, nota 628.

(50)  A. G. I.  Indiferente General. 420, libr. VII., fol., 30 v.

(51)  Refiriéndose a febrero de 1515. dice el Alcalde de Santo Domingo, Br, Juan Roldán: “…estaba mandado que se volviesen los indios  (cautivados por Gómez de Ribera)”.- El contador Alonso Dávila señala que fueron restituidos  a su tierra ”…a causa de que  los dominicos insistían en que estos indios  se volviesen”.- Hernando de Tovar  dice de si:  “…estando este testigo un día  en la Audiencia Real oyó platicar cerca  de los indios que el dicho Gómez de Ribera trajo, y que estaban allí unos frailes dominicos, y que oyó decir  que se los habían dado a los dichos frailes para que los tornasen  a la Costa de las Perlas” .- Declara Pedro Moreno que “vio entregar algunos de los dichos indios  que el dicho Gómez de Ribera trajo a los frailes de Santo Domingo  para que los volviesen a su tierra.- Cristóbal Morquecho afirma: “vio algunos de los dichos indios  que el dicho Gómez de Ribera trajo en el Monasterio de Santo Domingo”.- Y con más concisión manifiesta el Bach. Diego de la Villa: “e los volvieron los frailes dominicos a la dicha costa  de Tierra Firme”. Como podemos ver, no hay aquí ni una sola mención de la cacica, esposa del cacique Alonso.

(52)  A. G. I. Justicia 43., fol. 119 v.  120.

(53)  Ibid. Indiferente General 420. libr. VII., fol. 30 v.

(54)  No puede ser confundida con 1517,  porque en esta de diciembre de 1516 Juan Bono apresó 180  o 185 indígenas (Las Casas, Ibid., Libr. III. cap. XCI., p. 141),  y a la que se refiere Fray Pedro de Córdoba  en una epístola suya al P. Antonio Montesino, aunque  tiene caracteres idénticos,   aquella ocurre en 1517  y solo cogió 120 o 130 nativos (V. Rubio O. P.  Una carta inédita de fray Pedro de Córdoba O. P.  Revista “Communio”. Estudio General de los dominicos  de Andalucía. Vol. XIII. Sevilla, 1980, p. 12)   
  
(55) E. Otte. Ibid., p. 129-135. Narración de los hechos.

(56)  A. G. I. Justicia 43., fol. 111 v., 112.

(57)  Miguel Ángel Medina. Ibid., p. 96.

(58)  Ibid., p. 113.

(59)  Manuel Serrano y Sanz. Orígenes de la dominación española en América. Ob. Cit., p. DL.

(60)  A. G. I.  Patronato 171,  ramo V., n. 2.

(61)  Ibid., fol. 2.

(62)  Vicente Rubio O. P. Una carta inédita de Fr. Pedro de Córdoba. Revista “Communio”  del estudio general de los dominicos  de Andalucía Vol., XIII. Sevilla. 1980.

(63)  Ob. Cit., p. 97.

(64)  A. G. I. Justicia 45.,  dos piezas., fol. 2. El P. Córdoba  dice: este testigo ha estado dos veces en ella e sabe la lengua dellos.

(65)  Vicente Rubio O. P.  La controvertida muere del P. Pedro de  Córdoba. Clio,  Órgano de la Academia Dominicana de la Historia. Año. XLV. No. 133. Enero-diciembre 1997., p. 4. 


CONCLUSIONES.

1) A los efectos de mis investigaciones, este libro de Vicente Rubio trae muchas luces en relación con la primera expedición organizada por Pedro de Córdoba para la impetración de su Orden Religiosa en la desembocadura del río Chiribichi, en la Costa de las Perlas, y el sacrificio de los dominicos, pero lo que más me importa es que sus investigaciones prueban en forma fehaciente, que los dominicos, en el primer viaje organizado por Pedro de Córdoba llegaron al puerto de Cumaná, que era el único conocido para 1513, donde venían los españoles a buscar agua para Cubagua, y obreros, y todo lo necesario para su mantenimiento; y desde allí se desplazaron hacia Santa Fe Chiribiche, buscando el sitio que aspiraba Pedro, y según el investigador,  quedaba a 8 leguas del puerto de Cumaná. 

