RAMÓN BADARACCO
Sucre
Gran Mariscal de Ayacucho,
Mito y santidad
TOMO I
Cumaná
2007
Autor: Ramón
Badaracco
LIBRO:
SUCRE, BIOGRAFÍA SUCINTA
Copyright
Ramón Badaracco
Primera
edición 1997 -2007
1500
ejemplares
Hecho el
depósito de ley
Segunda
edición
Derechos
reservados.
Diseño de la
cubierta R. B.
Ilustración
de la cubierta R. B.
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Cumaná
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BOLÍVAR Y SUCRE.
“Créame,
General, nadie ama la gloria de Vd. tanto como yo. Jamás un jefe ha tributado
más gloria a un subalterno”. Simón
Bolívar.
“Agradezco
en mi alma la memoria que Ud. ha escrito en honor mío; si yo puedo retribuir
este favor con mi sangre misma lo haré por Ud” Sucre. 4 de abril de 1825.
“Si
Ud. pierde la ocasión de conocerse así mismo, ahora que la fortuna no le ha envenenado
el ánimo todavía con sus embriagueces halagüeñas, no aprovechará a Ud. nunca del
caudaloso fuete de talentos y virtudes que a colocado en Ud. la naturaleza.
Usted está llamado a los más altos destinos y yo preveo que Ud. es el rival de
mi gloria, habiéndome ya quitado dos magníficas campañas; excediéndome en
amabilidad y en actividad, como en celo por la causa común” Simón Bolívar.
… a fin de que
sepan que yo le he dado a Vd. el ser de Simón Bolívar. Si, mi querido Sucre,
Vd. es uno conmigo, excepto en su bondad y en mi fortuna. Bolívar.
INTROITO
Escribir sobre Antonio José
de Sucre Alcalá, “hijo bien amado del Padre de la Patria ” parece no tener
sentido, porque el tema ha sido agotado, suficientemente tratado, y son tantos
los buenos biógrafos e historiadores que lo han tenido como modelo, que uno más
parece sobrar; sin embargo, tengo mucho tiempo estudiando y acumulando notas sobre
nuestro ídolo, que me parece injusto no intentar un nuevo modo de ver al
Mariscal de la guerra y la justicia.
Es indudable que el acto
vivencial de Sucre, sobresale en hechos
anecdóticos que lo enaltecen y lo elevan espiritualmente entre sus compañeros
de armas como para crear el mito de su santidad: amor en abundancia, sabiduría manifiesta, valor a toda prueba, desprendimiento, idea
certera de la justicia en todos sus actos, infinita capacidad de perdonar
cuando se le injuriaba, agradecimiento memorioso, conducta impecable, honor
emblemático, humildad en ejercicio del poder,
ponderación, clemencia, bondad,
magnanimidad, todos esos tesoros de la
virtud se unen en un espíritu forjado como se forja, es cierto, la santidad.
Sin embargo, tan solo haré un recuento descarnado de aquellos actos y acciones
en los cuales participó o se cree que participó en Venezuela, y cuando sea
necesario insistiré en ello sin mayores explicaciones y justificaciones, con el
propósito de rescatar al Mariscal para Venezuela, porque siento que se lo
llevaron en cuerpo y alma, y su espíritu vela por regresar a su ciudad, la de
sus padres y abuelos, la de su pueblo.
Don
Ángel Grisanti, en su obra “Vida ejemplar del Gran Mariscal de Ayacucho”,
recogió muchos hechos que se adelantan a nuestra investigación; Don Ángel, en
efecto cuenta algunas anécdotas que sirven como ejemplos del mito de la
santidad de Sucre; que además de la biografía escrita por el Libertador, máximo
homenaje que pudo recibir Sucre en vida, sirve a esos efectos. Y aun podemos
entresacar de otras fuentes algunos hechos y anécdotas que han servido a esa
causa.
Nos cuenta nuestro coterráneo
Grisanti, acucioso biógrafo del Mariscal, que, en 1814, en plena “Guerra a
Muerte”, encontró Sucre a dos soldados del enemigo, heridos en combate; eran
ellos: un catalán de apellido Palau y un sargento Rodríguez. Sucre los anima a
huir, pero ellos alegaron que no podían hacerlo por estar imposibilitados para
caminar y así que, no tenían escapatoria y esperaban allí la muerte. Sabiendo Sucre
que Bermúdez los encontraría, tuvo piedad de aquellos hombres y les proporcionó
un caballo para que huyeran. Después
fueron servidores de la patria: Rodríguez acompañó al Mariscal hasta el Perú
donde murió en la acción de Matará; y de Palau, se sabe que fue alcaide de la
cárcel en Cumaná.
También relata sobre el
comportamiento que tuvo Sucre con dos marineros, Santiago Calderón y Francisco
Javier Gómez, que lo ayudaron a salvar la vida después del naufragio de 1816 en
la Boca de Dragos.
Trascribe al efecto parte de la cata a su hermano Jerónimo, de fecha 12 de
enero de 1826:
“Ya
te he dicho que yo pagué en Lima al Sr. Miguel Arias un vale por dos mil pesos
de los que Papá tomó de mi cuenta: así no queda nada por cubrir sino uno de
tres mil. Pagado al valor que éste costare (que tú lo verás del mejor modo) te
encargo que los mil o mil y pico de pesos que sobran los des a los dos mozos
marineros que me sacaron en mi naufragio de Boca de Navíos, como antes te he
recomendado: ellos viven en Chacachacare. Diles que cuando yo vaya a Cumaná les
haré un buen regalo”.
Para
1817, los poetas profetizaban sobre el destino de Sucre. Don Ángel trascribe
las décimas que compuso un cantor anónimo, tal vez el Lcdo. José Antonio Ramos,
de y en Cumanacoa, de cuyos versos trascribimos, lo que era fama y el
sentimiento general sobre el joven capitán:
Aunque no eres general,
Serás un fiel instrumento
Para nuestro vencimiento
Por tu pericia marcial
“De
vuestra dulce afluencia
He
llegado a conocer
El
buen fin que ha de tener
Nuestra
reñida pendencia.
Tu
pericia y tu prudencia
En
un equilibrio son:
Que,
de amable discreción,
Llaneza,
afabilidad,
Se
duda en vos, con verdad,
Cual
es mayor perfección”.
Aunque
no eres general,
Serás
un fiel instrumento
Para
nuestro vencimiento
Por
tu pericia marcial.
De
tu talento el raudal
A
muchos lo comunicas
Y
todo lo que practicas
Es
con tal ingenio y arte,
Que
obligas no solo a amarte
Sino
a entender cuanto explicas. (1)
También
abonó este sentimiento, su intervención en la tramitación y redacción de “El
Tratado de Regularización de la
Guerra ”, del cual dijo el mismo Bolívar: “La benignidad, la
clemencia, el genio de la beneficencia lo dictaron. El será eterno como el más
bello monumento de la piedad aplicada a la guerra; él será eterno como el
nombre del vencedor de Ayacucho. (2)
En
1823, Hallábase el Libertador en Lima ejerciendo ya la dictadura del Perú, y
habiendo condenado a muerte por insubordinación, al teniente coronel Delgado,
aguerrido colombiano al servicio de Sucre, éste al tener conocimiento de la
orden, cerca del pueblo de Pisco en Perú, se puso en marcha para Lima e hizo en
un día treinta leguas de camino con el único objeto de interceder ante el
Libertador para salvar la vida de su subordinado. Por supuesto obtuvo el
indulto, Bolívar perdonó la vida a Delgado.
Otro ejemplo de la
magnanimidad de Sucre ocurrió en Chuquisaca, el 17 de septiembre de 1826, cuando
el iracundo Valentín Morales Matos, trata de asesinarlo, y fue condenado a
muerte. Sucre le conmuta la pena, -por súplica de la madre del desgraciado- por
el destierro, y le suministra doscientos pesos de su propio peculio, para que
subsistiera algún tiempo (3).
Sucre
con 4000 veteranos, derrota en el Portete de Tarquí, a las fuerzas peruanas del
engreído Gamarra, que invade Colombia con un poderoso ejército de 8000 tropas,
despreciativo de los tratados y conversaciones de paz. Sucre después de la
victoria, no toma ninguna represalia contra los vencidos, sino que les ofrece
las mismas condiciones que había ofrecido antes de la batalla, y la historia
militar de la humanidad se enriquece con su filosofía, condensada en sus
máximas: “La justicia de Colombia es la misma antes y después de la victoria” y
“en las contiendas entre hermanos la victoria no da derechos”. (4).
Don Adolfo Romero Luengo, lo
dice de otra manera: “Mas, por sobre todo el honor que su impresionante
trayectoria puede ostentar, lo que verdaderamente lo corona de gloria, es su
lucha heroica y constante por la libertad, en la que, además, tiene alto
relieve el signo de la magnanimidad que enciende su alma y se derrama a
torrentes en su acción humana…”.
Y
el poeta Yépez Trujillo le canta:
“Surgió el hombre, vivió el héroe que
llevaba en el destino la dulzura de su río, la amargura de su amar, la
arrogancia de su tierra; y en un hálito divino la hidalguía del Quijote para el
aspa del molino y una espada color hostia para el rito de su altar”
(Tomados del “Pórtico”, que escribe
Adolfo Romero Luego; para el poema “La Exaltación del Mariscal” de Rafael Yépez
Trujillo).
De los actos de Sucre, que
abonan el mito de su santidad, hay abundantes testimonios escritos, sin embargo,
los iremos refiriendo en la medida en que avance nuestro trabajo, conjuntamente
con sus acciones guerreras y simplemente humanas.
“Es
por demás muy expresiva la metáfora que utiliza Sucre para auto biografiarse:
“una maraca vieja”. Se miraba y sentíase un instrumento de paz, objeto de arte,
de ancestro aborigen, adornado con cualidades simultaneas de sonoridad y
dinamismo, y que al impulso de las circunstancias –del destino y del
tiempo- agitado por el Dios de los
pueblos, llenó al Nuevo Mundo con la sobria melodía de su presencia y mensaje”. J. L. Salcedo Bastardo. (5)
CAPÍTULO
I
CONTENIDO
Estirpe de los Sucre. - Estirpe de los
Alcalá. - El nacimiento de Sucre.
- La ciudad y la casa de su nacimiento.
- Testamento de Don Vicente de Sucre. La formación del guerrero - abril de 1810. – La reacción realista.
- La primera campaña. - Inicio de la
carera militar de Sucre. Capitulación
de Cumaná. Chacachacare. - La campaña admirable. - Libertad de las provincias
Orientales Sucre héroe de Maturín Campaña de Mariño. Derrota de Monteverde. -
Actuación de Sucre. Liberación de
Cumaná. Campaña de Bermúdez en 1813.
ESTIRPE DE LOS SUCRE
La
documentación relacionada con la estirpe de los Sucre y Alcalá, en todas las
genealogías que hemos consultado, se tienen como indubitables y auténticos.
De ellas he podido simplificar, a los efectos
de este libro, un estudio de la estirpe
del General en Jefe, Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho:
Hasta hace poco se suponía que el
primer eslabón en el tracto sucesoral ascendente de los Sucre, era Don
Francisco de Sucre, natural de Bellaing, sin embargo, Adrián Canal Moré, citado
por el Dr. Jorge Sucre C., encuentra antecedentes probados para el año 1455 en
Claude de Sucre, señor de Wadeigne, que casó con Janne Thourout y Greberto,
rica heredera de los feudos de
Bellaing, Oisy y Luceron. Hijo de este matrimonio fue Don Jacques de Sucre y
Thourout (1520-1573) que casó en
primeras nupcias con Doña Antoinette D’Esclaibes, y en segundas con Françoise
de Maneville, de cuyo matrimonio procrearon
a Don Charles de Sucre y Maneville, que es el padre de Don Francisco de Sucre y Maneville, natural
de Bellaing, que a su vez casó con Doña Francisca Hontoy, de cuyo matrimonio
vino Don Antaine de Sucre y Hontoy, bautizado en Bellaing el 10 de julio de
1564; este casó con Doña Catalina de Martigny, y cambiaron su domicilio al marquesado de
Preux. De este matrimonio vinieron Don Antaine de Sucre y Martingny, llamado
Monsieur de Preux, que casó con Doña Adriana D’Ives. Se sabe que Don Antoine
fue diputado en las Cortes Generales de los estados de Flandes. Preux fue
destruido en 1637 y Monsieur Antoine, Marqués de Preux, pasó a la gobernación
de Quesnoy del condado de Hainau, y diputado de la villa de Cambray.
El matrimonio de Don Antoine Sucre
D’Ives, Marqués de Preux, con Doña Catalina de Martigny, procreó a Don Carlos
Adrián de Sucre y Martigny, Marques de Preux, que casó en primeras nupcias con
Doña María Buenaventura Carolina Isabel Garrido y Pardo, Señora de Guevere y de
Sysele, con quien tuvo seis hijos
varones y dos hembras. Luego casó en segundas nupcias con Doña Josefa Feliciano
de Avilés y Salamanca, con la cual no tuvo descendencia; y en terceras nupcias
con Doña Rosa de Santa Cruz. Con quien tampoco los hubo.
Su hijo mayor fue Don Carlos Adrián de
Sucre y Garrido, Marqués de Preux, Caballero de la Orden de Alcántara (1860),
Capitán de Infantería de Walona, Maestre de Campo, Coronel de Caballería,
Sargento General de Batallas, Gobernador de la Montañas de Cataluña,
General de Artillería, Teniente General de los ejércitos de su Majestad, Gobernador
y Capitán General de Cartagena de Indias. Falleció en Madrid el 18 de noviembre
de 1712.
Otro de sus hijos fue Don Carlos de
Sucre y Garrido, que fue soldado en
Cataluña, en 1689; pasó a Cartagena de
Indias con el grado de Teniente, luego Gobernador de Cartagena; de allí
interinamente, con el mismo cargo, fue enviado
a Santiago de Cuba, donde casó con Doña Margarita Estrelles; por último
fue trasferido a la
Provincia de Nueva Andalucía, también como Gobernador, en sustitución de Don Juan de la Tornera , Caballero de la Orden de Calatrava, que
gobernó sabiamente esta provincia
durante doce años.
Ya en Cumaná, Don Carlos tomó posesión
del cargo el 18 de agosto de 1733. Vino
en compañía de sus hijos: Vicente, Feliciano, Antonia, Isabel, Carlos, y Antonio
de Sucre y Estrelles; y casó en segundas nupcias, en esta ciudad de Cumaná, con
Doña Joaquina de Mier, con quien no procreo hijos.
Don Antonio de Sucre y Estrelles, su hijo,
nació en Santiago de Cuba el 22 de setiembre de 1723, fue bautizado en la
iglesia matriz de Cumaná, el 28 de octubre del mismo año; contrajo matrimonio
con Doña Josefa Margarita García de Urbaneja, hija de Francisco Manuel García
de Urbaneja y Doña Teresa Sánchez de Torres. Siguió la carrera de las armas y
por riguroso escalafón ascendió al grado de Coronel de Infantería Real.
De su matrimonio procrearon diez
hijos, entre los cuales está el padre del Mariscal, Don Vicente de Sucre y
García, que son sus apellidos legítimos y que la mayor parte de los biógrafos e
historiadores confunden.
Don Vicente casó dos veces, la primera
con Doña Maria Manuela de Alcalá y Sánchez, con quien procreó 12 hijos; y en
segundas nupcias casó con Doña Narcisa Márquez Alcalá, con quien procreó 17
hijos, como lo manifiesta en su testamento.
ESTIRPE DE LOS ALCALA
Al parecer esta estirpe viene de Don
Diego Fernández de Serpa, a quien le tocó levantar el Acta de Fundación de
Cumaná en 1569. Cien años después el Capitán Juan de Alcalá, natural de Málaga,
se estableció y casó en Cumaná el 13 de febrero de 1669, con Doña Isabel
Márquez de Valenzuela, y procrean a Don Pedro de Alcalá y Márquez. Don Pedro casó en Cumaná con Doña Andrea
María Guevara y Soberanis, y procrearon a Don Diego Alcalá y Guevara. Este casó
con Doña María Isabel Rendón y Sarmiento, y procrearon a Don Pedro de Alcalá y
Rendón. Este casó con Doña Juana Jerónima Sánchez y Vallenilla; y es de este
matrimonio que nace Doña Maria Manuela Alcalá y Sánchez, madre del Mariscal.
(6)
NACIMIENTO DE SUCRE
La partida de nacimiento de Antonio
José de Sucre, fue descubierta por el investigador Lucas Arias, actual cronista
del Municipio Ribero del Estado Sucre, y está guardada en un cofre bajo la
custodia del Museo Gran Mariscal de Ayacucho de Cumaná. Dice así:
“En veinte días del mes de febrero de
mil setecientos noventa y cinco años: Yo beneficiado, cura castrense Don
Francisco Josef del Águila, certifico que con mi licencia y asistencia el
Presbítero, Doctor Josef Cándido
Martínez, Secretario de visita, bautizó solemnemente, puso óleo y crisma a Antonio Josef Francisco, hijo
legítimo de Don Vicente de Sucre, Teniente de Infantería, y de Doña María Manuela Alcalá, el cual niño tenía diez
y siete días de nacido: fueron padrinos
el beneficiado Don Patricio de Alcalá y Doña Juana Jerónima Sánchez, a quienes
advertí su obligación y espiritual parentesco; y para que conste lo firmo y de
ello doy fe. (Fdo.) Francisco del
Águila. (7)
Sucre fue bautizado por el padre
Cándido Martínez, 17 días después de su nacimiento, en la Iglesia del Carmen,
construida en el Patio de Armas del fuerte de Santa Maria de la Cabeza. El
Padre don Francisco Josef del Águila cura castrense era el capellán del fuerte.
En la época del nacimiento de Sucre, también
estaban en servicio y activas la iglesia Matriz que daba el frente hacia la
calle del medio hoy Bolívar, y hacia el fondo la capilla o ermita del Carmen;
existió hasta que el terremoto de 1797, por eso hay tantas dudas y
controversias sobre el lugar de su nacimiento, que se han aplacado desde que se
consiguió la partida de bautizo. La iglesia de Santa Inés se construyó en ese
mismo sitio después del terremoto de 1853, y el libro que reposa en el Museo
forma parte de ese archivo sin lugar a dudas.
Humboldt nos dejó una descripción de la Cumaná de Sucre: “La ciudad
está aun medio hundida en los escombros, porque el terremoto de Quito, el
famoso de 1797, ha
destruido también a Cumaná. La ciudad está situada en un golfo, tan bello como
el de Tollón, detrás de un anfiteatro de 5 a 8000 pies de altura, rodeado de montañas
adornadas de bosques.
Todas las casas están construidas de
Siena blanco y en madera de atlas. A lo largo del riachuelo (río de Cumaná) que
es como el de Saale de Jena, se encuentran siete conventos, con plantaciones
que recuerdan verdaderos jardines ingleses.”
Esta es la visión del sabio andariego
después de la terrible hecatombe, Cumaná destruida, sin embargo, sus habitantes
le daban aquel tono del cual el sabio no quería separarse.
Entre aquellas casas de siena blanco,
cercanas al río estaba el solar de los Sucre Alcalá, donde nació el Mariscal
Sucre, dos años antes del terremoto DE 1797.
Se han tejido muchas versiones fantásticas acerca de ese hecho, que se
relaciona de alguna manera con la diáspora del padre, Don Vicente y su segunda
esposa Narcisa Márquez, con la cual procreó 17 hijos, que hieren el sentimiento
de los cumaneses; pero entre las versiones
que cobran mayor crédito, hay dos cuyos fundamentos, a mi modo de ver, surgen
de crónicas publicadas en Cumaná en 1924, y cuyos autores son Don Pedro Elías
Marcano y el Dr. Miguel Aristeguieta
Sucre; vamos a ver la del primero de los nombrados:
Marcano, acucioso historiador cumanés,
publicó su crónica sobre la casa donde nació Sucre en el bisemanario Sucre No.
27 de fecha 11 de octubre de 1924, y
nos dejó datos imprescindibles
para la ubicación de la dicha casa, dice que: “Don Vicente de Sucre contrajo matrimonio con Doña Maria Manuela
Alcalá el 8 de diciembre de 1782 y desde
entonces vivieron en la casa que les
pertenecía situada al pie de la colina en que se halla el Castillo de San Antonio, que llaman “La Luneta ” y en ella nacieron
sus hijos José María, Jerónimo, Vicente, Pedro, Antonio José, Francisco, Aguasanta, María Josefa y
Magdalena. Muerta Doña María Manuela de Alcalá, en esa misma
casa, el 12 de julio de 1802, su marido Don Vicente, deseando
mudar de domicilio, la vendió al licenciado Alonso Bruzual, como lo
expresa una nota de 1804, inserta en la Instrucción Pública ,
periódico de esta capital, número 14 de fecha 16 diciembre de 1898; y luego, casado en segundas nupcias con Doña
Narcisa Marques de Alcalá en 1803, habitó la de portales que poseía cerca del
puente de la parroquia Altagracia, la cual daba hacia el río Manzanares…” “En
medio de la guerra de independencia la casa donde nació Sucre fue destruida por
las autoridades españolas, a la par de otras en distintos puntos. Era de alto; su frente de 29 metros y 36 centímetros ,
miraba al Norte; y, por consiguiente, su fondo que tenía 30 metros , se extendía
hacia el barrio de San Francisco; a su lado oriental estaba la colina del
castillo de San Antonio; y al Oeste la plaza de Armas contigua al castillo de
Santa María. En su solar, que es propiedad del señor Ramón Bruzual, no se ha
fabricado, como si esperara que la Patria lo trasforme en sitio de venerable recreación,
para conservarlo como santuario de gloriosos recuerdos”. (8)
Siguiendo a Marcano, porque concuerda
con mis propias observaciones, digo que, sin lugar a dudas, el terreno y la casa
en cuestión, donde nació el Mariscal, linda con las murallas del castillo o
fuerte de Santa María de la
Cabeza , como dice el bando, tiene ahora por su frente la
calle de la Luneta ,
que no existía como podemos ver en un plano de la época; y por el fondo linda
con el barrio de Quetepe que a la vez da al barrio de San Francisco. Ocupaba parte del solar que luego fue dado a
la iglesia de Santa Inés para la construcción de la casa parroquial, y era el
sitio sagrado donde nuestros padres le rendían tributo al Mariscal. Se sabe que
la casa la adquirió el licenciado Alonso Bruzual, y sus linderos y demás datos
figuran en el bando publicado por Don Vicente, tal como lo afirma el notable
historiador cumanés.
A su vez Aristeguieta Sucre publica su
versión en el bisemanario Sucre No. 43 de fecha 27 de diciembre de 1924, y
entre otras cosas, dice:
“Cuando se hicieron las primeras
gestiones con el objeto de saberse cual era la casa en que había nacido Sucre,
para conservarla como una reliquia histórica, su padre el Coronel Don Vicente
Sucre, la segunda esposa de este y sus hijos del primer matrimonio, de los
cuales era Sucre el séptimo, ya no existían. Aguasanta, María Josefa y
Magdalena, fueron mártires de la independencia; y Pedro, Vicente, Carlos y
Francisco, fecundaron con su sangre el árbol de la Libertad. Jerónimo ,
más afortunado que todos ellos, murió en Margarita después de la magna guerra
con el grado de Coronel de la
República , ganado en los campos de batalla y como siempre, al
servicio de la Patria ,
pues ejercía la
Secretaría General de Gobierno en la Isla.
Los hijos del segundo matrimonio,
únicos que sobrevivían, informaron: que
por referencias de la familia y de los ancianos de la época, sabía que su padre
habitó en sus primeras nupcias, en esta ciudad de Cumaná, tres casas de su
legítima propiedad, situadas en la parroquia Santa Inés, pero que no podían decir
con certeza en cuál de ellas había nacido Sucre.
Estas casas estaban situadas así: una
en San Francisco, por la Luneta; otra en la calle del Medio, hoy calle Bolívar,
cerca de la iglesia parroquial, actualmente nuestra Santa Iglesia Catedral y la
tercera en la calle de Belén, hoy Montes.
Ninguna de estas casas existe; cayeron
derrumbadas por nuestros sacudimientos sísmicos, como así mismo la que habitó
don Vicente en sus segundas nupcias, situada en la calle La Marina, hoy calle
de Bermúdez, en la parroquia Altagracia.
Además de las cuatro ya mencionadas Don
Vicente tenía otras casas, sólo se conserva una situada en la calle Larga, hoy
de Sucre, en la parroquia de Santa Inés.
Mi abuelo materno, que era el mayor de
los hijos del segundo matrimonio, así como estos y algunos ancianos de
entonces, supervivientes del tiempo heroico, se inclinaban a creer que Sucre
había nacido en la casa de la calle de Belén.
La duda está vigente, pero bajo el
punto de vista del interés histórico, y para que se conserve debidamente la
tradición, deben ponerse inscripciones conmemorativas en los lugares donde
estaban dichas casas, porque puede suceder que la buena suerte nos depare en
nuestros archivos, o bien en los de España el valioso hallazgo de un censo o de
cualquier otro documento público que venga a cuento y de luz suficiente para
esclarecer la verdad”.
En una nota al pie de la crónica, dice
que la casa de la Luneta
estaba ubicada de Sur a Norte, la primera casa de la derecha, lo que también
coincide con la casa parroquial de la iglesia de Santa Inés. (9)
Por mi parte he escrito varias
crónicas sobre la casa donde nació Antonio José de Sucre, uno de ellos se
refiere al artículo publicado por el Dr. Miguel Aristeguieta Sucre, veamos:
Entre viejos papeles encontré unas
notas del Dr. Miguel Aristeguieta Sucre, que tal vez nunca publicó. En ellas
deja constancia detallada de las propiedades inmobiliarias de Don Vicente Sucre
García y Urbaneja, padre del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre.
Refiere Don Miguel, que Don Vicente
poseía en Cumaná varias casas de las cuales la más importantes estaban en el
Barrio de San Francisco, una a lado de la Iglesia de Santa Inés, otra en la falda del cerro
San Antonio, otra al comienzo de la calle del Medio, hoy Bolívar, otra en la
calle de Belén, hoy Montes, y otra frente al río Manzanares entre las calles La Marina , hoy Bermúdez y la
calle del Baño, hoy Mariño. Veamos las anotaciones:
“Las tres casas del señor Coronel Don
Vicente Sucre, padre del Gran Mariscal de Ayacucho, donde vivió en sus primeras
nupcias, fueron completamente destruidas por los terremotos de los siglos XVIII
y XIX”. –
Se refiere a los de la última década
del siglo XVIII minuciosamente descrito por el sabio Alejandro de Humboldt, y
los tres terremotos de la primera década del siglo XIX.
“La calle del Medio, hoy Bolívar, era
la primera de la derecha de Sur a Norte. El solar cuya mitad se está
fabricando, tiene nueve metros de frente y diez y ocho metros de fondo. Como
puede observarse era una casa pequeña que no puede considerarse como la
principal de una familia tan importante. En la actualidad el solar está ubicado
frente a la panadería Santa Inés. La casa de la Luneta , era de Oeste a
Este, la primera de la derecha. El solar que dista cinco metros de la Iglesia de Santa Inés, que
es hoy la Catedral
de la Diócesis ,
tiene veintidós metros de frente por cincuenta de fondo. El patriotismo se
ocupa de convertirlo en un hermosos parque o jardín, que será un bello ornato
para el templo y para la calle”.
A mi entender esta casa corresponde a la
actual casa parroquial de Santa Inés. Según Pedro Elías Marcano, fue vendida
por Don Vicente en 1804, e indudablemente fue la casa principal de la familia,
y lugar de nacimiento de Antonio José, porque allí vivía Don Vicente y Maria
Manuela de Alcalá, y allí procrearon su numerosa y heroica prole (12 hijos).
También debe observarse que el jardín o parque, según dice Don Miguel, será
ornato del templo y de la calle, lo que no deja dudas en relación con su
ubicación, se refiere indudablemente a la casa parroquial de Santa Inés.
“La casa que estaba a la izquierda,
arriba, al pie del cerro San Antonio no fue nunca habitada por Don Vicente y su
familia, porque este la hizo construir, únicamente para recreo de caballeros o
club de amigos, como lo dice y explica mi hermano Pedro en nota de su soneto a
la batalla de Pichincha”.
Yo mismo estaba convencido que ese
lugar, en la colina, que aprendimos a venerar desde niño era el solar sagrado
de la casa de Don Vicente, pero estas notas de Don Miguel, bisnieto de Don
Vicente, me demuestran la confusión, cual es que la casa solariega de los Sucre
quedaba al frente, y esa construcción alzada, en las faldas del cerro
simplemente era un palacete para esparcimiento con sus amistades.
“La casa de la calle de Belén cuyo
solar está fabricado en su mayor parte, era la tercera de la izquierda, de Sur
a Norte, partiendo de la avenida Norte de la plaza de “La Libertad ”, llamada
después de “La
Independencia ” hoy Bolívar”.
Actualmente es la Plaza Andrés Eloy y
la calle general Domingo Montes.
“La primera casa de la derecha, causa
confusión y de herrada información, no era de Don Vicente, sino de su hijo
Gerónimo.”
“Con su vistoso balcón que dominaba el
mar hacia Caigüire, donde en sociedad con Luis Cabello y Miguel Aristeguieta,
tenía Don Vicente un tren de pesca”.
De estas notas se me ocurre deducir
que esta casa fue la última que habitó Don Vicente con su mujer Narcisa Márquez
Alcalá y sus hijos, después de 1821, que pudo regresar a Cumaná, y de acuerdo
con los apuntes de Don Miguel, no la pudo terminar.
TESTAMENTO DE DON VICENTE DE SUCRE
Por cuanto el testamento en cuestión
aclara muchos hechos, en los cuales, por repetir errores sobre su progenie, los
historiadores y cronistas incurren; vamos a transcribir, conservando su
ortografía, algunos capítulos que hemos tomado a la vez, de la trascripción que
hace el ponderado historiador José Antonio Ramos Martínez, en su obra “Memorias
para la Historia
de Cumaná y Nueva Andalucía”, veamos:
“En el nombre de Dios Todo Poderoso.-
Sepan cuantos este mi testamento, última
y final voluntad vieren, como yo
Vicente de Sucre, residente en esta Capital de Cumaná, hallándome (sic) en mi
entero juicio creyendo como cero en los misterios de nuestra Santa fe, como católico, apostólico, romano que soy, y siéndome muy factible
fallezca tanto por mi avanzada edad como por los achaques que padezco, otorgo
este mi Testamento serrado para que en caso que muera, sirva de norte a mis herederos, y se cumpla
estrictamente cuanto por las
cláusulas dejaré dispuesto”. .
“Segundo: Declaro que fui casado en
primeras nupcias con Da. Maria Manuela de Alcalá, de quien tuve Doce hijos, los
tres murieron en nuestro matrimonio y por su fallecimiento quedaron José María,
María Josefa, María Aguasanta, José Gerónimo, José Vicente, Pedro José, ANTONIO
JOSÉ, José Francisco y María Madalena de los cuales solo viven José Maria, José
Gerónimo y Antonio José; que teniendo que pasar a segundas nuncias con Da.
Narcisa Márquez, hizo Inventario
y Avalúo de los bienes que quedaron con citación del procurador de
menores con acuerdo del Tribunal, de sus
resultas correspondían a mis hijos diez
y seis mil pesos, y a razón del uno mil
setecientos setenta y siete pesos, seis reales y medio, de los cuales han recibido sus legítimas José
María, María Josefa en una esclava y prebendas
cuatrocientos pesos, y en plata y en muebles trecientos pesos; José Gerónimo
y Antonio José han tomado su a ver por entero; José Vicente, mil pesos;
y Pedro José setecientos en plata y trecientos en un negro nombrado Tomás; José Francisco y Maria Madalena no tomaron
nada; Aguasanta tomó en su haber materno.
“Tercero: que de mi segunda mujer he tenido diez y
siete hijos, de los cuales solo viven Josefa Margarita, María Manuela, José
Manuel, Juan Manuel, Maria del Rosario y Maria Madalena; que aportó al Matrimonio mi mujer mil ochocientos noventa y dos pesos
de haber paterno en cuatro esclavos, ochocientos pesos de plata y algunas aladas
de plata labrada, de los cuales existe un esclavo nombrado Felipe apreciado en
trecientos pesos, con los cuales componen la referida cantidad de parte
paterna, y de madre un pedazo de Valle y
esclavos; mil setecientos cuarenta y
ocho pesos que lo aporté a este matrimonio;
doce mil quinientos pesos constantes de la División que se hizo, la
que de resultas de la Emigración se ha
perdido…
“Sesto: Declaro por bienes míos la Casas de mi habitación
situada en Cumaná a la entrada del puente, con treinta y dos varas de frente y
ochenta de galería así al Río; del mismo modo la Casa que antes era de Dn.
Pascual Martínez que compré a su hija Da. María Teresa, con fondos hasta la
otra calle, con pensión de cuatrocientos pesos de Capellanía pertenecientes a
los sobrinos de Dn. Carlos Centeno”
“Séptimo: Declaro así mismo por mis bienes la Casa que vendí a Illas, la
que recogí por la deuda que conmigo tenía procedente de la misma casa y en la
que quedó mil y sien pesos pertenecientes a Da. Josefa Maiz”
“Octavo: Declaro por mis bienes la
hacienda de Cachamaure, compuesta de cañas, cocos y árboles frutales, dos
alambiques montados, cuatro pailas en parrillas, trapiche con tambores de
hierro, todas las oficinas necesarias para la destilación y molienda,
habitación principal y de la
Esclavitud , todo de tejas con el servicio necesario de la
casa.
“Noveno: declaro por mis bienes cinco
mil trecientos treinta y tres pesos que me debe el Estado, procedentes del
Valle que compré a Da. Joaquina Cova, el que violentamente me despojó el
Tribunal y vendió sin mi allanamiento a Dn. Antonio Cova, apoderándose sin mi
consentimiento de aquella cantidad que entregó para que se me diesen que era la
misma que yo había exigido, valiéndose del prestado de necesitarse para los
gastos de la guerra.
“Diez: Declaro por mis bienes una
posesión en el Río de Cariaco compuesta de cuatro fanegas de tierra, Casa de
habitación, cocina, Troca, Trapiche de madera, tres Pailas, y algunos frutales…
(Esta posesión se llamaba Valle de Bojedal)”
“Once: Declaro que cuando emigré tenía
noventa y siete esclavos de varios tamaños, de los cuales el gobierno español
le permitió a mi mujer sacar nueve para la Isla de Trinidad, dejando en la
hacienda ochenta y siete, de los cuales solo he podido recoger cincuenta y uno
y los treinta y seis que faltan, unos han muerto defendiendo la Causa , otros de muerte
natural, y cuatro que se llevaron los Españoles, con tres pailas de cobre con
todos mis muebles que pasaban de dos mil pesos su valor, y los esclavos que
fueron a Trinidad los vendimos para mantenernos…”
“Cuarenta: Declaro para conocimiento
de mis herederos que la preferencia que hago de mi hijo Antonio es por los
infinitos beneficios que me ha hecho en la emigración…” (10)
FORMACION DEL GUERERO
Mi padre Marco Tulio Badaracco Bermúdez,
en su discurso publicado en el bisemanario “Sucre” el 27 de diciembre de 1924,
nos lo dice así:
“… No hay un desmayo en su misión de
Libertador, no desdice un solo momento del amor a su patria y de su
consagración a la causa de América. De los tenientes de Bolívar fue Sucre el
que mejor valorar el ideal máximo de aquel cerebro de maravillas, y por esa
cabal apreciación fue el mas leal, el de mayor pujanza y de más estupendos éxitos en la Guerra Emancipadora.
La expedición de Chacachacare, en el
año 13, lo cuenta entre sus promotores. Para el año 16, viniendo de Trinidad,
naufraga sobre el piélago del Paria y a punto estuvo de que pereciera con él en
las furiosas Bocas del Dragón colombino, el soldado que dio a nuestra guerra
liberadora el toque de excelencia, el ejemplo más asombroso de serenidad en el
vaivén de la tormenta y de piedad humana en la llamarada sangrienta de las
pasiones.
Cual nuevo cesar sobre liviano esquife
prueba fortuna y se salva, se salva para bien de la humanidad, porque es a él,
a su magnanimidad mil veces puesta a prueba, a quien se debe la primera palabra
de perdón en Trujillo y a quien va a fijar luego la capitulación de Ayacucho,
que es albura de ala sobre negror de garra…”
El
Dr. Ángel Grisanti agrega: “Si Venezuela, dentro del Continente, es la cuna de
los héroes y Tabor de los mártires; Cumaná, dentro de Venezuela, es la fragua
donde se forjaron esos héroes y el calvario donde se crucificaron esos
mártires”. (11)
Sucre se formó física y
espiritualmente para asumir su destino; desde muy pequeño conoció el uso de las
armas, la equitación, la cacería, la natación y el rudo trabajo del campo. Ningún investigador o historiador ha negado
que Sucre tuvo una educación esmerada, se expresaba bien en español, francés e
inglés, y su caligrafía era impecable; en lo que, si hay dudas, es en donde y
como la recibió; por mi parte no dudo que la recibió en Cumaná, dentro del seno
de una familia pudiente y del sistema existente para la época. No vamos a defender el proceso educativo en la ciudad, ni la
aptitud del niño para aprender, baste decir que era la capital de la Provincia de Nueva
Andalucía, y que por lo tanto tenia los mismos elementos e instituciones, no
más, y con los mismos inconvenientes de
otras capitales de provincias y ciudades
de su mismo rango y época; existen pruebas y resultados; y, con detalles, que
pueden ilustrarlo, porque no se duda de la existencia de fray Cristóbal de Quezada, educado en Cumaná, maestro de Andrés Bello,
Príncipe de las letras americanas; y los maestros, que no viene al caso mencionar, de la misma generación; no hay dudas sobre la
tía de Maria Manuela de Alcalá, Doña
Maria de Alcalá, ejemplar mujer que fundó la primera escuela para niños
pobres en Venezuela; y que aquí se formaron y predicaron los más de 300
clérigos cuyos nombres y ejecutorias son señalados en la obra “Memorias para la Historia de Cumaná y
Nueva Andalucía” del fraile José Antonio Ramos Martínez (12), eximio cronista
“ex oficio” de Cumaná. La educación de ellos adquirió fama en todo el
Continente, y fueron muchos los que nos precedieron en distintas ramas del
saber, en todas las épocas, que brillaron y brillan en Cumaná y en otras
metrópolis americanas. Sería larga la lista de hombres doctos de esa época.
La idea sobre la educación de Sucre,
como la de Bolívar, se ha generalizado que estuvo a cargo de preceptores,
costumbre de esa época. Sin embargo, hay algunos datos que podemos conjugar,
para entender el desarrollo cultural del Mariscal. Sabemos que su educación tuvo
mucho que ver con su padrino y tutor el ilustre fraile Antonio Patricio de
Alcalá, con su tío José Manuel de Sucre y el ejemplo de Doña María de Alcalá,
que quisieron y le dieron a Antonio José, una educación a la medida y posible
en esa época, inducida por sus excepcionales cualidades, sobresalientes sobre
todo en matemáticas, raro espécimen en aquellos tiempos; además educado dentro
de una familia y entorno culto. También tiene que ver con los esfuerzos que se
hicieron en la ciudad para mejorar las instituciones educativas que dio tan
buenos resultados, como la creación de las clases de teología y filosofía, que
inicio el padre y maestro Blas de Rivera en 1775, y fueron autorizadas por
Cédula Real de 20 -09- de 1782 -(13). Jhon P. Hover, en su obra “Sucre, soldado
y revolucionario”, dice: “El gobierno mantenía una escuela primaria y dos
profesores de educación secundaria uno de latín y otro de filosofía y teología
moral”.
Silverio González Varela dice al
respecto: En abril de 1812 el ilustre Cuerpo Municipal de esta ciudad, para
la mayor formalidad y progreso en los estudios, determinó reunir en un solo
local todas las clases que se daban en Cumaná, y pedir al honorable Poder
Legislativo que desde luego se erigiese una Universidad en el Estado Federal de
Cumaná, como conveniente a la causa pública y a la prosperidad general de sus
vecinos y moradores. Existían en esa época las clases de latinidad y de
filosofía establecidas en el gobierno español; se daban también lecciones de
matemáticas y se enseñaba el francés por el intérprete de lenguas, plaza que
había dotado el Estado.
Se estudiaba latín, griego, francés, castellano, física, álgebra,
geometría, agrimensura, filosofía, cosmografía, retórica y otras materias que
formaban el programa.
Entonces, por supuesto que existían las clases
de primaria, secundaria y superior universitaria, y Antonio José, menos que
nadie, se podía escapar de aquella escolaridad. La prueba que tenemos de lo
dicho, comienza por la formación del mismo Mariscal, sus hermanos, el músico
genial Gómez Cardiel, y el maestro de Andrés Bello, fray Cristóbal de Quesada,
el Dr. Juan Martínez Alemán, Rector de la Universidad en 1812, Diego
Vallenilla, y cien nombres más; que no fueron autodidactas y creemos que es
suficiente.
Consta, por otra parte, según José
Antonio Ramos (Boletín No. 20 de la
Academia de la
Historia ), que Sucre estudió o
perfeccionó, en la
Academia que tuvo el
Capitán Don Juan de Pineda, en Cumaná;
entre sus condiscípulo y lo repito, menciona J. A. Cova, a: Francisco
Carmona; el genial músico Gómez Cardiel,
los hermanos Mauricio y Rafael Berrizbeitia, sus propios hermanos José Maria, José
Vicente, Francisco José, Pedro José y
José Jerónimo; y luego en Caracas continuó y mejoró esos estudios en la
escuela de ingenieros bajo la dirección
del que después llegó a ser, bajo su mando, General de División, Don José de
Mires, y del Brigadier Juan Salcedo;
donde fue condiscípulo de: Manuel y Florentino Tirado, Francisco Piñango, Francisco de Paula Avendaño, Carlos Soublette, y otros (14). En esta
Academia, según Baralt, estudiaban: geometría, álgebra, ambas trigonometrías,
agrimensura, fortificación y artillería. Rumazo González agrega: “Sucre dominó,
por añadidura, la topografía, que tanto le serviría en el desarrollo de las
campañas” (15); nosotros agregaríamos, que, de la correspondencia de Sucre,
tanto en la composición como de su caligrafía, que hemos revisado desde 1817,
se puede afirmar que su educación fue esmerada y denota rasgos de notable orden
e inteligencia.
Rubricamos este capítulo de la
formación del guerrero, con el análisis que hace de aquella personalidad sobresaliente
el eminente colombiano Dr. Manuel Ancízar: “La mano de Dios puso en Antonio
José de Sucre, un alma de este superior temple: paciente y sufridor, se estaba
en observación del teatro de una guerra tan desusada, y de los hombres fogosos,
que a fuerza de fe, actividad y valentía suplían la falta de armas y elementos
para sostenerse lidiando: ardiente el mismo y entusiasmado por el ejemplo
sublime de Simón Bolívar, ponía empero lastre a su espíritu para templar sus
ímpetus y no arrojarse prematuramente por la senda de los simples batalladores:
lleno de instintos de orden y armonía, robustecidos por la reflexión, nunca se
avino con la indisciplina y turbulento sistema de las guerrillas y cuerpos
francos, y donde quiera que podía se esmeraba por introducir la saludable
severidad de la organización militar, o el metódico arreglo que vivifica la administración pública;
instintos acaso desarrollados poderosamente con el estudio de las matemáticas a
que dio los primeros años de su juventud, alcanzando por ello el grado de
teniente de ingenieros, poco después del memorable 19 de Abril de 1810, y la
comandancia de aquella arma en la
provincia de Barcelona. De esta manera
concurrían el joven cumanés las nativas inclinaciones y los estudios y quehaceres
del militar científico, para labrar lenta pero sólidamente en ánimo generoso y
fuerte, que a su debido tiempo trajera sobre sus sienes inmaculadas la aureola
del héroe. (16)
RETRATO DE SUCRE
Diego Benalcazar, pintó a Sucre en
Quito en 1827, no se sabe si Sucre posó para este retrato, sin embargo, él lo
conservaba. Es el retrato civil de un hombre joven enfundado en un traje de la
época, tal vez un frac: chaleco blanco, bufanda y camisa blancas; su rostro
sereno, denota carácter firme. La tez blanca, ojos tristes pero bondadosos,
llenos de infinita ternura; la nariz perfilada un poco combada; boca sensual,
labios perfectos, cabello abundante y ensortijado, las patillas cubren gran parte
de las mejillas por ambos lados; la frente amplia y elocuente. Este retrato, sin
lugar a dudas, sirvió de modelo a Tovar y Tovar. Es indudable, a mi modo de
ver, que lo identifica cual ningún otro, y se puede corroborar en los rasgos de
la descendencia de esa familia; creo que Sucre lo mandó a hacer, “el mismo”
para su novia, Mariana de Carcelén.
