jueves, 17 de noviembre de 2016

SUCRE. BIOGRFÍA. TOMO I



RAMÓN BADARACCO






Sucre
Gran Mariscal de Ayacucho,
 Mito y santidad

TOMO I



Cumaná    2007









Autor: Ramón Badaracco
LIBRO: SUCRE, BIOGRAFÍA SUCINTA
Copyright Ramón Badaracco
Primera edición 1997 -2007
1500 ejemplares
Hecho el depósito de ley
Segunda edición
Derechos reservados.
Diseño de la cubierta R. B.
Ilustración de la cubierta R. B.
Depósito legal
Impreso en Cumaná
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TLEFONOS
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 BOLÍVAR Y SUCRE.

“Créame, General, nadie ama la gloria de Vd. tanto como yo. Jamás un jefe ha tributado más gloria a un subalterno”.  Simón Bolívar.


“Agradezco en mi alma la memoria que Ud. ha escrito en honor mío; si yo puedo retribuir este favor con mi sangre misma lo haré por Ud” Sucre. 4 de abril de 1825.

“Si Ud. pierde la ocasión de conocerse así mismo, ahora que la fortuna no le ha envenenado el ánimo todavía con sus embriagueces halagüeñas, no aprovechará a Ud. nunca del caudaloso fuete de talentos y virtudes que a colocado en Ud. la naturaleza. Usted está llamado a los más altos destinos y yo preveo que Ud. es el rival de mi gloria, habiéndome ya quitado dos magníficas campañas; excediéndome en amabilidad y en actividad, como en celo por la causa común” Simón Bolívar.


… a fin de que sepan que yo le he dado a Vd. el ser de Simón Bolívar. Si, mi querido Sucre, Vd. es uno conmigo, excepto en su bondad y en mi fortuna. Bolívar.













 INTROITO



Escribir sobre Antonio José de Sucre Alcalá, “hijo bien amado del Padre de la Patria” parece no tener sentido, porque el tema ha sido agotado, suficientemente tratado, y son tantos los buenos biógrafos e historiadores que lo han tenido como modelo, que uno más parece sobrar; sin embargo, tengo mucho tiempo estudiando y acumulando notas sobre nuestro ídolo, que me parece injusto no intentar un nuevo modo de ver al Mariscal de la guerra y la justicia.

Es indudable que el acto vivencial  de Sucre, sobresale en hechos anecdóticos que lo enaltecen y lo elevan espiritualmente entre sus compañeros de armas como para crear el mito de su santidad:  amor en abundancia,  sabiduría manifiesta,  valor a toda prueba, desprendimiento, idea certera de la justicia en todos sus actos, infinita capacidad de perdonar cuando se le injuriaba, agradecimiento memorioso, conducta impecable, honor emblemático, humildad en ejercicio del poder,  ponderación,  clemencia, bondad, magnanimidad, todos esos tesoros  de la virtud se unen en un espíritu forjado como se forja, es cierto, la santidad. Sin embargo, tan solo haré un recuento descarnado de aquellos actos y acciones en los cuales participó o se cree que participó en Venezuela, y cuando sea necesario insistiré en ello sin mayores explicaciones y justificaciones, con el propósito de rescatar al Mariscal para Venezuela, porque siento que se lo llevaron en cuerpo y alma, y su espíritu vela por regresar a su ciudad, la de sus padres y abuelos, la de su pueblo.

         Don Ángel Grisanti, en su obra “Vida ejemplar del Gran Mariscal de Ayacucho”, recogió muchos hechos que se adelantan a nuestra investigación; Don Ángel, en efecto cuenta algunas anécdotas que sirven como ejemplos del mito de la santidad de Sucre; que además de la biografía escrita por el Libertador, máximo homenaje que pudo recibir Sucre en vida, sirve a esos efectos. Y aun podemos entresacar de otras fuentes algunos hechos y anécdotas que han servido a esa causa.

Nos cuenta nuestro coterráneo Grisanti, acucioso biógrafo del Mariscal, que, en 1814, en plena “Guerra a Muerte”, encontró Sucre a dos soldados del enemigo, heridos en combate; eran ellos: un catalán de apellido Palau y un sargento Rodríguez. Sucre los anima a huir, pero ellos alegaron que no podían hacerlo por estar imposibilitados para caminar y así que, no tenían escapatoria y esperaban allí la muerte. Sabiendo Sucre que Bermúdez los encontraría, tuvo piedad de aquellos hombres y les proporcionó un caballo para que huyeran.  Después fueron servidores de la patria: Rodríguez acompañó al Mariscal hasta el Perú donde murió en la acción de Matará; y de Palau, se sabe que fue alcaide de la cárcel en Cumaná. 

También relata sobre el comportamiento que tuvo Sucre con dos marineros, Santiago Calderón y Francisco Javier Gómez, que lo ayudaron a salvar la vida después del naufragio de 1816 en la Boca de Dragos. Trascribe al efecto parte de la cata a su hermano Jerónimo, de fecha 12 de enero de 1826:  

         “Ya te he dicho que yo pagué en Lima al Sr. Miguel Arias un vale por dos mil pesos de los que Papá tomó de mi cuenta: así no queda nada por cubrir sino uno de tres mil. Pagado al valor que éste costare (que tú lo verás del mejor modo) te encargo que los mil o mil y pico de pesos que sobran los des a los dos mozos marineros que me sacaron en mi naufragio de Boca de Navíos, como antes te he recomendado: ellos viven en Chacachacare. Diles que cuando yo vaya a Cumaná les haré un buen regalo”.

         Para 1817, los poetas profetizaban sobre el destino de Sucre. Don Ángel trascribe las décimas que compuso un cantor anónimo, tal vez el Lcdo. José Antonio Ramos, de y en Cumanacoa, de cuyos versos trascribimos, lo que era fama y el sentimiento general sobre el joven capitán:


Aunque no eres general,
Serás un fiel instrumento
Para nuestro vencimiento
Por tu pericia marcial

“De vuestra dulce afluencia
He llegado a conocer
El buen fin que ha de tener
Nuestra reñida pendencia.
Tu pericia y tu prudencia
En un equilibrio son:
Que, de amable discreción,
Llaneza, afabilidad,
Se duda en vos, con verdad,
Cual es mayor perfección”.

Aunque no eres general,
Serás un fiel instrumento
Para nuestro vencimiento
Por tu pericia marcial.
De tu talento el raudal
A muchos lo comunicas
Y todo lo que practicas
Es con tal ingenio y arte,
Que obligas no solo a amarte
Sino a entender cuanto explicas. (1)

         También abonó este sentimiento, su intervención en la tramitación y redacción de “El Tratado de Regularización de la Guerra”, del cual dijo el mismo Bolívar: “La benignidad, la clemencia, el genio de la beneficencia lo dictaron. El será eterno como el más bello monumento de la piedad aplicada a la guerra; él será eterno como el nombre del vencedor de Ayacucho. (2)

         En 1823, Hallábase el Libertador en Lima ejerciendo ya la dictadura del Perú, y habiendo condenado a muerte por insubordinación, al teniente coronel Delgado, aguerrido colombiano al servicio de Sucre, éste al tener conocimiento de la orden, cerca del pueblo de Pisco en Perú, se puso en marcha para Lima e hizo en un día treinta leguas de camino con el único objeto de interceder ante el Libertador para salvar la vida de su subordinado. Por supuesto obtuvo el indulto, Bolívar perdonó la vida a Delgado. 

Otro ejemplo de la magnanimidad de Sucre ocurrió en Chuquisaca, el 17 de septiembre de 1826, cuando el iracundo Valentín Morales Matos, trata de asesinarlo, y fue condenado a muerte. Sucre le conmuta la pena, -por súplica de la madre del desgraciado- por el destierro, y le suministra doscientos pesos de su propio peculio, para que subsistiera algún tiempo (3).

         Sucre con 4000 veteranos, derrota en el Portete de Tarquí, a las fuerzas peruanas del engreído Gamarra, que invade Colombia con un poderoso ejército de 8000 tropas, despreciativo de los tratados y conversaciones de paz. Sucre después de la victoria, no toma ninguna represalia contra los vencidos, sino que les ofrece las mismas condiciones que había ofrecido antes de la batalla, y la historia militar de la humanidad se enriquece con su filosofía, condensada en sus máximas: “La justicia de Colombia es la misma antes y después de la victoria” y “en las contiendas entre hermanos la victoria no da derechos”. (4).

Don Adolfo Romero Luengo, lo dice de otra manera: “Mas, por sobre todo el honor que su impresionante trayectoria puede ostentar, lo que verdaderamente lo corona de gloria, es su lucha heroica y constante por la libertad, en la que, además, tiene alto relieve el signo de la magnanimidad que enciende su alma y se derrama a torrentes en su acción humana…”.

         Y el poeta Yépez Trujillo le canta:

“Surgió el hombre, vivió el héroe que llevaba en el destino la dulzura de su río, la amargura de su amar, la arrogancia de su tierra; y en un hálito divino la hidalguía del Quijote para el aspa del molino y una espada color hostia para el rito de su altar”

(Tomados del “Pórtico”, que escribe Adolfo Romero Luego; para el poema “La Exaltación del Mariscal” de Rafael Yépez Trujillo).

De los actos de Sucre, que abonan el mito de su santidad, hay abundantes testimonios escritos, sin embargo, los iremos refiriendo en la medida en que avance nuestro trabajo, conjuntamente con sus acciones guerreras y simplemente humanas.


         “Es por demás muy expresiva la metáfora que utiliza Sucre para auto biografiarse: “una maraca vieja”. Se miraba y sentíase un instrumento de paz, objeto de arte, de ancestro aborigen, adornado con cualidades simultaneas de sonoridad y dinamismo, y que al impulso de las circunstancias –del destino y del tiempo-  agitado por el Dios de los pueblos, llenó al Nuevo Mundo con la sobria melodía de su presencia y mensaje”.  J. L. Salcedo Bastardo. (5)  

CAPÍTULO I
CONTENIDO

Estirpe de los Sucre. - Estirpe de los Alcalá. -   El nacimiento de Sucre. -  La ciudad y la casa de su nacimiento. - Testamento de Don Vicente de Sucre. La formación del guerrero   - abril de 1810. – La reacción realista. -  La primera campaña. - Inicio de la carera militar de Sucre.   Capitulación de Cumaná.  Chacachacare. -    La campaña admirable. - Libertad de las provincias Orientales Sucre héroe de Maturín Campaña de Mariño. Derrota de Monteverde. - Actuación de Sucre.  Liberación de Cumaná.   Campaña de Bermúdez en 1813.


ESTIRPE DE LOS SUCRE

         La documentación relacionada con la estirpe de los Sucre y Alcalá, en todas las genealogías que hemos consultado, se tienen como indubitables y auténticos.

          De ellas he podido simplificar, a los efectos de este libro, un   estudio de la estirpe del General en Jefe, Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho:

Hasta hace poco se suponía que el primer eslabón en el tracto sucesoral ascendente de los Sucre, era Don Francisco de Sucre, natural de Bellaing, sin embargo, Adrián Canal Moré, citado por el Dr. Jorge Sucre C., encuentra antecedentes probados para el año 1455 en Claude de Sucre, señor de Wadeigne, que casó con Janne Thourout y Greberto, rica   heredera de los feudos de Bellaing, Oisy y Luceron. Hijo de este matrimonio fue Don Jacques de Sucre y Thourout (1520-1573)  que casó en primeras nupcias con Doña Antoinette D’Esclaibes, y en segundas con Françoise de Maneville, de cuyo matrimonio procrearon  a Don Charles de Sucre y Maneville, que es el padre de  Don Francisco de Sucre y Maneville, natural de Bellaing,  que a su vez casó con  Doña Francisca Hontoy, de cuyo matrimonio vino Don Antaine de Sucre y Hontoy, bautizado en Bellaing el 10 de julio de 1564;  este casó con  Doña Catalina de Martigny,  y cambiaron su domicilio al marquesado de Preux. De este matrimonio vinieron Don Antaine de Sucre y Martingny, llamado Monsieur de Preux, que casó con Doña Adriana D’Ives. Se sabe que Don Antoine fue diputado en las Cortes Generales de los estados de Flandes. Preux fue destruido en 1637 y Monsieur Antoine, Marqués de Preux, pasó a la gobernación de Quesnoy del condado de Hainau, y diputado de la villa de Cambray.

El matrimonio de Don Antoine Sucre D’Ives, Marqués de Preux, con Doña Catalina de Martigny, procreó a Don Carlos Adrián de Sucre y Martigny, Marques de Preux, que casó en primeras nupcias con Doña María Buenaventura Carolina Isabel Garrido y Pardo, Señora de Guevere y de Sysele, con quien   tuvo seis hijos varones y dos hembras. Luego casó en segundas nupcias con Doña Josefa Feliciano de Avilés y Salamanca, con la cual no tuvo descendencia; y en terceras nupcias con Doña Rosa de Santa Cruz. Con quien tampoco los hubo. 

Su hijo mayor fue Don Carlos Adrián de Sucre y Garrido, Marqués de Preux, Caballero de la Orden de Alcántara (1860), Capitán de Infantería de Walona, Maestre de Campo, Coronel de Caballería, Sargento General de Batallas, Gobernador de la Montañas de Cataluña, General de Artillería, Teniente General de los ejércitos de su Majestad, Gobernador y Capitán General de Cartagena de Indias. Falleció en Madrid el 18 de noviembre de 1712. 

Otro de sus hijos fue Don Carlos de Sucre y Garrido,  que fue soldado en Cataluña,  en 1689; pasó a Cartagena de Indias con el grado de Teniente, luego Gobernador de Cartagena; de allí interinamente, con el mismo cargo, fue enviado  a Santiago de Cuba, donde casó con Doña Margarita Estrelles; por último fue trasferido a la Provincia de Nueva Andalucía, también como  Gobernador, en sustitución de Don Juan de la Tornera, Caballero de la Orden de Calatrava, que gobernó   sabiamente esta provincia durante doce años. 

Ya en Cumaná, Don Carlos tomó posesión del cargo el 18 de agosto de 1733.  Vino en compañía de sus hijos: Vicente, Feliciano, Antonia, Isabel, Carlos, y Antonio de Sucre y Estrelles; y casó en segundas nupcias, en esta ciudad de Cumaná, con Doña Joaquina de Mier, con quien no procreo hijos. 

Don Antonio de Sucre y Estrelles, su hijo, nació en Santiago de Cuba el 22 de setiembre de 1723, fue bautizado en la iglesia matriz de Cumaná, el 28 de octubre del mismo año; contrajo matrimonio con Doña Josefa Margarita García de Urbaneja, hija de Francisco Manuel García de Urbaneja y Doña Teresa Sánchez de Torres. Siguió la carrera de las armas y por riguroso escalafón ascendió al grado de Coronel de Infantería Real.

De su matrimonio procrearon diez hijos, entre los cuales está el padre del Mariscal, Don Vicente de Sucre y García, que son sus apellidos legítimos y que la mayor parte de los biógrafos e historiadores confunden.

Don Vicente casó dos veces, la primera con Doña Maria Manuela de Alcalá y Sánchez, con quien procreó 12 hijos; y en segundas nupcias casó con Doña Narcisa Márquez Alcalá, con quien procreó 17 hijos, como lo manifiesta en su testamento.


 ESTIRPE DE LOS ALCALA


         Al parecer esta estirpe viene de Don Diego Fernández de Serpa, a quien le tocó levantar el Acta de Fundación de Cumaná en 1569. Cien años después el Capitán Juan de Alcalá, natural de Málaga, se estableció y casó en Cumaná el 13 de febrero de 1669, con Doña Isabel Márquez de Valenzuela, y procrean a Don Pedro de Alcalá y Márquez.  Don Pedro casó en Cumaná con Doña Andrea María Guevara y Soberanis, y procrearon a Don Diego Alcalá y Guevara. Este casó con Doña María Isabel Rendón y Sarmiento, y procrearon a Don Pedro de Alcalá y Rendón. Este casó con Doña Juana Jerónima Sánchez y Vallenilla; y es de este matrimonio que nace Doña Maria Manuela Alcalá y Sánchez, madre del Mariscal. (6)


 NACIMIENTO DE SUCRE

La partida de nacimiento de Antonio José de Sucre, fue descubierta por el investigador Lucas Arias, actual cronista del Municipio Ribero del Estado Sucre, y está guardada en un cofre bajo la custodia del Museo Gran Mariscal de Ayacucho de Cumaná. Dice así:

         “En veinte días del mes de febrero de mil setecientos noventa y cinco años: Yo beneficiado, cura castrense Don Francisco Josef del Águila, certifico que con mi licencia y asistencia el Presbítero,  Doctor Josef Cándido Martínez, Secretario de visita, bautizó solemnemente, puso óleo  y crisma a Antonio Josef Francisco, hijo legítimo de Don Vicente de Sucre, Teniente de Infantería, y de Doña  María Manuela Alcalá, el cual niño tenía diez y siete días de nacido: fueron padrinos  el beneficiado Don Patricio de Alcalá y Doña Juana Jerónima Sánchez, a quienes advertí su obligación y espiritual parentesco; y para que conste lo firmo y de ello doy fe.  (Fdo.) Francisco del Águila.  (7)

Sucre fue bautizado por el padre Cándido Martínez, 17 días después de su nacimiento, en la Iglesia del Carmen, construida en el Patio de Armas del fuerte de Santa Maria de la Cabeza. El Padre don Francisco Josef del Águila cura castrense era el capellán del fuerte.   En la época del nacimiento de Sucre, también estaban en servicio y activas la iglesia Matriz que daba el frente hacia la calle del medio hoy Bolívar, y hacia el fondo la capilla o ermita del Carmen; existió hasta que el terremoto de 1797, por eso hay tantas dudas y controversias sobre el lugar de su nacimiento, que se han aplacado desde que se consiguió la partida de bautizo. La iglesia de Santa Inés se construyó en ese mismo sitio después del terremoto de 1853, y el libro que reposa en el Museo forma parte de ese archivo sin lugar a dudas.


 LA CIUDAD Y CASA DE SU NACMIENTO

         Humboldt nos dejó una descripción de la Cumaná de Sucre: “La ciudad está aun medio hundida en los escombros, porque el terremoto de Quito, el famoso de 1797, ha destruido también a Cumaná. La ciudad está situada en un golfo, tan bello como el de Tollón, detrás de un anfiteatro de 5 a 8000 pies de altura, rodeado de montañas adornadas de bosques.

Todas las casas están construidas de Siena blanco y en madera de atlas. A lo largo del riachuelo (río de Cumaná) que es como el de Saale de Jena, se encuentran siete conventos, con plantaciones que recuerdan verdaderos jardines ingleses.” 
Esta es la visión del sabio andariego después de la terrible hecatombe, Cumaná destruida, sin embargo, sus habitantes le daban aquel tono del cual el sabio no quería separarse.

Entre aquellas casas de siena blanco, cercanas al río estaba el solar de los Sucre Alcalá, donde nació el Mariscal Sucre, dos años antes del terremoto DE 1797.  Se han tejido muchas versiones fantásticas acerca de ese hecho, que se relaciona de alguna manera con la diáspora del padre, Don Vicente y su segunda esposa Narcisa Márquez, con la cual procreó 17 hijos, que hieren el sentimiento de los cumaneses; pero   entre las versiones que cobran mayor crédito, hay dos cuyos fundamentos, a mi modo de ver, surgen de crónicas publicadas en Cumaná en 1924, y cuyos autores son Don Pedro Elías Marcano y el Dr.  Miguel Aristeguieta Sucre; vamos a ver la del primero de los nombrados:

Marcano, acucioso historiador cumanés, publicó su crónica sobre la casa donde nació Sucre en el bisemanario Sucre No. 27 de fecha 11 de octubre de 1924, y   nos dejó datos  imprescindibles para la ubicación de la dicha casa, dice que: “Don Vicente de Sucre  contrajo matrimonio con Doña Maria Manuela Alcalá  el 8 de diciembre de 1782 y desde entonces vivieron  en la casa que les pertenecía situada al pie de la colina en que se halla el  Castillo de San Antonio, que llaman “La Luneta” y en ella nacieron sus hijos José María, Jerónimo, Vicente, Pedro, Antonio José,  Francisco, Aguasanta, María Josefa y Magdalena.  Muerta  Doña María Manuela de Alcalá, en esa misma casa, el 12 de julio de 1802, su marido Don Vicente,  deseando  mudar de domicilio, la vendió al licenciado Alonso Bruzual, como lo expresa una nota de 1804, inserta en la Instrucción Pública, periódico de esta capital, número 14 de fecha 16 diciembre de 1898;  y luego, casado en segundas nupcias con Doña Narcisa Marques de Alcalá en 1803, habitó la de portales que poseía cerca del puente de la parroquia Altagracia, la cual daba hacia el río Manzanares…” “En medio de la guerra de independencia la casa donde nació Sucre fue destruida por las autoridades españolas, a la par de otras en distintos puntos.  Era de alto; su frente de 29 metros y 36 centímetros, miraba al Norte; y, por consiguiente, su fondo que tenía 30 metros, se extendía hacia el barrio de San Francisco; a su lado oriental estaba la colina del castillo de San Antonio; y al Oeste la plaza de Armas contigua al castillo de Santa María. En su solar, que es propiedad del señor Ramón Bruzual, no se ha fabricado, como si esperara que la Patria lo trasforme en sitio de venerable recreación, para conservarlo como santuario de gloriosos recuerdos”. (8)

         Siguiendo a Marcano, porque concuerda con mis propias observaciones, digo que, sin lugar a dudas, el terreno y la casa en cuestión, donde nació el Mariscal, linda con las murallas del castillo o fuerte de Santa María de la Cabeza, como dice el bando, tiene ahora por su frente la calle de la Luneta, que no existía como podemos ver en un plano de la época; y por el fondo linda con el barrio de Quetepe que a la vez da al barrio de San Francisco.  Ocupaba parte del solar que luego fue dado a la iglesia de Santa Inés para la construcción de la casa parroquial, y era el sitio sagrado donde nuestros padres le rendían tributo al Mariscal. Se sabe que la casa la adquirió el licenciado Alonso Bruzual, y sus linderos y demás datos figuran en el bando publicado por Don Vicente, tal como lo afirma el notable historiador cumanés.  

         A su vez Aristeguieta Sucre publica su versión en el bisemanario Sucre No. 43 de fecha 27 de diciembre de 1924, y entre otras cosas, dice:

         “Cuando se hicieron las primeras gestiones con el objeto de saberse cual era la casa en que había nacido Sucre, para conservarla como una reliquia histórica, su padre el Coronel Don Vicente Sucre, la segunda esposa de este y sus hijos del primer matrimonio, de los cuales era Sucre el séptimo, ya no existían. Aguasanta, María Josefa y Magdalena, fueron mártires de la independencia; y Pedro, Vicente, Carlos y Francisco, fecundaron con su sangre el árbol de la Libertad. Jerónimo, más afortunado que todos ellos, murió en Margarita después de la magna guerra con el grado de Coronel de la República, ganado en los campos de batalla y como siempre, al servicio de la Patria, pues ejercía la Secretaría General de Gobierno en la Isla.
         Los hijos del segundo matrimonio, únicos que sobrevivían, informaron:   que por referencias de la familia y de los ancianos de la época, sabía que su padre habitó en sus primeras nupcias, en esta ciudad de Cumaná, tres casas de su legítima propiedad, situadas en la parroquia Santa Inés, pero que no podían decir con certeza en cuál de ellas había nacido Sucre.
         Estas casas estaban situadas así: una en San Francisco, por la Luneta; otra en la calle del Medio, hoy calle Bolívar, cerca de la iglesia parroquial, actualmente nuestra Santa Iglesia Catedral y la tercera en la calle de Belén, hoy Montes.
         Ninguna de estas casas existe; cayeron derrumbadas por nuestros sacudimientos sísmicos, como así mismo la que habitó don Vicente en sus segundas nupcias, situada en la calle La Marina, hoy calle de Bermúdez, en la parroquia Altagracia.
         Además de las cuatro ya mencionadas Don Vicente tenía otras casas, sólo se conserva una situada en la calle Larga, hoy de Sucre, en la parroquia de Santa Inés. 
         Mi abuelo materno, que era el mayor de los hijos del segundo matrimonio, así como estos y algunos ancianos de entonces, supervivientes del tiempo heroico, se inclinaban a creer que Sucre había nacido en la casa de la calle de Belén.
         La duda está vigente, pero bajo el punto de vista del interés histórico, y para que se conserve debidamente la tradición, deben ponerse inscripciones conmemorativas en los lugares donde estaban dichas casas, porque puede suceder que la buena suerte nos depare en nuestros archivos, o bien en los de España el valioso hallazgo de un censo o de cualquier otro documento público que venga a cuento y de luz suficiente para esclarecer la verdad”.

En una nota al pie de la crónica, dice que la casa de la Luneta estaba ubicada de Sur a Norte, la primera casa de la derecha, lo que también coincide con la casa parroquial de la iglesia de Santa Inés. (9)

Por mi parte he escrito varias crónicas sobre la casa donde nació Antonio José de Sucre, uno de ellos se refiere al artículo publicado por el Dr. Miguel Aristeguieta Sucre, veamos:

Entre viejos papeles encontré unas notas del Dr. Miguel Aristeguieta Sucre, que tal vez nunca publicó. En ellas deja constancia detallada de las propiedades inmobiliarias de Don Vicente Sucre García y Urbaneja, padre del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre.

Refiere Don Miguel, que Don Vicente poseía en Cumaná varias casas de las cuales la más importantes estaban en el Barrio de San Francisco, una a lado de la Iglesia de Santa Inés, otra en la falda del cerro San Antonio, otra al comienzo de la calle del Medio, hoy Bolívar, otra en la calle de Belén, hoy Montes, y otra frente al río Manzanares entre las calles La Marina, hoy Bermúdez y la calle del Baño, hoy Mariño. Veamos las anotaciones:

“Las tres casas del señor Coronel Don Vicente Sucre, padre del Gran Mariscal de Ayacucho, donde vivió en sus primeras nupcias, fueron completamente destruidas por los terremotos de los siglos XVIII y XIX”. –

Se refiere a los de la última década del siglo XVIII minuciosamente descrito por el sabio Alejandro de Humboldt, y los tres terremotos de la primera década del siglo XIX.

“La calle del Medio, hoy Bolívar, era la primera de la derecha de Sur a Norte. El solar cuya mitad se está fabricando, tiene nueve metros de frente y diez y ocho metros de fondo. Como puede observarse era una casa pequeña que no puede considerarse como la principal de una familia tan importante. En la actualidad el solar está ubicado frente a la panadería Santa Inés. La casa de la Luneta, era de Oeste a Este, la primera de la derecha. El solar que dista cinco metros de la Iglesia de Santa Inés, que es hoy la Catedral de la Diócesis, tiene veintidós metros de frente por cincuenta de fondo. El patriotismo se ocupa de convertirlo en un hermosos parque o jardín, que será un bello ornato para el templo y para la calle”.

 A mi entender esta casa corresponde a la actual casa parroquial de Santa Inés. Según Pedro Elías Marcano, fue vendida por Don Vicente en 1804, e indudablemente fue la casa principal de la familia, y lugar de nacimiento de Antonio José, porque allí vivía Don Vicente y Maria Manuela de Alcalá, y allí procrearon su numerosa y heroica prole (12 hijos). También debe observarse que el jardín o parque, según dice Don Miguel, será ornato del templo y de la calle, lo que no deja dudas en relación con su ubicación, se refiere indudablemente a la casa parroquial de Santa Inés.

“La casa que estaba a la izquierda, arriba, al pie del cerro San Antonio no fue nunca habitada por Don Vicente y su familia, porque este la hizo construir, únicamente para recreo de caballeros o club de amigos, como lo dice y explica mi hermano Pedro en nota de su soneto a la batalla de Pichincha”.

Yo mismo estaba convencido que ese lugar, en la colina, que aprendimos a venerar desde niño era el solar sagrado de la casa de Don Vicente, pero estas notas de Don Miguel, bisnieto de Don Vicente, me demuestran la confusión, cual es que la casa solariega de los Sucre quedaba al frente, y esa construcción alzada, en las faldas del cerro simplemente era un palacete para esparcimiento con sus amistades.

“La casa de la calle de Belén cuyo solar está fabricado en su mayor parte, era la tercera de la izquierda, de Sur a Norte, partiendo de la avenida Norte de la plaza de “La Libertad”, llamada después de “La Independencia” hoy Bolívar”.

Actualmente es la Plaza Andrés Eloy y la calle general Domingo Montes.

“La primera casa de la derecha, causa confusión y de herrada información, no era de Don Vicente, sino de su hijo Gerónimo.”

“Con su vistoso balcón que dominaba el mar hacia Caigüire, donde en sociedad con Luis Cabello y Miguel Aristeguieta, tenía Don Vicente un tren de pesca”.

De estas notas se me ocurre deducir que esta casa fue la última que habitó Don Vicente con su mujer Narcisa Márquez Alcalá y sus hijos, después de 1821, que pudo regresar a Cumaná, y de acuerdo con los apuntes de Don Miguel, no la pudo terminar.


 TESTAMENTO DE DON VICENTE DE SUCRE

Por cuanto el testamento en cuestión aclara muchos hechos, en los cuales, por repetir errores sobre su progenie, los historiadores y cronistas incurren; vamos a transcribir, conservando su ortografía, algunos capítulos que hemos tomado a la vez, de la trascripción que hace el ponderado historiador José Antonio Ramos Martínez, en su obra “Memorias para la Historia de Cumaná y Nueva Andalucía”, veamos:

“En el nombre de Dios Todo Poderoso.- Sepan cuantos este mi testamento, última  y final voluntad vieren,  como yo Vicente de Sucre, residente en esta Capital de Cumaná, hallándome (sic) en mi entero juicio creyendo como cero en los misterios de nuestra Santa fe,  como católico, apostólico,  romano que soy, y siéndome muy factible fallezca tanto por mi avanzada edad como por los achaques que padezco, otorgo este mi Testamento serrado para que en caso que muera, sirva de norte  a mis herederos,  y se cumpla  estrictamente  cuanto por las cláusulas dejaré dispuesto”.  .
“Segundo: Declaro que fui casado en primeras nupcias con Da. Maria Manuela de Alcalá, de quien tuve Doce hijos, los tres murieron en nuestro matrimonio y por su fallecimiento quedaron José María, María Josefa, María Aguasanta, José Gerónimo, José Vicente, Pedro José, ANTONIO JOSÉ, José Francisco y María Madalena de los cuales solo viven José Maria, José Gerónimo y Antonio José; que teniendo que pasar a segundas nuncias con Da. Narcisa Márquez,  hizo  Inventario  y Avalúo de los bienes que quedaron con citación del procurador de menores con acuerdo del Tribunal,  de sus resultas correspondían a mis hijos  diez y seis  mil pesos, y a razón del uno  mil  setecientos setenta y siete pesos, seis reales y medio,  de los cuales han recibido sus legítimas José María, María Josefa en una esclava y prebendas  cuatrocientos pesos, y en plata y en muebles trecientos pesos;  José Gerónimo  y Antonio José han tomado su a ver por entero; José Vicente, mil pesos; y Pedro José setecientos en plata y trecientos en un negro nombrado Tomás;  José Francisco y Maria Madalena no tomaron nada; Aguasanta tomó en su haber materno.
“Tercero:  que de mi segunda mujer he tenido diez y siete hijos, de los cuales solo viven Josefa Margarita, María Manuela, José Manuel, Juan Manuel, Maria del Rosario y Maria Madalena;  que aportó al Matrimonio  mi mujer mil ochocientos noventa y dos pesos de haber paterno en cuatro esclavos, ochocientos pesos de plata y algunas aladas de plata labrada, de los cuales existe un esclavo nombrado Felipe apreciado en trecientos pesos, con los cuales componen la referida cantidad de parte paterna,  y de madre un pedazo de Valle y esclavos;  mil setecientos cuarenta y ocho pesos que lo aporté a este matrimonio;  doce mil quinientos pesos constantes de la División que se hizo, la que de resultas de  la Emigración se ha perdido…
“Sesto:  Declaro por bienes míos la Casas de mi habitación situada en Cumaná a la entrada del puente, con treinta y dos varas de frente y ochenta de galería así al Río; del mismo modo la Casa que antes era de Dn. Pascual Martínez que compré a su hija Da. María Teresa, con fondos hasta la otra calle, con pensión de cuatrocientos pesos de Capellanía pertenecientes a los sobrinos de Dn. Carlos Centeno”     
“Séptimo:  Declaro así mismo por mis bienes la Casa que vendí a Illas, la que recogí por la deuda que conmigo tenía procedente de la misma casa y en la que quedó mil y sien pesos pertenecientes a Da. Josefa Maiz”
“Octavo: Declaro por mis bienes la hacienda de Cachamaure, compuesta de cañas, cocos y árboles frutales, dos alambiques montados, cuatro pailas en parrillas, trapiche con tambores de hierro, todas las oficinas necesarias para la destilación y molienda, habitación principal y de la Esclavitud, todo de tejas con el servicio necesario de la casa.
“Noveno: declaro por mis bienes cinco mil trecientos treinta y tres pesos que me debe el Estado, procedentes del Valle que compré a Da. Joaquina Cova, el que violentamente me despojó el Tribunal y vendió sin mi allanamiento a Dn. Antonio Cova, apoderándose sin mi consentimiento de aquella cantidad que entregó para que se me diesen que era la misma que yo había exigido, valiéndose del prestado de necesitarse para los gastos de la guerra.
“Diez: Declaro por mis bienes una posesión en el Río de Cariaco compuesta de cuatro fanegas de tierra, Casa de habitación, cocina, Troca, Trapiche de madera, tres Pailas, y algunos frutales… (Esta posesión se llamaba Valle de Bojedal)”
“Once: Declaro que cuando emigré tenía noventa y siete esclavos de varios tamaños, de los cuales el gobierno español le permitió a mi mujer sacar nueve para la Isla de Trinidad, dejando en la hacienda ochenta y siete, de los cuales solo he podido recoger cincuenta y uno y los treinta y seis que faltan, unos han muerto defendiendo la Causa, otros de muerte natural, y cuatro que se llevaron los Españoles, con tres pailas de cobre con todos mis muebles que pasaban de dos mil pesos su valor, y los esclavos que fueron a Trinidad los vendimos para mantenernos…”
“Cuarenta: Declaro para conocimiento de mis herederos que la preferencia que hago de mi hijo Antonio es por los infinitos beneficios que me ha hecho en la emigración…” (10)

 FORMACION DEL GUERERO

Mi padre Marco Tulio Badaracco Bermúdez, en su discurso publicado en el bisemanario “Sucre” el 27 de diciembre de 1924, nos lo dice así:

         “… No hay un desmayo en su misión de Libertador, no desdice un solo momento del amor a su patria y de su consagración a la causa de América. De los tenientes de Bolívar fue Sucre el que mejor valorar el ideal máximo de aquel cerebro de maravillas, y por esa cabal apreciación fue el mas leal, el de mayor pujanza y de más   estupendos éxitos en la Guerra Emancipadora.
         La expedición de Chacachacare, en el año 13, lo cuenta entre sus promotores. Para el año 16, viniendo de Trinidad, naufraga sobre el piélago del Paria y a punto estuvo de que pereciera con él en las furiosas Bocas del Dragón colombino, el soldado que dio a nuestra guerra liberadora el toque de excelencia, el ejemplo más asombroso de serenidad en el vaivén de la tormenta y de piedad humana en la llamarada sangrienta de las pasiones.
         Cual nuevo cesar sobre liviano esquife prueba fortuna y se salva, se salva para bien de la humanidad, porque es a él, a su magnanimidad mil veces puesta a prueba, a quien se debe la primera palabra de perdón en Trujillo y a quien va a fijar luego la capitulación de Ayacucho, que es albura de ala sobre negror de garra…”

          El Dr. Ángel Grisanti agrega: “Si Venezuela, dentro del Continente, es la cuna de los héroes y Tabor de los mártires; Cumaná, dentro de Venezuela, es la fragua donde se forjaron esos héroes y el calvario donde se crucificaron esos mártires”. (11)

Sucre se formó física y espiritualmente para asumir su destino; desde muy pequeño conoció el uso de las armas, la equitación, la cacería, la natación y el rudo trabajo del campo.  Ningún investigador o historiador ha negado que Sucre tuvo una educación esmerada, se expresaba bien en español, francés e inglés, y su caligrafía era impecable; en lo que, si hay dudas, es en donde y como la recibió; por mi parte no dudo que la recibió en Cumaná, dentro del seno de una familia pudiente y del sistema existente para la época.  No vamos a defender  el proceso educativo en la ciudad, ni la aptitud del niño para aprender, baste decir que era la capital de la Provincia de Nueva Andalucía, y que por lo tanto tenia los mismos elementos e instituciones, no más,  y con los mismos inconvenientes de otras capitales de  provincias y ciudades de su mismo rango y época; existen pruebas y resultados; y, con detalles, que pueden ilustrarlo, porque no se duda de la existencia de  fray Cristóbal de Quezada,  educado en Cumaná, maestro de Andrés Bello, Príncipe de las letras americanas; y los maestros, que no viene al caso mencionar,  de la misma generación; no hay dudas sobre la tía de Maria Manuela de Alcalá, Doña  Maria de Alcalá, ejemplar mujer que fundó la primera escuela para niños pobres en Venezuela; y que aquí se formaron y predicaron los más de 300 clérigos cuyos nombres y ejecutorias son señalados en la obra “Memorias para la Historia de Cumaná y Nueva Andalucía” del fraile José Antonio Ramos Martínez (12), eximio cronista “ex oficio” de Cumaná. La educación de ellos adquirió fama en todo el Continente, y fueron muchos los que nos precedieron en distintas ramas del saber, en todas las épocas, que brillaron y brillan en Cumaná y en otras metrópolis americanas. Sería larga la lista de hombres doctos de esa época.   

La idea sobre la educación de Sucre, como la de Bolívar, se ha generalizado que estuvo a cargo de preceptores, costumbre de esa época. Sin embargo, hay algunos datos que podemos conjugar, para entender el desarrollo cultural del Mariscal. Sabemos que su educación tuvo mucho que ver con su padrino y tutor el ilustre fraile Antonio Patricio de Alcalá, con su tío José Manuel de Sucre y el ejemplo de Doña María de Alcalá, que quisieron y le dieron a Antonio José, una educación a la medida y posible en esa época, inducida por sus excepcionales cualidades, sobresalientes sobre todo en matemáticas, raro espécimen en aquellos tiempos; además educado dentro de una familia y entorno culto. También tiene que ver con los esfuerzos que se hicieron en la ciudad para mejorar las instituciones educativas que dio tan buenos resultados, como la creación de las clases de teología y filosofía, que inicio el padre y maestro Blas de Rivera en 1775, y fueron autorizadas por Cédula Real de 20 -09- de 1782 -(13). Jhon P. Hover, en su obra “Sucre, soldado y revolucionario”, dice: “El gobierno mantenía una escuela primaria y dos profesores de educación secundaria uno de latín y otro de filosofía y teología moral”.

Silverio González Varela dice al respecto: En abril de 1812 el ilustre Cuerpo Municipal de esta ciudad, para la mayor formalidad y progreso en los estudios, determinó reunir en un solo local todas las clases que se daban en Cumaná, y pedir al honorable Poder Legislativo que desde luego se erigiese una Universidad en el Estado Federal de Cumaná, como conveniente a la causa pública y a la prosperidad general de sus vecinos y moradores. Existían en esa época las clases de latinidad y de filosofía establecidas en el gobierno español; se daban también lecciones de matemáticas y se enseñaba el francés por el intérprete de lenguas, plaza que había dotado el Estado. 

Se estudiaba latín, griego, francés, castellano, física, álgebra, geometría, agrimensura, filosofía, cosmografía, retórica y otras materias que formaban el programa.

 Entonces, por supuesto que existían las clases de primaria, secundaria y superior universitaria, y Antonio José, menos que nadie, se podía escapar de aquella escolaridad. La prueba que tenemos de lo dicho, comienza por la formación del mismo Mariscal, sus hermanos, el músico genial Gómez Cardiel, y el maestro de Andrés Bello, fray Cristóbal de Quesada, el Dr. Juan Martínez Alemán, Rector de la Universidad en 1812, Diego Vallenilla, y cien nombres más; que no fueron autodidactas y creemos que es suficiente. 

Consta, por otra parte, según José Antonio Ramos (Boletín No. 20 de la Academia de la Historia),  que Sucre estudió  o  perfeccionó, en la Academia   que tuvo el Capitán Don Juan de Pineda, en Cumaná;  entre sus condiscípulo y lo repito, menciona J. A. Cova, a: Francisco Carmona; el genial músico Gómez Cardiel,   los hermanos Mauricio y Rafael Berrizbeitia,  sus propios hermanos José Maria, José Vicente, Francisco José, Pedro José y  José Jerónimo; y luego en Caracas continuó y mejoró esos estudios en la escuela de ingenieros  bajo la dirección del que después llegó a ser, bajo su mando, General de División, Don José de Mires, y  del Brigadier Juan Salcedo; donde fue condiscípulo  de:  Manuel y Florentino Tirado, Francisco  Piñango, Francisco de Paula Avendaño,  Carlos Soublette, y otros (14). En esta Academia, según Baralt, estudiaban: geometría, álgebra, ambas trigonometrías, agrimensura, fortificación y artillería. Rumazo González agrega: “Sucre dominó, por añadidura, la topografía, que tanto le serviría en el desarrollo de las campañas” (15); nosotros agregaríamos, que, de la correspondencia de Sucre, tanto en la composición como de su caligrafía, que hemos revisado desde 1817, se puede afirmar que su educación fue esmerada y denota rasgos de notable orden e inteligencia.

Rubricamos este capítulo de la formación del guerrero, con el análisis que hace de aquella personalidad sobresaliente el eminente colombiano Dr. Manuel Ancízar: “La mano de Dios puso en Antonio José de Sucre, un alma de este superior temple: paciente y sufridor, se estaba en observación del teatro de una guerra tan desusada, y de los hombres fogosos, que a fuerza de fe, actividad y valentía suplían la falta de armas y elementos para sostenerse lidiando: ardiente el mismo y entusiasmado por el ejemplo sublime de Simón Bolívar, ponía empero lastre a su espíritu para templar sus ímpetus y no arrojarse prematuramente por la senda de los simples batalladores: lleno de instintos de orden y armonía, robustecidos por la reflexión, nunca se avino con la indisciplina y turbulento sistema de las guerrillas y cuerpos francos, y donde quiera que podía se esmeraba por introducir la saludable severidad de la organización militar, o el metódico arreglo  que vivifica la administración pública; instintos acaso desarrollados poderosamente con el estudio de las matemáticas a que dio los primeros años de su juventud, alcanzando por ello el grado de teniente de ingenieros, poco después del memorable 19 de Abril de 1810, y la comandancia de aquella arma  en la provincia de Barcelona.  De esta manera concurrían el joven cumanés las nativas inclinaciones y los estudios y quehaceres del militar científico, para labrar lenta pero sólidamente en ánimo generoso y fuerte, que a su debido tiempo trajera sobre sus sienes inmaculadas la aureola del héroe. (16)


RETRATO DE SUCRE

Diego Benalcazar, pintó a Sucre en Quito en 1827, no se sabe si Sucre posó para este retrato, sin embargo, él lo conservaba. Es el retrato civil de un hombre joven enfundado en un traje de la época, tal vez un frac: chaleco blanco, bufanda y camisa blancas; su rostro sereno, denota carácter firme. La tez blanca, ojos tristes pero bondadosos, llenos de infinita ternura; la nariz perfilada un poco combada; boca sensual, labios perfectos, cabello abundante y ensortijado, las patillas cubren gran parte de las mejillas por ambos lados; la frente amplia y elocuente. Este retrato, sin lugar a dudas, sirvió de modelo a Tovar y Tovar. Es indudable, a mi modo de ver, que lo identifica cual ningún otro, y se puede corroborar en los rasgos de la descendencia de esa familia; creo que Sucre lo mandó a hacer, “el mismo” para su novia, Mariana de Carcelén.