2) El documento analizado por don Vicente Rubio , a mi modo de ver, forma parte de una actuación solicitada por Fr. Antonio de Montesinos por orden de Pedro de Córdoba, a su hermano que estaba en España; después de 1516 o 17, cuando descubre a los jerónimos traficando indígenas desde Santa Fe de Chiribiche, pues responde a las denuncias y peticiones contenidas en la célebre carta de esa fecha, publicada por el mismo autor, comentada por nosotros, y repite la petición final de Pedro de Córdoba, cual es “También suplico a Vuestras Altezas que la limosna  que el Católico Rey  mandaba  a nuestros frailes  de la isla española para la fábrica de la iglesia que se la mande dar, porque tienen la iglesia de paja”. Esta petición no puede ser de 1513 o 14, es una petición es de 1517, muy posterior a la muerte de Fernando el Católico, enero de 1516.

3) En relación con la extraordinaria investigación de este Fr. Vicente Rubio, sobre el sacrificio de los primeros frailes dominicos en la tierra firme que, en cierta forma, precisa y confirma, menos en el lugar, la información de Las Casas, porque confunde, como la mayoría de los cronistas de indias,  el río “Chiribichi” que es el de Cumaná, con el Chiribiche o Chiripichí de Santa Fe;  la  información que nos da Las Casas, en las fechas y sobre el apresamiento del cacique Alonso de Cumaná, su mujer y 17 naborías es muy precisa y más razonable; además hay algunos detalles descontextualizados


4) Por mi parte queda claro y afirmo, sin lugar a dudas,  que los primeros mártires llegaron al puerto de Cumaná, entre septiembre y diciembre de 1513, permaneciendo activos en Cumaná, por más de ocho meses,  y de allí se desplazaban por el reino de Alonso de Cumaná, con su consentimiento,  hasta 8 leguas; llegan a Cumaná porque era el puerto de destino de la expedición, el  más conocido hasta esa fecha y Cumaná, fue su base de operaciones, desde donde perseguirían su objetivo, cuál era la ubicación del sitio donde se establecería la  misión dominica con Pedro de Córdoba a la cabeza, porque el puerto de Cumaná estaba dentro del área de mayor impacto colonialista de esa época, que podría llamarse “De las Perlas”. Es para mí lo más aceptable, que la amistad con Alonso o Cacique Cumaná, señor del reino de Cumaná, que no era un cacique menor, sino el más importante de la Costa de las Perlas, lo que se demuestra con muchos pormenores en este mismo libro de Vicente Rubio;  el mismo hecho de que el cacique les permitiera el acceso a toda aquella provincia hasta llegar a un punto remoto, “donde españoles no hubiera”, que fue el valle de Chiribiche o Chiripichí, territorio del cacique Maraguey, donde después de dejar a los franciscanos en Cumaná, el 27 de  noviembre de 1515, se asentarían definitivamente otra misión de los dominicos con Pedro de Córdoba a la cabeza. 
5) Bartolomé de Las Casas afirma que “se lo contaron en Cumaná los nativos”, y es muy minuciosa su crónica sobre la muerte de Garcés y Fr. Francisco Fernández de Córdoba, como para inventar otra en otro lugar.
No creo que Bartolomé de Las Casas, el protector de los indios, pueda mentir en este relato. Vicente Rubio no dice nada  sobre el testimonio de Las Casas, no lo toca para nada, tendría que decir que Las Casas miente.   