J. A. Cova lo pinta mucho mejor, dice: “el
aspecto de Antonio José de Sucre, estaba en perfecta armonía con el equilibrio
de su espíritu. La severidad de su talante, -admirable en el lienzo de Tovar y
Tovar- encajaba perfectamente dentro de la firme contextura psicológica del
“redentor de los hijos del sol:
“De estatura regular, delgado, sin ser enjuto, de cabeza simétrica y sin
prominencias: la frente vasta, con
pronunciadas entradas; el pelo negro, ensortijado y recio; la piel blanca, pero
curtida por la intemperie de 14 años de guerra; cejas delgadas y perfectas;
ojos castaños, expresivos y dulces; la nariz larga y ligeramente combada; la
boca de labios finos y salientes; la barba redonda; las mejillas tersas y
apenas sombreadas por estrecha y corta patilla; el entrecejo ligeramente
marcado y rara vez se acentuaba para
mostrar el rostro ceñudo. Una suave expresión de dulzura animaba el rostro
dentro de su marcialidad característica. La sonrisa frecuente dejaba ver los
dientes blancos y bien cuidados. No era hombre de temperamento proclive a
ruidosas carcajadas; reía momentáneamente y pasajeramente y por una educación
esmerada y un admirable control de sus nervios dominaba las ruidosas
demostraciones de alegría, del pesar o de la cólera”. (17)
El retrato de Sucre lo completa en
multitud de observaciones el propio Libertador.
“El espíritu de Ud. es fecundo en
arbitrios, inagotable en medios cooperativos, la eficacia, el celo, y la
actividad de Ud. sin límites. Emplee Ud.
Todo esto y algo más para conservar la libertad de la América y el honor de
Colombia. El designio es grande y hermoso, y, por lo mismo, digno de Ud.” Bolívar. (18)
ABRIL DE 1810
Solo hay conjeturas sobre la
participación de Sucre, en los sucesos, antes y después, del 19 de abril de
1810 en Caracas. Recién había cumplido
15 años el 3 de febrero, y tenía dos años estudiando en la Academia Militar
de Caracas bajo el tutelaje de su padrino Don Antonio Patricio de Alcalá, que,
por ser Arcediano de la
Catedral de Caracas, lo alojaba en su casa escenario de
aquellos extraordinarios acontecimientos, que indudablemente lo impactaron y subyugaron,
desde cuyo escenario no pudo escapar al desarrollo de aquellos acontecimientos.
Miguel Ángel Mudarra, imagina y dice:
“Ha debido, pues, presenciar los activos movimientos de abril en Caracas. Lo
arrolló la onda revolucionaria, y adolescente ha participado de aquella emoción
totalmente nueva cuando se abrían oportunidades imprevistas, desconocidas y
riesgosas también. Acaso abría estado identificado en la masa popular que para la Plaza mayor fue convocada y
reunida el día de la toma del gobierno por el Ayuntamiento, tal y como sucedió
a otros jóvenes”.
Yo también imagino a Sucre participando
en aquellos días, adelantado a su edad, en importantes misiones al frente de la
juventud caraqueña, prestando valiosos servicios a los líderes de la magna
fecha. No se me ocurre otro destino para el noble patriota.
El 19 de abril, el pueblo, alentado
por líderes como Simón Bolívar, Miranda, Muñoz Tébar, Coto Paúl, José Félix
Rivas, Francisco Salías, Cortes de Madariaga, Juan Germán Rocio, Miguel José
Sanz, y tantos más; depuso al gobierno español y erigió la Junta Conservadora
de los Derechos de Fernando VII, lo que da inicio al proceso independentista de
la Capitanía General
de Venezuela.
Sucre vuelve a Cumaná después de esa
fecha; ningún investigador, nadie, dice si continuó de cadete en Caracas hasta
el 12 de julio de ese año, fecha en la que la Junta Suprema de Gobierno
de Cumaná, le otorga el grado de Subteniente de Milicias Regladas, ratificado
el 6 de agosto; pero si es posible que haya permanecido en Caracas, algún
tiempo después del 19 de abril.
Es incuestionable que desde esa edad
estuvo en la mira de los mayores.
Antonio José de Sucre y sus hermanos,
participaron dentro del orden militar a que correspondían, junto a la figura
prominente de esos sucesos en Cumaná, como fue su padre Don Vicente de Sucre y
García Urbaneja, por supuesto estuvieron involucrados en todos los actos concernientes
a la independencia de la provincia de Cumaná, aunque hay que entender que
Antonio José tenía apenas 15 años. Cuantas misiones cumplirían los hermanos
Sucre al lado de su padre para ocupar los puestos que ocuparon.
El historiador y cronista, Dr. José
Mercedes Gómez, escribe una síntesis medular de los hechos ocurridos en 1810 en
Cumaná, en su biografía del General en Jefe José Francisco Bermúdez, vamos a
trasmitirlos porque forman también parte de la vida de nuestro héroe:
“Los acontecimientos del 27 de abril
de 1810, tuvieron gran repercusión en la juventud criolla de Cumaná –como en
las otras ciudades de la Provincia. No
podía faltar a ello el fogoso José Francisco Bermúdez, quien inmerso en los
sucesos políticos del momento, se convierte en adelantado de los cambios que se
avecinan. Quizás por la vivacidad de su
carácter, no se le consideraba maduro o conveniente para asumir responsabilidades
de dirección, que él mismo no lo solicitaba, pero si defiende con energía y
fanatismo la idea independentista, que como en Caracas, inicialmente se disfraza
de preservación de los derechos del monarca español”.
“En el manifiesto, que como
aclaratoria, la
Junta Gubernativa Provincial de Cumaná, publica el 4 de mayo,
se afirma, … “Desde aquel momento, -se refiere a los hechos del 26 y 27 de
abril- esta Junta se ocupó en establecer el mejor orden de policía, y atender a
las necesidades públicas; sus acuerdos están vigentes y no menos su incansable
desvelo para consolidar el derecho, amor y prerrogativas de su amado Fernando Séptimo”
… añade además en su parte final, que esta disposición, deberá ser acreedora
“al reconocimiento y amor de la
Madre Patria ”.
“Numerosos eran los partidarios de la
proclamación de la independencia de España, y de la creación de un Estado
autónomo libre. Los más jóvenes eran propagandistas de esta idea, los Sucre
Alcalá, Isaba-Sucre, Bermúdez - Figuera, Vallenilla, y se definen como
portavoces y defensores de la emancipación total y de la separación de Caracas,
cuyo centralismo absorbente, ha provocado rivalidades. Bermúdez lideriza estas
aspiraciones y su nombre se hace popular entre la mayoría criolla y los gremios
pardos. Su actitud, no fue la de un observador pasivo, sino la de un agitador
de masas con la vehemencia de su temperamento”.
“No tardó la oposición realista en
asumir posiciones reivindicadoras aspirando el retorno del antiguo sistema.
Algunos como Juan Manuel de Tejada y José Antonio Illas, portadores de la
noticia de lo ocurrido en Caracas, están en desacuerdo con las ideas de
libertad”. (19)
“Sin embargo sabemos que el
Ayuntamiento de Cumana fue convocado por los comisionados de la Junta de
Caracas, los ciudadanos Francisco González Moreno y el mismo Comandante José
Antonio Illas, que arribaron a nuestra ciudad el 26 de abril de ese mismo año,
reunieron el Ayuntamiento, y procedieron a destituir al Capitán General Don
Eusebio Escudero, y a los demás miembros del gobierno colonial; e inmediatamente
nombraron las nuevas autoridades:
Ese 27 de abril se realizaron dos
asambleas, la primera en la mañana para conocer el comunicado que enviaba la Junta Suprema de
Caracas, y la segunda en la tarde, para interpelar al Gobernador Don Eusebio de
Escudero, e informarle que el Ayuntamiento asumiría el Gobierno, lo que produjo al final la renuncia de éste a
su alta investidura; de seguidas el Ayuntamiento procedió a nombrar la junta
revolucionaria, que quedó integrada por:
Alcalde de 1°, Don Francisco Javier Mayz;
Alcalde de 2°, Don Francisco Illas; Alférez Real, Don José Ramírez; Alcalde
Provincial, Don Jerónimo Martínez; Alguacil Mayor, Don Francisco Sánchez;
Síndico General, Teniente José Jesús Alcalá; Fiel Ejecutor, Don Manuel Millán;
alcaldes de la Santa
Hermandad , Don Domingo Mayz y Don José de Santos; Secretario,
Don José Antonio Ramírez
Esos mismos ciudadanos se constituyeron
en Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII, y se fortaleció con el
nombramiento del Comandante General de la Guarnición de Cumaná, Brigadier Juan Manuel
Cajigal, el cual fue promovido al grado de Mariscal de Campo. También se
atendió a la renuncia del cargo de Secretario de la Junta , del Ciudadano Don
José Antonio Ramírez, y en sustitución de él, se nombró a los eminentes
ciudadanos Don José Gabriel de Alcalá y al Lic. Don José Grau.
“Debemos, pues, manifestar a V. A. que
esta Junta y toda la provincia a quien representa queda penetrada de la
generosidad y justicia de sus sentimientos, y muy dispuesta por su parte a dar
repetidos testimonios de que a la equidad y moderación que elige V. A. como su
distintivo, corresponderá Cumaná con el del respeto y unánimes votos de
conservar el orden y obediencia de la Soberanía de Venezuela. El señor Doctor Don
Mariano de la Cova
presentará a V. A. este testimonio de respeto en calidad de Diputado de esta
Junta gubernativa. Dios guarde a V. A. muchos años. Cumaná, 14 de mayo de 1810.
(Fdo.) Francisco Javier Mayz, Francisco Illas y Ferrer.
La Junta gobernó hasta el 15 de mayo
de 1811, día en que se instaló la Asamblea Legislativa ,
formada por: Representantes de Cumaná, que fueron: Don Andrés Padilla Morón,
Don Domingo de Vallenilla, Dr. José María Vargas y Pbro. Diego Botino. Por
Aragua de Maturín, Don Martín Coronado; por San José de Austria de Cariaco, Don
Francisco Javier de Alcalá; por Carúpano, Don Manuel Marcano; Por Río Caribe,
Don José Rauseo; por Güiria, Don Casimiro Isaba Sucre.
En España, los sucesos de Caracas causaron
alarma y alteración del buen juicio. En
esos días se disolvió la
Junta Central , que defendía los derechos de Fernando VII en
Madrid, y sus miembros se trasladan a Sevilla y forman gobierno con el nombre
de “Regencia”, compuesto de cinco miembros principales, cuyo reconocimiento
pretendieron imponer a las colonias americanas. Con la excepción de Guayana,
Barcelona, Maracaibo, y Mérida; las provincias unidas de Caracas, Cumaná,
Margarita y Barinas, se niegan a reconocer ese gobierno español.
En la primera sesión de este cuerpo se
nombro presidente al Pbro. Domingo de Vallenilla y secretario al Lcdo. José
Manuel Grau.
La rebeldía de Barcelona no fue
aceptada por Caracas ni Cumaná, y de inmediato tomaron medidas conjuntas para
someterla destacando un ejército para ello, sin embargo, la sangre no llegó al
río y Barcelona con un nuevo gobierno envió correspondencia a Caracas y Cumaná,
y se adhirió al gobierno revolucionario.
En Caracas se instala el Primer
Congreso Nacional, el 1° de marzo de 1811, siendo representantes de Cumaná los
ciudadanos: doctor Don Mariano de La
Cova , doctor Don Juan Crisóstomo Bermúdez de Castro, Don
Francisco Javier Mayz y Don José Gabriel de Alcalá.
REACCIÓN
REALISTA
En Maturín se dio otro caso de
sedición, acaudillada por los españoles Don Nicasio Cabeza y Don Francisco de
Quevedo, sin embargo, fueron descubiertos a tiempo y expulsados de su
territorio.
El 5 de julio de 1811, el Congreso
Nacional de Venezuela, reunidas la provincia de Caracas, Cumaná, Barinas,
Margarita, Barcelona, Mérida y Trujillo, declaró solemnemente la Independencia de la
República. Cumana siguió los pasos de Caracas el 15 de julio, ese día se reunió
el Cabildo y se firmó el acta correspondiente declarando la independencia de la
provincia.
Los resultados de esta declaración
fueron terribles, los españoles y criollos realistas se insubordinaron en
Caracas y en Valencia y se produjo el Estado de Guerra Abierta.
Cortabarría envió a Cumaná, bajo el
mando del Comandante Arias Reina, acompañado del gobernador de Margarita Don
Joaquín de Puelles, la fragata “Cornelio”, un bergantín y dos goletas
fuertemente armadas con suficientes tropas para bloquear el puerto de Cumaná. Estas fuerzas se dedicaron durante 20 días a
causar el mayor daño posible, sin embargo, se retiraron por no haber podido
desembarcar y tomar la ciudad, cuál era su propósito.
Don Vicente de Sucre, Jefe de las fuerzas
armadas en Cumaná, rechaza la intimación de Cortabarría en términos que no
dejan dudas; se conserva la vigorosa respuesta que dio a Don Joaquín de
Puelles, que la procuraba… Trascribimos:
“Si Ud. Tiene fuerzas para reducirnos
a cenizas, si respeta la inocencia de los inculpados como dice ¿a qué fin
dirigir sus hostilidades contra los viajeros pobres y desprevenidos, que no
tiene más culpa que ser libres, que se mantienen de su trabajo personal en el
seno de la virtud, con un eterno horror a los piratas? No: deje Ud., a estos
infelices; venga a buscar a los que llama criminales, porque ilustramos su
ignorancia y protegemos sus justicias; aquí estamos en nuestras playas: desembarque
Ud. con su cuadrilla; ataque nuestras columnas, derrame la sangre de los que
llama rebeldes…las acciones decidirán en su resultado cual es la causa justa;
donde está el valor, y donde el oprobio de la cobardía. Como solo la perfidia
puede imputar a delito el uso sagrado de nuestros derechos, debo renunciar por mí,
y a nombre de todo este pueblo, el generoso indulto con que Ud. nos brinda,
porque es una ignominia de la inocencia solicitar perdones que no debe buscar
sino el profanador de las leyes, y de las exenciones que ha dejado la
naturaleza por patrimonio al hombre en cualquier estado. Esto es lo que el
pueblo me ha inspirado contestar a Ud. Y
lo que ejecuto como un deber de mi cargo. Cumaná, 17 de julio de 1811. Vicente
Sucre”. (20) El Mariscal tenia de quien heredar.
En las elecciones del 14 de mayo de 1812
fue electo por mayoría de votos, el Poder Ejecutivo de la provincia, formado
por: el Coronel Don Vicente Sucre y García, el presbítero Don Diego Botino y
Don José Miguel de Alcalá.
PRIMERA CAMPAÑA
Sin embargo, la provincia de Cumaná
estaba muy lejos de la paz, la guerra se generalizaba; Guayana había sido
tomada por los realistas rebeldes, y los miembros del Ayuntamiento guayanés
fueron sometidos y enviados a Puerto Rico.
Los patriotas de toda Venezuela se movilizaron contra estos sucesos; en
Cumaná procedieron y actuaron bajo el mando de Don Francisco González Moreno,
Comandante de la escuadrilla de Cumaná, cuya
escuadra sutil estaba formada
por 19 barcos bien tripulados, al mando del alférez de
navío Don Felipe Estévez, que se incorporó desde Puerto Cabello, y su segundo
Don José de Videau, que se incorporó desde Güiria; partió para Guayana a
recuperar aquella estratégica provincia; y envió por tierra, al mando de
900 hombres, el coronel Don Manuel de Villapol, con el único
objetivo de rendir aquella provincia rebelde.
La escuadrilla pasó el caño Pedernales
hasta Guaritica, donde estaba de guardia y esperaba al ejército, el coronel
Santiago Mariño, que ya se distinguía entre los oficiales patriotas por su
educación, valor e inteligencia, acantonado en el caño al frene de un contingente
de tropas de refuerzo, que se incorporaron de inmediato a la expedición.
La escuadra española ocupaba
posiciones frente al caño Macareo el 25 de febrero de 1812; allí los realistas
supieron con quienes debían tratar en el futuro, fueron totalmente derrotadas
por las fuerzas combinadas que convergieron en esa cita histórica; y Estévez
goloso las persiguió hasta Barrancas, donde abandonó la persecución por orden
de Villapol, lo que resulto un colosal error; Villapol suscribió el parte
siguiente, como disculpa de esta orden:
“Las lanchas de nuestra escuadrilla
fueron provistas de 70 tiros cada una,
bastante en mi concepto para hacer un corto tiempo el corzo, y no una conquista tan obstinada como la de Guayana: los calibres 12, 18 y 24,
han consumido más de la mitad, y alguno hasta dos tercios; el recurso de Cumaná
es costosísimo hasta por tierra, y muy tardo; por tanto espero que V. S. me
socorra, si pues, con algunos pues en el
caso de atacar los castillos, como es regular y preciso, quien sabe cómo nos
veremos. Dios guarde a V. S. muchos años. Cuartel de Barrancas 28 de febrero de
1812. Manuel Villapol. (21)
Fue una victoria pírrica, en Guayana
se peleó fuerte por la revolución, pero todo salió mal, la traición de Solá fue
determinante en la dispersión del ejército. Los guayaneses tomaron 500
prisioneros y casi todo el parque de los patriotas, cuyos jefes se salvaron
milagrosamente.
Así estaba la situación cuando Sucre
se inició en la carrera militar.
FORJA DEL HEROE
“He narrado
las hazañas de un guerrero temerario que, paralelamente a las proezas de Páez,
el centauro sin segundo, y bajo las órdenes de José Francisco Bermúdez, el
huracán hecho hombre, se destacó como un bravo entre los bravos de esa epopeya
americana, jalonada de portentos; pero que los aventajó después a todos, como
el genio de la guerra continental y como el hombre de las leyes.” Ángel
Grisanti.
En la formación de Antonio José,
influyó decisivamente su padre, Don Vicente de Sucre Pardo y García Urbaneja,
hombre de carácter austero, militar de carrera, estoico, disciplinado; lidera
la revolución en Cumaná y es Comandante del Cuerpo de Cadetes cargo que venía
desempeñando en el régimen colonial.
Tal vez su predisposición para la
revolución le viene por la familia, su parentesco con Gual, hijo del Gobernador
y Capitán General Don Mateo de Gual y Puello, que casó en Cumaná con la hermana
de Don Vicente, Doña Maria Teresa de Sucre y García Urbaneja. Es indudable el
terrible impacto que produjo en la familia Sucre la persecución y martirio de Manuel
Gual.
Don Vicente, durante los acontecimientos de
1810 y siguientes, es miembro principal de la Junta de Gobierno de la provincia de Cumaná, y
luego forma parte del Poder Ejecutivo. Grisanti lo pondera, porque era tan
humilde y valiente como su hijo; despreció el grado de Generalísimo y el de
Mariscal, que le ofrecía el Ayuntamiento cumanés.
Veamos la actuación de Antonio José de
Sucre. El 12 de julio de 1810, después de los acontecimientos de Caracas, ya está en Cumaná como cadete de la noble
Compañía de Húsares de Fernando VII, una vez concluidos sus estudios académicos;
y la Junta Suprema
lo acredita el 6 de agosto de ese mismo año, con el grado de subteniente del Real Cuerpo de Ingenieros de
Cumaná, en cuya institución asciende
rápidamente; para 1811 figura como
Comandante de ese Cuerpo de Ingenieros
Militares; el 31 de julio, el Poder Supremo de Caracas, lo asciende a Teniente
de Ingenieros, de ese mismo Cuerpo de Ingenieros; y con ese rango, es llamado, para incorporarse en su
especialidad en el Estado Mayor del
Ejercito bajo el mando del Generalísimo
Francisco de Miranda.
SU ACTUACIÓN EN EL
CENTRO DE 1811 y 1812
El héroe se perfila como un gladiador
romano, -mens sana y córpore sano-, mente y cuerpo ya están preparados para la
acción. Su espíritu se fortalece a cada paso y nace su verdadera vocación, es
un soldado de la libertad.
Muy poco nos han trasmitido los
cronistas y los partes de guerra de sus primeros pasos; sin embargo, Bolívar lo
atestigua: “sirvió a las órdenes del general Miranda con distinción en los años
11 y 12 (22). Sucre fue llamado a prestar servicios bajo las banderas de
Miranda, después del 31 de julio de 1811, en calidad de “Oficial Científico”
allí tuvo la oportunidad de prepararse para el Estado Mayor que luego
ejercería, y es perfectamente probable que ya estuviese incorporado a su
ejército para la toma de Valencia que se inició el 8 de agosto de ese mismo
año, y en ese caso su acción ha debido estar a su altura, como ingeniero
militar y como artillero.
Por ello todo hace pensar, que, en el ejército
de Miranda, como afirma J. A. Cova, ocupó puesto de oficial en el Estado Mayor,
tal vez actuó como ayudante de ingenieros, y en tal función se destacó en las
acciones en las que participó, con aquella actividad de que habla el
Libertador.
El 8 de agosto Miranda dirige su ejército
desde el Morro de Valencia; Sucre estaba bajo sus banderas en esos días y es
muy probable que actuara cerca de Bolívar, fue entonces cuando se conocieron
como lo afirma Luis Ernesto Rodríguez Durán, en un artículo publicado en la
revista de la
Sociedad Bolivariana del Táchira. Año 4. Nos.6 y 7.
Penetran las fuerzas patriotas en la
ciudad, donde son atacados por la fusilería real por varios flancos sin ningún
éxito. “Observando -dice Miranda en el parte de guerra de esa acción- las
distintas posiciones que ocupaban las tropas del ejército alrededor de Valencia
hemos visto que se hallan reducidos a una parte de la ciudad”. El generalísimo
aprovechó esta circunstancia para atacar con toda su fuerza logrando
dispersarlos.
Los realistas fueron batidos también
cerca de Valencia, por los intrépidos capitanes José Martí, Antonio Flores,
José Rodríguez y otro gran cumanés, el coronel Miguel Carabaño, en las acciones
de Palotal, Cerro del Puto y Agua Blanca; y animados por el
conocimiento que tenemos de Sucre, no podemos dudar de su participación en esas
acciones. Es casi seguro, repito, que Sucre conociera entonces a Bolívar y
luego continuara su amistad por correspondencia, como se acostumbraba en
aquella época. Bolívar participaba activamente en esas campañas, como lo dice
Miranda: “Los coroneles Bolívar y el Brigadier Fernando Toro, se encargaron de
desalojar a los reales del Cuartel de Pardos y del Convento de San Francisco”.
(24) Sobre todo porque Miranda recomienda al Congreso, el asenso de Bolívar al
grado de Coronel, por brillantes y señalados servicios en la campaña. No es
posible que Sucre no lo asistiese de algún modo en esas acciones.
La clemencia de Miranda, que en la guerra es
flaqueza, dictó una capitulación después de la victoria y permitió a los vencidos
accionar libremente, por ello se reagrupan, contraatacan y vencen con terribles
daños para los republicanos que abandonan Valencia. Sin embargo, no todo se perdió en esa
oportunidad; Miranda se reorganiza en Guacara, sitia la ciudad y la
recupera. Fue una gran victoria y Sucre
estaba allí.
En 1812 es también más que probable, aunque no
consta en los partes de guerra ni en las crónicas que hemos investigado, que
Sucre participa con Miranda en otras acciones, aunque J. A. Cova solo menciona
el combate del 20 de junio de 1812 en “La Victoria ” contra el propio Monteverde, y los
patriotas resultan triunfadores, esta fue su última actuación bajo el mando de
Miranda. Sucre participa en esa acción
en calidad de ayudante del Generalísimo Miranda; sin embargo, insistimos en
otros combates, y a pesar de que no tenemos pruebas, si tenemos esa convicción:
Miranda en mayo de 1812 entra en Maracay, Sucre forma parte de su Estado Mayor
y sin lugar a dudas entra en combate, discretamente por supuesto, y su nombre
no fue citado en el parte que Monteverde manda al Gobernador Ceballos. También
es muy probable su actuación, el 9 de mayo, en “Los Guayos”, bajo el mando de
Antonio Flores y MacGregor. Esta acción hubiese sido exitosa si no es por la
traición del capitán Pedro Pons, que se pasó al enemigo; también es posible su
participación en la retirada de Miranda hacia Maracay, donde dispone la
fortificación de Guaica, Magdalena y La Cabrera , para impedir el paso de Monteverde al
lago de Valencia. Sucre, por ser ese uno de sus deberes, sin duda estuvo al
lado de los ingenieros militares Francisco Jacot y Manuel Aldao, trabajando en
esas fortificaciones donde se concentró el ejército patriota. En otros combates consecutivos: Guigue, el
Portachuelo de Guaica, San Joaquín, Cerro de los coreanos y La Cabrera , el joven
Mariscal, tuvo activísima y disciplinada participación sin mayor revuelo. Sucre
además de tener a su cargo las fortificaciones, era artillero instructor como
hemos mencionado, por lo tanto, tenía que estar en el frente de batalla.
Sucre no estuvo al lado de Miranda
para la fecha de la capitulación definitiva en el Cuartel General de Monteverde
en San Mateo el 25 de julio de 1812,
pues se encontraba en Barcelona cumpliendo una misión importante, como puede
constatarse en un documento que firma con Anzoátegui y otros, el 3 de julio de
ese año con motivo de los refuerzos solicitados por Miranda a la república de
Cumaná, documento reproducido en “Archivo de Sucre”.
CAPITULACION DE CUMANÁ
Sucre participa con su padre en la
campaña de Barcelona en 1812. Recibida en Cumaná, el 4 de julio, la noticia de
la insurrección de la provincia de Barcelona, liderada principalmente por el
fraile Joaquín Márquez y el Coronel Francisco Tomás Morales, se dispone una
expedición pacificadora de 15 barcos de guerra y 1000 hombres muy bien
pertrechada comandada por el coronel Don Vicente de Sucre y García Urbaneja, y
el teniente coronel Luis Vallenilla. –El Teniente Antonio José de Sucre se
encontraba ya en Barcelona junto con el Capitán José Antoni o Anzoátegui.
La expedición de Cumaná surge en Puerto
Píritu, en cuya plaza se inician las operaciones pacificadoras; pero en medio
de estas acciones se reciben noticias de Caracas, el 25 de julio, sin
conocimiento de los jefes expedicionarios orientales, el Generalísimo Francisco
de Miranda, firma con Monteverde la tristemente célebre Capitulación.
En el cuartel general de Puerto Píritu
se recibió a los comisionados del gobierno de Cumaná, los ciudadanos Joaquín
Vallenilla, José Manuel Graü y Francisco Mejía, que ordenaban detener las
operaciones militares sobre Barcelona.
Se dio la orden de evacuar el puerto;
operación que se hizo bajo las acechanzas del realista Francisco Tomás Morales,
el cual atacó por sorpresa y capturó 44
hombres de caballería, sin embargo fue rechazado con pérdida de muchos hombres
y pertrechos, luego la flota patriota se dirigió al Morro de Barcelona, que
había sido ocupado por el alférez de fragata
José Miguel Machado, y formando sus fuerzas en combate don Vicente
organizó el bloqueo de Barcelona, mientras se recibían más noticias e
instrucciones desde Cumaná.
El 12 de julio fue el día de la infausta
rendición firmada en San Mateo; el 19 y el 20 los comisionados del
Generalísimo: José de Sata y Bussy y Manuel de Alcedo, hicieron a Monteverde la
proposición de la
Capitulación , en los términos siguientes:
1°. - La entrega del territorio no
reconquistado, y las armas, municiones de guerra y demás existencias a
disposición del ejército de su Majestad Católica.
2°. - Entretanto que se promulga la Constitución
de las Españas, las leyes del Reino y las disposiciones de las Cortes serán las
reglas del gobierno.
3°. - Las personas y bienes que se
hallan en el territorio no reconquistado serán salvas y resguardadas: dichas
personas no serán presas ni juzgadas, como tampoco extorsionados los
enunciados, ni sus bienes por las opiniones que han seguido hasta ahora: y se
darán los pasaportes para que salgan de dicho territorio los que quieran en el
término que se señala.
4°. - Serán puesto en libertad los prisioneros
de una y otra parte.
5°. - Los extranjeros gozarán de la
condonación expresada; pero su residencia será a discreción del gobierno. (25).
Negados por Monteverde estos términos
el 20 de julio de 1812, Miranda nombró al coronel José de Sata y Bussy, con
todos los poderes para llegar a conclusiones aceptables para ambas partes, lo
que se produjo el 25 de julio, como hemos dicho.
Monteverde mandó delegados a todas las
partes del País para informar sobre los términos de la Capitulación y demás
asuntos y medidas que deberían tomarse, en la nueva situación: el doctor Don
José María Ramírez, diputado de Barcelona y Don Joaquín García Jove, vecino de
Caracas, vinieron a Cumaná con ese fin; los cuales tenían esa misión, informar
y tomar medidas e interpretar los términos de la Capitulación de
Miranda, y, por supuesto, llamar a todos a la pacificación.
El 23 de agosto se reunió la Asamblea Legislativa ,
el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial de Cumaná, y en vista de que en toda la
provincia se proclamaba al Rey, se aceptó la Capitulación, se levantó Acta, y
se comisionó a los ilustres ciudadanos: Don Diego Botino, Don José Manuel de
Sucre y Don Pedro de Betancourt, para presentar dicha Acta, en el Cuartel
General de Monteverde en Caracas.
El 27 de septiembre llegó a Cumaná el
Gobernador nombrado por el flamante reconquistador Don Domingo de Monteverde;
el bondadoso español Don Emeterio de Ureña, en compañía de los expulsados o
emigrados del gobierno republicano. Este eminente ciudadano se esforzó y trató
de cumplir los términos de la Capitulación. El 13 de octubre después de
publicar bandos llamando a la reconciliación y al regreso de las familias que
habían emigrado u ocultado, procedió en un acto, único en Venezuela, a “La Jura ” de La Constitución
Española.
Sin embargo, no todos estaban
conformes, los catalanes especialmente, en desacato y llenos de odio,
repudiaron la conducta de Ureña, y, a través del Dr. Don Antonio Gómez, que
había sido expulsado de la provincia por los patriotas, lograron influir para
que Monteverde violara la
Capitulación y actuara injustamente contra los patriotas.
Desde ese momento se inició la persecución contra la familia Sucre. Monteverde ofició a Ureña para que apresase a
los facciosos de la provincia de Cumaná y los remitiese al puerto de la Güaira.
La Audiencia de Cumaná conoció de este delicado asunto
y no lo aceptó, y más bien aplaudió el proceder del Capitán General Don
Emeterio Ureña, por lo cual Monteverde
destacó para Cumaná, al teniente Francisco Javier Cervériz, con una fuerte escolta, y con
instrucciones de apresar y someter a los que resultaren implicados en los actos
independentistas, sobre todo aquellos
que asumieron responsabilidades de gobierno o que estuvieron envueltos de alguna otra forma en
el gobierno republicano; así se inició la persecución de los patriotas.
Cervériz procedió el 16 de diciembre
de 1812, con el mayor sigilo, a la
detención de 22 de los más prominentes
ciudadanos, entre los cuales se mencionan renombrados patricios, cabezas de las
principales familias, como son: los coroneles: Dionisio Sánchez, Diego Vallenilla, Vicente Sucre y al Teniente
Coronel José Jesús de Alcalá; Don Ramón Landa, Don
Juan Prado y sus hijos: Baltasar y León Prado; Don José Eustaquio Márquez, Don
Jesús Francisco Brito, Don Fabián Maza;
el Administrador del Correo, Don Manuel Machado; el Administrador de la Renta del Tabaco, Don Pedro
Betancourt; los presbíteros Don Jacobo Laguna, Don Francisco Escalante, Fr. Andrés
Antonio Callejón Vélez y Fr. Diego Gaspar Botino -estos dos últimos no pudieron resistir las torturas y murieron
en las bóvedas de la Guaira-
La violación de la Capitulación, que
se repitió en todos los pueblos de la Capitanía General; el desprecio de las
decisiones de los tribunales y de los ayuntamientos, y la conducta innoble de
Monteverde, bien pronto trajo la reacción de los patriotas y el espanto de la
guerra a muerte.
CHACACHACARE.
La campaña de Oriente bajo las banderas de Mariño.
“Cuando los Generales Mariño, Piar,
Bermúdez y Valdés emprendieron la reconquista de su patria, en el año 13, por
la parte oriental, el joven Sucre los acompañó a una empresa la más atrevida y
temeraria”. Bolívar. (26)
Monteverde triunfante gobierna
tiránicamente. Miranda rinde sus armas. El
Teniente Antonio José de Sucre, desde Barcelona donde cumplía órdenes de
Miranda en unión del Capitán José Antonio Anzoátegui, pasa a Las Antillas y se
queda en Trinidad donde están Mariño, Bermúdez y un grupo de exiliados.
En Cumaná aparece un pasaporte para Sucre,
firmado por el Capitán General, Don Emeterio Ureña, que tiene fecha 29-12-1812, lo que puede
significar que es falso o que Sucre no
lo usó, porque para esa fecha no podía
estar en Cumaná bajo la persecución de Cervériz, casi a la “víspera” (a 16
días) de la expedición de Mariño que zarpó el 13 de enero de 1813; ni tampoco
estaba Don Emeterio Ureña en el gobierno de la provincia, sustituido antes de esa fecha por Don
Eusebio Antoñanza, que ordenó y ejecutó
la aprensión de Don Vicente el 16 de diciembre. ¿Cómo iban a estar los hermanos
Sucre en Cumaná bajo esas terribles circunstancias?; y, nunca podrá significar
que no viajó a las Antillas y a la isla de Trinidad, como puede fácilmente
demostrarse con infinidad de datos y testimonios. Contra ese pasaporte, por el
cual, el ilustre historiador e
investigador Carraciolo Parra Pérez y muchos otros, deducen que Sucre no tuvo
posibilidad de formar parte de los expedicionarios de Chacachacare, aunque el
Cronista de Güiria, mi amigo Don Alberto Betancourt, en su libro “Güiria,
historia, su gente y costumbres…” al transcribir, de este autor, la lista de
los 45, menciona a Sucre, veamos: “En resumen, Parra Pérez, basándose en
documentos rigurosamente históricos, los nombres de quienes salieron
efectivamente de Chacachacare, el 11 de enero de 1813, son once venezolanos, incluyendo a Videau, y el
resto, voluntarios y mercenarios. Los
primeros son: Santiago Mariño, Juan Bautista Videau, José Francisco y Bernardo
Bermúdez, Juan Francisco Martínez, Francisco Azcúe, Manuel Piar, Juan José
Valdés, ANTONIO JOSE DE SUCRE y Agustín Armario. Completan la lista: Pantaleón, Johon Jack,
negros de Granada; Mathew Solow, Charles Caroche, Alexis Gral, negros libres;
Francisco Ochoa y Felicien, blancos; José Domingo, blanco, Miguel, Francisco y Gabriel,
carnicero este último, y mulatos los
tres: John Victoria, John Louis, Joseph
Julién, Michel Lorie, Bernard Nathan, Luis Victorie, John Julién Allen, Callis Montador, Julián
Besson, Louis Francois, mulatos y negros libres, empleados en la milicia de Trinidad como soldados o tambores. (27)
Y también se levanta la palabra del
General Daniel Florencio O’Leary; para mí,
como cronista y con fundamento en su
testimonio, el de otros investigadores y
por deducción lógica, opino que Sucre, como los hermanos Bermúdez, ni pidió ni
recibió nunca ese pasaporte, porque no estaba en Cumaná; los revolucionarios de esa época no
necesitaban pasaporte para salir o entrar al País; y hay páginas historiadas de
la vida del Mariscal, pruebas contundentes de sus actividades en Trinidad, que
tendrían que desaparecer, borrarse o
cambiarse, lo que a estas alturas luce imposible.
Entonces, ratificamos que Sucre
si salió para Las Antillas, entre julio
y agosto de 1812, y se reúne en Trinidad con Mariño, José Francisco y Bernardo
Bermúdez, Manuel Piar, Manuel Valdés, etc., y afirmamos con O’Leary, Villanueva, Tosta García,
Sanabria, Alberto Betancourt, etc., buena parte de sus biógrafos, que Sucre viajó a Trinidad, donde perfecciona su inglés, sirve
de edecán y secretario a Santiago Mariño; y redacta cartas para el gobernador
de la isla, Ralph Woodford, que
conspiraba contra los patriotas. Bolívar y O’Leary nos lo dicen, con detalles
documentados y probablemente contado por su amigo, el propio Sucre;
trascribimos:
“Los desgraciados proscritos no
hallaron en Trinidad, donde se habían refugiado, ni la simpatía ni la
hospitalidad que el extranjero y el patriota desterrado, generalmente encuentra
en el suelo británico. Sir Ralph Woodford, entonces gobernador de la isla,
creyó de su deber, no solo desalentar a los que emigraban del vecino continente,
sino molestarlos en toda ocasión. En vano representaron estos contra las
persecuciones a que se les exponía; pero sus justas representaciones fueron
recibidas con desagrados y groseramente contestadas. En una ocasión dirigió el
Gobernador una carta al General Mariño con estas señas: “A Santiago Mariño,
General de los insurgentes de Costa Firme”. Esto era demasiado, y no lo habría
soportado con paciencia ni el hombre más abatido por la suerte. Desconfiado
Mariño de su genio arrebatado, quiso que Sucre contestase la carta; y al hacer
alusión a la injuria sarcástica irrogada a su camarada, dijo a Sir Ralph
Woodford: Cualquiera que haya sido la intención de V. E. al llamarme insurgente
estoy muy lejos de considerar deshonroso el epíteto cuando recuerdo que con él
denominaron los ingleses a Washington. El despecho que produjo la conducta del
Gobernador, unido a la ansiedad en que los mantenía la suerte de sus
conciudadanos, inspiró a Mariño y a sus compañeros una caballeresca resolución
digna de su noble causa; sin dinero ni modo de obtenerlo, decidió este puñado
de patriotas, pues eran apenas cuarenta y cinco, redimir a Venezuela”. (28)
Hay pues, pruebas contundentes, con
algunas contradicciones entre los historiadores, de esta etapa de la vida de
Sucre y su viaje a Trinidad; en este caso le damos más valor al testimonio de
un compañero de armas, que a los intérpretes.
Por cierto, el cumanés J. A. Cova,
biógrafo de Sucre, en la hoja de servicios de Sucre, dice “1813.- 13 de enero:
combate en Güiria, Sección Cumaná a las órdenes del General Mariño, contra el coronel
Juan Gabazo. - Triunfo.”
Laureano Villanueva, su mejor biógrafo, lo relata con lujo de detalles,
y dice que: “En Trinidad no malgastó su tiempo, pues llegado que hubo, se
consagró a estudiar el inglés y a informarse de la marcha y rumbo de los negocios
europeos en cuanto se relacionaban con los de América, y a adquirir la mayor
suma de instrucción en historia y en arte de la guerra”. (29)
Me
imagino que el General Francisco Mejía -de quien lo copia Arquímedes Román,
Cronista de del Municipio Mejía del Estado Sucre- recién iniciado en la gesta
emancipadora, que se incorpora al ejercito de Mariño a los 14
años en el cuartel general de capuchinos, junto con otros hermanos de Sucre,
tal vez de un recuerdo borroso de aquellos sucesos extraordinarios, sacó eso de
que Sucre se incorporó junto con él durante el sitio de Cumaná de 1813, cuando
ya se había ganado las preseas de capitán, tras duro batallar al lado de
Mariño, Bermúdez y Piar. Por ser Sucre el héroe de Maturín, Mariño le entrega
la ciudad de Cumaná.
La campaña de Mariño de 1813 con Sucre a su
lado, con la experiencia de haber peleado al lado de Miranda, como comandante
de ingenieros, vino a ocupar a su lado un lugar relevante, por eso con el grado
de capitán organizó el primer batallón de ingenieros zapadores, con que contó
desde entonces el Ejército Republicano; Sucre actuó no solo como ingeniero,
sino como jefe de unidades tácticas, y Primer Ayudante de Mariño; con él avanza
incontenible el ejército en su
arremetida desde Güiria, para liberar
las provincias de la
República de Cumaná, como se da a conocer en algunos partes
de guerra. Así lo aprecia Tosta García en su novela Los Orientales.
Los dos libertadores, Bolívar y
Mariño, montados en el carro de Marte, acompañados por una Pléyada de héroes,
triunfan y liberan todas las provincias de Venezuela. Sucre, el aguilucho
inmortal, se ocupaba de todo, como dice Bolívar, trabajaba en todas partes, en
todos los frentes; en las comisiones, en
hospitales improvisados procurando el auxilio a los heridos, asumiendo las tareas logísticas, atendiendo
las fortificaciones, trabajos de
ingeniería, su especialidad montando barricadas y baterías, al frente de los artilleros, discutiendo en el Estado Mayor
con los jefes, animando, creando defensas de la nada, buscando armas y
pertrechos, y muchas veces luchando
cuerpo a cuerpo al lado de Mariño, Bermúdez, etc., como lo dicen algunos partes de guerra y
confirma el Libertador; y en todo, como ayudante en el Estado Mayor de Mariño,
o como artillero o primer soldado o comandante de los batallones “Zapadores”,
“Colombia” ; y, en premio de su actividad ganó con inteligencia, diligencia y
respeto el grado de Mayor en
campaña. A Sucre nunca le regalaron nada, todo lo ganó por merecimientos
muy bien relacionados y soportados.
De esa “maratón” quedaron muchas
anécdotas, canciones, poemas, mitos y leyendas: Tosta García, en su obra “Los
Orientales”, afirma que Sucre fue quien tomó
la guarnición de Güiria porque
Mariño estaba indispuesto; Grisanti, Tavera Acosta, Alberto Sanabria, González
Varela, J. A. Cova, José Bernardo Núñez,
y otros cumaneses, afirman que Sucre participó en forma relevante, desde un
principio en la hazañosa empresa; y por mi parte, creo, que en su condición de
secretario, edecán, estratega y ayudante de Mariño, no faltó a la cita de
Chacachacare ni a la campaña libertadora desde su inicio, y tuvo papel
decisivo, central, sobre todo en Maturín,
en todo el desarrollo de la campaña, así lo entendió el Libertador,
que lo convierte en su interlocutor favorito desde 1817; su personalidad brilla
con luz propia; por eso, Bolívar lo distingue entre los jefes orientales. Es
indudablemente el centro de atención del Libertador, como puede comprobarse en
la nutrida correspondencia que pudo salvarse, que deja claro que venía de
lejos. Lamentablemente parte de esa correspondencia se perdió.
El historiador Bartolomé Tavera
Acosta al tratar el tema de la campaña
de Mariño, nos dice: “Es de lamentarse que hasta hoy no se conozcan todos los nombres de esos
cuarenta y cinco patriotas
expedicionarios, pues si bien es cierto
que algunos autores han publicado
sendas listas de ellos, es necesario observar que con excepción de Mariño, Manuel Piar, los Bermúdez, José Francisco Azcúe, Manuel Valdés, Agustín
Armario, Juan Bautista Videau, Pbro.
Domingo Bruzual de Beaumont, José Rafael de Guevara, Rafael de Mayz, José María Otero, Mateo Guerra Olivier, Juan Bautista Cova, José Leonardo Brito
Sánchez, Juan Bautista Darías, Bernardo Martínez, Fernando Gómez de Saa y uno que otro
más, del resto no hay constancia
histórica para poder afirmar que fueron
de los de Chacachacare. En cambio, es de presumirse que si se encontraron allí
José María Sucre y Antonio José de Sucre, quienes habían salido de Cumaná para
Trinidad trece días antes y aparecen luego en los sucesos de Maturín.
En Chacachacare –Tavera lo escribe
Chacachacari- los expedicionarios toman las primeras armas y antes de invadir a
Tierra firme, el 11 de enero de 1813, suscriben el Acta memorable en estos
términos:
“Violada por el jefe español D. Domingo
Monteverde la capitulación que celebró con el ilustre general Miranda, el 25 de
julio de 1812; y considerando que las garantías que se ofrecen en aquel solemne
tratado se ha convertido en cadalsos, cárceles, persecuciones y secuestros.
Que el mismo general Miranda ha sido
víctima de la perfidia de su adversario;
y en fin, que la sociedad venezolana se halla herida de muerte, cuarenta
cinco emigrados nos hemos reunido en
esta hacienda, bajo los auspicios, de su dueña, la magnánima señora Concepción Mariño, y congregados en consejo de familia,
impulsados por un sentimiento de
profundo patriotismo, resolvemos expedicionar sobre Venezuela, con el objeto de
salvar esa patria querida de la
dependencia española y restituirle la
dignidad de nación que el tirano Monteverde y su terremoto le arrebataron Mutuamente nos empeñamos nuestra palabra de
caballeros de vencer o morir en tan gloriosa empresa; y de este compromiso
ponemos a Dios y a nuestras espadas por testigos. Nombramos Jefe Supremo con
plenitud de facultades, al coronel Santiago Mariño” Chacachacare, 11 de enero
de 1813. Firman. Santiago Mariño,
Francisco Azcúe, José Francisco Bermúdez, Manuel Piar, Manuel Valdés. (31)
RELACIÓN DE LA CAMPAÑA DESDE CHACACHACARE.
En la tarde del día 12 de enero de 1813, Mariño y sus compañeros salen
de Chacachacare en la goleta del general Manuel Piar, la “Carlota”, comandada
por Juan Bautista Videau, rumbo a la hacienda de su propiedad “Cauranta”, donde
Mariño había reunido un grupo de esclavos y escondido armas y pertrechos antes
de exiliarse.
El realista Brigadier Juan Gavanzo, en una
goleta con 50 hombres, los vigila en alta mar, pero no los enfrenta; más bien
los evade y se refugia en el puerto de Güiria, donde hay una pequeña guarnición,
con la que pretende sorprenderlos y derrotarlos. Mariño decide merodear a distancia de la
costa y calibrar la situación. Sabe que Gavanzo tiene 50 hombres bien armados,
pero no sabe cuántos hombres más componen la guarnición de Güiria. Decide
barloventear o maniobrar por la costa para distraer la atención del enemigo
hasta el otro día, 13 de enero, que logra evadirlos y muy temprano, desembarca en
su hacienda “Cauranta”, al Oeste del poblado, donde, repito, armas y cerca de
100 hombres; engañando de esta manera, al enemigo que lo esperaba en el puerto o
cerca de Güiria.
Mariño reúne su Estado Mayor y decide
atacar, aplicando una estrategia simple: ¨Operación Tenaza¨. Mariño,
desembarcando en su hacienda, irá con parte de sus hombres por tierra, para atacar
la guarnición por el Oeste; mientras Piar y Bermúdez, irán por mar y
desembarcarán en el lado contrario, por el Este. Así lo ejecutan; a las once de la mañana
ataca Mariño la guarnición cerca del puerto, armados con pocos fusiles, algunas
lanzas y muy pocas municiones; los españoles, valientemente soportan y rechazan
la carga. Los patriotas hacen creer que se retiran desordenadamente hacia el
caserío, donde se fortalecen. Esta maniobra se ejecutó dentro del plan de
Mariño que necesitaba sacar a los reales de sus posiciones en el puerto y
atraerlos al poblado. Los realistas sin
perder tiempo ni ánimo, salen de sus trincheras y atacan, esperando triunfar
rápidamente; los patriotas sostienen el fuego; pero los reales también están
escasos de municiones, y se ven obligados a abandonar el asedio y se retiran
hacia el puerto. Entonces Mariño, Bermúdez y Piar, entran en acción con 90
hombres, la mayor parte de los 45 y otros tantos del poblado que se les
unieron; y destrozan al enemigo, causándoles muchas bajas.
Gavanzo, que tenía prevista la
retirada, embarca a los que quedan con vida, y se retiran hacia Irapa; quedando
a los patriotas todo el territorio de Guiria; todas las provisiones, armas y
municiones, es decir el parque de los reales,
que abandonaron en su huida. La victoria fue total y satisfactoria. Mariño
aprovecha para aumentar su tropa y pertrecharla convenientemente, así da inició
a la campaña de oriente, con buen pie, pero tenía que continuar sin descanso
para evitar la reacción realista. Sucre se destaca en esta acción por su
inteligencia, de tal suerte que algunos historiadores creen que él dirigió las
acciones, su prestigio aumento a los ojos de sus compañeros.
Entonces recapitulando, fue el 13 de
enero que se inició la campaña libertadora de Oriente desde Güiria, donde
Mariño instaló su Cuartel General, y pudo organizar un ejército que de acuerdo
a las partidas que despachó, no bajaba de 800 hombres, después de derrotar a
Don Juan Gavanzo, que huye hacia Irapa. Sucre fue su asistente, y primer
ayudante como dice Villanueva.
Sin dase tregua, Mariño envía al
coronel José Francisco Bermúdez, al mando de un destacamento, probablemente de
200 hombres, a perseguir a los reales que huyen por la vía de Irapa. Sucre lo
acompaña como Jefe de Estado Mayor de ese destacamento.
En esta campaña, se produce el primer verdadero
enfrentamiento entre las dos fuerzas, el 15 de enero de 1813, en las afueras
del pueblo de Irapa, y los patriotas vuelven a derrotar a los reales con una
carga suicida; los reales defienden palmo a palmo sus posiciones causando mucho
daño en las fuerzas patriotas. Pelean bravamente bajo el mando de Gavanzo, pero
su contendor es nada menos que el invencible Áyax venezolano. Gavanzo no
aguanta la embestida de Bermúdez, y las tácticas de Sucre; pero tiene la
retirada asegurada y huye con el resto de sus tropas y sus naves hacia
Yaguaraparo.
Veamos cómo fue la estrategia de Bermúdez,
después de esta escaramuza. Se instala en Irapa, donde se le incorporan muchos
patriotas dispuestos a morir por la
Patria bajo sus banderas, y se dedica a organizar y entrenar
su tropa; en Cumaná, donde causa revuelo
la situación en la península de Paria, y las noticias no llegan muy claras por
cierto, sobre estas acciones de Guiria e
Irapa; y Cervériz, arrogante, se encarga en persona, de organiza una partida
para silenciar los escandalosos rumores que llegan desde el Este, y a los cuales,
aparentemente, no da ninguna relevancia:
pensó y dijo, que unos cuantos fusileros bastarían para dominar la disidencia; sin
embargo, a esos efectos, organizó un contingente de los mejores oficiales y
tropas veteranas de que disponía y estaba bien dotado; y estuvo presto para aplastar a los
insurgentes.
A los dos días, o sea el 17 de enero, aparece
el flamante comandante Cervériz, al mando de un batallón de caballería de
veteranos, unos 400 elegantes jinetes, y ataca de frente a los patriotas.
Bermúdez tomó posiciones estratégicas en Irapa. Sucre con sus zapadores preparó
las defensas y armó al pueblo, un pueblo de cazadores, que no necesitaban mucho
para saber lo que tenían que hacer con sus propias armas. Sucre se encargó de la artillería, era el
mejor artillero que se reconozca. Listos pues, para un nuevo triunfo; reciben,
tal como lo concibieron, el ataque frontal de Cervériz, y se defienden
heroicamente: era la batalla de todo un pueblo, con una estrategia luminosa,
lograda por aquel joven que nació para domar al coloso español. El encuentro se
desarrolla, tal como lo esperaban, y la replica es de la indudable factura del
Aguilucho Inmortal; Sucre, tuvo tiempo suficiente para construir sus defensas y
colocar las baterías; el enemigo no preveía nada de esto, simplemente atacarían
y destrozarían a los patriotas, los cuales se rendirían ante el ataque. Nunca
pensó Cervériz, en la sabiduría y sagacidad de Sucre; que como jefe de
ingenieros y de artillería, sabía muy bien manejar la metralla, y con esos
elementos en su poder, era invencible; se luchó en terreno plano; pero difícil,
muy poblado de grades árboles que servían de escudo propicio y escudo a sus
tiradores en las cercanías de Irapa, donde dicen lo lugareños que aún se
sienten el sordo tronar de los cañones, de la fusilería de los contendores, y
el sordo trotar de los caballos. Cervériz, tercamente con su caballería,
intenta una y otra vez romper la resistencia patriota, pero una y otra vez es
rechazado con pérdidas incontables. Insistía
una y otra vez, muchas veces, sin el menor cuidado, contra los árboles, contra
la oscuridad, como don Quijote contra los ¨Molinos de Viento¨: sin tener en cuenta
la vida de sus hombres, que caían mortalmente heridos y eran arrastrados por
sus cabalgaduras.
La fusilería y la artillería patriota,
bien ubicada, los diezman. Las fuerzas de Cervériz, ya de noche, desmoralizadas
se dispersan en el bosque, que ahora los ampara; acosadas por Bermúdez,
incansable, agigantado en aquella memorable e intensa batalla. que da continuidad
al triunfo de Guiria.
Cervériz, milagrosamente logró escapar
con vida, dejó el teatro de la guerra lleno de cadáveres, que luego de la
batalla, sin darse descanso, Bermúdez ordenó enterrarlos en la misma noche,
para que los pobladores no se aterrorizaran; los heridos de ambos bandos fueron
atendidos debidamente. Los patriotas, no solo ganaron aquella batalla, sino que
ganaron buenas armas y mejores, caballos, con los cuales dotó de inmediato a
sus hombres.
Libre Irapa, creció el entusiasmo por
Bermúdez, y durante varios días acudieron los lugareños a presentarse para
engrosar las filas patriotas. Más tarde el General Santiago Mariño, sería
recibido por el pueblo de Irapa en triunfo; y establecería allí su cuartel
General de guerra. A Sucre se le otorgaron las barras de Comandante del
batallón de zapadores.
Entre tanto el comandante Don Juan Gavanzo
y el teniente coronel Cervériz, ocupan nuevas posiciones en Yaguaraparo, donde
se hacen fuertes, y despliegan su flota por el Golfo de Paria o Golfo Triste,
como aparece en los partes de guerra. Yaguaraparo era mayoritariamente un
pueblo de españoles.
Sucre regresa a Guiria. Mariño destaca
al comandante Bernardo Bermúdez, al frente de un batallón de caballería, a
rendir a la ciudad de Maturín. Sucre lo
secunda y lo escolta al frente de su batallón de ingenieros zapadores; Maturín
se rinde ante el empuje del comandante Bernardo Bermúdez, y abre a Mariño, las
puertas de la mejor despensa de oriente, con las mejores ganaderías de la
Provincia.
El Coronel Manuel Piar solicita
permiso a Mariño para acudir con refuerzos a Maturín, en conocimiento del
avance de Zuazola y Boves, hacia ese sitio, con varios batallones de veteranos,
Mariño no lo duda y da el permiso solicitado, y Piar con Azcúe, acuden a
reforzar a las fuerzas patriotas en Maturín, con tropas de voluntarios y
pertrechos suficientes. Al llegar Piar a Maturín, Bernardo Bermúdez, herido y de
menor grado, le entrega el mando y decide volver a Guiria. Sucre se queda en
Maturín al lado de Piar.
Guiria se había convertida en un
hervidero de patriotas, venían de las Antillas, Cumaná, Margarita, Carúpano, de
Irapa, Yoco, Soro, Tunapuy, y sus alrededores, a prestar servicio bajo las
banderas de Mariño.
Algunos historiadores, yo no creo en
esto y sé que Bernardo estaba herido y no podía continuar, pero ellos ven un impase
entre Piar y Bermúdez, dicen que fue un hecho lamentable, al parecer por
desacuerdos en el comando de las tropas y la estrategia a seguir, lo que sucedió
entre Piar y Bermúdez. Se produce un altercado aun no bien aclarado, y Bernardo
Bermúdez se separa del mando y parte hacia Irapa para incorporarse al ejército
de Mariño; después de algunos percances es sorprendido por la flota de Gavanzo,
lo apresan herido y es trasladado a Yaguaraparo, y puesto bajo el cuidado del
afamado médico español Alonso Ruiz Moreno, que había salido de Cumaná, donde
prestaba importantes servicios en el Hospital de Caridad. Al tener conocimiento
el Coronel José Francisco Bermúdez, que su hermano el capitán Bernardo
Bermúdez, estaba herido y hospitalizado en Yaguaraparo, ataca esta posición;
por lo cual Gabanzo abandona la plaza con su escuadrilla y deja en el mando al
Coronel Cervériz, el cual, en un acto de cobardía inexplicable, ordena la
ejecución sumaria del comandante Bernardo Bermúdez. Tambien hay versiones una
de ellas la refiere el Cronista de Yaguaraparo, que ubica el sacrificio en el
famoso Totumo de Cervériz; como quiera que sucedió fue un hecho desgraciado que
va a traer funestas consecuencias para los colonos españoles de la zona, a los
cuales José Francisco Bermúdez les declara una guerra implacable.
Tavera Acosta dice que Cervériz,
convirtió en un rito los asesinatos y suplicios de cuanta persona con olor a
patriota, tuvo la desgracia de caer en su poder.
El Cronista del Municipio Cajigal del
Estado Sucre, Edmundo Blanco Ramírez, nos cuenta este episodio en su obra
“Yaguaraparo Ayer”, dice: …” Desde el 15 de enero de ese año el realista
Cervériz se encuentra acuartelado en Yaguaraparo y Bernardo Bermúdez encargado
de vigilarlo ha regresado de Maturín a Irapa donde le hostiga por tierra y
sobre todo por mar. Los escarceos de los dos bandos, patriotas y realistas son
de diario acontecer en el golfo, pero en una ocasión Bernardo Bermúdez destrozó
las flecheras enemigas. Cervériz se ensaña y pide que le traigan a Bermúdez
vivo o muerto. Pocos días después los agentes de Cervériz hacen preso a
Bernardo Bermúdez, quien es llevado herido a Yaguaraparo. El médico Dr. Alonso
Ruiz Moreno, atiende los presos de Cervériz; es gran amigo de los Bermúdez y de
doña Soledad Arismendi. Cervériz quiere fusilar
a Bernardo Bermúdez, al pie de un centenario Samán en la Plaza Principal ,
el Dr. Ruiz Moreno, se opone y también el pueblo quien clama por su vida.
Cervériz respetaba a Ruiz Moreno, pues fue médico del ejército español y Prior
Director del Hospital de Cumaná fundado por Vicente Emparan, cuando fue
gobernador de Cumaná. Cervériz accedió y lo dejó preso. Pocos días después cuando
éste se entera de la derrota de Monteverde en Maturín y el triunfo del General
Santiago Mariño al tomar Cumaná, viéndose perdido entró a la habitación de
Bermúdez y lo asesina con una lanza cuando este se hallaba dormido. Al saber lo ocurrido el Dr. Ruiz Moreno acude
al sitio y recrimina a Cervériz su cobardía y crueldad, y tomando el cuerpo
inerte de su amigo, se lo llevó a su hogar en la hacienda denominada el “Otro
Lado” (de río Cumaná) donde fue velado y envió una comisión a Irapa en busca de
doña Soledad Arismendi. Cervériz después
del crimen huyó por las vías de Angostura. El sepelio de Bernardo Bermúdez se
efectuó el día siguiente, pero no se tiene dato en cuál de las dos poblaciones
fue sepultado, si en el mausoleo de Doña Soledad Arismendi en Irapa o en la
población de Yaguaraparo, en el cementerio que fue demolido en 1910” . (33)
Mariño dueño de la parte oriental de
la provincia, se dedica a preparar, pertrechar y fortalecer su ejército para
atacar Cumaná; en esta tarea también se destaca el genio de Sucre en logística
militar, verdadero estratega e innovador de los sistemas de logística empleados
por los jefes patriotas.
Cuando Mariño organiza el ejército
para continuar su campaña libertadora y admirable, desde todo punto de vista;
destaca a Bermúdez hacia Carúpano y a Sucre, como jefe de su Estado Mayor.
Inmediatamente se hicieron los preparativos de la campaña. Sucre se encargó del
rápido entrenamiento de unos 200 voluntarios, de los cuales seleccionó 150, que
consideró suficientes para rendir la plaza de Carúpano.
Al ejército patriota se van uniendo
otros jefes militares de esa zona con fuerzas a su mando, como son: el valiente
carupanero Mateo Guerra Olivier y su paisano Bernardo Brito Sánchez; los cumaneses
Juan Bautista de la Cova ,
José María Otero, el sacerdote Domingo Bruzual de Beaumont y José María Sucre y
Alcalá... Algunos de ellos figuran como participantes de la expedición que
partió de Trinidad.
A fines de enero de ese año, y unidas
las fuerzas de Mariño y las de Bermúdez, que regresa de Carúpano sin haber podido
rendirlo, forman un ejército de 2000 hombres bien pertrechado con despojos de
los realistas. Se inicia la marcha hacia
Cumaná, capital de la provincia de Nueva Andalucía; toman Cumanacoa, donde se
unen con sus tropas, los valerosos capitanes Domingo Montes, Vicente Parejo y Jesús
Barreto Ramírez, y muchos otros voluntarios; después de algunas escaramuzas el ejército
avanza hasta las vegas de Cumaná sobre el río Manzanares, y establecen su
cuartel general en la “chara” de Capuchinos, residencia de los frailes
aragoneses.
El coronel Juan Bautista Arismendi, que señoreaba en Margarita,
converge al sitio con la flota sutil de aquella provincia independiente, bajo
el mando del corsario italiano Guisspe Bianchi,
y ambas fuerzas rodean la plaza, por tierra y por mar, atenazando la
ciudad defendida por el temible andaluz Coronel Don Eusebio Antoñanza, Capitán
General de la Provincia ,
a la cual gobernaba dictatorialmente; él
sustituyó en el mando al bondadoso gobernador
Don Emeterio Ureña; por mandato de Monteverde. Antoñanzas venía precedido
de triste fama, adquirida por los sañosos escarmientos que impuso en San Juan
de los Morros, después del triunfo de Monteverde.
DEFENSA DE MATURIN
El 2 de febrero, el coronel Manuel Carlos Piar
sale para Maturín a reforzar al comandante Bermúdez. Piar se atrinchera en Aragua de Maturín, y
dedica a formar y ejercitar un ejército y armarlo. Allí se congregan los
mejores guerreros de oriente, como lo señala Tavera Acosta: los Monagas, los Pérez de Aguilera, los Barreto, los
Torres, los Rojas, los Infantes, los Mago,
Los Medina, Lucas Carvajal, Juan Bautista Grisell, Francisco Carmona,
Juan Antonio Mina, Los Carrasquel, Los Sifontes, los Gotilla, Juan Antonio
Sotillo, los Lara, Gabino Palacio, los
Mota, los Peralta, los Ramírez, los Villanueva, Pedro Betancourt, yo agregaría,
porque estaba allí, a Bermúdez, Sucre,
Freites, Azcúe, Zaraza, los Montes, los Isaba y Parejo y cien nombres más; con
ellos entra Piar a Maturín, cuyo pueblo
lo recibe jubiloso.
Las fuerzas realistas, son dueñas entonces de todo el territorio
nacional, se consideraban invencibles y al conocer los movimientos patriotas,
dirigen todas sus fuerzas contra Maturín.
El Capitán General de Cumaná, Don Eusebio Antoñanzas, destaca al frente
de un batallón de caballería al comandante Don Antonio de Zuazola, con él va José
Tomás Boves, contra el coronel Manuel
Carlos Piar.
Llega Zuazola
con su ejército a la villa de
Aragua de Maturín, dispersa una partida patriota, convoca al pueblo, al cual
ofrece amistad y clemencia; pero el tirano tenía otras intenciones, y se dedica al asesinato indiscriminado
de toda su población, y si son ciertos
los hechos abominables narrados por Francisco Javier Yánez y otros historiadores como el cronista de Aragua, profesor Simón Sáez Mérida, el historiador
don Ángel Grisanti, y casi todos los historiadores venezolanos que hemos
consultado, corroborados en cierto sentido, por realistas como José Domingo
Díaz, director en ese tiempo de la
Gaceta de Caracas, allí se inició la Guerra Muerte.
Este José Domingo Díaz, fanático
realista, escribió en la Gaceta
de Caracas: “Pero pocas horas después entró en el mismo pueblo otra división
española mandada por los oficiales Boves y Zuazola que, destrozada la de Piar,
aun tuvieron que pelear con los miserables habitantes encerrados en sus
miserables chozas, defendiéndose con obstinación. Este crimen, que en otro país
hubiera sido castigado con el exterminio total de un pueblo rebelde y obstinado
hasta lo sumo, atrajo sobre él solo el saqueo, la muerte de algunos temerarios
y el incendio de sus chozas en que más se obstinaron”. (34)
Ángel Grisanti denuncia con enfado la conducta
salvaje de los reales y abunda en calificativos, dice: “En 1813 un aborto de
los infiernos siembra el espanto en los Magueyes y en Aragua de Maturín:
Zuazola. Este monstruo revive en esas regiones las leyendas tenebrosas y
fantásticas de la antigua Bretaña, de la “Isla de los Treinta Sepulcros” de
Mauriac”. -Después trascribe el relato espeluznante
de la Gaceta
de Caracas de 16 de setiembre de ese año, y al final de ese relato, agrega:
“Pero las crueldades del estúpido Zuazola, lejos de domeñar el espíritu rebelde
de Cumaná y las otras provincias orientales, las trasformaron en la fragua de
la revolución. El Oriente venezolano dio a la guerra de emancipación más de la
mitad de los héroes y mártires que honran los anales de Venezuela”.
Mariño escribe: La sangre inocente
derramada en la Villa
de Aragua por el antropófago Zuazola y otros que lo acompañaron, quedará sin
venganza, lo cual no sería bien visto, fue indispensable pasar por las armas 47
de los más criminales”.
Monteverde, después de conocer “las
proezas” de Don Antonio de Zuazola, y con el objeto de asegurar Maturín, por el
mes de marzo, destaca al Coronel Fernández de La Hoz , que llega a la arrasada Aragua y se une al
depredador. Ambas fuerzas componían un ejército de regulares proporciones para
aquella campaña, de aproximadamente 1500 hombres, que consideraron suficientes
para destruir “al faccioso” coronel Manuel Carlos Piar y la pléyade heroica que
lo acompañaban, incluyendo a Sucre, que se convirtió en imprescindible, y
que estuvo al frente de la artillería,
que causó asombro y estupefacción entre los reales desde el primer disparo; y
la caballería patriota, con André rojas al frente, que señoreaban con 800 jinetes, en las
sabanas de Maturín, compitiendo con los
mejores lanceros de la
Venezuela de aquellos tiempos. En esas sabanas de Maturín, Piar desplegó
todo su ingenio, y batió magistralmente, con menos tropas y cargas sucesivas de
aquella caballería, desplegadas en abanico, apuntando sobre todo a los flacos
realistas, y en esas cargas sucesivas los fue diezmando sin darles tregua;
cuando se avizoraba el desenlace, después de horas de combate: Andrés Rojas personalmente avanzó al frente
de la retaguardia, por el centro, aniquilando todo lo que quedaba del ejercito
realista. Zuazola y Fernández de la
Hoz , que se salvaron milagrosamente, huyeron pavoridos.
Tavera Acosta afirma que, en esa ocasión, Andrés Rojas, uso por vez primera el
“vuelvan caras” que registra nuestra historia.
Pero no había terminado la historia de
la heroica Maturín. Los realistas: Zuazola, Fernández de la Hoz, Boves, etc., regresan
reforzados por el comandante Remigio Bobadilla, y el 11 de abril, los tres
jefes españoles intentan profanar el sagrado Olimpo de Piar, y nuevamente son
derrotados.
Con la misma estrategia usada con
éxito ante Zuazola; aquel pequeño
destacamento frente de la ciudad, pero con Sucre de artillero, muy bien
colocado, daban la impresión del sacrificio; pero, impertérrita sin temor a la
derrota, con aquella caballería espantada por la sabana, hábilmente mandad por
el invencible Andrés Rojas, el indio Zaraza y los
hermanos Monagas, a que podían temer; y la orden de Piar, resistencia hasta lo indecible; que luego vendrá, el ataque demoledor de la
caballería, que haría como los hizo después Páez, con la misma estrategia, de
vuelvan caras¨¨, dieron mortal derrota a las fuerzas que los perseguían, y
regresando victoriosas al combate frente a Maturín, tomando a las fuerzas de
asalto desprevenidas y atolondradas, las diezmaron y desbandaron. Con estos resultados
favorables, y con los refuerzos y pertrechos incontables tomados a los mismos españoles,
escucharon otra vez el clarín de la victoria. Así, con la moral de las fuerzas patriotas elevadas
al más alto grado, sonaban las trompeta y tambores por todas partes Piar y sus
hombres, incansables, se aprestaban después de la victoria, a nuevos
sacrificios por el honor de un pueblo libre y soberano.
Por el mes de abril, avisado Fernández
de la Hoz de la
partida de Monteverde desde la
Güaira para Barcelona, al frente de un batallón de regulares
proporciones y reforzado con algunas tropas de Don Juan de Tizcar, que venían
de vuelta y avanzaban sobre Maturín, se detienen en Aragua para juntarse con el
Capitán General; levantan campamento, para una fuerza calculada en 1200 hombres
y se dedican a disciplinarlas. Esperan
allí al ejército invencible del General Don Domingo de Monteverde, que
proclamaba, que disiparía a los patriotas como el humo al impulso del viento.
DERROTA DE MONTEVERDE
El 20 de mayo, llega Monteverde a la
villa de Aragua, con gran alboroto de bandas musicales, salvas de cañones y
disparos de fusil; el reconquistador anuncia la victoria, pero es magnánimo y
así lo proclama. El 24 en la mañana
parte con su ejército para Maturín; se ubica en las sabanas adyacentes hacia el
noroeste; reparte sus fuerzas en cinco divisiones, las recorre y arenga antes
de atacar, improvisa una proclama que envía a los patriotas, que dice así:
“Son muy conocidas la humanidad de mis
sentimientos, y la moderación de la reconquista
en todos los pueblos de Venezuela, que no se ha obstinado en volver de
sus extravíos, y reconocer a su legítimo
soberano; si la guarnición y jefes
de ese pueblo desgraciado
prosiguen en su obstinación, y no se entregan
en el espacio de dos horas, para evitar la efusión de sangre de los
miembros de una misma familia y de una misma nación; serán abandonados por mí al furor irresistible de mis soldados, que
ansían por vindicar el honor de las armas nacionales, y por destruir a los
enemigos de la paz, de la justicia y de la felicidad de estas poblaciones
pacíficas. En el caso de tal resistencia
podrán inmediatamente pasarse a este ejército los niños inocentes, las mujeres,
los ancianos y los enfermos, a quienes ofrezco todo asilo y hospitalidad, para
que no sean víctimas de las mismas armas que han volado desde Caracas no solo
para escarmentar a los traidores, sino también para ser el amparo y la
protección de los inocentes y de los leales. Campo frente a Maturín, 25 de mayo
de 1813. Domingo de Monteverde. (35)
El Coronel Manuel Piar y el maestro
Don José Francisco Azcúe, le respondieron en los términos siguientes: “Si hubo
un tiempo en que las fementidas promesas
fueron capaces de engañar a los americanos, y bajo de ellas experimentar la porción de males que sabe el mundo entero
padecieron tantas honorables
familias; rompiose la venda que los cegaba, y disipose la negra nube que ocultaba un jefe como vos, que con rostro
sereno entregaba los inocentes pueblos
al furor y a la saña de hombres inmorales y bandidos. Con este conocimiento el
pueblo de Maturín, sus virtuosos moradores, y los jefes que lo comandan solo se
encuentran con las laudables intenciones y la firme resolución de defender su
libertad hasta perder la vida. Cuartel de Maturín. 25 de mayo de 1813. José
Francisco Azcue. Manuel Piar. (36)
Los patriotas animosos y confiados en
la victoria, reforzados como estaban con la incorporación de las guerrillas,
siempre victoriosas en los llanos de Maturín, donde se habían formado y
fortalecido y señoreaban. Eran más de 700 jinetes que luego se unieron
entusiastas al ejército de Mariño, y ahora se aprestaban al combate por la
libertad, que era su insignia.
Sucre estaba al frente del batallón
Zapadores, formado por él mismo; y peleó como soldado al igual que todos los
demás jefes patriotas de esas guerrillas, y de acuerdo con su correspondencia,
en cierta forma las vigilaba, instruía y organizaba.
El Coronel Manuel Piar, comandante en jefe del
ejército patriota, manejó impecablemente la estratégica defensa; construyó dos
baterías y montó en ellas los cañones
de campaña de ocho y de seis con suficientes municiones, y ordenó esperar
pacientemente el avance de las fuerzas de Monteverde.
El 25 de mayo en la mañana, los
realistas forman sus fuerzas frente a ellos; cinco divisiones en perfecto orden
con vistosas banderas y banda de música, como si fuesen a un desfile; entre
ellos Monteverde, Zuazola, Fernández de La Hoz , Bobadilla y el temible José Tomás
Boves. Se detienen, forman en batalla
frente a Maturín y convocan, como manda la diplomacia, a parlamento; y una vez
fracasado el intento, inmediatamente deciden atacar de frente.
Monteverde da orden de disparar
los cañones, por cierto, con poco suceso. Los patriotas inmutables esperan
pacientemente. Los realistas avanzan hasta que entran dentro del radio de tiro de
la mortífera artillería de Manuel Piar, y entonces hacen tronar los cañones y
fusiles con gran suceso, porque sus disparos hacen diana entre las tropas
enemigas haciendo estragos en las filas perfectamente alineadas; caen 17
artilleros y oficiales en las primeras de cambio. Entre los muertos está el
novel gobernador de la provincia de Barcelona, Don Pedro Alcántara Cabrera. Los
realistas acusan el golpe, se alarman, desconciertan y procuran salir del radio
de tiro de las baterías; pero la caballería patriota, bajo el mando del coronel
Andrés Rojas, ya esta encima de ellos, atacando a sus espaldas con los mejores
lanceros de la sabana, y se lo impiden, constriñéndolas al combate y
causándoles daño mortal. La moral de las
tropas realistas se ve afectada; sin embargo, Monteverde no puede retirarse del
campo de batalla, su Estado Mayor lo conmina y alienta, son una mayoría abrumadora,
insisten en el ataque frontal; la artillería patriota los destroza ¡A que
temer…! Las tropas chocan una y otra vez
contra los fusileros de Piar que causan estragos y diezman a los desafortunados
atacantes.
Fue un encuentro terrible, los reales
se replegaban y volvían a atacar, encontrando siempre la muerte. La suerte
estaba echada, en pocas horas los realistas desconcertados solo esperaban la
muerte en la más vergonzosa fuga. Fernández de la Hoz , Tizcar, Bobadillas,
Boves, Zuazola, Cervériz, etc. y sobre
todo Monteverde, que sufrió la peor y más inesperada derrota de su corta carrera
en Venezuela, fueron humillados. Tavera
Acosta dice, “Con todo, allí en el “Alto de los Godos”, salvan el honor de los estandartes
de España el teniente coronel Antonio Bosch y el capitán de fragata Pedro
Cabrera, quienes cargando con incomparable gallardía quedan para siempre en el
campo de batalla. Honor victis.
En Maturín se cuenta y canta el
heroísmo de Juana La
Avanzadora , que organiza un ejército de mujeres entre las
cuales va Marta Cumbale, la guireña inmortal, y que avanza en el “Alto de Los
Godos”, y no retrocede un paso ante el empuje terrible de los impertérritos
generales españoles Antonio Bosch y Pedro Cabrera, que se sacrifican impotentes
ante el avance de las fuerzas patriotas de Piar.
Me imagino a Sucre, el aguilucho de 18
años, recorriendo todos los frentes, con aquella diligencia de que habla el
propio Libertador, para saber donde faltaban armas o municiones, donde agua,
donde un herido iba a ser trasladado al hospital organizado por el mismo, donde
debía reparar alguna trinchera, o indicar como debe apuntar un cañón o un
morterete, donde se debía reforzare una defensa, donde dirigir un batallón o
una partida, era el alma del ejercito. Él era genial en la infantería, amaba su
trabajo con aquellos soldados, dicen que era un mal jinete; en cambio Rojas era
un gigante imbatible sobre todo en la caballería, entraba en combate
destrozando al enemigo, se debatía en una orgía de sangre que pavorecía al
enemigo, que huía de su presencia como alma en pena.
El coronel Andrés Rojas, comandante de la Caballería patriota,
noble y astuto, dio el golpe de gracia al desprevenido Monteverde; desplegó sus
fuerzas en la llanura antes de iniciarse la acción, puede decirse, tomó el
territorio de la batalla, salió como
esquivando el combate, así lo observaron los reales; la caballería de Monteverde fue detrás a
perseguirlo, a toda dar; Rojas aparentó rehuir el combate, se alejaba de la
batalla; pero llegado el momento, dio el
grito de contra-atacar, y se devolvieron los jinetes, enristraron sus lanzas y enfrentaron a los desprevenidos
perseguidores, el choque fue terrible y mortal. Allí Zaraza, allí los Monagas,
allí Domingo Montes, Infante y Barreto, Zaraza y Sedeño, Carvajal y Carmona, y
por sobre todos Bermúdez, el Ayax americano, terrible cual Júpiter Tonante,
decretando la victoria con su voz, como un trueno, y los destrozaron por
completo, en repetidas cargas.
Al realista lo perdió su excesiva confianza,
arrogancia y orgullo; nunca estuvo a la altura de su compromiso, nunca salió de
su asombro al ver perecer su ejército, que consideraba invencible.
En el campo de batalla quedaron 479
cadáveres realistas, siete oficiales del Estado Mayor, y la mayor tragedia para
los expedicionarios, la multitud de heridos y prisioneros que quedaron en poder
de los patriotas.
Dice Francisco Javier Yánez, como
corolario de este triunfo patriota: “Se tomaron tres cañones, de los cuales dos
eran de 8 y uno de 4, un morterete con sus correspondientes granadas, un cajón
de hachas incendiarias, una gran cantidad de pertrechos, fusilería, cajas de
municiones, banderas, etc., seis mil pesos en plata, los cofres del General y
algunos oficiales, y por decirlo de una vez un botín que valdrá sobre 40.000
pesos.
La victoria fue tan completa que, hasta la
famosa música del batallón Veteranos de Caracas, cayó en nuestro poder, y con
ella, entraron al fin en la capital de Cumaná nuestro general Santiago
Mariño…”.
ACTUACIÓN DE SUCRE EN LA CAMPAÑA DE MARIÑO
Sucre estuvo desde Trinidad, entre los
primeros y más valientes guerreros de
Mariño, y nosotros insistimos, que además está probado que salió desde
allí en el mismo mes de enero, en campaña con Bermúdez hacia Carúpano, como lo
demuestra el parte de esa campaña recogido en el “Archivo de Sucre”; y pienso,
por las dudas que se han suscitado, que
solo hay dos posibilidades para discutir
en este asunto, de acuerdo con los hechos que estamos narrando: una, o vino con los 45; dos, se adelantó y los esperó en Güiria, preparando el
desembarco de la expedición de Mariño, pero no hay duda, estaba allí.
Es pues innegable que Sucre peleó en
1813 al lado de Bermúdez y Piar en Maturín y con Mariño en Cumaná y Barcelona:
protagoniza hazañas heroicas pese a su juventud que le valen para el ascenso a
capitán y luego a mayor; de otra forma no se explican estos ascensos; pero
también sobresale su don de mando, carácter humanitario y su impecable conducta
ante los vencidos.
Don Laureano Villanueva, resume la
campaña de Mariño, en la cual participó honrosamente Antonio José de Sucre, en
estos términos:
“En el movimiento de aquella
afortunada expedición combate Sucre al igual que los más esforzados oficiales;
unas veces como primer ayudante de Mariño y otras como Comandante del batallón
de zapadores, formado por el mismo. Pelea en Irapa; asiste al encuentro en que
sesenta republicanos derrotan a 400 soldados de Cervériz; concurre a tomar
Maturín, y después a defenderlo en los tres asaltos que le dieron los
españoles; primero el del Brigadier Fernández de la Hoz en abril con mil
cuatrocientos hombres; en seguida el del Capitán de Fragata Bobadilla con dos
mil seiscientos, y por último Monteverde con un ejército numeroso y bien armado
y pertrechado. Sigue Mariño con el Ejército en persecución de los rechazados; y
sin darles descanso los alcanza, los acosa y rompe de nuevo en los Magueyes, en
Corosillo y Cumanacoa.
Aumentada sus fuerzas y provisto de
municiones de guerra Mariño asedia a Cumaná, custodiada por Antoñazas y Quero
con ochocientos hombres y cuarenta piezas de artillería; Mariño la asalta y
rinde en diez días; y sin pararse, ocupa con sus invictas huestes a Cariaco,
Carúpano, Río Caribe y Yaguaraparo. Somete a Barcelona, atraviesa el mar, y se
enseñorea en la Isla
de Margarita.
En un año liberta tres provincias, destruye
nueve mil enemigos, domina el mar de Oriente con las flotillas que armó el
General Arismendi, y llega a tener debajo de su mando un ejército valiente y
aguerrido”. (37)
LIBERACION DE CUMANA
Después de Maturín, Mariño reunió
todas sus fuerzas en Guanaguana, donde recibió gratas noticias del General Juan
Bautista Arismendi sobre la liberación de la Isla y provincia de Margarita, y su intención de
iniciar el bloqueo de Cumaná, en apoyo de su campaña libertadora, para lo cual
había destinado tres goletas bien pertrechadas bajo el mando del italiano, el
peligroso Comodoro Giuseppe Bianchi.
Mariño parte a sitiar Cumaná con un
ejército victorioso en todos los combates en los que había participado, y ahora
contaba, además, con el bloqueo ofrecido por Arismendi. Para 14 de junio de
1813, la ciudad ya estaba bloqueada por mar, y Mariño, ocupa sin mayores
contratiempos el espléndido valle de Cumanacoa, donde acampa su ejército
cómodamente, y dedica sus esfuerzos a disciplinarlo, contando para ello con su brillante
Estado Mayor, donde se destacaban: los coroneles Bermúdez y Piar; y los
capitanes: Sucre, Montes, Barreto, Parejo y el maestro Azcúe.
En el mes de julio los realistas de
Cumaná están muy inquietos, por las noticias del avance patriota. El Capitán
General Don Eusebio Antoñanzas sale con un buen contingente de tropas a
reforzar a Cervériz y Gabazo, pero en el camino hacia Yaguaraparo, se le
informa que Cervériz se propone llevarlo al Totumo, y se regresa empavorecido,
lo que en realidad fue una derrota, al tener que lidiar con la guerrilla patriota
en todo el trayecto.
El 20 de Julio, Mariño, pone en
movimiento su ejército y en las vegas de Cumaná se instala en la Chara de Capuchinos, sede de
la orden religiosa de frailes aragoneses enemigos de la emancipación. Forma con
su ejército tres divisiones: la primera con 1000 hombres bajo el mando Bermúdez
que se ubica en las sabanas del Salado; la segunda de 800 hombres bajo el mando
de Piar, que se ubica frente al fuerte de Aguasanta en las sabanas de Chiclana,
y la tercera de dos mil hombres, bajo su mando en las charas, a orillas del
Manzanares. Desde allí intima la
rendición de la plaza en carta dirigida al Capitán General Don Eusebio
Antoñanzas, que dice:
“Con el objeto de atacar esa plaza, me
he posesionado de los puntos más ventajosos de ella; y deseando evitar la
efusión de sangre os intimo la rendición, en inteligencia que las bravas tropas
de que tengo el honor de ser jefe, apetecen los momentos de entrar en la lid, a
que daré impulso si no lo verificáis dentro del término de dos horas, pasando a
cuchillo toda vuestra guarnición. Dios os guarde. Cuartel General de
Capuchinos, 31 de julio de 1813. Santiago Mariño.
Don Eusebio de Antoñanzas, en un arrebato
heroico, respondió: “El honor de la
nación a quien tengo la gloria de defender, la constancia de mis tropas para
sostener aquella que cuenta tantos héroes como soldados y que nosotros en este
hemisferio caminamos por los rastros que
aquellos nos han trazado, me estimulan, en virtud de su nota oficial de este
día con unánime acuerdo de mi ejército a resolver lo siguiente: Primero: que
por cuanto sus bravas tropas no exceden
a los dignos defensores de la justa
causa del Rey, no me intimida su aparente amenaza; y segundo: que estos se ha
resuelto a imitar en este pueblo a Sagunto, reduciendo antes de rendirse a
cenizas cuanto exista. Por tanto, puede Vm. Disponer sus hostilidades cuando
guste, seguro de que yo desde este instante doy mis órdenes para repeler sus
fuerzas, Dios guarde a Ud. Muchos años. Cumana 31 de julio de 1813. Eusebio Antoñanzas.
Sin embargo, Antoñanzas, favorecido
por el ex gobernador político Don Andrés Level de Goda, pues sus subalternos
pretendían asesinarlo, lo pone a bordo de la goleta “Fernando VII” al mando del
teniente de navío Don Eugenio de Tizcar. Y también se embarcaron sus allegados,
entre ellos el mismo patricio cumanés, Level de Goda, que preparó la fuga y
dejó encargado de la plaza al mayor Juan Nepomuceno Quero. Este a su vez envió
ante Mariño, a Don José de Ortegoso, español emparentado en Cumaná, quien en
definitiva firmó la
Capitulación de la ciudad con Santiago Mariño.
Francisco
Javier Yánez transcribe el texto de la Capitulación :
1°. -
Que evacuará la plaza dejándola en el estado en que se haya hoy, a esta
hora, que son las 8 de la noche.
Contestación: Evacuara la plaza a las
siete del día de mañana dejando en ella todos sus pertrechos y armamentos, del
mismo modo que la entregó el gobierno de la independencia pasada, el 23 de
agosto del año que expiró.
2.-
Que no se impedirá la salida de las familias que salgan en los
trasportes, y se hallen embarcadas, por los buques que bloquean el puerto.
Contestación: No se impedirá la salda
de aquellas familias, que lo soliciten, pero si en trasportes que les daré.
3°. - Que todas aquellas familias que se
queden en la plaza se les dará su pasaporte, y podrán llevar sus intereses, o
disponer de ellos en el término de dos meses.
Contestación: concedido.
Las tropas de la Regencia española que
guarnecen la plaza, rendirán las armas al frente de las republicanas a la hora
indicada en el primer capítulo, en la
Sabana del Salado. Estas proposiciones o contestaciones serán
ratificadas y aceptadas, en el término de dos horas, las que, pasadas, quedarán
las armas republicanas expeditas para hostilizar la plaza. Cuartel General de
los Capuchinos, de agosto de 1813
a las 8 y media de la noche. (Fdo.) José Antonio Ortegoso. (Fdo.) Santiago Mariño.
Pese a la firma de este documento los
realistas incumplieron el tratado, los principales jefes se dieron a la fuga
después de tratar de destruirlo todo, por ello fueron perseguidos por la flota
patriota, y perecieron muchos de ellos. El Capitán General Don Eusebio
Antoñazas, herido mortalmente fue a morir a Curazao.
Un episodio singular contado por Yánez,
pasó en el fuerte de San Antonio, cuando los alzados catalanes pretendieron dar
muerte a los cumaneses prisioneros, y el prefecto de los capuchinos, fray
Francisco de Aliaga, se lo impidió. Entre los prisioneros estaba un fraile
amigo suyo, Ramón de Calanda, por él salvaron la vida muchos de nuestros
abuelos.
El ejército libertador procedió a la
persecución de los más connotados
realistas; sobre todo, los que habían acumulado fama de perversidad, y mediante
juicios muy sumarios, se encargaron de fusilarlos; sobre todo aquellos que
habían sembrado espanto en el pueblo cumanés, como Don Gaspar de Salaverría y
Don Antonio Mayz.
Yánez, da otra versión del ajusticiamiento de
Bernardo Bermúdez, dice que cuando el comandante Cervériz, estando en Yaguaraparo,
supo la noticia de la liberación de Cumaná, ordenó el fusilamiento del
comandante Don Bernardo Bermúdez, que como dijimos estaba herido y prisionero
en ese pueblo. Algunos historiadores, con otro criterio, aseguran que lo mató el mismo Cervériz a
puñaladas y esto es lo más probable, no
solo por el ánimo de venganza que marcó a su hermano José Francisco, sino porque
Bernardo estaba bajo el cuidado del Dr. Alonso Ruiz Moreno, eminente
médico que ejercía en Cumaná, y no iba a permitir que le sacaran a un herido,
sobre todo de esa familia, para fusilarlo; lo más probable es que este asesino
aprovechó un descuido del ilustre
galeno, por ello pudo volver a Cumaná, años después. Nuestro cronista Dr. José Mercedes Gómez,
opina que fue Gavanzo y no Cervériz, el que ordena matar a Bernardo.
Por cierto, que los apellidos Cervériz
y Cedeño se encuentran en los textos escritos indistintamente con “z” y “s”.
El 16 de agosto, cuando Mariño
celebraba la victoria de su ejército en Maturín, Cumaná, Barcelona y Margarita,
llegó la noticia de la liberación de las provincias: Barinas, Mérida, Trujillo
y Caracas, tras la
Campaña Admirable de Bolívar; y Mariño lleno de fervor
patriótico escribe al Libertador, una síntesis magistral de la Campaña de Oriente que
había de culminar, para esa fecha, hasta Cumaná; de la cual tomamos algunas
notas, a saber:
1.- Emprendido por mi y otros
patriotas desde la Isla
de Trinidad, operaciones heroicas, destituidos de todo auxilio, ayudado del que
nos prestaban nuestras débiles fuerzas, acometimos la empresa de tomar el
pueblo de Güiria el 13 de enero último, con 45 hombres y 6 fusiles, y a pesar
de que su comandante Juan Gabazo, preavisado de nuestras operaciones se dispuso
a recibirnos con 300 soldados y 9 cañones de batir. Ese mismo día lo atacamos en dos frentes, por
el flanco derecho y el izquierdo, cantando
en cinco minutos la más completa victoria.
2.- Luego decretamos vencer dificultades
insuperables y atacamos el pequeño pueblo de Irapa, el día 15 de ese mismo mes.
El 25 nos atacó el comandante Don Francisco Javier Cervériz con 400 hombres, precisando a defenderlo a
pie firme con 70 hombres, y a la media hora de tiroteo se declaró en fuga con
pérdida bien notable.
3.- Luego determiné apoderarme del
pueblo de Maturín, consiguiéndolo a poca costa. Hice todo lo que se puede hacer
en un pueblo desesperado para organizar un ejército, para enfrentar la
arremetida realista, que al poco tiempo se presentó al frente de poderoso
ejército bajo el mando de Don Lorenzo Fernández de La Hoz. Pero mis animosas
topas y guerreros oficiales lo esperaron con serenidad, dispuestos vencer o
morir. 70 hombres salieron a su encuentro y ellos bastaron para derrotar a 1400
hombres del Rey.
4.-Bueno es discurrir que con cuatro
victorias sería menos peligrosa nuestra situación, hasta que el sexto tomó a su
cargo la empresa, el reconquistador don Domingo de Monteverde, segundo don
Pelayo. Nadie se atrevería a pronunciarlo, a no ser que el valor que infunde la
libertad se lo dictara. Dejó en el campo de Maturín en vez de monumentos que
acreditasen su valor, señales eternas de su fuga.
5.- Una vez que la incertidumbre del
enemigo me franqueó el paso, proseguí la campaña; reuní considerable número de
tropas y resolví atacar los pueblos de la provincia, y vencidos los puntos de
Maguelles, Corocillo y Cumanacoa, marché contra Cumaná. En el tránsito destruí
varias emboscadas, y logré ponerme a tiro de cañón. Informado de las fuerzas
del enemigo, que consistían en 700 hombres y 40 piezas de artillería, dispuse
sitiarla por tierra y por mar, tirándole una línea de circunvalación, extensiva
a tres leguas en contorno: fui atacado por diversos puntos en que siempre tuve fortuna
de encontrarme. Conseguí encerrarlos en la plaza principal que tenían bien
preparada con fosos, estacadas y demás. Ordené la estrechez del sitio hasta
medio tiro de cañón, y entonces movido de piedad intimé la rendición.
6.- Diez días duró la tenacidad del
enemigo, y por la tarde del día 2 del presente mes, se rindió la plaza con la
intención de violar la
Capitulación que se había acordado, abordando los barcos que
tenían preparados al efecto, llevándose sus intereses, clavando la artillería,
rompiendo los fusiles, botando la pólvora, saqueando y quemando algunas casas,
y cometiendo delitos de toda índole que no es el momento de informarle:
“Es menester no referir, para que no
se horroricen los humanos, todas las crueldades que esas fieras de Hircania
ejecutaron en los pasajeros”- Todo lo cual obligó a la escuadrilla del comodoro
Guiseppe Bianchi a perseguirlos, derrotarlos y apresarlos. Están en nuestro poder
los buques mayores, parte de la escuadra sutil, abundantes elementos de guerra
y muchos prisioneros.
7.- En vista de la fuga masiva de las
autoridades realistas entré en la ciudad a las 10 de la noche del mismo día 2
de agosto.
8.- Después que tomé el gobierno de la
ciudad intimé la rendición de Cariaco, Carúpano y Río Caribe.
9.- Al intento marché contra Barcelona
a bloquear sus puertos para contener la fuga que emprenderán los enemigos, luego
que 500 infantes de caballería de Maturín que he mandado marchar con 200 de a
pie, se presenten en sus inmediaciones y se vean atacados por las fuerzas que
desembarcaré en sus costas.
10.-
Comisioné a los ciudadanos Don Casimiro Isaba Sucre y Don José Gabriel
de Alcalá, que os informarán pormenores y algunos aspectos de la unión y
conservación de las provincias rescatadas. Santiago Mariño. Continua.
Al llegar a Cervériz la noticia de la
salida de Antoñanzas y la ocupación de Cumaná por los patriotas, evacua
Yaguaraparo y se embarca rumbo a Angostura. Bermúdez marcha de Irapa y entra a
la plaza abandonada. Después continúa en paseo triunfal sobre Río Caribe,
Carúpano, Cariaco y culmina en Cumaná, donde es recibido por Mariño, que ya ostenta
el grado reconocido de General en Jefe de los ejércitos patriotas de Venezuela.
(38)
CAMPAÑA DE BERMUDEZ Y SUCRE
Los apuntes que aparecen en la obra, “Archivo
de Sucre” Tomo I, que sirven para apreciar la participación de Sucre en las
campañas organizadas por los jefes orientales, esta campaña de Bermúdez de 1813,
más bien nos parece de 1816, trascribo:
“En (1816) …salió de Guiria con 125
hombres en siete flecheras al mando del capitán de navío Antonio Díaz con
dirección a Carúpano resuelto a tomarlo; pero habiendo intentado hacer el
desembarcó en la boca del río, fue rechazado por los fuertes emboscadas que
allí había con pérdida de dos soldados de Dragones muertos y cuatro heridos a
bordo de la flechera Comandanta. En consecuencia, Bermúdez se dirigió con todas
las escuadrillas al puerto principal de la ciudad y ancló fuera del alcance de
los tiros de artillería de la plaza, donde permaneció fondeado hasta llegara la
noche que determinó salir y salió en efecto con tres flecheras y 75 hombres de
desembarco hacia Río Caribe dejando el resto de los buques en el puerto, hasta
otra disposición. A las siete de la mañana ya a la vista de Río Caribe hizo
desembarcar 25 hombres al mando del Capitán Gabriel Guerra para que cargase por
la derecha sobre una casa fuerte que había en el puerto, mientras que él, con
el resto de la tropa y su estado mayor desembarcaba también y atacaba de
frente. Practicose con el mayor éxito la operación, pues los enemigos al cuarto
de hora de combate se pusieron en retirada por la población que estaba muy
inmediata, tomando en seguida posiciones en una casa de alto en la plaza donde se
hicieron firmes y resistieron los fuegos que los patriotas hacían casi a quema
ropa. En este estado y como a las dos de la tarde, el capitán Añez, margariteño
al servicio de los españoles, que se encontraba apostado con una columna de más
de 200 hombres en Puerto Santo, punto inmediato, llegó en auxilio de los suyos.
Aunque convencido Bermúdez y su jefe de estado mayor Sucre de que era imposible
resistir a los realistas con la insignificante fuerza que tenían, determinaron
esperarlos en la playa para hacer allí
una tentativa apoyados en las flecheras;
y en realidad, como a las tres de
la tarde los enemigos seguros de la victoria, por la superioridad de su número,
atacaron con intrepidez a los patriotas, quienes resistieron con heroísmo,
luchado casi a las manos, por más de hora y media, hasta que se vieron
obligados a tirarse al mar, única retirada que tenían, para tomar a nado las
flecheras bajo un fuego nutridísimo de los realistas, pues estos hicieron la
persecución hasta donde les fue dable
dentro del agua.
El General Bermúdez y el coronel Isava
Sucre fueron los únicos que pudieron
reembarcarse sin verse obligados a nadar, por haberlos tomado con mucha
dificultad y peligro un bote de la flechera Comandanta, pues todos los demás, inclusive el coronel
Sucre, el comandante Machado, y los capitanes Quintero y Mejía del Estado
Mayor, lograron hacerlo a nado desde la
playa, perdiendo todos estos jefes y oficiales sus espadas, y el último hasta
el anteojo de Bermúdez que como edecán suyo tenia a la espalda en el acto del combate. La
perdida de los patriotas fue considerable entre muertos de bala, ahogados y
heridos, contándose en los primeros dos valientes oficiales, catalán y Zapata.
En un año, aquellos heroicos paladines
de las provincias unidas de Venezuela, habían llevado las banderas de la Patria a todo el territorio
de la Capitanía
General. Caracas y Cumaná eran libres otra vez. (39)
Nota: Mejía de 16 años, se unió en
Cumaná al ejército de Mariño, en 1813
después de la liberación.
CITAS
5.-
Antonio José de Sucre. De mi propia Mano. Caracas Biblioteca Ayacucho 6.- Pedro Elías Marcano. Consectario de la ciudad
de Cumaná. 1956. 7.-
Laureano Villanueva. Sucre. Vida del Gran Mariscal. Caracas 1995. 8.-
Pedro Elías Marcano. Bisemanario Sucre No 27 del 11-10-1924 Colección
privada. 9.-Miguel Aristeguieta Sucre.
Bisemanario Sucre No. 43. 10.- José Antonio Ramos Martínez.
Memorias para la Historia
de Cumaná y Nueva Andalucía. 11.- Ibidem 12.- Ibidem 13.- Ibidem 14.-
José Antonio Ramos. Boletín No. 20 de la Academia Nacional
de la Historia.
15.- Alfonso
Rumazo González. Biografía del Gran Mariscal. Caracas 1995. 16.- Manuel de Ancízar. Sucre. 17.- J. A.
Cova. Ibidem. 18.- Escritos del Libertador. Sociedad Bolivariana de Venezuela.
Caracas. Colección iniciada en 1977. 19.- Francisco Javier Yánez. José Mercedes
Gómez. Historia de la Provincia de Cumaná.
Gobernación del Estado Sucre 1983. 20.- José
Mercedes Gómez. La Guerra de Independencia en
Oriente. Cumaná 1991. 21.-Francisco
Javier Yánez. Ibidem. 22.- Bolívar. Resumen sucinto de la vida del general
Sucre. Lima 1825. Reproducción por la
gobernación del Estado Sucre- 1982. 23.- Revista de la Sociedad Bolivariana
del Táchira. 24.- Armando Alcántara Borges.
Carabobo Sendero de Libertad. Gobierno de Carabobo 1994. 25.- F. J. Yánez. Ibidem. 26.- Bolívar.
Ibidem. 27.- Alberto Betancourt. Guiria 2003. 28.- D. F. O’Leary. Ibidem. 29.- Laureano Villanueva.
Ibidem. 30.- F. J. Yánez. Ibidem. 31.- Bartolomé Tavera Acosta. Historia de
Carúpano. 1992. 32.- Edmundo Blanco. Yaguaraparo. 2003. 33.- Ibidem. 34.- F. J. Yánez. Ibidem. 35.-
Ibidem. 36.- Ibidem. 37.- Laureano
Villanueva. Ibidem. 38.- Francisco Javier
Yánez. Ibidem 39.- Archivo de Sucre.
Tomo I.
CAPITULO SEGUNDO
“Lo que más admiro de Sucre, es aquella armonía perfecta de
sus facultades, aquella lealtad caballeresca, aquella serenidad de juicios que
ni en el pánico de las derrotas, ni en la embriaguez de la gloria de los
grandes triunfos, ni en los altos senados que le tocó presidir lo abandonaron
jamás. Si no tenía el don profético del genio, concedido solo al Libertador, en
cambio penetraba fácilmente en el campo tenebroso de la realidad, hecho
infranqueable por las ambiciones en lucha; y con su valor extraordinario, el
profundo conocimiento de su arte, y aquella piedad suya que “no parecía
humana”, sabía sobreponerse a los sucesos y arrancar la victoria de los brazos
mismos de la anarquía o del crimen”. Domingo Badaracco Bermúdez.
.
CONTENIDO
Campaña del Centro, José Tomás Boves Batalla de
Bocachica. Bolívar, Sucre y Mariño en la Victoria. El Arao.
Carabobo y La Puerta. La
Emigración. Ocupación de Barcelona. Batallas de El Salado y Urica. El sitio de
Cartagena.
Campaña
del Centro.
“El General Sucre sirvió en el E. M.
G. del ejército de Oriente desde el año 1814 hasta el de 1817, siempre con
aquel celo, talento y conocimientos que lo han distinguido tanto. Él era el
alma del ejército en que servía”. Bolívar. (37)
A finales del año 1813, negros
nubarrones aparecen en los llanos. José Tomás Boves, el increíble guerrillero
asturiano cierne sobre las pampas centrales el amargo sabor de la sangre de los
inocentes. El fenómeno Boves, estudiado minuciosamente por el Cumanés Germán
Carera Damas, se produce por que logró atraer a sus banderas a los más
numerosos contingentes de tropas inimaginables en aquella época, pero eran
tropas que carecían de cohesión; una vez obtenidos el botín, se dispersaban. El
Mariscal Don Juan Manuel Cajigal, su jefe inmediato decía “No creo que este
ejército, por mucho número de tropas, podía contar con su fuerza, al concluir
una victoria que siempre era el signo del inmediato saqueo, asesinatos,
violencia, robos, desaparecía la tercera parte de ella, pero esto importaba
poco al jefe, al momento la reponía” …pues siempre había aspirantes a
“enriquecerse en el primer ataque”. (38)
Por el contrario, Morales aseguraba
que: “Boves tuvo la fortuna de penetrar los sentimientos de los llaneros, gente
belicosa que es necesario saberla manejar. Comía y dormía con ellos. Tenía un
no sé qué que les atraía su simpatía. Los dominaba con imperio”. Boves dio el primer grito de guerra a muerte,
cuando anunciaba: “Degüello de los blancos y reparto de sus propiedades”. (39)
Boves es pues, un personaje contradictorio hasta para sus propios
copartidarios.
A pesar de la derrota que le inflinge su paisano Campo Elías, en la
batalla de Mosquitero, Boves arma nueva tropa y traslada su cuartel general a
Guayabal, donde forma con forajidos su famoso “Bando de Guayabal” reforzado con
pertrechos y otros hombres indisciplinados y desalmados procedentes de los llanos
y Guayana; desde allí inicia su ofensiva, se ufana con el rango de Comandante
en Jefe del Ejército de Barlovento, dado por la Regencia. Pero a
Boves no le fue nunca bien en Oriente, como afirma Sáez Mérida en su libro
“Aragua de Maturín en la
Guerra Muerte ”: “La popularidad o la muchísimo menor
impopularidad de la guerra en Oriente hizo fracasar la posibilidad de un Boves caudillo
luego que Cajigal lo dejara, con armas y recursos suficientes en libertad de
acción. Hizo correrías en la zona sin ningún éxito hasta que en la derrota de
Cachito (Anzoátegui) por francisco Carvajal, “El Tigre Encaramado” (40) tuvo
que desplazarse hacia el Guárico, donde era muy conocido y donde hizo su gran
base de operaciones, reforzado con la promulgación de la Ley de Llanos”.
“En Oriente Boves tuvo que competir con Zaraza,
Sedeño, los Monagas, Carvajal, Barreto, Infante, Carmona y muchos más, con
liderazgos ciertos, concretos, en la masa llanera oriental y por eso no tuvo
capacidad reclutadora, ni movilizadora ni éxito militar. Y cuando a finales de
1814 arrasó a las ciudades orientales y a sus jefes, fue con los grandes ejércitos
levantados en el Centro y sus llanos, no en la región oriental. Y a pesar de
eso pudieron confrontarlo en Aragua de Barcelona, Cumaná, Urica y Maturín,
porque aún con el desastre oprimiéndoles el cuello, podían levantar hombres y
caballerías para resistir la avalancha” (41).
A finales de ese año 13 el Libertador
observa el rumbo de la nación y presiente el peligro que se avecina; le escribe
cartas con urgencia a Mariño que señorea en Oriente, pidiéndole que acuda al llamado
de la Patria ,
que sucumbe ante la arremetida del bárbaro Boves y otros, que están
sacrificando los pueblos del centro de la República , y atacan sembrando el terror por
diferentes frentes a la vez, en avance incontenible. Se oyen los nombres de
realistas alzados en armas y con éxito, tales como: Carlos Blanco, José de la Vega,
Fernando Torrealba, el clérigo Torrellas, José Antonio Boquillón, etc.
Mariño envía a Bolívar, además de la
larga carta sobre la liberación de oriente, dos proyectos relacionados con el
gobierno de los departamentos de oriente y occidente. Bolívar responde a Mariño notificándole haber
recibido sus dos oficios: “El primero me ha llenado de satisfacción, por un
doble motivo: por los liberales principios de V. E. y por haber merecido
aprobación mi modo de pensar con respecto al Gobierno de Venezuela. Así mismo
por ver confirmado en el tratado que V. E.
ha manifestado siempre un decidido interés porque se concluyan y yo no
menos he lamentado, las circunstancias poderosas que reteniéndome en el
occidente de esta provincia me impidieron hallarme o venir a Caracas, cuando arribaron
los Comisionados de V. E. “. (42)
El año 14 se había convertido en un
infierno para los patriotas en el Centro: Boves triunfa en Santa Maria de Ipire
y Calabozo contra Montilla y Padrón, y comete atrocidades espantables. Bolívar triunfa en Bárbula y Las Trincheras.
Campo Elías arremete contra Boves que se refugia en Guayabal. Urdaneta ataca Coro y D’Elúyar a Puerto
Cabello. Barquisimeto, Barinas, Guanare
y San Fernando son presa fácil de las hordas de Boves y Morales. Ribas triunfa en Vigirima.
Bolívar triunfa en Araure contra Cevallos
y Yánez, y vuelve a llamar a Mariño, para que coopere en la salvación de la República. Mariño acepta expedicionar
hacia el Centro, y se pone al frente de un ejército de 3000 hombres bien pertrechado;
así luce cuando en el mes de enero se reúne en la Villa de Aragua, organizado
en tres divisiones de 1000 hombres cada una. Y el 26 de enero de 1814, arenga a
su ejército.
La primera División, a la
derecha bajo el mando del General Manuel
Valdés, formada por 600 hombres de infantería y 300 de caballería; la Segunda División , del centro por el General José Francisco Bermúdez, con el coronel Antonio José de
Sucre y Pedro José de Sucre, su hermano, con el grado de capitán, con 700 de
infantería y 450 de caballería ; y la Tercera División , por la
izquierda, bajo el mando del coronel Agustín Arrioja, con 600 de
infantería y 300 de caballería; la reserva bajo el mando del coronel
Manuel Isaba Sucre, formado por 600 de
infantería y 300 de caballería; y un cuerpo de artillería de 300 hombres bajo
el mando del coronel Antonio Freites.
Valdés avanzó por Tucupido, Orituco y
Lezama, batiéndose con enemigos fanatizados, sobre todo los de Tucupido, bajo
el mando del cura vasco Ybarrolaburo. El coronel Arrioja, siguió con su
división bordeando el Orinoco para ocupar Cabruta, poblado que tomó por asalto
después de fuere oposición. La división de Bermúdez no encontró oposición, hasta
reunirse con las otras divisiones en el hato “Belén” de Don Juan de Ascanio,
cerca de Ocumare, donde se instaló un tribunal militar para juzgar a los
prisioneros.
Puesto en conocimiento, el General
Santiago Mariño, que en las adyacencias de su ejército se movilizaban fuerzas
realistas bajo el mando del coronel Rosete, destacó a Bermúdez con Sucre al
frente de un batallón, para reducirlo. El encuentro se produjo en el sitio de
Los Pilones; dramático combate que duró desde las 9 de la mañana hasta las 6 de
la tarde de ese día, y luego al siguiente se reinició con refuerzos que el
mismo Mariño condujo a la lid. Rosete fue derrotado y perseguido por el
batallón Valencia, bajo el mando del coronel Leandro Palacios, hasta su
liquidación total. (43)
Después de esta victoria todo el
ejército oriental convergió en Camatagua y Mariño procedió a su reorganización.
Por su grado, sus notables servicios y
sus conocimientos, nombró al Coronel Mariano Montilla Jefe de Estado Mayor y en
la jefatura de la vanguardia, designó al coronel Leandro Palacios.
BATALLA DE BOCACHICA
El ejército de Oriente se desplazaba
hacia Bocachica y al pasar cerca de San Luis de Cura, el 31 de marzo, tienen
noticias de las fuerzas realistas comandadas por el temible asturiano José Tomás
Boves que perseguía, con 5000 hombres, al patriota coronel Lucas
Ballivián. Mariño sin perder tiempo ordenó
su ejército en las cercanías de Bocachica para enfrentar al sanguinario
realista. Mariño ordenó maniobrar al valiente coronel Leandro Palacios, con la
vanguardia, sobre una quebrada seca que dividía el campo, para inquietar al
realista. Boves convencido de su superioridad,
no esperó y atacó precipitadamente. Mariño esperó pacientemente el desarrollo
de los acontecimientos y cuando notó que Palacios flaqueaba y podían cortarlo,
ordenó a Bermúdez cargar con todas sus fuerzas contra los realistas, y así lo
ejecutó el Ayax venezolano con la terrible fuerza que poseía y desarrollaba en
circunstancias tales. Mariño ordenó a Valdés atacar por el centro mientras la
caballería desplegada evitaba que las fuerzas de Boves lograran cohesionarse en
las faldas de los cerros. Los realistas,
ante el ímpetu de los patriotas, atropelladamente lograron protegerse en
alturas laterales del escenario de la batalla, pese a los esfuerzos de la caballería,
y en un intento desesperado, a la derecha prendieron fuego a la paja, con tan
mala surte que el viento que les era favorable, cambio y los rodeó por todas
partes. Mariño envió contra Boves a una brigada de negros libertos que peleaba
a su lado, y que atravesaban el fuego sin temor, además eran diestros en el
manejo de las lanzas. La entrada de estas tropas fue suficiente, los realistas
se dispersaron por los barrancos y montes.
De esta batalla quedan para la historia actos
de entrega heroica, de patriotismo desbordado y valor. El capitán Tánago que destrozó la caballería de
Boves con una sola pieza de artillería, se inmortalizó; y el grupo de lanceros,
que a las 5 de la tarde, dispuestos a inmolarse por la Patria, asaltaron una
fortificación realista que hacía mucho daño, con intrepidez nunca vista, y la destruyeron.
A las 6 de la tarde Valdés advierte a
Mariño que ha llegado la hora de resolver la acción, y ambos se lanzan con
todas las fuerzas a su mando contra el asturiano que está irremisiblemente
derrotado; hay que rematar la faena, y los dos capitanes entran al campo para
compartir con sus soldados aquella heroica victoria; ante su empuje, el asturiano
huye desordenadamente.
En los partes de la batalla no se nombra
a Sucre, pero sin lugar a dudas esa batalla lleva el sello del
Mariscal. (44)
BOLIVAR, SUCRE Y MARIÑO
EN LA VICTORIA
Bolívar avanza a reunirse con Mariño. Los realistas están en todas
partes y se fortalecen; el 12 de febrero derrotan a los patriotas en La
Victoria; el General Urdaneta se ve obligado a abandonar San Carlos; pero los
patriotas de Mariño repuntan el 20 de marzo en Ocumare del Tuy, con un
resonante triunfo seguido con otro en Los Pilones, donde reciben refuerzo del
ejercito de Bolívar para derrotar convincentemente a las huestes de Boves que
se refugian en San Mateo.
Bolívar y Mariño convergen en San Mateo, y Urdaneta se encierra en
Valencia, asediada por el Coronel Don José de Cevallos con 4000 hombres.
Bolívar le escribe a Urdaneta:
“Defenderéis a Valencia, ciudadano General,
hasta morir…”
Por fin a las 5 de la tarde del día 5
de abril se encuentran en la ciudad de La Victoria , los dos jefes: Bolívar y Mariño. Al
parecer, según la mayor parte de los investigadores, esta fue la oportunidad en
que Sucre, a los 20 años, conoció personalmente al Libertador, su ídolo
espiritual. A Mariño lo acompaña su Estado Mayor: Bermúdez,
Valdés, Arrioja, Freites Montilla y Sucre.
Con Bolívar estaban Ribas, Jalón,
Plaza, O’Leary, Soublette, y Solóm. Bolívar ordenó que se le hiciesen a Mariño
los honores correspondientes a un Jefe de Estado. El Boletín que se publicó
apenas dice: Boletín No. 9 fechado en la Victoria el 5 de abril “Sus Excelencias, el
General Bolívar y el General Mariño, se han juntado hoy en esta ciudad”. No hay
documentos, no se dice nada sobre lo que trataron, pero de sus hechos
posteriores pueden sacarse conclusiones. (44)
En la hoja de servicios de Sucre, J.
A. Cova asienta la participación de Sucre en las batallas de El Arao, Sección
Cojedes, el 16 de abril de 1814,
a las órdenes del General Mariño, contra el general Don
José de Cevallos, donde los patriotas fueron derrotados; y la Primera de Carabobo,
sección Carabobo, el 28 de mayo de ese mismo año, a las órdenes del Libertador,
contra el general Juan Manuel Cajigal, donde resultan victoriosos.
EL ARAO, CARABOBO Y LA PUERTA.
El 5 de abril entran Bolívar y Mariño a
Valencia. Los realistas se congregan en San Carlos. Mariño en calidad de
General en Jefe del ejército unificado ordena atacar al enemigo que está
concentrado en la ciudad de San Carlos.
Sucre es nombrado Jefe de Estado Mayor por el Libertador. La batalla se
dio el día 16 en las cercanías de esa ciudad en el sitio de El Arao, y los
patriotas resultaron derrotados, por el ejército realista bajo el mando del
coronel José de Cevallos.
El General Juan Manuel Cajigal
sintiéndose victorioso se apresta a someter a Valencia. En el mes de mayo
Bolívar asume el mando del ejército y
forma tres divisiones con sus fuerzas y las de Mariño; y nombra a Ribas en el
Estado Mayor General. Bermúdez pasa a la primera división, y a su lado van
Sucre, Manuel Valdés y Leandro Palacios. Rumazo González afirma que Sucre
servía en el Estado Mayor General.
El 28 de mayo a las 8 de la mañana el
ejército patriota toma posiciones en el campo de Carabobo, muy cerca de
Valencia; por vez primera los dos ejércitos, oriente y occidente, lucharan bajo
el mando de Bolívar.
A las 9 de la mañana divisan al
poderoso ejército realista bajo el mando de Cajigal y Ceballos; 6000 hombres
desplegados en un semicírculo en las colinas medianeras del teatro de
operaciones. Por el ala izquierda la
caballería y un regimiento de cazadores, por delante de la serranía Las
Hermanas, que divide el campo de Carabobo y Taguanes. Por el ala derecha despliega
la una división de infantería y un regimiento de caballería, serranías de El Pao;
al centro otro de infantería y cinco piezas artillería. Lo más granado del
ejército realista participó en la contienda al lado de Cajigal: los coroneles
Ceballos, Salomón, Calzada, Melchor de Somarriba, Joaquín de Puelles, Justo
Paz, Gabriel Méndez de Altuna y el capitán Francisco Vásquez.
Bolívar organizó su ejército en dos
bandas paralelas: la primera bajo el mando de Urdaneta, con los regimientos de
Bermúdez, Valdés y Florencio Palacios; una segunda banda bajo su mando, con Mariño
y Ribas; y el grueso de la caballería de Leandro Palacios y Diego Jalón y Sucre
en el Estado Mayor General. Dos piezas
de artillería bien ubicadas cubrían los flancos.
Los realistas parecían no aceptar el reto, por qué quizá esperaban
refuerzos de Boves.
Las legiones patriotas de Bolívar,
Mariño y Ribas, avanzan sobre la llanura frente a los reales y arengan a la
tropa. Bolívar: “Soldados, vosotros tenéis delante los mismos jefes y los
mismos españoles de quienes habéis triunfado en más de cien combates; este debe
ser el último”.
Mariño: “¡Soldados de Oriente! Mostrad vuestro antiguo valor, y concluyamos
hoy con el que se nos escapó en Barcelona; con Cajigal, que al oír vuestro nombre
huirá ahora como huyó antes despavorido de las provincias orientales. Seguidme
y avanzad con firmeza”.
Ribas: “¡Soldados! Vosotros en quienes jamás
ha podido influir la suerte varia de la guerra, pues que siempre habéis sido
vencedores; vais hoy más que nunca, a mostrar vuestro valor y disciplina y si
se nos presenta algún obstáculo para conseguir hoy la victoria, debéis
vencerle”.
A la una de la tarde los 5000 hombres
se forman en batalla y la provocan. El
Parte de Muñoz Tébar dice: “empezó a reforzarse mucho la caballería realista
con dos escuadrones que permanecían escondidos; tenían la intención de
flanquear nuestra primera línea arrollando a nuestros carabineros de la derecha
para dispersarlos. Esto se evitó moviendo, para apoyarlas, a la caballería de
Leandro Palacios; sin embargo, los reales avanzaron vigorosamente con su
caballería y rebasaron a nuestros carabineros de la primera línea, y enseguida
la infantería realista cargó fuerte sobre nuestra derecha, y con su caballería
impidieron el movimiento de la reserva bajo el mando de Jalón. Sin embargo,
algo les salió mal, las fuerzas enemigas no contaban con el coraje de los
defensores, y los rebasados volvieron al combate atrapándolos entre las dos
líneas estratégicas de Bolívar. La
caballería enemiga, acribillada entre dos fuegos, entró en pánico y fue, de
inmediato, alcanzada y acosada por la nuestra, los invencibles lanceros de los
llanos orientales, que si darle oportunidad de rehacerse la desbandó y
persiguió sin tregua. La batalla se generalizó en todo el campo. Los patriotas
victoriosos luchando hombre por hombre, destrozaron todas las líneas realistas,
las desordenaron y desbandaron. El
coronel Palacios causó los mas grades destrozos entre los despavoridos
enemigos. Sin embargo, al llamado de sus
jefes procuraron y se hicieron fuertes en sus reservas para contraatacar. Pero
Bolívar, sin dar descanso a sus oficiales, enfiló hacia ellos sus baterías y
ordenó a Jalón cargar a la bayoneta. Los reales no esperaron la carga de Jalón,
sino que se dispersaran hacia el Pao y San Carlos, sin plan y sin concierto,
era su única vía libre.
Monagas que sobresalió con sus
invencibles lanceros, les arrebató el pendón español y se lo trajo al
Libertador. Carvajal, Sedeño y Monagas rompieron la izquierda realista. Urdaneta,
Sucre, Palacios, Bermúdez y Valdez, atacaron con las bayonetas caladas, y en un
empuje arrollador destrozaron a la infantería realista, se llenaron de gloria;
tomaron 5 cañones y apresaron a los generales Somarriba y Puelles (45).
Después de Carabobo Bolívar está al
frente del ejercito unido y manda al General Rafael Urdaneta al frente de 2000
hombres a defender a Barquisimeto; y al
coronel Antonio Jalón, con igual número de tropas, para defender los llanos
centrales donde reinaba Boves.
Boves, taimado estratega, después de
la batalla de San Mateo el 28 de enero se retira hacia el Pao, forma un ejército y toma posiciones
en La Puerta
donde había derrotado a Campo Elías el 3 de febrero.
Bolívar y Mariño unen sus fuerzas para
atacarlo y el día 15 concretan la acción. Nadie ha podido explicar lo que
sucedió, algunos dicen que fue pánico, otros, errores de los jefes,
contradicciones, mala estrategia, lo cierto es que Boves derrotó, no solo al
ejército unido que tantas veces lo había vencido, sino que derrotó la esperanza
de una patria libre y soberana. Las tropas patriotas se desbandaron en huida
sin control, el Batallón Cumaná, resistió a pie firme la carnicería y se inmoló
junto a su jefe José María Freites.
Los patriotas lo pierden todo, en el campo de batalla, caen prisioneros:
Pedro José de Sucre Alcalá, Muñoz Tébar, Aldao, García de Sena, y son
sumariamente pasados por las armas. Boves invita a una cena en Villa de Cura al
patriota Don Antonio Jalón, y lo manda decapitar en su presencia. Son
indescriptibles los actos de barbarie.
(46)
Antonio José de Sucre pierde otro
hermano; José Vicente refugiado en un Hospital en Cumaná, es lanceado por la
soldadesca de Boves; su hermana Magdalena, de 14 años, es violada y asesinada
en parecidas circunstancias; y su madrastra Narcisa Márquez Alcalá, salva
milagrosamente la vida al escapar por el balcón de su casa en 1814, después de
la batalla del Salado; en 1817, José Francisco es sumariamente ejecutado en
Cariaco, por orden de Morillo. Todo esto lo guardaba en su corazón
Mariño, Bermúdez y Sucre, logran salir
hacia Barcelona adonde llegan el 24 de junio. Estas experiencias fueron
forjando el espíritu de Sucre, sabía lo que era vencer y ser derrotado, lo que
era la muerte, el sacrificio y el amor a la patria, lo que era la obediencia y
el precio que pagaban los desertores, remisos y traidores.
Boves toma Caracas y más de 20 mil
habitantes salen huyendo, en la mal llamada Emigración a Oriente; se cuentan escenas
dantescas de este suceso producto del terror a las banderas negras y la
calavera blanca de los ejércitos de Boves. La anarquía se apodera del bando
patriota.
Desconocido Bolívar, asume el mando Bermúdez,
y es derrotado fulminantemente en Aragua de Barcelona, pero no se rinde y se
concentra en Maturín; resiste la embestida de Morales que sale completamente
derrotado. Maturín es el clarín patriota, allí nunca pudo la felonía. (47)
Ocupación de Barcelona.
Batallas de El Salado y Urica
Boves viene al desquite, entra a
Barcelona, la baña en sangre y continúa hacia Cumaná con tres mil jinetes; Piar
lo espera con 1500 hombres en la
Sabana del Salado, reúne a su lado a los más aguerridos
patriotas de oriente y ordena evacuar la ciudad. Sucre entre ellos. La batalla es terrible, nueve horas
dramáticas para que las familias de los patriotas pudiesen huir y salvarse.
Boves triunfa pírricamente, entra a Cumaná lleno de odio, ordena a la tropa que
maten a cuanto hombre o mujer o niño se muevan en la ciudad.
El vicario de Boves lo narra así: “como así lo ejecutó, entrando varios
a caballos dentro de la iglesia parroquial buscando a los que en ellas se
habían refugiado para matarlos, como lo realizaron con más de quinientos”;
otros dicen que mataron más de dos mil personas, lo más trágico es que casi
todos eran sus partidarios que salieron a recibirlo.
El Pbro. J. M. Guevara Carrera publicó
un breve relato sobre la muerte de Juan Landaeta, autor de la letra del Himno
Nacional, bajo la dictadura de Boves, dice: “Corría el año 1814. Los patriotas
huían espantados ante Boves dominador, y fue entonces cuando el caraqueño Juan
Landaeta, compuso su épica e inspirada música. Landaeta envuelto en el vértigo
del pavor de aquellos días, fue a buscar refugio en Cumaná, junto a otros
músicos compañeros suyos, pero Cumaná cayó también bajo el mando militar del
realista Morales; este conocía la música de Landaeta, y promovió un baile que
tenía gusto, dijo, le tocase la orquesta caraqueña. Empezada la fiesta comenzó
el rumor de que Morales abrigaba intenciones siniestras, y mientras algunos
pudieron ponerse a salvo, Landaeta fue hecho prisionero y condenado a muerte.
Morales mandó copiar el Gloria al Bravo Pueblo en una hoja de papel que atada a
la cabeza de Landaeta le servía de adorno cuando iba a hacia el patíbulo. Juan Landaeta
merece contarse entre los héroes de la Patria ”. Esta es una versión tal vez ajustada a
la verdad histórica, sin embargo, en Cumaná se piensa de otra forma, porque
nuestros abuelos contaban que Boves ordenó el baile y al son del Piquirico,
pasaba a los patriotas y a los músicos caraqueños al patio de la casa donde les
cortaban la cabeza, y Landaeta abría corrido el mismo destino.
La familia Sucre fue despiadadamente
perseguida y sacrificada por Boves. Don Vicente perdió a su hija Magdalena de
14 años horriblemente torturada en su lecho de enferma, y su hermano José
Vicente Sucre Alcalá, también enfermo, murió degollado en el hospital de
Caridad, los demás pudieron huir.
URICA
Los patriotas derrotados por Boves no
tienen descanso: Desde Cumaná salen hacia Maturín: José Félix Rivas, Piar,
Bermúdez, Mejía, Freites, Armario, Rojas, Anzoátegui, Sedeño, Parejo, Zaraza,
Carmona, Barreto, Domingo Montes y los hermanos Sucre, con el resto de sus
tropas para unirse a las tropas de Monagas y enfrentar a Boves en las sabanas
de Urica el 5 de diciembre. El encuentro es formidable. Anzoátegui al grito de
¡Morir Matando! Se lanza por el centro; Monagas con la caballería se hunde en
una ciénaga y no pude moverse con facilidad, por allí se fue la victoria; caen peleando con coraje el licenciado Miguel José Sanz, le sigue el
coronel Paz Castillo, y más de 300 patriotas,
mueren lanceados por los diestros jinetes del caudillo asturiano, en el
mismo terreno; la derrota es total, sin embargo también muere Boves de un
certero lanzazo que le dio el intrépido
indio Zaraza, según Don Vicente Lecuna,
cuando el caballo de Boves se
encabritó, el jinete perdió el
equilibrio, y entonces el llanero audaz,
que lo venia vigilando y siguiendo, lleno de odio sagrado por el asesinato de
su familia, lo precisa y lo hiere por el lado derecho, encima de las costillas,
lo atravesó de lado a lado y lo dejó muerto en el mismo terreno de la batalla.
Algunos cuentan que lo terminó de matar el propio general Tomás Morales que lo
encontró herido. J. A Cova dice que a Boves le atravesó el corazón la lanza del
guariqueño Ambrosio Brabante, sin embargo, aun en los predios de Urica se dice
que fue Zaraza.
En el No 6 - 1964 del Boletín cultural
y bibliográfico. Bogotá. Colombia. Hay un parte de la batalla que dice: “Después
de la victoria obtenida en Los Magueyes -9-11-1814- contra el coronel José
Francisco Bermúdez; José Tomás Boves se trasladó por “Mundo Nuevo” a Urica a
reunirse con su segundo, el coronel Francisco Tomás Morales, quien, de Santa
Rosa, había marchado hacia aquella zona. Por su parte, Bermúdez retornaba a
Maturín donde el general en jefe José Félix Ribas dispuso la ejecución de la ofensiva
contra los realistas en Urica. Operación que no se había llevado a cabo debido
a la decisión de Bermúdez de ir a los Magueyes contra Boves. Para esta empresa contaba
Ribas con 2000 hombres, al frente de quienes se hallaban José Tadeo Monagas,
Pedro Zaraza, Manuel Sedeño, Francisco Parejo y otros. Al llegar al sitio del
Areo procedió Ribas a la formación de dos columnas de caballería de 180
hombres, las cuales recibieron el nombre de Rompelíneas. El destacamento
patriota marchó durante la noche del 4 al 5 de diciembre, para amanecer en
Urica frente a los realistas (ya Boves se había incorporado), desplegados en
tres columnas en una gran sabana. La iniciativa para el combate la tomó Boves,
cuando salió con su columna a enfrentarse a la que mandaba el coronel Bermúdez,
pero al punto fue rechazado por el jefe oriental. Este éxito inicial de los
patriotas permitió a Ribas la colocación de sus hombres en línea de batalla y
con ellos cargó contra los realistas, quienes respondieron con intenso fuego de
artillería. En este momento, ordenó Ribas que las columnas Rompelíneas cargasen
contra la derecha enemiga lo cual fue ejecutado con éxito. Cuando Boves advirtió que su columna había
sido envuelta, salió de su centro precipitadamente y pereció en el choque. El
resto de las fuerzas realistas (centro e izquierda) cargó contra la línea
republicana y la envolvió, y con ello obtuvo la victoria. Las bajas fueron
numerosas para ambos bandos.
Los patriotas se refugian en Maturín.
Morales queda al mando del ejército realista, los ataca y destruye la ciudad,
si algo estaba vivo pereció, nadie quedó vivo. “Todo lo que vivía y se movía,
sin distinción de edad, sexo, clase, condición ni especie: todo lo que
respiraba dejó de existir aquel terrible día” Allí perecieron: Francisco Javier
Ustariz y su familia, los Ribas, los Palacios de la familia de Bolívar, y
cientos de patriotas y realistas. (48)
Sucre salvó la vida milagrosamente
junto con Bermúdez.
EL SITIO DE CARTAGENA
Comienza el año de 1815. Sucre y Bermúdez,
desde Maturín, huyen hacia Guiria con 300 hombres. Morales los ataca en Güiria
con 3000 efectivos. Sucre, Videau y Bermúdez huyen en la noche hacia Margarita.
Morales eufórico informa al gobierno de Caracas: “He eliminado del todo a los patriotas en la costa firme”.
En esos días de enero, llega a las
costas venezolanas la expedición de Don Pablo Morillo, de 65 buques de guerra y
10.000 soldados veteranos, con la consigna de pacificar la Capitanía General
de Venezuela. Morillo informó al Rey que muchos jefes que estaban en la isla se
presentaron voluntariamente, entre ellos el General Juan Bautista Arismendi.
Sin embargo, no todos se presentaron: Bermúdez, Sucre, Justo Briceño, Pedro
María Freites y otros se embarcaron en la flechera “Culebra”, atraviesan, en
atrevido escape, la flota de 65 barcos y llegan a la isla de Granada. De esta isla pasan a Martinica, Saint Thomas
y luego de tres meses de navegación arriban a Cartagena de Indias en los
primeros días de agosto.
Por entonces era gobernada
militarmente por el coronel Manuel del Castillo Rada, aquel que negó a Bolívar
toda ayuda para la campaña de Venezuela, cuando aparece en el horizonte la
flota de Don Pablo Morillo e impone un cerrado sitio a la ciudad. Ante esta
amenaza terrible, los cartageneros pidieron al General José Francisco Bermúdez,
que se encargara del mando, para lo cual depusieron a Castillo
De inmediato Bermúdez nombró su Estado Mayor con el coronel Mariano
Montilla al frente; destinó al coronel
Carlos Soublette, al mayor Antonio José de Sucre y el ing. Lino de Pombo, para
la defensa del convento y cerro de la
Popa , punto crucial de
aquel puerto; al general Florencio
Palacios le asignó la defensa del castillo de San Felipe, otro bastión de la ciudad;
a los tenientes coroneles Pedro León Torres y Felipe Mauricio Martín,
los asignó al fuerte de Bocachica; y al comandante José de Sata y Bussy lo
envió al fuerte de El Ángel.
En el desempeño de los defensores
sobresalieron: el coronel Soublette, el comandante norte americano Stuart; el
coronel francés Lecoudray, el bogotano Francisco de Paula Vélez; y los
cartageneros: Miguel Borras, Manuel Cala, Rafael Lugo, Hilario Ibarra, Ignacio
Tirado, Juan Nepomuceno Vega, José Ignacio Iriarte, José Antonio Martínez, y el
ing. Lino de Pombo; y los venezolanos, mayor Antonio José de Sucre, Judas Tadeo
Piñango, José Gabriel Lugo y Mauricio Encinoso.
Otras defensas quedaron a cargo de sus
jefes militares: la Cortina
de la Media Luna
y sus puentes, fue defendida por el
teniente coronel de Colombia Pedro Romero; la Cortina y Batería de El
Arsenal, fue defendida por el capitán de
navío español Juan Nepomuceno
Estaba; la Cortina de la Boca del Puente, fue
defendida por el coronel de ingenieros,
también español, Manuel Anguiano; la
Cortina de Santa Catherine por el español Manuel Cortés de
Campomanes, revolucionario que se hizo muy conocido en el primer movimiento
emancipador, al lado de Gual y
España; el capitán cartagenero Nicasio Ferreira y el
capitán José María Ortega; el fuerte de Las Tenazas, defendido por 50 haitianos bajo el mando del cartagenero comandante Manuel Marcelino Núñez; la batería de Santa
Clara estuvo defendida por el cartagenero teniente Eugenio Layera; el Recinto
de Tejadillo, defendido por el español capitán Pedro Velasco, y los
cartageneros capitán Claro Preen,
alférez Andrés Estarita, José de los Santos Morales, Manuel Moyano, y Pedro
Imitola; en la Cortina de la Merced , defendida por los cartageneros capitán José Vela y teniente Alejandro Padilla; en la Cortina de Santo Domingo,
defendida por el coronel Juan Salvador
Narváez; la Batería de Santo Domingo,
defendida por el cartagenero Clemente
Palmera; la Batería
de la Cruz
defendida por el cartagenero capitán José Martínez Lozano; la Batería de San Ignacio por
el cartagenero comandante Lázaro María Herrera, sgdo. Comandante Manuel Antonio
Salgado y los oficiales: Andrés Valverde, Valerio Pretelt y José Catalino
Bobadilla. La mayor parte de estos héroes rindieron sus vidas en las ruinas de
Cartagena.
El sitio de Cartagena duró 116 días,
del 19 de agosto al 5 de diciembre de 1815. Hay pocos ejemplos en la historia
de hechos de tal naturaleza y no creo que exista un pueblo que haya sufrido tan
cruel destino y tan horrible destrucción, por oponerse a la tiranía y defender
su libertad.
Las fuerzas de Morillo fracasaron en
sus intentos de asaltar la ciudad, pero señorearon en el mar, cortaron las comunicaciones
y estrecharon el cerco en más de 20 leguas a la redonda. Asfixiaron a los
tenaces defensores, que perecieron en medio de las mayores estrecheces y
tormentos.
Sucre no aparece en ningún bando o
parte de guerra, pero no podía pasar tan desapercibido el guerrero inmortal en
el glorioso sitio de Cartagena, entonces lo salvó del anonimato Don Lino de
Pombo, que, en una de sus obras, nos dice al respecto:
“Al principiarse las obras de fortificación,
subía yo diariamente a pie, dos veces,
de la ciudad al cerro y pernoctaba abajo: Mi acompañante asiduo en el súper
vigilancia de los trabajos, y quien durante mi ausencia en la ciudad llenaba
oficiosamente en cualquiera eventualidad mis funciones, y quien más me
auxiliaba en la difícil tarea de proteger contra ruines insultos a los obreros españoles, era un
joven venezolano de nariz bien perfilada, tez blanca y cabellos negros, ojo
observador, talla mediana y pocas carnes, modales finos, taciturno y modesto; a
este joven oficial la
Providencia , en sus altos designios, lo tenía previsto para figurar un día en el catálogo de los más esclarecidos guerreros, libertadores de América del
Sur, con el gloriosos titulo de Gran
Mariscal de Ayacucho”.
Se agotaron en Cartagena todas las
posibilidades de defensa, y dada la extrema miseria en que sobrevivían sus
habitantes, Bermúdez, reunido con todos los jefes, propuso abandonar la ciudad,
y así se decidió. El 5 de diciembre, 2000 hombres se embarcaron en 13 barcos con rumbo a Bocachica donde
surgieron para recoger otras personas y luego continuaron hacia las islas
caribeñas; todas estas maniobras se hicieron bajo nutrido fuego enemigo. La
goleta “Constitución”, bajo el mando de capitán de navío Luis Aury, se abrió
paso entre los sitiadores, respondiendo con destreza a la artillería enemiga;
en ella iban los principales jefes patriotas, Sucre entre ellos. (50)
CITAS
38.- Germán Carrera Damas. Boves. Aspectos socioeconómicos de la guerra
de independencia. Tomo 40. Ediciones de la Biblioteca. Universidad Central de
Venezuela. Caracas. 39.- Ángel Grisanti. Ibidem. 40.- Simón Sáez Mérida. Aragua de Maturín en la Guerra
Muerte. José Agustín Catalá. Caracas.
1994. 42.- Francisco Javier Yánez. Ibidem 43.- Ibidem. 44.- Vicente Lecuna.
Ibidem. 45.- Ibidem
45.-
Ibidem. 48.- Francisco Javier Yánez. 49.- Ibidem. 50.- Laureano Villanueva.
Ibidem.
CAPITULO III
“El tiempo vital de Sucre es breve,
apenas si alcanza 35 años. Sin embargo, su obra es inmensa. En el campo militar pasa por todos los grados
y puestos de mando hasta llegar al de General de División y al de Mariscal,
como el de más alto reconocimiento que le da el Perú. En el campo civil ocupa
importantes cargos y se destaca como Presidente de la República de
Bolivia. En el Parlamento se le elige
Presidente del Congreso de Colombia. Mas, por sobre todo el honor que su
impresionante trayectoria puede ostentar, lo que verdaderamente lo corona de
gloria, es su lucha heroica y constante por la libertad, en la que, además,
tiene alto relieve el signo de la magnanimidad que enciende su alma y se
derrama a torrentes en su acción humana”.
(51)
CONTENIDO
Un grupo de 600 hombres, en las peores
condiciones físicas, arribaron a Puerto Príncipe, República de Haití; otros 200
fueron a Kingston, Jamaica; otros 150 trataron de llegar a Cuba y al parecer
todos perecieron. No sabemos no tenemos la información, de cómo se salvó el
Mariscal, probablemente naufragó y se salvó junto con Bermúdez.
Cuando los emigrados de Cartagena llegan a Puerto Príncipe, Bolívar los
esperaba y había hecho gestiones para que el Almirante Brión fuese con una
goleta a buscarlos, sabiendo que arribarían a ese puerto tras la protección del
Presidente Don Alejandro Petión. Lamentablemente: Bermúdez, Aury y Montilla,
despreciaron la amistad de Bolívar que ya había conquistado para su proyecto de
Independencia de Venezuela, el corazón del admirable revolucionario que fue Don
Alejandro Petión, jefe del gobierno de la republica independiente de
Haití.
Don Vicente Lecuna asienta: “Los
principales enemigos eran el francés Aury, pirata sin ninguna moralidad y los
venezolanos Bermúdez y Montilla, valientes y patriotas pero irreflexivos y
caprichosos”. Yo no diría enemigos sino opositores, no compartían por aquellos
días las ideas de Bolívar ni admitían su liderazgo. Luego veremos a Bermúdez y
a los otros luchando bajo su mando”.
Los exiliados se concentraron en un
pequeño pueblo de Haití, Los Callos; según afirma Vicente Lecuna, pasaban de
600 los emigrados que allí convergieron, provenientes de Cartagena, otros puntos
de la Nueva Granada y Venezuela; sin incluir la tripulación de las naves corsarias,
en los meses de enero y febrero entraron al puerto hasta 16 embarcaciones. De
esta forma, dice Paúl Verna: “Los Callos se convirtió en una especie de capital
de la revolución hispanoamericana”. (52)
Tavera Acosta, con más propiedad
señala: “Mientras tanto, los patriotas que vagan por las Antillas desde
mediados de ese año, y aquellos que salieron de Cartagena en diciembre del
mismo, van reuniéndose en Haití, hasta formar un selecto grupo presidido por el
Libertador. Allí se encuentran Mariño, Piar, Bermúdez, MacGregor, Montilla,
Manuel Valdés, Soublette, Briceño
Méndez, Zea, Ducoudray-Holstein, Juan Antonio, Celedonio, José María, Manuel,
Gabriel y Germán Gutiérrez de Piñares, el canónigo Juan Marimón, Ambrosio
Plaza, Justo Briceño, Bartolomé Salóm, Pedro León Torres, Pedro Maria Freites, José Antonio
Anzoátegui, Fernando Galindo, José Gabriel Pérez, Juan José Liendo, José Ucroz, Teodoro Figueredo, Francisco
Piñango, Francisco de Paula Vélez,
Francisco de Paula Alcántara, José María Landaeta, Miguel Borrás, Pedro
Chipía, José Antonio Raposo, Manuel Isava Sucre, Patricio Rubio, Vicente
Villegas, José María Durán, Luis Aury, P. Duchemín, J. Du Cailá, Rafael
Lugo, Felipe Mauricio Martín, Jorge y
Pedro Meleán, José Gabriel Lugo, Bruno y
Francisco José Torres, Estanislao Ribas,
Ricardo Mesa, Mauricio Cancino, Tomás Hernández, Guillermo Palacios, Florencio
Tovar Galindo, José María Lecuna, Juan de Dios Morales, José María Monzón, Fernando Tramarías Collot,
José Ignacio Pulido, Manuel N. Manzo,
Sebastián Boe, Vicente Landaeta, Miguel Marconi, Diego José Jugo,
Dufils, Brisel, Schmidt, Julián Montes de Oca, Agustín Gustavo Villaret, Manuel María y Cosme Damián Quintero, Miguel Cegarra, Felipe Enrique Domínguez,
Santos Acosa, N. Puquet, Pedro Betancourt, Andrés Movit, Vicente Bumont, Pedro
Cadenas, Cayetano Cestari, Lorenzo y José Bianchi, José Montes, Pedro
Carrasco, N. Pasoni, N. Parego, N. Sabino, los hermanos Lanzón, José
Padilla, Demetrio Alfaro, N. Araoz,
Hilario Ibarra, Eloy Demarque, Rafael
Diego Mérida, Pedro Martínez Aldao,
Jerónimo Pompa, Jorge Martínez Lozano, ,
Genaro Montbrune, Juan Bailío, Carlos Luis Castell, Alejandro Urreta, José y Antonio Jerónimo Lyon, Jacobo Kreidlin, Miguel Ustariz,
Juan Santana, Mauricio Encinoso, Lope Paría Buroz, Pedro Alcántara Herrán,
Narciso Gonell, Juan Muñoz, Juan Boza,
José María Flores, Joaquín Camero, Miguel Girardot, Manuel Martínez, N.
Barthlemay, José Martínez, Nicolás Machuca, Lucas Ortega Cova, Jerónimo y
Andrés Ortega Guevara, Miguel Arismendi, José María Arguíndegui, Pedro
González, Sebastián Cuesta, Simón
Antúnez, Vicente Bolívar, José María Fernández Carantoña, Simón y José Benito García, Juan Bautista Daríus,
Lorenzo Hernández, F. Barrera, F.
Valencia, Manuel González, F.Velandia, Santos Orellana, Leocadio Acevedo,
Manuel y Pedro Romera, Eugenio Rojas, Pedro Rodríguez, José Antonio Rodríguez,
Ramón Segura, Juan Antonio, Eusebio,
Toribio y José Antonio Silva, y Manuel Maria Tinoco.
Siendo de advertir que Bermúdez, Montilla,
Aury, Ducailá, Isava Sucre, Rubio, Collot y Villegas, no acompañaron al
Libertador en la expedición.
Bajo la noble protección del general
Alejandro Petión, Presidente de Haití, quien proporciona a Bolívar buques,
fusiles, pólvora, plomo, una prensa tipográfica, fornituras, bayonetas, etc.
(dos mil fusiles, diez mil libras de pólvora, quince mil de plomo etc.) puede
el Libertador organizar la expedición de Los Cayos; y ya listos para el mes de
marzo de 1816, empiezan a salir las naves desde el puerto de San Luis, el 31 de
dicho mes. Fin de la cita. (53)
John P. Hoover, narra la situación política que se
planteaba en Los Callos: “A comienzos de 1816, los refugiados de Cartagena y
otros rebeldes, se reunieron en Aux-Cayes –Los Callos-, al sur de Haití. Bolívar fue el primero en llegar; Sucre y
Bermúdez llegaron a comienzos de enero, y Mariño llegó después. Llegaron muchos otros, incluso Manuel Piar,
el Almirante Luis Brión, medio pirata y medio comerciante; el Almirante Luis
Aury, más pirata que otra cosa; y un mercenario escocés, MacGregor. Era quizá
inevitable, considerando la terquedad de los hombres y el historial anárquico
de la revolución, que sugiere una contienda por la dirección, y así Sucre
aprendió otra lección de ciencias políticas: la falta de una dirección bien
clara conduce al caos”.
“Bermúdez por ejemplo no había
olvidado su querella con Bolívar en Aragua de Barcelona en 1814, y se negó a
servir bajo sus órdenes. Mariño fue más elástico…” (54)
Todo hace pensar que Sucre no quiso
participar en la amarga controversia liderada por Bermúdez y Aury, y se embarca
rumbo a Trinidad, antes de partir la Expedición. En
esta isla inglesa pasaría una temporada dedicado al estudio del inglés y otras
diligencias concernientes a la revolución americana; allí estaba exiliado su
padre con su madrastra Narcisa Márquez, sus hermanos y muchos
otros familiares.
En el mes de abril, Sucre tuvo
conocimiento en Trinidad del zarpe de la expedición de Los Cayos, y los
planes de Bolívar; de inmediato se
reunió con los venezolanos exiliados en
Trinidad, cuyos ideales eran similares a los de él, pero no encontró recursos;
entonces con la sola ayuda de sus familiares y especialmente de un
hermano de su madrastra Doña Narcisa, organizó un pequeño grupo de valientes
decididos a ofrendar sus vidas en aras de la Patria , y partieron para Venezuela, por la misma vía que usó Mariño el año13.
Don Laureano Villanueva sintetiza la
situación existente en la Isla
inglesa: “Pero todavía en 1816, no encontraban en ella los patriotas
hospitalidad ni recursos de ninguna especie para mantener la guerra por lo cual
dispusieron Sucre y sus camaradas con los escasos fondos que pudieron reunir
fletar un barquichuelo para atravesar el canal en una noche con el intento de
arribar el día siguiente a las costas de Güiria”. (55)
NAUFRAGIO DE SUCRE.
Este pasaje de la vida de Sucre nos lo
cuenta, Don Ángel Grisanti, poéticamente, dice: “Como Hércules luchó Sucre
contra el dragón y lo venció. Con coraje
asombroso, confiado en sus habilidades de ser uno de los insignes nadadores de
todos los tiempos, inteligentemente soltó el borde de la piragua, con la cual
inevitablemente se hubiera hundido, y se lanzó al espacio infinito que
era también un infinito abismo. Horas después se asió a un remo. Nadó incansablemente toda la noche, y, en la
madrugada, providencialmente, halló a la deriva un baúl del hermano de su
madrastra, el señor Márquez. Dueño de si mismo, y audaz como siempre, se quitó
los pantalones, amarró con ellos el remo a una de las argollas del baúl, y
manejándolo a manera de timón, nuevo, impávido y original argonauta o lobo de
mar, rumbeó hacia la tierra prometida.
“La del alba sería”, cuando dos
marineros enviados por su padre, le hallaron en los límites del agotamiento por
el cansancio, el hambre y la sed Tal odisea de este nuevo Ulises americano, sin
la astucia, pero con la inteligencia y el coraje del argonauta homérida”. (56)
En mi opinión, su padre Don Vicente,
se encontraba en Trinidad, y es más probable que el naufragio se haya producido
cerca de sus costas, y Sucre, recogido por Francisco Javier Gómez y Santiago Calderón,
enviados a socorrerlo, haya sido devuelto a Trinidad; y como el baúl al cual se
asió Sucre, era de su tío político, también es posible que ese hermano de Doña
Narcisa, que lo acompañaba en aquella aventura, pereciera en el naufragio. Sin
embargo, según la respetable opinión de Don Laureano Villanueva, fue recogido
exánime cerca de Güiria y conducido al campamento de Mariño, donde fue recibido
por sus antiguos compañeros con vivas demostraciones de alegría. No tenemos
otros elementos de convicción que podamos aportar a estos sucesos.
En la hoja de servicios de Sucre,
dice: “Es nombrado Jefe de Estado Mayor del Ejército de Mariño y Comandante del
Batallón “Colombia” con el que toma parte en la campaña de Oriente y es ascendido
Coronel. (57)
CAMPAÑA LIBERTADORA
DE MARIÑO.
Hoover afirma, que, en setiembre,
Mariño, unido a Bermúdez, Piar, Valdés, Armario y Sucre, al cual confió la
jefatura de su Estado Mayor con el grado de Coronel, salieron en campaña otra
vez desde Guiria, y tomaron Yaguaraparo, Río Caribe y Carúpano; casi todo el
territorio de la provincia, y obligaron a los realistas a refugiarse en Cumaná.
(58)
Veamos estos hechos contados
magistralmente por Francisco Javier Yánez: “El General Mariño luego que fue
nombrado Jefe Supremo salió de Güiria con una división a tomar los
pueblos de la costa, y ponerse en comunicación con las fuerzas del llano para
obrar en combinación contra la plaza de Cumaná, dirigiéndose desde luego a
Yaguaraparo, que atacado por agua y tierra, fue tomado después de un fuerte
tiroteo con bastante pérdida de los realistas, de los que se pasaron 40 a los republicanos, poniéndose en fuga los
demás a quienes salió a perseguir el
General Bermúdez”.
“En seguida fue ocupada la ciudad de
Carúpano sin un tiro de fusil, el pueblo
de Río Caribe y la ciudad de Cariaco que evacuaron los realistas, huyendo
precipitadamente para Cumaná, dejando
100 fusiles, gran cantidad de
víveres, algunas reses y muchas bestias, todo lo que sirvió para socorrer el
ejercito independiente, que se reforzó además con un número
considerable de hombres naturales del país y algunos europeos del regimiento de
Barbastro y Dragones de la Unión ,
que se pasaron del ejército del Rey, a pesar de la pintura degradante y
horrible que sus jefes les hacían de los patriotas, y estos los admitieron con generosidad celebrando
este acontecimiento con un júbilo verdaderamente fraternal”.
Mariño, aprovechando el descontento de la
población forma un numeroso ejercito, parte con un ejército de 2000 hombres
bien pertrechados y establece su cuartel general en la misión de Catuaro, donde
aseguraba el avituallamiento y la protección, en una zona casi inexpugnable.
Entre tanto Piar, que había ocupado Maturín, al frente de un batallón de caballería,
salió de Maturín hacia el sitio de Ortiz, cerca de Cumaná, donde establece su
cuartel general, y se encargó de exterminar las partidas realistas que
infestaban la zona.
Desde 1812, pese a la caída de la
primera república, los patriotas orientales no cejaron en su lucha
independentista. Las guerrillas invencibles y triunfantes de los Monagas,
Sotillos, Anzoátegui, Rojas, Barreto, Montes, Parejo, Sedeño, en los llanos de
Maturín y Barcelona, acosaban y derrotaban partidas realistas, y animaban el
regreso de los capitanes patriotas para la reconquista; sus éxitos y proezas
volaban dentro y fuera de nuestras fronteras. Lo mismo pasaba en los llanos
centrales donde se destacaban: Páez, Urdaneta, Ribas, Zaraza y Carvajal; y en
Margarita, señoreaba Arismendi, con Francisco Esteban Gómez, Antonio Díaz y
Manuel Plácido Maneiro. La revolución no había muerto, continuaba su marcha, y,
Bolívar, Mariño, Sucre, Bermúdez, Piar y tantos más se alistaban para el
regreso.
En Haití, como se esperaba, El
Libertador y sus camaradas, bajo la protección de Alejandro Petión, preparan otra
invasión. El 31 de marzo de 1816 parten desde el puerto de Los Cayos con una
escuadra de ocho naves: la goleta Bolívar, bajo el mando del Cap. Renato
Deluche y Juan Bautista Devergé, donde se embarcó Bolívar y su Estado
Mayor; la goleta Mariño, bajo el mando
del Cap. Vicente Douhail; la goleta Piar, bajo el mando del Cap. Juan Parnell;
la goleta Constitución, bajo el mando del Cap. Juan Monier; la goleta Brión,
bajo el mando del Cap. Antonio Rosales;
la goleta Feliz, bajo el mando del Cap. Charles Lomine; La Conejo , bajo el mando del Cap.
Bernardo Ferrero; la goleta Fortune, bajo el mando del Cap. Roberto Shuterland.
Bermúdez no participó en la expedición, sin embargo, algunos cumaneses amigos y
subalternos suyos, gente de su confianza, lo hicieron, como el coronel
Valentín-Valiente-García, Francisco Javier Gutiérrez, el comandante Ramón
Machado y su secretario el coronel Francisco de Asís Mejía. (60)
La flota surge en Juan Griego el 3 de
mayo, puerto al norte de Margarita, donde fue recibido por el propio General
Juan Bautista Arismendi. De inmediato se convocó una junta de líderes patriotas
y se eligió a Bolívar Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas de la República.
Desde allí Bolívar salió con sus fuerzas para Carúpano; arribó a sus playas el
dos de junio, se mantuvo allí hasta el día 30 del mismo mes; dicto el primer
decreto de abolición de la esclavitud que había ofrecido a Petión. Mariño, como Segundo Jefe, manda la goleta
“Diana” y cuatro flecheras a tomar a Güiria; y manda a Piar con Pedro Briceño
Méndez, a tomar Maturín; Bolívar partió en 15 naves y 800 hombres hacia Ocumare
de La Costa , a la
cual ocupó el 6 de julio; pero tuvo que dejar el mando a MacGregor, por algunos
sucesos desagradables, que no vienen al caso, con los jefes patriotas; pasó a
la isla de Bonaire, luego a Güiria y desde allí volvió a Haití.
MacGregor avanzó con sus tropas más de
ciento veinte leguas hacia Maturín buscando a los patriotas, arrollando a los
enemigos que estaban en todas partes, en una marcha que solo puede conocerse
como Campaña admirable de MacGregor. Triunfaron en las batallas de Onoto,
Quebrada Honda, Alacranes y culmina en la gloriosa gesta de El Juncal. Con cada
victoria engrosaron y pertrecharon el ejército y señorearon en las llanuras de
Maturín y Barcelona. El 13 de setiembre ocuparon esta importante capital
provinciana, abandonada en precipitada fuga por los realistas, después de asesinar
a sus pobladores y hacer insólitos
daños.
EL JUNCAL 27 de setiembre de 1816
Por su parte Morillo destacó a
Morales, que conocía muy bien esta zona oriental, que había repasado varias
veces al lado del inaudito José Tomás Boves, ahora volvía al frente de un
poderoso ejército de 3000 hombres y se acercaba a Barcelona.
Por los patriotas, el 24 de setiembre
se incorporó al mando el General Manuel Piar, enviado por Mariño, por ser el de
mayor grado. Llegó solo en una flechera, desembarcando por el puerto de
Lecherías; había partido al tener noticias de los éxitos de MacGregor y de las
fuerzas realistas que pretendían neutralizarlos. Entonces con la mayor
celeridad partió desde su cuartel General en Ortiz cerca de Cumaná, cumpliendo
órdenes de Mariño, para ponerse al frente del ejército patriota. Antes de partir tomó la previsión de mandar,
a marchas forzadas, a su Jefe de Estado Mayor, coronel Pedro Maria Freites, con
un fuerte destacamento para reforzar a los patriotas en Barcelona, y así se
cumplió.
El General Manuel Piar, organizó tres
divisiones al mando de MacGregor, Anzoátegui y Soublette y salió al combate en
busca de las fuerzas de Don Francisco Tomás Morales, que con 3 mil hombres de
caballería e infantería que ocupaba amenazante la llanura de “El Juncal”.
Muy cerca de Barcelona se posesionó el
ejército patriota a un tiro de cañón de los reales, al atardecer del 26, y pasó
la noche en absoluto silencio; y al despertar, en plena aurora del 27 de setiembre
de 1816, sonaron las dianas y se formaron en batalla. Las divisiones laterales
avanzaron cautelosamente. Tronaron los cañones y la fusilería. La caballería
magistralmente dirigida por Monagas se lanzó contra los flacos realistas y los destrozaron; la
infantería atacó a la bayoneta y fueron quebrando uno por uno los batallones
enemigos; las fuerzas de Morales atacaron el centro defendido por Piar y logró
desbandarlo, de tal suerte que Piar, creyéndose derrotado, con un grupo de
tropas se separó de la contienda en franca huida; sin embargo MacGregor y
Monagas volaron y cubriendo el centro
lograron reorganizarlo, desalojan y desbandan a Morales que se declara
en fuga, y lo persiguen por la vía de Clarines,
hasta la derrota definitiva del orgulloso General Don Tomás Morales, que
se consideraba invicto en esa zona y que salva la vida milagrosamente.
En el Juncal, los patriotas dieron
ejemplos de valor y patriotismo jamás igualados, los más excelsos y extraordinarios
que se puedan concebir. Allí se
reunieron buena parte de los grandes líderes militares de Venezuela:
Anzoátegui, Soublette, Solóm, Manuel Piar, Los Monagas, Los Sotillo, MacGregor,
Justo Briceño, Vélez, Pedro León Torres, Miguel Borras, Teodoro Figueredo,
Valentín García, Alcántara, Pedro Maria Freites, Francisco Carmona, Arguíndegui,
Diego Bautista Urbaneja, Miguel Hernández, y 100 nombres más que lograron la
victoria que señaló el camino de la independencia americana (61).
Después del Juncal, con Bolívar fuera
del País, Piar se siente dueño de la situación, había sustituido a Mariño en el
mando del ejército de Oriente, pues estaba bajo su mando, y se dirige a
Maturín. Le gustó la idea de Bolívar de tomar Guayana y establecer allí el
gobierno de la
República. Entre tanto Mariño y Sucre estrechan el cerco
sobre Cumaná. El 2 de agosto sus fuerzas toman Yaguaraparo, luego caen en su
poder Río Caribe y Carúpano sin disparar un tiro, vuelve sobre Cumaná con un
ejército bastante equilibrado y dotado, y establece su cuartel general en la
misión de Catuaro.
Piar tiene un fuerte altercado con
MacGregor, le impide perseguir a las fuerzas dispersas del Juncal y el
pundonoroso inglés MacGregor se retira hacia Margarita desde donde luego
abandona el País. Monagas se indigna por el proceder de Piar, y ante sus
protestas, el iracundo Piar ordena su arresto por desacato.
La conducta impropia de Piar provoca
la reacción de altos mandos militares de Oriente y Occidente que convocan un Consejo
de Guerra a celebrarse en Barcelona. Arismendi deja a cargo del gobierno de la
isla de Margarita, única provincia libre de Venezuela, al General Francisco
Esteban Gómez y pasa a Barcelona al frente de 400 hombres, para asistir al Consejo
con los demás jefes patriotas victoriosos en el Juncal, asegurar la plaza,
discutir sobre el liderazgo asumido por Piar y su conducta irresponsable. El Consejo
de Guerra formado por los generales y coroneles: Anzoátegui, Zea, Monagas,
Zaraza Rojas, Barreto y otros jefes militares, deciden designar al granadino
General Francisco Antonio Zea, para viajar a la república de Haití en busca de
Bolívar.
EL SITIO DE CUMANA EN 1816 y 1817.
En el cuaderno No. 12, escrito de la
mano de Sucre como dice Don Vicente Lecuna, nos narra este sitio de Cumaná de
1816.
“Hallábase Mariño más y más empeñado en
estrechar el sitio de Cumaná, cuando los acontecimientos de los pueblos de
Barlovento, en especial Carúpano, llamaron seriamente su atención y le
obligaron a levantar el campo de Catuaro y marchar con todo el ejército,
dejando una pequeña columna al mando del intrépido coronel Domingo Montes y del
teniente coronel Berne con orden de situarse en Cumanacoa y hacer sus
incursiones sobre Cumaná. Llegado que fue Mariño a Carúpano tomó las más activas
y acertadas medidas para destruir la facción del indio Macario Martínez,
realista y de prestigio en aquel cantón; de manera que dentro de pocos días
todo quedó realizado y Mariño regresó a su cuartel general de Catuaro y
restableció el sitio con un ejército que no bajaba de 1600 hombres. En seguida,
el 17 de enero de 1817 se propuso atacar y atacó Cumaná defendida por el
general Juan Bautista Prado; entran por el estrecho o ensenada del Peñón vía
del puerto del Barbudo, proponiéndose tomar de paso una casa fuerte bien
dispuesta por los españoles, apoyada por 7 buques mayores y menores y con
fuerzas bien ubicadas en el estrecho mencionado. Mariño, al frente del batallón
de Cazadores, cargó con tal denuedo e intrepidez contra La Casa Fuerte , que, a la
hora de combate, los españoles tuvieron que abandonarla arrojándose al mar para
tomar a nado los buques, porque ya habían cortado los cables y perdido las
anclas. La pérdida de los patriotas en este prior encuentro fue insignificante
comparada con la de los realistas.
Mariño continuó su marcha hacia la plaza haciendo alto en la capilla de los cerritos como a las diez
de la mañana, desde donde atendidas las
formalidades y movimientos a la usanza
de la guerra, dirigió en el acto al gobernador
una nota intimando la rendición de la plaza y ofreciendo todas las garantías del caso,
cuya comunicación fue conducida por el coronel Antonio José de Sucre,
acompañado del coronel Juan Carlos Fouchet y el teniente coronel Berné; quienes
a los pocos momentos regresaron con la respuesta, cuyo contenido se reducía a manifestar que, sometido como
estaba el Comandante de la Plaza ,
general Juan Bautista Pardo, a preceptos
del honor de la carrera de las
armas y obligado a llenar los deberes que le imponía su lealtad al rey y las órdenes de su
superior, estaba resuelto a sostener
hasta el último trance en la plaza cuya defensa se le había confiado. En tal
estado, Mariño combinó la operación de ataque de esta manera: al general Valdés
lo destinó por la izquierda con el batallón de Cazadores a tomar la altura de
Aguasanta, al general Bermúdez por la derecha con una fuerte columna sobre los
parapetos del hospital y el propio Mariño con el resto del ejército marchó por
el centro hacia el barrio de Chiclana y la fuerte posición de la Tenaza , poniendo en la
vanguardia el batallón de Granaderos a las órdenes del coronel Armario. Casi
simultáneamente se abrieron los fuegos en los puntos indicados; Mariño ocupó el
barrio de Chiclana con poca pérdida y se mantuvo dentro de las trincheras y
batería de la Tenaza
siempre en tiroteo y en tentativas inútiles y Bermúdez daba repetidas y
atrevidas cargas sobre la línea y centro del hospital, de donde era siempre
rechazado, a tiempo que Valdés empeñaba también con denuedo el asalto a la
altura de Aguasanta. Ya como a las cuatro de la tarde, después de cuatro horas
de fuego vivísimo, Mariño concibió que fuera temeridad continuar y advertido al
mismo tiempo de que las municiones escaseaban y sin esperanzas de repuesto en
aquellos momentos dio la orden de cesar el fuego; pero que se conservaran las
posiciones que se ocupaba frente al enemigo”. (62). Mariño se dirige a Cariaco
y nombra a Sucre, con grado de Coronel, Comandante General de la provincia y
Jefe del cuerpo de tropas encargado de contener al ejercito realista.
EL CONGRESO DE
CARIACO.
El principal animador del
Congreso de Cariaco fue el canónigo Cortes de Madariaga, que escapó de España,
donde estaba prisionero, a fines del mes de octubre de 1816. Arribó a la isla
de Margarita el 18 de abril de 1817.
Bolívar, al tener conocimiento de estos hechos, le escribe solicitando
su colaboración para la organización del gobierno de la República. Madariaga
informa a Bolívar sobre sus gestiones ante el gobierno inglés para el reconocimiento
de la República
de Venezuela y la necesidad de la formación de un gobierno, con el que pueda
entenderse.
Entre tanto, a principios de 1817,
Piar une sus fuerzas con las de Sedeño en San Diego de Cabrutica y avanzan
sobre Angostura. Bolívar desembarca en
Barcelona y procede a organizar y fortificar la ciudad, le escribe
amistosamente a Mariño que mantenía el cerco sobre Cumaná, pidiéndole refuerzos
ante la inminente caída de la plaza.
Mariño deja a Sucre encargado del cerco sobre Cumaná, expediciona sobre
Barcelona, los realistas al conocer el avance oriental abandonan sus pretensiones;
y el 10 de febrero se entrevistan Bolívar y Mariño.
En marzo vuelve Mariño al sitio de
Cumaná, y Bolívar con Arismendi, unen fuerzas con las de Urdaneta que regresaban
del llano donde accionaban al lado de Páez.
También se unen a Bolívar, los Monagas, Zaraza y Sedeño. Bolívar
siguiendo su plan sobre Guayana, ordena a Mariño que se traslade a Aragua de
Barcelona, y el 25 de marzo sale para el Orinoco donde llega el 7 de abril.
Bolívar con todas las fuerzas reunidas
bajo su mando, se entrevista con el victorioso Manuel Piar, lo confirma en el
cargo de General en Jefe del ejército de Guayana y regresa a Barcelona desocupada por
Mariño, que no hizo nada por defenderla. Los jefes orientales abandonan a
Mariño, ante la cólera de Bolívar, y se ponen a su orden, entre ellos:
Bermúdez, Sucre, Sedeño, Freites, Valentín García, Armario Valdés, Parejo,
Barreto, y otros.
Bolívar deja al General Pedro María
Freites en Barcelona y marcha sobre Angostura, sin conocimiento de la
proximidad de Don Juan de Aldana, que al frente de un poderoso ejército toma la
ciudad el 4 de abril. Freites impotente ante tal fuerza se refugia en la Casa Fuerte y resiste
durante tres días las cargas de Aldana. Todos los defensores fueron pasados a cuchillo,
menos el General Freites y el Gobernador de la Provincia Don
Francisco Esteban Rivas, que fueron enviados a Caracas, juzgados sumariamente y
pasados por las armas.
Para el 23 de abril de 1817, parte de
Margarita hacia Cariaco, el canónigo Dr. José Cortés de Madariaga, precedido
con la fama de un mártir de la libertad, por incontables sacrificios en las
prisiones de Cádiz y Ceuta, y se une a Mariño en su cuartel general de Catuaro;
allí convienen en la necesidad de
refundar la República ,
para lo cual era imprescindible convocar un Congreso Nacional, como lo había
previsto Bolívar.
Madariaga le había escrito a Mariño, y
este le respondió sobre la formación del gobierno: “Estoy penetrado de la
urgente necesidad de un centro común desde donde salgan todas las decisiones,
un cuerpo respetable que reúna la opinión de los pueblos es positivamente un
baluarte contra el despotismo y la arbitrariedad.” (63)
Con tan buenos auspicios, el 8 de
mayo, se congregan un buen número de importantes patriotas en la ciudad de
Cariaco, en un edificio adyacente al río Carinicuao, se constituyen en
Asamblea.
En el curso del debate intervienen
brillantemente oradores como el Almirante Luis Brión, Cortés de Madariaga y
Santiago Mariño. Hay un Acta que dice:
“En la ciudad de San Felipe de Cariaco
a ocho del mes de mayo de 1817, séptimo. El excelentísimo Señor General
Santiago Mariño, segundo Jefe de la República , habiendo convocado por esquelas a S.
E. el Sr. Almirante Luis Brión, Jefe de las Fuerzas Navales, al Sr. Intendente
General Francisco Antonio Zea, Al Sr.
Canónigo de la Santa Iglesia de
Caracas José Cortés de Madariaga, y a los Señores Francisco Javier Mayz , que
era Presidente del Departamento Ejecutivo al tiempo del receso del
Congreso venezolano, Francisco Javier Alcalá, Manuel Isaba, Francisco de Paula Navas, Diego
Bautista Urbaneja y Manuel Maneiro, dijo:
“Ciudadanos: Jamás he experimentado
mayor satisfacción que la que disfruto al vero reunido para deliberar lo que
mejor convenga a la salud de la
Patria e las graves y extraordinarias circunstancias políticas
que han movido a nuestro ilustre compatriota José Cortés de Madariaga a venir
en solicitud del Jefe Supremo, en cuyo nombre y representación, tengo por su
ausencia el honor de hablaros como segundo Jefe del Estado. El mismo Honorable
ciudadano José Cortés de Madariaga, aquí presente, os expondrá como se lo ruego
las razones indicadas. Vosotros juzgaréis si son de tanto peso que os obliguen
a instalar inmediatamente este gobierno provisorio, sin aguardar la reunión de
diputados, cuya elección no puede verificarse tan pronto por el estado de
agitación y de guerra en que se haya nuestro país”. (64)
El Congreso de Cariaco declaró instalado, desde el 8 de mayo de 1817,
el gobierno Federal de la
República de Venezuela, en sus tres departamentos:
Legislativo, Ejecutivo y Judicial, y abierto y expedito el despacho de los dos
últimos poderes para el curso de los negocios interiores y exteriores, como lo
propuso Madariaga.
El General Fernando Toro y Simón Bolívar
fueron nombrados en el Poder Ejecutivo; y por estar ausentes se encargaron ad
ínterin, es decir provisionalmente: Francisco Javier Mayz, Francisco Antonio
Zea y José Cortés de Madariaga. Para el
Poder Judicial fueron nombrados: el Dr. Juan Martínez Alemán, Don José España y
Don Gaspar Marcano; y Don Ramón Cádiz, Fiscal General de la República. También
se decidió que Mariño y Bolívar conserven sus cargos, e intiman a Bolívar a
regresar cuanto antes a tomar posesión de su destino que hará a la República servicio
inmortales y dignos de su nombre.
De todo se da cuenta al Libertador,
que recibe informaciones sobre lo decidido actuando sobre Guayana, y que, mal
interpretando la acción patriota, se indigna y lo desaprueba. Sin embargo, no
fue ésta la causa principal de la disolución del Gobierno, sino que se ve
obligado a trasladarse a la Isla
de Margarita por el avance de Canterac sobre Cariaco. En la isla procuran
activar los poderes ejecutivo y legislativo, y en cierta forma logran algunos progresos;
resisten allí hasta el 29 de mayo, fecha en que se trasladan a Maturín y
Guayana.
Tavera Acosta dice: “El Congreso
declara: que desde este día reasume el carácter nacional representativo a que ha
sido restituido por el eminente general Santiago Mariño, procediendo éste en
nombre del Jefe Supremo de la
República y en el suyo propio, como segundo jefe encargado al
presente de las riendas del Gobierno. Mariño expresa que “nadie ignora que la República , en el curso
de todas sus vicisitudes, amas ha contado con un apoyo más firme, con un amigo
más sincero que nuestro incomparable ciudadano patriota general Simón Bolívar,
cuyos designios han sido encaminados al restablecimiento del Gobierno
representativo elegido por el pueblo venezolano como constitución fundamental ¡He
ahí mi más ardiente deseo; he ahí el objeto para el cual os he convocado ya dos
veces!”. (65)
Sucre se abstuvo de participar en el
Congreso de Cariaco por sensibles diferencias con Mariño, que lo desautorizó
cuando quiso castigar ejemplarmente a algunos oficiales del Batallón Guardia de
Honor de Mariño, responsables de muchas fechorías. Sucre se retiró hacia
Guayana buscando al Libertador, en compañía del General Rafael Urdaneta que actuaba
sobre Cumaná. Mariño no solo desautorizó
a Sucre, sino que elevó a los oficiales culpables a los puestos más altos de su
división.
Sin opositores, tanto Cortés de
Madariaga como Mariño, obtuvieron lo que aspiraban del Congreso; Madariaga fue
autorizado, como embajador plenipotenciario, a pactar con Inglaterra; y Mariño
quedó como Gobernador y Jefe Supremo de las Fuerzas de la provincia de Cumaná.
Una vez disuelto el Congreso de
Cariaco, a fines del año 17, por las circunstancias políticas y sobre todo por
la arremetida de Morillo y Canterac, las fuerzas patriotas se trasladan a
Guayana, para unirse a Bolívar.
Para octubre de 1817, Sucre escribe desde Aragua al Gral. Carlos
Soublette, Jefe de Estado Mayor, dándole cuenta de haber sido recibido en la División de Mariño que
obra sobre Cumaná, en calidad de Jefe de Estado Mayor, nombrado por el
Libertador. Desde ese momento la
comunicación con Bolívar y los demás jefes patriotas es bastante fluida y
pertinente, particularmente en los aspectos logísticos, donde demuestra un
conocimiento exhaustivo del ejército en ínfimos detalles. Por órdenes de Bolívar se dedica a formar un cuerpo
de infantería en el Bajo Orinoco. Por su tesón y constancia Bolívar, lo nombra
Gobernador de la “Antigua Guayana” y poco después, Jefe de Estado Mayor del
ejército de la Provincia
de Cumaná, a las órdenes del General Bermúdez.
MORILLO Y CANTERAC.
El 3 de abril de 1815 llega a Puerto
Santo, enviada por el Rey Fernando VII, la expedición enviada por el Imperio
Español bajo el mando del Brigadier General Don Pablo Morillo, experimentado
soldado de las guerras contra Napoleón Bonaparte, que se había ganado ya el
grado de Mariscal de Campo.
Se había firmado el Tratado de
Valencey, y Fernando VII recuperó el trono del Imperio, el 22 de marzo de 1814,
y por tanto el poder omnímodo para reprimir no solo cualquier desliz
democrático en España, sino también para recuperar la soberanía sobre sus
colonias en América.
Esta formidable expedición estaba formada por 15.000 hombres de los
cuales 10.000 eran soldados veteranos de la guerra contra Napoleón, y una
armada de 65 buques de guerra y de trasporte de tropas, y un navío estandarte,
el San Pedro Alcántara, de 70 cañones.
En esa expedición vinieron los regimientos
de infantería de León, Vitoria, Extremadura, Barbastro, Valencey, Cazadores de
Castilla, regimiento de caballería -Dragones del Rey y Úsares de Fernando VII,
un escuadrón de artillería de 18 piezas, y dos compañías más de artilleros y
zapadores.
Pero no era solo eso el 22 de mayo
había desembarcado en Cumaná don José de Canterac al frente de 3000 hombres,
enviado desde España como refuerzo para que
Morillo continuase la pacificación comenzando por Margarita donde había
fracasado Urreistieta y Pardo. Morillo
envía a Canterac contra Cariaco. El 10 de junio toma la ciudad, apresa y ordena
fusilar al capitán José Francisco de Sucre y Alcalá, hermano del Mariscal.
Morillo y Canterac derrotan a los
patriotas a todo lo largo de nuestras costas y una vez pacificada la provincia
de Cumaná, se traslada con su ejército de más de 3000 hombres a Margarita.
A fines de julio desembarca en Los
Varales donde los patriotas, con solo 600 hombres, lo rechazan; sin embargo, se
apodera del Guamache, Pampatar y continúa su marcha triunfal hacia La Asunción. Los
patriotas con Francisco Esteban Gómez a la cabeza, resisten en el cerro
Matasiete; y los margariteños, haciendo prodigios de valor y heroísmo, humillan
a Morillo que tiene que abandonar apresuradamente a la Perla de las Antillas.
Margarita es libre otra vez.
Entre tanto Bolívar triunfa en
Guayana; la ciudad de Angostura se rinde y el Águila quiere emprender el vuelo
hacia Caracas. Escribe un manifiesto y les dice: “Caraqueños, las armas de la República triunfan en
todas partes: desde las dilatadas llanuras de Casanare hasta las bocas del
inmenso Orinoco, nuestros pasos han sido conducidos por la sabiduría, y
coronados por la victoria”. (66)
En octubre Mariño, actuando como Jefe
Supremo del Ejército, después de tomar Carúpano, se retira por la vía de
Maturín. El General Manuel Piar, percibiendo que los asuntos de la guerra no
mejoraban, y aspirante como era al mando supremo, promueve un nuevo gobierno
que sustituya a Mariño y a Bolívar. Mariño
sin conocer las maniobras de Piar, lo acoge en su bando. Bolívar al corriente
de las acciones de Piar y Mariño, los declara disidentes, ordena su arresto, y
nombra al General Bermúdez Comandante General del Ejercito de Oriente, con
órdenes de apresarlo, y al efecto Bermúdez intima su rendición.
Veamos
la captura de Piar en Aragua de Maturín, como lo cuenta apasionadamente Simón
Sáez Mérida: “El pueblo siempre ha vivido un trauma por la captura de Piar en
1817. Y las figuras de Cedeño y Carmona
particularmente resultaban antipáticas. Antipáticas, pese a todo lo que
hicieron posteriormente. Padres y abuelos reforzaban ese sentimiento cuando
abundaban en detalles sobre la captura, el engaño de Cedeño, y la deserción de
Francisco Carmona, comandante de un piquete de infantería, poco menos que
guardia de honor. Las responsabilidades de Cedeño y Carmona no aminoraban el
sentimiento de culpa para el pueblo.
Piar lo había escogido como su retaguardia, su punto de observación
hacia los caminos del Norte y los caminos del llano, había hecho su domicilio, casa,
caballo, pesebre para las bestias, árboles frutales y acaso alguna sementera en
los aledaños. Era como si hubiera nacido en el pueblo, era el pueblo, era uno
más entre los vecinos, era el vecino más importante, era también un héroe local,
era nuestro. Y súbitamente el pueblo se
le convirtió en la trampa, sin una mano que lo defendiera, que lo ayudara a su
fuga para seguir la guerra como pretendía, contra los españoles. Era el héroe
de nuestros juegos infantiles. A ratos
nos sentimos cabalgando en su caballo o acompañándolo en la grupa. O nos sentíamos amigos de su presencia
invisible cuando hacíamos correrías y escondites en las ruinas de lo que fue su
casa, en los restos de bahareque o de algún horcón sobreviviente. Sentíamos que
era nuestro camarada en el inocente vagabundaje infantil. Acariciábamos aquel
árbol, duro, de hojas perennes, de verde intenso disimuladas espinas, donde
decían que amarraba su caballo, y al que conocíamos todos los rincones de su
copa. Se conocía como la mata de chica, de fruticas blancas y redondas,
dulcísimas, un deleite absoluto. Por las
noches temíamos pudiera esconder un rostro o un caballo fantasma. Y en la alta
noche, donde nunca llegábamos porque había que recogerse temprano, se decía que
las galopadas sonaban explosivas como si el caballo corriera sobre un tambor.
Nos extasiaban y asustan al mismo tiempo los cuentos sobre el gran estruendo de
sus cascos en la soledad de la medianoche. Pero ninguna de esas resonancias
misteriosas cambia nuestra camaradería con el prócer. Era nuestro héroe,
nuestro amigo, nuestro compañero de juegos, nuestra tragedia y nuestro
dramático fantasma. Nada de eso aminoró
nunca el sentimiento de culpa en niños y adultos, el dolor infinito por su desventura. El pueblo para resarcirlo
bautizó Piar al distrito, ahora municipio autónomo. Sería la identificación
permanente, el héroe epónimo…” (67)
Lo único cierto es que Piar fue
condenado a muerte por un tribunal imparcial formado por Brión, que lo
presidió; y: Anzoátegui, Pedro León Torres, Judas Tadeo Piñango, José Ucroz,
José María Carreño y Francisco Conde. Fue un tribunal selecto que ha podido
equivocarse, pero es de suponer su buena fe.
Fue una sentencia terrible, pero así es en la guerra. Los delitos que se
le imputaron a Piar lo llevaron al patíbulo. Indudablemente que la muerte del
héroe de San Félix, es un peso muy grande para sus compañeros de armas y el
pueblo; pero era la responsabilidad de esos jefes militares y así lo asumieron.
El soldado no sabe la hora, el día, ni
la circunstancia en que entregará su vida en cumplimiento del deber. Es una
página negra de la historia, como muchas otras, a las cuales le buscamos
explicaciones y no las encontramos. Aquellos que atacan a Bolívar por la muerte
de Piar, deben recordar todas las páginas blancas y negras de la vida del Padre
de la Patria
que nunca estuvo “en un lecho de rosas”; y sobre todo en aquellos años
terribles entre los jefes orientales, todos insubordinados y conspirando contra
él. Piar fue ejecutado el 12 de octubre
de 1817. Cabe observar que la mayor parte de los jefes patriotas, estaban de
acuerdo con la sentencia.
SUCRE EN GUAYANA
El Libertador nombró a Sucre Jefe
Militar del Bajo Orinoco en 1817 y en el mismo año Jefe del Estado Mayor del
Ejército de Oriente, bajo el mando del General José Francisco Bermúdez.
“Sucre, llegó un poco más abajo de
Angostura -como dice Américo Fernández,
Cronista de Ciudad Bolívar- el 15 de julio de 1817 y se encontró con las malas
nuevas de Piar. Este, aunque había sido reconocido por Bolívar como General en
Jefe le había quitado mando en el ejército y la persona clave de confianza de Bolívar
en ese momento parecía ser el General José Francisco Bermúdez, a quien
le había confiado el sitio de Angostura. Sucre se dirigió al campamento de
Bermúdez y el 17 de julio fue testigo de la caída de Angostura en manos de su
antiguo jefe, precisamente él, Bermúdez,
a quien Cartagena de Indias, a la inversa, le había tocado resistir el sitio
impuesto por Morillo. Era acaso la revancha. Desde ese momento Sucre pasó a ser
un soldado leal y comprometido con el Libertador, quien lo designa
comandante del Bajo Orinoco y luego lo
envía a Maturín y Cumaná para convencer a Mariño de la necesidad de someterse a la autoridad del General Bolívar, y al
mismo tiempo, tratar de abonar el terreno
para que el General Bermúdez
pueda desplazarlo y asumir la
jefatura de la División
de Cumaná y en la cual Sucre debía
servir como jefe del Estado Mayor. Comandando el Bajo Orinoco debía quedar el padre
de Sucre y su hermano Jerónimo al mando del batallón “por muchas razones,
entre otras –decía Bolívar – Porque el batallón se forme de todos modos y la plaza no quede sin guarnición, ya sea
para que usted la defienda, o para que
la defiendas su padre”. (68)
BERMUDES
Y SUCRE JEFES SUPREMOS DE ORIENTE.
La primera carta de
Sucre a Bolívar
Sucre escribe al Libertador desde
Maturín el 17 de octubre, 6 días después del fusilamiento de Piar sin mencionar
el hecho; es la primera carta dirigida a Bolívar que aparece en el “Archivo de Sucre”:
“Mi General y apreciado amigo: … Anoche a las diez llegué a ésta, habiendo
tenido en Tabasca la dilación que avisé a Vd. Al amanecer hoy escribí a
Cumanacoa… ha recibido el general Rojas el parte que incluyo a Vd. del coronel
Carmona. Por dicho parte, la división de Cumanacoa está ya corriente; pero
temiendo yo que hagan una igual a la pasada en que dieron un paso casi semejante, me apresuro a marchar para asegurar
el que han dado ahora, y no permitir que alguna otra junta o bochinche varíe la disposición… Me
parece más importante que nunca la venida del General Bermúdez; tanto que aún
sería tal vez bueno darlo a reconocer sin embargo de no haber llegado…. Del
General Mariño nada se sabe; porque la toma de Güiria ha impedido la comunicación de Trinidad. Yo le escribo
hoy por Tabasca para cuando haya ocasión. El coronel Armario pudo salir de
aquí para llenar su comisión antes que hubiese buques enemigos en el golfo
Triste; pero estando algunos ahora, sin trasportes
aquí y sin medios para verme con él a fin de desempeñar la otra parte de mi
comisión, que comprende su completa reunión
al gobierno, tendré (si Vd.
dispone que vaya donde él) que volverme
a Tabasca y procurar allí en que verificarlo para Trinidad.
Mientras Vd. me contesta habré yo
ocupado el tiempo en que se arregle la
división de Cumanacoa, y para facilitar entonces si he de ir donde el general Mariño, sería bueno que viniese
de Guayana una flechera a Tabasca o mejor a Barrancas equipada de lo necesario
, pues ya digo que en esta no hay trasporte alguno ni puede entrar.
Yo no dudo que el General Mariño se
convendrá al orden no teniendo otro arbitrio
sino ese o el de ser un guerrillero en los montes de Güiria, y aun en ellos se dice que lo ha atacado.
Será sensible que le suceda un mal, o que pierda 300 hombres que había reunido
en Günimita. Los enemigos parece que
tenían en Güiria 500 hombres y 14 pequeños buques mal armados y tripulados. En fin Vd. Me dirá lo que debo
hacer respecto a mi marcha casa del general Mariño con presencia desorden de cosas actuales…” (69)
Lo primero que llama la atención de
esta carta es el trato de “apreciado amigo” que le da Sucre a Bolívar, lo que
significa una larga y afectuosa relación, que en mi concepto y el de otros
investigadores, viene desde 1812, cuando Sucre y Bolívar peleaban
bajo las órdenes de Miranda. Luego se debe considerar, que forma parte de la correspondencia rutinaria
entre los dos líderes, lo que queda al descubierto cuando le dice “la dilación
que avisé a Ud”. Sucre le habla a Bolívar en un tono que no deja dudas sobre
la igualdad de criterios y de objetivos,
y hasta se atreve a tomar decisiones que solo correspondían al Libertador, incluso
sobre su propio destino. Mariño y Bermúdez están dentro de una estrategia que
ambos manejan hacia un solo propósito, la unidad del ejército, lo que en cierta
forma explica el ajusticiamiento de Piar.
Esta carta es un manantial de
información, no solo de las relaciones entre los dos grades líderes, sino
sobre la actuación de Sucre en ese
momento histórico en esta zona del país.
El 31 de octubre escribe desde Aragua:
“Dirijo a V. S., un estado de las
fuerzas que obran contra Cumaná…En noviembre deberé regresarme a Cumanacoa a tomarme mi destino en aquellas tropas
erigidas en división… (70)
El 9 de noviembre le escribe otra vez:
“Tengo la satisfacción de participar a V. S. que el día de hoy he sido recibido
en la división de Cumaná por Jefe del estado mayor de ella, a que me ha
destinado S. E. el jefe supremo de la República
por despacho de 7 de octubre…(71)
Para ese mes de octubre los realistas están en situación ventajosa,
ocupan todas las poblaciones costaneras de la provincia, aunque
los patriotas dominan en el interior y avanzan hacia ellos
victoriosos.
En Cumaná los reales cuentan con más
de 40 cañones de diversos calibre, con la guarnición y el regimiento “Granada”,
bajo el mando de Agustín Noguera; el regimiento “Reina Isabel”, con Eugenio
Arana. En Cariaco quedó el coronel José María Fuentes con dos compañías; en
Carúpano el comandante Juan de Armas; en
Paria el invicto coronel Francisco
Jiménez.
Los patriotas, a fines de año, se reorganizan bajo el mando de Bermúdez como Jefe Supremo del Ejército de Oriente,
que ocupa el valle de Cumanacoa, con Sucre en el Estado Mayor. Mariño continúa en Paria con una pequeña
avanzada como lo dice Sucre. Los patriotas reinician la reconquista de la
provincia.
El coronel José María Carrera derrota
cerca de Catuaro a las fuerzas de su
tocayo José María Fuentes. Domingo
Montes ataca Cumaná el 12 de octubre, penetra hasta los Cerritos y en una
arriesgada misión, se lleva el ganado que estaba en El Barbudo. Carrera derrota en Cariaco, una vez más, las
fuerzas reorganizadas del aguerrido Fuentes, y lo persigue y vuelve a
derrotarlo en Santa Cruz, y Fuentes desbandado no le queda otra alternativa que
dispersarse, perdiéndolo todo.
El invencible general Andrés Rojas,
señorea en Maturín. Mientras que Mariño continúa conspirando contra el
Libertador, se traslada a Aragua de
Maturín y desconoce la autoridad de Bermúdez. Los dos Jefes se agraden, amenazan
e insultan en correspondencia y a través de emisario; pero entre ellos opera Sucre, de acuerdo con
Bolívar, con esmerada diplomacia.
La situación se complica cuando el
coronel Carrera se une a Mariño y la conspiración alcanza altos parámetros de peligrosidad; en la división de Bermúdez hay hombres leales a Mariño, como Domingo Montes, Isava
Sucre, Guevara y León Prada; se impone
la conciliación y la diplomacia y nadie
como Sucre para intentar el dialogo.
Bermúdez enfrenta con coraje la disidencia; ordena, como escarmiento, el fusilamiento del teniente Gregorio Baca el
cual fue sorprendido repartiendo cartas insidiosas de Mariño.
Bermúdez, de acuerdo con su Estado
Mayor, avanza sobre Mariño, el 2 de
diciembre acampa en San Antonio de Maturín,
donde ordena fusilar a un desertor.
Carrera abandona a Mariño, al cual
trató de atraer al ejército Libertador y se une a Bermúdez. Las pocas fuerzas
de Mariño pasan a Caripe, la mayor
parte se dispersa. Bermúdez ocupa San Francisco, y comete el
error de enviar al coronel Montes con
algunas fuerzas leales a tratar con
Mariño, y se queda a su lado. A Carrera lo deja al mando en
Cumanacoa.
Sucre, siguiendo las instrucciones de
Bolívar, logra con diplomacia lo que parecía imposible, y Mariño viene a
Cumanacoa. Bermúdez hace formar la División bajo su mando y reciben al
Libertador de Oriente con pomposo desfile, bajo el grito de ¡Viva La Patria ! Mariño y Bermúdez se abrazan y olvidan sus
enconos. La Patria
es una sola y abre los brazos a los dos grandes patricios.
La misión que le encomendó Bolívar a
Sucre, dice Rumazo González, fue
diplomática: “La política más que la fuerza, debe obrar en esa provincia; así
pues, encargo a usted mueva todos los resortes
del corazón humano para someter
al Gobierno los disidentes que el general Mariño ha extraviado”… “si el general
Mariño se somete voluntariamente, se le trate con la mayor dignidad; si, por el
contrario, resiste a las órdenes, es preciso aprehenderlo”.
La misión cumplida por Sucre fue
exitosa, hasta un punto en que Mariño le
escribe a Bolívar, y dijo entonces el Libertador en carta a Sucre: “Usted se ha
portado con la delicadeza y tino que yo
esperaba. Celebro infinito que usted haya visto y tratado al general Mariño del
modo que lo ha hecho, sin desesperarlo y con la consideración que él merece. La
política es la que debe hacerlo todo “
Para
el 21 de diciembre de 1817, Bermúdez con Sucre como Jefe del Estado Mayor,
organiza el ejército, forma dos brigadas, compuestas de dos batallones cada
una; la primera bajo el mando del los coroneles
Guevara y Francisco Carmona; y la segunda brigada bajo el mando de los coroneles Manuel Isava Sucre y José Manuel Torres. Los batallones No. 1, con el coronel Calixto Baza y Sargento Mayor, Francisco Guiraud; el No. 2, coronel Ildefonso Paredes y capitán Leonardo
Brito Sánchez; el No. 3, Ignacio Brito
Sánchez, y Vicente Villegas; el No.
4, el coronel Carrera y Santiago España. Al indómito coronel
Domingo Montes lo encarga de la
caballería, jefe del batallón “Dragones
Invencibles”.
SUCRE
EN 1817 Y 1818
Vemos como nos lo cuenta don Jerónimo
Ramos, en su obra “Bermúdez en 1817”
publicada en 1925 en el bisemanario “Sucre”,
Nos. 65 y siguientes.
“El héroe de San Félix por temor o
enojo, había partido de Guayana con dirección a la provincia de Cumaná donde
Mariño de por si continuaba la lucha contra la dominación española. Males para
la patria debían temer los partidarios de la revolución, que no querían
estorbos en su marcha, si uno y otro menos atentos al bien común que a sus
particulares resentimientos con el Libertador, se dejaban guiar por los consejos
de una mala inspirada pasión; pero entre ambos no podía efectuarse un perfecto acuerdo
de voluntades, sino en lo que exclusivamente se relaciona con la guerra de
independencia, porque Mariño y Piar se miraban de tiempo atrás con profunda
desconfianza. No obstante, para acallar
todo escrúpulo, el Libertador despachó para Mariño al coronel Agustín Armario,
muy conocido en la provincia, con el encargo de regularizar las relaciones suspensas y de exigir el explícito
reconocimiento de su autoridad.
Prometíase Armario hallar a Mariño en
territorio de Maturín por sucesos en Güiria, provenientes de lo mal que se
comportaban los patriotas en cargados de su defensa, obligaron a Mariño a
acudir al remedio y a desentenderse de las operaciones militares sobre la
capital, limitadas por el momento a impedir al enemigo el envío de auxilios a
aquella costa. Marchó Mariño con su guardia de honor, y solo por miramiento a
la alta graduación de Piar, le encomendó el mando más aparente que efectivo en las tropas que
dejaba, compuestas de oficiales y soldados muy adictos a su persona. Armario, en pos de Mariño,
atravesó en consecuencia el Golfo Triste (Paria) cuyas aguas no dominaba
todavía la escuadrilla española. A poco sucedió la toma de Güiria que frustró
el designio principal de Mariño, pero su presencia en Paria sirvió a lo menos
para evitar que fueren mayores las pérdidas de los patriotas; pues logró salvar
en la derrota el parque y gran parte de las fuerzas con que se acogió a los
montes.
Entonces, juzgando oportuna la ocasión
para aniquilar a sus particulares enemigos, no disimuló el Libertador la
alegría que le causaba la toma de Güiria, que los españoles celebraban como un
gran triunfo. Así que creyendo a Mariño, según estos propalaban, refugiado en Chacachacare
imaginó como posible la aprehensión de Piar, a quien consideró aislado, sin
recursos ni siquiera espacio donde vagar, entre Rojas que por los patriotas
mandaba en Maturín y los realistas que poseían a Cumaná; por lo cual ordenó sin
rodeos a Cedeño marchase a realizarla con un cuerpo de caballería y el apoyo de
las tropas que defendían a Maturín.
En Aragua de Maturín cayó Piar sin
defensa en manos de Cedeño. Fácil fue su captura, como también después el
sometimiento de la división que al mando de aquel había dejado Mariño en
Cumanacoa, porque las circunstancias en verdad no favorecían la resistencia, y
porque además se afirmaba como cierto el avenimiento de Mariño con el
Libertador en virtud de las propuestas de Armario.
Más el 3 de octubre (1817), día
siguiente de haber llegado Piar a
Guayana, el Libertador, prescindiendo de sus negociaciones con Mariño, previno
a Cedeño apurase todos los recursos y
emplease todos los medios por lograra su
aprehensión; a la vez que, fuese o no que la considerase como infalible, juzgó acertado separar a Bermúdez
del mando del ejército del Centro para enviarlo a Cumaná por Gobernador y
Comandante General de la provincia, en donde,
si bien Cedeño había limitado, carecía de influjo y de prestigio para
compactar y dirigir la opinión; nombramiento poco atinado porque desavenidos
para la época Bermúdez y Mariño, podían llegar a la exaltación de las pasiones
en un rompimiento escandaloso por sus disgustos e intereses particulares; pues
Bermúdez era de genio arrebatado,
impetuoso y violento, y Mariño muy celoso de su honra. Uno y otro contaban
parciales y eran al mismo tiempo osados y valientes. Pero esa era la elección
que convenía más a las miras del Libertador, determinado como estaba a no
omitir la ocasión que le ofrecían los nuevos sucesos de la provincia para
acabar con Mariño, como había aprovechado la toma de Güiria para concluir con
Piar. Así que, confiado cuando menos en humillar a Mariño y perderlo en el
concepto público, lo calificó sin embozo de disidente en la proclama con que
anunció al mundo el fusilamiento de aquel jefe.
Cedeño se volvió a Guayana a fines
de octubre, apenas Bermúdez hubo llegado
a Maturín, había precedido a éste en su viaje a la provincia el coronel Antonio
José de Sucre, nombrado por el Libertador para Jefe de Estado Mayor en la
división de Cumaná. Juntos caminaron hasta Aragua: Bermúdez siguió para
Cumanacoa a tomar el mando de las tropas que allí había reconocido al Gobierno;
y Sucre se quedó a esperar a Mariño quien repasando el Golfo Triste, acababa de
desembarcar en el puerto de San Juan con cerca de 400 hombres y no escasas
municiones de guerra. Con esta noticia se desvaneció la esperanza de
aprehenderlo: forzoso era entrar con él en pactos de concordia, para lo cual
Sucre estaba autorizado por el Libertador; pero Mariño había sabido en san
Juan, por cartas de Trinidad, tanto la muerte de Piar como su propia
proscripción, por donde recelando no le aconteciera lo que a aquel en Aragua de Maturín, marchaba con las
mayores precauciones hacia Punceres, resuelto a no pasar de allí sin informarse
bien del curso de los asuntos y sin
reunir su parque, cuya conducción
dificultaba la falta de
acémilas y lo intransitable del camino.
Determinó entonces Sucre, obtenido que hubiera el beneplácito de Mariño,
trasladarse a su campamento. A Punceres llegó Sucre el 3 de noviembre en
concurrencia con la vanguardia de Mariño que avanzaba con lentitud; y aunque
Bermúdez, e su encono contra éste, había dado órdenes precisas a los pueblos
para que negasen a sus tropas todo recurso, Sucre no sólo les suministró víveres aquel día, mas exigió de Rojas la
facilitase a Mariño algunos indios para
la conducción de sus pertrechos, era que al contrario de Bermúdez, creía Sucre
que debía concederse algo a la política, preveía que aquel parque y aquellos soldados iban al cabo y a la postre a ser útiles en la defensa de la patria, y sobre todo
quería que su generosidad se tomase
como prenda de buena disposición en el
gobierno.
No pudo lograrse ninguna conveniencia,
porque Mariño consideró inaceptables los términos del ajuste, reducidos a
prometer Sucre la gracia y amistad del Libertador, siempre que Mariño
completase la entrada a sus deberes con la entrega de sus tropas a Bermúdez y con su presentación ulterior en
Guayana a prestar juramento de
obediencia y fidelidad al gobierno; pues así la ruptura de las propuestas de Armario como el nombramiento de Bermúdez hacían temer
a Mariño por su libertad y su vida,
mucho más cuando, a su juicio, exento Piar
de crimen alguno acababa de expirar en afrentoso patíbulo. Antes que
exponerse voluntariamente de ese modo a
ser vejado, optaba Mariño por abandonar el País, lo que, cierto, hiciera al
punto en las embarcaciones que tenía en
san Juan, sino porque, celoso de su
reputación, creía que su salida, para ser decorosa, debía efectuarla con permiso del gobierno, a quien había
ofrecido a placer sumisión y
acatamiento.
En abono de estas promesas era
menester que Mariño diese explicaciones al gobierno respecto de su presente
negativa. Así lo hizo, depuesto el natural enfado, en correspondencia que
entregó Sucre para el Libertador. Con
esto, despedido el uno del otro,
encaminose Sucre para Cumanacoa, en donde por orden general del día 9 fue
reconocido en su empleo.
Impropio no nos parece declarar aquí
una opinión acerca de las aptitudes de ese joven de 22 años apenas, para el
desempeño de tan delicadas funciones. En
aquella época luminosa no era fácil subir sin méritos eminentes. Desde
Angostura, dice carta de Soublette a Sucre,
fechada el 6 de agosto de 1818:
“… me congratulo cada vez que veo a un Sucre, cuyos cocimientos generales,
ideas metódicas, firmeza, amor al trabajo y al orden, integridad, etc., me
hacen prever un oficial de grandes
esperanzas en esta parte importante del servicio de los ejércitos” Dos años después era Sucre
el Jefe de Estado Mayor General.
El territorio ocupado por los
patriotas era el más pobre de la
Provincia , no así el que subsistía en poder de los españoles,
abundante en recursos; los pueblos del interior obedecían a aquellos; a estos,
los inmediatos a las costas. Guarnecían a Cumaná cuando menos mil hombres que
componían el segundo batallón del regimiento de Granada y otros del de la Reina Isabel , al
mando, respectivamente de los tenientes coroneles don Agustín Noguera y don Eugenio Arana, y algunos dragones y
artilleros.
Encontrábase en Cariaco con 50 hombres
el comandante José María Fuentes, natural y vecino del lugar; en Carúpano, con
300, el teniente coronel, don Juan de Armas; y con 400 en Güiria, el teniente
coronel don Francisco Jiménez. Las tropas patriotas en número ni en calidad
podían echar raya con las españolas. Rojas, lejos de la acción del enemigo no
contaba más que con el paisanaje de Maturín: como 400 eran en Cumanacoa los
soldados de Bermúdez, escasos de todo si no de entusiasmo patriótico, y
calculados quedan atrás los que acompañaban a Mariño.
Era imprescindible para los patriotas
obrara sin dilación contra el enemigo común;
una vez que de el esfuerzo simultaneo de los diferentes cuerpos desparramados en el territorio de la República , pendía el
éxito de las operaciones que el Libertador en persona iba a emprender ya sobre
la provincia de Caracas. Mariño, preocupado por ahora de su suerte, no podía prestar mayor apoyo, y muy débil
tenía que ser el de Bermúdez, con tropas escasas y desprovistas de municiones.
Sin embargo hizo cuanto pudo con voluntad y buen suceso.
De Cumanacoa salto para Cariaco con 50
hombres el teniente coronel José María Carrera, derrotó un destacamento en el pueblo
de Catuaro, recogió 20 fusiles y aumentó
a ciento el número de sus soldados, mas tuvo que volverse, conforme a sus
instrucciones, sin entrar en aquella villa, por haber sido reforzada su
guarnición con tropas de Cumaná. También
con 50 hombres salió con dirección a Cumaná
el coronel Domingo Montes y penetró hasta el barrio de Guaiqueríes en la
noche del 12, pero sin lograr sorprender las avanzadas del enemigo; bien que, en amaneciendo, más afortunado en su marcha
de regreso, le hizo 13 soldados prisioneros y le tomó 10 bestias en Sanjón de Maco, como a una milla de la
ciudad.
Con doble porción de gente tornó luego Carrera por Cariaco a Cumaná, y
sería el hilo de la media noche del día 20, cuando lanzó sus fuerzas sobre la Casa Fuerte defendida
por Fuentes y escasa guarnición, cuyos defensores aturdidos la abandonaron sin
mayor resistencia. Carrera volvió a Catuaro y el 22, atacó y dispersó, en el pueblo de Santa Cruz, una partida enemiga. Entre una y otra sorpresa,
las pérdidas del enemigo alcanzaron a 2
soldados heridos, 84 fusiles, 1500 cartuchos embalados, 2000 raciones de
galletas, 6 bestias y dos cajas de guerra. Los republicanos no sufrieron bajas.
Al habérselas con un enemigo diestro y
poderoso, los independientes hubieran recogido más bien cosecha de reveses como fruto de sus
locas desavenencias. Fuéronle por otra parte dañosas; porque impidieron de
presente que al esfuerzo común correspondiera con mayores la no esquiva fortuna; y porque produjeron de
luego a luego escándalos vergonzosos de sensible y dolorosa memoria.
Mariño consumidos los víveres de
Punceres, descampo de este sitio para el poco distante de Aguas Blancas. Allá
se dirigía Sucre en la alborada del 22
en junta con el teniente coronel José Manuel Torres. Hallábase Sucre de camino en Aragua de
Maturín cuando en la tarde del 23 se entró
Mariño a la imprevista en el pueblo con sus tropas. Súpolo Bermúdez el
24 y procediendo cauteloso en la
inopinada aproximación de Mariño, comunicó órdenes a Carrera, que estaba aún
por Santa María, a Montes, que con 120 hombres se enderezaba a Cumanacoa, y
cuantas guerrillas se hallaban en comisión para que sin pérdida de tiempo
regresasen al campamento; a la vez que, por escasez de pertrechos, exigía de prestado
a Mariño, por medio de Sucre, vuelto ya a Guanaguana para la noche de ese día,
seis mil cartuchos de fusil, con achaque de verificar contra el enemigo español
una operación urgente.
No fue distinta de la anterior la
nueva misión de Sucre cerca de Mariño, sino que, por insistencia del
Libertador, era la misma en intención y propósitos. Convinieron uno y otro con
amistosa franqueza; mal de su agrado, prometió Mariño a Sucre la entrega del
pedido, siempre que Bermúdez se comprometiera formalmente a facilitarle ante
todo a Rojas y encarecerle el anticipado apresto de la flechera que debía
conducir a Mariño, caso que a los deseos de éste accediese Bermúdez; pues no
era para desechar un solo instante en la patriótica labor de restablecer en la provincia la
apetecida concordia.
Pero Mariño, desconfiando de Bermúdez
o deseoso de arriesgar el último
esfuerzo en defensa de su comprometido decoro, no aguardó respuesta de Sucre y
se declaró el 25, en Aragua, en abierta rebelión, desconociendo la autoridad de
Bermúdez, cuando nada podía alentarle en
su atrevimiento, ni el estado de la opinión, dado que muchos de sus amigos, en
las ocurrencias que se siguieron, a la
toma de Güiria y a la prisión de Piar,
de grado o por fuerza, se habían reconciliado con el gobierno; tampoco
el de sus tropas, por ser las menos numerosas, a causa de que vagando hasta aquellos lugares pobres e insalubres,
la deserción y las enfermedades las
habían reducido a una tercera parte; y ni siquiera por la falta de
elementos de guerra en Maturín y
Cumanacoa, por estar a punto su remedio
con los envíos desde Guayana por el Libertador. Desesperado fue el
consejo, el arresto inoportuno; la resolución antes gallarda que prudente.
Consecuente con ella, marchó Mariño al
instante sobre los patriotas de Cumanacoa, mas informado en Guanaguana que
Carrera no había bajado aún para aquel valle, en la mañana del 26 se desvió hacia Caripe, en donde
presumía hallarle, con el designio de
evitar, de todos modos, su incorporación a Bermúdez. Lo consiguió en efecto al otro día, en el
cual, Carrera arrastrado por la inclinación de sus tropas a Mariño, se alistó como de propio dictamen
entre los de su bando.
Mientras de esa manera aumentaba
Mariño sus fuerzas, vigorar la disciplina de las suyas era a la vez el mayor de
los cuidados de Bermúdez; porque compuesta en parte la división de Cumaná de
los restos de aquel cuerpo de tropas
que, como sabemos, dejó Mariño en Cumanacoa, a su marcha para Güiria y que se
dio a partido después de la aprehensión de Piar, no le inspiraba a la sazón la fe de una ciega
obediencia, entre otros, al general Rafael de Guevara, el coronel Manuel Isaba,
y los tenientes coroneles Montes, Carrera y León Prado, que a ella pertenecían,
estaban comprendidos en sus fundados recelos. Así que en el interés de Bermúdez
por mantener la disciplina con ejemplos rigurosos, bastaban tamañas inquietudes
para justificar de algún modo la severidad de la pena impuesta al teniente del
batallón de Colombia Gregorio Baca, que por haber repartido entre oficiales de
Bermúdez cartas de otros de Mariño, donde se les alentaba a la rebelión, fue
sentenciado a muerte y fusilado en la tarde del 29 en presencia de la división
en la plaza de Cumanacoa.
Sintiéndose más seguro de sus tropas, Bermúdez reunió en la mañana
siguiente una junta de jefes y oficiales con el fin de insinuarles su deseo de
salir resuelto al encuentro de Mariño que había retornado a Guanaguana.
Aprobada por todos su determinación, la división rindió su primera jornada de
su marcha en el alto de Cocollar; la segunda en San Antonio, donde fue pasado
por las armas un soldado, desertor con otros en la noche anterior, y la tercera en Cachimbo, una legua de San
Francisco, ahora cuartel general de Mariño. En vano algunos patriotas del uno y
otro bando procuraron iniciar conferencias para prevenir el uso de las armas
homicidas; antes solo sirvieron de ocasión para que Mariño y Bermúdez,
olvidados de su dignidad, se insultaran por medio de cartas y recados sin
ningún modo ni respeto. Anunciaba todo para el 3 de diciembre un rompimiento
inevitable; mas por dicha no apareciendo al amanecer en el campo de Mariño
muchos oficiales y soldados que con Carrera habían pasado en la noche al de Bermúdez, de tal suerte se produjo en
la mañana la deserción en San Francisco, que a las doce del día Mariño y los pocos que le restaban leales
atropelladamente abandonaron el
pueblo y a paso largo se
encaminaron a Caripe, bien que perdida
toda esperanza de abrigo y defensa.
Bermúdez atravesó sin demora el
Guarapiche que tenía por en medio, y ocupó a San Francisco. Despachó luego en
persecución de los fugitivos a Montes y encomendó a Carrera la custodia de
Cumanacoa. Montes alcanzó a la gente de a pie y la hizo volver, y recogió gran
cantidad de armas y pertrechos abandonados en el camino. En Caripe se le
presento el 5 Mariño con algunos
oficiales, y también el R. P. Fray Tomás
de Caltaseras, que en Catuaro había hecho prisionero Carera a su regreso de
Cariaco.
Penosa ansiedad se manifestaba en la
mañana de 6 en el vecindario y la tropa de la Villa de San Francisco al anunciarse la próxima
llegada de Mariño. Como nadie había averiguado los designios de Bermúdez para
con su competidor abatido, en unos dominaba el temor, en otros la duda de un
mal recibimiento. Bien serían las diez
cuando al fin dejose ver Mariño con
algunos a caballo; a la entrada del pueblo le presenta armas y le bate marcha la división allí formada de antemano:
rompen los aires los vivas y
aclamaciones a la patria y al gobierno, y en estrecho abrazo con Bermúdez, que le cierra el paso, ahogan
ambos y olvidan su ominosa enemistad y
rencores. Comprometiose Mariño a alejarse de la provincia y Bermúdez a embarcarlo para Margarita cediendo complaciente a los
motivos de delicadeza aducidos por Mariño para no convenir en presentarse al Libertador en Guayana. Con ese acuerdo, se
separaron al rayar el alba del 8; Mariño tomó la vía de Caripe, Bermúdez la de
Cumanacoa.
Razones de consideración personal, por
una parte, de agradecimiento, por
otra, respecto de Mariño, fueron sin
duda las que movieron en su favor el
ánimo de Bermúdez. Nacido en la opulencia y favorecido con el don simpático de
la belleza varonil, había además recibido Mariño, con relación a su época, una
educación esmerada, sin descuido, a fuer de caballero, de la equitación y de la
esgrima, en las que llegó a alcanzar insigne destreza. Apuesto en su persona,
culto en sus modales, suave en sus costumbres, arrojado, dadivoso y galante
tenía que ser por fuerza bien quisto de las damas en el estrado como también el
ídolo del soldado en el ejército.
Favorecido así por la naturaleza y la fortuna, no conocía la envidian ni
abrigaba en su pecho pasiones ruines. Por eso Piar, enemistado con él, le busca
y le encuentra benévolo en medio de
su deroniano. He aquí por qué no es el
héroe más digno de respeto pero si el
más amable en el drama de la
emancipación. Bermúdez, que conocía su
bondad, no quiso ser un miserable.
No fácil sino muy aventurado era el
embarco de Mariño para Margarita, hallándose el litoral de la provincia
dominado por las armas españolas. La Esmeralda fue el punto
fijado para verificarlo; pero había que
luchar y vencer en Cariaco, guarnecido con dobles fuerzas por consecuencia de la última excursión de
Carrera; proporcionar buque en una playa poco habitada y sin ningún comercio
exterior y regresarse debían sin tardanza las tropas que fueran a facilitarlo,
por temor de quedar cortadas por las que
acudieran en auxilio del enemigo desde
las plazas inmediatas de Carúpano y Cumaná. Para practicar esas operaciones fue
elegido Montes, de todos el más activo y arrojado. El 11, en amaneciendo, salió de Cumanacoa con 113 hombres hacia Poza Azul donde debía unírsele
Mariño; juntáronse el 12 y en la madrugada del día siguiente emprendieron su
marcha. Puesto aventajado para una
defensa, a la vez que paso forzoso, casi a la mitad del camino entre Cariaco y La Esmeralda , es el puente
echado sobre el río o caño que comunica
la laguna de Campoma con la laguna de Cariaco. De sobresalto Montes acomete la Villa a las 7 de la
mañana. Dispersa al cabo la prevenida guarnición que se defiende por
cortos instantes, envía a su gente de a caballo a posesionarse del puente antes que pudieran hacerlo los
derrotados y sorprende por remate una
avanzada en La
Esmeralda. Ninguna embarcación de porte se encontró en el
puerto, fuera de seis canoas: en dos metiéronse Mariño, edecanes y equipajes y
despedazáronse las restantes para impedir que en ellas se les persiguiera
después que Montes abandonara la playa, como lo hizo a las 4 de la tarde, en el
propósito discreto de dormir esa noche enseñoreado del puente referido. Dos
horas duró la lucha del día 14 en
Cariaco, pues vueltos de su asombro los
realistas habían logrado reunir alguna tropa con que oponerse a Montes en ruda
resistencia, vencida la cual, consiguieron los republicanos repasar sin ninguna
dificultad el río que rodea la
población. En esos encuentros le mataron a Montes un soldado y le hirieron a
tres. El enemigo tuvo de pérdida 10 muertos, 9 prisioneros y algunos heridos,
más 11 fusiles y 450 cartuchos. El 16 Montes daba cuenta de su comisión en
Cumanacoa.
Restablecido de esa suerte el orden y
la concordia en la provincia. Bermúdez convierte toda su atención sobre la
capital, para donde dispone la marcha el
día 21. Había reunido a las suyas las fuerzas de Mariño, recogido el parque de éste, y
recibido además con su secretario el teniente coronel Ramón Machado 25 mil cartuchos de fusil
enviados por el Libertador. Esperaba con el teniente coronel Torres, caballos y
reses de Guayana, y tropas de Maturín,
con el coronel Pedro Gotilla. La guarnición de Cumaná fuerte de mil
hombres, estaba por tanto en pie brillante. Tenía solo falta de organización y
procediese a repararla hasta con el cambio de nombre de los batallones de que
constaba, llamados Independiente, de Colombia, y de Cazadores, porque estos
últimos carecían de instrucción. Se la dividió en dos brigadas de infantería, y
cada brigada se compuso de dos batallones denominados: primero, segundo,
tercero y cuarto, hasta que honrosamente adquirieran nuevos distintivos en las
ocurrencias de la campaña. Formaban la primera brigada los batallones segundo y
tercero, mientras que los primero y cuarto formaban la segunda. Para primer jefe
de la primera brigada se escogió al general Rafael Guevara, y para segundo al
coronel Francisco Carmona, que se ausentó a poco para Guayana; para primer jefe
de la segunda brigada se escogió al coronel Manuel Isava, y para segundo, al
teniente coronel José Manuel Torres. Eligiose para comandante del batallón
número 1, (Cazadores), al teniente coronel Calixto Baza, y para sargento mayor
al capitán Francisco Guiraud; para comandante del segundo (Colombia) al teniente coronel Ildefonso Paredes, y para
sargento mayor, al capitán José Leonardo Brito; para comandante del número
tercero (Granaderos) al teniente coronel Ignacio Brito, y para sargento mayor
al capitán Vicente Villegas, y para comandante del número cuatro
(independiente), al teniente coronel José
María Carrera, y para sargento mayor, al
capitán Santiago España. El teniente coronel Domingo Montes continuó de
comandante del batallón de Dragones.
No ignoraban los realistas de Cumaná
la determinación de Bermúdez de marchar sobre la plaza; por lo cual rehacían
las fortificaciones interiores, desmantelaban las de la Boca del Monte y de
Capuchinos que quedaban fuera de la línea principal de defensa, y tomaban
cuantas otras medidas de seguridad les sugería su discreción o cordura.
Desasosegados y medrosos, fincaban su remedio en la vuelta del brigadier don
Tomás de Cires, gobernador propietario porque el interino, coronel José María
Barreiro no había alcanzado para entonces la reputación militar. Además su
circunspección y probidad despertaban sospechas. No sabemos cual influencia
ejercieron esos recelos; mucha, si se considera que Cires sucedió luego a
Barreiro; poco o ninguna, por el lugar que en seguida ocupó éste en el
ejército. Bravo soldado demostró su valor en jornadas memorables, pundonoroso caballero,
rindió la vida en el cadalso con serenidad y gallardía. Bogotá fue testigo de
su lastimoso martirio.
Pocos días duró la alarma en Cumaná,
dado que un acontecimiento extraño vino a cambiar la intención deliberada de
Bermúdez. La pujante división de Zaraza con la cual contaba el Libertador para
dar comienzo a su campaña sobre Caracas, había sido destruida el 2 por La Torre en el sitio de la Hogaza.
Para reparar en breve las pérdidas
sufridas, dictó el Libertador, entre otras disposiciones, la Ley marcial en que imponía la
pena de muerte a todos los varones de 14 a 60 años que se excusasen de tomar las
armas en el actual conflicto de la patria; y despachó luego comisionados a las
provincias libres en solicitud de tropas para una nueva campaña decisiva.
De una manera vaga supo Bermúdez el 17
aquel desgraciado suceso; y presumiendo ser parte en el plan de operaciones consiguiente,
redobló su actividad en el apresto del cuerpo a su obediencia para estar a
punto de prestar su ayuda y cooperación a la primera orden. El 21 recibió
Bermúdez, con la confirmación de la fatal noticia, la Ley marcial, que hizo publicar
al momento; y como también se le informara de que el coronel Juan Francisco
Sánchez traía una columna de 200 hombres para coadyuvar a la recluta general y
a la conducción de las tropas con que contribuyera la provincia, ordenó a Rojas
la dejase en Maturín, por temor de que, si pasaba a delante, se fuesen a leva y
a monte los patriotas, cuando el logro apetecido pendía más bien del engaño que
de la fuerza.
El ayudante general coronel Sánchez se
presentó solo el 24 en Cumanacoa. Traía además encargo del Libertador, que
ignoraba todavía los acontecimientos de San Francisco, para arreglar
pacíficamente, en términos honrosas para Mariño y decorosos para el gobierno,
los sucesos sediciosos de la provincia. Este era el medio que indicaba una
autoridad flaca y enferma que el más ligero accidente extenuaba y abatía. La
causa nacional, sin vigor, aun tenía interés en conserva el influjo de Mariño,
no en extinguirlo; porque su concurso
era indispensable a la realización del
propósito social, sus servicios útiles al deseado bienestar común. Una
pretensión contrapuesta produjo entonces riñas más o menos lamentables; las
produjo también después, con mengua del mismo principio de autoridad que se
invocaba; pues cuando aquella carece de fuerza para hacerla obedecer, natural
es que se exponga a un ridículo o menosprecio. Solamente la proeza de Boyacá
podía consolidar la autoridad vacilante del Jefe Supremo.
Bermúdez determinó, una vez que hubo
conferenciado con Sánchez, sacar las fuerzas de la provincia en auxilio del
Libertador. Para poner por obra su pensamiento, llamó por la posta a los
comandantes de los pueblos menos cercanos, so pretexto de practicar una correría
o una revista general de las tropas. Penetrado el designio por los que asistían
en Cumanacoa, encubrían mal su descontento, que se manifestó después sin rebozo
en el vecindario; porque Bermúdez lo impuso, como a los demás del contorno, la
emigración a Maturín, para que en su desamparo no quedase a merced del enemigo.
Las familias comenzaron su salida el 27; para el 29 se señaló la salida de la
división. El 28 trajo un correo de Guayana 72 despachos para los oficiales, con
felicitaciones del Libertador para Montes por su merecido ascenso a coronel;
pero las muestras de complacencia con que aquellos fueron recibidos por los
agraciados, no alcanzaron a calmar la inquietud de Bermúdez, ocasionadas por el
desagrado con que se miraba su empeño; y en la tarde se recogieron y
depositaron en parque cuantos pertrechos
paraban en poder de los soldados, con el
objeto de evitar alguna funesta tentativa.
Inútil fue la cautela. En 1° noche,
sorda y cautelosamente se dispuso una conspiración. Los conjurados extrajeron parque
algunos cartuchos, que se distribuyeron en el seno del batallón cuarto. Cuando
hubo amanecido se formó en la plaza de
Cumanacoa la división de Cumaná en disposición de marcha, como estaba ordenado;
y momentos después se introdujo en la habitación del Comandante en Jefe el
coronel Montes para anunciarle que las tropas
se inclinaban por la desobediencia. Montando en cólera, la cobija al
brazo y la espada desnuda, se presenta amenazador ante los soldados el general
Bermúdez. Quiere conocer el poderío de
la insurrección e interroga a cada cuerpo por sus oficiales. Los soldados del
batallón cuarto hacen pública su rebeldía, y en los otros cuerpos se descubre
algunos adictos. Montes, caudillo de la revuelta, está secundado por Carrera,
Prado y varios oficiales de suposición y de aliento. El desorden, la confusión reinan; unos
aplauden, otros gritan, cuales celebran; pero todos aclaman al gobierno y al
Jefe Supremo. Bermúdez reprime su furor, por no exponer su autoridad a mayor
desacato; empero persiste en su
reprobada resolución. Eran ya las 9 de
la mañana. Los comandantes Paredes y Brito emprenden la marcha con los batallones segundo y tercero
(Colombia y Granaderos), Baza los sigue con una parte del primero (Cazadores),
llevándose el parque. Guevara, Sucre e Isaba acompañan a Bermúdez. A poco el
resto de los cazadores se desmanda. La deserción comienza a menoscabar
reseguidas los otros dos cuerpos. Montes lo ha observado todo, porque con
maliciosa previsión ha venido atisbando el menor movimiento de las tropas de
Bermúdez. Como legua y media habían ya caminado éstas, cuando Montes se decide
a acercárseles. Presentase en la retaguardia; escoltado por algunos dragones, y
exige de Sucre interceda con Bermúdez para que le oiga breve rato. Bermúdez
accede. Montes le advierte la disolución que amenaza a la división: le insta
por que regrese a Cumanacoa a reorganizarla; bien para lanzarla contra el
enemigo en el territorio de la provincia o, de ser imprescindible su presencia
en Guayana, para nombrar jefes de los
soldados renuentes, que los gobernase y dirigiese en su ausencia. En una
palabra, le demostró que en la actualidad urgía especialmente el
restablecimiento del orden. Bermúdez conviniendo con estas razones retornó a
Cumanacoa a las 2 de la tarde.
Sucre, en oficio del mismo 29, después
de narrar el acontecimiento de ese día, con todos sus pormenores, al Jefe del
Estado Mayor General; los resume así, con no escasa elocuencia:
“Son casi inexpresable los sucesos que
se atropellan uno sobre otro tan raros y extraordinarios en una ocurrencia
semejante; no podré por consiguiente detallarlos a usted como se han
presentado, y me limitaré a decirle que
los figure usted en la convulsión más espantosa, no tanto por la
conspiración en sí cuanto por el modo en que fue desenvuelta la perfidia y mala
fe de sus autores, en la que muchos en el acto mismo del motín y antes de
emprender la marcha los cuerpos que lo hicieron, brindaron el exterior más sumiso y hasta humillante;
y otros, que acababan de recibir premios y distinciones con profusión,
desarrollaron los sentimientos de la más negra ingratitud y el carácter más
sedicioso.”
“Por fortuna, añade, no alcanzaron
jamás a ultrajar la autoridad suprema, acaso porque la presencia firme del general
lo impedía o porque están sometidos a ella voluntariamente”.
Hombre de orden y, como militar,
amante de la disciplina, repugnábale a Sucre por educación y por índole, toda
turbulencia. Aquella naturaleza no la dominaba otra pasión que la gloria; por
eso la alteza de sus sentimientos rechazaba cuanto conceptuaba de egoísta o de
mezquino; por eso, el reducido teatro en que se hallaba no satisfacía su noble
ambición. Convencido de su mérito ansiaba un campo más importante. Así es que
prefería la plaza de ayudante general a la equivalente de jefe de estado mayor
divisionario. “Yo había solicitado, continúa, mi salida de la división para ir
a donde su Excelencia, libertándome de ser ni remotamente confundido con el brigandaje;
pero aun no lo he considerado oportuno, y he preferido sacrificarlo todo por el
bien general. No obstante yo espero que V. E. procurará mi incorporación en el
Estado Mayor General, donde con mayores proporciones haré servicios más
visibles, y tendré sobre todo el placer de encontrarme en la gran batalla que va a decidir tal vez nuestro destino. Para cuando V. E. me conteste, con la reserva
posible, habrán ya calmado las
agitaciones, y será la ocasión de separarme
de estos hombres y de unos
lugares en que el vicio de los tumultos no puede ser cortado sino arrancado de raíz.
Las apreciaciones de Sucre, respecto
del hecho, como hijas de la mala impresión del momento, no son desapasionadas.
La disciplina militar no puede condenar lo que recomienda la convivencia de la
comunidad; porque la fuerza pública no ha sido instituida sino para la garantía
del bien social. El movimiento de la división de Cumaná facilitaba las
operaciones de los realistas en la provincia; si la una acudía en socorro del
ejército republicano, estos últimos reforzarían al enemigo. La idea de la
división no alteraría de modo considerable los planes del Libertador. Tal
movimiento hacia Guayana era propicio a los realistas y nocivo a los patriotas.
Estos perdían graciosamente la parte de la provincia adquirida, conservada con grandes sacrificios y mermaba su fuerza
la deserción; porque al soldado más indiferente no le es el abandono de su
hogar y de su familia; los españoles al
contrario dominaban mayor extensión de territorio y podían aumentar sus tropas
con nuevos reclutas. Estas consideraciones, desatendidas por Bermúdez,
determinaron el alzamiento, no por un efecto de extraviado patriotismo, según
dijo el Libertador, sino por amparar intereses muy sagrados.
El gobierno urgía por auxilios: los
habitantes de la provincia por la conservación y defensa del territorio reconquistado. Lo uno no
excluía lo otro. La razón, la prudencia, la política movían a la conciliación
de entrambas necesidades. La desechó Bermúdez por error, no por capricho, según luego veremos. Montes la impuso con energía, no por espíritu
de oposición, sino de justicia, sin desvíos en el propósito, como lo comprueba
su conducta. Tampoco el Libertador la
había echado en olvido; pues si es verdad que esperaba de Bermúdez la marcha
con todas las tropas, por creerlas innecesarias en la provincia; no es menos
cierto que se conformaba con que le enviase de ellas una buena parte. Pero
Bermúdez persuadido de que lo primero era la positiva decisión del Libertador,
acaso por escasa claridad en las órdenes superiores empeñóse ciegamente en
obedecerle.
De manera que tanto por el apremiante
compromiso de concurrir con sus fuerzas a Guayana como por el menos formal de
proveer también a la defensa de los pueblos de su gobierno, diose prisa Bermúdez
en el arreglo de su desconcertada división. Verificado resolvió marchar con los
batallones primero, segundo y tercero, y dejar a Montes con el mando
de un cuerpo de tropas que se denominó Campo Volante de Cumanacoa. En
efecto, el 2 de enero salieron para Maturín los batallones con instrucciones de efectuar en los pueblos
de su tránsito una recluta general y
numerosa como fuese posible; y el 4 tomó la misma dirección el comandante en
jefe.
El 5 de enero de 1818, dice
Montenegro, salió de Cumaná una columna
de 450 hombres bajo el mando del teniente coronel don Eugenio Arana, y en la
tarde del 7 intentó inútilmente, por dos veces,
desalojar del parapeto con que el coronel Domingo Montes cubría su
posición en Cumanacoa, en la dirección
de aquella ciudad. Rechazado Arana con pérdida de un capitán y más de 30
hombres que quedaron en el campo y también con dos oficiales y un crecido número de heridos; y convencido
de que su columna era muy pequeña para desalojar a Montes, el insistía en atacar de frente el
parapeto levantado con acierto en la izquierda del rio Cumaná, a poco más de
una milla de San Fernando, trató de flanquearlo introduciéndose por un bosque
espesísimo, como lo consiguió esa misma tarde, pero sin poder batir los 200 hombres de Montes que le habían
impedido el paso, pues abandonaron oportunamente aquel puesto y lo mismo a Cumanacoa donde
entró Arana el 8, retirándose aquellos
hacia el interior, sin otra pérdida que tres prisioneros, a quienes cupo esta
suerte por haberse retrasado.
Los patriotas no se alejaron mucho de
Cumanacoa. Montes, dispuestas sus tropas en guerrillas, se propuso acabar a
porciones al enemigo sorprendiéndolos por instantes. No muy allá de aquella
villa, en Los Dos Ríos, Arana acomete con éxito a la partida que sobre seguro
le disputa el paso; más en viendo nuevamente los escasos frutos de una lucha en
que las adquisiciones, si algunas, son siempre costosas para los realistas,
lejos de proseguir en pos de los
dispersos, contramarcha con presteza para Cumaná.
Bermúdez ignoraba estos sucesos cuando
salió de Maturín en la mañana del 10
después de incorporar a sus tropas las pocas que pudo suministrarle la
diligencia de Rojas. En el Tigre supo la ocupación de Cumanacoa por los
españoles; y más adelante que, abandonada luego, la habían recuperado los
patriotas. Libre con esto de cuidados y a pesar de las deserciones ocurridas en
la marcha, se presentó en Angostura a mediados del mes, a la cabeza de 600 infantes, en
circunstancias en que la provincia se encontraba por completo desguarnecida;
porque el Jefe Supremo, fiado en la promesa de Bermúdez se había partido ya con
cuantas tropas allegara para el territorio de Apure, ansioso
de realizar junto con Páez se anhelada
campaña. Para mientras durase, el Libertador confió a Bermúdez el empleo de
Jefe de Oriente y le aconsejó muy especialmente como medida muy importante, el
envío de 300 hombres con Sucre en defensa de los castillos de la Vieja Guayana , para
impedir que el enemigo, tomando a bordo de su escuadra la guarnición de Güiria,
invadiera por el Orinoco la provincia, sin riesgo ni embarazo. En consecuencia,
Sucre se encargó de las fortalezas el 31
de enero, nombrado por Bermúdez, de jefe de ellas y además de Comandante
General del Bajo Orinoco, para que pudiera atender con más eficacia el objeto
de su nuevo destino.
De suerte que Bermúdez, sosegado y
tranquilo, permanecería por ahora en Guayana, en tanto que Montes, falto de
medios y desatendido en sus necesidades, mantendría en alto la bandera de la
revolución en el territorio de Cumaná con heroica firmeza”. Página copiada del
bisemanario “SUCRE” No. 75 del 30 de
mayo de 1925.
INTERRUPCION
DEL SITIO DE CUMANA.-
Entonces estando todo preparado para
sitiar Cumaná, Bermúdez recibe órdenes del Libertador de trasladar todo el
ejecito para Guayana. Se produce un conflicto
que ha podido degenerar en una ruptura de imprevisibles consecuencias
para el ejército, ante la oposición de Montes, Carrera y Guevara negados a abandonar Cumanacoa. Todo se resuelve dejando a Montes y Carrera
con los Dragones a cargo de la defensa
de la Provincia.
En enero de 1818,
Bermúdez y Sucre, al frente de 600 orientales hace su entrada en
Angostura.
A
Domingo Montes y Carrera, les
corresponde defender el valle de Cumanacoa contra un batallón de caballería bajo el mando de Arana, y el 7 de febrero, logra rechazarlo, causarle
daño y guarecerse en los predios que
conoce mejor que nadie. Arana vuela
sobre Cumanacoa y la encuentra desierta. El jefe realista pierde muchos hombres
peleando contra las guerrillas de Montes y tiene que regresar a Cumaná.
A principios de 1818, vuelve Mariño
desde Margarita para accionar sobre Cariaco, en conjunción con Bermúdez
que avanza sobre Cumaná. Sucre esta otra vez entre ellos, es el gran componedor. Cumpliendo
órdenes del Libertador, regresa a Cumanacoa, en rol diplomático, para
intermediar entre Mariño y Bermúdez.
El 11 de mayo Sucre escribe desde
Cumanacoa al General Soublette, veamos la carta: “Como dije a V. S. el 1°
edecán Muñoz llegó el mismo día con las contestaciones del señor general
Mariño, que confirmaron nuestros temores: él se opuso a la incorporación de las
tropas que mandaba a esta división, de que son parte, y anunciaba resistir con
la fuerza a la fuerza si se daba un paso a Cumanacoa, sin arreglar antes los
embarazos que se presentaban; a que
invitaba al señor comandante general ofreciendo
su influencia para calmar la
agitación de dichas tropas, y proponía tomar medios, para obrar contra el
enemigo de acuerdo con esta división.
No obstante, la marcha se verificó
el 2, en que llegamos a Guanaguana. El 3 por la mañana entramos a San Francisco,
y al amanecer el 4 me envió el señor
comandante general con comunicaciones para el señor general Mariño, y autorizado para transar las
dificultades que hubiese a su paso a
Cumaná que era su objeto. El 4 en la
tarde llegué a las avanzadas de las tropas
del señor General Mariño, a dos leguas de este punto, y allí se me
recibió por dicho señor.
Para contestarme, convocó una junta de
guerra, en la cual aunque él manifestó
buena fe y obediencia al gobierno, los jefes que la componían indicaron ideas fraccionarias que
reprendí con el carácter de mi comisión,
y las hice presentes al señor general. Se concluyó la junta, habiendo convenido que el señor general Mariño marchase a ocupar a Cariaco y
dirigirse sus operaciones hacia la costa
donde esperarían las órdenes que
su S. E. el jefe supremo le remitiese al señor comandante general y que este,
con la división se moviese sobre Cumaná, y entre tanto se diese parte al
gobierno de sus deliberaciones. El señor
general Mariño me propuso privadamente
que él quería con las tropas hacer una
tentativa por la costa de Curiepe, si el señor comandante general le prestaba
los auxilios con que verificarlo, y me instó para que los adquiriese: el señor
comandante general desea aceptar su
proposición; pero duda, porque teme, entre muchas cosas, la resistencia de
dichas tropas a salir de este país, y la
verdad de la solicitud.
El 5 salí y regresé a San Francisco, y
se dio la orden por la tarde para marchar el 6 la infantería, y el 7 los Dragones y la
caballería, reunida del todo ya. El 8 entró la división en este pueblo que lo encontramos solo, por la salida del
señor general Mariño el 5.
Creemos fundamentalmente que Cariaco
será ocupado por nuestras tropas para
hoy, y mientras se conviene la mejor operación
que deba ejecutarse el señor
general Mariño, apurando todos los medios para reunirlo, le escribe al señor
comandante general , a fin de atraer
aquellas tropas, que incorporadas a la división la harán de un número respetable” .(72)
Esta carta despeja todas las
incógnitas relacionadas con la posición
de Mariño y la intervención de Sucre.
SUCRE
OTRA VEZ ARBITRO EN LA
DISCORDIA
Desde Maturín Sucre escribe al General
Carlos Soublette el 26 de mayo de 1819, una
carta de sumo interés para comprender la situación de toda la provincia
de Cumaná en ese momento tan delicado, en el que se jugaba el destino de la
guerra; cuya importancia en esos días
era decisiva; es todo un testimonio
sobre las medidas que se iban a tomar, y
las decisiones y acciones del
propio Bolívar, veamos:
“Mi querido Carlos: Pensaba reducirme
en esta carta a saludarte y felicitarte
porque la nueva organización del ejército
presenta la oportunidad de revivir nuestra correspondencia particular;
pero venido aquí donde me he
informado de varias cosas, creo útil
trasmitírtelas para que tu prudencia use de ellas con la mejor ventaja. Por
supuesto que tú estás enterado de las diferentes órdenes venidas a la división
para la marcha de un número de tropas al Pao, y también de toda ella, y sabrás
que los embarazos presentados a
conseguirlo han hecho multiplicar una
correspondencia que ha llegado a ser
fastidiosa entre los jefes que han entendido en esta cosa, de manera a agotar
la paciencia y a comprometer el honor y la reputación de que el hombre es justamente celoso.
La última medida tomada, fue enviar
aquí a Padrón y Villegas en busca de la división, los cuales tuvieron una disposición franca de Bermúdez (que estaba en la ciudad)
de ir a Cumanacoa y procurar los medios
de preparar los ánimos siquiera,
cuya generosidad tuvo la retribución de una protesta de los comisionados contra la inobediencia de Bermúdez a las
órdenes del gobierno. Los tales comisionados acuciaron al pueblo que entre 15
días el ejercito de Oriente vendría a destruir esta división de canallas, y a
quemar la provincia y desolarla (como si
pudiera serlo más de lo que lo han hecho
los mismos que…) y que en tanto no se verá aquí una res y que perecerían de
hambre, con otras mil sandeces muy
propias a agriar la gente y exaltar aun
a los que no son chisperos. Bermúdez aunque las sufrió todas, no dejó de
incomodarse, y estando aquí solo sin uno que pudiese enfriarle la sangre, dio
al general Mariño una contestación algo fuerte que vi en Aragua a mi venida, y
que he sentido porque no es conducente al menor provecho.
Los señores comisionados se fueron y
por primera medida para justificar la resolución de cumplir sus amenazas han
devuelto de estas inmediaciones algunas miserables cantidades de ganado que varios particulares traían, a instancia
de que fueran a buscarlo, para comprarlo aquí por cuenta del estado, porque has
de saber que de 800 reses que ha consumido la división desde febrero, las 700
so compradas, y que a tal manera se le
ha reducido. La noticia de la devolución de este ganado la ha dado el teniente
coronel Francisco Montes al comandante de esta plaza, y me la ha participado
este para que la de a Bermúdez; pero como yo veo que de estos pasos se van a
otros, no quiero escribírselo porque es enardecer los espíritus, y si lo hago a
ti para que prevengan unas disensiones
de que ya estamos cansados y que tanto nos desacreditan.
Yo te había hablado por febrero de mis
temores por la discordancia de las cosas cuando aun el ejército de Oriente no
comprendía esta división; luego temí más, y aunque no me descuidaré en que por
esta parte se conserve la paz, yo no sé las disposiciones de la otra gente y si
las preveo en la especie de sitio que
nos han puesto, en las medidas impolíticas practicadas, y en las cuestiones que
se asoman
Así, para evitar todo, como por la
utilidad que redunda, yo he instado ahora a Bermúdez cuando lo encontré en
Aragua por exponer todo a llevar la división al Pao, y ha sido empeñado en
esto; no sé lo que resultará porque te aseguro que tiemblo cuando
considero que pueden renovarse las
facciones pasadas; y aunque es verdad que nuestros trabajos por establecer el
orden y la subordinación han dado provecho, y que los oficiales y tropas está
contenidos, no es tanto que no se desconfíe de un paso que contraría del
todo las ideas que les ha arraigado por un origen tan elevado. En fin, se hará todo lo que se pueda y ojalá que el resultado corresponda a
nuestras intenciones.
Yo te avisaré de lo que se haga, pues
como mi comisión por estos pueblos ya va concluida, me regreso mañana a
Cumanacoa donde yo prepararé algo, particularmente en el batallón que
manda Jerónimo de que casi se extrajeron
los 112 hombres que fueron al Pao y de que solo se han desertado 10, según los
partes de Quintero (que los condujo) desde el sitio de Aymé. Yo espero que casi
todo este batallón saldrá contento; ahora está el caso en el tránsito y en la
conservación.
Tú me exiges en un oficio del 20 de
abril toda la relación de servicio y
operaciones desde el 26 de febrero, y aunque te la enviaré, es una maldad que
no se la exijas a Montilla que las tiene con otras que detuvo en su poder, de
las que te remití con los últimos detalles de nuestra correría de la costa. Yo
recibí estas órdenes en el camino y
hasta que llegue a Cumanacoa no te contestaré de oficio.
Yo escribo en esta ocasión al
general y le digo que tú te enterarás de
algunas cosas que pueden serle importantes,
y como nada es más importante que la tranquilidad interior, y nadie sino
él y tu son los que mejor pueden
conservarla , les aviso los asomos de rompimiento que veo, para el remedio. Yo
le hice a Bermúdez escribirle muy dulcemente a Mariño desde Aragua, y aunque es
verdad que Bermúdez tiene sus caprichos, también es cierto que sus intenciones son las más sanas y que todo lo sacrificará
al bien de la Patria que tanto nos cuesta. Bajo este pie puedes
contar con sus pasos para todo y en esta inteligencia obrarás.
He sentido que con tu correspondencia
de oficio no me has escrito dos palabras
de particular, pero vaya que esta certeza te obligará a hacerlo, con otra que te he
enviado por mano de Belén.
Adiós; salud, gloria y fortuna;
Jerónimo te abraza con los amigos, yo lo hago a los compañeros y me repito siempre tuyo. Antonio.
J. A. Cova dice: “De no haber mediado
Sucre, Mariño, irremediablemente, habría corrido la misma suerte del infortunado Piar.
En el asedio de Cumaná, en la toma de
Güiria, en los dos asaltos sobre Carúpano, en la ocupación de Río Caribe, en la acción de Cantaura que jalonan lo
mayores acontecimientos orientales de
los años 18 y 19, Sucre está presente, y se le ve en los combates en los sitios
donde el plomo devoraba más víctimas. En
todas partes hace prodigios de valor y
con incansable actividad vuela del
hospital de sangre donde hace cuidar a los heridos hasta las primeras trincheras donde se hace necesario alentar a los soldados”
DERROTA
DE BERMUDEZ EN PUERTO DE LA
MADERA
Mariño pues, establece su cuartel general en el pueblo de San Francisco y Bermúdez a legua y media de Cumaná, estratégicamente
ubicado en Puerto de la
Madera. Mariño toma
Carúpano, pero es desalojado por Jiménez; y Bermúdez es desalojado de Puerto de la Madera por el propio Gobernador Tomás de Cires, al
frente de fuerzas irresistibles.
Bermúdez y Sucre pasan a Angostura a unirse con Bolívar, y Mariño vuelve
a quedar dueño de su patio y de la
situación en la provincia de Cumaná. Se
levanta el sitio de Cumaná de 1818 con pérdidas irreparables para las fuerzas
patriotas.
Parte de guerra de la
batalla de Puerto de la Madera
Don Tomás de Cires lleno de sagrado
entusiasmo, dice: “Establecido el
enemigo en el Puerto de la
Madera , a legua y media de esta plaza, determiné
atacarlo en sus trincheras con 700
hombres, que era mucha parte de nuestra
guarnición , y tuvo efecto mi
pensamiento hoy día de nuestro augusto soberano, con tan feliz suceso,
que el enemigo desalojado a la bayoneta de sus fuertes atrincheramientos, dejó
en nuestro poder las dos piezas de artillería que allí tenia, toda su
caballería compuesta de 130 caballos
ensillados, copiosa porción de municiones; un crecido número de fusiles y
lanzas, todas las reses que allí tenían, y el campo cubierto de cadáveres.
Nosotros hemos tenido alguna perdida. Aun no se me ha dado el parte
circunstanciado de todo: cuando lo
reciba lo trasladaré a V. S. Cumaná 30
de mayo de 1818. (73)
URDANETA
EN ORIENTE.
La toma de Barcelona por EL GENERAL
RAFAEL URDANETA. En 1819, viendo el resultado favorable de la guerra, desde
Angostura, el Libertador le confió la
liberación de Barcelona y Cumaná. Sale de Angostura con una división de 900
hombres, bajo su mando, lo acompañaba como Jefe de Estado Mayor, el no menos
noble, general de brigada Manuel Valdés,
y los coroneles Miguel Borrás, Francisco Sánchez, Juan Montesdeoca, José
Manuel Torres, y Francisco Urdaneta, su
hermano. El 8 de marzo arriba al puerto
de Juan Griego en la Isla
de Margarita, e inicia los movimientos preparatorios de la
expedición. Contaba con las fuerzas mercenarias del general Inglés, English y del alemán, coronel Uslar,
un total de 1550 hombres bien pertrechados. En tres meses de duro trabajo logró
organizar la División. El Almirante Luis Brión, se
encargó de preparar la escuadra formada por: 2 corbetas de guerra, 10
bergantines, 6 goletas y 8 naves menores. El general Mariano Montilla pasó a
ser Jefe de Estado Mayor por ser de mayor grado. El 16 de julio de ese año de
1819, desembarcaron la División en la bahía de
Pozuelo al Norte de Barcelona, y al día siguiente ocupó la ciudad, evacuada por
orden del gobernador Juan de Saint Just, sin embargo los reales se reagruparon y causaron mucho
trastorno al ejército patriota. El General Urdaneta, que esperaba encontrar el
apoyo de Mariño, Bermúdez, Monagas, etc.,
decidió abandonar la plaza y dirigirse a Cumaná, donde esperaba lograr
la incorporación de los jefes orientales.
Batalla de la Hogaza
Entre tanto Bolívar se prepara para
invadir el centro y convoca a los jefes
patriotas. Morillo se entera de los movimientos de Bolívar y sabe que irá sobre Caracas.
Entonces ordena mover su ejército hacia Calabozo bajo el mando de La Torre , que hábilmente cae sobre Zaraza y lo derrota en “La Hogaza ”. La Torre
soberbio, ordena prender fuego a
la sabana creyendo que las fuerzas patriotas están ocultas en los pastizales;
el fuego lo envuelve todo, pero solo mueren
heridos de ambos bandos que no pueden escapar de las llamas. La
Torre pierde los pertrechos que había capturado y los propios
de su ejército. Fue toda una catástrofe producida por la imprudencia del
jefe realista.
En vista de las circunstancias,
Bolívar cambia la estrategia, no va contra Caracas, y ordena a los jefes orientales sitiar nuevamente Cumaná; todos concurren: Monagas desde El Pao, Bermúdez y Sucre desde Guiria; Mariño desde Maturín y Brión por el mar. Cumaná esta defendida por 1000 hombres de los
batallones “Reina Isabel”, “Granada” y “Urbanos”, y 45 cañones, todo bajo el
mando de Don Tomás de Cires y los mejores oficiales españoles de esta zona.
La estrategia de Bolívar marchaba
bien, sin embargo el incontenible
Domingo Montes, el 31 de agosto, compromete la campaña en una acción inútil en la zona de
Cariaco, defendido por el valiente capitán español Noguera. Montes es derrotado completamente y
pierde casi todo el parque, lo que tuvo consecuencias desastrosas en el
ejército de Mariño que terminó por
retirarse del sitio, y se perdió una gran oportunidad ya que Bolívar en persona estaría al frente
de las acciones.
Don Laureano dice que Bermúdez, Mariño y Sucre en los años 18 y 19,
no dejaron pasar una semana sin pelear, a veces derrotados a veces vencedores,
pero nunca desalentados”. (74)
Bolívar, reconciliado con Mariño, sigue paso a paso la guerra en oriente; le había escrito a Mariño el año 13 sobre la
unión de los esfuerzos para una misma causa, las más sublime, la causa de la
libertad de la República. Mariño le
responde el 15-01-1814, y plantea la posibilidad de unir las fuerzas de “los
dos departamentos independientes”, lo que da una idea de su arraigo telúrico.
Santiago Mariño es el Libertador de Oriente,
de un Estado independiente, el ideólogo provinciano que organiza el Estado y
los municipios de las provincias
orientales de Cumaná, Margarita y Barcelona, pensando en su unidad geográfica y
política; y con tal ideología llega
triunfador hasta Bocachica, donde derrota al implacable Boves, y llega a la cita de La Victoria con un ejército
levantado por él, con un estado mayor
general de destacados patricios, entre los cuales figuran Bermúdez, Valdez,
Azcue, Manuel Isava, Armario y Sucre,
primer ayudante de Mariño desde el
5 de febrero de 1814, para él Bolívar está a su mismo nivel y en las
mismas circunstancias.
Pero Bolívar ve las cosas distintas
desde un panorama más amplio, como
escribe Laureano Villanueva, Bolívar “no cabe en los moldes de la humanidad.
Los demás hombres pueden ser juzgados y
comparados entre si; desde Sucre hasta Washington, desde Miranda hasta San
Martín, desde Santander hasta Páez; El
no: El es único, incomparable, magnífico de fuerza sobrenatural por encima de
los hombres y de la historia…” (75)
MORILLO VUELVE A LA PROVINCIA DE CUMANA
Desde
Ocaña en la Nueva Granada , Morillo se
informa de la situación de la provincia
de Cumaná, y vuela en auxilio de Don Tomás de Cires, cercado por Mariño, y el
regreso de Bolívar al frente de una bien organizada expedición. Llega a principios de junio de 1817 y encuentra al
Brigadier Don José de Canterac que había venido desde España al frente de un
poderos ejército compuesto de dos batallones: Navarra y Burgos con 800 plazas
cada uno. Dos escuadrones de lanceros con 360 plaza cada uno; dos compañías de
caballería de 192 plazas cada uno; una compañía de artilleros de 80 plazas,
equipajes y demás pertrechos de guerra.
Morillo ordena a Canterac atacar a
Cariaco, y lo hacen el 10 de junio; derrota convincentemente a los patriotas de
Mariño que se refugian en Carúpano. En Cariaco no solo se pierde una batalla
sino que acaecen dolorosas bajas, muchos jefes patriotas pierden la vida entre
ellos el Capitán Pedro José Sucre y
Alcalá, hermano del Mariscal; y el Teniente Coronel Rafael Jugo, Secretario de
Mariño. En esos días se hizo famoso el indio Macario Martínez, que aterrorizaba
a las familias carupaneras, y al cual Canterac acogió de buen grado para
cometer cientos de fechorías contra las principales familia cumpliendo
instrucciones de de Morillo.
Morillo y Canterac se unen el 14 de
junio en la isla de Coche, y el 15
desembarcan en Margarita por el puerto de Los Varales, donde los patriotas
presentaron fuerte resistencia bajo el mande del pundonoroso margariteño coronel
José Joaquín Maneiro. El mismo Morillo se encargó de escribir sobre la valiente
actuación de los margariteños: “La retirada la verificaron con el mayor orden,
y no hubo mata ni árbol en que no se sostuvieran con tanto valor como las mejores tropas”. Morillo
además recibe el refuerzo de mil doscientas plazas del coronel Juan de Aldama, y se inicia la ocupación de toda la
isla. Dice Bartolomé Tavera Acosta, que en: Los Varales, Porlamar, El Valle, Pampatar, Caranta, Pan de Azúcar,
El Calvario, Libertad, El Mamey, Asunción, La Raya , Matasiete, Copey, Los Robles, Portachuelo
de Tacarigua, San Juan, Juangriego,
puede decirse que no hay palmo de tierra margariteña, donde sus hijos no le
disputaran el triunfo a sus contrarios”.(76)
Todo acabó para Morillo después de la
voladura del fuerte de Juan Griego donde se inmolan con las fuerzas realistas
los patriotas Manuel Salazar y Juan Fermín, y la derrota en la cumbre inmortal
de Matasiete el 31 de julio de 1817.
Morillo lleno de rencor regresa a
Cumaná y ordena incendiar los pueblos de Cumanacoa, San Fernando, Aricagua y
Arenas, y sale con sus menguadas fuerzas hacia Caracas, mientras que Canterac
es enviado hacia el Perú.
El 31 de diciembre de 1817 Bolívar
inicia la campaña del Guárico y avanza hacia Caracas. Bermúdez no puede acudir
a la cita con Bolívar, porque Mariño, con tropas margariteñas y de Cumanacoa
vuelve a la provincia de Cumaná, desacatando la orden del Libertador y Bermúdez
se ve obligado a enfrentarlo.
Los sucesos se precipitan: Bolívar
organiza el gobierno en Guayana, convoca a elecciones, funda el Correo del
Orinoco, llegan refuerzos de diferentes nacionalidades, sobre todo ingleses.
Decide atacar al Virreinato de la Nueva Granada.
Bolívar comisiona a Santander para preparar la marcha del ejército sobre
Bogotá, atravesando la cordillera andina; da órdenes a Páez, Anzoátegui, Zaraza, Sedeño, Monagas, para concentrar sus
fuerzas en San Juan de Payara.
BOLIVAR LLAMA A SUCRE.
Al comenzar el año 1820, Bolívar
ordena el traslado de Sucre al Cuartel General Libertador asentado por entonces
en el bajo Apure, y ambos jefes se encuentran en el río Arauca. Sucre le escribe a Soublette: “En la mitad del camino de San
Juan a Achaguas encontré al general que
me hizo regresar con él a Angostura…” (76)
Sucre
da poca importancia a este encuentro, sin embargo veamos cómo nos lo
cuenta Don Ángel Grisanti, después de pasar por el tamiz de los chismes:
“En 1819 el
Libertador goza de la plenitud de sus facultades intelectuales y del esplendor
de su genio político. Asombra al mundo y
eclipsa las proezas de los más grandes guerreros de todos los tiempos, remontando
triunfalmente el páramo de Pisba, con tropas de tierra caliente y sin equipo de
invierno.
Con genial
estrategia y asombrosa táctica sorpresiva había triunfado en Gámeza, Pantano de
Vargas y Boyacá. Y uno de sus sueños más hermosos era una radiante y
gloriosa realidad: Nueva Granada era ya
independiente.
Y realizado
ese sueño venturoso, tornó a Angostura, en Venezuela, resuelto a plasmar, como un Dios, el ancho mundo gran colombiano. Viene por los
llanos, “tierra ancha y tendida, toda horizontes como la esperanza; toda
caminos como la voluntad”.
Navega
luego sobre el Orinoco, alígero y triunfante como el Dios de las aguas. Regresa
redactando por entre las selvas salvajes de Guayana, el más profundo, elevado y
perfecto de sus documentos políticos: su mensaje al Congreso de Angostura.
En sus
pupilas fulgurantes destellan los reflejos de gloria de las grandes victorias.
Rebosante de júbilo, el corazón pletórico le ensancha el pecho angosto. La
euforia del triunfo lo posee. Ríe, y su risa riza las aguas caudalosas de aquel
“mar de agua dulce”. (77)
“Entre
tanto en el Congreso de Angostura, en el cual había puesto él la salvación de su genial concepción política
y la estructuración constitucional de la Gran Colombia , los
diputados partidarios de Mariño y Arismendi atacan con encono su política;
piden su destitución, le acusan de arbitrario. Propagan que a fracasado
militarmente en Nueva Granada; que la derrota sigue sus pasos, y él ha dejado
marchitar los laureles que la victoria
había colocado sobre su frente portentosa. Su hegemonía se tambalea. Arismendi a sido sacado de la cárcel y es
nombrado Vice-Presidente de la
República , como paso previo para asaltar luego la Primera Magistratura.
Los
fulgurantes reflejos de gloria han huido
ahora de sus pupilas de fuego. Nubes negras se agolpan en sus ojos fijos, y la
“bilis negra” que tan injusto lo convierte a veces, parece haber minado su
organismo. Una lividez espectral cubre
su faz. El Libertador está sombrío. El mar de agua dulce se le ha convertido en
mar de agua salada y amarga. En alas del misterio han llegado a sus oídos los
funestos acontecimientos de Angostura. Un sigiloso mensajero se ha llegado
seguramente hasta su improvisado campamento
ribereño.
Medita
cejijunto y hosco. Los orientales, parece pensar, son incorregibles. Estos
demagogos han convertido el gran
colombiano Congreso de Angostura en un Congresillo de Cariaco. El cruento
fusilamiento de Piar fue, pues, inútil. El sometimiento de Mariño es una farsa.
(Bolívar es unitario de alma y cuerpo. Los explicables, por tradicionales,
sentimientos de federación de los
Caudillos de Oriente, no se los explica ni los comprenderá jamás el Libertador.
Y el joven
Sucre, oficial cumanés a quien tanto ha distinguido y que debe estar con Bermúdez y surgió con
Mariño ¿estará mezclado en estos desórdenes y en connivencia con su antiguo jefe? Y, de repente, divisa una curiara que navega
aguas arriba.
-¿Quién
viene en esa curiara? –pregunta.
-El general
Sucre -responden.
Y en el
volcánico pensamiento del Libertador la sospecha se convierte e realidad y
hecho consumado. El joven Sucre ha sido
ascendido por el gobierno faccioso. Sucre ha seguido, no cabe duda, el
tortuoso camino de sus antiguos
conmilitones.
Y el
Libertador, como impulsado por un resorte, salta y grita fuera de si: No hay
tal general Sucre.
La curiara
que conduce al futuro Gran Mariscal de
Ayacucho atraca. Sucre se explica. El Vice-Presidente señor Zea me ha ascendido al grado de
general de Brigada, quizá exagerando el
valor de mis servicios a la causa de la Patria ; pero yo no he
aceptado el ascenso sino
provisionalmente, constreñido por las necesidades de la guerra. Nunca pensé
aceptarlo sin la ulterior y
definitiva decisión de Vuestra
excelencia.
Mi
hermano Gerónimo ha escrito a V. E. tres veces, en su nombre y el mío,
pidiéndole incorporarnos al ejército bajo sus inmediatas órdenes. Hemos hecho
también todos los empeños que nos han sido posibles a fin de que
el señor Vicepresidente Zea nos permitiera el pase al ejército de
Vuecencia, y no hemos podido lograrlo, a pesar de los esfuerzos nuestros y de
nuestros amigos. Repugna a nuestro espíritu de orden los desordenes que se han
sucedido últimamente en Angostura, que ponen en peligro la independencia de la Patria.
Bolívar
abarca entonces en toda su grandeza la talla moral del joven guerrero que tiene
delante; se compenetra de la lealtad a toda prueba que le profesa, y de que,
aquel patriota integérrimo no se ha mezclado en las conjuraciones de Angostura.
Abraza efusivamente al joven paladín, cuyas múltiples facultades ponderará poco
después en Cúcuta, y resuelve sacarlo a la luz convencido de que algún día
rivalizará sus glorias.
Y de
aquella tempestad inicial, oportunamente despejada, y gracias a aquel ígneo
resplandor de relámpagos, se fundieron para siempre jamás dos almas
gemelas en la gloria, en la vida y en la
muerte”. (78)
BOLIVAR
Y SUCRE UNIDOS PARA SIEMPRE
“A
comienzos de 1820 Sucre fue llamado al
cuartel general Libertador asentado en Apure desde 1819, cuando Bolívar había
unido sus tropas con las de Páez en Matecal Entre San Juan de Payara y la isla de Achaguas, se produce la
unión de Sucre y Bolívar, con qui camina hasta Angostura, de aquí a San Juan,
en donde recibe el encargo el día 16 de enero de ir a las Antillas a comprar
armamento. En abril regresa de su misión y marcha con parte del armamento
adquirido, a Cúcuta y Santa Fe, habiendo dejado la otra parte en Angostura”.
(Sucre en la memoria histórica. De Antonio Vargas Ramírez y otros)
Desde
aquí Bolívar envía a Sucre a formar una escuadrilla para trasladar el ejército
y proveerle de víveres con el nombramiento de de Jefe al Servicio de Oriente y
Guayana. Sucre cumple el mandado con
toda exactitud y eficiencia y le
escribe a Soublette:
“Para el mantenimiento de las tropas
que Ud. conduce, he contratado con el comandante de este punto cien pesos de
casabe y algún dulce, y con el coronel Torres en Moitaco la adquisición de otros
ciento…” (79) En otra carta: “En el bongo Orinoco bajaron 500 arrobas de
carne salada para Santa Cruz de las que
había aquí…Dejo la orden a este comisionado, que cuanta sal pase por aquí la embargue sin excepción alguna…” (80). Nada
se escapa al genial subalterno y todo lo
hace con impecable orden, valor y constancia.
Bolívar deposita toda su confianza en Sucre,
se da cuenta de lo que promete aquel joven oficial de 25 años; lo manda a las Antillas a comprar fusiles,
plomo y sables, para lo cual le entregó 80.000 pesos que trajo Santander, con
las siguientes instrucciones:
“El Teniente Coronel Gómez entregará a
U. S. 60.000 pesos en oro y plata de la India. Esta cantidad la empleará U. S. del modo
siguiente:
Primero.- Si hay una esperanza inmediata,
o han llegado ya a Angostura tres o cuatro mil fusiles, los entregará U. S. al
gobierno; pero si no han llegado ni se
esperasen, marchará U. S. inmediatamente con ellos a las Antillas a emplearlos
en fusiles, sables papel, pólvora y plomo.
Segundo.- U. S. está encargado de mandar y conducir a
Cundinamarca, por lo menos cuatro mil fusiles, y hasta diez mil o doce mil, si
hubiesen llegado o estuviese por llegar.
Tercero.- Llevará igualmente mucho papel, trescientos
sables con tiros (que los hay en el almacén)
limas de todas especies, acero y
la pólvora que se pueda conducir.
Cuarto.- Para estos gastos y los demás que sean
necesarios para la conducción de dichos efectos, tomará U. S. la cantidad a que alcance el valor de estos
gastos, de los 60.000 pesos de que va encargado, siempre que el gobierno no
tenga los medios necesarios para suministrara estos objetos.
Quinto.- U. S. está autorizado completamente por mí,
para usar el dinero que se le a confiado, y todos los oficiales, buques,
caballos, bogas y víveres que sean indispensables para llevar a Cúcuta y Santa
Fe los elementos de guerra ya mencionados además llevará U. S. trescientas o
cuatrocientas varas de paño azul,
encarnado o verde, o de otro color de uniforme, y botones de ordenanza.
Sexto.- Recibirá U. S. del Capitán Machado, todo el
dinero que conduzca de Cundinamarca, y lo agregará a la cantidad de que va encargado, entregándole el
competente recibo; sirviendo de orden
para la entrega, la manifestación de este artículo.
Dios guarde a U. S. muchos años.
Cuartel General en San Juan de Payara,
enero 16 de 1820. (81)
Sucre las cumple al pie de la letra.
Para el 29 de febrero ya le escribe al
Libertador dándole razón de su cometido: “…le diré a V. E. que aquel conduce a la disposición de
V. E. 1600 fusiles, 90 quintales de pólvora, 90 de plomo, 24 mil balas, 10.000
piedras y 112 resmas de papel. (82)
Y a Santander en una larga carta del 7 de marzo, le dice: “Mañana salgo al mar, ya en busca del armamento que debo
llevar a Santafé; y si mis medidas anticipadas y mis esperanzas no son
frustradas, creo que en 30 o 35 días estoy de vuelta en Angostura, si no con
6000 fusiles, con 4000 al menos, y otros
objetos de guerra” (83).
Y el 23 de abril le escribe al
Libertador: “… el 15 del presente he regresado de las Antillas de la comisión
que V. E. me ha confiado; y vienen conmigo 4.232 fusiles, sables de dragones y
de oficiales, papel, limas cuero, paños
y los demás artículos encargados por V. E. para el Departamento de
Cundinamarca. (84)
SUCRE
EN 1820 JEFE DEL ESTADO MAYOR GENERAL DEL EJERCITO LIBERTADOR
La carta que define su actuación antes
de su nombramiento como jefe del estado
mayor general del ejército Libertador,
es del 9 de octubre de 1820, dirigida al subjefe del estado mayor
general, que dice:
“S. E. desea que el batallón Bogotá,
sufra lo menos que sea posible en la marcha, a fin de que llegue completo al
cuartel general, y considerando que debe en estar ya en los vales de Cúcuta,
previene a V. S. que lo haga descansar antes de emprender una nueva marcha.
Por las órdenes comunicadas a V. S.
anteriormente, este cuerpo aunque haya llegado no habrá seguido sin que estén
preparadas en el tránsito las raciones que debe consumir, puesto que sin esta
medida sería exponerlo a perecer
como se ha indicado. Si como se cree no
a salido, dispone S. E. que marche el
batallón Anzoátegui tomando de los víveres que haya en las jornadas, los que
necesite hasta llegar al cuartel general , y que se procuren nuevas raciones
para el Bogotá que seguirá pocos días después del Anzoátegui.
Siempre se adelantaran los oficiales
itinerarios que soliciten con mucha anticipación la comida de sus cuerpos, lo
cual se observará también cuando hayan
de venir Tunja y Vargas, que aunque dan
más tiempo a prevenirle víveres, también encuentran el camino con menos recursos. Estos oficiales comprarán
todas las alpargatas que hubiese y harán construir las que necesitaren sus cuerpos.
Los jefes de los batallones serán bien
instruidos de las medidas que debe tomar
para impedir la deserción, en lo que pondrán el mayor celo; harán las marchas
lentas pero con los descansos absolutamente necesarios; conservarán el mayor
orden y serán advertidos de la recomendación que merecerán, presentando sus
cuerpos con las menores faltas posibles.
Los batallones vendrán completamente
municionados, y con ellos se remitirán, o antes si fuere dable, todas las
municiones que se estén elaborando y que vayan elaborándose y que vengan de
Apure, anticipando los avisos necesarios al gobernador de Mérida para que disponga los bagajes que
ira a recibirlos en el puente de Chama;
que vengan también muchas alpargatas y que se construyen siempre más.
Inste V. S. nuevamente por la marcha
de los batallones Tunja y Vargas para primeros de noviembre pero cada uno con 1000 plaza, pero buenos y
fuertes; que esté perfectamente
equipados porque ninguna falta
podrá repararse aquí. V. S. hará responsable
a sus comandantes generales de aquellas provincias, del cumplimiento de
esta orden de S. E.
Repita V. S. las solicitudes de dinero
al Excmo. Señor vicepresidente de Cundinamarca, y que estas solicitudes sean
reiteradas. De V. S. órdenes continuas
para la venida del ganado a los comisionados en Guasdualito, Guaca y
Santa Bárbara, pues cada vez se hace más difícil el mantenimiento del
ejercito a que solo puede bastar mucho ganado cuando no hay dinero bastante para comprar el pan a los precios
excesivos que se consigue.
Ya debe haber llegado a Guasdualito el
coronel Encinoso: que el armamento que conduce suba volando a San Cristóbal
para armar los cuerpos que ha de venir
para el ejército. El coronel Vélez remonta el Arauca con 2000 fusiles; que se
traiga también a San Cristóbal.
El batallón Anzoátegui recogerá todos
los atrasados de los cuerpos de la Guardia desde la Grita hasta
aquí. Los hará veni con mucho cuidado.
Luego que el señor general Urdaneta
esté mejorando de de sus males, que venga el Dr. Foley acompañándolo.
Tengo el honor de comunicarle a V. S. esta disposición de orden de S. E.
Dios &. Sucre.
Un oficial con esas cualidades no
podía pasar desapercibido al Libertador; de inmediato se da cuenta de sus
talentos, de la necesidad que tenia de sus servicios. Era necesaria la
organización minuciosa del ejército; necesitaba un oficial que se ocupara de
preparar y hacer el seguimiento de sus planes, de instruir y dar órdenes con la
discreción necesaria a los altos jefes
de la revolución, ni él mismo podía hacerlo sin causar trastornos y resquemores.
Sucre era un genio de logística y de la
diplomacia, en él era un don natural.
SUCRE MINISTRO
Por otra parte, su honestidad, el
sentido del honor, su patriotismo, su valor, toda su personalidad. Las cuentas de Sucre, publicadas en sus
memorias, dan razón de la diligencia y la prudencia empleadas en la ejecución
de la delicada misión que le encomendó;
y de la inversión de los dineros,
para él sagrados, que escrupulosamente
utilizó según las órdenes del
Libertador.
Manuel Alfredo Rodríguez, en el
prólogo del libro “Sucre en la memoria histórica, dice: “La brevedad e
intensidad de la vida de Sucre –tan solo 35 de tránsito vital- lo asemejan a un como flamígero cometa cuyo
rastro de luz no se desvanece a través de las edades. Siempre sorprenderá –valga
el tópico- que una vida tan corta haya
sido tan pródiga en admirables ejecutorias. Admira sobremanera que el ritmo de
esa juventud estuviese acompasado por un
sentido de misión y una cabal aceptación
de los deberes inherentes a la asunción y el desempeño del cometido. Fue jefe con la naturalidad de quien había aprendido, desde sus días de muchacho recién alistado, el conocimiento del arte
militar y el ejercicio del don de mando”. (85)
Tan entusiasmado quedó Bolívar del desempeño de Sucre, que respondió a Daniel Florencio O’Leary, que
preguntaba por él: “Es uno de los mejores oficiales del Ejército; reúne los
conocimientos profesionales de Soublette, el bondadoso carácter de Briceño, el
talento de Santander, y la actividad de Salóm; por extraño que parezca, no se
le conoce ni se sospecha sus aptitudes. Estoy resuelto a sacarlos a la luz,
persuadido de que algún día me rivalizará”. (86)
Entre tanto pasaban cosas en el mundo.
En España hay movimientos derivados del movimiento constitucionalista; el 19 de abril de 1820, Fernando VII Rey de
España, envía una proclama a los
americanos, en vista de haber firmado la Constitución de
Cádiz, en la cual invoca sus sentimientos generosos y clama por la paz.
“Desesperanzado Fernando –dice
Yánez- que Morillo pacificase la Costa Firme , destinó
un formidable ejército a las órdenes del Conde del Abispal primeramente, y
después del Conde de Calderón Don N. Callejas, aquel Callejas que por matar y
cortar orejas como Zuazola había sido antes hecho Virrey de México por la Regencia , cuya expedición
quedó sin efecto por la insurrección de la tropa en vísperas de dar la vela.
Don Rafael Riego destinado con su batallón
de Asturias para venir a la
América fue el primer móvil
y el autor principal de la
insurrección: en el pueblo de San Juan de las Cabezas proclamó la libertad de
España y la Constitución
decretada por las Cortes en 1812, siendo su primer paso el arresto del General en Jefe del Ejército de Ultramar y su remisión a la isla de León
donde se hallaba el grueso de éste. Con
su batallón y alguna poca gente que agregó a él
corrió por los pueblos de Andalucía que repitieron y aclamaron la Constitución , y con
tanto entusiasmo que Fernando hubo
también de proclamar y jurar la dicha Constitución. La resolución de Riego fue sostenida en la isla por Quiroga y otros
tres más, de modo que estos cinco se
llamaron los héroes de la revolución del 20” (87).
De resultas de la revolución de Riego
y Quiroga, no pudo zarpar de España la flota pacificadora, pero si llegó la paz
ofrecida graciosamente por su Majestad a través de Morillo, incapaz de obtener
una victoria por las armas, deviene en
ofrecer un armisticio.
Bolívar conoce muy bien lo que está
pasando en España, sabe de la derrota de los ejércitos del Rey por las fuerzas de Riego y Quiroga; sabe que
Morillo trata de asimilar estos hechos y busca un armisticio. En efecto, en
junio Morillo se dirige al Congreso
reunido en Angostura, y propone el cese de las hostilidades. El 20 de Junio
desde Valencia, se dirige a Bolívar y le envía dos comisionados, Don Francisco
González Linares y Juan Rodríguez del Toro, con proposiciones de paz.
Sucre llegó a San Cristóbal el 27 de
agosto de 1820, el Libertador salió para Cartagena. Sucre le escribe:
“Mi apreciado General, ayer he llegado
aquí y he sentido no tener el gustos de
verlo, pero informado por el General Urdaneta de su pronta vuelta, me felicito
de verlo en breve triunfante de la empresa
de Cartagena.
Me ha instruido Urdaneta de mi destino
y espero la llegada de los cuerpos que
se me encargan para dedicar mi poca utilidad a su instrucción y al mejor
servicio; en tanto anticipo a Ud. las
gracias, especialmente por estar satisfechos mi deseos de seguir la campaña en el ejército que Ud. mande personalmente.
Adiós mi querido General, reciba Ud. mis saludos y la sinceridad afectuosa con
que lo ama su apasionado amigo, obediente servidor-. A. J. Sucre.
La prudencia, la oportunidad y la
constancia, estaban del lado de Sucre.
Por enfermedad de Briceño Méndez, el 27 de setiembre el Libertador lo
nombró Ministro interino de Marina y Guerra; y con este
carácter lo acompañó en la campaña para
ocupar Mérida y Trujillo.
El Cronista de Mérida, hace un preciso
estudio del trabajo de Sucre en los
Andes, dice:
“A mediados de 1820 el Libertador abre
operaciones sobre los andes venezolanos
con el contingente de tropas denominadas “La Guardia colombiana”. Bolívar encomienda su
jefatura a Urdaneta y a Sucre. Es la primera vez que pisa las montañosas
tierras del occidente venezolano. Las enfermedades de Urdaneta y Briceño Méndez
llevan a Sucre a ocupar el cargo de Ministro interino de guerra y la jefatura
del Estado mayor libertador “cuyo destino desempeñó con asombrosa actividad”
según testimonió el propio Bolívar.
Sucre conoce los Andes por el Táchira
procedente de Guasdualito, vía Cúcuta. El ánimo era muy bueno según lo expresa
el mismo en carta al Libertador fechada
en san Cristóbal el 28 de agosto de 1820: “En tanto anticipo a Ud. las gracias,
especialmente por estar satisfechos mis deseos
de seguir la campaña en el
ejercito que Ud. mande personalmente”.
El 21 de septiembre llegó el Libertador
a la villa de Don Juan de Maldonado. Y el 27 del mismo mes firmó el
decreto en el que le confía a Antonio José de Sucre los Ministerios de Marina y
Guerra por enfermedad del titular
coronel Pedro Briceño Méndez.
El 29 y el 30 se septiembre está Sucre en Bailadores desde donde oficia
como titular del Ministerio de Guerra.
Al Alcalde de Bailadores le comunica “que haga publicar un bando
previniendo a los vecinos que vuelvan a sus casas bajo la seguridad que el gobierno les ofrece a fin
de que dedicándose a sus trabajos pueda fomentarse esta jurisdicción de los
males que ha sufrido durante la permanencia del enemigo.
Debió entrar juntamente con el
Libertador a Mérida el primero de
octubre a las once de la mañana, acompañado del estado mayor “entre las
aclamaciones y aplausos de un pueblo que
ha justificado siempre sus sentimientos patrióticos”, como escribe el propio
Sucre. Buenas referencias tenia de la
ciudad serrana. No sabemos si se alojó en la misma vivienda que era la del
coronel Rangel.
Apenas cuatro días permaneció el
General Sucre en la ciudad de Mérida, los mismos que el Libertador, pues el objetivo era llegar cuanto antes a
Trujillo. La campaña a través de los Andes había sido relativamente fácil, pues
los realistas se daban a la desbandada cuando se enteraban de la cercanía de las fuerzas patriotas.
La situación de toda la ruta era
desastrosa. Sucre escribe el 2 de octubre desde Mérida al señor jefe del estado
mayor general “que todo el territorio entre Cúcuta y Ejido está exhausto de todo medio de
subsistencia y que por tanto es necesario que las tropas traigan su
mantenimiento”. Y al vicepresidente de Cundinamarca le expresa: “la permanencia
de una división enemiga e estos lugares por más de un año han agotado de tal
manera los medios de subsistencia que las familias mismas del país han
estado y están a perecer, y con sus solicitudes
apenas se ha conseguido en cada pueblo
un poco de pan para racionar la tercera parte de la división. Si
afortunadamente no su hubiese traído algún ganado, abría sido imposible la
marcha o estarían disueltos los
cuerpos“. Más adelante añade: “el territorio esta tan destruido que hacer la menor exigencia a los vecinos
sería quedarnos sin un hombre que trabajase
ni que nos proporcionase un pan”.
Su sagaz espíritu de militar analista
le lleva a afirmar que no se debe buscar
a Morillo para exponerse a una batalla sin todas las probabilidades de ganarla.
“Nuestra actitud (de espera) los obliga (a los realistas) a la paz. Las marchas de los batallones deben ser
lentas y descansados para que la tropa
se conserve contenta y sin enfermar porque las raciones son escasas” (88).
ARCHIVO DE SUCRE.
El mismo día 27 de septiembre de 1820, Sucre abre un archivo o libro,
conocido como “COPIADOR”, donde
trascribe la correspondencia de su ministerio. Se insertan en él 27 oficios y 2
proclamas del Libertador, que han venido a ser el mejor texto de historia de
aquellos acontecimientos. Sucre trabaja incansablemente en los planes de
Bolívar, que lo prevé todo con vista a
Carabobo; y en tratar con Morillo
El Armisticio y el Tratado de la Regularización de la Guerra. Veamos algunos
textos:
El 7 de octubre desde Trujillo, Sucre
le escribe a Santander, Vicepresidente de Cundinamarca: “Una rápida marcha sin
perder un hombre, ha libertado las dos patrióticas provincias de Mérida y Trujillo. El 2 entró la guardia del Libertador en
Mérida…”
En esa carta narra con detalles la acción de los coroneles Rangel,
Gómez, Infante y Segarra, que pasaron el páramo de Mucuchíes y derrotaron a la
vanguardia de la 3° División Real, y le tomaron todo el parque. Los detalles de
la toma de estas provincias se conocen con exactitud gracias a las cartas de Sucre.
El 8 de octubre vuelve a escribir a
Santander, pidiendo recursos de
Cundinamarca para el ejército y dando
una visión logística de la situación
y la ubicación de las diversas fuerzas,
para atacar y derrotare a Morillo.
El 9 de ese mismo mes, en carta para el subjefe de Estado Mayor, se
ocupa de la ubicación del Batallón Bogotá y el Anzoátegui, en Cúcuta.
Le
toca actuar en el delicado asunto del valiente mayor Leal, comandante
del batallón Tunja, acusado de conducta incorrecta, por lo cual es enviado a
campaña para rescatar su honra, para lo cual escribe al Vicepresidente de
Cundinamarca.
El mismo 9 le escribe al General Páez:
“Han llegado a manos del Libertador las comunicaciones de 6 de setiembre que V.
S. dirige al señor General Urdaneta con los números 1, 2, 3, 4,5. S. E. aprueba
la contestación de V. S. al brigadier Morales, aplaude la que ha dado al
comandante Guadarrama, y queda en cuenta de las noticias del comandante Torralba a quien V. S. habrá
empleado con su guerrilla como haya juzgado conveniente… Dirijo cerca de V. E.
a mi edecán el teniente coronel Ibarra para que a la voz le instruya a V. E. de la situación del ejercito, de las
disposiciones para la reunión de todos los cuerpos, de nuestras ventajas y de las operaciones que V. E. debe ejecutar hasta incorporárseme
en Guanare. (89)
El 10 de octubre, la importante carta
de Bolívar a Bermúdez: “Al aproximarse este ejército y el de Apure sobre las
provincias enemigas en el mes entrante,
va a quedar descubierta la espalda de Caracas, porque las fuerzas de Morillo no
son suficientes a oponérsenos. V. S. va
a ocupar aquella capital indefectiblemente en los primeros días de diciembre
porque es la ocasión más ventajosa, más
fácil y más segura de lograrla. Es una operación que dará a V. S. la mayor
gloria y que será el golpe mortal del
enemigo”. (90)
En la misma fecha Bolívar escribe al
Jefe del Estado Mayor General, en
relación con la reunión de las fuerzas:
ordena que el batallón Anzoátegui venga al cuartel General recogiendo en
el tránsito los destacamentos de La Grita y Bailadores; que dos días después siga el de Bogotá con
marchas lentas; que vengan los de Tunja
y Vargas bien equipados. Prevenga al jefe
de Guadualito que suban a Teteto los fusiles que trae el coronel Encinoso.
El 18 de octubre, todo esta preparado
para accionar sobre Carabobo, y Bolívar escribe al Vicepresidente de Venezuela
dándole detalles: “El ejército del Norte, el ejército de occidente, el de oriente, todos los
ejércitos de la republica, todas sus tropas
van a decidir en una vez la libertad del país y para que sea pronta y
feliz han de ser simultáneas las operaciones. Todos los cuerpos tienen órdenes
de movimientos; para asegurar el
suceso he pensado la utilidad de una expedición sobre las costas de Curiepe. En Margarita se hallan muchos
soldados de los cuerpos de English y
D’Eevreux que quedaron en hospitales, y
deben agotarse las otras tropas y recursos del país para verificar la
expedición”. (91)
El 26 de octubre Bolívar escribe al
General Pablo Morillo sobre el Armisticio, y después de disculparse por no
haber podido realizar la entrevista en Apure, le dice: “Daré a Ud. una idea
de las bases que propongo para el armisticio. Con el objeto de que si
son asequibles mande V. E. sus
diputados a tratarlo y concluirlo en mi
cuartel general.
1.- Habrá un armisticio general de 4 o
6 meses e todos los departamentos de
Colombia.
2.-
Este ejército ocupará las
posiciones en que se encuentre al acto de la ratificación del tratado.
3.-
La División
de la Costa tomará posesión de las ciudades de santa marta, Río Hacha y
Maracaibo, sobre las cuales están
enmarca, y probablemente debe rendirlas
4.-
La división de Apure tendrá por línea divisoria todo el cerro de la Portuguesa desde donde le entra el río Biscucuy hasta el Apure cuyas aguas
también la dividirá del territorio español: por consiguiente toda la provincia
de Barinas y el territorio de Guanare abandonados ya por los españoles, será
ocupado por nuestras armas.
5.-
La división del Oriente conservará
el territorio que ocupe al acto
de la ratificación del tratado.
6.-
La división de Cartagena conservará las posiciones que ocupe al acto de
la ratificación del tratado.
7.-
La división del Sur conservará el territorio que haya dejado a sus espaldas en su marcha a Quito, y conservará las
posiciones en que se encuentre a la notificación del tratado.
Si alguno de estos artículos pareciese
a V. E. contrario a los intereses de España
y no sea por consiguiente admisible, suprimiremos dicho artículo o artículos
dejando por aquella parte
abiertas las hostilidades. (92)
Para tratar con Morillo Bolívar nombra
una comisión formada por Sucre, Pedro Briceño Méndez y José Gabriel Pérez;
Morillo nombró a Ramón Correa, Juan Rodríguez de Toro y Francisco González de
Lima.
El 23 de noviembre les escribe desde
Sabana Larga: “Señores comisionados:
He recibido anoche las notas
respectivas que se han pasado las comisiones de los dos gobiernos. Apruebo la
contestación que VV. SS. han dado a los señores negociadores del gobierno
español Contestaré a los artículos
dudosos. El armisticio no debe durar más
que seis meses, prorrogable como se ha contestado. Los límites no pueden ser
otros que los de la provincia de Caracas. El artículo 5° es negado. Los
artículos 6°,7° y 8° concedidos. El 9° se acepta con placer, y para el 10°
autorizo a VV. SS. para que, conforme al derecho gentes más lato, entablen y
concluyan un tratado con los negociadores del gobierno español, a fin de evitar
a la humanidad el sacrificio que hacen de ella
los gobiernos beligerantes.
Propongan VV. SS. que todos los prisioneros sean canjeables inclusive
los espías, conspiradores y desafectos, porque en las guerras civiles es donde
el derecho de gentes debe ser más
estricto y vigoroso, a pesar de las prácticas bárbaras de las naciones antiguas. En todo caso, nos
quedará el honor de haberlo pretendido. Dios Guarde a VV SS. Muchos años.
En Noviembre, Sucre se dedica casi por completo a trabajar
sobre el armisticio, y el 13, en compañía del coronel Ambrosio Plaza, se
entrevista con Morillo en Humocaro Bajo.
Después de esta primera entrevista con Morillo, Sucre se dirige a Macoy,
Cuartel General, para informar a Bolívar
sobre todo lo tratado.
El 25 de noviembre le escribe desde
Trujillo:
Mi general: Llegó Álvarez ayer a las
diez y fuimos luego a casa de los
comisionados, en consecuencia de lo que expresaba en oficio a Vd. Con él
estábamos procurando arreglar nuestros negocios conforme a éste, cuando llegó
Medina a las doce con su última
comunicación aprobando las líneas
pedidas por nosotros. Sin hacerlo entender a los comisionados, dejamos
la cosa como estaba.
Vd. Creyó sin duda que el Manapire quitaba una
parte del nuestro territorio en el
Oriente; y nosotros cuando lo demarcamos como línea divisoria con el plano a la
vista, vimos muy bien nuestras posiciones fuera de ella.
No ha venido aun la contestación de
Morillo ahora que son las 6 de la mañana; pero la esperamos de uno u otro
momento. El señor Correa y demás se prometen que quedará exactamente convenido
en nuestras últimas proposiciones; si hubiere embarazos se arreglará que nos
estemos en nuestras actuales posiciones, conforme Vd. dice que estipulemos en
último caso.
Álvarez me dice de parte de Vd. que
tratemos de abreviar este asunto, el cual lo habíamos detenido expresamente
porque así lo previno Vd. a Briceño. Se
apurará a concluirlo, aunque sea necesario que uno de nosotros vaya casa de Morillo, y aunque Vd. al aprobar
esto no envía el poder para que este comisionado pueda terminar las cosas con aquel general: yo pensé que lo
hubiera dicho Vd. siquiera en el oficio. Yo estoy desesperado porque se concluya la cosa esta, para que
resolvamos lo que deba hacerse en cualquier caso.
El Dr. Foley no pudo irse ayer, pero
lo hace ahora: Álvarez y Medina saldrán a las 7 porque almorzarán y veremos si en tanto llega la respuesta de
Morillo para que la lleven.
Ayer me ha hablado el señor Correa con
mucho aplauso de Vd.: el pobre antes no había podido ni hablar con sus enfermedades, es un excelente
hombre. Se me ha extendido mucho en sus conversaciones sobre la felicidad que
debe prometerse este país independiente,
dirigido por un buen gobierno, y me ha dado sus pareceres para la política y
policía que es necesaria a contener el bajo pueblo. Linares me ha hablado
tanto, que me ha asegurado piensa ver en Caracas se haga una junta de
notables para que nombren un
diputado a la corte (a más de los diputados en cortes) que vaya a
manifestar la situación de este país y la necesidad de conocer la independencia. Agrega que él hará el
sacrificio de separarse de su familia y tomar el encargo de uno de estos
comisionados. Adiós mi querido general. Sucre.
Vuelve a escribirle ese mismo día: “Mi
general: Son las nueve y venimos de casa
de los comisionados. Contestó Morillo insistiendo en sus líneas demarcatorias por la primera nota y
concediendo nuestro paso franco por
Barinas, en cuya capital quedaría un comandante militar de ellos con un
asistente para facilitar nuestras
comunicaciones: que pasarán nuestras tropas
por el territorio español de Maracaibo acompañadas de un oficial español; que la línea de Guanape a Unare y
seguido la corriente de éste, es la natural de aquel país: que el artículo 5°
se entienda solo a la devolución de
desertores con la condición de no ser castigados, y que el tratado de
regularización de la guerra sea conforme a los principios de las naciones más
civilizadas. Paree que por fin Morillo ha dado a ellos autoridad para terminar
la negociación.
Después de las negociaciones se ha
convenido que el Apure a Santo
Domingo por Barinas, Boconó, y línea
divisoria de Trujillo a Caracas sea nuestra demarcación, con la condición de
que en la ciudad de Barinas no haya cuerpos de tropas sino nuestro
comandante y caballería (peones)
necesarios para el transporte de nuestras comunicaciones y recursos. Yo quise negar esta condición,
pero Briceño y Pérez me han dicho que a nosotros no nos importa nada que haya tropas en la ciudad cuando, podemos ponerla en los
pueblos inmediatos; además han
considerado la condición sobre Carache
que nosotros reclamamos: que las guerrillas que haya en nuestro territorio, al
lado acá de Santo Domingo, y las nuestras en el de ellos, se reúnan a sus
ejércitos respectivos si quiere hacerse,
y si no, queden en sus casas si son como vecinos, como simples
ciudadanos desarmados con toda libertad y respeto. En el alto llano
será la línea que ellos a propuesto,
debiendo en caso que haya tropas
nuestras entre Unare y Guapo, indemnizarnos con pueblos al otro lado del Unare
sobre la costa de Barcelona. El artículo 5° tuvo muchas discusiones y se ha
convenido dejarlo en silencio porque los comisionados dicen que no quieren contradecir a Morillo
que insta sobre esto. Sobre Maracaibo es cosa justa su condición; pero nosotros
tendremos el comercio de la laguna
franco aun para el exterior del país. Todo lo demás esta corriente.
Briceño ha quedado con ellos para redactarla
negociación, que será firmada hoy, y nosotros demoraremos algo hasta la noche por si Vd. nos observare alguna falta contra
los intereses el país. En toda la noche irá a Vd. el tratado de
armisticio para su ratificación, a ver
si Linares sale con él al amanecer en
busca de la ratificación de Morillo. En el tratado se habla con mucha claridad
y exactitud, y Vd. lo verá luego. El señor Linares interesa en salir al amanecer.
El general Morillo ablando a estos
señores les dice que, concluido el armisticio, vean si Vd. quiere permitir ir a
Sana Ana para darle un abrazo; que vendrá el día que Vd. señale y del modo que
indique, pues su deseo es conocerlo y presentarle personalmente su amistad
particular. Estos señores me dicen que
pida a Vd. Contestación para que el
señor Linares la lleve a Morillo,
expresando, en caso de acceder, el día en que Vd. irá a Santa Ana, &, No me
atrevo ni a indicar mi opinión sobre esto; Vd. verá que hace. Yo creo a esos
señores de buena fe, mas Vd. es el jefe de nuestro gobierno. Parecía mejor que
Morillo viniera a Trujillo donde hay alojamiento y comodidades, &. &.
El tratado de Regularización de la
guerra lo propondremos hoy, tan
generoso, liberal y humano como Vd. lo
desea.
Álvarez queda aquí para llevar a Vd. el tratado para su
ratificación &. El señor Correa y
Toro, lo desean ver. Acaso irán allá si Vd. no viene, y Vd. me dirás si pueden
ir. Adiós mi general.
Bolívar se apresura a contestar ese
mismo día 25: “A los señores comisionados: Desde que me resolví a
facilitar los medios de concluir esta
guerra, también me resolví a hacer todo género
de sacrificios para obtener la
paz. Por tanto VV. SS. Están autorizados para concluir el armisticio en los términos que se han
propuesto entre ambas comisiones. Mañana iré a esa ciudad, y después tendré la satisfacción de ver al general
Morillo en Santa Ana. Dios guarde a VV.
SS. Bolívar.
El Libertador comprende que Sucre se
ha hecho imprescindible en estos asuntos
y lo nombra Jefe de su Estado Mayor en sustitución de Soublette que pasa a la Vicepresidencia
del Departamento de Venezuela.
El 27
salen Bolívar y Sucre para Santa Ana, donde Pablo Morillo, los
espera. Se inicia el debate sobre los
textos aportados por ambos mandos, y por fin se aprueban:
ACTA DEL ARMISTICIO.
Deseando Los gobiernos de España y de
Colombia transigir las discordias que existen entre ambos pueblos; y
considerando que el primero y más importante
paso para llegar a tan feliz
término es suspender recíprocamente las armas para poder entenderse y explicar,
han convenido nombrar comisionados que
estipulen y fijen un Armisticio; y
en efecto ha nombrado, a S. E. el
General en Jefe del Ejercito expedicionario
de Costa Firme Don Pablo Morillo,
Conde de Cartagena, de parte del gobierno español a los señores Jefe Político
de Venezuela Don Ramón Correa Alcalde primero constitucional de Caracas Don
Juan Rodríguez Toro y Don Francisco
González de Linares; y S. E. el Presidente de Colombia Simón Bolívar como jefe
de la República ,
de parte de ella, a los señores Generales de Brigada Antonio José de Sucre,
coronel Pedro Briceño Méndez y teniente coronel José Gabriel Pérez, los cuales
habiendo canjeado sus respectivos poderes el 22 del presente mes y año, y hecho
las proposiciones en el Tratado de Armisticio bajo los pactos que constan en
los artículos siguientes:
Art. 1.- Tanto el ejército Español como el de
Colombia suspenden sus hostilidades de
todas clases desde el momento que se
comunique la ratificación del presente Tratado, sin que pueda continuarse la
guerra ni ejecutarse ningún acto hostil entre las dos partes en toda la
extensión del territorio que posean durante el Armisticio.
Art. 2.- La duración de este Armisticio será de seis
meses contados desde el día en que sea ratificado; pero siendo el
principio y base fundamental de él
la buena fe y los deseos sinceros que animan a ambas partes de terminar la guerra, podrá prorrogarse aquel término por todo el tiempo que sea
necesario siempre que expirado el que se
señala, no se hayan concluido las negociaciones que deben establecerse y haya esperanzas de que se concluyan.
Las tropas de ambos ejércitos
permanecerán en las posiciones que ocupen al acto de intimarles la suspensión
de hostilidades; mas siendo conveniente señalar límites claros y bien conocidos en la parte que es el teatro principal de la
guerra, para evitar los embarazos que
presenta la confusión de posiciones se fijan los siguientes. Primero: el río Unare remontándolo desde su
embocadura al mar hasta donde recibe al Guanape: las corrientes de este subiendo hasta su origen: de aquí una línea
subiendo hasta el nacimiento del Manapire: las corrientes de este hasta el
Orinoco: la ribera izquierda de este hasta la confluencia del Apure: este hasta
donde recibe a santo Domingo: las aguas de este hasta la ciudad de Barinas, de
donde se tirará una línea recta a Boconó de Trujillo, y de aquí la línea
natural de demarcación que divide la
provincia de Caracas del Departamento de Trujillo- Segundo: las tropas de Colombia que obra sobre Maracaibo al acto de intimárseles el Armisticio podrán
atravesar por el territorio que corresponde al ejército español, para
venir a buscar su reunión con los otros
cuerpos de tropa de la
República , con tal que mientras que atraviesen por aquel territorio los conduzca un oficial español. También se les facilitarán con este mismo
objeto las subsistencias y trasportes que necesiten, pagándolos. Tercero: las demás tropas de ambas
partes que no estén comprendidas en los límites señalados, permanecerán como
se ha dicho en las posiciones que ocupen, hasta que los oficiales que por una y otra parte se comisionarán,
arreglen amigablemente los límites que deben separar el territorio en que se
está operando, procurando transar las
dificultades que ocurran para la
demarcación de un modo satisfactorio a
ambas partes.
Art. 4.- Como puede suceder que al tiempo de comunicar este Tratado se hallen fuera de las líneas de demarcación
que se han señalado en el artículo tercero algunas tropas o guerrillas que no
deben permanecer en el territorio que
estén ocupando, conviene - primero: que
las tropas organizadas que se hallen en este caso, se retiren fuera de la
línea de demarcación; y como tal vez se
hallan alguna de estas pertenecientes al Ejército de Colombia en las riberas
izquierdas del Guanape y del Unare, podrán estas retirarse y situarse en Píritu o Clarines, o algún otro
pueblo inmediato – y segundo: que las
guerrillas que estén e igual caso se desarmen y disuelvan quedando reducidos a
la clase de simples ciudadanos los que
la componían, o se retiren también como las tropas regladas. En el primero de estos últimos casos se
ofrece y concede la más absoluta t perfecta garantía a los que comprenda, y se
comprometen ambos gobiernos a no enrolarlos en sus respectivas banderas durante
el armisticio, antes por el
contrario permitirles que dejen el país
en que se hallan, y vayan a reunirse al
ejército de que dependen al tiempo de
concluirse el Tratado.
Art. 5.- Aunque el pueblo de Carache esta
situado dentro de la línea que
corresponde al Ejército de Colombia, se
conviene en que quede allí un Comandante
militar del Ejército español con una observación de paisanos armados que no exceda de 25 hombres. También le
quedaran las justicias civiles que existan actualmente.
Art. 6.- Como una prueba de la sinceridad y buena fe
que dicta este Tratado, se establece que en la ciudad de Barinas no podrá
permanecer sino un Comandante militar por la República con un piquete de 25 hombres de
paisanos armados de observación, y todos
los peones necesarios para las comunicaciones con Mérida y Trujillo, y las
conducciones de ganado.
Art. 7.- Las hostilidades de mar cesarán igualmente a los 30 días de la ratificación de este Tratado para los
mares de América, a los 90 para los de Europa.
Las presas que se hagan pasados estos términos, se devolverán
recíprocamente; y los corsarios o
apresadores serán responsables de los perjuicios que hayan causado por la detención de los
buques.
Art. 8.- Queda desde el momento de la ratificación
del Armisticio abierta y libre la comunicación entre los respectivos
territorios para proveerse recíprocamente de ganado, todo género de subsistencias y mercaderías, llevando los negociadores y
traficantes los respectivos pasaportes a que deberá agregar los pases de las autoridades del
territorio en que hubiesen de adquirir
para impedir por este medio todo
desorden.
Art. 9.- La ciudad y puerto de Maracaibo queda libre
y expedita para las comunicaciones con los pueblos del interior, tanto para
subsistencias como para relaciones
mercantiles; y los buques mercantes
neutros o de Colombia que introduzcan efectos, no siendo armamentos ni
pertrechos de guerra o los extraigan por aquel puerto para Colombia serán tratados como extranjeros y pagarán como tales los derechos, sujetándose a las leyes del país. Podrán
además tocar en ella, salir y entrar por
el puerto los agentes o comisionados que el gobierno de Colombia despache para
España o para los países extranjeros y los que reciba.
Art. 10.- La plaza de Cartagena tendrá la misma
libertad que la de Maracaibo con
respecto al comercio interior, y podrá proveerse de él durante el Armisticio para su población y
guarnición.
Art. 11.- Siendo el principal fundamento y
objeto primario de este Armisticio la negociación de la paz, de la cual deben
recíprocamente ocuparse ambas partes, se enviarán y recibirán por uno y otro gobierno los enviados y
comisionados que se juzguen conveniente a aquel fin, los cuales tendrán el
salvo conducto, garantía y seguridad personal que corresponda a su carácter de agentes de paz.
Art. 12.- Si por desgracia volviese a renovarse la
guerra entre ambos gobiernos, no podrán abrirse las hostilidades sin que preceda un aviso que deberá dar el
primero que intente o se prepara a
romper el Armisticio. Este aviso se dará 40 días antes que se ejecute el primer
acto de hostilidad.
Art.
13.- Se entenderá también por
un acto de hostilidad el apresto de expedición militar contra cualquier
país de los que suspenden las armas por
este Tratado; pero sabiendo que puede estar navegando una expedición de buques de guerra españoles,
no hay inconveniente en que puedan
haciendo el servicio sobre las costas de
Colombia en relevo de igual número de
los que componen la escuadra española,
bajo la precisa condición de que no desembarquen tropas.
Art. 14.- Para dar al mundo un testimonio de los principios liberales y filantrópicos que animan a ambos Gobiernos, no menos que
para hacer desaparecer los horrores y el
furor que han caracterizado la funesta
guerra e que están envueltos se
comprometen uno y otro Gobierno a
celebrar inmediatamente un tratado que regularice la guerra, conforme al
derecho de gentes y a las practicas más
liberales, sabias y humanas de las naciones civilizadas.
Art. 15.- El presente Tratado deberá ser
ratificado por una y otra parte dentro
de sesenta horas y se comunicara inmediatamente a los jefes de las divisiones por oficiales que se
nombrarán al intento por una y otra parte.
Dado y firmado de nuestras manos en la ciudad de Trujillo, a las diez de la
noche del día 25 de noviembre de 1820.
Ramón Correa, Antonio Josef de Sucre,
Juan Rodríguez de Toro, Pedro Briceño
Méndez, Francisco González de
Linares, Josef Gabriel Pérez.
El presente tratado queda aprobado y
ratificado en todas sus partes. Cuartel general de Carache a veintiséis de noviembre de mil ochocientos
veinte. (93) Pablo Morillo. José Caparros. Secretario.
Simón Bolívar, Presidente de la República de Colombia.
Se aprueba, confirma y ratifica el presente tratado en todas y cada una de sus partes. Dado,
firmado y sellado con el sello provisional
del estado, y refrendado por el Ministro de la Guerrea , en el cuartel
general de Trujillo a veintiséis de
noviembre de mil ochocientos veinte.
Simón Bolívar. Por mandato de su excelencia Pedro Briceño Méndez.
Es copia del original. Trujillo,
noviembre 27 de 1820. Guárdese, cúmplase y ejecútese el presente Tratado como lo dispone S. E. el Libertador
Presidente de la
República. Publíquese en esta capital y circúlese en todos los comandantes
generales de provincia, generales en jefe dependientes de este departamento, y
demás de quienes corresponda. Carlos
Soublette. José Luis Ramos. Secretario general
del departamento. (Correo del Orinoco, No. 90, Angostura, 23 de
diciembre de 1820” .
Al otro día después de la firma del
Armisticio, Antonio José de Sucre, Pedro Briceño Méndez y José Gabriel Pérez,
presentaron a Morillo, el proyecto del Tratado de Regularización de la Guerra. A cuyo documento
se le dio el mismo tratamiento que al proyecto de Armisticio, es decir después
de ser discutido y analizado por ambas partes, fue aprobado en los términos
siguientes:
TRATADO DE
REGULARIZACION DE LA
GUERRA FIRMADO EN
TRUJILLO EL 26 DE NOVIEMBRE DE 1820
Deseando Los gobiernos de España y
Colombia manifestar al mundo el horror
con que ven la guerra de exterminio que ha devastado hasta ahora estos
territorios, convirtiéndolos en un
teatro de sangre, y deseando aprovechar
el primer momento de calma que se
presenta para regularizar la guerra entre ambos gobiernos, conforme a las leyes
de las naciones cultas, y a los principios
más liberales y filantrópicos, han convenido
en nombrar comisionados que
estipulen y fijen un tratado de regularización de la guerra y, en efecto, ha
nombrado el excelentísimo, señor General en Jefe del Ejército expedicionario de
Costa firme, Don Pablo Morillo, Conde de
Cartagena, de parte del Gobierno
español, a los señores Jefe Superior Político de Venezuela, Brigadier Don
Ramón Correa, Alcalde primero constitucional de Caracas; Don Juan Rodríguez del Toro y Don Francisco González Linares: y el Excmo.
Señor Presidente de la
República de Colombia, Simón Bolívar, como Jefe de la República , de parte de
ella, a los señores General de Brigada Antonio José de Sucre, coronel Pedro
Briceño Méndez y Teniente Coronel José
Gabriel Pérez, los cuales autorizados competentemente han convenido y convienen
en los siguientes artículos:
Art. 1.- La guerra entre España y Colombia se hará
como la hacen los pueblos civilizados,
siempre que no se opongan las prácticas de ellos a algunos de los artículos del presente Tratado, que
debe ser la primera y más inviolable regla de ambos gobiernos.
Art. 2.- Todo militar o dependiente de un ejército
tomado en el campo de batalla aun antes de decidirse esta, se conservará y
guardará como prisionero de guerra y será tratado y respetado
conforme a su grado, hasta lograr su canje.
Art. 3.- Serán igualmente prisioneros de guerra y
tratados de la misma manera que estos,
los que se tomen en marchas, destacamentos, partidas, plazas
guarniciones y puertos fortificados,
aunque éstos sean tomados al asalto, y
en la marina los que se unan aun al abordaje.
Art. 4.- Los militares o dependientes de un ejército que se aprehendan heridos o
enfermos, en los hospitales o fuera de ellos,
no serán prisioneros de guerra, y tendrán libertad para restituirse a las banderas a que pertenezcan, luego que se hayan
reestablecido. Interesándose tan vivamente
la humanidad a favor de estos desgraciados que se han sacrificado a su patria y a su gobierno, deberán ser
tratados con doble consideración y
respeto que los prisioneros de guerra, y se les prestará, por lo menos, la
misma asistencia, cuidados y alivios que a los heridos y enfermos del ejército que los tenga en su
poder.
Art. 5.- Los prisioneros de guerra se canjearán clase por clase y grado por grado, o dando
por superiores el número de subalternos
que es de costumbre entre las naciones cultas.
Art. 6.- Se comprenderá también en el canje y serán
tratados como prisioneros de guerra aquellos militares o paisanos que
individualmente o e partidas hagan el
servicio de reconocer u observar, o tomar noticias de un ejército para darlas al jefe de otras.
Art. 7.- Originándose esta guerra de la diferencia de
opiniones; hallándose ligados con
vínculos y relaciones muy estrechas los individuos que ha combatido
encarnizadamente por las dos causas; y deseando economizar la sangre, cuanto
sea posible, se establece que los
militares o empleados que, habiendo
antes servido a cualquiera de los dos
gobiernos, hayan desertado de sus banderas,
y se aprehendan bajo las del otro, no pueden ser castigados con pena capital. Lo mismo se entenderá con respecto a los conspiradores y desafectos
de una y otra parte.
Art. 8.- El canje de prisioneros será obligatorio, y
se hará a la más posible brevedad. Deberán, pues, conservarse siempre los
prisioneros dentro del territorio de
Colombia, cualquiera que sea su grado y dignidad; y por ningún motivo ni pretexto
se alejará del país, llevándolos a sufrir males mayores que la misma
muerte.
Art. 9.- Los jefes de los ejércitos exigirán que los prisioneros sean asistidos conforme quiera el Gobierno a quien esos correspondan, haciéndose abonar
mutuamente los cosos que causaren. Los
mimos jefes tendrán derecho de nombrar
comisarios que, trasladados a los depósitos
de los prisioneros respectivos,
examinen su situación, procuren mejorarla y hacerla menos penosa su existencia.
Art. 10.- Los prisioneros existentes actualmente gozaran de los beneficios de este Tratado.
Art. 11.- Los habitantes de los pueblos que
alternativamente se ocuparen por las armas
de ambos gobiernos serán altamente respetados, gozarán de una extensa y
absoluta libertad y seguridad, sean
cuales fueren o hayan sido sus
opiniones, destinos servicios y conductas con respecto a las partes
beligerantes.
Art. 12.- Los cadáveres de los que gloriosamente terminen su carrera en los campos de batalla
o en cualquier combate, choque o encuentro entre las armas de los gobiernos,
recibirán los últimos honores de la
sepultura, o se quemaran cuando, por su número o por la premura del tiempo, no puede hacerse lo primero.
El ejército del cuerpo vencedor será el obligado a cumplir con este sagrado deber, del cual
solo por una circunstancia muy
grave y singular podrá descargarse, avisándolo inmediatamente
a las autoridades del territorio en que
se halle para que lo hagan. Los
cadáveres de una y otra parte se reclamen por el Gobierno o por los particulares no podrán negarse, y se concederá la comunicación necesaria para trasportarlos.
Art. 13.- Los generales de los ejércitos, los jefes de las divisiones y todas las
autoridades estarán obligadas a guardar fiel y estrictamente este Tratado y sujetas a las más severas penas por su
infracción, constituyéndose ambos gobiernos
a su exacto y religioso cumplimiento, bajo la garantía de la buena
fe y del honor nacional.
Art. 14.- El presente Tratado será ratificado y canjeado dentro de 60 horas, y empezará a
cumplirse desde el momento de la
ratificación y canje.
Y en
fe de que así lo convenimos y
acordamos nosotros los comisionados de España y Colombia, y firmamos dos de un
tenor en la ciudad de Trujillo, a las
diez de la noche del veintiséis de
noviembre de mil ochocientos veinte.
Ramón Correa, Antonio José de Sucre,
Juan Rodríguez de Toro, Pedro Briceño Méndez, Francisco González de Linares,
José Gabriel Pérez.
Libertador Presidente de la República de Colombia.
Por cuanto los señores general de brigada Antonio José de Sucre, coronel Pedro
Briceño Méndez y teniente coronel José Gabriel Pérez, mis comisionados para
ajustar y concluir un tratado que regularice la guerra entre España y Colombia
con os comisionados del Excmo. Don Pablo Morillo, conde de Cartagena, de parte
del gobierno español señores jefe
superior político de Venezuela, brigadier Don Ramón Correa, alcalde primero
constitucional de Caracas, don Juan Rodríguez
Toro y don Francisco González de Linares, han acordado y convenido el
precedente Tratado de Regularización de la Guerra entre España y Colombia, el cual constante
de 14 artículos ha sido firmado por ambas partes en esta ciudad de Trujillo el
26 de noviembre corriente a las diez de la noche. Por tanto y hallándole
conforme a los poderes e instrucciones que comuniqué a mis dichos
comisionados he venido en aprobarlo, confirmarlo
y ratificarlo, como lo apruebo, confirmo y ratifico en todas y cada una de sus
partes.
Dado firmado y sellado con el sello
provisional del estado y refrendado por
el ministró de la guerra de la ciudad de
Trujillo, a 27 de noviembre de 1820. Simón Bolívar. Por mandato de S. E. Pedro
Briceño Méndez.
Archivo del Libertador. Sección
O’Leary, T...XVII, parte primera. F.393.
(94)
Sin lugar a dudas, tanto el armisticio
como el tratado, son ideas políticas del genio de Bolívar; pero el espíritu de
Sucre esta allí, la colaboración de Sucre es indescartable; el amor
que lo inspira y los aportes que hizo se perciben en el ánima, el
lenguaje, sus modales, educación,
filosofía y se repiten después en muchos otros actos de su vida. Tenemos que
repetir lo que escribió Bolívar “Ese tratado es digno del alma del general Sucre; la benignidad, la
clemencia, el genio de la beneficencia lo dictaron: él será eterno como el más bello monumento de la piedad
aplicada a la guerra: el será eterno
como el nombre del vencedor de Ayacucho…”
Rafael Ramón Castellanos al analizar estos instrumentos, dice: “Cuando se
hacen estudios, análisis y enfoques sobre el Derecho Internacional Americano la referencia primordial se cifra alrededor del Libertador, pero en
ello hay cierta minimización de otros valores sustantivos. La participación de
Bolívar fue increíblemente primordial y prioritaria para crear tal arquetipo
histórico, pero en lo que concierne a estos dos instrumentos, sin la decidida
colaboración de Antonio José de Sucre
todo hubiese conducido al mimo feliz término, pero no en tan corto
tiempo ni con la prestancia y categórico
estandarte de aceptación en los dos
bandos que asimilaron la lección
mediadora y eficaz de un soldado acostumbrado
a parlamentar y a combatir con el espíritu y con el verbo de amasar huracanes”.(95)
Jorge Salvador Lara citado por Rafael
Ramón Castellanos, dice de ese tratado:
“Es prodigioso el hecho de que Sucre
hubiese logrado estatuir en el Tratado de 1820 los principios y normas
fundamentales del actual Derecho Internacional Humanitario. Y es aún más significativo el que algunas disposiciones de este Tratado quizá sean más avanzadas de las que constan en los convenios vigentes…” (96)
Nicanor Bolet Peraza, también citado
por Rafael Ramón Castellano, dice: “Sucre, es el heroísmo luminoso, la virtud
armada para redimir, la modestia llevada
a las cumbres por mano de la gloria. Sucre es la personificación de todas las gallardías humanas…” (97)
El maestro de maestros cumanés Don
José Silverio González Varela, dijo del Mariscal: “La carrera militar de Sucre
terminó en la gloriosa acción del
Portete de Tarquí; terminó dejando el nombre del guerrero marcado con los
sellos del valor, de la habilidad, de la clemencia. Esta noble carrera se hizo
siempre en los campos de batalla en que
no fueron combatidos sino enemigos de la Independencia , o
enemigos exteriores que invadieron el
territorio que Sucre debía defender.
Aquella espada jamás fue desenvainada
para trastornar gobiernos, bien o mal establecidos: jamás para defender quiméricos
proyectos; jamás para sostener guerras civiles,
ni hacer correr la sangre de los conciudadanos. ¡Cuán pocos generales
americanos han dejado, en sus hechos, documentos tan solemnes para que la historia les presente como
modelos del ciudadano armado en servicio
y beneficio de su patria!
Domingo Badaracco, en su discurso
publicado en el bisemanario Sucre el 27 de diciembre de 1924, propone: “Sobre
su tumba bien pudiera gravarse, parafraseándolo para cuadrarlo en campo
americano, el epitafio que para si
compuso el mayor trágico de la eterna Grecia: Aquí está Sucre. Los
lúgubres llanos de La Puerta ,
Aragua y Urica; las triunfales alturas de Riobamba, Pichincha y Ayacucho, y el
español altivo, de indómito coraje, dirán si fui valiente… ¡Ellos lo vieron!”
Para terminar este libro voy a
transcribir los párrafos finales de mi discurso del 4 de junio de 2001, desde
los muros del Castillo de San Antonio de la Eminencia :
¡Gloria a ti espíritu que brilla con
la luz de la fama, testigo impertinente de todo lo bueno! ¡Gloria a ti redentor
de un mundo nuevo que se agiganta en la percepción del verdadero tesoro del
hombre, cual es la libertad! ¡Gloria a ti hijo predilecto de Bolívar,
inspirador de la justicia, componedor de las nuevas relaciones entre los hombres! Tú, ejemplo insustituible
de la dignidad del hombre. Tú, que sobrepasas los linderos de la muerte y aun
vives en la conciencia de la humanidad.
Tú, brazo fuerte de la justicia y de la
paz. Tú, fuente de caridad y de amor;
vuelve a nosotros, tan siquiera en un dedal
de tus cenizas, aquí encontrarás descanso a tus fatigas y consuelo a tu
cansancio. Ven a nosotros hermano mayor
a cuidar a tu heredad, para que seamos lo cumaneses dignos de tu alma justiciera, y que desde aquí también alumbremos al mundo, como
faro poderoso en el camino de la paz. ¡Gloria a ti vencedor de la muerte,
victorioso siempre, por siempre jamás!
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