          J. A. Cova lo pinta mucho mejor, dice: “el aspecto de Antonio José de Sucre, estaba en perfecta armonía con el equilibrio de su espíritu. La severidad de su talante, -admirable en el lienzo de Tovar y Tovar- encajaba perfectamente dentro de la firme contextura psicológica del “redentor de los hijos del sol:
“De estatura regular, delgado,  sin ser enjuto, de cabeza simétrica y sin prominencias: la frente vasta,  con pronunciadas entradas; el pelo negro, ensortijado y recio; la piel blanca, pero curtida por la intemperie de 14 años de guerra; cejas delgadas y perfectas; ojos castaños, expresivos y dulces; la nariz larga y ligeramente combada; la boca de labios finos y salientes; la barba redonda; las mejillas tersas y apenas sombreadas por estrecha y corta patilla; el entrecejo ligeramente marcado  y rara vez se acentuaba para mostrar el rostro ceñudo. Una suave expresión de dulzura animaba el rostro dentro de su marcialidad característica. La sonrisa frecuente dejaba ver los dientes blancos y bien cuidados. No era hombre de temperamento proclive a ruidosas carcajadas; reía momentáneamente y pasajeramente y por una educación esmerada y un admirable control de sus nervios dominaba las ruidosas demostraciones de alegría, del pesar o de la cólera”. (17)

El retrato de Sucre lo completa en multitud de observaciones el propio Libertador.

“El espíritu de Ud. es fecundo en arbitrios, inagotable en medios cooperativos, la eficacia, el celo, y la actividad de Ud. sin límites. Emplee Ud.  Todo esto y algo más para conservar la libertad de la América y el honor de Colombia. El designio es grande y hermoso, y, por lo mismo, digno de Ud.”  Bolívar. (18)

 
ABRIL DE 1810

         Solo hay conjeturas sobre la participación de Sucre, en los sucesos, antes y después, del 19 de abril de 1810 en Caracas. Recién había cumplido   15 años el 3 de febrero, y tenía dos años estudiando en la Academia Militar de Caracas bajo el tutelaje de su padrino Don Antonio Patricio de Alcalá, que, por ser Arcediano de la Catedral de Caracas, lo alojaba en su casa escenario de aquellos extraordinarios acontecimientos, que indudablemente lo impactaron y subyugaron, desde cuyo escenario no pudo escapar al desarrollo de aquellos acontecimientos.

         Miguel Ángel Mudarra, imagina y dice: “Ha debido, pues, presenciar los activos movimientos de abril en Caracas. Lo arrolló la onda revolucionaria, y adolescente ha participado de aquella emoción totalmente nueva cuando se abrían oportunidades imprevistas, desconocidas y riesgosas también. Acaso abría estado identificado en la masa popular que para la Plaza mayor fue convocada y reunida el día de la toma del gobierno por el Ayuntamiento, tal y como sucedió a otros jóvenes”.

         Yo también imagino a Sucre participando en aquellos días, adelantado a su edad, en importantes misiones al frente de la juventud caraqueña, prestando valiosos servicios a los líderes de la magna fecha. No se me ocurre otro destino para el noble patriota.

El 19 de abril, el pueblo, alentado por líderes como Simón Bolívar, Miranda, Muñoz Tébar, Coto Paúl, José Félix Rivas, Francisco Salías, Cortes de Madariaga, Juan Germán Rocio, Miguel José Sanz, y tantos más; depuso al gobierno español y erigió la Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII, lo que da inicio al proceso independentista de la Capitanía General de Venezuela.

Sucre vuelve a Cumaná después de esa fecha; ningún investigador, nadie, dice si continuó de cadete en Caracas hasta el 12 de julio de ese año, fecha en la que la Junta Suprema de Gobierno de Cumaná, le otorga el grado de Subteniente de Milicias Regladas, ratificado el 6 de agosto; pero si es posible que haya permanecido en Caracas, algún tiempo después del 19 de abril.
Es incuestionable que desde esa edad estuvo en la mira de los mayores.

   Antonio José de Sucre y sus hermanos, participaron dentro del orden militar a que correspondían, junto a la figura prominente de esos sucesos en Cumaná, como fue su padre Don Vicente de Sucre y García Urbaneja, por supuesto estuvieron involucrados en todos los actos concernientes a la independencia de la provincia de Cumaná, aunque hay que entender que Antonio José tenía apenas 15 años. Cuantas misiones cumplirían los hermanos Sucre al lado de su padre para ocupar los puestos que ocuparon.   

El historiador y cronista, Dr. José Mercedes Gómez, escribe una síntesis medular de los hechos ocurridos en 1810 en Cumaná, en su biografía del General en Jefe José Francisco Bermúdez, vamos a trasmitirlos porque forman también parte de la vida de nuestro héroe:

“Los acontecimientos del 27 de abril de 1810, tuvieron gran repercusión en la juventud criolla de Cumaná –como en las otras ciudades de la Provincia.  No podía faltar a ello el fogoso José Francisco Bermúdez, quien inmerso en los sucesos políticos del momento, se convierte en adelantado de los cambios que se avecinan.  Quizás por la vivacidad de su carácter, no se le consideraba maduro o conveniente para asumir responsabilidades de dirección, que él mismo no lo solicitaba, pero si defiende con energía y fanatismo la idea independentista, que como en Caracas, inicialmente se disfraza de preservación de los derechos del monarca español”.

“En el manifiesto, que como aclaratoria, la Junta Gubernativa Provincial de Cumaná, publica el 4 de mayo, se afirma, … “Desde aquel momento, -se refiere a los hechos del 26 y 27 de abril- esta Junta se ocupó en establecer el mejor orden de policía, y atender a las necesidades públicas; sus acuerdos están vigentes y no menos su incansable desvelo para consolidar el derecho, amor y prerrogativas de su amado Fernando Séptimo” … añade además en su parte final, que esta disposición, deberá ser acreedora “al reconocimiento y amor de la Madre Patria”.

“Numerosos eran los partidarios de la proclamación de la independencia de España, y de la creación de un Estado autónomo libre. Los más jóvenes eran propagandistas de esta idea, los Sucre Alcalá, Isaba-Sucre, Bermúdez - Figuera, Vallenilla, y se definen como portavoces y defensores de la emancipación total y de la separación de Caracas, cuyo centralismo absorbente, ha provocado rivalidades. Bermúdez lideriza estas aspiraciones y su nombre se hace popular entre la mayoría criolla y los gremios pardos. Su actitud, no fue la de un observador pasivo, sino la de un agitador de masas con la vehemencia de su temperamento”.

“No tardó la oposición realista en asumir posiciones reivindicadoras aspirando el retorno del antiguo sistema. Algunos como Juan Manuel de Tejada y José Antonio Illas, portadores de la noticia de lo ocurrido en Caracas, están en desacuerdo con las ideas de libertad”. (19)
 
“Sin embargo sabemos que el Ayuntamiento de Cumana fue convocado por los comisionados de la Junta de Caracas, los ciudadanos Francisco González Moreno y el mismo Comandante José Antonio Illas, que arribaron a nuestra ciudad el 26 de abril de ese mismo año, reunieron el Ayuntamiento, y procedieron a destituir al Capitán General Don Eusebio Escudero, y a los demás miembros del gobierno colonial; e inmediatamente nombraron las nuevas autoridades:

Ese 27 de abril se realizaron dos asambleas, la primera en la mañana para conocer el comunicado que enviaba la Junta Suprema de Caracas, y la segunda en la tarde, para interpelar al Gobernador Don Eusebio de Escudero, e informarle que el Ayuntamiento asumiría el Gobierno, lo   que produjo al final la renuncia de éste a su alta investidura; de seguidas el Ayuntamiento procedió a nombrar la junta revolucionaria, que quedó integrada por:

Alcalde de 1°, Don Francisco Javier Mayz; Alcalde de 2°, Don Francisco Illas; Alférez Real, Don José Ramírez; Alcalde Provincial, Don Jerónimo Martínez; Alguacil Mayor, Don Francisco Sánchez; Síndico General, Teniente José Jesús Alcalá; Fiel Ejecutor, Don Manuel Millán; alcaldes de la Santa Hermandad, Don Domingo Mayz y Don José de Santos; Secretario, Don José Antonio Ramírez

         Esos mismos ciudadanos se constituyeron en Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII, y se fortaleció con el nombramiento del Comandante General de la Guarnición de Cumaná, Brigadier Juan Manuel Cajigal, el cual fue promovido al grado de Mariscal de Campo. También se atendió a la renuncia del cargo de Secretario de la Junta, del Ciudadano Don José Antonio Ramírez, y en sustitución de él, se nombró a los eminentes ciudadanos Don José Gabriel de Alcalá y al Lic. Don José Grau.

         La Junta tomó varias decisiones importantes, como fueron la amnistía general para los españoles residentes y criollos realistas, los cuales conservaron todas sus prerrogativas; la expulsión del territorio del Capitán General, Don Eusebio Escudero y su familia; y del asesor Don José Joaquín Maroto. También nombró representante ante la Junta Suprema de Caracas, al ilustre ciudadano, doctor Don Mariano de la Cova.  Este nombramiento está contenido en Oficio de 14 de mayo de 1810, que in fine dice:

“Debemos, pues, manifestar a V. A. que esta Junta y toda la provincia a quien representa queda penetrada de la generosidad y justicia de sus sentimientos, y muy dispuesta por su parte a dar repetidos testimonios de que a la equidad y moderación que elige V. A. como su distintivo, corresponderá Cumaná con el del respeto y unánimes votos de conservar el orden y obediencia de la Soberanía de Venezuela. El señor Doctor Don Mariano de la Cova presentará a V. A. este testimonio de respeto en calidad de Diputado de esta Junta gubernativa. Dios guarde a V. A. muchos años. Cumaná, 14 de mayo de 1810. (Fdo.) Francisco Javier Mayz, Francisco Illas y Ferrer.

La Junta gobernó hasta el 15 de mayo de 1811, día en que se instaló la Asamblea Legislativa, formada por: Representantes de Cumaná, que fueron: Don Andrés Padilla Morón, Don Domingo de Vallenilla, Dr. José María Vargas y Pbro. Diego Botino. Por Aragua de Maturín, Don Martín Coronado; por San José de Austria de Cariaco, Don Francisco Javier de Alcalá; por Carúpano, Don Manuel Marcano; Por Río Caribe, Don José Rauseo; por Güiria, Don Casimiro Isaba Sucre.

 En España, los sucesos de Caracas causaron alarma y alteración del buen juicio.  En esos días se disolvió la Junta Central, que defendía los derechos de Fernando VII en Madrid, y sus miembros se trasladan a Sevilla y forman gobierno con el nombre de “Regencia”, compuesto de cinco miembros principales, cuyo reconocimiento pretendieron imponer a las colonias americanas. Con la excepción de Guayana, Barcelona, Maracaibo, y Mérida; las provincias unidas de Caracas, Cumaná, Margarita y Barinas, se niegan a reconocer ese gobierno español.
 
En la primera sesión de este cuerpo se nombro presidente al Pbro. Domingo de Vallenilla y secretario al Lcdo. José Manuel Grau.

La rebeldía de Barcelona no fue aceptada por Caracas ni Cumaná, y de inmediato tomaron medidas conjuntas para someterla destacando un ejército para ello, sin embargo, la sangre no llegó al río y Barcelona con un nuevo gobierno envió correspondencia a Caracas y Cumaná, y se adhirió al gobierno revolucionario. 

En Caracas se instala el Primer Congreso Nacional, el 1° de marzo de 1811, siendo representantes de Cumaná los ciudadanos: doctor Don Mariano de La Cova, doctor Don Juan Crisóstomo Bermúdez de Castro, Don Francisco Javier Mayz y Don José Gabriel de Alcalá.


REACCIÓN REALISTA 

 La Regencia, destaca al Brigadier Antonio Ignacio de Cortabarría, con poderes absolutos para pacificar a Venezuela. Cortabarría tomó contacto con los españoles en Cumaná, y lograron, el 5 de marzo, que la colonia Catalana, la más poderosa y numerosa de la ciudad, bajo el mando del Coronel Don Lorenzo Fernández de La Hoz, tomar el Castillo de San Antonio, sede de la guarnición de la ciudad, poderosa unidad militar armada con 12 cañones de calibre 12 y 18.  Descubierta la conspiración en la misma noche, las autoridades reunieron dos batallones y el cuerpo de veteranos bajo el mando de Don Vicente de Sucre, y se dio aviso a la población. A las tres de la mañana, no pudiendo resistirse al poder del pueblo y de las autoridades revolucionarias, los facciosos se rindieron. Fue un gran triunfo del pueblo de Cumaná.  En el conflicto se destacó el español Don Juan de Otero, que intimó la rendición, la que se pactó a las   10 de la mañana del día 6, al observar los facciosos que el pueblo ni la guarnición militar, los respaldaría; lo que se llamó la Rebelión de los Catalanes terminó sin pena ni gloria; se rindieron y entregaron a la clemencia del Ayuntamiento, que se les dispenso el 27 de abril.  La conspiración se atribuyó a un platero de la ciudad, el español Don Salvador de Hoyo, el cual venia conspirando y reuniéndose en la casa del acaudalado comerciante Don Juan Bautista Montserrat. Los dos conspiradores fueron enviados presos a La Guaira y se confiscaron sus bienes.

En Maturín se dio otro caso de sedición, acaudillada por los españoles Don Nicasio Cabeza y Don Francisco de Quevedo, sin embargo, fueron descubiertos a tiempo y expulsados de su territorio.

El 5 de julio de 1811, el Congreso Nacional de Venezuela, reunidas la provincia de Caracas, Cumaná, Barinas, Margarita, Barcelona, Mérida y Trujillo, declaró solemnemente la Independencia de la República. Cumana siguió los pasos de Caracas el 15 de julio, ese día se reunió el Cabildo y se firmó el acta correspondiente declarando la independencia de la provincia.
  
Los resultados de esta declaración fueron terribles, los españoles y criollos realistas se insubordinaron en Caracas y en Valencia y se produjo el Estado de Guerra Abierta.

Cortabarría envió a Cumaná, bajo el mando del Comandante Arias Reina, acompañado del gobernador de Margarita Don Joaquín de Puelles, la fragata “Cornelio”, un bergantín y dos goletas fuertemente armadas con suficientes tropas para bloquear el puerto de Cumaná.  Estas fuerzas se dedicaron durante 20 días a causar el mayor daño posible, sin embargo, se retiraron por no haber podido desembarcar y tomar la ciudad, cuál era su propósito.     

 Don Vicente de Sucre, Jefe de las fuerzas armadas en Cumaná, rechaza la intimación de Cortabarría en términos que no dejan dudas; se conserva la vigorosa respuesta que dio a Don Joaquín de Puelles, que la procuraba… Trascribimos:

“Si Ud. Tiene fuerzas para reducirnos a cenizas, si respeta la inocencia de los inculpados como dice ¿a qué fin dirigir sus hostilidades contra los viajeros pobres y desprevenidos, que no tiene más culpa que ser libres, que se mantienen de su trabajo personal en el seno de la virtud, con un eterno horror a los piratas? No: deje Ud., a estos infelices; venga a buscar a los que llama criminales, porque ilustramos su ignorancia y protegemos sus justicias; aquí estamos en nuestras playas: desembarque Ud. con su cuadrilla; ataque nuestras columnas, derrame la sangre de los que llama rebeldes…las acciones decidirán en su resultado cual es la causa justa; donde está el valor, y donde el oprobio de la cobardía. Como solo la perfidia puede imputar a delito el uso sagrado de nuestros derechos, debo renunciar por mí, y a nombre de todo este pueblo, el generoso indulto con que Ud. nos brinda, porque es una ignominia de la inocencia solicitar perdones que no debe buscar sino el profanador de las leyes, y de las exenciones que ha dejado la naturaleza por patrimonio al hombre en cualquier estado. Esto es lo que el pueblo me ha inspirado contestar a Ud.  Y lo que ejecuto como un deber de mi cargo. Cumaná, 17 de julio de 1811. Vicente Sucre”. (20) El Mariscal tenia de quien heredar.   

En las elecciones del 14 de mayo de 1812 fue electo por mayoría de votos, el Poder Ejecutivo de la provincia, formado por: el Coronel Don Vicente Sucre y García, el presbítero Don Diego Botino y Don José Miguel de Alcalá.  

PRIMERA CAMPAÑA

Sin embargo, la provincia de Cumaná estaba muy lejos de la paz, la guerra se generalizaba; Guayana había sido tomada por los realistas rebeldes, y los miembros del Ayuntamiento guayanés fueron sometidos y enviados a Puerto Rico.  Los patriotas de toda Venezuela se movilizaron contra estos sucesos; en Cumaná procedieron y actuaron bajo el mando de Don Francisco González Moreno, Comandante de la escuadrilla de Cumaná, cuya  escuadra sutil estaba formada  por  19 barcos  bien tripulados, al mando del alférez de navío Don Felipe Estévez, que se incorporó desde Puerto Cabello, y su segundo Don José de Videau, que se incorporó desde Güiria; partió para Guayana a recuperar aquella estratégica provincia; y envió por tierra,  al mando de  900 hombres, el coronel Don Manuel de Villapol, con el único objetivo  de rendir aquella  provincia rebelde. 
La escuadrilla pasó el caño Pedernales hasta Guaritica, donde estaba de guardia y esperaba al ejército, el coronel Santiago Mariño, que ya se distinguía entre los oficiales patriotas por su educación, valor e inteligencia, acantonado en el caño al frene de un contingente de tropas de refuerzo, que se incorporaron de inmediato a la expedición.

La escuadra española ocupaba posiciones frente al caño Macareo el 25 de febrero de 1812; allí los realistas supieron con quienes debían tratar en el futuro, fueron totalmente derrotadas por las fuerzas combinadas que convergieron en esa cita histórica; y Estévez goloso las persiguió hasta Barrancas, donde abandonó la persecución por orden de Villapol, lo que resulto un colosal error; Villapol suscribió el parte siguiente, como disculpa de esta orden:
“Las lanchas de nuestra escuadrilla fueron provistas de 70 tiros cada una,  bastante en mi concepto para hacer un corto tiempo  el corzo, y no una conquista tan obstinada  como la de Guayana: los calibres 12, 18 y 24, han consumido más de la mitad, y alguno hasta dos tercios; el recurso de Cumaná es costosísimo hasta por tierra, y muy tardo; por tanto espero que V. S. me socorra, si pues,  con algunos pues en el caso de atacar los castillos, como es regular y preciso, quien sabe cómo nos veremos. Dios guarde a V. S. muchos años. Cuartel de Barrancas 28 de febrero de 1812. Manuel Villapol. (21)

Fue una victoria pírrica, en Guayana se peleó fuerte por la revolución, pero todo salió mal, la traición de Solá fue determinante en la dispersión del ejército. Los guayaneses tomaron 500 prisioneros y casi todo el parque de los patriotas, cuyos jefes se salvaron milagrosamente.
Así estaba la situación cuando Sucre se inició en la carrera militar.  


FORJA DEL HEROE

“He narrado las hazañas de un guerrero temerario que, paralelamente a las proezas de Páez, el centauro sin segundo, y bajo las órdenes de José Francisco Bermúdez, el huracán hecho hombre, se destacó como un bravo entre los bravos de esa epopeya americana, jalonada de portentos; pero que los aventajó después a todos, como el genio de la guerra continental y como el hombre de las leyes.” Ángel Grisanti.

En la formación de Antonio José, influyó decisivamente su padre, Don Vicente de Sucre Pardo y García Urbaneja, hombre de carácter austero, militar de carrera, estoico, disciplinado; lidera la revolución en Cumaná y es Comandante del Cuerpo de Cadetes cargo que venía desempeñando en el régimen colonial.

Tal vez su predisposición para la revolución le viene por la familia, su parentesco con Gual, hijo del Gobernador y Capitán General Don Mateo de Gual y Puello, que casó en Cumaná con la hermana de Don Vicente, Doña Maria Teresa de Sucre y García Urbaneja. Es indudable el terrible impacto que produjo en la familia Sucre la persecución y martirio de Manuel Gual.

 Don Vicente, durante los acontecimientos de 1810 y siguientes, es miembro principal de la Junta de Gobierno de la provincia de Cumaná, y luego forma parte del Poder Ejecutivo. Grisanti lo pondera, porque era tan humilde y valiente como su hijo; despreció el grado de Generalísimo y el de Mariscal, que le ofrecía el Ayuntamiento cumanés.

Veamos la actuación de Antonio José de Sucre. El 12 de julio de 1810, después de los acontecimientos de Caracas,  ya está en Cumaná como cadete de la noble Compañía de Húsares de Fernando VII, una vez concluidos sus estudios académicos; y la Junta Suprema lo acredita el 6 de agosto de ese mismo año, con el grado de  subteniente del Real Cuerpo de Ingenieros de Cumaná, en cuya institución  asciende rápidamente;  para 1811 figura como Comandante de ese  Cuerpo de Ingenieros Militares; el 31 de julio, el Poder Supremo de Caracas, lo asciende a Teniente de Ingenieros, de ese mismo Cuerpo de Ingenieros; y con ese rango,  es llamado, para incorporarse en su especialidad en el  Estado Mayor del Ejercito bajo el mando del Generalísimo  Francisco de   Miranda.

SU ACTUACIÓN EN EL CENTRO DE 1811 y 1812

El héroe se perfila como un gladiador romano, -mens sana y córpore sano-, mente y cuerpo ya están preparados para la acción. Su espíritu se fortalece a cada paso y nace su verdadera vocación, es un soldado de la libertad.

Muy poco nos han trasmitido los cronistas y los partes de guerra de sus primeros pasos; sin embargo, Bolívar lo atestigua: “sirvió a las órdenes del general Miranda con distinción en los años 11 y 12 (22). Sucre fue llamado a prestar servicios bajo las banderas de Miranda, después del 31 de julio de 1811, en calidad de “Oficial Científico” allí tuvo la oportunidad de prepararse para el Estado Mayor que luego ejercería, y es perfectamente probable que ya estuviese incorporado a su ejército para la toma de Valencia que se inició el 8 de agosto de ese mismo año, y en ese caso su acción ha debido estar a su altura, como ingeniero militar y como artillero.

 Por ello todo hace pensar, que, en el ejército de Miranda, como afirma J. A. Cova, ocupó puesto de oficial en el Estado Mayor, tal vez actuó como ayudante de ingenieros, y en tal función se destacó en las acciones en las que participó, con aquella actividad de que habla el Libertador.

El 8 de agosto Miranda dirige su ejército desde el Morro de Valencia; Sucre estaba bajo sus banderas en esos días y es muy probable que actuara cerca de Bolívar, fue entonces cuando se conocieron como lo afirma Luis Ernesto Rodríguez Durán, en un artículo publicado en la revista de la Sociedad Bolivariana del Táchira. Año 4. Nos.6 y 7. 

Penetran las fuerzas patriotas en la ciudad, donde son atacados por la fusilería real por varios flancos sin ningún éxito. “Observando -dice Miranda en el parte de guerra de esa acción- las distintas posiciones que ocupaban las tropas del ejército alrededor de Valencia hemos visto que se hallan reducidos a una parte de la ciudad”. El generalísimo aprovechó esta circunstancia para atacar con toda su fuerza logrando dispersarlos.  

Los realistas fueron batidos también cerca de Valencia, por los intrépidos capitanes José Martí, Antonio Flores, José Rodríguez y otro gran cumanés, el coronel Miguel Carabaño, en las acciones de Palotal, Cerro del Puto y Agua Blanca; y animados por el conocimiento que tenemos de Sucre, no podemos dudar de su participación en esas acciones. Es casi seguro, repito, que Sucre conociera entonces a Bolívar y luego continuara su amistad por correspondencia, como se acostumbraba en aquella época. Bolívar participaba activamente en esas campañas, como lo dice Miranda: “Los coroneles Bolívar y el Brigadier Fernando Toro, se encargaron de desalojar a los reales del Cuartel de Pardos y del Convento de San Francisco”. (24) Sobre todo porque Miranda recomienda al Congreso, el asenso de Bolívar al grado de Coronel, por brillantes y señalados servicios en la campaña. No es posible que Sucre no lo asistiese de algún modo en esas acciones.

 La clemencia de Miranda, que en la guerra es flaqueza, dictó una capitulación después de la victoria y permitió a los vencidos accionar libremente, por ello se reagrupan, contraatacan y vencen con terribles daños para los republicanos que abandonan Valencia.  Sin embargo, no todo se perdió en esa oportunidad; Miranda se reorganiza en Guacara, sitia la ciudad y la recupera.  Fue una gran victoria y Sucre estaba allí. 

 En 1812 es también más que probable, aunque no consta en los partes de guerra ni en las crónicas que hemos investigado, que Sucre participa con Miranda en otras acciones, aunque J. A. Cova solo menciona el combate del 20 de junio de 1812 en “La Victoria” contra el propio Monteverde, y los patriotas resultan triunfadores, esta fue su última actuación bajo el mando de Miranda.  Sucre participa en esa acción en calidad de ayudante del Generalísimo Miranda; sin embargo, insistimos en otros combates, y a pesar de que no tenemos pruebas, si tenemos esa convicción: Miranda en mayo de 1812 entra en Maracay, Sucre forma parte de su Estado Mayor y sin lugar a dudas entra en combate, discretamente por supuesto, y su nombre no fue citado en el parte que Monteverde manda al Gobernador Ceballos. También es muy probable su actuación, el 9 de mayo, en “Los Guayos”, bajo el mando de Antonio Flores y MacGregor. Esta acción hubiese sido exitosa si no es por la traición del capitán Pedro Pons, que se pasó al enemigo; también es posible su participación en la retirada de Miranda hacia Maracay, donde dispone la fortificación de Guaica, Magdalena y La Cabrera, para impedir el paso de Monteverde al lago de Valencia. Sucre, por ser ese uno de sus deberes, sin duda estuvo al lado de los ingenieros militares Francisco Jacot y Manuel Aldao, trabajando en esas fortificaciones donde se concentró el ejército patriota.  En otros combates consecutivos: Guigue, el Portachuelo de Guaica, San Joaquín, Cerro de los coreanos y La Cabrera, el joven Mariscal, tuvo activísima y disciplinada participación sin mayor revuelo. Sucre además de tener a su cargo las fortificaciones, era artillero instructor como hemos mencionado, por lo tanto, tenía que estar en el frente de batalla.

Sucre no estuvo al lado de Miranda para la fecha de la capitulación definitiva en el Cuartel General de Monteverde en   San Mateo el 25 de julio de 1812, pues se encontraba en Barcelona cumpliendo una misión importante, como puede constatarse en un documento que firma con Anzoátegui y otros, el 3 de julio de ese año con motivo de los refuerzos solicitados por Miranda a la república de Cumaná, documento reproducido en “Archivo de Sucre”.


CAPITULACION DE CUMANÁ

   
Sucre participa con su padre en la campaña de Barcelona en 1812. Recibida en Cumaná, el 4 de julio, la noticia de la insurrección de la provincia de Barcelona, liderada principalmente por el fraile Joaquín Márquez y el Coronel Francisco Tomás Morales, se dispone una expedición pacificadora de 15 barcos de guerra y 1000 hombres muy bien pertrechada comandada por el coronel Don Vicente de Sucre y García Urbaneja, y el teniente coronel Luis Vallenilla. –El Teniente Antonio José de Sucre se encontraba ya en Barcelona junto con el Capitán José Antoni o Anzoátegui.

 La expedición de Cumaná surge en Puerto Píritu, en cuya plaza se inician las operaciones pacificadoras; pero en medio de estas acciones se reciben noticias de Caracas, el 25 de julio, sin conocimiento de los jefes expedicionarios orientales, el Generalísimo Francisco de Miranda, firma con Monteverde la tristemente célebre Capitulación.
 
En el cuartel general de Puerto Píritu se recibió a los comisionados del gobierno de Cumaná, los ciudadanos Joaquín Vallenilla, José Manuel Graü y Francisco Mejía, que ordenaban detener las operaciones militares sobre Barcelona.

Se dio la orden de evacuar el puerto; operación que se hizo bajo las acechanzas del realista Francisco Tomás Morales, el cual  atacó por sorpresa y capturó 44 hombres de caballería, sin embargo fue rechazado con pérdida de muchos hombres y pertrechos, luego la flota patriota se dirigió al Morro de Barcelona, que había sido ocupado por el alférez de fragata   José Miguel Machado, y formando sus fuerzas en combate don Vicente organizó el bloqueo de Barcelona, mientras se recibían más noticias e instrucciones desde Cumaná.

 El 12 de julio fue el día de la infausta rendición firmada en San Mateo; el 19 y el 20 los comisionados del Generalísimo: José de Sata y Bussy y Manuel de Alcedo, hicieron a Monteverde la proposición de la Capitulación, en los términos siguientes:
1°. - La entrega del territorio no reconquistado, y las armas, municiones de guerra y demás existencias a disposición del ejército de su Majestad Católica.
2°. - Entretanto que se promulga la Constitución de las Españas, las leyes del Reino y las disposiciones de las Cortes serán las reglas del gobierno.
3°. - Las personas y bienes que se hallan en el territorio no reconquistado serán salvas y resguardadas: dichas personas no serán presas ni juzgadas, como tampoco extorsionados los enunciados, ni sus bienes por las opiniones que han seguido hasta ahora: y se darán los pasaportes para que salgan de dicho territorio los que quieran en el término que se señala.
4°. - Serán puesto en libertad los prisioneros de una y otra parte.
5°. - Los extranjeros gozarán de la condonación expresada; pero su residencia será a discreción del gobierno. (25).

Negados por Monteverde estos términos el 20 de julio de 1812, Miranda nombró al coronel José de Sata y Bussy, con todos los poderes para llegar a conclusiones aceptables para ambas partes, lo que se produjo el 25 de julio, como hemos dicho.

Monteverde mandó delegados a todas las partes del País para informar sobre los términos de la Capitulación y demás asuntos y medidas que deberían tomarse, en la nueva situación: el doctor Don José María Ramírez, diputado de Barcelona y Don Joaquín García Jove, vecino de Caracas, vinieron a Cumaná con ese fin; los cuales tenían esa misión, informar y tomar medidas e interpretar los términos de la Capitulación de Miranda, y, por supuesto, llamar a todos a la pacificación.

El 23 de agosto se reunió la Asamblea Legislativa, el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial de Cumaná, y en vista de que en toda la provincia se proclamaba al Rey, se aceptó la Capitulación, se levantó Acta, y se comisionó a los ilustres ciudadanos: Don Diego Botino, Don José Manuel de Sucre y Don Pedro de Betancourt, para presentar dicha Acta, en el Cuartel General de Monteverde en Caracas.

El 27 de septiembre llegó a Cumaná el Gobernador nombrado por el flamante reconquistador Don Domingo de Monteverde; el bondadoso español Don Emeterio de Ureña, en compañía de los expulsados o emigrados del gobierno republicano. Este eminente ciudadano se esforzó y trató de cumplir los términos de la Capitulación. El 13 de octubre después de publicar bandos llamando a la reconciliación y al regreso de las familias que habían emigrado u ocultado, procedió en un acto, único en Venezuela, a “La Jura” de La Constitución Española. 

Sin embargo, no todos estaban conformes, los catalanes especialmente, en desacato y llenos de odio, repudiaron la conducta de Ureña, y, a través del Dr. Don Antonio Gómez, que había sido expulsado de la provincia por los patriotas, lograron influir para que Monteverde violara la Capitulación y actuara injustamente contra los patriotas. Desde ese momento se inició la persecución contra la familia Sucre.  Monteverde ofició a Ureña para que apresase a los facciosos de la provincia de Cumaná y los remitiese al puerto de la Güaira.  La Audiencia de Cumaná conoció de este delicado asunto y no lo aceptó, y más bien aplaudió el proceder del Capitán General Don Emeterio Ureña, por lo cual Monteverde   destacó para Cumaná, al teniente Francisco Javier  Cervériz, con una fuerte escolta, y con instrucciones de apresar y someter a los que resultaren implicados en los actos independentistas, sobre todo aquellos  que asumieron responsabilidades de gobierno o que  estuvieron envueltos de alguna otra forma en el gobierno republicano; así se inició la persecución de los patriotas.  

Cervériz procedió el 16 de diciembre de 1812,  con el mayor sigilo, a la detención de  22 de los más prominentes ciudadanos, entre los cuales se mencionan renombrados patricios, cabezas de las principales familias, como son: los coroneles: Dionisio Sánchez,  Diego Vallenilla, Vicente Sucre y al Teniente  Coronel  José Jesús de Alcalá; Don Ramón Landa, Don Juan Prado y sus hijos: Baltasar y León Prado; Don José Eustaquio Márquez, Don Jesús Francisco Brito, Don Fabián Maza;  el Administrador del Correo, Don Manuel Machado; el Administrador de la Renta del Tabaco, Don Pedro Betancourt; los presbíteros Don Jacobo Laguna, Don Francisco Escalante, Fr. Andrés Antonio Callejón Vélez y Fr. Diego Gaspar Botino -estos dos últimos  no pudieron resistir las torturas y murieron en las bóvedas de la Guaira-
     
La violación de la Capitulación, que se repitió en todos los pueblos de la Capitanía General; el desprecio de las decisiones de los tribunales y de los ayuntamientos, y la conducta innoble de Monteverde, bien pronto trajo la reacción de los patriotas y el espanto de la guerra a muerte. 

 CHACACHACARE.  La campaña de Oriente bajo las banderas de Mariño.

         “Cuando los Generales Mariño, Piar, Bermúdez y Valdés emprendieron la reconquista de su patria, en el año 13, por la parte oriental, el joven Sucre los acompañó a una empresa la más atrevida y temeraria”.  Bolívar. (26)

 Monteverde triunfante gobierna tiránicamente.  Miranda rinde sus armas. El Teniente Antonio José de Sucre, desde Barcelona donde cumplía órdenes de Miranda en unión del Capitán José Antonio Anzoátegui, pasa a Las Antillas y se queda en Trinidad donde están Mariño, Bermúdez y un grupo de exiliados.

 En Cumaná aparece un pasaporte para Sucre, firmado por el Capitán General, Don Emeterio Ureña,  que tiene fecha 29-12-1812, lo que puede significar que es falso  o que Sucre no lo usó, porque para esa fecha  no podía estar en Cumaná bajo la persecución de Cervériz, casi a la “víspera” (a 16 días) de la expedición de Mariño que zarpó el 13 de enero de 1813; ni tampoco estaba Don Emeterio Ureña en el gobierno de la provincia,   sustituido antes de esa fecha por Don Eusebio  Antoñanza, que ordenó y ejecutó la aprensión de Don Vicente el 16 de diciembre. ¿Cómo iban a estar los hermanos Sucre en Cumaná bajo esas terribles circunstancias?; y, nunca podrá significar que no viajó a las Antillas y a la isla de Trinidad, como puede fácilmente demostrarse con infinidad de datos y testimonios. Contra ese pasaporte, por el cual,  el ilustre historiador e investigador Carraciolo Parra Pérez y muchos otros, deducen que Sucre no tuvo posibilidad de formar parte de los expedicionarios de Chacachacare, aunque el Cronista de Güiria, mi amigo Don Alberto Betancourt, en su libro “Güiria, historia, su gente y costumbres…” al transcribir, de este autor, la lista de los 45, menciona a Sucre, veamos: “En resumen, Parra Pérez, basándose en documentos rigurosamente históricos, los nombres de quienes salieron efectivamente de Chacachacare, el 11 de enero de 1813, son  once venezolanos, incluyendo a Videau, y el resto,  voluntarios y mercenarios. Los primeros son: Santiago Mariño, Juan Bautista Videau, José Francisco y Bernardo Bermúdez, Juan Francisco Martínez, Francisco Azcúe, Manuel Piar, Juan José Valdés, ANTONIO JOSE DE SUCRE y Agustín Armario.  Completan la lista: Pantaleón, Johon Jack, negros de Granada; Mathew Solow, Charles Caroche, Alexis Gral, negros libres; Francisco Ochoa y Felicien, blancos; José Domingo,  blanco, Miguel, Francisco y Gabriel, carnicero este último,  y mulatos los tres: John Victoria,  John Louis, Joseph Julién,  Michel Lorie,  Bernard Nathan,  Luis Victorie,  John Julién Allen, Callis Montador, Julián Besson, Louis Francois, mulatos y negros libres, empleados en la milicia  de Trinidad como soldados o tambores. (27)

       Y también se levanta la palabra del General Daniel Florencio O’Leary;  para mí, como cronista y  con fundamento en su testimonio,  el de otros investigadores y por deducción lógica, opino que Sucre, como los hermanos Bermúdez, ni pidió ni recibió nunca ese pasaporte, porque no estaba en Cumaná;   los revolucionarios de esa época no necesitaban pasaporte para salir o entrar al País; y hay páginas historiadas de la vida del Mariscal, pruebas contundentes de sus actividades en Trinidad, que tendrían que   desaparecer, borrarse o cambiarse, lo que a estas alturas luce imposible.

Entonces, ratificamos que Sucre si  salió para Las Antillas, entre julio y agosto de 1812, y se reúne en Trinidad con Mariño, José Francisco y Bernardo Bermúdez, Manuel Piar, Manuel Valdés, etc., y afirmamos  con O’Leary, Villanueva, Tosta García, Sanabria, Alberto Betancourt,  etc.,  buena parte de sus biógrafos,  que Sucre viajó a  Trinidad, donde perfecciona su inglés, sirve de edecán y secretario a Santiago Mariño; y redacta cartas para el gobernador de la isla,  Ralph Woodford, que conspiraba contra los patriotas. Bolívar y O’Leary nos lo dicen, con detalles documentados y probablemente contado por su amigo, el propio Sucre; trascribimos:

         “Los desgraciados proscritos no hallaron en Trinidad, donde se habían refugiado, ni la simpatía ni la hospitalidad que el extranjero y el patriota desterrado, generalmente encuentra en el suelo británico. Sir Ralph Woodford, entonces gobernador de la isla, creyó de su deber, no solo desalentar a los que emigraban del vecino continente, sino molestarlos en toda ocasión. En vano representaron estos contra las persecuciones a que se les exponía; pero sus justas representaciones fueron recibidas con desagrados y groseramente contestadas. En una ocasión dirigió el Gobernador una carta al General Mariño con estas señas: “A Santiago Mariño, General de los insurgentes de Costa Firme”. Esto era demasiado, y no lo habría soportado con paciencia ni el hombre más abatido por la suerte. Desconfiado Mariño de su genio arrebatado, quiso que Sucre contestase la carta; y al hacer alusión a la injuria sarcástica irrogada a su camarada, dijo a Sir Ralph Woodford: Cualquiera que haya sido la intención de V. E. al llamarme insurgente estoy muy lejos de considerar deshonroso el epíteto cuando recuerdo que con él denominaron los ingleses a Washington. El despecho que produjo la conducta del Gobernador, unido a la ansiedad en que los mantenía la suerte de sus conciudadanos, inspiró a Mariño y a sus compañeros una caballeresca resolución digna de su noble causa; sin dinero ni modo de obtenerlo, decidió este puñado de patriotas, pues eran apenas cuarenta y cinco, redimir a Venezuela”.  (28)

Hay pues, pruebas contundentes, con algunas contradicciones entre los historiadores, de esta etapa de la vida de Sucre y su viaje a Trinidad; en este caso le damos más valor al testimonio de un compañero de armas, que a los intérpretes.
Por cierto, el cumanés J. A. Cova, biógrafo de Sucre, en la hoja de servicios de Sucre, dice “1813.- 13 de enero: combate en Güiria, Sección Cumaná a las órdenes del General Mariño, contra el coronel Juan Gabazo. - Triunfo.”

  Laureano Villanueva, su mejor biógrafo, lo relata con lujo de detalles, y dice que: “En Trinidad no malgastó su tiempo, pues llegado que hubo, se consagró a estudiar el inglés y a informarse de la marcha y rumbo de los negocios europeos en cuanto se relacionaban con los de América, y a adquirir la mayor suma de instrucción en historia y en arte de la guerra”. (29)

         Me imagino que el General Francisco Mejía -de quien lo copia Arquímedes Román, Cronista de del Municipio Mejía del Estado Sucre- recién iniciado en la gesta emancipadora,  que  se incorpora al ejercito de Mariño a los 14 años en el cuartel general de capuchinos, junto con otros hermanos de Sucre, tal vez de un recuerdo borroso de aquellos sucesos extraordinarios, sacó eso de que Sucre se incorporó junto con él durante el sitio de Cumaná de 1813, cuando ya se había ganado las preseas de capitán, tras duro batallar al lado de Mariño, Bermúdez y Piar. Por ser Sucre el héroe de Maturín, Mariño le entrega la ciudad de Cumaná. 

 La campaña de Mariño de 1813 con Sucre a su lado, con la experiencia de haber peleado al lado de Miranda, como comandante de ingenieros, vino a ocupar a su lado un lugar relevante, por eso con el grado de capitán organizó el primer batallón de ingenieros zapadores, con que contó desde entonces el Ejército Republicano; Sucre actuó no solo como ingeniero, sino como jefe de unidades tácticas, y Primer Ayudante de Mariño; con él avanza incontenible el ejército  en su arremetida  desde Güiria, para liberar las provincias de la República de Cumaná, como se da a conocer en algunos partes de guerra. Así lo aprecia Tosta García en su novela Los Orientales.  
 
Los dos libertadores, Bolívar y Mariño, montados en el carro de Marte, acompañados por una Pléyada de héroes, triunfan y liberan todas las provincias de Venezuela. Sucre, el aguilucho inmortal, se ocupaba de todo, como dice Bolívar, trabajaba en todas partes, en todos los frentes; en las comisiones, en  hospitales improvisados procurando el auxilio a los heridos,  asumiendo las tareas logísticas, atendiendo las fortificaciones,  trabajos de ingeniería, su especialidad montando barricadas y baterías, al frente  de los artilleros, discutiendo en el Estado Mayor con los jefes, animando, creando defensas de la nada, buscando armas y pertrechos, y   muchas veces luchando cuerpo a cuerpo al lado de Mariño, Bermúdez, etc.,  como lo dicen algunos partes de guerra y confirma el Libertador; y en todo, como ayudante en el Estado Mayor de Mariño, o como artillero o primer soldado o comandante de los batallones “Zapadores”, “Colombia” ; y, en premio de su actividad ganó con inteligencia, diligencia y respeto   el grado de Mayor  en  campaña. A Sucre nunca le regalaron nada, todo lo ganó por merecimientos muy bien relacionados y soportados.
 
De esa “maratón” quedaron muchas anécdotas, canciones, poemas, mitos y leyendas: Tosta García, en su obra “Los Orientales”, afirma que Sucre fue quien tomó  la guarnición de  Güiria porque Mariño estaba indispuesto; Grisanti, Tavera Acosta, Alberto Sanabria, González Varela,  J. A. Cova, José Bernardo Núñez, y otros cumaneses, afirman que Sucre participó en forma relevante, desde un principio en la hazañosa empresa; y por mi parte, creo, que en su condición de secretario, edecán, estratega y ayudante de Mariño, no faltó a la cita de Chacachacare ni a la campaña libertadora desde su inicio, y tuvo papel decisivo, central, sobre todo en Maturín,  en todo el  desarrollo  de la campaña, así lo entendió el Libertador, que lo convierte en su interlocutor favorito desde 1817; su personalidad brilla con luz propia; por eso, Bolívar lo distingue entre los jefes orientales. Es indudablemente el centro de atención del Libertador, como puede comprobarse en la nutrida correspondencia que pudo salvarse, que deja claro que venía de lejos. Lamentablemente parte de esa correspondencia se perdió.  

El historiador Bartolomé Tavera Acosta  al tratar el tema de la campaña de Mariño, nos dice: “Es de lamentarse que hasta hoy  no se conozcan todos los nombres de esos cuarenta y cinco patriotas  expedicionarios, pues si bien es cierto  que algunos autores  han publicado sendas listas  de ellos,  es necesario observar que con excepción  de Mariño, Manuel Piar, los Bermúdez,  José Francisco Azcúe, Manuel Valdés, Agustín Armario, Juan Bautista Videau,  Pbro. Domingo Bruzual de Beaumont, José Rafael de Guevara, Rafael de Mayz,  José María Otero, Mateo Guerra Olivier,  Juan Bautista Cova, José Leonardo Brito Sánchez, Juan Bautista Darías, Bernardo Martínez,  Fernando Gómez de Saa y uno que otro más,  del resto no hay constancia histórica para poder afirmar  que fueron de los de Chacachacare. En cambio, es de presumirse que si se encontraron allí José María Sucre y Antonio José de Sucre, quienes habían salido de Cumaná para Trinidad trece días antes y aparecen luego en los sucesos de Maturín.   

 En Chacachacare –Tavera lo escribe Chacachacari- los expedicionarios toman las primeras armas y antes de invadir a Tierra firme, el 11 de enero de 1813, suscriben el Acta memorable en estos términos:
  
“Violada por el jefe español D. Domingo Monteverde la capitulación que celebró con el ilustre general Miranda, el 25 de julio de 1812; y considerando que las garantías que se ofrecen en aquel solemne tratado se ha convertido en cadalsos, cárceles, persecuciones y secuestros.
Que el mismo general Miranda ha sido víctima de la perfidia de su adversario;  y en fin, que la sociedad venezolana se halla herida de muerte, cuarenta cinco emigrados nos hemos reunido  en esta hacienda, bajo los auspicios, de su dueña, la magnánima señora  Concepción Mariño,  y congregados en consejo de familia, impulsados por un sentimiento  de profundo patriotismo, resolvemos expedicionar sobre Venezuela, con el objeto de salvar  esa patria querida de la dependencia  española y restituirle la dignidad  de nación que el tirano Monteverde  y su terremoto le arrebataron  Mutuamente nos empeñamos nuestra palabra de caballeros de vencer o morir en tan gloriosa empresa; y de este compromiso ponemos a Dios y a nuestras espadas por testigos. Nombramos Jefe Supremo con plenitud de facultades, al coronel Santiago Mariño” Chacachacare, 11 de enero de 1813.  Firman. Santiago Mariño, Francisco Azcúe, José Francisco Bermúdez, Manuel Piar, Manuel Valdés. (31)

RELACIÓN DE LA CAMPAÑA DESDE CHACACHACARE.

  En la tarde del día 12 de enero de 1813, Mariño y sus compañeros salen de Chacachacare en la goleta del general Manuel Piar, la “Carlota”, comandada por Juan Bautista Videau, rumbo a la hacienda de su propiedad “Cauranta”, donde Mariño había reunido un grupo de esclavos y escondido armas y pertrechos antes de exiliarse.

 El realista Brigadier Juan Gavanzo, en una goleta con 50 hombres, los vigila en alta mar, pero no los enfrenta; más bien los evade y se refugia en el puerto de Güiria, donde hay una pequeña guarnición, con la que pretende sorprenderlos y derrotarlos.  Mariño decide merodear a distancia de la costa y calibrar la situación. Sabe que Gavanzo tiene 50 hombres bien armados, pero no sabe cuántos hombres más componen la guarnición de Güiria. Decide barloventear o maniobrar por la costa para distraer la atención del enemigo hasta el otro día, 13 de enero, que logra evadirlos y muy temprano, desembarca en su hacienda “Cauranta”, al Oeste del poblado, donde, repito, armas y cerca de 100 hombres; engañando de esta manera, al enemigo que lo esperaba en el puerto o cerca de Güiria.

Mariño reúne su Estado Mayor y decide atacar, aplicando una estrategia simple: ¨Operación Tenaza¨. Mariño, desembarcando en su hacienda, irá con parte de sus hombres por tierra, para atacar la guarnición por el Oeste; mientras Piar y Bermúdez, irán por mar y desembarcarán en el lado contrario, por el Este.   Así lo ejecutan; a las once de la mañana ataca Mariño la guarnición cerca del puerto, armados con pocos fusiles, algunas lanzas y muy pocas municiones; los españoles, valientemente soportan y rechazan la carga. Los patriotas hacen creer que se retiran desordenadamente hacia el caserío, donde se fortalecen. Esta maniobra se ejecutó dentro del plan de Mariño que necesitaba sacar a los reales de sus posiciones en el puerto y atraerlos al poblado.  Los realistas sin perder tiempo ni ánimo, salen de sus trincheras y atacan, esperando triunfar rápidamente; los patriotas sostienen el fuego; pero los reales también están escasos de municiones, y se ven obligados a abandonar el asedio y se retiran hacia el puerto. Entonces Mariño, Bermúdez y Piar, entran en acción con 90 hombres, la mayor parte de los 45 y otros tantos del poblado que se les unieron; y destrozan al enemigo, causándoles muchas bajas.

Gavanzo, que tenía prevista la retirada, embarca a los que quedan con vida, y se retiran hacia Irapa; quedando a los patriotas todo el territorio de Guiria; todas las provisiones, armas y municiones, es decir   el parque de los reales, que abandonaron en su huida. La victoria fue total y satisfactoria. Mariño aprovecha para aumentar su tropa y pertrecharla convenientemente, así da inició a la campaña de oriente, con buen pie, pero tenía que continuar sin descanso para evitar la reacción realista. Sucre se destaca en esta acción por su inteligencia, de tal suerte que algunos historiadores creen que él dirigió las acciones, su prestigio aumento a los ojos de sus compañeros.

Entonces recapitulando, fue el 13 de enero que se inició la campaña libertadora de Oriente desde Güiria, donde Mariño instaló su Cuartel General, y pudo organizar un ejército que de acuerdo a las partidas que despachó, no bajaba de 800 hombres, después de derrotar a Don Juan Gavanzo, que huye hacia Irapa. Sucre fue su asistente, y primer ayudante como dice Villanueva.

Sin dase tregua, Mariño envía al coronel José Francisco Bermúdez, al mando de un destacamento, probablemente de 200 hombres, a perseguir a los reales que huyen por la vía de Irapa. Sucre lo acompaña como Jefe de Estado Mayor de ese destacamento.

 En esta campaña, se produce el primer verdadero enfrentamiento entre las dos fuerzas, el 15 de enero de 1813, en las afueras del pueblo de Irapa, y los patriotas vuelven a derrotar a los reales con una carga suicida; los reales defienden palmo a palmo sus posiciones causando mucho daño en las fuerzas patriotas. Pelean bravamente bajo el mando de Gavanzo, pero su contendor es nada menos que el invencible Áyax venezolano. Gavanzo no aguanta la embestida de Bermúdez, y las tácticas de Sucre; pero tiene la retirada asegurada y huye con el resto de sus tropas y sus naves hacia Yaguaraparo. 

 Veamos cómo fue la estrategia de Bermúdez, después de esta escaramuza. Se instala en Irapa, donde se le incorporan muchos patriotas dispuestos a morir por la Patria bajo sus banderas, y se dedica a organizar y entrenar su tropa;  en Cumaná, donde causa revuelo la situación en la península de Paria, y las noticias no llegan muy claras por cierto,  sobre estas acciones de Guiria e Irapa; y Cervériz, arrogante, se encarga en persona, de organiza una partida para silenciar los escandalosos rumores que llegan desde el Este, y a los cuales, aparentemente,  no da ninguna relevancia: pensó y dijo, que unos cuantos fusileros bastarían para dominar la disidencia; sin embargo, a esos efectos, organizó un contingente de los mejores oficiales y tropas veteranas de que disponía y estaba bien dotado;  y estuvo presto para aplastar a los insurgentes.  

A los dos días, o sea el 17 de enero, aparece el flamante comandante Cervériz, al mando de un batallón de caballería de veteranos, unos 400 elegantes jinetes, y ataca de frente a los patriotas. Bermúdez tomó posiciones estratégicas en Irapa. Sucre con sus zapadores preparó las defensas y armó al pueblo, un pueblo de cazadores, que no necesitaban mucho para saber lo que tenían que hacer con sus propias armas.  Sucre se encargó de la artillería, era el mejor artillero que se reconozca. Listos pues, para un nuevo triunfo; reciben, tal como lo concibieron, el ataque frontal de Cervériz, y se defienden heroicamente: era la batalla de todo un pueblo, con una estrategia luminosa, lograda por aquel joven que nació para domar al coloso español. El encuentro se desarrolla, tal como lo esperaban, y la replica es de la indudable factura del Aguilucho Inmortal; Sucre, tuvo tiempo suficiente para construir sus defensas y colocar las baterías; el enemigo no preveía nada de esto, simplemente atacarían y destrozarían a los patriotas, los cuales se rendirían ante el ataque. Nunca pensó Cervériz, en la sabiduría y sagacidad de Sucre; que como jefe de ingenieros y de artillería, sabía muy bien manejar la metralla, y con esos elementos en su poder, era invencible; se luchó en terreno plano; pero difícil, muy poblado de grades árboles que servían de escudo propicio y escudo a sus tiradores en las cercanías de Irapa, donde dicen lo lugareños que aún se sienten el sordo tronar de los cañones, de la fusilería de los contendores, y el sordo trotar de los caballos. Cervériz, tercamente con su caballería, intenta una y otra vez romper la resistencia patriota, pero una y otra vez es rechazado con pérdidas incontables.  Insistía una y otra vez, muchas veces, sin el menor cuidado, contra los árboles, contra la oscuridad, como don Quijote contra los ¨Molinos de Viento¨: sin tener en cuenta la vida de sus hombres, que caían mortalmente heridos y eran arrastrados por sus cabalgaduras. 
La fusilería y la artillería patriota, bien ubicada, los diezman. Las fuerzas de Cervériz, ya de noche, desmoralizadas se dispersan en el bosque, que ahora los ampara; acosadas por Bermúdez, incansable, agigantado en aquella memorable e intensa batalla. que da continuidad al triunfo de Guiria.
 
Cervériz, milagrosamente logró escapar con vida, dejó el teatro de la guerra lleno de cadáveres, que luego de la batalla, sin darse descanso, Bermúdez ordenó enterrarlos en la misma noche, para que los pobladores no se aterrorizaran; los heridos de ambos bandos fueron atendidos debidamente. Los patriotas, no solo ganaron aquella batalla, sino que ganaron buenas armas y mejores, caballos, con los cuales dotó de inmediato a sus hombres.   

Libre Irapa, creció el entusiasmo por Bermúdez, y durante varios días acudieron los lugareños a presentarse para engrosar las filas patriotas. Más tarde el General Santiago Mariño, sería recibido por el pueblo de Irapa en triunfo; y establecería allí su cuartel General de guerra. A Sucre se le otorgaron las barras de Comandante del batallón de zapadores.  

Entre tanto el comandante Don Juan Gavanzo y el teniente coronel Cervériz, ocupan nuevas posiciones en Yaguaraparo, donde se hacen fuertes, y despliegan su flota por el Golfo de Paria o Golfo Triste, como aparece en los partes de guerra. Yaguaraparo era mayoritariamente un pueblo de españoles.
 
Sucre regresa a Guiria. Mariño destaca al comandante Bernardo Bermúdez, al frente de un batallón de caballería, a rendir a la ciudad de Maturín.  Sucre lo secunda y lo escolta al frente de su batallón de ingenieros zapadores; Maturín se rinde ante el empuje del comandante Bernardo Bermúdez, y abre a Mariño, las puertas de la mejor despensa de oriente, con las mejores ganaderías de la Provincia.

El Coronel Manuel Piar solicita permiso a Mariño para acudir con refuerzos a Maturín, en conocimiento del avance de Zuazola y Boves, hacia ese sitio, con varios batallones de veteranos, Mariño no lo duda y da el permiso solicitado, y Piar con Azcúe, acuden a reforzar a las fuerzas patriotas en Maturín, con tropas de voluntarios y pertrechos suficientes. Al llegar Piar a Maturín, Bernardo Bermúdez, herido y de menor grado, le entrega el mando y decide volver a Guiria. Sucre se queda en Maturín al lado de Piar.

Guiria se había convertida en un hervidero de patriotas, venían de las Antillas, Cumaná, Margarita, Carúpano, de Irapa, Yoco, Soro, Tunapuy, y sus alrededores, a prestar servicio bajo las banderas de Mariño.

Algunos historiadores, yo no creo en esto y sé que Bernardo estaba herido y no podía continuar, pero ellos ven un impase entre Piar y Bermúdez, dicen que fue un hecho lamentable, al parecer por desacuerdos en el comando de las tropas y la estrategia a seguir, lo que sucedió entre Piar y Bermúdez. Se produce un altercado aun no bien aclarado, y Bernardo Bermúdez se separa del mando y parte hacia Irapa para incorporarse al ejército de Mariño; después de algunos percances es sorprendido por la flota de Gavanzo, lo apresan herido y es trasladado a Yaguaraparo, y puesto bajo el cuidado del afamado médico español Alonso Ruiz Moreno, que había salido de Cumaná, donde prestaba importantes servicios en el Hospital de Caridad. Al tener conocimiento el Coronel José Francisco Bermúdez, que su hermano el capitán Bernardo Bermúdez, estaba herido y hospitalizado en Yaguaraparo, ataca esta posición; por lo cual Gabanzo abandona la plaza con su escuadrilla y deja en el mando al Coronel Cervériz, el cual, en un acto de cobardía inexplicable, ordena la ejecución sumaria del comandante Bernardo Bermúdez. Tambien hay versiones una de ellas la refiere el Cronista de Yaguaraparo, que ubica el sacrificio en el famoso Totumo de Cervériz; como quiera que sucedió fue un hecho desgraciado que va a traer funestas consecuencias para los colonos españoles de la zona, a los cuales José Francisco Bermúdez les declara una guerra implacable.

Tavera Acosta dice que Cervériz, convirtió en un rito los asesinatos y suplicios de cuanta persona con olor a patriota, tuvo la desgracia de caer en su poder.

El Cronista del Municipio Cajigal del Estado Sucre, Edmundo Blanco Ramírez, nos cuenta este episodio en su obra “Yaguaraparo Ayer”, dice: …” Desde el 15 de enero de ese año el realista Cervériz se encuentra acuartelado en Yaguaraparo y Bernardo Bermúdez encargado de vigilarlo ha regresado de Maturín a Irapa donde le hostiga por tierra y sobre todo por mar. Los escarceos de los dos bandos, patriotas y realistas son de diario acontecer en el golfo, pero en una ocasión Bernardo Bermúdez destrozó las flecheras enemigas. Cervériz se ensaña y pide que le traigan a Bermúdez vivo o muerto. Pocos días después los agentes de Cervériz hacen preso a Bernardo Bermúdez, quien es llevado herido a Yaguaraparo. El médico Dr. Alonso Ruiz Moreno, atiende los presos de Cervériz; es gran amigo de los Bermúdez y de doña Soledad Arismendi.  Cervériz quiere fusilar a Bernardo Bermúdez, al pie de un centenario Samán en la Plaza Principal, el Dr. Ruiz Moreno, se opone y también el pueblo quien clama por su vida. Cervériz respetaba a Ruiz Moreno, pues fue médico del ejército español y Prior Director del Hospital de Cumaná fundado por Vicente Emparan, cuando fue gobernador de Cumaná. Cervériz accedió y lo dejó preso. Pocos días después cuando éste se entera de la derrota de Monteverde en Maturín y el triunfo del General Santiago Mariño al tomar Cumaná, viéndose perdido entró a la habitación de Bermúdez y lo asesina con una lanza cuando este se hallaba dormido.  Al saber lo ocurrido el Dr. Ruiz Moreno acude al sitio y recrimina a Cervériz su cobardía y crueldad, y tomando el cuerpo inerte de su amigo, se lo llevó a su hogar en la hacienda denominada el “Otro Lado” (de río Cumaná) donde fue velado y envió una comisión a Irapa en busca de doña Soledad Arismendi.  Cervériz después del crimen huyó por las vías de Angostura. El sepelio de Bernardo Bermúdez se efectuó el día siguiente, pero no se tiene dato en cuál de las dos poblaciones fue sepultado, si en el mausoleo de Doña Soledad Arismendi en Irapa o en la población de Yaguaraparo, en el cementerio que fue demolido en 1910”. (33)

Mariño dueño de la parte oriental de la provincia, se dedica a preparar, pertrechar y fortalecer su ejército para atacar Cumaná; en esta tarea también se destaca el genio de Sucre en logística militar, verdadero estratega e innovador de los sistemas de logística empleados por los jefes patriotas.
 
Cuando Mariño organiza el ejército para continuar su campaña libertadora y admirable, desde todo punto de vista; destaca a Bermúdez hacia Carúpano y a Sucre, como jefe de su Estado Mayor. Inmediatamente se hicieron los preparativos de la campaña. Sucre se encargó del rápido entrenamiento de unos 200 voluntarios, de los cuales seleccionó 150, que consideró suficientes para rendir la plaza de Carúpano.  

Al ejército patriota se van uniendo otros jefes militares de esa zona con fuerzas a su mando, como son: el valiente carupanero Mateo Guerra Olivier y su paisano Bernardo Brito Sánchez; los cumaneses Juan Bautista de la Cova, José María Otero, el sacerdote Domingo Bruzual de Beaumont y José María Sucre y Alcalá... Algunos de ellos figuran como participantes de la expedición que partió de Trinidad.

A fines de enero de ese año, y unidas las fuerzas de Mariño y las de Bermúdez, que regresa de Carúpano sin haber podido rendirlo, forman un ejército de 2000 hombres bien pertrechado con despojos de los realistas.  Se inicia la marcha hacia Cumaná, capital de la provincia de Nueva Andalucía; toman Cumanacoa, donde se unen con sus tropas, los valerosos capitanes Domingo Montes, Vicente Parejo y Jesús Barreto Ramírez, y muchos otros voluntarios; después de algunas escaramuzas el ejército avanza hasta las vegas de Cumaná sobre el río Manzanares, y establecen su cuartel general en la “chara” de Capuchinos, residencia de los frailes aragoneses.

El coronel Juan Bautista  Arismendi, que señoreaba en Margarita, converge al sitio con la flota sutil de aquella provincia independiente, bajo el mando del corsario italiano Guisspe Bianchi,  y ambas fuerzas rodean la plaza, por tierra y por mar, atenazando la ciudad defendida por el temible andaluz Coronel Don Eusebio Antoñanza, Capitán General de la Provincia, a la cual gobernaba dictatorialmente;  él sustituyó en el mando al bondadoso gobernador  Don Emeterio Ureña; por mandato de Monteverde. Antoñanzas venía precedido de triste fama, adquirida por los sañosos escarmientos que impuso en San Juan de los Morros, después del triunfo de Monteverde.


DEFENSA DE MATURIN

          El 2 de febrero, el coronel Manuel Carlos Piar sale para Maturín a reforzar al comandante Bermúdez.  Piar se atrinchera en Aragua de Maturín, y dedica a formar y ejercitar un ejército y armarlo. Allí se congregan los mejores guerreros de oriente, como lo señala Tavera Acosta: los Monagas,  los Pérez de Aguilera, los Barreto, los Torres, los Rojas, los Infantes, los Mago,  Los Medina, Lucas Carvajal, Juan Bautista Grisell, Francisco Carmona, Juan Antonio Mina, Los Carrasquel, Los Sifontes, los Gotilla, Juan Antonio Sotillo,  los Lara, Gabino Palacio, los Mota, los Peralta, los Ramírez, los Villanueva, Pedro Betancourt, yo agregaría, porque estaba allí,  a Bermúdez, Sucre, Freites, Azcúe, Zaraza, los Montes, los Isaba y Parejo y cien nombres más; con ellos entra Piar a Maturín, cuyo pueblo  lo recibe jubiloso.

   Las fuerzas realistas, son dueñas entonces de todo el territorio nacional, se consideraban invencibles y al conocer los movimientos patriotas, dirigen todas sus fuerzas contra Maturín.  El Capitán General de Cumaná, Don Eusebio Antoñanzas, destaca al frente de un batallón de caballería al comandante Don Antonio de Zuazola, con él va José Tomás Boves, contra el coronel Manuel   Carlos Piar. 

 Llega Zuazola  con su ejército  a la villa de Aragua de Maturín, dispersa una partida patriota, convoca al pueblo, al cual ofrece amistad y clemencia; pero el tirano tenía otras intenciones, y   se dedica al asesinato indiscriminado de  toda su población, y si son ciertos los hechos abominables narrados por Francisco Javier Yánez  y otros historiadores como el cronista de Aragua,  profesor Simón Sáez Mérida, el historiador don Ángel Grisanti, y casi todos los historiadores venezolanos que hemos consultado, corroborados en cierto sentido, por realistas como José Domingo Díaz, director en ese tiempo de la Gaceta de Caracas, allí se inició la Guerra Muerte.

Este José Domingo Díaz, fanático realista, escribió en la Gaceta de Caracas: “Pero pocas horas después entró en el mismo pueblo otra división española mandada por los oficiales Boves y Zuazola que, destrozada la de Piar, aun tuvieron que pelear con los miserables habitantes encerrados en sus miserables chozas, defendiéndose con obstinación. Este crimen, que en otro país hubiera sido castigado con el exterminio total de un pueblo rebelde y obstinado hasta lo sumo, atrajo sobre él solo el saqueo, la muerte de algunos temerarios y el incendio de sus chozas en que más se obstinaron”. (34)

 Ángel Grisanti denuncia con enfado la conducta salvaje de los reales y abunda en calificativos, dice: “En 1813 un aborto de los infiernos siembra el espanto en los Magueyes y en Aragua de Maturín: Zuazola. Este monstruo revive en esas regiones las leyendas tenebrosas y fantásticas de la antigua Bretaña, de la “Isla de los Treinta Sepulcros” de Mauriac”.  -Después trascribe el relato espeluznante de la Gaceta de Caracas de 16 de setiembre de ese año, y al final de ese relato, agrega: “Pero las crueldades del estúpido Zuazola, lejos de domeñar el espíritu rebelde de Cumaná y las otras provincias orientales, las trasformaron en la fragua de la revolución. El Oriente venezolano dio a la guerra de emancipación más de la mitad de los héroes y mártires que honran los anales de Venezuela”.

Mariño escribe: La sangre inocente derramada en la Villa de Aragua por el antropófago Zuazola y otros que lo acompañaron, quedará sin venganza, lo cual no sería bien visto, fue indispensable pasar por las armas 47 de los más criminales”.

Monteverde, después de conocer “las proezas” de Don Antonio de Zuazola, y con el objeto de asegurar Maturín, por el mes de marzo, destaca al Coronel Fernández de La Hoz, que llega a la arrasada Aragua y se une al depredador. Ambas fuerzas componían un ejército de regulares proporciones para aquella campaña, de aproximadamente 1500 hombres, que consideraron suficientes para destruir “al faccioso”  coronel  Manuel Carlos Piar y la pléyade heroica que lo acompañaban, incluyendo a Sucre, que se convirtió en imprescindible, y que  estuvo al frente de la artillería, que  causó asombro y estupefacción  entre los reales desde el primer disparo; y la caballería patriota, con André rojas al frente,  que señoreaban con 800 jinetes, en las sabanas de Maturín, compitiendo con  los mejores lanceros de la Venezuela de aquellos tiempos.  En esas sabanas de Maturín, Piar desplegó todo su ingenio, y batió magistralmente, con menos tropas y cargas sucesivas de aquella caballería, desplegadas en abanico, apuntando sobre todo a los flacos realistas, y en esas cargas sucesivas los fue diezmando sin darles tregua; cuando se avizoraba el desenlace, después de horas de combate:  Andrés Rojas personalmente avanzó al frente de la retaguardia, por el centro, aniquilando todo lo que quedaba del ejercito realista. Zuazola y Fernández de la Hoz, que se salvaron milagrosamente, huyeron pavoridos. Tavera Acosta afirma que, en esa ocasión, Andrés Rojas, uso por vez primera el “vuelvan caras” que registra nuestra historia.

Pero no había terminado la historia de la heroica Maturín. Los realistas: Zuazola, Fernández de la Hoz, Boves, etc., regresan reforzados por el comandante Remigio Bobadilla, y el 11 de abril, los tres jefes españoles intentan profanar el sagrado Olimpo de Piar, y nuevamente son derrotados.
Con la misma estrategia usada con éxito ante Zuazola;  aquel pequeño destacamento frente de la ciudad, pero con Sucre de artillero, muy bien colocado, daban la impresión del sacrificio; pero, impertérrita sin temor a la derrota, con aquella caballería espantada por la sabana, hábilmente mandad por el invencible Andrés Rojas, el indio Zaraza  y los  hermanos Monagas, a que podían temer; y la orden de Piar,  resistencia hasta lo indecible;  que luego vendrá, el ataque demoledor de la caballería, que haría como los hizo después Páez, con la misma estrategia, de vuelvan caras¨¨, dieron mortal derrota a las fuerzas que los perseguían, y regresando victoriosas al combate frente a Maturín, tomando a las fuerzas de asalto desprevenidas y atolondradas, las diezmaron y desbandaron. Con estos resultados favorables, y con los refuerzos y pertrechos incontables tomados a los mismos españoles, escucharon otra vez el clarín de la victoria.  Así, con la moral de las fuerzas patriotas elevadas al más alto grado, sonaban las trompeta y tambores por todas partes Piar y sus hombres, incansables, se aprestaban después de la victoria, a nuevos sacrificios por el honor de un pueblo libre y soberano.  

Por el mes de abril, avisado Fernández de la Hoz de la partida de Monteverde desde la Güaira para Barcelona, al frente de un batallón de regulares proporciones y reforzado con algunas tropas de Don Juan de Tizcar, que venían de vuelta y avanzaban sobre Maturín, se detienen en Aragua para juntarse con el Capitán General; levantan campamento, para una fuerza calculada en 1200 hombres y se dedican a disciplinarlas.  Esperan allí al ejército invencible del General Don Domingo de Monteverde, que proclamaba, que disiparía a los patriotas como el humo al impulso del viento.

DERROTA DE MONTEVERDE

El 20 de mayo, llega Monteverde a la villa de Aragua, con gran alboroto de bandas musicales, salvas de cañones y disparos de fusil; el reconquistador anuncia la victoria, pero es magnánimo y así lo proclama.  El 24 en la mañana parte con su ejército para Maturín; se ubica en las sabanas adyacentes hacia el noroeste; reparte sus fuerzas en cinco divisiones, las recorre y arenga antes de atacar, improvisa una proclama que envía a los patriotas, que dice así:

“Son muy conocidas la humanidad de mis sentimientos, y la moderación de la reconquista  en todos los pueblos de Venezuela, que no se ha obstinado en volver de sus extravíos, y reconocer a su legítimo  soberano; si la guarnición y jefes  de ese pueblo  desgraciado prosiguen en su obstinación, y no se entregan  en el espacio de dos horas, para evitar la efusión de sangre de los miembros de una misma familia y de una misma nación;  serán abandonados por mí  al furor irresistible de mis soldados, que ansían por vindicar el honor de las armas nacionales, y por destruir a los enemigos de la paz, de la justicia y de la felicidad de estas poblaciones pacíficas.  En el caso de tal resistencia podrán inmediatamente pasarse a este ejército los niños inocentes, las mujeres, los ancianos y los enfermos, a quienes ofrezco todo asilo y hospitalidad, para que no sean víctimas de las mismas armas que han volado desde Caracas no solo para escarmentar a los traidores, sino también para ser el amparo y la protección de los inocentes y de los leales. Campo frente a Maturín, 25 de mayo de 1813. Domingo de Monteverde. (35)

El Coronel Manuel Piar y el maestro Don José Francisco Azcúe, le respondieron en los términos siguientes: “Si hubo un tiempo en que las fementidas  promesas fueron capaces de engañar a los americanos, y bajo de ellas experimentar  la porción de males que sabe el mundo entero padecieron  tantas honorables familias;  rompiose  la venda que los cegaba, y disipose  la negra nube que  ocultaba un jefe como vos, que con rostro sereno entregaba  los inocentes pueblos al furor y a la saña de hombres inmorales y bandidos. Con este conocimiento el pueblo de Maturín, sus virtuosos moradores, y los jefes que lo comandan solo se encuentran con las laudables intenciones y la firme resolución de defender su libertad hasta perder la vida. Cuartel de Maturín. 25 de mayo de 1813. José Francisco Azcue. Manuel Piar. (36)

Los patriotas animosos y confiados en la victoria, reforzados como estaban con la incorporación de las guerrillas, siempre victoriosas en los llanos de Maturín, donde se habían formado y fortalecido y señoreaban. Eran más de 700 jinetes que luego se unieron entusiastas al ejército de Mariño, y ahora se aprestaban al combate por la libertad, que era su insignia.

Sucre estaba al frente del batallón Zapadores, formado por él mismo; y peleó como soldado al igual que todos los demás jefes patriotas de esas guerrillas, y de acuerdo con su correspondencia, en cierta forma las vigilaba, instruía y organizaba.

 El Coronel Manuel Piar, comandante en jefe del ejército patriota, manejó impecablemente la estratégica defensa; construyó dos baterías y montó en ellas los   cañones de campaña de ocho y de seis con suficientes municiones, y ordenó esperar pacientemente el avance de las fuerzas de Monteverde.

El 25 de mayo en la mañana, los realistas forman sus fuerzas frente a ellos; cinco divisiones en perfecto orden con vistosas banderas y banda de música, como si fuesen a un desfile; entre ellos Monteverde, Zuazola, Fernández de La Hoz, Bobadilla y el temible José Tomás Boves.  Se detienen, forman en batalla frente a Maturín y convocan, como manda la diplomacia, a parlamento; y una vez fracasado el intento, inmediatamente deciden atacar de frente.

  Monteverde da   orden de disparar los cañones, por cierto, con poco suceso. Los patriotas inmutables esperan pacientemente. Los realistas avanzan hasta que entran dentro del radio de tiro de la mortífera artillería de Manuel Piar, y entonces hacen tronar los cañones y fusiles con gran suceso, porque sus disparos hacen diana entre las tropas enemigas haciendo estragos en las filas perfectamente alineadas; caen 17 artilleros y oficiales en las primeras de cambio. Entre los muertos está el novel gobernador de la provincia de Barcelona, Don Pedro Alcántara Cabrera. Los realistas acusan el golpe, se alarman, desconciertan y procuran salir del radio de tiro de las baterías; pero la caballería patriota, bajo el mando del coronel Andrés Rojas, ya esta encima de ellos, atacando a sus espaldas con los mejores lanceros de la sabana, y se lo impiden, constriñéndolas al combate y causándoles daño mortal.  La moral de las tropas realistas se ve afectada; sin embargo, Monteverde no puede retirarse del campo de batalla, su Estado Mayor lo conmina y alienta, son una mayoría abrumadora, insisten en el ataque frontal; la artillería patriota los destroza ¡A que temer…!  Las tropas chocan una y otra vez contra los fusileros de Piar que causan estragos y diezman a los desafortunados atacantes.

Fue un encuentro terrible, los reales se replegaban y volvían a atacar, encontrando siempre la muerte. La suerte estaba echada, en pocas horas los realistas desconcertados solo esperaban la muerte en la más vergonzosa fuga. Fernández de la Hoz, Tizcar, Bobadillas, Boves, Zuazola, Cervériz, etc.  y sobre todo Monteverde, que sufrió la peor y más inesperada derrota de su corta carrera en Venezuela, fueron humillados.  Tavera Acosta dice, “Con todo, allí en el “Alto de los Godos”, salvan el honor de los estandartes de España el teniente coronel Antonio Bosch y el capitán de fragata Pedro Cabrera, quienes cargando con incomparable gallardía quedan para siempre en el campo de batalla. Honor victis.
En Maturín se cuenta y canta el heroísmo de Juana La Avanzadora, que organiza un ejército de mujeres entre las cuales va Marta Cumbale, la guireña inmortal, y que avanza en el “Alto de Los Godos”, y no retrocede un paso ante el empuje terrible de los impertérritos generales españoles Antonio Bosch y Pedro Cabrera, que se sacrifican impotentes ante el avance de las fuerzas patriotas de Piar.
Me imagino a Sucre, el aguilucho de 18 años, recorriendo todos los frentes, con aquella diligencia de que habla el propio Libertador, para saber donde faltaban armas o municiones, donde agua, donde un herido iba a ser trasladado al hospital organizado por el mismo, donde debía reparar alguna trinchera, o indicar como debe apuntar un cañón o un morterete, donde se debía reforzare una defensa, donde dirigir un batallón o una partida, era el alma del ejercito. Él era genial en la infantería, amaba su trabajo con aquellos soldados, dicen que era un mal jinete; en cambio Rojas era un gigante imbatible sobre todo en la caballería, entraba en combate destrozando al enemigo, se debatía en una orgía de sangre que pavorecía al enemigo, que huía de su presencia como alma en pena.
 El coronel Andrés Rojas, comandante de la Caballería patriota, noble y astuto, dio el golpe de gracia al desprevenido Monteverde; desplegó sus fuerzas en la llanura antes de iniciarse la acción, puede decirse, tomó el territorio de la batalla,  salió como esquivando el combate, así lo observaron los reales;  la caballería de Monteverde fue detrás a perseguirlo, a toda dar; Rojas aparentó rehuir el combate, se alejaba de la batalla; pero llegado el momento,  dio el grito de contra-atacar, y se devolvieron los jinetes, enristraron sus lanzas  y enfrentaron a los desprevenidos perseguidores, el choque fue terrible y mortal. Allí Zaraza, allí los Monagas, allí Domingo Montes, Infante y Barreto, Zaraza y Sedeño, Carvajal y Carmona, y por sobre todos Bermúdez, el Ayax americano, terrible cual Júpiter Tonante, decretando la victoria con su voz, como un trueno, y los destrozaron por completo, en repetidas cargas.         

 Al realista lo perdió su excesiva confianza, arrogancia y orgullo; nunca estuvo a la altura de su compromiso, nunca salió de su asombro al ver perecer su ejército, que consideraba invencible.
 
En el campo de batalla quedaron 479 cadáveres realistas, siete oficiales del Estado Mayor, y la mayor tragedia para los expedicionarios, la multitud de heridos y prisioneros que quedaron en poder de los patriotas.

Dice Francisco Javier Yánez, como corolario de este triunfo patriota: “Se tomaron tres cañones, de los cuales dos eran de 8 y uno de 4, un morterete con sus correspondientes granadas, un cajón de hachas incendiarias, una gran cantidad de pertrechos, fusilería, cajas de municiones, banderas, etc., seis mil pesos en plata, los cofres del General y algunos oficiales, y por decirlo de una vez un botín que valdrá sobre 40.000 pesos.

 La victoria fue tan completa que, hasta la famosa música del batallón Veteranos de Caracas, cayó en nuestro poder, y con ella, entraron al fin en la capital de Cumaná nuestro general Santiago Mariño…”.

ACTUACIÓN DE SUCRE EN LA CAMPAÑA DE MARIÑO

 Sucre estuvo desde Trinidad, entre los primeros y más valientes guerreros de  Mariño, y nosotros insistimos, que además está probado que salió desde allí en el mismo mes de enero, en campaña con Bermúdez hacia Carúpano, como lo demuestra el parte de esa campaña recogido en el “Archivo de Sucre”; y pienso, por las dudas que se han suscitado,  que solo  hay dos posibilidades para discutir en este asunto, de acuerdo con los hechos que estamos narrando: una,  o vino con los 45; dos,   se adelantó y los esperó  en Güiria, preparando el desembarco de la expedición de Mariño, pero no hay duda, estaba allí.

Es pues innegable que Sucre peleó en 1813 al lado de Bermúdez y Piar en Maturín y con Mariño en Cumaná y Barcelona: protagoniza hazañas heroicas pese a su juventud que le valen para el ascenso a capitán y luego a mayor; de otra forma no se explican estos ascensos; pero también sobresale su don de mando, carácter humanitario y su impecable conducta ante los vencidos.  
    
Don Laureano Villanueva, resume la campaña de Mariño, en la cual participó honrosamente Antonio José de Sucre, en estos términos:

“En el movimiento de aquella afortunada expedición combate Sucre al igual que los más esforzados oficiales; unas veces como primer ayudante de Mariño y otras como Comandante del batallón de zapadores, formado por el mismo. Pelea en Irapa; asiste al encuentro en que sesenta republicanos derrotan a 400 soldados de Cervériz; concurre a tomar Maturín, y después a defenderlo en los tres asaltos que le dieron los españoles; primero el del Brigadier Fernández de la Hoz en abril con mil cuatrocientos hombres; en seguida el del Capitán de Fragata Bobadilla con dos mil seiscientos, y por último Monteverde con un ejército numeroso y bien armado y pertrechado. Sigue Mariño con el Ejército en persecución de los rechazados; y sin darles descanso los alcanza, los acosa y rompe de nuevo en los Magueyes, en Corosillo y Cumanacoa.

Aumentada sus fuerzas y provisto de municiones de guerra Mariño asedia a Cumaná, custodiada por Antoñazas y Quero con ochocientos hombres y cuarenta piezas de artillería; Mariño la asalta y rinde en diez días; y sin pararse, ocupa con sus invictas huestes a Cariaco, Carúpano, Río Caribe y Yaguaraparo. Somete a Barcelona, atraviesa el mar, y se enseñorea en la Isla de Margarita.

 En un año liberta tres provincias, destruye nueve mil enemigos, domina el mar de Oriente con las flotillas que armó el General Arismendi, y llega a tener debajo de su mando un ejército valiente y aguerrido”. (37)

 LIBERACION DE CUMANA

Después de Maturín, Mariño reunió todas sus fuerzas en Guanaguana, donde recibió gratas noticias del General Juan Bautista Arismendi sobre la liberación de la Isla y provincia de Margarita, y su intención de iniciar el bloqueo de Cumaná, en apoyo de su campaña libertadora, para lo cual había destinado tres goletas bien pertrechadas bajo el mando del italiano, el peligroso Comodoro Giuseppe Bianchi.
Mariño parte a sitiar Cumaná con un ejército victorioso en todos los combates en los que había participado, y ahora contaba, además, con el bloqueo ofrecido por Arismendi. Para 14 de junio de 1813, la ciudad ya estaba bloqueada por mar, y Mariño, ocupa sin mayores contratiempos el espléndido valle de Cumanacoa, donde acampa su ejército cómodamente, y dedica sus esfuerzos a disciplinarlo, contando para ello con su brillante Estado Mayor, donde se destacaban: los coroneles Bermúdez y Piar; y los capitanes: Sucre, Montes, Barreto, Parejo y el maestro Azcúe.

En el mes de julio los realistas de Cumaná están muy inquietos, por las noticias del avance patriota. El Capitán General Don Eusebio Antoñanzas sale con un buen contingente de tropas a reforzar a Cervériz y Gabazo, pero en el camino hacia Yaguaraparo, se le informa que Cervériz se propone llevarlo al Totumo, y se regresa empavorecido, lo que en realidad fue una derrota, al tener que lidiar con la guerrilla patriota en todo el trayecto.  

         El 20 de Julio, Mariño, pone en movimiento su ejército y en las vegas de Cumaná se instala en la Chara de Capuchinos, sede de la orden religiosa de frailes aragoneses enemigos de la emancipación. Forma con su ejército tres divisiones: la primera con 1000 hombres bajo el mando Bermúdez que se ubica en las sabanas del Salado; la segunda de 800 hombres bajo el mando de Piar, que se ubica frente al fuerte de Aguasanta en las sabanas de Chiclana, y la tercera de dos mil hombres, bajo su mando en las charas, a orillas del Manzanares.  Desde allí intima la rendición de la plaza en carta dirigida al Capitán General Don Eusebio Antoñanzas, que dice:

“Con el objeto de atacar esa plaza, me he posesionado de los puntos más ventajosos de ella; y deseando evitar la efusión de sangre os intimo la rendición, en inteligencia que las bravas tropas de que tengo el honor de ser jefe, apetecen los momentos de entrar en la lid, a que daré impulso si no lo verificáis dentro del término de dos horas, pasando a cuchillo toda vuestra guarnición. Dios os guarde. Cuartel General de Capuchinos, 31 de julio de 1813. Santiago Mariño.

 Don Eusebio de Antoñanzas, en un arrebato heroico,  respondió: “El honor de la nación a quien tengo la gloria de defender, la constancia de mis tropas para sostener aquella que cuenta tantos héroes como soldados y que nosotros en este hemisferio caminamos por los rastros  que aquellos nos han trazado, me estimulan, en virtud de su nota oficial de este día con unánime acuerdo de mi ejército a resolver lo siguiente: Primero: que por cuanto sus bravas tropas  no exceden a los dignos defensores  de la justa causa del Rey, no me intimida su aparente amenaza; y segundo: que estos se ha resuelto a imitar en este pueblo a Sagunto, reduciendo antes de rendirse a cenizas cuanto exista. Por tanto, puede Vm. Disponer sus hostilidades cuando guste, seguro de que yo desde este instante doy mis órdenes para repeler sus fuerzas, Dios guarde a Ud. Muchos años. Cumana 31 de julio de 1813. Eusebio Antoñanzas.

Sin embargo, Antoñanzas, favorecido por el ex gobernador político Don Andrés Level de Goda, pues sus subalternos pretendían asesinarlo, lo pone a bordo de la goleta “Fernando VII” al mando del teniente de navío Don Eugenio de Tizcar. Y también se embarcaron sus allegados, entre ellos el mismo patricio cumanés, Level de Goda, que preparó la fuga y dejó encargado de la plaza al mayor Juan Nepomuceno Quero. Este a su vez envió ante Mariño, a Don José de Ortegoso, español emparentado en Cumaná, quien en definitiva firmó la Capitulación de la ciudad con Santiago Mariño.

Francisco Javier Yánez transcribe el texto de la Capitulación:

1°. -  Que evacuará la plaza dejándola en el estado en que se haya hoy, a esta hora, que son las 8 de la noche.
Contestación: Evacuara la plaza a las siete del día de mañana dejando en ella todos sus pertrechos y armamentos, del mismo modo que la entregó el gobierno de la independencia pasada, el 23 de agosto del año que expiró.
2.-     Que no se impedirá la salida de las familias que salgan en los trasportes, y se hallen embarcadas, por los buques que bloquean el puerto.
Contestación: No se impedirá la salda de aquellas familias, que lo soliciten, pero si en trasportes que les daré.
3°. -          Que todas aquellas familias que se queden en la plaza se les dará su pasaporte, y podrán llevar sus intereses, o disponer de ellos en el término de dos meses.
Contestación: concedido.

Las tropas de la Regencia española que guarnecen la plaza, rendirán las armas al frente de las republicanas a la hora indicada en el primer capítulo, en la Sabana del Salado. Estas proposiciones o contestaciones serán ratificadas y aceptadas, en el término de dos horas, las que, pasadas, quedarán las armas republicanas expeditas para hostilizar la plaza. Cuartel General de los Capuchinos, de agosto de 1813 a las 8 y media de la noche. (Fdo.)  José Antonio Ortegoso. (Fdo.)   Santiago Mariño.   

Pese a la firma de este documento los realistas incumplieron el tratado, los principales jefes se dieron a la fuga después de tratar de destruirlo todo, por ello fueron perseguidos por la flota patriota, y perecieron muchos de ellos. El Capitán General Don Eusebio Antoñazas, herido mortalmente fue a morir a Curazao.

Un episodio singular contado por Yánez, pasó en el fuerte de San Antonio, cuando los alzados catalanes pretendieron dar muerte a los cumaneses prisioneros, y el prefecto de los capuchinos, fray Francisco de Aliaga, se lo impidió. Entre los prisioneros estaba un fraile amigo suyo, Ramón de Calanda, por él salvaron la vida muchos de nuestros abuelos.

El ejército libertador procedió a la persecución de los más connotados realistas; sobre todo, los que habían acumulado fama de perversidad, y mediante juicios muy sumarios, se encargaron de fusilarlos; sobre todo aquellos que habían sembrado espanto en el pueblo cumanés, como Don Gaspar de Salaverría y Don Antonio Mayz.

 Yánez, da otra versión del ajusticiamiento de Bernardo Bermúdez, dice que cuando el comandante Cervériz, estando en Yaguaraparo, supo la noticia de la liberación de Cumaná, ordenó el fusilamiento del comandante Don Bernardo Bermúdez, que como dijimos estaba herido y prisionero en ese pueblo. Algunos historiadores, con otro criterio,  aseguran que lo mató el mismo Cervériz a puñaladas  y esto es lo más probable, no solo por el ánimo de venganza que marcó a su hermano José Francisco, sino  porque  Bernardo estaba bajo el cuidado del Dr. Alonso Ruiz Moreno, eminente médico que ejercía en Cumaná, y no iba a permitir que le sacaran a un herido, sobre todo de esa familia, para fusilarlo; lo más probable es que este asesino aprovechó  un descuido del ilustre galeno, por ello pudo volver a Cumaná, años después.  Nuestro cronista Dr. José Mercedes Gómez, opina que fue Gavanzo y no Cervériz, el que ordena matar a Bernardo.  

Por cierto, que los apellidos Cervériz y Cedeño se encuentran en los textos escritos indistintamente con “z” y “s”.

El 16 de agosto, cuando Mariño celebraba la victoria de su ejército en Maturín, Cumaná, Barcelona y Margarita, llegó la noticia de la liberación de las provincias: Barinas, Mérida, Trujillo y Caracas, tras la Campaña Admirable de Bolívar; y Mariño lleno de fervor patriótico escribe al Libertador, una síntesis magistral de la Campaña de Oriente que había de culminar, para esa fecha, hasta Cumaná; de la cual tomamos algunas notas, a saber:

1.- Emprendido por mi y otros patriotas desde la Isla de Trinidad, operaciones heroicas, destituidos de todo auxilio, ayudado del que nos prestaban nuestras débiles fuerzas, acometimos la empresa de tomar el pueblo de Güiria el 13 de enero último, con 45 hombres y 6 fusiles, y a pesar de que su comandante Juan Gabazo, preavisado de nuestras operaciones se dispuso a recibirnos con 300 soldados y 9 cañones de batir.  Ese mismo día lo atacamos en dos frentes, por el flanco derecho y el izquierdo, cantando   en cinco minutos la más completa victoria. 
 2.- Luego decretamos vencer dificultades insuperables y atacamos el pequeño pueblo de Irapa, el día 15 de ese mismo mes. El 25 nos atacó el comandante Don Francisco Javier Cervériz   con 400 hombres, precisando a defenderlo a pie firme con 70 hombres, y a la media hora de tiroteo se declaró en fuga con pérdida bien notable.
3.- Luego determiné apoderarme del pueblo de Maturín, consiguiéndolo a poca costa. Hice todo lo que se puede hacer en un pueblo desesperado para organizar un ejército, para enfrentar la arremetida realista, que al poco tiempo se presentó al frente de poderoso ejército bajo el mando de Don Lorenzo Fernández de La Hoz. Pero mis animosas topas y guerreros oficiales lo esperaron con serenidad, dispuestos vencer o morir. 70 hombres salieron a su encuentro y ellos bastaron para derrotar a 1400 hombres del Rey. 
4.-Bueno es discurrir que con cuatro victorias sería menos peligrosa nuestra situación, hasta que el sexto tomó a su cargo la empresa, el reconquistador don Domingo de Monteverde, segundo don Pelayo. Nadie se atrevería a pronunciarlo, a no ser que el valor que infunde la libertad se lo dictara. Dejó en el campo de Maturín en vez de monumentos que acreditasen su valor, señales eternas de su fuga. 
5.- Una vez que la incertidumbre del enemigo me franqueó el paso, proseguí la campaña; reuní considerable número de tropas y resolví atacar los pueblos de la provincia, y vencidos los puntos de Maguelles, Corocillo y Cumanacoa, marché contra Cumaná. En el tránsito destruí varias emboscadas, y logré ponerme a tiro de cañón. Informado de las fuerzas del enemigo, que consistían en 700 hombres y 40 piezas de artillería, dispuse sitiarla por tierra y por mar, tirándole una línea de circunvalación, extensiva a tres leguas en contorno: fui atacado por diversos puntos en que siempre tuve fortuna de encontrarme. Conseguí encerrarlos en la plaza principal que tenían bien preparada con fosos, estacadas y demás. Ordené la estrechez del sitio hasta medio tiro de cañón, y entonces movido de piedad intimé la rendición.
6.- Diez días duró la tenacidad del enemigo, y por la tarde del día 2 del presente mes, se rindió la plaza con la intención de violar la Capitulación que se había acordado, abordando los barcos que tenían preparados al efecto, llevándose sus intereses, clavando la artillería, rompiendo los fusiles, botando la pólvora, saqueando y quemando algunas casas, y cometiendo delitos de toda índole que no es el momento de informarle:
“Es menester no referir, para que no se horroricen los humanos, todas las crueldades que esas fieras de Hircania ejecutaron en los pasajeros”- Todo lo cual obligó a la escuadrilla del comodoro Guiseppe Bianchi a perseguirlos, derrotarlos y apresarlos. Están en nuestro poder los buques mayores, parte de la escuadra sutil, abundantes elementos de guerra y muchos prisioneros.
7.- En vista de la fuga masiva de las autoridades realistas entré en la ciudad a las 10 de la noche del mismo día 2 de agosto.
8.- Después que tomé el gobierno de la ciudad intimé la rendición de Cariaco, Carúpano y Río Caribe.
9.- Al intento marché contra Barcelona a bloquear sus puertos para contener la fuga que emprenderán los enemigos, luego que 500 infantes de caballería de Maturín que he mandado marchar con 200 de a pie, se presenten en sus inmediaciones y se vean atacados por las fuerzas que desembarcaré en sus costas.
 10.-  Comisioné a los ciudadanos Don Casimiro Isaba Sucre y Don José Gabriel de Alcalá, que os informarán pormenores y algunos aspectos de la unión y conservación de las provincias rescatadas. Santiago Mariño. Continua.

Al llegar a Cervériz la noticia de la salida de Antoñanzas y la ocupación de Cumaná por los patriotas, evacua Yaguaraparo y se embarca rumbo a Angostura. Bermúdez marcha de Irapa y entra a la plaza abandonada. Después continúa en paseo triunfal sobre Río Caribe, Carúpano, Cariaco y culmina en Cumaná, donde es recibido por Mariño, que ya ostenta el grado reconocido de General en Jefe de los ejércitos patriotas de Venezuela. (38)


 CAMPAÑA DE BERMUDEZ   Y SUCRE

Los apuntes que aparecen en la obra, “Archivo de Sucre” Tomo I, que sirven para apreciar la participación de Sucre en las campañas organizadas por los jefes orientales, esta campaña de Bermúdez de 1813, más bien nos parece de 1816, trascribo:

“En (1816) …salió de Guiria con 125 hombres en siete flecheras al mando del capitán de navío Antonio Díaz con dirección a Carúpano resuelto a tomarlo; pero habiendo intentado hacer el desembarcó en la boca del río, fue rechazado por los fuertes emboscadas que allí había con pérdida de dos soldados de Dragones muertos y cuatro heridos a bordo de la flechera Comandanta. En consecuencia, Bermúdez se dirigió con todas las escuadrillas al puerto principal de la ciudad y ancló fuera del alcance de los tiros de artillería de la plaza, donde permaneció fondeado hasta llegara la noche que determinó salir y salió en efecto con tres flecheras y 75 hombres de desembarco hacia Río Caribe dejando el resto de los buques en el puerto, hasta otra disposición. A las siete de la mañana ya a la vista de Río Caribe hizo desembarcar 25 hombres al mando del Capitán Gabriel Guerra para que cargase por la derecha sobre una casa fuerte que había en el puerto, mientras que él, con el resto de la tropa y su estado mayor desembarcaba también y atacaba de frente. Practicose con el mayor éxito la operación, pues los enemigos al cuarto de hora de combate se pusieron en retirada por la población que estaba muy inmediata, tomando en seguida posiciones en una casa de alto en la plaza donde se hicieron firmes y resistieron los fuegos que los patriotas hacían casi a quema ropa. En este estado y como a las dos de la tarde, el capitán Añez, margariteño al servicio de los españoles, que se encontraba apostado con una columna de más de 200 hombres en Puerto Santo, punto inmediato, llegó en auxilio de los suyos. Aunque convencido Bermúdez y su jefe de estado mayor Sucre de que era imposible resistir a los realistas con la insignificante fuerza que tenían, determinaron esperarlos  en la playa para hacer allí una tentativa apoyados en las flecheras;  y en realidad,  como a las tres de la tarde los enemigos seguros de la victoria, por la superioridad de su número, atacaron con intrepidez a los patriotas, quienes resistieron con heroísmo, luchado casi a las manos, por más de hora y media, hasta que se vieron obligados a tirarse al mar, única retirada que tenían, para tomar a nado las flecheras bajo un fuego nutridísimo de los realistas, pues estos hicieron la persecución  hasta donde les fue dable dentro del agua.

El General Bermúdez y el coronel Isava Sucre fueron los únicos que  pudieron reembarcarse sin verse obligados a nadar, por haberlos tomado con mucha dificultad y peligro un bote de la flechera Comandanta,  pues todos los demás, inclusive el coronel Sucre, el comandante Machado, y los capitanes Quintero y Mejía del Estado Mayor, lograron hacerlo a nado  desde la playa, perdiendo todos estos jefes y oficiales sus espadas, y el último hasta el anteojo de Bermúdez que como edecán suyo tenia  a la espalda en el acto del combate. La perdida de los patriotas fue considerable entre muertos de bala, ahogados y heridos, contándose en los primeros dos valientes oficiales, catalán y Zapata.

En un año, aquellos heroicos paladines de las provincias unidas de Venezuela, habían llevado las banderas de la Patria a todo el territorio de la Capitanía General. Caracas y Cumaná eran libres otra vez. (39)
Nota: Mejía de 16 años, se unió en Cumaná al ejército de Mariño, en 1813   después de la liberación. 

CITAS

5.- Antonio José de Sucre. De mi propia Mano. Caracas Biblioteca Ayacucho 6.-  Pedro Elías Marcano. Consectario de la ciudad de Cumaná.  1956.  7.-  Laureano Villanueva. Sucre. Vida del Gran Mariscal. Caracas 1995. 8.- Pedro Elías Marcano. Bisemanario Sucre No 27 del 11-10-1924 Colección privada.  9.-Miguel Aristeguieta Sucre. Bisemanario Sucre No. 43.  10.-  José Antonio Ramos Martínez. Memorias para la Historia de Cumaná y Nueva Andalucía. 11.- Ibidem 12.- Ibidem 13.-  Ibidem 14.-  José Antonio Ramos. Boletín No. 20 de la Academia Nacional de la Historia. 15.- Alfonso Rumazo González. Biografía del Gran Mariscal. Caracas 1995.  16.- Manuel de Ancízar. Sucre. 17.- J. A. Cova. Ibidem. 18.- Escritos del Libertador. Sociedad Bolivariana de Venezuela. Caracas. Colección iniciada en 1977. 19.- Francisco Javier Yánez. José Mercedes Gómez.  Historia de la Provincia de Cumaná. Gobernación del Estado Sucre 1983. 20.-  José Mercedes Gómez.  La Guerra de Independencia en Oriente.  Cumaná 1991. 21.-Francisco Javier Yánez. Ibidem. 22.- Bolívar. Resumen sucinto de la vida del general Sucre. Lima 1825.  Reproducción por la gobernación del Estado Sucre- 1982. 23.- Revista de la Sociedad Bolivariana del Táchira. 24.- Armando Alcántara Borges.  Carabobo Sendero de Libertad. Gobierno de Carabobo 1994.  25.- F. J. Yánez. Ibidem. 26.- Bolívar. Ibidem. 27.- Alberto Betancourt. Guiria 2003. 28.- D. F.  O’Leary. Ibidem. 29.- Laureano Villanueva. Ibidem. 30.- F. J. Yánez. Ibidem. 31.- Bartolomé Tavera Acosta. Historia de Carúpano. 1992. 32.- Edmundo Blanco. Yaguaraparo. 2003.  33.- Ibidem. 34.- F. J. Yánez. Ibidem. 35.- Ibidem. 36.- Ibidem. 37.-  Laureano Villanueva. Ibidem. 38.-  Francisco Javier Yánez. Ibidem 39.-  Archivo de Sucre. Tomo I.




CAPITULO SEGUNDO 


“Lo que más admiro de Sucre, es aquella armonía perfecta de sus facultades, aquella lealtad caballeresca, aquella serenidad de juicios que ni en el pánico de las derrotas, ni en la embriaguez de la gloria de los grandes triunfos, ni en los altos senados que le tocó presidir lo abandonaron jamás. Si no tenía el don profético del genio, concedido solo al Libertador, en cambio penetraba fácilmente en el campo tenebroso de la realidad, hecho infranqueable por las ambiciones en lucha; y con su valor extraordinario, el profundo conocimiento de su arte, y aquella piedad suya que “no parecía humana”, sabía sobreponerse a los sucesos y arrancar la victoria de los brazos mismos de la anarquía o del crimen”. Domingo Badaracco Bermúdez. 
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CONTENIDO


Campaña del Centro, José Tomás Boves Batalla de Bocachica. Bolívar, Sucre y Mariño en la Victoria. El Arao. Carabobo y La Puerta. La Emigración. Ocupación de Barcelona. Batallas de El Salado y Urica. El sitio de Cartagena.

Campaña del Centro.

“El General Sucre sirvió en el E. M. G. del ejército de Oriente desde el año 1814 hasta el de 1817, siempre con aquel celo, talento y conocimientos que lo han distinguido tanto. Él era el alma del ejército en que servía”. Bolívar. (37)

A finales del año 1813, negros nubarrones aparecen en los llanos. José Tomás Boves, el increíble guerrillero asturiano cierne sobre las pampas centrales el amargo sabor de la sangre de los inocentes. El fenómeno Boves, estudiado minuciosamente por el Cumanés Germán Carera Damas, se produce por que logró atraer a sus banderas a los más numerosos contingentes de tropas inimaginables en aquella época, pero eran tropas que carecían de cohesión; una vez obtenidos el botín, se dispersaban. El Mariscal Don Juan Manuel Cajigal, su jefe inmediato decía “No creo que este ejército, por mucho número de tropas, podía contar con su fuerza, al concluir una victoria que siempre era el signo del inmediato saqueo, asesinatos, violencia, robos, desaparecía la tercera parte de ella, pero esto importaba poco al jefe, al momento la reponía” …pues siempre había aspirantes a “enriquecerse en el primer ataque”.  (38)

Por el contrario, Morales aseguraba que: “Boves tuvo la fortuna de penetrar los sentimientos de los llaneros, gente belicosa que es necesario saberla manejar. Comía y dormía con ellos. Tenía un no sé qué que les atraía su simpatía. Los dominaba con imperio”.  Boves dio el primer grito de guerra a muerte, cuando anunciaba: “Degüello de los blancos y reparto de sus propiedades”. (39) Boves es pues, un personaje contradictorio hasta para sus propios copartidarios.

     A pesar de la derrota que le inflinge su paisano Campo Elías, en la batalla de Mosquitero, Boves arma nueva tropa y traslada su cuartel general a Guayabal, donde forma con forajidos su famoso “Bando de Guayabal” reforzado con pertrechos y otros hombres indisciplinados y desalmados procedentes de los llanos y Guayana; desde allí inicia su ofensiva, se ufana con el rango de Comandante en Jefe del Ejército de Barlovento, dado por la Regencia. Pero a Boves no le fue nunca bien en Oriente, como afirma Sáez Mérida en su libro “Aragua de Maturín en la Guerra Muerte”: “La popularidad o la muchísimo menor impopularidad de la guerra en Oriente hizo fracasar la posibilidad de un Boves caudillo luego que Cajigal lo dejara, con armas y recursos suficientes en libertad de acción. Hizo correrías en la zona sin ningún éxito hasta que en la derrota de Cachito (Anzoátegui) por francisco Carvajal, “El Tigre Encaramado” (40) tuvo que desplazarse hacia el Guárico, donde era muy conocido y donde hizo su gran base de operaciones, reforzado con la promulgación de la Ley de Llanos”.

 “En Oriente Boves tuvo que competir con Zaraza, Sedeño, los Monagas, Carvajal, Barreto, Infante, Carmona y muchos más, con liderazgos ciertos, concretos, en la masa llanera oriental y por eso no tuvo capacidad reclutadora, ni movilizadora ni éxito militar. Y cuando a finales de 1814 arrasó a las ciudades orientales y a sus jefes, fue con los grandes ejércitos levantados en el Centro y sus llanos, no en la región oriental. Y a pesar de eso pudieron confrontarlo en Aragua de Barcelona, Cumaná, Urica y Maturín, porque aún con el desastre oprimiéndoles el cuello, podían levantar hombres y caballerías para resistir la avalancha” (41).

A finales de ese año 13 el Libertador observa el rumbo de la nación y presiente el peligro que se avecina; le escribe cartas con urgencia a Mariño que señorea en Oriente, pidiéndole que acuda al llamado de la Patria, que sucumbe ante la arremetida del bárbaro Boves y otros, que están sacrificando los pueblos del centro de la República, y atacan sembrando el terror por diferentes frentes a la vez, en avance incontenible. Se oyen los nombres de realistas alzados en armas y con éxito, tales como: Carlos Blanco, José de la Vega, Fernando Torrealba, el clérigo Torrellas, José Antonio Boquillón, etc. 

Mariño envía a Bolívar, además de la larga carta sobre la liberación de oriente, dos proyectos relacionados con el gobierno de los departamentos de oriente y occidente.  Bolívar responde a Mariño notificándole haber recibido sus dos oficios: “El primero me ha llenado de satisfacción, por un doble motivo: por los liberales principios de V. E. y por haber merecido aprobación mi modo de pensar con respecto al Gobierno de Venezuela. Así mismo por ver confirmado en el tratado que V. E.  ha manifestado siempre un decidido interés porque se concluyan y yo no menos he lamentado, las circunstancias poderosas que reteniéndome en el occidente de esta provincia me impidieron hallarme o venir a Caracas, cuando arribaron los Comisionados de V. E. “.  (42)

El año 14 se había convertido en un infierno para los patriotas en el Centro: Boves triunfa en Santa Maria de Ipire y Calabozo contra Montilla y Padrón, y comete atrocidades espantables.  Bolívar triunfa en Bárbula y Las Trincheras. Campo Elías arremete contra Boves que se refugia en Guayabal.  Urdaneta ataca Coro y D’Elúyar a Puerto Cabello.  Barquisimeto, Barinas, Guanare y San Fernando son presa fácil de las hordas de Boves y Morales.  Ribas triunfa en Vigirima.

Bolívar triunfa en Araure contra Cevallos y Yánez, y vuelve a llamar a Mariño, para que coopere en la salvación de la República.  Mariño acepta expedicionar hacia el Centro, y se pone al frente de un ejército de 3000 hombres bien pertrechado; así luce cuando en el mes de enero se reúne en la Villa de Aragua, organizado en tres divisiones de 1000 hombres cada una. Y el 26 de enero de 1814, arenga a su ejército.

  La primera División,  a la derecha  bajo el mando del General Manuel Valdés, formada por 600 hombres de infantería y 300 de caballería;  la Segunda División,  del centro por el General José Francisco  Bermúdez, con el coronel Antonio José de Sucre y Pedro José de Sucre, su hermano, con el grado de capitán, con 700 de infantería y 450 de caballería ;  y la Tercera División,  por la  izquierda, bajo el mando del coronel Agustín Arrioja, con 600 de infantería y 300 de caballería; la reserva bajo el mando del coronel Manuel  Isaba Sucre, formado por 600 de infantería y 300 de caballería; y un cuerpo de artillería de 300 hombres bajo el mando del coronel Antonio Freites. 
Valdés avanzó por Tucupido, Orituco y Lezama, batiéndose con enemigos fanatizados, sobre todo los de Tucupido, bajo el mando del cura vasco Ybarrolaburo. El coronel Arrioja, siguió con su división bordeando el Orinoco para ocupar Cabruta, poblado que tomó por asalto después de fuere oposición. La división de Bermúdez no encontró oposición, hasta reunirse con las otras divisiones en el hato “Belén” de Don Juan de Ascanio, cerca de Ocumare, donde se instaló un tribunal militar para juzgar a los prisioneros.
Puesto en conocimiento, el General Santiago Mariño, que en las adyacencias de su ejército se movilizaban fuerzas realistas bajo el mando del coronel Rosete, destacó a Bermúdez con Sucre al frente de un batallón, para reducirlo. El encuentro se produjo en el sitio de Los Pilones; dramático combate que duró desde las 9 de la mañana hasta las 6 de la tarde de ese día, y luego al siguiente se reinició con refuerzos que el mismo Mariño condujo a la lid. Rosete fue derrotado y perseguido por el batallón Valencia, bajo el mando del coronel Leandro Palacios, hasta su liquidación total. (43)

Después de esta victoria todo el ejército oriental convergió en Camatagua y Mariño procedió a su reorganización.
 
Por su grado, sus notables servicios y sus conocimientos, nombró al Coronel Mariano Montilla Jefe de Estado Mayor y en la jefatura de la vanguardia, designó al coronel Leandro Palacios.


BATALLA DE BOCACHICA

El ejército de Oriente se desplazaba hacia Bocachica y al pasar cerca de San Luis de Cura, el 31 de marzo, tienen noticias de las fuerzas realistas comandadas por el temible asturiano José Tomás Boves que perseguía, con 5000 hombres, al patriota coronel Lucas Ballivián.  Mariño sin perder tiempo ordenó su ejército en las cercanías de Bocachica para enfrentar al sanguinario realista. Mariño ordenó maniobrar al valiente coronel Leandro Palacios, con la vanguardia, sobre una quebrada seca que dividía el campo, para inquietar al realista.   Boves convencido de su superioridad, no esperó y atacó precipitadamente. Mariño esperó pacientemente el desarrollo de los acontecimientos y cuando notó que Palacios flaqueaba y podían cortarlo, ordenó a Bermúdez cargar con todas sus fuerzas contra los realistas, y así lo ejecutó el Ayax venezolano con la terrible fuerza que poseía y desarrollaba en circunstancias tales. Mariño ordenó a Valdés atacar por el centro mientras la caballería desplegada evitaba que las fuerzas de Boves lograran cohesionarse en las faldas de los cerros.  Los realistas, ante el ímpetu de los patriotas, atropelladamente lograron protegerse en alturas laterales del escenario de la batalla, pese a los esfuerzos de la caballería, y en un intento desesperado, a la derecha prendieron fuego a la paja, con tan mala surte que el viento que les era favorable, cambio y los rodeó por todas partes. Mariño envió contra Boves a una brigada de negros libertos que peleaba a su lado, y que atravesaban el fuego sin temor, además eran diestros en el manejo de las lanzas. La entrada de estas tropas fue suficiente, los realistas se dispersaron por los barrancos y montes. 
 De esta batalla quedan para la historia actos de entrega heroica, de patriotismo desbordado y valor. El   capitán Tánago que destrozó la caballería de Boves con una sola pieza de artillería, se inmortalizó; y el grupo de lanceros, que a las 5 de la tarde, dispuestos a inmolarse por la Patria, asaltaron una fortificación realista que hacía mucho daño, con intrepidez nunca vista, y la destruyeron. 
A las 6 de la tarde Valdés advierte a Mariño que ha llegado la hora de resolver la acción, y ambos se lanzan con todas las fuerzas a su mando contra el asturiano que está irremisiblemente derrotado; hay que rematar la faena, y los dos capitanes entran al campo para compartir con sus soldados aquella heroica victoria; ante su empuje, el asturiano huye desordenadamente. 
En los partes de la batalla no se nombra a Sucre, pero sin lugar a dudas esa batalla lleva el sello del Mariscal.   (44)



BOLIVAR, SUCRE Y MARIÑO EN LA VICTORIA

  Bolívar avanza a reunirse con Mariño. Los realistas están en todas partes y se fortalecen; el 12 de febrero derrotan a los patriotas en La Victoria; el General Urdaneta se ve obligado a abandonar San Carlos; pero los patriotas de Mariño repuntan el 20 de marzo en Ocumare del Tuy, con un resonante triunfo seguido con otro en Los Pilones, donde reciben refuerzo del ejercito de Bolívar para derrotar convincentemente a las huestes de Boves que se refugian en San Mateo.

  Bolívar y Mariño convergen en San Mateo, y Urdaneta se encierra en Valencia, asediada por el Coronel Don José de Cevallos con 4000 hombres. Bolívar le escribe a Urdaneta:
 “Defenderéis a Valencia, ciudadano General, hasta morir…”

Por fin a las 5 de la tarde del día 5 de abril se encuentran en la ciudad de La Victoria, los dos jefes: Bolívar y Mariño. Al parecer, según la mayor parte de los investigadores, esta fue la oportunidad en que Sucre, a los 20 años, conoció personalmente al Libertador, su ídolo espiritual.  A Mariño   lo acompaña su Estado Mayor: Bermúdez, Valdés, Arrioja, Freites Montilla y Sucre. 
Con Bolívar estaban Ribas, Jalón, Plaza, O’Leary, Soublette, y Solóm. Bolívar ordenó que se le hiciesen a Mariño los honores correspondientes a un Jefe de Estado. El Boletín que se publicó apenas dice: Boletín No. 9 fechado en la Victoria el 5 de abril “Sus Excelencias, el General Bolívar y el General Mariño, se han juntado hoy en esta ciudad”. No hay documentos, no se dice nada sobre lo que trataron, pero de sus hechos posteriores pueden sacarse conclusiones. (44) 

En la hoja de servicios de Sucre, J. A. Cova asienta la participación de Sucre en las batallas de El Arao, Sección Cojedes, el 16 de abril de 1814, a las órdenes del General Mariño, contra el general Don José de Cevallos, donde los patriotas fueron derrotados; y la Primera de Carabobo, sección Carabobo, el 28 de mayo de ese mismo año, a las órdenes del Libertador, contra el general Juan Manuel Cajigal, donde resultan victoriosos.

EL ARAO, CARABOBO Y LA PUERTA.

 El 5 de abril entran Bolívar y Mariño a Valencia. Los realistas se congregan en San Carlos. Mariño en calidad de General en Jefe del ejército unificado ordena atacar al enemigo que está concentrado en la ciudad de San Carlos.  Sucre es nombrado Jefe de Estado Mayor por el Libertador. La batalla se dio el día 16 en las cercanías de esa ciudad en el sitio de El Arao, y los patriotas resultaron derrotados, por el ejército realista bajo el mando del coronel José de Cevallos.    

El General Juan Manuel Cajigal sintiéndose victorioso se apresta a someter a Valencia. En el mes de mayo Bolívar asume el mando del ejército   y forma tres divisiones con sus fuerzas y las de Mariño; y nombra a Ribas en el Estado Mayor General. Bermúdez pasa a la primera división, y a su lado van Sucre, Manuel Valdés y Leandro Palacios. Rumazo González afirma que Sucre servía en el Estado Mayor General.

El 28 de mayo a las 8 de la mañana el ejército patriota toma posiciones en el campo de Carabobo, muy cerca de Valencia; por vez primera los dos ejércitos, oriente y occidente, lucharan bajo el mando de Bolívar.

A las 9 de la mañana divisan al poderoso ejército realista bajo el mando de Cajigal y Ceballos; 6000 hombres desplegados en un semicírculo en las colinas medianeras del teatro de operaciones.  Por el ala izquierda la caballería y un regimiento de cazadores, por delante de la serranía Las Hermanas, que divide el campo de Carabobo y Taguanes. Por el ala derecha despliega la una división de infantería y un regimiento de caballería, serranías de El Pao; al centro otro de infantería y cinco piezas artillería. Lo más granado del ejército realista participó en la contienda al lado de Cajigal: los coroneles Ceballos, Salomón, Calzada, Melchor de Somarriba, Joaquín de Puelles, Justo Paz, Gabriel Méndez de Altuna y el capitán Francisco Vásquez. 

Bolívar organizó su ejército en dos bandas paralelas: la primera bajo el mando de Urdaneta, con los regimientos de Bermúdez, Valdés y Florencio Palacios; una segunda banda bajo su mando, con Mariño y Ribas; y el grueso de la caballería de Leandro Palacios y Diego Jalón y Sucre en el Estado Mayor General.   Dos piezas de artillería bien ubicadas cubrían los flancos.

  Los realistas parecían no aceptar el reto, por qué quizá esperaban refuerzos de Boves.

Las legiones patriotas de Bolívar, Mariño y Ribas, avanzan sobre la llanura frente a los reales y arengan a la tropa. Bolívar: “Soldados, vosotros tenéis delante los mismos jefes y los mismos españoles de quienes habéis triunfado en más de cien combates; este debe ser el último”. 
Mariño: “¡Soldados de Oriente!  Mostrad vuestro antiguo valor, y concluyamos hoy con el que se nos escapó en Barcelona; con Cajigal, que al oír vuestro nombre huirá ahora como huyó antes despavorido de las provincias orientales. Seguidme y avanzad con firmeza”.
 Ribas: “¡Soldados! Vosotros en quienes jamás ha podido influir la suerte varia de la guerra, pues que siempre habéis sido vencedores; vais hoy más que nunca, a mostrar vuestro valor y disciplina y si se nos presenta algún obstáculo para conseguir hoy la victoria, debéis vencerle”. 

A la una de la tarde los 5000 hombres se forman en batalla y la provocan.  El Parte de Muñoz Tébar dice: “empezó a reforzarse mucho la caballería realista con dos escuadrones que permanecían escondidos; tenían la intención de flanquear nuestra primera línea arrollando a nuestros carabineros de la derecha para dispersarlos. Esto se evitó moviendo, para apoyarlas, a la caballería de Leandro Palacios; sin embargo, los reales avanzaron vigorosamente con su caballería y rebasaron a nuestros carabineros de la primera línea, y enseguida la infantería realista cargó fuerte sobre nuestra derecha, y con su caballería impidieron el movimiento de la reserva bajo el mando de Jalón. Sin embargo, algo les salió mal, las fuerzas enemigas no contaban con el coraje de los defensores, y los rebasados volvieron al combate atrapándolos entre las dos líneas estratégicas de Bolívar.  La caballería enemiga, acribillada entre dos fuegos, entró en pánico y fue, de inmediato, alcanzada y acosada por la nuestra, los invencibles lanceros de los llanos orientales, que si darle oportunidad de rehacerse la desbandó y persiguió sin tregua. La batalla se generalizó en todo el campo. Los patriotas victoriosos luchando hombre por hombre, destrozaron todas las líneas realistas, las desordenaron y desbandaron.  El coronel Palacios causó los mas grades destrozos entre los despavoridos enemigos.  Sin embargo, al llamado de sus jefes procuraron y se hicieron fuertes en sus reservas para contraatacar. Pero Bolívar, sin dar descanso a sus oficiales, enfiló hacia ellos sus baterías y ordenó a Jalón cargar a la bayoneta. Los reales no esperaron la carga de Jalón, sino que se dispersaran hacia el Pao y San Carlos, sin plan y sin concierto, era su única vía libre.

Monagas que sobresalió con sus invencibles lanceros, les arrebató el pendón español y se lo trajo al Libertador. Carvajal, Sedeño y Monagas rompieron la izquierda realista. Urdaneta, Sucre, Palacios, Bermúdez y Valdez, atacaron con las bayonetas caladas, y en un empuje arrollador destrozaron a la infantería realista, se llenaron de gloria; tomaron 5 cañones y apresaron a los generales Somarriba y Puelles (45).
 
Después de Carabobo Bolívar está al frente del ejercito unido y manda al General Rafael Urdaneta al frente de 2000 hombres a defender a   Barquisimeto; y al coronel Antonio Jalón, con igual número de tropas, para defender los llanos centrales donde reinaba Boves. 

Boves, taimado estratega, después de la batalla de San Mateo el 28 de enero se retira hacia   el Pao, forma un ejército y toma posiciones en La Puerta donde había derrotado a Campo Elías el 3 de febrero.

Bolívar y Mariño unen sus fuerzas para atacarlo y el día 15 concretan la acción. Nadie ha podido explicar lo que sucedió, algunos dicen que fue pánico, otros, errores de los jefes, contradicciones, mala estrategia, lo cierto es que Boves derrotó, no solo al ejército unido que tantas veces lo había vencido, sino que derrotó la esperanza de una patria libre y soberana. Las tropas patriotas se desbandaron en huida sin control, el Batallón Cumaná, resistió a pie firme la carnicería y se inmoló junto a su jefe José María Freites.

  Los patriotas lo pierden todo, en el campo de batalla, caen prisioneros: Pedro José de Sucre Alcalá, Muñoz Tébar, Aldao, García de Sena, y son sumariamente pasados por las armas. Boves invita a una cena en Villa de Cura al patriota Don Antonio Jalón, y lo manda decapitar en su presencia. Son indescriptibles los actos de barbarie.  (46)

Antonio José de Sucre pierde otro hermano; José Vicente refugiado en un Hospital en Cumaná, es lanceado por la soldadesca de Boves; su hermana Magdalena, de 14 años, es violada y asesinada en parecidas circunstancias; y su madrastra Narcisa Márquez Alcalá, salva milagrosamente la vida al escapar por el balcón de su casa en 1814, después de la batalla del Salado; en 1817, José Francisco es sumariamente ejecutado en Cariaco, por orden de Morillo. Todo esto lo guardaba en su corazón

LA EMIGRACIÓN

Mariño, Bermúdez y Sucre, logran salir hacia Barcelona adonde llegan el 24 de junio. Estas experiencias fueron forjando el espíritu de Sucre, sabía lo que era vencer y ser derrotado, lo que era la muerte, el sacrificio y el amor a la patria, lo que era la obediencia y el precio que pagaban los desertores, remisos y traidores.
 
Boves toma Caracas y más de 20 mil habitantes salen huyendo, en la mal llamada Emigración a Oriente; se cuentan escenas dantescas de este suceso producto del terror a las banderas negras y la calavera blanca de los ejércitos de Boves. La anarquía se apodera del bando patriota.
Desconocido Bolívar, asume el mando Bermúdez, y es derrotado fulminantemente en Aragua de Barcelona, pero no se rinde y se concentra en Maturín; resiste la embestida de Morales que sale completamente derrotado. Maturín es el clarín patriota, allí nunca pudo la felonía. (47)

Ocupación de Barcelona. Batallas de El Salado y Urica

Boves viene al desquite, entra a Barcelona, la baña en sangre y continúa hacia Cumaná con tres mil jinetes; Piar lo espera con 1500 hombres en la Sabana del Salado, reúne a su lado a los más aguerridos patriotas de oriente y ordena evacuar la ciudad. Sucre entre ellos.  La batalla es terrible, nueve horas dramáticas para que las familias de los patriotas pudiesen huir y salvarse. Boves triunfa pírricamente, entra a Cumaná lleno de odio, ordena a la tropa que maten a cuanto hombre o mujer o niño se muevan en la ciudad.

  El vicario de Boves lo narra así: “como así lo ejecutó, entrando varios a caballos dentro de la iglesia parroquial buscando a los que en ellas se habían refugiado para matarlos, como lo realizaron con más de quinientos”; otros dicen que mataron más de dos mil personas, lo más trágico es que casi todos eran sus partidarios que salieron a recibirlo.

El Pbro. J. M. Guevara Carrera publicó un breve relato sobre la muerte de Juan Landaeta, autor de la letra del Himno Nacional, bajo la dictadura de Boves, dice: “Corría el año 1814. Los patriotas huían espantados ante Boves dominador, y fue entonces cuando el caraqueño Juan Landaeta, compuso su épica e inspirada música. Landaeta envuelto en el vértigo del pavor de aquellos días, fue a buscar refugio en Cumaná, junto a otros músicos compañeros suyos, pero Cumaná cayó también bajo el mando militar del realista Morales; este conocía la música de Landaeta, y promovió un baile que tenía gusto, dijo, le tocase la orquesta caraqueña. Empezada la fiesta comenzó el rumor de que Morales abrigaba intenciones siniestras, y mientras algunos pudieron ponerse a salvo, Landaeta fue hecho prisionero y condenado a muerte. Morales mandó copiar el Gloria al Bravo Pueblo en una hoja de papel que atada a la cabeza de Landaeta le servía de adorno cuando iba a hacia el patíbulo. Juan Landaeta merece contarse entre los héroes de la Patria”. Esta es una versión tal vez ajustada a la verdad histórica, sin embargo, en Cumaná se piensa de otra forma, porque nuestros abuelos contaban que Boves ordenó el baile y al son del Piquirico, pasaba a los patriotas y a los músicos caraqueños al patio de la casa donde les cortaban la cabeza, y Landaeta abría corrido el mismo destino.

La familia Sucre fue despiadadamente perseguida y sacrificada por Boves. Don Vicente perdió a su hija Magdalena de 14 años horriblemente torturada en su lecho de enferma, y su hermano José Vicente Sucre Alcalá, también enfermo, murió degollado en el hospital de Caridad, los demás pudieron huir.

URICA


Los patriotas derrotados por Boves no tienen descanso: Desde Cumaná salen hacia Maturín: José Félix Rivas, Piar, Bermúdez, Mejía, Freites, Armario, Rojas, Anzoátegui, Sedeño, Parejo, Zaraza, Carmona, Barreto, Domingo Montes y los hermanos Sucre, con el resto de sus tropas para unirse a las tropas de Monagas y enfrentar a Boves en las sabanas de Urica el 5 de diciembre. El encuentro es formidable. Anzoátegui al grito de ¡Morir Matando! Se lanza por el centro; Monagas con la caballería se hunde en una ciénaga y no pude moverse con facilidad, por allí se fue la victoria;  caen peleando con coraje  el licenciado Miguel José Sanz, le sigue el coronel Paz Castillo, y más de 300 patriotas,  mueren lanceados por los diestros jinetes del caudillo asturiano, en el mismo terreno; la derrota es total, sin embargo también muere Boves de un certero lanzazo  que le dio el intrépido indio Zaraza, según Don Vicente Lecuna,  cuando el caballo de Boves  se encabritó,  el jinete perdió el equilibrio, y  entonces el llanero audaz, que lo venia vigilando y siguiendo, lleno de odio sagrado por el asesinato de su familia, lo precisa y lo hiere por el lado derecho, encima de las costillas, lo atravesó de lado a lado y lo dejó muerto en el mismo terreno de la batalla. Algunos cuentan que lo terminó de matar el propio general Tomás Morales que lo encontró herido. J. A Cova dice que a Boves le atravesó el corazón la lanza del guariqueño Ambrosio Brabante, sin embargo, aun en los predios de Urica se dice que fue Zaraza. 
  
En el No 6 - 1964 del Boletín cultural y bibliográfico. Bogotá. Colombia. Hay un parte de la batalla que dice: “Después de la victoria obtenida en Los Magueyes -9-11-1814- contra el coronel José Francisco Bermúdez; José Tomás Boves se trasladó por “Mundo Nuevo” a Urica a reunirse con su segundo, el coronel Francisco Tomás Morales, quien, de Santa Rosa, había marchado hacia aquella zona. Por su parte, Bermúdez retornaba a Maturín donde el general en jefe José Félix Ribas dispuso la ejecución de la ofensiva contra los realistas en Urica. Operación que no se había llevado a cabo debido a la decisión de Bermúdez de ir a los Magueyes contra Boves. Para esta empresa contaba Ribas con 2000 hombres, al frente de quienes se hallaban José Tadeo Monagas, Pedro Zaraza, Manuel Sedeño, Francisco Parejo y otros. Al llegar al sitio del Areo procedió Ribas a la formación de dos columnas de caballería de 180 hombres, las cuales recibieron el nombre de Rompelíneas. El destacamento patriota marchó durante la noche del 4 al 5 de diciembre, para amanecer en Urica frente a los realistas (ya Boves se había incorporado), desplegados en tres columnas en una gran sabana. La iniciativa para el combate la tomó Boves, cuando salió con su columna a enfrentarse a la que mandaba el coronel Bermúdez, pero al punto fue rechazado por el jefe oriental. Este éxito inicial de los patriotas permitió a Ribas la colocación de sus hombres en línea de batalla y con ellos cargó contra los realistas, quienes respondieron con intenso fuego de artillería. En este momento, ordenó Ribas que las columnas Rompelíneas cargasen contra la derecha enemiga lo cual fue ejecutado con éxito.  Cuando Boves advirtió que su columna había sido envuelta, salió de su centro precipitadamente y pereció en el choque. El resto de las fuerzas realistas (centro e izquierda) cargó contra la línea republicana y la envolvió, y con ello obtuvo la victoria. Las bajas fueron numerosas para ambos bandos.


Los patriotas se refugian en Maturín. Morales queda al mando del ejército realista, los ataca y destruye la ciudad, si algo estaba vivo pereció, nadie quedó vivo. “Todo lo que vivía y se movía, sin distinción de edad, sexo, clase, condición ni especie: todo lo que respiraba dejó de existir aquel terrible día” Allí perecieron: Francisco Javier Ustariz y su familia, los Ribas, los Palacios de la familia de Bolívar, y cientos de patriotas y realistas. (48)
Sucre salvó la vida milagrosamente junto con Bermúdez.

 EL SITIO DE CARTAGENA

 Comienza el año de 1815. Sucre y Bermúdez, desde Maturín, huyen hacia Guiria con 300 hombres. Morales los ataca en Güiria con 3000 efectivos. Sucre, Videau y Bermúdez huyen en la noche hacia Margarita. Morales eufórico informa al gobierno de Caracas: “He eliminado   del todo a los patriotas en la costa firme”.

En esos días de enero, llega a las costas venezolanas la expedición de Don Pablo Morillo, de 65 buques de guerra y 10.000 soldados veteranos, con la consigna de pacificar la Capitanía General de Venezuela. Morillo informó al Rey que muchos jefes que estaban en la isla se presentaron voluntariamente, entre ellos el General Juan Bautista Arismendi. Sin embargo, no todos se presentaron: Bermúdez, Sucre, Justo Briceño, Pedro María Freites y otros se embarcaron en la flechera “Culebra”, atraviesan, en atrevido escape, la flota de 65 barcos y llegan a la isla de Granada.  De esta isla pasan a Martinica, Saint Thomas y luego de tres meses de navegación arriban a Cartagena de Indias en los primeros días de agosto.
Por entonces era gobernada militarmente por el coronel Manuel del Castillo Rada, aquel que negó a Bolívar toda ayuda para la campaña de Venezuela, cuando aparece en el horizonte la flota de Don Pablo Morillo e impone un cerrado sitio a la ciudad. Ante esta amenaza terrible, los cartageneros pidieron al General José Francisco Bermúdez, que se encargara del mando, para lo cual depusieron a Castillo  
         De inmediato Bermúdez  nombró su Estado Mayor con el coronel Mariano Montilla al frente;  destinó al coronel Carlos Soublette, al mayor Antonio José de Sucre y el ing. Lino de Pombo, para la defensa del convento y cerro de la Popa,  punto crucial de aquel puerto;  al general Florencio Palacios le asignó la defensa del castillo de San Felipe, otro bastión  de la ciudad;  a los tenientes coroneles Pedro León Torres y Felipe Mauricio Martín, los asignó al fuerte de Bocachica; y al comandante José de Sata y Bussy lo envió  al fuerte de El Ángel.

         En el desempeño de los defensores sobresalieron: el coronel Soublette, el comandante norte americano Stuart; el coronel francés Lecoudray, el bogotano Francisco de Paula Vélez; y los cartageneros: Miguel Borras, Manuel Cala, Rafael Lugo, Hilario Ibarra, Ignacio Tirado, Juan Nepomuceno Vega, José Ignacio Iriarte, José Antonio Martínez, y el ing. Lino de Pombo; y los venezolanos, mayor Antonio José de Sucre, Judas Tadeo Piñango, José Gabriel Lugo y Mauricio Encinoso. 

Otras defensas quedaron a cargo de sus jefes militares: la Cortina de la Media Luna y sus puentes, fue defendida por el  teniente coronel de Colombia Pedro Romero; la Cortina y Batería de El Arsenal, fue defendida por el  capitán de navío  español Juan Nepomuceno Estaba;  la Cortina de la Boca del Puente, fue defendida por el  coronel de ingenieros, también español,  Manuel Anguiano;  la Cortina de Santa Catherine por el español Manuel Cortés de Campomanes, revolucionario que se hizo muy conocido en el primer movimiento emancipador, al lado  de Gual y España;  el   capitán cartagenero Nicasio Ferreira y el capitán José María Ortega; el fuerte de Las Tenazas, defendido  por 50 haitianos  bajo el mando del cartagenero comandante  Manuel Marcelino Núñez; la batería de Santa Clara estuvo defendida por el cartagenero teniente Eugenio Layera; el Recinto de Tejadillo, defendido por el español capitán Pedro Velasco, y los cartageneros  capitán Claro Preen, alférez Andrés Estarita, José de los Santos Morales, Manuel Moyano, y Pedro Imitola; en la Cortina  de la Merced, defendida por los cartageneros  capitán José Vela y  teniente Alejandro Padilla; en la Cortina de Santo Domingo, defendida por el coronel  Juan Salvador Narváez;  la Batería de Santo Domingo, defendida  por el cartagenero Clemente Palmera; la Batería de la Cruz defendida por el cartagenero capitán José Martínez Lozano; la Batería de San Ignacio por el cartagenero comandante Lázaro María Herrera, sgdo. Comandante Manuel Antonio Salgado y los oficiales: Andrés Valverde, Valerio Pretelt y José Catalino Bobadilla. La mayor parte de estos héroes rindieron sus vidas en las ruinas de Cartagena.

El sitio de Cartagena duró 116 días, del 19 de agosto al 5 de diciembre de 1815. Hay pocos ejemplos en la historia de hechos de tal naturaleza y no creo que exista un pueblo que haya sufrido tan cruel destino y tan horrible destrucción, por oponerse a la tiranía y defender su libertad. 

Las fuerzas de Morillo fracasaron en sus intentos de asaltar la ciudad, pero señorearon en el mar, cortaron las comunicaciones y estrecharon el cerco en más de 20 leguas a la redonda. Asfixiaron a los tenaces defensores, que perecieron en medio de las mayores estrecheces y tormentos.

Sucre no aparece en ningún bando o parte de guerra, pero no podía pasar tan desapercibido el guerrero inmortal en el glorioso sitio de Cartagena, entonces lo salvó del anonimato Don Lino de Pombo, que, en una de sus obras, nos dice al respecto:

 “Al principiarse las obras de fortificación, subía yo  diariamente a pie, dos veces, de la ciudad al cerro y pernoctaba abajo: Mi acompañante asiduo en el súper vigilancia de los trabajos, y quien durante mi ausencia en la ciudad llenaba oficiosamente en cualquiera eventualidad mis funciones, y quien más me auxiliaba en la difícil tarea de proteger contra ruines  insultos a los obreros españoles, era un joven venezolano de nariz bien perfilada, tez blanca y cabellos negros, ojo observador, talla mediana y pocas carnes, modales finos, taciturno y modesto; a este joven oficial la Providencia, en sus altos designios, lo tenía previsto  para figurar un día en el catálogo  de los más esclarecidos  guerreros, libertadores de América del Sur,  con el gloriosos titulo de Gran Mariscal de Ayacucho”. 

Se agotaron en Cartagena todas las posibilidades de defensa, y dada la extrema miseria en que sobrevivían sus habitantes, Bermúdez, reunido con todos los jefes, propuso abandonar la ciudad, y así se decidió. El 5 de diciembre, 2000 hombres se embarcaron   en 13 barcos con rumbo a Bocachica donde surgieron para recoger otras personas y luego continuaron hacia las islas caribeñas; todas estas maniobras se hicieron bajo nutrido fuego enemigo. La goleta “Constitución”, bajo el mando de capitán de navío Luis Aury, se abrió paso entre los sitiadores, respondiendo con destreza a la artillería enemiga; en ella iban los principales jefes patriotas, Sucre entre ellos. (50)

CITAS

38.-    Germán Carrera Damas.  Boves. Aspectos socioeconómicos de la guerra de independencia. Tomo 40. Ediciones de la Biblioteca.  Universidad Central de Venezuela. Caracas. 39.- Ángel Grisanti. Ibidem. 40.-  Simón Sáez Mérida. Aragua de Maturín en la Guerra Muerte.  José Agustín Catalá. Caracas. 1994.  42.- Francisco Javier Yánez.  Ibidem 43.- Ibidem. 44.- Vicente Lecuna. Ibidem. 45.-  Ibidem
45.- Ibidem. 48.- Francisco Javier Yánez. 49.- Ibidem. 50.- Laureano Villanueva. Ibidem.


CAPITULO III


         “El tiempo vital de Sucre es breve, apenas si alcanza 35 años. Sin embargo, su obra es inmensa.  En el campo militar pasa por todos los grados y puestos de mando hasta llegar al de General de División y al de Mariscal, como el de más alto reconocimiento que le da el Perú. En el campo civil ocupa importantes cargos y se destaca como Presidente de la República de Bolivia.   En el Parlamento se le elige Presidente del Congreso de Colombia. Mas, por sobre todo el honor que su impresionante trayectoria puede ostentar, lo que verdaderamente lo corona de gloria, es su lucha heroica y constante por la libertad, en la que, además, tiene alto relieve el signo de la magnanimidad que enciende su alma y se derrama a torrentes en su acción humana”.  (51)

CONTENIDO

La Expedición de Los Cayos. Naufragio de Sucre. La Campaña Libertadora de Mariño.  El Juncal. El Sitio de Cumaná de 1817. El Congreso de Cariaco.    Morillo y Canterac. La rebelión de Piar. Sucre en Guayana. La primera carta de Sucre a Bolívar. Bermúdez jefe supremo en oriente. Derrota de Bermúdez en Puerto de la Madera.  Parte de guerra de la batalla de Puerto de la Madera. Batalla de La Hogaza. Morillo vuelve a la provincia de Cumaná. Bolívar llama a Sucre. El Archivo de Sucre.  Acta del Armisticio. Tratado de regularización de la guerra. Trujillo 26 de noviembre de 1820.


 LA EXPEDICIÓN DE LOS CAYOS.
 
Un grupo de 600 hombres, en las peores condiciones físicas, arribaron a Puerto Príncipe, República de Haití; otros 200 fueron a Kingston, Jamaica; otros 150 trataron de llegar a Cuba y al parecer todos perecieron. No sabemos no tenemos la información, de cómo se salvó el Mariscal, probablemente naufragó y se salvó junto con Bermúdez.

  Cuando los emigrados de Cartagena llegan a Puerto Príncipe, Bolívar los esperaba y había hecho gestiones para que el Almirante Brión fuese con una goleta a buscarlos, sabiendo que arribarían a ese puerto tras la protección del Presidente Don Alejandro Petión. Lamentablemente: Bermúdez, Aury y Montilla, despreciaron la amistad de Bolívar que ya había conquistado para su proyecto de Independencia de Venezuela, el corazón del admirable revolucionario que fue Don Alejandro Petión, jefe del gobierno de la republica independiente de Haití. 

Don Vicente Lecuna asienta: “Los principales enemigos eran el francés Aury, pirata sin ninguna moralidad y los venezolanos Bermúdez y Montilla, valientes y patriotas pero irreflexivos y caprichosos”. Yo no diría enemigos sino opositores, no compartían por aquellos días las ideas de Bolívar ni admitían su liderazgo. Luego veremos a Bermúdez y a los otros luchando bajo su mando”. 

Los exiliados se concentraron en un pequeño pueblo de Haití, Los Callos; según afirma Vicente Lecuna, pasaban de 600 los emigrados que allí convergieron, provenientes de Cartagena, otros puntos de la Nueva Granada y Venezuela; sin incluir la tripulación de las naves corsarias, en los meses de enero y febrero entraron al puerto hasta 16 embarcaciones. De esta forma, dice Paúl Verna: “Los Callos se convirtió en una especie de capital de la revolución hispanoamericana”. (52)

Tavera Acosta, con más propiedad señala: “Mientras tanto, los patriotas que vagan por las Antillas desde mediados de ese año, y aquellos que salieron de Cartagena en diciembre del mismo, van reuniéndose en Haití, hasta formar un selecto grupo presidido por el Libertador. Allí se encuentran Mariño, Piar, Bermúdez, MacGregor, Montilla, Manuel Valdés,  Soublette, Briceño Méndez, Zea, Ducoudray-Holstein, Juan Antonio, Celedonio, José María, Manuel, Gabriel y Germán Gutiérrez de Piñares, el canónigo Juan Marimón, Ambrosio Plaza, Justo Briceño, Bartolomé Salóm, Pedro León Torres,   Pedro Maria Freites, José Antonio Anzoátegui, Fernando Galindo, José Gabriel Pérez, Juan José Liendo,  José Ucroz, Teodoro Figueredo, Francisco Piñango, Francisco de Paula Vélez,  Francisco de Paula Alcántara, José María Landaeta, Miguel Borrás, Pedro Chipía, José Antonio Raposo, Manuel Isava Sucre, Patricio Rubio, Vicente Villegas, José María Durán, Luis Aury, P. Duchemín, J. Du Cailá, Rafael Lugo,  Felipe Mauricio Martín, Jorge y Pedro Meleán, José Gabriel Lugo,  Bruno y Francisco José Torres,  Estanislao Ribas, Ricardo Mesa, Mauricio Cancino, Tomás Hernández, Guillermo Palacios, Florencio Tovar Galindo, José María Lecuna, Juan de Dios Morales,  José María Monzón, Fernando Tramarías Collot, José Ignacio Pulido, Manuel N. Manzo,  Sebastián Boe, Vicente Landaeta, Miguel Marconi, Diego José Jugo, Dufils, Brisel, Schmidt, Julián Montes de Oca, Agustín Gustavo Villaret,  Manuel María y Cosme Damián Quintero,  Miguel Cegarra, Felipe Enrique Domínguez, Santos Acosa, N. Puquet, Pedro Betancourt, Andrés Movit, Vicente Bumont, Pedro Cadenas,  Cayetano Cestari,  Lorenzo y José Bianchi, José Montes, Pedro Carrasco, N. Pasoni, N. Parego, N. Sabino, los hermanos Lanzón, José Padilla,  Demetrio Alfaro, N. Araoz, Hilario Ibarra,  Eloy Demarque, Rafael Diego Mérida,  Pedro Martínez Aldao, Jerónimo Pompa,  Jorge Martínez Lozano, , Genaro Montbrune, Juan Bailío, Carlos Luis Castell,  Alejandro Urreta, José y Antonio  Jerónimo Lyon, Jacobo Kreidlin, Miguel Ustariz, Juan Santana, Mauricio Encinoso, Lope Paría Buroz, Pedro Alcántara Herrán, Narciso Gonell, Juan Muñoz,  Juan Boza, José María Flores, Joaquín Camero, Miguel Girardot, Manuel Martínez, N. Barthlemay, José Martínez, Nicolás Machuca, Lucas Ortega Cova, Jerónimo y Andrés Ortega Guevara, Miguel Arismendi, José María Arguíndegui, Pedro González, Sebastián Cuesta,  Simón Antúnez, Vicente Bolívar, José María Fernández Carantoña,  Simón y José Benito García, Juan Bautista Daríus, Lorenzo Hernández,  F. Barrera, F. Valencia, Manuel González, F.Velandia, Santos Orellana, Leocadio Acevedo, Manuel y Pedro Romera, Eugenio Rojas, Pedro Rodríguez, José Antonio Rodríguez, Ramón Segura,  Juan Antonio, Eusebio, Toribio y José Antonio Silva, y Manuel Maria Tinoco.

 Siendo de advertir que Bermúdez, Montilla, Aury, Ducailá, Isava Sucre, Rubio, Collot y Villegas, no acompañaron al Libertador   en la expedición.
Bajo la noble protección del general Alejandro Petión, Presidente de Haití, quien proporciona a Bolívar buques, fusiles, pólvora, plomo, una prensa tipográfica, fornituras, bayonetas, etc. (dos mil fusiles, diez mil libras de pólvora, quince mil de plomo etc.) puede el Libertador organizar la expedición de Los Cayos; y ya listos para el mes de marzo de 1816, empiezan a salir las naves desde el puerto de San Luis, el 31 de dicho mes. Fin de la cita. (53)         

John P.  Hoover, narra la situación política que se planteaba en Los Callos: “A comienzos de 1816, los refugiados de Cartagena y otros rebeldes, se reunieron en Aux-Cayes –Los Callos-, al sur de Haití.   Bolívar fue el primero en llegar; Sucre y Bermúdez llegaron a comienzos de enero, y Mariño llegó después.  Llegaron muchos otros, incluso Manuel Piar, el Almirante Luis Brión, medio pirata y medio comerciante; el Almirante Luis Aury, más pirata que otra cosa; y un mercenario escocés, MacGregor. Era quizá inevitable, considerando la terquedad de los hombres y el historial anárquico de la revolución, que sugiere una contienda por la dirección, y así Sucre aprendió otra lección de ciencias políticas: la falta de una dirección bien clara conduce al caos”.
“Bermúdez por ejemplo no había olvidado su querella con Bolívar en Aragua de Barcelona en 1814, y se negó a servir bajo sus órdenes. Mariño fue más elástico…”  (54)
  
Todo hace pensar que Sucre no quiso participar en la amarga controversia liderada por Bermúdez y Aury, y se embarca rumbo a Trinidad, antes de partir la Expedición.  En esta isla inglesa pasaría una temporada dedicado al estudio del inglés y otras diligencias concernientes a la revolución americana; allí estaba exiliado su padre con su madrastra Narcisa Márquez, sus hermanos    y muchos   otros familiares. 

En el mes de abril, Sucre tuvo conocimiento en Trinidad del zarpe de la expedición de Los Cayos,  y  los planes de Bolívar;  de inmediato se reunió con los  venezolanos exiliados en Trinidad, cuyos ideales eran similares a los de él, pero no encontró  recursos;  entonces  con la sola  ayuda de sus familiares y especialmente de un hermano de su madrastra Doña Narcisa, organizó un pequeño grupo de valientes decididos a ofrendar sus vidas en aras de la Patria, y partieron para Venezuela,  por la misma vía que usó Mariño el año13.
 
Don Laureano Villanueva sintetiza la situación existente en la Isla inglesa: “Pero todavía en 1816, no encontraban en ella los patriotas hospitalidad ni recursos de ninguna especie para mantener la guerra por lo cual dispusieron Sucre y sus camaradas con los escasos fondos que pudieron reunir fletar un barquichuelo para atravesar el canal en una noche con el intento de arribar el día siguiente a las costas de Güiria”. (55)

NAUFRAGIO DE SUCRE.
 
Este pasaje de la vida de Sucre nos lo cuenta, Don Ángel Grisanti, poéticamente, dice: “Como Hércules luchó Sucre contra el dragón y lo venció.  Con coraje asombroso, confiado en sus habilidades de ser uno de los insignes nadadores de todos los tiempos, inteligentemente soltó el borde de la piragua, con la cual inevitablemente se hubiera hundido, y se lanzó al espacio infinito que era también un infinito abismo. Horas después se asió a un remo.  Nadó incansablemente toda la noche, y, en la madrugada, providencialmente, halló a la deriva un baúl del hermano de su madrastra, el señor Márquez. Dueño de si mismo, y audaz como siempre, se quitó los pantalones, amarró con ellos el remo a una de las argollas del baúl, y manejándolo a manera de timón, nuevo, impávido y original argonauta o lobo de mar, rumbeó hacia la tierra prometida.
“La del alba sería”, cuando dos marineros enviados por su padre, le hallaron en los límites del agotamiento por el cansancio, el hambre y la sed Tal odisea de este nuevo Ulises americano, sin la astucia, pero con la inteligencia y el coraje del argonauta homérida”. (56)

En mi opinión, su padre Don Vicente, se encontraba en Trinidad, y es más probable que el naufragio se haya producido cerca de sus costas, y Sucre, recogido por Francisco Javier Gómez y Santiago Calderón, enviados a socorrerlo, haya sido devuelto a Trinidad; y como el baúl al cual se asió Sucre, era de su tío político, también es posible que ese hermano de Doña Narcisa, que lo acompañaba en aquella aventura, pereciera en el naufragio. Sin embargo, según la respetable opinión de Don Laureano Villanueva, fue recogido exánime cerca de Güiria y conducido al campamento de Mariño, donde fue recibido por sus antiguos compañeros con vivas demostraciones de alegría. No tenemos otros elementos de convicción que podamos aportar a estos sucesos.

En la hoja de servicios de Sucre, dice: “Es nombrado Jefe de Estado Mayor del Ejército de Mariño y Comandante del Batallón “Colombia” con el que toma parte en la campaña de Oriente y es ascendido Coronel. (57)

CAMPAÑA LIBERTADORA DE MARIÑO.


Hoover afirma, que, en setiembre, Mariño, unido a Bermúdez, Piar, Valdés, Armario y Sucre, al cual confió la jefatura de su Estado Mayor con el grado de Coronel, salieron en campaña otra vez desde Guiria, y tomaron Yaguaraparo, Río Caribe y Carúpano; casi todo el territorio de la provincia, y obligaron a los realistas a refugiarse en Cumaná. (58)

Veamos estos hechos contados magistralmente por Francisco Javier Yánez: “El General Mariño luego que fue nombrado  Jefe Supremo  salió de Güiria con una división a tomar los pueblos de la costa, y ponerse en comunicación con las fuerzas del llano para obrar en combinación contra la plaza de Cumaná, dirigiéndose desde luego a Yaguaraparo, que atacado por agua y tierra, fue tomado después de un fuerte tiroteo con bastante pérdida de los realistas, de los que se pasaron 40  a los republicanos, poniéndose en fuga los demás  a quienes salió a perseguir el General Bermúdez”.

“En seguida fue ocupada la ciudad de Carúpano sin un tiro de fusil,  el pueblo de Río Caribe y la ciudad de Cariaco que evacuaron los realistas, huyendo precipitadamente  para Cumaná, dejando 100 fusiles,  gran cantidad de víveres,  algunas reses y muchas bestias,  todo lo que sirvió para socorrer el ejercito  independiente,  que se reforzó además con un número considerable de hombres naturales del país y algunos europeos del regimiento de Barbastro y Dragones de la Unión, que se pasaron del ejército del Rey, a pesar de la pintura degradante y horrible que sus jefes les hacían de los patriotas,  y estos los admitieron con generosidad celebrando este acontecimiento con un júbilo verdaderamente fraternal”.  

 Mariño, aprovechando el descontento de la población forma un numeroso ejercito, parte con un ejército de 2000 hombres bien pertrechados y establece su cuartel general en la misión de Catuaro, donde aseguraba el avituallamiento y la protección, en una zona casi inexpugnable. Entre tanto Piar, que había ocupado Maturín, al frente de un batallón de caballería, salió de Maturín hacia el sitio de Ortiz, cerca de Cumaná, donde establece su cuartel general, y se encargó de exterminar las partidas realistas que infestaban la zona.

Desde 1812, pese a la caída de la primera república, los patriotas orientales no cejaron en su lucha independentista. Las guerrillas invencibles y triunfantes de los Monagas, Sotillos, Anzoátegui, Rojas, Barreto, Montes, Parejo, Sedeño, en los llanos de Maturín y Barcelona, acosaban y derrotaban partidas realistas, y animaban el regreso de los capitanes patriotas para la reconquista; sus éxitos y proezas volaban dentro y fuera de nuestras fronteras. Lo mismo pasaba en los llanos centrales donde se destacaban: Páez, Urdaneta, Ribas, Zaraza y Carvajal; y en Margarita, señoreaba Arismendi, con Francisco Esteban Gómez, Antonio Díaz y Manuel Plácido Maneiro. La revolución no había muerto, continuaba su marcha, y, Bolívar, Mariño, Sucre, Bermúdez, Piar y tantos más se alistaban para el regreso.

En Haití, como se esperaba, El Libertador y sus camaradas, bajo la protección de Alejandro Petión, preparan otra invasión. El 31 de marzo de 1816 parten desde el puerto de Los Cayos con una escuadra de ocho naves: la goleta Bolívar, bajo el mando del Cap. Renato Deluche y Juan Bautista Devergé, donde se embarcó Bolívar y su Estado Mayor;  la goleta Mariño, bajo el mando del Cap. Vicente Douhail; la goleta Piar, bajo el mando del Cap. Juan Parnell; la goleta Constitución, bajo el mando del Cap. Juan Monier; la goleta Brión, bajo el mando del Cap. Antonio Rosales;  la goleta Feliz, bajo el mando del Cap. Charles Lomine; La Conejo, bajo el mando del Cap. Bernardo Ferrero; la goleta Fortune, bajo el mando del Cap. Roberto Shuterland. Bermúdez no participó en la expedición, sin embargo, algunos cumaneses amigos y subalternos suyos, gente de su confianza, lo hicieron, como el coronel Valentín-Valiente-García, Francisco Javier Gutiérrez, el comandante Ramón Machado y su secretario el coronel Francisco de Asís Mejía. (60)

La flota surge en Juan Griego el 3 de mayo, puerto al norte de Margarita, donde fue recibido por el propio General Juan Bautista Arismendi. De inmediato se convocó una junta de líderes patriotas y se eligió a Bolívar Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas de la República. Desde allí Bolívar salió con sus fuerzas para Carúpano; arribó a sus playas el dos de junio, se mantuvo allí hasta el día 30 del mismo mes; dicto el primer decreto de abolición de la esclavitud que había ofrecido a Petión.  Mariño, como Segundo Jefe, manda la goleta “Diana” y cuatro flecheras a tomar a Güiria; y manda a Piar con Pedro Briceño Méndez, a tomar Maturín; Bolívar partió en 15 naves y 800 hombres hacia Ocumare de La Costa, a la cual ocupó el 6 de julio; pero tuvo que dejar el mando a MacGregor, por algunos sucesos desagradables, que no vienen al caso, con los jefes patriotas; pasó a la isla de Bonaire, luego a Güiria y desde allí volvió a Haití.

MacGregor avanzó con sus tropas más de ciento veinte leguas hacia Maturín buscando a los patriotas, arrollando a los enemigos que estaban en todas partes, en una marcha que solo puede conocerse como Campaña admirable de MacGregor. Triunfaron en las batallas de Onoto, Quebrada Honda, Alacranes y culmina en la gloriosa gesta de El Juncal. Con cada victoria engrosaron y pertrecharon el ejército y señorearon en las llanuras de Maturín y Barcelona. El 13 de setiembre ocuparon esta importante capital provinciana, abandonada en precipitada fuga por los realistas, después de asesinar a sus pobladores y hacer   insólitos daños.


EL JUNCAL     27 de setiembre de 1816

Por su parte Morillo destacó a Morales, que conocía muy bien esta zona oriental, que había repasado varias veces al lado del inaudito José Tomás Boves, ahora volvía al frente de un poderoso ejército de 3000 hombres y se acercaba a Barcelona. 

Por los patriotas, el 24 de setiembre se incorporó al mando el General Manuel Piar, enviado por Mariño, por ser el de mayor grado. Llegó solo en una flechera, desembarcando por el puerto de Lecherías; había partido al tener noticias de los éxitos de MacGregor y de las fuerzas realistas que pretendían neutralizarlos. Entonces con la mayor celeridad partió desde su cuartel General en Ortiz cerca de Cumaná, cumpliendo órdenes de Mariño, para ponerse al frente del ejército patriota.  Antes de partir tomó la previsión de mandar, a marchas forzadas, a su Jefe de Estado Mayor, coronel Pedro Maria Freites, con un fuerte destacamento para reforzar a los patriotas en Barcelona, y así se cumplió.

El General Manuel Piar, organizó tres divisiones al mando de MacGregor, Anzoátegui y Soublette y salió al combate en busca de las fuerzas de Don Francisco Tomás Morales, que con 3 mil hombres de caballería e infantería que ocupaba amenazante la llanura de “El Juncal”.
Muy cerca de Barcelona se posesionó el ejército patriota a un tiro de cañón de los reales, al atardecer del 26, y pasó la noche en absoluto silencio; y al despertar, en plena aurora del 27 de setiembre de 1816, sonaron las dianas y se formaron en batalla. Las divisiones laterales avanzaron cautelosamente. Tronaron los cañones y la fusilería. La caballería magistralmente dirigida por Monagas se lanzó contra  los flacos realistas y los destrozaron; la infantería atacó a la bayoneta y fueron quebrando uno por uno los batallones enemigos; las fuerzas de Morales atacaron el centro defendido por Piar y logró desbandarlo, de tal suerte que Piar, creyéndose derrotado, con un grupo de tropas se separó de la contienda en franca huida; sin embargo MacGregor y Monagas volaron y cubriendo el centro  lograron reorganizarlo, desalojan y desbandan a Morales que se declara en fuga, y lo persiguen por la vía de Clarines,  hasta la derrota definitiva del orgulloso General Don Tomás Morales, que se consideraba invicto en esa zona y que salva la vida milagrosamente.

En el Juncal, los patriotas dieron ejemplos de valor y patriotismo jamás igualados, los más excelsos y extraordinarios que se puedan concebir.  Allí se reunieron buena parte de los grandes líderes militares de Venezuela: Anzoátegui, Soublette, Solóm, Manuel Piar, Los Monagas, Los Sotillo, MacGregor, Justo Briceño, Vélez, Pedro León Torres, Miguel Borras, Teodoro Figueredo, Valentín García, Alcántara, Pedro Maria Freites, Francisco Carmona, Arguíndegui, Diego Bautista Urbaneja, Miguel Hernández, y 100 nombres más que lograron la victoria que señaló el camino de la independencia americana (61).

Después del Juncal, con Bolívar fuera del País, Piar se siente dueño de la situación, había sustituido a Mariño en el mando del ejército de Oriente, pues estaba bajo su mando, y se dirige a Maturín. Le gustó la idea de Bolívar de tomar Guayana y establecer allí el gobierno de la República. Entre tanto Mariño y Sucre estrechan el cerco sobre Cumaná. El 2 de agosto sus fuerzas toman Yaguaraparo, luego caen en su poder Río Caribe y Carúpano sin disparar un tiro, vuelve sobre Cumaná con un ejército bastante equilibrado y dotado, y establece su cuartel general en la misión de Catuaro.

Piar tiene un fuerte altercado con MacGregor, le impide perseguir a las fuerzas dispersas del Juncal y el pundonoroso inglés MacGregor se retira hacia Margarita desde donde luego abandona el País. Monagas se indigna por el proceder de Piar, y ante sus protestas, el iracundo Piar ordena su arresto por desacato. 

La conducta impropia de Piar provoca la reacción de altos mandos militares de Oriente y Occidente que convocan un Consejo de Guerra a celebrarse en Barcelona. Arismendi deja a cargo del gobierno de la isla de Margarita, única provincia libre de Venezuela, al General Francisco Esteban Gómez y pasa a Barcelona al frente de 400 hombres, para asistir al Consejo con los demás jefes patriotas victoriosos en el Juncal, asegurar la plaza, discutir sobre el liderazgo asumido por Piar y su conducta irresponsable. El Consejo de Guerra formado por los generales y coroneles: Anzoátegui, Zea, Monagas, Zaraza Rojas, Barreto y otros jefes militares, deciden designar al granadino General Francisco Antonio Zea, para viajar a la república de Haití en busca de Bolívar.  


 EL SITIO DE CUMANA EN 1816 y 1817.

En el cuaderno No. 12, escrito de la mano de Sucre como dice Don Vicente Lecuna, nos narra este sitio de Cumaná de 1816.

         “Hallábase Mariño más y más empeñado en estrechar el sitio de Cumaná, cuando los acontecimientos de los pueblos de Barlovento, en especial Carúpano, llamaron seriamente su atención y le obligaron a levantar el campo de Catuaro y marchar con todo el ejército, dejando una pequeña columna al mando del intrépido coronel Domingo Montes y del teniente coronel Berne con orden de situarse en Cumanacoa y hacer sus incursiones sobre Cumaná. Llegado que fue Mariño a Carúpano tomó las más activas y acertadas medidas para destruir la facción del indio Macario Martínez, realista y de prestigio en aquel cantón; de manera que dentro de pocos días todo quedó realizado y Mariño regresó a su cuartel general de Catuaro y restableció el sitio con un ejército que no bajaba de 1600 hombres. En seguida, el 17 de enero de 1817 se propuso atacar y atacó Cumaná defendida por el general Juan Bautista Prado; entran por el estrecho o ensenada del Peñón vía del puerto del Barbudo, proponiéndose tomar de paso una casa fuerte bien dispuesta por los españoles, apoyada por 7 buques mayores y menores y con fuerzas bien ubicadas en el estrecho mencionado. Mariño, al frente del batallón de Cazadores, cargó con tal denuedo e intrepidez contra La Casa Fuerte, que, a la hora de combate, los españoles tuvieron que abandonarla arrojándose al mar para tomar a nado los buques, porque ya habían cortado los cables y perdido las anclas. La pérdida de los patriotas en este prior encuentro fue insignificante comparada con la de los realistas.  Mariño continuó su marcha hacia la plaza haciendo alto  en la capilla de los cerritos como a las diez de la mañana, desde donde atendidas  las formalidades y movimientos  a la usanza de la guerra, dirigió en el acto al gobernador  una nota intimando la rendición de la plaza  y ofreciendo todas las garantías del caso, cuya comunicación fue conducida por el coronel Antonio José de Sucre, acompañado del coronel Juan Carlos Fouchet y el teniente coronel Berné; quienes a los pocos momentos regresaron con la respuesta, cuyo contenido  se reducía a manifestar que, sometido como estaba el Comandante de la Plaza, general Juan Bautista Pardo, a preceptos  del honor  de la carrera de las armas  y obligado a llenar los deberes  que le imponía  su lealtad al rey y las órdenes de su superior, estaba resuelto  a sostener hasta el último trance en la plaza cuya defensa se le había confiado. En tal estado, Mariño combinó la operación de ataque de esta manera: al general Valdés lo destinó por la izquierda con el batallón de Cazadores a tomar la altura de Aguasanta, al general Bermúdez por la derecha con una fuerte columna sobre los parapetos del hospital y el propio Mariño con el resto del ejército marchó por el centro hacia el barrio de Chiclana y la fuerte posición de la Tenaza, poniendo en la vanguardia el batallón de Granaderos a las órdenes del coronel Armario. Casi simultáneamente se abrieron los fuegos en los puntos indicados; Mariño ocupó el barrio de Chiclana con poca pérdida y se mantuvo dentro de las trincheras y batería de la Tenaza siempre en tiroteo y en tentativas inútiles y Bermúdez daba repetidas y atrevidas cargas sobre la línea y centro del hospital, de donde era siempre rechazado, a tiempo que Valdés empeñaba también con denuedo el asalto a la altura de Aguasanta. Ya como a las cuatro de la tarde, después de cuatro horas de fuego vivísimo, Mariño concibió que fuera temeridad continuar y advertido al mismo tiempo de que las municiones escaseaban y sin esperanzas de repuesto en aquellos momentos dio la orden de cesar el fuego; pero que se conservaran las posiciones que se ocupaba frente al enemigo”. (62). Mariño se dirige a Cariaco y nombra a Sucre, con grado de Coronel, Comandante General de la provincia y Jefe del cuerpo de tropas encargado de contener al ejercito realista. 


EL CONGRESO DE CARIACO.

                   El principal animador del Congreso de Cariaco fue el canónigo Cortes de Madariaga, que escapó de España, donde estaba prisionero, a fines del mes de octubre de 1816. Arribó a la isla de Margarita el 18 de abril de 1817.  Bolívar, al tener conocimiento de estos hechos, le escribe solicitando su colaboración para la organización del gobierno de la República. Madariaga informa a Bolívar sobre sus gestiones ante el gobierno inglés para el reconocimiento de la República de Venezuela y la necesidad de la formación de un gobierno, con el que pueda entenderse. 

Entre tanto, a principios de 1817, Piar une sus fuerzas con las de Sedeño en San Diego de Cabrutica y avanzan sobre Angostura.  Bolívar desembarca en Barcelona y procede a organizar y fortificar la ciudad, le escribe amistosamente a Mariño que mantenía el cerco sobre Cumaná, pidiéndole refuerzos ante la inminente caída de la plaza.  Mariño deja a Sucre encargado del cerco sobre Cumaná, expediciona sobre Barcelona, los realistas al conocer el avance oriental abandonan sus pretensiones; y el 10 de febrero se entrevistan Bolívar y Mariño.

En marzo vuelve Mariño al sitio de Cumaná, y Bolívar con Arismendi, unen fuerzas con las de Urdaneta que regresaban del llano donde accionaban al lado de Páez.  También se unen a Bolívar, los Monagas, Zaraza y Sedeño. Bolívar siguiendo su plan sobre Guayana, ordena a Mariño que se traslade a Aragua de Barcelona, y el 25 de marzo sale para el Orinoco donde llega el 7 de abril.

Bolívar con todas las fuerzas reunidas bajo su mando, se entrevista con el victorioso Manuel Piar, lo confirma en el cargo de General en Jefe del ejército de Guayana    y regresa a Barcelona desocupada por Mariño, que no hizo nada por defenderla. Los jefes orientales abandonan a Mariño, ante la cólera de Bolívar, y se ponen a su orden, entre ellos: Bermúdez, Sucre, Sedeño, Freites, Valentín García, Armario Valdés, Parejo, Barreto, y otros.

Bolívar deja al General Pedro María Freites en Barcelona y marcha sobre Angostura, sin conocimiento de la proximidad de Don Juan de Aldana, que al frente de un poderoso ejército toma la ciudad el 4 de abril. Freites impotente ante tal fuerza se refugia en la Casa Fuerte y resiste durante tres días las cargas de Aldana. Todos los defensores fueron pasados a cuchillo, menos el General Freites y el Gobernador de la Provincia Don Francisco Esteban Rivas, que fueron enviados a Caracas, juzgados sumariamente y pasados por las armas.

Para el 23 de abril de 1817, parte de Margarita hacia Cariaco, el canónigo Dr. José Cortés de Madariaga, precedido con la fama de un mártir de la libertad, por incontables sacrificios en las prisiones de Cádiz y Ceuta, y se une a Mariño en su cuartel general de Catuaro; allí   convienen en la necesidad de refundar la República, para lo cual era imprescindible convocar un Congreso Nacional, como lo había previsto Bolívar.

Madariaga le había escrito a Mariño, y este le respondió sobre la formación del gobierno: “Estoy penetrado de la urgente necesidad de un centro común desde donde salgan todas las decisiones, un cuerpo respetable que reúna la opinión de los pueblos es positivamente un baluarte contra el despotismo y la arbitrariedad.” (63)

Con tan buenos auspicios, el 8 de mayo, se congregan un buen número de importantes patriotas en la ciudad de Cariaco, en un edificio adyacente al río Carinicuao, se constituyen en Asamblea.

En el curso del debate intervienen brillantemente oradores como el Almirante Luis Brión, Cortés de Madariaga y Santiago Mariño. Hay un Acta que dice:

“En la ciudad de San Felipe de Cariaco a ocho del mes de mayo de 1817, séptimo. El excelentísimo Señor General Santiago Mariño, segundo Jefe de la República, habiendo convocado por esquelas a S. E. el Sr. Almirante Luis Brión, Jefe de las Fuerzas Navales, al Sr. Intendente General Francisco Antonio Zea,  Al Sr. Canónigo  de la Santa Iglesia de Caracas José Cortés de Madariaga, y a los Señores Francisco Javier Mayz , que era Presidente del Departamento Ejecutivo al tiempo del receso del Congreso  venezolano,  Francisco Javier Alcalá,  Manuel Isaba, Francisco de Paula Navas, Diego Bautista Urbaneja y Manuel Maneiro, dijo:

“Ciudadanos: Jamás he experimentado mayor satisfacción que la que disfruto al vero reunido para deliberar lo que mejor convenga a la salud de la Patria e las graves y extraordinarias circunstancias políticas que han movido a nuestro ilustre compatriota José Cortés de Madariaga a venir en solicitud del Jefe Supremo, en cuyo nombre y representación, tengo por su ausencia el honor de hablaros como segundo Jefe del Estado. El mismo Honorable ciudadano José Cortés de Madariaga, aquí presente, os expondrá como se lo ruego las razones indicadas. Vosotros juzgaréis si son de tanto peso que os obliguen a instalar inmediatamente este gobierno provisorio, sin aguardar la reunión de diputados, cuya elección no puede verificarse tan pronto por el estado de agitación y de guerra en que se haya nuestro país”. (64)

El Congreso de Cariaco   declaró instalado, desde el 8 de mayo de 1817, el gobierno Federal de la República de Venezuela, en sus tres departamentos: Legislativo, Ejecutivo y Judicial, y abierto y expedito el despacho de los dos últimos poderes para el curso de los negocios interiores y exteriores, como lo propuso Madariaga.

 El General Fernando Toro y Simón Bolívar fueron nombrados en el Poder Ejecutivo; y por estar ausentes se encargaron ad ínterin, es decir provisionalmente: Francisco Javier Mayz, Francisco Antonio Zea y José Cortés de Madariaga.   Para el Poder Judicial fueron nombrados: el Dr. Juan Martínez Alemán, Don José España y Don Gaspar Marcano; y Don Ramón Cádiz, Fiscal General de la República. También se decidió que Mariño y Bolívar conserven sus cargos, e intiman a Bolívar a regresar cuanto antes a tomar posesión de su destino que hará a la República servicio inmortales y dignos de su nombre.
    
De todo se da cuenta al Libertador, que recibe informaciones sobre lo decidido actuando sobre Guayana, y que, mal interpretando la acción patriota, se indigna y lo desaprueba. Sin embargo, no fue ésta la causa principal de la disolución del Gobierno, sino que se ve obligado a trasladarse a la Isla de Margarita por el avance de Canterac sobre Cariaco. En la isla procuran activar los poderes ejecutivo y legislativo, y en cierta forma logran algunos progresos; resisten allí hasta el 29 de mayo, fecha en que se trasladan a Maturín y Guayana.

Tavera Acosta dice: “El Congreso declara: que desde este día reasume el carácter nacional representativo a que ha sido restituido por el eminente general Santiago Mariño, procediendo éste en nombre del Jefe Supremo de la República y en el suyo propio, como segundo jefe encargado al presente de las riendas del Gobierno. Mariño expresa que “nadie ignora que la República, en el curso de todas sus vicisitudes, amas ha contado con un apoyo más firme, con un amigo más sincero que nuestro incomparable ciudadano patriota general Simón Bolívar, cuyos designios han sido encaminados al restablecimiento del Gobierno representativo elegido por el pueblo venezolano como constitución fundamental ¡He ahí mi más ardiente deseo; he ahí el objeto para el cual os he convocado ya dos veces!”. (65) 

Sucre se abstuvo de participar en el Congreso de Cariaco por sensibles diferencias con Mariño, que lo desautorizó cuando quiso castigar ejemplarmente a algunos oficiales del Batallón Guardia de Honor de Mariño, responsables de muchas fechorías. Sucre se retiró hacia Guayana buscando al Libertador, en compañía del General Rafael Urdaneta que actuaba sobre Cumaná.  Mariño no solo desautorizó a Sucre, sino que elevó a los oficiales culpables a los puestos más altos de su división.

Sin opositores, tanto Cortés de Madariaga como Mariño, obtuvieron lo que aspiraban del Congreso; Madariaga fue autorizado, como embajador plenipotenciario, a pactar con Inglaterra; y Mariño quedó como Gobernador y Jefe Supremo de las Fuerzas de la provincia de Cumaná.

Una vez disuelto el Congreso de Cariaco, a fines del año 17, por las circunstancias políticas y sobre todo por la arremetida de Morillo y Canterac, las fuerzas patriotas se trasladan a Guayana, para unirse a Bolívar.

  Para octubre de 1817, Sucre escribe desde Aragua al Gral. Carlos Soublette, Jefe de Estado Mayor, dándole cuenta de haber sido recibido en la División de Mariño que obra sobre Cumaná, en calidad de Jefe de Estado Mayor, nombrado por el Libertador.   Desde ese momento la comunicación con Bolívar y los demás jefes patriotas es bastante fluida y pertinente, particularmente en los aspectos logísticos, donde demuestra un conocimiento exhaustivo del ejército en ínfimos detalles.  Por órdenes de Bolívar se dedica a formar un cuerpo de infantería en el Bajo Orinoco. Por su tesón y constancia Bolívar, lo nombra Gobernador de la “Antigua Guayana” y poco después, Jefe de Estado Mayor del ejército de la Provincia de Cumaná, a las órdenes del General Bermúdez. 


MORILLO Y CANTERAC.

         El 3 de abril de 1815 llega a Puerto Santo, enviada por el Rey Fernando VII, la expedición enviada por el Imperio Español bajo el mando del Brigadier General Don Pablo Morillo, experimentado soldado de las guerras contra Napoleón Bonaparte, que se había ganado ya el grado de Mariscal de Campo.

Se había firmado el Tratado de Valencey, y Fernando VII recuperó el trono del Imperio, el 22 de marzo de 1814, y por tanto el poder omnímodo para reprimir no solo cualquier desliz democrático en España, sino también para recuperar la soberanía sobre sus colonias en América.

Esta formidable expedición   estaba formada por 15.000 hombres de los cuales 10.000 eran soldados veteranos de la guerra contra Napoleón, y una armada de 65 buques de guerra y de trasporte de tropas, y un navío estandarte, el San Pedro Alcántara, de 70 cañones.



En esa expedición vinieron los regimientos de infantería de León, Vitoria, Extremadura, Barbastro, Valencey, Cazadores de Castilla, regimiento de caballería -Dragones del Rey y Úsares de Fernando VII, un escuadrón de artillería de 18 piezas, y dos compañías más de artilleros y zapadores.  

Pero no era solo eso el 22 de mayo había desembarcado en Cumaná don José de Canterac al frente de 3000 hombres, enviado desde España como refuerzo para que   Morillo continuase la pacificación comenzando por Margarita donde había fracasado Urreistieta y Pardo.  Morillo envía a Canterac contra Cariaco. El 10 de junio toma la ciudad, apresa y ordena fusilar al capitán José Francisco de Sucre y Alcalá, hermano del Mariscal.
Morillo y Canterac derrotan a los patriotas a todo lo largo de nuestras costas y una vez pacificada la provincia de Cumaná, se traslada con su ejército de más de 3000 hombres a Margarita. 
A fines de julio desembarca en Los Varales donde los patriotas, con solo 600 hombres, lo rechazan; sin embargo, se apodera del Guamache, Pampatar y continúa su marcha triunfal hacia La Asunción. Los patriotas con Francisco Esteban Gómez a la cabeza, resisten en el cerro Matasiete; y los margariteños, haciendo prodigios de valor y heroísmo, humillan a Morillo que tiene que abandonar apresuradamente a la Perla de las Antillas. Margarita es libre otra vez. 

Entre tanto Bolívar triunfa en Guayana; la ciudad de Angostura se rinde y el Águila quiere emprender el vuelo hacia Caracas. Escribe un manifiesto y les dice: “Caraqueños, las armas de la República triunfan en todas partes: desde las dilatadas llanuras de Casanare hasta las bocas del inmenso Orinoco, nuestros pasos han sido conducidos por la sabiduría, y coronados por la victoria”. (66)

En octubre Mariño, actuando como Jefe Supremo del Ejército, después de tomar Carúpano, se retira por la vía de Maturín. El General Manuel Piar, percibiendo que los asuntos de la guerra no mejoraban, y aspirante como era al mando supremo, promueve un nuevo gobierno que sustituya a Mariño y a Bolívar.  Mariño sin conocer las maniobras de Piar, lo acoge en su bando. Bolívar al corriente de las acciones de Piar y Mariño, los declara disidentes, ordena su arresto, y nombra al General Bermúdez Comandante General del Ejercito de Oriente, con órdenes de apresarlo, y al efecto Bermúdez intima su rendición.

         Veamos la captura de Piar en Aragua de Maturín, como lo cuenta apasionadamente Simón Sáez Mérida: “El pueblo siempre ha vivido un trauma por la captura de Piar en 1817.   Y las figuras de Cedeño y Carmona particularmente resultaban antipáticas. Antipáticas, pese a todo lo que hicieron posteriormente. Padres y abuelos reforzaban ese sentimiento cuando abundaban en detalles sobre la captura, el engaño de Cedeño, y la deserción de Francisco Carmona, comandante de un piquete de infantería, poco menos que guardia de honor. Las responsabilidades de Cedeño y Carmona no aminoraban el sentimiento de culpa para el pueblo.  Piar lo había escogido como su retaguardia, su punto de observación hacia los caminos del Norte y los caminos del llano, había hecho su domicilio, casa, caballo, pesebre para las bestias, árboles frutales y acaso alguna sementera en los aledaños. Era como si hubiera nacido en el pueblo, era el pueblo, era uno más entre los vecinos, era el vecino más importante, era también un héroe local, era nuestro.  Y súbitamente el pueblo se le convirtió en la trampa, sin una mano que lo defendiera, que lo ayudara a su fuga para seguir la guerra como pretendía, contra los españoles. Era el héroe de nuestros juegos infantiles.  A ratos nos sentimos cabalgando en su caballo o acompañándolo en la grupa.  O nos sentíamos amigos de su presencia invisible cuando hacíamos correrías y escondites en las ruinas de lo que fue su casa, en los restos de bahareque o de algún horcón sobreviviente. Sentíamos que era nuestro camarada en el inocente vagabundaje infantil. Acariciábamos aquel árbol, duro, de hojas perennes, de verde intenso disimuladas espinas, donde decían que amarraba su caballo, y al que conocíamos todos los rincones de su copa. Se conocía como la mata de chica, de fruticas blancas y redondas, dulcísimas, un deleite absoluto.  Por las noches temíamos pudiera esconder un rostro o un caballo fantasma. Y en la alta noche, donde nunca llegábamos porque había que recogerse temprano, se decía que las galopadas sonaban explosivas como si el caballo corriera sobre un tambor. Nos extasiaban y asustan al mismo tiempo los cuentos sobre el gran estruendo de sus cascos en la soledad de la medianoche. Pero ninguna de esas resonancias misteriosas cambia nuestra camaradería con el prócer. Era nuestro héroe, nuestro amigo, nuestro compañero de juegos, nuestra tragedia y nuestro dramático fantasma.  Nada de eso aminoró nunca  el sentimiento de culpa  en niños y adultos, el dolor infinito  por su desventura. El pueblo para resarcirlo bautizó Piar al distrito, ahora municipio autónomo. Sería la identificación permanente, el héroe epónimo…” (67)
 
Lo único cierto es que Piar fue condenado a muerte por un tribunal imparcial formado por Brión, que lo presidió; y: Anzoátegui, Pedro León Torres, Judas Tadeo Piñango, José Ucroz, José María Carreño y Francisco Conde. Fue un tribunal selecto que ha podido equivocarse, pero es de suponer su buena fe.  Fue una sentencia terrible, pero así es en la guerra. Los delitos que se le imputaron a Piar lo llevaron al patíbulo. Indudablemente que la muerte del héroe de San Félix, es un peso muy grande para sus compañeros de armas y el pueblo; pero era la responsabilidad de esos jefes militares y así lo asumieron. El soldado no sabe la hora,  el día, ni la circunstancia en que entregará su vida en cumplimiento del deber. Es una página negra de la historia, como muchas otras, a las cuales le buscamos explicaciones y no las encontramos. Aquellos que atacan a Bolívar por la muerte de Piar, deben recordar todas las páginas blancas y negras de la vida del Padre de la Patria que nunca estuvo “en un lecho de rosas”; y sobre todo en aquellos años terribles entre los jefes orientales, todos insubordinados y conspirando contra él.  Piar fue ejecutado el 12 de octubre de 1817. Cabe observar que la mayor parte de los jefes patriotas, estaban de acuerdo con la sentencia.






SUCRE EN GUAYANA

El Libertador nombró a Sucre Jefe Militar del Bajo Orinoco en 1817 y en el mismo año Jefe del Estado Mayor del Ejército de Oriente, bajo el mando del General José Francisco Bermúdez.
“Sucre, llegó un poco más abajo de Angostura -como  dice Américo Fernández, Cronista de Ciudad Bolívar- el 15 de julio de 1817 y se encontró con las malas nuevas de Piar. Este, aunque había sido reconocido por Bolívar como General en Jefe le había quitado mando en el ejército y la persona clave de confianza  de Bolívar  en ese momento parecía ser el General José Francisco Bermúdez, a quien le había confiado el sitio de Angostura. Sucre se dirigió al campamento de Bermúdez y el 17 de julio fue testigo de la caída de Angostura en manos de su antiguo jefe, precisamente  él, Bermúdez, a quien Cartagena de Indias, a la inversa, le había tocado resistir el sitio impuesto por Morillo. Era acaso la revancha. Desde ese momento Sucre pasó a ser un soldado leal y comprometido con el Libertador, quien lo designa comandante  del Bajo Orinoco y luego lo envía a Maturín y Cumaná para convencer a Mariño  de la necesidad de someterse  a la autoridad del General Bolívar, y al mismo tiempo, tratar de abonar el terreno  para que el General Bermúdez  pueda desplazarlo  y asumir la jefatura de la División de Cumaná y en la cual Sucre  debía servir como jefe del Estado Mayor. Comandando el Bajo Orinoco debía quedar el padre de  Sucre y su hermano Jerónimo  al mando del batallón “por muchas razones, entre otras –decía Bolívar – Porque el batallón se forme de todos modos  y la plaza no quede sin guarnición, ya sea para que usted  la defienda, o para que la defiendas su padre”. (68)

BERMUDES Y SUCRE JEFES SUPREMOS DE ORIENTE.







La primera carta de Sucre a Bolívar

Sucre escribe al Libertador desde Maturín el 17 de octubre, 6 días después del fusilamiento de Piar sin mencionar el hecho; es la primera carta dirigida a Bolívar que aparece en el  “Archivo de Sucre”:
 “Mi General y apreciado amigo: …  Anoche a las diez llegué a ésta, habiendo tenido en Tabasca la dilación que avisé a Vd. Al amanecer hoy escribí a Cumanacoa… ha recibido el general Rojas el parte que incluyo a Vd. del coronel Carmona. Por dicho parte, la división de Cumanacoa está ya corriente; pero temiendo yo que hagan una igual a la pasada en que dieron un paso  casi semejante, me apresuro a marchar  para asegurar  el que han dado ahora, y no permitir que alguna otra  junta o bochinche varíe la disposición… Me parece más importante que nunca la venida del General Bermúdez; tanto que aún sería tal vez bueno darlo a reconocer sin embargo de no haber llegado…. Del General Mariño nada se sabe; porque la toma de Güiria ha impedido  la comunicación de Trinidad. Yo le escribo hoy por Tabasca para cuando haya ocasión. El coronel Armario pudo salir de aquí  para llenar su comisión  antes que hubiese buques enemigos en el golfo Triste;  pero estando algunos ahora, sin trasportes aquí y sin medios para verme  con él  a fin de desempeñar la otra parte de mi comisión, que comprende su completa reunión  al gobierno, tendré  (si Vd. dispone que vaya donde él)  que volverme a Tabasca y procurar allí en que verificarlo para Trinidad.
Mientras Vd. me contesta habré yo ocupado el tiempo en que  se arregle la división de Cumanacoa, y para facilitar entonces si he de ir  donde el general Mariño, sería bueno que viniese de Guayana una flechera a Tabasca o mejor a Barrancas equipada de lo necesario , pues ya digo que en esta no hay trasporte alguno ni puede entrar.  
Yo no dudo que el General Mariño se convendrá al orden no teniendo otro arbitrio  sino ese o el de ser un guerrillero en los montes de Güiria,  y aun en ellos se dice que lo ha atacado. Será sensible que le suceda un mal, o que pierda 300 hombres que había reunido en Günimita.  Los enemigos parece que tenían en Güiria 500 hombres y 14 pequeños buques mal armados  y tripulados. En fin Vd. Me dirá lo que debo hacer  respecto a mi marcha  casa del general Mariño  con presencia desorden  de cosas actuales…” (69)

Lo primero que llama la atención de esta carta es el trato de “apreciado amigo” que le da Sucre a Bolívar, lo que significa una larga y afectuosa relación, que en mi concepto y el de otros investigadores, viene desde 1812, cuando Sucre y Bolívar  peleaban  bajo las órdenes de Miranda. Luego se debe considerar, que  forma parte de la correspondencia rutinaria entre los dos líderes, lo que queda al descubierto cuando le dice “la dilación que avisé a Ud”. Sucre le habla a Bolívar en un tono que no deja dudas sobre la  igualdad de criterios y de objetivos, y hasta se atreve a tomar decisiones que solo correspondían al Libertador, incluso sobre su propio destino. Mariño y Bermúdez están dentro de una estrategia que ambos manejan hacia un solo propósito, la unidad del ejército, lo que en cierta forma explica el ajusticiamiento de Piar.  

Esta carta es un manantial de información, no solo de las relaciones entre los dos grades líderes, sino sobre  la actuación de Sucre en ese momento histórico en esta  zona del país.
  





















El 31 de octubre escribe desde Aragua: “Dirijo a V. S.,  un estado de las fuerzas que obran contra Cumaná…En noviembre deberé regresarme a Cumanacoa  a tomarme mi destino en aquellas tropas erigidas en división… (70)

El 9 de noviembre le escribe otra vez: “Tengo la satisfacción de participar a V. S. que el día de hoy he sido recibido en la división de Cumaná por Jefe del estado mayor de ella, a que me ha destinado S. E. el jefe supremo de la República  por despacho de 7 de octubre…(71)

Para ese mes de octubre  los realistas están en situación ventajosa, ocupan todas las poblaciones costaneras de la provincia,  aunque  los patriotas dominan en el interior y avanzan hacia ellos victoriosos. 

En Cumaná los reales cuentan con más de 40 cañones de diversos calibre, con la guarnición y el regimiento “Granada”, bajo el mando de Agustín Noguera; el regimiento “Reina Isabel”, con Eugenio Arana. En Cariaco quedó el coronel José María Fuentes con dos compañías; en Carúpano el comandante Juan de Armas;  en Paria el invicto  coronel Francisco Jiménez. 

Los patriotas, a fines de año,  se reorganizan bajo el mando de Bermúdez  como Jefe Supremo del Ejército de Oriente, que ocupa el valle de Cumanacoa, con Sucre en el Estado Mayor.  Mariño continúa en Paria con una pequeña avanzada como lo dice Sucre. Los patriotas reinician la reconquista de la provincia. 

El coronel José María Carrera derrota cerca de Catuaro a las fuerzas de  su tocayo José María Fuentes.  Domingo Montes ataca Cumaná el 12 de octubre, penetra hasta los Cerritos y en una arriesgada misión, se lleva el ganado que estaba en El Barbudo.  Carrera derrota en Cariaco, una vez más, las fuerzas reorganizadas del aguerrido Fuentes, y lo persigue y vuelve a derrotarlo en Santa Cruz, y Fuentes desbandado no le queda otra alternativa que dispersarse, perdiéndolo todo.

El invencible general Andrés Rojas, señorea en Maturín. Mientras que Mariño continúa conspirando contra el Libertador,   se traslada a Aragua de Maturín y desconoce la autoridad de Bermúdez. Los dos Jefes se agraden, amenazan e insultan en correspondencia y a través de emisario;  pero entre ellos opera Sucre, de acuerdo con Bolívar, con esmerada diplomacia.

La situación se complica cuando el coronel Carrera se une a Mariño y la conspiración alcanza altos parámetros  de peligrosidad;   en la división de Bermúdez hay hombres  leales a Mariño, como Domingo Montes, Isava Sucre, Guevara  y León Prada; se impone la conciliación y la  diplomacia y nadie como Sucre para intentar el dialogo.

Bermúdez enfrenta con  coraje la disidencia;  ordena, como escarmiento,  el fusilamiento del teniente Gregorio Baca el cual fue sorprendido repartiendo cartas insidiosas de Mariño.
 
Bermúdez, de acuerdo con su Estado Mayor,   avanza sobre Mariño, el 2 de diciembre acampa en San Antonio de Maturín,   donde ordena fusilar a un desertor.

Carrera abandona a Mariño, al cual trató de atraer al ejército Libertador y se une a Bermúdez. Las pocas fuerzas de Mariño pasan a Caripe,  la mayor parte  se dispersa.  Bermúdez ocupa San Francisco, y comete el error de enviar al coronel  Montes con algunas fuerzas leales a tratar con  Mariño,  y se  queda a su lado. A Carrera lo deja al mando en Cumanacoa.
      
Sucre, siguiendo las instrucciones de Bolívar, logra con diplomacia lo que parecía imposible, y Mariño viene a Cumanacoa. Bermúdez hace formar la División bajo su mando y reciben al Libertador de Oriente con pomposo desfile, bajo el grito de ¡Viva La Patria!  Mariño y Bermúdez se abrazan y olvidan sus enconos. La Patria es una sola y abre los brazos a los dos grandes patricios.

La misión que le encomendó Bolívar a Sucre,   dice Rumazo González, fue diplomática: “La política más que la fuerza, debe obrar en esa provincia; así pues, encargo a usted mueva todos los resortes  del corazón humano  para someter al Gobierno los disidentes que el general Mariño ha extraviado”… “si el general Mariño se somete voluntariamente, se le trate con la mayor dignidad; si, por el contrario, resiste a las órdenes, es preciso aprehenderlo”.

La misión cumplida por Sucre fue exitosa, hasta un punto en  que Mariño le escribe a Bolívar, y dijo entonces el Libertador en carta a Sucre: “Usted se ha portado con la delicadeza  y tino que yo esperaba. Celebro infinito que usted haya visto y tratado al general Mariño del modo que lo ha hecho, sin desesperarlo y con la consideración que él merece. La política es la que debe hacerlo todo “

         Para el 21 de diciembre de 1817, Bermúdez con Sucre como Jefe del Estado Mayor, organiza el ejército, forma dos brigadas, compuestas de dos batallones cada una; la primera bajo el mando del los coroneles  Guevara  y Francisco Carmona;  y la segunda brigada bajo el mando de  los coroneles Manuel Isava Sucre y  José Manuel Torres. Los batallones  No. 1, con el coronel Calixto Baza y  Sargento Mayor,  Francisco Guiraud; el No. 2,  coronel Ildefonso Paredes y capitán Leonardo Brito Sánchez; el No. 3,  Ignacio Brito Sánchez,  y Vicente Villegas; el No. 4,  el coronel Carrera  y Santiago España. Al indómito coronel Domingo Montes lo encarga de  la caballería,  jefe del batallón “Dragones Invencibles”.


SUCRE EN 1817 Y 1818


         Vemos como nos lo cuenta don Jerónimo Ramos, en su obra “Bermúdez en 1817” publicada en 1925 en el bisemanario “Sucre”,  Nos. 65 y siguientes.

         “El héroe de San Félix por temor o enojo, había partido de Guayana con dirección a la provincia de Cumaná donde Mariño de por si continuaba la lucha contra la dominación española. Males para la patria debían temer los partidarios de la revolución, que no querían estorbos en su marcha, si uno y otro menos atentos al bien común que a sus particulares resentimientos con el Libertador, se dejaban guiar por los consejos de una mala inspirada pasión; pero entre ambos no podía efectuarse un perfecto acuerdo de voluntades, sino en lo que exclusivamente se relaciona con la guerra de independencia, porque Mariño y Piar se miraban de tiempo atrás con profunda desconfianza.  No obstante, para acallar todo escrúpulo, el Libertador despachó para Mariño al coronel Agustín Armario, muy conocido en la provincia, con el encargo de regularizar las  relaciones suspensas y de exigir el explícito reconocimiento de su autoridad.
         Prometíase Armario hallar a Mariño en territorio de Maturín por sucesos en Güiria, provenientes de lo mal que se comportaban los patriotas en cargados de su defensa, obligaron a Mariño a acudir al remedio y a desentenderse de las operaciones militares sobre la capital, limitadas por el momento a impedir al enemigo el envío de auxilios a aquella costa. Marchó Mariño con su guardia de honor, y solo por miramiento a la alta graduación de Piar, le encomendó el mando  más aparente que efectivo en las tropas que dejaba, compuestas de oficiales y soldados muy adictos  a su persona. Armario, en pos de Mariño, atravesó en consecuencia el Golfo Triste (Paria) cuyas aguas no dominaba todavía la escuadrilla española. A poco sucedió la toma de Güiria que frustró el designio principal de Mariño, pero su presencia en Paria sirvió a lo menos para evitar que fueren mayores las pérdidas de los patriotas; pues logró salvar en la derrota el parque y gran parte de las fuerzas con que se acogió a los montes.

Entonces, juzgando oportuna la ocasión para aniquilar a sus particulares enemigos, no disimuló el Libertador la alegría que le causaba la toma de Güiria, que los españoles celebraban como un gran triunfo. Así que creyendo a Mariño, según estos propalaban, refugiado en Chacachacare imaginó como posible la aprehensión de Piar, a quien consideró aislado, sin recursos ni siquiera espacio donde vagar, entre Rojas que por los patriotas mandaba en Maturín y los realistas que poseían a Cumaná; por lo cual ordenó sin rodeos a Cedeño marchase a realizarla con un cuerpo de caballería y el apoyo de las tropas que defendían a Maturín.
        
En Aragua de Maturín cayó Piar sin defensa en manos de Cedeño. Fácil fue su captura, como también después el sometimiento de la división que al mando de aquel había dejado Mariño en Cumanacoa, porque las circunstancias en verdad no favorecían la resistencia, y porque además se afirmaba como cierto el avenimiento de Mariño con el Libertador en virtud de las propuestas de Armario.

Más el 3 de octubre (1817), día siguiente de haber llegado Piar  a Guayana, el Libertador, prescindiendo de sus negociaciones con Mariño, previno a Cedeño  apurase todos los recursos y emplease todos los medios  por lograra su aprehensión; a la vez que, fuese o no que la considerase como  infalible, juzgó acertado separar a Bermúdez del mando del ejército del Centro para enviarlo a Cumaná por Gobernador y Comandante General de la provincia, en donde,  si bien Cedeño había limitado, carecía de influjo y de prestigio para compactar y dirigir la opinión; nombramiento poco atinado porque desavenidos para la época Bermúdez y Mariño, podían llegar a la exaltación de las pasiones en un rompimiento escandaloso por sus disgustos e intereses particulares; pues Bermúdez  era de genio arrebatado, impetuoso y violento, y Mariño muy celoso de su honra. Uno y otro contaban parciales y eran al mismo tiempo osados y valientes. Pero esa era la elección que convenía más a las miras del Libertador, determinado como estaba a no omitir la ocasión que le ofrecían los nuevos sucesos de la provincia para acabar con Mariño, como había aprovechado la toma de Güiria para concluir con Piar. Así que, confiado cuando menos en humillar a Mariño y perderlo en el concepto público, lo calificó sin embozo de disidente en la proclama con que anunció al mundo el fusilamiento de aquel jefe.

Cedeño se volvió a Guayana a fines de  octubre, apenas Bermúdez hubo llegado a Maturín, había precedido a éste en su viaje a la provincia el coronel Antonio José de Sucre, nombrado por el Libertador para Jefe de Estado Mayor en la división de Cumaná. Juntos caminaron hasta Aragua: Bermúdez siguió para Cumanacoa a tomar el mando de las tropas que allí había reconocido al Gobierno; y Sucre se quedó a esperar a Mariño quien repasando el Golfo Triste, acababa de desembarcar en el puerto de San Juan con cerca de 400 hombres y no escasas municiones de guerra. Con esta noticia se desvaneció la esperanza de aprehenderlo: forzoso era entrar con él en pactos de concordia, para lo cual Sucre estaba autorizado por el Libertador; pero Mariño había sabido en san Juan, por cartas de Trinidad, tanto la muerte de Piar como su propia proscripción, por donde recelando no le aconteciera lo que a aquel  en Aragua de Maturín, marchaba con las mayores precauciones hacia Punceres, resuelto a no pasar de allí sin informarse bien del curso  de los asuntos y sin reunir su parque, cuya conducción  dificultaba  la falta de acémilas  y lo intransitable del camino. Determinó entonces Sucre, obtenido que hubiera el beneplácito de Mariño, trasladarse a su campamento. A Punceres llegó Sucre el 3 de noviembre en concurrencia con la vanguardia de Mariño que avanzaba con lentitud; y aunque Bermúdez, e su encono contra éste, había dado órdenes precisas a los pueblos para que negasen a sus tropas todo recurso, Sucre no sólo les suministró  víveres aquel día, mas exigió de Rojas la facilitase a Mariño algunos indios  para la conducción de sus pertrechos, era que al contrario de Bermúdez, creía Sucre que debía concederse algo a la política, preveía que aquel parque  y aquellos soldados iban al cabo  y a la postre a ser útiles  en la defensa de la patria, y sobre todo quería que su generosidad  se tomase como  prenda de buena disposición en el gobierno.

No pudo lograrse ninguna conveniencia, porque Mariño consideró inaceptables los términos del ajuste, reducidos a prometer Sucre la gracia y amistad del Libertador, siempre que Mariño completase la entrada a sus deberes con la entrega de sus tropas  a Bermúdez y con su presentación ulterior en Guayana a prestar juramento  de obediencia y fidelidad al gobierno; pues así la ruptura  de las propuestas de Armario  como el nombramiento de Bermúdez hacían temer a Mariño  por su libertad y su vida, mucho más cuando, a su juicio,  exento Piar de crimen alguno acababa de expirar en afrentoso patíbulo. Antes que exponerse  voluntariamente de ese modo a ser vejado, optaba Mariño por abandonar el País, lo que, cierto, hiciera al punto en las embarcaciones  que tenía en san Juan, sino porque,  celoso de su reputación, creía que su salida, para ser decorosa, debía efectuarla  con permiso del gobierno, a quien había ofrecido  a placer sumisión y acatamiento.

En abono de estas promesas era menester que Mariño diese explicaciones al gobierno respecto de su presente negativa. Así lo hizo, depuesto el natural enfado, en correspondencia que entregó Sucre para el Libertador.  Con esto, despedido el uno  del otro, encaminose Sucre para Cumanacoa, en donde por orden general del día 9 fue reconocido en su empleo.

Impropio no nos parece declarar aquí una opinión acerca de las aptitudes de ese joven de 22 años apenas, para el desempeño de tan delicadas funciones.  En aquella época luminosa no era fácil subir sin méritos eminentes. Desde Angostura, dice carta de Soublette a Sucre,  fechada el 6 de agosto  de 1818: “… me congratulo cada vez que veo a un Sucre, cuyos cocimientos generales, ideas metódicas, firmeza, amor al trabajo y al orden, integridad, etc., me hacen prever un oficial  de grandes esperanzas en esta parte importante del servicio  de los ejércitos” Dos años después era Sucre el Jefe de Estado Mayor General.

El territorio ocupado por los patriotas era el más pobre de la Provincia, no así el que subsistía en poder de los españoles, abundante en recursos; los pueblos del interior obedecían a aquellos; a estos, los inmediatos a las costas. Guarnecían a Cumaná cuando menos mil hombres que componían el segundo batallón del regimiento de Granada y otros del de la Reina Isabel, al mando, respectivamente de los tenientes coroneles don Agustín Noguera  y don Eugenio Arana, y algunos dragones y artilleros.

Encontrábase en Cariaco con 50 hombres el comandante José María Fuentes, natural y vecino del lugar; en Carúpano, con 300, el teniente coronel, don Juan de Armas; y con 400 en Güiria, el teniente coronel don Francisco Jiménez. Las tropas patriotas en número ni en calidad podían echar raya con las españolas. Rojas, lejos de la acción del enemigo no contaba más que con el paisanaje de Maturín: como 400 eran en Cumanacoa los soldados de Bermúdez, escasos de todo si no de entusiasmo patriótico, y calculados quedan atrás los que acompañaban a Mariño.

Era imprescindible para los patriotas obrara sin dilación contra el enemigo común;  una vez que de el esfuerzo simultaneo de los diferentes  cuerpos desparramados  en el territorio de la República, pendía el éxito de las operaciones que el Libertador en persona iba a emprender ya sobre la provincia de Caracas. Mariño, preocupado por ahora de su suerte,  no podía prestar mayor apoyo, y muy débil tenía que ser el de Bermúdez, con tropas escasas y desprovistas de municiones. Sin embargo hizo cuanto pudo con voluntad y buen suceso.

De Cumanacoa salto para Cariaco con 50 hombres el teniente coronel José María Carrera, derrotó un destacamento en el pueblo de Catuaro, recogió 20 fusiles  y aumentó a ciento el número de sus soldados, mas tuvo que volverse, conforme a sus instrucciones, sin entrar en aquella villa, por haber sido reforzada su guarnición con tropas  de Cumaná. También con 50 hombres salió con dirección a Cumaná  el coronel Domingo Montes y penetró hasta el barrio de Guaiqueríes en la noche del 12, pero sin lograr sorprender las avanzadas del enemigo; bien que,  en amaneciendo, más afortunado en su marcha de regreso, le hizo 13 soldados prisioneros y le tomó 10 bestias  en Sanjón de Maco, como a una milla de la ciudad.

Con doble porción de gente tornó  luego Carrera por Cariaco a Cumaná, y sería  el hilo de la media noche  del día 20, cuando lanzó sus fuerzas  sobre la Casa Fuerte defendida por Fuentes y escasa guarnición, cuyos defensores aturdidos la abandonaron sin mayor resistencia. Carrera volvió a Catuaro y el 22, atacó y  dispersó, en el pueblo de Santa Cruz,  una partida enemiga. Entre una y otra sorpresa, las pérdidas del  enemigo alcanzaron a 2 soldados heridos, 84 fusiles, 1500 cartuchos embalados, 2000 raciones de galletas, 6 bestias y dos cajas de guerra. Los republicanos no sufrieron bajas.

Al habérselas con un enemigo diestro y poderoso, los independientes hubieran recogido más  bien cosecha de reveses como fruto de sus locas desavenencias. Fuéronle por otra parte dañosas; porque impidieron de presente que al esfuerzo común correspondiera con mayores  la no esquiva fortuna; y porque produjeron de luego a luego escándalos vergonzosos de sensible y dolorosa memoria.

Mariño consumidos los víveres de Punceres, descampo de este sitio para el poco distante de Aguas Blancas. Allá se dirigía Sucre en la alborada del 22  en junta con el teniente coronel José Manuel Torres.  Hallábase Sucre de camino en Aragua de Maturín cuando en la tarde del 23 se entró  Mariño a la imprevista en el pueblo con sus tropas. Súpolo Bermúdez el 24  y procediendo cauteloso en la inopinada aproximación de Mariño, comunicó órdenes a Carrera, que estaba aún por Santa María, a Montes, que con 120 hombres se enderezaba a Cumanacoa, y cuantas guerrillas se hallaban en comisión para que sin pérdida de tiempo regresasen al campamento; a la vez que, por escasez de pertrechos, exigía de prestado a Mariño, por medio de Sucre, vuelto ya a Guanaguana para la noche de ese día, seis mil cartuchos de fusil, con achaque de verificar contra el enemigo español una operación urgente.

No fue distinta de la anterior la nueva misión de Sucre cerca de Mariño, sino que, por insistencia del Libertador, era la misma en intención y propósitos. Convinieron uno y otro con amistosa franqueza; mal de su agrado, prometió Mariño a Sucre la entrega del pedido, siempre que Bermúdez se comprometiera formalmente a facilitarle ante todo a Rojas y encarecerle el anticipado apresto de la flechera que debía conducir a Mariño, caso que a los deseos de éste accediese Bermúdez; pues no era para desechar un solo instante en la patriótica  labor de restablecer en la provincia la apetecida concordia.

Pero Mariño, desconfiando de Bermúdez o deseoso de arriesgar  el último esfuerzo en defensa de su comprometido decoro, no aguardó respuesta de Sucre y se declaró el 25, en Aragua, en abierta rebelión, desconociendo la autoridad de Bermúdez, cuando nada podía alentarle  en su atrevimiento, ni el estado de la opinión, dado que muchos de sus amigos, en las ocurrencias que se siguieron,  a la toma de Güiria y a la prisión de Piar,  de grado o por fuerza, se habían reconciliado con el gobierno; tampoco el de sus tropas, por ser las menos numerosas, a causa de que vagando  hasta aquellos lugares pobres e insalubres, la deserción y las enfermedades  las habían reducido a una tercera parte; y ni siquiera por la falta de elementos  de guerra en Maturín y Cumanacoa,   por estar a punto su remedio con los envíos  desde  Guayana por el Libertador. Desesperado fue el consejo, el arresto inoportuno; la resolución antes gallarda que prudente.

Consecuente con ella, marchó Mariño al instante sobre los patriotas de Cumanacoa, mas informado en Guanaguana que Carrera no había bajado aún para aquel valle, en la mañana del 26  se desvió hacia Caripe, en donde presumía  hallarle, con el designio de evitar, de todos modos, su incorporación a Bermúdez.  Lo consiguió en efecto al otro día, en el cual, Carrera arrastrado por la inclinación de sus tropas  a Mariño, se alistó como de propio dictamen entre los de su bando.

Mientras de esa manera aumentaba Mariño sus fuerzas, vigorar la disciplina de las suyas era a la vez el mayor de los cuidados de Bermúdez; porque compuesta en parte la división de Cumaná de los restos de aquel  cuerpo de tropas que, como sabemos, dejó Mariño en Cumanacoa, a su marcha para Güiria y que se dio a partido después de la aprehensión de Piar,  no le inspiraba a la sazón la fe de una ciega obediencia, entre otros, al general Rafael de Guevara, el coronel Manuel Isaba, y los tenientes coroneles Montes, Carrera y León Prado, que a ella pertenecían, estaban comprendidos en sus fundados recelos. Así que en el interés de Bermúdez por mantener la disciplina con ejemplos rigurosos, bastaban tamañas inquietudes para justificar de algún modo la severidad de la pena impuesta al teniente del batallón de Colombia Gregorio Baca, que por haber repartido entre oficiales de Bermúdez cartas de otros de Mariño, donde se les alentaba a la rebelión, fue sentenciado a muerte y fusilado en la tarde del 29 en presencia de la división en la plaza de Cumanacoa.

Sintiéndose más seguro  de sus tropas, Bermúdez reunió en la mañana siguiente una junta de jefes y oficiales con el fin de insinuarles su deseo de salir resuelto al encuentro de Mariño que había retornado a Guanaguana. Aprobada por todos su determinación, la división rindió su primera jornada de su marcha en el alto de Cocollar; la segunda en San Antonio, donde fue pasado por las armas un soldado, desertor con otros en la noche anterior, y la  tercera en Cachimbo, una legua de San Francisco, ahora cuartel general de Mariño. En vano algunos patriotas del uno y otro bando procuraron iniciar conferencias para prevenir el uso de las armas homicidas; antes solo sirvieron de ocasión para que Mariño y Bermúdez, olvidados de su dignidad, se insultaran por medio de cartas y recados sin ningún modo ni respeto. Anunciaba todo para el 3 de diciembre un rompimiento inevitable; mas por dicha no apareciendo al amanecer en el campo de Mariño muchos oficiales y soldados que con Carrera habían pasado en la noche  al de Bermúdez, de tal suerte se produjo en la mañana la deserción en San Francisco, que a las doce del día Mariño  y los pocos que le restaban leales atropelladamente  abandonaron el pueblo  y a paso largo se encaminaron  a Caripe, bien que perdida toda esperanza  de abrigo y defensa.

Bermúdez atravesó sin demora el Guarapiche que tenía por en medio, y ocupó a San Francisco. Despachó luego en persecución de los fugitivos a Montes y encomendó a Carrera la custodia de Cumanacoa. Montes alcanzó a la gente de a pie y la hizo volver, y recogió gran cantidad de armas y pertrechos abandonados en el camino. En Caripe se le presento el 5  Mariño con algunos oficiales, y también el R. P.  Fray Tomás de Caltaseras, que en Catuaro había hecho prisionero Carera a su regreso de Cariaco.

Penosa ansiedad se manifestaba en la mañana de 6 en el vecindario y la tropa de la Villa de San Francisco al anunciarse la próxima llegada de Mariño. Como nadie había averiguado los designios de Bermúdez para con su competidor abatido, en unos dominaba el temor, en otros la duda de un mal recibimiento.  Bien serían las diez cuando al fin dejose ver Mariño  con algunos a caballo; a la entrada del pueblo le presenta armas y le bate  marcha la división allí formada de antemano: rompen los aires  los vivas y aclamaciones a la patria y al gobierno, y en estrecho abrazo  con Bermúdez, que le cierra el paso, ahogan ambos  y olvidan su ominosa enemistad y rencores. Comprometiose Mariño a alejarse de la provincia y Bermúdez a embarcarlo  para Margarita cediendo complaciente a los motivos de delicadeza aducidos por Mariño para no convenir  en presentarse  al Libertador en Guayana. Con ese acuerdo, se separaron al rayar el alba del 8; Mariño tomó la vía de Caripe, Bermúdez la de Cumanacoa.

Razones de consideración personal, por una parte,  de agradecimiento, por otra,  respecto de Mariño, fueron sin duda las que  movieron en su favor el ánimo de Bermúdez. Nacido en la opulencia y favorecido con el don simpático de la belleza varonil, había además recibido Mariño, con relación a su época, una educación esmerada, sin descuido, a fuer de caballero, de la equitación y de la esgrima, en las que llegó a alcanzar insigne destreza. Apuesto en su persona, culto en sus modales, suave en sus costumbres, arrojado, dadivoso y galante tenía que ser por fuerza bien quisto de las damas en el estrado como también el ídolo del soldado en el ejército.  Favorecido así por la naturaleza y la fortuna, no conocía la envidian ni abrigaba en su pecho pasiones ruines. Por eso Piar, enemistado con él, le busca y le encuentra  benévolo en medio de su  deroniano. He aquí por qué no es el héroe  más digno de respeto pero si el más amable  en el drama de la emancipación.  Bermúdez, que conocía su bondad, no quiso ser un miserable.

No fácil sino muy aventurado era el embarco de Mariño para Margarita, hallándose el litoral de la provincia dominado por las armas españolas.  La Esmeralda fue el punto fijado  para verificarlo; pero había que luchar y vencer en Cariaco, guarnecido con dobles fuerzas  por consecuencia de la última excursión de Carrera; proporcionar buque en una playa poco habitada y sin ningún comercio exterior y regresarse debían sin tardanza las tropas que fueran a facilitarlo, por temor de quedar  cortadas por las que acudieran en auxilio  del enemigo desde las plazas inmediatas de Carúpano y Cumaná. Para practicar esas operaciones fue elegido Montes, de todos el más activo y arrojado. El 11,  en amaneciendo,  salió de Cumanacoa con 113  hombres hacia Poza Azul donde debía unírsele Mariño; juntáronse el 12 y en la madrugada del día siguiente emprendieron su marcha.  Puesto aventajado para una defensa, a la vez que paso forzoso, casi a la mitad del camino entre Cariaco y La Esmeralda, es el puente echado sobre el río  o caño que comunica la laguna de Campoma con la laguna de Cariaco. De sobresalto Montes acomete la Villa a las 7 de la mañana.  Dispersa al cabo  la prevenida guarnición que se defiende por cortos instantes, envía a su gente de a caballo a posesionarse  del puente antes que pudieran hacerlo los derrotados y sorprende  por remate una avanzada en La Esmeralda. Ninguna embarcación de porte se encontró en el puerto, fuera de seis canoas: en dos metiéronse Mariño, edecanes y equipajes y despedazáronse las restantes para impedir que en ellas se les persiguiera después que Montes abandonara la playa, como lo hizo a las 4 de la tarde, en el propósito discreto de dormir esa noche enseñoreado del puente referido. Dos horas duró la lucha  del día 14 en Cariaco, pues vueltos de su asombro  los realistas habían logrado reunir alguna tropa con que oponerse a Montes en ruda resistencia, vencida la cual, consiguieron los republicanos repasar sin ninguna dificultad  el río que rodea la población. En esos encuentros le mataron a Montes un soldado y le hirieron a tres. El enemigo tuvo de pérdida 10 muertos, 9 prisioneros y algunos heridos, más 11 fusiles y 450 cartuchos. El 16 Montes daba cuenta de su comisión en Cumanacoa.

Restablecido de esa suerte el orden y la concordia en la provincia. Bermúdez convierte toda su atención sobre la capital, para donde dispone  la marcha el día 21. Había reunido a las suyas las fuerzas de  Mariño, recogido el parque de éste, y recibido además con su secretario el teniente coronel  Ramón Machado 25 mil cartuchos de fusil enviados por el Libertador. Esperaba con el teniente coronel Torres, caballos y reses de Guayana, y tropas de Maturín,  con el coronel Pedro Gotilla. La guarnición de Cumaná fuerte de mil hombres, estaba por tanto en pie brillante. Tenía solo falta de organización y procediese a repararla hasta con el cambio de nombre de los batallones de que constaba, llamados Independiente, de Colombia, y de Cazadores, porque estos últimos carecían de instrucción. Se la dividió en dos brigadas de infantería, y cada brigada se compuso de dos batallones denominados: primero, segundo, tercero y cuarto, hasta que honrosamente adquirieran nuevos distintivos en las ocurrencias de la campaña. Formaban la primera brigada los batallones segundo y tercero, mientras que los primero y cuarto formaban la segunda. Para primer jefe de la primera brigada se escogió al general Rafael Guevara, y para segundo al coronel Francisco Carmona, que se ausentó a poco para Guayana; para primer jefe de la segunda brigada se escogió al coronel Manuel Isava, y para segundo, al teniente coronel José Manuel Torres. Eligiose para comandante del batallón número 1, (Cazadores), al teniente coronel Calixto Baza, y para sargento mayor al capitán Francisco Guiraud; para comandante del segundo (Colombia)  al teniente coronel Ildefonso Paredes, y para sargento mayor, al capitán José Leonardo Brito; para comandante del número tercero (Granaderos) al teniente coronel Ignacio Brito, y para sargento mayor al capitán Vicente Villegas, y para comandante del número cuatro (independiente),  al teniente coronel José María Carrera, y para sargento mayor,  al capitán Santiago España. El teniente coronel Domingo Montes continuó de comandante del batallón de Dragones.

No ignoraban los realistas de Cumaná la determinación de Bermúdez de marchar sobre la plaza; por lo cual rehacían las fortificaciones interiores, desmantelaban las de la Boca del Monte y de Capuchinos que quedaban fuera de la línea principal de defensa, y tomaban cuantas otras medidas de seguridad les sugería su discreción o cordura. Desasosegados y medrosos, fincaban su remedio en la vuelta del brigadier don Tomás de Cires, gobernador propietario porque el interino, coronel José María Barreiro no había alcanzado para entonces la reputación militar. Además su circunspección y probidad despertaban sospechas. No sabemos cual influencia ejercieron esos recelos; mucha, si se considera que Cires sucedió luego a Barreiro; poco o ninguna, por el lugar que en seguida ocupó éste en el ejército. Bravo soldado demostró su valor en jornadas memorables, pundonoroso caballero, rindió la vida en el cadalso con serenidad y gallardía. Bogotá fue testigo de su lastimoso martirio.

Pocos días duró la alarma en Cumaná, dado que un acontecimiento extraño vino a cambiar la intención deliberada de Bermúdez. La pujante división de Zaraza con la cual contaba el Libertador para dar comienzo a su campaña sobre Caracas, había sido destruida el 2 por La Torre en el sitio de  la Hogaza.

Para reparar en breve las pérdidas sufridas, dictó el Libertador, entre otras disposiciones, la Ley marcial en que imponía la pena de muerte a todos los varones de 14 a 60 años que se excusasen de tomar las armas en el actual conflicto de la patria; y despachó luego comisionados a las provincias libres en solicitud de tropas para una nueva campaña decisiva. 

De una manera vaga supo Bermúdez el 17 aquel desgraciado suceso; y presumiendo ser parte  en el plan de operaciones consiguiente, redobló su actividad en el apresto del cuerpo a su obediencia para estar a punto de prestar su ayuda y cooperación a la primera orden. El 21 recibió Bermúdez, con la confirmación de la fatal noticia, la Ley marcial, que hizo publicar al momento; y como también se le informara de que el coronel Juan Francisco Sánchez traía una columna de 200 hombres para coadyuvar a la recluta general y a la conducción de las tropas con que contribuyera la provincia, ordenó a Rojas la dejase en Maturín, por temor de que, si pasaba a delante, se fuesen a leva y a monte los patriotas, cuando el logro apetecido pendía más bien del engaño que de la fuerza.

El ayudante general coronel Sánchez se presentó solo el 24 en Cumanacoa. Traía además encargo del Libertador, que ignoraba todavía los acontecimientos de San Francisco, para arreglar pacíficamente, en términos honrosas para Mariño y decorosos para el gobierno, los sucesos sediciosos de la provincia. Este era el medio que indicaba una autoridad flaca y enferma que el más ligero accidente extenuaba y abatía. La causa nacional, sin vigor, aun tenía interés en conserva el influjo de Mariño, no en extinguirlo; porque  su concurso era indispensable  a la realización del propósito social, sus servicios útiles al deseado bienestar común. Una pretensión contrapuesta produjo entonces riñas más o menos lamentables; las produjo también después, con mengua del mismo principio de autoridad que se invocaba; pues cuando aquella carece de fuerza para hacerla obedecer, natural es que se exponga a un ridículo o menosprecio. Solamente la proeza de Boyacá podía consolidar la autoridad vacilante del Jefe Supremo.

Bermúdez determinó, una vez que hubo conferenciado con Sánchez, sacar las fuerzas de la provincia en auxilio del Libertador. Para poner por obra su pensamiento, llamó por la posta a los comandantes de los pueblos menos cercanos, so pretexto de practicar una correría o una revista general de las tropas. Penetrado el designio por los que asistían en Cumanacoa, encubrían mal su descontento, que se manifestó después sin rebozo en el vecindario; porque Bermúdez lo impuso, como a los demás del contorno, la emigración a Maturín, para que en su desamparo no quedase a merced del enemigo. Las familias comenzaron su salida el 27; para el 29 se señaló la salida de la división. El 28 trajo un correo de Guayana 72 despachos para los oficiales, con felicitaciones del Libertador para Montes por su merecido ascenso a coronel; pero las muestras de complacencia con que aquellos fueron recibidos por los agraciados, no alcanzaron a calmar la inquietud de Bermúdez, ocasionadas por el desagrado  con que se miraba  su empeño; y en la tarde se recogieron y depositaron en parque  cuantos pertrechos paraban  en poder de los soldados, con el objeto de evitar alguna funesta tentativa.

Inútil fue la cautela. En 1° noche, sorda y cautelosamente se dispuso una conspiración. Los conjurados extrajeron parque algunos cartuchos, que se distribuyeron en el seno del batallón cuarto. Cuando hubo amanecido se formó en la plaza  de Cumanacoa la división de Cumaná en disposición de marcha, como estaba ordenado; y momentos después se introdujo en la habitación del Comandante en Jefe el coronel Montes para anunciarle que las tropas  se inclinaban por la desobediencia. Montando en cólera, la cobija al brazo y la espada desnuda, se presenta amenazador ante los soldados el general Bermúdez.  Quiere conocer el poderío de la insurrección e interroga a cada cuerpo por sus oficiales. Los soldados del batallón cuarto hacen pública su rebeldía, y en los otros cuerpos se descubre algunos adictos. Montes, caudillo de la revuelta, está secundado por Carrera, Prado y varios oficiales de suposición y de aliento.  El desorden, la confusión reinan; unos aplauden, otros gritan, cuales celebran; pero todos aclaman al gobierno y al Jefe Supremo. Bermúdez reprime su furor, por no exponer su autoridad a mayor desacato;  empero persiste en su reprobada resolución. Eran ya  las 9 de la mañana. Los comandantes Paredes y Brito emprenden la marcha  con los batallones segundo y tercero (Colombia y Granaderos), Baza los sigue con una parte del primero (Cazadores), llevándose el parque. Guevara, Sucre e Isaba acompañan a Bermúdez. A poco el resto de los cazadores se desmanda. La deserción comienza a menoscabar reseguidas los otros dos cuerpos. Montes lo ha observado todo, porque con maliciosa previsión ha venido atisbando el menor movimiento de las tropas de Bermúdez. Como legua y media habían ya caminado éstas, cuando Montes se decide a acercárseles. Presentase en la retaguardia; escoltado por algunos dragones, y exige de Sucre interceda con Bermúdez para que le oiga breve rato. Bermúdez accede. Montes le advierte la disolución que amenaza a la división: le insta por que regrese a Cumanacoa a reorganizarla; bien para lanzarla contra el enemigo en el territorio de la provincia o, de ser imprescindible su presencia en Guayana, para nombrar jefes   de los soldados renuentes, que los gobernase y dirigiese en su ausencia. En una palabra, le demostró que en la actualidad urgía especialmente el restablecimiento del orden. Bermúdez conviniendo con estas razones retornó a Cumanacoa a las 2 de la tarde.






Sucre, en oficio del mismo 29, después de narrar el acontecimiento de ese día, con todos sus pormenores, al Jefe del Estado Mayor General; los resume así, con no escasa elocuencia:

“Son casi inexpresable los sucesos que se atropellan uno sobre otro tan raros y extraordinarios en una ocurrencia semejante; no podré por consiguiente detallarlos a usted como se han presentado, y me limitaré a decirle que  los figure usted en la convulsión más espantosa, no tanto por la conspiración en sí cuanto por el modo en que fue desenvuelta la perfidia y mala fe de sus autores, en la que muchos en el acto mismo del motín y antes de emprender la marcha los cuerpos que lo hicieron,  brindaron el exterior más sumiso y hasta humillante; y otros, que acababan de recibir premios y distinciones con profusión, desarrollaron los sentimientos de la más negra ingratitud y el carácter más sedicioso.”

“Por fortuna, añade, no alcanzaron jamás a ultrajar la autoridad suprema, acaso porque la presencia firme del general lo impedía o porque están sometidos a ella voluntariamente”.

Hombre de orden y, como militar, amante de la disciplina, repugnábale a Sucre por educación y por índole, toda turbulencia. Aquella naturaleza no la dominaba otra pasión que la gloria; por eso la alteza de sus sentimientos rechazaba cuanto conceptuaba de egoísta o de mezquino; por eso, el reducido teatro en que se hallaba no satisfacía su noble ambición. Convencido de su mérito ansiaba un campo más importante. Así es que prefería la plaza de ayudante general a la equivalente de jefe de estado mayor divisionario. “Yo había solicitado, continúa, mi salida de la división para ir a donde su Excelencia, libertándome de ser ni remotamente confundido con el brigandaje; pero aun no lo he considerado oportuno, y he preferido sacrificarlo todo por el bien general. No obstante yo espero que V. E. procurará mi incorporación en el Estado Mayor General, donde con mayores proporciones haré servicios más visibles, y tendré sobre todo el placer de encontrarme en la gran batalla  que va a decidir  tal vez nuestro destino.  Para cuando V. E. me conteste, con la reserva posible, habrán ya calmado  las agitaciones, y será la ocasión de separarme  de estos hombres  y de unos lugares  en que el vicio  de los tumultos no puede ser cortado  sino arrancado de raíz.

Las apreciaciones de Sucre, respecto del hecho, como hijas de la mala impresión del momento, no son desapasionadas. La disciplina militar no puede condenar lo que recomienda la convivencia de la comunidad; porque la fuerza pública no ha sido instituida sino para la garantía del bien social. El movimiento de la división de Cumaná facilitaba las operaciones de los realistas en la provincia; si la una acudía en socorro del ejército republicano, estos últimos reforzarían al enemigo. La idea de la división no alteraría de modo considerable los planes del Libertador. Tal movimiento hacia Guayana era propicio a los realistas y nocivo a los patriotas. Estos perdían graciosamente la parte de la provincia  adquirida, conservada  con grandes sacrificios y mermaba su fuerza la deserción; porque al soldado más indiferente no le es el abandono de su hogar y  de su familia; los españoles al contrario dominaban mayor extensión de territorio y podían aumentar sus tropas con nuevos reclutas. Estas consideraciones, desatendidas por Bermúdez, determinaron el alzamiento, no por un efecto de extraviado patriotismo, según dijo el Libertador, sino por amparar intereses muy sagrados.

El gobierno urgía por auxilios: los habitantes de la provincia por la conservación y defensa  del territorio reconquistado. Lo uno no excluía lo otro. La razón, la prudencia, la política movían a la conciliación de entrambas necesidades. La desechó Bermúdez por error,  no por capricho, según luego veremos.  Montes la impuso con energía, no por espíritu de oposición, sino de justicia, sin desvíos en el propósito, como lo comprueba su conducta. Tampoco  el Libertador la había echado en olvido; pues si es verdad que esperaba de Bermúdez la marcha con todas las tropas, por creerlas innecesarias en la provincia; no es menos cierto que se conformaba con que le enviase de ellas una buena parte. Pero Bermúdez persuadido de que lo primero era la positiva decisión del Libertador, acaso por escasa claridad en las órdenes superiores empeñóse ciegamente en obedecerle.

De manera que tanto por el apremiante compromiso de concurrir con sus fuerzas a Guayana como por el menos formal de proveer también a la defensa de los pueblos de su gobierno, diose prisa Bermúdez en el arreglo de su desconcertada división. Verificado resolvió marchar con los batallones primero, segundo y tercero, y dejar a Montes  con el mando  de un cuerpo de tropas que se denominó Campo Volante de Cumanacoa. En efecto, el 2 de enero salieron para Maturín los batallones  con instrucciones de efectuar en los pueblos de su tránsito una recluta general  y numerosa como fuese posible; y el 4 tomó la misma dirección el comandante en jefe.

El 5 de enero de 1818, dice Montenegro,  salió de Cumaná una columna de 450 hombres bajo el mando del teniente coronel don Eugenio Arana, y en la tarde del 7 intentó inútilmente, por dos veces,  desalojar del parapeto con que el coronel Domingo Montes cubría su posición en Cumanacoa,  en la dirección de aquella ciudad. Rechazado Arana con pérdida de un capitán y más de 30 hombres que quedaron en el campo y también con dos oficiales  y un crecido número de heridos; y convencido de que su columna  era muy pequeña  para desalojar  a Montes, el insistía en atacar de frente el parapeto levantado con acierto en la izquierda del rio Cumaná, a poco más de una milla de San Fernando, trató de flanquearlo introduciéndose por un bosque espesísimo, como lo consiguió esa misma tarde, pero sin poder batir  los 200 hombres de Montes que le habían impedido el paso, pues abandonaron oportunamente  aquel puesto y lo mismo a Cumanacoa donde entró Arana el 8,  retirándose aquellos hacia el interior, sin otra pérdida que tres prisioneros, a quienes cupo esta suerte por haberse retrasado.
Los patriotas no se alejaron mucho de Cumanacoa. Montes, dispuestas sus tropas en guerrillas, se propuso acabar a porciones al enemigo sorprendiéndolos por instantes. No muy allá de aquella villa, en Los Dos Ríos, Arana acomete con éxito a la partida que sobre seguro le disputa el paso; más en viendo nuevamente los escasos frutos de una lucha en que las adquisiciones, si algunas, son siempre costosas para los realistas, lejos de proseguir en pos  de los dispersos, contramarcha con presteza para Cumaná.

Bermúdez ignoraba estos sucesos cuando salió de Maturín en la mañana del 10  después de incorporar a sus tropas las pocas que pudo suministrarle la diligencia de Rojas. En el Tigre supo la ocupación de Cumanacoa por los españoles; y más adelante que, abandonada luego, la habían recuperado los patriotas. Libre con esto de cuidados y a pesar de las deserciones ocurridas en la marcha, se presentó en Angostura a mediados del mes,  a la cabeza de 600 infantes, en circunstancias en que la provincia se encontraba por completo desguarnecida; porque el Jefe Supremo, fiado en la promesa de Bermúdez se había partido ya con cuantas  tropas  allegara para el territorio de Apure, ansioso de realizar  junto con Páez se anhelada campaña. Para mientras durase, el Libertador confió a Bermúdez el empleo de Jefe de Oriente y le aconsejó muy especialmente como medida muy importante, el envío de 300 hombres con Sucre en defensa de los castillos de la Vieja Guayana, para impedir que el enemigo, tomando a bordo de su escuadra la guarnición de Güiria, invadiera por el Orinoco la provincia, sin riesgo ni embarazo. En consecuencia, Sucre se encargó  de las fortalezas el 31 de enero, nombrado por Bermúdez, de jefe de ellas y además de Comandante General del Bajo Orinoco, para que pudiera atender con más eficacia el objeto de su nuevo destino.

De suerte que Bermúdez, sosegado y tranquilo, permanecería por ahora en Guayana, en tanto que Montes, falto de medios y desatendido en sus necesidades, mantendría en alto la bandera de la revolución en el territorio de Cumaná con heroica firmeza”. Página copiada del bisemanario “SUCRE”  No. 75 del 30 de mayo de 1925.

INTERRUPCION DEL SITIO DE CUMANA.-

Entonces estando todo preparado para sitiar Cumaná, Bermúdez recibe órdenes del Libertador de trasladar todo el ejecito para Guayana. Se produce un conflicto  que ha podido degenerar en una ruptura de imprevisibles consecuencias para el ejército, ante la oposición de Montes, Carrera y Guevara negados a  abandonar Cumanacoa.  Todo se resuelve dejando a Montes y Carrera con los Dragones  a cargo de la defensa de la  Provincia.  En enero de 1818,  Bermúdez y Sucre, al frente de 600 orientales hace su entrada en Angostura.   

A  Domingo Montes y Carrera,  les corresponde defender el valle de Cumanacoa contra un batallón  de caballería bajo el mando de Arana, y   el 7 de febrero, logra rechazarlo, causarle daño   y guarecerse en los predios que conoce mejor que nadie.   Arana vuela sobre Cumanacoa y la encuentra desierta. El jefe realista pierde muchos hombres peleando contra las guerrillas de Montes y tiene que regresar a Cumaná.

A principios de 1818, vuelve Mariño desde Margarita para accionar sobre Cariaco, en conjunción con  Bermúdez  que avanza sobre Cumaná. Sucre esta otra vez  entre ellos, es el gran componedor. Cumpliendo órdenes del Libertador, regresa a Cumanacoa, en rol diplomático, para intermediar entre Mariño y Bermúdez.

El 11 de mayo Sucre escribe desde Cumanacoa al General Soublette, veamos la carta: “Como dije a V. S. el 1° edecán Muñoz llegó el mismo día con las contestaciones del señor general Mariño, que confirmaron nuestros temores: él se opuso a la incorporación de las tropas que mandaba a esta división, de que son parte, y anunciaba resistir con la fuerza a la fuerza si se daba un paso a Cumanacoa, sin arreglar antes los embarazos  que se presentaban; a que invitaba al señor comandante general ofreciendo  su influencia para calmar  la agitación de dichas tropas, y proponía tomar medios, para obrar contra el enemigo  de acuerdo  con esta división.

No obstante, la marcha se verificó el  2, en que llegamos a Guanaguana.  El 3 por la mañana entramos a San Francisco, y al amanecer el 4  me envió el señor comandante general con comunicaciones para el señor  general Mariño, y autorizado para transar las dificultades que hubiese a su paso  a Cumaná que era su objeto.  El 4 en la tarde llegué a las avanzadas de las tropas  del señor General Mariño, a dos leguas de este punto, y allí se me recibió por dicho señor.
Para contestarme, convocó una junta de guerra, en la cual aunque  él manifestó buena fe y obediencia al gobierno, los jefes que la componían  indicaron ideas fraccionarias que reprendí  con el carácter de mi comisión, y las hice presentes al señor general. Se concluyó la junta,  habiendo convenido que el señor general  Mariño marchase a ocupar a Cariaco y dirigirse sus operaciones hacia la costa  donde esperarían las órdenes  que su S. E. el jefe supremo le remitiese al señor comandante general y que este, con la división se moviese sobre Cumaná, y entre tanto se diese parte al gobierno de sus deliberaciones.  El señor general Mariño me propuso  privadamente que él quería con las tropas  hacer una tentativa por la costa de Curiepe, si el señor comandante general le prestaba los auxilios con que verificarlo, y me instó para que los adquiriese: el señor comandante general  desea aceptar su proposición; pero duda, porque teme, entre muchas cosas, la resistencia de dichas tropas a salir de este país,  y la verdad de la solicitud.
El 5 salí y regresé a San Francisco, y se dio la orden  por la tarde   para marchar el 6  la infantería, y el 7 los Dragones y la caballería, reunida del todo ya. El 8 entró la división en este pueblo  que lo encontramos solo, por la salida del señor general Mariño el 5.
Creemos fundamentalmente que Cariaco será  ocupado por nuestras tropas para hoy, y mientras se conviene la mejor operación  que deba ejecutarse  el señor general Mariño, apurando todos los medios para reunirlo, le escribe al señor comandante general , a fin de atraer  aquellas tropas, que incorporadas a la división  la harán de un número respetable” .(72)

Esta carta despeja todas las incógnitas relacionadas con la posición  de Mariño y la intervención de Sucre.


SUCRE OTRA VEZ ARBITRO EN LA DISCORDIA


Desde Maturín Sucre escribe al General Carlos Soublette el 26 de mayo de 1819, una  carta de sumo interés para comprender la situación de toda la provincia de Cumaná en ese momento tan delicado, en el que se jugaba el destino de la guerra;   cuya importancia en esos días era decisiva;   es todo un testimonio sobre las medidas que se iban a tomar, y   las decisiones  y acciones del propio Bolívar, veamos:
“Mi querido Carlos: Pensaba reducirme en esta carta  a saludarte y felicitarte porque la nueva organización del ejército  presenta la oportunidad de revivir nuestra correspondencia particular; pero venido aquí donde  me he informado  de varias cosas, creo útil trasmitírtelas para que tu prudencia use de ellas con la mejor ventaja. Por supuesto que tú estás enterado de las diferentes órdenes venidas a la división para la marcha de un número de tropas al Pao, y también de toda ella, y sabrás que los embarazos  presentados a conseguirlo han hecho multiplicar  una correspondencia  que ha llegado a ser fastidiosa entre los jefes que han entendido en esta cosa, de manera a agotar la paciencia  y a comprometer  el honor y la reputación  de que el hombre es justamente celoso.
La última medida tomada, fue enviar aquí a Padrón y Villegas en busca de la división, los cuales tuvieron una disposición  franca de Bermúdez (que estaba en la ciudad) de ir a Cumanacoa y procurar los medios  de preparar los ánimos  siquiera, cuya generosidad tuvo la retribución de una protesta de los comisionados  contra la inobediencia de Bermúdez a las órdenes del gobierno. Los tales comisionados acuciaron al pueblo que entre 15 días el ejercito de Oriente vendría a destruir esta división de canallas, y a quemar la provincia  y desolarla (como si pudiera  serlo más de lo que lo han hecho los mismos que…) y que en tanto no se verá aquí una res y que perecerían de hambre, con  otras mil sandeces muy propias a  agriar la gente y exaltar aun a los que no son chisperos. Bermúdez aunque las sufrió todas, no dejó de incomodarse, y estando aquí solo sin uno que pudiese enfriarle la sangre, dio al general Mariño una contestación algo fuerte que vi en Aragua a mi venida, y que he sentido porque no es conducente al menor provecho.
Los señores comisionados se fueron y por primera medida para justificar la resolución de cumplir sus amenazas han devuelto de estas inmediaciones algunas miserables cantidades de ganado  que varios particulares traían, a instancia de que fueran a buscarlo, para comprarlo aquí por cuenta del estado, porque has de saber que de 800 reses que ha consumido la división desde febrero, las 700 so compradas, y que a tal manera  se le ha reducido. La noticia de la devolución de este ganado la ha dado el teniente coronel Francisco Montes al comandante de esta plaza, y me la ha participado este para que la de a Bermúdez; pero como yo veo que de estos pasos se van a otros, no quiero escribírselo porque es enardecer los espíritus, y si lo hago a ti para que prevengan  unas disensiones de que ya estamos cansados y que tanto nos desacreditan.
Yo te había hablado por febrero de mis temores por la discordancia de las cosas cuando aun el ejército de Oriente no comprendía esta división; luego temí más, y aunque no me descuidaré en que por esta parte se conserve la paz, yo no sé las disposiciones de la otra gente y si las preveo en la especie de sitio  que nos han puesto, en las medidas impolíticas practicadas, y en las cuestiones que se asoman
Así, para evitar todo, como por la utilidad que redunda, yo he instado ahora a Bermúdez cuando lo encontré en Aragua por exponer todo a llevar la división al Pao, y ha sido empeñado en esto; no sé lo que resultará porque te aseguro que tiemblo cuando considero  que pueden renovarse las facciones pasadas; y aunque es verdad que nuestros trabajos por establecer el orden y la subordinación han dado provecho, y que los oficiales y tropas está contenidos, no es tanto que no se desconfíe de un paso que contraría del todo  las ideas que les ha arraigado  por un origen tan elevado. En fin,  se hará todo lo que se pueda  y ojalá que el resultado corresponda a nuestras intenciones.
Yo te avisaré de lo que se haga, pues como mi comisión por estos pueblos ya va concluida, me regreso mañana a Cumanacoa donde yo prepararé algo, particularmente en el batallón que manda   Jerónimo de que casi se extrajeron los 112 hombres que fueron al Pao y de que solo se han desertado 10, según los partes de Quintero (que los condujo) desde el sitio de Aymé. Yo espero que casi todo este batallón saldrá contento; ahora está el caso en el tránsito y en la conservación.
Tú me exiges en un oficio del 20 de abril  toda la relación de servicio y operaciones desde el 26 de febrero, y aunque te la enviaré, es una maldad que no se la exijas a Montilla que las tiene con otras que detuvo en su poder, de las que te remití con los últimos detalles de nuestra correría de la costa. Yo recibí estas órdenes en el camino  y hasta que llegue a Cumanacoa no te contestaré de oficio.
Yo escribo en esta ocasión al general  y le digo que tú te enterarás de algunas cosas  que pueden serle importantes, y como nada es más importante que la tranquilidad interior, y nadie sino él  y tu son los que mejor pueden conservarla , les aviso los asomos de rompimiento que veo, para el remedio. Yo le hice a Bermúdez escribirle muy dulcemente a Mariño desde Aragua, y aunque es verdad que Bermúdez tiene sus caprichos, también es cierto  que sus intenciones  son las más sanas y que todo lo sacrificará al bien de la Patria  que tanto nos cuesta. Bajo este pie puedes contar con sus pasos para todo y en esta inteligencia obrarás. 
         He sentido que con tu correspondencia de oficio no me has escrito dos palabras  de particular, pero vaya que esta certeza  te obligará a hacerlo, con otra que te he enviado por mano de Belén.
         Adiós; salud, gloria y fortuna; Jerónimo te abraza con los amigos, yo lo hago a los compañeros  y me repito siempre tuyo. Antonio.

J. A. Cova dice: “De no haber mediado Sucre, Mariño, irremediablemente, habría corrido la misma suerte  del infortunado Piar.
En el asedio de Cumaná, en la toma de Güiria, en los dos asaltos sobre Carúpano, en la ocupación de Río Caribe,  en la acción de Cantaura que jalonan lo mayores acontecimientos  orientales de los años 18 y 19, Sucre está presente, y se le ve en los combates en los sitios donde el plomo  devoraba más víctimas. En todas partes hace prodigios de valor  y con incansable actividad  vuela del hospital  de sangre  donde hace cuidar a los heridos  hasta las primeras trincheras  donde se hace necesario  alentar a los soldados”


DERROTA DE BERMUDEZ EN PUERTO DE LA MADERA 

  Mariño pues, establece su cuartel general  en el pueblo de  San Francisco y Bermúdez a  legua y media de Cumaná, estratégicamente ubicado en Puerto de la Madera.  Mariño toma Carúpano, pero es desalojado por Jiménez; y Bermúdez  es desalojado de Puerto de la Madera  por el propio Gobernador Tomás de Cires, al frente de fuerzas irresistibles.  Bermúdez y Sucre pasan a Angostura a unirse con Bolívar, y Mariño vuelve a  quedar dueño de su patio y de la situación en  la provincia de Cumaná. Se levanta el sitio de Cumaná de 1818 con pérdidas irreparables para las fuerzas patriotas.


Parte de guerra de la batalla de Puerto de la Madera

Don Tomás de Cires lleno de sagrado entusiasmo,  dice: “Establecido el enemigo en el Puerto de la Madera, a legua y media de esta plaza, determiné atacarlo  en sus trincheras con 700 hombres, que era mucha parte  de nuestra guarnición , y tuvo efecto mi  pensamiento hoy día de nuestro augusto soberano, con tan feliz suceso, que el enemigo desalojado a la bayoneta de sus fuertes atrincheramientos, dejó en nuestro poder las dos piezas de artillería que allí tenia, toda su caballería compuesta  de 130 caballos ensillados, copiosa porción de municiones; un crecido número de fusiles y lanzas, todas las reses que allí tenían, y el campo cubierto de cadáveres. Nosotros hemos tenido alguna perdida. Aun no se me ha dado el parte circunstanciado  de todo: cuando lo reciba lo trasladaré  a V. S. Cumaná 30 de mayo de 1818. (73)


URDANETA EN ORIENTE.

La toma de Barcelona por EL GENERAL RAFAEL URDANETA. En 1819, viendo el resultado favorable de la guerra, desde Angostura, el Libertador  le confió la liberación de Barcelona y Cumaná. Sale de Angostura con una división de 900 hombres, bajo su mando, lo acompañaba como Jefe de Estado Mayor, el no menos noble, general de brigada Manuel Valdés,  y los coroneles Miguel Borrás, Francisco Sánchez, Juan Montesdeoca, José Manuel Torres, y  Francisco Urdaneta, su hermano. El  8 de marzo arriba al puerto de Juan Griego en la Isla de  Margarita,  e inicia los movimientos preparatorios de la expedición. Contaba con las fuerzas mercenarias del general  Inglés, English y del alemán, coronel Uslar, un total de 1550 hombres bien pertrechados. En tres meses de duro trabajo logró organizar la División.  El Almirante Luis Brión, se encargó de preparar la escuadra formada por: 2 corbetas de guerra, 10 bergantines, 6 goletas y 8 naves menores. El general Mariano Montilla pasó a ser  Jefe de Estado Mayor por ser de mayor grado. El 16 de julio de ese año de 1819,  desembarcaron la División en la bahía de Pozuelo al Norte de Barcelona, y al día siguiente ocupó la ciudad, evacuada por orden del gobernador Juan de Saint Just, sin embargo  los reales se reagruparon y causaron mucho trastorno al ejército patriota. El General Urdaneta, que esperaba encontrar el apoyo de Mariño, Bermúdez, Monagas, etc.,  decidió abandonar la plaza y dirigirse a Cumaná, donde esperaba lograr la incorporación de los jefes orientales. 



Batalla de la Hogaza

Entre tanto Bolívar se prepara para invadir el centro y convoca  a los jefes patriotas. Morillo se entera de los movimientos de   Bolívar y sabe que irá sobre Caracas. Entonces ordena mover su ejército hacia Calabozo bajo el mando de La Torre,  que hábilmente cae sobre   Zaraza y lo derrota  en “La Hogaza”. La Torre  soberbio, ordena  prender fuego a la sabana creyendo que las fuerzas patriotas están ocultas en los pastizales; el fuego lo envuelve todo, pero solo mueren  heridos de ambos bandos que no pueden escapar de las llamas.   La Torre pierde los pertrechos que había capturado y los propios de su ejército. Fue toda una catástrofe producida por la imprudencia  del  jefe realista.

En vista de las circunstancias, Bolívar cambia la estrategia, no va contra Caracas,  y ordena a los jefes orientales  sitiar nuevamente  Cumaná; todos concurren: Monagas desde  El Pao, Bermúdez y Sucre desde Guiria;  Mariño desde Maturín y Brión por el mar.  Cumaná esta defendida por 1000 hombres de los batallones “Reina Isabel”, “Granada” y “Urbanos”, y 45 cañones, todo bajo el mando de Don Tomás de Cires y los mejores oficiales españoles de esta zona.
 
La estrategia de Bolívar marchaba bien, sin embargo el incontenible  Domingo Montes, el 31 de agosto, compromete  la campaña en una acción inútil en la zona de Cariaco, defendido  por el valiente  capitán español   Noguera. Montes es derrotado completamente y pierde casi todo el parque, lo que tuvo consecuencias desastrosas en el ejército de Mariño que terminó por  retirarse del sitio, y se perdió una gran oportunidad  ya que Bolívar en persona estaría al frente de las acciones.

Don Laureano dice que  Bermúdez, Mariño y Sucre en los años 18 y 19, no dejaron pasar una semana sin pelear, a veces derrotados a veces vencedores, pero nunca desalentados”. (74)

Bolívar, reconciliado con Mariño,  sigue paso a paso la guerra en oriente;  le había escrito a Mariño el año 13 sobre la unión de los esfuerzos para una misma causa, las más sublime, la causa de la libertad de la República.  Mariño le responde el 15-01-1814, y plantea la posibilidad de unir las fuerzas de “los dos departamentos independientes”, lo que da una idea de su arraigo telúrico.

 Santiago Mariño es el Libertador de Oriente, de un Estado independiente, el ideólogo provinciano que organiza el Estado y los municipios  de las provincias orientales de Cumaná, Margarita y Barcelona, pensando en su unidad geográfica y política; y con tal ideología  llega triunfador hasta Bocachica, donde derrota al implacable Boves, y llega a  la cita de La Victoria con un ejército levantado por él, con  un estado mayor general de destacados patricios, entre los cuales figuran Bermúdez, Valdez, Azcue, Manuel Isava, Armario y Sucre,  primer ayudante de Mariño desde el  5 de febrero de 1814, para él Bolívar está a su mismo nivel y en las mismas circunstancias.

Pero Bolívar ve las cosas distintas desde un panorama más amplio,  como escribe Laureano Villanueva, Bolívar “no cabe en los moldes de la humanidad. Los demás hombres pueden ser juzgados  y comparados entre si; desde Sucre hasta Washington, desde Miranda hasta San Martín, desde Santander hasta Páez;  El no: El es único, incomparable, magnífico de fuerza sobrenatural por encima de los hombres  y de la historia…” (75)


MORILLO VUELVE A LA PROVINCIA DE CUMANA

Desde Ocaña en la  Nueva Granada, Morillo se informa de la situación  de la provincia de Cumaná, y vuela en auxilio de Don Tomás de Cires, cercado por Mariño, y el regreso de Bolívar al frente de una bien organizada expedición. Llega  a principios de junio de 1817 y encuentra al Brigadier Don José de Canterac que había venido desde España al frente de un poderos ejército compuesto de dos batallones: Navarra y Burgos con 800 plazas cada uno. Dos escuadrones de lanceros con 360 plaza cada uno; dos compañías de caballería de 192 plazas cada uno; una compañía de artilleros de 80 plazas, equipajes y demás pertrechos de guerra.
         Morillo ordena a Canterac atacar a Cariaco, y lo hacen el 10 de junio; derrota convincentemente a los patriotas de Mariño que se refugian en Carúpano. En Cariaco no solo se pierde una batalla sino que acaecen dolorosas bajas, muchos jefes patriotas pierden la vida entre ellos el Capitán  Pedro José Sucre y Alcalá, hermano del Mariscal; y el Teniente Coronel Rafael Jugo, Secretario de Mariño. En esos días se hizo famoso el indio Macario Martínez, que aterrorizaba a las familias carupaneras, y al cual Canterac acogió de buen grado para cometer cientos de fechorías contra las principales familia cumpliendo instrucciones de de Morillo.

         Morillo y Canterac se unen el 14 de junio  en la isla de Coche, y el 15 desembarcan en Margarita por el puerto de Los Varales, donde los patriotas presentaron fuerte resistencia bajo el mande del pundonoroso margariteño coronel José Joaquín Maneiro. El mismo Morillo se encargó de escribir sobre la valiente actuación de los margariteños: “La retirada la verificaron con el mayor orden, y no hubo mata ni árbol en que no se sostuvieran  con tanto valor como las mejores tropas”. Morillo además recibe el refuerzo de mil doscientas plazas del coronel Juan de  Aldama, y se inicia la ocupación de toda la isla. Dice Bartolomé Tavera Acosta, que en: Los Varales, Porlamar,  El Valle, Pampatar, Caranta, Pan de Azúcar, El Calvario, Libertad, El Mamey, Asunción, La Raya, Matasiete, Copey, Los Robles, Portachuelo de Tacarigua,  San Juan, Juangriego, puede decirse que no hay palmo de tierra margariteña, donde sus hijos no le disputaran el triunfo a sus contrarios”.(76)

Todo acabó para Morillo después de la voladura del fuerte de Juan Griego donde se inmolan con las fuerzas realistas los patriotas Manuel Salazar y Juan Fermín, y la derrota en la cumbre inmortal de Matasiete el 31 de julio de 1817.

Morillo lleno de rencor regresa a Cumaná y ordena incendiar los pueblos de Cumanacoa, San Fernando, Aricagua y Arenas, y sale con sus menguadas fuerzas hacia Caracas, mientras que Canterac es enviado hacia el Perú.

El 31 de diciembre de 1817 Bolívar inicia la campaña del Guárico y avanza hacia Caracas. Bermúdez no puede acudir a la cita con Bolívar, porque Mariño, con tropas margariteñas y de Cumanacoa vuelve a la provincia de Cumaná, desacatando la orden del Libertador y Bermúdez se ve obligado a enfrentarlo. 

Los sucesos se precipitan: Bolívar organiza el gobierno en Guayana, convoca a elecciones, funda el Correo del Orinoco, llegan refuerzos de diferentes nacionalidades, sobre todo ingleses. Decide atacar al Virreinato de la Nueva Granada.  Bolívar comisiona a Santander para preparar la marcha del ejército sobre Bogotá, atravesando la cordillera andina; da órdenes a Páez, Anzoátegui,  Zaraza, Sedeño, Monagas, para concentrar sus fuerzas en San Juan de Payara.  


BOLIVAR LLAMA A SUCRE.

Al comenzar el año 1820, Bolívar ordena el traslado de Sucre al Cuartel General Libertador asentado por entonces en el bajo Apure, y ambos jefes se encuentran en el río Arauca.  Sucre le escribe  a Soublette: “En la mitad del camino de San Juan a Achaguas encontré al general  que me hizo regresar con él a Angostura…” (76)

Sucre  da poca importancia a este encuentro, sin embargo veamos cómo nos lo cuenta Don Ángel Grisanti, después de pasar por el tamiz de los chismes:

“En 1819 el Libertador goza de la plenitud de sus facultades intelectuales y del esplendor de su genio político. Asombra al mundo y  eclipsa las proezas de los más grandes guerreros  de todos los tiempos, remontando triunfalmente el páramo de Pisba, con tropas de tierra caliente y sin equipo de invierno.
Con genial estrategia y asombrosa táctica sorpresiva había triunfado en Gámeza, Pantano de Vargas y Boyacá. Y uno de sus sueños más hermosos era una radiante y gloriosa  realidad: Nueva Granada era ya independiente.
Y realizado ese sueño venturoso, tornó a Angostura, en Venezuela,  resuelto a plasmar, como un Dios,  el ancho mundo gran colombiano. Viene por los llanos, “tierra ancha y tendida, toda horizontes como la esperanza; toda caminos como la voluntad”.

Navega luego sobre el Orinoco, alígero y triunfante como el Dios de las aguas. Regresa redactando por entre las selvas salvajes de Guayana, el más profundo, elevado y perfecto de sus documentos políticos: su mensaje al Congreso de Angostura.
En sus pupilas fulgurantes destellan los reflejos de gloria de las grandes victorias. Rebosante de júbilo, el corazón pletórico le ensancha el pecho angosto. La euforia del triunfo lo posee. Ríe, y su risa riza las aguas caudalosas de aquel “mar de agua dulce”. (77)
“Entre tanto en el Congreso de Angostura, en el cual había puesto él  la salvación de su genial concepción política y la estructuración constitucional de la Gran Colombia, los diputados partidarios de Mariño y Arismendi atacan con encono su política; piden su destitución, le acusan de arbitrario. Propagan que a fracasado militarmente en Nueva Granada; que la derrota sigue sus pasos, y él ha dejado marchitar los laureles que la victoria  había colocado sobre su frente portentosa.  Su hegemonía se tambalea.  Arismendi a sido sacado de la cárcel y es nombrado Vice-Presidente de la República, como paso previo para asaltar luego la Primera Magistratura.
Los fulgurantes reflejos de gloria  han huido ahora de sus pupilas de fuego. Nubes negras se agolpan en sus ojos fijos, y la “bilis negra” que tan injusto lo convierte a veces, parece haber minado su organismo.  Una lividez espectral cubre su faz. El Libertador está sombrío. El mar de agua dulce se le ha convertido en mar de agua salada y amarga. En alas del misterio han llegado a sus oídos los funestos acontecimientos de Angostura. Un sigiloso mensajero se ha llegado seguramente hasta su improvisado campamento  ribereño.
Medita cejijunto y hosco. Los orientales, parece pensar, son incorregibles. Estos demagogos han convertido  el gran colombiano Congreso de Angostura en un Congresillo de Cariaco. El cruento fusilamiento de Piar fue, pues, inútil. El sometimiento de Mariño es una farsa. (Bolívar es unitario de alma y cuerpo. Los explicables, por tradicionales, sentimientos  de federación de los Caudillos de Oriente, no se los explica ni los comprenderá jamás el Libertador.

Y el joven Sucre, oficial cumanés a quien tanto ha distinguido  y que debe estar con Bermúdez y surgió con Mariño ¿estará mezclado en estos desórdenes y en connivencia  con su antiguo jefe?   Y, de repente, divisa una curiara que navega aguas arriba.

-¿Quién viene en esa curiara? –pregunta.

-El general Sucre   -responden.

Y en el volcánico pensamiento del Libertador la sospecha se convierte e realidad y hecho consumado. El joven Sucre ha sido  ascendido por el gobierno faccioso. Sucre ha seguido, no cabe duda, el tortuoso camino  de sus antiguos conmilitones.

Y el Libertador, como impulsado por un resorte, salta y grita fuera de si: No hay tal general Sucre.

La curiara que conduce al futuro Gran Mariscal  de Ayacucho atraca. Sucre se explica. El Vice-Presidente  señor Zea me ha ascendido al grado de general  de Brigada, quizá exagerando el valor de mis servicios  a la causa de la Patria; pero yo no he aceptado el ascenso  sino provisionalmente, constreñido por las necesidades de la guerra. Nunca pensé aceptarlo  sin la ulterior y definitiva  decisión de Vuestra excelencia.
         Mi hermano Gerónimo ha escrito a V. E. tres veces, en su nombre y el mío, pidiéndole incorporarnos al ejército bajo sus inmediatas órdenes. Hemos hecho también todos los empeños que nos han sido posibles  a fin de que  el señor Vicepresidente Zea nos permitiera el pase al ejército de Vuecencia, y no hemos podido lograrlo, a pesar de los esfuerzos nuestros y de nuestros amigos. Repugna a nuestro espíritu de orden los desordenes que se han sucedido últimamente en Angostura, que ponen en peligro la independencia de la Patria.
         Bolívar abarca entonces en toda su grandeza la talla moral del joven guerrero que tiene delante; se compenetra de la lealtad a toda prueba que le profesa, y de que, aquel patriota integérrimo no se ha mezclado en las conjuraciones de Angostura. Abraza efusivamente al joven paladín, cuyas múltiples facultades ponderará poco después en Cúcuta, y resuelve sacarlo a la luz convencido de que algún día rivalizará sus glorias.
         Y de aquella tempestad inicial, oportunamente despejada, y gracias a aquel ígneo resplandor de relámpagos, se fundieron para siempre jamás dos almas gemelas  en la gloria, en la vida y en la muerte”. (78)


BOLIVAR Y SUCRE UNIDOS PARA SIEMPRE

         “A comienzos de 1820  Sucre fue llamado al cuartel general Libertador asentado en Apure desde 1819, cuando Bolívar había unido sus tropas con las de Páez en Matecal Entre San Juan de  Payara y la isla de Achaguas, se produce la unión de Sucre y Bolívar, con qui camina hasta Angostura, de aquí a San Juan, en donde recibe el encargo el día 16 de enero de ir a las Antillas a comprar armamento. En abril regresa de su misión y marcha con parte del armamento adquirido, a Cúcuta y Santa Fe, habiendo dejado la otra parte en Angostura”. (Sucre en la memoria histórica. De Antonio Vargas Ramírez y otros)

         Desde aquí Bolívar envía a Sucre a formar una escuadrilla para trasladar el ejército y proveerle de víveres con el nombramiento de de Jefe al Servicio de Oriente y Guayana.  Sucre cumple el mandado con toda exactitud y  eficiencia y le escribe  a Soublette:

“Para el mantenimiento de las tropas que Ud. conduce, he contratado con el comandante de este punto cien pesos de casabe y algún dulce, y con el coronel Torres en Moitaco la adquisición de otros ciento…” (79) En otra carta: “En el bongo Orinoco bajaron 500 arrobas de carne  salada para Santa Cruz de las que había aquí…Dejo la orden a este comisionado, que cuanta sal pase por aquí  la embargue sin excepción alguna…” (80). Nada se  escapa al genial subalterno y todo lo hace con impecable orden, valor y constancia.

 Bolívar deposita toda su confianza en Sucre, se da cuenta de lo que promete aquel joven oficial de 25 años;  lo manda a las Antillas a comprar fusiles, plomo y sables, para lo cual le entregó 80.000 pesos que trajo Santander, con las siguientes instrucciones:

“El Teniente Coronel Gómez entregará a U. S. 60.000 pesos en oro y plata de la India. Esta cantidad la empleará U. S. del modo siguiente:

Primero.- Si hay una esperanza inmediata, o han llegado ya a Angostura tres o cuatro mil fusiles, los entregará U. S. al gobierno; pero si no han llegado  ni se esperasen, marchará U. S. inmediatamente con ellos a las Antillas a emplearlos en fusiles, sables papel, pólvora y plomo.   
           Segundo.-  U. S. está encargado de mandar y conducir a Cundinamarca, por lo menos cuatro mil fusiles, y hasta diez mil o doce mil, si hubiesen llegado  o estuviese por llegar.
Tercero.-  Llevará igualmente mucho papel, trescientos sables con tiros (que los hay en el almacén)  limas de todas especies,  acero y la pólvora que se pueda conducir.
Cuarto.-   Para estos gastos y los demás que sean necesarios  para la conducción  de dichos efectos, tomará U. S.  la cantidad a que alcance el valor de estos gastos, de los 60.000 pesos de que va encargado, siempre que el gobierno no tenga  los medios necesarios  para suministrara estos objetos.   
Quinto.-   U. S. está autorizado completamente por mí, para usar el dinero que se le a confiado, y todos los oficiales, buques, caballos, bogas y víveres que sean indispensables para llevar a Cúcuta y Santa Fe los elementos de guerra ya mencionados además llevará U. S. trescientas o cuatrocientas varas  de paño azul, encarnado o verde, o de otro color de uniforme, y botones de ordenanza.
Sexto.-   Recibirá U. S. del Capitán Machado, todo el dinero que conduzca de Cundinamarca, y lo agregará a la cantidad  de que va encargado, entregándole el competente recibo; sirviendo de orden  para la entrega, la manifestación de este artículo.   
Dios guarde a U. S. muchos años. Cuartel General  en San Juan de Payara, enero 16 de 1820. (81)

Sucre las cumple al pie de la letra. Para el 29 de febrero ya  le escribe al Libertador dándole razón de su cometido: “…le diré  a V. E. que aquel conduce a la disposición de V. E. 1600 fusiles, 90 quintales de pólvora, 90 de plomo, 24 mil balas, 10.000 piedras  y 112 resmas de papel. (82)

Y a Santander en una larga carta  del 7 de marzo, le dice: “Mañana salgo  al mar, ya en busca del armamento que debo llevar a Santafé; y si mis medidas anticipadas y mis esperanzas no son frustradas, creo que en 30 o 35 días estoy de vuelta en Angostura, si no con 6000 fusiles, con 4000 al menos,  y otros objetos de guerra” (83).

Y el 23 de abril le escribe al Libertador: “… el 15 del presente he regresado de las Antillas de la comisión que V. E. me ha confiado; y vienen conmigo 4.232 fusiles, sables de dragones y de oficiales, papel, limas  cuero, paños y los demás artículos encargados por V. E. para el Departamento de Cundinamarca. (84)






SUCRE EN 1820 JEFE DEL ESTADO MAYOR GENERAL DEL EJERCITO LIBERTADOR

La carta que define su actuación antes de su nombramiento  como jefe del estado mayor general del ejército Libertador,  es del 9 de octubre de 1820, dirigida al subjefe del estado mayor general, que dice:

“S. E. desea que el batallón Bogotá, sufra lo menos que sea posible en la marcha, a fin de que llegue completo al cuartel general, y considerando que debe en estar ya en los vales de Cúcuta, previene a V. S. que lo haga descansar antes de emprender una nueva marcha.
Por las órdenes comunicadas a V. S. anteriormente, este cuerpo aunque haya llegado no habrá seguido sin que estén preparadas en el tránsito las raciones que debe consumir, puesto que sin esta medida sería exponerlo  a perecer como  se ha indicado. Si como se cree no a salido, dispone  S. E. que marche el batallón Anzoátegui tomando de los víveres que haya en las jornadas, los que necesite hasta llegar al cuartel general , y que se procuren nuevas raciones para el Bogotá que seguirá pocos días después del Anzoátegui.
Siempre se adelantaran los oficiales itinerarios que soliciten con mucha anticipación la comida de sus cuerpos, lo cual se observará también cuando  hayan de venir  Tunja y Vargas, que aunque dan más tiempo a prevenirle víveres, también encuentran el camino  con menos recursos. Estos oficiales  comprarán  todas las alpargatas que hubiese y harán construir  las que necesitaren sus cuerpos.   
Los jefes de los batallones serán bien instruidos  de las medidas que debe tomar para impedir la deserción, en lo que pondrán el mayor celo; harán las marchas lentas pero con los descansos absolutamente necesarios; conservarán el mayor orden y serán advertidos de la recomendación que merecerán, presentando sus cuerpos  con las menores faltas posibles.
Los batallones vendrán completamente municionados, y con ellos se remitirán, o antes si fuere dable, todas las municiones que se estén elaborando y que vayan elaborándose y que vengan de Apure, anticipando los avisos necesarios al gobernador  de Mérida para que disponga los bagajes que ira a recibirlos  en el puente de Chama; que vengan también muchas alpargatas y que se construyen  siempre más.
Inste V. S. nuevamente por la marcha de los batallones Tunja y Vargas para primeros de noviembre  pero cada uno con 1000 plaza, pero buenos y fuertes; que esté perfectamente  equipados  porque ninguna falta podrá repararse aquí. V. S. hará responsable  a sus comandantes generales de aquellas provincias, del cumplimiento de esta orden de S. E.
Repita V. S. las solicitudes de dinero al Excmo. Señor vicepresidente de Cundinamarca, y que estas solicitudes sean reiteradas. De V. S. órdenes continuas  para la venida del ganado a los comisionados en Guasdualito, Guaca y Santa Bárbara, pues cada vez se hace más difícil el mantenimiento del ejercito  a que solo puede bastar  mucho ganado cuando no hay dinero  bastante para comprar el pan a los precios excesivos que se consigue.
Ya debe haber llegado a Guasdualito el coronel Encinoso: que el armamento que conduce suba volando a San Cristóbal para armar los cuerpos  que ha de venir para el ejército. El coronel Vélez remonta el Arauca con 2000 fusiles; que se traiga también a San Cristóbal.
El batallón Anzoátegui recogerá todos los atrasados  de los cuerpos de la Guardia  desde la Grita hasta  aquí. Los hará veni con mucho cuidado.
Luego que el señor general Urdaneta esté mejorando de de sus males, que venga el Dr. Foley acompañándolo.
Tengo el honor de comunicarle  a V. S. esta disposición de orden de S. E. Dios &.  Sucre.

Un oficial con esas cualidades no podía pasar desapercibido al Libertador; de inmediato se da cuenta de sus talentos, de la necesidad que tenia de sus servicios. Era necesaria la organización minuciosa del ejército; necesitaba un oficial que se ocupara de preparar y hacer el seguimiento de sus planes, de instruir y dar órdenes con la discreción necesaria  a los altos jefes de la revolución, ni él mismo podía hacerlo sin causar trastornos y resquemores. Sucre era un genio de  logística y de la diplomacia, en él era un don natural.

SUCRE MINISTRO


Por otra parte, su honestidad, el sentido del honor, su patriotismo, su valor, toda su personalidad.  Las cuentas de Sucre, publicadas en sus memorias, dan razón de la diligencia y la prudencia empleadas en la ejecución de la delicada misión que le encomendó;  y de la inversión de  los dineros, para él sagrados,  que escrupulosamente utilizó según las órdenes  del Libertador.

Manuel Alfredo Rodríguez, en el prólogo del libro “Sucre en la memoria histórica, dice: “La brevedad e intensidad de la vida de Sucre –tan solo 35 de tránsito vital-  lo asemejan a un como flamígero cometa cuyo rastro de luz no se desvanece a través de las edades. Siempre sorprenderá –valga el tópico- que una vida tan corta  haya sido tan pródiga en admirables ejecutorias. Admira sobremanera que el ritmo de esa juventud estuviese acompasado  por un sentido de misión  y una cabal aceptación de los deberes inherentes a la asunción y el desempeño del cometido.  Fue jefe con la naturalidad  de quien había aprendido,  desde sus días de muchacho  recién alistado, el conocimiento del arte militar y el ejercicio del don de mando”. (85)

    Tan entusiasmado quedó Bolívar del desempeño de Sucre,  que respondió a Daniel Florencio O’Leary, que preguntaba por él: “Es uno de los mejores oficiales del Ejército; reúne los conocimientos profesionales de Soublette, el bondadoso carácter de Briceño, el talento de Santander, y la actividad de Salóm; por extraño que parezca, no se le conoce ni se sospecha sus aptitudes. Estoy resuelto a sacarlos a la luz, persuadido de que algún día me rivalizará”. (86)

Entre tanto pasaban cosas en el mundo. En España hay movimientos derivados del movimiento constitucionalista;  el 19 de abril de 1820, Fernando VII Rey de España, envía una proclama  a los americanos, en vista de haber firmado la Constitución de Cádiz, en la cual invoca sus sentimientos generosos y clama por la paz.

“Desesperanzado Fernando –dice Yánez-  que Morillo pacificase la Costa Firme, destinó un formidable ejército a las órdenes del Conde del Abispal primeramente, y después del Conde de Calderón Don N. Callejas, aquel Callejas que por matar y cortar orejas como Zuazola había sido antes hecho Virrey de México por la Regencia, cuya expedición quedó sin efecto por la insurrección de la tropa en vísperas de dar la vela. Don Rafael Riego destinado con su batallón  de Asturias para venir a la América fue el primer móvil  y el autor principal  de la insurrección: en el pueblo de San Juan de las Cabezas proclamó la libertad de España y la Constitución decretada por las Cortes en 1812, siendo su primer paso  el arresto del General  en Jefe del Ejército  de Ultramar y su remisión a la isla de León donde se hallaba el grueso de éste.  Con su batallón y alguna poca gente que agregó a él  corrió por los pueblos de Andalucía que repitieron y aclamaron la Constitución, y con tanto entusiasmo  que Fernando hubo también de proclamar y jurar la dicha Constitución. La resolución de Riego  fue sostenida en la isla por Quiroga y otros tres más, de modo que estos cinco  se llamaron los héroes de la revolución del 20” (87).

De resultas de la revolución de Riego y Quiroga, no pudo zarpar de España la flota pacificadora, pero si llegó la paz ofrecida graciosamente por su Majestad a través de Morillo, incapaz de obtener una victoria  por las armas, deviene en ofrecer un armisticio.

Bolívar conoce muy bien lo que está pasando en España, sabe de la derrota de los ejércitos del Rey  por las fuerzas de Riego y Quiroga; sabe que Morillo trata de asimilar estos hechos y busca un armisticio. En efecto, en junio  Morillo se dirige al Congreso reunido en Angostura, y propone el cese de las hostilidades. El 20 de Junio desde Valencia, se dirige a Bolívar y le envía dos comisionados, Don Francisco González Linares y Juan Rodríguez del Toro, con proposiciones de paz.

Sucre llegó a San Cristóbal el 27 de agosto de 1820, el Libertador salió para Cartagena. Sucre le escribe:
“Mi apreciado General, ayer he llegado aquí y he sentido no tener el gustos  de verlo, pero informado por el General Urdaneta de su pronta vuelta, me felicito de verlo en breve  triunfante de la empresa de Cartagena.
Me ha instruido Urdaneta de mi destino y espero la llegada de los cuerpos  que se me encargan para dedicar mi poca utilidad a su instrucción y al mejor servicio;  en tanto anticipo a Ud. las gracias, especialmente por estar satisfechos mi deseos  de seguir la campaña  en el ejército que Ud. mande personalmente. Adiós mi querido General, reciba Ud. mis saludos y la sinceridad afectuosa con que lo ama su apasionado amigo, obediente servidor-. A. J. Sucre.

La prudencia, la oportunidad y la constancia, estaban del  lado de Sucre. Por enfermedad de Briceño  Méndez,  el 27 de setiembre el Libertador lo nombró  Ministro  interino de Marina y Guerra; y con este carácter lo acompañó en la campaña  para ocupar Mérida y Trujillo.

El Cronista de Mérida, hace un preciso estudio del trabajo de  Sucre en los Andes, dice:

“A mediados de 1820 el Libertador abre operaciones  sobre los andes venezolanos con el contingente de tropas denominadas “La Guardia colombiana”. Bolívar encomienda su jefatura a Urdaneta y a Sucre. Es la primera vez que pisa las montañosas tierras del occidente venezolano. Las enfermedades de Urdaneta y Briceño Méndez llevan a Sucre a ocupar el cargo de Ministro interino de guerra y la jefatura del Estado mayor libertador “cuyo destino desempeñó con asombrosa actividad” según testimonió el propio Bolívar.
Sucre conoce los Andes por el Táchira procedente de Guasdualito, vía Cúcuta. El ánimo era muy bueno según lo expresa el mismo  en carta al Libertador fechada en san Cristóbal el 28 de agosto de 1820: “En tanto anticipo a Ud. las gracias, especialmente por estar satisfechos mis deseos  de seguir la campaña  en el ejercito que Ud. mande personalmente”.   El 21 de septiembre llegó el Libertador  a la villa de Don Juan de Maldonado. Y el 27 del mismo mes firmó el decreto en el que le confía a Antonio José de Sucre los Ministerios de Marina y Guerra por enfermedad del titular  coronel Pedro Briceño Méndez.
El 29 y el 30 se septiembre  está Sucre en Bailadores desde donde oficia como titular del Ministerio de Guerra.  Al Alcalde de Bailadores le comunica “que haga publicar un bando previniendo a los vecinos que vuelvan a sus casas bajo  la seguridad que el gobierno les ofrece a fin de que dedicándose a sus trabajos pueda fomentarse esta jurisdicción de los males  que ha sufrido  durante la permanencia del enemigo.
Debió entrar juntamente con el Libertador  a Mérida el primero de octubre a las once de la mañana, acompañado del estado mayor “entre las aclamaciones  y aplausos de un pueblo que ha justificado siempre sus sentimientos patrióticos”, como escribe el propio Sucre.  Buenas referencias tenia de la ciudad serrana. No sabemos si se alojó en la misma vivienda que era la del coronel Rangel.
Apenas cuatro días permaneció el General Sucre en la ciudad de Mérida, los mismos que el Libertador,  pues el objetivo era llegar cuanto antes a Trujillo. La campaña a través de los Andes había sido relativamente fácil, pues los realistas se daban a la desbandada cuando se enteraban  de la cercanía de las fuerzas patriotas.
La situación de toda la ruta era desastrosa. Sucre escribe el 2 de octubre desde Mérida al señor jefe del estado mayor general “que todo el territorio entre Cúcuta  y Ejido está exhausto de todo medio de subsistencia y que por tanto es necesario que las tropas traigan su mantenimiento”. Y al vicepresidente de Cundinamarca le expresa: “la permanencia de una división enemiga e estos lugares por más de un año han agotado de tal manera  los medios de subsistencia  que las familias mismas del país han estado  y están a perecer, y con sus solicitudes apenas se ha conseguido en cada pueblo  un poco de pan para racionar la tercera parte de la división. Si afortunadamente no su hubiese traído algún ganado, abría sido imposible la marcha  o estarían disueltos los cuerpos“. Más adelante añade: “el territorio esta tan destruido  que hacer la menor exigencia  a los vecinos  sería quedarnos  sin un hombre  que trabajase  ni que nos proporcionase  un pan”.
Su sagaz espíritu de militar analista le lleva a afirmar  que no se debe buscar a Morillo para exponerse a una batalla sin todas las probabilidades de ganarla. “Nuestra actitud (de espera) los obliga (a los realistas) a la paz.  Las marchas de los batallones deben ser lentas y descansados  para que la tropa se conserve contenta y sin enfermar porque las raciones  son escasas” (88).

ARCHIVO DE SUCRE.


  El mismo día 27 de septiembre de 1820, Sucre abre un archivo o libro, conocido como “COPIADOR”,  donde trascribe la correspondencia de su ministerio. Se insertan en él 27 oficios y 2 proclamas del Libertador, que han venido a ser el mejor texto de historia de aquellos acontecimientos. Sucre trabaja incansablemente en los planes de Bolívar, que lo prevé todo con vista a  Carabobo;  y en tratar con Morillo El Armisticio y el Tratado de la Regularización de la Guerra. Veamos algunos textos:

El 7 de octubre desde Trujillo, Sucre le escribe a Santander, Vicepresidente de Cundinamarca: “Una rápida marcha sin perder un hombre, ha libertado las dos patrióticas provincias  de Mérida y Trujillo.  El 2 entró la guardia del Libertador en Mérida…”

En esa carta narra con  detalles la acción de los coroneles Rangel, Gómez, Infante y Segarra, que pasaron el páramo de Mucuchíes y derrotaron a la vanguardia de la 3° División Real, y le tomaron todo el parque. Los detalles de la toma de estas provincias se conocen con exactitud  gracias a las cartas de Sucre.
      
El 8 de octubre vuelve a escribir a Santander,  pidiendo recursos de Cundinamarca  para el ejército y dando una visión logística de la situación  y  la ubicación de las diversas fuerzas, para atacar y derrotare  a Morillo.

El 9 de ese mismo mes, en  carta para el subjefe de Estado Mayor, se ocupa de la ubicación del Batallón Bogotá y el Anzoátegui,  en Cúcuta.
Le  toca actuar en el delicado asunto del valiente mayor Leal, comandante del batallón Tunja, acusado de conducta incorrecta, por lo cual es enviado a campaña para rescatar su honra, para lo cual escribe al Vicepresidente de Cundinamarca.

El mismo 9 le escribe al General Páez: “Han llegado a manos del Libertador las comunicaciones de 6 de setiembre que V. S. dirige al señor General Urdaneta con los números 1, 2, 3, 4,5. S. E. aprueba la contestación de V. S. al brigadier Morales, aplaude la que ha dado al comandante Guadarrama, y queda en cuenta de las noticias  del comandante Torralba a quien V. S. habrá empleado con su guerrilla como haya juzgado conveniente… Dirijo cerca de V. E. a mi edecán el teniente coronel Ibarra para que a la voz le instruya a  V. E. de la situación del ejercito, de las disposiciones para la reunión de todos los cuerpos, de nuestras ventajas  y de las operaciones  que V. E. debe ejecutar hasta incorporárseme en Guanare. (89)
El 10 de octubre, la importante carta de Bolívar a Bermúdez: “Al aproximarse este ejército y el de Apure sobre las provincias enemigas  en el mes entrante, va a quedar descubierta la espalda de Caracas, porque las fuerzas de Morillo no son suficientes a oponérsenos. V. S.  va a ocupar aquella capital indefectiblemente en los primeros días de diciembre porque es la ocasión  más ventajosa, más fácil y más segura de lograrla. Es una operación que dará a V. S. la mayor gloria y que será el golpe mortal  del enemigo”. (90)

En la misma fecha Bolívar escribe al Jefe del Estado Mayor General,  en relación con la reunión de las fuerzas:  ordena que el batallón Anzoátegui venga al cuartel General recogiendo en el tránsito  los destacamentos de La Grita y Bailadores;  que dos días después siga el de Bogotá con marchas lentas;  que vengan los de Tunja y Vargas bien  equipados. Prevenga al jefe de Guadualito que suban a Teteto los fusiles que trae el coronel Encinoso.

El 18 de octubre, todo esta preparado para accionar sobre Carabobo, y Bolívar escribe al Vicepresidente de Venezuela dándole detalles: “El ejército del Norte, el ejército  de occidente, el de oriente, todos los ejércitos de la republica, todas sus tropas  van a decidir en una vez la libertad del país y para que sea pronta y feliz han de ser simultáneas las operaciones. Todos los cuerpos tienen órdenes de movimientos;  para asegurar el suceso  he pensado la utilidad  de una expedición sobre las costas  de Curiepe. En Margarita se hallan muchos soldados  de los cuerpos de English y D’Eevreux  que quedaron en hospitales, y deben agotarse  las otras tropas  y recursos del país para verificar la expedición”. (91)

El 26 de octubre Bolívar escribe al General Pablo Morillo sobre el Armisticio, y después de disculparse por no haber podido realizar la entrevista en Apure, le dice: “Daré a  Ud. una idea  de las bases que propongo para el armisticio. Con el objeto de que si son asequibles mande V. E.  sus diputados  a tratarlo y concluirlo en mi cuartel general.
1.- Habrá un armisticio general de 4 o 6 meses e todos los departamentos  de Colombia. 
2.-  Este ejército ocupará  las posiciones  en que se encuentre  al acto de la ratificación del tratado.   
3.-  La División de la Costa  tomará posesión  de las ciudades de santa marta, Río Hacha y Maracaibo, sobre las cuales están  enmarca, y probablemente debe rendirlas
4.-   La división de Apure tendrá por línea divisoria todo el cerro  de la Portuguesa desde donde le entra  el río Biscucuy hasta el Apure cuyas aguas también la dividirá del territorio español: por consiguiente toda la provincia de Barinas y el territorio de Guanare abandonados ya por los españoles, será ocupado por nuestras armas.
5.-   La división del Oriente conservará  el territorio que ocupe  al acto de la ratificación  del tratado.
6.-   La división de Cartagena conservará las posiciones que ocupe al acto de la ratificación del tratado.
7.-   La división del Sur conservará el territorio  que haya dejado a sus espaldas  en su marcha a Quito, y conservará las posiciones  en que se encuentre  a la notificación del tratado.
Si alguno de estos artículos pareciese a V. E. contrario a los intereses de España  y no sea por consiguiente admisible, suprimiremos dicho artículo  o artículos  dejando por aquella parte  abiertas las hostilidades. (92)

Para tratar con Morillo Bolívar nombra una comisión formada por Sucre, Pedro Briceño Méndez y José Gabriel Pérez; Morillo nombró a Ramón Correa, Juan Rodríguez de Toro y Francisco González de Lima.

El 23 de noviembre les escribe desde Sabana Larga: “Señores comisionados:
He recibido anoche las notas respectivas que se han pasado las comisiones de los dos gobiernos. Apruebo la contestación que VV. SS. han dado a los señores negociadores del gobierno español    Contestaré a los artículos dudosos. El armisticio no debe durar  más que seis meses, prorrogable como se ha contestado. Los límites no pueden ser otros que los de la provincia de Caracas. El artículo 5° es negado. Los artículos 6°,7° y 8° concedidos. El 9° se acepta con placer, y para el 10° autorizo a VV. SS. para que, conforme al derecho gentes más lato, entablen y concluyan un tratado con los negociadores del gobierno español, a fin de evitar a la humanidad el sacrificio que hacen de ella  los gobiernos beligerantes.  Propongan VV. SS. que todos los prisioneros sean canjeables inclusive los espías, conspiradores y desafectos, porque en las guerras civiles es donde el derecho de gentes  debe ser más estricto y vigoroso, a pesar de las prácticas bárbaras  de las naciones antiguas. En todo caso, nos quedará el honor de haberlo pretendido. Dios Guarde a VV SS. Muchos años.

En Noviembre,  Sucre se dedica casi por completo a trabajar sobre el armisticio, y  el 13,  en compañía del coronel Ambrosio Plaza, se entrevista con Morillo en Humocaro Bajo.  Después de esta primera entrevista con Morillo, Sucre se dirige a Macoy, Cuartel General,  para informar a Bolívar sobre todo lo tratado.

El 25 de noviembre le escribe desde Trujillo:

Mi general: Llegó Álvarez ayer a las diez  y fuimos luego a casa de los comisionados, en consecuencia de lo que expresaba en oficio a Vd. Con él estábamos procurando arreglar nuestros negocios conforme a éste, cuando llegó Medina a las doce  con su última comunicación aprobando las líneas  pedidas por nosotros. Sin hacerlo entender a los comisionados, dejamos la cosa como estaba. 
 Vd. Creyó sin duda que el Manapire quitaba una parte del nuestro  territorio en el Oriente; y nosotros cuando lo demarcamos como línea divisoria con el plano a la vista, vimos muy bien nuestras posiciones fuera de ella.
No ha venido aun la contestación de Morillo ahora que son las 6 de la mañana; pero la esperamos de uno u otro momento. El señor Correa y demás se prometen que quedará exactamente convenido en nuestras últimas proposiciones; si hubiere embarazos se arreglará que nos estemos en nuestras actuales posiciones, conforme Vd. dice que estipulemos en último caso.
Álvarez me dice de parte de Vd. que tratemos de abreviar este asunto, el cual lo habíamos detenido expresamente porque así lo previno Vd.  a Briceño. Se apurará a concluirlo, aunque sea necesario que uno de nosotros  vaya casa de Morillo, y aunque Vd. al aprobar esto no envía el poder para que este comisionado  pueda terminar  las cosas con aquel general: yo pensé que lo hubiera dicho Vd. siquiera en el oficio. Yo estoy desesperado  porque se concluya la cosa esta, para que resolvamos lo que deba hacerse en cualquier caso.
El Dr. Foley no pudo irse ayer, pero lo hace ahora: Álvarez y Medina saldrán a las 7 porque almorzarán  y veremos si en tanto llega la respuesta de Morillo para que la lleven.
Ayer me ha hablado el señor Correa con mucho aplauso de Vd.: el pobre antes no había podido ni  hablar con sus enfermedades, es un excelente hombre. Se me ha extendido mucho en sus conversaciones sobre la felicidad que debe prometerse  este país independiente, dirigido por un buen gobierno, y me ha dado sus pareceres para la política y policía que es necesaria a contener el bajo pueblo. Linares me ha hablado tanto, que me ha asegurado piensa ver en Caracas se haga una junta de notables  para que nombren un diputado  a la corte  (a más de los diputados en cortes) que vaya a manifestar la situación de este país y la necesidad de conocer  la independencia. Agrega que él hará el sacrificio  de separarse de su familia  y tomar el encargo de uno de estos comisionados. Adiós mi querido general. Sucre.

Vuelve a escribirle ese mismo día: “Mi general: Son las nueve y venimos de  casa de los comisionados. Contestó Morillo insistiendo en sus líneas  demarcatorias por la primera nota y concediendo nuestro paso  franco por Barinas, en cuya capital quedaría un comandante militar de ellos con un asistente para facilitar  nuestras comunicaciones: que pasarán nuestras tropas  por el territorio español de Maracaibo acompañadas de un oficial  español; que la línea de Guanape a Unare y seguido la corriente de éste, es la natural de aquel país: que el artículo 5° se entienda solo  a la devolución de desertores con la condición de no ser castigados, y que el tratado de regularización de la guerra sea conforme a los principios de las naciones más civilizadas. Paree que por fin Morillo ha dado a ellos autoridad para terminar la negociación.
Después de las negociaciones se ha convenido  que el Apure a Santo Domingo  por Barinas, Boconó, y línea divisoria de Trujillo a Caracas sea nuestra demarcación, con la condición de que en la ciudad de Barinas no haya cuerpos de tropas sino nuestro comandante  y caballería (peones) necesarios para el transporte de nuestras comunicaciones  y recursos. Yo quise negar esta condición, pero Briceño y Pérez me han dicho que a nosotros no nos importa  nada que haya tropas  en la ciudad cuando, podemos ponerla en los pueblos  inmediatos; además han considerado la condición sobre  Carache que nosotros reclamamos: que las guerrillas que haya en nuestro territorio, al lado acá de Santo Domingo, y las nuestras en el de ellos, se reúnan a sus ejércitos  respectivos si quiere hacerse, y si no,  queden en sus casas  si son como vecinos, como simples ciudadanos  desarmados  con toda libertad y respeto. En el alto llano será la línea que ellos  a propuesto, debiendo en caso  que haya tropas nuestras entre Unare y Guapo, indemnizarnos con pueblos al otro lado del Unare sobre la costa de Barcelona. El artículo 5° tuvo muchas discusiones y se ha convenido dejarlo en silencio porque los comisionados  dicen que no quieren contradecir a Morillo que insta sobre esto. Sobre Maracaibo es cosa justa su condición; pero nosotros tendremos el comercio  de la laguna franco aun para el exterior del país. Todo lo demás esta corriente.       
 Briceño ha quedado con ellos para redactarla negociación, que será firmada hoy, y nosotros demoraremos  algo hasta la noche  por si Vd. nos observare alguna falta contra los intereses  el país.  En toda la noche irá a Vd. el tratado de armisticio  para su ratificación, a ver si Linares sale con él  al amanecer en busca de la ratificación de Morillo. En el tratado se habla con mucha claridad y exactitud, y Vd. lo verá luego. El señor Linares interesa en  salir al amanecer.
El general Morillo ablando a estos señores les dice que, concluido el armisticio, vean si Vd. quiere permitir ir a Sana Ana para darle un abrazo; que vendrá el día que Vd. señale y del modo que indique, pues su deseo es conocerlo y presentarle personalmente su amistad particular. Estos señores me dicen  que pida a Vd.  Contestación para que el señor Linares  la lleve a Morillo, expresando, en caso de acceder, el día en que Vd. irá a Santa Ana, &, No me atrevo ni a indicar mi opinión sobre esto; Vd. verá que hace. Yo creo a esos señores de buena fe, mas Vd. es el jefe de nuestro gobierno. Parecía mejor que Morillo viniera a Trujillo donde hay alojamiento  y comodidades, &. &.
El tratado de Regularización de la guerra  lo propondremos hoy, tan generoso, liberal y humano  como Vd. lo desea.
Álvarez queda aquí  para llevar a Vd. el tratado para su ratificación &. El señor Correa  y Toro, lo desean ver. Acaso irán allá si Vd. no viene, y Vd. me dirás si pueden ir.  Adiós mi general.

Bolívar se apresura a contestar ese mismo día 25: “A los señores comisionados: Desde que me resolví a facilitar  los medios de concluir esta guerra, también me resolví a hacer todo género  de sacrificios  para obtener la paz. Por tanto VV. SS. Están autorizados para concluir  el armisticio en los términos que se han propuesto entre ambas comisiones. Mañana iré a esa ciudad, y después  tendré la satisfacción de ver al general Morillo en Santa Ana.  Dios guarde a VV. SS. Bolívar.

El Libertador comprende que Sucre se ha hecho imprescindible en estos asuntos  y lo nombra Jefe de su Estado Mayor en sustitución de Soublette  que pasa a la Vicepresidencia del Departamento de Venezuela.
El 27  salen Bolívar y Sucre para Santa Ana, donde Pablo Morillo, los espera.   Se inicia el debate sobre los textos aportados por ambos mandos, y por fin se aprueban:


ACTA DEL ARMISTICIO.

Deseando Los gobiernos de España y de Colombia transigir las discordias que existen entre ambos pueblos; y considerando que el primero y más importante  paso  para llegar a tan feliz término es suspender recíprocamente las armas para poder entenderse y explicar, han convenido nombrar comisionados  que estipulen y fijen un Armisticio;  y en  efecto ha nombrado, a S. E. el General en Jefe del Ejercito expedicionario  de Costa Firme  Don Pablo Morillo, Conde de Cartagena, de parte del gobierno español a los señores Jefe Político de Venezuela Don Ramón Correa Alcalde primero constitucional de Caracas Don Juan Rodríguez  Toro y Don Francisco González de Linares; y S. E. el Presidente de Colombia Simón Bolívar como jefe de la República, de parte de ella, a los señores Generales de Brigada Antonio José de Sucre, coronel Pedro Briceño Méndez y teniente coronel José Gabriel Pérez, los cuales habiendo canjeado sus respectivos poderes el 22 del presente mes y año, y hecho las proposiciones en el Tratado de Armisticio bajo los pactos que constan en los artículos siguientes:
Art. 1.-  Tanto el ejército Español como el de Colombia  suspenden sus hostilidades de todas clases desde el momento que  se comunique la ratificación del presente Tratado, sin que pueda continuarse la guerra ni ejecutarse ningún acto hostil entre las dos partes en toda la extensión del territorio  que posean  durante el Armisticio.
Art. 2.-   La duración de este Armisticio será de seis meses contados desde el día en que sea ratificado; pero siendo el principio  y base fundamental  de él  la buena fe y los deseos sinceros que animan  a ambas partes  de terminar la guerra, podrá prorrogarse  aquel término por todo el tiempo que sea necesario  siempre que expirado el que se señala, no se hayan concluido las negociaciones que deben establecerse  y haya esperanzas de que se concluyan.
Las tropas de ambos ejércitos permanecerán en las posiciones que ocupen al acto de intimarles la suspensión de hostilidades; mas siendo conveniente señalar límites claros   y bien conocidos  en la parte que es el teatro principal de la guerra, para evitar los embarazos  que presenta la confusión de posiciones se fijan los siguientes.  Primero: el río Unare remontándolo desde su embocadura al mar hasta donde recibe al Guanape: las corrientes de este  subiendo hasta su origen: de aquí una línea subiendo hasta el nacimiento del Manapire: las corrientes de este hasta el Orinoco: la ribera izquierda de este hasta la confluencia del Apure: este hasta donde recibe a santo Domingo: las aguas de este hasta la ciudad de Barinas, de donde se tirará una línea recta a Boconó de Trujillo, y de aquí la línea natural  de demarcación que divide la provincia de Caracas del Departamento de Trujillo- Segundo: las tropas de Colombia  que obra sobre Maracaibo  al acto de intimárseles el Armisticio podrán atravesar  por el territorio  que corresponde al ejército español, para venir a buscar su reunión  con los otros cuerpos de tropa de la República, con tal que mientras que atraviesen  por aquel territorio  los conduzca un oficial español.  También se les facilitarán con este mismo objeto  las subsistencias  y trasportes que necesiten, pagándolos.  Tercero: las demás tropas de ambas partes  que no estén comprendidas  en los límites señalados, permanecerán como se ha dicho en las posiciones que ocupen, hasta que los oficiales  que por una y otra parte se comisionarán, arreglen amigablemente los límites que deben separar el territorio en que se está operando, procurando transar  las dificultades que ocurran  para la demarcación de un modo satisfactorio  a ambas partes.    
Art. 4.-  Como puede suceder que  al tiempo de comunicar este Tratado  se hallen fuera de las líneas de demarcación que se han señalado en el artículo tercero algunas tropas o guerrillas que no deben permanecer en el territorio  que estén ocupando, conviene  - primero: que las tropas organizadas que se hallen en este caso, se retiren fuera de la línea  de demarcación; y como tal vez se hallan alguna de estas pertenecientes al Ejército de Colombia en las riberas izquierdas del Guanape y del Unare, podrán estas retirarse  y situarse en Píritu o Clarines, o algún otro pueblo inmediato – y segundo:  que las guerrillas que estén e igual caso se desarmen y disuelvan quedando reducidos a la clase de simples ciudadanos  los que la componían, o se retiren también como las tropas regladas.  En el primero de estos últimos casos se ofrece y concede la más absoluta t perfecta garantía a los que comprenda, y se comprometen ambos gobiernos a no enrolarlos en sus respectivas banderas durante el armisticio,  antes por el contrario  permitirles que dejen el país en que se hallan, y  vayan a reunirse al ejército  de que dependen al tiempo de concluirse el Tratado.
Art. 5.-   Aunque el pueblo de Carache esta situado  dentro de la línea que corresponde  al Ejército de Colombia, se conviene en que quede allí  un Comandante militar del Ejército español con una observación de paisanos armados  que no exceda de 25 hombres. También le quedaran las justicias civiles que existan actualmente. 
Art. 6.-   Como una prueba de la sinceridad y buena fe que dicta este Tratado, se establece que en la ciudad de Barinas no podrá permanecer sino  un Comandante militar  por la República con un piquete de 25 hombres de paisanos armados de observación,  y todos los peones necesarios para las comunicaciones con Mérida y Trujillo, y las conducciones de ganado.
Art. 7.-   Las hostilidades de mar cesarán  igualmente a los 30 días  de la ratificación de este Tratado para los mares de América, a los 90 para los de Europa.  Las presas que se hagan pasados estos términos, se devolverán recíprocamente;  y los corsarios o apresadores  serán responsables  de los perjuicios  que hayan causado por la detención de los buques.
Art. 8.-   Queda desde el momento de la ratificación del Armisticio abierta y libre la comunicación entre los respectivos territorios para proveerse recíprocamente de ganado,  todo género de subsistencias  y mercaderías, llevando los negociadores y traficantes los respectivos pasaportes a que deberá agregar  los pases de las autoridades del territorio  en que hubiesen de adquirir para impedir  por este medio todo desorden.
Art. 9.-   La ciudad y puerto de Maracaibo queda libre y expedita para las comunicaciones con los pueblos del interior, tanto para subsistencias  como para relaciones mercantiles; y los buques mercantes  neutros o de Colombia que introduzcan efectos, no siendo armamentos ni pertrechos de guerra o los extraigan por aquel puerto para Colombia  serán tratados como extranjeros  y pagarán como tales los derechos,  sujetándose a las leyes del país. Podrán además tocar en ella,  salir y entrar por el puerto los agentes o comisionados que el gobierno de Colombia despache para España o para los países extranjeros y los que reciba.
Art. 10.-   La plaza de Cartagena tendrá la misma libertad que la de Maracaibo  con respecto al comercio interior, y podrá proveerse de él  durante el Armisticio para su población y guarnición.
Art. 11.-    Siendo el principal fundamento y objeto  primario de este Armisticio  la negociación de la paz, de la cual deben recíprocamente ocuparse ambas partes, se enviarán y recibirán  por uno y otro gobierno los enviados y comisionados que se juzguen conveniente a aquel fin, los cuales tendrán el salvo conducto, garantía y seguridad personal que corresponda  a su carácter de agentes de paz.
Art. 12.-  Si por desgracia volviese a renovarse la guerra entre ambos gobiernos, no podrán abrirse las hostilidades  sin que preceda un aviso que deberá dar el primero  que intente o se prepara a romper el Armisticio. Este aviso se dará 40 días antes que se ejecute el primer acto de hostilidad.
Art.  13.-    Se entenderá también por un acto de hostilidad el apresto de expedición militar contra cualquier país  de los que suspenden las armas por este Tratado;  pero sabiendo que  puede estar navegando  una expedición de buques de guerra españoles, no hay inconveniente  en que puedan haciendo  el servicio sobre las costas de Colombia  en relevo de igual número de los que  componen la escuadra española, bajo la precisa condición de que no desembarquen tropas.  
Art. 14.-   Para dar al mundo un testimonio  de los principios liberales  y filantrópicos  que animan a ambos Gobiernos, no menos que para hacer desaparecer los horrores  y el furor que han caracterizado  la funesta guerra e que están envueltos  se comprometen uno y otro  Gobierno a celebrar inmediatamente un tratado que regularice la guerra, conforme al derecho de gentes  y a las practicas más liberales, sabias y humanas de las naciones civilizadas.
Art. 15.-   El presente Tratado deberá ser ratificado  por una y otra parte dentro de sesenta horas y se comunicara inmediatamente a los jefes  de las divisiones por oficiales que se nombrarán  al intento  por una y otra parte.
Dado y firmado de nuestras manos  en la ciudad de Trujillo, a las diez de la noche  del día 25 de noviembre de 1820.

Ramón Correa, Antonio Josef de Sucre, Juan Rodríguez de Toro,  Pedro Briceño Méndez, Francisco González  de Linares,  Josef Gabriel Pérez.
El presente tratado queda aprobado y ratificado en todas sus partes. Cuartel general de Carache  a veintiséis de noviembre de mil ochocientos veinte.  (93) Pablo Morillo.  José Caparros. Secretario.

Simón Bolívar, Presidente de la República de Colombia. Se aprueba, confirma y ratifica el presente tratado  en todas y cada una de sus partes. Dado, firmado y sellado con el sello provisional  del estado, y refrendado por el Ministro de la Guerrea, en el cuartel general  de Trujillo a veintiséis de noviembre  de mil ochocientos veinte. Simón Bolívar. Por mandato de su excelencia Pedro Briceño Méndez.
Es copia del original. Trujillo, noviembre 27 de 1820. Guárdese, cúmplase y ejecútese el presente Tratado  como lo dispone S. E. el Libertador Presidente de la República. Publíquese en esta capital  y circúlese en todos los comandantes generales de provincia, generales en jefe dependientes de este departamento, y demás de quienes corresponda.  Carlos Soublette. José Luis Ramos. Secretario general  del departamento. (Correo del Orinoco, No. 90, Angostura, 23 de diciembre de 1820”.

Al otro día después de la firma del Armisticio, Antonio José de Sucre, Pedro Briceño Méndez y José Gabriel Pérez, presentaron a Morillo, el proyecto del Tratado de Regularización de la Guerra. A cuyo documento se le dio el mismo tratamiento que al proyecto de Armisticio, es decir después de ser discutido y analizado por ambas partes, fue aprobado en los términos siguientes:

TRATADO DE REGULARIZACION DE LA GUERRA FIRMADO   EN TRUJILLO EL 26 DE NOVIEMBRE DE 1820

Deseando Los gobiernos de España y Colombia manifestar  al mundo el horror con que ven la guerra de exterminio que ha devastado hasta ahora estos territorios,  convirtiéndolos en un teatro  de sangre, y deseando aprovechar el primer momento de calma  que se presenta para regularizar la guerra entre ambos gobiernos, conforme a las leyes de las naciones cultas,  y a los principios más liberales y filantrópicos, han convenido  en nombrar comisionados  que estipulen y fijen un tratado de regularización de la guerra y, en efecto, ha nombrado el excelentísimo, señor General en Jefe del Ejército expedicionario de Costa firme,  Don Pablo Morillo, Conde de Cartagena,  de parte del Gobierno español, a los señores  Jefe  Superior Político de Venezuela, Brigadier Don Ramón Correa, Alcalde  primero  constitucional de Caracas;  Don Juan Rodríguez del Toro  y Don Francisco González Linares: y el Excmo. Señor Presidente de la República de Colombia, Simón Bolívar, como Jefe de la República, de parte de ella, a los señores General de Brigada Antonio José de Sucre, coronel Pedro Briceño Méndez y Teniente Coronel  José Gabriel Pérez, los cuales autorizados competentemente han convenido y convienen en  los siguientes artículos:
Art. 1.-   La guerra entre España y Colombia se hará como la hacen  los pueblos civilizados, siempre que no se opongan  las prácticas  de ellos a algunos  de los artículos del presente Tratado, que debe ser la primera y más inviolable regla de ambos gobiernos.
Art. 2.-   Todo militar o dependiente de un ejército tomado en el campo de batalla aun antes de decidirse esta, se conservará y guardará como prisionero de guerra y será tratado  y respetado  conforme a su grado, hasta lograr su canje.
Art. 3.-   Serán igualmente prisioneros de guerra y tratados de la misma manera que estos,  los que se tomen en marchas, destacamentos, partidas, plazas guarniciones  y puertos fortificados, aunque éstos sean tomados  al asalto, y en la marina los que se unan aun al abordaje.   
Art. 4.-   Los militares o dependientes  de un ejército que se aprehendan heridos o enfermos, en los hospitales o fuera de ellos,  no serán prisioneros de guerra, y tendrán libertad para restituirse  a las banderas  a que pertenezcan, luego que se hayan reestablecido. Interesándose tan vivamente  la humanidad a favor de estos desgraciados que se han sacrificado  a su patria y a su gobierno, deberán ser tratados  con doble consideración y respeto que los prisioneros de guerra, y se les prestará, por lo menos, la misma asistencia, cuidados y alivios que a los heridos  y enfermos del ejército que los tenga en su poder.
Art. 5.-  Los prisioneros de guerra se canjearán  clase por clase y grado por grado, o dando por superiores el número de subalternos  que es de costumbre entre las naciones cultas.
Art. 6.-   Se comprenderá también en el canje y serán tratados como prisioneros  de guerra  aquellos militares o paisanos que individualmente o e partidas  hagan el servicio de reconocer u observar, o tomar noticias de un ejército  para darlas al jefe de otras.  
Art. 7.-   Originándose esta guerra de la diferencia de opiniones; hallándose ligados con  vínculos  y relaciones  muy estrechas los individuos que ha combatido encarnizadamente por las dos causas; y deseando economizar la sangre, cuanto sea posible,  se establece que los militares o empleados que,  habiendo antes servido  a cualquiera de los dos gobiernos, hayan desertado de sus banderas,  y se aprehendan bajo las del otro, no pueden ser castigados  con pena capital. Lo mismo se entenderá  con respecto a los conspiradores y desafectos de una y otra parte. 
Art. 8.-   El canje de prisioneros será obligatorio, y se hará a la más posible brevedad. Deberán, pues, conservarse siempre los prisioneros  dentro del territorio de Colombia, cualquiera que sea su grado y dignidad;  y por ningún motivo  ni pretexto  se alejará del país, llevándolos a sufrir males mayores que la misma muerte.
Art. 9.-   Los jefes de los ejércitos exigirán  que los prisioneros sean asistidos  conforme quiera el Gobierno  a quien esos correspondan, haciéndose abonar mutuamente los cosos que causaren.  Los mimos jefes tendrán derecho  de nombrar comisarios que, trasladados a los depósitos  de los prisioneros  respectivos, examinen su situación, procuren mejorarla y hacerla menos penosa su existencia.
Art. 10.-  Los prisioneros existentes actualmente  gozaran de los beneficios de este Tratado.
Art. 11.-   Los habitantes de los pueblos que alternativamente se ocuparen por las armas  de ambos gobiernos serán altamente respetados, gozarán de una extensa y absoluta libertad  y seguridad, sean cuales fueren  o hayan sido sus opiniones, destinos servicios y conductas con respecto a las partes beligerantes.
Art. 12.-  Los cadáveres de los que gloriosamente  terminen su carrera en los campos de batalla o en cualquier combate, choque o encuentro entre las armas de los gobiernos, recibirán los últimos honores  de la sepultura, o se quemaran cuando, por su número o por la premura  del tiempo, no puede hacerse  lo primero.  El ejército del cuerpo vencedor será el obligado  a cumplir con este sagrado deber, del cual solo por una circunstancia  muy grave  y singular  podrá descargarse, avisándolo inmediatamente a las autoridades del territorio  en que se halle para que lo hagan.  Los cadáveres de una y otra parte se reclamen por el Gobierno  o por los particulares  no podrán negarse, y se concederá  la comunicación necesaria para trasportarlos.
Art. 13.-   Los generales de los ejércitos,  los jefes de las divisiones y todas las autoridades estarán obligadas a guardar fiel y estrictamente este Tratado  y sujetas a las más severas penas por su infracción, constituyéndose ambos gobiernos  a su exacto y religioso cumplimiento, bajo la garantía de la buena fe  y del honor nacional.
Art. 14.-   El presente Tratado será ratificado  y canjeado dentro de 60 horas, y empezará a cumplirse  desde el momento de la ratificación y canje.

Y en  fe de que así lo convenimos  y acordamos nosotros  los comisionados  de España y Colombia, y firmamos dos de un tenor  en la ciudad de Trujillo, a las diez de la noche  del veintiséis de noviembre  de mil ochocientos veinte.

Ramón Correa, Antonio José de Sucre, Juan Rodríguez de Toro, Pedro Briceño Méndez, Francisco González de Linares, José Gabriel Pérez.
Libertador Presidente de la República de Colombia. Por cuanto los señores general de brigada Antonio José de Sucre, coronel Pedro Briceño Méndez y teniente coronel José Gabriel Pérez, mis comisionados para ajustar y concluir un tratado que regularice la guerra entre España y Colombia con os comisionados del Excmo. Don Pablo Morillo, conde de Cartagena, de parte del gobierno español señores  jefe superior político de Venezuela, brigadier Don Ramón Correa, alcalde primero constitucional de Caracas, don Juan Rodríguez  Toro y don Francisco González de Linares, han acordado y convenido el precedente Tratado de Regularización de la Guerra entre España y Colombia, el cual constante de 14 artículos ha sido firmado por ambas partes en esta ciudad de Trujillo el 26 de noviembre corriente a las diez de la noche. Por tanto y hallándole conforme a los poderes e instrucciones que comuniqué a mis dichos comisionados  he venido en aprobarlo, confirmarlo y ratificarlo, como lo apruebo, confirmo y ratifico en todas y cada una de sus partes.
Dado firmado y sellado con el sello provisional del estado  y refrendado por el ministró  de la guerra de la ciudad de Trujillo, a 27 de noviembre de 1820. Simón Bolívar. Por mandato de S. E. Pedro Briceño Méndez.
Archivo del Libertador. Sección O’Leary, T...XVII, parte primera. F.393.  (94)

Sin lugar a dudas, tanto el armisticio como el tratado, son ideas políticas del genio de Bolívar; pero el espíritu de Sucre esta allí, la colaboración de Sucre es indescartable;  el amor  que lo inspira y los aportes que hizo se perciben en el ánima, el lenguaje,  sus modales, educación, filosofía y se repiten después en muchos otros actos de su vida. Tenemos que repetir lo que escribió Bolívar “Ese tratado es digno del alma  del general Sucre; la benignidad, la clemencia, el genio de la beneficencia lo dictaron: él será eterno  como el más bello monumento de la piedad aplicada a la guerra: el será eterno  como el nombre del vencedor de Ayacucho…”

Rafael Ramón Castellanos al  analizar estos instrumentos, dice: “Cuando se hacen estudios, análisis y enfoques sobre el Derecho Internacional  Americano la referencia primordial  se cifra alrededor del Libertador, pero en ello hay cierta minimización de otros valores sustantivos. La participación de Bolívar fue increíblemente primordial y prioritaria para crear tal arquetipo histórico, pero en lo que concierne a estos dos instrumentos, sin la decidida colaboración de Antonio José de Sucre  todo hubiese conducido al mimo feliz término, pero no en tan corto tiempo ni con la prestancia  y categórico estandarte  de aceptación en los dos bandos  que asimilaron la lección mediadora y eficaz de un soldado acostumbrado  a parlamentar y a combatir con el espíritu y con el verbo  de amasar huracanes”.(95)

Jorge Salvador Lara citado por Rafael Ramón Castellanos, dice de ese tratado:
“Es prodigioso el hecho de que Sucre hubiese logrado estatuir en el Tratado de 1820 los principios y normas fundamentales del actual Derecho Internacional Humanitario. Y es  aún más significativo  el que algunas disposiciones  de este Tratado  quizá sean más avanzadas  de las que constan  en los convenios vigentes…” (96)

Nicanor Bolet Peraza, también citado por Rafael Ramón Castellano, dice: “Sucre, es el heroísmo luminoso, la virtud armada para redimir,  la modestia llevada a las cumbres por mano de la gloria. Sucre es la personificación  de todas las gallardías humanas…” (97)

El maestro de maestros cumanés Don José Silverio González Varela, dijo del Mariscal: “La carrera militar de Sucre terminó en la gloriosa  acción del Portete de Tarquí; terminó dejando el nombre del guerrero marcado con los sellos del valor, de la habilidad, de la clemencia. Esta noble carrera se hizo siempre  en los campos de batalla en que no fueron combatidos  sino enemigos de la Independencia, o enemigos  exteriores que invadieron el territorio  que Sucre debía defender. Aquella espada  jamás fue desenvainada para trastornar gobiernos, bien o mal establecidos: jamás para defender quiméricos proyectos; jamás para sostener guerras civiles,  ni hacer correr la sangre de los conciudadanos. ¡Cuán pocos generales americanos han dejado, en sus hechos, documentos tan solemnes  para que la historia les presente como modelos  del ciudadano armado en servicio y beneficio de su patria!

Domingo Badaracco, en su discurso publicado en el bisemanario Sucre el 27 de diciembre de 1924, propone: “Sobre su tumba bien pudiera gravarse, parafraseándolo para cuadrarlo en campo americano, el epitafio que para si  compuso el mayor trágico de la eterna Grecia: Aquí está Sucre. Los lúgubres llanos de La Puerta, Aragua y Urica; las triunfales alturas de Riobamba, Pichincha y Ayacucho, y el español altivo, de indómito coraje, dirán si fui valiente… ¡Ellos lo vieron!”

Para terminar este libro voy a transcribir los párrafos finales de mi discurso del 4 de junio de 2001, desde los muros del Castillo de San Antonio de la Eminencia:


¡Gloria a ti espíritu que brilla con la luz de la fama, testigo impertinente de todo lo bueno! ¡Gloria a ti redentor de un mundo nuevo que se agiganta en la percepción del verdadero tesoro del hombre, cual es la libertad! ¡Gloria a ti hijo predilecto de Bolívar, inspirador de la justicia, componedor de las nuevas relaciones  entre los hombres! Tú, ejemplo insustituible de la dignidad del hombre. Tú, que sobrepasas los linderos de la muerte y aun vives en la conciencia  de la humanidad. Tú, brazo fuerte  de la justicia y de la paz.  Tú, fuente de caridad y de amor; vuelve a nosotros, tan siquiera en un dedal  de tus cenizas, aquí encontrarás descanso a tus fatigas y consuelo a tu cansancio. Ven a nosotros hermano mayor  a cuidar a tu heredad, para que seamos lo cumaneses  dignos de tu alma justiciera, y que  desde aquí también alumbremos al mundo, como faro poderoso en el camino de la paz. ¡Gloria a ti vencedor de la muerte, victorioso siempre, por siempre jamás! 

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