6) Por último, después de leer estas páginas, y estudiar la documentación analizada pacientemente  por don Vicente Rubio, no me queda la menor duda sobre la  fecha del inicio del proceso fundacional de Cumaná. Los pueblo afirma Guillermo Morón, nacen de derecho cuando se firma el Acta de Fundación, y se cumplen ciertas formalidades; y agrega, que tambien nacen de hecho,  se desarrollan y pueden probarlo.  Cumaná, nació de hecho mucho antes de lo que puede probarse, cuando los primeros perleros descubrieron sus aguas  y venían al Puerto de Las Perlas,  a buscarlas y necesitaron un enclave. La historia de Cumana se pierde en el tiempo,  el historiador Juan Manzano Manzano, dice que 16 años antes de que llegara Colón al Nuevo Mundo, ya los Europeos venían a Cumaná y narra como un protonauta, que estuvo en Cumaná,  le comunicó a Colón los detalles de su viaje; sin embargo, fuera de este conocimiento anecdótico de los primeros tiempos de Cumaná, tenemos las expediciones de Pedro de Córdoba y la fundación de las primeras misiones dominicas; en este libro ACOTACIONES, analizando la investigación de don Vicente Rubio, donde encuentro probado  que los primeros dominicos  se asentaron en Cumana,     en 1513, probablemente entre septiembre y diciembre de ese año, y permanecieron en Cumaná, formando pueblo, sin interrupciones prolongadas, hasta nuestros días; y por lo tanto el proceso fundacional de Cumaná, lo inició Pedro de Córdoba en 1513 y no en 1515, como lo hemos promocionado hasta ahora. El Propio Vicente Rubio nos da la clave de este aserto, y lo prueba con documentos y pistas irrefutables, como veremos en este libro cuya publicación se hace en este medio.    

INDICE.                                                                            


                                                 Págs.

                                                                                                                               
Los Fundadores de Cumaná                                                                             
Introducción                                                                                                    
Libro Primero –Pedro de Córdoba Apóstol
de la Conquista Evangélica de América                                                           
Anécdotas y Leyendas                                                                         
Pedro y el Almirante Diego Colón                                                                  
Fray Domingo de Mendoza en Santo Domingo                                               
El sermón de Montesinos                                                                                
Montesinos y la conspiración                                                                          
Las Leyes de Burgos                                                                                       
Las peripecias de Pedro y las leyes de Valladolid                                                                                         
Pedro en Valladolid                                                                                         
Enunciado del Proyecto de Evangelización                                                     
Libro Segundo –La Fundación de Cumaná                                                     
La Primera Expedición fundante                                                                     
Documentos probatorios. Cédula Real  del 28 de mayo de 1513;
Cédula Real de  10 de junio de 1513; y de 13 de setiembre de1516                                                                 
Fracaso de la Segunda Expedición                                                                 
La Tercera Expedición fundante                                                                   
Primera Acta de Fundación de Cumaná                                                        
La Nueva Córdoba                                                                                         
Carta de Pedro de Córdoba                                                                           
Documentos de la Nueva Córdoba                                                                
Pedro Chiribiche                                                                                            
Primera Diócesis. Primer Obispo Pedro Barbirio                                         
La rebelión de los indígenas                                                                           
Gonzalo de Ocampo                                                                                      
Bartolomé de Las Casas                                                                                
Perfil biográfico de Bartolomé de Las Casas                                               
El Memorial de Las Casas                                                                            
Síntesis de la propuesta de Las Casas                                                            
Las Casas en Cumaná                                                                                   
Antonio Flores y Jácome Castellón                                                              
Documentos del Rey para Castellón relativos al fuerte de Cumaná             
Fray Francisco de Montesinos                                                                      
Segunda Acta de fundación de Cumaná                                                       
Francisco Fajardo                                                                                          
Diego Fernández de Serpa                                                                             
Tercera Acta de fundación de Cumaná por Diego Fernández de Serpa
Gobernadores de la provincia de Nueva Andalucía
Diego Fernández de Serpa
Garci Fernández de Serpa
Rodrigo Núñez de Lobo
Francisco de Vides
Juan López de Haro
Pedro Suárez
APENDICE

No. 1.- Pedro de Córdoba. Doctrina Cristiana. México MDXLIII.
No. 2.- José María Chacón y Calvo. Cartas censorias de la conquista. La Habana 1937.           
No. 3.-  Fr. Vicente Rubio O. P.  Los primeros mártires
dominicos de América. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario